Ficha Nº 1 - Facultad de Trabajo Social

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Cátedra: Historiografía de la Intervención Social
FICHA Nº 1: Perspectiva epistemológica y conceptos centrales
AÑO: 2013
UNIDAD 1
PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA Y CONCEPTOS CENTRALES
Perspectiva teórico epistemológica
La asignatura tiene como objeto de estudio la "intervención social"
desde una mirada historiográfica. La intención es lograr una
comprensión del tema central reconstruyendo las múltiples formas
que el mismo ha adquirido en diferentes momentos históricos. Se
trata entonces de una propuesta que se sostiene en una
concepción epistemológica que privilegia la complejidad, desde la
articulación de diferentes planos temporales y espaciales, tanto
como la identificación de los múltiples significados de los
fenómenos. En otras palabras, sustentamos una concepción que
considera que la construcción de conocimientos es siempre guiada
por la pregunta, la inquietud por un saber que vaya más allá de lo
obvio, de lo dado, de “aquello” que aparece a primera vista. Esta
interrogación constante encierra una suerte de sospecha sobre lo
ya dicho, escrito y oído, constituyéndose en la llave para la
construcción de conocimientos sobre una realidad constantemente
cambiante. Además, debemos decir que esta "actitud" frente al
conocimiento necesita del condimento de la pasión, del
inconformismo y del deseo de aprender, por lo que se juega
activamente la voluntad subjetiva.
Nociones acerca del entramado teórico
Por otra parte, y en correspondencia con lo que estamos
desarrollando, consideramos que iniciar un proceso de
comprensión significa dar cuenta de una perspectiva teórica que
guía esa misma comprensión, esto quiere decir establecer un
régimen de la mirada que posibilite condiciones para producir el
diálogo con la realidad y en ese diálogo construir conocimientos.
Por teoría, se entiende la articulación específica de conceptos y
categorías que permiten establecer tipos de explicaciones para
distintos tipos de problemas, ya sean planteados directamente por
el contexto social y político como por el desarrollo mismo de una
orientación teórica. De esta manera, podemos llamar teoría al
conjunto de afirmaciones o proposiciones con que una disciplina
dice como es la realidad que estudia, y que se puede considerar
como una especie de mapa: un conjunto de conocimientos sobre el
mundo, expresados en proposiciones descriptivas y eventualmente
explicativas (BELTRAN VILLALBA, 2000). Así, desde una teoría se
formulan los problemas de investigación y los procedimientos que
se consideran adecuados para su resolución (GUBER, 1986). En
nuestro caso, el problema a indagar estaría centrado en el proceso
histórico de la intervención social. Nos guiará la Teoría Social,
entendida ésta como un cuerpo complejo de proposiciones
relacionadas que se autoderivan, se autoexplican, concernientes a
una estructura dinámica del modo de reproducirse de un
determinado ser social. Esta concepción de Teoría Social, contiene
la existencia de teorías sectoriales, disciplinas particulares, pero
siempre subordinadas a una matriz teórica mayor (MALACALZA,
1993). Con esto queremos decir que seleccionaremos categorías y
conceptos provenientes de diferentes disciplinas (sociología,
antropología, historia, filosofía, entre otras), que utilizaremos como
"caja de herramientas", o sea, nos darán las posibilidades para
analizar, y serán articuladas para dar consistencia argumentativa a
la comprensión de nuestro recorte particular. Una categoría es un
concepto construido que designa rasgos, vínculos y los aspectos
más generales de los fenómenos y los objetos. Se convierten en
herramientas para el análisis y permiten producir conceptos, por lo
tanto no son cerradas, sino simples instrumentos para iniciar la
construcción de conocimientos sobre el objeto. Esta construcción
de conocimientos se convierte en conceptos, que a su vez pueden
operar como categorías de análisis para nuevas construcciones
conceptuales. Desde esta perspectiva, los conceptos nunca se
crean desde la nada, siempre existe una referencia previa, por lo
tanto tienen una historia, un proceso de construcción que es
necesario dilucidar, comprender (¿desde qué corriente teórica se
acuñaron, por qué, qué quisieron enunciar y qué enuncian ahora?).
Los conceptos expresan los acontecimientos, no la esencia de esos
acontecimientos.
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Tienen componentes, que proceden de otros conceptos, de este
modo no están aislados, no se cierran en sí mismos sino que los
conceptos se remiten unos con otros.
Historia e historiografía. Continuidades y rupturas.
Estamos aquí porque antes pasaron cosas, tenemos padres,
abuelos, bisabuelos..., cada uno vivió algo que produjo que hoy
estemos aquí. Hay historias personales, familiares y sociales que
articuladas dan cuenta de nuestra historia social más abarcativa.
No obstante esto ¿qué entendemos por historia? Historia ¿es sólo
pasado? ¿Existen diferencias entre la/s historia/s e Historia como
disciplina? Nos parece
que estas preguntas nos abren la
posibilidad de dar cuenta de la concepción que sobre este tema
sostenemos como cátedra.
En principio, entendemos con el aporte de Marc Bloch (2001:54)
que la historia no constituye una disciplina que se encarga del
pasado, porque simplemente no tienen sentido el tratamiento
racional de fenómenos cuyo único punto en común es el no ser
contemporáneos. Bloch sostiene: “El lenguaje profundamente
tradicionalista, con facilidad otorga el nombre de historia a
cualquier estudio de un cambio en la duración,” por otra parte pone
como imagen “(que) el buen historiador se parece al ogro de la
leyenda. Ahí donde olfatea carne humana, ahí sabe que está su
presa” (2001:57). El mismo autor rompe con esta idea
preponderante que entiende al tiempo como sólo duración y
continuidad expresando que el tiempo histórico “… es, por
naturaleza, un continuo. También es cambio perpetuo. De la
antítesis de estos dos atributos provienen los grandes problemas
de la investigación histórica.” (2001:58).
Con estos presupuestos, desde la asignatura Historiografía de la
Intervención Social, entendemos la historia como un pasado que se
expresa en el presente, intentando superar la idea de sucesión
cronológica, lineal, de etapas definidas, cerradas, a manera de un
proceso evolutivo, donde lo "anterior" es visto como "primitivo", o en
todo caso "antiguo" y lo actual como un progreso sobre la etapa
anterior. Reconocemos la historia como tiempo en movimiento,
donde es posible identificar momentos que presentan
particularidades respecto de otros, que expresan un modo de vivir,
formas de pensar y de comprender el mundo, propios de la época,
pero que en otro momento histórico no desaparecen totalmente,
sino que permanecen muchas veces minimizados; en otras épocas
en cambio estas formas aparecen re-significadas, es decir con
otros significados. Cada momento histórico otorga las condiciones
de posibilidad para que determinados aspectos (formas de vida, de
pensamiento, modos de definir problemas) aparezcan como
prioritarios, pero donde otras cuestiones se mantienen menos
visibles y estos aspectos, que no son considerados importantes en
un momento, pueden aparecer como centrales en otra época, e
irrumpir, de pronto, otros acontecimientos.
Justamente por estas argumentaciones es posible decir que la
historia no es un continuo, una secuencia de fechas y sucesos que
presentan una causa y un efecto que llevan inevitablemente a un fin
(el progreso, la felicidad, el Juicio Final), sino que siempre se
expresa como un proceso que presenta continuidades y rupturas.
Expresa luchas, héroes anónimos, cotidianeidades y momentos
inesperados, verdaderos acontecimientos de los que no se puede
fácilmente reconocer causas. Pensar en términos de continuidades
y rupturas nos implica abrir, como un abanico podríamos imaginar,
la serie de escenas posibles, de acontecimientos que como
“condiciones de posibilidad” configuraron una determinada
modalidad de intervención social.
Nuestra propuesta, entonces, es comprender la historia en su
desarrollo global, entendiendo las relaciones entre la historia
natural, vivida y el esfuerzo científico por describirla y explicarla, se
trata de la historia de la historia, esto es la historiografía, referida en
este caso a un recorte particular: la historiografía de la intervención
social.
Respecto de la noción de historiografía debemos decir que en
muchas ocasiones la misma se usa para denominar en modo
amplio y sin demasiada precisión, a la investigación histórica y las
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diferentes preguntas acerca de cómo se construye un relato
histórico, de quien narra, etc. Por lo tanto, muchas veces se usa el
término historiografía para realizar la distinción de la concepción de
“historia” como una única historia, como un único relato, propio de
la modernidad (relatos únicos), en tanto “historiografía” se abre al
juego de diversos relatos, presentando los límites de los alcances
de una narración.
De cualquier manera realizar diferenciaciones con pretensión de
exactitud entre historia e historiografía resulta una tarea
ciertamente imposible, ya que en el uso de los términos, dentro del
propio campo de la historia como disciplina, aparece en forma
indistinta. Lo que puede si aproximarse, es que con historiografía
se hace mención al campo de la construcción de la historia, de las
narraciones históricas y los interrogantes que todo campo
disciplinar genera.
De allí que historiografía de la intervención social, como objeto de
la asignatura toma y selecciona, las narraciones y acontecimientos
de las modalidades de intervención social desde una relación
presente-pasado. De esta manera, el conocimiento de las ciencias
sociales respecto de la intervención social con producciones de
diversos autores es articulado con la interpretación de diversos
documentos históricos, en donde dicho conocimiento cobra
significado.
Campos disciplinares: Trabajo Social y Ciencia Política1
Para poder delinear cómo dos campos disciplinares –la Ciencia
Política y el Trabajo Social- participan activamente en la
intervención social, se torna preciso tener presentes las nociones
de orden y ordenamiento.
La preocupación por el orden común como condición de posibilidad
de la vida en sociedad y de la sociedad ha sido tematizada por la
teoría política como problemática pertinente al propio campo toda
vez que su tratamiento atañe a los intereses generales de los
1
Para este punto remitirse a CAZZANIGA, Susana (2004),
integrantes de una sociedad, intereses necesariamente públicos
desde este punto de vista. Pero esta preocupación por el orden
social también puede ser rastreada en otros registros, aquellos
ligados ahora más a la cuestión del “ordenamiento”, significantes
que si bien incorpora la pregunta filosófica acerca del orden, pone
su acento en los “comos” particulares en que el mismo puede ser
consumado. Se trata de la materialización en las prácticas
institucionalizadas, y que como tales son expresadas por actores,
se desarrollan en ciertos espacios, con determinadas normativas,
objetos y objetivos, un despliegue que incide en el cotidiano de una
forma de vivir en sociedad. En otras palabras, es el espacio de la
“puesta en acto” de la intervención social que va tensionando los
campos teóricos que le dan sustento. En esta dimensión operan las
profesiones vinculadas a lo social, aquellas que dan respuesta a los
problemas “prácticos”, y donde Trabajo Social ha dirimido su propia
tematización, primero en relación a lo metodológico para en los
últimos tiempos virar hacia los procesos sociales que generan las
problemáticas objeto de su intervención particular.
Este espacio también va a ser ocupado por los politólogos, puestos
aquí a formular políticas públicas, quehacer que los vincula
estrechamente con eso que dimos en llamar “la puesta en acto”, en
tanto deberán dar cuenta de los “comos” del ordenamiento social.
El positivismo en cuanto corriente de pensamiento hegemónico,
produjo una división de las ciencias, entre aquellas que “producen”
conocimiento y las que los “aplican”, organizando las disciplinas en
un orden desigual entre aquellas que son consideradas científicas
(piensan) y las tecnológicas (hacen). Es así que en el momento de
surgimiento del Trabajo Social, el mismo es presentado como
práctica específica para dar respuesta a las manifestaciones de la
cuestión social de las primeras décadas del s. XX, ubicándolo como
“técnica” ante los problemas cotidianos. Por su lado, la Ciencia
Política, es ubicada desde un inicio como “ciencia”, lo cual la lleva a
una búsqueda y disputa por su status ante otras ciencias,
particularmente el derecho y la economía, entremezclándose en
dicha disputa los debates acerca de su objeto de estudio.
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Desde otro lugar epistemológico, la división mencionada
anteriormente constituye una falsa dicotomía. Lo que existen son
campos interpenetrados, lo cual significa identificar las
particularidades de ambas disciplinas y sus articulaciones. Desde el
Trabajo Social, en su especificidad ubicada en la vida cotidiana de
las instituciones y de los sujetos sociales, en su relación sujetonecesidad en sociedades desiguales, proporciona una mirada
centrada en los modos en que cotidianamente las personas
resuelven su vida, y por ello, en los últimos años ha ido ganando
espacio y reconocimiento en el lugar de producción de
conocimiento en tanto su capacidad de comprender y de “decir”
respecto de los conflictos que se dan en esa conflictiva relación
sujeto-necesidades sociales, y que expresan en su diversidad, el
cuestionamiento al orden dado y al ordenamiento por él construido.
Por su parte, como ya se mencionó, desde la Ciencia Política, los
politólogos participan activamente en la elaboración de las políticas
públicas, dispositivos de la intervención social a partir de la
configuración del estado moderno, y brindan claros estudios
respecto de las relaciones de poder, entre sistemas-estructuras e
instituciones, en el intento de sostener la cohesión de dicha
sociedad, ante la búsqueda trágica del orden (RINESI, 2005).
Por ello consideramos, que la división pensar-hacer, teoría-práctica,
constituye una falsa dicotomía, siendo en todo caso dos polos
contradictorios de mutua interdependencia y enriquecimiento.
Algunas advertencias epistemológicas acerca de los
conceptos en general
Antes de iniciar el análisis de lo que en los contenidos de la
asignatura denominamos “conceptos claves” y siempre de acuerdo
a nuestro enfoque epistemológico realizaremos algunas
consideraciones acerca de los conceptos.
Sostenemos que todo concepto es polisémico en tanto presentan
diferentes y variados significados, características que exigen un
análisis complejo que pueda dar cuenta de ellas. De allí que los
mismos serán desarrollados en relación con las múltiples
determinaciones que los configuran como conceptos, sus diversos
significados según los supuestos teóricos que los sostienen, así
como la riqueza que presentan para comprender la realidad. Tal
diversidad obedece a distintos motivos, a saber:
a.- la historia de construcción de los conceptos: los mismos no
surgen de la nada sino que emergen de ciertos enclaves teóricos,
por lo tanto es necesario conocer las corrientes teóricas que le dan
sustento. En este sentido existen conceptos que quedan “fijados” y
expresan claramente la referencia teórica (tal es el caso de
“función” difícil de abstraer de la teoría funcionalista y estructural
funcionalista), aunque otros, si bien son usados por diferentes
corrientes teóricas presentan significados disímiles según los
propios supuestos de esas mismas corrientes. Por otra parte, y
siempre en relación con la historia de construcción, un concepto
puede tener un significado en un momento histórico y cambiar en
otro. Un ejemplo claro se encuentra en el concepto de revolución,
mientras que para la Grecia Clásica y el Medioevo significaba
movimiento circular siguiendo particularmente la trayectoria de los
astros, a partir del siglo XVIII y más precisamente luego de la
Revolución Francesa pasa a dar cuenta de los cambios o
alteraciones de los órdenes establecidos, inscribiéndose con una
connotación política por excelencia (KOSELLECK, 1993).
b.- La polisemia además, depende de los contextos de uso de los
términos, ya que no necesariamente expresan lo mismo si se
utilizan en un plano coloquial más cercano al sentido común, que
en el lenguaje académico y según las disciplinas (también en el
interior de los propios repertorios conceptuales cada disciplina
puede otorgarle a un mismo concepto significados diferentes).
Estas observaciones preliminares tienen como intención “alertar”
acerca de los conceptos y fundamentalmente para incorporar la
actitud indagativa, esto es la inquietud por la pregunta para poder
dar cuenta en forma rigurosa de lo que “decimos” y de allí contar
con la capacidad de discernir sobre los discursos tanto teóricos
como del sentido común.
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Con todo, y volviendo a la cuestión de los conceptos claves que
hemos identificado, consideramos que la comprensión de los
mismos operará como trama teórica desde la cual será posible la
reconstrucción crítica de la historiografía de la intervención social.
Los conceptos claves orden, ordenamiento, conflicto e
integración.
Trataremos de examinar teóricamente la cuestión del orden, el
ordenamiento, la integración y el conflicto como conceptos que,
según la perspectiva desde la cual se abordan, tendrán diferentes
significaciones, considerándolos como “claves” ya que guiarán la
comprensión de los temas de la asignatura.
Iniciaremos nuestro desarrollo preguntándonos sobre las relaciones
existentes entre orden social y conflicto con intervención social;
diciendo a la vez -y a manera de simple aproximación-, que
entendemos por “intervención social” como el mecanismo destinado
a restaurar las fisuras que se generan en el tejido social,
asociándolo, por ello, a la idea de intervenir en aquellas situaciones
que representan un conflicto para “mantener” ese tejido social. Esta
idea de tejido, de trama, habla acerca de la existencia de puntos de
unión, de “lazos de interdependencia” que nos remite a pensar la
vida en sociedad.
De esta manera y continuando con las interrogaciones como
camino hacia la comprensión, es que surge la pregunta acerca de
“¿Cómo se logra la vida colectiva?” o “¿Cómo es posible la
existencia de la sociedad?”. Estas nos remiten a la noción de
orden, ya que es mediante un tipo de orden social que las
sociedades, los pueblos, pueden ser pensadas como un todo, y no
como una agregación de unidades o como mera sumatoria de
individuos.
En cuanto problema teórico la palabra “orden”, nos lleva a la
búsqueda de una explicación (de tipo filosófico, sociológico y
político) sobre aquellos modelos ideales existentes para
salvaguardar la vida de conjunto y la reproducción de la sociedad.
Es decir que existen diferentes modos de comprender/explicar el
“orden social”, vinculados a la concepción de sociedad, en tanto
esta sea considerada producto de leyes naturales o de una
construcción social.
Oscar Terán (2008:46) al preguntarse: ¿Por qué hay orden –
cuando lo hay- en los colectivos humanos? ¿por qué
obedecemos?, expresa como respuestas posibles, que el orden
puede derivar:
1.- de un poder superior trascendental (Dios, la naturaleza), o
2.- de la coerción o la fuerza, o
3.- del consenso
Es decir, nuestra obediencia puede devenir de la creencia en una
fuerza divina o natural, de la violencia que se ejerce sobre nosotros,
o de un acuerdo colectivo.
El orden “dado” y orden “natural”
Esta forma de entender al orden como un “orden dado” prevaleció
en las sociedades pre-modernas. Esta concepción piensa a la
sociedad por fuera del hombre, organizada en función de normas
no dictadas por sí mismos, sino emanadas de un ser superior. Por
ello concibe al orden como único, inmutable, verdadero, universal;
sin posibilidad de cambio o transformación por parte del hombre ya
que es dispuesto por Dios en la tierra y quien intentara cuestionarlo
es considerado hereje con las sanciones que cada situación y cada
época define. Es entendido, entonces, como un orden dogmático,
que organiza en forma heterónoma2 a la sociedad.
Por otra parte, existe una extensa tradición que concibe a la
sociedad como un “orden natural”, según la cual, la convivencia en
sociedad estaría regida por leyes propias, independientes de la
voluntad humana. Esta mirada toma la realidad como una
materialidad preexistente a su formación social, es decir, se
identifica “real” y “natural”, de modo que la realidad social estaría
estructurada por leyes de causalidad, inteligibles de manera
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Se entiende por heteronomía a la imposición de normas desde fuera del
individuo el cual las incorpora como deber sin posibilidad de cuestionarlas.
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análoga a las ciencias naturales. Conociendo estas regularidades,
la realidad social sería calculable, o sea controlable. El orden
natural no sería una fuerza ciega que se impone a espaldas de los
hombres, sino el único orden totalmente transparente, al menos al
principio. Las afirmaciones teóricas no serían intento de estructurar
la realidad social, sino el descubrimiento de estructuras ya
preexistentes (se puede conocer como se conoce en las ciencias
naturales). La expresión que mejor ejemplifica esta concepción es
la de “pobres hubo siempre”
De acuerdo con Lechner (1984) la visión de la sociedad como un
orden natural presenta distintos componentes:
- Eterno: ya que las leyes que rigen la sociedad son propias
de la naturaleza; por ello, además, inevitables e inmutables,
que en caso que los hombres desobedezcan,
desencadenarían el caos. De esta manera la sociedad no es
un producto histórico-social; los cambios que puedan darse
en ella, son aproximaciones a la verdadera naturaleza, y
toda diferencia (de pensamiento, de prácticas, de
inclinaciones) es entendida como interferencia y desviación
de ese orden necesario, desencadenando un caos.
Espontáneo, el surgimiento del orden es producto de leyes
prexistentes, al igual que las de la naturaleza, por lo tanto la
pregunta sobre su razón de ser, o la cuestión acerca de
cómo se constituyó, carecen de sentido.
- Armónico: las leyes naturales son generales y válidas para
todos bajo cualquier circunstancia e impersonales; pero
además, no son contradictorias entre sí, determinando que
tanto las decisiones como las conductas de los hombres
sean coherentes.
- Autorregulado: el funcionamiento del orden no depende de
la acción o de un control externo, su regulación está dada
en su interior por las leyes de su propia naturaleza.
El orden construido
Es en la modernidad (desde s. XVII), cuando se reconoce al
hombre como poseedor de razón, de pensamiento autónomo,
desligado de normas divinas, que comienza a preguntarse acerca
de cómo es posible la vida en sociedad. En la búsqueda de
respuesta es que se dan las diferentes propuestas teóricas
conocidas como “contractualistas”. Es decir cuál es el tipo de
contrato —de acuerdo— necesario para poder lograr un orden que
posibilite la convivencia. El orden es entendido, ahora, como un
“orden construido”, ya no por un ser superior y externo, sino por el
hombre.
Siguiendo la pregunta de Terán (2008:47) acerca de que “¿Por qué
los humanos deciden vivir juntos, constituir sociedad?”, vimos que
la tercer respuesta brindada por el autor es la del consenso, que
fue la brindada por los modernos de los siglos XVII y XVIII
desarrollando lo que se conoce como la teoría contractualista, “aquí
el lazo social, el que instituye la sociedad, es pensado de un modo
revolucionario como un vínculo artificial, no natural. La sociedad es
una construcción, una invención, puesto que antes del contrato lo
que existían eran entes autónomos y aislados llamados “individuos”
(TERAN, 2008:47).
Que diferentes pensadores hayan elaborado la teoría del pacto o
contrato para el logro de la convivencia social no significa que todos
compartan las características de ese pacto. En efecto, el
contractualismo de John Locke, destaca el derecho natural en el
sentido individualista moderno “los derechos personales provienen
de la naturaleza, como dones de Dios, y están lejos de disolverse
en el pacto social (Segundo Tratado sobre el gobierno, 168). El
autor entiende el consentimiento como periódico y condicional.
Según Terán, se trata de un contractualismo individualista.
En cambio en las propuestas de Thomas Hobbes y Jean Jacques
Rousseau, los individuos enajenaban completamente su poder a un
rey o a una asamblea, sintetizados por este mismo autor como un
contractualismo holístico, comunitarista o corporativo.
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Recordemos, dice Terán, que el contractualismo más influyente en
Hispanoamérica (a diferencia del mundo anglosajón) fue el de
Rousseau3.
En la vertiente de Rousseau, no es la sociedad (en tanto sumatoria
de individuos) sino la comunidad (como unidad, como pueblo-uno)
la que es depositaria y a la que pueden atribuirse los derechos
naturales y, por ende, la libertad. En el contrato social, Rousseau
escribió: “El pacto social otorga al cuerpo político un poder absoluto
sobre todos sus miembros” (TERAN, 2008:47).
Resulta interesante como se abren ideas que diseñan una
configuración imaginaria o real y que marcan la cultura política y
que tiene consecuencias en como los sujetos organizan sus
prácticas sociales y políticas.
Siguiendo con la idea comunitarista de Rousseau, puede decirse
que hay un predominio de lo cívico (que viene de civis, ciudad, esto
es lo público, la res publica, la república) y se encuentra asimismo
una afirmación de la legitimidad fundada en la soberanía popular.
La comunidad aparece como superior a los individuos y a sus
derechos, y de este modo introduce la posibilidad del despotismo
de la mayoría y la dirección hacia la monocracia. La idea de
voluntad general, pone a “cada miembro como parte indivisible del
todo”, configurando un cuerpo en el sentido fuerte de la palabra, es
decir, “un yo común, que funda la democracia y un republicanismo
diferente del clásico, esa república se identifica con la democracia
al colocar la igualdad como valor insustituible” (TERAN, 2008:4849)
En el liberalismo de raíz inglesa (basado en los principios de
J.Locke) hay un predominio de la libertad individual y prevenciones
ante el despotismo de la mayoría poniendo así el acento en la
libertad, mientras en el comunitarismo de Rousseau, el énfasis está
puesto en la igualdad.
No obstante las profundas transformaciones que trae aparejada la
modernidad, entre tantas cosas, en torno a la idea de voluntad y
acción de los sujetos en la construcción de lo social, existe otro
modo de presentar el orden como natural, una presentación que
viene de la mano de los sectores hegemónicos4 y que justamente
lleva como pretensión imponer un orden como válido que
representa solamente el modelo de orden social que ellos piensan,
se torna, entonces, en un orden de tipo totalitario. En este caso la
concepción de orden que subyace es la misma que hablábamos en
un inicio respecto del orden dado; en ese marco, todo conflicto o
todo pensamiento diferente, es considerado “peligroso”, “anómalo”,
“patológico”, “disfuncional”, “anormal”, “subversivo”, etc. De esta
manera vemos que pensar el orden desde el dogmatismo no solo
es en relación a lo divino, es el mismo orden construido por el
hombre que al concebirlo como el único, el verdadero, el universal
e inmutable, se torna dogmático.
Lo mismo sucede respecto de la teoría económica clásica que
entiende a la sociedad como el conjunto de relaciones de tipo
mercantil, determinada por las leyes del Mercado, otorgándole a
estas el rango de leyes naturales -tal como vimos al inicio-, y al
Mercado entidad propia, como si fuera un ser divino al cual el
hombre no puede condicionar ni modificar, cumpliendo con las
características que Norbert Lechner (1984) asigna a todo orden
natural:
Eterno e inmutable: no habría posibilidad de generar acciones que
modifiquen al Mercado, a lo sumo lo que el hombre puede hacer es
perfeccionar los mecanismos del mercado o en todo caso
distorsionarlos, pero no podríamos modificar las “leyes del
mercado”.
Espontáneo: Para el naturalismo, la economía es como la
naturaleza: un hecho pre-social, por lo tanto no requiere ser
La naturalización del orden en el orden construido:
4
3
A propósito de su estudio sobre el pensamiento de Moreno, es que
señala que se inspira en éste.
Se consideran como tales a aquellos grupos sociales que ejercen la dirección política y
cultural de una sociedad y que logran así hacer “que mucha gente crea lo que alguien
dice”. La construcción de hegemonía es un proceso complejo que articula diferentes
aspectos.
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legitimada, es decir, no requiere de la aceptación de quienes
forman la sociedad. Los beneficios de unos y las desgracias de
otros, no son a partir de la bondad o maldad de la
economía/naturaleza, sino como consecuencia de las decisiones de
los hombres libres (que pueden o no obedecer a las leyes
naturales) e ignorantes (que, a falta de un saber total, siempre
corren riesgos).
Armónico: Desde esta concepción, las leyes del mercado son
generales y válidas ante cualquier circunstancia, y en caso que por
alguna causa externa se produzca un desequilibrio en el mercado,
dichas leyes de manera natural buscarán encausarlo, equilibrarlo.
Esta búsqueda natural de la armonía por parte de las leyes del
mercado, es lo que simbolizada la expresión de la “mano invisible”
del mercado y que está con estrecha relación con la característica
siguiente, la autoregulación.
Autoregulado: Vale decir: en la economía de mercado, la
asignación de recursos y trabajo no tendría lugar por medio de
regulaciones políticas, sino por el mismo intercambio de
mercancías.
Esta concepción, de entender a la sociedad, en tanto relaciones
mercantiles sujetas a leyes naturales, despolitiza a la economía en
tanto la piensa separada e independiente de la política.
Ordenamiento
El ordenamiento refiere al “análisis y puesta en acto de los
mecanismos para mantener el orden… son los comos…”
necesarios para que el orden pueda ser consumado. Son los
mecanismos (leyes, instituciones, normas, significados) que desde
los lugares de poder se ponen en marcha para lograr disminuir el
conflicto, y que están dirigidos a aquellos sectores que pujan por
estar integrados, o por conformar otro tipo de orden.
Tomemos como ejemplo la transformación de la sociedad salarial a
la sociedad de consumo: la lucha de las clases obreras llevó a la
sanción de diversas leyes tendientes al reconocimiento de sus
derechos como trabajadores, tanto en lo salarial como en las
condiciones de laborales, llevando a dichos sectores a un grado
mayor de integración dentro del mismo orden capitalista. El tipo de
sociedad que comenzaba a formarse era la sociedad salarial, y la
integración a la misma era vía el salario. Por otra parte, en la época
neoliberal, quienes ejercieron la dirección política, económica y
cultural de la sociedad, o sea representantes de sectores
dominantes, constituyeron un orden pensado para minorías (un 5%
de la población que recibía el 80% de la riqueza nacional y un 95%
que recibía solo el 20% de la misma), lográndolo vía las
privatizaciones (venta de patrimonio nacional) y leyes de
flexibilización laboral, que llevó a grandes masas de trabajadores —
antes integrados vía el salario— a la desocupación.
Al mismo tiempo, comienza a verse al consumo como elemento
integrador, por lo que se es “parte de…” según la capacidad de
consumo. La sociedad que se ha ido conformando ha sido la
sociedad de consumo cuyos mecanismos de integración van a
estar referidos entonces a dar respuesta a los diversos conflictos
(los que ya no se presentan como unificados, sino que son tan
diversos cuanto problemas para consumir se presentan),
vinculados con la imagen, la estética, la sexualidad, el género, la
informática, las marcas, entre otros. Los conflictos se individualizan,
se sectorizan, vinculándoselos en todo caso a las dificultades para
acceder al consumo. Los derechos del consumidor adquieren rango
constitucional ya que son incorporados a la Constitución nacional
con la reforma de 1994 y las oficinas de Defensa al Consumidor,
comienzan a tener un protagonismo, innecesarias en otro
momentos históricos cuando el ordenamiento priorizaba otros
aspectos.
Conflicto social e integración social
A partir de aquí surgen otros interrogantes: ¿quién construye ese
orden: algunos o muchos? y ¿para quiénes: para todos, para la
mayoría o para pocos?
Las respuestas a las mismas nos llevan a abordar los conceptos de
conflicto e integración.
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El conflicto es precisamente eso: “choque, combate… lucha,
antagonismo…” (diccionario LAROUSSE, 1990). Mientras que la
integración puede ser entendida como: “(un) Proceso de unificación
de varias entidades antagónicas…”, refiere a la posibilidad de
formar parte de un todo. En nuestro caso formar parte de una
sociedad.
El tratamiento complejo del tema permite percibir que el conflicto
es parte constitutiva del orden ya que la posibilidad de integración,
siempre implica lucha de intereses sectoriales, que puede llevar al
riesgo de ruptura del orden establecido e incluso a la
desintegración de una sociedad.
Leído y sentido comúnmente como caos y desorden, dicho riesgo
de ruptura también está diciendo que un nuevo orden se está
construyendo, desde la voluntad política de los sujetos.
Hablar de “conflicto social”, nos introduce en los diferentes
tratamientos que la teoría social le ha otorgado al mismo y que
incluso han dado lugar a denominaciones tales como “teorías del
conflicto” en oposición a lo que estos autores denominan “teorías
del orden”.
Tributarias del pensamiento marxiano, las teorías del conflicto lo
ubican como eje que moldea la estructura social y otorga por lo
tanto las condiciones de posibilidad, según algunos pensadores, de
la política.
En este sentido tal como dice Lechner: “la política surge en el siglo
XIX como forma de conflicto sobre la distribución” (1984:35),
agregando luego que en tal distribución no sólo se juega lo
concerniente a los medios de producción y de la fuerza de trabajo,
sino que la política es la lucha que intenta “ordenar los límites que
estructuran la vida social, proceso de delimitación en que los
hombres, regulando sus divisiones, se constituyen como sujetos” o
como expresa en línea con estas consideraciones Eduardo Rinesi
citando a Lefort: “…el conflicto es un elemento constitutivo de la
política, lo que constituye su propia materia” (2004:13). La
conflictividad puede ser entendida como la manifestación del
conflicto, es la visibilidad concreta de las contradicciones más
profundas de la sociedad (y en nuestro caso de las sociedades
capitalistas) por lo que según las relaciones de fuerza y la tensión
que acarrean las desigualdades se expresará en diferentes planos
y de diferentes formas. Se suma a estos aspectos la propia
particularidad según las experiencias subjetivas y las localizaciones
territoriales, entre otros.
Por otra parte la integración social en las sociedades capitalistas
presenta siempre un conflicto de origen ya que este sistema lleva
en su esencia la desigualdad social y de esta manera existe una
imposibilidad estructural de construir una sociedad igualitaria. Por lo
tanto podemos contar con mayor o menor grado de integración
según el tipo de orden que se construya.
La integración social, está directamente relacionada con la inclusión
social y la cohesión social. Hopenhayn dice: “la cohesión social se
refiere tanto a la eficacia de los mecanismos instituidos de inclusión
social como a los comportamientos y valoraciones de los sujetos
que forman parte de la sociedad. Los mecanismos incluyen, entre
otros, el empleo, los sistemas educacionales, la titularidad de
derechos y las políticas de fomento de la equidad, el bienestar y la
protección social. Los comportamientos y valoraciones de los
sujetos abarcan ámbitos tan diversos como la confianza en las
instituciones, el capital social, el sentido de pertenencia y
solidaridad, la aceptación de normas de convivencia y la
disposición a participar en espacios de deliberación y en proyectos
colectivos” (2007:17). Por lo tanto, “la cohesión puede entenderse
como el efecto del nivel de brechas de bienestar entre individuos y
entre grupos, los mecanismos que integran a los individuos y
grupos a la dinámica social y el sentido de adhesión y pertenencia
a la sociedad por parte de ellos.” (2007:18)
Lo social. Diversas perspectivas conceptuales.
Este concepto "lo social", como ya consideráramos para otros
conceptos no tiene un solo significado, según la perspectiva teórica
que tomemos y en el contexto discursivo en que lo utilicemos
podemos otorgar distintos contenidos y sentidos al mismo. Al
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buscar una referencia en el diccionario, encontramos el término
"social" como "relativo a sociedad". Todo aspecto adquiere la
particularidad de ser considerado "social", mientras no responda a
cuestiones estrictamente biológicas -o que se expresan en relación
con la naturaleza- y que surgen de la interrelación entre los seres
humanos y de su vida comunitaria
Funes, menciona que: “El adjetivo `social´ designa cierto tipo de
relación y cierto tipo de condición. Se trata de una relación que
enlaza a individuos humanos, que forman grupos o que se agrupan
para coordinar sus actividades; o de la relación, derivada, entre un
individuo y uno de estos grupos o actividades colectivas (2004: 85).
La condición social de un individuo, por ejemplo, intenta expresar
que su modo de existir no se encuentra condicionado por la
naturaleza o sus objetos sino por el modo de relación con los
demás individuos, de allí que si la existencia de un individuo o
grupo se halla bajo la condición de la relación con otro individuo o
grupo entonces se diga que la existencia de los primeros se
encuentra socialmente condicionada, por lo tanto si nuestra
existencia es social es porque está condicionada por la existencia
de otros y por el tipo de relación que se establece entre ellos.
Lo social como “invención“ y la implicancia de su
despolitización.
En el campo que nos interesa, el de la intervención social, el
concepto de “lo social” es entendido y asimilado al de prácticas
asistenciales para dar respuesta a diferentes problemas. Por ello,
en la actualidad escuchamos hablar de “las políticas sociales”, de
determinados “problemas sociales” y de una disciplina: el Trabajo
Social, por ejemplo.
Esta construcción de lo social como concepto que enuncia un
aspecto de la vida humana, concretamente aquellos problemas que
se derivan de la imposibilidad que tienen determinados sectores de
la sociedad para resolverlos por sí mismos, aparece en la sociedad
moderna. La pregunta que se impone es ¿por qué y cuándo
aparece este modo de entender lo social?, ¿en oposición a qué
otros aspectos?, y las pistas las vamos a encontrar rastreando el
proceso histórico de su constitución en las sociedades
occidentales.
Lo social, entonces, se constituye como aquella esfera que emerge,
después de la revolución francesa como intersección entre lo
económico y lo político, “asociando estos dos registros en la
búsqueda de la neutralización del violento contraste que oponía el
imaginario político moderno a las realidades de la sociedad civil y
mercantil (...) la necesidad de “hacer lo social” surge en el momento
en que el ideal republicano se ve enfrentado a la forma democrática
en el momento en que ésta es puesta en práctica por primera vez,
inmediatamente después de la revolución de 1848 (...) así
relacionado con su determinación política, lo social aparece como
una invención necesaria para volver gobernable una sociedad
habiendo optado por un régimen democrático” (DONZELOT, 1983).
Este régimen democrático planteaba entre otros principios el de
igualdad para todos y derecho al trabajo, estos ideales en el marco
del desarrollo capitalista industrial aparecen cuestionados pues
resultan inviables para ser alcanzados por toda la sociedad. La
igualdad no se expresa como tal en el sistema capitalista ya que
unos son los propietarios de los medios de producción y otros de la
fuerza de trabajo lo cual no tiene el mismo valor en el mercado,
planteándose ya una desigualdad y el derecho al trabajo no puede
ser ejercido por todos por igual.
Estas dificultades entre lo que la sociedad moderna prometía y la
realidad que efectivamente se vivía, implicará que se piensen
respuestas a este conflicto expresados en “problemas sociales” o
“cuestiones” del orden burgués (bajos salarios, malas condiciones
de trabajo, de habitación, de acceso a servicios de salud y
educación). Las respuestas que se van generando traerán consigo
un reconocimiento, una legitimidad para otorgar asistencia que
hasta el momento no estaba planteada.
Para la viabilidad de la sociedad en términos de su organización
económica (el capitalismo industrial) y política (la democracia), va a
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ser necesario atender “estos problemas”, estas manifestaciones de
la cuestión social.
De este modo, lo social va a ser entendido como “lo socialasistencial”, o sea, aquellas respuestas que se estructuran para “los
agentes y víctimas de la revolución industrial”, dicho de otro modo
como iniciamos este tema, se asimila a “las prácticas asistenciales
para dar respuesta a diferentes problemas”.
Según Robert Castel, “lo ‘social’ consiste en sistemas de
regulación, que no son los del mercado, instituidos para tratar de
llenar la brecha... (refiriéndose a este social como) un conjunto de
dispositivos montados para promover su integración” (1987:20). De
este modo, por primera vez y a través de esta trayectoria histórica,
se le dará legitimidad a la intervención social, con esto decimos que
adquiere reconocimiento la atención de los problemas sociales, en
un largo proceso social que consideramos se inicia en este
momento histórico que estamos trabajando. Estos procesos
producen por una parte un cambio en los modos en que hasta el
momento era vista la intervención en la pobreza, pero a la vez va a
encubrir las verdaderas causas de la existencia de la pobreza, los
vínculos con lo político y económico en el que surge.
Esta forma de entender lo social tiene como referencia una división
del mundo en esferas: lo político, lo económico y lo social. Cada
una de ellos tendría una especificidad, fronteras definidas con
lógicas también diferenciadas. En todo caso se daría una relación
entre ellas.
La dinámica histórica hizo que estas esferas no quedaran estancas,
dándose una interpenetración de las mismas a partir de la pugna de
intereses entre diferentes sectores sociales y las luchas por esos
intereses.
Esta forma de entender “lo social” tiene vigencia en los debates
públicos societales, a partir de allí se produce esta escisión de “lo
social” con lo político y económico, que implicará por un lado que lo
social se explique a sí mismo y por otro, que cuando se quiera
argumentar otra perspectiva haya que estructurar un permanente
esfuerzo de remitirlo a las otras esferas, de comprenderlo en sus
vínculos con lo político y económico de donde emerge.
Al estructurarse este “hiato”, en el mismo movimiento se condena a
lo social a perder sus vínculos con la totalidad de la que emerge,
entendido como producto del orden burgués que estructuró el
sistema capitalista-industrial, que define las perspectivas desde las
cuales se entenderán y buscarán las respuestas a esta cuestión
social, un punto de partida que nos expresa la complejidad y
contradicción sobre ese “lo social” en el cual surge.
Si bien el análisis de numerosos autores respecto de la emergencia
de lo social en tanto esfera diferenciada es interesante como forma
de entender los modos en que se va configurando la vida de las
sociedades, y como, por otra parte, van variando las nociones para
nombrar las transformaciones, y los contenidos de sus
enunciaciones, consideramos que acotar el concepto de lo social a
un aspecto específico tal como expusiéramos más arriba, tiene
como riesgo separar en forma estanca a la realidad social. En
efecto, parcializar la realidad encubre la indisoluble conexión
interna que tiene la vida social como una totalidad.
Lo social como entramado de dimensiones que lo configuran
Consideramos necesario plantear una comprensión de lo social,
que no lo restrinja a una esfera, a un campo particular, que
tampoco lo restrinja a las prácticas asistenciales para dar respuesta
a diversos problemas, en tanto concebimos a lo social como
configuración mucho más vasta que articula diversas dimensiones.
Es que en el mundo de la vida encontraremos dimensiones que se
manifestarán con cierta particularidad, y con lógicas también
particulares, pero para un análisis que permita una comprensión
profunda, debe tenerse en cuenta que otras dimensiones están
presentes, quizás en forma secundaria, pero que participan en la
manifestación de la particularidad.
Desde estas consideraciones es que entendemos "lo social" como
el entramado de discursos y prácticas en el que participan
activamente las dimensiones políticas, económicas, ideológicas y
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culturales, que estructuran el espacio de producción y reproducción
de la vida individual y colectiva de los sujetos, en un tiempo y
espacio determinado.
Lo social se convierte así, en un proceso donde participan como un
entretejido, diferentes dimensiones, que si bien se las puede
diferenciar, no son estancas. Entre las más preponderantes
podemos identificar:
- Lo económico (se refiere al modo de producción de bienes y a la
división socio técnica del trabajo que se da en una sociedad
determinada).
- Lo político (da cuenta de la organización social, las formas en que
se da la lucha por imponer un tipo de organización social y las
relaciones de fuerza en el ejercicio del poder).
- Lo ideológico (tiene que ver con el sistema de valores, modelos,
discursos y prácticas de los diferentes grupos sociales que
justifican o cuestionan las relaciones económicas y sociales
establecidas).
- Lo cultural (la construcción simbólica que actúa como universo de
sentido para los sujetos y grupos sociales, tiene íntima relación con
la dimensión ideológica).
Lo social, se constituye, entonces en el mundo de lo cotidiano de
los sujetos, donde las dimensiones señaladas interjuegan
continuamente, al decir de Saül Karsz (1985) cuando se refiere a lo
social como un concepto transdiciplinar: “Cada una de estas (…)
dimensiones es específica: cada una incluye elementos que le son
propios. Pero, al mismo tiempo, cada una presupone todas las
otras, no hay por ningún lado lo económico puro, lo económico
solo, pero sí siempre relaciones económicas obradas por relaciones
políticas e investidas por relaciones ideológicas. Es por ello que
‘social’ no significa ‘cosa’, ni tampoco fenómeno particular, sino
proceso, articulación siempre realizada por (…) dimensiones
obrando continuamente. “
Vale aclarar, que en un momento determinado, una de estas
dimensiones puede cobrar relevancia en el análisis y en ese
momento subordina a las demás, pero no se pueden separar,
siempre las demás dimensiones están presentes. Por otra parte,
somos los sujetos que mediante las prácticas y los discursos vamos
estructurando a ese "social".
Por otra parte, las prácticas constituyen el hacer cotidiano, la
creación incesante de los hombres y mujeres, dicho en otras
palabras, la actividad y los discursos se relacionan con el lenguaje
que es la esfera que expresa simbólicamente la realidad. Los
discursos se constituyen en la vida social como una configuración
de sentido que articula lo dicho y lo no dicho: palabras, gestos,
movimientos, actos, creando vínculos y designando cosas. Existe
una relación profunda entre discursos y prácticas, aunque no
siempre "se dice lo que se hace" o "se hace lo que se dice". El
discurso es una actividad, pero de un orden diferente: al designar,
dar nombre a las cosas, el discurso tematiza la realidad, otorgando
visibilidad a ciertos aspectos, y de esta manera se convierte en
regulador de la vida ya que contienen pretensión de verdad. Las
prácticas afianzan este discurso o rompen con él. Los sujetos,
además, por estar inmersos en una época histórica, nos vemos
condicionados por esos discursos y prácticas.
Con esto queremos decir, que tenemos la capacidad de producir,
otorgar significación a nuestras vidas individuales y colectivas, pero
también somos producidos por la historia. No podemos escapar a
las condiciones sociales, aunque podemos transformarlas. Es de
ese modo como vamos construyendo la historia, produciendo y
reproduciendo la vida, y es también en este escenario donde se
presentan los facilitadores u obstáculos que posibilitan o impiden
esta reproducción cotidiana. En lo social se expresan las
necesidades, sean éstas de orden material o simbólico, y también
la forma de darles satisfacción.
Llegamos así a identificar, que según como se configure este
social, como se estructuren y articulen las diferentes dimensiones
(económica, política, ideológica, cultural) desde las prácticas y los
discursos, será también el modo en que los sujetos den respuesta a
sus necesidades. En diferentes épocas históricas, encontraremos
también diferentes modos, espacios y significaciones respecto de la
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satisfacción de las necesidades. Cuando hablamos de
configuración social, entonces, estamos haciendo referencia al
aspecto general, a la forma que adquiere una sociedad según la
articulación de las dimensiones nombradas, y como vemos, esta
configuración va variando temporo-espacialmente.
Lo social en el interjuego de lo público y lo privado
Las formas de comprender lo social vistas anteriormente se fueron
conformando en el juego de lo público y lo privado.
Es así que la Grecia antigua configura lo político subsumiendo en
esta categoría a lo social. El ciudadano participaba de la cosa
pública sin mediaciones, sin representaciones. Pero, cabe aclarar
que no todas las personas en la polis griega accedían a la
categoría de ciudadano, sino solo aquellos hombres que no
necesitan de las actividades laborales para lograr su sustento;
ciudadano aquí, es el varón que conduce la unidad doméstica (las
mujeres y esclavos no son ciudadanos, y se encargan de la
sobrevivencia cotidiana). Es el hombre –varón- el que participa en
el ágora, espacio de deliberación sobre los asuntos públicos, y por
lo tanto de gobierno. De esta manera, lo político conformaba la
esfera de lo público, mientras que en lo privado, permanecían
aquellas cuestiones propias de lo doméstico y de las actividades
tendientes a la producción material de la vida (lo económico). A
partir del s. XIII, lo político va a ser asimilado a Estado, en tanto el
lugar de la “res publica” o “cosa del pueblo”5 y de esta manera
permanecerá ligado a la esfera de lo público.
Ante la configuración del naciente capitalismo, durante la
modernidad, surge otra categoría a la que desde la económica
política se le otorga entidad propia: lo económico, representado por
el mercado. De allí proviene la diferenciación entre relaciones
económicas y relaciones políticas, entendidas las relaciones
económicas como relaciones fundamentales entre desiguales a
causa de la división del trabajo, pero formalmente iguales en el
mercado, la dicotomía público/privado aparece bajo la forma de
distinción entre sociedad política (o de desiguales) y sociedad
económica (o de iguales) (BOBBIO, 1985:1)
Desde el punto de vista del sujeto característico de ambas,
encontramos a la sociedad del citoyen (ciudadano) que mira el
interés público y la del bourgeois (burgués) que contempla los
intereses privados en competencia o colaboración con otros
individuos. Tras la distinción entre esfera económica y esfera
política reaparece la antigua distinción entre la utilidad de los
individuos y la utilidad general con la que surgió por primera vez la
distinción entre esfera privada y esfera pública. (BOBBIO, 1985:14)
La emergencia de la cuestión social: el contexto europeo,
latinoaméricano y argentino.
La “cuestión social” surge como expresión en Europa, a mediados
del s. XIX y mantiene su vigencia hasta entrado el s. XX6,
designando las demandas de los trabajadores en el marco de la
emergencia de la sociedad industrial de los países de ese
continente, concretamente en el momento de consolidación del
capitalismo como sistema económico-social. Sin embargo podemos
hablar de una “reaparición” del término cuestión social ante la
relevancia que adquiere en el vocabulario de las Ciencias Sociales
en la década de 1980 (sociología, historia, ciencia política, trabajo
social entre otras).
En nuestro país comienza a circular en las primeras décadas del s.
XX al calor de las luchas obreras en pos de sus reivindicaciones
laborales.
De acuerdo a lo expresado este concepto se acuña en Europa en
un momento histórico particular como es el cambio, por un lado de
los modos de producción y por otro de las concepciones políticas.
En efecto, a fines del s. XVIII se produce vía la Revolución
Francesa la caída de lo que se denomina como “Antiguo Régimen”
5
Entendiendo por pueblo “... una sociedad que se mantiene integrada no
solo por los vínculos jurídicos sino por la ‘utilidad común’”
(BOBBIO,985:14)
6
Particularmente a fines de siglo XIX también se usa “cuestión obrera”.
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que no es otra cosa que las monarquías absolutistas. Esta
revolución va a poner las bases del ideario moderno de igualdad,
libertad y fraternidad impulsado por una nueva clase social: la
burguesía.
Pero
paralelamente
se
van
provocando
transformaciones sustantivas en el plano de la producción
económica, en este caso con la aparición de la industria, dando
lugar a la mutación del trabajo rural y artesanal típica del momento
anterior, produciendo una nueva figura: el “trabajador asalariado”,
empleado ahora en la industria. Este proceso abre paso a la
conformación de la clase obrera o proletariado.
Así, este nuevo modo de producción trastoca todos los planos de la
vida rompiendo los mecanismos de integración de las sociedades
precapitalistas caracterizados por la sociabilidad primaria que se
sostenía en los lazos cercanos (familia y comunidad
primordialmente).
Estos fuertes cambios dan lugar a una nueva pobreza (el
pauperismo) con características diferentes a la pobreza existente
hasta el momento, que se expresa en problemas urbanos como el
traslado de población del campo a la ciudad donde se instalan las
fábricas, lo cual produce serias dificultades habitacionales, y de
salubridad entre otros aspectos. Y en problemas laborales, como
salarios escasos, condiciones de
trabajo
infrahumano,
desocupación, etc. Este escenario pone en crisis la viabilidad de
ese nuevo sistema –el capitalismo- fundamentalmente por las
demandas que comienzan a expresarse desde los sectores más
afectados. Esta “explosión” comienza a ser llamada “cuestión
social” o “cuestión obrera”.
Las distintas perspectivas conceptuales: la cuestión social
como problematización y como desigualdades de poder, saber
y riqueza
Si bien en general esta expresión da cuenta de este paisaje de
rupturas y demandas, podemos encontrar que según los
posicionamientos teóricos e ideológicos, “cuestión social” dará lugar
a designaciones de aspectos diferentes.
La perspectiva marxista designa como cuestión social al conflicto
fundante de la sociedad capitalista, cual es la contradicción capital–
trabajo; la forma de resolverla estará centrada en el cambio de
sistema social (el socialismo).
Mientras que las perspectivas conservadoras (liberalismo y
reformismo social) señalan como cuestión social a las
transformaciones sociales producto del proceso de industrialización
que cambia las normas sociales por lo que su resolución se concibe
como la necesidad de que los individuos asuman nuevas reglas de
comportamiento según este nuevo orden social (un proceso de
adaptación).
Por su parte, las perspectivas críticas7 (neomarxismo, teoría de la
dependencia) consideran que la cuestión social es producto de las
desigualdades en la distribución de la riqueza, el poder y el saber, y
la forma de dar respuesta a la misma al igual que en la perspectiva
marxista tiene que ver con el cambio de sistema social hacia
sociedades más igualitarias y democráticas.
Estas diferencias también se encuentran al momento de discutir
cuando es posible hablar de cuestión social. En este sentido
podemos identificar ciertas diferencias entre el marxismo y las
teorías neomarxistas. Mientras que para los seguidores del primero
sólo es posible considerar esta noción al interior del sistema
capitalista, para las segundas se explica que en toda sociedad
donde las relaciones sociales son desiguales se puede hablar de
cuestión social. Para Luiz Wanderley (1996) -pensador brasilero
contemporáneo-, seguidor de esta segunda perspectiva, en
Latinoamérica desde la llegada de españoles y portugueses a estas
tierras aparecen manifestaciones de la cuestión social por las
asimetrías, desigualdades e injusticias que se cometen de parte de
los “conquistadores”, y que se desdobla en la cuestión indígena,
negra, de la mujer, en las luchas por la independencia y recién a
principios del s. XX como contradicción capital – trabajo.
7
El marxismo es una teoría crítica, acá estamos distinguiendo al mismo de las
revisiones que se fueron realizando tratando de superar el carácter dogmático y
estructuralista que adquirió en muchos seguidores.
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No obstante estas diferencias, existe acuerdo en que es posible
hablar de “cuestión social” cuando el conflicto se expresa en la
escena pública como demandas políticas. Es justamente por esto
último que al tomarse conciencia de la gravedad, tanto desde los
sectores subalternos, como de los sectores que detentan el poder
económico y político, se van buscando respuestas.
Dentro de las voces que se alzan durante el s. XIX, aparece la
Iglesia (particularmente con la encíclica Rerum Novarum), las
organizaciones
filantrópicas,
los
reformadores
sociales
(presentando leyes que atemperen estos problemas), los
movimientos sindicales, etc.
Algunos aspectos para considerar una conceptualización de
cuestión social
Podemos decir en primer lugar, que la cuestión social se presenta
cuando la cohesión (el “orden social” del que hablábamos) de una
sociedad o colectivo humano se encuentra en peligro por las fallas
o inexistencia de mecanismos de integración (es decir, el
“ordenamiento” dado es insuficiente ante los conflictos suscitados).
Toda “cuestión social”, se expresa siempre en conflictos que
aparecen como problemas –económicos, políticos, etc.- y se
manifiestan generalmente en los sectores subordinados de la
sociedad, aquellos que no detentan el poder económico o político, y
se transforman efectivamente en cuestión social cuando son
percibidos y asumidos por un sector de la sociedad, que intenta,
por algún medio, cuestionarlos, hacerlos públicos, transformarlos
en demanda política, implicando tensiones y conflictos sociales
(WANDERLEY, 1996). En otras palabras, hablar de cuestión social
siempre implica reconocer la existencia de una cierta conflictividad
que se manifiesta públicamente o que permanece latente, aún no
percibida como “peligro” para la integración social por el conjunto
de una sociedad.
Identificamos ciertas conceptualizaciones sobre cuestión social,
iniciando con las contribuciones de Robert Castel -sociólogo
francés contemporáneo-, que desde una mirada europea expresa
que: (la cuestión social se presenta como) "... la aporía fundamental
a través de la cual una sociedad experimenta el enigma de su
cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura...", agregando
que es "... el desafío que interroga, que pone en tela de juicio la
capacidad de una sociedad de existir como conjunto ligado por
relaciones de interdependencia..." (1997:20).
Es decir, es aquella pregunta ante la cual la sociedad no encuentra
respuesta respecto de cómo es posible esa convivencia en
sociedad, cómo se ha logrado su cohesión, y ante el riesgo de su
ruptura, busca, crea, construye, otros mecanismos, modos y
formas, que puedan llegar a restablecer un orden social tal que
posibilite sostener la vida en sociedad, y lograr una nueva forma de
integración social.
Algunas preguntas en relación al tema permitirán comprenderlo en
su complejidad. ¿Por qué se da el conflicto?, ¿por qué el orden, a
partir de la integración lograda, ya no puede ser sostenido?
Algunas respuestas las encontramos en Luiz Wanderley, quien
plantea que: "... (la cuestión social) significa... saber quién
establece la cohesión y en qué condiciones ella se da en una
determinada sociedad..." (1996:2). En otras palabras podemos
decir que en toda sociedad existe la tendencia a mantener la
integración, esto es, vínculos de interdependencia entre sus
miembros que expresen una pertenencia a la misma; la pregunta
del autor, "quién establece la cohesión" nos alerta respecto de las
diferencias ideológicas, políticas, económicas y culturales que
existen en el seno de las sociedades, en particular las sociedades
fuertemente estratificadas donde la participación en los asuntos
públicos no es igualitaria, ni tampoco el acceso a los servicios, ni el
modo de dar respuesta a las necesidades. Esta situación de partida
-la desigualdad- define que las reglas de juego de la cohesión
social y sus condiciones, por lo general, son establecidas por los
sectores dominantes. Por esa misma razón Wanderley expresa: "...
vale señalar que la cohesión puede ser rota y que es posible forzar
su fractura para constituir otra sociedad (como sucedió con los
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movimientos de liberación nacional y de superación del capitalismo
en nuestro continente)” (1996:2).
Luciano Andrenacci (2000) -politólogo argentino contemporáneo-,
en la misma línea de Wanderley aporta que la cuestión social
constituye una forma de identificar el conflicto, y así otro autor,
Octavio Ianni -sociólogo brasileño fallecido recientemente-, dice
que: “... De acuerdo a la época y el lugar, la cuestión social mezcla
aspectos raciales, regionales y culturales, junto con los económicos
y políticos. Es decir, el tejido de la cuestión social mezcla
desigualdades y antagonismos de significación estructural”
(PARRA, 1999).
Gustavo Parra (1999) -trabajador social contemporáneo-, aporta
que la cuestión social, como cuestionadora del funcionamiento del
sistema social, genera múltiples estrategias (que constituirían los
nuevos mecanismos) para enfrentarla, acallarla, naturalizarla,
disminuirla o incorporarla.
Hasta aquí hemos revisado conceptualizaciones y consideraciones
teóricas acerca de “cuestión social” proveniente de autores que se
inscriben en la teoría social crítica (entre ellos algunos provenientes
de corrientes marxistas, otros del pensamiento crítico
latinoamericano) pero volvemos a resaltar que el mismo concepto
ha sido comprendido y explicado desde corrientes teóricas
centradas en el análisis de los conflictos como “desviaciones” de un
orden social de por sí coherente. Son las corrientes provenientes
del positivismo y funcionalismo (entre otras) que consideran a las
manifestaciones de la cuestión social como problemas sociales
producto de la incapacidad de los sujetos por incorporar las normas
necesarias para integrarse al sistema. De esta manera el
reconocimiento de la existencia de la cuestión social por parte de
diferentes sectores sociales, no siempre implicó que se piense que
las verdaderas causas de su existencia tengan que ver con un
sistema que en la base de su funcionamiento genera las
desigualdades e injusticias. Muchos han pensado, y de hecho
piensan, que las causas de su existencia radican en problemas de
índole individual (haraganería, falta de esfuerzo, indolencia, falta de
educación, dificultades psicológicas,
etc.) o
patologías
(enfermedades, anormalidades).
Según la visión que se tendrá de las causas que originan la
cuestión social, serán las respuestas a la misma, generándose
múltiples estrategias para enfrentarla. Ya sea acallándola, mediante
medidas represivas, naturalizándola, mediante la convicción de que
es parte del orden dado, disminuyéndola, mediante reformas
parciales en relación a los problemas emergentes o
incorporándolas, realizando modificaciones del orden social
vigente.
Dichas respuestas provienen de diversos sectores; desde la Iglesia
Católica mediante la Encíclica Rerum Novarum; los sectores
reformistas (conservadores y liberales), así como el mismo estado
vía políticas de protección social ante la presión del movimiento
obrero organizado.
Aunque la respuesta hegemónica del s. XIX (momento de
surgimiento de la cuestión social europea) provino desde el
conservadurismo, sustentado teóricamente en Emile Durkheim8,
quien sienta las bases teóricas de la integración de la sociedad. Su
obra va contra el liberalismo extremadamente individualista y contra
el “colectivismo”. Durkheim plantea que se está en presencia de
una nueva sociedad, la sociedad industrial, la cual determina un
nuevo modo de relación social — ya no de protecciones cercanas,
ni de lazos de tradición ligados por lo que él denominó como la
solidaridad mecánica— que requiere de una división del trabajo que
dispone posiciones determinadas entre los sujetos, siendo estas
relaciones sociales son interdependientes, y que él denominó como
solidaridad orgánica. Esta sociedad compleja rompe con las
normas existentes hasta el momento, dado que son inadecuadas
para el nuevo orden social, pero aclara que aún no se han
establecido las nuevas produciéndose lo que él denominó como
anomia. Durkheim da por ello especial importancia a la educación,
8
Durkheim, Emile, (Francia, 1858-1917). Uno de los fundadores de la sociología
moderna, junto a Max Weber y Karl Marx
16
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a la socialización de los sujetos como mecanismos necesarios para
adaptar a los sujetos a la nueva sociedad.
Como consecuencia de este pensamiento el proceso social se
divide en diferentes ámbito (división socio-técnica del trabajo),
considerando a la sociedad como un sistema conformado por
subsistemas: el económico, el político, el cultural, el social.
La cuestión social en Latinoamérica y en Argentina
Si bien en nuestro país, este concepto comienza a circular por la
misma época, coincidimos con Wanderley en que la misma (la
cuestión social), como expresión de conflictos, debe buscarse en la
historia de nuestra América Latina. El autor dice: "... sustentaré que
la cuestión social fundante, que permanece vigente con formas
variables en estos 500 años desde el descubrimiento a nuestros
días, se centra en las extremas desigualdades e injusticias que
reinan en la estructura social de los países latino-americanos,
resultantes de los modos de producción y reproducción social, de
los modos de desarrollo, que se formaron en cada sociedad
nacional y en la región. Ella se funda en los contenidos y formas
asimétricas asumidas por las relaciones sociales, en sus múltiples
dimensiones económicas, políticas, culturales, religiosas, con
acento en la concentración de poder y de riqueza de clases y
sectores sociales dominantes y en la pobreza generalizada de otras
clases y sectores sociales que constituyen las mayorías
poblacionales, cuyos impactos alcanzan todas las dimensiones de
la vida social, de lo cotidiano de las determinaciones estructurales.”
(1996:3) Como conflicto que cuestiona, la América Latina va a vivir
la cuestión indígena primeramente, luego la cuestión de la
organización nacional, desdoblándose en las temáticas negra, rural,
obrera, de la mujer, entre otras, por lo que es necesario entender
que la cuestión social en nuestras tierras surge en forma
diferenciada a la realidad europea y es probable que comience a
asumir las mismas características europeas (como conflicto capitaltrabajo) al momento de la efectivización del proceso de
industrialización americano.
En Argentina adquiere características particulares en relación con
la inmigración masiva en las últimas décadas del s. XIX,
centrándose fundamentalmente en lo urbano.
En los últimos tiempos, la cuestión social va adquiriendo nuevas
modalidades en relación con los cambios profundos en los
procesos productivos, la crisis del modelo de crecimiento
económico y de la intervención estatal, y las nuevas formas de
exclusión (del trabajo asalariado, en particular, aunque hoy surgen
múltiples formas de exclusión).
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