El rediseño institucional rediseña la administración pública

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XVII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Cartagena, Colombia, 30 oct. - 2 Nov. 2012
El rediseño institucional rediseña la administración pública
María del Carmen Pardo López
En el pasado, las crisis económicas o financieras derivaron en recortes drásticos en el gasto público y,
en consecuencia, en el tamaño de los gobiernos que había crecido desmesuradamente al intervenir en
muchas de las áreas de la actividad económica y social y, por ende, en el de las la administraciones
públicas. Se supuso, entonces, que la intervención del mercado habría de suplir las fallas implícitas de
la intervención excesiva del Estado. Sin embargo, en la muy reciente crisis financiera mundial los que
fallaron de manera estrepitosa fueron justamente los mercados. 1 La no intervención del Estado o de la
administración pública no aparece, entonces, como la mejor alternativa. Por el contrario, es
indispensable pensar el papel que la administración pública debe tener en un escenario de crisis.
Volver a pensar la administración pública se convierte en una tarea, si cabe todavía más central, si se
toma en cuenta que la crisis financiera ha estado acompañada de la imposibilidad de regular
efectivamente otros problemas de gran envergadura para los gobiernos nacionales y la comunidad
internacional, como ha sido el caso de los mecanismos para mitigar los efectos nocivos del cambio
climático o el uso apropiado de la tecnología y energía nuclear, por mencionar algunos. En conjunto,
esta serie de retos mayúsculos para la administración pública han llevado a preguntarse sobre la crisis
del propio estado regulatorio y el papel que debe jugar la administración pública en escenario de crisis.2
Por ello el rediseño institucional se vuelve una clave para empezar a debatir la forma en que la
administración pública ha de adaptarse a los retos de tiempos de incertidumbre y en los que los
ciudadanos demandan de forma más activa no sólo la eficiencia de las instituciones públicas, sino
también su compromiso democrático. En este ensayo se analiza el rediseño institucional de la
administración pública a la luz de cuatro temas centrales en un escenario de crisis.
En la primera sección, se encuentra el tema del fin del paradigma tecnocrático. En la segunda se
explora la idea de la tensión entre el Estado y el mercado; en la tercera la forma en la que la
globalización plantea retos importantes a las administraciones públicas. En la cuarta se estudia el tema
de la dimensión ecológica de la administración pública. Se analizan algunas de las consecuencias que
tienen estos temas sobre el diseño institucional del gobierno y las instituciones públicas. Finalmente, se
presentan algunas las conclusiones.
El fin del paradigma tecnocrático en la administración pública
Después de las recurrentes crisis financieras, una de las demandas ciudadanas de mayor alcance ha sido
la de la democratización de la administración pública y la regulación económica.
1 United Nations, “Challenges to and Opportunities for Public Administration in the Context of the Financial and Economic Crisis”, Economic and Social Council, 2010.
2 Martin Lodge, “The Regulatory State in Crisis: A Public Administration Moment?” London School of Economics and Political Science, Department of Government and Centre for Analysis of Risk and Regulation, disponible en: http://goo.gl/4078C.
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En el pasado, la creciente complejidad de la actividad económica y la regulación de los mercados
financieros dieron pie a que los consejos de expertos o técnicos fueran los que concentraran decisiones
que tendrían un impacto profundo sobre la población. Esta misma dinámica institucional se reprodujo
en otras áreas de la acción pública, desde la regulación de la energía nuclear hasta las decisiones sobre
el financiamiento de los sistemas de salud y ahorro nacionales. El resultado de lo anterior resultó en
una creciente separación y distancia entre los organismos gubernamentales especializados y las
demandas ciudadanas.
Esta distancia favoreció la intromisión de lo que se identifica como paradigma tecnocrático que surge y
se consolida, primero, en las agencias internacionales de desarrollo, para más adelante ser adoptado
gradualmente por los gobiernos nacionales, como la solución a una serie de problemas de carácter
técnico, pero también gradualmente extendiéndose a otras áreas, como la política ambiental o la
política social, que no fácilmente califican como asuntos de carácter técnico. Alasdai Roberts (2010),
explica que supuestos se incluyeron en el paradigma tecnocrático:
“This approach to reform was deeply skeptical about conventional methods of democratic
governance, which were alleged to produce policies that were short-sighted, unstable, or
tailored to suit special interests rather than overall public interest. The aim, therefore, was to
impose constraints on democratic processes, often by transferring power to technocratguardians who would make difficult decisions that voters and legislators appeared to be
incapable of making otherwise. A variety of legal devices like new laws, treatises, and
contracts, were adopted with the expectation that they would constraint the power of
popularly elected officials and preserve the autonomy of the technocrats.” (Roberts, 2010:
S56)
Al paso del tiempo este paradigma empezó a debilitarse y a perder influencia debido en buena medida
no sólo a sus efectos contradictorios en los países y economías en desarrollo, sino también, en aquellos
países, como en el caso de Estados Unidos y Gran Bretaña, en dónde parecieron haber trascendido
cualquier riesgo en los exclusivos términos de su capacidad administrativa y de toma de decisiones. De
ahí que estos países se encuentran hoy día metidos en serios problemas económicos y presupuestarios
(Roberts, 2010, S62).
Por ello, es posible afirmar que uno de los dos factores que contribuyeron a la descomposición del
paradigma tecnocrático lo constituyó la imposibilidad de establecer la autoridad democrática sobre la
administración pública. La tensión principal se presentó entre la autonomía de los cuerpos técnicos
especializados del gobierno y las demandas por parte de grupos de ciudadanos presionando para
fortalecer la rendición de cuentas y el control democrático sobre todas las áreas de acción del gobierno.
La crisis financiera de la primera década de este siglo demostró que las decisiones tomadas por
expertos y técnicos no necesariamente condujeron al mayor bienestar de los segmentos más numerosos
de la población. (Roberts, 2010, S61).
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Un segundo factor que contribuyó a la caída del paradigma tecnocrático fue el fortalecimiento de
actores privados y sociales frente a la autoridad estatal. Dada la fragmentación de la autoridad estatal,
de su capacidad administrativa e incluso del propio régimen de propiedad, aparecieron y se
fortalecieron numerosos actores privados y sociales capaces de cuestionar la autoridad estatal. De
hecho ambos factores han contribuido a encontrar salidas para atender las demandas de
democratización al interior de la administración pública.
El resquebrajamiento de la lógica tecnocrática encierra el rompimiento de lo que Martin Lodge
considera tres paradigmas centrales de la administración pública que sucede incluso antes de la reciente
crisis financiera:
“One, a view that traditional ‘command and control’ was unlikely to achieve desirable
outcomes and that therefore alternative modes of regulation, in particular incentive-based
regulations and ‘enforced self-regulation’ would provide for more desirable results. Two, a
view that regulated organisations were able and willing to regulate and risk manage
themselves, given an overall assumption of ‘efficient markets’. Three, and finally, a view that
specialized regulatory agencies would offer a ‘depoliticsed way out of highly political
decisions.’” (Lodge, 2009: 3)
El impacto de esta situación se traduce en términos de rediseño institucional, en una mayor
participación de los ciudadanos en el diseño, la toma de decisiones y la evaluación de las políticas
emprendidas por las administraciones públicas. Son dos las formas institucionales en que las demandas
por democratizar la administración pública pueden tomar cauce. Se trata de la democracia participativa
y la fiscalización de las cuentas y acciones públicas por parte de la sociedad civil.3
En el primer caso, existen experiencias de formas de participación directa de los ciudadanos en la
administración pública por medio de la figura de los comités ciudadanos. 4 Los comités ciudadanos son
cuerpos colegiados en que un grupo de individuos de un grupo de interés en particular son elegidos
para ser consultados y para evaluar programas públicos. En general, se trata de elegir a miembros
respetados y conocidos que pertenecen al grupo de interés afectado por determinadas acciones públicas,
pero también se pueden elegir ciudadanos reconocidos por su capacidad técnica para fungir como
asesores. El objetivo de estos comités es mejorar el diseño e insumos de la política pública a
implementarse, pero también aumentar la legitimidad del gobierno al abrir las puertas a los ciudadanos
interesados para objetar y evaluar los resultados e impactos de la política. 5
Las auditorías ciudadanas son la segunda figura institucional en que la participación ciudadana puede
tomar cauce en la administración pública y acortar la brecha entre la toma técnica de decisiones y la
voluntad de los ciudadanos.
3 United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Auditing for Social Change: A Strategy for Citizen Engagement in Public Sector Accountability, e International Budget Project, Civil Society and Public Audit Institutions Discuss Opportunities for Collaboration, 2006.
4 House of Commons, Public Administration Select Committee, “From Citizen’s Charter to Public Service Guarantees: Entitlements to Public Service”, 2006­2007.
5 State Government of Victoria, Department of Sustainability and Environment, “Citizen Committees”, disponible en: http://goo.gl/B5Qol.
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A decir de Warren Krafchick:
“There are two ways to increase the ability of audits to provide information on government
performance that is directly relevant to citizens. First, the scope of audit mandates can be
increased and audit methodologies developed that will enable auditors to offer some
comments on the government policies that underpin agency performance. […] A second way
to improve the ability of audits to provide information directly relevant to citizen is by
allowing citizens to participate in the conduct of audits. As citizens will look for specific
measures of performance, they will use their access to (and participation in) audit institutions
to obtain information on those measures that they are interested in reviewing. Allowing citizen
participation in audits will require that the audit institutions create spaces in which citizens
can meaningfully participate in audit programs and thereby obtain specific measures of
government performance.”6
Ninguna de estas alternativas institucionales garantiza necesariamente que la brecha entre los
tomadores de decisión en materia de políticas públicas se estrechará relación a los grupos de interés de
ciudadanos. Sin embargo, ambas alternativas, los comités ciudadanos y las auditorías ciudadanas, son
un ejemplo de la forma en que la crisis financiera y el escenario de incertidumbre al que ha conducido,
obligada a las administraciones públicas a replantear su futuro más allá de los términos de la no
intervención.
La tensión entre el Estado y el mercado
La reciente crisis financiera ha suscitado un intenso debate justamente sobre el grado de intervención
que el Estado y la administración pública deben tener en la regulación de la vida pública. Aunque en el
pasado la operación libre de los mercados constituyó un consenso dominante, la percepción de que la
falta de regulación y los incentivos correctos por parte del gobierno para las instituciones privadas fue
la causa de la crisis, ha traído de vuelta el papel que debe cumplir la administración pública en este
sentido. Como ha escrito B. Guy Peters, aunque las crisis no necesariamente son el único o ni siquiera
el mejor momento para implementar estrategias de rediseño institucional, en ocasiones:
“[C]rises may demand new approaches to governance problems, and hence may create the
punctuation in even a stable equilibrium. Indeed, if there is a crisis there may be manifest
evidence that the old patterns of governance were not effective and there is some need for new
approaches to the policies in question. To some extent the presence of the crisis will reveal the
need for change, but it may also be an opportunity for people in government to make changes
that would not be possible without the presence of a crisis.” (Peters, Pierre, Randma-Liv,
2010:4)
En el pasado, en la medida en que la lógica tecnocrática de la administración pública se identificó
crecientemente con la introducción de mecanismos de mercado en el Estado, ambos, la tecnocracia y el
mercado, han sido puestos en cuestión con el auge de la reciente crisis financiera y sus efectos adversos
sobre el nivel de bienestar material.
6 En United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Auditing for Social Change: A Strategy for Citizen Engagement in Public Sector Accountability, p. 47.
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A decir de Currill Grau (2009), la introducción del paradigma tecnocrático y, sobre todo, el énfasis en
la competencia y en la eficiencia en la administración pública, condujo a que lo estatal y lo públicos se
identifiquen con altos costos de transacción, ineficiencia y hasta corrupción. A su vez, este hecho tuvo
efectos profundos sobre la legitimidad de la actividad del Estado y de la administración pública en la
regulación de la vida económica y social. En particular, ha tenido lugar una drástica reducción del
aparato de la administración pública, dándose prioridad al sector privado y al sector social como los
nuevos proveedores de servicios públicos a sectores específicos de la sociedad.
Los efectos de la crisis han acabado con este consenso y han apuntado a la vuelta del Estado como una
de las alternativas principales para fortalecer la regulación del sector financiero y asegurar que la
población mantenga niveles de bienestar mínimos, sobre todo en lo que se refiere al empleo y el acceso
a servicios de educación y salud. Sin embargo, las condiciones sociales y económicas han cambiado
mucho desde los tiempos del Estado del bienestar. Hoy día, para llevar a cabo un rediseño institucional
que favorezca los consensos democráticos, sin desconocer que se trata de en escenarios de crisis, la
alternativa entre lo estatal y lo privado no debe plantearse de modo dicotómico.
En términos del rediseño institucional de la administración pública, esta situación ha apuntado a varias
áreas (UN, 2010: 14). En primer lugar, a la oportunidad de constituir una administración pública mejor
y más efectiva. Esto significa plantearse de nueva cuenta y de fondo el papel de la administración
pública en el conjunto de la sociedad. En segundo lugar, esto también ha significado un
cuestionamiento sobre la forma de proveer servicios públicos más efectivos y equitativos. En tercer
lugar, ha habido también un planteamiento a favor de fortalecer las capacidades de la administración
pública para las necesidades presentes pero también para las necesidades del futuro, al proponer
fortalecer sus instrumentos de diagnóstico e información y las habilidades de su personal. En cuarto
lugar, la crisis financiera también ha significado la aparición de nuevas instituciones para hacer frente a
problemas regulatorios que no eran centrales en el pasado, como en el caso de las instituciones de
regulación y transparencia de las instituciones financieras que se han creado recientemente. En quinto
lugar, las instituciones de la administración pública también se han visto presionadas a reflexionar con
mayor rigor las inversiones públicas necesarias en el largo plazo y, en sexto lugar, y de manera crucial,
se ha revalorizado su papel como instrumentos en la estabilidad y crecimiento económico y social de
los distintos países.
En conjunto, la experiencia de la crisis financiera ha sido la maduración de las lecciones aprendidas en
el pasado respecto a la intervención del Estado y el mercado en la vida pública; esto, tal y como Lodge
ha escrito:
“On the one hand, we have learnt that hierarchy, ‘command and control’ and punitive
enforcement do not work. On the other hand, we have come to appreciate that relying on
private organisations to regulate themselves and for regulators to meaningfully control
organisations’ self-regulation is also no straightforward recipe for success. The quest is
therefore to come to more complex understandings of boundaries of private and public
regulation and of different modes of regulating.” (Lodge, 2009: 15)
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De este modo, la reciente crisis no va a significar una vuelta al pasado, pero tampoco la completa
desaparición de los mercados de la vida pública; entonces, es posible afirmar que la respuesta debiera
encaminarse hacia un balance justo en el nivel de participación del Estado y su capacidad para sentar
las bases del involucramiento activo y democrático de los distintos segmentos de la sociedad.
La globalización y los retos de la administración pública
En el pasado, la dimensión natural de la administración pública se correspondía con los del Estadonación; hoy día esta realidad es diferente. La expansión de la economía global y de los flujos de
intercambio poblacional, económico y legal, hacen que la administración pública contemporánea
enfrente nuevos retos y que los anteriores tomen nueva forma. Tal y como lo han escrito Abonyi y Van
Slyke:
“Globalization in its many forms defines the fundamental challenge to the role of government
and public administration in the twenty first century. It is shaping new types of interactions
and interdependence among nations, economies, and people, and, in the process, it is
changing the basic role and functions of the government. The primary challenge to public
administration is one of governing the edges: connecting government to an increasingly
complex, dynamic, and networked global environment. […] Globalization changes the basic
role of government: it requires linking versus commanding, convincing versus controlling,
and enabling versus doing.” (Abonyi y Van Slyke, 2010: S33)
De ahí que, si bien es de primera importancia insistir en que la administración pública es un fenómeno
sociológico y organizativo propio del Estado-nación, también lo es que, en la actualidad cuenta con una
innegable dimensión global. Esto, por supuesto, se ha reflejado en un reto mayúsculo en términos del
rediseño institucional de las instituciones públicas.
De este modo, se han identificado cuatro arenas que la globalización presenta como retos a la
administración pública y, en consecuencia, a su rediseño institucional (Abonyi y Van Slyke , 2010:
S35). En primer lugar, se encuentra la liberalización de las políticas, esto es, la reducción de los costos
de transacción por el trasiego de bienes y servicios entre las fronteras nacionales. Si bien esto puede
significar una ventaja en algunos sectores económicos, también implica nuevos retos en la regulación
de bienes como los narcóticos o las armas, donde los actores involucrados no son únicamente
gobiernos, sino también grupos de individuos privados y organizaciones ilegales.
En segundo lugar, se encuentra la aceleración del cambio tecnológico, sobre todo en lo que se refiere a
la infraestructura de transporte, comunicaciones y tecnología de la información. En este caso, la
administración pública debe estar obligadamente al día de las necesidades de acceso a la información y
transparencia que los ciudadanos y la opinión pública tienen en términos de mecanismos legales. En
tercer lugar, se encuentra la promoción de la movilidad del capital, que, como en otros casos, implica
mayores oportunidades de atraer capital productivo a países de distintas regiones con mayores
facilidades y oportunidad, pero también implica nuevos retos para su regulación.
El cuarto y último reto consiste en la creación de zonas de competitividad de carácter global en sus
respectivos territorios. En este caso, la administración pública de cada nación tiene que contar con la
estrategia y los recursos para aprovechar al máximo las capacidades que ofrece su entorno para ser
capaz de desarrollarse en el largo plazo.
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Es en este sentido, que Abonyi y Van Slyke han apuntado que:
“The globalization of production changes the role of government. In this setting, strong local
capabilities and effective cross-border linkages determine competitive success. Even
seemingly simple entry-level activities by firms […] require sophisticated management and
technological capabilities if they are to compete in international markets. Therefore, sustained
economic growth and economics transformation are dependent on learning, knowledge
acquisition, information sharing and coordination, and capacity building. This involved how
enterprises manage the process of identifying, mastering, adapting, and innovating the
activities, skills, and technologies that are essential for competitive performance within the
framework of specific value chains.” (Abonyi y Van Slyke, 2010: S37)
La dimensión ecológica de la administración pública
En este último apartado, se tratarán brevemente los retos para la administración pública en vista del
auge que ha tenido la cuestión ambiental y energética en las últimas décadas. Las crisis ambientales han
presentado alguno de los retos más complejos y relevantes para la administración pública en las
décadas recientes.
Desde el calentamiento global hasta la regulación de la energía nuclear y sus riesgos, la administración
pública tiene que articular los intereses y objetivos de actores de distintos ámbitos para lograr los
resultados más efectivos. De esta manera, la dimensión ambiental del quehacer de la administración
pública ha pasado de ser un apartado accesorio de la hechura de políticas públicas a constituirse como
una determinante de la misma. Se ha ido convirtiendo en un asunto de la mayor importancia no sólo en
el nivel práctico de toma de decisiones públicas, sino también como parte de la agenda teórica y de
investigación de la administración pública (Fiorino, 2010).
Por su parte, Fiorino (2010) pone en perspectiva la importancia que la sustentabilidad ha cobrado para
la administración pública en las últimas décadas:
“The sustainability concept is comprehensive, because it encompasses the major policy issues
that are seen as being relevant to the field. Placing the environmental system on a level with
the political/social and economic ones brings the concerns of the field under once conceptual
umbrella. Public administration starts with politics and governance, where collective choices
are determined and carried out. It extends to the design and operation of economic systems.
Public administrators need not only be concerned about operational issues, such as raising
revenue and managing budgets strategically, but also with the larger success of the economic
system, on which the legitimacy of the political/social system ultimately relies. By elevating
the environmental issues to the level of economic and political/social ones, the field expands
to incorporate the third system on which our collective survival depends.” (Fiorino, 2010:
S83)
Los retos ecológicos de la administración pública han tenido repercusiones específicas sobre el diseño
institucional de la misma en varios sentidos. En primer lugar, se encuentra la creación de foros y
comités a nivel internacional que se ha traducido en uno de los efectos más visibles de la importancia
que ha cobrado la dimensión ecológica en la administración pública.
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La United Nations Conference on Environment and Development o la United Nations Framework
Convention on Climate Change son algunos de los instrumentos con los que las administraciones
públicas lidian con problemas de orden ambiental en una escala global. Estas plataformas de acuerdo y
negociación representan un contexto institucional de alta complejidad para la administración pública,
en tanto implica hacer un balance entre parámetros sociales, económicos y ambientales propios,
además de confrontarlos con los externos.
En segundo lugar, se encuentra la creación de órganos desconcentrados o autónomos de la
administración pública para regular la dimensión ambiental. La administración pública ha tenido que
crear organismos de expertos y ciudadanos participantes del sector ambiental para dar solución a
conflictos ambientales que tienen además repercusiones políticas y sociales, como en el sector forestal.
Finalmente, como un reflejo de lo anterior, se encuentra la creación de nuevos programas educativos
para formar administradores públicos especializados en materia ambiental. En este caso, la capacitación
de recursos humanos es fundamental para contar con recursos no solamente para dar solución a los
problemas del presente, sino también para diseñar e implementar soluciones para los problemas
ambientales del futuro.
En conjunto, la dimensión ambiental, que además hoy está altamente globalizada, representa una serie
de retos al diseño institucional de la administración pública que la obligan a repensar los confines de su
acción, pero también los parámetros mismos en que concibe y evalúa su propia efectividad y eficiencia,
pues tiene que considerar el principio de sustentabilidad y de impacto ambiental, hasta hace muy poco
ausente de las preocupaciones prioritarias.
Conclusiones
Las crisis son, entones de manera simultánea, espacios de oportunidad pero también de riesgo para el
rediseño institucional. Las crisis pueden desatar conflictos latentes en la organización política o
económica de un país y de este modo convertirse en el peor momento para intentar implementar
estrategias institucionales nuevas (Peters, 2010). Sin embargo, ciertamente las crisis también pueden
convertirse, incluso por necesidad, en la arena de experimentación para poner a prueba nuevos
instrumentos institucionales que sean capaces no solamente de proveer soluciones para las necesidades
inmediatas, sino también de construir las instituciones y capacidades para la administración pública del
futuro.
En lo que se refiere al rediseño institucional de la administración pública en un escenario de crisis,
como ya hemos visto, son varias las dimensiones que se ponen a prueba. Como ha escrito Peters
(2010), sin embargo, estos experimentos institucionales giran alrededor de dicotomías básicas, como la
capacidad de la administración pública de crear nuevas rutas institucionales o permanecer dependientes
de su ruta anterior, su capacidad para centralizar o descentralizar sus instituciones o para mantener la
coherencia de las mismas.
No hay, sin embargo, una receta única para el tipo de transformaciones que la administración pública
debe atravesar en un contexto específico. La reciente crisis financiera ha replanteado la cuestión del
papel de la administración pública en la estabilidad política y el bienestar de la sociedad. Incluso los
supuestos más básicos vinculados al equilibrio entre el Estado y el mercado se han puesto de nueva
cuenta en discusión. Esto es en sí un reflejo de la actual falta de paradigmas dominantes tanto en la
teoría como en la práctica de la disciplina de la administración pública.
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Sin embargo, no se trata simplemente de volver al pasado a buscar respuestas a los problemas que se le
plantean actualmente a la administración pública. Más que nunca, la administración pública debe ser
capaz de hacer frente a los nuevos requerimientos de efectividad, pero también de participación
ciudadano y equidad democrática, así como de proveer de soluciones con un énfasis nacional, pero que
sean capaces de maximizar los recursos internacionales.
Bibliografía
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Financial and Economic Crisis”, Economic and Social Council, 2010.
Reseña biográfica
María del Carmen Pardo
Doctora en Historia por la Universidad Iberoamericana. Estudios de doctorado en la Universidad de
Paris II. Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM. Profesorainvestigadora del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México desde 1981. Autora del
primer Plan de Estudios de la Licenciatura en Política y Administración Pública de esa institución.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel III y miembro electo de la Comisión
Dictaminadora en Ciencias Sociales de ese órgano y presidenta durante el año 2011, (2009-2011).
Miembro del Consejo Rector de Transparencia Mexicana.Miembro de Número del Colegio Nacional de
Ciencias Políticas y Administración Pública. Miembro del Consejo Directivo del INAP, 2004-2007.
Directora de la Revista Foro Internacional de abril 1998 a diciembre 2002.Directora del Centro de
Estudios Internacionales de El Colegio de México de enero de 2003 a diciembre 2005.
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Miembro del Consejo Editorial de la Revista Gestión y Política Pública del CIDE y del Comité
Editorial de Economía y Administración del FCE y de la Review of Public Personnel, editada por la
Universidad de Georgia, (2008-2010). Autora del libro: La Modernización Administrativa en México:
1940-1990 editado por el Colegio de México El Colegio de México y el INAP en 1991 y de la versión
revisada La Modernización Administrativa en México: 1940-2006, editado por El Colegio de México
en 2009. Coordinadora de los libros: Teoría y Práctica de la Administración Pública en México:
lecturas básicas, editado por el INAP en 1992, Federalización e Innovación Educativa en México, De
la Administración Pública a la Gobernanza, y Nuevas Tendencia en la Administración y Políticas
Publicas editados por El Colegio de México en 1999, 2004 y 2009. Coordinadora junto con Ernesto
Velasco de los libros El Proceso de Modernización en el Infonavit, 2001-2006, así como la versión
revisada El Proceso de Modernización en el Infonavit, 2001-2009 y La Gerencia Pública en América
del Norte, también editados por El Colegio de México en 2006, 2009 y 2010 respectivamente. “Los
mecanismos de rendición de cuentas en el ámbito ejecutivo de gobierno”, en Mauricio Merino et al,
(coords.), La Estructura de la Rendición de Cuentas en México, México, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, UNAM-CIDE, 2010. Compiladora del libro Administración Pública Mexicana del Siglo XX,
Colección Biblioteca Básica de Administración Pública, México, Siglo XXI editores, 2010. Autora de
cerca de una centena de artículos, comentarios, y reseñas sobre temas relativos a modernización
administrativa, descentralización, federalización educactiva, servicio civil de carrera,
profesionalización y gobierno local. Relatora en Congresos Internacionales organizados por el Instituto
Internacional de Ciencias Administrativas, Atenas, Grecia, (julio 2001) y Monterrey, México (julio
2006). Profesora visitante en estancia sabática en la División de Administración Pública del CIDE
(2008 y 2009). Ha impartido cursos en universidades estatales, en la UNAM, CIDE, INAP y ha sido
consultora para organismos internacionales como Naciones Unidas y El Centro Latinoamericano de
Administración para el Desarrollo (CLAD).
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