[Reseña] Filosofía y educación. Manuscritos

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Bibliografía
María ZAMBRANO, Filosofía y educación. Manuscritos, ed. de Ángel Casado y Juana Sánchez-Gey, Málaga, Ágora, 2007, 181 pp., 24 x 17 cm. ISBN:
978-84-8160-106-0.
Los profesores Ángel Casado Marcos de León y Juana Sánchez-Gey Venegas han
conseguido en la edición del libro que reseñamos realizar un paso más en su propia trayectoria intelectual, cosa que agradecemos el resto de los lectores de esta gran obra. No
en vano, los editores aúnan entre ambos, con diversos acentos en uno y otro caso y coincidiendo plenamente en otros, cinco circunstancias que creo se han de tener en cuenta.
Vale la pena señalarlos para acometer la lectura del libro que se nos presenta, porque
suponen a priori un aval y una seguridad que, creo, se ven reflejados en los diversos
aspectos de la obra. Efectivamente, los autores son (1) filósofos; (2) grandes conocedores de la filosofía española, cosa reconocida por todos los colegas y circunstancia
avalada sobradamente por sus trabajos en este campo de trabajo; (3) han manifestado
una familiaridad sobre el pensamiento y la figura de María Zambrano, (4) ambos son
compañeros, profesores en la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de
Madrid (Ángel Casado fue director de la Escuela Universitaria de Profesorado “Santa
María “y Decano de la Facultad de Educación de la UAM), y han investigado sobre
temas educativos (traemos a la memoria el magnífico trabajo de A. Casado: Formación
de profesores: la perspectiva filosófica, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid,
1993 o el artículo conjunto de ambos profesores: “Valores y educación: una investigación sobre «perfiles valorativos»”, en Tendencias pedagógicas, 4 (1999), 141-155);
por último, algo que es muy importante señalar, aunque ya sea evidente en los puntos
anteriores: (5) son docentes.
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El cúmulo de ítems antes registrados han de servir para un libro que trata sobre eso
que dominan los editores de los textos de la insigne filósofa de Vélez-Málaga: Filosofía
y Educación. Es un libro que señala la delgada frontera, o mejor la mutua vinculación
entre filosofía y pedagogía. No en vano la historia de la filosofía es una historia de la
pedagogía, y el logos se hizo filosofía el día que se realizó y se comunicó como Paideia.
La filosofía ha crecido al albur de la enseñanza, del proceso educativo de su comunicación y ha ayudado, a su vez, a formar la imagen del hombre que se quería transmitir,
aquello que habría de permanecer, que había que moldearse y los aspectos que escapan
a un moldeamiento nacido de la libertad humana. Es un texto, no una simple selección
de textos, de conjunta visión entre lo que es la Filosofía y la Teoría e Historia de la
Educación, ahora a la par alejados y hermanados. Hermanados en la denominación de
la Facultad y del título, pero separados en los despachos y departamentos. No siempre
en la Filosofía se estudia la Pedagogía (yo tuve esa suerte, aún me tocó un plan no
actualizado y doy gracias al profesor Jorge Sans Vila de la Universidad Pontificia de
Salamanca) y curiosamente la docencia es salida natural del filósofo (en el trabajo, y
también en la propia esencia del filósofo). Y tampoco siempre en los departamentos de
Teoría e Historia de la Educación se incluye la Filosofía de la Educación. El profesor
José Luis Mora iniciaba recientemente la reseña a este mismo libro, que recomiendo,
con estas palabras: “La Filosofía de la Educación no se ha consolidado en la Espala de
las últimas décadas y la repercusión que esto tiene para la formación de profesores está
siendo negativa” (revista de Hispanismo Filosófico, 12 (2007), 207). En esta reseña el
autor señala los aspectos de la carencia de comunicación existente en una España prebélica, realizando acertados apuntes desde la historia de la filosofía española. Me centraré yo en señalar aquellos apuntes de filosofía de la educación y teoría de la educación
en las que María Zambrano, desde una sólida antropología, epistemología de la belleza
y realidad poética nos regala en sus textos.
Nos centramos en la obra. El libro de cuidada presentación y pulcra edición a
la par que sencilla, se trata de la exposición de una serie de Manuscritos de María
Zambrano (pp. 45-177), precedidas de una Presentación (pp. 9-12) a cargo del profesor de la Universidad de Málaga, Gregorio Gómez Cambres, especialista en filosofía
española, conocido por sus estudios sobre Zubiri y María Zambrano, quien publicó
recientemente en la misma editorial que la obra que tratamos, un libro sobre la filósofa:
(Coord.): María Zambrano: historia, poesía y verdad, 2006. Está bien escrita presentación nos sirve para ubicar la relevancia pedagógica de la obra de la filósofa malagueña.
Nos sitúa perfectamente en la raigambre antropología del problema afectado en los
textos de María Zambrano y que se expresa en la primera frase con la que, en el fondo
nos topamos en el libro: “El hombre es una realidad inacabada” (p. 8). Desde esta afirmación de claro sabor zubiriano, el autor imprime el sello de partida, es decir, cómo
María Zambrano reactualiza en su acción pedagógica la máxima humana que ya Escoto
–permítaseme realizar un guiño en el año del Séptimo Centenario de su muerte– resaltara como una de las cumbres de la escolástica franciscana y que transformara en
realidad fenomenológica H. Bergson: el hombre es homo viator. Pero no sólo es que el
hombre camina y está en camino, sino que señala Gregorio Gómez que “la persona es
guardián de la conducta humana, que se rige desde dentro y no desde fuera… [que] la
fuerza de la realidad nos llama con su verdad, exigencia de realidad. Hay que escuchar,
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estar atento a la vocación, a la llamada de la realidad”. Sitúa el profesor, con gran conocimiento de la pedagogía de Zambrano (cf. La aurora de la razón poética. La vocación
de maestro, Málaga, Ágora, 2000), la raíz socrática de toda filosofía y toda pedagogía y
conocimientos humanos: el socratismo enriquecido en la experiencia humana volitiva,
en la iluminación del conocimiento (el maestro interior), en la búsqueda de la razón, en
la vía de la belleza... El filósofo fue definido como el pastor del ser (Heidegger), pero
“el maestro es, sobre todo, en bella metáfora que define toda filosofía de la educación,
“mediador del ser, maestro del ser” (p. 12); así dice la propia filósofa de Vélez-Málaga:
“la mediación ejercida por el maestro tiene una última especificación que se refiere al
ser –al ser de lo viviente–” (p. 113).
El Prólogo (13-16) corre a cargo de Juan Fernando Ortega Muñoz, también profesor de la Universidad de Málaga y conocido especialista en la figura y pensamiento
de Zambrano, en el mismo se aquilatan los valores señalados en la presentación, insistiendo en la dimensión educativa de la filosofía y del ejercicio del magisterio que hace,
desde la clave socrática, del ser humano un unicum natural-cultural: “La misma palabra
«educar» tiene esa etimología de conducir, guiar, ayudar al incompleto a completarse,
a alcanzar su realización, su integridad, que sólo se consuma si añade las dovelas que
hereda de la naturaleza, aquellas que la cultura le suministra para completar el arco” (p.
15).
Lo indicado hasta ahora se desarrolla en la preciosa y precisa Introducción (pp. 1642) realizada por los editores del texto. Sitúan en ella la filosofía educativa de la filósofa
española. En verdad, da la impresión, en la lectura de sus textos y de estas páginas de
la introducción que María Zambrano comprendió de forma admirable en qué consiste
la verdad y la búsqueda de la misma: verdad es desvelar lo oculto, es pues siempre
comunicación, enseñanza, y a ello se llega por la belleza, la ruptura del concepto por la
poesía. Así se señala en la introducción: “Esa vocación filosófica va acompañada siempre en Zambrano de una exigencia –pedagógica– de comunicación: no busca la verdad
–el «secreto»– para entregarse a ella en un culto silencioso y cerrado, sino con ánimo
de transmitirla, de revelarla a otros en palabras que puedan encaminarles también hacia
ella” (p. 18). Desde esta búsqueda María Zambrano anticipa una exigencia que hoy se
vuelve urgente y transmite en experiencia filosófica la experiencia docente y educativa,
que no es otra que el desarrollo “integral de la persona (p. 20). Tras la introducción
conceptual, los autores apuntan el origen de los manuscritos presentados, que revelan el
buen hacer de los editores.
De la mano de sus reflexiones presentamos el bloque central de la obra, es decir
los manuscritos en sí: Manuscritos de María Zambrano (45-177). Se trata en palabras
de Juana Sánchez–Gey y Ángel Casado de una selección de manuscritos que “se han
hecho atendiendo sobre todo a la presencia en ellos de cuestiones o temas relacionados
directa o indirectamente con la educación y la enseñanza” (p. 22). El primer bloque se
trata de los I. artículos escritos para las revistas Semana y Escuela (1963-1965) (pp.
46-98). Los textos siguen un orden cronológico, solo los tres últimos dan un pequeño
salto debido a que se vinculan entre sí y el último está echado en diciembre de 1965,
son los siguientes: “Las dos preguntas”; “Qué es la adolescencia”; “El rumor”; “Libertad, igualdad, fraternidad”; “La comunicación entre los sentidos”; “Entre el ver y el
escuchar”; “La atención”; “La atención”; “Esencia y forma de atención”; “Areté, virtus,
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eficacia”; “El ingreso”; “La vida de las aulas”; “El temblor del examen”; “El espejo
de las aulas”; “El nacimiento de la amistad”; “La fuerza del ejemplo”; “Disolución y
condensación: el sentimiento”; “El final del curso y los viajes”; “La intercomunicación
de los sentidos: la delicadeza”; “El enigma de la juventud”; “Nosotros, la gente joven”;
“Esta juventud de ahora”; y “El secreto de la juventud”. La mayoría escritos desde el
exilio romano entre los años 1963-1965. En esta época destacan ciertos núcleos de
interés, temas relevantes señalados en negrita en la presentación de este bloque (pp.
23-28): la educación de la sensibilidad, la adolescencia y la juventud –de aquí de forma
colateral la crisis de nuestro tiempo– y la institución escolar. Se muestra un acercamiento fenomenológico de la vida escolar y un estilo lleno de “metáforas sugerentes y
evocadoras”.
El segundo bloque de manuscritos tiene un centro temático que ya hemos señalado
como eje de pensamiento pedagógico de María Zambrano, nacido de la reflexión y la
acción docente y educativa. Se trata de II. Manuscritos sobre la tarea “mediadora” del
maestro (1965), compuesto por dos textos muy significativos: “La vocación de maestro” y “La mediación del maestro” (pp. 99-118). La filósofa malagueña nos habla de la
profundización vocacional, existencial en cierto modo, de la acción educativa. La educación es un proceso “mediador” facilitado por el docente para el servicio de la persona
que va desenvolviéndose en la vida, subrayando la base antropológica señalada por los
editores al señalar que Zambrano concibe la “educación como proceso de desarrollo y
maduración personal, en el que el alumno no es agente pasivo” (p. 32).
El tercer y último bloque de manuscritos –III. sobre educación y enseñanza
(1949-1977)–, abarca las páginas 119-177, y está compuesto de catorce textos, a saber:
“Sobre la enseñanza de la filosofía”; “De la necesidad y de la esperanza”; “Los caminos
del pensamiento”; “Una parábola árabe”; “Los dos polos del silencia”; “La actitud ante
la realidad”; “Filosofía y educación: la realidad”; “Las siete edades de la vida humana”;
“La infancia. El nacimiento y hilo conductor”; “La adolescencia”; “Las dos juventudes”; “El gran proceso de la madurez”; “El aula”; y “El Guía”. La selección es un conjunto de textos orientados desde la filosofía, como lugar de encuentro con la vida, que
los editores en la magnífica introducción tematizan en torno a cuatro ejes centrales: “la
filosofía como reflexión integradora del acto educativo”, “la filosofía es una reflexión
sobre la realidad y la educación se basa en la comprensión del principio de lo real”,
“la educación como formación personal” y “De lo más general hemos de ir a lo más
concreto, entendiendo que hay que reflexionar también sobre la fundamentación del
quehacer educativo o sobre qué hemos de saber”.
En fin, nos encontramos con una reflexión de gran calado que nos muestra que la
urgencia de la educación es un universal. Educar siempre es urgente, porque el hombre
es un ser dinámico que se reconstruye en su humanidad. La actitud filosófica y pedagógica coinciden, los métodos se enriquecen, una (la pedagogía) es ocasión de la otra (la
filosofía), y la otra (la filosofía) ayuda a centrar la humanidad compartida en la una (la
pedagogía). María Zambrano nos muestra la esencialidad de toda teoría educativa: el
maestro, guía en vocación y mediación pedagógica, que hace que su acción docente y
educativa sea la de mediar en el autoconocimiento, pues: “lo originario de la situación
humana es encontrarse nacido en la vida y siendo; siendo ya y yendo hacia el ser. Y
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como su ser es ser-nacido, yendo pues hacia un inacabable nacimiento” (“La infancia.
El nacimiento y el hilo conductor”, p. 160).
Felicitamos de nuevo a la Editorial Ágora por hacer posible el reconocimiento de
la filósofa María Zambrano más allá de por lo que representa, de cualquier circunstancia de personaje, por lo que es y expresa en su pensamiento, y en este libro en su actividad generosa de maestra. Gracias a los autores por el rigor metodológico, filosófico y
pedagógico en la selección, y los cuidados comentarios. Pero el mayor agradecimiento
es para María Zambrano que nos ayuda a los docentes a fundar nuestra acción y a las
personas a fundar nuestra vida.
Redacción Cauriensia
Inst. Teológico de Cáceres
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