Trienio Oblato

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Encuentro para compartir la fe en la
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de 2013
Trienio Oblato:
Una peregrinación de gracia
bajo la tierna sonrisa de María
LA PALABRA DE DIOS: Lc 4, 14-21
Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea,
y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Enseñaba en las sinagogas de ellos y era
glorificado por todos.
Vino a Nazaret, donde se había criado; y el sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Se le dio el libro del
profeta Isaías y, habiendo abierto el libro, halló el lugar donde está escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido
para dar buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón,
a pregonar libertad a los cautivos
y vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos
y a predicar el año agradable del Señor”.
Enrollando el libro, lo dio al ministro y se sentó. Los ojos de todos en la
sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles: -- Hoy se ha
cumplido esta Escritura delante de vosotros.
FUENTES OBLATAS
Prefacio de las Constituciones y Reglas oblatas
“¿Qué hizo, en realidad, nuestro Señor Jesucristo cuando quiso convertir el mundo? Escogió a unos cuantos apóstoles y discípulos que él
mismo formó en la piedad y llenó de su espíritu y, una vez instruidos
en su doctrina, los envió a la conquista del mundo que pronto habían
de someter a su santa ley.
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¿Qué han de hacer a su vez los hombres que desean seguir las huellas
de Jesucristo, su divino Maestro, para reconquistarle tantas almas que
han sacudido su yugo? Deben trabajar seriamente por ser santos, y caminar resueltamente por los senderos que recorrieron tantos obreros
evangélicos, que nos dejaron tan buenos ejemplos de virtud en el ejercicio del mismo ministerio al que ellos se sienten llamados. Deben renunciarse completamente a sí mismos, sin más miras que la gloria de
Dios, el bien de la Iglesia y la edificación y salvación de las almas. Deben renovarse sin cesar en el espíritu de su vocación, vivir en estado
habitual de abnegación, y con el empeño constante de alcanzar la perfección (S. Eugenio de Mazenod, 1825, Manuscrito).
REFLEXIÓN
Con la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de nuestra Patrona,
María Inmaculada, en este año de Nuestro Señor 2013 comenzamos el
Trienio Oblato, un período de tres años de preparación para el 200º jubileo de nuestros comienzos como Congregación. Este aniversario se nos
presenta como una oportunidad para agradecer a Dios la gracia de nuestra Congregación, para revisar nuestras vidas a la luz de las conclusiones
del XXXV Capitulo General y para volvernos a comprometer con la vocación y la visión que inspiró a San Eugenio de Mazenod para constituir
los Misioneros de Provenza en 1816.
En el contexto de nuestra realidad de hoy, continuamos bebiendo del
mismo espíritu que nutrió al Padre de Mazenod y dio forma a su impulso misionero: el encuentro transformador con Jesús Salvador; la convicción de que los pobres tienen dignidad de hijos e hijas de Dios; un
corazón sensible para llegar a los olvidados por los ministros de la Iglesia; su pasión por la Palabra de Dios y por el ministerio de la predicación
de la Buena Noticia; su convicción de abrazar los votos y la comunidad
como el camino hacia la santidad; su cercanía y accesibilidad para con
todos los pobres, especialmente para con los jóvenes y prisioneros; su
conexión con los colaboradores laicos; la visión de la Congregación como
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de una familia fuertemente unida por los lazos de la caridad; su énfasis
en el oblato como cooperador del Salvador; su lucha para lograr el equilibrio entre una vida profundamente contemplativa y una intensa actividad misionera; su valentía y audacia para intentarlo todo en su esfuerzo
por extender el reino de Cristo; el deseo de vivir únicamente para la gloria de Dios; el tierno amor por la Madre de las Mercedes, amor que inculcó en sus hijos y que les encargó que difundieran…
El jubileo de nuestra Congregación nos lleva a apreciar y expresar nuestra gratitud por la guía de Dios y por sus bendiciones a lo largo de estos
últimos 200 años. Reconocemos la heroica historia misionera y la dedicación, pasada y presente, de los Oblatos. En fidelidad con la tradición
de la que somos portadores, y respondiendo creativamente a las indicaciones de los signos de los tiempos, nos situamos con vistas al futuro.
Para poder estar a la vez bien fundados en el carisma Oblato recibido y
para responder a las necesidades de los pobres de hoy, el XXXV Capítulo
General nos llamó a abrazar la realidad de “una profunda conversión
personal y comunitaria a Jesucristo”. Sólo si nos atrevemos a abrir a este
proceso de conversión podrá el Espíritu avivar la llama de nuestro celo
misionero. Si nos entregamos a la obra transformadora del Espíritu nuestro jubileo será un kairós que nos lanzará de nuevo al corazón de la misión de Dios y al servicio de los más abandonados de nuestra sociedad.
Como decíamos más arriba, el Trienio Oblato es un período de tres
años, y cada año tiene un tema. Los miembros del Gobierno Central estamos trabajando para ofrecer una serie de reflexiones que ayuden a las
comunidades a prepararse para nuestro jubileo. Estas reflexiones quieren ayudarnos de dos maneras distintas:
– En primer lugar, las reflexiones nos ayudarán a juntarnos una o dos
veces al mes como hermanos Oblatos, como hombres de fe cuyas vidas
están centradas en Dios y en la misión de Dios. Se nos pide que compartamos sobre aquello que es central y precioso en nuestras vidas:
nuestra fe; nuestra relación con Jesús y los pobres; nuestra vocación y
nuestras vidas misioneras; la importancia de la comunidad apostólica;
etc. Visitando la Congregación he sido testigo de nuestro gran espíritu
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de comunidad. La mayoría de las comunidades han adoptado un proyecto de vida en común, con oraciones, comidas, encuentros, etc.
Ahora pido que profundicemos más en nuestra vida de comunidad
apostólica compartiendo nuestra fe y nuestra experiencia de Dios. Los
recursos que se nos ofrecerán son un punto de partida para este viaje
común.
– En segundo lugar, es de esperar que este tiempo de gracia del jubileo,
así como el compartir de nuestra fe, nos lleven, individual y comunitariamente, a algunos cambios en nuestras vidas. Cambios que podamos expresar mediante gestos o signos concretos de conversión. He
aquí algunos ejemplos que ya se han sugerido: que una Unidad deje
de tener muchos miembros que viven solos para formar comunidades
oblatas; que una Unidad deje ciertos ministerios, ciertamente buenos,
para asumir otro nuevo como respuesta a las necesidades más urgentes de los pobres; que Oblatos opten por un modo de vida más pobre
que acerque su estilo de vida a la de la gente a la que sirven; que una
comunidad se comprometa a reciclar su basura y tener en cuenta el
uso racional del agua; organizar de manera seria un ministerio vocacional allí donde fue dejado a la improvisación; que una comunidad
reduzca o elimine el uso de vehículos privados como signo de pobreza
y de respeto por el medio ambiente; que oblatos se comprometan con
una forma de vida comunitaria más profunda; que oblatos deciden
trabajar juntos para abordar los problemas de la explotación y otras
prácticas injustas hacia los trabajadores; que oblatos hagan esfuerzos
en el campo del diálogo interreligioso y de la lucha por la paz allí
donde éstas constituyan un reto; etc.
Nuestros comienzos fueron humildes y apasionados. La celebración del
200º Jubileo de nuestras raíces no puede quedarse en sentimientos nostálgicos, celebraciones triunfalistas y cenas festivas. El Gobierno Central
se ha comprometido a que el Trienio Oblato sea una peregrinación llena
de gracia que nos ayude a profundizar en nuestra respuesta fiel a Dios
como hombres consagrados, renovando nuestro testimonio profético de
los votos, nuestra vida de fe y nuestra vida en comunidades apostólicas.
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Es nuestra esperanza que este período de preparación nos revitalice y
haga de nosotros misioneros cercanos a los pobres y disponibles sin reservas para las misiones difíciles.
Ponemos este Trienio Oblato bajo la amorosa protección de María Inmaculada y el audaz espíritu de San Eugenio. Este jubileo es un don de Dios,
un tiempo sagrado, un kairós para cada oblato y para todos aquellos
asociados con nosotros, laicos, jóvenes y congregaciones religiosas vinculadas a nosotros por el carisma Oblato. A la vez que inauguramos el
Trienio Oblato, preparándonos para nuestro 200º jubileo mediante la
oración, la reflexión compartida y una actividad misionera cerca de los
pobres, os pido que no os acerquéis a nuestro bicentenario sólo con un
“poco de esperanza”, “preguntándoos si Dios nos revitalizará” o pensando que” tal vez” Dios nos renueve. Por favor, entréguense por completo y sin reservas a esta invitación de la Gracia de Dios. Que el espíritu
de inmensa esperanza llene nuestros seres mientras recordamos a San
Pablo exaltando el poder de Dios que puede hacer en nosotros mucho
más de lo que podamos imaginar (Ef 3, 17-21). ¡Demos la bienvenida a
este tiempo de bendición! (L. Lougen, OMI)
COMPARTIENDO NUESTRA VIDA OBLATA
– ¿Qué significa para mí el 200 aniversario de la Congregación? ¿Cuáles
son mis esperanzas para la Congregación al celebrar los 200 años de
servicio misionero en la Iglesia?
– ¿A qué estoy dispuesto a comprometerme para que el Trienio Oblato
sea un tiempo de gracia en mi vida y para nuestra comunidad?
– ¿Estamos dispuestos, como comunidad, a dedicar un tiempo, una o
dos veces al mes, para compartir nuestra vida de fe? ¿Soy capaz de
entrar en este proceso?
– ¿Qué expectativas y sueños podemos compartir como Misioneros
Oblatos de María Inmaculada?
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MOMENTO DE ORACIÓN
Peticiones espontáneas que pueden expresar las expectativas y las esperanzas que tenemos para este tiempo de gracia. Después de cada invocación respondamos: “Señor Jesús, enciende en nosotros la llama de tu
Espíritu”.
ORACIÓN FINAL
Cerca del corazón de San Eugenio había esta oración:
“Toda hermosa eres, María”. Véase la p. 39 del libro “Oramos así…”.
V/ Toda hermosa eres, María.
R/ Toda hermosa eres, María.
V/ Y en ti no existe la mancha original.
R/ Y en ti no existe la mancha original.
V/ Tú eres la gloria de Jerusalén
R/ Tú la alegría de Israel.
V/ Tú eres la honra de nuestro pueblo.
R/ Tú la abogada de los pecadores.
V/ Oh María.
R/ Oh María.
V/ Virgen prudentísima.
R/ Madre clementísima.
V/ Ruega por nosotros.
R/ Intercede por nosotros
ante Jesucristo, nuestro Señor.
Alabado sea Jesucristo
y María Inmaculada!
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