Padre JOSÉ BIEROLD LOOS Carta Mortuoria Puerto Ayacucho, T.F. Amazonas, 18 de Enero de 1960 Nació en Austria el 7 de Noviembre de 1879; profesó en Italia el 29 de Septiembre de 1907; llegó a Venezuela en 1916; sacerdocio en Maracaibo el 25 de Febrero de 1917; murió en La Urbana, Bolívar, el 8 de Diciembre de 1959; a los 80 años de edad, 52 de profesión y 42 de sacerdocio. Queridos Hermanos: El 8 de Diciembre p.p., la Virgen Inmaculada llamó a sí a nuestro querido Hermano, Profeso Perpetuo, Sacerdote JOSÉ BIEROLD, de 80 años de edad. Hace 26 años, y precisamente un 8 de Diciembre, el Padre Bierold hacía su entrada en La Urbana, Edo. Bolívar, como Párroco de aquel pueblecito, que hoy no deja de llorar a su "Padre José", el Padre bueno, que dio todas sus energías, toda su bondad y toda su caridad por sus fieles. Dolor y tristeza ha causado su desaparición en todos los que lo han conocido. La serie innumerable de exalumnos que lo lloran y han enviado su pésame, es la prueba más fehaciente del bien que él sembró a lo largo de toda su vida salesiana. Había nacido en Oberlentensdorf, Austria, el 7 de Noviembre de 1879, hijo de José Bierold y María Loos de Bierold, piadosos cató1icos, que supieron educarlo en una vida cristiana, viva, sentida y práctica. En Agosto de 1903, a los 24 años de edad, entró como Hijo de María en Penango, Italia, donde hizo su Gimnasio. En Agosto de 1906 lo encontramos en Lombriasco para el Noviciado, donde recibió la sotana de manos del Venerado Don Miguel Rúa. Pronunció sus votos trienales el 29 de Septiembre de 1907. Deseoso de ir a las misiones, una idea que siempre había cultivado en su corazón, pidió partir como Misionero y la obediencia lo destinó a la República de Colombia, donde con el Tirocinio inició los estudios de Filosofía, a los que siguieron luego los de Teología. En 1914 hizo sus votos perpetuos (16-8-1914) y en los días siguientes recibió la tonsura y las Ordenes Menores de manos del Arzobispo de Bogotá, Monseñor Bernardo Herrera Restrepo (17-8-1914) y el Subdiaconado (18-8-1914). En 1916 fue destinado a la Casa de Táriba. El 24 de Febrero de 1917 recibió el Diaconado en Maracaibo de manos del Excmo. Monseñor Arturo Celestino Álvarez, Obispo de esa ciudad, quien al día siguiente lo ordenó también de sacerdote. En Táriba permaneció hasta 1922. Luego pasó al Colegio de Valencia hasta 1933. Al ser fundadas las Misiones del Alto Orinoco vino como Párroco de la Urbana, hasta su muerte. En todas las casas en donde estuvo el Padre José dejó una estela de espíritu cristiano y salesiano. Pastor de toda una pieza y paternal, supo guiar a las almas con gran tacto por las vías del bien. El SALESIANO: era la caridad personificada, aprendida de Don Bosco, mezclada a una bonariedad siempre serena, nunca chocante, nunca polémica, ni siquiera cuando hubiera pedido ser justificada. Esta caridad tan delicada para con sus inferiores se hizo sublime con conmovedoras manifestaciones de humildad y sencillez de corazón hacia sus superiores, sin distinciones de jerarquía o de edad, con el sello espontáneo de una sujeción infantil. Era el salesiano obediente y exacto aún en las pequeñas cosas. Con ocasión de la visita del Revmo. Padre Ziggiotti se decidió que la Parroquia de La Urbana pasaría a la Arquidiócesis de Ciudad Bolívar. Él, en una carta, expresó su pensamiento de esta manera: "Me pongo en las manos de mis Superiores, dispuesto a hacer cualquier obediencia". Como buen prefecto, tenía la contabilidad impecablemente exacta. Los libros de cuenta dejados son un modelo de orden. Iba hasta los céntimos. EL SACERDOTE: Siempre ejemplar, era de un celo que lo hacía todo para todos para llevar a N. S. Jesucristo a todas las almas. Fiel a Don Bosco Santo, ponía en práctica el "Dame almas y llévate lo demás". EL MAESTRO: tenía grandes dotes y una experiencia no común. Formó generaciones de jóvenes, preparados para la vida en el espíritu y en la inteligencia. La muerte sorprendió al buen maestro salesiano precisamente en el campo del trabajo, en su clase, a los 80 años cumplidos, entre sus alumnos. Sus restos reposan en la capilla que antes había sido su clase. Su espíritu aletea entre esos muchachos, no sólo, sino que vive en sus corazones. Su muerte fue un triunfo para nuestra Congregación, ya que cayó en la brecha. Durante los últimos días de su enfermedad que lo fue apagando lentamente como una lámpara, recibió todos los cuidados que le podía prestar la ciencia médica, y sobre todo la paternal asistencia de S. E. Monseñor Segundo García, nuestro venerado Vicario Apostólico, quien en diversas ocasiones fue a su cabecera, venciendo distancias enormes, para poderlo acompañar durante su enfermedad y llevarle la alegría y el consuelo de los últimos Sacramentos, su bendición y la Bendición Papal. No debo olvidar al querido Hermano Coadjutor José Guillén, quien con infinita caridad y dedicación acompañó por muchos años al Padre José, prodigándole las atenciones y cuidados de un hijo amoroso. Si nos entristece la ineludible necesidad de morir, que nos consuele la promesa de N. S. Jesucristo de, la futura inmortalidad y la esperanza de la feliz resurrección, que nos da la certeza de reunirnos con él en compañía de nuestro Padre Don Bosco. Seamos generosos en sufragios con él. Recordad en vuestras oraciones también a esta Misión y a quien se profesa vuestro afectísimo en el Corazón de Jesús, Sac. José Berno Director