D-9480 - Universidad Libre

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Universidad Libre Facultad de Derecho Bogotá.
Honorables
MAGISTRADOS CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA
Magistrado ponente: Dr. MAURICIO GONZÁLEZ CUERVO
E.S.D.
Referencia: Expediente número 9480.
Demanda de inconstitucionalidad al artículo 317 de la Ley 1465 de 2012.
Actor: Ángela Rosas Villamil.
Asunto: intervención ciudadana según Decreto 2067 de 1991 articulo 7.
JORGE KENNETH BURBANO VILLAMARIN, actuando como ciudadano y
Coordinador del Observatorio de Intervención Ciudadana Constitucional de
la Facultad de Derecho de la Universidad Libre de Bogotá y NELSON
ENRIQUE RUEDA RODRIGUEZ, actuando como ciudadano y Profesor del
Área de Derecho Procesal de la Facultad de Derecho de la Universidad
Libre, identificados como aparece al píe de nuestras firmas, vecinos de Bogotá,
dentro del término legal (auto 08-02-13), de conformidad con lo establecido en el
artículo 242 numeral 1 de la C.P y el artículo 7 Decreto 2067 de 1991,
presentamos la siguiente intervención ciudadana con respecto a la demanda de
la referencia y en defensa de la supremacía e integridad de la Constitución de
Colombia de 1991.
DE LA NORMA ACUSADA:
CÓDIGO GENERAL DEL PROCESO
Artículo 317. Desistimiento Tácito.
El desistimiento tácito se aplicará en los siguientes eventos:
1. Cuando para continuar el trámite de la demanda, del llamamiento en garantía, de un incidente
o de cualquiera otra actuación promovida a instancia de parte, se requiera el cumplimiento de
una carga procesal o de un acto de la parte que haya formulado aquella o promovido estos, el
juez le ordenará cumplirlo dentro de los treinta (30) días siguientes mediante providencia que se
notificará por estado.
Vencido dicho término sin que quien haya promovido el trámite respectivo cumpla la carga o
realice el acto de parte ordenado, el juez tendrá por desistida tácitamente la respectiva actuación
y así lo declarará en providencia en la que además impondrá condena en costas.
El juez no podrá ordenar el requerimiento previsto en este numeral, para que la parte
demandante inicie las diligencias de notificación del auto admisorio de la demanda o del
mandamiento de pago, cuando estén pendientes actuaciones encaminadas a consumar las
medidas cautelares previas.
2. Cuando un proceso o actuación de cualquier naturaleza, en cualquiera de sus etapas,
permanezca inactivo en la secretaría del despacho, porque no se solicita o realiza ninguna
actuación durante el plazo de un (1) año en primera o única instancia, contados desde el día
siguiente a la última notificación o desde la última diligencia o actuación, a petición de parte o de
1
oficio, se decretará la terminación por desistimiento tácito sin necesidad de requerimiento previo.
En este evento no habrá condena en costas o perjuicios a cargo de las partes.
El desistimiento tácito se regirá por las siguientes reglas:
a) Para el cómputo de los plazos previstos en este artículo no se contará el tiempo que el proceso
hubiese estado suspendido por acuerdo de las partes.
b) Si el proceso cuenta con sentencia ejecutoriada a favor del demandante o auto que
ordena seguir adelante la ejecución, el plazo previsto en este numeral será de dos (2)
años.
c) Cualquier actuación, de oficio o a petición de parte, de cualquier naturaleza, interrumpirá los
términos previstos en este artículo.
d) Decretado el desistimiento tácito quedará terminado el proceso o la actuación correspondiente
y se ordenará el levantamiento de las medidas cautelares practicadas.
e) La providencia que decrete el desistimiento tácito se notificará por estado y será susceptible
del recurso de apelación en el efecto suspensivo. La providencia que lo niegue será apelable en el
efecto devolutivo.
f) El decreto del desistimiento tácito no impedirá que se presente nuevamente la demanda
transcurridos seis (6) meses contados desde la ejecutoria de la providencia que así lo haya
dispuesto o desde la notificación del auto de obedecimiento de lo resuelto por el superior, pero
serán ineficaces todos los efectos que sobre la interrupción de la prescripción extintiva o la
inoperancia de la caducidad o cualquier otra consecuencia que haya producido la presentación y
notificación de la demanda que dio origen al proceso o a la actuación cuya terminación se
decreta.
g) Decretado el desistimiento tácito por segunda vez entre las mismas partes y en ejercicio de las
mismas pretensiones, se extinguirá el derecho pretendido. El juez ordenará la cancelación de los
títulos del demandante si a ellos hubiere lugar. Al decretarse el desistimiento tácito, deben
desglosarse los documentos que sirvieron de base para la admisión de la demanda o
mandamiento ejecutivo, con las constancias del caso, para así poder tener conocimiento de ello
ante un eventual nuevo proceso.
h) El presente artículo no se aplicará en contra de los incapaces, cuando carezcan de apoderado
judicial.
(Subrayado propio e indica lo cuestionado quebrantar la Constitución.)
Norma hoy vigente según el artículo 627 numeral 4 del mismo Código
General del Proceso.
CONCEPTO DE VIOLACIÓN:
La ciudadana acusa la norma de inconstitucional por los siguientes motivos:
Constitucional y legalmente el permitir la figura del desistimiento tácito en
“cualquier etapa del proceso” y “existiendo sentencia o auto que ordena seguir
adelante la ejecución” va en contra del articulo segunda de la carta magna pues
no respeta los postulados de la institución procesal de la cosa juzgada y además
los ciudadanos se verían enfrentados a una incertidumbre jurídica que no solo
afectaría sus derechos fundamentales sino que irían en contravía de los fines del
Estado como son el de garantizar la efectividad de principios, derechos y
deberes.
DE LA INTERVECIÓN CIUDADANA:
INEPTITUD SUSTANCIAL DE LA DEMANDA
PRONUNCIAMIENTO DE FONTO EN EL ASUNTO
QUE
IMPIDE
UN
2
Por definición, Colombia es un Estado participativo y democrático, según lo
afirma el preámbulo y los artículos 1, 2° y 3° de la Constitución Política; en ese
sentido todos los ciudadanos participan o pueden hacerlo en la conformación y
ejercicio del poder, justamente a través de los derechos políticos, consagrados
en el artículo 40 ibídem.
De los varios derechos políticos, debemos destacar, pues importa para efectos
del presente asunto, el consagrado en el numeral 6° de la última disposición
citada, que expresa:
“Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y
control del poder político. Para hacer efectivo este derecho puede:
..6. Interponer acciones públicas en defensa de la Constitución y
de la ley.”
La específica forma de promover acciones públicas de inconstitucionalidad
como principalísimo mecanismo de ejercer derechos políticos, encuentra su
regulación objetiva y procesal, en el Decreto 2067 de 1991, sin perjuicio de la
profusa actividad jurisprudencial constitucional que también lo ha interpretado.
El artículo 2° del Decreto 2067 de 1991, establece unos mínimos y razonables
requisitos que pretenden viabilizar el derecho de acción constitucional para
preservar la seguridad jurídica y la competencia del legislador, de forma tal que
no por cualquier dicho o interpretación de un texto legal contenido en demanda
pública, se pueda pretender que se expulse el mismo del andamiaje jurídico
patrio o se le dé, una interpretación ceñida a la visión particular del actor en
decisión de fondo con alcance erga omnes y con efectos de cosa juzgada
constitucional.
Los requisitos que a su vez son deberes procesales del actor, en el escenario
del juicio de control Constitucional son los siguientes:
a) El Señalamiento de las normas constitucionales que se consideren
infringidas: Consiste en la precisión del texto SUPRA-LEGAL que estima
violado, sin perjuicio de que la Corte Constitucional de oficio confronte
además la norma acusada con la integridad de la Constitución.
b) Las razones por las cuales dichos textos se estiman violados: Consiste en
el desarrollo formal, lógico, pertinente, suficiente y coherente de las
razones (al menos una) por las cuales, considera el actor, la norma
corrompe los textos constitucionales o merece al menos una variación en
cuanto a su mejor interpretación constitucional.
c) Cuando fuere el caso, el señalamiento del trámite impuesto por la
Constitución para la expedición del acto demandado y la forma en que fue
quebrantado: Este requisito que además es eventual, ya que no procede
sino para cuando los ataques a la norma no se perfilan en contra de la
idea jurídica inserta en ella sino por vicios en su formación articular; y
consiste en la indicación del proceder legal que considera el actor
correctamente debió haberse utilizado para confrontarlo luego con el
materialmente desarrollado.
d) La razón por la cual la Corte es competente para conocer de la demanda:
Esta exigencia, se fundamenta en consideración de que sólo ciertos actos
jurídicos son susceptibles de control por parte de la Corte Constitucional;
y en ese sentido determina ab initio la competencia de la propia Corte.
De otro lado los mencionados requisitos, han sido interpretados por la Corte
Constitucional, y en particular respecto del relativo al señalamiento de las
razones y argumentos de inconstitucionalidad se ha dicho:
“En la Sentencia C-1052 de 2001, este Tribunal llevó a cabo una labor de
recopilación y ordenación de la jurisprudencia sobre la materia, procediendo a
fijar en el mismo fallo el alcance de los presupuestos de claridad, certeza,
3
especificidad, pertinencia y suficiencia, los cuales deben ser necesariamente
observados en la formulación de los cargos. Al respecto, se explicó en el
mencionado fallo:
“La claridad de la demanda es un requisito indispensable para establecer la
conducencia del concepto de la violación, pues aunque „el carácter popular de
la acción de inconstitucionalidad, [por regla general], releva al ciudadano que
la ejerce de hacer una exposición erudita y técnica sobre las razones de
oposición entre la norma que acusa y el Estatuto Fundamental‟[3], no lo
excusa del deber de seguir un hilo conductor en la argumentación que permita
al lector comprender el contenido de su demanda y las justificaciones en las
que se basa.
Adicionalmente, que las razones que respaldan los cargos de
inconstitucionalidad sean ciertas significa que la demanda recaiga sobre una
proposición jurídica real y existente[4] „y no simplemente [sobre una] deducida
por el actor, o implícita‟[5] e incluso sobre otras normas vigentes que, en todo
caso, no son el objeto concreto de la demanda [6]. Así, el ejercicio de la acción
pública de inconstitucionalidad supone la confrontación del texto
constitucional con una norma legal que tiene un contenido verificable a partir
de la interpretación de su propio texto; „esa técnica de control difiere,
entonces, de aquella [otra] encaminada a establecer proposiciones
inexistentes, que no han sido suministradas por el legislador, para pretender
deducir la inconstitucionalidad de las mismas cuando del texto normativo no
se desprenden‟[7].
De otra parte, las razones son específicas si definen con claridad la manera
como la disposición acusada desconoce o vulnera la Carta Política a
través „de la formulación de por lo menos un cargo constitucional concreto
contra la norma demandada‟[8]. El juicio de constitucionalidad se fundamenta
en la necesidad de establecer si realmente existe una oposición objetiva y
verificable entre el contenido de la ley y el texto de la Constitución Política,
resultando inadmisible que se deba resolver sobre su inexequibilidad a partir
de
argumentos „vagos,
indeterminados,
indirectos,
abstractos
y
[9]
globales‟ que no se relacionan concreta y directamente con las
disposiciones que se acusan. Sin duda, esta omisión de concretar la
acusación impide que se desarrolle la discusión propia del juicio de
constitucionalidad[10].
La pertinencia también es un elemento esencial de las razones que se
exponen en la demanda de inconstitucionalidad. Esto quiere decir que el
reproche formulado por el peticionario debe ser de naturaleza constitucional,
es decir, fundado en la apreciación del contenido de una norma Superior que
se expone y se enfrenta al precepto demandado. En este orden de ideas, son
inaceptables los argumentos que se formulan a partir de consideraciones
puramente legales[11] y doctrinarias[12], o aquellos otros que se limitan a
expresar puntos de vista subjetivos en los que „el demandante en realidad no
está acusando el contenido de la norma sino que está utilizando la acción
pública para resolver un problema particular, como podría ser la indebida
aplicación de la disposición en un caso específico‟[13]; tampoco prosperarán
las acusaciones que fundan el reparo contra la norma demandada en un
análisis de conveniencia[14], calificándola „de inocua, innecesaria, o
reiterativa‟[15] a partir de una valoración parcial de sus efectos.
Finalmente, la suficiencia que se predica de las razones de la demanda de
inconstitucionalidad guarda relación, en primer lugar, con la exposición de
todos los elementos de juicio (argumentativos y probatorios) necesarios para
iniciar el estudio de constitucionalidad respecto del precepto objeto de
reproche; así, por ejemplo, cuando se estime que el trámite impuesto por la
Constitución para la expedición del acto demandado ha sido quebrantado, se
tendrá que referir de qué procedimiento se trata y en qué consistió su
vulneración (artículo 2 numeral 4 del Decreto 2067 de 1991), circunstancia
que supone una referencia mínima a los hechos que ilustre a la Corte sobre la
4
fundamentación de tales asertos, así no se aporten todas las pruebas y éstas
sean tan sólo pedidas por el demandante. Por otra parte, la suficiencia del
razonamiento apela directamente al alcance persuasivo de la demanda, esto
es, a la presentación de argumentos que, aunque no logren prime
facie convencer al magistrado de que la norma es contraria a la Constitución,
si despiertan una duda mínima sobre la constitucionalidad de la norma
impugnada, de tal manera que inicia realmente un proceso dirigido a
desvirtuar la presunción de constitucionalidad que ampara a toda norma legal
y hace necesario un pronunciamiento por parte de la Corte Constitucional.
(Negrillas y subrayas fuera de texto)”.
3.10. En ese orden de ideas, el pronunciamiento de fondo sobre la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley que ha sido sometida a
juicio, está condicionado a que quien presenta la demanda, (i) no solo identifique
en ella la preceptiva legal que acusa y las disposiciones constitucionales que
considera violadas, sino además, (ii) a que formule por lo menos un cargo
concreto de inconstitucionalidad en contra la preceptiva impugnada y lo sustente
en razones claras, ciertas, específicas, pertinentes y suficientes. De acuerdo con
ello, si la demanda no cumple las condiciones de procedibilidad mencionadas, la
misma es sustancialmente inepta, estando obligado el juez constitucional a
abstenerse de fallar de fondo y, en su lugar, a proferir decisión inhibitoria…”
EL CASO.
El texto de la demanda que se conforma por 5 páginas de las cuales, cumple
en principio con los requisitos de anunciar la disposición acusada y citar la
normativa constitucional que considera infringida (artículo 2 C.N.) sin embargo
en nuestro concepto no cumplió o no exhibió una verdadera argumentación
jurídica de los cargos. Los suscintos planteamientos se resumen así:
Constitucional y legalmente el permitir la figura del desistimiento tácito en
“cualquier etapa del proceso” y “existiendo sentencia o auto que ordena seguir
adelante la ejecución” va en contra del articulo segunda de la carta magna pues
no respeta los postulados de la institución procesal de la cosa juzgada y además
los ciudadanos se verían enfrentados a una incertidumbre jurídica que no solo
afectaría sus derechos fundamentales sino que irían en contravía de los fines del
Estado como son el de garantizar la efectividad de principios, derechos y
deberes.
Así las cosas, la demanda no cumple con el presupuesto de claridad en la
medida de no seguir un hilo conductor en la argumentación que permita al lector
comprender el contenido de su demanda y las justificaciones en las que se basa.
De otra parte, las razones anunciadas en forma vacilante y breve en los
extractos de fondo no son específicas pues lejos están de definir con claridad la
manera como la disposición acusada desconoce o vulnera la Carta Política a
través „de la formulación de por lo menos un cargo constitucional concreto contra
la norma demandada. Al solamente acusar la norma de un lado y de otro
solamente a exponer los requisitos de la cosa juzgada no se puede concluir que
argumenta el ataque expuesto y al contrario no con logra evidenciar con claridad
una oposición objetiva y verificable entre el contenido de la ley y el texto de la
Constitución Política, pues los
argumentos son vagos, indeterminados,
indirectos y abstractos.
Finalmente, los argumentos son insuficientes en la medida en que las razones
de la demanda de inconstitucionalidad no guardan relación, con la exposición de
todos los elementos de juicio (institución de la cosa juzgada) necesarios para
iniciar el estudio de constitucionalidad respecto del precepto objeto de reproche,
como tampoco son suficientes los razonamientos pues carecen del alcance
persuasivo mínimo a punto de que no despiertan ningún tipo dudas razonables
5
sobre la inconstitucionalidad de la norma impugnada, de forma tal que lejos se
encuentran de desvirtuar o infirmar la presunción de constitucionalidad que
ampara la norma legal cuestionada.
Como ya se ha señalado en párrafos atrás, la demanda así promovida no
cumple con los mínimos exigidos para hacerla sustancialmente apta o idónea,
por lo que respetuosamente se le solicitará a la Corte que se declare inhibida
para emitir pronunciamiento de fondo.
Por ello respetosamente se le solicita a la CORTE vista la admisión inicial de
que fue objeto
la demanda, resolverla mediante decisión o sentencia
INHIBITORIA.
INTERVENCIÓN SUBSIDIARIA.
De todas maneras y como lo interesante del debate son los aspectos de fondo,
en caso de que la Honorable Corte decida pronunciarse de fondo, plasmamos
nuestra intervención para defender la norma acusada de la siguiente forma:
Analizando la norma nos encontramos que efectivamente el legislador retoma
figuras procesales que habían sido plasmadas en nuestro ordenamiento
procesal y en ultimas lo que hace en el artículo 317 de la ley 1564 de 2012
(nuevo Código General del Proceso) es plasmar las anteriores figuras de
desistimiento tácito y perención en una sola disposición y dándole un mismo
tratamiento.
Respecto de la primera figura procesal, bástese recordar se introduce a nuestro
ordenamiento a través de la Ley 1194 de 2008 y de la segunda que se trata de
una figura tradicional y antigua pues tiene origen en la antigua Roma y fue
instituida en nosotros a través del artículo 54 de la Ley 105 de 1890, adicionada
por el artículo 29 de la Ley 100 de 1892, retomada en la Ley 105 de 1931 y
luego de su derogatoria últimamente legislada a través de la Ley 446 de 1998 y
la Ley 1285 de 2009.
Nótese cómo la perención o caducidad de la instancia ha sido regulada de muy
diversas maneras (en ocasiones para todo el proceso, en otras solo para
ejecutivos, en unas solo ordenando levantar medidas cautelares en otras
adicionalmente terminando el proceso, en unas solo a petición de parte, en otras
también con declaratoria oficiosa, etc.), pero en ultimas siempre consolidándose
como una:
“sanción o consecuencia jurídica que el ordenamiento jurídico ha
establecido cuando se presenta inactividad procesal de las partes,
proveniente de su conducta omisiva o negligente en cuanto hace al
cumplimiento de las cargas procesales que les ha impuesto el legislador
con arreglo a su competencia para configurar los procedimientos
judiciales.
La perención es pues, un instituto claramente inspirado en el principio
dispositivo que informa al procedimiento civil y una de cuyas
consecuencias más significativas es el impulso del proceso a instancia de
parte. Por ello, solamente cuando la paralización del proceso se debe a la
exclusiva negligencia o aquietamiento de las partes y no al incumplimiento
de los deberes de impulso procesal de oficio atribuidos al órgano judicial,
procede decretar la perención del proceso”1.
1
Corte Constitucional, Sentencia C-1104 de 2001.
6
La figura más nueva podría decirse fue entonces la del desistimiento tácito a la
cual nos avocamos en el año 2008 y que técnicamente fue bien diseñada, pues
claramente indicó que el desistimiento tácito precedía de un requerimiento previo
a la parte que no cumple la carga de impulsar el proceso dentro de un plazo
razonable y legal y luego si se aplica la sanción de terminación de proceso, pero
el mejor desarrollo dado fue su claridad al indicar indirectamente que procedía
para procesos en los cuales no existía sentencia de primera o única instancia
ejecutoriada, pues precisamente señala que al no acatarse el requerimiento
producto de una inactividad o negligencia y esta perseveraba 30 días mas, la
consecuencia jurídica es que la demanda o solicitud queda sin efectos y al no
preveer expresamente, como si lo hace la norma demandada, que aplicaría con
sentencia ejecutoriada, en ultimas el panorama aunque no fue claro
judicialmente hablando varias decisiones en casos concretos decantaron tal
posición. Circunstancia esta que se subsano sabia y rápidamente con la nueva
perención a través de una norma que refrendaba la ley estatutaria de
administración de justicia.
En efecto, la perención tal y como se regulo en la Ley 1285 de 2009 fue prevista
para el proceso ejecutivo y adicionalmente no requiere reconvención de
cumplimiento de cargas procesales previo y el termino de inactividad que se
castiga es mayor y se da de manera automática la terminación del proceso y su
consecuente levantamiento de medidas cautelares; frente a la procedencia de si
operaba aun con sentencia ejecutoriada no fue claro el legislador de la ley que
modifico la ley estatutaria de la justicia y por vía de fallos de tutela se ha
decantado la posición según la cual si procede la perención en el proceso
ejecutivo aun con sentencia ejecutoriada. Asi se ha concluido:
“La Sala considera que el Tribunal accionado inobservó la normativa vigente y llevó a
cabo un análisis errado en relación con el alcance de aplicación del artículo 23 de la Ley
1285 de 2009 y su procedencia en procesos ejecutivos independientemente si se ha
proferido o no sentencia, pues, se reitera, lo que se persigue es sancionar la falta de
actividad de quien soporta la carga de dar impulso al proceso, en este caso del
ejecutante.”2
Esto en virtud de que el proceso ejecutivo no termina con sentencia que ordena
seguir adelante la ejecución, sino, con el pago definitivo de la obligación a través
del remate de los bienes embargados o de manera anormal, es perfectamente
claro que la decidía del ejecutante en criterio de la Corte si sea sancionable en
cualquier momento:
“Lo descrito, permite colegir a la Sala que la parte ejecutante ha incumplido
constantemente su deber de impulso procesal, puesto que a pesar de existir sentencia
condenatoria no ha realizado ningún acto tendiente a lograr la satisfacción de la
obligación. Por el contrario, su desidia de 16 años, contrariando al principio de lealtad
procesal, ha permitido que la deuda de la accionante se acreciente con el trascurrir del
tiempo, agravando de esta manera su situación.”3
Asi las cosas y según lo indicado el desistimiento tácito en cuanto a sus
requisitos, tramite y efectos es acorde a la técnica procesal y a una
interpretación literal y exegética de su enunciado, en efecto, se trata
precisamente de tener tácitamente desistidas en ultimas las pretensiones del
proceso en el cual es declarada, evidentemente dentro de un proceso
enmarcado en un sistema mixto con tendencia dispositiva, las cargas procesales
toman un papel protagónico y su incumplimiento o mejor la voluntaria inejecución
de las mismas acarrea un lógico efecto jurídico que al no ser expreso pues la ley
lo estatuye como resultado a una de las denominadas conductas procesales cual
es la del litigante negligente; por ello, sin existir un desistimiento expreso de mi
2
3
Corte Constitucional, Sentencia C-581 de 2011.
ídem
7
pretensión este mismo efecto se da pero con la ficción legal establecida al que
es requerido y ratifica su dilación o inactividad injustificada.
Esta circunstancia de contera aclara el panorama aquí propuesto, pues al no
aplicar a procesos con sentencia ejecutoriada y al tenerse por desistida la
pretensión, pues el inactivo demandante puede iniciar un nuevo proceso con la
posibilidad de que cuando vuelva a accionar el derecho sustancial él mismo este
afectado con una posible proposición de prescripción en el segundo proceso,
pues la interrupción de la prescripción que se da de manera inicial no subsiste al
haberse terminado el primer proceso de manera anormal.
Por ello entonces no sufre el derecho en vilo de manera formal una situación de
cosa juzgada que permita generar la inestabilidad jurídica que se le predica a la
norma aquí atacada, simplemente el derecho sustancial debatido jamás fue
declarado en sentido alguno y por ello se puede demandar nuevamente una vez
transcurra el tiempo de espera que la figura prevee como sanción adicional.
Pero el panorama entonces se oscurece cuando aparece la reflexión que aquí
nos convoca y que se da cuando se intenta aplicar la figura del “desistimiento
tácito” del C.G.P. o mejor su similar figura perención en procesos donde ya
existe sentencia tal y como lo estatuye el articulo demandado, pues indica que
puede aplicarse en “cualquiera de sus etapas” y remata cuando en el literal b
indica que el tiempo de inactividad es mayor si dentro del proceso ya hay
sentencia ejecutoriada.
¿Es decir se afecta la figura de la cosa juzgada cuando se aplica el
“desistimiento tácito en procesos que tienen sentencia ejecutoriada?
Nuestra respuesta inicial es NO. Pero previo a sustentar el por qué la disposición
es acorde y proporcional entre el fin buscado por el legislador y la norma supra o
constitucional, es bueno aclarar y hacer ver bien varios errores de técnica
jurídica que en nuestro concepto incurrió el legislador en la norma atacada y que
generan la mencionada confusión.
En primer lugar, si desistimiento tácito y perención son similares en cuanto a que
se llega al mismo punto: la terminación del proceso y levantamiento de medidas
cautelares, también es cierto que son figuras distintas y que no puede dárseles
el mismo tratamiento. Asi las cosas el primer y garrafal error del articulo 317 aquí
enjuiciado, consiste en que las dos figuras subsisten, solo que se quisieron
encuadrar al parecer como si fuese una sola y por ello se les dio un solo título, el
de desistimiento tácito y para rematar al ser reguladas en un mismo artículo
genera confusiones como la aludida en la demanda de constitucionalidad.
En efecto, si se analiza bien, simple y llanamente en los preceptos demandados
precisamente se está regulando la tradicional perención y en los demás apartes,
especialmente los iniciales, se desarrolla el verdadero desistimiento tácito y para
rematar al final indica el fatal efecto jurídico que es coincidente en las dos figuras
es decir, la terminación anormal del proceso y el levantamiento de medidas
cautelares. Como se verá más adelante ésta antitectinica regulación de inicio se
observa sutil pero genera confusiones graves pues los supuestos de hecho y el
tratamiento en especial de que sucede con el derecho sustancial debatido no es
el mismo y por ello más adelante nos extenderemos al respecto.
En segundo lugar, aunque de menor envergadura se comete el error de indicar
que en el proceso ejecutivo la orden de seguir adelante con la ejecución se da
únicamente a través del tipo de providencias denominado autos y esto no es
acertado, pues en realidad en este tipo de Procesos tal orden se puede generar
a través de auto cuando no hubo oposición al mandamiento de pago por el
ejecutado, pero también cuando éste proponiendo las restringidas excepciones
que son viables en estos trámites, le son denegadas y el ejecutante consolida su
título ejecutivo. Esta inexactitud se puede tornar importante pues pueden
8
generarse interpretación exegéticas y literales que lleguen a concluir que en
ejecutivos definidos con sentencia producto de resolver desfavorablemente
excepciones de mérito propuestas, entonces no sería aplicable la figura
estudiada pero si para los casos en donde la orden de seguir con la ejecución se
da a través de auto interlocutorio, esto lo comprendemos sería una interpretación
errónea y no sistemática ni teleológica de la perención, pero en ultimas genera
confusiones.
Y por último consideraríamos un error también el hecho de que prevea idénticas
sanciones para ambas figuras, cuando históricamente hemos tenido la perención
para el proceso ejecutivo diseñada de mejor manera al establecer que para este
tipo de trámites no termina el proceso sino que se proceden a levantar las
medidas cautelares4, esta circunstancia también contribuye a tener claridad de
las figuras, en el desistimiento tácito no existe fallo luego en virtud de mi
conducta procesal omisiva por ficción legal desisto de mis pretensiones de
manera temporal y por ello allí en realidad hay una verdadera terminación del
proceso y el levantamiento de medidas cautelares es consecuencia a tal
circunstancia.
En cambio en la perención que se genera cuando ya hay sentencia ejecutoriada,
(esto bajo el entendido de que se podía dar antes de la sentencia solo cuando no
coexistía con la regulación del desistimiento tácito) no hay técnicamente un
desistimiento tácito ni mucho menos expreso de mi pretensión o derecho
sustancial debatido, pues de allí la armonía con la COSA JUZGADA. Allí (en la
perención) entonces la sentencia en nuestro concepto permanece incólume, es
decir el juez no afecta no extingue el derecho de la litis inicial pues este ya fue
definido a través de la sentencia y tampoco afecta la sentencia porque esta
permanece además de ejecutoriada incólume en su contenido declarativo o
ejecutivo, es decir el juez no toca el fondo del asunto, por el contrario, lo que
hace es simplemente declarar un hecho, a conclusión igual ha llegado la Corte
Constitucional al considerar que:
“La perención no constituye una decisión de fondo sino la declaración de un
hecho procesal: el abandono de la actuación por la parte interesada. En ese
sentido, la perención persigue la efectivización de los principios de celeridad,
economía, efectividad y eficacia que informan nuestro ordenamiento procesal,
con fundamento en los cuales se debe propender por la agilidad de los
procedimientos, evitando que las actuaciones procesales queden inconclusas,
indefinidas por la incuria de la parte que tiene la carga procesal de actuar”5.
Subrayado propio.
En ultimas, de acuerdo a nuestra opinión no debe preveerse técnicamente
hablando, una terminación de proceso sino mejor, la consecuencia debe ser
simple y llanamente la del levantamiento de las medidas cautelares practicadas
dentro del trámite pues en verdad el proceso ha terminado con la sentencia de
primera instancia, por lo menos esto es asi en los procesos declarativos, luego
no se podría dar en un mismo asunto una terminación normal y luego una
anormal del proceso.
Ahora bien, distinto es el tratamiento para los procesos ejecutivos sobre los
cuales es claro que no terminan con el simple mandato de continuar con la
ejecución, por el contrario estos terminan generalmente con el pago o
cumplimiento de la obligación que forzadamente el juez inquiere, asi lo han
confirmado varios fallos de nuestra Corte Suprema de Justicia:
4
5
Perención como fue instituida en la Ley 446 de 1998.
Corte Constitucional, Sentencia C-1104-2001.
9
Los juicios ejecutivos no fenecen cuando es dictada la sentencia que
ordena seguir adelante el recaudo forzoso, sino que el fin de tal
actuación sobreviene normalmente cuando se satisface de manera
íntegra la obligación sometida a cobro. Por ende, es de entender que
sólo cuando ocurre ese acto jurídico se agotan las instancias y, por lo
mismo, en el entretanto sigue viva la posibilidad de acudir al juez natural
que conoce de la causa para que sea él quien decida acerca de las
irregularidades que pueden afectar el proceso.6
Por ello en estos específicos asuntos, cuando el ejecutante es negligente y no
conduce el proceso al estado de satisfacer su acreencia con el remate de los
bienes embargados, si podría hablarse técnicamente de una terminación del
proceso ejecutivo y su consecuencial levantamiento de medidas cautelares, pero
se insiste en los declarativos la figura no debe ser la de terminación del proceso.
Finalmente en ambos casos como se explicara tanto en el derecho que adquiere
certeza en el pronunciamiento de fondo del declarativo, como la ejecución
confirmada, subsisten a pesar de que se levanten las medidas cautelares y se
devuelvan las piezas procesales al demandante o ejecutante, es decir, a pesar
de que en el último tipo de procesos sí se pueda predicar una terminación
anormal del proceso y en los declarativos no, por cuanto ya se dio una
terminación normal con la sentencia ejecutoriada, se reafirma que no puede
terminarse un mismo proceso con dos formas distintas, es decir lo ya fenecido
no revive para volver a tener el mismo fin.
Con todo lo anterior arribamos a la conclusión de que a pesar de las confusiones
en que el legislador incurre, en ultimas en el artículo 317 del C.G.P. se regulo el
verdadero desistimiento tácito para los procesos que no tienen sentencia y a la
vez bajo el mismo título se regula la anterior perención previéndola precisamente
para cuando hay sentencia ejecutoriada, que para este último caso a pesar de
afirmarse que se termina el proceso y se levantan las medidas cautelares lo
primero solo ocurrirá para los tramites ejecutivos y lo segundo sí para procesos
tanto declarativos como ejecutivos.
Y en favor de sostener la constitucionalidad de los apartes demandados a pesar
de su confusión, concluiremos que en todo caso la sentencia para todo tipo de
procesos a pesar del cierre del trámite ante el juez inicial, conserva su validez y
contenido y que la interpretación correcta que debe hacerse es que, en el caso
del proceso declarativo como el derecho ya tiene certeza simplemente se
levantan las medidas cautelares si es que las hubo, se devuelven los originales,
se debe esperar el tiempo de gracia, pero el demandante pasado el año de
sanción puede sin reato alguno demandar ahora la ejecución del fallo que definió
o declaro el derecho y ya no ante el mismo juez y a continuación de la sentencia
de instancia como si podría haberlo realizado de acuerdo al actual artículo 335
del C.PC.
Y que por el contrario, si se trata de una sentencia de proceso de ejecución a
pesar de que se levantan las medidas cautelares, se devuelven los originales se
debe esperar el tiempo de gracia, pero el ejecutante puede pasado el año de
sanción ahora demandar de la jurisdicción la ejecución del último título ejecutivo
obtenido, es decir la sentencia que ordeno seguir adelante la ejecución y de la
cual el ordenamiento civil ha previsto un término de prescripción de 5 años. Bien
lo confirma la Corte asi:
“Hecha la anterior precisión, se concluye que si de la acción ejecutiva se trata, su
ejercicio debe darse dentro de los cinco (5) años siguientes a la ejecutoria de la
sentencia. Es decir, en el sub examine, los derechos contenidos en la sentencia
condenatoria, que se convierte en el título ejecutivo, se encuentran prescritos desde el
año 1999, habiendo transcurrido más de 17 años desde su reconocimiento.
6
Corte Suprema de Justicia, Sentencia de Rev. septiembre 30 de 1999, Exp. No. 7245
10
Y asi se confirma con la interpretación dada al caso puntual tratado en la
sentencia T -581 de 2011
“Por lo tanto, aun existiendo sentencia que ordene seguir adelante la ejecución, en tanto
se reúnan los presupuestos previstos en la norma procede el decreto de perención.
La Sala considera que el Tribunal accionado inobservó la normativa vigente y llevó a
cabo un análisis errado en relación con el alcance de aplicación del artículo 23 de la Ley
1285 de 2009 y su procedencia en procesos ejecutivos independientemente si se ha
proferido o no sentencia, pues, se reitera, lo que se persigue es sancionar la falta de
actividad de quien soporta la carga de dar impulso al proceso, en este caso del
ejecutante.
Para esta Sala de Revisión la interpretación dada por la Sala Civil – Familia del Tribunal
Superior de Ibagué del artículo 23 de la Ley 1285 de 2009, no se aviene al querer del
legislador, quien instituyó esta figura con la finalidad de descongestionar el aparato
judicial de procesos abandonados por los ejecutantes y, no perpetuar la deuda
perseguida convirtiéndose en una carga excesiva para el ejecutado; por ello, se
constituye una violación del derecho fundamental al debido proceso de la accionante
por interpretación errónea de la ley.
Adicionalmente, advierte la Sala que en el presente caso, los derechos surgidos con
ocasión de la sentencia ejecutiva ya se encuentran prescritos, habida cuenta que han
transcurrido más de 17 años desde su reconocimiento.”
En este estado de las cosas y existiendo claridad de cuándo, que efectos
genera en todo tipo de procesos el desistimiento tácito, y en ultimas,
cuando y qué efectos tiene la perención rotulada de desistimiento tácito en
el C.G.P., se observa que a pesar de lo confuso de la norma, ésta como
veremos es adaptada a la constitución, es lógica y proporcional a lo
buscado por el legislador pues en ningún momento se conculca la cosa
juzgada. Esto por cuanto se insiste, a pesar de lo hibrido de la norma la
misma sobrepasa el juicio de constitucionalidad, pues se puede sostener
claramente con las situaciones evidenciadas, que el derecho del litigante
que triunfa se salva al existir los mecanismos legales previstos que le
permiten volver a la jurisdicción, pero mejor aún a ejecutar directamente su
fallo incólume en todo aspecto, lo que permite armonizar de mejor manera
la sanción que se quiere generar al litigante inactivo y a la vez conservar
lo declarado y ejecutoriado y comprender bien que no se retrocede ningún
efecto de la sentencia y que la nueva demanda, (que el articulo 317
referencia de manera genérica no especifica que es sobre las partes, los
hechos y la causa inicial) jamás va a tener identidad de causa a lo debatido
en el proceso inicial confirmándose asi que no se vulnera tan importante
instituto que salvaguarda la seguridad jurídica de los ciudadanos.
Si por el contrario no se interpreta como acertada nuestra solución a la
imprecisión, seria en ultimas sostener que lo que busca la figura, es tener
que romperse por el mismo juez su sentencia solo por una inactividad,
hecho éste que sería contrario a la misma institución de la cosa juzgada
cuando nos enseña que las sentencias judiciales no son revocables por el
mismo juez que la profirió, adicionalmente no se enmarcaría en las
causales de revisión o casación, única forma extraordinaria de destruir los
fallos cuando están ejecutoriados, y por último, seria afirmar que la
declaratoria de “perención” o desistimiento tácito del C.G.P. destruye la
declaración sobre el derecho sustancial, lo que si generaría inestabilidad
jurídica y caos de certeza de derechos, cuando se insiste, solo declara un
hecho procesal que tiene efectos jurídicos también solamente procesales y
esta interpretación si sería en verdad inconstitucional, luego el concluir
11
que las sentencias en firme se conservan como tal a pesar de una posterior
declaratoria de “desistimiento tácito” es en verdad la mejor interpretación
constitucional que se le puede dar a la norma.
Consideramos que con las anteriores apreciaciones desde el punto de
vista sustancial o de fondo sobre la inconformidad deprecada en la
demanda de la referencia queda satisfecha a través de interpretaciones
teleológicas, sistemáticas, jurisprudenciales y lógicas; y que como quiera
que a pesar de la abstracción de la norma, no es persé motivo de
declaratoria de su inexequibilidad, sino, como atinadamente la Corte lo ha
sostenido: “cuando la falta de claridad sea insuperable7”, estas referencias
hasta aquí esbozadas generan al contrario, la superación de las
interpretaciones que se puedan dar a los apartes demandados y son
producto de una interpretación hermenéutica que deja soslayada la
acusación aquí intentada, acusación de la cual dicho sea de paso en modo
alguno suple la establecida carga de demostración de la falta de claridad o
de concepto de violación8 por el demandante y por el contrario como lo
propusimos al comienzo de nuestra intervención no hace una acusación
formal, argumentada y sustentada del porque no se acomoda al artículo
superior.
Para rematar adentrándonos en un último aspecto, veremos también cómo
desde un punto de vista formal la norma demandada también se acomoda a
nuestra Constitución.
En efecto, ¿será que cuando el legislador fija sanciones al incumplimiento
de cargas procesales atentara contra la figura de la cosa juzgada y contra
la efectividad de derechos sustanciales?
Nuestra conclusión es clara, en momento alguno, pues el legislador tiene la
facultad o libertad de configuración en cuanto a la formalidad y ritualidad propias
de cada juicio y dentro de ello se encuentra también la regulación del tema de
las cargas procesales y sus efectos jurídicos, para ello solo bástese revisar los
pronunciamientos de la Corporación a través de los precedentes C-568 de
2000, C-1512 de 2000, C-918 de 2001, C-1104 de 2001, C – 713 de 2008
y T- 581 de 2011.
“Corresponde al Congreso fijar las etapas de los diferentes procesos y establecer los términos y
las formalidades que deben cumplir. Sin embargo, en esta labor el legislador tiene ciertos
límites, representados fundamentalmente en su obligación de atender los principios y fines del
Estado y de velar por la vigencia de los derechos fundamentales de los ciudadanos.” …
Especialmente, al legislador se le reconoce competencia para establecer dentro de los distintos
trámites judiciales imperativos jurídicos de conducta consistentes en deberes, obligaciones y
cargas procesales a las partes, al juez y aún a terceros intervinientes, ya sea para asegurar la
celeridad y eficacia del trámite procesal, proteger a las mismas partes e intervinientes o bien
para prevenir situaciones que impliquen daño o perjuicio injustificado a todos o algunos de
ellos”9
De otro lado, es verdad sabida que nuestras regulaciones procesales son de
tendencia mixta y que rige en el proceso civil un sistema mixto, entendido éste
como que el accionar, el impulso y la realización de determinadas cargas
procesales e incluso del derecho sustancial son de exclusiva órbita del particular
que acude a la justicia y se da bajo su plena disposición; y que de otro lado
modernamente hablando en virtud de una concepción publicista y activista del
proceso, el juez también ejerce un papel protagónico al momento de administrar
7
Corte Constitucional, Sentencia C – 594 DE 2010
Corte Constitucional, Sentencia C – 594 de 2010 , Sentencia C-1052 de 2001, entre otras
9
Corte Constitucional, Sentencia C-1104 DE 2001.
8
12
justicia y puede incluso adelantar actuaciones y pruebas de oficio, requerir
impulso a las partes y más importante aún, tiene el deber de evitar dilaciones
injustificadas y de buscar la seguridad jurídica a través de decisiones que no
tornen los derechos como indefinidos, entre ellos, precisamente el de decretar en
los casos puntuales la perención o el desistimiento tácito bajo el C.G.P. luego de
existir sentencia ejecutoriada y más aún, armoniza perfectamente la disposición
del artículo 317 del C.G.P. cuando advierte que las actuaciones realizadas por el
juez interrumpen, es decir no generan términos o lapsos de inactividad para las
partes y por ello se ven salvaguardadas frente a los posibles efectos del
desistimiento tácito, asi como es también afortunada la norma cuando hace
claridad que no se contaran tampoco como inactividad los tiempos que las partes
empleen mientras se logran practicar en debida forma medidas cautelares.
Lo anterior puede parecer simple pero sobre los dos últimos aspectos había
posiciones judiciales encontradas de allí lo importante de la aclaración legislativa
realizada en el mencionado artículo.
Siguiendo con nuestro argumento:
“Son deberes procesales aquellos imperativos establecidos por la ley en orden a la
adecuada realización del proceso y que miran, unas veces al Juez (Art. 37 C. de P. C.), otras a
las partes y aun a los terceros (Art. 71 ib.), y su incumplimiento se sanciona en forma
diferente según quien sea la persona llamada a su observancia y la clase de deber omitido
(arts. 39, 72 y 73 ibídem y Decreto 250 de 1970 y 196 de 1971). Se caracterizan porque
emanan, precisamente, de las normas procesales, que son de derecho público, y, por lo
tanto, de imperativo cumplimiento en términos del artículo 6° del Código.”
“Igualmente, al resolver sobre la constitucionalidad de otros apartes de la citada disposición, en
la sentencia C-918 de 2001 M.P. Jaime Araujo Rentería, está Corporación se pronunció sobre la
perención considerándola como una medida que desarrolla los principios de celeridad,
economía, efectividad y eficacia que informan nuestro ordenamiento procesal a la vez que
permite que el juez cumpla con sus deberes de dirigir el proceso, velar por su rápida solución e
impedir su paralización.”10
De otro lado y en virtud de ese sistema con preponderancia dispositiva es claro
que:
“Si las cargas procesales suponen un proceder potestativo del sujeto a quien para su propio
interés le ha sido impuesta, la omisión de su realización debe acarrearle consecuencias
desfavorables que pueden ir desde la preclusión de una oportunidad o un derecho procesal hasta
la pérdida del derecho material, dado que el sometimiento a las normas procedimentales o
adjetivas, como formas propias del respectivo juicio, no es optativo para quienes acuden al
mismo con el objeto de resolver sus conflictos jurídicos, en tanto que de esa subordinación
depende la validez de los actos que de ellas resulten y la efectividad de los derechos sustanciales.
Entre las cargas procesales que el legislador ha diseñado para el procedimiento civil se
encuentran las relacionadas con la impulsión del proceso a instancia de las partes, en cuya
virtud deben cumplir con las actuaciones procesales a su cargo y vigilar en forma continua el
trámite del proceso en constante colaboración con el juez en su función de administrar justicia,
quien una vez iniciado debe impulsar su marcha sin necesidad de que las partes lo insten a
hacerlo.”
“La perención -también denominada caducidad de la instancia-, consiste en una sanción o
consecuencia jurídica que el ordenamiento jurídico ha establecido cuando se presenta
inactividad procesal de las partes, proveniente de su conducta omisiva o negligente en cuanto
hace al cumplimiento de las cargas procesales que les ha impuesto el legislador con arreglo a su
competencia para configurar los procedimientos judiciales.”11
Por ultimo insistimos los precedentes mencionados han rotulado de validez
constitucional la figura del desistimiento tácito y la perención, al sostener que:
“En este sentido es claro que el establecimiento de las cargas procesales se fundamenta en el
deber constitucional de colaboración con los órganos jurisdiccionales (art. 95-7 de la C.P.), que
10
11
Corte Constitucional, Sentencia C-1104 DE 2001.
idem
13
en el plano procesal se proyecta en la obligación de la parte demandante (principio dispositivo)
de coadyuvar e interesarse por la marcha del proceso en el que pretende la defensa de sus
derechos e intereses legítimos, so pena de correr con las consecuencias legales adversas que se
derivan de su inactividad.”
“La medida resulta razonable si se tiene en cuenta que con su implementación el legislador busca
asegurar la eficiencia en la administración de justicia, al dejar en manos de los funcionarios
encargados de impartirla la resolución de aquellos asuntos respecto de los cuales existe interés
real de las partes en su prosecución y posterior definición judicial.”12
Y se concluye diáfanamente su constitucionalidad teleológica y ponderada a
pesar de creerse que existen intereses contrapuestos entre la seguridad jurídica,
la cosa juzgada y la eficacia del proceso asi:
“La perención es en general una forma de terminación anormal del proceso, de
la instancia o de la actuación, que opera de oficio o a petición de parte, como
sanción a la negligencia, omisión, descuido o inactividad de la parte a cuyo
cargo esté la actuación.
El artículo 2º del C. de P. C. consagra, en razón al principio dispositivo que
informa nuestro ordenamiento procesal civil, que los procesos sólo podrán
iniciarse por demanda de parte, excepto los que la ley autoriza promover de
oficio; principio que se invierte por el inquisitivo para señalar que corresponde
al juez el impulso del mismo respondiendo por las demoras que sean
ocasionadas por su negligencia. Así lo reitera en el artículo 37 ibídem
(modificado por el Decreto 2282/89) al señalar entre sus deberes, el de “Dirigir
el proceso, velar por su rápida solución, adoptar las medidas conducentes para
impedir la paralización y procurar la mayor economía procesal, so pena de
incurrir en responsabilidad por las demoras que ocurran”.
Pero, además de lo anterior, también es deber de las partes, el estar atentas al
desarrollo del proceso e instar, para que el mismo no se detenga, más aún,
cuando las actuaciones a seguir dependan de alguna de ellas. Se predica este
deber del demandante en relación con el proceso que él mismo ha iniciado, del
demandado cuando formula excepciones y del apelante respecto de la segunda
instancia y en general de la parte de quien dependa la actuación.
Lo anterior, en razón a la aplicación de los principios de celeridad, economía,
efectividad y eficacia que informan nuestro ordenamiento procesal, con
fundamento en los cuales se debe propender por la agilidad de los
procedimientos, porque toda actuación, instancia o proceso llegue a su fin,
evitando que queden inconclusas, indefinidas o sin agotarse por la incuria de la
parte que tiene la carga procesal de actuar y en perjuicio de la otra13.”
Subrayado propio. (cita que se hace en la sentencia T- 581 de la sentencia C918 de 201)
Siendo esta situación asi planteada:
“En este sentido, la perención armoniza perfectamente con los mandatos
constitucionales que le imponen al Estado el deber de asegurar la justicia dentro de un
marco jurídico democrático y participativo que garantice un orden político, económico y
social justo (Preámbulo y artículos 2, 228 y 229 de la C.P.)”14 Subrayado propio.
12
Corte Constitucional, Sentencia C-918 DE 2001
Corte Constitucional, Sentencia C-918 de 2001, M.P. Jaime Araujo Rentería.
14
Corte Constitucional, Sentencia C-1104 de 2001.
13
14
Ratificado por la sentencia que estudió dicho sea de paso, de manera previa la
constitucionalidad de la ley 1285 de 2009 por tratarse de ley estatutaria que
regula el derecho fundamental de acceso a la administración de justicia, a través
de la cual regresamos a la perención en el proceso civil y claramente allí se
afirmó:
“En el mismo sentido, la Corte Constitucional al determinar la exequibilidad del artículo
23 del proyecto de Ley 1285 de 200915, resaltó que el restablecimiento de la perención en
los procesos ejecutivos, como medida derivada de la injustificada inactividad de la parte
actora, constituye un mecanismo idóneo y constitucionalmente admisible para contribuir
eficazmente a la descongestión del aparato judicial, dentro del margen de configuración
propio del Legislador.”16
Para finalizar solo resta elogiar la concordancia que se da en el tema del
desistimiento tácito concebida en el C.G.P. con la disposición introducida antes
en la ley 1395 de 2010 y ratificada en el artículo 121 del C.G.P. (hoy también
vigente), respecto de que el termino de inactividad como el de la duración
máxima del proceso son idénticas y al plantearse que la práctica de medidas
cautelares y las actuaciones del juez no generan inactividad en contra de las
partes, el margen de congestión y dilación en los procesos será mínimo, asi
como el número de declaratorias de desistimiento tácito y por ende se observan
cada vez más, normas mejor diseñadas desde todo punto de vista en miras de
una verdadera y recta administración de justicia.
PETICIÓN.
De acuerdo a lo anterior solicitamos a la honorable corporación se sirva declarar
la exequibilidad de la norma demandada.
Del Honorable Magistrado,
JORGE KENNETH BURBANO VILLAMARIN
C.C. 79356668 de Bogotá.
Coordinador Observatorio de Intervención Ciudadana Constitucional
Facultad de Derecho Universidad Libre, Bogotá.
Calle 8 5-80, Segundo Piso. Cel. 3153465150. Correo: [email protected]
NELSON ENRIQUE RUEDA RODRIGUEZ
C.C.No. 79.876.545 de Bogotá.
Miembro del Observatorio de Intervención Ciudadana Constitucional
Docente de jornada completa del Área de Derecho Procesal
Universidad Libre de Colombia, seccional Bogotá.
Calle 8 5-80 oficina 1127, Cel. 300 551 75 76. Correo: [email protected]
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Corte Constitucional, Sentencia C-713 de 2008.
Corte Constitucional, Sentencia C – 713 de 2008.
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