Prodavinci

Anuncio
1
Prodavinci
La mujer que dejó a Picasso
Prodavinci · Monday, September 5th, 2011
Entrevista publicada en La Nación
(Argentina), realizada por Jane Hawley.
Un extracto a continuación:
A Pablo Picasso le gustaba que sus mujeres fueran devotas y sometidas. Pero
Françoise Gilot, colega suya y su amante desde 1943 hasta 1953, rompió el molde. A
los 90 años, Gilot habla con franqueza de su relación con el pintor malagueño. “Soy la
única mujer que dejó a Picasso, la única que no se sacrificó al monstruo sagrado declara Françoise Gilot, con una sonrisa desenfadada y desafiante-. Soy la única que
aún está viva para contarlo. Después de todo, mire lo que les ocurrió a las otras continúa, con sus cejas circunflejas enarcadas-. Tanto Marie-Thérèse como Jacqueline
se suicidaron (la primera se ahorcó; la segunda se pegó un tiro), Olga se volvió
histérica y casi loca. Dora Maar enloqueció.”
Françoise Gilot, la esbelta belleza que a los 24 años Picasso inmortalizó como La
Femme-Fleur , tiene ahora casi 90. Retrepada en una silla de salón Luis XV, en su
departamento neoyorquino lleno de obras de arte, su diminuta figura irradia fuerza.
Mientras habla, con un seductor acento francés, sus manos -de uñas pintadas de un
rosa brillante- gesticulan con elegancia. Gilot sigue siendo la mujer enérgica, de
inteligencia aguda y espíritu independiente que compartió una década apasionada con
Picasso, desde 1943 hasta 1953.
Cuando se conocieron, ella tenía 21 años y era una novata estudiante de derecho,
artista y escritora. Picasso tenía 61 y era el ardiente español celebrado como el genio
modernista que reinaba en calidad del artista que más vendía en el mundo. Gilot le dio
dos hijos notables: Claude y Paloma Picasso.
“Pablo era una persona maravillosa para estar con él, era como fuegos de artificio recuerda Gilot-. Asombrosamente creativo, tan inteligente y seductor- Si estaba de
Prodavinci
-1/4-
04.09.2015
2
humor para fascinar, era capaz de hechizar hasta a las piedras. Pero también era muy
cruel, sádico y despiadado con los demás y consigo mismo. Todo debía ser como él
decía. Una estaba allí a disposición de él: él no estaba a disposición de nadie. Pablo
creía que era Dios, pero no era Dios ¡y eso lo irritaba! Fue el amor más grande de mi
vida, pero había que tomar medidas para protegerse. Yo lo hice: me fui antes de
terminar destruida. Las otras no lo hicieron, se aferraron al poderoso minotauro y
pagaron un precio muy alto.”
Cuando se marchó con sus hijos, en 1953, Picasso le advirtió: “Nadie deja a un hombre
como yo”. Gilot y sus hijos también pagarían un precio muy alto. En 1964, Gilot
publicó La vida con Picasso , un estudio de aguda percepción sobre cómo este artista
perpetuamente inventivo metamorfoseaba las ideas en obras de arte, y sobre su
volcánica energía, su espíritu travieso y su lado oscuro, siempre al acecho. Gilot
también describió a Picasso como un “Barba Azul” y habló de sus constantes enredos
con su sucesión de esposas/amantes/musas/modelos. El libro enfureció tanto al
reservado Picasso que para castigar a Gilot cortó todo contacto con ella, Claude y
Paloma, y se negó a verlos o hablarles hasta que murió, a los 91 años, en 1973.
“Mi relación con Picasso fue un romance de época de guerra, las circunstancias
extremas nos unieron de una manera que nunca se hubiera dado en épocas de paz admite con franqueza-. Era la Segunda Guerra Mundial, en el París ocupado por los
alemanes, una época de gran peligro y desastre absoluto. Picasso era un héroe para
mi generación: había pintado Guernica y era un símbolo de resistencia contra el
fascismo y el régimen de Franco. Implicaba gran coraje de su parte quedarse en París
en vez de escapar a América. En cualquier momento podían arrestarlo, pero ésa era su
manera de decirle no a la opresión. Varios miembros de mi familia estaban en la
Resistencia, y los mataron. A mí me habían arrestado en una manifestación estudiantil
y mi existencia también era precaria. Los alemanes odiaban a los estudiantes de
derecho, así que yo había cambiado la abogacía por mi verdadera pasión: el arte.
Todos podíamos morir mañana: eso me volvió intrépida. Conocía la reputación de
Picasso con las mujeres, y sabía que irme a vivir con él podía ser una catástrofe, pero
decidí que se trataba de una catástrofe que no quería perderme.”
Sonriendo una vez más, Gilot recuerda que en sus largas y animadas conversaciones
con Picasso, con frecuencia él le preguntaba: “¿Por qué siempre me contradices?”. “Le
contesté: ‘Debe de ser porque tenemos un diálogo, no un monólogo. Todo el mundo te
dice siempre que sí, como la corte que rodea a un rey, así que a mí me toca decir no’.
Eso le gustó. Cuando todo el mundo te dice que sí, posiblemente te sientas poderoso,
pero también te sientes muy solo. Yo me di cuenta de que Pablo era una figura muy
solitaria”.
Gilot creía que conocía mejor a Picasso que el resto de sus mujeres. “Sabía que el
artista que había pintado Guernica no era ningún angelito -reconoce-. No se podían
aplicar los mismo valores éticos a un artista muy creativo y a una persona corriente de
clase media.” Picasso no podría haber pintado como lo hizo sin experimentar altibajos
extremos, en diversos aspectos. Su conducta podía llegar a ser muy primitiva. “Pablo
tenía la cruda curiosidad de un niño que toma un reloj y lo destruye para ver lo que
tiene adentro -asegura Gilot-. Hacía lo que se le antojaba en cualquier momento, sin
pensar en las consecuencias.” La conducta de Picasso se hizo cada vez más injusta y
Prodavinci
-2/4-
04.09.2015
3
cruel, y la preocupación de Gilot sobre los efectos que eso tendría sobre sus hijos se
profundizó.
A Gilot le resultó cada vez más difícil mantener una relación familiar en la que, define,
“Picasso era un dios, y yo y mis hijos, meros seres humanos”. Picasso se había jactado
de que gozaba haciendo sufrir a las personas que lo amaban. “Una vez le pegunté a
Pablo por qué era tan malo con Sabartés, su leal secretario, que lo veneraba. Picasso
respondió: ‘Sólo soy malo con la gente que amo. Con la gente que no me importa, soy
amable’. Típico de él: lo que hacía era poner a prueba nuestro afecto. Todos los días
tenía que enzarzarse en algún combate y ganarlo. ¡Picasso era cualquier cosa menos
racional!”
Gilot piensa que las pinturas de ella que hizo Picasso durante ese período son
reveladoras. “Pablo pintó una serie de caballeros medievales con armadura, de
cinturas finas, a caballo, todos ellos son yo. Se quejaba de que yo nunca me quitaba mi
armadura. ¡Sí, porque no quería resultar muerta! También pintó muchas langostas,
también son yo, con esa coraza protectora.”
Aunque había entregado completamente su vida a amar y comprender a Picasso, a
Gilot le resultó cada vez más claro que él nunca había llegado a conocerla. Cuando
Picasso la cortejaba, ella estaba tan arrobada con él que escribió: “Había momentos
en que parecía una imposibilidad física respirar si él no estaba presente”. Pero ahora
anhelaba calidez humana y sabía que jamás podría provenir de Picasso. “La idea del
amor de Picasso era principalmente física y posesiva, nada que ver con dar. Al mismo
tiempo, su lado bueno era tan inteligente que cuando una estaba con él, escuchando
sus ideas y viéndolo pintar, solía ser tan asombroso que una sentía que era testigo de
un milagro. Eso era lo que daba. Si una podía apreciarlo, eso era lo que recibía de él.”
Ninguna mujer había abandonado nunca a Picasso y él echaba chispas, colmado de
incredulidad, cuando Gilot se llevó a Claude, de 6 años, y a Paloma, de 4, a París, a un
departamento que había comprado con una herencia de su abuela. “Yo tenía dinero y
una carrera propia, una familia y un círculo de amigos propio que me ayudarían a
reconstruir mi vida”, explica Gilot. Después, Claude y Paloma pasaron cada vacación
escolar con Picasso, que seguía viviendo en el sur de Francia.
El derrumbe llegó en 1964, con la publicación de La vida con Picasso , de Gilot.
Claude Picasso, que tiene un departamento ultramoderno en Nueva York al lado del de
su madre, con espléndidos Picasso y Matisse, retoma la historia al día siguiente. Bajo y
robusto como su padre, Claude tiene la inconfundible mandíbula cuadrada y los
profundos ojos negros de Picasso. Todo su cuerpo delata su dolor mientras recuerda el
día que vio a su padre por última vez, en 1964, cuando era un estudiante de 16 años.
Más tarde Gilot continúa: “Picasso demandó a mi editor francés, perdió el caso; apeló
y volvió a perder. El día que se anunció el veredicto, me llamó por teléfono. ‘Ganaste,
bravo, te felicito.’ Típico’ admiraba al ganador. En ese juego yo había sido mejor que
él, pero si hubiera perdido ¡me habría despreciado!”
Con un brillo triunfal en los ojos, Gilot concluye: “Pablo dijo que mi vida estaría
acabada cuando lo dejé, que para mí no habría nadie más que él. Pero me casé dos
Prodavinci
-3/4-
04.09.2015
4
veces. ¡Eso fue un sacrilegio! Se suponía que sacrificaría el resto de mi vida a él, y
entonces hubiera sido la historia perfecta de Barba Azul. ¡Yo la arruiné!”.
*******
Lea el artículo completo aquí.
This entry was posted
on Monday, September 5th, 2011 at 12:52 am and is filed under Arte
You can follow any responses to this entry through the Comments (RSS) feed. You can
leave a response, or trackback from your own site.
Prodavinci
-4/4-
04.09.2015
Descargar