IMÁGENES Y REFLEXIONES SOBRE LA REFORMA Y LA

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IMÁGENES Y REFLEXIONES
SOBRE LA REFORMA
Y LA UNIVERSIDAD
La Reforma Universitaria es, sin duda, uno de los
acontecimientos más significativos de la historia, no sólo
de nuestra Universidad, sino de la educación superior
en términos generales. “La Reforma era un camino
que buscando un maestro se dio con un mundo”: así
conceptualiza Deodoro Roca la experiencia de un
movimiento cuyo impulso inicial fue la transformación
académica y que en su devenir advirtió que
transformación social y democratización universitaria
son procesos con puntos de articulación a ser pensados
y resueltos a favor de cambios que –en su hora- fueron
formulados con llamados que trascendían claustros y
aún fronteras nacionales: “Creemos no equivocarnos,
las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos
pisando sobre una revolución, estamos viviendo
una hora americana”, dice uno de los párrafos más
difundidos del Manifiesto Liminar. Y la convocatoria es
a la acción: “La juventud universitaria de Córdoba, por
intermedio de su federación, saluda a los compañeros
de la América toda y les incita a colaborar en la obra de
libertad que inicia”.
A 93 años de aquel acontecimiento que constituyó al
movimiento estudiantil como un actor político central
para la transformación social, la Secretaría de Asuntos
Estudiantiles de la UNC rinde su homenaje y propone
repensar la actualidad de la Reforma Universitaria de 1918.
ESCRITOS SOBRE LA REFORMA
Manifiesto Liminar. Federación Universitaria de Córdoba,
1918 (Facsímil).
La Reforma Universitaria. José Carlos Mariátegui. Perú,
1928.
Discurso al recibir el Doctorado Honoris Causa de la
Universidad Central de Las Villas. Ernesto Che Guevara.
Cuba, 1959.
Los Reformistas de los 60s. Luis Marcó del Pont.
Córdoba, 1998.
Autonomía: el poder que nos obliga. Carolina Scotto.
Córdoba, 2008.
FOTOGRAFÍAS
Colección del Museo Casa de la Reforma.
LA REFORMA UNIVERSITARIA
LOS REFORMISTAS DE LOS 60S
AUTONOMÍA: EL PODER QUE NOS OBLIGA José Carlos Mariátegui
DISCURSO AL RECIBIR EL DOCTORADO
HONORIS CAUSA DE LA UNIVERSIDAD
CENTRAL DE LAS VILLAS
Luis Marcó del Pont
Carolina Scotto, Rectora de la UNC
Perú, 1928
Ernesto Che Guevara
Extraído de La Gaceta Universitaria F.U.C. (edición
extraordinaria). Córdoba, 15 de junio de 1998
Extraído de Hoy la Universidad (edición especial). Córdoba,
junio de 2008
Quienes militamos en el movimiento de la Reforma
Universitaria, a comienzos de los 60, tuvimos distintas
experiencias. Por un lado participamos del gobierno
tripartito de la Universidad, desde una posición
independiente de las autoridades. Eso nos permitió
luchar libremente por los intereses estudiantiles y obligar
a la Universidad a tomar posiciones en los problemas
de la sociedad. Aunque éramos minoría en la bancada
estudiantil de Derecho pedimos que la Facultad repudiare
a los profesores que aceptaban cargos en los gobiernos
de facto, durante la dictadura de Onganía donde algunos
de los profesores de esa Facultad que enseñaban
Derecho Constitucional (Guillermo Ferrer Deheza y Pedro
J. Frías) eran ministros y embajadores de la dictadura.
Dijimos en los fundamentos del proyecto que no era ético
enseñar en las aulas el respeto a la Constitución y a las
leyes y al mismo tiempo ser funcionario y participar en los
gobiernos que violaban las mismas. Que era necesario
enseñar con el ejemplo. Luchamos por modernizar el plan
de estudio, por facilitar las clases a los que trabajaban y
luchamos contra la corrupción denunciando la existencia
de Institutos “fantasmas”, en donde no existía ningún tipo
de investigación. En alguna medida nos transformamos en
los fiscales combatiendo las corruptelas de las camarillas.
Todo esto lo hacíamos público a través de volantes y de
la prensa.
“El legado de la Reforma para la historia de las
Universidades Públicas latinoamericanas y para nuestros
países, es rico y complejo.
Cuba, 28 de diciembre de 1959
“El movimiento estudiantil que se inició con la lucha de los
estudiantes de Córdoba por la reforma de la Universidad,
señala el nacimiento de una nueva generación
latinoamericana. (…)
La ideología del movimiento estudiantil careció, al
principio, de homogeneidad y autonomía. (…) Únicamente
a través de la colaboración cada día más estrecha con
los sindicatos obreros, de la experiencia del combate
contra las fuerzas conservadoras y de la crítica
concreta de los intereses y principios en que se apoya
el orden establecido, podían alcanzar las vanguardias
universitarias una definida orientación ideológica.
Este es el concepto de los más autorizados portavoces
de la nueva generación estudiantil, al juzgar los orígenes
y las consecuencias de la lucha por la Reforma. Todos
convienen en que este movimiento, que apenas ha
formulado su programa, dista mucho de proponerse
objetivos exclusivamente universitarios y en que, por su
estrecha y creciente relación con el avance de las clases
trabajadoras y con el abatimiento de viejos principios
económicos, no puede ser entendido sino como uno de
los aspectos de una profunda renovación latinoamericana.
(…)
Pero no me propongo aquí, el estudio de todas las
consecuencias y relaciones de la Reforma Universitaria
con los grandes problemas de la evolución política de la
América Latina. Constatada la solidaridad del movimiento
histórico general de estos pueblos, tratemos de examinar
y definir sus rasgos propios y específicos.
¿Cuáles son las proposiciones o postulados
fundamentales de la Reforma?
(…) no es posible la realización de los ideales de la
Reforma sin la recta y leal aceptación de los dos
principios aquí esclarecidos. El voto de los alumnos
–aunque no esté destinado a servir de contralor moral
de la política de los profesores– es el único impulso de
vida, el solo elemento de progreso de la Universidad, en
la que de otra suerte prevalecerían sin remedio fuerzas de
estancamiento y regresión. Sin esta premisa, el segundo
postulado de la Reforma –las cátedras libres– no puede
absolutamente cumplirse. Más aún, la “leva hereditaria”,
de que nos habla con tan evidente exactitud el doctor
Sanguinetti, torna a ser el sistema de reclutamiento de
nuevos catedráticos. Y el mismo progreso científico
pierde su principal estímulo, ya que nada empobrece
tanto el nivel de la enseñanza y de la ciencia como la
burocratización oligárquica.”
“Queridos compañeros, nuevos colegas del claustro y
viejos colegas de la lucha por la libertad de Cuba: tengo
que puntualizar como principio de estas palabras que
solamente acepto el título que hoy se me ha conferido
como un homenaje general a nuestro ejército del pueblo.
(…)
Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo
primero, como función esencial de su vida en esta Cuba
nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que
se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino
también entre los profesores; que se pinte de obrero y de
campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad
no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de
Cuba (…).
Ése es el mensaje primero, es el mensaje que hubiera
querido decir los primeros días después de la victoria en
las tres Universidades del país, pero que solamente pude
hacer en la Universidad de Santiago, y si me pidieran
un consejo a fuerza de pueblo, de Ejército Rebelde y de
profesor de Pedagogía, diría yo que para llegar al pueblo
hay que sentirse pueblo, hay que saber qué es lo que
quiere, qué es lo que necesita y qué es lo que siente el
pueblo. Hay que hacer un poquito de análisis interior y
de estadística universitaria y preguntar cuántos obreros,
cuántos campesinos, cuántos hombres que tienen que
sudar ocho horas diarias la camisa están aquí en esta
Universidad (…).
Y es lógico; no se me ocurriría a mí exigir que los
señores profesores o los señores alumnos actuales de la
Universidad de Las Villas realizaran el milagro de hacer
que las masas obreras y campesinas ingresaran en la
Universidad. Se necesita un largo camino, un proceso
que todos ustedes han vivido, de largos años de estudios
preparatorios. Lo que sí pretendo, amparado en esta
pequeña historia de revolucionario y de comandante
rebelde, es que comprendan los estudiantes de hoy
de la Universidad de Las Villas que el estudio no es
patrimonio de nadie, y que la Casa de Estudios donde
ustedes realizan sus tareas no es patrimonio de nadie:
pertenece al pueblo entero de Cuba, y al pueblo se la
darán o el pueblo la tomará; y quisiera, porque inicié todo
este ciclo en vaivenes de mi carrera como universitario,
como miembro de la clase media, como médico que
tenía los mismos horizontes, las mismas aspiraciones de
la juventud que tendrán ustedes, y porque he cambiado
en el curso de la lucha, y porque me he convencido de
la necesidad imperiosa de la Revolución y de la justicia
inmensa de la causa del pueblo, por eso quisiera que
ustedes, hoy dueños de la Universidad, se la dieran al
pueblo. (…)
Cuando esto se logre nadie habrá perdido, todos
habremos ganado y Cuba podrá seguir su marcha hacia
el futuro con un paso más vigoroso y no tendrá necesidad
de incluir en su claustro a este médico, comandante,
presidente de banco y hoy profesor de Pedagogía que se
despide de todos.”
Al mismo tiempo, a mi generación le tocó enfrentar las
dictaduras. Después del golpe de estado de Onganía
fuimos abogados de los centenares de estudiantes presos
por luchar contra esa dictadura y de los familiares del
primer estudiante asesinado en las calles de Córdoba:
Santiago Pampillón. Denunciamos en improvisados
mítines en las escalinatas de la Facultad de Ingeniería
cómo se encubría a los autores de ese crimen y cuáles
eran las pruebas que íbamos aportando. Todo esto
irritó a los dictadores de turno. Fuimos detenidos y
cuando llegaba a la Jefatura de policía, algunos de
los estudiantes presos, dijeron: “ahí viene Marcó para
conseguir nuestra libertad”, pero yo pasé a engrosar la
larga lista de detenidos por encabezar la resistencia. Por
último quiero significar lo importante que fue luchar junto
a los trabajadores combativos como Agustín Tosco en la
defensa de las libertades y los derechos perdidos. Desde
el 18, la unión obrero-estudiantil ha sido decisiva para el
triunfo de los principios democráticos y progresistas.
Más que una dogmática o que un conjunto de
prescripciones con valor intemporal, los efectos de
aquel proceso de transformaciones en las ideas y en las
realidades debe medirse por su capacidad para continuar
estimulando una visión crítica sobre nuestro papel como
instituciones públicas y sobre nuestra responsabilidad
como ciudadanos en la proyección y el desarrollo de
nuestros pueblos. Entre esos efectos perdurables se cuenta, justamente,
la revitalización de una visión latinoamericana de
nuestros valores culturales, de nuestras prioridades y
de la necesidad de nuestra integración; la defensa de
una actitud desprejuiciada en favor de la libertad de
pensamiento, del valor de la formación y la producción
científica y de la necesidad de la democratización del
conocimiento; la conciencia de un claro compromiso de
los universitarios con los problemas de la comunidad a la
que pertenecen. Estas y otras
banderas, que tuvieron entonces su justificación
histórico–contextual particular y sus especiales maneras
de formularse, se expresan todas como modalidades
de un valor más amplio y perdurable que las abarca: la
autonomía, entendida como la capacidad para determinar
nuestro destino como pueblos, para elegir libremente
y revisar críticamente nuestras ideas, para aportar a la
construcción de un orden social más justo. En
la búsqueda de esas grandes metas, los universitarios
tenemos mejores herramientas y por lo tanto mayores
responsabilidades. (…)
En este contexto es especialmente oportuno recuperar el
sentido que los reformistas supieron darle a la autonomía,
poniéndolo a tono con las condiciones actuales en las
que se desarrolla la actividad universitaria, la docencia y
la investigación, el desarrollo tecnológico, la innovación y
la extensión social y cultural, menos como la capacidad
para reclamar atención y soluciones a nuestros
problemas, y más como la conciencia
de nuestro poder para proponer esas soluciones y
participar de las decisiones que nos atañen y que atañen
a la sociedad. Ese sentido reformista y vigoroso de la
autonomía nos devolverá una más plena conciencia
de nuestras capacidades, pero sobre todo permitirá
revitalizar el sentido plenamente social de la inversión en
la educación superior universitaria que nos justifica. La autonomía no debe verse entonces como una muralla
que nos protege sino como un poder que nos obliga,
dentro del ámbito de incumbencia que nos es propio,
a cooperar en el esclarecimiento y la solución de los
problemas de la comunidad. (…)
Es paradójico que se haya creído que mayor era nuestra
autonomía cuanto más lográramos mantenernos
desapegados y distantes de los problemas y los debates
públicos. Al contrario, si los universitarios asumimos
una participación pública comprometida, mediante una
intervención decidida en los temas de la agenda de todos
los días así como en la definición de nuevos temas para
la agenda futura, aseguramos lo que es propio y esencial
de la condición universitaria: el pluralismo de opinión y el
espíritu crítico. Las Universidades gozamos de un alto crédito social.
Tenemos que devolver esa confianza haciendo que
nuestra participación sea al mismo tiempo comprometida
e independiente. Ese, creo, fue el principal mensaje que la
acción de aquellos jóvenes dejaba, a principios del siglo
pasado, a una sociedad enclaustrada y a una universidad
ausente. Ese mensaje, a la luz de nuestra realidad, tendrá
sentido todavía por mucho tiempo.”
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