TENDENCIAS DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA EN EL SIGLO XXI por Luz Rosario Araujo La literatura llega al siglo XXI marcada por el “boom” de la literatura latinoamericana, ocurrida por los años sesenta. Se denomina boom a la aparición de un sinnúmero de obras de gran calidad, fenómeno que hizo que se descubriera a los escritores de esta parte del mundo y se valorara sus creaciones. Esta literatura del boom destacaba por su preocupación por la estructura narrativa, y estaba impregnada, básicamente, por los acontecimientos de las dos Guerras mundiales, por la guerra civil española, por el auge del comunismo, por el triunfo de la revolución cubana. Y por la experiencia de dictaduras sangrientas que pasaron estos países. Esta literatura incluía reflexiones sociológicas, filosóficas y literarias. Con todo este bagaje, más la experiencia adquirida del boom, e, impregnada, además, por la nueva realidad que estaban viviendo estos países latinoamericanos, en relación a las drogas, la mafia y el sida; la literatura hace su transición hasta nuestros días. El nuevo siglo provocó el nacimiento de otros nuevos narradores cosmopolitas que buscaron y optaron por un discurso diferente. De acuerdo con este cambio de paradigma, los escritores se dividen en dos grupos: los autores del post boom, que están asociados al concepto de la post modernidad, y otro, formado por pequeñas asociaciones que se denominan así mismos: novísimos, macondianos, petit boom, babélicos, planetarios; todos ellos se consideran producto de la globalización. Este segundo grupo fue el que, primordialmente, ejerció presión para que el libro sea considerado dentro del mercado; para que sea convertido en producto de consumo, sometido a las mismas leyes del mercado. Por eso, muchas de sus producciones son analizadas por el número de vendidos, más que por su calidad literaria. Sus libros son puestos en las librerías dentro de un contexto y un andamiaje prefabricado con el fin de atraer al mayor número de consumidores, sin importar que este hecho signifique al escritor sacrificar la complejidad narrativa y optar por una escritura leve y fácil. Pero, en definitiva, estos dos grupos son los que han influido, en forma determinante, en el gusto literario de los lectores de este siglo. Como ya se indicó, por el otro lado de los que se consideran hijos de la globalización, se encuentran los escritores del post boom vinculados al concepto de postmodernidad. Este concepto de postmodernidad alude directamente a la desconfianza y al rechazo que provoca en estos escritores el discurso autoritario. Indica el recelo que produce el éxito, en el mercado, del pensamiento no fundamentado en el razonamiento. Se los vincula con un compromiso de cambio de jerarquización de los conceptos cultura “elevada” y vida cotidiana; son los defensores de los márgenes, de su valoración y preservación; para estos escritores el margen debe ocupar un lugar preeminente en la literatura. Con ellos triunfa el concepto de hibridación y relegan a un segundo plano el tema de la identidad; se interesan en la heterogeneidad y los fenómenos del mestizaje. Pero, al analizar objetivamente lo planteado uno se da cuenta de que mucho fue también interés de los escritores del boom, quienes se mantuvieron atentos y dispuestos a renovarse y a comprender las nuevas estéticas del momento. Resulta, entonces, que lo postmoderno vendría a ser una negación y al mismo tiempo una afirmación del paradigma de los escritores modernistas. Porque si bien es cierto como principio reniegan de las ideas implícitas existentes en esa literatura, por otro lado, muchos continúan experimentando la estructura narrativa aprendida de sus antecesores. Estos nuevos escritores, postmodernos, relegan la fantasía a un segundo plano con el fin de dar vida a nuevos realismos o alegorías. Se sienten cómodos describiendo situaciones cotidianas, y reescribiendo temas ya tratados. Permanecen escépticos y contrarios al maniqueísmo ideológico, por eso, revisan continuamente la historia oficial y desmitifican los mitos. En general, recuperan géneros olvidados como las fábulas y bestiarios; pero, básicamente, privilegian la escritura fragmentaria, donde predominan los constantes saltos en el tiempo; la relación entre narración y tiempo es inexistente. Apuestan por la brevedad, muchas de sus creaciones son minificciones. Esta forma de ficción, la minificción, está siendo reconocida como una de las primeras características de la literatura del Siglo XXI, y una de las más grandes aportaciones hechas por este grupo. Con esta técnica, desarrollan temas del ámbito privado, referentes a la memoria, el amor, la soledad, enfermedad y la muerte. Muestran el esfuerzo que realiza el personaje-héroe en la vida y su fracaso, usando un discurso trasgresor a través del humor y la ironía. A nivel de novela, es rica en detalles, elimina al narrador omnisciente, mezcla perspectivas e incorpora lo poético como otra función dentro del texto; así, crea lo que se denomina una metaficción, o sea, crea un texto sobre texto, mecanismo que impulsa al lector a la intertextualidad. Con este impulso, este nuevo siglo ha logrado incorporar al campo literario a la cultura de masas; de esa manera ahora se cuenta y se da importancia a subgéneros narrativos considerados tradicionalmente menores, como: la ciencia ficción, la novela rosa y la policial. En estas narraciones se nota el despliegue de un lenguaje periodístico, y uno de sus recursos es la oralidad. Muchas obras están enfocadas en los mitos creados por los medios de comunicación, tales como los personajes del celuloide, o villanos de telenovelas. Otros, se valen de argumentos de la música popular, como los boleros, para desarrollar una historia; lo mismo hacen con el cine y el cómic. La migración masiva, ocurrida este siglo, dio origen al surgimiento de nuevos personajes quienes no tienen una identidad definida, o un territorio propio, quienes inspiran historias con un magnetismo capaz de unir a los lectores del mundo sin fronteras. Y gracias a que se alejaron los límites de la literatura y que se volvieron porosos, ha permitido la entrada de muchas otras voces que surgen justamente producto de la migración, y de la interrelación entre personas de diferentes comunidades con culturas disímiles. Obras como Big Banana del hondureño Roberto Quesada (2000) y Una tarde con campanas (2004) del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez, sirven de ejemplo. También hay voces de escritores de este siglo que se dejan oír a través de los Blog de las redes, que el avance de los medios de comunicación ha puesto a su alcance. A través de los blog se dan a conocer a un público más amplio, y presentan trabajos que no pasan por las editoriales. Algunos de los escritores postmodernos conscientes de no poder abarcarlo todo se animaron a desarrollar lo que tenían más cercano, conocían, y sabían hacer mejor, que son las crónicas y las narraciones de tipo autobiográfico. Contribuyó a esto el que las crónicas hayan logrado reconocimiento académico como del público. Ayudó también el hecho de que muchos de los escritores se dedicaran al periodismo. Además, el carácter fragmentario de la crónica responde al estilo de la literatura actual. Su visión sesgada de la realidad, su interés por la cultura popular y su cercanía a un público lleno de individuos marginales, con miles de deseos, necesidades y viviendo en soledad, les ayuda a presentar una realidad en la que se erigen como los conocedores; pero, al mismo tiempo, esperan, de alguna manera, la reacción de sus lectores. En lo que respecta a las escritoras, se las ve implicadas en cada una de las tendencias literarias recientes. Están presentes en la nueva novela histórica, en la de la memoria, autobiografía, del texto de frontera, el género neopolicial, de la ciencia ficción, y la narrativa del bolero. Hay un hecho que no se puede dejar de mencionar y es que en el siglo pasado, por los años ochenta, las escritoras fueron testigos del éxito internacional de la chilena Isabel Allende con su novela La casa de los espíritus. Este hecho es muy significante porque marcó el fin del monopolio editorial, y de ventas, masculino. Con ese precedente de éxito de ventas de Allende, algunas narradoras escribieron obras con fórmulas infalibles para triunfar en el mercado. Con ellas se iniciaba una nueva etapa literaria que cautivó a una gran masa de público. Pusieron a disposición una serie de ingredientes ya probados como: realismo mágico, melodrama, erotismo, visión femenina, cultura de masas y cierto rasgo de compromiso. Muchas siguieron esta tendencia conocedoras del poder que tienen los medios de comunicación. Algunas de estas novelas fueron llevadas al cine, y se han convertido en grandes éxitos de ventas. Son textos sencillos y amenos, ingredientes suficientes y necesarios para triunfar en la librería; pero, también, son repetitivos, se aferran y dependen de reglas pre establecidas. Destacan por su levedad, pero, sus autoras se muestran reacias a experimentar cambios que las puedan alejar de su público. Frente a las que siguieron esta ruta del éxito asegurado se erige otro grupo amplio de escritoras exigentes con su oficio que han obtenido un reconocimiento merecido y premios como son Elena Poniatowska, Claribel Alegría o Rosario Ferré. Y junto a ellas hay otras con menos atención de las editoriales, pero totalmente reconocidas por los lectores y sus colegas como figuras preponderantes en la literatura. Estas son Luisa Valenzuela, Alicia Partnoy, Cristina Siscar, entre otras. Son narradoras que permanecen al día con las últimas teorías literarias. Se interesan por los problemas del mundo, de su género, por el feminismo, el psicoanálisis, la filosofía, etc. Son miradas como trasgresoras por sus posturas e interés en temas sexuales y políticos. Conservan el espíritu rebelde que las ha llevado a realizar lecturas reivindicativas del papel de la mujer en los cuentos de hadas, hecho que se remonta a Rosario Ferré, en Arroz con leche (1977). Y continúa con Luisa Valenzuela y Ana María Shua en sus respectivos libros de cuentos: Simetrías y Casa de geishas. La narrativa femenina de los últimos años se ha atrevido asimismo con temas considerados hasta hace poco tabúes, como son las relaciones lésbicas. Como ejemplo se puede nombrar Las dos caras del deseo de la peruana Carmen Ollé. O, incursionar en temas sobre la locura como en Nadie me verá llorar, de la mexicana Cristina Rivera Garza. En resumen, esta es la tendencia de la literatura hispanoamericana en nuestro siglo.