CAPACITACIÓN JUDICIAL EN EL SISTEMA PENAL ACUSATORIO

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AUTOR: Magistrado Germán Martínez Cisneros.
ÓRGANO DE ADSCRIPCION: Segundo Tribunal Colegiado del Vigésimo Cuarto
Circuito, con Residencia en Tepic, Nayarit.
MESA DE TRABAJO NÚMERO UNO: “La Reforma de Justicia Penal: Retos y
Perspectivas de su Implementación en el Poder Judicial de la Federación.
SUBTEMA: Capacitación y Difusión en la Implementación de la Reforma Penal.
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CAPACITACIÓN JUDICIAL EN EL SISTEMA PENAL ACUSATORIO, APUNTAMIENTOS Y
PROPUESTAS PARA SENTAR SUS BASES EN EL AMBITO FEDERAL.
Magistrado Germán Martínez Cisneros.
PREFACIO.
¿Cuantas veces no hemos escuchado decir que la implementación del sistema
acusatorio adversarial implica un verdadero cambio cultural? ¿Cuántas veces no lo hemos
dicho nosotros mismos? De tanto oírlo y repetirlo se ha convertido en una verdad irrefutable.
A la mayoría de los que tenemos o hemos tenido intervención en el sistema judicial
penal nos parece obvia la profundidad del cambio. Sin embargo, rara vez nos planteamos las
siguientes preguntas que me parecen ineludibles ¿Que cultura es la que tenemos que
cambiar? ¿El cambio debe incidir en mi cultura personal? ¿O sólo institucional? ¿Será que la
reforma no debe rebasar la cultura jurídica? En este texto quiero aproximarme a las
respuestas adecuadas.
Para llegar a la realización de los objetivos que se pretenden con la reforma penal, se
hace necesario tener una visión diferente a la que todavía tenemos como operarios del
sistema. Tendremos que sustituir casi por completo la actual cultura judicial (al menos la que
se refiere a la rama penal), por otra muy diferente. Ello implica cambios no solo en los
aspectos legales, sino en otros ordenes en los que raramente intentamos explorar, unos por
considerarlos ajenos a nuestro oficio y, otros, por estimarlos superfluos.
Vamos a tener que reordenar ideas y concepciones no sólo legales, sino personales,
institucionales e incluso sociales; para ello será conveniente una capacitación para los
juzgadores que considere y, a veces, aborde esos temas en la forma adecuada. Si no se
hace con una idea integral e integradora se estaría poniendo desde el principio un ingrediente
que muy posiblemente llevará al fracaso, como ha ocurrido en otras latitudes.
Para la capacitación de los profesionales del derecho que, como ahora, pretenden
cambiar esquemas, incluso sustituir sistemas de creencias muy arraigados, por otros que
hasta ahora no se tienen bien entendidos, lo que se sugiere es una capacitación que aparte
de transmitir los nuevos conceptos y explicar la nueva teoría jurídica, abunde en los ejercicios
que permitan crear imágenes nítidas de lo que serán las nuevas prácticas procesales, para
ello se deberán realzar muchas simulaciones; acciones que repitan, en circunstancias más o
menos controladas, una y otra vez las condiciones de lo que va a ser la realidad futura. Todo
esto, primero, para instaurar debidamente la nueva cultura, pero además para continuarla y
evitar los retrocesos que seguramente van a estar acechando.
De lo que se trata es que las nuevas fórmulas que se enseñen en la capacitación,
reproduzcan la lógica bien entendida del acusatorio, y obviamente solo se logra si se tienen
los referentes (muchos simulacros) sustentados intrínseca y extrínsecamente en el modelo a
implementar, sin tener que acudir a los referentes, a las imágenes, a las explicaciones o a los
ejemplos del sistema tradicional. De ahí la importancia de la capacitación integral y bien
planeada. De menos a más, persistente, concentrada, perenne y profunda.
Me parece que una de las primeras reformas que se tiene que dar en el ámbito de lo
judicial es en la metodología para capacitar a los que serán los juzgadores del nuevo sistema.
Sería contradictorio iniciar un cambio de cultura enseñando con las mismas prácticas
tradicionales que son un reflejo fiel de un esquema vertical, distanciado de una idea esencial
de la democracia y de la independencia judicial.
Más allá de ese contrasentido, se ha constatado en los primeros ensayos de
implementación de la reforma en diversos países con una cultura y problemática semejante a
la nuestra, que la capacitación activa, sustentada en las prácticas, bajo un esquema
constructivista, ha tenido una efectividad imposible de alcanzar con los métodos tradicionales
de enseñanza-aprendizaje.
La experiencia en los diversos cursos sobre el sistema acusatorio oral en los que he
participado, que culminaron con el denominado “Programa para Capacitadores de la Reforma
Procesal Penal”, desarrollado por el Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), al
que asistí en el 2011, me motivó para sintetizar las experiencias didácticas en la formación de
los futuros operarios del sistema de justicia penal de corte acusatorio y profundizar en ese
tema. A la fecha he puesto en práctica ese aprendizaje, en los cursos de capacitación en los
que he participado como facilitador. Puedo afirmar que los ensayos han sido exitosos.
Lo que ahora propongo (que es síntesis de un texto más amplio) es el resultado de esa
labor de investigación teórica y de ensayos prácticos de capacitación, adicionados con una
experiencia de más de veinte años como juzgador y con mi profunda convicción en la reforma
del sistema de justicia penal.
EL
MARCO
FORMAL
QUE
RIGE
LA CAPACITACION
JUDICIAL.
NORMAS
E
INSTITUCIONES ENCARGADAS DE APLICARLAS.
ANTECEDENTES.- En junio del año 2008 se reformó nuestra Constitución Federal, el
cambio apunta a abandonar el viejo sistema de justicia penal que tiene notas distintivas que lo
hacen francamente inquisitorio; el artículo 20 constitucional ya reformado empieza diciendo:
“El proceso penal será acusatorio y oral. Se regirá por los principios de publicidad,
contradicción, concentración, continuidad e inmediación.
Sirven como reforzamiento a una nueva manera de juzgar, otras modificaciones hechas
en el año 2011 a nuestra máximo cuerpo de normas, entre las que destaca, para los efectos
de este trabajo, las reformas al artículo primero. Ahora se establece constitucionalmente que
todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos tanto en la propia
Constitución, como en los tratados internacionales de los que México es parte. En este mismo
artículo se señala que todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la
obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos y, en
consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a
esas garantías.
Una vez concretadas, al menos constitucionalmente, las normas que garantizan los
derechos de los gobernados dentro de un proceso penal, es fácil concluir, sin lugar a dudas,
que el sistema penal acusatorio es el único modelo que permite una adecuada aplicación de
los nuevos estándares de enjuiciamiento criminal basados en los derechos humanos. Sólo
ese modelo, en su forma, es acorde con el derecho a un debido proceso en los términos que
se concibe ese derecho por las normas convencionales de Derechos Humanos y por la
jurisprudencia que se ha formado de la interpretación de dichas normas.
El formato de proceso penal que conservamos todavía en el ámbito federal, llamado
mixto y de registro escrito, por más que pudiera mejorarse, nunca va a lograr la publicidad, la
inmediación ante el juzgador, la independencia e imparcialidad judicial, la adecuada defensa y
la presunción de inocencia que exigen las normas sobre derechos humanos y lo que se ha
interpretado de las mismas.
Las condiciones antes expuestas se suman a muchas otras razones para ahora si
comenzar con la reforma pendiente. Los juzgadores debemos asumir la necesidad de
capacitarnos en el nuevo modelo de enjuiciamiento para acceder a niveles que nos permitirán
estar a la altura de otras naciones de nuestro continente que ya comenzaron con los cambios
en sus procesos penales.
Ahora bien, conforme a las experiencias de otros países latinoamericanos que se
adelantaron en las reformas del sistema de justicia penal, hacia el acusatorio, no basta con
crear y entender las nuevas normas legales, es más importante darles vida en la cotidianidad
profesional de los operarios del sistema e incluso incorporarlas a las razones y valores de la
sociedad.
En la tarea de capacitación judicial en nuestro país, ciertamente deben considerarse los
nuevos conocimientos y las prácticas novedosas que impone el sistema acusatorio. Esa será
una tarea muy ardua; sin embargo, me parece que no podemos desatender otro aspecto no
menos importante. Me refiero al bagaje de conocimientos que ya tenemos arraigados y que
nos han servido para motivar y explicar lo que hacemos; así como las acciones diarias que
han configurado una tradición judicial que se niega a morir. Tradición que ha sido el enemigo
interno que ha saboteado los intentos de reforma en otros países que ya han comenzado sus
propios cambios.
Alberto Binder, argentino estudioso del tema de las reformas en América Latina, señala:
“La reforma judicial en general y la de la justicia penal en particular, se enfrenta a la “tradición
inquisitorial”, esa tradición configura un campo de acción (los sistemas judiciales), en la que
existen reglas, actores (cada uno de ellos con capital cultural), habitus (en el sentido de Pierre
Bourdieu, es decir, un mecanismo estructurante, incorporado a la subjetividad, pero que es
también reflejo de la estructura objetiva y que, si bien no opera como un determinante, sí
genera amplios mecanismos de condicionamiento) y, finalmente, estrategia (posicionamiento
y alianzas) en las que esos actores ponen “en juego” su capital para lograr triunfos. Pretender
que en unos pocos años el movimiento de reforma revierta esa tradición inquisitorial es algo
absurdo, propio de impacientes o burócratas que tienen que dar cuenta del éxito de sus
proyectos. Lo importante es tomar conciencia de lo siguiente: 1) Todo texto normativo diseña
una práctica, que debe ser extraída del texto mismo en una actividad (hermenéutica) más
amplia que la que nos sugiere la pura interpretación de la ley. 2) Esa práctica debe ser
comunicada adecuadamente a los actores, de modo que sepan con claridad qué se espera de
ellos, con métodos más complejos y diversificados que los que nos presenta hoy en día la
capacitación judicial –carente de una reflexión profunda sobre el juego de la tradición e
innovación en el marco de campos fuertemente estructurados históricamente–. 3) Esa práctica
siempre y necesariamente combate con otra práctica de signo contrario. Una desplazará a
otra en un complejo mecanismo que debe ser apoyado y monitoreado del modo más
preciso….” (1)
Si se considera la proclividad de los juzgadores a seguir reproduciendo acciones que
les resultan cómodas, aunque opuestas a los objetivos de la función judicial en el nuevo juego
de la reforma, se podrá concebir una capacitación que además de transmitir los nuevos
conocimientos, impida que se manifiesten en forma expresa o disfrazada las acciones e ideas
propias del anterior sistema. Solo de esa manera se podrá lograr una capacitación efectiva y
adecuada para implementar un sistema realmente de naturaleza acusatoria y con sustento en
la oralidad.
EL CONSEJO DE LA JUDICATURA FEDERAL Y SU INSTITUTO COMO ÓRGANOS
ENCARGADOS DE LA CAPACITACIÓN JUDICIAL.
Con motivo de las reformas arriba mencionadas, se creó una secretaria técnica
(SETEC), dependiente del Ejecutivo Federal, que va a ser la encargada de coordinar la
implementación del nuevo sistema en todo el territorio nacional. Dicha secretaria ha elaborado
ya algunos programas de capacitación y ha certificado a un número importante de
capacitadores para el nuevo sistema. Pero como los requisitos para estar certificados eran
muy exiguos, se avalaron a capacitadores que no tenían una comprensión adecuada del
nuevo modelo.
Se ha dado a entender que el mencionado órgano es el que debe estar a cargo (o al
menos tener la dirección) de la capacitación de todos los operarios, incluidos los juzgadores
federales. Por tanto, hasta que dicho órgano sentara bien los lineamientos se iba a poder
comenzar sistemáticamente con la capacitación.
En realidad la SETEC, como oficialmente se ha establecido, es un órgano
desconcentrado de la Secretaría de Gobernación cuya finalidad y objetivos son fungir como
órgano técnico ejecutivo de los acuerdos y decisiones del Consejo de Coordinación para la
Implementación del Sistema de Justicia Penal, así como coadyuvar con las autoridades de
las entidades federativas y de la Federación, que así lo soliciten, en el proceso de
implementación del Sistema de Justicia Penal.(2)
Por otro lado de lo que se desprende de los artículos 100 de la Constitución Política de
los Estados Unidos y del 92 al 95 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, la
capacitación de los funcionarios judiciales en el ámbito federal, debe estar a cargo del propio
Poder Judicial de la Federación y el órgano encargado para ello es el Consejo de la
Judicatura Federal por medio del Instituto que se constituye en órgano auxiliar en esa materia.
Además, desde un punto de vista lógico y en congruencia con la independencia judicial
que ahora, más que nunca, se debe de ponderar en el marco del modelo acusatorio, los
contenidos esenciales de la capacitación de juzgadores es mejor que surja bajo la dirección
de la propia institución ¿Quién mejor podrá entender la nueva expresión garantista y
democrática del sistema acusatorio que el propio poder judicial? ¿No sería un contrasentido
que las “buenas prácticas judiciales” se nos enseñaran bajo la concepción de diversas
instituciones que dependen de otros poderes ajenos al nuestro?
La propuesta anterior la constriño al tema de la dirección de la capacitación, no implica
dejar al margen los objetivos comunes que se deben tener por todos los operarios del sistema
(fiscales, defensores, investigadores, juzgadores, etcétera) y a la eventual capacitación con
intervención interinstitucional.
Tampoco quiero decir, con lo antes señalado, que sean algunos de los jueces y
magistrados federales, únicamente ellos, los que capaciten a los demás juzgadores, pues por
más que haya un grupo selecto de colegas que llevan la delantera en el entendimiento de las
reformas, no solo es oportuno, sino obligatorio en planos de la excelencia, darles intervención
a los verdaderos especialistas del tema, donde se incluyen a aquellos que han sido
operadores del sistema de justicia penal acusatorio, quienes evidentemente tendrán una
visión más amplia, profunda y objetiva. De esa manera se evitaría una noción endogámica de
la capacitación. Sobre el punto conviene hacer referencia a lo escrito por Davini:
“La noción de endogamia, pretende describir un proceso de autosatisfacción de
necesidades y de autorregulación institucional, produciendo un mecanismo de relación circular
e interna entre los miembros de la institución y dificultando la circulación entre ésta y el
contexto, con el consecuente aislamiento y empobrecimiento de la producción. Construidas a
través del fortalecimiento de los lazos primarios entre sus miembros y alimentadas por la
imagen de una “gran familia”, las relaciones endogámicas se constituyen en progresivo
sistema defensivo frente a la desconfianza hacia otras instituciones particulares y/o el
contexto en general. La endogamia funciona como capa protectora generando puntos
enquistados de difícil remoción...” (3)
¿COMO HA SIDO HASTA AHORA LA CAPACITACIÓN EN LA REFORMA PENAL QUE HA
PROPORCIONADO EL INSTITUTO DE LA JUDICATURA FEDERAL?
En el año 2009 se llevaron a cabo dos cursos: “Principio del Proceso Penal Acusatorio”
y “Practica del Juicio Oral”. El curso se videograbó y los discos de formato DVD se mandaron
a los coordinadores de las extensiones (al interior del país), para que reprodujeran el curso.
En el 2010 tuvieron verificativo las siguientes actividades de capacitación.
1.- Replica en las extensiones del Instituto de la Judicatura, del curso antes
mencionado. 2.- Se realizó un coloquio sobre oralidad penal. 3.- Se verificó el curso
“Capacitación Especializada en Materia de Juez de Ejecución de Sanciones Penales”. 4.Curso: “El juicio de Amparo Indirecto en el Nuevo sistema de Justicia Penal. Retos y
Perspectivas”. 5.- Se concretó un proyecto de capacitación con la Escuela Fletcher de
Derecho de la Universidad Tufts con sede en Boston, Massachusetts, a la que asistieron
varios juzgadores federales y del fuero común. Comprendió viajes de estudio a Boston,
Bogotá y Santiago, para visitar los tribunales y recibir cursos teóricos sobre el sistema
acusatorio.
En el año 2011 se llevó a cabo el denominado “Diplomado sobre el Nuevo Sistema de
Justicia Penal Acusatorio en México desde la perspectiva constitucional” que se impartió nivel
nacional, de manera presencial en el Auditorio del Instituto de la Judicatura Federal (sede
central) y por el sistema de videoconferencias a través de las 40 extensiones del propio
Instituto, así como de las 45 Casas de la Cultura Jurídica en todas las entidades del país.
Tuvieron verificativo dos cursos de capacitación especializada en materia de Juez de
Ejecución de Sanciones Penales; un curso sobre el juicio de amparo indirecto en el nuevo
sistema de justicia penal. Destaca, por su peculiaridad, el denominado “Curso de Derecho
Procesal Penal Federal”, en el que participaron una veintena de funcionarios judiciales que
habían aprobado los concursos para jueces de Distrito y estaban pendientes de ser adscritos.
Los temas que se impartieron constituyeron una mezcla de asignaturas la mayoría del
proceso mixto (averiguación previa, preinstrucción, instrucción, medios de impugnación,
incidentes) y algunas nociones del modelo acusatorio.(4)
Analizados con objetividad los ensayos de capacitación, hasta el momento se han
quedado en un nivel teórico legal, incluso casi reducido a entender la reforma constitucional,
lo más próximo a una experiencia práctica ha sido la visita, por algunos jugadores, a los
tribunales orales de los países mencionados en precedentes párrafos. En resumen, los
ensayos no han respondido a un plan integral de capacitación y lamentablemente hasta ahora
no se han fincado bien las bases para la transformación cultural aceptada como necesaria.
OBSTACULOS FINANCIEROS E IDEOLÓGICOS PARA LA CAPACITACIÓN.
Alberto Binder hace patente la inicial confusión, casi natural, que se presenta al interior
de los órganos encargados de implementar las reformas en los países que han comenzado
con esa tarea, señala:
“… uno de los factores principales es que todavía se descree, en un nivel profundo, que
sea necesario algún tipo de capacitación que no sea el conocer los trámites y las rutinas de
los despachos. La persistencia de la falta de políticas de control de la sobrecarga de trabajo,
que hacen que el esfuerzo de capacitación sea una carga extra, no siempre reconocida por
otros sectores del sistema judicial, ha contribuido también a la falta de consolidación de la
idea de capacitación. (…)
Por tal razón, los planes de capacitación suelen quedar
atrapados en la ratificación de la cultura interna o en la enseñanza de un saber “extremo” que
podrá ser apreciado pero es considerado un lujo que el sistema judicial, por sus urgencias, no
está en condiciones de asumir”.(5)
Sería injusto afirmar que la culpa de la tibia capacitación es solo atribuible al Poder
Judicial de la Federación. El poco consenso político que ha producido hasta el momento la
reforma penal, ha originado que los órganos del Estado, encargados de proporcionar los
recursos financieros para la implementación, sigan utilizando argumentos viejos para evitar
hacer gastos en un modelo que no consideran tan urgente como “otros verdaderos problemas
que acaparan la atención de toda la sociedad mexicana –dicen- como lo es la inseguridad
provocada por el crimen organizado”, sobre todo porque las “ganancias” de las reformas no
son tangibles o redituables a corto plazo, a veces por la misma resistencia de los operadores.
Ahora bien, lo cierto es que los pocos avances no tienen solo origen en la falta de
recursos financieros; ha sido también relevante la forma en la que se han aplicado dichos
recursos, y de ello se desprende un escaso conocimiento de todo lo que implica la reforma y
muy poco interés en llevarla a buen puerto.
A lo largo de estos cuatro años transcurridos a partir de que en la Constitución General
de la Republica
apareció el sistema acusatorio y se dio un plazo perentorio para que
estuviera funcionando en todo el territorio nacional, se han gastado casi todos los recursos
que normalmente se reciben, en seguir construyendo infraestructura, creando conocimientos
(cursos de capacitación), seleccionando juzgadores, estableciendo trámites y realizando
acuerdos, bajo los mismos parámetros y valores del modelo mixto de registro escrito, esto es,
se han continuado e incluso fortalecido los factores que ayudan a preservarlo. Es muy poco lo
que se ha hecho para el cambio tan esperado y lo poco que se ha concretado carece de
continuidad, y además se ve apabullado por un medio evidentemente hostil. Ejemplo de ello
es el denominado “Proyecto Fletcher”, al cual asistí, se dijo que los participantes serían la
punta de lanza de la reforma, que al regresar íbamos a compartir nuestros conocimientos al
interior de la institución y se iba a crear todo un grupo referencial de acusatorio, han pasado
dos años y el proyecto no pasó de ser una aventura formidable de turismo legal. Lo que pudo
ser un detonante de cambio, quedó como un mero recuerdo un tanto romántico por el
ambiente amistoso en el que se desarrolló. No se instaló como un elemento de cambio
cultural, se desperdició la oportunidad para que fuera el primer eslabón de oro de una cadena
de actos bien planeados de capacitación.
FACTORES CULTURALES A CONSIDERAR.
Para realizar una adecuada capacitación que lleve de la mejor manera a los juzgadores a
entender y aplicar en la cotidianeidad de los tribunales la reforma penal, es necesario atender
a factores que preexisten en el interior de la institución judicial y a otros que nos acechan, que
están presentes en nuestra realidad mexicana y que indudablemente, ambos, se constituyen
en serios obstáculos para concebir, sin distorsiones, cabalmente, la nueva forma de resolver
el conflicto penal. Algunos de esos aspectos, los detectables aun sin ser especialista, los voy
a referir a continuación, haré mención en primer lugar a los aspectos de la cultura nacional.
Los motivos que tengo para hacerlo son simples: identificar esos elementos negativos,
para tenerlos presentes y advertir cuándo y cómo pueden echar a la borda incluso los planes
más brillantes y mejor elaborados para la capacitación de los operarios del sistema judicial
penal.
FACTORES DE LA CULTURA NACIONAL QUE PUEDEN REPRESENTAR OBSTACULOS
PARA LA CAPACITACION E IMPLEMENTACION DEL SISTEMA ACUSATORIO.- 1) Cultura
de la improvisación. 2) Cultura de desconfianza. 3) Cultura de la ilegalidad 4) Falta de
solidaridad. 5) Una imperante ignorancia ciudadana (y falta de interés) de lo público. 6)
Ausencia de valores democráticos. 7) Cultura de la dominación (del control vertical y estricto).
8) Serias deficiencias
en la comunicación oral (sobre todo en público). 9) Carencia de
asertividad.
ASPECTOS DE LA CULTURA INSTITUCIONAL DEL PODER JUDICIAL
QUE PUEDEN
REPRESENTAR OBSTACULOS PARA LA CAPACITACION E IMPLEMENTACION DEL
SISTEMA ACUSATORIO.- 1) Idea burocratizada de la impartición de justicia. 2) Un legalismo
férreo. 3) Una autentica cultura centrada en el expediente. 4) Control vertical al interior; impera
el respeto incondicional basado en las jerarquías de los juzgadores. 5) Una cultura que no
comprende a cabalidad la independencia judicial. 6) Valores fincado en la cantidad más que
en la calidad de las decisiones. 7) Presunción de culpabilidad. 8) Cuotas de poder
institucionalizadas.
FACTORES IMPRESCINDIBLES PARA ALCANZAR EL ÉXITO EN LA CAPACITACION.
LOS PUNTOS DE PARTIDA.
I. PLANEACION ADECUADA.- La planeación de la capacitación debe llevarse hacia
tres direcciones esenciales si es que se pretende lograr una transformación adecuada hacia
el acusatorio. Menciono a continuación esos tres caminos ineludibles:
1.- Capacitación dirigida
a la compresión de los aspectos teóricos (jurídicos, filosóficos,
políticos y sociales) de la reforma.
2.- Capacitación dirigida a la obtención de nuevas capacidades, habilidades y competencias
de los juzgadores (el aspecto práctico, de concreción de los objetivos del acusatorio, la
instauración de una lógica diversa a la actual).
3.- Capacitación dirigida a la institución judicial.
Por otra parte, para lograr la mejor capacitación se requiere de los siguientes factores
(muy posiblemente entre otros), que a mi parecer son imprescindibles:
II) LIDERAZGO.- Contar con líderes visibles al interior de la institución que proyecten
convencimiento y compromiso absoluto con la reforma. Esa clase de sujetos que enseñen con
el ejemplo, que manden los mensajes de necesidad del cambio. Podemos sostener que ese
liderazgo significa una obligación profesional y ética. Sin liderazgo evidente, no se va lograr
direccionar acertadamente ningún plan de capacitación ni de implementación.
Un serio obstáculo en varios de los lugares donde se ha comenzado con la reforma
(países de Latinoamérica y Estados de nuestro país) lo constituye la falta de compromiso de
los niveles directivos. “En muchos casos, el compromiso con el éxito de la reforma no supera
el nivel discursivo y en esos términos es difícil que un tema complejo, técnico y que supone
una alta inversión de recursos económicos como la implementación, forme parte de sus
prioridades.” (6)
II) UN PLAN INTEGRAL DE CAPACITACION.- En el cual se establezcan, como factores
mínimos los siguientes:
a).- Definir las necesidades de la institución y los objetivos de la capacitación
b).- Definir el perfil de los juzgadores para el nuevo sistema.
c)).- Seleccionar el personal a capacitar.
d).- Contenidos de la capacitación.
e).- Métodos y técnicas de capacitación comprobados, con asesoramiento experto.
f).- Diseño de los periodos de capacitación y duración de la misma.
g).- Establecer el perfil y seleccionar a los capacitadores.
h).- Definir infraestructura a utilizar para la capacitación (los espacios físicos, la magnitud y
requisitos de los mismos, la disposición de las bancas, sala de audiencias para simulaciones,
entre otros)
y uso de tecnologías (videograbación de las practicas, plataforma virtual,
fragmentos de videos, etcétera).
i).- Establecer el método de la capacitación (se sugiere que sea un métodos basado en la
simulación) y los contenidos de la misma.
j).- Elaboración de manuales y protocolos.
k).- Concentración. Evitar los cursos dispersos.
III) COMPRENSIÓN DE LA GESTIÓN JUDICIAL. - El fracaso de la reforma en otros países
de Latinoamérica se ha originado por una mala aplicación de lo relativo a la gestión en los
tribunales. En consecuencia, la capacitación debe comprender, en un primer nivel, el
entendimiento básico del aspecto inherente a la administración de los despachos judiciales,
para todos los funcionarios que vayan intervenir en el nuevo proceso. En otro nivel, dirigido a
los sujetos que vayan a tener como función específica la administración de los tribunales
(realización de audiencias, conformación de las agendas, insumos, citaciones, disponibilidad
de salas, etc.), que generalmente (es lo que ha dado resultados) son profesionales de otras
ramas diversas a la abogacía; la capacitación en ese tema debe de ser igualmente
especializada.
IV) RECONOCER NUESTRA REALIDAD CULTURAL.- Reconocer que nos movemos en una
cultura nacional e institucional, como lo dijimos en precedentes párrafos, que se opone en
forma manifiesta o velada (consciente o inconscientemente) a la implementación de un
modelo que lleva a planos de lo práctico, lo cotidiano y lo tangible, valores y principios hasta
ahora considerados como derechos programáticos, pospuestos para un futuro con mejores
condiciones sociales e institucionales, como son la publicidad (por tanto mayor transparencia),
el respeto a los derechos humanos, la presunción de inocencia, solución del conflicto penal
diversas a la sanción estatal; con instituciones y fórmulas más cercanas a la idea de la
democracia.
Si admitimos esa realidad cultural, podremos con mayor eficacia capacitar a nuestros
juzgadores tanto para que en su actuar se aparten de esa mala cultura, como sustituirla por
otra e incluso para que la tengan presente al momento de revisar las acciones de otros
operarios del sistema (policías, investigadores, fiscales, etcétera).
ALGUNAS PROPUESTAS PARA UNA CAPACITACION JUDICIAL ACERTADA PARA LA
REFORMA PENAL.
PRIMERA. DEFINIR EL PERFIL DE LOS JUZGADORES PARA EL NUEVO
SISTEMA.- No me atrevo a precisar en esta ponencia todas las características del juez o el
modelo de juez que tendría que forjarse para el sistema acusatorio, esa debe ser tarea
institucional, lo que sí puedo aseverar, como justificación para mi propuesta, es que se va a
requerir un nuevo perfil de
juzgadores para la reforma y a partir de ello planearse la
capacitación.
SEGUNDA.
CAPACITACION
EN
SERIO.-
Según
palabras
de
Baytelman:
“Tradicionalmente, la preparación de nuestros operadores de justicia criminal tras la
enseñanza de pregrado ha estado entregada a un sistema más o menos artesanal, que,
puesto en relación con las evidentes y superabundantes necesidades de capacitación de la
justicia criminal en nuestra región, equivale bastante a afirmar que nuestra cultura jurídica no
se ha tomado realmente en serio la capacitación de los operadores de dicho sistema.” (7)
Si queremos hacer las cosas con la calidad debida, vamos a necesitar una capacitación
bien pensada, planeada con la participación de un equipo de gente entendida en lo jurídico,
especializados en el desarrollo práctico del acusatorio, y además especialistas de otras
profesiones, un grupo multidisciplinario que pueda darse a la tarea de intentar suplir una
cultura bien arraigada, por otra que de entrada se rechaza y que abarca acciones ni siquiera
imaginadas para las decisiones judiciales y para la gestión de los despachos judiciales.
TERCERA. CAPACITACION COMO TRABAJO EN EQUIPO.- Implica dos aspectos:
Primero, que se planee la capacitación por verdaderos equipos de especialistas.
Segunda.- Que el desarrollo de la capacitación se realice de tal manera que pondere el
trabajo en grupos.
CUARTA.- CAPACITACION DE VANGUARDIA, CON UN IMPORTANTE SUSTENTO
PRÁCTICO.- El modelo mexicano tradicional de instrucción jurídica (mismo que impera en
toda Latinoamérica), supone que el maestro es la máxima autoridad dentro del aula, él tiene
un vasto conocimiento en el campo de su especialidad y se asume que es un transmisor de
calidad de esos saberes, los alumnos aprenderán de lo que el docente les comunique y no lo
pondrán en tela de juicio.(8)
Esas formas se instalan perfectamente en un contexto educativo más amplio, en el cual
impera la forma tradicional de educación (en cualquier nivel), misma que se reduce al salón de
clase con el apoyo de un pizarrón y a veces un proyector digital. El titular de la clase es un
mero proveedor de conocimientos y los estudiantes simples receptores pasivos que se limitan,
en el mejor de los casos, a ir tomando apuntes, sin dar ocasión a la reflexión. Este esquema
transmitivista, en el cual el maestro actúa como principal protagonista del proceso de
enseñanza y aprendizaje, no es útil para capacitar con éxito a los jueces que se necesitan
para operar un sistema acusatorio. Se debe cambiar a un esquema que sea de educación
activa, de aprendizaje significativo y cooperativo, cambiar a una formación centrada en la
participación del alumno.
Instalar una nueva cultura demanda cambios tanto de forma como de fondo y esos
cambios se deben procurar instalar desde el principio, de manera integral y sostenida, sin
concesiones, pues cualquier descuido implica el riesgo de filtrar los conocimientos, hábitos y
acciones anteriores.
Con esa idea, el mismo proceso de aprendizaje ya forma parte de la reforma, lo ideal
entonces es comenzar la implementación con un cambio de paradigma en la capacitación.
Ello no implica, debe de entenderse así, un mero capricho reformista, al contrario, las
diferencias en la transmisión de una nueva cultura, tienen bases científicas, son la vanguardia
en la docencia. Además, es la experiencia de otros países de nuestro continente, la que nos
da una referencia constatable de que sólo una capacitación basada en un enfoque
sustancialmente activo por parte del capacitando, puede lograr la formación esperada de los
nuevos operarios del sistema de justicia penal acusatorio.
Así pues, se propone en este trabajo un esquema de educación integral, basado en el
aprendizaje cooperativo, con un enfoque constructivista, el aprender haciendo, métodos de
eficacia comprobada, en el que se pretende que los alumnos adquieran no sólo conocimientos
y habilidades sino también actitudes positivas.
De acuerdo a las últimas revisiones de las experiencias de varios países de
Latinoamérica después de los primeros fracasos en la capacitación, las fiscalías, las
defensoría y los poderes judiciales, han optado por reestructurar sus programas y manuales
de capacitación, para basarse en un enfoque constructivista, que implica muchas horas de
simulación y prácticas controladas. (9)
Andrés Baytelman señala que si queremos un cambio cultural, debe de darse una
capacitación cultural, aún más que una capacitación legal, pues hay que entender que el
sistema de capacitación tiene que remover una cultura y construir otra y destruir instituciones
e ideas profundamente arraigadas en nuestra cultura jurídica y sustituirlas con otras que, sólo
en la medida en que se institucionalicen y se instalen dentro de nuestra cultura jurídica
lograrán realmente realizarse. (10)
¿Cómo sustituirse una cultura inquisitoria por una acusatoria si no se construyen
referentes concretos del nuevo sistema? Resulta inútil el esfuerzo de los docentes que
realizan sus bastas exposiciones en el pizarrón o en láminas de power point, para enseñar los
pormenores del nuevo sistema, si los alumnos no tienen ejemplos o imágenes con las cuales
relacionar esos temas, y la mente los lleva a recurrir a lo que conocen, esto es, a las practicas
ya arraigadas de su trabajo diario. Lo que al final les queda es una proyección distorsionada
del nuevo modelo. (11)
QUINTA. CAPACITACION DIRIGIDA TAMBIEN A LA EXCELENCIA PERSONAL.Los especialistas en el desarrollo organizacional afirman que el “bien hacer” una función
laboral, está más ligado a las características propias de la persona, es decir, a sus
competencias personales, que a aspectos tales como los conocimientos o las habilidades
(criterios utilizado tradicionalmente para la selección de personal).
Pero ¿Qué significa tener competencias? Según Vargas, Casanova, Montanaro (12)
una competencia es la capacidad de desempeñar efectivamente una actividad de trabajo,
movilizando los conocimientos, habilidades, destrezas y comprensión necesarios para lograr
los objetivos que tal actividad implica. Ello supone el uso de su voluntad para lograr conducir
sus conocimientos, habilidades y destrezas, haciendo uso de la comprensión adecuada de los
objetivos de la institución. En palabras de Ibarra la competencia es la integración entre el
saber (teoría), el saber hacer (práctica) y el saber ser (disposición y honestidad). (13)
Así pues, para concretar una adecuada capacitación, y que la misma rinda los
resultados esperados, que no son otros más que poder contar con los juzgadores que
apliquen adecuadamente las normas y prácticas de un sistema acusatorio bien entendido, sin
distorsiones, que reafirme el debido proceso, va a ser necesario implementar un proceso de
capacitación que no se quede en lo jurídico, ni en el mero aspecto superficial del futuro
operario judicial. Nos quedaríamos cortos si suponemos que cualquier funcionario judicial
actual, por el solo hecho de ser juez o magistrado o tener una función jurisdiccional
determinada, pueda llegar a ser un buen operador del nuevo sistema con tan solo someterlo a
la capacitación jurídica.
Debe llevarse a producir juzgadores que cuenten con las capacidades ciertamente de
comprensión del aspecto jurídico de la reforma, pero también de la nueva lógica de la
litigación basada en los principios del acusatorio y, además, que tenga la voluntad de
someterse al cambio, que crea profundamente en el nuevo modelo. Y aun así, no será
suficiente si no tiene o no logra tener ciertas competencias que en la práctica le van a ser
indispensables, como son: una autentica capacidad de reflexión, o mejor dicho, de
discernimiento práctico que visualice la respuesta justa en tanto razonable (obligada por la
mayor desformalización de nuevo modelo, que se concreta en la libertad probatoria y en la
libre valoración de la prueba); capacidad de retención de datos; uso de la lógica más
elemental; una mínima facilidad para expresarse en público (sin llegar a ser protagónico);
capacidad de argumentación pronta y de pronta respuesta racional;
capacidad de
concentración; conocimiento y evidente respeto a los derechos humanos; la comprensión y
ejercicio de la independencia judicial; creatividad; facultad de controlar a las partes (con
asertividad); entre otras competencias. (14) (15)
Obviamente no todos los sujetos pueden llegar a cumplir con esas exigencias. La
capacitación debe constituirse en factor para formar a los nuevos juzgadores, pero también en
un filtro para impedir que entren al sistema los sujetos que definitivamente no cuenten ni
puedan llegar a contar con las destrezas y habilidades que les exige el acusatorio, pues estos
son los que se convierten en agentes de distorsión y de un velado sabotaje tan constante
como dañino.
Para ello no será suficiente con una capacitación como la que hemos tenido para otras
reformas legales que se han dado en los últimos tiempos.
CONCLUSIONES
a).- Cambios personales, de actitud, de liderazgo. Que toquen nuestras estructuras mentales
y nuestras competencias y habilidades personales.
b).- Teoría y práctica en el sistema acusatorio, sería el grueso de la capacitación. Con
sustento practico, mucha simulación, repeticiones y monitoreo de los avances. En un
ambiente de equipo, crítico y reflexivo. Descubrimiento de las situaciones complicadas más
recurrentes o posibles. Con especial sustento en la valoración de la prueba, en el examen de
testigos, en la presunción de inocencia y todos los demás derechos humanos que se podrían
trastocar y respetar.
c).- El problema no es tanto de falta de recursos financieros, sino de la forma de aplicar dichos
recursos.
d).- Ciencia y lógica. Aplicar los avances científicos en materia de docencia y no estancarnos
en los métodos tradicionales que no generaran la nueva cultura institucional y personal.
e).- Aprender de la experiencia de otros sistemas de justicia, para saber cuáles son las
principales fallas en la instauración del nuevo sistema y en particular en la capacitación;
también para contar con los parámetros internacionales en donde nos debemos de insertar.
f).- Concebir una capacitación integral y bien planeada. Se requiere primero identificar bien los
objetivos de la capacitación. Una capacitación que lleve a entender bien los roles de los
juzgadores, así como los roles de los otros operarios, para comprender lo que pretenden
durante el juicio y no impedir injustificadamente que concreten sus legítimos objetivos.
f) Llevar a cabo una capacitación que también se dirija a la institución misma no solo a la
persona de los futuros operarios jurisdiccionales. Para evitar que otros funcionarios pongan
obstáculos en la instauración y desarrollo del nuevo modelo.
g).- Concebir, en la capacitación, la nueva gestión, los nuevos cargos y comisiones, otros
profesionales ajenos al derecho, otra estructura organizacional, nueva infraestructura, etc.
h).- Se deben considerar algunas realidades de nuestra cultura nacional, en general, y del
poder judicial al que pertenecemos, en particular, para plantear las acciones de capacitación.
i).- Convendría que los juzgadores asumieran otros roles, diversos a los del juez, en
simulacros de litigación oral, para que entiendan mejor la lógica del nuevo sistema.
Igualmente valioso sería concebir una capacitación que en algún punto sea interinstitucional,
para saber que hay un tronco común, una serie de objetivos que son inherentes a todas las
instituciones que intervienen en el proceso.
j).- Que se asuma la capacitación como una manera de formar a los jueces del nuevo sistema,
pero también para que sea un filtro a fin de seleccionar a los jueces aptos para el acusatorio.
NOTAS BIBLIOGRAFICAS
(1) Binder, Alberto. Prólogo al “CURSO SOBRE INSTRUMENTOS PARA LA IMPLEMENTACIÓN DE
UN SISTEMA ACUSATORIO ORAL”. Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA).
www.cejamericas.org.
(2) En el portal www.setec.gob.mx
(3) C. Davini, 1995. Citado por Marensi, Inés ““Un nuevo enfoque pedagógico para la Capacitación
Judicial en América Latina.” Revista “Sistemas Judiciales”. CEJA-INECIP Número 1. Agosto de 2002.
Página: 32.
(4) En el portal www2.scjn.gob.mx/red/informe2011
(5) Binder Alberto “Los oficios del jurista: la fragmentación de la profesión jurídica y la uniformidad de la
carrera judicial” Revista Sistemas Judiciales. CEJA-INECIP. Número 1. Agosto de 2002. Página: 60.
(6) Duce Mauricio, Mera Alejandra y Riego Cristian. “La Capacitación Interinstitucional en la Reforma a
la Justicia Criminal en Chile”. Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA).
www.cejamericas.org
(7) Baytelman, Andrés. “Capacitación como Futbol”. En Revista “Sistemas judiciales” Publicación
semestral del Centro de Estudios de Justicia de las Américas – CEJA, Año 1, Nº 1, p. 42 y siguientes.
(8) García Soriano Ivan y Morón Ramírez Omar Abraham. “Didáctica del Derecho”. “Introducción a la
Didáctica y Metodología del Derecho”. Flores Editor y Distribuidor. México 2008. Página 12.
(9) Conviene ver los manuales editados por el Consejo Superior de la Judicatura de Colombia. En
www.riaej.com/portal.
(10) Baytelman óp. Citada.
(11) En chile, como lo informa Andrés Monte Encargado de Proyectos de la Academia Judicial
Chilena, el programa de formación de jueces se estructura sobre la base de talleres, seminarios,
charlas y pasantías residenciales en juzgados, todas ejecutadas con objetivos, metodologías y
sistemas de evaluación previamente estudiados y diseñados por la Academia Judicial.
Los docentes de dicho programa son designados por el Consejo Directivo de la Academia
Judicial. Para ello se invita a participar a equipos interdisciplinarios, integrados fundamentalmente por
miembros del Poder Judicial, pero además por abogados de ejercicio libre, académicos y profesionales
de áreas distintas a la jurídica, con el objeto de que los temas sean abordados desde diversas
perspectivas. Dossier “Capacitación Judicial en América”. En www.sistemasjudiciales.org.
(12) Citados por América Martínez, “Aprendizaje organizacional”. Editorial Mc Graw Hill, Segunda
Edición. Página 21.
(13) “Formación de Recursos Humanos y Competencia Laboral”. Boletín Cinterfor/OIT, Montevideo
(14) Armando Andruet, a propósito de las características que debe de tener un buen juez, señala las
siguientes: 1) Que sepa qué debe obrarse o hacerse en cada caso concreto, 2) Que sepa deliberar
consigo misma, es decir, pensar reflexivamente; 3) Que sepa interpretar los principios y las normas en
función de los hechos y éstos en función de aquellos, 4) Que posea la sabiduría de la praxis en el
momento oportuno, 5) Que su juicio decisorio no sea demasiado apresurado ni demasiado lento; 6)
Que sea inmune a las presiones de su entorno y haga oídos sordos a las influencias, 7) Que evite los
fáciles dogmatismos y las improvisaciones y sepa admitir razones y corregir errores, 8) Que escape a
los prejuicios y sea siempre crítico y mesurado, 9) Que sepa escuchar con atención antes de juzgar,
10) Que sea siempre prudente por sobre todas las cosas y se conduzca con decoro en su vida pública
y privada. Andruet, Armando S. “CONSEJO DE LA MAGISTRATURAY PERFIL DEL JUEZ”. En
ww.justiciacordoba.gob.ar/justiciacordoba
(15) Es interesante lo que dice otro estudioso de las funciones judiciales, me refiero a Jorge Malem
Seña, en relación al tema de los perfiles de los jueces, señala que el juez debe tener formación en
derecho, pues éste debe ser previo al momento de ejercer la jurisdicción, además la norma jurídica es
la razón de las decisiones; formación en materia de hechos, toda vez que toda controversia tiene un
origen fáctico que pretenden probar las partes; y conocimiento en materia lingüística, en razón de que
el lenguaje es la herramienta mediante el cual se hacen llegar los hechos, el derecho y las razones en
un proceso acusatorio. Concluye: “El modelo de juez (ideal) es el de un profesional de la justicia que
incardina su labor en un Estado constitucional, cuya Carta Magna establece una serie de derechos y
deberes fundamentales. Un juez, además, que no es funcionario del Estado con un poder omnímodo,
sino que ha de llevar a cabo su función dentro de lo establecido por el llamado «sistema del juez»” (…)
En este contexto, «un factor indispensable para que el juez cumpla el propio papel con independencia
(es decir sin resultar condicionado cultural y profesionalmente por otros) es su capacidad profesional.
Un juez que no esté capacitado profesionalmente no puede cumplir su tarea y no tiene credibilidad
alguna ni frente a las partes ni frente a la sociedad […]”. Malem Seña, Jorge. “El error Judicial y la
formación de los Jueces”- Editorial Alianza. Página: 208.
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