Apenas uno se sumerge en el Manifiesto de la agrupación... eso se rinde. Es que ...

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Apenas uno se sumerge en el Manifiesto de la agrupación Putos Peronistas, se agota. Pero no por
eso se rinde. Es que ya sus primeras líneas imprimen una sensación de urgencia y descontrol,
como si el lector fuese un improvisado paracaidista. Recién en el cuarto párrafo, luego del vómito
iniciático, se presentan de esta manera: “Somos tortas, trans, travestis y putos; y también somos
hermanxs, hijxs, padres y madres, amigxs; y somos trabajadorxs, desocupadxs, estudiantes. En
definitiva somos seres únicos, irrepetibles, y las diferencias nos hacen iguales. A lo largo de la
historia nos han tratado de enfermxs, anormales. Sin embargo, lo verdaderamente repudiable es
no revelarse contra la globalización, el nuevo nombre del imperialismo, ni contra las oligarquías
vernáculas. Somos trabajadorxs que construyen la riqueza de la Nación. Somos hijxs del deseo, y
deseamos una Nación de hermanxs: justa, libre y soberana”.
Rodolfo Cesatti ha sido un fiel acompañante de la agrupación, casi desde su concepción. Él es
periodista y documentalista y, desde fines de 2007, se propuso registrar el desarrollo de esta
historia. Estos años de trabajo se verán condensados en la película Putos Peronistas, cumbia de un
sentimiento, cuyo estreno se avecina. Aquella tarde nos encontramos a charlar en un café que
salta a la vista de quienes desertan en la estación Ministro Carranza. Si mal no recuerdo, no hizo
falta mi pregunta para que Rodolfo comenzase a desandar su experiencia laboral; y en su relato,
con sutileza y precisión cronológica, introduciría a los compañeros:
“(…) Vos tenés una imagen elaborada sobre algo que, claro, en su momento como opción
concreta no era tan grosso. Siempre cuento lo siguiente: yo, por mi laburo, hacía documentales
históricos, como cuando se cumplieron los 45 años de las patas en la fuente, el día que fueron
todos los obreros a sacar de la cárcel a Perón; de ese día todo lo que hay es una foto -hay más de
una, pero una sola foto histórica-, entonces hicimos notas con un tipo que había estado. Una
persona grande, de noventa años. Lo llevabas ahí, a la fuente, -a veces podía, a veces no podía- y
te relataba lo que hicieron. Después ponías pañitos del Hospital Naval donde estuvo Perón, de la
estación y de todo lo que te nombraban; tomás los lugares hoy y los pasás como una barridita de
imagen. Ahora, ¿cómo habrá sido ese momento? ¿Quién juntó a esa gente, quién le dijo vamos a
tal lado? O sea, hay algo que si no lo vivís tampoco lo podés contar. No terminás de entender
cómo funcionan esos mecanismos de militancia. ¿Cómo fueron cien mil personas? ¿Quién se llamó
por teléfono? Lo cierto es que de golpe todo el mundo salió y se llenó la plaza de gente, para que
un gobierno libere a Perón. Ese movimiento histórico a mí me llamaba la atención y me parecía
que no había forma de recrearlo; y yo creo que todo esto empezó un poco más por la curiosidad
del nombre: Putos Peronistas, llamaba la atención. Si querés era gracioso, era un nombre fuerte,
curioso. Un nombre ganchero, ¿a ver qué hay detrás de esto? Y me encontré con los militantes,
que van más allá de lo puto o no puto. Eran los militantes en sí, y dije ‘acá hay algo’. Entonces
tenés eso de que pasa tal cosa y te llaman, y vamos hasta tal casa, y empiezan a hacer la pintada
que después vas a ver en la calle. El logo de Putos Peronistas, que ahora está por todos lados, se
dibujó en un cartón de pizza: terminaron de comer y había que hacer el dibujo para la primera
marcha del orgullo -la primera a la que iba yo, ellos ya habían ido a una pero todavía ni siquiera
tenían el logo; era muy primitivo, muy que eran cuatro o cinco-, y estaban ahí y dicen ‘hacemos
así, y la P va para acá o para allá, y la V más larga o más corta’; y hoy ese es el logo inamovible.
Ahora obviamente ellos son más y lo escanearon, lo reprodujeron… pero siempre igual, se
mantuvo ese logo. El mismo que tenías aquella noche que estaban con una caja de pizza,
pintándolo, y después lo recortan ‘y ya está’: ese es el logo. La primera bandera, lo mismo.
Metieron una frase que es la misma que había aparecido en la bandera del FLH (Frente de
Liberación Homosexual) que si yo no hubiera estado ahí te digo que es mentira. El FLH tenía una
bandera que decía ‘para que reine en el pueblo el amor y la igualdad’, y arriba ‘libertad de los
presos políticos’; y vos estás en ese momento en que pintan la bandera y decís ‘claro… le copiaron
la frase al FLH’, y no. Ellos pusieron el loguito de Perón y Evita en la caja de pizza, y les quedó un
hueco, entonces la bandera se desbalanceaba -o sea, si vos lo ves como el prototipo gay no podía
estar desbalanceada, había que hacer algo para que quede prolijo- y dijeron ‘¿con qué llenamos?’.
Bueno, pensaron hasta en el triangulito rosa que usaban los nazis para identificar a los gays, y de
golpe uno dice ‘¿y esa frase de la marcha, para que reine en el pueblo el amor y la igualdad?’. Yo
sabía lo de la bandera del FLH, y los miraba y pensaba ‘no puede ser, no pueden no saberlo’, y no.
Quedó la misma frase, treinta y pico de años después. Pero no por haberla copiado… y tengo esa
discusión, todo grabado, el momento en que se decide esa frase, y tal vez termine siendo la bajada
del documental”.
El relato de Rodolfo es muy gráfico, verán muchas comillas entreveradas en sus respuestas: recrea
situaciones y viste de voces sus palabras. Evidentemente, el cine le tira al hombre. Entretanto, en
otro pasaje de su Manifiesto, los Putos Peronistas advierten: “Luchamos por la plenitud de la
diversidad humana. Ser plenos, además de que es un derecho, nos hace difíciles de dominar. Nos
agrupamos porque el sistema nos separa y aísla, nos quiere sometidos y dominados. Buscamos ser
libres para poder ser plenos para la vida y la lucha. Libres de nuestras mediocridades, miserias y
prejuicios, seguiremos el camino de lxs compañerxs que han precedido nuestra lucha, y pasaremos
la posta a las nuevas generaciones”. Retomemos a nuestro entrevistado:
“(…) La bajada por ahora es ‘cumbia de un sentimiento’: Putos Peronistas, cumbia de un
sentimiento. Obviamente hay mucha cumbia, y mucha cosa así de fiesta. O sea, ellos no van a
militar a la unidad básica; ellos salen a un boliche a bailar, y se ponen la remerita de los Putos
Peronistas, y si alguien les pregunta algo… van a bailar, a curtirse a alguien, se van de joda, con los
panfletos de los Putos Peronistas encima. Si alguien se interesa, bueno, avanzan en contarle de
qué se trata y a sumar. Hay una cosa de su militancia que es mucho más del día a día, y de la
cuestión permanente. Qué sé yo, entró porque era el novio de uno, y después se pelea con ese
pero sigue militando; otro fue a bailar un día y conoció a un flaco, y en medio del pedo de la noche
le contó que está en Putos Peronistas, y al otro flaco no le gustó para curtírselo pero le gustó esta
onda y viene; y de golpe pasaron de ser un auto… ponele, cuando era la primera marcha no tenían
plata para las cañas de la bandera, y yo, digamos como colaboración -acababa de entrar a la
agrupación y, bueno, para sumar un punto y todo-, les llevo las cañas. Entre todos juntando -pero
juntando, realmente- de a dos pesos, de a cinco pesos, para alquilar un autito modelo ‘47 -un
cachivache absoluto-; y eran esos diez que están en la filmación, que no había más, no había más
en otro lado ni nada… y en la última marcha fuimos con un camión de catorce metros: 200
personas, dj, música, gente que se copó y les compuso una marcha peronista en onda electro; y
entonces lo que está buenísimo de esto es mostrar cómo pasa porque, digamos, todo lo que uno
piensa que ‘acá baja el gobierno y te pone un montón de guita’ no tiene nada que ver -por lo
menos en este caso, en esta agrupación-. Está hecho en base a eso: es la energía del militante que
se fue expandiendo; y lo que más me sorprendió del documental -más allá de la cosa de los putos,
del peronismo, y del putoperonismo- es finalmente esto de la militancia. Me parece que el mejor
relato surge de ver estas cosas en el día a día, que son una piedra cuando empezás a ver los crudos
de una hora entera o dos horas hablando; ¿cuándo va a pasar algo? Y en realidad es eso lo que
pasa. La otra vez de que hablaron se fueron al Ministerio, y a la otra vez consiguieron más gente, y
después armaron un grupo y un día salieron a la calle, y así todo. Es un laburo muy de hormiga que
te deja la intriga de esos momentos que yo te hablaba, de las patas en la fuente, cómo fue
pasando toda esa previa. Una previa es muy importante para entender lo que pasa. Ahora ves
muchos spots de la muerte de Kirchner, de los dos meses, los tres meses, y vos lo ves y tampoco
termina de tener… ¿qué les fue pasando a ellos? Eran chicos que tenían quince años cuando
estaba Menem en el poder, que estaban desencantados de la política porque veían que no se
podía hacer nada de nada, no había proyecto de país, un proyecto nacional; y es a través de este
proceso que lo vas viendo. Chicos de 20 años. Entonces ves toda esa maduración, ese crecimiento
político, y empezás a entender qué le pasó a la gente en todos estos años. La película cuenta dos
historias: la de los Putos Peronistas que tiene todo el color porque siempre es como raro: sale la
Ley de Medios y es como un gangband donde aprietan todos con todos para festejar, una cuestión
muy que qué tiene que ver esto con la cosa gay; bueno, son chicos, jóvenes, son todos amigos,
algún ex, algún futuro, algunos que tienen relaciones abiertas, otros que no tienen nada que ver
pero bueno. Es decir que es muy natural que se dé de esa forma, como si fuese el festejo de la
Marcha del Orgullo; y, por otro lado, es un laburo grosso de ir a la Costanera y… ¡hay que
moverse! Hay que ir tres pibes que no son nada de nada, que no tienen banca de nada, que se
toman un bondi, que van todos a una casa y en esa casa se ponen a cortar con tijera volantitos
simplemente para dar una mano a las travestis. La mayoría de ellos no son travestis, digamos, son
en general pibes, algunos estudiantes, algunos de los pibes de La Matanza, etc. Pero son
militantes, que hacen lo que hacen por una vocación de servicio”.
Ármese de paciencia, lector, pues Rodolfo es de respuestas largas. Procuraré cortarlas con algún
comentario sonso, nomás sea para que usted vaya al baño y vuelva. Así y todo seguirán siendo
largas, mas no correré el riesgo de trastocar el sentido de la conversación. He dicho. Mi próxima
pregunta sería la siguiente -vaya paradoja-:
¿Creés que conforme siga creciendo la agrupación puede perder la esencia que supo tener en un
principio?
“Todavía no se dio en el grupo ninguna disputa de poder, porque no hay nada para repartir en ese
sentido. Yo pienso que, mientras eso no aparezca, no se va a corromper. Por ahora hacen todo lo
que quieran hacer, si todo es laburar -y laburar gratis-. A ver, ‘¿qué querés hacer? ¿Querés salir a
hacer pintadas? Bueno, buscate un aerosol, te damos como mucho el modelo del stencil si no lo
tenés -y sino pensamos qué hacemos-, y vas y lo hacés’; digamos que no hay nada por ganar
todavía, es todo para dar… nadie se puede acercar a la agrupación con el afán de ver qué va a
conseguir. La agrupación no reparte planes, y todo lo que consigue lo vuelca en las comunidades;
digamos, va dirigido a los vulnerables. Pienso que mientras mantengan esto va a estar todo bien.
El día que haya un cargo para repartir, y haya que decir ‘este cargo lo tiene que ocupar una sola
persona’, puede ser que esto se transforme de alguna manera. En lo inmediato, ya hay mucha
gente que viene laburando desde hace mucho tiempo y eso no va a tener ni discusión. Pero sí se
va a dar esto de decir ‘¿y ahora por qué podés pelear?’. Ellos tienen divisiones: ‘territorio’ que son
los que salen a laburar a la calle, la parte de ‘comunicación’ que tienen un programa de radio; pero
todo es para crecer -digamos-, es todo para construir y para poner y, sinceramente, lo que se
podría decir que es ‘la cúpula’ de la agrupación es muy sana. O sea, ellos han recibido ofertas de
todos lados para sumarse, porque el nombre suena mucho y son militantes de verdad: de golpe
armás con ellos una columna de 200 personas, sin poner un mango; no es tan fácil. Porque una
cosa es ir hablar al pedo en un local, en una cosa partidaria -ir a tomar mate un rato a la tarde y
ver si ahí se desprende algo-, y otra es cuando te tenés que movilizar y todo, y encontrás gente
que lo hace de onda: que se vienen en colectivos desde Matanza y te meten 200 tipos en un lugar,
porque están convencidos. Yo creo que el verdadero cambio, lo que está pasando, es que hay
muchos de estos militantes. A través de Putos Peronistas encontré a muchos, y no sólo peronistas
sino también de la Cámpora, del Evita… de otros movimientos ya más enquistados, más grandes, y
que igualmente -estando en un movimiento que sí tiene planes, y sí tiene recursos, y sí les podés
manguear algo- siguen laburando realmente porque están convencidos del proyecto. A mí me
sorprendió mucho. Yo soy más grande y no tengo esa creencia en la militancia, al menos no tan
intrínseca: para mí era todo curro, y encuentro gente que es netamente distinta. También hay una
parte muy larga del documental… cuando estaba con muchas dudas de si seguir o no -porque no
pasaba nada, no avanzaba, etc.- tuve un poco la idea de por qué siguen, por qué van. ¿Qué
buscan? Para el mismo nudo dramático del documental, ¡no querer nada era tremendo! Porque si
hay uno que dice ‘yo voy a ser presidente’, por más absurdo que sea, por lo menos tenés una cosa
dramática de pensar que este flaco de última está loco pero quiere ser presidente; entonces dice
‘bueno, yo me enrosco con este, con el otro, y un día voy a ser presidente’. Pero esto era ver qué
hago, o sea, no había un objetivo más: era simplemente apoyar, acompañar y estar convencido.
Ahora lo veo”.
Hay una cosa de pasión en todo esto: en la entrega desinteresada de los Putos Peronistas, y en la
perseverancia desinteresada de nuestro entrevistado. Evidentemente, es una tensión que ha
jugado como nexo entre ambas historias. Tengo a mano el Manifiesto y me sorprenden apartados
como este: “No comulgamos con conductas individualistas ni con las fomentadas militancias auto
referenciadas, en la participación organizacional y por la cultura neoliberal. Nos oponemos a la
segmentación inconducente y propiciamos la integración y participación de nuestra militancia en
niveles superiores de organización y lucha”. Cruzo las citas y pareciera que Rodolfo se hubiese
macheteado mientras nos respondía, pero prometo que esto no ha sucedido.
Narraría las trabas que le produjo el nombre de la agrupación, y en eso haría un comentario que,
recuerdo, me hizo reír mucho. ¿Dónde me había quedado? Ah, sí, ‘ahora lo veo’.
“(…) Ahora lo veo. Pero en el medio a veces pensás que tenés un laburo, te levantás a las seis de la
mañana y, de golpe, eran las tres y estabas grabando a un montón de pibes en un boliche, que no
sabes muy bien de qué va la cosa; y me preguntaba si eso no era una locura. Lo mismo pensarán
los otros… ‘está loco, ¿qué busca, qué va a ganar? ¿Por qué ponés plata, por qué ponés tiempo?
¿Por qué no dormís por esto?’. Bueno, son distintas formas de la pasión que te da por hacer algo.
Es así, lo hacés por una convicción personal, después… yo creo que a la larga es más sano porque
ellos van a terminar consiguiendo algo, o sea: por descarte ellos se han convertido en un referente
-y por continuidad, no sólo por descarte-, por continuidad en el tiempo de tener un proyecto
propio de qué es lo que piensan. Es decir, lograron que se tome en serio Putos Peronistas. Cuando
yo empecé a grabar y decía ‘Putos Peronistas’ tenía que explicar a todo el mundo que no era una
cosa contra el peronismo, que no era una joda, y me llevaba veinte minutos de explicar qué
significaba. Fui al INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) a presentar el proyecto
y tuve ese dilema de si ponerle o no Putos Peronistas, porque ¡hay que poner una carpeta que diga
Putos Peronistas en un gobierno donde veníamos de Kirchner y ahora estamos con Cristina! Decís
‘tengo este documental para mostrar’, ¿la van a abrir? Todas las instituciones públicas de la
Argentina -como es este instituto de cine- tienen su rasgo político, y si la bardeás… si yo presento
una carpeta que diga Cine de mierda, o Los garcas del cine, probablemente no me salga el
proyecto. Bueno, Putos Peronistas para mí era pegarle en el palo a eso, pero me decidí y dije ‘ya
está’: lo sostuve como una cosa suicida, así como venía; para mí se va a llamar Putos Peronistas y
no es un problema porque yo estoy convencido de esto. Finalmente salió. Lo que sentí cuando ya
hacía dos años que venía con la agrupación, y ya tenía una idea formada muy clara, fue que lo que
impactó finalmente -para que el Instituto me dijera que sí- fue esto de que notaron que tenía un
laburo detrás y que de verdad iba en serio. Hace tres años, ibas a la CGT (Confederación General
del Trabajo) a dejar una carpeta con algo de los Putos Peronistas y no te la querían recibir. Pero tal
cual, cosas que han pasado. Ahora todo mundo los conoce y te dicen ‘son un fenómeno’: ya los
conocen, vieron notas, los vieron laburando. Ya se instauraron. Lograron algo muy difícil que es con nada- instaurar si querés una marca, pero que tiene mucho más que una marca. Bueno,
lograron eso”.
Y vos, Rodolfo, ¿sos peronista?
“Yo soy peronista pero no soy ultra K como son ellos. Mi viejo era peronista, pero vengo de una
familia que está más volcada al socialismo: mi vieja es socialista y antiperonista; y mi viejo era un
tipo que vivía en una casa con piso de tierra, en una villa, y Evita una vez le dio una pelota y él
siempre se lo acordó. Creo que esa pelota fue todo lo que le regalaron cuando era chico. Entonces
para él era todo un mundo y para mi vieja era otro mundo porque su padre, que era socialista, no
se quiso poner el luto cuando murió Evita y lo echaron del laburo. O sea, tengo una familia que
pasó por las dos visiones del peronismo: una visión que adoraba a Perón y Eva, y una visión que no
los podía ni ver. Yo -casi como una naturalidad- le reconozco los logros, y también reconozco esas
cosas del peronismo que pueden ser odiosas para los que no son peronistas. Los logros en la
gestión yo los reconozco. Pero también entiendo que ciertas cosas como agarrar el Fútbol para
todos y ponerle ‘Campeonato Néstor Kirchner’, y pasar todo el tiempo la canción de seis minutos
de Néstor Kirchner, digo… eso, para el que no es peronista, es irritante. Me parece que desde un
lugar de poder hay que tener respeto por las disidencias. Yo vi, ahora, en el último discurso de
Cristina por la apertura de las sesiones legislativas (NdeR: el discurso fue el 01 de marzo de 2011 y
este reportaje algunos días después), un tono mucho más moderado a lo que veníamos viendo.
Para mí es un cambio positivo, porque me parece que eso es justamente lo que debería buscar
cualquier partido político: cuidar su imagen. Es decir, bueno, el que es súper K y le cae bárbaro
Kirchner va a decir ‘bien, ¡vamos Kirchner! Me encanta el videíto del fútbol’ y que se yo. Pero ese
tipo ya estaba convencido, no necesitaban hacer eso para que te vote. Ahora, al que estaba por la
mitad lo espantaste con eso. Entonces, como una cosa sana, si querés ser peronista y sumar gente
a un proyecto que me parece… yo estoy convencido de que el proyecto de país… al país lo hundió
el peronismo y lo va a salvar el peronismo (NdeR: ¡qué frase parió Rodolfo!). O sea, renegar del
peronismo es renegar de las masas populares en la Argentina, renegar de los pobres, renegar de
los trabajadores; es negar a un montón de gente que es la mayoría del país. Hay que entender que
la Argentina está hecha de una mayoría peronista. Estando por fuera de eso, para mí, es imposible
armar a nuestro país. Por eso han fracasado los gobiernos radicales, y todo; está bien que les
ponen palos en la rueda pero… no es lo mismo que si te ponen palos en la rueda teniendo el
apoyo de millones que son peronistas, millones de los sindicatos, etc. Entonces la solución para el
país tiene que ver con mejorar -para mí- al peronismo: con quitarle esa parte que yo te cuento de
un tipo que era socialista, y que tenía todo el derecho de serlo, y que se quedó sin laburo porque
no se quiso poner el luto cuando murió Evita. Vos podés discutir, el mismo compañero de laburo
puede decirle ‘sos un hijo de puta, Evita era lo más grande que hay y vos que no querés ponerte el
luto’. Eso es discutible. Cuando el peronismo se libere de esa cuestión, que siempre tiene… porque
nació como un movimiento casi de revancha con las clases altas, y entremedio se crea la clase
media, y se siguieron generando esas revanchas; cuando entiendan que la aspiración tiene que ser
igualar para arriba -que lo entienden políticamente pero a veces no en el discurso-, vamos a estar
en un camino que va ser superador de la etapa en que estamos. Todavía falta allanar un camino
que está muy por abajo, que es de mucha desigualdad, etc., pero me parece que el peronismo
tiene que apuntar a eso. A mí el naziperonismo no me gusta, el peronismo sin disidencia no me
gusta, el peronismo que no puede escuchar a nadie que no sea peronista no me gusta, porque es
muy endogámico y lleva a la exclusión. Un movimiento que no puede escuchar nada que venga de
afuera está perdido, porque vos para mejorar… es como ir a la facultad y que no soportes que te
pongan una nota mala o que te corrijan; nunca vas aprender nada”.
Fue de un tirón esta respuesta. Era su carta de presentación y me tocaba no intervenir -cosa que
es más sencilla de lo que muchos creen-. Después de tanto contarnos sobre sus trabajos, asomaba
por fin la persona: como si recién en ese momento hubiera entrado al bar. Al fin y al cabo, por esa
vez le tocó a él ser protagonista. Pero esta historia contiene otra. Al principio de la nota obvié la
introducción del Manifiesto por el bien de mis lectores pero, ahora que sus ojos son violines, no
veo por qué seguir evitándolo: “La Agrupación Nacional Putos Peronistas salimos a la arena
pública a disputar el espacio que nos corresponde por derecho, impulsadxs, entre otras cosas, por
la rebeldía que nos provoca el cinismo de los que están acostumbrados a ocultar la basura de sus
acciones y el excremento de sus intereses bajo la alfombra del macabro ‘algo habrán hecho’. Esos
personeros de la explotación y la represión capitalista pretenden, desde hace décadas, consolidar
una sociedad excluyente y desigual. En una palabra, una sociedad reaccionaria, donde el deterioro
progresivo de la calidad de vida de todxs profundice la frustración, el resentimiento y la
discriminación para la gran mayoría del pueblo”.
Y esa frase, sintética y siniestra, representativa de lo peor de un tiempo sórdido, me sirve de pie
para cambiar el foco de la entrevista: la preguntaría a Rodolfo si contaba con datos que pudiesen
dar cuenta de la relación histórica entre el peronismo y la homosexualidad.
“Hay una cuestión muy marcada que se da en el ’73, cuando sale el FLH. Se empezó a tildar al
peronismo de homofóbico a partir del cantito que decía ‘no somos putos, no somos faloperos,
somos soldados de la FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y Montoneros’. Hay que entender el
contexto político: había una división en el peronismo entre los históricos y los nuevos -que venían
a ser los montoneros-, los más revolucionarios y los más conservadores, los sindicalistas… donde
no había lugar para ciertas muestras de debilidad; y ser homosexual, en aquella época, era una
muestra de debilidad. Una agrupación no podía tolerar dejar ese punto débil, aunque los
homosexuales estuvieran entre sus cuadros -y estuvieran muy bien considerados como cuadros-;
entonces cuando se los acusa de putos salen reaccionariamente -porque Montoneros también era
reaccionaria- a contestar de esta forma, y generan esta situación. Yo conozco a un montón de
viejos putos peronistas que han laburado en todas las áreas -en puestos claves y con datos muy
sensibles-, que han laburado no a pesar de ser homosexuales sino por ser homosexuales porque,
claro, ¿cuál era el prototipo de Bombita Rodríguez? No era puto. Era de la barba, el bigote, medio
áspero, y ese no podía ir adonde quería pero el otro sí; lo iban a parar por puto pero jamás iban a
pensar que ese puto era el montonero que buscaban. No se les ocurría pensarlo. Entonces han
sido cuadros que les servían a las organizaciones… si tenían que poner a una mina y un tipo en un
telo para hacer un aguante ¿a quién mandaban? Iba el puto con la mina, porque sabías que te
ahorrabas el problema de que por ahí se ponían a curtir y se perdía el operativo; estos eran
amigos. No hay una cuestión tan… pero sí desde lo discursivo, y eso afectó mucho, inclusive para
que tardaran casi treinta y pico de años en volver a ser una parte abierta del peronismo. Casi 35
años se tardaron. Porque en la propia comunidad homosexual hay chicos jóvenes, que no tienen
este contacto con los putos viejos, que pensaban ‘no, con los peronistas no porque nos van a
maltratar’; cuando había un montón de putos en la Cámpora, en el Evita… putos que ahora están
en Putos Peronistas y siguen militando en su agrupación. Ahora lo pueden hacer, y aparte pueden
decir abiertamente su decisión sexual, expresarla, y pueden trabajar abiertamente con una parte
de la comunidad. Si un diez por ciento de la comunidad es gay, entonces tenés dos millones y pico
de votantes -sacando menores de edad y qué sé yo-, ¡es un montón de gente! Es ganar un distrito
como La Matanza entero, un distrito que ganarlo sería clave. O sea que algunos podrán cerrar los
ojos, darse vuelta, decir ‘a mí no me importa esto porque es una minoría’. ¿Qué minoría? Si yo le
pongo arriba de la mesa a cualquier candidato, de lo que sea, -jefe de gobierno, presidente- dos
millones de votos, no podés dar vuelta la cara: nadie se va a dar vuelta; y es lo que está pasando…
¿cómo no te van a recibir? Está demostrado que es una agrupación que se puede movilizar, que
puede ser políticamente seria, que no sólo apoya las cuestiones de ellos sino que estuvieron con la
Ley de Medios, en la 125, estuvieron en todos lados; y estuvieron desde antes de forman los Putos
Peronistas, y siguen estando. Pero ahora están y dicen ‘estamos acá, presentes’, se ponen bajo la
bandera de los Putos Peronistas y van al frente”.
La agrupación tiene una frase de cabecera que dice que el puto es peronista y el gay es gorila.
Rodolfo ha dicho que el peronismo tiene esa cosa de revanchismo, y este dicho me remite un poco
a eso. Es que los compañeros toleran importantísimas desventajas sociales, y es inevitable que se
endurezcan a la hora de defender sus derechos. Este mismo planteo le haría a Rodolfo, pero antes
le preguntaría qué le sugiere a él este lema de los Putos Peronistas.
“Hay una frase de Pedro Lemebel, que la dicen los chicos en el documental, que es ‘lo maricón no
quita lo fascista’. Eso lo dijo Lemebel, que es un poeta chileno exiliado. Hay una creencia con todo
esto de los putos, etc., que es que si vos sos de una minoría automáticamente sos de izquierda y
estás en la cosa popular; pero la realidad es que después tenés a un Roberto Piazza -con el que no
tengo nada particular en contra- que decía ‘ojalá los chorros se envenenen con paco y terminen
todos muertos’. Eso es una conducta fascista y, digamos, nadie duda que él es gay; o sea que hay
agrupaciones que pueden trabajar por el derecho de los gays, que luchan contra la discriminación,
que son pro matrimonio igualitario, pro identidad de género… los Putos Peronistas comparten con
ellos muchas reivindicaciones, que tienen que ver con lo gay, pero no se pueden sentar dos
minutos en una mesa. -Lo pongo a Piazza sin animosidades con él, es porque es un ejemplo
popular y público- María Rachid viene de una familia de San Isidro, de clase alta, y descubrió que
era homosexual durante una beca en Estados Unidos; o sea, ella no tiene ninguna relación de clase
con los Putos Peronistas, y no tiene ninguna afinidad de clase con los Putos Peronistas, y no sólo
con los Putos peronistas sino con las clases populares. En la lucha por los derechos van a estar de
acuerdo, pero tienen una diferencia ideológica fundamental: porque vos la ves a ella sumada al
modelo K, coqueteando con una banca de diputados, y yo te puedo asegurar que por formación,
por estación política, por las cosas que ha declarado en reportajes… de que se hizo peronista para
darle urticaria al padre, que era súper de derecha, y después descubrió que el Partido Obrero era
más de izquierda todavía que el peronismo y se fue al Partido Obrero -aparte de tener una novia
que era del PO-, y vos decís ‘entonces esta persona no puede ser tomada seriamente como un
representante del peronismo’. O sea que en las organizaciones sociales, e inclusive en las más
públicas -si bien la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) tiene una visión que no la voy a
empatar con la de Rachid porque me caen mejor-, hay tipos que son súper fascistas, y que lo han
sido toda la vida a pesar de que no les discuto los derechos por los que están peleando. Ellos han
estado con una minoría gay que son los gays acomodados, de clase alta, etc. Yo comparto con los
Putos Peronistas la cuestión de las reivindicaciones populares, eso es lo que me une un poco con
ellos, y la base del peronismo: la base del ‘que reine en el pueblo el amor y la igualdad’, que está
en la bandera de Putos Peronistas; yo siento que me representa tanto como a ellos. Después hay
otras agrupaciones con las que no tengo nada en común, aunque apoyo las reivindicaciones como
una cuestión social y de igualdad. Pero yo no me siento amigo de María Rachid y, también, -ellos
lo marcan muy claramente- hay una cuestión con esto de que los putos son peronistas y los gays
son gorilas, cuestión que muchos toman mal porque parece que atacaran al propio movimiento; y
el movimiento de los Putos Peronistas es el peronismo, o sea: es la reivindicación para todos,
desde la putez. No quiero decir que van a bancar a cualquier puto. A ver, estamos en una línea de
pensamiento político: es una agrupación política y no se puede dar el lujo, entre comillas, de
discutir el proyecto de país con las agrupaciones de diversidad; porque ellos sienten que esas
reivindicaciones están sentadas sobre la base de un proyecto de país y, si no compartís ese
proyecto, ya lo demás… los Putos Peronistas no pueden creer que la igualdad va a venir de la
mano de una persona que es fascista, y esta es la confrontación que se da con las agrupaciones y
que a veces genera cierto roce. Para ellos, más importante que el matrimonio igualitario ha sido
alguna ley laboral que los defienda de las discriminaciones: a las maricas de La Matanza el
matrimonio les sirve, para sentirse incluidas, pero si vos te morís a los 35 años -que es el promedio
de vida de las travestis, con lo cual muchas mueren a los veintipico; el país más castigado del
mundo mide mejor que las travestis de La Matanza-, entonces si vos tenés esa realidad”.
Stop. No es un dato que se pueda pasar por alto. Es crudo e impactante, a pesar de que si uno lo
piensa no resulta descabellado. Pero ciertas cosas escapan a la conciencia de mucha gente, por
muy bienintencionada que sea. A principios del Siglo XIX la esperanza de vida era de treinta años y
monedas: me parece siniestro que doscientos años después sigan habiendo sectores sociales que
padezcan condiciones semejantes. Quizá ahora podamos comprender un poco mejor el espíritu
rabioso y combativo del Manifiesto de la agrupación, ¿no? “Estamos entre los más excluidos y
marginados del pueblo -dicen- que el imperialismo y la oligarquía pretenden seguir sometiendo.
Pertenecemos al movimiento popular y enarbolamos las banderas históricas de la lucha por la
liberación nacional, porque ninguna persona puede realizarse en una Nación que no se realiza”.
Así como detuve la cinta para mechar este comentario, había cortado a Rodolfo el aliento de su
relato; casi para nada, pues entonces lo único que me saldría fue un ‘qué dato’. ¡Valioso aporte!
Sin embargo, no se burlen: intuyo que ha servido, precisamente para subrayar este renglón con
indeleble. Él se las ingeniaría para gambetear mis torpezas y retomar el hilo de la conversación.
“(…) Es tremendo. Mueren de sida, de enfermedades curables… y una travesti es difícil que vaya a
denunciar una situación de violencia a la Policía; y si esa situación se repite tres o cuatro veces la
consecuencia es que termina muerta de una puñalada. Una de las protagonistas de la película me
contó, en una tarde previa a la Marcha del Orgullo, tres situaciones que no está muerta de pedo; y
ella lo cuenta como un chiste porque le pasa tan seguido… pero que te pongan un chumbo en la
cabeza es mucho riesgo, porque ella vive al borde de la nada y sabe que está desamparada. ¿Vos
te pararías en el kilómetro 35 de La Matanza, en un descampado, con $200 en la cartera? Yo no
me pararía (NdeR: yo tampoco, con o sin los $200). Bueno, ella vive así, y se expone a todo: desde
que se la culeen gratis para que no la maten, hasta robarle la guita y matarla, o que la agarre un
zarpado… en fin, está en una situación muy de desprotección. Bueno, ella apoyó, y va a apoyar,
todas las movidas de la comunidad gay; pero el matrimonio igualitario es una reivindicación que
está muy lejos de cosas que ella necesita primero. Hay millones de otras reivindicaciones que son
primarias como es el derecho a la salud, al trabajo, a la educación, etc. El travesti televisivo es un
travesti pintado -digamos Flor de la V, que llega por estrella y no por travesti, y sino Zulma Lobato
que es como un freak-, o sea, no vas a encontrar a una sola travesti hablando en serio de política
en televisión. ¿Se te ocurre que en una población tan grande son todas taradas que en lo único
que piensan es en hacerse las lolas? No es así; pero es lo que digiere la tele y que las agrupaciones,
en su afán de ocultarlas, fomentan. Entonces ellos están más cerca de cualquier reivindicación del
peronismo que de toda la sarta de reivindicaciones de la comunidad gay: primero necesitarían
acceder a lo básico, como seres humanos, como derechos humanos, y después tener tres o cuatro
cosas a las que no acceden por ser gays. Hay un montón de cosas que tienen negadas. Ahora, la
Ley de Identidad de Género me parece más positiva porque van a tener un documento, y con un
documento pueden hacer un montón de trámites que ahora no pueden”.
Dejemos que el Manifiesto, una vez más, confirme la línea de lo dicho por Cesatti: “En este
contexto donde el discurso dominante impone al individualismo y al consumismo como valores
primordiales, nos seducen con una falsa integración queriendo cosificarnos, transformarnos en
caricaturas más o menos farandulescas, hechas a la medida de concepciones hipócritas de
tolerancia compartidas por numerosos sectores que se dicen democráticos y plurales. Democracia
y pluralidad que se terminan a la hora de acompañar seriamente nuestras reivindicaciones”.
Ahora bien, ¿creés que para defender los derechos de un sector que ha sido históricamente
desfavorecido es inevitable tener una posición dura e inflexible?
“Me parece que cuando vos sentás las bases de un movimiento tenés que tener un decálogo de
cosas que no podés transar. Si no es todo muy blando. ¿Cómo te despegás, sino marcás cuál es tu
diferencia? En la dialéctica las cosas se construyen por oposición: ‘una palabra es todo lo que las
demás no son’. No ser duros en ese tipo de cosas… ellos no están en contra del matrimonio
igualitario, ni en contra de ningún derecho que afecte a la comunidad, simplemente que para ellos
hay otro orden de prioridades. Me parece que sí, que hay que ser un poco inflexible. No, un poco
inflexible no. Hay que ser inflexible en el sentido de que si yo tengo que hacer una selección de
diez cosas, es un dogma que tengo que seguir. Dentro de ese dogma yo puedo después ir a apoyar
a este proyecto que no me representa del todo, pero sí tiene que estar claramente planteado cuál
es esa diferenciación; porque sino andate a militar a la CHA, y listo. No está mal decir ‘a mí todo lo
demás, la justicia social, no me interesa porque yo soy de clase media, siempre viví bien, y ahora lo
único que quiero es casarme porque yo todo lo demás lo tengo: a mí me aceptan, yo voy a comer
a Puerto Madero y voy a todos lados sin problema’; un pibe de clase media -digamos-, ni una loca,
ni una travesti, ni nada. Yo trabajo en televisión: la mitad de los directores y gerentes son gays, y
ninguno de esos gerentes puede decir que se siente discriminado, porque le dieron un puesto de
gerente en una empresa que gana millones de dólares. Podrá decir que de chico lo cargaban por
ser gay, o alguno de los compañeros le hacía un chiste, pero entra a cualquier lado y es ‘el gerente
de’; nadie dice ‘ese puto de mierda’. Si vos sos gerente, o sos Roberto Piazza, entonces te respetan
porque tenés guita y tenés acceso a un montón de cosas, y porque tenés educación: teniendo
recursos te hacés respetar, si alguien te dice algo vas y le metés una denuncia. Entonces, yo creo
que ellos tienen que marcar esa diferenciación, para saber a quienes defienden”.
Así como las castas sociales son atravesadas por diferentes factores como la diversidad sexual, es
indudable que la comunidad gay es cruzada por extractos socioeconómicos de lo más diversos.
Finalmente le preguntaría a Rodolfo si cree posible un acercamiento futuro, en pos de lograr una
sociedad más compacta, y su respuesta sería tajante: ‘no’. Argumentaría que los Putos Peronistas
jamás cerrarían filas con cierta clase de gente y que, a la inversa, aquellos nunca se aproximarían
al peronismo: ‘algunos están lejísimos’. Tendría la necesidad de aclarar que él no es vocero de la
agrupación, y que los compañeros posiblemente opinasen diferente; y en eso, bombita: ‘yo siento
que los Putos Peronistas tienen un solo destino, que es imponerse; son los únicos representantes,
dentro de lo gay, del mensaje que transmite el proyecto actual’.
Veníamos coqueteando con un tema y yo querría meterme de lleno. Antes de la pregunta, le
sugeriría una cita que dos de los compañeros, Pablo Ayala y Pablo Lucero, habían deslizado en un
reportaje concedido al diario Página/12: ‘la única minoría del país es la oligarquía’, dirían ellos.
¿Vos pensás que se trata de suprimir las minorías y poder vernos todos como pares, o bien de
asimilarlas y lograr convivir con esas diferencias?
“Imagino que eso que plantean tiene que ver con que seguramente hay dos millones de putos
para sumar y, con suerte, cincuenta mil oligarcas. La oligarquía es una minoría, por definición de
clase. Digamos, la monarquía es una minoría. Es así: ellos dicen que son una casta selecta, única, y
reservada. Las oligarquías agropecuarias, las oligarquías mediáticas, las oligarquías empresarias,
son minorías. La realidad es que son una minoría. Si vos querés un país feliz, a pesar de que yo no
esté de acuerdo con ciertos ataques contra los grupos hegemónicos, como ataques directos… me
parece que vos tenés que apuntar a levantar el nivel de los demás, y el resto se cae por sí sólo. No
se trata de atacar o ponerle impuesto a la riqueza, tipo una expropiación socialista, marxista, yo no
creo en eso; pero sí entiendo que vos tenés que gobernar para lo que es la mayoría del país, y la
mayoría del país no son los terratenientes, ni los dueños de las empresas ni los dueños de los
monopolios. El gobierno tiene que gobernar -cosa que no hizo por muchos años-: sentarse en la
mesa con los representantes de las mayorías y no con los de las minorías. ¿Cómo se decidieron la
Ley Banelco y las leyes de flexibilización laboral? Sentados con los dueños de las fábricas que
decían ‘nosotros necesitamos bajarle el sueldo a los empleados’; ok, ¿y cómo podemos hacer? De
esta forma. Y entonces los representantes de estas minorías, las oligarquías, armaban políticas
agropecuarias, políticas económicas, políticas de empleo, que afectaban a las mayorías en función
de que esos cincuenta mil sean cada vez más ricos. No es posible, no es ético, no es justo, que un
país esté orientado a ver cómo hace para que los ricos sean más ricos; ¿cuántos yates pueden
tener? ¿Cuántos autos de lujo pueden tener? Con diez les alcanza. Ni siquiera hablo de atacarlos,
simplemente que bueno, cortemos acá, cerremos esta canilla: ‘ustedes van a vivir siempre bien
igual, porque ya tienen una estructura económica que es muy difícil de dar vuelta y que no se va a
destruir porque le aumenten el sueldo a los empleados, ni ninguna fábrica va a cerrar por un
aumento de sueldo a sus empleados, ningún campo va a cerrar porque los peones duerman en
una casa como la gente’, eso no va a ocurrir. Simplemente que en lugar de 15 mil millones en el
banco, vas a tener 5 mil millones; bueno, no es tan duro, lo podés soportar. Lo que pasa es que
hay una lógica de la acumulación que es natural de la oligarquía -y hablo de oligarquía oligarquía,
no estoy hablando de un tipo que es gerente de una empresa y puede ganar $20,000 por mes y
vive muy bien, por arriba de los que son empleados comunes de esa empresa; estoy hablando del
que tiene 20 o 30 empresas, que hay un montón, de ese estoy hablando-. Vos no podés gobernar
para que ese tipo -que tal vez vive seis meses en Miami y seis meses en Europa- viva bien a costa
del sufrimiento de millones. Ahí creo que apunta eso de que la única minoría en este país son las
oligarquías. O sea, si vos decís ‘no voy a legislar para los putos porque son una minoría’, entonces
no legislés para… porque si hay cuatro millones de putos, y dos millones en condiciones de votar
por edad, etc., es más lógico -si vos sos un representante del pueblo y entrás por elección popularque gobiernes para esos dos millones y no para los otros 50 mil -y digo cincuenta mil y me quedo
larguísimo-”.
Y aquí asoma el viejo cuento de la globalización, y sus globos que revientan. Grandes negociados
tras bambalinas, y una fachada convenientemente bonita. Léase así: nos acercan una ponderosa
pintura que al parecer bendecirá a la humanidad, en tanto unidad y comprensión; lo que procuran
ocultar es la inmensa ola de violencia e indignidad que este cuadro desata. La globalización es la
sepultura de costumbres populares y culturas milenarias. Este siniestro plan es el pretendido fin
de un pasado. Echemos un ojo a un nuevo, y arbitrariamente selecto, párrafo del Manifiesto de los
Putos Peronistas: “no aceptamos verdades reveladas, ni discursos únicos, ni fundamentalismos de
ningún tipo, porque someten y anulan la plenitud y la riqueza de las personas. Frente a la
‘burocratización de las identidades’ que pretende encasillarnxs, desactivando la tensión y la
potencialidad del cambio, preferimos reivindicar el derecho al placer: experiencia de vida que
humaniza y permite la comunicación profunda entre los seres humanos y los pueblos”.
Personalmente -como si a alguien pudiese interesarle mi opinión-, esta cita me ha cautivado más
que cualquier otra. Ciertas tensiones no han de ser desactivadas porque marcan el pulso popular,
y esa fibra íntima entre las personas y el colectivo siempre debe latir. Al margen de esta licencia
participativa que se ha tomado, el autor recomienda que consideren el párrafo, pues tiene una
profunda ligazón con los siguientes pasajes de la entrevista. Improvisaría una hipótesis, siguiendo
el relato de Rodolfo: las ‘minorías’ no necesariamente deban remitir a un código cuantitativo sino
que, tal vez, sean una categoría que refleje la calidad de vida de un determinado sector. Da la
sensación de ser una herramienta un poco engañosa. Veamos de qué manera el entrevistado
completaría mi sugerencia:
“Me parece que son mal llamadas minorías; hablando, por ejemplo, de los pueblos originarios: es
una minoría que se determina desde lo discursivo, y que se determina desde cercarlos, achicarlos,
absorberlos, culturizarlos y desaparecerlos. Los desaparecés como minoría integrándolos, es decir,
lo desintegrás como ‘pueblo originario’ y lo integrás tal vez como ‘villero’, y lo ponés en un lugar
donde… los pueblos originarios han sido absolutamente desaparecidos. Les sacaron su cultura.
Esto es un episodio constante que sigue ocurriendo, y sigue ocurriendo con este gobierno: por eso
te hablo de que soy peronista pero no puedo ser ultra K, porque a mí me duele. Me duele que la
pongan a Rachid a intervenir el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el
Racismo) porque Morgado salió a apoyar a los pueblos originarios; parecería que eso es estar en
contra del gobierno, y eso no es estar en contra sino a favor. Si el gobierno es nacional y popular,
tiene que entender que nacional y popular son todos, los pueblos originarios incluidos; entonces
vos no podés agarrar a estos pueblos, y ningunearlos, y desaparecerlos, y decir ‘son una minoría’.
No, ¡no son una minoría! A un montón de pueblos, cuando se construyó la represa Yacyretá, los
expulsaron a través de Nación y los reubicaron en casuchas y villas, donde no tenían nada para
hacer. Yo hice un documental sobre los guaraníes donde se explica cómo la Universidad de La
Plata -donde estudió la presidenta- les expropió tierras hace quince años y no se las devuelven a
pesar de un montón de gestiones, y les discuten que para qué necesitan 6500 hectáreas para vivir.
Si vos vivís de la caza y de la pesca no necesitás 6500 hectáreas ‘para vivir’, pero las necesitás para
que vivan los animales que cazás y pescás, para que el ciclo de la naturaleza se reproduzca… hay
que comprender a una minoría dentro de su forma de vida; a esos guaraníes no los arreglás
poniéndoles chalets en el pueblito de al lado porque no saben cómo vivir de esa manera y, así
aprendieran cómo vivir, los exterminás como guaraníes. Entonces vas a decir ‘bueno, ahora tengo
un montón de peones’ -porque en diez años aprenden a ser peones, albañiles, o cualquier cosa,
porque son personas capaces de todo-. Simplemente los extermino como esto porque no me
conviene, porque me llevan muchas tierras así, me salen muy caro. Entonces, esto es lo que hay
que entender: que esa minoría no es tan minoría, sino que la vas trayendo hacia un lado donde la
absorbés dentro una mayoría, que es lo que llaman las ‘mayorías silenciosas’; como guaraníes
todavía tienen una identidad para defender sus tierras, pero como villeros -si trasladás a un
pueblo a esa misma gente- no son nadie, son 500 pobres más. Quinientos pobres estructurales,
porque les va a llevar cientos de años poder adaptarse a un sistema de vida que no es el suyo”.
Interrumpo para abrir las ventanas y permitir que brisas encontradas jueguen con las cortinas.
También, abro paréntesis para continuar con este apareo que he planteado entre el testimonio de
Rodolfo y el Manifiesto de la agrupación: “Desde el peronismo abrazamos todas las luchas de
liberación e integración social de los países hermanos. Por ser hijxs de la Nación Sudamericana es
que luchamos por la unidad de nuestro continente”. Me pregunto, y no tengo una respuesta
sólida, si no hay un roce implícito entre la ‘liberación’ y la ‘integración social’ que plantean: lo
primero que me surge es que esos dos conceptos se sacan chispas. Por otra parte, y haciendo a un
lado la dialéctica -que no siempre suma-, imagino que habrán articulaciones y movimientos que no
decanten en la absorción de uno de sus elementos. Mixturas. Fusiones. Debe ser posible un
avance cultural por fuera de la lógica capitalista. De todo esto, y mucho más, seguiría hablando
Rodolfo.
“(…) Los guaraníes comparten todo lo que tienen: cuando sobra mucha comida, como no tienen
noción de la acumulación, hacen una fiesta para gastarla y para aprovechar esa acumulación en las
cuestiones sociales. A esa gente, ¿cómo la absorbés? La tenés que destruir culturalmente, o sea,
realmente los eliminás; hacés lo mismo que hicieron los españoles cuando decían que estaban
civilizando. Es igual que decir que ‘nosotros no tenemos nada contra los putos, mientras cojan con
mujeres no tenemos nada’; y no, si son putos no cogen con mujeres… entonces, bueno, los están
reventando. Estás cambiando todo lo que son. Lo mismo con los guaraníes, y lo mismo con todos
los pueblos originarios en general, e inclusive con las identidades culturales de cada provincia -yo
soy de Rosario-. Hay una cuestión que ahora se ve muy clara -como una globalización interna-: que
se tiende sólo al ser porteño; como si todo el país debiera ser porteño. Que si un correntino vive
en Capital es bruto, ¿por qué? Porque es bruto, tiene tonada… así quieren crear una Argentina sin
diversidad; y hay una frase que dice Juan -uno de los Putos Peronistas-, en base al discurso por la
Ley de Matrimonio Igualitario, que es: ‘queremos una Argentina justa, libre, soberana y diversa’.
Hay que entender que no está mal que haya diversidad; es lo mismo que te decía al principio de la
nota de que el peronismo tiene que entender que está bien que haya radicales, está bien que haya
socialistas, está bien que ellos propongan una ley -aunque tal vez después no prospere-; pero que
estén, que vean al mundo desde una amplitud y que nos permitan un mundo mejor para todos.
Tampoco pienso que no hay que reunirse nunca más con los industriales… la gente que invierte
también es necesaria, o sea: no digo que no hay que sentarse con la Unión Industrial, ni que no
hay que sentarse con los dueños de los campos, porque sería hacer lo que estoy diciendo que no
hay que hacer. Pienso que gobernar para todos es tener en cuenta los derechos de las mayorías”.
Describe un equilibrio de cristal, que requiere de una ardua y constante tarea: perseguir el punto
entre la unidad nacional, necesaria para que el pueblo tenga registro, y el respeto por las
diferentes culturas que hacen a la argentinidad. Sigue Rodolfo. Esta vez, sacaría de la galera un
conejo maradoniano: deléitense con este pase de magia.
“Unidad nacional es unirnos a todos, no separarnos. No es estar en contra de los K, ni en contra de
los putos, ni en contra de nada. Vos armás un equipo de fútbol y tenés a uno que es arquero, y es
arquero: no lo estás discriminando porque es arquero; juega de arquero. Hay otro que juega de
dos, y otro que juega de cinco, y hay un número nueve, hay un diez y un once. O sea, tenés a un
montón de jugadores que juegan a lo mismo y patean para el mismo lado. Uno juega por la
izquierda y el otro por la derecha, uno juega por el centro; y así tiene que ser un país: es la única
manera de jugar. Si todos van para atrás, a defender, no funciona. Si todos van para adelante, a
atacar, tampoco funciona. Un país unido quiere decir un montón de gente jugando a lo mismo,
con un objetivo común desde el lugar que le toque a cada uno. A los homosexuales hay que
defenderlos dentro de su identidad y como parte de un proyecto de país, a los originarios dentro
de su identidad y como parte de un proyecto de país, a los judíos, a los islámicos, a los radicales, a
los socialistas; yo no puedo comprender a un fascista -no me sale cómo lo sumarías a esto- pero,
dentro de una lógica racional… a los empresarios hay que defenderlos también; tal vez los tenés
que defender, ¿de quién? de los que vienen de afuera, no de los trabajadores, -no es que para
defenderte te pongo una ley, que cobren $500 por mes, y listo- hay que defenderlos de los de
afuera haciendo que sean competitivos en el mercado: dándoles un subsidio para exportar, que
todo lo que exporten tenga un subsidio y lo que vendan acá no lo tenga, bueno, no sé. Buscar la
manera de beneficiar a todos. El ejemplo del equipo de fútbol es muy claro: no pueden jugar todos
de todo, cada uno tiene que jugar desde su individualidad pero hacia un mismo lado. Si hacés eso
por lo menos tenés claro a qué jugás, y de qué lado estás, y en qué equipo jugás. Acá, pareciera
que algunos te patean en contra todo el tiempo… y si vos estás jugando y alguno se da vuelta y te
patea en contra, o lo sacás del partido o se te va a complicar mucho. Eso hay que entender: hay
que girarlo y decirle ‘no negro, vos tenés que patear para este lado; sino te saco y pongo a otro’.
Está difícil, nos gusta mucho la confrontación. Nos gusta mucho medir la poronga. Cuando vos te
pongas de acuerdo y no discutas las políticas del gobierno que ganó, vamos a andar mucho mejor.
En Argentina no se construye porque el que viene lo único que quiere es destruir lo que hizo el
anterior; no está pensando en lo que va a hacer adelante: va a vetar las leyes que hizo el anterior,
las que están bien y las que están mal, y así es complicado. Un técnico que llega a un equipo pide
refuerzos, no echa a todos. Acá llega un presidente nuevo y dice ‘bueno, economía no la tiene más
este, esto no, esto tampoco’, y te cambió todo el gabinete. ¿Eran todos idiotas y todos jugaban en
contra de la patria? No lo creo. Pero funcionamos así, y bueno… es una manera muy particular de
ser del argentino que nos lleva a que nuestro mejor momento haya sido hace más de 50 años: en
el año ’55 Argentina era un país creciente; tenía un montón de cosas a favor y estaba en su mejor
PBI, en su mejor distribución de la riqueza, en su mejor puesto mundial como economía y como
consideración. Éramos una potencia, aunque parezca un chiste. Hacíamos aviones a reacción a la
par de los norteamericanos, y ahora tenemos que comprar las computadoras en China. Esto es la
consecuencia de no construir; de no construir. Cuando construyamos un país va a ser mucho más
fácil todo, y va a ser mucho más fácil la convivencia, porque vamos a decir todos: ‘en esta base
estamos de acuerdo’”.
Cerró la caja, y le puso el moño. Pudo haberle faltado una dedicatoria, pero no más que eso. La
pelota quedó incrustada en la red, y yo sacaría del medio con esta pregunta: ¿qué razón creés que
encuentra la gente para ser intolerante?
“A mí me cuesta mucho entender la razón de la intolerancia porque yo, por naturaleza, -tal vez por
lo que te contaba de mi familia- soy muy tolerante. Pienso que el intolerante es agresivo, y que
tiene un miedo adentro, y es el miedo a que le toquen… y tiene que ver un poco con esta manera
de ser, de que es los industriales o los trabajadores, ¡dos entidades que no pueden existir una sin
la otra! Los industriales necesitan a los trabajadores y los trabajadores necesitan de las empresas,
pero acá siempre estuvo planteado como ‘los empresarios versus los trabajadores’; es como raro.
Como si se creyera que apoyar al trabajador significa atacar al empresario, que apoyar a las tribus
originarias es atacar a los colonos. Como si acá siempre hubiera una dualidad de que es uno contra
el otro, y es como lo que te decía antes del fútbol: es uno y el otro; cuando cambiemos ese o que
está en el medio por un y, se va acabar la intolerancia. Si me decís ‘quiero casa’, pero esa casa
inmediatamente a mí me representa -yo que alquilo una casa, que tengo acceso a la vivienda- que
me la vas a quitar a mí, bueno, digo ‘no, no, abajo los que quieren casa; mátenlos’, porque me
quieren quitar la mía. Pero si digo ‘está bien, yo tengo casa, quiero que él también tenga casa’ -no
será mi casa sino otra- y entiendo que la mejor manera de sentirme seguro -ahora que se habla
tanto de inseguridad, etc.- es que todos tengan casa, que todos tengan empleo, que todos tengan
todo, digamos, -‘para todos todo’, como dice el Subcomandante Marcos- se va a acabar bastante
la intolerancia. Después hay nazis que son congénitos, para mí. Borges decía que los peronistas no
son ni buenos ni malos, que son incorregibles, y yo pienso que algunos nazis son incorregibles: que
van a ser nazis a pesar de que no les afecte en nada; les gusta y es una postura ante la vida, como
el protestón que protesta por todo… bueno, el protestón no es tan jodido, pero el nazi sí es jodido.
Pienso que eso va a seguir existiendo, que es un porcentaje de la sociedad como hay desviados en
todas las sociedades. Pienso que el día que entendamos que obtener derechos para todos no es
un ataque hacia nadie, sino una suma… o sea, que los homosexuales tengan sus derechos, que los
trabajadores tengan sus derechos, y que todos tengan sus derechos”.
Y si existe un país con recursos y territorio como para hacer las cosas bien, es Argentina…
“Pero acá es la Capital o el Interior. De donde vengo yo, es Córdoba o Rosario. Pero si en Rosario
se llenan todos los hoteles entonces yo no tengo que ganar nada a nadie, no tengo más capacidad
que esa… y sin embargo vamos a competir toda la vida porque es nuestra idiosincrasia. Parece que
somos un país agroexportador, o somos un país industrial, ¡no entiendo por qué! A ver, no puedo
poner fábricas en toda la Patagonia, o en toda La Pampa, porque no sería viable: fabricaríamos lo
que consume todo el mundo, no es posible. Tampoco puedo eliminar todas las vacas, porque no
tendríamos qué comer. O sea que convivimos con esa locura, están esas dicotomías que son
autodestructivas. Como decía la Madre Teresa, ‘ojo por ojo terminamos todos ciegos’; son así.
Listo, yo cago a los trabajadores, y entonces tengo una fábrica que después se queda sin
empleados… en las industrias, cuando Argentina volvió a crecer, no había empleados capacitados.
Muchas empresas son de oficios, soldadores, torneros, -un montón son de oficio- y entonces no
había empleados para abastecer a las industrias; y las industrias terminaron pagando carísimo un
tornero. Cosas que ellas mismas destruyeron con la flexibilización laboral… ¿por qué pagaron
carísimo por un tornero? ¡Porque no había más! Porque los exterminaron, los convirtieron en un
artículo de lujo, y entonces vos querías un tornero y el tipo te dice ‘yo soy el último tornero: desde
La Pampa hasta Ushuaia no vas a encontrar ninguno más’. ¿Cuánto vale ese tornero? Vale lo que
él quiera, porque es el único. Las dicotomías son las que nos van a destruir, y volvemos a lo que te
decía antes: si el defensor dice ‘no se la voy a pasar al delantero, porque yo soy defensor y él es
delantero’, no vas a meter ningún gol; y a la larga te la roban y te hacen un gol a vos. No se puede.
No se puede armar un país de esa forma, por oposición. Un país se arma sumando y es la única
manera: sumando a todos, en tanto y en cuánto tengan una mínima idea de ese proyecto de país.
Y no creo que nadie piense que la Argentina tiene que ser una colonia, ni que la Argentina no tiene
que producir, ni que nadie piense que la Argentina no tiene que exportar carne o alimentos o no
tiene que tener industria. No creo que haya nadie en la Argentina, te guste la izquierda o te guste
la derecha, que diga que hay que destruir al campo: no creo que nadie piense así”.
Sin embargo resulta compleja la comprensión de ciertas miradas. Nuestro país cobija modos de
vivir muy distintos. Pienso fundamentalmente en la poca cabida que tienen los Derechos Humanos
en los pueblos, a diferencia de las grandes ciudades.
“Pienso que hay cuestiones que tienen que ver con la educación. El caso de Villegas, por ejemplo,
(NdeR: en mayo de 2010 se desato un escándalo mediático a raíz de la difusión de un video que
involucraba a tres adultos y a una chica menor de edad teniendo relaciones sexuales) me parece
de un fascismo muy pueblerino, que puedo asociar con eso de ‘pueblo chico, infierno grande’. Los
pueblos se manejan más como feudos -son más sectarios y oligárquicos-, distintos de las grandes
ciudades donde, por una cuestión de cosmopolitismo, hay más extranjeros, y hay más visibilidad…
en ciertos lugares más chicos hay cosas más enquistadas que se van a conciliar solamente cuando
eso vaya creciendo, que es el destino final de cualquier pueblo: crecer. Pero pienso que no es una
cuestión que pueda resolverse a mediano plazo. Son cuestiones intrínsecas que van a ir pasando
con el tiempo. Qué sé yo, esta piba de Villegas que tuvo la historia con los tres chabones, digamos,
para el pueblo es ‘la puta del pueblo’ y se lo merece. Para el pueblo se lo merece; y entonces eso
es lo que defienden. O sea, yo no puedo apoyar el linchamiento de nadie, por muy equivocado que
esté ese tipo -este concepto de Piazza de ‘linchémoslo, matémoslo en el medio de la calle’, a un
ladrón-; por más que me de mucha bronca, porque uno reacciona con esas cosas, ni puedo apoyar
el linchamiento de un violador, ni puedo apoyar, digamos… bah, me parece que nada que esté por
fuera de la justicia”.
“Porque el peronismo es el hecho maldito en este país burgués, nosotrxs seremos la chispa que
permita a nuestra comunidad expulsar hasta sus últimos vestigios discriminatorios”. Con esta cita
de los Putos Peronistas, despliego la alfombra roja para que la entrevista haga su última pasada.
Compartiría con Rodolfo una reflexión de Pablo Lucero, extraída de la misma nota de Página/12
que mencioné con antelación: ‘en el conurbano -dice- la Policía mete preso a cualquier chico y no
queda claro si es por negro, maricón, o porque el pibe no vive en el centro de la ciudad, donde no
nos agarran de las pestañas por ser putos’. Lo que me interesaría saber, aprovechando su ojo
documentalista, es si él vincula a una situación de las características descritas únicamente con la
precariedad en que pueden vivir esos chicos, o si cree que también juegan otros factores como la
incapacidad y la ignorancia de la fuerza policial.
“Lo vinculo más con un ejercicio del poder. En la Policía misma rige una porongocracia -es una
institución vertical- donde el que está arriba tuyo te da una orden, y vos tenés que obedecerla, y
se va volviendo como una especie de… de esto, de que es una institución fascista por naturaleza
en el sentido de que uno manda, y el otro manda, y otro obedece, y lo vas mamando desde que
entrás en la escuela de policías en adelante. Un policía está seis meses haciendo el curso, y de ahí
sale a la calle. A partir de que sale a la calle empieza a aprender qué es ser policía, porque durante
esos seis meses no aprende nada útil; o sea, lleva menos tiempo ser policía que manicura: lleva un
año el curso de manicura en la UBA, y seis meses ser policía. Entonces yo para darle un alicate a
una mina considero que un año es suficiente, y para darle un fierro a un tipo me parece que con
seis meses alcanza. En ese tiempo tiene que aprender de leyes, a disparar, a tratar con la gente en
conflicto -o sea, hacer una especie de curso de cónsul que lleva dos años-; es decir, la policía no
está preparada de base para hacer lo que tiene que hacer, por el tiempo que se le dedica a su
preparación. Ese tiempo de preparación debería tener que ver con la inseguridad y la necesidad
creciente de la Policía. Entonces tenés a un montón de policías poco preparados, jóvenes, que la
mitad no eligieron ser policías sino que se meten porque es un sueldo fijo -y que ahora no es tan
malo como solía ser-. El sueldo que gana un policía ahora no es tan malo… pero después, como
hay pocos policías y la plata tienta, hacen tres mil horas extras. Entonces tenés a un tipo que está
poco preparado, que hace 24 horas que no duerme y que está irritable -como cualquier persona
que hace 24 horas que no duerme-, y que es parte de una institución donde durante todo el día le
meten un porongazo; y donde también te dicen -en las comisarías, y puedo dar fe absoluta de
esto- ‘el viernes tengo que tener treinta detenidos’. Porque la Policía que funciona es la que tiene
detenidos, no importa si hicieron algo; o sea, si el concepto de trabajar es traer detenidos, y si el
policía está en un lugar donde no pasa nada, ¿qué hace? Bueno, hay una ley contravencional que
dice que no se puede estar vestido de mujer, entonces se llevan diez travestis. Las travestis ya lo
saben, los policías ya lo saben: van, las detienen, averiguación de datos, y si no les pueden probar
el ejercicio de la prostitución ni nada… se las llevan para completar ese número. Entremedio,
agarran a una travesti que aparte capaz que está drogada, que aparte tal vez ese día se resistió porque también vive en una porongocracia donde todo el mundo la caga, donde nadie le da bola,
etc.- y se terminan armando unos quilombos superiores a la idea central que era, bueno, ‘yo tenía
que tener veinte detenidos y me llevo a las travestis que ya las conozco’. Les dicen ‘vamos
Martita’, o sea que saben quién es, y se la llevan detenida del lugar donde labura todos los días; y
entonces así empieza a funcionar la cuota -30, 40, o 50 pesos- que tienen que pagar las travestis, y
empieza a funcionar esto de la violencia policial que tiene que ver con un montón de situaciones
que se juntan: un policía que no está preparado, joven, con sueño; y gente en situación de
exclusión -que tampoco tiene tolerancia-, de pobreza, de marginalidad. Si yo te digo que te voy a
hacer encerrar en un lugar, con todo ese cúmulo de gente… vos pensá que en Gran Hermano se
cagan a trompadas, y pensá que te hablo de un ghetto muy distinto: porque no es cerrado pero es
cerrado -porque la gente de La Matanza no va a ninguna parte-; están en el kilómetro 29, en el 35,
en el 32, y viven en ese submundo. Le pagan la plaza a la Policía, e igual un día se las tienen que
llevar porque tienen que hacer ese número. El día que la detienen, la travesti no labura y no come.
Entonces, me parece que es como que se genera una situación donde ponés un polvorín y le tirás
un fósforo adentro, y terminás… no justifico a la Policía, eh, no justifico ni los excesos, los abusos,
los golpes, ni que no se ubiquen en su lugar, porque creo que así y todo -con la poca preparación
que tienen- un policía por lo menos tiene el secundario completo, y que ser ser humano y ser
decente no tiene que ver con tu preparación. Pero, bueno, tenés que ver las cosas en su contexto:
un hombre es un hombre en su circunstancia; bueno, tenés que ver en qué circunstancias un tipo
agarra a un pibe que salió del boliche en pedo y lo caga a mazazos, como lo vemos en Policías en
Acción (programa televisivo). ¿Por qué hace eso? ¿Es un completo demente, o qué le pasó? -Para
comprender la situación, no para justificarla- para mí es condenable igual, y hay que juzgarlo y
condenarlo; y también para que la institución entienda que eso no va: que desde ahí le digan no,
‘no me traigas a un pibe golpeado, traeme detenidos’; si no hay no hay, y de última eso lo tenés
que catapultar para arriba. Pero no me traigas un quilombo. Pero a veces, como te pidieron el
número y no lo hiciste, y por ahí son las seis de la mañana y decís ‘ahora llevo a veinte’. Me parece
que no tiene tanto que ver con la cuestión de fondo sino más bien con una forma de ser, con la
institución, y con la educación, con la falta de preparación, con el tipo que está pasado de rosca”.
Vidas borrosas, tan lejanas e insospechadas… Hablo únicamente por mí, sin ánimo de involucrar a
los lectores en este pensamiento. Aunque quizá más de uno me comprenda. Es que ¿qué vida es
esa? Me atrevo a cuestionar. Bueno, vecinos de La Matanza se han reunido hace algunos años con
el afán de aplacar tantas injusticias, y han creado una agrupación que es el reflejo de sus principios
y sentires, y han sellado ese momento fundacional con un Manifiesto que acaba con las siguientes
palabras: “Hemos abandonado los miedos y perseveramos en ello, y queremos ayudar a otrxs para
que abandonen los suyos. Cuando la sexualidad sea plena, desaparecerá como único y más
categórico aspecto de las personas, y entonces podremos encontrarnos todxs desde valores como
la solidaridad, el respeto y la justicia”.
Nosotros hemos conversado largamente sobre cuestiones vinculadas a diferentes maneras de
discriminación y sufrimientos, en épocas pasadas y aún hoy en muchos rincones de nuestro país.
Ahora bien, ¿qué pensaría Juan Perón, líder del movimiento nacional y popular e inspiración de
tantas agrupaciones juveniles, acerca de la irrupción de los Putos Peronistas?
“Yo pienso que Perón era un gran integrador social, y una de las veinte verdades peronistas es que
‘hay una sola clase de hombres y son los que trabajan’. El concepto de país, para Perón, eran los
trabajadores; me parece que no hubiera tenido… y él traía una formación similar a la policial: de
militares, de gente dura, estricta, verticalista, etc. Las dos mujeres de Perón pudieron haberse
considerado en su época -al margen de mi concepto personal sobre Isabel, que no es bueno- dos
mujeres de mala vida: Isabelita era una bailarina que conoció en un cabaret de Panamá, y Evita era
una actriz de poca monta que venía de un pueblito y tenía acusaciones de prostituta, de que había
curtido para llegar a poder trabajar, etc. Es decir, él se vinculaba con la gente del pueblo, porque
perfectamente como militar se pudo haber casado con la hija de otro militar, o con alguna persona
aristocrática que siempre tienen relaciones con los militares… alguna hija de un terrateniente. No
es una decisión caprichosa que se sintiera vinculado con esa clase de gente. Se habló mucho de los
orígenes de Perón -que no quiero meterme mucho con eso porque no está muy claro-, digamos, él
también tenía como un trasfondo bastante popular. Pienso que él los hubiera aceptado con muy
buen gusto a los Putos Peronistas, en tanto y en cuánto… yo creo que este concepto -si bien no es
suyo y no se lo voy a atribuir- del partido y para dónde jugás, creo que él entendía perfectamente
para qué lado jugaba. En una guerra, como en un partido de fútbol, todos tienen alguna función
específica, y todos apuntan los rifles para el mismo lado: no tenés a nadie dado vuelta en una
trinchera, con el rifle para atrás. Un estratega militar entiende que el que no resta, suma; uno será
un poco más vago, el otro un poco más fuerte… pero el que no resta suma, y en algún momento
Perón sumó con muchísima gente, porque ideológicamente estaban de acuerdo con su proyecto.
No creo que hubiese tenido ningún reparo; creo que los hubiera atendido de muy buen gusto, y
que si en su momento no hubo una apertura hacia la homosexualidad hay que comprender que
era un militar atacado y bombardeado por los militares en el ’55, bombardeado literalmente. Lo
encarcelaron primero, después de bombardearon, después lo proscribieron, y no podía volver por
ejemplo en el ’73 -cuando nace el FLH- y hacer las primeras declaraciones… -imaginate que vivió
sólo dos años más- ‘bueno, vamos a hacer que los homosexuales no sé qué’. Todavía no ocurrían
esas declaraciones tan abiertamente, como ahora pasa con la presidenta -y con Kirchner en su
momento- que ha tenido con sus acciones un apoyo fuerte. Pienso que Perón hubiera estado feliz
de que hubiese una agrupación de Putos Peronistas; mientras fueran peronistas, y fueran
trabajadores, y apoyaran al pueblo en esta tercera opción que planteaba, me parece que no
hubiera tenido ninguna duda de bancarlos con todo. Porque sumó a todo el mundo: había rengos
peronistas, había una agrupación de drogadictos peronistas, católicos peronistas, judíos peronistas
-todas agrupaciones que existieron-; o sea, todo el mundo desde su particularidad se alineó con el
peronismo y fueron bienvenidos en el peronismo. Él les daba la bienvenida a los de la CGT, que
eran los históricos, y también les daba la bienvenida a los Montoneros; hasta que los Montoneros
empiezan a discutir al peronismo, y entonces ahí lanza la frase de ‘imberbes’ (NdeR: discurso
histórico en Plaza de Mayo, el 01-05-1974, con olor a que se venía la noche). Esa fue la primera
división que tuvo el peronismo, desde el ’45 hasta el ’74; o sea que en treinta años fue la primera
vez que hubo una división real. Aceptó a todo el mundo, incluso a los más reaccionarios, salvo
cuando los mismos peronistas -en este caso los Montoneros- se volvieron en contra. Cosa que él
no podía tolerar, una situación de violencia interna y de conflicto interno. Él decía que podían
haber más muchachos de izquierda, o más de derecha, pero que al final eran todos peronistas”.
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