LOS PRODUCTOS PETROLíFEROS EN HISPANOAMÉRICA

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Simp. Arqueología industrial 49 ICA, 9, pp. 93-118
LOS PRODUCTOS PETROLíFEROS EN
HISPANOAMÉRICA: NOTICIAS ANTERIORES AL
SIGLO XIX
L. F. MAZADIEGO MARTíNEZ (*); O. PUCHE RIART (**); J.F. LLAMAS
BORRAJO(*): A. SANZ GONZÁLEZ (***)
(*) ET.S. INGENIEROS DE MINAS DE MADRID
(**) ET.S. INGENIEROS DE MINAS DE MADRID e I.N.H.I.G.EO.
(***) INGENIERíA 75
INTRODUCCiÓN
Las sustancias petrolíferas han sido conocidas desde tiempos muy antiguos.
Las aplicaciones que de ellas se hicieron se orientaron en un principio hacia fines
arquitectónicos, artesanales y medicinales. Fueron los denominados en Geoquímica
como Indicios Superficiales o filtraciones los que llamaron la atención de nuestros
antepasados, sobre todo por su aspecto físico, ya fuera el color, el olor o el tacto.
Los Indicios Superficiales son las diferentes manifestaciones de propiedades
químicas de gases, aguas, rocas y suelos que están relacionadas en su origen con
depósitos petrolíferos cercanos, o que señalan condiciones favorables a la existencia
de los mismos.
Suelen clasificarse en dos grandes grupos: a) Indicios Directos; e b) Indicios
Indirectos. Los primeros son los provocados por la presencia en gases, aguas, rocas
o suelos de componentes dispersos del petróleo, ya sea como bitúmenes sólidos o
líquidos, o como hidrocarburos gaseosos. Los Indicios Directos se denominan "activos
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o vivos" si los productos se renuevan constantemente como consecuencia de una
circulación activa subterránea. De este tipo son las fuentes o manantiales de bitumen
o gas, los volcanes de lodo, etc.
Se dice que los Indicios Directos son "fósiles o muertos" si no hay renovación
permanente que compense las pérdidas por oxidación en superficie. Como ejemplo
de estos indicios son de destacar las arenas asfálticas.
Por su parte, los Indicios Indirectos se subdividen en Indicios Indirectos de tipo
I y de tipo 11. Los del tipo I engloban las características de gases, aguas, suelos y
rocas que aparecen como consecuencia de reacciones químicas de algunos
constituyentes del petróleo con el medio en que se encuentran. Dentro de esta clase
de Indicios Indirectos se sitúan la presencia de sulfuro de hidrógeno en algunos
gases, o de sodio en las aguas.
Los del tipo 11 son aquellas características de aguas y gases que expresan
condiciones favorables para la existencia de depósitos sin que se detecten éstos de
manera directa. Un ejemplo pudiera ser la detección de cloruro de calcio en las
aguas.
En cualquiera de los dos tipos, el mecanismo es común: los hidrocarburos,
preferentemente los de menor peso molecular, escapan de las trampas y, a favor de
fracturas, fallas o fisuras interconectadas, migran hasta alcanzar los niveles
superficiales.
Es entonces cuando estos hidrocarburos llegan a la superficie (Indicios
Directos: emanaciones de gases, lagos de asfalto, etc.) e interaccionan con el
ambiente circundante (Indicios Indirectos: condiciones reductoras, precipitación de
Carbonatos de Disociación Térmica Prematura o de Duchscherer, exhalaciones de
gas radón o de helio, etc.).
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Es importante señalar que cuando se citan los indicios superficiales en el
campo de la Historia del Petróleo sólo se están considerando aquéllos que responden
a filtraciones de hidrocarburos (Indicios Directos) y no a productos asociados a ellos
(Indicios Indirectos), válidos en las actuales campañas de prospección pero que
pasaron desapercibidos en el pasado.
Aunque no tan abundantes como las que se refieren a los actuales Irán e Irak la Mesopotamia de los ríos Tigris y Eufrates - o a las costas del mar Caspio y las
ciudades de Bakú y Astracán, también pueden citarse noticias de hallazgos de
localizaciones petrolíferas en el continente americano. La mayoría proceden de los
europeos que arribaron a ese continente y que, igual que sucediera en otras partes
del planeta, quedaron asombrados por sus numerosas aplicaciones. Ya no tuvieron
que recurrir a la intuición para decidir su uso, puesto que conocían las virtudes de los
compuestos orgánicos a través de las obras de los clásicos. Sin embargo, tuvieron
la fortuna de encontrarse con pueblos indígenas, autóctonos de la región que habían
descubierto, que, lejos de la incultura y atraso con que los enjuiciaban, ya sabían
utilizar el asfalto y otros productos similares de manera parecida a lo que hicieran las
civilizaciones mesopotámicas.
El licenciado en medicina JUAN DE CÁRDENAS (1563 - ...), que viajó hasta
el continente americano y dedicó gran parte de su vida al estudio de la naturaleza del
Nuevo Mundo, escribió, en el capítulo 111, libro 1, de su obra "Problemas y Secretos
Maravillosos de las Indias" (1591) esta curiosa descripción: "Otras, por ser gruessas,
viscosas y azeitosas, y juntamente ca líentes, se convierten en calíentes y azeitosos
minerales, como lo es el betún y el aqufre cuando se derrite; otros assí mesmo por
ser calidíssimas, gruessas y terrestres, se convierten en calídíssimos y terrestres
minerales". En este texto, CARDENAS se explaya en comparar el bitumen encontrado
en ese continente con el que procedía de otros rincones del planeta: "Cosa es notoria
y sabida la que cuenta Galeno del lago llamado por otro nombre el Mar Muerto de
Gomarra, el cual tiene tal propiedad que jamás cosa biva que echassen en él se fue
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a lo fondo; y assí dizen que, si un hombre se arroja a nadar en esse lago, aunque en
su vida aya otra vez entrado en el agua, anda sobre ella como un corcho, sin poderse
hundir; pero esto va fundado en razón, y es que aquel agua, por la mucha sal que
tiene, es tan por estremo gruessa y pesada, que cualquier cosa biva que la hechen
dentro le es liviana para poderla sustentar sobre sí, que podemos dezir ser como el
azogue, cuya gravedad y peso es tanto que aunque le hechen dentro pelotas de
plomo, es impossible hundirse en él ", para añadir poco después, refiriéndose a los
descubrimientos realizados en América que "no se puede negar que hay admirables
y peregrinas fuentes, cuyas aguas tienen en sí admirables afectos, entre las cuales
podemos contar las medicinales fuentes, que los médicos suelen llamar sulphúreas
bituminosas, aluminosas y otras desta jaez". En el capítulo XVII, expone que "la
materia que por tantos años ceva y sustenta el fuego de los bolcanes sin falta es el
ac;ufre y el asphalto o betún (que también es mineral que de suyo arde)" construyendo
así una teoría sobre el origen de las erupciones volcánicas que vinculaba al betún,
y que tuvo cierta aprobación en la Europa de los dos siglos siguientes. Por último, en
el capítulo XVIII, libro 1, describe lo que debían ser emanaciones gaseosas: "Hay una
fuente llamada Epiro que si meten una candela apagada dentro se enciende, y, si va
encendida se apagará (. ..). Con el agua de aquella fuente vienen mezclada alguna
parte de fuego", que recuerda casi palabra por palabra al comentario escrito tanto por
Díodoro Sículo como por Plutarco al referirse a otra fuente parecida, mezcla de fugas
de hidrocarburos y gases de actividad volcánica, sita en el legendario oráculo egipcio
de Sivah, aquél al que acudió Alejandro Magno antes de iniciar su campaña contra
el rey persa Daría.
En otro párrafo vuelve a describir una fuente o emanación de hidrocarburos:
"Lo segundo que quiero que por muy cierto presupongamos es que aquel calor, con
que el ac;ufre
o asphalto calienta el agua, no entendamos que otro cuerpo se lo
comunica al ac;ufre, porque si otro cuerpo caliente se lo diera y comunicara, también
se lo diera el agua y assí fuera bien impertinente, para aver de calentar el agua,
calentar primero el ac;ufre ".
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También GONZALO FERNANDEZ DE OVIEDO (1478-1557) en el Libro XIX,
capítulo 11 de su "Historia General de las Indias", cuando describe la isla de Cabagua,
dice: "Tiene la punta del oeste una fuente ó manadero de un licor, como aqeyte, junto
a la mar, en tan manera abundante que corre aquel betún o licor por encima del agua
del mar, haciendo señal más de dos y tres leguas de la isla,
e aún da
olor de sí este
aqeyte. Algunos de los que lo han visto dicen ser llamado por los naturales "stercus
demonis" é otros lo llaman ''petrolio''} é otros "asphalto", y los que este postrero
dictado le dan, es queriendo deqir que este licor del género de aquel lago Asphaltide,
en quien en conformidad muchos autores describen. Aqueste licor de Cabagua hallan
que es utilissimo en muchas cosas é para diversas enfermedades, é de España lo
envía á pedir con mucha instancia por la experiencia que desto se tiene por los
médicos, é personas que lo han experimentado,
a
cuya relación me remito".
Según comenta MAESTRO DE LEON en su libro "El Petróleo en el mundo
moderno" (1944), el petróleo y el asfalto se conocen en América desde hace siglos.
Las tribus y pueblos precolombinos, los aztecas de Méjico y los mayas del Yucatán
los emplearon en la construcción de sus colosales templos y en las edificaciones de
sus urbes, sobre todo en aquellos lugares cercanos a acumulaciones de tales
sustancias. Si bien el uso en arquitectura es bastante menor que el que se hizo en
Babilonia, dicho autor cita ejemplos de tal empleo en las regiones lindantes con el
lago Titicaca, que, hasta hace pocos años, fueron objeto de investigación.
En la costa norte del Perú puede visitarse el yacimiento de La Brea, que ya
fuera beneficiado en tiempos del Imperio Inca. La prueba está testimoniada por los
huacos, ollas y otros objetos de artesanía que, entre otras instituciones, muestra el
Museo de Arqueología de Lima, y en los que se aprecian los restos del barniz
bituminoso con que los cubrían para hacerlos más impermeables. Una vez se
agotaron los indicios superficiales, los incas practicaron pozos para extraer la brea.
Debieron hallar petróleo líquido, que concentraron mediante el cocimiento en grandes
"pailas", cuyos restos todavía se pueden contemplar.
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En 1.912, la empresa de Negritos, concesionaria del yacimiento, todavía
utilizaba este procedimiento, tal como expone DEUSTUA en "Estado actual y porvenir
de la Industria Petrolera en el Perú" (1912).
Al Oeste de Argentina, en la provincia de Mendoza, según señala MOSCONI
(1926), "mucho antes de la Conquista se llevaba a Chile, por El Planchón, petróleo
y asfaltos bituminosos, que servían de base a un gran comercio". Quizá estas
transacciones estaban destinadas al abastecimiento de estas sustancias para la
celebración de los actos religiosos. El petróleo y productos asociados se beneficiaban
en lo que hoyes un importante yacimiento argentino, ubicado en torno a la ciudad de
Mendoza, donde destaca el yacimiento denominado Cerro Alquitrán.
LA ISLA DE CUBA
Se piensa que el primer descubrimiento de indicios superficiales en América
que fue contado por europeos es el del lago asfáltico de Puerto Príncipe (Cuba). La
actual ciudad de La Habana era llamada Carene, ya que era allí a donde se dirigían
los buques para ser carenados, esto es, reparados con asfalto. BERNAL DIAZ DEL
CASTILLO (1492 - 1580) escribió a este respecto en el capítulo VI de su "Historia
Verdadera de la Conquista de la Nueva España" (1575) que "hasta que nuestro Señor
Jesucristo nos llevó
a puerto Carenas, donde ahora está poblada la villa de La
Habana". Incluso, en otra parte de este texto, concretamente en el capítulo XIX,
explica que "el gobernador Diego Velázquez ordenaba de enviar otra armada muy
mayor que las de antes, y para ello tenían ya diez navíos en el puerto de Santiago
de Cuba; los cuatro dellos eran en los que volvimos cuando lo de Juan de Grijalva,
porque luego les hizo dar carena y adobar'. Unas líneas antes, en el capítulo XIV,
vuelve a incidir en el uso del asfalto cubano para el calafateado de los buques:
"Acordamos que fuese el capitán Pedro de Alvarado en un navío que se decía San
Sebastián, porque hacía agua, aunque no mucha, porque en la isla de Cuba se diese
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carena". Bien es sabido que este tipo de sustancias orgánicas han sido empleadas
desde el año 2.000 a. C. para dar estanqueidad a las embarcaciones y protegerlas
de posibles roturas y entradas de agua.
La primera referencia a esta zona y tal vez de toda América, hay que
atribuírsela a GONZALO FERNANDEZ DE OVIEDO y VALDES (1478-1557) que
explicó en su "Sumario de la Natural y General Historia de las Indias" (1526) que "era
usado para embadurnar el casco de los buques" y, así, protegerlo de roturas y
posibles entradas de agua. FERNANDEZ DE OVIEDO, considerado por muchos
historiadores como el primer cronista de las Indias, decidió poner por escrito las
injustas condiciones de vida que soportaban, tanto los indígenas como los españoles,
debido a la crueldad de los gobernadores. En uno de los capítulos, dedicado a Cuba,
puede leerse que "en la dicha isla, y no muy desviado de la mar, sale de una
montaña un licor o betún a manera de pez o brea, y muy suficiente y tal cual
conviene para brear los navíos; de la cual materia, entrada en la mar continuamente
mucha copia de e/la, se andan sobre el agua grandes balsas o manchas, o
cantidades encima de las ondas, de unas partes
o
otras, según las muevan los
vientos, o como se menean y corren las aguas de la mar de aquella costa donde este
betún o materia que es dicha anda. Quinto Curcio, en su libro quinto, dice que
Alejandro allegó a la ciudad de Memi, donde hay una gran caverna o cueva, en la
cual está una fuente que mirabilmente desparee gran copia de betún, de manera que
fácil cosa es creer que los muros de Babilonia pudieron ser murados de betún, porque
otro tal hay en la Nueva España, que ha muy poco se halló en la provincia que llaman
Pánuco, el cual betún es muy mejor que el de Cuba, como se ha visto por
experiencia, breando algunos navíos".
Años después, también lo describiría el médico sevillano NICOLAS
MONARDES (1565) en un extenso tratado de título "Historia Medicinal de las cosas
que se traen de nuestas Indias Occidentales" (1565). En este texto puede leerse que
"el bitumen es una clase de brea. Abundan en la isla de Cuba ciertas fuentes,
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situadas cerca del mar, que dan bitumen de color negro y con un fuerte olor. Los
indios lo usan para fines medicinales, mientras que nuestros hombres se sirven de
él para calafatear los barcos (. ..) Mi opinión es que es nafta, de la que ya hablaron
escritores como Posidonio, que se refirió a las fuentes de Babilonia, y que era blanca
y negra ".
En la edición de la "Historia Natural" de PUNIO (23 - 79 a. C.) prologada por
el licenciado GERONIMO DE HUERTA (1629), éste anota un comentario sobre la isla
de Cuba: "Tiene la isla de Cuba dos cosas muy notables, que son un valle donde se
crían gran cantidad de piedras tan redondas como pelotas de artillería, y una fuente,
junto al Puerto del Príncipe, de donde mana maravilloso betún para brear los buques",
que supone la aceptación definitiva de su riqueza petrolífera, toda vez que DE
HUERTA bebe de las crónicas de los conquistadores para completar la obra de
PUNIO.
Esta filtración también fue citada por PAUL BOCCONE (1697), que puntualizó
que sus productos se acabaron convirtiendo en una importante mercancía entre
América y Europa. En torno a estos indicios, fue creado el primer astillero del Caribe,
como consecuencia del deterioro y abandono a que los últimos reyes de la dinastía
de los Austrias, debido a la gran crisis económica, había condenado a la marina
española lo cual amenazaba la buena marcha del comercio con América. La decisión
fue tomada por el rey Felipe V en el año 1725.
EL IMPERIO INCA
El segundo grupo de indicios registrados por los españoles fue localizado en
el antiguo Imperio Inca, en los actuales estados de Perú y Ecuador. El ya citado
MONARDES, al referirse a los mismos, describe un método que bien pudiera tratarse
de la destilación por descenso: "En la región del Collao -región del lago Titicaca
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habitada por los aymaras- hay una provincia en lo que no crecen cualquier tipo de
árbol y plantas, ya que la tierra está embebida de resinas. Estas resinas las utilizan
los indios para fabricar una especie de licor que sana multitud de enfermedades. Para
producirlo, hacen unos grandes agujeros en el suelo donde colocan madera y
recipientes, que recogen el líquido originado de la goma tras calentarla con fuego.
Cuando esto sucede se levanta un humo negro acompañado de un olor desagradable.
El licor lo destinan para curar dolencias, preferentemente aquellas debidas
resfriados y
a
a contusiones ".
Más frecuentes son las referencias a las filtraciones de la zona colindante a los
actuales campos petrolíferos de Lobitos. Fueron mencionadas por primera vez por
AGUSTIN DE ZARATE en "Historia del descubrimiento y conquista del Perú" (1555),
obra escrita tras su viaje por el Virreinato del Perú entre los años 1544 y 1551: "En
un cabo o punta, llamado Santa Elena por los españoles -perteneciente al
departamento ecuatoriano de Guayaquil- hay una emanación de pez o alquitrán que
les sirve para arreglar sus barcos". A estos productos petrolíferos, los incas dieron en
nombrarlos con la voz "mene".
El padre JOSE DE AGOSTA, que asimismo recorrió el Virreinato peruano entre
el año 1569 y el 1583, escribió en "Historia Natural y Moral de las Indias" (1590) que
"en un lugar del cabo de Santa Elena hay una fuente de brea,
a
la que en Perú
denominan copey, y que los marineros utilizan para embrear sus sogas y sus jarcias
". En realidad, la voz "copey" no estaba muy extendida en Perú, como aseguraba DE
AGOSTA, sino que procede de la lengua taína, original del Noroeste del Brasil, que
se desmembró en numerosos dialectos centralizados en el alto Orinoco.
GARGIA TAPIA en su libro "Del Dios del Fuego a la máquina de vapor" (1992)
afirma que "en la punta de Santa Elena los indígenas sacaban el asfalto de pozos
naturales y luego lo hervían en al/as de barro para darle mayor untuosidad. Con este
producto se untaban para protegerse del frío los que se sumergían en el agua".
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GERONIMO DE HUERTA comenta que "hay dos fuentes, una en la isla del
Lobo, cerca de Lima, que es un betún llamado copal -denominación probablemente
errónea o mal transcrita, ya que debió confundirla con la planta así llamada en Méjico
y que se adicionaba al betún- , y otra en la Punta de Santa Elena, con la que se
calafatean los navíos".
A cuenta de estos indicios, se gestó una curiosa leyenda, atribuida en un
principio a CIEZA DE LEON (1520-1560), que aseguraba haber visto huesos de
tamaño gigantesco, que debían corresponder a animales prehistóricos extinguidos,
tal como relata en "Descubrimiento y conquista del Perú" (1541). Los nativos
justificaban estos restos óseos a partir de una tradición que se centraba en la llegada
al lugar de unos hombres que "tenían tanto uno de ellos de la rodilla abajo como un
hombre de los comunes en todo el cuerpo". Contaban que eran malvados y crueles.
Su comportamiento violento desencadenó la ira de Dios, que les destruyó lanzándoles
fuego hasta abrasarlos. Los postreros rescoldos aún se pueden ver en ciertos puntos
de la zona, decían, identificándolos con las filtraciones de hidrocarburos.
En la misma línea, LEON PINELO, en su obra "EI Paraíso en el Nuevo Mundo"
(1655), aportó abundantes testimonios sobre restos de gigantes, a los que
consideraba anteriores al Diluvio Universal, y de los que escribe que "en la punta de
Santa Elena salen los huesos con el betún de lo profundo de la Tierra, donde
quedarían enterrados y cubiertos de montes".
En 1700, el padre JUAN DE VELASCO volvería a citar el cabo de Santa Elena
en "La Historia del Reino de Quito" (1789): "Ellos -los indígenas- mezclan con caliza
un tipo de bitumen del que escribiera Gomara en el párrafo 194 de su Historia
General. Esta maravillosa mezcla es uno de los muchos secretos y conocimientos de
los indios que hemos perdido debido al descuido de los primeros conquistadores. La
utilizan para unir las piedras fuertemente entre sí, al modo en que con pegamento se
unen dos trozos de madera. Los europeos, tras observar que las piedras estaban
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separadas por una fina capa de caliza de una o dos pulgadas de espeso,- se
asombraron al comprobar que era más fácil romper a golpes los bloques de piedra
que separarlas". Este empleo permitía engarzar los bloques de piedra con una mezcla
cementada de bitumen y distintos minerales, que hacía las veces de argamasa.
No se sabe a ciencia cierta dónde observó DE VELASCO esta particular
masilla bituminosa inca, que, incluso, es objeto de controversia entre los arqueólogos.
Lo llamativo del caso es la semejanza con la que fuera empleada por los habitantes
de Mesopotamia.
Actualmente, los principales yacimientos peruanos se concentran en la costa
lindante con la frontera con Ecuador, entre Tumbez y el río Chira, fuente de
numerosos conflictos bélicos entre ambos países en su afán por situar los límites
territoriales de manera que los principales yacimientos caigan en sus respectivos
dominios. También se beneficia petróleo en lo que es la prolongación de las
concesiones ecuatorianas de Santa Elena. Los campos más ricos son los de Lobitos
y Negritos, ya conocidos en la época precolombina.
Frente a estos yacimientos, la brisa marina trae periódicamente un fuerte olor
a gasolina debido a desprendimientos de gas que se producen en alta mar. Filtraciones gaseosas parecidas son frecuentes en tierra firme.
EL LAGO DE ASFALTO DE TRINIDAD Y LAS ANTILLAS
El tercer grupo de indicios se concentra en el lago de asfalto de Trinidad. No
se tienen documentos que certifiquen cuándo fue vislumbrado por primera vez, siendo
necesario remontarse hasta el año 1595 para encontrar la primera prueba escrita. En
febrero de ese año, Sir WALTER RALEYGH abandonó Inglaterra, después de
culminar un viaje anterior a Norteamérica, con el objetivo de buscar y encontrar el
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mítico Eldorado. Fue entonces cuando arribó el 22 de marzo de ese año en San José
de Oruña, capital de Trinidad, visitando un lugar llamado Parico "donde abunda una
sustancia que los nativos conocen como piche ya la que los españoles llaman tierra
de brea. Hay tal cantidad de esta brea que los buques de todo el mundo que llegan
a esta zona se sirven de ella. Hicimos experimentos para garantizar que su empleo
era válido para arreglar los barcos, siendo excelentes los resultados, más si cabe
porque esta brea no se funde con el calor del sol como acontece con la que se extrae
en Noruega", para añadir que "asombra una superficie desnuda, lisa pero negra como
el betún".
El lago ocupa una superficie de medio kilómetro cuadrado y alcanza en
profundidad casi los cincuenta metros en algunos puntos. Está alimentado de manera
casi continua por emanaciones subterráneas. Se ha desbordado en ciertas ocasiones,
originando coladas de asfalto que han llegado a más de cien metros. En realidad, no
está formado sólo por betún, sino por una emulsión con el 40 % de betún, un 30 %
de arcilla y otro 30 % de agua. La riqueza petrolífera de Maracaibo fue protagonista
de una historia que bien pudiera ser el argumento de una novela. En torno a sus
pozos se agruparon terratenientes que, sabedores de las posibilidades de la zona,
quisieron crear una república independiente, a la que denominaron Zulia, que querían
se extendiera desde el lago hasta la comarca colombiana de Catatumbo.
El otro gran lago de asfalto venezolano, conocido como Lago Bermúdez, se
encuentra en la otra orilla del golfo del Paria y aunque mayor en longitud -unos
1
cuatro kilómetros y medio- que el de Maracaibo, es menos profundo -unos dos
metros-o
HUMBOLDT (1769 - 1859) también cita estos indicios en una carta que dirigió
al Barón de Forell, ministro de Sajonia en la Corte de Madrid y que aparece fechada
en el año 1800: "Esta arcílla muriática, muy rica en el Popoyán y Quito, es tan pobre
en sal nativa en las provincias del Este (Nueva Barcelona, Nueva Andalucía), que
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apenas se apercibe en el microscopio. Contiene más del 0,3 % de petróleo, y es el
origen de brea en la Trinidad, en el Buen Pastor sobre la costa de Paria, y en el
mismo golfo de Carraca, golfo formado, según la tradición geológica de los indios
Guaiguerys, por un temblor de tierra, y que parece hallarse todavía en comunicación
con los volcanes de Cumucata, que vomitan azufre, gashidrógeno yaguas calientes
hidrosulfurosas ".
PERCY SPIELMAN (1938) defiende que los indios caribeños ya conocían las
propiedades de este asfalto, y que, quizá, sabedores de sus virtudes, intentaron, esta
vez con éxito, ocultar el lago a los españoles, temerosos de que pudieran arrebatarles
el derecho a extraerlo. Incluso pudiera ser que ni el propio RALEYGH ni su primo
ROBERT DUDLEY, a los que en la literatura anglosajona se les atribuye el
descubrimiento, llegaran jamás a visitarlo. Acaso vieron asfalto que era arrastrado por
las aguas y que se acumulaba en determinados puntos de la costa. SPIELMAN es
de la opinión que no fue hasta que DE LERY llegó en 1786 a estas tierras cuando un
extranjero contempló el lago.
Unos años más tarde, ANDERSON (1789) escribió una carta en la que
afirmaba que "el lago resuelve cualquier contratiempo que pudiera afectar a los
buques". Describe las aureolas que se forman en la superficie de las aguas y
demuestra que a sólo un pie de profundidad, el asfalto es mucho más aceitoso,
añadiendo que "es parecido al clasificado como Bitumen Asphaltum Unnaei. Es el
más útil para preservar los cascos contra la plaga del teredo, tan destructiva para los
barcos en estas latitudes". Los teredos son unos moluscos marinos, pertenecientes
al orden eulamelibranquios de la clase bivalvos. Una de las especies principales es
el "Teredo norvegica", cuyo cuerpo, vermiforme y casi transparente, está protegido en
la parte cefálica por una diminuta concha oblicua, compuesta por dos valvas de unos
8 mm de longitud. En su estado de larva, el teredo se fija en cualquier objeto de
madera sumergido; después, mediante movimientos alternativos del pie, utiliza las
valvas para excavar en la madera galerías de hasta 30 cm, que luego recubre de una
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delgada capa calcárea. Probablemente, ANDERSON se refería a la variedad "Teredo
navalís", que vive en las aguas costeras de las zonas templadas del Atlántico, el
Pacífico y mares adyacentes.
El doctor NICOLAS NUGENT (1807) aseguraba que había escuchado relatos
según los cuales "Ios españoles se encargaron de preparar la brea con propósitos
comerciales. Incurrieron en la imprudencia de situar las calderas sobre el lago,
hundiéndose en el curso de una noche, así que fracasaron en sus objetivos". El
almirante THOMAS COCHANE, décimo Conde de Dundonald (1775 -1860) exami-nó
el lago en 1848, patentando diversos productos entre 1851 y 1853 a partir del asfalto
que extrajo, tanto para producir aromatizadores como para aceite de lámparas.
Estas manifestaciones de petróleo también acaecían en las aguas marítimas
de la costa venezolana, sobre todo en la boca de entrada del lago Maracaibo. Las
irisaciones formadas en la superficie del mar eran empujadas por los vientos y se
reunían en las costas, originándose productos oscuros, viscosos, que eran
denominados "caca de ballena" por los nativos, tal y como expone GUILLEMOT en
su libro "Geología del Petróleo" (1982).
Otros indicios petrolíferos en el mar que fueron observados por los indígenas
y los viajeros europeos son los del golfo de Chichiriviche, descritos por el antes citado
GUILLEMOT, que aún hoy en día son visibles. Se trata de ciénagas de manglares
cubiertas por arcillas lagunares. Durante los meses de otoño, cuando cesan los
vientos dominantes del Este y son sustituí-dos por los del Norte, se produce un
cambio del sentido de las corrientes costeras en la bahía, que trae como
consecuencia un desplazamiento de las arenas hacia otros puntos de la costa. De
esta manera, grandes cantidades de gas de los pantanos, libres del peso de los
sedimentos, migran a través de las fracturas hasta llegar a la superficie y provocar un
efecto de enturbiamiento de las aguas similar al que se observa en el mar Muerto y
que hiciera pensar a los autores clásicos que sus aguas hervían.
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GRIFFITH HUGHES en su "Natural History of the Island of Barbados" (1750),
refiriéndose a los crudos de dicha isla de las Antillas, escribió que "se encuentra una
exudación bituminosa en las colinas de Sto Andrews y Sto Joseph, que es de un negro
sucio, tendente al gris. El método por el que se abastecen de él consiste en practicar
un agujero o una fosa en un punto cercano a desde donde se filtra: se concentra por
gravedad, obteniéndose una película estrecha, o crema, de este líquido de bitumen
que se destila
a la supeTficie. Es entonces cuando, una vez extraído, se acumula en
vasijas. La estación más idónea para sacarlo son los meses de enero, febrero y
marzo. Es tan inflamable que se utiliza en lámparas. Tiene excelentes propiedades
medicinales, siendo usado con gran éxito en desórdenes de parálisis y nerviosas, así
como para curar erupciones cutáneas. Incluso sirve para verterlo sobre los caballos
cuando están extenuados.
Este bitumen, y otro más negro que se halla en St. Joseph, son los más
frecuentes de localizar en la isla. Hay otros tipos, uno de ellos de carácter sólido, que
llaman Munjack o Manjak. Se beneficia de estratos a diferentes profundidades en las
laderas de las colinas de Si. Andrews y St. John. El reverendo MAUNDREL lo
compara con el existente en el mar Muerto y que influyó en la destrucción de las
ciudades de Sodoma y Gomorra. En gran medida puede comparárselo con el carbón.
Cuando los tipos líquidos de bitumen son extraídos, el suelo circundante acaba
presentando un aspecto cenagoso, algo así como un lodazal; si es el bitumen sólido
el que se ha sacado, el suelo se vuelve negro impidiendo que germinen las plantas.
Si por accidente, estas vetas bituminosas entraran en contacto con el fuego,
continuarían ardiendo durante mucho tiempo. Esto sucedió en un flanco de St. John,
antes cultivado de patatas, que ardió cinco años completos".
"Sin embargo", puntualiza HUGHES, "habría que seguir estudiando estos
fenómenos para corroborar la opinión de LE CLERC, que opina que fueron bloques
de bitumen ardiendo los que causaron el cataclismo que borró de la faz de la tierra
~
las bíblicas ciudades de Sodoma y Gomorra".
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Pudiera ser, aunque no lo dijera HUGHES, que la brea de Barbados fuera
exportada a Europa, donde se empleó para sustituir a la brea noruega y al alquitrán
sueco. Como señala PIERCE (1791), fue destinada para tratar dolencias de lepra y
pecho. Es interesante comentar que las hipótesis que defendían los aborígenes sobre
el origen del asfalto estaban ligadas a los excrementos de los caimanes, ya que, así
opinaban, debían ser de la misma materia porque los productos petrolíferos los
hallaban en ciénagas y pantanos, atestados de estos reptiles.
En Barbados es de destacar el lago de asfaltt' situado en el cabo la Brea, que
tiene medio kilómetro cuadrado de superficie y más de cincuenta kilómetros de
espesor.
MEJICO
los nativos de Venezuela y Méjico explotaron sus indicios mucho antes de la
llegada de los europeos. En el antiguo Méjico hay evidencias del uso del "chapopotli",
vocablo compuesto de dos palabras: "tzauc" o "tzacutli" (cemento) y "popochitli"
(perfume), que era empleado para impermeabilizar sus canoas, cementar su cerámica
y para fabricar inciensos ceremoniales tras adicionar resinas de copal y otras
sustancias aromáticas, tal y como apunta ROBElO (1906). El copal, palabra derivada
de la azteca "copalli", es una planta anacardiácea de denominación científica
"Cyrtocarpa procera", que produce una resina que aún hoy en día es utilizada para
fabricar barnices. Es posible que fuera a esta mezcla a la que se refiriera BERNAl
DIAZ DEL CASTillO cuando, escribiendo sobre Yucatán, expresara que "trajeron -los
indígenas- braseros de barro con ascuas, y nos zahumaron con una como resina que
huele a incienso". Es común entre los cronistas de la conquista identificar el copal con
el betún cuando ambos eran ingredientes de un compuesto utilizado en las
ceremonias religiosas para aromatizar las estancias. Si ya se comentó este equívoco
en una de las anotaciones de GERONIMO DE HUERTA a la "Historia Natural" de
16
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PUNIO, lo mismo sucede con DIAZ DEL CASTILLO, que, cuando describe uno de los
santuarios indígenas, escribe en el capítulo XCII de su obra, que "estaban allí unos
braseros con encienso, que es su copal, y con los corazones de indios que aquel día
habían sacrificado e se quemaban, y con el humo y copal le habían hecho aquel
sacrificio ".
En otro pasaje de su libro, exactamente en el capítulo XVI,
relata que
"lIegamos al paraje del río Guazacualco -próximo a la actual Veracruz- entramos en
el río de Tonolá, que se puso el nombre entonces de San Antón,
e allí se dio carena
al un navió que hacía mucha agua", siendo ésta una de las abundantes referencias
que este autor hizo del uso del betún para carenar los buques.
Fray BERNARDINO DE SAHAGUN (1529-1590) señaló en su "Historia General
de las cosas de Nueva España" (1540) que "abundan una suerte de cilindros -juncos
de caña con sustancias aromáticas y que eran empleados como bastones
perfumados-o Los preparan a partir de varias hierbas de agradable aroma, que
mezclan con bitumen, llamado por ellos chapopot/i, así como con hongos y con la
rosa de la variedad poyomatli".
El "chapopotli" era un tipo de bitumen extraído del mar. Era arrastrado por las
olas del océano hasta la orilla, de donde era recogido. Era muy apreciado, sobre todo
por las mujeres, gracias a su olor, atenuado por la sal. Sin embargo, hay autores
como FORBES (1958) que opinan que había dos variedades de este bitumen: el que
servía para elaborar los cilindros aromatizados y otro, denominado comúnmente como
"tzictli", que era el preferido por las mujeres. Este último solía mezclarse con "axin",
para hacerlo más blando y suave. El "axin" era una cera amarilla preparada a partir
de unas orugas llamadas por ellos como "axquauit/", que vivían en los árboles. Una
vez conseguida una masa de aspecto gelatinoso era mascado por las adolescentes
y niñas de la comunidad, dado que era costumbre que sólo las mujeres solteras
pudieran emplearlo, si bien, en privado y lejos de las miradas reprobatorias de los
17
110
demás miembros de la tribu, también era masticado por mujeres casadas e incluso
por hombres. Si se les hubiera visto, su reputación habría menguado. Esta goma
prevenía las caries. Existía otra variedad llamada "tepetzictli" o "tacanltzictli", que se
conseguía adicionando al bitumen cera de abejas, que era recolectada en la isla de
Cozumel, posiblemente el más importante centro apícola del Yucatán, en miles de
colmenas de tronco construídas por una especie nativa de abejas, carentes de
aguijón, y que producen una miel muy líquida y muy dulce. El "tacanltzictli" tenía
buena reputación como remedio para los dolores de cabeza.
Puede observarse que el asfalto, mezclado con distintos productos naturales,
servía sobre todo para fines aromatizadores y para fabricar goma de mascar. Es
llamativa la similitud fonética entre la voz "tzictli", pronunciada "chicli", y la actual
chicle, más si cabe cuando se empleaba de la misma manera. Este aztequismo ha
llegado a ser de uso universal para designar al látex aglutinante que se obtiene del
chicozapote ("Zapote achras") , que adicionado con caucho, azúcar, almidón, materias
colorantes y sales constituye la popular goma de mascar.
El "tzictli" fue citado por JUAN DE CARDENAS en el capítulo XIII de su
"Problemas y Secretos Maravillosos de las Indias": "De aquí se infiere la causa por
que a los que maxcan de ordinario este betún negro, l/amado por los indios zictli, se
les quita la gana de comer, y es que con aquel continuo movimiento de maxcar/e no
solamente llaman mucha flema, según avemos dicho, pero poniéndose
a
boca del
estómago, empalaga terriblemente el apetito y aun embota la actividad y fuerqa al
calor natural para que no gaste y consuma la substancia de nuestros miembros, de
cuyo consumiento procede, como dize Galeno, la hambre; pero ay esta differencia
entre maxcar zitcli o traer coca o tabaco en la boca, que como estas yerbas son de
suyo fuertes y agudas embían cierto humo al celebro, las cuales causan un género
de embriaguez, mediante el cual no se siente el cansancio, y esto no haze el zitcli,
antes de maxcar/o de ordinario se cansan y enflaquecen los miembros del rostro y de
todo el cuerpo".
18
111
Otra noticia acerca de indicios superficiales en Méjico está recogida en
"Efemérides astronómicas arregladas al meridiano de México" (1775-1783), donde
puede leerse que "fue Dios servido, Creador de lo visible é invisible, de que el día
Viernes 21 de Febrero de este año de 1783, se observase en las aguas de las zanjas,
que han de servir para cimientos de la obra proyectada, y anexa al Sacrosanto
Santuario de Guadalupe de México, una especie de petróleo, que podría ser útil en
lo sucesivo, Dios mediante, esto es, queriendo Dios, por la intersección de su Madre
Santísima María, siempre Virgen" (Ms 13244. Biblioteca Nacional).
El historiador ELWES (1941) descubrió que los indígenas beneficiaron gilsonita
cerca de Papantla, en el estado de Veracruz, y que denominaron "chapo" a la mena,
o también, atendiendo a su mayor ley, "cóes". La primera denominación parece estar
emparentada con el vocablo "chapapote" o "chapopote", castellanización de
"chapopotli", utilizado en Méjico para señalar a los productos petrolíferos. En las
Antillas, el chapapote era, y aún sigue siendo, la palabra empleada para designar a
una mezcla compuesta del propio chapapote, brea y alquitrán, que servía para
alquiltranar la cala y otras partes interiores de los buques. Se aseguraba que cien
partes de chapapote y cinco de sebo o aceite de linaza podían reemplazar al
alquitrán. También en Estados Unidos, sobre todo en el Sur, era costumbre mascar
una cera negra para limpiarse los dientes, al igual que hacían los indígenas
mejicanos, y que ha pasado al castellano con la denominación de chapote,
ciertamente vinculado con la raíz azteca. Siguiendo con este tipo de curiosidades
lingüísticas, en muchas comarcas norteñas de España, estos términos son de uso
común, acaso heredados de los indianos que, una vez de vuelta a sus lugares de
nacimiento, trajeron palabras de aquellas tierras en las que intentaron hacer fortuna.
Así, en Cantabria y en Asturias puede oírse la palabra chapapoteras para indicar
vertidos o acumulaciones de petróleo.
El ya nombrado GERONIMO DE HUERTA apunta que "desde Yucatán hasta
el mar de California se extiende la Nueva España, que fue conquistada por Hernando
19
112
de Cortés en el año 1518. Ciento veinte millas hacia abajo corre el río de Pamuco,
donde Francisco Garay perdió cuatrocientos de sus soldados, que fueron muertos,
sacrificados y comidos por los indios. A esta tierra llaman los naturales Guafteca
o
Guasteca, la cual fue sujetada por los hombres del valeroso Cortés. Allí está el pueblo
Cimateo, en cuyo pie está el monte con dos fuentes, una de pez negra y otra de pez
roja".
BERNAL DIAZ DEL CASTILLO es uno de los autores que suministra más citas
de indicios superficiales en suelo mejicano. En el capítulo CXXXVI de su "Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España" puede leerse: "Envió por capitán a
la Villa Rica -esto es, la ciudad de Veracruz- por los aparejos que he dicho para
mandallo traer a un Santa Cruz, burgalés, regidor que después fue de Méjico, persona
muy buen soldado y diligente; y hasta las calderas para hacer brea y todo de cuanto
antes habían sacado de los navíos trujo con más de mil indios que todos los pueblos
de aquellas provincias, enemigos de mejicanos, luego se los daban para traer las
cargas. Pues como no teníamos pez para brear, ni aun los indios lo sabían hacer,
mandó Cortés
a cuatro hombres de la mar que sabían de aquel oficio que en unos
pinares cerca de Guaxalcingo fuesen a hacer la pez". Este comentario, que fuera
tachado por DIAZ DEL CASTILLO en el original de su libro, sugiere la aceptación del
uso del betún en tareas de calafateado. Es además curioso que a los calafateadores
se les otorgue poco menos que el rango de gremio u oficio, algo parecido a lo que
ya sucediera en Mesopotamia como puede comprobarse tras la lectura del código de
Hammurabi. Igualmente, en el capítulo XCVIII, estando Hernán Cortés dispuesto a
reemprender el viaje, decidió, dado que había carpinteros entre los nativos, que
"fueran calafateadas y breadas las jarcias" de sus buques.
En el capítulo CLXVI de este mismo libro, el autor explica otra aplicación del
betún por parte de los indígenas, rara vez citada en las obras referidas a la conquista
del Nuevo Mundo, y que, sin embargo, trae a la memoria las guerras contra Saladino
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113
y las primeras aplicaciones de las bolas incendiarias (" fuego griego ") en las batallas
del Peloponeso: "Y nos echaban -los indios- de arriba mucha pez y resina ardiendo".
Por otra parte, en el capítulo ClVII se lee que "Ia primera cosa que mandó
Cortés a Guatemuz fue que adobasen los caños de agua de Chapultepeque, según
y de la manera que solían estar". la palabra "adobar", frecuentemente usada por
DIAZ DEL CASTIllO, significa "arreglar con una masa de barro, mezclado a veces
con paja".
Sin embargo, es más que probable que la utilizara en un sentido más amplio.
Cuando escribe en el capítulo XXV"I que "vino el cacique a hablar con Cortés y le
preguntó que a qué volvíamos -a la península de Yucatán, zona abundante en
indicios-le dijo que porque hacía agua un navío y le quería adobar (. ..j. Y estuvimos
en adobar el navío cuatro días", DIAZ DEL CASTILLO se estaría refiriendo a una de
las etapas del calafateado.
Los cascos, sobre todo en los puntos de rotura, se cubrían con barro, pero
también con betún. De una manera más explícita lo señala en el capítulo CVIII:
"Cortés mandó llamar a Martín López, carpintero de hacer navíos,
ya Andrés Núñez,
y con los indios carpinteros que le dio el gran Moztezuma, después de platicado el
porte que se podría labrar los tres navíos, le mandó que luego pusiese por la obra de
los de hacer y poner a punto, pues en la Villa Rica había todo aparejo de hierro y
herreros, y jarcia, y estopa, y calafates, y brea".
Es esto lo que nos hace pensar que adobar las cañerías de agua estaba
destinado a hacerlas más impermeables, mediante la adicción de bitumen, y evitar así
las posibles fugas de agua. Este procedimiento tampoco era ninguna novedad: las
acequias y sistemas de regadío de Babilonia ya habían sido tratadas de esta manera
muchos siglos antes.
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114
VENEZUELA
En cuanto a Venezuela, el famoso erudito ALONSO DE BARBA (1559 - 1662)
mencionó en su "Arte de los Metales" (1640) que "el asfalto no era desconocido, ya
que abunda en las montafJas Los Chiriguanas. Si no se ha hablado más de él es
porque es una zona hostil, morada por tribus que no han sido subyugadas y a las que
se da en llamar de los indios guerreros". Este enclave, hoy ciudad con el mismo
nombre que las montañas citadas por BARBA, se ubica al Oeste del lago Maracaibo,
dentro de la provincia colombiana de Santander, y al resguardo de la sierra de Perijá.
Aunque pertenece a Colombia, la región rica en indicios superficiales se
extiende hacia el Este, llegando a territorio venezolano - zona que es aún hoy foco
de conflictos fronterizos por la soberanía de los yacimientos de la isla del Monje -,
razón por la que no existe certeza acerca de la zona concreta a que se refiere
BARBA. Durante años este comentario de BARBA fue objeto de debate, ya que se
pensaba que la referencia a las montañas Los Chiriguanas era una alusión a la tribu
de los chiriguanos, que, a partir del siglo XV, emigraron hacia el Sur del altiplano
boliviano.
En la mitad del siglo XVI los bucaneros y piratas que llegaban a tierras
americanas solían refugiarse en el lago venezolano de Maracaibo, llamado en ese
país como Saco de Venezuela, aprovechando estos descansos en su febril actividad
para calafatear sus buques. El lugar donde amarraban es hoy la ciudad de San
Timoteo, famosa por la calidad de su asfalto. Es sorprendente que, pasados los años,
se identificara a este santo como el patrón de los embaucadores y tramposos, quizá,
como respuesta a la protección que debió dar en otro tiempo a los amigos del
abordaje en alta mar.
22
115
Este asfalto era llamado mene, vocablo de amplio uso en el continente
americano para designar a los productos petrolíferos, y que en algunos casos ha sido
incorporado a la toponimia de la región: en el distrito venezolano de Perijá, al pie de
la sierra de Tulé, brota asfalto de manera intermitente que llega a alcanzar en algunos
momentos el medio metro de altura. Los lugareños conocen este lugar como el
"Picacho del Mene".
Este lago también ha pasado a la historia porque se cree que fue asfalto
extraído de su seno el que utilizara el Emperador Carlos I de España para aliviar sus
dolencias de gota. Abundan las ciudades, sobre todo en la margen occidental del
lago, cuyos nombres son un homenaje a este producto natural - Mene, Mene Grande-,
aunque también al Sur, en dirección a la frontera con Colombia, como las pequeñas
poblaciones de La Petrólea o la de Aguas Negras.
COMENTARIOS FINALES
Como se ha podido comprobar fueron numerosas las filtraciones de
hidrocarburos que llamaron la atención de los viajeros y exploradores que llegaron a
las tierras hispanoamericanas antes del siglo XIX.
Si se revisa la siguiente tabla, se concluye que prácticamente todos esos
indicios de los que tomaron nota nuestros antepasados europeos están ubicados en
campos petrolíferos actualmente en explotación.
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¿AHORA EN
DENOMINACION DEL
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(1595)
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(MEJICO)
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(1540)
MEDICINAL
G.F. DE OVIEDO
CALAFATEADO
CHAPAPOTE
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llJ
LAGO MARACAIBO
(VENEZUELA)
PRECOLOMBINO
SI
MENE
(1526)
O
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