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E GRAN LUJ
EL INQj
f -
Q
ÍOI
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COMPUESTO POE :¿
Suntuosa cdicic n dirigida por D. N ICOLÁ S ;DÌAl
y grabr.dos in tercalad os en el ±ox
. D o s raa g n itico s to m o s fo lio m a y o r ricai|
m ino y ca n to d o ra d o . ~ S u p r e c io 200 pesata'
red u cid o de e je m p la re s im p r e s o s s o b r e 'Jpaa
p esetas e je m p la r.
'
’
STORii
DESDE LOS TIEMPOS PRIM
P O R DC
EL
REY
y
EL
TIRANO.
SUEÑO
POLÍTICO,
T H A D U C ID O
P O R D O N F R A N C ISC O GRIMAÜX>
DE
V E LuiU I^D E.
iC-tXXX
M A D R ID
I M P R E N T A D E A L V A R E Z , P O S T IG O D E SAN
W A R TIN ,
(R m q s z
K.® 7 . —
1814,
aproveche entre tanto d eltk m po 5 impregnando su corazon
mas y mas en aquellos sentimien­
tos de humanidad y bondad tan
sencillos , y al mismo tiempo tan
difíciles de adquirir para el que
llega á empuñar e l cetro , sin
haber experimentado la adver-sidad.
No dudo que lo leerán con
gusto todos los españoles, amani­
tes de su Rey y de su pa tria ,
tanto por las bellezas que en­
cierra en la parte literaria^ co^
mo por las interesantes descrip-dones que hace de la tiranía y
del gobiierno paternal de
un
buen Rey, "En la una^ se verá
la imagen de la fe lic id a d que
disfrutaremos en e l reynado de
nuestro actual Monarca
y al
contemplar en la otra el despo­
tismo ^ que nos sumergió en tan
larga serie de desastres , que
arrancó la corona de la cabeza
de nuestros Reyes ^y envolvió en
las ruinas del trono derrocado^
al mismo favorito que con sus
maldades había esclavizado à la
nación , levantarán las manos
al cielo y et^clamarán :
D i , meliora p iis , erroremque hostibus
illuin.
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S o ñ é y o un día que m e h allab a
errante 5 fu g itiv o , y que disfrazado
con una pobre r o p a , sin asilo y casi
sin teiaer que c o m e r , unas veces a tra ­
vesaba ciudades opulentas y otras a l­
deas arru iaad as j pero y o siempre
conservaba toda m i d ign idad y ente­
reza ; y sin hum illarm e á im plorar so­
co rro a g e n o , m e m antenía co a el fru­
to de m i tr a b a jo , esperim entando
cierta satisfacción interior , que m e
causaba el ver que y o m e bastaba á
m í miá'mo. E n este estado de h u m illa­
c ió n , no de b a x e z a , m editaba sobre
Jos deberes de los so b eran o s, y sobre
los m edios de hacer fe liz á un pueblo.
E n m edio de la desgracia mis pensa­
m ientos eran mas e leva d o s, mas rec­
tos y mas puros ; y quando estaba
p ad ecien d o , conocia m uclio m ejor lo
que debe un hom bre á otro hom bre.
C on tem p lab a al r ic o , y decía en m i
g
co ra z o n : jo lí d esg raciad o ! que el o ro
h a corrom pido tu alm a. ¡D e qué m u l­
titud de sentim ientos te p riva tu tris­
te op ulen cia! T ú c a i a dia te endure­
ces mas j y á m í las lágrim as que der­
ram o m e le hacen m as delicioso que
el a n te rio r; devora tú bazam ente U
subsistencia c o m ú n , m ientras que el
cxerciclo útil de m is b ra zo s, consoli­
d a la salud de m i cuerpo y la de m i
alm a. Si aígu n dia llegas á estar do­
tad o deí don de s e n tir, las m exilla s
te se sonrosearán al verte en m i p re­
sencia.
Rendido y fatigad o entré en lacabaña de un pobre la b ra d o r, donde
algun os in fe lic e s, de costum bres tan
sencillas com o p u ra s , m e ofrecieron
u na estera para que descansase: y
sobre aquella pobre c a m a , rae form é
u na idea dulce de un verdadero R e y ,
que hace á sus pueblos fe lic e s , dueño
de sí m ism o , é idolatrado de todos
sus súbditos. ¡Los desgraciados son Jos
que piensan con m as frecuencia e a
•1 padre de la p a tria ! y esta am able
ilusión m e lia d a o lvid a r m is males.
Sa lí de a l l í , despues de h ab er
dado las gracias á m is huéspedes, y
por la m añana llegu é á u na especie
de b o sq u e , tan lleno de m a le z a , que
no se p o d ía atravesar. M e estravíé:
andaba perdido en lo mas caloroso
del d ia , quando descubrí sobre una a l­
tu ra algun as encinas corpulentas que
form aban un bosquecillo m uy fron­
d oso; m e encam iné ácia é l , para
v e r si descubría desde a llí algú n ca­
m in o , y hallé una M atro n a avanzada
en la e d a d , pero robusta y vigorosa:
estaba sentada sobre una á h cliu ro sa colum na hecha pedazos j tenia la
frente cubierta de cica trice s, sin que
p or eso fuese m enos noble y terrible;
a lgu n os cabellos blancos caían sueltos
sobre sus esp ald as, y las arrugas de
su frente la hacían mas respetable.
M e dirigí ácia ella á paso firm e, y y a
ib a á hablarla quando me d ix o : á tí,
que eres hom bre de valo r, y has com ­
batido la adversidad, estaba esperando:
esas manos endurecidas con el trabado
10
m e a g r a á a ti: pues no del>0 y o cottñar un em pleo penoso á aquellos que
las tienen a fe m in a d a s: la fortaleza
d e l alm a no se baila sino en un cu er­
po robusto. A m i lado ves a l herede­
ro de un vasto im p e rio , él debe ser
soberano de un pais ric o , y m andar
á un pueblo d o cU , valeroso y fiel,
í Q u é lazos p ara su o r g u llo ! E m p ero
él puede conocer h o y la verdad , y
y o le debo dar un grand e exem plo.
I d eres el que han escogido los D io ­
ses para conducirlo á la cim a de aque­
lla m ontana escarpada que descubres
desde aqu í. A ll í se presentará á sus
ojos vina pintura f ie l; pues quando tú
te acerques se desvanecerán todos los
obstácu los: verá cóm o debe reyn ar y
si llegase á despreciar esta lección v i­
va....p ero n o , no la despréciará.
A l oír estas p alab ras, tom é á a quel jo v e n Príncipe de la m a n o , que
él m ism o m e a largó con un aire dul­
ce y a fa b le . N o fué el o rgu llo lo que
m e h izo aceptar aquel noble em pleo ;
pues me d e cía y o á m í m ism o : a h í
u
por fin puedo hacer v e r la verdad á
este P rin cip e que a m o : ¿quién sa-r
b e si m is palabras fructificarán con el
tiem p o en su corazon y si llegará dia
en que las oponga al envenenado leng u a g e de los cortesanos ? ¿ quién sabe
si podré y o librar á m is desgraciados
com patriotas de los horrores de Ja
m iseria en que h o y se hallan sum i­
d o s? U n solo, hom bre puede hacer la
felicid ad de veinte m illones de hom ­
bres íQ u é perspectiva tan risueña! L a
fisonom ía de aquel P rín cip e era noble
é interesante: en su rostro se notaba
tío sé qué m elancolía d u lc e , que en
su edad anunciaba una alm a fu e r te , y
q u izá conm ovida y a p o r la extensión
de sus deberes. D ió m e u na m irada
llen a de b o n d ad , y m e d ix o , a m ig o ,
que los D ioses se han dignado darm e,
tú te constituyes e l intérprete del
p u e b lo , y y o debo escucharte fa v o ­
rablem ente. ¿Suspiras? Sin duda te
com padeces de m í , porque m e ves
destinado á reynar. Y o quiero ahora
m ism o buscar e l trato de los sabios,
y «acar de « « kcdos*« fusrza pan u a d a r á lo« o tr o s , ▼ á m í mi»«
m o: íflktrúyam s « i exp erieacia. E n téñam e co a tiem p o á despreciar U
m o lic ie , á ser inaccesible á U adula­
ció n , y á conocerla p o r m as q*je se
quiera disfrazar. Si m e lleg o á v e r ar­
rebatado contra m i v o lu o u d áeia es­
ta pendiente resvaladíza y desgracia­
d a , y por la q u al tantos soberanos se
p re cíp ira n , ten g a por lo m énos la d icfia de encontrar u n hom bre firm e y
«eavíble, c u y a alm a \’trd ad eram en te
grand e se a treva á sacarm e de m i le­
t a r g o , h aga resonar en m i oido el
acento victorioso de la v e r d a d , y que
no tem a desagradarm e. Y o am aré su
íram jucza....
P rín c ip e , le respon d í, quando es­
téis .sobre el tro n o , y a no será tiem ­
p o de oír esta verdad que buscáis aho­
ra. E lla .se cubrirá hasta con el velo
de la misma e lo cu en cia, y no será
mas que un sonido y un aparato inú­
til.... aprovechad los m om entos que
los Dioses os co n ced en , y tened p r e -
senfe que no han de vo lver jam ás. P e ­
ro ¿qué es m i débil v o z ? A h ! quan­
d o paséis por entre las olas de una
m u ltitu d atenta á leer en vuestro sein-,
blante a lg ú n indicio de sus futuros des­
tin o s , considerad las m iradas codi**
ciosas que de todas partes os dirijen.
A q u ella s m iradas os hablan m uda­
m ente el len gu age de la elocuencia y
os dicen con v o z agu d a y penetrante:
ó tú que has de ser el depositario de
nuestra felicid ad , dígnate estudiac
tu s obligaciones para cu m p lir algú n
dia con ellas. E n este instante os con­
te m p la el hom bre virtu o so , que q ui­
siera hacer pasar á vu estra alm a e l
fu e g o generoso que lo anim a : e l
h om b re instruido quisiera daros to ­
dos sus conocim ientos : el filósofo su
m oderación y sus luces: el sabio su
heroísm o y sus costum bres sencillas,
y el desgraciado d ice en v o z baxa:
¡ó c ielo sl dadle m i c o r a z o n , y la
dichosa facilidad de derram ar lág ri­
m as. C o n o ced á tiem po el precio
de estas m iradas aue os d iriyen todos:
cscuchad a q u ella v o z á e la m ultitud,
que en todo corazon bien nacido de­
be aum entar el am or de la g lo r ia , y
el tem or de la vergü en za
E l P rín cipe m e ap retó la m ano,
sin responderme. C am inam os u a ra­
t o , y nos hallam os en lo a lto de
una m ontaña elevada. P o r u n lado
estaba rodeada de precipicios espan­
tosos , y debaxo de nosotros corría
un r i o , cuyas aguas m ugiendo con
un estrépito horrible se sum ian en un
abismo a b ierto , resonando á lo léjos
con espanto form idable.
A q u e lla m ontaña levantaba su
cüm bre hasta las nubes , de m odo
que al m irarla-desde abaxo no sé
distinguía m as que una sola cim a ,
pero sallan del m ism o pie otras dos
deparadas entre sí p o r una distan­
cia enorm e. E n eí un lad o estaba la
•mansión del gobierno ju s t o , y en
e l otro la de ia tiranía. C ad a una
de las dos cim as tenia un sendero
po r do se subia á ellas : e l uno
era seguro y sin p e lig ro s : las a c i a - '
. m acíones á e l pueblo acom pañaban ía
ftiarcha de los que el cíelo había ele­
g id o para subir por él. E l otro era
tra b a jo so , á sp e ro , y estaba cubierto
d e m il y m il arroyos de san gre: el
arrojo y la im prudencia, origen de
las m as espantosas d esg racias, eran
io s únicos guias de los am biciosos
q u e p ara su perdición tenian la te*
m eridad de fixar a lli sus plantas.
A l m irar á lo léjos estas dos m on­
tanas se tenian por una so la ; pero
considerándolas de c e r c a , se notaba
dem asiado bien su diferencia , y se
v e ía que distaban m ucho la una de
otra. L a del gobierno ju sto descolla­
b a p or entre un aire puro , y se le­
van tab a sobre la atm ósfera y las tem ­
pestad es: la otra estaba en la región
d e los tru en o s, rodeada enteram ente
con la densidad de unas nubes tenebro­
sas , que de quando en quando rasga­
ban los rayos con su terrible fuego.
E ntónces le díxe al tierno P rín ­
cip e que conducía por la m an o : el
C ie lo perm ite que com prehendais
aígunas diferencias que se o cultan á
lo í monarcas im p rud entes: acercaos;
ved aquella M a tro n a , que tiene una
talla m a g * t u o s a , y una fig u ra que
e n ca n ta , sentada sobre aqu el trono
resplandeciente, vertida toda de blan­
co , y cu yo cetro es un caduceo de
p az. A s í com o el sol vivifica la tierra,
del mism o modo ella con sus m ira­
das protege los im perios y lle v a á
^ilos la felicidad y la abundancia.
L o s hombres de "bien la a d o ra n ; ella
les inspira c o n fia n z a , y los m alos
son los únicos que la aborrecen.
E l respeto que inspiró al Príncipe
su vista hizo que le saliesen los colo-^
res á la c a r a , y le rindió el hom enage
que tributa un hijo bien educado á
u na m adre respetable. E staba aqu ella
m atro n a llena de gracias y de m ag es,tad: en su sem blante nunca habia m u­
d a n za , pues ni la ira , ni la ven ­
g an za desfiguraban jam íís sus faccio­
nes sagradas: su reynado era el deí
de oro: la clemencia su virtud
distintiva, y se llenaba de satisfacción
con ocupar un tr o n o , porque aquef
era el m ejor lu gar del m undo p a ra
hacer todo el bien posible. A m a b a
las ahuas lib res, y por eso tenia hé­
roes por súbditos: el honor, el m éri­
to , la v ir tu d , he aqu í quiénes e ra a
sus cortesanos. A su lado se veía n
la gloria y el reposo : el león va ­
liente descansaba á sus p ie s : m ontes
de oro y de plata rodeaban su trono:
la D iosa form aba de estos m etales un
rio que corria librem en te, y distribui­
d o con igu ald ad regaba hasta las p ar­
tes mas remotas de^ su reyno ; em ­
pero apreciaba menos todos aquellos
m etales, que no los pingües frutos de
la tierra. L o s co gia con una a le g ría
in d e cib le , considerándolos com o la -ú nica y la verdadera r iq u e z a , y a l m is­
m o tiem po que se presentaban de tro­
p el á su vista los pom posos m onum en­
tos de las a rte s, se com placía mas en
fixar los ojos sobre u n -ciu d ad an o , que
apoyado en el arado , abría en los
cam pos los surcos fértiles. Sus súbditos
form aban un .baluarte impenetrable.
iS
a l rededor de su persona y los cx é rcitos enem igos huían delante de ellos,
com o los cuervos lo suelen hacer de­
lan te de la reyna de la región del aire.
P regu n tóm e el P rín cip e en se­
g u id a quienes eran aquellas m atro­
nas que estaban al rededor de la
D io sa . { Q u é bellas son , exclam ó!
{Q u an ta d u lzu ra y nobleza tienen!
I^a que está sentada á la derecha,
Je d i x e , en cuyos ojos se vé tanto
candor y fir m e z a , es la justicia. V e d
con qué ze lo y prontitud socorre á
a q u el desvalido contra ios atentados
d el poderoso , y ved cóm o castiga á
este ú ltim o sin cólera »y sin odio. M iía d á su lado aqu ella Señora tan
noblem ente v e s tid a , con aqu el aire
f r a n c o , y aqu ella sonrisa graciosa:
es ia p a z , la am able p a z ; sentada
sobre, una h az de lanzas quebradas,
presentando un espejo al fu ro r san­
grien to que se /estremece a l conside­
rar sus mism as facciones. A q u e l hom-;
bre que está un poco mas lé jo s , y c u y o í brazos son tan n e rv io so s, cuyo
cuerpo parece que está lleno de fuer­
za y de brio 5 , y que tiene los cabe­
llo s b la n co s, se llam a Nomos*, todo
se inclina baxo su c e t r o , ricos y po­
bres , grandes y pequeños : inflexible
en su equidad arrastra a l suplicio a l
sátrapa exactor ; y hace caer aqu ella
cabeza o d io sa , que no habia m edi­
tado m as que proyectos sanguinarios.
Siem pre está en v e la , y no puede
cerrar los ojos sin que la con fusioa
y el desorden ocupen al m om ento el
lu g a r del orden y de la harm onía.
E ste es el único m inistro de la auto­
rid ad r e a l, y no puede tener otro
m as fie l; no oye otro consejo que el
s u y o , y es el mas prudente que p ue­
de escuchar. L a ilustrada diosa se
a p o y a sobre su brazo , y nada se
atreve á em prender , ni á resolver
sin el : sus oidos se abren á las que­
j a s ; ménos aprecia el lustre del ran­
g o , que la im portancia dt*l poder
en ella depositado. L a corona no
tiene m agestad á sus o jo s, sino en
quanto sirve p ara el bien del estado.
20
E l P rín cip e aunque jo v e n co n ­
tem p laba todas estas cosas con ia m a­
y o r aten ció n : y o lo dexé que se sa­
ciase de adm irar aquel espectácu­
l o , gozoso de ver que im p rim ía con
gusto en su m em oria lo que en algú n
dia p odría servir para la felicid ad de
t o d o ‘un pueblo. E stando en lo m ejor
d e sus re flex io n es, io c o g í precip ita­
dam ente del b r a z o ; baxem os, le dixe;
ven id á v e r aquella otra diosa de la
que Un sin núm ero de hom bres están
tan locam ente ap asionados, que co­
m eten m il delitos sin rem ordim iento
a lg u n o y se d eg ü ellan m iserable­
m ente entre sí ,*[armando toda especie
de lazos los hijos contra sus padres,
los padres contra sus hijos , y los
herm anos contra sus herm anos. In ­
sensatos! desean com o una felicid ad el
m ayo r de todos los m a le s ; esto es el
p oder a rb itra rio , o rigen de todos los
e x tr a v ío s , y de todas las desgracias.
E l cam ino al prin cipio parecía
m u y lla n o , pero á mcidida que se carniiíaba p o r é l , se abrían ios abismos
por uno y o tro lado ; nos encam ina­
mos por sendas tortu osas, que todas
iban á parar á unos espantosos preci­
p icio s; las zarzas y los abrojos re­
tardaban nuestra m archa. A poco ra­
to vim os las sendas regadas de sangre
y cubiertas de hom bres degollados. £ l
P rín cip e quiso retroceder : ja m á s , di­
xo , pasaré y o por este cam ino espan­
toso: m i corazon se horroriza.... los
dioses así lo q uieren : id , respondííe
y o ; pero no pasareis por él sino para
contem plarlo ; y la im presión terrible
que os cau^e os será por siempre u til.
L leg a m o s á la cim a y hallam os á
la tiranta sentada sobre un trono que
rid icu lam en te había afectado alzar.
F in g ía el sem blante y acom odaba
q uanto p odía sus acciones p ara im i­
ta r al gobierno ju sto. Se figurab a que
su diadem a era mas rica y respetable,
porque estaba sobrecargada de oro,
de d iam an tes, de mil piedras p recio­
sas: creía tener consolidado p erfecta­
m ente su trono sobre colum nas de
m árm ol y m arfil, quando su base p o ­
co sólida estaba m o ved iza y vacilante.
Se llenaba puerilm ente de o rg u llo la
iira n ia , por su p ú rp u ra , su cetro y su
corona ; y no veía sino aquel exterior
ap arato que h inchaba su c o r a z o u , a l
m odo de un niño que quando está
engalanado se cree co a m ay o r m érito.
£ n todo lo que habia a l rededor
de e lla se notaba un aire de o rg u llo ,
de o sten ta ció n , de m o lic ie , de p ro ­
d ig alid a d y de tuxo insultante. T e n ía
u na porcion de c e tro s, pero co n el
esfu erzo que hacia p ara retenerlos
p arecía com o fatig ad a y violentada.
Se nos quiso sonreír graciosam ente;
em pero su sonrisa forzada nos des­
cu b rió su alm a falsa , pequeña , y
c ru e l: nada tenían de noble sus fa c ­
cio n e s , y á pesar de sus vestidos fas­
tuosos , todo lo que tenia anunciaba
u n no sé qué de baxeza. E n su m i­
rar azorado estaba pintado el terror:
n ada hacía con firm eza y dignidad:
afectaba tratar con altanería y con
d e 'p re cío á los que se acercaban á
e lla , creyen d o que a q u el era e l ca­
rácter de la g ra n d e z a ; pero lo que
adelantaba c o a eso era hacerse mas
despreciable que tem ible.
E stuvim os observándola
largo
r a to : no estaba sentada un solo ins­
tante con tranquilidad. Unas veces,
se levantaba co a el sem blante p.ílido,*
creyendo que y a sentía el hierro
ven gador .que penetraba en su c o r a z o n : otras veces centelleaban sus ojos>
con una rabia secreta, y se estrem ecía
ella m ism a de los crím enes que iba á
decretar. A m ontonaba con vileza ,el
oro á su a l rededor ; y despues io
desparram aba con profusíon sobre sus
m as viles h ech u ras, cóm plices y exe-cutoras de sus atentados. A l día si­
guiente se dexaba caer com o un la­
drón sobre una m ultitud de infelices, y
les sacaba por fu erza y sin conciencia,,
hasta las m onedas de ménos valor.
Su córte era la de las fu ria s : v i- '
m os á la crueldad^ á la violencia, á
la injusticia y al fanatismo agitando
su ardiente te a : este últim o la-fa vo ­
recía por aum entar su p ropia a u to ri-
iSad, y para, en llegan do una v e z á es­
ta b le c e rla , am enazar hasta á la m is­
m a tir a n ía , y disputar la sangre de
los pueblos. T o d o aquel tropel con­
ju ra d o contra ella , despedazándose
con sus m anos im pías los unos á los
o tro s , buscaba ocasion de hacerla
sentir todos los m ales haciéndola al
fui su víctim a. E l tem or , la ini­
q u id a d , ia d esco n fian za, y el furor
apartaban de sus ojos el bálsam o deí
sueno. Sus esclavos los sacrificaba á
su fa m ilia , las rentas del estado á
si^ an to jo s, y el estado todo y la
córte á su persona. U na cabeza de
M edu sa la cubría el pecho. L a menoc
reunión la hapia te m b la r , y si llega*
ban á hablarse al oído dos ciudada­
nos , a i instante ios hacia separar. L a
adulación siem pre en pie la hablaba a l
o íd o , y la insinuaba su eficaz vene­
n o. Q uan to mas grosero era, mas pare­
cía haberse hecho p ara agrad ar á aque­
lla D iosa. D etras de su tr o n o , descu­
brí á M aqu iavelo que estaba o c u lto , y
la. hablaba e a v o z baxa. L a tiranía a­
paleaba con repetidos golpes á una
m ultitud de gentes que estaban en­
cadenadas y gim iendo: aquellos des­
graciados forcejaban Incesantem ente,
prontos á rom per sus lazos con el
h ierro. P rín c ip e , e x c la m é , ved entre
estas dos diosas quál os parece preferi­
ble. A h ! m e resp o n d ió, la prim era
m e encanta y me en am ora: aquella
atrae ácia sí las m iradas cariñosas
de los D ioses y m erece la adoracion
de los m ortales. P ero esta me horro­
riza , sus atrocidades m e han llenado
ta n to de in d ig n a ció n , que si quereis
auxiliarm e, ahora mismo irem os á pre­
cip itarla de lo alto de aquella roca...
O h ! - transporte n o b le , oh virtuoso
heroísm o! E sp erad , P rín c ip e , un p o ­
c o , esperad que la ju sticia de los
D ioses no tardará en dexarse ver.
A y de m í ! A lg u n a s veces la virtu d
suele extraviarn o s: querem os acelerar
lo que el C ie lo conduce con una sabia
len titu d : él hace que baxe la t i r a i í i
á la tierra para castigar sus crím enes;
pero en estos tiem pos y a no hay H ér-
ciiíes á cu yo cuidado se halle puesto
el im perio del universo. E ste sem i­
diós, protector del genero hum ano, iba
de una á otra p a ite del m u n d o , no
p ara exterm inar las bestias dañinas
(p o rq u e la ferocidad del le ó n , dei ti­
g re , de la hiena y ia pantera nada es
en com p aración del execrable abuso
dei p o d e r ) sino para aterrar á los ti­
ranos que ocupaban los tro n os, p a ra
acabar co n los monstruos coronados
que corrom pen los dulces beneficios
de la n a tu ra le za, y hacen gem ir á m i­
liares de hom bres baxo la bóveda
resplandeciente d el firm am en to , en
m edio de los tesoros de la tie r r a , y
entre ios m ilagros de la creación. E n
quantas partes encontró A lcid e s á la
d ign idad r e a l, la honró ensenando á
los hom bres á respetarla y la colm ó
de a la b a n za s, com o á la protectora
am able y á la soberana de los estados,
com o á la rem uneradora de la virtu d
y com o al terror del crim en. P o r es­
te m edio m ereció el respeto de todo
el m u n d o ; y por esta conducta m ere­
ce servir de m odelo al que el cielo fa­
vorezca , concediéndole la dicha de
poderlo im itar.
Q uan do baxábam os hice observar
, a l tierno h éro e, qwe el lado d é l a
\inontaña donde se hallaba sentada la
pálida tiranía estaba escarpada todo
a l red ed o r, y socabada hasta el m is­
m o trono. D e repente oim os unos
gran d es alaridos y vim os aqu ella par­
te de la m ontaña bam boleándose p o ­
co á poco y luego desgajarse y su­
m irse con un ruido espantoso en los
abismos que la rodeaban, qual roca
enorm e que levantada sobre el^ océa­
no c a e , y se abism a en un m om ento.
C o n aquella caida im petuosa de la
m o n ta ñ a , quedaron envueltas exi sus
ruinas la tiranía y sus hijas abom ina­
bles. M il aclam aciones de jú b ilo y a le­
g ría dirigidas al cielo anunciaron que
Íiabia recobrado la tierra su libertad.
A q u e l cam ino nos habia fa tig a ­
do m ucho: el P rín cipe m e d ix o i yo
estoy en a y u n a s , y quisiera com er
algu n a c o s a , pero no veo p o r aquí
iS
m as que rocas y algun as cabanas,
á lo léjos. V a m o s por este lado , le
d ix e y o , tal ve z a llí encontrarem os
lo que necesitáis. L a D iosa m e ha­
bla dado m is instrucciones y yo me
habia form ado m i plan. L o hize en­
tra r en la prim era cabaña á donde
lle g a m o s , 'j vio a llí tres niños de
m u y poca edad y m edio desnudos,
que á porfía chupaban u na m anza­
na-silvestre. ¿T e n éis pan que darnos?
Jes pregunté yo . N o nos dieron otra
respuesta aquellas criaturas que p o ­
nerse á derram ar copiosas lágrim as.
¿Pues q u e? continuó el P rín cipe ad ­
m irado , suspenso y desconcertado ¿ no
h ay aqu í un pedazo de pan? ¿D e dón­
de nace esta m iseria espantosa? E n ­
tónces salió del fondo tenebroso de
aq u ella ch oza una v o z lán guida que
di.vo : nosotros sabemos m u y bien
trabajar la tierra y hacer salir las
m ieses de su seno ; sabem os soportar
las mas duras faenas que renacen
siem pre con el sol : nosotros -somos
los que am ontonam os el trigo en
Jos graneros p ú b lico s, pero no p ro bamo.s el p a n ; y sí acaso nos llegn
a lg ú n p e d a z o , es n e g r o , m al am a­
sado , y hecho de aquella parte g ro ­
sera que se desecha para que com an
los mas inm undos anim ales.
Pues ¿com o es eso ? dixo el P rín ­
cip e , y o veo los cam pos fértiles y
bun dan tes; el cielo no ha hecho sen'7
tir su cólera sobre la tie r r a ; n in g u n a
borrasca destructora h a asolado las
pingües esp igas: y o v eo por toda es­
ta llanura m il hacinas de trig o ... L o s
h o m b res, respondió la dolorida v o z,
mas crueles que la intem perie de las
estaciones, nos ven con el sem blante
pálido y los m iem bros extenuados,
üin acordarse siquiera de nuestras ne­
cesidades y aun tienen v a lo r de h a­
blarnos de las suyas q u e son im agin a­
r ia s , é hijas de su dura y m iserable
van id ad . Q u a n to mas desgraciados
s o m o s , m as lejos vivim os de e llo s:
no tem en n i el exceso de ' nues­
tra desesperación, ni e l instante de
la m uerte que pondrá fin* á nuestras
penas y á los servicios que de nosotros
recib en , pues están bien seguros de
.volver á h allar en la infinita m ultitud
de pobres m uchos mas esclavos de los
que puedan perder. A fu erza de so­
brecargarnos de trabajo y de cercenar
nuestro alim ento com ponen esos gran­
des la opulencia que g o zan sin rem or­
d im ie n to , y que consum en burlándo­
se am argam ente de nuestro estado.
¡ O cielo 1 exclam ó el P rín cip e
llo r a n d o , y se arrojó á m is -brazos;
l á dónde me has traid o ? Y o estoy sin
duda entre los m alhechores q u e e x ­
p ían los crím enes que com etieron
contra la sociedad; n o , esta no pue­
de dexar de ser una habitación de
crim inales....^Pues estos no lo s o n , le
rep liqué y o ; pero á la indigencia y
al crim en se los m ira de un m ism o
m odo. V e d esta cabaña ab ierta á
todos los vien to s, estos m uebles des­
preciables que p o r fortuna han d e x ad o los bárbaros exacto res, este tris­
te h ogar en donde hum ean algunas
hojas s e c a s , acercaos y tocad con
vuestras manos esta p aja húm eda y
m edio podrida....... os estremecels.
A ll í descansa aqu ella m adre que h a
alim entado con la leche de sus pe­
chos á esas mismas criatu ras, que a l­
g ú n dia d erram arin toda su sangre
p o r vos.... B a s ta : y a te entiendo,
exclam ó el P r in c ip e , tapándose la
cara con am bas manos, j O Cielo!
dadm e m edios p ara reparar tan fu ­
nestos desastres.
E l C ie lo , repliqué y o , favorece
los proyectos gen ero so s, y les presta
u na fu erza victoriosa ; y el m onarca
q ue posee las qualidades de un ver­
dadero soberano está casi seguro de
ver prem iados sus planes con un
éxito fe liz. L le g a rá d ia en que os
vereis sobre el tro n o , y os m olestarán
Jos oidos con m il m axim as de p o lí­
tic a : acordaos entonces de que en
una ocasion tu visteis h am b re , y que
• os hallasteis entre unos infelices im ­
posibilitados de daros un p edazo de
• p an con que aliviarla. E stableced los
- impuestos sobre lo í objetos de luxo,
y no sobre la;» necesidades de Ja
v id a ; cargu en directam ente sobre la
cabeza de los ríe o s, y no sobre la de
los pobres: sea vuestro objeto hacec
g o za r á cada uno de la riqueza del
estad o , y que esta riqu eza no esté
fundada sobre la m iseria com ún. L o s
m edios se presentan en t r o p e l, Ja
gloria , la gra n d eza , el poder de un
reyno, son unas palabras insignifican­
tes que desaparecen al lado de los
nom bres de libertad, comodidad y f e ­
licidad de los pueblos. L a intriga bus­
cará razones especiosas ■para ocultar
la v e rd a d , pero aq u í la teneis : ella
os liabla p o r la boca de esa m ugec
m oribunda y de esas criaturas inocen­
tes que se van consum iendo de lan­
guidez, N o quiera D io s que se aparte
jam á s de vu estra m em oria esta im a­
gen tan expresiva com o verdadera.
O p oned la incesantem ente á aquellos
rodeos sutiles y estudiados que son
el p atrim onio de los m alvados y de
los seductores. D e cid quando veáis
una m esa o p íp a ra , h a y hom bres que
pasan h am b re: y ¿ates de reclinar
vuestra cabeza en las alm ohadas de
p lu m a , hom bres hay , que no tienen
m as cam a que el duro su e lo , y estos
hom bres m e han hecho á m i deposi­
tario de su felicidad. E ntonces un
fu e g o a ctiv o sem ejante á aquel sen­
tim iento generoso que nace en los
grandes corazones derretirá vuestra
alm a. E ntonces la .felicidad de los
pueblos saldrá de vu estra boca , y
d e vuestras palabras v iv ifica d o ra s; y
experim entareis el rego cijo que os
cau sa el proteger á uua fam ilia obs­
cu ra que está á doscientas legu as de
vos , que jam ás os h a visto y q u e os
bendecirá del m ism o m odo que a l Ser
suprem o á quien solo conoce por sus
beneficios. C o n ta d con que habéis
d e ser un g ra n m o n a rc a , y que haibreis cum p lid o c o a todos vuestros
deberes , quaiido vuestros ojos pene;tren la cabafía obscura donde vive
e l hom bre la b o rio so , y derram éis a l
rededor de sus habitantes la subsis­
tencia que tienen bien m e re cid a , J es-
pues ele haber asegurado la ele vues­
tros súbditos. C ie n batallas ganadas,
todos los m onum entos pom posos de
las a rtes, todas las producciones del
gen io , no valdrán á ios ojos de D io s
y de los hom bres tanto com o estag lo ria f á c il, n atu ral y pura. V e d ahí
la verdadera g lo r ia , qualquiera otra
es f a is a , ilusoria y pasagera. ¿Q u é
m as podré deciros? E l estado es una
cadena inm ensa de la qual vos sois el
p rim er eslabón. Si no quereis que se
rom pa esta ca d en a , unid vuestro ani­
llo fuertem ente con el ú ltim o. E n ­
tonces no habrá poder cap a z de rom ­
per aqu el íntim o e n la ce , que triunfará
del tiem po ; porque las generaciones
que sucederán á la presen te, hereda­
rán su a m o r , su respeto y su afición ,
únicas prendas*de vuestra felicid ad ,
puesto que la ig u a l y m utua confian­
z a del Soberano y del pueblo es la
base eterna de los imperios^
A c a b a b a y o de h a b la r , quando
salió una som bra de la tierra y se
puso ante nosotios. E sta b a cubierta
con un veìo^ pero llevaba una c o - ,
ro n a , y dixo á m i héroe en un tono
m agestu o so , pero que no atem oriza­
b a : O jo v e n , que has de ocupar mi
m ism o trono , escucha ios consejos
d e un padre y de un m onarca. Y o
era naturalm ente altanero , am an ­
te de ia g lo r i a , pero no tenia una
idea exacta de e lla : lo que no era
m as que una fantasm a de g lo ria lo
m iré y o com o la g lo ria verdadera,
trabajé en dar lustre á la nación (d e­
m asiado tarde lo he conocido ) pero
h ice poco por su felicidad. ¿ P o r qué
no he preferido la u tilid ad ? E sa am ­
b ición que seduce á todos los reyes
m e c e g ó : á m í m e faltaban aqufl''^'«
p rin cipios de gobierno que el o rgu llo
jam á s ha conocido y que no se des­
cubren sino á los que no han nacido
p ara el trono. ¿P or qué no nací si­
quiera en el siglo ilustrado , en que
debes reynar tu ? Y o no hubiera t e ­
nido que hacer m a s , que ap licar a l
sistem a del gobierno aquellos princi­
p ios fecundo», iodividualizado» del
rodo y presentados con aqu ella lu *
que ni aun se lleg ó á colu m b rar e a
e l siglo en que y o v iv í: hubiera erra­
d o m enos al e legir los medios ; y
puesto una atención m enor en aque­
llas cosas que solo m erecen el des­
p recio ; conociendo al fin en qué con­
sistía m i verdadera fuerza. Y o Ío ig ­
n o ra b a , y sin em bargo fu i por espa­
c io de m uchos años vencedor y te­
m ib le, L o s reveses m e ensenaron lo
q u e m e habian o cu lta d o los hom ­
b re s: en la adversidad he descubierto
lo que sesenta años no habian podi­
d o enseñarm e. H e visto que el trono
necesitaba una base racional ; pero
era y a dem asiado ta r d e , la m uerte
vin o á destruir m i diadem a. Si los
D io ses anudasen el h ilo de m is dias,
en ve z de distinguirm e con el nom ­
bre de g ra n d e , aspirarla á m erecer
el de prudente. Y o conocerla que
h a y un arte de re y n a r , que estos co­
nocim ientos profundos no se adquie­
ren en la corre , sino estudiando lo
que han m editado los sabios que a ­
m aban a l genero h u m a n o , y que
han defendido su causa á la faz del
universo. T ú te verás con el tiem po
al frente d el gobierno mas feliz.
T ien es que d irigir á un pueblo activo
y d ó c i l , algun as veces entero pero
nunca in tra ta b le ; brabo y fie l, siem ­
pre bueno y que adora á sus R eyes,
aun antes de conocerlos. A vuestro
en cargo queda el fecundar su talento
y sus virtudes ; una ojeada de su R e y
bastará para inflam arlos, y con solo
q u e re r, darás un grand e im pulso i,
todos los corazones....
E l P rín cipe se in clin ó para ab ra­
za r aqu ella som bra sag ra d a ; pero ella
v o lv ió á meterse en el seno de la tier­
ra. A g ita d o extraordinariam ente se
arrojó en m is b razo s, com o p ara reci­
bir a lg ú n consuelo y aliviar en cierto
m odo la ca rg a inm ensa que h abiaa
puesto sobre sus hom bros. P rín cipe,
k d ixe y o , la historia verdadera de
este rey m editada profundam ente es
una antorcha lum inosa para todos
sus sucesores : sus faltas son elocuea-
tes. A lo que habéis oido [ que podré
añadir ! E n el cam po donde habéis de
trabajar la razón ha producido y a ri­
cas mieses : en él han crecido y se
han arraigado verdades m u y im por­
tantes: si estas se han conocido una
v e z , excitan en los corazones bien na­
cidos cierto aspecto de Ínteres mezcla«
d o con la adm iración y el am or.
A doptándolas preparareis á la legisla­
ción el cam ino nías seguro y mas fá ­
c il. ¿ Q u e es lo que habla con energía
a l pueblo? lo que hace am ar presen­
tándosela com o un deber sagrado? y
en fia ¿q u é es lo q u e le ob liga á hacer
sin dificultad los mas grandes sacrifi­
cio s? L a razón pública, esta es la que
habla y la que persuade: V e d ahí el
orador absoluto que debe subir á ia
tribuna : cada ciudadano guardará
cuidadosam ente en su corazon lo que
ten ga relación con los intereses de
la p a tria : su entendim iento queda­
rá ilustrado , su corazon conm o­
v id o , y su volun tad arrebatada por
u n a fu e r z a tanto mas irresistible
quanto nada tendrá de arbítrriria.
C onsultad esta voluntad general;
haced sen tii', no tanto vuestro poder
com o el de la ley : no h ay cosa mas
fácil de gobernar que un pueblo- que
piensa : tiene principios y conoce sus
d eb e re s, que para él son una barrera
que no rom perá jam ás. Sois dueño de
exaltar en él aquel sentim iento v iv o
del honor y dirigirlo á los mas gran­
des objetos: para esto es preciso que
deis m as distinción al talento que á
las riq u e za s, á la virtu d que al naci­
m ien to , al com ercio y á la industria
•que á las artes frívo las. R espetad en
cada ciudadano el v a lo r , la integri­
dad y aquel entusiasm o que inspira
el am or del bien público : no en v ilez­
cáis á ningú n estado para que todos
esten conten tos. C o n un poco m as
que a d elan téis, y a no habrá, preocu­
paciones que c o m b a tir; y uniéndose
vuestra razón á la razón pública ten­
dréis una fuerza extraordinaria. L o s
tiranos adoptaron aquella m áxim a
v id i si quieres reynar : pero adoptad
vos esta otra mas justa y mas verda­
dera ; ennobleced á vuestros súbditos^
pues así os amarán mas y con su
.
nion sereis mas fuerte. E n todos lot^
siglos el espíritu público ha dom inai r
d o liasta á los mismos reyes. P rín ci­
p e conoced el sig lo en que viv is;
ahora h ay dos cosas que señorean
u n iv e rso , el talento y el p oder;
teneis este ú ltim o ; el prim ero se
presentará para serviro s: no llevels á
m al que se siente á vuestro la d o ,
entonces tendreis aqu ella energía v i r - •'
tuosa que obra con v ig o r y sin re­
troceder un paso quando se trata d e''
prom over los intereses de la humaai-'*
d a d , á quien aun contra su voluntaJÍ^'
se debe atender. N o os hablo de re­
c o m p e n sa , puesto que no la h ay en eU
m undo para prem iar á un hom bre que h ace felices á sus sem ejantes....
desperté al pronunciar estas palabra^
sin perder la esperanza de ver algi 4 dia realizado m i sueno.
T2 /
V I DA S P O R R E P A R T O S S E M A N A L E S
.O HIDALGO
■lE L A MÁNG
. CEE-¥AHTBS S A iY E D R i
JM E A ó ilustrad a con u na n otable colección de ole
vCARDO BA LA C A y D. J . L U IS P E L L IC B R
ja d e rn a d o s con tap as a le g ó rica s tiradas sobre
p agad as en do ce p lazos m ensuales. — H a y un :
iin ado y d ivid id o s en cu atro tom os al precio
A.
j
ES P A '
A L A MUERTE DE FERNANDO VII
*0 L A F U E N T 2
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