Mesa 1 Ponencia 4 - Instituto de la Judicatura Federal

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Segunda
Reunión Regional
del Pleno del Consejo de
la Judicatura Federal
con magistrados de Circuito
y jueces de Distrito
Ponencia de la Magistrada
Selina Haidé Avante Juárez
Mesa 2
Ciudad de México, 20 y 21 de enero de 2012
BREVE COMENTARIO AL ARTÍCULO 103 CONSTITUCIONAL
Y SU ÚLTIMA REFORMA
En el Diario Oficial de la Federación de seis de junio de 2011 se publicó la reforma a diversos preceptos
constitucionales que trajo consigo la incorporación al mundo jurídico de modificaciones a diversas instituciones jurídicas, entre ellas destaca por su importancia la procedencia del juicio de amparo contra
normas generales y actos u omisiones que violen garantías que se consagran, además de en la Constitución Federal, en los Tratados Internacionales en materia de derechos humano signados por México.
A efecto de analizar los parámetros de esa nueva concepción de procedencia del llamado juicio de
garantías, deviene relevante hacer una pequeña referencia al contexto jurídico que sirve de crisol a tan
importante reforma.
Cabe en principio determinar la diferencia sustancial que puede hacerse entre dos conceptos que,
aunque complementarios, no implican la misma realidad jurídica. Es el caso de los derechos humanos y
las garantías del gobernado que se han identificado en un sector de la doctrina1, el primero como el
objeto mismo de protección, en tanto que el segundo el camino o la vía para lograrla, para quienes así
lo entienden, en una concepción mas bien ius naturalista, las garantías del gobernado son creación
humana, en tanto que los derechos humanos son incluso anteriores a la propia idea de Estado, por ello
este último sólo los respeta pero no los crea, más bien lo que crea es la vía para su libre ejercicio.
Por su parte el medio de control constitucional no puede ser identificado tampoco con el concepto de
garantía porque tampoco es en sí mismo la vía de tutela del derecho humano, sino más bien una alternativa extraordinaria que cobra vida cuando el derecho humano y su garantía, vía específica de tutela,
ambos protegidos en la Carta fundamental, han sido vulnerados, es decir, cuando es la propia Carta
Magna la que ha sido objeto de un ultraje, en cuyo caso, el propio equilibrio del Estado exige medios
de control eficientes y directos no para garantizar el derecho humano como tal sino para reestablecer el
propio orden constitucional, es decir, va más allá del derecho humano individual y la vía que lo “garantiza”, involucrando a la norma como tal y se dirige más bien a la tutela de toda la sociedad en general y
del propio Estado de Derecho en particular.
Con base en los presupuestos antes señalados y a la luz de la reciente reforma constitucional, es pertinente ahora remitirnos al artículo 1º reformado2 que contiene el texto siguiente:
“Artículo 1º. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos
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Del Castillo del Valle Alberto, Derechos Humanos, Garantías y Amparo, Ediciones Jurídicas Alma, segunda edición, México 2011.
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Constitución Política Mexicana.
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reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales sobre derechos humanos de los que
el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá
restringirse ni suspenderse, sino en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece”.
Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con
los tratados internacionales sobre derechos humanos antes señalados.
Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar,
proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley”.
Del anterior precepto se advierte que la Constitución se refiere expresamente a la idea de que esos derechos humanos que se tutelan en los Tratados internacionales son imperantes en México; tal determinación en realidad no es nueva pues el numeral 133 de la Carta Magna establece claramente que siempre
que el Tratado no contravenga la Constitución Federal es aplicable, lo realmente novedoso es la incorporación de la identidad en la protección de los derechos humanos previstos tanto en la Constitución como
en los tratados internacionales que sobre esa materia estén signados por México.
Una vez expuesto el contexto constitucional en el que se acuña la reforma en materia de amparo que es
objeto de este análisis, se impone mencionar que entre los medios de control constitucional, es decir, los
mecanismos que tienen como fin último la salvaguarda de la Constitución, destaca por su importancia el
juicio de amparo que tiene una nueva y moderna concepción a partir de la citada reforma, a través del
nuevo artículo 1033 que refiere:
“Artículo 103.Los Tribunales de la Federación resolverán toda controversia que se suscite:
I. Por normas generales, actos u omisiones de la autoridad que violen los derechos humanos
reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por esta Constitución, así como por los
tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte;
II. Por normas generales o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la soberanía de
los Estados o la esfera de competencia del Distrito Federal, y
III.Por normas generales o actos de las autoridades de los Estados o del Distrito Federal que invadan
la esfera de competencia de la autoridad federal”.
Del precepto mencionado destaca que, por disposición constitucional, son Los Tribunales de la Federación, los que resolverán toda controversia que se suscite por normas generales, actos u omisiones de la
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autoridad, sin delimitar el alcance de esas normas generales, es decir, que incluyen a los Tratados Internacionales, ni tampoco el concepto de autoridad, esto es, que puede incluir a cualquier ente con esa
calidad; continua diciendo la reforma que violen los derechos humanos reconocidos y las garantías
otorgadas para su protección por esta Constitución, así como por los tratados internacionales de los que
el Estado Mexicano sea parte.
A nuestro juicio, tal afirmación en el texto fundamental amerita las siguientes reflexiones importantes.
La primera de ellas atiende a la procedencia real del juicio de amparo contra una disposición de naturaleza internacional en su carácter de “norma general”, pues bien es sabido que donde la ley no distingue
no le es dado distinguir al intérprete.
En efecto, la teoría dualista de derecho internacional4, como una de las más aceptadas concibe que
dentro del Estado existen dos sistemas jurídicos independientes: el de derecho interno y el de derecho
internacional. Como características esenciales podemos decir que el sistema jurídico interno regula las
relaciones al interior del Estado, ya sea relaciones entre particulares o relaciones Estado-particulares; y el
sistema jurídico internacional rige las relaciones Estado-Estado, o sea, las relaciones que surjan entre
Estados libres y soberanos; por otro lado, el derecho interno tiene como fuente la voluntad unilateral del
Estado, en tanto que el derecho internacional surge de la voluntad común de dos o más Estados, voluntad
que se ve plasmada en tratados internacionales.
De esta existencia de dos realidades jurídicas independientes entre sí, es fácil advertir que el juicio de
Amparo, entendido como medio de control constitucional procedente contra “normas generales” determina en principio un problema competencial evidente, esto es, al Tribunal de Amparo le corresponde
estudiar actos que atañen temas de constitucionalidad, en tanto que a un Órgano internacional le atañe
resolver sobre aplicación e interpretación directa de tratados internacionales, en ese orden, es difícil
concebir que un Tribunal Nacional pueda realmente resolver sobre la validez, incluso en una esfera
particular, de un acto internacional, como podría ser una sentencia resuelta por un órgano internacional
sin incumplir la aplicación plena del Tratado.
Lo anterior cobra especial relevancia si analizamos que la idea de que los Tribunales federales analicen
actos de autoridad, tiene como fin prioritario dejar sin efecto actos de autoridad que impliquen violación
de los derechos humanos o bien de las garantías que permiten hacerlos efectivos pero, suponiendo que
así fuera, es decir que se advirtiera en un juicio de amparo que un tratado internacional signado por
México o peor aún un acto emanado de dicho tratado fuera estimado como inconstitucional por un
tribunal mexicano, entonces ¿cómo haría para dictar una sentencia en que el tratado o el acto que de él
4
Ortiz Ahlf, Loretta.Derecho Internacional Público,3era ed., México, Oxford, 2004,pp16 y 17.
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emana deje de causar efectos parciales?, desde luego que ello no es viable acorde con la nueva visión
globalizada y de control convencional, primero porque el tratado no puede cumplirse en unos casos sí y
en otros no en tanto pertenece al derecho internacional y seguirá rigiendo para todos los Estados parte.
Ahora, suponiendo que México se “apartara” de ese tratado, aunque fuera parcialmente, tampoco sería
posible darle efectos en tanto la voluntad del Estado mexicano ha sido formalmente comprometida
acorde a la normatividad internacional, siendo principio básico de esta última rama del derecho que
ningún Estado puede alegar su derecho interno para desconocer normas de carácter internacional.
Aún más, la propia normatividad mexicana cae en una incongruencia porque, por un lado, determina
constitucionalmente que es posible la procedencia del juicio de amparo contra tratados internacionales
y los actos que de ella emanen en los términos señalados y, por otra, el propio artículo 80 de la Ley Reglamentaria en estudio, es decir, la Ley de Amparo, precisa cuáles son los efectos de la sentencia concesoria
del amparo contra el acto reclamado, destacando precisamente el restituir al quejoso en el goce del derecho violado, pero en este caso ¿cómo sería posible?; más aún cuando la propia Suprema Corte de Justicia,
como el máximo intérprete de la Constitución, ha establecido ya que las resoluciones de la Corte Interamericana de derechos humanos son obligatorias para el Estado Mexicano.
Lo anterior, creemos, no hace sino evidenciar que mientras la reforma constitucional expresamente
refiere la procedencia del juicio de amparo contra los tratados Internacionales (normas generales) y los
actos que de ellos emanen, lo cierto es que ese juicio es en realidad improcedente por su propia naturaleza y que nada podrá lograr en contra de un tratado que haya sido signado con todas las formalidades
del derecho internacional y menos aún contra los actos concretos que del mismo emanen.
En ese orden, es claro que la reforma constitucional que pretende actualizar el juicio de amparo, en el
aspecto que se ha destacado, no sólo deja de atender a la verdadera naturaleza del juicio sino que,
además, establece una procedencia que va en contra de toda la estructura lógica y sistemática del mismo,
como medio de control constitucional interno; razón por la cual, estimamos que esa hipótesis no debió
contemplarse en el precepto constitucional y que, por el contrario, el constituyente debió aprovechar la
oportunidad de reforma para reconocer abiertamente la inviabilidad del juicio de amparo en contra de
un tratado internacional y los actos que de él emanan.
Al respecto, estimo que no sería ético plantear una problemática tan seria sin proporcionar, al menos de
manera genérica la posible solución que, desde mi punto de vista, puede surgir ante ella, esto es, ante la
existencia de tratados internacionales que resulten inconstitucionales.
Sobre el particular creemos que, como suele suceder con la mayoría de los problemas jurídicos, la única
solución viable es la prevención que, en el presente asunto, sólo es posible a través de instituir un
mecanismo de control previo de constitucionalidad de los tratados internacionales a cargo del Tribunal
Constitucional de este país, es decir, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pues de seguir estructu-
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rado el esquema normativo confiando en que el juicio de Amparo es una posibilidad de enmienda de
violaciones fundamentales a los tratados, es claro que ello sólo redundará en una falacia normativa que
ninguna restitución real puede otorgar.
Así, respetuosamente propongo una “reforma de la reforma” al artículo 103 constitucional que enmiende
la supuesta procedencia del juicio de amparo contra normas generales, actos u omisiones de la autoridad
que emanen de tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte y, en su lugar se
reconozca en la propia norma fundamental la viabilidad de un medio de control constitucional previo
de la constitucionalidad de tratados por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como sucede
ya en otras latitudes, en el entendido de que ello permitiría que la voluntad del Estado mexicano no se
comprometa gratuitamente, por una parte y, por otra que existiera un verdadero filtro constitucional
sobre tratados que, de suyo, atenten contra los principios de la Constitución mexicana.
En efecto, no debemos de perder de vista el principio de derecho internacional pacta sunt servanda, el
cual nos dice que, los Estados parte de un tratado internacional no pueden desconocer aquellas obligaciones contraídas a través de la celebración de tratados internacionales, pues, se entiende que las partes
contratantes actuaron libremente y de buena fe al llevar acabo el acuerdo internacional entre Estados,
obligándose a respetarlo y cumplirlo.
En relación a lo anterior, el párrafo I, del artículo 27 de la Convención de Viena precisa que “un Estado
parte en un tratado no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del
incumplimiento del tratado.” Tenemos entonces que nuestro país no puede dejar de cumplir un tratado
internacional alegando en su defensa la contradicción del acuerdo internacional con la Constitución, y
en el supuesto de incumplimiento deberá México aceptar la responsabilidad internacional que acarrea el
incumplimiento del tratado.
Por otro lado el artículo 46 de la propia Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, nos dice
que, si fue voluntad del Estado celebrar un acuerdo internacional, no puede el Estado alegar como vicio
de su consentimiento la circunstancia de que el tratado haya sido celebrado en contravención a las disposiciones internas sobre competencia para celebrar tratados. Lo anterior salvo que se advierta una violación
manifiesta a su orden jurídico interno, y además se afecte una norma de importancia fundamental.
En ese sentido, destaca que si los Estados contraen libremente y en ejercicio de su potestad soberana
obligaciones frente a la comunidad internacional, no resulta jurídicamente dable que estos posteriormente aleguen incumplimiento a los pactos internacionales que celebraren, invocando como causa de
inobservancia la violación al contenido de normas internas, sin embargo, la inaplicabilidad del tratado,
puede acaecer cuando las violaciones al derecho doméstico afecten de manera preponderante una
norma fundamental; para lo cual, según lo hemos expuesto ya, no es eficaz el juicio de Amparo, por lo
que, insistimos, así debiera advertirlo la Constitución Federal.
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