Antonio Martínez Lafuente Se solicita el parecer de quien suscribe en torno a la tributación de las sociedades civiles ante el Impuesto de Sociedades, tras la reforma introducida en la legislación del impuesto y en particular sobre la incidencia que ello puede tener en el ejercicio en común de la profesión farmacéutica. Conocidos los antecedentes remitidos por la Asociación de Asesores Fiscales, y sin perjuicio de aludir a los mismos en el lugar oportuno, damos cuenta de las siguientes CONSIDERACIONES Primera.-El artículo séptimo de la Ley 27/2014, de 27 de noviembre, del Impuesto sobre Sociedades, dispone que: "1.- Serán contribuyentes del Impuesto, cuando tengan residencia en territorio español: a) Las personas jurídicas, excluidas las Sociedades Civiles que no tengan objeto mercantil.” La diferencia con respecto a la normativa anterior no puede ser más clara puesto que el art. séptimo del Real Decreto Legislativo 4/2004, de 5 de marzo, por el que se aprobó el Texto Refundido de la Ley del Impuesto sobre Sociedades, fue del siguiente tenor: "Serán sujetos pasivos del impuesto, cuando tengan su residencia en territorio español: a) las personas jurídicas, excepto las sociedades civiles.” De lo expuesto se desprende que determinadas sociedades civiles pasan a tributar por el Impuesto sobre Sociedades, como con claridad se desprende del Preámbulo de la Ley mencionada al inicio en el que se indica: “En el ámbito de los contribuyentes, se incorporan al Impuesto sobre Sociedades las sociedades civiles que tienen objeto mercantil, y que tributaban hasta la aprobación de esta Ley como contribuyentes del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas a través del régimen de atribución de rentas. Esta medida requiere incorporar un régimen transitorio en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas que regule la traslación de este tipo de entidades como contribuyentes del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas a contribuyentes de este impuesto.” En la Disposición Transitoria trigésimo segunda se contiene el texto siguiente: “1. Lo previsto en esta disposición será de aplicación a las sociedades civiles y a sus socios a los que hubiese resultado de aplicación el régimen de atribución de rentas, de acuerdo con lo establecido en la Sección 2.a del Título X de la Ley 35/2006, de 28 de noviembre, del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas y de modificación parcial de las leyes de los Impuestos sobre Sociedades, sobre la Renta de no Residentes y sobre el Patrimonio, en periodos impositivos iniciados con anterioridad a 1 de enero de 2016 y tengan la consideración de contribuyentes del Impuesto sobre Sociedades a partir de dicha fecha.” Por su parte la Ley 26/2014, de 27 de noviembre, de modificación de la Ley 35/2006 de 28 de noviembre, reguladora del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, ha dado redacción nueva al artículo octavo de la Ley citada, que pasa a ser del siguiente tenor: “3.- No tendrán la consideración de contribuyentes las sociedades civiles no sujetas al Impuesto sobre Sociedades, herencias yacentes, comunidades de bienes y demás entidades a que se refiere el artículo 35.4 de la Ley 58/2003, de 17 de d iciembre, General Tributaria. Las rentas correspondientes a las mismas se atribuirán a los socios, herederos, comuneros o partícipes, respectivamente, de acuerdo con lo establecido en la Sección 2.a del Título X de esta Ley.” Y en coordinación con lo expuesto, el artículo 6º de la Ley 27/2014 de 27 de noviembre, dispone: “1.- Las rentas correspondientes a las sociedades civiles que no tengan la consideración de contribuyentes de este Impuesto, herencias yacentes, comunidades de bienes y demás entidades a que se refiere el artículo 35.4 de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria, así como las retenciones e ingresos a cuenta que hayan soportado, se atribuirán a los socios, herederos, comuneros o partícipes, respectivamente, de acuerdo con lo establecido en la Sección 2ª del Título X de la Ley 35/2006, de 28 de noviembre, del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas y de modificación parcial de las leyes de los Impuestos sobre Sociedades, sobre la Renta de no Residentes y sobre el Patrimonio. 2.-Las entidades en régimen de atribución de rentas no tributarán por el Impuesto sobre Sociedades.” Segunda.-La sujeción al Impuesto sobre Sociedades de las sociedades civiles con objeto mercantil ha de causar importantes problemas de interpretación dada la contraposición de los términos civil y mercantil, pues es un lugar común de la doctrina que el "objeto mercantil", solo puede ser propio de las sociedades mercantiles, por lo que la sociedad civil con objeto mercantil entraría en el ámbito propio de las sociedades irregulares mercantiles, por lo que la confusión de conceptos está servida con lo que ello supone en orden a la correcta aplicación de la Ley Tributaria, que no puede caer en la inseguridad jurídica ni provocar sorpresas a los contribuyentes; por ello algún autor ya ha denunciado que: “Las sociedades civiles con objeto mercantil no existen, o más precisamente que se trata de sociedades mercantiles irregulares, hemos de preguntarnos a qué tipo de entidades se refieren las leyes del IS y del IRNR con esta desafortunada expresión. A mi juicio no puede tratarse de las sociedades mercantiles irregulares que adopten la denominación de «sociedad civil» porque sería absurdo que el mero hecho de adoptar dicha denominación, en lugar de la denominación de «comunidad de bienes», las convirtiese en sujetos pasivos del Impuesto sobre Sociedades. De no entenderse así, llegaríamos al absurdo de que las sociedades irregulares (sociedades mercantiles no inscritas) pueden optar entre la sujeción al Impuesto sobre Sociedades o el régimen de atribución de rentas simplemente en función de la denominación que adopten.” Procede hacer un recordatorio del origen sustantivo de las sociedades que nos ocupan y en tal sentido es conveniente aludir aquí a que el art. 116 del Código de Comercio, después de definir el contrato de sociedad añadió que la sociedad será mercantil "cualquiera que sea su clase, siempre que se haya constituido con arreglo a las disposiciones de este Código". La interpretación literal del precepto lleva a la conclusión de que las sociedades son mercantiles si adoptan una forma mercantil. A los cuatro años de promulgado el Código de Comercio se aprobó el Código Civil, el cual admitió en su artículo 1670 que las sociedades civiles por su objeto pudieran revestir forma mercantil, con lo cual desbarató la tesis formalista basada en el artículo 116 del Código de Comercio. La redacción confusa y aparentemente contradictoria de ambos artículos ha dado lugar a una larga e inacabada polémica doctrinal. Los antiguos mercantilistas mantuvieron que eran sociedades mercantiles las formalizadas en escritura pública e inscritas en el Registro Mercantil El Profesor Garrigues, e inicialmente, la Jurisprudencia del Tribunal Supremo interpretaron ambos artículos en el sentido de exigir además de los requisitos anteriores, que la sociedad tuviera objeto mercantil. Manuel de la Cámara sostuvo por s u p a r t e que las sociedades son mercantiles cuando su objeto es mercantil, porque: 1º La sociedad mercantil es comerciante y por tanto su objeto debe ser el de realizar habitualmente actos de comercio. 2º Aunque no se cumplan los requisitos de escritura e inscripción en el Registro Mercantil, la sociedad en el orden interno sigue siendo mercantil. Por supuesto, son también mercantiles las sociedades cualesquiera que sea su objeto, si adoptan la forma de sociedad anónima o de responsabilidad limitada, porque así lo dispusieron indubitadamente las Leyes de 17 julio de 1951 y de 17 de j ulio de 1953, respectivamente. La misma línea siguió la Ley de Sociedades Anónimas aprobada por Real Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre. El mismo criterio fue aplicable a las sociedades limitadas, en virtud de su Ley reguladora 2/1995, de 23 de marzo, que se regirían por la Ley de Sociedades Anónimas en todo lo referido a los actos y contratos celebrados antes de su inscripción en el Registro Mercantil (arts. 3 y 16 de la L ey de So ciedades de Respo nsabilida d L im itada ). Por último, la Ley de Sociedades de Capital, aprobada por Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, reprodujo las leyes anteriores, al decir que, una vez verificada la voluntad de no inscribir la sociedad y, en cualquier caso, transcurrido un año desde el otorgamiento de la escritura pública sin que se haya solicitado su inscripción, se aplicarán las normas de la sociedad colectiva o, en su caso, las de la sociedad civil si la sociedad en formación hubiera iniciado o continuado sus operaciones (arts. 2 y 39 d e l a L e y d e S o c i e d a d e s d e C a p i t a l ). Otras leyes societarias que siguieron el criterio de la forma fueron la L e y 1 2 /1991, de 29 de abril, de Agrupaciones de Interés Económico, cuyo art. 1 proclama expresamente su carácter mercantil y la Ley 1/1994, de 11 de marzo, de Régimen Jurídico de Sociedades de Garantía Recíproca, cuyo art. 4 prescribe el carácter mercantil de estas sociedades. N i n g un a de estas leyes especiales se refirió al régimen de las sociedades constituidas como civiles ni a las constituidas como colectivas, o como comanditarias: para todas ellas sigue siendo de aplicación el criterio de la naturaleza de su actividad a la hora de i n d a g a r s o b r e el régimen legal que les es aplicable. En cualquier caso, e n t e n d e m o s que la respuesta está en la aplicación, por analogía, del art. 39.1 de la Ley de Sociedades de Capital. Este artículo trata de las sociedades que no llegan a adquirir la condición de anónimas o limitadas por falta de requisitos formales (en concreto, inscripción en el Registro Mercantil). Es decir, se trata de sociedades con objeto mercantil pero sin forma mercantil. Supuesto que guarda identidad de razón con el de las sociedades civiles con objeto mercantil, y a las cuales debe darse la misma solución del art. 39.1 de la Ley de Sociedades de Capital: deben regirse por las normas de la sociedad colectiva, por ser su objeto social de naturaleza mercantil. Tercero.- La Dirección General de los Registros y del Notariado en su Resolución de 21 de mayo de 2013, tiene reflejada doctrina sobre el particular en los siguientes términos: “Según la reiterada doctrina de esta Dirección General (cfr. Resoluciones de 13 de diciembre de 1985 y de 11 de diciembre 1997), la actividad que constituye un objeto social como el de este caso presenta las características que determinan su calificación como mercantil, y ello no sólo desde el punto de vista económico (interposición en el tráfico, habitualidad, ánimo especulativo) sino, también, desde el estrictamente jurídico, toda vez que se pretende la realización de forma permanente, a través de una organización estable y adecuada al efecto y con ánimo lucrativo, de genuinas actividades empresariales circunstancia que por otra parte no se discute en el escrito de recurso.” Y que “todo contrato por el que se constituye una sociedad cuyo objeto sea la realización de actividades empresariales, tiene naturaleza mercantil, como resulta de los artículos 2, 116, 117 y 124 del Código de Comercio y del mismo artículo 1670 del Código Civil y, por tanto, la sociedad quedará sujeta, en primer lugar, a las disposiciones contenidas en el Código de Comercio, de acuerdo con sus artículos 2 y 50 y con lo establecido en los artículos 35 y 36 del Código Civil, sin que para eludir la aplicación de las reglas mercantiles de las sociedades sea suficiente la expresa voluntad de los socios de acogerse al régimen de la sociedad civil.” Por su parte el Tribunal Supremo en Sentencia de 24 de febrero de 2000 anuló la Disposición Adicional del Real Decreto 1867/1998, de 4 de septiembre que vino a modificar el artículo 81.3 del Reglamento del Registro Mercantil en el sentido de establecer la posibilidad de acceso al mismo de las Sociedades Civiles en todo caso, olvidando que el Código de Comercio establece que dicho acceso deberá establecerse por Ley (art. 161.5) y que tal inscripción será obligatoria (art. 19) salvo para las empresas individuales a excepción del Naviero. La expresión del artículo 16.1.5 del Código de Comercio “Cuando así lo disponga la Ley”, debe ser entendida como reserva formal de Ley, según se infiere de la interpretación que efectúa el propio Reglamento del Registro Mercantil en su artículo 2 al establecer que “ aquel tiene por objeto la inscripción de las empresas y demás sujetos establecidos por la Ley, así como los actos y contratos relativos a los mismos que determinen la Ley y éste Reglamento”; se establece así claramente una interpretación en la que se distingue entre el rango normativo exigido para abrir el acceso al Registro según se trate de sujetos o de l o s actos y contratos, de tal manera que respecto a los primeros no cabe hacerlo por vía reglamentaria. Del mismo modo el carácter potestativo que parece inferirse de la expresión “podrá”, utilizada para el artículo 83.3 del Reglamento del Registro Mercantil, hace que tanto el artículo 81.3 como el 269 bis del Reglamento del Registro Mercantil en la redacción que le da la Disposición Adicional del Real Decreto 1867/1998 de 4 de septiembre sean contrarias al artículo 19 del Código de Comercio. Si por el contrario se entendiese que la fórmula no es potestativa y que por tanto la inscripción es obligatoria, se estaría ante el defecto ya asumido en el informe del Consejo de Estado de interferir en la regulación de las sociedades civiles reservada al Código Civil y, en consecuencia, estaríamos ante idéntica infracción del principio de jerarquía normativa, razones por las que la disposición debe ser considerada nula en los puntos objeto de impugnación. Cuarto.- Expuesto lo anterior avanzamos un paso más afrontando la cuestión que constituye el objeto central del presente Dictamen desde la perspectiva del Derecho Tributario, y en tal sentido procede recordar de nuevo lo que se expone en el art. 8(3) de la Ley 35/2006, de 28 de noviembre, reguladora del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, en la redacción procedente de la Ley 36/2014, de 28 de noviembre a cuyo tenor: “3.- No tendrán la consideración de contribuyente las sociedades civiles no sujetas al Impuesto sobre Sociedades, herencias yacentes, comunidades de bienes y demás entidades a que se refiere el artículo 35.4 de la Ley 58/2003, de 17 de d i c i e m b r e , General Tributaria. Las rentas correspondientes a las mismas se atribuirán a los socios, herederos, comuneros o partícipes, respectivamente, de acuerdo con lo establecido en la Sección 2.a del Título X de esta Ley.” Desde la Ley de 16 de diciembre de 1954 reguladora de la Contribución General sobre la Renta hasta la actualidad, se produce una atribución de los resultados derivados de las sociedades civiles y de las comunidades de bienes a los socios o partícipes, quedando dichos Entes al margen del Impuesto sobre Sociedades, salvo en el momento presente cuando las Sociedades Civiles tengan un objeto mercantil. La redacción contenida en las Leyes de Reforma del año 1978 parece que pretendía dos objetivos: Uno, claro y meridiano, las sociedades civiles no deberán estar sujetas al Impuesto sobre Sociedades en ningún caso, incluso aunque tengan personalidad jurídica. Es decir, los socios de las sociedades civiles estarán sometidos al Impuesto sobre la Renta, a través del régimen de atribución de rentas. El segundo objetivo, relativo a las comunidades de bienes, es confuso, porque el inciso de que sean públicos o no sus pactos, no tiene significado, ni transcendencia alguna, pues las comunidades de bienes carecen siempre de personalidad jurídica, sean o no públicos sus pactos. Ni en la Exposición de motivos, ni en el discurso del Ministro de Economía y Hacienda (C. Solchaga) se dio justificación alguna de las modificaciones propuestas, y que se plasmaron en los siguientes textos: Art. 12 de la Ley 44/1978, de 8 de septiembre, Reguladora del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas: “Las rentas correspondientes a las Sociedades civiles, herencias yacentes, comunidades de bienes, sean públicos o no sus pactos, y demás entidades a que se refiere el artículo 33 de la Ley General Tributaria se atribuirán a los socios, herederos, comuneros y partícipes, respectivamente, según las normas o pactos aplicables en cada caso, y si éstos no constaran a la Administración en forma fehaciente, se atribuirán por partes iguales.” Art. 4 de la Ley 61/1978, de 27 de diciembre, Reguladora del Impuesto sobre Sociedades: “Son sujetos pasivos del Impuesto todos aquellos sujetos de derechos y obligaciones, con personalidad jurídica, que no estén sometidos al Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas.” Las razones auténticas que justificaron el que la Dirección General de Tributos incluyera estas modificaciones en los primeros borradores, hasta convertirse en proyecto de ley, fueron cortar de raíz el resurgimiento de viejas prácticas inspectoras, consistentes en considerar como sujetos pasivos a todas las sociedades civiles, pues la Inspección de Hacienda entendía que la simple inscripción en el NIF (Número de Identificación Fiscal) era suficiente para entender que los contratos se realizaban con una persona jurídica. La razón era igual en las comunidades de bienes, respecto de las cuales, la Inspección de Hacienda estaba resucitando el viejo concepto de la “comunidad societaria”. (La cita es de Gota Losada en “Tratado del Impuesto sobre Sociedades”, Tomo III (1989) pág. 105. Esta cuestión no puede reproducirse en la actualidad, pues como veremos más adelante, el principio de calificación ha de quedar limitado por la utilización de una figura jurídicotributaria diseñada por el legislador, cuando son las comunidades de bienes que ejercen actividad empresarial, que no pueden considerarse sociedades mercantiles irregulares, ni en consecuencia, considerarse sujetos pasivos del Impuesto sobre Sociedades, pese a que sí van a pasar a tributar por este Impuesto las sociedades civiles con objeto mercantil, con las que no puede haber confusión, y ello pese a que desde el punto de vista sustantivo se hacen necesarias nuevas precisiones en los términos que de inmediato exponemos. Quinto.-Es conveniente por ello, antes de seguir adelante, continuar con una referencia del Derecho privado, y en tal sentido procede recordar que como la sociedad civil no tiene personalidad jurídica, el art. 1669 del Código Civil se remite a las disposiciones reguladoras de la comunidad de bienes, y por otra parte, aunque haya nacido como comunidad de bienes, también se le aplicarán las reglas básicas de la sociedad si actúa como tal; por tanto, la necesaria complementariedad de la regulación de la sociedad y de la comunidad de bienes puede darse dos supuestos siguientes: “A. Sociedad civil sin personalidad jurídica, aquí por remisión imperativa del art. 1 6 6 9 d e l C ó d i g o C i v i l , se tiene que regular, aunque en planos diferentes pues las reglas del contrato de sociedad -dado que continúa siendo sociedad civil y por las normas de la comunidad de bienes, d a d o q u e a l n o a d q u i r i r personalidad jurídica ni es sujeto de derechos autónomo ni, p o r t a n t o t endrá patrimonio propio, sino que -aunque con cierta individualizaciónse integrará en el personal de los socios. El problema será concretar qué parte de la regulación societaria puede subsistir (que será toda aquella que afecta a la relación entre los socios) -cfr., singularmente, arts. 1679 del Código Civil y la responsabilidad por deudas, pues aunque no haya patrimonio personal de la sociedad sí hay una masa delimitada por las aportaciones art 1699 del Código Civil y a la vez, completarse con la regulación de la comunidad de bienes (es decir, todo lo concerniente a la gestión, administración, etc., del patrimonio o fondo común, sin olvidar que, además, podría haber socios industriales). Debe tenerse presente que el art 1669 del Código Civil no establece una conversión legal de sociedad en comunidad de bienes, sino que, por el contrario, presupone que permanece su condición de sociedad civil, y que, además, le aplicarán también las normas de la comunidad de bienes”. Lo relevante, en suma, es que sigue siendo una s.ociedad pues no se ha convertido en comunidad, y, en consecuencia, subsistirá el aspecto obligacional, propio del contrato de sociedad, y se complementará con el aspecto jurídico real propio de la comunidad de bienes. B. Comunidad de bienes, o así denominada, que, no obstante, por razón de su objeto y configuración, es una sociedad civil. En este caso el problema será determinar, según las circunstancias ante qué clase de sociedad estamos, mercantil (y obviamente, sería irregular) o civil; para ello habrá que atender no solamente a lo pactado, sino, también a cómo se actúa realmente “de facto”. En todo caso, y aunque no sea esta la línea jurisprudencial debe decirse que la irregularidad formal corresponde propiamente a las sociedades mercantiles, a las civiles solo procedería cuando se dé algún defecto estructural o que afecte a su validez (tales que vicios del consentimiento, ilicitud de la causa u objeto, etc., lo que no es lo habitual en los supuestos en que se ha aplicado la doctrina de la sociedad irregular). El problema será si estamos ante una comunidad convencional o ante una sociedad civil y de serlo, en qué categoría cabe encuadrarla, previo descartar que no exista error vicio -ni tampoco error obstativo – en el consentimiento y a la vez sin olvidar que el propio Código Civil contempla el régimen –mediante presunciones –de una sociedad civil básica. Las reglas a aplicar vendrán dadas, previo excluir que no hay nulidad por anulabilidad, por dicha previa determinación de si estamos ante una sociedad de hecho, tácita, aparente o, simplemente, no completamente formalizada. Y, de ello dependerá el régimen jurídico aplicable. El Tribunal Supremo, pese a que la sociedad civil no es sujeto inscribible en el Registro Mercantil, al que viene preordenada la forma (Escritura Pública) en relación a los terceros, en numerosas sentencias que ya constituyen un cuerpo uniforme de jurisprudencia (Sentencias de 10 de abril de 1978, 5 julio de 1982, 30 abril de 1986, 24 junio 1988, 21 junio, 30 octubre, y 17 diciembre de 1990, 30 de septiembre 1991 y 27 mayo de 1993, entre otras muchas), reitera la existencia de sociedades civiles cuando se incumple la formalidad de escritura pública en el caso del artículo 1667 del Código Civil, esto es, que se aporten a la misma bienes inmuebles o derechos reales, pues para los demás casos el precepto establece “la sociedad civil se podrá constituir en cualquier forma” y en este caso, a la sociedad civil constituida por las demandadas no se aportaron bienes inmuebles ni derechos reales, efectivamente ha de llegarse a una primera conclusión consistente en que desde lo establecido en dicho precepto, para la válida constitución de la sociedad bastaba el documento privado suscrito por las dos socias codemandadas. Continuando con el análisis sobre la existencia o no de personalidad jurídica en la sociedad no demandada, el artículo 1669 del Código Civil obliga a las sociedades cuyos pactos se mantengan secretos entre los socios, y en que cada uno a los que contrate en su propio nombre con los terceros”, norma respecto a la que se afirma en la Sentencia de esta Audiencia Provincial de Málaga (S.5ª de 29 de julio de 2005, que el elemento que ha de ser público y notorio es el vínculo societario preexistente, de tal modo que cualquiera que contrate con ella conozca a ciencia cierta con quien se está comprometiendo al asumir sus obligaciones y derechos, siendo evidente que en este caso no resulta de aplicación dicho precepto en cuanto que como ya se indicó, la propia parte actora contrató el arrendamiento con ambas socias estando éstas en representación de la sociedad. Sentando lo anterior, esto es la personalidad jurídica de la sociedad arrendataria el problema se plantea en cuanto a la naturaleza claramente mercantil de la sociedad y sus efectos en cuanto a la extensión de la responsabilidad de las socias que la integran indicando al respecto la citada sentencia de la Audiencia Provincial de Málaga que la exención o mayor intensidad en la exigencia del cumplimiento del requisito formal de la inscripción registral, no cabría con respecto a las sociedades que revistiesen una naturaleza estrictamente mercantil al establecer el artículo 1670 del Código Civil que; “Las Sociedades Civiles, por el objeto a que se consagren, pueden revestir todas las formas reconocidas por el Código de Comercio”, con lo cual, sólo cabe exigir con rigor el cumplimiento del deber de inscripción y de constitución mediante documento público y las denominadas mercantiles, afirmándose en la Sentencia del Tribunal Supremo de 30 de mayo 1992 con referencia a la sociedad civil, que cuando se constituye con objeto claramente mercantil para adquirir su personalidad mercantil, precisa escritura pública e inscripción en el Registro Mercantil de forma que respetando las formalidades recogidas en el art.119 del Código de Comercio (Escritura Pública e inscripción) sólo cabría hablar de una sociedad irregular sin personalidad jurídica propia y, en consecuencia rigiéndose “por las disposiciones relativas a la comunidad de bienes” según indica el art. 1669 del Código Civil, la acción entablada ha sido dirigida correctamente contras las socias procediendo la estimación del recurso ante la inexistencia de una situación litisconsorcial. Sexto.- Llegados a este punto procede no perder de vista la "singularidad de la ley fiscal", o del Ordenamiento Tributario, como recordó la Sentencia del Tribunal Supremo de 22 de n oviembre de 2002, que expuso: "La posibilidad de diferenciar los efectos de un mismo acto en los ordenamientos civil y fiscal ha sido expresamente reconocida por la doctrina constitucional en la STC 45/1989, de 20 de febrero, ratificada, entre otras, por la 146/1994, de 12 de mayo, a propósito de los criterios de imputación de rentas en forma diferente a su perspectiva patrimonial que, para el IRPF, había establecido la Ley de Adaptación 20/1989, en el sentido de que dichos criterios a lo que deben atender es a los condicionamientos derivados de los mandatos constitucionales de justicia tributaria, sin perjuicio de que puedan tornar en consideración las normas del régimen económicomatrimonial en cuanto son atributivas de titularidades dominicales, pero al margen del grado de armonía que se consiga entre la Ley Civil y la Tributaria."; Ya en las Sentencias 17 enero y 8 de marzo de 1980 la Sala 3ª del Tribunal Supremo expuso:"Si bien es cierto que el Código Civil, el Código Comercio y en general todos los cuerpos legales básicos del Ordenamiento positivo, se nutren de los principios jurídicos generales que deben ser respetados por las leyes tributarias; no cabe duda, sin embargo, que este respeto a la legalidad extrafiscal, no debe ir más allá de lo estrictamente indispensable, para que la aplicación de todo el Derecho se ajuste a criterios armónicos; de donde se deduce que cuando la Ley fiscal amplía o reduce las definiciones o conceptos de instituciones jurídicas formuladas en otras leyes, para acomodarlos mejor a las exigencias de la tributación, es evidente que deberá prevalecer el mandato de la Ley fiscal en cuanto rama del Derecho que goza de autonomía y en cuanto que las normas que la constituyen se aplican a ámbito de realidad bien acotado y se fundamentan en un conjunto de principios propios." La Sentencia sigue literalmente párrafos de la obra del profesor Sainz de Bujanda en tomo a l a a u t o n o m í a y concepto del Derecho Financiero, véase "Hacienda Pública, Derecho Financiero y Derecho Tributario", Hacienda y Derecho, vol. 1, 1962, pág. 41.; el Tribunal Constitucional, en su Sentencia 236/2012, de 13 de diciembre, tiene declarado que: "A este respecto, no huelga tener en cuenta, con carácter general, que el legislador fiscal , ya sea en este caso como en muchos otros, toma como punto de partida conceptos procedentes de otras áreas del Derecho (v.gr., c ompraventa, sociedad, cesión de créditos, etc.), pero ello no implica que deba asumir su régimen jurídico-privado en su totalidad, sino que, como de hecho es frecuente, las normas tributarias introducen reglas específicas que se apartan del régimen del derecho privado." Esta singularidad de la ley fiscal nos lleva, por un lado a no desconocer todo lo expuesto hasta ahora en orden a las distinciones entre comunidad de bienes y sociedad, y entre las de naturaleza civil y mercantil, y por otro lado a las soluciones que ofrece el Ordenamiento Tributario que han de ser tomadas en consideración con criterio preferente, sin perjuicio de reconocer que detrás de los conceptos y terminología utilizados en las leyes tributarias existe un acarreo doctrinal y jurisprudencial, como el expuesto hasta ahora. Séptimo.-Frente a la comunidad de bienes contemplada en el art. 392 del Código Civil, el Ordenamiento Tributario ha acuñado, siendo de aplicación preferente, la comunidad de bienes empresarial o realizadora de una actividad económica, contemplada en el art. 22 del Real Decreto Legislativo 1/1993, de 24 de septiembre, por el que se aprobó el Texto Refundido del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, a cuyo tenor: "A efectos de este impuesto se equipararán a sociedades: 4.- La comunidad de bienes, constituida por actos “inter vivos”, que realice actividades empresariales, sin perjuicio de lo dispuesto en la Ley del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. 5.- La misma comunidad constituida u organizada por actos “mortis causa”, cuando continúe en régimen de indivisión la explotación del negocio del causante por un plazo superior a tres años.” Añadiendo en el artículo 60 del Real Decreto 828/1995, de 29 de marzo, por el que se aprobó el Reglamento de dicho Impuestos que: “Cuando en los documentos o escrituras que documenten la adquisición proindiviso de bienes por dos o más personas se haga constar la finalidad de realizar con los bienes adquiridos actividades empresariales, se entenderá a efectos de la liquidación por el impuesto que, con independencia de la adquisición, existe una convención para constituir una comunidad de bienes sujeta a la modalidad de «operaciones societarias.” Octavo.- Antes de entrar en las conclusiones del presente Dictamen procede aludir a lo expuesto por la Sentencia del Tribunal de Justicia de la Comunidades Europeas de 19 de mayo de 2009, Comisión contra Italia, relativa a la reserva de las oficinas de farmacia a los licenciados en farmacia, porque en él sí se planteó el alcance de la armonización llevada a cabo por la Directiva 2005/36. Por lo demás, se trata del asunto más importante, sin perjuicio de los asuntos Blanco y Chao de los que el Tribunal ha conocido relativo al derecho de establecimiento para el ejercicio de la actividad farmacéutica. En él intervino el Reino de España en apoyo de la República italiana, dada la similitud entre los aspectos de la legislación italiana denunciados por la Comisión como contrarios al Derecho comunitario y la legislación española. La Comisión Europea inició varios procedimientos de infracción contra distintos Estados miembros por entender que diversos aspectos de la ordenación de la actividad farmacéutica en los mismos eran contrarios a las libertades de circulación garantizadas por el Tratado, fundamentalmente, al derecho de establecimiento. El procedimiento dirigido contra Italia pretendía que el Tribunal de Justicia declarase que Italia había incumplido las obligaciones derivadas de los artículos 43 CE y 56 CE al mantener en vigor una normativa que reservaba el derecho a explotar una farmacia privada minorista exclusivamente a las personas físicas que disponían de un título de farmacéutico y a las sociedades de explotación compuestas únicamente por socios farmacéuticos, así como por el régimen jurídico de un tipo de establecimiento de farmacia denominado farmacia m u n i c i p a l . En España también es necesario ser licenciado en farmacia para ser titular de una oficina, por lo que España intervino en el procedimiento en relación con el primer motivo. E l 1 6 de diciembre de 2008, el Abogado General Sr. Yves Bot publicó sus Conclusiones proponiendo al Tribunal que desestimase los dos motivos del recurso de la Comisión y la Sentencia dictada en mayo de 2009 siguió esta misma línea. Así, constató en primer lugar que, mientras que en determinados Estados miembros sólo los farmacéuticos autónomos pueden ser titulares de farmacias y explotarlas, otros Estados miembros aceptan que personas que no tengan la condición de farmacéutico autónomo sean propietarios de una farmacia y encarguen la gerencia de ésta a farmacéuticos contratados. Proclamó a continuación la competencia estatal para ordenar los sistemas de Seguridad Social y en particular, para dictar disposiciones encaminadas a organizar servicios sanitarios como las oficinas de farmacia. No obstante, señaló que al ejercitar dicha competencia los Estados miembros deben respetar el Derecho comunitario y, en particular, las disposiciones del Tratado relativas a las libertades de circulación, incluida la libertad de establecimiento y la libre circulación de capitales (arts. 43 CE y 56 CE). En cuanto a la posible aplicación de la Directiva 2005/36 el Tribunal de Justicia consideró que ni ésta ni ninguna otra medida de aplicación de las libertades de circulación garantizadas por el Tratado establecen, a efectos del acceso a las actividades del ámbito farmacéutico, requisitos que delimiten a las personas que tienen derecho a explotar una oficina de farmacia, por lo que entendió que la normativa nacional debe examinarse exclusivamente, a la luz de los dispuesto en el Tratado. La Sentencia también entendió que la normativa italiana que establecía que sólo los farmacéuticos podían ser socios de las sociedades de explotación de farmacias, impide a los inversores de otros Estados miembros que no sean farmacéuticos, adquirir participaciones en este tipo de sociedades, por lo que dicha normativa imponía restricciones en el sentido de los artículos 43 CE y 56 CE, apartado 1. No obstante, el Tribunal de Justicia consideró que esta normativa se aplicaba sin discriminación por razón de nacionalidad y que además las restricciones a las libertades de circulación pueden estar justificadas por diversos motivos, como la protección a la salud, donde se sitúa el objetivo de garantizar un abastecimiento de medicamentos a la población seguro y de calidad, lo que se producía en este caso. Noveno.- La cotitularidad de una Oficina de farmacia puede constituirse como "comunidad de bienes", al amparo de lo expuesto en la normativa tributaria, ya citada, lo cual comportaría la atribución de sus rendimientos a las personas físicas integrantes de la misma, quienes tributarán por el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, sin que dicha conclusión pueda ser alterada por la Inspección de los Tributos en su función comprobadora, pues el principio de calificación a que se refiere el art. 13 de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria, ha de respetar la conclusión que acepta la legislación tributaria de forma pacífica y normal. Carecería de sentido que tributando una comunidad de bienes empresarial, por el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentos al amparo de de lo expuesto en el art. 22 (4) del Texto Refundido anteriormente citado, la Inspección de los Tributos entendiera que se está en presencia de una sociedad mercantil irregular, y en consecuencia que debiera tributar por el Impuesto sobre Sociedades al identificarse por este último la sociedad civil con objeto mercantil, en los términos contemplados en el art. 7(1) de la Ley 27/2014, de 27 de noviembre, reguladora de dicho Impuesto. Si la ley tributaria contempla determinada regulación y a ella se acoge el contribuyente, no puede superarse la conclusión que de ello deriva y entender que el principio de calificación permite llegar a resultados distintos, como lo sería someter los resultados de la común Oficina de Farmacia al Impuesto sobre Sociedades tal y como derivaría de la consideración de la misma como sociedad civil con objeto mercantil. Décimo.- Confirma lo que se indica en el párrafo anterior lo expuesto en el artículo 115 de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria en el que contiene el siguiente texto: “1.- La Administración tributaria podrá comprobar e investigar los hechos, actos, elementos, actividades, explotaciones, valores y demás circunstancias determinantes de la obligación tributaria para verificar el correcto cumplimiento de las normas aplicables al efecto. 2.-En el desarrollo de las funciones de comprobación o investigación, la Administración tributaria calificará los hechos, actos o negocios realizados por el obligado tributario con independencia de la previa calificación que éste hubiera dado a los mismos.” Este precepto completa lo expuesto en el ya citado artículo 13 de la misma disposición, a cuyo tenor: “Las obligaciones tributarias se exigirán con arreglo a la naturaleza jurídica del hecho, acto o negocio realizado, cualquiera que sea la forma o denominación que los interesados le hubieran dado, y prescindiendo de los defectos que pudieran afecta a su validez.” Pero como se desprende de los textos transcritos la labor de calificación atribuida a los Órganos de la Administración Tributaria, no está vinculada por la “previa calificación”, que el obligado tributario hubiera dado a los hechos, actos o negocios; pero el acogerse a un estructura jurídico-tributaria, contemplada por el legislador, cual es la constitución de una comunidad de bienes que realice actividades empresariales o económicas, no es partir de una calificación escogida por el obligado tributario, que denomina sus actos como lo entiende por conveniente, sino insertar aquellas en una figura contemplada por el legislador y querida por éste, por lo que no puede considerarse al amparo de lo expuesto en los artículos 13 y 115 de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria, constituida una sociedad civil con objeto mercantil y que tributaría por el Impuesto sobre Sociedades, al amparo de lo dispuesto en la reciente normativa del Impuesto, mencionada al inicio. Undécimo.- Antes de llegar a sentar las conclusiones que se contienen en el presente Dictamen, procede formular una consideración adicional y en la siguiente, a saber: las normas que se contienen en los 13 a 16 de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria, van dirigidas a que no prospere la evasión tributaria, tal y como deriva de la eliminación o disminución de la carga impositiva. En el supuesto de hecho que nos ocupa, la defensa de la tributación de la titularidad conjunta de una Oficina de Farmacia con arreglo al esquema de la comunidad de bienes, solo supone que los rendimientos obtenidos de su explotación pasan a tributar en el impuesto personal de los integrantes de la misma conforme a las tarifas contempladas en la Ley 35/2006 de 28 de noviembre, sin que ello signifique privilegio o excepción alguna pues se trata de una conclusión querida por el legislador. Partiendo de ese dato, la hipotética actuación de la Inspección de los Tributos conducente a una tributación por el Impuesto sobre Sociedades exigible tras una sedicente calificación de la comunidad de bienes, podría conducir a resultados no queridos, pues podría ser inferior la carga tributaria, habida cuenta que el tipo de gravamen general ha sido cifrado en el 25%, según dispone el art. 29 de la Ley 27/2014 de 27 de noviembre del Impuesto sobre Sociedades, tipo de gravamen que sería el 15%, cuando se trate de entidades de nueva creación en el primer periodo impositivo en que la base imponible resulte positiva y en el siguiente, lo que tomando en consideración el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas que había que devolver y la cuota resultante de aplicar el Impuesto sobre Sociedades, resultaría que no habría sido favorable para la Hacienda Pública pasar por encima de un acto querido para el legislador cual es la constatación de una comunidad de bienes que realiza actividades empresariales, como es la explotación en comunidad de una Oficina de Farmacia a cargo de dos Licenciados en Farmacia. A la vista de lo expuesto procede llegar a las siguientes CONCLUSIONES I.- La reforma introducida en la normativa del Impuesto sobre Sociedades por medio de la Ley 27/2014, de 27 de noviembre, peca de improvisación, pues la delimitación entre sociedades civiles y mercantiles es por su objeto, por lo que la mención como sujetos pasivos del Impuesto a las sociedades civiles con objeto mercantil es un contrasentido, por lo que si en su constitución no aparecen los requisitos de forma exigibles, estaríamos ante una sociedad mercantil irregular; pero al margen de ello los nuevos sujetos pasivos del Impuesto sobre Sociedades serán las sociedades civiles con objeto mercantil, quedando al margen de la imputación de rendimientos a los socios. II.- La opción de canalizar los rendimientos obtenidos de la cotitularidad de bienes por una comunidad de bienes, en lugar de la constitución de una sociedad civil con objeto mercantil, es algo previsto por el legislador con las consecuencias diversas que se obtienen en uno y otro caso; el que una misma realidad económica pueda ser objeto de un doble tratamiento fiscal es el resultado de aplicar la técnica de "economía de opción" admitida sin reservas por la Jurisprudencia del Tribunal Supremo siempre que de la misma no se derive evasión fiscal o fraude tributario alguno. III.- La comunidad de bienes que realiza actividades económicas o empresariales, está contemplada por la normativa tributaria con la conclusión de tributar los comuneros en régimen de la atribución de rendimientos; esta conclusión, apoyada en la normativa tributaria vigente, no puede ser negada en aplicación del "principio de calificación" contemplado en el art. 13 de la Ley 58/2013 de 17 de diciembre, General Tributaria, pues se trata de un efecto propio derivado de la aplicación de la normativa tributaria. IV.- Aunque concurran en la comunidad de bienes con objeto empresarial los mismos requisitos sustantivos que en las sociedades civiles con objeto mercantil, no cabe someter las primeras al Impuesto sobre Sociedades, pues ello viene impedido por el principio de legalidad en la aplicación de la norma tributaria y por la inoperatividad del principio de calificación, cuando la Administración Tributaria se encuentra ante un diseño o estructura fiscal querido por el legislador y en el que se apoyó el contribuyente. V.- En particular, si dos farmacéuticos explotan en común una Oficina de Farmacia acogida al régimen fiscal de las Comunidades de Bienes, que ejercen actividades económicas, su tributación se producirá solo en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas de los farmacéuticos comuneros sin posibilidad de ser sometidos sus rendimientos derivados de la explotación de la farmacia al Impuesto sobre Sociedades; y ello ocurre tanto si la explotación se produce “inter vivos” como “mortis causa”, dado el tenor de lo previsto en el art. 22(5) del Real Decreto Legislativo 1/1993, de 24 de septiembre, por el que se aprobó el Texto Refundido del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados. VI.- Si las sociedades civiles ya constituidas se disuelven con liquidación de su patrimonio y con adjudicación de cuotas de bienes a los socios, se entenderá constituida una Comunidad de Bienes con las conclusiones contempladas hasta ahora en orden al régimen de atribución de rentas a los comuneros a efectos de su tributación por el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. Madrid 22 de junio de 2015