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Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Humanas
V Encuentro Nacional y II Latinoamericano La Universidad como objeto de investigación
PRÁCTICAS Y RESIDENCIA DOCENTE EN LA UNIVERSIDAD.
DISEÑO Y PRÁCTICAS CURRICULARES:
TENDENCIAS, PREOCUPACIONES Y ALTERNATIVAS 1
Carolina Fernández Coria
Leila Hernández
Soledad Vidal
Ana Clara Yasbitzky.
E-mail: [email protected]
Universidad Nacional del Sur. Departamento de Humanidades. Argentina.
Introducción
En el marco del Proyecto de Investigación “Políticas de educación superior: la formación de docentes:
normas, currículo y prácticas” y de la cátedra Práctica Docente Integradora de la UNS, se organizaron en el
2006 las Jornadas Regionales de Prácticas y Residencia, donde se revisaron experiencias y se compartieron
aportes sobre las prácticas y residencias en la formación de docentes.
Nos interesa comentar aquí algunas reflexiones iniciales surgidas de la revisión, sistematización y análisis
de las ponencias provenientes de investigadores universitarios. Estos trabajos permiten dar cuenta tanto de
los diseños curriculares como de las prácticas que aquellos habilitan para la formación docente en la
universidad. Asimismo se hacen visibles los trayectos, recorridos y preocupaciones que están teniendo lugar
en los espacios de prácticas. En este sentido, creemos que los resultados de estos análisis operan como una
muestra del “estado del arte” en cuanto a la temática general de las prácticas y residencias en tanto campo
complejo, fuertemente atravesado por determinaciones curriculares.
Específicamente, centramos la mirada en las temáticas recurrentes, las propuestas curriculares vigentes,
los problemas que se reconocen en la tarea cotidiana, las prácticas alternativas que se proponen, las
propuestas curriculares que dan cuenta de una organización innovadora de los espacios de prácticas y
residencia, las dificultades y los avances en diferentes aspectos relacionados con las prácticas.
En cuanto a lo metodológico, organizamos la tarea de análisis abordando cada ponencia en forma
individual e integralmente. Las principales dimensiones que organizaron la exploración fueron:
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el problema abordado
-
el marco teórico sustentado
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las categorías principales utilizadas
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-
la bibliografía consultada
-
la existencia de propuestas originales, de mejora, planteadas como alternativas potentes a las
prácticas tradicionales
Estas dimensiones se cruzaron entre los trabajos con la intención de identificar aspectos comunes y
establecer algunas continuidades entre los planteos realizados.
Universidad y formación docente. Una mirada histórica
Las experiencias de formación docente reconocen desde sus orígenes “dos circuitos dominantes”: uno
correspondiente a la universidad y otro correspondiente a las escuelas normales. La formación de los
profesores para la enseñanza en el nivel medio fue fundacionalmente tarea de la universidad; mientras que la
formación de los maestros de escuela primaria fue responsabilidad de las escuelas normales. Más allá de esto,
la diferencia de circuitos radicó en la preparación específica para el ejercicio docente: sólo aquellos formados
en las escuelas normales poseen un conocimiento práctico específico para el ejercicio de la enseñanza; los
primeros, en cambio, gozan del prestigio social que otorga el título universitario (Pinkasz, 1992).
Podría sostenerse, entonces, que la formación docente en la universidad ha tenido un lugar marginal
desde sus orígenes. De hecho, la postura hegemónica indica que sólo hace falta dominar los saberes propios
de un área para su enseñanza: la opinión común de que “maestro se nace, no se hace” justifica este enfoque
(Negrín y otros, 2006). De aquí que se haya privilegiado la formación específica en los contenidos
disciplinares en detrimento de la formación técnico-pedagógica.
La formación docente en la universidad mantiene las marcas de sus orígenes. Si bien es posible dar cuenta
de revisiones y transformaciones curriculares en su devenir histórico, aún persisten los “núcleos duros” que la
identificaron desde su mandato fundacional.
Acerca del curriculum y las prácticas curriculares
Davini y Birgin (1998) sostienen que a partir de los ´90 las políticas en el campo de la formación docente
se definen por la incorporación de nuevas tecnologías de regulación. Uno de estos nuevos dispositivos ha sido la
reforma del curriculum. Se propuso desde entonces la revisión de los planes de estudio. 2
Para Goodson (2000), los cambios curriculares se producen cuando un diseño pierde vigencia y surge una
contrapropuesta al mismo, es decir, como respuesta a un modelo que ya sea en la práctica como en la validez
de sus fundamentos, encuentra una forma superadora que se le opone. Pero éste es un proceso largo y
complejo en el que diferentes experiencias buscan legitimarse mediante su inclusión en un nuevo diseño o en
las modificaciones parciales y en las interpretaciones que del documento oficial se generan dentro de una
institución.
El autor, siguiendo a Hobsbawn, recupera el concepto de “tradición inventada” para referirse al conjunto
de prácticas y de rituales que intentan diseminar ciertos valores y normas de comportamiento a través de la
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repetición, que automáticamente implica una continuidad con el pasado. Siguiendo esta línea de pensamiento
se afirma que el currículo puede entenderse como un proceso de invención de una tradición. Desde esta
perspectiva resulta comprensible la dificultad por modificar realmente un currículo y dentro de éste, un
documento curricular como lo es un plan de estudios. En él se imprime con fuerza la impronta institucional,
sus mandatos fundacionales, su historia.
“Pareciera ser que una vez que son puestos en funcionamiento, nada puede hacerse para cambiarlos o
mejorarlos. (…) El imaginario de los docentes está poblado de prohibiciones que no existen en la realidad.
Tal vez sea bueno recordarlo cuando nos detenemos frente a un documento curricular, como si el mismo
fuera aún más que prescriptivo. (…) con una suerte de reificación del mismo. No obstante, es el currículo
vivido y actuado como realidad cotidiana, el que va trazando el revés de la trama de todo plan de estudio, un
revés mucho más dinámico y rico que lo que el documento escrito es, un revés que señala la dirección de un
proceso permanente de construcción de lo curricular” (Barco, 2006: 2).
Los planes de estudio no pueden ser reducidos a un documento curricular prescriptivo, inmovilizado en el
texto escrito. Entendidos como códigos o como textos 3 - en el sentido de matrices abiertas - permiten captar el
dinamismo y la flexibilidad que habilita las introducciones, interpretaciones y exclusiones, sosteniendo la
tensión entre lo instituido y lo instituyente y dándole vida a la propia propuesta curricular.
Las huellas y prácticas de los sujetos que habitan las instituciones “niegan la existencia del curriculum
como un sistema coherente y articulado que sólo debe implementarse” (Caruso y Dussel, 1996: 83). Aquellas
imágenes nos hablan de las luchas y negociaciones presentes en su conformación, de las dimensiones
contradictorias que comporta.
Sin embargo, y aunque la norma nunca puede prescribir la totalidad de experiencias que se desarrollan en
las instituciones, debe considerarse que tiene un poder regulador importante sobre las prácticas. Aunque los
planes de estudios sean entendidos dando cuenta de sus distintas lógicas, hay que considerar que siempre
involucran cuestiones de autoridad cultural. En el entramado de referencias y prescripciones que conforman
el curriculum, algunas logran constituirse como autoridades por sobre las otras (Caruso y Dussel, 1996).
El marco teórico expuesto hasta aquí puede sintetizarse en la definición de curriculum que propone de
Alba. Esta autora lo define como “la síntesis de elementos culturales (conocimientos, valores, costumbres,
creencias, hábitos) que conforman una propuesta político-educativa pensada e impulsada por diversos grupos
y sectores sociales cuyos intereses son diversos y contradictorios (…) Propuesta conformada por aspectos
estructurales-formales y procesales-prácticos, así como por dimensiones generales y particulares que
interactúan en el devenir de la currícula en las instituciones sociales educativas. Devenir curricular cuyo
carácter es profundamente histórico y no mecánico y lineal” (de Alba, 1998: 59-60).
Es en relación con estos aspectos procesales-prácticos que se crean propuestas alternativas de formación
en los espacios curriculares de práctica y residencia docente de las que dan cuenta los trabajos presentados en
las Jornadas.
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Propuestas de un curriculum vivido o en acción
¿Qué prácticas curriculares cotidianas se están llevando a cabo en los espacios de práctica y residencia con
la intención de producir la dinamización del curriculum? ¿Cuáles son los espacios y dispositivos que los
sujetos han incorporado a sus prácticas para dar respuesta a las limitaciones de los planes de estudio? ¿Qué
posibilidades concretas encuentran los sujetos de incluir los cambios que la práctica va generando, sin esperar
una reforma curricular? ¿Cuáles son las problemáticas curriculares centrales que preocupan a los sujetos
responsables de la formación docente en las universidades hoy?
A partir de la sistematización de los trabajos presentados en las Jornadas fue posible identificar como
núcleos recurrentes de problematización la relación teoría-práctica y las articulaciones entre formación
disciplinar y formación pedagógica.
Resulta interesante destacar que la presencia de estas tensiones, lejos de mostrar una novedad, confirma
su extenso recorrido en el debate acerca de la formación docente. A continuación, haremos referencia a
ambas a modo de recuperar su devenir histórico y para comprender los alcances y sentidos con los que se las
plantea hoy.
a. La relación teoría-práctica
El problema de la relación entre teoría y práctica constituye un asunto central en la formación de los
docentes. “El problema formativo es entonces qué tipo de balance se establece entre teoría y práctica en la
formación” (Diker y Terigi, 1997:118). Esta cuestión ha sido planteada de diversos modos: se ha afirmado
que la teoría deriva de la práctica, que la refleja, que la práctica se sustenta en la teoría y, más estrechamente,
que debería derivarse de ella. En todos los casos, se prioriza un elemento de la relación por sobre el otro, bajo
el supuesto de que se trata de dos mundos que existen independientemente, y de que hay que encontrar el
modo de ponerlos en relación.
Diversos autores acuerdan en que existe una tendencia en el ámbito educativo a establecer una dicotomía
entre las actividades teóricas y las prácticas. Y aunque estas distinciones tajantes han sido invalidadas,
expresan una tensión que tal vez nunca se resuelva (Contreras, 1987; Carr, 1988; Feldman, 1993).
El caso de las asignaturas de Práctica Docente resulta interesante para ejemplificar esta dicotomía.
Durante años y aún con formatos curriculares diversos, ocuparon el último lugar en los diseños curriculares.
Desde estos planteos, la práctica es concebida como un espacio de ilustración o ejemplificación de lo
aprendido en el orden teórico de las asignaturas antecedentes; como el momento de la “acción” frente a la
“preparación para la acción”. “La clara escisión entre teoría y práctica, y en el orden de prelación otorgado a
la teoría, dice claramente de la subordinación de la práctica, de su carácter de producto acumulativo y residual
de lo anunciado, desplegado y legitimado en la formación teórica” (Barco, 1996: 120).
La tendencia fue plantear la formación docente desde una lógica aplicacionista: primero las materias
teóricas y finalizando la carrera, buscar en las prácticas la aplicación de la teoría. La tendencia mundial mostró
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la necesidad del adelantamiento de las prácticas, pero pareciera que sin borrar del todo la lógica aplicacionista,
propia del enfoque positivista. A las prácticas se va a encontrar u observar lo que se estudió en las asignaturas
previas. Y esta conexión se establece de modo puntual, sin relacionar siquiera marcos teóricos.
“Volviendo a la pregunta, ¿qué tipo de balance se debe establecer entre teoría y práctica en la formación?
Cabe sostener que de lo que se trata es de lograr modos de organizar los circuitos formativos en los que ni la
tendencia aplicacionista (la práctica al final, como aplicación de los fundamentos teóricos) ni la tendencia
ejemplificadora (la práctica al principio, y la teoría como explicación posterior) se instauren como lógica de
formación, atendiendo a la meta de lograr una formación a la vez permeable a la práctica y resistente a ella”
(Diker y Terigi, 1997: 122).
Varios de los trabajos presentados en las Jornadas dan cuenta de la búsqueda por encontrar otros modos
de organizar los circuitos formativos, más allá de las disposiciones de los planes de estudios. A continuación
hacemos referencia a ellos brevemente:
-
Propuesta de utilización del “dispositivo de análisis de clase” como puente dialéctico entre teoría y
práctica (Caminos y otros, UNLPam.).
-
Experiencias de micro-enseñanza para el abordaje teórico y puesta en acción de los modelos de enseñanza
en Historia a fin de vivenciar situaciones de enseñanza y reflexionar críticamente sobre las mismas (Del
Valle-Santos La Rosa, UNS).
-
Sistema de Ayudantías con alumnos voluntarios de segundo año de nueve profesorados en ESB y
Polimodal. La cátedra Curriculum intenta contextualizar la formación, analizar las acciones de los
docentes enfrentados a las exigencias del trabajo cotidiano, abandonar la idea de teoría y práctica como
posiciones epistémicas dicotómicas e “iluminar” la práctica desde la teoría (Di Franco, G. y otros,
Facultad de Ciencias Humanas, UNLPam.).
-
Implementación de un Taller de Organización de la Práctica en el tercer año de la carrera que permite a
los alumnos comenzar un proceso de investigación e introducirse en el conocimiento de la institución
educativa destino y de la realidad áulica. De este modo se logran pequeños espacios de práctica dentro del
“bloque” teórico (Delorenzi, O. y otros; Facultad de Agronomía de la UNCPBA).
-
Re-visitar la escuela. En la materia Teoría Educativa se propone un acercamiento a la escuela desde la
primera asignatura pedagógica de los distintos profesorados que se dictan en la UNS. La intención es
comenzar a desnaturalizar y problematizar las miradas reificadas sobre la escuela (Borel, C. y otros,
UNS).
Creemos que estos trabajos dan cuenta de la implementación de diferentes dispositivos que tienden a
romper con la ya mencionada lógica aplicacionista, que piensa la práctica como un espacio residual, de
carácter meramente técnico-instrumental, en el que se deben aplicar los lineamientos teóricos adquiridos
durante la formación previa.
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b. Disciplinares y pedagógicas
La escisión entre la formación en disciplinas de múltiples campos considerados troncales y las que
integran el campo pedagógico-didáctico parece ser uno de los rasgos que caracterizan a los planes de
formación de los profesorados. “Es llamativo y constatable que las asignaturas de formación pedagógica se
encuentran distanciadas no sólo de los abordajes específicos de las disciplinas de un determinado campo, sino
también de las propias prácticas de enseñanza, a las que se supone deben alimentar” (Edelstein y Coria,
1995:12).
Diker y Terigi (1997) sintetizan los argumentos esgrimidos por las distintas concepciones que entran en
tensión. Por un lado, se encuentran quienes defienden una mayor carga relativa de formación disciplinar,
donde el dominio de una disciplina constituye el conocimiento sustantivo del docente 4 . En la posición
contraria se encuentran quienes sostienen la necesidad de una mayor carga relativa de los saberes pedagógicos
en la formación docente, entendiendo que el manejo adecuado del conocimiento disciplinar es necesario, pero
no suficiente. Enseñar un contenido supone tanto manejo experto del conocimiento como manejo experto de
las condiciones de apropiación en el contexto escolar.
Los nuevos planes de estudio para la formación docente en las universidades han introducido algunos
cambios en la estructuración de las asignaturas que alteran la tradición curricular que segmenta los tramos de
formación disciplinar y formación pedagógica (Edelstein, 1995). La modificación, en este sentido, consiste en
la incorporación de nuevas materias pedagógicas y una distribución diferente de las disciplinas de ambos
campos, que se van intercalando desde el primer año de estudios. 5
Esta iniciativa, sin embargo, parece ser insuficiente para desarticular la dicotomía, en tanto permanece
inalterable la “concepción tubular” de la enseñanza universitaria, constituida por círculos disciplinarios
cerrados, ordenados jerárquica y verticalmente. (Ornelas Navarro, 1982).
Por otra parte, se observa la inexistencia o escasez de abordajes de los contenidos del profesorado de
modo integrado, que permita luego al alumno la construcción de sus conocimientos como objeto a enseñar y
de herramientas para dar respuestas a la complejidad de la práctica docente. De esta forma, la tensión
existente entre el conocimiento disciplinar y pedagógico sigue sin resolverse.
Tal como expresa la Resolución N° 251/05 del Consejo Federal de Cultura y Educación, “la capacidad
académica desde la que se legitima la oferta de formación docente [de las universidades] se constituye desde el
saber de las disciplinas específicas y no en los saberes pedagógicos particulares” (p. 17) 6 .
Podría pensarse qué limitaciones están obturando los ensayos que intentan lograr una real articulación
entre los campos disciplinar y pedagógico. En tal sentido, Arnaus (1999) advierte sobre la existencia de
limitaciones y obstáculos en todo proceso transformativo, que pueden ser tanto de índole personal (la propia
biografía escolar, la formación recibida, etc.) como institucional (tradiciones institucionales, supuestos tácitos,
organización particular de tiempos y espacios, etc.) y social (valores dominantes en los contextos de
formación y que funcionan de manera tácita en las prácticas).
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Más allá de estos obstáculos, reconocidos en muchas de las ponencias presentadas, encontramos también
en los trabajos, prácticas curriculares que se proponen como alternativas que intentan superar las
problemáticas que se perciben en cuanto a la organización de los planes de estudios vigentes, específicamente
aquellas que intentan lograr una mayor vinculación entre la formación disciplinar y la pedagógica. Las
ponencias que siguen son ejemplos de esta preocupación.
-
En el contexto del proyecto de extensión de “Prácticas Profesionales” del Departamento de
Humanidades, se realiza el Taller de Lectura y Escritura en una escuela especial, como “instancia de
producción escrita alternativa a la realizada en el aula”. Alumnos de la carrera de Profesorado en Letras
analizan los aportes y las carencias de la formación desde lo disciplinar y lo pedagógico, para
desempeñarse como coordinadoras de dicho taller (Bonino y otros, UNS).
-
La propuesta de construir una teoría y práctica educativa personal acerca de la figura del docente como
“malabarista” que pone a prueba saberes y conocimientos (pedagógicos y disciplinares) como medio para
hacer significativo el proceso de enseñanza (Dobal, UNS).
-
Intento de establecer “un diálogo permanente y fecundo entre los docentes de las asignaturas disciplinares
y quienes tienen a su cargo la formación docente específica con el fin de aunar criterios y ordenar
estrategias.” Tentativa de desnaturalizar preconceptos, repensar la labor docente y ensayar diferentes
estrategias de innovación en la enseñanza son otros aspectos que se plantean como imprescindibles
(Eberle, UNS).
-
La preocupación por la especificidad disciplinar. Cómo dar cuenta de ella desde los espacios de práctica y
residencia (Duarte, M. y Carrió, M., UNComahue).
-
Análisis del problema de la planificación y cómo ésta es entendida por los alumnos. Preocupación por la
problemática específica de la enseñanza de la lengua y de qué maneras se ve reflejada en la escritura de la
planificación (Negrín, M., UNS).
El análisis de las ponencias demuestra que la preocupación por reflexionar sobre la formación docente y
las propuestas de prácticas docentes alternativas surgen en el interior de las instituciones universitarias, desde
los sujetos que vivencian el día a día de las aulas y pueden discernir claramente cuáles son las necesidades
acuciantes de la formación docente universitaria. Nos parece importante destacar que estas inquietudes e
iniciativas aparecen también en el seno de algunas materias disciplinares que tradicionalmente se han
mantenido ajenas a las problemáticas de la formación docente.
La activa participación de docentes de distintas carreras y cátedras universitarias en las Jornadas de
Práctica y Residencia quizás esté indicando que la cuestión de la formación pedagógica preocupa a muchos
profesores de la Universidad y que las prácticas curriculares de los profesorados comienzan a adoptar nuevas
direcciones.
A modo de cierre
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Todo curriculum prescripto propone una organización particular de saberes que delimita las experiencias
de aprendizaje posibles. En este sentido, las ponencias muestran claramente dos núcleos duros o
preocupaciones centrales de la formación docente en la actualidad: la articulación entre teoría y práctica y
entre formación disciplinar y pedagógica. 7
Sin embargo, más allá del condicionamiento evidente que tienen los planes de estudio sobre las prácticas
curriculares, los sujetos que forman parte de las instituciones educativas poseen un potencial configurativo e
instituyente (Frigerio, 2006) que pone en evidencia los diferentes modos de “empujar” esos límites que los
planes plantean. Los sujetos crean y recrean diversos dispositivos que apuntan a atender a las dificultades y
preocupaciones que devienen de la puesta en acto de los diseños curriculares.
Hemos mostrado cómo estos límites curriculares son reconocidos en los trabajos presentados y en
algunos casos, además de reconocerse son “empujados” con la intención de promover otras experiencias de
aprendizaje posibles. Encontramos, entonces, dos categorías de trabajos: por un lado aquellos que denuncian
una realidad divorciada (entre teoría y práctica o entre formación disciplinar y pedagógica) a la vez que
plantean la necesidad de establecer vinculaciones entre estas dimensiones, pero que sin embargo no explicitan
alternativas de organización que apunten a superar el diagnóstico realizado. Por otro lado, aquellas ponencias
que formulan propuestas específicas para paliar las problemáticas detectadas.
En todo caso, y más allá de la diferenciación establecida, estos trabajos ponen en evidencia la naturaleza
compleja del curriculum entendido como diseño y como práctica, reconociendo los aspectos estructuralesformales y procesales-prácticos que interactúan en el devenir curricular en las instituciones sociales educativas
(de Alba, 1998).
Bibliografía
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Braslavsky, C. y Birgin, A. (comp.) Formación de profesores. Impacto, pasado y presente. Buenos Aires, Miño y
Dávila / FLACSO.
-
Popkewitz, T. (1997) Sociología de las Reformas Educativas, Madrid, Morata.
1 Este trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación “Políticas de educación superior: la formación de docentes: normativas,
currículo y prácticas, que se desarrolla en la Universidad Nacional del Sur bajo la dirección del Mg. Raúl Menghini y la co-dirección
de la Lic. Marta Negrín. Cuenta con evaluación externa aprobada y está subsidiado por la Secretaría General de Ciencia y
Tecnología de la UNS. Se trata de un proyecto bianual (2006-2007) que tiene como objetivo central generar conocimiento acerca de
la articulación entre la normativa producida en el seno de las políticas de formación de docentes, los procesos de cambio curricular
y las prácticas concretas en las instituciones formadoras.
2 Esas reformas se han enmarcado en procesos sociales más amplios y han respondido a intereses internacionales. Tal como lo
plantea M. C. Davini (2000) “... la reforma educativa actual en la Argentina no es sólo un proyecto de carácter nacional sino que se
inscribe en el movimiento reformista internacional, iniciado en la década del 80. Las reformas educacionales constituyen una
constante en los distintos países desde fines de la Segunda Guerra Mundial”. Estos aspectos también son abordados en
profundidad por Thomas Popkewitz, 1997.
3 Utilizamos la idea de texto siguiendo los planteos de Derrida. Para el autor, el texto no es simplemente lo que está escrito, sino que
abarca una realidad más amplia y más compleja. Más que enfatizar el aspecto connotativo del texto, se subraya su poder generador:
todo texto supone una práctica textual en la que se producen sentidos; y estos sentidos no se conciben como algo trascendente sino
estrechamente vinculado a la subjetividad de los actores.
4 Birgin, Braslavsky y Duschatzky (1992) consideran que el bagaje de conocimientos de los docentes puede discriminarse en un saber
sustantivo (referido a la disciplina específica), un saber pedagógico (relativo a un repertorio de saberes que dan cuenta de las mediaciones
necesarias para que el conocimiento científico se convierta en conocimiento enseñado y aprendido) y un saber institucional (que da
cuenta de las variables contextuales que definen el ámbito propio en que la actividad tiene lugar).
5 Estas modificaciones responden a las exigencias establecidas por el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación en la “Guía
para la Elaboración de Propuestas de Modificación de Planes de Estudio”.
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Para un estudio completo sobre los planes de formación de docentes en las universidades argentinas véase Pogré, P. y Krichesky,
G., Formar docentes. Una alternativa multidisciplina, Buenos Aires, Universidad Nacional de Gral. Sarmiento.
7 Como se dijo anteriormente, estas problemáticas no resultan novedosas, sino que podrían rastrearse desde los orígenes de la
formación docente en el ámbito de la universidad.
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