Conclusiones de la sesión del 21 de febrero de 2013 Se entiende que nos referimos a la capacidad que se inserta en la teoría del consentimiento informado. Forma parte de la idea de la autonomía psicológica y moral de las personas en el modelo clásico de relación médico paciente basado en la idea de beneficio paternalista. Se define el consentimiento informado como “la conformidad libre, voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en el pleno uso de sus facultades, después de recibir información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecta a su salud”. De ahí que la fundamentación ética descansa sobre la no-maleficiencia, sobre la justicia y sobre la beneficiencia. Y de ahí que se considera que la toma de decisiones sobre la que opera el consentimiento informado debe ser fruto de una deliberación compartida entre paciente (autonomía) y profesional (beneficiencia) dentro de un marco social que define lo dañino (no maleficiencia) y lo injusto (justicia). En cambio la fundamentación jurídica del consentimiento opera sobre lo establecido en la Constitución Española (artículo 10), la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, la legislación autonómica existente sobre la materia, y la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal. En la relación consentimiento vs. autonomía se parte de una actuación voluntaria, es decir, libre de coacciones externas e internas tras una información suficiente, relevante, adecuada y comprensible sobre la decisión que se va a tomar, es decir, sobre el objetivo de la decisión, sus riesgos, beneficios y alternativas posibles. Además se parte de la existencia de una plena capacidad de obrar, esto es, poseer una serie de aptitudes psicológicas –cognitivas, volitivas y afectivas- que le permiten conocer, valorar y gestionar adecuadamente la información anterior, tomar una decisión y expresarla. En la relación consentimiento vs. capacidad se ha de distinguir entre capacidad jurídica: aptitud para ser titular de derechos y obligaciones; y capacidad de obrar: la posibilidad de ejercer los derechos y obligaciones de los que se es titular. Prestan consentimiento quienes tienen plena capacidad de obrar, se presume la capacidad (natural) de los pacientes, y en el artículo 9 de la Ley 41/2002 alude al consentimiento por representación que alcanza a los incapaces de hecho, menores de edad no emancipados, y al incapacitado judicialmente. Se admiten excepciones al consentimiento informado como la emergencia vital, el privilegio terapéutico, la salud pública y la decisión judicial. En cuanto a la valoración de la capacidad-test: su objetivo es el de cualquier test diagnóstico para evitar falsos positivos y negativo. Como todos los juicios clínicos, el juicio sobre capacidad de un paciente se considera que siempre será probabilístico y prudencial, no de certeza científica. En todo caso, ninguno de los protocolos, herramientas y guiones de evaluación de la capacidad se puede considerar como el “santo grial”, el remedio mágico que dará respuesta a todas las dudas. Los médicos en que cada actuación sanitaria realiza juicios de capacidad de sus pacientes; al igual que, los notarios en cada actuación que se somete a su intermediación como fedatario público. La evaluación de la capacidad es fundamental: a) Porque es necesario velar por la seguridad de los pacientes a la hora de tomar decisiones, sobre todo si entrañan un riesgo clínico importante; b) Porque las alteraciones en la capacidad para tomar decisiones puede ser un buen indicador de algo “no va bien” en el paciente, e introduce la necesidad de hacer diagnóstico diferenciales. En cuanto, a los procedimientos para evaluar la capacidad ni los expertos peritos que suelen ser médicos forenses o psiquiatras forenses ni los notarios tienen un procedimiento estandarizado, aplicable por aquellos a un contexto clínico y por éstos últimos, en las actuaciones cuya intervención resulta necesaria. Se destacan los criterios de capacidad de Appelbaum y Roth de 1982 (estudios en pacientes psiquiátricos); de la Canadian Psyquiatric Association (1990) (criterios para la valoración de la competencia para consentir tratamientos); y, MacCat (Appelbaum y Grisso) (MacArthur Competence Assessment Tool). En la toma de decisiones clínicas (MacCat-T Treatment) y en investigación (MacCat-CR Clinical Research). En cuanto a las áreas cognitivas relevantes para una evaluación adecuada de la capacidad de un paciente según Freedman, Stuss y Gordon atiende al lenguaje espontáneo, comprensión, información verbal, lectura comprensiva y escritura; en relación a la memoria se tiene en cuenta tanto la reciente como la remota; finalmente, en lo relativo a las funciones del lóbulo frontal hay que tener en cuenta el juicio y la apercepción (awareness). Resulta de importancia en la expresión del consentimiento las instrucciones previas, como forma de consentimiento anticipado. Ahora bien, la no imposición de su revisión obligatoria cada cierto tiempo determina su falta de adaptación a la propia realidad a la que se debe aplicar. De ahí que, resulte esencial su interpretación conforme la escala de valores que el propio otorgante haya determinado en las mismas, y el indudable valor que en ese proceso interpretativo puede tener los comités de ética de los hospitales. Hay que destacar la importancia de la publicidad de tales instrucciones previas en el Registro Nacional creado al efecto. De todas formas, estas instrucciones tienen como límite que no pueden ser contrarias al ordenamiento jurídico, a la lex artis, ni las que no se correspondan con el supuesto de hecho que el interesado haya previsto en el momento de manifestarlas (artículo 11). Se puede otorgar documento de instrucciones previas, a la vez o de forma independiente de aquéllas, lo que se conoce como apoderamiento preventivo. Caben dos modalidades: a) Apoderamiento preventivo en sentido estricto o ad cautelam: el apoderamiento se otorga en previsión de incapacidad del poderdante; de forma que, surtirá efectos, cuando éste tenga lugar; y, b) Apoderamiento continuado o con subsistencia de efectos: se trata de un poder ya otorgado, que se mantiene subsistente y eficaz, pese a la incapacidad sobrevenida de la persona, sea ésta como en el caso anterior declarada o no judicialmente, pues, así se ha previsto por ésta, en el margen de autonomía que el ordenamiento le brinda respecto de todo aquello que su capacidad de autogobierno le permita regular hacia el futuro. Finalmente, la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad y su Protocolo Facultativo fueron aprobados el 13 de diciembre de 2006 en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, y ratificada por España en mayo del 2008. El propósito de la presente Convención es promover, proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad, y promover el respeto de su dignidad inherente. Las personas con discapacidad incluyen a aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás. Se impone la incapacitación judicial como último remedio, y se opta por medios de apoyo para la protección de personas con discapacidad. Ana Isabel Berrocal Lanzarot Profesora de Derecho Civil. Universidad Complutense de Madrid.