BIBLIOGRAFÍA / CRONOLOGÍA DE IRÈNE NÉMIROVSKY

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BIBLIOGRAFÍA / CRONOLOGÍA DE IRÈNE NÉMIROVSKY
Desarrollada a partir del documento "Cronología de Irène Némirovsky", elaborado por el
Teatre Nacional de Catalunya. Se han reducido (muy poco) los contenidos. Como puede
observarse, la biografía contiene, mínimamente, la de sus padres (para poder ponerla en
relación con su obra El vino de la soledad, claramente autobiográfica) y, en gran medida, la de
sus dos hijas, de manera que pueda apreciarse la larga odisea de su obra Suite francesa y el
tardío redescubrimiento y reconocimiento a su autora.
1868 Nace el padre de Irène, Léon Némirovsky, en Elisabethgrad, ciudad que sufrió el
infortunio de los pogromos contra los judíos a partir de 1881. El nombre de los Némirovsky
proviene originariamente de la ciudad ucraniana de Nemirov, que durante el siglo XVIII fue un
importante centro del movimiento jasídico. La familia Némirovsky se dedicaba prósperamente
al comercio de cereales; Léon Némirovsky, por su parte y tras muchos viajes, hace fortuna con
los negocios y se convierte en uno de los banqueros más ricos de Rusia. De esta manera, los
Némirovsky se incorporan a un medio social privilegiado que goza de la protección del Zar. En
dicho medio el francés es la primera lengua, e Irène la aprende con su institutriz antes que el
ruso. Más adelante Irène dominará también el polaco, el finlandés, el inglés, el vasco y el
yiddish, lengua de la cual encontramos algún rastro en el libro Les chiens el les loups.
1887 Nace la madre de la escritora, Fanny (Faïga en hebreo) en Odessa.
1903 Iréne Némirovsky nace un once de febrero en plena zona yiddish de Kiev. Es una niña
infeliz y solitaria a pesar de los esfuerzos realizados por sus excelentes preceptores. A sus
padres, la vida de hogar les interesa muy poco. Irene siente una gran adoración por su padre,
que pasa todo el tiempo ocupado en sus negocios o jugando en el casino. Su madre
prácticamente la odia (hecho que la escritora evoca en libros como Le Bal, Le vin de solitude o
Jézabel) e Irène encuentra cierto refugio en la escritura y la lectura. En su juventud, se desplaza
frecuentemente con sus padres desde Ucrania a Biarritz, Saint-Jean-de-Luz, Hendaye o la Costa
Azul siempre y cuando la familia no se encuentre instalada en Crimea. En estos viajes, Fanny se
aloja en palacios mientras que Irène se queda con su matrona en una modesta pensión.
1914 Los Némirovsky se instalan en una vasta propiedad situada en una tranquila calle rodeada
de jardines y tilos en la zona alta de la ciudad de San Petersburgo.
1917 Muere la institutriz francesa de Irène. Primeros escritos inspirados en la técnica novelística
de Iván Turgénev y otros grandes escritores rusos a los que la autora admira.
1918 En el mes de octubre, León subarrienda un apartamento moscovita a un oficial de la
Guardia Imperial y traslada allí a toda su familia. Irène lee con devoción a Platón, À Rebours de
Huysmans, Maupassant y El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde (uno de sus libros
preferidos) en la biblioteca de Des Esseintes. En diciembre los soviets ponen precio a la cabeza
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de León Némirovsky y todos los miembros de la familia se ven obligados a huir a Finlandia,
disfrazados de campesinos. Solamente León regresa clandestinamente unas pocas veces a Rusia,
para administrar sus bienes. Durante esta época Irène compone algunos poemas. Pronto deben
entablar una nueva fuga, esta vez a Suecia. Los Némirovsky residen tres meses en Estocolmo.
1919 En julio, después de una larga tempestad, el barco que trasporta a la familia se ve obligado
a atracar en el puerto de Rouen. La familia se instala en París.
Década de 1920 León Némirovsky consigue recuperar su fortuna cuando lo nombran director
de una sucursal del banco para el que trabaja. A partir de ese momento, la familia lleva una
existencia fitzgeraldiana: veraneos de lujo, fiestas de categoría, cenas con champán, bailes,
temporadas en Biarritz, Niza (alojados en el hotel Negresco) y la Costa Azul. Estos últimos
lugares vuelven a ser sus destinos favoritos. Durante esta época, Irène continua sus estudios de
letras en la universidad de la Sorbona (donde se licencia con Mención de Honor) y envía sus
«pequeños cuentos divertidos» a la revista bimestral Fantasio, que los publica y paga a la autora
sesenta francos por pieza. Irène publica sendos relatos en la revista Matin y en Les Oeuvres
libres, donde también publica una novela corta y Le Malentendu, su primera novela escrita a los
dieciocho años. Conoce a Michel Epstein (Mijail en ruso), «un hombre pequeño y moreno de
piel oscura», ingeniero diplomado en San Petersburgo, apoderado de la Banque du Nord de la
calle Gaillon y, como el padre de la novelista, brillante hombre de negocios.
1925 Comienza a escribir su novela David Golder, en Biarritz.
1926 En el mes de febrero se publica en Oeuvres libres el texto L’Enfant génial, que más
adelante se titulará Un Enfant prodige. Irène y Michel Epstein contraen matrimonio y se
instalan en el número 10 de la calle Constant-Coquelin.
1929 Bernard Grasset recibe el manuscrito de David Golder. Entusiasmado, decide publicarlo
de inmediato. Por desgracia en el envío no consta el remitente, de modo que se ve obligado a
publicar un anuncio en la prensa para localizar a la autora. Irène Némirovsky no puede contestar
inmediatamente al anuncio porque en ese momento se halla internada en la clínica donde el 9 de
noviembre da a luz a su primera hija, Denise. Bernard Grasset se queda estupefacto cuando
descubre que detrás de esa pluma tan incisiva se esconde una joven de 26 años. La crítica
califica la novela de obra maestra y ésta alcanza un éxito inmediato. Paul Reboux, uno de los
primeros en descubrir a Colette, reconoce en la obra de Irène Némirovsky un talento
excepcional, mientras que Robert Brasillach elogia la calidad de su estilo. El director Julien
Duvivier adapta David Golder para el teatro y el cine casi al mismo tiempo que se publica la
novela. Duvivier debuta en el cine hablado con la adaptación de la novela de Irène, en la que
actor Harry Baur desempeña el papel protagonista (papel que desempeña tanto en la pantalla
como en el escenario). Como anécdota, cuando Fanny recibe la noticia de que ha sido abuela, le
regala a Irène un oso de peluche.
Década de 1930 Irène Némirovsky recibe el reconocimiento de escritores tan heterogéneos
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como Morand, Drieu de la Rochelle, Cocteau, Brasillach y Kessel. Paradójicamente, detrás de
un velo de terciopelo verde, Denise, paciente y silenciosa, observa cómo su madre derrama
inspiración sobre el papel y cómo describe, obstinada y muda, los tonos más oscuros del alma,
cómo devora sus personajes y su alma. Tristan Bernard, la actriz Suzanne Devoyod o la princesa
Obolensky son el centro de la vida de Irène, que a su vez se ve obligada a pasar largas
temporadas en los balnearios para reponerse de sus ataques de asma.
1930 Aparece El baile, también adaptada al cine (la primera adaptación es de Danielle
Darrieux).
1931 Publica Les Mouches d’automne.
1933 Tras la llegada de Hitler al poder en el mes de enero, Irène dice a su enfermera: «pobrecita
mía, dentro de poco todos estaremos muertos». Publica L’affaire de Courilof.
1934 Publica el libro de relatos Films parlés en Gallimard (que incluye el relato Les Fumées du
vin). Albin Michel, el nuevo editor de Irène, publica también Le Pion sur l’échiquier y Le Vin
de solitude. La Revue de Paris publica Dimanche. El dos de noviembre, Les rivages hereux
aparece publicado en Gringoire, diario conocido por su posición antisemita.
1936 La Revue des Deux Mondes publica Liens du sang. Publicación de Jézabel.
1937 El ocho de febrero, el diario Gringoire publica Fraternité. El veinte de marzo nace
Élisabeth, segunda y última hija de los Epstein.
1938 El dos de noviembre la revista Candide publica La femme de Don Juan. Publica La Proie.
Irène y su marido, todavía extranjeros en Francia, piden la nacionalidad francesa. Los dos están
convencidos de que Francia defenderá «a los judíos y los apátridas».
1939. El dos de febrero monseñor Ghika, un arzobispo rumano amigo de la familia bautiza a
Irène en la iglesia de Sainte-Marie de París. Se publica Deux. El uno de setiembre, en la víspera
de la declaración de la guerra, los Némirovsky se niegan a un nuevo exilio (a pesar de que no
les hubiera resultado imposible huir a Suiza). Sin embargo, Irène y Michel llevan a sus hijas
Denise y Élisabeth a casa de la institutriz Cécile Michaud, oriunda de Issy-l’Evêque (en Saôneet-Loire), quien a su vez confía las niñas a su madre, Mme. Mitaine. Irène y Michel vuelven a
París y visitan a sus hijas siempre que pueden, hasta que se traza la línea de demarcación, en
1940. En el mes de setiembre todos los Epstein se convierten al catolicismo. El 7 de diciembre,
Gringoire publica Le Spectateur.
1940 El uno de febrero, Gringoire publica Le Sortilège. En el mes de junio, Irène, en vista a la
aparición de su próximo libro Suite francesa (que ella dividía en cinco partes diferentes;
Tempêtes en juin, Dolce, Captivité, Batailles, La Paix) apunta fríamente al margen del
manuscrito: «¡Dios mío! ¿Qué me hace este país? Me rechaza y con ello —digámoslo fríamente
pierde a mis ojos el honor y la vida. Y, ¿qué hacen los demás países? Los imperios caen. Nada
importa. Observado desde un punto de vista místico o desde un punto de vista personal, todo es
lo mismo. Mantengamos la cabeza fría. Hagamos de tripas corazón. Esperemos». El veintiocho
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de agosto, Candide publica M. Rose. El tres de octubre, se pronuncia el primer estatuto de los
judíos que les asigna una condición social y jurídica inferior al resto de la población. Un mes
después, el estado francés promulga una ley que permite el internamiento de los judíos en los
campos de concentración o la asignación de residencia a «residentes extranjeros de raza judía».
Irène, víctima de la «arianización» del sector editorial, es delatada por el colaboracionista
Bernard Grasset, de forma que ya no pueda volver a publicar nada con su nombre. Se le prohíbe
a Michel Epstein ejercer su profesión en la Banque des Pays du Nord. Publicación de Les chiens
et les loups. En La Revue des Deux Mondes aparece Aïno.
1941 Irène y Michen abandonan París y se reúnen con sus dos hijas, Denise y Élisabeth, de
trece y cinco años, en el Hôtel des Voyageurs de Issy-l’Evêque. Viven bajo el mismo techo que
los soldados y oficiales de Wehrmacht, para los cuales Michel hace de intérprete y con quienes
juega al billar. Los Epstein sienten pena por aquellos jóvenes alemanes destinados al frente
ruso: Michel incluso se emociona al ver un soldado que intenta enviar su reloj a un familiar.
Irène publica dos relatos en Gringoire bajo el seudónimo de Pierre Nérey: el 20 de marzo
aparece La Confidente y el 30 de mayo L’Honnête homme. El dos de junio se promulga la ley
que sustituye el primer estatuto de los judíos de octubre de 1940, preludio de las detenciones y
deportaciones a los campos de concentración nazis. En el mes de junio, los Némirovsky vuelven
a inscribirse en el censo. A pesar de que el certificado de bautismo de la familia es
completamente inútil, Denise celebra la primera comunión. En la escuela comunal lleva la
estrella amarilla y negra. El ocho de agosto, Gringoire publica L’Inconnu. El veinticuatro de
octubre, Írene publica L’Ogresse bajo el seudónimo de Charles Blancat. Después de pasar un
año en el hotel, los Némirovsky alquilan finalmente una casa burguesa en el pueblo. Michel
escribe una tabla de multiplicar en verso para su hija Denise. Irène no tiene ninguna duda del
trágico destino que le espera. Escribe y lee mucho, y también hace largos paseos durante todo el
día, para inspirarse.
1941-1942 En Issy-l’Évêque, Irène, quien al igual que su marido lleva la estrella de David,
escribe La vie de Tchekhov (publicada póstumamente el año 1946) y Les Feux de l’automne
(publicada en 1948). Las dos obras no volvieron a ser publicadas hasta 1957.
1942 Dos semanas antes de su detención, el veinticuatro de abril, Irene redacta esta nota breve
al margen de las Hypomnemata (notas autobiográficas que siguen el nacimiento del proyecto de
la Suite Française): «Sumergirse en la convicción de que la serie de Les Tempêtes tiene que ser,
es, una obra maestra, si es que una cosa tal puede decirse. Trabajar en ella sin desfallecer». Sólo
tiene tiempo de pintar al natural los cuadros del desastre en Tempête en juin y de novelar la
Ocupación en Dolce. El tres de junio, totalmente desilusionada, Irène reescribe su testamento a
favor de la tutora de sus hijas. Hace una enumeración muy precisa de los bienes que ha podido
salvar y que pueden costear el alquiler, la calefacción para la casa, un horno, un jardinero que se
ocupe del huerto para que tengan legumbres en plena época de racionamiento. También escribe
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la dirección del médico de sus hijas y especifica el régimen alimenticio que siguen. No emite
ninguna palabra de queja. El 12 de junio, escribe sus cínicas y últimas Notes sur l’état de la
France; no espera nada de la vil y «odiosa» masa francesa. En el encabezamiento de la primera
página del cuaderno de notas escribe:
Para levantar esta pesada carga
Sería preciso, Sísifo, tu valor.
No le falta corazón a mi labor
Pero la meta está lejos y el tiempo es oro.
El tres de junio escribe: «Que esto se acabe de una vez, para bien o para mal». El 11 de julio
Irène trabaja en el bosque, entre los pinos, «en medio de un océano de hojarasca podrida e
impregnada por la tormenta de la noche anterior, como si me encontrara sobre una balsa con las
piernas cruzadas». El mismo día, escribe a Albin Michel: «He estado escribiendo mucho. Me
imagino que serán mis obras póstumas, pero cuanto menos me ayudan a pasar el tiempo».
Lunes trece de julio: los gendarmes arrestan a Irène quien, sin derramar una lágrima, le dice a su
hija Denise que se va de viaje. 14 de julio: se toman todas las medidas posibles para salvar a
Irène. Michel recurre a Albin Michel y luego al conde de Chambrun (yerno de Laval) y a
Hélène Morand (la mujer de Paul, un declarado antisemita); también le escribe a Otto Abetz,
embajador del Reich, recordándole la nula simpatía que su mujer sentía por el régimen
bolchevique. Un día, cuando la criada se olvida de poner los cubiertos de Irène en la mesa,
Michel enloquece de ira. 16 de julio: Internan a Irène en Pithiviers (Loiret). La última carta que
se conoce de ella dice: «Coraje y esperanza. Os guardo dentro del corazón, amados míos. Que
Dios nos ayude a todos». 17 de julio: La deportan a Auschwitz en el vagón número seis. La
inscriben en el campo de exterminio de Birkenau. Debilitada, la hacen pasar al Revier («la
enfermería», el paso previo a la cámara de gas). 17 de agosto: Asesinato de Irène
Némirovsky.
Octubre: Denise, Élisabeth y Michel son conducidos a la Kommandatur. Un oficial les muestra
una foto de su hija y les hace entender que es necesario que se vayan. Michel le escribe al
general Pétain para explicarle que su mujer tiene un estado de salud delicado y que está
dispuesto a sustituirla en un campo de trabajo. El Régimen de Vichy le responde arrestándolo.
Michel confía a sus hijas unos papeles de la familia, fotografías y joyas, así como el preciado
cuaderno de Irène (el pesado «cojín» de Denise). Denise tiene que sacrificar a su muñeca
Bleuette para salvar ese cuaderno en el que Irène había escrito con letra minúscula por temor a
quedarse sin tinta ni papel. Poco después del arresto, los gendarmes buscan a las dos hijas y se
presentan en la escuela comunal para hacerse cargo de Denise. La institutriz consigue
esconderla en un agujero que hay en uno de los lados de la cama. Al cabo de unos años, cuando
la guerra ya ha acabado, Denise sigue durmiendo en el mismo lado de la cama, recordando
aquel episodio. 6 de noviembre: Después de su confinamiento en Creusot y en Drancy, Michel
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Epstein muere gaseado apenas llegado a Auschwitz. En el informe consta que le fueron
requisados 8.500 francos.
1943-1945 Nombres falsos, escondrijos, conventos, pensiones… Denise debe esconder su
identidad; en silencio, cuidando que no las descubran, lleva consigo a todas partes a su hermana
pequeña. Las dos niñas escondidas en la región de Burdeos, deambulan indefensas, cargando
siempre con una maleta en la que guardan un manuscrito que lleva las iniciales «I.N.» escritas
en la cubierta. Se refugian en una pensión católica de las afueras. Allí, sólo dos religiosas
conocen la identidad judía de las dos niñas pero, a menudo, en clase, los profesores llaman la
atención a Denise, que se olvida de responder a su nombre falso. Así, en poco tiempo, los
gendarmes, que no tienen nada más digno de hacer que conducir dos niñas hasta la muerte,
consiguen reencontrar su pista. Las dos hermanas abandonan la pensión. En un escondite donde
pasan varias semanas, Denise contrae la pleuritis. La familia que las esconde no se atreve a
llevarla al médico y le administran resina de pino como único tratamiento. No ceja la amenaza
de que las descubran nuevamente, de modo que se ven forzadas a huir otra vez, ellas y su
preciosa maleta, de la que nunca se alejan. Antes de subir al tren, su tutora les grita: «¡Esconded
vuestras narices!». En el año 1943 muere Albin Michel. Asume la dirección de la editorial su
yerno, Robert Esmérard. André Sabatier, director literario de la editorial, le reclama la ayuda
que Albin Michel había prometido: 3.000 francos ahora, 2.000 más adelante y así hasta sumar
más de 150.000 francos para ser entregados a las dos hermanas y a su tutora «sin que esto sirva
para compensar los derechos de autor de Irène Némirovsky».
1945 Después de la Liberación, Denise y Élisabeth van todos los días a la Gare de l’Est y se
pierden entre los supervivientes de los campos de exterminio nazis. Asimismo, no se cansan de
ir un día tras otro al hotel Lutétia, convertido en centro de acogida para los deportados. Llevan
una pancarta con sus nombres. Denise sabe que la búsqueda es complicada: sus padres pueden
estar en Rusia, pueden sufrir amnesia o hallarse en algún hospital perdido… «Años más tarde
yo estaba casada, ya tenía un niño, y a veces todavía corría por la calle detrás de alguna silueta»
(la figura tan añorada de su madre), recuerda Denise. A las niñas les queda una abuela
afortunada, que ha pasado la guerra cómodamente en Niza y que ahora vive en su lujoso
apartamento de la avenida Presidente Wilson. Cuando sus nietas la visitan para pedirle ayuda,
ella se niega a abrirles la puerta; les grita a través de la madera que si sus padres están muertos,
lo mejor que pueden hacer es irse a un orfanato. De vuelta en el antiguo apartamento parisino de
los Némirovsky, Denise —en una escena que se desarrolla totalmente en silencio, cargada de
sobreentendidos— recupera de manos de los nuevos ocupantes un taburete que perteneció a su
familia antes de la guerra.
1946 Aparece La vida de Txèkhov (reeditada en el año1957).
1947 Aparece Les Biens de ce monde (también reeditada en 1957).
1948 Se publica Les Feux de l’automne.
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1953 Denise se casa con un economista. Lee mucho, se ocupa de sus tres hijos, milita en PSU,
LCR, partidos de izquierdas, asociaciones laicas que ayudan «a los infelices, a los inmigrantes».
1954 Nace un niño, el primer hijo de Denise.
1957 En primavera, sin tener en cuenta el título del libro, las ediciones de Albin Michel
publican Les Feux d’automne, y acto seguido la biografía de Txèkhov que Irène escribió poco
antes de su muerte.
1962 Denise se hace documentalista del departamento contra los fraudes.
1975 Denise, que ha salvado de la guerra el escrito Suite francesa, abre con recelo el cuaderno
que contiene el manuscrito. Encuentra toda una herencia para sus descendientes. Cada vez que
abre el cuaderno se enfrenta a un nuevo descenso a los infiernos: revive el sentimiento de haber
sido abandonada y admira la absoluta lucidez con que su madre ha analizado el deplorable
estado de una Francia que ha terminado por abandonarla en manos de sus verdugos. Denise se
obliga a sí misma a copiar a mano la obra con la ayuda de una lupa, como si detrás de cada
nueva página se escondiera la amenaza de una nueva invasión.
1985 Grasset publica Le bal, dentro de la colección «Cahiers rouges».
1986 Éisabeth, quien dirige una editorial bajo el nombre de Élisabeth Gille, es despedida del
cargo de directora de la colección «Présence de futur» de la editorial Denoël. Comienza a
ocuparse de la literatura extranjera en la editorial Flammarion.
1989 Fanny Némirovsky muere en París, a los 102 años. En su caja fuerte, como toda herencia,
encuentran ejemplares de David Golder y Jézabel. Denise, tal y como hubiera hecho su madre,
asiste al funeral. El compañero de Fanny, un anciano que lleva un bastón con un gran pomo de
oro, no se digna a saludarla. «Sus vestidos de noche ocupaban diez metros del armario ropero, y
han llamado a un trapero. Después, han invitado a los chóferes a un auténtico festín», comenta
Denise.
1991 Élisabeth asume la dirección de la editorial de Julliard.
1992 Les Presses de la Renaissance publican Le Mirador de Élisabeth Gille, una biografía
«soñada» sobre la madre que apenas tuvo tiempo de conocer. Mientras preparan el libro, las dos
hermanas descubren las cartas que prueban la generosidad de Albin Michel. Por este motivo,
toman la decisión de confiar la última obra de su madre a L’Insitut Mémoire de l’Édition
Contemporaine (IMEC) para su conservación. Denise descifra y mecanografía la transcripción
definitiva de ese fresco que retrata con crudeza a una humanidad vista a través del prisma negro
del éxodo y la Ocupación. Hablamos de Suite francesa.
1996 Élisabeth muere víctima de un cáncer que creía haber superado la década anterior.
2000 Stock reedita Le Mirador y Dimanche et autres novuelles (escritas entre 1934 y 1942).
2004 La editorial Sables publica Destinées et autres nouvelles (escritas entre 1935 y 1941). En
primavera, Myriam Anissimov, novelista, periodista, autora de una exitosa biografía de Romain
Gary (Romain Gary, le caméleon, Denoël, 2004) y de la primera biografía de Primo Levi
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(Primo Levi ou la tragédie d’un optimiste, J. C. Lattès, 1996, premio WIZO 1997), presenta su
último libro en la librería Ombres Blanches de Toulouse. Denise, que por aquel entonces vive
en la ciudad, le comenta por casualidad la historia del manuscrito de Suite francesa. Estupefacta
al descubrir un inédito de Irène Némirovsky, autora que había conocido y admirado a través de
Romain Gary, Myriam Anissimov contacta con su editor Olivier Rubinstein, quien
inmediatamente propone que se publiquen los escritos. No cuentan con la renuencia de Denise:
de haber sido voluntad de Denise que se publicara Suite francesa, sin duda ya habría establecido
contactos con la editorial Albin Michel mucho antes. Salva la situación Francis Esménard, que
tiene voto en la decisión final y que se emociona de felicidad al ver que a pesar de las
reticencias iniciales de Denise (¿era lícito publicar una obra sin el consentimiento de su madre?,
¿era lícito que la publicara alguien que no fuese Albin Michel?), la autora puede recibir
finalmente su merecido homenaje; después de todo, al igual que Albin Michel, su padre también
habría querido proteger la obra de Irène Némirovsky. 30 de setiembre: Gracias a la aparición de
Suite francesa, el genio paciente de Irène Némirovsky vuelve a emerger desde la niebla de la
noche. Octubre: En la feria del Libro de Frankfurt, los derechos de Suite francesa se venden a
numerosos países con unas licitaciones que baten todos los récords. Denise y Denoël adquieren
cada vez más prestigio. Cada vez que tiene que pasar delante de la editorial Lutétia (la editorial
Denoël se encuentra justo al lado, en la calle de Cherche-Midi), Denise vuelve la cabeza.
Noviembre: En ocasión de un reportaje para la televisión, Denise Epstein vuelve a Issyl’Évêque. Inesperadamente, se ve obligada a esperar un tren en mismo andén donde vio como
deportaban a su padre. 8 de noviembre: El Prix Renaudot, otorgado por primera vez a título
póstumo, reconoce Irène Némirovsky por Suite francesa.
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IRÈNE NÉMIROVSKY Y EL VINO DE LA SOLEDAD (1935)
Desarrollado a partir de un documento más amplio del profesor José Antonio García
Fernández. La introducción sirve para enmarcar El vino de la soledad en el conjunto de la obra
de Irène Némirovsky, así como para conocer las características de su estilo y los temas
recurrentes en su producción literaria.
INTRODUCCIÓN
Iréne Némirovsky y su novela El vino de la soledad forman parte de la unidad 8 del Programa
de Literatura Universal. En dicha unidad, se estudia La revolución novelística del siglo XX,
concretamente en Estados Unidos (Ernest Hemingway, W. Faulkner, la generación perdida) y
en Francia (Sartre, Camus, el existencialismo, el Nouveau Roman, la literatura femenina:
Simone de Beauvoir y otras escritoras, las emigradas eslavas, la literatura femenina judía…).
La referencia a la escritora judía ruso-francesa Irène Némirovsky encaja en los apartados
relativos a la presencia de mujeres en la literatura del siglo XX. La novelista de Kiev sirve de
puente entre la literatura eslava y la literatura de la Shoah.
La escritura en lengua francesa, el eslavismo y la nostalgia de ser ruso o del paraíso perdido, la
crítica a la sociedad burguesa (“Mors tua, vita mea”, “Tu muerte es mi vida”), la influencia de
la tradición literaria sobre todo franco-rusa (Tolstoi, Turgéniev, Chéjov, Flaubert, Balzac,
Joyce), el humor vengativo (caricaturas del judío avaro, la niña mimada, la madre adúltera), la
herencia familiar (el conflicto generacional y la rebeldía contra la madre), la extrañeza de ser
judía, la voluntad de ser francesa, etc., son notas presentes en la narrativa de Némirovsky.
Henri de Régnier ha resumido en un oxímoron la narrativa de Némirovsky: «compassion
impitoyable», “compasión incompasible”. Y ella misma ha dicho que el fondo de pesimismo
de sus libros procedía de su infancia triste:
«Je crois que c’est de cette enfance assez triste que vient le fond de pessimisme dans mes
livres.».
LOS EMIGRADOS RUSOS. ESLAVISMO Y JUDAÍSMO
Entre 1920 y 1930 muchos intelectuales rusos huyeron de la flamante Unión Soviética,
perseguidos o desconformes con su política. Muchos de ellos eran de los llamados "rusos
blancos", que defendían al Zar.
Las dos capitales del exilio ruso fueron Berlín y París, a tal punto que la supuesta hija del Zar,
librada milagrosamente de la muerte, Anastasia Romanov, apareció flotando en una
alcantarilla berlinesa como una nueva y femenina versión del viejo mito de Moisés. La historia
y los análisis de ADN demostraron luego que la verdadera Anastasia no se libró de nada y
murió en Ekaterinburgo junto a sus padres, fusilada por los bolcheviques. Pero había que
crear la leyenda y así nació Anastasia.
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Los escritores emigrados fueron muchos; entre los más célebres se cuentan: Vladimir
Nabokov, Iván Bunin, Nina Berberova, Irène Némirovsky y Marina Tsvetaia (quien a
finales de los años 30 regresó a Rusia y murió allí). También podemos citar a Nathalie
Sarraute (nacida Cherniak) y a Henry Troyat (nacido Tarasov).
En su autobiografía Habla, memoria, Vladimir Nabokov relata que había entre los
emigrados un gran número de buenos lectores, lo cual garantizaba el éxito de una publicación
en ruso…
"a una escala relativamente grande; pero como ninguno de estos escritos podía circular por la
Unión Soviética, toda esa actividad adquiría cierto aire de frágil irrealidad".
Las editoriales se llamaban Orión, Cosmos y Logos, entre otras: sus nombres eran la metáfora
de un ansiado universo ruso-parlante. En la vida del emigrado eran características las tertulias
en las que se leía el material literario, un poco como en los salones del siglo XVIII. Esto
garantizaba la supervivencia intelectual de este grupo humano, así como servía para conservar
la lengua materna, el ruso, como lengua de escritura y de comunicación.
Sin embargo, a lo largo de los años muchos autores rusos se adaptaron a escribir en otras
lenguas, y hubo quien desde el comienzo lo hizo en otro idioma. Nabokov es famoso por su
polilingüismo. E Irène Némirovsky, por ejemplo, escribió desde los comienzos en francés.
Aprendió esa lengua en su infancia y la consideraba su segunda lengua, casi incluso la primera.
Escribir en una lengua diferente de la natal parece una característica propia de los autores de
Europa del Este, aun en la actualidad: Milán Kundera dejó el checo por el francés y Stephen
Vizinczey, el húngaro por el inglés. Tal como dice un polaco en un cuento de Katherine Ann
Porter:
"Yo tengo que aprender todos los malditos idiomas, pues nadie habla polaco excepto los
polacos".
(Y hablando de polacos, hay que recordar el caso paradigmático de Joseph Conrad, autor de
fines del XIX, que escribió toda su producción en inglés y se convirtió en uno de los autores
principales de esa literatura; él fue un modelo de aculturación exitosa para Irène
Némirovsky.)
(Por otro lado, convendría recordar aquí también el caso de Franz Kafka, checo que se
convertiría en una de las glorias nacionales de la literatura alemana).
La literatura de los emigrados está siempre marcada por el signo de la nostalgia. Y si bien uno
podría decir que en toda literatura del exilio aparece la nostalgia como elemento literario, en
el caso de los rusos este elemento se refleja en el recuerdo del paisaje, los bosques, las estepas
y la nieve, las posesiones perdidas, como la dacha y la servidumbre. En sentido lato, hacen
referencia al paraíso perdido: la vieja Rusia y la infancia. No obstante, en la literatura de
Irène Némirovsky estos elementos están velados y el que anhela Rusia nunca es el narrador,
sino alguno de los personajes protagonistas.
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Pero Némirovsky, además de rusa, también era judía. Los autores del Holocausto han estado
olvidados muchos años, pero actualmente se habla de un auténtico “despertar judío”.
Némirovsky es una de las novelistas más importantes. Pero hay también otros escritores y
escritoras que cuentan su experiencia en la guerra, los campos de concentración, la Ocupación,
el desarme… Entre ellos, destacamos al italiano Primo Levi, a Albert Cohen (Solal), Edmond
Fleg, André Spire, Jean-Richard Bloch, Jacob Lévy (autor de Los judíos de hoy, Los
Pollacks, Los judíos dobles), Lily Jean-Javal (Noemí, El inquieto), y las novelas populares de
Sarah Lévy (Ô mon goy, 1929, y Mi querida Francia, 1930).
Novelas, poemas, obras teatrales, antologías de cuentos folclóricos, relatos cortos… La
vida judía, los problemas de la asimilación y la aculturación, son temas que aparecen una y
otra vez en este auténtico renacer de la literatura hebrea que se produce en Europa desde los
“felices veinte” y que ni siquiera el nazismo pudo parar. Se trata de la búsqueda de la
identidad de todo un pueblo, a veces vista desde una perspectiva cultural, en otras ocasiones
considerada casi como una marca biológica y un atributo indeleble. Se trata también de
combatir tópicos tan arraigados como la idea de que el judío es un intelectual sin raíces ni
sentimientos de lealtad a una nación o de pertenencia a un grupo humano o a un conjunto de
valores, o que es materialista y arribista, que las mujeres solo quieren preservar sus
privilegios y casar a sus hijas con hombres de fortuna, que los judíos no se asean y no son
honestos en los negocios…
En 1926, Armand Lunel, profesor de filosofía en Montecarlo, ganó el premio Renaudot con
Nicolo Peccavi o el affaire Dreyfus en Carpentras, donde un católico antisemita descubre
finalmente que desciende de un judío converso. Gustav Kahn publica también en 1926 sus
Cuentos judíos, colección de relatos askenazis modernos y contemporáneos. En 1930,
Edmond Cahen publica ¡Judío, no!... Israelita. Estos y otros autores preparan el camino,
hablan por ejemplo de la rivalidad entre judíos autóctonos e inmigrados; del desgarro que se
siente al vivir entre dos culturas, lenguas, religiones y mundos diferentes; critican o aceptan los
matrimonios mixtos, las conversiones al catolicismo de alguno de los suyos; deploran la
asimilación; presentan personajes que se convierten al sionismo; critican el racionalismo
occidental; insisten en servir “las necesidades del cuerpo”, más que las del alma; se alegran de
vivir en Francia donde se sienten seguros…
Muchos judíos, Némirovsky entre ellos, son laicos o ateos. No tienen fe, pero respetan el
judaísmo. Josué Jéhouda (Tragedie d’Israël, Miriam), autor de educación hasídica
(=mística), relaciona espiritualidad y herencia étnica:
“Toda alma debe estar ligada a su grupo étnico, sino ella se despreciará toda la vida (…) y no
ocurre más que cuando un judío llega a ser sencillamente un judío que puede llegar a ser
completamente universal”.
Casi todos los hebreos tienen un sentimiento cuasi romántico de pertenencia a una
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comunidad biológica a la que están unidos por lazos intangibles. Ellos son “le peuple à la
nuque dure”, incapaces de someterse a la autoridad o a los superiores, anhelosos de bienes
materiales. Muchos retoman así su identificación con el judaísmo, tras un periodo escéptico de
alejamiento o asimilación, convertido en identidad biológica a la que uno no puede sustraerse
sin sufrir sentimientos de alienación y pérdida.
El judío acogido o asimilado de la literatura de los años 20 se siente a menudo cogido entre la
aceptación de su herencia hebrea y el rechazo de la misma, como ocurre en Solal, de Albert
Cohen, o en El gueto eterno, de Léo Poldès (donde un matrimonio mixto judío-cristiano
fracasa y cuyo protagonista, Max, quiere irse a Palestina). Las conversiones al catolicismo de
los personajes judíos, los intentos de integración o asimilación cultural, suelen fracasar en
estas obras y pueden llevar al antisemitismo al converso.
El judaísmo es visto como algo más biológico que cultural, como una marca indeleble que
exige conciencia y responsabilidad a quien la lleva y condena a la maldición a quien reniega de
ella. La des-judaización es un proceso imposible, condenado al fracaso, vienen a decir. Por
ejemplo, en El gueto eterno, de Léo Poldès, se pone en escena la historia de Thibault,
encendidamente antisemita, que descubre que su padre biológico, Gottlieb, es judío y decide
entonces suicidarse.
Los escritores judíos tratan temas como la identidad, los matrimonios mixtos, las
conversiones al catolicismo, el arribismo…, y otras cuestiones más espinosas, como el
comunismo, la lucha racial, la identidad sexual, la homosexualidad, el feminismo…, de
manera que también ellos contribuyeron a la revolución cultural parisina de los años 20
(recuérdese, por ejemplo, el caso de Marcel Proust, judío por parte de madre, y su tratamiento
de la homosexualidad en À la recherche du temps perdu).
Los autores judíos que, como Albert Cohen, en Solal, o Némirovsky, en David Golder, se
atreven a presentar personajes hebreos antipáticos, estereotipados, serán muy criticados por sus
propios compatriotas, que no llegaron quizá a entender que el mostrar los estereotipos sobre su
raza era acaso una manera de apostar por la diversidad, por el multiculturalismo, por la
tolerancia.
EL TEMA DEL JUDAÍSMO EN LA LITERATURA DE IRÈNE NÉMIROVSKY
Irène Némirovsky, además de ser una ruso-ucraniana exiliada en París, era una escritora
judía de la clase alta asimilada. Por su elevado origen social, se libró de muchas de las
humillaciones a las que fueron sometidos los de su raza, incluidos los pogromos, que entre
1919 y 1921 exterminaron en Ucrania a varios miles de hebreos, o las prohibiciones de residir
en las ciudades fuera de los guetos: los Némirovsky vivieron en Kiev, Ucrania, en la más
selecta zona residencial. Y lo mismo ocurrió durante sus años de exilio en París.
El antisemitismo y, más en general, el odio a los metecos (a los extranjeros) es un sentimiento
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antiguo en la Vieja Europa y, por supuesto, no cabría circunscribirlo únicamente a la
Alemania nazi.
En definitiva, es evidente que el antisemitismo está muy presente en Europa desde bien
pronto. En Rusia y Ucrania fueron especialmente feroces los pogromos contra los judíos,
obligados a vivir en guetos insalubres. La ciudad de Kiev, verbigracia, capital ucraniana, les
estaba vedada, así como determinadas profesiones (policía, funcionario…), salvo en el caso de
familias muy ricas que se libran por decreto imperial, como los Némirovsky.
De España, los judíos fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492, el año de la
conquista de América.
En Francia también sufrieron persecución y, por ejemplo, hacia finales del siglo XIX (años
1880 y siguientes), fue muy sonado el “affaire Dreyfus” que movilizó a la intelectualidad gala
(Marcel Proust, el célebre “J’accuse” de Zola, Anatole France, Charles Péguy, etc.) a favor
del capitán judío Alfred Dreyfus, acusado falsamente de alta traición y en contra de su
encarcelamiento (que duró doce años).
En los tiempos que vivió Irène, la presión de los inmigrantes sobre Francia era enorme, pues
muchos rusos, judíos o no, emigraron hacia allí por culpa de la revolución comunista. A estos,
había que sumar los exiliados republicanos españoles que huían del régimen de Franco, los
armenios represaliados por Turquía (por ejemplo, el famoso cantante Charles Aznavour es de
origen armenio), los habitantes de las colonias… Y por si fuera poco, en Europa soplaban
vientos totalitarios, con el auge del fascismo en Italia y del nazismo en Alemania. Todo esto,
el ultranacionalismo europeo, la presión excesiva sobre las fronteras galas, la creciente
inmigración interna y externa, creaba un caldo de cultivo para el odio racial y la prevención
contra el extranjero que explotó, en Francia y en todo el continente, con motivo de la
Segunda Guerra Mundial y de la Ocupación alemana. El gobierno títere de Vichy tuvo un
comportamiento vergonzoso con los inmigrantes (judíos, republicanos españoles…) y los
entregó en más de una ocasión a sus verdugos (nazis o franquistas).
Irène Némirovsky era, en principio, una judía laica, ajena al sionismo, pero conocedora en
propia carne de los prejuicios contra su sangre. Ella era en realidad medio judía, pues su
madre, Fanny Némirovsky, era de origen aristocrático ruso (aunque venida a menos y
obligada por las circunstancias a casarse con un judío al que despreciaba, León Némirovsky).
Pero la identidad judía está muy presente en la vida y la obra de la escritora, como bien se
encargó de recordarle el régimen de Vichy, que obligó a los Némirovsky a llevar la estrella
amarilla.
Casada con el exiliado ruso-judío Michel Epstein, banquero e ingeniero, tuvo dos hijas
judías, Denise y Elisabeth, que estuvieron a punto de ser exterminadas por el régimen nazi.
Las chicas pudieron salvarse, y salvar también el legado literario de su madre, que custodiaron
durante años, guardado en una maleta, gracias a la ayuda de algunos franceses de bien no
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colaboracionistas. Sus progenitores no tuvieron tanta suerte: fueron aniquilados en Auschwitz
en 1942.
El tema de la asimilación y la identidad es fundamental en la obra de Némirovsky. Los clichés
sobre la manera de ser judío aparece en muchas de sus obras: David Golder, El maestro de
almas, Los perros y los lobos… Por ejemplo, esto dice el médico levantino Darío Asfar en El
maestro de almas:
«Vous tous qui me méprisez, riches Français, heureux Français, ce que je voulais, c’était votre
culture, votre morale, vos vertus, tout ce qui est […] différent de la boue où je suis né !»
Y aunque algunos, como León Poliakov, han acusado apresuradamente a la autora de
antisemitismo, no es cierta tal afirmación, pues Irène intenta en todo caso deconstruir los
tópicos sobre su sangre y raza.
Olivier Philipponnat, biógrafo de Némirovsky, resume en su artículo “Les ‘ambiguïtés’
d’Irène Némirovsky” la relación de la escritora con la identidad judía. Y lo que viene a decir
es que el antisemitismo detectado en las obras de Irène tiene más que ver con la percepción
lectora actual, modificada por la Shoah, que con las ideas de la autora. La Shoah, palabra
hebrea que significa “catástrofe”, es el término utilizado para referirse al Holocausto
producido por el genocidio nazi.
El supuesto antisemitismo de Némirovsky ha sido estudiado, por ejemplo, por Martina
Stermberger desde una perspectiva psicoanalítica y ella relaciona el uso de clichés judíos y
de todos los accesorios disponibles en el almacén antisemita en obras como David Golder, El
baile o El vino de la soledad (el judío avaro, la hija vengativa, la mujer derrochadora) con una
expresión metafórica de la aversión de Némirovsky por su sangre.
Sin embargo, Philipponnat contraataca con el trabajo de Angela Kershaw, de la Universidad
de Birmingham, para demostrar que la escritora ruso-francesa se sirve del cliché como uno de
sus útiles narrativos favoritos, pero con intención crítica (hacia la sociedad capitalista, hacia la
cultura occidental de acogida) y, a la vez, autocrítica (como modo de autoconocimiento y de
exorcismo personal, de reconciliación con su pasado). También con la intención de ganarse al
público francés, para quien ella es una escritora desconocida.
El uso del estereotipo judaico es, entonces, una forma de aclimatación cultural que intenta
Irène para darse a conocer en el mundo de las letras. En Francia existía ya una “moda rusa”,
popularizada por escritores como Kessel y Carco, y Némirovsky estaba bien situada para
“embalar” Rusia en sus textos y vender orientalismo a los lectores franceses. No hay que
olvidar que Irène es una joven apátrida, odiada por su madre, que necesita cariño y lo busca a
través de la literatura en los lectores, usa como medio la asimilación (aunque eso suponga
asumir los tópicos antisemitas en boga).
Némirovsky piensa en términos de recepción de su obra, no como pensadora política, al
principio de su carrera. Pero es evidente que su pensamiento evoluciona y, por ejemplo, en Los
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perros y los lobos (1940), la escritora lo que quiere vender al lector es precisamente el aliento
dostoievskiano, el alma eslava, la inasimilación de los judíos, cuya personalidad hebrea
considera indestructible. Y eso, aun a riesgo del desprecio o la desconfianza del consumidor de
literatura en Francia.
¿Llegó Irène Némirovsky a sentir eso que Theodor Lessing denominó “la haine juive de soi”,
“el odio judío a uno mismo”? Hay quien ha acusado a la autora de Suite francesa de eso
precisamente, por no hablar en su novela de las persecuciones antijudías o del exterminio nazi.
Philipponnat, sin embargo, dice que no, que el tema judío en Némirovsky no es más que un
decorado o la metáfora de asuntos tales como la soledad, el desarraigo, los pesares de una
infancia desgraciada, la búsqueda de la respetabilidad…, que son los que verdaderamente
interesaban a la autora.
Debemos valorar a Némirovsky más bien desde una perspectiva puramente literaria que desde
el punto de vista de la “Historia apocalíptica”, desde una visión de la Shoah que le achaca su
antisemitismo.
NOTAS CARACTERÍSTICAS DE LA NARRATIVA DE IRÈNE NÉMIROVSKY
• La escritura en lengua francesa (y no en ruso). El francés como segunda o primera lengua.
La escritora como autora francesa de pleno derecho (más que rusa). El universo de los
emigrados rusos en Francia. Bilingüismo, plurilingüismo.
• El problema de la identidad: el exilio, la nostalgia, el paraíso perdido (Las moscas de
otoño), el regreso a los orígenes (el yiddish en David Golder y Los perros y los lobos).
• El problema de la identidad: el afán de ser una escritora exclusivamente francesa, escribir
sobre familias “de verdad”, verdaderamente francesas, no rusas, sin personajes extranjeros
(=asimilación, negación de los propios orígenes).
• El problema de la identidad (=dualismo, esquizofrenia, polaridad): judaísmocatolicismo, aculturación-integración, laicismo-religiosidad, privilegio-humillación,
prosemitismo-antisemitismo, el apátrida-el nacionalizado, el éxito literario (con David
Golder y El baile) - la caída (olvido, deportación, muerte) - la resurrección editorial (a
partir de 2004, con el éxito internacional de Suite francesa).
• El problema de la identidad: la literatura de la Shoah, deportación y muerte (campos de
concentración: Auschwitz, Birkenau…), la persecución antisemita en la Francia de
Vichy, el auge de Hitler, el desencanto y el pesimismo en la última Némirovsky, su toma
de conciencia sobre su raza y su sangre…
• La perspectiva femenina: el uso de seudónimos (1º- por ser mujer, 2º- por ser judía), la
nueva Colette, el éxito editorial, la vocación literaria como reivindicación frente al “destino
femenino” (=maternidad, hogar)… El nuevo papel de la mujer en la sociedad moderna.
• La mujer como heroína literaria. Psicología de la nueva mujer: dominante, prototipo de la
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hermosa que subyuga al hombre haciéndole pagar las facturas (Bella) o de la joven que usa
su inteligencia para vengarse (Elena Karol), el enfrentamiento femenino (lucha madre-hija
en El baile, El vino de la soledad), la sirviente fiel (Mademoiselle Rose en El vino de la
soledad, Tatiana Ivanovna en Las moscas de otoño).
• El cosmopolitismo forzado (=exilio, pero también plurilingüismo, interculturalidad)
(como en la escritora chilena Isabel Allende, obligada a vivir de país en país por la
profesión diplomática de su padre). Eslavismo y orientalismo (El niño prodigio).
Occidentalismo asimilador-asesino (entre la integración y la segregación, entre el respeto y
la destrucción: Suite francesa). Francia, madre y madrastra.
• El peso de la tradición literaria (rusa: Tolstoi, Dostoievsky, Turgeniev, Chéjov, Pushkin;
francesa: Huyssman, Maupassant, Flaubert, Balzac, Colette, Joyce; inglesa: Oscar
Wilde; americana: Scott Fitzgerald, Louis Bromfield…)
• La crítica social: en El vino de la soledad aparecen temas como el egoísmo capitalista (cuyo
lema podría ser: “Mors tua, vita mea”, “Tu muerte es mi vida”, yo vivo explotándote a ti,
asesinándote), la vida frívola (bailes, champán, promiscuidad sexual…). En Suite francesa,
se habla del colaboracionismo en la Francia ocupada, el servilismo, el miedo. En las obras
de Némirovsky se muestra la vida privada de la burguesía (vicios domésticos), el imposible
diálogo de las clases sociales, el triunfo del más fuerte.
• El humor vengativo (=ironía, distanciamiento, crisis identitaria): caricaturas del judío
avaro, la madre adúltera, la niña mimada, el aristócrata inútil venido a menos, el jugador
ludópata, el gigoló… El odio y la venganza. La escritura como venganza personal, como
desenmascaramiento del otro, como terapia sanadora, como exorcismo. Las caricaturas
antisemitas como síntoma de una crisis de identidad personal.
• La familia y las relaciones familiares: el padre amado y lejano, la madre/madrastra rival
y enemiga, la institutriz extranjera, la sirvienta fiel, la niña abandonada (=la relación de
dependencia) y vengativa. Los cónyuges: adulterio/fidelidad, amor/interés. Los hijos:
obediencia/venganza y rebelión. La importancia del dinero y del ascenso social. La madre
como madrastra (=reinterpretación del cuento de Blancanieves).
• Autobiografía: en Némirovsky se juntan vida y obra, como en el caso de las artistas más
célebres, como Virginia Woolf, Louise Bourgeois, Artemisia Gentileschi, Frida Kahlo…
Lo autobiográfico es visible en muchas novelas de Irène: en David Golder, El baile, y
Jézabel, de manera directa; en Las moscas de otoño y otras, más indirectamente. La más
autobiográfica de sus obras es El vino de la soledad.
EL VINO DE LA SOLEDAD
Es la novela más autobiográfica de Irène Némirovsky. Puede considerarse un ajuste de
cuentas de la escritora con su pasado, particularmente con su madre, con la que nunca se llevó
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bien. También puede considerarse una novela de aprendizaje o Bildungsroman, a la manera
por ejemplo de Wilhelm Meister, de Goethe. Fue publicada en 1935 por el nuevo editor de la
escritora, Albin Michel, pues ya había roto con su antiguo editor, Bernard Grasset.
Está ambientada en los primeros años del siglo XX, entre 1910 y 1920 aproximadamente.
Cuenta la vida de una adinerada familia ruso-judía, los Karol, que se refugia en París cuando
estalla la Revolución bolchevique. Es también la historia de la venganza de la joven Elena
contra su madre, hermosa y cruel, Bella, una rusa de elevado linaje (de la familia Safronov)
obligada a casarse por dinero con el potentado Boris Karol, al que desprecia por su origen judío
y proletario. Bella tiene un amante, Max Safronov, primo suyo y como ella de antiguo linaje,
al que Elena volverá loco de amor para cumplir su propósito vindicativo. En la trama se instala
así un interesante triángulo edípico, motivado por el deseo de venganza.
Un tema –la vendetta— que la escritora ya había tratado en otra novela suya, El baile, aunque
en El vino de la soledad llega a unos niveles magistrales difíciles de igualar. Y unos personajes
(Boris Karol el potentado, Elena la niña mimada, Bella la mujer hermosa y depravada) que ya
habían aparecido con otros nombres (David, Joyce, Gloria) en David Golder. La madre frívola
y adúltera, narcisista y obsesionada con su imagen pública, aparece también en Jezabel (1936).
Como dice J. M. Coetzee, en su reseña en The New York Reviews of Books,
“El vino de la soledad es en parte novela y en parte fantasía autobiográfica, pero sobre todo es
denuncia de una madre que consiente que su hija adopte el papel de rival sexual”.
El vino de la soledad nos muestra la vida de la joven desde que tiene ocho años hasta que llega
a la mayoría de edad, y sigue a Elena Karol, alter ego de la autora, por las orillas del Dniéper
(Ucrania) hasta San Petersburgo, Finlandia y París, es decir, recorre las etapas del exilio real
vivido por Némirovsky en su salida de la Rusia revolucionaria.
La madre, Bella, frívola, adúltera, coqueta, no quiere a su hija ni tampoco a su marido. Solo
anhela pasarlo bien, gastar en compras, sentir un amor galante sin compromisos, vivir al modo
de los antiguos aristócratas. Ella representa el viejo orden feudal que ya no será posible en la
nueva URSS, proletaria y laboriosa, sin clases parásitas. El personaje que se gana el amor de
Elena es su institutriz francesa, mademoiselle Rose, con la que aprende a amar las orillas del
Sena, a la dulce Francia, y que muere prematuramente por la mezquindad de su madre. El
despido de la institutriz, su muerte subsiguiente, deciden a Elena a vengarse de quienes han
envenenado su infancia. Y para ello decide convertirse en la rival sexual de su madre, hacer
que su amante, Max Safronov, se enamore de ella, que ya ha dejado de ser una niña y se ha
convertido en una hermosa joven.
Tras realizar su venganza, Elena seguirá su camino, ya madura, adulta y libre, desasida de su
pasado familiar lleno de soledad y dolor, una vez muerto su padre, Boris Karol, que representa
el último vínculo que la ataba a sus orígenes. La novela termina con una imagen poderosa:
Elena, que ya ha dejado atrás la adolescencia, abandona la casa familiar y se deja embriagar por
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el viento que atraviesa el Arco de Triunfo y barre los Campos Elíseos. La novela tiene así
mucho de exorcismo, de liberar demonios interiores.
Una de las constantes en la novelística de Némirovsky es que sus personajes protagonistas son
chicas judías que reaccionan contra la propia tradición semita:
"¡eso que vosotros llamáis éxito, victoria, amor u odio, yo lo llamo dinero!", escribió en otra
novela.
En El vino de la soledad, Elena Karol detesta el amor pecuniario que mueve a sus mayores:
“millones, millones, millones”, resume tras escuchar las conversaciones de los adultos. Sin
embargo, este desprecio de sus protagonistas femeninas por el dinero y la tradición no
coincide en la realidad con la actuación de la escritora, casada con Michel Epstein, brillante
ingeniero y financiero judío, exiliado de origen ruso que vive en Francia, como lo había sido
su padre, León Némirovsky. Irène llevó de adulta una vida de gran burguesa, no rompió en
absoluto con la forma de vida heredada de sus padres.
En cierta manera, El vino de la soledad podría leerse como deconstrucción del cuento clásico
de Blancanieves: pero la protagonista no se queda dormida esperando al príncipe encantador,
ella actúa y se venga de la madrastra que ha envenenado su vida, ella seduce al príncipe –que
no es aquí su aliado, sino parte del ejército del mal, pues es el amante de la bruja—.
Blancanieves-Elena Karol es la nueva mujer, activa y no pasiva, tomando las riendas de su
destino. La madrastra-Bella Karol es por supuesto la madre terrible de Irène, Fanny
Némirovsky, pero también en cierta manera es una Francia que se pretende patria de acogida
y, en realidad, no pasa de ser madrastra para los exiliados que se han acogido a su abrazo
maternal: el abrazo del oso, el abrazo de King-Kong, un abrazo que lleva al matadero. La
familia Karol es también el nuevo modelo de familia burguesa, donde las relaciones no son
siempre fáciles, donde el odio puede sustituir al amor y cada miembro hace las cosas por su
cuenta, donde el adulterio triunfa sobre la fidelidad.
El libro de Némirovsky sería así una deconstrucción, una crítica contra un capitalismo que
asesina el amor y aúpa el egoísmo, contra el idealismo de los cuentos infantiles que presentan
un mundo feliz utópico y paternalista, contra el machismo que espera de las mujeres una
reacción de dependencia, contra el paternalismo que predica para los hijos un vínculo de
sumisión. La obra habla, pues, del triunfo de la mujer, del inexorable avance de las
generaciones jóvenes. Se castigan la avaricia, el egoísmo, el oportunismo, el cinismo, las
simulaciones grotescas de bondad y altruismo, la pasividad. Son elogiados el activismo, la
inteligencia, pero también la crueldad, el talento feroz. Se restablece finalmente el orden
afirmando la ley del más fuerte.
En cuanto a la estructura de la novela, tiene cuatro partes: la primera con ocho capítulos, la
segunda tiene seis y acaba con la muerte de la institutriz, la tercera cuenta con cinco
capítulos y acaba con el sentimiento de odio e ira de Elena (que ya tiene dieciséis años) contra
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su madre, la cuarta empieza con la llegada de los Karol a Francia (donde llegan huyendo de la
Revolución bolchevique) y termina con una Elena mayor de edad que ha consumado su
venganza; el viento de París bajo el Arco de Triunfo que aparece en las líneas finales es todo
un símbolo de la libertad conquistada por la joven.
El título, El vino de la soledad, alude a esa soledad a la vez áspera y embriagadora a la que está
condenada Elena Karol, el doble de Irène; a esa irresistible borrachera de ser ella misma,
liberada para siempre de la opresión de su progenitora.
«Une enfance malheureuse, c’est comme si votre âme était morte sans sépulture, elle gémit
éternellement», decía Irène Némirovsky, que siempre anheló arrancar la «tormenta tenebrosa»
que fue su infancia.
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ESCRITORAS FRANCO-RUSAS
Se ha reducido ligeramente el documento original, de "Javlangar", destacándose en negrita los
contenidos fundamentales.
EL EXILIO DE LOS ESCRITORES RUSOS
El exilio y la disidencia son una constante de la literatura rusa, que se inició en el siglo XIX
con los primeros románticos exiliados en Londres. Pero es en el siglo XX cuando tienen lugar
los movimientos más convulsos de la diáspora rusa a raíz de acontecimientos históricos
concretos: la Revolución de 1917; la Segunda Guerra Mundial y el estalinismo; y en torno a la
década de los 70 en plena era Brézhnev, una larga lista de escritores, o fueron directamente
deportados, o no tuvieron más salida que la emigración. Entre el gran número de rusos dispersos
por el mundo hallamos nombres ilustres de la literatura, marcados por la nostalgia de la patria
perdida: Tsvetáieva, Bely, Berbérova o Nabokov resuenan en el índice de los escritores
exiliados. Junto a ellos, los cuatro Premios Nobel concedidos a la literatura rusa del exilio: Iván
Bunin en 1933; Borís Pasternak en 1958; Aleksandr Solzhenitsyn en 1970; y Yósif Brodski en
1987, convertido en Joseph Brodsky desde que en 1972 se exilia en suelo norteamericano.
En 1921 casi un millón de ciudadanos rusos se exiliaron desde Rusia a diferentes países
(Estados Unidos, Jarbín, Shanghai) pero la mayoría se asentó en Europa (Berlín, Praga,
París, Riga y Sofía). Al fin del mismo año, con la subida de precios en Francia, los exiliados se
trasladaron a Berlín, que se convirtió de tal modo en el centro del exilio ruso. En 1924, Berlín
contaba con ochenta y seis editoriales rusas. El Timón fue el periódico ruso más importante de
esta época, se vendía en trescientas sesenta y nueve ciudades de treinta y cuatro países
diferentes. Durante los años 1922-23, en Berlín vivieron M. Gorki, A. Biely, B. Pasternak, V.
Mayakovskiy, N. Remizov, B. Pilniak, A. Tolstoy, I. Erenburg, V. Jodasevich, M. Tsvetáieva,
M. Aldanov, V. Nabokov y otros.
Los escritores rusos tuvieron que adaptarse a las nuevas condiciones (entre otras, un
nuevo lenguaje) y solamente algunos de ellos (por ejemplo, V. Nabokov) podían permitirse
escribir y publicar en ruso (ya que Berlín fue el centro de la cultura rusa durante pocos años,
al cabo de los cuales los escritores se vieron forzados a exiliarse también de Alemania).
Sus relatos trataban de la Rusia prerrevolucionaria, de los primeros años de la revolución, el
pasado lejano, historia, leyenda, la vida en la emigración, el modo de vida de los extranjeros.
Unos pocos fueron seducidos por los temas de la guerra civil.
Los rusos emigraban a países que no tenían semejanza alguna en lengua, cultura o tradiciones.
Esta barrera lingüística no les permitió aclimatarse fácilmente.
Es muy difícil tratar de conservar la lengua propia y al mismo tiempo verse obligado a
escribir en una lengua extranjera. Pero el ambiente no ruso (a pesar de que en Berlín y en
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París existían comunidades rusas, muchas revistas y círculos literarios) forzó a los
escritores no solamente a traducir sus obras sino también a escribir nuevas obras en esas
lenguas extranjeras. Como señala Braian Boyd, el biógrafo de Vladimir Nabokov, «Nabokov
tenía miedo cerval de echar a perder por descuido una lámina preciosa de la lengua rusa después
de haber aprendido a hablar ligeramente alemán... le daba miedo perder la única herencia que se
llevó consigo de Rusia: la lengua materna. En una ocasión, para su regocijo, encontró en un
tenderete de libros, en la plaza de mercado del centro de Cambridge un diccionario usado de la
lengua rusa de Vladimir Dal, en cuatro tomos y cada tarde leía por lo menos diez páginas,
«señalando las palabras y expresiones deliciosas.»
El mismo problema conmovió a la poetisa rusa Marina Tsvetáieva cuando decía: «Hace dos
años que con más dolor y prejuicios tiene lugar la siguiente discusión en el exilio: ¿puede nacer
el poeta en el exilio? y si no puede, ¿por qué no puede? y si puede, ¿dónde está? la discusión
que después de dos o tres pompas de jabón poéticas poco a poco se reduce a una reflexión
médica: el poeta no puede existir en el exilio pues no hay terreno, ambiente y lengua. No hay
raíces.»
La posibilidad de la pérdida de la lengua materna en el exilio es una probabilidad evidente
que tuvo lugar en el caso del exilio ruso. Las razones que provocan esta pérdida son
complejas y pueden ser explicadas por medio de diferentes factores, tanto del ambiente
como personales.
En primer lugar debemos señalar el nuevo entorno que acogió a los escritores rusos. Berlín,
París, Shangai o cualquier otro lugar del mundo no podría conservar las tradiciones o la cultura
rusa. A pesar de la existencia de comunidades rusas, revistas o círculos literarios, el nuevo
ambiente se diferenció profundamente del ruso. A los intelectuales les faltó la lengua rusa
viva, la lengua de las calles, mercados, edificios, librerías. Nada puede atraer su oído ‘al modo
ruso’, esas expresiones sensibles, esas bromas, las charlas amistosas en el transporte, los
anuncios en las estaciones, el llanto de niños, etc. En lugar de esto se encontraron un nuevo
sistema de transporte, con itinerarios planeados y puntuales, lenguas nuevas que herían sus
oídos, nueva arquitectura, totalmente diferente de la rusa, edificios altos y acabados de modo tan
extraño, hasta la comida fue tan diferente que les podía hacer sentirse en otro mundo, no
solamente en otro país, sino en otro universo.
En segundo lugar, los intelectuales en el exilio no tenían un trabajo fijo, al tiempo que la
mayoría se exilió junto con su familia. Por lo tanto tenían que adaptarse y aceptar
cualquier trabajo para ganarse el pan. Más tarde, cuando la situación económica empeoró en
Europa, los escritores, ya exiliados una vez, tuvieron que trasladarse a otros países. Esto
significaba la pérdida del trabajo encontrado a duras penas y la nueva necesidad de ponerse a
buscar otro trabajo. En este sentido, es imposible que esta situación penosa no influya
profundamente en su obra literaria.
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En tercer lugar, para tener la posibilidad de editar sus obras, mucho tiempo atrás tuvieron
la necesidad de traducir sus libros a lenguas extranjeras. A algunos escritores no les
gustaban las traducciones realizadas por otros; por eso empezaron a traducir sus obras
personalmente. V. Nabokov empezó a traducir sus libros al inglés. El proceso de acercamiento
a las otras lenguas no podría facilitar el imprescindible y constante perfeccionamiento de la
lengua materna. Al cabo de poco tiempo empezaron no solamente a traducir sino también a
escribir en esas lenguas extranjeras, situación que en definitiva motivó algunas de las
obras maestras de escritores rusos no escritas en ruso.
Conocedores de varias lenguas, algunos escritores intentaron escribir en alguna de ellas
(Nabokov, Sarraute, Némirovsky), convirtiéndose en autores de pleno derecho de otras
literaturas; otros dudan y oscilan de un lengua a otra (Tsvietáieva, Triolet); otros,
finalmente, mantuvieron su unión a la lengua materna (Berberova), por lo que quedaron
prácticamente olvidados.
ESCRITORAS FRANCO-RUSAS
Nina Berberova (1901-1993)
Escritora rusa nacionalizada estadounidense. Nina Nikoláievna Berberova nació en San
Petersburgo, en una familia de la burguesía. Emigró a Francia a comienzos de la década de 1920
con su compañero de entonces, el poeta Vladislav Jodasiévich (1886-1939). Periodista de
Últimas Noticias, el periódico de la emigración rusa en París, publicó allí sus primeros relatos
que, inspirados tanto en su propia experiencia como en acontecimientos diversos, describen la
vida de los emigrados rusos; esas escenas de la emigración -donde la tragedia se desarrolla sin
dramatismo- serán reagrupadas más tarde en la recopilación Destino mitigado (1949). Varios de
ellos le aseguraron un éxito tardío; tal es el caso, sobre todo, de La acompañante (1935), que la
dio a conocer al público francés, o de El lacayo y la puta (1937). Sus crónicas, algunas festivas
y otras tristes, como las Crónicas de Billancourt (1930-1940), también proceden de los
periódicos rusos de la emigración. Paralelamente a sus relatos, Nina Berberova escribió novelas,
que nunca conocerían el mismo éxito que sus relatos breves: Los últimos y los primeros (1930),
La soberana (1932), Sin ocaso (1938) y El cabo de las tormentas (1950-1951). Al día siguiente
del fin de la II Guerra Mundial, Nina Berberova retomó su actividad de periodista en las páginas
literarias de un nuevo periódico ruso. Escribió también varias biografías (Chaikovski, 1936;
Borodín, 1938, Alexandr Blok y su tiempo, 1947). En 1950, por diversas razones (fracaso
sentimental, dispersión del medio literario ruso, compromiso marxista de buena parte de la clase
intelectual francesa) decidió trasladarse a Estados Unidos. Allí escribió nuevos relatos, entre
ellos El hombre pensante (1958) y La peste negra (1959), en los que la dialéctica antaño central
de amo y esclavo deja su lugar a otros de sus temas favoritos: la soledad, la incomunicabilidad y
la difícil búsqueda de la felicidad. En 1972 redacta su autobiografía, El subrayado es mío
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(1972). Tras su nacionalización en 1954, enseña en las prestigiosas universidades de Yale y
Princeton. Sólo unos años antes de su muerte Nina Berberova tuvo la satisfacción de ver su obra
por fin traducida y reconocida en la mayor parte de los países occidentales y en su país de
origen.
Marina Tsvetáieva (1892-1941)
Poeta rusa nacida en Moscú, donde pasó sus primeros años de infancia. Estudia piano y a los 14
años ya se interesa por la poesía de los románticos alemanes y franceses. En 1909 viaja a París
donde asiste a lecciones sobre literatura francesa en la Sorbona y un año después a Dresde. En
1910 publica su primer libro de poemas Álbum de la tarde y abandona la escuela antes de
terminar los estudios. En 1912 contrae matrimonio con Serguei Efron, con el cual tiene tres
hijos y se publica su segundo libro La lámpara maravillosa, dedicado a su marido. Más tarde
publica De dos libros (1913), Poemas de juventud (1915). En Historia de una dedicatoria
(1916) y Poemas de Moscú (1916) describe su mutuo enamoramiento con el también poeta Osip
Mandelstam. De 1917 a 1922 escribe seis piezas de teatro y tres libros de poemas Versos II, El
campo de los cisnes y Oficio. A partir de 1918 vive separada 5 años de su esposo, los cuales
describe en sus diarios Signos terrenales (1919).
En 1922 viaja a Berlín tras conocer que su marido estudia en Praga adónde ha huido tras la
derrota del ejército blanco. Publica en esta ciudad Versos I que había escrito 5 años antes, La
doncella del zar, Poemas a Blok, El fin de Casanova y el poema Despedida. Ese mismo año
comienza su correspondencia con Boris Pasternak. En 1923 se instala en Praga y escribe su
ciclo de poemas dedicados a Pasternak, Cables y El poeta. De esa misma época son Poema de
la montaña (1924), El poema del fin (1924), y sus dramas Borrasca, Fortuna, Una aventura y
Fénix. En 1925 vuelve a viajar a París, dónde inicia una correspondencia con Rainer María
Rilke. Reúne y publica todos sus poemas desde 1922 a 1925 bajo el título Después de Rusia.
En 1933 escribe un ensayo sobre Mayakovski y Pasternak, Epos y Lírica en la Rusia de hoy, y
varias de sus prosas autobiográficas, Madre y música, Los cuentos de la madre, El diablo,
dedicadas a su madre, y otras muchas. Escribe sobre Alexander Pushkin, Mi Pushkin (1937) y
Pushkin y Pugachov (1937). En octubre de ese mismo año tiene noticia de la implicación de su
marido en el asesinato de un ex-militar ruso y del hijo de Trotski. Sufre un registro domiciliario
y un interrogatorio por la policía francesa. Un año después se traslada a vivir a un hotel donde
escribe Poemas a los checos, con motivo de la ocupación por los nazis. En 1939 vuelve a la
URSS. Su hermana Anastasia está en un campo de trabajo, su marido y su hija viven bajo
vigilancia cerca de Moscú; dos meses más tarde serán detenidos. Marina vive de traducciones y
del apoyo de algunos amigos como Anna Ajmátova y Boris Pasternak. En 1941 en plena
invasión nazi y después de que su marido fuera fusilado, Marina Tsivietaieva es evacuada a
Yelabuga, donde el 31 de agosto se suicida ahorcándose. Su poesía no concede al lector respiro
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alguno, su escritura no admite presuposiciones, ante un objeto artístico basado siempre en la
realidad, pero que no deja en pie la más mínima creencia en la aceptabilidad de este mundo. Su
ruptura, tanto por su visión como por su estilo, es algo único en la poesía rusa hasta hoy.
Elsa Triolet (1896-1970)
Novelista francesa de origen ruso. Nacida en Moscú, cuñada de Maiakovski y amiga de la
infancia del lingüista Roman Jakobson, Triolet frecuentó desde joven los ambientes progresistas
y el grupo de artistas futuristas. Viajó con su primer marido a Tahití, a Berlín y luego a París,
donde conoció en 1928 a Louis Aragon, con el que convivió el resto de su vida. Triolet escribió
primero tres novelas en ruso, entre 1926 y 1928 (Tahití, Fresa de los bosques, Camuflaje). Su
primera obra en francés, Buenas tardes, Teresa, data de 1938. Miembro del Partido Comunista,
Triolet se unió a la Resistencia durante la II Guerra Mundial y participó en la creación de la
revista Lettres françaises y del Comité Nacional de Escritores. Obtuvo el Premio Goncourt en
1944 por su obra El primer desliz cuesta doscientos francos. Aparte de su obra propia, tradujo a
Maiakovski y a Chéjov. En su ciclo novelístico “La edad de nylon”, puso en práctica los
principios del realismo socialista: Rosas a crédito (1959) es una especie de fábula que cuenta
cómo su heroína, Martine, descubre la sociedad de consumo y el bienestar mecánico que
destruye al mundo moderno. Prisionera de la edad de piedra, la protagonista muere devorada
por las ratas. Blanche, la heroína de Luna Park (1959), es una mujer moderna, prendada de lo
infinito. En El alma (1963), el héroe, Christophe, descubre al mismo tiempo los misterios de la
ciencia y los del hombre. En 1960 se llevó a cabo la publicación conjunta de las obras de Louis
Aragon y Elsa Triolet y en el año 2000 la correspondencia que mantuvo con su hermana Lili
Brik, esposa del poeta Vladimir Mayakovski, bajo el título De la vida literaria, 1921-1970
Nathalie Sarraute (1900-1999)
Escritora francesa que formó parte de la corriente del nouveau roman, destaca por sus
descripciones de los estados psicológicos furtivos. Nacida en Ivánovo, Rusia, en una familia de
intelectuales judíos, fue educada en Francia tras la separación de sus padres. Se licenció en
Lengua inglesa y en Derecho. Sarraute se casó con un abogado que, como ella, amaba el arte y
la literatura. Ejerció la abogacía en París hasta 1940, aunque dedicándose cada vez más a la
escritura. Después de Tropismos (1938), conjunto de textos breves que evocan situaciones
triviales de la vida cotidiana, y de su primera novela, Retrato de un desconocido (1948), escrita
durante la II Guerra Mundial, intentó poner al día los instantes efímeros de la conciencia, los
dramas microscópicos que están en juego, minúsculos pero esenciales, y que mantienen las
relaciones humanas, como en El señor Martereau (1953) y El Planetario (1959), o condicionan
la expresión de las sensibilidades artísticas y literarias, como Entre la vida y la muerte (1968),
¿Los oye usted? (1972) y Dicen los imbéciles (1976). Bajo los tópicos y los aparentes artificios,
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la novelista supo detectar lo que no se dice y el mundo furtivo, atemorizado y tembloroso de lo
que subyace en una conversación, como en El uso de la palabra (1980). Heredera de
Dostoievski, Proust, Joyce y Virginia Woolf, Sarraute se opuso a las convenciones de la
literatura basada en la intriga y el personaje en una colección de artículos titulada La era del
recelo (1956), lo que la acercó durante un tiempo a escritores del nouveau roman, como Alain
Robbe-Grillet o Claude Simon, publicados en Éditions de Minuit. Traducida a más de veinte
idiomas, su obra incluye también guiones radiofónicos, a veces llevados a escena, como El
silencio (1967), La mentira (1967) o Por un sí o por un no (1982). Tuvo un gran éxito con su
biografía Infancia (1983). Sus últimas obras son Tú no te quieres (1989); Aquí (1995) y Abra en
1997.
(Los artículos sobre las cuatro escritoras están tomados de la página El poder de la palabra,
www.epdlp.com )
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ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE IRÈNE NÉMIROVSKY Y EL VINO DE LA
SOLEDAD APARECIDAS EN EXÁMENES DE LA PAU CON SUGERENCIAS DEL
PROFESOR JOSÉ ANTONIO GARCÍA FERNÁNDEZ PARA SU CORRECTA
RESOLUCIÓN
Exponga sus conocimientos sobre Irène Némirovsky y El vino de la soledad
Se trata de hacer un resumen sobre la vida y obra de la escritora ruso-francesa.
La escritura en lengua francesa en Irène Némirovsky
Se trata de comentar el plurilingüismo de Irène Némirovsky, vinculado a su triple condición de
rusa, francesa y judía, así como a su vida de exiliada. Debe comentarse también la condición del
francés como segunda lengua, y casi primera lengua, de Némirovsky, educada en Kiev por su
institutriz francesa. Es importante también citar su condición de autora o escritora en lengua
francesa, pues toda su producción está escrita en esta lengua. Se valorará positivamente
igualmente citar a otros autores, eslavos, judíos, europeos, que hayan escrito su obra literaria en
una segunda lengua (Kafka, Nabokov, Joseph Conrad…). Debe relacionarse el tema con la
cuestión de la identidad: asimilación, pérdida de la lengua materna, nostalgia del paraíso
perdido…
Eslavismo y judaísmo en la obra de Irène Némirovsky.
Se trata de hablar de las notas comunes a los autores eslavos: el dolor como síntoma de que
estamos vivos, el castigo y la culpa, la venganza, la nostalgia del paraíso perdido… También se
hablará del mestizaje Oriente-Occidente, eslavismo-europeísmo que supone Némirovsky, de
Berlín y París como capitales del exilio ruso, de los personajes que pululan por sus obras:
antiguos aristócratas arruinados, mujeres frívolas, jugadores profesionales, financieros, antiguos
siervos, gigolós… Es importante también hacer alusión a la condición de judía-rusa de la clase
alta de Némirovsky (privilegios de clase frente a pogromos, reclusión en los guetos de los judíos
de clase baja, etc.). El problema de la identidad, la pérdida de la lengua materna…
La crítica de la sociedad burguesa en El vino de la soledad, de Irène Némirovsky
Mujeres frívolas, tiburones financieros, suicidios, madres malvadas, padres desentendidos de
sus hijos, niñas ricas malcriadas, amantes cínicos, gigolós… en contraste con los leales
servidores (la fiel Tatiana Ivanovna de Las moscas de otoño, la institutriz de El vino…). El
capitalismo se rige por el lema “Mors tua, vita mea” en esta obra de Némirovsky. Se toca
también el tema judío.
El humor vindicativo: caricatura y venganza en El vino de la soledad, de Irène
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Némirovsky. El distanciamiento irónico. La escritura como terapia.
Hay humor en el sentido de que Némirovsky hace autobiografía en esta obra como una forma de
terapia o de autointerpretación. También en el sentido de que se caricaturiza a sí misma como
una niña mimosa y malvada, capaz de vengarse. También caricaturiza a su madre como una
mujer adúltera y frívola, a su primo y amante Safronov, y a su padre, financiero sin escrúpulos,
judío arribista que lucha por asimilarse a los capitalistas cristianos. El humor es una de las
formas de la venganza en El vino de la soledad, un ajuste de cuentas de la autora con su pasado
familiar, pero también es una terapia sanadora, un modo del exorcismo. Hay humor en el
sentido de que hay caricatura, ironía, distancia del narrador hacia lo narrado.
Las caricaturas de Némirovsky en esta obra y otras suyas, como David Golder, han dado pie a
que se hable de su “antisemitismo”. El desarrollo de los acontecimientos en Europa (subida de
Hitler, ocupación de Francia, Holocausto) hicieron a Némirovsky tomar conciencia de su
identidad judía en sus últimos años.
Lo autobiográfico en El vino de la soledad, de Irène Némirovsky
Esta novela es la más autobiográfica de todas las de Némirovsky, ella se refleja en Elena Karol
y sus padres en Bella y el señor Karol. Mademoiselle Rose es trasunto de su institutriz francesa.
El espacio en El vino de la soledad, de Irène Némirovsky
Los espacios reales (Rusia, Finlandia, Francia) y el espacio imaginado (Francia). El espacio
interior (las casas burguesas, los casinos, el mundo del lujo). El espacio de Elena Karol
(soledad, odio, venganza).
El tiempo en El vino de la soledad, de Irène Némirovsky.
Los hechos históricos (Primera Guerra Mundial, Revolución Soviética). El tiempo de la historia
(edad de la protagonista al principio del relato, edad cuando finaliza.
Los personajes en El vino de la soledad, de Irène Némirovsky
Boris Karol y su pasión por el dinero y el juego. Bella, la madre-madrastra, el espejo, la pérdida
de la belleza. Mademoiselle Rose, el amor maternal y la douce France. Los abuelos de Elena
Karol. El primo Max Safronov. Elena Karol, alter ego de Irène Némirovsky: evolución,
carácter, relación con el mundo y con el amor, la venganza. La relación madre-hija:
enfrentamiento contra natura.
El vino de la soledad, de Irène Némirovsky. Justifique el título. Explique por qué es un
bildungsroman o novela de aprendizaje.
¿Por qué es un bildungsroman o novela de aprendizaje? La obra dura una década y media, desde
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que Elena tiene ocho años hasta que tiene unos veinte y se va. El final de la novela: el viento
bajo el Arco de Triunfo. El título alude al sufrimiento de la niña, algo que la embriaga como el
vino, y que la lleva hacia adelante, hacia su venganza y su mayoría de edad.
El vino de la soledad, de Irène Némirovsky. Sitúe la novela en la producción narrativa de
la autora.
A continuación de El baile y David Golder, con fuertes componentes autobiográficos, con
caricaturas de los judíos y afán de integrarse en la sociedad francesa, Irène Némirovsky escribe
esta obra con ironía, distanciamiento, evidentes pinceladas autobiográficas y como terapia
sanadora contra su pasado, así como si de un ensayo autointerpretativo y autojustificativo se
tratara. Relación con otras novelas de la autora: El malentendido, Jezabel. Lo autobiográfico
como nexo de todas estas novelas.
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