Reg.: A y S t 225 p 327-334. En la ciudad de Santa Fe, a los catorce días del mes de mayo del año dos mil ocho, se reunieron en acuerdo los señores Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia, doctores María Angélica Gastaldi, Rafael Francisco Gutiérrez, Mario Luis Netri y Eduardo Guillermo Spuler, con la presidencia del titular doctor Roberto Héctor Falistocco, a fin de dictar sentencia en los autos “BANCO CENTRAL DE LA REPUBLICA ARGENTINA -Revisión-Expte. 2205/96 relativo al embargo y secuestro de la cartera oportunamente cedida por las autoridades estatutarias del ex BID al B.C.R.A. -Cuerpo de fotocopias- sobre RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD” (Expte. C.S.J. Nro. 443, Año 2004). Se resolvió someter a decisión las cuestiones siguientes: PRIMERA: ¿es admisible el recurso interpuesto?, SEGUNDA: en su caso, ¿es procedente? y TERCERA: en consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar? Asimismo se emitieron los votos en el orden que realizaron el estudio de la causa, o sea doctores Spuler, Gutiérrez, Netri, Falistocco y Gastaldi. A la primera cuestión -¿es admisible el recurso interpuesto?- el señor Ministro doctor Spuler dijo: Mediante resolución registrada en A. y S., t. 199, pág. 354, esta Corte admitió la queja y, en consecuencia, concedió el recurso de inconstitucionalidad interpuesto por el Banco Central de la República Argentina contra el decisorio de fs. 175/182 -por el cual la Cámara de Apelación en lo Civil, Comercial y Laboral de la ciudad de Venado Tuerto rechazara la apelación y confirmara íntegramente los honorarios regulados al síndico y sus letrados por auto de fs. 117/118-. En el nuevo examen de admisibilidad que prescribe el artículo 11 de la ley 7.055 no encuentro razones para apartarme de aquella conclusión provisoria, en concordancia con lo dictaminado por el señor Procurador General a fs. 301/303 v. Voto, pues, por la afirmativa. A la misma cuestión los señores Ministros doctores Gutiérrez y Netri, el señor Presidente doctor Falistocco y la señora Ministro doctora Gastaldi expresaron idénticos fundamentos a los expuestos por el señor Ministro doctor Spuler y votaron en igual sentido. A la segunda cuestión -en su caso, ¿es procedente?- el señor Ministro doctor Spuler dijo: 1. En la presente causa, y conforme se expresara ut supra, la Cámara de Apelación en lo Civil, Comercial y Laboral de la ciudad de Venado Tuerto confirmó el auto de fs. 117/118 (por cuyo intermedio el señor Juez de baja instancia había regulado los honorarios del síndico en $ 1.713.000 y los de los doctores Dobson y Pascual en $ 571.000 a cada uno), regulando a su vez los honorarios por la labor realizada en la alzada “en el 50 % de los que sean establecidos en la instancia anterior”. Para así resolver consideró la Alzada que debía tenerse presente que “en la especie nos encontramos dentro del incidente o recurso de revisión promovido por el B.C.R.A.”, en el cual la sindicatura solicitó el dictado de una medida cautelar que, habiendo sido despachada favorablemente, fue recurrida por el incidentista, no existiendo “duda alguna” de que a partir del recurso de reposición o revocatoria entonces deducido se planteó entre el síndico y uno de los acreedores concursales un “incidente” en el sentido procesal del término, conclusión que no lograba ser conmovida por la argumentación del apelante de que no podría existir un incidente dentro de otro incidente, “pues de lo que en realidad se trata es de que existe un proceso principal cual es el de revisión (llámese a éste recurso o incidente), en el que se planteó (...) el levantamiento de la medida cautelar dispuesta en aquel proceso principal”. Tras señalar que el síndico y sus letrados patrocinantes tenían derecho a cobrar honorarios por las tareas desarrolladas en el incidente, “habida cuenta de que se trata de una labor que excede la tarea normal del juicio de concurso”, y que para ello debía aplicarse la ley 6.767 de conformidad al artículo 287 de la ley concursal, la Alzada revisó las regulaciones efectuadas por el Juez de baja instancia señalando que para establecer la regulación en la especie (incidente de levantamiento de medida cautelar tramitado por vía de reposición) debía aplicarse el 30 % al importe resultante de reducir al 30 % la suma que surja de la escala del artículo 6 de la ley 6.767 -por imperio de los artículos 15 y 16 de la misma ley, y en concordancia (en ese punto) con la doctrina del pleno de la Cámara Civil y Comercial de Rosario in re “D.P.R. c. Autosprint”-, siendo la cuantía económica a tomar en cuenta “el monto total de la cartera cedida al B.C.R.A. sobre la que se dictó la cautelar cuyo levantamiento solicitara el quejoso incidentalmente, tomando en cuenta además los intereses devengados a la fecha de la resolución regulatoria según lo dispone el artículo 8 de la ley 6.767", pautas todas éstas a las cuales se había ajustado el sentenciante en el decisorio recurrido(fs. 175/182). 2. Contra tal pronunciamiento dedujo el Banco Central de la República Argentina recurso de inconstitucionalidad (artículo 1, inciso 3°, ley 7.055) agraviándose de la arbitrariedad que resulta de que los jueces de la causa hayan atribuido a la impugnación deducida contra la cautelar “la categorización de incidente de acuerdo a lo que prevé el art. 287 L.C.”, lo cual supone ignorar que dicha cautelar “se encuentra enmarcada dentro del incidente de revisión” siendo inviable que se categorice a la cautelar como un incidente en sí mismo, por lo que el marco normativo era el de los artículos 265 y 271 de la ley de concursos. Observó en ese orden que la medida cautelar es siempre subsidiaria y está subordinada al incidente de revisión, cuya suerte comparte. Expresó que al concluir que correspondía regular honorarios a los profesionales intervinientes por tratarse de una labor que excedería la normal del juicio concursal, la Alzada prescindió de expresas y conducentes constancias del expediente, como la resolución 1795/97 en la cual el Juez de primera instancia señalara que “en cuanto que el Sr. Síndico cumpla las funciones de Interventor-Administrador Judicial es ventajoso dado que no percibirá honorarios especiales por tal labor, sino que su labor será contemplada en la oportunidad que la L.C. establece”, no obstante lo cual más tarde -y cambiando súbitamente de criterio- reguló honorarios al mismo (y a sus letrados) a través de la resolución 394/99. Destacó que en autos se ha regulado en primera instancia la suma de $ 2.855.000 por la presentación de solo un escrito mediante el cual se contesta la revocatoria, y $ 1.427.500 en segunda instancia “por tan solo otro escrito”, lo cual configura una desproporción manifiesta entre el trabajo realizado y lo regulado, que compromete los fondos públicos. Concluyó aduciendo que, sin perjuicio de la improcedencia de la regulación, incluso el aspecto puramente matemático de la misma debe ser revisado, propiciando la aplicación del artículo 12, inciso 9, de la ley 6.767, por lo que “se debería fijar el 30 % del 0,30 % (décuplo del mínimo) y no el 30 % del 30 %” aplicado en autos, ya que lo que se ha tomado como “proceso principal” en realidad es un incidente (revisión) (fs. 4/10, expte. 397/2000). Evacuados que fueran el traslado (fs. 12/18, expte. cit.) y las vistas corridas (fs. 20/22; 25), la Cámara denegó la concesión del recurso por auto de fs. 30/32 v., accediendo la impugnante a la instancia extraordinaria por vía de queja, conforme se expresara al tratar la primera cuestión. 3. La impugnación planteada ha de merecer favorable acogida en esta instancia, no obstante remitir al examen de cuestiones -como lo son las vinculadas con honorarios profesionales- que en principio resultarían ajenas al recurso extraordinario (por su naturaleza procesal y por el amplio margen conferido a la razonable discrecionalidad de los jueces de la causa -vide Fallos, 246:153; 247:318; 255:313; 302:253; 303:656 y 1252; 304:673; 308:1837, etc.-), al comprobar -a partir del detenido estudio del expediente- que los jueces al fallar se han desentendido de pautas concretas de forzosa operatividad en el caso, cuya prescindencia injustificada determina que la decisión impugnada no pueda ser considerada como la necesaria “derivación razonada del derecho vigente con aplicación a las circunstancias comprobadas de la causa” (conf. A. y S., T. 36, pág. 375; T. 148, pág. 357, etc.; Fallos, 288:373; 291:202; 296:356; 300:349; 301:1089; 305:1945; 306:1658; 308:956, etc.). Ello es así pues, más allá de la ausencia de reproche constitucional que exhibe la tesis de la Alzada en cuanto a que “las tareas por las cuales se fijaron honorarios en el sub lite han excedido el papel del síndico como órgano técnico auxiliar de la magistratura que le compete en una revisión, ya que no puede considerarse ‘tarea normal’ del proceso concursal el incidente de levantamiento de la cautelar que promoviera el B.C.R.A.”, conclusión a la cual arribaron los jueces de la causa en el ejercicio de facultades propias y que se funda en argumentos suficientes para descartar las críticas del recurrente, lo cierto es que la decisión finalmente adoptada por el Tribunal a quo ignora el dato elemental de que a partir del planteo de la revocatoria (fs. 19/23) contra la resolución que dispuso la medida cautelar se suscitó una tramitación que, como la propia Alzada lo reconociera, no siguió el cauce propio, normal, de los incidentes (esto es, la vía sumarísima prevista en el 413 del código de rito), sino que se agotó con un mero traslado – artículo 89, segunda parte, C.P.C.C.- a la contraparte –contestado a fs. 33/42-, seguido sin más trámite por la decisión final del Oficio, a fs. 49/51. Asimismo si bien el A quo alude a “la extensión de la labor profesional que requirieron los escritos de planteamiento y contestación y de la trascendencia que reviste la resolución en relación a la suerte de aquél principal” no explica -ni en rigor se avisora de la lectura de la causaen concreto en dónde radicaría la decisividad que tendría el trámite del pedido de levantamiento de una medida cautelar para la solución definitiva del incidente de revisión dentro del cual se dictó (en el que se debatía el alcance del privilegio de un crédito verificado por el Banco Central en la quiebra del Banco Integrado Departamental). A su vez, la sola referencia a la extensión de la labor profesional no importa más que enunciar un parámetro cuantitativo en orden a la contestación de la revocatoria deducida por el Banco Central, pero que en modo alguno puede aparecer como fundamento válido para calificar de “trascendente” la labor desplegada. Y, por supuesto, si la “trascendencia” a la que alude la Cámara tiene en miras la cuantía económica de la controversia planteada en autos, ha de concluirse -siguiendo ese razonamiento- que en esta causa todo tendría esa “trascendencia”, lo cual haría imposible la aplicación de aquellas pautas pretorianas aceptadas para mensurar de manera justa y razonable los emolumentos profesionales de acuerdo a las efectivas tareas cumplidas. En vista de lo expuesto resulta forzoso concluir que en autos se suscitó lo que desde la communis opinio doctrinaria y jurisprudencial se reconoce como un “mini-incidente” (vide R. A. y S., t. 184, pág. 432, cons. 4. del voto del Ministro doctor Falistocco), en respuesta a la necesaria distinción que impone la exigencia de evitar que la sola contestación de un traslado merezca idéntica retribución que la labor profesional desarrollada a lo largo de la tramitación completa de “BANCO CENTRAL DE LA REPUBLICAARGENTINA s/RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD” (Expte.C.S.J.Nro.443,Año 2004). un incidente por la aludida vía sumarísima (vide Jorge Peyrano-Julio Chiappini, “El concepto de ‘macroincidente’. El discrecionalismo judicial y la regulación de honorarios incidentales”, en Zeus, t. 41, sección doctrina, pág. 39), distinción que a su vez –y por aplicación de la pauta del artículo 9, segundo párrafo, de la ley 6.767- conduce a postular que la regulación no puede (ni podía) superar un monto igual a la tercera parte del 30 % del 30 % considerado por la Alzada en el presente caso -en concordancia con el criterio que incluso el propio tribunal a quo ha sostenido en otros casos a tenor de la resolución obrante en copia a fs. 307/313 (en particular, fs. 309 v. y 311), resultado que a su vez habrá de examinarse en su razonabilidad a la luz de las exigencias consagradas por el legislador en el artículo 13 de la ley 24432 (complementario del Código Civil, por la ley 24432), en cuanto a que “Los jueces deberán regular honorarios a los profesionales, peritos, síndicos, liquidadores y demás auxiliares de la Justicia, por la labor desarrollada en procesos judiciales o arbitrales, sin atender a los montos o porcentuales mínimos establecidos en los regímenes arancelarios nacionales o locales que rijan su actividad, cuando la naturaleza, alcance, tiempo, calidad o resultado de la tarea realizada o el valor de los bienes que se consideren, indicaren razonablemente que la aplicación estricta, lisa y llana de esos aranceles ocasionaría una evidente e injustificada desproporción entre la importancia del trabajo efectivamente cumplido y la retribución que en virtud de aquellas normas arancelarias habría de corresponder. En tales casos, la resolución que así lo determine deberá indicar, bajo sanción de nulidad, el fundamento explícito y circunstanciado de las razones que justificaren la decisión”. En tal sentido no es ocioso recordar que la observancia de este mandato no constituye un acto gracioso del juez sino el cumplimiento de una estricta exigencia de la justicia, que no tolera que la determinación de las retribuciones constituya el resultado de “la mecánica aplicación sobre la base patrimonial considerada de los distintos porcentajes contemplados en las leyes arancelarias específicas de cada profesión (...)”, tal como lo ha destacado el Alto Tribunal de la Nación in re “Provincia de Santa Cruz v. Estado Nacional” (Fallos, 320:497 [1997]), oportunidad en la cual- con consideraciones que resultan plenamente operativas para el sub examine- también destacó el deber indeclinable de los jueces de “sopesar con un grado sumo de prudencia las consecuencias individuales, sociales y económicas que generan sus decisiones”, precisando que en casos “que exhiben una significación patrimonial genuinamente de excepción” aquella exigencia “no puede considerarse constitucionalmente satisfecha con una mera remisión a las fórmulas aritméticas previstas en las leyes arancelarias; máxime cuando en la determinación de las retribuciones que corresponden por la prestación de servicios no puede soslayarse el cotejo sobre si compensaciones equivalentes a las pretendidas, son susceptibles de ser obtenidas por otros miembros de la comunidad -en el ámbito público o privado, aun en las más altas responsabilidades o en las especialidades de mayor complejidad y con las mejores contraprestaciones- mediante la realización de alguna actividad socialmente útil (doct. de Fallos, 308:821)”. En ese cometido -se lee en la misma sentencia- debe “verificarse una escindible compatibilización entre los montos de las retribuciones y el mérito, novedad, eficacia e, inclusive, implicancia institucional del aporte realizado por los distintos profesionales intervinientes”, a fin de arribar a una solución justa, que no afecte garantías constitucionales -como ocurriría si la estimación de las retribuciones, por el empleo de las tasas porcentuales pretendidas, alcanza “valores absolutamente exagerados (doct. de Fallos, 242:519; 257:157; 260:14; 261:223; 300:299)” (cfr., también, Fallos, 251:516) en relación “con las tareas concretamente realizadas”, criterio ya presente en la jurisprudencia de la Corte desde el temprano precedente de Fallos, 21:521 (1879), y seguido también en Fallos, 239:123; 251:516; 256:232; 302:1452; 305: 1897; 316:87 (voto de los Ministros Fayt, Barra y Nazareno) y, recientemente, in re “D.N.R.P. c/Vidal de Docampo”, febrero 14, 2006). La determinación justa y constitucionalmente válida de los honorarios, en consecuencia, “no depende exclusivamente del monto” en juego (Fallos, 302:534 y sus citas) ni admite “como único medio para satisfacerla el apego a las escalas de los aranceles respectivos, pues la justa retribución que reconoce la Carta Magna en favor de los acreedores debe ser, por un lado, conciliada con la garantía -de igual grado- que asiste a los deudores de no ser privados ilegítimamente de su propiedad -(Fallos, 253:456)- al verse obligados a afrontar -con sus patrimonios- honorarios exorbitantes, además de que no puede ser invocada para legitimar una solución que represente un lucro absolutamente irracional, desnaturalizando el principio rector sentado por la Constitución Nacional para la tutela de las garantías reconocidas (art. 28)” (“Provincia de Santa Cruz v. Estado Nacional”, causa cit.). No otra cosa se advierte configurada en el sub judice, donde la recurrente se vería obligada a hacer frente a honorarios que -por la labor profesional desarrollada por el síndico y sus letrados en las presentes actuaciones, exclusivamente- equivaldrían a la suma de $ 5.555.830 según la resolución de fs. 219 que aprobó hasta ese monto la liquidación practicada por aquéllos a fs. 198/v., montos que resultan absolutamente desproporcionados y desprovistos de causa que los justifique, atendiendo a la importancia y novedad de la labor desarrollada en autos. Por ello no cabe sino reenviar el caso al tribunal que corresponda a fin de que proceda a regular nuevamente los honorarios de los profesionales intervinientes conforme a las pautas que resultan del presente pronunciamiento. Voto, pues, por la afirmativa. A la misma cuestión los señores Ministros doctores Gutiérrez y Netri y el señor Presidente doctor Falistocco expresaron idénticos fundamentos a los expuestos por el señor Ministro doctor Spuler y votaron en igual sentido. A la misma cuestión la señora Ministro doctora Gastaldi dijo: Sabido es que lo concerniente a los honorarios regulados en las instancias ordinarias constituye materia ajena al remedio excepcional instituido por la ley 7055 (A. y S. T. 152, pág. 243), aunque dicho principio debe ceder si lo resuelto importa agravio constitucional, cuando media manifiesta arbitrariedad o pueda generar una restricción indebida del derecho de defensa y hacer que de ese modo se frustre el derecho constitucional del interesado (Cfr. A. y S. T. 92, pág. 221; T. 95, pág. 400, entre otros). Adelanto que tal excepción se encuentra involucrada en la especie pues asiste razón al recurrente -como seguidamente lo fundamento- cuando señala que la sentencia contradice constancias del pleito al determinar los honorarios de la sindicatura y sus patrocinantes, incurriendo en el vicio de haber prescindido de analizar elementos conducentes a la solución de la causa. En efecto: Realizado un análisis de estos autos, que dieran motivo a la regulación y que son sus antecedentes necesarios, advierto que dentro del incidente de revisión promovido por el Banco Central de la República Argentina tendente a reclamar el privilegio especial estatuido en la Ley de Entidades Financieras, en el proceso de quiebra del Banco Integrado Departamental, la sindicatura solicitó una "Medida Cautelar de Administración de Cartera de Créditos" (f. 6) sobre los títulos componentes de la cartera de créditos objeto de litigio en la revisión; medida consistente en la designación de un interventor-administrador que realice "... todas las tramitaciones y gestiones necesarias para el cobro extrajudicial y judicial de la cartera de créditos y el depósito de los fondos procedentes de tales ejecuciones" (f. 6v.). Tal petición se fundó en lo dispuesto en los artículos 179 y 182 de la Ley 24522, aclarando que la intervención judicial "... a cargo de este funcionario no solo es la manera más natural y apropiada (...) de resguardar el objeto de este litigio mientras el mismo se desarrolle, sino que es la única que no producirá erogaciones por honorarios de administradores y/o interventores extraños o terceros, quienes (...) han de pretender y por supuesto les ha de corresponder, la retribución de las tareas que realicen" (f. 7). En el auto 1795/97, el Juez de Primera Instancia ponderó a los fines de otorgar la medida que la labor del Síndico iba a resultar ventajosa "... dado que no percibirá honorarios especial por tal labor, sino que su labor será contemplada en la oportunidad que la L.C. establece" (f. 17v.); temperamento que fuera reiterado en la resolución del 22 de diciembre de 1997 (fs. 49/51, especialmente ver f. 51); medida que actualmente pende también de decisión en el Máximo Tribunal de la Nación. Ahora bien, del relato precedente y en las particulares circunstancias de la causa, surge prístino que la decisión relativa a la gestión de la cartera se fundó -acorde a lo peticionado por la sindicatura- en lo normado por los artículos 179 de la L.C.Q. y 182 de la L.C.Q., disposiciones que regulan funciones inherentes a la sindicatura concursal. A su vez, tal funcionario solicitó que se considerara la ausencia de percepción honorarios como ventaja para su dictado. Desde mi óptica, entonces, por una elemental concordancia entre los actos realizados, cualquier petición de regulación de honorarios por un trámite conexo inescindiblemente a la misma medida, como es precisamente el pedido de levantamiento formulado por el Banco Central de la República Argentina limitado a la evacuación de un traslado, debía apreciarse con suma estrictez. Por ende encuentro que carece de fundamentación suficiente la simple alegación de la Alzada relativa a que "las tareas por las cuales se fijaron honorarios en el sub lite han excedido el papel del síndico como órgano técnico auxiliar de la magistratura que le compete en una revisión", agregando además que ya que no podía considerarse "tarea normal" del proceso concursal el incidente de levantamiento de la cautelar que promoviera el B.C.R.A. Abona lo antes explicitado la circunstancia de que la Cámara tampoco explicita la razón por la cual esa actuación profesional no podría eventualmente ser evaluada en la oportunidad establecida en el artículo 265 de la L.C. Y a mayor abundamiento de lo expuesto, cabe hacer mención que la validez misma de la medida podría encontrarse vinculada a la suerte del privilegio especial pretendido por el Banco Central de la República Argentina cuyo recurso pende ante el Máximo Tribunal de la Nación. Es consecuencia ineludible de lo expresado que la sentencia atacada no resulta derivación razonada del derecho vigente con sujeción a los hechos comprobados de la causa y, por ende, “BANCO CENTRAL DE LA REPUBLICAARGENTINA s/RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD” (Expte.C.S.J.Nro.443,Año 2004). debe ser anulado como acto jurisdiccional válido. Voto, pues, con los alcances fijados, por la afirmativa. A la tercera cuestión -en consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar?-, el señor Ministro doctor Spuler dijo: Atento el resultado obtenido al tratar las cuestiones anteriores, corresponde declarar procedente el recurso interpuesto y, en consecuencia, anular la resolución impugnada, con costas (artículo 12, ley 7.055). Disponer la remisión de la causa al Tribunal que corresponda a fin de que la misma sea nuevamente juzgada. Así voto. A la misma cuestión, los señores Ministros doctores Gutiérrez y Netri, el señor Presidente doctor Falistocco y la señora Ministro doctora Gastaldi dijeron que la resolución que correspondía adoptar era la propuesta por el señor Ministro doctor Spuler y así votaron. En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede, la Corte Suprema de Justicia de la Provincia RESOLVIÓ: Declarar procedente el recurso de inconstitucionalidad y, en consecuencia, anular la resolución impugnada, con costas. Disponer la remisión de la causa al Tribunal que corresponda, a fin de que la misma sea nuevamente juzgada. Registrarlo y hacerlo saber. Con lo que concluyó el acto, firmando el señor Presidente y los señores Ministros por ante mí, doy fe. Fdo.: FALISTOCCO-GASTALDI-GUTIÉRREZ-NETRI-SPULERFernández Riestra (Secretaria)