exégesis y dogma

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KARL RAHNER, S. J.
EXÉGESIS Y DOGMA
El extraordinario desarrollo que los estudios exegéticos han adquirido dentro de la
Teología católica en el medio siglo transcurrido ha determinado la aparición de nuevos
problemas referentes a la relación entre Dogma y Exégesis, tanto más acuciante cuanto
que el centro de la cuestión se ha ido desplazando hacia el Nuevo Testamento.
Exegese und Dogmatik, Stimmen der Zeit, 168 (1961-II) 241-263
Entre exegetas y cultivadores del Dogma se ha producido no pocas veces una atmósfera
de mutuo recelo y desconfianza, apoyada por una y otra parte con diversas razones más
o menos convincentes. A unos y otros quisiéramos dirigirnos aquí, modestamente como
compañero de trabajo, sin aludir a nadie, con espíritu unificador y libertad cristiana a un
tiempo y con el sincero convencimiento de que sólo la colaboración y leal inteligencia
entre los eruditos de ambos grupos puede elevar en definitiva a un avance fecundo de la
Teología. Hablo para vosotros como para mí mismo.
UNA PALABRA A LOS EXEGETAS
Sois teólogos católicos
¿No lo olvidáis quizás alguna vez? No quiero decir que ignoréis los principios católicos
sobre la relación de la Escritura con el Dogma, de la Fe con la investigación, de ciencia
y Magisterio eclesiástico; o que no queráis tenerlos en cuentas Pero sois hombres
sujetos a errores y culpas como todos los demás hombres, incluidos los dogmáticos. Por
eso puede muy bien sucederos que en el curso diario de vuestro trabajo no atendáis
siempre suficientemente a estos principios básicos. Podéis olvidar en la práctica que os
dedicáis a una especialidad que constituye, un momento interno de la Teología Católica
como tal, y que, por tanto, debe tener en cuenta todos aquellos principios que son
patrimonio de la Teología.
Por eso es la Exégesis católica una ciencia de la Fe, no mera Filología, sino ciencia de la
religión; dice relación positiva a la Fe de la Iglesia y al Magisterio eclesiástico. La
enseñanza e indicaciones de éste significan para la Exégesis católica no sólo una norma
negativa: una frontera que no hay que traspasar, sitio mas bien un principio positivo
interno de investigación, sin excluir los principios dimanantes de la naturaleza y
métodos propios de vuestra ciencia.
Vuestra labor dogmática
Como teólogos católicos no podéis ni debéis realizar vuestro trabajo al modo de un
simple filólogo o historiador profano y luego, cuando sus resultados ofrecen dificultades
para la Teología dogmática o para la conciencia de vuestros alumnos o de los seglares,
decir tranquilamente: "¡Esto no tiene ya que ver con nosotros, esto es cosa de los
dogmáticos! ¡Ellos verán cómo se las arreglan!". A veces tiene uno incluso la impresión
de cono si sintieseis un pequeño y secreto placer cuando podéis plantearnos a los
dogmáticos dificultades más o menos reales o supuestas. Como si creyeseis que la
KARL RAHNER, S. J.
cumbre y la mayor prueba de la autenticidad y del carácter científico de vuestra
especialidad sea el poder descubrir cada día nuevas dificultades.
Y ello no ha de ser así. Habéis de ser críticos, es verdad, despiadadamente críticos, y no
contentaros con falsas componendas; pero no debéis considerar que habéis llegado a la
cumbre mientras no hayáis cumplido del todo vuestra misión de exegetas católicos. Y a
ésta pertenece (sin que queramos decir que sea precisamente por ello y en toda su
amplitud misión de cada exegeta en particular) el mostrar la armonía entré vuestros
resultados y la doctrina de la Iglesia. El probar la verdadera y auténtica compatibilidad
de ambos y, aún mejor, el elaborar ese acuerdo es vuestro indeclinable quehacer. Y ello
no siempre aparece tan claro copio sería de desear.
¿Quién tiende el puente?
Lo curioso es que, cuando después de Haber abandonado en nosotros ese trabajo de
tender el puente entre Exégesis y Dogma, los pobres dogmáticos nos decidimos a
tomarlo sobre nuestros hombros (y entonces nos hemos de meter también en Exégesis,
ya que un puente dice relación a dos riberas), entonces sois a veces los primeros en
clamar que nosotros los dogmáticos no entendemos una palabra de Exégesis, que
hacemos un á exégesis muy chapucera y barata, y que mejor sería que no nos
metiéramos en donde no nos llaman.
¿Quién va entonces a realizar esa tarea indispensable?
Porque si, en vista de ello, se os deja, otra vez a vosotros la ocasión de realizar y de
mostrar cómo y dónde se encuentra en la Escritura el fundamento de la doctrina de la
Iglesia, entonces empezáis a disculparos y a aclarar que, aun con la mejor buena
voluntad del mundo, no podéis encontrar un sólo punto de apoyo para esa doctrina (v. g.
para ciertos sacramentos, dogmas mariológicos, etc.). Eso -decís- es cosa a la que sólo
la tradición y el Magisterio pueden responder.
Pero el Magisterio es el hurtador de una verdad de Fe, de una posible explicación, no
una fuente material de verdades reveladas. Y puede ser muy bien que la Tradición vosotros podéis comprenderlo como avezados al método histórico- no aparezca clara o
no aparezca en modo alguno en los documentos de los primeros siglos por lo que
respecta a puntos determinados. En ese caso la verdad de que se trata ha de estar
contenida implícitamente en fa doctrina de la Sagrada Escritura, y es vuestra misión de
exegetas católicos el aportar en ese momento vuestra contribución de Teología Bíblica,
sin criterios podáis contentar con dejar bien sentado el sentido literal inmediato de la
Escritura.
Si renunciáis a ello ¿no seréis más de una vez culpables de que algunos teólogos se
pasen el tiempo -como decía- "especulando en el aire"? ¿,cómo podréis quejaros cae que
se hace demasiada escolástica y poca Teología Bíblica?
KARL RAHNER, S. J.
Penetrad mejor el Dogma
¿No estará en la raíz de esa renuncia vuestra un conocimiento a veces poco profundo del
Dogma de la verdadera doctrina escolástica?
Lana más honda intelección por ejemplo del Dogma católico de la relación entre
libertad y gracia es posible que disipase vuestros temores de hablar con más claridad de
la doctrina bíblica sobre la pura gratuidad de la bienaventuranza por una parte y el
mérito por la otra. O si, en lo tocante a la Trinidad, se comprendiese con claridad lo que
la Teología escolástica enseña sobre la diferencia, de difícil apreciación y simplemente
relativa, de las tres Personas divinas, no costarla quizás tanto encontrar una tal
diferencia también en Pablo. Si tuvieseis siempre más a la vista qué es lo que realmente
excluye el Magisterio al hablar de ausencia de error en la Escritura no tendríais
dificultad en confesar cocho tal por ejemplo la afirmación en Me. 2.26 de que Abiatar
fuese Sumo sacerdote citando David comió los panes de la proposición. Y así
podríamos multiplicar los casos en que veríais que se trata de contradicciones más bien
aparentes v dificultades meramente terminológicas en el fondo.
Tened en cuenta la teología fundamental
Igualmente seria de desear que consideraseis bien qué. principios de Teología
Fundamental habéis detener en cuenta en vuestra investigación sobre los Evangelios
para fundamentar con firmeza, históricamente, la relación entre el "Cristo de la Fe" y el
que aparece como resultado de vuestra investigación; para que las narraciones
milagrosas de los Sinópticos y de. Juan, aun cuando no podáis calificarlas sin más
precisiones de reportajes históricos, conserven su fuerza probativa, considerando con
más profundidad que es un milagro en sí misino, en su concreción Táctica y en su
cognnosibilidad; para hacer ver a vuestros oyentes cómo la Resurrección de Jesús no
sólo es objeto sino también fundamento de la Fe en el Señor. Tenéis que evitar el
producir la impresión de como si opinaseis que no puede saberse históricamente por los
Evangelios que Jesús haya realizado esos milagros, sobre. todo el de la Resurrección,
que siguen siendo hoy de importancia para legitimar su Misión.
Construir y no destruir
Ningún conocimiento verdadero -aún aquél que a primera vista es causa de un
desengaño y crea dificultades que hay que superar-es en realidad una demolición.
Pero es bueno también que los no especialistas noten que construís y no que destruís,
que fomentáis el conocimiento de la vida de Cristo y no solo probáis que,
históricamente hablando, las cosas no se saben exactamente como hasta ahora se creía.
Cuando se vea claramente que no sólo dejáis en pie los datos indispensables sobre la
vida y la conciencia de sí mismo y de su Misión de Jesús, sino que los colocáis bajo más
clara luz con los métodos del conocimiento histórico, entonces los dogmáticos
comprenderán también mejor que tenéis razón cuando no concebís cada palabra de
Jesús, aun de los Sinópticos, como si hubiese sido tomada en cinta magnetofónica o por
taquigrafía de los mismos labios del Jesús histórico, sino que contáis con la labor del
Apóstol y -de la primitiva Tradición.
KARL RAHNER, S. J.
Debéis, por otra parte, proceder con consideración para con los débiles en la Fe, con los
que son más lentos en. comprender. Os habéis de esforzar por hacerles patente que
construís y no destruís. Debéis adoctrinar a vuestros jóvenes alumnos de modo que no
sufran daño en su Fe y no crean que, como pastores de las almas, su principal quehacer
es predicar desde el púlpito problemas de Exégesis que ellos mismos sólo han entendido
a medias, desorbitarlos y darlos a conocer a un público todavía poco preparado para
ello, para su escándalo y admiración.
"Quod bonum est tenete"
Por fin: es. un método. injusto y ofensivo, tanto para vosotros como para los teólogos
evangélicos, el reprocharos que habéis tomado esto o aquello de la Exégesis evangélica.
Pues ¿qué prueba esto, si la afirmación científica es exacta? Nada absolutamente. La
Exégesis protestante puede tener, sin duda, (¡no habría de hacer falta el decirlo¡)
resultados acertados.
Pero siendo esto verdad, ¿no es cierto también que por otra parte deberíais evitar el
producir la impresión de como si una Tesis evangélica os pareciese más verosímil por el
sólo hecho de haber nacido en el terreno de la Exégesis evangélica y no en el de la
católica? ¿No deberías considerar más bien que a menudo la Teología evangélica aborda
la Escritura con un método no siempre fiel a la realidad misma de las cosas y nacido no
de los principios de la Exégesis, sino filosófico a priori?
UNA PALABRA A LOS DOGMÁTICOS
No profanemos la Exégesis
Querido amigo; digámoslo honradamente: sabes menos de Exégesis de lo que sería de
desear. Tú proclamas tu derecho a penetrar en el campo de la Escritura, de buscar la
Palabra de Dios surja donde surja. Esto está bien. Pero entonces hay que entrar en serio,
con el instrumental del exegeta, ponderando el alcance y gravedad de sus problemas y
reflexiones; y no zafarse de las dificultades con una distinción excesivamente sencilla y
tienes que alegrarte de que los exegetas te encuentren alguna, aun cuando te parezca ni¡
tanto atrevida alguna vez.
¡Tengamos, pues, paciencia con los exegetas! Hoy es infinitamente difícil, dado el
campo enorme de una ciencia moderna y lo complicado de sus métodos, entender de
otra ciencia lo necesario para poder intervenir en ella. Pero ¿cuántos dogmáticos pueden
hacer esto hoy? Ni el tiempo ni las fuerzas físicas siquiera lo permiten. Seamos, pues,
prudentes por lo menos. Note contentes con citar un número de Denzinger o un párrafo
de Encíclica y exclamar: ¡Esto no se puede admitir!
Distinto terreno
Te quejas de que el Exegeta se preocupa demasiado poco de tus criterios, normas y
fuentes y te deja a tí todo el trabajo de tender el puente; pero también tú debes Hacerte
cargo de sus criterios. No lo olvides; tú trabajas con la Escritura como Palabra de Dios
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inspirada y libre de error. Pero el exegeta hace Teología fundamental. Tiene, pues, el
deber y el derecho de realizar con el N. T. el trabajo de un historiador propio de la
Teología fundamental, precisamente porque es un teólogo católico, que no debe
empezar con un simple acto de Fe sin fundamentación alguna. El debe hablar mucho
más matizadamente que el dogmático : cuando se enfrenta con la Escritura, aunque
tampoco tú debes olvidar que necesitas escuchar al exegeta para dar sentido y plena
validez a tus pruebas dogmáticas, y , que no estaría mal, por ejemplo, si en tu prueba de
la Trinidad se notase más que tienes conocimiento de la problemática del pasaje de la
Misión apostólica y cuentas, sin turbarte con la posible intervención, en su fórmula
Trinitaria, de la Teología de la comunidad.
Penetrad mejor el Dogma
Debemos además facilitar el trabajo del Exegeta, y no quejarnos como si sólo él pusiera
dificultades al nuestro. Hay muchos problemas inmanentes de la Dogmática cuya
solución sería un indudable alivio y una liberación para los exegetas.
Aun supuesta la visión inmediata de Dios en el alma de Jesús, ¿,no valdría la pena
pensar si en ciertas circunstancias una cierta in-scientia no podría ser más perfecta que
la scientia -al menos en una consideración de saberes diversos en cl hombre,
plenamente justificada psicológica y existencialmente, que permita decir que se sabe
algo en un sentido y no se sabe verdaderamente en el otro?- ¿No pertenece, quizás, a la
esencia de la libertad creada, que también Jesús tuvo y ejercitó. como verdadero
adorador obediente a la misteriosa voluntad del Padre, el que el hombre viva
adentrándose por la decisión en lo Desconocido, que sólo se conoce con verdad en su
propio ser, cuando se le acepta con amor como Desconocido?
Un estudio más profundo de la índole de Jesús resucitado y del modo consiguiente de
sus apariciones explicaría mejor las vacilaciones y discrepancias de los relatos
evangélicos sobre las mismas. También podría pensarse en un examen más concienzudo
de la relación de equivalencia entre la Trinidad económica y la inmanente, o en una
Cristología más enfocada en sentido ascensional de encuentro con Jesús hombre y de la
salvación lograda por éste como Dios- hombre ante el mismo Dios, que se acercaría más
al punto de vista de los Sinópticos y de los Hechos que la Cristología de la asunción de
la naturaleza humana por el descenso del Logos. ¿No podría suponerse que tina
Cristología funcional encierra en el fondo la tradicional Cristología ontológica con tal
que se la considere en toda su radical profundidad? ¿Y no podría una Cristología de este
género abrir a algún hombre de hoy aquel acceso a la Fe cristiana que no acaba de
encontrar por temor a algo mitológico que le parece encontrar en ella?. ¿No podrían
superarse así ciertas tendencias monofisitas (no del Magisterio Dogmático, claro está,
pero si de ciertos cristianos particulares) que en la Naturaleza humana del "Logos" sólo
ven como una librea o guiñol para Dios, algo que sólo tiene un sentido y dirección hacia
nosotros; pero no uno de libertad dialógica respecto a Dios?
Si los dogmáticos expusiésemos con suficiente. relieve al principio del Tratado de
Peccato originali la sana doctrina escolástica de la Analogía del pecado original,
entonces no sucedería que nuestros exegetas pensasen, como pasaba aún dos siglos.
después de Erasmo, que el "in quo" de Rom. 5,12 había de defenderse según la
interpretación agustiniana.
KARL RAHNER, S. J.
No se viene todo abajo
Sobre todo -es lástima tener que repetirlo aún- deberíamos abdicar de esa mentalidad a
la que volvemos una y otra vez en la práctica, aunque la hayamos admitido como falsa
desde tiempo atrás en la teoría, de citar las palabras de Jesús en nuestras pruebas como
si hubiesen de haber sonado exactamente igual en los labios del Señor. Con esta
concepción, que tomada de un modo absoluto es contraria al género histórico del N. T.
y desconoce los factores que han intervenido en la formación del mismo, no podemos
entendernos con los exegetas. Como si la narración evangélica recabase para sí el
carácter de una especie de trabajoso y detallado informe policiaco del mero suceso
histórico observable por cualquiera.
No hay que pensar que así todo se viene abajo y nada queda históricamente seguro, ni
que al fin no sepamos qué es lo que realmente sucedió: sino sólo y simplemente que
muchas cosas no se saben con tanta exactitud como hablamos creído. Porque nadie dice
que no se pueda probar el distinto genus litterarium de unos y otros pasajes mediante el
estudio de su misma naturaleza y la comparación con otros paralelos; ni que la verdad
histórica (entendida al modo actual) de los mismos no sea nunca segura. Siempre se
puede saber bastante para mantener en pie aquellos datos que en Teología fundamental
son las bases para la doctrina de la Iglesia sobre la Persona y la Obra de Jesús. Y con
certeza histórica, que es una verdadera certeza, aunque distinta de la certeza absoluta de
la Metafísica o de la Fe (cada una en su género).
Esto no dificulta, sino que más bien alivia a menudo la labor del dogmático., pudiendo
librar a éste de bien pesadas cruces. Así, por ejemplo, si llegase a ser posible aclarar
como glosa de la casuística comunitaria la cláusula excepta fornicationis causa de Mt.
5,32, no hay duda, que el trabajo del dogmático sería mucho más sencillo que si ha de
tenerla como proveniente de modo inmediato de los labios de Jesús.
El marco histórico
Cuando un profano en la Ciencia histórica se enfrenta con las fatigosas reflexiones de
un historiador acerca vg. de qué es lo que pasó exactamente con César en las Galias,
sale de ellas con la cabeza caliente. Saca la impresión cae como si, al fin, ni siquiera se
supiese si César estuvo en las Galias o no. Una sensación de marco histórico de este
tipo es muy comprensible, pero no por eso se justifica la verdad de la conclusión. Así
pasa también cuando el profano examina el trabajo de los exegetas, supuesto
naturalmente que éstos trabajan con conciencia y no opinan que su quehacer principal
sea la destrucción de todo lo que el profano admite como seguro; y supuesto también
que realizan su labor como teólogos creyentes y a partir de esta posición tienen la
oportunidad de trabajar con mucho más acierto que aquél que es ciego para lo que en su
historia se anuncia: el Milagro de la Gracia de Dios en Jesucristo. Pero ¿por qué no
hemos de suponer que eso se da en nuestros exegetas?
Lo dicho no significa que debamos aceptar cada uno de los resultados, confiados
ciegamente en la ciencia de los especialistas. Tenemos el derecho y el deber de hacer
Exégesis en la medida de nuestras posibilidades y comprobar serenamente las
averiguaciones de los exegetas. Pero procuremos también no sucumbir a nuestra típica
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tentación de acercarnos a ellas en plan de contradicción o de recelo, como si
hubiésemos de oponernos sistemáticamente a su método.
El púlpito...
Una cuestión completamente distinta es qué significación puedan tener los resultados
maduros y aceptables de una tal Exégesis para el púlpito, la enseñanza y la formación
religiosa.
En el púlpito se parte con razón y por deber del supuesto del Libro Sagrado (lo cual no
ha de hacer el exegeta que trabaja a lo teológico- fundamental). La base en que se apoya
un sermón en el púlpito es, pues, diversa de la de una charla del Profesor en el
Seminario de Exégesis. Así muchas cosas que la Exégesis cultiva quedan excluidas del
púlpito, aun cuando el fiel tiene un derecho a que la predicación no esté en
contradicción con los resultados ciertos de la investigación exegética. En qué medida
hayan de ser iniciados los fieles en los problemas teológicos fundamentales de Exégesis,
sea por la predicación dominical o, mejor, quizás, por conferencias y artículos,
dependerá de las edades y de la formación religiosa. Pero nunca hay que olvidar que la
Predicación es la proclamación de la Palabra de Dios y está al servicio de la edificación
en la Fe.
ALGUNAS REFLEXIONES ADICIONALES
Los dogmáticos y los exegetas deben saber que no son los señores sino los servidores
del Magisterio que Cristo confió .a Pedro y a los Apóstoles, no a los Profesores. Pero
asimismo es verdad, como no sólo Hegel sino también los Profesores saben, que Dios
ha dispuesto las cosas de tal modo en el mundo que el Señor necesita del servidor y, aun
siendo superior, depende de él.
Este servicio del Magisterio requiere para poder ser fecundo la concesión de aquel
espacio de libertad plenamente confiada sin el cual el servidor no puede cumplir su
modesto pero necesario quehacer.
Porque la ciencia eclesiástica y, sobre todo, la Exégesis tiene hoy un campo más amplio
que el de los temas puramente científicos, ha de ocuparse del hombre de hoy. De ese
hombre que espiritualmente es hijo del historicismo y de las ciencias naturales,
necesitado y ansioso de Fe. Esto obliga a veces a plantearse cuestiones difíciles y
penosas, a buscar soluciones nuevas y aún no experimentadas.
El intelectual no teólogo tiene a veces la impresión de que esas cuestiones no están
resueltas, de que en realidad no se tiene ninguna respuesta clara, de que se pasan de
largo y se esquivan, impidiéndose su noble discusión. Esto puede ser en cierto modo
mortal para las posibilidades de Fe del hombre de hoy. Él desea saber claramente qué
hay de la Evolución, qué dice la Iglesia sobre la Historia de las religiones; cuál es la
suerte de los innumerables no-cristianos; por qué hoy tenemos tan pocos; qué decimos
de la inmortalidad del alma y de su prueba. A estas cuestiones se añaden otras
exegéticas y de Teología bíblica sobré el carácter histórico de la Escritura, aun del N.
T.; sobre la credibilidad de los milagros allí narrados; sobre la cognoscibilidad histórica
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de la Resurrección de Jesús; sobre la discrepancia real o aparente de sus narraciones;
sobre la relación de la doctrina de Jesús con la Teología y la praxis de su mundo
ambiental. Si la Exégesis rehuyese tales o parecidas cuestiones faltaría a su deber.
Aunque esas preguntas son difíciles y peligrosas.
¿Por qué no puede, pues, permitir hoy que sean consideradas y discutidas soluciones
cuya componibilidad con la doctrina obligatoria de la Iglesia no es clara y manifiesta
desde un principio, como en otro tiempo se dieron dentro de la Iglesia (y ésta las
permitió para utilidad de la Teología) escuelas y orientaciones teológicas dispares y en
realidad también peligrosas, ya que las afirmaciones de ambas escuelas no podían ser al
mismo tiempo y desde el mismo punto de vista verdaderas?
Sucede, además, por otra parte, que un nuevo punto de vista, recto en sí, requiere cierto
tiempo de incubación social en la Iglesia, hasta que el conjunto de los fieles se ha
acostumbrado a ella y se ha vivido, aun existencialmente, su conformidad con la antigua
Fe de la Iglesia.
El Magisterio eclesiástico tiene desde luego el derecho y el deber de vigilar ese proceso
de búsqueda, de prueba y discusión; de corregir o cerrar el camino a desviaciones,
aunque esa actuación pueda resultar dura y amarga en algún caso para este o aquel
teólogo en particular. Pero es de desear que, en lo posible, se permita el- libre juego de la
discusión científica entre teólogos. Estos tienen una función insustituible con valor
propio y peculiar. Son necesarios en la Iglesia; sin que esto signifique que haya que
darles a priori carta blanca para decir cualquier disparate o expresar ideas que cualquier
teólogo reconoce claramente como inadmisibles. Y, aun aquí, nada digamos de la
dificultad que supone el trazar una frontera exacta entre lo que a fin de cuentas merece
una carta de discusión y lo que no. En esto habrá que contar siempre con la limitación
humana e ir superando a la larga las impresiones y dificultades con humildad, paciencia
y caridad.
Terminemos con una consideración relacionada con todo lo dicho hasta ahora.
Supongamos que los teólogos se ocupan de un arduo problema actual de Exégesis.
Puede suceder que uno de ellos crea que la opinión del otro es inconciliable con las
declaraciones obligatorias del Magisterio. Esta apreciación puede ser exacta o falsa,
pero, en todo caso, debe manifestarse en interés del mismo progreso de la Teología y en
clima de fraternal discusión y corrección que debe reinar entre los teólogos.
Pero si este Teólogo advierte que una simple crítica dará lugar a medidas disciplinares
inconsideradas, quizás evite el hacerlo o se contentará con expresar su disentir a la
callada creando un clima de mutua desconfianza, que sería perjudicial a la búsqueda de
la verdad y a la misma misión tutelar del Magisterio.
Tradujo y condensó: FRANCISCO DE P. MOXÓ
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