En la ciudad de La Plata, a los 18 días del mes de octubre de 2012, se reúnen en Acuerdo Ordinario los Señores Jueces de la Sala Segunda del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, doctores Jorge Hugo Celesia y Carlos Alberto Mahiques, con la presidencia del primero de los nombrados, para resolver en la causa Nº 28.686 y su acumulada Nº 29.641, caratulada “G., L. y G., A., s/recurso de casación” “T., A. F. s/recurso de casación”. Practicado el sorteo de ley, resultó que en la votación debía observarse el orden siguiente: doctores: MAHIQUES–CELESIA. 1º)El Tribunal en lo Criminal N°2 de San Justo, departamento judicial de la Matanza, con fecha 21 de mayo de 2007, resolvió condenar a T., A. F., a la pena de prisión perpetua, accesorias legales y costas, como autor penalmente responsable de homicidio agravado por alevosía; a G., A., a la pena de prisión perpetua, accesoria legales y costas, por resultar autora de homicidio agravado por el vínculo; y a G., L., a la pena de quince años de prisión, accesorias legales y costas del proceso, también como autora penalmente responsable del delito de homicidio simple, los tres, por el hecho ocurrido el 28 de abril de 2004, en perjuicio de la menor G., J. A.. 2º) Contra dicho pronunciamiento, interpusieron recursos de casación los defensores públicos doctores Eduardo Alberto Sbriz en representación de las hermanas G., y R., C. A., por T.. 3º) Los recursos fueron radicados en esta sala (fs. 63), y declarados formalmente admisibles (fs. 68/69). 4º) La señora defensora oficial adjunta ante este Tribunal, doctora Ana Julia Biasotti presentó memorial a fs. 73/76 y desistió de la audiencia que prescribe el art. 458 del C.P.P. El señor fiscal adjunto, doctor Jorge A. Roldán, hizo lo propio a fs. 77/80. 5º) Hallándose la causa en estado de dictar sentencia, tras deliberar, y sometido el recurso a consideración del tribunal, se planteó y votó, en el orden de intervención de los señores jueces doctores Mahiques–Celesia, la siguiente cuestión: ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar? A la cuestión planteada, el señor juez doctor Mahiques dijo: I. El caso traído a decisión de esta sala, requiere, en primer término, reseñar el hecho que ha sido objeto del debate y que se tuvo por probado, para luego abordar separadamente la situación de cada uno de los acusados y los agravios planteados por las respectivas defensas. El Tribunal en lo Criminal nro. 2 de San Justo, tuvo por probado “…que el día 28 de abril de 2004, en el interior de una de las precarias viviendas construidas dentro del predio de la fábrica sita en la calle S. R. nº …. de Isidro Casanova, (….) T., A. F. ejerció violencias físicas contra la menor G., J. A. –con quien convivía- aplicándole un fuerte puñetazo en el rostro,(y) golpeando su cabeza contra la pared,(…)”. Que “la víctima quedó en estado de indefensión (y) obnubilada por el impacto contra el muro”; que enseguida utilizando un trozo de madera “le aplicó repetidos golpes en distintas partes del cuerpo, que le ocasionaron múltiples traumatismos, verificados en las lesiones contuso-hemorrágicas en la región frontal y pariotemportal izquierda y fractura temporo-occipital izquierda con edema cerebral,(…) y estallido de la vejiga, lesiones éstas que -tras cinco días de agoníaderivaron en el deceso de la menor por un cuadro de peritonitis urinosa aguda secundaria a traumatismo abdominal con estallido vesical”. El tribunal a quo, dio asimismo por demostrado que la golpiza a la que fue sometida la menor fue presenciada por su madre y su tía, quienes, “no intervinieron para evitar el resultado letal, sin que tampoco en los días posteriores y durante el período previo al deceso le hayan proporcionado –desobedeciendo un mandato de acción- la asistencia médica adecuada derivado de su deber legal de velar por la supervivencia de la niña”. Que ello era tanto más exigible desde que el castigo se sumó “a un grave cuadro de desnutrición crónico y de maltrato que, desde hacía tiempo venía soportando la menor, y que coadyuvó al desenlace fatal”. II. La defensa de T., planteó dos motivos de agravios. Por el primero atribuyó al tribunal sentenciante haber transgredido los principios de la sana crítica y de aquellos que exigen la debida fundamentación de las decisiones judiciales (arts. 106, 210 en función del art. 373 y cctes. del C.P.P.). Que se rechazó arbitrariamente la versión de T. en cuanto a que no buscó como resultado la muerte de la menor, sino sólo “corregirla”. Adujo la defensora que su admisión conduciría a calificar el suceso como homicidio preterintencional (art. 448 inc. 1ro, 450 y cctes del C.P.P.)”. Como segundo motivo de agravio, en forma subsidiaria, invocó que en el fallo se hizo una errónea e infundada aplicación del concepto de alevosía contenido en el art. 80 inc. 2do del Código Penal. III. El defensor oficial de las hermanas A. y L. G., dirigió su crítica a la calificación del hecho como homicidio agravado por el vínculo y homicidio simple, respectivamente, reclamando la subordinación legal de aquel a norma del art. 106 del Código Penal –respecto de la primera de las nombradas-, y la consecuente absolución de la segunda. En subsidio, argumentó contra la desestimación, en cuanto a G., A., de las circunstancias extraordinarias de atenuación previstas en el último párrafo del art. 80, del Código Penal. Se queja, finalmente, del monto de pena aplicado a G., L., aduciendo, en lo sustancial, que no ha sido debidamente fundamentado ni guarda proporción con la culpabilidad de su representada. IV. En lo concerniente a T., la primera de las quejas debe ser desestimada, pues, contrariamente a lo pretendido por la defensa, está suficientemente demostrada tanto la materialidad ilícita de los sucesos juzgados, como la autoría responsable del imputado. La determinación de dichos extremos fácticos ha encontrado suficiente y racional sustento en la valoración armónica y conjunta de las pruebas que tuvo en consideración el tribunal de grado. No se verifican, en efecto, vicio o defecto lógico alguno que importe una vulneración a las reglas consagradas en los artículos 210 y 373 del ordenamiento ritual. Fueron así legítimamente adquiridos al proceso la propia admisión del acusado; los testimonios de la pediatra N., N. I.; de los policías G., N. R., D., F. M., R., M. D., y M., M. A.; de V. D. y P., N. M. y C., F., recibidos en el debate; y los resultados de las pericias técnicas (informe de autopsia del Dr. O., J de fs. 21, y de la radióloga L, G. M., pericia histopatológica de fs. 404/406, e H.C. de fs. 47/51). Armónicamente conjugados, esos elementos demuestran la intensidad del violento ataque de T. contra la menor G., J., y la vinculación causal entre éste y su muerte acaecida luego de que el encausado la golpeara con un elemento de madera de 30 cm de largo, 6 cm de ancho y dos de espesor, de por sí apto para producir el óbito. Distinta será la suerte de la queja dirigida en forma subsidiaria a la concurrencia de la agravante por alevosía, la que, desde ahora, adelanto que tendrá favorable acogida. En precedentes de esta Sala (cfr. causas N°36.701, “M. , F. A. y Maidana, Javier Antonio s/recurso de casación”, rta. el 15/9/2009; y nro. 17098, “V. C. L. E. s/ recurso de casación”), señalé que nuestro ordenamiento positivo no ha definido el concepto de alevosía, por lo que para determinar su significación precisa, cabe recurrir tanto a los antecedentes nacionales y extranjeros, como a la doctrina y la jurisprudencia. Así, el Código de Tejedor definía la alevosía como “dar una muerte segura, fuera de pelea o riña, de improviso y con cautela, tomando desprevenido al paciente”. El Código Penal español de 1822 decía de la alevosía: “El homicidio alevoso es el que se comete a traición y sobre seguro, ya sorprendiendo descuidada, dormida, indefensa o desapercibida a la persona, ya llevándola con engaño o perfidia, o privándola antes de la razón, de las fuerzas, de las armas o de cualquier otro auxilio, para facilitar el asesinato, ya empeñándola en una riña o pelea provocada con ventaja conocida, o ya usando de cualquier otro artificio para cometer el delito con seguridad o sin riesgo para el agresor o para quitar la defensa al acometido”. Posteriormente, en nuestro código de 1886, aunque en esencia se siguió al código español de 1848, que decía “cuando se obra a traición y sobre seguro”, por influencia de las fuentes francesas a las que también se recurrió, y conforme a la redacción del código español de 1850, fue reemplazada la conjunción “y” por la disyuntiva “o”, estableciéndose que había alevosía cuando se obrare a traición o sin peligro para el agresor. Este cambio gramatical dio origen a una prolongada discusión acerca de si existe tan sólo un caso de alevosía, o si son más. Luego, el legislador español de 1870 (art. 10, 2° circunstancia), para caracterizar la alevosía, puso su acento en el elemento subjetivo: “los medios, modos o formas que lo integran deben ser buscados de propósito o intencionalmente aprovechados". Finalmente, el código de 1921, siguiendo los pasos de la ley de reformas 4.189, eliminó toda definición del concepto en trato, dejando dicha tarea en manos del intérprete. En el ámbito del derecho comparado actual el código penal español (Ley Orgánica 10/1995), define a la alevosía en los siguientes términos: “Hay alevosía cuando el culpable comete cualquiera de los delitos contra las personas empleando en la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin el riesgo que para su persona pudiera proceder de la defensa por parte del ofendido” (artículo 22 inciso 1, segundo párrafo). También lo hace el Código Penal de Chile, que instituye que la hay “cuando se obra a traición o sobre seguro” (artículo 12 inciso 1). En acuerdo con lo expuesto, puede afirmarse que la alevosía se configura en aquellos casos en que se emplean en la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin el riesgo que para su persona pudiera proceder de la defensa por parte del ofendido o de terceros. El fundamento es esencialmente objetivo, derivado, por una parte, de la situación de mayor peligro para la vida, y por la otra, del mayor disvalor de acción del autor (cfr. Sala III de este Tribunal, causa Nº3.388, “G. , J.O. ”, rta. 17/4/2001; asimismo, cfr. Corcoy Bidasolo M., y otros, Sistema de casos prácticos. Derecho penal parte especial, Edit. Tirant lo Blanch,1999, p.42,ss.). Sin embargo, para una adecuada determinación del contenido de injusto de la figura agravada que responda a las exigencias propias de los principios de ofensividad, proporcionalidad y culpabilidad, debe añadirse a dicho fundamento objetivo, la concurrencia de ciertos elementos subjetivos que acompañan al primero. En ese aspecto, este Tribunal ha establecido que la alevosía es un modo de matar agravatorio del homicidio que se configura con el aprovechamiento de la indefensión de la víctima y la intención de obrar sin riesgo, de modo que las dos manifestaciones históricas que tuvo la agravante (el homicidio proditorio en el que se ocultaba la intención de matar para ganarse la confianza de la víctima y el insidioso donde había un ocultamiento material del autor que acechaba o del arma), no coinciden acabadamente con la alevosía que nuestra ley tomó del derecho español agregando al ocultamiento moral o material la finalidad del autor de obrar sin riesgo, sea que éste provenga de la víctima o de un tercero (cfr. esta Sala, causas Nº2.618 “A. ” y Nº8.178 “B. ”). Cabe reconocer, entonces, que la alevosía exhibe una naturaleza compleja en la que, además del señalado dato objetivo relacionado con el modo de ejecución del hecho, requiere -en el plano de la subjetividad del autor- como mínimo el aprovechamiento consciente a través de su actuación de la situación de indefensión de la víctima. En esa línea argumental se ha expedido la jurisprudencia comparada, afirmando que “toda acción alevosa requiere como componente objetivo un “modus operandi” que asegure el resultado perseguido sin riesgo para el agresor, eliminando la defensa que pudiera presentar la víctima. Y, como elemento subjetivo culpabilístico, la presencia no sólo del dolo proyectado sobre la acción del agente, sino, además, un ánimo tendencial dirigido a la indefensión del sujeto pasivo -y ello con independencia de que la situación sea creada o buscada de propósito, o tan solo aprovechada-, mediante la cual se pone de relieve la vileza en el obrar que genera el plus de antijuridicidad de la acción delictiva” (cfr. Tribunal Supremo de España, sentencia Nº243/2004 de fecha 24/02/2004, Ponente: Ramos Gancedo). Consecuentemente, se configura el tipo penal agravado del homicidio alevoso –artículo 80 inciso 2º del ordenamiento sustantivo-, en el plano objetivo, cuando en la ejecución de la muerte se emplean medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin el riesgo que para el sujeto activo pudiera proceder de la defensa por parte del ofendido o de terceros; ello debe ser acompañado en la subjetividad del agente con al menos el consciente aprovechamiento de la indefensión de la víctima y la falta de riesgos para el autor, la cual, aunque no requiere la premeditación del acto, sí exige en cambio una cierta preordenación del mismo hacia dicha situación (cfr. Cámara Nacional de Casación Penal, Sala II, causa “S. , J.C. ”, rta. 5/9/1995; Tribunal Superior de Justicia de Córdoba, Sala Penal, Sentencia Nº8 del 7/3/2000, causa “A. , C.A. ”). Expresado en otros términos, la ausencia de riesgo se infiere, no de la defensa que haga o deje de hacer el ofendido, sino de las condiciones con que el delito es ejecutado, como así también de que los medios utilizados sean tales que racionalmente hagan creer al delincuente que tenía asegurada la ejecución de su acto sin riesgo personal que procediera de la defensa que pudiera oponer la víctima o un tercero. Ello implica que si el sujeto activo advierte la posibilidad de sufrir un peligro al desarrollar su conducta, tal situación excluye la alevosía, toda vez que para la misma no es suficiente la falta de peligro ni la indefensión, sino que es necesario que el agente las haya conocido y al menos conscientemente aprovechado (conf. Jorge López Bolado, Los homicidios calificados, Plus Ultra, Capital Federal, 1975, pág. 117, y sus citas). En el suceso juzgado, T. llevó a cabo la agresión contra la víctima ante la presencia de la madre de la menor y de su tía. Tampoco realizó ninguna acción especial tendiente a lograr la indefensión tanto por parte de la menor como para sustraerla de la posibilidad de ser asistida por terceros. Consecuentemente, la conducta en examen, aunque brutal y despiadada, carece, de los aludidos requisitos constitutivos de la alevosía, debiendo calificarse a la acción del imputado en los términos del art. 79 del C.P.. V. En orden a los agravios presentados por el señor defensor oficial de G., A., el tribunal de la instancia inferior consideró que ésta se mantuvo indiferente frente al resultado probable, no sólo del violento ataque al que fue sometida su hija a manos de T., sino también de sus consecuencias posteriores, cuando nada hizo para que la víctima fuera asistida médicamente dejándola librada a su suerte frente al evidente, progresivo y grave deterioro de su salud. Como se advierte, la conducta que invariablemente se le atribuyó a la madre es de carácter omisivo y se refiere a su inacción frente a la feroz golpiza de T., primero, y a su actitud “impávida” durante los días siguientes en los que dejó a su hija sin los cuidados ni la atención médica necesarios con la que ésta habría tenido alguna probabilidad de sobrevivir. La causalidad de la conducta omisiva dio lugar en doctrina a cuestionamientos derivados de la ausencia de un sustracto naturalístico en la omisión, pues la constatación de una omisión es un nihil, una nada, que por definición carece realmente de posibilidad de concurrir a la producción de una realidad fácticamente verificable. El problema dogmático de la causalidad omisiva se plantea exclusivamente en los delitos de resultado, de donde resulta fundamental la distinción entre los llamados ilícitos de omisión propia e impropia. Los primeros son aquellos privados de un resultado, o sea, una pura conducta omisiva, mientras que en los segundos al comportamiento omisivo sigue la producción de un acontecimiento naturalístico, como elemento constitutivo del delito previsto en el tipo penal incriminado. En los ordenamientos penales modernos, la previsión legislativa del hecho típico del delito omisivo impropio puede inferirse de particulares técnicas de tipificación. En nuestro caso, el legislador, al configurar un tipo penal como de resultado, puede indicar la conducta de modo indeterminado, utilizando una expresión léxicamente apta para designar tanto una conducta activa como omisiva. Es el supuesto del delito de homicidio (art. 79 C.P.) en el que resulta punible aquel que “matare a otro”. La nuda afirmación de que no impedir un evento a quien está en la obligación jurídica de impedirlo, equivale a causarlo, conduciría a poner en riesgo el principio de legalidad al comportar, bajo ese rubro, una ilimitada multiplicación de incriminaciones. Estimo, entonces, que su significado y alcance están limitados, por un lado, a aquellos supuestos en los que se introduce el requisito de tipicidad de la obligación jurídica como instrumento de selección de las omisiones penalmente relevantes. Por otro, que con estas implícitas equivalencias, el legislador apunta a señalar las peculiaridades ontológicas de la causalidad omisiva, la cual –como indicaba supra- no parece adecuado referirla a una conducta que -desde la perspectiva naturalística- es la nada, pero que sí habilita, en sentido normativo, la adscripción del resultado al sujeto al determinarse el valor contrafáctico impeditivo. Como madre de la víctima del ataque de su concubino, G., A. se encontraba en una situación de relación de particular proximidad con el bien cuya tutela le estaba confiada como imposición de una obligación legal de actuar (posición de garantía), y su inacción constituyó otra causa alternativa -y sucesiva- a la acción de T., para la ocurrencia del desenlace fatal. Esta circunstancia impide, como lo hizo el tribunal de origen, calificar el hecho como homicidio agravado por el vínculo, en su modalidad omisiva impropia. En la medida en que las obligaciones de impedir concurren a la individualización del hecho típico comisivo mediante omisión, la admisión de tipos omisivos impropios no establecidos en la ley conlleva una fuerte exigencia de legalidad, pues no existe en el Código Penal Argentino ninguna norma de equivalencia que habilite a sostener que “hacer” es equivalente a “omitir o no hacer”.Por lo demás, hechos como el aquí tratado están previstos en abstracto por el legislador en el abandono de persona doblemente agravado por el resultado muerte y por el vínculo (art. 106, párrafo 3º del C.P.). Este tipo legal, define la ilegitimidad de la conducta de quien encontrándose obligado a cuidar al sujeto pasivo, pusiere en peligro la vida de éste o la salud, abandonándolo a su suerte. G., A. tenía –más allá de sus limitaciones cognitivas- conciencia y conocimiento de su condición parental y del padecimiento sufrido por la menor, a quien, según su concubino “le tenía bronca y le pegaba más” que a sus otros hijos, mientras que para el testigo P., la “odiaba porque cuando la veía se le representaba el rostro del padre…que la había abandonado”. La inculpada también presenció el castigo, percibió la entidad de los golpes y del medio empleado por T. y el consiguiente riesgo para la integridad psicofísica, todas ellas circunstancias que permiten verificar la concurrencia tanto de los aspectos objetivos como subjetivos del abandono del art. 106 párrafo 3º del C.P., agravado por el parentesco (art. 107, de ese mismo código). En la crítica de la defensa concentrada entre la muerte de la víctima con la omisión atribuida a G., A., cabe tener en cuenta, insisto, que en los tipos penales de la especie (abandono de persona) debe verificarse, no un nexo de causación, sino de evitación. ‘Se requiere que el agente no haya puesto la acción que hubiese interrumpido la causalidad que provocó el resultado...El nexo de evitación de determina comprobado que con la hipotética interposición de la conducta debida, desaparece el resultado (evitación)...’. De esta manera, ‘...funciona en la tipicidad omisiva como el equivalente típico del nexo de causación, siendo ambas formas típicas de revelar la causalidad a efectos de individualizar la conducta prohibida...’ (Eugenio Raúl Zaffaroni, ‘Derecho Penal Parte General’, Ed. Ediar, Buenos Aires, 2002’). Dicho de otro modo, en los delitos omisivos no puede escaparse a una causalidad hipotética: como el curso de acción hipotético nunca existió (el imputado no llevó a cabo la acción mandada), se trata de determinar si, de haberse llevado a cabo esa actividad, se podría haber salvado el bien jurídico en riego con una posibilidad rayana a la certeza’ (Cfr. Igualmente Cám. Fed. y Corr., Sala II, C. 46.478, Nadotti, Daniel E., rta. 31/7/2012). En síntesis, en el caso se verifican todos esos elementos: 1) situación típica generadora del deber de actuar (la hija de la imputada en riesgo de muerte por las lesiones); 2) la ausencia de la acción debida (darle asistencia, llevarlo de inmediato al hospital); 3) posibilidad real-física de cumplir con la acción (no medían razones para sostener algún impedimento); 4) la posición de garante (de la madre); 5) la relación de causalidad hipotética con el resultado o nexo de evitación. La modificación aquí propuesta no afecta la congruencia ni modifica el objeto procesal de la acusación. Por el contrario, se cumple aquí la condición de que el fallo solamente se expida sobre el hecho y las circunstancias que aquella contiene, que han sido intimadas al acusado y, por consiguiente, sobre los elementos de la imputación acerca de los cuales él ha tenido oportunidad de ser oído (cfr. Mayer, J. Derecho Procesal Penal, 1996, t.I, p.568; C.S.J.N. Fallos, 242:227; 246:357; 298:104-308; 302:328-791 y cc.), que fueron reseñados por el a quo en el veredicto pero a los que se calificó erróneamente. Este Tribunal, puede, -y debe- en esas condiciones, modificar la calificación jurídica del mismo hecho imputado (iura novit curia). Estando, entonces, inalterado a lo largo de este proceso, el marco fáctico, la calificación que corresponde asignar a la conducta de G., A. es la del último párrafo del art. 106, en función del art. 107 del Código Penal, es decir, el abandono de persona seguido de muerte, agravado por ser cometido en contra de un descendiente. VI. En relación a la pena que corresponde imponerle a G., A., he de computar la gravedad del hecho que se juzga, la corta edad de la víctima y la extensión y magnitud del maltrato, pero asimismo –y en su favor-,algunos aspectos deficitarios de la personalidad de la autora y los condicionamientos de su ámbito vital. Deberá así tenerse en cuenta “la inmadurez afectiva, con indicadores de marcada dificultad en la regulación de sus impulsos y limitada capacidad empática, lo que dificulta una adecuada adaptación al medio”, sumada a la “existencia de discretos indicadores de disfunción cerebral”(cfr. pericia psicológica de fs. 322/324, 328/330 y examen neurológico de fs. 417/418), por lo que entiendo que debe imponerse a G., A. la pena de doce años de prisión, accesorias legales y costas (arts. 5, 12, 19, 29 inc.3º, 40, 41, 45, 106 último párrafo, 107 del Código Penal). VII. Diferente es la situación de G., L., hermana de la anterior y tía de G., J., a quien deberá desvincularse de este proceso penal. En efecto, por fuera de su inexplicable abstinencia de intervención ante la salvaje golpiza consumada por T. y la desatención a la menor lesionada en los días sucesivos –análoga a la demostrada por su hermana-, lo cierto es que la obligación de actuar de G., L. reconduce a un primario impulso de humanidad no originado en la misma fuente normativa. La complejidad de las relaciones sociales es tal que a menudo se instauran vínculos entre sujetos caracterizados por una implícita confianza en el otro, sin que, empero, fuentes normativas expresas abastezcan una disciplina de resguardo. El derecho, especialmente el derecho penal, no puede prever ni las infinitas relaciones interpersonales en las que un sujeto desarrolla ligámenes de solidaridad con otros, ni –aún menos- convertir cualquier poder fáctico de modificar el curso de los sucesos en una correlativa obligación jurídica de impedirlos. La reprochable actitud de quien -frente al evidente riesgo de vida de la pequeña J.- no actuó conforme al elemental deber general de asistencia a un tercero, no conduce por ese único motivo a la asimilación de esa omisión con la de la madre, cuyo incumplido deber de preservar a su hija sí la convierte en responsable penal del resultado. En efecto, de las dos omisiones consideradas –la de la madre y la de la tía- “causalmente” eficaces (es decir, como factores condicionantes “estáticos” que permiten a las fuerzas naturales positivas desarrollar su eficacia modificativa de la realidad), sólo la primera asume relevancia penal en cuanto reconduce a una obligación jurídica cierta, mientras la segunda es violatoria de un deber moral de socorro. No alcanza, como lo concluyó el tribunal de grado, que aquella hubiera aceptado la responsabilidad del cuidado de los menores, aunque tampoco ello surja con fuerza vinculante de los testimonios ni de otras constancias allegadas a la audiencia, de las que, por el contrario, se infiere que era la madre quien estuvo siempre presente durante el ataque y en los días posteriores. Por lo precedentemente expuesto, corresponde hacer lugar al recurso de casación interpuesto en beneficio de G., L., casar la sentencia condenatoria que le fue impuesta y absolver a la nombrada en orden al hecho que se le imputó. A partir de la solución propuesta, devienen abstractos los agravios vertidos por el defensor oficial en relación al alcance de las circunstancias extraordinarias de atenuación y a la mensuración de la pena. VIII. En razón de cuanto antecede, propicio hacer lugar parcialmente al recurso de casación interpuesto por la defensa del imputado T., por haberse aplicado erróneamente el art. 80, inc.2 del C.P. y condenar en consecuencia al nombrado a la pena de veintidós años de prisión, accesorias legales y costas, por ser autor penalmente responsable del delito de homicidio simple. En relación al recurso de casación interpuesto por la defensa de las hermanas G., propicio hacer lugar al mismo por haberse aplicado erróneamente la figura legal contenida en el art. 80 inc. 1º del C.P., condenar a G., A. a la pena de doce años de prisión accesorias legales y costas, por ser autora penalmente responsable del delito de abandono de persona seguido de muerte calificado por el parentesco; y disponer la absolución de G., L. respecto de la cual se ordena la inmediata libertad por ser ello consecuencia de la casación de la sentencia recurrida ante esta alzada. Dicha libertad deberá hacerse efectiva en el día de la fecha, desde su actual lugar de alojamiento, previo labrar el acta de rigor y constatar que sobre la nombrada no exista impedimento legal alguno (captura, detención, etc.), en cuyo caso deberá quedar anotada a exclusiva disposición del Magistrado/s requirente/s con inmediata noticia a éste, al Tribunal en lo Criminal n° 2 del departamento judicial La Matanza y a este Tribunal de Casación. ASI LO VOTO. A la cuestión planteada, el señor juez doctor Celesia dijo: Adhiero al voto del Dr. Mahiques, en igual sentido y por los mismos fundamentos. Con lo que termino el acuerdo que antecede, dictándose la siguiente SENTENCIA I. HACER LUGAR parcialmente al recurso de casación interpuesto por la defensa del imputado T., por haberse aplicado erróneamente el art. 80, inc.2 del C.P. y condenar en consecuencia al nombrado a la pena de veintidós años de prisión, accesorias legales y costas, por ser autor penalmente responsable del delito de homicidio simple. II. Hacer lugar parcialmente al recurso de casación interpuesto por la defensa de G., L. y G., A. por haberse aplicado erróneamente la figura legal contenida en el art. 80 inc. 1º del C.P. y condenar a G., A. a la pena de doce años de prisión accesorias legales y costas, por ser autora penalmente responsable del delito de abandono de persona seguido de muerte calificado por el parentesco; y disponer la absolución de G., L. respecto de la cual se ordena la inmediata libertad por ser ello consecuencia de la casación de la sentencia recurrida ante esta alzada. Dicha libertad deberá hacerse efectiva en el día de la fecha, desde su actual lugar de alojamiento, previo labrar el acta de rigor y constatar que sobre la nombrada no exista impedimento legal alguno (captura, detención, etc.), en cuyo caso deberá quedar anotada a exclusiva disposición del Magistrado/s requirente/s con inmediata noticia a éste, al Tribunal en lo Criminal n° 2 del departamento judicial La Matanza y a este Tribunal de Casación. Rigen los artículos 448, 451, 460, 463, 530 y 531 del Código Procesal Penal; 80 inc. 1º y 2 y 106 3er párrafo. Regístrese, notifíquese a la Defensa y al Ministerio Público Fiscal, y devuélvase a la instancia de origen para el cumplimiento de las notificaciones pendientes. FDO: JORGE HUGO CELESIA - CARLOS ALBERTO MAHIQUES Ante mi: Gonzalo Santillan Iturres