historia de méxico i - Escuela Nacional de Biblioteconomía y

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HISTORIA DE MÉXICO
I
GUÍA DE LECTURAS
TOMO I
OLGA BONILLA ELIZALDE
Compiladora
HISTORIA DE MÉXICO
I
GUÍA DE LECTURAS
TOMO II
OLGA BONILLA ELIZALDE
Compiladora
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Guía de lecturas
Tomo II
Historia de México
I
Modalidad de Educación Abierta y a
Distancia
Olga Bonilla Elizalde
Compiladora
Secretaría de Educación Pública
Subsecretaría de Educación Superior e
Investigación Científica
Dirección General de Educación Superior
Escuela Nacional de Biblioteconomía y
Archivonomía
México 2001
Secretaría de Educación Pública
Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica
Dirección General de Educación Superior
Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía
Historia de México I
(Serie guías de autoaprendizaje, 36)
Modalidad de Educación Abierta y a Distancia
Primera edición 2001
ISBN 970-18-4241-3
ISBN 970-18-4243-X
Impreso en México
Copyright MMI
Scanneo: Beatriz Susana Bautista Rojas
Diseño editorial: Ivonne Bautista Carmona
Martha Patricia Rivera Hernández
ÍNDICE
Historia ¿para qué? Carlos Pereyra.........................................................................................
7
La historia y el historiador. Enrique Florescano.................................................................
9
Introducción a la filosofía de la historia. W. H. Walsh.......................................................
47
Arqueología Mexicana Vol. I No. 1 "El México Antiguo".................................................
61
Arqueología Mexicana Vol. I No. 2 "El México Antiguo"................................................
71
Arqueología Mexicana Vol. V No. 28 "El ppolom mercaderillo o
regatón.............................................................................................................................................
81
La civilización maya. Sylvanus G. Morley..............................................................................
91
Arqueología Mexicana Vol. III No. 15 "Sociedades y costumbres nahuas
antes de la conquista....................................................................................................................
117
Arqueología Mexicana Vol. III No. 15 "La triple alianza" ................................................
127
Las relaciones Iglesia-Estado durante el Segundo Imperio. Patricia
Galeana de Valadés.......................................................................................................................
135
Estudios de historia Novohispana...........................................................................................
173
Economía y política en la historia de México. Manuel López
Gallo...................................................................................................................................................
211
Guía de lecturas
6
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Historia ¿para qué? Carlos Pereyra et. al. s.XXI editores. p.1124
7
Guía de lecturas
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Historia de México I
HISTORIA, ¿PARA QUÉ?
Carlos Pereyra
Cuando se interroga por la finalidad de la investigación histórica quedan planteadas cuestiones
cuya conexión íntima no autoriza a confundirlas. La pregunta ¿historia para qué? pone a debate
de manera explícita el problema de la función o utilidad del saber histórico. Sin embargo, como lo
vio acertadamente Marc Bloch, con tal pregunta también se abre el asunto de la legitimidad de
ese saber. Se recordará el comienzo de la Apologie pour I’histoire: «‘Papá, explícame para qué
sirve la historia’, pedía hace algunos años a su padre, que era historiador, un muchachito allegado
mío.. . algunos pensarán, sin duda, que es una fórmula ingenua; a mí, por el contrario, me parece
del todo pertinente. El problema que plantea... es nada menos que el de la legitimidad de la
historia.1 Se trata de cuestiones vinculadas pero discernibles: unos son los criterios conforme a
los cuales el saber histórico prueba su legitimidad teórica y otros, de naturaleza diferente, son los
rasgos en cuya virtud este saber desempeña cierta función y resulta útil más allá del plano
cognoscitivo. Por ello aclara Bloch párrafos adelante que «el problema de la utilidad de la historia,
en sentido estricto, en el sentido ‘pragmático’ de la palabra útil, no se confunde con el de su
legitimidad, propiamente intelectual».
No siempre se mantiene con rigor la distinción entre legitimidad y utilidad; nada hay de extraño en
ello pues desde antiguo ambas aparecen entremezcladas. En las primeras páginas de la Guerra
del Peloponeso, Tucídides escribe: «aquellos que quisieren saber la verdad de las cosas pasadas
y por ellas juzgar y saber otras tales y semejantes que podrán suceder en adelante, hallarán útil
y provechosa mi historia; porque mi intención no es componer farsa o comedia que dé placer por
un rato, sino una historia provechosa que dure para siempre». Este pasaje muestra hasta qué
grado estaba convencido Tucídides de que su intención (elaborar una historia provechosa) se
realizaría en la medida en que la investigación permitiera «saber la verdad de las cosas pasadas».
En este caso verdad y utilidad son mutuamente correspondientes porque se parte del supuesto
de que el conocimiento de ciertos fenómenos constituye una guía para comportarse cuando ocurran
de nuevo cosas semejantes. Una larga tradición encuentra el sentido de la investigación histórica
en su capacidad para producir resultados que operen como guía para la acción.
La eficacia del discurso histórico (como, en general, de las distintas formas del discurso científico)
no se reduce a su función de conocimiento: posee también una función social cuyas modalidades
no son exclusiva ni primordialmente de carácter teórico. Sin ninguna duda, pues, el estudio del
movimiento de la sociedad, más allá de la validez o legitimidad de los conocimientos que genera,
acarrea consecuencias diversas para las confrontaciones y luchas del presente. No hay discurso
histórico cuya eficacia sea puramente cognoscitiva; todo discurso histórico interviene (se inscribe)
en una determinada realidad social donde es más o menos útil para las distintas fuerzas en
pugna. Ello no conduce, sin embargo, a medir con el mismo rasero las cualidades teóricas de un
discurso histórico (su legitimidad) y su funcionamiento en el debate social: su utilidad ideológicopolítica no es una magnitud directamente proporcional a su validez teórica. Es preciso no incurrir,
como lo advierte Hobsbawm, en la «confusión que se hace entre las motivaciones ideológicas o
políticas de la investigación o de su utilización y su valor científico».2
La tendencia a identificar utilidad y legitimidad del discurso histórico tiene con frecuencia su origen
en la idea de que la historia sigue un curso ineluctable: los historiadores procuran entonces formular
1 Marc Bloch, Introducción a la historia, México, Fondo de Cultura Económica. 1972
2. Eric J. Hobsbawm, «De la historia social a la historia de la sociedad», en Tendencias actuales de la historia social
y demográfica, México, SepSetentas, 1976.
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Guía de lecturas
reglas de conducta -en los comienzos, por ejemplo, de esta disciplina en Grecia y Roma- porque
se presupone la repetición del proceso conforme a ciertas pautas establecidas de una vez por
todas. La confianza en que hay una vinculación directa e inmediata entre conocimiento y acción
se apoya en la creencia de que la comprensión del pasado otorga pleno manejo de la situación
actual: de ahí el peculiar carácter pragmático de la indagación histórica tradicional. Esa identificación
también se origina a veces en el convencimiento de que unos u otros grupos sociales extraen
provecho de la interpretación histórica y de que, en este sentido, la captación intelectual del
pasado desempeña cierto papel en la coyuntura social dada. Debiera ser claro, sin embargo, que
el provecho extraído es independiente de la validez del relato en cuestión; utilidad y legitimidad no
son, en consecuencia, magnitudes equivalentes.
Se puede convenir, por tanto, con el modo en que Bloch plantea el asunto: «¿qué es justamente
lo que legitima un esfuerzo intelectual? Me imaginé que nadie se atrevería hoy a decir, con los
positivistas de estricta observancia, que el valor de una investigación se mide, en todo y por todo,
según su aptitud para servir a la acción... aunque la historia fuera eternamente indiferente al
homo faber o al homo politicus, bastaría para su defensa que se reconociera su necesidad para
el pleno desarrollo del homo sapiens.» Tal vez sea preferible decirlo en otros términos: sin negar,
por supuesto, el impacto de la historia que se escribe en la historia que se hace, la apropiación
cognoscitiva del pasado es un objetivo válido por sí mismo o, mejor todavía, la utilización (siempre
presente) ideológico-política del saber histórico no anula la significación de éste ni le confiere su
único sentido. La utilidad del discurso histórico no desvirtúa su legitimidad, es cierto, pero ésta no
se reduce a aquélla.
No obstante, al parecer hay cierto apresuramiento en la opinión de Bloch según la cual nadie se
atrevería hoy a decir que el valor de una investigación se mide según su aptitud para servir a la
acción». Chesneaux, por ejemplo, se atreve y, más aún, encuentra en esa tesis de Bloch un
ejemplo del intelectualismo profundamente arraigado en los historiadores de oficio quienes
distinguirían, según este reproche, entre la historia-asunto de los políticos y la historia a cargo de
los historiadores. El argumento de autoridad que ofrece Chesneaux a favor de su posición es tan
inconsistente como son siempre los argumentos de esta índole. «Marx no consideró jamás el
estudio del pasado como una actividad intelectual en sí, que tuviera su fin en sí misma ` enraizada
en una zona autónoma del conocimiento... lo que contaba para él era pensar históricamente,
políticamente... el estudio del pasado no era para Marx indispensable sino al servicio del presente...
su opción era política: el conocimiento profundo y sistemático del pasado no constituye un fin en
sí mismo. Marx no era un ‘historiador marxista’, pero sí ciertamente un intelectual revolucionario»3
No hace falta colocarse en una endeble posición intelectualista para advertir que la perspectiva
del intelectual revolucionario no agota la razón de ser de la investigación histórica.
En efecto, frente a quienes suponen (con base en una confusa noción de objetividad donde ésta
se vuelve sinónima de neutralidad ideológica) que la única posibilidad de conocimientos objetivos
en el ámbito de la historia está dada por el confinamiento de la investigación en un reducto ajeno
a la confrontación social, es imprescindible recordar el fracaso del proyecto teórico encandilado
con la tarea ilusoria de narrar lo sucedido wie es eigentlich gewesen ist. Ranke tuvo motivos
suficientes para reaccionar a mediados del siglo pasado contra la tradicional historia moralista y
pedagógica, apostando a favor de un programa ceñido a contar lo que realmente aconteció. Es
claro, sin embargo, que no hay descripción (ni siquiera observación) posible fuera de un campo
problemático y de un aparato teórico, los cuales se estructuran en un espacio en cuya delimitación
3 Jean Chesneaux, ¿Hacemos tabla rasa del pasado? México, Siglo XXI, 1977.
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Historia de México I
intervienen también las perspectivas ideológicas. La confianza ingenua en la lectura pura de los
documentos y en el ordenamiento aséptico de los datos fue tan sólo un estadio pasajero en la
formación de la ciencia histórica. Se vuelve cada vez más insostenible la pretensión de desvincular
la historia en la que se participa y se toma posición de la historia que se investiga y se escribe. En
definitiva, Ia función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo
y comprenderlo, como clave para la comprensión del presente.4
Ahora bien, el énfasis requerido para salirle al paso a las actitudes farisaicas inclinadas a elaborar
un discurso histórico pretendidamente aislado de la vida social en curso, no tiene por qué conducir
al esquema reduccionista según el cual todo el sentido del conocimiento histórico está supeditado
a las urgencias ideológico-políticas más inmediatas. El academicismo cree encontrar en la doctrina
de la neutralidad ideológica un refugio para preservar el saber contra los conflictos y vicisitudes
del momento y, en rigor, sólo consigue mutilar la reflexión arrancándole sus vasos comunicantes
con la principal fuente de estímulo intelectual: termina, a fin de cuentas, por asumir de manera
vergonzante las formas ideológicas más chatas y reblandecidas. Lucien Febvre se burla con
razón de esta actitud: «demasiados historiadores, bien formados y conscientes (eso es lo peor) ...
hacen historia de la misma manera que tapizaban sus abuelas. Al puntillo. Son aplicados. Pero si
se les pregunta el porqué de todo ese trabajo, lo mejor que saben responder, con una sonrisa
infantil, es la cándida frase del viejo Ranke: ‘para saber exactamente cómo pasó’. Con todo
detalle, naturalmente.» 5 El rechazo de la historia como mero afán de curiosidades no autoriza,
sin embargo, a diluir su función cognoscitiva en la vorágine de las luchas sociales.
Ya se sabe dónde suele desembocar la reflexión presidida por la idea -según la fórmula empleada
por Chesneaux- de que "el estudio del pasado no es indispensable sino al servicio del presente".
Cuando se disuelve por completo la lógica propia del discurso histórico en los zigzagueos de la
opción política inmediata, entonces no pueden extrañar ocultamientos, silencios y deformaciones:
elementos triviales de información se vuelven tabú (el papel de Trotski en la Revolución rusa, por
ejemplo), áreas enteras del proceso social se convierten en zonas prohibidas a la investigación,
falsedades burdas pasan por verdades evidentes de suyo, etc. El hecho de que el saber histórico
está siempre y en todo caso conformado también por la lucha de clases, ya que «la ciencia se
hace en la vida misma y por gentes que trabajan en ese momento ... está ligada a través de mil
sutilezas y complicados lazos a todas las actividades divergentes de los hombres» (Febvre), no
basta para simplificar las cosas y abogar por una historia convertida en apologética de una
plataforma ideológica circunstancial como ocurre sin remedio allí donde la función cognoscitiva
de la práctica teórica es anulada en aras de su función social en una coyuntura dada.
II
Durante largo tiempo la historia fue concebida como si su tarea consistiera apenas en mantener
vivo el recuerdo de acontecimientos memorables según criterios que variaron en las distintas
formaciones culturales. La función de esta disciplina se limitó primeramente a conservar en la
memoria social un conocimiento perdurable de sucesos decisivos para la cohesión de la sociedad,
la legitimación de sus gobernantes, el funcionamiento de las instituciones políticas y eclesiásticas
así como de los valores y símbolos populares: el saber histórico giraba alrededor de ciertas
imágenes con capacidad de garantizar una (in) formación compartida. Casi desde el principio la
historia fue vista también como una colección de hechos ejemplares y de situaciones paradigmáticas
cuya comprensión prepara a los individuos para la vida colectiva. De ahí la antigua tendencia, ya
4 E. H. Carr, ¿Qué es la historia?, Barcelona, Seix Barral, 1969.
5 L. Febvre, Combates por la historia, Barcelona, Ariel, 1970.
11
Guía de lecturas
mencionada, a solicitar de la historia que guíe nuestra acción. A finales del siglo pasado, sin
embargo, ya aparecía como ilusión pasada de moda creer que la historia proporciona enseñanzas
prácticas para guiarse en la vida (historia magistra vitae), lecciones de inmediato provecho para
individuos y sociedades. Las condiciones en que se producen los actos humanos son raras veces
suficientemente semejantes de un modo a otro para que las Iecciones de la historia’ puedan ser
aplicadas directamente.» 6
Si bien, para indicar algunos nombres, Polibio y Plutarco escribieron a fin de enseñar, con el
ánimo de ofrecer soluciones a las necesidades prácticas de las generaciones posteriores, esa
idea pedagógica de la historia dio paso a otra concepción centrada en el supuesto básico de que
la historia posibilita la comprensión del presente «en tanto -como lo formulan Langlois y Seignobosexplica los orígenes del actual estado de cosas». En efecto, puesto que toda situación social es
resultado de un proceso, ningún conocimiento de tal situación puede producirse al margen del
estudio de sus fases de formación: el conocimiento de las circunstancias a partir de las cuales se
gesta una coyuntura histórica es indispensable para captar las peculiaridades de ésta. Las entidades
y fenómenos que se pueden discernir en el movimiento de la sociedad constituyen una realidad
caracterizable en términos de proceso y sistema. En tal sentido parece incuestionable una respuesta
que se incline a favor de la primera opción en la alternativa presentada por Bloch: «¿habrá que
considerar el conocimiento del período más antiguo como necesario o superfluo para el
conocimiento del más reciente?»
Se estaría tentado a creer que superflua es la pregunta misma por cuanto es impensable la
inteligibilidad de un momento histórico fuera de los lazos que lo vinculan con los momentos
precedentes. Sin embargo, los excesos del evolucionismo obligan a matizar la cuestión. Por ello
afirma Marx que la estructura anatómica del hombre es la clave de la disposición orgánica del
mono y no al revés como sería más fácil suponer. Dos planteamientos aparecen implicados en
esta indicación: uno refiere al hecho de que en un nivel de complejidad no se encuentran los
elementos suficientes para explicar un plano de mayor complejidad y otro subraya que la génesis
de una realidad no basta para explicar su funcionamiento. Se entiende, en consecuencia, por qué
formula Bloch ese interrogante así como su reacción contra el mito de los orígenes. «La explicación
de lo más próximo por lo más lejano ha dominado a menudo nuestros estudios... este ídolo de la
tribu de los historiadores tiene un nombre: la obsesión de los orígenes ... en el vocabulario corriente
los orígenes son un comienzo que explica. Peor aún: que basta para explicar. Ahí radica la
ambigüedad, ahí está el peligro.» Si bien para todo fenómeno social el conocimiento de sus
orígenes es un momento imprescindible del análisis y un componente irrenunciable de la
explicación, ésta no se agota aquí: saber cómo algo llegó a ser lo que es no supone todavía reunir
los elementos suficientes para explicar su organización actual.
Ninguna respuesta a las preguntas que hoy pueden formularse respecto a la situación presente
es posible en ausencia del saber histórico. Mientras más confusa y caótica aparece una coyuntura
dada, como es el caso de ésta que se vive a comienzos de los años ochenta, más contundente es
el peso de la investigación histórica en el esfuerzo por despejar tales caos y confusión. Guardar
distancia conveniente para no extraviarse en la obsesión de los orígenes, no impide admitir que
sólo es posible orientarse en las complicaciones del período contemporáneo a partir del más
amplio conocimiento del proceso que condujo al mundo tal y como hoy es. Quienes participan en
la historia que hoy se hace están colocados en mejor perspectiva para intervenir en su época
cuanto mayor es la comprensión de su origen. Planteada así la función central de la historia,
6 C. V. Langlois y C. Seignobos, Introducción a los estudios históricos, Buenos Aires, La Pléyade, 1972.
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Historia de México I
resulta claro que el estudio de los últimos cien años tiene más repercusiones que el de los siglos
y milenios anteriores. Sin embargo, con más frecuencia de lo que pudiera creerse en primera
instancia, aspectos fundamentales de la forma actual de la sociedad se entienden con base en
factores de un pasado más o menos lejano. Tal vez por ello no tiene ningún empacho Febvre en
escribir: «yo defino gustosamente la historia como una necesidad de la humanidad -la necesidad
que experimenta cada grupo humano, en cada momento de su evolución, de buscar y dar valor
en el pasado a los hechos, los acontecimientos, las tendencias que preparan el tiempo presente,
que permiten comprenderlo y que ayudan a vivirlo».
El impacto de la historia no se localiza solamente, por supuesto, en el plano discursivo de la
comprensión del proceso social en curso. Antes que nada impregna la práctica misma de los
agentes, quienes actúan en uno u otro sentido según el esquema que la historia les ha conformado
del movimiento de la sociedad. La actuación de esos agentes está decidida, entre otras cosas,
por su visión del pasado de la comunidad a la que pertenecen y de la humanidad en su conjunto.
Los grupos sociales procuran las soluciones que su idea de la historia les sugiere para las
dificultades y conflictos que enfrentan en cada caso. Por ello el saber histórico no ocupa en la vida
social un espacio determinado sólo por consideraciones culturales abstractas sino también por el
juego concreto de enfrentamientos y antagonismos entre clases y naciones. Pocas modalidades
del saber desempeñan un papel tan definitivo en la reproducción o transformación del sistema
establecido de relaciones sociales. Las formas que adopta la enseñanza de la historia en los
niveles de escolaridad básica y media, la difusión de cierto saber histórico a través de los medios
de comunicación masiva, la inculcación exaltada de unas cuantas recetas generales, el
aprovechamiento mediante actos conmemorativos oficiales de los pasados triunfos y conquistas
populares, etc., son pruebas de la utilización ideológico-política de la historia. «Nuestro conocimiento
del pasado es un factor activo del movimiento de la sociedad, es lo que se ventila en las luchas
Políticas e ideológicas, una zona violentamente disputada. El pasado, el conocimiento histórico
pueden funcionar al servicio del conservatismo social o al servicio de las luchas populares. La
historia penetra en la lucha de clases; jamás es neutral, jamás permanece al margen de la
contienda» (Chesneaux).
No es frecuente encontrar entre los historiadores una sensibilidad perceptiva de las implicaciones
que tiene su actividad profesional en la vida social y política. Todo ocurre como si la evidencia
empírica respecto a la omnipresencia del saber histórico en la vida cotidiana representara para la
mayoría de los historiadores un motivo adicional que empuja a buscar el deslinde entre las
preocupaciones académicas y las vicisitudes del contexto social. Sin embargo, tanto las clases
dominantes en las diversas sociedades como los grupos políticos responsables del poder estatal,
suelen invocar el pasado como fuente de sus privilegios. De ahí que, como sucede con muy
pocas modalidades del discurso teórico, la historia es sometida a una intensa explotación ideológica.
Si entre las cuestiones básicas a plantear, Pierre Vilar incluye «1° ¿cuál fue, cuál es el papel
histórico de la historia como ideología? 2° ¿cuál es va, cuál podría ser el papel de la historia como
ciencia?»,7 ello se debe a que, en efecto, la historia se emplea de manera sistemática como uno
de los instrumentos de mayor eficacia para crear las condiciones ideológico-culturales que facilitan
el mantenimiento de las relaciones de dominación.
El papel de la historia como ideología se eleva como obstáculo formidable para la realización del
papel de la historia como ciencia. Aunque todas las formas del saber se desarrollan ligadas a
resortes ideológicos que intervienen con vigor en la selección de temas y enfoques como en la
utilización posterior de los conocimientos, en el caso de la historia la intervención de esos resortes
7 Pierre Vilar, Historia marxista, historia en construcción, Barcelona, Anagrama, 1974.
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Guía de lecturas
ha sido decisiva. No se trata, claro está, de afirmar que la mera presencia de mecanismos
ideológicos invalida por sí misma la producción de conocimientos y anula la posibilidad de explicar
el proceso social, pero sí de admitir que la elaboración de una imagen del pasado está demasiado
configurada por los intereses dominantes en la sociedad. El Estado, por ejemplo, dispone de
numerosos canales mediante los cuales impone una versión del movimiento social idónea para la
preservación del poder politico. «El control del pasado -escribe Chesneaux- y de la memoria
colectiva por el aparato de Estado actúa sobre las ‘fuentes’. Muy a menudo, tiene el carácter de
una retención en la fuente... secreto de los archivos, cuando no destrucción de los materiales
embarazosos. Este control estatal da por resultado que lienzos enteros de la historia del mundo
no subsistan sino por lo que de ellos han dicho o -permitido decir los opresores ... la ocultación es
uno de los procedimientos más corrientes en este dispositivo de control del pasado por el poder.
El pasado es un importuno del que hay que desembarazarse.» Así pues es tarea de la investigación
histórica recuperar el movimiento global de la sociedad, producir conocimientos que pongan en
crisis las versiones ritualizadas del pasado y enriquecer el campo temático incorporando las
cuestiones suscitadas desde la perspectiva ideológica del bloque social dominado.
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Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
La historia y el historiador. Enrique Florescano, FCE, Fondo
2000. 91p.
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Guía de lecturas
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Historia de México I
La Historia y el historiador
Advertencia
Los tres ensayos reunidos en este librito tocan temas que han atraído el interés de un público muy
amplio desde tiempos remotos: ¿Cómo nació el relato histórico? ¿Para qué se escribe la historia?
¿Cuáles son las características que distinguen a la indagación del pasado?
El primero, «De la memoria del poder a la historia como explicación», es un recuento mínimo del
desarrollo de la narración histórica, desde sus lejanos orígenes como memoria del poder, hasta
su situación presente, como análisis crítico de los proceso que tejen y contruyen la experiencia
humana. El segundo, «Breve incursión a los sótanos del oficio», es una revisión poco usual de las
condiciones sociales e institucionales que intervienen en la producción de las obras históricas. El
último, "La función social del historiador», intenta resumir los variados cometidos sociales que
hacen del relato histórico una lectura inevitable para los curiosos que se siguen preguntando:
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cuáles fueron nuestros orígenes?
E. F.
Cambridge, enero de 1997
De la memoria del poder a la historia como explicación*
HISTORIA PARA SANCIONAR EL PRESENTE
En la medida en que la reconstrucción del pasado es una operación que se hace desde el presente,
es natural que los intereses que más pesan en ese momento participen en la recuperación del
pasado. Cada vez que un movimiento político impone su dominio en una sociedad, su triunfo se
vuelve la medida de lo histórico; domina el presente, comienza a determinar el futuro y reordena
el pasado: define qué recuperar del inmenso pasado y el para qué -de esa recuperación. Así,
desde los tiempos más remotos, la inquisición acerca del pasado, antes que científica, ha sido
política: una recuperación selectiva del pasado, adecuada a los intereses del presente, para
obrar sobre el porvenir.
La reconstrucción pragmática del pasado es tan antigua como la historia del hombre y se ha
prolongado hasta los tiempos recientes. Los individuos y los pueblos acuden al pasado para
exorcizar el fluir corrosivo del tiempo sobre las creaciones humanas; para tejer solidaridades
fundadas en orígenes comunes; para demarcar la posesión de un territorio; para afirmar identidades
nacidas de tradiciones remotas; para sancionar el poder establecido; para respaldar, con el prestigio
del pasado, vindicaciones del presente; para construir una patria o una nación fundadas en un
pasado compartido; o para darle sustento a proyectos disparados hacia el futuro.1 Los primeros
testimonios que los seres humanos dejaron a la posteridad, son memorias del poder: genealogías
de reyes y gobernantes, monumentos que magnifican entronizaciones de reyes, o anales que
* Este ensayo se publicó en la obra colectiva Historia. ¿Para qué?, México, Siglo XXI Editores, 1980, pp. 91-127.
Recoge las concepciones acerca de la investigación histórica prevalecientes en la década anterior, y resume las
caracteristicas de las principales corrientes de investigación.
1 Véanse varios ejemplos de esta tradición en J. H. Plumb, La muerte del pasado, Barcelona, Barral, 1974,
particularmente el capítulo titulado "La sanción del pasado", pp. 17-52; y también Bernard Lewis, La historia
recordada, rescatada, inventada, México, Fondo de Cultura Económica, 1979.
17
Guía de lecturas
consignan la historia de la familia gobernante. Cumplían la doble tarea de sancionar el poder
establecido, y de imponer a las generaciones venideras el culto ritualizado de esa memoria.
Aun cuando los autores de estas recuperaciones manifestaron su propósito de relatar hechos
verdaderos, no invirtieron mucho tiempo en establecer la autenticidad de sus fuentes. Sin embargo, a menudo sus relatos fueron capaces de enterrar una tradición e imponer una nueva
versión del pasado (como en el caso de la iglesia cristiana en el Medievo, o de las revoluciones
mexicana y soviética a principios del siglo xx), apoyándose en toda suerte de hechos verídicos,
aduciendo testimonios espurios, recuperando tradiciones reprimidas y omitiendo hechos
importantes. En estos casos, el fundamento de la nueva versión del pasado no se sustentó en la
autenticidad de los test¡monios aducidos o en la fuerza de la explicación. Más bien esa versión
del pasado fue impuesta por las mismas fuerzas sociales que modificaron el desarrollo histórico.
Más tarde se volvió la explicación histórica dominante gracias al control que el grupo en el poder
ejercía en los medios de difusión. Obtuvo legitimidad porque los grupos sociales que participaron
en la contienda vieron en esa recuperación del pasado una explicación de sus aspiraciones y una
interpretación de acciones hasta entonces confusas o inconexas. Perdió credibilidad en la medida
en que las versiones de nuevos grupos sociales erosionaron su monopolio y filtraron otras
interpretaciones que contradecían o superaban la establecida.
Si para los poderosos la reconstrucción del pasado ha sido un instrumento de dominación, para
los oprimidos la recuperación del pasado ha servido corno hilo afirmador de su identidad y como
fuerza emotiva que mantiene vivas sus aspiraciones de independencia y liberación. Las guerras
entre las grandes potencias políticas, entre éstas y las naciones pequeñas, la lucha de clases en
el ámbito nacional, las acciones de conquista y dominación colonial, la opresión de minorías
étnicas o religiosas, todos estos conflictos han sido revitalizadores de la imaginación histórica y
creadores de versiones contradictorias del pasado.
En los tiempos en que chocan dos o más interpretaciones del pasado, se agudiza la sensibilidad
de lo histórico: grupos, clases y naciones intentan fundamentar con mayor ansiedad sus raíces.
Los protagonistas de esos momentos críticos redoblan entonces la búsqueda de testimonios para
fortalecer los intereses propios y destruir los del contrario. En los tiempos en que se lucha
simultáneamente por el presente y el pasado, surge también la crítica histórica, la revisión de los
testimonios en que se funda la interpretación propia y la antagónica. La época en que el cristianismo
comenzó a suplantar al paganismo como religión estatal (siglos III y IV), los años de la Reforma y
la Contrarreforma, o las décadas de crisis política que van del siglo XVIII a fines del siglo XIX,
fueron tiempos en que el pasado dejó de ser uno para convertirse en múltiple. Entonces la colisión
entre distintos pasados y proyectos políticos provocó el descubrimiento de interpretaciones
diferentes de lo acontecido, la exhumación de nuevos testimonios o el reavivamiento de antiguas
tradiciones históricas, y un proceso lento y controvertido de asirnilación del pasado extraño en el
pasado conocido.2
En Europa, la coexistencia contradictoria de varios pasados desde el siglo XVI en adelante (la
antigüedad pagana, el pasado cristiano, los extraños pasados que el descubrimiento y la conquista
de los pueblos de América introdujeron en el presente europeo), amplió las dimensiones de lo
2 Véase, por ejemplo, A. Momigliano (comp.), The Conflict between Paganism and Christianity in the Four Century,
Oxford, 1963. A los historiadores cristianos que mantenían una interpretación del desarrollo histórico a la vez
excluyente y universal, este conflicto los obligó a ensayar una nueva forma de historia, asentada en "Ia fe en las
pruebas documentales y la conciencia de que había una interpretación distinta -la pagana- que era necesario
refutar". Véase J. H. Plumb, op. cit., pp. 96-97; también R. R, Bolgar, The Classical Heritage and its Beneficiaries,
Cambridge, 1954.
18
Historia de México I
histórico. Nacieron entonces nuevas técnicas para analizar la autenticidad de las distintas
tradiciones y brotaron otras preguntas acerca del sentido de esos extraños desarrollos históricos.
Aun cuando la reconstrucción del pasado siguió teñida de un sentido pragmático y político, a
partir de la llustracíón el interés por el pasado empieza a ser inducido por el por qué. No bastaba
ya conocer los hechos y describirlos; era necesario comprender el sentido del desarrollo humano,
indagar el por qué de sus mutaciones, y explicar por qué se desarrollaban y decaían las
civilizaciones. La primera gran obra de la historiograria moderna, The Decline and Fall of the
Roman Empire de Edward Gibbon, nace de estas nuevas preguntas y ante la presencia turbadora
de dos legados, la antigüedad pagana y el cristianismo.
Estaba en Roma —dice Gibbon en su Autobiografía—, el 15 de octubre de 1764, cavilando
entre las ruinas del Capitolio mientras los frailes descalzos cantaban vísperas en el templo
de Júpiter... cuando me vino por primera vez a la imaginación la idea de escribir sobre la
decadencia y caída de la ciudad.3
La tensión que se instala en el desarrollo de México a partir de la conquista, surge también de la
presencia de dos pasados que chocan y luego coexisten largamente, sin que uno logre absorber
al otro. Sorprendido por la extraña cultura de los antiguos mexicanos, el fraile franciscano Bemardino
de Sahagún emprendió, a mediados del siglo XVI, la más vasta empresa de rescate histórico y
etnográfico de los tiempos modernos. Su admirable entrega a esa tarea culminó en una imagen
grandiosa del pasado nahua, que en esos años comenzó a diluirse ante sus propios ojos.4 Pero
esta riquísima indagación, que recogía minuciosamente la antigüedad nativa apoyándose en la
información proporcionada por los mismos indígenas, fue pri mero desalentada y luego prohibida
por la monarquía española. Desde entonces, en lugar de la reconstrucción y transmisión del
pasado indígena, se impuso la memoria de los hechos del vencedor: crónicas e historias de la
conquista, hagiografías de los frailes evangelizadores, crónicas de las órdenes religiosas... La
historia de los pueblos mesoamericanos se trasmutó en historia de la dominación española.
Dos siglos más tarde, cuando ya se había destruido la alta cultura indígena y sólo subsistía la
cultura de los campesinos oprimidos, resurgió brillantemente el olvidado esplendor indígena en la
Historia antigua de México del jesuita Francisco Javier Clavijero. Enciclopedia razonada de los
conocimientos del México antiguo, apología de la pasada grandeza indígena, alegato anticolonial
y afirmación de la independencia intelectual americana, la Historia de Clavijero es también la obra
que fundamenta la conciencia de clase criolla frente a los españoles.5 Para los criollos y mestizos
excluidos del poder, el rescate del pasado prehispánico que realiza Clavijero se convierte en
memoria de su presente y en apoyo de sus reivindicaciones políticas. Desde entonces la patria
criolla tiene un pasado noble y prestigioso, que los criollos asumen como propio, sin vincularlo a
los sobrevivientes indígenas. Quienes tienen conciencia de ese pasado y están convencidos de
que por derecho de nacimiento les corrresponde disfrutar las riquezas que colman a su patria,
son los criollos, que mediante el rescate del pasado indígena incorporan también a su patrimonio
la legitimidad de los vencidos: en adelante serán los miembros de la élite criolla quienes reclamen
el derecho a dirigir el destino del país.
3 Autobiografía, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949, p. 113. Cursivas mías.
4 Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, edición de Ángel María Garibay, México,
Porrúa, 1956; y del mismo Sahagún, Códice Florentino, edición facsimilar, supervisada por el Archivo General de
la Nación, Florencia, Gionti-Barberá Editores, 1979,3 vols.
5 Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México, México, Ediciones de la Casa Chata, Centro de
Investigaciones Superiores del INAH, 1979, pp. 95-125; y José Emilio Pacheco, "La patria perdida. Notas sobre
Clavijero y la cultura nacional", en Héctor Aguilar Camin et al., En torno a la cultura nacional, México, Instituto
Nacional Indigenista, 1976.
19
Guía de lecturas
Desde la aparición de la obra de Clavijero el uso del pasado dejó de ser monopolio de un solo
grupo para convertirse en presa de todos los que se disputaban el poder. La apropiación del
pasado indígena por los criollos y mestizos señala, en el ámbito político-ideológico, la fractura del
monopolio de la interpretación histórica que hasta entonces había detentado el Estado-Iglesia.
Por otra parte, en el campo de la historiograria, esta obra inició la aparición de diversas y
contradictorias versiones del pasado como consecuencia de la disputa por el poder. En adelante,
la interpretación del pasado no será más una y exclusiva, sino plural y contradictoria. Lo que se
mantendrá constante será la importancia del pasado en la legitimación del poder.
Desde la guerra de Independencia y durante las luchas políticas del siglo XIX, el pasado no cesa
de estar presente en las contiendas que sacuden a la nación. La profunda escisión de los grupos
políticos y su incapacidad para imponer sus programas al conjunto de la sociedad, mantienen a la
nación en vilo, suspendida entre la inestabilidad del presente y la incertidumbre del futuro. En esa
circunstancia el pasado resurgió con tal fuerza que llegó a proponerse como modelo para fundar
los cimientos de la República. En los primeros años de vida independiente, fray Servando Teresa
de Mier y Carlos María de Bustamante propusieron el pasado prehispánico como sustento de la
nacionalidad, con exclusión del colonial. Por su parte, Lucas Alamán, el líder del partido
conservador, vio en la herencia hispánica el baluarte más sólido de la nación y sobre ella propuso
construir el futuro de la república, sin participación de la tradición indígena.6
Desde entonces, la oposición irreductible entre ambos pasados y la imposibilidad política de
absorberlos en un tronco común, introdujo en el país una contradicción fundamental. Los liberales,
triunfadores de la contienda en que se dirimió el futuro del país, crearon el moderno Estado
mexicano y sus leyes constitutivas, derrotaron a los conservadores y a sus aliados imperialistas,
se empeñaron en crear una sociedad secular distanciada de la Iglesia, y simultáneamente
descartaron al pasado prehispánico y al colonial como sustentos de la nación que deseaban
construir. En lugar de asumir el país indígena y campesino que habían heredado, soñaron en
crear una nación poblada por ciudadanos blancos y asentada en la industria. Y en lugar de la
sociedad oligárquica recogida en los valores hispánicos, promovieron la formación de una sociedad
de iguales, un proyecto que chocó con la profunda desigualdad étnica, cultural, social y económica
que dividía al país. Vieron en ambos pasados un lastre para la «regeneración» social que deseaban,
y optaron por el modelo de nacion propio de los países industriales de Europa y del vecino del
norte.
La Revolución de 1910 sorprendió a los políticos del Porfiriato concentrados en la modernización
de la economía y la sociedad, despojando a los campesinos de sus tierras, vinculando al país a la
economía capitalista, imitando los modelos europeos y elaborando las primeras reconstrucciones
históricas que buscaban reconciliar el desgarrado pasado con el tiempo de Ia paz y el progreso».
En México a través de los siglos, la obra cumbre de la historiograrla de la época, por primera vez
el pasado prehispánico y el colonial dejaron de ser antagonistas y fueron presentados como
partes de un proceso evolutivo que culminaba en el radiante presente porfiriano. La obra histórica
se convirtió entonces en la memoria integradora que habría de unificar a un pueblo que había
perdido partes considerables de su pasado en las grandes transformaciones inducidas por los
cambios políticos.
El derrocamiento de Porfirio Díaz y la segunda irrupción masiva de los indígenas y campesinos
en la historia de México, desbarataron la imagen optimista que habían fabricado los historiadores
porfiristas del desarrollo del país. Al mismo tiempo, el ímpetu de la Revolución comenzó a delinear
6 Véase David Brading, Los orígenes del nacionalismo mexicano, México, Era, 1980, pp. 43-52 y 73-82.
20
Historia de México I
una nueva interpretación del pasado. El régimen de la «paz y el progreso» se convirtió en la
dictadura. El pasado colonial recobró los colores oscuros que le habían impuesto los liberales del
siglo XIX. Gran parte del pasado inmediato fue satanizado para justificar el orden político que
intentaba crear la Revolución. Otra porción del pasado resurgió del olvido con brillos insospechados.
En contraposición a los proyectos liberales del siglo XIX, que negaban al indio y proponían como
destino del país la imitación de modelos extranjeros, la Revolución se definió como un movimiento
de búsqueda de la identidad primaria, como el primer rnovimiento nacional que incorporó al indígena
y al campesino en su proyecto histórico. De ahí que las décadas posrevolucionarias contemplen
una continua recuperación del pasado prehispánico, centrada en sus aspectos más deslumbrantes:
arquitectura, escultura, religión, Mitos.7
Así en el transcurso de los siglos, la historiografía mexicana ha recuperado, ocultado, descubierto,
revalorizado, integrado y amputado el pasado, bajo la presión de la lucha política y la conformación
social de la nación. Si no ha sido siempre un instrumento explicativo de los procesos históricos, sí
ha servido para actualizar diversos momentos del pasado en el presente. Estas interpretaciones
divergentes documentan las etapas que recorre la conciencia colectiva para seleccionar, recoger
y aceptar el pasado, y permiten conocer los mecanismos que transforman el pasado en fuerza
modeladora del presente. Su importancia no reside sólo en la infomación que proporcionan sobre
los procesos que describen, cuanto en lo que omiten y resaltan. Es lo que perciben y borran sus
autores lo que otorga a estas obras su importancia como expresiones de la conciencia histórica
de su tiempo. No son únicamente memorias del poder y conciencia deformada de la realidad. En
la medida en que establecen relaciones entre varios acontecimientos y distinguen causas y
resultados, son testimonios de la forma como sus autores desearon que se percibiera la
temporalidad y la causalidad de los acontecimientos: son un registro de las operaciones que
desarrolla el recordador del pasado para apreciar el cambio histórico y grabarlo en su memoria.
HISTORIA
PARA COMPRENDER EL PASADO Y ACTUAR EN EL PRESENTE
Pero ocurre que el pasado, antes que memoria o conciencia histórica, es un proceso real que
determina el presente con independencia de las imágenes que de ese pasado construyen los
actores de la historia. Al revés de la interpretación del pasado, que opera desde el presente, la
historia real rnodela el presente desde atrás, con toda la fuerza de lo histórico: volcando sobre el
presente la carga de las sedimentaciones más antiguas, transmitiendo la herencia de las relaciones
del hombre con la naturaleza, prolongando partes o estructuras completas de sistemas económicos
y formas de organización social y política de otros tiempos, introduciendo en el presente las
experiencias acumuladas por los seres humanos en el pasado.
Sin embargo, el estudio riguroso de la realidad histórica que es producto de la misma acción
humana, apenas comenzó en el siglo XIX. Antes de ese siglo hay un saber histórico, una conciencia
de lo histórico y diversas formas de captar el devenir, pero no una reflexión acerca del por qué de
los hechos históricos, apoyada en procedimientos dirigidos a responder a esa pregunta. En cambio,
desde que aparece la preocupación por explicar por qué los hombres entran en relación entre sí
para transformar. su medio, las preguntas sobre qué ocurrió, cuándo y cómo ocurrió, comenzaron
a transformarse en técnicas rigurosas para ubicar los acontecimientos históricos, establecer su
autenticidad y descubrir sus relaciones.
7 Enrique Florescano, El poder y la lucha por el poder en la historiografía mexicana, México, Cuadernos de Trabajo
del Departarnento de Investigaciones Históricas del INAH, 1980. Este artículo se publicó más tarde en la revista
italiana Nova Americana, núm. 3, Giulio Einaudi Edítore, Turín, 1980, pp. 199-238.
21
Guía de lecturas
El desarrollo de esta comprensión de lo histórico comenzó con la desacralización y racionalización
de los elementos básicos del quehacer humano: cuando se percibió el sentido temporal y terreno
de las acciones humanas; cuando se reconoció el carácter irreversible e irrepetible de lo ocurrido;
cuando se inició el análisis de las relaciones que ligaban a un hecho con otros; desde el momento
en que se impuso la inteligibilidad de los acontecimientos históricos y la necesidad de explicarlos
para comprender su acción en el pasado y aumentar la capacidad de los hombres para dominarlos
en el presente.
Así, desde el momento en que las acciones humanas perdieron el sentido sobrenatural o
providencial que durante mucho tiempo se les había atribuido,8 y fueron consideradas como hechos
profanos que ocurrían en un lugar preciso y en un tiempo determinado, nació la moderna concepción
del devenir como despliegue de la acción del hombre en el tiempo, desde el pasado hacia el
futuro. Desde entonces se entiende que las acciones humanas son parte de un proceso que
forma con ellas el tejido del acontecer, la sucesión de los hechos pasados ligados con los presentes
y futuros. Si por.un lado los hechos humanos son partes de ese proceso general, por otro tienen
su propia singularidad, pues al ocurrir en tiempos y lugares diferentes, adquieren su condición de
hechos únicos, irreversibles e irrepetibles.9
El acontecer humano, al ser despojado de los elementos supraterrenales o metahistóricos, cobró
el sentido de un suceder real, susceptible de ser veríficado y explicado en función de razones
humanas y por medio de técnicas adecuadas a ese propósito.
Un paso adelante en la verificación de los hechos y en la lectura crítica de los testimonios, lo dio
el historiador Leopold von Ranke (1795-1880). Ranke sometió los documentos a un severo
escrutinio para discernir su origen, develar los fines expresos u ocultos de sus creadores, y descubrir
las alteraciones hechas por sus sucesivos lectores y manipuladores. Al mismo tiempo, emprendió
una búsqueda acuciosa de fuentes originales con el propósito de ampliar los registros del pasado.
La exhumación de nuevos testimonios y la disposición de instrumentos críticos para autentificarlos,
llevó a pensar que el historiador podía explicar el sentido real dé los acontecimientos y evitar
apreciaciones subjetivas, pues la abundancia de las fuentes y su crítica rigurosa permitirían «mostrar
lo que realmente ha sucedido». Sin embargo, al no vincular la incorporación de nuevos testimonios
con un marco explicativo más amplio, los seguidores de Ranke -mucho más que él mismo-,
convirtieron la investigación histórica en un árido amontonamiento de datos, y al historiador, en
un reproductor de los archivos.
Si faltaran ejemplos para mostrar que el desarrollo histórico no procede en forma acumulativa y
progresiva, bastaría recordar que Marx había realizado décadas antes una renovación del método
histórico que fue ignorada por los cultivadores de este oficio. Partiendo de una realidad concreta
-el capitalismo industrial inglés-, aplicó a ella las técnicas de investigación más rigurosas de su
época, distinguió jerárquicamente los procesos que originaban el capital, estableció las relaciones
de la producción capitalista con las clases y la sociedad, y con todo ello elaboró una teoría -un
modelo- del modo de producción capitalista, que es una abstracción fundada en la realidad histórica,
y una explicación razonada de esa realidad. Como advirtió Schumpeter, «Marx fue el primer
economista de gran categoría que reconoció y enseñó sistemáticamente cómo la teoría económica
puede volverse análisis histórico, y cómo la exposición histórica puede convertirse en historia
razonada». Esta metódica reconstrucción histórica y esa notable explicación de las relaciones
8 Véase S. G. F. Brandon, History, Time and Deity, Nueva York, Manchester University Press, 1965.
9 Para una explicación más detallada de esta concepción de lo histórico, véase Francois Chatelet, El nacimiento de
la historia, México, Siglo XXI Editores, 1979, pp. 3-18.
22
Historia de México I
económicas y sociales del capitalismo, partieron de la noción de que la realidad histórica es
inteligible, y susceptible por tanto de ser explicada científicamente.
Marx pensó la realidad histórica como una totalidad dotada de coherencia interna, en la cual cada
una de sus partes condiciona y transforma a las demás, a la vez que cada parte es condicionada
y transformada por el todo. Esta concepción lo llevó a construir un instrumento teórico -el modo
de producción-, capaz de captar la realidad social en su conjunto. En contraste con los economistas
que sólo disponían de instrumentos analíticos para examinar exclusivamente los problemas
económicos, y de los historiadores, absorbidos por la acumulación de datos para documentar
procesos desvinculados entre sí, Marx concibió lo histórico como una totalidad dinámica. Hizo de
la investigación de los hechos concretos el punto de partida riguroso del conocimiento, y de la
teoría el instrumento indispensable para penetrar con profundidad en la realidad histórica. Al
contrario de la extendida práctica de muchos «marxistas», Marx pensó que la teoría sólo puede
aprehender la realidad cuando ésta está presente en el análisis, cuando se ha «asimilado en
detalle la materia investigada». Marx también advirtió que sólo cuando el investigador dispone de
un marco general del desarrollo social, puede liberarse del empirismo, y extraer del cúmulo de
datos explicaciones más amplias del desarrollo histórico.10
Como sabemos, después de Marx la historia y las ciencias sociales siguieron un camino opuesto
a las líneas de conocimiento que él había practicado. Casi todas las ciencias sociales se
transmutaron en disciplinas especializadas, con «campos de estudio», métodos y fines reducidos,
con contactos formales declarados, pero sin verdaderos vasos comunicantes que las nutrieran.
La economía dejó de pensarse históricamente y se refugió en la teoría. La exposición histórica
dejó de ser historia razonada y se transformó en una sucesión de datos cronológicos hilvanados
alrededor de un tema. La realidad social se fragmentó en «territorios» cuyas fronteras cada
especialidad guardó con celo de propietario.
En lugar de la deseada interacción entre la investigación de la realidad y la formulación teórica de
los resultados, la disciplina histórica se transformó en una acumulación de datos empíricos, y la
economía en una exposición de conceptos. Como advierte Pierre Vilar, en el fondo de esta reacción
había una concepción estátíca del acontecer humano, una negativa a pensar históricamente el
desarrollo social, y una tendencia a subjetivizar el razonamiento científico. En la disciplina histórica
estas tendencias condujeron al historicismo. Según Dilthey, en el historícismo la realidad histórica
no existe por sí misma, pues sólo es reflejo de la "espiritualidad" del historiador, quien va cambiando
la imagen del pasado conforme se modifica su espiritualidad.11
Sin embargo, la primera Guerra Mundial, la Revolucíón soviética, la crisis económica de 1929
1930, y el desarrollo de la ciencia y la tecnología, progresivamente empujaron a las ciencias
sociales a ocuparse de la realidad y a pensarla como un proceso dinámico y cambiante. Sus
cultivadores no recuperaron la noción de totalidad ni abandonaron sus estancos, fortalecidos
ahora por la creación en las universidades de cátedras y áreas constreñidas a procurar un saber
parcial. Pero buena parte de esas especialidades se transformaron en "ciencias aplicadas", en
surtidores de conocimientos dedicados a corregir y explicar las contradicciones del desarrollo
económico o las crisis políticas.
10 Pierre Vilar explica y debate las aportaciones de Marx a la formación de una historia científica en "Historia marxista,
historia en construcción. Ensayo de diálogo con Althusser", en Ciro F. S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli,
Perspectivas de la historiografía contemporánea, México, Secretaría de Educación Pública, SepSetentas, 280,
1976, pp. 103-159.
11 Véase el artículo de Pierre Vilar, «Marxismo e historia en el desarrollo de las ciencias humanas», publicado en el
libro del mismo autor, Crecimiento y desarrollo. Economía e historia. Reflexiones sobre el caso español, Barcelona,
Ariel, 1964, pp. 475-478.
23
Guía de lecturas
Un sector reducido del mundo académico, heredero de la tradición erudita del siglo XIX, reclamó
sosiego y libertad para sus tareas, y propuso una «neutralidad científica», sustentada en una
«imparcialidad académica». Pero en la mayoría de las universidades y centros de estudio se
proscribió el estudio de la obra de Marx y de las corrientes que adoptaron su pensamiento. La
«Guerra fría» que siguió a la segunda Guerra Mundial agudizó los antagonismos entre «ciencia
burguesa» e «ideologia marxista», a tal punto que la primera se prohibió en la Unión Soviética, y
la segunda fue censurada o perseguida en las universidades de los países de régimen capitalista.
Los estudiosos de la historia, perplejos ante esos cambios, y rebasados además por las ciencias
sociales, iniciaron una lenta transformación desde 1930. En Francia, Marc Bloch y Lucien Febvre
encabezaron un solitario combate para recuperar la totalidad de lo histórico que había proclamado
Marx, pero sin seguirlo en su concepción ideológica. Ambos historiadores propusieron una relación
orgánica entre historia, economía, geografía, antropología y las demás ciencias del hombre.
Insistieron en una vuelta a la comunicación recíproca entre las disciplinas que se ocupaban de las
actividades humanas. Combatieron las barreras entre especialistas y rompieron lanzas contra la
arraigada escuela positivista, que en lugar de realizar una investigación dirigida por hipótesis,
encandilaba a sus seguidores con la riqueza inagotable de los archivos.12
En esa coyuntura, los historiadores franceses iniciaron un progresivo acercamiento a los métodos
desarrollados por las ciencias sociales (economía, demografía, geografía, sociología, antropología),
que en pocas décadas produjo una renovación de la historiografía académica, un puñado de
obras maestras y una reconsideración del para qué de la historia.
Bajo la presión de una realidad cargada de perturbaciones, los historiadores empezaron a trasladar
al pasado las perplejidades del presente. Súbitamente la investigación histórica se contaminó de
crisis, ciclos, coyunturas, transiciones y transformaciones económicas, demográficas, sociales y
políticas. Los historiadores se apropiaron las técnicas cuantitativas y los procedimientos
estadísticos, y de este modo reconstruyeron impresionantes series de precios, salarios,
producciones, flujos comerciales y estadísticas vitales que hicieron emerger las estructuras de
las sociedades preindustriales y las líneas de fuerza que impulsaban su dinámica. Lo que antes
era una frontera impenetrable o una realidad confusa, se tomó una lectura inteligible de la estructura
económica y social, de los ciclos económicos, de las disparidades entre el sistema productivo y la
población, de las desigualdades entre las clases sociales y de las diferencias entre diversos
espacios y tiempos.
El pasado adquirió una dinámica y una complejidad nuevas. De pronto, a la cronología política
construida por los antiguos historiadores, se agregaron los tiempos largos que registraban la
lenta incubación de las estructuras demográficas y de los sistemas económicos, y los convulsivos
tiempos de los ciclos y las crisis demográficas, agrícolas y comerciales. Tiempos diversos que, al
ser observados en espacios diferentes, develaron nuevas desigualdades y rompimientos del
desarrollo social. La dinámica histórica dejó de ser una trayectoría lineal ocasionalmente removida
por los cambios políticos, y se mostró como un devenir desigual, continuamente modificado por
las fuerzas contradictorias de la economía y la estructura social.13
12 Véase Lucien Febvre, Combates por la historia, Barcelona, Ariel, 1970.
13 Véase, como ejemplo de esta corriente historiográfica, Marc Bloch, Les caractéres originaux de l'histoire rurale
francaise, Paris, 1964; Ernest Labrousse, Fluctuaciones económicas e historia social, Madrid, Tecnos, 1962; Fernand
Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México, Fondo de Cultura Económica,
1976; Pierre Goubert, Beauvais et le Beauvaisis de 1600 a 1730, París, 1960; Pierre Vilar, La Catalogne dans
l’Espagne moderne, París, 1962; Emmanuel Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc, Paris, 1966.
24
Historia de México I
El éxito que saludó a la aplicación de nuevos métodos se extendió a otros campos del pasado y
a otros países. El análisis histórico basado en técnicas cuantitativas y estructuralistas causó furor
en Europa y en Estados Unidos de América. Abarcó tanto el examen de la antigüedad como el de
los tiempos modernos y contemporáneos. Incluyó el estudio de las representaciones de la
conciencia colectiva («mentalidades»), como el análisis de la religión, los mitos, el poder, el
desarrollo urbano, los sistemas alimentarios, el cuerpo, la locura, la, sexualidad... Nuevos temas
que a su vez estimularon la aparición de nuevos métodos y de nuevas preguntas al pasado.14
El desarrollo de estas tendencias en los años sesenta y principios de los setenta pareció acercar
a la disciplina histórica el ambicioso objetivo que Edward H. Carr le asigna a esa inquisición:
«Hacerque el hombre pueda comprender la sociedad del pasado, e incrementar su dominio de la
sociedad del presente».15 Pero la historiografía contemporánea, lejos de continuar la invasión de
nuevos campos, o de convertir sus conquistas en piso sólido para apoyar nuevas empresas, ha
entrado en una fase de cuestionamiento de los resultados obtenidos y de revisión crítica de sus
fundamentos.
EL
REVISIONISMO HISTÓRICO
En los últimos años, la investigación histórica que supo responder con sensibilidad a los reclamos
de su tiempo y aceptó el riesgo de probar nuevos enfoques e invadir territorios ignorados del
pasado, ha sido objeto de críticas y revisiones. Algunos autores comenzaron por señalar deficiencias
en la definición de sus objetivos. Hoy se argumenta que la proposición de «abarcar todo lo humano»
no se acompañó de una clarificación de los supuestos teóricos y metodológicos requeridos para
tal fin. Se dice que los historiadores, faltos de una conceptualización rigurosa, pensaron el objeto
de su investigación como un itinerario abierto, que se podía recorrer sin tropiezos, usando como
guía los métodos creados por las ciencias sociales. Así sin pasar por la construcción de una
plataforma epistemológica que uniera los métodos de las ciencias sociales con los de la historia,
los historiadores simplemente se abrieron a todos los vientos y rompieron las barreras del estanco
que los aherrojaba. De ahí que su audaz incursión por nuevos territorios, y su transmutación en
geógrafos, economistas, demógrafos, antropólogos o estudiosos de las interacciones del hombre
con la naturaleza, no condujera a la anhelada historia total, ni a explicar con rigor las relaciones
entre los diferentes «territorios» que penetraba.
Al carecer los historiadores de un campo científico definido, la apertura a otras disciplinas se
redujo a un comercio de métodos y técnicas. Los historiadores convirtieron sus «áreas» en campos de experimentación donde se pudieron probar las técnicas creadas por el economista, el
demógrafo, el sociólogo, y los politólogos para estudiar la realidad contemporánea. Pero este
comercio no trajo consigo un acercamiento real entre esas disciplinas, ni llevó a replantear los
problemas del conocimiento en las ciencias sociales. Estas últimas siguen marchando disociadas
de la historia, mientras que la investigación histórica parece más atraída por el análisis de periodos
temporales delimitados.
Según algunos críticos, esta ausencia de fundamentación teórica de las prácticas de investigación
histórica explica la fallida trasposición de los conceptos analíticos de otras ciencias a la cambiante
realidad histórica. De ahí que los historiadores, en lugar de arribar a un replantamiento profundo
14 Un ejemplo de la variedad de caminos por donde transcurre la investigación histórica desde los años sesenta, lo
presenta el libro colectivo dirigido por Jacqués Le Goff y Pierre Nora, Faire de I’histotre, Paris, Gallirnard, 1974, 3
vols.
15 ¿Qué es la historía?, Barcelona, Seix Barral, 1970, p. 73.
25
Guía de lecturas
del estudio del pasado, cayeran en el análisis fragmentado de sus partes: economía, demografia,
geografía, estructura social, «mentalidades».16 Quizá debido a esta falta de unidad en las bases
epistemológicas y en los fines de la disciplina, en los últimos años se han desarrollado por lo
menos cuatro grandes corrientes de investigación, animadas por propósitos diferentes. La más
antigua es la positivista, que sigue extrayendo de los archivos montañas de datos sobre infinidad
de temas, sin que estos ingentes esfuerzos mejoren la comprensión del pasado. La mayor parte
de estos estudios carecen de conceptos que precisen los problemas considerados y de métodos
apropiados para explicar la realidad estudiada.
Otra corriente de investigación niega la posibilidad de encontrarle un sentido al acontecer humano,
proclama el fracaso de los «determinismos» y de la historia económica y social en «producir una
explicación coherente del cambio histórico». Esta corriente desencantada propone una investigación
dirigida por la curiosidad, sin estorbos metodológicos ni preocupaciones explicativas, basada en
la narración y concentrada en «revivir» literaria y emotivamente el pasado. Esta posición, aun
cuando no precisa objetivos que ordenen la investigación, se inclina por el estudio de los
sentimientos, las emociones, los patrones de conducta y las «variables independientes» de las
estructuras económicas y sociales. Pero en el fondo no se interesa en explicar estos
comportamientos, sino en revivirlos por el recurso de la narración.17
Más influyente ha resultado ser la corriente que se abstiene de buscar una explicación general del
desarrollo de las sociedades y concentra su atención en el análisis de universos limitados. Los
seguidores de esta tendencia se interesan en el funcionamiento de los sistemas económicos y
sociales, en el análisis del poder y la organización política, la cultura material, las «mentalidades»,
la religión, las creaciones artísticas y científicas y los rasgos que definen a una civilización... Esta
prolongación de la "Escuela de los Annales" se practica hoy, con múltiples variantes, en la mayoría
de las universidades. Su peso académico le ha permitido fijar los patrones que miden la excelencia
en los estudios históricos. Enraizada en prácticas probadas y en el profesionalismo académico,
tiene por centro la «tesis», la obra individual que da acceso al título de historiador. Carece de
políticas de investigación explícitas, y progresa más bien por agregación, por los sucesivos
enriquecimientos que aporta cada nueva obra, y por los desafíos que estos desarrollos plantean
a los historiadores que quieren acceder a las posiciones académicas más prestigiosas.
Sus estímulos mayores son las novedades temáticas o metodológicas que introduce cada
generación. Aunque los historiadores agrupados en esta tendencia se reúnen regularmente para
evaluar los progresos y problemas de sus áreas de estudio, tienen dificultades para crear programas
de investigación continuados y fructíferos. Con todo, esta tendencia es hoy la más consistente en
realizaciones individuales y la más creativa.
16 Para la crítica de los fundamentos epistemológicos de la llamada "Escuela de los Annales", véase el excelente
artículo de Jacques Revel, «Historie et sciences sociales: les paradigmes des Annales», en Annales, noviembrediciembre de 1979, pp. 1360-1376; en relación con la crítica a la New Economic History norteamericana, véase H.
Gutman, Slavery and the Numbers Game, Urbana, Illinois, 1975; y también, Jean Heffer, «Une histoire scientifique:
la nouvelle histoire économique», en Annales, julio-agosto de 1977, pp. 824-842. Para la crítica de los
estructuralismos, véanse los artículos de P. Vilar citados en las notas 10 y 11, y para panoramas sobre los desarrollos
recientes de las ciencias sociales y la historia, véase Paul Barker (comp.), Las ciencias sociales de hoy, México,
fondo de Cultura Económica, 1979.
17 Véase una justificación y un manifiesto de esta postura en el artículo del conocido historiador inglés Lawrence
Stone, "The Revival of Narrative: Reflections on a New Old History", en Past and Present, noviembre de 1979, pp.
3-24. Es la proposición de una «historia tranquila», contra la intranquila de que habla Pablo González Casanova:
«La historia intranquila» (ponencia presentada en la reunión sobre «Relaciones entre la historia y otras disciplinas
de las ciencias sociales», promovida por FLACSO, 21-25 de abril de 1980).
26
Historia de México I
La corriente que hoy persiste en plantear como tema fundamental de la explicación histórica el
por qué cambian y se transforman las sociedades, es el marxismo. Sumergido durante décadas
en el dogmatismo y en la exposición talmúdica de los textos fundadores, satanizado y execrado
en los centros académicos, no ha cesado de ser, sin embargo, el interlocutor obligado de las
viejas y nuevas interpretaciones del desarrollo histórico. Desde Marx, los historiadores marxistas
insisten en desentrañar el por qué del cambio social y continúan obsesionados por el problema de
la transición de un sistema económico o de un modo de producción a otro.18 Asimismo, esta
corriente ha mantenido la antigua preocupación por esclarecer la formación de los sistemas
económicos dominantes y las maneras como éstos se articulan con otros modos de producción,
combinando la teoría marxista con los enfoques desarrollados por la historia social y económica
contemporánea.19
El análisis de los conflictos de clase y de la formación histórica de las clases sociales se ha vuelto
usual en la historiografía no marxista, pero debemos a éstos las mejores obras del género y la
nueva luz que hoy ilumina a las distintas formas que asume la lucha de clases en las sociedades
preindustriales.20 Siguiendo el ejemplo de los demás historiadores, los marxistas han pasado del
análisis de los sistemas económicos al estudio de las revoluciones y crisis políticas, al examen
del poder, la religión, la cultura material y la cultura popular, las ideologías y las producciones
científicas e intelectuales. Pero en ese tránsito han sufrido un proceso de apertura, crisis y revisión
crítica de sus fundamentos teóricos y metodológicos. Como lo afirman sus exponentes más
calificados, puede decirse que la historia marxista es apenas una historia en construcción.
Breve incursión a los sótanos del oficio*
A diferencia del escriba prehispánico, del cronista colonial o del historiador del siglo XIX, el
historiador mexicano del siglo XX parece mantener una relación remota con el poder y los medios
sociales que condicionan su propia actividad. El historiador de hoy suele no pertenecer al grupo
en el poder; no está a las órdenes inmediatas del soberano, ni tiene por función narrar las hazañas
del tlatoani en turno, como era el caso del escriba mexica. No puede compararse con el cronista
colonial, que por su formación y manera de ejercer el oficio era un «intelectual orgánico» de la
orden religiosa, el cabildo urbano o el grupo que lo nombraba su cronista oficial, cargo vitalicio
18 En 1946 Maurice Dobb inició la actual discusión de las transiciones y cambios de los sistemas económicos en su
polémico libro Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, 11a ed., México, Siglo XXI Editores, 1979; véase también
Rodney Hilton (comp.), La transición del feudalismo al capitalismo, Barcelona, Crítica, 1977; Perry Anderson,
Transiciones de la Antigüedad al feudalismo, México, Siglo XXI Editores, 1979; y los números 78, 79, 80 y 85 de la
revista Past and Present, que contienen el debate planteado en la misma revista por Robert Brermer (núm. 70,
1976), sobre el papel que desempeñó la estructura de clases agraria en el desarrollo de la Europa preindustrial.
19 Véase como ejemplo el importante análisis del sistema feudal hecho por el historiador polaco Witold Kula, Teoría
económica del sistema feudal, México, Siglo XXI Editores, 1974; y la obra de Emmanuel Wallerstein, EI moderno
sistema mundial, México, Siglo XXI Editores, 1979.
20 Véase Edward P. Thompson, La formación histórica de la clase obrera en Inglaterra: 1780-1832, Barcelona, Laia,
1977, 3 vols.; y también Eric: J. Hobsbawn, Rebeldes primitivos, Barcelona, Ariel, 1968; Boris Porshenev, Los
levantamientos populares en Francia en el siglo XVII, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1978.
* Este ensayo fue presentado como ponencia en la VI Reunión de historiadores mexicanos y norteamericanos,
celebrada en Chicago del 8 al 12 de septiembre de 1981. Se publicó primero en la revista Nexos, núm. 46, octubre
de 1981, pp, 27-37. Se incluyó más tarde en la obra colectiva que reunió las ponencias del congreso antes citado:
Roderic A. Camp, Charles A. Hale, Josefina Zoraida Vázquez (comps.), Los intelectuales y el poder en México.
Memorias de la VI Conferencia de Historiadores Mexicanos y Estadounidenses, México, El Colegio de México y
University of California, Los Ángeles, 1991, pp. 625-640. La presente versión mantiene las ideas expuestas y el
análisis de las condiciones académicas que predominaban en esos años. Sólo se hicieron modificaciones a la
redacción.
27
Guía de lecturas
que lo convertía en un servidor de esa corporación. Menos es posible equiparar al profesional de
nuestros días con el historiador del siglo XIX, que era un hombre de acción y de compromisos
políticos plenamente asumidos, para quien escribir obras históricas era otra manera de participar
en la definición política de su presente (los ejemplos que vienen a la memoria son los de fray
Servando Teresa de Mier, Carlos María de Bustamante, Lucas Alamán, José María Luis Mora,
Lorenzo de Zavala o justo Sierra).
El parteaguas que desde 1940 separa al historiador contemporáneo de sus predecesores es la
institucionalización de las tareas históricas, y su correlativa profesionalización. La fundación de
instituciones especialmente dedicadas a enseñar, investigar y publicar obras históricas produjo
varias consecuencias. Creó, en primer lugar, un espacio social que tuvo el efecto de mediar las
relaciones directas del historiador con los centros de poder y las fuerzas sociales. Ese espacio, a
su vez, se convirtió en un centro generador de conocimientos y prácticas de investigación que en
adelante normaron la escritura y el discurso del historiador. Por último, ese centro dio a luz productos
específicos: la tesis, la monografía y el estudio histórico, dirigidos también a un nuevo público: los
colegas, los profesores, los estudiantes. Estos resultados implicaron una nueva relación del
historiador con la sociedad.
Las notas que siguen intentan, señalar algunas de las deformaciones introducidas por esta nueva
relación, que no son particulares de los historiadores, sino que abarcan al conjunto de los
trabajadores intelectuales del campo de las ciencias sociales. En estas reflexiones sigo las ideas
expresadas por Michel de Certau, quien ha mostrado, con penetración y rigor admirables, que las
condiciones de producción que rigen la actividad del historiador son las que explican la naturaleza
social de la investigación histórica, y el marco necesario para hacer un análisis de la obra histórica
como producto científico y social.1
I. LA
FUNDACIÓN DE LOS CLAUSTROS GREMIALES
Desde 1940 se inicia en gran escala, primero en la capital y luego en las provincias, la fundación
de institutos, escuelas, cátedras y seminarios destinados a crear profesionales de la enseñanza y
especialistas de la investigación histórica. En adelante, para ser profesor o investigador de materias
históricas, será imprescindible tener esa especialización y acreditarla mediante la presentación
de un título. Poco más tarde esta especialización dio origen a los claustros de profesores e
investigadores. A su vez, «el claustro de profesores» y «el colegio de investigadores», constituyeron
las academias y asociaciones que definieron una separación neta entre el especialista acreditado
y el historiador aficionado. La producción especializada de profesores e investigadores es pues el
fundamento de esta división entre profesionales acreditados y el conjunto de aficionados carentes
de títulos universitarios. Esta división estableció las reglas que definieron el acceso al mercado de
trabajo, las posibilidades de publicación, el ingreso a las asociaciones dispensadoras de los premios
y los honores de la profesión, y la participación en los congresos que promueven los prestigios
académicos a nivel nacional e internacional.
Este enclaustramiento de los profesores en el seno de pequeñas agrupaciones de iguales produjo
una separación con el resto de la sociedad. Al fundar la institución académica un espacio físico y
social propio, en adelante ahí se concentró el trabajo del historiador, y en los límites de ese
1 Véase su artículo, "L’operation historique", en la obra colectiva coordinada por Jacques Le Goff y Pierre Nora, Faire
de l’histoire, París, Gallimard, 1974, 3 vols, t. 1. pp. 3-41; y su libro, L'escriture de l'histotre, París, Gallimard, 1975.
Los ejemplos que doy aquí sobre la organización, la composición y el funcionamiento de las instituciones académicas,
y sobre las prácticas de sus miembros, provienen de mi experiencia como investigador y director de algunas
instituciones mexicanas en los años de 1968 a 1981.
28
Historia de México I
espacio se desarrolló la parte más intensa de su vida de relación. En la misma medida en que el
profesional intensificó en estos claustros las relaciones de trabajo con sus pares y adoptó valores
compartidos, fortaleció sus defensas gremiales frente al conjunto de sus competidores. Creó, a lo
largo de este proceso, un lenguaje y una forma de comunicación que lo alejaron del común de los
seres humanos, produjo obras más de autoconsumo que de servicio para otros sectores; examinó
la historia general de su país desde el limitado mirador de su cenáculo, y trabó contacto con el
resto de la sociedad a través de sus intereses gremiales. Dicho brevemente, el reduccionismo
gremial produjo una separación creciente del profesional con respecto al conjunto social, y una
correlativa sobrevalorización de los intereses gremiales, los cuales tendieron a colocarse por
encima de los colectivos.
Para realizar sus tareas especializadas y obtener los rendimientos de calidad propios de las
instituciones de educación superior, la institución académica debe ser altamente selectiva y estar
protegida de los ruidos del exterior. Cuando estos requisitos son asumidos con mesura, la
separación de la institución con respecto a la sociedad y sus demandas no se profundiza ni
adquiere tintes negativos. Pero a menudo, los imperativos acadérnicos que demandan el
aislamiento no se definen con cordura y se deforman las prácticas y los fines institucionales.
Ocurre a veces que la institución, académica no reconoce que al crear un espacio donde concurren
recursos económicos, técnicos y administrativos, profesores, investigadores, estudiantes,
bibliotecas y medios de difusión, funda un espacio social que a partir de ese momento tiene el
poder de generar determinadas interpretaciones del pasado de manera semejante a como antes
la polis, el Príncipe o el Estado propiciaron interpretaciones del pasado con exclusión de otras.
También sucede que la propia institución suele ocultar los determinantes que la crearon. El primer
velo que oculta los fines específicos de las instituciones académicas es el que las define como
centros representativos de los intereses globales de la sociedad, o las declara plurales, capaces
de contener la variedad de demandas sociales y políticas de los diversos sectores que conforman
la sociedad. Pero el examen de las condiciones que dieron nacimiento a estas instituciones muestra
su conexión con intereses concretos que las ubican como instituciones destinadas a satisfacer
demandas específicas de determinados sectores del gobierno y de la sociedad, demandas que a
su vez privilegian un reclutamiento de personal y favorecen una selección de temas, teorías y
métodos con exclusión de otros. Sin embargo, a pesar de esta inescapable sobredeterminación
de los intereses sociales en la creación de estas instituciones, lo desorientador es que en lugar de
aceptar los condicionamientos propios de una sociedad dividida en clases y atravesada por
intereses contradictorios, lo más frecuente es que sus directores las califiquen de instituciones
imparciales, consagradas a la búsqueda de la verdad y al análisis objetivo de los acontecimientos.
Pero cuanto más se empeña la institución académica en proclamar que el beneficiario de sus
productos es el conjunto de la sociedad, la observación más elemental muestra que sus
beneficiarios son sectores determinados de la sociedad (no la sociedad), ubicados en situaciones
económicas y políticas que hacen pertinente y funcional el uso de tales productos.
Con todo, las instituciones, al presentarse como templos del saber sin compromisos políticos o
ideológicos, no están ocultando nada al poder que las ha constituido y que les suministra los
recursos necesarios para su existencia. En México, por lo menos hasta la crisis de 1968, no hubo
desacuerdos sustanciales entre el gobierno y las instituciones académicas, que en su mayoría
fueron creadas con amplios recursos del Estado para cumplir sus fines. No es pues a este progenitor benévolo y mecenas inagotable a quien va dirigido el mensaje de imparcialidad con el que
la institución pretende presentarse, sino a sus propios miembros y a la población más alejada de
sus actividades que paga los impuestos que la sustentan.
29
Guía de lecturas
II. EL
OCULTAMIENTO DE LOS CIMIENTOS INSTITUCIONALES
Uno de los rasgos de las instituciones académicas mexicanas es el que tiende a ocultar las
prácticas administrativas, económicas y políticas que las constituyen como un espacio dedicado
a crear y transmitir determinados mensajes científicos o ideológicos. Por lo general, el presidente,
el rector o el director informan, en un acto protocolario anual, al grupo reducido que compone la
junta de Gobierno, del estado económico de la institución. Pero casi siempre se ocultan las
negociaciones que deciden reducir o incrementar las labores de docencia e ínvestigación, o no
son explícitos los motivos que llevan a asignar deterininadas partidas del presupuesto en favor de
ciertas actividades y en perjuicio de otras. En cambio, sus medios de difusión se dedican a exaltar
el aspecto cultural, científico y humanista de la institución. El tabú que vuelve prohibido explicar
cómo la institución constituye su sustento económico y político, se toma comunicación abierta
cuando se trata de divulgar los logros académicos o las realizaciones culturales. El resultado de
este enmascaramiento de las prácticas internas y de la exaltación correlativa de la actividad
cultural, es la imagen de «instituciones científicas o de cultura» que tienen esas organizaciones.
Como se advierte, se trata de un ejercicio despolitizador, pues omite decir cómo la institución
negocia sus relaciones con los centros que le proporcionan recursos, cómo maneja éstos y los
asigna, y bajo qué principios determina sus prioridades.
Un análisis de estos procedimientos muestra que lo que no se dice constituye el poder real de la
institución: el manejo de los recursos, la negociación de los servicios que se prestan a los
organismos de gobierno y los diferentes sectores sociales, el nombramiento de los puestos
administrativos y académicos, la definición de las áreas prioritarias de investigación y docencia.
En cambio, lo que se publica y exalta es el trabajo de los investigadores y profesores.
Una práctica muy extendida en estas instituciones es que en ellas el director y los administradores
suelen excluir al resto de los miembros de las funciones efectivas de dirección. Generalmente los
confinan a la realización del trabajo docente y de investigación, y hacen de la obra realizada por
éstos el foco legitimador de las actividades de la institución.
Estas prácticas son similares a la que ejercitan los mismos investigadores ante sus colegas y sus
lectores. Cuando el historiador explica su trabajo a los demás, procede de la misma manera que
los directivos de la institución frente a sus miembros: se concentra en propagar las cualidades
académicas o técnicas de sus investigaciones, y oculta e proceso productivo que las genera.
Cuando el autor explica el origen de su obra, reconoce apoyo en becas, viajes de estudio, tiempo
libre de tareas docentes o administrativas, y a veces agradece las críticas de sus colegas, todo
ello en forma breve y apresurada. Pero en cambio, dedica páginas dilatadas a exponer los origenes
intelectuales de su investigación, y se explaya comentando los esquemas interpretativos que
según él hacen más comprensible su contribución. Explicada de esta manera, la obra aparece
ante el lector como un producto puramente intelectual, fruto del rigor metodológico y científico
que el autor se autoimpuso, libre de las determinaciones económicas, sociales, políticas o
ideológicas que agobian al individuo que vive en sociedad.
Del mismo modo, cuando los historiadores consideran la obra de sus contemporáneos o de sus
antecesores, se limitan a destacar los «contextos» intelectuales o académicos que parecen
pertinentes para explicar la concepción adoptada para reconstruir el pasado, sin aludir al proceso
productivo que permitió esa reconstrucción. Para estos historiadores, la crítica de su actividad
sólo es pertinente en el momento en que adquiere la forma de obra acabada, no en los bajos
fondos que la producen.
Al ocultarse el proceso productivo que está detrás de la creación intelectual, se incurre en otra
distorsión, pues la obra histórica aparece entonces como un fruto individual, no social. El
30
Historia de México I
procedimiento que borra las bases sociales sobre las que descansa la actividad del historiador,
lleva a éste a imaginar que su obra se realiza por arriba de la sociedad, sin relación con los
procesos que la conforman. La obra aparece entonces como autónoma, lejos de las condiciones
sociales que la crean. A su vez, el historiador puede presentarse como un científico objetivo,
distante de las fuerzas sociales que pesan sobre los demás mortales. En casos extremos, la obra
del historiador, aparece desvinculada por completo del medio social que la produjo, pues sus
temas y mensajes se dirigen con exclusividad al propio gremio de historiadores.
III. CONSOLIDACIÓN
DEL PODER BUROCRÁTICO
En los últimos 40 años la presión demográfica y la demanda educativa indujeron una multiplicación
de las instituciones académicas, pero no modificaron su estructura interna. Por el contrario, sus
directivos fortalecieron los vínculos con el gobierno y ampliaron sus relaciones con el sector
productivo, reduciendo en esa misma medida su relación con las demandas de la población
campesina y trabajadora objeto del proceso modernizador. Por eso no fue casual que gran parte
del conocimiento generado por los centros educativos y de investigación tuviera aplicación extensa
en las áreas más relacionadas con el proceso modernizador. Este distanciamiento entre las
instituciones y la situación de la población más afectada por el proyecto moderruzador, se manifestó
en las escasas obras que exigieron un cambio en la orientación del proyecto económico vigente:
eran obras hechas por profesionales situados en las márgenes del poder académico, dirigidas a
los gobernantes, que denotaban la preocupación de un sector cada vez más politizado de las
clases medias por el camino que seguía el país. En ambos casos los productos de las instituciones
académicas revelaron una mayor relación con los grupos dirigentes que con el resto de las fuerzas
sociales.
Los directores de las instituciones, apoyados por esta vinculación con las esferas del poder, se
resistieron a modificar la composición de la organización institucional, que sigue siendo autoritaria,
centralizada y no representa los diversos intereses de sus miembros. Esta concentración de las
decisiones está en la raíz de la reciente inestabilidad de la institución académica, pues esa
estructura de poder es ahora desafiada por una población universitaria más diversificada en sus
orígenes sociales, que exige mayor participación y no comparte los valores académicos
tradicionales.
La separación entre las actividades directivas y las docentes y de investigación se consolidó con
la creación de un cuerpo de administradores dependientes del director, y la exclusión de los
investigadores y profesores de la toma de decisiones sobre los programas y fines de la institución.
De este modo, el cuerpo directivo concentró en sus manos las decisiones principales y articuló las
relaciones con las otras instituciones y el exterior. A partir de esta situación el investigador y el
profesor son obligados a actuar como si estuvieran incapacitados para adquirir compromisos por
sí mismos, pues las relaciones que afectan a su trabajo son mediadas por el cuerpo administrativo.
Como se advierte, a través de estos procedimientos, el trabajador intelectual es secuestrado de
la vida de relación que forma la experiencia política de los individuos, y es obligado a practicar
una relación dependiente con la burocracia administrativa, ante la cual siempre está en condiciones
de inferioridad política. Mediante la reiteración de estas prácticas, el trabajador intelectual es
transformado en una caricatura que lo presenta como un ser abstraído de la realidad, incapaz de
trasladar a ella sus ideas y modificarla.
Asimismo, esta relación política permitió que la autoridad burocrática critique a quienes además
de cumplir sus tareas académicas, muestran interés por conectarlas con el entorno social inmediato,
31
Guía de lecturas
o con el más amplio de la vida nacional. Para sancionar esas conductas se construyó la imagen
de un trabajador intelectual disciplinado, absorto en las tareas académicas y ciego ante lo que
acontece a su alrededor, contraponiéndola a la del agitador que se atreve a mirar más allá de las
fronteras del cubículo y desaira la relación autoritaria con sus superiores.
Se advierte entonces que la exclusión de los investigadores de la vida de relación es un principio
de la actual estructura de las instituciones académicas. Es una decisión que ha implicado un alto
costo para el desarrollo democrático del país, porque le otorgó el beneficio de la actividad política
a quien ya tenia el poder y lo ejercía de manera autoritaria. La reproducción de estas prácticas en
miles de jóvenes que a su vez las socializan en sus medios, ha consolidado esta deformación en
la estructura de nuestras instituciones académicas.
IV. EL
PODER GREMIAL
Expulsados de la práctica política que la institución reserva a su personal burocrático, los profesores
e investigadores han compensado su falta de participación social mediante una relación intensa
con los miembros de la misma profesión, y dentro de ésta, con los especialistas de una época, un
tema o una área específica del conocimiento. El espacio social negado por la estructura de poder
ha sido sustituido por el espacio profesional creado por el propio oficio. En estos espacios diminutos
los investigadores y profesores imponen a sus pares las normas de la profesión, instauran prácticas
que exaltan los valores profesionales y demeritan lo que es producto de aficionados, constituyen
academias que funcionan como poderes normativos del gremio y como «grupos de presión»
frente al exterior. En suma, crearon un poder gremial, que en breve tiernpo acabó por desafiar al
poder institucional.
El rasgo que distingue la situación actual de los historiadores es la institucionalización y
profesionalización de sus actividades. El antiguo oficio del historiador ha sido tan violentamente
transformado por la división del trabajo, que hoy ofrece la imagen de una profesión fragmentada
en múlitiples porciones, cuya cotización en el mercado de trabajo es proporcional a su grado de
especialización. Si antes de 1940 el prestigio del historiador se fundaba en la amplitud de
conocimientos que lograba acumular, hoy es el saber especializado en un área restringida lo que
cuenta en el mercado. De ahí que en la enseñanza, los cursos generales hayan descendido a la
categoría de materias introductorias, mientras que los seminarios especializados se han convertido
en los últimos y prestigiosos cedazos donde culmina el proceso formativo y se hace Ia tesis.
La división del trabajo es la dictadura que hoy domina la formación de los profesionales de la
historia. Esta imposición ha sido perfectamente asimilada por los intereses particulares y gremiales,
a tal punto que en las escuelas hay tantas cátedras y seminarios monográficos como profesores
con el poder para imponerlas. Así, la dificultad para formular un plan de estudios adecuado a los
nuevos desarrollos de la disciplina no reside en las instituciones de enseñanza, que están obligadas
a presentarlo, sino en los intereses de los profesores y sus colegios, que se niegan a aceptarlo
porque ello significaría la pérdida de sus cátedras y posiciones adquiridas.
La investigación es asimismo un campo dominado por los intereses particulares. En el itinerario
recorrido por la investigación histórica en los últimos 20 años no se distingue un programa, ni el
seguimiento de metas precisas. Más bien semeja un mapa trazado por aventuras individuales,
donde abundan los arrancones sin continuidad, las exploraciones aisladas, los empalmes fortuitos
y las rutas zigzagueantes. La temprana iniciativa de los fundadores de la investigación académica,
que en las décadas de los cuarenta y cincuenta quiso encauzar las tareas de la institución a
través de seminarios con programas de corto y mediano plazo, acabó pulverizada por los intereses
32
Historia de México I
particulares de los investigadores. En los años sesenta, los investigadores lograron imponer sus
distintos proyectos personales como programa institucional. Lo que hoy se conoce como tal es en
realidad la suma de las investigaciones propuestas por cada investigador, definidas por su formación
o por las modas provenientes del exterior. Desde entonces no hay un plan concertado por el
conjunto de los investigadores, o ajustado a las necesidades de la institución, a la situación presente
de la investigación en el país, y a las demandas del futuro inmediato.
Bajo la bandera de «libertad de cátedra y de investigación», principios que antes defendieron la
libertad de opinión y la pluralidad del pensamiento académico, hoy se protegen intereses
particulares que se oponen a cualquier intento de racionalizar la enseñanza y la investigación.
Esta reducción de los problemas de la enseñanza y la investigación a las reivindicaciones gremiales,
es otro resultado de la práctica que recluye al profesional en claustros donde forzosamente tiene
que dar expresión a intereses particulares.
Otra expresión de esas prácticas es la transformación de las academias en un poder gremial. El
desarrollo de estas asociaciones muestra que además de impulsar el conocimiento de su
especíalidad, como lo postulan sus estatutos, se han convertido en un instrumento de los intereses
gremiales, dedicado a cumplir las siguientes funciones estratégicas.
1) Los profesionales agrupados en gremios establecen determinadas concepciones de su disciplina,
y definen las prácticas de la actividad científica y del comportamiento profesional. Estos criterios
se van conformando gradualmente a través de las normas para publicar artículos «científicos» y
evaluar «el estado del arte», a través de los criterios de selección para acceder a la academia, y
a través de los honores y premios que se otorgan a los asociados. Este conjunto de normas y
prácticas profesionales conforma los valores académicos y establece los criterios de exclusión
para lo que no es aceptable en el gremio. La reiteración de estos modelos define qué investigar,
cómo investigar y las formas de presentar los resultados de la investigación.
2) Las academias, fundadas en su capacidad para dictar las normas de la profesión, imponen
asimismo sus criterios sobre las prácticas del trabajo. Como sabemos, son éstas asociaciones
las que organizan las actividades de los agremiados a través de los congresos, reuniones y
simposios; son las que regulan buena parte de los intercambios profesionales, y las que califican
los productos del trabajo profesional. Esa concentración de funciones las ha convertido en el fiel
que determina la exclusión o participación de los profesionales en los eventos de la vida académica.
Por otro lado, en la medida en que estas asociaciones otorgan a los profesionales los
reconocimientos y formas de organización que a menudo la institución académica les niega, se
han convertido en el canal que hace llegar a las mismas instituciones demandas y peticiones de
diversa naturaleza, desde las puramente académicas hasta las de claro matiz político. La suma
de estas prerrogativas ha hecho de los gremios académicos el poder más alto en el interior de los
grupos profesionales.
3) Cuando los gremios se definen a sí mismos como asociaciones de profesionales, sus demandas
forzosamente se plantean como reivindicaciones profesionales. Cuando esas demandas rebasan
la esfera profesional, la institución que las padece las descalifica precisamente porque se tornan
peticiones que dan lugar a movimientos que van más allá de la defensa de los intereses
profesionales. En otras palabras, las asociaciones de profesionales son enteramente funcionales
con la división que separa a la producción científica de la base social que la genera, pues están
fundadas en la división que escinde al profesional del ciudadano. De ahí que los gremios
académicos funden su legitimidad en su capacidad para reducir las demandas de sus miembros
a peticiones puramente profesionales y gremiales. Así, lejos de ampliar las relaciones sociales de
sus miembros, la función de las asociaciones gremiales es encerrarlos en estancos desconectados
33
Guía de lecturas
del exterior.
Puede entonces decirse que las agrupaciones gremiales completan la división que en la sociedad
recluye a los trabajadores intelectuales en espacios específicos, que en la institución divide a los
directores del personal académico, y que en la vida profesional separa a la creación intelectual de
las bases sociales que la nutren. Al reproducir estas sucesivas divisiones, las prácticas gremiales
completan el proceso despolitizador que hace de los miembros del personal académico individuos
cada vez más ajenos a las demandas sociales externas y más proclives a situar sus propios
intereses por encima de la sociedad que los engloba.
V. HISTORIA
DEL GREMIO Y PARA EL GREMIO
A partir de 1940, junto a la transformación del espacio social donde se desenvuelve la actividad
del historiador, el mercado que absorbe sus obras, comenzó a cambiar la forma y el contenido de
los productos del historiador.
Antes de 1940, en la medida en que el historiador estaba expuesto a los cambios sociales y
políticos que sacudían al país, su obra respondía a esas transformaciones, o buscaba satisfacer
las urgencias de construir un pasado común para una nación escindida por profundas
desigualdades. Puede decirse que en esos años el historiador participó en la tarea de construir a
la nación creándole un pasado común y definiendo sus episodios fundadores. Algunos de los
intelectuales más destacados de ese tiempo hicieron el diagnóstico de los «grandes problemas
nacionales», reflexionaron sobre las convulsiones políticas del momento, no dudaron en convertir
el pasado en campo de batalla de las contiendas del presente, o resueltamente tomaron partido
ante los grupos que se disputaban el poder. Casi toda la historiografia del siglo XIX y la que
aparece en el proceso revolucionario de 1910 a 1930, es representativa de esta reacción del
historiador a los acontecimientos que transformaban el presente y lo obligaban a mirar al pasado
bajo una perspectiva diferente. Uno de los incentivos que entonces estimulaba al historiador era
precisamente su vinculación con los hechos que modificaban el desarrollo de la nación o afectaban
la situación de sus distintas clases y grupos. El historiador se reconocía como un testigo atento de
su tiempo, a tal punto que a veces participaba como protagonista en las acciones que transformaban
su época, y al mismo tiempo era el cronista de esos acontecimientos.
En contraste con esa situación, el historiador que producen las instituciones desde 1940 deja de
tener esa vinculación con los acontecimientos del presente. El sistema corporativo que lo rodea lo
separa de las experiencias directas que transforman su presente y lo convierten en un observador
libresco del cambio histórico. La distancia que media entre su espacio social y los escenarios
donde ocurrén los procesos que inducen el cambio histórico se amplia, de modo que para percibir
éstos tiene que romper las fronteras de su medio profesional y convertir esos procesos en objetos
de estudio, en «temas de investigación». Así, en la misma proporción en que los efectos de la
realidad presente llegan indirectos hasta el cubículo del investigador, la institución donde rea~
liza su trabajo se convirtió en el principal motivador de sus tareas. La vida de relación en el recinto
institucional vino a ser el surtidor de sus temas de investigación, el principal oferente de enfoques
para revisar el pasado, el dispensador de una amplia variedad de instrumentos analíticos para
efectuar sus reconstrucciones, y el creador de los estímulos que excitan el oficio de historiador.
Ser historiador no planteó más la exigencia de estar en relación con las fuerzas que hacen la
historia. Por el contrario, se convirtió en una forma de reconstruir el pasado según las reglas de
una disciplina integrada por individuos alejados de los escenarios donde ocurre la transformación
efectiva de la historia. Una variante de esta manera de reconstruir el pasado llegó a postular que
34
Historia de México I
entre más alejado estuviera el historiador de sus temas de estudio, más «objetiva» resultarla su
interpretación de los hechos. Así, lo que en adelante se llamó «objetividad del historiador», sugería
que éste no deberia involucrarse en los acontecimientos que analizaba.
Al adoptar estas y otras normas, los profesionales de la investigación histórica separaron su
disciplina de los contaminantes de la realidad. Por ejemplo, declararon negado para el ejercicio
de la imparcialidad científica a quien exhibía sus simpatías y compromisos políticos. Más aun,
cuando se fundaron las nuevas instituciones, sus directores llenaron los puestos de investigadores
y profesores con historiadores situados al centro y a la derecha del espectro político, quienes
escudados en esa pretendida «objetividad», pudieron transmitir un discurso que rara vez ocultó
su sello conservador. En los años setenta y ochenta, cuando las instituciones y los gremios
académicos fueron dominados por grupos izquierdistas y «progresistas», ocurrió el fenómeno
inverso; entonces esas instituciones padecieron la opresión de un solo discurso histórico y un
reclutamiento exclusivo del personal.
Otra consecuencia del desarrollo de la historia profesional fue la reducción del complejo pasado
a los estrechos límites temáticos, temporales y espaciales que podían ser abarcados por la tesis
y la investigación monográfica. Estas dos invenciones -de la academia impusieron una recuperacion
del pasado fragmentada y arbitraria, que desde la década de 1940 ha sido el modelo de la
investigación histórica.
Otro ejemplo de cómo los intereses gremiales distorsionan el desarrollo de la disciplina histórica,
lo presenta el uso de los métodos y las técnicas. En tanto que éstos no fueron más renovados por
los problemas que planteaba el análisis de los procesos históricos, los historiadores se convirtieron
en repetidores de los inventados por sus antecesores, o en dependientes de las metodología
desarrolladas por las ciencias sociales. A su vez, el problema de cómo aplicar estas técnicas a la
investigación histórica quedó marginado por la acre polémica entre «tradicionalistas» e
«innovadores» que más que considerar la pertinencia científica de los distintos métodos de
investigación propuestos, se dedicó a defender Ios derechos» de cada especialidad a las partidas
presupuestales.
La obra misma del historiador es un espejo fiel de las transformaciones ocurridas en el sistema
productivo y en las condiciones sociales de la profesión. De 1940 a la fecha se han publicado más
obras históricas que en todos los periodos anteriores, como consecuencia de la multiplicación de
las instituciones, revistas y casas editoriales dedicadas a difundir los productos del historiador. En
una proporción semejante aumentaron las tesis de los historiadores, y aún más las reuniones,
congresos y simposios especializados.
Pero ocurre que la mayor parte de esta producción está representada por estudios especializados
que sólo leen los mismos profesionales de la historia y sus estudiantes. El resto, una porción
pequeñísima, es la que llega al público general. El gran volumen de la producción historiográfica
y su impenetrabilidad para el público no especializado, son consecuencia de la profesionalización
de la disciplina, y del proceso de enclaustramiento que distingue a los profesionales de las ciencias
sociales. Se produce más porque hay más apoyos a la investigación; porque la obra publicada es
el principal indicador de los méritos del investigador; porque para éste, luego de los títulos y
grados, es su principal medio de ascenso escalafonario, porque el prestigio lo establece la obra
publicada; y porque, en fin, la historia es una profesión de letrados, y sin obra, no hay historiador.
Pero no se produce más para más gente o para más lectores, como lo prueba el hecho devastador
de que la institución académica tiene el récord mundial por concepto de almacenamiento de
libros: ¡millones de libros guardados en las bodegas!
35
Guía de lecturas
La compulsión de publicar está pues en relación directa con los modelos profesionales que hoy
rigen el oficio de historiador. El historiador se dirige con preferencia a los miembros del gremio
porque la multiplicación de las institucíones docentes y de investigación creó un mercado propio
para sus obras, y porque el dictamen de este públíco es el que verdaderamente interesa a quien
tiene más demandas profesionales que sociales.
En tanto que este dictamen es el que tiene el mayor peso en el medio institucional, a este público
se dirige su obra. Creo que nada expresa mejor el distanciamiento que se ha creado entre el
profesional de la historia y la sociedad, que esta contradicción entre la producción de obras históricas
y el reducido público al que van dirigidas.
Para revertir esta tendencia se requiere un cambio radical en la organización y los fines del oficio
de historiador. Organizar científicamente el trabajo del historiador quiere decir también dominar el
sistema productivo, que lo hace posible, asimilar sus distintos procesos y adecuarlos a un ejercicio
crítico, coherente y estratégico de la actividad cient1fica. La condición de una conciencia más
clara del para qué de la historia implica tanto el dominio de los procedimientos científicos como de
las condiciones sociales en que se realiza la producción científica. Politizar la investigación a
través de la participación representativa y democrática de quienes la realizan es un requisito
indispensable para el desarrollo de una ciencia social verdaderamente integrada en la pluralidad
social que la produce.
La función social del historiador*
A Octavio Paz
La historia es la disciplina del «autoconocimiento humano [...] conocerse a sí mismo significa
conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta que lo intenta,
la única pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha hecho. El valor de
la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en ese
sentido lo que es el hombre».
R. G. COLLINGWOOD
A diferencia del científico, que en el siglo XIX fue ungido con el aura del genio solitario, desde los
tiempos más antiguos el historiador se ha pensado un deudor de su grupo social. Conoce el oficio
a través de las enseñanzas que recibe de sus profesores. Aprende la arquitectura de su disciplina
desmontando y rehaciendo los modelos heredados de sus antepasados. Descubre los secretos
del arte por el análisis que hace de las variadas técnicas imaginadas por sus colegas. Sus libros
de cabecera son obras escritas en lenguas ajenas a la suya y nutridas por las culturas más
diversas.
Los desafíos que le imponen sus compañeros de generación, y la ineludible competencia que.
padece en nuestros días, son los incentivos que lo inducen a superarse. Es decir, desde que elige
* La primera versión de este ensayo se publicó en francés e inglés en la revista Diogéne, París, Gallimard, 1994,
núm. 168, pp. 43-51; el texto en español apareció en la revista Vuelta, en enero de 1995, pp. 15-20. En los años
siguientes encontré textos e ideas que complementaban o enriquecían mis concepciones acerca de la función
social del historiador. La presente versión incorpora esos hallazgos.
36
Historia de México I
su vocación hasta que aprende a encauzarla, está rodeado de condicionantes sociales
inescapables. De una parte, es un producto social, un resultado de diversas corrientes colectivas;
y de otra, un individuo acuciado por el deseo de superar herencias del pasado y de renovar su
oficio a partir de los desafíos que le impone su presente.
I
Cuando la alfombra mágica de la historia nos transporta a los tiempos transcurridos, y nos acerca
a las tareas que nuestros antecesores le asignaron al rescate del pasado, advertimos que las
funciones de la historia han sido variadas. También observamos que buena parte de esas tareas
se concentró en dotar a los grupos humanos de identidad, cohesión y sentido colectivo.
Desde los tiempos más antiguos, los pueblos que habitaron el territorio que hoy llamamos México
acudieron al recuerdo del pasado para combatir el paso destructivo del tiempo sobre las fundaciones
humanas; para tejer solidaridades asentadas en orígenes comunes; para legitimar la posesión de
un territorio; para afirmar identidades arraigadas en tradiciones remotas; para sancionar el poder
establecido; para respaldar con el prestigio del pasado vindicaciones del presente; para
fundamentar en un pasado compartido la aspiración de construir una nación; o para darle sustento
a proyectos disparados hacia la incertidumbre del futuro1.
En todos esos casos la función de la historia es la de dotar de identidad a la diversidad de seres
humanos que formaban la tribu, el pueblo, la patria o la nación. La recuperación del pasado tenía
que por fin crear valores sociales compartidos, infundir la idea de que el grupo o la nación tuvieron
un origen común, inculcar la convicción de que la similitud de orígenes le otorgaba cohesión a los
diversos miembros del conjunto social para enfrentar las dificultades del presente y confianza
para asumir los retos del porvenir.
Dotar a un pueblo o a una nación de un pasado común, y fundar en ese origen remoto una
identidad colectiva, es quizá la más antigua y la más constante función social de la historia. Se
inventó hace mucho tiempo y sigue vigente hoy día. Como dice John Updike, el historiador sigue
siendo el especialista de la tribu que tiene el cargo de contarle a los demás lo que todo grupo
necesita saber: «¿Quiénes somos? ¿Cuáles fueron nuestros orígenes? ¿Quiénes fueron nuestros
antepasados? ¿Cómo llegamos a este punto o a esta encrucijada de la historia?»2
Esta función primordial explica el atractivo tan grande que tiene el relato histórico y su audiencia
vasta, continuamente renovada. Atrae al común de la gente y al curioso porque el relato histórico
los transporta al misterioso lugar de los orígenes. Seduce al auditorio más variado porque ofrece
un viaje a lugares remotos y propone esclarecer los comienzos del grupo. Al tender un puente
entre el pasado distante y el presente incierto, el relato histórico establece una relación de
parentesco con los antepasados próximos y lejanos, y un sentimiento de continuidad en el interior
del grupo, el pueblo o la nación. Al dar cuenta de las épocas aciagas o de los años de gloria, o al
1 Enrique Florescano, Memoria mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1994.
2 John Updike, «El escritor como conferenciante», La jornada Semanal, 19 de febrero de 1989. En este sentido dice
Owen Chadwick (The Secularyzation of the European Mind in the 19th Century, Cambridge, Cambridge University
Press, 1995, p. 189): «No human being is satisfied if he knows nothing of his father or mother. And no human
society is content unless it knows, how it came to be, and why it adopted the shape and the institutions which it
finds. The European mind demands imperiously the perspective why history alone can give. Nescire autem quid
antiquan natus sis accident, id est semper esse puerum, Cicero, Orator, 120- that is, you cannot even grow up
without history».
37
Guía de lecturas
rememorar los esfuerzos realizados por la comunidad para defender el territorio y hacerlo suyo,
crea lazos de solidaridad y una relación íntima entre los miembros del grupo y el espacio habitado.
II
Pero si por una parte la historia ha sido una búsqueda infatigable de lo propio, debe reconocerse
que su práctica es un registro de la diversidad del acontecer humano. La inquisición histórica nos
abre el reconocimiento del otro, y en esa medida nos hace partícipes de experiencias no vividas
pero con las cuales nos identificamos y formamos nuestra idea de la pluralidad de la aventura
humana.
Para el estudioso de la historia la inmersión en el pasado es un encuentro constantemente
asombrado con formas de vida distintas, marcadas por la influencia de diversos medios naturales
y culturales. Por esos rasgos peculiares del conocimiento histórico, a la práctica de la historia
puede llamársele el oficio de la comprensión. Obliga a un ejercicio de comprensión de las acciones
y motivaciones de seres humanos diferentes a nosotros. Y corno esta tarea se practica con
grupos y personas que ya no están presentes, es también un ejercicio de comprensión de lo
extraño.
Podemos decir entonces que estudiar el pasado supone una apertura a otros seres humanos.
Nos obliga a trasladamos a otros tiempos, a conocer lugares nunca vistos antes, a familiarizarnos
con condiciones de vida diferentes a las propias. Dicho en forma resumida, el oficio de historiador
exige una curiosidad hacia el conocimiento del otro, una disposición para el asombro, una apertura
a lo diferente, y una práctica de la tolerancia. Como advierte Owen Chadwick, el oficio de historiador
requiere la humildad del corazón y la apertura de la mente, dos cualidades que proverbialmente
se ha dicho que son indispensables para la comprensión histórica.3
Es verdad que no en todos los historiadores alienta la simpatía y la disposición hacia lo extraño.
Pero el conjunto de los practicantes de este oficio, y los maestros más eminentes, nos muestran
que el oficio de historiador, cuando se ejerce con probidad, es una apertura a la comprensión y
una disposición hacia lo extraño.
III
Al mismo tiempo que la imaginación histórica se esfuerza por revivir lo que ha desaparecido, por
darle permanencia a lo que poco a poco se desvanece, por otro lado es una indagación sobre la
transformación ineluctable de las vidas individuales, los grupos, las sociedades y los estados. La
historia, se ha dicho, es el estudio del cambio de los individuos y las sociedades en el tiempo.
Buen número de los instrumentos que el historiador ha desarrollado para comprender el pasado
son detectores del cambio y la transfórmación. El historiador registra el cambio instantáneo, casi
imperceptible, que el paso de los días provoca en las vidas individuales y colectivas. Estudia los
impactos formidables producidos por las conquistas, las revoluciones y las explosiones políticas
que dislocan a grupos étnicos, pueblos y naciones. Y ha creado métodos refinados para observar
3 Owen Chadwick, The Seculailzation of the European Mind, p. 3.
38
Historia de México I
los cambios lentos que a través de miles de años transforman la geografía, las estructuras
económicas, las mentalidades o las instituciones que prolongan su vida atravesando el espesor
de los siglos.
Gracias al análisis de estos diversos momentos de la temporalidad, el estudio de la historia nos
ha impuesto la carga de vivir conscientemente la brevedad de la existencia individual, la certidumbre
de que nuestros actos de hoy se apoyan en la experiencia del pasado y se prolongarán en el
futuro, y la convicción de que formamos parte del gran flujo de la historia, de una corriente mayor
por la que transitan las naciones, las civilizaciones y el conjunto de la especie humana. Al reconstruir
la memoria de los hechos pasados, la historia satis face una necesidad humana fundamental:
integra las existencias individuales en la corriente colectiva de la vida. Como advierte Grahame
Clark: «Es propio de las sociedades humanas, en contraste con las otras especies animales, el
estar constituidas y motivadas, en una proporción muy grande, por una cultura heredada. Es cosa
común aceptar que las actitudes y creencias de los seres humanos, y los modelos de conducta
que se derivan de éstas, províenen del pasado, y su validez descansa, ciertamente, en su
antigüedad. Los seres humanos deben su carácter distintivo al hecho de compartir memorias
sociales y sustentar valores heredados del pasado».4
IV
Por otra parte, cuando la investigación histórica analiza los hechos ocurridos en el pasado, se
obliga a considerar cada uno de ellos según sus propios valores, que son precisamente los valores
del tiempo y el lugar donde esos hechos ocurrieron.
Al proceder con este criterio de autenticidad, el historiador les confiere a esas experiencias una
significación propia y un valor duradero. De este modo, la historia viene a ser el instrumento por
medio del cual los hechos del pasado adquieren un significado singular e irrepetible dentro del
desarrollo humano general. Por esa vía las experiencias individuales y los actos nacidos de la
intimidad más recóndita se convierten en testimonios imperecederos, en huellas humanas que no
envejecen ni pierden valor por el paso del tiempo.
Hace siglos, al observar esta característica de la recuperación histórica, el humanista italiano
Marsilio Ficino escribió: "La historia es necesaria, no sólo para hacer agradable la vida, sino
también para conferir a ésta un sentido moral. Lo que es en sí mortal, a través de la historia
conquista la inmortalidad; lo que se halla ausente deviene presente; lo viejo se rejuvenece".5 Un
siglo más tarde, el fraile franciscano Juan de Torquemada, al escribir en México el prólogo de su
notable Monarquía indiana, reprodujo con otras letras la sentencia del humanista italiano. Decía
Torquemada: «Es la historia un enemigo grande y declarado contra la injuria de los tiempos, de
los cuales claramente triunfa. Es un reparador de la mortalidad de los hombres y una recompensa
de la brevedad de esta vida; porque sí yo, leyendo, alcanzo clara noticia de los tiempos en que
vivió el católico rey don Fernando o su nieto, el emperador Carlos V, ¿qué menos tengo (en la
noticia de esto) que si viviera en sus tiempos?».6
4 Grahame Clark, Space, Time and Man. A Prehistorian's View, Cambridge, Cambridge University Press, 1994, p. 39.
5 Citado por Erwin Panofisky, El significado en las artes visuales, Madrid, Alianza Editorial, 1991, pp. 38-39.
6 Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana, edición preparada por el Seminario para el estudio de fuentes de
tradición indígena, bajo la coordinación de Miguel León-Portilla, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1975-1983, 7 vols., vol. 1, p. XXVIII. Véase también Alejandra Moreno Toscano, Fray Juan de Torquemada y su
monarquía indiana, Malapa, Universidad Veracruzana, 1963, p. 41.
39
Guía de lecturas
Por otro lado, la historia, al revisar infatigablemente los asuntos que obsesionan a los seres
humanos, los despoja del sentido absoluto que un día se les quiso infundir. Contra las pretensiones
absolutistas de quienes desearon imponer una sola Iglesia, un solo Estado o un orden social
único para toda la humanidad, la historia muestra, con la implacable erosión del paso del tiempo
sobre. las creaciones humanas, que nada de lo que ha existido en el desarrollo social es definitivo
ni puede aspirar a ser eterno. La historia, advierte Hornung, "inexorablemente destruye todos los
valores ‘eternos’ y ‘absolutos’ y demuestra la relatividad de los referentes absolutos que nos
esforzamos por establecer".7 Al contemplar la naturaleza primera de los datos que recogen el
historiador, el etnólogo o el analista del desarrollo social, cobramos conciencia del carácter mudable
de las construcciones humanas, y comprendemos también los impulsos desquiciados que quisieron
congelarlas en el tiempo y hacerlas inmunes al paso de los días.
V
Entre fines del siglo XVIII y mediados del XIX era común escuchar, en el salón de clases, la
tertulia social o en los discursos que recordaban los hechos pasados, el dicho de que «la historia
es la maestra de la vida». Con esa frase se quería decir que quien leía libros de historia, o
examinaba con atención los hechos que habían conducido a tal o cual resultado, podía ufilizar
esos conocimientos para no incurrir en los errores que afectaron a nuestros ancestros, o para
normar los actos de la propia vida, apoyándolos en las experiencias del pasado. Como sabemos,
Hegel cortó esta pretensión con una sentencia tajante: «lo que la experiencia y la historia nos
enseñan es que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido nada de la historia, y nunca han
actuado según las doctrinas que de ellas se podía haber extraído». En nuestro tiempo, Agnes
Heller observó que los pueblos y los gobiernos "no son niños en absoluto, y para ellos no existe
un maestro llamado historia".8
Como reconoce Agnes Heller, si es verdad que no extraemos "Iecciones de la historia" ,
constantemente estamos aprendiendo de los hechos históricos. Los desaires de la actualidad
casi siempre nos remiten a las encrucijadas del pasado, y muchas veces los acontecimientos
pasados sirven de «principios orientadores de nuestras acciones presentes». Pero todo esto nos
lleva a la conclusión de que la «historia no nos enseña nada», puesto que «somos nosotros los
que, aprendiendo de ella, nos enseñamos a nosotros mismos. La historicidad, la historia, somos
nosotros. Somos nosotros los maestros y los discípulos en esta escuela que es nuestro planeta
[...] La historia no ‘continúa avanzando’, porque no avanza en absoluto. Somos nosotros los que
avanzamos. Como dice Vico, sólo podemos entender un mundo que nosotros mismos hemos
creado. No nos limitamos a andar a tientas en la oscuridad. El rayo que ilumina las zonas oscuras
de nuestro pasado es el reflector de nuestra conciencia».9
VI
De tiempo en tiempo se ha considerado, sobre todo después de los desastres provocados por las
guerras, o en épocas de crisis, si una de las funciones de la historia no seria la de condenar los
crímenes, o los actos monstruosos cometidos en el pasado. Esta corriente se ha unido con otra,
más antigua, que considera a la historia como una suerte de gran tribunal al que compete dictaminar
7 Erik Hornung, Les dieux de I’Egypte, París, Flammarion, 1992,p.233.
8 Agnes Heller, Teoría de la historia, México, Fontamara, 1989, P. 165. De aquí procede la cita de Hegel.
9 Ibid., pp. 179-180.
40
Historia de México I
el contenido moral de las acciones humanas. Lord Acton, por ejemplo, afirmaba que Ia inflexibilidad
del código moral es el secreto de la autoridad, de la dignidad y de la utilidad de la historia».
Apoyado en ese razonamiento, quiso hacer de la historia «un árbitro de las controversias, una
guía para el caminante, el detentador de la norma moral que tanto los poderes seculares como
hasta los religiosos tienden a menguar».10
Contra esa opinión se ha manifestado la corriente que advierte que el historiador no es un juez, ni
le asisten razones morales para condenar a sus antepasados. Benedetto Croce, uno de los más
convencidos defensores de esta tesis, la razonaba de la manera siguiente:
La acusación olvida la gran diferencia de que nuestros tribunales (sean jurídicos o morales), son tribunales del presente, instituidos para hombres vivos, activos y peligrosos, en
tanto que aquellos otros hombres ya comparecieron ante el tribunal de sus coetáneos y no
pueden ser nuevamente condenados o absueltos. No puede hacérseles responsables ante
ningún tribunal por el mero hecho de que son hombres del pasado que pertenecen a la paz
de lo pretérito y de que en calidad de tales no pueden ser más que sujetos de la historia, ni
les cabe sufrir otro juicio que aquel que penetra y comprende el espítritu de su obra... Los
que, so pretexto de estar narrando historia, se ajetrean con ademán de jueces, condenando
acá e impartiendo su absolución allá, y pensando que tal es la tarea de la historia... Son
generalmente reconocidos como carentes de todo sentido histórico. 11
Sir Isaiah Berlin, el eminente pensador inglés, suscribe esta idea, pero piensa que ningún «escrito
histórico que sobrepasa a la pura narración de un cronista» puede evitar la expresión de juicios
valorativos. Añade que pedir a los «historiadores que intenten entrar con la imaginación en las
experiencias que han tenido otros y prohibirles que desplieguen su comprensión moral, es invitarlos
a decir una parte demasiado pequeña de lo que saben, y quitarle significado humano a su trabajo».12
Al reflexionar sobre estos temas acuciantes y demandantes, Agnes Heller concluyó:
En nuestro siglo, las catástrofes originaron grandes esperanzas para que nuevas catástrofes
las aplastaran [...] El infierno de la primera Guerra Mundial terminó con la promesa [...] de
que aquélla habría sido la última [conflagración]. De las democracias y las revoluciones
surgieron nuevas tiranías, la economía se arruinó y el mundo se precipitó en una nueva
guerra, incluso más terrible que la anterior. Los campos de concentración las enormes
fábricas de «procesar la materia prima humana», convirtieron en amarga frase la supuesta
«superioridad» de la cultura europea. Pero, desde las profundidades de este nuevo abismo
[...], renacieron frescas las esperanzas [...]. He aquí nuestra historia: en su cruda desnudez
es una historia de esperanzas traicionadas. ¿Hay que echar la culpa de ello al mundo o a
nuestras esperanzas? Si culpamos al mundo, nos culpamos a nosotros mismos, puesto
que somos historia. Si culpamos a nuestras esperanzas, culpamos a lo mejor que hay en
nosotros, que somos historia. Buscar culpables es una irresponsabilidad. Lo que habría que
hacer es asumir responsabilidades. Lo que hay que hacer es asumir responsabilidades.13
10 Citado en Edward H. Carr, ¿Qué es la historia?, Barcelona, Editorial Seix Barral, 1970, pp. 102-103.
11 Citado por Carr, ibid., p. 104.
12 Isaiah Berlin, Libertad y necesidad en la historia, Revista de Occidente, Madrid, 1974, p. 29.
13 Agnes Heller, Teoría de la historia, pp. 275-276. En nuestro país, estas ideas son las que han prevalecido. Entre
los decanos del gremio de historiadores, don Silvio Zavala ha sido uno de sus defensores más vigorosos. Por su
parte, Edmundo O'Gorman ha repetido que la misión del historiador «consiste en dar explicaciones por los muertos,
no en regañarlos» o juzgarlos. Sin embargo, la pasada preparación y celebración del V Centenario del Descubrimiento
de América hizo añicos esa tradición. Casi en todas partes, pero sobre todo en Hispanoamérica, brotaron tribunales
y jueces que condenaron a los actores de los descubrimientos, exploraciones y conquistas del territorio americano,
derribaron sus monumentos, quemaron sus efigies e impugnaron sus legados.
41
Guía de lecturas
VII
Si es verdad que una de las tareas que más desvelan al historiador es la de corregir las
interpretaciones que distorsionan el concimiento fidedigno de los hechos históricos, no es menos
cierto que en ningún tiempo ha sido capaz de ponerle un freno a las imágenes que
ininterrumpidamente brotan del pasado y se instalan en el presente, o a las que cada uno de los
diversos actores sociales inventa o imagina acerca del pasado.
Lo quiera o no el historiador, el pasado es un proveedor inagotable de arquetipos que influyen en
la conducta y la imaginación de las generaciones posteriores. Desde los tiempos más remotos,
cuando los mitos narraron la creación del cosmos, definieron también la relación entre los seres
humanos, los dioses y la naturaleza. Eran mitos dedicados a reproducir normas y tradiciones
remotas, y a legitimar el poder. En estos relatos el orden del cosmos y de la vida humana se
atribuían al poder inconmesurable del soberano. En Mesoamérica, este modelo le dio sustento a
la construcción de numerosos reinos, fijó el arquetipo del gobernante y, a través de las diversas
artes, multiplicó el ideal de vida predicado en los mitos cosmogónicos. En Mesopotamia, las
primeras muestras de escritura registran los innumerables epítetos que acompañaban el nombre
de los reyes, y también dan cuenta de la congoja que invadió el espíritu de Gilgamesh al contemplar,
consternado, cómo la vida abandonaba el cuerpo de Ekindú, su amigo. Hemos olvidado los 50
adjetivos hiperbólicos que exaltaban la persona de los reyes de Babilonia, pero cada generación
que lee el poema de Gilgamesh recuerda la imagen desolada del héroe ante la intromisión
inesperada de la muerte que le arrebata la compañía del amigo irrepetible.
Los cantos que Homero diseminó en la antigua Grecia propagaron imágenes imperecederas del
héroe guerrero y del amiigo fiel, del momento fragoroso de las batallas y de los giros ineluctables
que los dioses imponían en la conducta humana. Más tarde, el genio griego sustituyó la explicación
mítica del cosmos por un análisis razonado del desarrollo social, basado en un pensamiento
separado de la religión y dotado de sus propios instrumentos de análisis (Heródoto, Tucídides).14
En esa tradición abrevó la corriente dedicada a extraer de la historia ejemplos morales. Plutarco,
el polígrafo griego que vivió entre los años 50 y 126 d. C., se convirtió en el primer maestro del
género al escribir biografías edificantes de sus antecesores de la época clásica y de los romanos
que vivieron los esplendores de la república. Siguiendo a Platón, Plutarco pensaba que las virtudes
podían enseñarse. A ese fin dedicó sus Vidas paralelas, una galería de hombres ilustres que
enaltecen sus valores morales.15 Con el correr del tiempo esta obra vino a ser el texto que difundió
los principios que nutrieron a la antigüedad clásica, y en el modelo más imitado para transmitir los
ideales de vida de otras épocas.
Durante la Edad Media, el triunfo del cristianismo hizo de la pasión de Jesucristo el relato más
celebrado. Por primera vez se difundió, por todos los medios conocidos, un solo mensaje religioso
y una forma única de vida, al mismo tiempo que se condenaban las experiencias históricas distintas
al cristianismo. El humanismo del Renacimiento canceló esa pretensión e inauguró los tiempos
modernos. Las Vidas paralelas de Plutarco convivieron entonces con las biografías de los varones
y mujeres piadosas. Las estatuas de filósofos, estadistas y héroes de la Antigüedad invadieron el
espacio público. Los antiguos cánones del arte clásico renacieron en la vida mundana y en el
seno de la misma Iglesia. La estima de los valores clásicos produjo las primeras colecciones
privadas de antigüedades, y esta pasión llevó a la creación del museo de arte, el recinto donde el
14 Véase Jean Pierre Vernant, Les origines de la pensée grecqque, París, Presses Universitaries de France, 1988.
15 Plutarco, Vidas paralelas, introducción de Francisco Montes de Oca, México, Editorial Porrúa (Sepan Cuántos...),
1987.
42
Historia de México I
visitante pudo contemplar por primera vez obras maravillosas creadas por seres que habían
vivido en tiempos lejanos. Como lo percibió con claridad Erich Auerbach, el humanismo del
Renacimiento creó una nueva perspectiva para mirar el pasado:
Con el despuntar inicial del humanismo, empezó a existir un sentido de que los hechos de
la historia antigua y los mitos clásicos, y también los de la Biblia, no estaban separados del
presente tan sólo por una extensión de tiempo, sino también por condiciones de vida
completamente diversas. El humanismo y su programa de restauración de las antiguas
formas de vida y de expresión abren una perspectiva histórica de una profundidad inexistente
en las anteriores épocas que conocemos: los humanistas perciben la antigüedad con hondura
histórica, y sobre ese trasfondo también las sombrías épocas de la Edad Media... [Esto hizo
posible] restablecer la vida autárquica propia de la cultura antigua, o la ingenuidad histórica
de los Siglos XII y XIII.16
La sensación de vivir simultáneamente en diferentes espacios y tiempos históricos fue acelerada
por los descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI. Los viajes de Colón y Magallanes, al
mismo tiempo que precisaron los confines geográficos del planeta, dieron a conocer la diversidad
del globo terráqueo. El instrumento que difundió ese universo nuevo, poblado por geografías,
bestiarios, civilizaciones, dioses y tradiciones diversas, fue el libro impreso. Por primera vez el
relato del viajero y del historiador registró las peripecias de la aventura humana en los escenarios
más apartados y las comunicó a seres de culturas diversas. Gracias al libro impreso, el ciudadano
de un país pudo ser contemporáneo de civilizaciones extrañas y llegó a conocer los itinerarios
históricos de pueblos hasta entonces ignorados. Del libro, los temas y los personajes históricos
saltaron al centro de las obras teatrales (William Shakespeare), la ópera (Claudio Monteverdi,
Handel, Gluck, Wagner, Richard Strauss), la novela histórica (Walter Scott), hasta invadir, en
tiempos más cercanos a nosotros, la industria del entretenimiento y de la nostalgia: cine, televisión
y tiras cómicas. Desde esos años, el libro, el museo y los medios de comunicación masiva son los
principales difusores de imágenes y tradiciones provenientes del pasado. Son los instrumentos
que completan y extienden la función social del historiador.
Hoy sabemos que los pueblos y los gobiernos de algunos países hispanoamericanos, asiáticos y
europeos, al enfrentar diversas amenazas en el siglo XIX, imaginaron ancestros inexistentes;
inventaron lazos de identidad con el propósito de unir a poblaciones de lenguas y culturas diferentes;
forjaron símbolos nacionales (el territorio, el folclor, la bandera y el himno nacional); o inauguraron
monumentos, museos, ceremonias y panteones heroicos que definieron los emblemas y los
principios de legitimidad que sustentaron a la nación y al Estado nacional. Esas manipulaciones
del pasado crearon "comunidades imaginadas", contrucciones mentales que más tarde desafiaron
la comprensión y el análisis del historiador, el sociólogo o el estudioso de los sistemas políticos.
Entre los instrumentos que más se distinguieron en la creación de estos imaginarios colectivos
habría que destacar un nuevo tipo de obras edificantes: el texto oficial de historia, el mapa del
territorio, el calendario cívico, los emblemas nacionales, los rituales públicos y el uso de los nuevos
medios de comunicación.17
16 Erich Auerbach, Mimesis. The Representation of Reality in Western Literature, Garden City, Nueva York, Doubleday
Anchor, 1957, p. 282.
17 Véase Josefina Vázquez, Nacionalismo y educación en México, México, El Colegio de México, 1970; David A.
Brading, Los orígenes del nacionalismo mexicano, México, Secretaría de Educación Pública, 1972; Benedict Anderson, Imagined Communities, Londres, Verso, 1991; Eric Hobsbawm y Terence Range (comps.) The Invention of
Tradition, Cambridge, Cambridge University Press, 1983; E. J. Hobsbawm, Naciones y nacionalismos desde 1780,
Barcelona, Ed. Crítica, 1992; Fernando Escalante, Ciudadanos imaginarios, México, El Colegio de México, 1992;
Francois-Xavier Guerra (comp.), Mémoires en Devenir. Amérique Latina, XVIe-XXe Siécle, Burdeos, Maison des
Pays Ibériques, 1994.
43
Guía de lecturas
Otra función social que cumple la historia proviene de los hábitos establecidos por sus propios
practicantes. En los dos últimos siglos, pero sobre todo en el que está por terminar, el estudio de
la historia se convirtió, más que en en una memoria del pasado, en un análisis de los procesos del
desarrollo humano, en una reconstrucción crítica del pasado. Como ha dicho Marc Bloch, "El
verdadero progreso [en el análisis histórico] surgió el día en que la duda se hizo 'examinadora'
[...]; cuando las reglas objetivas, para decirlo en otros términos, elaboraron poco a poco la manera
de escoger entre la mentira y la verdad".18
A través del examen cuidadoso de los vestigios histórico, sometiendo los testimonios a pruebas
rigurosas de veracidad y autenticidad, y atendiendo más al cómo y al por qué ocurrieron así los
hechos, el relato histórico se transformó en un saber crítico, en un conocimiento positivo de la
experiencia humana. La investigación histórica estableció entonces la regla que dice que "una
afirmación no tiene derecho a producirse sino a condición de poder ser comprobada", y nos
advirtió que "de todos los venenos capaces de viciar un testimonio, la impostura es el más violento".
En la medida en que el historiador puso mayor cuidado en la crítica y selección de sus fuentes,
mejoró sus métodos de análisis y sacó provecho de las técnicas de las ciencias y las disciplinas
humanistas, en esa misma medida se transformó en impugnador de las concepciones del desarrollo
histórico fundadas en los mitos, la religión, los héroes providenciales, los nacionalismos y las
ideologías de cualquier signo. De este modo, en lugar de buscarle un sentido trascendente a los
actos humanos, de legitimar el poder o de ponerse al servicio de las ideologías, la práctica de la
historia se convirtió en un ejercicio crítico y desmitificador, en una "empresa razonada de análisis",
como decía Marc Bloch.19
La investigación histórica, al recibir la presión de estas demandas, abandonó las interpretaciones
universales del desarrollo humano y se dedicó a estudiar las acciones de los actores individuales
y colectivos de manera concreta, buscando explicar la conducta de los hombres a partir e su
propia lógica, y esforzándose por comprender el cambio histórico a partir de sus propios
desenvolvimientos, en tanto procesos capaces de ser observados con los instrumentos analíticos
creados por la inteligencia y el saber positivo.
Podría entonces decirse que la norma que se ha impuesto la investigación histórica de nuestros
días es hacer de su práctica un ejercicio razonado, crítico, inteligente y comprensivo. Es decir, se
ha convertido en un estudio sometido a las reglas de la prueba y el error propias del conocimiento
riguroso.
Aun cuando los historiadores de este siglo soñaron algunas veces equiparar el conocimiento
histórico con el científico, después de ensayos desafortunados acabaron por reconocer que la
función de la historia no es producir conocimientos capaces de ser comprobados o refutados por
los procedimientos de la ciencia experimental. A diferencia del científico, el historiador, al igual
que el etnólogo o el sociólogo, sabe que no puede aislar herméticamente su objeto de estudio,
pues las acciones humanas están inextricablemente vinculadas con el conjunto social que las
conforma. Y a diferencia del historiador positivista, que creía posible dar cuenta de los hechos tal
y como éstos efectivamente ocurrieron en el pasado, el historiador de nuestros días ha aceptado
que la objetividad es una relación interactiva entre la inquisición que hace el investigador y el
objeto que estudia: "La validez de esta definición proviene de la persuasión más que de la prueba;
pero sin prueba no hay relato histórico digno de ese nombre".20
18 Marc Bloch, Introducción al estudio de la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1952, p.66
19 Ibid., p. 16.
20 Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, Telling the Truth about History, Nueva York, W. W. Norton and
Company, 1994, pp.260-261.
44
Historia de México I
A pesar de las diferencias de enfoques que hoy oponen a los diversos historiadores y escuelas
historiográficas, hay consenso en que el objetivo principal de la historia es la producción de
conocimientos a través del ejercicio de la explicación razonada. Desentrañar los enigmas de la
conducta humana y dar la razón del desarrollo social se convirtieron en indagaciones presididas
por el análisis sistemático y la explicación convincente.
IX
Con todo y las presiones que las ciencias experimentales han hecho sentir en el campo de la
historia, los miembros de este oficio decidieron no cerrarle las puertas a los legados que provienen
del arte, los humanistas y el sentido común. Después de largos y a veces acalorados debates
sobre los métodos científicos que conducen al conocimiento verdadero, los maestros del oficio
proponen practicar con rigor unas cuantas reglas básicas. Entre ellas destaco las siguientes:
Ignorar a quienes quieren encerrar la historia en una rígida camisa de fuerza determinista, sea
marxista, estructuralista o funcionalista. Evitar caer en las explicaciones monocausales. Alejarnos
de las banalidades del anticuario que invierte su tiempo en el pasado por el solo hecho de que ahí
reposan datos cubiertos por el polvo de los tiempos. Rechazar los casilleros académicos que han
dividido la historia en campos, áreas, disciplinas y especialidades que fragmentan la comprensión
del conjunto social e impiden conocer su desarrollo articulado.
Vincular la historia de la vida material, la historia social y la historia de los productos de la cultura
con la historia política, con el análisis de las estructuras profundas del poder, uno de los campos
del conocimiento histórico más descuidados en las últimas décadas. Restituir la vida real de los
seres humanos, tanto la de los grandes como la de los pequeños, al escenario social de donde
fueron expulsados por los ismos que se impusieron a lo largo de este siglo.21
Imponer, como norma benévola de comunicación, la claridad en el lenguaje y la expresión. Combatir
la tendencia que busca fragmentar a los historiadores en grupos cada vez más pequeños,
especializados e incomunicados. Reivindicar, en fin, la función central de la historia en el análisis
del desarrollo social. Quizá esta función se reduzca a mostrar, con la fuerza de datos fidedignos
y de la explicación razonada, que la inquisición histórica produce conocimientos positivos que nos
ayudan a comprender las conductas, las ideas, los legados y las aspiraciones profundas de los
seres humanos.
Al fin y al cabo, como observa E. H. Gombrich, "cada civilización ha concebido a la historia como
una búsqueda de sus propios orígenes. Las culturas más tempranas recibieron su historia bajo la
forma de mitos o de relatos épicos, como los de Homero. Y no es necesario subrayar la importancia
que el culto de los ancestros y las reivindicaciones basadas en orígenes remotos tuvieron en el
desarrollo de la historiografía. De ahí que Huizinga pensara que la mejor descripción que le
conviene a la historia es la que la define como 'la forma intelectual bajo la cual una civilización
rinde cuentas de su propio pasado'".22
21 Lawrence Stone, "Una doble función. Las tareas en que se deben empeñar los historiadores en el futuro", El País,
29 de julio de 1993.
22 The Essential Gombrich, editado por Richard Woodfield, Londres, Phaidon Press, 1996, p.366.
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Guía de lecturas
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Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Introducción a la filosofía de la Historia. W. H. Walsh, s. XXI
Editores. p. 29-51
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Guía de lecturas
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Historia de México I
HISTORIA Y CIENCIAS
1. CARACTERIZACION PRELIMINAR DE LA HISTORIA LA HISTORIA Y LA PERCEPCION
SENSORIAL
En este artículo plantearemos el problema de la naturaleza del conocimiento histórico, y tocaremos
las difíciles cuestiones que plantea el averiguar si la historia puede pretender ser un estudio
científico y en qué sentido.
Problablemente la mejor manera de abordar la cuestión sea preguntarnos qué es lo que el
historiador trata de investigar y qué es lo que espera descubrir. La primera solución que se ofrece
es obvia; aspira a una reconstrucción inteligente del pasado. Y podría pensarse que eso por sí
solo serviría para distinguir la historia como rama independiente de conocimiento. Es fácil suponer
que las ciencias naturales se interesan por el mundo que nos rodea; dependen, para sus datos,
de la percepción sensorial. La historia, a modo de contraste, se interesa por el pasado, y las
impresiones recordadas tienen, por lo tanto, que formar una parte indispensable de su materia
prima. Pero en realidad, el contraste entre la historia y las ciencias naturales no es tan agudo. En
primer lugar, no es verdad que el científico se interese por el presente con exclusión del pasado.
Completamente aparte de que el conocimiento memorístico entre en todos los juicios perceptivos
presentes acerca de objetos, sólo se necesita recordar la existencia de estudios como la geología
y la paleontología para ver que hay ramas de la investigación científica que estudian el pasado y
no el presente. Y además no puede sostenerse que la historia es, sin limitaciones, el estudio del
pasado. Hay grandes porciones del pasado de las que la historia, tal como normalmente se la
entiende, no toma ningún conocimiento, por ejemplo, todas las edades que precedieron a la
evolución del hombre hacia algo parecido al tipo de criatura que es ahora.
Definir la historia como el estudio del pasado y tratar de fundar su autonomía como forma de
conocimiento sobre ese punto; es algo que no puede defenderse. Pero, desde luego la historia
es, en cierto sentido, un estudio del pasado. ¿De qué pasado? La respuesta es: el pasado de los
seres humano. La historia empieza a interesarse por el pasado cuando por primera vez aparecen
en él seres humanos. Su esencial incumbencia son las experiencias humanas. Es cierto desde
luego, que la historia registra no simplemente lo que hicieron y sufrieron seres humanos, sino
también un número considerable de acontecimientos naturales del pasado: terremotos
inundaciones, sequías y cosas análogas. Pero su interés en esos acontecimientos es estrictamente
circunstancial. El historiador no se interesa en ningún momento de su trabajo por la naturaleza en
sí misma, y sí sólo como medio ambiente de las actividades humanas. Si menciona hechos
naturales, es porque esos hechos tuvieron algunos efectos sobre las vidas de los hombres y las
mujeres cuyas experiencias describe. Si no hubieran tenido esos efectos, no los habría mencionado.
Que esto no es puro dogmatismo, puede verlo el lector por sí mismo si reflexiona sobre escritos
históricos reales. Una historia del mundo no suele empezar con especulaciones sobre los origenes
del universo, ni contiene una exposición de las mutaciones de las especies, vegetales y animales
una vez aparecida la vida en este planeta. Su campo efectivo es mucho más reducido: se concentra
sobre las actividades del hombre conocidas en un lapso relativamente breve. Y en el caso de que
alguien piense que esto es simple miopía por parte de los historiadores, que refleja la tendencia
anticientífica de su educación, y señala que H. G. Wells ofrece en su Outline History algo mucho
más amplio, puede ser pertinente aqui decir que aun Wells se interesó primordialmente en su
obra, por las actividades de seres humanos, y que sus prímeros capítulos, sea cualquiera su
propósito ostensible, en realidad los incluyó porque pensaba que arrojaban luz sobre la naturaleza
49
Guía de lecturas
humana. Qué importancia dar al ambíente natural en relación con las acciones de los hombres, y
hasta qué punto conectar esas acciones con la naturaleza animal del hombre, son puntos que
cada historiador ha de decidir por sí mismo. Wells decidió remontarse mucho en el pasado, pero
no cambió, al hacerlo, la naturaleza de la historia.
Por lo tanto, demos por sabido que es el pasado humano el objeto primordial del estudio de la
historia. El siguiente punto a examinar es el tipo de conocimiento a que aspira.
Aquí tenemos que examinar dos posibilidades. La primera es que el historiador se limita (o debiera
limitarse) a la descripción exacta de lo que sucedió, construyendo lo que puede llamarse un
sencillo relato de los acontecimientos pasados. La otra es que el historiador va más allá de ese
sencillo relato y se propone no meramente decir lo que sucedió sino también (en algún sentido)
explicarlo. En el segundo caso la clase de relato que construye debe describirse como «significativo»
y no como «sencillo».
La relevancia de la distinción que aquí se sugiere puede ser advertida mediante el examen de un
problema paralelo. El estudio del tiempo para una zona dada y un período dado podría hacerse,
indudablemente, en dos niveles, que podemos distinguir, un tanto desagradablemente como
amateur y profesional. En el primero, el observador se limita al registro completo y exacto de
detalles de presiones barométricas, temperaturas, dirección y fuerza del viento, lluvia, etc.,
produciendo así una simple crónica del tiempo en la zona. En el segundo, no se contentaría con
esa crónica, sino que se esforzaría no sólo por registrar sino también, hasta donde se lo permitieran
los datos, por comprender los acontecimientos de que trata, rastreando en ellos la acción de las
leyes naturales que formula la meteorología.
La cuestión relativa a si el historiador construye un relato sencillo o un relato que yo he llamado
«significativo», de los acontecimientos pasados, es la cuestión acerca de si su proceder se acerca
al del meteorólogo amateur o al del profesional de mi ejemplo. Pero no hay que confundir el
problema. El punto a discusión no es la identidad definitiva del pensamiento histórico con el
científico: es ésta una cuestión que no aparece hasta una etapa posterior. Es, más bien, si el nivel
en que se mueve la historia es comparable al de la simple percepción o al de la ciencia. Si lo
primero es la solución vedadera, podemos decir que la tarea del historiador es decirnos, según la
famosa frase de Ranke, «exactamente lo que ocurrio», y dejar la materia en eso; si lo es lo
segundo, tenemos que convenir en que el tipo de relato que tiene que construir el historiador es
un relato «significativo», dejando la cuestión de cómo puede serlo (esto es, en que consiste su
significación) para ulteriores investigaciones.
Ahora bien, yo creo que no es difícil demostrar que la historia propiamente dicha implica un relato
significativo y no sencillo de la pasada experiencia de seres humanos. El historiador no se contenta
con decirnos meramente lo que ocurrió, quiere también hacernos ver por qué ocurrió. En otras
palabras, aspira, como se insinuó al principio, a una reconstrucción del pasado que sea a la vez
inteligente e inteligible. Es verdad que con frecuencia los historiadores no llegan a este elevado
nivel: carecen de pruebas o de la penetración necesaria para una reconstrucción adecuada, y en
consecuencia se ven impulsados a recitar hechos aislados sin poder ajustarlos en un cuadro
coherente. Pero el que procedan así no hace sino atestiguar las dificultades generales bajo las
cuales trabajan los historiadores, y no una debilidad inherente al ideal histórico. La verdad es que
la historia es materia mucho más difícil de lo que con frecuencia se cree, y que su afortunado
cultivo requiere que se den muchas condiciones, no todas las cuales dependen de los historiadores.
Pero que sea difícil alcanzar la verdad histórica; no es razón para negar su especial naturaleza.
50
Historia de México I
Croce hace una distinción en su Teoría e historia de la historiografía que puede ser esclarecedora
en este respecto. Croce contrapone la historia propiamente dicha y la crónica, y describe la primera
como el pensamiento vivo del pasado, mientras que la segunda está, por decirlo así, muerta y es
ininteligible. El uso que el propio Croce hace de esta dinstición en interés de su teoría de que toda
historia es historia contemporánea no tiene por que interesarnos aquí. Pero pienso que hay que
reconcer que dicha distinción responde a una diferencia real de niveles del conocimiento histórico.
La clase de conocimiento que tenemos de la historia de la pintura griega, para poner un ejemplo
del mismo Croce, es muy diferente del que tenemos, por ejemplo, de la historia política de la
Europa del siglo XIX, y en realidad la diferencia es tan profunda que casi puede decirse que
pertenecen a géneros diferentes. No es sólo que en el caso de la historia política del siglo XIX
tengamos mucho más material sobre el cual trabajar que cuando tratamos de la historia de la
pintura griega, de la cual quedan muy pocos testimonios directos. Hay también el hecho de que,
por estar más cerca del siglo XIX, podemos penetrar mucho más fácilmente las ideas y los
sentimientos de la época y, en consecuencia, usar nuestros testimonios de manera mucho más
efectiva. El relato que podemos construir de la historia política del siglo XIX es a la vez completo
y coherente;en él pueden presentarse los acontecimientos de tal modo que su desarrollo parezca
ordenado e inteligible. Una historia de este tipo está estrechamente entrelazada y es consecuente.
Pero una historia de la pintura de la pintura griega, o lo que pasa por tal historia, es, en comparación,
una cosa lamentable, consistente en poco más que los nombres y las fechas aproximadas de
algunas celebridades, con los títulos de sus obras tal como los registraron autores antiguos. No
nos da ninguna idea del desenvolvimiento real de la pintura en el mundo antiguo, sino que en
realidad es sólo una crónica insatisfactoria, el mero esqueleto de una historia.
El punto sobre el cual deseo insistir es que, aunque es posible encontrar esos dos niveles de
crónica y de historia propiamente dicha en toda la historia escrita -si bien es posible hallar elementos
de crónica en la historia más elaborada, y de historia propiamente dicha en la crónica más primitiva,
el ideal histórico siempre es rebasar la fase de la crónica y llegar a la de la historia.Lo que todo
historiador busca no es un relato escueto de hechos inconexos, sino una fluida narración en la
que cada acontecimiento esté, por así decirlo, en lugar natural, forme parte de un todo inteligible.
En este respecto el ideal del historiador es en principio idéntico al del novelista o el dramaturgo.
Así como una buena novela o una buena comedia parece consistir no en una serie de episodios
aislados, sino en el desarrollo ordenado de la situación compleja de la cual parte, así una buena
historia posee cierta unidad de argumento o tema. Y cuando no encontramos esa unidad
experimentamos un sentimiento de insatisfacción: creemos no haber entendido los hechos que
nos pusimos a investigar lo mejor que pudimos.
Ahora bien, si esto es totalmente exacto (y debe advertírse al lector que se formula no como un
análisis definitivo, sino simplemente como una descripción a primera vista del proceder y las
aspiraciones reales de los historiadores), creo que podemos concluir con seguridad que todo
intento de considerar la historia simplemente coordinada con la percepción sensorial tiene que
ser erróneo. Si se nos pregunta si el pensamiento del historiador se mueve en el nivel perceptivo
o en el nivel científico, considerando exhaustiva esta alternativa, no podemos dar más que una
respuesta. Pero dar esa respuesta no es resolver el problema de la categoría del pensamiento
histórico. Porque plantea al mismo tiempo la cuestión del sentido, si lo hay, en que es apropiado
identificar el pensamiento histórico y el científico, por ejemplo, en las conocidas palabras de J. B.
Bury, según las cuales «Ia historia es una ciencia, ni más menos» A este asunto debemos prestar
ahora nuestra atención.
51
Guía de lecturas
2. CARACTERÍSTICAS DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
¿Qué queremos decir cuando llamamos ciencia a un corpus de conocimientos? Queremos decir,
en primer lugar, que lo distinguimos de un conjunto de trozos fortuitos de información. Todos los
hechos que conocí ayer pueden necesitar, para ciertos propósitos imaginables, que se les considere
en conjunto, pero nadie creería que constituyen una ciencia. Las diferentes proposiciones de una
ciencia, al contrario de los ingredientes de aquel agregado, están sistemáticamente relacionados.
Una ciencia, sea lo que fuere, es un cuerpo de conocimientos adquiridos como resultado de un
intento de estudiar cierta materia de un modo metódico, según un conjunto determinado de
principios guías. Y el hecho de que abordemos nuestro material teniendo presente dicho conjunto
de principios es lo que da unidad y sistema a nuestros resultados. El punto fundamental aquí es
que nos planteamos cuestiones desde un conjunto definido de supuestos previos, y nuestras
respuestas están conectadas precisamente a causa de esto. Habría que añadir que la verdad de
esta tesis no es afectada por el hecho de que los investigadores científicos ignoren con frecuencia
sus propios supuestos previos: no necesitamos tener explícitamente presente un principio para
poder usarlo en nuestros pensamientos.
Una ciencia ha de ser considerada por lo menos como un corpus de conocimientos
sistemáticamente relacionados y dispuestos de un modo ordenado. ¿Pero basta eso para formar
una definición? Se ha indicado1 que no basta, pues si bastase tendríamos que convenir en que un
horario de trenes o un directorio telefónico son ejemplos de libros de textos científicos. La
información de esos libros fue adquirida por averiguaciones metódicas y dispuesta de un modo
ordenado, pero no se diría normalmente que es información científica. ¿Qué nos muevea negarle
ese título? La respuesta es que tendemos a emplear la palabra «científico» sólo cuando se trata
de un conjunto de proposiciones generales. Una ciencia, diríamos, es una serie, no de verdades
particulares, sino de verdades universales, expresable en proposiciones que empiezan con palabras
como «siempre», «si», «todo», «ningún». Es un lugar común decir que los científicos no se interesan
en las cosas particulares por sí mismas, sino sólo en cuanto pertenecientes a determinada clase,
como ejemplos de principios generales. Esta explicación del conocimiento científico la dio
Aristóteles, y hasta hoy se viene repitiendo en los libros de texto sobre el método científico.
Esta cuestión acerca del carácter general de las proposiciones que llamamos científicas está
estrechamente relacionada con otra. Tendemos a considerar el pensamiento científico como un
conocimiento que es siempre útil en algún grado, útil porque nos permite dominar el presente o
predecir el futuro. No hay que interpretar mal esta aseveración. La cuestión no consiste en que
neguemos el nombre de ciencia a un estudio cuya utilidad no pueda verse inmediatamente; hay
multitud de ramas de la ciencia que, vistas las cosas superficialmente, parecen ser cultivadas por
sí mismas, sin pensar en los resultados prácticos que podemos esperar de ellas. Es más bien
que, cuando tenemos un conocimiento científico, siempre suponemos que podría ser aplicado
para fines prácticos, del mismo modo que los resultados abstractos de la geología, por ejemplo,
se aplican prácticamente en las operaciones mineras o en las mecánicas de la construcción de
puentes. Y la carácterística de las verdades científicas que hace posible ese resultado es
precisamente su carácter general, que hace que puedan usarse para predecir el futuro. A causa
de que el científico se interesa en los acontecimientos que estudia no como acontecimiento
individuales sino como casos de un tipo determinado, su conocimiento lo lleva más allá de los
límites de su experiencia inmediata y le permite prever, y en consecuencia quizá dominar, los
acontecimientos futuros. Porque la ciencia generaliza y así da lugar a predicciones, puede hacernos,
según la sorprendente frase de Descartes, «amos y poseedores de la naturaleza».
1 Cf. Introducción to Logic and Scientific Method, de Cohen y Nagel, p.81 de la edición abreviada.
52
Historia de México I
Hay un último rasgo del pensamiento científico, tal como comúnmente se le entiende, que merece
ser mencionado antes de que pasemos a preguntarnos cómo afecta a la situación de la historia.
Me refiero al hecho de que generalmente se piense que la verdad o la falsedad de las hipótesis
científicas es independiente de las circunstancias personales o de las opiniones privadas de las
personas que las formularon. Los enunciados científicos según esta interpretación, aspiran a ser
universalmente admitidos; no son campo apropiado para el despliegue de partidarismos de ningua
especie. Decir esto no es, naturalmente, adherirnos a la absurda teoría de que no puede haber
discusión sobre los resultados científicos; puede y debe haber controversias dentro de toda ciencia,
y hasta los resultados admitidos deben estar abiertos a la rectificación al conocerse pruebas
nuevas o modos nuevos de interpretar las pruebas antiguas. Pero todo esto es posible sin que el
científico renuncie a su principio fundamental según el cual las conclusiones a que llega las alcanza
sobre bases que otros observadores pueden escudriñar y compartir. Las teorías y las
argumentaciones científicas pueden ser difíciles de comprender para el profano, pero si han de
merecer su nombre, nunca deben ser esotéricas en el mal sentido de sustentarse sólo sobre la
autoridad de algún supuesto atisbo personal o de ser cognoscibles sólo para un grupo de personas especialmente privilegiadas. Mediante esta prueba rechazamos las pretensiones científicas
de la astrología y tenemos dudas acerca del carácter totalmente científico de por lo menos algunos
de los estudios agrupados bajo el título de investigación psíquica.
Podemos resumir los resultados de este breve intento de exponer las principales carácterísticas
del concepto común de la ciencia y del conocimiento científico en los términos siguientes. Aplicamos
la palabra «ciencia» al conocimiento que a) se adquirió metódicamente y está sistemáticamente
relacionado; b) consiste en un cuerpo de verdades generales o por lo menos lo contiene; c) nos
permite hacer predicciones acertadas y en consecuencia controlar el curso futuro de los
acontecimientos, en alguna medida al menos; d) es objetivo, en el sentido de que todo observador
sin prejuicios debería admitirlo si se le presentasen las pruebas, cualesquiera que fuesen sus
predicciones personales o sus circunstancias privadas.
3. HISTORIA Y CONOCIMIENTO CIENTIFICO
Teniendo presente estas consideraciones, tratemos ahora de determinar la cuestión relativa a si
la historia es una ciencia.
Que la historia es un estudio científico en el sentido de que se realiza de acuerdo con un método
y una técnica propios probablemente no lo negará nadie. A las conclusiones que los historiadores
tratan de formular se llega mediante el examen de una materia claramente definida -las accioens
y los sufrimientos de seres humanos en el pasado-, realizado de acuerdo con reglas que
generaciones sucesivas de investigadores han hecho cada vez más precisas. Sobre esta materia
difícilmente hay lugar para controversias serias. No tenemos más que pensar en que hay una
clase de historiadores profesionales cuya capacidad para tratar el material que estudian es
totalmente distinta de la del hombre corriente. La enseñanza superior de la historia, como sabe
todo el que tiene alguna experiencia del asunto, no es tanto cuestion de comunicar hechos como
de enseñar cierta técnica para establecerlos e interpretarlos. Y esta técnica, como ya hemos
observado, fue sustancialmente perfeccionada en el curso del tiempo, por lo menos particularmente
durante los dos últimos siglos, de suerte que errores en que incurrían frecuentemente en el pasado
escritores altamente preparados pueden evitarlos ahora eruditos de sólo mediana competencia.
Se objetará aquí que esto es exagerar las dificultades del conocimiento histórico. Seguramente
-se dirá- lo que más sorprende al comparar las producciones de los historiadores con las de los
53
Guía de lecturas
científicos naturales es que las primeras son inteligibles para personas sin preparación profesional,
mientras que las últimas están llenas de tecnicismos que sólo un experto puede comprender.
Pero del hecho de que la historia se escriba en el lenguaje corriente, y de que no haya creado un
vocabulario especial propio, no se sigue que pueda escribirla cualquier mentecato. Lo cierto es
que hay la mayor diferencia del mundo, en esta como en otras ramas del saber, entre el enfoque
de un aficionado y el de un profesional, aunque la distinción es menos palmaria en historia que en
otras materias. Esto lo explica el hecho deque todos estamos obligados por las exigencias de la
vida cotidiana a hacer algún uso de las técnicas del historiador. No podemos leer inteligiblemente
nuestros periódicos diarios sin plantearnos cuestiones acerca del crédito que merece la información
que contiene: la valoración del testimonio, que es una de las tareas más importantes del historiador,
es algo que todos tenemos que hacer. Esto es bastante claro, pero es igualmente claro que no
todos podemos hacerlo con la misma pericia, y que una persona con preparación en el método
histórico tiene en este respecto una ventaja enorme sobre otra que sólo puede confiar en su
impreparada inteligencia. A cualquiera que dude de esto y piense que la historia es materia de
sentido común, y nada más, se le puede invitar a someter su opinión a una prueba; tomar, pongamos
por caso, una colección de documentos relativos a los orígenes de la primera guerra mundial y
construir sobre esa base una historia de los acontecimientos que condujeron a ella. Se sorprenderá
de las dificultades que hallará y lo disgustará la simplicidad de su pensamiento que señalará
cualquier historiador profesional.
Me propongo, por lo tanto, suponer que la historia puede describirse, en todo caso, como científica,
es decir, que es un estudio con sus propios y reconocidos in que debe dominar todo el que espere
ser ella. Ahora se plantea la cuestión relativa a su situación respecto de las otras tres características
señaladas arriba.
Por lo que concierne al segundo de nuestros parece haber una clara diferencia entre la hístoria y
las ciencias; porque basta el conocimiento más ocasional del trabajo histórico para asentar que
no termina en una serie de generalizaciones explícitas. Es cierto que a veces que la historia
apunta a ciertas «enseñanzas» las cuales ciertamente toman la forma de verdades generales. Un
ejemplo es la famosa frase de Lord Acton según la cual «todo poder corrompe, y el poder absoluto
corrompe absolutamente». Pero aunque juicios de este tipo se encuentran de vez en cuando en
obras históricas, no decirse que constituyen la principal incumbencia del historiador.
La preocupación central del historiador, y en esto parece no haber duda, no son las generalidades,
síno el curso exacto de los acaecimientos: es esto lo que espera referir y hacer inteligible. Desea,
como dijimos antes, decir exactamente lo que sucedió y, al hacerlo, explicar por qué ocurrió como
ocurrió. Y esto significa que su atención debe concentrarse en los acontecimientos que son el
objeto inmediato de su escrutinio; a díferencia del científico, no es llevado constantemente más
allá de los acontecimientos a la consideración de principios generales de los que aquéllos son
ejemplos. Se interesa, por ejemplo, en la Revolución francesa de 1789, o en la Revolución inglesa
de 1688, o en la Revolución rusa de 1917, y no (salvo accidentalmente) en el carácter general de
las revoluciones como tales. Por eso los libros corrientes de historia terminan cuando el autor
termina su exposión del período que revisa; si el ínterés del historiador fuera el mismo que el del
científico, incluiría otro capítulo más importante de la obra, en el que expondría en terminos
generales las principales enseñanzas de los acontecimíentos en cuestión.
Un lector escéptico podría no quedar convencido con este argumento por dos razones. Una es la
existencia en históricas de generalizaciones explícitas del tipo a que sirve de ejemplo la frase de
Lord Acton. Volveré a tratar de éstas. La otra, que puede ser tratada más fácilmente es la
consideración de que el pensamiento histórico implica cierto elemento de generalidad que la
exposición anterior parece excluir.
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Historia de México I
Me refiero aquí el hecho de que los historiadores no se contentan con narrar los sucesos de un
período dado ordenamentente, creen además misión suya dilucidar, por ejemplo, el temple y las
carácterísticas de toda una época o de todo un pueblo. Así, escriben sobre asuntos como la
Inglaterra medieval o la ilustración en Francia o el tiempo de los victorianos, y se íngenian para
decirnos en el curso de sus obras mucho acerca de las características generales de los hombres
que vivieron en aquellos tiempos. Pero aunque esta actividad es muy importante, indudablemente
pertenece a su campo, no ofrece en sí fundamento para confundir el pensamiento histórico con el
científico. Porque los juicios que origina, aunque generales en comparación con los enunciados
de hechos individuales, no son juicios universales en el verdadero sentido; son simplemente
resúmenes muy condensados de sucesos particulares.
Una breve comparación del proceder histórico con el propiamente dicho aclarará esto, Cuando un
físico formula leyes sobre la conducta de cuerpos en movímiento, esas leyes están destinadas
por él a aplicarse todo lo que satisface, satisfizo o satisfará la definición de aquella expresión; en
el lenguaje de la lógica esas leyes se refieren a clases «abiertas’, clases cuyos individuos no
pueden enumerarse nunca porque son potencialmente un número infinito. Pero cuando los
historiadores estudian, pongamos por caso, las opiniones de hombres cultos de la Francia del
siglo XVIII, se refieren a una clase «cerrada», cuyos individuos podrían, en principio enumerarse.
No hablan, como lo haría un científico (por ejemplo, un sociólogo), de todos los hombres pasados,
presentes y futuros, que tienen determinadas características, sino de los hombres que de hecho
vivieron en cierto tiempo y en cierto país. Y éstas son dos cosas muy diferentes.
No quiero ocultar el hecho de que este asunto de la generalización en historia es intrincado, y que
será necesario decir mucho acerca de él; pero el lector puede inclinarse a conceder en este punto
que hay a primera vista una razón para diferenciar la historia de la ciencia natural en relación con
él. Y esa impresión quizá se confirmará si pasamos a examinar el tema de la predicción en
historia. Como vimos más arriba, la capacidad del científico para hacer predicciones brota
directamente de su preocupación de lo que es tipico, o de interés general, en los acontecimientos
que investiga. Por el contrario, el hecho de que, visto superficialmente cuando menos, los
historiadores de ningún, modo se interesan en predecir significaría que su actitud fundamental
hacia los hechos es completamente distinta de la de los científicos.
Que los historiadores estudien el pasado por él mismo, no porque se espere que tal estudio arroje
alguna luz sobre el curso futuro de los acontecimientos, por lo general se considerará como mera
vulgaridad. Pero la cuestión quizá no es tan sencilla como esto sugiere. En primer lugar, tenemos
que preguntarnos si el interés del historiador por el pasado es tan desinteresado como parece a
primera vista. Seguramente no es absurdo sostener que estudiamos el pasado porque pensamos
que dicho estudio iluminará el presente, y que no lo haríamos si no creyéramos esto.Si el pasado
no significará nada para el presente, ¿nos interesaríamos por él? Y si se advierte esto puede
admitirse sin convertir a los historiadores en profetas (porque, después de todo, el presente no es
el futuro), podemos replicar preguntando si no es cierto el estudio de la historia de un país o de un
movimiento nos pone en mejor situación para prever su futuro. Una persona que sabe mucho
acerca de, por ejemplo, la historia de Alemania está, por lo menos en algunos respectos, mejor
equipada para decir cómo se desenvolverá Alemania en lo futuro que otra que ignora por completo
dicha historia. Los historiadores pueden no se profetas, pero con frecuencia están en situación de
profetizar.
Hay otro punto que debe examinarse a este respecto. Se ha dicho que aunque ciertamente no es
incumbencia de los historiadores predecir el futuro, sí lo es en alto «retrodecir» 2 el pasado:
2 Esta útil palabra fue ideada, creo yo, por el profesor G. Ryle [En una reseña de la primera edición de este libro el
profesor H. B Acton dijo que la palabra "retrodicción" la había usado ya en 1895 J. M. ROBERTSON]
55
Guía de lecturas
establecer, sobre la base de pruebas presentes, cómo debió ser el pasado. Y se afirma que la
conducta del historiador al «retrodecir» es exactamente paralela a la del científico cuando predice,
ya que en cada caso el razonamiento avanza desde la conjunción de premisas particulares (que
el caso ahora es y lo otro) con verdades generales, en el caso de la ciencia leyes de la naturaleza,
en el de la historia leyes que gobiernan la conducta humana en situaciones de tal o cual tipo.
Estas consideraciones plantean de nuevo toda la cuestión del lugar de las generalizaciones en el
pensamiento histórico, pero en la presente ocasión no llevaré más lejos en de las cuestiones que
suscitan. Debemos contentarnos con afirmar de nuevo la diferencia manifiesta entre la historia y
la ciencia respecto del segundo y tercero de nuestros puntos. Los científicos, como vimos, se
interesan primordialmente por verdades generales y consideran incumbencia suya predecir, los
historiadores, la manera de contraste, se ocupan primordialmente de sucesos individuales, y rara
vez expresan conclusiones verdaderamente universales en el curso de su trabajo. Esta
concentración suya en lo que sucedió individualmente quizá explique el hecho de que no predigan,
no obstante la ventaja que su trabajo les da en esta materia sobre quienes no tienen conocimientos
históricos. Pero tenemos que abandonar este tema, y el de la «retrodicción», para estudiarlos
más adelante.
Los problemas que plantea para la historia la cuarta característica del pensamiento científico -su
objetividad-son tan complicados que reclaman un capítulo para ellos solos. Por el momento debo
contentarme con remitir al lector al breve estudio del capitulo I, del cual concluirá que hay un
sentido en el que la historia pretende ser un estudio objetivo, aunque no sea más que porque los
enunciados y las interpretaciones históricos son considerados verdaderos o falsos por sus autores.
Pero en el asunto es crasamente tergiversado si intentamos formular una conclusión acerca de él
en una fórmula simple, y haremos bien en reservar el juicio hasta que sea posible su estudio
completo. Afortunadamente, podemos hacerlo sin perjucio de la determinación de nuestro punto
principal en el presente capítulo.
4. DOS TEORIAS ACERCA DEL PENSAMIENTO HISTORICO
Intentemos ahora resumir la situación tal como se presenta en la presente etapa de razonamiento.
Después de rechazar la sugestión de que la historia está coordinada con la percepción sensorial
(esto es simplemente una extensión hacia atrás de la experiencia presente), pasamos a examinar
sus relaciones con las ciencias. Enumeramos varias carácterísticas del pensamiento científico, y
no preguntamos si podía encontrarse en la historia algo que les correspondiese. Y nuestro resultado
fue un tanto indeciso, pues aunque vimos que la historia posee una de las carácterísticas
mencionadas, fue menos fácil tener alguna seguridad respecto de las otras. Era evidente, sin
embargo, que toda la orientación del pensamiento del historiador es diferente de la del científico,
y que el historiador se interesa primordialmente por lo que ocurrió individualmente en el pasado,
mientras que el propósito del científico es formular leyes universales. Y esta diferencia subsistirá
aún cuando resulte que en el pensamiento histórico se presuponen también verdades generales,
sin que allí se hagan explícitas. Por lo menos ningún historiador tiene como su principal objeto
llegar a verdades de este tipo.3
¿Cuál es la moraleja de esta situación? En realidad los filósofos han sacado de ella dos concluciones
totalmente distintas y formulado dos teorías diferentes del pensamiento histórico para resolver
los diversos puntos tratados arriba. Terminaré este capítulo esbozando esas teorías rivales y
estudiando brevemente algunos puntos fuertes y débiles de cada una de ellas.
3 El profesor Tanybee quizá parezca una excepción. Para un breve estudio de sus opiniones véase infra capítulo 8.
56
Historia de México I
La primera teoría, que nació en Alemania a fines del siglo pasado, fue adoptada poco después
por el filósofo italiano Croce y pasó a la historia inglesa a través de su partidiario R. G. Collingwood;
es la explicación idealista típica del conocimiento histórico.4 Aproximadamente es como sigue. La
historia es una ciencia porque ofrece un cuerpo conexo de conocimientos a los que se llegó
metódicamente, pero es una ciencia de un tipo peculiar. No es una ciencia abstracta, sino concreta,
y termina no en conocimientos generales sino en el conocimiento de verdades individuales. El
que esto sea así (si la pretensión es correcta) no debe contarse como un punto débil de la historia,
sino más bien como un punto fuerte. Podemos ver esto si reflexionamos sobre las consideraciones
a) de que el propósito definitivo de todo juicio es caracterizar la realidad en su detalle individual,y
b) que las ciencias abstractas (por las cuales podemos entender las que normalmente se llaman
en inglés las ciencias, o sea las ciencias naturales) no realizan, notoriamente, ese propósito.
Pues, como vio Descartes al estudiar el método científico hace mucho tiempo, 5 esas ciencias no
describen hechos concretos sino que tratan de meras posibilidades. «Si p, entonces q», es la
forma que toman sus conclusiones, y esas proposiciones hipotéticas pueden ser formuladas, y lo
que es más, pueden ser verdaderas, aunque no haya casos reales de las conexiones en cuestión.
Esto no es negar la verdad, manifiesta de que las ciencias inductivas tienen, en todo caso, un
punto de contacto con la realidad por el hecho de que nacen de la reflexión sobre los datos de la
percepción y constantemente vuelven a ella. Es más bien, subrayar que ninguno de los resultados
a que llegan dichas ciencias, precisamente porque se proponen expresar conexiones universales,
es categóricamente verdadero de hecho. En lenguaje lógico, se formulan en proposiciones que
carecen de sentido existencial. No dicen lo que realmente es el caso, sino lo que podría ser si se
realizan ciertas condiciones.
Esta explicación de las proposiones científicas muy bien podráin aceptarla filósofos que por lo
general no sienten simpatía por el punto de vista idealista. Según la otra parte de la teoria, ¿qué
conocimientos de lo individual nos ofrece la historia? Tenemos que aclarar que aquí se hace un
alegato muy importante a favor del historiador. Se afirma, en efecto, que el pensamiento histórico
no es discursivo, es decir, que no lega a sus conclusiones aplicando conceptos generales a casos
particulares, sino que, en cierto sentido, es intuitivo. Y la base de este alegato se encontrará, si ha
de creerse a los partidiarios de la teoría, examinando la naturaleza especial de la materia de que
trata la historia.
Hemos sostenido arriba que el objeto propio del historiador son los hechos y las experiencias de
seres humanos del pasado. Se formuló esta tesis por considerarla aceptable para los filósofos de
todas las escuela, pero sería inocente observar que es particularmente grata para los idealistas.
Porque - dicen esos escritores-los hechos y las experiencias de mentes, y podemos captarlas en
sus detalles concretos precisamente porque nosotros tenemos (o somos) mente. A la naturaleza
hay que verla desde afuera, pero pensamientos y experiencias nos son accesibles desde adentro.
Podemos captarlos de un modo único porque podemos re-pensarlos o re-vivirlos, poniéndonos
imaginariamente en el lugar de las personas, pasadas o presentes, que los pensaron o las
experimentaron primero. Este proceso de re-vivir imaginariamente es, según se afirma, central
en el pensamiento histórico, y explica por qué ese estudio puede darnos el conocimiento individual que no nos dan otras ciencias.
La fuerza de la teoría que acabamos de esbozar estriba evidentemente en su aparente
correspondencia con el hecho psíquico. En nuestras vidas cotidianas todos encontramos posible
ponernos, hasta cierto punto por lo menos, en el lugar de otras personas y penetrar en sus
pensamientos y sentimientos al hacerlo. Por este proceso de comprensión simpática podemos
4. Aunque no la aceptaron todos los idealista ingleses; v. supra pp. 8-9.
5. Discurso del método, parte VI.
57
Guía de lecturas
penetrar en su mente y apreciar por qué obran como obran. Y, por lo menos aparentemente, el
proceso no es de razonamiento. Cuando vemos a un hombre que notoriamente sufre, no nos
decimos: «He aquí a un hombre con la cara contorsionada, que lanza gritos y gemidos, etc.; las
personas que hacen estas cosas están sufriendo, por lo tanto, este hombre está sufriendo»,
Vemos de un golpe que está sufriendo, sentimos por el inmediatamente. Y si esto es cierto de
nuestra comprensión de las gentes contemporáneas nuestras, parece natural extenderlo, mutatis
mutandis, a los pensamientos y las experiencias de personas del pasado, porque no hay ninguna
diferencia de principio entre las dos series de casos. Aquí también nuestra comprensión parece
ser, en cierto sentido, inmediata e intuitiva: punto que se hace manifiesto si ponemos intensamente
nuestra imaginación en la lista de cualidades que debe poseer un historiador competente.
Pero si esta teoría tiene, pues, un atractivo inmediato, hay que admitir también que hay obvias
objeciones que hacerlo. Sin hablar de las críticas a la tesis inicial, que nosotros mismos hemos
aceptado, según la cual la historia se interesa propiamente por las expericiencias humanas, muy
bien podemos preguntarnos si la correspondencia aparente con los hechos es garantía suficiente
del principal tablado de las plataforma idealista. Concediendo que parecemos sentir por otros
inmediatamente, que penetramos en sus pensamientos sin razonamiento explícito, ¿es igualmente
cierto que no haya una inferencia oculta? Si el proceso es tan inmediato como han afirmado
algunos idealistas, ¿por qué lleva a veces a conclusiones falsas? ¿Y cómo vamosa explicar el
hecho de que en psicología, que pretende ser la ciencia de la mente, el éxito se consiguió sólo
cuando los investigadores abandonaron los métodos intuitivos y abordaron su materia con los
supuestos previos de la ciencia natural? ¿Cómo explicamos también la aparición ocasional de
proposiciones generales en las argumentaciones históricas? ¿Están allí simplemente porque los
historiadores que las enuncian están corrompidos por una teoría filosófica falsa, o hay otra razón
para su presencia?¿Puede ser totalmente desestimado lo que se ha dicho sobre «retrodicción»,
y que el proceso es absorbido sin dejar restos en la comprensión sistemática de que hemos
hablado?
La escuela idealista tiene sus respuestas a estas preguntas, pero no las estudiaremos aquí.
Nuestro propósito fue simplemente dar un esbozo preliminar de una teoría que subraya la autonomía
del pensamiento histórico en una forma particularmente extremosa. Ahora tenemos que examinar
una opinión muy diferente.
El origen de esta segunda teoría hay que buscarlo en el positivismo del siglo XIX, y convendrá
referirse a ella como la tesis positivista. Uno de los propósitos primordiales del positivismo en la
mayor parte de sus formas fue vindicar la unidad de la ciencia para demostrar que, aparte de las
disciplinas puramente analíticas, como la matemática y la lógica formal, todas las ramas del
conocimiento que merecen su nombre dependen de los mismos procedimientos básicos de
observación, reflexión conceptual y verificación. Este programa excluye claramente todo lo que
se parece a la explicación idealista de la historia, y en realidad implica una negación de la opinión
según la cual la historia es, en todo sentido importante, una rama autónoma del saber. Se sostiene
contra esto que el proceder en historia no se difencia en principio del de la ciencia natural. En
ambos casos se llega a conclusiones recurriendo a verdades generales, y la única diferencia
consiste en que el historiador no hace, y el científico sí hace. Generalizaciones a las cuales
recurre explícitamente.
En este momento tenemos que señalar una divergencia dentro de la escuela positivista. Los
positivistas anticuados, secuaces de Auguste Comte, mientras convenían en que la historia no
era en la forma en que ellos las conocían una ciencia, esperaban sin embargo elevarla al rango
científico. Ese progreso era posible -pensaban ellos-si los historiadores trasladaban su atención
de los hechos individuales a los principios de que eran ejemplos; si abandonaban la mera
58
Historia de México I
recolección de hechos y pasaban a formular las enseñanzas o leyes de la historia. Cuando hicieran
esto -pensaba Comte-la historia ascendería al nivel científico y sería idéntica a la ciencia de la
sociología. Pero, como dijimos más arriba, esa sugestión no se recomendaba a los historiadores
en activo, y simpatizadores más recientes del programa positivista adoptaron una actitud diferente
hacia la historia. Ahora se admite (por el Dr. Karl Popper, por ejemplo 6) que el historiador siga
precupándose por acontecimientos particulares y no se le apremia para que los abandone por
cosas más elevadas, como hacía Comte, pero se le hace esta concesión sólo a expensas de
reconocer que la historia es algo menos que una ciencia. La historia es comparable no a las
ciencias propiamente dichas sino a actividades prácticas como la ingeniería. En ambos casos
están implícitos y son aplicados conocimientos generales, pero en uno y otro caso el centro de
interés está en el espécimen particular que se está estudiando. Y si se preguntase qué es el
conocimiento general en cuestión, la contestación es que eso depende de la clase de historia.
Los historiadores usan conocimientos generales de todas clases, triviales y técnicos, según la
material. Pero no hay caso en que lleguen a conclusiones sin recurrir en absoluto a proposiciones
generales.
El atractivo de esta teoría es el atractivo de todo positivismo; la eliminación de todo tráfico con
misterios. La historia, a juzgar por el modo como hablan de ella algunos filósofos, es algo que
todos debemos tratar con solemnidad particular, porque ofrece el conocimiento individual que
otras ciencias buscan en vano. Pero la teoría postivista, especialmente en su última forma, suprime
todo fundamento para semejante solemnidad. No ve nada peculiar en el hecho de que al historiador
le interesen acontecimientos particulares; lo mismo nos interesan a todos en nuestra vida diaria.
Y sostiene que la comprensión histórica implica exactamente la misma referencia a verdades
generales que se hace en todo razonamiento deductivo. Puede verse, pues, que el pensamiento
histórico no posee peculiaridades propias, sino que en principio es como el pensamiento científico.
La historia no es una ciencia, pero tampoco es igualmente, una fuente extracientífica de
conocimientos.
Esta es sin duda una conclusión conformatadora a que puede llegarse, en especial si tenemos
mentalidad científica. Pero puede preguntarse si el razonamiento que la establece es totalmente
sólido. A ese respecto es pertinente observar que toda la filosofía del positivismo tiene, bastante
paradójicamente en una escuela tan opuesta a la metafísica, un fuerte a sabor a priori acerca de
ella. Habiendo decidido de antemano que todo conocimiento debe ser uno, los positivistas sientan
una fórmula para lo que constituye el conomiento científico y el razonamiento científico, y después
someten a prueba todas las disciplinas existentes por su capacidad para ajustarse a ese lecho de
Procusto. De algunas, como la metafísica y la teología, se dice que consisten en proposiones sin
sentido; a la historia la tratan más cortésmente, pero de un modo todavía un tanto despótico. Y
muy bien podemos preguntarnos si un enfoque diferente del asunto, en el que partamos no de
una teoría general sino de un detenido examen de los procedimientos reales de los historiadores,
confirmará todo lo dicho por lo positivistas. No es probable, a pesar de todo, que los idealistas,
muchos de los cuales han tenido experiencia personal del trabajo histórico avanzado, estén
totalmente equivocados en su opinión sobre este asunto. Más para llegar a decidir entre ellos y
los positivistas tenemos que poner en el asador toda la materia de la explicación histórica, y esto
exigirá por sí solo un capítulo.
6 Véase The Open Society, tomo II, pp. 248-52, 342-4.
59
Guía de lecturas
60
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Mastache, Alba Guadalupe; El México Antiguo. En Arqueología
Mexicana Vol.I No. 1, p. 5-13, Editorial Raíces, México, 1993.
61
Guía de lecturas
62
Historia de México I
El México Antiguo
Mundo enigmático y complejo
(primera parte)
ALBA GUADALUPE MASTACHE*
México es la cuna de una de las civilizaciones originales más
importantes en el mundo. Los restos materiales que conforman su
patrimonio arqueológico son el producto de milenios de desarollo
humano. Desde hace 40 mil años se inicio el largo camino de la
civilización en nuestro continente, un proceso que comprende la
aparición de cazadores y recolectores, la domesticación de plantas y
el surgimiento de culturas asombrosas que dejaron como muestra de
su desarrollo las grandes ciudades del México antiguo.
México y Centroamérica son la cuna de una de las civilizaciones
originales más importantes del mundo, al igual que el área andina, el
antiguo Egipto, Mesopotamia, el valle del Indo y China.
Las altas culturas de México fueron producto de milenios
de desarrollo humano. Los verdaderos descubridores de
nuestro continente fueron grupos de cazadores originarios
del norte de Asia, que llegaron a través de un área
localizada entre Siberia y Alaska, conocida como el
Estrecho de Bering, zona transitable durante la llamada
Edad del Hielo. Estas poblaciones estaban compuestas
por homo sapiens, hombres modernos en términos de su
desarrollo intelectual y tipo físico.
Estudios recientes de genética basados en el análisis del
DNA y de otros códigos genéticos, han verificado que la
fuente principal de los grupos que poblaron América fueron
pueblos del norte de Asia, con quienes los indígenas
americanos tienen todavía en la actualidad gran semejanza
física.
La existencia de las famosas puntas de
los tipos Clovis y Folsom son una evidencia
de la caza y destazamiento de grandes
animales como el mamut.
La antigüedad del poblamiento de América es un tema
muy controvertido para los especialistas: la mayoría plantea
que existieron varias migraciones, las más antiguas
alrededor del 40 mil a. de C., y las últimas antes del 9 mil
a. de C., cuando el nivel de los mares subió con la recesión
de las glaciaciones propias de la Edad del Hielo, y se volvió
intransitable el paso a través del Estrecho de Bering.
*Arqueóloga. Subdirectora de Estudios Arqueológicos del INAH.
63
Guía de lecturas
El poblamiento inicial del continente americano fue un proceso que duró
milenios, hecho explicable si se toman en cuenta las enormes distancias
que estos grupos recorrieron. Al parecer, el inicio de la ocupación de
Centroamérica se remonta a unos 30 mil años, y hay evidencias de que
el hombre estaba en la Tierra del Fuego, en el extremo sur del continente,
hace aproximadamente 13 mil años, tal vez milenios antes.
EL PAISAJE
El territorio que ocupa nuestro país tiene una complejidad y una variedad ecológicas casi única en
las Américas: desiertos, selvas tropicales, planicies costeras, alta montaña, sabanas, manglares
pantanosos, cuencas de ríos, valles aluviales; con climas que van desde los sumamente cálidos,
como los de algunas regiones tropicales y desérticas, hasta el frío alpino de las cimas de zonas
montañosas.
Un factor importante en la diversidad ambiental del país es su topografía accidentada, con cambios
de altitud que en muchos casos tienen enormes variaciones en distancias relativamente cortas.
Por ejemplo, en un viaje a pie con una duración de sólo dos o tres horas, desde la parte alta del
Pico de Orizaba hacia la costa de Veracruz, se cruzan entre seis y ocho diferentes nichos
ecológicos, que varían desde las nieves permanentes casi árticas, hasta la selva tropical, pasando
por distintos tipos de zonas templadas.
Naturalmente, esta diversidad en el medio ambiente trae consigo condiciones diversas a las
cuales el hombre debió adaptarse, así como una gran variedad en cuanto a la distribución de
recursos naturales, especialmente en relación con los suelos, fuentes de agua, yacimientos
minerales, flora y fauna. Estos recursos han sido explotados y utilizados por el hombre de muy
diversas maneras a través del tiempo, en función sobre todo de su nivel tecnológico y de sus
tradiciones culturales.
CAZADORES Y RECOLECTORES
Durante los primeros 10 o 15 mil años de
ocupación humana en América, los avances
tecnológicos y el desarrollo cultural fueron
lentos, con una economía simple basada en
la caza y la recolección. La mayoría de las
herramientas eran toscos instrumentos de
piedra, sobre todo destinados a raspar y
cortar. Artefactos más sofisticados, como las
puntas de proyectil, que serán comunes
milenios después, están casi completamente
ausentes durante esta época.
En el territorio que hoy ocupa nuestro país la
población era muy escasa y dispersa:
pequeños grupos o bandas nómadas
deambulaban por extensas regiones cazando
Con la evolución de las sociedades cazadora y
recolectoras, es posible suponer que hubo avances
en la estrategia de la caza, lo que dio lugar a la
organización de grupos como el que se representa en
esta ilustración.
64
Historia de México I
y recolectando plantas comestibles como base de su sobrevivencia.
Evidencias de estos grupos se han encontrado en diversas regiones del
país: Baja California Norte, Tamaulipas, los valles de México y Puebla,
Morelos y Chiapas.
Entre 10 mil y 5 mil años antes de nuestra era hubo un aumento de la
población y avances tecnológicos importantes, como el desarrollo de
las puntas de proyectil cuidadosamente elaboradas. Al inicio de este
periodo corresponden las famosas puntas acanaladas Clovis y Folsom,
que se asocian con la caza y destazamiento de grandes animales,
principalmente el mamut y el bisonte, aunque tal vez este tipo de fauna
no tenía una importancia fundamental para la economía y sobrevivencia
de estos grupos. Hubo también un avance en la estrategia de la caza y
la recolección, que incluye el aprovechamiento de una variedad más
amplia de plantas y animales. Restos diversos de este periodo han sido
detectados en los actuales estados de Coahuila, Nuevo León,
Tamaulipas, Durango, Hidalgo, Puebla, Estado de México, Oaxaca y
Chiapas.
Entre el séptimo y quinto milenio antes de nuestra era, tienen lugar
cambios climáticos importantes que afectan drásticamente el medio
ambiente. El clima se tornó más cálido y seco y desaparecieron muchas
especies de animales, en especial grandes mamíferos: mastodontes,
bisontes, gran perezoso, caballos y camellos. Hubo también
transformaciones significativas en la economía y una mayor tendencia
a la sedentarización, así como un mayor aprovechamiento de los recursos
del medio ambiente. Aparecen también los primeros instrumentos de
molienda, asociados al consumo de diversas semillas y a la costumbre
de almacenar alimentos, y hay evidencia de la explotación de recursos
marinos en las zonas costeras, incluyendo especies diversas de ostiones
y almejas.
Durante los siguientes tres milenios tiene lugar una
transformación de suma trascendencia en el modo de vida
de estas poblaciones, transformación que en el Viejo
Mundo se conoce como Revolución Neolítica,
caracterizada sobre todo por la agricultura y el desarrollo
de asentamientos permanentes. Tanto la agricultura como
el incremento de la sedentarización de los grupos humanos
son procesos largos y graduales que traen consigo cambios
tecnológicos, económicos y culturales de gran importancia.
LA DOMESTICACION DE LAS PLANTAS
Con
el
incremento
de
la
sedentarización tuvieron lugar
cambios tecnológicos, económicos y
culturales de gran importancia. Uno de
ellos fue la domesticación de las
plantas, entre las que destaca el máiz.
Con la agricultura, el hombre se convierte en productor de
alimentos, en un ser que aprovecha y transforma algunos
de los recursos ya existentes en su medio ambiente. El
aspecto central de la agricultura es la llamada
domesticación de las plantas, que en términos generales
65
Guía de lecturas
consiste en la selección y lenta transformación de determinadas especies, que dan como resultado
nuevas especies, más eficientes en cantidad y en algunas de sus cualidades alimenticias, aunque
esas plantas dependan desde entonces del cuidado del hombre para su sobrevivencia.
Algunas de las primeras plantas domesticadas en México fueron la calabaza, el chile, el aguacate
y un tipo primitivo de maíz. La domesticación del frijol es más tardía, aproximadamente entre 4 mil
y 3 mil años antes de nuestra era; aunque había especies silvestres de frijol utilizadas como
alimento desde el octavo milenio antes de Cristo.
La producción de alfarería en el México antiguo se inicia hacia la segunda mitad del tercer milenio
antes de nuestra era. Las vasijas de barro cocido más antiguas se han encontrado en sitios de la
costa de Guerrero, con fechas cercanas al año 2 200 a. de C. Recipientes semejantes, tal vez de
la misma antigüedad, se han registrado en el Valle de Tehuacán; se trata de cerámica tosca y de
formas muy sencillas.
La agricultura y la vida sedentaria hicieron posible la formación de grupos cada vez más numerosos.
Surgen así las primeras aldeas hacia el año 3 mil antes de nuestra era. Estas primeras aldeas,
muy dispersas entre sí, eran fundamentalmente autosuficientes, tenían pocos habitantes y una
organización social de carácter igualitario. Eran agricultores, aunque la caza, la pesca y la
recolección seguían siendo importantes para su subsistencia. Los asentamientos más conocidos
se encuentran en la costa del Pacífico de Chiapas y algunas zonas del Golfo en el sur de Veracruz
y norte de Tabasco. Hay también indicios de aldeas tempranas en el Valle de Oaxaca y en el
centro de México, especialmente en zonas lacustres.
REDES INCIPIENTES DE COMERCIO
Entre 1 800 y 1400 a. de C. hay en algunas regiones una creciente complejidad social y económica
en la vida aldeana, existen mayores contactos entre los distintos grupos y se forman redes
incipientes de comercio a larga distancia en materias primas básicas,
como la obsidiana. Sabemos, por ejemplo, que en esta época algunas
aldeas en el sur de Veracruz recibían obsidiana desde regiones tan
lejanas como Guatemala. Este vidrio volcánico de color negro, verde
o gris fue un producto fundamental para los pueblos prehispánicos,
con una importancia semejante a la del acero en las sociedades
industriales, pues con él se elaboraban una gran variedad de
instrumentos para armas y herramientas. Para esta época hay
indicios de diferencias de estatus en la población de las aldeas, es
decir que algunos individuos y familias empiezan a tener una mayor
importancia dentro de la comunidad, seguramente con base en
conocimientos y capacidades distintivas. Estas diferencias se
manifiestan sobre todo en la arquitectura; un ejemplo notable es un
Ya en el año 1200 a. de C., el
sitio de la costa de Chiapas, una aldea donde se encontró una gran
hombre de las sociedades del
edificación fechada alrededor del año 1 800 a. de C.; se trata al
Altiplano mexicano elaboró en
parecer de la residencia de un dirigente. En la misma región hay
arcilla figuras de la calidad que
construcciones no habitacionales que tal vez funcionaron como
se observa en la ilustración,
procedente de la zona
altares o basamentos de templos y pequeñas pirámides.
arqueológica de Tlatilco, lugar
notable por las numerosas
piezas de cerámica que se han
encontrado allí.
Durante los siguientes cuatro siglos, este tipo de arquitectura se
desarrolla más y se extiende hacia la costa del Golfo. Alrededor del
1300 a. de C. se construye la primera gran obra monumental conocida
66
Historia de México I
hasta la fecha en el México antiguo en el sitio de San
Lorenzo, en el sur de Veracruz; se trata de una enorme
plataforma de tierra y capas de barro, que mide alrededor
de un kilómetro de largo y casi 600 m de ancho, con una
profundidad de cinco metros aproximadamente. Esta
plataforma fue construida sobre una área que
periódicamente era inundada por un afluente del río
Coatzacoalcos y que sirvió, al parecer, como base para
otras estructuras que no se conservaron.
Cuicuilco fue uno de los centros más
antiguos del Altiplano Central. Es notable
su pirámide circular.
LOS OLMECAS
La creciente complejidad económica y social da lugar en
los siguientes siglos al surgimiento de centros en algunas zonas del país con una estratificación
social cada vez más compleja y con formas de vida diferentes.
La primera sociedad claramente estratificada en México fue la cultura olmeca, que tiene su apogeo
entre los siglos XIII y VII a. de C., con centros como San Lorenzo Tenochtitlán,
La Venta, Tres Zapotes y Laguna de los Cerros, en el sur de Veracruz y
Tabasco. Estos sitios tenían varios kilómetros cuadrados de extensión, con
pirámides y estructuras monumentales y una planeación y orientación
definidas de sus edificios. Existe ya para entonces una marcada división del
trabajo y una estratificación social más desarrollada que en las sociedades
aldeanas, con diversos tipos de especialistas,
como trabajadores del jade, escultores y
diferentes clases de artesanos. Los olmecas
tenían un sistema de comercio a larga distancia
para obtener productos que no existían
localmente: jade, serpentina, obsidiana y otros
minerales como cinabrio, magnetita e ilmenita,
que llegaban de lejanas regiones, como
Michoacán, Guerrero, Puebla, Oaxaca, Hidalgo,
Guatemala y Costa Rica.
El arte olmeca es uno
de los más distintivos
del México antiguo. En
el largo espacio de
tiempo durante el cual
esta cultura dominó la
escena mesoamericana, se elaboró una
gran cantidad de obras,
desde enormes monolitos hasta finas piezas
de cerámica.
Un aspecto extraordinario de la cultura olmeca es su arte escultórico.
Enormes ofrendas con centenares de pequeñas esculturas de jade y otras
piedras finamente talladas han sido encontradas en sitios como La Venta y
Las Choapas, debajo de plazas y edificios: hombres-jaguares, peces,
caimanes, pájaros, enanos, canoas, monos, hombres y mujeres
representados en estas magníficas esculturas. Los jades más finos tienen
un color azul traslúcido único en el Nuevo Mundo.
Otra expresión notable del arte escultórico olmeca son las famosas cabezas
colosales, algunas de las cuales pesan once toneladas; parecen ser retratos
de personajes que realmente existieron, dirigentes o reyes representados
también en otros monumentos, como estelas y altares. Las enormes
plataformas de las plazas principales eran, muy probablemente, residencias
de personajes de la élite dirigente.
67
Guía de lecturas
"Cultura madre", como escribió el
antropólogo Alfonso Caso, la olmeca
está en el origen de muchos aspectos de la tradición cultural del
México antiguo. Los pueblos que la
conformaban tuvieron un papel fundamental en el desarrollo de
sociedades complejas y son el
antecedente directo de los centros
y ciudades que surgirían después.
A lo largo de su historia las sociedades del México prehispánico crearon,
a partir de una base común, un verdadero mosaico de culturas, cada
una imbuida por las peculiaridades de su entorno geográfico y la
dinámica de su evolución histórica. Para su estudio los arqueólogos
han dividido a México en las grandes regiones que se muestran en el
mapa, aunque cada una de ellas contiene una infinidad de rasgos
producto de la acción de diversos grupos. Esto puede observarse en
los estilos arquitectónicos de lugares como Monte Albán, Chichén Itzá,
Palenque y Tajín.
A partir de los olmecas es clara la
división del territorio, que después
sería la República Mexicana, en dos
grandes áreas: Mesoamérica,
caracterizada por una alta densidad
de población y una tradición cultural
bastante homogénea, que permitió
se desarrollaran ciudades y que
incluye, al sur, parte de Centroamérica y, hacia el norte, entre el
sur del estado de Zacatecas y la
región del Bajío de Querétaro y
Guanajuato. El resto del territorio fue
habitado, en general, por cazadores,
recolectores y pueblos agrícolas
relacionados en algunos casos con
culturas ajenas a Mesoamérica.
Durante los más de quince siglos
que van desde los inicios de la era
cristiana al momento de la Conquista
española hubo ciudades de distinto tipo y magnitud en nuestro país; entre las más importantes
están Teotihuacán, Cholula, Monte Albán, El Tajín, Cacaxtla, Teuchitlán, Palenque, Yaxchilán,
Uxmal, Xochícalco, Kabah, Tula, Chichén ltzá, Dzibilchaltún, Mayapán, Azcapotzalco y Tenochtitlán,
Entre los sitios que tal vez fueron pequeñas ciudades desde fechas muy tempranas destaca
Cuicuilco en el centro de México. Este sitio tenía alrededor del año 300 a. de C. entre cuatro y
cinco kilómetros cuadrados de extensión y una población de varios miles de habitantes. Sabemos
poco sobre Cuicuilco, pues fue cubierto en gran parte por la lava de una erupción del volcán Xitle
entre los años 100 y 200 a. de C. Otros sitios de importancia son:
Cantona, en la zona oriental del actual estado de Puebla, Teuchitián,
en Jalisco, El Mirador, en los límites de Campeche y Guatemala, y
Calakmul, en Campeche, que ya en el segundo siglo antes de nuestra
era, tenía una extensión de varios kilómetros cuadrados.
Las ciudades del México prehispánico eran centros políticos,
económicos, religiosos y administrativos. Sitios complejos, con alta
densidad de población y áreas públicas y privadas distintas y bien
definidas: edificios de culto, de administración, áreas de intercambio,
comercio y de reunión, palacios y unidades residenciales, barrios y
68
Historia de México I
zonas de producción de carácter diverso, todo ello expresión de
una sociedad diversificada y compleja dividida en clases, es decir,
en grupos de personas diferenciadas entre sí por su distinta función
dentro del sistema de producción y con un acceso diferente al
consumo: gobernantes, sacerdotes, administradores, guerreros,
comerciantes, artesanos y agricultores, entre muchos otros.
A la clase gobernante le correspondía la dirección y organización
de la sociedad, el control de la producción, la planeación urbana,
el conocimiento científico y religioso, el arte de la arquitectura, la
astronomía y las matemáticas, el manejo del calendario y los
sistemas de medición del tiempo, los días propicios y nefastos y,
en fin, todo el complicado ritual de las ceremonias públicas y
privadas que regían la vida de la sociedad.
Dos ejemplos que corresponden
a distintos periodos de arte en
Mesoamérica. Mueso Nacional de
Antropología.
La base del sistema estaba constituida por la mayor parte de la población, dedicada a todo tipo de
actividades productivas que hacían posible el sostenimiento y reproducción de la sociedad:
agricultores, comerciantes, alfareros, albañiles, escultores, estucadores, pintores, lapidarios,
tejedores, canteros, plumarios. Productores de alimentos y de bienes de consumo y suntuarios
eran también la fuerza de trabajo que edificaba y mantenía las innumerables obras públicas,
algunas de gran magnitud, como las plazas, las pirámides, los palacios, los canales, las calles,
las calzadas, y tantas otras.
En la mayoría de las ciudades del México antiguo no existían registros escritos
detallados. Por ello no tenemos hoy día una información más rica sobre la historia,
la economía, la vida cotidiana y el mundo social y político de esos pueblos, y
estos aspectos tienen que ser reconstruidos a través de datos arqueológicos.
Muchas ciudades prehispánicas, sobre todo en el Altiplano central, son sitios de
gran extensión: Teotihuacán tenía durante su apogeo más de 20 kilómetros
cuadrados, Tula 16, Cholula más de 10 y Tenochtitlán alrededor de 12 kilómetros.
Por otro lado, las ciudades prehispánicas tuvieron en general largas vidas de
varios siglos, con prolongadas y complejas secuencias de ocupación.
Consecuentemente sufrieron numerosos cambios y transformaciones a través
del tiempo. Edificios de distintos periodos fueron
alterados, ampliados, cubiertos y destruidos, total o parcialmente,
una y otra vez la acción del tiempo y de los hombres ha transformado
y derruido irreversiblemente, sobre todo en los últimos años, grandes
áreas de estos sitios. Todo ello hace del estudio de una ciudad y de
otros sitios arqueológicos una tarea lenta y compleja.
Los vestigios y restos que han llegado hasta nuestros días nos
permiten reconstruir, aunque en algunos casos sólo sea en forma
fragmentaria y esbozada, muchos aspectos de la historia de estas
ciudades, de su desarrollo y decadencia, de la ideología, de las
instituciones y de las formas de vida de hombres y mujeres que
durante sucesivas generaciones las habitaron y conformaron, las
construyeron y las reconstruyeron. Los sitios y monumentos que el
visitante de hoy puede admirar formaban parte de sociedades vivas,
dinámicas y cambiantes, de ciudades de miles de personas que a
través de sus restos materiales nos cuentan su historia.
69
Guía de lecturas
70
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Cobean, Robert H. y Mastache Alba Guadalupe; El México
Antiguo. En Arqueología Mexicana Vol.I No. 2, p. 5-9, Editorial
Raíces, México, 1993.
71
Guía de lecturas
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Historia de México I
El México Antiguo
Arte, cultura y sociedad
(segunda parte)
ROBERT H. COBEAN*
ALBA GUADALUPE MASTACHE**
Las ciudades del México antiguo no sólo fueron grandes conglomerados. En ellas, la organización
social alcanzó formas singulares y complejas que dieron lugar a espacios arquitectónicos y
manifestaciones artísticas vinculadas a las prácticas religiosas y a la vida de sus habitantes.
Ahí florecieron la ciencia y las artes, la escritura y la astronomiá, la medicina y la tecnología
agricola, las matemáticas y la cuenta del tiempo. Muchas urbes fueron abandonadas al final del
Clásico, entre los años 700 y 900 d. C.; otras, como Cholula y Tenochtitlán, sucumbieron ante la
embestida de los caballos y el fulgor de la pólvora de los arcabuces españoles.
El surgimiento de las primeras ciudades en el México antiguo, hacia el primer siglo antes de
nuestra era, trae consigo una verdadera revolución en las formas de vida. Por primera vez, grandes
conglomerados humanos habitan sitios que se extienden por varios kilómetros cuadrados,
transformando radicalmente su entorno natural.
Aparecen instituciones vinculadas con la existencia de estas sociedades, que, a menudo, abarcaban
extensas regiones.
Esto no significa que la vida aldeana desapareciera o existieran ciudades en todas las regiones
del país. Hay áreas donde nunca hubo centros urbanos, algunas estaban integradas en la esfera
de control de los grandes centros, mientras que otras siguieron, al parecer, sus desarrollos locales. Así, en amplias regiones del norte de México predominaron poblaciones de cazadoresrecolectores nómadas, y en otras había aldeas con distintos grados de complejidad y culturas
locales específicas.
Aún en aquellas regiones donde había ciudades y Estados conformados, las aldeas continuaron
existiendo y constituían una parte fundamental de la vida y la economía urbanas.
A partir del surgimiento de las ciudades, el México antiguo se dividió, en forma muy general, en
dos periodos. El primero comprende desde la aparición y
expansión de los primeros Estados regionales hasta
aproximadamente los ocho siglos iniciales de nuestra era, y se
le ha llamado época Clásica. Hacia el fin de ésta, entre los
siglos XVIII y IX, la mayoría de los sitios decae por diversas
causas después de siglos de florecimiento. Muchos de ellos
son abandonados, dando lugar a migraciones que a veces
abarcaron grandes distancias.
El segundo periodo, conocido como Posclásico, se inicia entre
los siglos IX y X y termina con la conquista española. Se
caracteriza por el surgimiento de nuevos Estados hegemónicos,
algunos de los cuales expanden su influencia hacia otras áreas;
* Arqueólogo, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en México, D. F.
** Arqueóloga. Subdirectora de Estudios Arqueológicos del INAH.
73
Guía de lecturas
a la llegada de los españoles, varios de estos centros y ciudades se encontraban aún en su
apogeo. La información histórica sobre la última parte del Posclásico es rica gracias a crónicas y
fuentes indígenas escritas y a los cronistas españoles que documentaron durante las primeras
décadas del siglo XVI muchos aspectos de la vida de estas sociedades.
Hablar de ciudades es hablar de sociedades divididas en clases, de Estados con un poder
centralizado y un sistema complejo de producción y organización del trabajo, con numerosos
tipos de especialistas y una clase gobernante poseedora del conocimiento científico, separada de
las actividades de producción que organiza y dirige la sociedad. Estas sociedades poseen una
religión con un panteón y una liturgia sofisticada, así como un complejo aparato político y
administrativo.
La religión en los Estado tempranos tiene un papel fundamental como elemento de control
ideológico, el cual da legitimación moral al sistema. En estos pueblos las funciones políticas,
religiosas y militares con frecuencia se hallan fusionadas. La religión y el ritual desempeñaban un
importante factor coercitivo, incluso el militarismo y las políticas de conquista se expresan en
términos religiosos. Una parte de la clase dirigente era una casta sacerdotal y militar con diversos
niveles y jerarquías; los máximos gobernantes eran tantos jefes políticos como religiosos y militares.
Independientemente de sus variaciones en cuanto a tamaño, forma, orientación, técnicas de
construcción y estilo, los centros y ciudades del México antiguo tenían en común elementos
fundamentales: pirámides, palacios, plataforma, salas, escalinatas y altares que conformaban
una o más plazas que constituían el eje del asentamiento general del sitio, relacionado en gran
parte con conceptos fundamentales de la cosmovisión de estos pueblos.
Los edificios de la zona monumental, corazón político y religioso de la ciudad, estaban ricamente
ornamentados, recubiertos de bajorrelieves, esculturas y pinturas; las ciudades del México antiguo
eran ciudades polícromas. Con frecuencia, esta zona se encontraba rodeada por edificios
administrativos y palacios ocupados por la élite dirigente, así como zonas de mercado e intercambio.
Por último, estaban las áreas donde vivía la mayoría de la población en unidades o conjuntos
habitacionales, cuyas características y extensión variaban de una ciudad a otra. Las zonas
habitacionales estaban rodeadas
por
grandes
extensiones de tierras de
cultivo, que muchas veces
incluían terrazas, canales y
otros sistemas de agricultura
intensiva, como chinampas.
Monte Albán es una de las grandes ciudades del Clásico americano; durante
más de mil años dominó la escena política de los valles de Oaxaca; sus
edificios, estelas y objetos son muestra del punto culminante de una de las
grandes culturas de Mesoamérica: la zapoteca.
74
En ciudades del Altiplano central, como Teotihuacán y Tula,
las zonas de habitación eran
muy densas y continuaban sin
interrupción desde el área
monumental hasta la periferia,
mientras en otras regiones, en
especial en algunas del área
maya, la zona habitacional era
más dispersa, alternando en
algunos casos con huertas o
campos de cultivo.
Historia de México I
Las ciudades prehispánicas, por el hecho de concentrar grandes cantidades de población y por la
explotación intensiva de diversos recursos durante siglos, causaron alteraciones drásticas en el
medio ambiente. Por primera vez, áreas muy extensas de bosques fueron convertidas en zonas
de cultivo, y la población requería también de enormes cantidades de madera como material de
construcción y combustible; la producción de cal para construcción y acabados de los edificios
fue una industria importante en algunas áreas.
Estas ciudades tenían un área directa de control y apoyo para la obtención de bienes y productos
necesarios para la urbe, así como una esfera de influencia económica y política cuya extensión
variaba de acuerdo a la magnitud y poder de cada Estado.
El control político y la influencia cultural se sustentaban en conquistas militares, sistemas de
tributo, colonización directa, alianzas políticas formalizadas en algunos casos mediante matrimonio
entre dinastías reales de distintos centros, relaciones religiosas, sistemas de mercado, intercambio
y comercio de productos procedentes de regiones diversas. Las redes de comercio de ciudades
como Teotihuacán, Tula y Tenochtitlán, incluían áreas tan alejadas como los territorios que hoy
ocupan el sur de Estados Unidos, Costa Rica, Guatemala, Yucatán, la Sierra Gorda de Querétaro
y la costa de Veracruz.
EL ESTADO TEOTIHUACANO
Durante la época Clásica se erigieron majestuosos centros y urbes, como Teotihuacán, Cholula,
Monte Albán, El Tajín, La Quemada, Calakniul, Cobá, Palenque y Yaxchilán. La expansión del
Estado teotihuacano es tal vez el evento más importante de esta época en el Altiplano central. Su
vida como ciudad duró casi ocho siglos (aproximadamente 100 a.C.
- 700 d.C.). Durante su momento de máximo apogeo tenía una
población de 120 mil a 150 mil personas, y una extensión de más de
20 km2 que la convertía en la gran metrópoli de Mesoamérica y una
de las ciudades más grandes del mundo en esa época.
Más de dos mil conjuntos habitacionales han sido detectados en dicha
ciudad. Ésta se conformaba de numerosos barrios, algunos de ellos
habitados por artesanos con distintas especialidades: alfareros,
trabajadores de obsidiana y sílex, lapidarios y
escultores, entre otros.
A diferencia de lo que sucede en las ciudades modernas, en Teotihuacán
vivían no sólo administradores, comerciantes, artesanos y diversas clases
de especialistas, sino también agricultores. Como otras ciudades de la época,
Teotihuacán era, además de un centro político y religioso, un importante
centro de mercado con afluencia de multitud de personas de regiones
cercanas. Había también grupos de mercaderes profesionales, algunos de
los cuales habitaban en barrios especiales.
Máscara antropomorfa
que representa el dios
de la lluvia Clásico,
Cerro de las Mesas,
Veracruz.
Teotihuacán controlaba un amplio sistema de comercio y su influencia
económica y cultural se extendía por gran parte de México y Centroamérica,
principalmente el Valle de Oaxaca, los Altos de Guatemala, el sur de
Veracruz, parte de Zacatecas y el este de Michoacán.
75
Guía de lecturas
OTROS ESTADOS
Cholula fue otra ciudad importante en el centro de México, contemporánea en gran parte de
Teotihuacán. Su origen se remonta a 500 - 200 a.C., y es posible que ya era una pequeña ciudad
antes de la fundación de Teotihuacán. La construcción de la impresionante Gran Pirámide empezó
hacia el año 200 a.C. y fue objeto de por lo menos cuatro ampliaciones durante los siguientes mil
años. Es probable que Cholula fuera un centro provincial del Estado teotihuacano durante la
mayor parte de la época Clásica, y ayudó a mantener importantes redes de comercio entre esa
urbe y la zona del sur de Puebla y la costa del Golfo.
Otro Estado prehispánico importante tenía su sede en Monte Albán, que durante los primeros
siglos de nuestra era fue un centro urbano floreciente, con el control de una región bastante
extensa que abarcaba todo el Valle de Oaxaca y áreas cercanas. Algunos monumentos encontrados
en su plaza principal conmemoran las conquistas militares de varios poblados de la región, y
hacen referencia a las relaciones que existían entre los gobernantes de Monte Albán y el Estado
teotihuacano, lo que se confirma con la existencia de un barrio oaxaqueño en Teotihuacán.
La famosa tumba que contenía extraordinarias ofrendas de oro y otros tipos de joyería, excavada
por Alfonso Caso en los años treinta, era una tumba correspondiente al apogeo de Monte Albán,
y que los mixtecos reutilizaron siglos después, en un periodo en que ya se conocía el arte de la
metalurgia.
Uno de los principales centros urbanos de la costa del Golfo fue El Tajín, que se desarrolla
durante la última mitad de la época Clásica, o tal vez un poco antes. Este sitio fue el centro de una
importante tradición de arte denominada «Estilo del centro de Veracruz», cuya característica
distintiva son sus complicados diseños de volutas y grecas. Ese estilo se extendió por muchas
áreas de Mesoamérica. Más de 10 juegos de pelota se han descubierto en Tajín, algunos decorados
con magníficos bajorrelieves con escenas de sacrificios y otras actividades relacionadas con ese
juego ritual. Objetos relacionados también con el juego de pelota son las esculturas de piedra
conocidas como yugos y hachas, con frecuencia decoradas con complicados diseños en el estilo
típico de la región. En el norte y el occidente de México también hubo algunas culturas complejas
con estilos peculiares. En el oriente de Jalisco la cultura de Teuchitlán se extendió sobre grandes
áreas y tenía algunos centros que tal vez fueran pequeñas ciudades con miles de habitantes. La
base económica de Teuchitlán incluía extensos sistemas de explotación y comercio de instrumentos
de obsidiana. Su arquitectura, tanto la monumental como la habitacional, consistía principalmente
en estructuras redondas, poco comunes en sitios mesoamericanos.
La llamada «cultura Chalchihuites» se extendió sobre un área muy extensa del norte y el occidente
de México incluyendo parte de los actuales estados de Zacatecas, Jalisco y Durango. En opinión
de algunos estudiosos, sus sitios representan una expansión de la tradición de Mesoamérica en
el norte de México. Estos pueblos tenían al parecer relaciones con Teotihuacán y otros Estados
del sur del país basadas sobre todo en la minería y comercio de piedras semipreciosas. La
Quemada, en Zacatecas, era su centro más importante.
LOS MAYAS
En el extremo sur del país, en las tierras bajas de México y Centroamérica, se desarrollaron los
mayas. Éstos erigieron impresionantes centros y ciudades, muchos de ellos en las selvas tropicales.
Los pueblos mayas realizaron contribuciones fundamentales a las artes, la ciencia y la literatura.
Durante la época Clásica desarrollaron un complejo sistema de escritura, único entre los pueblos
76
Historia de México I
prehispánicos de las Américas. Inventaron también el calendario más exacto
del mundo de su época. Fueron brillantes matemáticos y astrónomos;
calcularon los ciclos de eclipses y de otros eventos astronómicos con más
exactitud que sus contemporáneos europeos. Eran artistas y arquitectos
de extraordinario talento, y dejaron testimonio de ello en edificios y obras
de arte de gran belleza.
Pocos códices prehispánicos sobrevivieron
a la conquista. Los que
se conocen son bellos
ejemplares de la
excepcional aptitud
artística de sus creadores y del complejo
simbolismo inherente
a la concepción cosmogónica de las
sociedades mesoamericanas.
Se trata de uno de los pocos pueblos prehispánicos con crónicas históricas,
en forma de textos esculpidos en altares, estelas, dinteles y otros
monumentos. Durante las tres últimas décadas, especialistas en este campo
han logrado traducir partes clave de las inscripciones mayas; sus
investigaciones han revelado nombres, fechas y hazañas de reyes, reinas y
otros dirigentes que abarcan seis siglos. La traducción de algunos textos ha
cambiado radicalmente la visión que los arqueólogos y el público en general tenían acerca de los mayas. Los eventos registrados en las inscripciones,
al igual que pinturas, como las de Bonampak, indican que los gobernantes
mayas no eran los sacerdotes y astrónomos pacíficos descritos en las guías
arqueológicas de la primera mitad de este siglo, sino dirigentes militares
profundamente involucrados en guerras y conquistas entre dinastías reales
y los distintos centros existentes en ese momento, bastante parecida a los
eternos conflictos de las ciudades Estado de la antigua Grecia.
Debido a procesos que todavía no entendemos con claridad, los grandes
centros y ciudades mayas ubicados al sur de la península de Yucatán fueron
abandonados entre los siglos IX y X de nuestra era. Seguramente este
colapso fue causado en parte por las continuas guerras entre centros y
también por los daños ecológicos que las demandas poblacionales del
Clásico causaron al destruir lentamente buena parte de la selva del Petén para extender las áreas
de cultivo.
El llamado colapso maya no fue un evento único en el México antiguo; la mayor parte de las
ciudades prehispánicas del Clásico, después de varios siglos de vida, decaen como centros de
poder y son parcialmente abandonadas y destruidas durante los últimos dos siglos de la época
Clásica. Teotihuacán, Cholula y Monte Albán entran en un periodo de decadencia poco después
del año 700; estos eventos no fueron repentinos, sino que se trata de procesos que duraron al
parecer varias décadas, motivados por diversos factores internos y externos, como pueden ser la
presión demográfica sobre los recursos naturales circundantes y limitaciones tecnológicas que
demandaba el constante aumento de población.
En ese sentido, debe recordarse que los pueblos prehispánicos contaban con una tecnología
basada en instrumentos de piedra, ya que la metalurgia apareció sólo tardíamente en algunas
zonas y se usó sobre todo para la producción de ornamentos. Otra limitación tecnológica importante
era la ausencia de animales de tiro y de la rueda como medio de transporte. Al parecer, a fines de
la época Clásica hubo en los principales centros conflictos y conmociones sociales que el Estado
no pudo resolver. En Teotihuacán hay huellas claras de incendios en los edificios principales.
En el norte de México algunos sitios fueron abandonados a fines del siglo IX, y muchos de los
centros importantes en la costa del Golfo dejaron de existir, aunque El Tajín siguió funcionando
como una ciudad viva hasta los siglos XI o XII.
77
Guía de lecturas
Entre los siglos VIII y X nuevos centros emergieron en muchas regiones. Xochicalco y Cacaxtla
dominaron en el Altiplano central zonas que antes eran controladas por el Estado teotihuacano.
Los Estados mixtecos de Oaxaca se expandieron sobre regiones que antes controlaba Monte
Albán, incluyendo tal vez parte del Valle de Oaxaca. Algunas de estas conquistas están registradas
en códices de esa región; documentos bellamente ilustrados con numerosos personajes y el
registro de genealogías y eventos que cubren varios siglos. Algunos códices mixtecos prehispánicos
se han conservado hasta la fecha en magnífico estado y se encuentran principalmente en bibliotecas
europeas.
TULA Y CHICHÉN ITZÁ
En el siglo X empieza un nuevo ciclo cultural -el Posclásico-, que culminará más
tarde con la expansión de los imperios
mexica en el Altiplano central, los tarascos
en el occidente y los itzáes en el área
maya. Las ciudades más notables de la
primera parte de esta época son Tula, en
el Altiplano central, y Chichén Itzá, en
Yucatán. Los arqueólogos siguen debatiendo el significado de las semejanzas
entre el arte y la arquitectura de Tula y
En Mitla, como en muchas otras ciudades importantes en
Chichén Itzá. Al parecer, muchos de los
Mesoamérica, sobre los edificios prehispánicos se
levantaron templos dedicados al culto cristiano. Se intentaba
elementos toltecas presentes en Chichén
reafirmar la victoria española sobre las sociedades
Itzá tenían su origen en Tula y existían
indígenas.
alianzas políticas y militares entre ambas
ciudades durante los siglos X y XII de nuestra era. La ciudad de Tula fue fundada en el siglo VIII
y durante su apogeo, entre 1000 y 1150 d. C., fue sin duda la más grande del Altiplano central,
cubría casi 16 km2 y tenía una población de decenas de miles de personas. La plaza principal, con
sus pirámides, salas con columnas y juegos de pelota, parece haber sido el prototipo directo de
los restos de los recintos monumentales de Tenochtitlán, Tenayuca y de otras ciudades aztecas.
La planeación de esas plazas y la ubicación de los edificios de Tula y Tenochtitlán son muy
semejantes. Los recintos centrales de ambas ciudades cuentan con muchos elementos idénticos:
tzompantli (altares donde se colgaban los cráneos de las víctimas de sacrificio humano), muros
de serpientes (coatepantli), bancos con frisos de guerreros, chacmooles, atlantes y
portaestandartes. En sus crónicas los aztecas se enorgullecían de ser los descendientes de los
toltecas de Tula, y es posible que muchas de las instituciones politicas, sociales y religiosas del
Estado mexica tuvieran su origen en Tula.
EL IMPERIO MEXICA
La decadencia y colapso de Tula tuvo lugar a fines del siglo XII y hay evidencias de que algunos de
sus principales edificios fueron incendiados y gran parte de la ciudad abandonada. Durante los
siguientes dos siglos, Azcapotzalco, Texcoco, Culhuacán y otros centros aztecas establecieron
pequeños Estados en la Cuenca de México y áreas cercanas. Sin embargo, el imperio formado por
los mexicas a partir de 1345, en poco más de 150 años fue probablemente el Estado más grande en
Mesoamérica, ocupando al parecer casi la tercera parte del territorio que actualmente es México.
78
Historia de México I
Durante el siglo XV los tarascos establecieron otro imperio importante
con capital en Tzintzuntzan, el cual incluía la mayor parte de Michoacán,
zonas de Guanajuato, Guerrero, Jalisco y el Estado de México. A pesar
de varias guerras, los mexicas nunca conquistaron el reino tarasco.
Otros pequeños Estados que lograron mantenerse independientes de
los mexicas fueron Tlaxeala, Culhuacán y Metztitlán.
En el sur sólo pudieron controlar la parte norte de Oaxaca, y una
provincia en la costa pacífica de Chiapas y Guatemala, El Soconusco,
famosa por sus cosechas de cacao de gran valor para los pueblos
prehispánicos que lo utilizaban como bebida especial y moneda.
Atlantes de Tula
Los mexicas tampoco conquistaron el área maya y sus relaciones fueron sobre todo alianzas
comerciales, centradas en «Puertos de intercambio», ubicados en varias zonas de Tabasco,
Campeche y Yucatán.
Durante los siglos XIV y XV el área maya estaba dividida en pequeños Estados, frecuentemente
en guerra unos con otros. A finales del siglo XV la península de Yucatán incluía más de 10
Estados, algunos dirigidos por descendientes de los itzá, quienes dominaron Chichén Itzá siglos
antes. El último Estado de Mesoamérica conquistado por los españoles fue un pequeño reino itzá
en El Petén de Guatemala, que cayó en 1697.
Cuando los españoles entraron a Tenochtitlán en 1519 se maravillaron por la grandeza de la
capital azteca, con sus magníficos templos y palacios, sus grandes canales y lagos, el enorme
mercado de Tlatelolco y los complicados sistemas de chinampas, diques, acueductos y calzadas.
La población de Tenochtitlán era aproximadamente de 200 mil personas, más que la de cualquier
ciudad europea del siglo XV.
La conquista española interrumpió violentamente la vida de estas sociedades, transformando
profundamente la estructura política y el orden social de los territorios dominados. Para los pueblos del México antiguo la Conquista significó el colapso y el fin de mucho de su mundo, no sólo
por el impacto mismo de los enfrentamientos armados con hombres, animales y armas
desconocidas, sino también por la introducción de nuevas enfermedades, como la viruela, para
las que la población indígena no tenía defensas, causando grandes epidemias que diezmaron en
forma desastrosa a la población.
Por otro lado, la imposición del nuevo orden político y social significó la sustitución de las formas
de vida previas, de su ideología y de su religión por nuevos templos, nuevos cultos, nuevo Dios y
nuevas formas de trabajo y explotación. Numerosas comunidades fueron reubicadas en nuevos
asentamientos y reorganizadas en el sistema de encomiendas y repartimiento.
A pesar de todo lo anterior, muchos aspectos y elementos de las antiguas culturas sobrevivieron
con nuevos significados y transformados en gran parte al adaptarse a las nuevas condiciones.
Las magníficas iglesias, los conventos y las nuevas ciudades que se erigen a partir del siglo XVI
son el resultado de la fusión de las culturas indígenas con la tradición española.
Durante los siguientes siglos nace, lentamente pero con gran vitalidad, una nueva cultura y un
nuevo pueblo.
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Guía de lecturas
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Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Fernández Tejedo, Isabel; El ppolom mercaderillo o regatón.
En Arqueología Mexicana Vol.V No. 28, p.46-53, Editorial
Raíces, México, 1997.
81
Guía de lecturas
82
Historia de México I
El comercio entre los mayas
El ppolom mercaderillo o regatón
ISABEL FERNÁNDEZ TEJEDO
Debido a sus condiciones ecológicas,
en el Área Maya no se establecieron
mercados como los de otras zonas
mesoamericanas.
En cambio, se dieron múItiples y ricas
formas de intercambio de productos
y se establecieron redes de comercio
a larga distancia, lo que, aunado a la
reciprocidad y a la redistribución,
conformó una estructura comercial
que fue fiel reflejo de la compleja
configuración social y política de los
mayas de la época prehispánica.
Representación del dios L, antecesor del dios M, dios del comercio
entre los mayas. Sobre una lanza o bastón se ve recargado un
Mucho se ha afirmado que los
bulto con diversas mercancías. Aunque se localiza en Cacaxtla, la
mercados públicos eran un rasgo
pintura es de estilo maya y es evidencia de las relaciones
común a todas las culturas que se
comerciales entre regiones distantes durante el Epiclásico.
desarrollaron en Mesoamérica; no
obstante, debido a algunas variantes de carácter ambiental e integración sociopolítica regional,
sería más correcto hablar de una presencia desigual de mercados en la región. En el Área Maya
en particular, encontramos dos realidades completamente diferenciadas: al despuntar el siglo
XVI, en las Tierras Altas de Chiapas y Guatemala había muchos mercados públicos, mientras
que en las Tierras Bajas (península de Yucatán, Tabasco, Belice, Honduras y parte de Guatemala) fueron muy escasos o prácticamente inexistentes.
LAS TIERRAS BAJAS: ZONA SATURADA
La simbiosis y competencia entre áreas ecológicamente diferenciadas resaltan el claro contraste
físico y ambiental entre las Tierras Altas, con factores determinantes de heterogeneidad ecológica
y diversidad de productos entre zonas relativamente próximas, cálidas, templadas y frías, y las
Tierras Bajas, que presentan mayor homogeneidad física y ambiental en una vasta extensión de
territorio. Así, la selva tropical se ha definido como una zona saturada, con pocas posibilidades de
intercambio de productos diferenciados; no obstante, su homogeneidad no era total, pues poseía
algunas diferencias como resultado de la existencia de tierras más fértiles y lluvias más propicias
para el cultivo de ciertos productos. El cacao, por ejemplo, crece mejor en tierras profundas con
mucha lluvia, como las de la zona meridional, mientras que el algodón se adapta mejor al clima
seco y los suelos poco fértiles del centro de la península.
Esas características determinaron la especialización de ciertos productos agrícolas y dieron origen
a dos zonas productoras de cacao en el sur -Honduras y Tabasco y las regiones adyacentes- y
* Isabel Fernández Tejedo. Doctora en historia por I’École des Hautes Études, de París, y miembro activo de la
Asociación Autónoma de Historiadores. Investigadora del Centro de Estudios Mayas, UNAM. Trabaja con documentos
coloniales y tiene varias publicaciones sobre temas económicos y sociales entre los mayas.
83
Guía de lecturas
una de algodón en el área noroccidental, mientras que sólo los depósitos de sal de la costa norte
y ciertos productos de origen marino -como las conchas y el pescado, además del pedernal de la
sierra Puuc- constituyeron variantes fundamentales de la producción. Sin embargo, los productos
de consumo corriente eran accesibles en la mayor parte del territorio: los de subsistencia -maíz,
frijol, calabaza-, los de recolección del bosque - miel, copal, cera, fruta y muchas plumas de aves
tropicales-, cierto tipo de caza-venados, pecaríes, pieles dejaguar, iguanas y aves- y los principales
recursos naturales necesarios para la construcción de viviendas -madera, palma y bejucos-, todos,
sin excepción, se podían obtener en cualquiera de las llamadas zonas de selva tropical; por ello el
comercio de productos diferenciados de consumo local fue muy limitado y los mercados públicos,
innecesarios.
FRAGMENTACIÓN SOCIOPOLÍTICA Y TERRITORIAL
El complejo sistema de organización geopolítica que imperaba en las Tierras Bajas en el siglo XVI
se basaba en el dominio político de uno o varios miembros de los principales linajes, con
fluctuaciones entre la autoridad centralizada, despótica
y absoluta del halach uinic
sobre todo un territorio y la
más descentralizada de los
batabs, miembros de un mismo linaje que gobernaban
confederadamente los pueblos de un cacicazgo.
Reconstrucción de una factoría en la isla de Conzumel, asociada al carácter
de lugar de culto religioso de ese sitio.
Los que acudian al santuario aprovechaban para intercambiar productos.
84
Aunque falta por estudiarse la
compleja red de relaciones
entre los distintos linajes que
controlaban los cacicazgos,
así como la de los señores
supremos con los jefes locales, caciques y mandones,
sabemos que no existía un
reconocimiento piramidal entre los distintos jefes, sino más
bien un sistema político de
alianzas y rivalidades: «entre
tres casas de señores principales, que eran los Cocom,
Xius y Cheles, hubo grandes
bandos y enemistades»
(Landa, 1982). Las alianzas,
que se traducían en el intercambio que hacían los
señores de visitas y regalos,
se convertían en acuerdos de
buena vecindad e implicaban
el reconocimiento de fronteras, el acceso a recursos
Historia de México I
Representación en un vaso de
Clasico de mercaderes mayas
conversando. Tras el personaje
de la izquierda se observa un
bulto con productos.
naturales, el intercambio de productos especializados, el libre tráfico de comerciantes y el respeto
a los peregrinos en marcha hacia los lugares de culto (Cozumel, Chichén Itzá, Maní e ltzamná);
asimismo, las peticiones de sometimiento y tributo pasaban por entrevistas, en las que se
obsequiaban productos muy estimados. Pax Bolón, gobernador de Tixchel, ofrecía a los rebeldes
de Zapotitlán «canoas con cargas de sal, camisas y mantas para usarlas como vestidos», y
siempre que deseaba meterlos «procedía con regalos y caricias». Las rivalidades, por otra parte,
surgían de desacuerdos en lo tocante a los matenimientos -porque el «Chel no quería dar pescado
ni sal al Cocom, y el Cocom no dejaba sacar caza ni frutas al Chel», (ibid). Además, las frecuentes
hostilidades se manifestaron en clima político de extrema rivalidad en que vivían los mayas al
momento del contacto con los españoles, así como en la fragmentación de los territorios y en las
disensiones entre los distintos linajes.
FORMAS DE INTERCAMBIO: RECIPROCIDAD, REDISTRIBUCION Y COMERCIO
Los mayas practicaron múltiples y ricas formas de intercambio de productos y regalos. Su espíritu
pródigo y generoso -»partidos y hospitalarios», dice Landa- se expresaba en el frecuente
intercambio de dones con ocasión de todo tipo de actividades carácter social, sobre todo fiestas
y ceremonias: durante los bajos de carácter comunitario, como la agricultura, la caza, pesca y la
producción artesanal; en los nacimientos, bautizos, casamientos y defunciones; en el tráfico
comercial; en los litigios y pleitos, etc. En ese tipo de intercambio, conocido como reciprocidad,
cada grupo de la escala social, sobre todo en el hogar y dentro de cada comunidad, establecía
relaciones de ida mutua solidarias y amistosas y sus exigencias eran mínimas, de tal manera que
las obligaciones de unos equivalían a de los otros.
Los tributos y en general todos los bienes producidos por la comunidad eran concentrados por los
dirigentes conforme a un sistema estricto de jerarquías, derechos y privilegios establecidos con sus
súbditos. La distribución posterior de esos bienes, nada redistribución, podía ser parcial o total,
según que beneficiara a un grupo o a toda la sociedad, y se efectuaba mediante regalos, banquetes
y grandes fiestas, así como en eventos públicos y celebraciones de carácter político y religioso.
En el vaso de Chalmá se
represento un encuentro
entre mercaderes.Entre
otros atributos, los abanicos
que portan los personajes de
la izquierda indican tal
condición. El individuo de la
izquierda de la extrema
derecha tiene la mano sobre
el hombro, gesto que denota
paz y sumisión
85
Guía de lecturas
Por último, mediante el comercio,
entendido como el mecanismo que facilita
el encuentro de distintos individuos con el
fin de intercambiar bienes diferentes, se
realizaban tanto los intercambios a larga
distancia, es decir, el tráfico de
mercancías, como las transacciones locales o internas, que es cuando recibe el
nombre de «mercado». Así, cuando
decimos que no existen evidencias de la
presencia de mercados entre los mayas
de las Tierras Bajas, nos referimos
específicamente al intercambio local en un
lugar público, el tianguis, término nahua
con el que se designa la plaza.
TRAMPAS Y TROPIEZOS EN LAS
FUENTES
En los documentos, crónicas y fuentes en
general escritos durante el periodo colonial, brilla por su ausencia la mención a la
existencia de mercados o plazas en las
Tierras Bajas. Las escasas referencias a
ellos durante la segunda mitad del siglo
Puertos de intercambio en el Área Maya.
XVI se relacionan con los que impusieron
los españoles: a pocos años de terminada la conquista de Yucatán, el visitador general Tomás
López dictó ordenanzas para obligar a todos los pueblos a establecer tianguis a fin de «que los
viajeros y comerciantes realicen allí su tratos y no con particulares» y ordenó la creación de
mesones o albergues. Por su parte, Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatán, creó un tianguis
general para toda la jurisdicción de Mérida, en el que los indígenas pudieran ir a vender sus
vituallas, con el fin de asegurar el abasto de la población no española y para evitar la presencia de
regatones, que andan infinitos mercaderejos y rescatadores que los engañan, a cada paso y les
roban sus haciendas». No obstante, el mercado público o plaza no arraigó en las costumbres
locales, pues, a sólo diez años de haber sido establecido uno por Tomás López, se optó por
quitarlo y fijar las contrataciones en los mesones. Pero, si los mercados no fueron un rasgo
sobresaliente de la economía maya, ¿cómo se realizaba el comercio local?
REGATONES Y MERCADERILLOS AL SERVICIO DE LA
NOBLEZA
La forma dominante de comercio local durante la Colonia
fue mediante «regatones» (regatón: vendedor al por menor
de bienes comprados al por mayor) y «mercaderillos»
(mercaderillo: diminutivo de mercader o mercadero). Ahora
bien, el comercio ambulante, adoptado y acaparado
rápidamente por los españoles, era el modelo de comercio
86
Historia de México I
local propio de los mayas y la manera corriente como habían
hecho siempre los intercambios en el seno de los cacicazgos.
Según Ralph Roys, el primer estudioso de las fuentes en el
Área Maya, al momento del contacto con los españoles, el
ppolom era el comerciante itinerante que cargaba su propia
mercancía, a diferencia del ah ppolom yoc, mercader a larga
distancia que poseía puertos de intercambio -llamados
factorías por los españoles-, embarcaciones y esclavos
propios. El ppolom, mercaderillo o regatón operaba solo o
acompañado, vendiendo productos de puerta en puerta,
pero, dada la escasa posibilidad de obtener productos
variados dentro de los límites de los cacicazgos, es muy
probable que formara parte del reducido grupo de
mercaderes que actuaban a través de factorías con
productos estratégicos para el tráfico a larga distancia. Las
mercancías que el ppolom ofrecía eran: sal, cacao, ropa de
algodón, pescado, copal y algunas conchas marinas,
tochimite (hebras de pelo de conejo teñidas de colores),
navajas de cobre y de obsidiana, orejeras, agujas, grana,
piedra alumbre y hierbas olorosas.
INTERCAMBIO A LARGA DISTANCIA EN FACTORIAS
En contraste con las pocas evidencias sobre mercados locales, las fuentes testifican la existencia de un activo tráfico
entre las distintas regiones a través de las factorías en el
siglo XVI. El sistema se sustentaba en las interrelaciones
propias de la región, en un espacio privilegiado para la rápida
circulación de productos, gracias a la densa red de arterias
navegables -ríos, lagos, esteros y mar-, la cual permitió la
creación de un área vital de tráfico de bienes provenientes
de las distintas provincias. El transporte fluvial y marítimo
se realizaba en canoas de tronco ahuecado impulsadas por
remos de madera, como puede apreciarse en las figuras
del fresco del Templo de los Guerreros de Chichén Itzá,
mientras que el dueño de las mercancías se hacía llevar en
andas, como aparece representado en una vasija pintada
Representación de Ek Chuah en el
Códice Dresde (izquierda)y en el
Códice Madrid (dereccha). Este
dios se encontraba íntimamente
relacionado con el cacao y durante
los festejos que se le dedicaban,
en el mes muan, los dueños de las
plantaciones de ese fruto sacrificaban a un perro con manchas
de color cacao.
87
Representaciones en el codice Madrid
de Ek Chuah, «estrella negra», el dios
de los comerciantes entre los mayas.
En los códices es el dios M, según la
clasificación de Schellhas. Generalmente se le representaba como un
mercader, con nariz larga ,el cuerpo
pintado de negro, una correa al frente
y un bulto en la espalda.
Guía de lecturas
La red de arterias navegables de la región maya permitió el contacto comercial
entre las distintas provincias. El transporte fluvial y marítimo se realizaba en
canoas de tronco ahuecado impulsadas por remos de maders, como puede
apreciarse en el fresco del Templo de los Guerreros de Chichén Itza, Yucatán,
ahora desaparecido.
de Ratinlinxul. El transporte
terrestre también era necesario y se hacía mediante
esclavos que cargaban los
productos hasta su destino,
donde carga y esclavo eran
vendidos. El tráfico se
especializaba en productos
regionales, de los que el
cacao fue el de mayor
demanda, junto con los
esclavos, las mantas provenientes del noreste de
Yucatán y la sal del litoral
norte. También se comerciaba mucho con miel, copal, pedernal y artículos de
lujo, como conchas coloradas, oro, cobre, pieles de
jaguar y plumas de aves.
Los puertos de intercambio estaban establecidos en territorios políticamente débiles -capaces de
adoptar cierta neutralidad y ofrecer seguridad a la empresa comercial-; debían contar con
instalaciones portuarias adecuadas para el desembarco almacenamiento de los productos, así
como con personal capacitado para brindar servicios a los tratantes, y constituían centros
importantes a los que fluían recursos estratégicos y bienes suntuarios de gran estima para la
clase dirigente.
En el golfo de México se conocen Cimatán, Xicalango, Potonchán y Champotón; en el área del
golfo de Honduras, Naco; Guatemala, Nito; y, en la península de Yucatán, se evoca Cachí,
Chahuaca y Ecab como muy grandes, donde hacían sus «congregaciones y mercados», «que
había allí ferias y comercios». Otros sitios, como Pole, Bahía de la Ascensión, ChetuJ y Bacalar,
también tuvieron relación con el tráfico de la costa oriental, aunque cumplían otra función: eran
puertos de barque que abastecían de canoas y remos a los comerciantes del interior.
La mayoría de las transacciones se efectuaba mediante el trueque, si bien algunos productos como el cacao, que los mercaderes llevaban en bolsas, las mantas de algodón, las conchas
coloradas, las cuentas de jade y ciertas hachas planas y cascabeles de cobre- se usaban como
moneda. El comercio se desarrollaba en un clima de honradez y confianza -»Fiaban, prestaban y
pagaban cortésmente y sin usura», dice Landa- y los contratantes cerraban su trato bebiendo
juntos.
Se sabe que «los mercaderes que venían de México a contratar a Tabasco estaban obligados a
depositar sus contrataciones en ciertos pueblos [Teutitlan, Copilco, Mecoacan y Chilateupan]
donde tenían casas situadas para las dichas contrataciones y en dichos pueblos vendían sus
mercaderías e no penetraban con los de la tierra»; en los pueblos vivían gente de origen mexicano
y eran «ellos los que vendían por esta provincia». La presencia en puertos y zonas aledañas de
barrios o pueblos ocupados por agentes o tratantes ligados con el tráfico a distancia no se limitaba
al grupo nahua: Pax Bolón,jefe de Acalán, tenía en Nito comerciantes asentados «en barrio por
sí» y «era de hasta quince casas»; Canek, jefe de la provincia de Tayasal, «tenía vasallos suyos
que le servían de labrar ciertos caguatales y mercaderes que venían de su tierra allá», y los xiu,
88
Historia de México I
cocomes, el señor de Checán y otros señores
originarios de la península poseían también
puertos de intercambio en Nito, donde mantenían asentada una población cuyos miembros
actuaban como sus agentes. El comerciante
depositaba los productos en los puertos y sus
agentes se encargaban de distribuirlos tierra
adentro, como lo hacían los nahuas de la
Chontalpa. Este pasaje es muy importante, ya
que nos permite comprender parcialmente el
ciclo de distribución y consumo del comercio
interregional. La descripción del ppolom encaja
bien con el testimonio anterior, en donde se
insiste en que quienes distribuían las mercancías tierra adentro eran los agentes del
tratante o mercader. La presencia del ppolom
demuestra que, a pesar del énfasis en las
empresas comerciales a larga distancia, había
una jerarquía entre los comerciantes y un
comercio local ambulante controlado y probablemente en manos de la clase gobernante.
Para leer más ...
CARDOS, Amalia, El comercio entre los mayas
antiguos, Acta Anthropologica, segunda
época, vol. 2, núm. 1, INAH México, 1959.
CHAPMAN, Anne, Puertos de intercambio en
Mesoaméricaprehispánica, INAH México,
1959.
En al representación de mercaderesen las pinturas de
Bonampak, los personajes aparecen sentados y llevan,
además de productos como pieles de jaguar (izquierda),
bultos de mercancia (derecha). El personaje de la extrema derecha porta un abanico, elemento distintivo de
los comerciantes.
FERNÁNDEZ TEJEDO, Isabel, «Intercambio sin mercados entre los mayas de las tierras bajas»,
en Sonia Lombardo y Enrique Nalda (coords.), Temas mesoamericanos, Colección Diversa,
INAH México, 1996, pp. 111-133.
LANDA, fray Diego de, Relación de las cosas de Yucatán, 12a. ed., Editorial Porrúa, México,
1982.
SABLOFF, J. A., Ancient Civilisation and Trade, University of Mexico Press, Albuquerque, 1975.
SANDERS, W. T., «Cultural Ecology of the Maya Lowlands», en Estudios de Cultura Maya, vols.
2 y 3, UNAM, México, 1962 y 1963.
89
Guía de lecturas
90
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
La civilización maya. Sylvanus G. Morley. F.C.E. p. 159-199
91
Guía de lecturas
92
Historia de México I
Organización social y política
CARENCIA DE FUENTES DOCUMENTALES DE LA HISTORIA DE LA EPOCA CLASICA
No poseemos constancia directa del tipo de organización social y política que existía entre los
mayas de la Epoca Clásica, pues no ha sobrevivido comprobante alguno contemporáneo relativo
a estos puntos. Lo poco que podemos decir respecto a la organización política y social de la
Epoca Clásica depende 1) de la prueba indirecta que suministra la parte que conocemos de la
organización administrativa y social de la epoca Postclásica, y 2) la prueba directa que proporcionan
las pinturas de la Epoca Clásica. Si logramos establecer analogías haciendo uso del material
indicado, eliminando ciertas importaciones conocidas de la altiplanicie mexicana, podremos tal
vez restaurar el molde clásico. Sabiendo, además, que la cultura maya era continua en muchos
de sus elementos esenciales, se tratará conjuntamente la organización política y social de las
epocas clásica y postclásica, aunque debe recordarse que la mayor parte del material sobre este
asunto, se ha tomado de la epoca postclásica del norte de Yucatán.
ORGANIZACION SOCIAL Y POLITICA
Se ha dicho que durante la Epoca Postclásica, se gobernaba el país por una confederación de los
caciques de Mayapán, Uxmal y Chichén Itzá. Pero arqueológicamente se ha probado que estos
tres sitios fueron construidos sucesivamente y no al mismo tiempo. La calidad duradera de la
arquitectura maya, permite suponer que Chichén Itzá y Uxmal conservaron su carácter de capitales
políticas aun después del período de construcción más importante. Se sabe que Mayapán estuvo
ocupada hasta poco menos de cien años antes de la conquista española.
El gobierno de cada uno de estos tres estados, debe haber controlado la mayor parte de Yucatán,
gobernando cada uno una región mucho mayor del área agrícola que la rodeaba. Seguramente
en los tiempos de la Epoca Postclásica, los centros gubernamentales incluían una gran cantidad
de centros religiosos.
Es difícil reconstruir la organización política de la Epoca Clásica. La organización de la Postclásica
se asemeja a la conocida del centro de México y puede haber sido introducida en el siglo X o poco
después, por los toltecas. Se puede afirmar con seguridad que la cultura maya de la Epoca
Clásica era mucho más homogénea que la de la misma época en el centro de México y, esto
puede sugerir una gran hegemonía política en la región maya.
Un factor importante que debe ser tomado en cuenta al reconstruir el tipo de gobierno de los
mayas en la Epoca Clásica es la falta de guerra entre ellos lo que puede considerarse como un
indicio de la abrumadora importancia de la religión en el gobierno. Y todo nos hace pensar que los
sacerdotes de un culto religioso altamente organizado y dogmáticamente inflexible, gobernaban
el área central. Es difícil decir, sin embargo, hasta qué punto la religión se introdujo en los asuntos
de la política, pero tal vez la homogeneidad cultural y el aislamiento de la región maya, haya
reducido al mínimo la necesidad de un control político.
Basándonos en pruebas arqueológicas para la Epoca Clásica, que nos indica un número de
subprovincias, podemos lanzar el supuesto de que cada una de estas subprovincias correspondía
aproximadamente a una unidad política de alguna clase. En el área central durante la Epoca
Clásica, deben haber habido por lo menos cuatro: 1) el Petén central y del norte, Guatemala y
Honduras Británica; 2) el Valle del Usumacinta, 3) la subprovincia del sudeste y, 4) la subprovincia
del sudoeste. En la región del norte, Campeche oriental y el sur de Yucatán, formaban una región
93
Guía de lecturas
aparte. En los últimos tiempos de la Epoca Postclásica, hubo allí tres entidades políticas
importantes: Chichén ltzá, Uxmal y Mayapán.
EL CACIQUE TERRITORIAL
A la cabeza del estado en la región yucateca estaba, en la época de la conquista el hombre
verdadero (halach uinic en maya) o cacique territorial, cargo hereditario dentro de una sola familia.
El Obispo Landa, describiendo las circunstancia que existían en la Epoca Postclásica, dice de
manera concreta que a los señores los sucedían sus hijos mayores:
Si moría el señor, aunque le sucediese el hijo mayor, eran siempre los demás hijos muy
acatados y ayudados y tenidos por señores;
Y en otro lugar:
Si cuando el señor moría no eran los hijos [de edad] para regir y [el difunto señor] tenía
hermanos, regía de los hermanos el mayor o el más desenvuelto, y al heredero mostraban
sus costumbres y fiestas para cuando fuese hombre; y estos hermanos [tíos patemos del
heredero], aunque el heredero fuese [listo] para regir, mandaban toda su vida; y si no había
hermanos, elegían los sacerdotes y gente principal un hombre suficiente para ello.
El halach uinic también era llamado ahau, palabra que los diccionarios mayas del siglo XVI definen
como «rey, emperador, monarca, príncipe o gran señor». Este era también el título que usaban
los mayas del período colonial para referirse al Rey de España. Las facultades de que gozaba el
halach uinic eran muy amplias. El era probablemente el que formulaba la política exterior e interior del estado, con la ayuda y dictamen del consejo de estado compuesto por los jefes principales,
sacerdotes y consejeros especiales (ah cuch caboob). Nombraba a los jefes de los pueblos y
aldeas (bataboob) que guardaban cierta clase de relación feudal con él, y los más importantes de
los cuales eran casi con seguridad sus cercanos parientes carnales.
Además del más alto funcionario administrativo y ejecutivo del estado, es posible que el halach
uinic fuera también la autoridad eclesiástica de mayor categoría. Se ha sugerido que la forma de
gobierno de las ciudades-estado de la Epoca Clásica corresponde a una teocracia en la que los
poderes más altos, tanto civiles como religiosos, se concentraban en un solo individuo, que tal
vez entonces se llamaba también halach uinic.
A juzgar por las esculturas de la Epoca Clásica, la insignia del halach uinic variaba según la
función civil, religiosa o militar, en ella representada. Como jefe ejecutivo del estado llevaba en la
mano derecha el cetro de maniquí, y en la izquierda un escudo redondo. El cetro de maniquí
consiste en una pequeña figura antropomorfa con una nariz larga y encorvada y una de cuyas
piernas termina en una cabeza de serpiente (Figura 6a, b y c).
En un fresco del Templo de los Guerreros de Chichén Rzá la figura sentada de un halach Uinic
tiene en la mano derecha un objeto que es probablemente la versión postclásica del mismo tipo
de cetro (Figura 6c), y en la izquierda el escudo postclásico redondo de costumbre.
Como jefe de la jararquía religiosa, el halach uinic sostine la barra ceremonial de dos cabezas
(Figura 6h). Esta se lleva, por lo general, horizontalmente cruzada sobre el pecho, aunque a
veces aparece sotenida diagonalmente, con un extremo apoyado en el hombro (Lámina 67b).
Los extremos de este emblema terminan en cabezas que tienen a veces tipo de serpiente y a
veces tipo humano. En el dorso de la Estela 11 de Yaxchilán (Lámina 18 b), se ve un halach uinic
94
Historia de México I
representando a una deidad, y que
sostiene frente a su rostro una máscara
de la cabeza del dios. Por último, como
el jefe militar más alto del estado, lleva
una arma, generalmente una lanza
(Figura 6d), y a veces un palo arrojadizo,
hulché (Figura 6e), o una macana (Figura
6f), pero nunca el arco y la flecha, que
eran desconocidos en la Epoca Clásica
y no aparecen en la historia maya hasta
las postrimerías de la Epoca Postclásica.
Los magníficos murales de la Epoca
Clásica, encontrados en Bonampak,
Chiapas, dan una imagen mucho más
exacta de la estructuración social entre
la casta reinante, que la que nos
proporcionan los relatos de Landa.
Llevan al observador por las diversas
etapas de que consistía el ceremonial
maya, con representaciones de tanto
naturalismo, que permiten al observador
imaginar que lo está viendo. En estos
murales hay muchos indicios acerca de
la organización de la ceremonia religiosa
de los mayas. El protocolo de las
ceremonias será discutido durante largo
tiempo por los expertos, sin embargo, la
impresión general es clara. Hay una gran
informalidad, un toque anecdótico en
Fig. 6.estas pinturas que dista mucho de la Insignias ceremoniales y armas de las Epocas Clásica y
severidad ceremonial del Viejo Mundo Postclásica; a, probablemente un ejemplo de la última parte de la
Epoca Postclásica de un cetro de maniquí tomado del árbol
que se registra en el arte de Egipto y gencalógico de los Xiúes; b, el cetro de maniquí de la Epoca
Mesopotamia. A los participantes falta Clásica procedente del Zoornorfo P de Quiriguá; c, un ejemplo de
esa dignidad apocada; poseen una la Epoca Postclásica del cetro de maniquí procedente de un fresco
individualidad y falta de servilismo que del Templo de los Guerreros de Chichén Rzá; d, una lanza, símbolo
apoyan
la
afirmación
hecha de rango militar durante la Epoca Clásica y Postclásica; e, un
anteriormente, de que los mayas palo arrojadizo, símbolo de rango militar, f, una macana, símbolo
de rango militar; g, un escudo ceremonial pequeño y redondo
participaban en las ceremonias por el (Epoca Clásica); h, una barra ceremonial de dos cabezas, símbolo
placer de hacerlo y no porque les de la dignidad religiosa más elevada durante la Epoca Clásica.
obligaran. Y aunque los centros religiosos
fueron abandonados poco menos de cien años después de que fueron pintados los murales de
Bonampak, creemos que más que la religión, fueron los sacerdotes quienes cayeron en desgracia
y que el proceso de abandono de los centros fue ante todo pacífico.
CASAS REINANTES DE FINES DE LA EPOCA POSTCLASICA
En la época de la conquista española las cinco familias principales de la península eran: 1) los
Xiúes, o Tutul Xiúes, cuya capital era Maní; 2) los Cocomes, cuya capital era Sotuta; 3) los Canek,
cuya capital era Tayasal, en el centro del Petén; 4) los Cheles, cuya capital era Tecoh, y 5) los
95
Guía de lecturas
Peches, cuya capital era Motul.
La primera y principal de todas era la de los Xiúes,
acaso por la parte prominente que esta familia había
tomado en la insurrección contra Mayapán en 1441.
En el Museo Peabody de Arqueología y Etnología
de la Universidad de Harvard se conserva una
carpeta con 145 documentos, papeles de familia,
pruebas de nobleza de los Xiúes, que se
acumularon durante el período colonial español. Los
tres más antiguos, un mapa, un tratado de tierras y
un árbol genealógico, datan de 1557, apenas quince
años después de la conquista española. El mapa
(Lámina 21) muestra la provincia de los xiúes con
su capital, Maní, en el centro. El símbolo de cada
pueblo y aldea es una iglesia católica con la torre
coronada por una cruz, o, cuando se trata de las
aldeas más pequeñas, una simple cruz. El símbolo
usado para designar a Uxmal, la antigua capital de
los xiúes, que fue abandonada por completo hacia
la mitad del siglo XV, es el dibujo de un templo maya.
Lámina 21. Mapa antiguo de la providencia de
El tratado de los señores mayas, que acompaña al
Mani, Yucatán
mapa y lleva la misma fecha de éste, es el
documento más antiguo escrito en lengua maya,
con los caracteres de la escritura española. Describe los límites entre el estado de los xiúes y las
provincias vecinas.
Lámina 22. Arbol genealógica de la familia Xiu de
Mani, antigua casa reinante de Uxmal
El árbol genealógico (Lámina 22) muestra a Hun
Uitzil Chac Tutul Xiú, el fundador de Uxmal,
sentado al pie, sosteniendo un abanico. La
fundación de esta ciudad, según indica el
fragmento jeroglífico que se ve a la izquierda del
abanico, tuvo lugar en un katún 2 Ahau. El mango
de este abanico termina también en una cabeza
de serpiente, y el abanico es probablemente una
forma moderna de la Epoca Postclásica para
representar el cetro de maniquí. A la derecha de
Hun Uitzil Chac esta arrodillada su mujer Yx... de
Ticul, quien señala la obra de los dos, el frondoso
árbol de la familia Xiú. Debe advertirse, sin embargo, que el árbol sale de las caderas de él y no
de las de ella, una indicación gráfica de que la
descendencia vino por la línea paterna. El objeto
del árbol era probar de manera concluyente ante
la Corona Española que el Xiú del tiempo de la
conquista descendía de la antigua casa real de
Uxinal. Por esta razón aparece el fundador de
Uxinal, Hun Uitzil Chac, como el 165 progenitor de
la familia. Los documentos de la carpeta continúan
la historia hasta la época de la Independencia
96
Historia de México I
Mexicana en 1821; y, con datos suministrados por
los miembros vivos de aquella familia, ha sido posible
prolongarla hasta nuestros días. La familia vive
actualmente en Ticul, en el norte de Yucatán.
Cuán a menos han venido los Xiúes, desde aquellos
días en que reinaban en una de las ciudades-estado
del norte de Yucatán, se nota por las diferentes
residencias de los jefes de la familia. La Lámina 24a
es una vista del Palacio de los Gobernadores de
Uxmal, que puede haber sido la residencia oficial de
los Xiúes cuando eran halach uinicil. La Lámina 24b
muestra su residencia en Maní a principios del período
colonial, cuando los Xiúes fueron hechos hidalgos
españoles. Esta es la casa de Francisco de Montejo
Xiú quien ayudó tan eficazmente a Francisco de
Montejo el mozo en la conquista de Yucatán. La
Lámina 24c es una fotografla de la sencilla casa
techada de paja de D. Nemesio Xiú en las afueras de
Ticul.
CLASES SOCIALES
La antigua sociedad maya parece haberse dividido
en cuatro clases generales: la nobleza (en maya almehenoob); el sacerdocio (ah kinoob); los
plebeyos (ah chembal uinicoob) y los esclavos, L
(ppencatoob).
La nobleza
Después del halach uinic venían los bataboob o
jefes menores. Estos eran los magistrados y jefes
locales que administraban los asuntos de los pueblos y aldeas. En la Epoca Postclásica, y
probablemente en la Clásica también, aunque eran
nombrados por el halach uinic, pertenecían a la
nobleza hereditaria llamada almehenoob. Ejercían
en sus distritos el poder ejecutivo y el judicial, y
aunque en tiempo de guerra servían todos bajo un
supremo jefe militar, cada batab mandaba
personalmente sus propios soldados. Presidía el
consejo local y cuidaba de que las casas se
mantuvieran en buen estado y que la gente cortara
y quemara sus campos en las épocas señaladas
por los sacerdotes. En su carácter de juez
sentenciaba a los criminales y resolvía las causas
civiles. Si éstas eran de mucha importancia,
consultaba al halach uinic antes de dictar sentencia.
Al batab no se le pagaba tributo directamente,
97
Guía de lecturas
estando éste reservado únicamente para el halach uinic, pero los sostenía el pueblo. Una de las
obligaciones principales del batab era velar porque su pueblo o aldea pagara puntualmente al
halach uínic el tributo que le había señalado.
Había dos clases de capitanes de guerra: unos lo eran por herencia (se supone que éstos eran
los bataboob) y otros, de mayor importancia eran los electos por un período de tres años. Se les
daba el título de nacom:
A éste llamaban Nacón; no había en esos tres años conocer mujer ni aún la suya, ni comer
carne; teníanle en mucha reverencia y dábanle pescados e iguanas, que son como lagartos,
a comer; no se emborrachaba en este tiempo, y tenía en su casa las vasijas y cosas de su
servicio aparte, y no le servía mujer y no trataba mucho con el pueblo... y traíanle con gran
pompa, sahumándole como a ídolo, al templo, en el cual le sentaban y quemaban encienso
como a ídolo.
Los párrafos anteriores parecen indicar que el nacom electo formulaba los planes estratégicos de
la guerra, mientras que los bataboob, o jefes hereditarios, dirigían a sus respectivos contingentes
en la batalla.
Después del batab venían los concejales o los ahcuch caboob, en número de dos o tres, cada uno
con voto en el gobierno municipal, sin el consentimiento de los cuales nada podía hacerse;cada
uno era jefe de una subdivisión del pueblo. Los escritores españoles del siglo XVI los comparan
con los regidores de los ayuntamientos de España.
Los ah kuleloob o delegados, acompañaban al batab a todas partes y eran sus ayudantes, que
ejecutaban sus órdenes; había comúnmente dos o tres de ellos.
Las obligaciones de los ah holpopoob, palabra maya que significa "Ios que están a la cabeza de
la estera", no son muy claras. Se dice que ayudaban a los señores en el gobierno de sus pueblos
y que por medio de ellos se acercaba a los señores la gente del pueblo. Eran los consejeros de
los señores en materia de política externa. Se dice que eran los jefes de la popolna o casa donde
se reunían los hombres para tratar de los negocios públicos y para aprender los bailes para las
fiestas del pueblo. El ahholpop era el cantor principal y chantre encargado, en cada pueblo, de los
bailes y de los instrumentos musicales.
Los tupiles, o alguaciles, venían al final de la organización encargada del cumplimiento de la ley.
Sacerdocio
El Obispo Landa, describiendo las circunstancias que existían en los últimos tiempos de la Epoca
Potsclásica, dice que ambas clases, la de los jefes y la de los sacerdotes eran hereditarias y se
derivaban de la nobleza:
Enseñaban a los hijos de los otros sacerdotes, y a los hijos segundos de los señores, que
los llevaban para esto desde niños, si veían que se inclinaban a este oficio; [y] que a éste le
sucedían en la dignidad sus hijos o parientes más cercanos.
Y Herrera, otro antiguo historiador español, escribe que:
Tenían para las cosas del Culto de sus Dioses, uno, que era el Sacerdote Mayor, a quien
sucedían en el Sacerdocio sus Hijos.
98
Historia de México I
Casi no hay duda de que todos los altos empleos, tanto civiles como religiosos, eran hereditarios
y se proveían en los miembros de una familia en cada estado.
Landa dice que el Gran Sacerdote en los últimos tiempos de la Epoca Postclásica se llamaba
Ahaucán Mai, pero éste parece ser una combinación del título ahaucán y el nombre de familia
Mai, que es común en Yucatán. El Gran Sacerdote puede haber sido llamado simplemente el
Ahaucán porque esta palabra significa en maya «el Señor Serpiente», y, combinando con él el
sobrenombre Mai, Landa quería referirse indudablemente a una determinada familia, en la cual
parece haber sido hereditario el cargo. Landa dice, además, que*
era muy reverenciado de los señores, el cual no tenía repartimiento de indios [es decir, que
no tenía indios asignados a su servicio personal], pero que sin las ofrendas, le hacían
presentes los señores y que todos los sacerdotes de los pueblos le contribuían;... y que en
éste estaba la llave de sus ciencias, y que en éstas trataban lo más, y que daban consejo a
los señores y respuestas a sus preguntas; y que cosas de los sacrificios pocas veces las
trataba, sino en fiestas muy principales o en negocios muy importantes; y que éstos proveían
de sacerdotes a los pueblos cuando faltaban, examinándolos con sus ciencias y ceremonias,
y que les encargaba las cosas de sus oficios y el buen ejemplo del pueblo, y proveía de sus
libros y los enviaba, y que éstos atendían al servicio de los templos y a enseñar sus ciencias
y escribir libros de ellas.
Que las ciencias que enseñaban era la cuenta de los años, meses y días, las fiestas y
cerimonias, la administración de sus sacramentos, los días y tiempos fatales, sus maneras
de adivinar y sus profecías, los acaecimientos, y remedios para los males, y las antigüedades,
y leer y escribir con sus letras y caracteres, con los cuales escribían y con figuras que
significaban las escrituras.
La dirección de las múltiples actividades en los templos de los grandes centros ceremoniales de
las Epocas Clásica y Postelásica, debe haber sido tan compleja como gobernar un estado. Los
Grandes Sacerdotes debían ser hábiles administradores, sabios eminentes, astrónomos y
matemáticos, además de sus atribiuciones puramente religiosas. Eran también consejeros de
Estado pues siendo también de la casa reinante, su interés en la política era tan grande como el
del halach uinic.
Otra clase de sacerdotes eran los chilanes o adivinos, cuyas funciones consistían en dar al pueblo
las respuestad de la divinidad. Los chilanes eran tan respetados que el pueblo los llevaba sobre
sus hombros cuando se presentaban en público.
Otro sacerdote era el nacom, que no debe confundirse con el jefe militar del mismo título, a quien
elegían de por vida. Según Landa, era poco estimado porque era el funcionario que abría el
pecho a las víctimas de los sacrificios humanos y les arrancaba el corazón:
En esto llegaba el sayón nacón con un navajón de piedra, y dábale con mucha destreza y
crueldad una cuchillada entre las costillas del lado izquierdo, debajo de la tetilla, y acudíale
allí luego con la mano y echaba mano del corazón, como rabioso tigre, y arrancábaselo vivo
y, puesto en un plato, lo daba al sacerdote, el cual iba muy aprisa y untaba a los ídolos los
rostros con aquella sangre fresca.
Ayudaban al nacom en la ceremonia de los sacrificios humanos cuatro asistentes llamados chaces,
viejos respetables escogidos de nuevo en cada ocasión.
* Véase la nota pág. 102 [E.]
99
Guía de lecturas
Tomaban los chaces al pobre que sacrificaban, y con gran presteza le ponían de espaldas
en aquella piedra y asíanle de las piernas y brazos todos cuatro, que le partían por medio.
Otras atribuciones de los chaces era ayudar en la ceremonia de la pubertad, encender el fuego
nuevo al principio del Año Nuevo maya, ayunar y untar a los nuevos ídolos con sangre en el mes
de Mol, que estaba consagrado a la fabricación de nuevos ídolos.
Ahkín era el nombre que se daba en general al sacerdote en la lengua maya. El vocablo significa
literalmente "el del sol". Algunos de los ahkines tienen atribuciones especiales, por ejemplo, las
de profetas de las trece edades mayas, o de los trece katunes numerados diferentemente.
En un adoratorio de la Isla de Cozumel y en el sagrado Cenote de Chichén Itzá un ahkín servía
como oráculo. Era también un ahkín el que recibía el corazón de las víctimas de los sacrificios de
manos del nacom y se lo ofrecía a los ídolos.
Cuando los mayas modernos del norte de Yucatán practican las pocas ceremonias antiguas que
se han conservado entre ellos, solicitan los servicio de un ahmén o curandero, literalmente "el
que comprende". El ahmén es el profeta y, al mismo tiempo, el que causa las enfermedades y las
cura.
El sacerdocio era probablemente el grupo más poderoso del estado. Su conocimiento de la
astronomía, su capacidad de predecir los eclipses, su penetración en todas las fases de la vida
los hacía temer y respetar y les daba un dominio de las supersticiones de las masas no igualado
por ninguna otra clase del estado. Si no tenemos noticias de una lucha de castas entre la nobleza
maya y el sacerdocio, es probablemente porque entre los antiguos mayas los miembros de cada
grupo deben haber estado emparentados más o menos estrechamente entre sí.
La gente del pueblo
La gran masa del pueblo tanto en la Epoca Clásica como en la Postclásica, eran los humildes
sembradores de maíz, con cuyo trabajo se sostenían no sólo ellos, sino también su jefe supremo,
los señores del lugar y los sacerdotes. Además, fueron ellos los constructores de los grandes
centros ceremoniales, y de las calzadas de piedra que se alzaban del suelo y unían entre sí las
ciudades principales.
Otras obligaciones de la clase popular eran pagar el tributo al halach uinic, dar regalos a los
señores de la localidad y hacer ofrendas a los dioses por medio de los sacerdotes. Este tributo
las ofrendas, se componían de toda clase de productos vegetales, cierta clase de tela de algodón
llamada patí, aves domésticas, sal, pescado seco y todo género de caza y aves, cacao, pom
(copal) para quemar como incienso, miel y cera del monte, sartas de cuentas de jade y coral y
conchas. Las tierras eran consideradas como bienes comunales y se labraban entre todos. Dice
el Obispo Landa:
El pueblo menudo hacía a su costa las casas de los señores... Allende de la casa hacían
todo el pueblo a los señores sus sementeras y se las beneficiaban y cogían en cantidad que
le bastaba a él y a su casa; y cuando había cazas o pescas, o era tiempo de traer sal,
siempre daban parte al señor, porque estas cosas siempre las hacían de comunidad... [Y]
juntábanse también para la caza, de L en L más o menos, y la carne del venado asan en
parrillos porque no se les gaste [se corrompa], y venidos al pueblo, hacen sus presentes al
señor y distribuyen como amigos, y el mesmo hacen en la pesca.
100
Historia de México I
La gente del pueblo vivía en las afueras de los pueblos y aldeas; la posición en la escala social se
medía por la distancia a que se hallaba la casa de un hombre de la plaza central.
Ignoramos el término que se usaba para describir a la gente del pueblo en los tiempos antiguos,
aunque diccionarios mayas del siglo XVI, traen las palabras ah chembal, uinicoob, memba uinicoob
y yalba uinicoob para designar a la gente común, a los plebeyos. Estos términos en maya significan
los hombres inferiores o de baja condición. En la época de la conquista española, se llamaba a la
gente del pueblo mazehualoob, palabra náhuatl que sirve para distinguir a las clases bajas de la
nobleza. Todavía se emplea en el norte de Yucatán, pero lleva consigo cierto significado de
inferioridad social y menosprecio.
Esclavos
En el último peldaño de la escala social se enconbraban los esclavos, llamados ppentacoob en
maya. La esclavitud parece haberse practicado tanto en la Epoca Clásica como en la Postclásica,
a pesar de la declaración del Obispo Landa de que fue introducida hasta los últimos tiempos de la
Epoca Postclásica por uno de los caciques Cocom de Mayapán. Es difícil creer esto, en vista de
la frecuencia con que aparecen en los monumentos de la Epoca Clásica las llamadas «figuras de
cautivos». Estas "figuras de cautivos" son ciertamente una representación de los prisioneros de
guerra reducidos a la esclavitud, aunque pueden representar también a la gente de todo un
pueblo, más bien que a un individuo en especial. A veces las caras de los prisioneros son diferentes
de las de las principales figuras, diferencia que indica que los señores pertenecían a una clase
hereditaria especial.
Tenemos comprobación documental acerca de la existencia de la esclavitud durante la Epoca
Postclásica. En esa época parece haberse producido tal condición de una de las cinco maneras
siguientes: 1) Por haber nacido esclavo; 2) por haber sido hecho esclavo en castigo por el delito
de hurto; 3) por haber sido hecho prisionero en la guerra; 4) por haber quedado huérfano, y 5) por
haber sido comprado en el comercio, aunque las leyes y la costumbre disponían lo conveniente
para su redención. Si una persona era sorprendida robando era entregada a la persona a quien
había robado y se convertía en su esclavo de por vida, o hasta que podía pagar el valor de los
efectos hurtados. Los prisioneros de guerra siempre eran reducidos a la esclavitud. Sacrificaban
al punto a los de alto rango, pero los de baja categoría eran propiedad del soldado que los había
capturado. Esclavos de esta clase, se ven representados en la pintura mural del Templo de los
Guerreros de Chichén Itzá, donde aparecen desnudos, con el cuerpo pintado con fajas negras y
blancas (Lámina 25). A los
huérfanos destinados al
sacrificio los adquirían por
compra, o por secuestro. El
precio de venta de un muchacho
de corta edad variaba de cinco
a diez cuentas de piedra. Los
huérfanos que habían sido
criados
por
señores
acaudalados eran sacrificados
frecuentemente, sobre todo si
eran hijos de esclava. Por
último, los esclavos podían
adquirirse por compra o en
trueque. Enumerando los vicios
de los mayas, menciona Landa:
101
Guía de lecturas
... las idolatrías y repudios de sus mujeres y borracheras públicas, y vender y comprar
esclavos... [Y que] el oficio en que más inclinados estaban es mercadería, llevando sal,
ropa y esclavos a tierra de Ulúa [probablemente el Valle de Ulúa en Honduras] y Tabasco,
trocándolo todo por cacao y cuentas de piedra, que era su moneda; y con ésta solían
comprar esclavos o otras cuentas con razón que eran finas y buenas, las cuales por joyas
traían sobre sí en las fiestas los señores.
Escribiendo acerca de Nicaragua, dice un autor antiguo que
un esclavo vale ciento, é mas é menos [almendras de cacao 1, según es la pieza o la
voluntad de los contrayentes].
Si esto es verdad, el precio de las almendras de cacao debe haber sido excesivamente alto en la
época antigua, o el precio de los esclavos relativamente muy bajo.
HUELLAS DE UNA ANTIGUA ORGANIZACION DE CLAN
En la época de la conquista española se conservaban, pocas huellas de una organización de
carácter familiar (clan), pero hay indicaciones de que originalmente había existido dicho sistema.
Por ejemplo, el Obispo Landa dice:
A sus hijos y hijas siempre llamaban del nombre, del padre y de la madre; el del padre como
propio, y de la madre apelativo [o sea utilizando el nombre de familia de la madre como
primer nombre], de esta manera: el hijo de Chel [patronímico] y Chan [matronímico] llamaban
Na-Chan-Chel, que quiere decir hijo de fulanos, y ésta es la causa que dicen los indios son
los de un nombre deudos y se tratan por tales; por eso, cuando vienen en parte no conocida
y necesitado, luego acude al nombre, y si hay quien, luego con toda caridad le reciben y
tratan; y así ninguna mujer o hombre se casaba con otro del mesmo nombre, porque era a
ellos gran infamia.
Es ésta una referencia directa a la existencia de un tabú contra el matrimonio entre personas del
mismo apellido, basado probablemente en su origen, en el sistema de clan en que cierto
número de familias pretende descender de un antepasado común.
Este antiguo tabú maya contra los matrimonios entre personas que tienen los mismos nombres
de familia ha sobrevivido hasta la fecha entre los zendales y los mayas lacandones. En cierto
número de aldeas zendales de las tierras altas de Chiapas, el matrimonio entre personas que
tienen el mismo nombre de familia es prohibido de plano, o fuertemente desaprobado. La prohibición
es tan fuerte en algunas aldeas que se extiende hasta a las familias zendales que han perdido sus
apellidos indígenas y han adoptado apellidos españoles. Si éstos son los mismos, el matrimonio
se prohibe.
Entre los mayas lacandones de las tierras bajas de Chiapas, que están reducidos actualmente a
unas doscientas almas, incluyendo a los niños, se ha dispuesto que cada individuo pertenece a
uno u otro clan, habiendo heredado del padre el clan a que pertenece. Entre los lacandones estos
nombres de clan o de familia, se derivan todos de animales o aves, todo lo cual sugiere un
significado totémico. Si la exogamia existía entre ellos, ha desaparecido ante la dura necesidad
102
Historia de México I
de encontrar consorte de cualquier nombre y tribu que sea, en vista de que el número total de los
componentes del grupo ha disminuido y está a punto de desaparecer.
Hay indicios de que, por encima de la organización de clanes entre los lacandones, existen otros
grupos sociales más grandes compuestos cada uno de varios clanes, cuya organización no se
comprende muy bien. Se ha sugerido que estos últimos pueden ser los restos de una organización
social más complicada, compuesta de grupos de familias que, por lo menos originalmente, se
supone que tenían un antepasado común.
103
Guía de lecturas
Vida y costumbres de la gente del pueblo
NACIMIENTO, NOMBRES Y LA CEREMONIA DEL HETZMEK
La vida de la gente del pueblo, estaba dominada por sus creencias religiosas según las interpretaban
los sacerdotes. El curso de la vida de cada uno era determinado previamente de acuerdo con el
día del tzolkín, o año sagrado de doscientos sesenta días, en que había nacido. Entre los
cakchiqueles de las tierras altas de Guatemala existía la creencia de que el día de nacimiento de
la persona controlaba su temperamento y su destino. Este hecho decidía por anticipado para el
antiguo indio maya qué dioses le eran favorables y cuáles hostiles. Entre los cakchiqueles, por
ejemplo, el primer nombre de una persona era adjudicado automáticamente, pues tenía que ser
el nombre del día en que había nacido. Si alguna vez existió esta costumbre entre los mayas de
Yucatán, ya había desaparecido en la época de la conquista española.
Los antiguos mayas amaban profundamente a sus hijos. Estos eran muy apetecidos y las mujeres
«se los pedían a sus ídolos con dones y oraciones». Para lograr el estado de preñez, colocaban
bajo la cama una imagen de Ixchel, la diosa de la preñez y el alumbramiento.
La frente deprimida era tenida por marca de belleza entre los antiguos mayas y para conseguir
esa deformación ataban la cabeza de los niños entre dos tablas planas, una atrás de la cabeza y
la otra sobre la frente. Dejaban estas tablas en su sitio durante varios días, y al retirarlas la
cabeza quedaba aplanada por el resto de su vida. Las representaciones de perfil de la cabeza
humana demuestran que esta costumbre era casi universal entre los mayas, cuando menos entre
las clases elevadas.
Otra marca de distinción era ser bizco. Para producir esa condición, las madres colgaban de los
cabellos de sus hijos pequeñas bolas de resina que les caían entre los dos ojos. Estas bolas
llamaban la atención del niño y lo obligaban a torcer los ojos. También les perforaban las orejas,
los labios y el tabique de la nariz para ponerles adornos en ellos.
Una ceremonia que se celebra entre los mayas modernos de Yucatán y que trae su origen desde
los tiempos antiguos, es la del hetzmek, o sea la operación de llevar al niño por primera vez a
horcajadas sobre la cadera. Los niños pequeños de los mayas se llevan a horcajadas sobre la
cadera izquierda, sostenidos en ese sitio por el brazo izquierdo de la persona que los carga
(Láminas 12 a y b). Tratándose de una niña, se practica esta ceremonia cuanto tiene tres meses
de edad, y de un niño, cuando llega a los cuatro meses; según se dice, esta diferencia obedece a
que el hogar maya, símbolo de las ocupaciones de la casa, se compone de tres piedras, y que la
tierra donde se siembra el maíz, símbolo de los trabajos del hombre en el campo, tiene cuatro
esquinas.
Generalmente hay en esta ceremonia dos padrinos, marido y mujer, pero en caso que haya sólo
uno, se escoge un padrino para un niño varón y una madrina para una niña. Sobre la mesa se
colocan nueve objetos alusivos a la clase de vida que el niño llevará más tarde. El padre entrega
el niño al padrino, quien lo coloca a horcajadas sobre su cadera izquierda. El padrino le da vueltas
a la mesa, escogiendo cada vez uno de los nueve objetos y poniéndolos en la mano del niño,
indicándole al mismo tiempo el uso a que se destina. Luego entrega el niño a la madrina, quien
repite la operación. En seguida devuelve el niño al padrino, quien lo restituye al padre diciendo: Ie
hemos hecho el hetzmek a tu hijo». Los padres se arrodillan ante los padrinos en señal de
agradecimiento, y un ayudante reparte entre los concurrentes comida, ron, aves cocidas y tortillas.
104
Historia de México I
En la época antigua, el niño era llevado ante un sacerdote, quien hacía su horóscopo y daba al
niño el nombre que debía llevar durante la niñez. Los antiguos mayas tenían tres, y a veces hasta
cuatro nombres diferentes: lo su paal kaba o nombre de pila 2o el apellido de su padre, 3o su naal
kaba, o sea los apellidos combinados de su padre y su madre y 4o su coco kaba, o apodo.
Las madres criaban a sus hijos hasta que tenían cuatro años. Cuando un muchacho tenía cuatro
o cinco años se le ataba al cabello una pequeña cuenta blanca en la coronilla, y cuando una niña
llegaba a esa misma edad, una concha roja como símbolo de su virginidad. Se creía que quitar
cualquiera de estas cosas antes de la ceremonia de la pubertad, era sumamente deshonroso.
PUBERTAD
Según el Obispo Landa, el día en que había de celebrarse la ceremonia de la pubertad era
cuidadosamente escogido, asegurándose de que no sería uno de los días aciagos. Se escogía
como padrino a un hombre principal del pueblo, cuyo papel era ayudar al sacerdote durante la
ceremonia y dar la correspondiente fiesta; y se buscaba también a cuatro ancianos honorables
para servir de chaces o ayudantes del sacerdote y del padrino en la celebración de la ceremonia.
El día señalado se reunían todos en el patio de la casa del padrino, que había sido bien barrida y
alfombrada de hojas verdes para esta ocasión. Designaban a un anciano como padrino de los
muchachos y a una anciana como madrina de las muchachas. Hecho esto, el sacerdote purificaba
la morada y expulsaba al espíritu maligno.
Una vez que habían expulsado al demonio, barrían el patio nuevamente, regaban más hojas
frescas y extendían una estera por el suelo. El sacerdote cambiaba entonces sus vestidos
poniéndose una vistosa capa y en la cabeza una especie de mitra hecha de plumas de colores, y
empuñaba un hisopo para regar agua bendita. El hisopo estaba formado por un palo corto bien
labrado, del cual pendían colas de serpiente de cascabel. Los chaces se acercaban a los niños y
les ponían sobre la cabeza pedazos de tela blanca que al efecto habían traído sus respectivas
madres. A unos cuantos de los niños más grandes les preguntaban si habían cometido algún
pecado o acto obsceno, y si así lo habían hecho eran separados de los demás, pero Landa no nos
dice si se les negaba el permiso para tomar parte en la continuación de la ceremonia. Concluido
lo anterior, mandaba el sacerdote que se sentaran todos y guardasen absoluto silencio, y
comenzaban a bendecir a los niños, derramando sobre ellos agua bendita con el hisopo y después
de haber dado la bendición, se sentaba. El padrino de la ceremonia, con un hueso que le había
dado el sacerdote, amagaba a cada niño nueve veces en la frente, y mojándolo con agua bendita
les humedecía las diferentes partes de la cara y los espacios entre los dedos de las manos y de
los pies.
Después de haberlos ungido de esta manera, el sacerdote les quitaba los paños blancos de la
cabeza, y en seguida los niños les daban a los chaces como regalos algunas hermosas plumas y
granos de cacao que habían llevado con ese objeto. El sacerdote procedía a continuación a
cortar las cuentas blancas de la cabeza de los muchachos. Los ayudantes llevaban flores y pipas
que fumaban de cuando en cuando, echándole una bocanada de humo a cada uno. Luego repartían
los presentes de comida que habían traído las madres, dando un poco a cada niño, y tomando un
vaso de vino como ofrenda que los niños hacían a los dioses, lo pasaban a otro oficial especialmente
designado para el objeto, quien debía bebérselo sin parar.
Luego despedían a las muchachas, quitándole cada madre a su hija la concha roja que ésta había
llevado como símbolo de pureza. Después de quitarle esta concha, la muchacha se considera a
que había llegado la edad de poderse casar. En seguida despedían a los muchachos. Cuando
todos los niños se habían retirado del patio, los padres repartían entre los espectadores y los
105
Guía de lecturas
oficiantes las mantas de algodón que habían llevado como presentes. La ceremania terminaba
«con comer y beber largo», menos para el que había apadrinado la ceremonia, quien, además de
los tres días preliminares de ayuno, tenía que ayunar durante otros nueve días después de la
celebración, cosa que cumplía religiosamente. Llamaban a esta ceremonia "la bajada de Dios" y
a juzgar por su propia naturaleza, así corno por la edad de los niños que tomaban parte en ella, es
más probable que haya sido una ceremonia de la pubertad y no un rito bautismal, como lo llama
Landa.
Cuando los muchachos, crecían, comenzaban a vivir en una casa arreglada por separado para
los jóvenes solteros de la comunidad. Iban juntos a ella a sus diversiones, juego de pelota,
lanzamiento de palos, juego parecido al de dados que hacían con habas, y otros pasatiempos;
generalmente dormían todos juntos en esta casa hasta que contraían matrimonio. Se pintaban de
negro hasta que se casaban, pero no se tatuaban antes de aquel momento. Los jóvenes estaban
constantemente con sus padres, y cuando niños los acompañaban a la mílpa de la familia,
trabajando a su lado. Dice Landa:
En las demás cosas acompañaban siempre a sus padres, y así salían tan buenos idólatras
como ellos,- y servíanles mucho en los trabajos.
Después de la ceremonia de la pubertad se consideraba a las muchachas listas para casarse.
Las madres les enseñaban a ser modestas. Así, cuando encontraban a los hombres en alguna
parte, debían volverles las espaldas, haciéndoles lugar para que pasaran, y cuando daban de
beber a un hombre bajaban la mirada. Las madres enseñaban a sus hijas a hacer tortillas de
maíz, ocupación que consumía gran parte del tiempo de todas las mujeres. Además cuidaban de
su casa, cosían, hilaban y tejían; criaban las aves domésticas e iban al mercado a vender y
comprar los productos de su industria, y, cuando era menester, llevaban carga al lado de sus
hombres y los ayudaban en las siembras y cultivos.
MATRIMONIO
Dice el Obispo Landa: "Antiguamente se casaban a 20 años; ahora de 12 o 14". En el siglo XVIII
y a principios del siglo XIX, los muchachos mayas de Yucatán se casaban a los 17 o 18 años, y las
muchachas a los 14 o 15. Hoy en las aldeas del norte de la pernínsula, la edad a que generalmente
se casan los muchachos es la de veintún años, y las muchachas cerca de los diecisiete.
Los padres se empeñaban en conseguir mujeres a propósito para sus hijos, de preferencia entre
muchachas de la misma clase social y del mismo pueblo. Así era mal visto que un hombre se
casara con una muchacha que tuviera el mismo apellido, o que alguien se casara con la viuda de
uno de sus hermanos, o con su madrastra, o con las hermanas de su difunta mujer, o sus tías
maternas, pero los matrimonios entre primos hermanos no estaban prohibidos.
Se consideraba de espíritu mezquino al hombre que buscaba compañera para sí o para sus hijos,
en lugar de acudir a los servicios de un casamentero profesional (ah atanzah), como se acostumbra
hasta ahora en las comarcas rurales del norte de Yucatán. Habiéndose escogido el casamentero,
se trataba acerca de la ceremonia y se convenía en el monto de las arras. Estas se componían
generalmente de vestidos y otros artículos de poco valor y eran pagados por el padre del novio al
padre de la novia, y, por su parte, la madre del novio preparaba la ropa de su hijo y de su futura
nuera. Actualmente, en el norte de Yucatán, es el novio el que corre con los gastos de la boda,
incluyendo el ajuar de la novia, y esto se practica entre todas las clases de la sociedad, desde el
más aristócrata hacendado hasta el más humilde trabajador indígena.
106
Historia de México I
Llegado el día de la ceremonia, se reunían los parientes y los individuos en la casa del padre de
la novia. Al entrar el sacerdote, los padres de los contrayentes le presentaban a los jóvenes. El
sacerdote pronunciaba un discurso dando a conocer los pormenores del convenio matrimonial,
después de lo cual ahumaba la casa, decía sus oraciones y bendecía a la pareja. Luego se
sentaba la concurrencia a comer, con lo que terminaba la ceremonia. Desde este día se les
permitía a los miembros de la joven pareja que vivieran juntos; el yerno se quedaba en la casa de
los padres de su mujer, trabajando para ellos por espacio de seis o siete años. La suegra tenía
cuidado de que su hija le diera al joven esposo de comer y beber en señal de que reconocían el
matrimonio; pero si él dejaba de trabajar por el tiempo convenido, podían echarle de la casa.
A veces se concertaban los casamientos entre las familias cuando el muchacho y la muchacha
eran todavía muy jóvenes y cuando llegaban a la edad conveniente, el matrimonio se llevaba a
cabo con toda religiosidad. Los viudos y las viudas se volvían a casar sin ceremonia, el hombre
iba sencillamente a la casa de la mujer que escogía y si ella lo aceptaba, le daba algo de comer.
Era costumbre, que los viudos y las viudas esperaran por lo menos un año después de la muerte
de sus consortes.
Aunque los mayas eran monógamos, el divorcio entre ellos era cosa muy fácil, apenas algo más
que el simple repudio. Ocurría frecuentemente, como lo indica un antiguo testigo español:
No hacían vida más de con una mujer, pero por livianas causas la dejaban y se casaban con
otra, y había hombre que se casaba diez y doce veces, y más y menos, y la misma libertad
tenían las mujeres para dejar a sus maridos y tomar otros; pero la primera vez que se
casaban era por mano de sacerdote.
Landa dice:
Y por eso ahora se repudian más fácilmente como se casan sin amor e ignorancia de la vida
matrimonial.
Esto es probablemente la verdad entre los mayas actuales que se casan sin amor en el sentido
moderno de esta palabra. Hoy parecen hacerlo por costumbre inveterada. El muchacho quiere
tener sus hijos, y sus padres, o bien el casamentero profesional arreglan su casamiento con una
muchacha a propósito.
TRAJE
La prenda principal de los hombres eran las bragas llamadas ex en maya, las cuales se componían
de una banda de tela de algodón, cinco dedos de ancho, y suficientemente larga para poder darle
varias vueltas alrededor de la cintura. Este bragas eran tejidas en telares de mano, y las dos
puntas eran bordadas más o menos ricamente con plumas:
Traían un mástil entre las piernas, que era una gran tira de manta tejida, la cual atándosela
a la barriga y dando por debajo una vuelta, les tapaba sus vergüenzas, colgándole por
detrás y delante dos puntas largas, teniendo en ellas mucha plumería.
Sus bragas se ven representadas en todas partes en las artes gráficas mayas, desde los mástiles
lujosamente decorados de los caciques, sacerdotes y nobles, hasta los sencillos calzones sin
adornos de la clase humilde.
Además de esta prenda de vestir usaban los hombres algunas veces una gran manta cuadrada
de algodón llamada el patí, que anudaban alrededor de los hombros y , estaba decorada con
107
Guía de lecturas
más o menos esmero, según la situación de su dueño.
Esta manta les servía también a los pobres, por la
noche, como cobertor de la cama. Una sandalias
hechas de la piel seca sin curtir del venado y atadas
con cuerdas de henequén, completaban el vestido de
la gente del pueblo. En los monumentos de la Epoca
Clásica aparecen las sandalias excesivamente
trabajadas (Figura 8a-f ). Debe notarse una gran
diferencia que existe entre las representaciones de
las sandalias mayas antiguas (Figura 8 g-j) y las que
se usan actualmente. En los tiempos antiguos las
sandalias se ataban a los pies por medio de dos
correas, una que pasaba entre el primero y segundo
dedo del pie y la otra entre el tercero y cuarto (Figura
8k). Desde las tierras altas de Guatema la hasta el
norte de Yucatán, se usa hoy solamente la primera
de estas correas (Figura 8l).
Los hombres usaban el cabello largo con un lugar
deprovisto de pelo que se quemaban en la parte alta
de la cabeza. Se trenzaban los largos cabellos y los
enrollaban alrededor de la cabeza como una corona,
dejando una cola que les caía por detrás. Los
guerreros se embijaban de negro y rojo, pintaban a
los prisioneros de negro con rayas blancas, y los sacerdotes se pintaban de azul. En preparación
de una de las más importantes ceremonias del año, los celebrantes «untaban con el betún azul»
desde los instrumentos de los
sacerdotes hasta los husos de
tejer de las mujeres. En un
fresco del Templo de los
Guerreros de Chichén ltzá se
ven dos sacerdotes que sostienen los brazos y las piernas
de una víctima que se va a
sacrificar, los cuales, así como
la propia víctima, están pintados de azul desde la cabeza
hasta los pies (Lámina 28f).
Muchas de las bolas de copal
(pom) que se encontraron en
el pozo de los Sacrificios de
Chichén ltzá estaban pintadas
también de un color azul
turquesa brillante. El azul era
Fig.8
el color que iba unido a la idea
Sandalias mayas o xanab: a, b, e, d, e, f, ejemplos de sandalias procedentes
del sacrificio para los mayas
de los monumentos de la Epoca Clásica; g, h, i, i, ejemplos de sandalias
de la última parte de la Epoca
procedentes de monumentos de la Epoca Postclásíca; k, método antiguo
Postclásica. Lo mismo pasaba
de atar las sandalias con dos cuerdas, una que pasa entre el primero y el
segundo dedos del pie y otra que pasa entre el tercero y el cuarto dedos;
entre los mexicanos, de quie1, método moderno de atar las sandalias con una sola cuerda que pasa
nes es posible que aquéllos
entre el primero y el segundo dedos del pie.
hayan tomado esta idea.
108
Historia de México I
Usaban también la pintura para el tatuaje:
Los oficiales dello labraban la parte que querían con tinta, y después sajábanle delicadamente
las pinturas y así con la sangre y tinta quedaban en el cuerpo las señales, y que labraban
poco a poco por el tormento grande y también se [ponían] después malos, porque se les
enconaban las labores y hacíase materia; y que, con todo eso, se mofaban de los que no se
labraban.
Varias descripciones de la principal prenda de vestír que usaban las mujeres mayas han llegado
hasta nosotros, pero ninguna es suficientemente clara. Landa dice:
Las indias de la costa y de la Provincia de Bacalar y Campeche son más honestas en su
traje, porque allende de la cobertura que traían de medio abajo [una especie de falda], se
cubrían los pechos atándoselos por debajo de los sobacos con una manta [patil doblada]
las demás, todas no traían más de una vestidura como saco largo y ancho abierto por
ambas partes y metidas en él hasta los cuadriles, donde se lo retaban con el anchor mesmo.
Herrera escribe
Traían una vestidura, como saco, largo, [ancho, abierto por ambas partes] metidas en él
hasta por los cuadrillos.
Y un tercer escritor antiguo declara:
Y las indias traían sus enaguas, que es a manera de un costal abierto por ambas partes, que
éstas, atadas a la cintura, les tapaba sus
vergüenzas... [Y sobre la cabeza] un pañuelo de
algodón abierto a manera de abitillo corto, que
también les servía de tapar los pechos.
Aunque ninguna de estas descripciones es
completa, todas juntas dan una idea bastante
aproximada del vestido que las mujeres mayas
de Yucatán usan en la época actual. Hoy esta
prenda se conoce con el nombre de huipil, palabra
náhuatl. Es un vestido blanco, suelto, del mismo
ancho desde arriba hasta abajo, cosido
lateralmente, con dos aberturas para los brazos y
otra de forma cuadrada para la cabeza. Las
aberturas de los brazos, del cuello, y la parte inferior del vestido, están bellamente bordadas en
punto de cruceta. Este traje, con sus extraños
bordados, es casi con seguridad un sobreviviente
de los tiempos antiguos. (Lámina 26c y d).
Interiormente visten una enagua larga y muy
amplia (pie en maya), que llevan debajo del huipil,
la cual está bordada a veces alrededor del borde
inferior, pero el bordado es siempre blanco. Una
mujer maya no sale de su casa sin llevar su rebozo
(booch en maya), un manto que lleva colgando
alrededor del cuello, o echado sobre la cabeza.
109
Guía de lecturas
Esto puede ser un recuerdo del pañuelo de algodón, mencionado anteriormente. El uso por las
mujeres de zapatillas de estilo europeo es hoy universal, pero en épocas pasadas, usaban
probablemente sandalias en los días festivos, y andaban descalzas el resto del tiempo.
Las mujeres mayores y las muchachas acostumbraban llevar el cabello muy largo; cuidaban
mucho de él y se lo peinaban de varias maneras. El estilo del peinado de la mujer casada era
diferente del de las muchachas. Las mujeres, lo mismo que sus maridos, se untaban con un
ungüento rojo de olor suave, cuyo aroma duraba muchos días. Se tatuaban desde la cintura para
arriba, a excepción de los pechos, y los dibujos eran más delicados que los que usaban los
hombres.
Es mucho lo que podría escribirse sobre los trajes y arreos de los reyes, la nobleza y el sacerdocio,
tomando como base la riqueza del material que se encuentra en las esculturas, frescos y pinturas
(Láminas 25, 63, 66-69, 71, 72 y 91-94). Los trajes del halach uinic, el atavío festivo y de guerra
de la nobleza y las insignias y vestiduras del sacerdocio eran de gran esplendor. Sin embargo,
estos artículos de la indumentaria, por adornados que parezcan, eran esencialmente los mismos
que las prendas del hombre ordinario: las bragas, capas y sandalias, además del adorno de la
cabeza.
Las bragas de las clases más elevadas, reproducidas en las esculturas, son muy complejas. Las
puntas están ricamente adornadas con plumas y la parte que pasa alrededor de la cintura está
pesadamente incrustada de ornamentos. El sencillo patí cuadrado del hombre del pueblo se
convierte en una magnífica capa, a veces hecha de material de algodón bellamente bordado, de
piel de jaguar o hecha de plumas de brillantes colores. Las magníficas plumas de la cola de
quetzal parecen haber estado reservadas para los nobles. Las sandalias van creciendo en
ornamentación a medida que se asciende en la escala social, hasta llegar a las del Gran Sacerdote
que aparece representado en los monumentos de la Epoca Clásica, decoradas en extremo.
Pero fue en el tocado, donde los mayas desplegaron mayor magnificencia. La armazón era
probablemente de mimbre o de madera, labrada en forma de cabeza de jaguar, ave o serpiente,
o quizá la cabeza de alguno de sus dioses. Estas armazones estaban cubiertas de piel de jaguar,
mosaico de plumas y jades grabados y coronadas de altos penachos de plumas. Algunas veces
el penacho revestía la forma de una cresta rígida de plumas; pero siempre era la parte más
llamativa del atavío e indicaba el rango y clase social de la persona.
Entre los accesorios del vestido se encontraban los collares, gargantillas, pulseras, ajorcas y
rodilleras, hechas de plumas, cuentas de jade, conchas, dientes y garras de jaguar, y de oro y de
cobre en la Epoca Postclásica. Otras clases de joyas eran los ornamentos de la nariz, aretes y
anillos para los labios, hechos de jade, piedra, obsidiana y otros materiales menos valiosos. Los
adornos de las clases bajas se reducían a anillos para la nariz y los labios y aretes de hueso,
madera, concha y piedra.
EL CIRCULO DE LA VIDA COTIDIANA
El trabajo diario de preparar el maíz para las tortillas, era y es todavía la ocupación de más
importancia en la vida de la mujer maya. Esta ocupación doméstica puede dividirse en cinco
etapas:
1) El maíz seco desgranado se coloca primero en una olla (cum en maya) para cocerlo, con
suficiente agua y cal para ablandar los granos. La mezcla se calienta hasta que está a punto de
hervir, y se mantiene a esa temperatura hasta que la cáscara está blanda, y de cuando en cuando
110
Historia de México I
se remueve. Luego se pone a un lado la olla y se la deja en reposo hasta el día siguiente. El maíz
blando, se llama kuum en maya.
2) A la mañana siguiente, poco después del desayuno, se lava el kuum hasta que está
perfectamente limpio y libre de cáscara.
3) En seguida se muele el kuum Antiguamente se hacía esta operación a mano en piedras de
rnoler compuestas de dos piezas, pero actualmente los molinos manuales de metal los han
reemplazado. El maíz ya molido, que en maya se llama zacán, se cubre con una servilleta y se
deja cubierto hasta más tarde.
4) Una hora más o menos antes de la comida principal, se lava la mesa pequeña, y redonda, de
unos 40 centímetros de alto, llamada la banqueta, que siempre está cerca del kobén, o típico
hogar maya formado por tres piedras. Luego se limpia perfectamente el comal (xamach), un disco
redondo, se coloca sobre el hogar y se espera a que se caliente. Un pedazo de hoja de plátano (u
lee haas), de unos 15 centímetros cuadrados, se calienta en el xamach hasta que está suave y
flexible, y se coloca en la banqueta sobre un puñado de cenizas, a fin de que gire fácilmente sobre
la mesa. Después de estas operaciones preliminares, la mujer está lista para hacer las tortillas
(uah).
5) Coge entonces de la masa de maíz, zacán, una cantidad del tamaño de un huevo de gallina, y
la coloca sobre la hoja de plátano, la mano izquierda forma el borde de la tortilla, mientras la
derecha allana el bollo de zacán, y al mismo tiempo le da un movimiento rotatorio sobre la banqueta.
Bajo sus dedos va tomando forma una tortilla redonda y delgada. Las palmadas casi continuas
producen un sonido típico que se oye en todo los pueblos de Yucatán al mediodía. Cuando la
tortilla ha tomado ya su forma, se la coloca en el xamach caliente para cocerla. Luego se pone
sobre los leños ardientes debajo di xamach hasta que se hincha y entonces la mujer la toma y le
da un golpe rápido en la banqueta, que la aplana de nuevo. Por último, se coloca la tortilla en una
calabaza (lec) para que se mantenga caliente; el hombre maya por lo común, se come veinte
tortillas en una comida y exige que estén bien calientes Un relato del siglo XVI sobre las costumbres
de los antiguos, mayas acerca de la comida, dice así:
Y en cuanto a las comidas que comían en aquel tiempo de su antigüedad esas propias
comen agora que es trigo cozido en agua y molido y después de hecho masa lo deslíen en
agua para beber y esto es lo que ordinariamente beven y comen y una ora antes que se
ponga el sol era su costumbre hazer unas tortillas dela dicha masa con que qedaban mojadas
en unos pocos de pimientos molidos y desleídos con una poca de agua y sal y a bueltas
desto comían unas habas cozidas desta tierra las cuales son negras y las llaman butil y los
españoles los llaman frisoles y esta sola vez comían en el día porque todo lo demás que
comían era bever la masa desleída sobre dicha.
A juzgar por la descripción que precede, la diferencia principal entre la costumbre antigua y la
moderna en lo que a la alimentación se refiere, consiste en la hora a que hacían la comida más
importante del día; antiguamente, era por la tarde, «una hora antes que se ponga el sol», mientras
que en la actualidad la comida principal se hace por lo general al mediodía, o al principio de la
tarde. Existen pruebas también de que antes de la Conquista no se comían tortillas en Yucatán.
Hasta la fecha los hombres y las mujeres mayas no comen juntos. Los varones de la familia
comen primero y hasta después las mujeres y las muchachas se sientan a comer. Las tortillas
que comen en el desayuno son las que han quedado de la víspera, pero las tuestan para el
refrigerio matutino. Las tortillas frescas no están listas hasta la hora de la comida principal del día.
111
Guía de lecturas
Los hombres salen para los campos de maíz entre las cuatro y las cinco de la mañana, después
de lo cual las mujeres se dedican a su principal ocupación del día, preparar el zacán y hacer las
tortillas. El tiempo que puede quedarles disponible después de esto lo consagran a las demás
ocupaciones domésticas.
Para reparar las fuerzas cuando trabaja en los campos de maíz, antes de regresar a su casa, el
hombre lleva consigo una bola de pozol envuelta en un pedazo de hoja de plátano. El pozol se
parece al zacán, sólo que se le deja hervir hasta que se endurece y forma una masa espesa.
Hacia las diez, el hombre abandona el trabajo por unos pocos minutos para disolver la bola de
pozol en una jícara de agua. La bebida que resulta se parece a la leche. Si tiene que trabajar
hasta las dos o tres de la tarde, se ve obligado a tomar pozol dos y hasta tres veces.
El hombre vuelve de los campos en las primeras horas de la tarde, y entonces comen todos la
comida principal del día, tortillas frescas, frijoles, huevos, un poco de carne si la tienen, tal vez
algunas legumbres y chocolate, si los recursos de la familia lo permiten. Después de esta comida,
el hombre se da su baño diario.
Después de haberse bañado y vestido, los hombres se sientan a conversar hasta que llega la
hora de la comida de la noche, que es bastante ligera, y se compone de tortillas, frijoles y chocolate o atole, una bebida caliente que se hace disolviendo el zacán en agua y que algunas veces se
endulza con miel.
La familia se acuesta entre las ocho y las nueve, a menos que tengan alguna ocupación especial.
Todos duermen en una misma habitación, ahora en hamacas pero antes en camastros bajos
hechos de palos. Landa dice al respecto:
Y que después echan una pared por medio al largo que divide toda la casa, y que en esta
pared dejan algunas puertas para la mitad que llaman las espaldas de la casa, donde tienen
sus camas; y que la otra mitad blanquean de muy gentil encalado [esta habitación exterior
parece haber sido un especie de corredor abierto por el frente y los costados] . . . y que
tienen unas camas de varillas y encima una serilla [esterilla] donde duermen, cubiertos de
sus mantas [patíes] de algodón; en verano duermen comúnmente en los encalados [o sea
el corredor] con una de aquellas serillas, especialmente los hombres.
Un escritor del siglo XVII habla de una cama, en una casa de las tierras bajas del Río Usumacinta,
hecha de una tosca, armazón de madera, suficientemente grande para contener cuatro personas. Y un escritor del siglo XVIII dice hablando de los mayas de Yucatán:
Su cama es el suelo o un entarimado sostenido de cuatro palos.
Actualmente, todos los indios de Yucatán y la mayoría de los mestizos, duermen en hamacas.
Seguramente la hamaca fue introducida a Yucatán por los españoles, que la llevaron de la región
del Caribe. Es casi seguro que si su uso hubiera sido general, Landa no habría dejado de
mencionarla, pero dice explícitamente que «tienen unas camas de varillas».
En la actualidad, las necesidades alimenticias de la familia maya corriente pueden llenarse en
menos de dos meses de días de trabajo de ocho horas cada uno. En los tiempos antiguos,
indudablemente requería más tiempo derribar el bosque y sembrar el campo de maíz el primer
año, así como mantenerlo libre de malas hierbas. Por otra parte, un campo de maíz se puede
cultivar ahora sólo durante dos años, mientras que hay fundamento para creer que antiguamente
el mismo campo podía cultivarse por espacio de siete u ocho estaciones consecutivas. En todo
112
Historia de México I
caso es evidente que el hombre maya antiguo tenía mucho tiempo libre, durante el cual no trabajaba
para atender las necesidades del sustento de su familia.
Sin embargo, este tiempo libre de la gente del pueblo estaba muy bien organizado por la nobleza
y el sacerdocio como lo prueban abundantemente los programas de obras públicas que pudieron
llevarse a cabo. Sólo una sociedad muy bien organizada y hábilmente dirigida podía realizar
aquellas vastas construcciones de mampostería. Se necesitaba una gran cantidad de trabajo
para sacar la piedra para aquellos proyectos de edificación y transportarlas a las obras, para
hacer leña para los millares de hornos de cal y para reunir la grava para las infinitas cantidades de
mezcla. Se necesitó tiempo y habilidad para grabar los elementos de piedra labrada, para esculpir
los monumentos y para construir las pirámides, templos y palacios. Y esto sin perjuicio de sostener
al soberano, a la nobleza y al sacerdocio, que vivían en la holganza. En vista de todas estas
labores, la clase llana debe haber tenido muy poco tiempo que en realidad le perteneciera.
ENFERMEDAD, MUERTE, SEPULTURA, Y LA VIDA DE ULTRATUMBA
Cuando un hombre caía enfermo llamaba al sacerdote, al curandero o a un hechicero que Landa
junta en uno solo. Combinando sus oraciones con ciertas ceremonias y la administración de
hierbas, el curandero curaba o mataba a sus pacientes, y su reputación como médico dependía
del predominio de uno u otro resultado. Yucatán tiene muchas hierbas y plantas medicinales, de
manera que aquellos hechiceros-médicos tenían una extensa farmacopea a su disposición. Varios
de los manuscritos del siglo XVII que han llegado hasta nosotros contienen la nómina de muchas
enfermedades, y de los respectivos remedios, algunos de los cuales son de mérito innegable. Es
verdad que muchos de ellos huelen a la superstición medieval europea mezclada con la magia
pagana maya, como por ejemplo el siguiente remedio para el dolor de muela:
Se toma el pico de un pájaro carpintero y se sangran un poco las encías con él, si se trata
de un hombre, trece veces, y si de una mujer, nueve veces. La encía debe ser herida
ligerarnente por el pico del carpintero. Se toma además una parte de un árbol herido por el
rayo, se raspa con una espina de pescado y se envuelve en algodón. En seguida se aplica
sobre el diente. Por este medio sanará.
Es posible que esta sangría de las encías produzca algún alivio en el dolor de muela, pero las
«trece veces» si se trata de un hombre, y las «nueve veces» si se trata de una mujer, son, sin
duda, supervivencias rituales de los antiguos mayas; el primero corresponde al número de los
dioses del Cielo y el segundo al de los dioses de las regiones infernales.
Por otra parte, algunas de las plantas indígenas poseen indudablemente verdaderas propiedades
medicinales, como, por ejemplo, el kanlol (Tecoma stans), que crece en el norte de Yucatán. De
dos a diez gotas cada hora del extracto de esta planta son un fuerte diurético y probablemente
también un estimulante ligero del corazón.
Landa dice:
Había también cirujanos o, por mejor decir, hechiceros, los cuales curaban con hierbas y
muchas supersticiones... Los hechiceros y médicos curaban con sangrías hechas en la
parte donde dolía al enfermedad ... Creían [los mayas] que por el mal pecado les venían
muertes, enfermedades y tormentos, tenían por costumbre confesarse, cuando ya estaban
en ellos.
Según el mismo autor, los mayas tenían gran miedo a la muerte, y cuando ésta llegaba su dolor
era excesivo:
113
Guía de lecturas
Esta gente tenía mucho temor excesivo a la muerte; y esto mostraban en que todos [los]
servicios que a sus dioses hacían no eran por otro fin ni para otra cosa sino para que les
diesen salud y vida y mantenimientos. Pero ya que venían a morir, era cosa de ver las
lástima y llantos que por sus difuntos hacían, y la tristeza grande que le causaban. Llorábanlos
de día en silencio, y de noche a altos y muy dolorosos gritos que lástima era oírlos. Andaban
a maravilla tristes muchos días. Hacían abstinencias y ayunos por el difunto, especial el
marido o la mujer, y decían se lo había llevado el diablo porque de él pensaban le venían
los males todos y especial la muerte.
Envolvían el cuerpo en una mortaja y le llenaban la boca de maíz molido y una o más cuentas de
jade «de las que tienen por moneda,para que en la otra vida no les faltase de comer». La gente
pobre era enterrada bajo el piso de su casa o atrás de ella. Generalmente se abandonaban las
casas de palos y paja de los pobres después de una muerte. En la tumba echaban también ídolos
de barro, madera o piedra, así como
algunos objetos que indicaban la
profesión u oficio del difunto.
Las costumbres funerarias de las
clases dirigentes eran más
elaboradas. Landa dice que los
cadáveres de los nobles y personas
de mucha valía los quemaban y
ponían sus cenizas en grandes
vasijas, y encima de ellas edificaban
templos. Las excavaciones llevadas
a cabo en la tumba del Gran
Sacerdote de Chichén Itzá, en las
subestructuras de los templos A4 y
A-XVIII en Uaxactún, y en el
Templo de las Inscripciones en
Palenque, para
no mencionar
otras, han establecido el hecho de
que los entierros se hiceron bajo el
piso de los edificios que sustentaban.
LAMINA 27. CORTE EN LA PIRAMIDE DE LAS INSCRIPCIONES
El descubrimiento de la tumba en el Templo de las Inscripciones
en Palenque, por Alberto Ruz, es una de las más notables hazañas
de la arqueología moderna. Otras personas habían investigado
el edificio sin descubrir la tumba, pero Ruz descubrió que los muros
interiores del templo no terminaban al nivel del piso, sino que se
prolongaban hacia abajo. Este hecho y el de que los agujeros en
una gran losa del piso estuvieran provistos de tapones removibles
de piedra, le hicieron creer que la pirámide sobre la que se levanta
el templo, podía esconder otra estructura. Se levantó esta losa
que reveló el claro de una escalera relleno totalmente de piedras
y tierra. Despejar la escalera era un trabajo difícil y no se tenía
ninguna seguridad de que lo que se encontrara debajo de todo
aquello justificaría el esfuerzo, pero Ruz prefirió hacerlo. La labor
de despejar este claro se prolongó desde 1949 hasta 1952, cuando
se descubrió que la escalera terminaba en una de las tumbas
más elaboradas que se han descubierto en Mesoamérica.
114
La Lámina 27 muestra un corte transversal de la tumba de Palenque
descubierta por Alberto Ruz.
Se han encontrado también tumbas
de personajes importantes en pequeñas bóvedas funerarias, revestidas
de piedra, con techos de arcos de
piedras saledizas, construidas inmediatamente bajo el piso de las plazas de Chichén Rzá, Palenque,
Uaxactún y Copán.
La mayor parte de estos entierros en
los suelos de las pirámides y plazas
estaban acompañados de adornos
Historia de México I
mortuorios más o menos trabajados, vasijas de barro exquisitamente pintadas, cuentas y pendientes de jade labrados, y objetos decorados y astillados de pedernal y obsidiana.
Otra costumbre funeraria que, según Landa, existía entre la nobleza en el norte de Yucatán, era
la de guardar las cenizas de los muertos en estatuas vacías hechas de barro o de madera. Si se
trataba de una estatua de madera se procuraba que se pareciera al difunto. La parte de atrás de
la cabeza de la estatua se dejaba hueca y allí se colocaban las cenizas de una parte del cuerpo
incinerado y el resto se enterraba. Estas estatuas y urnas se conservaban con gran veneración
entre los ídolos de la familia.
Entre los Cocomes, la casa reinante de Mayapán, existía una costumbre funeraria muy peculiar.
Los cuerpos de los Señores Cocomes que morían eran hervidos hasta que las partes carnosas se
puideran separar de los huesos. Aserraban la parte posterior dejando intacta la mitad anterior. En
seguida, en donde habían existido las partes carnosas de la cara hacían una nueva, de una
especie de resina. Conservaban estas caras restauradas junto con las efiguies de madera en los
oratorios de sus casas, al lado de los ídolos de la familia. Las tenían en gran respeto y veneración,
y en días de fiesta les ofrecían alimentos a fin de que los Señores no carecieran de nada en el otro
mundo.
La arqueología confirma parcialmente la Relación de Landa. Cuando se dragó el Pozo de los
Sacrificios de Chichén Itzá, se recuperó un cráneo al que se le había cortado la coronilla; las
órbitas estaban rellenas de estacas de madera y en el frente quedaban restos de la argamasa
pintada. Recientemente se ha encontrado también, en el Departamento del Quiché, Guatemala,
la parte delantera de una calavera humana cubierta de una capa gruesa de mortero de cal, que
había sido modelada imitando un rostro humano.
115
Guía de lecturas
116
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Escalante González, Pablo; Sociedad y costumbres nahuas
antes de la conquista. En Arqueología Mexicana. Editorial
Raíces, México, Vol.III No. 15, p.14-19, 1995.
117
Guía de lecturas
118
Historia de México I
Sociedad y costumbres nahuas antes de la conquista
PABLO ESCALANTE GONZALBO*
«Mercaderes de Tenochtitlan y Tlatelolco.» Codice florentino, Libro IX, f
7 v.
Un vistazo a la estratificación
social entre los antiguos
nahuas del Valle de México
tlatoques, pillis, macehuales,
sacerdotes, guerreros y
mercaderes-, así como la
reconstrucción, parcial pero
elocuente, de su vida íntima y
cotidiana, aportan piezas fundamentales para una comprensión mas profunda del
complejo rompecabezas que
conformaba el mundo prehispánico.
1. LA SOCIEDAD
Los nahuas aparecen siempre como los protagonistas de la historia antigua de México; esto es
casi inevitable: eran los vencedores de esa historia y las crónicas hablan mucho más de ellos que
de cualquier otro grupo. En este vistazo a la organización social del Valle de México vamos a
hablar una vez más de los nahuas, pero antes quisiéramos recordar que éstos no eran los únicos
habitantes del Valle de México: constituían sólo la mitad de la población; la otra mitad se repartía
entre una mayoría de otomíes, una minoría matlatzinca y otra mazahua. Los otomies vivían en las
zonas más áridas, en rancherías dispersas; construían chozas endebles con pencas de maguey,
y recolectaban y cazaban mucho más de lo que cultivaban. Visitaban las plazas de mercado de
las ciudades nahuas, se presentaban llenos de adornos y tatuajes; los nahuas comerciaban con
ellos pero los veían con desprecio, como a montañeses rústicos. Los mazahuas tenían un modo
de vida muy similar al de los otomíes y los matlazincas parecen haberse asimilado a la vida
urbana en algunas ciudades de la zona tepaneca.
La población nahua se encontraba en las riberas, en las aglomeraciones urbanas y en las tierras
con mejores posibilidades agrícolas, donde se desarrollaron complejos sistemas de irrigación.
LOS TRABAJADORES EN LA SOCIEDAD NAHUA
En el Valle de México y en el resto de Mesoamérica las
comunidades campesinas eran dueñas de su tierra. Los
tlatoque o reyes no discutían ese derecho, pero exigían
a las comunidades ciertos tributos que eran vistos como
pago al soberano por su protección y por su generosa
gestión de los asuntos religiosos, mercantiles y judiciales
del reino.
«Pescadores frente aun sacerdote de su dios
patrono.» Códice florentino, Libro I,f.39r.
* Historiador. Investigador en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Actualmente se dedica al estudio
de los códices del siglo XVI.
119
Guía de lecturas
Los comuneros vivían con austeridad y no daban pie a que se produjeran diferencias de riqueza
notables dentro de las comunidades. Cada familia trabajaba la parcela que tenía asignada para
su manutención, y el grupo en su conjunto laboraba las tierras comunales, tanto para pagar el
tributo como para el fondo de comunidad. Dicho fondo permitía sufragar los gastos relativos al
culto y las festividades locales; también permitía asistir a viudas, huérfanos y otros miembros de
la comunidad caídos en desgracia.
En los asentamientos nahuas del Valle de México había, asimismo, comunidades dedicadas a la
caza, a la pesca y a la recolección. Quizá cualquier campesino podía cazar un conejo o un venado,
pero había actividades cuya complejidad requería de una dedicación casi exclusiva. Así, surgieron
grupos especializados en la pesca, en la caza de patos y otras aves lacustres, en la recolección
de algas, en el aprovechamiento de la murcielaguina y en otras actividades.
Sabemos que estas comunidades no agricultoras llevaban los frutos de su trabajo al mercado, y
que gracias al intercambio obtenían los productos agrícolas que necesitaban para su alimentación.
Lo que no sabemos es cómo tributaban al tlatoani y qué títulos o derechos tenían sobre sus
pesquerías, ciénagas, cuevas y áreas de labor.
En las ciudades, mucha gente se dedicaba a oficios de tipo artesanal. Había, por ejemplo, barrios
enteros especializados en fabricar petates, barrios de alfareros, de cesteros, de trabajadores de
la obsidiana, de metalurgistas, de fabricantes de cordajes y redes, etc. Un barrio de gran prestigio
era el de los amantecah, gente dedicada a hacer trabajos en pluma como penachos, mantos y
tapices.
Los barrios artesanos entregaban parte de su producción a los almacenes de palacio, que de esta
forma se encontraban espléndidamente surtidos.
LA DIVISIÓN SOCIAL
Todos los trabajadores que hemos mencionado estaban organizados en comunidades que recibían,
en náhuatl, el nombre de calpulli, o barrios; sus miembros eran parientes, vecinos, colaboradores
en el trabajo, fieles súbditos de un mismo dios patrono. Estas
colectividades de trabajadores producían la riqueza material de
los antiguos reinos de México. El tributo que dichas comunidades
pagaban sostenía a la nobleza.
Al noble se le denominaba pilli y al trabajador comunero macehualli.
Las diferencias entre ambos llegaron a ser profundas. El origen
de la división estaba en el hecho de que los macehuales producían
y tributaban, mientras que los pillis vivían del tributo y se dedicaban
a tareas de administración y liderazgo; pero a tal diferencia
económica se agregaron connotaciones jerárquicas y distinciones
jurídicas.
"Macehuales que guardan el maíz
en la troje." Códice Florenfino,
Libro VII, f. 16 r.
Los píllis vestían con ropas de algodón, usaban mantos largos,
se arreglaban con orejeras, bezotes y collares de piedras
preciosas; en sus casas se conocía el lujo de los almohadones de
plumas y los equipales, y se contaba con la asistencia de
numerosos sirvientes. Las fachadas de las casas nobles estaban
coronadas con almenas que hacían referencia al rango de los
120
Historia de México I
residentes. Los nobles eran juzgados por tribunales especiales.
Los macehuales tenían estrictamente prohibido usar ropas de
algodón y mantos largos; debían vestir con lienzos tejidos de hilo
de lechuguilla y otras fibras ásperas. No se les permitía
engalanarse con pedrería, aunque pudieran comprarla. También
tenían prohibido colocar almenas en los muros de sus viviendas,
MíSTICOS Y VALIENTES
Detrás de los vistosos tocados y de los ricos adornos propios de
la nobleza, había algunos hombres que vivían con privaciones y
con dolor. Los sacerdotes seguían disciplinas muy estrictas:
interrumpían su sueño continuamente, realizaban ayunos, se
obstenían de relaciones sexuales y se infligían daño en forma
cotidiana dentro de sus rutinas de autosacrificio. Además, hacían
vida comunitaria en los monasterios. Por su parte, los guerreros «Estandartes, penacho y escudo
de los cuerpos especiales, los «valientes», vivían arriesgando la elaborados por los amantecah.»
vida continuamente; solteros y acuartelados, danzaban y Códice Florentino, libro IX,f63r.
componían cantos en espera de su próxima cita con la muerte.
Ambos, sacerdotes y guerreros especiales, formaban parte del grupo pilli; vivían del excedente
tributado por los comuneros, pero su vida estaba lejos de la comodidad y los lujos palaciegos.
VIAJEROS
También los mercaderes son difíciles de ubicar en el esquema de la estratificación social. Los
pochtecah, los nahual-oztomeca, los acxotecah, eran pueblos itinerantes especializados en el
intercambio. En el interior de cada uno de estos grupos había una distinción entre los caciques y
la gente común: el mercader común era un trabajador esforzado que pasaba la vida en las arduas
travesías; el cacique mercader acumulaba cierta riqueza. Pero esa riqueza era efímera: caciques
y pueblo la consumían en las aparatosas, interminables fiestas de que tanto gustaban estos
fenicios del Nuevo Mundo.
Los grupos de mercaderes, en su conjunto, entregaban tributo al monarca de la ciudad que
consideraban su centro de operaciones, para pagar la protección militar y el acceso a la plaza de
mercado.
MARGINADOS
En las bulliciosas ciudades del Valle de México hubo
bastantes hombres y mujeres desprovistos de vínculos
comunitarios, situados, por tanto, en una condición marginal.
Los muchachos que escapaban de la casa paterna, los
antisociales expulsados de sus barrios, los delincuentes
fugitivos que cambiaban de ciudad para ocultarse, se «Mercaderes que avanzan con sus
convertían en marginados y deambulaban por las ciudades cargas.» Códice Florentíno, Libro IX, f. 8 r.
121
Guía de lecturas
ejerciendo sus nuevos oficios: cargadores, acróbatas, titiriteros, prostitutas, vagos mendicantes
y, desde luego, ladrones callejeros y bandidos de los caminos.
II. COSTUMBRES: CUADROS DE LA CIUDAD
Al escudriñar en una historia de coronaciones, batallas, grandes ceremonias y sacrificios, aparecen
fragmentos de otra historia más íntima y cotidiana: la historia de las cosas de la plaza, de la calle,
del barrio. Hasta la fecha no hemos podido reconstruir más que un puñado de costumbres y
escenarios. Los que vienen a continuación son algunos de ellos.
ANDANZAS NOCTURNAS
Tenochtitlan era una ciudad vigilada. Por temor al espionaje y a los ataques enemigos, pero
también por miedo a la sedición, el tlatoani tenía establecida una estricta vigilancia nocturna. Una
trompeta daba el toque de queda, tras el cual la gente debía retirarse a descansar. Así solemos
imaginar a la población mexica: ordenada, sumisa, quieta. Pero la oscuridad nocturna protege e
invita a la trasgresión. Las fuentes nos hablan de noctámbulos que recorrían las calles de la
ciudad con los más diversos fines, desafiando -según parece- el toque de queda.
Los vagabundos merodeaban por el mercado desierto para rescatar algo de utilidad entre los
desperdicios de la jornada. Allí alternaban con perros callejeros que también iban a hurgar los
desechos. Los ladrones utilizaban la noche para sus fechorías:
asaltaban alguna casa, comían a placer, violaban a las mujeres
y huían luego con la petaca (petlacalli) de las mantas y las
joyas.
Los muchachos y muchachas que habían hecho alguna cita
amorosa durante la tarde, en la casa de la danza, recorrían de
noche las calles en busca de su pareja. En el Códice Florentino
se relata el valor de las muchachas que salían de casa a
hurtadillas para encontrarse con su amigo, y se dice que los
jóvenes amantes pasaban la noche juntos.
También podía ocurrir que alguno, sin haberlo planeado así,
se viera obligado
«La Cuitlalpanton, según los tlacuilos
a salir de casa
de Sahagún.» Códice florentino, Libro
V,f13r.
durante
la
noche,
por
alguna enfermedad o algún imprevisto. Los
caminantes nocturnos iban por las calles temerosos
de fantasmas y aparecidos. Quienes visitaban un
lote baldío para orinar, corrían el riesgo de
encontrarse con un fantasma chocarrero: cierta
enanita peluda, llamada Cuitlapanton, que gozaba
asustando a los incontinentes.
«Pleito entre macehuales vestidos a la usanza colonial.» Códice florentino, VI,f.190v.
122
Historia de México I
REFRANES
Conservamos algunos refranes o dichos de los antiguos nahuas. Menos sofisticados y elegantes
que las metáforas y juegos de palabras de uso exclusivo entre la nobleza, los dichos recogidos
por los informantes de Sahagún parecen reflejar las preocupaciones y valores de la comunidad
popular.
Los comuneros, enemigos de grandes diferencias, increpaban duramente al engreído con el dicho
Ixquáhuit1, huel ixquauh, «tonto, cara de palo», y hacían mofa del sabihondo gritándole tomachizoa,
«sabelotodo». Mantenían el precepto de no tratar con desprecio a ningún miembro de la comunidad,
y esto se recordaba con el dicho Ayac xictli in tlalticpac, «nadie es un ombligo en la tierra»: nadie
es digno de ser arrojado al piso y cubierto de tierra.
La gente evitaba a los escandalosos. Si los amigos estaban reunidos, conversando, y llegaba
alguno con fama de buscapleitos, la reunión se disolvía de inmediato, todos se retiraban y alguno
le arrojaba al incómodo visitante el epíteto de icniuhmoyactli, «dispersador de amigos».
Hay un dicho sorprendente y revelador que es Cuix nixilotl nechititzayanaz, «acaso soy un jilote y
me abriré mostrando las entrañas». Los informantes indígenas que registraron el dicho lo explican
en los siguientes términos: Si descubro a alguien en el momento en que sale de la casa en la cual
cometió adulterio o alguna otra falta, él me dirá de inmediato: «Esto que viste no se lo digas a
nadie.» Entonces yo le respondo: «Cuix nixilotl...», para darle a entender que nadie me hará
hablar, que a nadie mostraré el secreto que traigo dentro. La complicidad entre vecinos, el
compromiso de guardar el secreto, puede ser un indicio de cierta protección de la comunidad
frente al aparato judicial del reino.
INSULTOS
Al parecer, a los comuneros no les gustaban los extraños. Cuando veían a algún intruso deambular
por las calles del barrio, lo agredían sin clemencia y lo acosaban hasta echarlo fuera. El extraño
era visto como un peligro potencial: podía ser un ladrón, un borracho, un brujo con poderes
malignos; si era mujer, cabía el riesgo de que se tratara de una prostituta que buscaba seducir a
los hombres del barrio. Algunos de los insultos que se lanzaban sobre el advenedizo eran: perrote,
gordo, huérfano, borracho, mierdota haraposa,
mierdota andrajosa, tuertote, gran hechicero. Lo
cual, en náhuatl, suena así: itzcuimpole,
icnopiltotomacpol, tlahuanqui, tatapacuitlapol,
tzotzomacuitlapol, ixpopoyopol, tlacatecolopol.
A la mujer se le decían cosas tales como putilla,
culo agitado, culo que muere de hambre,
ahuianito, tzinacuecuetzocpol, tzinapizmiqui.
Mientras la agresión tenía lugar, la gente del
barrio hacía un corro alrededor del intruso para
hostigarlo. El forastero no podía responder nada:
escuchaba la letanía de terribles insultos, lloraba,
gemía y al final se iba corriendo.
«Llanto de un grupo de mujeres.» Códice Florentino,
Libro 1, f. 32 v (Detalle.)
123
Guía de lecturas
EL LLANTO
Los antiguos nahuas lloraban con frecuencia; lloraban más que nosotros y más
que los españoles del siglo XVI.
El llanto solía acompañar a la súplica;
pretendía hacerla más dramática y eficaz.
Lo mismo lloraba el señor de provincias que
acudía ante la presencia del tlatoani en
busca de ayuda, que el individuo común que
argumentaba sus razones ante los jueces
en un tribunal. Ya en el siglo XVI era
frecuente que los indígenas acudieran
llorando ante los frailes para pedir el
bautismo.
«Hombre que llora en la calle.» Códice florentino, Libro VI,f
189r. (detalle)
También la gratitud se expresaba con lágrimas y sollozos. Un momento que debe haber sido
particularmente conmovedor en una sociedad agraria es aquel en que se recibía una merced de
tierras. Hay indicios pictóricos y escritos de que, una vez consumada la dádiva, el beneficiario
expresaba su agradecimiento con lágrimas en los ojos.
Lágrimas de humillación y derrota, lágrimas
tristes, se derramaban cuando el reino
peligraba o cuando sus ejércitos debían
rendirse ante el agresor. Hubo mucho de ese
llanto en tiempos de la conquista española;
las crónicas lo registran con detalles sobrecogedores.
Cuando Moctezuma reunió a la nobleza de
los reinos aliados del valle para proponerles
que pactaran con Cortés, pronunció un largo
discurso durante el cual lloró y suspiró
continuamente. Los nobles lo escucharon
conmovidos, lloraron y suspiraron también.
En las últimas horas del sitio de Tenochtitlan,
los viejos enviados por Cuauhtérnoc para
parlamentar con Cortés sollozaban continuamente al reconocer que debían rendirse.
«Diferentes tipos sociales.» Códice Mendocino, Lámina
LXXI,f,70 r.
124
El llanto es aludido muchas veces en las
fuentes de origen europeo, pero no sólo allí.
En los propios códices pictográficos se
representan las lágrimas con frecuencia. Asi
por ejemplo, cuando el Códice Xólofl relata la
zozobra de los pueblos toltecas ante la
amenaza chichimeca, decenas de personajes
exhiben sobre el pómulo el grueso glifo de la
lágrima, lo cual indica, sin lugar a dudas, su
congoja.
Historia de México I
AZTECA, MEXICA, NAHUA
Tres términos distintos suelen aparecer cuando se habla de los pueblos que habitaban el Valle de
México y, específicamente, la isla de Tenochtitlan en el siglo XVI. Vale la pena distinguirlos y
precisar su significado.
El término nahua se refiere a todos aquellos grupos y personas que hablaron o hablan la lengua
nahua o náhuatl, y a sus manifestaciones; así, hablamos de los nahuas de Guerrero, los nahuas
del señorío de Tlaxcala, o la cultura nahua. En tiempos de conquista, los habitantes de Tenochtitlan
eran mayoritariamente nahuas, pero no eran los únicos nahuas de Mesoamérica ni del Valle de
México.
Los nahuas que vivían en México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco eran los mexicas (en náhuatl
mexicatl, sing., y mexicah, pl.); tal es el nombre que se daban a sí mismos. Las crónicas españolas
del siglo XVI modificaron la terminación de la palabra y los llamaron mexicanos. Como mexicas o
mexicanos aparecen en la historiografía colonial.
Sin embargo, algunos historiadores del siglo XIX cambiaron el nombre a los mexicas y difundieron
el uso del término "azteca". No se trata de un puro invento: las crónicas coloniales decían que los
mexicas habían salido en peregrinaje de un lugar llamado Aztlan, y cuando los historiadores del
siglo pasado usaron la palabra "azteca" querían enfatizar, seguramente, la patria de origen de los
mexicanos. Pero si las leyendas recogidas en el siglo XVI dicen que los mexicas salieron de
Aztlan, también mencionan que su dios Huitzilopochtli se les apareció durante la migración y les
pidió que utilizaran el nombre de mexicas. Si Huitzilopochtli lo quiso de esa manera, y si los
habitantes de Tenochtitlan se llamaban a sí mismos mexicas, no parece haber ninguna razón de
peso para seguir llamándolos aztecas.
Para leer más...
CARRASCO; Pedro, «La sociedad mexicana antes de la conquista», Historia general de México,
vol. 1, Daniel Cosío Villegas (coord.), El Colegio de México, México, 1977 (2a. ed.).
CASTILLO F., Víctor M., La estructura económica de la sociedad mexicana, Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 1984.
ESCALANTE, Pablo, «Insultos y saludos de los antiguos nahuas», Anales del Instituto de
Investigaciones Estéticas, núm. 61, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1990.
--«Vivir en Tenochtitlan», Azteca Mexica. Las culturas del México antiguo, Lunwerg Editores/
Quinto Centenario, Madrid, 1992.
LÓPEz AUSTIN, Alfredo, Augurios y abluciones, Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 1969.
SAHAGÚN, fray Bemardino de, Historia general de las cosas de la Nueva España, 2 vol., Alfredo
López Austin y Josefina García Quintana (eds.), Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,
México, 199 1.
ZORITA, Alonso de, Los señores de la Nueva España, Universidad Nacional Autónoma de México
(Biblioteca del estudiante universitario), México, 1963.
125
Guía de lecturas
126
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Monjarás-Ruiz, Jesús; La triple alianza. En Arqueología
Mexicana. Editorial Raíces, México, Vol.III No. 15, p.20-25,
1995.
127
Guía de lecturas
128
Historia de México I
Tenochcas, tetzcocanos y tlacopanecas
La Triple Alianza
JESÚS MONJARÁS-RUIZ
De acuerdo con la información
existente, la extensión del
territorio que controlaba la
Triple Alianza -formada por
México-Tenochtitlan, Texcoco
y Tacuba- en la etapa inmediatamente anterior a la llegada
de los españoles, es impresionante: mas de 400 pueblos,
señorios y ciudades-Estado se
encontraban, de una forma u
otra, bajo su dominio.
Los pueblos de la triple alianza: Texcoco, México,y Tacuba. Detalle del
Códice Osuna.
Según la Matricula de Tributos, los pueblos y señoríos sujetos a recaudación tributaria se hallaban
agrupados en 38 grandes provincias.
Sin embargo, las continuas rebeliones -consignadas en diversas fuentes- señalan la inestabilidad
del imperio mexica sobre tan extenso territorio. La efectividad del sistema se pondría a prueba
durante la conquista.
Poco después de su arribo a tierras de la actual República Mexicana, Cortés y sus huestes se
percataron de que - dentro del complejo y amplio mosaico pluriétnico y multicultural formado por
los pueblos nativos-, si bien existían unidades independientes, el enemigo principal lo constituía
el que llamaron imperio de Moctezuma o imperio de los culhuas (mexicas), cabeza visible en
realidad de una macroformación sociopolítica conformada por los mexicastenochcas, sus aliados
y copartícipes tetzcocanos y tlacopanecas, así como un numeroso grupo de otras unidades
sociopolíticas menores asentadas en un amplio ámbito geográfico, con diversos grados de sujeción
política y obligaciones tributarias hacia el imperio y sus cabeceras. Entre estos grupos eran variables los grados de desarrollo cultural e integración social, por lo cual formaban un conjunto
heterogéneo.
La Triple Alianza entre mexicas-tenochcas, tetzcocanos y tlacopanecas fue la última expresión
de un desenvolvimiento histórico autónomo de cerca de cuatro mil años a partir del desarrollo de
la agricultura, con una experiencia milenaria en grupos dominantes y en organización estatal. El
grado de integración política de sus unidades más evolucionadas alcanzó el nivel asignado en la
actualidad por los especialistas a los Estados tempranos, con una clara separación de las clases
sociales, una economía controlada políticamente y un sustento proporcionado en lo fundamental
por el tributo. El motor de su creación y expansión fue la guerra, y su sostén ideológico la religión,
transformada en realidad social mediante los ritos y sacrificios inherentes al culto.
129
Guía de lecturas
TRIPLE ALIANZA
Tenochtitlan
Tlatelolco
Texcoco
Tlacopan
Teotihuacan
Xaltocan
Cuautitlan
Tepexpan
Acolman
Ecatepec
Azcapotzalco
Zumpango
Chapultepec
Coyoacán
Culhuacán
Cuitláhuac
Xochimilco
Chimalpan
Chalco
SURGIMIENTO DE LA TRIPLE ALIANZA
En 1428, la muerte de Huehue Tezozórnoc, de Azcapotzalco, cabeza del poder hegemónico de
una Triple Alianza formada por tepanecas, coatlichantlacas y culhuacanos, provocó problemas
sucesorios y el desequilibrio de fuerzas dentro de la región lacustre central, lo que dio lugar a
nuevos reagrupamientos encaminados en un principio a derrocar el poder tepaneca encabezado
por Maxtla.
La coalición formada para lograrlo proporcionó a los mexicas (tenochcas y tlatelolcas) aliados
cercanos, como los tetzcocanos de Nezahualeóyotl, o lejanos e indirectos, en el caso de los
tlaxcaltecas, huexotzincas y otros; a esto, habría que agregar la segura participación de las minorías
mexicas establecidas en las ciudades-Estado ribereñas durante la etapa migratoria. Los dirigentes
visibles fueron Izcóatl, de Tenochtitlan, Cuauhtlatoa, de Tlatelolco, Nezahualecóyotl, de Tetzcoco,
Tecocohuatzin, de Cuauhtitlan, y Tenocellotzin, de Huexotzinco (véase Barlow, 1990, p. 60) extensa aunque transitoria coalición, que desapareció una vez destruido el poder tepaneca.
Para lo que nos interesa, dos eran los asuntos básicos pendientes: el establecimiento de los
términos de la relación-alianza entre acolhuas y mexicas, y la definición de la hegemonía entre
estos últimos.
130
Historia de México I
La solución del primero fue la formación de una nueva Triple Alianza
entre Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, en sustitución de Culhuacan,
Coatlichan y Azcapotzalco, respectivamente. Este tipo de
confederación entre ciudades-Estado -evidentemente desigual en
importancia y, por ende en, participación- parece haber sido
característica del periodo Posclásico y no sólo privativa de la región
lacustre central. Desde mi punto de vista, se trató de una institución
de carácter eminentemente político-militar, encaminada a mantener
el equilibrio de fuerzas en una zona determinada, aunque, en el caso
que nos ocupa, el sentido localista de la misma quedaría rebasado
con mucho: existió un desfasamiento entre modelo y realidad social,
posible anuncio de nuevas formas de organización sociopolítica.
En cuanto al segundo asunto, después de una etapa intermedia de
desarrollo paralelo y competitivo durante los mandatos de Moctezuma
Ilhuicamina, en Tenochtitlan, y de Cuauhtlatoa, en Tlatelolco, la disputa
mexica se dirimió en la época de Axayácatl y de Moctezuma mediante
una terrible y devastadora guerra civil -ocurrida entre 1469 y 1473de la que salieron victoriosos los tenochcas.
"Muerte de Chimalpopoca y
toma de poder por Izcóatl."
Códice Telleriano-Remesis,
Lámina V.
LA TRIPLE ALIANZA ANTES DE LA CONQUISTA
Aunque las bases formales para el surgimiento de la nueva Triple
Alianza quedaron establecidas antes de la muerte de Izcóatl (1440),
considero que fue hasta después de la derrota y posterior arreglo con
la confederación chalca -ya en tiempos de Moctezuma Ilhuicamina
(1440-1468)- cuando, gracias a su consolidación dentro de la región
lacustre central, se darían hacia el exterior las condiciones que
posibilitaron el expansionismo de la Triple Alianza bajo la hegemonía
político-militar mexica. Tetzcoco, sin perder de vista sus intereses,
dejó la iniciativa a los tenochcas y, hasta donde se sabe, la
participación de Tlacopan ocupó un plano secundario, a veces
meramente simbólico.
"Muerte de Izcóatl y ascención del Huehue Moctezuma." Códice TellerianoRemensis, Lámina VI.
Después de Moctezuma Ilhuicamina, correspondería a Axayácatl
(1468-1481), Tízoc (1481-1486), Ahuízotl (1486-1502) y Moctezuma
Xocoyotozin (1502-1520) llevar a su máxima extensión la Triple
Alianza, cuyo desarrollo -que apuntaba hacia la consolidación- fue
segado abruptamente por la conquista española.
Si, siguiendo a Barlow (1992), trasladamos la información que existe
sobre la extensión territorial de la Triple Alianza en la etapa
inmediatamente anterior a la conquista a un mapa actual de la
República Mexicana, el resultado es impresionante:
Más de 400 pueblos, señoríos y ciudades-Estado sujetos,los cuales,
aunque sin continuidad, cubrían del Istmo de Tehuantepec hasta una
línea imaginaria que iría de Tuxpan,en el Golfo, subiría tierra adentro
hasta Oxitipan, en la ribera del Pánuco, para volver a bajar hacia la
actual frontera entre los estados de Querétaro y Michoacán. Al norte
131
"Muerte de Huehue Moctezuma y ascención de
Axayácatl." Códice Telleriano-Remensis, Lámina XII.
Guía de lecturas
quedarían como enclave el
señorio independiente de
Metztitlán y al occidente, el estado
purépecha o tarasco.
La pensada línea fronteriza seguiría hacia el Océano Pacífico,
hasta la desembocadura del río
Balsas luego, costa abajo, llegaría
a Acapulco, para volver subir y
bajar rodeando el señorío autónomo de Yopitzinco y continuar,
con algunos enclaves mexicas,
hasta la frontera con los señoríos
mixtecos, principalmente el de
Tototepec. Hacia el sur, entre
Oaxaca Veracruz, el señorío
autónomo de Coatlicamac sería
el límite más o menos continuo.
En los linderos con la actual Guatemala, en la costa del Pacífico,
como avanzada imperial estaría
la región del Soconusco, donde
existieron contactos, no siempre
pacíficos, con los quiches a
quienes pertenecía parte de la
provincia localizada entre Chiapas y Guatemala.
En la Meseta
Central, prácticamente rodeados por poblaciones sujetas a algunas de las cabeceras de la Triple
Alianza, se encontraban el señorío aliado de Teotitlán del Camino, así como el
antes aliado indirecto y después enemigo irreconciliable: la «república» de Tlaxcala.
Vale la pena recalcar que, fuera de la región lacustre central y su complicado
sistema de traslapes territoriales el control de las cabeceras de la Triple Alianza
sobre señoríos sujetos a ella fue fundamentalmente económico o militar; es decir,
que prácticamente no existió una anexión político-geográfica de éstos.
Las principales formas de incorporación de las unidades sociopolíticas que pasarían
a formar parte de los sujetos a la Triple Alianza fueron la anexión «voluntaria» a la
conquista; los mecanismos fundamentales para lograrlo, la guerra y las alianzas
político-matrimoniales. Como una forma de control, en puntos estratégicos o
fronterizos se establecían guarniciones o colonias militares. No obstante las
continuas rebeliones señalan inestabilidad del dominio de los mexicas y sus aliados
sobre tan extenso territorio. La efectividad del sistema se pondría a prueba durante
la conquista.
Un análisis somero de la expansión militar de la Triple Alianza señala la existencia
de una inteligente y cuidadosa estrategia, puesta en marcha fundamentalmente a
132
Guerrero águila
tallado de hueso
humano.
Dirección de
Salvamento
Arqueológico
del INAH.
Historia de México I
partir de la derrota de Chalco: seleccionaban una región a la que tuvieran
vías de acceso y abastecimiento, atacándola y sometiéndola las veces que
fuera necesario. Incluso, en ocasiones, se llegaba a la destrucción total y al
repoblamiento del lugar y si, como en el caso de purépechas o tarascos,
yopes, mixtecos, tlaxcaltecas y otros, su resistencia de momento era insuperable, lo que hacían era ir aislando a dichos lugares, esperando el momento
propicio para asestar el golpe final.
De acuerdo con la información contenida en la Matrícula de Tributos y otras
fuentes relativas a la recaudación tributaria -factor importante en la sustención
económica de las cabeceras de la Triple Alianza-, los pueblos o señoríos
sujetos estaban agrupados en 38 grandes provincias. Lo anterior, además
de la organización administrativa que implicaba, se explica gracias a la
existencia de una amplia red de comunicaciones surgida desde el Preclásico
(2500 a.n.e.-300 d.n.c.), cuyos cambios importantes se debieron a los
reajustes en la correlación de fuerzas político-militares durante las
subsecuenles etapas de desarrollo mesoamericano.
Los enormes recursos agrícolas proporcionados por los sistemas de cultivo
intensivo en la región lacustre central - básicamente el de chinampaspermitieron el mantenimiento de grandes poblaciones, parte de las cuales
realizaba trabajos especializados sin participar directamente en la producción
de sus satisfactores básicos. Esto dio lugar al establecimiento de importantes
concentraciones urbanas, efectivos focos de control político y militar. El núcleo
regulador de las relaciones políticas y económicas, al igual que de la estrategia
militar expansionista, verdadero rector de la Triple Alianza, se localizaba en
el centro de México, en la (entonces existente) región lacustre central, asiento
de las tres cabeceras -Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan- y de cerca de 50
ciudades-Estado o señoríos variables en extensión, complejidad organizativa
y forma de relación o dependencia política y económica con dichas cabeceras.
«Muerte de Ahuízolty
toma el poder de Moctezuma Ilhuicamina.»
Códice TellerianoRemensis Lámina XIII.
Vasija de Azcapotzalco, ciudad tepaneca
que precedió a la triple
Alianza. Dirección del
Salvamento Arqueológico del INAH.
En suma, cuando nos referimos a la Triple Alianza entre Tenochtitlan,
Tetzcoco y Tlacopan, lo hacemos a la última etapa de desarrollo autónomo
de
las
sociedades que
ocuparon
buena parte de
la superárea
c u l t u r a l
de
d e n o m i n a d a «Muerte
Axayácatl y ascenMesoamérica. ción al poder de
De hecho, ésta Tizoc.»
Códice
fue la estructura T e l l e r i a n o s o c i o p o l í t i c a Remenses, Lámina
más elaborada,
aunque poco firme, del periodo
Posclásico mesoamericano.
133
Guía de lecturas
134
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Las relaciones Iglesia-Estado durante el Segundo Imperio.
Patricia Galeana de Valadés. UNAM. p. v-viii, 29-45, 101-117,
175-186
135
Guía de lecturas
136
Historia de México I
INTRODUCCIÓN
Influidos por una concepción maniquea de la historia, por muchos años se han ignorado temas
fundamentales para la comprensión del siglo XIX mexicano, como es el caso de los dos imperios.
Y es que, en buena medida, subsiste la idea de que los temas que uno estudia son aquellos con
los que de alguna manera se identifica y por ello se eluden los concernientes a los vencidos. En
este sentido, historiadores como José C. Valadés, Edmundo O’Gorman y Martín Quirarte, cada
uno en su ámbito, rompieron ese tabú con obras como Alamán, estadista e historiador(1938), La
Supervivencia Novohispana (1967) y la Historiografía del Segundo Imperio, (1970) respectivamente.
La profesionalización de la historia nos obliga a abordar todos los hechos que conformaron nuestro
pasado y constituyen nuestro presente, ya que como bien ha dicho Edmundo 0‘Gorman «todos lo
hicimos todo».1 Además de que «La historia no es la llamada a extirpar épocas o individuos».2
«Siempre he creído -escribió José C. Valadés- que la conciencia mexicana ha sido sustituida con
leyendas y tradiciones, falsas aquéllas, insignificantes éstas. Es indispensable remover todos los
valores, poniéndolos a la luz meridiana, para iniciar la preocupación por el juicio histórico. Nada
se salva y sí todo se pierde si la realidad es oculta. Ningún elemento de los que componen la vida
nacional, pertenezca al pasado o al presente, podrá ser comprendido si no brilla espléndidamente
la verdad. Si a lo pretérito sólo se quiere dar los extremos del odio y, del ditirambo, no habrá cómo
formar juicios; y en tanto no hagamos juicio de nuestra historia, no estaremos en posibilidad de
crear una conciencia mexicana».3 En coincidencia con las ideas de los historiadores citados,
emprendimos la tarea de estudiar al Segundo Imperio, que representa en el México del Siglo XIX,
la otra cara de la moneda, la mitad de nuestra historia nacional
No obstante la abundante historiografía del siglo pasado y la que sobre ese mismo período se ha
escrito en lo que va del actual, el Segundo Imperio tiene un sinnúmero de aspectos sin estudiar.
Habiendo sido la monarquía una de las opciones políticas fundamentales para la organización del
Estado mexicano, es importante profundizar en su conocimiento. En este caso analizamos el
intento que por conciliar la idea de monarquía con la Reforma, hizo el gobierno de Maximiliano.
Uno de los asuntos capitales de la historia política de México en el siglo XIX es sin duda el de las
relaciones entre la Iglesia y el Estado. En esta materia, el Segundo Imperio intentó llevar a cabo
una tercera Reforma desde la perspectiva de una monarquía católica, que pretendió por lo mismo
el ejercicio del Regio Patronato.
En la medida en que las creencias religiosas llevan a una concepción política, económica, social
y cultural determinada, influyen de manera decisiva en la evolución de los pueblos. En México la
Iglesia desempeñó un papel fundamental desde su nacimiento, al ser la protagonista principal en
la conquista física y espiritual de los pueblos indígenas. Por esta razón, el estudio de esta institución
es indispensable para comprender el desarrollo de la vida politica mexicana.
El gobierno de Maximiliano constituyó un nuevo impacto del liberalismo europeo en México. Tanto
el empresario de la aventura imperial, Napoleón III, como el archiduque austriaco, tenían ideas
1 Vid. "Grandes Maestros" entrevista con el doctor Edmundo O’Gorman en, Revista de Intercambio Académico,
México, UNAM, DGIA, octubre-diciembre, v. 4, 1986, p. 26.
2 José C. Valadés, El Porfirismo, historia de un régimen/El nacimiento (1876-1884), México, UNAM, Nueva Biblioteca
Mexicana, 1977, p. xxiv.
3 José C. Valadés, Confesiones de un subteniente en política, México, inédito, s/i p. 175-176.
137
Guía de lecturas
liberales. El comandante del ejército francés de ocupación, Elias Forey, declaró que el emperador
de los franceses era partidario de que se estableciera en Mexico la libertad de cultos, «principio
de todas las sociedades modernas». Esta última fue una de las metas del gobierno de Maximiliano,
cuyo propósito era incorporar a México al concierto de las naciones modernas.
La política eclesiástica del segundo emperador de México, coincide en muchos aspectos con el
pensamiento de Juárez y con el de la Reforma de 1833. De ahí que en el presente trabajo se
busque demostrar que la política de Maximiliano puede ser considerada una tercera Reforma
para México, que por oposición permitió que se consolidara el ser republicano y laico de su
Estado.
El Segundo Imperio ratifíco las leyes de Reforma dictadas por Juárez e hizo una mezcla entre las
reformas de 33 y 59. Por una parte, pretendió ejercer el Regio Patronato como un derecho, por su
condición de monarquía católica. Al mismo tiempo dio libertad de cultos y prensa, ratificó la
nacionalización de los bienes del clero y suprimió el pago de las obvenciones parroquiales.
El archiduque austriaco no hizo sino poner en práctica una política común que se observaba en la
Europa moderna, en la Francia de su época y desde la Austria de su antepasado, José II.
Los mexicanos vieron desconcertados cómo los llamados por la iglesia "salvadores de la religión",
aprobaban las leyes satánicas de Juárez, que la propia Iglesia había presentado como causa del
mal necesario de la intervención francesa, para evitar el triunfo del liberalismo, con la supuesta
persecución religiosa.
Después de la ocupación militar más larga que ha sufrido el México independiente -más de cuatro
años de guerra-, el pueblo mexicano identificó como un todo a las bayonetas francesas, a la idea
de monarquía, a los jerarcas eclesiásticos y al imperialismo extranjero y volvió los ojos al gobierno
juarista que representó, al triunfo de la República, al Estado nacional, que finalmente, puso en
práctica el proyecto liberal, con la organización de un Estado soberano, civil y laico.
El Imperio de Maximiliano ha sido estudiado por historiadores conservadores o liberales de manera
parcial. Es por ello que consideramos conveniente una nueva aproximación a la época, para
determinar su papel en el fortalecimiento de las ideas del reformismo mexicano del siglo XIX y en
la definición misma de México como república
La intención de Maximiliano de fortalecer el gobierno imperial que encabezaba, no puede
desconocerse, pero tampoco ignorarse las coincidencias con las reformas que ya en México se
habían querido llevar a cabo. Hay convergencias y también divergencias que se apuntan en cada
caso.
La política eclesiástica del príncipe tuvo dos momentos cruciales. Uno, correspondiente al impulso
inicial caracterizado por la adopción de medidas a las que se podría considerar como el tercer
intento de Reforma en México. Otra, adoptado en el momento cercano a su caída, significado por
la retractación parcial de la política liberal y el intento de acercamiento claudicante con la Iglesia
mexicana.
La claudicación del archiduque, en el último momento de su gobierno, al tratar de acercarse a la
Iglesia, constituyó parte de una política desesperada para evitar la caída del Imperio. Ésta, sin
embargo, no nos debe hacer olvidar el intento del mismo Maximiliano por reformar a México,
sometiendo al clero, estableciendo la libertad de cultos, la educación primaria gratuita y obligatoria,
y las leyes para Proteger a los trabajadores mediante la reducción de las jornadas de trabajo, en
el avanzado decreto sobre liberación de los peones.
138
Historia de México I
Por otra parte, el Segundo Imperio realizó el último intento para lograr el establecimiento de
relaciones de México con la curia romana. Es importante estudiar este hecho, para comprender
las razones históricas que han hecho imposible el reconocimiento ulterior de este Estado, lo cual
ha sido una motivación más para el presente trabajo.
En esta obra se analiza, en primer lugar, la situación de la Iglesia en México, recordando los
sucesos más significativas de sus relaciones con el gobierno mexicano. En segundo lugar se
revisan las diversas etapas del liberalismo mexicano, así como las diferentes reformas, para
poder hacer un estudio comparativo con la legislación reformista del Segundo Imperio. A
continuación se estudia la génesis del Imperio y la formación política de Maximiliano; para pasar
a examinar su política eclesiástica, las consecuencias de la misma y el retroceso final.
En la realización de, la presente investigación se revisaron fuentes documentales, hemerográficas
y bibliográficas. Entre las primeras destaca el estudio de la correspondencia mantenida, por
Maximiliano y otros protagonistas de su tiempo, tanto de archivos nacionales como europeos. Se
han incluido cuadros comparativos de las legislaciones de cada uno de los movimientos reformistas
y la legislación de la monarquía, así como de los lineamientos de la política pontificia y la política
eclesiástica del Segundo Imperio.
Se revisó la hemerografía principal de la época, así como la abundante folletería que existe sobre
la polémica entre los miembros del clero y las autoridades del Segundo Imperio, de las cuales se
incluyen las partes más significativas.
Deseo expresar mi reconocimiento a los profesores Vivaldo Reyes y Javier Quirarte por su apoyo
solidario.
139
Guía de lecturas
CAPÍTULO II
LA GÉNESIS DEL SEGUNDO IMPERIO
El pesimismo en el siglo XIX
La vida política del siglo XIX tiene dos procesos fundamentales que marcan un cambio en los
derroteros de la vida nacional: la Independencia y la Reforma. Entre ambos se dan diversos
intentos de organización nacional y después del segundo se pone en práctica el proyecto de
gobierno del grupo liberal, que de alguna manera se prolonga hasta nuestro presente, ya que los
precursores de la revolución social de 1910, así como los llamados gobiernos revolucionarios, se
reconocen herederos de la Reforma liberal.
La Independencia fue el resultado de un proceso plural que se dio durante más de una década de
guerra constante. En este largo período, las ideas fueron evolucionando y madurando
gradualmente. Surgieron diversos movimientos, paralelos dentro del mismo proceso pero con
grandes diferencias. Por una parte, apareció el movimiento de los criollos letrados que aspiraba al
poder y, por otra, el de las clases oprimidas que se rebelaba contra sus explotadores.
La invasión napoleónica de 1808 creó las condiciones propicias para que brotaran las inquietudes
políticas latentes en los habitantes de la Nueva España. Ante el vacío de poder que se formó por
la ausencia del monarca español, surgió la necesidad de definir la soberanía. Fue entonces cuando
los criollos liberales enarbolaron el principio de soberanía nacional.
El Plan Trigarante logró, aunque momentáneamente, la unión de diversos grupos -no obstante
sus diferencias profundas-, mediante la convicción de que la Independencia era un hecho necesario,
natural y justo.
El úitimo virrey de la Nueva España, don Juan O’Donojú, llegó cuando prácticamente todo el país
se había unido al Plan de Iguala y aceptó formalmente la Independencia de México como un
hecho consumado. Sin embargo, la antigua metrópoli desconoció tal acuerdo; envió en 1829 un
ejército de reconquista que fracasó en su intento. Finalmente reconoció la Independencia de
México en 1836, después de que lo hiciera el Pontificado, aliado de España.
No obstante haberse consumado la Independencia, muchas de las estructuras coloniales
subsistirían hasta la caída del Segundo Imperio mexicano. Esto es lo que el doctor Edmundo
O’Gorman ha llamado, «la supervivencia política novohispana».1 Sin embargo, después de once
años de guerra el país quedó en bancarrota y el optimismo por la riqueza potencial del país
decayó rápidamente. Los conservadores culparon a la Independencia violenta de Hidalgo primero,
y a los liberales después, de la situación existente. En tanto los liberales acusaban a la Iglesia y al
ejército de obstaculizar la consolidación del Estado.
Al suspenderse la explotación de la riqueza natural del país decayeron las fuentes de trabajo;
como consecuencia, parte de la sociedad que podía ser productiva vio en los empleos del gobierno
la única forma de asegurar la subsistencia. La moral pública se relajó y la educación cayó en su
más grande descuido, manteniendo al pueblo en la ignorancia. Los caminos se volvieron inseguros
1 Edmundo O’Gorman, La supervivencia política novohispana, Reflexiones sobre el monarquismo mexicano, México,
Fundación Cultural Condumex, 1969, 93p.
140
Historia de México I
y la justicia se impartió sin tomar en consideración ningún código. El clero y el ejército se
constituyeron en especies de Estados dentro del Estado mexicano. Todo este escenario tuvo
como árbitro al general Antonio López de Santa Anna, caudillo sin conciencia social, ni definición
política. Esta situación llevó a las ideas intervencionistas del padre Arenas, de Gutiérrez de Estrada,
de José Manuel Hidalgo y algunos extranjeros. Cundió el pesimismo por el futuro del país, que
llegó desde entonces a la autodenigración.
Al día siguiente de la Independencia, el clero preguntaba ¿Dónde están los frutos de la
Independencia «procurada con tanto ardor y alcanzada con tanta felicidad?»2
José María Luis Mora consideraba difícil que el pais saliera de la crisis (1827).3 Lorenzo de Zavala
pensaba en 1834 que por la ignorancia de sus habitantes el país no tendría remedio fácilmente;
además advertía que no era posible «parar el carro revolucionario» y establecer instituciones que
dieran estabilidad política y prosperidad económica al país.4 En los textos de los calendarios de
estos años se lee que la Independencia, que debió ser la cuna de la felicidad, se convirtió en la
causa de las calamidades (1839).
En el aniversario del Grito de Dolores de 1840, José María Tornel y Mendívil decía en su discurso:
«La Nación Mexicana, mutilada y enfermiza, vive todavía; pero su vida es un suplicio, porque se
le esconde hasta la esperanza de la felicidad».5
Don Lucas Alamán, concluida la guerra de 1847, también manifestó su pesimismo lamentándose
de «cómo los errores de los hombres pueden hacer inútiles los más bellos presentes de la
naturaleza».
Los mexicanos que describieron la situación política y social de la República Mexicana en 1847
escriben desconsolados «[ ... ] parece por demás inútil el que los escritores extranjeros se calienten
la cabeza, buscando, en la afeminación o degradación de la raza mexicana, ese indiferentismo
que ha manifestado esta nación en la guerra actual: sí como es ridículo el que los mexicanos se
empeñen ahora en hacerse inculpaciones unos a otros por lo que ha sucedido. Nosotros por
nuestra parte, creemos que todo está explicado en estas breves palabras: En México no hay ni ha
podido haber eso que se llama espíritu nacional, porque no hay Nación».6
Posteriormente en 1849 Mariano Otero describe a Mora la situación del país. "Las (especulaciones
políticas) que ahora se presentan son admirables por su variedad. La monarquía absoluta, la
dictadura militar, las bases orgánicas, la agregación a los Estados Unidos, el comunismo, la
preponderancia de la raza indígena; todos estos extravíos tienen sus apóstoles, sus escritores,
sus conspiradores; mientras que el gobierno, sin plan, sin apoyo político, sin fuerza, se reduce a
conservar el statu quo y vivir de la inercia general [...]"
2 Antonio Joaquín Pérez Martínez, Sermón predicado en la santa iglesia metropolitana de México el día 21 de julio de
1822 por [...] Obispo de Puebla, con motivo de la solemne coronación del Sr. D. Agustín de Iturbide, Puebla, Imp.
Juan N. del Valle, 1839.
3 José María Luis Mora, Obras sueltas, París, Librería de la Rosa, 1837, t. II, p. 37.
4 Felipe Teixidor, prólogo a la Vida en México, durante una residencia de dos años en ese país, p. XLIII, Apud., Diario
de un escribiente de legación..., México, 1925 (Arch. Hist. Dipl. Méx. núm., 16), p. 68.
5 Discurso que pronunció el Excmo. Señor General D. José María Tornel y Mendívil, individuo del Supremo Poder
Conservador, en la Alameda de la Ciudad de México, el día del solemne aniversario de la Independencia, México,
Imprenta de Ignacio Cumplido, 1840.
6 Varios autores, «Consideraciones sobre la situación política y social de la República Mexicana en el año de 1847"
en Madame Calderón de la Barca, La Vida en México, traducción y prólogo por Felipe Teixidor, México, Editorial
Porrúa, 1948, P. XLVII, (Colección "Sepan cuantos..." núm. 74).
141
Guía de lecturas
Don Ignacio Cumplido, en su calendario de 1849 exclama al pie de una estampa de un robusto
colono norteamericano: "Ah, si queremos dejar de ser lo que hemos sido y llegar a ser lo que
debemos, reformémonos y pronto". Con ello parece dar razón a la tesis del doctor O’Gorman de
que el trauma de la historia de México es querer ser como Estados Unidos pero, al mismo tiempo,
no dejar de ser como somos.7
Finalmente, en la prensa de la época se empieza a poner en duda si el día de la Independencia
debía ser celebrado como un día de júbilo o de duelo (El Omnibus, 1852).8
El desconsuelo generalizado se debió en buena parte a la crisis económica y a la falta de un
Estado. En el período comprendido entre 1821 y 1855 no hubo en nuestro país un proyecto
político que se pusiera cabalmente en práctica. Al no lograr la estabilidad política, la situación
económica fue tornándose cada vez más ruinosa.
El abandono de las tierras de labranza y de las minas en producción, los nuevos obstáculos al
desarrollo comercial y la descapitalización de que fue objeto el país desde la expulsión de los
españoles, llevó al México naciente a un endeudamiento paulatino, con la consiguiente dependencia
del exterior. La situación del país fue agravándose hasta llegar en 1861 al extremo de no poder
pagar siquiera los intereses de la deuda exterior.
Además, en los difíciles años en que México luchaba por la formación de su Estado, su soberanía
se encontró siempre amenazada por la codicia de las potencias extranjeras que consideraban a
la nación presa fácil para el desarrollo de sus ambiciones económicas y territoriales.
De 1821 a 1867 se luchó por la construcción del Estado mexicano frente al dilema de ser una
monarquía o una república. El país entero fue víctima de rebeliones, golpes de estado, cuartelazos
y enfrentamientos. Al triunfo de la Revolución de Ayutla una nueva generación de liberales llegó
al poder con el fin de realizar una reforma más profunda que la primera intentada en 1833. Como
ésta se encaminó a emancipar al Estado de las corporaciones, la sociedad se polarizó a un punto
tal que, derrotados los conservadores en la Guerra de Reforma, prefirieron recurrir al auxilio
extranjero antes que permitir el triunfo de sus opositores.
El ideal monárquico
Los factores determinantes para el advenimiento del Segundo Imperio en México fueron la
inestabilidad política de los gobiernos republicanos, la existencia de una tradición monárquica, el
imperialismo de Napoleón III en rivalidad con el estadounidense y la creencia de que México
podría resarcir los gastos de la intervención gracias a su enorme riqueza. Ocupó también un sitio
relevante la actuación de la iglesia católica, que se constituyó en el núcleo aglutinante del sector
conservador que apoyó a la intervención francesa y al Imperio, formando lo que hemos denominado
«partido clerical», que al ser derrotado en Calpulalpan recurrió al auxilio extranjero para establecer
una monarquía que le diera las prerrogativas perdidas en la guerra civil.
Veamos, en primer lugar, la situación interna del país y sus ligas con el sistema monárquico.
Las vicisitudes de los primeros años de vida nacional -guerras con el extranjero y rebeliones
internas- habían creado, por la inestabilidad de los gobiernos, un clima de inseguridad en el país.
7 Edmundo O’Gorman, México: El trauma de su Historia, México, UNAM, 1977, p. 119.
8 «El Dieciséis de Septiembre», en El omnibus, México, t. I, núm. 102, 1852.
142
Historia de México I
Todos veían la necesidad de establecer un gobierno sólido que impusiera el orden y lograra la
paz. La cabeza más brillante del conservadurismo de la primera mitad del siglo pasado, don
Lucas Alamán, estuvo siempre consciente de la necesidad de un gobierno fuerte que pudiera
resistir la embestida del «ambicioso» vecino del norte.9 Ante el fracaso de los diversos intentos
republicanos por instituir un gobierno firme, que llegaron hasta el establecimiento de la dictadura
santannista, no es difícil comprender que se volvieron los ojos al gobierno monárquico como
única salvación. Para no caer en el error del Primer Imperio, había que traer a un monarca verdadero
y éstos sólo existían en Europa.
Uno de los protagonistas del Segundo Imperio, el conservador10 Francisco de Paula Arrangoiz,
realiza en su obra, Apuntes para la historia del Segundo Imperio Mejicano, una esmerada defensa
del principio monarquista. Empieza por referimos la tradición de México en este sentido y los
diversos proyectos encaminados para llevar al poder a un rey; desde el frustrado intento de 1827
dirigido por el padre Arenas hasta el establecimiento del Segundo Imperio. Asimismo transcribe
los apuntes de José Manuel Hidalgo, en los que consta que el mismo año de la conspiración de
Arenas, el gobierno francés quiso establecer una monarquía en México. Los franceses M. de
Villele y el marqués de Cruy-Chanel negociaron con Femando VII a fin de que fuese emperador
de México su hermano don Fernando de Paula. El intento no progresó, ya que ante la negativa del
rey de España, Carlos X no dio su anuencia a la empresa. Pero el infante estaba dispuesto a venir
aun sin el permiso de su hermano y autorizó a los franceses a que negociaran un préstamo y
ofrecieran al gobierno inglés ventajas comerciales.11 También en España hubo proyectos
monárquicos para México, como el de Martínez de Castro en 1853.
Posteriormente los proyectos de monarquía correrían a cargo de mexicanos, como consta en la
célebre carta de José María Gutiérrez de Estrada al entonces presidente Anastasio Bustamante
en 1840:
Disértese cuanto se quiera sobre las ventajas de la república donde pueda establecerse, y
nadie las proclamará más cordialmente que yo; ni tampoco lamentará con más sinceridad
que México no pueda ser por ahora, ese país privilegiado. Pero la triste experiencia de lo
que ese sistema ha sido para nosotros parece que nos autoriza ya a hacer en nuestra patria
un ensayo de verdadera monarquía en la persona de un principe extranjero.12
Para la mentalidad conservadora de la época, la monarquía era la única solución para México:
«[...] los desórdenes, el malestar continuo, la pérdida de Tejas aumentaban diariamente el número
9 Lucas Alamán, Historia general de México, México, Imprenta Victoriano Agüeros, 1885, p. 54 y 91. En cuanto a las
ideas monárquicas de Alamán, éstas deben ser objeto de un estudio minucioso ya que rnientras Jorge Gurría vio
en sus obras y artículos una definición total en este sentido, José C. Valadés sefiala que fue siempre republicano
y era simplemente un conservador partidario de un gobierno fuerte. Así pues, el último concluye que las ideas
monárquicas fueron originales de Gutiérrez de Estrada, vid., Jorge Gurría Lacroix, Las ideas monárquicas de don
Lucas Alamán, México, Instituto de Historia, 1951, p. 71; José C. Valadés, Alamán: estadista e historiador, México,
UNAM, 1977, p. 380 y 417-419.
10 José Antonio Matesanz, «Notas sobre el conservadurismo de Francisco de Paula Arrangoiz», en Estudios de
historia moderna y contemporánea, México, 1977, UNAM-Instituto, de Investigaciones Históricas, v. vi, p. 51-58.
11 «Un ministerio estaba ya nombrado: el consejero Talleyrand debía -ser ministro de Relaciones; el duque de Dino,
de la Guerra; el conde de la Roche-Aymon debía organizar el ejército y el capitán de navío Gallois, de la Marina. El
conde Belle-Garde, sobrino del mariscal austríaco, el vizconde Astier y otras personas aceptaron también otros
empleos.» Palabras de José Manuel Hidalgo y Esnaurrízar, de 1827, en Francisco de Paula Arrangoiz, Apuntes
para la historia del segundo imperio mejicano, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1869, P. 8 y 9.
12 José María Gutiérrez de Estrada, Carta dirigida al excelentísimo señor presidente de la República sobre la necesidad
de buscar en una convención el posible remedio de los males que aquejan a la República, México, (I. C.), 1840, p.
36 y 37. El subrayado es de Gutiérrez de Estrada.
143
Guía de lecturas
de los partidarios de la monarquía; pocos eran los hombres de buena fe que no estuvieran
convencidos de que la forma de gobierno republicano conduciría al país a ser presa de los Estados
Unidos [... ]»13
El ideal monárquico, como equivalente de un gobierno paternalista, lo encontramos de una u otra
forma, a todo lo largo de la historia política del país, ya sea con el nombre de monarquía o bajo la
apariencia de una república dominada por la dictadura o por el sistema presidencialista actual. En
la génesis del Segundo Imperio, el ideal monárquico se mantuvo en estrecho contacto con la fe
católica, pues se consideraba a esta religión «el único lazo de unión» entre los mexicanos divididos
en bandos políticos poco después de la Independencia.
La religión -decían- había salvado a México del caos, logrando la paz entre indios y blancos,
como por ejemplo en la guerra de castas de Yucatán: «ésta se hubiera extendido por todo el país,
de no ser por los sacerdotes católicos [...] que por medio de la doctrina del catolicisino, les hicieron
no luchar contra los que profesaban su misma religión».14
Así, a falta de unidad nacional había «unidad religiosa», lo que daba una autoridad inconmensurable
a la Iglesia. La conciencia de nacionalidad del pueblo mexicano se habria de forjar en las luchas
contra la intervención extranjera.
Siendo católica la mayoría del pueblo mexicano, es comprensible que se le manipulara para
reaccionar contra la Constitución liberal de 1857 y contra las Leyes de Reforma. Los dirigentes
conservadores estaban convencidos de la existencia en México de un conflicto religioso más que
político. La cuestión no era, pues, por forma de gobierno -decían- puesto que ambos partidos
eran, antes de la intervención, republicanos; era cuestión de ideas». No adoptaron la monarquía
sólo por el placer de establecerla, «sino porque juzgaron que, regida por un príncipe católico, las
leyes dadas por el gobierno de don Benito Juárez quedarían sin efecto».15
Hubo incluso quien con ingenuidad creyera que los conservadores habrían pactado con Juárez
en caso de ser reformada la Constitución de 1857, y que la intervención fue aprovechada por los
mexicanos que estaban en Europa para evitar las guerras a su país, pues México eligiría al
gobierno que quisiera, bien fuese republicano, bien monarquista.»16
El "Partido Clerical"
En Francia se acuñó el nombre de partido clerical «y se adjudicó a la unión de clérigos y
conservadores. Fue este nombre el que, además de apegarse fielmente a la realidad, tenía el
sentido altamente de forma que los franceses daban al grupo con cuyas ideas discrepaban
radicalmente y al que consideraban absolutamente innecesario para la consecución de sus fines
imperialistas.18
13 Francisco de Paula Arrangoiz, op. cit., p. 9.
14 Niceto de Zamacois, Historia de México, Barcelona, J. F. Pames y Compa, Editores, 1881, t. XVII, p. 896.
15 Ibid., p, 897.
16 En el caso de Niceto de Zamacois quien en su Historia de México, en 22 v. recoge las ideas de los católicos
conservadores de la época, son también de gran interés y utilidad los artículos periodísticos que transcribe.
17 En el actual trabajo utilizaremos el mismo término de partido cerical para referirnos al sector del grupo conservador
que apoya la intervención política del clero y viceversa. Despojando al término clerical de cualquier sentido peyorativo
y atendiendo sólo a lo gráfico o explícito del término para calificar a los conservadores partidarios de la Iglesia; ya
que si no todos los conservadores fueron clericales, sí todos los clericales fueron conservadores.
18 Niceto de Zamacois, op. cit., t. XVII, p. 895.
144
Historia de México I
Hay quienes afirman que el clero no dirigía al partido clerical que formaba parte de él sólo porque
profesaba sus mismas ideas religiosas y que si lo ayudaba era por ser éste el defensor de sus
«libertades».19 Pero como los conservadores eran católicos respetuosos de la jerarquía eclesiástica,
la voz de la Iglesia más que «oída», era generalmente obedecida. Además, según José Fernando
Ramírez, a veces los clérigos eran políticos más hábiles que los conservadores, como en su
concepto era el caso del arzobispo Labastida, en comparación con José María Gutiérrez de
Estrada.20 Lo cierto es que en muchas ocasiones los clérigos fueron los dirigentes intelectuales y
a veces los ejecutores de la política conservadora.
Asi, buenos o malos políticos, los clericales, escudados en la defensa del catolicismo, solicitaron
la intervención y el establecimiento de un imperio, convencidos de que era la única solución para
sacar definitivamente a México del caos en el que lo consideraban perdido.
En un importante documento que se encuentra en el Archivo Secreto del Vaticano con el título
«Intorno alla Monarchia da Stabilirse in Messico, Questioni 1863,21 el autor exhorta a la Santa
Sede a que la iglesia católica apoye directamente a la empresa imperial, pues cree que la única
forma posible de gobierno para México es la monarquía.
El documento hace memoria sobre la profunda tradición monárquica del país, que es la
verdaderamente «aclamada por el pueblo». Recuerda cómo el movimiento monárquico promovido
por el general Mariano Paredes y Arrillaga tuvo una aceptación total en las «clases más respetables
del país». Señala también cómo Santa Anna ya había iniciado trámites para traer un monarca
extranjero por medio del general Félix Zuloaga y que estos intentos fueron interrumpidos por la
malograda Revolución de Ayutla. Estos hechos demuestran el hondo arraigo del ideal monárquico
en México.
Los autores de Questioni se lamentan de los cincuenta años de revolución que ha sufrido el paÍs
por no haberse puesto en práctica el Plan de Ayutla original, ante la negativa de Fernando VII. Por
otra parte, se muestran altamente pesimistas sobre la capacidad de gobierno de los mexicanos;
inclusive descartan la posibilidad de que intervengan en el gobierno monárquico, ya que reconocen
que los mejores hombres están dentro del partido liberal y por obvias razones no se les debe
incluir. Por ello apoyan plenamente no sólo la intervención extranjera, sino que la consideran
indispensable.
En cuanto al tipo de monarquía que se debe establecer, el documento descarta rotundamente el
sistema constitucional para México, ya que al haber división de poderes, las pasiones de los
hombres se exacerban y, en un país donde no ha existido en tantos años la obediencia a la
autoridad, se gobernaría por intereses y no por principios. Por ello recomienda el establecimiento
de una monarquía absoluta como las europeas anteriores a la revolución francesa (sic). Querían
retroceder las manecillas del reloj por lo menos un siglo. Recuerdan a Benedicto XII recomendando
en 1828 el sistema monárquico como el ideal para las Américas. Este documento es un claro
ejemplo de las ideas de la jerarquía católica respecto de México y explican el por qué la Iglesia fue
copatrocinadora del Segundo Imperio mexicano, dándole a la intervención y al imperio un apoyo
19 Martina Huerta, Juárez fundador de un Estado civil, tesis profesional para optar al título de Licenciado en Historia,
México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1970, p. 8.
20 José Fernando Ramirez, Memorias para servir a la historia del Segundo Imperio mexicano, México, Tipografía de
Victoriano Agüeros, 1904, t. v, p. 401-404.
21 Intorno alta Monarchia Da Stabilirse in Messico Questioni 1863, traducción del doctor Luis Ramos, Archivo de la
Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios de la Secretaría de Estado del Vaticano, Fae. 652, p. 2834.
145
Guía de lecturas
financiero y moral decisivo, que hizo que el pueblo mexicano recibiera con guirnaldas a los soldados
del ejército francés invasor y al emperador austriaco.
Autores clericales declaran orgullosamente que la intervención de la institución eclesiástica fue
decisiva para el establecimiento del Imperio y que tanto la intervención como el Imperio, si se
atiende a sus primeras causas, tuvieron su origen en la Constitución del 57, por infiltrarse en ella
el principio de libertad de creencias que quitaba la supremacía a la Iglesia. Asi lo manifestarían
los mismos obispos a través del obispo de Michoacán, señor Munguía, en su representación al
emperador Maximiliano en marzo de 1865: «La causa ocasional de este cambio (de gobierno)
está representada en la no interrumpida serie de atentados cometidos por los gobiernos de
Comonfort y Juárez en esas leyes y medidas que, atacando las creencias máximas y los más
sagrados intereses de este pueblo católico» son todo ello "causa y apoyo al mal necesario de una
intervención extranjera. Tratábase, no de escoger con libertad y sin coacción un modo de ser
político, sino de librarse a toda costa de un mal terrible".22
En realidad era tan grande el ascendiente de la Iglesia sobre el pueblo, que hubo manifestaciones
de júbilo al celebrarse los oficios de culto externo, después de salir Juárez de la ciudad de México
en junio de 1863:
Con el abandono de la capital por parte de Benito Juárez y sus colaboradores, todo volvió a
tomar en ella el aspecto y el orden que tenía antes de las Leyes de Reforma: los sacerdotes
se presentaron, desde el instante mismo, vestidos con sus trajes eclesiásticos que la
administración liberal les había prohibido llevar [...] Las monjas volvieron a sus conventos
desde el día 2 de junio, cuyas celdas habían sido aseadas y dispuestas desde el día anterior, por familias de buena posición social que quisieron darles esta muestra de aprecio, y
las iglesias cerradas volvieron a abrirse al culto católico, con extraordinarias muestras de
regocijo de parte del vecindario [. .] El sentimiento religioso parecía haber aumentado con
los disposiciones de la administración de don Benito Juárez contra algunos de los actos de
la Iglesia [... ]23
El partido clerical quiso que se identificara a la intervención prirnero y al Imperio después como
gobiernos defensores de la religión católica. Dada la poca preparación del pueblo, el control que
ejercía la Iglesia sobre él y la carencia de una conciencia nacionalista, la tarea fue fácil.
El que personas eminentemente católicas y altamente respetadas por la sociedad de aquel tiempo,
como el canónigo Francisco Javier Miranda o el mismo arzobispo Pelagio Antonio Labastida y
Dávalos, apoyaran la intervención, infundía una gran confianza a la causa imperial. En su calidad
de eclesiásticos robustecían esta empresa muchísimo más de lo que hubieran podido hacerlo:
Antonio de Haro y Tamariz, José María Gutiérrez de Estrada o Juan Nepomuceno Almonte. La
presencia de tan distinguidas personalidades eclesiásticas dentro del partido imperialista era «una
garantía de que nada se intentaba contra la Independencia». Así, «lejos de creerla guerra extranjera,
la juzgaban altamente nacional.»24
La Iglesia se había sublevado contra la Constitución del 57, que representó el principio de su
destrucción politica; Juárez y su grupo personificaban no sólo a los ejecutores de la misma, sino
a quienes con legislación de 1859 les aniquilaron políticamente. Por ello, la intervención era un
«mal necesario» como acto preparatorio al Imperio y sería «la salvación de México». Juárez
22 Jesús García Gutiérrez, La Iglesia mexicana en el Segundo Imperio, México, Editorial Campeador, 1955, p. 13.
23 Niceto de Zamacois, op. cit., t. xvi, p. 512-513, 2-:1 Ibid., t. xvi, p. 292.
24 Ibid., t. XVI, p. 292.
146
Historia de México I
había atacado a la religión; intervención y el Imperio vendrían a defenderla, tal fue la consigna los
clericales.
La empresa imperial
Lo cierto es que quien quiso aprovechar la situación en que se encontraba México fue Napoleon
III, para así llevar a la práctica sus proyectos imperiales planeados desde su prisión en Ham. El
partido clerical se puso en manos de uno de los imperios más poderosos de Europa, imperio que
paradójicamente era liberal. Bajo la égida del emperador francés, árbitro de la reconstrucción de
los pueblos latinos y del catolicismo, se formaría la «alianza providencial» que opondría un dique
al poderío de los Estados Unidos, el gran rival de las potencias europeas.25 Napoleon tuvo la
oportunidad de satisfacer sus ambiciones imperialistas aprovechando que Estados Unidos se
encontraba en plena guerra civil. Para justificar la intervención, se valió de la suspensión del pago
de la deuda pública decretada por Juárez, así como de los imperialistas mexicanos que pusieron
en sus manos el destino del país, solicitando el auxilio europeo.
Escritores parciales, sin rigor científico, como el padre Jesús García Gutiérrez, no por la via del
análisis histórico, sino por su afán de exonerar a los clericales de toda responsabilidad, llegan al
colmo de la exageración al afirman que cuando: «[ ... ] los conservadores expusieron a Napoleón
III sus deseos de cambiar de régimen, ya Maximiliano había consentido en ser emperador de
México, tenía ya trazado su programa de gobierno, (y) estaba en relaciones con Pío IX [...] 26 Los
conservadores que recurrieron a la intervención extranjera lo hicieron en la ingenua creencia de
que la independencia del país sería respetada y más que eso, en la seguridad de que el país sería
salvado de caer en las manos de Estados Unidos.27 Pero tal seguridad estaba evidentemente en
manos del emperador francés, quien cumpliría con su papel paternal según lo permitieran sus
propias circunstancias y las del país adoptado.
El ministro de Relaciones Exteriores de Francia decía en sus instrucciones al vice-almirante De la
Graviere, que el interés de la intervención es «[...] ver salir a México del estado de disolución
social en que se hallaba sumergido, que paraliza todo desarrollo de su propiedad, anula para sí y
para el resto del mundo todas las riquezas con que la Providencia ha dotado su suelo
privilegiado...»28
El mito de la riqueza mexicana surgido desde el principo de siglo con la obra de Humboldt y
alimentado posteriormente con libros como El México antiguo y el México moderno de Michel
Chevalier entre otros,29 atrajeron miradas codiciosas hacia México y constituyeron, sin duda, una
motivación fundamental para la intervención.
Siendo Napoleón III patrocinador de la empresa imperial mexicana, únicamente a él correspondia
la elección del futuro emperador. Los conservadores imperialistas se habían puesto en sus manos
y no podían exigirle nada.
25 John Leddy Phelan, «Pan Latinism. French Intervention in Mexico (18611867) and the Genesis of the idea of Latin
Arnerica» en Conciencia y autenticidad históricas en homenaje a Edmundo O’Gorman, México, UNAM, 1968, p.
281-283.
26 Jesús García Gutiérrez, La Iglesia..., p. 5.
27 Jesús García Gutiérrez, Acción anticatólica en México, México, Editorial Jus, 1959, p. 101-102.
28 Francisco de Paula Arrangoiz, op. cit., p. 49. El subrayado es de la autora.
29 Michel Chevalier, Le Mexique ancient et moderne, 12a ed., París, Hachette, 1864.
147
Guía de lecturas
Aun cuando no existían dudas de lo anterior, es interesante leer al propio Maximiliano agradeciendo
su postulación a Napoleón en carta del 2 de enero de 1862:
Un informe del príncipe de Metternich que me acaba de comunicar el conde de Rechberg y
que se refiere a una entrevista que vuestra majestad y la emperatriz se habían dignado
concederle últimamente,me hace saber que Vuestra Majestad sigue dedicado a la
prosecución del proyecto concebido por Ella con respecto de México, el mismo bondadoso
interés que os ha movido, Señor, a proponer mi nombre en tan importante asunto...30
No obstante, los conservadores no lo reconocen. Arrangoiz defiende tenazmente la independencia
de su grupo y nos transcribe las notas de José Manuel Hidalgo para demostrarla. En éstas aparece
el propio Hidalgo como el elector de Maximiliano, siendo ésta la idea defendida por autores
conservadores hasta la fecha:
La cuestión del candidato no dejaba de presentar sus dificultades. Elegir un príncipe de
alguna de las naciones interventoras habría sido impolítico; esto salta a la vista. Lo más
natural, lo más cuerdo, lo más acertado, era volver la vista atrás y recordar el Plan de
Iguala, proclamado por Iturbide, en que se llamaba al trono de México, entre otros, a un
archiduque de la casa de Austria; y los pasos que otra vez había dado en Viena el señor
Gutíérrez con el mismo objeto.
El nombre del archiduque Maximiliano se presentaba naturalmente en esta coyuntura, atento
a que había adquirido cierta popularidad en Europa por sus ideas de progreso y por sus
tendencias durante el tiempo que gobernó la Lombardía y Venecia. Todo lo que de S.A.I. y
R. se sabía, nos llevaba a creerlo el más a propósito para la regeneración de un país
trastornado por cuarenta años de una sangrienta anarquía.31
El propio José Manuel Hidalgo escribe: «No cesaré de repetir, porque así es verdad, que en punto
a candidato, Napoleón no deja ver jamás preferencia alguna, dejando la iniciativa de esto a los
mejicanos, cualesquiera que fuera su elección.»32
Aun cuando en estos párrafos no se especifica concretamente quién hizo la elección, Arrangoiz
aclara que:
[...] no fue en esta vez el señor Gutiérrez de Estrada el que propuso la candidatura para la
corona de México, como equivocadamente se ha dicho y escrito [. . .] sino que fue Hidalgo,
y fueron el mismo Arrangoiz e Hidalgo quienes creyeron que el honor de ir a proponer la
corona al archiduque correspondía al señor Gutiérrez, que hacía veinte años había propuesto
la monarquía y sufrido por ella ... 33
Señala Arrangoiz que hicieron especial hincapié a Gutiérrez de Estrada en el sentido de que «sus
gestiones —el ofrecimiento de la corona de México a Maximiliano- habían de ser como mejicano
y a nombre de sus compatriotas, pues la Francia era extraña a esta candidatura, y no reconocía
más elección que la que resultara del voto del pueblo mejicano».34
30 Correspondencia sostenida entre el emperador Napoleón III, la emperatriz Eugenia, el archiduque Maximiliano y
la archiduquesa Carlota, de octubre de 1861 al 8 de noviembre de 1866, copias tomadas del archivo de Viena en
traducción al español. Archivo José C. Valadés, Carta de Maximiliano a Napoleón III, Miramar, 2-1-1862, p. 5.
31 José Manuel Hidalgo, citado por Arrangoiz, en Apuntes..., p. 27-28.
32 José Manuel Hidalgo, Un hombre de mundo escribe sus impresiones, Cartas de José Manuel Hidalgo y Esnaurrízar,
ministro en París del emperador Maximiliano, recopilación, prólogo y notas por Sofía Verea de Bernal, México,
Editorial Porrúa, 1960, p. 19.
33 Arrangoiz, op. cit., p. 28-29.
34 José Manuel Hidalgo, citado por Arrangoiz, Apuntes..., p. 28.
148
Historia de México I
En realidad, la intervención de Hidalgo en la elección de Maximiliano se redujo a encontrarse al
lado de Napelón III y a secundar la decisión de éste, ya que gozaba de la confianza de los
emperadores no sólo por su simpatia natural, sino porque ya desde España había conocido a la
emperatriz Eugenia al ser recibido en la casa de la condesa de Montijo. La emperatriz lo acercó a
Napoleón y desde 1859 hablaron del establecimiento de una monarquía en México. Al sugerirle
Hidalgo a Napoleón la candidatura de don Juan de España, éste respondió negativamente diciendo
que «había pensado en el duque de Aumale, pero que éste no había aceptado».
La emperatriz francesa propuso a dos alemanes, pero fueron rechazados por no ser católicos. En
carta de octubre de 1861 dirigida al conde de Flahault, Napoleón III explica por qué la elección
final recayó en Maximiliano de Habsburgo, y al mismo tiempo señala la razón de ser del Imperio:
Se me ha preguntado confidencialmente cuál sería mi candidato había que escoger a un
príncipe animado del espíritu de la época [...] y propuse el nombre del archiduque Maximiliano.
Esta idea fue aceptada con gusto por el pequeño comité residente en Francia. Las cualidades
del príncipe, su alianza por su esposa con el Rey de los Belgas, vínculo natural entre Francia
e Inglaterra, el hecho de pertenecer a una potencia no marítima, por todo esto me pareció
reunir todas las condiciones deseables. Y yo por mi lado, lo confieso, creí que era de buen
gusto de mi parte, proponer como candidato eventual a un príncipe perteneciente a una
dinastía con la cual estuve recientemente en guerra.35
Así pues, Napoleón III, el empresario de este Segundo Imperio, fue el elector de Maximiliano y los
mexicanos imperialistas se pusieron primero en sus manos y después en las del príncipe elegido
para resolver todos los problemas de México.
El maestro Martín Quirarte, uno de los especialistas contemporáneos que más ha estudiado este
período de nuestra historia nacional, define con gran claridad al heterogéneo grupo de mexicanos
que trabajó en pro del Imperio:
Pocas veces ha habido en la historia del siglo XIX un grupo de mexicanos tan ingenuos
como los hombres que prepararon el advenimiento del Segundo Imperio [...] Pasma ver
hasta qué grado algunos de los imperialístas mexicanos de la época, habían hecho una
abdicación de su propia voluntad [...] Una vez que se le había propuesto a Maximiliano una
corona, todo tendría que venir por añadidura.36
Ya puesta en marcha la empresa imperial, no obstante que el gobiemo mexicano había derogado
el decreto de suspensión de la deuda pública extranjera de julio de 1861 en octubre del mismo
año, después de la intervención tripartita vino el avance francés en 1863 hasta adueñarse de la
ciudad capital de México.
Entonces se procedió a reunir una Asamblea de Notables que bajo la protección del ejército
intervencionista, decidió formalmente qué clase de gobierno tendría México y en manos de quién
sería depositado. Esta asamblea, en solemne sesión, aprobó el dictamen estableciendo que:
1.
La nación adoptaba la monarquía moderada, hereditaria, con un prícipe católico.
2.
El soberano tomaría el título de emperador de México.
35 Carta de Napoleón al conde de Flahault, x-1861. Correspondencia citada, p. 3.
36 Martín Quirarte..., p. 320.
149
Guía de lecturas
3.
La corona imperial se ofrecería a S.A.I. y R. el príncipe Fernando Maximiliano,
archiduque de Austria, para sí y sus descendientes.
4.
En el caso de que por circunstancias imposibles de prever, el archiduque Fernando
Maximiliano no llegase a tomar posesión del trono que se le ofrecía, la nación
mexicana se remitía a la benevolencia del emperador de los franceses para que se
le indicase otro príncipe católico (10 de julio de 1863).
En los días anteriores a la reunión de la asamblea, periódicos como El Cronista de México y La
Independencia habían hecho una gran publicidad con efusivos artículos en pro del establecimiento
de la monarquía.37 Al aprobarse dicho dictamen, hubo grandes muestras de beneplácto según
nos refiere Niceto de Zamacois con viva emoción:
Prolongados y estrepitosos aplausos, acompañados de entusiastas vivas [...] en las concurridas
galerías del congreso, en las tribunas, en los espaciosos corredores de palacio, como en sus
grandes patios y en la inmensa plaza de armas que estaban llenos de personas de todas las
clases de la sociedad.38
Para los monarquistas el día de la «salvación» del país había llegado. Maximiliano de Habsburgo
aceptó la corona de México el 10 de abril de 1864, con el beneplácito de su hermano Francisco
José, emperador de Austria, del emperador de Francia, Napoleón III y de los imperialistas
mexicanos. Francisco José no vaciló un solo instante en consentir en el alejamiento de Maximiliano,
con quien estaba en constante desavenencia, ya que «de ideas liberales, siempre inquieto [ ... ] a
cada paso le creaba dificultades», además de ser «extraordinariamente popular en todo el país».39
Así, su coronación en México fue motivo de tranquilidad para el imperio austriaco.
Maximiliano había retardado su aceptación al trono, ofrecido formalmente desde el 3 de octubre
de 1863, en buena parte por no encontrar la mejor forma para redactar el acta de renuncia a sus
derechos eventuales al trono de Austria que le era exigida por su hermano y que él no quería dar.
Arrangoiz relata cómo el archiduque les comentó a él y a Hidalgo que la renuncia que le habían
redactado era infirmable, ya que contenía «frases poco decorosas».40
Por fin, el 9 de abril firmó su renuncia y al día siguiente recibió a la diputación mexicana para las
formalidades del caso. En la ceremonia de aceptación al trono, el presidente de dicha diputación,
José María Gutiérrez de Estrada, pronunció un emotivo discurso poniendo de relieve su ideología
conservadora. Destacó que:
Los dos grandes principios, católico y monárquico, que introdujo en Méjico el pueblo noble
y caballeroso que hizo su descubrimiento, arrancándole de los errores y de las tinieblas de
la idolatría; a estos principios que nos hicieron nacer para la civilización, deberemos esta
vez también nuestra salud; vivificados como lo han sido por nuestra independencia, y como
lo son hoy por las risueñas esperanzas vinculadas al naciente imperio.
Concluía diciendo que en la empresa imperial se revelaba de un modo patente la mano de Dios y
que nadie podría decir «que nuestra salvación, obtenida contra todas las probabilidades humanas,
no haya sido la obra de la Providencia, y Vuestra Alteza Imperial, el instrumento escogido por ella
para consumarla».41
37 Niceto de Zamacois, op. cit., t. xvi, p. 590.
38 Ibid., t. xvi, p. 614.
39 Jesús García Gutiérrez, La Iglesia..., p. 7.
40 Francisco de Paula Arrangoiz, Apuntes..., p. 181; Niceta de Zamacois, op. cit., t. xvii, p. 134.
41 Discurso pronunciado por el presidente de la diputación mexicana en la ceremonia de aceptaclón al trono del
emperador Maximiliano, en apéndice documental, Zamacois, op. cit., t. Xvii, p. 1184-1150.
150
Historia de México I
El discurso pronunciado a continuación por el archíduque es un documento de vital importancia
porque en él manifiesta claramente sus ideas liberales. Debe hacerse notar que escritores clericales
como Arrangoiz no lo transcriben completo; omiten los párrafos en que abiertamente se define
por una política liberal. Esta omisión se debio, seguramente, a su interés en culpar al emperador
de incongruencia por llevar una política contradictoria o, en el mejor de los casos, de volubilidad.
He aquí los párrafos aludidos:
Acepto el poder constituyente con que ha querido investirme la nación, cuyo órgano sois vosotros,
señores, pero sólo lo conservaré el tiempo preciso para crear en Méjico un orden regular, y para
establecer instituciones sabiamente liberales [. . .]
Nosotros probaremos, así lo espero, que una libertad bien entendida se concilia perfectamente
con el imperio del orden: Yo sabre respetar la primera y hacer respetar el segundo.42
Concluía su discurso manifestándose respetuoso de la autoridad pontificia como todo buen católico:
«Al partir para mi nueva patria, tengo intención de detenerme en Roma para recibir de manos del
Padre Santo su bendición, tan preciosa para todos los soberanos, y que lo es doblemente para
mi, que estoy llamado a fundar un imperio.»
A continuación prestó juramento sobre los evangelios y culminó la ceremonia con un Te Deum en
la capilla de Miramar. El emperador no pudo asistir al banquete posterior «por haberse alterado
su salud con las emociones de aquel día y de la víspera»,43 mal presagio para el inicio de la vida
imperial de Maximiliano.
42 Discurso completo en Zamacois, op. cit., t. xvii, p. 147-149. Nota, el subrayado es de la autora.
43 Arrangoiz, Apuntes..., p. 182.
151
Guía de lecturas
CAPÍTULO V
EL ENFRENTAMIENTO DEL PODER IMPERIAL Y DEL PODER ECLESIÁSTICO
Maximiliano, la curia y el clero
Como hasta aquí hemos visto, las relaciones entre el emperador y la Iglesia no fueron todo lo
cordiales que ambas partes hubieran esperado. Napoleón había prevenido a Maximiliano sobre
los defectos de los miembros de esta institución: «El clero en México me parece estar animado
aún de ideas absolutas y poco conciliadoras. Causará muchas dificultades a Vuestra Majestad»,1
lo que Maximiliano pudo comprobar tan sólo un mes después de su llegada.2
Por su parte, también Eugenia y Carlota intercambiaban abundante correspondencia, en la que
aludían constantemente a las autoridades eclesiásticas. Ya desde tiempos de la Regencia, la
emperatriz de Francia había manifestado su gran desconfianza al alto clero.3 La primera impresión
que recibió Carlota de los dirigentes de la Iglesia mexicana fue totalmente negativa; aunque
reconocía que en el bajo clero había elementos valiosos, decía que «los sacerdotes no enseñaban
ni el catecismo en las escuelas».4
Todo lo anterior llevó a los emperadores mexicanos a concebir, desde el primer momento de su
gobierno, la necesidad de reformar al clero, encaminando su política eclesiástica hacia ese objetivo.
Consideraban que el clero se encontraba inmiscuido en cuestiones ajenas a su ministerio y querían
limitarlo al lugar que le correspondía. Así, Carlota comenta que cuando «se le haya hecho volver
a su esfera y que comience a ocuparse de su ministerio, podría quizá con el tiempo llegar a ser
bastante bueno».5
Para establecer su Imperio, Maximiliano esperaba conquistar a los liberales, ya que desconfiaba
de la buena fe y sinceridad de los de ideas clericales:
[...] en cuanto a la actitud del clero y de sus partidarios, a la vez que protesta calurosamente
una lealtad sin límites, este partido influyente prepara en la sombra las armas para tratar de
combatir o entorpecer mis ideas de progreso. Como el Nuncio no llega, me veré pronto en
la necesidad de entablar el examen de las cuestiones tan graves relacionadas con los
bienes del clero, sin la cooperación de la corte de Roma.6
El emperador estaba consciente de la importancia del asunto de los bienes del clero. Sabía que el
tratamiento que se diera a este problema sería de suma importancia para el nuevo gobierno.
Había que sentar un precedente de legalidad y liberalidad, sometiendo a la Iglesia a la autoridad
civil, pero sin dejar de mantener buenas relaciones con el pontificado.
Como vimos en el capítulo anterior, el grupo clerical temía que el padre Miranda hubiera estado
en lo justo al pensar que la elección de Maximiliano había sido un error. El hecho de enviar un
ministro plenipotenciario a Víctor Manuel «que estaba en abierta disidencia con el Santo Padre»7,
1Carta de Napoleón a Maximiliano, 15-v-1864, correspondencia citada, p. 94.
2 Carta de Maximíliano a Napoleón, 18-vi-1864, correspondencia citada, p. 107.
3 Carta de Eugenia a Carlota, 16-111-1864, correspondencia citada, p. 69.
4 Carta de Carlota a Eugenia, 18-vi-1864, correspondencia citada, p. 103.
5 Idem.
6 Carta de Maximiliano a Napoleón, 26-vii-1864, correspondencia citada, p. 110.
7 Arrangoiz, Apuntes..., p. 198-199.
152
Historia de México I
alarmó más a los componentes de este sector. Además, al crear el emperador la nueva Orden del
Águila, superior a la Orden de Guadalupe (para hombres y la de San Carlos para mujeres), no dio
esta distinción al arzobispo de México, al que desde los primeros días de su llegada había despojado
del cargo de canciller de la Orden de Guadalupe, designando en su lugar al general Almonte.
Finalmente. «envió los collares de la Orden del Águila a varios soberanos, siendo uno de los
primeros agraciados Víctor Manuel»,8 con lo cual acabó con las expectativas de los conservadores
defensores de la Iglesia.
Mientras la prensa liberal continuaba atacando a los conservadores con la venia imperial, éstos
depositaban sus esperanzas, ya varias veces frustradas, en la venida del nuncio, Maximiliano,
esperando también que esto resolviera la situación, urgió nuevamente su envío, a Roma. Desde
septiembre de 1863, cuando el Imperio era apenas un proyecto, Maximiliano comunicó a Napoleón
y a la Santa Sede su preocupación a este respecto:
La elección del Nuncio apostólico me parece a mí, como al general Almonte, un asunto de gran
importancia, y voy a dirigirme al Santo Padre con el fin de obtener, en caso dado, el nombramiento
a ese puesto de algún personaje que reúna las cualidades necesarias para poder esperar una
solución favorable de las cuestiones delicadas que aún hay que resolver entre el Estado y la
Iglesia en México.9
El 22 de julio de 1864, el ministro de Relaciones, José Fernando Ramirez, envió al ministro
plenipotenciario en Roma, Ignacio Aguilar y Marocho, un despacho para apremiar la venida del
nuncio, recomendándole que:
[...] usando de toda la prudencia, toda la moderación y toda la cortesía que le caracterizan,
informe al Cardenal Secretario de Estado, que si el Nuncio de su Santidad no llega a Méjico
en tiempo oportuno, el Emperador, a pesar suyo, se vería forzado a tomar la iniciativa y a
adoptar las medidas que reclamaban la paz y la tranquilidd del Imperio, de acuerdo con las
que pudieran reclamar los intereses de la religión y de la Iglesia, que le eran igualmente
caros.10
Por conducto de Aguilar y Marocho se pidió igualmente al pontificado que el nuncio tuviera
«facultades suficientes para cortar las dificultades que encontrara [...], para tranquilizar los ánimos
conmovidos por el grave problema de los bienes del clero, negocio importantísimo por los intereses
que habla creado y que no podía dejarse sin solución por los graves daños que acarrearía al
Estado y a la Iglesia». El representante mexicano señalaba que al encontrarse involucrados
extranjeros en el asunto podía ocasionarse hasta un conflicto internacional.11
La primera noticia sobre la designación del nuncio la encontramos en una carta de la emperatriz
Eugenia a Carlota del 30 de julio de 1864. En ella la emperatriz francesa manifestó sus temores
por la nefasta influencia que el clero mexicano podia ejercer en el representante pontificio
predisponiéndolo para las negociaciones.12
8 Idem, p. 202.
9 Carta de Maximiliano a Napoleón, 12-IX-1863, correspondencia citada, p. 44-45.
10 Carta de José Fernando Ramírez a Ignacio Aguilar y Marocho, en Zamacois, op. cit., t. XVII, p. 702, y en José
Fernando Ramírez, Historia Documentada..., en Genaro García, t. xin doc. Lxvi, núm. 1, p. 220.
11 José Fernando Ramírez, Historia documentada... , en Genaro García, op. cit., t. XIII, doc. LXVI, p. 218-220, en
particular. El documento completo abarca de la p. 20 a la 272.
12 Monseñor Labastida, me parece estar lejos de aceptar una transacción; es verdaderamente enojoso que los
bienes terrenales tengan una parte tan grande en los sentimientos de aquellos que deberían ser los más desligados
de ellos. Confieso que temo mucho por monseñor Meglia, por la atmósfera que va a rodearlo, y que tal vez le dé
una falsa idea de las cosas. Gutiérrez de Estrada se va a Roma; sus ilusiones sin duda se comunicarán al Sacro
153
Guía de lecturas
Posteriormente en carta de septiembre de 1864, Eugenia confirmó la noticia del nombramiento
de Pedro Francisco Meglia, dando referencías poco alentadoras, por la propia experiencia que
Francia había tenido con él:
Monseñor Meglia ha sido nombrado como Nuncio en México por el Santo Padre.
Desgraciadamente su carácter poco conciliador no le ha atraído muchos amigos entre el
clero francés, y creo que su larga estancia en París no ha modificado tampoco sus ideas en
un sentido más liberal, pero quizá se modificará todo esto una vez allá, y no causará disgustos
a vuestras majestades en una cuestión ya tan complicada. 13
En efecto, siendo Meglia un clérigo conservador, al servicio de uno de los Papas más recalcitrantes
del siglo y encontrándose a un clero como el mexicano tan ultramontano, era difícil que llegara a
un acuerdo con Maximiliano. En carta de 24 de noviembre de 1864, la emperatriz francesa confirmó
que habría tormenta: «Temo siempre que Monseñor Meglia cause disgustos a Vuestra Majestad;
sin embargo, nos han prometido que le van a dar instrucciones conciliadoras».14
La situación que existía entre Francia y el Vaticano era muy peculiar. Por otra parte, convenía
políticamente a Napoleón ofrecer su apoyo, incluso militar, a los Estados Pontificios, tanto por
agradar a los franceses católicos, como por conservar su posición de árbitro de la política europea.
Por otra parte, la política liberal napoleónica era incompatible con Pío IX, defensor de la suprema
autoridad eclesiástica, futuro creador de la infalibilidad pontifícia». En consecuencia, el intransigente
jerarca llevó el conflicto de México por el camino de las dilaciones. Sin llegar a una ruptura definitiva,
por los compromisos existentes con Francia y por tratarse de un gobierno católico, no estuvo
dispuesto a dar concesiones a un país con un gobierno endeble. Además, cualquier concesión
hubiera constituido un funesto precedente para el poder eclesiástico en la América hispana.
El secretario de Estado de la Santa Sede dio a conocer el nombramiento de monseñor Meglia el
6 de septiembre de 1864. En breve comunicado se indicaban también las bases de la misión del
representante del Estado Pontificio, totalmente distintas a las que hubiera deseado el emperador.15
Maximiliano escribe a Napoleon III que está decidido a no ceder frente a las pretensiones de la
curia.
Como consecuencia de la política tan notable adoptada por Vuestra Majestad, para terminar la
cuestión italiana, contaba yo con que la Corte de Roma entraría, con respecto a Méjico, en un
camino razonable y conciliador; pero si se puede creer el telegrama, del que envío una copia a
Vuestra Majestad, las pretensiones del clero mexicano son aún menores que las exigencias del
gobierno pontifical.
De consiguiente, me veré obligado a mostrar, en la solución de esa importante cuestión, una
firmeza inquebrantable, que además exigen mis deberes contraídos con el pueblo que me ha
elegido y con el por venir de Méjico.16
Monseñor Antonelli, director y ejecutor de la política de la curia romana, era mucho más diplomático
que su Pontífice, pero no por ello menos inflexible en la cuestión mexicana. Si la intransigencia de
Colegio, y de ilusión en ilusión desaparecerá lo práctico y lo verdadero; creo deber decir todo esto a Vuestra
Majestad para advertírla; es inútil agregar que nosotros haremos todo lo posible por hacer ver la verdad pero ¿lo
creerán así en Roma? Carta de Eugenia a Carlota, 30-VIL-1864, correspondencia citada, p. 115.
13 Carta de Eugenia a Carlota, IX-1864, correspondencia citada, p. 124.
14 Carta de Eugenia a Carlota, 24-IX-1864, correspondencia citada, p. 128.
15 Zamacois, op. cit., t. XVII, p. 703.
16 Carta de Maximiliano a Napoleón, 11-XI-1864, correspondencia citada, p. 129-130.
154
Historia de México I
Pío IX fue inveterada, también la posición de Maximiliano frente a la Iglesia lo sería, por lo menos,
hasta el momento en que se inició el hundimiento de su Imperio.
El emperador había escrito una carta a Gutiérrez de Estrada el 30 de octubre, diciéndole que lo
peor que había encontrado en México, hasta ese momento, eran los funcionarios judiciales, los
oficiales del ejército y la mayor parte del clero. Aseguraba que ninguno de ellos sabía sus deberes
y que vivían sólo para el dinero. Los jueces eran corruptos, los oficiales del ejército no tenían
sentido del honor, y el clero carecía de carácter cristiano, caridad y moral. La solución a tan
deplorable situación la daba Maximiliano en la misma carta: «[...] se necesita un buen concordato
y para ello se necesita que venga un nuncio de buena fe, cristiano y con voluntad férrea. Sólo así
se podría reorganizar y catolizar al clero que pierde su tiempo, energía y capital nacional jugando
a la política y descuidando sus deberes pastorales».17
Mientras llegaba el nuncio, la prensa liberal prosiguió sus acostumbrados ataques al grupo clerical. Zamacois, que transcribe todos estos articulos, explica la tolerancia del emperador en este
sentido, como parte de una táctica premeditada para desprestigiar a la Iglesia y a su grupo; así,
en caso de no arreglarse las cosas con el nuncio, no sería por falta de catolicismo de Maximiliano,
sino que se culparia a la intransigencia de la Santa Sede.18
Por el otro lado, la prensa conservadora exaltaba la importancia trascendental de la venida del
representante de Su Santidad. En La Monarquía se declara que del éxito de estas negociaciones
depende en gran parte «la consolidación del imperio»; ensalza el poder de la curia romana,
asegurando que el «pontificado» en su aparente debilidad (refiriéndose a los conflictos con la
Unidad Italiana), tiene una fuerza que jamás pudo ni puede quebrantar la Europa». Defienden a la
Iglesia y al nuncio asegurando que defienden «sus rentas como medio de apostolar [...] y no con
afán de lucro y hacen hincapié en que sólo los «malos reformadores se alejan de cuanto atañe a
la Iglesia y al Papa».19 El Cronista de México y en general todos los periódicos de tendencia
conservadora, esperan la solución del conflicto en forma favorable gracias a la venida del nuncio.
En carta a su abuela del 10 de agosto de 1864, la emperatriz Carlota comentó la llegada del
representante pontificio:
«La llegada del Nuncio es un hecho importante para el arreglo de las cuestiones eclesiásticas.
Yo espero que, gracias a nosotros, este país llegue a ser sanamente católico y al mismo
tiempo liberal, porque hoy no es ni lo uno, ni lo otro. Los escándalos del clero han sido tan
grandes que, gracias a que nuestra santa religión es divina, no ha sucumbido, aunque no
tardará en desaparecer sin las reformas que traemos entre manos». 20
Al tenerse noticia de que el nuncio está por llegar a Veracruz, Maximiliano envía a su consejero
Herr Schertzelechrier y al conde de Bombelles al puerto a darle la bienvenida y escoltarlo a
México. Arrangoiz reprueba que no se enviara a ningún mexicano y da a este hecho una gran
significación. Asegura que si se envió una comitiva de recepción no fue tanto por atención, «cuanto
por aislar al Nuncio a impedir que tuviera comunicación con las gentes del país». Pero si bien
pudo ser ésta la causa, no lograría su objetivo ya que el clero mexicano mantenía siempre constante
comunicación con el pontificado. Por ello resultaba irrelevante aislarlo, ya que de todas formas
estaba al corriente de la situación y tal aislamiento sólo seria factible durante el viaje. También
17
18
19
20
Carta de Maximiliano a Gutiérrez de Estrada, en Cleven, op. cit., p. 343-344.
Zarnacois, op. cit., t. xvii, p. 642-643.
Idem, p. 671-672.
Carta de Carlota a su abuela, 10-viii-1864, en Garcia Gutiérez, La Iglesia... P.50.
155
Guía de lecturas
censura Arrangoiz al emperador por haber ordenado «que en ninguna parte de su tránsito hasta
la capital se hicieran demostraciones oficiales».21 Lo que se hizo con el afán de restarle fuerza e
importancia a la representación pontificia.
Habiendo llegado a Veracruz el 29 de noviembre de 1864, monseñor Pedro Francisco Meglia,
arzobispo de Damasco y nuncio apostólico ante el Segundo Imperio mexicano, entró en la ciudad
de México el 7 de diciembre en carroza descubierta. Carlota comenta a Eugenia: «Anoche llegó a
México el Nuncio, sin manifestaciones de ninguna clase; ya se habían dado órdenes para
prevenirlas en caso de haberse efectuado. Por lo visto es un comienzo satisfactorio. El sábado
será recibido por el Emperador».22
De acuerdo con la línea establecida desde un principio de marchar de acuerdo con los
patrocinadores del Imperio,» Carlota envió a los emperadores franceses, en diciembre de 1864,
el proyecto de concordato de Maximiliano, pieza angular de la política eclesiástica del Segundo
Imperio, opinando con gran ingenuidad: «A mi me parece estar perpectamente redactado, pues a
primera vista parece inofensivo y sin embargo es muy liberal».24 Veremos posteriormente que el
concordato no podía, ni a primera vista, parecer inofensivo. El nuncio encontró a un emperador
decidido a actuar con firmeza, con un gabinete que participaba de las ideas de la reforma respecto
a los bienes de la Iglesia y con un proyecto de concordato fiel a estos principios anticlericales.
El día 10 de diciembre tuvo lugar la recepción oficial al representante papal, rindiéndosele todos
los honores correspondientes a su jerarquía.25
A continuación transcribimos la parte medular del discurso que pronunció el nuncio en la
presentación de sus credenciales.
El soberano Pontífice que conoce ya vuestra adhesión a la Iglesia y vuestras benévolas
intenciones, tiene demasiada confianza en voz para dudar que nuestra santa religión que
es la fuente más fecunda de la prosperidad de las naciones, y el más sólido apoyo de los
gobiernos y de los tronos, será el objeto constante de la protección de Vuestra Majestad
Imperial.26
Desde el primer encuentro fue evidente la posición intransigente que mantendría el representante
pontificio. Por su parte el discurso que había preparado el emperador para la recepción del nuncio
no era precisamente conciliador. Y aunque Ramírez refiere que fue enmendado,27 no dejó de ser
un discurso severo en el que se empieza por comentar con dureza la tardanza del Vaticano para
enviar a su representante:
Monseñor: es para nosotros un verdadero consuelo ver finalmente realizada la promesa
que se nos hizo en Roma, prueba de que la Santa Iglesia quiere el arreglo definitivo y tan
necesario de los difíciles asuntos pendientes entre nuestro gobierno y la Santa Sede
Apostólica.
21 Arrangoiz, Apuntes..., p. 203-204.
22 Carta de Carlota a Eugenia, 8-XII-1864, correspondencia citada, p. 140.
23 Cfr., Carta de Maximiliano a Napoleón, 11-XI-1864, correspondencia citada, p. 130.
24 Carta de Carlota a Eugenia, 8-XII-1864, correspondencia citada, p. 140.
25 José Fernando Ramírez, Historia Documentada..., doc. LXVI, núm. 2; Ceremonial para el recibimiento del Nuncio
Monseñor Meglia, en Genaro García, op. cit—t. XIV, p. 220-226.
26 Idem, doc. LXVI, núm. 3, p. 226-228.
27 Ramírez, Memorias..., t. y, p. 305.
156
Historia de México I
A continuación fija las bases para las negociaciones puntualizando: que «el gobierno mexicano,
católico, leal y basado sobre la verdadera libertad, no faltará a sus deberes». Termina el emperador
manifestando su deseo de que la venida del nuncio fuera «el primer paso para un mutuo y duradero
arreglo».28
Concluida la ceremonia, Meglia entregó al emperador una carta del Papa. El documento,29 fechado
el 18 de octubre, contiene las ideas esenciales de la política de Pío IX sobre la defensa de la
Iglesia, su supremacía sagrada e inviolable, y la condenación furibunda de las leyes de Reforma
y de todo lo que pudiera limitar en lo más mínimo al poder eclesiástico.
En la carta, Pío IX empieza por recordar a Maximiliano que en abril, cuando «él mismo había
querido ir a Roma, para venerar la tumba de los santos apóstoles y recibir la bendición apostólica»,
le hizo presente «el dolor profundo que sentía [...] en vista del lamentable estado a que las revueltas
habían reducido todo lo concerniente a la religión en la nación mexicana». Aclaraba el Pontífice
que ya había protestado «más de una vez [...] contra la inicua ley llamada de Reforma que destruía
los derechos más inviolables de la Iglesia» y que «ultrajaba la autoridad de sus pastores»;
«usurpaba sus bienes dilapidando el patrimonio sagrado»; «suprimía injustamente las órdenes
religiosas» y «divulgaba máximas falsas contrarias a la santidad de la religión católica»; además
de haber cometido muchos otros atentados «no solamente en perjuicio de personas sagradas,
sino también del ministerio pastoral y de la disciplina de la Iglesia».
A continuación el Pontífice manifiesta que su alegría fue inmensa al ver que se establecería un
Imperio con un príncipe católico «que a dado tantas pruebas de piedad religiosa», pues vendrían
«días pacíficos y afortunados para la Iglesia de México». Reitera que la alegría de los obispos
mexicanos fue también grande. Siendo estos ejemplo de «su abnegación y filial afecto» al Pontífice,
fueron «los primeros en ofrecer su sincero homenaje al soberano [... ] y de oír de labios las más
lisonjeras seguridades de la enérgica resolución que de reparar los daños hechos a la Iglesia y de
reorganizar los centros desorganizados de la administración civil y religiosa».
El Pontífice le recuerda a Maxímiliano que el pueblo de México llamó únicamente para remediar
«los desastres de la religión católica que fue siempre su primera gloria y la base de su prosperidad».
Que han esperado inútilmente y que hasta ahora se han visto frustradas sus esperanzas «tal vez
debido a las dificultades con que se tropieza, cuando se trata de reorganizar una sociedad
desquiciada mucho tiempo», y no se ha hecho la reparación pronta y justa a la Iglesia, ultrajada
con tanta impiedad por la revolución, bien fuera revocando las leyes que la habían reducido a la
opresión y a la esclavitud, o promulgado otras, propias para suspender los desastrosos efectos
de una admínistracion impia. Por eso el Pontífice apela al emperador, a la rectitud de sus
intenciones, a su espiritu católico, a las promesas que nos hizo de proteger a la Iglesia; para que
quite las trabas a la Iglesia en el ejercicio de sus sagrados derechos, revoque las leyes que la
prohiben adquirir y poseer, construir las iglesias y los conventos; no se acepte el precio de los
bienes de la Iglesia en manos de los que los han adquirido; que los religiosos vuelvan a tomar sus
hábitos y vivir en comunidad; que las religiosas no se vean obligadas a mendigar sus alimentos y
a vivir en locales pobres y malsanos, que los periódicos no insulten impunemente a los pastores
y ataquen la doctrina de la iglesia católica, o en su defecto habrá daños mayores.
El Papa conmina al emperador, en nombre de su fe, de la piedad característica en su familia, de
la Iglesia, en nombre suyo y de Dios -que lo había hecho emperador- con el «únicó objeto de
28 Ramírez, Historia documentada, en Genaro García, op. cit., t. XIII, doc. LXVI, núm. 3, p. 228 (El subrayado es de
la autora).
29 Arrangoiz, Apuntes..., p. 204-208; Quirarte, Problema..., p. 334-335; Zamacois, op. cit. t. XVII p 687-691; Cleven,
op. cit., p. 230-232; García Gutiérrez, Iglesia..., p. 52-55.
157
Guía de lecturas
cicatrizar las llagas y de volver a honrar a su religión Santísima», a que ponga manos a la obra y
que haciendo a un lado «toda consideración humana», y guiado «por la prudencia y el sentimiento
cristiano», enjugue las «lágrimas de una parte tan interesante de la familia católica». Para secundar
mejor sus propios deseos envía a Meglía, quien confirmará «de viva voz el sentimiento que le han
causado las tristes noticias» que hasta ese día ha recibido, y le hará conocer todavía mejor sus
intenciones y objetivos.
Por último enumera sus peticiones concretas:
1. [...] la revocación de las funestas leyes de Reforma;
2. [...] la reorganización completa y deseada de los negocios eclesiásticos con la cooperación de
los obispos y del mismo Papa;
3. [...] que la Religión Católica, con exclusión de otro culto disidente, continúa siendo la gloria y el
apoyo de la nación mexicana;
4. [...] que los obispos tengan entera libertad en el ejercicio de su ministerio pastoral;
5. [...] que se restablezcan y organicen las órdenes religiosas con arreglo a las instrucciones y
poderes que hemos dado;
6. [...] que el patrimonio de la Iglesia y los derechos que le son anexos estén defendidos y
protegidos;
7. [...] que nadie obtenga autorización para enseñar ni publicar máximas falsas y subersivas;
8. [...] que la enseñanza tanto pública como privada, sea dirigida y vigilada por la autoridad
eclesiástica;
9. [...] y que en fin se rompan todas las cadenas que han tenido hasta ahora a la Iglesia bajo la
dependencia y el despotismo del gobierno civil.
Sólo así quedarían satisfechas las aspiraciones del pueblo de México -«tan religioso»-, al pontificado
y al clero mexicano con su «ilustre episcopado», dando «además un ejemplo brillante a los otros
gobiernos de las repúblicas americanas, en donde vicisitudes bien sensibles han hecho padecer
a la Iglesia». Y lo más importante: si se cumplen todas estas condiciones, la Iglesia en México
«trabajará eficazmente sin duda alguna, para la consolidación de su trono [... ]»
Como hemos visto, Maximiliano y Pío IX no establecieron ningún acuerdo concreto durante su
entrevista en Roma; pero resulta aceptable que el Papa hubiera manifestado su pena por lo
ocurrido en México y que Maximiliano haya declarado estar dispuesto a aliviar la situación y
proteger a la Iglesia, como en efecto lo hizo, declarando al catolicismo religión oficial. Lo que no
prometió fue una política contraria a la que se había llevado durante la intervención. Y si el
pontificado lo esperaba, era porque consideraba que el Imperio se debían buena parte a los
clérigos y esperaban ser recompensados. Según palabras textuales de José Fernando Ramírez,
la Iglesia:
pretendía en suma una contrarrevolución».30
30 Ramirez, Historia documentada..., en Genaro García, op. cit., t. xiii, p. 206-218 y s.
158
Historia de México I
El clérigo García Gutiérrez en su serie de charlas sobre nuestro tema, publicado bajo el nombre
de La Iglesia mexicana durante el Imperio,31 asegura que esta carta es la mejor defensa que
puede hacer del Papa. A nosotros nos parece, por el contrario, que es de los documentos en que
con mayor claridad se puede apreciar la concepción política de la Iglesia y el uso que el Pontífice
quería hacer su poder espiritual para obtener prebendas políticas.
La reforma imperial
Maximiliano tenía preparado un proyecto de concordato cuya copia, como quedó referido en
páginas anteriores, se había enviado a los emperadores franceses para que lo conocieran
anticipadamente. acompañado al concordato, Carlota había enviado un ejemplar de La Orquesta,
periódico satírico liberal, con el fin de que Napoleón comprobara que el concordato llenaba y aun
sobrepasaba el programa del partido liberal:
El dibujo es característico, los liberales en forma de abejas entran en la colmena del emperador,
porque en ella encuentran más miel que en las flores silvestres de Juárez, el que en vano se
esfuerza por agarrarlos en su red.32
En el proyecto de concordato había solamente un punto que no era muy del agrado de la emperatriz
Carlota: «el reconocimiento de una religión del Estado», causa de tantas controversias desde
cincuenta años atrás. Pero a continuación encuentra las razones que la justificaba en un país
como México «mediocremente católico»; tan diferente a Francia, cuyo catolicismo, «tanto en
esencia como por sus tradiciones era capaz de prescindir de una religión de Estado; «cuestión de
forma más bien que de fondo». La emperatriz encontraba la catolicidad del pueblo mexicano
totalmente distinta a la que pintó Gutiérrez de Estrada.
La Conquista había formado un pseudocatolicismo mezclado con la religión india, que según
Carlota había «muerto junto con los bienes del clero que eran su base principal». Posteriormente
se había pensado en el protestantismo por ser menos costoso, pues «los sacramentos católicos
costaban una enormidad» y con miras a la unión con Estados Unidos. Por ello «[...] el reconocimiento
de la religión católica como religión de Estado, sería de hecho hacer suceder al catolicismo del
siglo diecinueve con sus luces, su caridad y sus lealtades, a los restos descompuestos del
catolicismo del siglo dieciséis, e introducir un culto depurado, y desde el punto de vista político
indispensable para la conservación de la raza española en América, como único capaz de detener
la invasión de las sectas norteamericanas».
Por todo lo anterior Carlota explica que se «han reconciliado la palabra ‘religión de Estado’, al cual
da su verdadero sentido la tolerancia de cultos puesta en primer lugar, asegurando la libertad de
ciencia tal como existe en Francia».
El otro punto del proyecto que destacó Carlota en su carta con optimismo, un tanto fuera de la
realidad, era la nacionalización de los bienes del clero, que según ella causaría «un inmenso
entusiasmo» y llenaría «hasta más no poder» las arcas del Estado; «pues obteniendo de balde
los bienes que no han sido vendidos que tienen un precio muy alto, y vendiéndolos después, se
hará un negocio magnífico»33
31 García Gutiérrez, (Iglesia..., p. 55-56), asegura que solamente él transcribe a carta de Pío IX íntegra, pero Arrangoiz
en sus Apuntes ya la había publicado p, 204-208) con una traducción más clara.
32 Carta de Carlota a Eugenia, 8-xii-1864, correspondencia citada, p. 141-142.
33 Idem, p. 141.
159
Guía de lecturas
Haciendo honor al dicho del emperador de que si él era liberal, Carlota era roja, la emperatriz se
manifiesta en esta carta satisfecha y orgullosa de la política de su marido que sobrepasa en
liberalidad la del partido juarista.34
El proyecto del concordato de Maximiliano consta de los siguientes nueve puntos:
I. El Gobierno Mejicano tolera todos los cultos que no estén prohibidos por las leyes; pero
protege el católico, apostólico, romano, como religión del Estado.
II. El tesoro público proveerá a los gastos del culto católico y del sostenimiento de sus
miembros en la misma forma, proporción y preferencia con que se cubra la lista civil del
Estado.
III. Los ministros del culto católico administrarán los sacramentos y ejercerán su ministerio
gratuitamente y sin que ellos tengan derecho a cobrar, ni los fieles obligación de pagar
estipendio, emolumento o cosa alguna, a título de derechos parroquiales, dispensas, diezmos,
primicias o cualquier otro.
IV. La Iglesia cede y traspasa al gobierno mejicano todos los derechos con que se considera,
respecto de los bienes eclesiásticos que se declararon nacionales durante la República.
V. El Emperador Maximiliano y sus sucesores en el trono ejercerán in perpetuam en la
Iglesia mejicana los mismos derechos que los Reyes de España ejercieron en la Iglesia de
América.
VI. El Santo Padre, de acuerdo con el Emperador, determinará cuáles de las órdenes de
religiosas, extinguidas durante la República, deben ser restablecidas y en qué forma y
términos. Las comunidades de religiosas que de hecho existen hoy, continuarán, pero con
los noviciados cerrados hasta que el Santo Padre, de acuerdo con el Emperador, determine
la forma y términos en que deben continuar.
VII. Fueros, (aparece sin especificación alguna; se entiende que se negociaría al respecto)
VIII. En los lugares en que el Emperador lo juzgue conveniente, encomendará el registro
civil de nacimientos, matrimonios y fallecimientos, a los párrocos católicos, quienes deberán
desempefiar este encargo como funcionarios del orden civil.
IX. Secularización de cementerios.35
El proyecto de Maximiliano fue todo lo liberal que una monarquía liberal y al mismo tiempo católica
podía permitir. Incorporó el principio básico, del liberalismo: la libertad de pensamiento; pero
mantuvo al catolicismo ‘como religión oficial del Estado. Le preocupaba llegar a un entendimiento
con el pontificado, pero no en detrimento de su autoridad imperial. Un gobierno sometido a la
autoridad eclesiástica ya no podía darse en la segunda mitad del Siglo XIX.
34 Asimismo refiere con gran encomio el que el antiguo presidente de la Suprema Corte de Justicia, Cortés y Esparza,
fuera «ardiente admirador del emperador y el más avanzado de los liberales en el gabinete». Termina la carta
dándole una serie de explicaciones sobre otros documentos que le envía, con los cuales se daría cuenta de todo
lo que se hace en el Imperio, hasta de los detalles más insignificantes. Cfr., Carta Carlota-Eugenia, 8-xii-lG64,
correspondencia citada, p. 140-143
35 Ramírez, Historia documentada, doc. LXVI, núm. 4, en Genaro García, Documentos..., t. xiii, p. 229-230
160
Historia de México I
Haciendo un análisis del proyecto de concordato encontramos varios principios liberales que
coinciden con los movimientos anteriores de Reforma. Tanto con el de 1833, como con el de
1857-1859.
En el primer punto del proyecto se establece que el Imperio toleraría todos los cultos que no
estuvieran prohibidos por las leyes del pais y como no se prohibía ninguno, había libertad de
cultos. La Constitución de 1857 no estableció textualmente la libertad de cultos, pero precisamente
al no prohibirse ninguno, ni declararse uno como oficial, tácitamente se estableció la libertad
religiosa.36 Posteriormente en las Leyes de Reforma dictadas por Juárez en 1859 la libertad de
cultos se dio explícitamente. Mientras que en la Reforma de 1833, el doctor Mora la consideró
innecesaria en ese momento por no existir más que el culto católico en el país, si bien no era
partidario de la intolerancia religiosa y defendía ardientemente la libertad de opinión y de prensa.37
Por tanto en este punto, el proyecto de Maximiliano coincide en parte con los movimientos
reformistas liberales, con 33 al mantener a la religión católica como oficial y con 59 al decretar la
libertad de cultos.
En el segundo punto, al recibir la Iglesia subvención estatal no sólo se le sometía al poder civil,
sino que el clero quedaba asimilado a la calidad de servidor público. Pero ello no quiere decir que
se convirtiera a la institución Iglesia en un órgano del Estado, ya que si fuera la Iglesia un órgano
estatal dentro del Estatuto del Imperio aparecería como tal y se le designarían funciones.38 Se
concebía al oficio religioso como un servicio público de tal importancia, que el Estado lo debía
sostener, máxime que al nacionalizar los bienes del clero el culto perdía su sostén. La Iglesia
consideró a esta medida denigrante de su jerarquía y limitante de su libertad.
Los tres movimientos reformistas que tuvo México en el siglo XIX pretendieron someter a la
Iglesia, pero difirieron en sus métodos. Tanto el doctor Mora como Maximiliano quisieron ejercer
el Regio Patronato, con la diferencia de que el director del movimiento progresista del 33 no
buscó contar con la autorización pontificia; en cambio, el emperador de una monarquía católica
no podía romper con el jefe de la catolicidad y por lo tanto necesitaba el concordato.
De las tres Reformas, fue sin duda la juarista la que optó por una solución eminentemente liberal,
creando un Estado laico. La Iglesia pasó a ocupar el lugar que le correspondía como cualquiera
otra institución que, encontrándose dentro del territorio mexicano, está consecuentemente bajo
su jurisdicción. Independientemente de que el Estado haya considerado no sólo conveniente,
sino necesario limitar las libertades de dicha institución, debido a las especiales circunstancias
del país en 1859.
En el tercer punto Maximiliano pretendía suprimir el pago de obvenciones parroquiales, ya que el
culto religioso sería sostenido por el Estado imperial, disponiéndose que los oficios se dieran
gratuitamente. Igual hubiera sucedido de triunfar la Reforma de 33; mientras que en 59 se dejó en
libertad a los religiosos para que sostuvieran su culto.
En el cuarto punto, al nacionalizarse los bienes de la Iglesia, el Imperio ratificó la legislación de
Reforma dada por Juárez, haciéndose público reconocimiento de ello, con mención expresa de
leyes dadas por la República. El móvil fue el mismo: someter a la Iglesia y beneficiar a las arcas
estatales. Tal medida era preferible a la desamortización de dichos bienes que se pretendió llevar
36 Vid., Artículo 4o del Título I, Sec. I, Constitución 1857.
37 José Ma. Luis Mora, Obras sueltas, t. i, p. xcii-xciii.
38 Vid., Estatuto Provisional del Imperio y Tena Ramírez, Leyes Fundamentales, p. 669-680.
161
Guía de lecturas
a cabo en 33 y posteriormente en 56 con la Ley Lerdo, ya que en estos casos sólo se beneficiaba
a especuladores casi siempre extranjeros, ya que eran quienes contaban con dinero suficiente
para adquirirlos y no tenían ningún prejuicio para hacerlo.
En el quinto punto Maximiliano exigía un concordato que estableciera el Patronato Regio para sí
y sus sucesores como representantes de la soberanía nacional de una monarquía católica;
quedando por tanto el catolicismo en una situación de privilegio frente a las demás religiones, con
protección y subvención estatal39 Como monarquía católica, consideraba que la Iglesia debía
reconocer su patronazgo. En cambio un gobierno republicano y laico como el de Juárez no lo
necesitaba, y ejercía su autoridad independientemente.
En el caso de Francia, su gobierno ejercía de hecho el Patronato desde 1801,40 por lo que no se
puede decir que la Iglesia no permitiera tales concordatos en esa época; todo dependía de la
fuerza del Estado que lo exigiera y ejerciera.
El punto sexto establece -dando por un hecho el «Regio Patronato»- que el emperador, de acuerdo
con el Papa, reglamentaría la vida monástica, determinando cuáles de las órdenes suprimidas
por la República se restablecerían, con lo cual se admitía tácitamente la razón de la República al
suprimir algunas de ellas. En 1833 Mora también pensó en la necesidad de reglamentar las
órdenes religiosas. La Constitución de 1857 en su artículo 58 referente al capítulo de garantías
individuales, se declaró en contra de dichas órdenes por ser contrarias a la libertad; y la legislación
de 59 suprimió los monasterios masculinos dejando que permanecieran en sus claustros solamente
las religiosas profesas de los conventos femeninos.
El punto séptimo se refiere a los «fueros» y «jurisdicción del clero»,41 Como este punto sería la
base para las negociaciones, sólo se enumeró, sin desarrollarse, implicando que se reglamentarían
sin especificar si serían suprimidos los fueros en su totalidad. En tal caso, lo que puede presumirse
es que al reglamentarse la jurisdicción de la Iglesia, ésta quedaría limitada, de acuerdo con la
política manifestada en el resto del concordato, a la «fe y al fuero interno»,42 como debía
corresponder a una sociedad moderna.
De hecho ni Maximiliano ni los emperadores franceses podían estar de acuerdo con que la Iglesia
tuviera fueros. Al dar a Carlota su parecer sobre el concordato, Eugenia declaraba: «En cuanto al
artículo de Fueros, lo dejo en blanco; no se qué importancia puedan tener en México, pero en
España en otros tiempos fueron causa de grandes abusos por constituir un derecho de jurisdicción
excepcional».43 Por otra parte, siendo el catolicismo religión oficial y gozando de la protección
especial del gobierno, se daría de hecho un trato especial a sus clérigos, lo que en sí constituía ya
un privilegio. Los otros movimientos reformistas mexicanos tuvieron como uno de sus principales
objetivos la supresión de los fueros eclesiásticos, como parte fundamental, de su doctrina liberal;
el imperio católico de Maximiliano tenía el mismo objetivo final, pero debía utilizar métodos más
sutiles.
39 Carta de Eugenia a Carlota, 29-1-1865, correspondencia citada, p. 177.
40 Quirarte, Problema..., p. 140. Cfr., Carta de Carlota a Eugenia, 27-XII-1864, correspondencia citada, p. 153.
41 Este punto aparece en algunas fuentes como «jurisdicción del clero» (Francisco de Paula Arrangoiz, Apuntes..., p.
209 y Niceto de Zamacois, op. cit.), p. 695, y en otras aparece simplemente con el título de «fueros» (Ramírez,
Historia documentada..., doc. núm. 4 en Genaro García, t. XIII, Documentos p. 230). En ambos casos el proyecto
está íntegro, entrecomillado y firmado por el subsecretario de justicia, Francisco Tabera.
42 Tena Rarnírez, op. cit., p. 669.
43 Carta de Eugenia a Carlota, 29-1-1865, correspondencia citada, p. 177.
162
Historia de México I
De acuerdo con los puntos octavo y noveno, el registro de la población y el control de los
cementerios pasarían a la autoridad imperial; como medida transaccional permanecería el clero
al frente de los mismos en calidad de funcionarios públicos. Ya que todo Estado debe tener el
control de su población, estas dos medidas resultaban indispensables. Igual solución se quiso
adoptar ya en el movimiento de Reforma de 1833-34; mientras que en la legislación de 59 tales
asuntos pasaron al control único del Estado con empleados civiles, siendo ésta una medida
generalizada en todos los gobiernos de la época.
En conclusión, el proyecto de concordato elaborado por Maximiliano era totalmente contrario a
los deseos del pontificado. La Iglesia pretendía como punto fundamental la revocación de todas
las leyes llamadas de Reforma, mientras que en los puntos primero, tercero, cuarto, octavo y
noveno del proyecto de concordato de Maximiliano se ratificaba en forma absoluta la legislación
reformista; y en forma parcial en el punto sexto y séptimo. De acuerdo al concordato, la Iglesia
quedaría sometida al Estado, cuando lo que reclamaba era su absoluta independencia de la
autoridad civil. Sus posturas eran irreconciliables; en el único punto que coincidían era en que el
catolicismo fuera religión del Estado,44 pero en ningún otro. Alguna de las dos partes tenía que
ceder, pero en ese momento ninguna lo haría.
44 Idem.
163
Guía de lecturas
CAPÍTULO VIII
REFLEXIONES FINALES
Sobre la figura del emperador
La figura de Maximiliano ha sido sin duda muy discutida. Los juicios que sobre él se han emitido
son en su mayoría adversos. Los liberales lo consideraban un usurpador; los conservadores un
traidor; incapaz, unos y otros. La propia caída del Imperio y el fracaso de su política eclesiástica
son esgrimidos como prueba de tales afirmaciones.
Lo cierto es que el Segundo Imperio en las condiciones en que se dio no tuvo viabilidad. Maximiliano
no poseyó las características necesarias de un hombre de gobierno para constituir un Estado. Si
tomamos en cuenta que el jefe de un Estado debe tener capacidad de dirigir, conocimiento de la
realidad del país, un proyecto definido de gobierno y carácter para ponerlo en práctica,
encontraremos que si bien Maximiliano sí tuvo un proyecto definido de gobierno y no careció de
información sobre el país que iba a gobernar, no comprendió la realidad mexicana y no tuvo la
decisión política necesaria. También hay que considerar que todas las condiciones fueron adversas
a su Imperio, hasta su propia juventud que no podía enfrentar la madurez de un hombre como
Juárez.
El segundo emperador de México creyó más en la influencia de su personalidad que en la fuerza
de los obstáculos que se le opusieron; confundió la organización de un Estado con la realización
de una aventura; careció de pragmatismo, necesario en la política, y sucumbió ante los esquernas
forjados en Miramar, por completo ajenos a la realidad mexicana. Creyó firmemente que era el
nuevo Quetzalcoatl que redimiría a este país.
Sin embargo, también deben reconocerse los aspectos positivos de su personalidad. Su delicadeza
física correspondió a la bondad de su espíritu; era un hombre noble que soñó con establecer un
gobierno justo liberal. Un romántico de la política.
La vocación liberal de Maximiliano había quedado evidenciada desde su gestión política en Italia
y fue ratificada por el propio archiduque en su discurso de aceptación al trono. Su retractación
final no se debió a falta de convicciones, sino a la desesperación por salvar al Imperio.
El motor del gobierno de Maximiliano fue en buena medida la activa y ambiciosa emperatriz.
También de ideas liberales, caracterizada por su impetuosidad, olvidó los sabios consejos de su
padre, Leopoldo I de Bélgica, en el sentido de que mantuvieran una política conciliadora con «el
partido católico», que constituía mayoría en el país.
Especular acerca de qué destino habría tenido el Imperio de Maximiliano en México, de no haber
aplicado una política liberal e incluso de haberse identificado desde un principio con los postulados
de la Iglesia, no pasa de ser una conjetura. Así como no es posible establecer que su gobierno fue
derrocado por la política eclesiástica que practicó, tampoco seria posible afirmar que de haberse
asociado con los intereses representados por el clero mexicano, hubiera podido sobrevivir. Lo
más probable es que una política de este último género habría recrudecido el enfrentamiento
militar, acentuando el carácter religioso que el clero dio a la Guerra de Reforma y de Intervención.
Los elementos determinantes para explicar lo efímero del Segundo Imperio residen, en primer
lugar, en que la coyuntura internacional lo hizo inviable y en que prevaleció la vocación
164
Historia de México I
independiente y libertaria de los mexicanos, definiéndose su sentimiento de nacionalidad. En esta
coyuntura internacional debe considerarse el debilitamiento que representó para el imperio
napoleónico el amenazante poderío de Prusia, así como la política norteamericana, y en particular, la doctrina Monroe, que no podía permitir que se constimaran las aspiraciones imperialistas
de Francia. La conjugación de estos tres factores (los problemas internos de Europa, el
enfrentamiento del imperialismo norteamericano con el francés y la fuerza de un pueblo armado
luchando por su independencia) fueron, sin duda, los elementos decisivos en la suerte que corrió
el Imperio de Maximiliano.
Es de llamar la atención la incapacidad que tuvo el emperador para apreciar las implicaciones de
los factores mencionados. En su correspondencia y en sus actos de gobierno no se advierte una
preocupación significativa por la conjugación que los mismos hubieran podido tener con relación
a su propio gobierno.
Esta miopía en materia de política internacional fue desastrosa para su Imperio. Si bien pudiera
entenderse que un político mexicano no manejara la política europea, es imperdonable que
Maximiliano no la comprendiera, ni pudiera ver la trascendencia que tendría para el Segundo
Imperio mexicano.
Si bien estuvo consciente del interés de Estados Unidos por evitar la influencia europea en el
nuevo continente, creyó que la fuerza del imperio de Napoleón III acabaría por imponerse, sin
advertir el poderío prusiano y los efectos que su presión sobre Francia traería a la empresa
imperial napoleónica. Maximiliano sobrestimó sus fuerzas y confió plenamente en Napoleón III,
seguro de que con semejante apoyo y haciendo un buen gobierno sería aceptado por todos los
mexicanos.
Maximiliano supuso que con su política liberal y la ratificación de la Reforma, lograría conquistar
a los liberales. Que siendo su programa de gobierno progresista y justo, todo el pueblo se uniría
en su rededor. No supo comprender el proceso de maduración de la conciencia nacional que se
gestó precisamente contra la intervención y que acabó por rechazar al gobernante europeo.
Persuadido de que era el elegido para civilizar al país, estableciendo los principios de la modernidad
y universalizando a México, vino lleno de ilusiones a construir un gran imperio, seguro de resolver
con su sola presencia todos los problemas del país. Por ello, es del todo inexacta la argumentación
de sus defensores en el sentido de que vino engañado por los conservadores y que por esto
fracasó. Como hemos visto en los capítulos anteriores, sabía exactamente qué esperaban de él
los clericales, sólo que no estaba dispuesto a dárselos, porque no compartía ideológicamente su
proyecto de gobierno. ¿Cómo -se preguntarán algunos- aceptó entonces la corona?, pues la
aceptó presionado por los delirios de grandeza de su esposa, por su situación marginal en la
política de su país y por sus sueños exóticos y vocación de aventura.
Quien conoce Miramar puede entender más fácilmente su ambivalente personalidad. El pequeño
y hermoso castillo, blanco frente al Adriático, que él diseñara cuarto por cuarto y que nunca llegó
a ver terminado, es el reflejo de su mente soñadora. Quien ha estado recibiendo el golpe del
viento y de la brisa en su pequeña terraza, viendo cómo estallan las olas a sus pies, puede
imaginar cómo Maximiliano ante la inmensidad del mar tuvo esa sensación de libertad y grandeza
al mismo tiempo. Amante de la naturaleza y de las culturas exóticas, del mar y de la imaginación,
de los indios y de la poesía, confió en el canto de las sirenas, aunque en el fondo presintiera
siempre la tragedia. Puede entenderse la grandeza de su espíritu y al mismo tiempo la fragilidad
de su carácter, su afán de libertad y también su imposibilidad de imponerla. Su idealismo, contrario
al pragmatismo de la política.
165
Guía de lecturas
También es falso que Maximiliano engañara a los clericales mexicanos prometiéndoles hacer lo
que después no cumplió. Escuchó sus quejas y creyó que declarando a la religión católica, religión
de Estado, debían darse por satisfechos. Sólo que se topó con un conservadurismo a ultranza,
que llegó hasta dudar del propio catolicismo del emperador, por considerarlo incompatible con
sus ideas liberales.
Es importante señalar que si bien Maximiliano careció de pragmatismo y se encerró en sus ilusiones,
sin querer ver la realidad política internacional ni nacional, su proyecto de gobierno justo y
progresista de acuerdo con las ideas de von Stein, hubiera tal vez funcionado en un gobierno
europeo ya establecido. Su afán de estudiar a las clases menesterosas, su interés especial en los
indios, su coincidencia con los liberales mexicanos en ratificar la Reforma y quitar a la Iglesia el
poder político y económico, asi como en transformar por medio de la educación a la sociedad, y
su afán de legislar en todas las materias de la administración pública, son algunas muestras de
las cualidades del discutido emperador.
Sobre las relaciones entre el Imperio mexicano y el francés
Napoleón III, árbitro de la política europea de su tiempo, desde su prisión en Ham concibió la idea
de establecer un imperio en América que contrarrestara al poderío norteamericano. Por eso creyó
que el Imperio mexicano sería la «página más gloriosa de su reinado», seguro, además, de la
gran riqueza que encontraría en este país.
Siendo Napoleón un gobernante de tradición liberal, cuidaba de mantener esta imagen. Pero, al
suspender Juárez el pago de la deuda pública extranjera y al pedir los conservadores mexicanos
la ayuda del emperador francés, le dieron el pretexto que necesitaba para justificar ante el mundo
su intervención en el establecimiento de un imperio en América. Quiso hacer realidad su deseo
de que la latinidad frenara el avance sajón. Los conservadores mexicanos, una vez puestos en
sus manos, ya no tuvieron ninguna injerencia en la elección del emperador que ocuparía el trono
de México. Napoleón III fue el patrocinador de la empresa y, desde luego, buscó a un liberal que
conviniera a los intereses de Francia. Como por otra parte existía una situación tensa con Austria,
la elección del archiduque Maximiliano presentó varias ventajas de orden político para el emperador
francés.
En los artículos secretos del Tratado de Miramar se estableció que el Imperio seguiría la política
liberal anunciada en las proclamas de Forey. Napoleón III sabía que el archiduque austriaco era
afín a esta política.
Como hemos visto, Maximiliano creyó que contaba con el apoyo irrestricto de Napoleón, pactado
en Miramar. No consideró que los apremios políticos y militares que se presentaran al emperador
francés podrían obligarlo a un cambio drástico en su política, hasta romper con los compromisos
contraídos. De haberlo considerado, se habría apresurado a organizar un ejército mexicano sin
alejar a los caudillos militares que la clase conservadora había puesto al servicio de la causa
imperial.
Por consiguiente, uno de los grandes errores de Maximiliano fue confiar plenamente en la fuerza
de Napoleón III, como lo demuestra el hecho de creer que el problema con el pontificado se
resolvería ventajosamente gracias al influjo francés.
166
Historia de México I
Sobre las relaciones entre el Segundo Imperio y el Pontificado
Pío IX fue, sin duda, uno de los pontífices más conservadores que tuvo la Iglesia en el siglo
pasado. Defensor de la supremacía eclesiástica frente al Estado, no podía transigir con la política
liberal de MaximiÍano. El estar defendiendo a la autoridad eclesiástica frente a los problemas de
la unidad italiana, sin duda lo llevó a radicalizarse. A pesar de que su seguridad dependía de
Francia, no estuvo dispuesto a ceder ante el Imperio mexicano, porque conociendo su debilidad,
no consideró necesario hacerle concesiones. Además no quiso sentar un mal precedente para el
resto de América Latina.
Sin embargo, Maximiliano creyó que el pontificado cedería precisamente por encontrarse debilitado
ante la unidad italiana y en manos de Francia. Nuevamente sobrestimó sus posibilidades y
subestimó las del Pontífice. Por ello no trató ningún punto de su proyecto de concordato, en su
visita a Roma. Pensó que ya puesto en práctica el concordato, el Papa tendría que aceptarlo.
La presencia en México del delegado papal ratificó los puntos de vista de la Iglesia mexicana en
contra de los planteamientos del Imperio. Por su parte, los representantes del emperador ante el
pontificado nunca consiguieron cambiar su postura. Pío IX prefirió arriesgarse a perder toda
prerrogativa con el gobierno de Juárez, que exhibirse frente al Imperio tambaleante de Maximiliano.
Al quedar asociada en la historia y en la mente de los mexicanos la experiencia expansionista
europea, la idea monárquica y el clericalismo, quedó de manera imborrable la convicción de que
el Estado debe ejercer la supremacía política en relación a la Iglesia. Prueba de lo anterior es el
hecho de que, una vez caído el Imperio de Maximiliano, no se ha planteado como posibilidad
viable el restablecimiento de relaciones con el pontificado, ni siquiera después de los tratados de
Letrán de 1929.
Sobre Maximiliano y los clericales
Es evidente que la religión católica y sus ministros ocuparon un lugar preeminente en México, por
un pais casi en su totalidad católico. La Iglesia desempeñó un papel decisivo desde la
Independencia, y a falta de un sentimiento de nacionalidad bien definido, la religión fue el principal
lazo de unión entre los mexicanos, por lo que la mayoría del pueblo era partidario de la Iglesia.
El clero y los conservadores formaron una unidad en el llamado partido clerical, que derrotado en
Calpulalpan prefirió recurrir al auxilio extranjero antes de aceptar el triunfo de Juárez y sus Leyes
de Reforma.
El clero mexicano se caracterizó siempre por su conservadurismo, siguiendo los pasos de sus
antecesores españoles, los clérigos más ultramontanos de Europa. En general, la iglesia católica
de la segunda mitad del siglo XIX no supo adaptarse a las exigencias de su tiempo. No quiso
perder su hegemonía política y no aceptó la soberanía del Estado ni cobró conciencia de los
problemas sociales. Cayó en el clericalismo, la utilización del ministerio eclesiástico con fines
políticos, condenado por la propia Iglesia.
El clero quería su recompensa por haber dado todo su apoyo a la intervención francesa y al
Imperio. Por ello cuando Maximiliano ratificó las Leyes de Reforma le retiró el apoyo. El hecho de
no haber entendimiento entre el príncipe católico y su Iglesia, es prueba tanto de la intolerancia
del clero como de la falta de manejo político de Maximiliano, quien, al aplicar una política frontal,
ahuyentó a sus antiguos partidarios. Paradójicamente, la situación de la Iglesia en el gobierno
167
Guía de lecturas
liberal laico de Juárez, sería de mayor independencia, por lo menos en su régimen interno. Un
ejemplo de ello es el caso del obispo auxiliar de Michoacán, quien no se pudo consagrar durante
el Imperio y a la caída de éste, durante el gobierno de Juárez, no tropezó con obstáculo alguno
para hacerlo.
Aun cuando Maximiliano no hizo promesas concretas a los conservadores sobre su politica
eclesiástica, ellos consideraron que era un valor entendido; que al haber trabajado por el
establecimiento del Segundo Imperio, éste les recompensaría cuidando sus intereses. No tomaron
en cuenta la trayectoria liberal del archiduque austriaco. Por ello, al faltar Maximiliano a sus
expectativas, lo consideraron un traidor a la causa. Al mismo tiempo sintieron que el Imperio
perdía su razón de ser, ya que si había de continuar la política juarista no tenía para qué existir el
gobierno de Maximiliano, dejando de ser una guerra de principios para convertirse en una guerra
de dominación imperialista.
Por su parte, el emperador, confiado en que contaba con el apoyo incondicional del sector
conservador y clerical del país, quiso buscar la ayuda del grupo liberal; por ello realizó una reforma
al estilo de la de Juárez, pensando que así dejaba al presidente sin bandera, después de no
haber logrado que se uniera al Imperio.
Las relaciones entre Maximiliano y la Iglesia mexicana no pudieron ser más desafortunadas. El
clero esperaba tener en el emperador a un aliado incondicional; el emperador deseaba ver en la
Iglesia a una entidad subordinada a su criterio. Maximiliano pensaba en el clero como un apoyo
político y la Iglesia pensaba en el emperador como un representante de su propia política. La
pugna de intereses, la disparidad de concepciones políticas y el alejamiento en los propósitos se
hicieron evidentes en todo momento.
Sobre la Reforma y el Imperio
La política eclesiástica del Segundo Imperio y su legislación constituyeron una tercera Reforma,
ratificó la reforma liberal de la República e intentó proseguir la transformación del país, mediante
leyes innovadoras que modernizaran su sociedad. La tercera Reforma tuvo muchos puntos en
común tanto con el primer intento reformista de 1833, como con la Reforma juarista.
En el terreno político, los tres movimientos de Reforma pretendieron un cambio de estructuras,
basado en el establecimiento de un modelo de gobierno fuerte; bajo el modelo republicano las
dos primeras, con el modelo monárquico la última.
También los tres movimientos coincidieron en que era necesario el control de las corporaciones,
en primer lugar la eclesiástica; pero mientras Juárez declaró la separación de la Iglesia y del
Estado, los reformistas de 1833 y 1864 pretendieron someter la Iglesia al Estado ejerciendo el
Regio Patronato. Ambas quisieron convertirla prácticamente en un órgano del Estado.
A diferencia de Maximiliano, Mora no tuvo interés en firmar un concordato con Roma. En cambio
el emperador, al intentar constituir una monarquía católica, se esforzó por lograr un acuerdo con
Roma para ejercer el Patronato. Fue un intento por unir a la Reforma con el sistema monárquico
y con la ideología católica del país.
El Segundo Imperio no logró ejercer el Patronato ni firmar el concordato por haber ratificado las
Leyes de Reforma. La iglesia católica no podía perder el bastión que constituía México entre los
países de América.
168
Historia de México I
Gómez Farías y Mora buscaron la supresión de las órdenes monacales al tiempo que cesaba la
coacción civil para el cumplimiento de los votos monásticos. Juárez decretó la supresión de las
corporaciones religiosas mediante la secularización de los clérigos regulares y la clausura de los
noviciados de religiosas. Maximiliano también se propuso implantar reglas para evitar «los excesos
de la vida monástica».
Si en 1833 no fueron suprimidos los fueros por razones legales, pues para hacerlo había que
modificar la Constitución de 1824; con las Leyes juaristas se suprimieron los fueros eclesiástico y
militar. Aunque en la tercera Reforma se contempló la supresión del 'fuero eclesiástico', tal medida
no se concretó al precipitarse los acontecimientos que llevaron a la caída del Imperio, lo que orilló
a Maximiliano a olvidarse de su actitud liberal y radical para buscar una política transaccionista
con la Iglesia.
Es de hacer notar que también en lo económico se dieron coincidencias entre las tres Reformas,
pues buscaron poner en práctica las normas del liberalismo económico de la época, a fin de hacer
circular la riqueza en el país. Mora, que había calculado los bienes de la Iglesia en 179 163 754 00
pesos, declaró que la desamortización de dichos bienes podría resolver en parte, el problema
económico del país. Por ello, en el gobierno de Gómez Farías se decretó la secularización de las
misiones de las Californias en agosto de 1833, y en abril de 1834, las de toda la República. La
segunda legislación reformista empezó también con una Ley de Desamortización de los Bienes
en manos de las corporaciones, argumentando razones económicas: la Ley Lerdo fue precedida
de un decreto de Comonfort que había tenido un claro móvil político, mediante el cual se
expropiaban los bienes del obispado de Puebla.
En 1859, ya en plena Guerra de Reforma, se decretó la nacionalización de los bienes eclesiásticos
con una justificación abiertamente política; ya que la Iglesia había estado apoyando la guerra con
sus bienes. La intención original del grupo liberal, tanto en 1833 como en 1856, había sido doble:
económica y política hacer circular la riqueza para crear una clase media de pequeños propietarios
y vencer a la Iglesia como poder político. El móvil económico no se logró, por darse la medida en
medio de la guerra, los bienes se malbarataron y muchos especuladores se apropiaron de ellos.
Por su parte, el objetivo político tampoco se alcanzó de momento, porque ante los ojos de la
población, la Iglesia apareció como víctima y se dio pie a que esta institución hablara de una
guerra de religión. No obstante las leyes dictadas en Veracruz eran indispensables para realizar
una profunda reforma liberal, sustentada por el ala radical de los liberales de 1859, encabezada
por Miguel Lerdo de Tejada.
Maximiliano, en una acción que se sumó a la de la República, ratificó la nacionalización decretada
por Juárez, para lograr el objetivo de vencer a la Iglesia como poder civil. Además de frenar la
devaluación que estaba sufriendo la propiedad por los vaivenes políticos.
En el análisis comparativo de los tres movimientos de Reforma podemos constatar que hubo más
coincidencias que divergencias. Inclusive Maximiliano quiso ir más allá de sus antecesores, no
sólo en su política eclesiástica, sino al dictar leyes como las relativas a la liberación del peonaje y
a la obligatoriedad de la educación primaria, así como a impulsar el estudio científico de nuestro
territorio, para llevar a cabo una división política acorde con sus características geográficas.
De los tres movimientos reformistas, la Reforma de Juárez fue sin duda la más completa, por
crear un gobierno civil y separar definitivamente los asuntos entre la Iglesia y el Estado. Cuando
el trono y la Iglesia están unidos, caen juntos.
169
Guía de lecturas
La política eclesiástica del Segundo Imperio fue una de las causas de su debilitamiento. Rompió
con quienes le habían apoyado y no logró incorporar a los liberales puros, porque el sentimiento
nacional y republicano constituyó el nuevo ser de México.
La tercera Reforma abortó ante la caída inminente del Imperio. En un intento desesperado por
salvarlo, Maximíliano dio marcha atrás en su legislación liberal. No creemos que el cambio final
haya sido por abandono de sus ideas liberales, sino por la pérdida de sus esperanzas.
Sobre el Segundo Imperio
La tercera Reforma vino a ratificar la Reforma juarista, confirmando la razón del liberalismo de
crear un Estado soberano por encima de las corporaciones.
Además de la importancia que tuvo la legislación reformista del Segundo Imperio, debe destacarse
la importante obra legislativa que realizó en todas las ramas de la administración pública. Éstas
fueron sin duda sus acciones más relevantes.
Destaca la importancia de su ley de liberación del peón en la que se establecía una jornada de
trabajo, salario, día de descanso, horario de comidas, pago de medicinas, condiciones de higiene
(agua), habitación, supresión de castigos corporales y posibilidad de cambiar de trabajo si se
pagaban las deudas.
Sobresalen también lo adelantado de sus medidas educativas que superaron a las dictadas por la
República, ya que además de declarar por vez primera el carácter obligatorio de la educación
primaria para todo el país, se estableció igualmente la obligatoriedad de los hacendados y
empresarios de sostener escuelas, en el primer caso, si tenían más de 20 familias, y en el segundo
si contaban con cien operarios, ordenándose también establecer sistemas educativos en las
prisiones.
Un aspecto singular y muy significativo es que durante el Segundo Imperio se publicó la legislación
en náhuatl, para hacer posible que los indígenas se enteraran de las leyes que los beneficiaban y
no sólo las que los perjudicaban. Maximiliano y sus colaborades trabajaron también en un Código
Civil. El emperador intervino personalmente en la elaboración de una completa reglamentación
de la marina, y aunque México no contaba con una organización naval en ese momento, consideró
necesario que se creara, dado lo extenso de sus litorales. También fue en el Segundo Imperio
cuando se creó el Ministerio Público, que correspondió al anhelo de justicia del propio Maximiliano.
Con esta institución judicial quiso equilibrar las funciones de la Ley. El Ministerio Público no sólo
pasó a la República, sino que se mantiene vigente en nuestros días.
La importante obra legislativa del Segundo Imperio no sólo vino a fortalecer las ideas liberales de
la República, sino que, como hemos visto, en muchos casos dejó su huella. Es importante señalar
que aun cuando el emperador claudicó, aceptando que un Sínodo estudiara su proyecto de
concordato, no se llegó a dar marcha atrás en principios fundamentales como la libertad de cultos.
La política eclesiástica del Segundo Imperio y su legislación liberal allanaron el camino para el
fortalecimiento de la Reforma, contribuyendo a la derrota total del partido clerical.
En cuanto a la ley de liberación del peonaje, ésta no pudo dar frutos por la propia caída del
Imperio. Desafortunadamente la República no legisló en esta materia sino hasta después de la
Revolución social de 1910.
170
Historia de México I
Respecto a la obligatoriedad de la educación primaria, al triunfo de la República en 1867, se dio
la ley de instrucción pública que aplicó el mismo principio.
Es interesante recordar que en el Estatuto Provisional del Imperio se acuñó por vez primera el
término de garantías individuales, retomado más tarde por los constitucionalistas de 1917. Otras
medidas desaparecieron, como es el caso de la publicación de las leyes en bandos bilingües, o la
división, que con bases científicas, hizo el Imperio del territorio nacional. No obstante, el príncipe
austriaco, que vistiera el traje de charro de los guerrilleros juaristas, dejó sentadas costumbres además de las ya mencionadas-, que hasta hoy se practican; como su visita a Dolores Hidalgo, el
15 de septiembre, y también legó obras urbanas que subsisten, como el trazo del actual Paseo de
la Reforma. Todo ello prueba que un país se va nutriendo de todas sus experiencias.
A pesar de las críticas que se le puedan hacer a la legislación imperial, es necesario reconocer
que la tercera Reforma contribuyó a consolidar la Reforma juarista. Muchos de los colaboradores
de Maximiliano, habían trabajado en la República y capitalizaron algunas de sus experiencias.
También por esta razón durante el Imperio se dieron avances con relación a la República; así
como posteriormente la Repúblíca avanzó en relación al Imperio, en otros aspectos.
No obstante, también es menester reconocer la aportación de las ideas europeas de Maximiliano.
Éstas fueron una influencia positiva para el avance del liberalismo y para nuestra experiencia
legislativa. Dieron a la luz un principio de código de previsión social: con la primera ley protectora
del trabajo y de los jornaleros en México.
En conclusión, el saldo del Segundo Imperio fue positivo, en cuanto contribuyó al triunfo del
liberalismo y por oposición a la consolidación del Estado nacional.
El gobierno de Maximiliano dejó mayores beneficios que perjuicios a la República mexicana, por
el rechazo que generó la intervención extranjera, se constituyó en el factor de integración que
unificó a la nación mexicana en una organización capaz de actuar. Así, al triunfar la república
sobre la monarquía, surgió también el Estado de derecho en su forma más acabada; el Estado
nacional.
Es necesario insistir en la importancia del estudio del Segundo Imperio, pues constituye una de
las etapas del proceso del liberalismo mexicano del siglo XIX. Ignorarlo equivale a negar una
parte importante de nuestro pasado, tener un conocimiento fragmentario del tiempo eje de la
historia de México.
El emperador no pudo hacer realidad su sueño de instalar un gobierno justo en un momento
histórico que no logró comprender; acabó siendo un romántico de la política. Cuando el Imperio
estaba en sus últimos días y ya era un hecho el triunfo de la República, Maximiliano eligió seguir
al frente de su gobierno. No pudo aplicar lo que él mismo había escrito, que «cuando uno ha
desempeñado su papel, es necesario dejar la escena». Pero sí logró poner en práctica en sus
últimos momentos su idea de que «una prueba de inteligencia y de tacto en la vida es saber
aceptar con dignidad y de buen grado aquello que no se puede evitar...» *
* Maximiliano, «Aforismos» en, Memorias de mi Vida.
171
Guía de lecturas
172
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Estudios de Historia Novohispana. p. 265-318
173
Guía de lecturas
174
Historia de México I
DE ALGUNOS CRISTIANOS NUEVOS EN LA CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE LA
NUEVA ESPAÑA
A la memoria de Edek Poznansky
EVA ALEXANDRA UCHMANY
Introducción
La Corona española prohibió desde un principio, y para siempre, a los cristianos nuevos y a sus
descendientes pisar tierra americana. Sin embargo, los que huían del Tribunal de la Inquisición
peninsular así como los amantes de la aventura encontraron modos de burlar las leyes y ordenanzas
que les impedian participar en la conquista y colonización de América en general y de la Nueva
España en particular.
Los conversos comienzan a abundar en España en la segunda mitad del siglo XIV, al iniciarse las
persecuciones masivas contra los judíos, que terminaron con el decreto de expulsión a finales de
1492. En este lapso, múltiples familias se vieron obligadas a elegir entre el puñal y la pila bautismal,
y se decidieron por la última. Varios abrazaron el cristianismo sinceramente, aunque la mayoría
permaneció fiel a la religión ancestral, con todos los riesgos que esto implicaba. A pesar de las
circunstancias adversas que los obligaron a vivir alejados de las fuentes intelectuales de su
enseñanza espiritual, seguían aferrados a las prácticas rituales judaicas, tanto por conservar su
identidad como porque consideraban que éste era el único camino para su salvación personal. En
la medida que transcurría el tiempo, muchos ya desconocían la esencia del judaismo, aunque
seguían practicando los ritos que recordaban y que las circunstancias les permitían llevar a cabo.
En las primeras décadas de la época colonial llegaron a la Nueva España más criptojudíos1 de
esta categoría, descendientes de los conversos por coacción de finales del siglo XIV de la primera
mitad del siglo XV, cuyas familias trataban de conservar nexos con la religión de sus mayores,
aunque tenían ya posiciones de privilegio en la sociedad española.
A este grupo pertenecían muchos conquistadores cuya identidad, probablemente, no ignoraba
Hernando Cortés. En el juicio de residencia que le fue tomado en 1529 por Nuño de Guzmán,
varios testigos, entre ellos Gonzalo de Mexía, declararon, que el capitán general no publicó los
edictos que le fueron remitidos de la isla de Santo Domingo y de España contra los descendientes
de judíos y moriscos que debían ser expulsados de la Nueva España por ser "prohibidos" en las
tierras de ultramar. El conquistador fue acusado de que «los encubría, protegía y favorecía con
hacienda»2 Es probable que esta denuncia se dirigiese contra los primos de Cortés, los De Paz y
Núñez, descendientes de Inés Gómez de Paz, una de las hermanas de Martín Cortés padre, la
cual se casó con el licenciado Francisco Núñez de Valera de Salamanca, en cuya casa se hospedó
Cortés durante sus años salmantinos.3 Algunos investigadores creen que el escribano público de
1Conversos por coacción que en las circunstancias rnás adversas seguían fieles a la religión judaíca y practicaban
algunas de las prescripciones de las leyes de Moisés.
2 "Testimonio o el conquistador Gonzalo de Mexía, año de 1529" en Sumario de la Residencia tomada a don Fernando
Cortés, Gobernador y Capitán General de la Nueva España, edición y paleografía del original por el licenciaáo
Ignacio López Rayón, México, 1852, II.86-87.
3 Francisco Upez de Gómara, Historia General dé las Indias, Barcelona, Iberia. 1944, II. 4 y 299. Anónimo, "Vida de
175
Guía de lecturas
Salamanca que fungió como procurador de Cortés en todos sus pleitos4 era cristiano nuevo.5
Además, Cortés debía un gran favor a Juan de Córdoba, platero, mercader, figura principal entre
los conversos de Sevilla y en la vida municipal de la ciudad, quien le prestó a don Hernando una
gran cantidad de dinero en 1519, cuando apenas emprendía la conquista de la Nueva España.6 Y,
finalmente, el capitán general queria evitar la desunión de su hueste y las denuncias de unos
contra otros como solía acontecer cuando se publicaban los edictos del Santo Oficio. Al respecto
nos dice Bernal Díaz del Castillo que después de que
... se pregonó que todos los que venían de linaje de judíos o de moros que hubiesen quemado
o ensambenitado 7 por la Santa Inquisición, en el cuarto grado, o sus padres o abuelos, que
dentro de seis meses saliesen de la Nueva España, so perdimento de la mitad de sus
bienes, y en aquel tiempo se vieron el acusar que acusaban unos a otros, y el infamar que
se hacían ... 8
Este pregón fue leído durante el gobierno de la primera Audiencia, cuyos miembros fueron tan
laxos con los cristianos nuevos como lo fue Cortés, porque
...no salieron de la Nueva Espafia sino sólo dos, el uno mercader de la Veracruz y el otro era
un escribano de México. Y desde hace un año trajo licencia el escribano para estar en la
Nueva España y casó una hija que trajo de Castilla, y con todas estas cosas que hacía muy
con fundamento porque alegó que había servido a Su Majestad, presidente y oidores ...9
Es obvia la simpatía que siente el cronista-conquistador por el escribano y en este caso, incluso
por los oficiales reales de la primera Audiencia, porque «"no eran tan ejecutivos que lo llevaban
con rigor, ni sentenciaban sino en muy pocos pesos de oro bajo que se dice tepuzque, y aun lo
dejaban de cobrar, que no lo pagaban".10
De algunos blasfemos
El primer cristiano nuevo juzgado en la Nueva España en 1525 fue Diego de Morales, acusado de
blasfemar y sentenciado por el alcalde de la ciudad, el comendador Leonel de Cervantes, en
presencia del escribano Pedro del Castillo y probablemente un religioso, en cuatro mil maravedíes
Hernán Cortes", en Joaquín García Icazbalceta, Colección de documentos para la historia de México, México,
Porrúa, 1971, I.311; "Testamento de Rodrigo de Paz, 21 de septiembre, 1525, en A. Millares Carlo y J. I. Mantecón,
Indice y extractos de los Protocolos del Archivo de Notarías de México, 1524-1528, México, El Colegio de México,
1954, ficha 74, 1.42-44; "Codicilo de Rodrigo de Paz, 27 de septiembre, 1525" en ibid., ficha 93, I.47-48; "Segundo
Codicilo de Ródrigo de Paz", 30 de septiembre, 1525 en ibid., ficha 96, I.49.
4 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Porrúa, 1960, II.155, 162,
y otras. «Relación de los Servicios del marqués del Valle que de su orden presentó a S.M. el lic. Núñez", en García
Icazbalceta, op. cit., II, 41 y ss.
5 Peggy K. Liss, Mexico under Spain, 1521-1556. Society and the Origins of Nationality. The University of Chicago
Press, 1975, p. 188, nota 22.
6 Ruth Pike, Aristócratas y comerciantes. La sociedad sevillana en el siglo XVI, Barcelona, Ariel, 1978, p. 105.7
7 Ensambenitado -obligado a vestir un sambenito, que es una especie de manta que llevaba el hereje o el penitenciado
a modo de escapulario sobre sus otros vestidos por un lapso fijado por la Inquisición. Los sambenitos de los
quemados y de los reconciliados -que purgada su pena los entregaron a los oficiales del Santo Oficio- se colgaban
en la catedral para difamar no solamente a los condenados, sino también a sus descendientes hasta la tercera
generación.
8 Bernal Díaz, op. cit., ii, p. 292.
9 Ibid.
10 Ibid.
176
Historia de México I
y un mes de cárcel11 Pero el primero que usó efectivamente los poderes inquisitoriales en la
Nueva Espafia fue fray Domingo de Betanzos, vicario general de los dominicos, que en el año de
1527 juzgó y sentenció a diecisiete hombres por blasfemos.
El delito de blasfemia era decir «pese a Dios», «reniego de Dios» o «descreo de Dios»; en momentos
de ira uno renegaba también de la crisma, de los santos, de los apóstoles, de la Virgen, e incluso,
como lo hizo Diego de Morales, de jesucristo. Es obvio que esta blasfemia le podía costar la vida
y por lo tanto, desde un principio, Morales la negó, aunque finalmente se vio obligado a confesar
de haber renegado de la crisma, apóstoles, Virgen y jesucristo y juró solemnemente no volver a
incurrir jamás en este delito.12
Sin embargo, los conquistadores «cristianos viejos» jamás renegaron de jesucristo, casi nunca
de la Virgen y de la crisma y tan sólo ocasionalmente de los apóstoles y santos. En el mundo
hispano de aquel entonces, los predispuestos a blasfemar, como lo eran los soldados, conquistadores, aventureros, esclavos negros y otros, tenían tratos mucho más intimos con los intermediarios
que con Dios Padre, cuya personalidad más lejana y abstracta les fue menos familiar e incluso, a
algunos, incomprensible.
Entre los diecisiete blasfemos juzgados por Betanzos, había varios que renegaron de la crisma,
de los santos y de la Virgen; Diego Núñez, originario de la Villa de Gibraleón en el obispado de
Sevilla, incluso apedreó una cruz.13 Todo esto hace sospechosos a muchos de los procesados de
ser conversos o cristianos nuevos. En efecto, el prior de los dominicos lo pretendía demostrar
pero no pudo, debido a las cruentas luchas que se sucedían en aquel entonces sobre el control de
la Nueva España entre los partidarios de Cortés y los oficiales reales. Por su parte, las órdenes
religiosas tampoco permanecieron al margen de las pasiones de este tiempo; los franciscanos
apoyaban a los conquistadores y los dominicos a los oficiales reales. Por esta razón fray Domingo
de Betanzos volcó todo su celo religioso sobre los conquistadores y se despreocupó de las
conciencias y malas lenguas de los amigos de Peralmindez Chirinos, Gonzalo de Salazar y del
gobernador Estrada. A su vez, como todos los acusados y penitenciados en este auto de fe
pertenecían a un grupo, gozaron ocasionalmente de testimonios favorables de parte de sus amigos,
que los salvaron de graves castigos.
Por ejemplo, los cinco hombres que testificaron en favor de Diego Núfíez, quien se adhirió a la
hueste de Cortés en 1520 cuando éste armaba los bergantines de Tezcoco14 fueron compañeros
de armas durante la conquista de Tenochtitlan. Todos ellos declararon que Diego Núñez era buen
cristiano e incluso Gonzalo Ramírez, natural de Gibraleón como Núñez,15 afirmó que aquél
descendía de una familia conocida de cristianos viejos. Debido a estos testimonios, que
contrarrestaron las acusaciones de que Núñez era converso y mal cristiano, fray Domingo de
Betanzos se vio impedido a expulsarlo de la Nueva España. Sin embargo, el dominico seguía
sospechando del origen de Diego Núñez y por lo tanto le impuso una altísima multa pecuniaria la misma que tuvo que desembolsar dos años antes Diego de Morales-, o sea, cuatro mil
maravedíes. Esta gran cantidad de dinero tuvieron que pagarla solamente los sospechosos de
ser cristianos nuevos. Otro blasfemo que la entregó a las arcas del primitivo Tribunal del Santo
11 "Proceso contra Diego de Morales por blasfemo", México, 1524-1525, AGN, Inquisición, t. I, f. 93-134.
12 «Proceso contra Diego de Morales por blasfemo», México, 1528, AGN, Inquisición, t. I, exp. 11, f. 28-44.
13 "Proceso contra Diego Núñez por blasfemo", México, 1527, AGN, Inquisición, t. i, exp. 7.
14 Francisco A. de Icaza, Conquistadores y pobladores de Nueva España. Diccionario Autobiográfico, Madrid. 1923,
1, p. 96. Según esta fuente alrededor de 1540 Núñez estaba casado en México y tenía nueve hijos.
15 Gonzalo Ramírez llegó a México con la hueste de Pánfilo de Narváez; participó en la conquista de Tenochtitlan, en
las de Michoacán, Zacatula, Colima y Jalisco. Murió alrededor de 1540 y no dejó familia. Véase Icaza, op. cit., I, p.
93.
177
Guía de lecturas
Oficio fue el conquistador Bartolomé Quemado,16 uno de los hombres que llegó con Cortés desde
Cuba.17 En diciembre de 1525 era vecino de la Ciudad de México, ya que otorgó, ante el escribano
público Juan Fernández del Castillo, una carta de poder a Diego de Soria para que cobrara de
algunos vecinos 33 pesos de oro que éstos le debían. Un año y medio más tarde, o sea el 30 de
julio de 1527, apareció una vez más ante Juan Fernández del Castillo para extender una carta de
poder a favor de Pedro Regídor con el fin de que se cobrara de sus deudores 125 pesos de oro
común; a su vez, el mismo día le fue saldada una deuda de 75 pesos también en esta forma.18 Así
es como mediante cartas de poder, una especie de pagarés, los primeros vecinos de México
llevaban a cabo sus transacciones comerciales.
En fin, cuando Bartolomé Quemado, en septiembre del mismo año, se vio obligado a desembolsar
los 4 000 maravedíes al fisco del Santo Oficio por unos "pese... descreo y etc." su posición
económica no fue envidiable. Sin embargo, después de este incidente, según parece, Quemado
se dedicó al comercio de ganado y su situación mejoró; se compró un caballo castaño, que le
costó 216 pesos de oro,19 y logró obtener, en compañía de Bartolomé de Morales, uno de los
contratos de abastecedor de carne de la Ciudad de México,20 que se remataban al mejor postor
cada primavera.21 Hasta aquella fecha existía tan sólo un contrato de abastecedor de carne que
tenía monopolizado desde 1524 el cristiano nuevo Hernando Alonso, de quien se hablará más
adelante. Por su parte, aunque Bartolomé Quemado competía con Alonso en el negocio de la
carne, estaba al mismo tiempo asociado con él para «coger oro en las minas»; esta compañía
dejó de existir en noviembre de 1528 .22
Las multas de los otros blasfemos fluctuaban entre cinco a siete pesos de oro de minas; además,
todos fueron obligados a pagar los gastos de su proceso, a hacer una o dos peregrinaciones a la
capilla de la Virgen de los Remedios, oír una misa o dos, descalzos, con una vela verde en las
manos, y abjurar públicamente de sus pecados. Algunos reos fueron también encerrados por una
temporada en una cárcel pública o en un convento. En algunos casos los blasfemos solían oir la
misa con una mordaza en la boca como símbolo de su transgresión.
Como ya se dijo anteriormente, la mayoria de los penitenciados fueron partidarios de Cortés,
entre ellos su primo Francisco Núñez,23 hermano de Rodrigo de Paz 24 y, por lo tanto, hijo del ya
mencionado escribano público de Salamanca. Otro penitenciado fue Gil González de Benavides
16 "Proceso contra Bartolomé Quemado por blasfemo" México, 1527, AGN, Inquisición, t. I, exp. 9.
17 Manuel Orozco y Berra, Conquistadores de México, apéndice del libro de Baltasar Dorantes de Carranza, Sumaria
relación de las Cosas de la Nueva España, México, Imprenta del Museo Nacional, 1902, p. 375.
18 Indice y extractos de Protocolos de Notarías, 2, XII, 1525, I, p. 290; julio de 1527, 1, 680 y 682a.
19 Ibid., 16 de marzo de 1528, I, 1176 y 1187.
20 Ibid., 22 de abril de 1528, 1, 1274.
21 El contrato de abastecedor de carne para la ciudad tenía efecto desde la Pascua de Resurrección hasta
carnestolendas del año venidero. Si durante este lapso el contratista no podía ofrecer, por alguna causa, la cantidad
y calidad de carne al precio convenido, pagaba una fuerte multa. Por su parte los vecinos que tenían ganado
podían pesar carne en las carnicerías de la ciudad durante los tres meses siguientes: septiembre, octubre y
noviembre.
22 Ibid.~ 1744.
23 Ibid., 93 y 96. "Codicilos de Rodrigo de Paz"; y véase también "Proceso contra Francisco Núñez por blasfemo",
México, 1527, AGN, Inquisición, t. I, exp. l0e.
24 Rodrigo de Paz llegó a México en 1522 trayendo a Cortés el nombramiento de capitán general y gobernador de la
Nueva España; desde entonces fungía como mayordomo mayor del conquistador y desde 1524 como alguacil
mayor de la Ciudad de México. Cuando Cortés se encontraba en las Hibueras, fue torturado y ahorcado (16 de
octubre, 1525) por las órdenes del factor Gonzalo de Salazar y del veedor Peralmíndez de Chirinos, quienes
querían que les entregara el "tesoro" de don Hernado.
178
Historia de México I
de Avila, que llegó a Tierra Firme en 1514 25 con el gobernador Pedrarias Dávila 26 y que fue
aprehendido dos semanas antes de que fray Domingo de Betanzos terminara de redactar la
acusación en su contra.27 Gil González fue uno de los capitanes que llegaron en 1522 con Francisco de Garay a Pánuco y que se atrajo con sagacidad Hemán Cortés. Desde entonces Gil fue
uno de los allegados del conquistador, a quien acompañó en la trágica expedición a las Hibueras.
Después de la conquista, se casó con Leonor de Alvarado, sobrina de Pedro de Alvarado, y gozó
de los pueblos de Cuaulltitlán, Xaltocan y Zumpango, encomendados a su hermano que en aquel
entonces andaba en la conquista de Yucatán. Fue padre de Alonso de Ávila Alvarado y de Gil
González de Ávila, degollados en 1566 a raíz de la supuesta conspiración del segundo marqués
del Valle.28
Gil González de Benavides era deudo del contador real Gil González de Avila, comisionado a
Santo Domingo en 1509, que fue hecho dos años más tarde caballero de la Orden de Santiago,
y hermano de Alonso de Avila y Benavides, que llegó a Santo Domingo en 1511 para desempeñar
el cargo de contador29 que dejó vacante su tío que se fue a Cuba y de allí a España.30 Estos tres
González de Avila fueron parientes de «Alonso de Avila, que junto con Fernando Álvarez y el
cronista Fernando del Pulgar -los tres judíos conversos-, servían como secretarios a la reina
Isabel y gozaban de su protección».31
Según Boyd-Bowman, los González eran naturales de Ávila y según Rubio Mañé de Ciudad
Real,32 donde varios penitenciados por el Santo Oficio llevaban este apellido,33 a su vez, en la
cercana Toledo, un gran número, de conversos llamados González desempeñaban, en las últimas
décadas del siglo XV, importantes cargos públicos.34 Es sabido que muchos conversos y cristianos
nuevos para evadir persecuciones se trasladaban a otro lugar, mudaban de señas y ocasionalmente
se ponían sobrenombres como Benavides, o sea bien-habido, que indicaban alcurnia y podían
borrar un pasado indeseable, a la vez que abrían grandes posibilidades a hombres de acción.
25 Peter Boyd_Bowman, Indice geobiográfico de cuarenta mil pobladores españoles de América en el siglo XVI,
Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1964, 137.
26 Pedro Arias Dávila, hijo de Pedro Arias Dávila, contador mayor de Castilla y primer conde de Puñonrostro y de
Marina de Mendoza, nieta del primer marqués de Santillana y sobrina del primer duque del infantado, y sobrino, de
Juan de Axias Dávila, que fue durante treinta años obispo de Segovia y quien se vio obligado viajar a Roma para
defender a su hermano de los ataques del inquisidor Juan de Torquemada. Ambos eran hijos de Diego de Arias y
Elvira González Dávila o de Ávila. Don Diego, cuando era todavía judío, manejaba las rentas reales y después de
convertirse, antes de la mitad del siglo xv, fue nombrado contador mayor de Castilla y llevó a cabo una reforma
fiscal. Durante el reinado de Enrique II fue ennoblecido con el señorío del castillo de Puilonrostro. Véase José
Amador de los Ríos, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, Madrid, Aguilar, 1960,
p. 623-627.
27 «Proceso contra Gil González de Benavides por blasfemo», México, 1527, AGN, Inquisición, exp. 9, f. 44-45.
28 Bernal Díaz del Castillo, op. cit., II, p. 334-335; Baltasar Dorantes de Carranza, op. cit., p 36 y Francisco de Icaza,
op. cit., 1, 138.
29 Boyd-Bowman, op. cit., I, p. 117.
30 En 1519 este contador real regresó a Santo Domingo como capitán de una expedición a tierra firme y buscando un
estrecho entre los océanos conquistó entre los años de 1519 a 1522 Costa Rica y Nicaragua; después se organizó
otra armada que partió desde Santo Domingo a Honduras, entre los años de 1524-1525, donde sus intereses de
conquista chocaron con los de Cortés, quien deseaba adelantársele y envió a Cristóbal de Olid a la conquista de
las Hibueras. Olid por un lado tomó preso a Gil González y por el otro se rebeló contra Cortés. Por esta razón el
sobrino Gil González tomó parte activa en la eliminación física de Olid. Finalmente Francisco de las Casas trajo al
contador Gil González a México y luego lo envió a España, donde murió después de 1526. Véase Boyd-Bowman,
op. cit., Y, p. 138. Bernal Díaz, op. cit., n, p. 186-187.
31 Amador de los Ríos, op. cit., p. 683-684.
32 J. Ignacio Rubio Mañé, Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España 1535-1746, México, UNAM, 1959.
II, p. 11, nota 15.
33 Haim Beinart, Records of the Trials of the Spanish Inquisition in Ciudad Real, 2 v., Jerusalem, The Israel National
Academy of Sciences and Humanities, 1974 (abarcan los años 14B3-1512).
34 Amador de los Ríos, op. cit., p. 620 y nota 3 en la misma página
179
Guía de lecturas
Un procurador y un encomendero
Alonso de Avila y Benavides, hermano de Gil González de Benavides, después de desempeñar el
cargo de contador en Santo Domingo entre los años de 1511 y 1517, se fue a Cuba para
embarcarse, como contador, en la flota de Juan de Grijalba que partía rumbo a México.
En 1519 se enlistó como capitán y contador en la expedición de Cortés, quien, conociendo sus
antecedentes y probablemente también sus contactos en la Corte, lo nombró en 1520 alcalde de
Veracruz y en el mismo año lo mandó como procurador de la Nueva España a Santo Domingo
«donde residían la Audiencia Real y los frailes jerónimos, y cuando lo envió le dio buenas barras
y joyas de oro por contentarle».35 Según Bernal, Alonso fue «amigo de ruidos» y por lo tanto
Cortés, que como es sabido tenía miedo de los letrados, quería alejarlo de la hueste y, como hizo
buena labor en La Española,36 prefería usarlo como su procurador en España. En 1522 Alonso de
Ávila se embarcó junto con le tesoro de Moteculizoma y con otro botín de la conquista, pero tuvo
mala suerte porque en el camino fue preso por el corsario francés Juan Florín; fue liberado en
1524 y, en 1527, regresó a la Nueva España como uno de los capitanes de Montejo, quien en
aquel entonces inició la conquista de Yucatán.
Boyd-Bownian hace morir a Alonso de Ávila enfermo en casa de su hermano Gil en 1534;37 sin
embargo el hombre estaba vivo en 1537, cuando fue acusado ante el obispo fray Juan de
Zumárraga, en aquel entonces inquisidor apostólico de la Nueva España, de judaizante y de tener
un crucifijo debajo de su escritorio en el lugar donde ponía sus pies.38
Los Ávila fueron grandes amigos de Gonzalo Gómez, alcalde, encomendero y hombre de empresa
en Michoacán, acusado formalmente de judaizante en 1536, aunque pendían sobre su cabeza
denuncias de semejante índole desde 1530.39 Sin embargo, fray Juan de Zumárraga se tardó casi
un año entero en recabar testimonios antes de proceder. Finalmente, el 1 de junio de 1537 el
obispo firmó la orden de aprehensión y confiscación de bienes de Gómez. Por su parte, los
denunciantes no guardaron el debido secreto impuesto, "so juramente y bajo graves penas"
absolutamente a todos los entremezclados en algún caso juzgado por el Santo Oficio y meses
antes ya corrían rumores en la Ciudad de México de que Gómez tendría que vérselas con el
temible Tribunal. Cuando Alonso de Ávila supo que Gómez había sido denunciado ante la
Inquisición, le envió rápidamente un corredor a caballo a Michoacán con ua carta. En ésta le
indica en lenguaje figurado lo sucedido. Entre otras cosas le escribe "que habéis dicho, que no
quiero ver a Dios ni que él os vea, y si así lo habéis dicho no es de una persona cuerda".40 Gómez
confiaba en su amigo y pronto apareció en casa de Alonso de Avila, quien le reveló los nombres
de sus denunciantes y dio algunos consejos. El día siguiente, el 12 de junio, Gonzalo Gómez se
presentó ante el inquisidor apostólico y ante el fiscal del Santo Oficio, el doctor Rafael de Cervantes,
que lo mandaron prender. Además, es de suponerse que a raíz de la amistad que el procurador
Alonso de Avila profesaba a un reo del Santo Oficio se formuló en su contra la denuncia de que
solía pisotear una cruz.
35 Bernal Díaz; op. cit., II, p. I86-I87.
36 Ibid.
37 Indice..., I, 117.
38 "Averiguación hecha por el Santo Oficio en lo de Alonso de Avila, acusado de tener un crucifijo debajo de su
escritorio y poner los pies encima", México, 1537, AGN, Inquisición, Indice t. I, señalando que el documento está en
el volumen I A, exp. 23 bis, 4 fojas.
39 "Proceso contra Gonzalo Gómez por palabras malsonantes", México, 1536, AGN, Inquisición, v. 2, exp. 77 f. y 54
sin enumerar.
40 «Carta de Alonso de Ávila», anexa al proceso contra Gonzalo Gómez.
180
Historia de México I
Gonzalo Gómez llegó por vez primera a La Española en 1507, a la edad de nueve años, en
compañía de su padre Juan, mercader, natural de Santa Cruz en Sevilla, o sea, el antiguo barrio
judío, que seguía siendo también en 1492 el centro de los conversos de la ciudad. Después de
1507 regresaron ambos, padre e hijo, dos veces a Espafia, donde permanecieron tan sólo un mes
y se embarcaron de nuevo para allende del mar. Según consta del registro de los asientos de
pasajeros a Indias, el último viaje se realizó en junio de 1510, cuando Gonzalo tenía doce años.41
La madre, Beatriz, penitenciada por el Santo Oficio, estaba ya muerta por aquellas fechas. A su
vez, Juan hizo una vez más la larga travesía para traerse a las Indias a Diego, uno de sus dos
hijos naturales.42
En 1514 Gonzalo Gómez marchó con Pedrarias a Tierra Firme,43 al Darién, donde anduvo unos
diez meses; regresó a La Española, en 1523 se fue a Cuba, y en 1524 se embarcó en la compañía
del licenciado Alonso Zuazo para la Nueva España.44 Zuazo fungía como juez de residencia del
gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, enemigo de Cortés, y por lo tanto era un amigo natural
del conquistador, quien le dio como bienvenida diez mil castellanos y lo hizo alcalde mayor de la
Ciudad de México. Los allegados del licenciado quedaron también vinculados al bando de Cortés,
que envió a Gómez como alcalde de Michoacán, Tamazula y Zacatula, donde se inició en la cría
de ganado mayor. Alrededor de 1528 obtuvo la encomienda de Iztepee o Yztapa45 que pretendía
también Cristóbal de Valderrama, quien después de largos pleitos pensó conseguir la tierra
denunciando a Gómez como judaizante del que se rumoreaba que no podía estar en las Indias.
En 1531 el encomendero se hizo también de una estancia en Guayanguareo, la actual Morelia,
donde fijó su residencia.
En suma, Gómez: fue uno de los primeros colonizadores de Michoacán, donde tenía tierras de
cultivo, criaba ganado mayor, explotaba la minería y fundó el primer obraje de paños. El virrey
don Antonio de Mendoza le dio algunos esclavos para que aprendieran el oficio en aquel taller
donde se trabajaban también lanas finas. Con estos esclavos y otros indígenas, a instancias del
virrey, Gonzalo abrió un obraje más en Tezcoco. Además Gómez tenía una gran tienda de telas
y de ropa en general en la Ciudad de México.46 Su prosperidad y su puesto público, fuente de
buenos ingresos y de amplias posibilidades.47 le provocaron grandes enemigos entre los pobladores
menos emprendedores y en particular entre los aventureros que seguían viviendo de la soldada.
Todos éstos fueron instigados en su contra por sus "enemigos mortales", como Valderrama, el
corregidor Lope de Saavedra y el contador Rodrígo de Albornoz, quienes por un lado pretendían
sus tierras y por el otro tenían con él fricciones de autoridad y jurisdicción. Incluso, el corregidor
mandó prender a Gómez en 1532 a raiz del pleito sobre Yztapa. Los amigos de Gonzalo eran los
Ávila y otros encomenderos que eran adversarios de los oficiales reales.
41 Cristóbal Bermúdez Plata, Catálogo de pasajeros a Indias, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, Sevilla. 1940, Y. 1,
1509-1534, ficha 77.
42 Ibid., I, 530.
43 Boyd-Bowinan, op. cit., I, 3566.
44 Francisco López de Gómara, II, 286-287.
45 Francisco Icaza, op. cit., véase también Richard E. Greenleaf, The Mexican Inquisition fo the Sixteenth Century,
University of New Mexico Press, 1969, 49.
46 «Interrogatorio preparado por Antonio Mendoza para la visita que se le hizo, r, 1547; cargo XV’. El virrey alega que
no tiene parte en los obrajes y tiendas de Gonzalo Gómez. en Los virreyes españoles en América durante el
gobierno de la casa de Austria, edición de Lewis Hanke, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles CCLXXIII, 1976,
67-68.
47 En el «Memorial de los conquistadores...» que se encontraba entre los papeles del virrey, marqués de Montesclaros
(1603-1607), también el nieto y homónimo de Gonzalo Gómez está descrito como "hombre rico en alcaldías mayores"
en Dorantes de Carranza, op. cit., 437.
181
Guía de lecturas
Las acusaciones en materia de fe abundaban contra Gómez. Varios de los trece testigos que
presentó el fiscal del Santo Oficio afirmaron que el encomendero solía blasfemar, incluso en
presencia de indios. Uno de ellos le oyó decir « ... reniego y descreo de Dios.. .».
Otro vio que se reía del bautizo de niños indios, y cuando bautizaban en su presencia a un viejo
indígena opinó «...que esto no aprovecha nada...». Gómez negó el primer cargo de esta acusación
y del segundo alegó que aquel hombre no estaba lo suficientemente adoctrinado para recibir las
aguas lustrales. Antonio de Godoy, que pretendía la alcaldía de Zacatula, denunció que Gómez
criticó una pintura religiosa que alababa la labor evangelizadora de los dominicos, diciendo que
«... los paños pinta cada uno como quiere...» Al respecto Gonzalo replicó que su comentario fue
intencionalmente mal interpretado; porque él dijo solamente que si los franciscanos hubieran
pintado el cuadro se hubieran atribuido toda la salvación de las almas y no hubieran dejado nada
a los dominicos.
También fue denunciado porque los viernes cambiaba las sábanas de su cama y su ropa personal para el advenimiento del sábado. Que «se holgaba y trabajaba los domingos y días festivos...»
y así lo hacían también los indios que le servían. Y que una vez, cuando traía ganado de Michoacán
a México, suspendió el viaje el viernes en la tarde y lo continuó el domingo para no profanar el
sábado. Se dijo también que en su rancho tenía una iglesia en la cual almacenaba trigo y maíz y
que estaba sucia y llena de camas. Otro testigo afirmó que Gómez dormía allí con sus mancebas
y también lo hacía Alonso de Avila, que lo frecuentaba. Se le acusó de romper varias cruces e
incluso tres en un Viernes Santo. Y que la cruz que tenía en su patio la echó encima de un techo
y secaba sobre ella ajos. Gómez dijo que la puso en el techo para que los caminantes no pisaran
su sombra y que "el licenciado Quiroga [don Vasco] le dijo que así está bien hecho. . . "
Pero la acusación más grave se debió a los testimonios presentados por varios sevillanos, entre
ellos Alonso de Carrión,48 que conocía la familia desde su ciudad natal de Castilla. Éstos lo
denunciaron de ser hijo de Juan Gómez Parholero (sobreapellido del padre de Gonzalo), judío
confeso 49 y hereje penitenciado y reconciliado por el Santo Oficio. «Y que un hijo suyo se metió
fraile en Córdoba pero lo echaron fuera los frailes porque era reconciliado» y que supo que tenía
dos hijos legítimos, Gonzalo y Melchor,50 y dos bastardos, Diego y Francisco,51 en la Nueva España.»
Contra esto Gonzalo alegó que Carrión, "hombre vil, de mala vida que se mantiene de juego y de
decir donaires en bodas y banquetes", le estaba levantando falsos; y que cuando Alonso era
criado de Cortés, Gómez tenía con él altercados.
Desde un principio, Gómez declaró que su padre era labrador, pero durante el proceso reconoció
que era sastre, aunque insistía en que jamás practicó este oficio. Es posible que desde 1506,
fecha en que los Gómez iniciaron su aventura indiana, sus ingresos provinieran del comercio y no
del trabajo artesanal. 52 Del presente proceso se desprende que esta ocupación no fue solamente
48 Fue penitenciado por blasfemo en 1527 por fray Domingo de Betanzos y en 1536 por el mismo delito y por juegos
por fray Juan de Zumárraga; véase AGN, Inquisición, v. I, exp. 10 y v. 14, exp. 3.
49 Tanto en el proceso mencionado de Diego de Morales como en el de Gonzalo Gómez y otros, se aplicaba la
palabra "confeso" al judío convertido al cristianismo. Esta misma connotación la da también el Diccionario de la
Real Academia Española. Además en el lenguaje de la Inquisición se usa como sinónimo de mal cristiano, o
incluso de judío. En este sentido lo usa Cervantes.
50 Llegó a la Nueva Espafla alrededor de 1522; pacificó las provincias de Xelitla, Macuilxóchitl y Coatlán; fue de los
primeros pobladores de la ciudad de Puebla. Véase Icaza, op. cit., II, 700.
51 Llegó a la Nueva Espafla alrededor de 1530; era vecino de la Ciudad de México; véase Icaza, op. cit., II, 803. Fue
uno de los testigos en contra de su medio hermano Gonzalo.
52 Véase al respecto Ruth Pike, op. cit., cap. III.
182
Historia de México I
mal vista por si en una sociedad que nació de la conquista, sino que fue despreciada por
considerársele un oficio judío. Esto se puede deducir también del proceso de Álvaro de Mateos,
sastre natural de Sevilla, acusado de judaizante en 1539.53 El gobernador del Nuevo Reino de
León, don Luis de Carvajal y de la Cueva, reniega de sus familiares que siguen practicando la
religión judaica, por ser ésta la fe «de sastres y zapateros perdidos».54
Gonzalo Gómez contrapuso a los testigos del Santo Oficio otros que afirmaron que él era un
hombre liberal, hospitalario y trataba bien a los indios; que a la mencionada iglesia la usaba como
posada para los caminantes porque se le quemó una estancia que utilizaba para este fin. Uno de
ellos, un tal Pedro Incillo, minero, declaró que Gómez lo tenía en su casa hospitalizado durante
seis meses curándolo de un accidente.
Pero el fiscal del Santo Oficio proclamó que todos aquéllos a los cuales Gómez consideraba sus
enemigos capitales eran sus amigos y lo querian bien. Por lo tanto, exigía que el acusado fuese
"sentenciado como hereje dogmatizante y que se le confisquen los bienes que tuviere, pues de
derecho por los dichos delitos están confiscados". Gómez tenía seis hijos legítimos55 y dos naturales,
que en este caso perderían su herencia.
Sin embargo, Gonzalo logró defenderse; sus tres abogados, licenciado Vicente de Riverol y
licenciado Francisco Téllez en la Ciudad de México, y licenciado Cristóbal de Benavente en
Michoacán, aconsejados probablemente por el procurador, insistían en que Gómez jamás realizó
ceremonia judaica alguna, e incluso lograron que por el Tribunal del Santo Oficio desfilaran también
testigos favorables al reo. Además la defensa del acusado presentó varias cartas firmadas por
unos frailes de Pátzcuaro y otros conventos, que decían que Gómez cumplía con todos los
preceptos del cristianismo.
Y finalmente, el 9 de noviembre de 1539 fue pronunciada la sentencia por el inquisidor episcopal
fray Juan de Zumárraga, que condenó a Gómez:
... que el día que por nos fuera señalado en la iglesia mayor de esta ciudad esté en una misa
de rodillas y con una candela en la mano y sin caperuza, y mientras la misa se dice, rece
cinco avemarías con cinco padrenuestros a las llagas que Nuestro Redentor recibió en el
árbol de la Cruz para salvar el linaje humano y el rosario de Nuestra Señora porque Dios
pordone sus pecados y éstos porque es penitenciado; y más le mandamos que esté recluso
haciendo penitencia en un monasterio por un mes más o menos cuando fuere nuestra
voluntad, el cual monasterio por nos le será señalado. Otro sí, le condenamos más en
cuatrocientos pesos de oro de minas los cuales dé y pague antes que salga de la prisión en
que está y los reciba el receptor tesorero del Santo Oficio, los cuales aplicamos para el fisco
de su majestad de este Santo Oficio...
Después de pagar la enorme suma de dinero que le salvó la vida, Gómez sabía que sus tribulaciones
no habían terminado aún. Por esta razón exigió del fiscal una copia de la pobranza que éste tenía
contra él. Comportamiento inaudito en los juicios del Santo Oficio. La utilizó en las posteriores
gestiones que hizo en Espafia para que cesaran todos los procedimientos inquisitoriales en contra
suya. En efecto, el corregidor Saavedra no dejaba de instigar. Las acusaciones de que no asiste
53 «Proceso contra Álvaro Mateos y su mujer Beatriz Gómez, judaizantes». México, 1539, AGN, Inquisición, v. 30,
exp. 9 bis, 114 y 9 fojas.
54 "Proceso contra Luis de Carvajal y de la Cueva, gobernador del Nuevo Reino de León, México, 1599" AGN,
Inquisición, colección Riva Palacio, v. II, 139 f.
55 Icaza, op. cit., I, 387.
183
Guía de lecturas
a misa y de que es mal cristiano seguían abundando. Pero, a pesar de estas persecuciones, el
empresario multiplicó sus bienes y amplió sus tierras y logró que el virrey le concediera en 1550
una nueva merced de un sitio en Urirapúndaro para la cría de ganado mayor.56
Y por fin, en 1554, Gonzalo Gómez logró una real cédula dirigida al corregidor Lope de Saavedra
de la ciudad de Vihirila (sic), en la provincia de Michoacán, en la cual se le decía entre otras
cosas: «vos por odio y enemistad que le tengays e por molestar por vuestra propia autoridad
andays fiziendo pesquiza...» 57 0 sea, se le ordenaba en nombre del rey dejar en paz a Gómez.
Con aquella adquisición, desconocemos su precio, Gonzalo Gómez pretendía comprarse una
tranquila vejez. Por su parte es indudable que el hombre tenía buenos amigos y valederos tanto
en la Nueva España como en la Corte; en efecto, por aquellas fechas prestó a un necesitado
virrey, como lo era don Luis de Velasco,58 diez mil pesos.59
Sin embargo, para la desgracia de sus sucesores, Juan Juárez de Ávila o Álvarez de Peralta
compró de los depositarios del archivo de fray Juan de Zumárraga el proceso de su padre, Juan
de Ávila, natural de Zafra, penitenciado en 1541 por blasfemo; 60 para su sorpresa encontró entre
los papeles la orden de aprehensión contra Gonzalo Gómez, firmada por el famoso obispo. De
inmediato decidió explotar el documento y exigió de los hijos de Gonzalo, de Salvador Gómez
Corona, casado con Maríana de Vargas, hija del comendador de hábito de Cristo, secretario de la
Real Hacienda y encomendero, Juan Baeza de Herrera,61 de Antonio Gómez Corona, casado con
Paula, hija del famoso capitán Andrés Dorantes de Carranza, sobreviviente de la expedición de
Alvar Núñez Cabeza de Vaca,62 y de Juan Gómez Corona, emparentado con la casa del
comendador del hábito de Santiago, conquistador y alcalde mayor, Leonel de Cervantes,63
doscientos pesos por el papel comprometedor. Pero los hijos de Gonzalo, ricos y poderosos, no
aceptaron la propuesta. Por lo tanto, Juan Juárez de Ávila comenzó difundir la noticia en la sociedad
novohispana; dijo a un tal Juan Jaso, que tenía un altercado con los Gómez, que mediante este
documento la gente se daría cuenta de quiénes eran en realidad los "hijos de Gonzalo Gómez
que era confeso". A su vez Juan Juárez elevó el precio de su demanda y exigió de Juan Gómez
Corona que además de los doscientos pesos le fuera saldada una deuda de mil pesos que debía
a Leonardo Cervantes. Juan Gómez, que no deseaba inmiscuir a la familia de su mujer en este
asunto, denunció a Juan Juárez ante el fiscal del Santo Oficio, recién establecido formalmente en
la Nueva Espafia, 64 alegando que Juárez estaba infamando la memoria de su padre «que fue
honrado con cargos por gobernadores y virreyes». Como respuesta al licenciado Bonilla mandó
recoger todos los archivos de la primitiva Inquisición, amonestó a Juan Juárez Avila y lo obligó a
guardar el debido secreto.65
Además, el licenciado Bonilla inició una pesquisa sobre los procesados por el primitivo tribunal de
la Inquisición para poder colgar de nuevo en la catedral los sambenitos de los penitenciados, que
desaparecieron de allí con el transcurso del tiempo y de esta manera difamar su memoria. Aquella
56 AGN, Mercedes, v. II, 50 bis, 1550.
57 Real cédula anexa al proceso de Gonzalo Gémez.
58 "Memorial de Luis de Velasco de cosas que se habían de tratar con el emperador o con el rey o el Consejo de las
Indias, 1555" en Los virreyes espaÑoles..., 150-152.
59 Dorantes de Carranza, op. cit., 437.
60 AGN, Inquisición, v. 14, exp. 39.
61 Dorantes de Carranza, op. cit., 298-299.
62 Ibid., 268.
63 Ibidem, y Boyd-Bowman, op. cit., 8914.
184
Historia de México I
investigación produjo un documento de sumo interés, que es la fuente principal de las páginas
que siguen las Diligencias sobre los Sanbenitos antiguos y renovación de ellos, y postura de los
que se han relaxado y requerido por este Santo Oficio que fue en su tiempo paleografiado y
publicado por Alfonso Toro y utilizado por algunos historiadores. Para el presente ensayo se
transcribió una vez más el documento original y se consultaron otros documentos de la época,
por medio de los cuales se logró verter una nueva luz sobre las actividades y relaciones de las
personas mencionadas en las Diligencias.
De dos escribanos públicos
Fray Domingo de Betanzos abandonó México a mediados de 1527 y dejó en su lugar a Rodrigo
de Torres como juez inquisidor, que juzgó a algunas personas por blasfemas. En junio de 1528
llegó a la Nueva Espafía con poderes inquisitoriales el dominico fray Vicente de Santa María,
quien organizó el primer gran auto de fe 68 en México. En éste fueron penitenciados dos famosos
escribanos de la Nueva España: Diego de Ocaña, a quien no hay que confundir con el escribano
mencionado por Bernal Díaz, y Juan Fernández del Castillo.
Diego de Ocaña llegó a las Indias en 1509 con la flota de Díego Colón, probando su suerte como
mercader; trajo en la nave Santa Ana, que zarpó de San Lúcar de Barrameda el 20 de mayo de
1509, 4 botijos de aceite, 1 jarro de manteca, 2 sacos de harina y 26 camisas.» En otra nave, la
Santa María, que no logró llegar a su destino, cargó aceite, sardinas, jabón, espejos, cuchillos,
etcétera. 70 Vivió durante muchos años en Santo Domingo y en junio de 1525, a la edad de
sesenta años, llegó a la Nueva España.71
Ocaña era un judío practicante y «era habido y tenido comúnmente por confeso de generación de
judíos. . ." 72 " ... viejo, alto, que vino a esta ciudad de la Isla Española de Santo Domingo, donde
decían que había estado muchos años... y oyó decir este testigo, que en la Isla Española tenía
una hermana, y que la habian quemado ... ",73 «.. en toda esta ciudad, comúnmente el dicho
Ocaña era habido y tenido por de generación de judíos, de la casta de unos Xuárez de Benadeva,
judíos de Sevilla, el cual tenía un hijo bastardo que se decía Hernán Xuárez,74 el cual después de
la reconciliación de su padre negó ser su hijo, y entendió este testigo que por esta causa el dicho
64 La cédula de fundación del Santo Oficio en la Nueva España data del 16 de agosto de 1570. Sin embargo, el
inquisidor Pedro Moya de Contreras llegó a México el 12 de septiembre de 1571 y en octubre notificó sus despachos
al virrey.
65 "Denuncia contra Juan Juárez Ávila o Peralta por infamar la memoria de Gonzalo Gómez", México, 1571, AGN,
Inquisición, v. 72, exp. 29, f. 269-284.
66 México, 1574, AGN, Inquisición, v. 77, exp. 35, 63 f.
67 Alfonso Toro, Los judíos en la Nueva España, México, Publicaciones del Archivo General de la Nación, 1932, doc.
2, 20-82.
68 Acto de Fe.
69 Enrique Otte, «La flota de Diego Colón, españoles y genoveses en el comercio Trasatlántico de l509»; y Apéndice
núm. 9, en Revista de Indias, Madrid, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1964, núm, 95-96, xxiv, p. 492.
70 Ibidem.
71 "Carta de Diego de Ocaña, - México 9 de septiembre" 1526, en García Icazbalceta, op. cit., i, p. 524-557.
72 "Testimonio de Pedro Vázquez de Vergara" natural de Sevilla, de edad de más de setenta años, en Diligencias...
73 "Testimonio de Diego de Valadés" conquistador de esta tierra, de más de ochenta años, en ibid.
74 Según el testimonio del arriba mencionado Vázquez de Vergara, el hijo era legítimo.
185
Guía de lecturas
Ocaña le desheredó».75 "Fue acusado de matar la gallina por el espinazo, según la ceremonia de
la Ley de Moisés, de comer carne los viernes y, en todos los demás días, tiburón y otros pescados".
En efecto, los testigos no tenían una noción exacta acerca de las leyes de Kashrut, o sea de la
dieta judía, según la cual las aves no se matan por el espinazo y tampoco de consumen tiburones,
que son peces carnívoros. A su vez, el pescado en general era casi el alimento básico de los
criptojudíos.
Bartolomé González, conquistador de setenta y cuatro años de edad, recordaba que Ocaña era
«descendiente de judíos, y así lo parecía él en su manera y trato y en el vestido, que lo traía muy
largo hasta los pies, y un bonete negro, redondo, muy ajudiado, y era muy continuo y allegado de
la casa del factor Gonzalo de Salazar, a quien servía de secretario y trataba negocio de papeles...»76
Esta amistad y más tarde la del gobernador Alonso de Estrada, que estuvo presente durante el
auto de fe en el que fue penitenciado el «hombre de negocios de pluma salvaron de la hoguera a
Diego de Ocaña.
La vida tan públicamente judía de Diego de Ocaña y el testimonio mencionado de Bemal Díaz del
Castillo indican que los conquistadores y primeros pobladores de la Nueva Espafia no sentian
adversidad hacia los conversos, que vivian entre ellos, a pesar de que la Iglesia trataba de
promoverla.
Diego de Ocaña, hombre inteligente y apasionado, era el espíritu del grupo opuesto a Cortés,
como lo indican sus dos cartas dirigidas a los oficiales del Consejo de las Indias, escritas en
agosto y septiembre de 1526. El escribano, que deseaba conservar la administración de la Nueva
España en manos de los oficiales reales, advertía al emperador que si Cortés se quedaba con el
gobierno de la Nueva España "morirá con corona". En efecto, las cartas del escribano, junto con
otros informes, fueron tomados en cuenta por el Consejo de Indias y el conquistador perdió para
siempre el gobierno de la Nueva España.
Diego de Ocaña, como muchos otros conversos castellanos, se preocupaba por la grandeza del
Imperio español 77 y le aconsejaba a Carlos V que cimentase su imperio universal sobre un poderio
económico basado en la producción y venta de especias. Le insinuaba que era necesario buscar
las Islas de la Especiería para "traer á estas partes planta é simiente de especiería, pues todas
estas islas y tierras son abtas para ello... " Es sabido cuán codiciadas eran las especias durante
la Edad Media y el Renacimiento, y que Colón partió desde España para buscar la otra ruta hacia
el oriente que albergaba la preciada mercancía. El críptojudío pretendió desviar la mente del
emperador hacia el cultivo de frutos que en su tiempo equivalían a oro. Ocaña creía que produciendo
Castílla especias en el Nuevo Mundo podría bajar su precio en los mercados europeos y dar un
golpe mortal al «trato de Portugal con el Levante»; de esta manera España se convertiría en una
potencia económica por excelencia y casi en la dueña del comercio europeo de aquel entonces.
Sin embargo, estos consejos tan pragmáticos del escribano pasaron totalmente desapercibidos
por el emperador.
Ocafia se preocupaba además por la producción agrícola en general y consideraba que México
era un país sumamente fértil. En la misma carta dice, que «se ennoblecería esta Nueva España,
enviando su Majestad aquí, como le han suplicado, todo género de planta y simiente, pues lo
lleva la tierra en mucha abundancia. Sepa su majestad que hay necesidad de sembrar para
75 "Testimonio de fray Antonio de Roldán", provincial de la orden de San Francisco en esta Nueva España, de edad
de sesenta y seis años, en ibid.
76 "Testimonio de Bartolomé González", original de Mari-Alva, Portugal, en ibid.
77 Véase al respecto Américo Castro, La realidad histórica de España, México, Porrúa, 1962 y del mismo autor,
Aspectos del vivir hispánico, Madrid, Alianza Editorial, 1970.
186
Historia de México I
coger, y no temía yo en mucho desta manera fuesen estas tierras la mayor y mejor parte de sus
señoríos».
El inquisidor dominico, fray Vicente de Santa María, como partidario del gobernador Alonso de
Estrada, absolvió a Diego de Ocafia, cuya culpa aumentó según los cánones del Santo Oficio
porque él indujo a los otros acusados a negar sus delitos. Gritaba en la cárcel «a ti te digo pared
que no confieses, porque los testigos son muertos».78 A pesar de ello solamente le «hicieron una
plática, dándole con unas varillas en el hombro diciendo unas oraciones...» 79 Diego de Ocaña,
quien como amigo de gobernadores y escribano público estaba totalmente involucrado en la vida
política de la Nueva Españía, desde el día en que fue reconciliado con el sambenito, no se dedicó
más a los negocios públicos «y que desde el día que se lo echaron, se estuvo en su casa echado
en una cama, y tenía el sambenito sobre su sayo colgado de una caña, y así se decía públicamente,
y este testigo y otros muchos lo reían».80
Los sufrimientos y humillaciones que el reconciliado experimentó durante el proceso y en el auto
de fe lo persiguieron hasta el día de su muerte. En su testamento redactado en 1533 el escribano
exige a sus herederos que pugnen por limpiar su nombre, porque de otra manera la condena
recaerá también sobre ellos. Para salvar a los vivos asi como a sus propios huesos de profanación,
ordena que digan por él misas en múltiples lugares y que recen por su alma en la Iglesia de San
Salvador en Sevilla,81 en la capilla de los Ocaña «sus padres»; todo esto a pesar de que se supo
públicamente que procedía de los Xuárez de Benadeva, y que Ocaña era solamente un nombre
prestado. En otro lugar de su testameto dice que:
... porque fray Vicente, vicario de los dominicos, injustísimamente me prehendió e vinculó e
atormentó, contra el proceder de su letrado e de fray Domingo de Betanzos, e de todos que
le pudieron dar e dieron parecer, para más vacularme, tuvo intención de mi matar e así lo
votó... e para poner esto en execución, tuvo formas e maneras, como hombre poseído del
diablo, y avieso y mal juez, que no se pusiese en el proceso mi descargo, lo cual yo agora
he pasado a luz y enviándole por fe a mis herederos; e porque no solamente esto hizo
conmigo, mas túvome preso en una cámara oscura, en tan grave y áspera prisión, que
muchas veces fui tentado para desesperar, si Dios con su piadosa mano no me socorriera,
de manera que pudiera ser causa, que por la una vía e por la otra, yo perdiera la hacienda
e la vida e la fuerza y alma; e porque el proceso pende a mi pedimento en grado de nulidad
ante el Señor Inquisídor General, si en mi vida no se determinaré, ruego y encargo a mis
herederos, que por lo que les toca, no dexen de pedir justicia hasta que alcancen e se les
haga del dicho fraile... 82
Según las leyes de "limpieza de sangre" los puestos públicos fueron prohibidos a los hijos y
descendientes de penitenciados por el Santo Oficio. Sin embargo, en la Nueva España no se
guerdaron estas ordenanzas con todo el rigor antes de que se estableciera formalmente el Tribunal de la Inquisición en 1571. Fray Antonio Roldán declaró en 1574 que, después de la muerte del
escribano, su hijo "el dicho Hernando Suárez fue.. . notario de la audiencia arzobispal, en el
tiempo de don Juan de Zumárraga..."83
78 «Testimonio de fray Vicente de las Casas» de la orden de Santo Domingo, natural de Sevilla, presbítero, de edad
de setenta y tres años, en Diligencias ...
79 Ibid.
80 "Testimonio de Bernardino de Albornoz", Tesorero de la Real Hacienda de su Majestad, de edad de más de
sesenta años, en ibid.
81 San Salvador era la iglesia del barrio, mencionado antes, de Santa Cruz.
82 El "Testamento de Diego de Ocaña, 1533" en Vida colonial, publicación del AGN, 1933, núm. viii, p. 5.
83 Diligencias...
187
Guía de lecturas
Juan Fernández del Castillo fungía como escribano público en la Nueva España desde el año de
1525,84 era natural de Sevilla y se embarcó para las Indias el 25 de junio de 1516 como "escribano
de Sus Altezas".85 Juan Femández ejercía su oficio tanto en Santo Domingo como en la Ciudad
de México, a pesar de que muchos vecinos sabían que era de los «prohibidos». Por ejemplo, el
licenciado Marcos de Aguilar, que gobernó la Nueva España durante los últimos meses de 1526
y los primeros de 1527, se quedó admirado cuando se lo encontró en México porque era «de
linaje de confeso». Otros conocían la familia del escribano desde Sevilla y oportunamente
declararon que su padre, que era de oficio espejero, fue quemado por judaizante. Los terceros
decían que el mismo Juan Fernández del Castillo no cumplía con los mandamientos de la Iglesia
y era "cristiano malo".
Todas estas opiniones pesaron cuando el hombre fue acusado en julio de 1528 de hacer idolatrar
a los indios. Sucedió que, para complacer a ciertas jóvenes, el galante escribano permitió a los
indios, que estaban a su servicio, pintar y recortar papeles para adornar con ellos unas estatuas
de perros que tenía colocadas en su ventana. Los frailes franciscanos que pasaban por la casa
del escribano reconocieron horrorizados que los indígenas realizaban un rito pagano -la preparación
de la víctima para el sacrificio- y acusaron a Fernández del Castillo con el juez inquisidor. Cuando
el escribano fue requerido por fray Vicente de Santa María. a responder de sus actos, confesé
rápidamente sus culpas y pidió perdón por ella. Fue reconciliado en un auto de fe particular en
agosto de 1528.87 Por esta razón, cuando se llevó a cabo el 17 de octubre de 1528 el público auto
de fe, en el cual fueron penitenciados tres clientes del escribano, éste pudo anotar en su libro de
protocolos lo siguiente: «En este día quemaron por herejes a Fernando Alonso, herrero, e a
Gonzalo de Morales, e rreconciliaron a Diego de Ocaña e a otro extranjero. Plega Dios, nuestro
Señor, e a su gloriosa madre, que su santta fee católíca sea enlazada.88
Sin embargo, la fe de Juan Fernández del Castillo no fue tan firme. En 1536 tenía que vérselas
por segunda vez con el Santo Oficio. Según se desprende de su proceso, el "escribano de su
majestad" como lo llama el obispo Zumárraga, se volvió algo escéptico en cuestiones de religión.
Dijo muchas veces en la intimidad de su casa e incluso en público que no creía en Dios. Por esta
razón pasó unos meses en las cárceles del Santo Oficio y finalmerte fray Juan de Zumárraga lo
condenó a que
... en la iglesia que por nos les fuere señalada en una fiesta o en otro cualquier día esté en
una misa de rodillas con una candela encendida en la mano y la cabeza descubierta y
mientras la dicha misa se dice, rece los salmos penitenciales por que Dios perdone sus
pecados en especial las blasfemias que él de sí denunció. Condenámosle más en veinte
pesos de oro de minas para el fisco de este Santo Oficio los cuales dé y pague al tesorero
de este Santo Oficio antes que salga de la prisión en que está tenido.89
84 Los casos que pasaron ante el escribano público Juan Fernández del Castillo desde el 9 de agosto de 1525 hasta
el 1 de diciembre de 1528, forman tres libros, cuyo índice y extractos fueron publicados por A. Millares Carlo y J. I.
Mantecón en el Colegio de México en 1945. Este Indice y Extracto de los Protocolos del Archivo de Notarías se citó
varias veces en las páginas anteriores.
85 Bermúdez Plata, Catálogo..., 1, 2123.
86 Boyd-Bowman, Indice..., 1, 3469.
87 «Proceso contra Juan Fernández del Castillo, que confesó hacía idolatrar a los indios», México, 1528, AGN,
Inquisición, v. 40, exp. 3 bis a, 4 fojas.
88 Protocolos del Archivo de Notarías, escribano, Juan Fernández del Castillo, v. III, f. 627v, 17 de octubre, 1528.
Véase también Millares Carlo y Mantecón, I, 353.
89 "Proceso contra Juan Fernández del Castillo por blasfemo", México, 1536, AGN, Inquisición, v. 14, exp. 14, f. 118119.
188
Historia de México I
Herrero y conquistador
Hemando Alonso, herrero, originario de Palos, condado de Niebla,90 según parece, en 1517 ya
estaba en Cuba,91 donde se dedicaba a la cría de puercos y carneros. En 1519 tenía el contrato
de proveedor de carne en la isla y en ésta su capacidad abasteció las naves de Cortés con «los
puercos y carneros que tenla para pesar al día siguiente en la carnicería, dándole [el conquistador] una cadena de oro, de forma de abrojos, en pago y para la pena de no dar carne a la
ciudad».92
En 1520 Hemando Alonso liquidó sus negocios en Cuba y se enlistó en la armada de Pánfilo de
Narváez. Pero, al desencadenarse la lucha entre los dos capitanes en las costas de Veracruz,
Alonso fue uno de los primeros que se pasó a la hueste de Cortés. Siendo herrero de oficio,
trabajó, junto con Bartolomé González, también herrero, bajo las órdenes del famoso carpintero
Martín López, constructor de los bergantines que jugaron un papel primordial en la conquista de
México-Tenochtitlan. Años después, cuando el licenciado Bonilla, fiscal del Santo Oficio en 1574,
preguntó a Bartolomé González «si es cierto que el dicho Hernando Alonso fuese conquistador
de esta tierra, dixo: que muy bien lo sabe porque le vio en la conquista, y echó hartos esclavos en
los bergantines que se hicieron para ganar a México; y que él y otro fueron señores de Actopan,
pueblo que agora es de Juan Guerrero».93 En efecto, por los servicios prestados en la conquista
de Tenochtitlan y en la pacificación de Pánuco, le fue concedida la mitad del señorio de Actopan
en encomienda.
Hernando Alonso fue un hombre activo que consideró el tributo y el trabajo de los indígenas que
le fueron encomendados solamente como un medio para conseguir capital para nuevas empresas.
Desde un principio se dedicó a criar puercos, lo que le permitió ya en 1524 competir por el contrato
de proveedor de carne para la Ciudad de México; logró esta licencia porque abarató el costo de la
carne de puerco de seis reales de oro el arrelde 94 a cuatro reales.95 Todo esto fincó su posición,
ya que el cabildo le cedió un mes más tarde un solar que tenia "linderos de la una parte con la
casa de Diego de Ocampo alcalde mayor y la calle pública... para que labre y endifique...96" su
casa.
Un año más tarde Hernando Alonso formó con Francisco de Villagrán una compañía de tipo
capitalista para la crianza de puercos. Aunque en aquel entonces Alonso era capaz de invertir
trescientas puercas, usó en este negocio nada más cien, el maíz necesario para su alimentación,
los indios de servicio y su mantenimiento, así como el del mozo encargado para cuidar la hacienda. El otro empresario se obligó a tener las puercas en Michoacán, en el pueblo que le estaba
encomendado.97 En octubre del mismo año, cuando todos los vecinos de la ciudad podían proponer
su ganado a la venta, Hernando Alonso bajó otra vez el costo de la came; esta vez de dos reales
de oro el arrelde porcino a un real y medio.
Durante el año de 1526, Hernando Alonso fue obligado a prestar servicio a caballo y participó en
una de las excursiones bélicas que se efectuaron en aquel entonces. En marzo de 1527 reanudó
90 Boyd-Bowman, Indice..., I, 1872.
91 Bermúdez, Catálogo, I, 2520.
92 López de Gómara, op. cit., II, p. 15.
93 "Testimonio de Bartolomé González" en Diligencias...
94 Arrelde: peso de cuatro libras; medida usada para pesar principalmente carne.
95 "Actas de Cabildo correspondientes al marzo de 1524" en Actas de Cabildo de la Ciudad de México, edición de
Ignacio Bejarano, México, 1889, I, libros p. 2 y 3.
96 Ibid.
97 Protocolos del Archivo de Notarías, escribano Juan Fernández del Castillo, libro i, f. 32r, 25 de agosto de 1525.
189
Guía de lecturas
sus actividades económicas y ganó de nuevo el contrato de abastecedor de carne para la Ciudad
de México, la cual se abarató notablemente durante el año de 1526.98 Sin embargo, en 1527,
debido al crecimiento de la población y por lo tanto de la demanda de bienes de consumo, el
producto se encareció. Incluso el cabildo remató esta vez dos contratos: uno a Hernando Alonso
asociado con Bartolomé González, su antiguo compañero en la construcción de los bergantines,
y el otro a Bartolomé Quemado, asociado con Bartolomé de Morales.99
En julio de 1527 Hernando Alonso compró por dos mil pesos de oro, junto con Antón Bravo,
espadero, mulas, ocho pipas de vino blanco y veinte esclavos indios.100 En efecto, una de las
prerrogativas de los encomenderos fue la adquisición de esclavos indios que usaban como
instrumentos de trabajo y que Alonso, iba a emplear en Michoacán donde tenía, desde principios
de 1527, junto con Marcos Ruiz y Juan Mateos, encomendado el pueblo de Guaniqueo.101 A
finales del año de 1527, el herrero entró también en el negocio de la minería. En unión con el
encomendero Marcos Rodriguez, ambos como socios capitalistas, contrataron a Juan Martín
como socio activo para que cobrara el tributo de sus pueblos, que administrara el ganado, que
obligara a los indios a sembrar y llevar las provisiones que fuesen necesarias para las minas de
oro que aquéllos explotaban. Por estos servicios los contratantes se obligaron a mantener a Juan
Martin y darle la catorceava parte de las ganancias.102 Los bienes del encomendero capitalista
aumentaron notablemente, ya que en abril de 1528 formó con el encomendero Nicolás López de
Palacios Rubios otra compañía minera. Esta vez Hemando Alonso proporcionó cien esclavos
indios con herramientas y bateas y su socio los mantenimientos. La ganancia se dividía a la
mitad.103 Por estas fechas buscaba también el contrato de abastecedor de carne, esta vez asociado
con García Llerena, criado de Cortés, y con Bartolomé de Morales, originario de Sevilla y
probablemente cristiano nuevo, sastre después de mercader y además criado y mayordomo de
Gil González de Benavides en su encomienda de Cuauhtitlán.104 Sin embargo, Hernando Alonso
no pudo gozar de sus encomiendas y minas, y tampoco cumplir con su contrato de abastecedor
de carne porque en el otoño de 1528 fue quemado por judío y sus bienes fueron confiscados por
el Santo Oficio. Y en el mismo día de su suplicio, el 16 de octubre de 1528, su socio de otra
compaflia minera, el ya mencionado Bartolomé Quemado,105 logró cobrar en efectivo unos
doscientos pesos de oro que le debían.106
En todas estas actividades Hernando Alonso no difería de un gran grupo de conquistadoresencomenderos que pertenecían a dos o tres compañías de tipo capitalista y de esta manera
explotaban la ganadería y la minería. La encomienda fue el capital-base del conquistador, que
aprovechaba sus frutos como inversión en otras empresas que le dejaban ganancia en metal
precioso. La tenencia de la tierra, considerada como medio para conseguir bienes y riquezas, no
sólo no limitaba a su poseedor temporal o fijo a dedicarse a otras actividades, sino que lo empujaba
hacia ellas. Hernando Alonso transformó su encomienda de Actopan en criadero de ganado y las
primeras ganancias las invirtió de inmediato en otras empresas. En definitiva, el éxito de la
colonización hispana en América dependía desde un principio de la actividad emprendedora de
esta clase de conquistadores encomenderos que, como hijos de su tiempo, amaban la aventura
98 "Actas de Cabildo correspondientes a abril de 1526" En el año de 1526 se vendía el arrelde de carnero y de res a
tres reales y medio de oro y el de puerco a veinte maravedíes de oro.
99 Véase la nota 20.
100 Protocolos del Archivo de Notarías, Juan Femández del Castillo, II, f. 248 r y v y f. 360 b, r y v.
101 Ibid., II, f 536r y v; 15 de noviembre de 1527.
102 Ibid, II, f. 515v y 516r. 11 de noviembre de 1527.
190
Historia de México I
y el oro conquistado, y además sabían promover la producción del país y con esto aumentar sus
riquezas. Sin embargo, ésta no fue considerada una virtud que podía salvar a un hombre de las
llamas.
Hernando Alonso, cuyo sambenito estaba colgado en la catedral de la Ciudad de México todavía
a principios del siglo XVII,107 se casó en Cuba con Beatriz de Ordaz, hermana de Francisca de
Ordaz, casada con el conquistador Juan González de León. Las hermanas Ordaz, posiblemente
emparentadas con el capitán Diego de Ordaz, llegaron a México, en compañía de sus maridos,
con la hueste de Cortés.108 Hernando Alonso y Beatriz 109 de Ordaz no tuvieron descendencia 110
porque la mujer «murió durante la conquista, antes de la ganada de México ... la cual ha de estar
enterrada en Cholula o Tepeaca... »111 Después de la muerte de Beatriz «se casó en Coyoacán ,
con una Ana de tal ...» Finalmente, se casó por tercera vez con «Isabel Ruiz de Aguilar, hermosa
hija de un Aguilar, sastre, tuerto de un ojo...»112 La bella mujer fue la causa indirecta de su perdición,
porque fue acusado de prohibirle ir a misa durante su regla por observancia de la Ley de Moisés.
Parece que la mujer estaba después de un parto y todavía no habían transcurrido los cuarenta
días necesarios para que se incorporase a la vida normal. Alonso le dijo en presencia de otros
hombres:
... estáis de arte que inviolaréis la iglesia; y como este testigo se lo oyó, le dixo: esas son
ceremonias antiguas de los judíos, y ya no se guardan después que tenemos la ley de
gracia evangélica; a lo cual el dicho Hernando Alonso no le respondió ninguna cosa, ni este
testigo reparó en ello, pareciéndole que serían achaques del dicho Hernando Alonso, para
que su mujer no saliese fuera..,113
En fecto, el herrero confundió la sinagoga con la iglesia a la cual aplicó una ordenanza bíblica.114
Este tipo de sincretismo fue común entre los criptojudíos que fueron obligados a vivir hacia fuera
una vida cristiana y hacia adentro, en sus conciencias, desearon guardar los preceptos del judaísmo.
Antón Ruiz de Maldonado, un rico comerciante de Sevilla, quien se encontraba también en la
casa de Hernando Alonso durante la mencionada conversación, se apresuró a denunciarlo cuando
fray Vicente de Santa Marla tomó en sus manos el cetro de la jurisdicción inquisitorial. Por medio
de la pesquisa que se inició se descubrió que el conquistador tenía un hijo mestizo (¿sería de Ana
de tal?) a quien bautizó dos veces; además en la isla de Cuba en compañía de un tal Palma «un
jueves Santo, habiendo encerrado el Santísimo Sacramento, habían tomado un niño y echándole
en la cabeza vino, y todo lo que se venía a escurrir por la natura del niño, lo recogían y bebían y
decían cantando a la redonda del niño, un salmo que trataba ‘Dominus Deus Israel de Egipto...'»115
O sea, cantaban el Salmo número 114.
103 Ibid., III, f. 287r y 298r, 20 de abril, 1528.
104 Extractos de Protocolos..., I, 788, 1141, 1274 y 1657; y "Actas de Cabildo, abril de 1528".
105 Extractos..., I, 1744.
100 Ibid., I, 1693.
107 Orozco y Berra, Conquistadores de México, en Dorantes, 369.
108 Ibid., 281.
109 Alfonso Toro, op. cit., equivocadamente transeribe el nombre de Beatriz como Isabel.
110 Memorial de Conquistadores.... en Dorantes, 457.
111 "Testimonio de Bartolomé González", en Diligencias...
112 Ibid.
113 "Testimonio de Pedro Vínuez de Vergara" en ibid.
114 Levítico, 12, 2-4 y 15, 19-31.
115 «Testimonio de Bartolomé González», en ibid.
191
Guía de lecturas
Cuando las circunstancias se lo permitían, los criptojudíos limpiaban los restos de las aguas
bautismales de las frente de sus hijos, pretendiendo borrar de esta manera los restos de la coacción.
Hernando Alonso utilizó el vino a modo de ablución y purificación para hacer reingresar al niño a
la religión de sus padres. Sin duda un rito extraño, sin antecedente en la religión judaica, pero
válido para aquellos que buscaban aferrarse a los recuerdos de la perseguida religión de sus
padres, cuya esencia se escapaba de sus mentes con el transcurrir del tiempo. El rebautizo de su
hijo mestizo podía obedecer a la misma causa. A su vez, la Semana Santa cae casi en las
mismas fechas que la Pascua hebrea y por lo tanto hay que suponer que en aquella rara ceremonia,
llevada a cabo en un jueves Santo, Hernando Alonso, el tal Palma, quemado en un auto de fe en
Cuba, y los otros presentes, celebraron el primer Seder, o sea la fiesta que conmemora la salida
del pueblo hebreo de Egipto, considerada en sí como la fiesta de la libertad. ¿Fusionaría el herrero
la ablución del niño con el significado de la Pascua, o sea, con el deseo de poder vivir alguna vez
sin coacción religiosa? No lo sabemos. No obstante, muchos criptojudíos unían este deseo con la
esperanza en la llegada del Mesías, que creían derrocaría la religión de Estado de España.
Fray Vicente de Santa María ordertó que Hernando Alonso fuera puesto «delante el potro e
instrumentos de tormento, y que así, aunque había confesado y pedido misericordia no había
habido lugar de concedérsela.. .» 116 Pedro Vázquez de Vergara «oyó las sentencias y relatar los
delitos, y el mismo día los vio quemar en Santiago a donde este testigo los fue a ver. . .» El mismo
Vergara abunda en su relato y dice:
... que en el año treinta, poco más o menos, vino a esta ciudad, por presidente de la Audiencia
Real.. . don Sebastián Ramírez Fuenleal, arzobiso de Santo Domingo, y este testigo oyó decir a
muchas personas, de cuyos nombres no se acuerda, que le habían oído decir que no se había
guardado con los dichos Hernando Alonso y Gonzalo de Morales, en el modo de proceder el
orden jurídico que se había de guardar, lo cual sabía como Inquisidor que había sido en España,
y que se les habla hecho agravio en no admitirlos a misericordia, pues la habían pedido dende a
poco de cómo habían negado.117
Según varios testigos, como fray Antonio Roldán, María de Cieza y Pedro Vázquez de Vergara
-que declaró que tenía gran amistad con Hernando Alonso a quien «llamaba compadre, aunque
no lo era»-, el herrero tenía un hijo y una hija; el primero era el mestizo denominado a veces «el
rebautizado». La hija se llamaba Beatriz y fue procreada con Isabel de Aguilar, la cual se casó en
segundas nupcias con Juan Pérez de la Gama, conquistador. Ambos se fueron a vivir a España
y allí casaron a Beatriz con un Francisco Núñez, hermano de Alonso Núñez, escribano de la
cuadra. Además, Hemando Alonso tenía en la Nueva España un sobrino, a Cristóbal Rodriguez,
que trabajaba como minero en sus empresas.118
116 «Testimonio de Pedro Vázquez de Vergara», en ibid.
117 Los investigadores que comentaron las Diligencias... se interesaron más por Hernando Alonso que por las otras
personas mencionadas en el documento. El historiador norteamericano, G. R. G., Conway, en su ensayo «Hernando
Alonso, a Jewish Conquistador with Cortés in Mexico», Publications of the American Jetvish Historical Society,
1928, p. 9-31, sitúa al herrero en el ambiente de la habaña de la conquista. En 1932 salió a luz Los judíos en la
Nueva España, de Alfonso Toro, donde, como ya se mencionó anteriormente, se publicó la transcripción del
documento de las Diligencias... que sirvió de fuente a Arnold Wiznitzer, "Cryto-Jews in Mexico during the Sixteenth
Century" American Jewish Historical Quaterly, 1962, p. 41, 168-173, quien llega a la conclusión de que Alonso no
era judío. Seymour B. Liebman, basándose también en la transcripción de Toro para su "Hernando Alonso: First
Jew on the North American Continen", Journal of Inter-American Studies, 19633, 5, p. 291-296, reconoce a Alonso
como judío, aunque sin duda en un proceso de forzada asimilación. También Richard E. Greenleaf, The Mexican
Inquisition ol the Sixteenth Century, University of New Mexico Press, 1969, apoyándose en este caso en Liebrnan
y en el hecho de que Alonso fue quemado por judío, lo considera de origen converso.
Además Greenleaf menciona en su libro también a algunas otras personas descritas en el presente ensayo que llega
ocasionalmente a sobreinterpretar, así como las relaciones entre ellas.
118 Extractos de Protocolos..., op. cit., I, 867 y 1450.
192
Historia de México I
De dos mercaderes
En el auto de fe llevado a cabo en octubre de 1528 fueron procesados los hermanos Diego y
Gonzalo de Morales, mercaderes originarios de Sevilla. Diego, que era el menor -tenía en aquel
entonces treinta años-, fue penitenciado con confiscación de bienes y Gonzalo fue quemado.
De Gonzalo de Morales sabemos muy poco. Según parece, llegó a las Indias alrededor de los
años veinte; en abril de 1525 era vecino de la Ciudad de México, ya que el cabildo le otorgó dos
solares a cambio de uno que ya poseía y cedió al obispo de Tlaxcala.119 Gonzalo tenía una tienda
en la Ciudad de México y llevaba el sobrenombre de «Regatón». Al iniciar fray Vicente de Santa
María su oficio de inquisidor, en el verano de 1528, Gonzalo fue acusado solamente por
amancebamiento. Sin embargo, de repente llegó desde San Juan de Puerto Rico un informe
enviado por el obispo Alonso Manso, quien quemó a una hermana de los Morales, la cual confesó
cuando la torturaron que junto con Gonzalo "habían azotado un crucifijo teniéndole colgado de
una aldaba..."120 Además, del proceso de su hermano se desprende que Gonzalo estaba presente
cuando un fulano de Palma, el mismo hombre con quien Hernando Alonso festejó la ya mencionada
Pascua, azotaba una cruz y hacía otras "suciedades con ella"121 Sin duda Gonzalo tomó parte en
esta agresión, pero Diego, queriendo salvar a su hermano, echó toda la culpa sobre Palma, quien
ya estaba ajusticiado en aquel entonces. Además Diego declaró que su hermano «era buen
cristiano», aunque a veces andaba en mala compañía. No obstante, fray Vicente de Santa María
relajó a Gonzalo de Morales al brazo secular,122 o sea, lo entregó a las llamas.
Algunos hombres que maltrataban símbolos religiosos creían en ellos, aunque a otros objetos
corno cruces o imágenes no inspiraban fe alguna. A estos actos tan emotivos como irracionales
se dedicaban algunos criptojudíos, muchos negros reducidos a esclavitud, más tarde las castas y
rara vez los indígenas. Las causas que los movieron fueron múltiples y siempre implicaban protesta.
Los profanadores ocasionalmente presenciaron en España o en la Nueva España algún auto de
fe cuyas llamas consumieron libros considerados heréticos, símbolos religiosos y también personas que no quisieron vivir de acuerdo con el dogma católico. La cruz fue considerada por muchos
como el símbolo de la religión de Estado de España que los oprimía y, por lo tanto, fue maltratada
por todos aquellos que no podían manifestar su oposición y descontento a la luz del día.
Diego de Morales, hermano de Gonzalo, mencionado varias veces en las páginas de este ensayo,
se embarcó para las Indias en junio de 1517 .123 En Cuba hizo el oficio de calcetero y en la Nueva
Espafia, donde llegó en 1524, alternaba el comercio con la minería. En el verano de 1527 vendió
sus instrumentos de minería,124 juntó todo su dinero y se fue a Santo Domingo para comprar
diversas mercancías que esperaba revender con buenas ganancias; a su vez, también recibió
encargos de otros mercaderes de la Nueva España. Además aceptó varias cartas de poder para
cobrar deudas que se debían a algunas personas en la Nueva España; entre ellas, una de Herríando
Alonso, «en cuyo nombra iba a cobrar de Alonso de Avila, pariente del procurador y por supuesto
119 Ibid., I, 266; Actas de Cabildo correspondientes a viernes, 24 de abril, 1525, en op. cit., v. I.
120 «Testimonio de fray Vicente de las Casas», en op. cit.
121 "Proceso contra Diego de Morales por blasfemo y hereje", México, 1528, en op. cit., v. I, exp. 11, f. 28-44.
122 Relajar al brazo secular; la Inquisición, como una institución eclesiástica, no ajusticiaba a las personas que
condenaba, sino que las entregaba a las autoridades seculares para que las quemaran. Después de establecido
formalmente, en 1571, el Tribunal del Santo Oficio en la Nueva España, al relajado que se arrepentía en su último
camino, que hacía por lo general montado sobre un burro, ensambenitado y con coroza (capirote de papel de figura
cónica) en la cabeza, le fue concedida, como acto de misericordia, la muerte por garrote; sólo el cuerpo de la
víctima era entregado a las llamas.
123 Bermúdez, Catálogo..., I. 2440.
124 Extractos de Protocolos..., I, 626 a.
193
Guía de lecturas
contador de su majestad, cargo que se heredaba, ... un esclavo negro llamado Juan..."125 Sin
embargo, la suerte le fue adversa. A su regreso fue aprehendido por el Santo Oficio por blasfemo
y hereje.
Los dichos, renegar de la crisma, de jesucristo, Virgen, santos y apóstoles, e incluso hechos,
como dibujar una cruz imaginaria en una mesa y después golpear el lugar con la palma de la
mano, se acumulaban.126 Muchos testigos que desfilaron en 1525 ante el alcalde Leonel de
Cervantes repetían sus denuncias en julio y agosto de 1528 ante fray Vicente de Santa María y
ante Rodrigo de Torres, clérigo, quien fungía como fiscal en este juicio. Fue ésta la tercera vez
que Diego de Morales, en sus treinta años de vida, estuvo parado ante un juez inquisidor. Varias
personas declararon que estuvo preso en Cuba y que en 1525 fue también puesto en la cámara
de tormentos. Diego alegaba que lo de Cuba fue por unos dineros y que incluso el obispo Alfonso
Manso pedía de él algunos testimonios, 127 y que Leonel de Cervantes lo penitenció solamente
por unos "pese. . . " y unos "descreo..."; y que por los primeros pagó cuatro mil maravedíes y por
los otros un mes de cárcel. Pero los cargos pasados y presentes fueron graves y múltiples,
aunque Diego ya tenía cierta práctica con inquisidores y supo cómo sobrevivir. No negaba acusación
alguna sino tan sólo repetía que «no se acuerda de tal pero si fue testigo allí él se remite a lo que
dixeron...»
Esa táctica de defensa, que podía llamarse de una rápida confesión, salvaron a Diego de Morales
la vida. Por su parte, aunque la mayoría de los testigos afirmaron que era hijo de conversos y que
su padre, Hernando de Morales, sevillano, fue penitenciado por el Santo Oficio, nadie lo acusó de
llevar a cabo ceremonia judaica alguna. A su vez, parece que la madre, Leonor Márquez, natural
de Utrera, fue no sólo penitenciada sin relojada al brazo secular. Eso se desprende de la declaración
de Diego, quien, aunque no podía negar su origen converso, dijo descender solamente de parte
materna de judios. Alegaba desde un principio que su padre vino a Sevilla de las montañas y se
casó alli con una mujer hebrea que convirtió. Sin embargo en años posteriores Morales admitió
que ambos padres fueron judíos conversos.
En efecto, todos los cristianos nuevos decían que descendían de campesinos o montañeses
porque, en la España del siglo xvi, solamente éstos podian afirmar con certeza que en sus venas
no corría ni una gota de sangre judía o mora.128 Recuérdese que también Gonzalo Gómez dijo
que su padre era labrador, aunque pronto se vio obligado a admitir que era sastre. El progenitor
de Diego era probablemente calcetero, oficio que heredó su hijo.
En suma, Diego de Morales reconoció rápidamente sus culpas, no negó acusación alguna y se
sometió con humildad a la voluntad del inquisidor. Ante esta actitud, y por estar Morales ajeno a
las pasiones que se sucedían en aquel entonces entre los oficiales reales y los conquistadores,
fray Vicente lo hizo abjurar de todos sus errores en un auto de fe particular, el día cinco de
septiembre de 1528. Sin embargo, aunque le perdonó la vida, le secuestró todos sus bienes
muebles que destinó para la hacienda real. Es decir, le expropió todas las mercancías que acababa
de traer de Cuba y de Santo Domingo, cuya lista se anexa a este ensayo. Además, el vicario de
los dominicos lo multó con cincuenta pesos de oro de minas, pagar los gastos de su proceso y lo
obligó a presenciar, encambenitado, el suplicio de su hermano mayor.
125 Ibid., I, 661.
126 Desde aquí en adelante, lo referente a Diego de Morales está sacado de su proceso de 1528.
127 De los alegatos de Diego con fray Vicente de Santa María y con Ro. drigo de Torres se desprende que él fue uno
de los testigos contra el fulano Palma quemado por las órdenes del obispo Alonso Manso. Por su parte. uno de los
testigos que declararon contra Diego, y con bastante cizaña, fue Francisco de Palma, sevillano, también de un
probable origen converso. Véase sobre los Palma, Ruth Pike, op. cit., p. 59, 83, y 108.
128 Véase al respecto Américo Castro, obras citadas, y A. Sicroff, Les Controverses des Status de "Pureté de Sang"
en Espagne du XVe au XVIe Siécles, París, 1960.
194
Historia de México I
La terrible muerte de Gonzalo, la confiscación de sus bienes, sus tristes experiencias mentales fue obligado a testimoniar contra otros y mentir -y físicas- Leonel de Cervantes lo torturó y fray
Vicente de Santa María lo tuvo encadenado-, grabaron su carácter y encauzaron el futuro curso
de su vida. Porque el haber sido penitenciado por el Santo Oficio y haber tenido un hermano
hereje relajado al brazo secular lo colocaron al margen de la sociedad.
El infamado
Morales, quien abandonó Espafia para borrar las huellas de su ascendencia y de su condición de
converso de clase media sin posición social y amigos importantes, fue una vez más señalado con
el dedo por los vecinos de la Ciudad de México. Decidió cambiar de suerte y se fue a vivir a
Oaxaca. Sin embargo también allí fue procesado por blasfemo en 1538.129 La experiencia de
Oaxaca fue bastante triste porque además de sufrir la vergüenza de salir en un auto de fe y pagar
penas pecuniarias, le fueron propinados doscientos azotes.130 No le quedó más que levantar su
tienda y mudarse. Se trasladó a Yucatán, después regresó a la Ciudad de México, y hacia finales
de Ios años cuarenta fijó su residencia en Guatemala; desde un principio en la provincia, en
Zacatepeque, después en Quetzaltenango y finalmente en la capital. Sin embargo, el hombre que
llevaba la señal de Caín en su frente y sentía cierto desprecio mezclado con una fuerte dosis de
rabia contra la religión que debía fingir, no tenía hacia donde huir. Porque siempre fue reconocido
por alguien que le recordaba su condición de penitenciado. Por ejemplo, un fulano Ruiz, vecino de
Yucatán, al encontrarse un día con Morales en la plaza pública de la ciudad de Guatemala, le
gritó «anda, anda Morales... os conozco, os vi en un cadalzo en Oaxaca...»
Además, en todos los sitios del Imperio español. se leían de vez en cuando edictos del Santo
Oficio por medio de los cuales se exigía a todos los vecinos del lugar, bajo la pena de excomunión
mayor, denunciar a cada uno que había dicho o hecho algo contra las creencias y normas de la
Iglesia católica. Cuando esto sucedía el nombre de Diego de Morales fue siempre mencionado
entre los primeros y él mismo se vio obligado a recordar el curso de toda su vida, pedir misericordia
y pagar con monedas contantes y sonantes. En definitiva, el pasado lo perseguía de tal manera
que no le permitía reconciliarse y tampoco guardar una postura de buen cristiano. Por lo contrario,
el pasado lo empujaba hacia nuevos reniegos, sus únicas protestas contra una situación que no
podía remediar.
El 16 de mayo de 1558, el primer obispo de Guatemala, Francisco de Marroquín, inquisidor ordinario
en su diócesis, nombró a fray Tomás de Cárdenas, prior de los dominicos, comisario del Santo
Oficio. El día 30 del mismo mes se publicó el nombramiento y en el convento fue leído un edicto
contra herejes.131 El resultado no se dejó esperar. El día 3 de junio, fray Diego Martínez, religioso
del mismo convento, se presentó ante el juez inquisidor fray Tomás de Cárdenas y ante el notario
apostólico Juan de Perianes y denunció a Diego de Morales. Dijo que en años pasados Francisco
de Peralta, que fue arcediano provisor del obispo de Guatemala, tenía en su poder ciertos procesos
contra Morales que entregó a la Real Audiencia. El dominico se acordaba, que en uno de los
procesos Morales fue acusado por decir en cierta ocasión, que «él daba mejor de comer a sus
criados que Dios dio a sus discípulos en el jueves Santo...» Y además había oído que es un
129 Abecedario de penítenciados y relapsos por el S.O.; documento compilado en 1574; varios nombres fueron
añadidos después de esta fecha. México, AGN, Inquisición, v. 233, f. 711-739.
130 "Proceso contra Diego de Morales por hereje" Guatemala, 1558. AGN, Inquisíción, v. 31, exp. 2, f. 53-246. De
aquí en adelante, todo lo que se refiere a Diego de Morales está sacado de este proceso. Los azotes le fueron
propina. dos según el testimonio de Juan de Victoria y Gabriel de Castilla, mercaderes, vecinos de Guatemala.
131 Estos documentos encabezan el proceso de 1558 contra Morales.
195
Guía de lecturas
hombre «de palabras y hablas malsonantes y escandalosa» y que Francisco de Barrientos,
mercader, atestiguó en aquel entonces contra Morales en la Real Audiencia.
El día siguiente Francisco de Barrientos fue requerido a prestar su declaración. Dijo: «que sabe
porque es voz pública que Morales es cristiano.. . y que en México habían quemado por hereje a
un hermano suyo». En los días subsiguientes las personas mencionadas en la declaración de
Barrientos fueron también requeridas a prestar sus testimonios. Los unos repetían lo mismo que
sus antecesores y los otros añadían diversos matices a lo ya dicho. Los terceros contaron que
Diego estuvo ya penitenciado por el Santo Oficio en México y en Oaxaca y en la misma Guatemala por el oidor licenciado Diego Ramírez. Un mercader que estuvo de visita en Guatemala dijo
que era público y notorio que el «San Benitíllo» de Gonzalo de Morales estaba colgado en la
catedral de México. Bartolomé García, también mercader lo habla visto con sus propios ojos.
Santiago de Figueroa oyó decir que hacia treinta años le habían confiscado a Diego de Morales
sus bienes y que de ello se quejaba y decía que estaba trabajando para el rey. Incluso, después
de sufrir una nueva confiscación de bienes en Oaxaca, maldijo al rey.
Antonio Núñez, sastre, de edad de treinta años, afirmó también que Morales maldecía al rey
porque todo lo que ganaba se lo quitaba. Además dijo que Diego le contó alguna vez "que no
tenía calentura como su hermano ... que habían quemado en México ... e que si lo habían quemado
que había pagado su pecado". Y finalmente el sastre lo denunció porque en los domingos y días
de fiesta tenía entreabierta su tienda y que se rumoreaba «que está vendiendo en estos días. ..»
Según Núñez, quien expresaba en este instante el parecer de muchos vecinos, por este acto y
por otros, Diego de Morales debería ser quemado. En efecto, algunos testigos como Juan de
Victoria, mercader, de edad de veinte años, esperaban con ansiedad la oportunidad de poder
declarar contra Diego de Morales. Aquel joven tenla una libreta en la que anotaba todos los
dichos de los vecinos para poder un día denunciarlos. Fue ésta una cara de la España formada
por el Santo Oficio.
Juan de Victoria «asentó en un libro para cuando le fuese preguntado y ansí lo mostró... que.. .
miércoles, 4 de noviembre de 1557, a las cuatro de la tarde ... este testigo y el dicho Diego de
Morales estaban tratando negocios.. . el dicho Diego de Morales dixo tres veces que una en pos
de otra que renegaba de Dios.. . y cuatro veces que pesase a Dios...» Otros jóvenes, como un
fulano de Torres, comentaban que Morales tenía un hijo natural con Petronila, morisca, que vivía
en su casa y de quien se enorgullecía por «que el dicho su hijo bien podía por una parte leer la
Biblia e por la otra leer el Alcoran...» Sin embargo Diego tenía una marcada preferencia por la
Biblia, como lo expresó en una ocasión a Julián Tello, vecino de Santo Domingo. Le dijo «que
más vale la Biblia que no el Al Coran porque los que leyeron la Biblia se les quedó algo de ella e
que los que leyeron el Al Coran no les quedó cosa buena porque todo era mentira...»
Y los testigos seguían desfilando. La mayoría de ellos eran pequeños mercaderes, competidores
de Diego en el oficio, y artesanos como el sastre Fernando Márquez, de edad de cuarenta años,
vecino de Morales «pared en medio». Márquez dijo entre otras cosas, que Diego de Morales
quería una vez obligar a un negro, esclavo suyo, a renegar. Y que oyó a decir a la esposa de
Diego Márquez, mercader, que Morales despreciaba la última unción y que cuando reñía con
alguien le decía «encomienda tu alma al diablo». Y también le contó Fernando Segura, mercader
y vecino de Guatemala, que Diego, en una ocasión, cuando le pedían que perdonara a Martín
Mata, platero, que le ofendió, dijo «que, no lo puede hacer porque Dios tarnpoco perdonaba a la
gente y bien que había Dios de pagar de su mano porque treinta judios le habían dado un dinero...»
Según la versión de Lope de la Peña, mercader, Morales había dicho en aquella ocasión que «si
los judíos le habían hecho aquellas injurias a Dios que éste bien se había vengado de ellos e que
196
Historia de México I
bien se lo habían pagado». En otra ocasión Morales afirmó que Dios no tenía hijo. Por esta
herejía Morales había sido castigado en años pasados.
Además Núñez de Gibraleón se acordó de que «hace diez y siete años oyó de una Juana, que
está muerta ... que Morales fue aprehendido porque alzaba una tortilla de maíz por hostia como
hace el clérigo cuando alza... e tañía un cascabel por campanilla cuando alzaba . . . « Además
oyó decir a Alonso de Rodríguez, que lo había visto con sus propios ojos, que «Morales había
mojado con saliva la manga de su sayo e había limpiado una suciedad de moscas de un niño
jesús que tenía en su tienda.. . « y, después de ofrecerle un poco de vino y unas claras de huevos
a Rodríguez, le dijo: «que le hiciese una misita. . .» Y finalmente tomó al niño jesús y lo colocó con
la cara hacia abajo sobre unas tablas. Y "le dijo ... que no quiere tener imágenes en su tienda
porque se henchirán de suciedades..." Además fue acusado por un antiguo criado suyo de «que
nunca comía tocino y reñía si se echaba a la olla... y lo comía cuando había huéspedes en la
casa... y entonces... lo tomaba en la boca y lo tornaba a echar...» Y por lo general consideraba
que el tocino sirve para untar «con él al caballo debajo de la cola, el lugar por donde estercolaba».
Sin duda alguna miles de cristianos nuevos fueron severamente castigados y otros tantos
encontraron su muerte, por aferrarse a las leyes dietéticas de Israel. Muchos, aunque sinceramente
convertidos, sentían un profundo asco ante puercos y tocinos y eran físicamente incapaces de
romper la antigua costumbre. Por su parte los inquisidores exigían de los conversos no sólo creer
en Cristo, sino practicar de inmediato un modo de vida que les era extraño a su ser y estar
cotidiano, y tan incomprensible que los encauzaba hacia diversas herejías dentro del catolicismo
e incluso los devolvía al judaísmo,
Por todo lo arriba mencionado, Diego de Morales fue llamado comúnmente «judío» e incluso, «en
su presencia». Por lo tanto no podían faltar en su contra acusaciones generales contra los judíos,
que pronto fueron transferidas también contra los cristianos nuevos. 0 sea, haber cometido una
ofensa directa contra el símbolo del cristianismo y la adoración del becerro de oro. Se decía que
cuando montaba su caballo tenía «en la bolsa de la silla de montar un crucifijo». También se
rumoreaba que tenía un cofre lleno de barras de oro y de plata y que cuando las contemplaba las
acariciaba y decía «ahora se puede decir, por este mi cofre, alabado sea Dios. . .» Otros oyeron
pronunciar en aquellas ocasiones la palabra «plenitud» que se usa en la misa. Y los habitantes de
Guatemala recorrían su memoria y se acordaban de que una vez se refería a la Virgen como
«aquella mujerilla» y otra, cuando se vio obligado a comprar justicia con unas "botijas de vino"
llamó a una botella «Santa María la Redonda» y se acordaba y acordaban de lo que habían visto
y oído alguna vez de Diego de Morales, quien, aterrorizado por la ironía que sentía hacia la
postura que debía guardar en su existencia, vivía obsesionado con cruces, hostias, imágenes y
diablos.
En fin, de las declaraciones de los artesanos y pequeños comerciantes de Guatemala se desprende
que el comportamiento de Diego de Morales los escandalizaba y lo despreciaban. Sin embargo,
al mismo tiempo, lo envidiaban, e incluso, lo admiraban tanto porque perdía fortunas y las sabía
rehacer, como porque muchas veces decía lo que ellos pensaban pero no se atrevían a pronunciar.
Estos sentimientos tan contrarios como complementarios transformaron al cristiano nuevo en un
ser bipolar que al mismo tiempo que era rechazado era atractivo. Los vecinos de la ciudad lo
visitaban, especialmente a la hora de la comida, para cerciorarse si comía jamón y tocino, aunque
rara vez lo invitaban a sus casas; frecuentaban su tienda y se fijaban durante años en cada
palabra que pronunciaba y en cada ademán de sus manos y cuerpo. Comentaban los pleitos que
tenía con su mujer -a la cual algunas veces llamaba «la quinta angustia»-, vigilaban todos sus
movimientos, contaban las veces que iba a la iglesia, contemplaban la manera como movía sus
labios y si comulgaba con fervor o con indiferencia, interrogaban a su servidumbre y, sobre todo,
interpretaban cada uno de sus dichos y hechos como herejía.
197
Guía de lecturas
Por su parte, un gran número de los testigos, adoctrinados y exaltados por la frecuente lectura de
los edictos dirigidos contra "la herética pravedad" sugirieron a fray Tomás de Cárdenas que Diego
de Morales debería ser quemado. Sin duda, de esta manera pensaron salvarlo de las llamas del
fuego eterno. No obstante, la actitud de Morales era en cierta medida escéptica hacia el infierno,
ya que en una que otra ocasión, cuando alguna alma piadosa "le rogoba que se enmiende" le
contestaba: "si Dios no me quisiere el ánima que la quite el otro, ay que me ruega a ruega..."
En julio de 1558, Diego de Morales, de edad de sesenta años, estaba una vez más parado ante
un juez inquisidor. Cansado y derrotado pedía con gran humildad misericordia. Negaba varias de
las acusaciones y alegaba que muchos de sus dichos y hechos fueron maliciosamente
interpretados. De unos cargos no se acordaba haberlos hecho, aunque los admitía en la medida
que había testigos que no fueran enemigos. Al respecto de otros remitía al inquisidor a los procesos
que le fueron formulados en años anteriores; incluso le enseñó recibos de las confiscaciones de
bienes y penas pecuniarias sufridas a lo largo de los cuarenta años durante los cuales fue objeto
de persecución inquisitorial en el Nuevo Mundo. Por medio de estas libranzas podia demostrar
que por la mayoría de los cargos que se le imputaban ya había pagado, estuvo en la cárcel y lo
hablan absuelto.
Sin embargo, el prior de los dominicos no tomó en cuenta los castigos del pasado y le "fulminó un
juicio criminal" por las faltas cometidas a lo largo de toda su vida y, en especial, por haber dicho
que «Dios no tenla hijo». Al respecto Morales se defendía alegando que Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo son una persona. Sin duda, a pesar de vivir toda su existencia como cristiano, fue en su
esencia más cercano a la concepción hebrea de la unidad de Dios que a la cristiana que lo divide
en tres.
El juez inquisidor lo sentenció a abjurar públicamente todas sus blasfemias y herejías en el auto
de fe que se celebró en el convento de los dominicos el día 4 de agosto de 1558. En aquel acto,
Morales estaba parado «en calzas y sin camisa, descalzo e desataviado con una soga ceñida al
cuerpo y atada a la garganta con un nudo, atadas las manos juntas con la misma soga y en ellas
una candela de cera blanca, encendida e con una mordaza y tela puesta en la lengua y atado
para que no se cayese.. .» La mordaza y la tela le fueron quitadas únicamente
... cuando confesó por su propia boca e lengua en altas voces... todas las palabras e causas
e cada una de las que atrás quedan especificadas. . . e ansí dicho y confesado se le volvió
poner y echar la dicha tela e mordaza a la dicha lengua e atado... anduvo con ella presto
toda la procesión... e vuelto a la dicha iglesia e monasterio su señorío ilustrísima [don Francisco Marroquín] celebró misa mayor ... y el dicho Diego de Morales estuvo en pie de la
manera que dicha es sin hincar de rodillas hasta la levantada del santísimo sacramento.
Además fue condenado a pagar los gastos de su proceso que oscilaban entre ochenta a cien
pesos de oro de minas de 550 marcos cada peso y una multa de mil quinientos pesos de oro de
minas de 450 maravedíes cada peso. De esta enorme suma, renta anual de un oidor o alcalde
mayor, mil pesos iban a ser usados para casar a Leonor Márquez, hija mayor y natural de Diego
de Morales y de Petronila de Gibraleón. Esta se quejaba amargamente de Morales porque no la
quería desposar sino que se casó con Leonor García, treinta años más joven que él. Los restantes
quinientos pesos iban a ser aplicados a obras pías; fray Tomás de Cárdenas decidió «comprar
con ellos marido a una doncella pobre». Para asegurarse la suma el prior de los dominicos le fijó
a Morales dos fiadores en las personas de Juan de Guzmán, bienhechor de la orden de Santo
Domingo 132 y que fungió durante el año de 1557 corno alcalde ordinario de la ciudad de Guatemala, y de Nicolás López de Izárraga, alguacil mayor de corte. Ambos fueron obligados a aceptar
este «piadoso y honorífico» cargo en la misma tarde del auto de fe.
198
Historia de México I
En cada caso de multa pecuniaria, el Santo Oficio solía designar un fiador al reo que según la
sentencia no podía abandonar la cárcel antes de liquidar la imposición pero quien tampoco podía
desembolsarla sin estar libre. No obstante, este procedimiento fue solamente nominal, porque la
multa fue cobrada siempre de sus bienes vendidos en almoneda pública, o de los de sus sucesores;
en ocasiones se permitía al penitenciado pedir limosna para saldar sus deudas con el Santo
Oficio.
Fray Tomás de Cárdenas, sabiendo que Diego de Morales no tenía un cofre lleno de barras de
oro y plata sino de deudas, pero con el deseo de realizar pronto los casamientos, exhortó a los
fiadores a pagar la multa el día 12 de agosto. Ambos protestaron pero sus apelaciones fueron
rechazadas. Pero fray Tomás de Cárdenas, quien iba a entregar el día 25 de agosto quinientos
pesos a Andrés de Moya Albañil como dote de María de Herrera con la cual lo iba a desposar,
mandó notificar a los fiadores el día 20 del mismo mes que debían entregar la suma total dentro
de veinticuatro horas «so pena de excomunión mayor». Juan de Guzmán y Nicolás López de
Izárraga protestaron una vez más mediante sus abogados; el primero fue representado por Juan
de Araujo, procurador de la Real Audiencia y por el bachiller Villalobos y el segundo por Pedro de
Torres, presidente de Autos de la Real Audiencia. Los procuradores alegaron que sus partes no
estaban sujetas a la jurisdicción eclesiástica y por lo tanto el fraile no podía proceder contra ellos.
En definitiva, la actitud del juez inquisidor indignó a todos los miembros de la Real Audiencia de
los Confines, presidida por el licenciado Pedro Ramírez de Quiñones, que tenía reputación de ser
un hombre justo.133 El licenciado castigó a Morales en años pasados por palabras malsonantes
pero, en este caso, consideró la sentencia injusta, aseverando que no se puede enjuiciar a un
hombre dos veces por los mismos delitos. Por su parte, Andrés Pérez, procurador de causas de
la Real Audiencia, aceptó la defensa de Morales hallándose éste todavía en la cárcel y trató de
apelar contra el veredicto en la misma tarde del auto de fe; no lo logró porque no le abrieron las
puertas del convento. A su vez, Díego de Morales, aterrorizado por la severidad del inquisidor,
inseguro de sus defensores y tratando de quedar bien con los fiadores, logró reunir los quinientos
pesos necesarios para costear la boda de la «pobre doncella» y los entregó al fraile antes del 20
de agosto. Sin embargo con este acto no logró aplacar al inquisidor, sino tan sólo enojar a los
oidores, quienes le notificaron que no podía pagar la multa sin saldar antes las deudas a sus
acreedores y le señalaron su casa como prisión. No obstante, esta sentencía lo salvó de la cárcel
del convento de Santo Domingo que el prior le estaba preparando de nuevo.
La áspera prisión y el auto de fe, durante el cual Morales estuvo parado o más bien colgado
durante unas cuatro horas en la posición descrita, incrementaron sus resentimientos hacia su
medio social y lo afectaron tanto que lo imposibilitaron para disimular con sus denunciadores en
los días siguientes a su Abjuratio de Vehementi. A sus vecinos no les importó visitarlo unas horas
después de su regreso a casa como lo hizo, por ejemplo, Francisco de León, de edad de 59 años,
quien vino a "consolarlo por sus trabajos" y, de inmediato, corrió con el prior de los dominicos
para quejarse de que Morales le mostraba «recelos porque juró contra él». Incluso De León
declaró que fue obligado «a taparse los oídos» para no oir una blesfemia de la boca del infamado.
Fray Tomás de Cárdenas, indignado con Morales porque le atrajo la enemistad de los oficiales
reales, decidió castigarlo de una vez por todas. Así, solamente dos semanas después de la
celebración del auto de fe, el día 22 de agosto, el prior de los dominicos comenzó ya a recabar
nueva información contra Diego, porque «con poco temor de Dios nuestro Señor e del Santo
132 Fray Francisco Ximénez, Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, Guatemala, La Sociedad
de Geografía e Ilístoria, 1929, I, 498.
133 Ibid., 463-464.
199
Guía de lecturas
Oficio... amenaza... en los que piensa que han jurado o testificado contra él...» y además, «ha
impedido a muchos que vengan a declarar contra él».
Uno de los denunciantes fue Agustín de Valenzuela, clérigo sacristán, de edad de 22 años, hermano
del doctor Diego Sánchez de Valenzuela, cristianos nuevos. Morales se mostró muy resentido
con aquel joven, cuya familia probablemente conoció desde Sevilla, y le reclamó «... puto judío,
hereje quemado .. . por qué jurastes contra mí.. .» VaIenzuela se defendió respondiéndole « ...
porque soy mejor cristiano y no os...». Pero al acercárseles Catalina, negra esclava, y el procurador
Andrés Pérez, en el umbral de cuya casa sucedió el incidente, Morales le susurró a Valenzuela:
«... callad mi judío agora, es que viene gente.. .» Cuando Diego fue requerido para confesar, unos
días más tarde, contra quiénes mostró sus recelos, calló este encuentro. Por su parte el procurador
no oyó bien quién gritó a quién judío y la única que se acordaba de todos los detalles, por supuesto,
fue la cocinera Catalina.
Al día siguiente el prior llamó a Morales a declarar al respecto pero éste no pudo abandonar su
casa-prisión. Por lo tanto el fraile le mandó notificar una vez más el dia 28 que si no se presentaba
de inmediato en el convento sufriría la pena de excomunión mayor y una multa de 500 pesos de
oro para obras pías. Con una licencia de la Real Audiencia Morales acudió a Santo Domingo para
prestar sus testimonios. Confesó que efectivamente sintió recelos contra muchos que habían
declarado contra él, pero que se reconcilió con ellos e los perdonó y «ruega a Dios por todos
aquellos que le han hecho mal». Además dijo que supo que algunos lo difamaron diciendo que los
amenazó por sus testimonios y mencionó, entre otros, al recién casado Andrés de Moya Albañil;
éste después de embolsarse los 500 pesos de oro de minas, incluso le vino a reclamar que
«...¿qué por qué se siente ofendido?» Con respecto a Francisco de León dijo que éste le vino a
pedir algún dinero prestado, pero debido a las circunstancias no lo podía ayudar.
El 1 de septiembre, el inquisidor decidió que para «mejor efecto de la averiguación del caso y para
que se haga justicia es necesario aprehender a Morales» y despachó una carta a los oidores
rogándoles que lo trasladaran de la Cárcel Real, a la de Santo Domingo. La petición le fue denegada.
Por lo tanto, el resentido prior decidió formularle a Morales un nuevo proceso en su ausencia y se
apresuró a oír las declaraciones de todas las personas mencionadas en su confesión y en los
testimonios de los otros denunciantes. Además comisionó a Juan de Perianes, secretario del
Santo Oficio y notario apostólico, para que interrogara a Leonor García, mujer de Morales. En
efecto, ésta, que tenía nombre de buena cristiana, se quejó con el notario de que su esposo la
puso de testigo en sus declaraciones pero, por no coincidir los dichos de ambos, se molestó con
ella. A su vez, algunos vecinos, entre ellos el sacristán Valenzuela, se paraban ocasionalmente
en la tienda de los Morales e incitaban a Leonor contra su infamado marido. Aunque todas estas
interferencias alteraron la paz de la pareja y el temperamental Diego en una que otra ocasión le
propinó a su mujer algún golpe, Leonor Garcia no se presentó ante el juez inquisidor hasta que
fue llamada a declarar el día 10 de octubre. Después de esta audiencia, la joven esposa cobró
conciencia de su situación y ya no se dejó manipular por sus vecinos, sino que se transformó en
el más fervoroso defensor de su marido, de su propia «honra» y del bienestar de sus hijos.
Incluso Morales le entregó un poder «llanero» para que lo representara en todos sus negocios.
Mientras tanto, los altercados entre el dominico y la Real Audiencia se transformaron en una
guerra abierta. Por no querer transferir a Morales de la jurisdicción real a la eclesiástica, el prior
denegó una nueva apelación de Guzmán y de López de Izárraga y el día 20 de septiembre les
exigió que le entregaran «los restantes mil pesos dentro de tres días después de ser notificados
dello so pena de excomunión mayor latae sententiae y cada uno 500 pesos de oro de minas para
obras pias. La excomunión entró en vigor el día 1 de octubre. El presidente de la Real Audiencia
intervino de inmediato y exigió de Juan de Perianes una relación escrita del proceso y una copia
200
Historia de México I
de la sentencia. El notario apostólico, aunque se presentó en la corte, no pudo entregarlos porque
los escritos estaban en manos del fraile, quien, "comó persona eclesiástica y religiosa está exento
de la autoridad de la Real Audiencia". Para presionar al inquisidor, los oidores prendieron a Juan
de Perianes "so pena de cien pesos de oro si se asomase a las ventanas de la casa que le fue
asignada como cárcel y otros si no se presentara dentro de dos días con el proceso origina".
Fray Tomás de Cárdenas necesitaba a su secretario y notario y envió el día 7 de octubre el
proceso a la Real Audiencia. Acto seguido el notario fue liberado, hizo la relación del proceso y
leyó la sentencia. Al instante el licenciado Rarnírez y el doctor Antonio Mexía determinaron que el
proceder del prior contra Juan de Guzmán y contra Nicolás López de Izárraga fue ilegal y le
exigieron que le levantara la excomunión y les permitiera apelar a todas las cortes que consideraran
convenientes para ello. Además, los oidores amenazaron al dominico con que si no lo cumplía
«será habido por ajeno y extraño en los reinos y señoríos de Su Majestad». Ante esta amenaza y,
sin duda, gracias a las sugerencias del obispo Marroquín, fray Tomás de Cárdenas levantó el día
10 de octubre la excomunión a los fiadores,y les permitió apelar ante el arzobispo de México. En
la oficina de monseñor Alfonso de Montúfar, los procuradores Juan de Araujo y Pedro de Torres
protestaron contra lo ocurrido a sus partes y al mismo tiempo pusieron en tela de juicio la facultad
jurídica del fraile de fungir como juez inquisidor, y de esta manera prepararon el terreno para que
la audiencia metropolitana, aceptara la revisión del proceso de Diego de Morales.
Para este efecto, Andrés Pérez, procurador de causas, de la Real Audiencia y abogado de Morales, necesitaba el fiel traslado del proceso cotejado por el notario episcopal y legalizado por el
obispo, Marroquín. Por tratarse de un caso de Inquisición, el procurador le sugirió a fray, -Tomás
que enviara el documento, en un sobre cerrado y sellado directamente a México; todos los gastos
correrían por cuenta de Diego de Morales. Esta petición escandalizó sobremanera al dominico,
pero gozaba de un apoyo total de la Real Audiencia cuyos miembros estaban decididos a evitar
que los frailes mandaran la «Real justicia y jurisdicción» como ocurría en años anteriores, según
se quejaba de ello en 1552 Bernal Díaz del Castillo.134
Fray Tomás de Cárdenas. ascendido mientras tanto a vicario provincial, aunque se negaba a
tratar con los procuradores de la corte, notificó su posición a la audiencia tanto real como episcopal. El día 4 de noviembre les escribió que ... no hay lugar de apelar por tratarse de causa de
inquisición. . No obstante, él entregó la copia del proceso y de la sentencia «por reverencia a sus
superiores aunque de manera alguna conviene hacerlo.. . porque dello se seguiría gran escándalo
en la ciudad si se publicasen los testigos.. .» Y para reforzar su negativa les avisaba a los oidores
que sobre Diego de Morales pendía un nuevo proceso de inquisición «sobre excesos y por haber
amenazado y maltratado a los testigos ... y haber blasfemado». Y para no perder tempo, el juez
inquisidor envió en el mismo día, a las cuatro de la tarde, a Juan de Perianes a notificarle a
Morales que si no acudía- al convento sería juzgado y condenado en su ausencia. Palabras
mayores de boca de un inquisidor ya que por lo general significaban cárcel perpetua u hoguera.
Pero Diego estaba decidido a jugárselo todo por todo. Además, aconsejado y prevenido por su
abogado, preparó una carta de apelación para el caso. El secretario y notario del Santo Oficio se
negó a aceptarla alegando que no tenía poderes para ello. Morales le respondió que no iría al
convento porque el vicario no era su juez y no quería «ni verlo ni oírlo». Perianes se escandalizó
tanto al escuchar estas palabras,que de inmediato abandonó la casa. Diego salió corriendo detrás
de él con el escrito y a la fuerza se lo quiso colocar en sus manos. El notario hizo un movimiento
y la preciosa hoja de papel se cayó sobre el empedrado de la calle. El exaltado Morales perdió el
juicio y con la mano derecha agarró a Perianes por las barbas y con la izquierda iba a desenvainar
134 Bernal Díaz del Castillo, "Carta al Emperador don Carlos dando cuenta de los abusos que se cometían en la
gobernación de las provincias del Nuevo Mundo, Santiago de Guatemala, 22 I, 1552" en op. cit., II, 445.
201
Guía de lecturas
un puñal que siempre llevaba consigo. En este instante el secretario de la Inquisición gritó a los
reunidos en la plaza «sed me testigos dello, sed me testigos dello. . .»
Al día siguiente fray Tomás de Cárdenas se dedicó a cargar este desacato a la lista de los delitos
cometidos por Diego de Morales; tomó las declaraciones de Juan de Perianes y de todos aquellos
que presenciaron la riña; éstos fueron Juan de León, Antonio Pérez, organista, Francisco Marquina,
calcetera, y Melchor Martín, mercader. El testimonio de Marquina, analfabeto, que durante los
últimos meses denunció a Diego por lo menos tres veces, fue el más venenoso. La declaración
más moderada fue la de Juan de León, quien jamás juró contra Morales y tampoco esta vez vio
nada, sino tan sólo oyó a Petianes quejarse exclamando «echáis la mano al puñal», y consideró
que Diego no fue desacatado con el secretario del Santo Oficio, sino tan sólo "porfiado y algo
desmesurado".
Después de este incidente y temiendo nuevos escándalos, Andrés Pérez y los otros procuradores
de la Real Audiencia decidieron alejar a Diego de Morales de Guatemala; pronto lo proveyeron
con amplios despachos y lo enviaron a México para que presentara su apelación ante el arzobispo.
Mientras tanto, Andrés Pérez y Leonor García hacían antesala en la oficina episcopal de Guatemala. El día 17 de noviembre fueron recibidos por el señor Marroquín que los escuchó y remitió
con el licenciado Alvaro de Carvajal, provisor y visitador general del obispado de Guatemala. Al
día siguiente, Leonor García le entregó un escrito que contenía graves cargos contra el vicario
provincial de los dominicos. La mujer de Morales acusó al fraile de mantener a su esposo
incomunicado durante todo el tiempo de su encarcelamiento y de que Diego, «... por resentir la
áspera e molesta prisión en la que estuvo y especialmente siendo hombre viejo e muy enfermo
consintió la dicha sentencia y se ejecutó de todo e por todo; pero estando fuera de la prisión se
contradijo y reclamó que fue injustamente punido». A su vez, aconsejada por los procuradores de
la Real Audiencia, alegó que siendo Carvajal juez provisor era inquisidor ordinario y por lo tanto
no había habido lugar para otro juez sin la licencia especial de Su Santidad o de la cancillería
vaticana. Además, por boca de Leonor García, los oidores acusaron al prior y vicario de los
dominicos de que, aprovechando su condición de «fraile profeso no sujeto a la justicia ordinaria
eclesiástica e suprema» burló a la Real Audiencia de Su Majestad, ya que no se dignó a contestarles
sus apelaciones y por lo tanto perturbó el acostumbrado curso de la justicia en la ciudad. Y
finalmente, Leonor exigía justicia; o sea, la copia del proceso fulminado contra su marido. El juez
provisor consideró innecesario contradecir los alegatos de doña Leonor y discutir con ella los
problemas de jursidicción entre las diversas autoridades en el Imperio español. Tan sólo se limitó
a decirle que estaba bien escrito y que daría el debido curso a la petición.
Por su parte, aquellas objeciones indicaban que estaba por vencerse la vigencia de la bula Exponi
Nobis Fecisti, expedida por Adriano VI en 1522, que otorgaba una amplia jurisdicción -incluyendo
la inquisitorial- a las órdenes mendicantes y a los obispos en los territorios recién descubiertos y
colonizados. En efecto, con el I Concilio Provincial convocado en 1555 en la Ciudad de México
por el arzobispo fray Alfonso de Montúfar, en el cual participó también el doctor Antonio Mexía,135
la Iglesia recién establecida en la Nueva España entraba en una etapa de reorganización, a la vez
que el espíritu del Concilio de Trento se hacía sentir también en América. La libertad de acción
que caracterizaba a la república frailuna en el Mundo Nuevo comenzó a restringirse, A Montúfar
le tocó la labor de reestructurar la Iglesia y llevar a cabo una ardua lucha contra las órdenes
mendicantes para someterlas bajo la autoridad episcopal. Durante este proceso de centralización,
que se inició en 1545 con la llegada del visitador Tello de Sandoval y terminó en 1570 con el
establecimiento formal del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la Nueva España, la
135 José A. Llaguno, La personalidad jurídica del indio y el III Concilio Provincial Mexicano (1585), México, Porrúa,
1963, p. 29-30.
202
Historia de México I
amistad tradicional entre los dominicos y los oficiales reales perdió su contenido. A su vez, la Real
Audiencia y el virrey colaboraron íntimamente con los obispos en la imposición del orden jerárquico
eclesiástico tradicional en sus diócesis, y, en cambio, fueron apoyados por aquéllos en su tarea
de sujetar a los hijos de los conquistadores encomenderos bajo su propia autoridad.
Gracias a estas circunstancias y a la intervención de los procuradores de la Real Audiencia, e
incluso la del oidor Mexía, Diego de Morales fue recibido y escuchado en la oficina metropolitana.
Pero no podía ser absuelto porque el licenciado Carvajal jamás envió la copia del proceso, ya que
fray Tomás de Cárdenas, para salirse con la suya, se trasladó a la ciudad Real de Chiapas y se
llevó consigo todos los papeles inquisitoriales. En vista de ello el hábil abogado Andrés Pérez
partió de inmediato a México y en unos pocos días consiguió de la audiencia metropolitana una
carta compulsoria contra el fraile. Ésta es un fiel reflejo de la lucha que Montúfar acometía contra
la autonomía de las órdenes religiosas. El provisor arzobispal no sólo aceptó la apelación de
Morales sino que consideró los autos y la sentencia del dominico totalmente injustos. En la
compulsoria, fechada en México el 16 de enero de 1559, el metropolitano se mostró indignado
con el fraile porque denegó las apelaciones de Morales y «obligó a un hombre viejo, enfermo y
pobre a trasladarse a México para buscar justicia». Además, el provisor le ordenó al dominico que
enviara "todo el proceso o procesos completos que en máterias de fe cualquier justicia llevó a
cabo contra Morales... dentro de noventa días de la fecha de la notificación desta compulsoria...
que lo obliga en estado de Santa Obediencia e so pena de excomunión juris canónica mayor e so
pena de 500 pesos de oro, para obras pías e Cámara deste dicho Arzobispado..." Además, en
esta’ misma compulsoria se amonestaba indirectamente al obispo de Guatemala porque no solía
cumplir las provisiones que se le indicaban desde México, y se le recordaba que estaba sujeto a
la autoridad del metropolitano.
El día 29 de marzo el notario episcopal Luis Sánchez Conde palatino localizó a fray Tomás de
Cárdenas y le notificó la compulsoria; ~el 6 de abril el dominico respondió defendiéndose que, por
tratarse de un caso de inquisición, cada apelación es nula, salvo la interpuesta ante Su Santidad
y que él siempre «procedió de derecho y guardó todo el orden jurídico» y que a Morales se le
atendió en México únicamente porque hizo allí «una farsa e siniestra relación». No obstante el
fraile se sometió y entregó el proceso al obispo de Guatemala. Sin embargo, Francisco Marroquín
tampoco le dio el debido ,curso al documento hasta que él mismo no recibió una compulsoria; el
12 de julio de 1559 autorizó finalmente el traslado del proceso y lo envió a México.
En suma, Diego de Morales fue absuelto de todos sus delitos cometidos en. materia de fe a lo
largo de toda su vida cuando ya estaba casi in articulum mortis. Sin duda se fue directamente al
cielo porque ya no le dio tiempo para hacer vacilar a sus vecinos y pecar en este mundo. Dejó a
su viuda e hijos, con nombre limpio pero cargados de deudas con sus antiguos acreedores,
abogados, procuradores, notarios y otros letrados.
Por su parte, la absolución de Diego de Morales fue una victoria de la Real Audiencia de los
Confines tanto sobre el obispo Marroquín como sobre su comisionado, fray Tomás de Cárdenas,
sexto prior del convento de Santo Domingo en la ciudad de Santiago. A su vez, al afianzar los
oidores la jurisdicción real en esta provincia, apoyaron indirectamente las pretensiones del arzobispo
Montúfar de extender su autoridad sobre los obispos de su diócesis.
Conclusiones
En el presente ensayo se intentó reconstruir la participación de algunos cristianos nuevos en la
vida de la naciente colonia y relatar su suerte. De los pocos ejemplos que se analizaron se
desprende que formaron, un grupo emprendedor y pragmático. En efecto, los conversos y cristianos
203
Guía de lecturas
nuevos fueron los primeros que capitalizaron en las Indias el tabaco y el azúcar. Gonzalo de
Vellosa, que construyó el primer trapiche que pronto se transformó en ingenio de azucar en Cuba
(1515), y Miguel de Ballester, que fue el primero en exportar esta mercancia hacia Europa, eran
conversos.136 Los cristianos nuevos se encontraban en todos los oficios posibles, aunque
abundaban entre los médicos, escribanos, almojarifes, mercaderes y artesanos, incluso el primer
curtidor de pieles en Ia Nueva España, Francisco Hernández, natural de Béjar del Castañar,
desde donde emigró hacia las Islas Azores y de allí a las Indias,137 era converso. Su hijo, Pedro
Hernández de Albor, fue denunciado en 1538 por judaizante.138 Por su parte fueron contados los
cristianos nuevos que vivian de la soldada o se dedicaban a la vagancia. Hasta la fecha fue
localizado tan sólo, un vagabundo de origen converso; se trata de Gonzalo Bernal, quien anduvo
en los años cuarenta en la región del Pánuco.139
Sin duda alguna, este espíritu emprendedor capitalista tiene su origen en la Edad Media, durante
la cual los judíos ya constituían una burguesía en España y en el resto de Europa que vivía al
margen del sistema feudal, del espirítu de la Reconquista y de los idales caballerescos que la
acompañaban.
A su vez, durante los primeros cincuenta años de vida colonial, existía cierta laxitud de los que
empuñaban la jurisdicción inquisitorial hacia los conversos, si es que éstos no ostentaban su
religión y no realizaban ceremonias judaicas; sin duda, el Santo Oficio perseguía las formas
externas del judaísmo que su esencia. En efecto, Hernando Alonso fue quemado porque fue
acusado de hacer ceremonias judaicas; en cambio Diego de Morales logro sobrevivir porque
jamás alguien lo vio realizar algo «judaico». Fue denunciado de "ofender" e incluso de "dudar"
pero no, de «honrar» o "adorar".
Por medio del proceso de Diego de Morales, nos podemos asomar a la reacción que causaba la
lectura de los edictos del Santo Oficio entre la población española. Como ya se mencionó, se
exhortaba a cada uno a denunciar a todos los que, incluyéndose a sí mismos, habían ofendido
alguna forma del modo de vida cotidiano de los cristianos viejos en la España de los siglos xv al
XVIII, como por ejemplo, pasar junto a una cruz y no quitarse el sombrero, no persignarse a
tiempo y debidamente, pronunciar en ciertas ocasiones las mismas frases, etcétera. La denuncia
fue un santo deber, ya que conocer a los agresores y callar lo transformaba a uno en ofensor de
lo sagrado. Por esto, el pecador fue punido con excomunión mayor, es decir, con una exclusión
total de la sociedad. Pero recorriendo la memoria y acusando a cada uno de lo que habla dicho o
hecho contra la fe y sus normas, transformaba al pequeño artesano, comerciante, labriego, sirviente
e incluso al esclavo en un paladín de Dios, en un cruzado. Sin duda, el que acusaba y exigía un
castigo para los ofensores de Dios se sentía importante y digno, aunque tan sólo durante una
corta temporada, a veces tan sólo durante el lapso en el que se presentaba ante el juez inquisidor
y el notario apostólico. A su vez, bien se daban cuenta los inquisidores, aunque era fácil controlar
y manipular la sociedad mediante la denuncia, de los peligros que esto implicaba. Por lo tanto,
todo se hacía bajo un tenebroso manto de silencio que a la vez que infundía terror a todos, porque
todos eran vulnerables y todos eran potenciales testigos y denunciadores contra todos, mantenía
la calma en la ciudad.
136 Fernando ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, La Habana, Cuba, 1963, p. 353.
‘137 Francisco Icaza, op. cit., II, 817.
138 "Denuncia contra Pedro Hernández de Albor por sospechoso de judaizante", México, 1538 , AGN, Inquisición, v.
30, exp. 5
139 "Información de Juan Infante de Barrios sobre la evangelización del Pánuco" 1540, AGN, Inquisición, v. 34 , exp.
5, 8 f.
204
Historia de México I
La lectura de los edictos recordaba además su origen a los ya asimilados al modo de vida de los
cristianos viejos. En ocasiones incitaba a los buscadores de su propia identidad a realizar alguna
ceremonia judaica, aunque en la mayoría de los casos causaba persecución a los que lograron
escalar posiciones. Por ejemplo, el licenciado Cristóbal de Miranda, primer deán de la iglesia
catedral de Mérida y comisario del Santo Oficio en Yucatán, que llegó a la Nueva España en 1551
con su padre Juan Miranda y con un nombramiento para la dignidad que iba a ocupar y con las
respectivas probanzas de que descendía de cristianos viejos, fue acusado a raíz de la lectura de
un edicto de ser de origen de cristianos nuevos. En efecto, sus bisabuelos maternos, Diego
Donaire, tejedor de mantas, e Isabel García, fueron quemados en el puerto de Santa María en los
alrededores de Sevilla como los peores dogmatistas-judaizantes en un auto de fe en 1516. Sus
abuelos paternos, Diego López, mercader, y Leonor Rodríguez, fueron penitenciados en la misma
localidad, según lo indicaban sus sambenitos colgados en la iglesia principal del puerto.140
Por su parte, durante los primeros cincuenta años de la vida colonial, en particular en el tiempo en
el cual el obispo Zumárraga empuñaba la jurisdicción inquisitorial, los esfuerzos del Santo Oficio
fueron dirigidos más hacia la evangelización y la lucha contra la idolatría que contra los disidentes
de origen hispano. Por ejemplo, fray Juan de Zumárraga liberó a Alvar Pérez, español nacido en
Portugal, de cada culpa e incluso le restituyó y devolvió todo su oro y plata ra rico mercader- que
le había confiscado, después de cerciorarse de que no estaba circuncidado. Los padres de Alvar
Pérez, Juan Ruiz y María Alonso, judíos, salieron de España en 1492, durante la expulsión, con
sus otros correligionarios. Emigraron a Marruecos y después a Portugal, donde fueron forzados a
bautizarse. Alvar Pérez regresó a Espafia, a Castilla, y casó con la cristiana nueva Catalina Pérez,
natural de Jerez.141 Sin duda, Zumárraga fue mucho más severo con Francisco Millán, natural de
Utrera, de 38 años de edad, tabernero, analfabeto, quien huyó de España por deudas y fue
acusado por una sirvienta que lo robó, de azotar una cruz. Millán, cuyos padres fueron quemados
en un auto de fe siendo él todavía casi un lactante, jamás fue instruido en nada, desconocía la
doctrina cristiana y ni siquiera fue bautizado. Por lo tanto, como lealtad a sus padres a quienes no
conoció, vivia «hacia dentro como judío y hacía fuera, por necesidad, como cristiano». Fray Juan
de Zumárraga lo bautizó, ensambenitó y desterró de las Indias.142 Sin duda murió en una de las
cárceles del Santo Oficio en España.
En suma, durante los primeros cincuenta años del dominio español en el Nuevo Mundo, vivía en
la Nueva España una notable cantidad de cristianos nuevos. Familias enteras emigraron del viejo
continente en busca de fortuna, para borrar su origen, e incluso en pos de cierta libertad religiosa
que no encontraron. Por las manos del primitivo Tribunal de la Inquisición pasaron más o menos
unas cincuenta personas, aunque otras fuentes indican un número mucho más elevado. Se calcula
que alrededor de 1550 vivían en la Nueva España de trescientos a cuatrocientos cristianos nuevos.
APÉNDICE
140 "Cartas dirigidas al Santo oficio desde Mérida Yucatán, 1575", AGN, Inquisición, v. 79, exp. 10; v. 80. exp. 8, 9,
10, 11 y 21; año 1579, v. 82, exp. 14.
141 "Proceso contra Alvar Pérez, portugués, por casado dos veces", México, 1539, AGN, Inquisición, v. 22, exp. 9, f.
149-156.
142 "Proceso contra Francisco Millán, 1539", México, AGN. Inquisición, v. 30, f. 100-108.
205
Guía de lecturas
Lista de bienes que fueron confiscados a Diego de Morales en 1528 *
A 20 de julio del dicho año el muy reverendo Padre después de ver, al dicho Diego de Morales
mandó hacer depósito de sus dichos bienes y se le restaron en poder del Alcalde Mayor de esta
dicha ciudad de México.
Dos pedazos de oro marcados de la fundición de Cuyoacan que pesaron doce y veinte y ocho
pesos. Dixo Juan de Aguilar so cargo del juramento que tiene hecho que son de Pedro de Solís;
están empeñados en ciento y cuarenta pesos de oro de minas.
Un pedazo de oro de veinte quilates de minas de, esta fundición; pesó setenta y dos pesos. Dixo
que era de Pedro de Vargas y que este debe sobre ellos sesenta y cuatro pesos y cuatro tomines
de oro tepuzque.
Un pedazo de oro tepuzque de doce quilates que pesó veinte pesos y dos tomines del mismo oro.
Tres pedacillos de oro de doce quilates que pesaron siete pesos y seis tomines y seis granos del
mismo oro.
Dos pedacillos de oro de trece pesos de esta fundición; pesaron ocho pesos y seis tomines del
mismo oro.
Dos pedacillos de a trece quilates pesaron seis pesos y siete tomines y seis pesos del mismo oro.
Dos pedacillos de oro y medio de ochenta tepuzques de diez y ocho quilates; pesaron del mismo
oro doce pesos.
Cinco pedacillos de oro tepuzque de quince quilates que pesaron del mismo oro tres pesos y dos
tomines; son seis los pedazos.
Dos pedacitos de oro tepuzque de siete quilates que pesaron del mismo oro dos pesos y seis
tomines y siete pesos.
Un pedazo de oro tepuzque marcado del mismo oro; pesó cuatro tornines.
Ocho pedacillos de oro de once quilates que pesaron del mismo oro cuarenta y dos pesos y dos
tomines.
Dos pedazos de oro de minas de siete quilates que pesaron del mismo oro veinte pesos y cuatro
tomines.
Dieciseis pedacitos de oro marcado de minas que pesaron, quince pesos y tres tomines.
Dos pedacillos de oro de minas de a veinte quilates; pesaron del mismo oro tres pesos y dos
tomines y seis gramos.
Un pedacillo de trece y otro de catorce quilates que pesaron del mismo oro tres pesos y cinco
tomines.
Un pedacillo de oro tepuzque de veinte quilates; pesó del mismo oro siete tomines y seis gramos.
* AGN, Inquisición, v. 1, f. 31-33. Este inventario de bienes lo transcribié de su original mi alumna la señora Rito,
Hersilia Zozaya Gallegos.
206
Historia de México I
Tres pedacitos de oro tepuzque de a quince quilates; pesaron del mismo oro siete tomines y seis
gramos.
Dos gargantillas de aljofar con unos extremos de oro que pesaron cuatro onzas.
Un diablo en areyto de oro con media coronilla con catorce pintantes [sic]; dixo, que es de la
señora doña Mariana y que le deben sobre él veinte y cinco pesos.
Dos pedacillos de oro marcado tepuzque que pesaron veinte y cuatro pesos y cinco tomines.
Nueve pedazos de oro de dieciocho quilates de tepuzque que pesaron dos cientos y noventa y
siete pesos y cinco tomines del mismo oro.
Ocho pedacitos de oro tepuzque de diecinueve quilates; pesaron del mismo oro dos cientos y
diecinueve pesos.
Cinco pedazos de oro tepuzque de veinte quilates que pesaron del mismo oro cién pesos.
Tres pedazos de oro tepuzque de veinte quilates; pesaron del mismo oro ochenta pesos menos
dos tomines.
Cuatro pedazos de oro de ley de once quilates; pesaron del mismo oro ciento y trece pesos y
cuatro tomines.
Cinco pedazos de oro tepuzque de ley de quince quilates; pesaron del mismo oro cincuenta
pesos y seis tomines.
Ocho pedazos de oro tepuzque de quince quilates que pesaron del mismo oro setenta y nueve
pesos y seis tomines.
Un legajo de poderes que le dieron en la Española. Una obligación y otra fianza contra Antón de
Carmona hecha en la isla de Santo Domingo por el escribano Juan de Avila.
Veinte y tres docenas de guantes en once líos y más dos pares sueltos de guantes.
Ochenta y seis mazos de cuentas verdes y amarillas de vidrio. Una seda de colores con sus
papeles, floja y trescientos libros.
Once docenas de trenzas de seda de colores.
Cuarenta y cinco docenas de cintas de hiladillo.
Dos pares de riendas de mula de seda de cadarzos.
Quince docenas de cintas labradas negras.
Dos docenas de trenzas de seda negra.
Un ceñidero de mujer con unas trenzas de oro al cabo.
Una gorguera deshilada verde.
Dos gorgueras de Holanda; una labrada de seda negra y la otra de oro.
207
Guía de lecturas
Una gorguera de toca con unas franjas amarillas.
Tres piezas de toca con franjas negras.
Unos otros cuatro pares de guantes.
Cuatro camisas de ruan labradas de negro y blanco.
Una pieza de Holanda de cuarenta y tres varas.
Más otras catorce varas de Holanda.
Más veinte y un talabartes de seda.
Más diez machetes vizcaínos.
Más cuatro vueltas de corchetes. Más tres figuras de marfil.
Más treinta y un varas y media de ceñideros de tafetán negros y pardillos.
Cuatro jubones de raso colorado aforrados con su tafetán blanco.
Tres manteles amarillos con una faja de raso negro y un mantel verde con dos ribetes de raso
colorado.
Ocho manteles colorados, con su ribete de raso pardillo. Dos manteles de morado con un ribete
de raso pardillo.
Dos capas de grana con una faja de terciopelo verde.
Más otra camisa de ruán labrada de negro.
Siete capas negras de paño, los dos con un ribete de terciopelo negro y otras dos con sus ribettes
y tres con fajas.
Cinco capas filadas con fajas de raso por la parte de dentro.
Un sayo filado desmangado con una faja de raso adentro.
Tres sayos negros; el uno desmangado con fajas de terciopelo de fuera.
Un sayo de manga de punta de terciopelo leonado con una tela de damasco amarilla.
Una capucha de raso amarillo con una cenefa de batista blanca y verde.
Un albornoz de damasco pardillo con unos calos de oro y una bordadura de lo mismo.
Dos caperuzas de Valencia negras y otra caperuza de grana.
Once pares de escribanías valonas con su aderezo.
Una docena de escobillas de limpiar.
Cuatro docenas y media de cuchillos de Flandes; mas otra vaina.
Una gorrilla negra.
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Historia de México I
Más trece pesos y seis tomines de oro de las varas y una de terciopelo negro que habíale llevado
el alguacil mayor.
Más veinte y seis cajas de carne de membrillo.
Más tres frenos de mula.
Dos barriles de higo; el uno empezado.
Siete manos de papel, ocho telas de sedas blancas, dos con sus aros.
Nueve pares de zapatillos de niños.
Una esportilla con aderezos de tinta.
Un barril de aceitunas comenzado.
Once cadenas de metal.
Una esportilla de cominos.
Una esportilla de alambre.
Nueve costales de harina liados, selláronse.
Dos costales de almendra liados selláronse; pesaron siete arrobas once libras costales y líos.
Diez barriles de conserva de mazapán, naranja y limón.
Ciento ochenta y cuatro peines.
Ocho libras de albayalde.
Tres libras y media de limón.
Ocho libras y media de cardenillo.
Cuarenta y tres varas de terciopelo negro.
Diez y siete varas y dos tercias de terciopelo colorado.
Treinta y siete varas y media de raso negro.
Nueve varas y tercia de terciopelo pardillo.
Catorce varas de raso pardillo.
Cuatro varas menos sesmo de terciopelo azul.
Cinco varas y tres cuartas de paño de Valencia.
Siete varas de cordellate leonado.
Veinte y cuatro varas de paño filado.
Treinta varas y media de damasco amarillo.
209
Guía de lecturas
Seis varas y media de raso blanco.
Un papel de fortunas.
Once fardos de carbón que pesaron cincuenta y un arrobas y veinte y tres libras con ceras y líos.
Noventa y cuatro planchas de hierro grandes y pequeñas y cada una cuesta por plancha.
Otros diez fardos de hierro que pesaron cinquenta y seis arrobas con sus líos; trajolas el arriero
del alguacil mayor aparte.
Una capa y un sayo de paño de Valencia tejido; traído con rebetón picado y dixo que era de
Alvaro Ceballo.
Una gorra de terciopelo de las peñas; dixo que era de Alvaro Ceballo.
Once barriles de azúcar; dixo que eran de Alonso López.
Cuatro barriles de aceituna; dixo que eran del mismo.
Un libro de cuentas de marca mayor.
Una capa filada con una guarnición de terciopelo.
Una gorra de terciopelo.
Un jubón de tafetán encarnado; dixo que era de Alvaro Ceballo.
Un jubón de tafetán negro; dixo que era del mismo.
Un sayo de damasco negro desmangado.
Un sayo filado hecho a la portuguesa.
Unas petacas de azúcar pesaron con las petacas y líos once arrobas y veinte y media libras; dixo
que son de Alonso López.
Una cuenta del mismo contra Gonzalo Mexía de cuantía de ocho pesos de oro de minas.
Otra cuenta del mismo contra Gonzalo Hernández de cuantía de diez y seis pesos de oro de
minas.
Un mandamiento que se otorgó contra Ruy Vázquez de cuantía de cinquenta pesos de oro de
minas.
Un mandamiento que se otorgó contra Alvaro de Castro horadador de perlas; por cuantía de cien
pesos de oro de minas.
Noventa y tres pesos de oro que debe Mucientes según parece por la cuenta al mismo contra él.
Más ciento ochenta pesos de oro de minas que debe Diego Núñez de Ceralvo.
210
Historia de México I
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Economía y política en la historia de México. Manuel López
Gallo. p. 21-248
211
Guía de lecturas
212
Historia de México I
CAPÍTULO II
LA COLONIA
Esta cultura es el único ejemplo de una muerte violenta.
No falleció por decaimiento, no fue estorbada ni reprimida
en su desarrollo. Murió asesinada, en la plenitud de su evolución,
destruida como una flor que un transeúnte decapita con su vara.
SPENGLER
Antecedentes. España a fines del siglo XV. En la baja edad media, encontramos claras
manifestaciones de una sociedad urgida de nuevas relaciones de producción que constriñerían al
tránsito de un régimen a otro. Es el feudalismo decadente que precisa un nuevo sistema de
producción más evolucionado, en cuyo seno una naciente sociedad pueda desarrollarse rompiendo
los estrechos cauces medievales. Quedarán atrás los Amadís de Gaula, los Bernardos del Carpio,
los Reynaldos de Montalbán, y su sitial centurias después, será ocupado por los Rockefeller, los
Morgan y los Krupp. La caballeria andante cederá el paso al desenfrenado galope financiero.
La transición del feudalismo al capitalismo, se vio favorecida por una serie de grandes
acontecimientos que ayudarían, al fin, a liquidar aquella decrépita manera de producción.
Encontramos una de las manifestaciones de ese cambio, en la integración paulatina de las naciones
organizadas ya, sobre bases modernas de estados capitalistas que han menester de territorios
más extensos, dependientes de una sola autoridad, opuesta a los antiguos intereses de pequeños
feudos o principados y capaz de un caudal más amplio de recursos de toda especie para enfrentarse
tanto a las fuerzas internas como a las externas, con mejores augurios de éxito. Tocó a España el
privilegio de ser la primera nación que logró integrar su territorio, ventaja que, por diversas
circunstancias, no supo o no pudo aprovechar.
El enlace de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón y la toma de Granada en 1492, dejará
expedita la vía para la unidad política y geográfica de España. Si a esto se añade el factor de que
el reino de Castilla secundó también en 1492 el viaje de Colón, Ias posibilidades de la Península
para cimentar el capitalismo fueron excelentes y múltiples, La acumulación primitiva de capital y
las oportunidades de nuevos y cuantiosos mercados tanto en Europa como en América, iban en
apariencia a constituir el elemento determinante para la entronización de una novísima estructura
social.
Los obstáculos que impidieron a España dejar atrás el feudalismo fueron de muy diversa índole.
La unidad española permitió a Fernando e Isabel, prohijar la decadencia de las cortes y centralizar
el poder político.con un acentuado absolutismo monárquico, ávido de un voluminoso aparato
administrativo que desembocó en la formación de una enorme clase parasitaria de funcionarios y
empleados reales. Los reyes comenzaron a sustituir a los representantes de los municipios ante
las cortes, por regidores impuestos mediante acuerdos reales.
A medida que se suprimían las libertades populares, el clero,y la nobleza, elementos reaccionarios
que harían abortar el triunfo de la burguesía española, se afianzaban en el poder.
«La batalla de Villalar (1521) que terminó con la revolución comunera fue una victoria de la
aristocracia terrateniente, del alto clero y de la monarquía absoluta, sobre la burguesía y el
pueblo español. Con esta victoria, la que más importancia ha tenido en la historia de España,
los elementos democrático-burgueses de la nación eran condenados a vegetar, humillados
y vencidos, durante largos y oscuros siglos.»1
1 Cué Cánovas, Agustín. Historia Social y Económica de México. 1521-1810. Editorial América. México, 1946. p. 33.
213
Guía de lecturas
Por otra parte, el derecho de mayorazgo imposibilitó la distribución de la riqueza, pues, con el fin
de que el nombre de las familias ilustres, de «rancio abolengo» no decayese, sino al contrario
aumentase en esplendor, sólo el primogénito podía heredar. Esto obligó a los otros descendientes
a elegir entre el camino de la cruz o de la espada, aumentándose todavía más la influencia del
clero y del ejército, y favoreciendo el incremento de la población improductiva.
En la agricultura el derecho de mesta disminuye los terrenos labrantíos; la alcabala la hunde aun
más, al elevar los precios de los productos agrícolas sin ningún beneficio para el productor y, de
paso, limitar al comercio.
Añádase a lo anterior la expulsión de los moros, habilísimos artesanos y, agricultores, y la salida
de España de los judíos, dueños de cuantiosas niquezas productivas, y entreveremos un panorama desolador.
Si esto no fuera suficientemente ilustrativo, paremos mientes en que el descubrimiento de América
fomentó el desprecio al trabajo, merced a la facilidad con que España obtenía enormes cantidades
de metales preciosos de sus colonias. La explotación de ellos contribuyó paradójicamente y en
forma impresionante, a hundir en definitiva a la nación española, que perdió para siempre el
predominio mundial que ejerciera durante la primera mitad del siglo XVI. La conquista de América
más que a España sirvió a Europa, pues aceleró el paso del feudalismo al capitalismo de varios
estados europeos.
El clericalismo, el burocratismo y el feudalismo españoles, serán trasplantados a tierras americanas,
y en esa trilogía funesta, la época colonial y el México independiente encontrarán soporte y base.
Antecedentes. La Conquista. Hemos analizado sucintamente los rasgos fundamentales de los
dos regímenes productivos en el momento inmediato anterior a su fusión: el imperio azteca, que
había superado el comunismo primitivo y que se desenvolvía vertiginosamente en la esclavitud
tributaria; y la monarquía burocrática española que, teniendo en sus manos la simiente del
capitalismo, la esterilizó.
No es meta de este trabajo hacer una relación de los sucesos de armas que culminaron con la
toma de Tenochtitlán. Bástenos decir que la victoria del español sobre el indígena no se debió
precisamente a la sagacidad de Hernán Cortés, ni al fatalismo o supuesta cobardía de Moctezuma;
el triunfo se resolvió a favor del peninsular en virtud de que los españoles vivían una etapa social
más evolucionada que los mexica.
Si Hemán Cortés hubiese muerto junto con todos sus españoles en 1520; si los tlaxcaltecas
hubieran permanecido sumisos a la triple alianza; en fin, si Huitzilopochtli hubiérase mostrado por
más tiempo favorable al pueblo del Anáhuac; maguer estos falsos supuestos, la conquista de
México de todas maneras se habria consumado por los europeos quienes la realizaron porque
vivían en una estructura superior, socialmente más avanzada.
La conquista española fue lisa y llanamente una conquista: el triunfo del más fuerte. El fuerte que
sojuzga al débil para explotarlo. El fin fundamental del conquistador peninsular tiende, en esencia,
a su enriquecimiento a costa del indio americano. Tan pronto los españoles pisaron estas tierras
procedieron al «rescate: engaño y estafa consistentes cambiar abalorios por oro y plata». Este
despojo empero aplacó sólo por el momento las ambiciones del hispano, ya que la acumulación
de los metales preciosos por los indígenas, se había cumplido a través de largos años y su
empleo era bastante más limitado del que Europa le concedía. Además, los métodos usados para
obtenerlos en este continente eran muy rudimentarios. Por ello las cantidades de oro y plata
resultaban mínimas, tanto en relación con las ambiciones de los conquistadores, como por lo
214
Historia de México I
extenso de los territorios descubiertos y el número de sus habitantes, bastante mayor que en
1810. Fue así como el español emprendió un camino más lento pero concomitantemente más
seguro, para colmar sus ansias de enriquecimiento.
Por esa senda convirtióse el saqueador en colono, y el indígena en manantial inextinguible de
expoliación. No le importa al ibero conservar las grandes manifestaciones artísticas de los nativos
y, menos aún, le interesa preservar sus costumbres, bastante más severas que las europeas.
Sólo aspira a usufructuar la fuerza de trabajo del sometido hasta su completo agotamiento físico,
mental y espiritual.
«Treinta años tan sólo le bastaron para destruir, hasta en sus más pequeños engranajes,
una cultura milenaria y por muchos aspectos admirable, desarrollada con independencia de
influencias extracontinentales, y trescientos no le fueron suficientes para substituirla con los
rudimentos, siquiera, de su propia cultura».2
Ahora bien, una vez realizada la conquista, ¿cómo pudo mantenerse la dominación a lo largo de
tres siglos? Este vasallaje se logró gracias al auxilio poderosísimo de la religión. Como todas las
conquistas, la española originó una serie de atentados contra la libertad, la propiedad y la vida
misma de los pobladores indígenas. Pero «para descargo de la real conciencia de los monarcas
y la tranquilidad de las plebeyas conciencias de los conquistadores», tuvieron la disculpa teológica
de la conversión del politeísta indígena, en el cristiano monoteísta.
LA ESTRUCTURA
1. LA PROPIEDAD. INSTITUCIONES Y MODALIDADES. A raíz del descubrimiento de América,
la célebre bula Noverunt Universi establece:
«Alejandro Obispo, siervo de los siervos de Dios: a los ilustres carisimos en Cristo hijo Rey
Fernando, y muy amada en Cristo hija Isabel de Castilla, de León, de Aragón, de Sicilia y de
Granada, salud y bendición apostólica... Entendimos, que desde atrás habíades propuesto
en vuestro ánimo de buscar y descubrir algunas islas y tierras firmes remotas e incógnitas,
de otros hasta ahora no halladas, para reducir los moradores y naturales de ellas al servicio
de nuestro Redentor y que profesen la fe católica...
motu proprio y no a instancia de petición vuestra, ni de otro que por vos lo haya pedido; mas
de nuestra mera liberalidad, y de cierta ciencia y de la plenitud del poderío apostólico, todas
las islas y tierras firmes halladas y que se hallaren descubiertas, y que se descubrieren
hacia el Occidente y Mediodía fabricando y componiendo una línea del Polo Artico, que es
el septentrional al Polo Antártico, que es el Mediodía; ora se hayan hallado islas y tierras
firmes, ora se hallen hacia la India o hacia cualquiera parte la cual línea diste de cada una
de las islas que vulgarmente se dicen Azores y Cabo Verde, cien leguas hacia el Occidente
y Mediodía... por el tenor de las presentes las damos, concedemos y asignamos
perpetuamente a vos y a los Reyes de Castilla y de León, vuestros herederos y sucesores.
. . Así que a ningún hombre sea lícito quebrantar o con atrevimiento temerario ir contra esta
nuestra carta de encomienda, amonestación, requerimiento, donación, concesión, asignación,
constitución, deputación, decreto, mandato, inhibición y voluntad. Y si alguno presumiese
2 Othón de Mendizábal, Miguel. La Conquista Espiritual de la «Tierra de Guerra». Obras completas. Tomo III.
Cooperativa de Trabajadores de los Talleres Gráficos de la Nación. México, 1946. pp. 231 y 232.
215
Guía de lecturas
intentarlo, sepa que incurrirá en la indignación del Omnipotente Dios y de los bien aventurados
Apóstoles Pedro y Pablo. Dado en Roma en San Pedro a cuatro de mayo del año de la
Encarnación del Señor, mil cuatrocientos noventa y tres en el año primero de nuestro
Pontificado.»3
Esta preciosísima donación de algo que no era ni de Alejandro Borgia ni del papado, fúe el ropaje
legal de lo que la corona española detentaría gracias, no a la Bula, sino al poder de conquista.
Los extensos territorios obtenidos harían también desinteresados a los monarcas españoles.
Generosos en donaciones «reales» de tierras para los peninsulares; generosos en sus leyes
«ilusorias» para los indígenas.
I] Las Mercedes. La forma original de la propiedad privada en Nueva España se encuentra en las
regalías que los monarcas hispanos hicieron a los conquistadores en premio a sus servicios.
Las reales cédulas de gracia o merced ordinarias o extraordinarias, dieron pie al fundamento
legal de las tierras que ya Hernán Cortés había repartido entre sus soldados, confirmando dichos
actos en un principio y, con posterioridad, otorgándose a personas que el monarca quería favorecer,
bien con el fin de agenciarse recursos, bien simplemente como incentivo para que los peninsulares
se trasladasen a las Indias. Las tierras de los pueblos de indios igualmente fueron confirmadas
mediante mercedes.
La merced originó los grandes latifundios de la Nueva España. La propiedad de los españoles se
iba acreciendo a costa de las tierras de los indigenas y en contra de lo estipulado por las
disposiciones reales, lo cual provocó el descontento natural de la población autóctona configurando
después factor determinante en la lucha de independencia.
La cínica afirmación de que «las leyes se hicieron para ser violadas», se convirtió en costumbre
en Nueva España. El «obedézcase pero no le cumpla», fue el pan diario de autoridades y
encomenderos; más aun, las contradicciones legales estaban a la orden del día. La real
confirmación de gracia o merced exigía siempre que las tierras se poseyeran efectivamente y no
se dejaran de trabajar.
Las extensiones agrarias dadas a los conquistadores se denominaron peonías y caballerías. Es
difícil establecer la extensión correspondiente a una peonía o a una caballería. Podemos afirmar
incluso, que éstas no se tasaban precisamente por sus dimensiones, sino más bien, por la capacidad
económica de la tierra:
«Por peonía se había de entender un ‘solar de cincuenta pies en ancho y ciento en largo;
cien hanegas de tierra de labor, de trigo o cebada; diez de maíz; dos huebras de tierra para
huerta y ocho para plantas de otros árboles de sacadal; tierra de pasto para diez puercas de
vientre, veinte vacas y cinco yeguas, cien ovejas y veinte cabras.’
Una caballería era ‘solar para casa de cien pies de ancho y doscientos de largo y de todo lo
demás como cinco peonías’.»4
3 Fabila, Manuel. Cinco Siglos de Legislación Agraria en México. Talleres de Industrial Gráfica. México, 1941. pp. 1
a 4.
4 Si se desea ampliar este tema ver J. M. Ots Capdequí en «España en América» El Régimen de tierras en la Epoca
Colonial. Fondo de Cultura Económica. México, 1959. pp. 17, 21, 25, 26, 77 y 78.
216
Historia de México I
Estas disposiciones en teoría, limitaban la propiedad del terrateniente, ya que la confirmación real
exigió que cada propietario poseyera «no más de tres peonías, ni de cinco caballerías, ni de tres
asientos o hatos de ganados.»
II] Las Capitulaciones. Era otra forma original y jurídica de título de propiedad (Cortés llevó adelante
la conquista de Tenochtitlán sin esta autorización). Dado que la Corona no costeaba las empresas
de conquista, población o nuevos descubrimientos, el monarca sólo permitía proseguir tales
empresas mediante las capitulaciones. En ellas se estatuía la magnitud de la obra por realizar,
así como los beneficios con que se galardonaba a quien la efectuase felizmente.
Era común en estas capitulaciones dar al encargado de la empresa la potestad de conferir tierras
y concesiones a sus acompañantes. A las donaciones de terrenos se les denominaba repartimientos
y, en muchas ocasiones, éstos se identificaban con las encomiendas.
III] Los Baldíos o Realengos. Otra forma de propiedad en la Colonia, fue el título de propiedad
obtenido mediante la compra de baldíos o realengos en pública subasta. Al finalizar el siglo XVI
se sujetaron a revisión los títulos de propiedad otorgados desde el principio,de la dominación
española. Todas las tierras que no estuviesen amparadas legalmente, pasarían a la categoría de
propiedad del rey con el nombre de baldías o realengas.
El dominio de estas tierras como se ha establecido, se obtenía mediante la compra en subasta
pública, a pesar de que el título de propiedad seguía llamándose merced. La merced a título
oneroso desplazó a la gratuita, aunque no absolutamente.
IV] La Mesta. Como en la Península, en Nueva España el derecho de mesta gozó desmesurados
privilegios en detrimento de la agricultura. Las fincas ganaderas arbitrariamente limitaban la
extensión de las agrícolas y éstas estaban obligadas a sufrir los daños que el ganado causara en
sus cosechas, sin compensación alguna por parte del dueño de los semovientes. Si para evitar la
destrucción de las siembras era necesario cercar los terrenos, las cercas debían ser levantadas
por los agricultores, ya que los ganaderos no estaban obligados a pagar por los daños originados
por sus animales.
V] . El Subsuelo. Si la circunscribirnos a la propiedad del subsuelo por parte exclusiva de la
Corona, la legislación minera fue la más clara y precisa. Los propietarios en Nueva España no lo
eran «de la tierra al cielo y de aquélla al infierno»; usufructuaban únicamente la superficie, pues
el subsuelo siempre fue dominio absoluto del monarca. Por tanto, la explotación minera realizada
mediante merced real obligaba al minero a pagar al rey el 20% del producto obtenido. Esta
remuneración que se hacía por la gracia concedida del disfrute de una propiedad de la Corona,
era denominada quinto real, aunque no siempre tuvo ese monto.
VI] La Encomienda o Repartimiento. Acremente se ha discutido sobre si los encomenderos eran
o no los propietarios de las tierras de Ios indios encomendados. Todos los autores que sostienen
la no propiedad de la tierra de los encomenderos, se basan en el hecho simplista de que así lo
estipulaba la legislación indiana.
En forma categórica y en todas las disposiciones reales concernientes, se confirma la propiedad
que los indios encomendados tienen sobre la tierra obtenida mediante merced. Pero he aquí que
estamos en aptitud de comprobar e insistir sobre la bondad de nuestro método de análisis.
La estructura social vivida por España y sus colonias, se basaba en la producción del plusproducto
para satisfacer el consumo de la clase parasitaria compuesta por los señores. Bajo el principio de
la propiedad absoluta del señor feudal, el campesino percibe tierras para que las cultive con la
217
Guía de lecturas
obligación de crear el plusproducto. El sustento del siervo depende exclusivamente de él, sus
necesidades las satisface con parte del producto obtenido de «sus» tierras.
Examinemos más de cerca en qué consistía la encomienda.
«Llamáronse encomiendas a estos repartimientos, según juzga Solórzano en su Política
indiana, porque al entregarse a los españoles los indios destinados a servirles y a tributarles,
se encomendaban a su amparo y protección, tanto para el buen tratamiento de sus personas (?) como para que recibiesen la fe cristiana, (?) y también porque quedaban los indios
repartidos en poder del encomendero en calidad de guarda ó depósito.»5
Hemos visto que el oro poseído por los nativos no colmó la ambición de los extranjeros. Por ello
desde un principio Cortés se vio precisado a practicar entre sus soldados el repartimiento, como
único medio de evitar una sublevación que diera al traste con su hegemonía de capitán general.
Sin embargo, estas encomiendas o repartimientos necesitaban justificarse ante las cristianas
conciencias españolas; doble exculpación basada por un lado, en homilías nunca comprendidas
del todo por los encomendados y, por el otro, en el deber de los encomenderos de ampararlos y
protegerlos, obligación jamás cumplida. Tal instituto constituyó bárbaro esquilmo que en alto
grado coadyuvó a despoblar estas tierras.
A pesar de que a principios del siglo XVIII se suprimiría la encomienda en Nueva España, podemos
decir que su vida tuvo duración casi semejante a la de la Colonia. Se otorgó primero por una vida,
después por dos, más adelante por tres y hasta por cuatro. Al indigena encomendado se le
coaccionaba a cubrir un tributo al encomendero; liquidábase en dinero o en especie. Esta
expoliación es identificable con el plusproducto del feudalismo. Queda al lector juzgar si el
encomendero era o no, de hecho, el verdadero propietario de las tierras que habitaban los indios
encomendados.
VII] Los Naboríos. Dióseles este nombre a los indígenas que en calidad de esclavos eran obligados,
solos o con su familia,a prestar servicios a los agricultores españoles. No entraban en los
repartimientos, y su situación era aun más difícil que la de los encomendados, pues se les podía
separar de sus familiares y llevarlos a regiones lejanas.
VIII] Las Congregas. Esta forma de explotación, peor incluso que la encomienda, consistía en
congregar indios salvajes so pretexto de enseñarles la religión. Utilizóseles para el desmonte y la
siembra de nuevas tierras que se abrían al cultivo. Tratados peor que bestias, y con miras a
evitarse su manutención, el colono los mandaba al monte para que de raíces y frutos silvestres se
alimentaran; a fin de asegurar su retorno, debían dejar en calidad de rehén a su familia.
IX] La Mita. Consistía ésta en la obligación que tenían los pueblos, de indios de prestar trabajos
forzados mediante pago (?) en las haciendas o las minas. Para tales servicios seleccionábase a
esos nativos mediante sorteo; la permanencia en el lugar de trabajo variaba según su finalidad
agrícola o minera. La mita agraria los retenía durante los meses de labor, la minera se prolongaba
casi un año. La ley prohibía a quienes hicieren uso de la mita, trasladar a los indios a más de diez
leguas de su lugar de origen, y les ordenaba que los gastos del traslado y retorno debían correr
por su cuenta. Estas disposiciones no eran acatadas. Por último, la mita desintegrá en grado
considerable a los pueblos de indios; y, con el tiempo, sustituyó a la encomienda.
5 Riva Palacio, Vicente. México a Través de los Siglos. El Virreinato. Publicaciones Herrerías, México, S. F. p. 74.
218
Historia de México I
Consecuentemente es la génesis del peonaje.
x] La Posesión. Se revalidó este modo de propiedad exclusiva de los indígenas, ya que su origen
es anterior a la conquista. Reviste cuatro formas:
Fundo legal. Superficie destinada para las casas de los pobladores, los servicios públicos o usos
de utilidad general. Su extensión era de un cuadrado cuyos lados medían 1,200 varas; en su
centro se erigía la iglesia.
El ejido. Tierras de uso común de una legua de largo, estaban situadas a la salida del pueblo
«donde los indios pudieran tener sus ganados, sin que se revuelvan con los de los españoles».
Tierras de repartimiento. Tierras dedicadas al cultivo; correspondían, en cierta forma al calpulli
precortesiano pues no podían venderse ni dejarse sin cultivar.
Propios. Servían tales áreas para sufragar los gastos de la comunidad; es lícito parangonarlas
con el altepetlalli.
2. La agricultura. El latifundio es la característica de la agricultura colonial. Vicio heredado por el
México independiente y punto de arranque de todos los movimientos populares, tendientes a
modificar la mala distribución de la tierra.
Grandes extensiones acumuladas con reiterada frecuencia a costa de los pueblos de indios;
propietarios ausentistas; mayordomos voraces y aborígenes miserables, determinan la existencia
tediosa y rutinaria de la campiña novohisparía.
La pésima distribución hermanada a la escasa productividad de la tierra, orillaba a los desaprensivos
propietarios, para cubrir sus deudas o para mantener artificialmente un determinado nivel de vida,
a recurrir a la iglesia, seguro prestamista, dispuesta siempre a facilitar dinero a los .agricultores
mediante la garantía hipotecaria.
De los males del latifundio percatóse claramente el virrey conde de Revillagigedo, quien a fines
del siglo XVIII escribía:
«La mala distribución de las tierras es también un obstáculo para los progresos de agricultura
y comercio en estos reinos, y más cuando pertenecen a mayorazgos, cuyos poseedores
están ausentes, o son descuidados. Hay aquí vasallos de Su Majestad dueños decentenares
de leguas cuadradas que pudieran fundar un reino no pequeño en el distrito de sus
posesiones, de las cuales sin embargo de su extensión sacan muy poca utilidad.»6
La política de la metrópoli que prohibió el libre comercio de sus colonias americanas e impidió
además el cultivo de la vid, del olivo, de la morera, agravada por las absurdas disposiciones de
los estancos, las alcabalas y las pésimas comunicaciones; todo contribuía en suma, a una endeble
agricultura.
La ganadería al igual que la agricultura explotábase en forma extensiva, con una ventaja para la actividad
pecuaria: se desarrolló en forma inusitada gracias a las enormes extensiones casi vírgenes, abundantes
en pastos y plantas, que socorrieron la reproducción de las especies traídas por los españoles.
6 Güemes Pacheco Padilla, Juan Vicente de. Conde de Revillagigedo. Informe sobre el Comercio de Nueva España.
Colección de documentos para la Historia del Comercio Exterior de México. Banco Nal. de Comercio Exterior, S. A.
México, 1960. p. 58.
219
Guía de lecturas
3. LA MINERIA. Correspondió a esta actividad marcar la pauta y el derrotero de la economía
novohispana. La agricultura estaba sujeta en buen grado a las condiciones favorables o adversas
de la minería. Los ingresos de la Corona también dependían en forma considerable del estado de
la extracción minera. Muchas de las poblaciones importantes de la Nueva España nacieron al
calor de los fundos mineros, y las familias de más alta prosapia debieron a la plata y al oro el
lustre de sus apellidos.
Favorecida por una congruente legislación que perseguía eliminar cualquier obstáculo, la
explotación de los recursos no renovables llegó a un auge tal, que a principios del siglo XIX, en
sólo año, se acuñaron monedas por valor de veintisiete millones de pesos. El minero, de incurrir
en algún delito no podia ser trasladado del lugar de trabajo ahí mismo purgaba su conducta.
Tampoco eran objeto de embargo los bienes destinados a la ocupación minera, la cual no debía
suspenderse por mandato de ninguna autoridad. Más, sobre todo, la minería nunca acudió al
crédito de la iglesia, llegándose a crear una institución crediticia especial para el provecho exclusivo
de los mineros.
Muy importante impulso recibió la minería colonial por el novedoso procedimiento para beneficiar
la plata utilizando el mercurio o azogue; procedimiento conocido con el nombre de patio o
amalgamación. Introdújolo Bartolomé de Medina en las minas de Pachuca, y púsose ahí en práctica
por primera vez en el mundo.
EI único obstáculo serio padecido por la minería, consistió en el sistema monopolístico impuesto
por España. El estanco del azogue causó más de una vez dificultades a la minería; la producción
de mercurio en Nueva España era exigua y no satisfacía las enormes necesidades de este metal.
Impedíase al azogue del Perú ser transportado directamente a Nueva España, y los abastecimientos
de este mineral estaban sujetos una distribución, casi siempre arbitraria, por parte de los empleados
de la Corona, quienes obtenían mediante el control de su venta pingües e ilícitas utilidades.
El Colegio de Minería se erigió en su tiempo como el más adelantado del orbe.
4. LA INDUSTRIA, A pesar de que a principios de la Colonia algunos virreyes como don Antonio
de Mendoza y don Luis de Velasco hijo, asistieron esta actividad, la industria en Nueva España se
vio coartada por una serie de limitaciones impuestas en su mayoría para salvaguardar los intereses
de los comerciantes españoles, establecidos tanto en la Península como en estas tierras.
Por órdenes expresas de Velasco el Menor, se pusieron nuevamente en actividad los primeros
obrajes para hilados y tejidos de lana instalados en tiempos de Mendoza. La bondad de esta
medida dejóse sentir de inmediato para beneficio de las gentes del pueblo y de los ganaderos. A
disposición de aquéllas ofreciéronse telas a más bajos precios; los ganaderos quedaron favorecidos
en virtud de que subió la cotización de la lana. Sin embargo, lo producido por estos telares
perjudicaba las ganancias de los comerciantes de allende y aquende el océano; éstos y los intereses
de los maestros artesanos que vivían en la Península, prevalecerian en última instancia.
Los gremios gozaban desde la conquista infinidad de privilegios, convirtiéndose en el más implacable enemigo del progreso industrial de la Colonia. No era dable realizar ninguna actividad fuera
de ellos; estaban ligados por muy severas ordenanzas, como se demuestra en las siguientes
transcripciones:
«Que el que huviere de ser Maestro ha de ser Español, y dar información de Christiano
Viejo, yde Vida y costumbres, cuya información, se ha de dar ante él Cavallero Regidor, que
nombrare el Cavildo, yante él Escrivano de él...
220
Historia de México I
Que él que huviere devssar de dicho árte hade Saver leer Romance én Libros, y Cartas
misibas, y procesos, yéscrivir las formas de Letras Siguientes Redoncillo grande, ymas
mediano, ychico = Bastardillo grande, mas mediano, ychico, = y sino no sea Examinado.
Que ha de Saver las cinco Reglas de cuenta, Guarismar, Sumar, Restar. multiplicar, medio
partir, y partir por entero, y todas las demas cuentas necessarias, y sumar Cuenta Castellana,
como Guarismo, todo lo qual ha de enseñar él que se examinare...
La dió la N.C. de Mexico én él año de mill y seiscientos, y la confirmó él Exrno. Señor Virrey
de Nueva España Conde de Monterrey én cinco de Henero de mill Seiscientos, yvno, por la
que se manda que en el que ha de ser maestro no sea negro, mulato, ni Yndio sino Español
Christiano Viejo de Vida ycostumbres delo que ha de dar información ánte él Regidor, que
nombrare el Cavildo»..7
El gremio constituyó un monopolio cuyo único beneficiario fue el maestro español. Al imponer una
serie de reglas se limitaba todavia más la ya de suyo, escasa producción:
«De estos requisitos gremiales no estaban exentos ni los barberos, cuya junta directiva se
llamaba pomposamente protobarberato, á imitación del protomedicato que formaban los
doctores en medicina.»8
5. EL COMERCIO.Tal como se ha visto la íntegra actividad, económica obedeció a una serie de
trabas que le impideron seguir la senda del incipiente capitalismo europeo. Estas medidas tendían
a proteger a los peninsulares residentes en España o radicados en la Colonia.
Nada se controló, sin embargo tanto como el comercio. Ello causó el atraso indubitable en que
todos los países de habla española se encuentran hasta nuestros días, incluida la nación que
impuso estas restricciones para su «provecho».
A raíz del descubrimiento del Nuevo Mundo y en forma casi simultánea los reyes Católicos pugnaron
para intervenir hasta el extremo en las consecuencias de toda índole que como resonancia del
viaje de Colón iban a originarse.
El 10 de abril de 1495, «Don Fernando y Doña Isabel, por la Gracia de Dios, Rey e Reina de
Castilla etc.», dieron en la villa de Madrid la real provisión de cuanto debía observarse por quienes
descaren establecerse en las Indias o descubrir nuevas tierras.9
Los requisitos impuestos por la Corona para llevar adelante el comercio entre España y sus
colonias cumplíanse a través de la vigilancia ejercida por la Casa de Contratación de Sevilla; el
documento que le dio vida fue dictado el 20 de enero de 1503 en Alcalá de Henares, bajo el título
de «Instrucción para facer una Casa de Contratación en Sevilla, para la negociación de las Indias.»10
Para hacerse a la mar era necesario obtener la autorización expresa de la Casa de Contratación
de Sevilla. Como condición previa a la utilización de los buques, se hacía una minuciosa inspección
7 Barrio Lorenzot, Francisco del. Ordenanzas de Gremios de la Nueva España. El Trabajo en México durante la
época colonial. Talleres Gráficos de la Secretaría de Gobernación. México, 1920. pp. 179 a 181.
8 Riva Palacio, Vicente. op. cit. p. 674.
9 Ver documento en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las
antiguas posesiones españolas de América y Oceanla sacados de los archivos del Reino, y muy especialmente del
de Indias competentemente autorizada. Imprenta de Manuel G. Hernández. San Miguel, 23, bajo. Madrid, 1878.
Tomo XXX. pp. 317 a 324.
10 Ver documento en Colección de documentos inéditos... Tomo XXXI. pp. 139 a 155.
221
Guía de lecturas
de su estado: fecha de construcción, espacio disponible, cantidad de carga que podía ser
trasladada, necesidad de calafatearlo, etc. Fueron tantas las dificultades y tan serios los óbices,
sin faltar los abusos de algunos empleados en las inspecciones, que llegaron a presentarse un
sinnúmero de quejas.
Por ello, a principios del siglo XVII, se trató de mejorar tal estado de cosas, ordenándose que
todas las querellas fueran resueltas, no ya por la Casa de Contratación de Sevilla, sino por el
Consejo de Indias; lo cual lógicamente multiplicó las dificultades de la tan obstaculizada profesión
comercial.
El comercio exterior, muy a lo largo de la época colonial se efectuó, exclusivamente con las
Filipinas y con la Península.
En estrecha relación con el comercio exterior que se hacía en Nueva España, deben recordarse
las ferias realizdas a la llegada de las flotas y en las que se otorgaban algunas concesiones para
fomentar las ventas.
Si bien en un principio el comercio de Nueva España podía realizarse con las colonias que España
tenía en América, para fines del siglo XVI hallábase vedado el mismo. En las postrimerías de la
época colonial Carlos III levantó esa prohibición.
Las constantes incursiones de los piratas apremian a los monarcas españoles a tomar medidas
para asegurar el transporte de mercaderías de uno y otro lado del Atlántico.
A tal efecto, se estableció el sistema de flotas forzosamente acompañadas por buques de guerra,
cuya partida tanto de España como de América se fijaba en fechas determinadas. Esta medida
restringía también las transacciones comerciales, siempre en perjuicio de los consumidores de la
Colonia y en beneficio de los comerciantes españoles.
El citado conde de Revillagigedo en su informe sobre el comercio en la Nueva España, asegurába:
«Sólo el antiguo sistema de flotas y el estanco y monopolio que proporcionaban unas
ganancias tan crecidas y seguras, eran capaces de trastornar el natural orden de las cosas
hasta hacer que un efecto valga constantemente en el país donde se cría y produce mucho
más que transportado a más de 2,000 leguas y recargado con los costos de repetidos
derechos y seguros.»11
A pesar de que el emperador Carlos V permitió el comercio entre varios puertos de España con el
nuestro de Veracruz, en realidad sólo con el de Sevilla se efectuó el tráfico entre la Península y
Nueva España, llegándose a establecer la pena de la vida y perdimiento de los bienes a quien
infringiese esta disposición. Fueron tales los extremos a que condujeron las prohibiciones que, en
cierta ocasión una flota arribó de América con un valioso cargamento de oro; asediada por los
piratas, hubo de tocar tierras en sitio prohibido; por el motivo mencionado impidióse a las naves
permanecer a cubierto, pasando de esta suerte el tesoro a botin de los bucaneros.
Felipe II por reales cédulas de 1561 y 1564 estatuyó que el comercio de España para América
quedara limitado en Sevilla por el río del mismo nombre a los puertos de San Lúcar y Cádiz.
Redújose en la práctica al de Cádiz a donde fue trasladada la Casa de Contratación de Sevilla el
año de 1717.
11 Güemes Pacheco de Padilla, Juan Vicente de. Conde de Revillagigedo. op.cit. p. 21
222
Historia de México I
En la segunda mitad del Siglo XVIII Carlos III de Borbón franqueó el comercio con varios puertos
de España; en 1774 se reanudó el comercio entre Perú, Nueva España, Nuevo Reino de Granada,
(Colombia) y Guatemala. Se autorizó el libre comercio en registros sueltos de España y sus
colonias de América, habilitándose varios puertos de los dos contínentes.
Todas las disposiciones dictadas por Carlos III, desde 1765 hasta 1784 tendientes al logro de un
comercio hasta cierto punto libre, en substancia no modificaron por tardías, el estado de atraso
que el monopolio había causado en las colonias españolas. Escasos lustros distaban para que se
escuchasen los tañidos de la campana de Dolores y las voces libertarias de Hidalgo y Morelos, de
Bolívar y O’Higgins.
El comercio interior de Nueva España en un principio se desarrolló sin trabas pero en 1574 todas
las transacciones del terriotorio quedaron sujetas al pago de la alcabala, a excepción de las
efectuadas por los indígenas.
No es por demás recordar que el sistema de estancos implantado en la Colonia, fue causa
destacada para impedir un normal desarrollo del comercio interior. Concomitantemente, en
importantes localidades se adoptó el sistema de alhóndigas para intervenir en el comercio de los
granos y evitar posibles especulaciones. Vivo interés despertó en los virreyes el almacenaje de
reservas de maíz realizable a bajo precio. Este hecho en forma preponderante contribuyó a la
prolongada dominación española. No por azar uno de ellos advirtió a quien le sucedió: «del granero
vacío sale la sangre a la calle».
El contrabando, las alcabalas, los estancos y los pésimos caminos son facetas sempiternas del
comercio novohispano.
LA SUPERESTRUCTURA
A. EL ESTADO.
1. EXTENSION TERRITORIAL. Los límites del territorio a principios de la Colonia, tomando en
cuenta lo deficiente de las cartas geográficas, podrían establecerse aunque en forma vaga de la
siguiente manera: al norte, desde la Florida hasta el océano Pacífico; al sur, hasta las Hibueras;
al este y oeste, los mares océanos.
Sin embargo, al finalizar la Colonia, los linderos con los Estados Unidos del Norte estaban
perfectamente establecidos. Por la trascendencia de nuestra frontera con el Norte, transcribimos
las partes sobresalientes de los tratados para la demarcación de los límites entre México y los
Estados Unidos:
«Diciembre lo. de 1832—Circular de la Secretaría de Relaciones.- Tratado para la
demarcacion de límites, celebrado entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos
de América...
Habiéndose fijado y designado los límites de los territorios limítrofes de México, con los de
los Estados-Unidos de América, por un tratado solemne, concluido y firmado en Washington, á 22 de Febrero de 1819, entre los plenipotenciarios respectivos del gobierno de los
Estados-Unidos por una parte, y de España por otra; por tanto, y en consideracion. á que
dicho tratado recibió su sancion en una época en que México formaba una parte de la
monarquía española, se ha creído necesario al presente, declarar, y confirmar la validez de
223
Guía de lecturas
dicho tratado considerándolo vigente y obligatorio entre los Estados-Unidos de México y los
Estados-Unidos de América...
Artículo segundo. La línea divisoria entre los dos países, al occidente del Misisipi arrancará
del seno mexicano en la embocadura del río Sabina en el mar, seguirá al Norte, por la orilla
occidental de este rio hasta el grado 32 de latitud; desde allí, por una línea recta al Norte
hasta el grado de latitud, en que entre en el río rojo de Natchitoches, Red river, y continuará
por el curso del rio Rojo al Oeste hasta el grado 100 de longitud occidental de Londres, y 23
de Washington, en que cortará este rio y seguirá por una línea recta al Norte, por el mismo
grado hasta el río Arkansas cuya orilla meridional seguirá hasta su nacimiento en el grado
42 de latitud; septentrional, y desde dicho punto se tirará una linea recta al Norte por el
mismo paralelo de latitud, hasta el mar del Sur: todo según el mapa de los Estados-Unidos
de Melish, publicado en Filadelfia y perfeccionado en 1818. Pero si el nacimiento del río
Arkansas se hallase al Norte 6 Sur de dicho grado 42 de latitud, seguira la linea desde el
orígen de dicho rio, recta al Sur 6 Norte segun fuese necesario, hasta que encuentre el
expresado grado 42 de latitud, y desde allí por el mismo paralelo hasta el mar del Sur.
Pertenecerán á los Estados-Unidos todas las islas de los rios Sabina, Rojo, de Natchitoches
y Arkansas, en la extension de todo el curso descrito; pero el uso de las aguas y la navegacion
del Sabina hasta el mar, y de los expresados rios Rojo y Arkansas, en toda su extension de
sus mencionados límites en sus respectivas orillas, será comun á los habitantes de las dos
naciones... 12
Al sur, prevalecían las lindes de la Nueva España desde el siglo XVI, excepción hecha del territorio
de Belice, cedido a Inglaterra mediante el tratado de paz firmado en Versalles en 1783.
2. EL GOBIERNO. El primer gobernante que tuvo Nueva España fue Hernán Cortés, cuyo título
era el de Gobernador y Capitán General.
Las constantes quejas que llegaban a la Corona sobre el mal gobierno de Cortés, obligaron al
monarca a designar a un juez de Residencia. Este nombramiento no tuvo resultados prácticos, en
vista de lo cual, el rey decidió gobernar a la Colonia mediante una Audiencia. Como tampoco
convenciera ésta, quedó convertida en virreinato.
El virrey representaba a la persona del monarca español. Tenía a su cargo el poder ejecutivo,
como virrey; y, la jefatura del ejército, por su título de Capitán General; también poseía el
nombramiento de presidente de la Audiencia. En muchas ocasiones el arzobispo de México ostentó
la nominación de virrey. Por ejemplo el Ilmo. Sr. D. Pedro de Moya de Contreras fue inquisidor
general de la Nueva España, arzobispo de México, virrey (con todos los nombramientos que este
título daba), y visitador general. Moya de Contreras colocó la primera piedra del edificio de la
Universidad.
El enorme poder conferido a los virreyes fue disminuyendo en el transcurso de la Colonia. La
casa de Austria se distinguió por enviar a sus colonias ilustres personajes de la corte, en cambio,
la casa de Borbón otorgaba el nombramiento a funcionarios burocráticos o miembros oscuros de
la nobleza.
Dependian del virrey los alcaldes mayores y los corregidores; subalternos de éstos eran los
tenientes de alcalde y los subdelegados, El poder de todas estas autoridades, desde el virrey
12 Dublán, Manuel y Lozano, José María. Legislación Mexicana. Edición Oficial. Imprenta del Comercio, a cargo de
Dublán y Lozano, hijos. Calle de Cordobanes No. 8. México, 1876. T. IL pp. 466 a 469.
224
Historia de México I
hasta los subdelegados, no estaba bien delimitado por atender indistintamente a una serie de
funciones administrativas y judiciales. La mayoría de los puestos públicos se vendían y este
mismo procedimiento seguíase con los impuestos. Fácil resulta imaginar las funestas
consecuencias que para los desheredados reportaban tan negativas prácticas.
Por debajo de las potestades españolas se encontraban las indígenas, las cuales, más que el
ejercicio de una autoridad, servían de contacto entre el indio y el blanco.
3. LA LEGISLACION. Un abrumador hacinamiento de ordenanzas reales, a menudo contradictorias,
todas empíricas, constituyen la legislación indiana. Ningún sistema preconcebido, ninguna política
planificada. Sólo,la voluntad brutal de un gobierno claramente fundado en una oprobiosa división
de clases,Al español, cristiano viejo de vida y costumbres, todo; al indio y al mestizo, nuevos en
la fe de jesucristo, nada.
Pero esto acaecía en la práctica; en las letras, reiteradas y solemnes disposiciones velaban por el
bienestar de los indígenas. A tal grado quería protégérseles, que eran considerados como menores
de edad; menores de edad para sus derechos como hombres; adultos, aunque niños, para el
trabajo.
El Consejo de Indias. Supremo tribunal, conocía de todo lo referente al gobierno de la Colonia,
tanto en lo civil, militar y religioso, como en lo criminal, comercial, industrial. marítimo y terrestre.
Recomendaba a la Corona las personas que debían ocupar los más altos puestos públicos y
religiosos en sus dominios; su autoridad regía sobre la del virrey, la de los arzobispos y obispos y
sobre la de la Audiencia. No sólo constituía un tribunal inapelable sino que ejercía además, funciones
de legislador.
4. LA HACIENDA PUBLICA. El mejor ejemplo de anarquía e improvisación reinantes en la Colonia
anidó en el ramo hacendario. Las guerras, las calamidades, los piratas, las necesidades de la
corte, en suma, fueron los principios rectores del sistema tributario colonial. Alcabalas, impuestos,
tributos, estancos, diezmos, bulas, primicias, confiscaciones, regalías y hasta donativos y socorros.
Por la primacía y relevancia en su recaudación destaca el impuesto del quinto real. La alcabala se
implantó de igualista en los primeros años de la Colonia, causándose por toda venta o permuta de
mercancías. Otro impuesto de la real hacienda era el de vajilla, sobre las piezas artísticas de oro
y plata; los derechos de almojarifazgo consistían en el pago de los comerciantes a la Corona en
recompensa por la seguridad que ésta brindaba en el tráfico marítimo de las mercancías; el no
cumplimiento de este impuesto ocasionaba una multa denominada comisos. Regia el impuesto al
papel sellado y sobre el pulque.
Una fuente de ingresos considerable era el tributo; estaban sujetos a él, los indios, mulatos y
negros. En cierta época las solteras hubieron de sufragarlo; muchas mujeres se veían precisadas
a cubrirlo aunque no les corespondiera, para evitarse el denigrante examen que demostrara su
estado. La nobleza, el clero y los mestizos no tributaban. Los nobles pagaban el impuesto de
lanzas.
Los estancos constituyeron otro medio de agenciarse recursos; había estancos de azogue, pieles
curtidas, tabaco, pólvora, naipes y otros. Existían los derechos de ensaye y amonedación.
Respecto a los diezmos, cedamos la palabra al egregio mexicano don José María Luis Mora:
«Los reyes de España, desde los primeros días de la conquista de América cuidaron de
asegurar a la corona la absoluta propiedad de los diezmos, esa contribución ruinosa que el
225
Guía de lecturas
clero ha pretendido reconocer un origen divino. Alejandro VI, que fué tan generoso en agraciar
con el dominio de reinos que no le pertenecían, tampoco se detuvo en la concesión de los
diezmos. Sus productos fueron destinados a los gastos y sostenimiento de las iglesias y al
sustento de los ministros del culto. Pero Carlos V, en 3 de febrero de 1541, dispuso que los
productos de los diezmos se dividiesen en cuatro partes, de las cuales una se aplicase al
obispo, otra al cabildo eclesiástico; las dos restantes se dividieron en nueve partes y se
destinaron dos para Ia real hacienda, tres para la fábrica de iglesias, y las cuatro restantes
a los curas y sacristanes de las parroquias que en los más de los obispados no disfrutaron
cantidad alguna proveniente de esta aplicación. Esta disposición, con muy cortas variaciones,
se observó hasta los primeros años del siglo presente, en que con el consentimiento de
Roma, de la masa total de los diezmos se tomaba una novena parte para la real hacienda
sin perjuicio de la deducción de las otras, que continuó practicándose con arreglo a lo
dispuesto por Carlos V.»13
Anarquía y arbitrariedad integran el sistema fiscal de aquellos tiempos. A más de lo señalado,
largo podría hablarse de las tan variadas formas que la monarquía española aplicó para hacerse
de ingresos. Réstanos sólo, para finiquitar este inciso, transcribir el modo real usado por uno de
tantos monarcas, en los donativos. Después de exponer sus desgracias el rey implora:
"...os encargo y mando y mando que con el mayor efecto y celo que pudiéredes, consideréis
estas razones y hagáis discurso sobre la forma y manera que os pareciere más a propósito
proponer a las comunidades, obispos, títulos, cabildos, religiones, y todas las demás personas que se hayaren con caudal y posibilidad, la grande y urgente necesidad que se ofrece,
para que obligados de las mercedes que tienen recibidas de mí, y de los señores mis
predecesores, y de las pocas cargas, y imposiciones que tienen, y principalmente de la
obligación natural con que se hallan, se animen y dispongan a hacerme el mayor socorro y
servicio que pudieren en esta ocasión, que sea hasta seiscientos mil ducados, tan efectivo
y de contado, que en todo caso me le envieis en la primera flota del año venidero de
seiscientos veinticinco: porque con la seguridad que tengo de recibir este servicio se ha
buscado a daño, y consignado la paga en él ... "14
Para terminar esta breve exposición plácenos transcribir lo conducente de la Historia de la Real
Hacienda de la Nueva España, confeccionada por el oficial mayor de la Dirección y Contaduría
General del Tabaco y Contador del Monte Pio Sr. D. Joaquín Maniau:
«Estado núm. 74.- De la masa comun de real hacienda de N.E. en un año comun del
quinquenio de 1788 á 1792.
Valor entero de los ramos que la
componen ..........
11.184.052.2.2
Sueldos y gastos de administracion
1.381.407.1.3
Cargas que á mas de las comunes
de real hacienda reportan en particular algunos ramos ..........
578.326.5.5
1.959.733.6.8
____________
Quedan para la masa comun ...
9.224.318.3.6
Su distribucion:
13 Mora, José María Luis. El Clero, el Estado y la Economía Nacional. Empresas Editoriales, S. A. México, 1950. p.
61.
14 Riva Palacio, Vicente. op. cit. p. 697.
226
Historia de México I
Situados ultramarinos .................
Sueldos de justicia .....................
Gastos de guerra .......................
Sueldos varios ...........................
Pensionistas ..............................
Cargas del reyno .......................
Sueldos de hacienda .................
4.528.076.7.4
133.038.0.2
3.604.380.1.6
78.943.4.7
74.310.3.0
252.287.1.2
465.490.1.0
Sobrante, pagadas las atenciones
del erario .....................
9.136.526.2.9
___________
87.792.0.T»15
De las cifras anteriores se desprende que, de poco más de once millones de pesos recaudados
en un año, el 72%, o sea ocho millones, sirvieron para la economía de España. Veamos, cuatro y
medio millones en el renglón «Situados ultramarinos» y tres y medio en el rubro «Gastos de
guerra». Huelgan comentarios.
B. LA IGLESIA
1. EL PATRONATO REAL. Prototipo del hombre de su tiempo, Rodrigo Borja nació en Játiva
ciudad de la provincia de Valencia, en España. De clara estirpe, tuvo por suerte ser sobrino del
papa Calixto III, quien concedióle desde su temprana juventud, el rango cardenalicio.
Ascendió a sumo pontífice con el nombre de Alejandro VI; su estancia al frente del Vaticano
dejaría profunda huella en la historia de México, por la trascendencia que dos bulas suya
contendrían. La de 1493 referida con antelación, y la de 1501, por cuyas consecuencias ha de
considerarse prominente.
Con Rosa Vanozza varios hijos procreó, entre ellos César y Lucrecia, célebres como el padre por
sus crímenes y vidas de licencia y crápula. Confirmó a sus compatriotas, los reyes de España, el
título de Católicos, cediéndoles además sus derechos sobre el clero americano.
Gracias al Patronato Real, los reyes españoles designaban a los canónigos, obispos y arzobispos
de Nueva España; también eran ellos los autorizados para precisar el número de las diócesis y
sus límites, así como la cantidad y ubicación de las iglesias, conventos, hospitales e instituciones
piadosas. Además, fuéronles concedidos a perpetuidad los diezmos y rendimientos que el clero
percibiera en el ejercicio de sus funciones religiosas. Otras muchas facultades cedió el Vaticano
a la Corona, quedando en la práctica, merced a ellas, rectora de la iglesia ameciana. Niguna
disposición papal se acataba en el virreinato sin previa aprobación del Consejo de Indias.
Como veremos más adelante, el Patronato Real indirectamente provocó una serie de graves
conflictos entre las autoridades estatales y eclesiásticas, herencia nefasta para el Méxcio
independiente.
La designación directa que el monarca hacía de los obispos; las cuantiosas rentas que los jerarcas
eclesiásticos recibían; y el fanatismo de un pueblo ignorante y explotado, convertido en fácil
presa e instrumento idóneo de intereses personales de los dignatarios religiosos, contituyen razones
15 Maniau, Joaquín. Historia de la Real Hacienda de la Nueva España. Escrita en el año de 1794. Imp. y Fotocopia
de la Sec. Ind. y Com. México, 1914. Segunda Parte. p. 46.
227
Guía de lecturas
que explican asaz nítidamente el rol trascendental que el clero ha representado por siempre en el
destino de todos los mexicanos.
2. IGLESIA VS. ESTADO. Desde los albores de la dominación española, comienza el poder
eclesiástico a mostrar zarpas y dientes a la potestad civil. Zumárraga, primer obispo de México,
utilizó el fanatismo para impedir que la Audiencia castigará a un clérigo doblemente homicida a
traición, poniendo la ciudad de México "en entredicho" y empleando la suspentio a divinis.
Por una futesa, el arzobispo de México Juan Pérez de la Serna, excomulgó al virrey marqués de
Gelves, quien acudió ante el nuncio apostólico, exponiéndole lo absurdo de tal medida por ser él,
representante personal del monarca El legado pontificio ordenó levantar la excomunión, pero de
la Serna mantúvose impetérrito, por lo que la Audiencia ordenó su destierro. Seguidor de las
huellas de Zumárraga, sumió a la ciudad "en entredicho" con procesiones y lúgubres tañidos y
provocó ruidoso motín. El populacho asaltó el palacio virreinal vociferando: ¡Viva la fe de Jesucristo!
¡Viva la Iglesia! ¡Abajo el luterano! ¡Muera el hereje!.
Otro gran conflicto suscitado por el clero mexicano: el del obispo de Puebla contra los jesuitas. La
pugna una vez más se originó por el nada espiritual litigio sobre un inmueble. Ya en franca contienda
con la Compañía de Jesús, Palafox y Mendoza prohibió a un jesuita predicar en su diócesis,
orden no acatada y que el obispo castigó con la excomunión. En estas condiciones, los jesuitas
acudieron al virrey, quien nombró jueces para que resolvieran. Estos conminaron al obispo a
levantar la excomunión y, ante su contumacia lo excomulgaron a su vez. Los jueces no esperaron
mucho por la respuesta: Palafox los excomulgó junto con los jesuitas y sus simpatizantes.
No podríamos remansar el paso, siquiera brevemente, en todos los incidentes originado por el
clero en tiempos de la Colonia. Los casos expuestos, brindan clara idea de cómo desde entonces,
la tela se hilaba.
3. LA INQUISICIÓN. Más temible aun que el delito de disolución social, y madre amorosa de éste,
fue la Santa Inquisición. Arma política de primer orden y base del obscurantismo enquistado en la
Colonia.
Para reprimir la apostasía de moros y judíos, Sixto IV autorizó el establecimiento de la Inquisición
en España el año de 1478.
Este don, tan magnánimamente ofrecido por la vieja Europa a la Nueva España a fines del año de
gracia de 1571, aposentó sus reales con gran pompa y majestad, y se juró la defensa de la fe
católica y persecusión de los herejes "como a lobos y perros rabiosos inficionadores de las ánimas
y destruidores de la viña del Señor".
Merced a la constitución de 1812 suprimóse de modo temporario en 1813 y, en forma definitiva,
el año de 1820.
La delación, la intriga, la imputación, la incriminación, el espionaje, eran mala yerba que pululaba
abonada con el hermético secreto con que se procedía. Ni el parentesco ni la amistad tenían
cabida en el Santo Oficio; tampoco la distancia ni la muerte. En el primer caso, era quemada la
efigie del ausente en innoble pira; en el segundo, se exhumaban e incineraban los restos del
acusado, alcanzando siempre a los descendientes el baldón y el oprobio.
Al sospechoso se le incomunicaba hasta el día de su conducción al infando quemadero; de resultar
absuelto, debía portar infamante sambenito. En todo caso los acusados perdían sus bienes, que
pasaban al poder de la Corona y de la Inquisición, obteniendo así pingües beneficios.
228
Historia de México I
4. CARACTER DEL CLERO. Hemos visto cómo gracias a que el europeo vivía una etapa social
más avanzada, logró la conquista indígena, y cómo la dominación española se prolongó por
trescientos años en virtud del eficaz auxilio de la religión. Nada ganó el nativo en el trueque de
Huitzilopochtli por Jehová, y mucho perdió la población autóctona por ese cambio. El estado de
miseria y atraso en que la gleba indígena ha vivido desde la conquista, es algo indiscutible.
No importó pues la condición de los desheredados ni a los clérigos, ni a los frailes, mucho menos
a los encomenderos. Lo fundamental para las exportaciones era someterlos, lo cual se lograba
fácilmente con la ayuda del catolicismo. Por ello la prédica llevóse a cabo a sangre y fuego,
precipidada y violenta; en innúmeros casos, el aborigen no entendía siquiera los ritos del culto
externo, menos aún comprendía el profundo y hermoso significado ideológico de las enseñanzas
de Cristo, tan mal ilustradas y practicadas por los clérigos.
Enorme distancia separaba la ejemplar vida de los sacerdotes indígenas y la de los religiosos
católicos. Si una golondrina no hace verano, tampoco la edificante labor llevada a cabo por los
primeros misioneros fue el diapasón de la conducta observada por los clérigos de la Colonia. Ni
aun podemos afirmar que todos los célebres frailes que pisaron estas tierras al principio de la
dominación, hayan tomado decididamente el partido de los indios. Refiriéndose a fray Toribio de
Benavente, mejor conocido como Motolinía, Riva Palacio aseguraba:
"'Católico sin unción y justo sin caridad' el padre Benavente pretendía que se redujese todo
el bien que debía hacerse á los indios á obligarlos á bautizarse y confesar y comulgar.
La confesión de caridad de este fraile, á quien tan preocupadamente ha juzgado la posteridad
como ejemplar varón, se encierra en estas palabras tomadas de la carta que en 1555 escribió
al rey: 'pues á Vuestra Magestad conviene de oficio darse prisa que se predique el Santo
Evangelio por todas estas tierras y los que no quieran oir de grado el Santo Evangelio de
Jesucristo sea por fuerza que aquí tiene lugar aquel proverbio:- Mas vale bueno por fuerza
que malo de grado"16
El historiador don Alfonso Toro, al hablar sobre el comportamiento del clero colonial anota:
"Fr. Francisco Toral, obispo de Yucatán, escribía a Felipe II, dicéndole: 'Han tenido grandes
ocasiones estos naturales, no sólo para no ser instruidos en las cosas de nuestra santa fé
católica, pero para renegar de nuestra fé, viendo las grandes molestias y vejaciones que
por parte de los ministros de la iglesia se les han hecho y no menos de la justicia...'
'Es el caso que como no hay hombres doctos destos padres, ni menos conocen a indios ni
tienen caridad ni amor de Dios para sobrellevar sus miserias y flaquezas, por no se que
flaquezas que entreoyen de que algunos dellos se volvían a sus ritos antiguos e indolatrías,
sin más averiguaciones no probanzas comienzan a atormentar a los indios colgándolos en
sogas, altos del suelo y poniéndoles a algunas grandes piedras a los pies y a otros echando
cera ardiendo en las barrigas azotándolos bravamente...'
Don Pedro Guzmán de Maraver, nombrando obispo de Oaxaca en 1545, escribía al rey,
pidiendo que se declarasen esclavos los indios insurrectos, y se repartieran perpetuamente
los demás, y añadía: 'pues tenemos por experiencia que nunca el siervo hace buen jornal,
ni labor, si no le fuere puesto el pie sobre el pescuezo, ni estos naturales serán cristianos, ni
estarán sujetos al dominio de V.M. si unas veces no fuesen opresos con la lanza y otras
favorecidos con amor y justicia'"17
16 Riva Palacio, Vicente. op.cit. pp.79 y 80
17 Toro, Alfonso. Historia de México. La dominación española. Editorial Patria, S.A. México, 1956. pp.272 y 273.
229
Guía de lecturas
Comentando Sosa el episcopado de Fr. Alonso de Montúfar, segundo arzobispo de México,
expresa:
"No faltaban sacerdotes que directa ó indirectamente ejerciesen el comercio y aun la usura.
Algunos comenzaban á entregarse al abominable vicio del juego, y de España venían otros
que, á título de parentesco más o menos cercano, traían mujeres en su compañía"18
El poder incontrastable del clero, gravitaba ominoso en todas las manifestaciones de la vida
colonial. Su fuerza no se redujo al control de las conciencias de indios, mestizos y blancos, sino
que este dominio se fortalecía con el poder que imparten las riquezas, los bienes terrenales, el
oro y la plata.
Inmensurablemente rica era la iglesia mexicana. Miles de monumentos erigiéronse para el culto
entre iglesias y conventos. La potencia terrenal de los clérigos se alzó tan colosal que en el
reinado de la casa de Austria, bajo Felipe IV el año de 1644, el muy católico ayuntamiento de la
ciudad de México solicitaba del monarca la orden para que ya no se edificasen más conventos,
pues las fincas y capitales en poder de éstos, representaban la mitad de la propiedad de la Nueva
España. Asimismo suplicó se impidiera la ordenación de nuevos sacerdotes, "pues había más de
seis mil sin oficio ni beneficio". De igual manera demandaba la reducción de las festividades
religiosas.
El origen de la opulencia clerical se generó en las mercedes reales, fuertemente acrecentada por
las limosnas diezmos y primicias, y por las herencias que recibían de los pecadores, quienes en
el momento de la muerte, atormentados por remordimientos de conciencia tras una vida poco
piadosa, esperaban agonizantes, comprar con esta donación la gloria eterna.
Otro manantial inextingible de ingresos lo descubrió la iglesia en la usura. La actividad nada
evangélica de prestar dinero a rédito se canalizaba con frecuencia hacia la agricultura, en virtud
de que las fincas constituían la única garantía aceptable para el clero. Cuando los créditos dejaban
de cubrirse -suceso no raro-, las tierras hipotecadas pasaban a poder de la clerecía; por ello la
iglesia detentaba las más ricas tierras, bien que casi no las cultivara. Así se consolidó el más
extenso improductivo y poderso de los latifundios de Nueva España.
El derecho canónico establece que los bienes en poder de la iglesia no puede enajenarse ni
donarse. Merced a esta disposición el patrimonio de la iglesia recibió el nombre de bienes de
manos muertas.
Para ofrecer una semblanza de los enormes recursos del clero, conviene recordar que, mientras
la hacienda pública a fines de la Colonia percibía como promedio anual más de doce millones de
pesos, la iglesia, únicamente por concepto de diezmos recaudó en la década de 1779 a 1789,
más de dieciocho millones. Los capitales facilitados le redituaban de dos a tres millones anuales.
El barón de Humboldt calculó la propiedad del clero en 260 millones de pesos hacia 1800.
El vasto poderío económico del clero novohispano, así como la franca rebeldía que con reiteración
fomentó frente a las autoridades civiles, orillaron a los reyes de España a tomar una serie de
medidas tendientes a restringirlo, En 1767 Carlos III decretó la expulsión de los jesuitas y, al
terminar el siglo XVIII, se dictaron céduras reales legislando sobre bienes eclesiásticos.
230
Historia de México I
CAPITULO III
DE 1800 A 1854
... que no haya abolengos ni privilegios;
que no es racional, ni humano ni debido, que haya esclavos,
pues el color de la cara no cambia el del corazón ni el del pensamiento...
MORELOS
La lucha de clases que conduce al cambio de la estructura econónmica imperante, esto es, el
paso de un viejo a un nuevo sistema de producción y que se manifiesta por reacciones violentas
de los intereses en pugna, adquiere en nuestro país gigantescas proporciones. Inmenso holocausto
ofrendado por el pueblo mexicano, y que tal vez, ningún pais del mundo en su paso del feudalismo
al capitalismo haya superado.
Por más de un siglo ha debido contender México para segar las hondas raices feudales que, a lo
largo de tres siglos, España sembró en este continente. La iniciada, de 1810 a 1821, con la guerra
de Independencia; continuada después, de 1854 a 1867, con la revolución de Ayutla, la guerra de la
Reforma, y la intervención francesa; y, posteriormente, de 1910 a 1917, con el movimiento maderista,
y la revolución que culmina en nuestra actual Carta Magna. Estos tres grandes movimientos libertarios
no son sino la concatenación de los esfuerzos ralizados por nuestro pueblo, al exigir una vida mejor.
Por desgracia se ha encarado a enemigos siempre poderosos. Varias veces vencidos, vuelven,
con renovados brios, a surgir con apariencia de mayor poder. Tal arraigo y fuerza, explica cómo
el pueblo, enfrentándose sucesivamente a ellos, ha visto más larga y sangrienta tornarse su
lucha.
La cuestión agraria, el «juzgamiento económico y el fanatismo, conforman la trilogla enemiga
resumiendo la historia del pais, erigida en el trio problematico ancestral de nuestra existencia:
quienes trabajan la tierra, ni la poseen ni la disfrutan; la explotación extranjera, sea españoIa,
inglesa, francesa o norteamericana; por último, la funesta actitud del clero mexicano que,
aprovechando la ignorancia y la miseria del pueblo, lo ha utilizado para fines de clase y de lucro.
La guerra de independencia, como única consecuencia posItiva, rompió los lazos que nos unían
a España. Fue una lucha contra la expoliación extranjera. El movimiento liberal persigue y logra,
en cierta medida, metas más altas: liquidar la depredación extranjera y la hegemonia que el clero
mexicano ansiaba conservar a ultranza sobre el estado. Finalmente, la revolución mexicana se
enfrenta a los tres viejos enemigos: latifundismo, imperialismo y clero político.
LA ESTRUCTURA
1. POBLACION. Entre 1800 y 1810, la población de la Nueva España ascendia a seis millones de
habitantes.*
En datos más simples y desentendiéndonos de las distintas castas: indios, mulatos, negros cambujos,
etc., tomaremos en cuenta sólo cuatro grupos (los más Importantes e influyentes), identificándolos
en relativos: indios, 40%; mestizos, 40%; criollos, 19%; y, españoles peninsulares, 1%.
* Cifras que deben senvir de base para el circulo de la población en la época a que nos estamos refiriendo: Revillagigedo
para 1793 da 4.483,680 y para 1795, 5.200,000; en 1799 Abad y Queipo calculó 4.500,000; José Salas en 1803 ...
5.764,731; para Humboldt eran 5.837,100 en 1803 y 6.500,000 en 1808. el Tribunal del Consulado da la misma
cifra que José Salas, pero para el año de 1805; según Lucas Alamán habia 6.000,000 de habitantes en 1808; el
Semanario Económico estima 5.810,005 en 1810; y, también para 1810, Navarro y Noriega considera en 6.122,354
el número de habitantes. (Ver el Ensayo Político Tomo II, p. 91 y siguientes y 425.)
231
Guía de lecturas
Según la división anterior, vivian en México por aquella época 2.400,000 Indios, igual número de
mestizos, 1.140,000 criollos y 60,000 españoles.
Recordemos que no obstante las vicisitudes habidas para calcular aunque fuera muy
imprecisamente la pobIación en 1520, desparramada por el territorio de lo que pronto sería la
Nueva España, es de asegurar sin ninguna duda que la población indigena, en los trescientos
años de coloniaje, disminuyó de manera impresionante a causa sobre todo de la bárbara opresión
a que estaba sujeta. Su número, para principios del siglo pasado, lindaba dificilmente en dos
millones y medio. Por antonomasia constituyó la clase más ignorante y por fatalidad la mas vejada.
Humillados e indefensos, los indigenas sobrevivian en las haciendas de labor y de beneficio, en
los confines de las serranías, relegados en los trópicos o proscritos en los desiertos. A excepción
de quienes permanecieron cerca de las ciudades, el resto desconocia los más elementales finitos
de la civilización y del progreso. Ni siquiera del caballo podian servirse pues su uso, les estaba
expresamente prohibido. Esta capa social dio el más numeroso contingente a los ejércitos
revolucionarios.
El mestizo formaba la «puente» entre los indios y los españoles. Su carácter "ladino" aunado a su
mezcla de sangre, le permitió alcanzar más la periferia de la vida social española. Por su educación
vémoslo capataz en las haciendas y las minas; empleado burocrático en la administración española:
tinterillo ‘ de los juzgados, cura desheredado de las parroquias pueblerinas; oficial en los gremios
y dependiente en los abarrotes. Origina el grueso de la población en las ciudades.
De él surgieron los más capaces dirigentes de la revolución de Independencia. A pesar de su
valia y número, jamás desempeñaría puestos importantes; junto a los indios, constituia la masa
desposeída.
AI descontento lógico de los oprimidos se aunaba, aunque por otras razones, el del criollo. De
natural despreocupado e indolente, busca obtener sin esfuerzo bienes y distinciones. Para él se
acuñó el refrán: padre mercader, hijo caballero, nieto pordiosero.
Por más que los criollos disfrutaran de la explotación colonial, su malestar aumentaba, pues sólo
se les designaba para puestos de menor valia a pesar de arrogarse mayores derechos que los
peninsulares para dirigir la superestructura. Así se explica la actitud asumida por los criollos al
consumarse la independencia: no querian el cambio de la estructura, irónicamente les interesaba
el control sobre el poder ejercido por los españoles.
"El gobierno desconfiando de los criollos, concede los empleos importantes exclusivamente a
los nacidos, en la antigua España; y de algunos años a esta parte se disponia en Madrid de los
empleos más insignificantes en la administración de aduanas o en el estanco de tabacos... De
aqui van resultado mil motivos de celo y de odio perpetuo entre los chapetones y los criollos..."1
Los españoles, a pesar de su corto número, eran los dirigentes y realizadores de la politica colonial. Como clase explotadora tratarían de prolongar la vigencia de aquella estructura. Para ello,
utilizaron todos los medios materiales y espirituales a su alcance; ahi desplegaron el mayor de
sus esfuerzos. Y no era para menos. El botín de tres centurias, ni con mucho estaba agotado. Las
fabulosas fortunas que tal vez nunca Salomón o cualquier otro monarca del Oriente soñaron,
seguian inagotables en nuestras abruptas cordilleras con plata a reventar y, a Dios gracias, con
mano de obra abundante y barata.
1 Humboldt, Alejandro de. Ensayo Politico sobre el Reino de la Nueva España. Editorial Pedro Robredo. México,
1941. T. II. p. 117.
232
Historia de México I
He ahí, en la estructura, la causa fundamental de nuestro primer movimiento armado. Esta
distribución de la riqueza no pasó inadvertida al barón de Humboldt, quien en verdad se alarmó a
causa de esta pésima distribución del ingreso colonial:
«Si en el estado actual de cosas, la casta de los blancos es en la que se observa casi
exclusivamente el desarrollo intelectual, es también ella casi sola la que posee grandes
riquezas; las cuales, por desgracia, están repartidas aun con mayor desigualdad en México
que en la capitanía general de Caracas, la Habana y el Perú. En Caracas, los más ricos
jefes de familia tienen cosa de diez mil pesos de renta; en la isla de Cuba se encuentra
quien tiene más de 30 a 35,000 pesos.. . En Lima, hay pocos que junten arriba de 4,000
pesos de renta. No conozco, en el dia ninguna familia peruana que goce una renta fija y
segura de 6.500 pesos. Por el contrario, en Nueva España hay sujetos que, sin poseer
minas, juntan una renta anual de 200,000 pesos fuertes. La familia, por ejemplo, del conde
de la Valenciana, posee fincas en el lomo de la Cordillera por valor de más de 5 millones de
pesos, sin contar la mina de la Valenciana, cerca de Guanajuato,... aun en los años; en que
no es muy ventajosa la explotación de la mina, (gozan los herederos) más de 140,000
pesos fuertes de renta. EI conde de Regla... marqués de San Cristóbal.. . hizo construir en
la Habana, a sus expensas, dos navios de linea de las mayores dimensiones y de madera
de CAOBA Y CEDRO (cedrella), y se los regaló a su soberano. La riqueza de esta casa se
debe a la veta de Ia Viscaina, cerca de Pachuca. La familia de Fagoaga... presenta el
ejemplo de Ia mayor riqueza que una mina haya dado en tiempo alguno a sus dueños. Una
sola veta que posee la familia del marqués de Fagoaga en el distrito de Sombrerete, ha
dejado en CINCO o SEIS MESES, deducidos todos los gastos, un BENEFICIO NETO DE
CUATRO MILLONES DE PESOS... EI difunto conde de la Valenciana, primero de este
título, sacó algunas veces de sola su mina, en un año hasta 1.200,000 pesos fuertes de
producto líquido: y en los últimos veinticinco años de su vida jamás bajó esta renta anual de
4 a 600,000 pesos...»2
2. LA AGRICULTURA. Más adelante veremos la serie de motines y asonadas que la adversa
fortuna nos deparó después de la Independencia. Estos movimientos a pesar de sus funestas
consecuencias, no se reflejaron directamente en la agricultura, como a primera vista pudiera
presumirse. Por fortuna, toda esa barahunda de pasiones personalistas no se motivó ni desarrolló
en el campo, pues, de lo contrario andando el tiempo, no sólo hubiéramos perdido más de la
mitad de nuestro territorio, sino que habriamos desaparecido como nación y, tal vez, otra sería en
Ia actualidad la historia de América.
Estos levantamientos se urdieron en la ciudades: México, Puebla y Guadalajara, fueron el tatro
preferido por las bajas pasiones de políticos advenedizos, exhumados de la corrupta gleba
castrense virreinal. Asonadas capitalinas que en nada atañían al pueblo; desconocedoras de las
necesidades y anhelos campesinos. Por eso el agro -con los lógicos resultados negativos de
estas revueltas-, mantenia su rutinaria existencia.
Aquella agricultura se apoyaba en métodos y procedimientos ajenos a los adelantos de la época.
Los cultivos para la alimentación, para el vestido o el esparcimiento de la mayoria de los habitantes,
poco diferian de los conocidos por los conquistadores.
2 Humboldt, Alejandro. op. cit. T. II. pp. 128 y 129.
233
Guía de lecturas
La única región agrícolamente adelantada y de reciente desmonte se encontraba enTexas, y su
progreso por desgracia no se debia a las medidas o actitudes del gobierno. Para, 1835, el valor
del cultivo del algodón arrojó más de cinco millones de pesos. No obstante, muchas disposiciones,
se dictaron, casi siempre por circunstancias politicas, tendientes a buscar el desarrollo de la
agricultura; unas de buena fe, otras fantaseosas: pero ninguna procuraba, bueno es repetirlo,
modificar la estructura feudocolonial.
De estos decretos cabe destacar, por orden cronológico, los que a continuación simplemente se
enuncian.
El 9 de, noviembre de 1812, las cortes sancionan la abolición de las mitas, eximen de servicios
personales a los indios y disponen que se les dote de tierras. También las cortes, el 4 de enero de
1813 -Iey que de haberse cumplido hubiera tenido profundas consecuencias en todo el imperio
español-, establecen que:
"...considerando que la reduccion de los terrenos comunes a dominio particular es una de las
providencias que más imperiosamente reclaman el bien de los pueblos, y el fomento de la agricultura
e industrias, y queriendo al mismo tiempo proporcionar con esta clase de tierras un auxilio a las
necesidades públicas, un premio a los beneméritos defensores de la patria, y un socorro los
ciudadanos no propietarios, decretan:
I. Todos los terrenos baldíos ó realengos, y de propios y arbitrios con arbolado y sin él, así
en la Península é islas adyacentes, como en las provincias de ultramar, escepto los egidos
necesarios á los pueblos, se reducirán a propiedad particular...
II. De cualquier modo que se distribuyan estos terrenos, será en plena propiedad y en clase
de acotados, para que sus dueños puedan cercarlos. . . disfrutarlos libre y exclusivamente,
y destinarlos al uso ó cultivo que más les acomode; pero no podrán jamás vincularlos, NI
PASARLOS EN NINGUN TIEMPO NI POR TITULO ALGUNO A MANOS MUERTAS..."3*
Jurada la constitución española el 27 de septiembre de 1820, las cortes suprimen las vinculaciones,
mandato que se dirigia fundamentalmente a los mayorazgos, y a: "Las iglesias, monasterios,
conventos, y cualesquiera comunidades, asilos seculares como regulares, los hospitales, hospicios,
casas de misericordia y de enseñanza, las cofradias, hermandades, encomiendas y cualesquiera
otros establecimientos permanentes, sean eclesiásticos ó laicales, conocidos con el nombre de
manos muertas, no puedan desde ahora en adelante adquirir bienes algunos raices ó imnuebles
en provincia alguna de la monarquia, ni por testamento, ni por donacion, permuta, compra, decomiso
en los censos enfitóuticos, adjudicacion en prenda pretoria ó en pago de réditos vencidos. ..
Tampoco puedan en adelante las manos muertas imponer ni adquirir por titulo alguno, capitales
de censo de cualquiera clase impuesto sobre bienes raíces..."4
En el México autónomo, el congreso constituyente del ’24, en ordenamiento de 18 de agosto,
manda que los terrenos de la nación que no sean propiedad particular, individual, colectiva, puedan
ser colonizados. Sus artículos sobresalientes son:
3 Dublán, Manuel y Lozano, José Maria. Legistación Mexicana. Edición Oficial. Imprenta del Comercio, a cargo de
Dublán y Lozano, hijos, calle de Cordobanes número 8. México, 1876. T. I. p. 397.
4 Dublán y Lozano. op. cit. T. I. p. 326.
* Cuando en una transcripción, ésta tenga paréntesis, y en virtud de que en ocasiones se hacen comentarios personales,
cerrándolos en igual forma, se pondrá la locución latina sic, pero solamente si su empleo confunde al lector respecto
a la procedencia de estos signos ortográficos. Las bastardillas o las mayúsculas serán empleadas por nosotros
estén o no en los originales.
234
Historia de México I
«4. No podrán colonizarse los territorios comprendidos entre las veinte leguas limitrofes con
cualquiera nacion estrangera, ni diez litorales, sin la previa aprobacion del supremo poder
ejecutivo general.
12. No se permitirá que se reuna en una sola mano, como propiedad, más de una legua
cuadrada de cinco mil varas de tierra de regadio, cuatro de superficie de temporal, y seis de
superficie de abrevadero.
13. No podrán los nuevos pobladores pasar sus propiedades á manos muertas.
15. Ninguno que á virtud de esta Iey adquiera tierras en propiedad, podrá conservarlas
estando avecindado fuera del territorio de la república.»
Esta disposición se puede consultar en el tomo I de Dublán y Lozano, páginas 712 y 713.
En bando de 7 de septiembre de 1833 se dio a conocer la circular de la secretaria de Hacienda
que transcribe una Iey en la cual se sanciona que los bienes de fincas rústicas y urbanas poseídos
por los misioneros de Filipinas, quedasen a cargo de la federación, asi como todos los que tuvieran
como objeto sufragar gastos fuera del territorio nacional. En ese mismo año se establece la
secularización de las misiones de las Alta y Baja Californias
Conviene mencionar lo dispuesto por Zavala, entonces gobernador del estado de México, sobre
el reparto de tierras en esa entidad, respecto a lo cual Silva Herzog señala:
"En 1832, al regresar al gobierno del Estado de México, volvió a ocuparse, aun con mayor interés
y decisión, del problema de la tenencia de la tierra. EI fraccionamiento de los latifundios, de las
grandes haciendas pertenecientes a personas que vivian en el extranjero le preocupó de tal
manera que, en diciembre de 1832, decretó la ocupación de las propiedades del duque de
Monteleone y Terranova, lejano descendiente y heredero de Hernán Cortés, que radicaba en
España y que ni siquiera conocia sus extensos dominios..."5
El año de 1827, el diputado D. Manuel Cañedo presentó el siguiente proyecto de decreto: "1o
Quedan abolidos todos los censos enfitóuticos que se pagan á la casa del duque de Monteleone.
2o Todas las fincas rústicas y urbanas pertenecientes al citado duque, serán secuestradas,
quedando á beneficio de la nacion. 3o Pertenecerán á los estados las indicadas fincas que existan
dentro de sus respectivos limites, y a la federacion de las que haya en el distrito".
Lucas Alamán defensor de los intereses de este terrateniente ausentista, «como apoderado
general del Duque de Terranova y Monteleone, súbdito napolitano y residente en la ciudad de
Palermo en Sicilia», expone ante la Cámara: "si se asienta, digo, el principio de que las propiedades
que tienen su origen en las referidas mercedes, son nulas y reversibles a la nacion, es menester
sacudir en sus mismos cimientos el derecho de propiedad entre nosotros, es menester,causar un
despojo general de todos los propietarios actuales..."6
Efectivamente. Era menester modificar la tenencia de la tierra, lo cual por desgracia no sucedió.
En bando de 27 de mayo de 1833, se publica la circular de la primera secretaria de Estado,
conteniendo la ley que daba al gobierno federal la posesión de los bienes del duque de Monteleone.
5 Silva Herzog, Jesús. EI Agrarismo Mexicano y la Reforma Agraria. Fondo de Cultura Económica. México, 1959. p.
48.
6 Alamán, Lucas. Documentos Diversos. Editorial Jus. México, 1946. T. XI. núm. 3. pp. 465 a 502.
235
Guía de lecturas
Caido el gobierno liberal de Gómez Farias en el año de 1835 y con fecha 9 de abril, se promulga
el decreto que en su articulo lo restituye al heredero de Cortés todos los bienes de que fue
"despojado" por la disposición anteriormente citada.
Según Ios gobiernos se sucedían con velocidad fulminea, la legislación sobre bienes de manos
muertas crecia con no menor celeridad; ora incorporándolos a la nación, ora invalidando estos
decretos, ora, por último, sirviéndose de tales bienes a fin de allegarse recursos.
El producto anual de la agricultura, calculado por Humboldt con base en los diezmos, ascendia a
29 millones de pesos. Este ramo era el de mayor importancia entre los componentes del producto
anual. El camino seguido por Humboldt de fundarse en los diezmos para calcularlo, secundáronlo
Alamán y Lorenzo de Zavala.
Con objeto de mejorar la actividad ganadera, se introdujeron en el pais carneros merinos y cabras
del Tibet, con resultados poco satisfactorios. También se pensó con solemne seriedad que nuestro
problema de transportes podria resolverse mediante la importación de camellos, alpacas y llamás. Proyectos a los cuales no estuvo ajeno Lucas Alamán y su banco de Avío.
Para terminar este inciso resumiremos, con palabras de Melchor Ocampo, la vida del jornalero de
aquellos años:
«Los jornales se pagan ordinariamente á uno, á uno y medio ó á dos reales. Cojamos el
segundo, como término medio...
Trabajando los peones los seis días de la semana, ganan nueve reales: gastan tres en
maíz, medio en chile, medio en sal, cal y vela ú ocote, medio en jabón; y todo necesariamente.
De los cuatro y medio reales sobrantes, apliquemos los cuatro á un fuerte abono (se supone
que debe diez pesos) y solo les quedará medio para carne, ó hilo, cigarros, ó fruta ó un
remedio...
El peón no hace reflexiones en abstracto, pero ve, que sin embargo de que no falla, sin
embargo de que abona cuanto puede, la deuda se eterniza...
EI peón dice: No hay que apurarse, no me debo matar en un dia; si el amo quiere, me
aguanta y si no quiere, me sufre, que al fin no ha de echarme y perder asi lo que le debo...
El amo dice: Puesto que no sientes é desconoces tus deberes, sentirás el hambre y la
intemperie; la necesidad y el palo te harán trabajar ...
El jornalero se vuelve de peor condición que el esclavo ... pero el esclavo puede, si encuentra
quien le dé su precio, adquirir luego y por él su libertad. No asi el peón: aun cuando se halle
con quien dé por él lo que debe, sabe que el amo puede ocurrir al fatal argumento de Yo no
he dado dinero por recibir dinero: dílo por asegurarme tus brazos y si con tal condición lo
has recibido, obligado estás a cumplirla...
Un hombre que se degrada hasta no comer ni vestir, sino cuando otro quiere que vista y
coma... Ni el hogar, ni los campos, ni la sociedad de los amigos, ni las dulces caricias de la
familia, ni las diversiones públicas, ni el augusto silencio de la soledad, ni los goces privados,
ni la luz ni las tinieblas tienen para él encantos ni contrastes. Por donde quiera sufre su
hambre y su laceria, por donde quiera siente la hurnillación de su mísera escasez..."7
7 Ocampo, Melchor. Obras Completas. F. Vázquez, Editor. México, 1900. T.I . pp, 110 a la 115.
236
Historia de México I
3. LA MINERIA. Tres caracteristicas de la mineria destacan en esta época. La primera se significa
porque la producción iba dirigida primordialmente a la explotación de metales preciosos. En realidad
la extracción se limitaba casi con exclusividad a la plata, ya que el oro en México, sólo la acompaña.
La segunda, consistia en que las vetas eran de muy baja Iey. La tercera, estribaba en la
extraordinaria abundancia de las minas. Recalcamos que hasta la fecha no se han descubierto en
el mundo minas de plata más productivas que las mexicanas. Ocasiones hubo en que la Valenciana
produjo ella sola más, que todas las minas del Perú.8
Tanta así era la bonanza que en un año común, la mina Jimmelsfürt, la más abundante de Sajonia,
dio 10,000 marcos de plata; la más rica de México, a Valenciana, 360,000. La producción anual
de Nueva España rindió diez veces la de todas las minas europeas.
La extracción media anual para inicio del siglo XVIII y principios del XIX ascendia a dos millones
y medio de marcos plata. Esta enorme riqueza se localizaba en unos cuantos lugares: en
Guanajuato, Catorce, Zacatecas, Sombrerete y Fresnillo se extraía más del 50% del producto
total; Guarisamey, Taxco, Bolailos, Real del Monte y Zimapin completaban en la práctica, la
integra producción de Nueva España.
Dos procedimientos en el beneficio de los metales existlan: fundición y amalgamación. En el
distrito de minas de Guanajuato, de 1766 a 1803 se obtuvo mediante el uso del mercurio, el 75%
de la plata.
La producción de metales preciosos en Nueva España dependió, en gran parte, de las
importaciones del azogue, metal que estaba sujeto a estanco; la obligación de comerciar mediante
flotas y demás vicisitudes del transporte ultramarino agravadas por las continuas guerras de
España, determinaron que las magnitudes de metales preciosos beneficiados, variaran siempre
en relación a las posibilidades de importar mercurio del Perú y de Alemania.
Humboldt nos asegura que el trabajo en la mineria se ejecutaba libremente. Su opinión no será
compartida por quienes recuerden en qué consistia la mita minera. De igual modo nuestro, autor
asevera: «EI minero, mexicano es el que está mejor pagado entre todos los mineros». Afirmación
ligera que el propio Barón de inmediato contradice:
«EI minero que se ha educado en las minas de Freiberg, acostumbrado a ver en la práctica
tantos y tan ingeniosos medios de acarreo, se persuade con dificultad de que en las colonias
españolas, en donde los minerales son pobres, pero abundantisimos, se transporta a Iomo
de hombre todo el metal que se saca de la Veta. Los indios tenateros, a quienes puede
considerarse como las acómilas de las minas de México, permanecen cargados durante
seis horas con un peso de 225 a 350 libras. En los cañones de Valenciana y de Rayas
respiran además en una temperatura de 229 a 259; suben y bajan en dicho tiempo muchos
miles de escalones por tiros que tienen 459 de inclinación o echado. Los tenateros llevan el
mineral en costales de hilo de pita; y para no herirse las espaldas (porque los mineros
trabajan comunmente desnudos hasta la cintura) ponen debajo del saco una frazada de
lana. Se encuentran en las minas filas de cincuenta a sesenta de estos cargadores, entre
los cuales hay VIEJOS SEXAGENARIOS Y MUCHACHOS DE DIEZ A DOCE AÑOS. Para
subir las escaleras, echan el cuerpo hacia adelante y se apoyan en un palo que solo tiene
tres decimetros de largo; caminan haciendo eses, porque dicen que la experiencia les ha
enseñado que padece menos su respiración cuando cortan oblicuamente la corriente de
aire que entra de afuera por los tiros.
8 La mayoría de los datos que se refieren a la minería antes de la Independencia, está apoyada en Humboldt.
237
Guía de lecturas
No se cansa uno de admirar la fuerza muscular de los tenateros indios y mestizos de
Guanajuato, especialmente cuando cualquiera se encuentra fatigadisimo al salir de la mayor
profundidad de la mina de la Valenciana, sin ir cargado con peso ninguno... "9
A partir del momento en que Colón dio cima a su proeza, hasta el año de 1803, habianse extraido
de Latinoamérica metales preciosos por valor de CINCO MIL SETECIENTOS SEIS MILLONES
DE PESOS. Las colonias españolas en su integridad, produjeron 4,851 millones. De ellos a Nueva
España, corresponden 2,028 millones de pesos. De nuestras minas se sustrajo el 42% del total
arrancado a los dominios españoles.
Confusa, como toda la legislación colonial, fue la minera. A este cuerpo legal se asimilaron preceptos
españoles, belgas y alemanes. No es de extrañar tal situación si consideramos que Carlos I reinó
como monarca de España, de los Paises Bajos y de Alemania.
Carlos III, por Real Cédula del lo. de julio de 1776, reconoció el Cuerpo de Minería de Nueva
España. Seis meses después, a principios de 1777, se erigió el Real Tribunal de Minería,
dependiente del "Importante Cuerpo de Minería", institución que elaboró y publicó las muy
importantes Ordenanzas de Minería de 1783. Fundó asimismo el céIebre Colegio de Minería.
Actividades fehacientes que nos orillan a ensaIzar las labores desplegadas por este famoso Cuerpo,
creación de la excepcional politica de Carlos III. Tal fue Ia obra más positiva de la Colonia.
Lograda la Independencia, por acuerdo del 20 de mayo de 1826 el tribunal general de minería
perdió su vigencia, en cuanto a la administración de Justicia que jerciera hasta entonces. Cabe
decir lo mismo de sus atribuciones gubernativas, económicas y directivas. La propia Iey le otorgaba
un límite de dos meses, para que liquidase las cuentas de los caudales que a su cargo habia. Allí
se estableció igualmente que la junta general de mineros designase un individuo a fin de que:
«con el contador nombrado por el gobierno y un apoderado de los acreedores, vigilen la liquidación».
Los productos del que fuera real tribunal se aplicarian al pago de oficinistas, mantenimiento del
colegio, amortizaciones de capitales, etc., dejando de existir cuando se hubieren liquidado sus
obligaciones crediticias.10
Para el fomento de la producción de fierro, Santa Anna en octubre de 1842, declaró libre de
impuestos por diez años la explotación del mineral. El 2 de diciembre del mismo año, se dictó el
reglamento para Ia junta de Fomento y Administrativa del Cuerpo de Mineria. En 1843, se aprobaron
ordenamientos tendientes a favorecer el fomento y producción de las minas de mercurio.
La producción anual de oro y plata alcanzada por Nueva España a proncipios del siglo XIX, era de
14 millones de pesos. En 1810 llegó a 19 millones; en 1811 desciende a 10 y la siguiente anualidad
a 4 millones. En los años’18, ‘19 y ’20 fue de 11, 12 y 10 millones respectivamente; en 1821,
decrece a 6 millones. No es casual que las porciones: extraidas observaran una proporción inversa
a los éxitos del movimiento de independencia. Con base en las estimaciones del Dr. Adolph
Sotbeer, (*) el monto de la producción en la primera decena de la centuria pasada llegó a 17,630
kilos de oro y 5.538,000 de plata; de 1811 a 1820, sin embargo, sólo se extrajeron 10,710 de oro
y 3.120,000 de plata.
En los años siguientes a la independencia aunque la producción decayó, no era por cierto
despreciable. En el decenio de 1821 a 1830, el promedio anual obtenido para el oro fue de 976
9 Humboldt, Alejandro de. op. cit. T. III. pp. 264 y 265.
10 Ver Dublán y Lozano. T. I. pp. 795 y 796.
* Ver Anuario de Estadistica Minera. Año de 1922. Sría. de Industria, Comercio y Trabajo. Depto. de Minas. Comisión
Técnica. Sección de Estadistica. Talleres Gráficos de la Nación. México, 1923.
238
Historia de México I
kilos, y para la plata 264,800 kilogramos; la producción total en los 10 años ascendió a 9,760 y
2.648,000 kilogramos respectivamente. De 1831 a 1841, el producto medio anual del oro declinó
hasta 864 empero el de la plata subió a 330,990 kilos. En esta década la, producción total fue de
8,640 y 3.309,900. Los lustros de la decena 1841 - 1850, ascendieron su promedio anual tanto en
el oro como en la plata: 1,994 para el oro y 420,310 para la plata; lo producido en este lapso subió
a 19,940 y 4.203,100 kilogramos respectivamente. Para el quinquenio de 1851 a 1855, la extracción
seguia un ritmo incrementado con un promedio anual de 2,010 en oro y 466,100 kilos en plata; el
total en estos cinco años llegó a la cifra de 10,050 y 2.330,500.
En esta actividad comienza a manifestarse la penetración del capital extranjero. No podia ser en
otra forma. EI pusilánime capital privado mexicano no deseaba invertir en este ramo y, del clero,
ni pensarlo. En contraste, el capital inglés se hallaba presto para extender su dominio en la
extracción de minerales. Sobre todo en una región como México, productor extraordinario de esta
riqueza, a la que tanto Humboldt ponderara. Alamán, como funcionario público movió cuantos
resortes tuvo a su alcance para atraer el capital extranjero, lo cual le reportó buenas utilidades.
«Pronto la Bolsa de Londres había de inundarse de valores mexicanos; se formaban
compañías por acciones para explotar las riquezas minerales de México. En 1824 aparecía
la Compañía AngloMexicana, con un capital de 1.000,000 de libras esterlinas, dividido en
10,000 acciones de 100 libras cada una. Poco después surgia la Compañía Unida de Minas
con un capital de 240,000 libras dividido en 600 acciones de 40 libras cada una. Más tarde
otras compañías se formaron. El Secretario de Relaciones Alamán fue asociado a la
Compañía Unida y nombrado Presidente de la junta de Administración en México, con una
participación de una octava parte de los beneficios que pasaran de 1070, comprometiéndose
los Flullet Hnos., directores de la compañía, a darle 50,000 francos; 12,000 pagaderos al
contado y los 38,000 restantes, al recibir aviso oficial suyo y un certificado de la autoridad
competente (la autoridad competente era Alamán) en México por el cual se aprobara la
constitución de la compañía y se garantizara a ésta funcionar en nuestro país ‘sin
impedimento'.»11
La economia colonialista había marcado y persistiría marcando su profunda huella en la población,
en la agricultura, en los caminos y, posteriormente, en los ferrocarriles. El auge, o la depresión de
las regiones descollantes del pais, dependieron siempre de que una veta subsistiera en su riqueza
o de que se agotara. Hado cruel de los paises sobreexplotados, su «progreso» va unido a su
depauperación.
4. LA INDUSTRIA. Las más antiguas fábricas (obrajes), establecidas en Nueva España fueron de
telares.
La industria textil, la más añeja y persistente de México (junto a la del tabaco) extendióse a las
ciudades de Puebla, Tlaxcala, Huejotzingo, Atlixco, Querétaro y Guadalajara.
Aunque en franca decadencia, al iniciarse el siglo XIX lograron fama las fábricas de loza y vidrio
de la ciudad de Puebla. Como productor destacado en el ramo de jabón figuró Guadalajara y ya
para entonces la industria peletera de León disfrutaba de justo renombre.
EI tabaco industrializado rendía las más elevadas ganancias. Los enormes beneficios de esta
actividad que originaron en la monopolización estatal del producto. En la real Fábrica de Tabaco
11 Cué Cánovas, Agustin. Historia Social y Económica de México. 1810-1854. Editorial América. México, 1947. p.
120.
239
Guía de lecturas
de Querétaro laboraban 3,000 trabajadores; de ellos el 60% estaba integrado por mujeres. El
valor de la producción de esta manufactura a precios de mercado, superaba los siete milIones de
pesos; el costo de producción (gastos de fábrica, sueldos y materia prima) no llegaba a los tres
millones de pesos; ofrecia de tal suerte un rendimiento superior al 100% anual.
Igualmente la producción de pólvora encontrábase monopolizada. Una fábrica, construida a fines
de la décima octava centuria, erguía su recia mole en Ias lomas de Santa Fe, aledañas a la ciudad
de México.
Las condiciones de trabajo en que operaban aquelIos obreros nos recuerdan los sombrios relatos
de Dickens.
Dejaremos nuevamente la palabra a un testigo presencial:
«Sorprende desagradablemente al viajero que visita aquellos talleres no solo la extremada
imperfección de sus operaciones técnicas en la preparación de los tintes, sino más aún la
insalubridad del local y el maltrato que se da a los trabajadores. Hombres libres, indios y
hombres de color, están confundidos con presidiarios que la justicia distribuye en las fábricas
para hacerles trabajar a jornal. Unos y otros están medio desnudos, cubiertos de andrajos,
flacos y desfigurados. Cada taller parece más bien una oscura carcel; las puertas, que son
dobles, estan constantemente cerradas, y no se permite a los trabajadores salir de la casa;
los que son casados, sólo los domingos pueden ver a su familia. Todos son castigados,
irremisiblemente, si cometen la menor falta contra el orden establecido en la fábrica.
No es fácil concebir cómo los dueños de los obrajes pueden tener tal conducta con hombres
libres, y cómo el jornalero indio puede soportar el mismo trato que el presidiario: tales
supuestos derechos sólo se adquieren por medio de la astucia, Los fabricantes de Querétaro
practican las mismás estratagemás de que se valen los fabricantes de paros, de Quito, y la
que se acostumbra, en los cortijos, en donde por falta de esclavos, los jornaleros son muy
escasos. Se escogen entre los indigenas aquellos que son más miserables, pero que
muestran aptitud para el trabajo, se les adelanta una pequeña cantidad de dinero, que el
indio, como gusta de embriagarse, gasta en pocos dias; constituido asi en deudor del amo,
se le encierra en el taller con pretexto de hacerle trabajar para pagar su deuda. No se le
cuenta su jornal más que a razón de real y medio o 20 sueldos torneses; en vez de pagárselo
en dinero contante, se tiene buen cuidado de suministrarle la comida, el aguardiente y los
vestidos, en cuyos precios gana el fabricante 50 ó 60 por ciento. De esta manera, el obrero
más laborioso siempre está adeudado, y se ejercen sobre su persona los mismos derechos
que se creen adquirir sobre un esclavo comprado. En Querétaro he conocido, muchas
personas que se lamentaban conmigo de estos enormes abusos. ..»12
Antes de la iniciación de la guerra de independencia el valor de la producción industrial era según
Humboldt, de siete u ocho millones de pesos. Esta cifra debe tomarse con reservas, habida
cuenta de lo dicho sobre la fibrica queretana de tabaco. Alamán, en la ‘"Memoria sobre el Estado
de la Agricultura é Industra" de 1843, asegura: «los productos industriales son hoy indudablemente
mucho más valiosos que entonces (habla de la época y valor precitados), pues el ramo de algodón
por si solo casi aborda a aquella suma.»13 Este, funcionario alude a productos industriales y cita el
caso del algodón. Claro está que debe referirse al algodón industrializado. Abrigamos, empero,
12 Humboldt. op. cit. T. IV. p. 14.
13 Alamán. op. cit. T. X. Núm. 2. pp. 7 y 68.
240
Historia de México I
muy serias dudas acerca de si el autor haya, hecho relación exclusivamente al NUEVO valor,
creado, o si está incluyendo parte del valor agrícola.
De cualquiera forma, correspondió al México independiente, en particular con Lucas Alamán,
llevar adelante algunos conatos de industrialización, muchos de los cuales fracasaron. En esta
época se instaló en Peña Pobre una fábrica de papel que, en la actualidad, florece como una de
las más grandes de América Latina. También se montaron instalaciones para elaborar telas de
hule. Asimismo instaurándonse algunas fundiciones. Años antes, a principios de los treintas y con
la participación del Banco de Avío, se importó de Europa y de los Estados Unidos maquinaria
para la industria textil e implementos para la agricultura.
5. EI COMERCIO. Poco hay que añadir con relación a esta materia. Ostenta las caracteristicas
clásicas de una economía feudal en todo su apogeo, fenecida ya la primera mitad del siglo XIX.
El comercio exterior, fuente muy importante de ingresos para el gobierno, vegetaba inerte bajo el
peso del arancel y el contrabando.
Fueron los ingleses los primeros en aprovechar los mercados del México colonial y del
independiente jamás se abstuvieron de emplear los medios a su alcance para obtener ganancias,
bien a través de sus famosos piratas, bien en virtud de tratados; Inglaterra siempre pasó lista de
presente en nuestras transacciones comerciales. No en balde esta nación, antes que ningún otro
país, el 25 de octubre de 1827 celebra los «Tratados de amistad, navegacion y comercio entre los
Estados Unidos Mexicanos y S.M. el Rey del reino unido de la Gran Bretaña é Irlanda».
En orden cronológico de 1829 a 1843, se firmaron tratados de comercio con: S.M. el rey de los
paises Bajos; S.M. el rey de Hannover; Ios Estados Unidos; «S.M. el rey de Sajonia y S.A.R. el
Principe Co-Regente»; la república del Perú; S.M.C. la reina de España; las ciudades libres y
Anseáticas de Lubeck, Bremen y Hamburgo; y S.M. el emperador de Austria.
El 30 de enero de 1854, aparece el «Acta de navegación para el comercio en la República
Mexicana»; y el 16 de mayo del mismo año, el Código de comercio. Todavia en la última
administración santanista, se otorgan concesiones para estabIecer líneas de vapores a Europa y
a Cuba.
LA SUPERESTRUCTURA
A. EL ESTADO. LA POLITICA.
1. LA GUERRA DE INDEPENDENCIA. Desde principios de la dominación española hubo intentos
de separar de España a su Colonia. A los hijos de Cortés tildáronlos de sediciosos; para probar la
conducta sospechosadel marqués del Valle don Martín Cortés, la Inquisición sujetó a tormento al
hermano y tocayo del heredero, don Martín Cortés el Bastardo.
El levantamiento del indio Mariano, el del negro Yanga, y los motines ya referidos, son
manifestaciones aisladas que perturbaban la agridulce paz de la existencia colonial. Sin embargo, hasta principios del siglo pasado, estos ensayos adquieren caracteristicas de madurez.
A raiz de la renuncia al trono de Carlos IV a favor de su hijo Fernando, y de la invasión de los
franceses a España, el ayuntarniento de la ciudad de México, en el año de 1808, propuso al virrey
Iturrigaray un plan encaminado a independizar a la Colonia, en virtud de los acontecimientos
241
Guía de lecturas
ocurridos en España. Los peninsulares dándose cuenta de la martingala ideada por los criollos,
depusieron al virrey, aprehendiendo entre otros a los licenciados Verdad y Azcárate asi como a
Melchor de Talamantes, fraile de la orden de la Merced.
Este intento de subversión, aunado a la dificil postura en que se encontraba Fernando VII, influyó
sin duda sobre la junta Suprema Española para modificar, aunque fuera de forma, la posición que
las colonias guardaban con la Corona:
«Exmo. Sr- El rey nuestro, Sr. D. Fernando VII, y en su real nombre la junta suprema central
gubernativa del reino, considerando que los vastos y preciosos dominios que España posee en
las Indias, no son propiamente colonias ó factorias como los de otras naciones (¡ !) sino una parte
esencial é integrantes de la monarquía española, y deseando estrechar de un modo insoluble los
sagrados vínculos que unen unos y otros dominios, como asi mismo corresponder a la heróica
lealtad y patriotismo de que acaban de dar tan decisiva prueba a la España en la coyuntura más
crítica que se ha visto hasta ahora nacion alguna; se ha servido S. M. declarar, teniendo presente
la consulta del consejo de Indias, de 21 de Noviembre último, que los reinos, provincias o islas
que forman los referidos dominios, deben tener representacion inmediata a su real personal, y
constituir parte de la junta central gubernativa del reino por medio de sus correspondientes
diputados. Para que tenga efecto esta real resolucion, han de nombrar los virreinatos de NuevaEspaña, el Perú, Nuevo Reino de Granada y Buenos Ayres, y las capitanias generales
independientes de la Isla de Cuba, Puerto-Rico, Guatemala, Chile, provincias de Venezuela y
Filipinas, un individuo cada cual que represente su respectivo distrito.. :»14
Un año después, en Valladolid (Morelia), se descubrió una nueva conspiración cuyos partidarios
se distinguirian luego en la lucha independentista. Agustin de Iturbide desempeñó en esa coyuntura
el doble papel de participe y delator.
En 1810, por fin, estalla en Dolores el movimiento encabezado por el Padre de la Patria don
Miguel Hidalgo, que coronaría la escisión politica entre México y España.
En la guerra de Independencia, revolución eminentemente popular, se manifiesta una típica lucha
de clases: por una parte tenemos a los indios y mestizos acaudillados por los curas de las aldeas,
a quienes se unían los criollos en su mayoría resentidos o ambiciosos; por otra parte contemplamos
a los españoles con su cauda de gentileshombres, obispos y generales.
En el sistema feudal que España imprimió a sus colonias, era la tierra la principal y casi única
fuente de trabajo de que disponía el grueso de la población. Sin embargo y precisamente porque
aquélla estaba acaparada en unas cuantas manos, la génesis de la guerra de independencia, en
el campo se ubica.
Cierto que en las revoluciones democráticoburguesas los campesinos constituyen la médula de
los ejércitos insurrectos. En los tres grandes movimientos revolucionarios mexicanos, ellos son
quienes más generosamente ofrendan sus vidas a fin de librarse de la esclavitud, la miseria y la
ignorancia. Paradójicamente, cual si una fatalidad los condenase a un abandono eterno, quienes
se salvaron en los campos de batalla, mueren miserables, esclavos e ignorantes.
A escasas semanas de levantarse en armas, primero en Valladolid y el 29 de noviembre en
Guadalajara, Hidalgo sanciona por bando, la abolición de la esclavitud:
14 Dublán y Lozano. op. cit. T. I. p. 326.
242
Historia de México I
«DON MIGUEL HIDALGO, Generalisimo de América:
... Que siendo contra los clamores de la naturaleza el vender á los hombres, quedan abolidas
las leyes de la esclavitud, no sólo en cuanto al tráfico y comercio, que se hacia de ellos, sino
también por lo relativo á las adquisiciones; de manera que conforme al plan del reciente
gobierno, pueden adquirir para sí, como unos individuos libres, al modo que se observa, en
las demás clases de la República, en cuya consecuencia, supuestas las declaraciones
asentadas, deberán los amos, sean americanos ó europeos, darles libertad dentro del término
de diez dias, so la pena de muerte que por insolvencia de este artículo se les aplicar...
Dado en la ciudad de Guadalajara, á 29 de Noviembre de 1810.- Miguel Hidalgo y Costilla.»15
En el mismo bando se reducen las alcabalas (parte de ellas se conserva para el sostenimiento de
la guerra) ; se elimina el uso del papel sellado; también: «serán abolidos los estancos de toda
clase de colores»; asimismo, se suprimen los tributos a que estaban sujetos los indios. Dias
después, el 5 de diciembre en la misma ciudad de Guadalajara, Hidalgo imprime el sello ideológico
al movimiento de la Independencia, demostrando, con su mandato sobre tierras, el carácter agrario
de la revolución:
"D. MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA, generalísimo de América & c.
Por el presente mando a los jueces y justicias del distrito de esta capital, que inmediatamente
procedan á la recaudación de las rentas vencidas hasta el día, por los arredantarios de las
tierras pertenecientes á las comunidades de los naturales, para que enterándolas en la caja
nacional, se entreguen á los referidos naturales las tierras para su cultivo; sin que para lo
sucesivo puedan arrendarse, pues es mi voluntad que su goce sea únicamente de los
naturales en sus respectivos pueblos.- Dado en mi cuartel general de Guadalajara, á 5 de
Diciembre de 1810.- Miguel Hidalgo, generalisimo de América.- Por mandato de S. A., Lic.
Ignacio Rayón, secretario.»16
Prestamente, a Hidalgo se une Morelos extraordinario reformador social y egregia figura de la
Independencia. En su cuartel general del Aguacatillo, el 17 de noviembre de 1810, suprime la
calificación de indios, mulatos o cualesquiera otras castas, para los que moren en el continente;
debiéndoseles nombrar genéricamente americanos, a excepción de los europeos. Lo propio reitera
acerca de los tributos y de los esciavos. Suprime de igual forma el estanco de la pólvora y el del
tabaco (para 1813 en su Proyecto de Confiscación, propone que el tabaco sea quemado) ; subsisten
las alcabalas para sufragar los gastos de guerra; la misma suerte corren las cajas de comunidad
«y los Indios percibirán las rentas de sus tierras como suyas propias»; asimismo, sostiene que los
americanos quedaban eximidos de pagar sus deudas a los europeos, no asi éstos a los americanos;
y, algo que debe tenerse muy en cuenta cuando, se analice el plan de Iguala: «Que las Plazas y
Ernpleos estén entre nosotros, y no los pueden obtener los ultramarinos aunque estén indultados».
Donde palpamos con más claridad el carácter antifeudal de la guerra de Independencia -que tan
maravillosamente interpretó Morelos-, es en su proyecto para confiscación de intereses de europeos
y de americanos adictos al gobierno español:
«Medidas políticas que, deben tomar los jefes de los ejércitos americanos para lograr su fin
por medios llanos y seguros, evitando la efusión de, sangre de una y otra, parte...
15 Zirate, Julio. México a través de los Siglos. Publicaciones Herrerías, S. A. México, S. F. Tomo III. Doc. No. 5 p.
758.
16 Fabila, Manuel. Cinco Siglos de Legislación Agraria. Talleres de Industrial Gráfica. México, 1941. p. 64.
243
Guía de lecturas
Sea la primera.- Deben considerar como enemigos de la Nación y adictos al partido de la
tiranía a todos los ricos, nobles y empleados de primer orden, criollos ó gachupines, porque,
todos estos tienen autorizados sus vicios y pasiones en el sistema y legislación europea,
cuyo plan se reduce en substancia, A castigar severamente la pobreza y la tontera, es
decir, la falta de talento y dinero, únicos delitos que conocen los magistrados y jueces de
estos corrompidos tribunales. . .
Siguese de dicho principio, que la primera diligencia que sin temor de resultas deben practicar
los generales ó Comandantes de divisiones de América, luego que ocupen alguna población
grande ó pequeña es informarse de la clase de ricos, nobles y empleados que haya en ella,
para despojarlos en el momento, de todo el dinero y bienes raices o muebles que tengan,
repartiendo la mitad de su producto, entre los vecinos pobres de la misma población, para
captarse la voluntad del mayor número, reservando la otra mitad para fondos de la caja
militar...
Sexta: En la inteligencia de que para reedificar es necesario destruir lo antiguo, deben
quemarse todos los efectos ultramarinos de lujo...
No hay que temer la enemistad de los despojados, porque a más de que son muy pocos,
comparados con el crecido número de miserables que han de resultar beneficiados, ya
sabemos todos por experiencia, que cuando el rico se vuelve pobre, por culpa ó por desgracia,
son impotentes sus esfuerzos y los gachupines le decretan el desprecio.
Séptima: Deben también inutilizarse TODAS LAS HACIENDAS GRANDES, CUYOS
TERRENOS LABORIOS PASEN DE DOS LEGUAS CUANDO MUCHO, PORQUE EL
BENEFICIO POSITIVO DE LA AGRICULTURA CONSISTE EN QUE MUCHOS SE
DEDIQUEN CON SEPARACION A BENEFICIAR UN CORTO TERRENO QUE PUEDAN
ASISTIR CON SU TRABAJO E INDUSTRIA, Y NO EN QUE UN SOLO PARTICULAR TENGA
MUCHA EXTENSION DE TIERRAS INFRUCTIFERAS, esclavizando millares de gentes
para que las cultiven por fuerza en la clase de gañanes ó esclavos, cuando pueden hacerlo
como propietarios de un terreno limitado con libertad y beneficio suyo y del público...
Finalmente, estas propias medidas deben tomarse contra las minas, destruyendo sus obras,
y las haciendas de metales, sin dejar ni rastro, por que en esto consiste únicamente nuestro
remedio. La misma diligencia se practica con los ingenios de azúcar, pues lo que necesitamos
por ahora es que haya semillas y demás alimentos de primera necesidad para mantener las
vidas, sin querernos meter a proyectos más altos, pues todo esto queda para después de
haber destruido al gobierno tirano, conteniendo su codicia con la destrucción de sus arbitrios
con que nos hacen la guerra y despojando a los pudientes del dinero con que le auxilian.
Este plan es obra de muy profundas meditaciones y experiencias: si se ejecuta al pie de la
letra, ya tenemos conseguida la victoria.»17*
Justa admiración debe causar al más severo lector, el célebre Proyecto. El héroe de Valladolid es
el hombre más completo de la Independencia. Extraordinario guerrillero, politico sagaz, mexicano
excelso, por su afán de robustecer al movimiento revolucionario en su aspecto institucional,
promueve y encabeza el congreso de Chilpancingo y la constitución de Apatzingán. El, para
17 Morelos, José Maria. Primer Centenario de la Constitución de 1824. Publicación de la Cámara de Senadores.
Talleres Gráficos «Soria». M&ico, 1924. pp. 12 a 15.
* Se ha discutido la autenticidad de este documento.
244
Historia de México I
proteger a los constituyentes, ofrece conscientemente su vida antes de alcanzar, con detrimento
de la patria, su destino supremo.
Siervo de la nación, comprende, siente e intuye a su pueblo; a su abnegado y sufrido pueblo,
ludibrio y vilipendio, en propia tierra. Fiel e inmarcesible retrato nos deja el poeta del Patricio, al
narrarnos el coloquio que éste sostuvo con Quintana Roo sobre la constitución de Apatzingán:
"¿Qué ideas tuvo usted acerca del gobierno que debemos dar a la Nación?, ¿qué principios
vamos a dejar consignados en la Constitución que hemos de discutir en breve tiempo?
Morelos contestó:
Señor Licenciado, yo soy un rústico y usted un sapientisimo letrado, no puedo hablar de
ciertos asuntos en presencia de quien tanto los conoce, pero creo un deber no reservarme
mis ideas en las circunstancias en que nos encontramos y por eso, no por otra mira, contesto
su pregunta.- Soy siervo de la Nación, porque ésta asume, la más grande, legitima e inviolable de las soberanías; quiero que tenga un gobierno dimanado del pueblo, y sostenido por
el pueblo, que rompa todos los lazos que la sujetan y que acepte y considere a España
como hermana, y nunca como dominadora de América, Quiero que hagamos la declaración
de que no hay otra nobleza que la virtud, el saber, el patriotisino y la caridad; que todos
somos iguales, pues del mismo origen procedernos; que no haya abolengos ni privilegios;
que no es racional, ni humano, ni debido, que haya esclavos, pues el color de la cara, no
cambia el del corazón ni el del pensamiento; que se eduque a los hijos del labrador y del
barretero como a los del más rico hacendado y dueño de minas; que todo el que se queje
con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el
arbitrario; que se declare que lo nuestro es ya nuestro y para provecho de nuestros hijos,
que tengamos una fé, una causa, y una bandera, bajo la cual todos juremos morir antes que
ver nuestra tierra oprimida como lo está ahora, y que cuando ya sea libre, estemos siempre
listos para defender con toda nuestra sangre esa libertad preciosa; que...
No me diga usted más, dijo Quintana Roo...»18
La Carta de Apatzingán amalgamó una mezcla de constituciones burguesas de fines del siglo,
XVIII y de la española de 1812; sin embargo es más avanzada que la de 1824. Tan intransigente
en materia religiosa como la peninsular, tiene mayor alcance en sus postulados burgueses, muy
especialmente en aquéllos que versan sobre la propiedad, la soberania y, con preponderancia,
sobre la forma de gobierno.
Este primer precepto constitucional, encarece en sus principaIes artículos su rotundo celo por
obtener la separación de México y España. No promulga la extinción de la propiedad privada,
todo lo contrario, al aceptar el «sagrado principio de la propiedad privada» que sustenta cualquier
estado burgués, y al no limitar la extensión territorial del campo, sanciona la agricultura extensiva
impuesta, por la Colonia. No obstante, establece un postulado que ulteriormente cobraría fundamental importancia en el México de hoy: el de que, sobre la propiedad privada, prevalece el
interés común.
Consta la Carta de XXII capítulos, divididos en 242 artículos:
18 Peza, Juan de Dios, citado por Raúl Mejía Zúñiga en Historia de México. Secretaría de Educación Pública. México,
S. F. pp. 55 y 56.
245
Guía de lecturas
«Art. 1o. La religion católica, apostólica, romana, es la única que se debe profesar en el Estado.
Art. 2o. La facultad de dictar leyes y establecer la forma de gobierno que más convenga a los
intereses de la sociedad, constituye la soberanía.
Art. 3o. Esta es por su naturaleza imprescriptible, inenajenable ó indivisible.
Art. 4o. Como el gobierno no se instituye por honra ó interes particular de ninguna familia, de
ningun hombre ni clase de hombres, sino, para la proteccion y seguridad general de todos los
ciudadanos, unidos voluntariamente en sociedad, esta tiene derecho incontestable á establecer
el gobierno que más le convenga, alterarlo, modificarlo y abolirlo totalmente cuando su felicidad lo
requiera.
Art. 5o. Por consiguiente, la soberanía reside originalmente en el pueblo...
Art. 9o. Ninguna nación tiene derecho para impedir á otra el uso libre de su soberanía. El título de
conquista no puede legitimar los actos de fuerza: el pueblo que lo intente debe ser obligado por
las armás á respetar el derecho convencional de las naciones...
Art. 20. La sumision de un ciudadano á una Iey que no aprueba, no es comprometimiento de su
razon ni de su libertad; es un sacrificio de la inteligencia particular á la voluntad general.
Art. 35. Ninguno debe ser privado de la menor porcion de las que posea, sino cuando lo exija la
pública necesidad; pero en este caso tiene derecho á la justa compensacion.
Art. 38. Ningun género de cultura, industria o comercio puede ser prohibido a los ciudadanos,
excepto los que forman la subsistencia pública.
Art. 39. La instruccion, como necesaria á todos los ciudadanos, debe ser favorecida por la sociedad
con todo su poder.19
Sobre estos principios deberia descansar la incierta república.
Más nos hemos adelantado un tanto a los acontecimientos. El decreto de las cortes del 29 de
enero de 1809, dado a conocer en México el 14 de abril del mismo año (con antelación referido),
en que se «quitaba» a las Américas el carácter de colonias, declarándolas parte «integrante de la
Monarquía», no produjo los efectos deseados. Era necesario cejar más: ¡más, acá! ¡más, acá!
Estas concesiones se realizaban con mayor fluidez en virtud de que las cortes sesionaban sin la
augusta presencia del monarca desterrado. El liberalismo inmediato de Napoleón, tanto como los
sucesos de 1810 en Nueva España, Venezuela, Nueva Granada, o en las provincias del Rio de la
Plata incitaron a los atareados hombres de Cidiz a sancionar medidas para el apaciguamiento de
los exaltados súbditos de su muy católica majestad.
Fue así como el 15 de octubre de 1810 en la Real Isla de León, se promulga el decreto confirmatorio,
relativo a que los dominios españoles formaban una misma nación y constituían por tanto, una
misma familia, llegando incluso a «un general olvido de cuanto hubiese ocurrido INDEBIDAMENTE
en ellos».
También en la Isla de León se publicó una ley sobre libertad politica de imprenta el 10 de noviembre
del mismo año. Sólo los escritos que versaren sobre religión serian sometidos a la censura previa,
19 Dublán y Lozano. op. cit. T. I. pp.433 a 451.
246
Historia de México I
y la «Junta Suprema de Censura» estaría compuesta por nueve individuos, tres de los cuales
debian ser eclesiásticos. Esta ley repercutió positivamente tanto en España como en la Nueva
España.
Igualmente, las cortes generales y extraordinarias decretaron el 9 de noviembre de 1812 la abolición
de las mitas. Por medio de ese documento, se extendieron becas de merced a favor de los
indígenas; aprobóse en su beneficio la exención de servicios personales; y se ordenó repartir
tierras a los casados o mayores de veinticinco años.
A raíz de la promulgación de la carta constitucional Española, las cortes, con fecha 22 de febrero
de 1813 acuerdan abolir la Inquisición por considerarla incompatible con dicha ley fundamental.
Los principios más importantes de la constitución liberal de la monarquía española promulgada
en el puerto de Cádiz el 18 de marzo de 1812, son:
"En el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autor y supremo legislador
de la sociedad...
Art. 2. La Nación española es libre é independiente, y no es ni puede ser patrimonio de
ninguna familia ni persona.
Art. 3. La soberanía, reside esencialmente en la Nacion, y por lo mismo pertenece a ésta
exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.
Art. 4. La Nacion está obligada á conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad
civil, la propiedad y los demás derechos legitimos de todos los individuos que la componen.
Art. 12. La religion de la Nacion española es y será PERPETUAMENTE la católica, apostólica,
romana, única verdadera. La Nacion la protege por leyes sabias y justas, y prohibe el ejercicio
de cualquiera otra.
Art. 171. Además de la prerrogativa que compete al Rey de sancionar las leyes y promulgarlas,
le corresponden como principales las facultades siguientes:
Décimaquinta: Conceder el pase, ó retener los decretos conciliares y bulas pontificias con el
consentirniento de las Cortes, si contienen disposiciones generales; oyendo al Consejo de
Estado, si versan sobre negocios particulares ó gubernativos; y si contienen puntos
contenciosos, pasando su conocimiento y decision al supremo tribunal de justicia, para que
resuelva con arreglo a las leyes.
Art. 172. Las restricciones de la autoridad del Rey son las siguientes:
Décima: No puede el Rey tomar la propiedad de ningun particular ni corporacion, ni turbarle
en la posesion, uso y aprovechamiento de ella; y si en algun caso fuere necesario para un
objeto de conocida utilidad común tomar la propiedad de un particular, no lo podrá hacer,
sin que al mismo tiempo sea indemnizado, y se le dé el buen cambio. A bien vista de
hombres buenos.»20
Esta Constitución consta de 384 articulos distribuidos en X títulos. Para Nueva España, fueron
designados 17 diputados, 16 de los cuales habían nacido en elIa. De esta diputación destacóse el
20 Dublán y Lozano. op. cit. T. I. pp. 249 a 379.
247
Guía de lecturas
representante por la provincia de Coahuila don Miguel Ramos Arizpe, quien participaria años
después con preeminencia en los albores del México independiente.
Siendo reflejo de una fuerte corriente de opinión, conviene señalar lo substancial de las 11
proposiciones que los parlamentarios americanos presentaron en las cortes a fines de 1810; ellos
ponen de manifiesto los graves obstáculos impuestos por España al desarrollo económico de las
colonias.
Se resumen estos propósitos en: la igualdad entre todos los súbditos españoles; libertad total en
la agricultura, la industria, y el comercio exterior; la supresión de los estancos; el disfrute
indiscriminado de los puestos de la administración, tanto politica, eclesiástica, como militar,
debiendo corresponder la mitad de éstos, a los nacidos en cada territorio; y, el restablecimiento
de los jesuitas en América para propagar la fe indigena.
Independientemente de que fueron muy discutibles las ventajas obtenidas tanto en España como,
en América con la constitución liberal, no jurada, las acaloradas sesiones de los diputados
americanos, ponían de manifiesto la ingente necesidad de cambios fundamentales.
Los triunfos de los ejércitos angloespañoles contra los franceses, asi como las derrotas que el
propio Napoleón sufrió primero en Rusia y después en Alemania, abrian la puerta del exilio de
Valencey a Fernando VII, el Aclamado -tan efimeramente -Pero estos mismos sucesos iban a
echar por la borda los trabajos de las cortes y de la Regencia- ya que dentro de las mismas se
tramaba, por parte de la reacción más notoria la nulificación de los trabajos de éstas.
Sin embargo, Fernando VII todavia en Valencey titubeaba para proclamarse soberano absoluto y
por eso escribió a la Regencia: «no menos lo deseo Yo para dedicar todos mis desvelos desde mi
llegada al territorio español a hacer la felicidad de mis amados vasallos... En cuanto al
restablecimiento de las Cortes de que me habla la Regencia, como a 'todo lo que pueda haberse
hecho durante mi ausencia que sea útil al reino, siempre merecería mi aprobación como conforme
a mis reales intenciones." 21
De esta tácita aceptación -mal de su grado-, de la Carta Española, Fernando habría de olvidarse
al pisar su tierra natal. Ello se debió, por un lado, a la clamorosa bienvenida tributada por el
sufrido y heroico pueblo español, que veía en el Borbón erróneamente a su libertador; y por otro,
a los consejos de los conservadores.
Seis años después, el recalcitrante absolutismo del monarca provocaria un levantamiento en la
Peninsula,. obligándolo a jurar la Constitución. Paradójicamente, este acto consumaría la
independencia politica de la Nueva España.
La Consumación de la Independencia. Bien que Guerrero y Ascencio no lograsen los brillantes
triunfos militares de Morelos, y de que se había conseguido una relativa calma en Nueva España,
es inobjetable que la lucha por la independencia no cesaría hasta verse realizada.
La jura por Fernando VII de la constitución liberal en 1820, provocó en la clase más retardataria y
conservadora de Nueva España un salto mortal, que los convertiría de acérrimos enemigos de la
independencia, en flamantes partidarios de la misma. Querían a toda trance liberarse de los
«nefandos principios» de la Constitución.
21 Ver Julio Zárate. op. cit. p. 437.
248
Historia de México I
La contrarrevolución de independencia fraguóse en el más conspicuo de los lugares: la sacristia
de la iglesia de la Profesa. Acerca de esa "conspiración de sacristía" Alfonso Toro manifiesta:
"Distinguíanse en estas reuniones, el canónigo don Matias Monteagudo, director de la casa de
ejercicios e inquisidor honorario, que habia adquirido gran notoriedad entre el partido español,
porque influyó mucho en la prisión de Iturrigaray y por haber contribuido, a que el Santo Oficio
procesara a Morelos; el doctor don José Antonio Tirado, también inquisidor y fiscal en la causa
del héroe, y el oidor y regente de la audiencia Bataller, el mismo de quien se asegura decia que si
no quedara en España más que una mula manchega, a ella debian quedar sometidos los
americanos. Todos ellos hombres de cortos alcances, pero de gran presunción. . ."22
La independencia debia consumarse, más de antemano, era preciso aniquilar definitivamente a
los insurgentes. Los recursos de la poderosa casta española se erguian prestos: las ideas de los
conservadores, los ejércitos de la Corona y el doble peculio de clero y erario.
Faltaba sólo el hombre que se encargase de esta en apariencia fácil expedición castrense. La
elección hubo de recaer por fuerza sobre Agustin Iturbide, personaje que tanto se distinguiera
primero en 1809 como delator, mas tarde, convicto de peculado, siempre furibundo y sanguinario
enemigo de los insurgentes. En Iturbide se conjugaban los atributos del héroe populachero: apuesto
de figura, fáciI de palabra, magnífico jinete, locuaz y agradable con quien pretendia serlo y, para
colmo, poseedor de un catolicismo a grito herido.
Aun así, este primer paladín de Ia reacción del México independiente alcanza loas, gloria e incienso
por parte de algunos, historiadores: Lucas Alamán contemporáneo suyo, transido de «objetividad»,
cita un pasaje biográfico de Iturbide:
«Un incidente particular y que en su casa se consideraba como milagroso, señaló su
nacimiento (de Iturbide), que se verificó el 27 de Septiembre de 1783, día que en el curso de
los sucesos había de ser tan glorioso, para él. Habiendo sido muy laborioso, el parto, al
cuarto dia, cuando ya se esperaba poco, de la vida de la madre y se daba por perdida la del
feto, la señora, por consejo de personas piadosas, imploró la intercesion del P. Fr. Diego
Baselenqué, uno de los fundadores de la provincia de agustinos de Michoacan, venerado
por santo y cuyo cadáver incorrupto se conserva en un nicho en el presbiterio de la iglesia
de S. Agustin de Valladolid: trájosele además la capa que el padre usaba, que se guarda
como reliquia en el mismo convento, y entónces dió a luz con felicidad un niño, al que por
estas circunstancias, se le puso por nombre Agustin. Pocos meses despues de nacido, el
descuido de una criada estuvo a punto de causarle la muerte: habiendo puesto
indiscretamente una luz cerca del pabellon que cubria la cuna en que el niño dormía, se
encendió aquel y se quemaron tambien tres de los cordones que sostenian la cuna,
habiéndose asido segun se cuenta, el niño de once meses (i!), del cuarto, que quedó ileso,
lo que le impidió caer.»23
Equipado con tales recursos en su aljaba, parte Iturbide hacia el sur para aniquilar a Guerrero. El
petulante militar pretendía rápida y brillante campaña de exterminio. Guerrero y Ascencio, no
obstante, habian asimilado la experiencia de Morelos, y sus guerrilleros enfriaron con premura los
Animos marciales de Iturbide. El fuerte descalabro de Tlatlaya seguido a poco por el de Zapotepec
obligan a variar de táctica aI mañoso Agustin.
22 Toro, Alfonso. Compendio de Historia de México. La Revolución de Independencia y México Independiente.
EditoriaI Patria. México, 1961. pp. 226 y 227.
23 Alamán, Lucas. Historia de Méjico. Editorial Jus. México. 1942. T. V. p. 63.
249
Guía de lecturas
Guerrero, a reiteradas instancias del vallisoletano, accede a entablar pláticas en Acatempan,
aceptando en esa localidad a Iturbide como jefe. Mientras tanto, este escribía al virrey
comunicándole haber prendido a Guerrero.
Promúlgase así el bochornoso plan de Iturbide, conocido como "Plan de Iguala" o, "De las Tres
Garantias", base de la contrarrevolución de independencia:
«Plan del Señor D. Agustin de Iturbide.
1o. La religion católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna.
2o. La absoluta independencia de este reino.
3o. Gobierno monárquico templado. (?) por una Constitucion análoga (i!) al pais.
4o. Femando VII, y en sus casos los de su dinastia, ó de otra reinante serán los emperadores,
para hallarnos con un monarca ya hecho (?), y precaver los atentados funestos de la ambicion.
(i!)
8o. Si Fernando VII no se resolviere á venir á México, la junta ó la regencia mandará á
nombre de la nación, mientras se resuelve la testa que deba coronarse.
12. Todos los habitantes de él, sin otra distincion que su mérito y virtudes son ciudadanos
idóneos para optar cualquier empleo.
13. Sus personas y propiedades serán respetadas y protegidas.
14. El clero secular y regular, conservado en todos sus fueros y propiedades.
15. Todos los ramos del Estado y empleados pliblicos, subsistirán como en el día, y solo
serán removidos los que se opongan a este plan, y sustituidos por los que más se distingan
en su adhesion, virtud y mérito.
Americanos: Hé aqui el establecimiento y la creacion de un nuevo imperio. Hé aqui lo que
ha jurado el ejército de las Tres Garantlas cuya voz lleva el que tiene el honor de dirigirosla.
Hé aqui esto para cuya cooperacion os incita. No os pide otra cosa que la que vosotros
mismos debeis pedir y apetecer: union, fraternidad, órden, quietud interior, vigilancia y honor.
A cualquier movimiento turbulento. Estos guerreros no quieren otra cosa que la felicidad
común. Uníos con su valor, para llevar adelante una empresa que por todos aspectos (si no
es por la pequeña parte que en ella he tenido) debo llamar heroica. No teniendo enemigos
que batir, confiemos en el Dios de los ejércitos, que lo es tambien de la paz, que cuantos
componemos este cuerpo de fuerzas combinadas de europeos y americanos, de disidentes
y realistas, seremos unos meros protectores, unos simples espectadores de la obra grande
que hoy HE TRAZADO, y que retocarán y perfecionarán los padres de la patria. Asombrad
a las naciones de la culta Europa; vean que la América Septentrional se emancipó sin
derramar una sola gota de sangre. En el transporte de vuestro júbilo, decid: ¡Viva la religion
santa que profesamos! i Viva la América Septentrional, independiente de todas las naciones
del globo! iViva la unión que hizo nuestra felicidad!
Iguala, 24 de Febrero de 1821.-Agustin Iturbide.»24
24 Dublán y Lozano. op.cit. T. I. pp. 547 y 548.
250
Historia de México I
Difícil encontrar mayor cinismo, más sardónica desfachatez, y descaro menos solapado como en
la anterior proclama. i Que América Septentrional se emancipó sin derramar una sola gota de
sangre! ¿Dónde quedó Hidalgo, Morelos, los Galeana, Matamoros y Mina? Los miles y miles de
seres segados en la violenta guerra civil: españoles y criollos, indios, mulatos y mestizos, militares,
civiles y eclesiásticos, hombres, mujeres y niños muertos en la lucha, cada uno de por si y juntos
todos, no significan para el «libertador» ni el fruto siquiera de una sola gota de sangre.
La lectura del Plan no puede causar indignación mayor. Todo se habia perdido; todo, hasta el
honor.
¡Traemos a un monarca ya hecho! i Las personas y las propiedades respetadas y protegidas! Las
propiedades, ¿de quién? ~de los mestizos, de los indios, de las castas? Todos los ramos del
Estado y empleados públicos subsistirán como en el dia. Cual mexicano fue arzobispo, virrey, rico
comerciante o acaudalado minero?
Esta fue la independencia que nos dieron Iturbide y sus secuaces.
Tal fue el gravísimo error en que incurrió Guerrero. Por no derramar más sangre, por aliarse con
los pillos, México descenderia a la más negra y profunda sima anárquica.
Iturbide ha salido airoso de su artimaña contra Guerrero; más faltan aun otras argucias para
llegar a la cálida noche de mayo de Pío Marcha. Era menester antes acabar con el virrey, quien,
por muy buenas razones, no queria el trono de México ni siquiera para aquél que ostentaba claro
nombre de Fernando. Pero Agustin ya lo hemos visto, contaba con socios prepotentes en la
ciudad de México; además, un nuevo aliado, tan ingenuo como espontáneo, estaba por arribar a
las playas veracruzanas: O’Donojú.
El Plan de Iguala, palpitaba demásiado contundentemente en su punto cuarto: «un monarca ya
hechó» y Agustin no acababa de hacerse.
Los Tratados de Córdoba sostienen los mismos postulados que el Plan de Iguala, pero el punto
tercero de aquéllos, daba la clave de las ambiciones de Iturbide: «3o. Ser llamado a reinar en el
imperio mexicano, (previo el juramento que designa el Art. 4o. del plan) en primer lugar al Sr. D.
Fernando VII, Rey católico de España, y por su renuncia ó no admision, su hermano el serenisimo
señor infante S. Carlos; por su renuncia ó no admision, el serenísimo señor infante D. Francisco
de Paula; por su renuncia, ó no admision el Sr. D. Carlos Luis infante de España, antes heredero
de Etrúria, hoy de Luca, y por la renuncia, o no admision de éste, EL QUE LAS CORTES DEL
IMPERIO DESIGNAREN.»25
Ahora solamente faltaba nombrar a los miembros de la junta provisional gubernativa, para proclarnar
la independencia. EI resto obraríalo el tiempo.
«La soberana junta provisional gubernativa del imperio mexicano congregada en la capital
de él en 28 de Setiembre anterior, pronunció la, siguiente
ACTA DE INDEPENDENCIA DEL IMPERIO MEXICANO
La nacion mexicana que por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de
la voz, sale hoy de la opresion en que ha vivido.
25 Dublán y Lozano. op. cit. T. I. pp. 549 y 550.
251
Guía de lecturas
Los heroicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados, y está consumada la empresa
eternamente memorable que un GENIO SUPERIOR a toda admiracion y elogio, por el amor
y gloria de su pátria, principió en Iguala, prosiguió y llevó al cabo arrollando obsticulos casi
insuperables.
Restituida, pues, cada parte del Septentrion al ejercicio de cuantos derechos le concedió el
autor de Ia naturaleza, y reconocen por manejables y sagrados las naciones cultas de la
tierra, en libertad de constituirse del modo que más convenga a su fidelidad, y con
REPRESENTANTES QUE PUEDAN MANIFESTAR SU VOLUNTAD Y SUS DESIGNIOS,
comienza a hacer uso de tan preciosos dones, y declara solemnemente por medio de la
junta suprema del imperio, que es nacion soberana ó independiente, de la antigua España,
con quien en lo sucesivo no mantendrá otra union que la de una amistad estrecha en los
términos que prescribieren los tratados: que entablará relaciones amistosas con las demás
potencias, ejecutando respecto de ellas, cuantos actos pueden y están en posesion de
ejecutar las otras naciones soberanas: que va a constituirse con arreglo a las bases que en
el plan de Iguala y tratados de Córdova estableció sabiamente el primer jefe del ejército
imperial de las tres garantias, y en fin que sostendrá a todo trance y con sacrificio de los
haberes y vidas de sus individuos (si fuere necesario) esta solemne declaracion hecha en la
capital del imperio a 28 de Setiembre del año de 1821, primero de la independencia
mexicana.- Agustin de Iturbide. Antonio, Obispo de la Puebla.
Juan O’Donojú. Manuel de la Marcena. Matias Monteagudo. Isidro Yañez. Lic. Juan Francisco de Azcárate. Juan José Espinosa de los Monteros. José María Fagoaga. José Miguel
Guridi y Alcocer. EI Marqués de Salvatierra. EI Conde de Casa de Heras Soto. Juan Bautista
Lobo. Francisco Manuel Sanchez de Tagle. Antonio de Garna y Córdova. José Manuel
Sortorio. Manuel Velazquez de Leon. Manuel Montes Argilelles. Manuel de la Sota Riva. EI
Marqués de San Juan de Rayas. José Ignacio Garcia Illueca. José Maria de Bustamante.
José Maria Cervantes y Velasco. Juan Cervantes y Padilla. José Manuel Velazquez de la
Cadena. Juan de Horbegoso. Nicol Campero. EI Conde de Regla, José Maria de Echevers
y Valdivieso. Manuel Martínez Mansilla. Juan Bautista Raz y Guzmán. José Maria de Jáuregui.
José Rafael Suarez Pareda. Anastasio Bustamante. Isidro Ignacio de Icaza. Juan José
Espinosa de los Monteros, Vocal Secretario.26
Ni un solo insurgente. Unicamente gachupines, realistas o criollos obstinados, enemigos del pueblo
y de su independencia. He aqui la causa y la génesis del desconcierto, la confusión y el caos de
los años siguientes a nuestra Independencia. Enorme leonera que los liberales tratarían afanosos
de meter al orden.
2. LOS GOBERNANTES. En el acta de la declaración de independencia reverberaba el
futuro de nuestra historia, y los hechos, fiel reflejo de ésta, fueron pródigos en manifestaciones
anárquicas, a cual más egoista, a cual más mezquina. Constituciones federalistas y
centralistas, asonadas innumerables, golpes de estado sin cuento, guerras intestinas y
guerras con el exterior culminando con la mutilación de nuestro territorio; tal es el resultado
de una pasajera alianza entre intereses contrapuestos.
Así estaba escrito, por mandato de 1821. Veamos a vuela, pluma cómo los antiguos miembros
del ejército realista van a ocupar puestos de primerisima importancia en la vida politica del
pais: Iturbide emperador; Anastasio Bustamante, en más de una ocasión, presidente; Anto-
26 Dublán y Lozano. op. cit. T. I. pp. 550 y 551.
252
Historia de México I
nio López de Santa Anna, más de diez veces se hace cargo de la presidencia de la república;
Manuel Gómez Pedraza y José Joaquin Herrera, acreedores también a la primera
magistratura.
Numerosos miembros del ejército que combatió a los insurgentes ocuparon lugar prominente en
esta época aciaga, tales como Barragán, Echávarri, Negrete, Cortazar, etc.; sin contar con los
hombres de letras o miembros destacados de la aristocracia colonial, quienes a pesar de su
carácter civil, participaron en forma preponderante en la confección de estas negras páginas de
nuestra historia. Bástenos citar el caso de Alamán que tanto denigró a los insurgentes, y que
tantos honores y provechos obtuvo del México independiente.
Aun cuando no entra en las metas de este trabajo relatar detalladamente los pormenores de los
incidentes politicos que se sucedieron después de la Independencia, señalemos con el fin de
ilustrar, siquiera en parte, esta caótica situación, que del Plan de Iguala al Plan de Ayutla, se
promulgaron -habida cuenta de los que cambiaron al ejecutivo en turno, y salvo omisiones-, los
siguientes planes con sus correspondientes resultados:
De Casamata, acabó con el imperio de Iturbide; de la Acordada, llevó al poder a Guerrero; de
Jalapa, derrocó a D. Vicente Guerrero; de Zavaleta, encumbró a Gómez Pedraza y en seguida a
Santa Anna; de Cuernavaca, abatió el movimiento liberal de Gómez Farías y la Constitución; de
la Ciudadela que, junto con el Plan de las Bases de Tacubaya, terminó con la gestión de
Bustamante; de San Luis Potosi, según el cual Paredes Arrillaga, por medio del ejército que
debería combatir al invasor norteamericano, se posesionaría de la presidencia; de Mariano Salas,
que trunca la administración de Paredes (el general Mariano Salas, 17 años después formaría
parte del triunvirato impuesto por el general Forey); el de Guadalajara, conocido también con los
nombres de Jalisco o del Hospicio, convergiendo con el de Arroyo Zarco, acarrearía la vuelta de
Santa Anna.
Respecto a las distintas formas de gobierno y a las personas que lo representaron cabe afirmar:
(1821) a raíz de la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México, se constituye la Soberana
Junta Provisional Gubernativa; (1822) el 24 de febrero, se instala el Congreso y se dictan las
Bases Constitucionales, al siguiente día cesan las funciones de la Suprema Junta Gubemativa; el
19 de mayo sin quorum en el Congreso, Iturbide se proclama emperador; (1823) en marzo 31, el
Congreso establece un cuerpo denominado Supremo Poder Ejecutivo y designa para integrarlo a
Nicolás Bravo, a Guadalupe Victoria y a Pedro Celestino Negrete; (la ausencia de los primeros
suplióse con José Mariano Michelena y José Miguel Domínguez); (1824) el 4 de octubre se proclama
la Constitución y el dia 19 del mismo mes se nombra presidente de la república a Guadalupe
Victoria y a Nicolis Bravo, como vicepresidente; (1827) el vicepresidente, Bravo se pronuncia
contra el gobierno y es derrotado por Guerrero; (1828) con once votos de los estados, Gómez
Pedraza es electo presidente; Santa Anna en Jalapa y Zavala y José Maria Lobato en México,
desconocen la elección; (1829) el lo. de abril toma posesión Vicente, Guerrero; el 4 de diciembre
del mismo, año el vicepresidente, Bustamante, se pronuncia contra Guerrero; el 16 de diciembre
se designa presidente interino a José María Bocanegra; el 23 de diciembre se eligen dos asociados,
que en compañia del presidente de la Suprema Corte de justicia Pedro M. Vélez ejercerán el
supremo poder ejecutivo (estas designaciones fueron a favor de Luis Quintanar y Lucas Alamán);
(1830) el lo. de enero concurre Bustamante a la apertura del Congreso General como presidente
de la república; (1832) en el mes de agosto se proclama presidente interino, a Melchor Múzquiz;
el 26 de diciembre toma posesión de la presidencia en la ciudad de Puebla, el general Gómez
Pedraza, (1833) el 30 de marzo se declara presidente de la república a Santa Anna y vicepresidente
a Gómez Farías; el lo. de abril Gómez Farías se hace cargo de la presidencia; en mayo 16, Santa
Anna asume el poder; el lo. de junio pide licencia para dirigir al ejército, encargándose del poder
253
Guía de lecturas
el vicepresidente; el 18 de junio vuelve a encargarse de la presidencia Santa Anna; el 6 de julio
Gómez Farías reasume el mando; el 27 de octubre regresa triunfante a la ciudad de México Santa
Anna: el 4 de diciembre solicita nuevamente licencia el presidente para retirarse a su hacienda de
Manga de Clavo; (1834) el 24 de abril regresa a la ciudad de México el veracruzano; (1835 el 28
de enero se declara presidente interino a Miguel Barragán; en octubre 23 se dan las Bases para
la nueva Constitución; el 15 de diciembre se expide la Ley Constitucional; (1836) el 27 de febrero
se designa como presidente interino a José Justo Corro; en diciembre 29 se promulgan las Leyes
Constitucionales conocidas como las Siete Leyes; en este año se inicia la campaña contra Texas;
(1837) el 19 de abril se proclama presidente al general Anastasio Bustamante; (1838) tiene lugar
la guerra con Francia; (1839) el 25 de enero el Supremo Poder Conservador encarga el gobiemo
al Gral. Santa Anna; el 10 de julio es presidente Nicolás Bravo; 6 dias después entra a la ciudad
de México Bustamante y vuelve a ocupar la presidencia; (1841) el 22 de septiembre pide licencia
Bustamante y se hace cargo del gobierno supremo Javier Echevarria; el 11 de octubre toma
posesión de la presidencia Santa Anna; (1842) el 6 de octubre se declara presidente interino a
Nicolás Bravo; el 19 de diciembre del mismo año se decide nombrar una junta de notables,
denominada junta Nacional Legislativa, quedando instalada el 6 de enero del siguiente año; (1843)
el 13 de junio se dan las Bases de organización politica de la república mexicana; el 2 de octubre
se designa presidente provisional al general Valentín Canalizo; (1844) el 2 de enero se declara
presidente constitucional a Santa Anna; el 27 del mismo mes se designa a Valentin Canalizo
presidente interino quien fungía como presidente desde el 2 de octubre del año anterior; el 4 de
junio toma posesión de la presidencia, Santa Anna; el 7 de septiembre vuelve al interinato Valentin
Canalizo; el 7 de diciembre desígnase presidente interino a José Joaquin Herrera; el 17 del mismo,
mes, se desconoce por sublevado al presidente Santa Anna; (1845) el 26 de marzo se efectúa la
Reforma de las Bases Orgánicas; el 16 de septiembre reasume la presidencia constitucional José
Joaquin Herrera; el 14 de diciembre se subleva Paredes en San Luis Potosi; (1846) el 3 de enero
la junta de Representantes de los Departamentos reunida en palacio nacional nombra para
presidente provisional de la junta a Manuel Posada, arzobispo de México; al dia sigiuente toma
posesión como presidente interino Paredes Arrillaga; el 4 de agosto el Gral. Mariano Salas termina
con la gestión de Paredes; el 22 de agosto se proclamaba la vigencia de la constitución del 24; el
20 de septiembre se establece un Consejo de Gobierno compuesto por 13 individuos, cuyo
presidente es Valentin Gómez Farías; el 23 de diciembre se escoge como presidente interino a
Santa Anna y un día después, Gómez Farías como vicepresidente se encarga del Ejecutivo;
(1847) el 7 de enero se extingue el Consejo de Gobierno; en marzo 21, Gómez Farias, comunica
que el congreso constituyente decretó recibir juramento para la presidencia de la república a
Santa Anna; el lo. de abril es presidente sustituto el Gral. Pedro Maria Anaya; en mayo 18 se
dictan las Actas de Reformas Constitucionales; en mayo 20 vuelve a la presidencia Santa Anna;
el 14 de septiernbre Manuel Peña y Peña asume la presidencia y marcha a Querétaro a establecer
su gobierno en virtud de que los norteamericanos han ocupado la ciudad de México; el 11 de
noviembre se declara presidente interino al Gral. Pedro Maria Anaya; (1848) el 7 de enero toma
de nuevo el Supremo Poder Ejecutivo Peña y Peña, y el 14 de mayo se le declara presidente
interino; en mayo 30 se dan a conocer los Tratados de Paz, Amistad y Limites con Norteamérica,
firmados el 2 de febrero; el 3 de junio vuelve a la presidencia Herrera; (1851) el 9 de enero se
declara presidente constitucional a Mariano Arista; (1853) el 5 de enero, renuncia a la presidencia
Arista y se nombra presidente interino al de la Suprema Corte, Juan B. Ceballos; el 19 de enero
se decreta que cese en sus funciones el Poder Legislativo; (el Plan de Arroyo Zarco, de febrero,
4, culmina con la presidencia interina de Lombardini, quien la pasa a Santa Anna) ; el 8 de,
febrero Juan B. Ceballos comunica a los Grales. José López Uraga y Manuel María Lombardini y
al coronel Manuel Robles Pezuela que deja la presidencia, la cual es asumida por Lombardini; el
17 de marzo se designa presidente a Santa Anna, tomando, posesión el 20 de abril; el 22 de este
mes se dan las Bases para la Administración de la República; el 16 de septiembre cesan los
fueros de diputados y senadores; (1854) el 20 de julio se aprueban los Tratados de la Mesilla; el
254
Historia de México I
20 de octubre se lleva a cabo el famoso plebiscito,- el 2 de agosto, mediante circular del ministerio
de justicia, se desmiente la salida del presidente de la república, Santa Anna; 6 dias después,
también en circular del ministerio mencionado, se anuncia la salida del dictador.
¿Puede concebirse mayor confusión, desorden y relajamiento en el gobierno? De toda esta maraña,
de bajas pasiones, pantano putrefacto y maloliente, incubado en la contrarrevolución de
independencia, carroña sumida de las castas poderosas y de los fueros, destacase por su
indignidad, molicie y audacia oportunista Antonio López de Santa Anna:
"Este hombre, digno de estudio, cuya personalidad vemos, por desgracia, mezclarse en
todos los acontecimientos de la historia de México desde 1821 hasta 1855, es decir, por
cerca de medio sigIo, y que todavia pugnó por seguir figurando más tarde, aunque en vano,
es el ejemplar del Proteo politico y del ambicioso audaz y descarado más completo que
pueden presentar los anales de un pueblo destrozado por las revueltas.
Realista oficioso, y amigo de la dominación Española en los últimos años de ella,
independiente e iturbidista apresurado en 1821, imperialista entusiasta en 1822, republicano,
el primero que proclamó la Republica en 1822, federalista en 1823, amigo de los yorkinos y
guerrerista en 1828, pedracista en 1832, liberal y constitucionalista en 1833, enemigo de, la
Constitución en 1835, centralista en 1843, dictatorial en 1844 ‘ otra vez constitucionalista en
1846, otra vez dictatorial y absolutista en 1853. Después fue imperialista, pero, rechazado
por los franceses y por el Imperio, se hizo juarista y aun orteguista, pero ni Juárez ni Ortega
lo admitieron.
Para él las convicciones politicas no importaban nada. EI poder a toda costa; tal fué el
programa de su vida entera.»27
Esta anarquía cuya motivación tanto hemos explicado, pudo prolongarse en razón de la
sobrevivencia de la clase castrense, cancerbero insaciable nutrido del privilegio, el fanatismo y el
fuero. «Esta multitud de oficiales (decía Mora) es una de las cosas que más embarazan actualmente
al gobierno, porque no pudiendo pagarlos ni teniendo valor para despedirlos, no sabe qué hacerse
de ellos». Este ilustre guanajuatense, tiempo después señalaba refiriéndose a la guerra con Texas:
«Sólo se trató de aproximar y poner en marcha la milicia, sin contar con que falta de todo, hasta
de los medios de defenderse, debía necesariamente perecer en el primer revés que sufriese,
como sucedió. Aun esta fuerza era muy corta e insuficiente para vencer y mantenerse sobre el
terreno; la expedición no llegó jamás a seis mil hombres cuando la República, gasta catorce
millones de pesos en sostener soldados que la tiranicen sin defenderla. . .»28
Casi todos estos golpes de estado padecieron la influencia directa o indirecta del clero al grado de
que, la historia de esta institución, es el eco del pandemonium politico de la época. Veamos de
muestra un botón:
"El dia 19 del mes de enero de 1827, un religioso español del orden de San Diego, llamado Fray
Joaquin Arenas, se dirigió al general don Ignacio Mora, comandante militar del Distrito Federal y
del Estado de México, a quien después de los primeros saludos, entrando en materias políticas,
dijo: ‘EI triste estado en que se halla la religión cristiana en un pueblo fiel y católico, como ha sido
el mexicano BAJO LA DULCE DOMINACION ESPAÑOLA, y la entera ruina que amenaza a la
27 Altamirano, Ignacio M. Historia y Política de Mexico. Empresas Editoriales, S. A. México, 1958. pp. 62 y 63.
28 Mora, José Mana Luis. El Clero, la Milicia y las Revoluciones. Empresas Editoriales, S. A. México, 1951. pp. 15 y
53.
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Guía de lecturas
creencia de nuestros padres con las creaciones de estos gobiernos, la libertad de imprenta, la
entrada de libros eróticos y el abandono de la autoridad legitima de nuestro soberano el señor
don Fernando VII, deben estimular a un militar de honor y antiguo servidor del rey, como V.S. lo
es, a entrar en un plan que se ha formado para restablecer el gobiemo español’..."29
3. CONSTITUCIONES O LEYES CONSTITUCIONALES. Por decreto del 24 de febrero de 1822
se instala el Congreso y se señaIan las bases constitucionales, así como las autoridades que
deberían de ejercer los poderes; se declara que la religión católica apostólica romana sería la
única permitida por el estado y que la forma de gobierno consistiría en la monarquia moderada
constitucional.
A raíz de la caída de Agustín Iturbide el congreso constituyente, por decreto del 31 de enero de
1824, proclama el Acta Constitutiva de la Federación, compuesta por 36 artículos cuyos postulados
se plasmarían concretamente en la primera constitución de la república.
Apasionadas discusiones se llevaron a cabo en el congreso constituyente. Infortunadamente,
éstas versaron en sustancia sobre el tipo de república que debería establecerse.
La casta militar auxilió la formación de caciques de influencia regional que ansiaban a todo trance
mantener la preeminencia en sus localidades. Una república federal con estados libres c
independientes satisfacía sus ambiciones personales y, por ello, muchos de los diputados llegaron
al Congreso investidos de poderes limitados, pudiendo sólo votar un régimen federalista. No
obstante una de las caracteristicas que con más tenacidad mantuvo la corriente liberal, se cimentaba
en sus principios federalistas. En contraposición, los conservadores distinguiéronse por sus anhelos
de instaurar un gobierno centralista.
Sin embargo, el esbozo anterior no deja de ser simplista. Las influencias del régimen centralizador
de la colonia gravitaban más que nunca sobre la determinación que habría de tomar el constituyente.
Fray Servando, al ponderarlas, manifestaba con angustia:
«La prosperidad de esta república vecina ha sido, y está siendo, el disparador de nuestras
Américas, porque no se ha ponderado bastante la inmensa distancia que media entre ellos
y nosotros. Ellos eran ya Estados separados e independientes unos de otros, y se federaron
para unirse contra la opresión de la Inglaterra; federarnos nosotros estando unidos, es
dividirnos y atraernos los males que ellos procuraron remediar con esa federación.
Yo no sé adular ni temo ofender, porque la culpa no es nuestra sino de los españoles; pero
es cierto que en las más de las provincias apenas hay hombres aptos para enviar al Congreso
general; ¡ y quieren tenerlos para Congresos provinciales, poderes ejecutivos y judiciales,
ayuntamientos, etc., etc. No alcanzan las provincias a pagar sus diputados al Congreso
central, iy quieren echarse a cuestas todo el tren y el peso enorme de los empleados de una
soberanía! ...
Yo no quisiera ofender a nadie; pero me parece que algunos inteligentes en las capitales, previendo
que por lo mismo, han de recaer en ellos los mandos y los empleos, de sus provincias, son los
que quieren esa federación y han hecho decir a los pueblos que las quieren...
Pero como cada uno de la multitud ambiciona su pedazo, y ella en la sociedad es indivisible, ellos
son los que se dividen y despedazan, se roban, se saquean, se matan, hasta que sobre ellos
29 Zavala, Lorenzo de. Albores de la República. Empresas Editoriales, S. A. México, 1949. p. 149.
256
Historia de México I
cansados o desolados. se levanta un déspota coronado, o un demagogo hábil y los enfrena con
un cetro, no metafisico, sino de hierro verdadero; paradero; último de la ambición de los pueblos
y de sus divisiones intestinas.
¿Qué, pues, concluiremos de todo esto?, se me dirá. ¿Quiere Ud. que nos constituyamos en una
república central? No. Yo siempre he estado por la federación, pero una federación razonable y
moderada, una federación conveniente a nuestra poca ilustración y a las circunstancias de una
guerra inminente, que debe hallarnos muy unidos. Yo siempre he opinado por un medio, entre la
confederación laxa de los Estados Unidos, cuyos defectos han patentizado muchos escritores y
que allí mismo tiene muchos antagonistas, pues el pueblo está dividido entre federalistas y
demócratas: un medio, digo, entre la federación laxa de los Estados Unidos y la concentración
peligrosa de Colombia y del Perú: un medio, en que dejando a las provincias las facultades muy
precisas para proveer a las necesidades de su interior, y promover su prosperidad, no se destruya
a la unidad, ahora más que nunca indispensable, para hacernos respetables y temibles a la santa
alianza, ni se enerve la acción del gobierno, que ahora más que nunca debe ser enérgica, para
hacer obrar simultánea y prontamente todas las fuerzas y recursos de la nación Medio tutissimus
ibis. Este es mi voto y mi testamento político...
Protestaré que no he tenido parte en los males que van a llover sobre los pueblos del Anáhuac.
Los han seducido para que pidan lo que no saben ni entienden, y preveo la división, las emulaciones,
el desorden, la ruina y el trastorno de nuestra tierra hasta sus cimientos.»30
Y efectivamente, la patria se resquebrajaría hasta sus cimientos abriéndose en ella honda grieta
dejándola, trunca.
El 4 de octubre de 1824, en «nombre de Dios Todopoderoso, autor y supremo legislador de la
sociedad» el Constituyente decretó una Carta federal, compuesta por siete titulos y 171 artículos,
de los cuales destacan:
"lo. La nacion mexicana es para siempre independiente del gobierno español y de cualquiera otra
potencia.
2o. Su territorio comprende el que fué del virreinato llamado ántes Nueva España, el que se decia
capitanía general de Yucatán, el de las comandancias llamadas antes provincias internas de
Oriente y Occidente, y el de la Baja y Alta California, con los terrenos anexos ó islas adyacentes
en ambos mares.. .
3o. La religion de la nacion mexicana es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana. La
nacion la protege por leyes sabias y justas y prohibe el ejercicio de cualquiera otra.
4o. La nacion mexicana adopta para su gobierno la forma de República representativa popular
federal.
23o. No pueden ser diputados... Fracción VI...103 M.R.R arzobispos y R.R. obispos, los
gobernadores de los arzobispados y obispados, los provisores y vicarios generales...
50. Las facultades exclusivas del congreso general, son las siguientes:
30 Mier, Fr. Servando Teresa de. Citado por Jesús Reyes Heroles en EI Liberalismo Mexicano. UNAM. México, 1957.
T. I. pp. 403, 404, 406, 407 y 409.
257
Guía de lecturas
III. Proteger y arreglar la libertad política de imprenta, de modo que jamás se pueda suspender su
ejercicio, y mucho ménos abolirse en ninguno de los Estados ni territorios de la federacion.
IX. Contraer deudas sobre el crédito de la federacion y designar garantias para cubrirlas.
X. Reconocer la deuda nacional, y señalar medios para consolidarla y amortizarla.
XI. Arreglar el comercio con las naciones extrangeras y entre los diferentes Estados de la federacion
y tribus de los indios.
XII. Dar instrucciones para celebrar concordatos con la silla apostólica, aprobarlos para su.
ratificacion, y arreglar el ejercicio del patronato en toda la federacion.
XIII. Aprobar los tratados de paz, de alianza, de amistad, de federacion, de neutralidad armada y
cualesquiera otros que celebre el presidente de los Estados Unidos con potencias extrangeras.
74. Se deposita el supremo poder ejecutivo de la federacion en un solo individuo, que se denomina
presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
75. Habrá también un vicepresidente, en quien recaerán, en caso de imposibilidad fisica ó moral
del presidente, todas las facultades y prerrogativas de éste.
77. EI presidente no podrá ser reelecto para este encargo, sino al cuarto año de haber cesado en
sus funciones.
110o. Las atribuciones del presidente son las que siguen:
I. Publicar, circular y hacer guardar las leyes y decretos del congreso general. (Las atribuciones
del Ejecutivo se ciñen a las que su propio nombre le asigna, esto es, ejecutar las disposiciones del
poder legislativo y vigilar el buen funcionamiento del judicial).
112. Las restricciones de las facultades del presidente son las siguientes:
III. El presidente no podrá ocupar la propiedad de ningun particular ni corporacion, ni turbarle en
la posesion, uso ó aprovechamiento de ella; y si en aIgun caso fuere necesario, para un objeto de
conocida utilidad general, tomar la propiedad de un particular o corporacion, no lo podría hacer
sin prévia aprobacion del senado, y en sus recesos, del consejo de gobierno, indemnizando
siempre a la parte interesada a juicio de hombres buenos elegidos por ella y el gobierno.
147. Queda para siempre prohibida la pena de confiscacion de bienes.
154. Los militares y eclesiásticos continuarán sujetos á las autoridades á que lo están en la
actualidad, segun las leyes vigentes.
163. Todo funcionario público, sin excepcion de clase alguna, antes de tomar posesion de su
destino, deberá prestar juramento de guardar esta constitucion y la acta constitutiva.
171. Jamás se podrán reformar los articulos de esta constitucion y de la acta constitutiva que
establecen la libertad e independencia de la nacion mexicana, su religion, forma de gobierno,
libertad de imprenta, y division de los poderes supremos de la federacion y de los Estados.
Dada en México á 4 del mes de Octubre del año del Señor de 1824, 4o. de la independencia, 3o.
de la libertad y 2o. de la federacion." 31
31 DublÁn y Lozano. op. cit. T I. pp. 719 a 737.
258
Historia de México I
Resultaba, en suma, una constitución hibrida; hostil a los principios liberales a causa de su
intransigencia religiosa; muy preocupada por impedir el cacicazgo presidencial, pero solapadora
del de los estados.
La sempiterna transacción con el pasado, no con el centralismo, pero si substancialmente con la
estructura. Este hecho es aun más grave si la comparamos con la constitución de Apatzingán.
EstablecÍan la primera: «. . esta tiene derecho incontestable a establecer eI gobierno que más le
convenga, alterarlo, modificarlo y abolirlo totalmente cuando su felicidad lo requiera»; la segunda:
«jamás se podrán reformar... su religión, (ni su) forma de gobierno...» Diez años de distancia y
siglos de retroceso. Enorme diferencia entre la revolución y la paz. Iturbide habia vencido a Morelos.
AI pueblo derrotado quedábale su miseria, a la reacción victoriosa, en cambio, se le venian a las
manos cuatro millones de kilómetros por dilapidar y seis de habitantes para manejarlos con
desprecio y mofa.
Omitimos por tedioso y mortificante eI análisis de los planes antes mencionados. En ellos vibra la
imprescindible confesión de fe republicana y el deseo de «terminar con la anarquia reinante»
llevada al límite de lo soportable en aquella infausta época, por la casta pretoriana en contubernio
con la clerical. No obstante, yérguese de entre ellos uno desprovisto de intereses personalistas a
cuyo análisis nos vemos constreñidos.
Dado que Nicolás Bravo, el inverecundo, se había levantado en contra de la administración del
’33 invitando a Santa Anna a sumarse a la rebelión y "separarse de la canalla", Jalisco propuso un
Plan de Coalición de los estados de occidente con el fin: «Primero. De sostener y afianzar el
sistema republicano, representativo popular. Segundo. De acallar para siempre el grito de muerte
al sistema de ‘libertad y federacion’, lanzado por los factores de la actual revolucion, que ha sido
promovida por los antiguos enemigos de la independencia nacional, apoyada por los restos de las
clases aristocráticas, y sostenida por principales generales y oficiales y mayor número de tropa
del ejército permanente activo. Tercero. Contrariar y concluir definitivamente las pretensiones de
los verdaderos enemigos de la independencia nacional, de las libertades públicas y de la existencia
de los Estados soberanos.»32
En la prosecución de estos principios, los estados coaligados de Jalisco, Zacatecas, Durango,
San Luis, Quertaro, Guanajuato y Morelia (sic), levantarían un ejército compuesto exclusivamente
por tropas cívicas, cuyo contingente sería proporcional a la población de las entidades
confederadas. Para reforzar su armamento, el ilustre gobernador de Zacatecas, Francisco García
Salinas adquiriría cincuenta mil fusiles. El cuartel general del ejército coaligado tendría su sede
en la ciudad de Querétaro.
El plan fue sometido a la consideración del gobernador García quien lo amplió y mejoró, pasándolo
en seguida a la conformidad de Gómez Farias vicepresidente encargado del Ejecutivo, el cual dio
su asentimiento el 14 de septiembre de 1833. Pero Santa Anna, como sierpe maléfica acechaba
en las sombras y, pocos dias antes de solicitar una vez más licencia para retirarse a Manga de
Clavo, desconoce el plan de coalición por circular de la primera secretaría de Estado de fecha 29
de noviembre. EI felón se aprestaba para echar por tierra la Carta de 1824.
Victoriosa de nueva cuenta la clase confesional sobre un liberalismo a contrapelo, el 23 de octubre
de 1835 se ponen las Bases para la nueva Constitución y, el 27 del mismo se dicta la Iey sobre la
publicación del decreto de bases constitucionales. El 15 de diciembre, aparece la Ley Constitucional
y, por fin un año después, el 29 de diciembre de 1936, ve la luz ese monumento a la estulticia
32 Dublán y Lozano. op. cit. T. II. pp. 551 a 555.
259
Guía de lecturas
conocido como las Siete Leyes, redactado en sustancia por Alamán y Tagle:
«En el nombre de, Dios Todopoderoso, trino y uno, por quien los hombres están destinados á
formar sociedades y se conservan las que forman...
La Primera de las leyes expresa los derechos y obligaciones de los mexicanos y habitantes de la
república. Entre sus derechos: «Art. I. Frac. III. No poder ser privado, de su propiedad, ni del libre
uso y aprovechamiento de ella en todo ni en parte...» De sus obligaciones: «Art. 3. 1. Profesar la
religión de su patria...» Son ciudadanos: «Art. 7.1. Todos los comprendidos en los cinco primeros
párrafos del Art. lo., QUE TENGAN UNA RENTA ANUAL LO MENOS DE CIEN pesos, procedentes
de capital fijo ó mobiliario, ó de industria, ó trabajo personal honesto. . .» y llegando a cimás denigrantes
se carecía de los derechos del ciudadano: «Art. 10. II. Por el estado de sirviente doméstico».
La Segunda Ley presenta la organización del Supremo Poder Conservador y constituye, en verdad,
endiablado galimatias:
«Art. I. Habrá un supremo poder conservador que se depositaría en cinco individuos, de los que
se renovarán uno cada dos años, saliendo en la primera, segunda, tercera y cuarta vez, el que,
designare la suerte, sin entrar en el sorteo el que ó los que hayan sido nombrados para reemplazar...
Para ser miembro del supremo poder conservador se requiere... y un capital (físico ó moral) (sic)
que le produzca por lo menos tres mil pesos de renta anual. III. Haber desempeñado alguno de
los cargos siguientes: presidente ó vicepresidente de la República, senador, diputado, secretario
del despacho, magistrado de la Suprema Corte de Justicia». En todas estas designaciones de
presidente, vicepresidente, magistrado de la Suprema Corte, diputados, etc. se exige el requisito
de tener un determinado capital «físico o moral». La función de este cuerpo era una mezcla de
atribuciones ejecutivas, legislativas y judiciales, y además: Este Supremo poder no es responsable
de sus operaciones más que á Dios y a la opinion pública...» En otras palabras, respondia ante
nadie.
Los dos últimos articulos de esta Segunda Ley señalan: «Todas las discusiones y votaciones de
este cuerpo seran secretas, haciéndose las segundas por medio de bolas negras y blancas.- 23.
Aunque se le destinará un salon correspondiente en el palacio nacional, no tendría dias ni horas,
ni lugar preciso para sus sesiones, (i!) y el presidente las emplazará cuando convenga, por medio
de esquelas citatorias a sus compañeros, en que especificará las dichas circunstancias.»
La Tercera, Ley se refiere a cómo debe constituirse el poder legislativo, y a la manera de legislar.
El congreso quedaba formado por dos Cámaras.
La Cuarta Ley habla sobre la organización del Supremo Poder Ejecutivo. "Art. 15. Son prerrogativas
del presidente de la República: XXIV. Conceder el pase ó retener los decretos conciliares, bulas
pontificias, breves y rescriptos... XXV. Prévio el concordato con la silla apostólica, y según lo que
en el se disponga, presentar para todos los obispados, dignidades y beneficios eclesiásticos, que
sean del patronato de la nacion, con acuerdo del consejo». Estas disposiciones no causaron
desasosiego ni protestas por parte del clero ni mexicano, ni romano. ‘No puede el presidente de
la República: II. Privar á nadie de su libertad, ni imponerle por sí pena alguna; pero cuando lo
exijan el bien ó la seguridad pública, podrá arrestar a los que le fueren sospechosos..."
La Quinta Ley dispone lo concerniente al poder judicial.
La Sexta, caracteriza la división politica de la república y a sus gobiernos: «Art. 1. La República se
dividirá en departamentos conforme a la octava de las bases orgánicas. Los Departamentos se
dividirán en distritos y éstos en partidos».
260
Historia de México I
Por último la Séptima, previniendo acerca de las modificaciones a este cuerpo de leyes, aclara
que toca al congreso general resolver sobre dudas y obliga a todo funcionario público a prestarle
juramento..»33
Este bodrio constitucional, que aun antes de promulgarse habia sido el pretexto para la sublevación
de Texas y que lo sería igualmente para la de Yucatán, volvió a confeccionarse el 13 de junio de
1843, con el nombre de Bases de Organización Politica de la República Mexicana. EI contenido
seguía siendo exactamente el mismo, conservador hasta la médula, dictatorial en el fondo. No
era para menos, el brebaje había sido preparado por el mismo alquimista veracruzano, con los
sólidos ingredientes: espadas, Te Deum y escapularios.
Única en verdad era la sustitución del nombre de Dios Todopoderoso trino y uno, por el de «Antonio López de Santa-Anna, benemérito de la patria, general de division y presidente provisional
de la República Mexicana..."34
Estas Bases, que reconocen el derecho de Patronato, son tomadas como miembros de la Honorable junta Legislativa, por: Juan Manuel, arzobispo y Manuel, arzobispo de México. Ya veremos
cómo se condujo el clero cuando se promulgó la constitución del ’57.
AI ser derrocado Paredes Arriaga -a quien el artero golpe clérigo militar de San Luis Potosi condujo
al poder-, la administración del Gral. Mariano Salas el 22 de agosto del año de 1846, decretó
vigente la constitución del ’24.
EI 18 de mayo de 1847, siendo entonces presidente substituto el Gral. Pedro Ma. Anaya, se
dictan las reformas constitucionales a la Carta del 24 «Para más consolidarle y hacerle efectivo».
Las modificaciones relevantes dictadas en esa fecha por orden numérico son:
«3. El ejercicio de los derechos de ciudadano se suspende por ser ebrio consuetudinario, ó tahur
de profesion, ó vago; por el estado religioso.. .» La constitución del ’24 no especificaba las cualidades
necesarias para ser ciudadano. La reforma número 6 creaba el estado de Guerrero, y la 15
suprimía el cargo de vicepresidente de la república.
La modificación número 26 ampliaba la Frac. III del Art. 50, en los siguientes términos: «Ninguna
Iey podrá exigir a los impresores fianza previa para el libre ejercicio de su arte, ni hacerles
responsables de los impresos que publiquen, siempre que aseguren en la forma legal la
responsabilidad del editor. En todo caso, excepto el de difamacion, los delitos de imprenta serán
juzgados por jueces de hecho, y castigados solo con pena pecuniaria ó de reclusion,»35
Los planes del Hospicio y de Arroyozarco y el regreso del protervo Santa Anna, cierran el último
capítulo de este desbarajuste constitucional, con las Fases para la Administracion de la República
hasta la promulgación de la Constitución», que el ruin decretó «en uso de las facultades que el
pueblo le habia otorgado».
Los puntos sobresalientes de estas Bases los tenemos en:
1o. Se creó una nueva secretaría de estado con el nombre de Fomento, Colonización, Industria y
Comercio que se encargaría de la formación de estadísticas, el fomento a la industria, la agricultura
y el comercio, la construcción de obras públicas, etc., suprimiéndose la dirección de Industria y
Colonización.
33 Dublán y Lozano. op. cit. T. III. pp. 230 a 257.
34 Ver Bases de Organización Política en Dublin y Lozano. op. cit. T. IV. pp. 428 a 449.
35 Dublán y Lozano. op. cit. T. V. pp. 275 a 278.
261
Guía de lecturas
2o. El presupuesto nacional sería manejado en su totalidad mediante junta de ministros. En otras
palabras por Santa Anna.
3o. «...se nombrará un procurador general de la nación, con sueldo de cuatro mil pesos, honores
y condecoraciones de ministro de la Corte Suprema de justicia... Será amovible á voluntad de
éste, (del gobierno)...
4o. SECCION TERCERA. Gobierno interior. Art. 1. Para poder ejercer la amplia facultad que la
nación me ha concedido para la reorganización de todos los ramos de la administracion pública,
ENTRARAN EN RECESO LAS LEGISLATURAS U OTRAS AUTORIDADES QUE DESEMPEÑEN
FUNCIONES LEGISLATIVAS en los Estados y territorios.»36
Estas Bases fueron sancionadas el 22 de abril de 1853 pero el dictador, ambicioso insaciable,
pronto las encontró limitativas a su poder, y el 16 de diciembre del mismo año expide dos decretos:
uno, en su articulo primero apunta: «EI fuero que la constitución general y las particulares concedían
á los diputados y senadores, cesó desde que el congreso general y las legislaturas dejaron de
existir». El otro resulta peor aun:
«Art. 1. Se declara que por voluntad de la nación el actual presidente de ella continuará con
las facultades de que se halla investido, POR TODO EL TIEMPO QUE LO JUZGARE
NECESARIO para la consolidacion del órden público, el aseguramiento de la integridad
territorial y el completo arreglo de los ramos de la administración. 2. Que para el caso de
fallecimiento ó imposibilidad fisica y moral (?) del mismo actual presidente, PODRA
ESCOGER SUCESOR, asentando su nombre en pliego cerrado y sellado, y con las
restricciones que creyere oportunas, y cuyo documento con las debidas precauciones y
formalidades se depositará en el Ministerio de Relaciones.
3. El tratamiento de Alteza Serenísima será para lo sucesivo anexo al cargo de presidente
de la República.»37
4. LA GUERRA CON ESTADOS UNIDOS. Terminaremos el análisis de esta era infausta
deteniéndonos someramente en el señalamiento de las consecuencias originadas por la guerra
que más funestas resonancias tendrían para la historia de nuestro país. Omitiremos, pues, la
guerra de 1838 con Francia y el conato separatista de Yucatán.
Habitualmente se culpa al imperialismo expansionista norteamericano de habernos arrebatado
más de la mitad de nuestro territorio. Esto es cierto sólo en parte. El juicio es incompleto. Bástenos
recordar la contrarrevolución que consumó la Independencia y sus consecuencias para que nos
veamos imposibilitados a echar toda la culpa al vecino.
EI pecado original lo encontramos, mal que les pese a los hispanistas, en la politica de explotación
colonial española. España conquistó, dominó, expolió y cristianizó exclusivamente a los indigenas
civilizados, los que por su propia evolución históricosocial, eran susceptibles de adaptarse a la
religión y sufrir la depredación españolas. A las tribus nómadas del norte de la Nueva España a
pesar de los intentos -que siempre fueron eso-, de los jesuitas, jamás se les sometió. La causa es
bien sencilla: el determinismo económico.
Los españoles, ya lo hemos visto, utilizaron a la religión como el más eficaz elemento para sojuzgar,
primero al indigena y después al mestizo. La religión Española les caía como anillo al dedo para
36 Dublán y Lozano. op. cit. T. VI. pp. 366 a 368.
37 Dublán y Lozano. op. cit. T. VI. pp. 861 y 862.
262
Historia de México I
someter a las sociedades indigenas sedentarias de la Colonia, pero el inconmensurablemente
ambicioso clero, cruel y pobre ambicioso, se conformó con las minas y las tierras de lo que es hoy
México. Desconoció las enormes riquezas auríferas de California, y, despreció las feraces tierras
texanas. ¿Por qué no codició el amarillo oro californiano, o el oro blanco de Texas? Porque en el
norte no habia tamemes, a pesar de que los indígenas norteños eran con ventaja «herejes».
Despué de todo no resultaba fácil renunciar al tabaco, o al chocolate. Fugaces fueron los tiempos
heróicos de titánicos esfuerzos.
¿Qué mina importante se explotó más al septentrión de nuestros actuales estados norteños?
¿Qué caminos se construyeron en aquellos dos millones de kilómetros, cuadrados? ¿Dónde
está, allende el paralelo 30o, el convento o catedral que, con derroche de mano de obra indigena
y por miles, se erigieron aquende el Bravo? ¿Cuál es el hombre famoso en las artes, las ciencias,
la politica o la guerra que nació allá, de aquel lado? ¿No está entonces, en la politica de explotación
colonial española, el origen de nuestra mutilación territorial?38
Había que olvidar para siempre los límites que daban a la república una extensión de más de
cuatro millones de kilómetros cuadrados. La voracidad de los Estados Unidos presta cebaríase
en nuestra desgraciada nación, y trocaría en profeta a fray Servando.
Desde antes de realizada la Independencia, el gobierno virreinal habia autorizado a Austin para
colonizar con familias católicas, regiones cornprendidas en el territorio de Texas. La falta de
población mexicana, los esquilmos del ejército, pero sobre todo, el afán expansionista de los
norteamericanos, provocarían primero las guerras con Texas y con posterioridad en forma abierta,
contra los Estados Unidos. Pasemos por alto la conducta heroica del pueblo así como la perfidia
de los malos mexicanos, y detengámonos en las funestas condiciones por el rapaz invasor
impuestas: «EN EL NOMBRE DE DIOS TODOPODEROSO los Estados Unidos Mexicanos y los
Estados Unidos de América, animados de un sincero deseo de poner término a las calamidades
de la guerra que desgraciadamente existe entre ambas repúblicas, y de establecer sobre bases
sólidas relaciones de paz y buena amistad, que procuren reciprocas (i !) ventajas a los ciudadanos
de uno y otro país, y afiancen la concordia, armonía y mutua seguridad en que deben vivir, como
buenos vecinos.. .» He aqui el verdadero fundamento de la buena vecindad entre los Estados
Unidos y México que data oficialmente del Tratado de paz, amistad y límites, entre la república
mexicana y los Estados Unidos del Norte.
La concordia, armonia, mutua seguridad y buena vecindad se tradujo en:
«Art. 5: La línea divisoria entre las dos Repúblicas comenzará en el Golfo de México, tres
leguas fuera de tierra, frente ; la desembocadura del rio Grande llamado por otro nombre rio
Bravo del Norte, ó del más profundo de sus brazos: si en la desembocadura tuviere varios
brazos, corren por mitad de dicho rio, siguiendo el canal más profundo donde tenga más de
un canal; hasta el punto en que dicho rio corta el lindero meridional de NuevoMéxico;
continuará luego hada el Occidente, por todo este lindero meridional (que corre al Norte del
Pueblo llarnado Paso) hasta su término por el lado de Occidente; desde alli subirá la línea
divisoria hacia el Norte por el lindero Occidental de Nuevo México, hasta donde este lindero
esté cortado por el primer brazo del rio Gila (y si no está cortado por ningun brazo del rio,
Gila entonces hasta el punto del mismo lindero occidental más cercano al tal brazo, y de allí
en una línea recta al mismo brazo, continuará después por mitad de éste brazo); y del rio,
hasta su confluencia con el rio Colorado, y desde la confluencia de ambos ríos la linea
38 Ver límites en el capítulo anterior según circular del lo. de diciembre de 1832, o en Dublin y Lozano. op. cit. T. II.
pp. 466 a 469.
263
Guía de lecturas
divisoria, cortando el Colorado, seguirá el límite que separa la Alta de la Baja California
hasta el mar Pacifico.. .
Art. 6. Los buques y ciudadanos de los Estados Unidos tendrán en todo tiempo un libre y no
interrumpido tránsito por el golfo de California y por el rio Colorado desde su confluencia
con el Gila, para sus posesiones, y desde sus posesiones sitas al Norte de la línea divisoria
que queda marcada en el artículo precedente; entendiéndose que este tránsito se ha de
hacer navegando por el golfo de California y por el rio Colorado, y no por tierra sin expreso
consentimiento del gobierno...
Art. 12. En consideracion a la extension que adquieren los límites de los Estados-Unidos,
segun quedan descritos en el articulo quinto del presente tratado, el gobierno de los mismos
Estados Unidos se compromete a pagar al de la República Mexicana la suma de quince
millones de pesos...»39
Para solapar la rapiña, los Estados Unidos pagaban, en abonos anuales y con un enganche de
tres millones de pesos, más de dos millones de kilómetros cuadrados que serían firme pilote de
su moderno poderío.
Las regiones "cedidas" gracias a las cureñas yanquis, comprendían California, Nuevo México y
Texas, pero ni estos nombres, ni los dos Millones y medio de kilómetros, dan una idea exacta de
la magnitud del latrocinio cometido. Este se ve más claro, comparando la actual división poIitica
de los Estados Unidos con el territorio usurpado: todo Texas, con más de seiscientos ochenta y
ocho mil kilómetros, parte de Oklahoma, parte de Kansas, más de la mitad de Colorado, buena
parte de Wyoming, y en su totalidad los estados de Utah, Nevada, California, Arizona y Nuevo
México. Todo ello, por quince millones de pesos en abonos fáciles.
5. LA ADMINISTRACION PUBLICA. Vimos que ni la forma de producción agricola ni la extracción
de metales reflejan la magnitud del caos de la época. En la administración pública repercutiría el
mare magnum de bajas pasiones.
Lamentable es aceptarlo pero a partir de nuestra independencia, de inmediato se dio al traste con
la hacienda pública. ¿A dónde fueron a parar los cuantiosos excedentes que año con año se
enviaban a España? A partir de 1822, en lugar de que nuestro presupuesto tuviera excedentes,
los deficit crecían de continuo.
Ahora bien, si hemos admitido que a pesar de todo, la actividad económica heredada de la colonia
no sufrió fundamentalmente por los trastornos politicos que se suscitaron a raíz de la Independencia
¿cómo se explica la terrible situación hacendaria? Más aun, se puede asegurar que los ingresos
del gobierno no decayeron substancialmente, e incluso hubo años en que aquéllos igualaron y
hasta superaron a los recaudados en los últimos lustros de la Colonia. (*) Luego, ¿qué sucedió?
La respuesta es bien sencilla. La vieja y nueva clase militar consumieron todos los recursos del
país. Ni los ingresos internos, ni los obtenidos mediante empréstitos extranjeros, podían apagar
la sed del ávido monstruo. EI primer empréstito nacia con un pecado de orígen: pertrechar al
ejército. Préstamos voluntarios o forzosos, de nacionales o extranjeros, de segIares o religiosos,
39 Dublán y Lozano. op. cit. T. V. pp. 367 a 380.
* Los ingresos de 1820 ascendieron a $14’405,574. Elegidos al azar, los ingresos de México independiente fueron:
en 1822, $9’328,740; en el año fiscal de 33-34, $19’798,464; y, en el de 49-50, $16’790,142. Los recursos
extraordinarios -incluidos en los ingresos-, llegaron en el año fiscal de ’33 a $ 4’293,495; y, en el de ’49 a $3'138,833.
264
Historia de México I
tuvieron casi como exclusivo objeto mantener, cohechar o levantar ejércitos para el logro de
ventajas personalistas y muy rara vez con fines patrióticos.
Fue asi como ripidamente se llegó al circuIo vicioso de obtener créditos para cubrir los déficit,
hondándose dia a dia la profunda sima.
a] La Administración. Sería muy difícil encontrar otro país que haya recurrido a tan amplios medios
de agenciarse ingresos, como a los que acudió el México de aquellos tiempos. Estancos iban y
venían; impuestos, contribuciones y alcabalas; préstamos de infinitos matices y colores; ventas,
hipotecas y remates; y hasta rifas de edificios públicos. Todo entraba en la tómbola cuartelera.
El 11 de diciembre de 1832, bajo la presidencia de Bustamante, se decreta una contribución
sobre puertas y ventanas de la ciudad de México: "Se pagarán dos reales por cada puerta, ventana
o balcón exterior... Las posadas, mesones y casas de vecindad, á mas de pagar por las puertas,
ventanas y balcones exteriores, pagarán dos reales por cada habitación interior..." También Santa
Anna, el 9 de enero del '54 gravó las puertas y ventanas. Así mismo el dictador, en su última
administración, decretó contribuciones sobre perros y luces exteriores.
EI 21 de noviembre de 1835 se instituye una contribución extraordinaria de 1% como «subsidio
extraordinario de guerra». EI 8 de junio de 1838, se establecen cuotas: sobre fincas rústicas y
urbanas (exceptuándose los conventos y las casas de instrucción, beneficencia y parroquiales);
y, sobre casas de comercio, profesiones y ocupaciones lucratitivas, establecimientos industriales,
capitales impuestos, salarios, y sobre objetos de lujo.
Pero la base del sistema impositivo de aquel entonces, estaba constituida por los aranceles. A
ello se debió que los prestamistas extranjeros, exigieran siempre como garantía de sus créditos,
las rentas de las aduanas. En alguna ocasión se pretextó que este tipo e impuestos se dictaba
para apoyar a la industria nacional, pero, sabemos que nada o muy poco se podía proteger; en
cambio, esta politica prohibitiva, hacia del contrabando una de las más jugosas actividades de la
época.
A pesar de las terribles condiciones pecuniarias que padeció el pais desde su nacimiento, éstas
no impidieron, ni la fanfarroneria ni el derroche. Parte del crédito obtenido por la nación de la
Goldschmidt, fue para ayudar con 63 mil libras esterlinas a Colombia. EI préstamo a la nación
hermana jamás se recuperó. Años más tarde en 1835 a un hijo de Iturbide se le conceden primero,
baldíos por valor de doscientos mil pesos y, poco después, veinte leguas cuadradas y un milón de
pesos, "para pagarse cuando las circunstancias del erario lo permitan".
b] La Deuda Pública. Ningún ramo de la administración pone de manifiesto la crisis del estado
como el de la deuda. Los préstamos aprobados sumaban al final de esta época unos 120 millones
de pesos, cantidad compuesta por créditos forzosos, por colocación de valores o por entregas
directas en numerario o en mercancias.
Esta cifra sin embargo, no podia precisarse con facilidad, en virtud de que una cosa era autorizar
al Ejecutivo —cuando éste no tenia facultades extraordinarias-, y otra la de que el gobierno pudiera
obtener la totalidad o parte de los recursos solicitados. El presidente Herrera, que tanto se distinguió
en su afán de solucionar este problema, decía en la apertura de sesiones extraordinarias del
congreso general, el primero de julio de 1849: «Entre las atenciones de la Nación que el Gobierno
desea que merezcan la nuestra, se encuentra como muy principal el crédito público. Aunque
hasta este momento no ha sido posible fijar con exactitud la surna a que asciende, el Gobierno
cree aproximadamente que no excederá en mucho, si es que excede, de cien millones,
comprendidas en esta cifra la deuda exterior y la interior...»
265
Guía de lecturas
Año, y medio después, en similar ocasión seguía insistiendo:
"El desorden de la Hacienda habia sido tal, que cada año habla visto crecer la Deuda, no
sólo por lo que se dejaba de pagar a los acreedores de la Nación, sino por lo que nuevos
contratos más o menos desventajosos venían a aumentarse a ella: los contrastes en estas
operaciones obtenían la hipoteca de un fondo especial cuyos productos se les mandaban a
entregar por las mismás oficinas que los recaudaban, y algunas veces pasaban a manos de
los acreedores la misma-administración del fondo. El resultado era que la nación había
perdido casi todas sus rentas, y entre los acreedores del Gobierno, los que lo eran por
servicios actuales, necesarios a la Administración, a la que está destinada la masa de las
rentas, eran los que tenían menos segura la paga, pues lo que se llamaba la masa de la
renta y de la que podia disponer el Gobierno era la parte más corta de ella." 40
Todo conducía a la bancarrota. No sólo los continuos golpes de estado, también las leoninas
condiciones de los créditos carcomían la hacienda.; para coImo, el 28 de junio de 1824, oficialmente
se reconoció la deuda virreinal. No es el monto de este compromiso, lo que importaba, lo más
funesto fue el precedente sentado por la joven nación. Actitud que seria trasunto fiel del carácter
del mexicano, capaz (las más de las veces por naderlas, impulsado por un pundonor no siempre
bien entendido), de derrochar lo que no tiene, o lo poco que con tantos sacrificios ha reunido.
Con la Indepedencia se inicia el alud de endeudamientos: «...Se ocurrió a una bancarrota del
tabaco y se propuso y aprobó la venta de un milón de pesos labrados con un quebranto de veinte
por ciento... Se vendía el monopolio de este articulo con la facultad de usar el privilegio en lugares
determinados. Se aprobó también en mayo de 1823, el primer préstamo de ocho millones de
pesos, y la casa de Staples hizo un suplemento en cuenta de este préstamo de un miIIón de
pesos, con un interés de seis por ciento y al valor de SESENTA por ciento, teniendo además las
hipotecas que pidió. En este contrato.. . (tomó) parte activa un ministro inglés, que fué separado
por esta causa de su destino. Pocas negociaciones se han hecho tan ventajosas como ésta ... 41
Pero, no se piense que en aquellos tiempos nadie comprendia lo pernicioso de esas prácticas. El
diputado Covarrubias fue uno de los que alzando su voz apostrofó al Congreso:
«De ninguna manera puedo aprobar el artículo como está; sino que sea condición del
préstamo el que precisamente se reciba y pague, el dinero en México, y que sea dinero,
efectivamente traido de afuera. Porque ya que admitimos un mal y un gran mal, y cuando lo
propuso el gobierno anterior me opuse con todas mis fuerzas semejantes prétamos
extranjeros: ya que no se puede remediar a lo menos evitemos en cuanto podamos sus
fatalisimas consecuencias. Tres géneros de tirania distingo yo: tiranía de hierro, que es en
la que estuvimos colonos; tiranía dorada cuando reina una testa del pais; y tiranía de trampa,
tirania numeraria, cuando un puebio enreda a otro por medio de préstamos en sus cálculos
usurarios y mercantiles, y en esta hemos inadvertidamente cedido de resultas de lo estúpido
y atolondrado del gobierno anterior. Que el que debe a otro se hace su esclavo lo dice el
Espiritu Santo, a quien me atengo, sobre todos los charlatanes políticos del dia; asi en el
momento, en que esta nación sea deudora de las europeas en ese mismo se hace su
esclava. Y claro está, porque desenredando todo el embrollo, lo que resulta en último análisis
es que por ocho millones de préstamos la nación viene a ser tributaria de la Inglaterra en
960,000 ps. anuales; y como este el artículo, estos ocho millones son imaginarios, porque a
nuestros comerciantes, para hacer soltar el dinero al gobierno, les brindan con préstamo
40 Secretaría de Hacienda y C. P. La Hacienda Pública a través de los Informes Presidenciales. Talleres Gráficos de
la Nación. México, 1951. pp. 95 y 110.
41 Zavala, Lorenzo de. op. cit. p. 12.
266
Historia de México I
cuádruplo, o quintuplo del dinero que dan al gobierno, y como ganan un ciento por ciento en
el valor de sus efectos, la exhibición de la Inglaterra es nula; porque lo que da son sus
ganancias lucradas en los tontos y estúpidos mexicanos. Se me dirá que ellos pierden el
tiempo, y que este lucro, cesante es necesario recompensarlo. Yo aunque bárbaro sé muy
bien por sus escritores, que está atestada de rezagos, muertos en sus aImacenes, y como
no sé por qué fatalidad los mexicanos somos victimás de los fraudes europeos, nosotros
mismos como el estúpido pez hemos tragado el anzueIo, y no nos falta más para caer en
las redes de la Cartago de nuestros tiempos, solo que circulen entre nosotros los papeles
de su maldito banco.. .
La tercera y la más espantosa es que las bancarrotas y la falta de industria, creará los
extranjeros nuestros capitalistas, ellos impelerán a toda la nación a escarbar minas y hacer
azúcar, y como nada hay más mortifero que las minas, y las cañas sólo se dan en malos
temperamentos, la población irá a menos, y nuestros nietos ocuparán el lugar, unos el que
ocupan hoy en día los negros de Cuba, y los otros el de barreteros. Y a mucha gloria tendrá
un mexicano en llegar a ser el azoguero de un Lord inglés.
Yo no soy Midas para que quiera que todo se vuelva plata. Sé muy bien que el oro y la plata
no es más que un signo de converción. Sé que la verdadera riqueza de un estado es la
suma mayor de producciones de todo género."42
A pesar de los fundados razonamientos de Covarrubias, el Congreso aprobó un empréstito por
tres milIones doscientas mil libras, mediante el comisionado del gobierno mexicano Sr. Francisco
Borja Migoni con la casa B.A. Goldschmidt y Compañía de Londres. Las garantias otorgadas
lesionaban la autonomía del pais: "Que por este instrumento ó obligacion de hipoteca general,
quedaban hipotecadas todas las rentas de la nacion mexicana, tanto por el capital como por los
intereses del empréstito, además de la contribucion que debería imponerse y destinarse
especialmente al pago de intereses y amortizacion del empréstito... "43 Aun no se cumplía un año
de haberse firmado el crédito de la casa Goldschmidt, y ya se daban los pasos para contratar un
nuevo empréstito, por veinte millones de pesos (el de Goldschmidt equivalía a diez y seis). Este
nuevo adeudo ahora con Barelay, Herring, Richardson y Compailia, iba a servir en parte para
pagar las amortizaciones de la casa Goldschmidt. Mediante hipoteca especial, se comprometieron
en una tercera parte los productos de las aduanas maritimas, para cubrir los abonos de capital e
intereses.
Los males de nuestra desgraciada república no terminaban con los altos réditos, ni con las
desventajosas condiciones en que eran otorgados. La adversidad siempre de nuestra parte, hizo
quebrar a la casa Barelay, lo que impidió que recibiéramos el total del crédito, pero sin eximimos
de las obligaciones. De tal suerte, tratando de sacar con las manos agua de la zozobrante barca,
el primero de septiembre de 1830: «Se faculta al gobiemo para que transija con los socios de la
extinguida casa Barelay (etc.) sobre su descubierto con la república, procurando que sea del
modo mis ventajoso a los intereses del erario.» Peregrina recomendación que de poco serviría.
Lo mejor para el país respecto a la deuda era dejarla descansar en paz, pues cuando se trataba
de resolver tan aguda cuestión, como por hechizo, el débito se acrecia. EI 2 de octubre de 1830:
«Se autoriza al Gobierno para ceIebrar una transaccion» por medio de la cual se capitalizaban los
intereses de la deuda exterior hasta el primero de abril de 1831, en su totalidad, y la mitad de los
42 Citado por Jesús Reyes Heroles. op. cit. pp. 191 a 193.
43 Alamán, Lucas. Documentos Diversos. T. X. Núm. 2. p. 326.
267
Guía de lecturas
intereses por vencer al primero de abril de 1836. La capitalización de los intereses asi como del
capital, se cubrirán a partir de la última fecha apuntada, EMITIENDO BONOS.
En el mes de noviembre de 1833 el dia 7, don Lorenzo de Zavala presentó un proyecto al Congreso
para el arreglo de la deuda, en el cual se propuso crear una dirección de Crédito Público, formada
por dos departamentos, uno encargado de examinar, calificar y clasificar los adeudos, y el otro
para administrar y distribuir los fondos.
EI proyecto, como es de suponer, perseguía ordenar el ramo de la deuda: su reconocimiento
quedaba sujeto a una comisión inspectora de la Cámara de Diputados.
Los adeudos, una vez reconocidos, se catalogarían principalmente en: préstamos forzosos; créditos
posteriores a la Independencia; capitales reconocidos por el fondo de mineria; y préstamos forzosos
anteriores a la Indepedencia, denominados de primera, segunda, tercera y cuarta clase
respectivamente.
La Cámara de Diputados sería la encargada de otorgar los nornbramientos de los funcionarios de
la Dirección, quedando extinguida la contaduria de Crédito Público.
Pocos días después, el 20 de noviembre, se publicó el proyecto presentado por el Dr. Mora, que
desde luego, resultaría "demásiado" revolucionario. Basta leer el articulo primero: «Se ocupan
todos los bienes pertenecientes a los regulares de ambos sexos, a las cofradías y archicofradías,
y todos los réditos caidos y corrientes de capitales piadosos, que no estén destinados a la
manutención de persona determinada y poseidos por ésta; y se destinan a servir de hipoteca de
la deuda pública, y al pago de sus réditos.» La aplicación de esta Iey hubiera tenido consecuencias
incalculables.
La proposición del Dr. Mora incluía el establecimiento de un Banco Nacional que se encargaría de
la amortización de la deuda pública. (Ver Manuel Payno en La Reforma Social en España y
México, pp. 65 a 67 y 69 a 78.)
El 4 de abril del año de 1837, se concedieron al Ejecutivo facultades extraordinarias para liquidar
la deuda amortizando un 50% con terrenos baldíos existentes en lo que antes era el norte de la
república y el restante 50%, con la formación de un fondo consolidado. El 14 de septiembre de
ese año, se concluyó un convenio para la consolidación de la deuda externa; a mediados del año
de 1839 el Congreso aprobó el convenio, hecho con la casa Lizardi, consistente en que el adeudo
se dividiría en dos partes iguales: la primera, amortizándose con «bonos activos» que devengarían
un interés anual del 5%; la otra mitad, mediante «bonos diferidos» que no percibirían intereses en
los 10 primeros años, pudiéndose amortizar en este período los documentos mediante el pago de
baldíos cuyo precio sería de una libra esterlina por cuatro acres.
El convenio a que estamos haciendo mención acrecentó la deuda para el primero de octubre de
1837 a $ 46'239,720.00. Esta suma quedaba desgIosada pues, en "bonos activos" $23' 119,860.00
y "bonos diferido" $23' 119,860.00, que emitiría la casa Lizardi. «En cuanto a la parte mercantil,
puede reducirse a lo siguiente: México, por el premio de 12 y medio por 100 que concedia a los
bonos del 6 por 100 que entraban en la conversion, aumentaba la deuda en 2,560.100 pesos;
pero ahorraba por otro lado en pagos de réditos durante los diez años cosa de once millones de
pesos.»44
44 Payno, Manuel. México y sus Cuestiones Financieras con Inglaterra, España y Francia. Imprenta de Ignacio
Cumplido. Calle de Rebeldes No. 2. México, 1862. pp. 9 a 11.
268
Historia de México I
Este arreglo que Payno consideró razonadamente como ventajoso para el pals, tampoco iba a
tener resultados positivos, ya que los levantamientos internos como el de Texas y la guerra con
Francia, hacian imposible el cumplimiento de los compromisos contraidos. El 11 de febrero de
1842, y con base en lo convenido el año de 1837, se llevó adelante un nuevo trato en el que
Lizardi y compañía actuaron como agentes del gobierno mexicano. Se acordó que en lugar de la
sexta parte se comprometiera una quinta de los productos de las aduanas, aceptando los tenedores
por parte de sus valores, nuevos títulos que no causarían intereses y que se conocieron con el
nombre de deventuras.
El 15 de diciembre de 1843, Valentin Canalizo «decreta» la liquidación y arreglo de la deuda
exterior; y, el 28 de abril de 1845, el Senado acordaba. «EI gobierno procederá a liquidar y arreglar
la deuda exterior...» En ese mismo mes, los señores Manning y Mackintosh propusieron a la
secretaria de Hacienda, formar un nuevo fondo consolidado en Londres (téngase en cuenta que
nos estamos refiriendo a los adeudos con Inglaterra, los únicos importantes hasta 1850), por
valor de cuatro millones de libras, que al tipo de cambio de 1 por 5, daban veinte millones de
pesos.
«EI análisis de este negocio es muy sencillo. Los tenedores de bonos, al recibir el nuevo fondo,
hicieron en favor de México una quita de 10 por 100 en los bonos activos, y de 40 por 100 en los
diferidos y en las deventuras, y esto proporcionó, en primer lugar, la reduccion de la deuda a una
cantidad líquida y precisa; y en segundo, obtener un ahorro de no poca importancia, como se
percibirá por la siguiente demostracion:
La deuda de México en el mercado de Londres, ascendía para el primero de julio de 1846:
Bonos activos emitidos por la casa Lizardi
£ 5.591,650
Bonos diferidos
£ 4.624,000
Deventuras
£
499,000
nos activos
£
489,269
Suma
£11.203,919
Quedó reducida la deuda á
£10.241,650
Tres y medio dividendos atrasados sobre los bo-
Diferencia en favor de México
0 sean
.
|
£
962,269
$ 4.811,345
Además de esta suma se entregó a la casa de Mackintosh el sobrante del fondo que fue de
2.135,307 libras, y la casa en compensacion enteró al gobiemo:
En bonos del tabaco
£ 2.000,000
En créditos de la deuda interior
£
460,000
mentos hechos a las legaciones
£
200,000
En deuda antigua
£ 2.700,000
En dinero
£ 1.756,903
En letras de la casa de Schneider por suple-
Suma
45 Payno, Manuel. op. cit. pp. 14 y 15.
269
£ 7.116,903"45
Guía de lecturas
Esta fue la conversión de 1846 que en libras, esterlinas reportaba 241,640 y en pesos arribaba a
51’208,200.00.
Los eternos conflictos tampoco permitieron cubrir las amortizaciones de la conversión de 1846.
Por fin y ahora con más formalidad, gracias a los dos millones y medio de que se dispusieron
merced a la «liquidación» por la rapiña del ’48, el gobierno de José joaquin Herrera dicta las:
"Bases para el arreglo de la deuda ingIesa.
Art. 1. Si los acreedores ; la deuda contraida en Lóndres y convertida en el año de 1846,
conviniesen en las condiciones que se expresarán en los artículos siguientes, el gobiemo,
les entregará un libramiento de dos millones quinientos mil pesos, de los que adeudan los
Estados Unidos por indemnizacion.
2. Las condiciones a que se refiere el artículo anterior, son las siguientes:
I. Que el rédito de la deuda quede definitivamente reducido al 3 por 100 anual, sobre el
capital de diez millones doscientos cuarenta y un mil seiscientas cuarenta libras esterlinas,
único que la nacion reconoce.
II. Que con dichos dos millones quinientos mil pesos, con lo recibido hasta la fecha de esta
Iey, y lo que reciberen hasta la aprobacion del arreglo que hoy se les propone, se dén por
pagados todos los réditos devengados hasta el mismo día de la aprobacion del arreglo.
Ill. Para el pago de los réditos del nuevo fondo del 3 por 100 se consignan especialmente el
25 por 100 de los derechos de importacion de las aduanas maritimas y fronterizas; el 75 por
100 de exportacion por los puertos del Pacifico, y el 5 por 100 de los mismos derechos por
los puertos del golfo; completándose con las demás rentas nacionales el importe de los
dividendos cuando, las precitadas consignaciones no alcanzaren a cubrirlos íntegramente.
IV. Durante los seis años subsecuentes al arreglo, no se destinará a la amortización más
que el sobrante de las consignaciones, si lo hubiere; pasado este tiempo, se remitirán a
Lóndres, anualmente, doscientos cincuenta mil pesos para la amortizacion, que se hará a
precio de plaza, MIENTRAS ESTO NO EXCEDA DE LA PAR.
4 ... No se pagará comisión, corretaje ni derecho de agencia, por la conversion de que habla
esta ley."46
Para 1850 el pais habia pagado en efectivo bastante mis de lo que realmente recibió, ya que para
ese año, a pesar de los dos y medio millones de pesos mencionados, México debía más de 50
millones de pesos. Exactamente 51’208,200. LA REPUBLICA MEXICANA A CAMBIO DE TODO
LO ANTERIOR HABIA RECIBIDO EN DINERO Y EFECTOS $ 8'065,406.40.
«. . . Una vez que el gobierno de México, estaba resuelto a destinar una cantidad de
consideración a los tenedores de bonos, se le aconsejaron diversas operaciones, que
ejecutadas con habilidad, habrían sin duda sido muy ventajosas: una de ellas hubiera sido
comprar por segundas manos su propia deuda en el mercado, y una vez hecha la aplicacion
de la suma haberla vendido ó cambiado por los cupones que adeudaba en aquella fecha;
pero ninguno de estos planes, por seductores que fuesen, tuvo acogida en la administracion
46 Dublán y Lozano. op. cit. T. V. pp. 743 y 744.
270
Historia de México I
de esa época, sino que se decidió a dirigirse franca y honradamente a los mismos tenedores,
ofreciéndoles la aplicacion de los dos y medio millones en numerario, no para mortizar
capital, sino, para saldar la cuenta de réditos, y a esta suma se añadieron las que habian
remitido de las aduanas y se hallaban depositadas en el Banco Real de Londres.»47
c. Las Obras Públicas. Minimos fueron los intentos de los gobiemos de entonces para llevar
adelante un programa de obras públicas.
No obstante, la necesidad que la nación tenía de estas inversiones, se manifiesta en algunas
medidas dictadas para promover este tipo de obras. En el año de 1842 se aprobaron las
construcciones de los siguientes caminos: de México a Acapulco (mediante peajes), y de este
Puerto a los departamentos de Oaxaca y Michoacán, «por las costas Grande y Chica»; de México
a Guadalajara (con peajes en las garitas de Morelia y Pátzcuaro) ; y un carnino entre Sonora y
Alta California. En este mismo año se concede al señor Benjamin Brunded, privilegio exclusivo
para el alumbrado de la capital de la república.
Tocó a Santa Anna conceder a José Garay la exclusiva de la construcción del canal de
Tehuantepec. El primero de marzo de 1842, se otorga la concesión «para abrir una vía de
comunicacion interoceánica en el Istmo de Tehuantepec. Asi se inicia la malandanza de nuestro
por fortuna nunca construido canal.
El decreto del «benemérito de la patria» (asi se hacia llamar él), ostenta el lenguaje del futuro
principe bastardo: «Que constante en el propósito de procurar el engrandecimiento de la nacion y
la felicidad de sus habitantes... y considerando que ningun medio puede ser más seguro y efectivo
para promover grandes resultados de beneficio nacional, que el de traer a la República el centro
del comercio y de la navegacion de todas las naciones, y que esto será la consecuencia del
establecimiento de un paso fácil y breve del uno al otro oceano, que la naturaleza ofrece este
medio, sin grandes dificultades y sin necesidad de muy cuantiosas derogaciones en el Istmo de
Tehuantepec; porque allí se baja y se abate la Sierra Madre hasta el punto casi de desaparecer;
porque, allí se encuentran dos puertos, uno, en el Norte y otro en el Sur, poco distantes entre si,
y que el espacio que los separa está comunicado en su mayor parte por una laguna y un rio
navegables...» Estas caracteristicas geográficas y otras más, condujeron al buen vecino a exclamar:
«hacen del Golfo un lago americano’.
Se daba al concesionario el derecho del canal por cincuenta años, y por sesenta «el privilegio
exclusivo de hacerlo por buques ó carros de vapor, fijando por fletes una cuota equitativa el
gobierno obtendría el 25% de los productos líquidos, descontándose los gastos de administración
y conservación; se otorgaban además en propiedad a la empresa todos los terrenos baldíos a lo
largo del canal, DIEZ LEGUAS en cada una de sus márgenes.
El 14 de mayo de 1852, el Congreso concede facultades al presidente Mariano Arista para celebrar
un contrato de construcción de un camino de fierro por el Istmo de Tehuantepec.
Bajo la presidencia interina de Cevallos el 5 de febrero, de 1853, se aprueba el contrato a favor de
la Compañía Mixta o de A. G. Sloo, para utilizar la parte navegable del rio Coatzacoalcos, y en el
tramo restante construir un ferrocarril. Esta concesión se daba en virtud de «que la apertura del
Istmo de Tehuantepec, ha llegado a ser ya no solo una exigencia comercial del mundo todo, sino,
una necesidad politica para conservar la integridad y soberanía de nuestro territorio; que de no
resolverse esta cuestión en el angustiado plazo que acaso queda para terminarla con toda
47 Payno, Manuel. op. cit. p. 20.
271
Guía de lecturas
independencia y dignidad, se vería tal vez envuelta y complicada con las cuestiones políticas, y la
República en graves compromisos que redundarán en perjuicio de todos los habitantes...»48
Las presiones politicas y monetarias que tanto alteraban a su alteza serenísima, no se hicieron
esperar, y el 20 de julio de 1854, «en el nombre de Dios Todopoderoso», se manda publicar el
tratado de la Mesilla, «firmado y sellado en México, el día treinta de diciembre del año, de Nuestro
Señor, mil ochocientos cincuenta y tres...» por Manuel Diez de Bonilla, J. Mariano Monterde, José
Salazar Ilarregui y James Cadsden:
«ARTICULO VIII
Habiendo autorizado el gobiemo mexicano en 5 de febrero de 1853, la pronta construcción
de un camino de madera y de un ferrocarril en el Istmo de Tehuantepec, para asegurar de
una manera estable los beneficios de dicha vía de comunicación a las personas y mercancías
de los ciudadanos de México y de los Estados-Unidos, se estipula que ninguno de los dos
gobiernos pondrá obstáculo alguno al tránsito de personas y mercancías de ambas naciones...
ni ningún interés en dicha vía de comunicacion ó en sus productos, se transferirá a un
gobierno extranjero.
Los Estados-Unidos tendrán derecho de transportar por el Istmo por medio de sus agentes
y en balijas cerradas, las malas de los Estados-Unidos que no han de distribuirse en la
extensión de la línea, de comunicación, y tambien los efectos del gobierno de los EstadosUnidos y sus ciudadanos que solo vayan de tránsito y no para distribuirse, en el istmo,
estarán libres de los derechos de aduana a otros, impuestos por el gobierno mexicano. No
se exigirá a las personas que atraviesen el Istmo y no permanezcan en el país, pasaportes
ni cartas de seguridad...
Los dos gobiernos celebrarán un arreglo para el pronto tránsito de tropas y municiones de
los Estados-Unidos que este gobierno tenga ocasión de enviar de una parte de su territorio
a otra, situadas en lados opuestos del continente.
Habiendo convenido el gobierno mexicano en proteger con todo su poder la construccion,
conservacion y seguridad de la obra, los Estados-Unidos, por su PARTE PODRAN
IMPARTIRLE SU PROTECCION siempre que fuere apoyado y arreglado al derecho de
gentes."49
También en la última administración de Santa Anna, se otorgan concesiones: a Juan Laurie Rickards
para un camino de fierro, de México, a Veracruz, y otro de la Capital a uno de los puertos del
Océano Pacífico; a Alejandro Atocha, para un ferrocarril de Paso del Norte o de Presidio del Norte
al puerto de Guaymas; y, a J. B. Moore para un ferrocarril que partiera de cualquier punto en que,
el rio Bravo es frontera, al Océano Pacífico, entre Altata y Manzanillo.
B. LA IGLESIA
En ninguna otra época de nuestra historia se deja sentir más cruda y descarnada la influencia de
los jerarcas del clero mexicano como en este periodo. A partir de la lucha por la independencia
esta casta adoptó una actitud francamente hostil a los intereses nacionales.
48 Dublán y Lozano. op. cit. T. IV. pp. 120 a 122 y T. VI. pp. 309 a 313
49 Dublán y Lozano, op. cit. T. VII. pp. 261 a 264.
272
Historia de México I
Desde aquel entonces se percibe claramente que ni siquiera los religiosos pueden sustraerse a la
lucha de clases. La explotación del alto clero capitalino a los curas pueblerinos haría que de ellos
salieran los más conspicuos insurgentes. A Hidalgo, el más próspero, no podríamos identificarlo
en verdad con ningún miembro, del alto clero, con los obispos, arzobispos y priores, dueños de
fabulosas rentas. Insondable abismo económico separaba al alto del bajo clero.
José Maria Luis Mora, que tan bien conocía a su clase, aseveraba: «Como los productos de la
masa, decimal se aplican exclusivamente a los obispos, a los capitulares de las iglesias catedrales,
a la fábrica y culto de las mismas, y a la real hacienda, sólo quedaba una parte muy corta para la
dotación de las iglesias parroquiales que para nada podía alcanzarles. . . «
Y poco más adelante: «Si del diezmo pasamos a los derechos parroquiales, hallaremos que con
ser aquélla tan perjudicial, ésta lo es más y peor calculada. Los derechos parroquiales son la
mezquina y miserable dotación de los curas, esa porción desgraciada del clero, que siendo la
más útil, no sólo se halla sin la recompensa proporcionada a su trabajo, sino hasta sin los medios
de subsistir honradamente. . ."50
Humboldt no pudo quedarse sin hacer comentarios sobre el particular: «Aun es más notable esta
desigualdad de fortuna en el clero, parte del cual gime en la última miseria, al paso que algunos
individuos tienen rentas superiores a las de muchos soberanos de Alemania... La renta anual de
ocho obispos mexicanos asciende a la suma total de 539,000 pesos y lo que verdaderamente
desconsuela en la diócesis de un arzobispo cuya renta anual asciende a 130,000 pesos, es que
hay curas de pueblos indios que apenas tienen de 100 a 120 pesos al año...»51
Por desgracia el pueblo ignora el papel que el alto clero desempeñó en la guerra de independencia.
Para abreviar, sólo nos referiremos a los juicios seguidos por la iglesia en contra de nuestros más
eximios patriarcas. Acerca de Hidalgo transcribiremos una de sus excomuniones:
«Por la Autoridad de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espiritu Santo, de la Inmaculada
Virgen Maria, Madre y Patrona del Salvador y de todas las Virgenes Celestiales, Angeles,
Arcángeles, Tronos, Dominios, Profetas, Apóstoles y Evangelistas; de los Santos Inocentes,
que en la presencia del Cordero son hallados dignos de cantar el nuevo coro de los Benditos
Mártires y de los Santos Confesores, de todas las Santas Virgenes y de todos los Santos,
juntamente con el Bendito Elegido de Dios: Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, excura del pueblo de Dolores, le excomulgamos y anatematizamos desde las puertas del
Santo Dios Todopoderoso, le separamos para que sea atormentado, despojado y entregado
a Satán y Abirón y con todos aquéllos que dicen al Señor, apártate de nosotros no deseando
tus caminos; como el fuego se apaga con el agua, así se apague la luz para siempre a
menos que se arrepienta y haga penitencia. Amen. ,
Que el padre que creó el hombre le maldiga; que el Hijo que sufrió por nosotros le maldiga;
que el Espiritu Santo que se derrama en el baustimo le maldiga; que la Santa Cruz de la
cual descendió Cristo triunfante sobre sus enemigos le maldiga; que María Santísima Virgen
siempre y Madre de Dios, le maldiga, que todos los Angeles, Principes y Poderosos y todas
las Huestes Celestiales le maldigan; que San Juan el precursor, San Pedro, San Pablo, San
Andrés y todos los otros Apóstoles de Cristo juntos, le maldigan y el resto de los discipulos
y evangelistas, quienes con su predicación convirtieron al universo y la admirable compañía
50 Mora, José Maria Luis. EI Clero, el Estado y la Economia Nacional. Ernpresas Editoriales, S. A. Mixico, 1950. pp.
96 y 102.
51 Humboldt. op. cit. T. 11. pp. 131 a 133.
273
Guía de lecturas
de mártires y confesores, quienes por sus obras fueron dignos de agradar a Dios, le maldigan.
Que el santo coro de las Benditas Virgenes, quienes por honor a Cristo han despreciado las
cosas del mundo, le condenen, que todos los santos, que desde el principio del mundo
hasta las edades más remotas sean amados por Dios, le condenen. SEA CONDENADO
MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA en donde quiera que esté, ya sea en la casa, en el campo,
en el bosque, en el agua o en la Iglesia.
SEA MALDITO en vida y muerte. Sea maldito en todas las facultades de su cuerpo. Sea
maldito comiendo y bebiendo, hambriento, sediento, ayunando, durmiendo, sentado, parado,
trabajando o descansando, y sangrando. Sea maldito interior y exteriormente; sea maldito
en su pelo, sea maldito en su cerebro y en sus vértebras, en sus sienes, en sus mejilas, en
sus mandíbulas, en su nariz, en sus dientes y muelas, en sus hombros, en sus manos y en
sus dedos. Sea condenado en su boca, en su pecho, en su corazón, en sus entrañas y
hasta en su mismo estómago. Sea maldito en sus riñones, en sus ingles, en sus muslos, en
sus genitales, en su caderas, en sus piernas, sus pies y uñas. Sea maldito en todas sus
coyunturas y articulaciones de todos sus miembros; desde la corona de su cabeza hasta la
planta de sus pies, no tenga un punto bueno. Que el Hijo de Dios viviente con toda su
majestad, le maldiga, y que los cielos de todos los poderes que los mueven, se levanten
contra él y le maldigan y le condenen, a rnenos que se arrepienta y haga penitencia. Amén,
así sea, Amén."52
Vayamos ahora al juicio seguido a Morelos por el Santo (?) Oficio, y concretamente a la acusación
en su contra presentada por el fiscal:
«Que me querello y acuso grave y criminalmente a don José Maria Morelos... porque, siendo
cristiano, bautizado y confirmado, y educado por sus padres en la verdadera y santa doctrina,
y gozar como tal de los privilegios y gracias concedidas a los buenos y verdaderos católicos,
abandonando enteramente sus estrechas obligaciones de cristiano y sacerdote, y pospuesto
el santo temor de Dios y de su divina justicia, y con positivo desprecio de la siempre recta y
respetada (i!) del Santo Oficio. . .
Debió ser fiel y reconocido a tantos beneficios a Dios; pero, lejos de eso, abusó de todos,
separándose del santo ejercicio de pastor de las almas para convertirse en lobo carnicero...
Capítulo 18... por cuyo sólo capítulo es deudor de los delitos de todos sus secuaces y de las
más horrendas hereticales blasfemias cometidas contra Dios, como si a su Divina Majestad
se le pudiera agradar con el pecado, y fuese dar a Dios culto lo mismo que insultarle con el
perjurio, befa y escarmio de su nombre sacrosanto, traido escandalósamente para autorizar
los robos, adulterios, estupros, homicidios. y demás escandalosas abominaciones de que
abunda la rebelión y de que es autor y factor este infame reo.
Capitulo 20. Que este reo induce las sospechas más vehementes, no sólo del tolerantismo,
sino del ateísmo y materialismo, por estar imbuido en las máximás fundamentales del heretical pacto social de Rousseau y demás pestilencias doctrinales de Helvecio, Hobbes,
Espinosa, Voltaire y otros filósofos reprobados por anticatólicos...
Capitulo 23. Que este reo, a imitación de asquerosos animales que se alimentan de
inmundicias propias de su lujuria, ambición y dominante soberbia, también ha comido y
52 Citada por Mateo A. Sáenz en Un Curso de Historia de México. Sistemás y Servicios Téenicos. Monterrey, 1962.
p. 243.
274
Historia de México I
bebido en las cenagosas fuentes de Lutero y otros herejes sacramentarios. . . sancionó en
su maligna Constitución ser licito el levantamiento contra el legítimo príncipe, declarando la
guerra a nuestro soberano, el amabilisimo señor D. Fernando VII (que Dios guarde), bajo el
pretexto (?) de tirania y despotismo...
Capitulo 26. .. como lo hago de todos y cada uno de los contenidos en esta acusación, que
lo constituyen hereje formal, apóstata de nuestra sagrada religión católica, materialista, y
ateista, reo de lesa majestad divina y humana, libertino, excomulgado, sedicioso,
revolucionario, sismítico, enemigo implacable del cristianismo y del Estado, seductor,
protervo, lascivo, hipócrita, traidor al rey y a la patria; por todo lo cual, a V.S.I. pido y suplico
que, habida mi relación por verdadera..SIN OBLIGARME A MAYOR PRUEBA, Y
ACEPTANDO SUS CONFESIONES EN CUANTO POR MI HICIEREN Y NO EN MÁS, SE
SIRVA DECLARAR POR SU SENTENCIA DEFINITIVA MI INTENCION POR BIEN
PROBADA, y al dicho D. José María Morelos por hechor y perpetrador de los crimenes de
que le llevo acusado, y, como tal, incurso en la pena de excomunión mayor, y en las demás
fulminadas contra semejantes delincuentes... mandándolas ejecutar en su persona con todo
el rigor que exija la gravedad de sus delitos, para su condigno castigo, satisfacción y
desagravio de la justicia divina y humana y de la vindicta pública, ejemplo y escarmiento de
otros; que asi es justicia, que pido y juro NO PROCEDER DE MALICIA, etcétera.
Secreto del Santo Oficio de la Inquisición de México, y noviernbre 24 de 1815.
Dr. D. José Antonio Tirado y Priego.»53
Lo transcrito no requiere de mayores comentarios. La saña desplegada por la iglesia mexicana en
contra de los insurgentes, nuestros primeros auténticos patriotas, habla por ella misma.
Pero no sólo el clero mexicano vio con malos ojos nuestra lucha emancipadora; también el clero
romano, en su más ilustre representante, el obispo de Roma, manifestó su repudio. El papa,
sintiéndose más comprometido con S.M.C. Fernando de España, que con todos los pueblos
latinoamericanos habitados por millones de fieIes católicos, apoyó al monarca hispano publicamente
el 24 de septiembre de 1824. Así, el pontífice romano nos negaba el derecho de ser libres y a
formar una nación independiente de España, por sus compromisos con Fernando VII, a quien sus
contemporáneos motejaran con motivos sobrados el rey. En México el gobierno, conocedor del
anhelo popular hacia la independencia, mandó difundir el documento pontificio, lo que obligó al
clero mexicano a considerarlo apócrifo; la misma actitud asumió la jerarquia latinoamericana. Por
esta razón reproducimos casi integro el documento, sacado en fotocopia de los archivos del
Vaticano y tratando de conservar en español, el estilo paternalístico del Santo Padre:
«A los Venerables Hermanos Arzobispos,
y Obispos de América del Sud.
L E 0 N PP. XII.
Venerables Hermanos, salud y Bendición Apostólica...
En realidad, dado el paterno afecto con que os rodeamos, con agudo e increible dolor
hemos recibido las tristísimas noticias acerca de la desesperante situación de los asuntos
53 Documentos. Morelos y La Iglesia Católica. Empresas Editoriales, S. A. México, 1948. pp. 86 a 103.
275
Guía de lecturas
políticos y de la grave perturbación de las Iglesias, de donde surgen gravísimas amenazas
para Nuestra Santísima Religión, ante la siembra incansable de la cizaña de parte del
enemigo.
Pues conocemos perfectamente cuales daños derivan para la Religión alli donde por
desgracia comienza a debilitarse la tranquilidad de los pueblos. Allí en efecto deploramos
que la disolución de hombres impíos permanezca sin castigo, que aumente la plaga de
libros, por medio de los cuales la potestad sagrada y aquella civil es arrastrada hacia la
envidia y el desprecio; de alli, como la langosta con el humo de la fosa, suelen surgir aquellos
grupos envueltos en obscuridad, de los que bien decimos con S. León ‘que en todas las
herejías existe lo sacrílego y lo bIasfemo, y que esto suele afluir hacia aqueIlos como hacia
una escoria con la agregación de todas las suciedades’. Cuya verdad, imperada por la
múltiple experiencia de aquellas calamidades, que deploramos en la penosa agitación de
los tiempos, comprobada con tantos quasi-documentos. Nos infunde una tristísima amargura,
al advertir que se ciernen sobre este campo del Señor grandísimos males de este género.
Meditando con aflicción estas cosas y movidos también por las insistencias de Nuestro Muy
Querido Hijo en Cristo el Rey Fernando EI Católico quien estimando que nada es superior a
la Religión y la felicidad de sus súbditos, lamenta vivamente con Nosotros las desuniones,
los odios y las guerras civiles enrojecidas alli por la sangre fraterna, dilatamos Nuestro
corazón sobre Vosotros, Venerables Hermanos, a quienes en tan grande división de las
Ovejas, no dudamos en urgir la misma solicitud y Os exhortamos vehementemente que
procuréis con todo celo apartar de los fieles, confiados a Vuestro cuidado, aquellos terribles
males que hemos recordado.
Llamados a administrar las cosas sagradas por Aquél, que vino a traer la paz sobre la tierra
y que fue Autor y Consumador de la paz, recordad que lo principal de Vuestro deber es
procurar la incolumidad de la Religión, la que, como es manifiesto, depende necesariamente
de la tranquilidad de la Patria.
Siendo, pues, que únicamente el vínculo de la Religión mantiene unidos en el deber a los
que gobiernan y a los súbditos, conviene fortalecerlo, cuando con fortalecidas rivalidades,
divisiones y desastres de orden público el hermano se levanta contra su hermano y una
familia combate contra otra. Hacemos por lo tanto, un llamado a Vuestra fe, Venerables
Hermanos, queremos Vuestra intensa dedicación cotidiana, con esta exhortación Nuestra,
que, con el auxilio del Señor, no será ni sin provecho para, los indolentes, ni penosa para los
devotos. Lejos de Vosotros, Queridísimos, que castigando Dios los pecados de los pueblos,
reprimáis Vuestra voz dejando que los fieles encomendados a Vuestros cuidados no conozcan
que Ias voces de júbilo y de salvación son oidas únicamente en las moradas de los justos;
que entonces ellos vivirán en la opulenta tranquilidad y en la duIzura de la paz mientras se
conserven en los caminos de los preceptos del Señor...
Dado en Roma junto a San Pedro bajo el Anillo del Pescador el dia 24 de Septiembre de
1824. En el Primer Año de Nuestro Pontificado,
J. Card. Albanus.»
La postura de la Silla Apostólica era desde todos los ángulos obcecada. Y lo que es más grave
aun, se motivaba por compromisos políticos y de carácter personal, que los papas mantuvieron
por tantos siglos con la monarquía española.
Pero dejemos la palabra al erudito fraile Servando:
276
Historia de México I
«Desde tal época a un pedazo de papel bulado que se disparaba de Roma, todas las naciones
cristianas se conmovian en masa, los reyes erizados de acero marchaban unos contra de
otros, tal vez hijos contra padres, y los emperadores descalzos y temblando venian a postrarse
a los pies del sucesor de un pobre pescador de Galilea para conservar su trono. Otros
monarcas lo perdían entre arroyos de sangre, y por sólo la querella miserable de las
investiduras se dieron entre cristianos 80 batallas campales...
¿Hay verdad alguna en estas preces? exclamarán irritados mis lectores. ¿No es el tal
Fernando un monstruo tanto en lo político como en la moral? ¿La conducta relajada de este
sátiro no ha sido un escándalo continuado asi en Valencia como en Madrid? ¿Su despotismo
tiene límites? ¿Su crueldad no es la de un Nerón? ¿Su alma no es más fea que su cara y es
mucho decir? !Tirano ingratísimo! los héroes que lo redimieron del cautiverio y le conservaron
el trono a costa de sacrificios inmensos, o han subido a los patibuIos o yacen en las
mazmorras, o mendigan en paises extranjeros...
Por todo lo dicho, se me replicará, debiera el Papa ser más cauto y no dejarse engañar
hasta prodigar elogios desde tan alto a un pícaro notorio. Pero el Papa no había de ponerse
a desmentir al Ministro Plenipotenciario de España apoyado en su exposición de los papeles
públicos, aunque asalariados, de España y Francia... No es este el giro diplomático. En tal
lenguaje al Papa se le nombra siempre santísimo aunque sea un Alejandro VI, a quien el
cardenal Baronio llama el hijo de perdición... y a cada paso nosotros mismos tratamos de
excelentísimo a cualquier indignísimo, pero que tiene aquel tratamiento por su rango...
Tiene razón monseñor: así es todo como lo dice, y nosotros seríamos unos bestias, si
sabiendo con evidencia que no hay una palabra de verdad en todas las preces de Fernando,
y que ha callado la situación verdadera. . . con su enciclica, se nos diese un pito de ella. Lo
dicho, dicho, es una gatada italiana para salir del compromiso...
Leed la historia eclesiástica, y hallaréis que no los ha servido sino demásiado y demásiadas
veces, para obtener un pasaporte a sus pretensiones exorbitantes. Es justo obedecer al
jefe de la iglesia; pero sólo en el espiritual límite de su esfera, y aun sobre esto mismo
vuestra obediencia debe ser razonable, como el apostol nos enseña: rationabile obsequium
vestrum. Alerta pues, mexicanos, alerta! no olvidéis jamás, que a título de una bula se
ahogó en sangre toda la América. Perecieron al filo de la espada, entre llamas y todo género
de tormentos atroces millones y millones de inocentes americanos, y el resto ha sido esclavo
300 años."54
Y no nada más por cuestiones de impopularidad el clero mexicano consideró apócrifa la pastoral;
otros motivos, más importantes para él, lo condujeron a unirse con el gobierno en contra del
documento, si bien, por razones de peso, sus protestas eran tibias. Este desplante insólito en la
iglesia mexicana no obedecía a su patriotismo; fue dictado en virtud de que, a causa de la
independencia, el papa eludía el reconocimiento del derecho de Patronato. Por otra parte, esa
misma situación desligaba en cierta forma a nuestro clero de la autoridad romana. A este respecto,
don Alfonso Toro dice: «y así, como moros sin señor, ni reconocían las disposiciones del gobierno
de la República, ni acataban las órdenes del papa».
El gesto intransigente de los prelados derivaba de una serie de condiciones favorables a sus
designios. Sus enormes riquezas y el fanatismo popular acumulados a lo largo de tres siglos,
eran fuerzas atávicas difíciles de contrarrestar:
54 Mier, Fr. Servando Teresa de. Archivo Hist. Dip. No. 9. Sec. de Relaciones Exteriores. México, 1924. pp. 74 a 92.
277
Guía de lecturas
«La riqueza del clero mexicano, como todos los ramos eclesiásticos del país, es todavía un
arcano para el público; cuantas apreciaciones se han hecho de ella han sido y son
necesariamente incompletas. . . Más de ciento setenta y nueve millones de pesos de capitales
y siete y medio millones de renta para un clero que no llega a tres mil personas, y del cual
los nueve décimos no perciben sino de ciento cincuenta a trescientos pesos anuales, suponen
en una parte del clero el imperio y el dominio, y en la otra la obediencia y sumisión...
En efecto, aquel poder puede tener la República contra un cuerpo más antiguo que ella en
el país, mandado por los obispos, sus jefes perpetuos absolutos e irresponsables... ? ¿Una
república que nació ayer, en la que todos los ramos de la administración pública se hallan
fuera de sus quicios y los hábitos de subordinación enteramente perdidos; una república
cuyos fondos públicos no rinden sino el doble de los del clero, y no alcanzan ni con mucho
a cubrir sus presupuestos; una república, en fin, en la que todo es debilidad, desorden y
desconcierto, podría sostenerse contra un cuerpo que tiene la voluntad y el poder de destruir
su Constitución, de enervar sus leyes y de rebelar contra ella las masas?»55
Y así fue. El golpe maquinado por el clero en el Plan de Cuernavaca, pondría fin a la administración
de Gómez Farías y lanzó al destierro voluntario a su principal consejero, el Dr. Mora. En cuanto a
la educación, el sacerdote D. Agustin Rivera decia que «los frailes hicieron a los mexicanos
ignorantes como ellos, sucios como ellos, inmorales como ellos y holgazanes como ellos.» Pero,
¿qué persona consciente no habló de este pavoroso problema nacional?
La señora de Calderón de la Barca, que visitó al país acompañando a su esposo, primer embajador
que España enviara al México independiente en los años ’40 y ’41, contraponiéndose a su «fría y
flemática sangre escocesa» con perspicaz mirada, narró sus impresiones sobre la conducta del
clero y el fanatismo del pueblo, mismas que podrían ocasionar al país graves males dada la
ambición de nuestros vecinos norteños.
«No obstante, si yo me viese precisada a escoger un destino aqui, sería sin duda alguna el
del Arzobispo de México, el más envidiable del mundo para los que desean gozar de una
vida plácida, cómoda y de una universal adoración. Es un Papa sin los problemas inherentes
y con la décima parte menos de responsabilidad. Es más venerado que en Roma el Santo
Padre y, al igual de los reyes de los buenos tiempos antiguos, infalible. Sus rentas ascienden
a unos cien mil pesos, y si quisiera podría obtener un beneficio nada más con los dulces que
le mandan las monjas de toda la República. Su palacio en la ciudad, su carruaje de mullidos
cojines, sus buenos caballos y sus mulas de suave andar, parecen la verdadera
representación de la comodidad. De hecho, la comodidad que generalmente es desconocida
en México, se ha refugiado en el Arzobispado... Gusta de una buena mesa, de los buenos
vinos y de la sociedad de las damas; pero sólo lo suficiente para que se deslicen con agrado
sus horas muertas, sin que lo primero le cause indigestión ni lo segundo le dé jaqueca, ni
inquietudes lo tercero...
En estos días todos los mexicanos, hombres y mujeres, se entregan a lo que llaman los
desagravios...
Más la otra noche presencié una escena mucho más extraña: la penitencia de los hombres.
Pudimos presenciarla gracias a ciertas influencias, ‘privadas pero poderosas’. En
consecuencia, a las primeras sombras, envueltas en grandes capas y sin la menor idea de
lo que iba a suceder, nos fuimos a pie por las calles que conducen a la iglesia de San
55 Mora, José Maria Luis. EI Clero, la Educacidn y Ia Libertad. Empresas Editoriales, S. A. México, 1949. pp. 60 y 61.
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Historia de México I
Agustín. Cuando llegamos, una pequeña puerta falsa se abrió como por encanto, y una vez
adentro pasamos por largos y abovedados corredores hasta encontrar una escalera de
caracol. Subimos, y nos hallamos en un estrecha galeria cubierta con celosias, y que daba
directamente al interior del templo. La escena era curiosa. Cerca de ciento cincuenta hombres,
envueltos en sus capas y sarapes, embozados los rostros, se habían congregado en medio
de la nave. Un fraile acababa de subir al púlpito. La iglesia permanecia casi a obscuras,
salvo el sitio ocupado por el fraile, cuya figura surgía en atrevido relieve, con su hábito gris,
echada a sus espaldas la capucha, descubriendo una frente amplia y calva y una expresiva
fisonomía.
Su prédica es una descripción cruda, pero ardorosa y elocuente, de los tormentos que les
aguardaban en el infierno a los pecadores contumaces. La escena empezaba a revestirse
de una gran solemnidad; como si dispusieran a bien morir a una caterva de criminales
condenados a la última pena. Terminó la prédica y se arrodillaron todos, y unidos en fervorosa
oración, dábanse golpes de pecho y tocaban con la frente el suelo. Otra vez se levantó el
fraile, y con voz muy clara leyó algunos pasajes de la Escritura que relatan los sufrimientos
de Cristo. Irrumpió el órgano con el Miserere, y de súbito se hundió el templo en las tinieblas
profundas, menos un monumento del Calvario que, como suspendido en el aire, quedóse
iluminado. Empecé a sentir cierto temor, y de buena gana habría salido de la iglesia si la
obscuridad me lo hubiera permitido. De pronto se dejó oir una terrible voz en las tinieblas:
¡Hermanos míos! Cuando a Cristo le ataron a la columna, los judios le azotaron!’ Dichas
que fueron estas palabras, desapareció el monumento que habia permanecido encendido y
se hizo noche cerrada. Oimos al instante los golpes de centenares de disciplinas azotar las
carnes desnudas. Me es imposible imaginar nada más horrendo. No habrían pasado diez
minutos cuando a los golpes secos sucedieron otros más blandos; eran los que batían la
sangre que ya brotaba...
No podíamos salir de la iglesia, pero aquello era sencillamente nauseabundo, y sólo cuando
estrechó entre mis manos las de la Señora... y sentí la compañía de un ser humano, se
desvaneció la impresión que yo tenía de haber sido transportada a un aquelarre de espíritus
diabólicos. Se escuchaba de cuando en cuando, aunque bien pocas veces, algún lastimero
i ay! y también la voz del fraile que les daba ánimo con sus jaculatorias o con cortos pasajes
de la Escritura. Dejaba oir sus notas el órgano y aquellos pobres infelices trataban con voz
desfallecida de seguir el canto del Miserere. Oir los golpes de las disciplinas es algo
indescriptible. AI cabo de media hora sonó una campanilla, y se oyó la voz del fraile
exhortándoles a que templaran su rigor; pero era tal su frenesí, que los horribles azotes
continuaron más fuertes y más despiadados que nunca...
Todo aquí nos recuerda el pasado: el de los conquistadores españoles, que parecían construir
para la eternidad, dejando en sus obras la huella de su caracter duro, grave y religioso; de
los triunfos del Catolicismo; y el pasado de los indios, cuando Cortés, el primero, llegó para
arrancarlos de su estado, enfrentándoseles como la encarnación de una profecía casi borrada
en el recuerdo. Es el presente el que parece un sueño y un desvanecido reflejo del pasado.
Todo está en decadencia y todo se va esfumando, y tal parece que los hombres confían en
un futuro ignoto que quizás nunca verán. Se abandonó un sistema de gobiemo y no existe
ninguno en su lugar. Que estén alertas, no sea que al cabo de medio siglo despierten del
error y se encuentren que la Catedral se ha transformado en sala de juntas, toda pintada de
blanco; que las rejas han sido fundidas; que la plata se ha convertido en mares; que las
joyas de la Virgen se vendieron al mejor postor; que el piso ha sido lavado (lo cual no haría
daño a nadie), y que todo está rodeado por una nueva y preciosa cerca, recién pintada de
279
Guía de lecturas
verde, y todo ello realizado por algunos de los artistas de la ‘despierta’ y lejana República
del Norte.»56 (La última cita es de fecha 30 de marzo de 1841).
De todos los levantamientos en que intervino el clero en esta era manchada de ignominia sin par,
es el postrero de Paredes Arriaga el que nos causa suma indignación. Que la jerarquía eclesiástica
azuzara al pueblo para terminar con la gestión de Gómez Farías; que pusiera toda su influencia
para borrar una constitución que establecia la católica como la única que podían profesar los
mexicanos; que en fin, excomulgara a Hidalgo y a Morelos, podemos explicarnoslo, aunque desde
luego no lo justifiquemos. Pero lo que resulta intolerable, a lo que debe resignarse ni el más
recalcitrante católico mexicano, es a la conducta clerical durante la guerra con los Estados Unidos.
No importaba que la sangre hermana corriera al grito de ¡Religión y Fueros! No importa la vida de
los pobres mexicanos si se trata de salvar la mundana opulencia. Más negar un préstamo para
levantar un ejército que combatiera al invasor, aprovecharse de Paredes quien tenía tropas a su
cargo y en vez de contener con ellas al yanqui, emplearlas; en tan críticas circunstancias para
asestar un golpe de estado, esto resulta, ¡por Cristo!, incalificable.
El 14 de diciembre de 1845, Paredes Arriaga al mando del ejército en San Luis Potosí, se subleva
contra el gobierno merced al plan conocido con el nombre de esa ciudad. «Ella, Exmo. Sr., son
los votos del ejército y de la guarnicion de este Departamento, que no dudo apoyará V. E. con el
influjo respetable de su bien merecida reputacion y ACENDRADO PATRIOTISMO’.
Y para quien dude de la ingerencia del clero en esta bochornosa subversion, existe el Acta de la
Junta de representantes de los Departamentos del día 3 y 4 de enero de 1846. «En la ciudad de
México... reunidos en el salon principal del Palacio nacional. . . se procedió al nombramiento de
un presidente provisional de la junta. PARA QUE DIRIGIESE los primeros actos de ella, y resultó
electo POR RECLAMACION el mismo. Sr. D. Manuel Posada, ARZOBISPO DE MEXICO. ..» Y
no estaba solo. Citaremos algunos de nuestros ya conocidos malos mexicanos que figuraron
como, representantes de los distintos departamentos: por Guanajuato, Lucas Alamán; por México,
Nicolás Bravo, y Manuel Posada; por Michoacán, Juan Nepomuceno Almonte; y por Yucatán, el
obispo Manuel Pardío.57
En 1847 Gómez Farías ocupa por segunda vez la vicepresidencia y, en su calidad de encargado
del poder ejecutivo, dicta el 11 de enero el decreto de ocupación de bienes de manos muertas,
con el propósito de arbitrarse quince millones de pesos mediante hipoteca o venta de dichas
propiedades. Esta suma se destinaría contra el extranjero invasor.
No obstante que la determinación era indispensable y patriótica, pues el gobierno sólo podía
obtener recursos de la iglesia, el clero puso el grito en el cielo a causa de tan justa medida, y el
cabildo metropolitano, ni tardo ni perezoso: «. . . debe levantar su voz y declarar que por la
convicción de la justicia, (i !) por la conservación de la iglesia... ni incita ni exprésamente consiente
en la ocupación, gravamen o enajenación de los bienes eclesiásticos; que ésta no puede hacerse
sino incurriendo en la excomunión mayor reservada al Sumo Pontifice, y que comprende a todo el
que lo haga, coopere o consienta, y que permanecerán excomulgados hasta que no se restituyan
a la Iglesia sus bienes y todos sus frutos. Ya nada puede hacer este cabildo para impedir la
sanción de la ley; pero si debe procurar que no se consume. . .»
56 Erskine Inglis, Francisca de Calderón de la Barca. La Vida en México. Editorial Porrúa. México, 1959. pp. 234,
235, 282, 283, 284, 382 y 383.
57 Ver Dublán y Lozano, tomo V, de la página 97 a la 118.
280
Historia de México I
Con el fin de hacer presión sobre el gobierno, el clero cerró la catedral de la capital de la república,
con la esperanza de sublevar a los creyentes ciudadanos. Cosa que no ocurrió.,
El secretario de Justicia y Negocios Eclesiásticos, no hizo esperar su respuesta: «. ..No concibe
S.E. (el presidente interino Gómez Farias) cómo el venerable cabildo haya llegado a tal ceguera
que se prometa ilusionar por medios reprobados, una Iey que ha venido a dictarse nada menos
que por la crisis preparada a la República por la denegación de recursos de parte del clero, que
no ha recordado lo que en todos tiempos ha hecho la Iglesia, sacrificando lo más santo y más
precioso, y en menos aflictivas circunstancias que en las que nos hallamos. La historia calificará
esta resistencia, que ni aun en la Edad Media se habría creado prosélitos y juzgará también al
Gobierno de una República que no puede vivir si no tiene con qué satisfacer las urgentísimas
necesidades de su ejército, y esto cuando más lo necesita, por ver ya nuestro suelo, hollado con
la inmunda planta del fiero anglo-sajón, que amenaza destruir nuestros altares ..."58 (El secretario
de justicia Dr. López de Nava, era eclesiástico).
Cuando Napoleón invadió la Península, el clero mexicano no puso ningún reparo en acorrer con
acendrado celo, digno de mejor causa, a España. Pero en ’47 su ayuda fue nula y, además,
debido a la ley comentada, influyó en Santa Anna para que dejase sin efecto ese acuerdo y
suprimiera la vicepresidencia de la que era titular Gómez Farías.
58 Ver La Iglesia y el Estado en México de Alfonso Toro. op. cit. pp. 164 a 166.
281
Guía de lecturas
CAPITULOVI
EL MOVIMIENTO LIBERAL
,..se quiere que la Constitución se declare
protectora del clero, ¿qué se quiere que le demos? ¿dinero?
El clero tiene dinero suficiente para comprar
a la República...frailes? Los hay de sobra,
y los más de nada sirven... La protección
que debemos dispensar al clero es la de arreglarlo
conforme a los principios de la religión y de la moral.
Retárdense estas cuestiones, pueda más
la timidez que el deber, y día vendrá que el pueblo
resuelva todo, a puñaladas.
CASTELLANOS, constituyente del ’57
LA ESTRUCTURA
1. EL ASPECTO AGRÍCOLA. Hemos visto que la Independencia no modificó la forma de propiedad
de la Colonia, y que la agricultura seguía con su activa y rutinaria vida feudal, alterada sólo por los
constantes movimientos anárquicos de los golpes de estado, que forzosamente repercutían en el
campo:
«Las haciendas perennemente saqueadas al principio por las tropas en marcha que vivian
sobre el país para no morirse disueltas por el hambre, lo fueron luego por las guerrillas y las
gavillas de bandoleros, que sabían confundirse con las primeras y con quienes había que
hacer pactos y a quienes precisaba servir igualas de ganados, maíz y otras por el estilo, sin
contar los tributos, de dinero. Algunos hacendados trataban de defenderse; no faltaron
heroismos obscuros en estas defensas contra los ladrones, pero sucumbian siempre; era
mejor transigir. Eso si, ¿se trataba de un reaccionario? La mayor parte de los propietarios lo
eran; pues, ¡sus, a ellos! decían los chinacos, y la hacienda expoliada, saqueada, inutilizada,
quedaba improductiva para todos, cuando el incendio no la destruía para siempre. El dueño
era un liberal? Pues a perseguirlo de muerte, decian los Márquez...»1
La cuestión agraria tendría que ponerse de manifiesto en el congreso constituyente del ’57, pero
nada o muy poco quedó plasmado en aquella Carta con relación al campo. Es que el liberalismo
vela en el rico, corrupto y sedicioso clero mexicano, el fundamental y prepotente enemigo contra
el que habría de librar su más definitiva batalla.
Sólo tomando en consideración el grado a que había llegado el problema clerical de entonces, se
puede entender el movimiento liberal, sus causas y sus consecuencias. A pesar de que los
constituyentes conocían la situación del agro, muy pocos aceptaban la necesidad de dotar de
tierras a los campesinos, menos aun la urgencia de erigir una verdadera modificación de la
estructura a la categoría de precepto constitucional. Muchos liberales consideraron que la Iey de
desamortización constituía la clave para resolver el problema; pero en verdad, esta medida se
dictó para destruir el poder económico de la iglesia mexicana que, como buena matrona feudal,
instaló en los bienes raíces sus más cuantiosos fondos. La lucha liberal se enceauzaba
particularmente contra la hegemonía consumada.
Si las grandes cuestiones nacionales se resolvieran a merced de planteamientos sanos y objetivos,
el liberalismo hubiera llevado al país, un sistema capitalista de producción; sin embargo, las
1 Sierra, Justo. Juárez, su Obra y su Tiempo. Obras Cornpletis. T. XI11. UNAM. México, 1948. p. 152.
282
Historia de México I
brillantes exposiciones que sobre la situación agraria escucharon los constituyentes quedaron en
eso, en palabras.
¿Quién que no está consciente de la terrible miseria de nuestros campesinos permanecerá
impasible ante lo dicho por Ramírez, por Castillo Velasco o por Arriaga? Toda su exaltación y su
más puro radicalismo tendían a mitigar la angustia de nuestro pueblo y, ciertamente, no eran las
ideas marxistas las que sustentaban sus candentes desfogues. EI Nigromante, el más extremista
de todos, cuyo «Dios no existe» haríalo, céIebre, prorrumpía: «...tengo aversión a los sistemás
comunistas que degradan la dignidad humana». Para este ilustre sabio, no puede pasar inadvertida
la atroz situación del jornalero. Ante el Constituyente, con toda claridad cual era su costumbre,
señaló:
«EI más grave de los cargos que hago a la comisión es de haber conservado la servidumbre
de los jornaleros. El jornalero es u hombre que a fuerza de penosos y contínuos trabajos
arranca de la tierra, ya la espiga que alimenta, ya la seda y el oro que engalan a los pueblos.
En su mano creadora el rudo instrumento se convierte en mezquina y la informe piedra en
magníficos palacios. Las invenciones, prodigiosas de la industria se deben a un reducido,
número de sabios y a millones de jornaleros: donde quiera que exista un valor, alli se
encuentra la efigie soberana del trabajo...
«Antes el siervo era el árbol que se cultivaba para que produjera abundantes frutos, hoy el
trabajador es la caña que se exprime y se abandona...
Sabios economistas de la comisión, en vano proclamareis la soberanía del pueblo mientras
privéis a cada jornalero de todo el fruto de su trabajo y lo obliguéis a comerse su capital y le
pongáis en cambio una ridícula corona sobre la frente. Mientras el trabajador consuma sus
fondos bajo la forma de salario y ceda sus rentas con todas las utilidades de la empresa al
socio capitalista, la caja de ahorros es una ilusión, el banco del pueblo es una metáfora, el
inmediato producto de todas las riquezas no disfrutará de ningún crédito mercantil en el
mercado, no podrá ejercer los derechos de ciudadano, no podría instruirse, no podría educar
a su familia, perecería de miseria en su vejez y en sus enfermedades. En esta falta de
elementos sociales encontrará el verdadero secreto de por qué vuestro sistema municipal
es una ruimera.
He desvanecido las ilusiones a que la comisión se ha entregado; ningún escrúpulo me
atormenta. Yo sé bien que, a pesar del engaño y de la opresión, muchas naciones han
levantado su fama hasta una esfera deslumbradora; PERO HOY LOS PUEBLOS NO
DESEAN NI EL TRONO DIAMANTINO DE NAPOLEON, NADANDO EN SANGRF, NI EL
RICO BOTIN QUE CADA AÑO SE DIVIDEN LOS ESTADOS UNIDOS CONQUISTADO
POR PIRATAS Y CONSERVADO POR ESCLAVOS. No quieren, no, El esplendor de sus
seÑores, sino un modesto bienestar derramado entre todos los individuos. . .»2
Grandilocuencia que, hogaño, adquiere tremenda actualidad. A ninguna potencia extranjera
debemos imitar servilmente. Vaciarnos en moldes propios, sin que nos deslumbre ni el poderío de
los Estados Unidos ni la fuerza del coloso euroasiático, ser nosotros mismos, de conformidad con
nuestras particulares ansias de superación. México anhela, el pueblo exige, merece y logrará, el
efectivo bienestar de todos sus habitantes: la auténtica independencia económica, libre de
compromisos internacionales de bloque, que permita aprovechar al máximo las ventajas del mundo
2 Ramirez, Ignacio. Historia del Congreso Constituyente, por Francisco Zarco. El Colegio de México. Fondo de
Cultura Económica. Mexico, 1956. pp. 467 a 471.
283
Guía de lecturas
moderno y del comercio internacional. Acabar en fin con la explotación del hombre, es su meta
suprema.
Hermanamos a la elocuencia de Ramirez la de Castillo Velasco:
«Pero de nada serviria reconocer esta libertad en la administración, y más bien sería una
burla para muchos pueblos, si han de continuar como hasta ahora, sin terrenos para el uso
común, si han de continuar agobiados por la miseria, si sus desgraciados habitantes no han
de tener un palmo de tierra en que ejecutar las obras que pudieran convenirles.
¿Quién de vosotros, señores diputados no ha visto establecido a la falda de un monte rico
en maderas y aguas a un puñado de habitantes reducidos a la indigencia por usurpadores
propietarios que los obligan a conquistar por la fuerza o a adquirir, humillándose con las
precauciones que toma un ladrón, algunos haces de leña con que preparar los alimentos,
necesarios a la vida, o encender el fuego que reanime los entumecidos miembros de sus
pequeños hijos? ¿No es hasta vergonzoso para nuestro país que haya en él pueblos cuyos
habitantes no tengan un espacio de terreno en que establecer un edificio público o una
sementera, cuando el territorio nacional puede mantener muchos millones de habitantes
más que los que ahora cuenta? ¿No es vergonzo para nosotros, liberales, que dejemos
subsistir ese estado de cosas, cuando por leyes dictadas por monarcas absolutos se
concedían esos terrenos a los pueblos, y se proveía así a sus necesidades? ¿Cuál es el
origen de la guerra de castas que incesantemente nos amenaza y que sería el oprobio y la
ruina del país, si no es ese estado de mendicidad a que han llegado los pueblos de
indigenas?...
La constitución que remedie estos males, el código fundamental que haga sentir sus benéficos
efectos alli, en esas poblaciones desgraciadas en que el hombre no es dueño ni de su
propio hogar en que, para usar del camino que conduce de un punto a otro, necesita obtener
el permiso de un señor dueño del suelo, esa constitución vivirá, señores diputados, no lo
dudéis. . .
Y esta raza, a pesar de tanta infelicidad y de tanta miseria, es la que cultiva los campos y
provee de soldados al ejército. Por gratitud, pues, por respeto a la justicia, por conveniencia
pública, saquemos a estos hombres del estado en que se encuentran y proporcionémosIes
medios de subsistencia y de ilustración...
Pero no sólo para los indios sería provechoso este repartimiento de la propiedad, sino para
nuestra llamada clase media, porque es notable que el pauperismo entre nosotros corroe y
aniquila a los indigenas y a esa clase."3
Otro discurso pronunciado en aquel recinto es el extraordinario voto particular sobre el derecho
de propiedad emitido por Arriaga:
«A juicio de los hombres más eminentes, que han observado y comparado con meditación
y prolifidad, las condiciones políticas y económicas de nuestra existencia social; y a juicio
del pueblo, que unas veces por entre el seno mismo de las tinieblas, se encamina a Ia luz de
las reformás, y otras, ya ilustrado, acepta y. consagra las doctrinas más saludables; UNO
DE LOS VICIOS MÁS ARRAIGADOS Y PROFUNDOS DE QUE ADOLECE NUESTRO
PAÍS, Y QUE DEBIERA MERECER UNA ATENCION EXCLUSIVA DE SUS LEGISLADORES
3 Castillo Velasco, José. María. Historia del... pp. 362 a 365.
284
Historia de México I
CUANDO SE TRATA DE UN CODIGO FUNDAMENTAL, CONSISTE EN LA MONSTRUOSA
DIVISION DE LA PROPIEDAD.
Mientras que pocos individuos están en posesión de inmensos e incultos terrenos, que
podrían dar subsistencia para muchos millones de hombres, un pueblo numeroso, crecida
mayoria de ciudadanos, gime en la más horrenda pobreza: sin propiedad, sin hogar, sin
industria, ni trabajo.
Ese pueblo no puede ser libre, ni republicano, y mucho menos venturoso, por más que cien
constituciones y millares de Ieyes proclamen derechos abstractos teorías bellísimás, pero
impracticables, en consecuencia del absurdo sistema económico de la sociedad. Poseedores
de tierras hay en la República mexicana, que en fincas de campo o haciendas rústicas
ocupan (si se puede llamar ocupación lo que es inmaterial y puramente imaginario) una
superficie de tierra mayor que la que tienen nuestros Estados Soberanos, y aun más dilatada
que la que alcanzan algunas naciones de Europa...
Se procIaman ideas y se olvidan las cosas... nos divagamos en la discusión de derechos, y
ponemos aparte los hechos positivos. LA CONSTITUCION DEBIERA SER LA LEY DE LA
TIERRA; PERO NO SE CONSTITUYE NI SE EXAMINA EL ESTADO DE LA TIERRA...
Y es precisamente lo que se ha verificado al pie de la letra con nosotros los mexicanos,
después que salimos de la servidumbre española... Llegó la época nueva, invocando otras
teorlas, sembrando otras doctrinas; pero no hallaron preparada la tierra, EL ESTADO SOCIAL ERA EL MISMO QUE ANTES...
Muchas veces, cuando oigo hablar de la colonización extranjera, y sin que yo me oponga ni
la repugne, y con todo mi vivo deseo de favorecerla, me pregunto si seria posible la
colonización mexicana; si sería difícil que distribuyendo nuestras tierras feraces y hoy incuItas
entre los hombres laboriosos de nuestro país, y dándoles semillas y herramientas, y
declarándolos exentos de toda contribución por cierto número de años, y dejándolos trabajar
la tierra y vivir libres, sin policia, ni esbirros, ni cofradías, ni obvenciones parroquiales, ni el
derecho de alcabala, y el derecho de estola, y el derecho del juez, y el derecho del escribano,
y el derecho del papel sellado, y el derecho de capitación, y el derecho de carcelaje, y el
derecho de peaje, y otros muchos derechos más que no recuerdo; si sería difícil, me pregunto,
que viéramos dentro de poco tiempo brotar de esos desiertos inmensos, de esos montes
oscuros, poblaciones nuevas, ricas y felices...
El principio, pues, del despotismo ha sido el de la explotación absoluta, teniendo su
fundamento lógico en la ignorancia de las másas, y su base material en la apropiación del
suelo. . .»
¿No son estas impugnaciones «clásicas» que se le hacen a la vida rural del porfirismo? El régimen
de Díaz fue tan execrable, que no es necesario imputarle males que el país venía padeciendo
desde la Colonia. El dictador heredó y evidentemente fomentó el latifundismo; pero nunca, como
puede desprenderse de consideraciones ligeras, fue la simiente del malestar campesino. Fue sin
discusión su mejor y más efectivo abono.
Pero el sacrosanto derecho de propiedad tiene hasta en un país como el México del XIX, sus
limitaciones. Unas, indiscutibles, otras aun sin ser tan evidentes, deben igualmente tomarse en
consideración:
285
Guía de lecturas
«Llevados los de un propietario hasta el extremo de ilimitados y absolutos, podría vender
sus territorios a naciones o gobiernos extranjeros, permitir que dentro de sus posesiones se
acantonasen tropas o se fundasen castillos y fortalezas de potencia extraña, establecer
colonias y pobladores con las reglas que le dicte su voluntad; y por este u otros usos de su
incontestable derecho, comprometer los intereses más sagrados de la nación... nada más
conveniente, tratándose del Código Fundamental, que esclarecer las dudas, poniendo lo
verdadero y lo justo en sus quicios naturales. . ."4
No obstante los enjundiosos conceptos vertidos por Vallarta, Ramírez.. Castillo Velasco y Arriaga,
y a pesar del apoyo que tenían de algunos otros liberales como Ocampo, la constitución del ’57 se
mostró mezquina en esta materia. Las únicas referencias y por añadidura indirectas al problerna
el campo, Ias encontramos en el Art. 72 (facultades del Congreso) Frac. XXI: Para dictar leyes
sobre naturalizacion, colonizacion y ciudadania», y Frac. XXIV: Para fijar las reglas a que debe
sujetarse la ocupacion y enagenacion de terrenos baldíos y el precio de estos»:
a). Colonización. Dado el enorme desarrollo que los Estados Unidos alcanzaron en el siglo pasado,
casi todos los gobiernos mexicanos atribuyeron a la colonización, la causa de dicho progreso; por
ello se adoptaron resoluciones tendientes a fomentar la agricultura mediante esta vía.
A principos de 1852 se aprueba el reglamento para el traslado a la república de familias belgas.
Por decreto de 31 de julio de 1856, se establece una colonia modelo, en el estado de Veracruz.
En circular del ministerio de Fomento de fecha 25 de septiembre de 1867, se permite el
establecimiento de colonias en los litorales de los rios Yaqui y Mayo del estado de Sonora.
Una de las medidas de carácter legal más importantes que al respecto se tomaron, fue el decreto
del gobierno del presidente interino constitucional don Benito Juárez, de fecha 13 de marzo de
1861, relativo a las franquicias otorgadas a extranjeros y compañías que éstos formaran para la
compra de terrenos destinados a trabajos agrícolas o establecimiento de colonias. El artículo
primero del decreto arriba citado, estipulaba que todo extranjero o sociedad de extranjeros
adquirentes de terrenos para trabajos agrícolas o para establecer fincas rústicas, quedaban
exceptuados por cinco años de toda elase de contribuciones. En el artículo segundo, se les
concedía también la exención de impuestos por diez años si compraban terrenos agrícolas para
formar colonias. El artículo tercero prorrogaba por cinco años la facultad anterior a los extranjeros
que demostraran tener, en los establecimientos de referencia, por lo menos la tercera parte de
empleados mexicanos. El artículo cuarto eximía por dos años de derechos de importación a los
efectos que se utilizaran en las colonias.5
Con el fin de colonizar las peninsulas de Yucatán y Baja California, el gobierno de Juárez decretó
el 25 de agosto de 1862 que los reos de sexo másculino que purgaran penas de reelusión,
presidio, obras públicas o trabajos forzados por más de un año, se trasladarán en compañía de su
familia, a elección de los gobernadores respectivos, y por cuenta de los estados, a las peninsulas
de referencia. Debía pagarse además, a cada reo, dos reales diarios por seis meses, contados a
partir de su arribo al lugar de destino. Vivirían los delincuentes en absoluta libertad, con la obligación
de permanecer el tiempo de su sentencia en el lugar designado, pero no recibirían ninguna,
cantidad para su regreso.ó
4 Arriaga, Ponciano. Discurso. Problemas Agrícolas e Industriales de México. No. 2. Vol. IV. México, 1952. pp. 173 a
182.
5 Ver Dublán y Lozano. Tomo IX. pp. 113 y 114.
6 Ver Dublán y Lozano. Torno IX. pp. 516 y 517.
286
Historia de México I
Muy escasos, por no decir nulos, fueron los resultados obtenidos de este tipo de colonias. En
ocasiones los contratos firmados por el gobierno de la república con las compañías colonizadoras,
repercutían desfavorablemente en los intereses del país; por fortuna buen número de estos
contratos, dadas las condiciones políticas del país, llegaron a caducar por no haberse cumplido
las estipulaciones requeridas.
En tiempo de Lerdo de Tejada, el 31 de mayo de 1875, el Congreso concede facultades al Ejecutivo,
para tratar los asuntos relativos a la colonización mediante determinadas prestaciones, tales
como: subvencionar a las empresas colonizadoras en relación con el número de familias
transportadas; vender "a largo plazo y módico precio" terrenos colonizables; eximir de derechos
de puerto; otorgar la naturalización mexicana a los colonos, y relevarlos del servicio militar y de
toda elase de contribuciones excepto las municipales. Esta misma disposición, autorizaba al
Ejecutivo en el cumplimiento de esta Iey a erogar doscientos cincuenta mil pesos en el año fiscal
1875-76.7
b). Baldíos. Dada la importancia que los baldíos adquirieron durante la dictadurs porfirista, conviene
presentar algunos antecedentes. El 25 de noviembre de 1853, se declaran nulas las enajenaciones
de baldíos acordadas por los estados, y el 7 de julio, de 1854, se sujetan a revisión todas las
concesiones y enajenaciones hechas por las entidades (departamentos o estados), desde
septiembre de 1821.
Juan Alvarez, en su carácter de presidente interino, el 3 de diciembre de 1855 dispuso que las
concesiones y enajenaciones otorgadas por las entidades de la república, sólo serían divididas
las sujetas a la "expresa autorizacion o consentimiento del supremo gobierno"; las que no estuvieren
en estas condiciones «son nulas y de ningún valor». En el mismo caso se encontraban las
concesiones sobre coIonización: transcurrido el plazo para trasladar al país a los emigrantes y no
cumplidos los términos contractuales, las tierras entregadas volverían a ser propiedad nacional.
El artículo sexto y último de este decreto previene: ‘Se deelaran vigentes las disposiciones que
prohiben a los extranjeros no naturalizados en la República el adquirir bienes raíces en las
FRONTERAS Y LITORAL sin permiso expreso, del supremo gobiemo.»8
El 13 de marzo de 1857, la secretaría de justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública,
con el fin de dar cumplimiento a lo dispuesto por la de Fomento en el sentido de llevar adelante el
deslinde de baldíos, concretamente en los estados fronterizos amagados por los bárbaros, y ante
la necesidad de que los jueces de distrito respectivos no abandonaran los asuntos de sus juzgados
debido a Ias grandes extensiones de aquellas entidades federativas, dispuso el nombramiento de
jueces especiales que autorizarían los deslindes. Sus honorarios se fijaban a razón de $ 1.00 por
legua recorrida desde el lugar de residencia hasta la ubicación del terreno por medir.9
El 20 de julio de 1863 Juárez, como presidente constitucional, dictó la Iey sobre ocupación y
enajenación de terrenos baldíos. El artículo primero define la calidad de los baldíos: «.’. . todos los
terrenos de la República que no hayan sido destinados a un uso público por la autoridad facultada
para ello por la Iey, ni cedidos por la misma, a titulo oneroso o lucrativo, a individuos o corporación
autorizada para adquirirlos’.
Los puntos principales de esta disposición los tenemos en:
7 Ver Dublán y Lozano. Tomo XII. pp. 742 y 743.
8 Ver Dublán y Lozano. T. VII. pp. 627 y 628.
9 Ver Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 423 y 424.
287
Guía de lecturas
«Art. 2. Todo, habitante de la República tiene derecho de denunciar hasta DOS MIL
QUINIENTAS HECTÁREAS Y NO MÁS de terreno baldío, con excepción de los naturales
de las naciones limítrofes de la República y de los naturalizados en ellas, quienes por ningun
título pueden adquirir baldíos en los Estados que con ellos linden.
4. Del precio, de los baldios se exhibirán dos tercios en numerario y otro en bonos de la
deuda pública nacional o extranjera. De los dos tercios en numerario se aplicará uno a la
Hacienda federal y otro a la del Estado en que está situado el baldío.
11. Los que tengan actualmente baldíos en usufructo, enfitéusis, en virtud de cualquiera
otro contrato que les haya trasladado el dominio útil sin el directo del terreno, gozarán una
rebaja de la mitad del precio de tarifa, si se constituyen denunciantes en los términos y
condiciones del art. 18; en caso contrario, quedan sujetos a las prescripciones del mismo
artículo.»10
Los precios de los terrenos baldíos a que se refiere la anterior disposición, según la tarifa oficial
aprobada en el bienio 1863-1864, varían de 12 centavos la hectárea en Baja California, a $ 3.50
en el Distrito Federal y otras entidades.11
2. LA CUESTION AGRARIA EN EL LLAMADO IMPERIO. Si hubo forma de gobierno incapaz, por
simples cuestiones históricas, de resolver el problema del campo, ésta fue la del imperio. Aunque
debemos reconocer que entre un "imperio" como el de Maximiliano y un gobierno en manos de
los conservadores, aquél a pesar de ser extranjero, concebiría con más realismo las circunstancias
objetivas del país.
Hemos indicado las ideas de algunos mexicanos sobre la situación del campo; más, por tratarse
de liberales a quienes todavia en la actualidad algunos tildan de recalcitrantes o demagógicos,
nos place sobremanera, transcribir las observaciones de personas que, por ser extrañas, quedan
libres de toda sospecha. Bastaría con señalar las observaciones de Carlota o de Maximiliano. La
critica situación del agro, no obstante, habría de preocupar a cualquier persona superficialmente
enterada de las cosas de México.
Victor Considérant propuso a Bazaine, como única, salida a la obtusa intervención francesa,
terminar con el peonaje en el campo: «Si queréis un ejército, un gobierno y un pueblo de México,
hay que suprimir el peonaje. Si el Emperador Maximiliano quiere permanecer en México, debe
suprimir el peonaje. Esta es la condición sine qua non. Adviértase que no afirmó que con esta
condición permanecerá: pero, lo que digo es, que esta es la condición imprescindible para que
tenga la posibilidad de permanecer, y si, realizado esto, tiene que marcharse, se va por lo menos
con honor y se habría grabado un nombre ilustre en la Historia. . ."
Un ingeniero francés, traido expresamente para estudiar las condiciones del campo, mexicano,
después de un año de investigación concluía de esta manera:
"Este proyecto me interesa profundamente, pero sin el asentimiento de V.M. no me atrevo
a formular un decreto que equivale a una revolución completa, pero una revolución útil,
necesaria y urgente. He visto de cerca a los indios durante el año que pasó en las haciendas. He vivido su vida y llorado su suerte. He conocido con indignación la barbarie de sus
amos y las exacciones de toda clase que se les imponen. He visto a hombres sangrando
10 Dublán y Lozano..T. IX. pp. 637 a 640.
11 Ver Tarifa en Dublán y Lozano. T. IX. pp. 641 y 642.
288
Historia de México I
bajo el latigazo, he puesto el dedo -literalmente- en sus llagas; he dado de comer a familias
hambrientas y a punto de morir, empujadas a sus labores por el látigo del obrajero; he visto
a hombres agotados, cargados de cadenas, arrastrándose al sol para acabar su vida bajo el
ojo de Dios y echados en el foso como perros muertos. Todo eso es nada. El hacendado
especula hasta con los alimentos de esos miserables y con los harapos que apenas cubren
su desnudez. Les obliga a comprar de él todas sus subsistencias, y a un precio más elevado
que en el mercado del pueblo; les vende con usura la mísera tela que necesitan; de suerte
que, a fin de cuentas, el indio no recibe más que un real por una jornada de catorce horas.
El indio se endeuda cada vez más hondamente y en tal práctica el patrón disfruta de la
colaboración potentisima de los párrocos, que obligan al peón a pagar las fórmulas de la
religión a un precio exorbitante, y que explotan su credulidad supersticiosa hasta el límite.
La liquidación de la Semana Santa representa siempre un sacrificio para el peón, y su
condición va empeorándose constantemente. En consecuencia de tal sistema, no hay una
familia indigena que tenga una deuda de menos de cien pesos. La deuda general de los
indios en una hacienda llega, a lo menos, a veinte mil pesos.»12
La situación del imperio se agravaba día a día. Para fines de 1865 Maximiliano Publicó en el mes
de noviembre, una disposición-que,eximía a jóvenes de las deudas de sus antecesores, no
pudiéndoseles hacer reponsables de una cantidad mayor de diez pesos, se reglamentaba su
jornada de trabajo y se prohibían las penas corporales.
Como es fácil colegir, estas medidas ni modificaban la estructura feudal ni tampoco mejoraban en
realidad, las condiciones vejatorias del campesino; en cambio, socavaron el ya bien menguado
prestigio de que Maximiliano gozaba entre los conservadores latifundistas. Para colmo de males,
este decreto, ni siquiera satisfacía los puntos de vista de la real pareja:
"Alentada por este éxito (escribía Carlota a Maximiliano que se encontraba en el interior de la
república), me puse a desarrollar teorías sociales sobre las causas de las revoluciones de México,
originadas por minorías turbulentas que descansan en una gran mása inerte, y sobre la necesidad
de devolver a la humanidad millones de hombres, en vez de hacer venir colonos de lejos, y de
poner fin a una plaga a la que la Independencia dio sólo un remedio ineficaz, ya que los indios,
ciudadanos de hecho y de derecho, permanecieron, no obstante, en un estado de abyección
desastrosa. . ."
Más los remedios eran ineficaces y los emperadores lamentaban impotentes sus ansias de redimir
al campesino, y sus anhelos de cambiar la estructura económica del país. «AI igual que las
demás reformas, esta permaneció como un recurso hipotético, y ya era tarde para robarle la
revolución a Juárez.»13
3. LEY DE DESAMORTIZACION. A pesar de que esta disposición no se limita al campo sino, que
se extiende a todos los bienes raices; pues encierra la propiedad urbana, consideramos conveniente
ubicarla dentro de esta materia.
Promulgada el 25 de junio de 1856, y conocida también con el nombre del ministro de Hacienda
que la firmó, don Miguel Lerdo de Tejada, tiene sus antecedentes, en la administración liberal del
33 y se proyecta con mayor fuerza y vigor en la Iey de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos;
es más conservadora que la del 33 que la precedió y que la del 59 que la consolidó.
12 Citado por Ralph Roeder en Juárez y su México. Talleres de Impresión de Estampillas y Valores. M6xico, 1958. T.
II. pp. 345 y 346
13 Ver Manuel Ribera Cambas en Historia de la Intervención y del Imperio de Maximiliano. Editorial Academia Literaria.
México, 1961. T. III. p. 124; y, Ralph Roeder. op. cit. T. II pp. 346 y 347.
289
Guía de lecturas
La Ley Lerdo, se comprende cabalmente si se analiza con simultaneidad a su Reglamento de,
fecha 30 de julio de 1856 signado por don Miguel. Asimismo resulta arduo encontrar en la historia
de nuestra legislación una Iey engendradora de mis considerandos, explicaciones y observaciones
que la del 25 de junio. La Ley Federal de Reforma Agraria vigente la sigue respetando,
La etapa política del país no se había esclarecido a la sazón plenamente; México habría de sufir
aun la guerra de Reforma y la intervencion extranjera, para lograr la completa derrota del clero.
Entonces, a pesar de que Comonfort ascendió a presidente substituto gracias a un movimiento
revolucionario, tanto sus convicciones, como su forma de ser, impidieron la promulgación de un
decreto diáfano que, estuviese en concordancia con el espiritu y el objetivo supuestos en la Iey
Lerdo.
Conviene añadir que, tanto los contemporáneos como los intérpretes posteriores, no siempre
coinciden en sus inferencias. Por ello, a más de ofrecer nuestras apreciaciones, transcribiremos
lo esencial de esta legislación para que el lector elabore su propio juicio.
No hay ninguna duda de que el golpe asestado por la ley, iba dirigido contra el poder económico,
de la iglesia mexicana cuyo sostén económico principalísimo descansaba en los bienes raíces.
Tirios y troyanos así lo comprendieron y con sobrada razón, el clero de inmediato contestó. Por
causa de tan discordes reacciones, los liberales enfocaron la justicia de la Iey mediante argumentos
basados en antecedentes similares que jerarcas, laicos y romanos, habían aceptado y además,
por medio de expresas disposiciones pontificias o conciliares:
"El primer ataque que se dio en España a los bienes de las corporaciones fue autorizado
por Clemente, VIII, que concedió al Rey Carlos I en 1529 la facultad de desmembrar de las
órdenes militares bienes cuya renta anual llegase a 40,000 ducados. Paulo -III ratificó esta,
concesión en 1538, y después la amplió a los bienes de los monasterios de las órdenes
militares, hasta la suma de 500,000 ducados en oro. . .
En el repartimiento de tierras que se mandó hacer por la reina doña Juana en 27 de octubre
de 1535, dijo la cédula: lo que así repartiéres no lo puedan vender a iglesia ni monasterio,
ni persona eclesiástica sopena que lo hayan perdido y pierdan y se pueda a repartir a
otros’...
Gregorio XIII concedió a Felipe II, en 1574 permiso para vender los bienes de las iglesias
cuya renta ascendiese a 40,000 ducados, y aunque el clero suscitó graves dificultades y
embarazos, se llevó al fin a efecto...
Pero la medida más dura y más grave del reinado de Carlos III fue la aplicación de los
bienes de los jesuitas a la corona. ..
Según las decisiones claras y terminantes de los reyes de España. no cabe duda que los
bienes llamados del clero eran patrimonio de la corona; y supuesto que los pontifices
aprobaron unas veces las confiscaciones tan buenas de la autoridad civil y guardaron silencio
en otras, parece que no fueron del todo extraños a la teoría que hoy mismo en México, y
después de los hechos, es controvertida y disputada aun por abogados de bien sentada
reputación ...
Reasumiendo todo el estudio que con buena fe hemos hecho de las costumbres de las
tradiciones y de la legislación, resulta que cuando el clero dice mis bienes, comete una falta
contra la verdad y contra la historia; él no ha sido más que el administrador casual. . .
290
Historia de México I
Ya se ha visto que el rey mandó que estos religiosos no tuviesen bienes ningunos y viviesen
en la pobreza; que a costa del erario se mandó concluir la iglesia de Santo Domingo, y
además, por otra real cédula, de que no hicimos mencion y que también se halla en la
curiosa obra del doctor Puga, se les concedió de limosna el vino y el aceite. PERO ESTOS
RELIGIOSOS, EN PUNTO A BIENES, ERAN INCORREGIBLES."14
Inobjetablemente que la corriente liberal, aun antes de la revolución de Ayutla, veía en los bienes
de manos muertas pertenecientes al clero, el principal obstáculo para poder conducir al país por
cauces capitalistas. En 1831 Francisco García Salinas gobernador de Zacatecas, publicó un decreto
ofreciendo premios en efectivo y condecoraciones a los mejores trabajos que disertaran sobre:
«Si la autoridad civil puede, sin traspasar los límites, dar leyes sobre la adquisición, administración
e inversión, de toda elase de bienes eclesiásticos; si puede fijar todos los gastos del culto y
asignar las contribuciones con que deben cubrirse; si teniendo esta facultad le es exelusiva, o si
sus leyes y providencias sobre estos objetos, para ser obligatorias, necesitan la aprobación o
consentimiento de la autoridad eclesiástica; y por último si correspondiendo exclusivamente a la
potestad civil, debe ser propia de los Estados o del Congreso general».
Fue el doctor Mora el más distinguido participante a la convocatoria de Francisco García, y hubiera
ganado los dos mil pesos del primer premio, de haberse otorgado; aunque la brillante disertación
de este gran mexicano, le permitirá poner en la práctica su valioso estudio en el gobierno de
Gómez Farías dos años más tarde. Las medidas acordadas por aquella administración liberal, a
diferencia de la Iey Lerdo, se dirigían certeramente en contra de los bienes raices del clero. Por
desgracia, estas disposiciones tuvieron efimera existencia en virtud del golpe de estado santanista
fraguado en Cuernavaca.
Encontramos el antecedente inmediato de la Iey Lerdo en el decreto del gobierno de Ignacio
Comonfort de fecha 13 de febrero de 1856: «Art. 1. EI derecho de traslacion de dominio de fincas
ó sitios eriazos, rústicos ó urbanos, en el territorio de la República, se fijaron a razón de 5 por cien
sobre la totalidad del precio de la venta ó adjudicacion en que convengan los contrayentes, sin
rebaja de ninguna clase.
2. Se admitirá mitad del impuesto en bonos de la deuda nacional consolidada, interior ó exterior.
3. Las ventas ó adjudicaciones de fincas rústicas ó urbanas QUE HAGA LA MANO MUERTA,
SERAN LIBRES DEL IMPUESTO, SIEMPRE QUE ENTREN A LA CIRCULACION DEL
COMERCIO.»15
La Iey de 25 de junio de 1856, en sus puntos más sobresalientes dispone:
«Que considerando que uno de los mayores obstáculos para la prosperidad y
engrandecimiento de la nación, es la falta de movimiento ó libre circulación de una gran
Parte de la Propiedad, base fundamental de la riqueza pública; y en uso de las facultades
que me concede el plan proclamado en Ayutla y reformado en Acapulco, he tenido a bien
declarar lo siguiente:
Art. 1. Todas las fincas rústicas y urbanas que hoy tienen ó administran como propietarios
las corporaciones civiles ó eclesiásticas de la República, se adjudicarán en propiedad a los
14 Payno, Manuel. La Reforma Social en España y México. Imprenta Universitaria. UNAM. México, 1958. pp. 14, 29,
14, 33, 37 y 31.
15 Dublán y Lozano. T. VIII. p. 105.
291
Guía de lecturas
que las tienen arrendadas, por el valor correspondiente a la renta que en la actualidan
pagan, calculada como rédito al seis por ciento anual.
2. La misma adjudicacion se hara a los que hoy tienen a censo enfitóutico fincas rústicas ó
urbanas de corporacion, capitalizando al seis por ciento el canon que pagan, para determinar
el valor de aquellas.
3. Bajo el nombre de corporaciones se comprenden todas las comunidades religiosas de
ambos sexos, cofradías y archicofradías, congregaciones, hermandades, parroquias,
ayuntamientos, colegios, y en general todo establecimiento ó fundación que tenga el carácter
de duracion perpétua ó indefinida.
8. Solo se exceptúan de la enajenacion que queda prevenida, los edificios destinados
inmediata y directamente aI servicio objeto del instituto, de las corporaciones, aun cuando
se arriende alguna parte no separada de ellos, como los conventos, palacios episcopales ó
municipales, colegios, hospitales, hospicios, mercados, casas de correccion y de
beneficencia. Como parte de cada uno de dichos edificios, podrá comprenderse en esta
excepcion una casa que es unida a ellos y la habiten por razón de oficio los que sirven al
objetivo de la institución, como las casas de los párrocos y de los capellanes de religiosas.
De las propiedades pertenecientes a los ayuntamientos se exceptuarán también los edificios,
ejidos y terrenos destinados exclusivamente al servicio público de las poblaciones a que
pertenezcan.
9. Las adjudicaciones y remates deberán hacerse dentro del término de tres meses, contados
desde la publicación de esta Iey a cada cabecera de Partido.
10. Transcurridos los tres meses sin que haya formalizado la adjudicacion el inquilino
arrendatario, perdería su derecho a ella, subrogándose en su lugar con iguaI derecho el
subarrendatario ó cualquiera otra persona que en su defecto presente la denuncia ante la
primera autoridad política del Partido, con tal que haga que se formaIice a su favor la
adjudicación dentro de los quince días siguientes a la fecha de la denuncia. En caso contrario,
ó faltando ésta, la expresada autoridad hará que se adjudique la finca en almoneda al mejor
postor.
23. Los capitales que como precio de las rústicas ó urbanas queden impuestos sobre ellos
a favor de las corporaciones, tendrán lugar y prelación que conforme a derecho les
corresponda, entre los gravámenes anteriores de la finca y los que se le impongan en lo
sucesivo.
24. Sin embargo de la hipoteca a que quedan afectadas las fincas rematadas ó adjudicadas
por esta Iey, nunca podrán volver en propiedad a las corporaciones, quienes al ejercer sus
acciones sobre aquellas, solo podrán pedir el remate en almoneda al mejor postor, sin
perjuicio de sus derechos personales contra el deudor.
25. Desde ahora en adelante, ninguna corporacion civil ó eclesiástica, cualquiera que sea
su carácter, denominación de objeto, tendrá capacidad legal para adquirir en propiedad ó
administrar por si bienes raíces, con la única excepción que expresa el artículo 8o. respecto
de los edificios destinados inmediata y directamente al servicio ú objeto de la institucion.
26. En consecuencia, todas las sumas de numerario que en lo sucesivo ingresen a las
arcas de las corporaciones, por redencion de capitales, nuevas donaciones, u otro título,
podrán imponerlas sobre propiedades particulares, ó invertirlas como accionistas en
292
Historia de México I
empresas agricolas, industriales ó mercantiles, sin poder por esto adquirir para si ni
administrar ninguna propiedad raiz.
32. Todas las traslaciones de dominio de fincas rústicas y urbanas que se ejecuten en virtud
de esta ley, causarán la alcabala de cinco porciento, que se pagará en las oficinas
correspondientes del gobierno general, quedando derogada la ley de 13 de Febrero de este
año, en lo relativo a este impuesto en las enajenaciones de fincas de manos muertas. Esta
alcabala se pagará en la forma siguiente: una mitad en numerario, y la otra en bonos
consolidados de la deuda interior, por las adjudicaciones que se verifiquen dentro del primer
mes: dos terceras partes en numerario y una tercera en bonos por las que se hagan en el
segundo; y solo una cuarta parte en bonos y tres cuartas en numerario por las que se
practiquen dentro del tercero. Despues de cumplidos los tres meses, toda la alcabala se
pagará en numerario.
33. Tanto en los casos de adjudicacion como en los de remate, pagará esta alcabala el
comprador, quien hará igualmente los gastos de remate ó adjudicación.
35. Los réditos de los capitales que reconozcan las fincas rústicas ó urbanas que se
adjudiquen ó rematen conforme a esta ley, continuarán aplicándose a los mismos objetos a
que se destinaban las rentas de dichas fincas..."1ó
Los artículos sobresalientes del Reglamento de la Ley anterior, firmado en 30 de julio del mismo
año de ’56 son:
«10. Si el arrendatario renunciare su derecho a la adjudicacion para hacer compra
convencional de la finca, podrá la corporacion vendérsela por el precio y bajo las condiciones
que estipularen, siempre que se formalice la escritura dentro de los tres meses señalados
en la ley. Para estas ventas convencionales a los arrendatarios, procederán las corporaciones
con Ia autorización y requisitos acostumbrados segun sus estatutos, sin necesitar las
eclesiásticas permiso especial de la autoridad civil. La alcabala en estas ventas, se pagará
por el comprador, según el precio que estipule; pero si éste fuere menor, se pagará como si
se hiciera la adjuidicacion sobre la base de la suma de arrendamientos conforme a la ley.
14. Las corporaciones no podrán usar de sus derechos. para cobrar réditos y percibir
redenciones de las fincas adjudicadas ó rematadas, mientras no entreguen los títulos de
ellas, y las certificaciones de los oficios, de hipotecas en que consten su libertad ó
gravámenes. En defecto de esta constancia, para que los acreedores hipotecarios conserven
el derecho de que sus réditos,y capitales no se comprendan entre los réditos y redenciones
de la corporacion, deberán ocurrir dentro de los tres meses señalados en la ley y los primeros
veinte días siguientes, y hacer saber judicialmente sus créditos a los nuevos dueños, ó
presentar una manifestación ante la primera autoridad política del partido, respecto de las
fincas no enajenadas, para que se tengan presentes los gravámentes en el remate.
16. La primera autoridad política, ó el juez de primera instancia, otorgarán las escrituras de
adjudicación ó remate en nombre de las corporaciones, cuando éstas no hayan cuidado de
poner en el partido algun representante ó administrador que las otorgue, ó a quien pudiera
hacerse la notificación judicial prevenida para el caso de rehusarlo. Ignorándose: si hay, ó
quien sea en el partido el representante de la corporación, se le citará por medio de aviso
publicado en la forma de costumbre, con término perentorio de tres dias; y si no se presentare,
se procederá en la forma que previene este artículo.
16 Dublán y Lozano. T. VIll. pp. 197 a 201.
293
Guía de lecturas
19. Tendrá derecho preferente el que primero haga la denuncia; pero si varios ocurren al
mismo tiempo, tendrán todos igual derecho. En este caso, si la denuncia se ha hecho para
el remate de finca no arrendada, se dividirá entre ellos la octava parte del precio, concedida
en el art. 11 de la ley; y si se ha hecho por falta de adjudicación de finca arrendada, citará a
los denunciantes la primera autoridad política, con objeto de celebrar almoneda entre ellos,
para que tenga preferencia en subrogarse al arrendatario el que haga mejor postura sobre
la suma del arrendamiento. Si el que resulte mejor postor no formaliza la adjudicacion, en el
término perentorio que, dentro de los quince dias del artículo 10 de la ley, le fije la expresada
autoridad, llamará esta sucesivamente a los que sigan por el órden de las posturas, fijándoles
tambien término perentorio para la adjudicación.
20. Servirá de base en los remates de las fincas el valor que esté declarado para el pago de
contribuciones; y en su defecto, ya por haber estado exceptuadas, haberse dividido, hallarse
en construccion a otra causa, se mandarán valuar, nombrándose un perito por la corporación,
y por la autoridad política el otro con el tercero en discordia, ó los tres si aquella se rehusare.
Las posturas que lleguen a las dos terceras partes del valor, serán admisibles, sin que entre
las de igual cantidad sea motivo de preferencia que se ofrezca hacer mayores redenciones
en plazos determinados, ó pagar mayor parte del precio al contado..."17
De lo transcrito, inducimos las siguientes conclusiones:
la. La ley tenía como meta fundamental poner en circulación los bienes de manos muertas, o sea,
aquéllos que pertenecían a corporaciones;
2a. De ninguna manera se pretendió despojar de sus riquezas a la iglesia mexicana (ver
concretamente los artículos 23, 24, 25 y 26) ;
3a. Agenciarse recursos inmediatos: artículo 32 «todas las traslaciones de dominio... causarán la
alcabala del cinco por ciento. . .» y también, al poner en circulación los bienes raíces, recaudar
mayores impuestos de compra venta;
4a. Esta legislación es contradictoria en su articulado; por ejemplo, la ley da preferencia al
arrendatario para adquirir y el reglamento al usufructuario;
5a. Otra muy grave contradicción consiste en que se buscaba beneficiar a los desheredados,
como lo eran los arrendatarios de las fincas urbanas, pero los de escasos recursos estaban
imposibilitados para cubrir no sólo el valor de la finca, más ni siquiera el de la alcabala. Aquí la
legislación llega al absurdo: los artículos 13 y 14 obligan al inquilino o arrendatario, como requisito
previo a la adjudicación, a estar al corriente en sus rentas. Esta frustrada reforma urbana, que
reconocía la posibilidad de atrasos en la renta, maI podía beneficiar a los inquilinos pobres. No en
balde el Nigromante había expuesto en el Congreso: «Se nos recomienda mucho la ley como un
gran paso, y no creo sino que el gobierno ha dado un tropezón». Poco más adelante: ... los
inquilinos, en su mayoría, no tienen fondos con qué hacer las adjudicaciones. . . "
6a. La ley tal como estaba redactada, afectaría las propiedades raíces de las comunidades
lesionando en última instancia el derecho de propiedad más antiguo: la posesión. Recordemos
que esta forma de propiedad era comunal; conforme a la legisIación Lerdo, pasó a ser individual
otorgándose los títulos de propiedad en forma gratuita; el campesino al obtener el documento,
casi de inmediato, ante una necesidad, vendía su tierra al hacendado más cercano, y Io que se
supuso como su liberación, lo convirtió en jornalero de la hacienda; y,
17 Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 212 a 216.
294
Historia de México I
7a. Incrementó el enriquecimiento de los poderosos. EI latifundio eclesiástico sin destruirse, pasó
a manos laicas. EI clero al amenazar con anatema a quienes denunciaran sus bienes, lo que
consiguió fue depreciar las propiedades, pues a los remates sólo acudieron los pudientes quienes
se ponían de acuerdo a fin de impedir una puja que elevara el precio del oferente, dejando a las
limosnas y al tiempo, la reconciliación de su conciencia.
La ley y el reglamento darian paso a una serie de aclaraciones que conviene señalar siquiera a
media vista, pues ayudan a explicar su esencia.
Tan pronto como la ley apareció el clero trató de desvirtuar su cumplimiento. Con fecha 20 de
agosto, el secretario Miguel L. contesta al gobernador de Michoacán: «AIgunas corporaciones
eclesiásticas iniciaron varios contratos, lo que sabido por este gobierno, y considerando que se
trataba de eludir la ley, con perjuicio de los derechos que ella otorga a los arrendatarios. . . "
A la consulta hecha por el jefe político de Sierra Gorda, Lerdo respondió oficialmente el 9 de
septiembre de 1856: «. . . en que manifiesta que en ese territorio se encuentran unas fincas
rústicas y urbanas administradas por el convento de Santa Clara... Sin permitir su circulacion está
fuera de duda que no pueden continuar administrando lo que al de la ley se les hubiese entregado
como acreedores, para aplicar productos en pago de su crédito. . . "
EI 18 de septiembre de 1856 el mismo secretario comunica al gobernador del estado de México
sobre la forma de pago de los avalúos «.. si se trata de ventas convencionales, por cuenta del
comprador: de remate, por cuenta del mejor postor... y si de prestacion personal á costa del
beneficiado. . . "
AI gobernador del estado de Jalisco en 12 de noviembre de ’56 se comunica. «en cuanto a la
indicación que hace V.E. de que se dé una resolución concerniente a las ventas hechas por los
padres agustinos con la condición de que queden sujetas a la aprobación del Sumo Pontífice; S.
E. el presidente ha estimado innecesario una determinada respecto a este punto. . . Sujetar las
enajenaciones de fincas al arbitro del Papa, es enteramente opuesto: tales bases, y de consiguiente
la infracción está comprendida en la regla general. ..»
A todos los gobernadores de los estados el 19 de noviembre, Se les participa: «Entre los muchos
abusos que se han estado cometiendo para contrariar la ley de desamortizacion, figura como uno
de los principales el de la venta, verdadera o simulada, que las corporaciones han hecho de los
llenos de las haciendas...»
También en circular de fecha 22 del mismo, mes: «...Todo el que habiendo adquirido, por
adjudicación o remate, una finca de corporacion, otorgue por escrito, ya sea instrumento público
ó privado, que merezca fé en juicio, alguna reserva ó protesta de devolver en cualquiera tiempo la
finca a la corporación, aunque sea con el pretexto ó para el caso de derogarse la ley vigente, se
entenderá que desde ese momento ha renunciado la propiedad de aquella, para el efecto de que
pueda denunciarse ó rematarse de nuevo.. .»
De las disposiciones aclaratorias, benéficas para, los pudientes y firmadas por Lerdo en el año de
1856, cabe destacar: (Sept. 9) «.. a la duda que al administrador de dicho Hospicio le ha ocurrido
acerca de la adjudicacion de 17 casas al arrendatario D. Luis I. Vargas, en razon de ser un
número crecido de fincas, S. E. se ha servido, acordar, que siendo dicho Vargas el inquilino
reconocido por el Hospicio, ...a él es a quien corresponde el derecho que la ley otorga, para las
adjudicaciones, sea cual fuere el número de casas que tenga arrendadas..." (Nov. 13) «...Si los
inquilinos a quienes se han adjudicado fincas de las comprendidas en la Ley del 25 de junio,
opusieren excusas para el pago, de la alcabala, alegando que carecen de dinero y aun de bienes
295
Guía de lecturas
propios en que trabar Ia ejecución, . . la finca se remate en pública almoneda, pagando el postor
en que finque el remate la alcabala sobre el precio de ésta, al dia siguiente de verificado el acto,
todo en dinero efectivo..."
(Nov. 22) «...Dada cuenta el Exemo. Sr. presidente con la comunicación de V. E. relativa a que la
ley de desamortización adjudica las fincas a los arrendatarios, y su reglamento a los usufructuarios
de las mismás con preferencia i aquellos; S. E. se ha servido, acordar que... se declaran válidas
las adjudicaciones hechas a los arrendatarios con arreglo a la ley, sin que respecto de ellas
puedan tener preferencia los usufructuarios. . .»
Respecto a que la ley no iba dictada para acabar con sus riquezas del clero, cabe citar la
comunicación de Lerdo al gobernador del estado de Chiapas con fecha 12 de noviembre de 1856:
«...relativa a si los capitales de cofradías que están redituando en favor de ellas se hallan
comprendidos en la desamortizacion. S. E. se ha servido declarar que los capitales no están
comprendidos en la ley de desamortizacion, la cual SOLAMENTE SE REFIERE A LA PROPIEDAD
RAÍZ...»
Este fue el pecado original de la ley. Ni quitaba abiertamente sus riquezas al clero, ni declaraba
que la medida de desamortización se dirigía directamente contra éste:
«La desamortización, fue como todos los pasos de nuestro progreso, más instintiva que
consciente. . . EI pensamiento de Lerdo de Tejada se adivina fácilmente; iba directamente
contra el clero, pero de una manera embozada. Los bienes poseidos en comunidad, pensó
aquél, se substraen del comercio porque sus propietarios nunca dejan de existir: para volver
esos bienes al comercio, es necesario destruir el sistema de la propiedad comunal, reduciendo
ésta a propiedad privada; y como los bienes del clero son bienes poseidos por comunidades,
deben ser reducidos a propiedad privada también. Asi pensó también Lerdo de Tejada, no
se desamortizan los bienes del clero por el deliberado propósito de hacerle daño, sino
porque quedan comprendidos en un trascendente pensamiento de transformación de la
propiedad. . .»18
Sobre lo perjudicial que para los pueblos fue esta ley, conviene transcribir lo conducente de
algunas aclaraciones que al respecto hizo el secretario Lerdo en el mismo año de ’56: (Agto. 26)
EI gobemador de Oaxaca soficitó facultades «. . para que con presencia de las circunstancias
sean rematados los bienes comunales... de los pueblos que los poseen, y no se adjudiquen a los
arrendatarios, por las razones que V.E. expone; S. E. . . . ha servido acordar... que sería destruir
completamente la base de la ley, quitar a los arrendatarios el derecho de adjudicación que se les
ha otorgado, y que por consiguiente sólo en caso de que ellos lo renunciasen, podrán hacerse
remates en favor de los vecinos de los pueblos que los poseen. . . »
(Agto. 29) Del mismo al mismo: «...en que inserta el ocurso del ayuntamiento y vecindario del
pueblo de Pinoteca, pidiendo que un terreno llamado el Lagartero, que está arrendado, se
adjudique... A los indigenas de dicho pueblo, y se reparta entre ellos; y el Exemo. Sr. presidente,
impuesto de todo, ordena diga a V. E., . . . que no se puede acceder a lo que solicitan el ayuntamiento
y vecindario de Pinoteca, porque eso sería infringir directamente la base de la ley. (No se olvide
que el presidente era Comonfort y Juárez el gobernador de Oaxaca).
(Sep. 17) De Lerdo al gobernador del estado de México: «...el presidente ha tenido a bien acordar
conteste a V. E. ser forzoso respetar la base de la ley, cualquiera que sea el beneficio que resulte
18 Molina Enriquez, Andrés. Juárez y la Reforma. Libro-Mex. Editores. México, 1958. pp. 125 y 126.
296
Historia de México I
a los inquilinos por lo bajo del precio de los arrendamientos; que de las propiedades de los pueblos solamente se libran de la desamortización las comprendidas en las excepciones de la ley,
cuyas excepciones nunca pueden ser extensivas a lo que no sirve para el uso común, AUN
CUANDO REDUNDE EN BENEFICIO DE UN NUMER0 CONSIDERABLE DE PERSONAS...Existe
una circular del secretario de Gobemación Lafragua a todos los gobernadores con fecha 12 de
septiembre de 1856, que revela plenamente el pensamiento del gobiemo de Comonfort, y los
resultados inevitables que el revolucionario a medias iba a provocar:
«...Ha llamado fuertemente la atención del Exemo. Sr. presidente sustituto, los conatos de
desórden que por distintas partes se manifiestan sobre posesion y propiedad de tierras. En
el Estado, de Michoacán, en el de Querétaro, en el de Veracruz y en el de Puebla, ha habido
ya hasta sublevaciones de los pueblos de indios, que creyendo equivocadamente que los,
principios de libertad y de progreso que ha proclamado y sostiene la actual administración,
entrañan el trastorno del órden social, pretenden, no solo poner en duda los títulos de
propiedad, sino destruir ésta y establecer de hecho la division de los bienes ajenos. Bien
comprende el gobierno que en la peligrosa crisis que atravesamos, es muy natural que
excitadas las pasiones de los pueblos, se despierten en ellos sentimientos poco legitimos;
pero tambien conoce que este mal trae su origen especialmente en la perversidad de algunos
de los que se llaman directores de los pueblos, y que especulando con la ignorancia y la
credulidad de los hombres del campo, les hacen creer en derechos que no tienen, ó ampliando
más de lo justo la órbita de los que les conceden las leyes, les impulsan a cometer excesos,
que derraman fundada alarma en la sociedad y que son causa eficaz de mil desgracias.»19
Las contradicciones se suceden, o tal vez las ingentes necesidades obliguen a dictar una modalidad
que no es definitiva, más no por eso debemos omitir su señalamiento. El 9 de octubre, Lerdo
dispone que a todo terreno cuyo valor no pase, de doscientos pesos conforme a la ley de
desamortización, no se cobre el impuesto de la alcabala ni se obligue a pagar ningún otro derecho,
suprimiendo incluso, la obligatoriedad de una escritura protocolaria, bastando simplemente un
título de la autoridad política en papel oficial. El 7 de noviembre también la secretaría de Hacienda
aclara que los beneficios a que nos hemos referido, no son exelusivos a los indigenas y a los
labradores pobres, si no que se extienden a los habitantes de escasos recursos de la ciudad.
Otra circular del secretario de Hacienda del 11 de noviembre, es digna de mención pues pone de
manifiesto la esencia del liberalismo, esto es, la sagrada propiedad privada e individual.
"... se ha servido declarar que los terrenos de que se trata deben tenerlos y disfrutarlos los indigenas
referidos, en absoluta propiedad, pudiendo de consiguiente empeñarlos, arrendarlos, enajenarlos,
y disponer de ellos como todo dueño lo hace con sus cosas, sin que los mencionados indigenas
paguen alcabalas ni eroguen gasto alguno, en razón de que NO SE LES ADJUDICAN AHORA
LOS TERRENOS, PUESTO QUE YA DE ANTEMANO LOS TENIAN EN PROPIEDAD, sino que
simplemente se liberta ésta de las trabas indebidas y anómalas a que estaba sujeta..."
Esta concepción burguesa lógicamente habría de fomentar el latifundismo, pues solamente el
campesino en extremo necesitado se decide a vender sus tierras, y es bien sabido, cómo vive el
campesino mexicano. Esta manía capitalista sobre la propiedad, llegó al extremo de que, con tal
de cumplir la ley de desamortización, el Desierto de los Leones fue adjudicado a un particular, no
obstante las objeciones interpuestas por el ayuntamiento de la ciudad de México, el cual con
justicia argumentaba que ese lugar debía conservarse como propiedad nacional, dado que la tala
inmoderada a que estaba siendo sometido, motivaría la escasez e agua en la capital.
19 Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 246 y 247.
297
Guía de lecturas
Para evidenciar aun más lo contradictorio de esta legislación, mencionemos la resolución de la
secretaría de Hacienda del 17 de septiembre de 1856, en el sentido de que no era de atenderse
la solicitud del señor Estanislao Flores, sobre un terreno nacional situado entre la garita de Berlín
y Puente de los Cuartos, de esta ciudad, puesto que: «. . no están comprometidos en la ley...
sobre desamortizacion los terrenos de propiedad nacional, cuya adjudicacion no puede solicitarse
por lo mismo. . . « Si recordamos los artículos primero y octavo de la ley, debemos reconocer que
la medida precitada a pesar de benéfica, entraba en pugna con lo dispuesto sobre desamortización.
Damos por terminado el análisis de la famosa Iey Lerdo. Después del golpe de Comonfort, la
suerte de esta codificación revolucionaria, sobre todo en lo que respecta a su claridad y objetivos;
como que los destinos de la nación estaban ahora en las mejores manos, Ias de Juárez y Ocampo.
La lucha a que se enfrentaron aquellos excelsos mexicanos, debia a todas luces encaminarse
directamente contra el poderío económico del clero mexicano y de su partido. La ley de
desamortización seguiría imperando en cuanto al derecho de propiedad individual; en lo que
respecta a los bienes eclesiásticos, la ley de nacionalización sería definitiva. Quien desee
profundizar en la materia puede consultar el decreto del gobierno del 5 de febrero de 1861, sobre
aclaraciones a las leyes de desamortización y nacionalización del presidente interino constitucional
Benito Juárez y de su secretario de Hacienda, Guillermo Prieto. Documento asaz importante que
omitimos por razones de espacio; de la misma guisa dejamos de lado la circular de Prieto del dia
12 del mismo mes, donde expone las razones que motivaron este decreto:
«. . La base en que descansa por entero es la de que los bienes llamados eclesiásticos, son y han
sido siempre del dominio de la nacion. Apartarse de este principio sería cantar la palinodia de las
leyes de reforma, incurar en una espantosa contradicción, justificar los cargos todos hechos a los
liberales por los reaccionarios..."
LA SUPERESTRUCTURA
A. EL ESTADO. LA POLÍTICA.
1. LA REVOLUCION DE AYUTLA. Grima nos provoca la revisión de ciertas absurdas
manifestaciones de la tiranía santanista: los uniformes que debian portar desde los magistrados
a los ujieres, cuyo porte y diseños se determinaban en correspondientes decretos; la restauración
de la Orden de Guadalupe; la participación dentro del ejército de jefes y soldados españoles y
prusianos; los tediosos Te Deum, las alegres peleas de gallos y los obligados plebiscitos, etc. En
medio de estas frusilerías carnavalescas la dictadura se torna insoportable.
AI igual que el de la Independencia, el liberalismo es un movimiento popular revolucionario que,
iniciado con el plan de Ayutla, hubo de prolongarse en la guerra de Tres Años o de Reforma. para
culminar finalmente con la intervención y el fusilamiento de Maximiliano. En la primera etapa de la
lucha liberal, las metas son limitadas y concretas; se dirigen, en esencia, al derrocamiento de
Santa Anna. La segunda, reviste características de constitucionalidad y profundas reformás en la
superestructura (los cambios que no modifican la estructura se vuelven por fuerza, quiméricos).
En su epílogo, adoptará un matiz hondamente nacionalista.
EI plan proclamado el Primero de marzo de 1854 en la población de Ayutla por el coronel Florencio
Villarreal, analiza en sus considerandos la caótica situación que guarda el país en virtud de la
dictadura santanista; sanciona por tanto:
298
Historia de México I
«. . los que suscriben proclaman y protestan sostener hasta morir, si fuere necesario, el siguiente
PLAN
lo. Cesan en el ejercicio del poder público D. Antonio López de Santa-Anna y los demás
funcionarios que como él, hayan desmerecido la confianza de los pueblos, ó se opusieren al
presente plan.
2o. Cuando éste haya sido adoptado por la mayoría de la Nación, el general en jefe de las
fuerzas que lo sostengan, convocará un representante por cada Estado y Territorio, para
que reunidos en el lugar que estime conveniente, elijan al presidente interino de la República,
y le sirvan de consejo durante el corto periodo de su encargo.
3o. El presidente interino quedará desde luego investido, de amplias facultades para atender
a la seguridad ó independencia nacional, y a los demás ramos de la administracion pública.
5o. A los quince dias de haber entrado en sus funciones el presidente interino, convocará el
congreso extraordinario...
Ayutla, Marzo lo. de 1854"’20
El once de marzo en el puerto de Acapulco fue reformado el plan, sin modificaciones substanciales:
a los estados se les denomina departamentos; en lugar de nueve artículos consta de diez; y, al
coronel retirado, Ignacio Comonfort, «se le reconoce como gobernador de la fortaIeza y comandante
principal de la demarcación».
La revolución de Ayutla pone de manifiesto las consecuencias de la maniobra elaborada en la
Profesa, que fincó los largos años de la corrupta anarquía vivida por la patria. Hombres abyectos
que tuvieron en sus manos los destinos del país, envilecidos hasta los tuétanos, iban a provocar
como antítesis, el florecimiento de mexicanos dignos del mayor elogio. A excepción de Gómez
Farías y Alvarez, todos nacieron en el siglo XIX. Jóvenes y hasta niños, fueron testigos de la
descomposición del sistema virreinal que sucedió al año de 1821; ello les forjó una conducta
integrísima, del más acendrado patriotismo. Epoca aciaga urgida de varones puros, ante una
patria a punto de sucumbir.
Quien dentro de unos lustros estudie la historia de los Estados Unidos y se vea obligado a posar
sus ojos en la historia nacional, tendría que preguntarse cómo fue posible a una nación débil
como México, ignorante y fanatizada, mantener su nacionalidad, lindando con el vecino imperialista
más poderoso y despiadado. La respuesta se la daría el liberalismo; constelación de hombres
ilustres que supieron defender la dignidad nacional con el apoyo del abnegado pueblo mexicano
el cual a pesar de sus creencias religiosas y sus grandes necesidades, pudo resolver
favorablemente la disyuntiva que le planteara el clero político entre renunciar a las delicias de la
vida eterna, o defender el suelo de sus antepasados.
El movimiento iniciado el 1o. de marzo de 1854, expandióse como reguero de pólvora, y el coloso
con pierna de palo, a pesar de sus 90,000 hombres, se derrumbó estrepitosamente.
«Gran parte de los que en el movimiento figuraron pertenecían al partido moderado, y
muchos de los que con ardor combatieron en él contra el Gobierno despótico, pasaron poco
20 Villarreal, Florencio. Plan de Ayutla. Colección de las Leyes, Ordenes circulares, y del Supremo Cobiemo, a cargo
de Antonio de P. Gonzilez. Guadalajara, 1861. pp. 3 a 7 y 11 a 15.
299
Guía de lecturas
después al partido reaccionario, siguiendo convicciones íntimas que probablemente habían
tenido siempre. Hay declaraciones de jefes militares que tomaron el partido de la revolución,
de que la siguieron sin conocer el plan propuesto ni empeñarse en conocerlo, y sólo porque
sabían que tenía por fin inmediato derrocar a Santa Anna.» 21
Dado el enorme respaldo que en toda la república tuvo la revolución de Ayutla, el partido clerical,
el pertinaz partido conservador lanzó varios planes con el fin de desvirtuarla. De éstos, estuvo a
punto de lograr su objetivo, el ideado por la guarnición de la plaza de la ciudad de México. Los
pretorianos, acostumbrados a los cuartelazos de la época anárquica y sabedores por experiencia
de que golpe militar que se adueñaba de la capital de la república, se erigía en «revolución»
triunfante, por medio de la junta de representantes de los Departamentos decretaron: «...Conforme
al art. 2o. del acta de adhesión al plan de Ayutla, celebrada por los señores generales de la
guarnición de esta capital, procedió esta junta a elegir presidente interino de la República, y
recayó la elección en la persona del Exemo. Sr. General de división D. Martín Carrera..."22 Entre
otros, firmó el general en jefe Rómulo Díaz de la Vega.
Nadie dudaba de que en aquella junta se perpetraba una nueva maquinación de los conservadores.
Otra vez quería desnaturalizarse una reacción surgida del pueblo con el fin de seguir manteniéndolo
sumiso. No olvidemos que en el célebre «pliego de mortaja» santanista, estaban incluidos Martín
Carrera y Rómulo Díaz de la Vega como presuntos herederos de la dictadura.
Carrera, nada lerdo, invitaba con estas palabras a los revolucionarios de Ayutla, a sumarse a la
maniobra de la ciudad de México:
"EI movimiento politico que ha tenido lugar en esta capital, es un suceso de que pende la
suerte futura de la patria, si se penetran claramente su origen, sus motivos y su fin.
Recuérdese que al quedar la República Mexicana sin gobierno establecido, quedaban en
pie y con su respectiva fuerza, los medios; de acción y de poder de la revolución y los del
gobierno que había terminado... Este gobierno ha concentrado en sus manos, cuantos
elementos de fuerza y de poder existian del gobierno anterior."23
Siguiendo la farsa, el 20 de agosto de 1855, Carrera convoca a la elección de un congreso
constituyente. Para desgracia de estos militares y fortuna de los mexicanos, había aparecido ya
en la escena política el grupo liberal de la Reforma.
EI 4 de octubre de 1855 en la ciudad de Cuernavaca, la auténtica junta de Representantes del
Plan de Ayutla designa presidente interino de la repúbIica al general Juan Alvarez. CaIzan este
decreto el presidente de la junta Valentín Gómez Farías y el secretario Benito Juárez.
EI 17 de octubre del mismo año, Alvarez convoca a la elección de un congreso constituyente.
Seria ésta indirecta en tercer grado, mediante juntas primarias, juntas secundarias o de partido, y
juntas de estado; de estas últimás saldrían los representantes del Congreso.
Alvarez de inmediato hace sentir su trayectoria liberal al formar su gabinete con: Ocampo, en
Relaciones; Amiaje, en Gobernación, Prieto, en Hacienda; Lerdo, en Fomento; Comonfort, en
Guerra; y Juárez, en la cartera de Justicia y Negocios Eclesiásticos. De fecha 23 de noviembre de
21 Rabasa, Emilio. La Organización Política de México. La Constitución y La Dictadura. Editorial Amirica. Madrid, S.
F. p. 34
22 Dublán y Lozano. T. VII. pp. 553 y 554.
23 Citado por Andrés Molina Enriquez. op. cit. p. 102.
300
Historia de México I
1855 data la famosa «Ley de Administración de justicia y orgánica de Ios tribunales de la federación
más conocida con el nombre del ministro de justicia firmante, Benito Juárez.
Esta Ley que constituiría uno de los antecedentes de la Reforma y de la guerra civil, iba a provocar también
la renuncia de Alvarez y la crisis en el gabinete. Los artículos más importantes por sus repercusiones son...
"42. Se suprimen los tribunales especiales, con excepcion de los eclesiásticos y militares.
Los tribunales eclesiásticos cesarán de conocer en los negocios civiles, y continuarán
conociendo de los delitos comunes de los individuos de su fuero, mientras se expide una ley
que arregIe ese punto. Los tribunales militares cesarfin también de conocer de los negocios
civiles, y conocerán tan solo de los delitos puramente militares ó mixtos de los individuos
sujetos al fuero de guerra. Las disposiciones que comprende este artículo, son generales
para toda la República, y los Estados no podrán variarlas ó modificarlas.
44. EI fuero eclesiástico en los delitos comunes es renunciable.
ARTÍCULOS TRANSITORIOS
4o. Los tribunales militares pasarán igualmente a los jueces ordinarios respectivos, los
negocios civiles y causas criminales sobre delitos comunes: lo mismo harán los tribunales
eclesiásticos con los negocios civiles en que cesa su jurisdiccion ..."24
La Ley Juárez no era herética, pero exaltó las pasiones vivamente. Los currutacos capitalinos se
molestaban con la presencia del ejército de Alvarez, formado por buen número de «pintos», y la
presión ejercida sobre él, carente de ambiciones de poder, lo decidió a dejar el mando: «Pocos
días después, y ya en camino para su tierra natal, escribia estas bellas palabras que merecen ser
conservadas por la historia: Pobre entro en la presidencia y pobre salgo de ella; pero con la
satisfacción de que no pesa sobre mí la censura pública, porque dedicado desde mi tierna edad
al trabajo personal, sé manejar el arado para sostener a mi familia, sin necesidad de los puestos
públicos, donde otros se enriquecen con ultraje de la orfandad y de la miseria."25
2. LA EPOCA DE COMONFORT. a). Ignacio Comonfort. La presidencia interina del general Alvarez,
fue ocupada por Comonfort con el carácter de presidente substituto. Su designación perseguía
unificar a todos los liberales, radicales o no.
Ni los antecedentes de Comonfort ni los actos que éste realizó después del golpe de estado, nos
permiten catalogar al presidente substituto como, un verdadero reaccionario. Constituye el tipo
clásico del liberal «no convencido». Encarna al católico honrado que se da cuenta de los males
que los conservadores han hecho a su país, pero, duda que la única solución posible se encuentre
en la Reforma. Quiere cambios paulatinos que no encrespen los ánimos reaccionarios. Si Comonfort
hubiera, vivido en la actualidad seria un ferviente y honesto partidario de la «Alianza para el
Progreso», con todo, y cuartelazos. Sólo que el momento no era propicio para alianzas.
«Comonfort no quiso decidirse a nada, alegando que en un manifiesto había dicho que el
plan proclamado no era el eco de ninguna facción, ni tendía al triunfo de ningún partido; que
el nuevo gobierno había ofrecido llamar a todos los ciudadanos, cualquiera que fuese su
opinión política, atendiendo tan sólo a la capacidad, la honradez y el patriotismo. Sostuvo
que el nuevo cambio no le haría retroceder en el camino de una prudente y sabia reforma,
pues creía sinceramente que el pueblo mexicano, debia regirse por principios liberales.»2ó
24 Dublán y Lozano. T. VII. pp. 598 a 606.
25 Ver José M. Vigil en México a través de los Siglos. La Reforma. Publicaciones Herrerías. México, S. F. p. 103.
26 Rivera Cambas, Manuel. op. cit. T. I. p. 302.
301
Guía de lecturas
EI 8 de diciembre de 1855 el general Alvarez declaró presidente a Comonfort, quien el dia 11 se
hizo cargo de la primera magistratura.
Su gestión personal como presidente sustituto es reformista moderada, de acuerdo con los
postulados del partido liberal. Frente al levantamiento del ejército conservador en Puebla, asume
enérgica actitud que lo conduce incluso, a dirigir en persona una campaña rápida y victoriosa.
Sin embargo, su gabinete dista mucho del formado por su antecesor: Luis de la Rosa se encargó
de la secretaria de Relaciones, Lafragua obtuvo Gobernación Juan Soto, la de Guerra, Payno la
de Hacienda y la cartera de Fomento. También Comonfort nombró ministro de México en Londres
a Juan Nepomuceno Almonte.
De esta época datan dos leyes precursoras de las de Reforma. El 27 de enero se dicta la ley
Orgánica del Registro Civil que reglamenta los actos trascendentales del individuo frente a la
sociedad. Sus artículos más importantes son:
«Art. 1. Se establece en toda la República, el registro del estado civil.
2. Todos los habitantes de la República están obligados a inscribirse en el registro, a excepcion
de los ministros de las naciones extranjeras, sus secretarios y oficiales.
65. Celebrado el sacramento ante el párroco y previas las solemnidades canónicas, los
consortes se presentarán ante el oficial del estado civil a registrar el contrato de matrimonio.
79. Las personas que quieran dedicarse al sacerdocio, ó consagrarse al estado religioso,
no podrán hacerIo antes de la edad señalada por las leyes, que para que las mujeres entren
al noviciado, será la de veinticinco años cumplidos... manifestarán su explícita voluntad
para adoptar el estado en que van a entrar...
80. Los registros de las profesiones de las religiosas se harán en su mismo convento,
debiendo declarar la interesada solamente en presencia del oficial y de los testigos, a fin de
que quede garantizada la libertad de su declaración..."27
El 30 de enero se emite la "Ley para el Establecimiento y uso de los Cementerios" el artículo 25
de esta disposición sostiene: «Quedan absolutamente prohibidas las inhumaciones en los templos,
ermitas, capillas, santuarios, y lugares cerrados, ó en cualquier otro, dentro del recinto de los
pueblos y fuera de los cementerios... "28
b), La Constitución de 1857. El triunfo de la revolución de Ayutla primero y posteriormente el
juramento a la Constitución mantendrían en constante zozobra al país. Los brotes sediciosos,
provocados por curas de diversos pueblos en los estados de Jalisco, Puebla, México, Michoacán,
San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas, Guanajuato, Veracruz y Tlaxcala, de cuya constancia
dan fe los archivos de la Defensa Nacional, eran motivos suficientes, que obligarían a los
constituyentes a dictar preceptos más radicales; pero por desgracia, el Congreso estaba formado
en su mayoría por liberales a contrapelo o francamente conservadores.
"lograron entrar en el, merced también al sufragio, no pocos individuos del partido moderado,
bastante adictos a las doctrinas del partido, conservador, y aun algunos de los miembros
vergonzantes de éste.
27 Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 364 a 374.
28 Ver Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 375 a 380.
302
Historia de México I
Por consiguiente, las luchas parlamentarias para discutir los derechos del hombre y las
bases de la nueva organización política fueron empeñadísimás, irritantes, y ellas demostraron
una vez más que no estaban desarraigadas en México todavía ni las ideas ni las
preocupaciones del antiguo régimen, aun entre los hombres que habían estado pasando
por partidarios de las doctrinas modernas.»29
La falta de una linea política adecuada se sintió de inmediato, pues a pesar de que gracias a la
revolución de Ayutla se encontraban designados representantes del pueblo, los diputados
discutieron aun la posibilidad de volver otra vez a la antigua constitución del ’24:
«Si, pues, no hemos de cerrar los ojos a la luz, si hemos de aprovecharnos de las lecciones
de la experiencia, si la historia de los pueblos vale algo para nosotros, debemos conservar
la Constitución de 1824, no obstante sus defectos, porque fue la obra de la nación, porque
la hemos practicado ya por más de la mitad de la vida política de México, y porque jamás ha
dejado de existir porque los pueblos la hayan rechazado, sino porque la violencia y la fuerza
la han destruido pérfidamente. . .
Desechad, señor, la idea de una nueva constitución. Laudable es el celo con que la comisión
ha desempeñado sus trabajos en el proyecto que nos ha presentado; pero no puede admitirse
a discusion porque todo, lo que sea separamos de la Constitución de 24 es perdernos para
siempre.»30
He aquí el pensamiento timorato de muchos de los constituyentes. Aceptaban que la constitución
del ’24 tenía defectos, pero preferían esto, a navegar en las para ellos, siempre peligrosas agmás
reformistas. Castañeda no esperó mucho la respuesta. Mata, el yerno de Ocampo dijo: «Si el
señor Castañeda, por el sólo hecho de haber estado en vigor la Constitución de 1824 diez y ocho
años, es decir, más tiempo que cualquiera otra, pretende que debe restaurarse sin ninguna
innovacion, las mismás razones pueden servirle con mucha más fuerza para pedir la restauración
del sistema colonial que duró 300 años y pareció contar a su favor con el consentimiento del
pueblo..."31
EI diputado, por el estado, de Chiapas, Castellanos señaló: «Pero siempre nos hemos de estrellar
en el no es tiempo. ¿Creéis que es una gran cosa la independencia de México? ¿Creéis que fue
extraordinario y heroico el esfuerzo de Hidalgo al lanzarse a la insurrección? Sin duda. Y, si él os
hubiera consultado, le hubierais dicho no es. tiempo; lo hubierais desalentado y con vuestro
eterno no es tiempo pesaria todavía sobre vuestros cuellos el yugo oprobioso de la dominación
española..."32
La necesidad de una nueva constitución era apremiante; una constitución con reformas
fundamentales, intransigente con el pasado, más ésta se hacía imposible por sus opositores. No
sólo dentro del Congreso se encontraban los reacios, sino en el propio poder ejecutivo. De la
Rosa, secretario de Relaciones Exteriores, fue bastante explicito al respecto: «.. considera
urgentísima la expedición del código fundamental para calmar la inquietud de los ánimos, para
aplacar las desavenencias que comienzan a surgir en algunos estados y para evitar, en fin, que la
República vuelva a verse envuelta en nuevos trastornos y revoluciones... EI artículo 15 del proyecto
establece la tolerancia, y EL GOBIERNO ESTA EN CONTRA DE ESTA PELIGROSA INNOVACION
POR GRANDES RAZONES DE ESTADO Y POR SERIOS MOTIVOS POLÉMICOS."33
29
30
31
32
33
Altamirano, Ignacio M. Historia y Política de México. Empresas Editoriales, S. A. México, 1958. p. 87.
Castañeda, Marcelino. Historia del Congreso Constituyente. pp. 461 a 466.
Mata, José Ma. Historia del Congreso Constituyente. pp. 466 y 467.
Castellanos, Matias. Historia del Congreso Constituyente. pp. 475 a 477.
De la Rosa, Luis. Historia del Congreso Constituyente. pp. 477 a 479.
303
Guía de lecturas
EI Secretario de la Rosa tácitamente aludió al clero, que bullía con la mayor efervescencia, al
hablar de «razones de Estado». En igual forma el ministro de Gobernación, Lafragua, expresó el
sentir del Ejecutivo:
"... llevando la voz del Presidente, se opuso a la tolerancia de cultos y pronunció un largo
discurso que era el panegírico más completo de la relación de Estado y la más osada
paradoja contra la libertad individual.
Ya antes de comenzar sus sesiones el Congreso Constituyente, este mismo ministro Lafragua
había dado la medida de su religiosidad excitando a los diputados para que invocasen el
favor divino yendo en cuerpo, como un cónclave, a oir a la catedral una misa de Espíritu
Santo, invitación grotesca que no fue tomada en consideración.»34
La falta de una actitud política en el Congreso y la apatía, su lógica consecuencia, obstaculizaron
los trabajos de los diputados. Duras palabras tuvo que dirigir Arriaga para recordarles el compromiso
contraido con el pueblo y obligarlos a asistir con puntualidad a las sesiones. Cuando alguno
argumentó que sus retrasos se debían a circunstancias imprevisibles, Arriaga contestó que si
llegaba puntualmente a pesar de no disponer siquiera, de un reloj.
«Algunos de los que más crudamente calificaron a los faltistas, para salvar al Congreso,
hacían sus ataques a los pocos que ocasionaban el atraso de las labores. La verdad es que
eran por lo menos setenta y nueve de los elegidos los que faltaban cuando no había número;
y aún haciendo la cuenta de los que estaban en la capital, no debían llamarse pocos, si
fueron ciento diez para la sesión que reprobó el artículo sobre libertad religiosa y ciento
cinco en la que consintió en tomar en consideración el restablecimiento de la Carta de 1824.
Para combatir los principios progresistas siempre había quorum.»35
La postura de los constituyentes no podia resolverse con palabras. Muchos de los diputados
echaron por la borda los principios que hubieran cuajado en preceptos constitucionales prohijadores
de un cambio en la estructura, pero la mayoria, insistimos, estaba formada por liberales pusilánimes
y conservadores decididos, frente a unos cuantos liberales auténticos. Faltaba el voto del pueblo
para dirimir la controversia.
Las polémicas sobre la libertad de cultos, promovidas en el Congreso, ponen de manifiesto, con
meridiana luz, dónde estaba la razón y dónde la mayoría de ellas nos ocuparemos en la parte
relativa a la iglesia.
Otra discusión del mayor realce, que igualmente recalca la actitud del Constituyente, versó sobre
la libertad de imprenta. Nadie mejor que Zarco quien había sufrido en carne propia las represiones
de la dictadura, podía sustentar más justamente la necesidad de un precepto constitucional nítido:
«En vez de hablar vagamene de la paz pública, yo quisiera que terminantemente se dijera
que se prohiben los escritos que directamente provoquen a la rebelión o a la desobediencia
de la Iey, porque de otro modo temo que la censura de los funcionarios públicos, el examen
razonado de las leyes y la petición de reformar esta misma Constitución que estamos
discutiendo, se califiquen de ATAQUES A LA PAZ PUBLICA...»3ó
34 Altamirano, Ignacio. op. cit. p. 92.
35 Rabasa, Emilio. op. cit. p. 54.
36 Zarco, Francisco. op. cit. pp. 535 a 540.
304
Historia de México I
Mientras el Congreso discute la Constitución y ratifica la ley Lerdo, Comonfort, el 15 de mayo de
1857, decreta el Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana». Este documento
sustenta los principios comunes del estado burgués con algunas innovaciones para el derecho
constitucional mexicano.37
Los fundamentos del Estatuto Orgánico, no van a diferir, sustancialmente, de los postulados
vertidos en la Constitución. Lo trascendental fue lo que éstos suscitaron. El ala derecha se impuso,
una vez más; pero una vez más sería derrotada por el pueblo armado.
La Constitución se compone de VIII títulos divididos en 128 artículos, además de uno transitorio.
Se inicia con las proverbiales palabras «En el nombre de Dios.. .» y los postulados que se plasmaron
en ella, son los ortodoxos de una burguesía con un gobierno dividido en tres poderes. El Legislativo,
quedó en manos de la Cámara de Diputados; el poder ejecutivo es grandemente limitado; y el
presidente del poder judicial haría las veces de vicepresidente.
Tanto el presidente del Ejecutivo, como el de la Suprema Corte, eran designados a través de
elección popular indirecta.
Los doce primeros artículos, implícita o explícitamente, consagran el principio de libertad. Libertad
para todo.
Pasemos a la transcripción de los artículos cardinales:
«Art. lo. El pueblo mexicano reconoce, que los derechos del hombre, son la base y el objeto
de las instituciones sociales...
Art. 2o. En la República todos nacen libres...
Art. 3o. La enseñanza es libre ...
Art. 4o. Todo hombre es libre para abrazar la profesion, industria ó trabajo que le acomode...
Art. 6o. La manifestacion de las ideas no puede ser objeto de ninguna inquisición judicial ó
administrativa...
Art. 7o. Es inviolable la libertad de escribir y pubicar escritos sobre cualquier materia.. .
Art. 8o. Es inviolable el derecho de petición ejercido por escrito, de una manera pacífica y
respetuosa...
Art. 9o. A nadie se le puede coartar el derecho de asociarse ó de reunirse pacíficamente
con cualquier objeto lícito...
Art. 10o. Todo hombre tiene derecho de poseer y portar armas para su seguridad y legítima
defensa...
Art. 11. Todo hombre tiene derecho para entrar y salir de la República...
Art. 12. No hay, ni se reconocen en la República, títulos de nobleza, ni prerrogativas, ni
honores hereditarios. . .
37 Ver Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 169 a 181.
305
Guía de lecturas
Art. 13. En la República Mexicana nadie puede ser juzgado por leyes privativas, ni por
tribunales especiales. . .
Art. 14. No se podría expedir ninguna Iey retroactiva...
Art. 15. Nunca se celebrarán tratados para la extradicion de reos políticos.. .
Art. 1ó. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles y posesiones...
Art. 27. La propiedad de las personas no puede ser ocupada sin su consentimiento, sino por
causa de utilidad pública y previa indemnización. La ley determinará la autoridad que deba
hacer la expropiación y los requisitos con que ésta haya de verificarse.
Ninguna corporacion civil ó eclesiástica, cualquiera que sea su carácter, denominacion u
objeto, tendrá capacidad legal para adquirir en propiedad ó administrar por si bienes raíces,
con la única excepción de Ios edificios destinados inmediata y directamente al servicio u
objeto de la institucion.
Art. 28. No habrá monopolios, ni estancos de ninguna clase, ni prohibiciones el título de
protección a la industria...
Art. 32. Los mexicanos serán preferidos a los extranjeros, en igualdad de circunstancias,
para todos los empleos...
Art. 39. La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder
público emana deI pueblo y se instituye para su beneficio. EL PUEBLO TIENE EN TODO
TIEMPO EL INALIENABLE DERECHO DE ALTERAR O MODIFICAR LA FORMA DE SU
GOBIERNO.
La federación quedaba integrada por 24 estados y el territorio de la Baja California. Las diferencias
con la actual división política de la república, son los siguientes: los estados de Baja California,
Campeche, Hidalgo, Morelos y Nayarit antes no existian. Los de Coahuila y Nuevo León formaban
una sola entidad, a pesar de que ambos enviaron representantes al Congreso. No existía el
territorio de Quintana Roo, y el Distrito Federal constituiria el estado del Valle de México, «pero
(Art. 4ó) la creacion sólo tendrá efecto, cuando los supremos poderes federales se trasladen a
otro lugar».
Art. 50. El Supremo poder de la federación se divide para, su ejercicio en legislativo, ejecutivo
y judicial. Nunca podrán reunirse dos ó más de estos poderes en una persona ó corporacion,
ni depositarse el legisIativo en un individuo.
Art. 79. En las faltas temporales del presidente de la República, y en la absoluta mientras se
presenta el nuevamente electo entrará a ejercer el poder, el presidente de la Suprema
Corte de Justicia.
Art. 121. Todo funcionario público, sin excepción alguna, antes de tomar posesión de su
encargo, prestará juramento de guardar esta Constitución y las leyes que de ella emanen.
Art. 123. Corresponde esclusivamente a los poderes federales ejercer, en materias de culto
religioso y disciplina externa, la intervención que designen las leyes.
Art. 127. La presente Constitucion puede ser adicionada ó reformada ...
306
Historia de México I
Art. 128. Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se
interrumpa su observancia. En caso de que por un trastorno público se establezca un gobierno
contrario a los principios que ella sanciona, tan luego el pueblo recobre su libertad, se
restablecerá su observancia, y, con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren
expedido, serán juzgados, asi los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la
rebelión, como los que hubieren cooperado a esta.»38
Tal fue la constitución liberal firmada el 5 de febrero de 1857. No hay duda de que tenía ciertos
postulados renovadores. A pesar de su tono moderado estos puntos reformistas serían suficientes
para levantar las protestas del clero político. Sin embargo, debido a sus limitaciones, tampoco
satisfacía los principios básicos de los liberales puros. Ni a unos ni a otros convenció la defensa
de las ideas con palabras tornóse inoperante: los discursos se quedaron atrás para, dar paso a la
fuerza de las armás y de la violencia, otorgando la razón a quien la tenía, a quien oteaba el futuro,
a quien luchaba contra los intereses las clases retardatarias.
Nadie mejor para comentar el trabajo de los constituyentes que Comonfort. El mismo que llevó
adelante en buena medida la revolución de Ayutla; el que desbarató los planes de DobIado,
Parrodi y Diaz de la Vega; quien sofocó el levantamiento de Puebla; en fin, el origen del momento,
presidente interino y primero constitucional, según disposición de la Carta del ’57:
"La obra del Congreso salió por fin a luz, y se vió que no exigía lo que el país quería y necesitaba.
Aquella Constitución que debió ser iris de paz y fuente de salud, que debía resolver todas las
cuestiones y acabar con todos los disturbios, iba a suscitar una de las mayores tormentas políticas
que jamás han afligido a México. Con ella quedaba desarmado el poder en frente de sus enemigos,
y en ella encontraban éstos un pretexto formidable para atacar al poder: su observancia era
imposible, su impopularidad era un hecho palpable; el gobierno que ligara su suerte con ella, era
un gobierno perdido. Y sin embargo, yo promulgué aquella Constitución, porque mi deber era
promulgarla, aunque no me pareciera buena. El Plan de Ayutla, que era la ley de mi gobierno y el
título de mi autoridad, no me confería la facultad de rechazar aquel código; me ordenaba
simplemente aceptarle y publicarle; y así lo hice con la convicción de que no llenaba su objeto, tal
como estaba concebido, pero con la esperanza de que se reformaría conforme a las exigencias
de la opinión, por los medios que en él mismo se señalaban."39
3. EL GOLPE DE ESTADO. Lo que pensaba Comonfort acerca de la Constitución no le impediría
jurarla. Además, el propio Código establecía la posibiIidad de hacerle adiciones o reformás. Con
esta mira, el juramentado puso de manifiesto en su discurso alusivo, la necesidad de hacer en la
Constitución saludables y convenientes modificaciones, aduciendo: «A este fin el gobierno dirigirá
muy en breve las iniciativas que estime necesarias... La lealtad con que he llenado las promesas
de la revolución de Ayutla me hace esperar que mis indicaciones serán escuchadas. Creedme,
señores; no basta para la felicidad de la República que sus armás victoriosas abatan la reacción
armada; la patria antes que todo necesita disfrutar de una paz firme y estable, y el que acierte a
darle este precioso bien recibirá las bendiciones de la posteridad. . . « Aquel hombre, que ya no
estaba en paz consigo mismo, iba a hacer la paz en la República: comenta Justo Sierra.
Los amagos de la maniobra se barruntaban a cielo descubierto en toda la nación. Para nadie era
un misterio que el levantamiento militar estaba a punto de iniciarse. Con toda franqueza el presidente
en turno de la Cámara, Isidoro Olvera, respondiendo al discurso a que antes hemos aludido,
declaró:
38 Constitución de 1857. Imprenta de Ignacio Cumplido. Calle de los Rebeldes No. 2. México, 1857. Edición Facsimilar
del Fondo de Cultura Económica. México, 1956. pp. 23 a 82.
39 Ver José M. Vigil. op. cit. pp. 237 y 238.
307
Guía de lecturas
«Si la anarquía, si la guerra civil y las desgracias a que conducen estas lamentables
situaciones, se debieron en otras épocas a la conspiración del Ejecutivo contra las
instituciones fundamentales, es sin duda una necesidad imperiosa la de que en la nueva
era que hoy comienza para la República el supremo encargo de presidente sea desempeñado
conforme la Constitución, con lealtad y patriotismo: y si la nave del Estado encalló a veces
por el descuido con que la dirigiera ese mismo poder, y por el abandono en que tuvo los
intereses públicos es también otra exigencia no menos urgente la de que como acaba de
prometer, promueva el bien y prosperidad de la nación, por iniciativas, que atenderá
debidamente el Congreso..."40
Las palabras de Olvera no eran ninguna indirecta. Desprovistas del más leve matiz diplomático o
político, señalaban con toda precisión uno de los agudos defectos de los presidentes en turno:
olvidar la Constitución; al reconvenirlo, obligaba a Comonfort a meditar sus acciones, cerrando la
puerta falsa que el Ejecutivo podía pretextar. Se refería en concreto a la opinión que de la Carta
Magna tenía el presidente: «Con ella quedaba desarmado el poder en frente de sus enemigos»;
ya que el Congreso estaba presto según Olvera, a modificarla convenientemente.
La situación del país en su aspecto político, en apariencia confusa, se presentaba nítida a quien
la analizara objetivamente. EI partido conservador no podía aceptar la Constitución a ningún
precio. Su eterna política a marchamartillo, hábil para el escarceo político pero incapaz de ceder
un ápice sino ante la violencia, conduciría al país a una gerra civil:
«Quieren la fusión de los partidos, decía a este propósito EI Siglo XIX, con tal que el
progresista destruya su propia obra, y en lugar de aprovechar las victorias que le han dado
la opinión y la voluntad nacional, diga humilde un mea culpa y entregue los destinos del país
a los que niegan la soberanía del pueblo, a los que hacemos el sacrificio de la representación
por clases. No son enemigos de gobierno actual, con tal que este gobierno se convierta en
contrarrevolucionario, falte a su misión y se manche con un escandaloso perjurio... Quieren,
en fin, que la revolución de Ayutla la más justa, la más popular de cuantas ha habido en el
país, la única que ha cumplido sus promesas, retroceda al llegar a su consumación y restaure
los abusos, los excesos, la tiranía que la hicieron nacer para emancipar al pueblo».
Comenta Vigil, de quien hemos tomado la siguiente trascripción:
«Tratábase ya, como se ve, de una maniobra de más alto alcance; tratábase de explotar
aquella sombra siniestra, engendro de duda y desconfianza, que asediaba como tentación
satánica el pensamiento de Comonfort. Bajo estas bases, añadía EI SigIo, poniendo en
toda su desnudez la tendencia reaccionaria, ¿es posible la fusión? ¿Se quiere de buena fe
la reconciliación y la concordia? ¿Se anhela realmente el orden legal? Nada de eso. Lo que
se quiere es un golpe de Estado. Lo que se pretende es que el gobierno descienda de su
alto carácter al miserable papel de jefe de motín. Lo que se aconseja es la traición del
Ejecutivo, un nuevo escándalo, un nuevo crimen político, un atentado contra las instituciones
del país, y por último, adonde se quiere llegar es a la proscripción de todo progreso y de
toda libertad y a la resurrección del más ominoso despotismo."41
El 21 de noviembre de 1857 mediante decreto del Congreso, se declara presidente constitucional
a Ignacio Comonfort y presidente de Ia Suprema Corte de justicia a Benito Juárez.
40 Ver José Ma. Vigil. op, cit. p. 279.
41 Vigil, José María. op. cit. p. 239.
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Historia de México I
Para finales del año, todo el mundo reaccionario conspiraba; el eje de la conspiración se ubicaba
en el palacio Nacional y el Episcopal de Tacubaya. EI pueblo y los hombres puros aguardaban.
Juárez, el Impasible, esperaba confiado, confiando en la conducta de los desheredados.
«. . . los partidos se preparaban para la nueva situación: el conservador, soñando
aprovecharse de los cuantiosos elementos, que iba a poner en sus manos el mismo caudillo
afortunado que tantas veces le había hecho sentir el peso de su impotencia, se agitaba con
febril excitación cual si quisiese esconder su debilidad bajo los alardes de un vigor ficticio. El
liberal, encerrándose en una fría reserva, sin amenazas ni recriminaciones, seguía los
tortuosos pasos del Ejecutivo y no desalentaba ante una lucha que prometía ser larga y
reñida. Y en medio de aquellos dos antagonistas, que iban a convertir el país entero en
sangriento teatro de una guerra sin cuartel, el jefe del Estado, el mismo que había puesto
los cimientos de la reforma, que aclamado por la opinión había subido a la cumbre del
poder, llevando como depósito sagrado los votos y las esperanzas del pueblo, se adelantaba,
empujado por una siniestra fatalidad, al borde del precipicio en que se hundiría sin remedio,
como un conspirador vulgar, después de romper los títulos legales que le colocaban a la
cabeza de la República. Terribles deben haber sido las luchas de ideas y sentimientos que
se agitaban en la conciencia de Comonfort en aquellos días de sombría expectativa; pero la
suerte estaba echada; la fe en su misión de reformador había vacilado, y la vacilación en las
alturas en que le habían colocado los acontecimientos, era el vértigo..."42
Es evidente que el error de Comonfort estribó en su absurda creencia de poder conciliar a los dos
partidos beligerantes. He aqui una gran leeción de nuestra historia. No puede gobernarse con el
apoyo de los fuertes si se lesionan sus privilegios; el apotegma contrario, es totalmente válido: no
se puede tener el respaldo de las mayorías si no se toman medidas que las favorezcan. Si esto es
hoy verdad, en el ’57 esplendía con brutal certidumbre. La política de conciliación que Comonfort
trataba de llevar adelante por convencimiento, sólo pudo realizarla Díaz empleando métodos
«convincentes».
Pretender gobernar sin rumbos fijos navegando a bandazos entre estado e iglesia, tornábase
quimérico; desviarlo de tristes consecuencias para don Ignacio y de funestas para el país.
De no existir una carta en la cual Comonfort se quita el embozo, podríamos pensar que éste
ingenuamente consideraba que su política daria resultados positivos. No obstante, el personaje
que en forma magistral plasmara Shakespeare resultaba a la medida para el presidente.. .
Comonfort también dudó de dichos resultados. Si no fuera asi, cómo explicaríamos la epístola del
21 de octubre dirigida a Juárez en la que le comunica su nombramiento para formar parte del
gabinete en la cartera de Gobernación, y en cuyo final estampa estas angustiosas palabras: «...y
por último para que estés al tanto de la situación y el conocimiento de ella te facilite el despacho
de los negocios para cuando, COMO PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE, TENGAS QUE
ENCARGARTE DEL MANDO SUPREMO DE LA NACIÓN porque así lo exija mi falta de salud O
ALGUNA OTRA CAUSA GRAVE.»43
La consideración de que aún antes de subir a la presidencia, constitucional hubiera de renunciar
a ella por enfermedad, se nos antoja útil. Por eso creemos que Comonfort estaba ya decidido a
llevar adelante un golpe de estado; una maquinación sediciosa que tal vez él mismo en su
subconsciente había ideado, al convencerse de que no es capaz de, llevar adelante los postulados
42 Vigil, José Ma. op, cit. pp. 279 y 280.
43 Comonfort, Ignacio. Epistolario de Benito Juárez. Fondo de Cultura Económica. México, 1957. p. 70.
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Guía de lecturas
reformistas en los cuales, y a pesar de todo, veia la única solución para el país. ¿Qué mejor,
entonces, que poner en manos de Juárez la cartera de Gobernación?
¿Por qué lo nombró miembro en su gabinete, si Juárez ya había sido electo presidente de la
Suprema Corte de justicia? ¿Por qué no invitó a Juárez sin tapujos al golpe de estado? ¿Por qué
lo dejó libre? ¿Por qué manifestó públicamente su deseo de regresar a la Constitución que él días
antes, había repudiado?
Las dubitaciones políticas que sacudían al país, hacían del año 1857, el momento menos propicio
para que un liberal de las caracteristicas de Juárez tomara la presidencia. De otro modo, ¿cómo
explicamos que Comonfort haya obtenido su elección a la presidencia de la República sin
contrincante y que, al no lograr Juárez mayoría para la Suprema Corte, el Congreso se viera
precisado a elegir entre él y Lacunza? Reiteramos: Don Benito, en 1857, antes de ser debelado el
partido conservador, no podia ganar una elección directa. Ni Juárez ni ningún liberal puro.
¿Fue consciente Comonfort de esta artimaña política en la que él participó como primera figura?
No podriamos asegurarlo. Toda su conducta, empero, durante el golpe de estado, nos obliga a
reconocer que hizo el juego al liberalismo.
¿Fue el camino incorrecto? Es posible. Pero a pesar de los grandes hombres que constituían el
partido liberal; a pesar de que el pueblo apoyó la causa reformista; a pesar de que los liberales
tenían a su favor el fallo de la historia: hemos de reconocer que trescientos cincuenta años de
dominación clérigocolonial, pesaban mucho en nuestro país y que las condiciones, precisamente
por eso, no estaban dadas. De lo contrario, ¿cómo dar luz sobre la dictadura porfirista? Si esta
dominación clerigofeudal no tuviera la importancia que le hemos reconocido ¿por qué vía lograr la
exógesis de los acontecimientos políticos que actualmente están padeciendo nuestros hermanos
de Allende el Suchiate? Que nos desmientan Castillo Armás, Batista, Somoza, Pérez Jiménez,
los betancoures y todos los espadones en charreteras o con levita sobrepuesta.
La causa está señalada. EI imperialismo norteño sólo ha usufructuado (y ¡en qué forma!), estas
condiciones: asi nos encontró y no va a fomentar cambios favorables a nosotros. Todo lo contrario.
Si los países latinoamericanos hubieran obtenido su independencia económica, no se habría
jugado con su independencia política.
Antes de convertirse en sedicioso, insistiendo en su postura contradictoria Comonfort, en finta
imposible, invita a Juárez a seguirlo en su ruta sin brújula. Simple envite, que el mismo presidente
consideraba utópico dado el carácter del oaxaqueño en quien ni el azar ni la fortuna jamás
intervinieron.
«Te quería yo comunicar hace días, que estoy decidido a cambiar de política, porque la
marcha del gobierno se hace cada dia más difícil, por no decir imposible: los hombres de
algún valer se van alejando del palacio, los recursos se agotan, y yo no sé qué va a ser del
país si no procuramos todos que las cosas vayan mejor. A la revolución física no le temo, la
afrontará como hasta aquí; pero la revolución moral exige otra clase de medidas, que no
son las armás y la fuerza.
-Alguna cosa sabía yo, le contestó el señor Juárez con mucha calma; pero supuesto que
nada me habías dicho, yo tampoco quería hablarte una palabra.
-Pues bien, replicó el señor Comonfort, ahora te lo digo todo: es necesario que cambiemos
de política, y yo deseara que tú tomaras parte y me acompañaras...
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Historia de México I
-De veras, le contestó el señor Juárez sin perder la calma y como si se le hablara de la cosa
más llana del mundo; de veras, te deseo muy buen éxito y muchas felicidades en el camino
que vas a emprender; pero yo no te acompaño en él."44
La política conciliatoria de Comonfort, al igual que la Constitución,dejaban mucho que desear a
los liberales y a los consevadores les resultaba inadmisible. Ante esa situación fomentada por él,
tuvo que echarse momentáneamente en brazos de los reaccionarios.
En realidad los acontecimientos tendrían que desembocar en la lucha armada, vistas las condiciones
en que vivía el país. El golpe de estado arrojó un mero incidente pues las discrepancias entre
liberales y conservadores acrecíanse amenazantes cada vez más. Las posturas chocaban
irreconciliables; y no añoraba ya ni la más remota posibilidad de avenimiento.
Tres semanas transcurrieron para esclarecer al propio Comonfort y a los conservadores, que don
Ignacio no tenía madera de sedicioso. Fue necesario adentrarse por la selva del obscurantismo
para que el otrora presidente constitucional se convenciese (si es que no lo estaba), de que la
única senda adecuada era la reforma. Volvió asi de nuevo sus ojos a los liberales.
«. . querer constituir un gobierno que, dominando a todos los partidos, fuera enteramente
independiente de ellos, agobiado por las fuerzas que levantaban los constitucionalistas y
los conservadores, con quienes tenia necesidad de aliarse, no encontrando un partido propio,
pues tuvo que arrollar a sus antiguos compañeros, vio que le era preciso arrojarse otra vez
en brazos de los liberales y que de todas maneras había que sostener una lucha larga, que
acabaria por agotar los recursos de la Nación y aumentaría las calamidades: tembló ante la
actitud de los Estados y en su vacilación envió comisiones a Guanajuato y Jalisco para
manifestar su arrepentimiento y su disposición de entregar el mando supremo al Presidente
de la Suprema Corte, a quien puso en libertad; pero la coalición que reconocio a éste por
Presidente de la República no perdonó a Comonfort que anegara al país en sangre y
paralizase el bienestar de los pueblos que querian gozar de la paz.»45
Todo se iba dilucidando, la época de las transacciones quedaba atrás y quienes nadaban entre
dos aguas, se vieron precisados a ganar una u otra orilla.
La historia nacional volvería a escribir páginas epopéyicas. En el partido conservador se agitaba
un sedimento extraño, que debía ser expelido motu proprio o por medio de la fuerza; ente
heterogéneo que no podía armonizar en Ia burda maquinaria: «EI pobre Comonfort decía: iPero
si esa Ley ha creado intereses nuevos, derechos nuevos, posiciones nuevas, y todo bajo mi fe,
bajo mi firma, bajo mi amparo! iQué hacer en este caso?, decía el Presidente al prócer conservador
don José M. Cuevas. -Derogar la Ley-Lerdo y ponerse en manos de los conservadores, contestaba
el abogado- ¿Y usted en mi lugar, con mis antecedentes, con mis ideas, lo haria?, interrogaba
ansioso Comonfort, -Yo no, contestó el caballero reaccionario-. Gracias, concluyó Comonfort, yo
no lo haría jamás. AI día siguiente la brigada Zuloaga se repronunciaba desconociendo a Comonfort
como Presidente...»4ó
Por lo pronto no quedaba otro camino aceptable que el golpe de estado mediante el plan de
Zuloaga, conocido como Plan de Tacubaya, el cual vio la luz pública el 17 de diciembre..Los
considerandos de este documento son hipócritas y tendenciosos; se argüía que la Constitución
no había podido hermanar el progreso con el orden y la libertad. Estas palabras en labios de los
44 Vigil, josC. Ma. op. cit. p. 286.
45 Rivera Cambas, Manuel. op. cit. T. I. p. 292.
46 Sierra, Justo. op. cit. p. 113.
311
Guía de lecturas
conservadores enmarcaban una cruel ironia; argumentar que la nación necesitaba de instituciones
análogas a sus usos y costumbres y al desarrollo de sus elementos de riqueza y prosperidad era,
ni más ni menos, insistir en la permanencia de la desesperante estructura feudal en que el país
vegetaba, ignorando la plenitud del siglo XIX. Con tan absurdos argamentos, el plan sostenia seis
artículos que ponian al descubierto los verdaderos y aviesos fines del partido retardatario:
"Artículo lo. Desde esta fecha cesará de regir en la República la Constitución de 1857.
Art. 2o. Acatando el voto uninime de los pueblos, expresado en la libre elección que hicieron
del Excelentisimo Sr. presidente D. Ignacio Comonfort, para presidente de la República,
continuará encargado del mando supremo con facultades omnímodas, para pacificar a la
nación, promover sus adelantos y progreso, y arreglar los diversos ramos de la administración
pilblica.
Art. 3o. A los tres meses de adoptado este plan por los Estados en que actualmente se halla
dividida la República, el encargado del Poder Ejecutivo convocará un Congreso extraordinario,
sin más objeto que el de formar una constitución que sea conforme con la voluntad nacional
y garantice los verdaderos intereses de los pueblos. Dicha constitución, antes de promulgarse,
se sujetará por el gobierno al voto de los habitantes de la República.
Tacubaya, Diciembre 17 de 1857.-Félix Zuloaga.»47
Guando don Ignacio aceptó la alianza con los conservadores se le dio a conocer el plan que
Zuloaga tenia ya preparado; al terminar de leerlo, no sin pena, balbuceó: «Acabo en este momento
de cambiar mis titulos legales de presidente, por los de un miserable revolucionario; en fin ya
estiáhecho, y no tiene remedio. Acepto todo, y Dios dirá pór que camino debemos marchar.»
Empero, Comonfort no representaba ni mucho menos satisfacia las pretensiones del partido
conservador. El dia 9 de enero, Zuloaga con angustia declaraba «mi compadre nos traiciona, mi
compadre nos quiere entregar a los puros y nosotros estamos decididos a seguir nuestro camino».
Dos dias después el conspirador de si mismo, es victima de un nuevo golpe de estado mediante
la reforma al Plan de Tacubaya, que tendia al desconocimiento de don Ignacio como presidente.
También Zuloaga seria depuesto a poco.
El levantamiento subversivo provocó la reacción de muchas personalidades que permanecian
vacilantes entre los dos partidos: muchos gobernadores que prometieron su apoyo a Comonfort,
de inmediato le dieron la espalda. El Congreso en igual forma protestó con firmeza:
«La República Mexicana acaba de ver consumado el crimen más escandaloso que se registra
en los fastos de su historia. El segundo caudillo de Ayutla, el hombre en quien la nación
pusiera su confianza, depositando en sus manos su presente y su porvenir; el mismo que
ha quince dias juró ante el Ser Supremo y ante la nación toda, ser fiel guardián de sus
instituciones, ha cambiado de improviso los honrosos titulos de jefe constitucional de un
pueblo libre por los menguados de un faccioso vulgar. Renegando de sus antecedentes,
traicionando la voluntad nacional y violando su juramento, ha vuelto contra el seno de la
patria las armás que le confiara para su salvación y defensa...
La representación nacional, sea cual fuese el mérito personal de sus miembros, no ha
ejercido un solo acto de oposición contra el Ejecutivo federal en el corto periodo de su
existencia; y antes, por el contrario, cuando por el fue requerida, puso en sus manos la
47 Ver José Ma. Vigil. op. cit. p. 282.
312
Historia de México I
suma de poder extraordinario que le pidiera para salvar la situación, otorgando al jefe
constitucional del Estado el voto de inmensa confianza...
México, Diciembre diez y siete de mil ochocientos cincuenta y siete."48
Aunque parezca increíble esta protesta la suscribían más de ochenta diputados.
El gobierno espurio de Zuloaga sería abatido por el grupo que lo encumbró. El batallón de Celaya,
acuartelado en el convento de san Agustín, proclamó el Plan de Ayutla que desconocía al gobierno
del de Tacubaya con sus reformás, y ofrecía provisionalmente el poder al general Manuel Robles
Pezuela. En realidad el de Ayutla que modificara Echegaray, es el Plan de san Agustín, conocido
también con el nombre de Plan de México y que pondría en manos de Miramón la manoseada
pseudopresidencia de las ciudades de México, Puebla y Querétaro.49
La revolución de Ayutla despojó al clero y al ejército de sus fueros privativos pero, sobre todo y
gracias a la Ley Lerdo, menguó el poder económico de la iglesia. El partido cuartelero sintiéndose
herido precipitó al país a una desenfrenada contienda, conocida con el nombre de guerra de Tres
Años, que fue en realidad la guerra de Reforma. Para bien de la nación Juárez tenía Ia palabra.
4. LA REFORMA. a) Juárez. Si en la Constitución del ’57 se traslucía el espíritu de Comonfort, en
la Reforma encontramos en destello el carácter de Juárez. Juárez y la Reforma son reflejos de la
patria diamantina tallada en la lucha por consolidarse como país, raza y pueblo. Fue Juárez el
único liberal puro que, participando en primer plano, guardó celosamente la república, desde la
revolución de Ayutla hasta la consolidación plena de la nacionalidad.
No obstante que nuestra personal admiración a los hombres de la Reforma se condense en
Melchor Ocampo, reconocemos en el patricio oaxaqueño al hombre indispensable de la época. Ni
el apasionado Ramírez, el inteligente Miguel Lerdo, el agrarista Arriaga o el mártir DegolIado, ni el
brillante Zarco, el audaz Zaragoza, el romántico Prieto, ni siquiera el sabio e incorruptible Ocampo,
ostentaban las cualidades requeridas para conducir a feliz puerto la maltrecha nave que en
procelosas aguas navegaba.
Gigante ante la adversidad; en las derrotas sereno; firme en sus decisiones y consciente de su
histórico papel, cual hábil político aferróse a la presidencia cuando ésta no representaba sino
sinsabores y peligrosos éxodos. Patriota siempre, patriota en todo.
Ocampo, demásiado desprovisto de ambición por el poder; Degollado, generoso y bueno en
demásía; Ramírez en exceso intransigente; Lerdo más que político; Prieto poeta en extremo.
Sólo el de Guelatao quien para mayor honra de la patria era indígena neto, sabría llevar adelante
la Reforma e infringir merecido escarmiento a piratas extranjeros y a maInacidos mexicanos.
Grande en su sencillez, su único deseo consiste en servir a la patria. Decide por ello ingresar al
ejército revolucionario de Ayutla como simple ciudadano:
«Sabiendo que aquí se pelea por la libertad, he venido a ver en qué puedo ser útil.
Salen ese mismo día rumbo a Texca, cuartel general de los revolucionarios, bajo una
tormenta. Y habla ahora el coronel Alvarez:
48 Ver José Ma. Vigil. op. cit. pp. 298 y 299.
49 Ver Colección de Documentos Inéditos o muy raros relativos a la Reforma en México. Instituto Nacional de
Antropologia e Historia. México, 1957 y 1958. -T. II. pp. 9 a 13.
313
Guía de lecturas
Ocioso es decir que estando nosotros desprovistos de ropa para el recién llegado, no
sabíamos qué hacer para remediar la ingente necesidad que sobre él pesaba; hubo de
usar, pues, el vestuario de nuestros pobres soldados, esto es, algún calzón y cotón de
manta, agregando un cobertor de la cama del señor mi padre y su refacción de botines, con
lo que, y una cajilla de buenos cigarros, se entonó admirablemente. Por lo demás, el señor
mi padre, que tuvo gusto en recibir a un colaborador espontáneo en la lucha comenzada
contra Santa-Anna, estaba en la misma perplejidad que yo, y al ofrecerse él a escribir en la
secretaria, repitiendo que había venido a ver en qué podía ayudar aqui, donde se peleaba
por la libertad se le encomendaron algunas cartas de poca importancia, que contestaba, y
con la mayor modestia las presentaba a la firma. Pasados algunos días, llegó un extraordinario
participando el movimiento de aquella capital, y como, el primer pliego del paquete viniese
rotulado: AI Sr. Lic. D. Benito Juárez, se le presentó dicióndole.
-Aqui hay un pliego rotulado con el nombre de usted; pues qué, ¿es usted licenciado?
-Si, señor- respondió.
-¿Conque es usted el que fué gobernador de Oaxaca?
-Si, señor.
Y sofocado de vergüenza repuse:
-i Por qué no me había dicho, esto?
i Para qué! -repuso-. iQué tiene ello de particular?»50
Con facultades absolutas en casi todos sus períodos presidenciales, pudo convertirse fácilmente
en dictador, más ni la tiranía ni la ejecución, motivada por venganza personalista, mancharon
jamás su nombre:
"No es posible asumir poder más grande que: el que Juárez se arrojó de 63 a 67, ni usarlo
con más vigor ni con más audacia, ni emplearlo con más aIteza de miras ni con éxito más
cabal. Fundado en el decreto de 11 de Diciembre que le concedió facultades omnímodas,
sin más restricción que encaminarlas a la salvación de la Patria, ningún obstáculo encontró
en su áspero camino que no fuera allanable; sustituyó al Congreso no sólo para dictar toda
clase de leyes, sino en sus funciones de jurado para deponer al presidente de la Corte
Suprema; y fué más allá: sustituyó no sólo al Congreso, sino aI pueblo, prorrogando el
término de sus poderes presidenciales por todo el tiempo que fuese menester; pero se
atuvo a lo que la Ley de Diciembre le prescribía como restricción, y que era sólo en verdad
la razón de ser de aquella delegación sin ejemplo: salvó a la Patria.»51
Estas consideraciones sobre Juárez emitidas por mexicanos pudieran parecer apasionadas. Sin
extendernos sobre los juicios que en el extranjero se han vertido sobre la ilustre figura del gran
oaxaqueño, citaremos algunos ejemplos. El Congreso de Colombia lo declaró «Benemérito de las
Américas»; Keratri, en un pasaje que encierra todo lo que el Indio significaba escribía: «. . Juárez
no había sido expulsado por la población de la capital... Estaba agobiado; pero no abdicaba, tenía
la tenacidad del derecho. Durante cinco años... fue retirándose de pueblo en pueblo, sin encontrar
jamás en su camino, ni un asesino, ni un traidor.»
50 Pérez Martínez, Héctor. Juárez (El Impasible). Colección Austral. Buenos Aires, 1956. p. 57.
51 Rabasa, Emilio. op. cit. pp. 145 y 146.
314
Historia de México I
Ralph Roeder deelara:
"También en el extranjero se reconoció el timbre de su gloria, y nadie lo captó con mayor
claridad que Emilio Castelar, un correligionario español que rindió tributo a su obra dos
veces, en la penumbra de la adversidad y en la luz meridiana del triunfo. Antes de salir
Maximiliano de Miramar, cuando Bazaine borraba el nombre de Juárez de sus informes y le
daba por vencido, Castelar escribió casi en son de epitafio: ‘Ser grande con un pueblo
grande, como Washington, es fácil. Lo difícil es ser grande siendo todo pequeño; perseverante
en medio de inconsecuencias; firme cuando el cielo y la tierra se conjuran contra un hombre.
Miradlo perseguido, acosado, sin recursos, con las fuerzas de Francia en su contra;
desafiándolo todo con frente erguida, iluminada por los resplandores de la conciencia,
mientras el remordimiento cubre de negras sombras la frente de los vencedores. Estamos
seguros de que, si el príncipe Maximiliano va a México, miI veces el recuerdo de Juárez
turbará sus sueños, y comprenderá que mientras haya un hombre tan firme, no puede morir
la democracia en América’. Y otra vez, en la hora de la victoria, como epitafio de los vencidos:
‘No hubo nada digno ni honorable en la expedición de México, ni su preparación ni su fin, ni
ninguno de los personajes que tomaron parte en ella; sólo hubo de muy grande y de muy
honorable la oposición que la combatió y que triunfó contra ella, la adivinación y la audacia
del General Prim, la fe y la fuerza del pueblo mexicano, la dignidad y la energía férrea, de
Juárez’..."52
b) Las Leyes de Reforma. Entre el restallar de la sangrienta lucha fratricida curtiéronse las leyes
de Reforma; de allí surgió, una legislación que meridianamente escindiría las funciones.
correspondientes a un estado moderno, de las que pertenecían, por su carácter, a las instituciones
religiosas.
Quien medite sobre el significado y materia de estas leyes, podría entender hasta qué punto era
necesario deslindar las funciones del clero mexicano. Antes de su promulgación no existia un
verdadero gobierno en virtud de que todos los actos sobresalientes de la vida ciuidadana, estaban
controlados por la iglesia católica. México vivía aun, muchos años después de su intependencia,
bajo la égida teocrática.
Justificación plena de estas leyes encontrámosla en la simple lectura de las mismas. Veamos la
más importante: la Ley de Nacionalización de los bienes del clero:
«CONSIDERANDO: Que el motivo principal de la actual guerra promovida y sostenida por
el clero, es conseguir el sustraerse de la dependencia a la autoridad civil:
Que cuando ésta ha querido, favoreciendo al mismo cIero, mejorar sus rentas, el clero, por
solo desconocer la autoridad que en ello tenía el soberano, ha rehusado aun el propio
beneficio:
Que, cuando quiso el soberano, poniendo en vigor los mandatos mismos del clero sobre
obvenciones parroquiales, quitar a este la odiosidad que el ocasionaba el modo de recaudar
parte de sus emolumentos, el clero prefirió aparentar que se dejaría perecer antes que
sujetarse a ninguna Ley:
Que como la resolución mostrada sobre esto por el Metropolitano, prueba que, el clero
puede mantenerse en México, como en otros países, sin que la Ley civil arregle sus cobros
y convenios con los fieles:
52 Roeder, RaIph, op. cit. T. Il. pp. 415 y 416.
315
Guía de lecturas
Que si en otras veces podia dudarse por alguno que el clero ha sido una de las rémoras
constantes para establecer la paz pública, hoy todos reconocen que está en abierta rebelion
contra el soberano:
"Que dilapidando el clero los caudales que los fieles le habían confiado para objetos piadosos,
los invierte en la destrucción general, sosteniendo y ensangrentando cada día más la lucha
fratricida, que promovió en desconocimiento de la autoridad legítima, y negando que la
República pueda constituirse como mejor crea que a ella convenga.
He tenido a bien decretar lo siguiente:
Art. 1. Entran en dominio de la nación, todos los bienes que el clero secular y regular HA
ESTADO ADMINISTRANDO con diversos títulos, sea cual fuere la clase de predios, derechos
y acciones en que consistan, el nombre y aplicación que hayan tenido.
3. Habrá perfecta independencia entre los negocios del Estado y los negocios puramente
eclesiásticos. El gobierno se Iimitar a proteger con su autoridad el culto público de la religión
católica, así como el de cualquiera otra.
5. Se suprimen en toda la República las órdenes de los religiosos regulares que existen,
cualquiera que sea la denominación ó advocación con que se haya erigido, así como también
todas las archicofradias, cofradías, congregaciones ó hermandades anexas a las
comunidades religiosas, a las catedrales, parroquias ó cualesquiera otras iglesias.
6. Queda prohibida la fundación ó erección de nuevos conventos de regulares; de
archicofradías, cofradías, congregaciones ó hermandades religiosas, sea cual fuere la forma
ó denominación que quiera dárseles. Igualmente queda prohibido el uso de los hábitos ó
trajes de las órdenes suprimidas.
8. A cada uno de los eclesiásticos regulares de las órdenes suprimidas que no se opongan
a lo dispuesto en esta Ley, se le ministrará por el gobierno la suma de quinientos pesos por
una sola vez. A los mismos eclesiásticos regulares que por enfermedad o avanzada edad
estén físicamente impedidos para el ejercicio de su ministerio, a más de los quinientos
pesos, recibirán un capital, fincado ya, de tres mil pesos, para que atiendan a su sustentacion.
De ambas sumas podrán disponer libremente como de cosa de su propiedad.
12. Los libros, impresos, manuscritos, pinturas, antigüedades y demás objetos pertenecientes
a las comunidades religiosas suprimidas, se aplicarán a los museos, liceos, bibliotecas y
otros establecimientos públicos.
16. Las autoridades políticas y judiciales del lugar, impartirán, a prevencion, toda clase de
auxilios a las religiosas exclaustradas, para hacer efectivo el reintegro de la dote, ó el pago
de la cantidad que se les designa en el artículo anterior.
21. Quedan cerrados perpétuamente todos los noviciados en los conventos de señoras
religiosas. Las actuales novicias no podrán profesar, y al separarse del noviciado se les
devolverá lo que hayan ingresado al convento.
22. Es nula y de ningún valor toda enajenación que se haga de los bienes que se mencionan
en esta Ley, ya sea que se verifique por algún individuo del clero, ó por cualquiera persona
que no haya recibido expresa autorización del gobierno constitucional. EI comprador, sea
nacional ó extranjero, queda obligado a reintegrar la cosa comprada ó su valor, y satisfará
316
Historia de México I
además una multa de cinco por ciento, regulada sobre el valor de aquella. EI escribano que
autorice el contrato, será depuesto ó inhabilitado perpétuamente en su ejercicio público, y
los testigos, tanto de asistencia como instrumentales, sufrirán la pena de uno a cuatro años
de presidio.
Por tanto, mando se imprima, publique y circule a quienes corresponda. Dado en el palacio
del gobierno general en Veracruz, el 12 de julio de 1859, Benito Juárez, Melchor Ocampo,
presidente del gabinete, ministro de Gobernación, encargado del despacho de Relaciones
y del de Guerra y Marina Lic. Manuel Ruiz, ministro de justicia, Negocios Eclesiásticos ó
Instruccion Pública. Miguel Lerdo de Tejada, ministro de Hacienda y encargado del ramo de
Fomento.»53
La diferencia conceptual entre la Ley Lerdo y la Ley de Nacionalización es enorme; ésta, consciente
de la situación legal que ha guardado siempre la propiedad eclesiástica en nuestro país desde la
época precortesiana, explícitamente reconoce que los bienes del clero en México han sido del
estado, por lo cual, en su artículo primero señala que cesa la ADMINISTRACIÓN de dichos
bienes por parte de la iglesia. La medida quedaba ratificada nada menos que por el derecho de
Patronato establecido, mediante la bula de Alejandro VI de 1501, y por los tratados entre México
y España firmados en 1836, por los cuales todos los derechos que la Corona tenia sobre la Nueva
España pasaban a poder del gobierno mexicano.
Un dia después se expide el reglamento de la Ley. EI artículo uno, dispone la creación de una
oficina para hacerse cargo de los bienes en el Distrito Federal; en los estados actuarían las
jefaturas superiores de Hacienda. EI artículo ocho apunta «en dichas almonedas se tendrán por
buenas las posturas que ofrezcan una tercera parte del avalúo en dinero efectivo y otra tercera
parte en créditos de la deuda nacional reconocida. . . « EI artículo once establece que, todos los
capitales reconocidos en favor del clero secular y regular «podrán ser redimidos por los actuales
censatarios en esta forma: tres quintas partes en titulos o créditos de la deuda nacional... y dos
quintas partes en dinero en efectivo pagaderas en abonos mensuales, y por partes iguales, durante
cuarenta meses. . . "
EI artículo veintiocho otorga el derecho a los denunciantes de fincas que no hubieran sido
desamortizadas conforme a la Ley Lerdo, de que se les adjudicase dicha propiedad raíz por el
valor decIarado para el pago de contribuciones; en su defecto, al valor que corresponda a la renta
que en el momento esté devengando, mediante el pago del 70% en créditos y el 30 restante, en
numerario y a plazos, tal como lo establece el artículo once.
El artículo treinta y tres dispone que, de las cantidades obtenidas en numerario, una quinta parte
será para las entidades en donde se encuentren los bienes nacionalizados, con la obligación de
invertir el producto en caminos y otros objetos de notoria utilidad pública.
EI artículo treinta y cinco fija las reglas a que ha de sujetarse la admisión y amortización de la
deuda nacional, y: «En ninguna de las operaciones que emanen de esta Ley se admitirán como
créditos contra el erario, los documentos expedidos por la Tesorería General de México, después
del 16 de Diciembre de 1857.54
El espíritu liberal queda patente. Su remembranza con la Diosa Razón de la Francia republicana,
es obligada. No hay duda de que el pensamiento de los ideólogos de la gran revolución, el clásico
53 Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 680 a 683.
54 Ver Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 683 a 688.
317
Guía de lecturas
movimiento de la burguesía, mucho influyó en los hombres que derrocaron a la dictadura; no
obstante, existen diferencias fundamentales entre el pensamiento liberal francés que configuró a
la revolución francesa y el pensamiento liberal mexicano de la Reforma. En cuanto al tiempo, la
distancia es de un siglo; respecto al espacio, Francia en Europa es influida por la Gran Bretaña,
México en América, mantiene aún las profundas raíces del feudalismo español.
Los filósofos franceses supieron interpretar fielmente a la burguesía francesa; los filósofos
mexicanos también interpretaron con fidelidad el pensamiento de la burguesia francesa. La clase
burguesa de Francia para 1789 era ya poderosa, con la fuerza que da la propiedad de los medios
de producción capitalistas; la burguesía de México en la década de los cincuenta del siglo pasado
era casi inexistente. La universalidad de la revolución francesa trasplantada a las circunstancias
reales del México de entonces, no pudo fructificar; surgieron los hombres, pero las condiciones
objetivas les fueron adversas. Las tesis generales no siempre operan en los casos particulares.
Por lo expuesto podríamos concluir que la lucha liberal no acarreó resultados positivos para la
nación. Falso. Con nada podremos pagar los mexicanos de hoy, a los liberales de ayer, su
inapreciable legado que es México. Gracias a Juárez, el pseudo país surgido en 1821 que, mutilado,
escarnecido, befado por oriundos y extranjeros y a punto de perecer al inicio de la segunda mitad
del pasado siglo, gracias, repetimos, a la tenacidad del hombre inmenso de Guelatao, pudo
configurarse un estado. Juárez no mandó fusilar al principe de los absturgos. Ordenó la muerte
de algo mucho más grande que un hombre; mandó ejecutar a lo que Maximiliano representaba: a
los extranjeros que veian en México un país de conquista; a los pseudo mexicanos que veían en
el extranjero la única salvación. Nunca la patria hubiera perdonado a Juárez el perdón.
Pero volvamos a las leyes reformistas. Cabe transcribir de aquella legislación, la del matrimonio
como contrato civil de fecha 23 de julio del grandioso año de 1859:
«Artículo I-El matrimonio es un contrato civil que se contrae licita y válidamente ante la
autoridad civil. Para su validez bastará que los contrayentes, previas las formalidades que
establece esta ley, se presenten ante aquella y expresen libremente la voluntad que tienen
de unirse en matrimonio.
4.-El matrimonio civil es indisoluble; por consiguiente, solo la muerte de alguno de los
cónyuges es el medio natural de disolverlo; pero podrán los casados separarse
temporalmente por alguna de las causas expresadas en el art. 20 de esta ley.55
Del 28 de julio data la Ley sobre el Estado Civil de las Personas: «Art. 1. Se establecen en toda la
República funcionarios que se llamarán jueces del estado Civil, y que tendrán a su cargo la
averiguación y modo de hacer constar el estado civil de todos los mexicanos y extranjeros residentes
en el territorio nacional, por cuanto concierne a su nacimiento, adopción, arrogación,
reconocimiento, matrimonio y fallecimiento.»5ó
Es necesario insistir en que las atribuciones de estos nuevos funcionarios, correspondían hasta el
momento al clero mexicano. ¿Cómo es posible que antes de la Reforma hayamos podido pretender ser una nación civilizada, si las más elementales atribuciones del estado estaban todas en
manos de la iglesia?
Si el movimiento reformista sólo hubiera promulgado estas leyes, sin considerar la terrible lucha
que hubo de llevar adelante, estos preceptos serían la plena justificación de la Reforma.
55 Ver Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 691 a 695.
56 Ver Dublán y Lozano, T. VIII. pp. 696 a 702.
318
Historia de México I
Del 31 de julio es la Ley sobre Cementerios:
«Art. 1. Cesa en toda la República la intervención que en la economía de los cementerios,
camposantos, panteones y bóvedas o criptas mortuorias ha tenido hasta hoy el clero, así secular
como regular. Todos los lugares que sirven actualmente para dar sepultura, aun las bóvedas de
las iglesias catedrales y de los monasterios de señoras, quedan bajo la inmediata inspección de
la autoridad civil, sin el conocimiento de cuyos funcionarios no podrá hacer ninguna inhumación.
Se renueva la prohibición de enterrar cadáveres en los templos."57
El 11 de agosto el gobierno decreta los días festivos y prohíbe la asistencia oficial a las funciones
eclesiásticas.. «Art. 1. Dejan de ser días festivos para el efecto de que se cierren los tribunales,
oficinas y comercio, todos los que no quedan comprendidos en la especificación siguiente: los
domingos, el dia de año nuevo, el jueves y viernes de la Semana Mayor, el jueves de Córpus, el
16 de Septiembre, el lo. y 2 de Noviembre y los días 12 y 24 de Diciembre.»58
Esta Ley por sí sola, es una contundente acusación a las argucias de los conservadores que
tildaban a los liberales de comecuras y fariseos; prédicas que por fortuna el pueblo católico no
escuchó. De todos los días festivos decretados por los reformistas, sólo el 16 de septiembre era
fiesta civil nacional. Excepto el primer dia del año, todos los demás, incluyendo los domingos,
eran festividades religiosas y las más solemnes de la iglesia católica.
Inútil sería detenernos en relatar las gestas gloriosas del pueblo, bajo la dirección militar del tenaz
Santos Degollado, siempre derrotado y surgiendo siempre con nuevos ejórcitos dispuestos a
defender los principios reformistas. Sus escasas facultades de guerrero quedaron con creces
compensadas por su amor a la patria y a la causa liberal. No en balde el más destacado general
conservador decía: « - . . las armás del Supremo Gobierno han sido siempre victoriosas en los
grandes encuentros; y sin embargo, nadie se somete, la revolución no se sofoca».
La generosa sangre del desheredado mantenía viva la roja flama de la Reforma. «Los triunfos de
la reacción se reducían a derrotas en los campos de batalla, pero no dejaban tras sí una seguridad
de paz y una esperanza de mejoría; después de las derrotas volvían a reunirse los
constitucionalistas, y al vencedor quedaba tan sólo el ensangrentado terreno donde conquistará
sus laureles.»59
Las vidas sacrificadas en la Reforma permitieron consolidar la nacionalidad mexicana; sin embargo, los postulados de la burguesía europea y estadunidense fueron simples letras de molde.
La burguesía nacional del liberalismo tenía la simiente ideológica, aunque faltaba la tierra que la
hiciera germinar. Los cambios en la superestructura no podian modificar la estructura. Es que se
habían invertido los términos. Se derrotó al clero ciñéndolo a su oficio, pero la estructura permanecía
sin alteraciones fundamentales.
Derrotados los conservadores, Juárez exclamaba en la ciudad de México el 10 de enero de 1861:
"Mexicanos:... Vosotros domásteis una facción audaz y poderosa, y arrojásteis a los vientos
sus títulos. Gracias a vosotros, gracias a vuestras legiones inmortales, no existe ya en la
tierra de Hidalgo y de Morelos la oligarquia armada, ni la otra más temible del clero, que
parece incontrastable por la influencia del tiempo, de los intereses y de los prestigios.
57 Ver Dublán y Lozano. T. VIII. pp. 702 a 705.
58 Ver Dublán y Lozano. T. V111. p. 710.
59 Rivera Cambas, Manuel. op. cit. T. I. p. 327.
319
Guía de lecturas
Durante la terrible lucha del pueblo contra la aristocracia, trasplantada de la colonia española
al México independiente, nada he tenido que hacer, sino apoyar el espontáneo y vigoroso
impulso de la opinión. . ."
En realidad venía una tregua. Menester era prepararse para enésima confabulaión de los
conservadores.
5. LAS RELACIONES CON LOS ESTADOS UNIDOS.
a). Los Tratados Mon-Almonte y Mc Lane-Ocampo. Por ser éstos fiel compendio de las luchas
ideológicas entre los partidos conservador y liberal, tratamos por separado este asunto.
Numerosas han sido las críticas por ambos bandos expuestas contra los famosos convenios.
Anticipamos que una lectura superficial de los tratados Mon-Almonte y Mc Lane-Ocampo, lleva a
censurar más acremente el firmado por Ocampo, ya que éste, en apariencia, comprometió en
mayor grado la soberama nacional. Ligera no obstante tal afirmación sería, dada la enorme distancia
que los separa. En el de Almonte sólo encontramos entreguismo; en el de Ocampo, sagacidad y
altas miras ciudadanas.
Es indiscutible que los dos comprometian la soberanía nacional. Pero mientras uno cede
graciosamente nuestra dignidad el otro, ante la necesidad de escoger el mal menor, es elaborado
con inteligencia y patriotismo, únicos recursos de que pueden echar mano los pueblo débiles,
frente a disyuntivas vitales.
«Entonces asomaron las transacciones tremendas para no morir de hambre, y se brindó
México a los príncipes europeos y se sacrificaron nuestros derechos en el tratado MonAlmonte, y para obtener una defensa contra las intrigas intervencionistas de los reactores,
el gobierno de Veracruz apeló al tratado Mc Lane, uno de cuyos objetos fué proporcionarse
dinero en los Estados Unidos, dejando la nacionalidad expuesta a ser reducida a jirones. En
Médeo la regalaban, en Veracruz la empeñaban...»ó0
Los origenes del tratado Mon-Almonte, se encuentran en los asesinatos perpetrados por simples
delincuentes en nacionales españoles, acaecidos en el mineral de San Dimas y en las haciendas
de San Vicente y Chiconcuaque. Estos crimenes se tiñeron con un matiz político en contra del
gobierno liberal. Tanto la administración de Comonfort como el «gobierno» conservador habían
perseguido y castigado a los asesinos; a pesar de lo ocurrido a la reina de España que debía
revertirse de un delito interno de orden penal, a un asunto de carácter intemacional.
Como se verá, el tratado Mc Lane-Ocampo perseguía el reconocimiento de los Estados Unidos.
AI de Mon-Almonte no amparaba ni siquiera esta justificación, pues tan pronto Zuluaga se declaró
presidente fue reconocido por España. Este tratado buscaba un apoyo más directo de las naciones
europeas para prohijar una intervención y, de tal suerte, con la ayuda exterior dar cuenta del
gobierno liberal legalmente constituido, ya que con el empleo de medidas internas no había, sido
factible.
El 30 de enero de 1860, el gobierno constitucional protestó por el tratado Mon-Almonte, explicando
con claridad lo antipatriótico y lesivo del mismo. La legación de México ante S.M.C. a cargo de
Lafragua, elaboró también una nota de protesta:
60 Sierra, Justo. op. cit. p. 153.
320
Historia de México I
«EI artículo lo. se contrae al castigo de los culpables que hayan podido hasta hoy eludir la
acción de la justicia; y aunque para pedirlo ha tenido y tiene derecho el gobierno español,
hay poca deferencia de su parte al insistir y poca dignidad por parte de México al consentir
en que se establezca como artículo de un convenio que no es ni puede ser objeto de un
tratado. EI cumplimiento de los deberes no puede sujetarse a convenios; porque éste sólo
debe comprender actos voluntarios ó dudosos. Y como el castigo de los asesinos de San
Vicente ha sido y es un deber para México, establecerlo como parte de un convenio es darle
el carácter de un acto voluntario, ó, lo que es verdad, demostrar que el gobierno español
duda antes de que México cumpla con ese deber, puesto que exigió nuevo compromiso
internacional en materia de estricta obligación (interna).»él
EI gobierno consevador aceptó la ingerencia extraña en asuntos domésticos, comprometiéndose
además a la indemnización de los súbditos españoles. Consideramos innecesario transcribir el
tratado. Los estudiosos pueden consultarlo en México y sus Cuestiones Financieras con Inglaterra,
España y Francia.ó2
b). Melchor Ocampo. Antes de analizar el tratado, detengámonos someramente en algunos pasajes
de la vida y del pensamiento del michoacano ilustre.
«A Ocampo se le encuentra, a los veintitres años de edad, clasificando la Biblioteca
Palafoxiana de Puebla. En ella clasifica 12,536 volúmenes que abarcan veinticinco materias
y están escritos en diecinueve idiomás. Esa labor ordenadora que se impone él mismo pone
a prueba los conocimientos de quien habría de ser el hombre más completo de la Reforma...
Ocampo, el Sabio, como hubieron de decirle sus contemporáneos, describe a los veintitres
años los saltos del rio Lerma. Sus profundos conocimientos de geografía y geología, de
botánica y medicina, de idiomasy literatura, de óptica y astronomía, de agricultura y artes
populares no van a servirle para ostentar en los cenáculos el brillo de una cultura
europeizante...
Cuando la bandera de la Constitución y la Reforma entró a México, después de la Guerra
de Tres Años, el incorruptible Ocampo dijo a Juárez. ‘Cambie usted de ministro; la causa no
me necesita ya y el público pide otros hombres.’ Y renunció el reformador que había separado
al gobierno civil de toda intervención eclesiástica, suprimido los monasterios y establecido
el estado civil de las personas...
Era corto, fácil, tranquilo, benévolo... indulgente con todos los hombres y resignado a todas
las cosas, menos en lo concerniente a sus opiniones políticas, respecto de las cuales era
intransigente...
Ocampo tenía su credo. . . Era éste: instrucción al pueblo, general, laica y gratuita, sin la
que no se comprende aI ciudadano; gratuita la justicia; libre la palabra y la conciencia; libre
el comercio y el tránsito, así en la tierra como para el camino del cielo, ó interrogándose
entonces ahí mismo y contestándose a la vez: ¿tiene todo esto el pueblo? no; ipues no ha
llegado mi época! exclamaba.»63
61 Ver José Ma. Vigil. op. cit. p. 413.
62 Payno, Manuel. Irnprenta de Ignacio Cumplido. Calle de Rebeldes No. 1. México, 1862. pp. 126 a 128, numeración
bis; y, José Ma. Vigil. op. cit. pp. 410 y 411.
63 Ver La Religión, la Iglesia y el Clero. Ernpresas Editoriales, S. A. México, 1948. pp. 7, 8 y 14; y, Biografía de
Melchor Ocampo por Félix Romero en Obras Completas de Ocarnpo. F. Vázquez, Editor. México, 1900. T. I. pp.
VIII y XIV.
321
Guía de lecturas
Un hombre tan extraordinario como Ocampo, hubo de efectuar la más certera crítica de su partido
al que dio todo su esfuerzo, toda su capacidad y su vida misma. Esta censura es profética: «...Por
desgracia, el partido liberal es esencialmente anárquico, ni dejará de serlo sino después de muchos
miles de años. El criterio de nuestros enemigos es la autoridad, ellos obedecen uniforme y
ciegamente, mientras que, cuando a nosotros se nos manda si no se explica el cómo y el por qué,
murmuramos, si es que no desobedecemos, y nos insurreccionamos...’ó4
Cuando se firmaron los tratados de paz entre México y los Estados Unidos expresó: «Puesto que
nos llaman salvajes, tengamos al menos las virtudes de éstos, que mueren defendiendo su
suelo...»ó5
Refiriéndose a las cualidades que debía tener un verdadero liberal apuntaba: «Ser liberal en todo,
cuesta trabajo, porque se necesita el ánimo de ser hombre en todo». También de él fueron estas
palabras: «EI becerro de oro es el último Dios que le falta a la humanidad que combatir y que
desacreditar. Por fortuna se encuentran ya muchísimos que piensan que el dinero no es Dios y
que, si es útil para muchas cosas, nada tiene de respetable. . .»
La postura del de Pomoca al triunfo de la revolución de Ayutla, fue semejante a la que adoptó en
otras ocasiones:
«Llegó el general Ignacio Comonfort a Cuernavaca y discutió largamente con Ocampo la
entrada de los Sres. Juárez y Prieto en el gabinete, la inconveniencia de Lafragua en
Gobernación, la necesidad de que se hiciera cargo de la cartera de Guerra el mismo
Comonfort y el desempeño, a la vez, del Ministerio de Relaciones, y Gobernación por
Ocampo.
Comonfort pretendía que en el Consejo hubiera dos eclesiásticos como garantía del clero.
A los quince días, Ocampo presentó su renuncia, la cual quiso que comenzase así: ‘He
sabido entre otras cosas que la presente revolución sigue el camino de las transacciones’.
La víspera, Comonfort había dicho a Ocampo, a causa de la oposición que le hacía, para
que no estuviese en México, permaneciendo los Poderes en Cuernavaca:
-Pues no señor; la revolución sigue el camino de las transacciones.
-Ahora si nos entendemos; encuentro en lo que acaba usted de asegurar una razón más
para que me separe yo; yo que puedo considerarme aquí como intruso. Había creido que se
trataba de una revolución radical. Yo no soy propio para transacciones- interrumpió Ocampo,
levantándose de su asiento.
-Esas doctrinas son las que han perdido la Europa,- dijole Comonfort.
-Pues yo no soy propio para transacciones.
La renuncia de Ocampo fue puesta a discusión en su presencia, antes de ponerla en manos del
Presidente, entre Juárez, Prieto y Comonfort, quien manifestó a Ocampo que con lo de
transacciones quiso decir ciertas consideraciones a las personas.
64 Ralph Roeder. op. cit. T. 1. p. 177.
65 Ocampo, Melchor. Obras Completas. T. Il. p. XLII
322
Historia de México I
-Después de estos comentarios, suplico a usted que no use de la palabra transacciones- manifestó Comonfort a Ocampo.
-¿Quiere usted que ponga que la revolución sigue el camino de ciertas consideraciones a las
personas?
-No, tampoco.
-¿Pues el camino, en términos generales, que sigue la revolución?
-No, no.
-Le parecerá usted bien, entonces, que funde mi renuncia en que repentinamente he perdido la
chaveta y en que sin sentirlo me he vuelto mentecato, puesto que callando mis verdaderas razones
para hacerla, no encontrará ninguna plausible?»óó
El 27 de octubre de 1855 escribía a Mata:
«Como me explicó de plano Comonfort que la revolución seguía el camino de las
transacciones y como yo soy de los que se quiebran pero no se doblan, dejó el ministerio.
La casera pedía las llaves y yo, que me encontraba sin título para retenerlas, las entregué.
Dudo mucho que con apretones de mano, como Comonfort me dijo que había apaciguado
A México y se proponía seguir gobernando, pueda conseguirlo, cuando yo creo que los
apretones que se necesitan son de pescuezo. El tiempo dirá quién se engañaba.»ó7
Aunque los siguientes trozos fueron pronunciados por Ocampo en distintas ocasiones, creemos
conveniente unirlos, porque manifiestan el patriotismo de don Melchor y el concepto que tenía de
México y de los Estados Unidos:
"Para los que creemos que las naciones ya no desaparecen de la tierra como en los tiempos
de Troya y de Palmira, pero que sí se pierden las nacionalidades como Hungría y Polonia y
que no hay nacionalidad posible en donde no hay rentas, ni crédito, ni por lo mismo poder
en la suerte futura del tesoro de México vemos cuanto tiene de grande y de querido la
palabra patria; en este terreno neutral a todos los partidos, abierto a todas las nobles
ambiciones, se puede más que en otro alguno llegar a ser útil a este desgraciado país. He
aspirado toda mi vida a servirle en algo que merezca con justicia tal calificación de útil...
... si la sangre vertida y las destruidas riquezas sólo, han de ser un medio para que nuestra
raza pierda su nombre y la Anglo-Americana se enseñoree de nuestro territorio, haciéndonos
perder nuestro culto, nuestra libertad, nuestra lengua, nuestra historia; destrúyenos,
destrúyenos, Señor, antes de que nos volvamos más indignos de ti! i Oh patria mia! iSi ha
de ser infecundo el trabajo de tus fundadores, si han de volverse estériles la resolución que
tantos tenemos de morir antes que infamarnos a la preferencia que, como el historiador
romano, damos a una peligrosa libertad sobre una esclavitud abyecta, haz que las cimas de
tus extinguidos volcanes estallen en general conflagración, que el AtIántico y el Pacífico se
unan por encima de nuestras cordilleras, que nuestro Continente se hunda como la céIebre
Atlántide y que ni escollos dejen sobre el 0cóano que hagan recordar nuestra infamia y tu
66 Pola, Angel. Biografía de Melchor Ocampo. Ocampo Melchor. op. cit. T. II. pp. LXVIII a LXX.
67 Ocampo, Melchor. op. cit. T. II. p. 373.
323
Guía de lecturas
deshonra! La flecha mortífera del salvaje y el Iápiz calculador del yankee nos amenazan por
todas partes.»ó8
Tal varón, poco tiempo después, elaboraría el tratado que ostenta su nombre.
c). El Tratado Mc Lane-Ocampo. Principiemos por analizar lo substancial de las relaciones con
los Estados Unidos hasta el año de 1859, sin perder de vista las tramas por los conservadores
urdidas para destruir el gobierno legalmente constituido y el hecho de que, los expansionistas
norteamericanos trataban de coger la mejor pesca.
Nuestra legación en los Estados Unidos a cuyo frente se encontraba Manuel Robles Pezuela, en
varias comunicaciones informó al gobierno de Veracruz los deseos del partido esclavista para
apoderarse de nuestro país:
«En las actuales circunstancias, tan difícil como ingrata es la posición de todos los
representantes de la República en el exterior y muy especialmente la mía en este país, en
donde hay una tendencia a aprovecharse de nuestro estado actual para llevar a cabo
proyectos... aconsejando al Gobierno que intervenga en nuestros negocios y (5). (sic)
excitando a los particulares para que organizen empresas con ese objeto, bajo el pretexto
de auxiliar a uno de los partidos contendientes y dando a entender que hay mexicanos
influyentes que así lo procuran. En el Senado mismo se ha hecho proposición por el Sr.
Huston (ex presidente de Texas) para que la comisión de relaciones exteriores presente
dictámen sobre la conveniencia de que los E.U. tomen bajo su protectorado a la República
y a los de la América Central. Y si bien esa proposición no fue admitida, ella misma y la
discusión a que dio lugar manifiestan cuáles son las opiniones y esperanzas de algunos de
los hombres públicos más influyentes.. .
Bastaría una fuerza de 5,000 hombres, en su concepto y no costaría nada a los E. U, pues
México pagaría los gastos...
Mr. Seward pidió que la resolución quedase sobre la mesa y se imprimiese, a lo cual se
accedió...»ó9
Las declaraciones que ante el Congreso el esclavista Buchanan proclamaba, eran cada vez más
virulentas. Los estados del norte habían logrado controlar la mayoría en el Senado, y el primer
magistrado sureño, veía como única posibilidad de reelección y de recuperar el control de aquel
Cuerpo (que seleccionaba al presidente), el anexar flamantes territorios a costa de México para
formar nuevos estados esclavistas:
«En diciembre, Buchanan dio un paso para resolver la situación. En su mensaje anual al
Congreso, el Presidente llamó la atención del país hacia las condiciones imperantes en
México. Abundantes motivos -dijo- había para recurrir a hostilidades contra el gobierno en
posesión de la capital con motivo de los atropellos padecidos por ciudadanos americanos
en el curso de la guerra civil, y toda esperanza de un arreglo pacífico se desvanecería, si
dicho gobierno venciera a sus contrarios. En cambio, si éstos triunfasen, había motivos
para creer que les animaría un espiritu menos hostil; y de no haber tenido tal esperanza, ya
hubiera recomendado al Congreso que se le autorizara a ocupar una porción del territorio
68 Ocampo, Melchor. op. cit. T. II. pp. 248 y XCII y XCIII.
69 Colección de Documentos Inéditos... T. I. pp. 92, 106 y 110.
324
Historia de México I
remoto y despoblado de México y de retenerlo en garantía de la satisfacción de los referidos
agravios. La recomendación reproducía, textualmente, la receta de Forsyth. . . «70
No sólo el presidente, su gabinete y el Congreso se interesaban en las cuestiones de la anexión.
También la prensa estadunidense veía en las dificultades por las que México atravesaba, la gran
oportunidad para que su gobiemo llevara adelante nuevas mutilaciones del territorio mexicano. El
New York Tribune expresó:
«EI país entero debe comprender la cuestión en todos sus aspectos, antes de que el gobierno
se comprometa al cambio radical que se propone en nuestras relaciones con aquella enorme
y podrida masa de civilización mal parida. Sea que las consecuencias que nos esperan,
conforme al nuevo ajuste de nuestras relaciones internacionales con aquel país serán la
anexión de sus relativamente despobladas provincias, cayendo en nuestras manos en masas
desintegradas, tan rápidamente como podemos cubrirlas con la esclavitud; sea que nos
lleguen en la forma de la absorción fácil del área ya cubierta con una población levítica,
bastarda, pigmea y semisalvaje, poco nos importa desde el punto de vista nacional. Tanto
el uno como el otro seria un arreglo perjudicial y preñado de malas consecuencias... No
queremos meternos en otros cenegales mexicanos o Pantanos Dolorosos. Si lo que
codiciamos es, Sonora, digamos Sonora. Si se trata de otras provincias, que se les nombren.
Si es todo México digámoslo también. i Que el pueblo comprenda claramente lo que persigue
el gobierno! Protestamos contra lo furtivo y contra los falsos pretextos. Tal y como están las
cosas actualmente, los Estados Libres deben luchar por su parte de las nuevas adquisiciones
territoriales. Exigimos que sepan lo que pasa, cuando se trata de tales asuntos, para que
tengan la oportunidad -Como decia el señor Calhoun en favor de la esclavitud en California
de entrar en el negocio. Si vamos a posesionarnos de México, o de cualquier parte de
México, el pueblo del Norte quiere que se le de la oportunidad de entrar en el negocio.»71
¡Este periódico era el órgano del partido republicano, el de Lincoln, el de los antiesclavistas! Total:
la amenaza de invasión por los Estados Unidos, el tratado Mon-Almonte, la guerra intestina, la
hacienda resquebrajada, el tratado de la Mesilla, son los antecedentes inmediatos a la firma del
«Tratado de Tránsitos y Comercio’ entre los Estados Unidos y México firmados por el sagaz
Ocampo y el ingenuo Mc Lane el 14 de diciembre de 1859:
«Artículo I.-Como una ampliación del artículo VIII del Tratado de 30 de diciembre de 1853,
(de la Mesilla) la República Mexicana cede a los Estados Unidos y sus ciudadanos y bienes,
en perpetuidad, el derecho de tránsito por el Istmo de Tehuantepec, de uno a otro océano,
por cualquier camino que actualmente exista o que pueda existir en lo sucesivo, sirviéndose
de ambas Repúblicas y sus ciudadanos,
Como, se ve este artículo es el resultado, de la conducta de Santa Anna y Bonilla.
Artículo V- La República de México conviene en que si llegara a ser necesario en algún
tiempo, emplear fuerzas militares para la seguridad y protección de las personas y los
bienes que pasen por alguna de las precitadas rutas, empleará la fuerza necesaria para tal
efecto; pero si por cualquiera causa dejara de hacerlo, el gobierno de los Estados Unidos,
con el consentimiento o a petición del gobierno de México o de su Ministro en Washington
o de las autoridades locales, civiles o militares legalmente competentes, empleará tal fuerza
70 Ver Ralph Roeder. op. cit. T. I. p. 263.
71 Citado por Ralph Roeder. op. cit. T. I. pp. 319 y 320.
325
Guía de lecturas
para éste y no otro objeto; y cuando, en la opinión del gobierno de México cese la necesidad,
dicha fuerza será inmediatamente retirada.
Sin embargo, en el caso excepcional de peligro imprevisto o inminente para las vidas o las
propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, las fuerzas de dicha República quedan
autorizadas para obrar en protección de aquellos, sin haber obtenido previo consentimiento,
y se retirarán dichas fuerzas cuando cese la necesidad de emplearlas.
Artículo VI- La República de México concede a los Estados Unidos el simple tránsito de sus
tropas, abastos militares y pertrechos de guerra por el Istmo de Tehuantepec, y por el
tránsito o ruta de comunicación a que se alude en este convenio, desde la Ciudad de Guaymás
en el Golfo de California, hasta el Rancho de Nogales o algún otro punto conveniente de la
línea fronteriza entre la República, de México y Estados Unidos, cerca del 111 grados oeste
de Longitud de Greenwich, dándose inmediato aviso de ello a las autoridades locales de la
República, de México...
Artículo VII- La República Mexicana cede por el presente a los Estados Unidos a perpetuidad,
y a sus ciudadanos y bienes, el derecho de vía o tránsito al través del territorio de la República
de México, desde las ciudades de Camargo y Matamoros o cualquier otro punto conveniente
del Rio Grande, en el Estado de Tamaulipas por la vía de Monterrey, hasta el puerto de
Mazatlán a la entrada del Golfo de California, en el Estado de Sinaloa; y desde el Rancho de
Nogales o cualquier punto conveniente de la línea fronteriza entre la República de México y
los Estados Unidos, cerca del 111 grado de longitud Geste de Greenwich, por la vía de
Magdalena y Hermosillo hasta la Ciudad de Guaymás en el Golfo de California, en el Estado
de Sonora; por cualquier ferrocarril o ruta de comunicación, natural o artificial, que exista
actualmente o existiere en lo sucesivo o fuere construido, del cual usará y se servirán en la
misma manera y con iguales condiciones ambas Repúblicas y sus respectivos ciudadanos,
reservándose siempre para si la República Mexicana el derecho de soberanía que
actualmente tiene sobre todos los tránsitos mencionados en el presente Tratado. Todas las
estipulaciones y reglamentos de todas clases aplicables al derecho de vía o tránsito al
través del Istmo de Tehuantepec, y en que han convenido las dos Repúblicas se hacen por
el presente extensivos y aplicables a los precitados tránsitos o derechos de vía, exceptuando
el derecho de pasar tropas, abastos militares y pertrechos de guerra desde el Rio Grande
hasta el Golfo de California.
Artículo VIII- Las dos Repúblicas convienen asimismo en que, de la lista de mercancías que
se anexa, el Congreso de los Estados Unidos elija las que, siendo productos naturales,
industriales o manufacturados de una u otra de las dos Repúblicas, puedan admitirse para
la venta y el consumo en uno u otro de los dos países, bajo condiciones de perfecta
reciprocidad, bien se las reciba libres de derechos o con el tipo de derecho que fijó el
Congreso de los Estados Unidos, siendo la intención de la República Mexicana admitir los
artículos de que se trata, al más bajo tipo de derecho y hasta completamente libres del
mismo si el Congreso de los Estados Unidos conviene en ello. Su introducción de una a la
otra República, se hará por los puntos que los gobiernos de ambas fijen, en los límites y
fronteras de ellas, cedidos y concedidos para los tránsitos, y a perpetuidad, por este convenio,
o al través del Istmo de Tehuantepec o del Golfo de California hasta la frontera interior entre
México y los Estados Unidos. Si México concediere privilegios semejantes a otras naciones
en las estaciones terminales de los precitados tránsitos sobre los Golfos de México y California y sobre el Océano Pacífico, lo hará teniendo en cuenta las mismás condiciones y
estipulaciones de reciprocidad que se imponen a los Estados Unidos por los términos de
este Convenio.
326
Historia de México I
Artículo X.- En consideración a las precedentes estipulaciones y como compensación a las
rentas a que renuncia México permitiendo el transporte libre de derechos, de bienes y
mercancías por el territorio de la República, el gobierno de los Estados Unidos conviene en
pagar al gobierno de México la suma de cuatro millones de dólares de los cuales dos millones
se pagarán inmediatamente sobre el canje de las ratificaciones de este Tratado, y los otros
dos millones serán retenidos por el gobiemo de los Estados Unidos para el pago de más
reclamaciones de ciudadanos de los Estados Unidos contra el gobierno de la República de
México, por daños y perjuicios ya sufridos, y cuya justicia sea probada de acuerdo con la
Ley y el uso de las naciones y los principios de la equidad; y se pagarán los mismos a
prorrata hasta donde la citada suma de dos millones lo permita...
Artículo XI- Este Tratado será ratificado por el Presidente de los Estados Unidos y con el
consejo y consentimiento del Senado de los Estados Unidos, y por el Presidente de México,
en virtud de sus actuales facultades ejecutivas extraordinarias, y las respectivas ratificaciones
serán canjeadas en la Ciudad de Washington dentro del período preciso de seis meses a
contar de la fecha de su firma o antes si fuese posible, o en el asiento del Gobierno
constitucional si el Presidente y el Senado de los Estados Unidos propusieren algunas
alteraciones o enmiendas, que fuesen aceptadas por el Presidente de la República de México.
'Convención entre los Estados Unidos y México para hacer cumplir las estipulaciones del
Tratado y mantener el orden y la seguridad en los territorios de cada una de las dos
Repdblicas.’
Por cuanto a consecuencia de la actual guerra civil de México, y particularmente en
consideración del estado de desorden en que se halla la frontera interior de México y los
Estados Unidos, pueden presentarse ocasiones en que sea necesario para las fuerzas de
las dos repúblicas obrar de concierto y en cooperación para hacer cumplir las estipulaciones
del Tratado, y mantener el orden y la seguridad en el territorio de una, u otra de las dos
Repúblicas; por tanto, se ha celebrado el siguiente convenio:
Artículo I- Si se violaren algunas de las estipulaciones de los tratados existentes entre México,
y los Estados Unidos, o si peligrare la seguridad y la tranquilidad de los ciudadanos de una
de las dos Repúblicas dentro del territorio de la otra, y el gobiemo legítimo y reconocido de
aquélla no pudiere, por cualquier motivo, hacer cumplir dichas estipulaciones o proveer a
esa seguridad, será obligatorio para ese gobierno recurrir al otro para que le ayude a hacer
ejecutar lo pactado, y a conservar el orden y la seguridad en el territorio de la dicha república
donde ocurra tal desorden y discordia, y en semejantes casos especiales pagará los gastos
la nación dentro de cuyo territorio se haga necesaria tal intervención. . ."72
Si se tratara de patentizar el patriotismo de Ocampo, el artículo séptimo sería suficiente para
demostrarlo, pero además el michoacano tenía un extraordinario talento y, gracias a él, frontera a
la fuerza puso la inteligencia.
¿Qué competencia comercial podía hacer México a los Estados Unidos, país ante todo
proteccionista? Ninguna. Así lo vio Mc Lane y aceptó el artículo octavo. Y Ocampo para no despertar
sospechas, a la chita callando, incluye, entreveradas a una serie de materias primás, productos
como: «Dibujos y modelos de máquinas grandes... Máquinas e instrumentos de agricultura, y
72 El texto Integro se puede ver en El Tratado Me Lane-Ocampo de Cué Cánovas. pp. 199 a 206; y, en Vigil, J. M. op.
cit. además del Tratado, la lista de mercancías. pp. 419 a 422.
73 Citado por Ralph Roeder. op. cit. T. 1. p. 321.
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Guía de lecturas
para el laboreo de minas, y para el desarrollo de las artes y las ciencias, CON TODAS SUS
PIEZAS SUELTAS O PARA SER COMPUESTAS, toda clase de tejidos de algodón. ..»
Introducir estas mereancías en las exentas de arancel, tendría que provocar el veto del senado
norteamericano. La clausula de nación más favorecida, obraría de reactivo en el Capitolio pues
atacaba la parte en que los norteamericanos tienen más aguzadas las entendederas: sus intereses:
«Mr. Simmons cerró el debate con uno de sus razonamientos fuertes, conclusivos, prácticos,
poniendo a descubierto lo sofistico de las pretendidas ventajas comerciales. La Nueva
Inglaterra no tiene interés alguno, ni inmediato ni remoto, en este tratado; todo lo contrario.
Es substancialmente el comercio libre con México, lo que nos obligaría, conforme a la clausula
insertada en cada tratado comercial durante los últimos cuarenta años, relativa a la admisión
de cada nación en igualdad de condiciones con la nación más favorecida, a pedir los mismos
privilegios, y tendría como resultado la ruina de nuestras rentas. . .»73
iY pensar que todavia hay por ahi algunos cándidos argumentando que este tratado no lo aprobó
el Congreso norteamericano por ser demasiado lesivo a la dignidad de México! ¡Aducir benevolencia
yanqui a once años de la guerra del 57 y a seis del tratado de la Mesilla! Cualquier extremo con tal
de vituperar a Ocampo.
No es todo. El artículo Primero, de la «Convención entre los Estados Unidos y México para hacer
cumplir las estipulaciones del Tratado y mantener el orden y la seguridad en los territorios de
cada una de las dos Repúblicas», se redactó con tanta o más perspicacia que el octavo a que nos
hemos referido:
".. .o si peligrare la seguridad y la tranquilidad de los ciudadanos de una de las dos repúblicas
dentro del territorio de la otra, y el gobierno legítimo y reconocido de aquella no pudiere, por
cualquier motivo, hacer cumplir dichas estipulaciones o proveer a esa seguridad, será
obligatotio para ese gobierno recurrir al otro para que lo ayude a hacer e.jecutar lo pactado
y a conservar el orden y la seguridad en el territorio de la dicha república donde ocurra tal
desorden y discordia. . . "
Se ponía en manos del presidente Buchanan al aguerrido ejército mexicano, con todo el armamento
necesario, para combatir a los estados norteños. iY la guerra de secesión llamaba a la puerta!
Fue Melchor Ocampo quien redactó el documento. La patria estaba salvada.
De la simple firma obtuvimos dos millones de pesos para armar a nuestro valeroso pueblo y,
además, el reconocimiento de los Estados Unidos. A cambio, EL YANQUI OBTUVO NADA. Por
primera vez en su historia, la diplomacia del dólar salía burlada.
«...Y aquí, poniendo a un lado papeles, dos hechos incontrovertibles: Juárez y los reformistas
lograron que la intervención americana, momentáneamente efectiva, no llegara a organizarse
nunca en México; los reaccionarios lograron organizar con propósitos permanentes la
intervención europea». Comenta Sierra.
EI gobierno clerical protestó por lo «antipatriótico» del tratado. La voz oficial estuvo a cargo
(burlas conservadoras), del firmante de la sesión territorial de la Mesilla. Pero Bonilla pronto
recibió la respuesta de don Melchor:
«No hay, pues, que atender a los que con hipócrita celo del honor nacional, aparentan
escandalizarse, horripilarse de la idea de disminuir el territorio, cuando a sus torpezas se debe la
separación de Guatemala y de Texas, los actos que prepararon el tratado de paz de Guadalupe
328
Historia de México I
y el negocio todo de la Mesilla, en que se perdieron las únicas ventajas del de Guadalupe y que
fué obra del imprudente (¿sólo imprudente?) Sr. Bonilla. Hablan de los intereses y soberanía de
México los cobardes ó impotentes traidores que han ofrecido su imperio a naciones extranjeras,
naciones que si bien quieren que México les ayude en el concierto interesado de sus miras
monárquicas y de explotación de la humanidad, no quieren ni hacer los gastos, ni tentar los
esfuerzos que la quimérica posesión de tal imperio habría de causarles sin fruto. A pesar de toda
protesta, la nación, que ya no necesita de oficiosos tutores, hará lo que más le convenga, y las
vanas palabras de un funcionario usurpador no tendrán más resultado que el que le permita la
ilustrada soberanía de la República."74
d). Las Relaciones con el Partido Republicano. «Nunca fueron mejores las relaciones con los
Estados Unidos porque nunca fueron menores» dice el escritor norteamericano a quien ya nos
referimos.
A la tensa situación en que la triple alianza había sumido al país, por la suspensión de pagos, el
gobierno de los Estados Unidos con el fin de evitar la intervención europea, ofreció una salida. La
propuesta con todo y que el abolicionista Lincoln se encontraba al frente de dicho gobierno,
llevaba implícito el concepto que cien años después Foster Dulles manifestara tan cínica como
descamadamente: «Los Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses».
El arreglo ofrecido se identificaba plenamente con el Destino Manifiesto: los Estados Unidos
avalarían los créditos del gobiemo de México. A cambio de este aval los norteamericanos pretendían
lograr lo plasmado en estas palabras de Seward: ‘Estoy convencido de que México, estaría
dispuesto a empeñar todos los terrenos baldíos y los recursos minerales de la Baja California,
Sonora y Sinaloa, ASI COMO EL HONOR NACIONAL, en pago de esta garantía. Esto terminaría
probablemente con la cesión de la soberania a nuestro favor. No cabe duda de que asi terminaría,
si el dinero no fuere reintegrado con la debida puntualidad. . ."
Sólo que los funcionarios de Washington estaban muy lejos de interpretar la realidad de Juárez y
su México. Siempre tal ha acontecido, y así lo hacía saber nuestro presidente:
«...Sólo sería posible una pronta colisión con la Francia si Maximiliano o Luis Napoleón
provocaran a los Estados Unidos con algunos actos hostiles; pero es lo que menos harán
porque tendrían que habérselas con un coloso a quien se humillarán para complacerlo en
todo, prescindiendo sin rubor de la insolencia y del orgullo conque tratan a los débiles.
POCO HAY, PUES, QUE ESPERAR DE LOS PODEROSOS, porque estos se respetan
porque se temen y LOS DEBILES SON LOS UNICOS SACRIFICADOS, SI POR SI SOLOS
NO PROCURAN ESCARMENTAR A SUS OPOSITORES. Nada de eso me sorprende porque
hace mucho tiempo tengo la más firme convicción de que TODO LO QUF MEXICO NO
HAGA POR SI MISMO PARA SER LIBRE, NO DEBE ESPERAR NI CONVIENE QUE
ESPERE QUE LOS OTROS GOBIERNOS U OTRAS NACIONES HAGAN POR EL.
AUXILIOS NEGATIVOS SON LOS UNICOS QUE PUEDE DARNOS ESA NACION, tales
como el que no reconozca el imperio de Maximiliano y QUE NO NOS FUSILE POR LA
ESPALDA, COMO dice Negrete que intentaban con él los confederados en Matamoros.
SIEMPRE ES UN BUEN AUXILIO NO TENER POR ENEMIGO A UN PUEBLO VECINO, Y
ESTO NOS BASTA...»
Lección enorme de Juárez para los gobernantes de México. Quien así conocía a los Estados
Unidos comprendió la necesidad de soportar la doctrina Monroe; por ello, en el juego de una
74 Ocampo, Melchor. op. cit. T. II. pp. 221 y 222.
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Guía de lecturas
política siempre nacionalista, y en un perenne caminar por el filo de la navaja, heredó a los
mexicanos una PATRIA.
Con razón el Benemérito escribía a Matías Romero, su ministro en Washington:
"Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos
legalizar ese atentado, entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Si la Francia,
los Estados Unidos, o cualquiera otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio y por
nuestra debilidad no podemos arrojarlo de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho para que las
generaciones que nos sucedan lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior pero sería pésimo desarmar a nuestros hijos privándolos de un buen derecho, que mis valientes,
más patriotas y sufridos que nosotros lo harían vaIer y sabrían reivindicarlo algún día."75
La abierta postura de Washington respecto de su Doctrina y de nuestro país, también era secundada
por los del futuro Pentágono:
«En un meeting verificado el 7 de junio, dijo: (el general Logan) ‘Mientras estabamos ocupados
en esa enojosa tarea, (la guerra separatista) hubo un hombre llamado Maximiliano, creo,
que vino a México, y estableció a nuestras puertas una forma de gobierno contraria a la que
siempre hemos tenido, por la gran doctrina del país. Creo que debería notificarse a ese
caballero, una de estas mañanas, muy temprano, que no nos conviene su vecindad, es
decir, que creemos firmemente en la doctrina Monroe. Si los Estados Unidos no quieren
que Maximiliano permanezca en México, Dios nos concederá bastante orgulIo y suficiente
valor para decirle de una vez: ‘Chico, tenéis que marcharos de aquí...»7ó
Afortunadamente ese buen Dios cien años más tarde, en Cuba, no ha concedido ni bastante
orgullo ni suficiente valor a los del Pentágono.
EI gobierno de los Estados Unidos ni siquiera permaneció en un terreno neutral al iniciarse la
intervención francesa, pues ayudó en ocasiones a que ésta se apresurara. Conocedor el gobierno
de Juárez de que varios oficiales del ejército francés trabajaban activamente en los Estados
Unidos para adquirir alimentos y pertrechos, y hasta el reclutamiento de aventureros para combatir
a las guerrillas mexicanas, protestó ante las autoridades yanquis pero éstas se negaron a intervenir,
aduciendo que entre México y Francia no se había declarado la guerra. Cuando el equipo bélico
francés se encontraba detenido en las costas veracruzanas por falta de transporte, los galos
adquirieron carros y mulas en los Estados Unidos; a la protesta de nuestro embajador Romero,
en el sentido de que ni los tratados entre los Estados Unidos y México, ni el derecho de gentes
permitían estas exportaciones norteamericanas, el secretario de Estado pasó el asunto al de
Guerra y éste contestó: «que los Estados Unidos no podían intervenir en la misión de los oficiales
franceses y que si los ciudadanos norteamericanos querían vender artículos considerados como
de guerra a los beligerantes, podían hacerlo, sujetándose a las penas correspondientes si eran
aprehendidos por aquellos contra quienes se dirigían sus operaciones!’.
Por fin en las postrimerías del año de 1866, y a pesar del destino manifiesto y de la doctrina
Monroe, el gobierno juarista logró del estadunidense según instrucciones dadas al embajador
Campbell, lo siguiente:
«Los Estados Unidos no reconocían, ni reconocerían el gobierno en México, que el
constitucional presidido por el señor Juárez.
75 Juárez, Benito. op. cit. p. 295.
76 Rivera Cambas, Manuel. op. cit. T. III. p. 229.
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Historia de México I
‘No se proponían, ni deseaban adquirir parte alguna del territorio mexicano, ni reconocían
en manera alguna la llamada deuda francesa, y estaban dispuestos a prestar a México
algunos auxilios, con objeto de reprimir desórdenes locales, siempre que fueran requeridos
para ello por el gobierno constitucional de México, o por las autoridades que emanaren de
él, sin que se propusieran intervenir en manera alguna, en las diferencias domésticas del
país'."77
La expulsión de los franceses y la actitud que los Estados Unidos hubieron de adoptar hacia
nuestro país, no eran sino el resultado de la lucha que el pueblo mexicano inició con la revolución
de Ayutla. Triunfo tan limpio y evidente, mancillar quisieron de inmediato los reaccionarios,
manifestando que la derrota infligida al partido y al emperador de los franceses, se debía a los
Estados Unidos y no a la sangre y esfuerzos de los mexicanos: ‘Contra estas tentativas se levantó The Evening Post, razonado, enérgico, plenamente justiciero: ‘Un periódico de la mañana
reclama para los Estados Unidos el mérito de haber arrojado de México a los franceses por medio
de amenazas y argumentos. No creemos que los franceses abriguen esta opinión. Evidentemente
salieron de México porque el pueblo de aquel país no permitió que siguiesen alli por más tiempo.
México, ni aun por cortesía, admitirá que hayamos hecho cualquier cosa que nos expusiera a una
guerra con la primera potencia militar del mundo’..."78
Ni los problemas que en Europa se había fabricado Luis Napoleón ni la terminación de la guerra
segregacionista, decidieron a Napoleón el Pequeño, cual lo llamara Victor Hugo, a retirar sus
tropas de México. Lo cierto es que con todo y los años transcurridos, los 45,000 hombres
perfectamente disciplinados y pertrechados de los ejércitos francés, belga y austriaco, ayudados
por 25,000 hombres que los conservadores habían mantenido armados, fueron incapaces de
exterminar a los guerrilleros liberales. Cuando el emperador se apercibió de su error no tuvo más
remedio que comunicarle a Bazaine: «Termine usted de un modo o de otro los negocios de
México. He dicho a la emperatriz Carlota que me era imposible dar a México ni un escudo ni un
hombre más. ¿Y qué hacer con Maximiliano? La idea capital de Napoleón era ésta: hacerlo
abdicar, y hacia ella orientó toda la política de la invasión en pleno retroceso: i llevarse a Maximiliano
entre los bagajes del ejército francés! En realidad, así había venido.»79
Luis Napoleón no comunicó a su mariscal en qué forma había reaccionado Carlota cuando le
expuso su determinación, a pesar de haber sido interesante. el careo:
«Refiere Pierre de Lano en un curioso artículo en que hace relación de aquella agitada
entrevista de Saint-Eloud, que la esposa desconsolada dijo a Napoleón estas palabras:
‘Sire, dicen que sois bueno. i Es mentira! Sire, dicen que sois un soberano magnánimo. i Es
mentira! Sire, dicen que sois glorioso. i Es mentira! Sois, sire, un hombre malvado. Sois,
sire, un amo sin autoridad. Sois, sire, un jefe sin ideal. Sois la fatalidad y nosotros vuestras
víctimas. Creáis el mal y lo dejáis que se cumpla. Pero el mal vuelve a subir a su manantial.
El os herirá a vuestra vez, y no irás lejos, sire, os hundiréis vos y vuestro trono bajo el golpe
de un destino que desconocéis’.»80
Demásiado tarde admitía Carlota su papel de simple victima.
La noticia de que Maximiliano estaba prisionero y sujeto a juicio, levantó una ola de súplicas
intercediendo por el austriaco. Pero Juárez no podía dejar sin escarmiento la filibustera intervención.
77
78
79
80
Rivera Cambas, Manuel. op. cit. T. III. p. 592.
Citado por justo Sierra. op. cit. p. 510.
Sierra, Justo. Evolución Política del Pueblo Mexicano. Obras Completas. UNAM. México, 1948. T. XII. p. 348.
Citado por Manuel Rivera Cambas. T. III. p. 415.
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Guía de lecturas
6. EL ILUSORIO IMPERIO DE MAXIMILIANO. Puesto que la Ley del 17 de junio de 1861, relativa
a la suspensión de pagos de la deuda extranjera, fue el pretexto para la intervención francesa y el
llamado imperio de Maximiliano, antecedentes ambos de la arbitraria lesión que a la soberanía
nacional infligió Napoleón III, trataremos este tema en la parte correspondiente a la deuda pública.
La conducta seguida por el cuerpo diplomático, incluido el representante de los Estados Unidos,
al reconocer el gobierno espurio emanado del plan de Tacubaya, obligó al gobierno constitucional
de Juárez, ya en posesión de la capital, a disponer que saliesen de ésta los señores diplomáticos
Francisco Pacheco, Felipe Neri del Bartio, Francisco de P. Pastor y Luis Elementi arzobispo de
Damásco, por considerar que estas personas fueron las de mayor participación en la asonada
tacubayista.
La actitud del clero en el golpe de estado, decidió también al secretario de Relaciones don Melchor
Ocampo, a expulsar del país al arzobispo de México LAZARO de la Garza y Ballesteros, y a los
obispos Joaquin Madrid, Clemente de Jesús Munguia, Pedro Espinosa y Pedro Barajas Esta
medida fue criticada por la prensa liberal en virtud de que el destierro de estos prelados era un
tanto arbitrario, ya que los clérigos -argumentaban los liberales-, deberían ser juzgados y
sentenciados según la Ley, como cualquier reo. El otorgarles en este caso la miel del exilio en
lugar de procesarlos como a verdaderos delincuentes, era un castigo más que benigno.
La suspensión temporal de pagos había sido una medida impuesta por las circunstancias en
sumo apremiantes. EI mes de junio y a pesar de la derrota del partido conservador, el forajido
Márquez, con su gavilla, había asesinado a Ocampo, a Santos Degollado que quiso cobrar al
chacal de Tacubaya la vida del prócer, y al general de veintiocho años Leandro Valle que trató a
su vez de vindicarlos. La ayuda solapada que los facinerosos recibían y, sobre todo, la falta de
recursos por parte del gobierno de Juárez para pertrechar al ejército, explican el hecho de que los
derrotados pudieran merodear en las goteras de la capital de la república.
El subterfugio de la suspensión de pagos se hacia más odioso en virtud de las reiteradas
declaraciones de Napoleón y sus jefes militares, en el sentido de que los franceses venían para
auscultar la opinión popular (con las armás en la mano), a fin de que el pueblo de México libremente
escogiera el gobierno más a su gusto.
Lo peor para las huestes gálicas fue que los mismos francos residentes en México, repudiaron las
ambiciones políticas de su emperador.
EI estado de Jalisco mediante disposición del Tribunal Superior de justicia, invitó a los miembros
de la delegación francesa para que informásen sobre posibles vejaciones del gobierno de México
o de los mexicanos, hacia sus nacionales: «De los setenta y dos franceses que, según el registro,
oficial residian en el Estado, solamente seis no decIararon, unos por ausencia y otros evadiendo
la respuesta; los demás dijeron que ninguna tropelia les habían inferido las autoridades mexicanas;
que cuando habían impetrado justicia la habían recibido cumplida, y que en lo que habían sufrido,
corrieron igual suerte que los mexicanos.»
Otros casos similares acaecieron. Por ejemplo, la repulsa franca de los comerciantes franceses
del puerto de Veracruz hacia sus paísanos invasores.
En el año de '61, nada haría desistir a Luis Napoleón de proseguir sus dorados sueños
expansionistas. Convertido en árbitro momentáneo de la Europa continental, su ensueño lo condujo
a pretender levantar un dique a la política, también agresiva, del naciente imperialismo
norteamericano. Queria aprovechar la coyuntura de la guerra secesionista y, de paso, ayudar a
su hermano bastardo el duque de Morny en el no menos espurio negocio jecker.
332
Historia de México I
Todo eso cuadraba bien a los planes de Napoleón, pero el intento de transformar la invasión a
México en beneficio para los mexicanos, entrañaba ciertamente trágico sarcasmo.
Pildora de calibre asaz craso que sólo podían tragar los caballeros de la Orden de Guadalupe.
Peregrina resulta la carta de Napoleón a Bazaine del 12 de septiembre del ’63: «... la intervención
traía por objeto principal pacificar y organizar a México, llamando a todos los hombres de buena
voluntad, sin dejarse llevar por espíritus reaccionarios... Es necesario que la elección del Archiduque
Maximiliano sea ratificada por el mayor número posible de mexicanos, porque el nombramiento
presuroso que se ha hecho, tiene el gran defecto de no aparecer en Europa como la expresión
legítima de los votos del país. La gran dificultad consiste, sobre todo, lo sé bien, en restablecer la
tranquilidad en el país...»
Pobre Napoleón, si en Biarritz hubiese Ieído atentamente su carta, tal vez nunca la hubiere lacrado.
Toda ella es una constante contradicción.
Forey de ninguna manera se quedaba a la zaga de su emperador. En Orizaba publica un manifiesto
del tenor siguiente:
"¿Somos nosotros, acaso enemigos que vienen a asolar, a destruir, a atentar contra vuestra
independencia, imponiéndonos nuestra Ley? i No! Nuestra misión es la de respetar vuestras
propiedades, vuestras costumbres, vuestras leyes, a las que si alguno ataca, me veréis
pronto a castigarlo.
¿Atentar a vuestra Independencia? i Ah! Eso es lo que escritores faltos de sinceridad, los
agentes de un gobierno que por su pasada conducta no podemos ver como la expresión de
la voluntad nacional, os dicen diariamente: no los creais, os engañan; nosotros venimos a
saber qué gobierno deseáis; y cuando la nación, libre y lealmente consultada haya
manifestado su voluntad, Francia la reconocerá y unirá sus esfuerzos para hacer de México
una nación libre que marche, ayudada de buenas instituciones, por la via del progreso; una
nación, en una palabra, en cuyo gobierno encontrarán las otras la buena fe que debe reinar
lo mismo entre los pueblos civilizados que entre los individuos. Tal es nuestra misión ..."81
En verdad, a esos «escritores faltos de sinceridad» podia atribuirseles todo, menos falta de
sinceridad. Tal vez algunos se hayan «excedido» en calificar al invasor pero, iqué auténtico patriota
cuidaría su lenguaje para expresar su indignación ante tal felonia?
Por decreto de Forey se creó una junta Superior de Gobierno para que supliera a la administración
del ejército francés. Fácil es inferir que estas medidas servían de mero instrumento. La junta
quedó formada por treinta y cinco miembros a cual más reaccionario; se nombró un poder ejecutivo,
compuesto de un triunvirato formado por dos generales, Almonte y Salas, y un arzobispo, Labastida.
La misma junta nombró una Asamblea de doscientos quince notables (de la misma cepa), la cual
señalaría quién y cómo debía gobernar al país. Para vergüenza de los mexicanos (mancha que
Juárez lavó en Querétaro) esta asamblea acordó:
«1a.-La Nación Mexicana adopta por forma de Gobierno la Monarquía moderada hereditaria, con
un príncipe católico. 2a.El soberano tomará el título de Emperador de México. 3a.- La corona
imperial de México se ofrece a S. A. L. y R., el príncipe Fernando Maximiliano, Archiduque de
Austria, para sí y sus descendientes. 4a.- En el caso de que por circunstancias imposibles de
prever, el Archiduque Fernando Maximiliano no llegare a tomar posesión del trono que se ofrece,
81 Ver Manuel Rivera Cambas. op. cit. T. II. p. 100.
333
Guía de lecturas
la nación mexicana se remite a la benevolencia de S. M. Napoleón III Emperador de los franceses,
para que le indique otro príncipe católico.»82
Poco favor hacia la Asamblea al pequeño Napoleón con tan servil y baja actitud. iY estos tales
enjuiciaron a Ocampo por el famoso tratado!
La Regencia que debía entregar el gobierno a Maximiliano designo a Gutiérrez Estrada, Velázquez
de León, Aguilar, Hidalgo, Woll, el Conde del Valle, Escandón, Landa, Iglesias y Miranda para la
comisión que entrevistaría a Maximillano, ofreciéndole el engañoso trono. Otras de las disposiciones
de esta Regencia fueron las de restablecer la Orden de Guadalupe y "decretar" la nulidad de los
actos del gobierno juarista.
Lo increíble es que dentro del propio ejército invasor, existían personas conscientes del papelón
que su emperador les deparara. Se vertieron opiniones que incluso llegaron a manos de éste. Las
cartas del conspicuo capitán Loizillon ofrecían un trasunto de la situación:
"Venimos a ponernos contra el elemento vivo, progresista, fuerte y numeroso del país, y
nos apoyamos en el grupo muerto y podrido, para combatir el principio liberal, que es el
nuestro en Francia..."88
Mientras los franceses por la fuerza de las bayonetas se hacían dueños del terreno que pisaban,
los reaccionarios traidores llegaban a Miramar para entrevistarse con Maximiliano. Gutiérrez Estrada
fue quien tomó la palabra para pronunciar en francés el «histórico» discurso que desgraciadamente
no podemos transcribir en su totalidad:
«Señor:
La Nación mexicana, restituida apenas a su libertad por la benéfica influencia de un monarca
poderoso y magnánimo, nos envía a presentarnos a Vuestra Alteza Imperial, objeto y centro
hoy dia de sus votos más puros y sus más halageñas esperanzas...
Luchando hace tiempo por salir de situación tan angustiosa, y si cabe, más amarga aún por
el funesto porvenir puesto ante sus ojos, que por sus males presentes, no ha habido arbitrio
a que esta nación infeliz no haya acudido, ensayo que no haya hecho dentro del círculo fatal
en que se colocara, adoptando inexperta y confiada las instituciones republicanas tan
contrarias a nuestra constitución natural, a nuestras costumbres y tradiciones, y que, haciendo
la grandeza y el orgullo de un pueblo vecino, no han sido para nosotros sino un manantial
de las más crueles desventuras...
iY no fuera vana nuestra esperanza! Patentes están hoy los caminos misteriosos por donde
la Providencia Divina nos ha traído a la situación afortunada en que actualmente nos hallamos,
y que apenas llegaron a concebir como posible las inteligencias más elevadas.
México, pues, dueño otra vez de sus destinos, y escarmentado a costa suya de su error
pasado, hace en la actualidad un supremo esfuerzo para repararlo.
A otras instituciones políticas recurre ansioso y esperanzado, prometiéndose que le serán
aun más provechosas, que cuando era colonia de una monarquía europea, y más si logra
tener a su frente a un príncipe católico...
82 Ver Alfonso Toro en La Revolución de Independencia y México Independiente. Editorial Patria. México, 1961. p.
514; y, Manuel Rivera Cambas. Op. tit. T. 11. pp. 353 y 354.
83 Ver Justo Sierra en Juárez... p. 385.
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Historia de México I
Mucho se prometió México, señor, de las instituciones que se rigieron por espacio de tres
siglos, dejándonos al desaparecer un legado espléndido que no hemos sabido nunca
conservar bajo la República.
Sin vuestra Alteza Imperial, ineficaz y efímero será, creed, señor, a quien nunca ha manchado,
sus labios con la lisonja, cuanto se intentara para levantar a nuestro país del abismo en que
yace, quedando además frustradas las altas y generosas miras del monarca poderoso,
cuya espada nos ha levantado y cuyo fuerte brazo nos sostiene y nos protege. . .
Esas instituciones, con las modificaciones que la prudencia dicta y la necesidad de los
tiempos exige, servirán de antemural incontrastable a nuestra independencia nacional...
Intérpretes harto débiles nosotros, de ese aplauso general del amor, de las esperanzas y
los ruegos de toda una nación, venimos a presentar en su nombre a Vuestra Alteza Imperial
la corona del Imperio Mexicano, que el pueblo por un decreto solemne de los Notables... os
ofrece, señor, libre y espontáneamente...
Grandes han sido nuestros desaciertos, alarmante es nuestra decadencia; pero hijos somos,
señor, de los que al grito de Religión, Patria y Rey -tres grandes cosas que tambien se
andan con la libertad-, no ha habido empresa por grande que fuera, que no acometieran, ni
sacrificio que no supieran arrastrar constantes e impávidos...
La empresa es grande, pero es aun más grande nuestra confianza en la Providencia; y que
debe serlo, nos lo dicen claro el México de hoy y el Miramar de este glorioso día..."84
De la contestación que también en francés dio Maximiliano, cuando mucho cabe resaltar que éste
francamente reconoció a Napoleón como el autor de la para ellos noble y gloriosa invasión: Por
noble que sea la empresa de asegurar la independencia y prosperidad de México, bajo la égida
de instituciones a la par estables y libres no dejo de reconocer, en perfecto acuerdo con S. M. el
Emperador de los franceses, cuya gloriosa iniciativa ha hecho posible la regeneración de vuestra
hermosa patria. . . "
EI amoroso devaneo poco duraría. A pesar de que Maximiliano era un soñador, era también un
hombre producto de su medio, un europeo ilustrado del siglo XIX; más los caballeros de la Orden
de Guadalupe buscaban un Felipe II. Por eso el descendiente de la casa de Austria, tenía que
fallarles no obstante la «garantia» de ser católico y amigo personal del papa.
El carácter del Archiduque prestóse a las mil maravillas para satisfacer los mezquinos intereses
de Napoleón y los bastardos de los monarquistas. La desgracia de los gutiérrezestrada es no
haber conocido el pensamiento de Maximiliano. En su libro, titulado Memorias de mi Vida, escribía:
"...nunca puedo acomodarme o por lo menos no lo puedo ahora, a ver el rico poseedor de
una fábrica, produciendo en grandes cantidades artículos que satisfacen al extravagante
lujo de los ricos, mientras que sus trabajadores son siervos por el solo poder del dinero;
píridas sombras de hombres, que en estado de estupor y para las necesidades de su
estómago, sacrifican su cuerpo, al tesoro de su patrón. No puedo olvidar a mis semejantes,
ni por las miquinas más hermosas; mi estimación por el llamado genio de nuestro, siglo no
llega hasta aIIá..."
84 Ver Manuel Rivera Cambas. op. cit. T. H. pp. 461 a 467.
335
Guía de lecturas
iTriste sino! Si así se expresaba de los explotados por el capitalismo europeo, ¿cómo iria a sentirse
ante los parias del feudalismo hispano?I Su euforia, soñolienta lo lanzó a escribir a Juárez invitándolo
a parlamentar. Poco tiempo después decia con santa simplicidad el emperador a Jesús Terán:
«que venga (Juárez) a ayudarme sincera y Iealmente, y será recibido con brazos abiertos como
todo buen mexicano». No pasaron muchos años para que el rubio conociera cómo «recibia»
Juárez a los invasores.
Don Benito contestó a una carta de Maximiliano en los siguientes términos:
"Muy respetable señor: Me dirige U. particularmente su carta del 22 del pasado, fechada a
bordo de la fragata ‘Novara’, y mi calidad de hombre cortés y político me impone la obIigación
de contestarla, aunque muy de prisa y sin una redacción meditada porque ya debe U.
suponer que el delicado e importante cargo de Presidente de la República absorbe casi
todo mi tiempo, sin dejarme descansar de noche. Se trata de poner en peligro nuestra
nacionalidad, y yo, que por mis principios y juramentos soy el llamado a sostener la integridad
nacional, la soberanía y la independencia, tengo que trabajar activamente, multiplicando
mis esfuerzos para corresponder al depósito sagrado que la Nación, en el ejercicio de sus
facultades, me ha confiado. Sin embargo, me propongo, aunque ligeramente, contestar los
puntos más importantes de su citada carta.
Me dice U. que abandonando la sucesión de un trono de Europa, abandonando su familia,
sus amigos, sus bienes y lo más caro para el hombre, su patria se han venido U. y su
esposa Doña Carlota a tierras lejanas, desconocidas, sólo por corresponder al llamamiento
espontáneo que le hace un pueblo que cifra en U. la felicidad de su porvenir. Admiro
positivamente por una parte toda su generosidad, y por otra parte ha sido verdaderamente
grande mi sorpresa al encontrar en su carta la frase: ‘llamamiento espontáneo". porque yo
ya había visto antes que cuando los traidores de mi patria se presentaron en comisión por
sí mismos en Miramar, ofreciendo a U. la corona de México, con varias cartas de nueve o
diez poblaciones de la Nación, U. no vio en todo eso más que una farsa ridícula, indigna de
ser considerada seriamente por un hombre honrado y decente.. .
Me invita U. a que venga a México, ciudad donde U. se dirige, a fin de que celebremos alli
una conferencia, en la que tendrán participación otros jefes mexicanos que están en armás,
prometiéndonos a todos las fuerzas necesarias para que nos escolten en el tránsito, y
empeñando como seguridad y garantía su fe pública, su palabra y honor. Imposible me es,
señor, atender a ese llamamiento; mis ocupaciones nacionales no me lo permiten: pero si
en el ejercicio de mis funciones públicas yo debiera aceptar tal intervención, no sería suficiente
garantía, la fe pública, la palabra y el honor de un agente de Napoleón, de un hombre que
se apoya en esos afrancesados de la Nación mexicana, y del hombre que representa hoy la
causa de una de las partes que firmaron el tratado de la Soledad...
Tengo necesidad de concluir por falta de tiempo, y agregaré sólo una observación. Es dado
al hombre, Señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la
vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios
propios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el
fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará.
Soy de usted atento y seguro servidor. Benito Juárez.»85
85 Ver Benito Juárez. op. cit. pp. 258 a 260.
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Historia de México I
Roeder comenta: «Carta apócrifa en el concepto de algunos, la Historia lo autenticó. Avaro de
palabras, Juárez no las malgasta y la declaración sirvió, por lo menos, para delimitar los distintos
niveles de vida que mediaban entre él y el adversario. Era ese el único servicio que podía prestar
a Maximiliano».
En plan reformista y recordando su pasajera estancia de gobernador en el Lombardo Véneto,
Fernando Maximiliano decide respetar las leyes de los hombres de la Reforma. Esta actitud provocó
tan sólo la plena justificación del único gobierno legalmente constituido y la ojeriza de los
consevadores, paradoja cuyo artífice había sido el Habsburgo, quien jamás la llegó siquiera a
comprender. En este océano de contradicciones, en el ocaso de su «imperio», no encuentra otra
salida que la de entregarse a los brazos conservadores y a las certeras balas liberales.
Ni la enhiesta actitud del presidente y de su pueblo, ni los argumentos de Napoleón y sus militares
intervencionistas, ni las turbias maquinaciones del padre Fisher, nada ni nadie pudo cambiar el destino
que México tenía preparado al iluso, emperador. EI saldo de la funesta invasión resultó bien precario.
A pesar de los enormes recursos de que el partido conservador dispuso, para exterminar al gobierno
constitucional, no dio cima a sus designios, pues jamás la gleba mexicana levantada en armas ha sido
derrotada por un ejército, por prepotente y avezado que parezca. El cadáver de Maximiliano regresa a
Europa en la Novara, Carlota deambula con la razón extraviada; huye Luis Napoleón; Bazaine en
México es tildado de traidor por su cobardia, a pesar de que los veteranos de la guerra con México le
recordaran la conducta de González Ortega en Puebla; Forey ve también transcurrir sus últimos días
en un manicomio. Solamente dos nombres graba en sus páginas Ia Historia: JUÁREZ, MEXICO.
El partido conservador, vencido abiertamente en la guerra de Reforma, no pudo aceptar su derrota;
y no importándole (nunca le ha interesado), poner en subasta la dignidad nacional, recurrió al
auxilio exterior para derrotar a los reformistas. Vano intento que ni siquiera de experiencia sirve:
las lecciones de la historia universal son perfectamente desaprovechadas por los reaccionarios.
Desconciértalos vivir en un país eminentemente católico, pero olvidan que también es patriota.
Con la aplastante victoria del pueblo sobre el partido reaccionario, iniciada en Ayutla, y culminante
en Querétaro, queda hecha la reseña de esta época en su aspecto político. Réstanos hacer una
consideración: llamar República Restaurada a los años que.sucedieron al fusilamiento del austriaco,
es cometer una grave injusticia. Equivale a olvidar toda la sangre vertida y la gallarda figura de
Juárez. Ni legalmente el benemérito dejó de ser presidente, ni el pueblo jamás repudió al de
Guelatao. La farsa de Maximiliano mal puede llamarse imperio. La repúlblica nunca dejó de e
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