Una pasión sin descanso

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Una pasión sin descanso
Uno de los nombres con mayor peso en la escena clásica internacional vuelve a la
Argentina para presentarse en el Teatro Colón y, gratis, en Puente Alsina
Por Helena Brillembourg | LA NACION
La pregunta sobre el significado de la música en su vida no le gusta y lo expresa con ese
inconfundible acento que remite a lugares lejanos, llenos de misterio. Y afirma no poder
responderla: "Nací en la música, no puedo concebir mi existencia sin ella, está fusionada a mis
genes". Esta vehemente aseveración de Zubin Mehta marca el comienzo de una conversación
con quien se dedica a llevar por el mundo las más sublimes composiciones musicales. A los 77
años, el director nacido en Bombay sigue con el mismo ritmo de trabajo y compromiso que lo
caracteriza desde que, en 1958, debutara en Viena como director. A partir de ese momento, su
carrera fue en ascenso y nunca más tuvo una pausa.
Tuvo a su cargo las más prestigiosas orquestas del mundo, pero hay una cuyo vínculo con el
maestro está marcado hasta con su existencia misma. Zubin Mehta y la Orquesta Filarmónica
de Israel se encontraron por primera vez en 1961, luego se convirtió en su director titular en
1969, y desde 1981 fue declarado director vitalicio, quedando su nombre tatuado por siempre al
de esta orquesta. Junto a ella vuelve para presentar tres conciertos en el Teatro Colón y uno,
gratuito y al aire libre, en Puente Alsina, en el marco de la programación del Festival de Tango.
Desde que el maestro visitó la Argentina por primera vez, en 1962, no ha dejado de volver. En
varias ocasiones lo hizo con la Filarmónica de Nueva York; en otras, para dirigir a la Orquesta
del Maggio Musicale Florentino y a la Filarmónica de Munich. También llegó en algunas de las
numerosas giras con la Filarmónica de Israel, orquesta con la que regresa en esta oportunidad.
"He construido nexos muy especiales con este bello país, siempre me entusiasma, sobre todo
por su teatro, que es maravilloso; por su público y por los conciertos al aire libre", afirma.
-¿Qué criterios prevalecen a la hora de escoger los repertorios que interpretará en sus
giras?
-Para esta gira por América latina [Colombia, Perú, Brasil, Argentina y Chile] llevamos cuatro
programas con nosotros. Los seleccionamos de acuerdo a lo que hayamos tocado en giras
anteriores y le damos preferencia a aquello que todavía no hemos interpretado. Pero sólo
llevamos piezas que la orquesta presentó durante la actual temporada, a fin de que estén
ensayadas y listas, como debe ser. No se trata de sacar piezas de un sombrero y tocarlas;
venimos preparados.
-¿Cuál es la marca de personalidad que distingue a la Filarmónica de Israel, con la que
hace más de cuarenta años que está ligado?
-Básicamente esta orquesta se distingue por estar encuadrada en el modelo musical
centroeuropeo. Muchos de sus músicos tocan música de cámara y ése es su repertorio. También
interpretamos música contemporánea e israelita, pero podría decir que el 75% del repertorio
que trabajamos pertenece a la escuela centroeuropea.
-Este es el año del bicentenario de Wagner y Verdi, pero no están incluidos en su
programación para el Colón. ¿Alguna razón para ello?
-Esta orquesta no toca Wagner, y respecto a Verdi, lo tocaremos en el concierto al aire libre,
estoy seguro de que el Colón ha escuchado ya bastante Verdi durante este año.
-En uno de los conciertos va a dirigir la Quinta sinfonía de Mahler, un compositor al que
descubrió siendo todavía adolescente en Bombay. ¿Cómo ha cambiado desde entonces su
visión de las sinfonías mahlerianas?
-No ha cambiado en nada desde el punto de vista intrínseco, sí lo ha hecho en el detalle,
mientras uno mismo va evolucionando y las estudia de manera más profunda.
-Usted comenzó muy joven como director, lo que lo ha llevado a viajar por el mundo
entero. ¿Planifica sus giras hoy día de una manera muy diferente a como lo hacía antes?
-No existe ninguna diferencia, las giras suceden geográfica y demográficamente según y cómo
surgen los compromisos. Cierto, tratamos de hacerlas lo más lógicas posibles, pero muchas
veces tenemos que atravesar Europa de una punta a la otra, como unos locos, dependiendo de
los festivales y los compromisos. Por supuesto, también están las invitaciones, a las que no
podemos decir sí en su totalidad, hay veces en que nos vemos obligados a decir que no.
-Su calendario debe de estar planificado hasta el más mínimo detalle. ¿No ha considerado
ir tomándose más tiempo libre para compartir con su familia?
-No he empezado a pensar en tomarme tiempo libre, eso siempre fue muy difícil para mí. Con
mi familia nos arreglamos, por supuesto no de la manera ideal, pero al final algo logramos.
-¿Cómo aborda cada una de las diferentes orquestas que dirige? ¿Es el mismo director
para cada una?
-La diferencia principal está en el repertorio, lo que dirijo con cada una. Con la Filarmónica de
Israel el repertorio es mayoritariamente sinfónico, en cambio con la del Maggio Musicale
Florentino hago también muchas óperas.
-¿Todavía le queda algo que no haya intentado en música?
-Hay todavía grandes piezas que no he interpretado, un ejemplo sería Parsifal, de Wagner, que
haré por primera vez en mayo del próximo año, en Florencia.
-Debutó como director de ópera en 1963. ¿Qué diferencias existen entre dirigir un
concierto sinfónico y una ópera?
-Cuando se dirige una ópera, uno se aproxima a la obra de otra manera; no sólo se controla y se
guía a la orquesta, sino que también hay que cooperar con el escenario. Hay que respirar con
los cantantes, acompañarlos y dirigirlos, y para lograr eso se requiere mucho ensayo. En la
ópera hay que estar más alerta y, a la vez, más flexible. En cambio, con un concierto sinfónico,
uno se deja fluir de otra manera, más sencilla, pero que también requiere de un gran control.
Por otro lado, si hay un gran solista tocando una parte importante, es el deber del director dejar
que éste se exprese libremente para transmitir su propia opinión musical.
-Junto a Daniel Barenboim, han expresado en varias ocasiones que la música debe de
utilizarse con objetivo pacificador, que la política debe de dejarse fuera de las salas de
conciertos. ¿Cómo lo logran en este mundo de permanente conflicto?
-Ambos hacemos conciertos con el propósito especial de acercar a la gente. Un ejemplo de esto
es el concierto que daré en Cachemira, el próximo mes, en el que hindúes y musulmanes
estarán sentados juntos. También en Israel hacemos conciertos en los que árabes y judíos se
sientan juntos. En realidad nuestra contribución es muy poca, pero de lo que sí estoy seguro es
de que están unidos de manera espiritual durante la ejecución. Así que aunque sólo surja una
sonrisa entre ellos, algo habremos logrado. El mensaje de Beethoven es mucho más poderoso
de lo que pensamos.
-No prosperaron las oportunidades en las que intentó tocar Wagner en Israel, a pesar de
que el gobierno jamás se lo prohibió. ¿Cree que llegará ese momento?
-Todavía hay que esperar un tiempo para poder tocar Wagner en Israel, pero estoy convencido
de que llegará el momento en el que los israelíes estarán listos para escucharlo.
-¿Cuál es su lugar en el mundo, aquel que llama hogar?
-Mi hogar espiritual es la India. Pero mi casa real, en la que vivo y en la que me quedo está en
Los Ángeles, es allí adonde regreso siempre.
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