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SEMANARIO CIENTÍFICO, LITERARIO Y ARTÍSTICO
Tillo X
Barceloiía S7 de febrero de 1592
1^
I]úíD. 475
t
EN CARNAVAL (cuadro de Fortuny)
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
130
SUMARIO
TEXTO: MadridJ por Kasabal.—Bibliografía, por C. M.—
Nuestros grabados.—El colmo del reclamo, por A. Sánchez Pérez.—De mal en peor, por Antonia Opisso.—
Novelistas contemporáneos, por Rafael Altamirii.—
¡Justicial (poesía), por Ramón A. Urbano.—En Stisa,
por Mme. Jane Dieulafoy (continuación). —/,a hermosa
Grasiana, por Antón Juli Barrili (continuación).
GRABADOS: En Carnaval.—Estudio. — Dibujo para una
fuente.— La cigarra.— La sonrisa. — La tierra. — Figura alegórica.—Embarque del rey D. Jaime I para
la conquista de Mallorca.—Natán Hale.—Capricho.
.
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MADRID
La reoepolón en palacio.—Eoonomias.—Un legrado
Importante.—MoTlmiento literario
A recepción en el real palacio, ha sido para
L
el Madrid burocrático el acontecimiento
de la semana. Cuatro mil invitaciones lanzadas por las casas de los grandes y títulos de
Castilla, por las oficinas y cuartos de banderas de los cuarteles, llevaron á los suntuosos
salones de la regia morada un numeroso contingente de invitados, que discurrieron por
aquellas magníficas estancias, vieron á las
personas reales, contemplaron de cerca á las
damas de la grandeza ataviadas con espléndidas joyas, cenaron, con más ó menos tranquilidad, disputándose los manjares, y se retiraron
á sus casas con un caudal de recuerdos que
les proporcionarán por mucho tiempo comentarios con que amenizar las veladas de la familia.
Para las señoras especialmente, tienen grandes atractivos estas solemnidades palatinas: la
esposa del jefe de negociado, la capitana en
activo servicio, la coronela y la brigadiera,
que no frecuentan mucho la sociedad, no pierden por nada del mundo esta clase de fiestas,
y desde que á la modesta casa llega el oficio
de la mayordomía mayor de palacio, invitando
por orden de la reina, nada menos, al señor
D. Fulano y señora, no hay momento de tranquilidad, porque comienzan los preparativos.
Hay señoras modestas que renuncian de
buen grado á la fiesta, contentándose con que
vaya á disfrutar de ella el esposo. Le preparan cuidadosamente la camisa de más reluciente pechera, le ponen en ella la botonadura que
le regalaron el día de la boda, le recosen los
botones del frac, le cepillan el pantalón, le
hacen el lazo de la corbata blanca, le dan los
guantes bien limpiados con bencina y el pañuelo perfumado con unas gotas de esencia, le
desarrugan el legendario gibus, y después de
encargarle que se fije bien en todo para que se
lo cuente luego, y que no deje de llevar alguna golosina para los niños, le despiden amorosamente, y le esperan repasando la ropa
blanca ó leyendo el folletín de La Correspondencia.
Los maridos de estas mujeres son felices y
en sus hogares reina si no la abundancia la
tranquilidad. En cambio, ¡cuan dignos son de
compasión aquellos cuyas caras mitades no
quieren renunciar en modo alguno á la solemnidad palatinal En vano les presentan argumentos de gran fuerza económica, nada escuchan y comienzan á prepararse para la fiesta
revolviendo cuantos trapos y flores tienen á
mano y poniendo en contribución á las amigas
y conocidas. La jardinera de la sala se despoja, se quitan guarniciones de un lado y puntillas de otro para arreglar el vestido de baile,
se piden figurines y patrones, se mandan al
tinte las telas usadas para que las refresquen,
y se gastan la paga del mes en el traje que
hace luego asomar sonrisas á los labios de los
que le contemplan la noche de la ceremonia.
¿Pero qué importa todo esto si al fin se ha ido
á palacio, y lo han sabido las vecinas, y se
puede charlar de esto durante mucho tiempo
en las visitas?
Esta clase de invitados son los que se apiñan en los salones por donde pasan las personas de la familia real, con la esperanza de que
les dirijan una sonrisa, y son también los que
más tarde se lanzan al buffet, como al asalto
de una trinchera, disputándose el consommé,
los pedazos de salmón y los trozos de pavo.
Es curiosísimo el espectáculo que ofrece el
buffet en los bailes de palacio: los pobres que
acudían á que les llenasen la cazuelilla de sopa
en la puerta de los conventos, iban con más
orden que las señoras peripuestas y los caballeros con frac y con cruces ó con uniforme
que quieren disfrutar de la regia cena. Tres ó
cuatro filas delante de la mesa, brazos levantados en el aire, platos que son disputados, botellas que desaparecen en cuanto se descorchan, salsas manchando los trajes, caldo que
cae sobre los escotes, helados que se derriten,
todo forma un cuadro confuso en medio del
cual se ve á los criados fatigados y enjugándose con las servilletas el sudor que cae en gruesas gotas por sus relucientes frentes.
Al día siguiente los salones y las galerías
están llenos de despojos como un campo de
batalla, y las escobas barren montones de tul,
de gasas y de flores, que van, según dijo el
poeta, donde todo lo que sobra.
Pero en fln, la fiesta ha puesto en circulación algún dinero, ha proporcionado algunas
ganancias á comerciantes é industriales, cumpliendo así uno de sus principales objetos.
Con la recepción en palacio han coincidido
algunas fiestas en las casas particulares, y Madrid se ha animado un poco al mismo tiempo
que se marchitaban en flor los proyectos de
economías.
Economías, dice todo el mundo comprendiendo que el Estado no puede con las cargas
que sobre él pesan; pero todos después de pedir economías, añaden la consabida muletilla
que dice pero no por mi casa, y proyectos acogidos con entusiasmo, tienen que ser retirados
por la ruda oposición del espíritu de clase.
Haga V. economías, dicen los militares, pero
no se meta V. con el ejército; lo de no me toque V. á la marina, se va generalizando; bueno, que se supriman audiencias, pero no las de
mi distrito, dice un diputado, y cien más le
hacen coro exclamando:—Ni las del mío.—Ni
las del mío.—Del clero no hay que hablar, á
ése hay que respetarle como guardador celoso
de la fe de nuestros mayores, y todos quieren
que las economías se hagan en la casa del vecino, que no se muestra, por su parte, muy dispuesto á aceptarlas, y así siguen las cosas
hasta que impuesto por la necesidad, venga un
Oliveira Martins, que diga:—Señores, no se
puede cobrar.
Los portugueses han escuchado con forzosa
resignación á su ministro de Hacienda; el carácter celta de nuestros vecinos los hace sufridos y pacientes; pero aquí no se puede imaginar la que se armaría el día en que un
ministro de Hacienda quisiera cortar por lo
sano, como el ilustre historiador portugués.
Los motines de los anarquistas parecerían
manifestaciones pacíficas, comparados con el
que armarían las viudas y las huérfanas; los
retirados olvidarían sus achaques, para convertirse en defensores terribles de sus pagas;
los maridos que fuesen á sus casas con el sueldo mermado saldrían descalabrados por sus
caras mitades y se armaría la de Dios es Cristo en todo el reino.
Y lo malo es que la cosa tiene que pasar,
porque es una gran verdad que no hay dinero,
y los gobernantes no tienen la virtud ni la
gracia de hacer milagros como el de los panes y los peces ó como el de las bodas de Canaá.
* *
Los astrónomos, más ó menos zaragozanos,
predicen grandes trastornos atmosféricos para
la segunda quincena de febrero, y hasta ahora
han acertado, porque á días espléndidos y primaverales han sucedido otros en que ha vuelto el frío y se ha visto la nieve.
El carnaval no se acerca favorecido por el
tiempo, y si esto le faltaba para completar su
desanimación ya lo tiene; así es que se comprende que haya diputados provinciales de Madrid que prefieran marcharse á Niza para recoger allí el importante legado que un espa-
ñol ha dejado á la Inclusa madrileña, aunque
tengan que hacer el inmenso sacrificio de presenciar la batalla de las flores y las demás fiestas carnavalescas que animan las playas del
mar azul.
Es digna del mayor elogio la conducta de
ese español, que al morir lejos de su patria, se
ha acordado de los infelices hijos del amor,
que, abandonados por sus padres, son recogidos por la caridad. Con frecuencia dicen los
periódicos que no se pagan á las nodrizas de
la Inclusa sus exiguos haberes, y que los desdichados expósitos son victimas de las mayores privacipnes. La caridad oficial no suele tener entrañas, ejerce su misión como quien cumple un deber penoso y no le comunica el dulce
sentimiento que acompaña á la caridad privada. Los asilos que dependen de ésta, como son
el del Sagrado Corazón, el del Niño Jesús y
otros, están mucho mejor organizados que los
que dependen de la diputación ó del municipio, y el diputado ministerial Sr. Ranees, que
ha sido diputado provincial, acaba de hacer en
el Congreso una punzante sátira de la corporación encargada de la administración de la
provincia de Madrid, sátira que poco más ó
menos puede hacerse extensiva á todas las provincias de España y que no dejará de tener
fundamento mientras el concejal y el diputado
provincial no deje de ser hechura de la política
y representación del caciquismo.
Pocas novedades en el campo de la literatura. En los escaparates de las librerías sólo se
ven una obra nueva de D. Leopoldo Alas, el
célebre y batallador Clarin, titulada D.^ Berta, y eX libro que ha venido de la Librería Española de Barcelona con el título de Dos vientos, críticas y semblanzas de obras y autores
castellanos y catalanes, escritas por D. Ramón
D. Peres, redactor distinguidísimo de Z,a Vanguardia de Barcelona.
Con estilo ameno, con criterio franco é independiente, con ilustración notoria y un bien
cultivado gusto literario, el autor hace un estudio de Marcelino Menéndez Pelayo, se ocupa en las tres últimas novelas del fecundo y
notable Armando Palacio Valdés, hace atinadas consideraciones acerca de Pérez Galdós y
sus más recientes obras, sigue á D. Juan Valera en sus trabajos acerca de los poetas americanos, aprecia las traducciones de los Cuadros de viaje de Heine y de las odas de Píndaro, traza un bellísimo retrato de Federico
Soler, juzga á Apeles Mestres y sus últimos
libros, y nos presenta las simpáticas figuras de
Jacinto Verdaguer, el primero de los poetas
épicos de España, del novelista J. Pin y Soler
y del autor de VHeréu Noradell, C. Bosch de
la Trinchería.
Esta sencilla enumeración puede dar idea de
la importancia y de la utilidad de la obra de
D. Ramón D. Peres, que presta un importante servicio á la literatura contemporánea
facilitando el estudio de sus principales cultivadores.
* •t- *
El inteligente editor de La España Moderna, la más importante de las revistas españolas, continúa en su propósito de dar á conocer
en castellano las obras de insignes escritores
extranjeros.
Su colección de Libros escogidos, se compone ya de las obras del conde León de Tolstoí, La sonata de Kreutser, Marido y mujer,
Dos generaciones. El ahorcado. El principe
Nekhli, Los cosacos y La muerte; de las de
Barbey de Aureville, El cabecilla. El dardimo, La hechizada é Historia sin nombre; de
las de Wagner, Recuerdos de mi vida y De
la música; de las de los Goncourt, Querida,
Renata Mauperin, Germinia Lacerteux, Carlos Daimilly, La Pompadour y Mad. Gervaisais; de las de Turqueret, Hum.o, Tierras vírgenes, Demetrio Rudin, Nido de hidalgos,
Padres é hijos y El judío; de las de Zola, Las
veladas de Medan, Estudios literarios y de la
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
novela y de la crítica; de las de Daudet,
Pack, Cuentos, Cartas de mi molino. El sitio
de París y La novela de un niño; y de las
de Macaulay, Estudios jurídicos, Miscelánea
histórica, Miscelánea crítica y Miscelánea literaria.
Ha emprendido además el Sr. Lázaro la
publicación de La nueva ciencia jurídica, revista de antropología y sociología, en la que
han de colaborar activamente D." Concepción
Arenal, D. César Silió, D. Rafael Salillas,
Lombroso y Ferri.
ilustrada con grabados, -Barcelona, Bastinos, editor, 1892.
La nueva producción del Sr. Pérez Nieva,
bellísima colección de cuentos infantiles, ocupará sin duda un lugar preeminente entre las
mejores obras del amenísimo autor de tantos
libros en que jamás dejan de encontrarse aliados el gracejo de la frase y la originalidad de
la inventiva con la más irreprensible pulcritud y corrección del lenguaje. El autor, en
efecto, maneja el cj.stellano con maestría consumada, poniéndolo al servicio de una litera-
En los teatros no ha habido ninguna novedad después de Thermidor, y continúan en los
principales las traducciones del francés entreteniendo á nuestro publico. Tamagno, el célebre tenor, descansa sobre sus laureles del Otello, disponiéndose á volver á salir en Guillerwo Tell, y el teatro Español ensaya un drama
nuevo de D. José Echegaray, y esto es todo.
La Bolsa continúa bajando vertiginosamente y las acciones del Banco de España aumentando la intranquilidad y la zozobra de sus
antes felices dueños. No están, por lo tanto,
los espíritus para divertirse en los bailes de
máscaras, y sólo se espera con curiosidad el
que para el lunes de carnaval dispone el Círculo de Bellas Artes.
El maestro Arrieta ha mejorado un poco,
aunque la gravedad de su estado no ha desaparecido por completo.
La amistad y la ciencia le cuidan con esmero, y todos los que le conocen y le admiran
hacen votos por su restablecimiento.
tura especial, de difícil cultivo para quien no
conoce á fondo el instinto de la infancia y la
manera de interesar á la vez á grandes y
chicos.
Todos los cuentos de Niños y pájaros se
distinguen por su sano fondo moral, lo cual
no obsta al empleo de felices rasgos humorísticos y al alarde de un estilo vivo, colorido,
plástico, y, sin embargo, lleno de encantadora
naturalidad. Es imposible figurarse, verbigracia, que las golondrinas no hablan cuando las
hace charlar el Sr. Pérez Nieva, y que no tienen sus diálogos los perros y los gatos.
La edición es muy bonita, contribuyendo á
los atractivos del texto los lindos dibujos de
Julián.
E L PRÍNCIPE NEKHLI, por el conde León Tolstoi.—
Tomo X de la Colección de libros escogidos.—La España
Moderna, Madrid.—Un tomo, 3 ptas.
RENATA MAUPERIN, por E. y J. de Goncourt.—
Tomo XI de la misma.—Igual precio.
LA NUEVA CIENCIA JURÍDICA. Revista de Antropología y Sociología.—La España Moderna, Madrid.
—Un cuaderno mensual de 64 páginas grandes. 12 pesetas al aflo.
MEMORIAS DE DOS JÓVENES RECIÉN CASADAS, novelado Balsac.—Traducción castellana. 3." edición. Pascual Aguilar, editor. Valencia.—Un tomo, 1 peseta.
C. M.
KASABAL
NUESTROS GRABADOS
BIBLIOGRAFÍA
PINTORA
NIÑOS Y PÁJAROS, por Alfonso Péren
Nieva.—'E.iicxün
de D. Jaime I para la conquista de Mallorca, se habló ya
con elogio en la revista de la Exposición general de Bellas Artes de Barcelona, celebrada el pasado año. Es una
obra perfectamente compuesta, animada y rica de color,
incluso de color local.
En Carnaval, do Fortuny, se ve al momento la garra
leonina del grande artista, Es una cabeza de estudio admirable.
La sonrisa, de ChapUn, da la más perfecta idea de la
elegantísima manera de aquel distinguido artista, siempre aristocrático y refinado. Finalmente, La Cigarra, de
Enriqueta Rae, es una versión más de la célebre fábula
de Lafontaiue, decididamente desacreditada hoy, pero que
DIBUJO P A R A U N A F U E N T E , por Julio Dalou
E S T U D I O ( b u s t o por O n s l o w Ford)
La vasta empresa acometida por el Sr. Lázaro que no cuenta con el apoyo oficial, es
digna del mayor elogio, y ha de contribuir
poderosamente á difundir la cultura en nuestra patria.
* *
131
Del cuadro del Sr. Tusquets (D. Ramón),
Embarque
ha servido á la autora para pintar un excelente desnudo.
LA HSCULTUKA EN 1891
El ángel sepulcral,—Esta bella escultura, de dibujo
correcto, de delicadas iormas, está trazada con atrevida
soltura por el cincel de una de las más distinguidas y bellas damas de la sociedad madrileña, que oculta su nombre bajo el pseudónimo de Mme. Forward.
Pocas son las señoras que cultivan este difícil arte, y
sólo recordamos á la baronesa de Rotschild que porfíe
con igual empeño en su estudio, constancia poco común
en el bello sexo, por lo cual es tanto más de sorprender y
admirar en esta ya laureada dama su constante amor al
estudio del arte en que revela, al par que idealismo,
grandeza de pensamiento.
Capricho, de Jorge Frampton, es una curiosa escultura, de gusto francés. Representa una esbelta figura de
doncella, al desnudo, que se sostiene sobre las puntas de
los pies, llevando una caña en una mano. A la verdad,
valdría más como cuadro que vale como estatua, pues la
posición resulta violenta y la figura está mal equilibrada.
El Estudio, de Onslow Ford, es una preciosidad de
modelado; no cabe acariciar más suavemente el mármol.
De M. Dalou es el soberbio Dibujo para una fuente, con
una escena báquica en alto relieve, en cuyas figuras redondeadas y carnosas aparece claramente acusada la
influencia de Carpeaux, maestro del autor; feliz alianza
de la rítmica elegancia del estilo Luis XIV y el modernismo corriente.
La Tierra, de M. Alfredo Boucher, es una escultura
colosal que obtuvo el primer premio en el último Salón
de París. Es en realidad una grande academia.
El escultor norte-americano Mac Monnies ha representado á uno de los héroes de la gueira de la independencia, Nathan Hale, fusilado por los ingleses como espía. Es una figura llena de vigor que expresa bien la
idea de rubelión aun al borde do la muerte.
LA CIGARRA (cuadro de Enriqueta Rae)
"La Cigale ayant chanté
Tout l'été
Se trouva fort depourvue
Quand la brie fut venue."
(LAFONTAINE)
f f>. i ka/\hf.
LA SONRISA (cuadro de Chaplin)
X
^^
134
EL COLMO DEL RECLAMO
Los empresarios de espectáculos públicos
andan, de algún tiempo á esta parte, muy desorientados; ya ni dramas espeluznantes, ni
patochadas arlequinescas seducen al público;
parece que las obras serias le disgustan y que
las piernas desnudas y los senos turgentes y los
bien torneados brazos de las mujeres hermosas le empalagan; la tendencia al retraimiento
es mayor cada vez, y crece, crece con rapidez
aterradora; es necesario inventar algo para
contener ese movimiento de retirada que
ya comienza á tener carácter de verdadera
huida, y á eso se enderezan los conatos de los
industriales que del público y para el público
viven.
Los poetas dramáticos van á probar si
Ibsen tiene condiciones de adaptabilidad á
nuestra escena; pero eso no es ensayo que
pueda hacerse de pronto y sin estudios previos
y convenientes preparaciones.
Por esto (y mientras llegamos á esas pruebas del teatro de Ibsen) se adelanta un señor
empresario, de otro linaje de espectáculos, y
anuncia en los diarios de Madrid lo siguiente:
"En los jardines del Retiro verificará hoy
jueves, día de moda, arriesgadísimos trabajos
el domador Mallen con la brava leona que de
voró á su maestro."
Si el lector se para á leer con algún detenimiento ese anuncio, echará de ver que es
verdadero modelo de oratoria. Hay indudablemente en esas pocas líneas un discurso, sí,
señor; pero no un discurso cualquiera, sino un
discurso muy elocuente.
Comienza el empresario por enterar al público de una circunstancia que algo puede
influir en determinarlo á presenciar la fiesta:
"í?s día de moda.'^ Esto de los días de moda se
ha vulgarizado bastante, y ya casi, casi no
produce efecto; pero, al cabo, aun hay señoritos cursis y puede haber forasteros incautos
á quienes eso de día de tnoda atraiga, pues,
como dice el vulgo, no es moco de pavo eso
de codearse y alternar aunque sea por pocos
minutos con lo más selecto del Madrid elegante, que suele no ser ni selecto, ni elegante,
pero que lo parece en algunas ocasiones.
Después del incentivo de la moda viene, en
el anuncio, la promesa, más seductora aún, de
que los ejercicios serán arriesgadísimos; esto
es ya más sólido y de mayor eficacia para las
personas serias; el hombre formal y despreocupado no se dejaría engatusar porque le dijesen que iba á verse en compañía de algunas
docenas de sietemesinos entecos y de niñas
cloróticas y encanijadas por falta de la necesaria alimentación, pero cuando lee lo de ejercicios arriesgadísimos vislumbra en lontananza algún suceso casi imprevisto, algunas
emociones fuertes que hagan vibrar su sistema nervioso embotado, y concurre al espectáculo suponiendo que ha de aburrirse, pero
con la esperanza de que algún incidente horrible sirva de compensación al aburrimiento.
Pero, por si eso no bastara, el anunciante
tiene buen cuidado de advertir que esos ejercicios de Mallen se llevarán á cabo con una
leona brava; no s&tra.tnydL de una leona domesticada y dócil á la voz de su amo, sino de
una fiera del desierto, circunstancia que aumenta en un noventa y cinco por ciento las
probabilidades de que en la fiesta o urra alguna desgracia.
Y como esto de la bravura del animal puede parecer á muchos exageración de titiritero de feria para mejor embaucar á los transeúntes parados delante de la puerta de su
barraca, el empresario reserva para el último
el golpe de más efecto: "/« que se comió á su
maestro.'^
Esta recomendación tiene forzosamente que
convencer á los más rehacios. "No creáis,—
viene á decir el Barnum de los jardines,—no
creáis que mi leona es un animalillo de tres al
cuarto, ni una fierecilla con más tachas que el
caballo de Gonela; es una leona que se ha co-
LA ILUSTRACIÓN "IBÉRICA
mido ya á un domador, y que, por aquello de
que el comer y el rascar todo es empezar,
muy bien podría comerse á éste, porque hay
fundados motivos para sospechar que desde
aquella fechoría le parece muy apetitosa la
carne de los domadores. Para mí es indudable
que, tarde ó temprano, se engullirá á Mallen
como se engulló al otro; ¿quién sabe, señores,
quién sabe si os tocará á vosotros la fortuna
de presenciar tan peregrino espectáculo? No
desperdiciéis la ocasión; pasad, pasad; ved
que si no entráis á verlo y es hoy cuando
LA TIERRA (estatua por Alfredo Boucher)
acontece la desgracia, ya no se os presentará
ocasión de verlo en mucho tiempo, porque estas funciones de maestros devorados por leonas no pueden representarse todos los días."
Y dicho se está que el que no se deja convencer por tan lógicos razonamientos no es
hombre de gusto.
A mí se me ocurre además que, en caso de
acontecer esa desgracia, con la cual tan hondas emociones sentiría la concurrencia toda,
era fácil también que la brava leona se escapase de la jaula y de los jardines y se presentase de pronto en medio del paseo del Prado á
regocijar con sus zarpazos y sus brincos á los
pacíficos burgueses que allí esparcían el ánimo y se solazaban sin contar con ese espectáculo que no había sido anunciado en los carteles.
Y que esto suceda el día menos pensado:
"•Dura cosa será, pero posible."
A mí esos ejercicios con leonas bravas que
se han comido á sus maestros, me hacen muy
poca gracia dentro de poblado.
Santo y muy bueno que cada uno se gane el
pan como pueda y sepa; pero ¡por Dios y por
todos los santos! bien se está San Pedro en
Roma y bien se están en el desierto las leonas
bravas.
No me traigas leonas bravas
ahora que suben el pan; •
ya que no me quitas sustos
no rae los vengas á dar.
A . SÁNCHEZ PÉREZ
DE MAL EN PEOR
La desastrosa marcha del teatro español y
el funesto fin á que presuroso corría, temas
fueron hasta hace poco explotados con tenacidad infatigable por las previsoras sibilas de
la moderna crítica, tan fáciles en familiarizarse con todo lo pedestre y vulgar. Es verdad
que nada nuevo dijeron, que ninguna reforma
salvadora indicaron; limitáronse los acólitos
en parafrasear los conceptos tan nebulosos
como faltos de originalidad, antes emitidos por
sus pontífices, y de aquella baraúnda de palabrería huera y vanos argumentos sólo se consiguió deducir que el teatro moría, y que moría, sin que nadie acertara á dar con un remedio que se opusiera al desarrollo del mal que
había de conducirle á su fin.
Afortunadamente, en abierta contradicción
con tan pesimistas augurios, las circunstancias
han venido á demostrar que la grave dolencia
que afectaba al teatro español, tenida en un
principio por mortal, era sólo una gran anemia, dolencia endémica en nuestros días, ya
que por igual afecta á los individuos como á
las sociedades. Pobreza de sangre ó pobreza
de ideas, idénticos quebrantos y perjuicios irroga la una en el organismo humano como la
otra en el organismo social. Moría el teatro
dramático á causa de su pobre nutrición, mas
al primer ensayo practicado para sacarle de
su atonía los resultados han evidenciado que
con una buena dirección y acierto é imparcialidad por parte de sus directores, el teatro
español no sólo puede reaccionarse, si que
continuar dignamente su brillante historia.
Demostrada palpablemente tan lisonjera
verdad, bueno fuera que los que tan pesarosos se mostraban por su suerte de ayer concentraran hoy su atención en el teatro lírico,
tan español como el dramático y de no menos
brillantísimo abolengo. A buen seguro que no
darían 3'a con un enfermo más ó menos imaginario, sino con algo menos triste, pero infinitamente más repulsivo, con algo que más que
la piedad excita el rubor.
JDurante la comprometida crisis á que vino
sujeto aquél, ni aun en los momentos más difíciles se le vio abdicar de su pasado. Si caía,
mostraba al menos, al caer, el sereno quietismo de los que caen abrumados por una fuerza
superior á sus alientos, á sus aptitudes y ásus
entusiasmos; no así ese desdichado teatro lírico, que olvidado de que fué gloria para convertirse en padrón, no ha vacilado en hacer
jirones de su típica y brillante vestidura de
otros días para engalanarse con harapos de
prestado, ocultando su faz bajo grotesca máscara de sátiro.
Y sin embargo, los ataques que se dirigen á
ese teatro (cuando alguien se atreve á ello) son
débiles, tímidos, casi medrosos. No parece
sino que sus fomentadores tienen de antemano
suscritas pólizas de éxitos á primas fijas, á
juzgar por la puntualidad con que perciben el
interés. A no ser así, en manera alguna se justificaría el medro de tanta sandez, ni hubieran
podido prosperar ni echar raíces en nuestra
decentísima escena esas insulsas chabacanadas que tan rápidamente la han hecho descender de su nivel.
¿Qué se ha hecho de la hermosísima zarzuela española? ¿Dónde están los herederos de
Arrieta, Olona, Gaztambide, Barbieri y demás
esclarecidos maestros y autores que tanto renombre y popularidad le consiguieron dar?
¿Qué se hicieron de los buenos tiempos de jí/arina, El Juramento, Diamantes de la Corona,
El Diablo en el poder y otras primorosas joyas hoy en completo estado de oxidación? Y
sin tomarlo desde tan lejos, ¿cómo dejar de
recordar los éxitos verdad del Barberillo, Comediantes de antafio y El anillo de hierro?
¿Qué se ha hecho de aquel cultísimo teatro,
eminentemente español, modelo de gracia y
donosura y del que con tanta razón podía ufanarse la patria escena? Si por las apariencias
hemos de juzgar, bien podemos afirmar que,
135
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
al igual de las golondrinas de Becquer, aquellos tiempos no volverán.
Viciada la escena con los engendros de que
la surten al por mayor, el ensayo de una obra
modelada en el antiguo troquel obtendría inevitable desastre, pues que hoy por hoy no se
nos antoja quiénes la podrían interpretar. En
el terreno de las verdades, ni aun las más
amargas deben omitirse; por eso no vacilamos
en apuntar que á tal achicamiento ha llegado
el teatro cómico-lírico, que ya el único recurso y afán de sus fomentadores es hacer reír, y
reírse el de los aficionados, bien que no con
esa risa franca y expansiva,expresión de toda
impresión simpática, sino con la risa de la estupidez, la sola que con sus sandeces puede
arrancar.
Desde que se estrenó la Gran vía, golpe de
gracia que hirió al teatro lírico en la cabeza
para que el trastorno fuese completo, la zarzuela no ha descendido de su esfera: se ha
despeñado por vertiginosa pendiente, y de
caída en caída, y de tumbo en tumbo, tan tremendas han sido las descalabraduras sufridas,
que no le han dejado sano ni un rasgo de su
fisonomía, ni un detalle de su característica
originalidad. Todo se ha perdido y todo se ha
borrado. A la cultura de ayer, han sucedido
los desplantes del peor gusto; á las exquisitas
elegancias de la zarzuela seria, licencias y
chocarrerías canallescas; al chiste ingenioso y
picaresco, necedades de la peor calaña; al
arte, en fin, el más desembozado mercantilismo.
En plena explotación el nuevo teatro, preciso fué que los artistas se achicaran para sacarlo á flote, y ello es, que con tan buena fe
lo hicieron, que no tardaron en identificarse,
quedando todos al mismo nivel. Practicado el
forzoso descenso, la proscripción de la buena
zarzuela se impuso, ya que la interpretación
de las unas y de las otras se rechaza por su
incompatibilidad. Un actor de talento puede
en una misma noche interpretar un drama de
Calderón y un saínete de D. Ramón de la
Cruz, porque á pesar de la enorme distancia
que separaría al uno del otro, ambos reclamarían de su intérpretes sujeción absoluta á imprecindibles reglas del arte, que así en el teatro dramático como en el cómico deben siempre prevalecer. Pero de esta regla en la cual
toda obra debe asentarse, ha prescindido por
completo el teatro que nos ocupa; á sus intérpretes no les exige ni talento ni comprensión
artística, les pide sólo mucha travesura y desenfado; por eso las Menegildas de hoy, á pesar de los pesares, son incapaces de interpretar Marina, esa delicada perla de nuestros
mejores días; por eso esos traviesos Monaguillos tan aplaudidos y celebrados, por muchos
triunfos que cosechen y por mucho incienso
que aspiren, no podrán jamás no ya interpretar, ni comprender siquiera, el papel de cualesquiera de las dos tiples de El Juramejtto, pues
sería muy fácil que les resultaran proféticas
las palabras de Shahspeare á Yorick en el primer acto del Drama nuevo: "Quisiste hacer
reir y rióse el público: ¡ay de ti, si mañana te
empeñas en hacerle llorar y el público da
también en reírse!"...—Y que el público se reiría si se intentase la evolución, puede tenerse
más que por seguro.
De la infinidad de piecesillas que constituyen el moderno repertorio, ni una sola acusa
adelanto ni originalidad; todas parecen vaciadas en el mismo molde, todas están confeccionadas bajo el mismo modelo y patrón.
Coros que se aplauden á veces por las procacidades que dejan entender, como el de marras de los calzoncillos de no recuerdo qué
zarzuela; dúos en los cuales todo se vuelve
andar y corretear por la escena, y terciar con
más ó menos garbo el pañolón de Manila, y
permitirse algún atrevimiento allí donde no se
alcanza á dar una nota; tercetos ridículos y
grotescos como el de los ratas, y el de ^ mi
me llaman "•la pelos^, americanas coreadas y
otras novedades del mismo tenor, constituyen
la nueva zarzuela, delicia y regocijo de los
que no alcanzan á comprender más. En abono
á los éxitos que se fabrican, se saca siempre
á relucir el manoseado recurso de lo fácil de la
rnúsica de la nueva obra... y tan fácil: díganlo
si no los filarmónicos callejeros, que á silbido
continuado consiguen pronto hacerla popular.
No les negaremos á los maestros Chueca,
Chapí y otros no menos aplaudidos, grandes
NOVELISTAS CONTEMPORÁNEOS
MAUPASSANT
I
La terrible dolencia de que es víctima abo-
, ' - ' • * *
P^ÍJ
^^^¡g^^^ln^^^gH^igHg^
EL
ÁNGEL SEPULCRAL
(estatua en yeso por Mme. Forward)
talentos y probadas aptitudes para cultivar con
éxito su difícil arte; pero conforme los emplean
hoy, justo es convenir que malgastan lastimosamente el oro de su ingenio para engarzar
en él piedras de colores y diamantes falsos.
ANTONIA OPISSO
ra el célebre autor de Bel Ami, concede oportunidad (por desgracia, muy triste) á los estudios críticos que se le refieren. El despiadado
noticierismo ha traído y llevado el nombre de
Maupassant, complaciéndose en el recuento
de pormenores que afectan sólo á la vida privada y á esferas de ésta (muchas veces) que la
\
t
i..i.iiiiu<ia.iriÍliiSI
EMBARQUE DEL REY D. JAIME I PARA LA CONQUISTA DE MALLORCA
(Cuadro de D. Ramón Tusquets^
138
más elemental prudencia aconseja pasar en
olvido.
Ninguno (ó casi ninguno) de los nuevos críticos ha tratado de lo que más importa recordar á las gentes: la obra del novelista, en
virtud de la cual tiene este nombre y representación en la vida literaria moderna. Séame
lícito llenar ese vacío, recordando el carácter
y la importancia de los libros de Maupassant.
Su personalidad artística, es un hallazgo.
No empezó á escribir por vocación, por ese
impulso irresistible de los "llamados", cuya
ventana golpea presurosa la musa que enamoró al cantor de Las Noches. El propio autor
de esa maravilla deliciosa que se titula Fort
comme la mort, ha dicho de sí: "Lo mismo estaba yo predestinado á ser un escritor que
cualquiera otra cosa. Con mi perseverancia y
mi método de trabajo, de igual modo que he
llegado á ser un literato, hubiese sido un pintor, un médico, cualquier cosa... Jamás he
sentido eso que llaman el gusto, la satisfacción del trabajo. Para mí, la literatura no ha
sido más que un medio para librarme de la
estrechez de la existencia."—Semejante declaración, en lo que tiene de juicio de la propia
obra, es un error manifiesto, una de esas ilusiones tan frecuentes que padecen los hombres respecto del alcance y esencialidad fundamental de sus actos. Verdad es que el
testimonio de Zola, solicitado en reciente interview, confirma el procedimiento reposado,
eminentemente reflexivo, mercantil, con que
Maupassant trabajaba. Pero esto mismo hace,
en buena parte, el propio Zola, cuya naturaleza artística nadie podrá negar; siendo, además, patente, que todos nos hallamos ya muy
lejos del arrebato romántico, de las voladas
fogosas de Euforión, y que la novela moderna,
fruto de observaciones y análisis que no se
improvisan, requiere detenimiento y reflexión
meditada.
El hecho es que Maupassant ha resultado un
artista de primera fuerza, aunque él se niegue
esta cualidad; y debemos agradecer á esas estrecheces que tanto le agobiaron en un principio, el servicio inolvidable de habernos revelado un temperamento, falto de la conciencia
de su valor y significación. Porque no cabe
dudar que, si á fuerza de tiempo y de perseverancia, puede llegar cualquiera á escribir
libros que no se caigan de las manos (porque
la educación empeñada y en una dirección
constante de las facultades, logra, casi siempre, adaptarlas al fin propuesto), el sentimiento artístico, la finura y distinción del gusto, el
calor de la imaginación, la intuición iluminada,
eso no lo consigue la testarudez más acérrima,
como no venga ya la levadura en el espíritu,
abundante y de calidad. El verdadero artista
no puede decir, como el tamborilero de Daudet: (Ta m'est venu un jour, en entendant
chanter le rossignol, como si la aptitud se formara "de un pistoletazo," según la frase célebre de Hegel. No se despiertan artistas las
gentes que se acostaron vulgo; y aun para las
que decididamente tienen un porvenir de gloria y de reputación justas, no llegan éstas sino
á través de sucesivos progresos y desarrollos.
En Maupassant es fácil advertir esto último.
Desde Bel-Ami á Notre cosur, media una distancia regular, y no sólo tocante al estilo, que
tanto preocupó á nuestro autor. En el estilo
mismo (aunque parece á la generalidad cosa
externajse señalan bien las jerarquías. A fuerza de leer nuestros clásicos y de sobar el diccionario de la Academia, puede el más modesto de los hombpes en inteligencia, alcanzar
intachable corrección en las expresiones; pero
cabe, también, ser perfectamente vulgar en el
mejor castellano posible; escribir como Pereda y faltar "alma" á lo escrito. Y esto, porque
el verdadero estilo no se refiere á la pureza
léxica y gramatical, sino á la vida, la fuerza,
los matices y el punto de vista en la expresión
de lo pensado, dependiendo del pensamiento
mismo bastante más de lo que algunos aspirantes á académicos suponen. No de otro modo
ha podido decir Buffón que "el estilo es el
hombre."
LA ILUSTRACIÓN IBEBÜCA
Pues bien; la excelencia de esta condición, Oriol, pueden encontrarse algunas de esas obque autoriza para llamar á un escritor, "artis- servaciones, referentes, verbigracia, á los olota", sólo la adquieren los que lo son, esencial- res del campo. En Sur Veau las hay, sobre el
mente, en el fondo de su alma; cien años de ma- Mediterráneo, de esas cuyo mérito sólo puechaqueo sobre la frase, no la conseguirán en de apreciar quien ha vivido en aquellas plaquien no la lleve dentro de sí.
yas luminosas, entre el aire que llenan, á la
Maupassant la llevaba. Por mucho que des- vez, el aliento salado del mar, el polvillo arprecie teóricamente al arte, él era algo más diente de las palmeras y el perfume de azahar
que un obrero. Si escribió pro pane lucrando, que embriaga. En Notre coeur se destaca, como
éste es dato que sólo se refiere á su intención joyel precioso, el cuadro de la marea y la impersonal, á lo que diríamos su moralidad lite- presión sedante, bienhechora del bosque. Verraria; pero el resultado efectivo es bien su- dad es que Maupassant ha sido, toda su vida,
un sportmann apasionado, y que esto le ha
podido ayudar en la exactitud y calor de sus
descripciones. Pero si de ellas pasamos á la
psicología humana, la originalidad y valor artístico de nuestro novelista, resultan á igual
altura.
II
N A T A N H A L E (estatua por F. Mac Monnies)
perior al juicio propio que hizo de su obra.
Aunque en la vida ordinaria alardeara de
no sentir las cosas que decía, para el lector,
como si las sintiera. ¿Qué más se quiere?
¿Acaso pedimos al actor que las sienta de veras, en lo íntimo? Lo que le pedimos, es que
nos dé la ilusión de sentirlas; es, arte para que
nos parezca que allí, sobre el tablado, no es
él, no es Rossi ó la Dusse, sino Harnlet ó Francillón\ No somos más exigentes con el novelista: caso aparte, de que (por grande que
pueda ser la inhibición personal), como llegue
á pintar con vida las cosas, es que algo de
ellas, de su sentimiento, le ha llegado al corazón. Así parece que autoriza á juzgar la psicología.
En sus libros (en casi todos), Maupassant no
resulta un observador frío, que examina las
cosas y recoge las observaciones sólo en cuanto le son útiles piira un fin de esos que llaman
prácticos. Parece (y basta para el efecto) que
vibra su espíritu al compás de las impresiones
externas, que le domina la emoción artística,
y que á su luz ve las cosas bellas que no ve el
vulgo. Sirvan de ejemplo las páginas dedicadas á los paisajes naturales, que él siente, no
con entusiasmos de brocha gorda, sino con ese
respeto, esa impresión honda y grave que producen el campo y el mar, cuya voz solemne
sobrecoge y sacude, en lo más escondido é
íntimo, las raíces del alma. Leyendo Mont-
Sea cual fuere el asunto en que ocupa su
pluma, Maupassant acierta en los datos que
han de caracterizar á sus personajes. Su composición (como dice el crítico danés Jorge
Brandes, uno de los que mejor han entendido
el talento de nuestro autor), ofrece siempre,
de la manera más enérgica, lo que ha querido
demostrar. Pocas veces es hueco en las observaciones, en los detalles; y en todos casos, logra darles novedad, no fantástica y estrambótica, sino real, resultado de aquel consejo
de Flaubert, que decía: "hay que mirar las cosas durante largo rato y con atención suficiente, hasta descubrir en ellas un aspecto que
nadie haya visto, que nadie haya descrito antes (1)."
Los cuentos ó novelas cortas (Cogites y Nouvelles) son una patente demostración de esta
cualidad. Como el asunto es de cortas proporciones y muy concreto y ceñido el pensamienta, cualquiera excrecencia inútil holgaría de
manera sobrado evidente para no ser notada.
Nada huelga, por el contrario. Todos aquellos
escritos son de una concisión enérgica, de una
pintura sobria, pero justa, de los caracteres y
los hechos. Lo mismo cuando narra la entrevista solemne y fría, por lo desconsoladora
que es para los creyentes en "la voz de la sangre" de un padre y un hijo que no se habían
visto nunca, que cuando analiza las aberraciones morales de una mujer sin pudor, que
no obstante, es fiel á su marido, ó cuando describe la bajeza terriblemente castigada de un
soldado que traiciona doblemente á su jefe, hiriéndole en su honor á la vez, por el silencio
y por el acto positivo, Maupassant produce la
impresión adecuada y deja al lector, si no
emocionado (porque no hay emoción en ciertos asuntos), absorto ante la obra de arte tan
bien concluida.
A v e c e s , los cuentos son cuadritos deliciosos de la vida campesina, trazados con una
verdad despiadada, si cabe decir esto de la
verdad. Allí está en cuerpo y alma el labrador
con su moral acomodaticia, su egoísmo económico parejo con la sobriedad y las privaciones, su espíritu estrecho y mezquino,... todas
las cualidades malas, en fin, de la clase; porque, eso sí, el labrador de Maupassant sigue
siendo el de La Terre, como sus tipos urbanos
son, según él propio ha escrito, monstruos parisienses (2).
Esta circunstancia, sobre la que he de volver más adelante (y que es la más característica en los cuentos y nouvellesJ,me
excusa,
ante mi particular conciencia, de insistir ahora en ese aspecto de la obra de Maupassant,
una vez dicho lo que importa saber respecto
de su excelencia artística; cumpliéndome sólo
añadir que á este género de escritos debe
nuestro autor gran parte de la fama, y, sobre
todo, del éxito de librería de sus publicaciones. Los tomos en que ha recogido Maupassant sus producciones cortas, pasan de nueve. Citemos: La maison Tellier, Contes de la
Bécasse, Contes du jour et de la nuit, Contes
choisis, Lerosier de Mme. Husson...
(1)
(2)
Recordado en el prólogo de Fierre et Jean.
Por ejemplo, la mujer de M. Parent.
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
La Revue bleue, Gil Blas y otros periódicos,
han gozado principalmente de la originalidad
de estas producciones.
Pero donde está la parte mejor y más sana
(más ideal y más profunda) de la obra de
Maupassant, es en sus novelas largas, y de
ellas, sobre todo, Pierre etjean, Notre coeur y
Fort comtne la niort. Bel Ami no pasa de ser
un cuento del Gil Blas, ampliado hasta las
proporciones de un tomo; Une vie, que algunos tienen, con manifiesto error, por la obra
maestra, carece de calor de humanidad, y
Mont-Oriol es una historia ligera y divertida,
muy amena y agradable, que sólo alcanza, al
final, una cierta elevación artística con la pintura de la soledad triste de aquella mujer
amante y su dignidad serena ante el que la
abandona.
No quiero hablar de otros libros. Me basta,
para caracterizar la gloria de Maupassant,
con los que he citado antes, añadiendo al terceto, Sur Veau.
Fierre et Jean es una novela admirable, por
el pensamiento y por la factura. El problema que desarrolla es muy hermoso y está
planteado sin exageraciones de escuela, ni excesivos empeños naturalistas. Se trata de un
hijo que descubre la infidelidad conyugal de
su madre y que por efecto de esa falta, su único hermano (el niño mimado de la casa) es
hermano adulterino. El dolor profundo que el
descubrimiento le produce, junto con algúa
retoño de envidia fraternal; el sentimiento de
compasión hacia el padre; la mezcla de odio
y amor hacia la madre; el desaliento enorme
que sigue al choque moral, y la resolución
noble y cobarde al propio tiempo, que origina, todo está descrito (con hechos más que con
observaciones subjetivas) de una manera que
deja honda impresión en el lector. Para mi.
Fierre etjean^ no sólo es de los mejores libros de nuestro autor, sino también una de las
novelas más originales y mejor escritas de
nuestro tiempo.
Notre coeur se acerca al tipo de las obras de
Bourget, como Un coeur de fenime. Es el análisis refinado, íntimo, de una mujer á quien la
nerviosidad y retorcimiento frivolo de la vida
modernista, fin de siglo., privan hasta de lo
más característico en la mujer francesa, en la
mondaine de París: el sentimiento del amor y
el placer de su satisfacción con el hombre.
A la vez viene á demostrar (quizá involuntariamente para el autor) que toda relación, aun la
más física, de los sexos, necesita un elemento
ideal, sin el que todo lo otro no es nada. Bien
á su costa lo aprende así Andrés Mariolle,
para el cual toda la filosofía que la experiencia de su trato con Mme. de Burne le procura,
es que las exigencias del sentimiento están
muy lejos de verse satisfechas con la posesión
material de una mujer, cuando falta la emoción psíquica, la impresión de que nuestra ilusión, nuestro propio placer, agita también á la
otra parte y está compartido sinceramente por
ella. De aquí que el amor ingenuo, sin reservas, de Isabel, llene más el alma y apacigüe
mejor la fiebre que la pasión llena de reservas de Mme. Burne produce. El reconocimiento de esta consecuencia se halla en las siguientes frases del principio y fin del libro: "El
(Mariolle) vivía torturado, porque amaba," —
así comienza el capítulo Ilí, hablando del amor
de Andrés á Mme. de Burne;—"se encontraba
menos solo, menos perdido, menos abandonado... Para ella no había más que él en la mirada, en el alma, en el corazón y en la carne...
El saboreaba, sorprendido y seducido, esta
ofrenda absoluta, y sentía la impresión deque
aquello era el amor bebido en su propia fuente, en los labios de la naturaleza,"—así dice el
capítulo final hablando de la pasión de Isabel.
Esto no obstante, Mariolle no puede olvidar á Mme. Burne: se somete á las privaciones, al dolor constantemente renovado de una
relación fría, de una posesión indiferente casi.
Como el filósofo de Cruélle énigme, no sabe
romper sus lazos, y queda esclavo para siempre; y en esta fatalidad de la tortura deseada,
surge la nota triste, desconsoladora, de la novela moderna. Maupassant (ya lo he dicho en
otra ocasión, y séame licito recordarlo ahora),
á pesar (y quizá por ello precisamente) de lo
que un crítico llama ligeramente su "epicureismo práctico", su afán por el placer, sufre,
en realidad, "ese inmenso fastidio, esa dolorosa desilusión, ese desfallecimiento triste ante
las cosas de la vida, que (aun para los que no
padecen de idealismo) tienen mayores amarguras y desengaños más grandes de los colocados en cuenta en el presupuesto que todos,
CAPRICHO ( e s t a t u a por J o r g e F r a m p t o n j
incluso los más desproocupados, hacemos para
nuestra conducta."
Semejante estado de ánimo viene á concretarse en estos dos puntos: un solemne desprecio hacia los hombres, en quienes no se ve
más que la manifestación egoísta, estúpida y
brutal, juicio bien declarado en los capítulos
de Sur Veau; una concepción sensualista y
material de la vida, por la cual no le preocupa
más que el dolor, el sufrimiento y la vejez en
cuanto significa pérdida de fuerzas; y el afán
de revelar siempre el lado desagradable de
las cosas: los vacíos del cariño, las deficiencias de la amistad, la traición en el matrimonio, la gotita de acíbar, en fin, que hay en el
fondo de todos los hechos, aun en las mayores
alegrías.
Esta predisposición, que le ha llevado á descripciones y asuntos poco simpáticos, le ha
permitido, en cambio, ser el poeta de algunos
grandes dolores morales, escasa ó pobremente explotados hasta ahora por los novelistas.
Tal sucede con ese amor cumplido y no satisfecho de Notre coeur; tal, sobre todo, con esa
pasión de joven en un cuerpo viejo, con esa
pena desoladora de la vejez de la carne ante
la eterna juventud del deseo y de la idea, que
forman el contenido moral de Fort comme la
mort. Tengo esta novela por la obra maestra
de Maupassant; quizá hay progreso (en el sen-
139
tido del psicologismo) en Notre coeur, porque
el autor dice más y más hondo de cada cosa,
pero con menos detalle, Fort comme la mort
dice, sin decirlo á veces, todo lo que es necesario para comprender la situación y los sentimientos de los personajes. Todavía esta relativa sobriedad es un mérito. Pero lo que no
tiene duda, es que, hasta aquel Olivier Bertin,
ninguna otra figura déla literatura contemporánea había expresado tan humanamente la
sombría desesperación de hacerse viejo, á la
vez en el arte y en la vida, de imposibilitarse
para ser comprendido y amado por la juventud nueva, que no sabe ver (en la indiferencia lógica de su sentimiento) el fondo
esencial, perpetuamente/oí^ew de un hombre á quien sólo la edad hace anacrónico.
Al lado de este drama principal, el de
la condesa (que consiste en verse reemplazada en el corazón de aquel á quien ha
dado todo su cariño, por su propia hija,
junto á cuya belleza en creciente va de
cada día nublándose la belleza de la madre) parece importar menos y tener menos fuerza. En rigor, quien interesa allí
es Bertin, y el lector ingenuo daría un
dedo de la mano por convertirse en Mefistófeles, para devolver al pintor la juventud que huye, y con ella [tantas dichas que
también se hacen imposibles 1
Aun olvidando de propósito algunas
descripciones magistrales (como la de París en verano), Fort comme la mort es
una de las novelas de más fondo y de mayor emoción que posee la literatura contemporánea. Original (á pesar de no ser
nueva su trama externa), lo es más, sin
duda, que Notre coeur, mucho más que
Une vie, y superior, en la factura y en el
atractivo, á Fierre et Jean. Sin tanto aparato como otras novelas del ciclo naturalista (y aun del psicologismo novísimo), va
derecha al alma y la emociona... tristemente, como todos los libros de Maupassant; con una tristeza que ni tiene la fiebre
de Zola, ni la dulzura de Daudet, pero si
una amargura honda, honda como la de
los grandes desengaños, que no se lloran
ni se confiesan, hasta que un amigo indiscreto los evoca con su charla.
De esa amargura hay en Sur Veau, de
cuyo libro no diré mucho por haberle ya
dedicado un artículo hace algunos años (1).
En él hallarán los levantinos y costeros
cariño franco al mar, y los reporters emocionistas la descripción de una de esas
jaquecas que arrastraron al autor, según
se dice, al uso del opio. El libro empieza alegre y fresco, como una alborada
sobre las playas del Mediterráneo, y concluye (por haber cambiado el objetivo desde
la naturaleza al hombre) en sarcasmo triste.
La imagen del proceso intelectual que el autor ha seguido en esta obra (desde la primera
página á la última), parece ser aquel matrimonio joven, que comienza su idilio de amor
á la luz de la luna y lo acaba sobre el tapete
de Monte-Cario.
(Se
concluirá)
RAFAEL
ALTAMIRA
— •^^-
¡JUSTICIA!
Un amigo con que cuento
y que comercia al detalle,
abrió en espaciosa calle
hermoso establecimiento.
Él, que el objeto acaricia
de ser por justo aclamado,
á la tienda, de contado,
la intituló La Justicia.
Y al pasar dijo iracundo,
mirando el letrero, un hombre:
—¡Cuántos con su augusto nombre
comercian en este mundo I
RAMÓN A.
(i)
URBANO
En el periódico La Justicia. Septbre. de 1888.
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
140
EN SUSA
POR MME. J A N E
DIEULAFOY
(CONTINUACIÓN)
29 enero.—Se han cerrado por primera
vez las escotillas desde Kurachee y la noche
nos ha parecido eterna en las estufas cerradas
que nos sirven de camarotes. Al alba una violentaconmoción sacude el barco de proa á popa
y desembaraza de mi persona la banqueta que
me sirve de cama. El movimiento regular é
interrumpido de la hélice, sus trepidaciones
tan enervantes pero cuyo brusco paro lleva la
inquietud y la angustia á los corazones más
optimistas, cesan en el mismo instante. Corro
á cubierta; no puede tenerse uno en pie, tanto
se tumba de la banda de estribor el Asiría varado en un banco de arena.
Son las seis de la mañana; las estrellas palidecen; el horizonte, aun cargado, se ilumina
tímidamente; es la aurora del dedo gris perla,
en seguida rosado. El globo de oro cumple
mal las promesas de la hermosa precursora;
apenas ha abrasado la atmósfera cuando se
oculta detrás de las espesas nubes acumuladas
por la tempestad de la noche. Antes de desaparecer, el sol ilumina una costa muy baja y
ramilletes de palmeras aisladas del suelo por
una nube densa en que permanecen sumergidos sus troncos. El paisaje es tan extraño que
la realidad parece un efecto de espejismo.
El viento sopla de tierra; algunas maniobras
combinadas de vela y hélice bastan para sacar á flote la proa. Máquina atrás, y el Asiría
recobra su posición normal. Otro esfuerzo, y
hétenos en alta mar, y después á la vista de
Linga.
Los bajos fondos, tan frecuentes en este extraño mar cuya profundidad no excede nunca
de cien metros y que se debería llamar la marisma pérsica, obligan á fondear muy lejos de
toda ciudad edificada á lo largo de la costa.
Las casas altas, perforadas con numerosas
aberturas, sus azoteas grises, los fondos verdes de los palmares plantados detrás de las
habitaciones, las quillas de los gordos faluchos tumbados sobre la arena aparecen al través como un astillero en plena actividad.
La mar está tan gruesa^que hay que renun-
CAFiTíiL DE LA MEZQUITA DE BAHARELV
(DIBUJO DE M. DTEULAFOY)
ciar á saltar en tierra. El comandarte se contenta con enviar el correo.
Así que están de vuelta la chalupa de á bordo y su tripulación, calada hasta los tuétanos,
levamos anclas.
30 de enero.—Desde Kurrachee el Asiría
ha navegado siempre siguiendo á lo largo de
la costa del Belutchistán y la Persia. Al dejar
el fondeadero de Linga, el barco hace rumbo á
BAZAR DE BAHAREIN (DIBUJO DE A. RIXENS, SEGÚN FOTOGRAFÍA)
las islas Baharein situadas en las aguas arábigas.
Ésas islas, muy fértiles y muy comerciales, dan su nombre á la bahía que las rodea,
de igual manera que tomaron á su vez el de
la vecina costa. Deben su riqueza agrícola
á conductos artesianos que pasan por debajo
del mar, y su importancia comercial á bancos de ostras perlíferas ya célebres en tiempo
de Alejandro.
La historia de Baharein se resume en la de
sus pesquerías, y sin embargo, algo más podría decirse: de Baharein salieron las bandas
de saqueadores que desolaron la Mesopotamia
y llenaron de estrago á Ctesifón bajo los primeros reyes sasanidas; de este puerto zarpó
para la Persia una flota célebre, la que llevaba
el primer ejército árabe que intentó invadir el
Irán. Apenas desembarcado, el jefe de la expedición era derrotado por el sátrapa Chehrck
que permaneciera fiel á Yezdignid, mientras
que una tempestad echaba á pique todas sus
naves.
Si el viento amaina, la lluvia cae á torrentes. El heletn del correo viene á buscarnos;
como en Bender-Abbas vara muy lejos de la
playa. Pero los indígenas han visto cascos
blancos; lanzan al agua vigorosos asnos y
montados en estas cabalgaduras se acercan á
la embarcación. Un muelle natural defiende la
ciudad contra las mareas altas. Al sur se levanta la casa de correos, grande edificio coronado por el pabellón inglés; al norte se alza
una batería de cañones arcaicos. Estas piezas
adornan la entrada de la residencia oficial del
Cheikh Aissa Ben Alí, sultán de Baharein. A
pesar de su palacio y de su artillería el Cheikh
Aissa es un príncipe... decorativo, porque bien
sabido es que todas las islas ricas son propiedad inconmutativa de Inglaterra. Baharein no
constituye ninguna excepción á esta regla: sus
numerosos habitantes piensan y viven bajo el
ala paternal del coronel Ross, celoso de hacerles digerir las mercaderías inglesas: clavos,
paños, azúcares, cotonadas y arroz de las Indias, que la Britísh India les lleva cada quincena.
Actualmente los bazares en que se apilan
miríadas de pescados secos parecen tranquilos, casi desiertos, pero no sucede así siempre.
Por marzo la ciudad despierta. El comercio
de perlas lleva allí las tribus de buzos
y los negociantes indianos: explotados
y explotadores. El Cheikh designa á
cada barco el emplazamiento en que
debe pescar á fin de no comprometer
la repoblación de los bancos, y á la
señal convenida, todas las embarcaciones salen del puerto.
El buzo dirige una corta invocación
á Alah, aspira el aire á plenos pulmones, pasa el dedo gordo derecho en la
anilla de un peso de diez kilos, se provee de una red que mantiene abierta
un aro de mimbres, se arma de un largo puñal de que se servirá contra los
tiburones, y después de haberse atado alrededor de los ríñones la cuerda
que le pone en comunicación con la
barca, se precipita en el golfo azulado.
Arrastrado por el lastre suspendido
á su pie, el pescador llega al banco,
recoge las ostras, las echa en la red y
se hace izar así que se siente oprimido. Los árabes de Baharein permanecen, por lo general, de sesenta á setenta segundos bajo el agua; algunos
de ellos, que se han hecho legendarios, permanecían seis minutos en el
fondo del mar. De igual manera, muchos hombres se sienten fatigados
después de haberse sumergido doce
veces y otros sostienen este penoso
trabajo durante muchas horas. Las
ostras, depositadas en un arenal cuidadosamente cerrado, son arrojadas
á unas calderas de agua hirviente, ó
abandonadas hasta que la putrefacción
de las materias animales permite abrirlas sin riesgo de deteriorar la perla.
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
Patrones y compradores vigilan con igual
cuidado la separación de la concha y el manto. Los obreros empleados en este trabajo van
141
precio de los objetos robados explica y hace
perdonar este abuso del aceite de ricino.
La perfe es una joya que sienta tan bien que
dicen, más de mil años antes de Jesucristo, la
señala como originaria de las provincias occidentales del Celeste Imperio. Los griegos la
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demasiado poco vestidos para que sea necesario registrar sus bolsillos cada noche; contentanse, cuando uno de ellos se lleva la mano á
la boca, con ligarlo y purgarlo con energía á
fin de limpiar los escondrijos más ocultos. El
1 desde la más remota antigüedad adquirió
grande valor.
: La China contaba en el número de sus tasas
i un tributo pagado en perlas, y el JRh'ya, dic| cionario de las compilaciones, escrito, según
colocaron en la lista de los objetos preciosos;
la ley romana la clasificaba entre los valores trasmisibles á los descendientes; un collar de perlas era el símbolo de la unión conyugal.
142
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
El suelo está fangoso, los senderos resbalaAlgunos autores antiguos veían en la perla
dizos; no importa, nuestras cabalgaduras tieel huevo del molusco.
Plinio hacía remontar las ostras de las pro- nen alas y nos llevan, después de una serie de
fundidades á que las ha relegado la naturaleza caídas variadas, al pie de una mezquita en
y les confiaba el ministerio encantador de tras- ruinas, señalada por dos alminares todavía en
formar en perlas las gotas de rocío recogidas pie. Este edificio, en otro tiempo muy vasto,
en el mes de junio, entre la concha y el manto. ha sufrido numerosas restauraciones.
Actas de refecciones, elegantes capiteles
La generación de las ostras madres, contada por los indianos paravas, no cede en fan- adornados de epígrafes, numerosas inscripciotasía á ninguna otra leyenda; Venus misma no nes én honor á Alah, losas funerarias empose ruborizaría de semejante origen. En la épo- tradas aquí y allá, dirán la historia del edificio
ca de las grandes lluvias el agua de los to- á quien quiera interrogar los textos y tenga
rrentes corre al mar sin mezclarse con las tiempo.
ondas amargas; se espesa al sol, forma una
No lejos de las ruinas surge un manantial
crema blanca que se divide en ligeros frag- caliente tan trasparente y tan límpido que se
mentos; cada uno de ellos adquiere vida, se ve el fondo del tazón en que es recogida, con
convierte en un animal cuya piel se espesa y tanta diafanidad como si estuviese vacío. Alreadquiere finalmente tal consistencia que su dedor de la fuente y después á lo largo de un
peso le arrastra al fondo del mar, donde re- canal que distribuye en acequias de irrigación
viste la forma de una ostra. Unos espíritus sa- el agua de un pozo artesiano más abundante
tisfechos con semejante versión debían expli- aún que el manantial, aparecen campos de alcarse sin dificultad la presencia de la perla en falfa sembrados en cuadros, como las legumla ostra.
bres de nuestras huertas, y tan verdes y tan
Pero de todos los poetas i quién más poeta lozanos que cada tallo de forraje parece crecer en estufa. Son huertas, siempre huertas,
que Saadi 1
atravesadas á galope en nuestros jumentos,
"Cayó una gota de lluvia del seno de las nubes; viendo
bajo las hojas chorreantes de las magnolias y
el mar inmenso quedó llena de confusión.—¿Qué soy,
de las palmeras, bajo las flores amarillas de los
—dijo,—al lado del Océano? ¡A la verdad, me pierdo y
desaparezco en su inmensidad! — Bn recompensa de esta mimosas vaporosos cuyos troncos sirven de
apoyo á madreselvas embalsamadas. Multitud
confesión modesta, fué recogida y alimentada en el nácar
de una concha y por los cuidados de la Providencia se
de chozas recubiertas de esteras de hojas de
conviítió en una perla de g:ran precio y adornó la diadepalmera, labradores vestidos de blanco y muma de los reyes. Fué grande porque había sido humilde y
obtuvo la existencia porque se habla asímiladoá lanada." jeres vestidas de rojo arrojan en medio de los
bosques una nota viva que completa su enLa verdad hace siempre fea figura al lado canto.
[Alejaos de mi memoria, orillas del Nilo y
de la ficción: oíd si no. La perla seria una concreción calcárea mezclada con una sustancia del Chat-el-Arab, rosales perfumados de Isorgánica depositada en capas concéntricas al- pahan y de Chiraz, al lado de Baharein me
rededor de un núcleo central. Pareceríase al parecéis tristes desiertos!
nácar de ciertos moluscos y aun se provocaría
su desarrollo artificial sea practicando una piIV
cadura en las valvas, sea introduciendo un
cuerpo extraño entre la concha y el manto, Llegada á. Buchyr.—Mohammereh, su origen, sus diferentes avatares,—El Karun.—Ahwaz.—Campo de batalla
cuerpo que se convertiría en una causa de irride Wais y de Bend Akhil.—Chuster.
tación y determinaría á su alrededor un depósito nacarado.
31 de enero.—Buchyr. — Hemos dejado el
No todos los moluscos son obreros igual- Asiría con un tiempo espantoso. Durante más
mente hábiles. Los artistas fabrican glóbulos de dos horas la barca del piloto estuvo dando
esféricos; otros dan á su concreción nacarada bordadas antes de ganar la ciudad, que no se
la forma de pera y los perezosos engendran veía ni aun á cien metros de distancia, tan
perlas pegadas á la concha por sus lados y lla- dura y espesa era la lluvia. Mojados como
madas botones de perlas; los incoherentes marsoplas, hemos sido recogidos en la casilla
componen las perlas abolladas ó barrocas tan de los aduaneros y entregados luego en mafelizmente labradas por los artistas del rena- nos de algunos soldados. Esos valientes se han
cimiento. La perlita empleada en los engastes apresurado á guiarnos hasta el alojamiento
y, en fin, la simiente, comprendiendo las perlas preparado á nuestra intención por los cuidamás pequeñas, son obra de los aprendices y dos del gobernador. Conozco este inmueble
por haber habitado ya en él. ¡ Siempre encande los peones.
No hay que mirar únicamente la forma de la tadora mi casa 1 Y no paga ni contribuciones
perla sino también su agua y su oriente. El ni reparaciones por inquilinato.
Excepto el sol, todo nos sonríe desde nues^ g u a es el color; las tintas varían del blanco
azulado ó plateado, al blanco amarillento, al tro desembarco. El gobernador acaba de haamarillo de oro más ó menos vivo, al rosa, al cer cumplimentar á Marcelo; el naieb encarazul, al lila y al negro. Las perlas de toda gado de este cometido se ha apresurado á paragua ofrecen círculos de matices diferentes ticiparle que su amo tenía los permisos reales
que hacen más ó menos perfecto su brillo; á á disposición del jefe de la misión. Al mismo
veces se llaman listadas. En Occidente se es- tiempo llevaba una excelente carta del doctor
tima sobre todo el color blanco y todas sus Tholozan. Quedan resueltas todas las dificulvariedades azuladas ó amarillas. Los árabes tades. [Proteja Dios nuestros trabajos!
prefieren el tinte amarillo, indicio de inalteraHe vuelto á ver á la amable familia del cobilidad.
ronel Ross, á los hermanos Malcolm y á los
Entiéndese por oriente la pureza, el cam- agentes de la casa Hotz.
El antiguo gobernador ha desaparecido.
biante, el brillo, virtudes teologales que reunidas triplican á veces el valor de las perlas Poco tiempo después de nuestra partida, la población de Buchyr, Cansada de pagarle exorlegales en peso y grosor.
Los antiguos recibían sus perlas de las In- bitantes impuestos, se amotinó y puso sitio al
dias, del golfo Pérsico, como por otra parte palacio. Muy emocionado por esas manifestalo atestigua la palabra griega margantes, de- ciones de dudoso gusto, Mirza Mustofi Nizar
rivada del persa mervarid. Hoy se han des- tomó el portante disfrazado de pescador (grancubierto bancos en las costas de Australia, de deza y decadencia), pero sus bagajes fueron
América y alrededor de algunas islas del saqueados y robados. Desde entonces el cuiOcéano Pacífico. Las pesquerías de Baharein dado de hacer feliz al-pueblo incumbe al hijo
no son menos activas: en primavera ocupan mayor de Sahavi Diván, gobernador de Chimil quinientos barcos y dan un producto anual raz.
de diez millones, de los cuales no se aproveSi nuestro ex amigo no tenía el temperacha mucho la población indígena.
mento de un luchador, poseía en cambio las
No se encontraba una perla que comprar en cualidades propias de los funcionarios orientael bazar; todas se han vendido y llevado des- les. Durante la corta duración de su adminispués de la pesca. Nos vamos. ¡ Ah de los bu- tración había puesto en lugar seguro repletas
talegas; así, para hablar en persa, ya que en
rreros 1
Persia estamos, su corazón no permaneció por
largo tiempo en la estrechez ó apretado por
las costuras. Gracias á poderosas protecciones
consagradas á peso de buenos dineros contantes y sonantes, dirige en calidad de sátrapa la
provincia de Kirman, más gordo, mejor comido que nunca y poseedor de un título sonoro,
el Fclis del reino. La previsión es madre de la
felicidad.
Traducción de
MARTA MALLIÉ
(Se continuará]
CON RAZÓN
Aun con capa y pantalón
chaleco y sombrero hongo
seréis feos con razón
si no empleáis el Jabón
de los PRINCIPES DEL CONGO.
Jabonería de Víctor Vaissier, París.
Depositario para España: M. Boldü, Rambla de Cataluña, 71, Barcelona.
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LA HERMOSA GRAZIANA
NOVELA POR
ANTÓN JULIO BARRILl
(CONTINUACIÓN)
Ascanio Marini había tratado siempre á Venafra con aquella afabilidad desdeñosa que no
es aún el benévolo desprecio de los filósofos,
pero que comienza á parecerlo. En cada hombre hay, como es sabido, la estofa de un filósofo, y el volverse filósofo no exige sino cierto enderezamiento de la educación, si es que
no basta el uso cotidiano del mundo. ¿Debería
ir á buscar á Venafra? ¿y hacerse un amigo de
aquel conocido? ¿Y por qué, después de todo?
Para saber lo que, en el fondo, le importaba
bastante poco conocer. ¡Poco! se dice poco
creyendo decir nada, pero poco ya es algo; ciertamente que las palabras de Gimelli habían
quedado clavadas en el cerebro de Ascanio
Marini. Y si no pensaba en ellas todas las horas
del día, con todo las recordaba más de lo que
era natural y razonable. Ascanio iNIarini comenzó á sospechar algo de aquel pliegue de
su espíritu; un día se asombró más, y aun
cuando la calle de los Pontífices, donde se encontraba, no fuese el lugar más oportuno, hizo
su examen de conciencia; estudio interior que
deberían hacer todos, aun después de haber
perdido la costumbre cristianamente infantil,
porque á la verdad se encontraría materia
para útiles observaciones y curiosos descubrimientos.
—Veamos: ¿por qué ha nacido en mí ese
sordo deseo de saber una cosa... como ésa?
¿Estoy enamorado? Me parece difícil. Hablo,
se entiende, de esos enamoramientos por lo
fino, que os pillan de pies á cabeza y no os dej m sosegar. A veces, á la verdad, he sentido
cierto dolorcillo, una manía, una picazón.
Pero, buenas noches, era sólo una falsa alarma. Siempre he podido decir como Napoleón I: "—La bala que ha de matarme no se
ha fundido aún. "—Si, entiendo, la bala. Pero
también se necesita tiempo para fundir una
bala. Luego hay que una muchacha, de un día
á otro, se convierte en mujer, y esa mujer
puede encontrarse ahí, á la vuelta de la esquina; pasáis sin pensar en nada, y el tiro os parte por mitad. Pero que se trate de la Mezzaterra... ¡quia! ¡Y con qué humos! Una hermosa
ñor, hay que confesarlo. Pero es de esas que
nacen en estufa y cuestan no poco de crecer.
Mujer galante, mujer galante... ¿Se toman
por lo serio las mujeres galantes?
Pero ¿y si no fuese así? ¿No era entonces
caso de sincerarse? En fin, una reputación
pronto queda destruida. Un hálito leve, leve,
que empieza á soplar, os empaña el más terso
cristal de Baccarat.
—Ahora, bien,—prosiguió Ascanio Marini,
143
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
—se pueden estudiar esas cosas sin estar enamorado. ¿Qué debo hacer? Nada. Mis conciudadanos de Bagnorea no me han creído bueno
ni para djputado provincial. En un principio
tuve la larva de la poesía, pero la inspiración
original ha faltado. Debía ser así, porque la
larva no se ha convertido en mariposa. Hubiera podido dedicarme á la prosa, pero ésta
es demasiado difícil. Y luego, no sabe uno á
qué santo encomendarse con tantas contradicciones en los gustos. Los unos os quieren
franco, fácil y llano, y tanto mejor con un
poco de extranjería; otros os preguntan dónde
está la toga florentina, la zamarra, el manto.
Si contentáis á unos, disgustáis á otros. ¿Qué
estaba yo diciendo? ¡Ahí sí, que no tengo nada
que hacer. Pues, qué diablo, puedo dedicarme á las investigaciones, y no sobre el pasado.
¡Arqueología de los vivos! Si esa mujer ha
sido calumniada, quiero saber hasta qué punto. Venafra...
Algunas veces en hablando del ruin de
Roma... Ascanio Marini levantó los ojos y vio
aparecer en la acera á Venafra.
—Es el destino,—murmuró Ascanio entre
dientes.—Debo hacer de todas maneras mi estudio.
Y con la sonrisa en los labios fuese al encuentro de Venafra, pero siempre con el acostumbrado paso. Nunca precisa la premura en
tales casos, y aun los médicos dirían que está
contraindicada.
—¡Hola, Marini! ¡Buenos días!—exclamó
aquél dirigiéndose al otro, cuando estuvo á
dos pasos.
—Como V. quiera, Venafra, — respondió
Marini,—aunque podríamos decir buenas tardes. Falta poco para las cuatro.
—Es verdad, dianti-€,—dijo Venafra después de haber echado una ojeada á su pateck.
—¡Y lo que tengo que hacer aún!
—¿Cosas importantes, de fijo?
—Usted mismo podrá ver. He de pasarme
por casa Ricordi á buscar un duettino de Menckle para la baronesa Amaducci, la divina Amaducci. A propósito, ¿por qué no se viene V.
nunca, tenebroso caballero, á los martes de la
baronesa? Son veladas ¿cómo diré yo? deliciosas. Pero, no; deliciosas es poco.
—Paradisíacas,—sugirió Ascanio Marini,—
beatificas.
—Sí, eso es, beatíficas. Poca gente, pero
que representa bien el círculo de los elegidos.
—¿Se está sobre las nubes?—preguntó Ascanio Marini.
—Ciertamente, en los aires^ haciendo buena
música.
—Que deberían oir muchos, entonces.
—Pero que oímos poquísimos. Es un refinamiento del gusto. El martes último, por ejemplo, sólo éramos cuatro á oir la Melusina de
Mendelssohn, tocada... pero ¿qué digo tocada?
bordada á cuatro manos por la divina baronesa y Baccio. jQué monería! ¡ Qué idilio!
—Me hace V. entrar en ganas,—dijo Ascanio Marini.
—Perfectamente: le cojo á V. la palabra.
Hoy es martes. Esta noche á las nueve, pues.
—Hace V. las cosas al vapor.
—Todo al vapor. Lo que no se hace hoy así
es tiempo perdido. ¡Es tan breve la vidal —
dijo moviendo la cabeza y suspirando.—¿Conque, entendidos?
—Soy muy poco conocido de la baronesa...
—balbuceó Ascanio Marini.
—Excelente motivo para que le conozca á
V. más,—replicó Venafra,—y ocasión, para
'ni, de honrarme al presentarle á V. Le anuncio á V. dentro de media hora. Conque, hasta
esta noche á las nueve, ¿verdad?
—Sea; hasta las nueve,—dijo Ascanio.
Dióle un apretón de manos, más fuerte que
de costumbre, y Venafra fuese apresuradamente á llevar á cabo todas las grandes cosas
que tenía que hacer aún.
—Está dicho,— murmuró Ascanio Marini,
continuando su paseo.—Seré el amigo de ese
hombre. La verdad es que no es tan feo ni tan
estúpido como me parecía al principio.
Aquella noche, haciendo las cosas al vapor,
Ascanio Marini se fué de bracero con Venafra, con el amigo Venafra, y se dejó volver á
presentar por él á la baronesa Amaducci (una
rubita muy graciosa), en cuyo salón se reunía
una sociedad elegante y restringida, tan restringida como era menester para merecer el
epíteto de selecta; hacíase allí buena música,
para los gustos refinados. Pero ¿qué tenía que
hacer Venafra en una sociedad tan restringida como aquélla? De momento pensó Ascanio
Marini que no fuese "el buen amigo" de la baronesa, pero nada de lo que vio durante aquella velada confirmó su suposición. "El buen
amigo" debía de ser otro, y hubiera podido
descubrirlo si se hubiese fijado en el modo de
portarse los otros caballeros. Hay siempre en
del decorado; á no conocérsele por el conde Venafra se le hubiera tomado fácilmente por el
hijo de un tapicero. Pero todo era efecto del
arte moderno que se respiraba en el aire y no
debía verse ninguna huella de herencia ni atavismo.
Un día la ternura de Venafra llegó hasta la
prueba más patente de la amistad, hasta la
demanda de un ligero servicio. Quinientas liras; una friolera. El conde esperaba la remesa
de su casa. Ascanio Marini no sólo no se hizo
de rogar sino que casi montó en cólera porque
el amigo le hablaba de un plazo próximo para
la restitución de aquella bagatela. ¡Eran amigos ó no, por Baco! Y entre amigos no debe
hablarse de plazos.
Venaira conocía á todas las damas.
un salón, ó casi siempre, el hombre que se divierte poco, el hombre distraído en apariencia, pero observador atento en realidad, el
hombre oscuro y retirado que cada vez que le
dirigís la palabra parece hallarse en los espacios imaginarios. Aquel es el buen amigo, ó
el pretendiente con derechos adquiridos, ó sin
derechos, pero con cierta provisión de buenas
esperanzas. Ascanio Marini no juzgó preciso
ir en busca del hombre oscuro. Miraba á Venafra, no estudiaba sino á su Venafra, que era
en aquel salón el más sereno de los hombres,
el más franco en conversar con la dueña de la
casa y con todos sus caballeros, más ó menos
musicales. Lo miraba, lo estudiaba y se maravillaba de aquel aire desenvuelto y contento
que sabe demostrar en sociedad el hombre
mediocre.
Después de la velada musical Ascanio y su
amigo se fueron á cenar juntos. Por aquella
vez Venafra sacrificó al genio de la amistad
una aparición en casa de Sermattei, donde no
se hacía música sino á última hora, pero donde solían pasar una horita todas las grandes
damas, entre una recepción en el Quirinal y
el baile de la duquesa de Stellanello ó de la
princesa de Marigliano. Ascanio Marini mostraba los mayores miramientos por Venafra y
Venafra mostrábase asaltado de una repentina ternura por Ascanio Marini. Al día siguiente se volvían á ver; dos días después Venafra
se plantaba en casa de Marini como un amigo
de veinte años. Quería enterarse del cuartito
de Ascanio; un cuartito hermoso, rico en bellas cosas, pero que hubiera ganado mucho en
estar mejor arreglado. Venafra tenía el gusto
Entretanto pasaban juntos la mayor parte
del día. Y Ascanio Marini trabajaba sutilmente para hacer cantar á su hombre, que en verdad, no pedía otra cosa. Venafra conocía á
todas las damas de la sociedad romana; contaba de mil amores su vida y milagros; cuando
dejaba entender que el protagonista déla anécdota, del idilio, del poema, era él, suprimía caballerescamente los nombres, pero los lugares
no siempre se callaban, y otras circunstancias
ayudaban al oyente. Venafra era un hombre
discreto, pero sólo hasta cierto punto, como
la mayor parte de los hombres. Cuando después, al cabo de tantas semi-confidencias, se
le tocaban ciertas teclas, negaba tan resueltamente que no parecía el mismo. Deber de caballero, naturalmente, y Venafra quería ser
caballero hasta la punta de los pelos.
—¡Vaya!—dijo un día Ascanio riendo.—
A un amigo se le puede confiar un dulce secreto.
—No convengo en ello,—respondió Venafra.—Pero concedo que se le debe confiar todo
al amigo cuando se llama Ascanio Marini.
Pero ¿y si el secreto no es nuestro solamente?
¿si es al mismo tiempo el de otra persona ? Ya
ve V. que si algunas veces no se debe, otras
veces no se puede.
Pero ya, cuando se llega á este punto, falta
poco para que todo gran conquistador se
descubra y deje sus memorias para la posteridad reverente. Y acaeció muchas veces que
las confidencias de Venafra no fuesen ya á
medias sino por entero.
(Se continuará)
144
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