Bicentenario del Colegio de la Pureza

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Bicentenario del Colegio de la Pureza:
La etapa fundacional (1809-1819)
Pere Fullana Puigserver
profesor de Historia de la Educación Social
(Universitat de les Illes Balears)
Iniciamos esta intervención citando una frase del profesor Giuseppe
Alberigo, maestro de historiadores y director de la Historia del Concilio
Vaticano II. Escribía en el segundo volumen de dicha historia: “nos ha
parecido que había que procurar ser fieles al método histórico-crítico,
también y sobre todo en un caso como éste en que se trata de reconstruir
históricamente un acontecimiento que por su naturaleza reclama una
dimensión meta-racional: la inspiración del Espíritu Santo. Estamos
convencidos de que una historización rigurosa no sólo no contradice ni
margina esa dimensión, sino que en este caso la respeta más y mejor que
cualquier piadosa historia ‘domesticada’” 1 . Entendemos esta historización
en el sentido que le otorga el profesor Miquel Marín, de que la historia es el
estudio y la explicación del pasado. Es decir la interpretación racional y
científica de los restos –a veces sólo rastros- de un pasado que, pretérito o
no, debe servirse con el objetivo de su comprensión en el presente 2 .
El Colegio de la Pureza de María, como institución educativa actual,
no se entiende sin la figura de Madre Alberta Giménez, reformadora de una
obra educativa histórica y fundadora de la Congregación religiosa
denominada a su vez Congregación de Hermanas de la Pureza de María.
1
ALBERIGO, Giuseppe (dir), Historia del Concilio Vaticano II, Ed. Peeters – Sígueme, Leuven –
Salamanca 2002, vol. II, pág. 12.
2
MARÍN GELABERT, Miquel, “Perspectivas historiográficas”, en Historia de las Islas Baleares, 14:
Época contemporánea. Siglo XIX, El Mundo el Dia de Baleares 2006, pág. 7.
1
Alberta Giménez en realidad toma el relevo, en 1870, del Real Colegio de
la Pureza después de una coyuntura de crisis, y lo hace de la mano del
sacerdote Tomás Rullán y con el apoyo de las instituciones públicas
locales, sobre todo del Ayuntamiento de Palma, en pleno Sexenio
Democrático.
A Alberta Giménez se le confió la Pureza por su prestigio como
maestra y por su circunstancia personal especial. Había enviudado pocos
años antes y contenía todos los requisitos para hacer frente a una institución
avalada con una trayectoria de sesenta años, pero siempre frágil y delicada
de salud. En poco tiempo, Alberta Giménez, en calidad de rectora,
revitalizó el Real Colegio de la Pureza y modernizó la institución con la
creación de la Escuela Femenina de Magisterio, en 1872. Paralelamente
ponía las bases para la futura Congregación religiosa que, finalmente fue
ratificada en 1892, con el apoyo del presbítero Enrique Reig Casanovas,
también viudo y ordenado sacerdote en 1885, canónigo vinculado a la
Curia Eclesiástica de Mallorca y más tarde obispo y cardenal primado de
Toledo.
En 1909, Madre Alberta Giménez mantenía firme y claro el
liderazgo espiritual y pedagógico en la Congregación de Hermanas y en el
Colegio de la Pureza de María. Era algo más que la fundadora, la Superiora
General y la inspiradora pedagógica. Madre Alberta valoraba la historia,
venía del mundo y conocía como nadie las luces y las sombras que
acompañan toda realidad humana. Había interiorizado el pasado del
Colegio de la Pureza y sabía cuánto de pasado se mantenía vivo en el
presente. Por todo ello, en octubre de 1909 cuidó todos los detalles del
primer centenario y trabajó incansablemente para que las Hermanas
vivieran intensamente aquel momento de gracia. Cultivó cada gesto con la
2
intención de que el pasado se convirtiera en la tierra abonada, en la energía
que diera sentido al presente y el futuro de la institución. Sabedora de la
gracia que supone tener la mirada en el pasado y en la tradición, Madre
Alberta no escatimó esfuerzos para hacer memoria de cuatro figuras que, a
su entender y según el nuestro, habían sido las más relevantes para la
historia de la Pureza: Maria Arbona la primera rectora, su hija Maria Ferrer
la segunda rectora, el obispo Bernardo Nadal como cofundador y Tomás
Rullán como cofundador en 1870 del Colegio. Estos cuatro personajes,
junto a Madre Alberta, forman la constelación de virtuosos a los que hoy
dedicamos esta memoria.
1. La educación de la mujer en Mallorca, entre 1794 i 1809: el
contexto de la fundación del Colegio de la Pureza.
En 1795 hacía su entrada en la diócesis el nuevo obispo de Mallorca,
Bernardo Nadal Crespí, natural de Sóller, de 49 años de edad. Contaba con
una dilatada trayectoria fuera de la isla, conocido en los círculos ilustrados
de la Corte, donde había ejercido como oficial de la Secretaria de
Interpretación de Idiomas Extranjeros de la Corte
y en la Nunciatura
Apostólica, en calidad de abreviador. Desde 1787 era canónigo de la
Catedral de Mallorca y en 1794 fue preconizado obispo de Mallorca, a la
muerte de Pedro Rubio Benedicto. En su primer Edicto general, publicado
en el primer domingo de Cuaresma de 1795, recordaba a los párrocos el
deber de explicar la Doctrina Cristiana los domingos y fiestas, y “por
último la constante máxima de que no puede haber Pueblo feliz sin buenas
costumbres, y de que para asegurar la subsistencia de estas es sumamente
necesario que los Padres proporcionen á sus hijos buena educación, y
crianza en la cual influyen muy inmediatamente las Escuelas de primeras
letras, cuyo establecimiento promoverán por tanto los Curas Párrocos en
3
los Pueblos de sus respectiva parroquia en donde no las haya, sugiriendo á
los Ayuntamientos y Consejos los medios más oportunos para su
consecución, y exhortándoles a que a cualquiera costa prefieran para
regentar dichas Escuelas á Maestros tales que de su notoria probidad,
suficiencia y habilidad puedan esperar los más cumplidos progresos de los
niños en la Doctrina Cristiana y Santo temor de Dios, y mucha pericia en
leer, escribir y contar” 3 . En el Edicto anual de Cuaresma reflejaba la
esencia de su espíritu pastoral y social, e insistía en el tema de la
educación, tal como podemos comprobar en el Edicto General, 4 de marzo
de 1797, en el que hace una mención especial al incumplimiento de los
edictos anteriores. Añadía: “5º En el Capítulo 2 de nuestro Edicto Pastoral
de 1795, tuvimos á bien encargar á todos los Párrocos que en los Pueblos
de su respectiva feligresía promoviesen el establecimiento de escuelas para
educación de la juventud, como medio de que inmediatamente depende la
felicidad publica, y viendo con harto dolor de nuestro corazón el ningún
éxito que han tenido n[ues]tros deseos en esta parte, y que la educación de
los niños de uno y otro sexo, señaladamente fuera de Palma se halla en la
mayor decadencia, y así del todo abandonada, encargamos de nuevo á
todos los que en esta nuestra Diócesis exercen, ó ejerciesen la Cura de
almas no perdonen fatiga ni medio alguno para conseguir que se pongan
en los Pueblos de su inspección Maestros de Escuelas para los niños y
Maestras de costura para las niñas, eligiéndose á este fin personas de
experimentada probidad, é idoneidad que pueden cumplidamente
desempeñar su respectivo cargo en utilidad de la Religión y del Estado, y
en el caso de que para el logro de este tan necesario como piadoso objeto
3
Archivo Diocesano de Mallorca (ADM), Registro Ordinario de despacho diario de la Secretaría de
Cámara del Ilm. Sr. Dn Bernardo Nadal y Crespí, dignísimo obispo de Mallorca, f. 3’-4.
4
juzgamos conducentes nuestros oficios ó auxilios, nos lo participaran sin
perdida de tiempo” 4 .
Junto a la creación de escuelas para niños se substanciaba la idea de
potenciar también la fundación de costuras para niñas. Un compromiso que
inoculaba y popularizaba la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos
del País –SEMAP- que expresaba, en 1798, la necesidad de crear una
Sociedad de Señoras con el fin de potenciar la educación femenina,
componente indispensable para el cambio desde arriba. Dado que las
llamadas del obispo y el compromiso de las élites que configuraban la
Sociedad
Económica
no
calaban
entre
los
dirigentes
sociales
contemporáneos, el paisaje cultural parecía no cambiar en exceso. No
obstante, vale la pena hacer memoria tanto de los colectivos femeninos
precongregacionales, dedicados a la enseñanza femenina, que existían en
Mallorca durante la segunda mitad del siglo XVIII, como del mapa escolar
femenino existente a comienzos del ochocientos en la isla.
En cuanto a las iniciativas precongregacionales vale la pena insinuar
que entre 1740 y 1809, al fundarse el Colegio de la Pureza, existían ya en
Mallorca varias congregaciones y beaterios. A raíz de la preparación de
esta intervención, incluso hemos descubierto nuevas instituciones que
habían pasado desapercibidas a casi todos los historiadores durante ciento
sesenta años, me refiero a las Terciarias de Santo Domingo, de Pollença,
fundadas por Sor Margarita Rotger y dedicadas a la enseñanza femenina,
desde finales del siglo XVII 5 . A mediados del siglo XVIII, Mallorca
contaba con escuelas de niñas regentadas por comunidades religiosas
femeninas como las Franciscanas de Manacor (fundadas en 1740); las
4
Ibid., 41-47.
ROTGER CAPLLONCH, Mateo, Historia de Pollensa, Vol. I, Imprenta Sagrados Corazones, Palma de
Mallorca 1967, pág. 168; GOÑI GAZTAMBIDE, José, “Las Beatas o Dominicas de la Enseñanza, de
Pamplona”, en Príncipe de Viana 245 (setiembre – diciembre 2008) 813-831.
5
5
Hermanas de la Caridad (1798), y diversos beaterios dedicados a la
enseñanza de las niñas, algunas perfectamente identificadas, como las
Beatas Franciscanas de Llucmajor (1747). Durante el episcopado de
Bernardo Nadal aún se fundarían las Hermanas Trinitarias (1810) y las
Franciscanas de Porreres, conocidas popularmente como ‘Ses Mestres’ 6 .
Por su parte las Hermanas Franciscanas de sa Bassa (Manacor), desde
mediados del siglo XVIII, habían regentado escuelas públicas en diferentes
localidades de Mallorca, concretamente en Manacor, Artà, Maria de la
Salut, Porreres, Montuïri i Santa Margalida. Estas instituciones religiosas
femeninas deben su existencia, naturalmente, a la demanda de instrucción
y de educación elemental para la mujer. Las Hermanas de la Caridad, de
Felanitx aunque su carisma fundacional estaba vinculado esencialmente a
la casa de caridad de la localidad, también se dedicaron a la educación. Un
caso diferente fue el de las Hermanas Trinitarias 7 , que en 1813 comenzaron
a enseñar a leer y a escribir a las niñas y fueron elegidas maestras de la
escuela pública de la localidad por parte del primer consistorio
constitucional 8 .
El obispo Nadal hablaba del abandono escolar señaladamente fuera
de Palma, pero los datos nos conducen a constatar que el principal déficit
escolar femenino se producía en Palma. Por ello, la Sociedad Económica
Mallorquina de Amigos del País se planteó, incluso, la oportunidad de
promover la creación de escuelas femeninas en los monasterios de
religiosas de clausura, como habían hecho sociedades similares en diversas
6
FULLANA PUIGSERVER, Pere, “El rostre femení del catolicisme mallorquí. Ensenyament i vida
religiosa femenina durant el segle XIX”, a RAMIS, G. (coord), I Simposium d’Història social del segle
XIX. Aproximació a Sor Maria Rafela del Sgt. Cor i al seu entorn religiós i històric (1814-1899),
Mallorca 1999, pàgs. 11-52. ROSSELLÓ LLITERAS, Joan, “Ca ses Mestres de Porreres”, Boletín de
Historia de la Tercera Orden Franciscana 3 (1989-90) 117-126.
7
RENOM, M.T., Miquel Ferrer i Bauçà protagonista en la societat de Mallorca, Publicacions de
l’Abadia de Montserrat, 1998.
8
XAMENA, Pere, Religiosas Trinitarias de Mallorca. Reseña histórica, Gràfiques Miramar, Mallorca
1980,, págs.110-111.
6
capitales de provincia. Recordemos que en 1786 en Mallorca había 13
monasterios de religiosas, once de los cuales en Palma y sólo dos fuera
(Inca y Sineu). Tenemos indicios documentales de que en el Monasterio de
Nuestra Señora de la Consolación –situado en la actual Plaza Quadrado- las
religiosas ofrecían la posibilidad de educar muchachas de corta edad, si
bien el número de educandas era simbólico y no superaba la decena. Desde
la mayoría de monasterios se afirmaba no tener educandas en el recinto.
Por ello, siguiendo el ejemplo de la Sociedad Económica Aragonesa, la
Comisión de Educación de la SEMAP se dirigió a las religiosas de clausura
consultándolas sobre “si tendrían inconveniente supuesto el apoyo del
Gobierno eclesiástico y político adoptar la enseñanza de algunas niñas
bajo de un plan sencillo manifestándolas el que lo propongan a la
Comunidad con la noticia de lo que se hace en otras partes y
persuadiéndolas de la utilidad que resultará al público y al monasterio de
lo grato que será al pueblo y a sus superiores el que emprendan una obra
laudable, y finalmente del honor que para ello han de adquirirse” 9 .
En aquella coyuntura, el mundo laboral retribuido de la mujer se
movía en el ámbito de los servicios en hospicios, educación y el servicio
doméstico. El trabajo de la mujer se circunscribía en el marco de las
labores domésticas y en trabajos subsidiarios, concretamente coser, arreglar
calzado o hilar. Su formación quedaba limitada a aprender la doctrina
cristiana, costura y economía doméstica. La encuesta de 1800-1801,
promovida por el ministro Miguel Cayetano Soler, ofrece datos de interés
sobre la educación de la mujer en la isla. En Mallorca, según este
documento, había quince maestras de niñas documentadas en otros tantos
9
ARM, SEMAP, Comissió d’Educació. Caixa 26/4. Junta del 22 de maig de 1801, citado en la
comunicación de: MARTORELL FULLANA, Catalina M., “Dona i educació: iniciatives per a la dona a
principis del segle XIX”, en La Guerra del Francès (1808-1814), XXVII Jornades d’Estudis Històrics
Locals, Institut d’Estudis Baleàrics, Palma 2009, pág. 299-314.
7
municipios 10 . En otras poblaciones, como Deyà, se hacía constar que no
había maestra de costura, pero las niñas recibían enseñanza de sus madres o
de otras amigas. En otros pueblos se insistía que sus responsables no
hallaban mujeres dispuestas a ejercer la enseñanza con las 15 libras que el
Estado había dispuesto como sueldo para este trabajo 11 . La situación no
había cambiado en 1809, según constaba en el Ayuntamiento de Palma:
“También es absolutamente indispensable que en las capitales se
establezcan Escuelas para las niñas en las que se les debe
enseñar el Catecismo y sus labores y algunos principios de
Economía doméstica para formar por este medio excelentes
madres de familia, bien instruidas de sus obligaciones y
funciones propias de su sexo. Estas escuelas deben ponerse
igualmente bajo la protección de una señora de la más alta
calidad, prudencia y verdadera piedad, dejando a su cuidado la
discreción de la enseñanza y gobierno, bien que esta señora
protectora debiese consultar y tomar consejo del responsable
protector de estudios en los puntos de reformas y otros de
gravedad. Bajo este mismo sistema, convendría que en los
pueblos se formasen escuelas de instrucción de niñas cuya
protección igualmente estuviese a cargo de una señora principal
del mismo pueblo, quien tuviese la obligación de participar a la
protectriz de la capital, todo lo que considerase digno de poner
en su noticia en cuanto a reformas, mejoramientos, programas,
etc.” 12 .
Mientas tanto, el obispo Nadal continuaba con su cruzada particular
a favor de la escuela. Dato que vale la pena señalar precisamente porqué
este compromiso era conocido, sin duda, en el contexto fundacional del
Colegio de la Pureza de María Santísima. Así, recordaba nuevamente, en el
Edicto general publicado en el primer domingo de Cuaresma el año de
1802: “2. Siendo tan esencial y mayormente necesario para la buena
10
Alcúdia, Algaida, Artà, Campanet, Campos, Felanitx, Llucmajor, Petra, sa Pobla, Santa Margalida,
Santa Maria, Santanyí, Selva, Sencelles i Sóller.
11
MOREY, Antònia, Els interrogatoris del ministre Soler (1800-1802). L’economia mallorquina a la fi
de l’Antic Règim, Edicions Documenta Balear, Mallorca 2002, pág. 37.
12
Cortes de Cádiz. Informes oficiales sobre Cortes. Baleares, Ediciones Universidad de Navarra, 1967,
pàgs. 215-216.
8
educación de la Juventud, como nadie ignora el establecimiento de hábiles
y escogidos maestros de 1as letras, y de maestras de niñas en todos los
Pueblos nos es sumam[en]te doloroso así el fatal descuido de muchos
Ayuntamientos a pesar de n[ues]tras repetidas amonestaciones en esta
parte, como la imponderable desidia de algunos Rectores en promoverlo
eficazmente; a quienes por tanto, de nuevo decimos amonestamos
encargamos y respectivamente mandamos lo mismo que sobre esto tenemos
d[i]cho, ordenado y mandado en n[ues]tros anteriores edictos y
señaladamente en el Cap 3º del de 1797” 13 .
2. La fundación y la primera etapa del Colegio de la Pureza
(1809-1819).
El Real Colegio de la Pureza de Maria no puede entenderse al
margen o desvinculado de sus orígenes, ni desligado de las protagonistas
que acometieron la empresa fundacional. Hoy, como nos recordó Madre
Alberta Giménez hace ahora una centuria, es el momento de releer el
pasado, de analizar la fuente de este río de energía que nacido débil e
insignificante, con el transcurrir del tiempo se ha convertido en un cauce de
vida extraordinario, gracias entre otros motivos a la incorporación de
grandes afluentes que le han añadido vida en abundancia.
a) El Colegio privado de Maria Arbona y Maria Ferrer, en la calle
de la Paz (1809).
A día de hoy parece claro, a partir de la precaria documentación de
que disponemos, que María Arbona y su hija María Ferrer tenían abierta
una escuela, a manera de costura, en Palma, allá por el 1808, en el
13
ADM, Registro ordinario de despacho..., f. 216.
9
momento en que el pueblo español declaró la guerra al ejército
Napoleónico. Madre e hija eran naturales de Fornalutx, pero residían en la
parroquia de Santa Eulalia, de Palma, desde tiempo atrás, cuando el marido
de Maria Arbona y padre de Maria, Jaume Ferrer, aún vivía y dirigía un
taller de carpintería en el barrio. De esta documentación se deduce, además,
que la primera costura estaba situada en la actual calle de la Paz, de Palma,
en el edificio gótico conocido actualmente como Can Weyler. Ciertamente,
el conocimiento empírico actual sobre las escuelas femeninas de esta época
es escasísimo, sobre todo en Palma, como hemos tenido ocasión de
constatar. Las series documentales de carácter municipal o diocesano a
penas nos permiten percibir con claridad los espacios y las presencias
femeninas,
al
margen
de
aquéllas
que
estaban
completamente
institucionalizadas como era el caso de los Monasterios de Religiosas. A
comienzos del ochocientos, la mujer apenas tiene visibilidad en el paisaje
social, ni siquiera en los padrones municipales donde sólo aparecen cuando
eran viudas con hijos. En los primeros censos de la ciudad de Palma,
concretamente el de 1813, no aparecen las mujeres, exceptuando las
religiosas, algún colectivo de religiosas extranjeras refugiadas y la Madre
Rectora de la Crianza, asociada a nueve mujeres más.
Ya hemos visto como Bernardo Nadal Crespí, desde su llegada,
había mantenido un compromiso claro a favor de la educación, una actitud
especialmente militante a favor de la educación femenina, pero sin
excesivo éxito al parecer. Su convicción profunda de que el futuro pasaba
por mejorar la instrucción de la mujer debe entenderse en el conjunto del
plan pastoral de Nadal. Dicha convicción nos permite entender el
episcopado de Nadal sólo identificable a partir del reformismo ilustrado y
del compromiso que muchos obispos encuadrados en esta línea mantenían
con su pueblo. Obispos, clérigos y religiosos ilustrados, de comienzos del
10
ochocientos, se sentían particularmente atraídos por la obra pedagógica de
Pestalozzi. Recordemos que en 1806 se había creado el Instituto Pestalozzi
en Madrid, entre cuyos alumnos se cuenta el teatino mallorquín P.
Fulgencio Palet. El obispo Bernardo Nadal había promovido la
introducción de un plan de enseñanza pestalozziano en Sóller, su
municipio, en 1802. Hay indicios de que Nadal había conocido la obra de
Pestalozzi en Alemania, antes incluso de que se divulgara en España, y
había sido uno de los principales mentores.
En 1808, Maria Arbona Mir tenía 52 años de edad y era viuda de
Jaume Ferrer Calafat, desde 1802. Su hija María Ferrer Arbona había
nacido en 1777, y tenía, por tanto, 31 años. Vivían juntas, dedicadas al
bordado y la enseñanza de coser y bordar a las niñas. A pesar de los bajos
salarios que percibían las maestras de costura, un tercio de lo que cobraban
los maestros, esta profesión estaba considerada entre el 15% de
trabajadoras cualificadas. En muchos casos, una escuela o costura permitía
cobrar también una parte en especie y se convertía en un medio de
subsistencia bien considerado en la sociedad de comienzos del ochocientos.
Esta coyuntura se caracteriza por un aumento de la demanda de trabajo de
mujeres en el servicio doméstico y por el incremento de familias burguesas
o pequeño burguesas que entienden que sus hijas necesitan una formación
acorde a su posición.
b) La fundación del Colegio de la Pureza de María: la propuesta y
transformación de un centro educativo existente (1809-1814).
María Arbona y María Ferrer procedían de Fornalutx, por tanto del
mismo ámbito geográfico del obispo Nadal, originario de Sóller. Dice la
Madre Margarita Juan: “Don Bernardo Nadal encontró en dos señoras
11
naturales de Fornalutx (Mallorca), los elementos que necesitaba para la
fundación en proyecto. En 1808 encargó un bordado a Dª Maria Arbona y a
su hija María Ferrer. Su delicada ejecución hizo que el obispo se fijara en
ellas para sus ensueños. En 1809 abrieron su establecimiento en una casa
particular con carácter de colegio privado. María Arbona sería la Rectora;
su hija María Ferrer, la vice-rectora. Entre tanto se habilitaría el local,
allegarían recursos y redactarían los estatutos para el régimen interior. El
reglamento, redactado por el mismo don Bernardo Nadal, es un compendio
de Pedagogía” 14 . Parece claro, no obstante, que dichas señoras, madre e
hija, en el momento de ser conocidas por el obispo Nadal, ya tenían abierto
un colegio de enseñanza privado, sin que podamos aventurar aún el
momento de su fundación. Un centro seguramente centrado en
la
enseñanza del bordado, su principal especialidad.
La costura de María Arbona no debía formar parte, aún, del tejido
social más o menos conocido en Palma, en 1808, pero se ajustaba mejor al
modelo ilustrado y moderno, de centro educativo para niñas y doncellas en
el sentido que se entendía desde los centros de difusión reformistas. Estas
escuelas modernas debían presentar una doble vertiente, por una parte la
preparación de las niñas como madres de familia y amas de casa, y la nueva
versión impulsada por el movimiento ilustrado que pretende ofrecer una
salida profesional después de adquirir determinadas habilidades sociales.
La mujer trabaja en la confección de manufacturas, hila, borda e, incluso,
escribe y lee, pero sólo una minoría se dedica al bordado de piezas de alta
calidad, es decir a la elaboración de productos destinados al mercado o por
encargo. La legislación ilustrada permite por primera vez que las mujeres
puedan ser contratadas por terceros, al margen del control de los gremios.
14
JUAN, Margarita, Una insigne balear: Madre Cayetana Alberta Giménez, I, Gràfiques Miramar, Palma
de Mallorca 1986, pág. 7.
12
En este contexto, la documentación archivística y la historiografía del
Colegio apuntan a un encuentro casual entre Bernardo Nadal y María
Arbona. Tampoco se han localizado documentos del obispo Nadal donde se
exprese claramente su voluntad de crear un establecimiento educativo para
niñas, en el cual se formen chicas piadosas y reciban una educación en
consonancia con su clase social, más allá de lo que hemos citado hasta el
momento.
De hecho, en una Historia del Instituto de la Pureza de María,
mecanografiado, se puede leer, “que observando el dignísimo Sr. Obispo
los bienes inmensos que redundarían a favor de esta Isla, si hubiera un
centro en donde sólidamente se instruyera la juventud femenina, en las
máximas de la Moral cristiana y labores de su sexo, fomentó esta idea por
todos los medios, a su alcance. No se encuentran entre los documentos
autorizados, que obran en el Archivo de este Colegio, escritura alguna de
formal fundación de este Establecimiento de enseñanza sin embargo
dedúcese de varios escritos que por vía de ensayo tuvo así origen la
fundación del Colegio” 15 . Son éstas las palabras textuales de una hermana
sabia, transparente con la historia. Es probable, por lo que se deduce de las
dudas existentes, que primero hubiera existido un Colegio, y sólo en un
segundo momento - después de un período breve de reflexión y de
ponderación-, llegaría la propuesta definitiva del obispo Bernardo Nadal de
institucionalizar definitivamente el Colegio.
Llegados a este punto nos interesa analizar tres elementos esenciales
para entender esta primera etapa de la vida del Colegio de la Pureza:
15
Archivo del Real Colegio de la Pureza (Palma), Historia del Instituto de la Pureza de María, págs. 2-3.
13
Primero, el Plan sobre el que se propone establecer en esta Ciudad
de Palma Reyno de Mallorca una Casa o Colegio de Niñas Educandas
bajo el título de Hermanas de la Pureza de María, no está datado y su
contenido requiere un análisis riguroso desde la perspectiva de la crítica
histórica, supuesto que las Hermanas lo han atribuido al Obispo Nadal. A
simple vista genera algunas dudas sobre el momento y la autoría, pero
dejamos para otra ocasión el alcance real de estas palabras. Con seguridad,
al menos desde el punto de vista documental, sabemos que los Estatutos
fueron aprobados por Fernando VII el 11 de marzo de 1819, cuatro meses
después del fallecimiento del obispo Nadal, cofundador de la institución, en
el período de Sede Vacante a la espera del nombramiento del sucesor,
precisamente en una coyuntura en la cual se cuestionaba y revisaba
profundamente la trayectoria personal y pastoral del difunto Nadal.
Segundo, la fundación del Colegio de la Pureza no puede explicarse
al margen del contexto de la Guerra de la Independencia, a partir de la
constatación de lo que supone para la isla el haberse convertido en uno de
los escasos espacios liberados de los escenarios bélicos, y convertido en un
sede para refugiados. La tesitura histórica habría acelerado la puesta en
funcionamiento del proyecto y puesto en evidencia la necesidad de
reforzarlo, sobre todo porque entendemos que más allá de la crisis que
provocaba la guerra a las clases populares, hay que entender este momento
en clave urbana y mallorquina. A partir de 1809, la ciudad de Palma
albergaría diversas academias militares, una de Artillería y otra de
Infantería, con la consiguiente llegada masiva de militares de graduación,
acompañados de sus familias. Por otra parte, llegaba a Mallorca un
contingente sobradamente conocido de señoras que huían de la guerra, en
muchos casos porque sus esposos las envían a un refugio seguro. La
demanda educativa se multiplica. De hecho, la historia nos recuerda, sobre
14
todo, a las hijas de los oficiales, a las huérfanas de padres fallecidos en la
contienda y las dificultades presupuestarias del Colegio durante la guerra.
La Madre Rectora y la Madre Vicaria –madre e hija- sostenían su ánimo –
dice la crónica- en aquellos tiempos faltos de recursos para la vida.
Tercero, 1809 fue un año especial en el conjunto del sexenio de la
Guerra, porque en 1810 se convocaron las Cortes Generales y el obispo
Nadal fue elegido diputado. Este momento del Colegio tiene que
entenderse también relacionado con el cuatrienio que Nadal estuvo
ocupado en quehaceres patrióticos. Desde este punto de vista, uno imagina
a las responsables del Colegio de la Pureza atendidas por los familiares del
Obispo ausente y por el Gobernador Eclesiástico, Juan Muntaner García,
dedicado a sostener la obra emprendida por Nadal.
c) La consolidación del Colegio: un local propio (1815-1819).
Acabada la Guerra de la Independencia, el espacio religioso, social y
político de Mallorca pasó por momentos de especial dificultad.
Esencialmente porque el obispo Bernardo Nadal se había significado como
un defensor del liberalismo y, en consecuencia, engrosó el inventario de los
sospechosos a partir de 1814, con la derogación de la Constitución y el
retorno al Antiguo Régimen por parte de Fernando VII. A pesar de todo,
los últimos cuatro años de vida de Nadal se caracterizaron por su
persistente compromiso a favor de la modernización y en la defensa de la
educación femenina.
Ya en plena Restauración borbónica, “el Colegio –como leemos en la
obra de la Madre Juan- fue trasladado desde la calle de La Paz […] a su
sede actual, en 1815, Dª Antonia Nadal, sobrina del obispo, había adquirido
15
la casa en 31 de julio de 1814, de su propietario D. Francisco Rosiñol de
Desclapés y Suñer. A instancias de su tío, Dª Antonia hizo cesión de la
misma en 7 de diciembre del citado año 1815 (escritura del notario Juan
Oliver Mascaró) a Dª María Ferrer, bajo ciertas condiciones, y, ‘aunque
estaba ruinosa’, a ella fue trasladado el Colegio” 16 . Para su mantenimiento
y gestión, el Obispo cedió un crédito de más de 17.000 Libras sobre la
Mitra de la Diócesis, asignando una dotación al Colegio, que consistía en
mil libras mallorquinas anuales, impuestas sobre la tercera parte
pensionable de la Mitra sobre la alquería llamada s’Aranjassa. Con esta
ayuda se levantó en 1816 la Portería, un comedor para niñas y otro para
‘Hermanas Colegialas’ o ‘Colegialas Perpetuas’, unos dormitorios y dos
aulas para la enseñanza.
La historia sigue su curso. Conjuga hábilmente circunstancias y
casualidades, y oculta, generalmente sin querer, las intenciones de los
protagonistas. No cabe duda que Antonia Nadal Rullán, hija de Damián
Nadal Crespí, sobrina del obispo y esposa de Miguel Palou había adquirido
una relevancia especial en el entorno del Obispo. A partir de la
documentación de la época se puede deducir, inclusive, que trabajaba
directamente en el proyecto del Obispo. Se supone que controlaba parte de
la hacienda de su tío, gracias a la confianza que el prebendado mantenía
hacia su persona y otros familiares como Antonio Oliver Nadal, sobrino y
secretario de cámara de la Curia Episcopal. Con la colaboración de sus
sobrinos, desde 1809, Nadal había sostenido las maestras o hermanas del
Colegio de la Pureza, pagaba su manutención y la de las niñas pobres.
Probablemente el propio obispo sufragó los gastos de las obras del nuevo
Colegio y posiblemente colaboró en el diseño pedagógico del centro. Sólo
un año después, se inauguraron las obras de reforma en el Colegio y el
16
JUAN, Margarita, Una insigne balear, I, págs. 8-9.
16
cofundador y protector bendijo las nuevas instalaciones. En la historia de la
Casa se reproducen incluso algunas frases del Obispo, en acto tan
significativo: “Aquí encontrará siempre la juventud femenina, alimento y
morada. Las encargadas del régimen y enseñanza se ocuparán de
derramar sobre ella su luz y sus tesoros [...] Sin estudio de la Religión, sin
este brillante foco divino que desciende del Cielo y alumbra nuestra oscura
y flaca razón, para llegar al conocimiento de un Dios, criador de todo, que
da fuerza vital al corazón para amarle sobre todas las cosas como Él
mismo manda: ¿Qué hubiera alcanzado el hombre de todo lo que
ennoblece su ser y hace su más dulce consolación? Formar el corazón
según esta misma Religión nos enseña, promover los conocimientos útiles y
perfeccionar el arte de la inteligencia de la mujer, factor importante de la
humanidad, para que sea apoyo y consuelo del hombre y de esta suerte
cumpla el fin para que Dios la creara. Tal es el término y divisa de este
Instituto y de su beneficencia”.
De las palabras de Nadal se desprende buena parte de su universo
mental ilustrado y religioso, donde compagina el conocimiento útil y la
formación religiosa como los dos principales ejes de la educación femenina
moderna. El fin principal de dicha enseñanza se centra en conseguir la
felicidad de la persona y la virtud cívica y cristiana paralelamente.
d) Las principales características del Colegio de la Pureza.En cuanto a las principales propiedades del Colegio de la Pureza,
debemos partir de aquellas que se derivan del punto de vista pedagógico.
Hemos indicado, en su momento, que nos hallábamos en una época que
limita cronológicamente entre 1809 y 1819, y se enmarca entre el éxito de
las iniciativas pedagógicas de Pestalozzi (1808) y la entrada en vigor de la
17
enseñanza mutua de Bell y Lancaster (1818), proveniente de Francia e
Inglaterra, respectivamente. La versión comúnmente aceptada es que
“primorosamente trabajaban Dª María Arbona y su hija en toda clase de
labor: cosido, bordado en blanco, cadeneta, abalorios, zurcido, teniendo
especialísima habilidad en el bordado en sedas. Consérvanse aún en el
Real Colegio cuadros de mérito, bordados en sedas, felpillas, oro y seda
finísimas, representando pasajes de la Sagrada Biblia y acontecimientos de
nuestra Patria, con tanta nimiedad y exactitud trabajados, que la
perfección de sus líneas, la naturalidad de sus carnes y viveza de colores
en sus ropajes y el hermosísimo matiz de sus campiñas, llenan de
admiración a cuantos reconocen su mérito. Verdaderamente son una obra
de arte” 17 .
El Colegio se consolida en Palma como una alternativa moderna y un
complemento al Colegio de la Crianza, la institución educativa tradicional
que sigue funcionando a pleno rendimiento durante la primera mitad del
ochocientos.
Lo
más
sorprendente
del
Colegio
de
la
Pureza,
particularmente durante esta primera etapa es su espíritu y su oferta
concreta. En cuanto a su ideario, según el Plan o Estatutos, se insiste en un
establecimiento de educación civil y moral, entendiendo que la civilidad de
una nación es equivalente al número de escuelas, tal como lo expresaba el
erudito jesuita Hervás y Panduro. Este mismo autor entendía por educación
moral todo aquello que ayudaba a fortalecer la personalidad desde la
primera infancia. El internado del Colegio de la Pureza de María servía
preferentemente como taller destinado a fortalecer la personalidad de las
niñas, formar los sentimientos religiosos, educar en las prácticas de piedad
y religión, e implementar la inteligencia con los estudios y labores del sexo
femenino. La documentación de la época coincide en señalar el aumento
17
Archivo del Real Colegio de la Pureza (Palma), Historia, pàgs. 3-4.
18
sistemático del número de pensionistas, especialmente a partir de 1816, al
disponer definitivamente de un espacio en condiciones para albergue de las
niñas. El número de externas también crecía proporcionalmente, porque la
institución les facilitaba clases de francés, italiano, dibujo y música, todo
mientras muchos ayuntamientos seguían con el mismo modelo escolar en
precario que hemos conocido a comienzos del ochocientos.
Desde de la perspectiva institucional, esta época está dominada por
lo que podemos entender la etapa de influencia del obispo Bernardo Nadal.
Recordemos que muere en 1818, en plena crisis de los proyectos que él
había sostenido y puesto en funcionamiento, debido, sobre todo, a las
dificultades políticas de la restauración absolutista de 1814. El obispo
Nadal, no obstante, había reforzado la figura de la Rectora o responsable de
la institución, legitimando su papel de referencia pedagógica, religiosa y
moral en el Colegio. Los Estatutos del centro advertían que el cargo de
Rectora era vitalicio y a su fallecimiento debería suplirla la hermana que
tuviera mayor antigüedad de residencia en la casa. Era obvio, de esta
manera, que el cargo de María Arbona sería vitalicio y debía sucederle su
hija María Ferrer, como así aconteció llegado el momento. A medida que
aumentaba el número de alumnas –pensionistas y externas- también crecía
el número de Hermanas, denominación que se daba en este primer período
a las maestras, celadoras y educadoras del centro. Se trataba de mujeres que
debían saber aritmética, gramática castellana, idiomas italiano y francés,
geografía, dibujo y flores artificiales; saber leer y escribir correctamente y
ser sobresaliente en las tareas de hilar, coser, hacer calceta, remendar ropa,
lavar y hacer colada, planchar y bordar en blanco, de realce, de cadeneta,
de zurcido y de seda. El propio Colegio, ya en esta primera etapa de 1809 a
1819, admitía chicas que pretendían dedicarse a la educación, de tal manera
que si una chica quería formar parte de la comunidad de “hermanas” o
19
“miotas” (como eran conocidas popularmente en el argot religioso y local
de Palma) y no poseía habilidad adquirida, debía ser pensionista en el
Colegio hasta que las adquiría y después se integraba a la comunidad.
Sabemos, inclusive, que Francisca Palou Nadal, la hija de Antonia Nadal y
Miguel Palou donantes del edificio, se sumó a la nómina de hermanas o
colegialas perpetuas del Colegio.
Desde una mirada estrictamente religiosa, conviene aclarar las
dificultades y el sufrimiento que supuso transitar por una coyuntura de
tensiones y de divisiones, tales como las que se derivaron a partir de 1814.
En cualquier caso, en esta primera fase de historia, las responsables y
fundadoras no reciben el trato de religiosas ni siquiera de beatas, sino de
señoras; las hermanas, en cambio, eran vistas como “miotas”, seguramente
por el tipo de vestido que llevaban y el modo de comportarse en público.
Eran vistas como mujeres que mantenían un tipo de consagración que no se
confundía con la vida religiosa de clausura tradicional, pero se distinguía
del modelo de comportamiento común de la mujer laica de su tiempo,
particularmente porque todas eran solteras y llevaban vida en común,
dedicadas a un trabajo comunitario, social y educativo.
3. La mirada de Madre Alberta Giménez y la celebración del
Primer Centenario del Colegio de la Pureza (1909).-
Este modelo de Colegio evolucionó, con altos y bajos, hasta 1865,
año de la muerte de María Ferrer. Como hemos señalado al comienzo de
esta intervención, Madre Alberta Giménez fue nombrada rectora del
Colegio en 1870. Casi cuarenta años más tarde, en octubre de 1909, Madre
20
Alberta Giménez hacía balance del primer centenario del Real Colegio de
la Pureza. El hecho tuvo una trascendencia y una relevancia incuestionable
en el contexto de la sociedad mallorquina del momento. El
diario la
Gaceta de Mallorca, fundado por el obispo Campins en 1907 y
especialmente sensible al compromiso social y educativo, se hacía eco de
este centenario. Inicialmente, la Gaceta no se refería al 1809, sino a lo que
había significado la presencia de la Congregación de las Hermanas de la
Pureza de Maria en el terreno de la educación femenina en Mallorca. En
este sentido destacaba la reciente restauración del Oratorio y la velada
literario musical entre los principales actos del centenario, siempre
pensando en las antiguas alumnas y en la memoria personal de éstas como
principal destinatario de la información y de la conmemoración.
En la crónica de los hechos, la Gaceta de Mallorca destacaba las
principales fechas de la historia del Real Colegio de la Pureza, la fundación
en 1809, la aprobación real del Colegio en 1819, la solicitud de María
Ferrer para emitir votos religiosos; la confirmación del modelo de
consagración en 1851; el nombramiento de Madre Alberta como directora
del Real Colegio en 1870 y, finalmente, la aprobación pontificia de la
Congregación en 1901. Sobre dichos orígenes la Gaceta comentaba, en
1909: “Esta institución tan conocida y tan justamente acreditada en
Mallorca reconoce por su fundador al Ilmo. y Rvdmo. Obispo de esta
Diócesis, don Bernardo Nadal y Crespí (d.f.m.). Acaeció que allá por el año
de 1809, hubo de visitar casualmente dicho Prelado, á las dos piadosas
señoras doña María Arbona y su hija doña María Ferrer que se dedicaban
con singular competencia y forma al arte del bordado. Trabada amistad
entre el Reverendísimo Nadal y las Sras. Arbona, hubo aquél de llamar la
atención a estas sobre el gran bien que harían a las jóvenes mallorquinas si
abrían un establecimiento de enseñanza á base, principalmente de
21
instruirlas en las citadas labores del bordado y similares. Aceptada la idea
por doña María Arbona y su hija, en el mismo año abrieron su nuevo
colegio dotándolo de bienes suficientes para su sostenimiento. Los
estatutos de la nueva institución fueron legalmente aprobados por S.M. en
11 de Marzo de 1819, encargándose el perpetuo protectorado de la nueva
fundación al que rigiese los destinos de la Diócesis mallorquina,
protectorado en el que han demostrado siempre gran solicitud los Prelados
todos. Constituida ya la nueva comunidad, tomaron las que la componían el
nombre de colegialas perpetuas de la Pureza” 18 .
La versión de Madre Alberta, en el discurso del primer centenario,
en octubre de 1809, es suficientemente esclarecedora. Entendía que como
congregación religiosa que eran conmemoraban el primer centenario de la
fundación de “esta casa, mejor diré, de esta Institución de Hermanas de la
Pureza de María Santísima”. A mi modesto modo de entender Madre
Alberta nos ofrece una clave de interpretación clara y plausible, tal y como
expresaba ella misma. Decía: “permitid pues que os describa aquellos
gloriosos comienzos de este venerado Instituto. Hace de ello cien años
cumplidos. Un venerable e insigne Obispo de Mallorca, aprovechando
providencial coyuntura, plantó un, al parecer, débil arbusto, bendito de
Dios. Desmedrado y flacucho en un principio, florecía muy perezosamente,
y las hojas que al exterior echaba mustiábanse apenas el vientecillo las
mecía y el sol las alumbraba. No que fuese un árbol estéril; pero sí de muy
débil fructificar. ‘Lo matará una helada’, decían los desocupados; ‘lo
tronchará un huracán’ repetían los pesimistas; mas ni los hielos ni el viento
fueron parte a destruir el árbol. Llegó el día feliz y dichoso, fue un día,
señores, en que un experto cultivador hubo de fijarse en este árbol, y
explorando sus raíces las vio robustas y consistentes, y aun a pesar de sus
18
“Las Hermanas de la Pureza de María Santísima”, Gaceta de Mallorca, 14 octubre de 1909, p.1.
22
amarillas hojas e insípidos frutos, adivinó que había allí vigor y lozanía
ocultos, y que lo único que necesitaba era el cuidado de experto agricultor
y consagrose con ahínco a cuidar el árbol. Pasaron pocos años y éste creció,
y sus hojas reverdecieron, y sus frutos fueron óptimos y hasta supo resistir
los embates de la tempestad; fecundo, siempre florido, siempre respirando
vigor y vida”.
Iniciábamos esta intervención recordando la obra de Madre Alberta
Giménez. Ella fue el experto agricultor que cuidó aquel árbol débil, pero
de raíces profundas; ella la que entendió las oportunidades que ofrecía
aquella institución de dilatado prestigio en el terreno de la educación
femenina; ella fue la iluminada por el espíritu de Dios para refundar el
Colegio de la Pureza de María y ella la elegida para transformarlo,
modernizarlo y ponerlo al servicio de los nuevos tiempos. Su obra
representa una etapa diferente, un eslabón claramente diferenciado, pero no
se entiende sin la memoria de las fundadoras María Arbona y María Ferrer,
ni siquiera sin el recuerdo de los cofundadores, el obispo Nadal y el
canónigo Tomás Rullán. Movidos por la gratitud, en este inicio de los actos
de conmemoración del Bicentenario, pensamos que vale la pena mirar el
pasado, conocerlo, porque de otra manera se nos hace difícil poder entender
objetivamente y místicamente toda la vida que subyace en esta
extraordinaria obra que ha ido cristalizando durante doscientos años.
Ustedes están aquí y cada uno en particular sabe que debe a esta institución
emociones, sentimientos, conocimientos y experiencias, y son mayoría
probablemente aquellos que reconocen que sin esta institución hoy no
seríamos lo que somos.
Necesitamos recordar, integrar en nuestro universo de ideas,
emociones y sensaciones que estamos ligados al pasado, porque
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entendemos la historia como una historia de salvación, un continuum que
se sucede, lleno de sentido. Pero no basta recordar, hay que conocer y
entender el pasado, porque ha sido iluminado por la misma fuente de luz, la
misma que ilumina el presente. Con rayos distintos pero provenientes del
mismo sol. Nuestro presente sólo se entiende en plenitud si somos capaces
de ver todo aquello de invisible y de pasado que permanece vivo en el
presente, a través de las Hermanas, las antiguas alumnas, el profesorado,
las obras y el espíritu que subyace en ellas, todo ha crecido a la sombra de
aquel árbol que Madre Alberta definía como débil e inseguro. Es el mismo.
En aquel inicio reconocemos la mano de Dios y el deseo de seguirle,
porque como cristianos, a la luz de la Palabra nos reconocemos en aquella
frase de San Pablo a los Corintios: “No tenemos la mirada puesta en
aquello que vemos, sino en aquello que no vemos, porque las cosas que
vemos pasan, pero las que no vemos duran para siempre” (2Co 4, 18).
Nada más. Muchísimas gracias por vuestra atención.
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