UN PARADIGMA Y VARIOS MODELOS PASTORALES Muchas veces hemos concebido la pastoral desde un modelo uniforme. Propongo valorar y sostener la diversidad de modelos pastorales, pero integrados, incluidos y articulados en un mismo paradigma pastoral. El objetivo de este escrito es dar un paso: ponernos en contacto con paradigmas pastorales que nos ayuden a confrontar los nuestros. Modelos: -Eucarístico -Bautismal -Creyente UN PARADIGMA Y VARIOS MODELOS PASTORALES Jorge Eduardo Scheinig A. INTRODUCCION Necesitamos hacer una reflexión sobre nuestros modos o estilos pastorales, precisamos revisar nuestras maneras de obrar y de hacer la pastoral. Cada uno de nosotros tiene un mundo de ideas que orientan la acción. Las cosas las hacemos como las hacemos porque adentro nuestro, hay ideas que dan sentido, dirección, finalidad al obrar. Ideas que surgen de nuestros estudios, lecturas, experiencias, charlas, evaluaciones, cambios que hacemos después de unas cuantas equivocaciones, haber alcanzado algunas pocas certezas, realizar trabajo en equipo, en soledad, ideas alcanzadas con y en oración, en fin, es todo lo aprendido hasta aquí. También, están presentes en esa interioridad nuestros valores, principios y convicciones. De alguna manera, todo ese cúmulo de ideas es nuestro mundo interior, que a veces manifestamos y comunicamos con facilidad y otras tantas, guardamos celosamente por miedo, por inseguridad, por comodidad, por un marcado individualismo, etc. Es muy seguro, que algunas de esas ideas profundas que marcan nuestro modo de hacer, ni nosotros somos conscientes de cuánto nos determinan. No llegamos facilmente a ellas, no nos damos cuenta ni cómo, ni cuánto nos condicionan, pero ellas están y viven en nuestro inconsciente. Hoy se suele llamar “paradigma” a esa estructuración de ideas que nos dan como un mapa, con coordenadas y referencias, que nos permiten situarnos en la realidad. Son como una red de significados que nos ubican rápidamente frente a Dios (lo religioso), los otros (la familia, lo social, lo político, lo cultural), frente a uno mismo (lo psicológico, subjetivo, afectivo, espiritual), las cosas (el mundo material, la naturaleza, el trabajo, etc). La palabra paradigma proviene del griego: (paradeigma)1, formada por el prefijo para = junto y deigma =modelo, ejemplo. Esta palabra se usa para denominar elementos que siguen algún diseño o modelo. Otro uso para la palabra paradigma refiere a los filtros que impone nuestro cerebro: es decir a las suposiciones, conceptos, valores y previa experiencia con los que miramos las cosas. Como dice el refrán: “todo es según al color del cristal con que se mira”2. Paradigma es un modelo o patrón en cualquier disciplina científica u otro contexto epistemológico. El concepto fue originalmente específico de la gramática; en 1900 el diccionario Merriam-Webster definía su uso solamente en tal contexto, o en retórica para referirse a una parábola o a una fábula. En lingüística, Ferdinand de Saussure ha usado paradigma para referirse a una clase de elementos con similitudes. El término tiene también una concepción en el campo de la psicología refiriéndose a acepciones de ideas, pensamientos, creencias incorporadas generalmente durante nuestra primera etapa de vida que se aceptan como verdaderas o falsas sin ponerlas a prueba de un nuevo análisis. 2 El físico y filósofo estadounidense, Thomas Kuhun (1922-1996), acuño esta nueva interpretación de la palabra y el término “cambio de paradigma” (paradigm shift) en su libro “las estructuras de las revoluciones científicas” (The Structure of Scientific Revolution, 1962). Según Kuhun, una revolución científica es un cambio tan grande que el paradigma anterior ni siquiera se puede comparar con el paradigma nuevo, porque incluso las palabras que se usan para explicarlo son nuevas. El modelo de Kuhun tiene las siguientes fases: 1. Establecimiento de un paradigma. 2. Ciencia Normal: los científicos usan el paradigma para explicar su ciencia. A medida que lo van usando se acumulan paradojas, es decir, ciertas observaciones que van en contra del paradigma. 1 55 Necesitamos reconocer que el paradigma alcanzado por cada uno de nosotros es sumamente valioso, tanto, que por eso lo defendemos por momentos de manera casi categórica, tajante y definitiva. También debemos reconocer que las personas más seguras de sí misma no tienen dificultades de dialogar abiertamente, exponerse y modificar sus ideas. Las más inseguras, les cuesta más. No digamos, aquellas que suelen ser caprichosas, obsesivas, etc. Por otra parte, podemos confesar que en general damos a conocer muy poco de nuestro paradigma. Nos ayuda la figura del iceberg. Un iceberg o témpano de hielo es un pedazo grande de hielo dulce flotante, desprendido de un glaciar formado por nieve o de una plataforma de hielo. Los icebergs se desprenden por la fuerza de las olas. Después son arrastrados por la corriente hacia aguas más cálidas y al llegar a ellas se deshacen rápidamente. Sólo 1/9 parte es visible, el resto permanece sumergido y puede tener una longitud de varios kilómetros. Nosotros mostramos, damos a conocer, una parte pequeña de lo que pensamos, ¿será de la misma proporción del iceberg, 1/9?, en realidad, no interesa tanto la medida pero sí captar con máximo realismo que nos mostramos muy poco. Para poder manifestarnos, mucho influye el clima de confianza que tengamos con quienes inter-actuamos. A mayor confianza y libertad en el grupo más comunicación y más compartir y por lo tanto, es mucho extraordinaria la posibilidad que nuestro paradigma cambie, crezca, en mayor o menor medida, pero que no se anquilose. En grupos con alto grado de desconfianza, con historias críticas, con prejuicios, etc., es posible que lejos de hacer modificaciones nos cerremos y pongamos a la defensiva, etc. Suele pasar que en los trabajos grupales, acordemos acciones compartidas, pero que siguiendo el ejemplo del iceberg, sólo lo hacemos en una pequeña proporción, entonces, terminada la reunión todos satisfechos por los acuerdos logrados, cuando cada uno trabaja en lo suyo las cosas son distintas, porque ahora nos guía “todo” nuestro paradigma, y no solo lo que dimos a conocer. Para reflexionar sobre nuestros paradigmas, revisarlos y también, llegado el caso cambiarlos, es fundamental confrontarlos. Ponerlos en común con otros, en franco diálogo, sería ya un paso más que importante, pero si esto se nos volviera dificultoso, por lo menos sería significativo animarnos a confrontarlos con otros. El objetivo de este escrito es dar ese paso: ponernos en contacto con paradigmas pastorales que nos ayuden a confrontar los nuestros. 3. 4. 5. Crisis: las paradojas se acumulan a tal grado que causan una crisis. Los científicos pierden confianza en el paradigma inicial. Revolución científica: los científicos empiezan a probar cualquier teoría. Se proliferan las teorías. Esto fuerza que los científicos discutan los fundamentos. Establecimiento de un nuevo paradigma: nace un nuevo paradigma que cambia el mundo científico. Este nuevo paradigma no sólo es incompatible con el anterior, sino que también es inconmensurable. Es decir, ni siquiera se puede comparar, puesto que las palabras y unidades de medida son diferentes. Para ayudarnos a entender la dimensión del cambio decimos: Dice un dicho: “No importa el destino sino el viaje”. Otro refrán: “La vida es un continuo proceso de cambio. Cuando uno deja de cambiar, muere”. Estos dichos recalcan que la vida en sí es un proceso iterativo (repetitivo, insistido, reiterado, reiterativo, renovado). Igual que la vida, un cambio de paradigma no es un proceso lineal, sino un proceso iterativo, donde el auto-estímulo juega un gran papel. Es decir, uno mismo se dice: “Tengo que correr distancias más largas”, o “Tengo que corregir mis errores”. Este proceso no sólo es iterativo, sino que es también. Multi-dimensional, es decir, no sólo un estímulo, sino muchos y diferentes y a veces contradictorios. Cada uno de estos estímulos provoca, desencadena o estalla en su propia dirección (dimensión). 56 Propongo distinguir entre Paradigma Pastoral y Modelo3 Pastoral: Planteo llamar PARADIGMA PASTORAL, al mundo de ideas, principios, valores, que se van haciendo certeza, y convicción en nuestro interior, y que nos es dado fundamentalmente con la cristología y la eclesiología de este tiempo de la Iglesia. Claro, que ese paradigma se va haciendo con nuestras experiencias vitales, con nuestra espiritualidad, y hasta nuestro mismo proceso de madurez, pero valga en este momento, quedarnos con el gran marco cristológico y eclesiológico, que nos viene dado por el Concilio Vaticanos II, Evangelii Nuntiandi, muy especialmente en nuestro contexto actual, por Evangelii Gaudium y por el Magisterio Latinoamericano, expresado en sus cinco conferencias generales: Río de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida. Es más, me animo a decir que es esencia, para un proceso pastoral de conjunto, con otros, en comunión y participación, aceptar de buen grado este Paradigma Pastoral. Pero, distingo el PARADIGMA PASTORAL, de MODELOS PASTORALES, que serían los Marcos de acción concretos con los que pretendemos hacer la evangelización a los distintos destinatarios, sean personas, grupos o a la misma multiculturalidad. Mientras que el Paradigma Pastoral se forma, se estructura y configura, con la reflexión teológica que la misma Iglesia de este tiempo hace fundamentalmente sobre Cristo, la Iglesia y el Hombre en diálogo con la realidad; el Modelo Pastoral, está más tensionado hacia la realidad que se manifiesta diversa y que nos invita a crear por lo tanto distintos modelos pastorales, con estrategias de evangelización bien concretas. Entonces hablo de UN ÚNICO PARADIGMA PASTORAL actualizado que opera como un gran marco, que sustenta y orienta la vida de la evangelización y VARIOS MODELOS PASTORALES que vividos simultáneamente, la concretan. De esta manera, salgo de la pretensión de un MODELO PASTORAL ÚNICO con el que se intenta evangelizar la realidad diversa y multicultural. No alcanza un solo modelos para evangelizar la diversidad, pero si podemos tener un gran marco referencial, es decir, un paradigma. Repito, UN PARADIGMA PASTORAL, para muchos MODELOS PASTORALES vividos SIMULTANEAMENTE. 3 En ciencias puras un modelo permite determinar un resultado final o output a partir de unos datos de entrada o inputs. Se considera que la creación de un modelo es una parte esencial de toda actividad científica. Aun cuando hay pocos acuerdos generales acerca del uso de modelos, la ciencia moderna ofrece una colección creciente de métodos, técnicas y teorías acerca de diversos tipos de modelos. En la práctica, diferentes ramas o disciplinas científicas tienen sus propias ideas y normas acerca de tipos específicos de modelos (ver, por ejemplo: teoría de modelos). Sin embargo, y en general, todos siguen los principios del modelado. Para hacer un modelo es necesario plantear una serie de hipótesis, de manera que lo que se quiere estudiar esté suficientemente plasmado en la representación, aunque también se busca, normalmente, que sea lo bastante sencillo como para poder ser manipulado y estudiado. El término modelo, deriva de moda, se refiere a una persona que viste una prenda, ropa o accesorio con el fin de exhibirlo a terceros. Dice el diccionario sobre modelo: 1 Representación que se sigue como pauta en la realización de algo: toma a su padre como modelo y le copia en todo lo que puede. 2 Persona que merece ser imitada por sus buenas cualidades: modelo de bondad; modelo de simpatía. 3 Objeto que se fabrica en serie y que tiene las mismas características que los que pertenecen a su mismo tipo. 4 Perfecto en su género. 5 Lo que ha de servir de objeto de imitación. 57 B. UN MISMO PARADIGMA Y VARIOS MODELOS PASTORALES Nos ubicamos en el Paradigma del Concilio Vaticano II, su recepción en América Latina, y también en Argentina, con documentos pastorales como “Iglesia y Comunidad Nacional”, “Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización” y “Navega Mar Adentro”. Vale aclarar que cuando hablamos de “Modelos Pastorales” podemos distinguir tanto en una parroquia como en una diócesis: Más tradicionales: basados en un estilo de parroquia y/o diócesis en la que de fondo, se hace todo lo necesario para generar una pastoral de “adoctrinamiento” de la fe. Más renovados: con una liturgia, una catequesis y una caridad, más dispuestas al servicio de la comunidad. Pueden generar más adoctrinamiento y/o más anuncio kerygmático. De mantenimiento: se hace lo que se ha venido haciendo, con temores a los cambios y sin pensar mucho en ellos. Se teme que la renovación vacíe de sentido y nos haga perder el control pastoral. Más litúrgicos - sacramentales: basados más en el culto y en el templo como centro de la vida comunitaria y de lo pastoral. Más misioneros: donde permanentemente se plantea la vida comunitaria en referencia hacia los que no están o hacia los más alejados. Más insertos: volcados hacia los pobre y marginados, proponiendo un protagonismo activo de ellos en la vida de la comunidad y de la misión. Otros… No hago un ahora juicio de valor, solo digo que algunos modelos están más en consonancia con el Paradigma Pastoral de nuestro tiempo. No se excluyen necesariamente, o se impone uno sobre otro, ni se descartan entre sí. Por momento se articulan, o uno da paso a otro; a veces, en el mismo proceso comunitario, otras en el cambio de párroco, etc. Pero, si la Urbe está caracterizada por la Multiculturalidad, la Diversidad, las múltiples ofertas de sentido, de experiencias “religiosas”, de clases sociales, de cantidad de ciudades invisibles y de realidades, es imposible sostener un solo modelo pastoral como propuesta evangelizadora. Parece imposible “dialogar pastoralmente” con la diversidad de manera simultánea, y sin embargo este será nuestro mayor desafío. Para comenzar el planteo me refiero a TRES MODELOS PASTORALES: EUCARISTICO BAUTISMAL. CREYENTE. Las unidades pastorales, sean diócesis o parroquias, deben atender cada vez más a la diversidad y no experimentarla necesariamente como amenaza sino como oportunidad. Necesitamos aprender a sostener simultáneamente, aún en la tensión, distintos modelos pastorales, en la misma unidad pastoral, diócesis o parroquia. A modo de ejemplo, creo que es posible hacer experiencias con estos tres modelos, que no se excluyen ni contraponen, por el contrario, se pueden vivir a modo de manera articulada y complementaria y de esta manera enriquecer la vida de la comunidad. 58 EL MODELO EUCARÍSTICO: son los que sostienen las comunidades, la catequesis, la liturgia, la caridad. Están integrados en la vida de las comunidades. Tienen un Modelo propio, un lenguaje, símbolos, ritos que los identifican. Son los cotidianos. Atiende al 3% de los fieles. La tendencia es a centralizar en “el templo” la vida de la comunidad. Llamo “templo”, al espacio simbólico de una comunidad centrada en sí misma. Necesitamos con ellos la renovación de la comunidad parroquial, intentando hacer una conversión pastoral (personal – comunitaria – institucional) y poder dejar de lado las estructuras caducas. EL MODELO BAUTISMAL: atiende a la mayoría que viene espontáneamente a bautizar a sus hijos. Asume el lenguaje, los símbolos y los ritos propios de la religiosidad popular. Es otro Modelo al anterior. Necesita revalorizar acciones propias tanto para la acogida, como para la celebración y el seguimiento. Su fuerza es preparar, provocar y facilitar el “Encuentro” con Dios, y una buena experiencia religiosa de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que experimenten una Iglesia receptiva, cordial, atenta, que le habla más con los gestos que con las palabras. En este sentido, parece interesante hablar de la “santuarización de las parroquias”. Imágenes accesibles, agua bendita, encendido de velas, todo de fácil acceso. También momentos de oración sencilla, peticiones, etc. Me parece que se incluye también aquí, la atención a los enfermos desde la Pastoral de la Salud. También el acompañamiento en el momento de la muerte, pues la oración en los velatorios es un momento particular para el diálogo con esta experiencia de fe. Sin duda la atención a los pobres y excluidos por medio de la Pastoral Social y/o Caritas es clave en este modelo, ya que es el “gesto” que la Iglesia tiene con los más débiles y frágiles, convirtiéndose en predicación viva al asumirse como Iglesia Samaritana y de servicio. Trabajar más y mejor la experiencia de “sanación” (no al modo carismático, pero sí incluyéndolos), aprovechar el “ministerio del alivio”, “el sacramento de la Unción de los enfermos”, nos podría ayudar a desarrollar este “modelo bautismal”. EL MODELO CREYENTE: O de “diálogo con los que están buscando”. Otro Modelo. Es el que trata de dialogar con los que viven en LA RELIGIÓN DE LA CIUDAD SECULAR Y LA CIUDAD DE LAS SENSACIONES. Estos en su mayoría son bautizados que abandonaron la Iglesia y que tienen lenguaje, símbolos y ritos propios, ya sean más lógicos y racionales como más sensibles y afectivos, pero atravesados de un modo pragmático e individualista. Necesitamos generar un punto de contacto que, rescatando sus propias búsquedas de sentido, plantee sus búsquedas “espirituales” pero no contrarias a la búsqueda “religiosa”. Hoy se habla de espiritualidad sin necesidad de religión, para afirmar lo personal - individual, frente a lo comunitario - institucional. Necesitamos tener propuestas pastorales, tanto en el plano de la razón, como podrán ser encuentros, charlas, debates de los problemas de la vida personal, social y política, como así también encuentros con experiencias vivas que atiendan a lo sensible y afectivo. No necesariamente en el ámbito de la parroquia, mucho mejor, en espacios comunes al barrio o ciudad. También animando a cristianas /os a la participación y a estar presentes en las oportunidades en las que las instituciones del barrio organiza eventos. Claro que es clave el modo de participación y presencia. Muchas de estas personas, las encontramos en el sacramento del matrimonio, como así también cuando nos toca acompañar a las familias que se enfrentan a la muerte de un ser querido. Si no fuera posible en una parroquia, por ser una unidad pastoral muy pequeña y básica, y que responde fundamentalmente a una división geográfica, deberíamos pensar la aplicación de estos u otros modelos entre varias parroquias cercanas, o en un mismo decanato y sin duda en la diócesis. 59 TODO ESTO NOS DESAFÍA A UN NUEVO TIPO DE ORGANIZACIÓN Y DE FORMACIÓN PASTORAL. EN CUANTO A LA ORGANIZACIÓN: Esto nos desafía a otros tipos de proyectos pastorales y de una organización comunitaria con mayor capacidad de delegación, que atienda a la diversidad. La centralización, responde de alguna manera a sostener un solo modelo pastoral. Como es un único modelo el que se quiere llevar adelante, es lógico que se tienda a centralizar para no perder el “control” de la evangelización. Hay que avanzar en formas de organización pastoral y de conducción de la misma, con mayor capacidad de delegación. Y más flexible para que ni la organización comunitaria ni las personas se quiebren. Una iglesia con muchas posibilidades de ministerialidad, es decir, modos de servicio oficialmente reconocidos. Aparecida insistirá en “renovar todas las estructuras eclesiales para que sean esencialmente misioneras”. Ver DA 365 a 372, y desde esta perspectiva se invita a la “Conversión Pastoral” y a “abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan a la transmisión de la fe” (365). EN CUANTO A LA FORMACIÓN: En general, nuestros agentes pastorales, sean consagrados o laicos, se mueven con comodidad en un solo modelo: fundamentalmente el eucarístico. Nos falta plasticidad para atender y sostener en uno mismo como agente pastoral y en las estructuras varios modelos y de manera simultánea. Nos cuesta permanecer en la tensión que significa vivir en una misma unidad pastoral, compartiendo varios modelos a la vez. Corremos el riesgo de intentar dialogar y dar respuesta a la diversidad llevándola a un mismo lenguaje, a los mismos símbolos y ritos. Usamos un tipo de lógica y un ordenamiento pastoral que por auspiciar, beneficiar y por momentos hasta defender a un Modelo, anula a los otros. No estamos preparados para saber convivir en la diversidad y con varios modelos. Nuestra formación, basada en la comprensión racional y lógica de la fe y de la realidad, nuestro lenguaje más esencial que existencial, nuestros símbolos muchas veces estáticos y/o fosilizados, nuestros rituales vaciados de sentido, nos ha quitado capacidad de dialogar, asumir, valorizar, potenciar y aprovechar la riqueza de la diversidad al servicio de la unidad del Reino de Jesús y de Su Evangelio. LA URBE NECESITA AGENTES PASTORALES BI- CULTURALES O TRI-CULTURALES. Se trata de promover, alentar y formar agentes (consagrados o laicos) que puedan hablar dos o tres “lenguajes” a la vez, que puedan convivir sanamente (no de manera esquizofrénica) con otros símbolos y otro tipo de rituales. Que convivan en la diversidad de la urbe y de las ciudades invisibles, de geografías sociales, de la multiculturalidad, con espíritu positivo, con capacidad de “empatía” y no de antipatía por la realidad. El agente pastoral, atravesado por la realidad, necesita vivir en la urbe como en su casa, a gusto y no exiliado, peleado y desencontrado con la ciudad y sus circunstancias. La forma cultural o de vida actual, genera varios tipos de paradigmas, que desde el espíritu del Evangelio, no parece necesariamente contrario al surgimiento de este tipo de agentes pastorales. Necesitamos cambiar modos de pensar, estructuras, y formas de poder y liderazgo. Necesitamos también pensar y ensayar una “espiritualidad nueva” que acompañe la vida de los agentes pastorales y de todos. Una espiritualidad llena de la Trinidad, que recree, entusiasme y provoque mucha pasión por el Reino de Dios y del Evangelio de Jesús vivido en la comunidad de los creyentes que es la Iglesia, pero sin miedo a la diversidad, o a la perplejidad, con un tipo de liderazgo que sepa dialogar con los diferentes y provoque comunión. 60 El conflicto será una oportunidad para el aprendizaje y no un lugar para dejar crecer los miedos que nos encierran en nuestros propios esquemas y nos ponen a la defensiva. Me parece clave que la formación de los agentes, se de en contacto con la realidad. En este sentido la Misión, será el desafío de un nuevo modo de acercarnos a la realidad y contemplarla, de dialogar con la diversidad, de hacer un profundo discernimiento para aprender a interpretarla y luego hacer propuestas pastorales. Necesitamos aprender nuevos lenguajes, entrando en contacto con la realidad diversa. Esto produce “tensión”, por el miedo a la pérdida de “unidad doctrinal”, ya que no hablamos solo de palabras como único vehículo de transmisión, sino también de símbolos, gestos, actitudes: entonces los “contenidos” necesitan soportar necesariamente una “adaptación crítica”. No deberíamos entender esto, como perdida de unidad doctrinal, sino como intentos muy válidos para: “la inculturación del evangelio”, “un diálogo pastoral”, “una pastoral encarnada”, “un anuncio kerygmático”, etc. Para mi gusto, aquí se juega una de las claves más importantes de la “conversión pastoral”, es decir, confiar verdaderamente, en que cada agente de pastoral, especialmente los laicos, sabrán traducir en su propio lugar el evangelio de Jesús, y lo harán sin la mediación del clero y mucho menos su aprobación. 61 ANEXO A continuación, presento el estudio que hace Agenor Brighenti4. Es un valioso aporte y que me resulta de muchísima utilidad a la hora de hablar de los Paradigmas Pastorales que la Iglesia fue configurando a lo largo de su historia de evangelización. Lo tomo del libro: “Anunciar la Buena Noticia de la Salvación, La inteligencia de la práctica”. 5 He realizado pequeños recortes, fundamentalmente para reducir su tamaño. A lo que él va a llamar “Modelos de Acción Pastoral y Modelos Eclesiológicos”, yo llamaré Paradigma, y en todo caso, lo que él llama “Modelo de Acción”, yo lo asimilo bastante con lo que sería un “Modelo Pastoral”. GRANDES PARADIGMAS PASTORALES, A LO LARGO DE LA HISTORIA (Tomado del libro de Agenor Brghenti) “La acción pastoral de la Iglesia, aunque esté bajo el influjo de la gracia y del dinamismo del Espíritu, no deja de ser una acción humana, sujeta a las contingencias de cualquier acción. Al responder pastoralmente a los desafíos de su contexto, inevitablemente irá configurando determinados "modelos" de acción, en los que, a su vez, subyacen diferentes "modelos" eclesiológicos. El caminar de la Iglesia en la historia nos muestra esta contingencia, que, lejos de ser un límite, la libra de ser una ideología. ¿Cómo entender la existencia de modelos eclesiológicos, si la Iglesia de Jesucristo es "una" y "única"? Como "tradición", la Iglesia es la historia del Espíritu Santo en la historia del peregrinar del nuevo Pueblo de Dios a través de los tiempos. La constituyen dos elementos esenciales: el Espíritu Santo, como presencia continua de Dios, y las personas que la forman. La Iglesia fue querida y fundada por Jesús, pero constituida por el Espíritu de Pentecostés, transformando en activos a unos discípulos inactivos. Como estructura hierofánica, tiene la misión de manifestar lo divino a través de lo humano, sin pretender nunca tomar su lugar, so pena de eclipsarlo. Su primera misión es dejar a Dios ser Dios. No pretende poseer la verdad, sino dejarse poseer por ella. La tensión entre los dos polos -carisma e institución-, inevitable y saludable, hace que la Iglesia vaya elaborando a lo largo de la historia, a partir de su forma de presencia en el mundo y de su acción, progresivas y diferentes comprensiones de sí misma. Subyacente en cada modelo de acción hay un modelo eclesiológico. Unos ponen de relieve ciertos aspectos y peculiaridades que otros olvidan, silencian u opacan. Como institución divina y humana, por un lado, es santa y está animada por el Espíritu del Resucitado y, por otro, imprime en cada época un rostro inevitablemente imperfecto, modificable y reformable. 4 Agenor Brighenti es sacerdote brasileño, de la diócesis de Tubaráo, Santa Catarina. Es doctor en Ciencias Teológicas y Religiosas por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica; se ha especializado en Pastoral Social por el Instituto Teológico-Pastoral del CELAM, Medellín, Colombia, y es licenciado en Filosofía por la Universida de do Sul de Santa Catarina. Tubaráo. Actualmente es profesor de Teología en el Instituto Teológico de Santa Catarina (ITESC) y en la Universidad Pontificia de México, y de Filosofía en la Universidade do Sul de Santa Catarina (UNISUL). Es presidente del Instituto Nacional de Pastoral de la Conferencia Naciona l de Obispos del Brasil (CNBB). 5 A. Brighenti, Anunciar la Buena Noticia de la Salvación, La inteligencia de la práctica transformadora de la fe, España, Ediciones Siquem, 2006. Capítulo primero: Modelos de acción pastoral y modelos eclesiológicos, 19-42. 62 1. EL. MODELO NORMATIVO NEOTESTAMENTARIO El modelo neotestamentario, aunque normativo para todos los tiempos, se fue tejiendo por la tradición apostólica, constitutiva de las Escrituras, inspirada por el Espíritu Santo. En la Escrituras, la Iglesia primitiva aparece simultáneamente como universal y local. Es una realidad transcendente con una configuración terrena. Es la obra misteriosa de Dios, precedida por el pueblo de Israel y edificada sobre el nuevo Israel, el nuevo Pueblo de Dios, guiado por el Espíritu del Señor, muerto y resucitado. Por eso, en este modelo, Espíritu e Iglesia van indisolublemente unidos en el tiempo y en el espacio. El tiempo de la Iglesia es el tiempo de Espíritu Santo. No es una institución cerrada, replegada sobre sí misma, sino pública y abierta a todos los pueblos y razas. Son siete por lo menos los elementos que caracterizan el modelo eclesial neotestamentario: La Iglesia apostólica. Según el Nuevo Testamento, no hay Iglesia sin apóstoles o sin relación con ellos. Los testigos del Resucitado son los primeros receptores del Espíritu y de sus dones para el servicio del Evangelio. Los apóstoles son los primeros en la misión y en la predicación. Son el fundamento de la Iglesia en el seno de la comunidad local, particular (cf. Mt 28, l9-20; Jn20,2l-23; He 2, 14; 2, 42; 4, 33; 6, 1-6; 15,2; 21,18). La Iglesia es una. Su unidad viene de Dios, que es uno solo y Trinidad: un solo Dios en tres personas. Viene también de su constitución: una sola fe, un solo bautismo, un solo Espíritu. Es la unidad del amor, de una "túnica inconsútil", que se manifiesta en "un solo rebaño y un solo Pastor". Toda división en su seno es un mal que debilita su ser y su misión (cf. I Co 1-13; 3, 9-11; 10, 16-17; 12, 11; 12, 12-26). Es La Iglesia de la palabra y de los signos sacramentales. Ante todo, la Iglesia es Iglesia de la palabra anunciada como Evangelio, acogida y proclamada por el testimonio, que por la fuerza del Espíritu Santo actualiza la salvación, sobre todo por el bautismo y la eucaristía. Por el bautismo, hace acontecer la nueva creación en la medida en que confiere a la persona bautizada la participación en el misterio pascual de Cristo. San Pablo dice que por el bautismo somos "insertados" en Cristo. La eucaristía es el símbolo que mejor expresa y alimenta esta pertenencia al Reino de Dios, inaugurado y anunciado por Jesucristo (cf. He 2, 14-36; 3, 12-26; 4, 8-12; 5, 29-32; 10,34-43). La Iglesia está regida por un orden de carismas y ministerios. En el Nuevo Testamento no hay contraposición o separación entre carismas que el Espíritu confiere a todos y ministerios, es decir, servicios institucionalizados en el seno de la comunidad. No hay dos clases de cristianos -clérigos y laicos-, sino una comunidad, toda ella ministerial, en cuyo seno los ministerios se distinguen unos de otros, pero no se separan. Destacan los carismas de la Palabra, pues la Iglesia es ante todo la Iglesia de la Palabra: profecía, interpretación y predicación, seguidos de los carismas caritativos o diaconales. Palabra y diaconía son las dos características fundamentales de la Iglesia neotestamentaria. La diaconía no es una mera derivación de la Palabra, sino sobre todo condición para acogerla y hacerla fructificar (Jn 3,8; Rom 12,4-5; 1 Co 12, 1-31; 13; 14; Ef 4, 16; 1 Pe 2, 4-I0). La Iglesia es la comunidad de los convertidos y de los que han nacido a la fe. La fe se concibe como acogida del Evangelio y de la vida de Dios, vivida en la esperanza, en la perseverancia y en la fidelidad hasta el martirio, que significa "dar testimonio". La fe se hace efectiva y concreta en el amor simultáneo a Dios, en Jesucristo, y a los hermanos. Como dice san Juan, "si dices que amas a Dios, a quien no ves, y no amas al hermano, a quien ves, eres un mentiroso" (I Jn 2,4; cf. Mt 4, 17; 11, 12; Le 16, 16; Col 1,24). 63 La Iglesia está en el mundo, pero no es de este mundo. Existe para el mundo, para ser signo e instrumento de salvación del mundo. Está en el mundo, sin poder salir del mundo y sin pertenecer a él, porque viene de Dios. Intentar colocarse fuera del mundo no deja de ser una manera de continuar dentro del mundo de forma alienada. La Iglesia fue enviada al mundo, aunque no comparta su mentalidad y tendencias, puesto que es instancia que lo invita a transcenderse, a realizarse plenamente en el seno de la nueva creación inaugurada por Cristo resucitado (cf. Jn 11, 52; 10, 16; Heb 13, 14; Ef 2, 21-22; 4, 13). La Iglesia es una realidad escatológica. Por su condición de "Sacramento del Reino de Dios", la Iglesia vive en tensión entre el "ya" y "todavía no" (O. Culmann), entre un Reino del cual es ya signo e instrumento en este mundo, pero que llegará a su plenitud en la meta-historia, en la escatología. Por su misión, va haciendo que se vislumbren en la historia los últimos tiempos (cf. Rom 8, 19-22; 1Co 10, 11; 15,26-27; Col3,4; 1Tim 2, 11-12; 2 Pe 3, 13; 1 Jn 3, 2). 2. MODELOS HISTÓRICOS DE LA TRAYECTORIA ECLESIAL El modelo normativo neotestamentario, tejido bajo la inspiración del Espíritu Santo, cuenta con los elementos esenciales que deben estar presentes en todos y en cualquier modelo. En su peregrinar histórico, según su contexto y las necesidades de su misión evangelizadora, la Iglesia va encarnando este modelo en conformaciones que plasman el rostro de su precariedad como institución, también cultural. Los modelos subsiguientes dejan de plasmar la normatividad primera, aunque no sean falsos, dado que la tradición eclesial, de manera distinta de la tradición apostólica, tiene la asistencia y no la inspiración del Espíritu Santo. Recordando el peregrinar de la Iglesia en sus dos milenios de historia, podemos identificar por lo menos cinco modelos de acción, con sus respectivos modelos eclesiológicos. Es interesante notar que en los períodos patrístico y del post-Vaticano II, primero viene el modelo de acción, que configura un modelo eclesiológico, procediéndose de manera inductiva o dialéctica en relación con la historia, mientras que en los períodos medieval y moderno, primero aparecerá el modelo eclesiológico, seguido del modelo de acción derivado de él, con un procedimiento deductivo típico de la postura esencialista que caracteriza esos períodos de la historia de la Iglesia. 2.1 La pastoral profética: la Iglesia como misterio de comunión (Ecclesia Mater). Este modelo de acción y el modelo eclesiológico derivado de él son típicos de la Iglesia antigua, que comprende todo el período patrístico (del siglo II al comienzo del siglo Vil en Occidente, y al siglo VIII en Oriente); aunque con la llegada de la era constantiniana (siglo IV) y del agustinismo (siglo V), empezó ya a perfilarse el modelo de "cristiandad". El modelo eclesiológico de este período se concibe a partir de la acción; el modelo del período siguiente se superpondrá a ella. Modelo de acción En la Iglesia antigua, son tres las acciones principales que ocupan la vida de los cristianos: el testimonio de la vida (martyría), la proclamación de la fe en Jesucristo (kerigma) y la enseñanza de !a palabra de Dios (didaskalia). El bautizado pasa a integrar la "comunidad de los santos", que tiene en la eucaristía la 64 expresión más viva de la nueva vida. La Palabra y la predicación ocupan un lugar central, sobre todo en la vida de los que están al frente de las comunidades: los episcopal (obispos), los presbítero/ (presbíteros), así como los profetas, los doctores, los guías, los evangelistas y los responsables. La acción pastoral se centra, por tanto, en el testimonio y en el anuncio, en la celebración eucarística y en la asistencia a los pobres, derivación o consecuencia de la Palabra y de la eucaristía. El anuncio se hace por la predicación misionera, por la homilía y por la catequesis, que en este período estaba estrechamente unida a la predicación. La literatura cristiana, en un primer momento, es de tipo epistolar (cartas de edificación mutua entre las Iglesias), después de tipo "apologético" (defensa de la fe cristiana ante el Imperio y las herejías) y, finalmente, de tipo "teológico". Modelo eclesial En sus orígenes, generalmente había en cada ciudad una sola Iglesia (ecclesia/asamblea), unida en torno a la celebración eucarística dominical y reunida alrededor de un colegio de presbíteros, que normalmente presidían rotativamente la celebración, aunque a veces algunos pasajes de las Escrituras den a entender que existe más de una domus ecclesiae en una misma ciudad (cf. Rom 16,3-5.10.11.14.15). Las personas que integran las comunidades, en general, provienen de los humiliores: personas de la plebe, de las periferias. Más tarde, en el alto Egipto, se crearon las primeras comunidades rurales, para dispensar a los fieles de largas caminatas para participar en la eucaristía, siempre en la madrugada del domingo, día del Señor. Hay una sola categoría de cristianos: los bautizados. Los catecúmenos se preparan todavía para serlo. Sólo a partir del siglo III, cuando se impone la tríada obispos-presbíteros-diáconos, aunque ya existiese a principios del siglo II con Ignacio de Antioquía (año 107), surge la palabra "laico", para distinguirlo del clero, a ejemplo de lo que existía en el judaísmo. También el término "laico" ya aparecía en la carta de Clemente Romano a los Corintios (40,6) en el siglo I (año 90). A ejemplo del modelo neotestamentario, la Iglesia es local. En la comunión de las personas concretas que la integran se hace presente toda la Iglesia (heredera del Pueblo de Dios del A.T.), aunque no la Iglesia toda. Está constituida por los "llamados" o "santos", "discípulos", "hermanos", o simplemente "cristianos" (caracterizados así por primera vez en Antioquía), que constituyen el pueblo escatológico de Dios. La auto-comprensión de la Iglesia (eclesiología) se funda en la pneumatología: la Iglesia es la asamblea (reunión) y la koinonía (comunión) de los convocados por la misteriosa decisión de Dios en Jesucristo, para vivir en la unidad, mediante los dones del Espíritu, capaces de acoger las diferencias de razas y culturas. Por eso, fa Iglesia es generalmente llamada "madre" (Ecdesia mater), esposa de Cristo (sponsa Christi) y misterio de comunión (koinonía). Sin triunfalismos, se auto-concibe como la "pequeña grey", que, ante un mundo pagano y hostil, está llamada a ser diferente, a vivir en el riesgo, en la persecución y en el martirio. 2.2. La pastoral sacramental: la Iglesia como cuerpo de Cristo ("Mater regina"). Este modelo tiene sus raíces en el giro constantiniano del siglo IV y en el agustinismo del siglo V. El primero significó un profundo cambio en la vida de la Iglesia, tanto en su concepción interna como en su configuración externa. Atrás quedarían la intolerancia, la ilegitimidad y la persecución. Lo eclesial, el imperio y lo geográfico empezarían a tener lazos que configurarían el modelo eclesial de la cristiandad medieval. El segundo factor, el agustinismo, hace de la civitas Dei el horizonte de un modelo que 65 legitimará, por un lado, la intervención del Estado en la vida de la Iglesia y, por otro, a la Iglesia como soporte ideológico del Estado. Como ya hemos hecho referencia anteriormente, en este período medieval el modelo eclesiológico precede al modelo de acción, como consecuencia de sobreponerse lo ideal a lo real, en un procedimiento deductivo y esencialista. Modelo eclesial El modelo eclesial medieval está ligado al concepto de cristiandad, el cual, sobre todo después de la ruptura entre Oriente y Roma (1054), tiene una connotación claramente estatal e imperial. La christianitas se entiende y se vive como una realidad eclesiológica y política en la que se conjugan dos poderes: el sacerdotium (altar) y el imperium (trono), dado que la autoridad máxima reside no en el Romano Pontífice. El "Pueblo de Dios" se convierte en populus christianus, un concepto no sólo teológico, sino también sociológico y político. El enemigo no es el mal espiritual, sino el enemigo del Imperio, y lo no cristiano es un enemigo político. La cruz, signo teológico de redención, se convierte en signo de victoria militar e insignia imperial oficial. En este periodo, la imagen de la Iglesia, que llega a su auge con el sistema tomista, es la de corpus Christi, pero no como referencia a la realidad misteriosa de la Iglesia, sino a su dimensión sociológica, denominada "cristiandad". La misión de la Iglesia es ordenar el mundo según las "leyes de Cristo", de manera que incluso la imagen patrística de la mater Ecclesia es sustituida por la imagen imperial de Ecclesia regina. La imagen de Jesús, el Buen Pastor, es eclipsada por el pantokrator (Cristo Rey). El cristomonismo reinante concibe a la Iglesia como originaria del poder de Cristo, que pasa por él a los apóstoles y, de éstos, a los obispos. Todo procede del derecho divino, entregado por Cristo a la jerarquía, a quien cabe integrar la humanidad, la sociedad, en una palabra, el mundo a la Iglesia, que es el único medio de salvación, puesto que ella se identifica con el Cristo glorioso y resucitado. Es la identificación de la eclesiología con una cristología docetista 6. Modelo de acción La acción pastoral, al contrario de lo que ocurre en el período patrístico, que es predominantemente urbana, puesto que la Iglesia está fundada en las ciudades romanas, en el período medieval es más rural. En el primero, es primordialmente oriental, con mayor pujanza en el norte de África, Asia Menor y Grecia. En el segundo, es más occidental y casi exclusivamente después del cisma ortodoxo en 1054. El Occidente, montañoso y con poblaciones dispersas, excepto las grandes ciudades, sólo es evangelizado más tarde. En la Edad Media se da el paso de un cristianismo muy estructurado socialmente en torno al obispo a un cristianismo fragmentado en parroquias rurales distantes, organizado en torno al presbítero. El obispo tiene su papel pastoral disminuido y se valora su función socio política. La herejía docética toma este nombre de la raíz griega dokéō (δοκέω), que significa parecer o parecerle a uno. Es una doctrina aparecida a finales del primer siglo de la era cristiana, que afirmaba que Cristo no había sufrido la crucifixión, ya que su cuerpo sólo era aparente y no real. La herejía tiene su raíz en la influencia platónica, que afirma que son las ideas las únicas realidades y nuestro mundo es sólo un reflejo, una imagen; además, se nutría de la idea, hasta cierto punto generalizada en aquella época, de que la materia era corrupta, que el cuerpo es la cárcel del espíritu, como decían los griegos. La doctrina docética, enraizada también en el dualismo gnóstico, dividía tajantemente los conceptos de cuerpo y espíritu, atribuyendo todo lo temporal, ilusorio y corrupto al primero y todo lo eterno, real y perfecto al segundo; de ahí que sostuviera que el cuerpo de Cristo fue tan sólo una ilusión y que, de igual modo, su crucifixión existió más que como mera apariencia. El Islam conserva también este punto de vista y sostiene que el cuerpo del profeta Isa (el nombre con que conocen a Jesucristo) sólo fue crucificado como una ilusión. 6 66 Ante el descalabro de la administración civil del moribundo Imperio Romano, sobre todo de lo que quedaba de las ciudades invadidas por los bárbaros, el obispo asumió la función de defensor civitatis, encargado de responsabilidades temporales: ejercicio del poder judicial, colaboración en la administración y en la economía de la región, papel militar y consejero de los príncipes. La identidad, antes eucarística y sacramental de las comunidades, ahora dispersas en las periferias y en la zona rural, se da en torno al presbítero, cuya identidad a su vez se asocia a la presidencia de la eucaristía. Así, el centro de unidad se desplaza de la diócesis, ligada al modelo político de la ciudad antigua, a la parroquia, asociada al feudo medieval, donde el presbítero asume la función que era del obispo en la Iglesia antigua. El obispo tiene mucho de la figura del príncipe, y el presbítero, del señor feudal. Esa mayor cercanía a la población ligada al mundo agrario medieval contribuye a una inserción más profunda de la Iglesia en la sociedad, que pasa a ser sustentadora de la "civilización occidental cristiana". Esto no significa una mayor inculturación del cristianismo; al contrario, fiel al imaginario agustiniano de la cívitas Dei, la Iglesia, en lugar de encarnarse en la historia, absorbe al mundo, sacralizandolo, en nombre de un poder recibido de Dios. Al mismo tiempo que se produce una clericalización de la Iglesia, se da una sacralización del mundo, que es visto como un todo penetrado por lo sagrado. En verdad, hay un dualismo en la oposición entre lo temporal y lo espiritual, pero éste es superior a aquél y con derecho de regirlo. El mismo dualismo se transfiere al interior del Pueblo de Dios, en la medida en que el clero se asocia a lo espiritual, y los laicos a lo temporal. También pasa a formar parte de! cristianismo una visión peyorativa de! mundo. En las tareas seculares se ve un peligro para la autonomía de lo espiritual y para la libertad de la Iglesia ante el mundo. Por eso, el prototipo ideal de una vida santa ya no es el martirio del período patrístico, sino la vida monástica, célibe y apartada del mundo, que forja la típica espiritualidad medieval de la fuga mundi, ora et labora de san Benito. Al contrario de lo que ocurrió en el período patrístico, en el que hubo un verdadero interés por los contenidos de la fe y por el diálogo con la cultura greco-romana, en la Iglesia medieval hay un fuerte declive del nivel cultural, sobre todo del clero. Con el nacimiento de las universidades y el surgimiento de los profesores de teología, desaparece prácticamente la función doctoral del ministerio episcopal. En este período surgen igualmente el "alto" y el "bajo" clero. El primero, urbano y erudito; el segundo, mal formado y disperso, encargado de administrar los sacramentos en pequeñas comunidades rurales dispersas, integradas por fieles, generalmente sin acceso a la escritura, es decir, analfabetos. El primero se compone del clero regular; el segundo, del clero secular. El clero secular se ocupa ele la cura animarum y está ligado al obispo. El clero regular depende directamente del Romano Pontífice. Por eso la predicación corre en gran medida a cargo de las órdenes mendicantes, creadas con este fin para cubrir esa laguna, ya que el clero, ahora elegido por los príncipes, sin ninguna preparación teológica, no va más allá del terreno común de una fe espontánea. Progresivamente se dará una separación entre clero secular (diocesano) y clero regular (religioso). Mientras aquél es iletrado y rural, éste frecuenta universidades, presta servicios a las grandes obras papales, como las Cruzadas y la Inquisición, y goza de privilegios pontificios. Como telón de fondo hay una doble criteriología pastoral: el clero regular es consciente de la insuficiencia del límite territorial como principio normativo de la acción eclesial, mientras el clero secular se conforma con actuar dentro de las fronteras de su parroquia. 67 2.3. La pastoral colectiva: La Iglesia como sociedad perfecta. Este período comprende dos momentos distintos dentro de un mismo proyecto apologético: el primero se enfrenta a la Reforma Protestante con la Contrarreforma católica; el segundo, tomando posición ante la Modernidad, promueve la emancipación del ser humano y del mundo con respecto a la teocracia reinante. Dos concilios tejieron el modelo eclesiológico de este período: el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano I. Uno poniendo en pie un movimiento en favor de una "segunda escolástica" y el otro, de una "tercera escolástica", lo que realmente ocurrirá. Lo que caracteriza la Modernidad es la búsqueda de autonomía con respecto a la teocracia y el eclesiocentrismo, con vistas a la afirmación del ser humano, de la razón y de lo temporal en su propia esfera. Este anhelo de autonomía de los príncipes y de la sociedad civil venía ya del siglo XI. Pero a partir del siglo XVI comienza a plasmarse el gran proyecto civilizador moderno. Dos momentos marcan este proceso: la primera Ilustración (emancipación de la razón individual) en torno al humanismo, al renacimiento, al racionalismo, al empirismo y a la revolución científica; y la segunda Ilustración (emancipación de la razón práctica) alrededor de los filósofos de la praxis y de las dialécticas idealista y marxista, así como de la revolución industrial 7. Lo que desencadena el movimiento de la Reforma Protestante es la recepción en el ámbito religioso de la razón individual y de la subjetividad. Ya el proyecto de neocristiandad, tejido en torno al catolicismo social, que desemboca en la Rerum Novarum de León XIII (1891), tiene en la tercera escolástica erigida por el Concilio Vaticano I su referencia eclesiológica de reconquista para la Iglesia, aunque ahora ya no de arriba hacia abajo, mediante el clero, sino de abajo hacia arriba, mediante la acción capilar de los laicos en el seno de la sociedad emancipada. Como en el período anterior, también aquí el modelo de acción está precedido por el modelo eclesiológico, preconcebido para defender el catolicismo de los ataques de la "herejía" protestante y de la laicidad. Modelo eclesial El modelo eclesiológico, tanto del primer momento de la Modernidad -la Contrarreforma-, como del segundo -la neocristiandad-, se basa en la imagen de la Iglesia como cuerpo de Cristo, teniendo como telón de fondo el teocentrismo y el eclesiocentrismo, el dualismo espiritual-temporal y el binomio clerolaicos. Mientras del lado protestante surge una eclesiología más espiritualista y personalista (sola fídes, sola gratia, sola Scriptura) y el único sacerdocio común de los fieles, del lado católico continúa la visión de una Iglesia institución, de carácter universal, que acentúa la supremacía del sacerdocio jerárquico sobre el sacerdocio común de los fieles y los sacramentos como único medio de salvación. Roberto Belarmino, teólogo oficial de la posición de Trento, concibe la Iglesia como "encarnación continuada": la sociedad de seres humanos unidos por la profesión de la verdadera fe, la comunión de los mismos sacramentos y bajo el gobierno de los legítimos pastores, principalmente el único vicario de Cristo en la tierra, el Romano Pontífice. La autocomprensión de la Iglesia como "sociedad perfecta" se perfila con más claridad en el seno de la Ilustración, en el contexto del deísmo y del "siglo de las luces", para el cual el principio de todo es el ser humano -su naturaleza y su razón. Cuestionado el argumento de autoridad, la Iglesia, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, aparece como "baluarte", "fortificación" o "castillo", cerrando filas en torno al papa, creando dispositivos de defensa, luchando contra el enemigo modernista, proclamando Entiéndase por “primera ilustración”, el movimiento socio-folosófico-cultural denominado “siècle del lumiéres” en Francia y “Aufklärung” (ilustración), en Alemania. Entiéndase “segunda ilustración” la irrupción del sujeto social a través del movimiento desencadenado por los denominados filósofos de la praxis, especialmente en torno al marxismo. 7 68 nuevos dogmas y condenando toda "herejía". En una palabra, la Iglesia aparece más como gueto que como una institución inserta en el mundo moderno y en diálogo con él. Modelo de acción En el primer momento de la presencia de la Iglesia en el seno de la Modernidad, su modelo prolonga el modelo medieval: la pastoral sacramental, que acentúa la dimensión ex opere opéralo (el valor salvífico del sacramento en sí mismo) con respecto a la dimensión ex opere operantis (el valor salvífico relacionado con la acogida libre y responsable del receptor). Tributaria del eclesiocentrismo reinante, la Iglesia se auto-comprende como depositaria exclusiva de todos los medios de salvación dejados por Cristo. La definición eclesiológica belarminiana, que hace énfasis en su visibilidad histórica, reducida a categorías sociológicas, destacará la presencia pública de la Iglesia ante la hostilidad del mundo moderno, de la emancipación de la razón y de los Estados. De la confrontación polémica contra el protestantismo se pasa al combate contra el positivismo, contra el Estado moderno democrático y contra las ciencias metodológicamente arreligiosas, buscando recuperar su antiguo lugar en la cúspide de la pirámide social. Para marcar la especificidad católica ante las Iglesias de la Reforma, la vida eclesial gira alrededor de la presencia real del Santísimo Sacramento (adoración), de la devoción a la Virgen María, de la misa como sacrificio y del sacerdocio clerical. Los protestantes habían puesto la Biblia en manos del pueblo, pero ante eso, la Iglesia católica, en vez de recomendar prudencia en la lectura de la Biblia por parte de los fieles, prácticamente la prohíbe. Es conocida la condenación de Pascual Quesnel, el 8 de septiembre de 1713, por la constitución dogmática Unigenitus de Clemente XI, condenación confirmada en 1718 por el mismo Clemente XI, y en 1756 por Benedito XIV, a los que defendían la lectura de las Escrituras por todos indistintamente. Se busca suprimir la ignorancia religiosa con la elaboración de un catecismo (de Trento), que contuviese las verdades de la fe católica (para defender a los católicos de las herejías protestantes). Se acentúa también la importancia de la institución familiar. Así como la Iglesia medieval es la Iglesia del culto, la prioridad de Trento es la unificación y la codificación litúrgica, con la publicación del Breviarium romanum (1568), del Missale Romanum (1570), del Pontificale Romanum (1596), del Ceremoniale Episcoporum (1600) y del Rituale Romanum (1614). Esta codificación y el espíritu de re-dogmatización de la religión se prolonga desde, el Vaticano I hasta la aurora del Vaticano II. En ese primer momento, y también posteriormente, la acción pastoral adquiere un cuño apologético de defensa ante el protestantismo. Así, ante la decisión protestante de celebrar la liturgia en lengua vernácula, la Iglesia católica optará por el latín como lengua oficial y universal; ante la eucaristía protestante como "cena", se pondrá el énfasis en la misa como sacrificio y adoración (en la época medieval, la misa era una de tantas maneras de adorar al Santísimo Sacramento); ante la valoración protestante de la palabra de Dios, la Iglesia Católica dará importancia a la fe devocional; ante la austeridad de los templos protestantes, que no tienen ni siquiera una cruz, en el campo católico resaltarán la exuberancia ostentosa de los templos barrocos, como teatro espectacular, "con palcos y galerías, pinturas y mármoles, retablos y coros". En ese primer momento, la acción pastoral sigue centrada en la parroquia, atada a una mentalidad rural incluso en las ciudades que respiran la cultura moderna. Es una acción masiva, circunscrita a un territorio, sin atención a las personas como individuos y presentes en ambientes más allá del mundo habitacional. La Iglesia no percibe la irrupción de un nuevo proyecto de civilización en torno a la Modernidad emergente o piensa que se trata de la mentalidad de algunos individuos heterodoxos. 69 En el segundo momento de la presencia de la Iglesia en el seno de la Modernidad, la acción eclesial, siempre enmarcada en una postura apologética, pasará del modelo de cristiandad a un nuevo modelo, el de neo-cristiandad, diseñado en torno a una significativa e importante búsqueda de presencia pública de la Iglesia en los medios sociales, configurada en el denominado catolicismo social. Desembocará en la Rerum Novarum de León XIII, precedida por el Concilio Vaticano I, que había puesto en pie una "tercera escolástica". La acción pastoral postridentina había sido más una respuesta contra la Reforma Protestante que una reacción contra la Modernidad naciente. Claro que no será una acción de interacción, sino un proyecto explícitamente antimoderno, intransigente y tradicionalista, es decir, de reconquista para el seno de una Iglesia que sigue auto-comprendiéndose como único medio de salvación y de equilibrio social. Sólo con el Vaticano II la Iglesia dejará atrás la mentalidad de cristiandad, su eclesiocentrismo y la teología escolástica como meta-relato de la fe cristiana. La postura apologética católica ante la Modernidad trata de defenderse de dos enemigos: el liberalismo y el socialismo. Para la Iglesia de entonces, el primero atenta contra la Iglesia Católica como única religión verdadera y contra el magisterio, centinela de la verdad que habita la razón, que es colectiva y no individual, como lo propone la Modernidad. El error no tiene ningún derecho. El segundo suprime el derecho sagrado de la propiedad privada, que es un derecho natural, y reduce los seres humanos a una igualdad que hiere las diferencias queridas por Dios. Situado a mediados del siglo XIX, el catolicismo social sería la primera encarnación histórica de un proyecto antimoderno, antirrevolucionario, antiliberal y antisocialista, tesis prestadas del catolicismo intransigente, que es una ideología que alimenta el imaginario de grandes contingentes de católicos decididos a no ceder ante lo que ellos imaginan que es el "accidente" de la Revolución Francesa. En verdad, el catolicismo social se inscribe en un contexto de restauración católica. Después de la Revolución Francesa, "legitimidad, contrarrevolución y restauración" son tres consignas de un amplio movimiento desencadenado por varios segmentos de la Iglesia, impulsados por la mentalidad tradicionalista y romántica, de moda en aquella época, y por la renovación de la escolástica, vuelven su mirada a la Edad Media y piden un combate sistemático contra los valores de la Modernidad o, sencillamente, la supresión del hiato histórico de la Revolución. Con la Rerum Novarum , la preocupación del papa es que los católicos hagan suyas las aspiraciones de su tiempo, a fin de impregnar con espíritu cristiano todas las formas de la civilización moderna. La apertura de la jerarquía eclesiástica a las libertades políticas modernas se combina con la voluntad de asegurar una orientación del proyecto político y social de re-cristianización. La apertura a la Modernidad estimula la formación progresiva de diversas organizaciones encargadas de enmarcar la vida cotidiana de los católicos y de promover una visión cristiana de la sociedad. Pero en el plano cultural la Rerum Novarum es todavía muy tímida, pues está alineada con la mentalidad de cristiandad. Se mantiene la idea de que el cristianismo debe estar ligado a una civilización, a una cultura. Persiste el deseo de restauración de una cultura cristiana global: un catolicismo cultural. Para la encíclica, -lo que es un avance con relación a la cristiandad-, no se trata de influir sólo en el nivel de las conciencias, sino de re-cristianizar las estructuras, aunque en función del contexto y de la evolución histórica de las posibilidades de la reconquista (nº 10). Para aquella época fue una posición audaz, tanto que, si no dividió a los católicos, suscitó al menos profundos debates y choques internos. Mayoritariamente se impondrá la posición más conservadora, pero muchos segmentos de la Iglesia, especialmente la Acción Católica, harán avanzar a la Iglesia por la práctica del diálogo con el mundo moderno. Desafortunadamente, después del pontificado de León XIII y hasta la mitad del pontificado de PíoXII, se imponen los tradicionalistas, que resucitarán la apologética. De ahí en adelante, la Acción Católica Especializada, la Nouvelle Théologie y los movimientos favorables al Vaticano II llevarán a la Iglesia a adoptar una relación cada vez más decidida de servicio y de diálogo con el mundo moderno. 70 2.4. La pastoral de conjunto: la Iglesia como Pueblo de Dios. La pastoral de conjunto y la Iglesia considerada como "Pueblo de Dios" caracterizan el período de postcristiandad oficializado por el Concilio Vaticano II (LG, nº 9-14). Como Acabamos de ver, el deseo de renovación y de reconciliación con la Modernidad, de superación-de una postura apologética y una actitud de diálogo y de servicio ante el mundo, venía de lejos. El mismo Pío X (1903-1914), a pesar de su conservadurismo, marcó su pontificado con una gran preocupación pastoral y echó los cimientos de un gradual proceso de renovación eclesial con su principio revertimini ad fontes (vuelta a las fuentes). Más tarde, del lado de los reformados, Kart Barth aboga por el regressus ad verbum divinum (vuelta a la palabra de Dios). Surgirán teólogos con sensibilidad pastoral, en un esfuerzo de contacto más profundo con la revelación y de aggiornamento (puesta al día) del pensamiento cristiano con las exigencias del mundo moderno. Poco apoco se iba preparando el Concilio Vaticano II, en un lento proceso, pero gradual, en el que serían protagonistas diversos movimientos de renovación: el movimiento bíblico, centrado en la vuelta a las Escrituras y en una relectura de la palabra de Dios desde la historia en su contexto actual; el movimiento eclesiológico, que buscaba superar el eclesiocentrismo y recuperar la categoría "Reino de Dios", eclipsada por una eclesiología cristomonista; el movimiento ecuménico, que soñaba con la restauración de la unidad de los cristianos y una apertura del cristianismo a un verdadero diálogo con las religiones; el movimiento laical, que reivindicaba un lugar específico dentro de la Iglesia como sujeto y con identidad propia; el movimiento teológico, que buscaba superar los métodos del meta-relato agustiniano y tomista y ubicar la teología dentro del paradigma de la racionalidad moderna; el movimiento ecuménico, que se proponía gestar un nuevo rito, sobre nuevas bases teológicas y más encarnado en la cultura contemporánea, etc. Modelo de acción A diferencia de los dos modelos precedentes, en los que la eclesiología precede a los modelos de acción, en este período vuelve a ser la acción el punto de partida para la reflexión, como en la Iglesia primitiva y antigua, cuando los modelos eclesiológicos se fueron configurando desde las exigencias y necesidades de la evangelización. Un paso importante es el respeto a la autonomía de lo temporal y el diálogo, particularmente con las ciencias sociales. El diagnóstico de una realidad descristianizada y la constatación de la insuficiencia e ineficacia de las prácticas y estructuras pastorales existentes provocó una nueva actitud pastoral. Se toma conciencia de las exigencias y de la eficacia de la fe, aunque en el seno de una sociedad emancipada. Es necesario buscar una nueva forma de presencia de la Iglesia en el mundo, no con espíritu de hostilidad y confrontación, sino de interacción mediante el diálogo y el servicio. Es importante resaltar que las prácticas fueron el factor propulsor de los avances, tanto en la pastoral como en la reflexión teológica. A este respecto, tuvieron un papel preponderante la Acción Católica especializada por ambientes, el movimiento de los "curas obreros" y el movimiento de renovación parroquial, que contribuirá al redescubrimiento de la dimensión diocesana de la pastoral. Ayudados por la experiencia de la Acción Católica Especializada, los laicos encuentran su lugar en la Iglesia y, por su situación privilegiada de inserción más directa en el mundo, asumen un papel protagonista. Nacen ministerios laicales, no sólo hacia dentro, sino sobre todo hacia fuera de la Iglesia. El culto deja de agotar la participación de los miembros de la Iglesia en la edificación del Reino de Dios ya en este mundo. Las mismas verdades de la fe son sometidas a la criba de su verificación histórica en las prácticas eclesiales. Surge la catequesis renovada, la liturgia ligada a la vida y a la pastoral social, fruto de la conciencia del significado y de la vivencia del triple ministerio del bautismo: los tria munera; 71 ministerio profético, litúrgico y de la caridad (LG 13). El respeto del derecho humano a la libertad religiosa da origen al servicio del diálogo ecuménico y macro-ecuménico. El respeto a la autonomía de lo temporal impulsa acciones de cooperación y servicio compartidas con iniciativas, grupos y organizaciones de la sociedad civil por un mundo solidario. La superación del parroquialismo y de la pastoral territorial ha de darse por el redescubrimiento de la dimensión diocesana de la pastoral, situando toda y cualquier acción, aunque puntual y local, en este horizonte. Para esto se llevará a cabo una reforma institucional mediante la creación de organismos de globalización de la acción eclesial, como las asambleas y los consejos (CD, n. 27), así como de nuevos mecanismos de coordinación con equipos y sus primeros responsables, cuyas funciones se definen comunitariamente. Modelo eclesial El Concilio Vaticano II, sin dejar de ser teológico, quiso ser esencialmente pastoral (SC, n. 1). Desde los "nuevos signos de los tiempos" (GS, n. 4), se volcó sobre la Iglesia, buscando una nueva autocomprensión de su ser y su misión. Se estableció un diálogo con el mundo moderno, en actitud de solidaridad y cooperación. La Iglesia, que finalmente reconoce no tener todas las respuestas a los problemas del mundo de hoy, se propone, como peregrina en la historia con toda la humanidad, buscarlas con "todas las personas de buena voluntad", en expresión de Juan XXIII. Como institución, y por tanto también como factor cultural, reconoce la necesidad de renovarse constantemente (Ecclesia semper reformando) y de ponerse al día (aggiornamento), no partiendo de modas e ideologías, sino mediante una verdadera vuelta a las fuentes bíblicas y patrísticas. Los elementos principales del modelo de Iglesia del Concilio Vaticano II, tai como aparecen en la Lumen Gentium y en la Gaudium et spes, son los siguientes: La Iglesia entendida como comunión. (LG, nº 8-9). La iglesia entendida como Pueblo de Dios. (LG, nº 9-13). La Iglesia, sacramento de salvación. (LG, nº 48). La Iglesia como cuerpo de servicio del Reino de Dios en el mundo. (GS, nº 1). La Iglesia universal presente en la Iglesia local. (LG, nº 23; CD, nº 11; AG, nº 20.38). 2.5 La pastoral de comunión y participación: Es el modelo creado por la Iglesia en América Latina y el Caribe, en la perspectiva de una "recepción creativa" del Concilio Vaticano II. A diferencia de la Iglesia de otros continentes, los padres conciliares de América Latina no hicieron grandes aportes al Concilio, pero durante su realización asimilaron su espíritu y, al volver a sus países, más que un punto de llegada, hicieron de él un punto de partida para la acción eclesial y la reflexión teológica; La Iglesia en el continente, a la luz de la opción preferencial por los pobres, recibió y profundizó las intuiciones del Concilio, acogió sus tesis y, de acuerdo con las necesidades concretas de su pueblo, amplió sus horizontes de aplicación. 72 Modelo de acción Dada la fuerte connotación socio-transformadora y liberadora de este modelo, aparece la acción pastoral en el protagonismo de los laicos y de los pobres. Los laicos son considerados como sujetos con "voz y voto", con ministerios propios, con oportunidad de formación bíblica y teológico-pastoral, y lugar de decisión en consejos y asambleas, así como de coordinación al frente de los diferentes servicios pastorales. Con respecto a los pobres, cambia la óptica: de objetos de la caridad ajena, pasan a ser sujetos de un mundo solidario y fraterno. La Iglesia, además de asumir su causa, asume también su lugar social por medio de comunidades eclesiales insertas en una perspectiva liberadora, con énfasis en la pastoral social, dada su precaria situación. Nacen los servicios de pastoral con espiritualidad y fundamento propio, y como la pastoral obrera, la pastoral de la tierra y rural, la pastoral de la salud y de los enfermos, la pastoral de los derechos humanos, la pastoral de la niñez, la pastoral de la ecología, la pastoral de la conciencia negra e indígena, la pastoral de la mujer, etc. Hay un esfuerzo de todos en crear una Iglesia con rostro propio, encarnando en su cultura los ritos y símbolos de la fe cristiana. La liturgia se anima con cantos propios. Aunque a un nivel popular, las asambleas, las reuniones, los días de estudio, los cursos, etc., desarrollan una reflexión teológica contextualizada, y sobre todo una espiritualidad de militancia desde la vida, marcada por la carencia y la exclusión. En el seno de este modelo, se abre espacio para la reflexión y la acción de las mujeres, de los contingentes afro-americanos e indígenas, que forjan desde sus prácticas una relectura de la Escritura y de las verdades de fe, haciendo de la revelación palabra de salvación "para nosotros hoy", como dice el Concilio Vaticano II (GS, nº 62). La catequesis privilegia la experiencia y la inserción comunitaria en un proceso de educación permanente en la fe. La liturgia interacciona el misterio pascual con la "pasión" del pueblo, que en su rostro desfigurado prolonga la pasión de Jesucristo en el mundo. En la predicación o en la meditación de la palabra de Dios en cultos dominicales sin sacerdote, se procura alimentar la esperanza del pueblo, actualizando la revelación en el contexto de las víctimas de un sistema injusto y excluyente. Desde la fe, se procura formar también la conciencia ciudadana, para que los mismos excluidos, organizados como ciudadanos, sean protagonistas, en el seno de la sociedad civil, de un mundo solidario e incluyente. Modelo eclesial En los moldes presentados, la acción pastoral configura un modelo eclesial específico. Teológicamente, sus bases se asientan sobre la "recepción creativa" del Vaticano II, hecha por Medellín, y de la Evangelii nuntiandi, efectuada por Puebla. Es por tanto un modelo eclesiológico con el rostro de la Iglesia en América Latina y el Caribe. Puede caracterizarse como, como "comunidad de comunidades", que nacen de pequeñas comunidades insertas en su propio contexto de exclusión. Desde esta red, la pequeña comunidad eclesial se hace pueblo, es decir, se inserta en el peregrinar del Pueblo de Dios y de la humanidad, en busca de la "Tierra Prometida", de la "Tierra Sin-Males, de una "Nueva Sociedad", que se confunde con la dimensión inmanente del Reino de Dios. En el "Concilio de Jerusalén" de la Iglesia naciente, los cristianos se abrieron a los paganos (He 15, 1-30); en el Vaticano II, la Iglesia se abrió al mundo; en Medellín, se abrió a los pobres; y, en Puebla, a las culturas. Son realidades ya presentes en el Concilio Vaticano II, pero que en América Latina se recrean y amplían desde sus necesidades concretas de evangelización. El Vaticano II apunta hacia una Iglesia Pueblo de Dios, conformada por todos los bautizados, en relación de comunión y viviendo en comunidad a ejemplo del modelo presentado por el libro de los Hechos de los Apóstoles (He 2, 42ss). La Iglesia en América Latina y el Caribe sitúa al Pueblo de Dios en el peregrinar 73 histórico de toda la humanidad, compartiendo con ella el mismo destino y las mismas promesas. El "misterio de comunión" del Vaticano II (LG,nº 13) se vislumbra en el continente como corresponsabilidad de todos en una Iglesia toda ministerial, que deja el binomio clero-laicos para ser comunidadministerios. La vida en comunidad se ve como posible solamente en pequeñas comunidades, de tamaño humano, de vivencias y de base (Medellín, n. 15,10). Sólo desde esta experiencia fundante es posible hablar de "comunidad parroquial" o diocesana, ya que no existe Iglesia si no hay experiencia y vivencia de la fe en comunidades concretas. El Vaticano II también convocó a los bautizados para la misión en el mundo, en espíritu de servicio y de diálogo. La "espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra" (GS, nº 39). Ante esto, la Iglesia en América Latina hace de la misión en el mundo un compromiso de transformación de la sociedad actual en una nueva sociedad, una acción no meramente religiosa, sino en unión con todos los cuerpos intermediarios y organismos que militan en la perspectiva de un mundo solidario. Finalmente, en la convocatoria del Concilio, el papa Juan XXIII abogó por "una Iglesia de los pobres, para que sea la Iglesia de todos". En América latina, un desafío como éste se traduce en la opción preferencial por los pobres contra la pobreza (Medellín, nº 14, 7-10); asumida y vivida en la inserción en los medios populares (Medellín, 14,8-17); en la transformación de las estructuras como erradicación del pecado estructural (Santo Domingo, nº 243; en el mismo documento se habla de "conversión de las estructuras", nº 30); en fin, en una actitud profética, que no negocia con los valores del Evangelio, y por consiguiente, una Iglesia mártir a ejemplo del Maestro, que fue fiel hasta el fin. Resumen En cada época, la Iglesia se enfrenta a desafíos concretos a los que tiene que dar respuesta. Lo hace dentro de las condiciones y de los parámetros culturales de cada época, lo que acaba configurando "modelos" de acción y de Iglesia diferentes. En rigor, existe un único modelo, normativo para todos los tiempos, lejos del cual la Iglesia deja de ser la verdadera Iglesia de Jesucristo. Pero este único modelo, de acuerdo con el modo de ser y de vivir la fe en diferentes contextos, acaba configurándose de modos distintos. En la trayectoria de la Iglesia a través de la historia, pueden identificarse por lo menos cinco modelos de acción y de Iglesia: la pastoral profética; la Iglesia como mater Ecclesia; la pastoral sacramental: la Iglesia como mater regina; la pastoral colectiva: la Iglesia como sociedad perfecta; la pastoral de conjunto: la Iglesia como Pueblo de Dios; y finalmente, la pastoral de comunión y participación. Este último modelo, el modelo latinoamericano, es una "recepción creativa" del Concilio Vaticano II, en la medida en que asume sus tesis e intuiciones, recreándolas y ampliándolas, según su contexto y las exigencias concretas de la evangelización”. Preguntas para una reflexión compartida: 1.¿Cuáles son las características fundamentales de los modelos de acción y de Iglesia del Nuevo Testamento y de los que, partiendo de éste, se fueron configurando a lo largo de la historia de la Iglesia? 2. ¿Qué modelo de acción y de Iglesia están presentes en la comunidad donde usted está comprometido? 3. ¿Qué es necesario hacer para que el modelo neotestamentario se encarne en tu propia realidad, sobre todo en la perspectiva de los pobres y excluidos? 74