1 ESTADO ACTUAL DEL JUICIO POR JURADOS. IRRECURRIBILIDAD DEL VEREDICTO (Por Claudio Puccinelli)1 Sumario: 1.- Introducción. Antecedentes históricos: De Grecia a Latinoamérica; 2.- El juicio por jurados en Argentina; 3.- Clasificación de los sistemas de jurados; 4.- El jurado clásico en Argentina: las provincias de Neuquén y Buenos Aires; 5.- El jurado escabinado en Argentina: la provincia de Córdoba; 6.- La soberanía popular y el jurado; 7.- El veredicto y la sentencia; 8.- La fundamentación del ¿veredicto o de la sentencia?; 9.- La impugnación del “fallo” en las convenciones de derechos humanos y la garantía del doble conforme; 10.- Conclusiones.- 1.- Introducción. Antecedentes históricos: De Grecia a Latinoamérica: Frente a la comisión de un hecho con apariencia de delito existieron formas de persecución, juzgamiento y punición que han variado a lo largo de la historia dando lugar a distintos sistemas de enjuiciamiento penal llamados inquisitivos y acusatorios, incluyéndose en el primero de ellos el llamado sistema mixto, ya que la colecta probatoria sin reconocimiento de un derecho de defensa eficaz y el juzgamiento por el sujeto que investiga (juez de instrucción) no es más que una modalidad del primero. En los sistemas acusatorios, el juzgamiento por jurados integrantes de la comunidad fue quizás el primero de los métodos adoptados que continuó –con algunas variantesen los países anglosajones pero que a partir del imperio romano y la inquisición medieval fueron sustituidos por sistemas inquisitivos aberrantes que trataban como un 1 Abogado, Magíster en Derecho Procesal, profesor de posgrado de Derecho Procesal Penal en la Maestría en Derecho Procesal (UNR), en la Especialización en Derecho Procesal (UNCba), docente estable en la Especialización en Derecho Procesal Penal (UNL), profesor adjunto de grado en Derecho Procesal Penal (UNR y UCA), profesor adjunto de grado a cargo de la cátedra de Teoría General del Proceso (UCA), ejercicio de la profesión; Capacitador para la reforma procesal penal del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Santa Fe, Jurado por la Universidad Nacional de Rosario en el proceso de selección de Fiscales y Defensores del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Santa Fe, Jurado por el Colegio de Abogados de Rosario en el Consejo de la Magistratura de la Provincia de Santa Fe, miembro del Instituto Panamericano de Derecho Procesal, de la Asociación Argentina de Derecho Procesal, de la Asociación Argentina de Profesores de Derecho Procesal Penal y de la Asociación Interamericana de Abogados. 1 2 objeto al perseguido y tenían como principal objetivo servir a los intereses del monarca. Esto se profundizó en la época napoleónica donde se utilizó la inquisición bajo la forma mixta como método de control social pudiéndose resaltar la regulación de la prueba tasada, la necesidad de fundamentación del fallo y los recursos casatorios. En cambio, el sistema de juzgamiento por jurados se vinculó íntimamente con la participación directa del pueblo en el ejercicio de la función jurisdiccional funcionando claramente como una garantía de las libertades individuales frente al poder estatal. En el derecho ateniense, al salir del régimen aristocrático, se concibió como parte del sentir democrático al instituirse como modo de participación popular en la jurisdicción. El jurado actuaba en asamblea pública, oral y contradictoria, garantizándose la inmediación entre el tribunal y la prueba, sobre la que debían resolver sin la intervención de un juez técnico. En Roma, del mismo modo que en Atenas, se relacionó directamente la forma de gobierno con el sistema de juzgamiento, con lo cual hubo una intervención del rey o emperador en la persecución y juzgamiento penal pero durante la república se produjeron cambios en pos de otorgar a las asambleas o comicios las facultades de juzgar. En el derecho germánico también existieron asambleas populares pero con el crecimiento del poder monárquico y la aparición de los funcionarios estatales para la persecución penal surgieron los conceptos de acción penal pública y el sentido público de la aplicación de una pena. En la Inglaterra del siglo XI se fueron consolidando los jurados a partir de la Carta Magna de 1215 donde se consagró el derecho a ser juzgado por sus pares como garantía de los ciudadanos frente al poder del rey. Esto marca claramente que el jurado nació y se mantiene como una manifestación de la soberanía del pueblo que es ejercida de modo directo mediante la función jurisdiccional, y no mediante representantes como sucede con relación al poder 2 3 ejecutivo y legislativo, o en forma mediata respecto de los jueces técnicos integrantes del poder judicial. El jurado pasó así a las colonias de Norte América donde se arraigó firmemente en las costumbres pero más aún cuando se incorporó a la Sexta Enmienda que “En toda causa criminal, el acusado gozará del derecho de ser juzgado rápidamente y en público por un jurado imparcial del distrito y Estado en que el delito se haya cometido”. En la Legislación Norteamericana se admiten dos tipos de Jurado: el Gran Jurado o Jurado de Acusación y el Pequeño Jurado o Jurado de Juicio (grande o pequeño por el número de integrantes). El Gran Jurado estuvo constituido por veintitrés miembros, abogados todos y resolvían por simple mayoría si la acusación era procedente. En tal caso se remitía al Pequeño Jurado que estaba conformado por un juez unipersonal técnico y un Jurado de doce miembros de la comunidad ante quien, se produce el juicio oral, público y contradictorio donde cumple funciones jurisdiccionales dictando un veredicto de condena o absolución. Volviendo a la evolución dentro del derecho continental europeo, las ideas revolucionarias de libertad, igualdad y fraternidad tenían como modelo el jurado anglosajón, pero las influencias del poder monárquico derivaron en la consagración de cuerpos integrados por jueces técnicos permanentes que se integraban con ciudadanos comunes, bajo la presidencia de un juez técnico que daba las directivas. Esto llevó a la separación entre cuestiones de hechos (reservadas a los legos) y de derecho (propias de los técnicos). Este formato se llamó jurado escabinado y se expandió por la Europa continental, pero que penetró luego con más fuerza en el siglo XIX. A pesar de ello, el movimiento codificador napoleónico que tuvo gran influencia en Europa continental y específicamente en España a partir de la dominación Francesa, generó un sistema de juzgamiento que concentraba el poder en los jueces técnicos como representantes del monarca y a quien éste controlaba, incluso imponiendo la necesidad de fundamentación de sus decisiones, a partir de la desconfianza que se tenía en los magistrados del antiguo régimen, lo que dio origen a lo que se denominó 3 4 sistema inquisitivo mixto o atenuado que ocultaba una nueva forma de inquisición monárquica. Entonces, para entender qué pasó luego en Latinoamérica, es necesario que analicemos qué sucedió en España donde la inquisición fue muy profunda y dejó sus huellas imborrables a ambos lados del Atlántico. La invasión de Napoleón a España llevó consigo los sistemas de juzgamiento, teniendo gran arraigo el llamado sistema mixto que, como forma de inquisición, dejó en manos del poder estatal la suerte del imputado. Luego de varias inclusiones en Estatutos y Constituciones, las discusiones determinaron la derogación del juicio por jurados en 1936. Luego en la Constitución de 1978 fue incorporado nuevamente como mandato de implementación de un modelo acusatorio con participación ciudadana que se plasmó recién en la Ley Orgánica 5 del 22 de mayo de 1995, destacando en su exposición de motivos que el retroceso en las libertades ciudadanas llevó siempre a la limitación de la participación del pueblo y, contrariamente, su reconocimiento se produjo en los períodos de libertad, con lo que marcó claramente que el sistema de enjuiciamiento popular fue al compás de los vaivenes entre períodos autoritarios y libertarios. Esa indefinición histórica en España respecto al jurado con una preeminencia marcada de una legislación inquisitiva se trasladó al continente Latinoamericano que para mayor confusión, sus estados se conformaron tomando como modelos las constituciones liberales mientras sus normas procedimentales fueron profundamente inquisitivas. Los poderes de turno en Latinoamérica siempre vieron a la justicia como una extensión del poder central que lo utilizó para el control de la ciudadanía, transformándola en un instrumento de poder antes que en una garantía de la libertad de los ciudadanos de ser juzgados por sus pares. Bien señala Vázquez Rossi que “La cuestión de la conformación de Poder Judicial en los países latinoamericanos y el señalamiento de sus defectos más notorios, cuales son la dependencia hacia el poder dominante y su adhesión más o menos clara a ideologías conservadoras, su actitud corporativa y su desempeño burocrático, su historia de 4 5 legitimación hacia los golpes de Estado y su oposición hacia reformas modernizadoras, ha sido objeto de estudios y señalamientos en los últimos tiempos, advirtiéndose que gran parte de los males del sistema derivan de las deficiencias de sus operadores”2. Incluso ello me ha llevado a preguntarme si el mandato constitucional de establecer el juzgamiento penal por jurados populares, sus formas y conveniencias puede hipotéticamente llegar a estar sometido a los designios de los Tribunales Superiores de Justicia que están integrados por magistrados técnicos que actúan conforme lo antedicho, cuando en realidad es una garantía que nace de la propia constitución de cada Estado donde el ciudadano conserva su derecho a ser juzgado por sus pares ejerciendo en forma directa –no por medio de sus representantes- la soberanía popular, la que debería estar exenta de todo control o intervención estatal. En ese marco, en Latinoamérica encontramos diversos intentos de instaurar juicios por jurados en causas criminales pero no han podido escapar a las fuertes influencias de la dominación española que no era “amiga” de la participación popular, lo que contrastaba con la ideología liberal de sus constituciones. El Salvador estableció un sistema de juicio por jurados con 9 jueces populares dirigidos en la audiencia por un juez técnico que luego los instruye sobre los puntos a decidir, lo que hacen mediante una sesión secreta. El veredicto es de culpabilidad y requiere al menos seis votos afirmativos para la condena. En Brasil, su instauración y derogación fue el resultado de los cambios en el poder central, pero a partir de la constitución de 1946 se incorporó a su Constitución, manteniéndose en la actual. Se incorporó al Código Procesal Penal para delitos dolosos contra la vida. En definitiva, en la actualidad este instituto de juicio con jurados es aplicado en Estados Unidos, Inglaterra, España, Rusia, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, países Nórdicos, Brasil, Grecia, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, México, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Puerto Rico, entre otros.2.- El juicio por jurados en Argentina: VÁZQUEZ ROSSI, Jorge E., “Derecho Procesal Penal”, Segunda Edición Ampliada y Actualizada, Tomo II, Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2011, p. 214/215. 2 5 6 La incorporación del juicio por jurados en nuestro país no ha escapado a las influencias propias de la colonización española. Estando enraizada la cultura inquisitiva y habiéndose marcado el camino a la independencia por luchas patrias entre Unitarios y Federales donde prevalecía el poder del ejército triunfante, los intelectuales adherían fervorosamente a las ideas del iluminismo, se nutrían de lecturas liberales, aunque el gobernante ejercía el poder de un modo autoritario. Tal esquizofrenia se replicó en las normas de derecho común de raigambre inquisitiva que contrastaban con las pretendidas Constituciones. En las de 1819 y 1826 se instauró el jurado, y en la Constitución Nacional de 1853 se lo incorporó claramente como el sistema de juzgamiento de los hechos criminales. La nueva Constitución de 1949 lo eliminó pero luego fue derogada, reviviendo la de 1853 que, en 1994, ratificó su vigencia echando por tierra las interpretaciones que afirmaban que por falta de reglamentación interna había caído en desuetudo. La Constitución de 1853 hoy vigente establece, en su art. 24, que “El Congreso promoverá la reforma de la actual legislación en todos sus ramos, y el establecimiento del juicio por jurados”. A su vez, el art. 75, inc. 12, faculta al Congreso para dictar “... leyes generales para toda la Nación sobre ... el establecimiento del juicio por jurados”, Y finalmente el art. 118 dispone que “Todos los juicios criminales ordinarios, que no se deriven del derecho de acusación concedido a la Cámara de Diputados se terminarán por jurados, luego que se establezca en la República esta institución. La actuación de estos juicios se hará en la misma provincia donde se hubiere cometido el delito; pero cuando éste se cometa fuera de los límites de la Nación, contra el derecho de gentes, el Congreso determinará por una ley especial el lugar en que haya de seguirse el juicio”.A pesar de la claridad del mandato constitucional, el Congreso Nacional no llegó a dictar una ley que regule el juicio por jurados, lo que produjo una interesante y profusa doctrina sobre si la Corte Suprema Nacional debía declarar oficiosamente la inconstitucionalidad de las normas que no lo preveían para el juicio criminal3. Véase CORVALÁN, Víctor R.; “Derecho Procesal Penal – Análisis Crítico del Procedimiento Penal”, Nova Tesis Editorial Jurídica, Rosario, 2010, p. 273/305. 3 6 7 Por su parte nuestro Máximo Tribunal de la Nación, en el fallo “Casal” se expidió reafirmando el modelo acusatorio querido por la Constitución y que éste debe concluirse mediante un juicio ante un jurado, expresando que “La Constitución Nacional estableció como objetivo legal un proceso penal acusatorio y con participación popular” por lo que concluyó que: “...el proceso penal de un sistema judicial horizontalmente organizado no puede ser otro que el acusatorio, público, porque de alguna forma es necesario compensar los inconvenientes de la disparidad interpretativa y valorativa de las sentencias. De allí que nuestra Constitución previera como meta el juicio criminal por jurados, necesariamente oral y, por ende, público”.Sin embargo, para que la Corte llegara a este pronunciamiento debió pasar mucha agua debajo del puente. Desde 1853 hasta la actualidad se debaten proyectos de jurados en la Nación y en distintas provincias. En la Nación pueden mencionarse los proyectos elaborados por Florentino González y Victorino De la Plaza (1873), por José Domínguez (1883), por Eduardo Wilde (1886) y por Enrique del Valle Iberlucea (1920). Luego los proyectos de Julio B.J.Maier (1987), el consensuado durante la presidencia de Carlos S. Menem (1998), y numerosos proyectos sin aprobación presentados entre 1999 y la actualidad. En cuanto a las provincias, Córdoba fue pionera en la regulación estableciendo juicio por jurados escabinados para delitos graves, delitos cometidos por funcionarios públicos, etc. (ley 9182 –B.O. del 9/11/2004); Buenos Aires aprobó la ley de jurado clásico (ley 14.543 – B.O. del 27/9/2013); Neuquén puso en funcionamiento el jurado clásico (ley 2784 – B.O. 14/11/2011 y puesta en vigencia desde el 01/01/2014); Chubut incorporó en su Código Procesal Penal el juicio por jurados pero no lo puso en vigencia (ley 5478 de 2006, habiéndose presentado un proyecto de ley para su reglamentación en 2014); la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene su proyecto presentado por el Consejo de la Magistratura de la Ciudad y elaborado por una comisión redactora ad honorem (2014), al igual que en el Congreso Nacional (ingresado en junio de 2014 por el legislador Nito Artaza); en la provincia del Chaco (proyecto del año 2013); en la provincia de Corrientes (el Código Procesal Penal sienta las bases en 2011 pero deja librado a una ley especial su reglamentación); y en la de Santa Fe (proyecto de 2009 que ha perdido estado parlamentario e interés político actual ante la vigencia del 7 8 nuevo código procesal penal acusatorio, oral y público desde el 09/02/2014 que no lo incluye y lo deja librado a la sanción de una ley especial).3.- Clasificación de los sistemas de jurados: A través de la historia se dieron tres modelos clásicos aunque dentro de ellos se han establecido con características propias. 3.1.- Por un lado, el modelo clásico Anglosajón que se construyó a partir de la idea de ser juzgado por sus pares, estableció dos tipos, uno para algunos tribunales de instancia inferior donde el jurado es integrado por ciudadanos comunes que expiden el veredicto de inocencia o culpabilidad y, en este último caso, también impone la pena. En cambio, el procedimiento ordinario que se dispone para la mayoría de los delitos, el jurado se integra con ciudadanos legos que luego de apreciar la prueba en la audiencia dan el veredicto de culpabilidad o inocencia, siendo dirigidos por un juez técnico que debe efectuar la calificación jurídica del hecho y, en caso de corresponder, la cuantificación de la pena. En este sistema los jueces técnicos y los legos deliberan y deciden de forma separada, pudiéndose simplificar4 que en el jurado clásico el juez técnico decide las cuestiones jurídicas y el jurado las de hecho. Aquí lo importante es advertir que el veredicto de culpabilidad o inocencia no es motivado y es irrecurrible (cuestión que veremos más adelante). Este sistema admitió sus variantes en distintos países y proyectos locales, en los que se han preocupado por establecer que el juez técnico dirija el debate pero también resulta un hito fundamental la elaboración y comunicación de instrucciones que debe seguir y responder el jurado al momento de elaborar el veredicto. En Argentina fue adoptado por la provincia de Neuquén y la de Buenos Aires, que serán motivo de análisis particular en este trabajo. b.- Por otra parte, aparece el modelo Escabinado donde el jurado se integra por jueces técnicos y jueces legos que deliberan y deciden conjuntamente en un colegio y en pie de igualdad. La sentencia es fundada sin un veredicto anterior de culpabilidad o inocencia. 4 Resulta una simplificación debido a que siempre la respuesta de culpabilidad o inocencia implica una adecuación de los hechos a una norma jurídica (matar a otro con intención es un homicidio doloso –art. 79 del Código Penal- aún cuando el jurado no refiera en el veredicto la calificación jurídica).- 8 9 En Argentina, se pretendió establecer a partir del Proyecto de Código Procesal Penal de la Nación de 1987, elaborado por Julio B. J. Maier; y en el año 2004 se incorporó en la Provincia de Córdoba, al que me referiré específicamente más adelante. 4.- El Jurado Clásico en Argentina. Las provincias de Neuquén y de Buenos Aires: Dos provincias de nuestro país ya tienen en funcionamiento el juicio por jurados clásico, Neuquén y Buenos Aires. 4.1.- La vigencia actual en Neuquén: En nuestro país, la provincia del Neuquén ha sido la primera en poner en vigencia este sistema a través de su nuevo Código Procesal Penal –Ley 2784, publicada en el Boletín Oficial el 14/11/2011, que comenzó a regir el 01/01/2014-. Los codificadores decidieron incorporar el trámite al cuerpo legal y no dejarlo librado a lo que se reglamente en una ley especial por un criterio de coherencia procesal y por el riesgo a que no se legisle sobre el punto y se pierda la oportunidad histórica de su vigencia. Hasta el mes de agosto de 2014 ya se habían realizado 7 juicios por jurados (5 en Neuquén capital, 1 en Cutral Có y el restante en Junín de los Andes), con 6 condenas y una absolución. En cuanto a la competencia, se desarrollan obligatoriamente por jurados las acusaciones por delitos contra la vida, la libertad sexual y los que tengan el resultado muerte o lesiones gravísimas con pena de más de 15 años solicitada por el fiscal (art. 35 CPPN). En cuanto al trámite, al igual que en el juicio oral común, se divide en dos etapas: Audiencia de Control de la Acusación –ante juez técnico- y Audiencia de Juicio por Jurados. La Audiencia de Control de la Acusación tiene vital importancia, pues se debe pasar el filtro del juez técnico ante quien se determina si el Fiscal tiene elementos a para ir a juicio y se define el hecho, la calificación jurídica y las pruebas para sostenerlo (control de legalidad y pertinencia). 9 10 En cuanto a la Audiencia de Juicio por Jurados, en ella se determina si se han probado los hechos materia de acusación y si el acusado es culpable. El jurado se integra con 12 jurados titulares y 4 suplentes, todos legos, la mitad hombres y la otra mitad mujeres. Una vez sorteados del padrón, se los convoca a una Audiencia de Selección de Jurados y el juez técnico les pregunta si se encuentran en algunos de los impedimentos legales para ser jurados; luego pueden excusarse; acto seguido las partes pueden recusarlos con causa; y finalmente los actores penales en su conjunto pueden decidir una (1) recusación sin causa y los defensores en su conjunto pueden recusar sin causa a un (1) jurado. Es decir, uno por todos los acusadores y uno por todos los defensores/imputados. Se convoca a audiencia de debate, donde puede decirse que es el que más se nutre del proceso acusatorio adversarial, por cuanto: a) no se leen alegatos de apertura sino que se presenta oralmente el caso; b) los jueces no preguntan y sólo dirigen la audiencia e instruyen al jurado; c) las pruebas son incorporadas a la audiencia por los testigos y peritos, siguiendo el criterio de litigación adversarial; lo mismo sucede para la incorporación de la prueba material; d) se formulan oralmente los alegatos de clausura; Una vez finalizado el debate, el trámite sigue con una audiencia donde el juez técnico convoca a los Acusadores y a las Defensas en la que deben proponer, discutir y definir las instrucciones que se darán al jurado. Las propuestas de instrucciones pueden ser impugnadas y son resueltas por el juez técnico. En caso de rechazo, constituyen protesta para recurrir la sentencia en cuanto la redacción, inclusión o exclusión de alguna instrucción puede condicionar la decisión y/o afectar el derecho de defensa. Se convoca al jurado a la sala de Audiencias, donde el juez les entrega las instrucciones por escrito y se las explica. El jurado pasa a deliberar en sesión secreta y en caso de dudas, deben comunicarlas por escrito al juez técnico, quien convocará a una audiencia idéntica a la de elaboración de instrucciones para responder las dudas. 10 11 El jurado debe emitir su veredicto contestando a las preguntas formuladas en las instrucciones, y declarará probado o no probado el hecho y la inocencia o la culpabilidad del acusado. Para la declaración de culpabilidad son necesarios 8 (ocho) votos afirmativos de los 12 (doce). Luego el juez técnico dicta la sentencia que, si es de culpabilidad, en lugar de motivarla, se deben transcribir en ella las instrucciones dadas al jurado. En este sistema los recursos tienen como objeto de impugnación, fundamentalmente, esas instrucciones. El veredicto no es recurrible y sólo lo es la “sentencia”. Si es absolutoria, en principio no es recurrible, salvo prueba de soborno al jurado. Si es condenatoria, procede específicamente por: a) Inobservancia a las reglas de constitución del jurado; b) Arbitrariedad en el rechazo de pruebas que afecten el derecho de defensa; y c) Cuando se cuestionaron las instrucciones y éstas condicionaron su decisión. 4.2.- La vigencia actual en la provincia de Buenos Aires: Mediante Ley 14.543 publicada en el Boletín Oficial el 27/09/2013, se incorporó el juicio por jurados clásico a la provincia de Buenos Aires. En la actualidad no se celebrado aún ningún juicio por jurados, estando en trámite la preparación del primero que se espera para fines de 2014. Es obligatorio para los hechos contenidos en la acusación que constituyan delito que en abstracto tengan una pena superior a 15 años de prisión o reclusión, siendo renunciable por el imputado (art. 22 bis, CPPBA). El jurado estará integrado por 12 titulares y 6 suplentes que serán extraídos del padrón oficial que se confecciona una vez al año para cada departamento judicial. Del padrón se sortean 48 miembros que serán sometidos a la Audiencia de Selección de Jurados. En dicha audiencia, al igual que en Neuquén, se interroga a los jurados sobre los impedimentos, la posibilidad de excusación, se los puede recusar con causa, y para las recusaciones sin causa se amplía a cuatro (4) por parte, y en caso de pluralidad de acusadores o defensores podrán cuatro (4) en forma colectiva, más dos (2) por cada uno por separado. En caso de pluralidad de acusadores frente a un imputado o viceversa, quien actúa solo tiene derecho a igual cantidad de recusaciones que el total 11 12 de la parte plural. Cada jurado que cumpla su función queda impedido de ser designado en los tres (3) años siguientes. El trámite continúa con la Audiencia de Debate ante el Tribunal de Jurados, donde se toma el juramento a éstos y se procede a la Apertura del Debate que seguirá el trámite del juicio oral común, donde se identifica al imputado y se concede la palabra a las partes para que establezcan sus líneas de acusación y defensa. Se incorpora la prueba siguiendo criterios de litigación adversarial (examen y contraexámen de testigos y peritos e incorporación de prueba material –aunque con criticables resabios del viejo sistema con introducción por lectura-); y se formulan los alegatos de clausura. Clausurado el debate, se realiza una audiencia donde el juez técnico y las partes proponen, debaten y fijan las instrucciones que se darán al jurado, siendo similar al de Neuquén en cuanto a la impugnación y protesta contra las instrucciones fijadas por el juez, a los fines de impugnar la sentencia. El jurado reingresa a la sala y el juez técnico les explica las normas para deliberar y entrega por escrito las instrucciones. El jurado delibera en sesión secreta por un plazo de no más de 2 días, salvo enfermedad grave de algún jurado que se puede extender hasta un máximo de 10 días. Las dudas sobre las instrucciones se comunicarán por escrito y se resuelven del mismo modo que su elaboración. Finalizada la deliberación se convoca a la audiencia para leer el veredicto, que si es de culpabilidad deberá requerir como mínimo diez (10) votos afirmativos, salvo en caso de prisión o reclusión perpetua que se requerirá unanimidad de los 12. El veredicto debe pronunciarse sobre si el hecho de la acusación existió y luego la participación de cada imputado. Aquí aparece el criticable Jurado estancado, que se produce cuando luego de tres votaciones no se arriban a las mayorías necesarias para la condena. En tal caso, se requiere al Fiscal o el particular daminificado que hubiere acusado sostengan la acusación. En tal caso, se vuelve a votar y si no arriban a las mayorías, el juez técnico disuelve el jurado y dispone la realización de un nuevo juicio con otro jurado. 12 13 Es insostenible que al no llegarse a las mayorías se disuelva al jurado en lugar de absolver al imputado ya que las insistencias para obtener una condena colisionan contra el estado de inocencia del acusado y la reiteración del juicio contra el ne bis inidem y el plazo razonable de juzgamiento, por lo que resulta a todas luces inconstitucional. Si el veredicto es de culpabilidad o de no culpabilidad por inimputabilidad, se convocará a audiencia de cesura del juicio donde se debatirá la pena o medida de seguridad aplicables, y las cuestiones civiles y de costas. El veredicto es irrecurrible, siéndolo sólo la sentencia condenatoria, pero no la absolutoria. Sin perjuicio de ello, en una norma que también resulta criticable desde el punto de vista político constitucional, se prevé que el juez técnico puede decretar la nulidad del veredicto de culpabilidad si estima que es manifiestamente contrario a la prueba producida. Siendo que el pueblo es soberano –cuestión que se analiza infra- el juez como representante del pueblo carece de poder para anular un acto de aquél, pues la soberanía como tal, no admite ningún tipo de autoridad sobre ella que pueda modificar sus decisiones. En cuanto a los recursos, se impugna la sentencia y no el veredicto. La sentencia es el “fallo” derivado del veredicto. Pero como este último no es fundado, se recurren las instrucciones. Por ejemplo si se cuestionó una instrucción en cuanto no se permitió que el jurado tratara una legítima defensa, al impugnar la instrucción y dejar asentada la protesta, luego se recurre la sentencia por violación al derecho de defensa. En cuanto a la procedencia del recurso contra la condena, es similar al de Neuquén, salvo que introduce además el apartamiento manifiesto de la prueba producida en el debate. Esta causal resulta groseramente desacertada5en virtud de la irrecurribilidad del veredicto, oponiéndose a lo establecido en los arts. 24 y 118 de la Constitución Nacional. 5.- El Jurado Escabinado en Argentina: 5 GRANILLO FERNÁNDEZ, Héctor; op. cit., p.178. 13 14 El modelo Escabinado el jurado se integra por jueces técnicos y jueces legos que deliberan y deciden conjuntamente en un colegio y en pie de igualdad, la sentencia es dictada por deliberación y voto de los jurados pero es fundada por el juez técnico y sin un veredicto anterior de culpabilidad o inocencia. En Argentina, se pretendió establecer a partir del Proyecto de Código Procesal Penal de la Nación de 1987, elaborado por Julio B. J. Maier y su ley orgánica que preveía tribunales colegiados compuestos por jueces técnicos, conjueces letrados y jurados, cuya integración variaría de acuerdo con la competencia y el tipo de tribunal que intervendría en cada etapa del proceso. El art. 30, establecía que se integrarían así: 1) Tribunal Criminal: dos jueces permanentes, un conjuez letrado y dos jurados; 2) Tribunal Correccional: un juez permanente, un conjuez letrado y un jurado; 3) Tribunal del Procedimiento Intermedio: tres jueces permanentes para casos graves y un juez permanente para los restantes; y 4) Juez de la Instrucción: un juez permanente. Los jueces permanentes eran funcionarios estables, presidían el tribunal, dirigían el debate y dictaban las resoluciones interlocutorias, los conjueces eran abogados de la lista de matriculados, por lo que también eran jueces técnicos pero sin permanencia; y los jurados eran ciudadanos elegidos del padrón electoral. Luego del debate oral, público y contradictorio, la sentencia debía ser producto de la deliberación (art. 319, proyecto de CPPN) y estar debidamente fundada en los hechos, la autoría, la prueba y el derecho (art. 323, proyecto de CPPN), siendo recurrible en Casación (arts. 338, 343 y concordantes, proyecto CPPN). En la provincia de Córdoba, la ley 9182 del 09/11/2004, estableció el primer juicio por jurados en nuestro país, de modelo escabinado, con tres jueces técnicos permanentes (jueces de la Cámara del Crimen) más ocho miembros legos titulares y cuatro legos suplentes, elegidos del padrón. El juicio por jurados es obligatorio cuando en la acusación se atribuyan delitos del fuero penal económico y anticorrupción administrativa, homicidio agravado, contra la integridad sexual con resultado muerte, secuestro extorsivo seguido de muerte, 14 15 homicidio con motivo u ocasión de tortura, o con motivo y ocasión de robo, todos del Código Penal de la Nación. El jurado se elige de un listado depurado del padrón electoral y por sorteo en audiencia que se cita a las partes, en un total de veinticuatro (24) de ambos sexos y en partes iguales, pero se integra por orden cronológico con los primeros 12 (ocho titulares y cuatro suplentes). El jurado podrá excusarse, pueden ser recusados con causa y, en el caso que sea sin causa, se admiten hasta un jurado por la defensa y uno por la fiscalía. El presidente de la Cámara del Crimen oficiará de presidente del tribunal y dirigirá el debate, realizará preguntas, indagaciones, ordenará lecturas de actas de la investigación, recibirá juramentos y moderará la discusión (art. 29). También participa de las deliberaciones pero no tendrá voto, salvo en los casos que deben votar los tres jueces técnicos (incidentes, calificación legal, pena, cuestiones civiles y costas). Los dos restantes jueces técnicos votan sobre la existencia del hecho y la responsabilidad del acusado junto con los legos, y el presidente del tribunal técnico solo tendrá voto decisivo en caso de empate. El procedimiento se asemeja al juicio oral de diseño nacional o federal, alejándose del proceso acusatorio con litigación adversarial, pudiéndose advertir críticamente que: a) Al abrirse el debate, se lee la acusación; b) Luego las partes presentan su caso (reiteración de la acusación más el relato de la defensa); c) El presidente del tribunal –técnico- le explica los alcances de la acusación al imputado y verifica que la haya comprendido; d) Si bien el art. 34 prohíbe que el jurado conozca las constancias de la investigación penal preparatoria, en la ciudad de Córdoba, se le entregan copias; e) Aunque el art. 34 también prohíbe formular preguntas al jurado, en la ciudad de Córdoba, he constatado que el jurado técnico formula preguntas y pide aclaraciones; 15 16 f) En la ciudad capital, también se introducen actas de la investigación por lectura y hasta se dan por conocidas sin introducción a través de la entrega de copias de la investigación al jurado, aunque ello esté prohibido. Luego se producen las conclusiones de las partes y se le concede La penúltima palabra a la víctima y la última palabra al acusado. Se pasa a la deliberación secreta entre jueces técnicos y jurados, pudiéndose ordenar la reapertura del debate para ampliar pruebas –lo que implica una actuación oficiosa que contraría el proceso acusatorio constitucional-. En la deliberación se vota por mayoría simple, donde la fundamentación será a cargo de los jueces técnicos. En caso de discrepancia entre los técnicos y los legos, la fundamentación quedará a cargo del presidente del tribunal, aún cuando su convicción sea contraria al resultado de la votación. La sentencia, por ser fundada, es recurrible en los mismos casos que en el juicio oral común. Sin perjuicio de los cuestionamientos apuntados respecto de esta regulación, el día viernes 08/08/2014, asistí a un juicio por jurados celebrado ante una sala de la Cámara del Crimen de la ciudad de Córdoba, donde me surgieron algunas observaciones que estimo necesario plasmar en cuanto pueden resultar criticables: a) No observé que las partes y el tribunal letrado utilizaran técnicas de litigación adversarial, incluso no se objetaron preguntas a pesar de haber múltiples preguntas sugestivas, reiterativas o compuestas, incluso en el examen directo; b) Al comienzo de la audiencia, hubo una sobreabundancia de comunicación de los hechos de la acusación en desmedro de la defensa, toda vez que se leyó la requisitoria fiscal por Secretaría, se formuló el alegato de apertura por el Fiscal, el juez técnico interrogó al imputado si había entendido la acusación y, por las dudas, se la reiteró nuevamente en forma completa (3ª vez que se introduce la acusación). En cambio, la defensa sólo pudo hacer la presentación del caso en una oportunidad. Esto determinó que en el jurado lego –y en el público donde me encontraba-, quede más fijada la hipótesis de la Fiscalía. 16 17 c) Los jueces técnicos preguntan en cualquier momento a los testigos –al principio, durante el interrogatorio de las partes y después para aclarar dudas-; d) Se introduce por lectura la investigación penal preparatoria. Al respecto cabe traer a colación el fallo “Benitez, Aníbal Leonel”6 (CSJN - 2006), en el que, si bien se tuvo en miras derecho de defensa del acusado al garantizarle el derecho de interrogar a los testigos en forma directa lo que no se produjo por la incorporación del testimonio por lectura (art. 8, 2 f-, Convención Americana DDHH), de ese mismo derecho emerge lógicamente que esa incorporación por lectura también priva al tribunal de la inmediación con la prueba en base a la que se formará la convicción que luego deberá reflejar en su voto. e) Se exhibió un croquis de la investigación a un testigo y sus referencias fácticas sobre éste solo pudieron ser vistas por los abogados litigantes, es decir, lejos de la vista del jurado; f) En el caso, se juzgaban 5 hechos diferentes (robo de una moto, tentativa de robo a una casa, tentativa de robo de un automotor, otro robo y un homicidio críminis causa–muerte de una anciana a golpes dentro de su casa por quien ingresó a robar-); pero sólo se recibieron dos testigos no presenciales del último hecho, lo demás se incorporó como prueba escrita de la investigación; g) Según comentó una defensora pública, se le entregan copias de la investigación al jurado para que resuelva ante la carencia de inmediación con la prueba en la audiencia. Todo ello, me permite sacar algunas conclusiones que derivan también de anécdotas comentada por la Dra. Susana Frascaroli en oportunidad de su intervención como disertante en el XI Encuentro Nacional de Profesores de Derecho Procesal Penal (Córdoba, agosto de 2014), en el que refirió que en su experiencia como defensora pública advirtió la influencia que ejercen los jueces técnicos en las decisiones de los jurados legos al deliberar en conjunto, incluso con anécdotas sobre “lo que un juez técnico comentó respecto de lo que le costó convencer al jurado lego para darle al imputado una perpetua cuando le querían aplicar circunstancias extraordinarias de 6 Fallos, 329:5556 17 18 atenuación” o cuando “un jurado lego la encontró fuera del Palacio de Justicia cuando se retiraban al terminar el juicio y la abordó para decirle `no vengo más porque queríamos absolver al imputado pero el juez técnico –que es el que sabe- nos convenció que le dieran 21 años de prisión’ ”. Estas referencias críticas pueden ratificarse con datos estadísticos del juicio por jurados en la provincia de Córdoba7: a.- Desde 2005 hasta agosto de 2014 se realizaron 301 juicios, el 60% en la ciudad capital y el 40% en el resto de la provincia, siendo un 84% homicidios y 14% el resto de delitos. b.- De ese total, el 87% fueron condenas y el 13% absoluciones, lo que coincide con los porcentajes de condenas y absoluciones en juicios orales comunes con jueces técnicos. c.- Las condenas fueron un 76% por unanimidad y un 24% con disidencias; y las absoluciones con un 70% de unanimidad y un 30% de disidencias. d.- No hay información el porcentaje de jueces técnicos que votaron por las disidencias. Por tanto, siendo que no hay diferencias en los resultados entre el juicio oral común y el realizado con jurados en un marco de gran intervención de los jueces técnicos, no quedan dudas que los letrados tiene una influencia decisiva en la sentencia. Es indudable que toda persona puede ser influenciada por otra, máxime si quien lo intenta es idóneo, profesional o especialista científico en una materia, y de ello no escapan los jurados legos ni los medios de comunicación. Del mismo modo, parece relevante también la influencia que provocan en las decisiones la incorporación de la investigación fiscal y las actas sin ser sometidas al control de partes en la audiencia y pueden ser consultadas para determinar el resultado, máxime cuando para ello median los jueces técnicos. 6.- La soberanía popular y el jurado: 7 Fuente: Conferencia del Dr. Carlos Ferrer en ocasión del XI Encuentro Nacional de Profesores de Derecho Procesal Penal, Córdoba, 8 de agosto de 2014. 18 19 El término soberanía refiere a la existencia de un poder absoluto, ilimitado y perpetuo, por lo que un poder es soberano cuando no depende de otro, cuando es independiente y cuando no puede estar sometido a control. El concepto moderno de soberanía fue creado en el siglo XVI por el francés Jean Bodin y aplicado al poder del rey de Francia, justificando la monarquía absoluta donde el rey detentaba todo el poder al que se le adjudicaba un origen divino. Al rey se lo llamaba “el soberano” y tuvo su máxima expresión en Luis XIV quien acuñó la frase “El Estado soy yo”, evidenciando su ideología absolutista por la que se consideraba su autoridad como única y soberana. Con el advenimiento del liberalismo económico y político de los pensadores ingleses que fueron seguidos por los franceses, y frente al descontento de la clase burguesa con la economía y los altos tributos exigidos por los reyes absolutistas, se halló un terreno fértil para que con los ideales de “libertad, igualdad y fraternidad” se produjera la Revolución Francesa en 1789, instaurando una Monarquía Constitucional mediante la Constitución de 1791 donde se plasmó la idea de división de poderes que Montesquieu había tomado de sus años de vida y estudio en Inglaterra. Si bien esto fue un hito en la ideología política del mundo occidental, tuvo su fin en con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799 donde instauró el Consulado que derivó en que luego ocupara el cargo de Emperador de Francia en 1804, donde expandió su poder por Europa hasta que luego de las derrotas en la Batalla de las Naciones –cerca de Leipzig- y en la de Waterloo, abdicó en 1814, siendo sucedido por Luis XVIII quien “restauró” la monarquía constitucional donde el pueblo elegía a sus representantes para que los gobiernen. Tal como escribía Montesquieu, en el Estado hay tres poderes que son interdependientes unos de otros y por tanto, son garantía de las libertades del pueblo. Por el Contrato Social de Rousseau, ese pueblo es una unidad de costumbres y hábitos de vida en común, cuyos integrantes acuerdan formar un Estado para gobernarse mejor en forma soberana, es decir, ejercer la soberanía. 19 20 Así, se acuña la idea de democracia representativa, por la cual el pueblo –soberanoelige a sus representantes a quienes delegan el poder pero nunca la soberanía que la siguen conservando. Por ello, los miembros de cada uno de los poderes son gobernantes pero como servidores de la voluntad popular. Entonces, lejos de las democracias directas que existían en las pequeñas comunidades o en Atenas como ciudad estado, los grupos sociales se expandieron en ciudades populosas y se organizaron en Estados que son gobernados por aquellos representantes elegidos mediante el sufragio. Nuestro país tomo el modelo anglosajón liberal en una realidad marcada por la naciente independencia del dominio español. La Constitución Nacional de 1853 diseñó un sistema democrático y republicano de gobierno en la que el pueblo conservó la soberanía y delegó el poder en sus representantes. Ya en el Preámbulo los Constituyentes se definen como “Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina”; en el art. 1º establece que se “adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal”; en el art. 22 dispone que “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes”; y en art. 33 declara que la enumeración de garantías no implica la negación de otras no enunciadas que “nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno”. En este marco constitucional no quedan dudas que el soberano es el pueblo y que sus autoridades son fruto de la voluntad popular constituyente quien los dispuso como sus representantes. Pero además, el pueblo constituyente ordenó a sus representantes que dicten leyes para que los juicios criminales se realicen bajo la forma de jurados, es decir, que la forma “constitucional” del proceso penal exige que los ciudadanos que sean acusados de cometer delitos sean juzgados por sus pares. Esos pares son el pueblo soberano que conservó ese poder de decidir la culpabilidad o inocencia del acusado por la autoridad estatal a través del dictado del veredicto. 20 21 Por ello, esa decisión, ese veredicto constituye el acto más genuino de soberanía y voluntad popular que tiene toda la constitución nacional, y como tal, el término soberanía, conforme definiera al inicio, se refiere a un poder absoluto, ilimitado y perpetuo que no puede estar sometido a control, porque de estarlo, perdería su “ser”. 7.- El veredicto y la sentencia: Es necesario diferenciar los conceptos de veredicto y de sentencia, para verificar su naturaleza, origen, alcance y posibilidad de su impugnación. El veredicto es la decisión tomada por los jurados luego de la deliberación que en forma secreta realizan al finalizar el debate oral, por la que, sin expresar los fundamentos que tuvieron en cuenta, disponen declarar la inocencia o culpabilidad del acusado. Es una decisión tomada por los pares, por el mismo pueblo soberano que los juzga conforme sus convicciones íntimas que emanan de sus costumbres, su cultura, sus razones e idiosincrasia vigentes en un lugar y momento dado; y esa decisión es la expresión máxima de una facultad no delegada en sus representantes. La sentencia es la resolución judicial que, en cumplimiento del mandato emanado del pueblo que emerge del veredicto, establece la pena correspondiente al delito por el que fue declarado culpable, o bien se limita a ratificar su inocencia frente a la acusación. Ambos son momentos distintos y tienen emisores diferentes, puesto que el veredicto emana del pueblo soberano y la sentencia del juez como representante de aquél. 8.- La fundamentación del ¿veredicto o de la sentencia? El veredicto que por naturaleza es sin expresión de los fundamentos que llevaron a su dictado, contrasta con la tradición jurídica europea continental de la legislación argentina por la que las sentencias deben ser fundadas debidamente. La cuestión de motivar o no las sentencias ha variado en la historia jurídica y comienza principalmente en Grecia y Roma donde no se pensaba en la motivación o fundamentación de las decisiones, dado que su modo de resolver los conflictos comenzaron siendo rudimentarios. 21 22 Cuando se planteaba algún problema debían recurrir a quien fuera reconocido por su sabiduría en derecho (las costumbres eran la fuente principal del derecho en los comienzos de Roma), y lo designaban para que resuelva el conflicto. El trámite era absolutamente oral y las personas se presentaban ante el juzgador, le planteaban verbalmente la cuestión y éste decidía el pleito a favor de uno u otro mediante la aplicación del derecho. Esto hace suponer que casi con seguridad no se realizaba ningún tipo de fundamentación de dicha resolución, sino que el juzgador emitía solamente un veredicto y, en su caso, la sanción a aplicarse. Lo mismo sucedía en cuestiones fundamentales para el gobierno de Roma, se sometía la decisión de la cuestión a una asamblea popular que votaba el veredicto (v.gr.: provocattio ad populum). A fines del siglo XVIII, la reacción de las ideas liberales contra los monarcas absolutos derivó en la Revolución Francesa, a partir de la cual se cambia de rumbo. Por su parte, desde la edad media, en el derecho español el juzgamiento estaba regido por la Inquisición, donde los procesos resultaban secretos, sumarios y no contradictorios, y la decisión era tomada por un tribunal representante del monarca, siendo éste quien la controlaba. Pero, al compás de la Revolución Francesa y de los movimientos libertarios, en las Provincias del Río de la Plata se comenzó a cambiar hacia un sistema que garantice las libertades individuales, que, lógicamente, incluyó la motivación de las sentencias judiciales que eran dictadas por los jueces como representantes del pueblo. Esa tendencia se afianza luego de la Constitución Francesa de 1793, que en su art. 94 establece que los jueces “motivan sus decisiones”; y la Constitución Francesa de 1795 que, en su art. 208, agregó que las sentencias deben enunciar los términos de la ley que apliquen8. Las instituciones y modos de juzgamiento españoles pasaron a nuestro continente. El Reglamento del 25 de Mayo de 1810 dictado por el Cabildo de Buenos Aires que crea la Real Audiencia; el Decreto de Seguridad Individual de 1811 establece el juicio previo SAGÜÉS, Néstor Pedro; Derecho Procesal Constitucional - Recurso Extraordinario”, 2ª edición actualizada y ampliada; Buenos Aires, 2ª quincena de mayo de 1989, Editorial Astrea, 1989, Tomo 2, p. 224. 8 22 23 y sentencia legal (reiterado luego en el proyecto de Constitución de 1813 y la Constitución de 1819); esta misma Constitución de 1819 prevé también la publicidad de los juicios y los votos de las sentencias; y el Estatuto Provisional de 1815, de 1816 y el Reglamento Provisorio de 1817, establecen que las sentencias criminales para ser válidas deben ser pronunciadas en base al texto expreso de la ley; evidenciando que se intentaba eliminar los abusos de las autoridades españolas y que se preocupaban porque sólo a través de una sentencia motivada se podía legalmente aplicar una condena, debiendo ser aquélla dictada después de un proceso judicial previo por los funcionarios designados9. Luego, con el dictado de la Constitución Nacional de 1853 y la incorporación de Buenos Aires con la reforma de 1860, se sentaron las bases de la legislación que hoy perdura: independencia del Poder Judicial, libertad individual y garantías procesales, creación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, más la facultad concedida al Congreso Nacional para establecer tribunales inferiores y la delimitación de la competencia federal, incluyéndose al mismo tiempo la obligatoriedad del juicio por jurados en causas criminales, que fue ratificada en la reforma del 1994. Entonces, la necesidad de motivación más la creación del concepto de la arbitrariedad desde la Corte Suprema de Justicia de la Nación, tiene su fundamento en que quien dicta sentencia es el gobierno, la autoridad, decidiendo los destinos del pueblo. En definitiva, se construye como un presupuesto para evitar los abusos del monarca. En cambio, cuando el que juzga al acusado es un par del pueblo, quien decide según el sentido común y en base a las pruebas conocidas con inmediación y conforme a las instrucciones dadas sobre cómo valorarla y sobre las reglas para dictar el veredicto. Ya no aparece la exigencia de la motivación pues el jurado representa la soberanía popular y la voluntad de la comunidad. Por tal motivo, y siguiendo el razonamiento de Julio B. J. Maier, la Constitución Nacional Argentina no presta apoyo a aquellos que pretenden que la reconstrucción de hechos integrante del veredicto penal deba ser motivado, tanto porque no existe en el texto constitucional ninguna oración de la que se pueda desprender esa exigencia, “Estatutos, Reglamentos y Constituciones Argentinas”, Buenos Aires, junio de 1962, Fondo Jurídico Ediciones, 1962. 9 23 24 como porque se ha estimado consustancial a nuestra forma republicana de gobierno el juicio por jurados. 9.- La impugnación del “fallo” en las convenciones de derechos humanos y la garantía del “doble conforme”: El jurado clásico se caracteriza por estar integrado por ciudadanos comunes o pares, quienes no expresan los motivos que apoyan al veredicto. Entonces no sería contraria a nuestra Constitución una ley procesal que, receptando el mandato constitucional, reglamentara que el jurado disponga la inocencia o culpabilidad sin exponer públicamente los motivos de la decisión. La Convención Americana de Derechos Humanos (CADH), estableció en su artículo 8 sobre las Garantías Judiciales que “… 2. … Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: … h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior”, con una regulación similar en el art. 14, 5) del Pacto de Derechos Civiles y Políticos. A partir del año 1994, con la reforma constitucional, se incorporaron los pactos al texto constitucional y se sucedieron fallos de la Corte Suprema Nacional respecto a si la legislación vigente cumplía con la obligación asumida en los tratados internacionales. Originariamente la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo que el derecho de toda persona inculpada por un delito de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior, previsto en el art. art. 8, apartado, 2 inc. h) de la CADH se encontraba satisfecho por la existencia del recurso extraordinario.A partir del fallo “Jáuregui”10 la Corte se pronunció expresamente sobre la posibilidad de aplicar el Pacto de San José de Costa Rica al derecho interno y hacer efectiva la garantía de la doble instancia. Por su parte, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (ComIDH), en el caso "Maqueda", sostuvo que el recurso extraordinario federal prescripto en el art. 14 de la ley 48 no satisfacía la garantía de la doble instancia, recomendando "... el Estado argentino está obligado a establecer un mecanismo ordinario que garantice la doble instancia en el procedimiento establecido por la ley 23.077 (Adla, XLIV-C, 2535) con el 10 Fallos 311:274 24 25 fin de lograr la compatibilidad de dicha norma con la Convención Americana de acuerdo a lo establecido por su art. 2°". En 1995, a través del fallo “Giroldi”11, habiendo variado las condiciones en la legislación la Corte sostuvo que “el recurso extraordinario no constituye un remedio eficaz para la salvaguarda de la garantía de la doble instancia que debe observarse dentro del marco del proceso penal como "garantía mínima" para toda persona inculpada de un delito (artículo 8°, párrafo 2°, apartado h, de la Convención)” y declaró la inconstitucionalidad de la limitación establecida en el artículo 459, inc. 2°, del Código Procesal Penal de la Nación en cuanto impide al imputado recurrir en Casación la sentencia condenatoria que no supere los tres años de prisión. Si bien esto implicó un significativo avance, el recurso de casación se mantuvo como garantía de la doble instancia a pesar de las limitaciones que el recurso en sí implicaba. La Corte Interamericana se pronunció en el año 2004 sobre el derecho de recurrir del fallo en el caso “Herrera Ulloa, Mauricio c. Costa Rica” (Sentencia de 2 de julio de 2004, Serie C, Nro. 107), disponiendo que el Estado debía dejar sin efecto la condena impuesta en el proceso en el que fueron violados sus derechos y, dentro de un plazo razonable, adecuar su legislación, en lo relativo al recurso de la persona condenada penalmente, según los fundamentos expresados en su sentencia. A partir de dichos fallos la doctrina comenzó la discusión sobre si el recurso de casación satisfacía la garantía del doble conforme previsto los pactos. Fue así que en el año 2005, en el fallo “Casal”12, la Corte Nacional dio un paso fundamental en orden a adecuar el sistema de juzgamiento penal a los pactos internacionales y los requerimientos de la Comisión y la Corte interamericanas. La Corte estableció que el recurso de casación previsto en el art. 456 del CPPN debe permitir una revisión amplia de la sentencia en la medida de lo posible incluyendo cuestiones de hechos y de derecho, y teniendo como límite la revisión de aquello que emerja de la inmediación. 11 12 Fallos 318:514, L.L. 1995-D-469. Fallos, 328:3399. 25 26 Esta doctrina de la Corte ha generado que los nuevos códigos procesales penales provinciales la asimilen previendo que el recurso contra la sentencia dictada por el Tribunal de Juicio oral y público pueda ser impugnado a través de un recurso amplio (v. gr. Código Procesal Penal de Santa Fe, Ley 12.734, art. 394, sobre Recurso de Apelación). Al mismo tiempo, siguiendo las viejas enseñanzas del profesor Julio Maier, el recurso contra la sentencia es una garantía para el imputado y no alcanza al ministerio fiscal quien tiene sólo una oportunidad para obtener la condena, y frente a la absolución carece de recurso. Si bien no es el punto en análisis, nos advierte claramente sobre la diferencia que existe entre el derecho que tiene el pueblo (imputado) frente al Estado (su representante), poniendo en crisis si ese derecho también alcanza al Ministerio Público Fiscal. Luego de “Giroldi”, la Corte se expidió en “Arce”13 (1997), sosteniendo que la limitación para el Ministerio Fiscal prevista en el art. 458 del CPPN no violaba el derecho a la igualdad de las partes. Para ello, analizó que la Convención Americana de DDHH, en su art.8,2,h otorga a “Toda persona inculpada … derecho a recurrir del fallo…” y que para su interpretación se debe recurrir al art. 1, donde conceptualiza a la “persona” como “todo ser humano”. También se remitió a la Opinión Consultiva nº 2/82 (Corte I. DDHH), por la que las “obligaciones son del Estado hacia Individuos y no respecto de otros estados”, por lo cual arriba a la conclusión que no se viola la igualdad a partir de una interpretación sistemática de los pactos y la Constitución Nacional que conforman un Bloque. Esto fue ratificado en 2010, cuando la Corte Nacional en el caso “Sandoval”14, estableció que el Estado carece de la posibilidad de realizar un nuevo juicio luego del reenvío por anulación de la condena por parte del máximo tribunal, porque se lo sometería a un nuevo juicio y con ello la posibilidad de una condena (reenvío y violación al doble juzgamiento). 13 LL, 1997-F, 696 S. 219. XLIV. Recurso de Hecho. Sandoval, David Andrés s/ homicidio agravado por ensañamiento -3 víctimas- Sandoval, Javier Orlando s/encubrimiento -causa n° 21.923/02. 14 26 27 En esa línea de ideas, el derecho al recurso no alcanza al Fiscal por cuanto se estableció y que el bloque no puede ser invocado por el fiscal (estado) como fundamento de su facultad para recurrir. En ese marco, es evidente que son garantías establecidas a favor del ciudadano cuando es juzgado por el Estado, es decir, por los funcionarios que representan al pueblo. Y a contrario sensu, no se refieren a garantías del ciudadano frente al pueblo soberano, ya que éste no puede reconocer autoridad superior alguna que la pueda someter. Por tanto, siguiendo las agudas reflexiones de Granillo Fernández, cuando los pactos se refieren al “fallo” se están refiriendo a la “sentencia” y no al “veredicto”15, que se diferencian claramente por cuanto “el veredicto es la resolución sobre los hechos que carece de coercibilidad si no se dicta la correspondiente sentencia que, a su vez, debe respetarlo absoluta y completamente. Es la sentencia la que hace viable su cumplimiento, aún en forma compulsiva, porque emana del órgano jurisdiccional que posee, por la ley, la aptitud funcional de hacer cumplir los actos jurídicos que dicta con el empleo de la fuerza pública. En consecuencia, cuando las normas constitucionales de referencia garantizan al imputado el derecho a la revisión del `fallo’ de condena, es indudable que lo hacen en relación exclusivamente con la sentencia. …”, ampliando que “las disposiciones de la CADH y del PIDCP han sido sancionadas ante una realidad en la que aún no se hablaba, al menos como ahora, del juicio por jurados por lo que esto debe ser entendido, necesariamente, en un contexto de interpretaciones hechos, en general, para juicios sin jurados”16. Por tanto, no quedan dudas que el doble conforme es una garantía establecida para el pueblo frente al fallo (sentencia) de condena resuelta e impuesta por un órgano del Estado, es decir, funciona como garantía frente al Estado. En cambio, si la decisión la toman los pares¸ es el propio pueblo que, en ejercicio de su poder soberano, decide luego de una deliberación privada y secreta, la culpabilidad o inocencia, donde el Estado no tiene injerencia y, por tanto, no se encuentra dentro de las previsiones de garantías que establecen las convenciones de derechos humanos. GRANILLO FERNÁNDEZ, Héctor M.; “Juicio por Jurados”, Ed. Rubinzal Culzoni Editores, Santa Fe, 2013, p. 101 a 103. 16 GRANILLO FERNÁNDEZ, Héctor M.; op. cit., p. 102/103. 15 27 28 Sobre el particular es relevante la lectura del fallo “Taxquet vs. Bélgica” del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, donde destaca que en la respuesta a las instrucciones está la motivación del veredicto –que no se expondrá por escrito por la naturaleza del mismo-, de manera que lo importante es que de esa respuesta a las instrucciones el imputado se ha determinado culpable o inocente y, consecuentemente, sepa por qué fue absuelto o condenado17. Frente a los cuestionamientos apuntados a los fines de la impugnación, algunos autores han intentado resolver la cuestión a través de la renuncia a la fundamentación de la sentencia en tanto como garantía establecida en su favor resulta renunciable por el acusado (Grisetti18). Por su parte, Edmundo Hendler, al igual que Granillo Fernández, sostiene que esto se puede compatibilizar mediante las instrucciones dadas al jurado para formular su veredicto, que deben elaborarse con intervención de las partes y en audiencia pública, permitiendo el control previo mediante objeciones y el posterior a través de los recursos contra ellas, pues “el verdadero sentido de la fundamentación del fallo … se deduce de esas instrucciones”19. Por su parte, reitero que Maier20 sostiene que “Nuestra Constitución nacional no presta apoyo a aquellos que pretenden que la reconstrucción de hechos integrante de la sentencia penal, esto es, la premisa fáctica del juicio previo fundante de la aplicación de la pena, deba ser motivada en el sentido indicado. No sólo no existe en el texto constitucional ninguna oración de la que se pueda desprender esa exigencia, sino que, por el contrario, la ley fundamental ha estimado consustancial a nuestra forma republicana de gobierno el juicio por jurados. El jurado clásico, como modelo de tribunal de juicio, representa la inexistencia de toda expresión de motivos que apoye el veredicto en el cual concluye, pues, tanto históricamente, como en el derecho comparado, esos tribunales valoran la prueba por el sistema de íntima convicción, sin 17 Confr. GRANILLO FERNÁNDEZ, Héctor M.; op. cit., p. 72/73. GRISETTI, Ricardo Alberto. “El juicio por jurados: como conjugar la participación ciudadana y el requisito de la fundamentación de la sentencia en su implementación ¿jurado escabinado? ¿jurado puro? ¿los dos?. LL 2009 A, ps. 889/900. 19 HENDLER, Edmundo. “Jueces y jurados: ¿Una relación conflictiva?”, En MAIER, Julio B. J. y otros; .“Juicio por Jurados en el Proceso Penal”. 1ª. edición. Buenos Aires: Ed. Ad Hoc SRL, 2000. p. 30/31. 20 MAIER, Julio B. J. “Derecho Procesal Penal. Tomo I Fundamentos”, 2ª edición, Editores del Puerto SRL Buenos Aires, 2004 p. 481/485. 18 28 29 necesidad de exteriorizar las razones por las cuales arriban a una determinada conclusión aprobatoria o desaprobatoria del comportamiento del imputado. De allí emerge que nuestra misma Corte Suprema haya debido contrariar sus afirmaciones genéricas acerca de la invalidez de las sentencias infundadas, base de su doctrina sobre la arbitrariedad, que habilita el recurso extraordinario ante ella, en el único caso legislativo que supone el juicio por jurados”. Por ello, continúa sosteniendo que “No sería contraria a nuestra Constitución una ley procesal que, admitiendo el jurado clásico, permitiera resolver las cuestiones de hecho afirmándolas o negándolas, sin exponer públicamente los motivos de la decisión. ...”. Sentado ello, cabe concluir que el veredicto, como voluntad soberana expresada por el jurado popular no requiere la expresión de los fundamentos de su decisión y está exento del control de los magistrados técnicos como representantes del soberano21. 10.- Conclusiones: 1.- Resulta indiscutible que la Constitución Nacional de 1853, ratificada en 1994, mandó establecer el sistema de jurados para la finalización de los juicios por delitos criminales, por lo que sólo se habrá cumplido cuando todos los hechos con apariencia de delito sean juzgados a través de jurados. 2.- Que los constituyentes de 1853, al inspirarse en fuentes anglosajonas, y por el momento de su dictado, sólo pensaron en un jurado clásico propio de aquéllas. 3.- Que el Juicio por Jurados de la provincia de Córdoba ha abierto el camino a la constitucionalización del proceso penal, siendo invalorable su aporte y experiencia – con aciertos y errores- para que otras provincias y la nación sigan el mismo camino. 4.- Que el establecimiento de jurados en las provincias de Neuquén y Buenos Aires, comienzan a plasmar el mandato constitucional. 21 La legislación procesal debería establecer, en un jurado clásico, que el veredicto de inocencia y su sentencia no sean recurribles por el actor penal y el de culpabilidad que genera una sentencia condenatoria sólo pueda ser impugnado/a pretendiendo la anulación del juicio o la sentencia invocando la vulneración del debido proceso y/o derecho de defensa, por vía de una acción de revisión posterior. 29 30 5.- Que no debe confundirse el veredicto con la sentencia. El primero es fruto de la decisión del pueblo como soberano y, como tal, resulta irrecurrible. La segunda, es la consecuencia del primero y será impugnable en cuanto sea condenatoria. 6.- La sentencia contiene una transcripción de las instrucciones y es impugnable en cuanto se hayan protestado y afectado el derecho de defensa del acusado. 7.- Las convenciones de derechos humanos establecen garantías de los ciudadanos frente al Estado, por lo que una decisión del pueblo soberano (veredicto) no se halla sometido a recurso frente al propio Estado que actúa como representante de aquél. 8.- Las convenciones de derechos humanos garantizan la impugnación del “fallo” dictado por el juez técnico como representante del pueblo, es decir, sólo se puede recurrir la sentencia de condena que se dicta como consecuencia del veredicto de culpabilidad. 9.- Todo veredicto es irrecurrible. También lo es la sentencia de inocencia. 10.- Sin perjuicio de ello, con jurados escabinados, como la sentencia es motivada – propio de la intervención de un jurado técnico-, se podrá impugnar a través de un recurso amplio.11.- Resulta inadecuado que un jurado deba fundamentar una decisión que es contraria a su convicción, pues las razones provienen el uso de la razón y ésta pertenece a la esencia del hombre, su construcción y expresión no pueden ser sustituidas ni delegadas, ni siquiera a través de la transferencia a un tercero, porque siempre en esa manifestación del técnico habrá una interpretación que es propia de los mecanismos conscientes e inconscientes de su personalidad y subjetividad que se representan invariablemente en los pensamientos y su concreción al redactarlas en la sentencia. Esa construcción por quien no participó de la deliberación estaría produciendo una transferencia o delegación de la esencia del acto de sentenciar a un juez del gobierno o la autoridad cuando debiera ser la expresión de la voluntad de los ciudadanos pares del enjuiciado, produciendo una afectación insalvable a la soberanía popular y el sistema republicano de gobierno. 12.- En definitiva, la incorporación del juzgamiento de los delitos a través del sistema del jurado clásico debe producirse para cumplir con una vieja deuda en Argentina y en 30 31 Latinoamérica, como máxima expresión del sistema acusatorio y del ejercicio de la soberanía del pueblo a través del juzgamiento por sus pares. Por ello deben celebrarse las iniciativas que en nuestras provincias se están dando en pos de la democratización de la justicia para que represente realmente voluntad de la comunidad. 31