iii ruta del roche_2010 - Diputación de Albacete

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RUTA DEL ROCHE
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ANTONIO MATEA MARTÍNEZ
FRANCISCO NAVARRO PRETEL
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CENTRO EXCURSIONISTA DE ALBACETE
GRUPO MUSEO DE LIÉTOR
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DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE ALBACETE
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El Centro Excursionista de Albacete inició en 2008 este proyecto de la Ruta del
Roche, con la finalidad de mostrar que la cultura no está reñida con la naturaleza y el
senderismo, principal leitmotiv de esta asociación albaceteña. Con esta Ruta del
Roche se pretende dar a conocer no sólo la hermosa localidad de Liétor y sus
alrededores, sino también parte de nuestra cultura, de nuestro arte y de nuestras
leyendas, leyendas que permanecen guardadas desde tiempo inmemorial en la
memoria de las gentes de nuestra provincia.
Ramón García Montes, más conocido como Ramón Roche, fue un oficial
carlista, que una vez acabado el último de los conflictos dinásticos que enfrentó a
Carlos María Isidro de Borbón y sus sucesores con los de su hermano Fernando VII,
decidió echarse al monte, y dedicarse a la vida bandolera y montaraz. Arraigado en
unos fuertes principios que consideraba justos, rechazó el perdón que ofreció el
nuevo monarca Alfonso XII cuando llegó al trono, por el que todos los soldados que
habían combatido en las filas carlistas podían reintegrarse a las del ejército regular.
De esta forma, como bandolero, anduvo por los campos de Hellín, Liétor y los
cercanos municipios de la provincia murciana, por los que actuó hasta el día de su
muerte, acaecida el 15 de julio de 1891.
Pero Roche no fue un vulgar ladronzuelo que se dedicó a asaltar a pobres
caminantes, como hicieron otros muchos bandoleros. Roche era un señor bandido, un
hombre distinguido, con educación y con principios, y como tal era tenido por los
habitantes de las zonas por donde operaba. Aunque la versión oficial cuenta que la
Guardia Civil le dio muerte ese 15 de julio de 1891 en la Rambla de Maturras, junto a
Pocico Tomillo, la versión popular dice que fue asesinado por su amigo el guarda del
Castillarejo mientras dormía en su casa, donde estaba escondido, para cobrar la
recompensa que se ofrecía por él. Posteriormente dio aviso a los miembros de la
Benemérita, que lo llevaron hasta Pocico Tomillo, donde, ya muerto, se efectuaron el
resto de los disparos.
Pero independientemente de cómo fuera o muriera Roche, este legendario
personaje va a ser la excusa de la que nos valdremos para dar a conocer la naturaleza
de Liétor y sus alrededores, especialmente el recorrido por el río Mundo, recorrido
que ya realizamos el año pasado desde Ayna y que haremos en esta ocasión desde el
embalse del Talave a Liétor. Este pueblo posee numerosos puntos de interés cultural
y turístico, entre los que destacamos sus edificios religiosos, sus casas solariegas y
sus miradores, que miran al Mundo por espectaculares balcones naturales, que lo
convierten en uno de los más hermosos de nuestra provincia.
Hay que señalar, por último, que este proyecto no se podría haber llevado a
cabo sin la colaboración del Grupo Museo de Liétor y sin la valiosísima y altruista
ayuda de don Francisco Navarro Pretel, cura párroco de esta población. Este hombre,
erudito y afable donde los haya, siempre comprometido en la labor investigadora de
la historia del pueblo, se ha mostrado en todo momento dispuesto a colaborar en
cualquier propósito que sirva para dar a conocer las riquezas naturales y culturales de
su población.
Antonio Matea Martínez
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Tras la muerte de Fernando VII el 29 de septiembre de 1833, fue proclamada
reina de España su hija Isabel, que por entonces contaba con tres años de edad, por lo
que ejerció la regencia de la corona su madre María Cristina. A su vez, Carlos María
Isidro, hermano del monarca fallecido, se autoproclamaba también rey de España,
comenzando un periodo de guerras civiles que no acabaría hasta iniciado el último
cuarto de siglo.
El verdadero origen del conflicto habría que buscarlo en el siglo anterior,
cuando el primer rey Borbón, Felipe V, firmaba un auto acordado instaurando la
llamada Ley Sálica, de uso común en la corona francesa desde el siglo XIV, que
vedaba la llegada al trono español a las mujeres, siempre que hubiese un heredero
varón en línea directa o colateral. Según esta ley a la muerte de don Fernando, que
después de tres matrimonios no había tenido descendencia, le iba a suceder en la
corona su hermano Carlos. Pero el todavía rey de España decidió abolirla después de
su cuarta boda con su sobrina María Cristina, por lo que si tenía una hija de este
matrimonio sería ella la heredera.
En realidad había sido su padre Carlos IV quien obligó a las Cortes a la
abolición de la Ley Sálica para retornar al antiguo orden sucesorio de las Partidas de
Alfonso X, pero la llegada de la Revolución Francesa decidió al rey a disolver las
Cortes, por lo que la nueva ley sucesoria no fue refrendada por el monarca. Sin
embargo el 3 de abril de 1830 aparecía publicada en la Gaceta de Madrid la Pragmática
Sanción, derogando la Ley Sálica, restaurada y
derogada sucesivamente, según la influencia
que recibió de los distintos hombres de su camarilla, pero en vigor en el momento de su
muerte. Por lo tanto con esta ley se cerraban
las puertas del trono al infante Carlos y se permitía con el tiempo la coronación de su sobrina
Isabel, que nacería seis meses después de su
publicación.
Fueron tres los intentos bélicos que
llevaron a cabo el pretendiente al trono, don
Carlos, y sus sucesores, para intentar conseguir
por la fuerza de las armas la corona de España.
Se iniciaron el 1 de octubre de 1833, cuando el pretendiente lanzó el Manifiesto de
Abrantes por el que se proclamaba rey con el título de Carlos V, y terminaron en
1876, cuando los carlistas fueron derrotados por las tropas de Alfonso XII y el
entonces aspirante al trono Carlos VII tuvo que partir al exilio. La insurrección
carlista triunfó por casi todo el norte peninsular, extendiéndose por el País Vasco,
Navarra, La Rioja, Cataluña y algunas zonas de Aragón y Valencia, sobre todo entre
el campesinado y amplios sectores de la baja nobleza y el clero más reaccionario.
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Los partidarios del carlismo no sólo perseguían los derechos dinásticos del
aspirante Carlos y la legitimidad de la Ley Sálica, rechazando por completo la
Pragmática Sanción. Reivindicaban también el establecimiento de un modelo
socioeconómico y político totalmente contrarrevolucionario, que permitiese restaurar
los fueros perdidos con Felipe V en ciertas en el antiguo reino de Aragón, y la
instauración de una monarquía católica autoritaria, contrapuesta al liberalismo
centralizador instaurado por la monarquía reinante. Un modelo de sociedad y una
legitimidad histórica que los carlistas resumían en el lema “Dios, Patria y Rey”.
Las tropas carlistas contaron desde un principio con escasos apoyos
internacionales y una gran desventaja material y de medios humanos frente a los
ejércitos cristinos. Esta penuria armamentista y económica obligó al empleo de la
guerra de guerrillas, a realizar incautaciones al enemigo y a exigir contribuciones
forzosas a la población civil para así aumentar sus vacías arcas. Contó el carlismo en
numerosas ocasiones con la complicidad de la población civil, aun fuera de las zonas
de influencia citadas anteriormente. Generalmente se encargó el mando de las tropas
a gentes que conociesen el medio físico por donde actuaban las partidas. Aunque
exceptuando a algunos oficiales del ejército, solían ser gentes inexpertas en el mando
de unidades militares, sin ningún tipo de conocimientos académicos. Igualmente se
incorporaron a las filas carlistas numerosos elementos progresistas y republicanos y
muchas otras personas agraviadas que no poseían ningún tipo de propiedad o habían
sido desposeídas por la desamortización de las tierras que habían trabajado
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tradicionalmente. Estas gentes veían en el ejército carlista la posibilidad de conseguir
un jornal por sus servicios, en vez de morir de hambre por un salario de miseria.
En estos primeros años de carlismo fue clave la figura del coronel Tomás de
Zumalacárregui, que organizó un ejército capaz de derrotar a las tropas cristinas en
numerosas ocasiones, como así ocurrió en las batallas de Tolosa, Vergara, Eíbar o
Durango. Pero su muerte en Bilbao el 23 de julio de 1835 supuso también el inicio
del descalabro carlista, que se consumó con el abrazo de Vergara entre los generales
Maroto y Espartero.
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El carlismo tuvo un apoyo muy pequeño en la provincia de Albacete, aunque
sus tropas hicieron numerosas incursiones en ella para conseguir víveres, caballerías
y dinero con los que poder seguir la guerra. Las incursiones carlistas llegaban desde
Valencia y Cuenca, concentrándose casi siempre sobre la capital, que fue saqueada en
tres ocasiones en apenas seis meses. En estas incursiones se recaudaron importantes
cantidades de dinero y se ocasionaron numerosos gastos de manutención y destrozos
por otra importante cantidad. Hubo enfrentamientos e invasiones carlistas en
Villarrobledo, Barrax, Tarazona de la Mancha, La Roda, Almansa, Alpera, etc. Junto
al ejército carlista existían bandas, con pocas conexiones entre sí, que actuaban por
las provincias de Cuenca y Ciudad Real, aunque penetraron en numerosas ocasiones
en nuestra provincia. Entre esas partidas las más conocidas eran las de La Mancha, El
Pablillos y Archidona.
Roa y Erostarbe cuenta en su Crónica de la Provincia de Albacete que el 11 de
febrero de 1838, dos años antes de finalizar la Primera Guerra Carlista, una
expedición carlista, mandada por el general Basilio, llegaba a Nerpio tras realizar una
penosísima marcha por la sierra. Al día siguiente los miembros de esa expedición
salieron del pueblo y, ya de noche, llegaron hasta el río Segura por el llamado
Barranco del Lobo, aunque no lo pudieron cruzar debido al fuerte caudal del río.
Incluso algunos hombres y caballos perecieron ahogados al intentar vadearlo. Sin
embargo, gracias a algunos vecinos de Yeste, que salieron con sus teas y hachones
encendidos, los carlistas consiguieron salvar finalmente el curso del agua y se
dirigieron a esta población para reponerse de la fatiga. Ya repuestas del cansancio las
tropas carlistas regresaron a Nerpio, donde descubrieron algunas ropas
ensangrentadas de algunos compañeros rezagados durante su anterior salida del
pueblo, que habían sido asesinados por sus habitantes. Como venganza se dedicaron a
cometer todo tipo de tropelías con la gente, incendiando la población antes de partir
de nuevo.
La Segunda Guerra Carlista o Guerra del Matiners, que estalló en 1846, tras el
fracaso de las tentativas de unión matrimonial entre Isabel II y el pretendiente carlista
Carlos VI, y acabó tres años más tarde con su abortada llegada a España, sólo se
desarrolló en la geografía catalana. Pero la tercera y última de estas guerras, iniciada
en 1872, trajo de nuevo la inseguridad a nuestra provincia, aunque este conflicto tuvo
sus principales batallas en el País Vasco y Cataluña.
En 1873 la partida del cabecilla Cucala actuaba por Alatoz y la de Joaquín
Tercero quemaba el Registro Civil de Nerpio. A comienzos de 1874 la cuadrilla de
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Santés entraba en la capital, que tenía que rendirse al cabecilla, al que se le tuvieron
que entregar 40 caballos, 1.200 fusiles y 14.000 cartuchos. Posteriormente avanzó
hacia Almansa, ciudad que también consiguió tomar por la fuerza de las armas.
En septiembre de ese mismo año el coronel carlista Miguel Lozano, nacido en
la población murciana de Jumilla, recorrió Bonete, Hellín, Socovos, Férez y Nerpio
reclamando contribuciones de guerra para su causa. Posteriormente, en ese mismo
mes de septiembre, llegó a Bogarra donde fue capturado por el brigadista
gubernamental Dabau, que le llevó prisionero hasta Albacete donde se le formó un
consejo de guerra, que le sentenció a morir fusilado el día 3 de diciembre.
Al menos así lo cuenta Manuel Requena en la Historia de la Provincia de
Albacete, pues las noticias sobre el apresamiento y muerte de Lozano son
contradictorias, ya que otros autores afirman que logró escapar del cerco realista de
Bogarra. En el Archivo Histórico Provincial de Albacete existe un informe, enviado
por el Juzgado de Primera Instancia de Caravaca al Presidente de la Audiencia de
Albacete, en el que se da la noticia del asalto de Lozano a la localidad de Moratalla el
día 4 de octubre de 1874 a las 8,30 de la tarde, por lo que era imposible que hubiese
sido capturado en Bogarra el mes anterior. Se informaba en ese escrito que al mando
de 1.500 hombres había entrado en el Registro Civil, donde se
apoderó de todos sus
libros para quemarlos
a la puerta del edificio. En el Ayuntamiento retuvo al alcalde, concejales y
mayores contribuyentes del pueblo, a quienes obligó a entregarle
41.800 reales, 1.500
raciones de comida y
60 fanegas de cebada.
Además se llevó 25
fusiles y numerosos
cartuchos que se encontraban en el depósito del consistorio.
También Roa y
Erostarbe afirma que
Lozano consiguió escapar del cerco de Bogarra, aunque este autor traslada este encuentro bélico al día
16 de octubre de
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1874. Según Roa, Lozano salió precipitadamente a media noche y apenas vestido por
una estrecha abertura que había entre dos edificios de la población. Cuenta que tuvo
que dejar antes de retirarse a muchos de sus hombres dentro del pueblo, que fueron
hechos prisioneros, casi toda la caballería y unos 13.000 duros en metálico. El jefe
carlista se dirigió con los 150 hombres que le quedaban hacia Villanueva de la
Fuente, después de pasar por Riópar y Villaverde de Guadalimar.
Ramón García Montes, más conocido como Ramón Roche, fue un oficial
carlista que a finales de marzo de 1873 y al mando de 120 hombres recorrió los
municipios de Ontur, Albatana y Hellín, localidad esta última donde parece ser que
tuvo algún apoyo por parte de la población. Unos días más tarde causó destrozos y
confiscó dinero, víveres y caballerías en Alatoz, Carcelén, Hoya Gonzalo, Villa de
Ves, la Estación de Chinchilla y Pozohondo. Había nacido en Montealegre del
Castillo en 1833, por lo que conocía toda la zona a la perfección y siempre sabía por
donde se movía, lo que dificultaba su captura por las tropas del Gobierno. Para
contrarrestar el apoyo de la población a Roche y a los demás carlistas, el gobernador
republicano Ramón Moreno llegó a solicitar a los sacerdotes que desde el púlpito
instasen a sus feligreses a que no prestasen apoyo a estos “maleantes”. Al tiempo
mandó detener a trece personas en la capital por colaboracionistas con la causa
carlista y a un juez en Hellín.
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Tanta incursión carlista en nuestra
provincia decidió a muchos ayuntamientos a
tomar medidas para evitar que las tropas
enemigas llegasen a sus localidades, sobre
todo cuando una partida se encontraba en
alguna población cercana. En Liétor se
reunió el Ayuntamiento en asamblea permanente ante la llegada del cabecilla Rico a
Peñarrubia y Elche de la Sierra al frente de
casi 500 hombres, a finales de octubre de
1873. Los miembros del consistorio, con su
alcalde Andrés Gil a la cabeza, decidieron
tomar una serie de medidas de urgencia con
el fin de evitar una invasión de su villa ante
la llegada inminente de las tropas rebeldes.
Entre esas medidas se decidió cortar el
puente sobre el río Mundo, situado en el
camino de Elche de la Sierra. También se
enviaron exploradores para avisar de la
llegada de los carlistas, se ordenó que se reuniesen y tomasen las armas todos los
voluntarios de la República y la colocación de luces artificiales en todos los balcones
o ventanas que daban a la vía pública.
De igual forma el Ayuntamiento de Liétor publicó un bando en el que
autorizaba a todos los ancianos, niños y mujeres a salir del pueblo y huir del peligro
de invasión. Se comunicaba a la población que al toque de corneta o de campanas
todos los varones mayores de 20 años y menores de 60 debían presentarse en la plaza
para defender la población. Aquellos que no acudiesen al tocar a rebato sin una causa
justificada serían castigados con una multa de 25 pesetas, sin perjuicio de que se
abriese también un sumario contra ellos para determinar las causas de no acudir a una
llamada tan esencial y patriótica como era la defensa del pueblo y sus hogares.
Sin embargo la invasión de las tropas carlistas, denominadas desde el Ayuntamiento
letuario como “turbas de ambiciosos e indisciplinados merodeadores que sin bandera
alguna robaban, saqueaban, devastaban e incendiaban, evocando a la sagrada
religión”, no llegó a producirse sobre esta localidad. Impidió esa invasión, sobre todo,
la llegada de una columna republicana al pueblo mandada por el coronel Moltó
procedente de Hellín, lo que llevó a los carlistas a tomar otros derroteros.
Acabada la I República española, tras el golpe militar del general Pavía en
enero de 1874, en diciembre de ese mismo año se restauraba en el trono a la casa de
Borbón. El nuevo rey, Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel II, tuvo como
principal objetivo en su nuevo reinado poner fin a la guerra fratricida. El mismo rey
se puso al frente de las operaciones militares, causando severas derrotas al
autodenominado “Ejercito de Dios, del Trono de la Propiedad y de la Familia”. Estas
derrotas forzaron al pretendiente carlista, Carlos VII, a cruzar la frontera francesa por
Valcarlos (Navarra) el 28 de febrero de 1876 rumbo al exilio. Ese mismo camino del
exilio tuvo que ser tomado por numerosos oficiales y altos jefes carlistas, aunque la
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mayoría de los combatientes decidieron acogerse al indulto que concedió el nuevo
rey. Sin embargo otros, como Ramón García Montes, Roche, tal vez marcados por
una fuerte ideología y unos principios que creían justos, no aceptaron la rendición ni
huyeron de España, por lo que se echaron al monte y comenzaron a vivir en la vida
clandestina y bandolera.
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Pero Roche no era un vulgar ladronzuelo que asaltaba a cualquier caminante
que cruzara su camino, sino un auténtico señor, con educación y con principios, y así
se le recordó durante muchos años. Algunas de sus acciones durante la guerra habían
sido verdaderamente espectaculares, como la que realizó en el Ayuntamiento de
Hellín en 1873, que le reportó gran admiración entre los vecinos de la comarca. Se
cuenta que haciendo creer a las autoridades que un enorme ejército carlista mandado
por Lozano rodeaba la ciudad, entró dentro del pueblo acompañado únicamente por
diez de sus hombres.
En el consistorio de Hellín exigió la entrega de todos los fondos y mandó bajar
a la plaza toda la documentación existente en el Registro Municipal, con la que hizo
una gran hoguera, destruyendo títulos de propiedad, deudas no pagadas, etc. A
continuación marchó completamente tranquilo hacia las afueras del pueblo,
perdiéndose a la vista de los asombrados hellineros. Otros autores cuentan que en
julio de ese mismo año robó los fondos municipales del Ayuntamiento de Calasparra,
por lo que se mandó a una partida de guardias en su persecución sin conseguir
capturarlo.
Desde el fin de la guerra Roche estuvo continuamente en boca de la gente, que
hablaba de él en las tertulias de café de los pueblos, en las tabernas o en las ventas de
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los caminos reales. En los mismos cortijos y aldeas de la comarca de Hellín era el
tema principal de conversación, donde se contaban historias del bandido, que a veces
eran ciertas, pero otras más superaban en muchos puntos a la misma realidad. Roche
era muy admirado por las gentes humildes por el solo hecho de enfrentarse a las
fuerzas del orden y al poder establecido. Además le agradecían el buen trato que
recibían del bandido cuando se cruzaban con él. Veían a un hombre que se había
echado al monte por defender unos ideales que creía justos, por lo que en los caseríos
y aldeas a los que llegaba se le daba cobijo y comida sin necesidad de que tuviera que
tomarlos por fuerza.
Se cuenta que hubo bandidos que tomaron su nombre para cometer algún robo,
como dicen que ocurrió en cierta ocasión mientras Roche estaba en la casa de un tal
Isidoro Molina. Hasta allí llegó un bandido, al que denominaban el Zapaterín de la
Reja, que se puso a llamar a la puerta diciendo ser el Roche. Pero el verdadero Roche
salió y agarró al bandolero apócrifo por el pecho y tras darle dos bofetadas le dijo
quién era y que no volviese más por allí. Incluso se decía que se constituyó en
defensor de los humildes contra estos bandidos de poca monta, como así hizo
luchando con el sanguinario Peliciego. Sin embargo a las gentes acaudaladas y
poderosas les obligaba a darles parte de su fortuna, sobre todo si habían sido
partidarios durante la guerra de las tropas gubernamentales.
Intentando ensalzar al bandido por encima de la Guardia Civil se contaban
anécdotas sobre el temor que los guardias le tenían. Se dice que en una ocasión dos
guardias entraron en una casa donde estaba el de Montealegre y comenzaron a
pavonearse, gritando ostentosamente que iban a dar una lección al tal Roche cuando
se cruzasen con él. Éste, que los escuchó, salió al instante y dijo que Roche estaba
ante ellos, por lo que si eran tan valientes cumpliesen lo que habían prometido. Pero
los guardias se quedaron petrificados y con la boca sellada, por lo que no fueron
capaces de mover una sola pestaña. Otros relatos tratan sobre numerosas patrullas de
guardias civiles que huían acobardados ante su presencia, aunque imaginamos que
estos relatos traspasan en muchos puntos a la realidad.
Las personas mayores recuerdan haber oído a sus abuelos contar muchas
historias sobre Roche, historias que posiblemente muchas veces fueran pura ficción.
En estas historias se decía que era muy respetado por las gentes del campo, a quienes
el bandido no dejaba de socorrer cuando tenía oportunidad de ayudarles.
En cierta ocasión ayudó a dos jóvenes que estaban cortando leña y además les
dio de comer parte de sus provisiones. Otra vez se cruzó con un campesino que iba
montado sobre un burro, tan viejo que parecía un auténtico esqueleto. Roche al ver al
animal tan menguado lo mató de un tiro y entregó dinero a su dueño para que
comprara otro más joven. Incluso se dice que dio unas monedas a otro hombre que
estaba por Las Hermanas y llevaba esparto a la espalda para sacar algún dinero. Otros
contaban lo alto que era y la enorme fuerza que tenía el carlista y que nadie era capaz
de vencerlo en un pulso. También se hablaba de que tenía una puntería envidiable.
Juan Antonio Alcantud, un hombre de edad avanzada, contaba en 1994 que su
abuelo, guarda de Las Hoyas durante más de 30 años, fue muy amigo de Roche. La
amistad tuvo su origen en cierta ocasión en que el bandido encontró al guarda en un
camino y le pidió de comer, petición que Alcantud no rehusó.
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El guarda contaba años más tarde que Roche siempre llevaba en el bolsillo una
bolsa con veneno para suicidarse si algún día se veía acorralado por la Guardia Civil.
También hablaba de la bondad y generosidad del bandido con los pobres, pues
obligaba a las gentes de dinero a socorrer a estas gentes miserables.
El escritor hellinero Mariano Tomás López, nacido el año de la muerte del
bandido, lo hizo protagonista en su novela Semana de Pasión, aunque allí el teniente
carlista aparece con el nombre de Antonio Roche. En ella se cuentan historias como
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el asalto al Ayuntamiento de Hellín, la ayuda a la liberación de un soldado prisionero
del coronel Lozano, hermano de una mujer hellinera, y otras en las que seguramente
se mezclen muchos hechos reales con otros imaginarios. En esa obra, reeditada en
edición facsímile en 1999 por la Asociación de Peñas de Tamborileros de Hellín, se
cita también la aventura pasional del carlista con la joven a cuyo hermano libera,
aunque en la realidad Roche estaba ya casado con Ana López, con quien tuvo tres
hijas y dos hijos. También se le ofrece en la novela la posibilidad de acogerse al
indulto y permanecer en el ejército con su graduación militar, pero sus principios e
ideas, entregados por completo a la causa carlista, le hacen rehusar.
El único hecho por el que se imputaba a Roche la comisión de algún crimen
sucedió el 3 de septiembre de 1889, en la Venta de Minateda. El bandido fue cercado
en su interior por la Guardia Civil, pero cuando comenzó a amanecer mandó soltar el
ganado que había en la venta, mezclándose con los animales cubierto con una piel de
oveja para intentar escapar. Sin embargo fue descubierto por los guardias y se inició
un tiroteo entre ambas partes, en el que murió un miembro de la Benemérita y otros
tres resultaron heridos. En el semanario de Hellín El Amigo del Pueblo, publicado el
8 de septiembre de ese mismo año, viene reflejado este hecho, en el que se cuenta que
además del guardia muerto otro de sus compañeros recibió cuatro balazos en una
pierna, otro más resultó con un tiro en el pecho y un tercero sufrió una contusión en
un brazo.
En un telegrama, enviado por el Juzgado de Primera Instancia de Hellín a las
autoridades de Albacete para comunicar el incidente que causó la muerte del guardia
y los tres heridos, se dice también que fueron siete parejas de guardias, comandadas
por un capitán, las que trataron de capturar a Roche en Minateda. Pero a pesar de una
fuerza tan numerosa el bandido había conseguido huir entre las mulas y el ganado
que había mandado soltar. En ese telegrama se informa igualmente de la captura de
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uno de los hombres de Roche, amén de la muerte de una caballería y de las heridas
causadas a otras reses por los disparos cruzados entre bandidos y guardias.
Al sepelio del guardia civil muerto asistió una gran multitud, en la que había
que incluir a numerosas autoridades civiles y militares de Hellín. El féretro del
fallecido fue llevado a hombros por sus compañeros del cuerpo armado hasta la salida
del pueblo, transportándolo hasta el cementerio en un coche de caballos.
Acompañaba al cortejo la banda municipal de música, que tocaba las notas lúgubres
de una marcha fúnebre mientras iba tras el cadáver. Pero al regreso del cementerio,
una vez inhumado el cuerpo del guardia, la banda se puso a tocar un alegre
pasodoble, como si viniese de una corrida de toros, lo que provocó las críticas y risas
de muchas personas, haciendo enrojecer de vergüenza a muchas otras.
Por la muerte del guardia se detuvo al
hijo del Roche, Emilio García López, que fue
acusado de colaborar y acompañar a su padre
en sus correrías. Después de su detención fue
sometido a un consejo de guerra presidido por
el coronel del Regimiento de Reserva de
Hellín, Salvador García Flores. Se pedía una
pena de cadena perpetua por colaborar con su
padre, Ramón García Montes, en el atentado
cometido contra la Guardia Civil. Pero su
abogado, el teniente Rafael García Toboso,
demostró que Emilio no tuvo nada que ver en
aquel hecho de la Venta de Minateda, por lo
que consiguió su libre absolución.
Tras echarse al monte, una vez finalizada la última guerra carlista, Roche casi
siempre anduvo en solitario, aunque hubo una
época, que coincidió posiblemente con la
acción de Minateda, en que capitaneó una
pequeña gavilla de bandoleros. En ella se integraban los llamados Riyes y el
Zapaterín, ambos de Montealegre del Castillo, y Antón el Hospitalero, natural de
Liétor. Este último debió ser mucho más joven que el bandido, pues tras ser detenido
por la Guardia Civil y una vez cumplida la condena a la que fue sentenciado, murió
de viejo en Liétor sobre el año 1930.
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La muerte de Roche, como la de los grandes bandoleros épicos, al producirse
de manera trágica y violenta, le lleva directo al mundo de la leyenda. De esta manera,
como ocurrió y ocurriría después con otros bandidos, son varias las versiones que
corren sobre su desgraciado final. Según la versión oficial, puesta de manifiesto en el
atestado del teniente Manuel Arroyo, jefe de la Línea de Tobarra, dicho teniente, al
mando de un pelotón de once guardias, iba en persecución del criminal Ramón
García Montes a las 11 de la noche del día 15 de julio de 1891. El citado oficial
distribuyó la fuerza en dos grupos, uno de ellos mandado por el guardia José Ojeda,
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que fue el que descubrió a Roche desde lo alto del Collado de Pozo Tomillo. Los
guardias, según cuenta el oficial de la Benemérita en su informe, pudieron reconocer
fácilmente al bandido auxiliados por la luz de la luna, pues resaltaba claramente su
elevada estatura y porte. Además llevaba una escopeta terciada sobre el brazo
izquierdo, lo que confirmó todavía más las sospechas de los agentes del orden. Según
el atestado del oficial, el bandido marchaba por el camino que desde Híjar se dirige
hacia Casa Sola, Casa de la Rambla de Maturras y El Villarejo. Pero al darle la voz
de alto, Roche respondió con varios disparos, por lo que los guardias le acribillaron a
balazos.
En el informe del teniente se hace también una minuciosa descripción de las
armas y otros objetos que llevaba. Aparte de una escopeta de dos cañones y un
revólver de seis disparos con su correspondiente munición, destaca un nombramiento
de coronel del arma de infantería expedido por el Gobierno de la I República, una
carta con “besos dedicados a la mujer de mis sueños”, una petaca de tabaco, varios
pliegos de papel y sobres en blanco para escribir cartas, un tintero, una pluma, un
anteojo de larga distancia, una caja con unas lentes, dos monedas de plata y una de
cobre, etc. También se indicaba que iba vestido con una
cazadora y un chaleco de lana negra a cuadros dorados
y pantalón de lana de color negro listado con tonos
dorados. Además llevaba una blusa de hilo color
ceniza, una camisa de algodón, una boina y unas
zapatillas de tela con suela de cáñamo. Igualmente se describe la ropa interior que guardaba como
calzoncillos, calcetines, etc.
La autopsia dictaminó que la muerte del
bandido se produjo por un disparo en el cuello y cinco más en el pecho, estómago, vientre, ingle derecha y pierna derecha. Pero además presentaba tres impactos de posta en
la pierna, muslo y costado, una munición no
usada por la Guardia Civil. Esto último y su
mal estado en el momento de su muerte, pues
se decía que estaba muy enfermo, con los pulmones muy deteriorados y el corazón de tamaño muy reducido, llevó a pensar a las gentes
de la comarca en otras versiones distintas a la
versión oficial, redactada por el teniente en el
atestado. Además, es bastante extraño que un
teniente y once guardias, de un cuerpo que solía patrullar casi siempre en parejas, fueran por
un lugar tan solitario, a no ser que se hubiese preparado de antemano una emboscada al bandolero
o hubiese sido delatado por alguna persona cercana
a Roche.
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Una de estas versiones sobre la muerte del bandido afirma que fue asesinado
por el guarda del Castillarejo, quien lo mató en su propia casa con la escopeta de
postas mientras dormía. Luego dio aviso a los miembros de la Guardia Civil, que lo
llevaron en una burra hasta Pocico Tomillo, donde, ya muerto, se efectuaron el resto
de los disparos. Otra versión diferente cuenta que Roche mandó al guarda para que le
comprara un medicamento y allí fue descubierto por el teniente de la Benemérita,
quien le ordenó que al regresar a su casa lo matara o él mismo sería detenido por
cómplice y encubrimiento. Incluso otras personas piensan que el guarda se gastó el
dinero de la medicina en el juego y por temor a las represalias del bandido lo mató.
Otra versión más dice que estaba descansando en una covacha, que utilizaba
habitualmente por escondite, cuando fue descubierto por un pastor, que lo asesinó
para cobrar la recompensa que se ofrecía por él. El ya citado Juan Antonio Alcantud
decía que su abuelo, el guarda de Las Hoyas, afirmaba que a Roche lo mataron en la
Casa de la Rambla, donde se había refugiado en numerosas ocasiones.
Son muchas, por tanto, las versiones
que difieren de la oficial, y según el sitio
donde vayamos podemos encontrar otras
mil versiones diferentes, aunque la mayoría
cita como culpable de su muerte al guarda
del Castillarejo. Se cuenta que los hijos de
Roche llegaron a vengarse de él, pues
fueron hasta su casa de Liétor y, tras
sacarlo de ella, lo colgaron de un pino. Hay
quien piensa también que fue el mismo
guarda quien se suicidó por los remordimientos que sentía tras haber dado
muerte a su amigo. Otros niegan la muerte
del guarda y cuentan que sólo fue un hijo a
Liétor a tomar venganza, ya acabada la
Guerra Civil Española. Pero lo encontró
tan avanzado en edad y con una salud tan
deteriorada que le dio pena y no se atrevió
a matarlo. De lo que no hay duda es que
esta muerte trágica del bandido impactó de
forma profunda entre las gentes de Liétor,
del campo de Hellín y de Montealegre del
Castillo. En este último, el de su nacimiento, el nombre de Roche aún se conserva,
pues un hijo suyo llegó a ser alcalde y hasta hace pocos años vivía allí una nieta suya.
19
20
Todas las gentes de estos pueblos, con una mentalidad siempre imaginativa y
ante la necesidad de almacenar historias que contar a los más jóvenes, llevaron al
Roche en volandas al mundo de la leyenda. Al igual que la mayoría de bandidos
famosos muertos de forma violenta y trágica, fue idealizado por el sentir popular
como un bandolero que robaba a los ricos y ayudaba a los pobres; como un paladín
de los menesterosos en su lucha ancestral e histórica contra las clases poderosas.
Aunque la mayoría de los jóvenes desconocen la existencia de la figura legendaria de
Roche, los más ancianos recuerdan su memoria y esta copla, que tañida por las
cuerdas del viento se ha ido extendiendo como un llanto eterno por toda la comarca
albaceteña de los Campos de Hellín y de Liétor:
En la Rambla de Maturras,
a vista del Villarejo,
mataron a Ramón Roche
a traición como a un conejo.
21
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Durante la dominación musulmana Liétor debió ser un poblado de cierta
entidad demográfica, tal vez cabeza de distrito en algún periodo, y de cierta
importancia estratégica por su situación privilegiada sobre el valle del río Mundo. La
población se extendía alrededor de una pequeña fortaleza, protegida en algunas partes
por una muralla y, en otras, por el enorme precipicio del río. Administrativamente
dependería en un principio de la cora de Tudmir y de los reinos de taifa de Denia y
Murcia más tarde.
Tras la conquista por las tropas castellanas, entre las que había una sensible
mayoría de soldados santiaguistas, con el Comendador Mayor de Uclés, don Pelay
Pérez Correa, al frente, quedó bajo dominio de la Orden de Santiago. Su primera
inclusión dentro de la jurisdicción de Segura de la Sierra cambió tres años más tarde,
cuando pasó a formar parte de la recién creada Encomienda de Socovos. Aunque
algunos musulmanes decidieron abandonar el lugar ante la llegada de los nuevos
conquistadores, otros muchos continuaron en sus casas y en sus campos y pudieron
mantener su religión y costumbres, como así lo permitieron los nuevos señores
feudales. Pero las fuertes cargas fiscales que se les impuso y, seguramente, los malos
tratos a que eran sometidos por estos guerreros recién llegados, hizo que la mayoría
de la población emigrase hacia el reino de Granada.
22
A finales del siglo XIII o principios del XIV Liétor quedaba prácticamente
despoblada, por lo que urgía su inmediata repoblación. El 13 de noviembre de 1335
el maestre de la Orden de Santiago, don Vasco Rodríguez, ordenaba mediante una
carta de merced a Gonzalo Yañez, Comendador de Socovos, que llevase a cabo esa
repoblación y repartiese tierras entre las gentes que acudiesen al pueblo. En esta carta
se decía que “a todos aquellos que de fuera de tierra de nuestra Horden vinieren a
morar e poblar el nuestro lugar de Lietur damosles e otorgamosles los heredamyentos
que en el dicho lugar avemos según que Gonzalo Yañez, comendador de Socobos, se
lo partiere a cada uno e que lo ayan por firme para syenpre e ellos que den el diezmo
a nuestra Horden de lo que ay labraren e que guarden serviçio de nos el maestre de
nuestra Horden”.
De esta forma, ese
mismo año de 1335 se
formaba el primer concejo
cristiano de Liétor, regulado por las ordenanzas de
la Orden de Santiago, bajo cuyo control quedó
hasta mediados del siglo
XIX. Ese primer concejo
se constituyó con dos
alcaldes, tres regidores, un
alguacil, un jurado y un
procurador. Desde entonces todos ellos eran elegidos el día de San Miguel entre las personas más ricas del pueblo, que además proponían a sus sucesores
cuando cesaban en el cargo. La mayor lejanía con la frontera del reino nazarí de
Granada hizo pronto de Liétor la villa más poblada de la Encomienda de Socovos.
Así en el año 1468 se citaba ya una cifra de 1.000 personas viviendo en el pueblo,
muy superior a las que habitaban en Letur, Socovos y Férez.
LLaa vviissiittaa aa LLiiééttoorr..
Liétor se asienta sobre una gran plataforma rocosa bordeada por el río Mundo,
cuyas aguas riegan una rica huerta, en la que los letuarios cultivan numerosas
hortalizas y árboles frutales, entre los que se pueden ver incluso algunos limoneros y
naranjos. En el mismo escarpe rocoso existen numerosas huertas, situadas en
pequeñas terrazas escalonadas, que parecen colgadas del mismo precipicio. Estas
huertas, de origen árabe, son regadas por varias fuentes que brotan del mismo pueblo,
entre las que destaca sin duda alguna la Fuente de la Plaza, que ha sido adornada con
unos bonitos azulejos decorados con escenas del Quijote.
Todo el entorno, el impresionante cortado sobre el que se asienta la población y
el valle del río, es de una gran belleza natural que se puede admirar siguiendo varios
senderos de pequeño recorrido, marcados para tal fin; o incluso el GR-67, sendero de
gran recorrido que une las localidades de Alcaraz y Hellín. Todos ellos nos permiten
23
disfrutar de su hermosa naturaleza, aunque se
echa de menos una mayor arboleda, pues los
montes de alrededor aparecen ampliamente
deforestados como consecuencia de su
utilización durante largos años para la
producción de esparto. También existe un
proyecto de la asociación cultural Grupo
Museo para que el público pueda visitar las
cuevas del Pilancón, unas cuevas de origen
cárstico situadas bajo la población, que en
tiempos de invasiones muslímicas sirvieron de
refugio a sus habitantes.
Pero sus grandes tesoros culturales,
históricos y artísticos, se encuentran en sus
edificios de carácter religioso, que hacen de
Liétor la auténtica joya del valle del Mundo.
Se puede citar en primer lugar la ermita de la
Virgen de Belén, un edificio situado en la
parte alta de la población, terminado de construir en el año 1570. En 1979, tres años
después de ser declarada Monumento Histórico Artístico de carácter nacional, se tuvo
que consolidar su estructura ante el grave deterioro que había sufrido. Su
construcción es sencilla, de planta rectangular con arcos de diafragma y una cubierta
de madera, que apenas llama la atención. Pero su interior, de una sola nave, con coro
y sacristía con camarín de la Virgen superpuesto, es un auténtico tesoro artístico
gracias a las pinturas murales que adornan todos y cada uno de sus rincones.
Se desconoce al autor de estas pinturas, fechadas en el segundo tercio del siglo
XVIII, época de máximo esplendor del templo, en el que realizaban un gran número
de oficios religiosos. Representan imágenes de la Virgen y diferentes santos, ángeles,
jarrones florales, formas arquitectónicas y variadas escenas de la pasión de Cristo,
pintadas todas ellas con una gran ingenuidad plástica y con un colorido muy vistoso.
Incluso existen algunos dibujos sobre antiguas alfombras tejidas en Liétor, industria
que ya se citaba en 1530 en un informe de la corona como de gran importancia
económica para la población. En la actualidad la ermita se sigue utilizando como
lugar de culto, sobre todo en Navidad, fecha en que se celebran varias misas.
El antiguo
convento carmelita de San Juan
de la Cruz es un
edificio que se
comenzó a construir en el año
1670 y se terminó 30 años más
tarde. Se levantó
extramuros de la
24
población, separado de ella por una espectacular rambla llamada el Ramblón, aunque
hoy está integrado en el casco urbano. A pesar de que todo el edificio fue declarado
en 1981 Monumento Histórico Artístico, destaca el mal estado en que se encuentran
las dependencias monacales y sobre todo el claustro, en cuyo patio aparecen
numerosos arcos decorados con pinturas, aunque parte de ellos han sido tapiados.
Tras las medidas llevadas a cabo por Juan Álvarez Mendizábal para suprimir algunas
órdenes religiosas y la incautación de sus bienes, en 1835, el convento fue
clausurado, vendiéndose a propietarios particulares poco después. Hoy día sigue en
manos privadas a pesar de que representa una parte importantísima del acervo
histórico y cultural de Liétor.
Sin embargo la iglesia del convento sigue abierta al culto religioso, pues con la
desamortización pasó a depender de la iglesia parroquial de Santiago, quedando a
cargo de su cura párroco. En su coro existe un hermoso órgano de tubería, estrenado
en 1993, cuya fabricación fue financiada por suscripción popular. El órgano histórico
de Liétor, construido por Joseph Llopis en 1787, se encontraba en este templo, pero
en 1835, cuando se clausuró el convento, se trasladó a la iglesia parroquial, donde se
encuentra en la actualidad. Podemos ver también en esta iglesia del convento un
bonito altar mayor con una Virgen del Carmen, tallada por el murciano Francisco
Salzillo, y diversos cuadros que representan una variada iconografía. Bajo el
presbiterio existe una cripta, en la que se guardan 20 cuerpos momificados de
antiguos monjes y otros personajes de Liétor, que se pueden ver a través de un marco
acristalado.
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Saannttiiaaggoo A
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Liétor ha sido siempre un pueblo con un gran fervor religioso y muy proclive a
la construcción de edificios donde poder rendir culto a Dios y a la Virgen, como así
lo muestran las dos iglesias parroquiales, la iglesia del convento y las once ermitas
que se construyeron en diversos periodos de su historia. Cuando se repobló esta
población con gentes cristianas en 1335, posiblemente se construiría una iglesia sobre
la mezquita árabe, algo muy común en los pueblos reconquistados a los musulmanes.
Pero en la segunda mitad del siglo XVIII el viejo edificio se demolió para levantar
otro nuevo, aunque permanecieron en pie algunos restos del antiguo, entre ellos una
torre almenada de 24 metros de
altura con gárgolas en las esquinas,
construida a principios del siglo
XVI. Esta torre, donde se sitúa el
campanario, sobre el que se eleva
una espadaña coronada por el
escudo de la Orden de Santiago, es
la parte más antigua del edificio
actual. Se construyó siendo comendador de Socovos don Enrique
Enríquez, Conde de Ribadavia,
aunque se desconoce la fecha exacta de su finalización.
25
26
La iglesia actual posee una construcción
funcional, prácticamente sin ninguna
decoración exterior, con una fachada
muy sencilla de carácter neoclásico.
Tiene planta en cruz latina, con tres
naves y varias capillas adosadas, y una
cúpula que se levanta sobre el crucero.
Se terminó de construir sobre el año
1778 gracias a las iniciativas del cura
párroco don Damián Ventura Ruiz, que
dirigió diferentes escritos al comendador
de la Orden de Santiago, al rey, a su
Real Consejo de las Órdenes y a los
Caballeros Protectores de sus iglesias.
En 1738, cuando tomó posesión como
párroco de la iglesia antigua, solicitó su
reparación urgente, ya que se encontraba
en muy mal estado. Pero finalmente,
FRANCIS CHAPELET.
ante la imposibilidad de restaurarla,
Es un organista de renombre internacional
pidió la construcción de un nuevo
templo.
En el coro de la iglesia se encuentra el famoso órgano barroco, del que se
conservan aún sus antiguos fuelles manuales en una recámara contigua. Con este
órgano y con el de la iglesia del ex convento carmelita se celebran todos los años,
entre los meses de mayo y junio, unos conciertos en los que participan organistas de
renombre internacional. En el altar mayor existe un retablo en trampantojo de Paolo
Sistori, un artista italiano afincado en Murcia a mediados de siglo XVIII. Este retablo
es una obra pictórica que representa una supuesta arquitectura, realmente
sorprendente y engañosa, pues es muy difícil distinguir el engaño hasta que no
estamos cerca del altar. En esta arquitectura de ilusión se simula un amplio pórtico
con columnas corintias, cuyo centro, donde se sitúa la imagen del apóstol Santiago,
parece sobresalir sobre el conjunto. También se representan dos esculturas, con sus
respectivas sombras, y dos ángeles sosteniendo un medallón con la cruz de Santiago.
La capilla de la Virgen del Espino, situada a la izquierda del altar mayor, se
construyó en 1669 adosada al antiguo templo, aunque cuando éste se demolió quedó
integrada en el nuevo. En 1731 se colocó el actual retablo de madera pintado en oro,
obra de gran belleza ornamental, en la que figuran las armas de los Vandelvira,
Tovarra y Belmonte, apellidos ilustres de Liétor, que llevaron ya alguno de los
soldados que reconquistaron la población a los sarracenos. Está construido por un
solo cuerpo con tres calles, situándose en la calle central la imagen de la Virgen, obra
del escultor Sánchez Lozano, rodeada por dos columnas salomónicas en las que se
representan varios pájaros, ángeles y distintos frutos. En los laterales hay otras dos
columnas, junto a las que se han representado las imágenes de San Juan Bautista y
San José. En la parte superior, que tiene forma semicircular, existen otras cuatro
27
columnas de menor tamaño que las anteriores, entre las que se sitúa un lienzo con la
imagen de San Antonio de Padua.
Frente a la capilla del Espino, al otro lado del altar mayor, se encuentra el
Museo Parroquial, que consta de tres salas. La primera está dedicada a la arqueología
local y en ella se pueden ver los famosos candiles árabes hallados en la cueva de Los
Infiernos, restos de cerámica, pequeñas tallas en piedra de época ibérica y romana, e
incluso algunas hachas pulimentadas del periodo neolítico. La habitabilidad en Liétor
no se limita, por tanto, a la época musulmana, pues existen restos neolíticos en el
Pico de Trifillas e ibéricos en la Casa de la Marta y en el Cercado de Galera. En
Fuente Albilla se han encontrado muestras de lo que fue una antigua villa romana.
Las otras dos salas guardan importantes piezas de orfebrería religiosa, entre las
que sobresalen unos preciosos cálices de plata, cuadros e imágenes talladas en
madera y varios libros de la villa. De estos últimos llaman la atención unos
manuscritos con unos inventarios de la iglesia y algunos relatos de la historia del
pueblo desde su conquista a los árabes. Es importante también la existencia de una
pequeña anforilla visigoda de peltre del siglo VII, con decoración cristiana e
influencia bizantina, primer testimonio cristiano hallado en Liétor. En la parte
superior destacan diversas salas con representaciones de la etnología letuaria y una
vitrina en la que se puede ver una navaja, que se cree perteneció al Roche.
LLooss aallrreeddeeddoorreess ddee LLiiééttoorr
Es obligado en Liétor realizar el recorrido por su casco antiguo y admirar sus
viejos caserones solariegos, con sus bellas portadas blasonadas, como las casas de los
Galera, Rodríguez Escobar o Tovarra, caballeros de cuantía que gozaron de una
posición económica privilegiada en la población. De ellos salen tortuosas y estrechas
callejas de trazado medieval, que forman continuos recodos y revueltas laberínticas,
alguna de ellas sin salida, como la calle Zarzalejo. Otras calles, como las de La
Pompa y Portillo, conducen a los miradores del pueblo por donde Liétor se asoma al
mítico Mundo. Desde allí se pueden ver unas impresionantes vistas de todo el valle y
de la fauna que lo puebla, como la cabra montés, el águila real, la garza real o el
halcón peregrino. No muy lejos queda la presa del Puente de Abajo o presa del Azud,
que embalsa las aguas del río para llevarlas a Hellín por un canal.
Un kilómetro más abajo de la presa se encuentra el paraje de Los Infiernos, al
que se llega por el llamado carril de Talubia, desde el que se ven unas increíbles
vistas del pueblo y de sus casas colgadas sobre el farallón en el que se asientan. En
este lugar se encontraron dentro de una cueva un par de candiles musulmanes
fabricados en bronce entre los siglos X y XI, uno de ellos ricamente adornado con
dos figuras zoomorfas y una inscripción cúfica que dice: ME HIZO RASIQ. Se
hallaron también algunos aperos agrícolas, las armas de un jinete y su atalaje militar y
muchos otros objetos domésticos que habían sido guardados allí por algún sarraceno,
que, seguramente ante alguna posible amenaza, tuvo que abandonar de forma
precipita y urgente el lugar.
Un amplio estudio realizado por el Centro de Estudios Árabes y Arqueológicos
del Ayuntamiento de Murcia ha presentado como hipótesis que el ajuar encontrado en
Los Infiernos debió ser escondido a principios del siglo XI por algún soldado28
agricultor, ante la inestabilidad política y económica
que imperaba en Al-Andalus en esa época, una inestabilidad que llevó a la desaparición del Califato de
Córdoba y a la aparición de
los primeros reinos de taifas. Tras la muerte de AlMansur, las diferencias entre los diversos grupos étnicos hispanomusulmanes,
sobre todo árabes, eslavos y
beréberes, originaron un
largo periodo de inseguridad, anarquía y guerras civiles, en las que se produjeron numerosos actos de
pillaje y usurpación de
tierras.
Incluso se citan grupos de beréberes que ocuparon por la fuerza y saquearon toda la comarca de
Tudmir, en la que estaba
incluida Liétor. Tal vez ante
esta situación tan inestable
algunas personas escondieran sus pertrechos para recuperarlos más tarde, cuando la
situación se volviese a estabilizar.
Cerca de este paraje de Los Infiernos se encuentra la ermita de Santa Bárbara,
situada sobre un promontorio rocoso que obliga al río a formar un cerrado meandro.
Cada primero de mayo se celebra una tradicional romería hasta esta ermita, en la que,
además del acto religioso en sí, los vecinos disfrutan de una divertida y agradable
jornada campestre. Para completar nuestra excursión podemos seguir un camino de
tierra que llega hasta la misma cola del embalse del Talave, donde existe una zona de
baño en la que también se puede
practicar la pesca y algunos deportes
náuticos. Por último no podríamos
terminar estas líneas sin citar los tradicionales encierros de finales de
agosto, a los que suelen acudir todos
los letuarios que viven fuera del pueblo y otras muchas gentes de la provincia albaceteña y de las provincias
cercanas.
29
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En esta Ruta del Roche, vamos a partir de la Presa de Talave para hacer un
recorrido senderista por la margen derecha del río Mundo hasta Liétor. Este río
Mundo, afluente del Segura, nace en Los Chorros, en una espectacular cascada de
unos ochenta metros, a unos 1.075 metros de altitud sobre el nivel del mar, mientras
que en esta presa de Talave, tras realizar un recorrido de unos 75 kilómetros, se
encuentra a una altitud de 472 metros sobre el nivel del mar.
Dicen algunos que el nombre de Mundo fue puesto al río que nace en Los
Chorros por los hijos de Pompeyo, que se habían refugiado en la gruta de su
nacimiento tras su derrota en la batalla de Munda (la actual Montilla) por las tropas
de Julio César. Cneo y Sexto, colocados debajo de Los Chorros, en una misteriosa y
pagana ceremonia ofrecida al dios Júpiter, soberano de todos los dioses, bautizaron al
río que nace de esta espectacular cascada con el nombre de Mundo, en recuerdo de la
localidad donde habían sido derrotados. Quizás, en una hiperbólica apología de la
belleza y de la vida, fascinados por la grandiosidad de aquel paisaje, pensaron que allí
había comenzado el milagro de da vida en el planeta.
Otros dicen que su origen se debe al adjetivo latino mundus, antónimo de la
palabra inmundo, cuyo significado es limpio, claro, aseado, elegante o refinado,
como lo muestran la claridad y transparencia de las aguas cristalinas de Los Chorros.
Pero sea uno u otro el significado y cuna del nombre del río, o quizás ninguno
de los dos, seguiremos en nuestro camino hacia Liétor el sendero de Gran Recorrido,
GR 67, llamado también Sendero del Mundo. Este sendero, que une las localidades
de Alcaraz y Hellín, tiene como principal protagonista al río Mundo, por cuyo cauce
penetra, tras dejar atrás las localidades de Paterna del Madera y Bogarra.
En la II Ruta del Roche, hicimos el recorrido entre Ayna y Líetor, también
siguiendo este GR 67, por el que nos encontramos con grandes sorpresas naturales y
30
artificiales, como El Salero, con su torre de vigilancia y sus pilas de desalación
intactas, y las ruinas de la fortaleza morisca de Híjar, ya dentro del término de Liétor.
Incluso fuimos asaltados por unos bandidos que iban capitaneados por el mismo
Roche, aunque hay que agradecer el recibimiento que nos hicieron, pues fuimos
regalados con nueces, uvas pasas y aguardiente.
Antes de este asalto y de llegar a Híjar, pasamos por La Alcadima, cuya
etimología en lengua arábiga significa La Antigua, donde narramos la vieja leyenda
del tesoro que se guarda entre sus ruinas y en la memoria de las gentes de liétor.
Tras dejar Liétor este sendero GR 67 penetra en la llamada vega de Talubia,
para llegar hasta la presa del Puente de Abajo o presa del Azud, que embalsa las
aguas del río para llevarlas a Hellín por un canal, aunque en algunas ocasiones esta
captación de aguas deja el cauce seco y produce una gran mortandad de peces.
31
EEll PPeeññaassccaall ddee LLooss IInnffiieerrnnooss
Un kilómetro más abajo de la presa del Talave se puede ver el ya citado paraje
de Los Infiernos, o Peñascal de Los Infiernos, donde se hallaron en el interior de una
cueva los famosos candiles de bronce, dentro de un completo ajuar doméstico, varios
aperos de labranza y algunas armas, pertenecientes seguramente a algún agricultor
musulmán, presto a usar las armas cuando la situación lo requiriese. Este ajuar fue
soterrado, como ya apuntamos más atrás, posiblemente a principios del siglo XI,
cuando se desintegró el Califato cordobés a la muerte de Al-Mansur .
En el verano de 1002 moría en Medinaceli Muhammad ben Abí, conocido con
el sobrenombre de Al-Mansur, que significa “El Victorioso”. Su poder de seducción
y su carácter austero, calculador, voluntarioso y ambicioso, le hicieron ascender al
poder de manera progresiva y convertirse de hecho en señor de Al-Andalus, pues el
califa Hisan II había quedado reducido a un pelele como soberano y como hombre.
Al-Andalus brillaría durante el mandato de Al-Mansur con su mayor esplendor y este
caudillo, terror de las huestes cristianas, siempre estaría presto a empuñar las armas
para mostrar a los reinos cristianos su superioridad. Memorable fue su famosa aceifa
contra Santiago de Compostela, saqueando la ciudad e incendiando la catedral, de la
que hizo llevar sus campanas a hombros de cristianos hasta Córdoba.
32
Tras la muerte del caudillo musulmán, el sólido solar del Califato sólo perduró
durante los seis años de gobierno de su hijo Al-Muzaffar, tras lo cual se produjo el
caos y la guerra que llevó al final del califato y a la formación de los primeros reinos
de taifas. Este caos de la desintegración fue el que posiblemente decidió a alguna
familia islamita de Liétor a enterrar su ajuar en Los Infiernos, quizás esperando que
pasase la tormenta guerrera y llegasen mejores tiempos para recuperarlos, cosa que
evidentemente no ocurrió.
Este guerrero campesino posiblemente habría recibido su lote de tierra a cambio de sus
servicios bélicos, sistema de pago que ya había
sido utilizado durante el dominio visigodo, copiado a la vez del que ya habían llevado a cabo los
emperadores romanos con sus legiones. Sin embargo Al-Mansur sustituyó como eje de sus ejércitos a estos soldados por mercenarios de origen
beréber y eslavo, a los que pagaba en metálico.
Fue la usurpación de las tierras de los andalusíes
por estos soldados extranjeros recién llegados una
de las causas de la discordia (la fitna) entre los
musulmanes de Al-Andalus y la desintegración del
Califato. La ruta que estos beréberes siguieron para
llegar a Liétor pudo ser la antigua calzada romana
que unía Cástulo con Cartagena, que atravesaba el
río Mundo hacia Hellín, precisamente por donde se
encuentra el embalse del Talave, origen de nuestra
ruta.
Antes de llegar a este embalse y una vez
pasado el Peñascal de los Infiernos, se encuentra junto al camino la blanca ermita de
Santa Bárbara, destacada claramente sobre un promontorio rocoso, lo que obliga al
río a formar un cerrado meandro. Cada primero de mayo, como ya citamos
anteriormente, se celebra una tradicional romería hasta esta ermita que, además del
acto religioso que supone, es la excusa perfecta para pasar un bonito día de campo.
La fiesta empieza la noche anterior en el caserío de “Vega de Taluvia”, donde los
grupos de amigos acampan para comenzar una vigilia festiva, que tiene su punto
culminante con una misa en la ermita."
33
Esta ermita de Santa Bárbara, según cuenta el escritor José Sánchez Ferrer en
“La Sacralización del espacio urbano en Liétor”, debió ser edificada a comienzos del
siglo XVII, fecha que deduce de unas mandas en el testamento de Juana Fernández,
escriturado en 1599. No se tienen
más noticias de esta ermita hasta las
que hablan de su ruina, aunque se
halló una nota del 15 de abril de
1800 que indicaba que había llegado
a la parroquia de Liétor la “campanica” de la ermita de Santa Bárbara y que se le había puesto en la
torre para tocar misa rezada. Sobre
los paredones de la antigua ermita se
levantó la ermita actual, que fue
inaugurada el 28 de octubre de
1956.
Desde la ermita de Santa
Bárbara hasta el embalse del Talave hay poco más de diez kilómetros, algo más de catorce desde
Liétor, que realizaremos en sentido inverso, dejando atrás las casas de los Majales, de la Huerta y
la de Capellanía. Al llegar a Liétor celebraremos un ágape en los
salones del restaurante El Pozo, para visitar más tarde sus centros religiosos, sus
casas solariegas y sus miradores, por donde esta población gusta mirar al Mundo.
34
35
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PÁGINA 5
RAMÓN GARCÍA MONTES, EL ROCHE
PÁGINA 7
El origen del carlismo
PÁGINA 7
El carlismo en Albacete
PÁGINA 9
Roche, un señor bandido
PÁGINA 13
La muerte de Roche
PÁGINA 17
LIÉTOR, LA JOYA DEL MUNDO
PÁGINA 22
La visita a Liétor
PÁGINA 23
Iglesia parroquial de Santiago Apóstol
PÁGINA 25
Los alrededores de Liétor
PÁGINA 28
RECORRIDO ENTRE EL TALAVE Y LIÉTOR
PÁGINA 30
El Peñascal de los Infiernos
PÁGINA 32
MAPA TALAVE-LIÉTOR
PÁGINA 36
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