Manipulación de Células y Tejidos para Trasplante

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Taller Técnico
MANIPULACIÓN DE CÉLULAS Y TEJIDOS PARA
TRANSPLANTE
Vicente Mirabet.
Banco de Órganos y Tejidos de la Comunidad Valenciana.
INTRODUCCIÓN
Ya en las civilizaciones más antiguas, el hombre imaginó el concepto de injerto o
trasplante de tejidos. Así, cuenta la mitología griega que el gigante Tifón seccionó
los tendones de manos y pies a Zeus, en la titánica contienda mantenida por ambos.
Después, los escondió bajo la piel de un oso en una caverna, aunque Hermes y Pan
los encontraron, reimplantándolos de nuevo al Señor del Olimpo que, con la fuerza
renovada, logró vencer al gigante, aplastándolo con el Etna.
Con la llegada de la era cristiana, los mitos y las leyendas dieron paso a los milagros. El propio
Jesucristo reimplantó la oreja del centurión que lo custodiaba, que había sido seccionada por la
espada de San Pedro en Getsemaní. San Antonio de Padua y San Marcos
colocaron de nuevo en su posición anatómica un pie y un
brazo, respectivamente, arrancados como consecuencia de
sendas mutilaciones. Aunque, sin lugar a dudas, la referencia
más frecuentemente citada y representada corresponde al
milagro de San Cosme y San Damián que, durante el reinado
de Diocleciano (284-305), se aparecieron al sacristán de la iglesia erigida en sus
nombres y sustituyeron su pierna derecha enferma por la de un etíope sepultado
aquel mismo día. Al despertar de su sueño, el sacristán había sanado.
En un contexto más racional, mucho antes, en un documento fechado el año 800 a.c. en la India,
se atribuye a un cirujano llamado Sushruta la realización de rinoplastias reconstructivas utilizando
colgajos pediculados. Aunque fueron muchas las aportaciones de este autor tanto a
la Medicina como a la Cirugía, esta cita en concreto representa uno de los primeros
hitos relacionados con el campo del trasplante. Por otro lado, considerando que la
amputación de la nariz era una de las penas impuestas a los reos de la época, no
resulta extraño que ésta fuera una de las técnicas quirúrgicas desarrolladas por tan
insigne cirujano.
Más adelante, ya sobre la base del conocimiento hipocrático del hombre, se fueron añadiendo
nuevos argumentos acerca del trasplante de tejidos. Así, en el siglo XVI,
Tagliocozzi realizó autotrasplantes de piel para reconstrucciones faciales y, en
1822, Berger amplió el uso clínico del autotrasplante de piel. No obstante, no es
hasta 1869 cuando se atribuye al cirujano suizo Reverdin el éxito del aloinjerto
cutáneo humano. Paralelamente, Thiersch y Ollier describieron el injerto
dermoepidérmico y, poco después, se añadió el de piel completa bajo el impulso
de Hamilton, Whatson y Lefort, entre otros. En 1880, el escocés MacEwen efectuó el primer
autotrasplante de hueso en humanos. Por otro lado, en 1908, Lexer aportó las primeras series de
aloinjertos osteoarticulares.
Otras referencias de interés en el campo del trasplante son: el de córnea, efectuado en 1906 por
el oftalmólogo austriaco Zirn; el de segmentos vasculares, realizado por
Yamanouchi en 1911; el de conductos valvulados cardíacos, desarrollado por
Murray, Shaw, Wheelock, Barrett-Boyes y Ross a mediados del siglo XX; y el
de precursores hematopoyéticos de médula ósea, realizado por Thomas en
1968. Paralelamente a los avances en el campo quirúrgico, se han ido
introduciendo otros en disciplinas directamente relacionadas con el trasplante.
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Así, podemos citar: la descripción de los grupos sanguíneos por Landsteiner en 1901; la
identificación de las propiedades inmunosupresoras de la ciclosporina, por Borel en 1972; los
trabajos de Dausset, Snell y Benacerraf en la década de los 50 sobre los antígenos de
histocompatibilidad (HLA); y los estudios de Medawar, en esa misma década, sobre la tolerancia
inmunológica de los tejidos trasplantados. Prueba evidente de la importancia de estos
acontecimientos en la historia reciente es que un buen número de los autores citados han
sido galardonados con el premio Nobel.
El interés creciente por el trasplante de células y tejidos llevó a la necesidad de incrementar la
disponibilidad de homoinjertos. Por otro lado, el imperativo ético de preservar la salud de los
pacientes, exigió el establecimiento de pautas destinadas a garantizar la seguridad de los productos
y los procedimientos aplicados sobre los mismos, incorporando normas para la gestión de la
calidad. Estos argumentos resultaron definitivos para suscitar el interés por el desarrollo de medidas
para el almacenamiento de los tejidos durante cierto tiempo, en condiciones que aseguraran la
integridad de sus propiedades biológicas. La consecuencia directa fue la creación de bancos de
tejidos.
El frío es un mecanismo bien conocido como medio de conservación en la naturaleza. Es por eso
que los investigadores en el campo del almacenamiento de productos de origen
biológico, fijaron su atención en la observación de seres vivos presentes en los
ecosistemas fríos. De este modo, diversas especies de ranas, peces, insectos y gusanos,
proporcionaron evidencias acerca de las distintas estrategias evolutivas de adaptación
al entorno congelado.
En 1665, Boyle publicó New experiments and observations touching cold, en el que este
prolífico investigador ya describía el efecto del frío sobre determinados seres vivos. En el último
cuarto del siglo XIX, los estudios de Cailletet, Pictet, Omnes y Dewar aportaron metodologías para
la licuación de gases, estableciendo un marco idóneo para la consecución de muy bajas
temperaturas. Más recientemente, en 1949, de modo accidental, Polge descubrió el efecto
crioprotector del glicerol. En 1963, Mazur comentó en una serie de experimentos los efectos de la
congelación sobre las células proponiendo la «hipótesis de los dos factores».
Este entorno propició el desarrollo de la Criobiología. Ésta es una ciencia
multidisciplinar que engloba el estudio del comportamiento físico y biológico de los seres
vivos, analizando las interacciones de las células y tejidos con el medio ambiente, a bajas
temperaturas. El frío ha sido y es todavía en la actualidad el método más utilizado para la
conservación de células y tejidos.
Seguidamente, repasaremos algunos de los conceptos básicos relativos al trasplante de células y
tejidos.
BANCO DE TEJIDOS
Según la definición que se recoge en el Real Decreto 1301/2006, que regula este tipo de
actividades, se entiende por banco de tejidos o establecimiento de tejidos «aquella unidad donde se
lleven a cabo actividades de procesamiento, preservación, almacenamiento o distribución de células
y tejidos, después de su obtención y hasta su utilización clínica». Es responsabilidad del banco de
tejidos asegurar la calidad de sus productos, proporcionando seguridad y eficacia clínica.
En España, la actividad de los bancos de tejidos adquiere relevancia en el último cuarto del siglo
XX. Especialmente reseñable, por su carácter pionero, es la creación de bancos de homoinjertos
óseos en algunos servicios de Traumatología y Cirugía Ortopédica, para su autoabastecimiento. No
en vano, la primera referencia acerca de la creación de bancos de tejidos en nuestro país data del
año 1951, y corresponde a un banco de hueso en Madrid. Este tipo de bancos, para uso exclusivo
del propio servicio que obtiene los tejidos y generalmente destinados a la conservación de un solo
tipo de tejido, son los llamados «bancos quirúrgicos». Además del tejido músculo-esquelético ya
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reseñado, los más habituales hacen referencia a la conservación de piel en Unidades de Quemados y
la de córneas en servicios de Oftalmología.
El proceso evolutivo del desarrollo de los bancos de tejidos llevó en un buen número de casos a
la adopción de criterios de centralización, con el objetivo de rentabilizar los recursos disponibles y
aportar un carácter multidisciplinar. En este afán por conseguir una mayor eficiencia, algunos
bancos quirúrgicos «salieron» de los hospitales, unificando sus actividades, integrándose una buena
parte de ellos en los centros regionales de transfusión sanguínea, creados a su vez como
consecuencia de la entrada en vigor del Real Decreto 1945/1985, que desarrollaba el Plan Nacional
de Hemoterapia. Esta medida aportó importantes ventajas derivadas de las disponibilidades de uso
común, por ejemplo: sistemas de promoción y organización de la donación, experiencia en las
pruebas de laboratorio, requisitos reglamentados, normativa legal y hábito de inspección técnica,
protocolos de control de calidad, manuales técnicos, y sistemas de comunicación. De hecho, un
banco de sangre es un banco de tejidos.
En cualquier caso, ya sea desde centros de transfusión, centros hospitalarios o bien como
instituciones sanitarias independientes, se aprecia una clara tendencia a la multidisciplinaridad en
los servicios prestados por parte de estas unidades, dando lugar a los llamados «bancos regionales».
En ellos, además de procesar diferentes tipos de tejidos, se atiende las necesidades de los servicios
quirúrgicos de los diferentes centros de su entorno asistencial. La centralización, entendida como
concentración de recursos técnicos y conocimiento experto, es una medida que aporta eficiencia
para este tipo de actividades.
Actualmente, hay diferentes tipos de células y tejidos que pueden ser
almacenados: tejido músculo-esquelético (hueso, tendón y
cartílago), piel, válvulas cardíacas, segmentos vasculares,
glándula paratiroides, corteza ovárica, membrana amniótica,
córnea, células precursoras hematopoyéticas (médula ósea,
sangre periférica, cordón umbilical), concentrados de hematíes,
etc. Paralelamente, el número de especialidades médico-quirúrgicas que se
benefician de su disponibilidad ha ido creciendo: Traumatología y Cirugía
Ortopédica, Hematología y
Hemoterapia, Oftalmología, Cirugía Plástica y
Quemados, Cirugía Maxilofacial, Dermatología,
Cirugía Torácica, Cirugía General, Cirugía
Vascular, Cirugía Cardíaca, Neurocirugía,
Endocrinología, etc.
El marco de actuación de los bancos de tejidos en España está regulado por el anteriormente
citado Real Decreto 1301/2006, desarrollado como transposición del texto contenido en la Directiva
2004/23/ce del Parlamento Europeo y del Consejo relativa al establecimiento de normas de calidad
y de seguridad para la donación, la obtención, la evaluación, el procesamiento, la preservación, el
almacenamiento y la distribución de células y tejidos humanos. Nuestro país ha sido el principal
impulsor del desarrollo del marco regulador en el entorno continental. No en vano, la contrastada
eficacia del denominado «modelo español» de trasplantes, ha permitido a nuestro país representar
un papel preponderante en el concierto mundial, no sólo en el caso de los órganos sino también en
los tejidos.
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COORDINACIÓN DE ACTIVIDADES
Cuando se habla de trasplante de tejidos, hay que tener presente que
se trata de un concepto que engloba diferentes actividades. Siguiendo el
orden temporal en el que se suceden las distintas acciones a considerar,
en primer lugar se encuentra la coordinación hospitalaria de trasplantes.
Ésta es, sin duda, la pieza clave en el éxito del anteriormente citado
«modelo español» de trasplantes. El coordinador de trasplantes es el
principal responsable de llevar a buen término el proceso de la donación.
El perfil del coordinador de trasplantes responde a las siguientes características:
• Profesional del ámbito sanitario.
• Experto en la selección de donantes.
• Experto en el diagnóstico de la muerte encefálica.
• Experto en Patología Médica.
• Competente y atento durante el proceso de solicitud de la autorización familiar.
• Conocedor de los trámites administrativos y burocráticos relacionados.
• Con disponibilidad permanente.
Una ajustada selección del donante aportará eficiencia en el desarrollo
posterior de otros procedimientos, tanto desde el punto de vista de la
bioseguridad como de la eficacia clínica. Con este fin, una vez conocida la
historia médico-social del potencial donante y, después de contrastar los
diferentes criterios de selección, se tomará la decisión sobre la continuidad del
proceso.
Se pueden obtener tejidos para trasplante tanto de pacientes vivos, como de personas fallecidas.
El ejemplo más frecuente para el primer caso es el de aquellas personas que, como consecuencia de
una cirugía de cadera en la que su cabeza femoral resultará como residuo quirúrgico, en lugar de
destinarla a la «basura», acceden a donarla. También se puede citar como ejemplo de este tipo de
donación, la obtención de tejidos de un paciente con la finalidad de un eventual uso clínico para ese
mismo paciente. Llegados a este punto, conviene distinguir las distintas modalidades de trasplante
en función de la relación donante↔receptor:
• Autólogo: cuando tiene su origen en otro sitio del cuerpo que lo recibe.
• Alogénico: el que se realiza entre individuos de la misma especie, pero de distinto genotipo.
También citado como homoinjerto.
• Singénico: el que se realiza entre individuos de la misma especie y con el mismo genotipo.
• Xenogénico: Si donante y receptor son de especies diferentes.
Por otro lado, hay otros tejidos que se obtienen de personas fallecidas. En estos casos, para que
la donación pueda hacerse efectiva, hay que asegurarse de que el difunto no hubiera expresado en
vida su oposición a la donación y, además, contar con la autorización familiar.
Seguidamente, se muestra una tabla con algunos de los tejidos más relevantes y el tipo de
donante del que se pueden obtener.
Donante Vivo
Donante Fallecido
Tendones
Ligamentos
Calota Craneal*
Huesos Completos
Corteza Ovárica*
Piel
Glándula Paratiroides*
Vasos Sanguíneos
Membrana Amniótica
Córneas
Cartílago
Fascia Lata
Hueso Esponjoso
Válvulas Cardíacas
*Autotrasplante
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La responsabilidad del proceso de extracción recae en profesionales expertos en las diferentes
especialidades quirúrgicas relacionadas con los tejidos. El equipo quirúrgico debe
asegurar la idoneidad de los procedimientos empleados, especialmente en lo que a los
procesos de disección y toma de muestras para control de calidad se refiere. Además, en
el caso de donantes fallecidos, se tomarán las medidas oportunas para paliar la ausencia
de los tejidos extraídos.
A continuación, es el banco de tejidos el que se va a encargar de asegurar las condiciones
adecuadas de conservación, para garantizar que los tejidos no pierden las
propiedades biológicas que los hacen clínicamente útiles. La duración del
período de almacenamiento viene condicionada principalmente por el tiempo
necesario para conocer la totalidad de los resultados que comprenden el control
de calidad (marcadores víricos, cultivos microbiológicos, estudios histológicos,
etc.). Además, para atender aquellos casos en los que el tejido debe ajustarse a
las características físicas del paciente receptor, conviene disponer de piezas con diferentes
dimensiones (diámetro, longitud, etc.), lo que implica la necesidad de acumular un stock suficiente.
El fin último de todas las acciones que hasta este momento se han citado no es otro que el del
trasplante. Para ello, bien desde la coordinación de trasplantes del hospital o bien desde el propio
servicio quirúrgico que demanda los servicios del banco, se establece el contacto oportuno para
concertar todos aquellos detalles relativos a la intervención y garantizar la idoneidad de las piezas
disponibles.
Como se observa, todos los actores implicados participan en el proceso de un modo
interrelacional. La información fluye en direcciones diferentes y en ambos sentidos entre todos
ellos. Considerando que el banco de tejidos termina por ser el nexo de la relación donante-receptor,
no es infrecuente que el banco de tejidos actúe como centro de referencia para el sistema de
información necesario para la gestión de datos relativos a las actividades de
donación→conservación→trasplante.
ALMACENAMIENTO
Dos son las «cadenas» que hay que mantener durante los procedimientos de manipulación de
células y tejidos: la de la asepsia, para minimizar el riesgo de contaminación; y la de la temperatura,
asegurando las condiciones más adecuadas en cada paso del procesamiento.
En lo que respecta a la asepsia, el uso de cabinas de flujo laminar facilita un
medio ambiente libre de partículas. Dependiendo de la dirección del flujo de aire,
se puede distinguir: horizontal (imagen superior) y vertical (imagen inferior). El
primer tipo resulta más adecuado para la manipulación de piezas de cierto tamaño
(por ejemplo, un fémur), ya que permiten una mayor libertad de movimientos. Las
de flujo vertical incorporan una pantalla en el frontal que, si bien aporta una mayor
seguridad a la hora de procesar muestras fuera del envase, también permiten
menos movilidad. Hay una serie normas generales a seguir para la correcta
utilización de este tipo de dispositivos:
• Evitar las corrientes de aire: puertas, ventanas, ventilación, hablar,
estornudar, toser, movimientos bruscos, etc. No tocarse la cara. Lavarse las
manos las veces que sea necesario. Si se usan guantes, al sacarlos de la
zona de trabajo estéril, desecharlos.
• La cabina se limpiará cuidadosamente y se conectará al menos 10 minutos antes de iniciar el
trabajo.
• El material a utilizar en su interior debe estar libre de partículas. Si es necesario, se limpiará
su superficie con una gasa estéril impregnada en alcohol al 70%. Evitar la utilización de:
papel, madera, cartón, lápices, gomas de borrar y aquellos materiales que emitan gran
cantidad de partículas. Al introducir un nuevo material en la cabina, esperar un mínimo de
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unos 3 minutos antes de continuar trabajando. Si se utiliza un mechero, evitar los de llama
continua, ya que el calor generado puede provocar turbulencias y una llama excesiva puede
quemar el filtro de la cabina o dañar sus superficies.
• Tener presente que, cuando el flujo de aire encuentra un obstáculo, no recupera su
laminaridad hasta una distancia 2.5 veces el diámetro de dicho objeto.
En la actualidad, la normativa exige también que las cabinas de flujo se sitúen en un medio
ambiente controlado. Con este fin, se han creado las «salas limpias». El trabajo en estos recintos
exige ampliar las medidas de seguridad comentadas en el caso de las cabinas de flujo, por ejemplo,
en lo que respecta a la indumentaria del operador. En el cuadro siguiente se resumen las
características de los diferentes grados de ambiente, en función del número máximo de partículas
permitido por m3, de acuerdo con su tamaño:
Grado
A
B
C
D
En Reposo
0,5 µm
5 µm
3.500
1
3.500
1
350.000
2.000
3.500.000
20.000
En Funcionamiento
0,5 µm
5 µm
3.500
1
350.000
2.000
3.500.000
20.000
No definido No definido
A la hora de establecer un método para el almacenamiento de células y tejidos, como ya se ha
comentado anteriormente, la utilización de bajas temperaturas sigue siendo en la actualidad uno de
los más utilizados. En el cuadro siguiente, se resumen las características más relevantes de los
diferentes sistemas utilizados.
Temperatura
Refrigeración Entre 1ºC y 10ºC
Congelación Simple Entre -30ºC y -80ºC
Criopreservación Entre -140ºC y -196ºC
Liofilización Temperatura Ambiente
Cultivo 37ºC
Ventajas
Viabilidad Celular
Características Estructurales
Propiedades Biomecánicas
Sustancias Bioactivas
Procesamiento sencillo
Características estructurales
Propiedades Biomecánicas
Sustancias Bioactivas
Caducidad media
Viabilidad Celular
Características Estructurales
Propiedades Biomecánicas
Sustancias Bioactivas
Caducidad Larga
Incovenientes
Inmunogenicidad
Caducidad Corta
Células No Viables
Inmunogenicidad
Procesamiento Complejo
Inmunogenicidad
Almacenamiento Sencillo
Caducidad Media
Células No Viables
Procesamiento Complejo
Alteración Propiedades Biomecánicas
Viabilidad Celular
Expansión Celular
Ingeniería Tisular
Control Exhaustivo
Procesamiento Complejo
Inmunogenicidad
Con la refrigeración de los tejidos refrigerados, podemos asegurar una aceptable viabilidad
celular, así como el mantenimiento de las características estructurales, sus propiedades
biomecánicas e incluso la presencia de las sustancias bioactivas (factores de crecimiento, citocinas,
etc.) propias del tejido. No obstante, es necesario contar con un medio de cultivo adecuado que
garantice la viabilidad y funcionalidad celular. Lógicamente, la viabilidad celular puede tener como
consecuencia un mayor riesgo de respuesta inmunológica, cuando se utiliza el tejido como
aloinjerto. Por otro lado, actualmente sólo se ha conseguido mantener los tejidos en estas
condiciones durante unas pocas semanas, sin menoscabo de su eficacia clínica.
La congelación simple hace referencia a la introducción directa de los
tejidos en un congelador. Puede embeberse la pieza en una solución
fisiológica o bien prescindir de ella. Es necesario disponer de recipientes que
mantengan la integridad a temperaturas bajas y, lógicamente, de aparatos
congeladores. Hay que tener presente que si bien no se alteran
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significativamente las características estructurales de la pieza, la viabilidad celular sí se ve
seriamente comprometida. No obstante, esta aparente desventaja facilita que el homoinjerto sea
mejor tolerado desde el punto de vista inmunológico. Dependiendo de la temperatura de
almacenamiento, la caducidad puede ir desde los 6 meses (-30ºC) hasta unos 5 años (-80ºC).
Con la criopreservación, además asegurar cierto grado de viabilidad celular,
también se consigue un largo período de caducidad, ya que se emplean temperaturas
muy bajas para el almacenamiento. Esto se consigue con el uso de nitrógeno,
proporcionando una temperatura de -196ºC en la fase líquida y entre -140ºC y -170ºC
en la fase vapor. Los productos a almacenar tienen que ser
envasados en recipientes adecuados para resistir estas
temperaturas. Las bolsas de kapton-teflon se encuentran entre las
más utilizadas para este fin. A la hora de diseñar un protocolo con
este fin, hay que establecer medidas para contrarrestar los potenciales efectos
nocivos del proceso. Básicamente, estas medidas tienen su fundamento en la
«hipótesis de los dos factores» descrita por Mazur, que se citó al comienzo del texto. Por una lado,
se utilizan soluciones criprotectoras. Éstas están compuestas
generalmente por un medio isotónico con sustancias nutritivas al
que se añade una sustancia con propiedades protectoras para la
integridad celular. Las más utilizadas son el dimetilsulfóxido
(DMSO) y el glicerol. Además, para proporcionar una cinética de
enfriamiento óptima para el tipo celular que se desea preservar, se
emplean aparatos para el descenso térmico programado, como el
que se ve en la figura de la izquierda. Una velocidad de congelación demasiado lenta tiene como
consecuencia una deshidratación celular que puede llegar al límite de volumen crítico de
reversibilidad para este efecto. Esta deshidratación tiene su origen en un proceso osmótico generado
al congelarse el entorno extracelular, con lo que algunos solutos se añaden a la fracción que todavía
se mantiene en estado líquido, incrementando así la concentración de ésta, que resulta superior a la
del interior celular, con lo cual el agua sale de la célula por ósmosis. Cuando, por el contrario, la
velocidad de enfriamiento es excesiva, el factor de riesgo se debe a la presencia de cristales de
hielo que pueden destruir la célula. Los crioprotectores antes citados ejercen su efecto
principalmente mediante las siguientes acciones:
• Desciende el punto de congelación.
• Regulan la cinética de deshidratación.
• Estabilizan la membrana plasmática.
• Reducen la lesión mecánica.
• Aseguran las fuerzas hidrofílicas.
Si importante es asegurar un proceso de congelación adecuado, no menos lo es
proporcionar unas condiciones estables durante el tiempo de almacenamiento y,
además, descongelar los tejidos siguiendo las pautas indicadas por el banco. Una
deficiente descongelación puede, por ejemplo, favorecer la aparición de fenómenos
de recristalización que tendrán como consecuencia efectos tanto a nivel de la
integridad tisular como la viabilidad y funcionalidad celulares.
Por todo ello, la criopreservación es un procedimiento complejo que requiere, por un lado, una
inversión importante para dotarse de los dispositivos necesarios y, por otro, personal entrenado en la
utilización de esta tecnología y con experiencia en las actividades relativas a la donación y
trasplante de tejidos.
La liofilización es un proceso que consiste en el paso del estado sólido al gaseoso sin pasar por
el líquido. Así pues, el producto se somete a un proceso de congelación y,
posteriormente, se induce la evaporación de la parte líquida que se ha congelado. Se
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consigue por tanto una deshidratación. Éste es un procedimiento que se utiliza principalmente para
el almacenamiento de tejido óseo. Se conserva la matriz estructural, pero se pierde la viabilidad. La
principal ventaja es que el producto obtenido puede ser almacenado a temperatura ambiente. No
obstante, hay que dotar al laboratorio de un dispositivo liofilizador adaptado a las necesidades del
banco y, dependiendo de las condiciones ambientales durante la manipulación del tejido, puede ser
necesario someter el producto final a un proceso de esterilización secundaria (generalmente, se
utiliza la radiación gamma). Además, las propiedades biomecánicas de los tejidos se ven alteradas,
por lo que este método de preservación es útil para tejidos de relleno o de sostén (como el hueso
esponjoso, por ejemplo) pero no cuando se trata de elementos que van a estar sometidos a esfuerzos
mecánicos (como los huesos largos, por ejemplo).
El cultivo celular, por su parte, consiste en el crecimiento de las células
fuera del organismo, utilizando soluciones nutritivas específicas y unas
condiciones ambientales controladas. De este modo, a partir de una
pequeña biopsia de tejido, se puede obtener gran cantidad de células.
Ya en 1880, Roux fue capaz de cultivar tejidos de embrión de pollo durante algunos días,
utilizando una solución salina. En 1907, Harrison demostró que el crecimiento in vitro de tejidos
animales era posible. Un lustro después, las experiencias de Burrows y Carrel cultivando explantes
de tejidos de animales adultos, proporcionaron una base científica par el desarrollo de líneas
celulares. No fue hasta 1952 cuando Gey estableció la primera línea celular de origen humano
(denominada HeLa, ya que procedía de una paciente llamada Henrietta Lacks). Pocos años después
se formularon soluciones nutritivas para el cultivo celular que todavía hoy permanecen vigentes,
como por ejemplo las propuestas por Eagle y Dulbecco. Hoy en día se han diseñado procedimientos
para el cultivo y expansión de la mayor parte de las células que se encuentran en los tejidos
humanos.
A la hora de afrontar la realización de un cultivo, el primer paso consiste en obtener un
fragmento de tejido que contenga la estirpe celular que va a ser objeto de interés. Aunque pueda
parecer obvio, es conveniente asegurarse bien de este extremo, ya que una elección incorrecta puede
condicionar el resultado de nuestro trabajo. Seguidamente, hay que decidir la modalidad de cultivo,
que va estar condicionada por las características propias de las células y las disponibilidades del
laboratorio. En general, podemos distinguir tres tipos de cultivo:
• Explante: consiste en la colocación de pequeños fragmentos de tejido
sobre la superficie de cultivo, de modo que se permite a las células
«pasar» al recipiente, adherirse y comenzar el crecimiento. Esta
metodología requiere una mínima manipulación del tejido por parte del
operador.
• Suspensión: como su propio nombre indica, en este caso las células se mantienen
sumergidas en un medio líquido pero no hay adhesión a la superficie del recipiente que las
contiene. Requiere una digestión previa del tejido para deshacer la matriz y aislar las células
(salvo que las células se encuentren ya suspendidas, como sucede en la sangre, por ejemplo).
• Combinando los dos métodos anteriores, podemos realizar cultivos a partir
de una suspensión celular, pero con adhesión al recipiente de cultivo. De
este modo conseguiremos mayor eficiencia, ya que ofreceremos la
oportunidad de crecer a mayor número de elementos formes que con el
explante. No obstante, las células deben tener la capacidad para adherirse al sustrato.
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Esta propiedad de adherirse a determinados soportes puede servir para seleccionar
de un modo sencillo estirpes celulares específicas, retirando con el sobrenadante las
células no adherentes. Otra opción con carácter selectivo es la centrifugación,
pudiendo «ordenar» las células en estratos en función de su diferente
densidad. Algo más laboriosa resulta la selección mediante el uso de
anticuerpos específicos que incorporan esferas microscópicas con propiedades
paramagnéticas (pudiendo ser atrapadas con un imán). Quizá el
mayor grado de complejidad en lo que a métodos selección celular se refiere
podemos encontrarlo en el empleo de citómetros de flujo que nos van a permitir,
bien con la ayuda de marcadores específicos (basados en procesos
inmunológicos) o bien en función de características morfológicas de la propia
célula (como el tamaño, por ejemplo), refinar significativamente la fase de aislamiento de una
determinada estirpe celular (aun cuando ésta se encuentre en desventaja proporcional frente a otras).
A la hora de decidir el medio nutritivo a utilizar, no resulta difícil consultar referencias acerca de
la composición más adecuada para las células que van a ser objeto de cultivo. Diferentes
empresas cuentan con catálogos que contienen esta información, con datos detallados de la
formulación en cada caso. Estas soluciones nutritivas basales se suplementan con
diferentes productos. En la mayor parte de los casos se incorpora suero, en una proporción
entre el 10% y el 20%, que si bien inicialmente solía ser de origen bovino, cada vez con
más frecuencia se está empleando el humano. Lógicamente, la importancia de utilizar
productos homólogos reviste especial trascendencia cuando pensamos en la posibilidad del
trasplante. Por otro lado se pueden añadir también citocinas para estimular el crecimiento celular:
factor de crecimiento epidermal (EGF), factor de crecimiento fibroblástico (FGF), factor de
crecimiento derivado de plaquetas (PDGF), proteína morfogenética ósea (BMP), etc. En la
actualidad hay una gran cantidad de factores disponibles para este fin.
En este momento, una vez aisladas las células y preparado el medio de cultivo, podemos iniciar
el «cultivo primario». Éste es, sin duda, un paso de especial trascendencia, ya que después de
extraer las células de su entorno natural, las colocamos en uno creado artificialmente.
Si el diseño de nuestra metodología es correcto, en 1 ó 2 semanas conseguiremos una
«monocapa» sobre la superficie del recipiente y procederemos al «cultivo
secundario». Este subcultivo puede realizarse con una densidad
notablemente inferior a la del primario, ya que las células están adaptadas a las
condiciones in vitro. De este modo, se puede alcanzar un notable grado de expansión de
la población celular inicial.
Un número elevado de células facilitará la consecución de resultados satisfactorios a la hora del
trasplante. También disponiendo de una gran cantidad de células podremos afrontar el siguiente
reto, la realización de «cultivos histotípicos». Esto es lo que se ha que se denomina
ingeniería tisular, que consiste en la utilización de matrices tridimensionales en
interacción directa con las células para obtener en el laboratorio análogos titulares,
que en algunos casos reproducen fielmente las características de los tejidos in vivo.
Como soportes para este fin se emplean diferentes tipos de
materiales, algunos se pueden obtener del propio individuo (fibrina,
por ejemplo), mientras que otros proceden de fuentes alternativas (ácido algínico, de
algas pardas, por ejemplo). En cualquier caso, deben ser sustancias bicompatibles y
bien toleradas desde el punto de vista inmunológico.
Si a todos estos avances añadimos la posibilidad de emplear células con capacidad para generar
diferentes tipos de tejidos, las «células madre», podemos hacernos una idea del gran potencial que
esta tecnología supone para el futuro en el campo del trasplante. Actualmente, ha sido posible aislar
células madre a partir de diferentes tejidos: médula ósea, cordón umbilical, sangre periférica, grasa,
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hueso trabecular, pulpa dentaria, etc. Este tipo de células se caracteriza, además de su carácter
pluripotente, por su elevada capacidad proliferativa in vitro, lo que favorece su utilización para
trasplante. Por tanto, una vez expandidas convenientemente, pueden estar dispuestas para su
utilización clínica como elementos indiferenciados (para que se diferencien in situ) o bien puede
reemplazarse el medio de crecimiento por medio de diferenciación (añadiendo citocinas específicas
para este fin) y así favorecer la generación de un determinado tipo de tejido. Otra de las
características que hace estas células especialmente atractivas para el trasplante es que se ha
observado que algunas de ellas parecen estar implicadas en fenómenos de inmunotolerancia, lo que
podría facilitar su uso con carácter alogénico e incluso se ha planteado que podrían desempeñar un
papel importante en el desarrollo de cierta tolerancia en el trasplante de órganos.
El banco de tejidos tiene que dar respuesta a las necesidades quirúrgicas de los cirujanos usuarios
de sus servicios. Con este fin, es muy importante conocer en toda su extensión el significado del
concepto «calidad» cuando hablamos de trasplante de tejidos.
GESTION INTEGRAL DE LA CALIDAD
Los parámetros que modulan el concepto de calidad en el banco podemos resumirlos en los
siguientes:
• Seguridad: minimización de riesgos tanto para la salud de los pacientes (donantes o
receptores) como los profesionales implicados en cada una de las actividades relacionadas.
• Eficacia: utilización de procedimientos debidamente validados que no afecten de modo
significativo a las características propias de cada producto que lo hacen útil para una
determinada indicación clínica.
• Confidencialidad: desarrollo de un sistema de información ajustado a la legislación vigente
en materia de protección de datos de carácter personal.
• Trazabilidad: localización inequívoca de los productos y sus registros asociados (origen,
destino, estatus, resultados analíticos, ubicación y procedimientos aplicados) en cualquier
momento.
• Eficiencia: habilidad para obtener los resultados propuestos con el balance coste/beneficio
más ventajoso.
Las medidas de «control de calidad» deben incorporarse en toda la cadena de procesamiento. De
este modo es posible corregir errores y establecer medidas preventivas para evitarlos. El objetivo
final es conseguir la coincidencia entre la calidad necesaria (que exige el cliente), la calidad
programada (que se pretende obtener) y la calidad realizada (que cumple las especificaciones). A la
hora de implantar un sistema de gestión integral de la calidad, se pueden seguir diversos modelos,
como por ejemplo los propuestos desde la Joint Commission on Accreditation of Healthcare
Organizations, los sistemas de aseguramiento de la calidad ISO y los sistemas de gestión de calidad
total de la European Foundation for Quality Management. La utilización de estos sistemas persigue
fomentar la cultura de la «mejora continua». Y, para alcanzar este objetivo, es necesario que los
diferentes bancos de tejidos dispongan de «indicadores» que faciliten la aplicación del
benchmarking. Este término, procedente del lenguaje de gestión, incide en la importancia de la
búsqueda continua de modelos o referencias (benchmarks) con los que compararse, e incorporar
aquellos aspectos que puedan llevar a mejorar el rendimiento.
Recientemente, se ha editado un documento desarrollado en el marco del grupo de trabajo
European Quality System for Tissue Banking que incluye un manual de recomendaciones acerca de
las actividades propias de los bancos de tejidos, así como una instructiva guía para la auditoría de
este tipo de instalaciones.
El primero de los apartados en el que fijaremos nuestra atención a la hora de seguir una pauta
destinada a garantizar la calidad es la donación. Los puntos sensibles que requieren atención
especial son:
Taller Técnico
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Selección: la valoración del historial médico y social, así como la utilización de unos
criterios claros y actualizados para la toma de decisiones (con apartados específicos
dependiendo del tipo de tejido a obtener) representa sin duda el aspecto más trascendente a
la hora de establecer medidas para descartar el riesgo de transmisión de enfermedades.
Autorización: el donante, sus familiares (en el caso de personas fallecidas) o bien la persona
legalmente autorizada (si es el caso), deben dejar constancia de su consentimiento
informado y consciente.
Obtención: el cirujano responsable debe conocer el tipo de tejidos que el banco requiere. Por
otro lado, la extracción quirúrgica de los tejidos representa el primer peldaño en el riesgo de
contaminación microbiológica, por lo que debe tomarse especial precaución en relación con
las siguientes circunstancias: obtención previa de órganos; causa de la muerte, y tiempo
entre ésta y la obtención del tejido, si se trata de personas fallecidas; y, en todos los casos,
composición del equipo quirúrgico (número de miembros y experiencia) y tipos de tejidos a
extraer. En cualquier caso, es necesario disponer de muestras representativas para detectar
eventuales contaminaciones.
Pruebas analíticas: hay que establecer el tipo de muestras que se va a remitir al laboratorio y
las diferentes determinaciones que se van a efectuar sobre las mismas, dirigidas, por un lado,
a evitar el riesgo de transmisión de enfermedades y, por otro, a asegurar la idoneidad del
tejido. También hay que contemplar la reglamentaria conservación de una seroteca, para la
realización de pruebas adicionales, llegado el caso.
Envío al banco: el tejido debe ser remitido desde el lugar de obtención en condiciones
adecuadas para evitar su deterioro y el riesgo de contaminación.
Una vez en el banco, la primera medida es comprobar que la recepción del envío se adecua a
los requisitos establecidos. Hay que asegurar la continuidad del sistema de calidad a lo largo del
proceso:
• Control microbiológico: la manipulación del tejido en el banco supone una nueva
posibilidad de riesgo en lo que a la contaminación respecta, lo que exige la necesidad de
tomar muestras para cultivo de bacterias y hongos. Hay que tener presente que la
congelación no es un sistema de esterilización, incluso se ha descrito la contaminación
cruzada mediadas por el nitrógeno líquido utilizado en los tanques de conservación.
• Integridad tisular y viabilidad celular (en aquellos tejidos y suspensiones celulares en los
que la presencia de elementos formes funcionales es determinante) tanto a tras su llegada al
banco como después del almacenamiento.
• Límites de tolerancia en la utilización de sustancias crioprotectoras: se sabe que los
compuestos empleados para reducir el daño criogénico pueden tener efectos adversos sobre
las células de los tejidos, pero también es cierto que requieren de unas condiciones mínimas
para penetrar en las células y ejercer su efecto protector.
• Protocolos de procesamiento debidamente validados: desinfección, esterilización,
congelación, liofilización, cultivo, almacenamiento y distribución.
• Períodos de caducidad: dependiendo de las condiciones de conservación, especialmente en
lo que a la temperatura se refiere, se establece el tiempo durante el cual se considera que el
tejido se encuentra en condiciones óptimas.
• Distribución: condiciones de envío al centro hospitalario de trasplante: hay que asegurar que
el tejido llega al destino sin que haya sufrido merma significativa de las propiedades que lo
hacen útil para trasplante.
En cuanto al trasplante, este acto quirúrgico representa la culminación de todo el proceso
que se inició con la detección del donante y es la razón esencial de la existencia de los bancos de
tejidos, por lo que la continuidad en el sistema de calidad se mantiene a este nivel:
Taller Técnico
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De nuevo el consentimiento informado y consciente, ahora por parte del paciente (o su
representante legal), resulta estrictamente necesario.
El cirujano que va a realizar el trasplante es el responsable de finalizar el control de calidad
del producto antes de su uso quirúrgico. El seguimiento de su evolución clínica será el que
determine la idoneidad del servicio prestado. El conocimiento de estos resultados es de gran
trascendencia para el banco a la hora de asegurar la mejor calidad.
No es infrecuente que en los centros hospitalarios se realicen determinaciones analíticas a
los pacientes receptores, del mismo tipo que las propuestas para los donantes. En cualquier
caso, también es una práctica extendida que los bancos de tejidos soliciten a los centros
implantadores una muestra de sangre del receptor extraída antes del trasplante, lo que
permite, además, el archivo de una alícuota en la correspondiente seroteca.
El centro de recepción debe disponer de información acerca del envío y el modo en que éste
debe ser manipulado.
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