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INTRODUCCIÓN GENERAL
A LOS PROBLEMAS Y ASPECTOS
DE LA COMUNICACIÓN DISCURSIVA Y TEXTUAL
Juan Herrero Cecilia
Universidad de Castilla-La Mancha
1
¿QUÉ PODEMOS ENTENDER POR COMUNICACIÓN «DISCURSIVA» Y
POR COMUNICACIÓN «TEXTUAL»?
La célebre distinción que Saussure propuso, a primeros de siglo, entre langue
y parole sirvió de fundamento para el desarrollo de la lingüística moderna
condicionando al mismo tiempo, durante muchos años, sus planteamientos y su
evolución. En efecto, en vez de dedicarse a estudiar el funcionamiento real del
lenguaje tal como es empleado por los sujetos hablantes para organizar-significar
su conocimiento del mundo y su experiencia de la vida, en actos y procesos
concretos de enunciación/ comunicación que se producen en un determinado
contexto humano y socio-cultural, la lingüística adoptó una perspectiva estrictamente
«inmanente» orientada hacia el análisis estructural de los elementos y niveles que
se integran o se combinan dentro del sistema semiótico de cada lengua, o una
perspectiva, aparentemente más dinámica, de carácter generativo cuyo objetivo
consiste en explicar y explicitar las operaciones y las reglas que permiten aun
hablante abstracto e ideal generar o entender un número infinito de frases
gramaticales y semánticas.
Desde estas perspectivas la lengua queda reducida a una entidad abstracta
y deshumanizada o a un mecanismo de generación de frases independiente de la
intencionalidad comunicativa del sujeto que la emplea, de su relación con el
destinatario del acto de comunicación, e independiente también de la competencia
cultu-ral (nivel de conocimientos) que exige una adecuada construcciónverbal del
«universo de sentido» objeto del acto de comunicación.
Resumimos a continuación algunos aspectos fundamentales
delfuncionamiento real de la lengua en los procesos de comunicaciónque no son
contemplados por la lingüística estructural ni por lagramática generativa :
a) Que la lengua no funciona ni existe por sí misma como unaentidad abstracta
compartida de forma semejante por todos los sujetos de una misma comunidad
lingüística sino que cada uno ladomina y conoce con mayor o menor amplitud y
profundidad. Que la lengua se manifiesta siempre a través de los actos de
enunciación (actos históricos y existenciales) que realizan los interlocutores en
contextos concretos de comunicación.
b) Que los actos de enunciación son complementarios de los actos de
recepción-interpretación y producen enunciados orientados siempre en función de
una determinada intencionalidad y una finalidad comunicativa. Hablar implica una
determinada actividad ilocutoria sometida a las reglas que regulan ios actos de
comunicación dentro de las normas de convivencia asumidas por una cultura o
civilización.
c) Que los enunciados verbaies constituyen «representaciones»(más o menos
elaboradas) de espacios mentales o universos semántico-referenciales que el sujeto
enunciador modaiiza en mayor o menor grado proyectando sobre'ellos una serie de
actitudes o de perspectivas relacionadas con su nivel de verdad, realidad, necesidad,
etc.
d) Que los «universos semánticos» representados a través del enunciado se
organizan y se construyen haciendo intervenir esquemas de coherencia textual que
implican ciertas operaciones cognitivas. Estos esquemas de carácter discursivocognitivo superan los límites de la frase y permiten al enunciador organizar el
encadenamiento del texto-enunciado como un proceso orientado hacia la
construcción de una totalidad; y permiten al receptor-interpretante realizar
anticipaciones sobre el sentido global del universo evocado facilitando así su
comprensión.
e) Que los esquemas de encadenamiento y organización del texto-enunciado
son de alcance iocal (microtextual) y de alcance g/ot)a/(superestructural y
macrotextual). Entre los esquemas de alcance global hay que distinguir los que son
de tipo secuenciai (encadenan el discurso del texto siguiendo los moldes de la
narración, de la descripción, de la argumentación, de la explicación , etc.) y los que
son de tipo temático, retórico y pragmático, es decir relacionados con los temas,
tópicos, procedimientos y orientación ideológico-argumentativa que imponen los
géneros o subgéneros propios de cada discurso social (por ejemplo: el discurso
periodístico, el discurso religioso, el discurso literario, el discurso jurídico, el discurso
científico, etc.).
Cada uno de los discursos sociales ha ido generando, en efecto, a lo largo
de la historia de una cultura una serie de formaciones y prácticas discursivas
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específicas cuyas normas y convenciones codificadas en géneros regulan y orientan
la escritura y la lectura-interpretación de los textos.
Los discursos sociales y sus géneros son de carácter institucional y sociocultural y contribuyen a canalizar el dinamismo variado y complejo de la
comunicación humana en campos como la administración, la vida política, la
información, la ciencia, la enseñanza, la vida familiar, las diferentes profesiones y
actividades sociales, etc.
Los planteamientos a los que acabamos de hacer alusión abren nuevos
caminos al estudio del lenguaje y de la comunicación verbal, y han sido puestos de
relieve desde diversas perspectivas de enfoque como, por ejemplo, la lingüística de
la enunciación, la pragmática de la comunicación, el análisis del discurso (en sus
diferentes orientaciones), la lingüística textual, la semántica del texto, la semántica
conceptual y cognitiva, los múltiples enfoques de la sociolingüfstica (etnografía y
etnometodología de la comunicación, etc..) y de la lingüística interactiva (análisis
de la conversación, etc.).
El enfoque que vamos aquí a presentar tratará de poner de relieve algunos
de los aspectos que intervienen en lo que llamamos comunicación «discursiva» y
comunicación «textual»; para ello intentaremos iluminar el funcionamiento del lenguaje
como una actividad humana especial que organiza y representa universos de sentido
(mundos de contenido temático-referencial) por medio de los enunciados verbales
que los interlocutores producen e interpretan en procesos y situaciones concretas
de comunicación.
En realidad todo enunciado verbal manifiesta a la vez una dimensión de
comunicación «discursiva» y una dimensión de comunicación «textual».
Comunicación discursiva porque los enunciados se organizan según los normas y
convenciones que se derivan de los géneros (y subgéneros) propios de cada discurso
social. Los géneros del discurso codifican, por ejemplo, el estatuto y los roles que
puede asumir el enunciador cuando produce enunciados relacionados con tal o
cual formación discursiva o práctica social de comunicación. Al mismo tiempo el
género regula las convenciones que permiten encauzar la recepción de los textosenunciados estableciendo un pacto de escritura/lectura o de enunciación/recepción.
Esas convenciones se refieren a los contenidos temáticos y a los procedimientos
retórico-enunciativos que intervienen en los enunciados. Como afirma F.Rastier,
«un género es entonces lo que pone en relación un texto con un discurso» (1989:
40)
Comunicación textual, porque cada enunciado verbal se presenta como un
mensaje concreto organizado según una cierta coherencia temática y secuencial.
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es decir constituyendo un fexío, sea oral o escrito. Podemos establecer, sin embargo,
como hace J.M.Adam (1992:15-16) una diferencia entre lo que es discurso y lo que
es texto. Un discurso social genera diversas categorías de textos que responden
(según las reglas de cada género) a codificaciones sociolectales determinadas. El
discurso inscribe al texto dentro del dinamismo comunicativo de un contexto
institucional y socio-cultural. Lo discursivo es entonces toda actividad enunciativa
de carácter socio-cultural.
El texto en cambio, más allá de su forma de objeto material oral o escrito, es
un objeto abstracto, es decir un signo complejo que representa un universo
construido o evocado a través de una determinada configuración o encadenamiento
de frases y de secuencias. Su funcionamiento y organización sólo pueden ser
explicados dentro del marco de una teoría de su estructura composicional.
Los enunciados verbales (orales o escritos) son entonces una especia de
escenario donde pueden estar interviniendo dimensiones y aspectos más o menos
elaborados, más o menos dinámicos o complejos. Habrá que ver, por ejemplo,
cómo funcionan en ellos los elementos sociolectales (convenciones temáticas y
retóricas de un género) y los aspectos del contexto socio-cultural. Habrá que ver
también cómo se proyectan sobre el enunciado las marcas y las modalidades del
proceso de enunciación y del proceso de recepción ; y cómo se organizan y se
encadenan secuencialmente las proposiciones y las macroproposiciones textuales
para construir la totalidad del universo representado o evocado.
Para organizar el universo representado a través del texto el sujeto enunciador
puede recurrir a tipos de encadenamiento secuencial diferentes (el tipo narrativo, el
descriptivo, el dialogo, el argumentativo, etc.) que responden a percepciones
cognitivas de la realidad también diferentes.
Si adoptamos la perspectiva del proceso de enunciación y del proceso de
recepción-interpretación, tendremos que establecer una diferencia entre los
enunciados producidos en situación de dependencia del contexto de comunicación
o destinados a un auditorio o a un sujeto presente de forma inmediata o distanciada
(como en la conversación telefónica, o con los oyentes de un programa radiofónico),
y los enunciados producidos con independencia del contexto y de la situación
inmediata de recepción (comunicación diferida destinada a sujetos situados en un
contexto espacial y temporal diferente). Como ejemplos de enunciados dependientes
del contexto de enunciación-recepción (y por lo tanto muy relacionados con los
rituales socio-discursivos y con determinadas actividades y objetivos de
comunicación) podríamos citar los diversos tipos de conversación (familiar, telefónica,
de salón, de negocios, etc.), los diversos tipos de entrevista, las conferencias, los
debates, los mítines y discursos políticos, los sermones religiosos, las clases, los
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programas de televisión y de radio en directo, etc. Como ejemplo de enunciados
elaborados en una situación independiente dei contexto de enunciación/recepción
para establecer una comunicación diferida, podemos citar todos los textos surgidos
de la actividad de escritura, y también los programas radiofónicos o televisivos que
han sido producidos para ser emitidos en diferido.
La escritura «objetiviza» el enunciado y constituye un apoyo fundamental
para la memoria y para la estructuración dei pensamiento humano. Algunos discursos
sociales (por ejemplo, el discurso científico, el administrativo, el discurso jurídico, el
discurso literario ...) recurren de forma preferente a los textos escritos organizados
según las normas de los diversos géneros. Los textos escritos exigen una especial
competencia discursiva, intelectual y cultural por parte del sujeto enunciador. Además
de contribuir a estructurar de forma más elaborada y coherente el mensaje, la
actividad de escritura permite corregir y modificar el enunciado para alcanzar una
mejor realización del proyecto que guía la intencionalidad comunicativa del sujeto y
una mejor adecuación a las posibilidades temáticas y expresivas que se derivan del
género del discurso al que pertenece el texto escrito.
Como el mensaje no puede apoyarse en lo contextual inmediato, lo escritural
tiene que dar forma verbal a lo situacional y a lo no-verbal (Ver J.Peytard, 1982:123138). Escribir un texto (y especialmente un texto de creación literaria) impone la
tarea de elegir entre diferentes posibilidades y de seleccionar y orientar los elementos
en la línea de un proyecto unificador. Como señala J.Ricardou, la escritura es una
labor de «re-escritura» (mejorar lo ya escrito) y «aprender a escribir es aprender a
pensar» (1989:111-116). Y como es verdad que siempre se puede esperar conseguir
una versión más perfecta, el problema de le escritura es saber «cerrar» la
configuración del texto.
El texto escrito llega al lector o al destinatario adoptando la forma de una
carta, de un informe, de un artículo de periódico o de revista, de un libro que trata
de un tema específico, etc. El destinatario lo recibe y percibe como un mensaje
completo y ya elaborado, que ha sido organizado siguiendo alguna determinada
estrategia de comunicación.
Para que ese mensaje surta efecto y alcance los objetivos de comunicación
que persigue, necesitará ser re-enunciado o co-enunciado por un Sujeto ReceptorInterpretante; es decir que sin el proceso de lectura-comprensión-interpretación el
enunciado escrito queda incompleto, y sólo alcanza su plena justificación y su
dimensión dialógica e interactiva cuando la actividad recreadora de la lecturacomprensión permite descubrir la «imagen del mundo» o el «universo temáticoreferencial» construido y «representado» por medio de la configuración discursiva
del texto-enunciado.
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Hay que señalar, sin embargo, que un texto escrito e independiente del
contexto inmediato puede adoptar un «estilo» de oralidad o los rasgos que
caracterizan una comunicación inmediata de carácter coloquial. El texto nos ofrecerá
entonces la imagen de una actividad de «enunciación representada»; es decir el
enunciado que leemos se presentará como el discurso que surge de la voz de
alguien que está «hablando» (o pensando) en un tono más o menos espontáneo o
«natural». El texto puede damos también la imagen (construida por la escritura) de
un diálogo vivo entre varios interlocutores.
Este tipo de textos que ponen en escena la «voz» de un narrador o la voz de
un «yo» (inventado) que habla (o que piensa o monologa) desde el interior mismo
del texto, suelen pertenecer al discurso literario que tiene un gran poder de
representación-simbolización porque hace intervenir la imaginación creadora y
produce enunciados (textos de ficción) que actúan como signos o símbolos estéticos
de la profunda, compleja y misteriosa realidad de la vida del hombre y del mundo.
Pero también en los discursos ordinarios (no-literarios) podemos encontrar el
fenómeno de la «enunciación representada». En efecto, el Sujeto Comunicante (el
que produce el acto de comunicación y lo dirige y orienta desde fuera del enunciado)
puede poner en «escena» dentro del enunciado imágenes diferentes del Sujeto
Enunciante (la imagen del hablante que surge del enunciado mismo) según ios
objetivos del acto de comunicación y según la estrategia que considere más eficaz
y oportuna para atraerse la adhesión del Destinatario-Interpretante del enunciado.
También hay que tener en cuenta, por último, (tanto en el texto literario como
en los enunciados ordinarios) los problemas del discurso citado, aludido o relatado
(o lo que se llama la «enunciación citada»).
Introducir la palabra del otro en nuestro discurso (en el discurso primero o
discurso citante) puede dar lugar, en efecto a toda una sutil y compleja labor de
manipulación enunciativa.
1.1 Competencia de comunicación y competencia lingüística
La comunicación discursiva y la comunicación textual remiten a una
competencia de comunicación que no puede reducirse a la noción de «competencia
lingüística». La competencia lingüística tal como la entiende, en efecto, la gramática
generativa en la línea de las teorías de Chomsky, no se refiere a la capacidad de
comunicación (situacional, social, profesional, cultural, etc.) del-Sujeto hablante
sino a la capacidad de un hablante ideal (el que ha interiorizado el funcionamiento
correcto del sistema de una lengua) de producir y de comprender un número
ilimitado de frases (gramaticales y semánticas) aplicando un número limitado de
reglas o esquemas de organización, combinación y transformación de las estructuras
sintácticas de una lengua.
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Ahora bien como la noción de «hablante ideal» es una abstracción de tipo
nnetodológico y como los hablantes reales hablan siempre en función de unos
objetivos discursivos determinados (de carácter afectivo, profesional, institucional,
intelectual, ideológico, etc.) y dentro de un determinado contexto (más o menos
inmediato), la competencia de comunicación (discursiva y textual) es la única que
permite generar enunciados verbales (y no sólo «frases gramaticales») pertinentes
surgidos de un acto de enunciación (existencial e histórico) y adaptados a una
intencionalidad y a unos objetivos comunicativos concretos dentro de un contexto
interhumano y socio-cultural también concreto.
La competencia de comunicación se asimila, se desarrolla y se ejercita a
través del contacto que los individuos mantienen con las instituciones sociales y
culturales (la familia, la escuela y la enseñanza, la administración, la prensa y los
medios de comunicación, la literatura en sus diversas manifestaciones, la justicia,
la religión, la ciencia, la técnica, los oficios y las profesiones, etc.) y a través de la
participación directa en la producción y en la lectura-interpretación de enunciados
y de textos relacionados con diversos contextos y situaciones de comunicación y
con géneros diferentes de los diversos discursos sociales.
Por otro lado, también es verdad que los enunciados verbales hacen intervenir
las «frases gramaticales» que permite construir el sistema semiótico de una lengua,
y, por lo tanto, la competencia de comunicación se apoya sobre una «competencia
lingüística». Pero la frase por sí misma ofrece una significación virtual y
descontextualizada. Para que esa significación se actualice en un mensaje concreto
que tenga un sentido concreto, necesita integrarse en un enunciado, es decir
necesita ser enunciada por un Sujeto en un acto de enunciación (existencial e
histórico) por medio del cual elabora un mensaje que responde a una intencionalidad
de comunicación y que va dirigido a un destinatario determinado. Más allá de su
forma lingüística el enunciado estará entonces construido según las prescripciones,
esquemas y convenciones (temáticas, enunciativas, retóricas...) propias de un género
determinado del discurso social al que pertenece el acto de comunicación.
Si se trata de iniciar o de desarrollar la competencia de comunicación a
través de la enseñanza-aprendizaje de una lengua-cultura extranjera, habrá que
hacerlo teniendo en cuenta la relación de exotopía cultural (distancia, diferencia)
que se establece, en mayor o menor grado, entre la lengua-cultura materna y la
lengua-cultura extranjera, es decir enfocando el proceso de enseñanza-aprendizaje
como una actividad de diálogo entre dos lenguas y dos culturas que pueden
complementarse y enriquecerse mutuamente si se adopta una perspectiva
comparativa y contrastiva. Para ello habrá que poner de relieve, por un lado, los
aspectos peculiares o los contrastes y las diferencias que presenta la comunicación
discursiva y textual (recurriendo a textos y enunciados de discursos diferentes) y,
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por otro lado, resaltar los aspectos que resulten paralelos, similares, comunes y
coincidentes entre las dos lenguas y culturas (en un nivel aparente o en un nivel
más profundo). Esto quiere decir que habrá que hacer observar en los enunciados
verbales concretos con los que un texto construye el universo de la comunicación,
los diversos niveles que operan de forma integrada en esos enunciados (nivel
fonético-fonológico, nivel léxico-gramatical, nivel semántico-conceptual, nivel
retórico-enunciativo, nivel axiológico, ideológico y argumentativo, nivel antropológico
y psicológico, etc.).
La enseñanza-aprendizaje de una lengua-cultura extranjera tendrá entonces
una importante dimensión formativa y contribuirá a desarrollar la capacidad de
comunicación y de diálogo del alumno enriqueciendo al mismo tiempo su visión
de la vida y del mundo adquiriendo una verdadera capacidad de análisis critico de
la realidad.
2
EL CARÁCTER DIALOGICO E INTERACTIVO DE LA COMUNICACIÓN
VERBAL: RESUMEN DE LAS TEORÍAS Y PLANTEAMIENTOS DE
M.MEYER, E.BENVENISTE Y M.BAJTIN
Apoyándonos en los diversos estudios que han puesto de relieve el carácter
dialógico de la comunicación verbal podemos afirmar que todo enunciado surgido
de un acto de enunciación inscrito en un contexto existencial y socio-cultural está
orientado hacia la comprensión del otro y por lo tanto implica o exige un acto
correlativo (pero no simétrico) de recepción-interpretación por medio del cual el
enunciado alcanza su plena justificación y su plena dimensión.
Vamos a resumir a continuación las teorías y planteamientos de algunos
pensadores humanistas y lingüistas que han puesto de relieve el aspecto dialógico
e interactivo de la comunicación verbal. Los nombres que aquí hemos seleccionado
no son los únicos que han tratado sobre estos problemas. Nos limitaremos a ellos
porque nos parecen significativos.
Unos de los primeros lingüistas que puso de relieve el carácter intersubjetivo
y dialógico del funcionamiento de la comunicación verbal fue el francés Emile
BENVENISTE (1902-1976). Es el iniciador en Europa de la lingüística de la
enunciación. Entre sus estudios habría que señalar especialmente el titulado
«L'appareil formel de l'énonciation» (Langages, n°17, 1970). Sus planteamientos
han ejercido una importante repercusión en la lingüística contemporánea.
Según Benveniste una lengua pasa de ser un mero sistema semiótico
(capacidad de relacionar unos signos determinados para producir significaciones
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virtuales) a convertirse en una instancia generadora de mensajes verbales dotados
de un sentido concreto, cuando un sujeto locutor se revela como tal asumiendo la
palabra en un acfo individual de enunciación. Por ese acto la lengua se transforma
en discurso, es decir en elaboración verbal de una representación del mundo, o
proceso de referencia que construye un universo semántico dirigido a la comprensión
de un interlocutor (de un «Tú» explícito o implícito) que queda también instaurado
como tal por el mismo proceso de enunciación.
Al apropiarse del «aparato formal» de la lengua para construir un enunciado,
el Locutor proyecta su instancia de sujeto enunciador sobre la configuración misma
del enunciado constituyéndose como «centro de referencia interna».
La relación necesaria entre el Locutor, el enunciado y el proceso de
enunciación se va marcando por medio de un «juego de formas específicas». Entre
esas formas, Benveniste señala las marcas de la persona (la relación YO/TU), los
deícticos temporales y espaciales, los actualizadores y determinantes, el presente
de la enunciación como punto eje para el juego de los tiempos verbales... El sujeto
enunciador proyecta también su actitud ante la realidad organizada en el enunciado
marcando por medio de las modalidades enunciativas (modalidad de aserción, de
interrogación, de orden, duda, necesidad, posibilidad, obligación, etc.) su concepción
o visión particular del grado de verdad, de necesidad, etc. del proceso representado
o su nivel de evaluación y apreciación de los elementos que intervienen en ese
proceso para influir así sobre el comportamiento o sobre la reacción del interlocutor
o del destinatario.
Todo proceso de enunciación y de elaboración de un enunciado contribuye
entonces a orientar o a acentuar la relación entre un «YO» y un «TU», es decir entre
un Locutor y un Interiocutor (sea éste real, imaginario, individual o colectivo).
El esquema fundamental de la comunicación humana responde según
Benveniste a la estructura dinámica del diálogo, aunque el enunciado no adopte la
forma específica de un diálogo. Para Benveniste el «monólogo» es, en realidad, una
forma de diálogo situado en el interior de un «YO» desdoblado que actúa como
«Yo-locutor» y como «Yo-interlocutor». A través de ese desdoblamiento el «Yo»
que «monologa» se está buscando a sí mismo, expresa su escisión o su ruptura
interior, su deseo de equilibrio o de armonía.
En la práctica, la dimensión dialógica de los actos de discurso y de
comunicación puede presentar grados y niveles muy diferentes de superficialidad y
de profundidad. Partiendo de ciertas consideraciones del mismo Benveniste
podríamos decir que un grado mínimo de profundidad dialógica lo constituye el
tipo de discurso conversacional que Malinowski llama «comunión fática» y que se
da en muchas circunstancias de la vida ordinaria (en la calle, en el trabajo, en los
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bares, en las tiendas, etc.) cuando la gente se saluda, se pregunta cosas o habla
de lo que sea, simplemente por hacer ver que uno existe ante los demás, por el
deseo de cumplir con un ritual social, para crear una sensación de comunión
gregaria entre las personas por el mero hecho de charlar sin más, sin pretender
comunicar nada personal, lonesco en La cantante calva ha sabido explotar muy
hábilmente este tipo de comunicación gratuita e informal llegando a obtener un
efecto de intensa tragicomicidad.
En el otro extremo, es decir como tendencia hacia un máximo grado de
profundidad dialógica, tendríamos el discurso filosófico, el discurso místico, el
discurso poético. Mallarmé decía que la poesía constituye «la única tarea espiritual»
por excelencia porque al condensar el lenguaje humano en su «ritmo esencial»
permite «explorar los aspectos misteriosos de la existencia».
El discurso evocador y revelador de la poesía se apoya, en efecto, en
intuiciones de la sensibilidad y del espíritu, en sutiles e inefables impresiones que el
poeta va a tratar de traducir y plasmar por medio del ritmo particular, de las
imágenes y de los símbolos que cada poema pone en juego para dar forma estética
a un estado de alma o para configurar un universo especial que se ofrece al mismo
tiempo a la sensibilidad y ai espíritu del lector-recreador del texto.
El «Yo» que revela la alquimia del verbo poético es entonces un «Yo»
supratemporal y esencial con el que el «Yo» del lector puede establecer una relación
de consonancia espiritual o emocional si es capaz de captar el simbolismo profundo
y evocador del poema. Cuando esa comunión-recreación estético-espiritual llega a
producirse, el discurso poético alcanza una dimensión eminentemente dialógica.
Pero mucho antes que lo hiciera Benveniste, el ruso Mijail BAJTIN (18951975) había puesto de relieve en sus estudios el principio dialógico que está en la
base de la comunicación humana en sus diversas modalidades. Los trabajos de
Batjín sobre la polifonía en la novela (especialmente Problemas de la poética de
Dostoyesvski y Estética y teoría de la novela), sobre el carácter polifónico de la
cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento (ver su estudio sobre
Rabelais), y sobre la intertextualidad y el dialogismo en la comunicación verbal
{Estética de la creación verbal) fueron empezando a ser conocidos en la Europa
occidental en los años setenta, y en la actualidad están encontrando el
reconocimiento que sin duda merecen.
Para una introducción a las teorías de Batjín remito al libro de T.TODOROV,
Mikha'il Bakhtine, le principe dialogique (Paris, SEUIL, 1981) y a mi estudio «Mijail
Batjín y el principio dialógico en la creación literaria y en el discurso humano»
(Suplementos/^/S/THfíOPOS, n°32, 1992).
21
Resumimos a continuación los planteamientos de Batjín sobre la comunicación
verbal interhumana.
La palabra humana es una realidad «interindividual». Las palabras con las
que hablamos las hemos recibido de los discursos que nos rodean. Vivimos inmersos
en el mundo de las palabras de los demás. La conciencia individual (que es «voz»
interior y por tanto palabra) se constituye asimilando las palabras (normas, ideas,
opiniones, valores, prejuicios...) que le llegan del entorno humano, y reaccionando,
respondiendo, situándose personalmente ante ellas.
La palabra del otro nos impone la tarea de comprenderia aceptándola o
rechazándola. Para llegar a tener una ideas personales y pensar con «palabras
propias» hay que pasar por el combate o por la confrontación con las palabras de
los demás, por la reacción ante la «palabra autoritaria»(la que nos ha sido «impuesta»
por la familia, el entorno...,etc.) y por la aceptación de la «palabra persuasiva
interior» del otro que contribuye a despertar nuestro propio pensamiento y que
llegará a fundirse con nuestra propia palabra.
Batjín afirma que el enunciado, delimitado por la alternancia de los sujetos
hablantes, constituye la unidad del intercambio verbal. El enunciado es el discurso
producido por un sujeto en un acto existencial de enunciación dirigido a un
destinatario, y situado en un contexto humano, social y cultural. El texto-enunciado
no es un «objeto» sino la palabra de un sujeto que proyecta en su discurso una
determinada intencionalidad, una actitud, una manera de evaluar o valorar la realidad.
Todo enunciado responde de una u otra forma a otros enunciados, a una preguntas
previas (explícitas o implícitas), y está construido en función de la comprensión del
otro, para suscitar un efecto, una reacción, una respuesta (inmediata o diferida,
verbal o no verbal - puede ser un simple gesto, un sentimiento...). La respuesta
puede ser conformista o crítica, en forma de acuerdo o de desacuerdo.
El destinatario, el interlocutor, desempeña un papel fundamental en el acto
de comunicación (no es un simple «receptor» como aparece en el esquema
propuesto por Jakobson). Como todo enunciado está orientado hacia la comprensión
del otro (aunque el «otro» sea uno mismo), cada texto implica un tipo determinado
de destinatario, y el destinatario está motivando de forma más o menos directa la
elaboración misma del enunciado.
Todo enunciado se relaciona además con un determinado discurso social
(conversacional, periodístico, político...) y se organiza según los esquemas y las
convenciones de un género (o subgénero) determinado de ese discurso. En el
interior mismo del enunciado opera también la intertextualidad o las relaciones que
instaura con otros enunciados, con otros textos (citados, aludidos, imitados,
22
criticados, parodiados, etc.). La relación con los esquemas de un género puede ser
también una relación de parodia o de subversión.
El texto-enunciado puede hacer intervenir además esquemas de distintos
géneros y planteamientos relacionados con diversos discursos existentes en el
contexto socio-cultural que está envolviendo al acto de comunicación del que ha
surgido el enunciado.
La intertextualidad y la interdiscursividad constituyen entonces factores
importantes para comprender el sentido de un texto y para entender la orientación
de sus planteamientos (sobre todo si se trata de textos literarios complejos y ricos
en connotaciones e implicaciones artísticas y socio-culturales.
El filósofo del lenguaje Michel MEYER intenta poner de relieve en sus estudios
la «problematología» a la que responde la comunicación humana. Según él, utilizamos
el lenguaje para atraer la atención de los demás sobre una cuestión determinada
que puede motivar, sin embargo, un desacuerdo, o a la que también se podría no
hacer caso. De todas formas comunicar consiste en pretender que el otro se
plantee los mismos problemas, las mismas preguntas que nosotros nos planteamos
o en pretender ofrecerle una respuesta que podrá aceptar o rechazar por motivos
diversos. Cada acto de comunicación viene por lo tanto a responder explícita o
implícitamente a algo, o se presenta como un mensaje que plantea ciertas preguntas
que exigen ciertas respuestas.
Según Meyer, la subjetividad humana se constituye y se revela a través del
juego de preguntas o de respuestas con las que intentamos contribuir a que los
demás reconozcan nuestra identidad, nuestros problemas, nuestras diferencias...
El diálogo puede hacer disminuir o matizar esas diferencias; puede también hacer
descubrir nuevos interrogantes, entrar en nuevos planteamientos.
La comunicación humana es, por esencia, '<problematológica» (lo evidente,
lo obvio no se comunica, y si se comunica no aporta nada nuevo, nada que
justifique el acto de comunicación).
Cada acto de comunicación y de discurso exige una forma determinada de
plantear el asunto que se va a tratar (es decir una particular estrategia enunciativa,
narrativa argumentativa ...) y tendrá que tener en cuenta el valor informativo del
contexto, la relación entre los interlocutores, las creencias y saberes que comparten
o que los separan, etc.
Comunicar consiste muchas veces en dar a entender, permitiendo deducir
ciertas conclusiones, ciertas sugerencias que no se presentan de una manera
directa.
23
Para una visión de los planteamientos de M.Meyer, se puede consultar, por
ejemplo: De la problématologie (1986) y Questions de rhétoríque: langage, raison et
séduction (1993).
3
EL PROCESO DIALÉCTICO DE LA COMUNICACIÓN SEGÚN P.
CHARAUDEAU
Patrick Charaudeau en Langage et discours (Hachette, 1983) concibe el acto
de comunicación como un encuentro dialéctico entre dos procesos: un proceso de
producción de discurso que un «YO-comunicante» organiza y dirige a un «TÚdestinatarío», y un proceso de interpretación que un «TÚ-interpretante» produce
construyendo en su interpretación una imagen del «YO» emisor (percibida a través
del enunciado o del texto).
Resumimos aquí los planteamientos de P. Charaudeau presentando a
continuación los protagonistas y los componentes del proceso de comunicación :
YO-comunicante:
Sujeto o actor extratextual que, situado en un contexto concreto de comunicación,
organiza e instaura el enunciado del mensaje en función de un proyecto determinado
buscando como efecto la adhesión o la conformidad del Destinatario al que se
dirige y con el que establece un pacto o contrato de discurso concreto. Para
actualizar este pacto el Sujeto comunicante pondrá en marcha ana serie de
estrategias discursivas que contribuirán a legitimar o a conferir credibilidad a su
palabra ante el destinatario. La comunicación necesitará apoyarse en ciertos
esquemas (lingüísticos, sociales.culturales, ideológicos...) más o menos compartidos
con el destinatario.
YO-enunciante:
Sujeto enunciador cuya imagen surge del mismo enunciado (agente intratextual).Es
la máscara o el rol discursivo que responde a la estrategia enunciativa que el «Yocomunicante» ha escogido para atraerse la adhesión del destinatario o para hacerle
reaccionar en una determinada dirección.
Tu-destinatarlo:
Corresponde a la imagen del destinatario construida o evocada en el interior mismo
del enunciado (rol intratextual). Esa imagen depende también de la estrategia
instaurada por el «Yo-comunicante» para conseguir que el Destinatario real
(interpretante extratextual) se identifique con ella o para hacerle reaccionar en la
línea esperada.
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TU-Interpretante:
Es el Destinatario real que recibe e interpreta el mensaje (actor o sujeto extratextual).
Su interpretación puede responder a la línea deseada por el «Yo-comunicante» o
puede reaccionar adoptando un enfoque diferente o no esperado (indiferente,
contrario etc.).
A través de su interpretación del mensaje, el Destinatario interpretante forjará también
una cierta imagen del «Yo-comunicante» (visión favorable, idealizada, crítica,
negativa...), imagen que no puede resultar bastante alejada de la realidad.
Mx = la imagen del mundo representado y elaborado a través del enunciado :
El texto es signo o representación de un universo evocado a través de la palabra.
La imagen de ese «mundo representado» dependerá de las estrategias (enunciativas,
narrativas, argumentativas..) que el Sujeto comunicante ponga en marclia para
motivar y orientar la comprensión o la aceptación del Destinatario-interpretante.
Desde una perspectiva global se puede hablar de dos tipos de orientación:
a) Producir un efecto de ficción por medio de estrategias que fomentan el
poder de la ilusión, la imaginación, la fantasía (estrategias de seducción, fascinación,
mistificación, manipulación de los sentimientos, de los valores...). Se evocará
entonces ante el destinatario un mundo mitificado, idealizado, soñado, fascinante,
exótico, etc.
b) Producir un efecto de realidad o de «objetividad» por medio de estrategias
que dan le impresión de transparencia, naturalidad, «realismo», neutralidad. La
palabra parecerá estar al servicio de una «realidad» pre-existente y objetiva. El
discurso adoptará un tono testimonial, autobiográfico, didáctico... o surgirá de la
voz neutra e impersonal de un informador o de un historiador, un mediador (discurso
informativo, histórico, científico, técnico...).
Mo = el mundo «real» extratextual:
Corresponde a la realidad psico-social y cultural dentro de la cual ha surgido el
acto de discurso. Es también la experiencia y el conocimiento de la realidad que
pueden tener el Sujeto comunicante y el Interpretante.
Las competencias semio-díscursivas de los protagonistas del acto de discurso:
P. Charaudeau llama competencia situacional a la capacidad de adaptación a las
circunstancias socio-cuiturales que motivan, envuelven o justifican el acto de
comunicación. La competencia situacional permite escoger un determinado contrato
o pacto de discurso («contrat de parole») que asigna unos roles a los interlocutores
y hace intervenir los moldes y convenciones de un género o de un ritual sociodiscursivo codificado o institucionalizado según las normas, tradiciones y costumbres
que regulan el dinamismo multiforme de la comunicación de una cultura-sociedad.
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La competencia situacional se complementa y se apoya en la competencia
discursiva de la que depende el componente Enunciativo y el componente Retórico
del enunciado. Esta competencia instaura, en efecto, una serie de estrategias
(enunciativas, estilísticas, intertextuales...) destinadas a fomentar la interacción que
el texto establece entre los protagonistas de la comunicación según los objetivos
que se persiguen a través del contrato de discurso.
La competencia discursiva se complementa en lo que Charaudeau llama
competencia lingüística (se trata, en realidad, de una competencia textual y de una
competencia lingüística) que organiza el enunciado en su dimensión conceptual y
estructural interna haciendo intervenir el componente narrativo (organiza la dinámica
del mundo representado en el enunciado como una serie de acciones y de
calificaciones relacionadas con los protagonistas de una historia o de un proceso
determinado), y el componente argumentativo (organización del mensaje siguiendo
ciertos esquemas lógicos, explicativos, persuasivos... para atraer la adhesión del
destinatario-interpretante).
Lo que antes hemos llamado componente Enunciativo está al servicio de la
estrategia que el Sujeto comunicante pone en marcha para dar forma a una imagen
de Enunciador o de comportamiento enunciativo que pueda resultar más efectivo o
adecuado de cara al efecto buscado en Destinatario-interpretante. El tipo de
enunciación podrá ser delocutivo (voz impersonal, tono neutro, objetivo, aforístico,
de alcance omnitemporal, etc.), elocutivo (centrado en el «yo»: tono subjetivo,
testimonial, emotivo, etc), alocutivo (orientado hacia el «Tú» del destinatario: tono
de consejo, confidencia, incitación, invitación, imposición, etc.)
A esto hay que añadir la polifonía enunciativa; las modalidades de integración
del discurso citado o del discurso aludido, parodiado, caricaturizado, imitado,
elogiado, etc.
Podríamos continuar exponiendo aquí otros enfoques y planteamientos sobre
la comunicación discursiva y textual, pero consideramos que los que hemos
presentado pueden resultar significativos y servir de introducción para un
acercamiento a los problemas y aspectos que hay que tener en cuenta en el
análisis del discurso.
No hemos tratado, sin embargo, sobre la organización, configuración y
encadenamiento secuencial de los textos. Estos son ya temas específicos y
complejos que requieren un amplio desarrollo. Dejaremos este objetivo para otra
ocasión.
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