un paradigma y varios modelos pastorales

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UN
PARADIGMA
Y VARIOS
MODELOS
PASTORALES
Muchas veces hemos concebido la pastoral desde un modelo uniforme.
Propongo valorar y sostener la diversidad de modelos pastorales, pero
integrados, incluidos y articulados en un mismo paradigma pastoral. El
objetivo de este escrito es dar un paso: ponernos en contacto con
paradigmas pastorales que nos ayuden a confrontar los nuestros.
Modelos:
-Eucarístico
-Bautismal
-Creyente
UN PARADIGMA Y VARIOS MODELOS PASTORALES
Jorge Eduardo Scheinig
A. INTRODUCCION
Necesitamos hacer una reflexión sobre nuestros modos o estilos pastorales, precisamos revisar nuestras
maneras de obrar y de hacer la pastoral.
Cada uno de nosotros tiene un mundo de ideas que orientan la acción. Las cosas las hacemos como las
hacemos porque adentro nuestro, hay ideas que dan sentido, dirección, finalidad al obrar.
Ideas que surgen de nuestros estudios, lecturas, experiencias, charlas, evaluaciones, cambios que
hacemos después de unas cuantas equivocaciones, haber alcanzado algunas pocas certezas, realizar
trabajo en equipo, en soledad, ideas alcanzadas con y en oración, en fin, es todo lo aprendido hasta aquí.
También, están presentes en esa interioridad nuestros valores, principios y convicciones.
De alguna manera, todo ese cúmulo de ideas es nuestro mundo interior, que a veces manifestamos y
comunicamos con facilidad y otras tantas, guardamos celosamente por miedo, por inseguridad, por
comodidad, por un marcado individualismo, etc.
Es muy seguro, que algunas de esas ideas profundas que marcan nuestro modo de hacer, ni nosotros
somos conscientes de cuánto nos determinan. No llegamos facilmente a ellas, no nos damos cuenta ni
cómo, ni cuánto nos condicionan, pero ellas están y viven en nuestro inconsciente.
Hoy se suele llamar “paradigma” a esa estructuración de ideas que nos dan como un mapa, con
coordenadas y referencias, que nos permiten situarnos en la realidad. Son como una red de significados
que nos ubican rápidamente frente a Dios (lo religioso), los otros (la familia, lo social, lo político, lo
cultural), frente a uno mismo (lo psicológico, subjetivo, afectivo, espiritual), las cosas (el mundo
material, la naturaleza, el trabajo, etc).
La palabra paradigma proviene del griego:  (paradeigma)1, formada por el prefijo para =
junto y deigma =modelo, ejemplo.
Esta palabra se usa para denominar elementos que siguen algún diseño o modelo.
Otro uso para la palabra paradigma refiere a los filtros que impone nuestro cerebro: es decir a las
suposiciones, conceptos, valores y previa experiencia con los que miramos las cosas. Como dice el refrán:
“todo es según al color del cristal con que se mira”2.
Paradigma es un modelo o patrón en cualquier disciplina científica u otro contexto epistemológico. El concepto fue
originalmente específico de la gramática; en 1900 el diccionario Merriam-Webster definía su uso solamente en tal contexto, o en
retórica para referirse a una parábola o a una fábula. En lingüística, Ferdinand de Saussure ha usado paradigma para referirse a
una clase de elementos con similitudes. El término tiene también una concepción en el campo de la psicología refiriéndose a
acepciones de ideas, pensamientos, creencias incorporadas generalmente durante nuestra primera etapa de vida que se aceptan
como verdaderas o falsas sin ponerlas a prueba de un nuevo análisis.
2 El físico y filósofo estadounidense, Thomas Kuhun (1922-1996), acuño esta nueva interpretación de la palabra y el término
“cambio de paradigma” (paradigm shift) en su libro “las estructuras de las revoluciones científicas” (The Structure of Scientific
Revolution, 1962).
Según Kuhun, una revolución científica es un cambio tan grande que el paradigma anterior ni siquiera se puede comparar con el
paradigma nuevo, porque incluso las palabras que se usan para explicarlo son nuevas.
El modelo de Kuhun tiene las siguientes fases:
1. Establecimiento de un paradigma.
2. Ciencia Normal: los científicos usan el paradigma para explicar su ciencia. A medida que lo van usando se acumulan
paradojas, es decir, ciertas observaciones que van en contra del paradigma.
1
55
Necesitamos reconocer que el paradigma alcanzado por cada uno de nosotros es sumamente valioso,
tanto, que por eso lo defendemos por momentos de manera casi categórica, tajante y definitiva.
También debemos reconocer que las personas más seguras de sí misma no tienen dificultades de
dialogar abiertamente, exponerse y modificar sus ideas. Las más inseguras, les cuesta más. No digamos,
aquellas que suelen ser caprichosas, obsesivas, etc.
Por otra parte, podemos confesar que en general damos a conocer muy poco de nuestro paradigma.
Nos ayuda la figura del iceberg. Un iceberg o témpano de hielo es un pedazo grande de hielo dulce
flotante, desprendido de un glaciar formado por nieve o de una plataforma de hielo. Los icebergs se
desprenden por la fuerza de las olas. Después son arrastrados por la corriente hacia aguas más cálidas y al
llegar a ellas se deshacen rápidamente. Sólo 1/9 parte es visible, el resto permanece sumergido y puede
tener una longitud de varios kilómetros.
Nosotros mostramos, damos a conocer, una parte pequeña de lo que pensamos, ¿será de la misma
proporción del iceberg, 1/9?, en realidad, no interesa tanto la medida pero sí captar con máximo realismo
que nos mostramos muy poco. Para poder manifestarnos, mucho influye el clima de confianza que
tengamos con quienes inter-actuamos. A mayor confianza y libertad en el grupo más comunicación y más
compartir y por lo tanto, es mucho extraordinaria la posibilidad que nuestro paradigma cambie, crezca, en
mayor o menor medida, pero que no se anquilose.
En grupos con alto grado de desconfianza, con historias críticas, con prejuicios, etc., es posible que lejos
de hacer modificaciones nos cerremos y pongamos a la defensiva, etc.
Suele pasar que en los trabajos grupales, acordemos acciones compartidas, pero que siguiendo el
ejemplo del iceberg, sólo lo hacemos en una pequeña proporción, entonces, terminada la reunión
todos satisfechos por los acuerdos logrados, cuando cada uno trabaja en lo suyo las cosas son distintas,
porque ahora nos guía “todo” nuestro paradigma, y no solo lo que dimos a conocer.
Para reflexionar sobre nuestros paradigmas, revisarlos y también, llegado el caso cambiarlos, es
fundamental confrontarlos. Ponerlos en común con otros, en franco diálogo, sería ya un paso más que
importante, pero si esto se nos volviera dificultoso, por lo menos sería significativo animarnos a
confrontarlos con otros.
El objetivo de este escrito es dar ese paso: ponernos en contacto con paradigmas pastorales que nos
ayuden a confrontar los nuestros.
3.
4.
5.
Crisis: las paradojas se acumulan a tal grado que causan una crisis. Los científicos pierden confianza en el paradigma inicial.
Revolución científica: los científicos empiezan a probar cualquier teoría. Se proliferan las teorías. Esto fuerza que los
científicos discutan los fundamentos.
Establecimiento de un nuevo paradigma: nace un nuevo paradigma que cambia el mundo científico. Este nuevo paradigma
no sólo es incompatible con el anterior, sino que también es inconmensurable. Es decir, ni siquiera se puede comparar,
puesto que las palabras y unidades de medida son diferentes.
Para ayudarnos a entender la dimensión del cambio decimos:
Dice un dicho: “No importa el destino sino el viaje”. Otro refrán: “La vida es un continuo proceso de cambio. Cuando uno deja de
cambiar, muere”. Estos dichos recalcan que la vida en sí es un proceso iterativo (repetitivo, insistido, reiterado, reiterativo,
renovado). Igual que la vida, un cambio de paradigma no es un proceso lineal, sino un proceso iterativo, donde el auto-estímulo
juega un gran papel. Es decir, uno mismo se dice: “Tengo que correr distancias más largas”, o “Tengo que corregir mis errores”.
Este proceso no sólo es iterativo, sino que es también. Multi-dimensional, es decir, no sólo un estímulo, sino muchos y diferentes
y a veces contradictorios. Cada uno de estos estímulos provoca, desencadena o estalla en su propia dirección (dimensión).
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Propongo distinguir entre Paradigma Pastoral y Modelo3 Pastoral:
Planteo llamar PARADIGMA PASTORAL, al mundo de ideas, principios, valores, que se van haciendo
certeza, y convicción en nuestro interior, y que nos es dado fundamentalmente con la cristología y la
eclesiología de este tiempo de la Iglesia.
Claro, que ese paradigma se va haciendo con nuestras experiencias vitales, con nuestra espiritualidad, y
hasta nuestro mismo proceso de madurez, pero valga en este momento, quedarnos con el gran marco
cristológico y eclesiológico, que nos viene dado por el Concilio Vaticanos II, Evangelii Nuntiandi, muy
especialmente en nuestro contexto actual, por Evangelii Gaudium y por el Magisterio Latinoamericano,
expresado en sus cinco conferencias generales: Río de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo,
Aparecida.
Es más, me animo a decir que es esencia, para un proceso pastoral de conjunto, con otros, en comunión y
participación, aceptar de buen grado este Paradigma Pastoral.
Pero, distingo el PARADIGMA PASTORAL, de MODELOS PASTORALES, que serían los Marcos de acción
concretos con los que pretendemos hacer la evangelización a los distintos destinatarios, sean personas,
grupos o a la misma multiculturalidad.
Mientras que el Paradigma Pastoral se forma, se estructura y configura, con la reflexión teológica que la
misma Iglesia de este tiempo hace fundamentalmente sobre Cristo, la Iglesia y el Hombre en diálogo con
la realidad; el Modelo Pastoral, está más tensionado hacia la realidad que se manifiesta diversa y que nos
invita a crear por lo tanto distintos modelos pastorales, con estrategias de evangelización bien concretas.
Entonces hablo de UN ÚNICO PARADIGMA PASTORAL actualizado que opera como un gran marco, que
sustenta y orienta la vida de la evangelización y VARIOS MODELOS PASTORALES que vividos
simultáneamente, la concretan.
De esta manera, salgo de la pretensión de un MODELO PASTORAL ÚNICO con el que se intenta
evangelizar la realidad diversa y multicultural.
No alcanza un solo modelos para evangelizar la diversidad, pero si podemos tener un gran marco
referencial, es decir, un paradigma.
Repito, UN PARADIGMA PASTORAL, para muchos MODELOS PASTORALES vividos SIMULTANEAMENTE.
3
En ciencias puras un modelo permite determinar un resultado final o output a partir de unos datos de entrada o inputs. Se
considera que la creación de un modelo es una parte esencial de toda actividad científica.
Aun cuando hay pocos acuerdos generales acerca del uso de modelos, la ciencia moderna ofrece una colección creciente de
métodos, técnicas y teorías acerca de diversos tipos de modelos. En la práctica, diferentes ramas o disciplinas científicas tienen
sus propias ideas y normas acerca de tipos específicos de modelos (ver, por ejemplo: teoría de modelos). Sin embargo, y en
general, todos siguen los principios del modelado.
Para hacer un modelo es necesario plantear una serie de hipótesis, de manera que lo que se quiere estudiar esté suficientemente
plasmado en la representación, aunque también se busca, normalmente, que sea lo bastante sencillo como para poder ser
manipulado y estudiado.
El término modelo, deriva de moda, se refiere a una persona que viste una prenda, ropa o accesorio con el fin de exhibirlo a
terceros.
Dice el diccionario sobre modelo:
1
Representación que se sigue como pauta en la realización de algo: toma a su padre como modelo y le copia en todo lo que
puede.
2
Persona que merece ser imitada por sus buenas cualidades: modelo de bondad; modelo de simpatía.
3
Objeto que se fabrica en serie y que tiene las mismas características que los que pertenecen a su mismo tipo.
4 Perfecto en su género.
5
Lo que ha de servir de objeto de imitación.
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B. UN MISMO PARADIGMA Y VARIOS MODELOS PASTORALES
Nos ubicamos en el Paradigma del Concilio Vaticano II, su recepción en América Latina, y también en
Argentina, con documentos pastorales como “Iglesia y Comunidad Nacional”, “Líneas Pastorales para la
Nueva Evangelización” y “Navega Mar Adentro”.
Vale aclarar que cuando hablamos de “Modelos Pastorales” podemos distinguir tanto en una parroquia
como en una diócesis:
Más tradicionales: basados en un estilo de parroquia y/o diócesis en la que de fondo, se hace
todo lo necesario para generar una pastoral de “adoctrinamiento” de la fe.
Más renovados: con una liturgia, una catequesis y una caridad, más dispuestas al servicio de la
comunidad. Pueden generar más adoctrinamiento y/o más anuncio kerygmático.
De mantenimiento: se hace lo que se ha venido haciendo, con temores a los cambios y sin pensar
mucho en ellos. Se teme que la renovación vacíe de sentido y nos haga perder el control pastoral.
Más litúrgicos - sacramentales: basados más en el culto y en el templo como centro de la vida
comunitaria y de lo pastoral.
Más misioneros: donde permanentemente se plantea la vida comunitaria en referencia hacia los
que no están o hacia los más alejados.
Más insertos: volcados hacia los pobre y marginados, proponiendo un protagonismo activo de
ellos en la vida de la comunidad y de la misión.
Otros…
No hago un ahora juicio de valor, solo digo que algunos modelos están más en consonancia con el
Paradigma Pastoral de nuestro tiempo.
No se excluyen necesariamente, o se impone uno sobre otro, ni se descartan entre sí. Por momento se
articulan, o uno da paso a otro; a veces, en el mismo proceso comunitario, otras en el cambio de párroco,
etc.
Pero, si la Urbe está caracterizada por la Multiculturalidad, la Diversidad, las múltiples ofertas de sentido,
de experiencias “religiosas”, de clases sociales, de cantidad de ciudades invisibles y de realidades, es
imposible sostener un solo modelo pastoral como propuesta evangelizadora.
Parece imposible “dialogar pastoralmente” con la diversidad de manera simultánea, y sin embargo este
será nuestro mayor desafío.
Para comenzar el planteo me refiero a TRES MODELOS PASTORALES:
 EUCARISTICO
 BAUTISMAL.
 CREYENTE.
Las unidades pastorales, sean diócesis o parroquias, deben atender cada vez más a la diversidad y no
experimentarla necesariamente como amenaza sino como oportunidad.
Necesitamos aprender a sostener simultáneamente, aún en la tensión, distintos modelos pastorales, en la
misma unidad pastoral, diócesis o parroquia.
A modo de ejemplo, creo que es posible hacer experiencias con estos tres modelos, que no se excluyen ni
contraponen, por el contrario, se pueden vivir a modo de manera articulada y complementaria y de esta
manera enriquecer la vida de la comunidad.
58
 EL MODELO EUCARÍSTICO: son los que sostienen las comunidades, la catequesis, la liturgia, la
caridad. Están integrados en la vida de las comunidades. Tienen un Modelo propio, un lenguaje,
símbolos, ritos que los identifican. Son los cotidianos. Atiende al 3% de los fieles.
La tendencia es a centralizar en “el templo” la vida de la comunidad. Llamo “templo”, al espacio
simbólico de una comunidad centrada en sí misma.
Necesitamos con ellos la renovación de la comunidad parroquial, intentando hacer una
conversión pastoral (personal – comunitaria – institucional) y poder dejar de lado las estructuras
caducas.
 EL MODELO BAUTISMAL: atiende a la mayoría que viene espontáneamente a bautizar a sus hijos.
Asume el lenguaje, los símbolos y los ritos propios de la religiosidad popular. Es otro Modelo al
anterior. Necesita revalorizar acciones propias tanto para la acogida, como para la celebración y el
seguimiento. Su fuerza es preparar, provocar y facilitar el “Encuentro” con Dios, y una buena
experiencia religiosa de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que experimenten una Iglesia receptiva,
cordial, atenta, que le habla más con los gestos que con las palabras.
En este sentido, parece interesante hablar de la “santuarización de las parroquias”. Imágenes
accesibles, agua bendita, encendido de velas, todo de fácil acceso. También momentos de oración
sencilla, peticiones, etc.
Me parece que se incluye también aquí, la atención a los enfermos desde la Pastoral de la Salud.
También el acompañamiento en el momento de la muerte, pues la oración en los velatorios es un
momento particular para el diálogo con esta experiencia de fe.
Sin duda la atención a los pobres y excluidos por medio de la Pastoral Social y/o Caritas es clave
en este modelo, ya que es el “gesto” que la Iglesia tiene con los más débiles y frágiles,
convirtiéndose en predicación viva al asumirse como Iglesia Samaritana y de servicio.
Trabajar más y mejor la experiencia de “sanación” (no al modo carismático, pero sí
incluyéndolos), aprovechar el “ministerio del alivio”, “el sacramento de la Unción de los
enfermos”, nos podría ayudar a desarrollar este “modelo bautismal”.
 EL MODELO CREYENTE: O de “diálogo con los que están buscando”. Otro Modelo. Es el que trata
de dialogar con los que viven en LA RELIGIÓN DE LA CIUDAD SECULAR Y LA CIUDAD DE LAS
SENSACIONES. Estos en su mayoría son bautizados que abandonaron la Iglesia y que tienen
lenguaje, símbolos y ritos propios, ya sean más lógicos y racionales como más sensibles y
afectivos, pero atravesados de un modo pragmático e individualista.
Necesitamos generar un punto de contacto que, rescatando sus propias búsquedas de sentido,
plantee sus búsquedas “espirituales” pero no contrarias a la búsqueda “religiosa”. Hoy se habla de
espiritualidad sin necesidad de religión, para afirmar lo personal - individual, frente a lo
comunitario - institucional.
Necesitamos tener propuestas pastorales, tanto en el plano de la razón, como podrán ser
encuentros, charlas, debates de los problemas de la vida personal, social y política, como así
también encuentros con experiencias vivas que atiendan a lo sensible y afectivo. No
necesariamente en el ámbito de la parroquia, mucho mejor, en espacios comunes al barrio o
ciudad.
También animando a cristianas /os a la participación y a estar presentes en las oportunidades en
las que las instituciones del barrio organiza eventos. Claro que es clave el modo de participación y
presencia.
Muchas de estas personas, las encontramos en el sacramento del matrimonio, como así también
cuando nos toca acompañar a las familias que se enfrentan a la muerte de un ser querido.

Si no fuera posible en una parroquia, por ser una unidad pastoral muy pequeña y básica, y
que responde fundamentalmente a una división geográfica, deberíamos pensar la aplicación
de estos u otros modelos entre varias parroquias cercanas, o en un mismo decanato y sin
duda en la diócesis.
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TODO ESTO NOS DESAFÍA A UN NUEVO TIPO DE ORGANIZACIÓN Y DE FORMACIÓN PASTORAL.
EN CUANTO A LA ORGANIZACIÓN:
Esto nos desafía a otros tipos de proyectos pastorales y de una organización comunitaria con mayor
capacidad de delegación, que atienda a la diversidad.
La centralización, responde de alguna manera a sostener un solo modelo pastoral.
Como es un único modelo el que se quiere llevar adelante, es lógico que se tienda a centralizar para no
perder el “control” de la evangelización.
Hay que avanzar en formas de organización pastoral y de conducción de la misma, con mayor capacidad
de delegación. Y más flexible para que ni la organización comunitaria ni las personas se quiebren.
Una iglesia con muchas posibilidades de ministerialidad, es decir, modos de servicio oficialmente
reconocidos.
Aparecida insistirá en “renovar todas las estructuras eclesiales para que sean esencialmente misioneras”.
Ver DA 365 a 372, y desde esta perspectiva se invita a la “Conversión Pastoral” y a “abandonar las
estructuras caducas que ya no favorezcan a la transmisión de la fe” (365).
EN CUANTO A LA FORMACIÓN:
En general, nuestros agentes pastorales, sean consagrados o laicos, se mueven con comodidad en un solo
modelo: fundamentalmente el eucarístico.
Nos falta plasticidad para atender y sostener en uno mismo como agente pastoral y en las estructuras
varios modelos y de manera simultánea.
Nos cuesta permanecer en la tensión que significa vivir en una misma unidad pastoral, compartiendo
varios modelos a la vez. Corremos el riesgo de intentar dialogar y dar respuesta a la diversidad llevándola
a un mismo lenguaje, a los mismos símbolos y ritos.
Usamos un tipo de lógica y un ordenamiento pastoral que por auspiciar, beneficiar y por momentos hasta
defender a un Modelo, anula a los otros. No estamos preparados para saber convivir en la diversidad y
con varios modelos.
Nuestra formación, basada en la comprensión racional y lógica de la fe y de la realidad, nuestro lenguaje
más esencial que existencial, nuestros símbolos muchas veces estáticos y/o fosilizados, nuestros rituales
vaciados de sentido, nos ha quitado capacidad de dialogar, asumir, valorizar, potenciar y aprovechar la
riqueza de la diversidad al servicio de la unidad del Reino de Jesús y de Su Evangelio.
LA URBE NECESITA AGENTES PASTORALES BI- CULTURALES O TRI-CULTURALES.
Se trata de promover, alentar y formar agentes (consagrados o laicos) que puedan hablar dos o tres
“lenguajes” a la vez, que puedan convivir sanamente (no de manera esquizofrénica) con otros símbolos
y otro tipo de rituales.
Que convivan en la diversidad de la urbe y de las ciudades invisibles, de geografías sociales, de la
multiculturalidad, con espíritu positivo, con capacidad de “empatía” y no de antipatía por la realidad.
El agente pastoral, atravesado por la realidad, necesita vivir en la urbe como en su casa, a gusto y no
exiliado, peleado y desencontrado con la ciudad y sus circunstancias.
La forma cultural o de vida actual, genera varios tipos de paradigmas, que desde el espíritu del Evangelio,
no parece necesariamente contrario al surgimiento de este tipo de agentes pastorales.
Necesitamos cambiar modos de pensar, estructuras, y formas de poder y liderazgo.
Necesitamos también pensar y ensayar una “espiritualidad nueva” que acompañe la vida de los agentes
pastorales y de todos. Una espiritualidad llena de la Trinidad, que recree, entusiasme y provoque mucha
pasión por el Reino de Dios y del Evangelio de Jesús vivido en la comunidad de los creyentes que es la
Iglesia, pero sin miedo a la diversidad, o a la perplejidad, con un tipo de liderazgo que sepa dialogar con
los diferentes y provoque comunión.
60
El conflicto será una oportunidad para el aprendizaje y no un lugar para dejar crecer los miedos que nos
encierran en nuestros propios esquemas y nos ponen a la defensiva.
Me parece clave que la formación de los agentes, se de en contacto con la realidad.
En este sentido la Misión, será el desafío de un nuevo modo de acercarnos a la realidad y contemplarla,
de dialogar con la diversidad, de hacer un profundo discernimiento para aprender a interpretarla y luego
hacer propuestas pastorales.
Necesitamos aprender nuevos lenguajes, entrando en contacto con la realidad diversa.
Esto produce “tensión”, por el miedo a la pérdida de “unidad doctrinal”, ya que no hablamos solo de
palabras como único vehículo de transmisión, sino también de símbolos, gestos, actitudes: entonces los
“contenidos” necesitan soportar necesariamente una “adaptación crítica”. No deberíamos entender esto,
como perdida de unidad doctrinal, sino como intentos muy válidos para: “la inculturación del evangelio”,
“un diálogo pastoral”, “una pastoral encarnada”, “un anuncio kerygmático”, etc.
Para mi gusto, aquí se juega una de las claves más importantes de la “conversión pastoral”, es decir,
confiar verdaderamente, en que cada agente de pastoral, especialmente los laicos, sabrán traducir en
su propio lugar el evangelio de Jesús, y lo harán sin la mediación del clero y mucho menos su
aprobación.
61
ANEXO
A continuación, presento el estudio que hace Agenor Brighenti4. Es un valioso aporte y que me resulta de
muchísima utilidad a la hora de hablar de los Paradigmas Pastorales que la Iglesia fue configurando a lo
largo de su historia de evangelización.
Lo tomo del libro: “Anunciar la Buena Noticia de la Salvación, La inteligencia de la práctica”. 5 He realizado
pequeños recortes, fundamentalmente para reducir su tamaño.
A lo que él va a llamar “Modelos de Acción Pastoral y Modelos Eclesiológicos”, yo llamaré Paradigma, y en
todo caso, lo que él llama “Modelo de Acción”, yo lo asimilo bastante con lo que sería un “Modelo
Pastoral”.
GRANDES PARADIGMAS PASTORALES, A LO LARGO DE LA HISTORIA
(Tomado del libro de Agenor Brghenti)
“La acción pastoral de la Iglesia, aunque esté bajo el influjo de la gracia y del dinamismo del Espíritu, no
deja de ser una acción humana, sujeta a las contingencias de cualquier acción. Al responder
pastoralmente a los desafíos de su contexto, inevitablemente irá configurando determinados "modelos"
de acción, en los que, a su vez, subyacen diferentes "modelos" eclesiológicos. El caminar de la Iglesia en
la historia nos muestra esta contingencia, que, lejos de ser un límite, la libra de ser una ideología.
¿Cómo entender la existencia de modelos eclesiológicos, si la Iglesia de Jesucristo es "una" y "única"?
Como "tradición", la Iglesia es la historia del Espíritu Santo en la historia del peregrinar del nuevo Pueblo
de Dios a través de los tiempos. La constituyen dos elementos esenciales: el Espíritu Santo, como
presencia continua de Dios, y las personas que la forman. La Iglesia fue querida y fundada por Jesús, pero
constituida por el Espíritu de Pentecostés, transformando en activos a unos discípulos inactivos. Como
estructura hierofánica, tiene la misión de manifestar lo divino a través de lo humano, sin pretender
nunca tomar su lugar, so pena de eclipsarlo. Su primera misión es dejar a Dios ser Dios. No pretende
poseer la verdad, sino dejarse poseer por ella.
La tensión entre los dos polos -carisma e institución-, inevitable y saludable, hace que la Iglesia vaya
elaborando a lo largo de la historia, a partir de su forma de presencia en el mundo y de su acción,
progresivas y diferentes comprensiones de sí misma. Subyacente en cada modelo de acción hay un
modelo eclesiológico. Unos ponen de relieve ciertos aspectos y peculiaridades que otros olvidan,
silencian u opacan. Como institución divina y humana, por un lado, es santa y está animada por el
Espíritu del Resucitado y, por otro, imprime en cada época un rostro inevitablemente imperfecto,
modificable y reformable.
4
Agenor Brighenti es sacerdote brasileño, de la diócesis de Tubaráo, Santa Catarina. Es doctor en Ciencias Teológicas y Religiosas
por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica; se ha especializado en Pastoral Social por el Instituto Teológico-Pastoral del
CELAM, Medellín, Colombia, y es licenciado en Filosofía por la Universida de do Sul de Santa Catarina. Tubaráo. Actualmente es
profesor de Teología en el Instituto Teológico de Santa Catarina (ITESC) y en la Universidad Pontificia de México, y de Filosofía en
la Universidade do Sul de Santa Catarina (UNISUL). Es presidente del Instituto Nacional de Pastoral de la Conferencia Naciona l de
Obispos del Brasil (CNBB).
5 A. Brighenti, Anunciar la Buena Noticia de la Salvación, La inteligencia de la práctica transformadora de la fe, España, Ediciones
Siquem, 2006. Capítulo primero: Modelos de acción pastoral y modelos eclesiológicos, 19-42.
62
1. EL. MODELO NORMATIVO NEOTESTAMENTARIO
El modelo neotestamentario, aunque normativo para todos los tiempos, se fue tejiendo por la tradición
apostólica, constitutiva de las Escrituras, inspirada por el Espíritu Santo.
En la Escrituras, la Iglesia primitiva aparece simultáneamente como universal y local. Es una realidad
transcendente con una configuración terrena. Es la obra misteriosa de Dios, precedida por el pueblo de
Israel y edificada sobre el nuevo Israel, el nuevo Pueblo de Dios, guiado por el Espíritu del Señor, muerto
y resucitado. Por eso, en este modelo, Espíritu e Iglesia van indisolublemente unidos en el tiempo y en el
espacio. El tiempo de la Iglesia es el tiempo de Espíritu Santo. No es una institución cerrada, replegada
sobre sí misma, sino pública y abierta a todos los pueblos y razas.
Son siete por lo menos los elementos que caracterizan el modelo eclesial neotestamentario:

La Iglesia apostólica. Según el Nuevo Testamento, no hay Iglesia sin apóstoles o sin relación con
ellos. Los testigos del Resucitado son los primeros receptores del Espíritu y de sus dones para el
servicio del Evangelio. Los apóstoles son los primeros en la misión y en la predicación. Son el
fundamento de la Iglesia en el seno de la comunidad local, particular (cf. Mt 28, l9-20; Jn20,2l-23;
He 2, 14; 2, 42; 4, 33; 6, 1-6; 15,2; 21,18).

La Iglesia es una. Su unidad viene de Dios, que es uno solo y Trinidad: un solo Dios en tres
personas. Viene también de su constitución: una sola fe, un solo bautismo, un solo Espíritu. Es la
unidad del amor, de una "túnica inconsútil", que se manifiesta en "un solo rebaño y un solo
Pastor". Toda división en su seno es un mal que debilita su ser y su misión (cf. I Co 1-13; 3, 9-11; 10,
16-17; 12, 11; 12, 12-26).

Es La Iglesia de la palabra y de los signos sacramentales. Ante todo, la Iglesia es Iglesia de la palabra
anunciada como Evangelio, acogida y proclamada por el testimonio, que por la fuerza del Espíritu
Santo actualiza la salvación, sobre todo por el bautismo y la eucaristía. Por el bautismo, hace
acontecer la nueva creación en la medida en que confiere a la persona bautizada la participación
en el misterio pascual de Cristo. San Pablo dice que por el bautismo somos "insertados" en Cristo.
La eucaristía es el símbolo que mejor expresa y alimenta esta pertenencia al Reino de Dios,
inaugurado y anunciado por Jesucristo (cf. He 2, 14-36; 3, 12-26; 4, 8-12; 5, 29-32; 10,34-43).

La Iglesia está regida por un orden de carismas y ministerios. En el Nuevo Testamento no hay
contraposición o separación entre carismas que el Espíritu confiere a todos y ministerios, es decir,
servicios institucionalizados en el seno de la comunidad. No hay dos clases de cristianos -clérigos
y laicos-, sino una comunidad, toda ella ministerial, en cuyo seno los ministerios se distinguen
unos de otros, pero no se separan. Destacan los carismas de la Palabra, pues la Iglesia es ante todo
la Iglesia de la Palabra: profecía, interpretación y predicación, seguidos de los carismas caritativos
o diaconales. Palabra y diaconía son las dos características fundamentales de la Iglesia
neotestamentaria. La diaconía no es una mera derivación de la Palabra, sino sobre todo condición
para acogerla y hacerla fructificar (Jn 3,8; Rom 12,4-5; 1 Co 12, 1-31; 13; 14; Ef 4, 16; 1 Pe 2, 4-I0).

La Iglesia es la comunidad de los convertidos y de los que han nacido a la fe. La fe se concibe como
acogida del Evangelio y de la vida de Dios, vivida en la esperanza, en la perseverancia y en la
fidelidad hasta el martirio, que significa "dar testimonio". La fe se hace efectiva y concreta en el
amor simultáneo a Dios, en Jesucristo, y a los hermanos. Como dice san Juan, "si dices que amas a
Dios, a quien no ves, y no amas al hermano, a quien ves, eres un mentiroso" (I Jn 2,4; cf. Mt 4, 17;
11, 12; Le 16, 16; Col 1,24).
63

La Iglesia está en el mundo, pero no es de este mundo. Existe para el mundo, para ser signo e
instrumento de salvación del mundo. Está en el mundo, sin poder salir del mundo y sin
pertenecer a él, porque viene de Dios. Intentar colocarse fuera del mundo no deja de ser una
manera de continuar dentro del mundo de forma alienada. La Iglesia fue enviada al mundo,
aunque no comparta su mentalidad y tendencias, puesto que es instancia que lo invita a
transcenderse, a realizarse plenamente en el seno de la nueva creación inaugurada por Cristo
resucitado (cf. Jn 11, 52; 10, 16; Heb 13, 14; Ef 2, 21-22; 4, 13).

La Iglesia es una realidad escatológica. Por su condición de "Sacramento del Reino de Dios", la
Iglesia vive en tensión entre el "ya" y "todavía no" (O. Culmann), entre un Reino del cual es ya
signo e instrumento en este mundo, pero que llegará a su plenitud en la meta-historia, en la
escatología. Por su misión, va haciendo que se vislumbren en la historia los últimos tiempos (cf.
Rom 8, 19-22; 1Co 10, 11; 15,26-27; Col3,4; 1Tim 2, 11-12; 2 Pe 3, 13; 1 Jn 3, 2).
2. MODELOS HISTÓRICOS DE LA TRAYECTORIA ECLESIAL
El modelo normativo neotestamentario, tejido bajo la inspiración del Espíritu Santo, cuenta con los
elementos esenciales que deben estar presentes en todos y en cualquier modelo. En su peregrinar
histórico, según su contexto y las necesidades de su misión evangelizadora, la Iglesia va encarnando este
modelo en conformaciones que plasman el rostro de su precariedad como institución, también cultural.
Los modelos subsiguientes dejan de plasmar la normatividad primera, aunque no sean falsos, dado que
la tradición eclesial, de manera distinta de la tradición apostólica, tiene la asistencia y no la inspiración
del Espíritu Santo.
Recordando el peregrinar de la Iglesia en sus dos milenios de historia, podemos identificar por lo menos
cinco modelos de acción, con sus respectivos modelos eclesiológicos. Es interesante notar que en los
períodos patrístico y del post-Vaticano II, primero viene el modelo de acción, que configura un modelo
eclesiológico, procediéndose de manera inductiva o dialéctica en relación con la historia, mientras que
en los períodos medieval y moderno, primero aparecerá el modelo eclesiológico, seguido del modelo de
acción derivado de él, con un procedimiento deductivo típico de la postura esencialista que caracteriza
esos períodos de la historia de la Iglesia.
2.1 La pastoral profética: la Iglesia como misterio de comunión (Ecclesia Mater).
Este modelo de acción y el modelo eclesiológico derivado de él son típicos de la Iglesia antigua, que
comprende todo el período patrístico (del siglo II al comienzo del siglo Vil en Occidente, y al siglo VIII en
Oriente); aunque con la llegada de la era constantiniana (siglo IV) y del agustinismo (siglo V), empezó ya a
perfilarse el modelo de "cristiandad". El modelo eclesiológico de este período se concibe a partir de la
acción; el modelo del período siguiente se superpondrá a ella.
Modelo de acción
En la Iglesia antigua, son tres las acciones principales que ocupan la vida de los cristianos: el testimonio
de la vida (martyría), la proclamación de la fe en Jesucristo (kerigma) y la enseñanza de !a palabra de Dios
(didaskalia). El bautizado pasa a integrar la "comunidad de los santos", que tiene en la eucaristía la
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expresión más viva de la nueva vida. La Palabra y la predicación ocupan un lugar central, sobre todo en la
vida de los que están al frente de las comunidades: los episcopal (obispos), los presbítero/ (presbíteros),
así como los profetas, los doctores, los guías, los evangelistas y los responsables. La acción pastoral se
centra, por tanto, en el testimonio y en el anuncio, en la celebración eucarística y en la asistencia a los
pobres, derivación o consecuencia de la Palabra y de la eucaristía. El anuncio se hace por la predicación
misionera, por la homilía y por la catequesis, que en este período estaba estrechamente unida a la
predicación.
La literatura cristiana, en un primer momento, es de tipo epistolar (cartas de edificación mutua entre las
Iglesias), después de tipo "apologético" (defensa de la fe cristiana ante el Imperio y las herejías) y,
finalmente, de tipo "teológico".
Modelo eclesial
En sus orígenes, generalmente había en cada ciudad una sola Iglesia (ecclesia/asamblea), unida en torno a
la celebración eucarística dominical y reunida alrededor de un colegio de presbíteros, que normalmente
presidían rotativamente la celebración, aunque a veces algunos pasajes de las Escrituras den a entender
que existe más de una domus ecclesiae en una misma ciudad (cf. Rom 16,3-5.10.11.14.15). Las personas que
integran las comunidades, en general, provienen de los humiliores: personas de la plebe, de las
periferias. Más tarde, en el alto Egipto, se crearon las primeras comunidades rurales, para dispensar a
los fieles de largas caminatas para participar en la eucaristía, siempre en la madrugada del domingo, día
del Señor.
Hay una sola categoría de cristianos: los bautizados. Los catecúmenos se preparan todavía para serlo.
Sólo a partir del siglo III, cuando se impone la tríada obispos-presbíteros-diáconos, aunque ya existiese a
principios del siglo II con Ignacio de Antioquía (año 107), surge la palabra "laico", para distinguirlo del
clero, a ejemplo de lo que existía en el judaísmo. También el término "laico" ya aparecía en la carta de
Clemente Romano a los Corintios (40,6) en el siglo I (año 90).
A ejemplo del modelo neotestamentario, la Iglesia es local. En la comunión de las personas concretas
que la integran se hace presente toda la Iglesia (heredera del Pueblo de Dios del A.T.), aunque no la
Iglesia toda. Está constituida por los "llamados" o "santos", "discípulos", "hermanos", o simplemente
"cristianos" (caracterizados así por primera vez en Antioquía), que constituyen el pueblo escatológico de
Dios. La auto-comprensión de la Iglesia (eclesiología) se funda en la pneumatología: la Iglesia es la
asamblea (reunión) y la koinonía (comunión) de los convocados por la misteriosa decisión de Dios en
Jesucristo, para vivir en la unidad, mediante los dones del Espíritu, capaces de acoger las diferencias de
razas y culturas. Por eso, fa Iglesia es generalmente llamada "madre" (Ecdesia mater), esposa de Cristo
(sponsa Christi) y misterio de comunión (koinonía). Sin triunfalismos, se auto-concibe como la "pequeña
grey", que, ante un mundo pagano y hostil, está llamada a ser diferente, a vivir en el riesgo, en la
persecución y en el martirio.
2.2. La pastoral sacramental: la Iglesia como cuerpo de Cristo ("Mater regina").
Este modelo tiene sus raíces en el giro constantiniano del siglo IV y en el agustinismo del siglo V. El
primero significó un profundo cambio en la vida de la Iglesia, tanto en su concepción interna como en su
configuración externa. Atrás quedarían la intolerancia, la ilegitimidad y la persecución. Lo eclesial, el
imperio y lo geográfico empezarían a tener lazos que configurarían el modelo eclesial de la cristiandad
medieval. El segundo factor, el agustinismo, hace de la civitas Dei el horizonte de un modelo que
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legitimará, por un lado, la intervención del Estado en la vida de la Iglesia y, por otro, a la Iglesia como
soporte ideológico del Estado.
Como ya hemos hecho referencia anteriormente, en este período medieval el modelo eclesiológico
precede al modelo de acción, como consecuencia de sobreponerse lo ideal a lo real, en un
procedimiento deductivo y esencialista.
Modelo eclesial
El modelo eclesial medieval está ligado al concepto de cristiandad, el cual, sobre todo después de la
ruptura entre Oriente y Roma (1054), tiene una connotación claramente estatal e imperial. La
christianitas se entiende y se vive como una realidad eclesiológica y política en la que se conjugan dos
poderes: el sacerdotium (altar) y el imperium (trono), dado que la autoridad máxima reside no en el
Romano Pontífice. El "Pueblo de Dios" se convierte en populus christianus, un concepto no sólo
teológico, sino también sociológico y político. El enemigo no es el mal espiritual, sino el enemigo del
Imperio, y lo no cristiano es un enemigo político. La cruz, signo teológico de redención, se convierte en
signo de victoria militar e insignia imperial oficial.
En este periodo, la imagen de la Iglesia, que llega a su auge con el sistema tomista, es la de corpus
Christi, pero no como referencia a la realidad misteriosa de la Iglesia, sino a su dimensión sociológica,
denominada "cristiandad". La misión de la Iglesia es ordenar el mundo según las "leyes de Cristo", de
manera que incluso la imagen patrística de la mater Ecclesia es sustituida por la imagen imperial de
Ecclesia regina. La imagen de Jesús, el Buen Pastor, es eclipsada por el pantokrator (Cristo Rey).
El cristomonismo reinante concibe a la Iglesia como originaria del poder de Cristo, que pasa por él a los
apóstoles y, de éstos, a los obispos. Todo procede del derecho divino, entregado por Cristo a la
jerarquía, a quien cabe integrar la humanidad, la sociedad, en una palabra, el mundo a la Iglesia, que es
el único medio de salvación, puesto que ella se identifica con el Cristo glorioso y resucitado. Es la
identificación de la eclesiología con una cristología docetista 6.
Modelo de acción
La acción pastoral, al contrario de lo que ocurre en el período patrístico, que es predominantemente
urbana, puesto que la Iglesia está fundada en las ciudades romanas, en el período medieval es más
rural. En el primero, es primordialmente oriental, con mayor pujanza en el norte de África, Asia Menor y
Grecia. En el segundo, es más occidental y casi exclusivamente después del cisma ortodoxo en 1054. El
Occidente, montañoso y con poblaciones dispersas, excepto las grandes ciudades, sólo es evangelizado
más tarde. En la Edad Media se da el paso de un cristianismo muy estructurado socialmente en torno al
obispo a un cristianismo fragmentado en parroquias rurales distantes, organizado en torno al
presbítero. El obispo tiene su papel pastoral disminuido y se valora su función socio política.
La herejía docética toma este nombre de la raíz griega dokéō (δοκέω), que significa parecer o parecerle a uno.
Es una doctrina aparecida a finales del primer siglo de la era cristiana, que afirmaba que Cristo no había sufrido la crucifixión, ya
que su cuerpo sólo era aparente y no real.
La herejía tiene su raíz en la influencia platónica, que afirma que son las ideas las únicas realidades y nuestro mundo es sólo un
reflejo, una imagen; además, se nutría de la idea, hasta cierto punto generalizada en aquella época, de que la materia era
corrupta, que el cuerpo es la cárcel del espíritu, como decían los griegos. La doctrina docética, enraizada también en el dualismo
gnóstico, dividía tajantemente los conceptos de cuerpo y espíritu, atribuyendo todo lo temporal, ilusorio y corrupto al primero y
todo lo eterno, real y perfecto al segundo; de ahí que sostuviera que el cuerpo de Cristo fue tan sólo una ilusión y que, de igual
modo, su crucifixión existió más que como mera apariencia. El Islam conserva también este punto de vista y sostiene que el
cuerpo del profeta Isa (el nombre con que conocen a Jesucristo) sólo fue crucificado como una ilusión.
6
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Ante el descalabro de la administración civil del moribundo Imperio Romano, sobre todo de lo que
quedaba de las ciudades invadidas por los bárbaros, el obispo asumió la función de defensor civitatis,
encargado de responsabilidades temporales: ejercicio del poder judicial, colaboración en la
administración y en la economía de la región, papel militar y consejero de los príncipes. La identidad,
antes eucarística y sacramental de las comunidades, ahora dispersas en las periferias y en la zona rural, se
da en torno al presbítero, cuya identidad a su vez se asocia a la presidencia de la eucaristía. Así, el centro
de unidad se desplaza de la diócesis, ligada al modelo político de la ciudad antigua, a la parroquia,
asociada al feudo medieval, donde el presbítero asume la función que era del obispo en la Iglesia
antigua. El obispo tiene mucho de la figura del príncipe, y el presbítero, del señor feudal.
Esa mayor cercanía a la población ligada al mundo agrario medieval contribuye a una inserción más
profunda de la Iglesia en la sociedad, que pasa a ser sustentadora de la "civilización occidental cristiana".
Esto no significa una mayor inculturación del cristianismo; al contrario, fiel al imaginario agustiniano de
la cívitas Dei, la Iglesia, en lugar de encarnarse en la historia, absorbe al mundo, sacralizandolo, en nombre
de un poder recibido de Dios. Al mismo tiempo que se produce una clericalización de la Iglesia, se da
una sacralización del mundo, que es visto como un todo penetrado por lo sagrado. En verdad, hay un
dualismo en la oposición entre lo temporal y lo espiritual, pero éste es superior a aquél y con derecho
de regirlo. El mismo dualismo se transfiere al interior del Pueblo de Dios, en la medida en que el clero se
asocia a lo espiritual, y los laicos a lo temporal. También pasa a formar parte de! cristianismo una visión
peyorativa de! mundo. En las tareas seculares se ve un peligro para la autonomía de lo espiritual y para
la libertad de la Iglesia ante el mundo. Por eso, el prototipo ideal de una vida santa ya no es el martirio
del período patrístico, sino la vida monástica, célibe y apartada del mundo, que forja la típica espiritualidad medieval de la fuga mundi, ora et labora de san Benito.
Al contrario de lo que ocurrió en el período patrístico, en el que hubo un verdadero interés por los
contenidos de la fe y por el diálogo con la cultura greco-romana, en la Iglesia medieval hay un fuerte
declive del nivel cultural, sobre todo del clero. Con el nacimiento de las universidades y el surgimiento
de los profesores de teología, desaparece prácticamente la función doctoral del ministerio episcopal.
En este período surgen igualmente el "alto" y el "bajo" clero. El primero, urbano y erudito; el segundo,
mal formado y disperso, encargado de administrar los sacramentos en pequeñas comunidades rurales
dispersas, integradas por fieles, generalmente sin acceso a la escritura, es decir, analfabetos. El primero
se compone del clero regular; el segundo, del clero secular. El clero secular se ocupa ele la cura
animarum y está ligado al obispo. El clero regular depende directamente del Romano Pontífice. Por eso
la predicación corre en gran medida a cargo de las órdenes mendicantes, creadas con este fin para cubrir
esa laguna, ya que el clero, ahora elegido por los príncipes, sin ninguna preparación teológica, no va más
allá del terreno común de una fe espontánea.
Progresivamente se dará una separación entre clero secular (diocesano) y clero regular (religioso).
Mientras aquél es iletrado y rural, éste frecuenta universidades, presta servicios a las grandes obras
papales, como las Cruzadas y la Inquisición, y goza de privilegios pontificios. Como telón de fondo hay
una doble criteriología pastoral: el clero regular es consciente de la insuficiencia del límite territorial
como principio normativo de la acción eclesial, mientras el clero secular se conforma con actuar dentro
de las fronteras de su parroquia.
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2.3. La pastoral colectiva: La Iglesia como sociedad perfecta.
Este período comprende dos momentos distintos dentro de un mismo proyecto apologético: el primero
se enfrenta a la Reforma Protestante con la Contrarreforma católica; el segundo, tomando posición ante
la Modernidad, promueve la emancipación del ser humano y del mundo con respecto a la teocracia
reinante. Dos concilios tejieron el modelo eclesiológico de este período: el Concilio de Trento y el
Concilio Vaticano I. Uno poniendo en pie un movimiento en favor de una "segunda escolástica" y el otro,
de una "tercera escolástica", lo que realmente ocurrirá.
Lo que caracteriza la Modernidad es la búsqueda de autonomía con respecto a la teocracia y el
eclesiocentrismo, con vistas a la afirmación del ser humano, de la razón y de lo temporal en su propia
esfera. Este anhelo de autonomía de los príncipes y de la sociedad civil venía ya del siglo XI. Pero a partir
del siglo XVI comienza a plasmarse el gran proyecto civilizador moderno. Dos momentos marcan este
proceso: la primera Ilustración (emancipación de la razón individual) en torno al humanismo, al
renacimiento, al racionalismo, al empirismo y a la revolución científica; y la segunda Ilustración
(emancipación de la razón práctica) alrededor de los filósofos de la praxis y de las dialécticas idealista y
marxista, así como de la revolución industrial 7. Lo que desencadena el movimiento de la Reforma
Protestante es la recepción en el ámbito religioso de la razón individual y de la subjetividad. Ya el
proyecto de neocristiandad, tejido en torno al catolicismo social, que desemboca en la Rerum Novarum
de León XIII (1891), tiene en la tercera escolástica erigida por el Concilio Vaticano I su referencia
eclesiológica de reconquista para la Iglesia, aunque ahora ya no de arriba hacia abajo, mediante el clero,
sino de abajo hacia arriba, mediante la acción capilar de los laicos en el seno de la sociedad emancipada.
Como en el período anterior, también aquí el modelo de acción está precedido por el modelo
eclesiológico, preconcebido para defender el catolicismo de los ataques de la "herejía" protestante y de
la laicidad.
Modelo eclesial
El modelo eclesiológico, tanto del primer momento de la Modernidad -la Contrarreforma-, como del
segundo -la neocristiandad-, se basa en la imagen de la Iglesia como cuerpo de Cristo, teniendo como
telón de fondo el teocentrismo y el eclesiocentrismo, el dualismo espiritual-temporal y el binomio clerolaicos. Mientras del lado protestante surge una eclesiología más espiritualista y personalista (sola fídes,
sola gratia, sola Scriptura) y el único sacerdocio común de los fieles, del lado católico continúa la visión
de una Iglesia institución, de carácter universal, que acentúa la supremacía del sacerdocio jerárquico
sobre el sacerdocio común de los fieles y los sacramentos como único medio de salvación. Roberto
Belarmino, teólogo oficial de la posición de Trento, concibe la Iglesia como "encarnación continuada": la
sociedad de seres humanos unidos por la profesión de la verdadera fe, la comunión de los mismos
sacramentos y bajo el gobierno de los legítimos pastores, principalmente el único vicario de Cristo en la
tierra, el Romano Pontífice.
La autocomprensión de la Iglesia como "sociedad perfecta" se perfila con más claridad en el seno de la
Ilustración, en el contexto del deísmo y del "siglo de las luces", para el cual el principio de todo es el ser
humano -su naturaleza y su razón. Cuestionado el argumento de autoridad, la Iglesia, a finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX, aparece como "baluarte", "fortificación" o "castillo", cerrando filas en
torno al papa, creando dispositivos de defensa, luchando contra el enemigo modernista, proclamando
Entiéndase por “primera ilustración”, el movimiento socio-folosófico-cultural denominado “siècle del lumiéres” en Francia y
“Aufklärung” (ilustración), en Alemania. Entiéndase “segunda ilustración” la irrupción del sujeto social a través del movimiento
desencadenado por los denominados filósofos de la praxis, especialmente en torno al marxismo.
7
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nuevos dogmas y condenando toda "herejía". En una palabra, la Iglesia aparece más como gueto que
como una institución inserta en el mundo moderno y en diálogo con él.
Modelo de acción
En el primer momento de la presencia de la Iglesia en el seno de la Modernidad, su modelo prolonga el
modelo medieval: la pastoral sacramental, que acentúa la dimensión ex opere opéralo (el valor salvífico
del sacramento en sí mismo) con respecto a la dimensión ex opere operantis (el valor salvífico relacionado con la acogida libre y responsable del receptor). Tributaria del eclesiocentrismo reinante, la
Iglesia se auto-comprende como depositaria exclusiva de todos los medios de salvación dejados por
Cristo. La definición eclesiológica belarminiana, que hace énfasis en su visibilidad histórica, reducida a
categorías sociológicas, destacará la presencia pública de la Iglesia ante la hostilidad del mundo
moderno, de la emancipación de la razón y de los Estados. De la confrontación polémica contra el
protestantismo se pasa al combate contra el positivismo, contra el Estado moderno democrático y
contra las ciencias metodológicamente arreligiosas, buscando recuperar su antiguo lugar en la cúspide
de la pirámide social.
Para marcar la especificidad católica ante las Iglesias de la Reforma, la vida eclesial gira alrededor de la
presencia real del Santísimo Sacramento (adoración), de la devoción a la Virgen María, de la misa como
sacrificio y del sacerdocio clerical. Los protestantes habían puesto la Biblia en manos del pueblo, pero
ante eso, la Iglesia católica, en vez de recomendar prudencia en la lectura de la Biblia por parte de los
fieles, prácticamente la prohíbe. Es conocida la condenación de Pascual Quesnel, el 8 de septiembre de
1713, por la constitución dogmática Unigenitus de Clemente XI, condenación confirmada en 1718 por el
mismo Clemente XI, y en 1756 por Benedito XIV, a los que defendían la lectura de las Escrituras por
todos indistintamente.
Se busca suprimir la ignorancia religiosa con la elaboración de un catecismo (de Trento), que contuviese
las verdades de la fe católica (para defender a los católicos de las herejías protestantes). Se acentúa
también la importancia de la institución familiar. Así como la Iglesia medieval es la Iglesia del culto, la
prioridad de Trento es la unificación y la codificación litúrgica, con la publicación del Breviarium
romanum (1568), del Missale Romanum (1570), del Pontificale Romanum (1596), del Ceremoniale
Episcoporum (1600) y del Rituale Romanum (1614). Esta codificación y el espíritu de re-dogmatización de
la religión se prolonga desde, el Vaticano I hasta la aurora del Vaticano II.
En ese primer momento, y también posteriormente, la acción pastoral adquiere un cuño apologético de
defensa ante el protestantismo. Así, ante la decisión protestante de celebrar la liturgia en lengua
vernácula, la Iglesia católica optará por el latín como lengua oficial y universal; ante la eucaristía
protestante como "cena", se pondrá el énfasis en la misa como sacrificio y adoración (en la época
medieval, la misa era una de tantas maneras de adorar al Santísimo Sacramento); ante la valoración
protestante de la palabra de Dios, la Iglesia Católica dará importancia a la fe devocional; ante la
austeridad de los templos protestantes, que no tienen ni siquiera una cruz, en el campo católico resaltarán la exuberancia ostentosa de los templos barrocos, como teatro espectacular, "con palcos y
galerías, pinturas y mármoles, retablos y coros".
En ese primer momento, la acción pastoral sigue centrada en la parroquia, atada a una mentalidad rural
incluso en las ciudades que respiran la cultura moderna. Es una acción masiva, circunscrita a un
territorio, sin atención a las personas como individuos y presentes en ambientes más allá del mundo
habitacional. La Iglesia no percibe la irrupción de un nuevo proyecto de civilización en torno a la
Modernidad emergente o piensa que se trata de la mentalidad de algunos individuos heterodoxos.
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En el segundo momento de la presencia de la Iglesia en el seno de la Modernidad, la acción eclesial,
siempre enmarcada en una postura apologética, pasará del modelo de cristiandad a un nuevo modelo,
el de neo-cristiandad, diseñado en torno a una significativa e importante búsqueda de presencia pública
de la Iglesia en los medios sociales, configurada en el denominado catolicismo social. Desembocará en la
Rerum Novarum de León XIII, precedida por el Concilio Vaticano I, que había puesto en pie una "tercera
escolástica". La acción pastoral postridentina había sido más una respuesta contra la Reforma
Protestante que una reacción contra la Modernidad naciente. Claro que no será una acción de
interacción, sino un proyecto explícitamente antimoderno, intransigente y tradicionalista, es decir, de
reconquista para el seno de una Iglesia que sigue auto-comprendiéndose como único medio de
salvación y de equilibrio social. Sólo con el Vaticano II la Iglesia dejará atrás la mentalidad de cristiandad,
su eclesiocentrismo y la teología escolástica como meta-relato de la fe cristiana.
La postura apologética católica ante la Modernidad trata de defenderse de dos enemigos: el liberalismo
y el socialismo. Para la Iglesia de entonces, el primero atenta contra la Iglesia Católica como única
religión verdadera y contra el magisterio, centinela de la verdad que habita la razón, que es colectiva y
no individual, como lo propone la Modernidad. El error no tiene ningún derecho. El segundo suprime el
derecho sagrado de la propiedad privada, que es un derecho natural, y reduce los seres humanos a una
igualdad que hiere las diferencias queridas por Dios.
Situado a mediados del siglo XIX, el catolicismo social sería la primera encarnación histórica de un
proyecto antimoderno, antirrevolucionario, antiliberal y antisocialista, tesis prestadas del catolicismo
intransigente, que es una ideología que alimenta el imaginario de grandes contingentes de católicos decididos a no ceder ante lo que ellos imaginan que es el "accidente" de la Revolución Francesa. En
verdad, el catolicismo social se inscribe en un contexto de restauración católica. Después de la
Revolución Francesa, "legitimidad, contrarrevolución y restauración" son tres consignas de un amplio
movimiento desencadenado por varios segmentos de la Iglesia, impulsados por la mentalidad
tradicionalista y romántica, de moda en aquella época, y por la renovación de la escolástica, vuelven su
mirada a la Edad Media y piden un combate sistemático contra los valores de la Modernidad o,
sencillamente, la supresión del hiato histórico de la Revolución.
Con la Rerum Novarum , la preocupación del papa es que los católicos hagan suyas las aspiraciones de su
tiempo, a fin de impregnar con espíritu cristiano todas las formas de la civilización moderna. La apertura
de la jerarquía eclesiástica a las libertades políticas modernas se combina con la voluntad de asegurar
una orientación del proyecto político y social de re-cristianización. La apertura a la Modernidad estimula
la formación progresiva de diversas organizaciones encargadas de enmarcar la vida cotidiana de los
católicos y de promover una visión cristiana de la sociedad.
Pero en el plano cultural la Rerum Novarum es todavía muy tímida, pues está alineada con la mentalidad
de cristiandad. Se mantiene la idea de que el cristianismo debe estar ligado a una civilización, a una
cultura. Persiste el deseo de restauración de una cultura cristiana global: un catolicismo cultural. Para la
encíclica, -lo que es un avance con relación a la cristiandad-, no se trata de influir sólo en el nivel de las
conciencias, sino de re-cristianizar las estructuras, aunque en función del contexto y de la evolución
histórica de las posibilidades de la reconquista (nº 10). Para aquella época fue una posición audaz, tanto
que, si no dividió a los católicos, suscitó al menos profundos debates y choques internos.
Mayoritariamente se impondrá la posición más conservadora, pero muchos segmentos de la Iglesia,
especialmente la Acción Católica, harán avanzar a la Iglesia por la práctica del diálogo con el mundo
moderno. Desafortunadamente, después del pontificado de León XIII y hasta la mitad del pontificado de
PíoXII, se imponen los tradicionalistas, que resucitarán la apologética. De ahí en adelante, la Acción
Católica Especializada, la Nouvelle Théologie y los movimientos favorables al Vaticano II llevarán a la Iglesia
a adoptar una relación cada vez más decidida de servicio y de diálogo con el mundo moderno.
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2.4. La pastoral de conjunto: la Iglesia como Pueblo de Dios.
La pastoral de conjunto y la Iglesia considerada como "Pueblo de Dios" caracterizan el período de postcristiandad oficializado por el Concilio Vaticano II (LG, nº 9-14). Como Acabamos de ver, el deseo de
renovación y de reconciliación con la Modernidad, de superación-de una postura apologética y una
actitud de diálogo y de servicio ante el mundo, venía de lejos. El mismo Pío X (1903-1914), a pesar de su
conservadurismo, marcó su pontificado con una gran preocupación pastoral y echó los cimientos de un
gradual proceso de renovación eclesial con su principio revertimini ad fontes (vuelta a las fuentes). Más
tarde, del lado de los reformados, Kart Barth aboga por el regressus ad verbum divinum (vuelta a la
palabra de Dios). Surgirán teólogos con sensibilidad pastoral, en un esfuerzo de contacto más profundo
con la revelación y de aggiornamento (puesta al día) del pensamiento cristiano con las exigencias del
mundo moderno.
Poco apoco se iba preparando el Concilio Vaticano II, en un lento proceso, pero gradual, en el que serían
protagonistas diversos movimientos de renovación: el movimiento bíblico, centrado en la vuelta a las
Escrituras y en una relectura de la palabra de Dios desde la historia en su contexto actual; el movimiento
eclesiológico, que buscaba superar el eclesiocentrismo y recuperar la categoría "Reino de Dios",
eclipsada por una eclesiología cristomonista; el movimiento ecuménico, que soñaba con la restauración
de la unidad de los cristianos y una apertura del cristianismo a un verdadero diálogo con las religiones;
el movimiento laical, que reivindicaba un lugar específico dentro de la Iglesia como sujeto y con
identidad propia; el movimiento teológico, que buscaba superar los métodos del meta-relato
agustiniano y tomista y ubicar la teología dentro del paradigma de la racionalidad moderna; el
movimiento ecuménico, que se proponía gestar un nuevo rito, sobre nuevas bases teológicas y más
encarnado en la cultura contemporánea, etc.
Modelo de acción
A diferencia de los dos modelos precedentes, en los que la eclesiología precede a los modelos de acción,
en este período vuelve a ser la acción el punto de partida para la reflexión, como en la Iglesia primitiva y
antigua, cuando los modelos eclesiológicos se fueron configurando desde las exigencias y necesidades
de la evangelización. Un paso importante es el respeto a la autonomía de lo temporal y el diálogo,
particularmente con las ciencias sociales. El diagnóstico de una realidad descristianizada y la
constatación de la insuficiencia e ineficacia de las prácticas y estructuras pastorales existentes provocó
una nueva actitud pastoral. Se toma conciencia de las exigencias y de la eficacia de la fe, aunque en el seno
de una sociedad emancipada. Es necesario buscar una nueva forma de presencia de la Iglesia en el mundo,
no con espíritu de hostilidad y confrontación, sino de interacción mediante el diálogo y el servicio.
Es importante resaltar que las prácticas fueron el factor propulsor de los avances, tanto en la pastoral
como en la reflexión teológica. A este respecto, tuvieron un papel preponderante la Acción Católica
especializada por ambientes, el movimiento de los "curas obreros" y el movimiento de renovación parroquial, que contribuirá al redescubrimiento de la dimensión diocesana de la pastoral.
Ayudados por la experiencia de la Acción Católica Especializada, los laicos encuentran su lugar en la
Iglesia y, por su situación privilegiada de inserción más directa en el mundo, asumen un papel
protagonista. Nacen ministerios laicales, no sólo hacia dentro, sino sobre todo hacia fuera de la Iglesia.
El culto deja de agotar la participación de los miembros de la Iglesia en la edificación del Reino de Dios
ya en este mundo. Las mismas verdades de la fe son sometidas a la criba de su verificación histórica en las
prácticas eclesiales. Surge la catequesis renovada, la liturgia ligada a la vida y a la pastoral social, fruto de
la conciencia del significado y de la vivencia del triple ministerio del bautismo: los tria munera;
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ministerio profético, litúrgico y de la caridad (LG 13). El respeto del derecho humano a la libertad
religiosa da origen al servicio del diálogo ecuménico y macro-ecuménico. El respeto a la autonomía de lo
temporal impulsa acciones de cooperación y servicio compartidas con iniciativas, grupos y
organizaciones de la sociedad civil por un mundo solidario.
La superación del parroquialismo y de la pastoral territorial ha de darse por el redescubrimiento de la
dimensión diocesana de la pastoral, situando toda y cualquier acción, aunque puntual y local, en este
horizonte. Para esto se llevará a cabo una reforma institucional mediante la creación de organismos de
globalización de la acción eclesial, como las asambleas y los consejos (CD, n. 27), así como de nuevos
mecanismos de coordinación con equipos y sus primeros responsables, cuyas funciones se definen
comunitariamente.
Modelo eclesial
El Concilio Vaticano II, sin dejar de ser teológico, quiso ser esencialmente pastoral (SC, n. 1). Desde los
"nuevos signos de los tiempos" (GS, n. 4), se volcó sobre la Iglesia, buscando una nueva autocomprensión de su ser y su misión. Se estableció un diálogo con el mundo moderno, en actitud de
solidaridad y cooperación. La Iglesia, que finalmente reconoce no tener todas las respuestas a los
problemas del mundo de hoy, se propone, como peregrina en la historia con toda la humanidad,
buscarlas con "todas las personas de buena voluntad", en expresión de Juan XXIII. Como institución, y
por tanto también como factor cultural, reconoce la necesidad de renovarse constantemente (Ecclesia
semper reformando) y de ponerse al día (aggiornamento), no partiendo de modas e ideologías, sino
mediante una verdadera vuelta a las fuentes bíblicas y patrísticas.
Los elementos principales del modelo de Iglesia del Concilio Vaticano II, tai como aparecen en la Lumen
Gentium y en la Gaudium et spes, son los siguientes:

La Iglesia entendida como comunión. (LG, nº 8-9).

La iglesia entendida como Pueblo de Dios. (LG, nº 9-13).

La Iglesia, sacramento de salvación. (LG, nº 48).

La Iglesia como cuerpo de servicio del Reino de Dios en el mundo. (GS, nº 1).

La Iglesia universal presente en la Iglesia local. (LG, nº 23; CD, nº 11; AG, nº 20.38).
2.5 La pastoral de comunión y participación:
Es el modelo creado por la Iglesia en América Latina y el Caribe, en la perspectiva de una "recepción
creativa" del Concilio Vaticano II. A diferencia de la Iglesia de otros continentes, los padres conciliares de
América Latina no hicieron grandes aportes al Concilio, pero durante su realización asimilaron su
espíritu y, al volver a sus países, más que un punto de llegada, hicieron de él un punto de partida para la
acción eclesial y la reflexión teológica; La Iglesia en el continente, a la luz de la opción preferencial por
los pobres, recibió y profundizó las intuiciones del Concilio, acogió sus tesis y, de acuerdo con las necesidades concretas de su pueblo, amplió sus horizontes de aplicación.
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Modelo de acción
Dada la fuerte connotación socio-transformadora y liberadora de este modelo, aparece la acción
pastoral en el protagonismo de los laicos y de los pobres. Los laicos son considerados como sujetos con
"voz y voto", con ministerios propios, con oportunidad de formación bíblica y teológico-pastoral, y
lugar de decisión en consejos y asambleas, así como de coordinación al frente de los diferentes servicios
pastorales. Con respecto a los pobres, cambia la óptica: de objetos de la caridad ajena, pasan a ser
sujetos de un mundo solidario y fraterno. La Iglesia, además de asumir su causa, asume también su lugar
social por medio de comunidades eclesiales insertas en una perspectiva liberadora, con énfasis en la
pastoral social, dada su precaria situación. Nacen los servicios de pastoral con espiritualidad y
fundamento propio, y como la pastoral obrera, la pastoral de la tierra y rural, la pastoral de la salud y de
los enfermos, la pastoral de los derechos humanos, la pastoral de la niñez, la pastoral de la ecología, la
pastoral de la conciencia negra e indígena, la pastoral de la mujer, etc.
Hay un esfuerzo de todos en crear una Iglesia con rostro propio, encarnando en su cultura los ritos y
símbolos de la fe cristiana. La liturgia se anima con cantos propios. Aunque a un nivel popular, las
asambleas, las reuniones, los días de estudio, los cursos, etc., desarrollan una reflexión teológica
contextualizada, y sobre todo una espiritualidad de militancia desde la vida, marcada por la carencia y la
exclusión.
En el seno de este modelo, se abre espacio para la reflexión y la acción de las mujeres, de los
contingentes afro-americanos e indígenas, que forjan desde sus prácticas una relectura de la Escritura y
de las verdades de fe, haciendo de la revelación palabra de salvación "para nosotros hoy", como dice el
Concilio Vaticano II (GS, nº 62). La catequesis privilegia la experiencia y la inserción comunitaria en un
proceso de educación permanente en la fe. La liturgia interacciona el misterio pascual con la "pasión"
del pueblo, que en su rostro desfigurado prolonga la pasión de Jesucristo en el mundo. En la predicación
o en la meditación de la palabra de Dios en cultos dominicales sin sacerdote, se procura alimentar la
esperanza del pueblo, actualizando la revelación en el contexto de las víctimas de un sistema injusto y
excluyente. Desde la fe, se procura formar también la conciencia ciudadana, para que los mismos excluidos, organizados como ciudadanos, sean protagonistas, en el seno de la sociedad civil, de un mundo
solidario e incluyente.
Modelo eclesial
En los moldes presentados, la acción pastoral configura un modelo eclesial específico. Teológicamente,
sus bases se asientan sobre la "recepción creativa" del Vaticano II, hecha por Medellín, y de la Evangelii
nuntiandi, efectuada por Puebla. Es por tanto un modelo eclesiológico con el rostro de la Iglesia en
América Latina y el Caribe. Puede caracterizarse como, como "comunidad de comunidades", que nacen
de pequeñas comunidades insertas en su propio contexto de exclusión. Desde esta red, la pequeña
comunidad eclesial se hace pueblo, es decir, se inserta en el peregrinar del Pueblo de Dios y de la humanidad, en busca de la "Tierra Prometida", de la "Tierra Sin-Males, de una "Nueva Sociedad", que se
confunde con la dimensión inmanente del Reino de Dios. En el "Concilio de Jerusalén" de la Iglesia
naciente, los cristianos se abrieron a los paganos (He 15, 1-30); en el Vaticano II, la Iglesia se abrió al
mundo; en Medellín, se abrió a los pobres; y, en Puebla, a las culturas. Son realidades ya presentes en el
Concilio Vaticano II, pero que en América Latina se recrean y amplían desde sus necesidades concretas de
evangelización.
El Vaticano II apunta hacia una Iglesia Pueblo de Dios, conformada por todos los bautizados, en relación
de comunión y viviendo en comunidad a ejemplo del modelo presentado por el libro de los Hechos de
los Apóstoles (He 2, 42ss). La Iglesia en América Latina y el Caribe sitúa al Pueblo de Dios en el peregrinar
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histórico de toda la humanidad, compartiendo con ella el mismo destino y las mismas promesas. El
"misterio de comunión" del Vaticano II (LG,nº 13) se vislumbra en el continente como corresponsabilidad
de todos en una Iglesia toda ministerial, que deja el binomio clero-laicos para ser comunidadministerios. La vida en comunidad se ve como posible solamente en pequeñas comunidades, de tamaño
humano, de vivencias y de base (Medellín, n. 15,10). Sólo desde esta experiencia fundante es posible
hablar de "comunidad parroquial" o diocesana, ya que no existe Iglesia si no hay experiencia y vivencia
de la fe en comunidades concretas.
El Vaticano II también convocó a los bautizados para la misión en el mundo, en espíritu de servicio y de
diálogo. La "espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar la preocupación de
perfeccionar esta tierra" (GS, nº 39). Ante esto, la Iglesia en América Latina hace de la misión en el mundo un compromiso de transformación de la sociedad actual en una nueva sociedad, una acción no
meramente religiosa, sino en unión con todos los cuerpos intermediarios y organismos que militan en la
perspectiva de un mundo solidario.
Finalmente, en la convocatoria del Concilio, el papa Juan XXIII abogó por "una Iglesia de los pobres, para
que sea la Iglesia de todos". En América latina, un desafío como éste se traduce en la opción preferencial
por los pobres contra la pobreza (Medellín, nº 14, 7-10); asumida y vivida en la inserción en los medios
populares (Medellín, 14,8-17); en la transformación de las estructuras como erradicación del pecado
estructural (Santo Domingo, nº 243; en el mismo documento se habla de "conversión de las
estructuras", nº 30); en fin, en una actitud profética, que no negocia con los valores del Evangelio, y por
consiguiente, una Iglesia mártir a ejemplo del Maestro, que fue fiel hasta el fin.
Resumen
En cada época, la Iglesia se enfrenta a desafíos concretos a los que tiene que dar respuesta. Lo hace dentro de
las condiciones y de los parámetros culturales de cada época, lo que acaba configurando "modelos" de acción y
de Iglesia diferentes. En rigor, existe un único modelo, normativo para todos los tiempos, lejos del cual la Iglesia
deja de ser la verdadera Iglesia de Jesucristo. Pero este único modelo, de acuerdo con el modo de ser y de
vivir la fe en diferentes contextos, acaba configurándose de modos distintos. En la trayectoria de la Iglesia a
través de la historia, pueden identificarse por lo menos cinco modelos de acción y de Iglesia: la pastoral
profética; la Iglesia como mater Ecclesia; la pastoral sacramental: la Iglesia como mater regina; la pastoral
colectiva: la Iglesia como sociedad perfecta; la pastoral de conjunto: la Iglesia como Pueblo de Dios; y
finalmente, la pastoral de comunión y participación. Este último modelo, el modelo latinoamericano, es una
"recepción creativa" del Concilio Vaticano II, en la medida en que asume sus tesis e intuiciones, recreándolas y
ampliándolas, según su contexto y las exigencias concretas de la evangelización”.
Preguntas para una reflexión compartida:
1.¿Cuáles son las características fundamentales de los modelos de acción y de Iglesia del Nuevo
Testamento y de los que, partiendo de éste, se fueron configurando a lo largo de la historia de la
Iglesia?
2. ¿Qué modelo de acción y de Iglesia están presentes en la comunidad donde usted está
comprometido?
3. ¿Qué es necesario hacer para que el modelo neotestamentario se encarne en tu propia
realidad, sobre todo en la perspectiva de los pobres y excluidos?
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