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Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
C
XVII Domingo del tiempo ordinario
24/07/2016
Pedid y se os dará
Introducción Las lecturas de este domingo nos invitan a repasar algo fundamental para nuestra vida cristiana: ¿cómo es nuestra
oración?... ¿con qué frecuencia la practicamos?... ¿influye realmente en nuestra conducta?... Preguntas importantes que Jesús nos
plantea hoy para responder a ellas con total sinceridad.
Aprender a “orar”. Lucas sitúa la escena del evangelio: “en un cierto lugar, estando Jesús en oración, y al terminar, uno de sus
discípulos le dice: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”.
La oración comporta muchos aspectos y puede hacerse de muchas maneras (escuela de Juan, Jesús), por eso requiere un
aprendizaje. Hoy existen muchas “escuelas de oración”.
La oración se aprende “orando”, como el niño aprende a hablar comunicándose con quienes le rodean. Para algunos hacer oración es
algo muy difícil y complicado. En realidad es algo tan sencillo como “un impulso del corazón, una sencilla mirada hacia el cielo, un grito
de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría" (Santa Teresa del Niño Jesús, Autob. C
25r). La gran maestra de oración, santa Teresa de Ávila, lo explicaba así: “oración es hablar de amistad con quien sabemos nos ama”.
Por otra parte, existen varias clases de oración. Las principales son: oración vocal, oración mental y oración contemplativa. A ellas hay
que añadir las diversas modalidades con que luego se realiza: la “lectio divina”, la “liturgia de las horas”, el “Santo Rosario”, “Visita de
Adoración al Santísimo Sacramento”, el “Via Crucis”, etc. Lo primordial, en cualquier caso, es impregnar y contagiar la vida con el
espíritu y perfume que brotan de la oración. Algunos autores opinan que la oración es tan necesaria en la vida del cristiano como el aire
que respira.
Fr. Roberto Ortuño O.P.
Torrent-Vedat (Valencia)
Lecturas
Lectura del libro del Génesis 18, 20-32
En aquellos días, el Señor dijo:
–La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la
acusación; y si no, lo sabré.
Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán.
Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios:,
–¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar
por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente
sea como la del culpable– ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo ¿no hará justicia?
El Señor contestó:
–Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.
Abrahán respondió:
–Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por
cinco, toda la ciudad?
Respondió el Señor:
–No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.
Abrahán insistió:
–Quizá no se encuentren más que cuarenta.
–En atención a los cuarenta, no lo haré.
Abrahán siguió hablando:
–Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta ?
–No lo haré, si encuentro allí treinta.
Insistió Abrahán:
–Me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran veinte?
Respondió el Señor:
–En atención a los veinte no la destruiré.
Abrahán continuó:
–Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se
encuentran diez?
Contestó el Señor:
En atención a los diez no la destruiré.
Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8 R. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre,
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros,
me conservas la vida. R.
Extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo
y tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 2, 12-14
Hermanos:
Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo
y habéis resucitado con él,
porque habéis creído en la fuerza de Dios
que lo resucitó.
Estabais muertos por vuestros pecados,
porque no estabais circuncidados;
pero Dios os dio vida en Cristo,
perdonándoos todos los pecados.
Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas
y era contrario a nosotros;
lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 11, 1-13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
–Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
El les dijo:
–Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos
nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»
Y les dijo:
–Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche para decirle:
«Amigo, préstame tres panes,
pues uno de mis amigos ha venido de viaje
y no tengo nada que ofrecerle.»
Y, desde dentro, el otro le responde:
«No me molestes; la puerta está cerrada;
mis niños y yo estamos acostados:
no puedo levantarme para dártelos.»
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y
le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá;
porque quien pide, recibe,
quien busca, halla,
y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo
a los que se lo piden?
Comentario bíblico
Primera lectura: (Génesis 18,20-32)
Marco: En un estilo narrativo se nos presenta hoy la realidad de la maldad de los hombres y la disposición de Dios a la compasión y
misericordia. La oración de Abrahán subraya la fuerza de la intercesión de los justos ante Dios.
Reflexiones
1ª) ¡Dios, rico en misericordia, está siempre dispuesto al perdón y a la indulgencia!
El juez de todo el mundo ¿no hará justicia?... Perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos. Algunos datos: el primero, los dos
interlocutores tienen intereses en esa ciudad. Abrahán, porque vive allí su sobrino Lot y su familia. Abrahán quiere salvarlo y liberarlo
interlocutores tienen intereses en esa ciudad. Abrahán, porque vive allí su sobrino Lot y su familia. Abrahán quiere salvarlo y liberarlo
de la destrucción. Esto hace que su oración sea intensa y apremiante. Por otra parte, Dios es un juez intachable que no puede
quebrantar la justicia destruyendo a los inocentes junto con los culpables. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y
viva (Ezequiel). El segundo, la escenificación de este diálogo-forcejeo-oración está presentada narrativamente según el estilo de los
tratos mercantiles entre los antiguos (Gn 23!). Al final, Dios está dispuesto a perdonar a toda la ciudad aunque sólo se encontrasen en
ella diez personas inocentes. ¡Cuánto necesitamos asimilar la plasticidad de estas escenas que nos transmite la Escritura como palabra
verdadera de Dios y cuánto necesitamos acertar con el modo de presentar a nuestros hombres y mujeres la riqueza de su contenido!
Porque hoy seguimos necesitando ese acercamiento a Dios, como lo hizo Abrahán y por las mismas razones o semejantes que las que
tuvo él. ¡El Juez de todo el mundo hará siempre justicia, pero atenuada ampliamente por la clemencia, indulgencia y tolerancia!
Segunda lectura: (Colosenses 2,12-14)
Marco: Se enmarca en la sección dedicada a los falsos maestros. Sólo en Cristo está la plenitud. Y su obra salvadora, universal y
singular, alcanza a todos.
Reflexiones
¡Creer en el poder de Dios que resucitó a Jesús, garantía de verdadera y firme esperanza!
Habéis creído en la fuerza de Dios que resucitó a Jesús. Según las expresiones que encontramos a lo largo del Nuevo Testamento, el
bautismo es la realización visible de una maravilla que se opera en la intimidad de los hombres y mujeres que se deciden a recibirlo. Los
textos hablan de ser bautizados en el nombre de... Pues bien, por el bautismo los hombres pasan a ser propiedad de aquel en cuyo
nombre se bautizan, es decir, de Dios y de Cristo Jesús, en el Espíritu. El bautismo es un signo visible de esta realidad invisible y
fundamental. El bautismo es participación y comunión real (aunque en sacramento) en la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. En
segundo lugar, hay que subrayar la expresión del autor de la carta (que aparece en otros lugares del Nuevo Testamento) en que se
indica que ese gesto ha de ir acompañado de un acto sincero y total de fe en el poder de Dios, que resucitó a Jesús de entre los
muertos. Nuestro acto personal de fe recae sobre el poder que lo ha hecho posible y real. La fe es una adhesión personal al Dios
personal. Y en este caso al poder soberano del Dios de la vida que vence la muerte y abre los caminos de una vida que no tendrá fin. Y
el primer acto, y fundamental, es la resurrección de entre los muertos de la humanidad de su Hijo. En la resurrección de ese hombre
llamado Jesús, toda la humanidad es llamada a la resurrección y a la vida. Este es el mensaje central del Nuevo Testamento que hemos
de proclamar incansablemente porque es el fundamento más seguro de la esperanza de la humanidad. Hoy como ayer es necesario
proclamar este mensaje de singular importancia y sentido para el hombre moderno, aunque no sea consciente de ello.
Dios os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados... El protocolo es una referencia a este momento inicial de la historia
humana o, mejor, de la prehistoria humana que se pierde en la lejana perspectiva de los orígenes. La cruz, o más bien Cristo en la cruz,
es la contrapartida que Dios ofrece al mundo realizando y ofreciéndole la reconciliación. La cruz no será un motivo de escándalo ni un
signo de fracaso, sino el lugar privilegiado y providencial del reencuentro del Dios de la vida y del amor con el hombre. En breves frases
el autor nos ha presentado las dos caras de la realidad humana. Prevaleciendo la oferta que Dios hace en la cruz. La cruz es fuerza y
fuente liberadora de la ley, del pecado y de la muerte. O, dicho en positivo, la cruz es una fuerza liberadora en todos los aspectos
humanos. También este mensaje es necesario ofrecerlo en su pureza y autenticidad a los hombres de nuestro tiempo. Por eso el
redactor joánico afirma: cuando yo sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.
Evangelio: (Lucas 11,1-13)
Marco: La lectura recoge una hermosa catequesis sobre la oración, colocando en el centro la oración del Padrenuestro (cf. Mt 6,9-15).
Lucas ofrece una catequesis a aquellos que no saben orar, con la finalidad de enseñarles a hacerlo. Mateo presenta una catequesis a
través de la cual Jesús corrige a los fariseos que rezan mucho, pero lo hacen mal en la forma y en el fondo.
Reflexiones
1ª) ¡Jesús es el modelo de toda oración!
Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. A lo largo de su vida, Jesús fue un hombre de asidua oración. Él es el
modelo acabado de oración en todas sus vertientes: mental o íntima, vocal, personal, comunitaria. La oración es un diálogo íntimo con
Dios en el que se ponen a contribución todos los dones recibidos. Jesús no rompió nunca ese diálogo con su Padre. Se pasa con
frecuencia las noches en oración. Y precisamente este gesto repetido de oración es el que impulsa a los discípulos a rogarle que les
enseñe a orar. Porque han visto la práctica de Jesús tienen la confianza de suplicarle para que les dé una lección sobre el contenido y
la forma de hacer ellos lo mismo. Sabemos que en tiempos de Jesús existían una serie de oraciones muy características y utilizadas
abundantemente por los judíos (las 18 bendiciones*, el qaddish*, el shemah*). También los discípulos del Bautista poseían una oración
que les distinguía y caracterizaba. Los discípulos de Jesús quieren poseer su propia y característica oración. Y eso es lo que piden y
Jesús se la ofrece. En un mundo donde abunda el ruido y las prisas ¡qué difícil se hace la oración! ¿Es necesaria, útil, propia del
hombre moderno culto y autosuficiente? Es necesario recurrir al modelo y a la praxis de Jesús para responder convincentemente: Jesús
oraba insistentemente. El hombre, en cualquier profesión, estado o situación, lo necesita.
2ª) ¡La oración, trato de amistad con el Padre que mueve todo el mundo interior!
Cuando oréis, decid: Padre... En primer lugar, el Padrenuestro sintetiza los mejores ideales por los que vivió y murió Jesús. Estos son
los valores que apasionaron a Jesús y le impulsaron al ministerio evangelizador y al don de la vida en totalidad. En segundo lugar,
Jesús quiere introducir en su intimidad con el Padre a todos los discípulos de todos los tiempos. Esta oración la enseñó Jesús a sus
discípulos. Solo los identificados con él sacramentalmente y por la fe pueden utilizar las mismas expresiones que él. En tercer lugar, la
división de la oración en tres bloques nos permite su mejor comprensión: la invocación Abbá (Papá) es original de Jesús y significa la
confianza con el Padre y, a la vez, su obediencia y comunión. El discípulo es trasladado a un clima del todo singular. Las invocaciones
de deseo centradas en algunos temas de la predicación de Jesús. La santificación del Nombre de Dios expresa un profundo deseo de
que Dios mismo lo santifique llevando adelante su proyecto de vida y felicidad a favor de los hombres. El deseo de la venida del reino
expresa también la seguridad de los discípulos de que Dios mismo establecerá su reinado, ejercerá su soberanía de libertad y
comunión en el mundo ya. Las demandas de petición intentan abarcar la totalidad de la existencia de los discípulos como son las cosas
(materiales y espirituales) que los hombres necesitan para conducir la vida humana y el discipulado; el perdón de las ofensas recibido
de Dios y concedido al hermano nos capacita diariamente para la comunión con Dios y con los demás; la petición de no sucumbir en la
tentación es la garantía de conseguir una meta feliz. Esta oración conserva hoy su frescor y atracción.
La oración no es un quehacer reservado para algunos tiempos y lugares. Con la explicación anterior, descubrimos que la oración es un
ambiente vital en que respira, crece y se desarrolla la vida del discípulo. La oración es un quehacer de todos los días, en todos los
lugares y en todas las situaciones. Jesús así lo enseña con estas exhortaciones que culminan la catequesis sobre la oración. Si es un
diálogo íntimo con el amigo, con el Padre y con el Huésped del alma, es posible realizarla siempre y en todo lugar. Por tanto, la oración
es propia de los espíritus que saben perseverar de una manera inquebrantable. Para convencernos de esta verdad, el narrador nos
recuerda una parábola de Jesús que plastifica de forma admirable la enseñanza que se quiere transmitir. Al final, siempre tiene su fruto
la oración. Y, en la versión lucana, se expresa como cima última la donación del Espíritu a los que se lo piden insistentemente a su
Padre celestial. Hoy como ayer, es necesario volver la mirada a esta página incomparable sobre la oración: a quién dirigirnos en la
oración, qué debemos desear o pedir, y quién acompaña siempre esta oración: Jesús de Nazaret y el Espíritu.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
XVII Domingo T.O.
Iª Lectura: Génesis (18,20-32): Interceder ante Dios en beneficio de los otros
I.1. La primera lectura de este domingo es la continuación del anterior. Se trata del célebre relato de la destrucción de Sodoma y
Gomorra, las ciudades con fama de depravadas en el valle del Siddim, en el sur del Mar Muerto. Es un relato que se ha prestado a todo
tipo de hipótesis arqueológicas en torno a esa depresión del valle del Jordán, que es uno de los fenómenos más originales de la
naturaleza, a 400 metros bajo el nivel del Mediterráneo. La Biblia lo llama el yâm hammélah (mar de la Sal), y popularmente se le
conoce por Muerto, desde el tiempo de los griegos, porque no hay vida, debido a la gran densidad de sal.
I.2. Todo esto explica la leyenda de este lugar, de la estatua de sal de la mujer de Lot y otros pormenores. Probablemente es una
leyenda para explicar lo terrible de la vida allí, aunque la industria de todos los tiempos ha logrado del asfalto y otros minerales sus
beneficios. Pero la lectura de hoy viene para poner de manifiesto la intercesión de Abrahán a Dios por los justos, por sus familiares. Es
una explicación de cómo el hombre de todos los tiempos, y muy especialmente el de la antigüedad recurre a lo divino frente a las leyes
de la naturaleza que se presenta tan atroz en momentos determinados.
IIª Lectura: Colosenses (2,12-14): El bautismo: sumergirse en la vida de Cristo
La carta a los Colosenses prosigue con su mensaje. En este caso es un texto bautismal, una pequeña catequesis sobre el bautismo
cristiano, sobre el efecto de este sacramento: nos incorpora al misterio de Cristo, a su muerte y resurrección. Es un mensaje que se
parece mucho al de Rom 6. Dios nos da la vida en Cristo y esto se expresa en la mediante el bautismo.
Evangelio: Lucas (11,1-13): Dios como Padre: ¡un misterio de intimidad!
III.1. El evangelio de Lucas nos ofrece hoy uno de los pasajes más bellos y entrañables de ese caminar con Jesús y de la actitud del
discipulado cristiano. En Lucas, el Padrenuestro se halla dentro del marco de un catecismo sobre la oración (11, 1-13). Está dividido en
cuatro partes y abarca: la petición «¡Enséñanos a orar!», juntamente con el Padrenuestro (11, 1-4); la parábola del amigo que viene a
pedir, y que Lucas entiende como exhortación a ser constantes en la oración (11, 5-8); una invitación a orar (11,9s) y la imagen del
padre generoso, que es una invitación a tener confianza en que se nos va a escuchar (11,11-13). Ya sabemos que el Padrenuestro
está en Mateo (6,9-13) y que se ha tomado, en ambos casos, de la fuente de los profetas itinerantes de Galilea que conservaron los
dichos de Jesús (fuente o evangelio Q). Pero esta catequesis de la oración, tal como la tenemos en el conjunto, se la debemos a Lucas
que es el evangelista que más ha valorado este aspecto de la religión e identidad cristiana.
III.2. Cuando Jesús está orando, los discípulos quieren aprender. Sienten que Jesús se transforma. Jesús, en el evangelio de Lucas, ora
muy frecuentemente. No se trata simplemente de un arma secreta de Jesús, sino de una necesidad que tiene como hombre de estar en
contacto muy personal con Dios, con Dios como Padre. Todos conocemos cuál es la oración de Jesús, y cómo esa oración no se la
guarda para sí, sino que la comunica a los suyos. Por lo mismo, la predicación de Jesús ha de revelar el sentido del Padrenuestro. Este
es el primer fundamento en que se basa la explicación que se ha de dar. Sólo el que vive en el Espíritu de Jesús, quiere decir Lucas,
sabrá rezar el Padrenuestro con el espíritu de Jesús. Y sólo sabrá rezarlo quien sepa escuchar primeramente la predicación de Jesús.
III.3. Debemos notar que el Padre es "la oración específica del discípulo de Jesús", ya que Lucas nos dice con claridad que los
discípulos se lo han pedido y él les ha enseñado. Y los discípulos se lo pidieron para que ellos también tuvieran una oración que los
identificara ante los demás grupos religiosos que existían. En consecuencia es una oración destinada para aquellos que "buscaron" el
Reino de Dios, con plena entrega de vida; para aquellos que convirtieron el Reino de Dios en el contenido exclusivo de su vida. Pues
cuando Jesús nos enseña cómo y qué es lo que hemos de orar, entonces nos está enseñando implícitamente cómo deberíamos ser y
vivir, para poder orar de esta manera.
III.4. No podemos entrar en los pormenores exegéticos del Padrenuestro que ha logrado el consenso de muchas lecturas distintas,
diferentes, originales, extraordinarias. No es que Jesús inventara la invocación de Dios como "Padre"… pero es quien la pone sobre la
mesa de la experiencia religiosa de su tiempo, con sentido de reto, de cómo debemos entender a Dios y de cómo debemos
relacionarnos con Él. Las diferencias entre Mateo y Lucas inclinan la balanza a un texto más primitivo en el caso de nuestra lectura de
hoy: corta, directa, menos estructurada, pero más intimista y radical; quizás más cercana a la experiencia de Jesús tal como se la
escucharon sus discípulos.
III.5. ¿Qué significa Padre (Abba)? No es un nombre de tantos para designar a Dios, como ocurría en las plegarias judías. Lo de Lucas,
pues, no es más que el original arameo de la invocación de Jesús. Y era la expresión de los niños pequeños, con la significación
genuina de "Padre querido". Así, pues, Jesús habla con Dios en una atmósfera de intimidad verdaderamente desacostumbrada. Y
enseña a sus discípulos a hacer otro tanto. Toda la predicación de Jesús está confirmando esto mismo. Jesús, con palabras
estimulantes, alienta a que los discípulos estén persuadidos previamente en la oración de una confianza sin límites. No se trata, pues,
de un título más, frío o calculado, sino de la primera de las actitudes de la oración cristiana. Si no tenemos a Dios en nuestras manos,
en nuestros brazos, como un padre o una madre, tienen a su pequeño, no entenderemos para qué vale orar a Dios.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
Oración humilde y sencilla
Hay personas que en la oración buscan elevarse tanto a los bienes de arriba y adentrase en altas consideraciones y meditaciones
místicas que olvidan los hechos ordinarios de la vida diaria como si lo esencial de la oración fuese descubrir nuevos misterios o
aspectos insólitos de los misterios cristianos. Encontramos personas que se muestran felices y dichosas después de un momento de
oración porque en él han disfrutado de una experiencia mística especial que nunca habían sentido antes. Estas personas se asemejan
a ciertos agentes de pastoral o monitores litúrgicos que al encargarles redactar unas peticiones para la Oración de los Fieles buscan
llamar la atención con peticiones de alta teología que con frecuencia son poco inteligibles y que le quitan la espontaneidad y frescor
propios de una oración sincera.
Un ejemplo de la sencillez y espontaneidad de la verdadera oración lo encontramos en la Primera Lectura de la Misa de hoy cuando
Abraham se dirige una y otra vez a Dios en favor de las ciudades de Sodoma y Gomorra, que Dios está dispuesto a destruir, y le repite
varias veces una súplica que bien parecería pronunciada por un niño: “No se enfade mi Señor, si sigo hablando”…, “perdón, si me he
atrevido a hablar a mi Señor”. Y es que la oración requiere por sí misma una actitud humilde y sencilla en el orante. Eso mismo quiso
significar Jesús cuando nos enseña a orar comenzando la oración invocando a “Dios” como “Padre nuestro”, “Papaíto nuestro”, a
cualquier hora del día o de la noche.
Encuentro con Dios y diálogo filial
La oración cristiana es ante todo y sobre todo una “comunicación personal” con Dios, como hablan dos amigos de sus cosas o un hijo
con su padre o madre de los asuntos familiares. La Biblia relata así los primeros encuentros de Moisés con Dios: “Yahvé hablaba con
Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo (Ex 33,11).
Para entenderlo mejor pensemos que, dada la condición de creyentes que responden y aceptan la “Palabra” de Dios, nuestra oración
se inscribe esencialmente en el tipo de relaciones del hombre con la “Palabra”, ya se trate de Dios o de Jesucristo, “Palabra
encarnada”. Estas relaciones se realizarán de muy diversa: de “conversación”, de “comunicación”, de “encuentro” o de “diálogo” con
dicha “Palabra”, según los casos.
Desde este punto de vista la oración cristiana supone “comunión” de pensamientos, intereses y objetivos de vida, entre Dios y el
hombre. Lo cual implica a su vez “intimidad”, confianza, abrir el corazón y coincidencia en las “aspiraciones” primordiales del orante con
Dios. Al enseñarnos a orar con el “Padrenuestro”, Jesús ha señalado este aspecto de la oración al mencionarnos como súplicas:
“santificado sea tu nombre” y “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. El orante trata de entrar en la mente y en el corazón de
Dios al comunicarse con Él. Y es que la oración cristiana es siempre una comunión con la forma de ser y de vivir Dios el “Amor”, es
decir, con lo que Dios quiere y tiene preparado para nosotros en la historia personal de salvación… En suma, la oración cristiana es de
alguna manera un “abrazo con Dios” o un “darle la mano” en señal de “acuerdo” con Él.
Oraciones de petición
Entre las clases de oración señaladas anteriormente, además de la “oración mental” en sus distintas formas de practicarla apuntamos la
oración vocal de “petición”, que suele ser la que con más frecuencia se practica y, por desgracia, más a la ligera. Abundan las personas
que rezan mucho y oran poco.
La oración, como acabamos de comentar es un “diálogo” personal entre el orante y Dios. La “palabra” de Dios y la “palabra” del hombre
se encuentran y funden en un mismo acto: “dios habla” y el “hombre escucha y suplica”. Lógicamente, para que la súplica del orante
sea un verdadero “diálogo” tendrá que situarse en el mismo plano de lo que Dios dice y quiere. Sólo así se producirá un verdadero
diálogo. Las oraciones hechas a base de muchos rezos pronunciados o leídos de carretilla no pueden ser consideradas como oración
cristiana en el pleno sentido de la palabra.
Por otra parte, esta clase oración será siempre “una palabra humana” dirigida a Dios exponiéndole una necesidad o un deseo para que
Él responda con su “palabra divina” salvadora ofreciendo “luz” o la “clave de solución” para el problema que se le haya planteado. En
este sentido, pues, la oración de petición no ha de caer en una especie de “cerrazón” y “egoísmo” por parte del que suplica que solicita
a Dios una solución concreta y premeditada con anterioridad, “el milagrito”.
La verdadera oración cristiana se dirige a Dios dejando la puerta abierta a la solución que Él considere mejor, como hacemos cuando
acudimos al médico. En el diálogo que entablamos con él, después de explicarle lo que nos duele, nos abrimos a poner en práctica la
prescripción médica que el facultativo nos ofrece. El “orante”, con su palabra, le expone a Dios lo que siente, necesita y está viviendo, y
Dios, mediante su “Palabra”, “Palabra eterna y Oráculo perpetuo”, “responde” a los hombres que se dirigen a Él y le “escuchan”.
Dios ora en nosotros
Otro detalle de la oración cristiana que ha de tenerse en cuenta es que quien impulsa y dirige la oración no somos nosotros sino el
mismo Dios por la acción del Espíritu Santo que habita en el corazón del hombre. Escribe san Pablo a los Romanos: “El Espíritu viene
en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es
según Dios” (Rom 8, 26-27).
Sobre este particular leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica, (nn.2560-62). La maravilla de la oración se revela precisamente
junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua. Allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que
nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es
el encuentro de la sed de Dios y la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El (San Agustín, cuestión 64, 4).
Por lo demás es necesario orar siempre, sin desanimarse. No podemos contentarnos con orar algunas veces, cuando una persona
tiene ganas. No, Jesús dice que se necesita orar siempre, sin desanimarse, con la perseverancia que expresa una confianza que no se
rinde ni se apaga. Jesús, en Getsemaní, enseña que hemos de orar confiándolo todo al corazón del Padre, sin pretender que Dios se
amolde a nuestras exigencias, modos o tiempos. Esto puede provocar cansancio o desánimo. Pero si, como Jesús, confiamos todo a la
voluntad del Padre, el objeto de nuestra oración pasará a un segundo plano, y aparecerá lo verdaderamente importante: nuestra
relación con Él. En definitiva, éste es el efecto y fruto de la oración, transformar el deseo del orante y modelarlo según la voluntad de
Dios, aspirando a la unión con Él, siempre dispuesto al encuentro con sus hijos lleno de amor misericordioso.
Fr. Roberto Ortuño O.P.
Torrent-Vedat (Valencia)
Infantil
XVII Domingo del tiempo ordinario - 24 de julio de 2016
El Padrenuestro
Lucas 11, 1-13
Evangelio
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: - Señor, enséñanos a orar, como Juan
enseñó a sus discípulos. El les dijo: - Cuando oréis, decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día el pan del
mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros pedonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la
tentación". Y les dijo: - Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la noche para decirle. " Amigo, préstame tres panes, pues
uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle" Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta
está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos". Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no
se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a
vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla y al que llama se le
abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le
pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cúanto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
Explicación
Jesús enseña a sus amigos a orar, es decir a hablar con Dios, de una forma nueva, original y entrañable. “ Cuando oréis, decid : Abba
(que quiere decir papá). Hasta Jesús, todos rezaban a un Dios lejano, distante, al que pretendía tener de su parte para que todo les
fuera bien, como si fuera un amuleto o un talismán. Pero Jesús les enseña que deben tener confianza con Dios, que es sobre todo,
papá. Y al papá, decirle también: Que todos reconozcan la bondad de tu nombre. Que llegue pronto tu Reinado. Danos el pan de cada
día. Perdónanos, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación del mal.
Evangelio dialogado
Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.
El Padrenuestro - Lucas 11, 1-13
DECIMOSEPTIMO DOMINGO ORDINARIO –CICLO C- (Lc 11, 1-13)
Narrador: Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:
Discípulo 1: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.
Narrador: Jesús les dijo:
Jesús: Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos
nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.
Narrador: Jesús continuó diciéndoles:
Jesús: Si alguno de vosotros tiene un amigo, y a medianoche va y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha
venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Y el que está adentro le contesta: “No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis
niños y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada”. Si el otro insiste llamando, yo os digo que, aunque no se levante a
darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará para que no le moleste más y le dará cuanto necesite.
Discípulo 2: Señor, ¿no crees que un comportamiento así, es un poco impertinente?
Jesús: Pues, así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien
busca, halla, y al que llama , se le abre.
Discípulo 1: Maestro, ¿no estarás exagerando un poco?
Jesús: ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le
pide un huevo, le dará un escorpión?
Discípulo 2: Tienes razón, Señor, cualquier padre haría eso por sus hijos.
Jesús: Pues, si vosotros que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu
Santo a los que se lo piden?
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