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SOIS TODOS SANPAKU
Por Georges Ohsawa
2da Edición, 1972
Sociedad Macrobiótica Argentina
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PRESENTACIÓN
El señor Sakurazawa Nyoiti, conocido en el mundo occidental como Georges Ohsawa,
fue un destacado científico japonés que dedicó casi toda su vida a la búsqueda y al
estudio de principios que la filosofía de oriente conoce desde hace más de 5000 años.
Penetrando en ello con profundo amor e inteligencia, el señor Ohsawa logró redescubrir,
para su conocimiento universal, esta natural y antigua orientación dietético-filosófica,
brindando al ser humano desorientado de nuestros días, un invalorable instrumento para
su recuperación física y mental.
El tema impactante de este libro está, pues, constituido por la revalorización actualizada
de una antiquísima sabiduría que el hombre acumuló desde tiempos remotos, en la
búsqueda de una intensificación consciente de sus posibilidades vitales.
SANPAKU: Esta palabra japonesa describe una condición del organismo humano, en la
cual el blanco del ojo se hace visible bordeando el iris por tres lados cuando la persona
mira directamente delante de si; tal signo revela un estado de grave desequilibrio físico
y espiritual.
El individuo “sanpaku”, no se encuentra en armonía, ni consigo mismo ni con las
fuerzas naturales del universo, y en tal estado se torna susceptible a enfermedades y
accidentes de todo tipo. La condición “sanpaku”, que está tomando caracteres
alarmantes en todo el mundo, puede ser reconocida por manifestaciones tales como la
fatiga crónica, la baja vitalidad sexual, reacciones instintivas flojas, mal humor,
incapacidad para dormir profundamente, inexactitud en el pensar y en el hacer. En
general, falta de equilibrio.
La palabra “MACROBIOTICA”, como tantas otras ciencias (psicoanálisis” entre ellas),
formóse de raíces griegas. La macrobiótica es una ciencia que tienen sus orígenes en la
antigüedad, y constituye un medio eficaz y sencillo para corregir el peligroso estado de
“sanpaku”, creando condiciones de salud, bienestar y armonía, tanto interna como
externa. Esta ciencia se basa filosóficamente en el antiguo concepto oriental de las
fuerzas yin-yang en el universo, fuerzas que en el cuerpo humano están representadas
por el importante equilibrio entre los elementos sodio y potasio. La macrobiótica es
conocida y practicada desde hace muchos siglos en extremo oriente. Hoy redescubierta
para el mundo occidental, esta ciencia demuestra, una vez más, ser sorprendentemente
valiosa en el tratamiento de gran número de enfermedades específicas, así como en las
formas más sutiles del malestar contemporáneo.
La macrobiótica se fundamenta en un régimen que devuelve el comer y beber a sus
fuentes humanas originales, integrándolas en el “divino arte del vivir”. Los regímenes
dietéticos indicados en este libro, se basan en su mayor parte, en cereales integrales,
legumbres (porotos), verduras, raíces, frutas y excepcionalmente peces. Tales regímenes
consiguieron aliviar y curar muchas enfermedades tachadas de “incurables” por las más
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avanzadas técnicas de la medicina moderna. En su libro “SOIS TODOS SANPAKU”
Georges Ohsawa explica con simplicidad las razones por las cuales esto ocurre.
Ohsawa investigó, escribió y enseñó durante más de 50 años, viajando por Europa,
África y las Américas. Trescientas de sus obras fueron publicadas en japonés, y más de
20 libros conocieron la traducción en Francia. Un detalle notable digno de señalarse, es
que en este último país, los “gourmets” a la búsqueda de las máximas expresiones de la
alta cocina, se han vuelto discípulos entusiastas de la macrobiótica ante el resultado
obtenido con la aplicación práctica de sus principios.
William Dufty, traductor y editor inglés del presente libro, fue personalmente
autorizado por Ohsawa para seleccionar material de su profusa bibliografía, a fin de
presentarlo en un solo volumen destinado a divulgar eficazmente sus ideas al público
norteamericano. En cuanto a la América del Sur, la macrobiótica fue introducida por
primera vez en PORTO ALEGRE (Brasil) por el señor Mario A. Costa, hace unos
nueve años. Inmediatamente atrajo el interés de los brasileños, a tal punto que el
entusiasmo expandió pronto su conocimiento a otras ciudades como Río de Janeiro, San
Pablo, Curitiba, Pelotas, entre otras.
La publicación de este libro en la República Argentina, se debe al fervoroso empeño del
señor Juan Torres, quien hallándose en Porto Alegre, entró en contacto de modo
personal y directo con esta maravillosa ciencia dietética. Ante los asombrosos resultados
obtenidos gracias al tratamiento especial a que se sometiera, el señor Juan Torres se
dedicó de lleno al estudio y difusión de la Macrobiótica, con miras a llevar sus
beneficios al público de nuestro país, para lo cual tradujo “SOIS TODOS SANPAKU”
al castellano.
Oriundo de España, Juan Torres hace más de 60 años que está radicado en la Argentina.
Su biografía orgánica hasta su encuentro con la Macrobiótica, es una larga secuencia de
enfermedades, con frecuentes períodos de hospitalización y siete serias intervenciones
quirúrgicas. Según el mismo lo señala, sus problemas tuvieron origen en “una vida
disipada de francachelas, mala alimentación consistente en carnes enlatadas,
sándwiches, carnes de cerdo y de gallina, excesos generales en el comer y en el beber,
etc.”. En 1960, y viéndose muy mal adoptó el régimen vegetariano. Con ello su salud
mejoró algo, pero no lo suficiente como para librarse de la destrucción orgánica en
marcha.
En este proceso pasó por las manos de muchos médicos, hasta que los últimos llegaron
a pronosticarle un máximo de tres meses de vida. Fue por esos días cuando entró en
contacto con el libro “SOIS TODOS SANPAKU”, gracias a un compatriota suyo que se
lo remitió desde Brasil. De este modo el señor Torres comenzó a practicar la
macrobiótica, y lo hizo con tal entusiasmo que superó las primeras dificultades, para
conseguir los elementos esenciales del régimen.
En dos meses, y sólo con arroz integral, logró restablecer sus funciones deterioradas,
curó el insomnio crónico, y hasta recuperó su vista debilitada, a tal punto que pudo
prescindir de los lentes que había usado durante treinta años. Hoy, cumplidos los 82, el
señor Juan Torres, es un vivo exponente de los efectos asombrosamente benéficos de la
MACROBIOTICA.
A fin de ampliar el tratamiento que había iniciado por su propia cuenta, y en respuesta
al pedido de un grupo de amigos de Buenos Aires, el señor Torres viajó a Porto Alegre,
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donde completó su curación y obtuvo además, mejores conocimientos sobre esta
ciencia, ya que Porto Alegre es considerada la Meca de la Macrobiótica en América del
Sur. Regresó luego a Buenos Aires con la experiencia y los conocimientos adquiridos
(incluso cocina ZEN, tan esencial en Macrobiótica) y se dio a la tarea de fundar también
aquí una Asociación en Macrobiótica y de traducir las obras del señor Ohsawa al
castellano, como ahora lo hace con “SOIS TODOS SANPAKU” Y “COCINA ZEN”.
El lector de este libro encontrará una explicación sencilla y comprensible en la filosofía
en que se fundamenta la Macrobiótica y verá también expuestos los hechos que
comprueban su eficacia. Tablas simplificadas ofrecen una variedad de regímenes
dietéticos, dosificados según su uso específico. Sakurazawa-Ohsawa establece escalas
de dieta macrobiótica con instrucciones claras para su preparación y utilización.
Los tratamientos recomendados se basan todos en el empleo de alimentos integrales y
naturales.
Consideramos interesante llamar la atención sobre un capítulo, sorprendente por su
simplicidad y alcance, dedicado a los Alimentos y el Sexo. “Aquí, declara Ohsawa, se
decide si las antiguas teorías macrobióticas son válidas o no. Es increíble, dirán algunos;
es magia negra, dirán otros, pero deberéis comprobarlo por vosotros mismos. El estado
de nuestra salud y felicidad sexual es uno de nuestros más íntimos secretos. Ningún
médico tendrá la capacidad de deciros algo que no sepáis ya acerca de esta función de
vuestro cuerpo…La sexualidad, la más básica y delicada de las funciones del
organismo….depende únicamente de nuestro alimento diario. Cualquier anormalidad
sexual puede ser curada con el tiempo a través de la observación estricta del régimen
macrobiótico…”
Sakurazawa-Ohsawa sustenta que los aditivos venenosos y los productos químicos
introducidos en los alimentos industrializados, causan lo que llama “desmantelamiento
de la polaridad sexual”, volviendo más masculinas a las mujeres y afeminados a los
hombres. “Esta es la más perniciosa y destructiva de todas las amenazas al orden del
universo; podría significar el fin de la raza humana. Lo que ahora estamos presenciando
es solo el preludio de esa tragedia. Tres cuartas partes de la humanidad sufren de
algunas irregularidades en las glándulas sexuales o en los órganos sexuales. A menos
que hombres y mujeres sean integralmente saludables, todas las enfermedades, desde el
banal resfriado hasta el cáncer incurable, exige su terrible precio por culpa de la
degradación de las fuerzas sexuales.”
El régimen macrobiótico no sólo es eficaz para curar enfermedades ya declaradas, sino
que -como lo ha comprobado la experiencia de innumerables casos- torna al cuerpo
resistente contra males futuros. Además-y esto vale para aquellos que se interesan por
trascender ciertos estados de conciencia- el lector podrá observar la estrecha afinidad
entre los regímenes de Sakurazawa-Ohsawa y la dieta recomendada por los monjes del
Zen-Budismo y otros maestros notables de la filosofía oriental que siempre se
preocuparon en hacer del cuerpo humano una morada perfecta para el alma.
En síntesis, Ohsawa convida al hombre a curarse a sí mismo antes que preocuparse de
cualquier otro asunto, y ofrece medios sencillos y naturales para hacerlo. Durante un
período de dos semanas, cualquier persona puede intentar una experiencia fácil y segura
con el objeto de formarse un juicio por si misma.
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EL libro de Sakurazawa-Ohsawa, que ahora el señor Juan Torres introduce en el mundo
de habla hispana, se convertirá sin duda alguna en una de las obras más buscadas y
discutidas en su especialidad.
Como complemento a esta presentación, consideramos útil incluir la experiencia que el
señor Torres vivió durante cinco meses de este invierno de 1970 en el Valle de Cinti
(Bolivia). Ella ilustra y corrobora sorpresivamente los asertos de Sakurazawa-Ohsawa.
Dejemos que el señor Torres se exprese por si mismo:
“En primer lugar me llamó poderosamente la atención comprobar que el régimen de
comida en Bolivia es muy similar al que propugna la Macrobiótica. Lo fundamental de
este régimen es una sopa llamada “lagüita”, hecha a base de harinas de trigo, maíz,
habas secas y lentejas, juntamente con zapallo, zanahoria, cebolla, ajo y verduras de la
región. De tanto en tanto (cuando la hay) algo de carne de cabra en charqui o fresca.
Esta sopa se come junto con el “mote”, maíz muy especial, que, cocido en agua,
reemplaza al pan. “Tuestan el cereal y las legumbres, luego trituran todo en piedras
(molienda primitiva) y, previo cocimiento de las verduras, incorporan la harina. Hierven
unos minutos más y ya tienen lista su sopa o “lagüita”, la cual, -en muchas regiones de
Bolivia y para una gran parte de su pueblo- constituye su único sustento.
“Quedé asombrado al ver que con solo esta fuente nutricia conseguían desarrollar una
energía y resistencia para el trabajo, excepcionales, más aún si se tiene en cuenta los
desgastes producidos pos sus tres borracheras semanales (la región es de viñateros y
fabricantes de licores), y su constante masticar hojas de coca, equivalente al fumar en el
mundo moderno. Todo esto me condujo a hacer un experimento con mi comida diaria,
en el cual, en lugar de cocinar enteros los granos de cereales y legumbres, adopté el
sistema de tostarlos y molerlos. A simple título de orientación doy las proporciones en
que combino los elementos de mi mezcla personal. Estas proporciones son susceptibles
de variar según las necesidades individuales y la posibilidad de que ofrece el mercado.
No siempre se consiguen determinados ingredientes, por lo cual es preciso
reemplazarlos aumentando la cantidad de los otros. Además las exigencias de cereales y
de verduras-como se verá en los capítulos correspondientes del libro- son distintas
según los casos tratados específicamente. Esta fórmula sirve, pues, como una idea base
para orientarse:
CEREALES: Arroz
40%
Trigo
18%
Maíz
12%
Centeno, mijo y cebada 5%
Lino
1%
El lino puede usarse como estimulante de la flora intestinal y además es curativo en los
casos de úlceras.
LEGUMBRES: garbanzo, poroto azuki, lentejas, haba seca pelada (previo remojo): 5%
Los cereales y legumbres deberán ser tostados y luego molidos
VERDURAS: zanahoria, zapallo, bardana, nabo blanco, radicheta, cebolla, puerro
10%, 20% o 30% según estado de salud.
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MODO DE PREPARA LA SOPA “LAGÜITA” CON ESTOS INGREDIENTES
Después de bien lavadas las verduras (sin dejarlas en remojo), se ponen a hervir en agua
abundante pues deben absorber harina. Utilizar cacerolas de barro, hierro o de acero
inoxidable, y evitar las de aluminio. Poner la sal marina, y después de cocidas agregar la
harina de dos a tres cucharadas soperas por persona (previo remojo en agua fría). Luego
de agregada la harina, remover lentamente para que no se pegue mientras vuelve a
hervir durante dos a tres minutos. Retirar del fuego.
“Doy a conocer esta preparación para aquellas personas que son nerviosas, rápidas en el
comer, o que por mala dentadura tragan el bolo alimenticio casi entero, pues en
macrobiótica se recomienda mucho la buena masticación como condición
indispensable para una buena digestión.
Esta dieta me dio un gran resultado a 2500 metros de altura y con 82 años de edad, sin
sufrir el menor contratiempo en los cinco meses que viví en el Valle de Cinti (Bolivia).”
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INTRODUCCIÓN
La muerte de Kennedy
“¿Por qué el murió, entonces, allí y así? Los cielos callan.”
W. E. Auden
La muerte del Presidente Kennedy modificó muchas vidas y originó muchos libros,
incluso éste, aunque parezca extraño.
Auden hace la eterna pregunta, pregunta esta, que está más allá de aquellas otras que
nos mantuvieron pegados al televisor durante aquellos días de noviembre y al tumulto
de palabras de nuestros diarios y revistas. Una de las raras historias de periódico, que
fue más allá de los hechos oficiales obvios de la tragedia, pero que, indirectamente,
proporcionó un deseo de responder a lo que no tenía respuesta, apareció en el “New
York Herald Tribune Sunday Magazine”, el 12 de enero de 1964, con la autoría de Tom
Wolfe. Nada, en su título –“Sanpaku en la segunda avenida”- nos habría hecho creer
que hubiese una relación con lo sucedido en Dallas más tarde. Su primer párrafo, sin
embargo, ya era para hacernos detener en su lectura y pensar:
“Abdul Karim Kassem, el Presidente Ngo Dinh Diem y el Presidente Kennedy eran
“sanpaku” y, ahora, están muertos, asesinados, destruidos por el destino de los sanpaku,
lo que es más que coincidencia, y debería constituir una señal de alarma para los
hombres y las naciones, afirma la Macrobiótica, conforme fue demostrado por su líder,
George Ohsawa, el profeta japonés del Principio Único.”
Yo mismo, como viejo repórter, profundamente consciente de las limitaciones de la
profesión, pasé ligeramente los ojos por algunos párrafos dislocados. De una manera,
hasta cierto punto ambivalente, el artículo se refería a un extraño número de personas
que comían: kasha, arroz, pescado y gergelim (semilla de sésamo tostada y salada), en
la parte baja de la segunda avenida, y relacionaba esto, de cierto modo, con el éxodo de
algunos neoyorquinos que huyeron de Long Island, en 1961, para Chico, California,
para escapar de las emanaciones atómicas ¿Pero cuál es el destino de un “sanpaku”?
¿Quién es ese extraordinario profeta japonés? Bien, al final del reportaje, en otra página,
estaba explicado que “sanpaku” significa “no solamente una enfermedad del cuerpo
sino también una condición peligrosa del espíritu y de la psiquis.” Todo el sistema del
hombre sanpaku está fuera de equilibrio, quedando sujeto a accidentes y muerte
trágica. La parte blanca, visible abajo del iris de los ojos, establece la condición
conocida como “sanpaku”.
“En agosto pasado, continuaba el extraño artículo, George Ohsawa, en su apartamento
del Hotel Wentworth, desparramó frente a él, en la mesa del café, unas cuantas fotos de
personalidades célebres, entre otras las de Marylin Monroe, Brigitte Bardot, Karim
Kassem, Presidente Diem y Presidente Kennedy. El Presidente Kennedy atravesará
dificultades muy grandes, en un futuro próximo, dijo a un repórter, y según dicen sus
seguidores, llegó a hablar confidencialmente sobre un final trágico.”
¿Un repórter? ¿Qué repórter? ¿Será que esta notable predicción de asesinatos de tres
Jefes de Estado llegó a ser publicada en los diarios? El Presidente Kennedy era uno de
los más ávidos lectores de diarios. ¿Será que leyó la profecía? ¿Y sus médicos? ¿Y el
Servicio Secreto? Indiscutiblemente, el artículo ocasionó más preguntas que respuestas.
Finalizaba con la mención directa del profeta japonés que, se decía, predijo la muerte de
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Gandhi, de Hitler, y el fin del colonialismo británico en la India, llegando, casi, a ser
condenado a muerte, en el Japón, por haber predicho la derrota absoluta de su propio
país durante la Segunda Guerra Mundial.
“Miles de americanos leyeron mi predicción de la muerte de Kennedy. Nadie, sin
embargo, me buscó para saber cómo evitar su destino…
Mis razones al profetizar el fin trágico de naciones, sociedades e individuos fueron
siempre vislumbrando un alerta para que notificasen el rumbo de sus destinos,
pero…raramente me preguntaron cuáles fueron los medios por los que me fue posible
llegar a tales conclusiones ¿Cuál es el motivo de este bajo nivel de comprensión? En
Oriente, cualquiera sabe el significado de “sanpaku”, desde época inmemorial.
Solamente el “¿por qué?” fue olvidado. Sois todos más o menos “sanpaku”…Tenéis
que curaros vosotros mismos, antes de interesaros por cualquier otra cosa”.
Arranqué mis lentes, fui hacia el espejo del baño y me miré cuidadosamente. El profeta
japonés, que acertó con Gandhi, Hitler, el Japón, Kassem, Diem y Kennedy, debía, con
certeza, también estar en lo cierto conmigo. Mis ojos parecían dos huevos fritos.
“Sanpaku”, sin duda. Muy “sanpaku”. Arranqué la página del “Herald Tribune” y la
guardé en el bolsillo. Durante días, al encontrar amigos o extraños no podía desclavar
mis ojos de los de ellos. Examinaba todas las fotos de los diarios. Una mayoría
alarmante era “sanpaku”. Comencé a pensar, entonces si los demás lectores del “Herald
Tribune” estarían escrutando el blanco de mis ojos. Empecé a usar lentes oscuros.
Cierta noche, estuve conversando con Carmen de Lavallade, una de las mayores
bailarinas de América. Los bailarines, así como los atletas, están preocupados siempre
por su físico. Sus cuerpos están bajo constante desgaste y necesitan continuos cuidados.
Siempre están modificando su alimentación, buscando establecimientos especializados
en la venta de buenos y saludables alimentos, tratando de descubrir filtros mágicos para
recomponer sus espaldas cansadas y sus músculos doloridos, con masajes y toda especie
de terapéutica. Carmen mencionó el reportaje del “Herald Tribune”. Los inquietos ya
estaban hablando sobre él. Miré sus espléndidos ojos negros.
“Pero no usted no es “sanpaku”, le dije.”
“Puede ser que no, querido”, respondió riéndose. “Pero en el estado en que me
encuentro estoy dispuesta a probar cualquier cosa”.
La bailarina Carmen, cierta vez, resbaló en una escalera de metal en los bastidores de un
teatro de Broadway y cayó sobre la espina dorsal. Su espalda nunca más fue la misma.
Ya había tentando todo. Ella ya se había anticipado a mí, telefoneando a la Fundación
Ohsawa, en la segunda avenida, fijando hora para comenzar un curso de cocina
macrobiótica en la tarde del domingo siguiente. Prometió darme informaciones.
Esta idea de tomar clases de cocina me pareció un tanto ridícula.
Me acordé de aquellos días en que preveía mi paternidad y también se me ocurrió la
idea de cambiar pañales y lidiar con el bebé. Me parecía estar en algo semejante.
Carmen cumplió su promesa. Domingo de noche, después de su clase, telefoneó
convidándome para tomar el té. Ella había vuelto de la segunda avenida con una bolsa
llena de productos macrobióticos –arroz oscuro, sin pulimento, sal marina, salsa de soja,
algas japonesas, y dos especies de té-. Todo el departamento emanaba un extraño y
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exótico aroma. Las ventanas estaban abiertas a la brisa de enero y el marido de Carmen
Geoffrey Holder, abanicaba intentando ventilar el ambiente. Sucede que el té
macrobiótico precisaba ser tostado en una sartén, colocada sobre el fuego. En la primera
tentativa se quemó y Carmen tuvo que tostarlo nuevamente. Precisábamos esperar un
poco por el té. Mientras tanto, Geoffrey, que ya sobrevivió al entusiasmo de Carmen por
varios regímenes anteriores y contaba con que ella abandonase, éste, se le ocurrió decir
que no estaba haciendo ninguno. Como defensa inmediata, Carmen me mostró un libro
que había comprado en la segunda avenida. Era una publicación de pocas páginas,
titulada “Macrobiótica Zen – el arte de longevidad y rejuvenecimiento”, por G. Ohsawa.
La palabra ZEN estaba en letras grandes y el resto en impresión pequeña. Esto ya era
bastante para desinteresarme dada mi aversión por las recientes olas de satori
artificiales. Comencé a hojear el libro, mientras aguardaba que curtiese la segunda
porción de té. A pesar de estar escrito en un inglés básico y precario, había sido impreso
en el Japón, lo que explicaba su dimensión bizarra, sus errores ortográficos,
trasposiciones de líneas y errores tipográficos. Si los tipógrafos americanos intentasen
componer un libro con letras japonesas, ciertamente lo habrían hecho peor.
Me sorprendió que el “Herald Tribune” no hubiese hecho la menor alusión a los libros
escritos por el profeta japonés. Carmen me prestó el pequeño libro por aquella noche. Y
durante las doce horas siguientes no lo solté. Leí y volví a leer. Ningún otro libro me
impresionó tan profundamente. PORQUE YO ERA “SANPAKU”. Era tan claro como
si estuviese escrito en una pared. Basta el contacto de una noche con las ideas simples y
extremadamente subversivas de este hombre, llamado Sakurazawa Nyoiti, o Georges
Ohsawa y nada más permanece siendo lo mismo que antes. “Trate de curarse a sí mismo
antes de hacer cualquier otra cosa”, era lo que él decía.
Al día siguiente, me puse los lentes oscuros y busqué el número 317 de la segunda
avenida. La Fundación Ohwasa ocupa el primer piso de un viejo predio al lado de un
conjunto de modernos hospitales. El restaurante está en la parte frontal y la cocina al
fondo. Era casi la hora de cenar y las cuatro mesas estaban vacías. Había estantes en uno
de los ángulos y en los cuales estaban expuestos extraños productos comestibles. En el
otro ángulo había estantes con libros. En un cuadro estaban fijadas reproducciones
fotostáticas de un reportaje del “Herald Tribune”. No el reportaje sobre el “sanpaku”
que me llevara allí, sino otro, del mismo Tom Wolffe, fechado el 18 de agosto de 1963.
Fue publicado tres meses antes de lo de Dallas, y su título era brusco y chocante:
KENNEDY Y BARDOT – AMBOS MUY “SANPAKU”
El texto consistía en una larga entrevista con Georges Ohsawa, en el Wentworth Hotel,
donde aquel abrió su archivo de recortes de periódicos, lleno de rostros: “fotografías del
Presidente Kennedy, Albert Schweitzer, Willy Brandt, Franz Joseph Strauss, del
fallecido Davey Moore, Natalie Word, Bárbara Powers (esposa del piloto de U-2),
Brigitte Bardot, Francoise Sagan, de modelos y toda especie de gente”.
“Hace algunos años, vi muchas fotografías y films de Nixon y Kennedy” dijo el Sr.
Ohwasa. “Kennedy, aún de joven, era ya “sanpaku” y, por causa de esto, predije que
tendría brevemente muchas dificultades. Hace ya tres años que declaré esto”.
A esta altura el frunció las cejas, como si dijera –“¿Ve?” “Sanpaku”, literalmente, es un
ojo con tres lados blancos. “Los ojos de una persona “sanpaku” muestran la parte blanca
abajo del iris – como el Presidente Kennedy”, dijo Ohsawa. Y mostró con el lápiz la
gran extensión blanca bajo el iris de la órbita del Presidente.
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Pero lo más significativo de este reportaje, estaba en las cosas faltantes. No se hacía
mención a los libros de Ohsawa ni, específicamente, al Presidente Ngeo Dinh Diem o
Abdul Karim Kassem. Los dos primeros de los tres asesinatos fatales, fueron
considerados como si pudiesen ocurrido a cualquier ciudadano. La sutileza de la
predicción original de Ohsawa, en cierta forma fue atenuada desapercibidamente. Si
Winchell Odrew Pearson, hubiese publicado esta profecía con su autoría, ella habría
sido repetida como una especie de eco. Ciertos astrólogos que predijeron
acontecimientos menos importantes en lenguaje mucho menos explícito, fueron
elevados y valorizados en grado sumo.
En realidad, conforme supe más tarde por personas que asistieron a aquella conferencia
de Ohsawa en agosto, su predicción había sido más notable todavía. La calificación de
“sanpaku” del Presidente Kennedy fue mencionada ligándola con la de otros jefes de
Estado tales como: Diem y Kassem cuyos asesinatos debían preceder al de él. El otro
único Presidente de los Estados Unidos, elegido para la galería de “sanpaku” fue
Abraham Lincoln. Un ejemplar característico de la galería de “sanpaku” de Ohsawa es,
también, el archiduque Ferdinando de Austria que fue asesinado en Sarajevo, así como
uno de sus sosías, vestido y uniformado como él para asemejarse en los mínimos
detalles excepto uno. El archiduque era “sanpaku”. El sosías no lo era.
Todo esto era lúgubre, fascinante, pero inexplicable. ¿Cómo se podría relacionar la
pérdida del equilibrio físico y espiritual del difunto Presidente – o de Diem o Kassemcon los acontecimientos que supe, entonces, hayan ocurrido en Dallas e Irak? Las
heridas sufridas durante la guerra por el Presidente Kennedy, y sus consiguientes
sufrimientos habían sido ampliamente divulgados. No constituía secreto alguno que
sufría de ellos irregularmente y que estaba bajo constante tratamiento y
medicamentación. Pero ¿cómo conciliar el hecho de ser él “sanpaku”, sujeto a
accidentes y tragedias, con los hechos entonces conocidos sobre los horribles
acontecimientos de Dallas?
“Cúrese a si mismo, antes de hacer cualquier otra cosa”, había dicho el profeta.
Quedé con una copia de la reproducción del “Herald Tribune” y, protegido por mis
lentes oscuros, hice mi pedido de productos macrobióticos lo más acertadamente
posible, evitando la mirada simpática de una bondadosa y sana mujer de cabellos grises,
que cuidaba de la casa.
Compré un ejemplar más del libro para un amigo enfermo, sintiéndome como un
adolescente que hacía su primera compra en la farmacia vecina. Volví a casa, puse el
arroz en el fuego y empecé a cocinarlo guiándome por el libro. Torré un poco de té, con
las ventanas abiertas. Si alguien estaba necesitando del drástico régimen de 10 días,
solamente de arroz oscuro y nada más, ese alguien era yo.
Mi primera sorpresa fue la de constatar de que el arroz era comestible. Después, al
masticar 50 veces, conforme se recomienda, comenzó a gustarme. Pensé que sería un
suplicio abandonar el café, azúcar, refrigerantes, frutas, jugos, dulces, carne, papas,
tomates y otras cosas, pero había resuelto hacer un intento. Supuse que sería imposible
limitar los líquidos a casi nada. Yo era un irrefrenable tomador de café, té y
refrigerantes; un viciado por los líquidos, con excepción hecha del alcohol. Pero el
régimen de Ohsawa ofrece una compensación. No decía nada acerca de abandonar el
cigarrillo no obstante hablar de cáncer. Por otro lado la notificación oficial del gobierno
americano uniendo el cáncer de pulmón y la enfermedad del corazón con los cigarrillos,
recién había sido hecha pública haciendo poca o ninguna mención a la comida y bebida.
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Así, mientras muchos de mis amigos estarían intentando abandonar el hábito del
cigarrillo, yo estaría intentando abandonar el hábito de restaurantes.
El librito de Ohsawa da una respuesta a otro enigma existencial.
Supongamos que se deseara pedir la dimisión a la civilización americana; ¿hacia dónde
dirigir el pedido? ¿al Departamento de Rentas Internas? ¿al New York Times?
¿hacia….dónde? El discípulo macrobiótico mandaría su pedido de dimisión al
supermercado de la esquina, o a cualquier restaurante neoyorquino como ser “Chock
Full o Nuts”, “Le Pavillion” o “21”. Tal como tantos otros graciosos y olvidados dichos
populares, la vieja frase: “debe haber sido alguna cosa que comí”, repentinamente me
pareció más oportuna y profunda que cualquiera de los últimos boletines de AMA.
Como tantos otros que ya pasaron de los cuarenta, yo no estaba propiamente enfermo;
con todo estaba lejos de ser sano. Trabajando 10 años en un diario de Nueva York,
había visto amigos y colegas de mi edad, y hasta más jóvenes, morir como moscas. En
Nueva York, nunca fui al entierro de alguien con más de 50 años, mientras que en el
interior de Michigan, donde nací, raramente fui al de alguien con menos de 80 años.
Mis cuatro abuelos llegaron más allá de esta edad. Mis padres ya están con 70 años y
disfrutan de buena salud. Siempre fui saludable, hasta que pasé cuatro años en el
Ejército durante la última Guerra Grande; dos de ellos en el norte de África y Europa.
La mayor parte de mi experiencia con la medicina americana fue con la de su caricatura,
la medicina del Ejército. Casi muero de neumonía en Inglaterra, contraje la malaria en el
norte de África y, después de dar baja, me enfermé de hepatitis infecciosa y toda
variedad de fiebres. Después de la lectura de Ohsawa, volví mi atención hacia el hecho
de que durante toda mi experiencia y contacto con los médicos de Estados Unidos no
conseguía recordar uno solo de ellos, de las docenas que me trataron, que hubiesen
manifestado la menor curiosidad respecto a lo que comía y bebía.
Lógicamente, en el Ejército esto sería absurdo. El régimen dietético era determinado por
los más altos comandos, y nuestras madres podían estar tranquilas, pues éramos las
tropas mejor alimentadas de toda la Historia. Pero todos mis instintos estaban contra la
alimentación del Ejército. Después de un año de servicio empecé a sufrir de
hemorroides sangrientas, lo que me horrorizó. Siempre pensé que tan desagradable
enfermedad se manifestaba en personas más viejas, y no los que, como yo, tenían veinte
y tantos años. Tras esto existía un trauma de infancia. Cuando era bien pequeño, mi
madre fue hacia la Clínica Mayo después de haberle sido diagnosticado cáncer. Después
de dos operaciones, una colostomía, volvió para casa semiparalítica. Recelando lo peor,
me sometí dos veces a una cirugía rectal. Mi enfermedad no era cáncer, pero las dos
intervenciones nada hicieron sino aliviar las hemorroides durante unas breves semanas.
Experimenté todo lo que era anunciado en los trenes subterráneos y en la televisión,
pero nada mejoró.
Mi última enfermedad fue todavía más sería. Yo siempre sufría de dolor de cabeza.
Raro era el día en que yo no tomara dos o más aspirinas. Un día, la aspirina no hizo más
efecto. Los dolores de cabeza continuaron por 10 días, al punto de no poder más dormir,
trabajar, comer o moverme. Un sábado, completamente aniquilado, ingresé en el
Hospital de Veteranos, en Manhattan, como un caso de urgencia. No aguantaba más el
dolor. Me sometieron al más completo examen, con una preparación que nunca había
visto antes. Después que los aparatos hablaron, un médico joven los tradujo para mí. Yo
era un espécimen perfecto y normal en cualquier aspecto. En algunos puntos estaba en
un notable estado de conservación.
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-¿Pero qué debo hacer contra el dolor de cabeza?- tartamudeé incrédulo.
-Si no desaparece- sugirió el médico, deberá volver dentro de una semana.
Simplemente yo había sido preparado para lo peor, y nada más había que hacer. No
podía aguantar 24 horas más. Llamé por teléfono, entonces, a un practicante conocido,
un hombre inteligente y poseedor de excelentes credenciales médicas, que nunca quiso
practicar la medicina ortodoxa. Me dijo que fuera a buscarlo. Me preguntó sobre mis
exámenes. Tomó una jeringa larga y derramó algo muy frío en mis fosas nasales.
Después de una hora sentí algún alivio. Conocía lo suficiente sobre drogas como para
saber que había sido cocaína. Bien, pensé conmigo mismo, es así que el derrumbe
comienza.
Posteriormente, me dio algunas instrucciones por escrito. Absolutamente: no fumar.
Nada de café. Avena con leche y azúcar por la mañana. Arroz en el almuerzo. Arroz con
gallina para la cena. Su diagnóstico: hipotensión postural, disminución de circulación.
Me dio algunos ejercicios calisténicos para hacer varias veces por día. Seguí su consejo
y obedecí el régimen. Abandonar el café y los cigarrillos significaba, para mí, casi la
imposibilidad de trabajar, pero resistí hasta conseguir una mejoría temporal. Infringía,
entonces, comenzando a fumar. Cuando el dolor de cabeza volvía, dejaba nuevamente
los cigarrillos. Esta dieta de arroz blanco probablemente me ayudó a aceptar la simple
tesis de Ohsawa de “que la dieta es todo”. El único denominador común en ambos
regímenes no ortodoxos, era el arroz. Pero hasta haber leído a Ohsawa, pensaba que
arroz era arroz. Yo serví en el Pacífico, y nunca había visto arroz con cáscara. No tenía
la menor noción de lo que era arroz oscuro integral. Sabía la diferencia entre pan
integral y pan blanco. Pero nunca supe que existiera cualquier otra especie de arroz,
excepto las infinitas variedades de los restaurantes chinos y el arroz silvestre de
Minnesota, que de ninguna manera es arroz.
Quedé con el arroz oscuro integral durante 48 horas, hasta que pasó algo para lo que el
libro no me había preparado. Trabajando, de mañana, fui sacudido por náuseas y fuerte
dolor de cabeza, peor que el que un día me llevara al hospital; el más fuerte de toda mi
vida. Era un punto crítico por el cual tenía que pasar. Intenté soportar, pero era una
tortura. Esto podría ser el final del autodiagnóstico y autotratamiento. Descubrí, más
tarde, que algunos neófitos, llegando a este punto, recelosos y desprevenidos, echan la
culpa al arroz volviendo a la aspirina, carnes y helados. Pero mi instinto me llevó a
relacionar mis síntomas con aquello que ya sabía, sobre la cura de los toxicómanos. Al
final de cuentas, la heroína no pasa de ser un producto químico. Yo estaba abandonando
toda especia de esos productos, aspirina, cafeína, mono-sodio glutaminado, y todas
aquellas otras cosas multisilábicas que el gobierno obliga a los fabricantes a usar, y
poner en los rótulos bien impresos de esos productos enlatados expuestos en los
supermercados. Supe, mucho más tarde, que cuanto mayor es la reacción del tercer día
más enfermo se está cuando se comienza el régimen. Esto solamente podría significar,
por lo tanto, que yo estaba no tan sólo enfermo, sino muy enfermo. Pasé un día horrible,
pero dormí bien aquella noche y la mañana siguiente fue una revelación. Me sentí
maravillosamente bien y el arroz oscuro nunca me pareció más sabroso.
Arribando al quinto día fue que empecé a notar una mudanza drástica. No fue física y sí
emocional. Al salir de una penosa conferencia comercial, quedé paralizado por la forma
en que me conduje, por primera vez como nunca antes consiguiera hacerlo.
Generalmente acostumbramos a salir de tales reuniones mascullando sobre lo que
hicimos, cubiertos de transpiración nerviosa, deseando poder interpretar toda la escena
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nuevamente. En esta oportunidad, fue completamente diferente. Estuve calmo, frío,
receptivo, preciso y locuaz. Solucioné cosas pendientes hacía dos años. Todo terminó
antes de haberme dado cuenta de lo que había sucedido. No había otra manera de
explicarlo. Cinco días de arroz oscuro eran la causa de tan grande diferencia y beneficio.
Los días siguientes trajeron una sucesión de maravillas. Las hemorragias rectales
cesaron. Las encías pálidas (piorrea) se curaron. La contextura de la piel y su tacto
completamente diferente al lavarlas. M levantaba tres o cuatro horas más temprano, con
energía y vivacidad, satisfecho por pasar con cuatro o seis hora de sueño en vez de
ocho. Mis camisas se volvieron demasiado grandes. Cierta mañana, al afeitarme, me
asusté al notar que las líneas de mi rostro estaban perfectamente definidas pues, durante
años, habían estado cubiertas de carne e hinchazón. Mis pantalones quedaban muy
holgados en la cintura, Pero esto ya había sucedido antes. Pero el más increíble
descubrimiento fue que los zapatos me estaban provocando ampollas, aunque los pies
nadaban en ellos. Me pesé después de dos semanas constatando haber bajado de peso,
de 193 a 173 libras. Como medía seis pies, con 33 pulgadas de pecho, nunca me
consideré gordo. Ya había adelgazado antes, pero nunca en forma tan imperceptible ni
tan uniforme.
Comenzó entonces el lado cómico. Visité a mi familia, después de algunos meses sin
verlos, y mi apariencia empezó a ser el asunto principal. Concerté una entrevista
comercial a la hora del almuerzo –toujours almuerzo- y nunca llegamos a hablar de
negocios. Mi transformación física desviaba todo hacia interminables conversaciones
sobre la macrobiótica. En Nueva York, en los restaurantes, del más grande al más
simple, casi nada había en el ´”menú” que yo pudiese comer. Por lo tanto, comía poco o
nada. Esto nunca podía ser explicado sino después de una hora de informaciones.
Empecé a sentirme como una especie de maniquí de Ohsawa. Pero todo eso sin
exteriorizaciones. Las verdaderas mudanzas fueron totales. Repentinamente, tomaba
conciencia de lo que podía ser la salud. Sentía una vitalidad, un inmediatismo, una
calma, una claridad que eran nuevos para mí. En una situación profesional imprevista,
encontré en diez días una solución que llevaría, normalmente, veinte. Tenía capacidad
para trabajar doce horas, dormir un par de horas y trabajar más. En energía física y
duración de trabajos, descubrí que podía superar a los que tenían la mitad de mi edad,
sintiendo satisfacción con el cansancio. Era la época de los resfríos, infecciones de
garganta y cosas parecidas: a todo parecía yo estar inmunizado. Hasta mis cabellos que
estaban cayendo y volviéndose grises en los temporales, repentinamente dejaron de caer
y empezaron a oscurecer.
Cuando volví a la Fundación Ohsawa, en la Segunda Avenida, la misma señora canosa,
que cuidaba de la casa, al separar mis compras empezó a mirarme y exclamó: “Ahora
me acuerdo de usted. No lo había reconocido”. Me quité los lentes oscuros, me senté
para tomar un té y comenzamos a conversar. Después de morarme cuidadosamente me
preguntó si no podía escribir ni caso para los archivos de la Fundación. Me sentí como
si hubiera sido aprobado para la admisión en la Universidad de Harvard. Aquella señora
era Irma Paule, coordinadora de la Fundación Ohsawa de Nueva York. Cuando ella me
contó “su” historia, la mía me pareció un milagro insignificante. Puedo, ahora,
comprender su energía, la paciencia con que desempeñaba sus tareas domésticas entre
las constantes interrupciones telefónicas, su serenidad y su felicidad, que eran
contagiosas.
Irma examinó mis manos, dijo que mis ancestros en Michigan habían sido
extremadamente carnívoros y algunas cosas más, todas, verdaderas. Omitió,
delicadamente, referirse a mis ojos. Todavía era muy “sanpaku”, y, posiblemente, lo
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continuaría siendo por algún tiempo más. Me sugirió algunos perfeccionamientos en el
régimen, eficientes y propios para mi caso, y me dio algunos consejos valiosos para
cuando tuviera que viajar. “Busque un restaurante italiano y pida spaghetti con salsa
blanca de mariscos. Cuando se vea envuelto en situaciones sociales difíciles, tome un
whisky puro bebiéndolo a sorbos pequeños durante toda la noche”. Nos hicimos buenos
amigos.
Después de tres meses, comenzaron realmente mis días de maniquí-misionero. Cuando
bajé a 150 libras me vi obligado a comprar ropas nuevas. Mi camisa encogió de 16 a 15,
mi pecho de 34 a 29. Entré en una tienda con un saco tamaño 42 y salí con otro, de
tamaño 38. La ropa interior acompañó las medidas de la exterior. Como en primavera es
el tiempo de hacer dietas, los amigos de ambos sexos, con exceso de peso, me sitiaban
pidiéndome el secreto. Me cansé de explicar que estaba siguiendo un régimen para estar
saludable y que la pérdida de peso era accidental. Con paciencia aconsejé buscar el 317
de la Segunda Avenida, comprar y leer el libro de Ohsawa “cúrese a sí mismo”. Mas mi
primer convertido no fue neoyorquino. Cierto día, en el Aeropuerto Kennedy, me
encontré con Sheila, una actriz inglesa conocida mía, que estaba de paso; volvía para
Londres, proveniente de América del Sur. Quedó sorprendida al verificar que yo había
perdido casi 50 libras de peso. Después de algunas semanas de sol y comidas, ella había
sobrepasado casi a la mitad de la capacidad de su guardarropa. Volvía a Londres, para
enfrentar al público y las cámaras, necesitando por lo tanto el secreto de la drástica
dieta. Casi no había tiempo para explicarle mucha cosa, a no ser algo sobre el arroz
integral oscuro. Y yo no tenía la menor idea si había, o no, una Fundación Ohsawa en
Londres. Sucede que había. Le mandé los detalles por correo aéreo. Tres semanas más
tarde recibí una respuesta que considero preciosa. Sheila compró el librito de Ohsawa, y
siguió el régimen vislumbrando, solamente, usar de nuevo sus costosos atavíos.
Terminó absolutamente sorprendida con los demás beneficios que obtuvo. Nada más ni
nada menos que una completa transformación física. Relacionaba una cantidad de
dolores que desaparecieron milagrosamente. Después de una costosa intervención
quirúrgica, hecha un par de años antes, ella tenía que tomar toda gama de píldoras.
Abandonó los medicamentos, perdiendo casi 20 libras, en menos de un mes. Sus fotos,
de antes y después, eran más dramáticas que cualquier otra cosa que pudiese haber en
las revistas femeninas. Me sentí como si fuese el Dr. Kildare.
Entonces, de casualidad viví la mayor de todas las lecciones. Durante meses yo estuve
envuelto en un desesperado caso de litigio conyugal. Después de comparecer al juicio
cuatro veces, en dos meses, después de diversas postergaciones, volví por quinta vez,
con algunos bocadillos de arroz en los bolsillos, previendo el caso de que la audiencia
se prolongara hasta la hora del almuerzo. Cuando finalmente me llamaron, fui recibido
por dos policías que me presentaron un mandato de prisión por 90 días en la Cárcel
Civil, por orden del Tribunal. Los dos policías irlandeses fueron encantadores.
Permitieron que comiera mis dos bocadillos, los últimos, de arroz en el taxi, camino de
la cárcel, me enjaularon, me desearon buena suerte y salieron presurosos para ir al
entierro de un colega, de 44 años, en el Bronx. La prisión era encantadora, los guardias
eran encantadores, los compañeros encantadores, en fin, todo era encantador hasta que
llegó la hora de cenar. La comida era veneno, según los padrones macrobióticos.
Ensalada de papas con tomate. Pan blanco, café, carne y fruta enlatada. Y todavía
llevaría mucho tiempo hasta salir de la prisión, de mayo hasta setiembre. Desde el
principio, sólo una vez había salido del régimen. Acepté una invitación para cenar y la
dueña de casa preparó arroz y pescado, especialmente para mí. Pero el pescado había
sido preparado con salsa de tomate y limón. Escurrí la salsa pero había penetrado en el
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pescado y así, tuve una diarrea que, al día siguiente, me hizo sangrar como un puerco
degollado. No precisaba de nuevas lecciones.
Ya estaba habituado a entrar en un restaurante y salir, sin haber pedido nada. Pero en la
prisión la cosa era diferente. Mi cena intocable se convirtió en motivo de conversación,
un foco para todas las miradas. Intenté dar explicaciones lo más simplemente posible.
Cualquier intento de una “huelga de hambre” redundaría en ser transferido a la prisión
Bellevuey alimentado a la fuerza, por un tubo. La pillería se completó cuando, a la
mañana siguiente, fui designado para el servicio de cocina, arreglando las mesas,
sirviendo la comida y lavando los platos de los compañeros de prisión y sus
funcionarios.
Al segundo día, sin comida o agua, me sentí un poco atontado pero eso pasó. Los otros
prisioneros dividían mis comidas entre sí y bromeaban haciendo apuestas sobre cuál
sería la hora y día en que yo sería llevado para el Hospital Bellevue. Al cuarto día, en
cuanto continuaba desempeñando mis tareas domésticas, había una sorpresa general en
la prisión sobre mi resistencia. Nadie estaba tan sorprendido como yo. Tres noches por
semana los prisioneros tenían el privilegio de pedir lunches frescos de una casa
especializada de la vecindad. Sabía que era inútil mirar el “menú”. Los otros pedían
sándwiches, pizzas, bebidas dulces variadas, helados y bocadillos. Intenté conseguir una
botella de agua mineral, pero respondieron que no tenían.
Al día siguiente llamé a Irma Paule, en vez de un abogado, de la Segunda Avenida. La
reacción fue como un tónico. “Eso es maravilloso”, me dijo con una carcajada, cuando
le conté dónde estaba. “Como usted está haciendo la macrobiótica hace cuatro meses,
puede pasar treinta días sin comida y sin ningún peligro. Es verdad que quedará un poco
más delgado, mi querido, pero escuche: si usted tiene todavía alguna cosa, no hay nada
mejor que buen ayuno. Eso curará todo. En el segundo día, ¿tuvo un poco de dolor de
cabeza y algún mareo? Pero, ahora, debe estar O.K. A mi también me gustaría estar en
la cárcel un mes o más. Sería una oportunidad única en la vida. Oración y ayuno.
Justamente lo que todos nosotros precisamos”.
Irma se ofreció voluntariamente a buscar agua mineral y traer algunos bocadillos de
arroz para tener en reserva, en caso de que fuera necesario. A la hora de la visita, Irma
estaba allá, con dos botellas y una bolsa con bocadillos de arroz. Había tanto tumulto
que solo conseguimos comunicarnos por señales a través de las rejas.
Entonces se encendió la señal roja. La matrona encargada de inspeccionar los paquetes
permitió los bocadillos de arroz pero rechazó el agua mineral. Con la discusión que se
originó terminé en la oficina del Administrador. Dos pedazos rotos nunca se enmiendan
perfectamente. ¿Cómo conciliar dos concepciones antagónicas? Intenté acordar la
contienda dentro de las reglas que conocía. Alegué que tenía problemas circulatorios y
que “mi médico” había recetado una severa dieta de 90 por ciento de cereales y 10 por
ciento de vegetales. “Servimos cereales todas las mañanas”, dijo él. Intenté explicar que
las masas de pastel (hojaldres) y maíz verde acaramelados me estaban prohibidos. El
consideró esto como una crítica contra la Institución, cuya comida era nutritiva y
seleccionada conforme el Departamento de Salud. Yo quería explicar que podía
continuar solamente con los bollitos y agua mineral, cuando el comenzó a examinar los
bocadillos de arroz. Inmediatamente, modifiqué mi táctica asegurándole que los
bocadillos eran simples complementos. Los llamé “Bollitos” y el dejó pasar. Pero, con
referencia al agua mineral, permaneció irreductible. Permitiría las bebidas dulces, pero
el agua mineral…precisaría consultar con una autoridad superior. Llegamos a un
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acuerdo. Irma Había dicho: “Pida agua hervida”. El Administrador concordó en bajar
una orden permitiéndome recibir agua hervida tres veces por día. Con esto y la reserva
de bocadillos de arroz de Irma, sabía que podía sobrevivir.
Sábado de noche, la orden permitiendo el agua hervida todavía no había pasado por los
canales competentes. Nos sirvieron té helado. Después de casi 100 horas sin líquidos,
me tenté. Llené una cuchara y tomé en pequeños sorbos. Me quemó la boca, como si
fuera soda cáustica. Lo que sucedió en la oficina del Administrador, corrió por toda la
cárcel. Pasé a ser consultado, constantemente, sobre la medicina oriental. En grupos, los
prisioneros tomaban actitudes chistosas. Había mucha burla de mi apariencia y decían
que yo parecía haber salido de Dachau. Pero en las horas tardías, cuando las luces
estaban apagadas, los obesos y enfermos siempre se aproximaban para hacerme,
privadamente, consultas más serias.
En el sexto día, cuando fui puesto en libertad inesperadamente, había llegado a 135
libras. Mis ojos estaban hundidos, mis paquetes de bocadillos de arroz estaban intactos
pero me sentía en mucho mejor forma que cuando entré. Solamente tuve una
experiencia parecida cuando fui cercado detrás de las líneas enemigas. Para bien o para
mal, el arroz oscuro superó a la comida del ejército. Esto me hizo pensar en la estrategia
de guerra en las florestas asiáticas, donde el sistema primitivo de suministro –bolsillos
llenos de arroz- enfrentó los ejércitos equipados más elaboradamente y mejor
racionalizados de Occidente.
Ohsawa escribió: “Cúrese a sí mismo antes de hacer cualquier otra cosa”. Volví a leer
el librito nuevamente, de punta a punta. Se convirtió en mi Biblia y, finalmente, sentí
que estaba curado. Cuando volví a buscar a Irma, ella quedó desconcertada por el
brusco corte que habían sufrido mi ayuno y meditación. Pero no depende de nosotros el
permanecer o salir de la cárcel. Enfrente de un plato de “crema de arroz” tuvimos una
larga conversación. Yo había acumulado algunas preguntas. Me sentía inmensamente
libre y profundamente agradecido a todos los que, en la corriente de los
acontecimientos, hicieron esto posible. Estaba imaginando cuántas personas, en Nueva
York, habrían leído el obituario del ´”Herald Tribune” y reaccionado como yo lo hice.
Irma se puso sombría. “No muchos”, dijo ella. “Solamente unas pocas viejas, Carmen y
usted”.
Me pareció increíble. Carmen había seguido el régimen hasta entonces y estaba más
bonita que antes. Lo que realmente me perturbó era no haber conseguido convencer a
nadie personalmente. Era la vieja historia de la comunicación humana ¿Cómo
resolverla? Irma poseía una traducción, en inglés, del último libro de Ohsawa sobre
cáncer, que había sido publicado en París. Dos editoras americanas lo habían rechazado.
Una de ellas, tenía como jefe-editor una persona que yo conocía y respetaba. Estaba
ausente cuando lo busqué y, por eso, escribimos una carta con intención de hacerle
considerar nuevamente el caso. Compré otro ejemplar del librito del Zen y lo envié a
otro editor, en la esperanza de que leyese y registrase su mensaje. Para mí, el librito de
Ohsawa era la obra más importante que leyera en mi vida. Si yo no conseguía su
publicación en los Estados Unidos era porque, entonces, somos todos desesperadamente
“sanpaku”. Tenía, entretanto, que volver al trabajo. Mi semana de cárcel había atrasado
todo mi servicio. Irma estaba agradecida. Yo estaba frustrado. Ella prometió
transmitirme cualquier respuesta que recibiese en la Madison Avenue. Fue entonces que
ella dijo: “¿Por qué usted no escribe un artículo, para una de nuestras revista, contando
su propia experiencia?”
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No se me había ocurrido. Si en el propio “Herald Tribune” no había causado impresión
una “bomba” tan oportuna y dramática, como era la profecía única de tres asesinatos,
¿qué más podría hacer yo? Mi historia de hemorroides y dolores de cabeza, inclusive la
cura-descanso de la prisión, me parecía pálida y cansadora. Tendría dificultades en
ponerla al papel. Prometí pensar sobre el asunto y, efectivamente, lo hice. Según
Ohsawa, en el mundo no existe bien ni mal, solamente Yin y Yang. Cuanto mayor el
frente, tanto mayor el dorso, constituye otro de sus refranes. La enfermedad es la puerta
de entrada de la salud. “La tragedia se transforma en comedia”. “Desastres se convierten
en bendiciones”. Entonces, ciertamente, el desastre nacional de Dallas fue, para mí, un
beneficio personal. Dio inicio a una serie de acontecimientos que, posiblemente,
salvaron mi vida. Durante meses antes de Dallas, no había leído diarios o revistas.
Difícilmente, por lo tanto, yo podría haber sido informado sobre la macrobiótica de
cualquier otra manera sino por el caso de la tragedia de Kennedy que pasó a ser objeto
de mi más minucioso estudio. Me pareció de muy mal gusto publicar esto. Pero omitirlo
no daría principio a mi historia. Me hubiera gustado más escribir la historia de Irma,
mas ella seguramente lo podría hacer mejor que yo. Irma parecía desorientada con mi
desistencia. Me sentía frustrado.
Inesperadamente, cierto día recibí una carta de Félix Morrow, presidente de la
University Books, Inc. Había sido enviada a todas partes, pasado por la cárcel y vuelto,
llevando casi diez días para llegar a mis manos. Era un sábado de julio, por la mañana, y
el escritorio de él estaba cerrado. El lunes estaba intimado a permanecer todo el día en
el Tribunal. Solamente de tarde pude telefonear a su escritorio. El mismo atendió. Las
secretarias ya había salido y él estaba por viajar a Europa al día siguiente. Como
regresaría el 18 de agosto, combiné un encuentro para su regreso. El tenía un proyecto
sobre el cual le gustaría tratar conmigo. Eso era todo por el momento.
Sin embargo, sucedió que el día 7 me encontraba en Londres. Un film, en el que
estuviera trabajando intermitentemente desde febrero, había comenzado a ser rodado en
Manhattan, mientras yo estaba en la cárcel. Había colaborado en la trama, con un
director francés. Después de los usuales altibajos, la producción fue transferida a una
compañía europea. Ahora, además de las dificultades normales, el rodaje había sido
suspendido. Fueron creados nuevos papeles y eso requería modificaciones en la trama.
Los franceses estaban volviendo a París tratando de salvar las cosas o recomenzar todo.
Yo precisaba una fotografía para un nuevo pasaporte. Poco antes de partir el avión,
telefoneé a la secretaria de Félix Morrow, intentando saber los nombres de sus hoteles
en París y Londres para, ocasionalmente, encontrarlo. Mi pasaje daba derecho a
interrupción en Londres, la única ciudad donde yo conocía una verdadera creyente de la
cocina macrobiótica. Del aeropuerto de Londres efectué dos llamados telefónicos.
Llamé a Sheila, que me convidó para cenar sopa de zapallo y arroz oscuro. Del hotel de
Mr. Morrow me informaron que había salido y por eso dejé un mensaje, en la certeza de
que había ido a pasar un fin de semana en el campo, como todo el mundo. Estaba
engañado. El domingo de mañana me telefoneó y fijó un encuentro para la hora del
almuerzo en su hotel. Toujours almuerzo.
Después de seis meses, yo ya estaba acostumbrado a mi delgadez. Tenía eso como un
hecho consumado, olvidando que no veía a Félix desde un encuentro fugaz en la calle,
cuando contaba muchas libras de peso de más. La esposa de él no me veía desde hacía
algunos años, No me reconoció. Félix estaba admirando mi apariencia y quería saber
que había pasado.
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Con otras personas u otros editores, se precisa empezar desde el comienzo. Con Félix
Morrow se puede comenzar, siempre, con un impacto.
“¿Usted oyó hablar de un japonés llamado Sakurazawa Ohsawa?”, le pregunté. Como
siempre, Félix no sólo conocía el hombre y su trabajo, sino que hasta llegó a hablar con
él durante una de sus previas visitas a Nueva York. Cuando relaté mi caso, manifestó
sorpresa solamente sobre un punto. Como editor encontró dificultad en creer que yo
hubiese conseguido curarme con nada más que un libro.
Hay un dictado, generalmente usado por los editores, cuando entran en conflicto con la
ley: “Hasta hoy ninguna joven se perdió por medio de un libro”. Félix parecía
sorprendido por ver contrariado el dictado. Yo estaba sorprendido con su sorpresa
porque no podía concebir que sucediese de manera diferente. Volví a mi pescado y él a
su bife mientras hablábamos de muchas otras cosas. Súbitamente se recostó en la silla y
dijo decididamente: “Tengo una propuesta para hacerle”. Con Félix nunca se sabe lo
que va a suceder. La “A”nunca se une con la “B”, saltando generalmente a la “Z”.
“quedé muy impresionado con Ohsawa desde la primera vez que lo encontré. Me sentí
casi culpable por no haberlo escuchado como debía y por no haber hecho nada, como
resultado de mi encuentro con él. Si usted hace una nueva traducción de su libro, lo
publicaré”.
La versión inglesa que había, impresa en el Japón, necesitaba de una revisación, con lo
que Ohsawa estaba de acuerdo. Sobre este particular no había la menor duda. Ohsawa
ya había hablado con Félix en este sentido Había algo en la lengua japonesa que se
traducía mejor en francés que en Inglés. Pero yo sentía que mi francés estaba oxidado e
inadecuado, pero Félix estaba irreductible. “Usted tuvo la experiencia que nadie más
tuvo”. Ese es un punto básico e importante. Vamos a París para buscar al hombre y
obtener una autorización”.
Irma me había informado que Ohsawa era esperado en Nueva York durante el verano.
Decidí telefonearle. Ohsawa estaba en California camino de Nueva York. Estaría en
París por un día, el 17 de agosto, siguiendo para el sur de Francia. Félix seguiría de
Londres hacia París al día siguiente, donde permanecería hasta el 18 de agosto. Pedí a
Irma que me consiguiera un encuentro con Ohsawa en París, el 17 de agosto, un lunes.
Ella se puso radiante. Cuando transmití el resultado a Félix, fue la Sra. Morrow que,
calmosamente, tuvo la última palabra. “Si publicas el libro –dijo al marido-, tendrás que
hacer el régimen”.
Tuve que telefonear a Sheila dándole la noticia. “Oh! Maravilloso”, exclamó.
La noche antes de dejar Londres, tuve oportunidad de saber por la TV de la BBC que
De Gaulle estaba en Saint Tropez para conmemorar el 20ª aniversario de los
desembarcos aliados en el sur de Francia, el 15 de agosto de 1944. Estaba tan
preocupado con el encuentro del 17 de agosto que olvidé completamente que eso
también era un aniversario para mí, lo que me llevó a buscar entre mis papeles
personales, un antiguo pase del Primer Ejército Francés, donde serví durante 15 meses.
Intentaba juntarlo a mi pasaporte pues podría auxiliarme en París invocando mi calidad
de “ancien combatant”. Mientras revolvía mis papeles, encontré una fotografía sacada
en la playa, el verano pasado. No puedo explicar el hecho de que apareciera entre mis
papeles y, por esto mismo, quedé sorprendido pues no me reconocí. En seguida la
comparé con la nueva fotografía sacada para el pasaporte. No es de admirar que las
personas reaccionen ante mi nueva apariencia. El verano pasado yo estaba tan hinchado
como Oliver Hardi (el Gordo); este verano, más delgado que Steve McQueen (el Flaco).
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Solo por chiste, junté la fotografía al pasaporte. El lunes por la mañana todavía estaba
allá, cuando llegué a la Livrairie Ohsawa, en la Rue Lamartine, en París, para nuestro
encuentro. Tuve una dificultad con el taxi y llegué atrasado. Félix Morrow estaba
parado en la vereda esperándome. Antes de que me pudiera disculpar él dijo: “Está todo
perfecto. Ohsawa aceptó todo. Está ansioso por verlo”.
Cuando entramos en la librería, encontramos un frágil funcionario japonés
empaquetando libros y amarrándolos con hilo…Solamente después que Félix habló con
él en francés es que me di cuenta que era el propio profeta. Sabía que tenía 72 años y los
diarios siempre decían que no aparentaba más de 50, no obstante, su apariencia juvenil
era inacreditable. Félix explicó que, cuando estaba en Francia, hablaba solamente
francés. No había otra alternativa. Ohsawa tomó mis dos manos en las suyas. Su energía
era contagiosa. “Entonces usted es el hombre que perdió 25 kilos”, preguntó riendo. Y
sin consultarme. Formidable!”. Terminó de envolver los libros y me entregó el paquete.
Con este gesto parecía decirme: “Está aquí toda una vida de trabajo. Haga con esto lo
mejor que pueda. Llegó su vez”.
Las cosas nunca pasan así. Quedé arrasado. Mi francés estaba oxidado e inadecuado.
Arranqué así las fotos antes y después de mi pasaporte –Oliver Hardi y Steve McQueenentregándolas a Ohsawa. Dio un suspiro y, después, una buena carcajada. Comenzó a
hablar en japonés con otras personas en la librería, mostrando las fotografías. Mirando
intensamente la más reciente, dijo: “Todavía un poco “sanpaku”. Asentí con la cabeza,
concordando. Me pidió permiso para sacarme los lentes y aseguró mi cabeza,
inclinándola para atrás. Miró mis ojos y apretó los lóbulos de las orejas. Agarró mi
mano derecha, la volvió para arriba con su propia mano y apretó con su pulgar la carne
abajo del mío. Gemí de dolor. “Ah, ah”, dijo con aire triste. “Usted necesita todavía de
bastante tiempo. Estuvo en muy malas condiciones. Se salvó justamente en la hora.
Dentro de seis meses se sentirá mucho mejor. Realmente, estaba en muy malas
condiciones”. Miró nuevamente las fotografías, rió y dijo: “Formidable”. Me preguntó
si podía quedarse con ellas. Escribí mi nombre y las fechas en el reverso de cada foto.
Las guardó cuidadosamente dentro de la cartera de su propio pasaporte. Se levantó
sonriente y dijo: “Ahora está todo resuelto, los convido para el almuerzo”. Esto era
como música en mis oídos. Hacía 24 horas que no comía. Existen varios restaurantes
macrobióticos en París. Hacía meses que no comía en un restaurante. Comenzamos a
subir la Rue Lamartine. Maestro Ohsawa, como todos lo llamaban, caminaba
vigorosamente a lo largo de la calle con la destreza de un niño. Nos presentó a su colega
japonés, Maestro Hoki, uno de los más notables yoghis del Japón, que trajera de Tokio
con él.
Hoki hablaba solamente japonés y un poco de inglés que aprendiera al atravesar los
Estados Unidos. Ohsawa era siempre el primero en localizar un taxi vacío en la difícil
hora del almuerzo, cuando el tránsito es intenso en París, y siempre el primero en
indicar la calle y orientar al chofer. En agosto, la mitad de París esta cerrada, pues es el
tiempo de “fermeture annuelle”, cuando todos, incluso las limpiadoras, están de
vacaciones en la Riviera o en España. Lunes es el “tour des fournisseurs”, o día de
descanso de las tiendas, almacenes y muchos restaurantes. Después de rodar mucho por
la ciudad, encontramos cerrado el restaurante que Ohsawa había elegido. Todos los
restaurantes macrobióticos que abrían los lunes, habían cerrado en homenaje a la
llegada del maestro. Tuvimos que despedir el taxi y esperar en la calle porque otros
comensales estaban siendo esperados. La estrategia de los encuentros estaba complicada
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pero el maestro no se dejó perturbar. Dirigió a todos hacia otro restaurante japonés en
Montparnasse. Éramos diez en torno a la mesa.
“Papá” Ohsawa asumió el mando: conferenció con el cocinero japonés, eligió la mesa,
indicó los lugares y supervisó todos los detalles con su ojo de águila. Cuando fue
servido el pescado crudo, hizo la debida demostración coreográfica con los palitos y
pidió las salsas. Cuando llegó el sake, hizo el condimento. Cuando fue servido el
“tempura”, intenté servirme primero de un pedazo de “zuchini” pero el me apartó,
rápidamente, mis palitos con los suyos, indicándome “l¨angoustine”. “Premierment
yang”, dijo él. “Aprés yin”. Cuando se constató que el arroz era blanco y Félix Morrow
manifestó su sorpresa por el hecho de que el maestro Hoki se sirviera de él, éste
manifestó: “Se puede comer el arroz blanco, pero será necesario comer una cantidad
cinco meces mayor para obtenerse la misma nutrición.”
Sentada a mi frente, al lado del maestro Ohsawa, estaba una encantadora y elegante
dama de Bruselas, Madame L… Cuando Ohsawa le mostró mis fotos, comencé
intentado responder sus preguntas. “¿Puede creer que ella ya pasó de los sesenta?”,
observó Ohsawa. “Debería haberla visto siete años atrás” Delicadamente, tocó sus
cabellos rubios. “Completamente blancos”. Actualmente ella aparentaba unos vigorosos
55 años, nada más. Explicó que había sido inválida, paralítica, desde antes de la guerra.
Gran número de renombrados médicos especialistas de Europa habían sido consultados,
sin resultado. Ella estaba aguardando la muerte cuando, como último recurso, sus
amigos consultaron al maestro Ohsawa.
“El se aproximó a mi cama y me miró”, recordó ella. “No podía moverme. Sólo quería
morir. El levantó mis cabellos blancos para mirar los lóbulos de mis orejas. Encontré
extraño cuando los apretó entre sus dedos. Luego sonrió y me dijo: “Madame, los
lóbulos de sus orejas son destacados como un clip. Usted tiene una buena constitución
física básica. Puede curarse Ud. misma”. “Dejé todos los remedios y nada comí sino
arroz oscuro durante tres días. Después, pensé que iría realmente a morir de la peor
jaqueca que tuve en mi vida, acompañado de una terrible náusea. En el día siguiente,
simplemente desapareció. Después de diez días me levanté y caminé por la primera vez,
después de años. Fue increíble”.
Fue esta la primera vez que encontré alguien que, como en mi caso, haya tenido una
reacción como la mía, en el tercer día. Después de su milagrosa recuperación, ella viajó
para el Japón, y los Estados Unidos, donde se encontró con Irma Peale, pasando a
dedicar la mayor parte de su tiempo a la causa de la macrobiótica. Había venido
especialmente de Bruselas para asistir a la conferencia del maestro Ohsawa, en la noche
siguiente. Iría, después, para el Campo Ohsawa –la conferencia macrobiótica anual de
verano- un una pequeña ciudad, cerca de Bordeaux.
“Usted debería venir con nosotros-sugirió maestro Ohsawa- . Algunos días de buena
cocina macrobiótica francesa, bajo mi supervisión, podrían fortificarlo”.
Cuando Félix Morrow supo de la conferencia, reforzó la sugestión. Era de la opinión
que sería el lugar ideal para aprender lo que fuera necesario para mi trabajo.
No fue precisa mucha insistencia para que alterase nuevamente mi programa. La
oportunidad de quedar junto a Ohsawa, algunas horas o días, me pareció una chance
única en la vida, con o sin libro. El viaje a Bordeaux comenzó a parecerme el
coronamiento feliz de un itinerario preordenado, hecho en dirección al centro de la
tranquilidad.
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Pasé el día siguiente limpiando el tombadillo y pensando sobre los libros de Ohsawa.
Tarde en la noche recibí una llamada telefónica avisando que había sido conseguido un
pasaje para mí en el mismo avión de Ohsawa para Bordeaux. Nos encontramos en el
aeropuerto de Orly, tan pronto nació el sol. Un joven japonés, con el uniforme azul de la
Air France, se hizo cargo de todo, pasajes, equipaje y la inevitable revisación Al
llevarnos para el avión, Ohsawa me lo presentó como su hijo. En Bordeaux fuimos
recibidos por Guy Massat, editor del periódico francés mensual “Yin-Yang”, y, director
del campamento localizado a unos cincuenta kilómetros de distancia, en Saint Medard
de Guizéres. Fuimos sacudidos en un coche guiado por un chofer macrobiótico que,
provocado por el maestro Ohsawa, pasó a contar una historia ya conocida. Había sido
dueño de un pequeño café. Cuando fue dado como portador de una enfermedad
incurable, curó a sí mismo siguiendo el régimen macrobiótico.
Estaba ahora recomenzando a vivir. Su conciencia no le permitía vender más tazas de
café, copas de vino y dosis de alcohol.
Constituía una historia simple pero profética. Es fácil empezar una vida macrobiótica,
engañadoramente fácil. Pero cuando la transmutación empieza todo cambia, y no
hay vuelta atrás, sea vender café, como un montón de otras cosas más.
El Grand Hotel du Parc, en St. Medard de Guizére, en la Provincia de Gironda, es algo
imponente. Constituía una típica hostería antigua de una pequeña ciudad, convertida
durante el verano en el Campo Ohsawa. Los cuartos de la planta baja fueron
transformados en una gran sala común de comidas y conferencias; la cocina fue
completamente tomada por un grupo de cocineros macrobióticos; la mayor parte de los
cuartos estaba ocupada por discípulos macrobióticos de la Europa Occidental. El verde
parque, lleno de árboles, con bellas sombras, localizado en los fondos del hotel,
equipado con lavandería, pozo de agua, baños y gallinas, estaba repleto de tiendas
coloridas y de coches-remolques conseguidos por peregrinos de toda Europa. El bar del
hotel, tal como el árbol del conocimiento del bien y del mal en el Jardín de Edén,
permanecía intacto y abierto para los frecuentadores locales.
Mientras los peregrinos se comprimían alrededor de Ohsawa para saludarlo y someterse
al examen, observé primero los niños, los primeros niños macrobióticos que veía; todos
aseados, fuertes, bien comportados, con una inequívoca apariencia japonesa. Los
observé cuidadosamente durante dos días y sólo una vez, durante una conferencia, oí un
bebé llorar.
Después del almuerzo -un “tour de force”- de la cocina macrobiótica digna de su
huésped de honor, maestro Ohsawa me invitó a una larga caminata por la pequeña
ciudad y sus alrededores. Durante 24 horas me había empachado con el sabor de todos
los libros que Ohsawa escribiera en los últimos cinco a treinta años pasados. No era
para sorprenderse constatar que el propio Ohsawa, en sus palabras y pensamientos,
había llegado mucho más allá de todo lo que ya fuera publicado. Estaba profundamente
en aquello que él llama la tercera revolución industrial.
Tal como Lao Tsé, que dividió su vida en cuatro épocas, Ohsawa divide la suya en: 1) el
desenvolvimiento de la filosofía de no-acción, la parte más difícil de todas; 2) la
macrobiótica; 3) la distribución y la propaganda; finalmente, 4) la alquimia.
Actualmente él se sitúa en el fin de su tercer período y en el comienzo de su época final.
Ohsawa decidió que 1964 sería el año de su última visita a Occidente para hacer
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conferencias y propaganda. De ahora en adelante permanecerá en el Japón dedicando
todo su tiempo y energías a investigaciones y experiencias en el campo de la
transmutación bioquímica.
El se quedó inmensamente impresionado, hace algunos años, con el trabajo pionero de
un bioquímico francés, L. Kervran, autor de la obra “Transmutación Biológica”. Como
consecuencia de su encuentro con Kervran y su trabajo, y experiencias subsiguientes, el
consiguió en Tokio, en enero de 1964, la primera transmutación de sodio (Na) en
potasio (K) a baja temperatura, sin alta presión.
Repitió públicamente la demostración a principios de julio, ante un seleccionado grupo
de científicos japoneses y líderes políticos en la Cámara de Diputados de la Dieta
Japonesa. Fueron infinitas las ramificaciones que resultaron de esto, al punto de atrasar
su viaje a California, Nueva York y a Europa, pues acostumbraba hacer una
peregrinación anual a Occidente.
Las consecuencias de este descubrimiento fueron alucinantes. El Japón, por ejemplo,
podrá detener toda su importación de potasio, de millones de toneladas, pasando a
exportar millones de toneladas de sodio, muy barato, en virtud de su ilimitado acceso al
elemento marítimo. Además de esto, Ohsawa poseía en el bolsillo una fórmula para la
transmutación de hierro de productos químicos fácilmente obtenibles.
Los diarios comerciales americanos han considerado esta época como la era de la
alquimia, pero, con esto quieren generalmente referirse a los últimos descubrimientos en
el campo de productos plásticos o sintéticos. Nunca estuvieron tan distantes, según me
parece, de aquello que estaba en la mente del septuagenario Ohsawa, que saltaba
mientras caminábamos por esta tranquila ciudad francesa.
En Nueva York él ya había sido –y era- buscado por uno de los gigantescos
monopolios farmacéuticos. Le ofrecieron una atrayente cifra con seis ceros por una
opción a su proceso de transmutación de Na en K. ¿Qué debía hacer él? ¿Vender la
fórmula al capitalismo americano? ¿O intentar lo imposible conservando el control en
las manos de sus colegas japoneses, por un tiempo que sería solamente limitado?
Mis conocimientos de química estaban todavía más oxidados que los de francés. Pasé
toda la noche anterior leyendo sobre la antigua filosofía del arte en arreglos florales, del
origen y cura de las molestias de riñones, y de la fórmula de un café sintético, hecho de
raíz de diente de león, y ahora una charada cósmica digna del Instituto de Estudios
Avanzados.
Mi primer consejo fue vender a los americanos y tomar su dinero. La fórmula de
transmutación de Ohsawa, entonces, pasaría a ser un secreto con una etiqueta de precio
colgada, tal como un olvidado Rembrandt. Si la ciencia simple de la macrobiótica
pudiera tener una etiqueta de precio colgada, podría despertar el interés del público. De
lo contrario se parecía, virtualmente, a un movimiento subterráneo.
Ohsawa se divertía con mis reacciones. Evidentemente, yo estaba en aprendizaje por
debajo de él; era un neófito en macrobiótica –y poseía poco o ningún conocimiento de
teoría de no-acción-, intentando alcanzar el aprendizaje de la propaganda. Me sentí
mejor cuando llegamos al asunto sobre escritores, políticos y casamientos.
Concordamos sobre el vegetariano George Bernard Shaw. Ohsawa me recomendó leer
urgentemente a Edgar Snow.
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Ohsawa dijo que estaba ansioso por visitar China y constatar, personalmente, el alcance
y el significado verdadero de noticias sobre las intenciones del gobierno de revivir la
antigua medicina chinesca. Siempre deseó mucho un encuentro con Mao Tse Tung.
¿Quién no lo desearía? El es, virtualmente, la única supercelebridad inaccesible que
todavía existe.
En el transcurso de la conferencia, más tarde, pasando revista al progreso del
movimiento macrobiótico en los Estados Unidos, Ohsawa retiró de la cartera aquellas
inevitables fotografías mías, antes y después, Oliver Hardí y Steve McQueen. Pasaron
por las personas de la asamblea entre exclamaciones de admiración. Hice un saludo
inusual de presentación, no diciendo nada. Pero eso bastó como una presentación
improvisada a todos los peregrinos. Después de esto, yo era el escritor americano que
había perdido 25 kilos.
Los componentes del campo Ohsawa considerados individualmente, o como un grupo,
ofrecían materia prima para una docena de novelas o para una gran obra. Dos mujeres,
por ejemplo, acostumbraban sentarse juntas para cenar. Una de ellas era la esposa de un
funcionario del Departamento de Estados Unidos. En un viaje de regreso a las islas
griegas, se contagió una infección intestinal que desafiaba cualquier tratamiento.
Regresando a Washington, permaneció internada en un hospital durante semanas sin
mejorar. Poco después su hijo, que estudiaba en la Universidad de Harvard, oyó algo
sobre las teorías macrobióticas de Ohsawa, debido a su interés por judo y aikido, se
ausentó de la escuela, fue a Washington, sacó a su madre del hospital y cocinó para ella
arroz integral durante diez días, hasta verla completamente curada. Ella había tomado
un avión para Londres, alquiló un coche y se acercó a St. Medard de Guizére para oír al
maestro Ohsawa. A su lado estaba una señora judía de edad media, llegada de París.
Después de dos años internada por los nazistas, fue atacada de una aguda esquizofrenia.
Durante 17 años estuvo internada en un hospicio, en París. Su hermana mayor, quien
oyó hablar sobre las teorías de Ohsawa y las experimentó en sí misma, consiguió
retirarla de aquella institución mental por un lapso de tres semanas. La trajo para el
campo Ohsawa donde le era servido arroz integral, solamente, en cada comida –régimen
número 7-.. Después de algunos días, ella parecía tan lúcida y tranquila como cualquier
otro peregrino. En dos días en el Campo Ohsawa, debo haber contado mis experiencias
unas cincuenta veces, como mínimo, en cambio de las historias de otros peregrinos.
Cualquiera de ellas serviría mejor que la mía para presentar un libro sobre macrobiótica.
Pero el programa en el campo Ohsawa no era solamente arroz, sol y conferencias.
Comenzaba, cada mañana, en el césped del parque de los fondos del hotel, con una hora
de aikido. El judo, el karate y el aikido, entonces tan de moda en Francia, actualmente
son la recomendación más usada en los círculos macrobióticos franceses. “Primero la
macrobiótica, después el judo”. Ello constituía mi escudo y mi disculpa para quedar
fuera, como espectador. Para mis ojos desacostumbrados era, en verdad, un espectáculo
divertido ver señoras de cabellos blancos, sobrepasando los sesenta, curvándose
pulidamente en un saludo mutuo, antes de proyectarse unas a las otras, violentamente, al
suelo del césped mojado.
Después de vivir 48 horas en otro mundo, una brusca llamada telefónica, recibida en el
bar del hotel, me obligó a hacer las valijas y regresar a París. Intenté volver al Hotel du
Parc por algunos días más, pero la suerte decidió lo contrario. Tuve que volver
nuevamente a cocinar mi arroz.
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Tal vez nadie sea considerado como profeta en su propia tierra, tal vez un americano en
París sea un exponente exótico y poco verosímil de la filosofía médica oriental. De
cualquier manera, incluso sin predicar y desprovisto de fotografías antes y después para
documentar mi transformación personal, me sentí en París como el padre de una
creciente familia macrobiótica.
Todo comenzó en la mesa de un café de los Campos Elíseos, donde tuve que explicar
porqué no bebía. En aquella noche por teléfono, tenía, ya, dos discípulos. De dos
aumentó a cinco, de cinco aumentó a diez Ahora, ya perdí la cuenta. Todo, desde
eczema violenta hasta la ardiente artritis, fue curado en diez días. Supe de casos de
vidas que se transformaron por contactos accidentales con personas que estuvieron en
contacto conmigo, gente que nunca conocía. Amigo con amigo, esposa con marido,
marido con esposa, yerno con suegra, suegra con amigo, la palabra mágica se había
desparramado.
Los peregrinos afluyen a la Librería Ohsawa, en la Rue Lamartine, donde media docena
de libros de Ohsawa pueden ser encontrados en francés. Pasan, después, a visitar “Les
Trois Epis” el minúsculo supermercado en la Rue Lamartine, donde acuden a comprar
productos macrobióticos, ya con menos alborozo y comenzar a curarse a sí mismos.
¡Es tan diferente a Nueva York!, pensé desconcertado Tal vez Ohsawa tenga razón
cuando dice que la Calle 57 y la Quinta Avenida son la capital, el centro de gravedad de
todos los sanpakus del mundo.
MUERTE DE KENNEDY
En setiembre de 1964, cuando el relatorio de la Comisión de justicia Earl Warren fue
divulgado, y a principios de diciembre, cuando, finalmente, se hicieron públicas las
transcripciones de las deposiciones hechas a la Comisión de Investigación del asesinato
del Presidente Kennedy comencé a leer los documentos, línea por línea, tan ávidamente
como había leído las noticias de prensa, algunos meses antes. Pero, de esta vez, pasé a
leer basado en un punto de vista especial, que era la perspectiva de un “ex sanpaku”.
Desmenucé infinidad de detalles y, entonces, subrayé las afirmaciones básicas que, más
tarde, junté en la siguiente composición:
“Segundos después, los tiros sonaron en rápida sucesión. Las manos del Presidente se
dirigieron a la garganta. El pareció estirarse momentáneamente y balancearse
ligeramente hacia el frente. Una bala había penetrado en la base trasera de su cuelo…
El Presidente Kennedy podría haber sobrevivido a la primer herida en el cuello…El
Gobernador Connally sintió el impacto en la espalda porque había sido alcanzado por
una bala…La fuerza del impacto del proyectil pareció haber hecho al Gobernador
girar hacia su derecha, y la señora Connally lo acostó en su regazo. Otro proyectil,
entonces, alcanzó al Presidente Kennedy en la parte posterior del cráneo, causándole
una herida extensa y fatal. El presidente cayó hacia la izquierda, en el regazo de la
señora Kennedy.
GOBERNADOR CONNALLY: Seguidamente he conjeturado conmigo mismo porque
nunca tuve la suficiente presencia de ánimo, con certeza dije alguna cosa parecida a
“Oh, no, no, no” y, después, “Mi Dios, ellos nos van a matar a todos”. No sé por qué
no dije:”Bajense dentro del coche”, pero no lo hice…
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SRA. KENNEDY:…..Entonces, repentinamente, el Gobernador Conally gritaba: “Oh,
no, no, no”… y oí aquellos terribles estampidos. Mi marido no hizo ningún ruido. Me
volví, entonces, hacia la derecha. Y todo lo que recuerdo fue que mi marido tenía
aquella especia de mirar extraño en su fisonomía, y estaba con una mano levantada, me
parece que era la izquierda. Cuando miré hacia él pude ver un pedazo de su cráneo,
recordándolo color de carne. Recuerdo haber pensado que él aparentaba estar, apenas,
con un leve dolor de cabeza. Y es solamente de lo que recuerdo haber visto. No había
sangre o cualquier otra cosa. Entonces, parece que hizo alguna cosa así (indicando)
llevando la mano a la cabeza, y cayó sobre mi pecho. Recuerdo, todavía, que me incliné
sobre él diciendo “Oh, no, no, no”. Era como si dijese, “Oh, Dios mío, ellos mataron a
mi marido” y “Jack, yo te amo”, a los gritos.
La evidencia indicaba que habían sido disparados tres tiros. La Comisión concluyó
que uno de ellos, probablemente, no alcanzó el coche presidencial y sus ocupantes, y
que tres tiros fueron disparados en un período de tiempo de, aproximadamente, 4.8 a 7
segundos.
Testigos técnicos….declararon que si el segundo tiro hubiera errado, Oswald disponía
de 4.8 a 5.6 segundos para disparar los tres tiros. Si tanto el primero o tercer tiro
fallasen, Oswald disponía, como máximo, de 7 segundos, para dispara los tres tiros…
Habían transcurrido de 4.8 a 7.8 segundos entre la primer bala no-fatal, que alcanzó al
Presiente en el cuello, y la segunda, mortal, que le penetró en el cráneo.
Todos los que estaban en el coche, la señora Connally, que protegió al marido, el
Gobernador Connally, la señora Kennedy y el propio Presidente, disponían de 4.8 a 7.8
segundos para reaccionar en pensamiento, palabra o acción.
Súbitamente, la cosa más horripilante de las escenas coloridas filmadas por un fotógrafo
ocasional, era la imagen de un Presidente helado, inmóvil, incapaz de hacer cualquier
cosa excepto agarrar su pescuezo, permaneciendo como un blanco inmóvil y fijo.
La comisión, evidentemente, poco dijo en el sentido de aclarar ese punto, limitándose a
declarar generalizadamente que: “Al examinar los films, fue llevado en consideración
que la víctima de una bala no puede reaccionar inmediatamente y, en algunas
situaciones, conforme los peritos, la víctima no podía saber dónde había sido alcanzado
o cuándo”.
Efectivamente, la forma de reaccionar en un momento crítico es algo individual.
Cuando en combate, en el ejército, en accidentes de automóvil, en peligro de muerte por
ahogo, en cualquier crisis física, se sabe que unos pocos segundos pueden representar
una eternidad que constituye la diferencia entre la sobrevivencia y la sentencia de
muerte.
Esa incapacidad de reaccionar rápida, pronta, precisa e instintivamente contra cualquier
amenaza o accidente, es lo que aprendemos a distinguir entre nuestros camaradas del
Ejército. Es éste el sexto y más importante índice del estado de salud establecido en el
librito de Sakurazawa-Ohsawa, que está basado en antiguos textos orientales de 5000
años. Los cinco primeros índices valen diez y veinte puntos cada uno, este último, el
más importante, vale 30 puntos.
Se es “sanpaku”, en síntesis, cuando en caso de peligro, se pierde la habilidad de
reaccionar instintivamente, como lo hace el animal.
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Veinte años antes, el teniente de Marina, Jhon F. Kennedy, consiguió salvarse y salvar
algunos de sus compañeros de combate en una embarcación PT-109. Pero el Teniente
Kennedy no era “sanpaku”. El Presidente Kennedy sí lo era.
En la revista francesa “Yin – Yang” publicada en París, también encontré un artículo
completo exponiendo la reacción de Ohsawa ante la horripilante concreción de sus
predicciones sobre el trágico fin del Presidente. En los Estados Unidos, en los primeros
momentos después de la tragedia, la derecha procuró comprometer a la izquierda; la
izquierda procuró comprometer a la derecha. Ohsawa, por otro lado, se culpó a sí
mismo y a sus compañeros, especialmente los de París, que son mucho más numerosos
y organizados que los de nuestro país.”Nosotros sabíamos cómo provenir y curar la
condición de “sanpaku”, lamentó Ohsawa. “Pero nadie tuvo la capacidad de acercarse al
Presidente y auxiliarlo. ¡Si un grupo cultural numeroso hubiese enviado, por lo menos,
un mensaje firmado por algunos millares de personas! Pero, dejando de hacer eso, nos
convertimos en cómplices del asesinato de Kennedy. Lo lamento profundamente. ¿Por
qué sucedió eso? ¿Por qué fue perdida esa oportunidad? ¡Sois demasiado exclusivistas!
Eso también es “sanpaku”. Las personas que son exclusivistas están destinadas a tener
un final tan trágico como el del Presidente Kennedy. ¡Cuánto más egoístas sean, tanto
más violento será su final!”.
En el Tribunal, cuando me enfrenté con mi ex.-esposa, la única cosa nueva que registré
en el encuentro fue la imprevista verificación de que ella era extremadamente
“sanpaku”, y que ya lo era hacía muchos años. Tampoco intenté auxiliarla, lo que ya
había hecho con mucha gente. Pero, ¡con ella no! Yo era, todavía muy “sanpaku”.
La publicación de este libro pasó, repentinamente, a constituir una compulsiva
necesidad para mí. Nunca sentí la inclinación de vender libros de puerta en puerta, como
hacen los Testigos de Jehová, pero podré comenzar con éste.
Todos los acontecimientos de los meses pasados, los extraños accidentes, las duras
coincidencias, los inexplicables encuentros, me parecieron, de un momento a otro,
adquirir un significado.
“Debéis curaros a vosotros mismos antes de hacer cualquier otra cosa”. Llevé casi un
años para ver la luz. Durante este año perdí 61 libras, terminando con un cuerpo
completamente diferente. Estaba en mejor forma física que cuando tenía 25 años. En
todos los otros sentidos, tanto cuanto puedo humildemente analizarlos, no había
comparación.
Con relación a eso, así como a muchas otras cosas más, las últimas líneas del poema de
Auden parecen ser tan adecuadas como las primeras:
“Recordando su muerte,
La forma de vida que escogemos
Es que decide su significación”.
William Dufty
París, enero 1965
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I
EL DIVINO RITUAL
En el Japón antiguo, siglos antes de Cristo, el acto de comer y beber fue incorporado en
la ceremonia de un rito tradicional y sacramental.
La cocina y el comedor eran lugares sagrados en los hogares, pues era en ellos que el
milagro básico y el misterio de la vida, que consiste en el sacrificio del reino vegetal a
favor de la creación de la vida y pensamientos humanos, eran diariamente reproducidos.
Ninguna otra ceremonia terrestre la sobrepasaba en importancia.
Con el uso del fuego y la sal, esta milagrosa y misteriosa transmutación de alimentos y
agua en cuerpo y sangre, mente y espíritu, memoria del pasado y creación del futuro,
constituía el ritual religioso central de la civilización de Oriente, muchos siglos antes
que los sacramentos cristianos llegase a simbolizar otro milagro de transubstanciación.
En Oriente, desde el principio de la historia, el grano de arroz fue identificado con Dios.
Los japoneses, de una manera muy natural, deificaron la nutrición. La diosa Toyouke,
símbolo-madre del reino vegetal, se convirtió en la más reverenciada figura de la
constelación divina.
Así como en los sacramentos cristianos, el pan y el vino son el cuerpo y sangre de
Cristo, así, también, los sabios orientales creían, siglos atrás, que el grano de arroz
representaba la deidad.
Siempre ofrecían oraciones al arroz, antes de comerlo. El comer y el beber era,
verdaderamente, una comunión entre Dios y el hombre.
Todas las grandes religiones de Extremo Oriente fueron fundadas en base a principios
que intentaban establecer la salud y la felicidad aquí en la Tierra, y no en algún otro
mundo paradisíaco después de la muerte. Consecuentemente, todas las grandes
religiones de Extremo Oriente estaban firmemente basadas en leyes y
mandamientos que determinaban que la nutrición del cuerpo debía realizarse de
acuerdo con los más severos principios dietéticos.
Si, con el transcurso de los siglos, todas las grandes religiones perdieron autoridad fue
justamente porque dejaron de lado u olvidaron los factores básicos de la vida,
biológicos y fisiológicos, que, en su conjunto, están dentro de las leyes de la naturaleza.
Sin la nutrición del cuerpo, ninguna vida es posible. Comer es crear una nueva vida para
el día de mañana por medio del sacrificio del reino vegetal y sus maravillosas plantas
verdes.
Si, por ignorancia u obstinado orgullo, el hombre cometió errores –los pecados contra
las leyes naturales que gobiernan el Orden del Universo- eso constituye, literalmente, el
pecado original, simbolizado en el libro del Génesis.
En Extremo Oriente, hace millares de años, se enseñaba que pueden ser modificados no
sólo la estructura del cuerpo, sino hasta inclusive la naturaleza humana, dependiendo
todo de la comida y bebida que se ingiere. El comer y el beber, por lo tanto, eran
considerados como el ritual más importante del divino arte de la vida, que es la creación
de la salud y felicidad.
Pero, ¿qué es salud? ¿qué es felicidad?
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En Nueva York, Londres o París no tengo ninguna certeza si tales palabras pueden ser,
actualmente, definidas, Pero en Extremo oriente, la felicidad fue definida, hace millares
de años, por algunos de sus hombres más sabios. Toda la filosofía y religión orientales
consisten en enseñanzas prácticas para obtener los cinco factores de la felicidad:
La capacidad de tener alegría, una vida sana y larga, llena de entrenamientos, interés y
radiantes experiencias.
La capacidad instintiva de la sobrevivencia, evitando accidentes y enfermedades
causantes de muerte prematura.
Una amorosa capacidad de comprender y aceptar el infinito Orden del Universo, en
todos los tiempos y niveles.
Una innata ausencia de egoísmo y una actitud de buenas maneras.
Nunca querer ser el primero, para no convertirse en el último, tratar siempre bien al
último, para que pueda ser siempre el primero.
¿Qué es la salud?
Durante siglos, los sabios de Extremo Oriente han medido el estado de salud de acuerdo
con las seis condiciones siguientes:
1) AUSENCIA DE FATIGA: La fatiga es la consecuencia de la enfermedad y de la
desarmonía. Una persona sana nunca siente cansancio. Un hombre sano está
siempre pronto para enfrentar dificultades, una después de otra, recibiendo bien
los grandes problemas; y las situaciones imposibles, encarándolas como una
aventura, un desafío. Cuanto mayor el problema, tanto mayor el placer de
superarlo.
2) BUEN APETITO: Un buen apetito es la esencia misma de la salud. Si alguien
puede saborear el alimento más simple, con la más profunda gratitud hacia el
Creador, es porque posee un buen apetito. Quien siente apetito por un simple
pan negro o plato de arroz integral, posee un buen apetito y un estómago fuerte y
sano. El apetito sexual y su satisfacción natural también constituyen índices de
buena salud. El hombre o mujer que no poseen deseos sexuales y no tiene placer
en su satisfacción, está fuera del Orden del Universo, está violando las leyes de
la naturaleza y careciendo de un ingrediente esencial de la salud.
3) SUEÑO PROFUNDO: Si luego caéis en sueño profundo, dentro de tres o cuatro
minutos después de apoyada la cabeza en la almohada, en cualquier lugar; si
pudiereis dormir profundamente, sin hablar en sueños o soñar, si pudiereis
despertar en cualquier momento que deseareis, en la hora mentalmente fijada
antes de dormir; si os sintierais muy bien con cuatro a seis horas de sueño. Si no
pudiereis dormir de esta manera es porque hay algo básicamente errado en
vuestro estado de salud.
4) BUENA MEMORIA: La memoria es la brújula de nuestra personalidad. Nuestra
capacidad de memoria debe desenvolverse cada vez más con la edad. Sin una
memoria fuerte, precisa y correcta, la mente y el cuerpo son un poco más que
una máquina. Sin buena memoria, el buen juicio es imposible y, sin buen juicio,
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todo nuestro esfuerzo físico y mental puede estar perdido. Nuestra buena salud
está en razón directa con nuestra memoria de aquello que vemos u oímos.
Cualquier falta de memoria es señal de mala salud.
5) BUEN HUMOR: Una persona sana nunca da lugar a la rabia, está siempre
satisfecha y alegre en cualquier circunstancia. Su voz, sus actitudes, hasta su
crítica misma, transmiten buen humor. El hombre sano tiene admiración por
todas las cosas: por un grano de arena, por una caída de agua y por todos los
seres humanos. Se puede aprender mucho hasta de un enemigo cruel y fuerte.
6) RAPIDEZ DE RACIOCINIO Y DE EJECUCIÓN: Un hombre que goza de
buena salud es capaz de emitir juicios sólidos, inmediata e instintivamente,
actuado con rapidez y precisión Lo inmediato es una expresión de libertad,
Aquellos que son inmediatos, rápidos y precisos están siempre preparados para
enfrentar cualquier desafío, cualquier emergencia, cualquier accidente. Gozan de
buena salud. Se ponen en evidencia por su habilidad de crear la belleza y el
orden a su alrededor y en sus vidas cotidianas. La vida, la salud, la divinidad y la
eternidad son una cosa única. Nuestra salud personal y la felicidad son
expresiones del Orden del Universo y se traducen en los menores detalles de
nuestra vida diaria.
De las seis condiciones de salud, las tres primeras son fisiológicas y las tres últimas
psicológicas. Usando este antiguo criterio de Oriente como guía para evaluar la propia
salud, podéis atribuir diez puntos para cada uno de los tres primeros criterios físicos,
veinte puntos para cada uno de los dos siguientes y treinta puntos para el último.
Partiendo de este índice de 100 puntos si cualquiera puede, honestamente, atribuirse 40
puntos, goza de salud relativamente buena. Cada uno precisa sentir en sus propios
huesos, mejor de lo que cualquier diagnosticador, cuando algo está errado. El cuerpo no
miente.
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II
UN PAIS DE SANPAKU
“A no ser que tomemos una providencia, dos tercios
de los americanos que ahora viven, sufrirán o morirán
de cáncer, del corazón o de derrame cerebral. Espero
que hagáis alguna cosa para evitar esto.”
Presidente Lyndon B. Johnson
17 de abril de 1964.
La gran sociedad de los Estados Unidos de América dispone de lo que es llamado “el
más elevado patrón de vida” entre todas las naciones del mundo. No obstante, todavía
estoy por encontrar un niño americano (dejando de lado los adultos), en todos mis viajes
a través de este gran país, que pueda sobrepasar 60 de los 100 puntos de evaluación de
salud y felicidad que fue establecida hace siglos por los sabios de Extremo Oriente.
En los Estados Unidos, se gastan billones, anualmente, en pesquisas médicas, en seguro
médico y hospitales, en medicación y drogas, en tratamiento médico y quirúrgico, en
asilos y casas de salud, en la formación de médicos y enfermeras. A pesar de todo eso la
mitad de la población sufre en cierta forma, de enfermedades crónicas. Solamente un
pequeño porcentaje de toda su población está libre de cualquier especie de enfermedad
o defecto físico.
Los hechos duros presentados al Presidente de los Estados Unidos por su comisión
Especial de Salud Pública, en diciembre de 1964, son perturbadores. En 1963, las
enfermedades de las arterias del corazón causaron 55 por ciento de todas las muertes en
los Estados Unidos y el cáncer 16%. Los derramos causaron la muerte de 201.000
personas, enfermedades de las arterias, fuera del cerebro, combinadas con las
enfermedades del corazón, mataron 793.000. El cáncer mató 285.000. Muchas de estas
muertes fueron prematuras, lo que es comprobado por el hecho de haber alcanzado a
personas menores de los 65 años.
“Diariamente –dijo la Comisión Presidencial- mueren hombres y mujeres que no
precisarían morir. A cada hora. Una cantidad de familiares es alcanzada por una
tragedia que no precisaba ocurrir”. La Comisión propuso una subvención
gubernamental de tres billones de dólares durante los cinco primeros años para fabricar
“medicamentos milagrosos”, accesibles todos, y para investigar sobre mejores métodos
de tratamiento hospitalario.
Hace diez años, otra Comisión Presidencial hizo un relatorio declarando que 25
millones de americanos vivos morirían de cáncer, a no ser que el índice de mortalidad
de aquella enfermedad fuese disminuido. El médico personal del Presidente Eisenhower
dijo, dirigiéndose al Congreso, que la enfermedad del corazón era una “epidemia
americana moderna” que transformó a los Estados Unidos en uno de los países menos
saludables del mundo.
A despecho de los anunciados programas intentando posibilitar su erradicación inicial y
su diagnóstico, el cáncer llegó al punto de causar mayor número de muertes entre los
niños americanos que cualquier otra enfermedad, solamente sobrepasada por los
accidentes fatales.
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Los Estados Unidos poseen más hospitales mentales y sanatorios, más psiquiatras y
psicoanalistas que cualquier otro país del mundo; calculándose que un americano entre
diez pasó una parte de su vida en una institución mental.
Los Estados Unidos disponen de una organización de las más amplias y costosas,
pública y privada, para la asistencia prenatal de las madres y, no obstante, nace un niño
retardado cada 15 minutos. Cerca de cinco millones y medio de americanos son
mentalmente retardados y, dentro de cinco años, según las estadísticas oficiales, este
número aumentará a 6.4 millones, más que toda la población de Los Ángeles.
Cada año, las gigantescas industrias farmacéuticas americanas fabrican nuevos remedios
milagrosos, no obstante, en cada invierno la mitad de la población es atacada de
resfriados o de alguna especie de enfermedad de las vías respiratorias.
La cultura americana transformó en una religión la búsqueda de la satisfacción y
felicidad sexual. No obstante, las publicaciones y estadísticas criminales en los Estados
Unidos presentan las mismas historias lamentables de personas que son esclavas de
actos sexuales anormales.
Las perturbaciones alérgicas afligen a cerca de 20 millones de americanos. Las
enfermedades del sistema nervioso alcanzan a otros 15 millones. La arterioesclerosis y
las enfermedades del corazón afectaron crónicamente cerca de 10 millones. La psicosis
y psiconeurosis a más de 16 millones. Las úlceras a más de 8 millones. La atrofia
muscular, la tuberculosis, la esclerosis múltiple y la parálisis cerebral condenan a otro
millón. Más de 10 millones sufren de defectos visuales; un número parecido sufre de
alguna especie de sordera. Son calculados 15 millones como estériles. Más de cuatro
millones son alcohólicos crónicos. Un número incalculable de personas está presa de los
narcóticos y barbitúricos y cerca de cuarenta millones –una entre cada cinco personassufre de obesidad crónica o exceso de peso.
Cada americano gasta una media de 300 dólares, anualmente, en medicación directa,
más que la renta total de los jefes de familia de algunas naciones. Los americanos gastan
más de 100 millones de dólares por año en píldoras para dormir y más millones en otras
para despertarse. Solamente de aspirina, cerca de 7 millones de kilos son consumidos
por año en los Estados Unidos. Toneladas de píldoras para aliviar la presión de vientre,
para reducir el peso, para disminuir el apetito y para despertarlo, para calmar los nervios
y para combatir el hábito de tomar píldoras.
La medicina oficial americana quedó tan fragmentada que ahora existen innumerables
especialistas para cada enfermedad y cada parte del cuerpo humano. El paciente ya no
encuentra una salida a través de ese laberinto creciente de especialidades médicas, y los
médicos están confundidos por una complejidad que ellos mismos forjaron.
¿Cuál es la razón de ese caos en un país tan adelantado material y tecnológicamente?….
Lógicamente, los Estados Unidos no están solos. La mayor parte de la civilización
occidental, sobre la cual los Estados Unidos ejerce una profunda influencia, está, más o
menos, en el mismo estado. Simplemente, en este último país, el contraste entre la
abundancia material y la enfermedad física y espiritual, es el más pronunciado de todos.
La intersección de la Quinta Avenida y de la Calle 57, en la ciudad de Nueva York, tal
como podría ser cualquier otra esquina, tal vez sea la encrucijada de América, tomada
en el sentido limitado. Cada vez que regreso a América del Norte, acostumbro ir allí,
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donde me dejo estar entre fascinado y horrorizado. Algunas veces, difícilmente puedo
creer en lo que veo, cuando observo los ojos sanpaku de centenas de americanos que
pasan a cada minuto.
Las frías estadísticas, oficiales o no, cuentan solamente parte de la historia. Los ojos del
americano medio cuentan todo. El cuerpo no miente. Y los ojos, ventana del alma,
mienten mucho menos. Casi todo americano que veía era, más o menos, “sanpaku”.
En Extremo Oriente, hace millares de años, todos conocen el significado de la palabra
“sanpaku”. Para gran sorpresa mía, entre tanto, constaté que en Occidente no existe una
palabra equivalente.
La palabra japonesa “sanpaku”, traducida literalmente, quiere decir: tres (san) blancos
(paku). Indica la característica del ojo humano que presenta tres lados o áreas blancas,
alrededor del iris. En el recién nacido sano, la parte inferior del iris –el globo colorido
del centro del ojo- está debajo de la línea inferior de la vista, tal como un son naciente.
El ojo tiene dos áreas blancas en cada lado del iris. En los ojos de un muerto el iris está
vuelto para arriba, en dirección del cráneo. Siendo enteramente visible, el iris tiene tres
lados blancos “SANPAKU”. Cuando un hombre empieza a envejecer o a enfermarse, a
medida que se aproxima a la muerte –tanto con siete como con setenta años de edad- la
parte colorida del ojo, el iris, sube y descubre la parte blanca entre el párpado inferior y
el iris.
Es este el estado conocido hace millares de años como “sanpaku”. Durante millares de
años las personas del Extremo Oriente vienen mirando los ojos, unos de otros,
controlando las señales de ese temible estado. Cualquier indicio de “sanpaku” significa
que todo el sistema del hombre, físico, fisiológico y espiritual, está fuera de equilibrio.
Pecó contra el Orden del Universo quedando, por consiguiente, enfermo, infeliz,
demente, o conforme se acostumbra decir en Occidente “predispuesto a accidentes”. El
estado de “sanpaku” es una advertencia, un aviso de la naturaleza, de que nuestra vida
está amenazada por un fin próximo y trágico.
Si eso parece forzado, examine las fotografías de personalidades históricas y de líderes
mundiales cuyas carreras fueron cortadas por muerte imprevista. Abraham Lincoln,
Adlof Hitler, Ngo Dinh Diem, General Abdul Karim Kassem, María Antonieta,
Archiduque Ferdinando, Presidente John F. Kennedy. Todos eran “SANPAKU”.
El “sanpaku” es un presagio útil, tal como el dolor. Marilyn Monroe, como todas las
fotografías revelan, era decididamente “sanpaku”. Muchos de los maniquís y modelos
de las revistas de moda, exóticamente delgados y lindos, presentan la señal de
“sanpaku”. Harían bien en preocuparse por su bienestar futuro.
El “sanpaku” es un presagio útil, tal como el dolor. Acusa el desequilibrio en el sistema
humano, pide medidas restauradoras.
Examínese, así como a sus seres queridos ¿Sois “sanpaku”?
Existe un remedio. Puede ser encontrado en una filosofía y en un sistema de
restauración por medio del alimento –una dieta, si así queréis, o un tratamiento dietético
de la falta de salud- originario del Extremo Oriente. Para uso occidental, lo llamo
MACROBIÓTICA ZEN.
Fui criado creyendo en la ciencia médica occidental. Felizmente sin embargo, fui
atacado, muy joven, por una enfermedad”incurable”, lo que obligó a buscar la puerta de
la salud por mi propia cuenta. Mi familia, tal como tantas otras en el Japón en el
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comienzo del sigo XX, sintió todo el impacto de la introducción de los ideales
occidentales de la tecnología, medicina y religión, lo que comenzó con el advenimiento
del Almirante Perry hace, casi, medio siglo. Pero mi madre murió a los 30 años bajo el
cuidado de los médicos doctorados en Occidente. Dos hermanas murieron antes de los
10 años y un hermano murió con 16 años tomando los remedios de la medicina
occidental. Los mismos médicos declararon que yo tenía un caso incurable de
tuberculosis pulmonar, complicada por úlceras gástricas y otras cosas más. Tenía
entonces 16 años, la edad en que mi hermano muriera. Abandonado por la medicina
científica de Occidente, fui forzado a buscar mi propia salvación .La moderna medicina
occidental perdió las esperanzas conmigo y, así, hice la misma cosa con relación a ella
Decidí convertirme en mi propio médico y empecé a estudiar la medicina oriental de
más de 5000 años, aunque hubiese sido suprimida y casi prohibida por el gobierno, que
estaba bajo la influencia de la civilización occidental. En cinco años salvé mi vida
siguiendo la terapia oriental. Por lo tanto, decidí continuar mis estudios y pesquisas y
dedicar el resto de mis años al estudio de la filosofía de la medicina oriental que me
salvó.
Había un famoso médico japonés llamado Sagen Isiduka que, un poco antes de mi
nacimiento, había redescubierto y reinterpretado la teoría del Principio Único, que se
remonta a cuatro o cinco mil años en la historia oriental. El doctor Isiduka estableció la
validez médica y bioquímica del principio Yin-Yang a la luz de la bioquímica moderna,
al descubrir el antagonismo complementario entre sodio (Na) y potasio (K), que
realmente consiste en la redescubierta de un principio que desempeña un papel básico
en toda la vida humana.
Sagen Isiduka curó centenas de millares de pacientes, ¡pobres almas condenadas y
abandonadas como incurables por médicos doctorados por la moderna medicina
occidental! Era tan famoso en Tokio que cualquier carta dirigida al “Dr. Anti-Doctor”
era automáticamente entregada a él. Cuando murió, su cortejo fúnebre tenía más de dos
millas de largo. Con el tiempo, me convertí, prácticamente, en su único sucesor.
Comencé mi estudio independiente desde las raíces, buscando conocer el origen físico,
químico y biológico de nuestros cuerpos. Dejé de lado para más tarde, todas las
preguntas de orden biológico, filosófico y espiritual. Empezando por el verdadero
comienzo, inicié con la teoría práctica de la nutrición. Los primeros principios de la
nutrición son evidentes.
1. Quien come, vive. Quien come, puede pensar, hablar, accionar, amar, odiar,
discutir, casar, procrear, matar.
2. Quien no come, nada puede hacer y, necesariamente, tendrá que desaparecer.
Sigue, por lo tanto, que el alimento debería ser la preocupación básica y primaria hasta
de la parte más espiritual de la humanidad. Sin alimento no hay Cristo ni Buda. Comer
es ser. Tal como los demás seres, el hombre es una transformación de los alimentos.
Pero…. ¿qué alimentos?....
Primero constaté que todos los alimentos poseen un origen vegetal. El animal no puede
existir sin el vegetal. El cuerpo humano no puede digerir las sustancias inorgánicas. Es
incapaz de fabricar proteínas, carbohidratos, gordura o mineral a partir de las
substancias inorgánicas. Esa síntesis de los elementos inorgánicos es una función del
vegetal. Este proceso, llamado autotrofismo, es el fenómeno mejor realizado por el
reino vegetal. Los vegetales absorben los elementos inorgánicos y los convierten en
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alimentos orgánicos, es un verdadero milagro de composición y creación producido por
las fuerzas interactuantes de la naturaleza, que ningún laboratorio tuvo la posibilidad de
imitar. Comer carne significa duplicar el proceso, primero en el animal y después en el
hombre.
El reino vegetal trabaja incesantemente para producir hojas, granos, bulbos y frutas, que
alimentan a los animales. El vegetal es como una madre para el animal. Estas hojas,
granos, bulbos y frutas son transformados en materia animal por el proceso de digestión
y asimilación.
¿Quién puede caminar bajo el verde de una profunda floresta sin una sensación de
seguridad y paz, tal como un niño abrigado y acariciado por la madre?
El hombre es el rey de los animales. Todos los otros animales fueron creados para
servirlo o deleitarlo. Cada uno desempeña su papel. Pero ¿qué razón podrá él invocar
para alimentarse de sus carnes, excepto la de satisfacer las tendencias de placeres
sensoriales?
Ecológicamente hablando, somos todos hijos de la madre vegetal.
Sin la vida vegetal ningún animal podría sobrevivir. Directa o indirectamente, somos
extremadamente dependientes de los productos vegetales. Nuestra hemoglobina
proviene de la clorofila. Todos los alimentos vegetales son materia prima para la
construcción y manutención de nuestros cuerpos. La carne de los animales y sus
subproductos no lo son. Los vegetales constituyen la clase de alimento superior.
Precisamos comer vegetales o sus productos directos. Esto constituye un firme principio
biológico y una ley natural fundamental.
Antes que Dios dijese”Creced y multiplicaos”, en el Libro del Génesis, El dijo “Os doy
las plantas verdes como alimento”.
Los pueblos del Oriente, especialmente los chinos y japoneses, fueron vegetarianos
durante millares de años. Los tradicionales platos vegetarianos japoneses son delicados,
estéticos, fortificantes y revitalizantes. Tuvieron su origen en dos grandes libros de la
medicina de Extremo Oriente, el “Charak-Samhita, primera parte, y el “Nei King”,
código del Emperador Houan. Estos grandes libros son el alfa y el omega de la
filosofía médica oriental.
Después de años de pesquisa y experiencia, estoy convencido de que el hombre debe ser
fiel a la ley natural y depender, simple y enteramente, de la gran madre vegetal.
Si, por razones climáticas o económicas, fuéramos obligados en una emergencia a
comer alimentos animales, deben ser solamente usados en pequeñas cantidades y con
especial cuidado en su preparación o cocción, buscando desanimalizarlos todo lo
posible.
Anatómicamente hablando, conforme evidencia la naturaleza de sus dientes e intestinos,
el hombre fue hecho para ser vegetariano.
Los vegetales son su alimento normal, lógico y natural. El uso de la carne animal y sus
productos es arriesgado y peligroso.
Pero el simple vegetarianismo, sin la orientación de la filosofía del Principio Unico,
todavía no es suficiente y puede descender a un mero sentimentalismo.
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Independientemente de la naturaleza de su dieta, el hombre es goloso y come
demasiado. Por eso oración y ayuno –comer y beber frugalmente y estar
permanentemente armonizado con el Orden del Universo- constituye el portón de
entrada para la salud y la felicidad.
Las dos primeras reglas de la lógica universal del Principio Unico proclaman:
TODO LO QUE COMIENZA TIENE FIN
TODO LO QUE TIENE FRENTE TIENE DORSO.
Estas dos leyes son la espina dorsal de todas las grandes religiones y el fundamento de
la filosofía médica oriental.
El comienzo es opuesto y antagónico al fin, aunque uno no pueda existir sin el otro. En
este mundo relativamente material, el frente es antitético y opuesto al dorso. El
nacimiento lleva a la muerte. La felicidad lleva a la tristeza. La belleza lleva a la
fealdad. La actividad lleva al cansancio. La fuerza lleva a la flaqueza. Todo llega a un
fin, que es lo opuesto de su comienzo. Todo es alimentado, animado, mantenido y
destruido por su opuesto. Esta es la gran ley de la naturaleza, la cual llamo el Orden del
Universo. Es una ley muy simple, aunque profunda, que rige nuestra vida en este mundo
relativo, que es diferente del mundo que es absoluto, infinito y eterno.
Una vez comprendido esto, no tendremos dificultad en comprender o curar nuestras así
llamadas enfermedades incurables. Sin esta comprensión será imposible la cura de la
más simple enfermedad.
Si muriésemos prematuramente, en virtud de un accidente o enfermedad, esto quiere
decir que perdimos las gracias salvadoras del estado humano, por haber violado el
Orden del Universo, por muchos años. La tolerancia del Infinito no es ilimitada y sin
términos, a pesar de perdonarnos casi hasta el fin. Si alguna enfermedad nos fue
enviada, eso representa una advertencia, una señal de alarma. La enfermedad no nos es
enviada como un castigo, más si como un ofrecimiento final de gracia salvadora.
Precisamos solamente prestar atención a nuestros cuerpos para saber lo que debemos
hacer.
En vez de esto, innumerables personas ignoran la señal de alarma divina y, en nombre
de la medicina científica entregan sus cuerpos a los médicos formados alopáticamente,
que intentan poner fin al dolor matando y destruyendo la delicada señal de alarma
telefónica por medio de drogas o una cirugía drástica.
Tengo dos discordias con la medicina occidental. Primero: la encuentro destituida de
moralidad y espiritualidad, deseosa de desarrollar a cualquier precio, métodos y
medicamentos que solamente destruyen los síntomas de la enfermedad. Segundo:
encuentro que los medicamentos occidentales, las drogas milagrosas que reprimen
ciertos síntomas de enfermedad de una generación, seguidamente provocan
enfermedades más serias en las futuras.
La medicina socializada de Gran Bretaña volcó, repentinamente, grandes cantidades de
vitaminas y drogas en personas que antes no estaban acostumbradas a ellas. Como
resultado, fueron hechos interesantes descubrimientos. Se probó que el exceso de
vitamina D, tomada durante la gravidez, es la cause del nacimiento de infelices
pequeños deformados y retardados. Más recientemente, una muy recetada antihistamina,
recomendada para náuseas y malestar matutino de las gestantes, causaba deformaciones
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en fetos. Nuevamente, es éste el lamentable resultado final de la fe ciega en la medicina
sintomática, que castiga más trágicamente, justamente a los que están por nacer.
La medicina de Extremo Oriente, basada en principios naturales que tienen origen hace
más de cinco mil años, no ataca los síntomas de la enfermedad, sino que se dirige a su
origen.
En Extremo Oriente, desde millares de años atrás, la medicina vino evolucionando de la
medicina sintomática a la profiláctica y después, al yoga, que corresponde a un arte
religioso de la salud. Más tarde progresó hasta llegar a la “macrobiótica, que es una
ciencia de rejuvenecimiento y longevidad”.
Finalmente, progresó hasta la medicina social. La medicina de sociedad, o pública
finalmente se alió con la verdadera medicina filosófica, fue absorbida y se convirtió en
una parte de los conceptos cosmológicos del Universo –los vedas, hinduismo,
brahmanismo, jainismo, budismo, cristianismo, islamismo y, últimamente, las
enseñanzas de Lao Tsé.
El albo esencial de todas las grandes religiones ha sido el de conducir al hombre a la
beatitud, la libertad infinita, justicia absoluta y felicidad eterna, por medio de las
prácticas enseñanzas filosóficas del Principio Unico.
Los discípulos de la moderna medicina sintomática –que es la medicina en su forma
más rudimentaria y elemental- al investigar la medicina china, hindú, japonesa o árabe,
partiendo de su propio punto de vista limitado, se sienten perdidos en un laberinto de
hierbas y curas aparentemente exóticas para ellos. “La medicina sintomática moderna se
preocupa solamente en curar los síntomas del enfermo, a cualquier precio”,
importándole poco si las técnicas usadas son brutales, egocéntricas o inmorales. Poco
ofrece en relación a la cura de las “causas básicas” de la enfermedad en el propio
paciente.
A grosso modo, existen siete niveles de medicina que pueden ser resumidos,
brevemente, en lo siguiente:
1. La medicina sintomática. Un tratamiento paliativo para remover los síntomas
2. La medicina profiláctica o preventiva.
3. El arte de la salud. El estudio de los caminos y medios a seguir para la
adquisición y manutención de la salud física.
4. La medicina macrobiótica. El arte del rejuvenecimiento y longevidad.
5. La medicina socio moral y educacional, que tiende a establecer la salud pública,
la libertad y la justicia en la sociedad, en gran escala.
6. La medicina filosófica, dirigida para el plan mental del pensamiento, juicio y
discernimiento.
7. La medicina suprema. Es educativa, biológica y fisiológica. Su meta es convertir
a cada hombre en su propio médico, permitir al enfermo descubrir por sí mismo,
la concepción cosmológica del Universo, reflejada en su propio cuerpo. No
solamente cura las enfermedades del presente y del futuro, sino además
establece un estado positivo de salud y felicidad.
Para encontrar la medicina que cura básica y profundamente, de una vez por todas, se
precisa alcanzar el Séptimo Estado, o el Aprendizaje Supremo de la Medicina. Se
precisa dar menos importancia al aprendizaje sintomático. Los europeos y americanos
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buscan la verdad, según me parece, perdiéndose en detalles por medio de técnicas
analíticas. Dedican demasiada atención a minuciosos exámenes microscópicos de
tejidos periféricos disecados, lo que es efectuado por cuerpos de especialistas, en vez de
dedicarse a una pesquisa más amplia, examinando los ojos, los lóbulos de las orejas, los
labios, las palmas de las manos, los dedos, la formación del cuerpo, las posturas, la
apariencia general y la constitución integral del hombre. La Verdad es todo un conjunto.
La Medicina Suprema, el óptimo y más elevado aprendizaje de la medicina, es
increíblemente simple en sus técnicas, pero profunda en sus fundamentos filosóficos.
Ella no ataca síntomas, pero si se vuelve hacia los orígenes de la enfermedad. Además
de eso, como la última causa de cada enfermedad es la violación del Orden del
Universo, por la ignorancia o por la arrogancia, la Medicina Suprema se dirige,
naturalmente, hacia el paciente y, algunas veces, de dedica a su demorada educación
técnica filosófica, en vez de buscar una cura rápida por medio de inyecciones o
amputaciones. Enseña al hombre cómo desarrollar sus propios instintos de
supervivencia, su innata habilidad de formular juicios correctos. La enfermedad y el
sufrimiento, en la filosofía del Budismo Zen, preparan y llevan al hombre a recibir la
salud perfecta y la felicidad que solamente la Medicina Suprema tiene para ofrecer.
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III
LA FE Y LA MEDICINA
Un gran número de autores, especialmente los religiosos, afirman que la enfermedad
puede ser curada por la fe. Si, en cierto sentido –pero apenas en cierto sentido- eso es
verdadero.
El doctor Alexis Carrel, autor de una obra iluminadora: “EL HOMBRE, ESE
DESCONOCIDO”, está enteramente convencido de que, entre los creyentes del milagro
de Lourdes, en peregrinación, muchos fueron curados efectivamente por su fe.
En las estructuras y funciones del cuerpo humano existen muchas maravillas que la
medicina moderna no puede explicar; entre otras, esta capacidad del cuerpo: ser curado
de las enfermedades por la fe. Incluso los que poseen fe, que insisten sobre su
importancia y superioridad sobre todas las otras terapéuticas, tampoco pueden explicar
el proceso. Pero el piloto que no conoce el mecanismo de su avión, cómo y por qué
funciona, no puede merecer confianza.
La fe –como es llamada- ha curado algunos, tal vez, pero perjudicó a otros. Y esto
porque constituye una fue ciega, primitiva y supersticiosa, sin guía y a menudo mal
dirigida.
La verdadera fe –como es practicada por las religiones del Extremo Oriente- insiste
sobre el conocimiento propio y el conocimiento del Principio Unico (la justicia divina)
que gobierna al Universo. Fe y conocimiento; sin conocimiento de sí mismo no puede
haber fe verdadera. Es importante observar cómo muchos que oran por un milagro para
curarlos, continúan recurriendo a las medicinas convencionales y a los médicos
ortodoxos occidentales.
Asimismo la medicina macrobiótica, con todas sus curas milagrosas no podrá llevar a
una cura y felicidad perfectas a no ser que su base Yin-Yang sea comprendida y
adoptados sus principios, en cuyo caso usted puede, en verdad, convertirse en su propio
médico.
La medicina occidental opera tan ciegamente como la “fe”. Los que la ejercen son
incapaces de explicar los fenómenos farmacológicos o físicos de las así llamadas curas.
¿Por qué la adrenalina altera el movimiento cardíaco? ¿Por qué el arsénico (un veneno
mortal) ha sido considerado como un específico de ciertas enfermedades, desde el
tiempo de Hipócrates? ¿Por qué y por cuál proceso la aspirina baja la fiebre? ¿Qué es el
automatismo cardíaco? ¿Qué es el mecanismo de la sedimentación sanguínea con lo
cual los médicos cuentan, frecuentemente, para el examen físico de los pacientes?
¿Cómo actúa el antagonismo entre los dos sistemas vegetativos simpático y
parasimpático? ¿Cómo se procesan los fenómenos opuestos que ellos producen en el
corazón y estómago?
Existen centenares de tales preguntas que la medicina analítica no puede responder.
¿Será que la medicina empírica moderna no pasa también, realmente, de una
superstición moderna?
Cuando mucho, la medicina alopática ortodoxa, que confía en venenos para conseguir
efectos directos e inmediatos, no pasa de ser un ciego tanteamiento sin brújula ¿Cómo
podremos saber jamás cuántos pacientes son muertos y cuántos son curados por la
moderna medicina alopática? ¿Cuántas de las llamadas curas, nada más fueron que
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reacciones de la naturaleza en su tendencia de salvaguardar al hombre contra sus
enemigos?
La verdadera fe, que trae la felicidad infinita y eterna para el creyente, consiste en el
conocimiento de que el Universo está realmente constituido, en el Principio Unico, el
Reino de los Cielos y su justicia, en el amor universal que abarca todos los
antagonismos, tan ampliamente, que los convierte en complementarios.
Como ello implica toda una vida de disciplina, de contemplación, nada más puedo
hacer, por medio de este libro, que indicar el camino.
Lamentablemente, el principio de la medicina filosófica desapareció del propio Extremo
Oriente, donde nació.
Seguidamente, nuestra propia cultura nos pasa desapercibida. Muchas comodidades e
invenciones que los americanos aceptan naturalmente, son causa de maravillosa
admiración en otras partes del mundo. Lo mismo sucede en mi país. Por ejemplo, los
blocks de madera para impresión no tenían valor especial en el Japón. Eran hechos más
para la recreación educativa infantil, hasta que los hermanos Goncourt y el profesor
Fenollosa, llegados de otro mundo, encontraron en ellos grandes valores artísticos. Así,
también, el judo y el arte de arreglos florales era practicados con naturalidad en el
Japón, hasta que fueron exaltados como artes superlativas por los observadores
occidentales. Alimento la esperanza de que el mundo occidental aceptará con visión
más amplia otra dádiva de Oriente, que es ofrecida como retribución a las muchas cosas
maravillosas que le proporcionó. Me refiero a nuestro supremo tesoro ancestral, de más
de 5000 años, el Principio Unico, la filosofía práctica del Yin-Yang.
De acuerdo con esta filosofía, todas las cosas son divididas en dos categorías, que son
simultáneamente antagonistas y unificantes: el Yin y el Yang. El Yin puede ser llamado
de fuerza centrífuga y el Yang de fuerza centrípeta.
POSITIVO Y NEGATIVO
El Yin y el Yang, al mismo tiempo, están en oposición y se complementan uno al otro,
tal como el día y la noche, el hombre y la mujer, el invierno y el verano. Son dos
opuestos fundamentales, que se unen para destruir y crear cualquier cosa que exista en
el Universo. No pueden estar totalmente opuestos porque son siempre limitados y
relativos. Están ligados entre sí como la noche y el día. Y cuando es noche en
Occidente, es día en Oriente. Nada existe totalmente Yin o totalmente Yang. Puede ser
más Yin que Yang, o más Yang que Yin, y así los designamos como uno u otro.
Este “dualismo” también existe en las religiones occidentales. Jesús comprendía y
admitía que Satanás existía incluso en El, el Hijo de Dios. Según el Principio Unico, en
este mundo nada existe que sea totalmente bueno o malo, así como nada es totalmente
Yin o Yang. En este mundo de relatividad, el Yin inevitablemente se convierte en Yang,
y el Yang se convierte en Yin.
Solamente aquello que es eterno, absoluto e infinito puede ser llamado “bueno”, en el
sentido absoluto.
En la Tierra llamamos “bueno” a aquello que nos gusta, y “malo” a aquello que no nos
gusta, o sea también, aquello que consideramos provechoso para el hombre y aquello
que suponemos es perjudicial. Lo que puede ser bueno para un hombre, entretanto,
puede ser malo para otro. Las virtudes, en ciertas circunstancias, pueden ser vicios como
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cuando la economía se convierte en avaricia, el coraje en temeridad, la paciencia en
indolencia. En este mundo, la mutación es la única constante. Para los que comprenden
la paradoja práctica del pensamiento Yin-Yang, la vida es una educación constante en la
mayor universidad que existe y que no cobra matrícula ni mensualidades. Para los que
nada saben del Yin y Yang, la vida puede ser un infierno.
El centrípeto Yang es constrictivo y produce calor, sonido, densidad, peso: la tendencia
a ir hacia abajo.
El centrífugo Yin es expansivo y produce frío, silencio, dilatación, expansión, liviandad;
la tendencia a ir hacia arriba.
Desde el punto de vista físico, cualquier cosa que contenga más agua que sólidos –
siendo iguales cada una de las otras condiciones- es Yin; lo inverso es Yang.
En términos de composición química, los compuestos ricos de hidrógeno, carbono, litio,
arsénico y sodio son más Yang de lo que los otros desprovistos de estos elementos y
que, a su vez, son ricos en potasio azufre, fósforo y nitrógeno.
Todo lo que existe en el Universo tiene una forma, un color y un peso característicos.
Una forma prolongada en una posición vertical, es Yin. La misma forma extendida
horizontalmente es Yang. La primera es dominada por una fuerza centrífuga o Yin. La
segunda está bajo la influencia de una fuerza centrípeta o Yang.
ARTE
A B C D son formas verticales regidas por la fuerza centrífuga.
E F G H Son formas horizontales regidas por la fuerza centrípeta.
Cada par de formas tiene la misma dimensión, la misma superficie geométrica. Pero son
antagónicas. Una es Yin y la otra es Yang. Los antagonismos entre C y G y entre D y H
son bastante pronunciados., C y G superpuestos se combinan para formar la estrella
judaica de David. D y H superpuestos se combinan formando una cruz. La unión de las
formas básicas Yin-Yang dio origen a símbolos sagrados fundamentales.
PESO
La fuerza centrípeta gobierna todo lo que es pesado y, por lo tanto, es Yang. La fuerza
centrífuga gobierna todo lo que es leve y, por lo tanto, es Yin. Cuanto menor el peso,
tanto más Yin.
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Formas yin A B C D
A
Formas yang E F G H
E
E
B
F
C
G
D
H
COLOR
El color es nuestra primera percepción sensorial. Sin color, nada podemos apreciar. La
clasificación de los colores básicos es fácil. Colores calientes y fríos representan los
extremos de Yin y Yang, con todas las otras graduaciones de calor y frío en posición
intermedia. Es tan simple como el arco iris, que va del extremo Yang, o el rojo, pasando
por el naranja, amarillo, verde, azul y añil, hasta el extremo yin, o violeta.
Partiendo de estas tres características fundamentales, forma, peso y color, todo en el
Universo puede ser clasificado como Yin o Yang, sin necesidad de aparatos
complicados o análisis químicos. Esa clasificación puede ser
“científicamente”confirmada tomándose como base la tasa Potasio / Sodio (K/Na)
establecida en las tablillas analíticas. Pero asimismo, este último método no es exacto,
pues la tasa K/Na puede discordar considerablemente entre varias especies de la misma
planta o en sus diversas partes.
VARIACIONES GEOGRÁFICAS
Todas las cosas que son producidas y nacen en climas fríos son Yang, comparadas con
aquellas que mejor se adaptan a climas calientes. Por ejemplo: una manzana roja del
Canadá es Yang. Un mango púrpura de Trinidad es Yin. Las personas que viven en un
clima frío son siempre más fuertes, fisiológicamente, que aquellas que viven en un
clima caliente, pues comen más alimentos Yang, que, paradójicamente, son producidos
más fácilmente en el clima frío, Yin.
PALADAR
Así como los colores van del extremo Yin al Yang, así también podemos distinguir el
Yin del Yang por el paladar y por el olfato. Las graduaciones de Yin a Yang, son las
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siguientes: cáustico, ácido, dulce, salado, amargo. La pimienta dilata nuestros capilares
y aumenta la circulación sanguínea dando una sensación de calor: es extremadamente
Yin. El berro es amargo y da sensación de frescura: es extremadamente Yang. Conviene
recordar que estas relaciones son sólo de los sabores naturales y no de los
artificialmente condimentados o manufacturados químicamente. La dulzura del azúcar
blanco, químicamente manufacturado, es cien veces mayor que la del azúcar natural, a
nuestro paladar El azúcar blanco, fabricado por procesos químicos, ocupa el extremo
Yin en la escala de los alimentos. De un modo general, los vegetales más Yin son: la
berenjena, los higos, las pasas de uva, la col y el repollo “morados”, que en la realidad
son violáceos, el germen de la papa, las naranjas, el azúcar de caña o de remolacha. Son
todos azulados o violáceos, interna o externamente. Son ricos en vitamina K y C, y
todos muy Yin.
Los alimentos yang, al contrario son rojos o amarillos: carne y todos los productos de la
hemoglobina, pescado, huevos, vitamina D, zapallo, zanahoria, inhame (tipo de patata),
manzana, cereza, frutilla. Son ricos en sodio (Na) en comparación con el potasio (K).
El factor esencial para la nutrición apropiada del cuerpo humano consiste en la
proporción adecuada de Yin y Yang en los alimentos ingeridos.
El potasio (K) puede ser considerado como el símbolo de los elementos Yin en nuestros
alimentos. El sodio (Na) puede ser considerado como el símbolo del Yang. La tasa
K/Na es muy práctica como guía, pues tanto K como Na se encuentran en casi todas las
composiciones químicas de los alimentos y son los más importantes indicadores
químicos del Yin y del Yang.
La mejor proporción de Yin /Yang, o K/NA, es de cinco por uno. El arroz natural, sin
pulimento, es el alimento perfecto: presenta el equilibrio justo de 5 por 1. Todos los
alimentos cuya tasa K/Na es mayor de 5 por 1, son Yin. Por ejemplo, la banana es de
850/1, la naranja es 570/1, la papa es de 512/1, y el pomelo es de 390/1.
La alimentación del hombre evolucionó con él a través de los siete aprendizajes
biológicos que siguieron al abandono del “hábitat” marino. Los cereales constituyen la
etapa final de esa evolución alimenticia, y contienen todas las propiedades necesarias a
la vida en su forma más elevada, siendo, pues, el alimento perfecto para el hombre.
En el Japón actual, según las estadísticas oficiales, la profesión más peligrosa no es la
de corredor de obstáculos, alpinista o acróbata aéreo, sino la medicina. Los médicos
mueren más temprano que cualquier otro grupo profesional. En ese orden siguen los
propietarios de restaurantes. ¿No les parece interesante que, justamente aquellos que
supuestamente deberían ser los guardianes de nuestra salud, y éstos que preparan para
nosotros deliciosos y tentadores manjares, sean no solamente los que ignoran el secreto
de la longevidad, sino hasta, aparentemente , sus adversarios?
Por otro lado, de acuerdo con estadísticas oficiales, el grupo de los que tienen vida más
larga es el de los monjes budistas. Los sistemas tradicionales de comer y beber, que
todavía subsisten inalterados en los monasterios del budismo Zen, continúan
confundiendo a los investigadores científicos de la longevidad y la juventud eterna.
En los monasterios del Budismo Zen, los más adelantados discípulos son siempre
elegidos para la honra singular de convertirse en cocineros. Su posición es la más
importante en la vida espiritual de la comunidad. Son elegidos para que su
conocimiento superior y experiencia en la selección y preparación de los alimentos,
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según las enseñanzas del Principio Unico del Yin/Yang, puedan auxiliar el desarrollo
del discernimiento de los demás discípulos.
En los monasterios ZEN-Budistas, esa manera tradicional de seleccionar, preparar y
servir el alimento es llamada de “SYOZIN RYORI”. Su traducción más aproximada
sería: “la cocina que desenvuelve el discernimiento supremo”.
La aplicación de la filosofía oriental a la ciencia de la nutrición, también puede ser
traducida por una palabra derivada del griego: macrobiótica. En griego, “macro”
significa grande, “bio” significa vida, y “biótica” significa la técnica del
rejuvenecimiento. Así, la palabra macrobiótica derivada de los griegos –un pueblo que
también sabía que una mente sana no puede existir en un cuerpo tenso y perturbado- es
aquí empleada para transmitir la idea de ese antiguo arte de seleccionar y preparar los
alimentos para que puedan producir longevidad y rejuvenecimiento.
En la práctica, la manera de vivir macrobióticamente es muy simple. Está abierta para
cualquiera: rico o pobre, inteligente o ignorante. Cualquier lugar. Millones de personas,
en Extremo Oriente, han vivido de esa manera durante siglos, disfrutando de felicidad y
libertad, cultura y paz, durante millones de años, gracias a las enseñanzas macrobióticas
de Lao-Tsé, Song-Tsé, Confucio, Buda, Mahavira, Nagarjuna y muchos sintoístas,
mucho tiempo antes de los sabios que crearon la gran ciencia médica de la India.
Actualmente, a pesar de los libros escritos sobre filosofía oriental, la mayor parte de sus
enseñanzas básicas se volvieron absolutas. Todo el entendimiento intelectual y
conceptual de la filosofía del Extremo Oriente será completamente inútil si no da origen
a una vida más sana y feliz, a partir del día siguiente.
Si el hombre es el rey del reino animal, él debería ser capaz de curarse y proteger su
salud de manera más efectiva de lo que cualquier otro animal. Un hombre que no puede
curar sus dolores y sufrimientos, conquistar su propia libertad, u obtener alegría y
justicia por y para sí mismo, está sujeto a ser explotado por los otros, o alimentar
gérmenes y microbios. No precisa tener miedo del infierno después de la muerte, pues
ya está viviendo en él.
Todas las grandes religiones poseen una cosa en común: leyes y principios para guiar a
los hombres, enseñándoles a comer y beber. Algunos de los más antiguos –los de la
antigua India, como el Código de Manú, por ejemplo- determinan minuciosamente las
reglas fisiológicas y biológicas prácticas para la conquista de la felicidad y de la salud.
Esta es la sabiduría olvidada a la que debemos volver, con gratitud y humildad.
Si realmente dijésemos sí a la vida, y aceptásemos el Orden del Universo,
fortaleceremos nuestro entendimiento, libertaremos nuestro juicio y capacidad de tomar
decisiones, así como cortaremos los grillos de los sentidos, al volver nuevamente a la
alimentación natural, normal y adecuada.
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IV
LA CAUSA
Sufrimos las consecuencias de todas las malas acciones de la pereza, avaricia y gula
omitiendo la palabra Jesús de Dios. T. S. Elliot (Cuatro Cuartetos)
¿En qué consiste la enfermedad?
Epícteto decía: “Si un hombre no es feliz, la culpa es de él”. Recelo que hoy en día
existen muchas personas infelices que no concuerdan con esta máxima griega. Incluso
aceptándola teóricamente, alimentan dudas sobre la razón ulterior de sus padecimientos.
Permítanme postular la ecuación de otra manera. Si un hombre no es feliz, eso quiere
decir, que, consciente o inconscientemente, él violó las leyes de la naturaleza. Debido a
su juicio defectuoso, o por simple perversidad, se colocó a sí mismo o a su manera de
vivir, en conflicto con el orden del universo infinito y la ley del equilibrio.
En Occidente, hoy en día, raramente es invocada la “ley natural” excepto cuando son
discutidos los argumentos sobre métodos de control de natalidad. Se invoca el Libro del
Génesis, con su máxima divina: “Creced y multiplicaos”. Pero vivir dentro de la ley
natural significa algo más que el control de los apetitos sexuales. En el Libro del
Génesis hay una máxima divina, que precede a otra, que especifica lo que el hombre
debe y no debe comer. Y la gula continúa siendo un pecado capital en la religión
cristiana, a pesar de haber poca oportunidad de oír sermones de grandes líderes
religiosos pregonando contra ella.
La gula es un alejamiento obstinado de la naturaleza y sus leyes. Sus consecuencias son
el sufrimiento, enfermedades y malestar general. Los pecados de nuestros padres
realmente recaen sobre nosotros, pues la gula es, seguidamente, el resultado del
ambiente embriológico, familiar y social. Pero no somos castigados por un Dios
Supremo, Omnipotente e Infinito. El hombre nace en un estado de gracia que lo destina
a ser feliz en la Tierra. Toda la infelicidad, enfermedad, molestia y crimen resultan de su
ceguera o ignorancia sobre la naturaleza del mundo en que vive, o de su orgullo
obstinado al colocarse contra él. La molestia y el dolor son un aviso divino, un mensaje
de la naturaleza buscando guiarnos por el camino cierto. En sí misma, no pasa del
síntoma de una enfermedad más profunda –un alejamiento de la constitución humanaque el propio Dios estableció para nosotros.
La molestia puede ser útil obligando al hombre a retornar a un entendimiento de los
principios fundamentales de la salud y de las leyes inexorables de la naturaleza.
Temporariamente, ella puede herir una parte, beneficiando el todo al final, una vez que
reconozcamos y entendamos integralmente el problema de la salud.
Si tratamos la molestia por medio de la medicina sintomática, estaremos, simplemente,
provocando un desastre inevitable: “La operación fue un éxito, pero el paciente murió”.
La medicamentación química, las píldoras e incluso las intervenciones quirúrgicas
solamente sirven para desviarnos del verdadero camino que nos lleva de vuelta a la
salud. Una molestia “curada” de esta manera volverá nuevamente o recrudecerá bajo
otra forma. Esencialmente, sólo hay una enfermedad básica –el pecado original-, el
desprecio a las leyes de la naturaleza, una repulsión de la verdad por pura ignorancia o
pura perversidad, una afrenta al primordial e inmutable Orden del Universo.
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Estoy convencido de que la noción de “enfermedad incurable” es una invención
humana, la más arrogante de todas las invenciones, transfiriendo a la responsabilidad
divina las faltas e ineptitud del propio hombre. Tengo certeza, en el fondo del corazón,
que no existen enfermedades en el mundo –invalidez, diabetes, lepra, epilepsia, cáncer,
asma- que no puedan ser eliminadas si aprendemos a aplicar correctamente la filosofía
médica que nos fue delineada por algunos de nuestros ancestros.
Yo mismo me dediqué a ciertas teorías de cura que son peculiares al Extremo Oriente, y
al Budismo Zen en particular, teorías que están ligadas a todo un concepto filosófico,
que son basadas en los principios del Yin del Yang, que intentaré exponer más tarde.
Esa filosofía médica del Extremo Oriente tiene por base, sobre todo, un reconocimiento
del hecho de que la naturaleza –de la cual la vida depende-, es la mayor curadora. El
primer paso para la cura es el reconocimiento de que nosotros mismos creamos la
enfermedad de la cual sufrimos. No son los bacilos, ni los virus, pero sí nosotros
mismos los culpables, por permitir al enemigo invadir y tomar cuenta de nuestros
cuerpos.
“Mea culpa”, mi propia culpa, son las primeras palabras del pecador que se aproxima al
confesionario católico romano pidiendo absolución. Estas mismas palabras son las
primeras que deberían pasar por la mente del hombre enfermo que busca restablecerse.
El segundo paso es comprender las simples maravillas del cuerpo humano.
Lógicamente, toda enfermedad y molestia es alimentada por la corriente sanguínea. El
cuerpo humano descompone y renueva diariamente una cantidad de 300 millones de
glóbulos por segundo –una décima parte del total- cada día. En consecuencia, si
volvemos a comer y beber de manera normal, natural y adecuada, biológica y eco
biológicamente, la sangre se transformará enteramente y quedará renovada en diez días.
Por lo tanto, de acuerdo con la constitución del Universo, conforme es entendido e
interpretado por la antigua filosofía de la medicina oriental, cualquier enfermedad
deberá, lógicamente, ser detenida, si no curada, en diez días.
Todas las grandes religiones y libros religiosos del mundo, incluyendo el Nuevo
Testamento, recomiendan la oración y el ayuno como los grandes curadores.
Si no nos podemos curar por la oración y el ayuno es porque nuestra concepción de
oración y ayuno está falseada. Jesús curaba a cualquier enfermo por la fe. La fe es nada
más que la oración constante. Pero la oración, en ese sentido, no debe ser confundida
con súplica o mendicidad de ventajas personales. Es antes una meditación profunda y
perpetua, una contemplación permanente de la infinita justicia y del orden divino del
Universo.
Por raro que parezca, muchos de aquellos que pregonan los Evangelios de Jesús, así
como muchos budistas eminentes, a menudo, son demasiado gordos, por consiguiente,
muy enfermos, atracados de comida y bebida, muy “sanpaku”, lo que en sana
conciencia, no los recomienda mucho para pregonar un Evangelio de ayuno y oración.
Son ellos los primeros en engullir medicamentos y píldoras en cantidad, y a la primera
señal de indisposición corren hacia algún hospital o clínica buscando la cura por las más
recientes técnicas de la medicina sintomática o intervención quirúrgica; así es que
olvidan pronunciar el “mea culpa”, que está en la raíz de sus sufrimientos. El verdadero
“ayuno” no exige el abandono completo de la comida y de la bebida, No podemos
apartarnos del aire y la luz, que son las más maravillosas síntesis de las cuales derivan
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los cereales y, por lo tanto, constituyen el verdadero fundamento de la vida. Ayunar
significa abandonar el hábito de la voracidad que siempre nos induce a comer y beber
en exceso. Ayunar, en el verdadero sentido, significa comer y beber simplemente, de
acuerdo con aquellos principios que son el centro del orden infinito del Universo. El
ayunar, también, es un antídoto contra el comer demasiado.
La teoría en sí, es simple, así como la lógica. Pero la técnica es delicada y puede ser
muy complicada, Además, ninguna teoría es útil sin una técnica práctica. Y ninguna
técnica es segura sin que se comprenda la teoría simple y clara en la cual está basada.
Nuestra teoría simple es esa: alimentos naturales, debidamente equilibrados y ningún
remedio.
Con seguridad, nada es tan difícil actualmente como encontrar alimentos y bebidas
naturales, especialmente, en las grandes metrópolis de la civilización occidental, donde
las cocinas, los mercados, la agricultura y el sistema de distribución de alimentos están
tan industrializados y complicados. Pero, si determinarais entender el Principio Único,
que está en la raíz de la filosofía oriental de la medicina, nada os podrá desanimar.
Creemos que si la comida adecuada puede mantener la salud, o evitar la enfermedad, lo
que nadie niega, por el mismo motivo puede curarla. Esto es, si fuera introducida en el
cuerpo en dosis apropiadas, con moderación, atendiendo sus propiedades químicas –
conforme se acostumbra a decir en el Occidente- o en términos de Yin y Yang, como
decimos en el Extremo Oriente.
El alimento puede ser un remedio. También puede ser un veneno. Pero, ningún remedio
(ninguna combinación química) puede ser un alimento, y todos los remedios son
venenosos.
Existe un área, en la filosofía médica, donde el Este encuentra al Oeste. El más ardiente
abogado de las “drogas milagrosas” no negará su imperfección, y lo más cierto todavía,
sus peligros. Los bacilos adquieren inmunidad contra ciertos medicamentos y, así, los
remedios milagrosos de una generación ya pasan, en la otra, a ser considerados inocuos
y, a veces, hasta perjudiciales. ¿Habrá necesidad de citar el reciente escándalo
internacional que se originó de la descubierta respecto a cierto medicamento
(talidomida) que era recetado para los malestares del embarazo que fue responsable del
nacimiento de niños sin manos o pies? Sinceramente apoyamos lo que fue dicho por
Olive Wendell Colmes, autor y médico, padre del famoso jurista.
En cuanto al valor terapéutico del alimento, es costumbre en la medicina moderna, así
como en el científico Oriente, prohibir a los pacientes ciertos alimentos –permitidos
cuando gozan de buena salud- o someterlos a dietas especiales para restaurarles la salud.
Existe, por lo tanto, cierta concordancia en relación a que los alimentos poseen valor
terapéutico y a que las drogas son peligrosas.
El punto donde nosotros, de tradición oriental discrepamos radicalmente con los
médicos occidentales, consiste en los valores atribuidos a ciertos alimentos y en las
teorías en las cuales estos valores están basados.
La salud del individuo no le pertenece, ella es exclusiva de la sociedad como
prosperidad, fortaleza y ejemplo de la salud de todos. - HERICOURT
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V
LA CURA
La enfermedad no es una necesidad, ni es mandada por Dios. Por lo tanto, los esfuerzos
de la medicina occidental –poco importa el cuidado científico por ella empleado al
analizar su naturaleza y medicamentos específicos-, son desperdiciados, superfluos y,
muchas veces engañadores. La adopción del régimen macrobiótico no sólo protege
contra las enfermedades sino también puede detenerlas e incluso curarlas, poco importa
su grado de adelantamiento.
Es lamentable que solamente una o dos formas de medicina, especialmente la alopática,
sean permitidas en la mayoría de los países occidentales. Eso dificulta desafiar por
resultados comparativos, las teorías sintomáticas de la medicina occidental. Incluso en
el Extremo Oriente, lamentablemente, la Ciencia occidental prevaleció, y la más antigua
filosofía es mantenida solamente por unos pocos.
Si tuviera libertad para tanto, podría recetar específicamente para la cura de las
enfermedades del corazón, cáncer, diabetes, enfermedades venéreas, riñones e incluso
para el área de la psiquiatría –esquizofrenia y paranoia- con seguridad de cura dentro de
un tiempo asombrosamente corto. Recomendaría, entonces, al paciente vaciar el
contenido de su caja de remedios, dispensarse con el médico y, salvo en casos de
emergencia más extrema, desengañarlo de la esperanza de salvación dudosa,
particularmente en el caso de cáncer, de la cirugía drástica.
Espero solamente que los establecimientos médicos de Occidente sean lo
suficientemente tolerantes como para investigar las posibilidades terapéuticas de la
alimentación macrobiótica y pasen a ser guiados por sus verdaderos descubrimientos.
Podrían obtenerse profundas reformas en sus sistemas y hábitos, y más, tal vez, una
impredecible revolución de toda la medicina sintomática.
En este momento, me siento libre solamente para sugerir a aquellos infelices a los
cuales la ciencia médica desahució como “casos perdidos”, o a aquellos enfermos que,
por uno u otro motivo, están bajo cuidado médico, que haría bien siguiendo los
regímenes expuestos en este capítulo, asegurándoles que están constituidos, en su s
mínimos detalles de alimentos que traen salud y que de ninguna manera dejarán de
mejorar sus condiciones físicas.
Antes que nada, permitan que enumere algunas de las enfermedades para las cuales la
medicina occidental admite que no hay cura. Ella no consigue hacer más que aliviar el
dolor y las molestias –a cualquier precio- de la artritis, por medio de simples
analgésicos o por el engañador uso de hormonas. Igualmente, para la diabetes, la única
solución de que los médicos occidentales disponen para ofrecer, es el equilibrio
artificial y temporal de la química del cuerpo por medio de inyecciones constantes de
una sustancia externa, la insulina, cuyo valor, conforme declaré anteriormente, fue
puesto en duda hasta por los que la recetan. Todavía más directa es su prohibición del
azúcar al diabético, con lo que son forzados a concordar con la práctica macrobiótica Y
¿por qué razón no prohibir el uso generalizado del azúcar como alimento, como el
régimen Yin-Yang exige, eliminando así, para siempre, y para todos, el peligro de
adquirir aquella enfermedad? Si se lanzó un grito de alerta contra el tabaco, cuyo daño
no fue probado con certeza, ¿por qué no contra el azúcar?
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Para el cáncer y úlceras estomacales, no hay cura, salvo la cirugía. Por lo tanto, son
incurables. Para la lepra, leucemia, epilepsia, cuando mucho hay un alivio. La lepra ya
es enteramente curable (por lo menos en términos occidentales) desde el advenimiento
de los sulfones. La sífilis se extiende a pesar de todos los programas públicos de salud y
de los antibióticos “hacedores de milagros”. El doble de muertos por el cáncer, resuena
hasta para los jóvenes. Y las enfermedades del corazón son el asesino Nº 1 año tras año.
La mayor parte de la cirugía también es una confesión de fracaso por parte de la
medicina, tanto alopática como homeopática. A los cirujanos no les alcanzan las manos
en las salas de operaciones, para hacer simpatectomías. Actualmente, ya existen bancos
de sangre, bancos de ojos, y ya se pueden comprar riñones artificiales. En breve tiempo
habrá bancos de estómagos, riñones y corazón, y el proceso puede no tener fin hasta que
el cuerpo humano no posea más que piezas artificiales. Como ironía final, muchos
hombres americanos tan celosos de sus poderes sexuales, son forzados a tomar
hormonas colocándose en peligro y arriesgando la pérdida de su potencia, con el
objetivo de evitar el endurecimiento de las arterias.
Toda enfermedad es causada por el desequilibrio Yin-Yang en el cuerpo. La medicina
tradicional de Extremo Oriente –debiéndose aclarar que no queremos referirnos a la
práctica oriental moderna que está casi enteramente bajo la influencia de la ciencia
occidental- se aproxima a cada enfermedad a través de fases sucesivas, produciéndose la
cura, entre tanto, paralelamente con el progreso de la enfermedad. Estos grados son:
1. Fatiga, causada por una vida indisciplinada, desordenada, obesidad, nervios
destrozados. Un hombre perezoso es un enfermo.
2. Dolor y sufrimiento, no asociados a la enfermedad específica, pero causados por
excesos sexuales o sumisión a las extravagancias y excentricidades alimenticias.
3. Síntomas crónicos, causados por un exceso de Yin o de Yang en la alimentación
siempre a través de un capricho o auto-indulgencia en la selección del alimento.
Los ejemplos son los dolores de cabeza, de estómago, presión de vientre,
diarrea, vómitos, úlceras y todas las enfermedades de la piel o de la sangre.
4. Síntomas simpaticotónicos o vagotónicos, o sea, cuando la enfermedad crónica
llegó hasta el sistema nervioso autónomo.
5. Alteraciones fundamentales o estructurales en los propios órganos.
6. Enfermedades psiconeuróticas, emocionales, tales como la esquizofrenia,
neurastenia, hepatitis, enfermedad de Basedow, dilatación cardiaca.
7. Enfermedad espiritual. Algunas personas pueden ser fuertes, libres de
indisposiciones físicas o mentales y no obstante, sufrir las consecuencias
sociales de la arrogancia y de la intolerancia. A pesar de su éxito externo, no
poseen fe, esperanza, alegría o amor. Su fin es inevitablemente trágico.
Las enfermedades no siempre se encuadran en una clasificación rígida y, a menudo, uno
o todos esos grados de enfermedad están interligados. Obviamente, los tres primeros
pueden ser tratados separadamente por medio de una dieta apropiada y una vida
disciplinada. En esta área, los regímenes macrobióticos, pocos lo negarán, pueden
efectivamente operar maravillas.
Donde haya ocurrido una alteración orgánica, o en ciertas indisposiciones nerviosas,
que venían procesándose durante largo tiempo, la regresión puede ser demorada –a
pesar de haber ocurrido curas súbitas en el último caso- pero la tradicional medicina
Yin-Yang insiste que puede promover un alivio rápido, y cura final de cualquier
enfermedad, incluso de las así llamadas incurables.
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Sin hacer afirmaciones específicas, pero convencidos de que podrán servir para mejorar
la salud general y el bienestar de cualquier hombre enfermo, hicimos una lista de
diversos regímenes considerados por la medicina oriental como extremadamente
beneficiosos para el cuerpo y la mente enfermos. Son contraindicados solamente en
emergencias drásticas, tales como un apéndice perforado, caso en que no se debe comer
nada. Fuera de esto, sólo podrán beneficiar a los que experimenten, advertidos, sin
embargo, de que el uso de remedios, siquiera sean recomendados por su médico o no,
pueden perjudicar su equilibrio delicado y anular sus efectos. Además, no contienen
nada perjudicial, usados tanto interna como externamente. Son constituidos,
enteramente, de buenos alimentos y hierbas de naturaleza y alimentación saludable.
Previo ayuno factible.
TABLA DE ALIMENTOS PARA CURA Y COCINA ZEN
No
Cereales
Vegetales
Sopa
Animal
7
100%
6
90%
10%
5
80%
20%
4
70%
20%
10%
3
60%
30%
10%
5
50%
30%
10%
10%
1
40%
30%
10%
20%
1
30%
30%
10%
20%
2
20%
30%
10%
25%
3
10%
30%
10%
30%
* Bebidas y líquidos: se aconseja beber con moderación
Frutas
Ensaladas
10%
10%
15%
Postres
Bebidas*
5%
5%
En cuanto a los regímenes de números negativos constantes en la lista, aclaramos que
esa anotación se debe al hecho de estar, levemente por debajo del margen de seguridad
absoluta. Una persona sana, que busca variedad en la dieta, puede adoptarlas con cierto
riesgo pero esto no es recomendable. Su propio estado de salud y bienestar pueden
guiarlo, pero pocas personas, tal vez ninguna, gozan de salud perfecta o felicidad
completa. Todos se sentirán mejor si obedecen a los regímenes superiores.
Más por razones de salud que sentimentales, una dieta vegetariana es recomendable
para todos. Entre los alimentos animales, el pescado es el menos Yang, y se prefiere a
los demás. Puede, efectivamente, ser usado por cualquier persona normal sin marcado
perjuicio. La carne de aves, principalmente de caza, si fueron alimentadas con
sustancias orgánicas en la menos perjudicial de todas. Otras carnes deben ser
absolutamente evitadas, aunque sean aparentemente sanas, principalmente la carne roja.
No todos los vegetales pueden ser consumidos sin peligro, aún en grado moderado,
conforme consta en la lista. En otro lugar de este libro se encuentra la explicación de
esto. También existe una relación al final del libro, de las propiedades Yin-Yang de
varios alimentos animales y vegetales, en el debido orden de sus composiciones.
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Nuevamente, conviene destacar que los cereales son beneficiosos, en su estado natural,
contienen todos los ingredientes en la debida proporción Yin-Yang, necesarios para
sustentar la vida y promover el bienestar.
El Régimen Número 7, que consiste en 100% de cereales, es el más fácil, simple,
recomendable y rápido para recuperar la salud, especialmente si usted es “sanpaku”, si
está sufriendo de algún disturbio crónico, o si su auto examen hecho con el auxilio de
los seis índices de la salud, reveló que su salud está bastante por debajo de lo normal.
Trate de seguir este camino más fácil y más rápido durante diez días. Y, de ahora en
adelante, conserve en la mente, con firmeza, los siguientes puntos como una orientación
permanente en la elección de comida y bebida saludables:
1. No use azúcar blanca y evite todo lo que sea azucarado, especialmente bebidas
dulces, incluso las que usan substitutos del azúcar, como la sacarina que
también es muy Yin.
2. Limite la ingestión de líquidos, haciéndolo en la cantidad mínima necesaria
para que no orine más que dos veces cada 24 horas, si es mujer, o tres veces, si
es hombre.
3. Use la menor cantidad posible de productos animales, especialmente si vive en
un clima caliente o si va de viaje. Casi todos los alimentos animales, incluyendo
leche, queso y manteca, son tratados o fabricados químicamente, en tanto que
las ostras, pescado fresco y caza están generalmente libres de productos
químicos.
4. Evite alimentos industrializados, todos los productos enlatados, embotellados
preparados, particularmente los preparados con colorantes. Sólo en último
caso, coma alimento que importado de larga distancia.
5. Evite completamente los vegetales muy Yin, que son las papas, tomates y
berenjenas, y no coma ningún vegetal fuera de estación o traído de lejos. Esto
porque, generalmente, tales vegetales fueron producidos artificialmente o
tratados con fertilizantes químicos o insecticidas.
6. Evite frutas y jugos de frutas.
7. Cuide que su dieta siempre incluya de 60 a 70 por ciento de cereales y de 20 a
25 por ciento de vegetales bien cocidos y fritos (rehogados). Con la mejoría
progresiva de la salud, podrá ir bajando, despaciosamente, el índice. En la
medida que sea perfeccionada su habilidad en el arte del equilibrio Yin-Yang,
podrá ir incluyendo sopas, pescado y ensaladas en su dieta. Puede, no obstante,
continuar con cualquier régimen más elevado que el número 3, por el tiempo
que lo desee, sin peligro. Pero si no siente una mejoría progresiva de la salud
tomando como base los seis índices de la salud, vuelva al Régimen Número 7
durante pocas semanas o meses. El Régimen Número 7 es el más simple y sabio.
Los otros son más difíciles porque son más complicados.
8. Evite el café, o té, que contiene colorantes cancerígenos. El Banchá, té japonés
y el té chino natural son permitidos.
9. Evite condimentos, vinagre, sazonadores químicos, incluso las salsas y misso
japoneses en venta en los mercados. Condimente sus platos naturalmente con
sal marina no refinada, salsa de soja o misso macrobióticamente preparados
y/o los aprobados por la Fundación Ohsawa, de los Estados Unidos o de otros
países. Cocine con aceite vegetal, cuidando de limitar la cantidad en no más de
dos cucharadas de sopa por persona, diariamente.
10. Se puede usar la cocina china, hindú o francesa, o una combinación de técnicas
culinarias.
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Inevitablemente, después de leer la relación de alimentos que deben ser evitados,
algunos americanos siempre preguntan: “¿Pero qué puede comer, entonces?”.
Generalmente, tal pregunta revela los orígenes del mal estado de salud e infortunio
de quien la hace. Es una admitida confirmación de aquel egoísmo sensorial y
arrogancia, de aquel pecado original que continúa, inconscientemente, cometiendo
cada día.
Es alguien que conoce poco de las otras culturas o civilizaciones que perfeccionaron
el arte culinario al punto de transformar simples alimentos básicos, en centenares de
platos diferentes.
Uno de los más famosos restaurantes de Tokio es el “Tokio Kaikan”, que posee
diversos salones de refección y centenas de de privativos. En él se pueden apreciar
las mejores comidas de todas las naciones; cocina francesa, italiana, inglesa, china y
también japonesa. El cocinero-jefe de ese famoso restaurante declaró, cierta vez, en
una conferencia pública, su convicción sobre la superioridad culinaria y fisiológica
de los platos preparados de acuerdo con el Principio Unico. En el “Tokio Kaikan”
estamos aptos para preparar cualquier plato, dijo él, “pero para mi mismo, prefiero
los platos preparados por mi esposa, que utiliza el método del Maestro Ohsawa”.
El arte culinario es el arte de la vida. Nuestra salud, nuestra felicidad, nuestra
libertad y nuestro raciocinio dependen de lo que acontece en nuestras cocinas.
Los chinos y japoneses fueron vegetarianos durante millares de años. Durante ese
tiempo adquirieron una fantástica habilidad en el arte de cocinar vegetales. Tanto es
así que, cuando un japonés se enfrenta con aquello que es llamado comida
vegetariana, en Occidente, queda decepcionado con la vulgaridad e insipidez de la
comida.
Constaté que los buenos cocineros son muy raros en Occidente, especialmente en
los Estados Unidos. Si usted no es buen cocinero, tendrá, simplemente, que
aprender al arte culinario. No se puede depender de otros.
La cocina macrobiótica, perfeccionada en nuestros cursos, basada en el tradicional
arte culinario de Oriente, es deliciosa. Se lleva tiempo para aprenderla. En nuestra
cocina se precisa ser creador en términos de proporción Yin-Yang. La vida es
creadora. Vivir es crear.
Mientras usted esté aprendiendo, inevitablemente, ha de preparar platos no
exactamente deliciosos. No hace mal. Si sus platos no son sucesos espectaculares,
usted comerá menos. Eso puede ser muy bueno para su estómago e intestinos que,
con toda seguridad, deben estar muy cansados. Todos tenemos inclinación a ser
glotones y cuando algunas veces comemos menos, tanto mejor.
Estudiando cada vez más la teoría y practicándola diariamente en la cocina, su
juicio, habilidad y confianza, aumentarán hasta que, más tarde o más temprano,
usted se convertirá en una artista creador en la distribución de los elementos
Yin-Yang en sus comidas diarias, el arte más fundamental e importante de la
vida.
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VI
LOS INTERESADOS EN LA BALANZA
En Occidente existen muchas personas corpulentas en exceso, sobre todo mujeres. Esta
gordura excesiva, esta obesidad, es una indudable expresión de angustia y gula
insaciables. En cambio en China y Japón esta dolencia es hasta cierto punto, humillante,
y extremadamente rara, debido a la vida austera, a la sobriedad y a la alimentación
vegetariana milenaria. Generalmente, se trata de un exceso, ya sea de agua, grasa o
proteínas animales, que se acumula en el organismo y que desaparece por milagro con
un simple régimen.
En cuanto a la pareja, la mujer que se alimenta exclusivamente de proteínas animales
(Yang) es muy probable que adolezca de irregularidades sexuales con lo cual el hombre
comienza a tornarse indiferente, siendo esto muchas veces la causa de reyertas
conyugales y hasta de infidelidades y separaciones.
Las mujeres occidentales comen mil veces más proteínas animales que las japonesas, las
chinas o las hindúes. Es por eso que aquellas son mucho menos femeninas que éstas, es
por eso que existen muchos hombres occidentales deseosos de casarse con jóvenes
orientales, más dulces y femeninas.
Hay más de 100.000 japonesas casadas con soldados norteamericanos. La sexualidad,
como vemos entonces, puede cambiar el destino de los hombres, y la clave de este
cambio parece encontrarse en la nutrición cotidiana.
La macrobiótica es aceptada con vivo interés por ciertos individuos preocupados por la
balanza, por ser este un medio sencillo, práctico y saludable de perder peso
rápidamente, así como también de conservar la línea sin problemas.
Los lectores interesados en ello, alcanzarán estados más saludables y de larga vida, y
planos mucho más amplios de conciencia, lucidez mental y alegría, observando el
régimen Nº 7 durante 10días, continuando luego con el Nº 5 o el Nº 6, por uno o dos
meses.
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VII
EL CONTROL DIARIO
Nuestra felicidad o infortunio, en este mundo, depende de innumerables decisiones que
tomamos diariamente. Cada una de ellas se fundamente en nuestra capacidad instintiva
de emitir juicios. Nuestro bienestar físico, psicológico, hasta incluso espiritual, depende
grandemente de aquello que comemos, de la manera como fue cocinado y cómo lo
comemos.
La proporción de Yin y Yang de nuestra dieta diaria debería ser siempre de cinco por
uno. Pero, a no ser que sigamos con una dieta solamente de cereales, esa proporción es
muy difícil de mantener en cada comida. Esto sucede porque, durante la preparación de
nuestro alimento, factores físicos, como el calor, y factores químicos como la sal y el
agua, alteran la proporción original de los alimentos crudos, descomponiendo,
evaporando, condensando y combinando los elementos individuales. Es muy importante
comprender teóricamente el Yin y el Yang, pero como las distinciones, a menudo, son
difíciles para los principiantes, y como el cocinero altera la proporción, existe otro
modo, muy fácil y práctico, de orientación que nos puede servir de guía diariamente.
Si la orina fuera entre marrón y transparente (como cerveza clara); si la materia fecal es
marrón oscura o naranja, substancialmente de buen formato, larga y flotante, con buen
olor, la dieta del día anterior contenía la proporción adecuada de equilibrio Yin-Yang:
5-1. Si la orina y evacuaciones diarias resultan muy claras es porque se comió
demasiado Yin.
Una orina amarilla y transparente, que presente sedimentos después de reposada durante
unos diez minutos, indica perturbación o enfermedad renal más o menos grave, debido
tanto a un exceso de calorías como a una deficiencia de Yang. Una orina muy diluida,
transparente y copiosa, indica la probabilidad de diabetes. Quien necesita orinar más de
cuatro veces cada 24 horas, ya está enfermo: probablemente con los riñones cansados o
con una enfermedad del corazón.
La presión de vientre (estreñimiento), o su opuesto – la necesidad de evacuar más de
dos veces diariamente- indica una perturbación más o menos grave. Si la materia fecal
es verdosa o negra, indica un gran exceso de Yin. Un mal olor indica un mal
funcionamiento del estómago o de los intestinos.
Un hombre verdaderamente sano, tal como los animales, no debería necesitar de papel
higiénico.
Biológicamente, los animales no pasan de una conversión de los vegetales pues la
hemoglobina es una mutación de la clorofila. Los cereales y los vegetales pueden
proporcionar un adecuado equilibrio diario de Yin-Yang a nuestro alimento, lo que no
ocurre con los productos animales.
Al comer cereales y vegetales, su clorofila se transforma en hemoglobina. En nuestra
nutrición celular, cualquier cosa que no puede ser transformada en sangre roja, es
descartada por los intestinos en el color naranja y amarillo o por la orina. Nuestra vida
fisiológica es un proceso de transformar los productos clorofílicos en sangre roja
hemoglobínica. El Yang se crea del Yin. Cocinar el alimento ayuda inmensamente a
esta transmutación porque utiliza factores Yang, tales como sal, fuego, presión y
deshidratación. El descubrimiento de la sal y el uso del fuego fueron de primordial
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importancia precisamente porque representan el principio de la civilización humana,
diferenciado al hombre de los otros animales.
Este proceso de transformar la clorofila en hemoglobina comienza en la cocina y se
realiza, incesantemente a través de la boca y de los órganos digestivos. Los
carbohidratos, que son los compuestos más Yang, son digeridos por la saliva de la boca,
el órganos más Yin. Las proteínas, que son más Yin que los carbohidratos y son sin
embargo más Yang que las grasas, son digeridas por las secreciones producidas en el
estómago, que es un órgano de localización más Yang que la boca. Los aceites y las
grasas que son los más Yin, son digeridos por los intestinos, órganos más Yang que el
estómago.
Nuestra vida fisiológica es una transmutación de los colores Yin en colores Yang.
Nuestra salud y felicidad dependen de esta transmutación diaria. Este es el secreto de la
vida, simple, bello y sin artificios.
El secreto de la muerte es lo opuesto, una dieta diaria basada en todos los caprichos y
extravagancias de los sentidos, careciendo del sentido de equilibrio Yin-Yang, produce
las enfermedades, infelicidades, infortunio y agonía, resultantes de la violación del
Orden del Universo.
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VIII
LA ALIMENTACIÓN Y EL SEXO
Si un japonés descubre pelos en las piernas de una mujer queda espantado. Pelos en los
brazos de una mujer es algo más que afrentoso, pues los brazos son más Yin que las
piernas. Esto es una señal de que la mujer está atacada de la más fatal y decadente de las
molestias: la pérdida de su sexualidad. Una mujer con pelos en los brazos y en las
piernas no es más considerada como mujer. Perdió su feminidad.
En la lengua japonesa, la diferencia entre el reino animal y la raza humana está
expresada en los términos más básicos. No tener pelo es llamado “hito”, que significa
humano. Tener pelo es llamado “kedamono”, que significa animal.
La perdida del pelo del cuerpo representa una evolución biológica de millones de años.
Como las mujeres, biológica y fisiológicamente, son infinitamente superiores al
hombre, ellas representan un grado más avanzado de aquel proceso y son naturalmente
dotadas de una piel suave, bella y elegante.
Cuando todas las mujeres posean pelos en el cuerpo, será la señal del fin del mundo,
una tragedia más catastrófica que la destrucción termonuclear. La erosión de la
polaridad sexual, con mujeres más masculinas y hombres más femeninos, ya se volvió
la más destructiva y perniciosa de todas las amenazas al Orden del Universo.
Si el hombre se volviera más femenino, perdiendo sus cualidades Yang, y la mujer
tendiera a masculinizarse, perdiendo sus cualidades Yin, el resultado final podrá ser el
fin de la raza humana. Lo que estamos viendo, actualmente, es apenas el preludio de esa
tragedia. La sexualidad es la base de toda vida humana, la llave de nuestra existencia, la
atracción universal que Newton encontró en las estrellas y otros encontraron en los
átomos. La sexualidad es el orden primordial del Universo. Sin la sexualidad, la vida,
simplemente, no puede existir. Y el amor es el florecimiento de esa sexualidad. Amar es
vivir. En el Japón, la séptima noche del séptimo mes de cada año, las jóvenes y mujeres
que sueñan con el amor eterno, amarran papeles de siete colores en las varas de bambú.
En cada esquina del frágil papel son pintados poemas de amor. Aquellas varas, o postes,
son colocados en el frente de cada casa, rica o pobre, y la brisa nocturna lleva estos
poemas japoneses de amor por los cielos, esperanzadamente, hasta las estrellas más
distantes.
Los siete papeles coloridos unen los siete mundos diferentes, los cuales expresan las
siete diferentes especies de amor. Estas palabras, y los instintos que están por detrás de
ellas, no existen en Occidente.
De acuerdo con el Principio Unico y el Orden del Universo, las siete especies de amor
son, hasta donde la diferencia de idioma permite reproducir, el amor ciego, el amor
sensual, el amor sentimental, el amor intelectual, el amor social, el amor ideológico y el
amor universal.
¿Cuál es la razón de haber tanta tragedia sexual en este mundo? Es porque tres cuartas
partes de la raza humana sufre de alguna disfunción de las glándulas o de los órganos
sexuales. La educación sexual es una preocupación moderna en muchos países
occidentales, pero en casi todas partes tal educación está exclusivamente ligada a juicios
transitorios de los sentidos, sentimientos o intelecto. La educación sexual en Occidente,
según me parece, ignora completamente la educación biológica, fisiológica y
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psicológica que nos lleva al entendimiento de los siete aprendizajes del amor y al lugar
que ocupan en el Orden del Universo.
En recientes visitas a los Estados Unidos y Europa, he sido asediado por personas que
sufren desesperadamente de todas las especies de enfermedades sexuales:
homosexuales, mujeres sufriendo de leucorrea, hombres y mujeres impotentes o
estériles, hermafroditas (pseudos o genuinos), personas con deformación en los órganos
sexuales, mujeres con menstruación irregular, mujeres frías, mujeres que perdieron
aquello que llaman “sex appeal”, mujeres que se masculinizaron, hombres que se
afeminaron, pobres almas que protestan, lamentan, lloran, luchan y deploran su penosa
situación.
Existen muchas enfermedades específicas de las glándulas y de los órganos sexuales.
Pero TODAS LAS ENFERMEDADES, del más simple resfriado al cáncer “incurable”,
pagan su terrible tributo a la erosión de las fuerzas sexuales.
En un país como los Estados Unidos, donde una gran mayoría de personas sufre de una
o de otra enfermedad crónica, no es de admirar que los desajustes sexuales sean la regla
y no la excepción. No es motivo de admiración que existan tantos casamientos
fracasados, tantos divorcios, tantas deserciones, tantos nacimientos ilegítimos, tanta
agonía, causados por prácticas sexuales anormales. No es de admirar que el catolicismo
se haya visto obligado a prohibir totalmente el divorcio en una tentativa de conservar
unida a la familia a cualquier precio.
Las sociedades de Extremo Oriente son feministas, a despecho de toda apariencia
contraria.
En el Japón existen templos budistas especiales, llamados “En Kiri”, que significa el
corte de los lazos matrimoniales. Cualquier mujer puede ir a esos templos y obtener el
consentimiento religioso para abandonar un marido cruel o inconveniente. Las
sociedades de Extremo Oriente están basadas en la superioridad biológica y fisiológica
de las mujeres. La madre es la creadora, el padre es el destructor. El hombre es el
guerrero, la mujer la pacifista.
Los Estados Unidos son una gran sociedad que proclama la libertad por encima de todo
y no obstante, cuatro de cada cinco personas reclaman lamentablemente contra la falta
de libertad sexual y sufren horrores en sus vidas conyugales. Difícilmente, un hombre
entre mil, parece encontrar alegría y felicidad permanentes en su casamiento.
Innumerables personas no gozan del amor sexual y sus vidas son una búsqueda
incesante de nuevas especies de placer sensorial compensador.
La mayor parte de la infelicidad e infortunios de la vida familiar provienen de
dificultades sexuales –impotencia, falta de una vida sexual placentera-, o su opuesto,
demasiada actividad sexual patológica entre los cónyuges.
Nadie puede ser verdaderamente feliz a no ser que sus necesidades sexuales sean
placenteramente satisfechas en su vida conyugal. Muchos hombres eminentes llegaron a
un final trágico porque sus esposas eran sexualmente desequilibradas. ¿Cuál es la causa
fundamental de ese continuo conflicto entre mujeres frígidas y cansadas y hombres
indiferentes, carentes de estímulo para la placentera consumación de sus deseos
sexuales normales?
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El deseo sexual normal, moderado y natural, es una señal de buena salud. Un hombre y
una mujer sanos pueden compartir el éxtasis sexual una vez por noche, al menos hasta
los sesenta años. Los hombres y mujeres que siguen un régimen macrobiótico pueden
hacerlo hasta los 80 años. Uno de los mayores monjes budistas del Japón –Rennyo
(1415/1499)- fue padre de su 27º hijo a los 81 años, tres años antes de morir.
Un hombre sano es Yang –activo, fuerte, centrípeto-. En extremos patológicos, violento,
destructivo y cruel.
Una mujer sana es Yin -pasiva, suave y centrífuga-. En estados patológicos, frágil,
negativa, exclusivista, antisocial, escapista. El hombre y la mujer son opuestos,
antagónicos y complementarios. Por naturaleza, su destino es rimar permanentemente.
Por eso la vida es tan interesante, dramática y agradable.
Infelizmente, existe un número demasiado grande de personas completamente
dislocadas de este esquema natural de las cosas. Algunos hombres son asexuales por
haber heredado una naturaleza Yin en virtud de la dieta errada de las madres. Otros
adquirieron una naturaleza Yin consumiendo demasiada alimentación Yin: azúcar,
frutas, bebidas comerciales dulces, helados y alcohol. El hombre precisa ser Yang. Si es
Yin, será infeliz. Entretanto si, por otro lado, fuera demasiado Yang, será cruel y
destructivo. Si su Yang excesivo no fuera controlado, él morirá joven y trágicamente.
Las mujeres son Yin por naturaleza. Cuando se vuelven muy Yang, por comer
demasiado alimento Yang, principalmente productos animales, se tornarán infelices.
Quedan masculinizadas. Pasan a detestar los deseos sexuales del hombre, pierden el
deseo de amar y ser amadas por los hombres. Al contrario, pasan a ser atraídas por
hombres dóciles, obedientes y femeninos; se dedican a pequeños animales caseros o se
convierten en homosexuales. Sus vidas son infortunadas e infelices porque violaron
todas las leyes naturales. En el otro extremo están las mujeres que son demasiado Yin
para ser amadas. Huyen de toda la sexualidad y se refugian en una tristeza permanente.
Los hombres muy Yin son más infelices que los muy Yang. Y las mujeres muy Yang
son más infelices que las que son muy Yin. Esa especie de anormalidad básica les
dificulta, o imposibilita constituir un hogar feliz. Algunas veces, entretanto, un hombre
extremadamente Yin y una mujer extremadamente Yang se encuentran y consiguen ser
menos infelices juntos, que si permaneciesen solos o viviendo con pájaros, perros o
pescados.
Los hombres y las mujeres, naturalmente, son controlados por sus hormonas sexuales,
pero éstas, a su vez son influenciadas por la dieta. La vida está llena de dificultades
sexuales e infortunios matrimoniales porque la mayoría de los hombres y mujeres no
poseen la mínima idea de cómo mantener su salud, por medio de la comida y de la
bebida. Todos comen, pero no saben cómo comer.
Permiten que su comida y bebida –la base de su salud y felicidad sexual- esté regulada
por el gusto sensorial, por hábitos de familia, costumbres regionales, pereza y
conveniencia, rutina y erróneos modernismos.
Están jugando a la gallina ciega. Están tirando al oscuro, cuando eligen sus compañeros
vitalicios en base a la pura atracción física, o por razones sentimentales, económicas o
intelectuales. Si comprendiesen el Orden del Universo, los principios Yin-Yang, y la
manera correcta de comer y beber, podrían conocerse a sí mismos. Podrían, también,
estar mejor habilitados y elegir una esposa o marido más de acuerdo con sus
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temperamentos. O, si por desgracia, hubiesen elegido un consorte inconveniente,
podrían, todavía, saber cómo transformar biológica, fisiológica y psicológicamente, su
constitución –así como a sí mismos- recurriendo al régimen macrobiótico. Si alguien
dijera a una miembro de una familia religiosa japonesa, o a un miembro de la orden
monástica budista, que es imposible “mudar la naturaleza humana”, él no lo
comprendería ni lo creería.
La tradición oriental determinó, hace millares de años, que los niños y niñas no deberían
jugar o estudiar juntos más allá de la edad de 7 años. Es una manera básica e inteligente
de fortalecer la naturaleza Yang de los niños y la naturaleza Yin de las niñas. En
Oriente, todos los niños empiezan a aprender la filosofía básica Yin-Yang en cuanto van
a la escuela. El estudio de Yin-Yang es extremadamente práctico y los niños aprenden
rápidamente, desde tierna edad, a aplicarlo en cualquier nivel y dominio de la vida.
Bioecológicamente, la filosofía Yin-Yang nos enseña que los casamientos más felices
son aquellos que reúnen niños y niñas nacidos en las antípodas de la órbita terrestre, o
sea, con una diferencia de cerca de 180 días. Aquellos que vienen de familias de lo más
diferentes, son considerados como poseedores de un antagonismo complementario, que
produce una unión más feliz y de mejor descendencia. Esas diferencias provocan una
atracción mutua más fuerte.
Hace millares de años los pueblos de Oriente poseen estrecho conocimiento de estos
secretos vitales de la naturaleza –los millares de alimentos y la manera de prepararlosque pueden mudar la constitución individual humana, la tendencia intelectual, el
comportamiento social, las inclinaciones sexuales, y, consecuentemente, todo el destino
humano, así como la naturaleza de la sociedad. Algunos de estos alimentos son
“milagrosos”, en su capacidad de aumentar el poder sexual. No daré aquí ningún
ejemplo de los afrodisíacos orientales, porque, en la actual situación, ciertamente, habría
abuso de ellos. Es mucho mejor seguir el régimen macrobiótico natural, que transforma
toda la constitución y personalidad, lenta y firmemente, en la dirección de una salud
total y de una verdadera polaridad sexual.
Existen otros alimentos, igualmente “milagrosos”, para matar todo el apetito y deseo
sexual, instantánea y completamente. Han sido usados, tradicionalmente, en los templos
budistas y entre las familias severamente religiosas y ortodoxas. Entre otros, tenemos el
shiitake, una especie de hongo japonés; kampyo, un poroto seco; konnyaku, una especie
de tubérculo. Pero esos vegetales japoneses no atenúan ni matan tanto los apetitos
sexuales como el azúcar, dulces, jugos de frutas, helados, frutas importadas de países
calientes, bebidas dulces, papas, tomates, berenjenas y vitamina C.
La papa (solanum tuberosum), el tomate (solanum lycopersicum), la berenjena
(solanum melongena) y el morrón, eran desconocidos en Oriente. Son todas plantas
tropicales, variedades de solaninas, que parecen ser nativas de las montañas andinas y
cultivadas, primeramente, por los incas. Fueron dadas por los incas a los invasores
españoles que las trajeron a otras partes de Europa y América del Norte. Durante años,
lógicamente, el tomate fue considerado como venenoso en muchos países y usado
simplemente como planta decorativa. Durante millares de años, en Oriente, cuando las
mujeres no podían tolerar más la crueldad, violencia o exigencias sexuales patológicas
de sus maridos demasiado Yang, ellas no consultaban abogados ni apelaban a los
tribunales. Calladamente, consultaban a una mujer más vieja de la familia, que planeaba
una modificación en la alimentación del marido, preparando alimentos diferentes que
convertían un hombre demasiado Yang, en un marido dócil o impotente. Los maridos,
que desconocían la cocina macrobiótica, nunca sabían lo que les estaba sucediendo.
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El hombre más fuerte y sano puede ser asesinado legalmente, sin indicio de prueba y
sospecha, cuando es alimentado con una dieta extremadamente Yin, durante días o
semanas. Si eso puede suceder, y aseguro que sí, es relativamente fácil fortalecer,
debilitar o extinguir completamente, los apetitos sexuales y fuerzas por medio de una
habilidosa selección y preparación del alimento diario. ¿Cómo podemos enfrentar la
epidemia de enfermedades sexuales? ¿Cómo podremos detener la desaparición de la
polaridad sexual, responsables por la creación de hombres-mujeres y mujeres-hombres?
¿Cómo podremos crear hombres vigorosamente sanos y mujeres lindamente femeninas?
Esto es un secreto que, de buena voluntad, estoy dispuesto a revelar. Procurad seguir el
régimen macrobiótico, especialmente el Régimen Número 7, durante un cierto número
de días o semanas. Quedaréis admirados con el resultado.
Verifique eso por sí mismo. El cuerpo no miente. El estado de nuestra salud y felicidad
sexual es uno de nuestros secretos más íntimos. Ningún médico tiene posibilidad de
decirle alguna cosa que usted mismo no conozca sobre esta función de su cuerpo. Con
los primeros resultados, las teorías macrobióticas deben confirmarse o caerán. Con la
severa adopción del Régimen Número7 durante dos o tres semanas, los pelos de los
brazos y pernas de las mujeres comenzarán a desaparecer hasta que las glándulas
sexuales gradualmente, alcancen una condición de equilibrio natural. Con la estricta
observación del Régimen Número 7, cualquier hombre encontrará, después de unas
pocas semanas, el vigor y la intrepidez que pensaba ya habían desaparecido para
siempre. Si marido y mujer comparten la misma alimentación macrobiótica,
especialmente el Régimen Número 7, en el comienzo, -que es la manera más segura de
establecer el equilibrio entre Yin y Yang- descubrirán que cualquier anormalidad sexual
que pueda existir, cualquier incompatibilidad, desaparecerán gradualmente en la medida
que sus glándulas consigan alcanzar la armonía establecida por el Orden del Universo,
el mismo Orden del Universo que decreta, absolutamente y para siempre, que cada 28
días (cuatro veces siete) la mujer pierda una cierta cantidad de sangre por la
menstruación. La sangre es la esencia del Yang y la menstruación asegura a la mujer
continuar permaneciendo un poco más Yin que el hombre.
Cualquier mujer que desee recuperar su feminidad, tan rápido como sea posible, y
regular el desequilibrio glandular causado por un exceso de Yang, precisa evitar todos
los productos animales, carne, manteca, leche y queso. Esos productos nunca fueron
destinados a nutrir una constitución tan delicada como la de la mujer. Algunas veces son
usados, pero solamente para nutrición del cuerpo masculino, más grosero y primitivo.
Somos aquello que comemos, y nuestra naturaleza es determinada por el alimento que
usamos para renovar nuestros cuerpos.
La sexualidad, la función más básica y delicada del cuerpo, depende únicamente de
nuestra nutrición diaria. Solamente los que comen de acuerdo con las leyes naturales del
Universo, serán siempre felices. El infortunio alcanzará a aquellos que rehúsan aprender
esta lección y vivir de acuerdo con ella. Serán obligados a vivir el resto de sus días en
una prisión que ellos mismos crearon.
La anormalidad sexual es uno de los síntomas de esa miseria, entre muchos otros. El
homosexualismo y el hermafroditismo –real o falso- están aumentando en Occidente. La
anormalidad sexual es la más miserable de todas las enfermedades, siendo hombres y
mujeres esclavos de los más ciegos instintos animales.
Después de la necesidad de alimento, el deseo de satisfacción sexual es la más fuete y
profunda necesidad de la humanidad. El hombre vive como consecuencia de sus
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apetitos; su apetito de alimento sustenta, a su vez, su apetito de satisfacción sexual. La
ganancia y la gula por otro lado, provocan deseos sexuales anormales. El vicio
alimenticio inevitablemente se convierte en sexualidad desequilibrada. Aprisiona
doblemente.
Aquellos que encuentran la llave del Orden del Universo pueden encontrarse a sí
mismos y a la libertad infinita. Los otros están destinados a ser esclavizados durante
toda su vida por los apetitos fisiológicos y sexuales. Quien sea esclavo de inclinaciones
sexuales anormales, no es ni animal ni humano. Es alguna cosa intermedia. La persona
homosexual o asexual es, de todas, la más digna de lástima, y la literatura occidental
está repleta de sus monstruosidades, desde el Marqués de Sade hasta las últimas noveles
americanas. Cualquier anormalidad sexual puede, con el tiempo, ser curada por la más
estricta adhesión al régimen macrobiótico. Partiendo del inhumano al animal, del animal
al humano, del humano al superhumano, el camino que lleva a la felicidad es largo, y el
único guía práctico es la confianza en la macrobiótica, de acuerdo con el Principio
Único del Yin-Yang.
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IX
ORACIÓN Y AYUNO
Cuatrocientos años atrás, un pequeño barco navegaba en el medio de una tempestad en
el Océano Indico, jugando como una hoja al capricho de impetuosas olas. En aquella
diminuta embarcación, un hombre joven, solo, abrasado por la fiebre y sufriendo,
exclamaba:” ¡Oh, Señor! ¡Mandadme más dolor, oh, Señor!”
Sobrevivió, para pregonar en Nagasaki algunos meses después. Era San Francisco
Javier, el primer cristiano que pusiera los pies en el Japón. Allí murió después de rezar
durante treinta años. Es ese el espíritu, esa confianza absoluta, que nos libera del
desastre y de la enfermedad. Algunos lo llaman fe. Yo llamo a eso comprensión del
Principio Unico y amorosa aceptación del Orden del Universo.
La antigua medicina oriental fue anulada y virtualmente extinguida por la moderna
medicina occidental, con su cornucopia de maravillas tecnológicas, invenciones,
instrumentos y máquinas tan deslumbrantes como las que constituyen la revolución
industrial moderna. Pero fue la propia medicina oriental que preparó el camino para su
caída, al olvidar y abandonar el Principio Único. Todo lo que comienza tiene fin.
Como ejemplo práctico, a fin de ilustrar la diferencia básica entre la medicina
sintomática occidental y la filosofía de la medicina del Extremo Oriente, basada en el
Principio Unico, observemos una misma enfermedad partiendo de dos puntos de vista.
Por ejemplo: la poliomielitis. Prácticamente todos, en América, tienen conocimiento de
la reciente campaña de “guerra a la polio”, que recibió una atención especial en virtud
de los sufrimientos del Presidente Roosvelt. Constituyó objeto de billones de dólares en
investigaciones, culminando en, por lo mínimo, dos vacunas y un premio Nóbel para
uno de los descubridores. No obstante, ¿quién puede afirmar que el virus de la polio
existe realmente? El virus de la poliomielitis continúa siendo un misterio para la
medicina sintomática moderna. La medicina de Extremo Oriente argumenta de otra
manera. Como las piernas y los pies son la parte más inferior del cuerpo humano, son
considerados como muy Yang. Los pies son órganos Yang. El Yang sólo puede ser
neutralizado o destruido por factores Yin. La causa básica de la polio, por lo tanto, debe
ser un exceso de Yin. Procure observar la dieta diaria de una víctima de polio. Con
seguridad constatará en ella un exceso de Yin: demasiada vitamina C y K, azúcar, agua,
frutas, papas, tomate, refrescos, helados y dulces, todo fuera de proporción a los demás
alimentos. La estación para las epidemias de polio en los Estados Unidos, es en el
medio del verano, cuando hay un excesivo consumo de Yin.
En los antiguos métodos de la medicina de Extremo Oriente, el estudio de la
fisiognomía era usado para descubrir la predisposición para ciertas enfermedades. Los
niños más susceptibles a la polio poseen rostros triangulares o en triángulo invertido. Su
predisposición para una enfermedad como la poliomielitis fue preparada en el estado
embrionario, una vez que nuestra constitución morfológica fundamental es creada por la
alimentación ingerida por nuestra madre, mientras estamos en su vientre. De la misma
manera, los niños con pies planos son también susceptibles a la polio, así como la
epilepsia, encefalitis y enfermedades del corazón. El arco de la suela del pie debe ser
suficientemente fuerte, tal como la lámina de un resorte, a fin de absorber el gran
choque que todo el cuerpo sufre a cada paso que da, principalmente, al bajar escaleras,
protegiendo así, los millones de células cerebrales increíblemente sensibles.
Una vez comprendido esto, podemos prevenir la polio y curarla. Es muy fácil
inmunizarse contra ella. Tenemos solamente que abandonar todo el azúcar, todos los
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dulces, chocolate, frutas y jugos de frutas, excepto manzana, frutilla y cereza;
abstenernos de café, condimentos, pan blanco, manteca, queso, carne, exceso de
líquidos; en fin, de todas las sustancias Yin innecesarias para sustentar la vida. Los
remedios, operaciones, vacunas, no serán más necesarios. “Por extraño que parezca,
todos los microbios y virus desaparecen o pierden su virulencia con la dieta
macrobiótica”. Cuando usted esté inmunizado de una vez por todas, no precisará más,
tener miedo a la poliomielitis. Llevando adelante el asunto, pasemos a examinar las
diferentes actitudes de la medicina sintomática occidental y de la de Extremo Oriente, y
observemos cómo proceden en relación a otra enfermedad que en los Estados Unidos
asumió las proporciones de una verdadera plaga: la diabetes. Ningún médico occidental
puede curar la diabetes, a pesar de transcurridos treinta años desde el descubrimiento de
la insulina. Los médicos continúan recomendándola, lo que equivale a condenar a sus
pacientes diabéticos a caminar con una muleta de insulina para el resto de su vida. No
obstante, en el 25º aniversario de su descubriendo, la ineficacia de la insulina como
tratamiento o cura de la diabetes fue públicamente admitida. Entretanto, millones de
diabéticos pagaron millones de dólares por ese remedio ineficaz, no sólo en los Estados
Unidos, sino en todos los países. Y el número de diabéticos aumenta cada día. Una vez
comenzado el tratamiento con insulina, tendrán que conformarse con llenar los bolsillos
de los médicos y farmacéuticos mientras vivan. En la diabetes, el azúcar pasa a la orina.
La medicina sintomática receta la insulina y prohíbe al paciente alimentarse con
productos ricos en carbohidratos. Eso produce alivio, pero no pasa de una cura con
muletas. Sobre la diabetes, la medicina del Extremo Oriente argumenta de la siguiente
manera: dentro del escalonamiento del Principio Unico, el azúcar es el elemento situado
en el extremo Yin de la escala de alimentos. La falta de insulina en el cuerpo, que
desciende los niveles de azúcar sanguíneo, también es Yin. La insulina, siendo un
constrictor, es Yang. El páncreas, un órgano compacto, es Yang en el sentido físico. La
mala función del páncreas Yang es Yin, causando una dilatación en toda esa parte,
principalmente en las células de los islotes de Langerhans. En todos los casos, la
diabetes es causada por un exceso de factores Yin, demasiada comida y bebida Yin. En
consecuencia, el tratamiento precisa ser Yang, y el remedio final consiste en una dieta
bien equilibrada, no demasiado Yin ni Yang.
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X
REMEDIOS EXTERNOS
Cada vez que visito Occidente parece que oigo hablar sobre alguna enfermedad. O una
vieja enfermedad aparece con un nuevo nombre. El diagnóstico es bastante difícil para
los médicos, a pesar de estar equipados con millares de aparatos y técnicas.
Pero el cuerpo humano continúa siendo el mismo y cada enfermedad o molestia es
acompañada por uno o más síntomas clásicos: fiebre, inflamación, diarrea, disentería,
tos, hinchazón, anemia y flaqueza general, o alguna especie de parálisis.
Siguiéndose fielmente el Régimen Número 7 durante diez días, no hay necesidad de
ningún tratamiento específico. Los síntomas deben desaparecer. La macrobiótica, entre
tanto, dispone de una lista de remedios simples, naturales, externos e internos, que
pueden ser útiles.
DENTIE: Se trata de un dentífrico en polvo que preparé usando la berenjena, salada y
seca, después quemada. Llamé “Dentie” a las cenizas. Puede ser encontrada entre los
elementos y asociaciones macrobióticas. Utilicé los antiguos principios de la medicina
oriental para hacerlo; empleando la parte más Yin del vegetal más Yin (la parte
superior) y usando sal, calor, fuego y tiempo –todos Yang- para obtener su esencia
Yang. Todas las enfermedades de la boca, particularmente los dientes y encías, son muy
Yin, causados por productos Yin, ricos en vitamina C y potasio. Dentie es
extremadamente Yang. Aplíquela en un diente dolorido y encontrará alivio inmediato.
Si sufre de piorrea, cepille los dientes y las encías con Dentie, solamente en la parte
externa, antes de dormir. Puede, también, ser usada como pasta de dientes dos veces al
día.
FOMENTO DE TE: Tueste unas hojas de bancha y haga un té. Agregue cinco por
ciento de sal marina y haga un fomento de este té diluido en los ojos. Es especialmente
bueno para inflamaciones y conjuntivitis. Aplique durante diez a quince minutos tres
veces al día.
EMPLASTO DE ARROZ: Aplaste arroz integral con un poco de agua. Aplíquelo
directamente en cualquier herida dolorosa.
EMPLASTO DE CLOROFILA: Berro, espinaca, col, hojas grandes de cualquier
vegetal verde deben ser aplastados formando un emplasto y aplicados directamente en la
frente para absorber la fiebre. Si se golpea en la cabeza, arranque en seguida una hoja
fresca de un vegetal verde y aplíquela en el lugar golpeado para aliviar la molestia.
EMPLASTO DE HABICHUELA DE SOJA: Tome una taza de porotos de soja y deje
en remojo en cinco partes de agua durante la noche. Aplaste, adicione un poco de harina
de trigo integral, aplicando en la frente contra fiebre o inflamación.
FOMENTO DE SAL: Caliente dos o tres libras (una libra = 450 gr) de sal marina no
refinada. Ponga en una bolsa de algodón. Haga fomentos y aplique en cualquier parte
dolorida del cuerpo.
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BAÑO DE ASIENTO DE JENGIBRE: Ralle medio kilo de jengibre y póngalo en una
bolsa de algodón. Hierva en tres cuartos litros de agua. Es muy bueno para disentería.
Siendo blanda, haga sólo la mitad de la cantidad. Moje una toalla en la solución y
aplíquela como compresa caliente en el abdomen.
BAÑO DE ASIENTO DE CLOROFILA: Tome dos o tres “hiba” u “hosina” (hojas
secas de nabo daikon) cocinándolos en 4 litros de agua, con un puñado de sal. Cubra el
cuerpo para calentarlo y, de tiempo en tiempo, agregue agua caliente con hiba para
conservar el baño caliente. Es muy indicado para todas las enfermedades de los órganos
femeninos, útero y ovarios. Después del baño, tome una taza de “syo-ban” y métase en
la cama.
BAÑO DE ASIENTO CON SAL: Tome el mismo baño, sin la “hiba”, usando
solamente sal marina no refinada.
ACEITE PURO DE SESAMO: Filtre aceite puro de sésamo a través de una gasa o
algodón. Aplique una simple gota en los ojos, antes de dormir. A veces es un poco
doloroso, pero es muy bueno para todas las enfermedades de la vista. El aceite de
sésamo es obtenido en los puestos macrobióticos y en muchos de los almacenes y
supermercados occidentales. En muchos países es conocido como aceite dulce.
SESAMO Y JENGIBRE. Ponga una cuchara de té con aceite de sésamo y otra con jugo
de jengibre. Mézclelos bien antes de ingerirlos. Es muy eficaz contra dolores de cabeza,
caspa y caída de cabello.
EMPLASTO DE TOFU. Aplaste un queso de soja blanco –tofu- y adiciónele diez por
ciento de harina. Aplique esto sobre cualquier parte dolorida o inflamada del cuerpo
para obtener alivio inmediato.
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XI
REMEDIOS INTERNOS
FIEBRE: Beba Kuzu, Ume-Syo-Kuzu y crema de arroz integral. Externamente, aplique
emplasto de clorofila, tofu, poroto de soja o carpa.
INFLAMACIÓN. Externamente intente emplasto de albi, carpa, tofu o clorofila,
siguiendo con la aplicación de la compresa de jengibre.
DIARREA O DISENTERÍA: Beba kuzu, o ume-syo-kuzu. Externamente compresa de
jengibre, konnyaku o un baño de asiento de jengibre.
RESFRIADO: kuzu, ume-syo-kuzu y crema de arroz integral.
TOS: Té kohren de loto es un excelente remedio para tos convulsa. Externamente
aplique compresas de jengibre y emplasto de inhame.
HINCHAZON: Daikon (bebida Nº2) o caldo de azuki.
ECZEMA O HERIDAS: Observar estrictamente el Régimen Número 7. Nada más.
Externamente, arroz crudo aplastado con un poco de agua puede ser aplicado en heridas
dolorosas.
PARALISIS: Estricto cumplimiento del Régimen Número 7, tomando el mínimo de
agua posible. Berro o diente de león bien picados y rehogados en una pequeña cantidad
de aceite y sal, o espolvoreados con gomasio, es muchas veces, muy eficaz.
ANEMIA Y DEBILIDAD GENERAL. Estricta observancia del Régimen Número 7,
bebiendo muy poco. También puede ser preparado lo siguiente: picar 30 gr de raíz de
loto, 45 gr de raíz de bardana, 30 gr de zanahoria. Rehogar la bardana en 60 gr de aceite
y, después, adicione el loto y la zanahoria, cocinando bien. Agregue, después, 5 gramos
de jengibre y 150 gramos de miso. Agregue 60 gr más de aceite y cocine bien hasta
quedar bien seco. Esto es llamado tekka número 1.
PARASITOS Y DISENTERÍA AMEBIANA. Tome un puñado de arroz crudo, en vez
de desayuno, masticándolo cien veces. Siga el Régimen Número 7 rigurosamente,
usando gomasio. Coma una ciruela umeboshi un día si y otro no.
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XII
EL ACTO SAGRADO
Para cualquier tratamiento, desde la náusea aérea hasta las venas varicosas, para todas
las enfermedades y perturbaciones del cuerpo humano, sólo hay una receta básica:
oración y ayuno. En otras palabras, una observación rigurosa del Régimen Número 7 y
una profunda meditación sobre la justicia absoluta y la sabiduría infinita del Orden del
Universo.
El almanaque de las enfermedades humanas, abajo trascripto, junto con el comentario
específico sintomático, no pasa de una elaboración de aquella simple afirmación, hecha
arriba. Existen algunas pequeñas variaciones en el uso de la dieta secundaria específica,
dependiendo de las perturbaciones que proceden de demasiados factores Yin o Yang.
Constataréis que ellas son útiles y reconfortantes. Pero, cuanto más cambian los
remedios externos o específicamente sintomáticos, tanto más permanece inalterable la
antigua recomendación de oración y ayuno.
NAUSEA AEREA: Para este mal, así como para la náusea marítima y matinal beba lo
menos posible antes de viajar. Nada de alcohol, azúcar o dulces. Evite, especialmente, el
chicle y los bombones ofrecidos por la aeromoza. En vez de eso conserve en la boca un
poco de gomasio durante el viaje aéreo. Si tuviera fuerzas para seguir el Régimen
Número 7 durante uno o dos meses, usted nunca se mareará nuevamente, tanto en el aire
como en la tierra.
APOPLEJIA: Quien está siguiendo el régimen macrobiótico, no precisa temer a esta
enfermedad. Está inmunizado contra ella. Para los que fueran atacados por este mal, es
aconsejable la rigurosa adhesión al Régimen Número 7.
APENDICITIS. Igualmente, ninguna persona macrobiótica puede ser atacada por esta
enfermedad. El Régimen Número 7 es la respuesta para aquellos que son víctimas de
ella. El mejor remedio externo son las compresas de jengibre, seguidas de emplasto de
inhame.
ARTRITIS: Tal como las otras enfermedades “incurables”, ésta es perfectamente
curable con la severa observación del Régimen Número 7. Externamente, haga
compresas de jengibre y emplasto de inhame.
QUEMADURAS: Absolutamente nada de agua durante algunos días, mientras es
seguido el Régimen Número7, con una ciruela umeboshi adicional, cada dos días.
Aceite de sésamo externamente, también es recomendable.
ENFERMEDAD DE BASEDOW. Muy fácil de curar con el Régimen Número 7 y
gomasio.
CATARATA: Es causada por la ingestión de demasiada azúcar y vitamina C durante un
largo período. Se recomienda el Régimen Número 7 con gomasio
PRESIÓN DE VIENTRE: Nuevamente, la causa de esta perturbación es demasiada
comida y bebida Yin –azúcar, vitamina C, frutas, ensaladas, papas fritas, tomates y
salsas- Deje de comer estas cosas y quedará curado, como si despertase de una
pesadilla. Si el Régimen Número 7 no trae un alivio completo dentro de unos pocos
días, su caso es grave. Demuestra que sus intestinos perdieron toda elasticidad y están
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completamente paralizados. Aguarde unos días más, bien semanas. No hay motivo de
preocupación si está siguiendo el Régimen Número 7. Ninguna fermentación venenosa
ocurrirá en sus intestinos comiendo la alimentación natural macrobiótica. No se asuste,
mientras sus intestinos no restablecieren la elasticidad natural.
TOSES: Respetando el Régimen Número 7, con gomasio, cualquier tos, incluso la tos
convulsa, terminará en pocos días. Incluso una vieja tos asmática de 20 años desaparece
con este tratamiento. Té de loto y kuzu también son muy buenos.
CALAMBRES MUSCULARES: Más de una vez, la causa es el exceso de Yin, frutas y
dulces. Generalmente, atacan las piernas, que son las más Yang y, por lo tanto,
acostumbran a neutralizar el Yin en exceso. Si los calambres atacan al corazón, el
resultado puede ser fatal. Los calambres, así como los otros síntomas y sufrimientos,
son alarmas, telegramas mandados por Dios. Si usted toma sedantes, drogas o hace
tratamientos sintomáticos, estará empeorando el sistema de alarma contra incendios sin
conseguir llegar cerca de la causa del fuego.
CASPA, CAÍDA DE CABELLO Y CALVICIE: Agua en exceso, muchos dulces,
frutas, azúcar, vitamina C –todos ricos en potasio- son las causa de todas las
perturbaciones del cuero cabelludo. Evite su uso y quedará curado sin ningún
tratamiento. (Después de curado, intente la siguiente experiencia que confirmará la
causa de sus perturbaciones: coma uno de los alimentos Yin –tomate, pera, berenjena,
vinagre o miel -, antes de acostarse. En la mañana siguiente encontrará cabello en la
almohada o en el peine, diez veces más que en la víspera). Al cepillar, use cepillos de
cerda natural. Los cepillos y peines plásticos, cosméticos, lociones y tinturas son muy
Yin.
DIARREA Y DISENTERÍA: Nuevamente, la causa es demasiada vitamina C o mucha
fruta. Adhiera al Régimen Número 7 y no beba agua ninguna. Aplique compresas de
jengibre y emplasto de inhame en el abdomen. Para la disentería infantil, el tratamiento
y la causa son los mismos. Un baño de asiento de jengibre puede ser más fácil y tiene la
misma eficacia.
ECZEMA. Todo eczema es resultado de una enfermedad renal. Ningún tratamiento
sintomático es necesario o recomendable. Siga el Régimen Número 7, dejando
absolutamente de tomar líquidos durante algunos días. Mi esposa frecuentemente ha
curado esta enfermedad “incurable” en tres días.
DOLOR DE CABEZA: Los dolores de cabeza son avisos de una posible hemorragia
cerebral incipiente. Son provocados por exceso de alimentos ricos en Yin. Tomar una
aspirina para matar el dolor, es suicidio, porque estaremos eliminando el dolor con la
paralización de nuestro sistema nervioso, nuestro radar, nuestra alarma de autodefensa.
Los dolores de cabeza son alarmas dadas por Dios que indican demasiada acidez en la
sangre, y la aspirina es un ácido fuerte, así como todas las vitaminas. El dolor de cabeza
es una señal de que el peligro penetró en la propia fuente de su vida. Siga rigurosamente
el Régimen Número 7 y será aliviado. Tome una cucharada (de sopa) de gomasio. Las
siguientes bebidas, son también muy buenas. Yannoh, kokoh, té mu, syo-ban, kuzu,
ume –syo-kuzu. Crema de arroz también es eficaz.
HEMORROIDES: Seguir estrictamente el Régimen Número 7. Si el dolor fuera mucho,
haga una compresa de jengibre y un emplasto de inhame, externamente.
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HERNIA: Siga el Régimen Número 7, rigurosamente, aumentándolo con kombu.
Kombu es una ancha hoja verde, marítima, que puede ser conseguida seca en los
puestos macrobióticos o en los almacenes japoneses. Aparte una hoja gruesa, lávela con
agua, conservando ésta para otro plato, pues contiene preciosas sales minerales. Corte el
kombu en pequeños trozos de 4 centímetros cuadrados. Agregue tres partes de agua y
cocine bien hasta que quede seco. Agregue 10 a 20 por ciento de salsa de soja y cocine
nuevamente hasta que quede seco.
HIPERINSULINISMO: Es una enfermedad de transición antes del ataque de
hipoinsulinismo que constituye la diabetes. Es fácilmente curable con la observancia del
Régimen Número 7.
INFLUENZA: Crema de arroz integral, kuzu, ume-syo-kuzu y té mú son adicionales
eficaces al Régimen Número 7. No precisaría decir que, una vez adoptado el régimen
macrobiótico, se queda inmunizado a la influenza.
IMPOTENCIA: Ver el capítulo sobre los desajustes sexuales en la página 85.
INSOMNIO: Siga el Régimen Número 7 rigurosamente y tome una taza de bancha con
salsa de soja (shoyu) antes de dormir.
ICTERICIA: Ayuno completo sin comer ni beber durante tres días, es lo recomendado.
Después, crema de arroz con un poco de umeboshi. Si la ictericia atacara a un bebé
alimentado por la leche materna y no se cura en pocos días, es muy peligroso. La madre
precisará convertirse en Yang, pasando a comer alimentos Yang. Nada de eso es
necesario para el bebé.
LEUCORREA: (Blanca, verde o amarilla). Es muy común. Las mujeres afligidas por
esta enfermedad son infortunadas, por ricas, bellas e inteligentes que sean. La variedad
verde es la más Yin. Siga el Régimen Número7, agregado baños de asiento muy
calientes, por dos semanas, quince minutos antes de acostarse.
JAQUECA: Puede ser fácilmente curada en pocos días con el Régimen Número 7 y un
poco de gomasio.
MENSTRUACIONES IRREGULARES: Régimen Número 7 con té mu. Tome menos
agua. Haga uno de los baños de asiento.
MIOPIA: La mayor parte de las variedades de esta enfermedad es causada por la
expansión del diámetro del ojo, lo que es Yin. Algunos tipos de miopía, entretanto, son
causados por un aumento del poder de refracción del cristalino, provocado por
demasiado Yin y, algunas veces por demasiado Yang. Cualquier variedad puede ser
curada por el Régimen Número 7, junto con 30 a 60 gramos de daikon (nabo blanco y
largo, japonés, crudo) y un poco de gomasio. Debe seguirse durante un mes o más.
PROLAPSO: Nuevamente el Régimen Número 7 con un poco de gomasio. Compresa
de jengibre y emplasto de inhame.
PERIOSTITIS: Régimen Número 7 con un poco de gomasio. Externamente, compresas
de jengibre y emplasto de albi, cuatro veces al día.
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PARANOIA: Estando la fisiología ligada a la psicología, es obvio que la enfermedad
mental puede ser curada por la dietética. La enfermedad mental reacciona bien al
tratamiento macrobiótico y hace efectiva la cura porque los enfermos mentales
habitualmente están en buenas condiciones físicas. La paranoia es una variedad de
esquizofrenia, que tiene una base Yin muy fuerte, combinada con una excesiva
composición Yang, llevando a la violencia y a la crueldad. Es recomendable el
Régimen Número7 con abstención completa de cualquier alimentación Yang.
REUMATISMO. Beba cada vez menos. Al seguir el Régimen Número7, limítese al
arroz o crema de arroz, servido lo más espesa posible. Externamente, haga compresas de
jengibre y emplasto de inhame.
ESQUIZOFRENIA: Se trata de una enfermedad mental caracterizada por la separación
de los procesos mentales y físicos. Esta perturbación es una enfermedad Yin,
caracterizada, casi siempre, por una falta de Yang (fuerza centrípeta) y una pérdida de
los límites del ser, una sensación de irrealidad y alejamiento del mundo, hasta del
propio cuerpo. Así como el cáncer es la enfermedad más Yin de las personas dotadas de
fuerte constitución física, la esquizofrenia es la enfermedad más Yin de las personas de
constitución frágil. El Régimen Número 7 debe ser observado rigurosamente durante
tres semanas, por lo menos. Shyo-ban y otras bebidas Yang también son recomendadas.
DOLOR DE ESTÓMAGO: Crema de arroz con un poco de gomasio. Shyo-ban y umesyo-kuzu como bebida. Externamente, compresas de jengibre y emplasto de albi.
ESTERILIDAD: El Régimen Número 7 debe ser observado, absoluta y rigurosamente,
durante dos semanas, por lo menos y después Régimen Número 6 al Número 4, durante
varios meses. Cualquiera de los baños de asiento, muy calientes, debe ser tomado 15
minutos antes de dormir.
DLOLOR DE DIENTES: Aplique Dentie en el diente afectado y en las encías
circundantes. No tomar líquidos Yin.
TRACOMA: Régimen Número 7 con un poco de gomasio. La crema de arroz integral
es recomendada así como kimpira, cuya receta está bajo el nombre de tekka. Existen dos
especies de tekka. La primera está bajo el título de remedios internos. La segunda es
hecha picando 60 gr de loto, 15 gr de raíz de bardana, 15 gr de zanahoria, 6 gr de diente
de león. Fría primero la bardana en 60 gr de aceite, hasta que los vegetales sequen.
VARICES: Se pueden aclarar, rápidamente, las venas varicosas con el Régimen
Número 7, evitando todo lo que sea Yin. Un baño de asiento de 15 minutos, antes de
dormir, es muy recomendable para las mujeres.
Esta lista parcial de enfermedades y remedios da una idea general del tratamiento
macrobiótico de las enfermedades físicas y mentales que desarrollé durante mi
experiencia e interpretación de la más antigua medicina filosófica oriental. Aquellos que
poseen combinaciones de enfermedades precisan estudiar, contemplar y observar sus
propios cuerpos, y tratarse a sí mismos, así como cualquier animal lo hace. Cada uno
debe y puede ser su propio médico. Una vez que haya adquirido una percepción interna
sobre la filosofía práctica de Oriente, junto con una fe genuina y profunda en la justicia
absoluta del Orden del Universo, nada le será imposible.
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Si usted siguió fielmente el Régimen Número 7, durante diez días o dos semanas,
seguramente ya tuvo un relámpago de felicidad y salud. Esto, a su vez, podrá ayudarlo a
comprender algunas de las afirmaciones de este libro que, al principio, podrán haber
parecido arrogantes, infantiles o absurdas.
Seguir un régimen macrobiótico le ayudará a comprender la macrobiótica mejor que
leyendo un libro sobre ella. Lo ayudará a comprender por qué cualquiera que siga un
régimen macrobiótico puede quedar completa y permanentemente inmunizado contra
todas las enfermedades.
Si usted se liberó de alguna enfermedad, de mayor o menor gravedad, y tuvo la
oportunidad de constatar la apreciable mejoría de su salud, como consecuencia de la
observancia de las antiguas leyes presentadas en el comienza de este libro, podrá ser
más aventurero e intentar regímenes más complicados, del Número 6 para abajo,
agregando vegetales, siempre que hayan sido plantados y madurados localmente y
dentro de la estación, tales como cebolla, zanahoria, zapallo, nabo, col, coliflor, berro,
achicoria y lechuga. También, dependiendo de la localización geográfica, su dieta puede
incluir maravillosos vetéales silvestres, tales como diente de león, ortigas, bardana y
bolsa de pastor. Existen millares de plantas silvestres comestibles, hojas, raíces, bulbos,
flores, granos, simientes, creadas por Dios sin ninguna intención comercial.
Fueron pasando de moda desde los tiempos venturosos de nuestros abuelos y nunca se
plantaron para ser vendidos y comercializados. Están, por lo tanto, puros, libres de
fertilizantes e insecticidas. Son todos deliciosos debidamente preparados, y poseen un
gran valor medicinal.
Aprenderá cómo preparar sopas, hacer pan, crear toda la suerte de platos deliciosos y
originales. Hasta aprenderá cómo usar alimentos animales, especialmente ostras, en
pequeñas cantidades cuidadosamente preparados y servidas con originalidad.
Todos los alimentos animales son prohibidos en el budismo, especialmente el Budismo
Zen, como entre muchas ramas de la Iglesia Cristiana en América, tales como los
Adventistas del Séptimo día. La prohibición de la Iglesia Católica de comer carne los
viernes, y algunos días de Cuaresma, está basada en una antigua tradición.
El budismo Zen, que prohíbe rigurosamente el alimento animal, es el tipo superior de
Budismo, biológica y fisiológicamente. Sin el Syozin Ryori –la cocina que desenvuelve
el juicio supremo- sin la macrobiótica, no existe el verdadero budismo.
Pero como usted, probablemente, no tiene gran apuro en alcanzar el Satori, puede comer
platos especiales, de vez en cuando, hasta que finalmente esté libre de cualquier
dependencia del reino animal. En ese lapso, no es nuestro deseo crear un miedo
mórbido a cualquiera de los alimentos animales. Si usted consiguió establecer un
equilibrio apropiado Yin -Yang en su sistema, ejerciendo el debido cuidado, puede
aprender a neutralizar los efectos del alimento animal. Es una cuestión de grado y
proporción. La cantidad mata la calidad. Yin se puede convertir en Yang. Una gota de
agua tiene propiedades diferentes de las del océano. Inclusive lo conveniente se
transforma en inconveniente con el exceso. Pero, antes de experimentar, se debe haber
aprendido la filosofía del Principio Único y las técnicas prácticas de la cocina
macrobiótica.
Usted puede cometer errores, pero tiene la posibilidad de corregirlos. Puede guiarse por
las materias fecales (como ya fue indicado antes) según la forma, peso y color de las
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evacuaciones. Si existe algún desequilibrio, vuelva inmediatamente al Régimen Número
7 por algunos días o semanas, hasta estar con la salud completamente restablecida. De
cualquier forma, debe siempre estar dentro de los 10 regímenes, del Número 6 para
abajo y a través de los negativos. Sin embargo, cuanto más baja sea la escala seguida,
tanto más complicados serán los balanceamientos que tendrá que hacer.
Entretanto, para evitar errores muy comunes a los principiantes de la cocina
macrobiótica, observe rigurosamente, y en cualquier caso o circunstancia, los siguientes
“NO”:
No pele los vegetales. Cepíllelos bien y aprenda a usar cada parte del vegetal. Las
cáscaras de la cebolla, la cabeza de las zanahorias, las hojas del coliflor. Bastan apenas
imaginación y coraje para usarlos creativamente en su cocina.
Nunca deje el vegetal dentro del agua, tanto entero como cortado. Evite el uso de mucho
aceite al cocinar. Dos cucharadas de sopa por persona, diariamente, es el máximo.
Evite comer vegetales en gran cantidad. Considérelos principalmente como un
condimento y complemento de su alimento principal, los cereales. Su alimentación
diaria debe consistir de 70 a 90 por ciento de cereales. Dos cucharadas de vegetales
cocidos en cada refección es un límite seguro.
Evite usar mucha agua en la preparación del alimento. En general, los cereales deben ser
bien cocidos, y con todo, lo suficientemente secos para exigir una buena masticación
Nunca trague la comida olvidando su necesaria masticación. Si mastica de 30 a 50
veces, esto lo ayudará a no comer demasiado. Puede comer tanto cereal como desee,
siempre que lo mastique debidamente.
No abuse con la sal. Precisamos yanguizarnos progresivamente, no abruptamente.
No intente limitar drásticamente la ingestión de líquidos a fin de curarse, recayendo
después violentamente, en los antiguos hábitos de beber. Alteraciones bruscas violentan
todo el sistema.
No se empache cuando esté siguiendo los regímenes macrobióticos. Mucho ejercicio y
bastante trabajo manual, máxima actividad física son muy útiles, si no esenciales, en los
regímenes macrobióticos.
Deje de tomar píldoras o medicamentos de cualquier especie.
No desperdicie comida, ni siquiera un grano de arroz. Si cada uno desperdicia un grano
de arroz por comida, esos tres billones de granos podrían ser en un año, suficiente para
alimentar un millón de personas.
Evite cocinar en exceso Y no tenga miedo de comer cereales “fermentados” o
“descompuestos”. No hay peligro en usarlos, justamente lo contrario. La digestión es
descomposición y disminuirá el trabajo del estómago. El arroz cubierto de moho puede
ser fácilmente digerido. Después de haberse curado con el Régimen Número7 y pasado
a observar una dieta más complicada, un norma buena de seguir es la de no comer nada
que en estado vivo pueda ofrecer resistencia o huir. Los vegetales, algas y ostras no
están en esta categoría.
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No coma ningún alimento industrializado que haya sido preparado químicamente.
Después que el cuerpo se acostumbró a la alimentación macrobiótica normal y natural,
los alimentos procesados industrialmente, que contengan muchos elementos químicos,
se vuelven particularmente peligrosos y se puede esperar una reacción inmediata.
Puede comer todo lo que está de acuerdo con el Orden del Universo, tal como la fruta de
estación que es plantada y cosechada orgánicamente libre de insecticidas y aplicaciones
químicas. El Orden del Universo es la justicia absoluta. Si América produce 200
millones de manzanas por año, usted debería comer solamente una cada verano. Eso es
justicia. Si come más, usted está robando a su vecino y será castigado, tarde o temprano,
por la prisión, en un reformatorio que se llama enfermedad.
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XIII
SOBRE LA SAL
El mar que nos circunda acepta todas las cosas, acogiendo los restos de los ríos,
transformándolos a su semejanza, límpida, bella y pura. La inmensidad del mar acoge
todas las cosas peligrosas, tales como los multiplicantes parásitos, los innumerables
microbios y virus considerados los estigmas del enemigo del hombre, el pus con olor
asqueroso, la sangre envenenada, los residuos radioactivos letales, el excremento de
millones de ciudades y billones de hombres. Transforma todos los detritos en
relucientes cristales esmeraldinos.
Limpiando todo con lo que entra en contacto, renovando todo lo que alcanza, el mar da
vida a toda la flora y fauna, como madre de toda la vida terrestre animal y vegetal. El
hombre tiene su origen en el mar que lo rodea. Y ¿cuál es el secreto de este poder del
mar, de limpiar, renovar y crear?
Es la sal marina.
Sin la sal, el mar, con toda su inmensidad, no sería más que una cloaca enorme, un
vivero de gérmenes y microbios. La sal del mar transforma todo el inaccesible
microcosmos en un espectacular vivero de plantas y cosas vivas de belleza sin par. El
mar modifica todo permaneciendo siempre igual. La sal es el secreto de su milagro.
La sal es lo mágico. Y la sal es Yang.
El origen marítimo del hombre le imprimió una marca para toda la eternidad, que es la
sal de su sangre. Sin sal en las venas, el hombre igual que un pez fuera del agua, se
fatiga y muere. La corriente sanguínea salada es una réplica en miniatura y un recuerdo
de su origen acuático. Tal como la sal del mar, la sal de la sangre limpia, renueva y
transforma todos los peligros en donaciones necesarias de vida, nutriendo nuestras
células, alimentándolas con oxígeno. Si la sangre pierde su salinidad, la consecuencia es
la enfermedad que lleva a la muerte.
Si el hombre carece de sal, el mal y el infortunio se multiplican. Si el mundo en que
vivimos está impregnado de mal, miseria, crimen y conflictos es porque los seguidores
de Cristo abandonaron su mandamiento: “debéis ser como la sal de la tierra”.
En vez de esto se saciaron con la esencia extraída del fruto prohibido.
El hombre creó la civilización después del descubrimiento del fuego y de la sal. La sal
ha sido considerada como la cosa más preciosa para nuestra vida diaria, desde los
principios de la historia. Los primeros caminos y huellas a través de inmensas
extensiones terrestres fueron hechos por los animales que buscaban y encontraban la
fuente salina necesaria para su supervivencia. Hombres que resistieron a la tentación del
oro vendieron sus mujeres e hijos como esclavos, a cambio de sal. La sal es el patrón
internacional de salud, por encima y más allá del oro. Aún actualmente, exploradores
que se aventuran por territorios prohibidos, cargaban sal para ofrecerla a los pueblos
desconocidos e inamistosos. La palabra “salario” significa: paga en sal.
La función más importante y fundamental del cuerpo humano resulta de un
balanceamiento y equilibrio entre el sodio y el potasio en la sangre, especialmente el
cerebro –las siete pulgadas entre la raíz de la nariz y el occipital- nuestra más valiosa
posesión.
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Hace más de treinta años en la Sorbona de París, el profesor Quinton presentó la teoría
de que todos los seres biológicos terrestres provienen del mar. Su trabajo fue el
resultado de toda una vida de estudios. Su fascinante libro L´EAU DE MER, o agua de
mar, fue leído y aceptado por escuelas científicas de todo el mundo. Su laboratorio en
París y su clínica en el Atlántico, son mundialmente famosos. El creó la palabra
“talasoterapia”, que significa el uso de sal en la terapia, y su plasma pasó a ser un
elemento indispensable en la medicina occidental.
Para sorpresa mía, no obstante, como visitante que soy del Extremo Oriente, el miedo a
la sal invadió la medicina sintomática occidental. Se volvieron moda las dietas sin sal.
Fueron fabricados y creados alimentos sin sal para explotar esa fobia. No consigo
descubrir ningún fundamento para tales ideas.
No hay peligro en ingerir una pequeña cantidad de sal no refinada, marina, o gomasio
(sal mezclada con simiente tostada de sésamo) conjuntamente con una dieta
macrobiótica. Experimente durante diez días o solamente uno. Verificará que no existe
ningún peligro. Al contrario, sentirá una mejoría si fue ingerido en dosis razonables. No
se deje sugestionar por las mudables supersticiones y modas de la medicina sintomática.
Deje que su propio cuerpo le dé la respuesta.
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XIV
SOBRE EL AZÚCAR
Por otro lado, con relación al azúcar o sacarosa, la medicina y la ciencia occidental
recién comenzaron a hacer sonar la señal de alarma al respecto del fantástico aumento
per cápita de su consumo, especialmente en los Estados Unidos. Recelo que sus
pesquisas hayan llegado con un atraso de varias décadas.
El azúcar blanco químicamente refinado, tuvo una difusión relativamente reciente en la
civilización occidental. El azúcar natural, no refinado, el azúcar obtenido mediante la
cristalización de la savia de caña, y el azúcar de la remolacha, fueron un lujo poco
común en la historia del hombre, hasta épocas bien recientes. Era completamente
desconocido en los tiempos de Buda, Lao Tsé y Jesús Cristo, pues no es mencionado en
los anales de la época. Es completamente diferente de la frutosis natural del azúcar
vegetal y de las frutas que contienen muchos minerales, proteínas, aceites y vitaminas
necesarios para mantener nuestra vitalidad. El azúcar refinado industrialmente, carece
por completo de estos elementos naturales y contiene muchos elementos químicos
realmente perjudiciales para la salud humana. Confío en que la medicina occidental
admitirá, algún día, aquello que hace años es bien conocido en Oriente, o sea, que el
azúcar es, indiscutiblemente, el asesino número uno de la historia de la humanidad,
mucho más letal, que el opio o las emanaciones atómicas especialmente para aquellos
pueblos que tienen el arroz como alimento básico. El azúcar es el mayor mal que la
moderna civilización industrial envió a los países macrobióticos de Extremo Oriente y
África. El azúcar se convierte en agua y CO2 en el cuerpo, debilita los elementos Yang
de la sangre y aumenta la proporción de K y Na. Es el más Yin de todos los productos
usados como alimento humano y es la causa directa de numerosas enfermedades fatales.
Cada año, los gigantescos carteles del azúcar engendran nuevos medios de descargar la
enorme superproducción de azúcar industrial en los pueblos indefensos del mundo. Y,
actualmente, el niño norteamericano medio, consume azúcar en una proporción
desmedida comparado con los niños de cincuenta años atrás. Será de admirarse si la
leucemia y otros cánceres roban la vida de más niños inocentes por año, en los Estados
Unidos, que cualquier otra enfermedad. La ciencia occidental admite la verdadera
devastación provocada en los dientes de los niños, incluso pequeños, por las bebidas
azucaradas, caramelos, helados y dulces. El resto del cuerpo difícilmente queda inmune.
Así como el azúcar derramado atrae a las hormigas y los insectos a nuestras cocinas,
también atrae los microbios y los parásitos para nuestros cuerpos.
El cáncer es, sin duda, una enfermedad Yin caracterizada por la expansiva
multiplicación de las células en uno u otro órgano del cuerpo. Su causa básica es
siempre un exceso de Yin en la dieta diaria. El cáncer de la sangre aparece solamente en
aquellos que se exceden tomando bebidas azucaradas, helados, leche, café y té
azucarados. ¿No encuentran interesante que aquellos que son golosos por las cosas
dulces, perezcan automáticamente?
Un niño, criado dentro de una dieta macrobiótica, escupirá automáticamente el azúcar
que le sea dado, pues ésta le quemará la boca. Aquellas personas tontas, que dan o
venden caramelos a los niños, tendrán un día que pasar por el horror de descubrir que
son las responsables de consecuencias imprevisibles.
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XV
SOBRE LA LECHE
En la China, Japón, y aún en la India, el pueblo vivió durante millares de años sin beber
leche animal. Hasta hoy, más de un billón de personas en Oriente bebe té sin agregar
azúcar o leche.
¿Por qué en Occidente el hábito de beber leche se convirtió casi en religión? La leche de
vaca es para nutrir becerros. No hay razón para que el hombre viva de la leche de un
animal, especialmente de un animal inferior, biológicamente, intelectualmente.
Los pueblos de Oriente no evitan la leche por razones sentimentales, y sí porque
respetan las leyes naturales biológicas del Orden del Universo. La leche es nutrición
indispensable para los becerros sin dientes. Luego que las jóvenes crías de los animales
adquieren los dientes y son apartados de las mamarias, dejan de beber leche. Las vacas
y las perras nunca permiten que sus crías mamen después de tener los dientes. Ningún
animal lo permite.
La leche para niños, como teoría de dietética, es una superstición sentimental moderna,
concebida y propagada comercialmente. El índice de mortalidad entre los niños
artificialmente alimentados con leche animal, comprobadamente, superior al de los
niños alimentados con leche humana. Hay posibilidades de perfeccionar la calidad de la
leche animal y, así, disminuir la mortalidad infantil pero nunca será posible convertir la
leche animal en leche humana. Esta ley biológica natural no puede ser quebrada. Un
niño alimentado con leche animal es, literalmente, fisiológica y biológicamente, un
pariente del becerro. Se vuelve estúpido, carente de intelecto, delicadeza, sociabilidad y
espiritualidad.
En Oriente hace millares de años, existe un régimen tradicional de educación biológica
y embriológica a ser observado por las mujeres, desde el inicio de la gravidez hasta el
día en que el niño abandona el pecho. La nutrición de un recién nacido es proveniente,
exclusivamente, del seno materno. La vida diaria de la madre, todas sus actividades, su
dieta, sus lecturas y sus pensamientos son severamente regulados de acuerdo con el
Principio Único del Orden del Universo.
Si la madre no posee leche para su bebé, o si ella muere después del nacimiento, es un
deber para el jefe de familia buscar un ama. En la selección del ama, debe ser conocido
todo respecto a ella. Sus antecedentes –tanto como los de su familia, de su marido- su
personalidad, sus actividades físicas e intelectuales, su belleza, su fidelidad y, sobre
todo, sus características astrológicas. En Extremo Oriente, una madre que no pueda
amamantar a su hijo, nunca pensará en contratar un ama que no posea todas esas
cualidades. Las familias orientales saben que la educación embriológica y la primera
alimentación de un niño son mucho más importantes que la elección de un colegio para
su educación futura.
Ninguna familia oriental pensaría en transferir la nutrición de un niño a un ama escogida
fortuitamente y, mucho menos, de lacticinios. La calidad y cantidad de leche de la
madre, controla el destino de su hijo. En los casos en que la leche materna falta, los
bebés pueden ser alimentados con Kokoh, una leche macrobiótica de cereales, hecha de
arroz tostado, arroz glutinoso, avena, soja y simientes de sésamo reducidos a la forma
de un polvo.
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XVI
SOBRE LOS LIQUIDOS
Tomar menos líquidos es muy difícil, especialmente en América donde la teoría
simplista de “beba cuanto pueda” está de moda hace tantos años, y donde el consumo de
grandes cantidades de bebidas dulces con azúcar químico se convirtió en un hábito
nacional. Es mucho más difícil beber razonablemente que comer sabia y simplemente.
Pero eso es extremadamente necesario para nuestra salud y felicidad.
En términos de cantidad, el agua es el componente más importante de nuestros cuerpos.
Setenta y cinco por ciento del peso de nuestro cuerpo está constituido por agua. Pero un
exceso de agua en el sistema puede reducir nuestra vitalidad, una vez que significa una
proporción disminuida de la sangre, baja la temperatura del cuerpo y fuerza el corazón y
los riñones a un exceso de trabajo.
El agua está evaporándose constantemente, pues es dominada por una fuerza centrífuga
Yin. Generalmente, los que son muy activos físicamente, beben mucho más agua que
aquellos que no lo son. Pierden agua del cuerpo por la actividad y la transpiración y
quedan sedientos. Pero, cuando todos los demás elementos son iguales, aquello que
contiene agua es más Yin que aquello que es seco. Los que beben grandes cantidades de
líquidos y no son muy activos físicamente, quedan muy Yin; friolentos, inactivos,
desalentados, débiles y perezosos.
El arroz cocido, por ejemplo, contiene de 60 a 70 por ciento de agua, y la mayoría de los
vegetales contienen 80 a 90 por ciento. Inevitablemente, estamos, por lo tanto,
consumiendo siempre líquidos Yin, aún cuando no estamos bebiendo. Agregándose
agua a un grano de cereal, que ya contiene 13 por ciento de agua, él se dilata, se
descompone (Yin) y empieza a germinar (Yin). Todas las actividades son expansivas y,
por consiguiente, son Yin.
Las personas, generalmente, quedan más plácidas cuando llueve, pero son mucho más
activas y felices cuando el tiempo está claro. Esto es especialmente comprobable
cuando se sufre de reumatismo.
El reumatismo es una enfermedad Yin que puede ser curada tomándose poca agua y
eliminando de la dieta todos los alimentos que son ricos en agua, especialmente el
azúcar que se convierte en agua y CO2 en el cuerpo humano, cosas éstas que
disminuyen la cantidad de los componentes Yang de la sangre y aumenta la proporción
de K/Na. Para acelerar la cura macrobiótica, beba lo menos posible de manera que,
siendo mujer orine solamente dos veces en 24 horas y, siendo hombre, tres veces
durante el mismo período.
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XVII
SOBRE LA MASTICACIÓN
Mahatma Gandhi dijo: “Debéis masticar los líquidos y beber los sólidos”.
Se debe masticar cada bocado de alimento, por lo menos, 50 veces. Si pretendéis
asimilar la filosofía macrobiótica más rápidamente y alcanzar un patrón más elevado de
salud lo más rápidamente posible, masticad más veces. De 100 a 150 veces. Algunos
alimentos, los granos especialmente, se vuelven más sabrosos cuando son bien
masticados.
Por otro lado, cuanto más se mastica la carne tanto menos sabrosa es. El placer
sensorial reside, en gran parte, en la memorización de su olor, del chirrido y del jugo.
La comida que es realmente buena y necesaria para el cuerpo, es tanto más sabrosa
cuando se pierde el hábito de devorarla en pedazos y se adquiere el hábito natural de
masticar bien. Usted encontrará en los más simples alimentos placeres que no
abandonará hasta el fin de su vida.
La digestión de los cereales y otros almidones empieza en la boca. Masticar bien es un
ejercicio excelente y muy importante, pues nos fuerza a prestar atención y tomar
conciencia de aquello que se está haciendo; o sea, recordar que el acto de alimentación
es vital y sagrado. Toda comida debe ser ingerida con gratitud, agradecimiento
placentero y con el máximo de calma.
Durante millares de años el acto de la nutrición, en Oriente, fue considerado sagrado. En
otros tiempos y en otros lugares, aún actualmente, los hombres todavía conservan esta
actitud de gran respeto por su alimento. Algunos agricultores, que están más cerca de
los elementos y del reino vegetal, sienten instintivamente la importancia del festín diario
y dan al acto de alimentación la atención y respeto que merece.
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XVIII
SOBRE LOS ALIMENTOS BASICOS
Uno de los más importantes descubrimientos de la historia del hombre, paralelo al uso
del fuego y la sal, fue el descubrimiento de un alimento básico, la espina dorsal de la
dieta diaria; el sostén de la vida. Posee ramificaciones a través de todo el conjunto de
actividad humana: biológico, fisiológico, geográfico, político y económico.
En Oriente, especialmente en Extremo Oriente, el concepto de alimento básico era
considerado el fundamento de la vida. El alimento básico (granos) fue deificado en el
principio de la historia. El arroz, el trigo, la cebada, el trigo sarraceno, el mijo, la avena
y demás granos fueron cultivados en Oriente desde tiempos prehistóricos, siendo
considerados como plantas sagradas y santas.
Una de las cosas que considero más extrañas en los países occidentales, es la virtual
desaparición de este concepto de los granos como alimento básico, excepto en los
rótulos promocionales de los fabricantes de alimentos, que hicieron del tratamiento
químico una industria, “yinnizando” el arroz, trigo, avena y otros granos
Algunos platos especiales –en muchos casos adaptados por cocineros macrobióticos
americanos de algunas recetas originales creadas por mí y por mi esposa- serán dados a
conocer. Fueron seleccionados del libro de cocina descripto en el final de esta obra. Se
destinan a establecer un equilibrio sano en vuestra constitución física, neutralizando el
demasiado Yang y el demasiado Yin, siendo este último el de mayor peligro. También
están adaptados a la experiencia de los amigos americanos, que aprendieron cómo evitar
toda la línea de alimentos del mercado americano, que hayan sufrido una
contaminación organizada a través del uso de insecticidas, fertilizantes y diversos
procesos químicos. La macrobiótica no es una especie de vegetarianismo meramente
sentimental. Si los alimentos animales deben ser evitados es con la finalidad de
preservar y perfeccionar la habilidad humana de pensar. La carne animal es ideal para
los animales irracionales. Las glándulas animales producen hormonas que son buenas
para los animales, imposibilitados de pensar. El centro de sensibilidad, por consiguiente,
no es tan desenvuelto como el nuestro.
Una vez comprendidos perfectamente los conceptos de alimento básico y subsidiario, el
punto crucial de equilibrio (K/Na), cinco por uno entre Yin y Yang en la dieta diaria se
vuelve digerible y posible. Sin este concepto, terminamos por tener nuestra
alimentación diaria guiada solamente por intermitentes caprichos, manías y fantasías,
comiendo cualquier cosa que tiente nuestros sentidos en el momento, o viciando sus
sensaciones con la abundancia o la costumbre.
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XIX
ALIMENTOS VITALES
Arroz (Oryza Sativa)
El arroz oscuro, natural, integral, sin pulimento, es el alimento perfecto. Ha sido,
durante millares de años, el alimento básico de las más antiguas civilizaciones de
Oriente. Puede ser guardado indefinidamente, sin conservadores químicos y
refrigeración. La cáscara protectora natural de cada grano de arroz es
extraordinariamente resistente a todos los productos químicos, incluso al ácido sulfúrico
y ácidos en general. Cada grano integral contiene todas las sales minerales naturales,
vitaminas, proteínas y lípidos (compuestos orgánicos que producen las grasas necesarias
para la nutrición del hombre).
Si a un ratón domesticado le fuera dado elegir entre el arroz natural oscuro integral y el
arroz blanco y pulido, él, instintivamente, elegirá el primero y nunca el arroz blanco.
Este instinto básico de supervivencia, de decir “si” a la vida, gobierna la más crucial
decisión de los animales: qué comer. En el hombre occidental ese instinto básico fue
abandonado, si no perdido, por años de escarnio a las leyes básicas de la naturaleza.
Hace unos sesenta años, después de la invención alemana de las máquinas pulidoras
“Engelberg”, que despojan cada grano de arroz de su revestimiento protector y
transparente externo, transformándolo en el así llamado arroz refinado y pulido, fue que
el arroz blanco se puso de moda. Esas máquinas no solamente hicieron lo que algunas
personas ya habían hecho, desgranándolo manualmente, sino que lo hicieron peor.
Despojaron a cada grano de arroz, también, de sus partículas intermediarias e internas,
las cuales contienen preciosos minerales y substancias nutritivas. Ese “beneficio” de
nuestro alimento natural perfecto se fue extendiendo al pre-cocimiento y embalaje, hasta
que poco sobró además del perecedero hidrato de carbono central –despojado de sus
cáscaras protectoras- que no puede ser almacenado y guardado sin el uso de adicionales
químicos.
Cocinar su alimento básico, el arroz oscuro, integral, sin pulimento, será una de las más
provocantes y recompensadoras experiencias de su nuevo régimen. Una pesada y
moderna cacerola de presión (la presión es Yang) es un instrumento valioso y que
ahorra tiempo. Primero, lave bien el arroz integral en agua fría. Para cada taza de arroz
adicione una taza y media de agua en la cacerola a presión, con una pizca de sal marina.
Usted descubrirá la cantidad exacta después de algunos errores y tentativas. Después
que el agua hierva, déjela en fuego lento durante 15-20 minutos accionando lentamente.
Apague el fuego, después, dejándola tapada por dos a veinte minutos y, después, abra la
tapa. Nota: se obtiene un mejor sabor cociendo entre 40 y 50 min. Esta recomendación
proviene de los discípulos de Ohsawa que actualmente continúan su labor.
Después de la cacerola a presión, el mejor utensilio para cocinar el arroz es una cacerola
de hierro o barro bien pesada con tapa bien ajustada.
Requiere más tiempo e, inicialmente, más agua, o sea: de dos a tres tazas de agua para
cada una de arroz. Después de alcanzar el punto de ebullición, deje el arroz hervir
turbulentamente durante cinco minutos, después reduzca el calor a fin de que el agua,
simplemente, cocine lentamente por una hora o más. Nota: una vez alcanzado el punto
de ebullición, bajar enseguida la llama y cocer durante 60 a 90 min.
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Teóricamente, el arroz está listo para ser servido cuando los granos en el fondo de la
cacerola están levemente quemados. Los granos quemados, amarillos o marrones, son
los más Yang, los más fuertes y ricos en sales minerales y los más nutritivos. Por esa
razón, las personas enfermas y los temperamentos Yin deberían tener prioridad para
comer los granos del fondo de la cacerola.
Acertar la cantidad de agua, el tiempo de cocimiento y la cantidad exacta de sal es
precisamente donde la tentativa y el error pueden llevar a un verdadero arte. Es
siempre conveniente cocinar la cantidad de arroz suficiente para su consumo y el de la
familia por todo un día o más. Se conserva naturalmente sin refrigeración y puede ser
fácilmente recalentado. Es aconsejable tener, siempre, una cacerola de arroz listo en el
fondo del fogón. Hasta incluso el arroz frío, espolvoreado con sésamo salado o gomasio
puede ser muy apetitoso. Tal como la mayoría de los alimentos macrobióticos, el arroz
integral puede, inicialmente, apetecer poco, especialmente si usted fue acostumbrado
desde niño a platos muy elaborados y condimentados. Pero, tal como todas las cosas
buenas, empieza a sentirse más delicioso cuanto más es masticado y comido. En pocos
días o semanas, usted se admirará al pensar cómo le fue posible vivir sin él.
Cocinar el arroz integral constituye, apenas, la primera prueba; a partir de ahí debe
funcionar el ingenio. Existen centenares de maneras de usar el arroz cocido; en
combinación con otros cereales, vegetales o algas marinas. Después de haber pasado por
la prueba del Régimen Número 7, y desear hacer experiencias, existen innumerables
sugestiones para inspirarlo en el ejercicio de un verdadero arte culinario creador.
Crema de arroz
Para los que están efectivamente enfermos, para los que no poseen buenos dientes para
masticar debidamente el arroz integral, así como para los que viven solos, con medios
limitados para cocinar, la crema de arroz hace posible un régimen cerealista en los
primeros diez días. Es posible conseguirla en los puestos macrobióticos. Lleva menos
tiempo para cocinar que el arroz entero y no necesita de mayor habilidad que la
requerida para calentar una lata o plato de alimento de cereales comerciales. La crema
de arroz, entre tanto, puede ser hecha en casa, tostando simplemente el arroz en una
cacerola o sartén hasta quedar marrón dorado. Los granos podrán saltar como el grano
de maíz verde. Después, el arroz tostado podrá ser molido hasta convertirlo en una
especie de harina, tanto en un moledor de café, como en un pilón o mortero, y si todo
falla, en una licuadora eléctrica.
La dosis, en cualquier caso es de cuatro cucharadas soperas de harina de arroz para tres
tazas de agua fría, revueltos vigorosamente, con un poco de sal marina. Debe ser
llevado al fuego, hirviendo unos 20 minutos, revolviendo de vez en cuando y agregando
agua, si fuera necesario. La crema de arroz así preparada resulta una sopa espesa o puré,
que puede ser servido con pedazos de pan tostado y espolvoreado con gomasio.
Para hacer un puré espeso de crema de arroz, con la consistencia de un budín, coloque
una cucharada de sopa de aceite vegetal en una cacerola de barro (cuanto menos aceite
mejor será). Caliente el aceite en llama baja y después agregue una taza de harina de
arroz. Fría durante algunos minutos, revolviendo de vez en cuando, hasta oscurecer
exhalando un aroma a nueces. Mientras, prepare dos tazas de agua hirviendo. Cuando la
harina de arroz esté bien frita, vierta la primera taza de agua hirviendo. La mezcla
crepitará y humeará. Revolviéndola fuertemente, terminará obteniendo una especie de
masa o pasta en el centro de la cacerola. Agregue, entonces, la segunda taza de agua
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hirviendo, y un poco de sal marina. Tape y continúe cocinando otros diez minutos.
Revuelva bien para ablandar la mezcla. Deje hervir unos pocos minutos más y sirva. El
budín de crema de arroz, espolvoreado con gomasio o perejil picado es delicioso,
caliente o frío. Una taza cocida de esta manera corresponde a tres porciones, suficiente
para una persona durante un día entero.
Trigo sarraceno (kasha)
Esta planta domesticada, que produce un grano con tres vértices, es originaria de Asia y
ha sido cultivada en Europa desde la Edad Media. En algunas partes de Europa, Rusia y
Bretaña, por ejemplo, el trigo sarraceno es un alimento básico, equivalente al arroz en
Oriente. El trigo morisco es el más Yang de todos los cereales. También es el más fácil
de ser obtenido en las fuentes comerciales habituales en su estado natural y no
adulterado, bajo la forma de kasha o de harina de trigo morisco (sarraceno). Para
cocinar kasha, fría una taza de granos triangulares en una cucharada de sopa de aceite
vegetal, girasol, oliva o maíz. Agregue 2 tazas de agua y 1 cucharada de té llena de sal
marina. Deje hervir lentamente a fuego suave hasta que toda el agua haya sido
absorbida y el grano quede esponjoso y seco. (Nota: unos veinte minutos) Algunas
personas gustan de mezclar kasha y arroz, pero otras lo prefieren puro. De cualquier
manera, con kasha se preparan tantas variedades de platos originales como con el arroz.
Crema de trigo sarraceno
Es equivalente a la crema de arroz o puré de arroz, sólo que es más Yang y tiene la
ventaja de ser hecho de pura harina de trigo sarraceno, más fácil de obtener en su estado
puro y natural, en el hemisferio occidental, que el arroz integral. Cubra el fondo de la
cacerola con una cucharada de sopa de aceite, sólo lo suficiente para revestirlo de una
fina camada. Baje la llama y adicione dos cucharadas llenas de harina de trigo
sarraceno. Revuelva la harina fuertemente hasta que cambie de color, de beige a marrón
oscuro. Deje enfriar y después agregue una o dos tazas de agua y un poco de sal marina.
Deje hervir hasta que quede espero. Aquí también, la cantidad de agua puede variar de
acuerdo con el paladar individual. Puede ser servido en un plato hondo o tazón, con pan
tostado. Tiene la consistencia, la apariencia y algo de la textura de una sopa de
habichuela negra. Después de haber reestablecido la salud con un régimen totalmente de
cereales, puede experimentar la crema o puré de trigo sarraceno usando, también, en
lugar de agua, una sopa de cebollas con salsa de soja (shoyu). Eso da un sabor muy
diferente. En los puestos macrobióticos y en algunas casas japonesas de las ciudades
mayores, ustedes podrán adquirir y experimentar el sabroso macarrón japonés, hecho de
trigo sarraceno. (Nota: esta crema puede ser hecha sin aceite. También cocinando el
sarraceno en grano y luego pasando por la licuadora, agregando suficiente agua; en
general no se aconseja consumir muchas harinas, es siempre más saludable el grano
entero)
Trigo
Cous-cous
Chapati
El trigo fue uno de los principales cereales domesticados por el hombre. Ha sido la
fuente principal de pan del hombre blanco en Europa y en América, desde el siglo
diecisiete. Entretanto, tal como sucedió con el arroz, ha sido víctima de los procesos de
refinamiento industrial que rechazan la parte nutritiva del grano y sólo usan el centro
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blando de hidrato de carbono. (En el mercado americano sólo existe, realmente, un
cereal comercial -wheatena- que conserva el valor alimenticio natural del trigo).
En otras partes del mundo, como el Norte de África y la India, la harina de trigo integral
en su estado natural constituye un alimento básico. Cous-cous es un alimento muy
usado en el Norte de África y en Oriente Medio, que puede ser obtenido en los barrios
árabes de casi todas las grandes ciudades y, algunas veces, en casas especializadas o
supermercados, donde son considerados una exótica golosina. Es una harina de trigo
gruesa, llamada “boulgour” por los armenios y que los árabes usan como base para el
condimento de los vegetales y carne. Es insustituible, deliciosa. Puede ser cocida en un
utensilio especial que los franceses llama de Cous-Couserie, o sea hervida como kasha
(cuscusera).
En la India, chapati es un alimento básico, comido diariamente. Es hecho con harina
gruesa integral y es un alimento muy bueno como suplemento para una persona enferma
o para aquellos que son muy Yin.
Agregue una pequeña cantidad de sal a la harina integral, amase con agua hasta formar
una masa blanda. Tome una cucharada de esa masa y haga una bola de cada una.
Forme finos discos de masa y cocínelos en el horno. También pueden ser asados en la
llama o en el calor de una plancha; se inflarán a medida que van siendo cocidos. El
chapati puede ser cortado en pequeños pedazos redondos y fritos en bastante aceite.
Reventarán como globos y son llamados Puri (en Japón).
Mijo (panizo)
El mijo es uno de los cereales más antiguos, cultivado desde los tiempos prehistóricos, y
usado como alimento habitual en algunas partes del mundo, desde los tiempos bíblicos
y aún antes. Es preparado tal como kasha. Fría una taza de mijo, en dos cucharadas de
sopa de aceite, agregue un poco de sal marina y dos tazas de agua. Ponga sobre fuego
medio hasta hervir, después de los cual baje la llama y deje hervir lentamente hasta que
los granos absorban completamente el agua, quedando blando y algo seco. El mijo
puede ser usado en la misma variedad de maneras que el kasha.
Cualquiera de los antiguos desayunos americanos constituidos de avena, papa, harina de
maíz, etc., pueden ser usados para variar el régimen de arroz en los primeros diez días.
La única precaución es la de certificarse de que cada cereal está en su estado integral,
natural y primitivo, sin preparación química y sin agregados de cualquier especie. Los
panqueques de trigo sarraceno, muy usados antiguamente en los Estados Unidos en las
refecciones matinales, así como los británicos crepes de sarrasin, pueden ser hechos
mezclando la harina de trigo sarraceno con harina de trigo integral. Adicione un poco de
sal, use un poco de agua o té en vez de leche y fría en una chapa o parrilla untada con
una pequeña cantidad de aceite vegetal.
Arroz crudo
La manera más eficiente y rápida de curar los intestinos, especialmente el duodeno,
librándonos de los parásitos, es una simple receta de Oriente antiguo. Coma un puñado
de arroz crudo por la mañana., en vez del desayuno habitual. Mastique las porciones
llevadas a la boca, como mínimo, cien veces. Haciendo esto durante unos pocos días,
quedará admirado con los resultados.
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Pan
En los almacenes macrobióticos de las ciudades grandes y en algunas casas de
alimentos especializados, es posible obtener pan de trigo integral, garantido y libre de
agregados químicos, incluso hasta sin fermento. No obstante, lo mejor es hacer el
propio pan. Mezcle cuatro pociones de harina de trigo integral cernida con dos
porciones de harina de trigo sarraceno, harina de mijo y de maíz. Adicione sal y un poco
de aceite, amasando delicadamente con agua tibia. Algunas veces se puede
experimentar agregando un poco de arroz cocido.
Unte con aceite el molde y llévelo al horno. Como no debe ser usado ningún fermento,
no espere que el pan sea blando y leve. Como no fueron incluidos preservantes
químicos, el pan precisará ser conservado en un lugar fresco. Es muy gustoso cuando es
bien masticado. Aumentando la cantidad de harina de maíz, tendrá entonces pan de
maíz. El pan frío puede quedar más sabroso cuando se tuesta o picado y frito en un poco
de aceite. (Nota: empleando una mezcla de 2/3 de harina integral bien cernida y 1/3 de
harina de sarraceno y dejando descansar la masa en un recipiente cerrado toda la noche
en la heladera, el pan quedará tierno).
Gomasio
Sésamo salado
Sal de gomasio
Es un condimento indispensable en el régimen macrobiótico. Posibilita el uso debido de
sal sin provocar sed. El gomasio puede ser obtenido en los almacenes macrobióticos
pero, de cualquier forma, es conveniente prepararlo en casa. Como la semilla de sésamo
está de moda en los Estados Unidos usada solamente como adorno en panes y roscas, es
fácil encontrarlo en casas de especialidades, La proporción de sal marina y sésamo varía
de uno a cuatro para los adultos y personas Yin, hasta uno a cinco para los niños (Nota:
actualmente se recomienda 1 a 20 para niños; uno a cinco sería demasiado salado).
Tome una porción de sal marina, amásela en un suribachi (mortero de cerámica japonés)
hasta quedar triturado y pulverizado. Tueste entonces en una sartén hasta que quede
brillante.
Tome cuatro o cinco porciones de simiente de sésamo, lave y séquelas. Tórrelas
rápidamente. Una cacerola leve y honda es más aconsejable y práctica para revolver y
evitar que las semillas salten fuera de la cacerola. Luego que estén levemente tostadas,
amáselas en el mortero. Deben quedar machacadas si fueron amasadas cuidadosamente.
Si todavía parecieran crudas, tuéstelas un poco más. Deben ser molidas blandamente en
la primera vez para adquirir una textura gruesa. Agregue entonces la sal y muela
nuevamente para que quede más fino. Moliendo juntos la sal y el sésamo, grada grano
de sal queda envuelto en el aceite natural de la simiente de sésamo, lo que impide que
sea provocada la sed. Cuando la mezcla es molida en un aparato eléctrico, esta
protección no es obtenida. La preparación manual y natural siempre es superior a la
forma mecánica de ahorro de tiempo El gomasio debe ser conservado en una pequeña
botella, herméticamente cerrada. Puede ser usado para condimentar cualquier plato,
sobre el arroz, trigo sarraceno y cualquier cereal. Como se ve en este libro, también
puede ser usado como medicamento en la dosis de una cucharada.
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Umeboshi
En el Japón, todas las familias tradicionales hacen, anualmente, una preparación de
salmuera, conservando esta ciruela japonesa que no es tocada, sino después de tres años.
Puede ser obtenido en todos los centros macrobióticos y tiene infinidad de usos, tanto
para comida como para medicamento.
Misso
El shoyu es una salsa tradicional de Oriente, hecho de soja, trigo y sal fermentados
durante tres años, por lo menos. Es obtenido en los centros macrobióticos. La versión
comercial de este producto tradicional y doméstico se fabrica usando productos
químicos para abreviar el maduramiento y debe ser evitada.
El misso es una pasta muy parecida, hecha de poroto de soja y sal. Ambos tienen una
infinidad de usos en la cocina macrobiótica.
Tahini o crema de sésamo
Este manjar consiste en una pasta o manteca hecha de semillas de sésamo amasadas.
Es un producto básico de la cocina del Extremo Oriente que ahora puede ser adquirido
en las casas de especialidades de los Estados Unidos pues se convirtió en manjar de
moda. Es utilizado en la cocina macrobiótica de diversas maneras. Con excepción de los
que comienzan con el Régimen. Número 7, su uso principal, es como ingrediente que se
mezcla al misso para utilizarlo como sustituto de la manteca, queso o condimento.
Crema de misso
Tómese una cucharada de sopa llena de misso y otras tres de tahini –manteca de
sésamo-. Se agrega un poco de agua y se mezcla bien. El producto tendrá la consistencia
y algo de textura de manteca de maní, pero su sabor exótico es completamente original
y con el uso usted se aficionará cada vez más a él. Póngalo sobre el pan o bizcochos de
arroz, obtenidos en los centros macrobióticos y tendrá un gustoso festín, fácil de
transportar en picnics, cuando viaje o como merienda para el trabajo, junto con un té
caliente, en un termo.
Sobre el te
En Oriente, el té no es solamente una bebida para ser tragada con cubos de hielo,
saturada de azúcar o leche y con jugo de limón. Durante miles de años ha sido usado
como algo más que una simple fuente de placer sensorial o para matar la sed.
Es un medicamento precioso que ocupa un lugar valioso en la medicina oriental, no
solamente para un fin y sí para centenares de ellos, tanto cuantos son las variedades de
té. Existe el té Yin y el té Yang; el simple té verde hecho de hojas y ramitos tostados,
con no menos de tres años de edad; las inmensamente complicadas mezclas compuestas
de “ginseng” y otras quince plantas combinadas.
El cultivo y las mezclas de té, su preparación, las cantidades servidas, la manera de
hervir y de servir, es todo controlado por las más antiguas ceremonias y tradiciones. El
té, en el fondo, constituye una religión por sí mismo; y así, está bellamente explicado en
el “Libro del Té”, del autor japonés Okakura.
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El té, cuando está debidamente cultivado, seleccionado, hervido, servido y tomado en
pequeñas cantidades, en circunstancias propicias, puede constituir una revelación. Puede
significar alguna cosa más que los tranquilizantes químicos, actualmente tan en boga;
algo que aguza nuestros sentidos, intensifica nuestra percepción, desenvuelve nuestro
discernimiento y profundiza nuestros planos de meditación; y no sólo es una mezcla de
sabores placenteros y transitorios.
Cuanto menos líquidos se bebe, tanto más importante se torna la manera perfecta de
prepararlo y servirlo, a fin de que pueda ayudarnos a quebrar viejos hábitos
compulsivos de beber sólo por beber. El té debe ser servido en las más finas tazas de
puedan ser encontradas y lo más caliente posible. Una pequeñísima taza japonesa de
sake, llena de té hirviendo, debidamente preparado, puede satisfacer mucho más que
una taza grande, llena de una bebida “instantánea” saturada de azúcar y leche, o hecha
con el hervor de un sobre de té que contiene colorantes cancerígenos para darle una
apariencia de color uniforme.
Y recuerde: el té nunca se sirve para ser tomado durante una comida. Es el remate final
de cada comida. Debe ser apreciado por sí mismo. No existen modos apropiados de
hacer té instantáneo. El té debe llevar de diez a veinte minutos para ser debidamente
preparado, aunque los tés mencionados en este libro puedan ser conservados
indefinidamente y recalentados.
Olvidad vuestras teteras de porcelana tan bonitas. De lo que precisáis es de pequeñas
teteras japonesas de metal, en las cuales el té puede ser hervido y servido. A falta de
ellas, podéis utilizar una caldera esmaltada de emergencia, el té puede ser hecho
utilizando una cacerola esmaltada. El aluminio y el hierro deben ser evitados, si es
posible.
Té verde natural
Bancha
La contextura y apariencia de este té podrán parecer extrañas al principio. Son hojas de
gajitos secos, leñosos, pues todas las hojas son de tres años, por lo menos. Coloque una
pequeña cantidad en una cacerola y tueste en llama media durante algunos minutos,
hasta que eche humo y quede marrón oscuro. Puede ser tostado lentamente y algunas
veces más eficientemente, en un molde abierto colocado en el horno del fogón a
temperatura blanda. Coloque los residuos tostados en ¾ litros de agua fría. Después del
punto de ebullición, deje hervir durante diez minutos. Con el tiempo usted descubrirá la
cantidad de té que debe utilizar para su paladar. Al principio, podrá parecer de
coloración flaca, lo que significa no haber sido suficientemente tostado o haber sido
usada poca cantidad de té. Intente nuevamente. Un cocimiento de té, suficiente para
diversas teteras, puede ser preparado y conservado en un envase de vidrio bien cerrado.
Nota: actualmente el bancha se prepara sin tostar y sin hervir, simplemente en infusión
como cualquier otro té. No es necesaria tanta “yanguización”.
Bancha con shoyu
Ponga una pequeña taza de té y coloque salsa de soja (shoyu) hasta una décima parte de
su capacidad. Adicione té verde tostado (bancha), hirviendo y sirva. Por más extraña
que tal mezcla parezca, su paladar se aproxima mucho al más delicioso caldo. Es
maravilloso como recuperador de fuerzas cuando se está cansado al final del día. Hace
maravillas con amigos escépticos que bebieron alcohol en exceso y están dispuestos a
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intentar cualquier antídoto contra la resaca. Una taza de bancha con shoyu tomada antes
de dormir, evitará cualquier indisposición matinal y cualquier escéptico se despertará
más bien dispuesto y accesible a los otros “milagrosos” aspectos del régimen
macrobiótico.
Te mu
De todas las bebidas, es la más Yang. Contiene la legendaria hierba “ginseng”, la más
Yang de todas las hierbas usadas para té, además de otras quince plantas medicinales
entre las cuales mencionamos: peonia, raíz de angélica; cardo marino, junco, jengibre,
membrillo, alcazuz, canela, cáscara de naranja, acedera. La palabra “mu” significa
espacio o infinito, en japonés, y el té Mu es así llamado porque es la bebida que
desenvuelve el juicio superior. Es normalmente obtenida solamente en los depósitos
macrobióticos en pequeños envoltorios. Abra el paquete y derrame el té Mu en un litro
de agua fría. Deje hirviendo durante cinco a diez minutos. Aquí, nuevamente, usted
descubrirá por sí mismo la cantidad de té que mejor le conviene al paladar. Si el té Mu
está siendo preparado para alguien muy Yin, el agua debe ser evaporada por el hervor
para hacer que el té quede más fuerte, hasta que reste un poco más de la mitad del litro
original. Esto bastará por dos días, pudiendo lógicamente, ser recalentado cada vez que
es servido. El té Mu es otro delicioso y exótico producto introducido en los alimentos
macrobióticos que puede ser especialmente dado a los amigos desilusionando a quienes
todo lo intentaron, desde cannabis sativa al ácido lsysérgico dietilamida (LSD).
También los niños que precisan ser gradualmente apartados de los jugos de naranja y
otras bebidas dulces, el té Mu puede ser dado con algunas gotas de jugo de manzana que
podrán ser disminuidas hasta que empiecen a gustar, solamente, del delicioso sabor del
té.
Té lotus
Este té es hecho de raíz de loto seca, rallada, normalmente obtenida a granel en los
almacenes macrobióticos. Ponga una cuchara de té de loto rallado, agregue una taza
pequeña de agua caliente, revolviendo vigorosamente cuando lo esté bebiendo. Es un
remedio maravilloso para toses, inclusive la tos convulsa y la tos asmática, en cuyos
casos debe ser tomado diariamente, tres veces, excluyendo todos los demás líquidos.
Té de loto
Ponga cinco centímetros de raíz de loto fresca, generalmente obtenida en los barrios
orientales, extrayéndole el jugo. Agregue diez por ciento de jengibre crudo rallado, un
poco de sal y una taza de agua hirviendo. Es también muy eficaz contra la tos y un
remedio para las personas que son demasiado Yin. (Nota: actualmente se recomienda
hervir durante 5 min a fuego lento, el lotus y el loto)
Té de menta
Tome, durante la estación, hojas secas de menta y déjelas secar. Las hojas secas pueden
ser conservadas durante años. Muchas casas especializadas poseen stock de hojas de
menta secas. Ponga algunas hojas y unas pocas tazas de agua hirviendo dejando hervir
al menos durante cinco minutos. Usted aprenderá a ajustar la cocción del té, más fuerte
o no, de acuerdo con su paladar individual. El té de menta puede ser liviano y delicado,
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si no recalentado y nuevamente hervido, oscuro y fuerte. Adicionando una pizca de sal
marina es una bebida recomendable para el desayuno.
Té de tomillo
El tomillo fresco o seco puede ser usado para dar un delicioso sabor al té, de la misma
manera que la menta.
OTRAS BEBIDAS
Café Ohsawa
Consiste en una mezcla de varios cereales, disponibles en los almacenes macrobióticos,
que puede ser convertida en un sustituto del café. Adicione una cucharada de té de café
Ohsawa (Yannoh) a ½ litro de agua fría y deje hervir durante diez minutos. Las
personas más decididas pueden intentar hacer su mezcla propia de café, siendo la
fórmula la siguiente: tome tres cucharadas de sopa de arroz, dos de trigo y una de azuki,
garbanzo y achicoria. Tuéstelos separadamente, hasta que queden bien oscuros.
Mézclelos todos, entonces, y tuéstelos en una cacerola conteniendo una cucharada
sopera de aceite. Deje enfriar y muela hasta convertirlo en polvo.
Diente de león
Es otro sustituto del café, que puede ser encontrado en los puestos macrobióticos, cuyo
principal ingrediente es la raíz de diente de león, el mismo cuyas flores fueron usadas
para hacer vino, durante la prohibición, en los Estados Unidos. Adicione una cucharada
de té de diente de león para cada taza de agua, hierva durante diez minutos cuele y
sirva. Para hacer para sí mismo la mezcla, tome plantas de diente de león usando
solamente la raíz. Lávela y deje secar. Córtela en pequeños pedazos, tuéstela en una
cacerola con un poco de aceite y después muela en un molinillo de café La achicoria
puede ser agregada para aquellos que prefieren un sabor más amargo.
Leche de cereales
Es una mezcla de varios cereales que se convierte en una leche de cereales. Ya puede
ser obtenido en los depósitos macrobióticos, felizmente, pues su elaboración doméstica,
siendo constante, es cansadora. Los ingredientes consisten en arroz tostado, arroz
glutinoso (moti), avena, poroto de soja y semillas de sésamo. Agregue una cucharada de
sopa llena de kokoh (leche de cereales) a unos 300 gramos de agua, revolviendo bien;
hervir durante 10 minutos. Es un substituto para el desayuno, bastante sabroso. Cuando
alcance aquel aprendizaje creador y experimentador, en su cocina, también descubrirá
que puede ser usado como postre, budín y es óptimo para recubrir las comidas fritas. Un
descubrimiento: la milanesa de crema de arroz, o Kokoh, proporciona a las frituras un
sabor misterioso, exótico, y una contextura que sorprenderá a cualquier “gourmet”.
Araruta
Kuzu
Algunas personas consideran esto una novedad que supera a cualquier cocktail con
alcohol. Otras consideran su contextura muy extraña para su paladar y la designan más
como remedio. En cualquier caso, tiene millares de usos. Consiste en un polvo blanco,
hecho de ara ruta, una gelatina natural vegetal, que puede ser usada para hacer una
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rápida salsa o condimento, para diversos platos, variando solamente de gusto. Ponga
una cucharada de sopa llena de harina de araruta y disuélvala en dos o tres cucharadas
de agua fría. Adicione un cuarto litro de agua fría y hierva esta mezcla hasta que quede
clara, transparente y espesa. Ponga un poco de salsa de soja (shoyu) y tendrá el sabor y
la contextura de una crema de sopa, con el sabor de un verdadero “bouillon” (caldo).
Jugo de umeboshi
Es una de las raras bebidas macrobióticas que se puede tomar fría. Las ciruelas
umeboshi son obtenidas en los almacenes macrobióticos. En algunas ciudades de
población oriental, pueden ser encontradas en diversas partes y son conocidas como
ciruelas chinas saladas. Tome una ciruela y hiérvala en litro y medio de agua durante
algunos minutos, hasta que la misma se desintegre. Cuele o deje como está, conforme a
su gusto individual. Agregue otro tanto de agua y deje enfriar. Es ideal como bebida de
verano, con un sabor propio y muy especial.
Ume syo kuzu
Entre las bebidas macrobióticas medicinales, ésta es una verdadera “píece de
resistance”, combinando tres ingredientes valiosos. Tome una ciruela umeboshi,
disuélvala en medio litro de agua fría. Adicione una cucharada de sopa llena de harina
de araruta y, después, otra cucharada más de sopa de jengibre rallado y un litro de agua.
Hierva la mezcla hasta que quede clara y espesa y, entonces, ponga un poco de shoyu en
cada porción que tome. Hace maravillas para cortar y curar un resfriado. Nota:
excelente para gripes.
Jugo de azuki
Los porotos azuki son pequeños granos rojos que pueden ser obtenidos en los almacenes
macrobióticos. Cocine una cucharada de sopa de porotos azuki en dos litros de agua,
hasta que la mitad del líquido se haya evaporado. Ponga un poco de sal. Esta bebida es
muy indicada para los que sufren de males renales.
Bebida de daikon Nº 1
Tome un nabo japonés, blanco y largo –daikon- y rállelo bien. Agregue dos cucharadas
de sopa de nabo rallado a tres cuartos litros de agua caliente. Agregue además dos
cucharadas de sopa de salsa de shoyu, una cucharada de té de raíz de jengibre, también
rallada. Es muy bueno para resfriados. Tómelo en la cama y eso lo ayudará a transpirar
u orinar, haciendo bajar cualquier temperatura.
Bebida de daikon Nº 2
Ralle un nabo daikon y escurra el líquido. Tome unos 100 gramos de caldo de nabo,
agregue el doble de agua y un poco de sal marina, hirviendo todo durante algunos
minutos. Es bastante eficaz para piernas hinchadas pero nunca deberá ser tomado más
de una vez por día y nunca por más de tres días consecutivos.
Puré de arroz especial
Tueste un cuarto kilo de arroz integral en una cacerola, hasta que quede color marrónamarillento. Cocine en dos litros de agua durante una o dos horas. Cuele en un paño de
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algodón. Es un buen tónico para el cansancio al final del día y un óptimo desayuno para
personas enfermas.
Té de arroz integral
El arroz oscuro integral también se usa para hacer té. Tueste el arroz hasta que quede
marrón claro. Para cada cucharada de arroz, adiciones diez de agua y deje hervir durante
5 a 10 min. Agregue un poco de sal y sirva. El arroz y el té bancha, ambos tostados
previamente, pueden ser juntados y usados como una bebida. El arroz tostado puede ser
tamizado y comido separadamente como una refección normal.
Té de trigo
Los granos de trigo también pueden ser usados para hacer una bebida, que es otra de las
raras bebidas macrobióticas que pueden ser servidas frías. Tueste los granos en una
cacerola, en el fogón, hasta que queden marrones. Cocine una cucharada de sopa bien
llena en dos litros de agua, durante unos 10 min, para hacer el té.
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LA UNIDAD DEL UNIVERSO
En el esplendor de la luz del día, el firmamento parece no tener estrellas. El brillo de
millones de soles e innumerables estrellas solamente puede ser visto a través de la
oscuridad de la noche. La luz sólo puede ser vista a través de la oscuridad. La belleza
está entre la fealdad. No existe un hombre sabio en una nación de sabios. El hombre
honesto habitualmente ignora cándidamente su propia virtud. Un hombre sano no sabe
lo que es la salud.
Si usted piensa que posee coraje, honestidad, justicia, paciencia y salud, esto demuestra
que usted es ajeno a esas cualidades. La libertad sólo puede ser encontrada en la
esclavitud. La felicidad en las profundidades del infortunio. La salud sólo puede ser
conseguida a través de las enfermedades más perturbadoras. La salud establecida con el
auxilio de remedios es transitoria, dependiente e incierta cuando se compara con el
bienestar natural del animal más diminuto.
La verdadera salud puede ser mantenida incluso bajo las circunstancias más miserables,
conforme nos fue demostrado por los soldados en los frentes de batalla. La enfermedad,
a su vez, puede manifestarse en los modos de vida más protegidos, mimados y súper
higienizados. La verdadera salud sólo puede ser establecida por el triunfo individual
sobre las constantes tentaciones y peligros de la vida diaria. No puede ser conseguida
por medio de un remedo de guerra contra el cáncer, contra la pobreza, la tuberculosis y
contra las enfermedades del corazón. La verdadera salud puede ser alcanzada por el
reconocimiento del principio de Unidad del Universo y la relación que el hombre tiene
con él. La destrucción total de las fuerzas que crean la enfermedad sería un suicidio
como, por ejemplo, el uso de insecticidas que envenenan los alimentos junto con los así
llamados insectos destructores, que perturban el equilibrio de la naturaleza. No puede
haber bien sin mal; ninguna belleza sin fealdad. No puede existir un frente sin un dorso.
La libertad sólo puede ser encontrada a través de la disciplina. La más bella flor de loto
crece en el más sucio lodo. La libertad sólo adquiere significado en el medio de la
opresión y del trabajo arduo.
La libertad que es planificada, legislada y conferida a los otros, no es libertad. La paz
mantenida por una ley no es paz verdadera. La lucha por la libertad de otros parece, a
veces, ser noble y persuasiva, pero la verdadera libertad no puede ser otorgada a nadie.
La tentativa de hacerlo obstruye, simplemente, el florecimiento de la facultad innata del
hombre, su propio deseo y ansia de libertad. La felicidad sólo puede ser establecida por
nosotros mismos y en nosotros mismos. Un hombre libre, fuerte, fiel y admirable puede
vivir y ser feliz, incluso hasta en el medio de la violencia y de las vicisitudes. Sólo en el
más profundo atolladero de dificultades, él será capaz de evidenciar toda su ilimitada
capacidad de coraje. Externamente muy Yin, calmo, silencioso, abierto, profundo,
receptivo, pero internamente muy Yang, fuerte y absolutamente independiente. Tal es el
verdadero hombre.
Por lo tanto, aceptemos el Universo, digamos “sí” a la vida, aceptemos el infortunio, así
como acogemos con agrado la felicidad. La enfermedad y la salud, la guerra y la paz, el
desafecto y el amigo, la muerte y la vida, la pobreza y la riqueza, son todos parte de un
gran designio.
Todo lo que nos sucede nos da alguna experiencia o desenvuelve alguna cualidad de
nuestro carácter que estaba escondida o faltaba. Todo lo que parece ser una insoportable
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adversidad puede ser convertido en un aliado. Aquel que puede abrazar a sus
antagonistas, es el más feliz entre los hombres.
Acepte todo con el mayor placer y agradecimiento, dando todo con la mayor alegría y
gratitud. Dé y dé, sin reserva mental. Si usted da algo que puede ser retribuido, en
realidad nada dio. El verdadero dar significa vernos privados de algo muy precioso para
nosotros, muy necesario y muy importante, o sea, nuestra propia vida, parcial o
totalmente.
La palabra “sacrificio” es una concepción generalmente admirada, raramente practicada
y muy engañadora. No la recomiendo. Pero el don de la vida puede ser compartido con
los otros enseñándose el Principio Único del Yin-Yang. Nunca con palabras, pero sí con
actos. Su capacidad de aceptar todo y dar todo será su regla, su termómetro particular,
que revelará –solamente para usted mismo- el verdadero estado de su salud.
Deje que la macrobiótica constituya su manera de vivir. Dé a la comida y a la bebida su
debido lugar y nada más. No abandone una serie de hábitos esclavizantes para
cambiarlos por otros. Trabaje bastante, busque cansarse físicamente. No se permita ser
un mimado y un haragán, pues eso actuará de modo contrario a la energía producida por
su dieta sana.
Si usted consiguió restablecer su salud convirtiéndose en su propio médico, si comenzó
a contemplar nuevos horizontes en la vida, incluso aún titubeantes, le estaré muy
agradecido si me envía un breve relato de su experiencia con la macrobiótica. No
siempre sospechamos hasta qué punto nuestra propia experiencia de cura puede dar
coraje a los otros. Este es el primero paso en una nueva vida. Busque, compartir su
experiencia con los amigos y vecinos, sus antiguos enemigos especialmente, si están
sufriendo como usted sufrió. Trate de mostrarle, por medio del propio ejemplo, la
simplicidad y la superioridad del camino macrobiótico que conduce a la salud y a la
felicidad.
Si usted no puede hacer eso, significa que todavía no está completamente curado.
Todavía es exclusivista, antagonista, antisocial y arrogante. Todavía es “sanpaku” y
caerá nuevamente.
La exclusividad es la más difícil de todas las enfermedades y la fuente de toda la
infelicidad oculta de los hombres. Usted precisa convertirse en aquella especie de
hombre o mujer que no puede desagradar, ser antipático realmente a ningún ser
humano.
Usted precisa aprender a amar nuevamente. Y amar significa dar y dar, sin recibir nada
a cambio. El sistema de dar y recibir no pasa de un egoísmo bien organizado. Dar es
convertirse en una fuerza creadora.
Todo lo que usted piensa poseer, será perdido, tarde o temprano, inevitablemente.
Aquello que empieza, tiene un fin. Dar y dar, sin límite, significa que usted abrió una
cuenta en un banco ilimitado, el banco del infinito; una compañía aseguradora diferente
de las otras que le garantiza una vida infinita. El único precio que tendrá que pagar es el
de continuar dando. ¿Dando qué? Aquello que para usted es lo más precioso, o sea, la
salud y la felicidad: las llaves de entrada en el reino. Estas llaves consisten,
simplemente, en el acto de transmitir, por actos y no palabras, la comprensión del
Principio único de Yin-Yang y el arte macrobiótico de la longevidad y
rejuvenecimiento. La felicidad y la salud pueden volverse tan contagiosas como la
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enfermedad. Y aquellos que ayudan a transmitir este contagio encontrarán alegría hasta
el fin de sus días.
No se puede esperar alcanzar el juicio supremo en un vislumbre momentáneo.
Se precisa sufrir, progresivamente, calor, frío, hambre y las mayores dificultades, a
medida que se envejece. Vivere Parvo: lleve una vida pobre, humilde y trabajosa, y
encontrará riquezas incontables. El hombre puede ser inferior a los animales, pero posee
dentro de él la posibilidad de tornarse profundamente humano y hasta divino.
FIN
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