revista sal terrae

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SUMARIO
Septiembre 2012 |
Tomo 100/8 (Nº 1.170)
Inauguración del Congreso
Juan Antonio GUERRERO ALVES, SJ
695
Comunicación de la Iglesia hoy:
las revistas formativas e informativas
Mons. José SÁNCHEZ GONZÁLEZ
699
Cien años de Sal Terrae
Manuel REVUELTA GONZÁLEZ, SJ
719
Teología Pastoral: idea, palabra, acción.
La reflexión sobre la acción de la Iglesia
Pablo GUERRERO RODRÍGUEZ, SJ
737
Una revista en el camino
misionero de la Iglesia
Mons. RICARDO BLÁZQUEZ PÉREZ
759
Los nuevos contextos socio-políticos
y su influencia en la acción pastoral
Luis GONZÁLEZ-CARVAJAL SANTABÁRBARA
781
Clausura del Congreso
Enrique SANZ GIMÉNEZ-RICO, SJ
799
SalTerrae
Revista de Teología pastoral
de la Compañía de Jesús en España
Revista mensual de divulgación científica
sobre teología, Iglesia, sociedad, familia, psicología
Publicada por la editorial Sal Terrae
Fundada en 1912
ISSN: 1138 - 1094
Año 100
Número 1.170
Septiembre 2012
DIRECTOR:
Abel Toraño Fernández, sj
(Universidad Pontificia Comillas)
Alberto Aguilera, 23 / E-28015 Madrid
Tfno.: 00 34 915 422 800 / Fax: 00 34 914 351 254
E-mail: [email protected] / [email protected]
CONSEJO DE REDACCIÓN:
Antonio Allende (Editorial Sal Terrae)
Virginia Cagigal (Universidad Pontificia Comillas)
Diego Molina (Facultad de Teología de Granada)
José Mª Rodríguez Olaizola (Editorial Sal Terrae)
Pedro Rodríguez Panizo (Universidad Pontificia Comillas)
Juan Rubio (Vida Nueva - Editorial PPC)
Javier de la Torre (Universidad Pontificia Comillas)
COLABORADORES HABITUALES:
Dolores Aleixandre - Patxi Álvarez de los Mozos
Lola Arrieta - Adela Cortina - Cipriano Díaz Marcos
José Mª Fernández Martos - Jesús García Herrero
Joaquín García Roca - José Antonio García Rodríguez
Pedro José Gómez - José I. González Faus
Luis González-Carvajal - Juan Antonio Guerrero
Pablo Guerrero - Daniel Izuzquiza - Mariola López
Luis López-Yarto - Juan Manuel Martín Moreno
Xavier Melloni - Fernando Millán
Jon Sobrino - Gabino Uríbarri
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PRESENTACIÓN
Congreso Centenario Sal Terrae
Los pasados días 1 y 2 de junio tuvo lugar en la Universidad Pontificia
Comillas la celebración de los actos del centenario de la revista Sal
Terrae. Para conmemorar este centenario se optó por un programa de
conferencias bajo el título La Teología Pastoral y sus encrucijadas. Los
autores invitados, fueron, por orden de intervención, Mons. José Sánchez (Obispo emérito de Sigüenza), Pablo Guerrero, SJ (Provincial de
Rumanía), Carles Such, Sch.P (Director de la Revista de Pastoral Juvenil),
Raquel Pérez Sanjuán (Facultad de Teología de Granada), Mons. Ricardo Blázquez (Vicepresidente de la CEE y Arzobispo de Valladolid), José
Mª R. Olaizola, SJ (Oficina digital «pastoralsj», de Valladolid) y Luis
González-Carvajal (Universidad Pontificia Comillas).
Este número especial de la revista recoge todas estas conferencias, preparadas con esmero y profundidad. Además, añadimos la espléndida conferencia pronunciada por Manuel Revuelta, SJ el 12 de mayo en el Seminario Monte Corbán (Santander), con motivo de la celebración de los
actos del centenario en la capital cántabra.
Dado el número y extensión de los artículos, se ha decidido no publicar
todos ellos en papel y sí editarlos todos en un disco compacto; de modo
que este número especial incluye tanto su tradicional edición impresa
como el soporte informático. En el disco se incluyen, además, las intervenciones institucionales de apertura y clausura del congreso.
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INAUGURACIÓN DEL CONGRESO
CENTENARIO DE SAL TERRAE
(1 de junio de 2012)
Juan Antonio Guerrero Alves, sj*
Excmo. y Rvdmo. D. José Sánchez;
Excmo. y Rvdmo. D. Vicente Jiménez;
R.P. Provincial de España de la Compañía de Jesús;
Rector magnífico de la U. P. Comillas, P. Julio Martínez;
Director de la Editorial Sal Terrae, P. Antonio Allende;
Directores, saliente y entrante, de la revista Sal Terrae, PP. Enrique Sanz
Giménez-Rico y Abel Toraño;
Miembros del Consejo de Redacción de la Revista;
Miembros del Equipo de la Editorial Sal Terrae,
Amigos todos:
Cien años de la Revista merecen agradecimiento a Dios. Merecen una
celebración. Felicito a los Directores de la Revista y de la Editorial, al
Consejo de Redacción de la Revista y al equipo de la Editorial por la feliz idea de convocar este congreso de Teología Pastoral para celebrar este
centenario de servicio al Evangelio y a la Iglesia. Y agradezco a todos los
presentes su compañía en este momento de alegría y de agradecimiento.
Es claro que en estos 100 años se han producido muchos cambios en la
Revista, generalmente como consecuencia de acontecimientos habidos
en la vida del mundo o de la Iglesia. El mayor de todos ha sido el Concilio Vaticano II, que marca un antes y un después. Me gustaría señalar
tres claves internas que están en el fondo de la Teología Pastoral de Sal
Terrae a lo largo de estos 100 años y que le dan continuidad; tres claves
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que tiene que ver con ser una revista de la Compañía de Jesús y que le
han hecho tener cercanía a nuestras vidas, sintonía con lo que pasa en el
mundo y profundidad.
1. Según los documentos fundacionales, la Compañía de Jesús fue «instituida principalmente para aprovechar a las almas en la vida y doctrina
cristiana, y para propagar la fe» (Formula del Instituto). Aprovechar a las
almas o ayudar a las almas ha estado siempre detrás de las actividades,
obras y ministerios de la Compañía. Sal Terrae también fue creada para
«ayudar a las almas», y se puede decir que esto la ha guiado en su evolución. La ayuda de las almas pedía en 1912 ayudar a los sacerdotes rurales,
y en 2012 a sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos. Los destinatarios han
cambiado y, consiguientemente, también el estilo de la Revista. Cuando
en el consejo seleccionábamos temas y planteamientos de los números, la
pregunta que estaba detrás siempre era esta: ¿qué es lo que puede ayudar
en este momento a la comunidad cristiana? La ayuda de las almas también ha guiado el estilo de teología pastoral de los jesuitas y de la Revista. Este interés por ayudar a las almas ha hecho que la teología de los jesuitas siempre haya sido más práctica que teórica, aunque no han faltado
buenos teóricos. El mismo Rahner, con toda su complicación especulativa, también está marcado por este interés de ayudar a las almas y tiene
muchas y muy buenas páginas de teología pastoral. También se ha dicho
que la teología de los jesuitas es oportunista, y algo de verdad hay en ello,
pues trata de responder a lo que las personas necesitan en cada momento
para vivir su fe. A través de los números de la revista Sal Terrae se pueden
seguir las preocupaciones y los problemas de la comunidad cristiana a la
que se pretendía ayudar a lo largo de este siglo.
2. Otro aspecto de la tradición ignaciana que marca la teología de la revista es la búsqueda de «la mayor gloria de Dios» y la concepción de «el
Dios Siempre mayor». Decía Karl Rahner: «muchas veces se ha acusado
a la teología de los jesuitas de ser una especie de eclecticismo de ocasión».
Él lo atribuía a que, «si Dios es “el Dios siempre más grande” al que
le viene pequeño cualquier sistema con el que el ser humano pretenda
dominar la realidad, entonces el eclecticismo puede perfectamente expresar también el hecho de que el hombre se ve superado por la verdad
de Dios y lo acepta dócilmente. A fin de cuentas, no hay ningún sisteSal Terrae | 100 (2012) 695-698
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ma en el que se pueda encerrar toda la realidad exclusivamente desde el
punto de vista en que uno se halla [...] También en el terreno de la teología somos peregrinos que, a través de un éxodo siempre nuevo, andamos en busca de la patria eterna de la verdad»1.
3. La mística ignaciana también marca el estilo de la teología de la revista: una mística de servicio, una mística que no me atrevo a llamar
mundana, pero en la que es innegable su visión positiva del mundo y que
trata de buscar y hallar a Dios en todas las cosas.
Siguiendo a San Juan, San Ignacio invita a poner el amor «más en las obras
que en las palabras». La teología de Sal Terrae a lo largo de estos 100 años
ha tratado de ser un servicio a la comunidad cristiana, al Evangelio y, en
definitiva, a la comunidad humana. Así comenzó y así continúa. En las páginas de Sal Terrae se ha tratado de presentar el mensaje cristiano de manera asequible y amable, buscando hacerlo accesible a quienes tienen dificultad de asentir a la Iglesia y a su mensaje; ha traducido la teología para
hacerla comprensible a quienes no se dedican a ella, aunque quienes se dedican a ella la hayan leído con fruición; y ha pretendido hacer posible el
cambio de vida de los destinatarios sin exigencias condenatorias, sino mostrando la fuerza y la vida que hay en el Evangelio.
En la meditación de la encarnación de los Ejercicios, San Ignacio llamaba la atención sobre la mirada compasiva, comprometida y salvadora de
la Trinidad al mundo necesitado de salvación, al que es enviada la segunda persona, que llama y busca colaboradores para su misión. La
mundanidad en la espiritualidad ignaciana no es secularización, sino una
vuelta al mundo después de dejar todo lo mundano y desear compartir
en él la cruz de Jesús como enviados a compartir su misión. Karl Rahner
escribió sobre «la mística ignaciana de la alegría del mundo»2. El amor a
*
1.
2.
Provincial de Castilla de la Compañía de Jesús.
K. RAHNER, Palabras de Ignacio de Loyola a un jesuita de hoy, en línea,
http://es.scribd.com/doc/34401000/rahner-karl-palabras-de-ignacio-a-jesuita-hoy
(Consulta el 1 de junio de 2012).
K. RAHNER, «La mística ignaciana de la alegría del mundo», en Escritos de Teología,
t. 3, Taurus, Madrid 1961, 313-330.
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las criaturas nos puede apartar de Dios, pero también puede ser lugar de
encuentro con Dios si antes nos hemos apartado de las criaturas para encontrar a Dios, regresamos a ellas enviados por Dios y, en ese envío, encontramos en Dios a la criatura. El proceso, decía Rahner, es siempre el
mismo: «nosotros, que hemos partido desde el mundo hacia Dios, volvemos con Él en su salida al mundo; y estamos lo más cerca posible de
Él, donde Él está lo más lejos posible de sí mismo: en su verdadero amor
al mundo»3. Creo que forma parte de la Teología Pastoral de Sal Terrae
una visión positiva del mundo y comprometida con él, que evidentemente no comulga con todo, pero que permite diálogos; que busca ayudar y reconocer el Espíritu de Dios, que ya estaba ahí antes de cualquier
corrupción.
El deseo de buscar y hallar a Dios en todas las cosas seguramente tiene
que ver con otra de las características de la Teología pastoral de Sal Terrae: la pluralidad de temas sobre los que ha reflexionado y a los que ha
dedicado números la revista. Basta observar los índices. Aparte de temas
estrictamente teológicos de la vida cristiana, han encontrado cabida temas como el deporte, el paro, el 11 de septiembre, el poder, la intimidad, la medicina, el estrés, el miedo, los refugiados, Internet, etc. Cualquier tema con claro interés humano y pastoral fue llegando a la mesa
del consejo y encontrando formulación sugerente para ayudar a conectar con el ser humano de hoy.
Este estilo de la Teología pastoral de Sal Terrae se mantiene, aunque hoy
la mayoría de los colaboradores y colaboradoras no sean jesuitas. Ojalá
que la revista celebre muchos más aniversarios, los que Dios quiera, y
ojalá siga siendo fiel a lo que le ha dado continuidad. Sal Terrae –como
decía la letra de una seguiriya–: «que nunca vendas manque pases hambre el mantón bordao». Muchas gracias.
3.
K. RAHNER, «La eterna significación de la humanidad de Jesús para nuestra relación con Dios», en Escritos de Teología, t. 3, Taurus, Madrid 1961, 55.
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CONFERENCIA INAUGURAL.
Comunicación de la Iglesia hoy:
las revistas formativas e informativas*
Mons. José Sánchez González**
Fecha de recepción: mayo de 2012
Fecha de aceptación y versión final: julio de 2012
Resumen
El Concilio Vaticano II abordó en su decreto Inter Mirifica el tema de los medios
de comunicación social y la labor y responsabilidad de la Iglesia en el uso de estos
medios. Desde entonces, el magisterio de la Iglesia ha subrayado su preocupación
por los medios, desde una perspectiva positiva, crítica y moralmente responsable.
La eclosión de los modernos medios plantea nuevos retos a la Iglesia, tanto a los
responsables de la evangelización como a los fieles laicos. Entre estos medios, las revistas son un medio tradicional que ha facilitado la acción evangelizadora de la
Iglesia y que, hoy en día, debe plantearse cuál será su futuro.
PALABRAS CLAVE: comunicaciones sociales, libertad de opinión, derecho de
información, sociedad de la información
*
**
Conferencia pronunciada en la Universidad Pontificia Comillas el 1 de junio de
2012.
Obispo emérito de Sigüenza-Guadalajara. <[email protected]>.
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mons. josé sánchez gonzález
Opening Conference.
The Church’s communication today:
formative and informative journals
Abstract
The Second Vatican Council addressed in its Inter Mirifica decree the topic of
social media and the work and responsibility of the Church in their use. The
Magisterium of the Church has since highlighted its concern about the media,
from a positive, critical and morally responsible point of view. The emergence of
modern media poses new challenges to the Church, both to those responsible for
evangelization and to the faithful laity. Among these media, journals have been
a traditional vehicle that has facilitated the evangelizing action of the Church,
and today we must consider what their future will be.
KEY WORDS: social communication, freedom of speech,
right to information, information society
–––––––––––––––
Introducción
He de empezar reconociendo que, después de aceptar mi modesta colaboración a la celebración del presente Congreso con motivo del Centenario de la Revista Sal Terrae por dos razones fundamentales (mi gratitud
a la Compañía de Jesús y mi reconocimiento por el gran servicio que la
Revista ha prestado durante un siglo y sigue prestando, sobre todo a los
sacerdotes en su acción pastoral), al ver mi nombre escrito nada menos
que junto al epígrafe «Conferencia inaugural», me entró una mezcla de
miedo y de pudor, por considerar un atrevimiento o una osadía el ocupar
un espacio que considero reservado a especialistas o profesores de Teología Pastoral o de Medios de Comunicación Social. Pero después he pensado que quienes me invitaron no lo hicieron por esperar de mí una lección de especialista, ni en Teología Pastoral ni en Medios de Comunicación Social, pues deben saber que no he cursado ninguna de estas dos carreras ni he regentado una cátedra sobre estas materias. He pensado que
esperarán de mí, más bien, una reflexión y unas impresiones sobre la comunicación en la Iglesia hoy y sobre la importancia de las revistas.
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conferencia inaugural
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Comenzaré con unas pinceladas sobre la historia de los medios modernos en el magisterio de la Iglesia. Pasaré después a describir a grandes rasgos la situación de la Iglesia en España en los últimos tiempos. Haré una
breve referencia a las revistas en la Pastoral de la Iglesia. Terminaré con
unas sencillas recomendaciones o deseos.
1. Breve reseña histórica del magisterio de la Iglesia
sobre los modernos medios de comunicación
Doy por supuesto que la Iglesia, por la necesidad de comunicar su mensaje, se ha servido, desde el principio de su existencia, de los medios de
comunicación de su época. Pero quiero fijarme solamente, aunque sea
con brevedad, en los modernos medios de comunicación, como prensa
escrita, radio, televisión, Internet y novísimos medios.
Desde que apareció la imprenta, la Iglesia utilizó este magnífico medio
para multiplicar y facilitar su tarea docente, educativa y pastoral. Cuando van apareciendo los modernos medios de comunicación de masas, como la prensa escrita, después la radio, el cine la televisión, etc., la Iglesia
se hace presente en ellos y crea sus propios medios, con mayor o menor
importancia, efecto o fortuna.
Podríamos poner cantidad de ejemplos de reacción rápida por parte de
la Iglesia o de determinadas personas o instituciones de la misma. En esto, generalmente las instituciones de la vida consagrada, y de modo significativo la Compañía de Jesús, actuaron con más prontitud en el uso
de los nuevos medios. Considero también que la Santa Sede ha solido r
eaccionar positivamente, creando sus propios medios y animando a la
creación de otros, a hacerse presente en los ajenos y al uso correcto de los
mismos.
A veces, por parte de algunas personas se da una especie de recelo ante
lo novedoso y una apreciación demasiado negativa de los posibles peligros que los modernos medios entrañan, para lo que determinados medios o protagonistas de los mismos dan motivos por su actitud negativa
u hostil ante la Iglesia, la fe o la religión.
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mons. josé sánchez gonzález
El Decreto «Inter Mirifica» del Concilio Vaticano II
Se puede decir con verdad que la aprobación y promulgación del Decreto Inter Mirifica del Concilio Vaticano II marca un antes y un después
en la valoración y uso de los medios de comunicación en la Iglesia.
Entre las intervenciones más relevantes antes del Concilio, hay que destacar la del Papa Pío XII con el documento Miranda prorsus1 (1957), así
como, después del Concilio, la de Pablo VI, con la Evangelii nuntiandi,
y Juan Pablo II, con su encíclica Redemptoris missio.
Para muchos fue una sorpresa que la Iglesia incluyera entre los principales temas a tratar en el Concilio Vaticano II los medios de comunicación.
Nada extraño, por otra parte, en un Concilio, el Vaticano II, en el que
por primera vez en la historia de los concilios los medios de comunicación social estuvieron tan presentes y jugaron un papel tan importante
que, gracias a ellos, el Concilio no solamente fue una asamblea mundial
católica, sino también un acontecimiento social y de la opinión pública
mundial. Pero, paradójicamente, en el mismo Concilio el tema de los
medios de comunicación social no parecía estar en la estimación de todos los padres conciliares a la altura en que estaba el fenómeno de las comunicaciones como tal.
Ya el 5 de junio de 1960, en el proceso de preparación del Concilio se
crea un Secretariado de la prensa y del espectáculo, que preside el Arzobispo Martin John O’Connor, Rector del Colegio Norteamericano en Roma y Presidente de la Comisión Pontificia para Cine, Radio y Televisión.
Siguiendo las indicaciones recibidas, el Secretariado preparó un esquema
que fue presentado al final de la primera sesión del Concilio, el 23 de noviembre de 1962. Constaba de cuatro partes y 144 párrafos.
Conviene hacer notar que se pidió introducir este tema de las comunicaciones sociales como algo más ligero de digerir por los padres conci-
1.
PÍO XII, Miranda prorsus, 8 de septiembre de 1957: «hay también otra razón por
la cual la Iglesia muestra un interés especial por los medios de difusión: porque ella
misma, más que ningún otro, ha de transmitir a los hombres un mensaje universal
de salvación».
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liares después de los largos y acalorados debates a que habían dado lugar
los esquemas sobre la Liturgia y sobre las Fuentes de la Revelación. Parece que no hubo gran entusiasmo: faltaron varios padres conciliares, no
hubo muchas intervenciones, se llegó a proponer que se dejase este tema, por ser menos relevante, para una instrucción pastoral posterior al
Concilio. Finalmente, se aprobó como documento base, pero con el encargo a los responsables de reducirlo sensiblemente.
En el transcurso de la segunda sesión del Concilio, en el mes de noviembre de 1963, los responsables de la marcha del Concilio se dieron
cuenta del problema que podía suponer ante la opinión pública el que
pudiera terminar esta segunda sesión sin que se aprobara y publicara otra
constitución de las previstas que no fuera la de la Liturgia. Por lo cual
quisieron compensar esta pobreza de publicaciones introduciendo, casi
por sorpresa, el esquema sobre medios de comunicación social, tratado
ya en la primera sesión. Pero notablemente reducido: de 40 páginas a 9,
y de 114 párrafos a 24. Se habían incluido algunas enmiendas solicitadas en la sesión anterior, como una mayor atención a los seglares a propuesta, entre otros, del Cardenal Tarancón.
El documento fue considerado por algunos tan pobre que hubo varias propuestas, una de varios representantes de importantes medios de comunicación social, y otra de varios cardenales, pidiendo que se retirase el esquema,
se enriqueciera y volviera al Aula en otro momento. No fueron aprobadas.
Se estudió y se votó definitivamente el 4 de diciembre de 1963, después de
la constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia, y fue promulgado por Pablo VI al día siguiente. El resultado de la votación fue: 2.103
votos, de ellos 1960 positivos y 164 negativos. El menor número de votos
positivos y el mayor de negativos de todos los documentos del Concilio.
Con todo, el mero hecho de que el Concilio Vaticano II aprobase para
ser publicado por el Papa un documento sobre los medios de comunicación social supone un hito importantísimo en la Iglesia, en su relación
con los medios y en la importancia de los mismos en la pastoral, y constituyó el comienzo de una nueva época de una mayor preocupación, valoración, interés, presencia y uso de toda la Iglesia en relación con los
medios de comunicación y con las comunicaciones sociales.
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No voy a entrar en un análisis pormenorizado del decreto Inter Mirifica.
Resumiendo, diré que en él la Iglesia valora, acoge, fomenta, usa e invita a usar los MCS, constata su utilidad para la evangelización, advierte
de sus riesgos y peligros e insiste en los derechos de la Iglesia a la información, al uso de los medios y a poseer medios propios. E insiste también en el derecho de las personas a una veraz y correcta información y
al uso de los medios, en la necesidad del respeto a las normas morales en
la confección y uso de los medios, en la responsabilidad de todos los relacionados con los medios: empresarios, autores, profesionales, usuarios,
padres, autoridades, etc.
En la segunda parte se centra en el servicio de los medios para la pastoral, anima a los cristianos –obispos, sacerdotes, personas consagradas, seglares– a implicarse en ellos, en su creación, participación y uso correctos; a la formación para los medios y para su uso; a crear organismos en
las diócesis y episcopados. Se crea una jornada especial, la única que crea
el Concilio, para sensibilizar en la importancia y papel de los MCS, para orar por las personas implicadas en ellos y para ayudar económicamente. Se anuncia una instrucción pastoral para aplicar las normas y
principios del decreto conciliar.
Efectivamente, el Papa Pablo VI promulgaba el 17 de Mayo de 1971 la
constitución pastoral Communio et progressio, respondiendo al mandato
conciliar en el decreto Inter Mirifica. En ella se desarrollan y se señalan
caminos a obispos sacerdotes, personas consagradas y fieles cristianos laicos para poner en práctica los principios y normas del decreto conciliar.
La Iglesia contempla a Cristo como un verdadero comunicador. Se reafirma en su visión y valoración positiva de los MCS, como «dones de
Dios» y ve en ellos grandes posibilidades para llegar a la comunión, deseada por Dios, de los hombres con Él y de los propios hombres entre sí
y para fomentar y colaborar en el verdadero progreso o desarrollo –cultural, económico, espiritual, religioso– de personas, grupos y pueblos. Al
mismo tiempo, no deja de ver los riesgos y peligros de los medios cuando se utilizan mal. Insiste en la necesidad, por una parte, de la formación
de comunicadores, responsables y usuarios de los medios y, por otra, de
la presencia de la ética y la moral en la creación y uso de los medios y en
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la responsabilidad de todos. Dedica un amplio espacio a la opinión pública y establece los límites de la publicidad y la propaganda.
Defiende la libertad de opinión y de expresión y el derecho de todos a
estar correctamente informados. Valora los medios en su función de educar, servir a la cultura y al ocio. Señala, en general y en particular, la misión y el papel de la Iglesia y de los católicos en diversos medios, con su
oración, su interés, su ayuda y su implicación y compromiso como buenos profesionales o usuarios, convencidos de que, sirviendo a los medios,
sirven también a la causa del Evangelio. Resalta la importancia del testimonio. Desciende a señalar a las diócesis y a los episcopados de las naciones la obligación de responder a la demanda de las actuales comunicaciones sociales con las correspondientes estructuras y con el personal
adecuado y bien formado.
Tengo la impresión de que este importante y programático documento
no ha sido suficientemente conocido, estudiado y, menos aún, aplicado.
Tal vez fuera también esa la impresión del Consejo Pontificio para las
Comunicaciones Sociales cuando, el 22 de febrero de 1992, con motivo
de cumplirse los veinticinco años de la publicación de la Constitución
Pastoral Communio et progressio, publicó la exhortación pastoral Aetatis
novae. Ante el creciente desarrollo de los medios de comunicación, la
presencia de nuevos medios y su influjo en los comportamientos individuales, familiares y sociales, el Consejo Pontificio, en el espíritu de la
constitución pastoral Communio et progressio, publica la mencionada exhortación pastoral como reflexión sobre dicha constitución en el nuevo
contexto, con los nuevos lenguajes y las nuevas dificultades, que plantean también nuevas posibilidades.
Recojo una cita muy socorrida de la exhortación que define con bastante exactitud la nueva situación creada por el fenómeno actual de las comunicaciones: «El cambio que hoy se ha producido en las comunicaciones supone, más que una simple revolución técnica, la completa transformación de aquello a través de lo cual la humanidad capta el mundo
que le rodea y que la percepción verifica y expresa. El constante ofrecimiento de imágenes e ideas, así como su rápida transmisión, realizada de
un continente a otro, tienen consecuencias, positivas y negativas al misSal Terrae | 100 (2012) 699-717
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mo tiempo, sobre el desarrollo psicológico, moral y social de las personas,
la estructura y el funcionamiento de las sociedades, el intercambio de una
cultura con otra, la percepción y la transmisión de los valores, las ideas del
mundo, las ideologías y las convicciones religiosas. La revolución de las comunicaciones afecta incluso a la percepción que se puede tener de la Iglesia y contribuye a formar sus propias estructuras y funcionamiento. Todo
esto tiene importantes consecuencias pastorales» (Aetatis novae, 4).
Insiste en la visión positiva de los medios como don de Dios; tiene ante
ellos una actitud positiva y abierta, a la vez que crítica; concibe las comunicaciones sociales como un servicio y advierte de su abuso como instrumentos para el exclusivo beneficio o para el dominio del mercado o
de la influencia política. Hace referencia a la contribución de los medios
a la comunión, al progreso –resaltado en Communio et progressio– y al
diálogo.
Hace notar que los medios no solo son medios para anunciar el mensaje, sino que tienen la misión de integrar el mensaje en la nueva cultura.
Es lo que se ha dicho de «evangelizar la cultura». Recoge la feliz expresión de Pablo VI en Evangelii Nuntiandi: Ciertamente, «la Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la
inteligencia humana perfecciona cada vez más.» (Pablo VI, Evangelii
nuntiandi, 45, en AAS LXVIII [1976], p. 35).
Como servicio de la Iglesia a los medios de comunicación social, le ofrece criterios morales de respeto a la verdad, a la libertad, a la dignidad de
la persona, al derecho a la información, así como el servicio de los cristianos a los medios y en los medios, con la exigencia a estos de una buena formación, teniendo presente que no solo ejercen una profesión y que
han de hacerlo con competencia, sino que actúan siempre como testigos
de Jesucristo.
Desciende la instrucción pastoral Aetatis novae a ofrecer los elementos, el
método y las directrices para un plan pastoral sobre la comunicación en
las diócesis y en las conferencias episcopales.
Además de estos tres documentos, que son básicos en la historia del
servicio de la Iglesia –Concilio y Santa Sede– a las comunicaciones,
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hay otros numerosos documentos del Papa, del Pontificio Consejo y de
diferentes episcopados y obispos. Importantes son también los mensajes del Papa con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales.
Termino este apartado haciendo referencia a tres momentos que considero significativos en la evolución del pensamiento y de la pastoral de las
comunicaciones por parte de los papas.
Si ya en la constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano
II se hacía referencia a las comunicaciones sociales como uno de los signos de nuestro tiempo (cf. Gaudium et Spes, 6) la encíclica Redemptoris
missio, al hablar de los nuevos areópagos de la evangelización, en el sentido de «símbolo de los nuevos ambientes donde debe proclamarse el
Evangelio», señala los modernos medios de comunicación social como
uno de los más importantes (cf. Redemptoris missio, 37). Finalmente, el
documento Lineamenta para la preparación de la próxima Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre La nueva evangelización para la
transmisión de la fe católica, al hablar de los «nuevos escenarios» surgidos
en los últimos tiempos «para habitarlos y transformarlos en lugares de
testimonio y de anuncio del Evangelio», señala como uno de los más importantes los medios de comunicación social (cf. Lineamenta, 6).
2. La Iglesia en España y los MCS
Vaya por delante mi admiración y reconocimiento a las personas e instituciones que en España han vivido la tensión de los medios de comunicación social y han puesto todo su empeño, trabajo y recursos en la puesta en marcha, cultivo y desarrollo de estos valiosos instrumentos para la
pastoral, para la cultura y para la educación.
Cito solamente, en representación de otros muchos, al P. Ángel Ayala
Alarco, SJ (1867-1960) y al Cardenal D. Ángel Herrera Oria (18861968) en el pasado siglo; y, entre los que aún viven, a Mons. Antonio
Montero, Arzobispo emérito de Mérida-Badajoz.
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Sería interminable la lista de personas católicas –obispos, sacerdotes, personas consagradas, seglares– e instituciones que han dedicado su tiempo,
su saber y sus recursos a promocionar y crear medios de comunicación y
a trabajar en ellos o en la pastoral de los mismos.
El balance con respecto a la aplicación de la doctrina conciliar sobre las comunicaciones sociales en el mundo eclesial puede considerarse positivo.
Destaca el esfuerzo en el campo de la formación y la educación, con la
creación, por ejemplo, de Facultades de la Iglesia sobre Comunicación2,
para formar periodistas o comunicadores con un recto sentido moral.
Importante ha sido también, tal como lo quería precisamente el decreto
conciliar Inter Mirifica, la puesta en marcha de estructuras organizativas
destinadas a la pastoral de las comunicaciones sociales tanto en las conferencias episcopales como en la mayoría de las diócesis. En ellas colaboran numerosos profesionales cada vez más cualificados, lo que ha redundado en una mejor comunicación por parte de la Iglesia (cf. Inter
Mirifica, 3)
En otro orden de cosas, considero también que en estas últimas décadas
se han dado pasos para fomentar en los profesionales cristianos de la comunicación la toma de conciencia de que la realización competente de
esta tarea ha de ser para ellos una forma eminente de realizar su vocación
y apostolado cristiano, ya sea de forma personal o asociada.
Con todo, creo que se puede afirmar que nuestra Iglesia en España no
ha estado interesada e implicada en los MCS en la medida que la importancia de los mismos requiere. Desde luego, se constata una notable
diferencia en el empeño y los recursos humanos y materiales dedicados
a los medios y a la pastoral de los mismos, comparados con los dedicados a otros aspectos, también sin duda muy importantes, de la acción
evangelizadora de la Iglesia. Un dato significativo es el escaso número de
2.
Universidad de Navarra, Universidad Pontificia de Salamanca, Universidad San
Pablo-CEU (Madrid), Universidad Francisco de Vitoria (Madrid), Universidad
Ramon Llull (Barcelona), Universidad Cardenal Herrera Oria-CEU (Valencia),
Universidad Católica S. Antonio de Murcia y Universidad de Deusto (San
Sebastián).
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sacerdotes y de personas consagradas destinados a formarse en la acción
y en la pastoral de los medios, comparados con los que han realizado estudios superiores en otras materias.
Por sectores de la pastoral de los medios, la presencia de la misma en los
medios escritos, periódicos y revistas es superabundante, aunque muy
dispersa. Comenzando por la prensa escrita, se habla de las aproximadamente 1.000 revistas de la Iglesia; pero pocas con prestigio universal. De
especial importancia fue el lugar que ocupó en la Conferencia Episcopal
en los años ochenta el intento, al final fallido, de encontrar una solución
para EDICA, con el periódico diario YA como buque insignia. Al final,
fracasó por causas que sería muy complicado examinar en el espacio de
esta mi intervención.
En el campo radiofónico, hay que destacar la existencia de la Cadena COPE, hoy con la Conferencia Episcopal como socio mayoritario, que también ha sufrido una serie de vicisitudes que han hecho plantearse a algunos si es la mejor solución el que la Conferencia Episcopal sea la propietaria de un medio comercial. Con todo, se ha optado por esta fórmula, con sus ventajas e inconvenientes. La Cadena COPE es, sin duda,
una iniciativa laudable y meritoria, con todos sus defectos y limitaciones.
Es el único medio de comunicación de la Iglesia en España con capacidad de incidir en la opinión pública.
En televisión ha habido varios intentos que no han cuajado. Ahora está
dando sus primeros pasos el Canal 13TV, con la mayoría de las acciones
por parte de la Conferencia Episcopal Española. Fórmula discutible, pero por la que en este momento se ha optado.
La presencia y responsabilidad de la Iglesia en el cine se puede calificar
de muy modesta. Con respecto a los modernísimos medios, la presencia
es muy desigual por edades; pero, desde luego, poco influyente.
Tratando de los medios de comunicación, surge siempre la pregunta de
si es lo más conveniente el que la Iglesia, como institución, tenga medios
comerciales o generalistas, que necesariamente tendrán una implicación
económica, a veces política y siempre en competencia con otros medios
similares. Suele darse la respuesta de que el ideal sería la presencia con
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competencia profesional en los medios que no son propiedad de la Iglesia, aunque no se puede excluir el derecho, a veces la obligación, de que
la Iglesia tenga medios propios de diversa naturaleza. Sabemos, por otra
parte, que no es fácil mantener la libertad y la independencia en medios
ajenos, sobre todo en momentos de fuerte ideologización y politización.
Reconociendo todas estas realidades, echo de menos una mayor inserción apostólica de los profesionales cristianos en los medios civiles y en
las grandes estructuras de la comunicación, así como la notable ausencia
de una pastoral adecuada con los profesionales de la comunicación –empresarios, comunicadores...– y con los usuarios de los medios.
Creo que puede considerarse importante la evolución y desarrollo de la
comunicación por parte de la Conferencia Episcopal, gracias a la labor
de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social, que ha
impulsado y acompañado el desarrollo y formación de la pastoral de las
comunicaciones en la propia Conferencia Episcopal y en las diócesis, respetando siempre la competencia de estas. Por ejemplo, en el rejuvenecimiento, la especialización y la pluralidad –sacerdotes, personas consagradas, seglares– de las personas responsables y colaboradoras en la pastoral de los medios, en la renovación y dotación de los servicios diocesanos o en la formación en la pastoral de las comunicaciones.
No se ha desarrollado suficientemente la comunicación institucional de
la Conferencia Episcopal ni se ha logrado siempre la sintonía entre la
pastoral de los medios, encomendada en principio a la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social y la Portavocía e Información
de la Conferencia Episcopal, responsabilidad de la Secretaría General..
Por otra parte, y a pesar del empeño de algunos obispos en que la pastoral de los medios ocupe un lugar destacado en la preocupación y trabajo de los propios obispos, ese empeño no ha surtido el efecto deseado.
Aunque el tema ha sido tratado varias veces en Asamblea Plenaria, no se
ha llegado a la elaboración y publicación de un documento de dicha
Asamblea sobre la pastoral de la comunicación o de un plan pastoral de
la comunicación. En las diócesis han mejorado los servicios; pero la pastoral de los medios ocupa, en general, un lugar modesto en el organigrama de las diócesis.
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3. Las Revistas en la Pastoral de la Iglesia
Como apuntaba antes, es muy significativa la pluralidad y variedad de
revistas en la Iglesia en España. Se habla de unas mil. Desde luego, pocas pueden contar con el palmarés de cien años de existencia como Sal
Terrae. Por eso, y por el bien que ha hecho y que me consta que sigue
haciendo, bien merece que se celebre un congreso para honrar a quienes
la crearon y a quienes han trabajado y siguen trabajando en ella.
Me consta que ha sido y sigue siendo valorada y utilizada, hoy quizá menos que en otros tiempos, por la pluralidad de otros medios similares y
la mayor facilidad para acceder a ellos. Más de un sacerdote me ha dicho, cuando he informado de que estaba comprometido con esta actuación, que la revista Sal Terrae ha sido para él muy útil en el campo de la
pastoral. Alguno me ha dicho que colaboró en la misma.
Solamente aportaré dos ideas en relación con la importancia de las revistas para la pastoral. Ambas, fundamentadas en sendas opiniones ajenas. La primera se la oí, en mis tiempos de estudiante, a un profesor que
nos decía: «Si quieren estar al día en cualquier tema que traten, estudien,
o sobre el que han de escribir, tienen que acudir a las revistas especializadas en la materia, porque en ellas viene lo último que hay sobre el tema antes de que se publique en los libros». Considero que este criterio
vale también para la pastoral.
La segunda idea se la oí a un obispo mayor que yo en una reunión de
obispos. Nos lamentábamos todos en general de la dificultad de encontrar tiempo para leer. Él, con la sabiduría y la experiencia de los años, nos
dijo: «La causa de sus lamentos, y de su posible frustración en el deseo
de seguir leyendo, viene de que se empeñan en leer libros gordos. No le
es fácil a un obispo encontrar tiempo para leer libros gordos. Seleccionen ustedes artículos de revistas, capítulos de libros, libros más pequeños...». Efectivamente, las revistas nos ofrecen la posibilidad de informarnos, con brevedad y profundidad a la vez, sobre un tema concreto, o
de recibir una valiosa ayuda para ver por dónde va el pensamiento, la
praxis, las opiniones sobre un asunto determinado.
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La pregunta que hoy nos hacemos muchos es si ya en el presente y, desde luego, en el futuro, la revista en papel seguirá ocupando el importante puesto que le ha correspondido en la pastoral en tiempos anteriores o
en las personas de nuestra generación, educadas en la lectura, antes del
gran desarrollo de los medios audiovisuales, Internet, etc. Ciertamente,
todas las publicaciones en papel han optado también por su publicación
en los formatos de los novísimos medios. Algunos te dicen que si no bajan la información de la pantalla y la ponen en papel, no les satisface. Pero yo creo que las actuales y futuras generaciones se servirán más de las
pantallas –la grande de la televisión o del ordenador, o bien la pequeña
del teléfono móvil y dispositivos similares. La pregunta es si con este método, sometido a las prisas, a la inconsistencia de lo efímero, de lo provisional, de lo fragmentario, del «cortar y pegar», se puede dejar el poso
de la lectura reposada y en silencio, sin otro ruido ni distracción, propio
de la lectura del artículo de una revista. Quede ahí la pregunta.
4. Algunas recomendaciones o deseos
4.1. La primera recomendación que quiero hacer es que tomemos conciencia y saquemos las consecuencias de algo que todos decimos: que vivimos en la llamada sociedad de la información, aunque, por otro lado,
no hay unanimidad a la hora de definirla, salvo para señalar el papel predominante que en ella tienen el conocimiento y los medios de comunicación. Según algunos documentos de la Unión Europea, «participar en
la sociedad de la información significa demostrar una mayor creatividad,
comunicar más rápidamente, avanzar nuevas ideas y aprender a formarse de una manera permanente»3.
4.2. La segunda recomendación la hago transcribiendo, sin más comentario, las palabras del Beato Juan Pablo II, que, en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 1999, reconocía en la
3.
Comisión de las Comunidades Europeas, Comunicación de la Comisión sobre la
Sociedad de la Información: las nuevas prioridades surgidas entre Corfú y Dublín,
Bruselas, 24-VII-96, 395 final, p. 7.
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búsqueda de la verdad, algo tan propio del hombre, «la influencia excepcional de los medios en la cultura contemporánea y, por lo tanto, la
especial responsabilidad de los medios para atestiguar la verdad sobre la
vida, sobre la dignidad humana, sobre el verdadero sentido de nuestra libertad y mutua interdependencia. En la trayectoria de la búsqueda humana, la Iglesia desea la amistad con estos medios, consciente de que toda forma de cooperación será para bien de todos»4.
4.3. La tercera es una referencia a dos textos, uno de Juan Pablo II y otro
de Pablo VI. «Es obvio –reconocía Juan Pablo II en su mensaje del año
2000– que las circunstancias han cambiado profundamente en dos milenios. Y, sin embargo, permanece inalterable la necesidad de anunciar a
Cristo»5. De ahí que «la Iglesia se sentiría culpable ante el Señor, decía Pablo VI, si no utilizara estos poderosos medios» (Evangelii nuntiandi, 45)6.
4.4. Tenemos un nuevo escenario –una sociedad más secularizada, más
plural, más tecnificada, con mayor relativismo– para la misión evangelizadora de siempre. La cuestión se dirime ahora en cómo adquirir no solo nuevo ardor, sino también nuevos métodos y, sobre todo, nuevos lenguajes para la nueva evangelización en esta sociedad de la información.
4.5. En sintonía con la preocupación de los papas Pablo VI, Juan Pablo
II y el actual Benedicto XVI por la nueva cultura, marcada entre otros
signos por la ruptura, se impone la concepción de la comunicación desde una dimensión cultural, superando así la simple consideración instrumental. «El trabajo en estos medios [...] no tiene solamente el objetivo
de multiplicar el anuncio. Se trata de un hecho más profundo, porque la
evangelización misma de la cultura moderna depende en gran parte de
su influjo [...]. No basta, pues, usarlos para difundir el mensaje cristiano
4.
5.
6.
JUAN PABLO II, «Mensaje para la XXXIII Jornada M. de las Comunicaciones
Sociales», 1999.
JUAN PABLO II, «Mensaje para la XXXIV Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales», 2000.
«Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación
para la XXXIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales», EDICE,
Madrid 2000.
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y el Magisterio de la Iglesia, sino que conviene integrar el mensaje
mismo en esta “nueva cultura” creada por la comunicación moderna»
(Redemptoris missio, 37)
4.6. Esta situación reclama para la presencia de la Iglesia en los medios
la necesidad de practicar la pastoral del pensamiento, la de ser generadora
de sentido. A través de los medios, la Iglesia tiene que ayudar al hombre
y a la mujer de hoy a responder a las preguntas que siguen haciéndose,
como: ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo y a dónde voy?, ¿por qué existe el
mal?, ¿qué hay después de esta vida? (cf. Fides et ratio, 1). A todo esto se
une que la oferta de sentido que ofrece la Iglesia es una propuesta de
ideales, de contenidos, y el mundo de los medios es fundamentalmente
un mundo donde prima lo pragmático, el interés económico, la comercialidad, hasta el punto de que solo tiene cabida un contenido si este es
rentable, si es susceptible de conseguir audiencias numerosas previamente inducidas al consumo, con la consiguiente pérdida del sentido social de la comunicación
4.7. La consideración cultural, especialmente la reflexión sobre la dimensión ética de los medios, es el terreno donde ha de estar la principal
contribución que haga la Iglesia a los medios de comunicación. La Iglesia aporta, como señala también el documento Ética en las comunicaciones sociales, una larga tradición de sabiduría moral, enraizada en la revelación divina y en la reflexión humana. Según esta sabiduría, «los medios
de comunicación social no hacen nada por sí mismos; son únicamente
instrumentos, herramientas que la gente elige usar de uno u otro modo.
Al reflexionar en los medios de comunicación social, debemos afrontar
honradamente la cuestión “más esencial” que plantea el progreso tecnológico: si gracias a él la persona humana se hace de veras mejor, es decir,
más madura espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierta a los demás, particularmente a
los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar
ayuda a todos» (cf. Redemptor hominis, 15)7.
7.
CONSEJO PONTIFICIO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Ética en las
Comunicaciones Sociales, 4-5, Editrice Vaticana, Roma 2000.
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4.8. Otra cuestión es la de los distintos lenguajes usados por la Iglesia y
los medios y que dificultan enormemente la relación entre ambos. La
Iglesia, al menos en su vertiente jerárquica, suele usar fundamentalmente los lenguajes de la liturgia, la catequesis y la teología; mientras que la
comunicación social tiene otros lenguajes muy diferentes que le son
propios, dependiendo, además, de lo específico de cada medio o formato, muchos de ellos desconocidos o inusuales para la Iglesia. Así tenemos que se hablan, pero no se entienden, lo que provoca numerosas
frustraciones. En el terreno de la Iglesia se produce, por ejemplo, una
gran decepción por la escasa y confusa recepción de los documentos
magisteriales por parte de los medios y su consiguiente transmisión a los
fieles. Si a ello unimos los frecuentes contagios de lenguajes de los eclesiásticos, que usan en los medios los propios de la predicación o de la
liturgia, tenemos otra fuente de desengaños, porque además se comprueba la ineficacia de estos lenguajes cuando no son los propios de los
medios con los que, sin traicionar a los contenidos y a la fe, se ha de
transmitir el mensaje.
4.9. Otra aportación importantísima de la Iglesia en el mundo de las comunicaciones sociales es la de la trascendencia. Es deseo de la Iglesia que
los medios sean puestos al servicio de la dimensión religiosa y trascendente del ser humano y que el Evangelio pueda inculturarse en la sociedad de la información. Esta reivindicación nace no solo en virtud del inviolable derecho de la presencia de Dios en lo humano, sino también por
el no menos importante derecho de la persona a vivir su dimensión religiosa, ya que ello es condición de su misma humanidad plena. Los obispos españoles de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación
Social (CEMCS), en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones del año 2000, constataban la ausencia de los contenidos religiosos en los medios de comunicación y pedían que se hiciera un examen de conciencia por parte de los medios: «Salvo excepciones, la religión católica es silenciada en muchos medios, como si esta no formara
parte del vivir cotidiano y de las motivaciones de la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro pueblo, de su cultura y sus manifestaciones festivas. La realidad social que los medios han de reflejar queda así desfigurada, con evidente deterioro de la profesionalidad». El primer reto que
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se nos plantea es favorecer en el mundo de la comunicación una mayor
presencia de Dios y de lo religioso.
4.10. Es preciso también cambiar el talante eclesial con respecto a los
medios. La Iglesia ha de concebir la comunicación social en positivo,
contemplarla más en clave de responsabilidad que de angustia: la voz de
los pastores de la Iglesia, cuando se manifiestan, no ha de ser solo para
condenar los excesos o desviaciones de las comunicaciones sociales, sino
también para proponer iniciativas de una Iglesia que quiere estar presente en ese mundo y dar a conocer adecuadamente, en él y desde él, a
Cristo y su mensaje.
4.11. Uno de los retos importantes en la pastoral de las comunicaciones
sociales es el de insistir en la formación en mass media, necesaria tanto
para los propios pastores como para el resto de los agentes pastorales y,
derivado del mayor protagonismo de los usuarios en la nueva era comunicativa, también para los usuarios, para el público. La responsabilidad
ética no está solo en el terreno de los estados, de las empresas informativas y de los comunicadores o periodistas; lo está también en el público.
La formación de su criterio ético y moral ha de entrar dentro de la tarea
pastoral de la Iglesia, que ha de iluminar a los protagonistas de la cultura mediática con los criterios morales del Evangelio.
4.12. Pienso que el nuevo y complejo fenómeno de la sociedad de la información o sociedad del conocimiento, como síntesis de todos los avances
a los que ha llegado la humanidad en el terreno de las comunicaciones,
es enormemente positivo y contribuye de forma global al progreso y mejora de nuestro mundo.
Hay que hacer esta valoración positiva, sin renunciar a señalar y remediar sus carencias innegables, especialmente las que se refieren al olvido de valores morales esenciales cuando el uso de la comunicación se vuelve entonces contra la dignidad del ser humano, contra la verdad del hombre, fundamentalmente de los más pequeños, como ocurre con la violencia, la pornografía y la manipulación de la verdad, y lo mismo contra el
bien común, con la pérdida del sentido social de la comunicación en aras
del mercantilismo imperante, el cual origina la aparición de «brechas digitales» y comunicativas que relegan al olvido, cuando no al colonialismo
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cultural, a los más pobres y desvalidos del mundo, hasta el punto de hacer
necesario, hoy más que nunca, el advenimiento de un nuevo orden internacional de la información y la instauración –no solo formal, sino real y
con la ayuda de los recursos oportunos– del derecho a la información, que
tan acertadamente proclamó el decreto Inter Mirifica8.
4.13. Pasando al apartado de los buenos deseos o expectativas, pienso
que la mejor aportación que la Iglesia puede hacer para favorecer una comunicación a la medida de la dignidad humana y del bien común es mucho. Esta ayuda eclesial no está tanto en el terreno de la creación de costosas estructuras mediáticas propias –también necesarias, por otra parte,
para hacer presente de forma clara y distinta la voz del Evangelio en el
mundo de hoy, tan saturado de mensajes– cuanto en el terreno formativo, inspirado cristianamente y desplegado en la vida eclesial: desde la acción catequética elemental o la enseñanza religiosa escolar de los más pequeños, hasta la alta formación cualificada de comunicadores en las aulas de los centros superiores universitarios católicos, pasando por la educación en comunicación de los padres de familia, educadores, agentes
pastorales, sacerdotes y obispos. Tendremos así una mejor pastoral de las
comunicaciones sociales y una pastoral más comunicativa.
4.14. La «educomunicación» a la luz de los principios cristianos es una
tarea inexcusable para la comunidad cristiana, aunque sus frutos –que
llegarán– no se perciban con la celeridad con que se operan los cambios
tecnológicos. La Iglesia, Madre y Maestra, experta en humanidad, sabe
que solo cambiando el corazón de las personas puede cambiar la sociedad entera, con la ayuda del Señor.
4.15. Uno de mis deseos o esperanzas sería propiciar no solo la existencia de medios propios confesionales, sino animar también a que los comunicadores y empresarios cristianos desplieguen, sin complejos y con
coherencia, las exigencias de su fe en el ámbito de los medios civiles, en
los que han de ejercer con competencia su trabajo de forma habitual.
Acompañarlos pastoralmente en este empeño ha de ser una de nuestras
más importantes tareas en este campo.
8.
Concilio Vaticano II, Decreto Inter Mirifica, 5.
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El poder sanador
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también dificultar la vida. Anselm Grün nos invita a activar nuestras imágenes interiores verdaderamente sanadoras, porque podemos utilizarlas para sustituir las series de pensamientos negativos por imágenes beneficiosas.
Las imágenes pueden servirnos de señales indicadoras hacia una vida más
consciente y auténtica. Y nos permiten ponernos de acuerdo con nosotros
mismos. Lo que importa es identificarlas y utilizar sus energías sanadoras.
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CIEN AÑOS DE SAL TERRAE*
Manuel Revuelta González, sj**
Fecha de recepción: mayo de 2012
Fecha de aceptación y versión final: julio de 2012
Resumen
La historia de Sal Terrae (ST) se puede dividir en dos grandes períodos, unidos
y al mismo tiempo separados por un tiempo de transición. La línea divisoria es,
en este caso, el Concilio Vaticano II (1962-1965), que ha marcado un antes y
un después en la vida de la Iglesia. Para esta revista el Concilio ha supuesto también un antes y un después. Se puede hablar de una ST tradicional y una ST
renovada. Tendríamos una misma revista con dos épocas que tienen sus parecidos y sus diferencias.
PALABRAS CLAVE: Teología Pastoral, Prensa católica, Compañía de Jesús,
Vaticano II.
*
**
Conferencia pronunciada en el Seminario «Monte Corbán» (Santander) el 12 de
mayo de 2012, en el marco de los actos conmemorativos del centenario de la Revista Sal Terrae.
Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas. Madrid.
<[email protected]>.
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manuel revuelta gonzález, sj
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One hundred years of Sal Terrae
Abstract
The story of Sal Terrae (ST) can be divided into two periods, which came
together and apart during a period of transition. In this case, the pivotal event
was the Second Vatican Council (1962-1965), which has been a turning point
in the life of the Church. According to this journal, the Council has also been a
turning point. We can speak of a traditional ST and a renewed ST. We would
have the same journal but in two different periods, yet with similarities and
distinctive features.
KEY WORDS: Pastoral Theology, Catholic press, Society of Jesus, Second
Vatican Council
–––––––––––––––
Una revista que cumple cien años es un monumento cultural. El contenido es tan rico que podría dar materia para más de una tesis doctoral.
Cien años son muchos años. Querer trazar el panorama histórico de una
revista centenaria en breve espacio es una temeridad. Un recurso para salir del paso es hacer periodizaciones que ayuden a comprender y diferenciar los tiempos. La revista es como una ciudad unida y separada por
un río que, en este caso, es el Concilio Vaticano II.
I. LA ST TRADICIONAL (1912-1962)
1. Caracteres generales de ST en este período tradicional
Desde su fundación en 1912 hasta la apertura del Concilio en 1962 transcurre medio siglo, en el que la revista conserva unos rasgos peculiares.
a) Lectores y autores. Los definía el subtítulo de ST desde el primer número: Revista mensual para sacerdotes, dirigida por los Padres de la Compañía de Jesús. Lectores sacerdotes y autores jesuitas, la mayor parte profesores de Comillas. Por eso la espiritualidad jesuítica recibirá una atención preferente.
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cien años de sal terrae
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b) Una pastoral fundamentalmente práctica. En los primeros cincuenta
años, la revista se ocupaba sobre todo de la «praxis» del ministerio sacerdotal. Sus secciones principales eran la predicación y las consultas. Lo
que sobre todo necesitaban aquellos curas eran formularios para los sermones y homilías y orientaciones para la catequesis de los niños. Por eso,
desde el principio, la sección más extensa era la dedicada a la predicación, a la que muy pronto añadió el P. Vilariño los preciosos «puntos de
catecismo». Tan importante era la publicación de los sermones que, desde 1953, por iniciativa del P. Saturnino Junquera, empezaron a colocarse al final de cada número con paginación propia. Poco después, desde
marzo de 1954, la revista, sin cambiar de título, ofrecía una parte teórica (mensual) y una parte práctica (cuatrimestral). De este modo quedaba preparada la aparición de las dos revistas independientes, que se realizará años más tarde.
Después de los sermones eran especialmente valoradas las consultas para
el buen ejercicio del culto y de los sacramentos y para la solución correcta de casos de moral, liturgia, gobierno de parroquias y dirección espiritual. Estas consultas se convertirán en una de las aportaciones más
apreciadas a partir de 1919, cuando el P. Eduardo Fernández Regatillo
(1882-1975) contestaba a las preguntas de los curas con respuestas llenas de sabiduría y humanidad. El P. Regatillo se volcó en ST durante toda su vida. En 1971 –cuando llevaba más de 50 años enseñando y escribiendo–, él mismo calculaba que había respondido a unas 40.000 consultas, de las que unas 5.000 fueron publicadas en ST1.
Otra sección importante era la que divulgaba normas eclesiásticas, pastorales de obispos y encíclicas. Al principio se titulaba «documentos». La
revista se esmeraba sobre todo en la publicación y comentarios de las
grandes encíclicas, con sus contrastes. En 1938, por ejemplo, no solo publicó la Divini Redemptoris, contra el comunismo, sino también la Mit
brennender Sorge, contra el nacionalsocialismo alemán. Y en tiempos
de Pío XII la revista daba cuenta del aperturismo bíblico de la Divino
1.
En 1973 se le dedicó un número extraordinario: ST 61 (1973, nº 7,
agosto-septiembre).
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afflante spiritu (1943), al igual que de las cautelas teológicas de la
Humani generis (1950)2.
A pesar del predominio de la praxis, nunca faltó en la revista una sección
doctrinal. En los primeros años, bajo el título de «pastoral», se incluían
en esta sección los artículos de temas teológicos, bíblicos, devocionales o
espirituales, de estilo académico, aunque siempre con aplicaciones a la
acción pastoral. Solían añadirse noticias relacionadas con los intereses católicos o el movimiento social cristiano.
Lo que nunca faltó fue la bibliografía. En el índice de 30 años (1931-1960)
aparecen unos 3.500 libros recensionados en ese período. Puede calcularse
que en sus cien años la revista ha publicado unas 10.000 recensiones.
c) Las tendencias ideológicas tradicionales. Todavía cuando nació la revista, no se habían disipado las tendencias integristas ni en la Iglesia ni en
la Compañía de Jesús. En su primer medio siglo, ST aparece como una
revista demasiado encerrada en el mundo clerical y escrupulosamente
ajustada a las orientaciones de las jerarquías eclesiásticas, sin el menor
asomo de crítica.
2. Tres etapas en los primeros cincuenta años
La historia de la ST tradicional puede dividirse en tres etapas.
1ª La fundación en 1912 y los primeros veinte años hasta la II República.
La revista nace en un momento eclesial difícil y esperanzado3. Eran años
de efervescencia política y religiosa: fundación de la ACNP y de la CNT,
asesinato de Canalejas, expansión de sindicatos agrarios y ley del candado, campañas anticlericales y movilizaciones católicas. Un gran fundador, el P. Remigio Vilariño, ideó la revista como un complemento del
2.
3.
Texto de la encíclica: ST 38 (1950), 684-696. J. ALFARO, «Síntesis doctrinal», Ibid.,
697-702.
M. REVUELTA GONZÁLEZ, «Origen y afianzamiento de la revista Sal Terrae»: ST 99
(2011), 63-74.
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Mensajero del Corazón de Jesús, con una finalidad muy concreta: atender
a los buenos curas rurales, aislados de los centros de espiritualidad y de
cultura. Una revista barata, legible, que les facilitara las homilías y sermones, que les resolviera las dudas y les pusiera al corriente de lo que pasaba en la Iglesia, en España, en el mundo. Fue un éxito rotundo: a los
seis meses (junio 1912) contaba ya con 8.000 suscripciones. La revista
quedó vinculada desde 1919 a la Universidad Pontificia Comillas. Con
ello quedaba garantizada la calidad y la continuidad. La primera generación del profesorado de Comillas encontró en la revista una gran oportunidad para exponer sus saberes. Cada profesor solía brindar en estos
artículos los mejores frutos de su especialidad. Artículos mariológicos (P.
Nazario Pérez), ministerios sacerdotales (P. Marcelino García), parábolas
(P. Sainz), ejercicios y espiritualidad ignaciana (P. Olegario Corral).
2ª Siete años de inquietudes durante la II República (1931-1938). La revista acusó el mordiente de la República, situándose a la defensiva. Desde agosto de 1931 la revista fue informando a sus lectores sobre la legislación laicista del nuevo régimen y las vehementes respuestas de los obispos: la libertad de cultos, la separación Iglesia-Estado, la supresión de la
Compañía de Jesús, la secularización de cementerios, el divorcio, la escuela laica, el matrimonio civil, la ley de congregaciones religiosas, los
haberes del clero, etc. Se puede suponer la alarma de los lectores de ST
ante una Iglesia acosada que perdía sus privilegios. Otra novedad de la
revista en aquellos años fue la réplica a los ataques anticlericales. Entre
agosto y diciembre de 1934 la revista publicó, con el título de Espigaduras, unas crónicas anónimas en las que se criticaba la política anticlerical
y los desmanes contra la religión, especialmente durante la revolución de
Asturias. La revista reacciona, en los meses del triunfo del Frente Popular, con unos artículos en defensa de la acción social católica y en refutación del socialismo y del comunismo. Fue una reacción valiente, pero
tardía. El artículo que publicó sobre estos temas el P. Feliz quedó interrumpido en agosto de 1936. Santander quedó bajo el control de los republicanos. El seminario de Comillas fue ocupado y desalojado. Entre
los ocho jesuitas mártires, uno de ellos, el P. Olegario Corral, había sido
uno de los puntales de la revista. ST deja de publicarse durante un año
y cuatro meses, hasta que reaparece en enero de 1938
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3ª Los años del continuismo franquista. Fueron tiempos de postguerra,
de patriotismo y devoción bajo el pontificado de Pío XII. La revista recupera el espíritu de continuidad serena que había tenido antes de la
guerra y lo mantiene a lo largo de los años 40, 50 y parte de los 60. Comienza a escribir la segunda generación de profesores comilleses. A los
escritores ya veteranos, como los padres Regatillo, Abad y Páramo, se
unen las plumas de hombres incansables, como los padres Salaverri, Reino, Santos, José Alonso, Schökel, Martínez Balirach, Lodos, Muñoz, Ireneo González, Cuesta, González Caminero, etc.
Se mantienen en estos años las tendencias tradicionales, tanto políticas
como religiosas, antes señaladas. Los artículos doctrinales de la revista se
dedican con preferencia a las devociones clásicas y al sacerdocio. Las
principales alarmas se disparan ante la amenaza comunista y ante los
avances de la nueva teología4. El fervor eclesial se manifiesta en la devoción al Papa y en la propaganda de las grandes celebraciones, como el
año santo de 1950, el congreso eucarístico internacional de Barcelona en
1952, el año mariano de 1954 y el ignaciano de 1956.
La admiración por Pío XII se corona con el número especial que le dedican a su muerte5. El fervor patriótico y religioso culmina en el Concordato de 1953, «obra gloriosa que debe llenar de satisfacción a todos
los buenos españoles», como decía el P. Regatillo en el artículo que escribió con ese motivo6. La revista publicó entonces el largo mensaje de
Franco (24 octubre de 1953) ratificando el Concordato. Y añadía este
comentario: «No sabemos si estadista alguno, no ya de los tiempos actuales, pero ni de los siglos pasados, se expresó nunca en sentido tan auténticamente católico»7.
4.
5.
6.
7.
J. SALAVERRI, «El problema de la Nueva Teología»: ST 38 (1950), 143-151.
Cf. nota 2.
ST 46 (1958, nº 12, diciembre).
E.F. REGATILLO, «El Nuevo Concordato entre la Santa Sede y España»: ST 41
(1953), 589.
«Mensaje del Caudillo para la ratificación del Concordato»:
ST 41 (1953), 718-732.
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Al final de este período se tomó una decisión importante para el futuro
de la revista: la publicación de los sermones y catequesis en dos nuevas
revistas: Catequética y Homilética (1961). Con ello Sal Terrae se centrará
en los temas pastorales desde perspectivas de mayor calado ideológico y
cultural.
En 1959, Juan XXIII anunció la convocatoria del Concilio. A la revista le
faltó tiempo para secundar la idea del Papa8. Pero el Concilio era todavía
una incógnita y tardará cuatro años en reunirse. De momento, las líneas
de la revista siguieron igual, sin ningún signo de novedad, como no fuera
la celebración de las Bodas de Oro en 1962. En el número 1 de aquel año
aparecen las adhesiones del Secretario de Estado, cardenal Cicognani, del
P. General Janssens y de 45 obispos, con frases laudatorias por la espléndida labor realizada. Era director, desde 1956, el infatigable misionólogo
P. Ángel Santos, que, además de llenar todos los huecos de cada número
con sus artículos, publicó el índice de la revista de 1931 a 1960.
II. LA ST RENOVADA (1963-2012)
Desde el Concilio hasta ahora transcurre el segundo periodo histórico
de la revista, que podemos dividir en dos etapas: años de transición
(1963-78) y años de «renovación acomodada».
1. La transición (1963-1978)
Fueron 15 años muy movidos, marcados por acontecimientos como el
asesinato de Carrero Blanco, la muerte de Franco, la proclamación del
rey, las elecciones democráticas de 1977 y la constitución de 1978. Simultáneamente, se desarrollan acontecimientos transcendentales en la
Iglesia (el Vaticano II, el pontificado de Pablo VI) y en la Compañía (la
Congregación General 31 y la elección del P. Arrupe).
8.
J. SALAVERRI, «El Concilio Ecuménico»: ST 47 (1959), 193-212, A. SANTOS,
«Perspectivas del futuro Concilio»: Ibid., 321-331.
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La contribución de ST en la orientación pastoral durante ese tiempo de
transición se desarrolla en una doble línea: la asimilación del espíritu del
Concilio y la colaboración en la implantación del régimen democrático.
Las dos líneas se funden la una con la otra, mientras se acentúa el desenganche de la Iglesia con el régimen de Franco. Coincidiendo con el proceso de renovación religiosa y de transición política, se efectúan cambios importantes en la dirección de la revista. El P. José María Martín Patino fue
director desde abril de 1966 hasta mayo de 1967. Lo sustituyó el P. Joaquín Losada hasta finales de 1978. Losada era un hombre generoso y
abierto; gallego fino, sabio humilde y cristiano profundo. Un hombre como él, ayudado por un equipo entusiasta, representaba los nuevos rumbos
de la revista ST. Entre tanto, aflora una nueva remesa de escritores. A los
todavía jóvenes profesores de Comillas (Patino, Losada, Higuera, Martínez
Sierra, Vela, Álvarez Bolado, Díaz Moreno, Díaz Nava) se les irán añadiendo, ya en Madrid, los nuevos profesores (Goyo Ruiz, Vidal, Gafo, Fernández-Martos, García-Monge, Pastor, López-Yarto) y una nueva hornada de jesuitas (J.A. García, G. de Pablos, L. Acebal).
En 1973, la revista deja de pertenecer a la Universidad Pontificia Comillas para pasar a depender de la Provincia de Castilla. El cambio no supuso el relevo del director, pero se notó en el impulso a las líneas conciliares y democráticas ya iniciadas y en la adopción de otras nuevas.
a) La recepción del Concilio en ST
La revista informó a sus lectores sobre la preparación, importancia, desarrollo y contenido del Concilio9. En 1962 –en los meses previos a la primera sesión–, el P. Santos escribió más de diez artículos sobre los trabajos
de la comisión preparatoria, cuyas iniciativas quedaron pronto rebasadas.
En 1963, el Concilio delibera, pero no publica documentos, lo que produce un vacío informativo que el P. Santos procuraba cubrir con artículos
sobre el ecumenismo10. Habrá que esperar a los años 1964 y 1965, cuan-
9. D. M. MOLINA, «Sal Terrae y el Concilio Vaticano II»: ST 99 (2011), 247-261.
10. ST 51 (1963), 35-37, 63-75, 406-411, 535-540.
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do empiezan a conocerse las constituciones y decretos conciliares, para que
la revista los convierta en su tema estrella. El P. Ignacio Iparraguirre escribía crónicas desde Roma sobre el desarrollo del Concilio durante su tercera sesión (septiembre de 1964), sin ocultar las tensiones ni disimular los
problemas11. Los lectores quedaron perfectamente informados también de
los mensajes doctrinales del Concilio y de sus principales reformas. La liturgia, el misterio de la Iglesia, la revelación, la libertad religiosa y otros temas fueron explicados en excelentes comentarios. La revista acogió el Concilio con aceptación jubilosa. «Sal Terrae va a seguir entonces, desde una
posición que podríamos considerar de centro, defendiendo las posiciones
que abrió el Concilio en la comprensión nueva de la Iglesia»12.
b) La apertura de ST a la democracia.
Al igual que la transición religiosa, la transición democrática tuvo una
preparación y un desarrollo que culminarán en la Constitución de 1978.
En los últimos años del régimen de Franco aparecieron artículos que reflejaban el desenganche de la Iglesia respecto del régimen. Todavía a finales de los años sesenta la revista se bandea entre los avances conciliares
(como el apostolado laical, la paternidad responsable y la libertad religiosa) y las cautelas de Pablo VI en la Humanae vitae, tema reiterado en
los años 68 y 69, que planteó cuestiones de moral sexual. El ambiente
crispado de los últimos años del franquismo se dejó sentir en verano de
1971 en la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes. Joaquín Losada publicó un artículo importante sobre aquella asamblea, una «novedad
insólita en la vida española», pero también «un gesto de esperanza y de
serena fuerza»13. La revista dejaba constancia, entre líneas, del distanciamiento entre la Iglesia y el régimen, mientras daba entrada a noticias y
11. ST 52 (1964), 561-565. Siguen las crónicas en ibid., 593-611, 593-611.
12. D. M. MOLINA, art. cit., 258.
13. J. LOSADA, «La Asamblea Nacional Conjunta de obispos y sacerdotes: una cala en
la conciencia cristiana de la sociedad española»: ST 59 (1971), 659-676. ID., «La
discusión en torno a la Asamblea Conjunta de Obispos y sacerdotes»: ST 60
(1972), 243-250.
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comentarios que preparaban las mentes para los cambios políticos y sociales. Por ejemplo, los artículos sobre la teología de la liberación14, el número especial sobre las responsabilidades del desarrollo económico (abril
1973)15 y las críticas a las intromisiones estatales en asuntos eclesiásticos16. En 1975, en los meses previos a la muerte de Franco, la revista
plantea la revisión del concordato, informa sobre las comunidades de base17 y propaga los mensajes sociales de la Congregación General 32 de la
Compañía de Jesús sobre el servicio de la fe y promoción de la justicia18.
Antes de la muerte de Franco la revista estaba preparada para afrontar el
rumbo democrático de España.
Durante los años de la transición, ST dedicó números especiales sobre la
Iglesia de España ante la nueva frontera política (mayo 1976), sobre las
opciones políticas y cristianas en la España actual (noviembre 1976), libertad política y cristiana (mayo 1977, en vísperas de las elecciones),
marxismo y cristianismo (agosto-septiembre de 1977), Iglesia y Constitución, cuestiones fronterizas (febrero 1978). En diciembre de 1978,
cuando la Constitución fue aprobada en referéndum, Losada animaba a
todos, especialmente a los laicos, a definir su identidad cristiana en aquella nueva hora19.
Durante la transición democrática, la revista cumplió sobre todo una
función pedagógica muy oportuna, que Álvarez Bolado resume en cua-
14. F. PASTOR, «La teología de liberación como una nueva forma del quehacer histórico»: ST 60 (1972), 782-790.
15. A. NICOLÁS, «Algunas tesis teológicas sobre Evangelio y desarrollo»:
ST 61 (1973), 323-333.
16. Con motivo del caso Añoveros, artículos de A. ÁLVAREZ BOLADO, «En las relaciones Iglesia-Estado, síntomas y problemas de fondo»: ST 62 (1974), 375-391. ID.,
«Iglesia de España ¿ante un nuevo galicanismo?»: ST 63 (1975), 3-19.
17. Sobre problemas concordatarios escriben Díaz Moreno, Vela y Corral en ST 63
(1975/ 1). El n. 4 de ese mismo año está dedicado a las pequeñas comunidades.
18. Número monográfico dedicado a la CG 32: ST 63 (1975, n. 6, junio). Álvarez Bolado escribe sobre fe y justicia; Melecio Agúndez, sobre el compromiso social del
jesuita.
19. J. LOSADA, «Tareas de la Iglesia en la España postconstitucional»: ST 66 (1978/12),
895-904.
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tro puntos: la necesidad de una reconciliación nacional, la transformación de la relación jurídica entre la Iglesia y el Estado (mediante acuerdos parciales, en lugar de un nuevo Concordato), la aceptación del cambio que ponía fin al cristianismo convencional y la aceptación de una
nueva relación entre la fe cristiana y la política20.
2. Años de «renovación acomodada»,
en las dos últimas décadas del siglo XX y primeros años del XXI
Puede decirse que, en los últimos tiempos, ST ha procurado aplicar la
«renovación adecuada» (renovatio accomodata) que el Concilio recomendó a las comunidades religiosas21. La renovación se fue implantando de
manera gradual, como hemos visto, en los años sesenta y setenta. Esa renovación se reafirma en los años del cambio de siglo y de milenio, bajo
los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Años de perplejidad
y sorpresa. La caída del muro de Berlín (1989) hundió el telón de acero,
pero las calamidades del nuevo siglo (11-S, 11-M, guerras del Golfo,
Irán, Afganistán) demostraban que seguíamos en un mundo lleno de
amenazas.
La ST renovada se encontraba con un mundo nuevo y extraño que procura entender y analizar. La renovación se nota, primero, en una dirección en equipo que repercute en la temática y los autores; y segundo, en
unos enfoques renovados de los temas pastorales
a) Las orientaciones de los nuevos dirigentes
En la renovación han jugado un papel decisivo los sucesivos directores
con sus respectivos consejos de redacción. Después de Joaquín Losada
20. A. ÁLVAREZ BOLADO, «Sal Terrae y la Iglesia de la transición y la democracia en España»: ST 99 (2011), 341-354. C. DÍAZ MARCOS, «El aire de su teología pastoral»:
ST 99 (2011), 531-543.
21. Decreto Perfectae Caritatis, 2. U. VALERO AGÚNDEZ, El proyecto de renovación de la
Compañía de Jesús (1965-2007), Mensajero–Sal Terrae, Bilbao–Santander 2011.
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(1967-78), los directores de la revista han sido Alfonso Álvarez Bolado
(1979-85), José Antonio García (1986-2001) y Enrique Sanz GiménezRico (2001-2012), al que acaba de suceder Abel Toraño. El trabajo en
equipo fue fundamental. Toño García nos ha dejado un apunte de la seriedad, el entusiasmo, incluso el humor con que los equipos se reunían
para discutir y elaborar los números, escoger el tema y los escritores22. Esta dirección colegiada se notó enseguida en una selección muy meditada
de temas y de autores. A partir de 1974, cada número se dedica a un tema monográfico, que se rotula con un enunciado atractivo y se desarrolla en cuatro o cinco artículos desde distintos puntos de vista. Junto a los
artículos de fondo doctrinal se publican crónicas de actualidad y, sobre
todo en los últimos años, preciosos testimonios de experiencias personales. Puede decirse que, desde mediados de los años setenta, la revista ha
logrado un alto grado de calidad temática y agilidad expositiva. A los lectores sacerdotes se han sumado los seglares y, con un entusiasmo especial, muchas congregaciones religiosas femeninas.
La elección de temas ha exigido la selección de autores. En las cubiertas
de la revista aparece la lista de unos veinte «colaboradores habituales».
Entre los colaboradores habituales encontramos a dos obispos: Echarren
e Iniesta, y otros afamados teólogos y escritores, algunos de ellos controvertidos y polémicos. A estos escritores «de tabla» hay que añadir no pocos escritores ocasionales; entre los que podemos citar, limitándonos a
obispos, a Tarancón, Setién, Osés, Elías Yanes, Fernando Sebastián, Ricardo Blázquez o Nicolás Castellanos. La colaboración de los profesores
de Comillas siguió siendo abundante, pero no exclusiva. Junto a los teólogos colaboran expertos de otras facultades: pedagogos, sociólogos, juristas y, sobre todo, psicólogos. Las mayores novedades en los últimos
años han sido los autores seglares, y especialmente las mujeres. Dolores
Aleixandre –la primera mujer en el Consejo de Redacción desde 1986–
nos ha dado cifras que marcan la tendencia de los últimos años, con «au-
22. J.A. GARCÍA y E. SANZ GIMÉNEZ-RICO, «Los consejos de redacción, “alma” de la revista Sal Terrae»: ST 99 (2011), 823-835. Nombres de los autores más frecuentes,
en p. 831.
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tores más jóvenes, más presencia de mujeres y de laicos», y ha confirmado la calidad de los escritores en una antología de 14 textos de autores ya
fallecidos23. Entre ellos no quiero dejar de recordar, en este momento, a
mi amigo Goyo Ruiz, fallecido en accidente de moto el 26 de agosto de
1986. La revista, en la que había escrito tantos artículos, le tributó una
despedida de urgencia en el número de septiembre y le dedicó el primer
número del año siguiente sobre «La Palabra de Dios», a cuyo servicio había consagrado toda su vida24. No hay duda: en ST han colaborado excelentes escritores con un estilo propio de apertura, diálogo y respeto.
b) Una pastoral de información, reflexión y orientación
La renovación de los temas pastorales se puede sintetizar en tres aspectos: realismo, pluralismo y apertura. Haré un somero análisis de los mismos, basándome principalmente en los últimos 15 años de la revista
1º. UNA VISIÓN REALISTA DEL MUNDO ACTUAL
La realidad del mundo actual queda reflejada en no pocos artículos en
los que se analizan las novedades tecnológicas: el móvil, Internet, el
ADN o la ingeniería genética. Pero de mucho mayor calado son los artículos que acusan la conciencia del cambio. La crisis postconciliar, que
afectaba sobre todo a los sacerdotes en los años setenta y ochenta, aparece en la preocupación por la «formación permanente» de unos hombres
cercados por el desencanto y la crisis de identidad25. La conciencia de
cambio en los años ochenta se centra a menudo en España. Se escribe sobre las tareas urgentes de la Iglesia en aquel momento, se analiza la visita del Papa en 198226 y se dan orientaciones ante el nuevo gobierno so-
23. D. ALEIXANDRE, «Artículos de espiritualidad y moral en Sal Terrae»: ST 99 (2011),
725-736.
24. «Gregorio Ruiz: adiós amigo, hermano»: ST 74 (1986), 595-596. D. ALEIXANDRE,
«Una vida al servicio de la Palabra»: ST 75 (1987), 3-6.
25. Se ocupan de estos problemas los números de enero y agosto de 1978, enero de
1979 y diciembre de 1984.
26. ST 70 (1982/11), dedicado a «La visita de Juan Pablo II. Algo se ha conmovido en
España».
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cialista. En aquella ocasión se publicó un número monográfico titulado:
«Cristianos ante el “cambio”. Por un diálogo en zonas de fricción». Tarancón escribió allí un artículo sobre las tentaciones y posibilidades del
momento y lanzaba un consejo: «no basta acatar, hay que colaborar»27.
La atención a la actualidad persiste en los años noventa. La caída del muro de Berlín no significaba, ni mucho menos, la ausencia de problemas28.
El cambio del siglo y el nuevo milenio han suscitado reflexiones sobre los
avances logrados, pero también sobre los riesgos que amenazan a una sociedad secularizada, globalizada y postmoderna29. El cambio de siglo se
contempla, desde ST, como una época de crisis en la que el cristiano se
encuentra exiliado, desanimado y confuso. Vivimos en una sociedad de
riesgo, en la que se ofrecen «burbujas de salvación» que pueden resultar
una trampa30. Es un mundo de contrastes, donde el integrismo absolutiza la religión, mientras el subjetivismo la diluye con sucedáneos31. En la
sociedad postmoderna hay crisis de valores que dificultan la fe32. La secularización galopante ha traído el eclipse de lo sagrado y lo ha sustituido con una «nueva religiosidad», envuelta en una nebulosa de panteísmos y orientalismos33. La Europa postcristiana olvida sus raíces, y muchos cristianos se marchan de la Iglesia o se preguntan dónde y cómo encontrar a Dios34.
27. Cardenal V. ENRIQUE Y TARANCÓN, «El cristiano ante el actual momento político.
Tentaciones y nuevas posibilidades»: ST 71 (1983), 3-16.
28. Números especiales: ST 78 (1990/11): «¿Vivimos tiempos oscuros? Un reto a la fe».
Ibid., n. 12: «La caída de los muros». ST 82 (1995/10): «¿Quién es creyente en
España hoy?».
29. ST 87 (1999/11), dedicado a «Cuatro “flashes” del siglo que acaba».
30. L. ARGÜELLO, «El renacer de lo religioso ¿Burbuja o semilla?»:
ST 87 (1998), 293-305.
31. R. AGUIRRE, «El primer mandamiento como principio de libertad y la crítica cultural»: ST 87 (1998), 630-641.
32. J. MARTÍN VELASCO, «Religión y sentido de la vida en las sociedades postreligiosas»: ST 89 (2001), 83-99.
33. ST 89 (2001/4), dedicado a la «New Age» y nueva religiosidad.
34. J.A. PAGOLA, «¿Por qué se marchan y por qué vuelven?»: ST 90 (2002), 903-915.
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Los contrastes sociales no son menos lacerantes: hay un norte opulento
y un sur deprimido. El Estado de bienestar impuesto por el neoliberalismo ha traído la pérdida de la libertad y las crisis financieras35. Son visiones muy realistas, como se ve, aunque por encima de tantos desafíos persiste siempre la esperanza cristiana.
2º. UN TEMARIO DE PASTORAL ACOMODADO A UN MUNDO PLURALISTA
La revista se propone llevar el Evangelio a ese mundo tan complicado:
«nuestro horizonte fue siempre el de ayudar a los lectores y a nosotros
mismos a situarnos evangélicamente ante un mundo en rápido cambio»36. Según esta propuesta, la revista procurará difundir las riquezas del
mensaje cristiano en los ambientes de un mundo pluralista. En la revista se da una confluencia de temas religiosos clásicos con temas y problemas de actualidad.
Nunca han faltado los temas de espiritualidad, Iglesia, moral y teología. En
los últimos quince años, la revista ha seguido publicando artículos sobre el
credo y los mandamientos, las festividades y devociones. La novedad ha estado en el enfoque actualizado de esos temas y en el modo de tratarlos con
un lenguaje capaz de hacer comprensible el mensaje de los misterios.
La mayor parte de las veces son los problemas y discusiones de actualidad
los que se escogen como argumentos para muchos números. Son temas actuales y polémicos: sexualidad, bioética, divorcio, homosexualidad, reproducción asistida, clonación, eutanasia37. O cuestiones que, sin ser polémicas, suscitan el interés o la curiosidad de la gente, como el estrés, el deporte, el cuerpo, los sentidos, las vacaciones, el poder, las rebajas, la música,
las obras literarias, el Camino de Santiago o las Edades del Hombre. En
ST interesa todo lo que concierne a la persona humana como individuo,
35. ST 88 (2000/7), dedicado a «¿España va bien? Cinco problemas candentes». ST 91
(2003/10), dedicado a «Aprender del Sur. Cuatro lecciones que aprender».
36. J.A. GARCÍA, «Relevo en la dirección de Sal Terrae»: ST 89 (2001), 356.
37. Se ocupan de estos temas los números de mayo 2000 (sexualidad),
julio-agosto 2001 (ética de la vida), febrero 2002 (homosexualidad),
julio-agosto 2010 (eutanasia).
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como pareja, como grupo social o como ciudadano. Los temas de la familia y la educación se han reforzado en los últimos años, al igual que los dedicados a la mujer38 y a las personas en situaciones difíciles39.
A este inmenso temario se han añadido dos secciones que iluminan la
atención pastoral desde otras perspectivas. El «rincón de la solidaridad»
es una ventana abierta al mundo de los marginados. Y los seriales de diez
temas escogidos por año. Desde 1997 hasta 2011 se han publicado diez
artículos en cada tomo, dedicados a figuras destacadas (10 teólogos, 10
testigos, 10 literatos, 10 profesiones, 10 sacerdotes) o a reclamos que han
concluido con 10 panoramas sobre los cien años de ST.
3º. LA SINTONÍA CON LAS POSICIONES MÁS ABIERTAS DEL CATOLICISMO
El estilo y el tono de la revista quedaron bien definidos en la reunión del
consejo que inició la nueva andadura. El tono «debería ser siempre animante y positivo; podría y debería ser crítico en ocasiones, pero siempre
educado; analítico, pero creyente; con la vista en el futuro, pero respetuoso con lo existente; realista pero esperanzado…»40. La nueva revista
quería ser siempre ortodoxa, animadora, abierta, educada y, en ocasiones, crítica.
Este criticismo moderado y ocasional se ha manifestado en varias formas.
En primer lugar, en la nostalgia del Vaticano II. La revista celebró con
números monográficos los 10, 20 y 40 años del Concilio, ponderando
sus innovaciones como un «aggiornamento» nacido desde dentro de la
Iglesia «semper reformanda»41.
Otro campo que ha dado pie a algunas críticas moderadas proviene de
los temas controvertidos en la eclesiología, la teología y la moral. Los es-
38. ST 88 (2000/11): «La mujer que viene». ST 98 (2010/4): «Cuestiones de género».
39. ST 97 (2009/9) dedicado a los presos, especialmente el relato «Voces contra el muro» (ibid., 733-745), que recoge experiencias dramáticas de mujeres encarceladas.
40. J. A. GARCÍA, art. cit. en nota 22, 827.
41. L. GONZÁLEZ-CARVAJAL, «El Concilio Vaticano II, 40 años después»: ST 92
(2004), 67-81. S. MADRIGAL, «El “aggiornamento”, clave teológica para la interpretación del Concilio»: ST 98 (2010), 111-127.
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critores de ST se han mostrado, en general, abiertos al movimiento ecuménico42, receptores de la teología de la liberación43, alentadores de la
igualdad de género44 y defensores decididos de la vida, sin caer en simplificaciones esencialistas.
El criticismo, por último, aparece en no pocos párrafos sueltos que algunos autores dejan caer aquí y allá. Unas veces son críticas de guante blanco dichas entre líneas, otras veces son pullas más directas. El freno a las corrientes aperturistas del Vaticano II y la desconexión de la Iglesia con la sociedad son algunos de los principales motivos para criticar el involucionismo de los últimos años45. El catálogo de reproches es variado, y no vamos
a entrar en detalles. Acaso una de las cosas más criticadas es el rigor con
que la autoridad eclesiástica trata, a veces, a determinados grupos cristianos de tendencias más o menos progresistas, en contraste con el apoyo que
presta a otros movimientos de talante más conservador y sumiso46.
Conclusión
Los cien años de historia nos han permitido establecer algunas comparaciones entre la ST tradicional y la ST renovada. Las diferencias no son
excluyentes, sino integradoras. ST es un modelo de renovación acomo-
42. ST 87 (1999/10), dedicado a «Heridos por la división. Pastoral del Ecumenismo».
43. V. CODINA, «Sal Terrae y América Latina»: ST 99 (2011), 441-451. ID., «Dios ha
pasado por América Latina», ST (2007), 311ss.
44. M. CAÑELLAS, «Qué liderazgo? ¿Qué colegialidad?»: ST 87 (1998), 831-837. M.L.
GALVÁN, «En la fiesta de las bodas», ibid., 839-846. M. RAMOS, «Mujeres y Teología. Semillas de esperanza»: ST 87 (1999), 667-675. M. NAVARRO, «Exégesis feminista del Nuevo Testamento»: ST 88 (2000), 643-654.
45. J.I. GONZÁLEZ FAUS, « “Oh noche que juntaste…” Apuntes de espiritualidad para
el invierno eclesial»: ST 75 (1987), 581-592.
46. J. BURGALETA, «Celebrar contra la injusticia para educar en la justicia»: ST 88
(1998) 103-118. J.M. CASTILLO, «Comunidades eclesiales: la “sospechosa” dificultad para afrontar el tema de la justicia»: ibid., 119-132. J. RUBIO FERNÁNDEZ, «Una
iglesia “típicamente” española»: ST 97 (2009), 181-192. P.J. GÓMEZ SERRANO, «El
miedo en la Iglesia de hoy»: ST 98 (2010), 695-709.
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dada, de adaptación a las circunstancias. Se entrelazan en ella lo antiguo
y lo nuevo: «nova et vetera». La antigua ST, desde que nació, intentó actualizarse y renovarse. La nueva ST, desde el Concilio, se renovó sin hacer tabla rasa de la tradición. A esta integración han contribuido algunos
hombres que han sido eslabones en épocas cambiantes, como los padres
Regatillo, Santos y Losada; y escritores infatigables, como José Alonso o
Gonzalo Higuera.
Pero, por encima de las diferencias y de las adaptaciones, ST ha mantenido sus valores permanentes. Desde 1912 hasta hoy sigue siendo una
gran revista de Teología Pastoral. Y algo más. En el número 1.000 (abril
de 1997) se decía que «la revista es, al mismo tiempo, espejo en el que se
reflejan los problemas de una época y laboratorio de pequeñas respuestas
a los mismos». ST no es una revista histórica, pero es un espejo de la historia, es una fuente que transmite el testimonio de las creencias, mentalidades y prácticas religiosas. No es una revista de actualidad a la manera de un noticiero, pero siempre ha sido una revista actual, un laboratorio para llevar el Evangelio a la vida real y al mundo de hoy. Es una revista que, hoy como siempre, desea ser lugar de paz, rincón de solidaridad, aliento de esperanza y escuela de amor a la Iglesia.
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TEOLOGÍA PASTORAL:
IDEA, PALABRA, ACCIÓN.
La reflexión sobre la acción de la Iglesia*
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Fecha de recepción: mayo de 2012
Fecha de aceptación y versión final: julio de 2012
Resumen
La Teología Pastoral necesita entenderse y practicarse como una disciplina teológica. Dicho de otro modo, la Teología Pastoral es, ante todo, Teología. Es reflexión teológica sobre la acción eclesial. Es la misma Iglesia que ve, juzga y actúa
en la construcción del Reino de Dios. La Teología Pastoral necesita trabajar para concienciar a toda la Iglesia de la importancia de la atención a la diversidad;
para hacernos conscientes de la existencia de diferentes búsquedas que exigen diferentes respuestas. Se trata de escuchar las necesidades de nuestros contemporáneos, presentando una pastoral donde el fondo y el estilo sean oferta de diálogo,
acogida y búsqueda de nuevos horizontes desde un sentido evangélico que busca
a los alejados y trata de verter su mensaje en los odres de la cultura de hoy.
PALABRAS CLAVE: herejía emocional, Teología práctica,
Pastoral Fundamental/Especial, Iglesia de testigos
*
**
Este artículo constituye un resumen de la conferencia titulada «¿Qué es la teología
pastoral?: orígenes y sentido actual», pronunciada en la Universidad Pontificia Comillas el día 1 de junio de 2012.
Provincial de Rumanía. <[email protected]>.
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Pastoral Theology: ideas, words, actions.
Reflecting on the Church’s actions
Abstract
Pastoral Theology needs to be understood and practised as a theological discipline. In other words, Pastoral Theology is, above all, Theology. It is theological
reflection on ecclesiastical action. The Church itself sees, judges and acts towards
building the Kingdom of God. Pastoral Theology needs to work hard in order
to raise awareness throughout the Church of the importance of attention to diversity, to become aware of the existence of different searches, which require
different responses. It means listening to the needs of our contemporary peers,
presenting a pastoral care where the background and style offer dialogue, a
welcoming attitude and a search for new horizons from an evangelical perspective that seeks outcasts and attempts to spread its message through today’s cultural
vessels.
KEY WORDS: emotional heresy, Practical Theology, Basic/Special Pastoral
Theology, a Church of witnesses
–––––––––––––––
«Lo peor que nos puede ocurrir en estos momentos
es empeñarnos en dar las respuestas de ayer
a los problemas de mañana»1.
«La Teología está hecha por clérigos que desconocen lo que es la vida
real del pueblo». «La Teología está diseñada por gente que no ha formado una familia ni conoce en su carne lo que es el fin de mes». «La Teología no responde a las preguntas que se formulan en la sociedad o, si lo
hace, lo expresa en terminología y con métodos excesivamente tradicionales». «En la Teología actual se repite mucho y se repiensa poco»...
1.
P. ARRUPE, Conferencia de prensa, 24 de noviembre de 1966 (en VV.AA., Pedro
Arrupe. Así lo vieron, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 1986, 80).
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Frases como estas se escuchan y se leen con relativa frecuencia. Aunque
sabemos que son formulaciones parciales y, no pocas veces, injustas, no
es menos cierto que tienen que ver con la imagen que algunas personas
reciben. Creo que determinadas formas de hacer Teología tienen un
marcado cariz clerical (masculinamente clerical) y en sus expresiones aún
presentan características paternalistas no-dialogales (utilizando la terminología de Paulo Freire). Existen ámbitos en los que el disenso no es
aceptado fácilmente, y no faltan teólogos que manifiestan demasiada
prevención y no demasiada caridad hacia quienes piensan de manera distinta. En ocasiones, también, se echa de menos el espíritu de las palabras
de San Agustín: In necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas.
Frente a esta realidad, me sitúo como punto de partida en la línea diseñada por J. Moltmann en su libro El experimento esperanza2. En dicha
obra, al señalar los cometidos de la Teología, aporta dos que juzgo especialmente relevantes para nuestros tiempos. De un lado, la necesidad de
que la Teología sea cada vez más práctica y política; la necesidad de que
sea una Teología de los laicos y no solo una Teología de y para sacerdotes. Asimismo, la Teología deberá abarcar no solo la predicación, el culto, la pastoral, etc., sino también la socialización, la democratización y la
educación para la autonomía.
De otro lado, Moltmann destaca como cometido de la Teología el diálogo con otros seres humanos, religiones, cosmovisiones e ideologías. La
Teología cristiana necesita ser entendida como un saber y una tarea dialógicos. Su misión radica en hallar y propagar la verdad en el diálogo con
los demás.
Creo que esta línea de Moltmann está más en consonancia con el espíritu presente en el Vaticano II.
Estas paginas parten de un doble «prejuicio». En primer lugar, creo que
es posible el diálogo (no digo que sea sencillo; «solo», que es posible y
necesario). En segundo lugar, el conjunto de la Teología, y la reflexión
teológico-pastoral en particular, necesita salir de sí misma y, sin renun-
2.
J. MOLTMANN, El experimento esperanza, Sígueme, Salamanca 1977, 24-25.
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ciar a aquello que la define (una fe que busca entender), dialogar mirando a los ojos a nuestra sociedad y a nuestra historia, a las inquietudes y
a las necesidades de la gente normal. Porque el teólogo, el auténtico
teólogo, es gente normal.
Probablemente ambos «prejuicios» responden a una deformación profesional (y vocacional). Ya desde la Ratio Studiorum, la pedagogía ignaciana se presenta como adaptable y dinámica, uniendo la virtud con las letras, la vida con la ciencia, y la conducta con el saber. La pedagogía ignaciana busca siempre la síntesis entre pensar y hacer, entre conocer y experimentar, entre razonar y creer, entre aprender y practicar, entre teoría
y práctica, Sabemos que Ignacio de Loyola creía firmemente que la vida
y las costumbres de los estudiantes mejorarían por la formación de actitudes, hábitos y virtudes.
Quisiera que en el trasfondo de lo que van a leer estuvieran tres conocidas frases de Chesterton.
Primera: «La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea,
y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra».
Segunda: «Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista;
pero una mala nos dice la verdad sobre su autor». Me permitirán parafrasear la sentencia original y transformarla en la siguiente: «Una buena
teología nos dice la verdad sobre Dios; pero una mala nos dice la verdad
sobre el teólogo».
Finalmente, una de sus frases más conocidas: «La iglesia nos pide que al
entrar en ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza».
Para comenzar, creo que (en el tiempo que nos toca vivir), al hacer Teología o al hablar sobre ella, tenemos que huir de tres riesgos reales y presentes hoy en nuestra Iglesia. De un lado, la ceguera del apocalíptico que
no ve sino desgracias y maldades3 y que siempre repite que cualquier
tiempo pasado fue mejor. De otro lado, la ceguera de aquel a quien to-
3.
Cf. BTO. JUAN XXIII, Gaudet Mater Ecclesia, Discurso de inauguración del Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962, 9-10.
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do le parece bien, de quien piensa que «toda opinión es respetable», que
aquí lo importante es ser moderno y que toda innovación es buena. Finalmente, el peligro de lo que Eugen Biser llama la herejía emocional4, un
tipo de herejía en la cual estamos cayendo sin darnos cuenta; la herejía
emocional coincide con la falta de esperanza (pensar que este mundo no
hay quien lo arregle, que esta Iglesia no hay quien la cambie; pensar que
uno mismo es un desastre y que no tiene solución...). Básicamente, consistiría en pensar que Dios tiene poco que hacer en la Historia, menos
aún en la Iglesia, y prácticamente nada en mí mismo.
Son tiempos, lo sabemos, en los que necesitamos esperanza y lucidez, es
decir, capacidad crítica (que es saber mirar bien la realidad). Ni amargura apocalíptica, ni alegría «pánfila», ni depresión herética... Porque ni antes estábamos tan bien ni ahora estamos tan mal y, además, porque creemos que Dios nos espera también en el futuro.
En todo caso, nos encontramos con tres peligros que necesitaremos exorcizar: simplemente repetir, simplemente innovar, simplemente sobrevivir... Pero hoy, como siempre, la Teología Pastoral está llamada a recibir
el pasado, celebrar el presente y soñar el futuro...
Mons. Rino Fisichella, en una excelente conferencia pronunciada en la
Universidad Pontificia Comillas en octubre pasado, titulada «Fundamentos teológicos para la nueva evangelización», decía lo siguiente:
«En los últimos decenios, dar razón de la fe no parece haber apasionado mucho a los creyentes. Tal vez por esto, la convicción ha
4.
E. BISER, Pronóstico de la fe. Orientación para la época postsecularizada, Herder, Barcelona 1994. «Y es que la fe no corre peligro con una interpretación equivocada del
dogma [fe] ni con un comportamiento moral deficiente [caridad], sino que, ateniéndonos a la experiencia general, el peligro mayor deriva sobre todo del derrotismo religioso, que no otorga a esa fe energía alguna capaz de configurar la vida y
el futuro, a la vez que lo desconcierta en forma de crisis de confianza [esperanza].
Cuando lo que debería encontrarse en la fe es un impulso inagotable al coraje, un
motivo de seguridad y alegría y, en buena medida, también un estímulo a la autocomunicación dialógica y operativa, es una paralización la que afecta a los corazones de los hombres, mientras que un triste velo gris parece caer sobre la realidad toda de su vida. Palabras como el carácter victorioso de la fe o su fuerza superadora
de miedos y angustias suenan casi como términos extraños en ese paisaje».
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disminuido, porque la elección no era tal. El recurso a las tradiciones de siempre o a las experiencias más diversas, sin la fuerza de la
razón, no han logrado ser atractivas, especialmente en una cultura
que se imponía cada vez más con la certeza de la ciencia. La situación, en algún sentido, se ha esclerotizado; algunos han pensado
que una cansina repetición de fórmulas pasadas podría constituir un
bastión de defensa, sin darse cuenta de que solo eran arenas movedizas. Pensar que la nueva evangelización pueda realizarse con una
superficial renovación de formas pasadas es una ilusión de la que debemos alejarnos. Ciertamente, la solución tampoco está en la extravagancia de inventar novedades solo para satisfacer al hombre contemporáneo, siempre en movimiento, pronto a cualquier experiencia y carente del gusto de una visión crítica».
Ni cansina repetición de fórmulas pasadas ni una superficial renovación
de las mismas. Ni tampoco la extravagancia de inventar novedades solo
para satisfacer al hombre contemporáneo.
Voy a desarrollar el resto del artículo en dos etapas. En primer lugar, intentare contestar a la pregunta: ¿Qué es la Teología Pastoral? En un segundo momento, consideraré algunos de los temas y retos de futuro que
se presentan a la reflexión teológico-pastoral.
¿Qué es la Teología Pastoral?
Me gustaría comenzar esta sección con una definición aportada por uno
de los grandes de la Teología Pastoral en el ámbito de lengua castellana.
Me refiero a Casiano Floristán. Para él, la Teología Pastoral «es reflexión
teológica de la acción eclesial, entendida como actualización de la praxis
de Jesús por la Iglesia, de cara a la implantación del reino de Dios en la
sociedad, mediante la constitución [construcción] del pueblo de Dios en
estado de comunidad cristiana. Dicho de otro modo, es el esfuerzo reflexivo o teórico que hace la Iglesia a través de sus comunidades, con la
ayuda imprescindible de los teólogos, para entender y promover la vida
comunitaria cristiana en un mundo más justo y más solidario»5.
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Leyendo cualquier estudio sobre la Historia de la Teología Pastoral, puede
comprobarse que esta disciplina ha estado, a lo largo de los últimos 250
años, en busca de identidad. Búsqueda que, a mi juicio, aún no ha terminado del todo6. Todavía existen algunos problemas con el nombre, ya que
unos defienden el de «Teología Pastoral», mientras que otros defienden el
de «Teología Práctica». Ambas opiniones, a mi entender, son respetables y
defendibles. Históricamente, el cambio de nombre por el de «Teología
Práctica» buscaba evitar la clericalizacion del tratado y reconocer el protagonismo de los laicos7. Sin embargo, equiparar Teología Pastoral a Teología Práctica tiene un inconveniente, ya que parecería que se priva a los
otros tratados de un significado práctico. No pocos, simplemente, identifican los dos nombres y los utilizan como intercambiables.
Tampoco faltan quienes opinan que la Teología Pastoral es innecesaria,
ya que toda la Teología es pastoral. Para quienes defienden esta postura,
la Teología Pastoral no constituiría una disciplina independiente, sino
una dimensión presente en toda la Teología. Frente a esta visión, otros
muchos defienden la necesidad de una teología inmediatamente práctica («ciencia teológica en relación a la praxis»), a la vez que consideran
que lo pastoral y lo práctico, son también dimensiones presentes en todas las disciplinas teológicas. Como M. Szentmartoni8 reconoce, una definición de Teología Pastoral debería hacer referencia a su carácter científico, su valor teológico específico y su sentido eclesial. Para él, la defi-
5.
6.
7.
8.
C. FLORISTÁN, Voz «Teología práctica» en V. PEDROZA – R. BERZOSA – J. SASTRE,
Diccionario de Pastoral y Evangelización [DPE], Editorial Monte Carmelo, Burgos
2001. Y C. FLORISTÁN, «En búsqueda de la teología práctica», en J. BOSCH (ed.),
Panorama de la Teología Española, Editorial Verbo Divino, Estella 1999, 273.
Si bien, como J.R.R.Tolkien pone en boca de Gandalf, en El Señor de los anillos,
«No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida».
No olvidemos que la Teología Pastoral nace como «ciencia del Pastor» en un momento en que el sacerdote era considerado el auténtico protagonista de las acciones
de la Iglesia
«El objetivo de la teología práctica no consistirá tanto en encontrar la posibilidad de
realizar formas precisas de vida eclesial, sino en buscar que la Iglesia tenga la postura
y la reacción adecuadas en su encuentro con la realidad del mundo contemporáneo.
Esto implica que la teología práctica debe además ser crítica» (M. SZENTMÁRTONI,
Introducción a la teología pastoral, Verbo Divino, Estella 1994, 15.)
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nición dada por Floristán y Useros, hace ya más de cuarenta años, cumple estos tres requisitos: «la teología pastoral es la ciencia teológica que
analiza la situación concreta en que la Iglesia se edifica mediante sus acciones propias»9.
Ya en el prólogo de su Teología Práctica, C. Floristán, señalaba que «para
elaborar un proyecto pastoral o una teología práctica se necesita auscultar
la práctica pastoral, es decir, la vida cristiana en su desarrollo, y contrastar
sus resultados con la palabra de Dios y la reflexión teológica, para descender de nuevo al terreno de la práctica. Por esta razón, el binomio teoría/
praxis, dialécticamente entendido, resulta fundamental en la teología práctica, que es teología de la praxis»10. J.A. Ramos, por su parte, señala que
«una doctrina teológica incapaz de iluminar una práctica y que no lleve a
la realización de la Iglesia y de su misión en el mundo es pura especulación
que poco tiene que ver con la teología; y una práctica pastoral que no esté asentada sobre una sólida fundamentación teológica no pasa en muchas
ocasiones de ser una aventura o un mero experimento del que con frecuencia tenemos que lamentarnos más tarde»11.
También el contenido, temas principales y desarrollo de la Teología Pastoral varían de unos autores a otros, evidentemente dependiendo de su
concepción sobre lo que es la Teología Pastoral. Lo que debe quedar claro es que la Teología Pastoral necesita entenderse y practicarse como una
disciplina teológica. Dicho de otro modo, la Teología Pastoral es, ante
todo, Teología12, es reflexión teológica sobre la acción eclesial. Es la misma Iglesia que ve, juzga y actúa en la construcción del Reino de Dios.
C. FLORISTÁN – M. USEROS, Teología de la acción pastoral, BAC, Madrid 1968,
111.
10. C. FLORISTÁN, Teología Práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral. Sígueme, Salamanca 20014, 10.
11. J. A. RAMOS, Teología Pastoral, BAC, Madrid 1995, 8-9.
12. «Como la función teológica es un acto reflexivo, es acto segundo. Antes de pensar
se es, y antes de que haya una teología cristiana hay una vida eclesial de creyentes.
Evidentemente, la operación reflexiva produce un conocimiento teológico, al que
precede un acto pastoral, que es un acto primero»: C. FLORISTÁN, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral, cit., 140.
9.
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En su desarrollo, la Teología Pastoral ejerce tres funciones, claramente
interrelacionadas. En primer lugar, se ocupa de estudiar los principios de
la vida de la Iglesia, en qué consiste la acción propia de la Iglesia, para
qué la ha querido Cristo, hacia dónde se encamina (reflexiva). En segundo lugar, la Teología Pastoral debe considerar lo que se hace y lo que
se ha venido haciendo en la Iglesia, y esa consideración debe tener como
objetivo la evaluación y valoración (crítica). En tercer lugar, estudiados
los principios de la vida de la Iglesia y valoradas las acciones realizadas,
la Teología Pastoral también señala normas de aplicación de dichos principios a la acción pastoral (normativa); se trata también de discernir horizontes y de soñar futuros.
Tradicionalmente, la Teología Pastoral se ha dividido en dos partes: la
Pastoral Fundamental (tratamiento de la naturaleza y fundamentación de
la acción pastoral) y la Pastoral Especial (anuncio, celebración, vida cristiana y compromiso). Varios autores han propuesto estructuraciones diferentes (aunque la mayoría de las divisiones presentan variantes más de
matiz y de forma que de esencia y de fondo). Me van a permitir que yo
considere una división tripartita (también bastante extendida) que, a las
dos anteriores, añada una tercera parte: la Pastoral Aplicada.
La Pastoral Fundamental se ocuparía de la fundamentación teológica de
la acción pastoral de la Iglesia y la naturaleza y dinámica de la acción pastoral. Su interés abarcaría la historia de la acción pastoral en la Iglesia, la
definición, el contenido, método y especificidad de la Teología Pastoral,
así como su fundamentación bíblica y sus raíces eclesiológicas. También
se ocuparía de la reflexión sobre los modelos y agentes de la acción pastoral. La Pastoral Especial se centra en la multidimensionalidad de la acción pastoral de la Iglesia. Estas acciones pueden ser entendidas y agrupadas en torno a cuatro realidades. Así, la Pastoral Especial se centraría
en la reflexión en torno a la pastoral de la palabra (martyría), la pastoral
de la comunión y de las estructuras comunitarias (koinonía), la pastoral del
servicio (diakonía) y la pastoral litúrgica (leitourgía). Finalmente, la Pastoral Aplicada se ocupa del tránsito desde el interior de los estudios teológicos a la vida concreta de la Iglesia y su relación con el Mundo. Este es el
concepto que la mayoría de las personas tienen en la cabeza cuando escuchan la palabra «pastoral». Hace más referencia a la acción que al penSal Terrae | 100 (2012) 737-757
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samiento, a lo operativo que a lo reflexivo, y se centra en lo concreto. Así,
hablaríamos de pastoral infantil, juvenil y vocacional, familiar...
Me gustaría dedicar un momento a la Pastoral Especial, que, como está
dicho, se centra en la multidimensionalidad de la acción pastoral de la
Iglesia. Aunque sea brevemente, juzgo útil decir una palabra sobre las
cuatro realidades en torno a las que pueden ser agrupadas las acciones de
la Iglesia. Tras esto, terminaré este artículo con un breve apartado sobre
perspectivas de futuro. No será muy extenso, ya que entiendo que a ello
estarán dedicados otros artículos de esta revista.
Así pues, realicemos una breve parada en la pastoral de la palabra, de la
comunidad, de la liturgia y de la acción social. Es decir, en las acciones
de la Iglesia en el ejercicio del anuncio de la Palabra, en el desarrollo y
crecimiento de la comunidad, en el ejercicio del culto de la nueva alianza y en el ejercicio de la caridad.
Como señala Alberich, «el ideal del Reino se hace visible en el mundo
por medio de cuatro formas fundamentales de visibilidad eclesial:
como Reino realizado en el amor y en el servicio fraterno
(signo de la diakonía);
• como Reino vivido en la fraternidad y en la comunión
(signo de la koinonía);
• como Reino proclamado en el anuncio salvífico del Evangelio
(signo de la martyría);
• como Reino celebrado en ritos festivos y liberadores
(signo de la leitourgía).
De este modo, la Iglesia debe ser en el mundo el lugar por excelencia del
servicio, la fraternidad, el anuncio y la fiesta, en correspondencia con cuatro factores antropológicos básicos: la acción, la relación, el pensamiento y
la celebración. Las denominamos “funciones” o “mediaciones”: cuatro
formas de ser en el mundo “sacramento” del Reino»13.
•
13. E. ALBERICH, Catequesis evangelizadora, Manual de Catequética fundamental, Ediciones Abya-Yala, Quito 2003, 34.
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Estas funciones eclesiales no pueden separarse entre sí como realidades
independientes, puesto que cada una de ellas participa de las otras, y esta unión y complementariedad contribuye a garantizar la autenticidad
cristiana y eclesial de las acciones de la Iglesia.
a) La pastoral de la palabra («martyría»)
La misión profética (martyría) coincide, en un sentido amplio, con el
anuncio del Evangelio, que es la primera acción cristiana. Busca despertar la fe, conocer a Dios y dar a conocer el proyecto cristiano. Para realizar esta función en nuestros tiempos, consideramos de importancia
máxima la inculturación como proceso que busca encarnar la fe en la/s
cultura/s. Cultura entendida como la manera en que un grupo de personas vive, piensa, siente, se organiza, celebra y comparte la vida.
En la misma línea está también la aceptación del pluralismo cultural y religioso, en actitud de diálogo constructivo con todos, al servicio de los valores del Reino y a la búsqueda de modos culturalmente significativos de
anunciar el Evangelio. Como ha señalado la Congregación General 34 de
la Compañía de Jesús, «la fe que busca la justicia es, inseparablemente, la
fe que dialoga con otras tradiciones y la fe que evangeliza la cultura»14.
Hoy, más que en otros momentos, son necesarias personas capacitadas
para dialogar con nuestra cultura, así como para conocer, respetar y fomentar puntos de encuentro y de diálogo con el mundo actual, con su
modo de pensar y sus problemas. La pastoral de la palabra necesita personas dispuestas, sobre todo, a saber escuchar. Es posible que el mejor
evangelizador no sea quien mejor habla, sino quien mejor escucha.
b) La pastoral comunitaria («koinonía»)
Para cumplir con su misión (evangelización), la Iglesia, precisa de la experiencia de comunión y necesita redescubrir que la comunidad es también misión. Vengo de un país, Rumanía, en el que la realidad de separación entre cristianos supone un escándalo. Creo que crear comunidad
14. Congregación General 34 de la Compañía de Jesús, decreto 2, n. 21.
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y, específicamente, comunidad ecuménica forma parte irrenunciable de
la vida y la acción de la Iglesia15.
La pastoral comunitaria hoy busca nuevas formas de expresión que transparenten los valores de comunión y hermandad entre todos los seres humanos. Existe «el anhelo de una Iglesia-comunión en nuevas formas de comunidad de igualdad, superando el clericalismo, el infantilismo y toda forma de discriminación. La imagen que ofrece la Iglesia a muchas personas
es la de un cuerpo fuertemente institucionalizado y jerarquizado, bien organizado y eficiente, pero con pocos espacios de comunión y de fraternidad real. De ahí el deseo de nuevas formas de comunidad, sobre todo pequeñas, de talla humana, para hacer que la Iglesia sea una auténtica fraternidad, donde la igualdad y la común dignidad de todos los miembros prevalezca sobre la distinción de cargos y ministerios»16.
c) La pastoral del servicio («diakonía»)
en la vida y misión de la Iglesia
La fe se muestra activa en la caridad, nos dirá S. Pablo (Ga 5,6). Servicio
de caridad hacia fuera, que revela la edificación del Reino mas allá de las
fronteras de la Iglesia, trabajando por una sociedad más humana, es decir,
más justa y libre (Reino de la verdad y la vida, Reino de la santidad y la
gracia, Reino de la justicia, el amor y la paz17). Es la fe que trata de transformar la realidad. Como dice un compañero, caminando «con el pobre al
lado y Dios en los adentros». Esta función nos recuerda que la experiencia
de Dios es una experiencia de liberación. Así, el binomio Fe-Justicia no
15. «Hoy, en muchas partes del mundo, por inspiración del Espíritu Santo, se hacen
muchos intentos con la oración, la palabra y la acción para llegar a aquella plenitud de unidad que quiere Jesucristo. Este Sacrosanto Concilio exhorta a todos los
fieles católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecuménica. Por “movimiento ecuménico” se entiende el conjunto de actividades y empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos»: CONCILIO VATICANO II, Unitatis Redintegratio, 4.
16. E. ALBERICH, op. cit., 42.
17. Del Prefacio de la misa de Cristo Rey.
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puede quedar fuera de la pastoral de la Iglesia, ya que esta no puede renunciar a que «la Historia de Salvación sea una salvación en la historia» (I.
Ellacuria). Es también tarea de la pastoral ofrecer cauces a la generosidad
de la gente y a sus deseos de darse y comprometerse, denunciar (mirando
a nuestra historia) la injusticia y soñar un mundo Nuevo.
d) La pastoral litúrgica («leitourgía»)
La manera de entender la evidente relación que existe entre liturgia y
pastoral ha evolucionado mucho, especialmente tras el Concilio Vaticano II. Ya entonces se nos recordaba que «la asignatura de Sagrada Liturgia [...] se explicará tanto bajo el aspecto teológico e histórico como bajo el aspecto espiritual, pastoral y jurídico. Además, los profesores de las
otras asignaturas, sobre todo de Teología dogmática, Sagrada Escritura,
Teología espiritual y pastoral, procurarán exponer el misterio de Cristo
y la historia de la salvación, partiendo de las exigencias intrínsecas del
objeto propio de cada asignatura, de modo que quede bien clara su conexión con la Liturgia y la unidad de la formación sacerdotal» (Sacrosanctum Concilium, 16).
«El servicio de la Palabra de Dios y la acción caritativa convergen en la
celebración litúrgica, sobre todo en la Eucaristía. En ella se proclama la
palabra y se motiva el compromiso. El Concilio lo ha dicho con una frase densa y feliz: “La liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de
la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza”
(Sacrosanctum Concilium, 10)»18. Será una de las tareas de la pastoral litúrgica poner de manifiesto la íntima unión que existe entre la celebración litúrgica, el anuncio del Evangelio (transmisión de la fe), la formación y crecimiento de la comunidad (comunión) y la transformación de
la realidad (servicio).
Pasemos ahora a decir una palabra sobre el futuro.
18. Renovar nuestras comunidades cristianas, Carta pastoral de los obispos de Pamplona
y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, Cuaresma-Pascua 2005, n. 75.
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Temas y retos de futuro
Como conclusión de este artículo quisiera señalar temas y retos de futuro a los que tendrá que responder (como, de hecho, ya está haciendo) la
Teología Pastoral en los próximos tiempos. Si la Teología Pastoral es «la
ciencia teológica que analiza la situación concreta en que la Iglesia se edifica mediante sus acciones propias»19, nos preguntamos ahora qué necesita nuestra disciplina de «ver, juzgar y actuar».
Hace ya más de cuarenta años Karl Rahner anunciaba proféticamente
que «el cristiano del futuro o será un “místico”, es decir, una persona que
ha “experimentado algo”, o no será cristiano, porque la espiritualidad del
futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública,
ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y la decisión personales»20. Pues bien, ya estamos en ese futuro que precisa de
místicos, pero de místicos inteligentes, evangelizadores e insertos en la
historia21.
Me voy a servir de dos autores que no son teólogos pastorales, pero sí
son, creo yo, buenos intérpretes de la situación del momento presente, a
la que debe hacer frente la reflexión teológico-pastoral. Pertenecen a ámbitos culturales y tradiciones teológicas diversas. De un lado, Eugen Biser,
cuya obra Pronóstico de la fe ya cité más arriba. De otro, James Martin y
su Más en las obras que en las palabras, que en su versión original llevaba
como subtítulo: Una espiritualidad para la vida real22.
De Biser señalaré las tres fracturas, las tres «grietas» abiertas por las que,
callada pero ininterrumpidamente, se va produciendo un cierto éxodo
de abandono de la Iglesia. Me serviré para ello de un excelente artículo
19. C. FLORISTÁN – M. USEROS, op. cit., Madrid 1968, 111.
20. K. RAHNER, «Espiritualidad antigua y actual», en Escritos de Teología, vol. VII, Taurus, Madrid 1969, 25.
21. El problema de la evangelización no son las estrategias ni los métodos, aunque habrá que utilizarlos. La evangelización se juega en el ser de los que evangelizan; solo
darán testimonio aquellos que sean efectivamente testigos.
22. J. MARTIN, Más en las obras que en la palabras. Una guía ignaciana para (casi) todo,
Sal Terrae, Santander 2011, 35-49.
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de José Antonio García23. De J. Martin tomaré los modos que tienen
nuestros contemporáneos de buscar a Dios. Recojo aquí estos éxodos y
estos caminos de búsqueda, porque creo que constituyen un material valioso para imaginar el futuro de la Teología Pastoral. Creo que sería interesante que consideráramos a qué caminos salimos en nuestra pastoral,
a qué encrucijadas o, en expresión afortunada (que, a base de utilizarla
demasiado, la vamos a vaciar de contenido), a qué fronteras... Sin olvidar que si nuestra Pastoral y nuestra Teología van a las encrucijadas y a
las fronteras, es para tender puentes de diálogo y de reconciliación. Al filo de esta última palabra, y más viniendo del área geográfica de donde
vengo, considero que la reconciliación es una cuestión vital. Es evidente
que el paradigma de la Liberación ha sido muy fecundo para la Teología
en los últimos decenios; creo que, sin abandonarlo, necesitamos introducir más decididamente en nuestra Teología el paradigma de la Reconciliación. Y esto tanto ad intra como ad extra.
Formas que presenta el éxodo...
Las tres fracturas de las que habla Biser.
Existen fronteras interiores de la Iglesia, y son lugares en los que se está
produciendo un éxodo silencioso. Eugen Biser habla muy abiertamente
de este tema. Tres serían, según él, las formas que toma este éxodo, las
grietas que se abren:
a) El hombre y la mujer modernos no parecen ni felices ni pacíficamente esperanzados de cara al futuro. En nuestros tiempos, nos encontramos
con un tipo humano tecnológica y científicamente optimista, pero existencialmente temeroso. Un ser humano, en expresión de Biser, «deprimido por debajo de sus posibilidades, por debajo de sí»: tal es, a su juicio, el modelo humano más extendido a nuestro alrededor. Este ser humano busca aliento, ánimo, consuelo, motivaciones para esperar y para
vivir, algo que le ayude a salir de su depresión y su temor. Pues bien, sucede con frecuencia que, cuando ese hombre o mujer modernos dirigen
23. Cf. J.A. GARCÍA, «Presente y futuro de la vida religiosa»: Revista ADC 57 (2003).
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su mirada a la Iglesia en busca de aliento, los mensajes que le vienen de
ella no siempre les sacan de su depresión, sino que a veces les hunden
más en ella. Nuestra Iglesia no es percibida en muchas ocasiones como
una agencia de sentido, incluso por sus mismos fieles. He aquí una primera grieta, un primer éxodo silencioso en busca de otros lugares de sentido, de aliento, de consuelo...
b) El hombre y la mujer modernos están en búsqueda de experiencia
místico-religiosa (en no pocas ocasiones, a través de experiencias caóticas; pero esta búsqueda es real). Pues bien, cuando ese hombre o esa mujer vuelve sus ojos a la Iglesia, oye hablar, sobre todo, un lenguaje de dogma y de moral, y no tanto un lenguaje de experiencia de Dios y de iniciación mistagógica a esa experiencia. Una segunda grieta, otro deseo sin
salida, otra fuente de abandono silencioso de la Iglesia...
c) El hombre y la mujer modernos quieren ser palabra y, también, tenerla. Pues bien, es bastante evidente que en la Iglesia esos hombres y mujeres se sienten mucho más invitados a escuchar y obedecer que a opinar y
proponer24. Otra fuente de desafección y abandono... Tercera grieta.
Una tarea clave para la Iglesia en su conjunto, y para la Teología Pastoral de modo especial, es la de acoger y vehicular evangélicamente esos
tres anhelos, totalmente razonables, del hombre moderno: sentido,
aliento y consuelo; experiencia de Dios; ser palabra y propuesta.
Seis caminos hacia Dios...
a) El camino de la fe. Para las personas que se encuentran en esta senda,
la fe en Dios ha formado siempre parte de su vida (rezan regularmente,
24. Creo que existe en los pastores, la tentación de hablar en lugar de escuchar. Todos debemos escuchar, pero especialmente los que tienen la misión de hablar (los sacerdotes, por ejemplo). Esta es la dirección que nos marca el Concilio al insistir en que «se
promueva en el seno de la Iglesia la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades, para abrir, con fecundidad siempre creciente, el
diálogo entre todos los que integran el único Pueblo de Dios, tanto los pastores como los demás fieles» (CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, 92). Toda acción
eclesial debería partir de un talante como el expresado por esta Constitución.
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asisten con asiduidad a liturgias, se sienten cómodos hablando de Dios,
y la fe, en mayor o menor medida, les aporta también una estructura de
significado). Como señala Martin, los beneficios de este camino son
muy claros, pero no exentos de trampas, ya que pueden ser personas que
difícilmente entienden a quienes recorren otros caminos. La certeza impide a algunos creyentes ser compasivos, empáticos e incluso tolerantes
con quienes no están seguros de su fe. Un segundo peligro lo constituye
la complacencia, que puede hacer que la relación con Dios se estanque
(el tan antiguo y tan nuevo «te doy gracias, Señor, porque no soy como
los demás»).
b) El camino de la independencia. Recorren este camino quienes toman
la decisión consciente de separarse de la religión organizada pero siguen
creyendo en Dios. Son personas que pueden estar desencantadas, enfadadas, tristes, aburridas, ofendidas... A menudo les asignamos el nombre
de «alejados», pero no pocos de ellos consideran honestamente que no se
han alejado de la Iglesia, sino que ella se ha alejado de ellos. Muchas de
estas personas anhelan un modo más formal de dar culto a Dios en su vida. El peligro mas claro de quienes están en esta situación radica en que
buscan una perfección que no existe. Martin recuerda y aplica las palabras
(originalmente referidas a la vocación religiosa) de Thomas Merton relativas a que «la primera y más elemental prueba de la vocación de la persona a la vida religiosa es la voluntad de aceptar la vida en una comunidad
en la que todo el mundo es más o menos imperfecto».
c) El camino de la increencia. Creo que para entender este camino, nos
puede ser de ayuda poner fin a los mitos del «ateo infeliz» y del «ateo inmoral». Todos podemos dar testimonio de felicidad y de entrega generosa de muchas personas que no creen en Dios. Con lo cual, no va por
ahí lo «peligroso» de este camino. En opinión de Martin, el principal peligro de quienes recorren este camino radica en que esperan que la presencia de Dios se pruebe únicamente de manera intelectual, y cuando
sucede algo profundo en su interior, en su vida emocional, rechazan la
posibilidad de que pueda ser un signo de la actividad de Dios.
d) El camino de regreso. A el pertenecen muchas personas con pasado
«religioso» cultural-familiar, pero que se han distanciado. En un moSal Terrae | 100 (2012) 737-757
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mento de sus vidas, algo reaviva su curiosidad por Dios (primera comunión de los hijos, alguna crisis existencial...), y comienza un regreso vacilante a su fe. En este camino se pueden encontrar muchos de los padres de
los alumnos de colegios religiosos, por ejemplo. Los miembros de este grupo suelen ver que necesitan re-educarse para entender su fe de manera
adulta (no pueden volver al «Jesusito de mi vida»). Sin embargo, pueden
ser tentados por dos peligros principales: de un lado, permanecer en una
fe infantil; de otro (más grave), caer en la intransigencia del converso.
e) El camino de la exploración. Son quienes exploran tradiciones distintas de aquellas en las que han crecido (es cierto que este camino es más
común en el ámbito anglosajón que en el latino). Después de una búsqueda seria, pueden descubrir una tradición que encaja con su idea de
Dios, con su idea de comunidad, con su personalidad. El peligro principal radica en no encontrar adecuada ninguna tradición, porque ninguna
es perfecta y ninguna «encaja conmigo». Siempre está presente el riesgo
de fabricarse un dios a la medida...
f ) Finalmente, el camino de la confusión. Son aquellos que no saben qué
pensar de la fe de su infancia. No han abandonado del todo la fe, pero
tampoco se han implicado. La búsqueda de Dios constituye para ellos
preocupación y problema. Quienes recorren este camino pueden culminar en una decisión madura, pero también la pereza y la comodidad pueden triunfar.
La Teología Pastoral debe reflexionar sobre qué tiene que decir la pastoral concreta de la Iglesia a la gente que recorre estos caminos en la búsqueda de Dios. La Teología Pastoral debe impulsar y renovar las acciones de la Iglesia para estar cercanos y ser significativos para quienes han
creído siempre en Dios, para los que creen en Dios pero no en la religión, para quienes han rechazado a Dios, para los que están regresando
a Dios, para quienes están explorando y para los que están confusos.
La Teología Pastoral necesita trabajar para concienciar a toda la Iglesia de
la importancia de la atención a la diversidad; para hacernos a todos conscientes de que existen diferentes búsquedas, y que no a todas ellas se les
debe dar las mismas respuestas. Es preciso que crezcamos en la cercanía
con las búsquedas de las personas, diversificando y acomodando nuestras
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acciones a las situaciones concretas en que se encuentran hoy los hijos e
hijas de Dios. Se trata de escuchar las necesidades de nuestros contemporáneos. Especialmente de los hombres y las mujeres que se han ido alejando de la Iglesia y que no se encuentran en ella «como en casa» (pueden ser jóvenes, matrimonios jóvenes, personas divorciadas, personas de
fe vacilante... y tantos otros). Se trata, es definitiva, de una auténtica
«atención a la diversidad». Sin olvidar, por supuesto, a aquellos en «pacífica posesión de su fe», la Teología Pastoral debe inspirar la existencia
de espacios de acogida a los creyentes en dificultad y a los no creyentes,
ayudando a vivir procesos personales en la experiencia de Dios y en la
búsqueda de sentido.
Una Teología Pastoral que ayude a cuidar nuestra presencia en las vidas
y en las situaciones vitales de la gente, a acompañar las situaciones en las
que padece la gente: enfermedad, problemas familiares, etc. Una Teología Pastoral que preste especial atención al mundo de la familia, que es
hoy, más que nunca, prioritaria. En resumen, presentar una pastoral
donde el fondo y el estilo sean oferta de diálogo, acogida, búsqueda de
nuevos horizontes desde un sentido evangélico que busca a los alejados
y trata de actualizar su mensaje a la cultura de hoy.
Para esto serán necesarias varias condiciones (señalo las que considero
más importantes):
– relación con la cultura, así como análisis profundo de la misma;
– conciencia lúcida de la increencia25;
– cercanía a la pobreza y la injusticia (no en abstracto, sino en forma
de cercanía a los pobres y a los que sufren injusticia);
– formación de agentes de pastoral;
– formación de comunidades;
25. Tomar conciencia más lúcida de la increencia, tanto en el interior como fuera de la
Iglesia. Nuestra pastoral ha de ser más sensible a «las zonas de increencia» que crecen entre nosotros. Ese mundo de «los que viven al borde de la Iglesia» es un reto
a nuestra pastoral (J.A. Pagola).
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– promover una acción pastoral orientada a suscitar la fe y la conversión:
«nuestro trabajo pastoral no puede limitarse a sostener y reavivar la vida cristiana dentro de las fronteras de los practicantes» (J.A. Pagola);
– elaboración de proyectos pastorales integrados;
– cuidar y favorecer la experiencia de Dios;
– creernos de verdad que todos necesitamos escuchar, especialmente
quienes tienen la misión de hablar y de mandar;
– trabajar por una auténtica corresponsabilidad;
– generar espacios de diálogo26;
– tender puentes entre Iglesia, sociedad y cultura;
– aceptar un sano pluralismo y contribuir a la edificación de una Iglesia de comunión;
– fomentar el trabajo en equipo;
– promover formas de compromiso social y político;
– creernos de verdad que ha llegado la hora de los laicos;
– trabajar por la paz y la reconciliación.
En definitiva, ser conscientes de que hoy, más que nunca, estamos ante
la necesidad de evolucionar desde una «iglesia de bautizados» a una
«Iglesia de testigos»27.
26. Diálogo que tiene como actores a personas que buscan incansablemente. Ni la libertad es algo adquirido de una vez por todas, ni la verdad es un caudal agotado.
Este camino nuevo, que lo es siempre, se camina roturándolo. Pero abrir caminos
auténticamente nuevos solo es posible a golpe de discernimiento y diálogo; discernimiento y diálogo que construyan comunión humana. Una comunión así no se
hace preguntando unos y respondiendo otros, sino preguntando todos, escuchando todos las respuestas de todos, arriesgando todos y recogiendo todos de la experiencia arriesgada nuevas preguntas para nuevos riesgos en la vida. Se trata, en mi
opinión, de insertarse en un ritmo marcado por experiencia-discernimiento-diálogo, experiencia-discernimiento-diálogo. Porque este es el ritmo del caminar de la
vida humana.
27. Despertar nuestra actitud evangelizadora también de cara a los mismos practicantes. Con frecuencia, es fácil observar en ellos los mismos esquemas de pensamiento, la misma concepción de la vida y semejante conducta individual y social que en
los alejados (J.A. Pagola).
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Me van a permitir ir cerrando estas páginas con tres consejos (y tres proverbios) que pueden ayudar a entender mejor los derroteros por los que,
creo yo, deberá correr la reflexión teológica-pastoral: trabajo en equipo,
paciencia y caridad.
Trabajo en equipo. Porque como dice un proverbio tuareg, «solo un necio cruza el desierto a solas si lo puede hacer en una caravana».
Paciencia y trabajo constante. Porque, como dice un proverbio polaco,
«quien toma un atajo probablemente no dormirá en su cama esa noche».
Bondad, caridad y honestidad intelectuales. Porque, como dice un
proverbio rumano, «tira bondad a izquierda y derecha, y la encontrarás
cuando la necesites».
Me permito concluir con una llamada humilde a que no falte la esperanza en quienes sirven a la Iglesia a través del ministerio teológico. Porque, como decía el padre de un buen amigo, «por muy revueltas que estén las aguas, al final el corcho flota y el plomo se hunde». O, dicho de
otra forma, «quien repiensa con honestidad, lealtad y ternura cómo presentar la riqueza del Evangelio a nuestros contemporáneos, al final flota;
y quien se mantiene en una cansina repetición de fórmulas pasadas…»
Pues eso.
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C.J. SCICLUNA / H. ZOLLNER /
D.J. AYOTTE (EDS.)
Abuso sexual contra
menores en la Iglesia.
Hacia la curación
y la renovación
264 págs.
P.V.P.: 18,50 €
He aquí las actas de un simposio de estudio y sensibilización para afrontar
la «herida abierta» de la violencia sexual por parte de miembros del clero,
organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana entre el 6 y el 9 de febrero de 2012. Se pretendía dar voz a las víctimas de tal tipo de violencia e
indicar honestamente las carencias, los pecados y los delitos cometidos por
representantes de la Iglesia; favorecer una cultura de la escucha y el aprendizaje, para trabajar conjuntamente en el futuro en la búsqueda de soluciones a semejante problema; y colaborar con los medios de comunicación y
dar a conocer qué es lo que puede hacerse para proteger de tal violencia a
los más débiles.
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UNA REVISTA EN EL CAMINO
MISIONERO DE LA IGLESIA*
Mons. Ricardo Blázquez Pérez**
Fecha de recepción: mayo de 2012
Fecha de aceptación y versión final: julio de 2012
Resumen
Remigio Vilariño Ugarte, SJ., nacido en Gernika en 1865 y muerto en Bilbao
en 1939, fundó la revista Sal Terrae para sacerdotes en el año 1912. Cumple,
por tanto, este año los cien de su existencia, coincidiendo el centenario con el cincuentenario del comienzo del Concilio Vaticano II. Esta coincidencia, además
de ser casual, puede ser también una sugerencia para la reflexión. Cincuenta
años es una duración considerable, teniendo en cuenta la caducidad de las obras,
porque es difícil la continuidad. Nos alegramos de estas efemérides y agradecemos a las personas que a lo largo del tiempo han sabido tomar el relevo y prolongar lo que otros iniciaron. Se necesita siempre alguna dosis de humildad para ser herederos y continuadores.
PALABRAS CLAVE: misión, diálogo, secularización, indiferencia religiosa
*
**
Conferencia pronunciada en la Universidad Pontificia Comillas el 1 de junio de
2012 con el título «Acción pastoral y culturas actuales: mutuas relaciones, aprendizajes e implicaciones».
Arzobispo de Valladolid. <[email protected]>.
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mons. ricardo blázquez pérez
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A journal along the Church’s missionary way
Abstract
Remigio Vilariño Ugarte, SJ, who was born in Guernica in 1865 and died in Bilbao in 1939, founded, in 1912, the Sal Terrae journal for priests. It is, therefore,
one hundred years old this year, which coincides with the fiftieth anniversary
of the beginning of Second Vatican Council. This coincidence may be seen as fortuitous, yet it may also prompt us to reflect upon it. Fifty years is a considerable
amount of time, if we think of the relatively short lifespan of works, given that continuity is hard to achieve. So we are very pleased about this anniversary and would
like to thank all those of you who, throughout the years, have been able to take over
and continue what others had started. We always need to show some humility when
taking over as heirs and successors.
KEY WORDS: mission, dialogue, secularization, religious indifference
–––––––––––––––
1. La memoria de un apóstol nos estimula en la misión.
El P. Vilariño fue un apóstol eminente, que dejó una huella profunda y
duradera. Unió el servicio generoso a la Palabra de Dios con la pluma, la
predicación y la radio, con la atención a las personas en el confesionario
y en la dirección espiritual, y la respuesta al clamor de los pobres con
obras de carácter social. Causa asombro su fecundidad apostólica. Sus escritos combinan la solidez doctrinal y la amenidad, la capacidad de persuasión y la unción espiritual. Durante 39 años dirigió la revista El Mensajero del Corazón de Jesús, que había sido introducida desde Francia en
España en 1866 por el canónigo de Barcelona Dr. José Morgades, obispo de Vich desde 1933. La revista fue transferida a los jesuitas de Bilbao,
asumiendo la dirección el P. Vilariño. En la revista, genuinamente popular, llegó a escribir hasta 11.000 páginas. Fueron sus números, aparecidos puntualmente, un espejo donde se reflejaron los acontecimientos
religiosos de España enfocados pastoralmente, y por ello fuente fecunda
de información de la vida de la Iglesia.
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una revista en el camino misionero de la iglesia
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Entre sus escritos destaca la Vida de nuestro Señor Jesucristo, publicada en
1908, habiendo alcanzado el año 1930 la cifra de 68.000 ejemplares en
seis ediciones. En 1958 apareció la 13ª edición. Edibesa editó oportunamente 12 Vidas de Jesús con ocasión del Año Jubilar de 2000, entre las
cuales está la del P. Vilariño.
Le sucedió en la dirección de El Mensajero del Corazón de Jesús el P. José
Julio Martínez, cuya obra El drama de Jesús fue traducida a muchas lenguas, siendo un auténtico best-seller. Al mismo autor, muy ufano comprensiblemente, escuché yo en Loyola, donde vivió los últimos años de
su larga vida, que se había editado más de un millón de ejemplares.
Remigio Vilariño fue un hombre providencial en Bilbao: no solo ejerció
abundantemente el magisterio con sus escritos y sus radio-conferencias
al filo de los acontecimientos, sino también con iniciativas sociales de
largo alcance. Puso en marcha la construcción del Barrio de la Cruz de
viviendas sociales con su templo, situado al terminar las Calzadas de Mallona, que arrancan en la plaza de Unamuno, dentro del casco viejo bilbaíno, y culminan en el comienzo de la calle Virgen de Begoña, que conduce hasta la basílica de Nuestra Señora, ininterrumpidamente visitada
por numerosos fieles. La villa de Bilbao agradeció al P. Vilariño su presencia y su obra nombrándolo hijo adoptivo de Bilbao e hijo preclaro de
Vizcaya1. Como buen apóstol de Jesucristo, transmitió el Evangelio con
el ejemplo, la palabra y la cercanía fraternal, particularmente a los necesitados, con quienes estuvo unido en sentimientos y trabajos. Todo lo
que atañía a la pastoral de los sacerdotes, a la construcción de la Iglesia
en su camino diario, era objeto de su atención.
Las Calzadas de Mallota culminan donde hasta hace poco tiempo estaba el Hogar Sacerdotal, donde vivió, entre otros, José Luis Martín Descalzo, incardinado en la diócesis de Valladolid, mientras fue corresponsal de La Gaceta del Norte; allí ultimó los volúmenes de Un periodista en
el Concilio, que desde Roma había enviado como crónicas durante los
1.
Cf. J.M. IGARTUA, «Vilariño Ugarte, Remigio», en Q. ALDEA – T. MARÍN – J. VIDiccionario de Historia Eclesiástica de España IV, CSIC, Madrid 1972-1975,
2.758-2.759.
VES,
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cuatro periodos conciliares. La memoria agradecida al P. Vilariño, fundador de la revista Sal Terrae, me ha dado la oportunidad de recordar
cordialmente a personas y lugares en que yo viví y ejercí como obispo
durante casi quince años. Vilariño fue un don de Dios para la Iglesia y
la sociedad de su tiempo, y sus obras se prolongan hasta nosotros. Vivió
enteramente para la misión confiada, que desempeñó con tanta fidelidad
como creatividad, abriendo caminos para responder a los signos de su
tiempo. La obediencia ignaciana le introdujo en un dinamismo que desbordaba la letra del encargo hacia un horizonte que realizó según el espíritu de la misión confiada.
Me ha parecido oportuno unir en esta conferencia la mirada al pasado y
nuestra perspectiva actual, la misión que cumplió el P. Vilariño, dentro de
la cual se sitúa el origen de la revista Sal Terrae, y la que estamos desarrollando nosotros. La mirada convergente a los orígenes y a la encrucijada
actual responde a las tareas pastorales y a la reflexión sobre las mismas. La
memoria y la esperanza están íntimamente unidas: hacemos memoria de
las personas y de los acontecimientos que nos han precedido, no por añoranza del pasado, huyendo de las tareas e incertidumbres del presente, sino para, inspirándonos en lo acontecido, fortalecer la esperanza de cara al
futuro, que deseamos configurar según la promesa de Dios. Hacemos memoria juntos porque vivimos eclesialmente la esperanza.
Como ya indiqué arriba, el mismo año celebramos dos efemérides: Los
cien del nacimiento de la revista Sal Terrae y los cincuenta de la solemne
apertura del Concilio Vaticano II, a cuya celebración, reavivando el gozo de la fe y el entusiasmo para anunciar el Evangelio, nos invita el Papa
Benedicto XVI. ¿Qué panorama se abre ante la Iglesia hoy? ¿Qué actitudes debemos asumir? ¿Cuáles son los desafíos fundamentales planteados
a la misión cristiana?
El título de la revista está tomado del Evangelio, como también el de la
revista Hosanna (cf. Mt 21,9; Mc 11,9), fundada en 1924 para los niños
de la Cruzada Eucarística. Las fórmulas sal terrae y lux mundi (cf. Mt
5,13.14) expresan la misión de los discípulos de Jesús en medio de la humanidad. El nombre de nuestra revista recoge las palabras evangélicas:
«Vosotros sois la sal de la tierra». Es una coincidencia que ambas expreSal Terrae | 100 (2012) 759-779
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siones hayan sido tomadas como títulos de sendas entrevistas concedidas
por el Papa al periodista Peter Seewald. La primera se remonta al año
1996 (Sal terrae), cuando era todavía cardenal, y la segunda apareció en
el año 2010 (Lux mundi). Ambas imágenes son de orden misionero e indican el sentido evangelizador y apostólico de los cristianos en el mundo. La sal da sabor a los alimentos y preserva de la corrupción; la luz vence a las tinieblas e ilumina el camino. En esto consiste precisamente la
misión de los cristianos: en ofrecer sentido e irradiar claridad. ¡Que la sal
no se desvirtúe, ni la luz languidezca y se apague! Los discípulos, que viven según el estilo de las bienaventuranzas, son como fermento de una
humanidad nueva (cf. Mt 13,33; Flp 2,14-16). Las buenas obras son
lámparas de esperanza en el camino, y el amor cristiano es evangelizador.
La misión, según las metáforas evangélicas, es universal; su irradiación
no se limita a Israel; deben ser luz del mundo y sal para la tierra habitada, para la humanidad entera.
La comparación de la luz ha sido utilizada en la constitución Lumen
Gentium, con repercusión en el conjunto de la obra conciliar, de manera muy sugestiva, en una especie de juego de luces. Y la metáfora de la
sal sería susceptible de una utilización semejante. «Cristo es la luz de los
pueblos; por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo,
desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el Evangelio
a todas las criaturas (cf. Mc 16,15)»2. La Iglesia puede iluminar a la humanidad en la medida en que ella sea iluminada por Jesucristo, que es la
luz del mundo. Seguramente, además de diferentes resonancias bíblicas
(cf. Is 42,6; 49,6; Lc 2,32; Hch 13,47; Jn 8,12), litúrgicas e históricas,
está en el fondo el pasaje de 2 Co 4,6: «El mismo Dios que dijo: “del seno de las tinieblas brille la luz” la ha hecho brillar en nuestros corazones
para iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en
el rostro de Cristo»3.
2.
3.
CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium, 1.
Cf. F. ESPLUGUES FERRERO, Cristología del testimonio en el Concilio Vaticano II, Universidad San Dámaso, Madrid 2011, 88. La Iglesia, como la luna, no tiene luz original, refleja la recibida de Jesucristo, «Sol de justicia». Cf. H. RAHNER, «El miste-
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A continuación voy a detenerme, primero, en la relación entre misión
cristiana y diálogo, temas íntimamente unidos en el Concilio Vaticano
II; y, en segundo lugar, en la prioridad pastoral de la Iglesia, según el Papa Benedicto XVI, en la encrucijada presente. Confío responder de esta
manera al tema que se me ha pedido.
2. Misión cristiana y diálogo
El Concilio Vaticano II quiso poner a la Iglesia en estado de misión. Su
intención, tal como aparece en el anuncio y en la convocatoria de Juan
XXIII, es eminentemente misionera. En la constitución apostólica Humanae salutis, firmada el día 25 de diciembre de 1961 y por la que convocaba el Concilio, escribió: «La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad que traerá consigo profundas mutaciones. Un
orden nuevo se está gestando, y la Iglesia tiene ante sí tareas inmensas,
como en las épocas más cruciales de la historia. Porque lo que se exige
hoy de la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la
virtud perenne, vital y divina del Evangelio». ¿No tienen estas palabras
la misma actualidad que tuvieron hace cincuenta años? Las primeras líneas de la constitución apostólica recuerdan el mandato misionero de Jesús y su consoladora promesa de estar con nosotros todos los días hasta
el fin del mundo (cf. Mt 28,20). Y en la oración mandada rezar en la
Iglesia por los frutos del Concilio, Juan XXIII señaló como referente e
icono evangelizador un «nuevo Pentecostés».
La finalidad misionera es la órbita abarcadora donde quedan situados los
diversos objetivos conciliares: vigor renovado de la vida cristiana, reforma
de las instituciones de la Iglesia sometidas a cambio, unidad de los creyentes en Jesucristo e invitación a todos los hombres a formar parte de la
Iglesia. La Iglesia ha sido convocada, a través del Concilio ecuménico, pa-
rio cristiano del sol y la luna», en Mitos griegos en interpretación cristiana, Herder,
Barcelona 2003, 109-176. «El bautismo es un encararse hacia oriente, una “alianza con el sol de Cristo” y además un ser iluminado por su luz de Pascua» (p. 136).
Cf. Ef 5,14.
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ra ser enviada al mundo contemporáneo. Es, por tanto, sumamente coherente que al celebrar el 50 aniversario de la solemne apertura del Concilio
ocupe sobre todo la atención de la Iglesia, por indicación de Benedicto
XVI, la llamada «nueva evangelización», la acentuación de la alegría de la
fe y un renovado entusiasmo apostólico para transmitirla4.
Cuando fue convocado el Vaticano II, no tenía la Iglesia ante sí cuestiones particulares que lo reclamaran, como, por ejemplo, herejías concretas o urgencias de reforma por la decadencia moral y la grave relajación
de sus miembros. ¿Por qué fue entonces convocado y a qué respondió su
ingente esfuerzo? Para que la Iglesia, interiormente renovada y unificada, anunciara el Evangelio en la situación histórica de la humanidad, que
se encontraba en una encrucijada epocal. Aunque haya sido un Concilio
centrado en darse la Iglesia una definición más acabada de sí misma, la
perspectiva fue siempre apostólica; su mismo estilo literario está en sintonía con este objetivo fundamental.
En esta perspectiva nació, creció y se ha desarrollado la revista Sal Terrae,
que desde el principio quiso ayudar a los sacerdotes en su misión pastoral, finalidad que se ha ampliado a la misión actual de la Iglesia entera,
definiéndose como «revista de teología pastoral». En cambio, la revista
Surge, nacida en el ambiente del Seminario de Vitoria hace 70 años, por
iniciativa del inolvidable D. Rufino Aldabalde, y conformadora del «Movimiento sacerdotal» de Vitoria, con amplia difusión en la Iglesia, es una
«revista sacerdotal» ofrecida para cultivar la espiritualidad correspondiente y promover el apostolado5. Surge trata asiduamente temas de la vocación, vida, formación, misión, organización, espiritualidad de los sacerdotes diocesanos, sobre todo. A pocos kilómetros de distancia nacieron
las dos revistas como hermanas, en el marco de la misma diócesis de Vi-
4.
5.
Cf. Carta apostólica «Porta fidei», del 11 de octubre de 2011. En la historia de la
Iglesia contemporánea han confluido en este día numerosos y relevantes acontecimientos (Apertura Solemne del Concilio Vaticano II, 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, memoria litúrgica del beato Juan
XXIII, comienzo del Año de la Fe...).
Cf. V. CÁRCEL ORTIZ, «Aldabalde Trecu, Rufino», en Diccionario de Sacerdotes Diocesanos Españoles del siglo XX, BAC, Madrid 2006, 100-103.
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toria, ya que hasta el año 1950 no fueron erigidas las diócesis de San Sebastián y Bilbao, siendo desmembradas de la madre diócesis de Vitoria.
Con una intuición profunda, que podemos llamar profética, Pablo VI,
en la encíclica programática de su pontificado, Ecclesiam suam (6 de
agosto de 1964), después de tratar sobre la conciencia vital que la Iglesia tiene del misterio en que está enclavada y que la habita, de referirse
seguidamente a la renovación de la Iglesia con el previo examen de conciencia y la consecuente purificación y actualización (aggiornamento),
afronta por fin el tema del diálogo. El Papa cuida esmeradamente que el
tratamiento de las cuestiones desarrolladas en la encíclica no limite la libertad del Concilio.
En relación con la tercera parte dice la encíclica: como consecuencia de
los dos primeros enunciados, a saber, conciencia y renovación eclesiales,
está «el de las relaciones que hoy la Iglesia debe establecer con el mundo
que la rodea y en el que vive y trabaja»6. Y un poco más adelante: «La
Iglesia tiene el deber de la evangelización, ya que la custodia y la defensa de la tradición recibida son necesarias, pero no agotan el mandato misionero y el ministerio apostólico». Están incluidos en el encargo, dado
por el Señor a los apóstoles (cf. Mt 28,19), la difusión, el ofrecimiento,
el anuncio del patrimonio recibido. «Daremos a este impulso interior de
caridad, que tiende a hacerse don exterior de caridad, el nombre ya habitual de diálogo»7. El diálogo no es una moda pasajera, aunque la palabra haya adquirido hace no mucho tiempo una utilización masiva.
La tercera parte, desde el número 189 hasta el final (n. 210), contiene
diversos aspectos sobre el diálogo en la perspectiva cristiana, eclesial y
misionera. El conjunto fue saludado entonces con gozo y esperanza y,
rescatado de desfiguraciones que han podido insinuarse, debe ser sostenido en la vida y misión de la Iglesia.
El fundamento del diálogo, de que habla la encíclica, está en la misma
revelación divina, en la historia de la salvación. La alianza de Dios con
6.
7.
Enchiridion Vaticanum 2, 168.
Ibid., 191.
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los hombres los hace sus amigos y los introduce en su compañía (cf. Jn
15,14-19). El diálogo de la salvación fue abierto por Dios en su iniciativa inefable, que nos amó primero (cf. 1 Jn 4,10), sin merecerlo nosotros
(cf. Jn 3,16; Lc 5,31). El diálogo es una forma de relación hondamente
cristiana. Esta actitud de Dios guía a la Iglesia a instaurar unas relaciones con la humanidad inspiradas en el amor y la confianza: «La Iglesia
debe dialogar con el mundo en que vive. La Iglesia se hace palabra; la
Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio»8. La verdad y el amor,
en íntima conexión interactiva, deben iluminar el diálogo; no se debe sacrificar en el diálogo ni la cercanía respetuosa al interlocutor ni la fidelidad a Jesucristo. El diálogo como forma de ejercitar la misión apostólica es un arte de la comunicación espiritual que incluye las características
de la claridad, la mansedumbre, la confianza y la prudencia9. El diálogo
es una manera de actuar y de ser.
Dialogar significa que los interlocutores caminan juntos al encuentro de
la verdad plena. El diálogo no es cesión en la verdad para que el otro no
se enfade. El diálogo no termina siempre en acuerdo; pero no tiene por
qué terminar en descalificaciones personales ni en un mayor distanciamiento. El diálogo es paciente; debe ser reemprendido con mayor amor
a la verdad y con mayor amor al interlocutor (cf. Jn 8,11).
Los documentos del Concilio Vaticano II están impregnados de una actitud dialogal y pidieron que los diversos miembros de la Iglesia fueran
iniciados en el diálogo como procedimiento humano para la relación y
como vía misionera10. La presencia de observadores invitados en las sesiones conciliares contribuyó eficazmente a propiciar el clima dialogante. El diálogo no se identifica con la polémica, aunque sí debe defender
lealmente la verdad profesada y argumentada de manera convincente.
Hacia la verdad ascendemos con las alas de la fe y de la razón estrechamente unidas. El diálogo, como modo cristiano de vivir y evangelizar,
Ibid., 192. Cf. CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum 2: «Dios, movido por amor, habla a los hombres como amigos».
9. Cf. Ibid., 196.
10. Cf. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes 21, 23; Ad Gentes 11: Presbyterorum
Ordinis 12; Optatam Totius 15, 19.
8.
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comporta el ejercicio de la fe, del amor y de la razón. La fe no es irracional; es profundamente razonable. La fe es aliada de la razón, ya que la
mueve a ir más allá de la razón cerrada en sí misma. Un himno de la Liturgia de las Horas nos enseña a rezar en la búsqueda y forcejeo con la
verdad con estos versos: «Hágale (al hombre) / tu claridad / salir de sus
vanidades; / dale, Verdad de verdades, / el amor a tu verdad».
El Papa Benedicto XVI nos está ayudando eficazmente a profesar la fe
con mayor lucidez y hondura, y también con su perspicacia nos advierte de posibles peligros. En un capítulo del libro-entrevista Luz del mundo,11titulado «dictadura del relativismo», el Papa afirma, entre otras cosas, que hay que decir hoy, frente a una resignación extendida, que el
hombre debe buscar la verdad y que es capaz de encontrarla. En el reconocimiento y la transmisión de la verdad se debe ejercitar la humildad y
ser tolerantes. Pero es necesario denunciar el hecho de que se infiltre una
forma de tolerancia que en realidad es intolerante y suprime la tolerancia auténtica. No debe convertirse el relativista en un absolutista de lo relativo (Max Scheler). A veces, ejemplifica el Papa, en nombre de la no
discriminación se quiere obligar a la Iglesia a que modifique su postura
sobre la homosexualidad o sobre la ordenación de mujeres; no se tolera
que la Iglesia viva su propia identidad. Pero el que en nombre de la tolerancia se elimine la tolerancia es una verdadera amenaza, ya que una
postura concreta de la llamada razón occidental se quiere imponer a todos. Ante esto, hemos de decir con claridad y valor: «A nadie se obliga a
ser cristiano. Pero nadie debe ser obligado a vivir la “nueva religión” como la única determinante y obligatoria para toda la humanidad»12. ¿Por
qué ha de ser «homófobo» quien afirma que las relaciones homosexuales
no son lo más normal del mundo?
Frente al relativismo, que piensa que es normativo el punto de vista de
cada persona y de cada grupo, el pluralismo cultural sostiene, con razón,
que todo hombre tiene derecho a expresarse por sí mismo. Abrazar la
verdad es un encuentro con la misma verdad que penetra suavemente,
11. BENEDICTO XVI, Luz del mundo: el Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos,
Herder, Barcelona 2010, 63-72.
12. Ibid., 66.
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sin violentar, en la mente y en el corazón. La negación de la objetividad
de la verdad por parte del relativismo socava la posibilidad de entendernos los hombres de diversos pueblos, culturas, razas y lenguas.
Es dificilísima la coincidencia total de dos personas en todos los puntos
de vista, como es dificilísima también la discrepancia completa. Aunque
haya divergencias entre los interlocutores, no deben desistir de llegar a
un cierto acuerdo respetuoso, quizá todavía parcial, mientras las vías estén abiertas. El «todo o nada» es una alternativa inadecuada en este campo, mientras exista apertura sincera a la verdad.
La actitud dialogante alentó a los padres conciliares y permeó sus documentos, que adoptaron una orientación pastoral en absoluto equivalente a debilidad doctrinal, una mirada compasiva sobre la humanidad (cf.
Mt 9,36) y un ánimo esperanzado a pesar de todos los problemas, que
son reconocidos con realismo. Perderse en lamentaciones sobre los males del presente, refugiándose en el pasado por la nostalgia o huyendo al
futuro por la evasión utópica, puede paralizar la actuación que exige la
hora presente de la historia. El arte del diálogo, como estilo y como espíritu, requiere un aprendizaje paciente, largo y costoso. La cercanía y el
diálogo con el mundo no debe significar contagio secularista, sino comunicación misionera. El cristiano dialogante es una persona amiga de
la verdad, humilde en su presentación, defensora de la misma con argumentos y sin polémicas; debe ser respetuosa y saber convivir con todos,
a pesar de los desacuerdos y divergencias. No es fácil unir el celo por la
verdad y el amor a las personas. El encuentro de las personas en la verdad no puede ser componenda superficial alcanzada con arreglos y transacciones. La reconciliación auténtica entre las personas se restaura con
el perdón, que es una donación especial en el amor (per-dón) capaz de
olvidar las ofensas recibidas. A pesar de los intentos fallidos, la Iglesia no
debe desistir del diálogo en la relación humana y apostólica con los demás. La vía del diálogo no fue una moda, sino una llamada a imitar el
comportamiento de Dios en la historia de la salvación. El diálogo, guiado por el amor en la búsqueda y comunicación de la verdad, puede ser
largo y trabajoso, pero no es inútil. Confiamos en que el Espíritu de
Dios trabaja en el corazón del hombre y de la humanidad en el itinerario hacia el Amor y la Verdad, que son inseparables.
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Nadie está excluido como interlocutor en el diálogo de la Iglesia, ya que
la misión universal invita al diálogo con todos los hombres. Merece la pena recordar que la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes (n. 92) recoge los cuatro círculos de interlocutores
que describe la encíclica Ecclesiam suam (nn. 200-210). Esta va desde el
círculo exterior hasta el más interno, y aquella procede inversamente. Los
círculos son estos: diálogo con la humanidad entera sobre todo lo que es
humano, ya que lo auténticamente humano no es ajeno a la fe; diálogo
con los creyentes en Dios; diálogo con los hermanos cristianos separados
y diálogo en el interior de la Iglesia católica. La oración universal de la celebración del Viernes Santo abarca estos diferentes círculos de personas y
grupos. Con palabras admirables dice la encíclica: «Nadie es extraño a su
corazón [de la Iglesia]. Ninguno es indiferente para su ministerio. Ninguno le es enemigo, si él mismo no quiere serlo. No en vano se llama católica; por algo está encargada de promover en el mundo la unidad, el amor
y la paz» (n. 200). En el diálogo, movido hacia la verdad a impulsos del
amor, la Iglesia no excluye a nadie: ni a los que todavía no reconocen a
Dios ni «a aquellos que se oponen a la Iglesia y la persiguen de varios modos»13. Estas son actitudes profundamente cristianas, que no olvidan la necesaria prudencia y la experiencia de la historia.
El diálogo responde a la condición del hombre llamado personalmente
a la verdad y a la respetuosa y humanizadora convivencia; no debe imponerse por la fuerza, ya que el hombre es libre y no debe vivir aisladamente, ya que el ser humano es un ser relacional. El diálogo está en consonancia con la situación actual de la humanidad, donde no hay compartimentos estancos ni pueblos incomunicados. La convivencia, el respeto, la misión, el testimonio... son actitudes que debe adoptar la Iglesia
tanto para ser fiel a Jesucristo como para vivir en una sociedad plural y
en una humanidad interdependiente y globalizada. Los cristianos, en su
vida cristiana y en su misión evangelizadora, no deben caer ni en el repliegue y huida a la privacidad, ni en la indiferencia y el relativismo, ni
en la pérdida de participación y sentido democrático, ni en la agresivi-
13. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes 92.
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dad por miedo, desprecio o falsa seguridad. Los cristianos están llamados a participar en la formación de la opinión pública y en la transformación de la vida social según la verdad y el amor. Con palabras del
Evangelio: estamos en el mundo sin ser del mundo (cf. Jn 15,18-19;
17,14-16).
La solidaridad con todos los hombres no olvida la fraternidad con los
hermanos en la fe (cf. Ga 6,10). La mesa eucarística debe impulsar a todos los hombres a participar en la mesa de los bienes de la tierra. La Iglesia del Señor, aunque sea una «grey pequeña», es para toda la humanidad germen de unidad, de esperanza y de salvación. Ha sido llamada y
enviada para ser como «luz del mundo y sal de la tierra» (cf. Mt 5,1316)14. Los cristianos no debemos nivelar la pertenencia a la Iglesia con la
solidaridad hacia la humanidad, como si fueran pertenencias equivalentes. La Iglesia es sacramento de salvación e instrumento eficaz para que
la humanidad sea una familia de hermanos y hermanas.
3. Prioridad fundamental: el reconocimiento de Dios
Frecuentemente, sobre todo en situaciones señaladas en que Benedicto
XVI se ha dirigido a la Iglesia y a la humanidad actual, ha afirmado con
claridad que la búsqueda de Dios, el reconocimiento de Dios y la fe en el
Dios revelado en Jesucristo es la prioridad suprema y fundamental de la
Iglesia y, en concreto, del Papa como sucesor de Pedro. Esta prioridad la
ha manifestado en intervenciones ante los cristianos de otras confesiones,
al hablar del meollo de las reformas necesarias en la Iglesia en cuestiones
relativas a la fundamentación de la dignidad de los hombres, en la base de
las legislaciones positivas de los Estados y en la llamada ley natural15.
14. CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium 9. Cf. R. BLÁZQUEZ, «Eucaristía y unidad
de la Iglesia», en S. GUIJARRO – G. HERNÁNDEZ (eds.), Los ecos de la Escritura. Homenaje a José Manuel Sánchez Caro, Verbo Divino, Estella 2011, 387-405.
15. Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Comunión y servicio: La persona humana, creada a imagen de Dios, aprobado por el card. J. Ratzinger el 23 de julio de
2004.
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Merece un esfuerzo, y el trabajo queda bien recompensado, leer detenidamente esta serie antológica de intervenciones pronunciadas en ocasiones relevantes: discursos en Universidades, en Academias, en Parlamentos, en diálogo con personas y grupos de personas abiertas al presente y
futuro de la humanidad, que está hoy en una coyuntura no solo nueva,
sino también inédita por sus posibilidades y peligros. Aquí aparece la
preocupación de fondo del Papa, que por una parte refleja su amor a la
humanidad y, por otra, la fidelidad a la misión cristiana. La iniciativa
personal de Benedicto XVI del llamado «Atrio de los gentiles» se sitúa en
este marco histórico. Hay personas abiertas a la verdad que buscan a
Dios y están dispuestas a un diálogo honrado con los cristianos.
En la carta dirigida por el Papa a los obispos de la Iglesia católica el día
10 de marzo de 2009, al informar sobre los motivos que le llevaron a levantar la excomunión a los cuatro obispos consagrados por Mons.
Lefebvre, y después de conocerse la negación del holocausto judío
(Shoá) por uno de ellos, con la consiguiente conmoción social, escribió
con una humildad emocionante y con un admirable sentido de eclesialidad y colegialidad, lo siguiente: «Creo haber señalado las prioridades
de mi pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo
que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directriz.
En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en
peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento,
la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en
este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un Dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1) en Jesucristo
crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual
de la historia es que Dios desaparezca del horizonte de los hombres y
que, con el apagarse la luz que proviene de Dios, la humanidad se vea
afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen
cada vez más de manifiesto. Conducir a los hombres hacia Dios, hacia
el Dios que habla en la Biblia: esta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y del Sucesor de Pedro en este tiempo». Difícilmente se puede ir con más claridad, profundidad y solicitud misionera
al fondo de la cuestión16.
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Es fácil encontrar otras palabras de Benedicto XVI que apuntan en la
misma dirección. «Antes del encuentro con Cristo, los Efesios estaban
sin esperanza, porque estaban en el mundo “sin Dios”»17. El conocimiento del verdadero Dios derrama en el hombre la esperanza cierta y
fiable. «Sin Dios, el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos
que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro
auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: “Sin mí no podéis
hacer nada” (Jn 15,5). Y nos anima: “Yo estoy con vosotros todos los
días hasta el final del mundo” (Mt 28,20)»18.
La secularización radical, que llega a las conciencias y a las orientaciones
básicas, éticas y jurídicas de la sociedad en el presente y de cara al futuro, hace también más radical la misión de la Iglesia. Cuando Pablo visitó como apóstol Atenas, vio que era un pueblo muy religioso, ya que entre muchos altares había uno dedicado al «Dios desconocido», con lo
cual va a conectar el anuncio del Evangelio de Jesucristo resucitado de
entre los muertos (cf. Hch 17,22ss). Actualmente, es muy frecuente en
nuestras latitudes que la predicación evangélica no encuentre ya en el
ambiente esa convicción religiosa. El ateísmo ya no es un hecho aislado
de algunas personas. El que muchos se desentiendan de la relación y del
diálogo con Dios es «uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo, que debe ser examinado con atención»19.
Con muchas expresiones podemos denominar este fenómeno tan extendido actualmente: indiferencia religiosa, silencio de Dios, ausencia de
Dios, eclipse de Dios, muerte de Dios, vivir como si Dios no existiera,
ateísmo sin pasión ni beligerancia, no echar de menos a Dios, «apostasía
silenciosa»... Esta situación, que en ocasiones muestra notas de desdén y
de sátira, es un desafío singular para la misión cristiana. Podemos decir
16. Cf. S. DEL CURA, «Testimoniar juntos la presencia del Dios vivo: tarea ecuménica
primordial a los 50 años del Vaticano II»: Pastoral Ecuménica 86 (2012), 11-36.
17. Spe salvi 3. Cf. Ef 2,12.
18. Caritas in veritate 78.
19. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes 19. Cf. J. MARÍAS, La perspectiva cristiana, Alianza Editorial, Madrid 1999.
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que nos hallamos como ante personas famélicas e inapetentes, que acusan
el vacío pero no se mueven hacia la búsqueda de la plenitud. Invitamos a
participar en encuentros y celebraciones, y muchas veces la respuesta es un
encogimiento de hombros. Por este motivo, es parte integrante de la misión evangelizadora el «despertar religioso», la apertura a la trascendencia
e incluso la «ampliación de los espacios de racionalidad»20.
Diversas metáforas muy elocuentes expresan la pérdida de vigencia de
Dios en la conciencia humana y en la cultura y sus consecuencias para el
hombre: silencio, ausencia, eclipse, muerte de Dios21. Con el oscurecimiento de Dios en la conciencia humana palidece también el brillo de las
realidades fundamentales tradicionalmente unidas a Dios, como el ser, la
verdad, la moral, la esperanza más allá de la muerte. ¿No sobreviene con la
pérdida de Dios el nihilismo, el relativismo, la reducción del horizonte último de la existencia humana, una especie de desazón de fondo, la renuncia a grandes aspiraciones, la conformidad con goces pequeños? También
podemos preguntarnos: ¿Calla Dios o es que el hombre está sordo? ¿Está
Dios ausente o huimos nosotros de Él? ¿Ha muerto Dios o nosotros lo rechazamos y decidimos que no hay Dios? ¿Eclipse de Dios o «noche» transitoria? ¿No es la coyuntura actual, en que se pierden tantas seguridades
económicas, laborales, profesionales y vitales, una oportunidad para descubrir nuevamente cuál es la seguridad auténtica?
La apertura al misterio forma parte de las preguntas y de la reflexión racional del hombre. Es poco razonable recortar al hombre el horizonte del
ejercicio de su razón. La razón no razona solo sobre lo funcional, instrumental y experimentable. Se hace más preguntas. No es bueno para el
hombre olvidar a Dios, dar la espalda a Dios, aparcar a Dios. Hay en el
hombre una querencia fundamental que no puede extinguir, ya que ha
sido creado por Dios a su imagen y semejanza, y hasta que no encuentra
a Dios está inquieto, camina a oscuras, le falta sentido vital y norte. Sin
Dios, amenaza a la humanidad una especie de apagón de la historia. Por-
20. Cf. A. PIOLA, «“Élargir les espaces de rationalité”. Une proposition pastorale de Benoît XVI»: Nouvelle Revue Théologique 134 (2012), 233-251.
21. Cf. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Dios, Sígueme, Salamanca 2004, 62-72.
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que el hombre está abierto a Dios, confiamos que nunca será del todo
indiferente a buscarlo y a gozar con su hallazgo. Si no cesamos de preguntar al hombre: ¿dónde estás?, ¿dónde está tu hermano?, ¿dónde está
tu Dios?, es porque estamos seguros de remitirle a cuestiones primordiales de la vida. El ateísmo no es un fenómeno originario y connatural al
ser del hombre, sino derivado de varias causas, entre las cuales se debe
contar la reacción crítica contra las religiones y, en nuestra área cultural,
contra la religión cristiana, ya que los defectos e infidelidades «han velado más que revelado el genuino rostro de Dios»22. Quien afirmaba frecuentemente que «el hombre puede dar muerte a Dios, pero no puede
enterrar su cadáver» (A. Querejazu), manifestaba un conocimiento profundo de la historia y de la condición humana.
Da vértigo pensar que pueda haber personas que han decidido excluir a
Dios. La argumentación para cohonestar con visos de racionalidad esa
postura está en función de una «noluntad» previa y fundamental, de no
querer que Dios exista. ¿Por qué Dios, sumamente amable, ya que se define como Amor (cf. 1 Jn 4,8) y nos ha certificado su amor enviándonos
a su Hijo (cf. Jn 3,16; 1 Jn 4,9-10; Rm 8,31-32), puede ser considerado
peligroso y perjudicial? ¿Hemos oscurecido y desfigurado nosotros su
rostro? ¿Qué debemos hacer para que Dios sea creíble, amable, deseable?,
ya que el hombre aspira al encuentro con Dios, pues es constitutivamente «desiderium videndi Deum». San Agustín, partiendo de la unidad
del amor a Dios y al prójimo, nos dio una pista preciosa: el amor al prójimo abre las pupilas de los ojos para ver a Dios; en quien da de comer
al hambriento y viste al que está desnudo amanece en su corazón la luz
(cf. Is 58,7-10). El amor según el estilo de Jesús, como Él nos amó, no
solo ilumina interiormente para conocer al Padre que le envió, sino que
también es evangelizador (cf. Jn 13,34-35; 17,21-23). La transmisión
del Evangelio, como la revelación de Dios, tiene lugar con hechos y palabras íntimamente unidos. Las palabras explicitan lo que acontece en
los hechos, y los hechos respaldan las palabras. En un mundo ahíto de
palabras, tantas veces huecas y engañosas, las obras del amor respaldan
22. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes 19.
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las palabras de la predicación y les dan credibilidad. Por esta comunicación interactiva, son insustituibles en la evangelización la catequesis y el
ejercicio de la caridad; por la misma razón, Cáritas, como buque insignia del amor cristiano que actúa personal y socialmente, es un rostro
amable de la Iglesia que remite a Dios, fuente del amor23.
Pablo VI concentró la obra del Concilio Vaticano II en la respuesta a esta pregunta: «Iglesia, ¿qué dices de ti misma?». En varias ocasiones reitera a la Asamblea conciliar la misma tarea24. Aunque el Concilio se ocupó principalmente de la Iglesia, de su naturaleza y composición, de su
vocación ecuménica y de su actividad apostólica, la Iglesia no es fin en sí
misma. Está radicada en el misterio de Dios y es esencialmente misionera. «Es el pueblo de Dios reunido por la unidad del Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo»25. La pregunta respondida autorizadamente en el Concilio: «Iglesia, ¿qué dices de ti misma?», encamina a esta otra: «Iglesia, ¿qué
dices de Dios». La Iglesia es el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y el
Templo del Espíritu Santo. Sobre este trasfondo se entienden adecuadamente sus acciones, su predicación y catequesis, sus celebraciones, sus
organismos, su servicio a la humanidad y sus cambios necesarios. Si la
reforma cristiana se quedara en cambios organizativos y compaginación
de responsabilidades, sería muy superficial. La genuina reforma se gesta
en el encuentro personal con Jesucristo, en la renovación de la fe en
23. «El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas, que son los diversos testimonios sobre Cristo, tales como la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia. Hablamos con estas virtudes cuando las mostramos a otros en nosotros
mismos. El lenguaje tiene vida cuando hablan las obras. Cesen, por favor, las palabras; hablen las obras. Estamos llenos de palabras, pero vacíos de obras» (SAN ANTONIO DE PADUA, Sermones dominicales y festivos. I. Domingo de Pentecostés, Editorial Espigas, Murcia 1995, 595).
24. Cf. Discurso del 29 de octubre de 1963: «Nos parece que ha llegado la hora en que
la verdad acerca de la Iglesia de Cristo debe ser estudiada, organizada y formulada».
Discurso del 14 de septiembre de 1964: «La Iglesia debe definirse a sí misma, debe extraer de su conciencia genuina la doctrina que el Espíritu le dicta, según la
promesa del Señor: “El Espíritu Santo, el Paráclito, que el Padre enviará en mi
nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn
14,26)». Cf. discursos del 21 de noviembre de 1964 y del 7 de diciembre de 1965.
25. CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium 4.
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Dios, en el aliento vivificador del Espíritu Santo. La cuestión primordial
es la fe en Dios, cuyo rostro personal es Jesucristo. El desafío que la celebración del 50 aniversario del comienzo del Concilio nos lanza es, sobre todo, acerca de la renovación de la fe y de una nueva evangelización.
Sin negar que hay aspectos siempre pendientes de reforma en la Iglesia,
el Papa, en la homilía de la misa crismal de este año, remitió a aquella
tarea primordial como base de todo cambio. San Juan de Ávila, cuya declaración de doctor de la Iglesia está a las puertas (7 de octubre de 2012),
desde esta base y perspectiva redactó también sus Memoriales sobre la reforma de la Iglesia dirigidos al Concilio de Trento26. El Concilio Vaticano II, cuyo objeto fue la Iglesia, debe ser leído a la luz de su dimensión
teologal y de su misión salvífica, partiendo de su radicación en Dios y
como sacramento de vida eterna.
Benedicto XVI ha discernido como prioridad fundamental de la Iglesia
en la actualidad el reconocimiento de Dios, revelado en la historia de Israel y en Jesucristo, plenitud y mediador de la automanifestación y autocomunicación de Dios. La misión de la Iglesia es hablar de Dios y hacer memoria de su soberanía y de su bondad. Nosotros hablamos de
Dios, cuyo Reino anunció Jesús con palabras y obras, cuyo rostro viviente y personal es Él mismo, cuyo amor a la humanidad se ha mostrado en su muerte y resurrección. Jesús es el narrador de Dios: «A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, Él
lo ha contado» (Jn 1,18). En la Iglesia hemos recibido a Jesucristo vivo,
y en Jesucristo hemos encontrado al mismo Dios.
La Iglesia, y en ella los cristianos, somos portadores del Evangelio, ya que
prolongamos con la fuerza del Espíritu Santo la misión de Jesús, que es
el Evangelio de Dios a la humanidad en persona. Todo en Jesús es anuncio de la cercanía, la misericordia, el amor de Dios. La denuncia, en Jesús, no es independiente de la Buena Noticia; es como el reverso del
anuncio, y por el valor incalculable del Evangelio asumimos renuncias.
Hay noticias de Dios, y son buenas: Dios existe y nos ama. No somos
profetas de desventuras, sino apóstoles de la alegre esperanza. Por ello,
26. SAN JUAN DE ÁVILA, Obras completas II, BAC, Madrid 20012, 485-619.
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debemos aprender a hablar bien de Dios. Es más fácil hablar de Dios
desde la filosofía o los análisis religiosos que desde el Evangelio. Hablar
de Dios desde la fe confesante y la oración, con una fuerte dosis de anuncio y de interpelación compasiva, puede despertar la fe casi apagada y,
aunque aparezca mortecina, ponerla en pie, ya que, en contra de muchas
apariencias, alienta todavía en el corazón de los oyentes. La predicación
cristiana y evangélica no consiste en polemizar contra todos los hombres
alejados de Dios en la hora presente, ni en desarrollar una clase académica de moral, ni en describir sociológicamente la postura de los hombres ante la religión, ni en extenderse en lamentaciones sobre las desgracias de nuestro tiempo. Nuestra predicación se inscribe dentro del anuncio del Evangelio, animando a que los oyentes respondan por la fe y la
conversión, como hizo Jesús (cf. Mc 1,14-15). De Dios, que se ha manifestado en Jesucristo como Amor, debemos hablar amablemente. Hablar evangélicamente de Dios implica una dosis vivencial; una cierta experiencia de Dios en la vida personal; conocer existencialmente el amor
que Dios nos tiene. Con la luz de la vida nueva en Jesucristo, podemos
denunciar los males que el hombre se hace a sí mismo. Esta denuncia nace también del amor al hombre que sufre con sus extravíos.
En los sumarios del Evangelio (cf. Lc 4,17-21), que expresan la misión
de Jesús, se unen la gracia de Dios con la indigencia humana: Jesús es la
mano de Dios tendida a los pecadores, es refugio de los excluidos, es protección de los indefensos, es salud de los enfermos, es apoyo de los pobres, es defensa de los débiles, como las mujeres y los niños, los huérfanos y las viudas27. El rostro bondadoso y santo de Dios brilla en la salvación actuada en Jesucristo, que rescata de la perdición a los hombres.
La fidelidad a Dios, siguiendo las huellas de Jesús, implica el cultivo y la
promoción de la dimensión social de la fe cristiana. La palabra «pobre»
tiene en el Evangelio dos sentidos que no se pueden separar totalmente:
27. Cf. R. BLÁZQUEZ, Iglesia y Palabra de Dios, Sígueme, Salamanca 2011, 225-245. L.
RODRÍGUEZ DUPLÁ, «Monoteísmo y ética», en F.J. ANDRADES – M.A. PENA – A.
GALINDO (coords.), Razones para vivir y razones para esperar. Homenaje al Prof. Dr.
D. José Román Flecha, Ediciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca
2012, 631-642.
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pobre es el sencillo de corazón y pobre es el indigente que vive situaciones de necesidad, como el hambre, el desamparo, la carencia de vivienda y cobijo, la soledad y la esclavitud. Jesús mismo se identifica con el
necesitado y nos pide ayuda. Mt 25,31ss contiene una profecía moral y
el cuestionario sobre el amor según el cual seremos examinados en el
atardecer de la vida. Jesús nos envía a llevar el Evangelio, la buena Noticia de Dios, a las personas indigentes: «No necesitan médico los sanos,
sino los enfermos» (cf. Mc 2,17). Los autosuficientes piensan que se bastan a sí mismos y, de esta forma, se cierran a la salvación.
Benedicto XVI pasará probablemente a la historia, entre otras cosas, por
su empeño en purificar la Iglesia de Dios, desenmascarando y denunciando valientemente fallos y pecados que en otras situaciones históricas
se ocultaban para evitar escándalos que la publicidad podría suscitar. Él
prefiere la verdad transparente, la humildad para cargar con los oprobios,
la confianza en que la purificación evangélica es también evangelizadora. Es un Papa reformador y renovador de una Iglesia que, siguiendo a
Jesús pobre y humilde, lucha por ser fiel transmisora de la fe en Dios; tema que constituye, a su modo de ver, el desafío más grande que tiene actualmente planteado la Iglesia.
La revista Sal Terrae, que acompaña desde hace un siglo a los sacerdotes
y a todos los cristianos en la misión recibida del Señor, es acreedora de
agradecimiento hondo y sincero. Al mismo tiempo merece confianza para que acudamos a sus páginas en la encrucijada actual, que solicita de
nosotros una nueva evangelización.
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JEAN MONBOURQUETTE /
ISABELLE D’ASPREMONT
Disculpe, estoy en duelo
160 págs.
P.V.P.: 14,00 €
¿Por qué cada día nos resulta más difícil vivir nuestros duelos en público?
Y si la negación social de la muerte y del duelo se impone, ¿qué consecuencias va a tener esta actitud en la vida de las personas que se enfrentan
a una situación de duelo? A menudo, los miembros de una familia que
acaba de perder a un ser querido no saben ya cómo comportarse y reaccionar en su nueva situación vital. Este libro recoge y resume la larga experiencia de sus autores en el acompañamiento de las personas en duelo
para que se sientan reforzadas en su vida personal y con una conciencia
más clara de su propia relación con la muerte.
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LOS NUEVOS CONTEXTOS SOCIO-POLÍTICOS
Y SU INFLUENCIA EN LA ACCIÓN PASTORAL*
Luis González-Carvajal Santabárbara**
Fecha de recepción: mayo de 2012
Fecha de aceptación y versión final: julio de 2012
Resumen
España ha cambiado mucho en los últimos cincuenta años, y los agentes de pastoral necesitan tener un conocimiento exacto de esos cambios si quieren responder a ellos adecuadamente. «Me espanta –dijo el P. Arrupe en cierta ocasión–
que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana». En estas páginas se analizan algunos de los cambios ocurridos durante las últimas décadas y
se reflexiona sobre las implicaciones que tienen para nuestra pastoral.
PALABRAS CLAVE: Pastoral encarnada, cambios políticos,
cambios económicos.
The new socio-political contexts
and their influence on pastoral work
Abstract
Spain has significantly changed over the last fifty years and pastoral workers
need to have precise knowledge of these changes if they wish to respond to them
*
**
Conferencia pronunciada en la Universidad Pontificia Comillas el 2 de junio de 2012.
Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Madrid.
<[email protected]>.
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appropriately. «I am appalled –P. Arrupe once said– that we can give yesterday’s
answers to tomorrow’s problems». In these pages, we discuss some of the changes
in recent decades and we reflect on the implications for our pastoral care.
KEY WORDS: Embodied pastoral care, political change, economic change.
–––––––––––––––
Dado que estamos celebrando el centenario de Sal Terrae, he interpretado que la expresión «nuevos contextos socio-políticos» se refiere a los
cambios producidos en nuestro país desde que se fundó la Revista, aunque en realidad los cambios más profundos hayan tenido lugar en los últimos cincuenta años1.
De hecho, quien habiendo salido de España hace cincuenta años regresara hoy, tendría la sensación de estar en otro país que nada tiene que ver
con el que dejó. Algo parecido nos ocurre a nosotros cuando leemos una
novela del género llamado «realismo social» ambientada en los veinte
años posteriores a la guerra civil (pensemos, por ejemplo, en El Jarama,
de Rafael Sánchez Ferlosio, o La colmena, de Cela).
Quienes están comprometidos en la acción pastoral no pueden «equivocarse de siglo»2: «Me espanta –dijo el P. Arrupe– que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana»3. Si quieren evitar ese peligro, es necesario que su conocimiento de la sociedad española actual no
sea un conocimiento falseado, y ni siquiera intuitivo o superficial, porque sin un conocimiento exacto mal podrán dar respuestas adecuadas.
En esta conferencia intentaremos recordar algunos cambios ocurridos en
las últimas décadas y reflexionar sobre las implicaciones que tienen para
nuestra pastoral.
1.
2.
3.
Por razones de espacio no figura aquí la última parte de la Ponencia («Contexto
socio-religioso»), aunque en el CD sí aparece el texto íntegro.
Fue famoso en su momento un artículo titulado «Une Église qui se trompe de siècle» («una Iglesia que se equivoca de siglo»), publicado el 7 de agosto de 1971 por
el académico francés Maurice DRUON en Le Monde. Posteriormente publicó un libro de casi 300 páginas con el mismo título (Plon, Paris 1972).
P. ARRUPE, Conferencia de Prensa, 24 de noviembre de 1966, en VARIOS AUTORES,
Pedro Arrupe. Así lo vieron, Sal Terrae, Santander 1986, 80.
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El contexto político
Uno de los cambios más importantes ocurridos en España durante las últimas décadas ha sido la transición de un régimen político autoritario a una
democracia liberal homologable a las existentes en el resto de Occidente.
El régimen de Franco, como diré más adelante, fue capaz de propiciar un
notable dinamismo económico, pero se negó a llevar a cabo las transformaciones políticas que resultaban imprescindibles. No dejaba de ser paradójico que se llamara «el Movimiento» a lo que se caracterizó por un
absoluto inmovilismo.
Como todo el mundo sabe, Franco murió, tras una agonía interminable,
el 20-N de 1975; según los datos oficiales, a las 4,40 de la mañana, a los
82 años de edad, en su cama (que por tal pudo tener la que, después de
tanto tiempo, ocupaba en La Paz).
Por aquellos días Luis González Seara hizo el siguiente diagnóstico de
la situación que dejaba Franco al morir: «España, estructuralmente, ha
cambiado. No somos un país agrario, feudal, analfabeto, hambriento y
supersticioso, sino un país industrializado que come tal vez con exceso
para su “línea”, con unas tasas de escolaridad creciente y unas formas
secularizadoras de vida. Y, sin embargo, en el orden político nos hallamos en pleno subdesarrollo, con los derechos y libertades fundamentales limitados»4.
El hecho de que Franco muriera en la cama –y no como Mussolini, que terminó colgado en la Piazza Loreto– parecía presagiar que el Régimen podría
sobrevivir a su Fundador. Sin embargo, las cosas fueron de otra forma.
Tres días después se colocaba sobre la tumba del General una losa de
1.500 kilos de granito. Esa losa tiene un enorme valor simbólico, porque
bajo ella quedaron sepultados casi 200 años de intolerancia en nuestro
país. En efecto, dividida España en dos mitades irreconciliables a partir
4.
L. GONZÁLEZ SEARA, «Los nuevos españoles. Introducción a un Informe», en FUNDACIÓN FOESSA, Estudios sociológicos sobre la situación social de España, 1975, Euramérica, Madrid 1976, XXX.
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de las Cortes de Cádiz (1812), no quedaría otra salida que la guerra fratricida. El propósito de Don Juan Carlos, cuando accedió a la jefatura
del Estado tras la muerte de Franco, fue acabar de una vez por todas con
esa situación. Como él mismo dijo en un libro-entrevista, «no quería a
ningún precio que los vencedores de la guerra civil fueran los vencidos
de la democracia. La idea maestra de toda mi política era conseguir que
nunca más los españoles se dividieran en vencedores y vencidos»5.
Tres eran, en mi opinión, los problemas recurrentes que venían enfrentando a unos españoles con otros: la forma de gobierno, el lugar de la
Iglesia católica en la sociedad y la integración política de las diversas nacionalidades que constituyen el Estado español.
Establecimiento de una democracia liberal
A) El dato
El Presidente del último Gobierno de Franco, Carlos Arias Navarro,
nunca sintonizó con los proyectos del nuevo monarca de una transición
hacia la democracia sin traumas y, por insinuación regia, acabó presentando la dimisión. Fue sustituido el 1 de julio de 1976 por Adolfo Suárez, que en seguida sorprendió a todos por la audacia de las medidas que
fue adoptando (supresión del Movimiento, amnistía para los presos políticos...), hasta el punto de que muchos dijeron que iba delante de los
acontecimientos, corriendo unos riesgos que parecían bordear peligrosamente los límites de tolerancia del ejército.
Lo primero que preparó su Gabinete fue el Proyecto de Ley para la Reforma Política, que superó los pasos preceptivos de ser aprobado por el
Consejo Nacional y después por las Cortes. Cuando el Presidente de las
Cortes anunció su aprobación, a las 21,28 horas del 18 de noviembre de
1976, se había legitimado la nueva estructura jurídico-política sin ruptura de la legalidad vigente.
5.
J.L. DE VILLALONGA, El Rey. Conversaciones con D. Juan Carlos I de España, Círculo de Lectores, Barcelona 1993, 104.
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El Real Decreto de 8 de febrero de 1977 permitió al Gobierno legalizar
los partidos políticos, atribuyendo la última palabra al Tribunal Supremo. El proceso de legalización concluiría el 9 de abril, cuando, no sin
traumas ni riesgos, se dio carta de ciudadanía al PCE, convocándose cinco días después las elecciones generales para el 15 de junio. Hacía 41
años, desde los comicios de febrero de 1936 en tiempos de la Segunda
República, que no había elecciones libres en España.
Podemos considerar que la transición de la dictadura a la democracia finalizó en 1982, tras superar felizmente las siguientes cuatro pruebas de
fuego:
•
La del 9 de abril de 1977, con la ya mencionada legalización del Partido Comunista, el enemigo oficial y declarado del ejército franquista. Obviamente, el Partido Comunista de los años setenta poco tenía
ya que ver con el partido rígido y dogmático de los tiempos del estalinismo, pero el hecho es que –según declaró el ex-coronel Amadeo
Martínez Inglés– el Estado Mayor del Ejército discutió aquella noche la posibilidad de militarizar el país6.
•
La de marzo de 1980, cuando se celebraron las primeras elecciones
para los Parlamentos vasco y catalán.
•
La del 23-F de 1981, con el golpe de Estado que dio origen al día más
largo y angustioso de la democracia española: el transcurrido entre las
18,24 horas del día 23, cuando el teniente coronel Tejero irrumpió en
el hemiciclo de las Cortes, y las 12,55 del día siguiente, cuando la
Junta de Jefes del Alto Estado Mayor hizo público el comunicado en
el que se anunciaba el final de la ocupación. Al parecer, el Rey hizo
saber claramente que ni aprobaba el golpe de Estado, ni estaba dispuesto a abdicar, ni aceptaría exiliarse: los rebeldes tendrían que fusilarlo. El ejemplo contrario de su abuelo don Alfonso XIII y de su cuñado Constantino de Grecia fue probablemente un recordatorio decisivo: la aceptación por uno y otro de un golpe militar supuso la desaparición de la monarquía en sus respectivos países.
6.
El País (12 de abril de 1993), 19.
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•
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La del 28-O de 1982, cuando accedió al poder con mayoría absoluta el Partido Socialista, símbolo claro de la España que había perdido la guerra civil. De nuevo debo hacer una consideración semejante a la que hice anteriormente a propósito del Partido Comunista: el
Partido Socialista de 1982 se parecía poco –y el de hoy menos todavía– al de los años treinta, pero conservaba su valor de símbolo para
una parte de la sociedad española. De hecho, un mes después la revista «Iglesia-Mundo» afirmó que en las elecciones del 28 de octubre
«España se entregaba al marxismo, ni más ni menos».
Es de justicia resaltar el sentido verdaderamente admirable de responsabilidad que manifestaron los principales protagonistas de la vida pública
española durante aquellos años con el fin de desmantelar la dictadura sin
revanchismos. En un auténtico clima de reconciliación nacional, las Cortes franquistas prefirieron hacerse a sí mismas el haraquiri, aprobando la
Ley de Reforma Política, antes que provocar un nuevo enfrentamiento
sangriento entre españoles; D. Juan de Borbón renunció a sus derechos
dinásticos como jefe de la familia real, para evitar la división del pueblo
español; los partidos de izquierdas renunciaron a su reivindicación ancestral de establecer un régimen político republicano, para no dar ocasión a
que resucitaran nuestros demonios domésticos; la Iglesia –por boca del
Cardenal Tarancón en la eucaristía del Espíritu Santo con la que quiso comenzar D. Juan Carlos su reinado– renunció a la confesionalidad del Estado, para evitar una guerra religiosa; por último, todos los partidos políticos renunciaron a introducir en la Carta Magna elementos partidistas,
para lograr que la Constitución fuera verdaderamente de todos los españoles. ¡Qué pena que ese clima no se haya mantenido después!
B) Implicaciones pastorales
Después de varios años viviendo en democracia, hemos descubierto dolorosamente que no era esa panacea que un poco ingenuamente habíamos soñado, a pesar de lo cual en modo alguno querríamos retroceder a
los tiempos de la dictadura. Hemos comprendido muy bien lo que dijo
Churchill en la Cámara de los Comunes el 11 de noviembre de 1947:
«Muchas formas de gobierno se han ensayado y se seguirán ensayando
en este mundo de pecado y de infortunios. Nadie pretende que la deSal Terrae | 100 (2012) 781-797
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mocracia sea perfecta o infalible. De hecho, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, exceptuando todas las demás formas
de gobierno que se han intentado a lo largo de los tiempos»7.
Esto tiene implicaciones pastorales, porque los valores democráticos consolidados en la sociedad civil influyen en la Iglesia. No se trata de una influencia desde fuera, sino desde dentro, porque los miembros de la Iglesia
pertenecemos también a la sociedad civil. No debemos lamentar esa influencia, porque, como dijo el Concilio Vaticano II, es necesario fomentar
«un vivo intercambio entre la Iglesia y las diversas culturas [...], sobre todo en tiempos como los nuestros, en que las cosas cambian tan rápidamente. [...] La Iglesia, por disponer de una estructura social visible, señal
de su unidad en Cristo, puede enriquecerse, y de hecho se enriquece también con la evolución de la vida social, no porque le falte en la constitución que Cristo le dio elemento alguno, sino para conocer con mayor profundidad esta misma constitución, para expresarla de forma más perfecta
y para adaptarla con mayor acierto a nuestros tiempos» (GS 44 b y c).
Naturalmente, la Iglesia no es ni podrá ser nunca una democracia en el
sentido político de esta expresión, porque en la democracia la soberanía
corresponde al pueblo, mientras que en la Iglesia corresponde a Cristo,
que es su Cabeza (Ef 5,23; Col 1,18). Esto supone que al pueblo de Dios
le está prohibida la autodeterminación última. La Iglesia posee una constitución fundamental inmutable, basada en la revelación de Dios en Jesucristo, que no puede ser modificada por la voluntad de los creyentes.
Pero en el funcionamiento concreto de las democracias hay valores perfectamente compatibles con el Evangelio que deben aclimatarse en la
Iglesia para evitar que salga perjudicada en una comparación con la sociedad civil. Me refiero a cosas como las cuatro siguientes:
•
La corresponsabilidad. Necesitamos volver a dar actualidad en la Iglesia a aquella máxima tomada del Derecho Romano que incluso –y
sobre todo– los papas más autoritarios de la Edad Media (un Ino-
7.
W.S. CHURCHILL, His Complete Speeches, 1897-1963, Vol. 7, Chelsea House
Publishers, New York 1974, 7.566.
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•
•
•
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cencio III, un Bonifacio VIII) invocaban constantemente: «Lo que
afecta a todos debe ser tratado por todos»8.
La información transparente. La Instrucción Pastoral «Communio et
progressio», preparada por mandato especial del Concilio Vaticano II,
decía: «Cuando el estudio de una cuestión en la Iglesia exija secreto,
deben observarse las normas generales que se siguen en la sociedad civil. Sin embargo, las riquezas espirituales de las que la misma Iglesia es
signo piden que las noticias que sobre sus programas y múltiple acción
se difunden sean del todo íntegras, verdaderas y claras. Por ello, cuando las autoridades religiosas no quieren o no pueden dar tales noticias,
dan fácilmente ocasión más a la difusión de rumores perniciosos que
al esclarecimiento de la verdad. Por tanto, el secreto se ha de restringir
y limitar solo a lo que exijan la fama y estima de las personas y los derechos de los individuos o de los grupos»9.
El respeto al pluralismo legítimo, de acuerdo con ese precioso principio inspirado en San Agustín, aunque de origen anglicano o luterano, que el Vaticano II hizo suyo: «Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo» (GS 92 b).
Los métodos participativos para elegir a los pastores, tal como ocurría en el primer milenio. Recordemos aquella famosa máxima de
San León Magno, a principios del siglo V, que decía: «El que ha de
regir a todos debe ser elegido por todos» (Qui praefuturus est omnibus, ab omnibus eligatur)10.
8.
Cf. Y.M. CONGAR, «Quod omnes tangit, ab omnibus tractari et approbari debet»:
Revue Historique de Droit Français et Étranger 36 (1958), 210-259.
9. PONTIFICIA COMISIÓN PARA LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL, Communio
et progressio, 121, Paulinas, Madrid 1971, 66.
10. LEÓN MAGNO, Carta 10, 4 (PL 54, 628).
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Consolidación de un Estado laico
A) El dato
Existen tres posibles actitudes de los poderes públicos ante la religión:
•
•
•
En un extremo encontramos los Estados confesionales, que reconocen
una determinada religión como religión del Estado y a ella le conceden privilegios frente a las demás religiones.
En el otro extremo se sitúan los Estados laicistas, que prohíben cualquier presencia pública de las religiones, admitiendo únicamente que
quienes lo deseen mantengan la fe en algún lugar privadísimo de sus
existencias.
La postura intermedia entre ambos extremos son los Estados laicos,
que valoran positivamente el hecho religioso y colaboran con todas
las religiones, pero sin vincularse con ninguna de ellas en particular.
Antes de 1978, España había sido siempre un Estado confesional, exceptuando únicamente los dos años de la Primera República (11 de febrero de
1873 – 29 de diciembre de 1874) y los ocho de la Segunda República (14
de abril de 1931 – 1 de abril de 1939), cuyas constituciones fueron laicistas. En realidad, la Constitución de la Primera República se quedó en proyecto; no llegó a promulgarse por falta de acuerdo entre las fuerzas políticas. La de la Segunda República, que sí estuvo en vigor, llevó el laicismo
hasta las posturas más extremas, suprimiendo la Compañía de Jesús y sometiendo a las demás órdenes y congregaciones a una ley especial que restringía sus derechos. En resumen, la Iglesia Católica disfrutó siempre de
privilegios en España, exceptuando esos dos breves períodos –que juntos
apenas llegan a diez años– durante los cuales sufrió la hostilidad de los poderes públicos. Con razón dijo Agustín de Foxá que los españoles «vamos
siempre detrás de los curas; con un cirio o con un palo»11.
Desde 1978, superando tanto la confesionalidad como el laicismo, tenemos por primera vez en nuestra historia una Constitución laica. El ar-
11. Cit. en F. DÍAZ-PLAJA, El español y los siete pecados capitales, Alianza, Madrid 197011,
57. Otros atribuyen la frase a Unamuno, y otros a Pío Baroja.
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tículo 16, tras afirmar que «ninguna confesión tendrá carácter estatal»,
añade que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de
cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones»12.
Convivir en el marco de un estado laico por primera vez en nuestra historia requiere un aprendizaje, tanto por parte de la Iglesia como por parte de los gobernantes, porque no estábamos acostumbrados.
B) Implicaciones pastorales
Seguramente el privilegio más importante concedido a la Iglesia por los regímenes confesionales sea el de inspirar la legislación del Estado. Por ejemplo, durante el régimen de Franco, la Ley de Principios del Movimiento
Nacional, promulgada en 1958, decía: «La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento de la Ley de Dios, según la Doctrina
de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación»13.
Esto, naturalmente, terminó con la Constitución de 1978, que, como
hemos dicho, estableció un Estado laico. De hecho, desde entonces se
han promulgado bastantes leyes que la Iglesia ha considerado lesivas: el
18 de julio de 1983, por ejemplo, se reformó el Código Penal para permitir las operaciones de cambio de sexo; doce días después se despenalizó el aborto cuando concurrían determinadas circunstancias; y así sucesivamente. Las mayores tensiones vividas hasta el momento han tenido
lugar durante las dos últimas legislaturas del PSOE (2004-2011), con
varias iniciativas legislativas en los ámbitos de la familia, la bioética y la
educación. Sin duda, la manifestación más llamativa de esa tensión tuvo
lugar el 18 de julio de 2005, cuando una veintena de obispos, prescindiendo de la tradicional diplomacia eclesiástica, se manifestaron por las
calles de Madrid en favor de la familia tradicional y en contra del matri-
12. Constitución Española, art. 16 § 3, Boletín Oficial del Estado, Madrid 1979, 25.
13. J. DE ESTEBAN (ed.), Constituciones españolas y extranjeras, t. 1, Taurus, Madrid
1977, 364.
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monio entre personas del mismo sexo, poniendo así de manifiesto el grado de tensión que se había alcanzado.
Los obispos han precisado siempre que, estando en un Estado laico, no
pretenden imponer a los demás la moral cristiana; que no se oponen a esas
leyes por ser contrarias a la moral cristiana, sino por ser contrarias al derecho natural, es decir, a las exigencias éticas que se derivan de la naturaleza
humana y pueden conocerse sin necesidad de la revelación. El problema,
sin embargo, es que muchos no creen que exista un derecho natural, y entre quienes lo admiten no hay consenso sobre sus contenidos. Naturalmente, en un Estado laico la jerarquía de la Iglesia tiene derecho a defender su punto de vista y hablar a la luz de la razón humana como cualquier
otra institución, pero no puede pretender que el Estado a priori reconozca a su discurso una autoridad superior a los demás discursos y legisle de
acuerdo con la interpretación que ella hace de las exigencias de la naturaleza humana. Solo a los fieles puede la jerarquía de la Iglesia pedir un
«asentimiento religioso de la voluntad y del entendimiento» a sus enseñanzas, por decirlo con las palabras de la Lumen Gentium (LG 25 a).
Cuando los obispos se dirigen a la sociedad, deben estar dispuestos a participar en un debate secular y plural. Dicho con otras palabras, si en otro
tiempo la Iglesia mandaba en España, hoy tiene que convencer.
Esto debe ser tarea de todos los cristianos, cada uno desde su situación
personal: científicos, pensadores, artistas, profesionales de los medios de
comunicación social, políticos, etc. Debemos lamentar que tradicionalmente el compromiso de los cristianos se haya orientado casi siempre hacia las tareas intraeclesiales, en detrimento de una mayor presencia en la
vida pública. Juan Pablo II se vio obligado a llamar la atención sobre ese
peligro: para muchos fieles laicos –escribió– ha sido una gran tentación
«reservar un interés tan marcado por los servicios y tareas eclesiales que
frecuentemente se ha llegado a una práctica dejación de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural
y político»14.
14. Cf. JUAN PABLO II, Christifideles laici, 2 i, Paulinas, Madrid 1989, 10.
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Un nuevo marco legal
para las nacionalidades existentes en el Estado español
A) El dato
El Estado español agrupa varias realidades nacionales históricamente diferenciadas, como ocurre en la mayoría de los Estados (en Europa solo
son Estados uninacionales Portugal, Irlanda e Islandia). Cataluña y el
País Vasco viven de modo tenso su pertenencia al Estado español. Las demás comunidades, aun manteniendo sus rasgos diferenciales, viven con
naturalidad su pertenencia a esa unidad más amplia que llamamos España, a pesar de que varias de ellas son nacionalidades históricas más antiguas que la catalana y, sobre todo, que la vasca: la historia del Reino de
Asturias se remonta al año 718; Navarra fue un reino desde el 841 hasta el 1841; el Reino de León se creó en el 914; el de Castilla nació el año
960; el de Aragón en el 1035...
La Segunda República intentó solucionar ese malestar reconociendo a
Cataluña y al País Vasco sendos estatutos de autonomía, pero eso alimentó la desafección hacia la República de las demás nacionalidades,
que se sintieron discriminadas.
Para evitar que se repitiera la historia, la Constitución de 1978 decidió
reconocer un estatuto de autonomía a todas las nacionalidades. En un
primer momento, Cataluña y el País Vasco se sintieron satisfechas porque, tramitando sus estatutos por la vía rápida del artículo 151 de la
Constitución, accedieron a unas cotas de libertad y de autonomía política nunca alcanzadas y con pocos elementos de comparación en el resto de Europa. Las demás Comunidades siguieron la vía del artículo 143,
que, aunque es más lenta, no establece un techo de competencias más
bajo que el artículo 151. Y ocurrió que, a medida que también ellas fueron accediendo a la autonomía, Cataluña y el País Vasco volvieron a sentirse incómodas, porque jurídicamente no resultaban visibles sus diferencias con las restantes comunidades.
Estamos ante un problema no resuelto ni fácil de resolver, porque se enfrentan dos nacionalismos excluyentes. Por un lado, en amplios sectores
de las regiones más integradas está presente un nacionalismo excluyente
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que podríamos llamar «españolista»: el de quienes consideran incompatible la idea de España con la existencia de nacionalismos parciales en una
parte del territorio del Estado. Por otro lado, en Cataluña y el País Vasco
está presente otro nacionalismo igualmente excluyente: el de quienes consideran que su identidad propia implica negar la posibilidad de un proyecto común dentro del espacio territorial más amplio que es España. Estas dos patologías, aunque se han mitigado, se alimentan mutuamente.
B) Implicaciones pastorales
En muchos lugares el cristianismo se ha visto confrontado con la problemática del nacionalismo y a veces ha caído en la tentación –al menos en la
práctica– de definir la Iglesia sobre una base étnica, política o cultural. Es
lo que la Iglesia Ortodoxa, mucho más afectada por esa tentación que la
Católica, ha llamado «filetismo», palabra derivada del griego phylē’ «tribu».
El filetismo fue condenado por nuestros hermanos ortodoxos en el Concilio de Constantinopla en 1872 con estas palabras: «El filetismo, es decir, la distinción fundada en la diferencia de lengua o de origen étnico
[...] tal vez tenga un fundamento en los estados seculares, pero no pertenece a nuestro orden propio. [...] En la Iglesia cristiana, que es una comunión espiritual destinada por su Cabeza y Fundador a reunir a todas
las naciones en la única fraternidad de Cristo, el filetismo es algo extraño y totalmente incomprensible»15.
La Iglesia española debería considerar esas palabras de nuestros hermanos ortodoxos como una advertencia saludable. El nacionalismo implica
muchas cuestiones que teológicamente entran dentro de lo opinable, y
en opinión de Rafael Belda, que comparto, «en una colectividad social
cuyos miembros están divididos (unos tienen conciencia nacional y otros
no), la Iglesia no debe, en cuanto institución, hacer una opción en cuestiones opinables»16.
15. Cit. en A. RICCARDI, «La universalidad», en R. RÉMOND (ed.), Los grandes descubrimientos del cristianismo, Mensajero, Bilbao 2001, 27.
16. R. BELDA, «Reflexión cristiana sobre el hecho nacional y el nacionalismo»: Iglesia
Viva 95-96 (1981), 507.
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El contexto económico
A) El dato
Los veinte años que siguieron a la guerra civil fueron años de pobreza e incluso de hambre. Baste decir que hasta 1954 no alcanzamos otra vez la renta per capita que teníamos en 1932. En 1939 (14 de mayo) fue necesario
crear las cartillas de racionamiento, que habrían de mantenerse hasta 1952.
Tras la derrota de Hitler y Mussolini, el bloqueo internacional a que nos sometieron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial agravó todavía más
la situación. La estampa de los coches cargados con un gasógeno, que se hizo habitual desde que EE.UU. cortó el suministro de petróleo, podría ser
un símbolo del programa de autarquía económica que se emprendió entonces y que –como era de esperar– resultó completamente inviable.
Cuando, en 1957, nuestras reservas de divisas llegaron a los números rojos, tomó posesión un nuevo gobierno –cuyas carteras económicas correspondieron a miembros del Opus Dei (Navarro Rubio, Ullastres, López Bravo y López Rodó)– que habría de enterrar la fatídica autarquía.
En enero de 1959 hicieron una consulta sobre la liberalización económica, y en julio de ese año se aprobó el llamado «Plan de Estabilización»,
que lo era también de liberalización.
En seguida empezaron a verse los frutos: inversiones en cadena; tasa de beneficios pujante; aumento del empleo industrial y terciario, con la consiguiente migración a las ciudades; salarios reales que crecían al menos un 5%
anual... Baste decir que entre 1960 y 1973 el incremento medio del Producto Interior Bruto fue del 7% anual en términos reales, el mayor de toda
nuestra historia. Se habló entonces del «milagro español». Prácticamente,
solo nos aventajó Japón, con su gigantesco promedio del 12% anual a lo largo de la década de los 60. En aquellos años, los salarios fueron creciendo por
encima de los precios, alcanzándose un crecimiento medio anual del 5% en
términos reales. Por primera vez en la historia española desde la conquista
de América, fue posible hacerse rico en una generación (o por lo menos así
lo creían muchas personas). Tres factores contribuyeron a esos buenos resultados: un punto de partida bajo, una coyuntura internacional favorable
y un régimen político que minimizaba los conflictos laborales.
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En 1973 comenzó la crisis económica internacional, que tuvo en España
consecuencias más graves que en los demás países de nuestro entorno, al
coincidir con la transición del franquismo a la democracia. Por una parte,
aumentaron los problemas y, por otra, los gobernantes –que bastante tenían con llevar a feliz término la transición política– fueron retrasando sine die las medidas económicas impopulares, con lo cual se agravaron los
problemas. Conocimos incluso tasas negativas de crecimiento del PIB (y
mucho más todavía del PIB per capita). Siguiendo muy de cerca la situación de la economía internacional, en el verano de 1985 se inició por fin
una fase expansiva que duró hasta 1990, y desde entonces se han ido sucediendo épocas buenas y épocas malas. En estos momentos, como todo
el mundo sabe, estamos en una ya no mala, sino malísima.
El caso es que, aunque haya sido a trancas y barrancas, España ha pasado de ser un país subdesarrollado y retrasado –no exagero: el Fondo Monetario Internacional no consideró a España país industrializado hasta
1980, y el Banco Mundial catalogó a España como país en desarrollo
hasta 1981– a ser uno de los primeros países en el ranking económico
mundial (llegó a ser el 9º; ahora, por la especial gravedad de nuestra crisis económica, ha retrocedido hasta el decimotercer puesto17).
Ciertamente, no todos los españoles vivimos en la opulencia, pero los
ciudadanos que viven con holgura son mayoría, y se ha generalizado una
«cultura de la satisfacción» –así la llamó Galbraith18– que cuestiona las
políticas sociales. Esto se debe a que, si hasta hace unas décadas tanto en
España como en los demás países industrializados los contentos y satisfechos eran una pequeña minoría, hoy son la mayoría de los electores.
Esa mayoría satisfecha, que sostiene con sus impuestos una parte considerable de los servicios que los poderes públicos prestan a los necesitados, viene manifestando su descontento por esta situación desde hace
tiempo. Los políticos –que necesitan de sus votos para llegar al poder o
mantenerse en él– han tomado buena nota de su malestar y están adel-
17. El ranking ordena los países de acuerdo con la paridad de poder de compra, con el fin
de minimizar las distorsiones debidas a variaciones del tipo de cambio de las monedas.
18. J.K. GALBRAITH, La cultura de la satisfacción, Ariel, Barcelona 19935.
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gazando las prestaciones sociales. Como es lógico, un pudor elemental
les impide hablar de la contraposición de intereses entre una mayoría satisfecha –que paga más de lo que recibe– y los necesitados –que reciben
más de lo que pagan–. Han preferido justificar el freno a las políticas de
solidaridad con argumentos que no inquieten la buena conciencia de la
mayoría satisfecha, como la conveniencia de restablecer un «capitalismo
heroico» que estimule más a los individuos, la conveniencia de ganar
competitividad frente a otros países o la necesidad de limitar el despilfarro de recursos por las administraciones públicas.
B) Implicaciones pastorales
También la Iglesia corre grave peligro de dejarse contaminar por esa «cultura de la satisfacción» aprobando –aunque solo sea con su silencio– la
progresiva eliminación de las políticas sociales y suavizando las exigencias sociales del Evangelio, tanto en la catequesis y en la predicación como en su magisterio. Rahner escribió hace ya tiempo: La Iglesia «ha dicho su crítica a los poderosos de esta tierra demasiado suavemente, de tal
manera que más bien parecía como si quisiera procurarse un alibi sin entrar de veras en conflicto con los grandes de este mundo»19.
Se trata de una tentación muy sutil, porque, como a la gente le gusta rodearse de maestros que les halaguen el oído (cf. 2Tim 4,3), los agentes pastorales comprueban –al menos inconscientemente– que es más fácil llenar los
templos, e incluso recaudar fondos, suavizando las exigencias sociales del
Evangelio. El Premio Nobel de Economía James M. Buchanan no pudo ser
más claro cuando escribió en uno de sus libros: «Todos debemos pagar al
predicador, pero solo si predica lo que sostiene y promueve nuestros intereses económicos»20. Pues bien, necesitamos recordar que nuestro Maestro
murió en una cruz y abandonado por casi todos para comprender que el
éxito humano y la aceptación social unas veces son sinónimo de buen hacer pastoral, pero otras veces indican traición al Evangelio.
19. K. RAHNER, «Sobre la posibilidad de la fe hoy», en Escritos de Teología, t. 5, Taurus,
Madrid 1964, 25.
20. J.M. BUCHANAN, Ética y progreso económico, Ariel, Barcelona 1996, 83.
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Es necesario, además, tomar conciencia de que la Iglesia sólo podrá dar
un testimonio eficaz de las exigencias sociales del Evangelio en medio de
una sociedad opulenta cuando ella misma viva pobremente. El Cardenal
Lercaro, en su famosa intervención sobre la Iglesia de los pobres el 6 de
diciembre de 1962 en el Concilio Vaticano II –que fue, por cierto, una
de las más aplaudidas por los padres conciliares– propuso cosas como estas: «a) La delimitación del uso de los medios materiales, sobre todo de
aquellos que comportan en sí mismos una menor apariencia de santa pobreza, según la palabra: “No tengo ni oro ni plata, pero lo que tengo te
lo doy” (Hch 3,6); b) El esbozo de un nuevo estilo o “etiqueta” para los
pontífices, de manera que ya no llame la atención ni hiera la sensibilidad
de los hombres de este tiempo, ni sea para los pobres ocasión de escándalo; c) La fidelidad a la santa pobreza no solamente individual, sino
también comunitaria, por parte de las familias religiosas»21.
Naturalmente, nadie pone en duda que la acción pastoral necesita medios
económicos, pero no debemos creer que la eficacia será mayor disponiendo
de recursos «poderosos según el mundo»: cadenas de radio, emisoras de televisión, edificios lujosos bien equipados, etc. Maritain –que, obviamente,
no es sospechoso de izquierdismo– lo advirtió hace ya muchos años: «Lo
que hace del mundo moderno un terrible tentador es que propone y vulgariza tanto los medios temporales ricos, pesados y dominadores, los emplea con tal ostentación y poder, que hace creer que son esos los medios
principales. Son principales para la materia, pero no para el espíritu»22.
Pienso, en efecto, que los medios poderosos suelen detener la atención
de la gente en ellos mismos y dejan de ser signo de «lo único necesario».
Además, cuando recurrimos a medios poderosos, es muy probable que
nosotros mismos acabemos apoyándonos en ellos más que en Dios, sin
poder comprender la experiencia de Pablo: «Cuando me siento débil, es
cuando soy fuerte» (2Cor 12,10).
21. El texto íntegro de la intervención puede leerse en G. LERCARO, Per la forza dello
Spirito. Discorsi conciliari, Edizioni Dehoniane, Bologna 1984, 113-122 (sus demás
intervenciones sobre la pobreza están en las pp. 123-170). Hay traducciones castellanas en P. GAUTHIER, La pobreza en el mundo, Estela, Barcelona 1966, 163-168;
ID., Los pobres, Jesús y la Iglesia, Estela, Barcelona 1965, 160-168.
22. J. MARITAIN, Religion et culture, Desclée de Brouwer, Paris 1930, 74.
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MICHAEL PAUL GALLAGHER, SJ
Mapas de la fe.
Diez grandes creyentes
desde Newman hasta Ratzinger
208 págs.
P.V.P.: 17,00 €
La experiencia de la fe en el mundo actual tiende a no ocupar ya el centro de la vida de las personas, sino que es más bien considerada como una
de las muchas posibles fuentes de significado, y no precisamente de las
más atrayentes. ¿Está todo perdido? En Mapas de la fe, Michael Paul
Gallagher «traduce» la voz de diez destacados pensadores del siglo XX
(Newman, Blondel, Rahner, von Balthasar, Lonergan, Sölle, Ratzinger...)
en una serie de reflexiones sobre la fe en la cultura contemporánea. El resultado es una introducción a la teología para estudiantes y lectores en general, así como un atractivo conjunto de variaciones sobre temas familiares para los especialistas.
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CLAUSURA DEL CONGRESO
CENTENARIO DE SAL TERRAE
(2 de junio de 2012)
Enrique Sanz Giménez-Rico, sj*
La Teología pastoral es una reflexión teológica sobre el conjunto de actividades que realiza la Iglesia, con el fin de precisar cómo deberían desenvolverse dichas actividades, teniendo presente la naturaleza de la Iglesia y su situación actual en el mundo.
Creo que el congreso que ahora clausuramos nos ha permitido, durante un
día y medio, adentrarnos en el núcleo de la Teología pastoral y de lo que
esta puede y quizás quiere ser hoy. El congreso nos ha acercado, pues, al
hoy de la Teología pastoral en, al menos, estas cinco dimensiones:
a) Una Teología pastoral –así lo afirmaba Pablo Guerrero– que quiere ayudar a cuidar nuestra relación y presencia en la vida de las
personas (y de las que están en situación difícil), siendo reflexiva,
crítica y normativa.
b) Una Teología pastoral que quiere posibilitar que la acción pastoral sea en red, aunando espiritualidades diversas y poniendo en
contacto acciones distintas (Raquel Pérez).
c) Dicha acción pastoral no puede no tener en cuenta la combinación de la imagen, la música y la palabra; tampoco la inmediatez
de la difusión de contenidos pastorales. Una acción pastoral que,
además, debe animar a distintas personas a ser comunicadoras y
creadoras de contenido (José María R. Olaizola).
d) Una Teología pastoral que, según Carles Such, esté cerca de los jóvenes, que ni creen ni quieren creer y que ni se hacen preguntas
ni necesitan respuestas.
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enrique sanz giménez-rico, sj
e) Cerca de unos jóvenes que son reflejo de una sociedad que no
pueden conocer superficialmente los pastoralistas y que ha pasado por distintos momentos y cambios políticos y económicos
(Luis González-Carvajal).
Pero creo también que el congreso no se acaba ahora. A todos los presentes, a quienes agradecemos cordialmente su presencia y apoyo en estos días, y a todo el equipo de Sal Terrae (su director, Abel Toraño, su
consejo de redacción, los autores y lectores de los artículos, etc.), les ha
ofrecido claves de reflexión sobre los agentes y destinatarios de la acción
pastoral, los nuevos lenguajes y los contextos en que ella se desarrolla, la
capacidad transformadora que dicha acción posee, etc.
Ojalá que Sal Terrae pueda seguir siendo durante muchos años una revista de calidad (D. José Sánchez echaba de menos en España revistas de
la Iglesia «de calidad»). También, un foro de diálogo a favor de la misión
cristiana (D. Ricardo Blázquez). Igualmente, un atrio para cristianos y
no cristianos donde sea posible el intercambio de –evocando el lema del
congreso y del centenario de Sal Terrae– preguntas y respuestas.
Ánimo, pues, a todos los que vais a llevar la revista en los próximos años,
y que vuestro trabajo nos siga ofreciendo fecundos frutos.
He hablado del presente del congreso, de un presente que nos abre hacia el futuro, porque este no se acaba en su clausura. Un congreso que
no podría haberse realizado sin un pasado, sin unos meses de preparación por parte de muchas personas:
a) De la editorial Sal Terrae, de su director general, Antonio Allende, de su director administrativo, Antonio Obregón, de los departamentos comercial, de revistas, de facturación y de publicaciones, muchos de cuyos miembros hoy nos acompañan. Quiero
destacar entre ellos a Ismael Gómez, alma de este congreso.
b) De los siete ponentes del congreso, cuyos nombres ya he recordado y que han cuidado con esmero las conferencias que han
pronunciado.
c) De Elena Rodríguez-Avial y Magdalena González, de la oficina
de prensa de la provincia SJ de Castilla, que han trabajado con seriedad y han ofrecido buenos titulares de prensa.
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clausura del congreso centenario de sal terrae
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A todos ellos, muchas gracias. Agradecimiento que hago extensivo a la
Compañía de Jesús por su apuesta por Sal Terrae, y por una apuesta renovada en los tiempos que vivimos. También a la Universidad Pontificia
Comillas y a su Rector, Julio Martínez, que ahora nos acompaña, por
acogernos en estos días y en otros muchos momentos. Y a todos ustedes,
una vez más, muchas gracias por su presencia e interés.
*
Director saliente de la revista Sal Terrae.
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(JOSEPH RATZINGER)
BENEDICTO XVI
El credo, hoy
264 págs.
P.V.P.: 20,00 €
¿En qué creemos los cristianos? ¿Qué sentido tiene ser cristiano? ¿Qué es
lo que proporciona orientación a nuestras vidas? La respuesta cristiana a
estas preguntas se encuentra en el credo, en la profesión de fe. Pero ¿no
hace tiempo que el Credo ha quedado anticuado? Este libro reúne contribuciones hasta ahora dispersas de Benedicto XVI, en las que el por entonces afamado teólogo comenta y explica de forma nueva los artículos
del símbolo de la fe. Al hilo de tales reflexiones se nos abre la posibilidad
de asomarnos no solo al credo más personal de Joseph Ratzinger, sino
también a los contenidos fundamentales del cristianismo: la fe, la esperanza y el amor.
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REVISTA SAL TERRAE
INSTRUCCIONES PARA LOS AUTORES
1) La revista Sal Terrae acepta trabajos originales, no publicados previamente ni
aceptados para su publicación en el mismo o en otro idioma. Los trabajos originales serán escritos en lengua castellana, pudiendo incluir citas textuales en
otros idiomas. Deben presentarse totalmente terminados y deberán adaptarse a
las instrucciones dadas por Sal Terrae.
2) La revista Sal Terrae acepta trabajos originales sobre estas temáticas: teología (pastoral, bíblica, espiritual, moral, práctica), Iglesia, familia, sociedad, psicología.
3) Los manuscritos recibidos serán evaluados por el director de la revista y, en ocasiones, por un miembro del consejo de redacción de la revista. Su (s) dictamen
(es) será (n) comunicado (s) al autor. Los trabajos aceptados quedan como
propiedad de la revista Sal Terrae y no podrán ser reproducidos sin su expresa
autorización (parcial o totalmente). Antes de su publicación, los autores de los
originales aceptados ceden en exclusiva a la revista Sal Terrae los derechos de explotación de los que son titulares, pudiendo Sal Terrae publicarlos en cualquier
soporte, así como ceder dichos derechos de explotación a un tercero.
4) Los autores de los trabajos recibirán una remuneración, su trabajo en formato
pdf y dos ejemplares del número correspondiente de la revista.
5) La extensión de los artículos solicitados será de un mínimo de 24500 y un
máximo de 25500 caracteres (con espacios), notas a pie de página incluidas.
Serán enviados en formato digital, en cualquier versión de Word, a
[email protected], o bien a [email protected].
6) En la primera página de los artículos se incluirá:
Título del artículo.
Nombre, apellidos, ocupación (es) principal (es) del/de la autor/a y correo
electrónico.
Fecha de finalización del trabajo.
Un resumen o sumario del artículo en castellano de entre 80 y 110 palabras y
una lista de palabras clave en número no superior a cinco, que no podrán coincidir con las del título del artículo.
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revista sal terrae
7) La revista Sal Terrae se encargará de traducir al inglés el título del artículo, el
resumen o sumario y las palabras clave.
8) Se recomienda utilizar estas fuentes tipográficas: «TimesNewRoman» para
Windows (o «Times» para Macintosh), tamaño 12 (texto) y tamaño 10 (notas
a pie de página).
9) Los criterios que deben seguirse a la hora de elaborar las notas a pie de página
son:
a) AL CITAR LIBROS: 1) inicial (es) del nombre (con punto) y apellido (s) del
autor en letra VERSALITA, dejando un espacio entre la inicial y el/los apellido (s); 2) título y subtítulo (si lo tiene) en letra cursiva; 3) nombre de la editorial en letra redonda; 4) lugar y fecha de publicación en letra redonda y
sin coma entre ambas (si existe número de edición de un libro, se cita, por
supuesto a partir de la segunda, en superíndice, justo a continuación del
año de edición); 5) número (s) de página (s) citada (s), sin que le (s) preceda (n) p. / pp.
Nota 1: Escríbase el nombre de la ciudad en que se publica el libro en el
idioma en que éste está escrito.
Nota 2: Cuando se citen dos o más libros del mismo autor, sustitúyase, a
partir de la segunda cita, la inicial del nombre y el/los apellido (s) por ID.
Esta nota vale también para los apartados b, c y d de estas instrucciones para autores.
Ejemplo:
D. ALEIXANDRE, Las puertas de la tarde. Envejecer con esplendor, Sal Terrae,
Santander 20093, 170-175.
b) AL CITAR ARTÍCULOS DE REVISTA: 1) inicial (es) del nombre (con punto) y
apellido (s) del autor en letra VERSALITA, dejando un espacio entre la inicial
y el/los apellido (s); 2) título en letra redonda y entre comillas («»); 3) nombre de la revista en cursiva, precedido por dos puntos (:); 4) número del volumen de la revista; 5) año de publicación entre paréntesis y coma (,) detrás;
6) número (s) de página (s) citada (s), sin que le (s) preceda (n) p. / pp.
Ejemplo:
G. BARBIERO, «“Un cuore spezzato e affranto tu, o Dio, non lo disprezzi”.
Peccato dell’uomo e giustizia di Dio nel Sal 51»: Ricerche storico-bibliche 19
(2007), 157-176.
c) AL CITAR ARTÍCULO EN OBRA COLECTIVA O VOZ DE DICCIONARIO: 1) inicial
(es) del nombre (con punto) y apellido (s) del autor en letra VERSALITA, deSal Terrae | 100 (2012) 803-805
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instrucciones para los autores
805
jando un espacio entre la inicial y el/los apellido (s); 2) título del artículo o
voz en letra redonda y entre comillas («»); 3) precedidos por coma (,) y en,
inicial (es) del nombre (con punto) y apellido (s) del autor/editor del libro
o diccionario en letra VERSALITA, dejando un espacio entre la inicial y el/los
apellido (s); 4) ed./eds. entre paréntesis (ed./eds.); 5) título y subtítulo (si
lo tiene) del libro o diccionario en letra cursiva; 6) nombre de la editorial
en letra redonda; 7) lugar y fecha de publicación en letra redonda y sin coma entre ambas (si existe número de edición de un libro, se cita, por supuesto a partir de la segunda, en superíndice, justo a continuación del año
de edición); 8) precedido por coma (,) y espacio, número (s) de página (s)
citada (s), sin que le (s) preceda (n) p. / pp.
Ejemplo:
A. WÉNIN, «David roi, de Goliath à Bethsabée. La figure de David dans les
livres de Samuel», en L. DESROUSSEAUX – J. VERMEYLEN (eds.), Figures de
David à travers la Bible, Cerf, Paris 1999, 75-112.
d) AL CITAR REFERENCIAS ELECTRÓNICAS, se siguen los criterios de a, b y c, y
se añade: 1) después de autor, título, etc., y precedida y seguida por coma:
en línea; 2) dirección web; 3) día de la consulta (entre paréntesis).
Ejemplo:
J. P. FOKKELMAN, Narrative Art and Poetry in the Books of Samuel I.
King David, Van Gorcum, Assen 1981, en línea,
http://www.salterrae.es/catalogo/index.php
(consulta el 14 de febrero de 2010).
10. Formato de abreviaturas de referencia habituales: Ibid. / op. cit. / art. cit. / cf. /
cap. / ss. / n. (número) / nota / vol. /vols.
11. Otras indicaciones: Los textos sangrados van entre comillas. Se acentúan las
mayúsculas. Se usan comillas bajas y, solo dentro de éstas, las comillas altas
(Ejemplo: «Juan dijo: “Lo sé”»). Las citas bíblicas, según estos ejemplos: Mt
6,1-3 / Mt 6,1-3.12-14.
12. En acentos, puntos, signos de puntuación, etc., síganse las normas de la Real
Academia Española (http://www.rae.es/rae.html).
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Nuestro número
de Octubre de 2012
UN AÑO DE LA JMJ
La JMJ: signo de nuevas oportunidades
José Mª Rodríguez Olaizola,
SJ
Una palabra dirigida a los jóvenes:
los discursos de Benedicto XVI
Abel Toraño,
SJ
La JMJ, ¿un modelo de Iglesia?
Retos y desafíos eclesiales
para el mundo juvenil
Alexis Bueno,
SJ
Los héroes silenciosos de la JMJ
Gloria Díaz,
ACI
El valor y auge de la religiosidad popular
y de grupos cristianos
Rita Ceballo
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