LA ENERGÍA NUCLEAR EN LA ENCRUCIJADA Carlos Vélez Ocón (trabajo realizado con el apoyo del Instituto de Investigaciones Eléctricas) La energía nuclear después de Fukushima En marzo de 2011 tuvo lugar un fuerte sismo en la costa noreste de Japón, al que siguió un maremoto que multiplicó los daños materiales y elevó la cifra de muertos y desaparecidos a más de 25 mil. Los daños causados por estos fenómenos a la central nuclear Fukushima Dai-ichi, la contaminación resultante y la evacuación de la población cercana a la central, han causado un gran impacto en la opinión pública mundial y se han traducido, en varios países, en la decisión de reevaluar sus programas nucleoeléctricos, o incluso de proceder al paro definitivo de sus centrales nucleares. Ocho meses después del terremoto, los trabajos para controlar la situación en Fukushima ya estaban dando resultados. Se había logrado estabilizar la refrigeración de los reactores 1, 2 y 3 que, como se recordará, sufrieron daños importantes en sus núcleos y la temperatura en el fondo de las vasijas de presión era ya inferior a los 100°C. Las albercas de combustible gastado contaban con enfriamiento estable. Se estaba terminando la construcción de una cubierta protectora para el edificio de la unidad 1 y se estaban diseñando cubiertas similares para los edificios 3 y 4, ya que estos tres edificios habían resultados muy dañados por explosiones de hidrógeno. La enorme cantidad de agua contaminada que se había acumulado en los sótanos y ductos de los edificios, como resultado de las acciones de emergencia para enfriar los reactores, descendía continuamente. Se estaban diseñando barreras para disminuir la contaminación de las aguas subterráneas y del mar y continuaba la remoción de escombros radiactivos. Por otra parte, el gobierno japonés había reorganizado los organismos reguladores y los había concentrado en la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial, en el Ministerio de Medio Ambiente. Antes de marzo de 2011, Japón era uno de los países con mayor dependencia de la energía nuclear y contaba con una industria de manufacturas nucleares entre las primeras del mundo, al punto de que los gigantes norteamericanos Westinghouse y General Electric habían pasado a depender en gran medida de la tecnología japonesa y de los lazos corporativos con las compañías Mitsubishi, Toshiba y Hitachi. Japón contaba con 54 unidades nucleares en operación que generaban casi el 30% de la electricidad que se consumía en el país; en particular, tenía tres unidades en operación, una terminada y otra más en construcción, de la llamada Generación III+, como avanzada de un ambicioso programa para generar en el año 2030 más del 50% de la electricidad con centrales nucleares. Como era natural, la población japonesa reaccionó con temor y desconfianza a lo ocurrido en Fukushima y dudó de la seguridad de las centrales nucleares en su territorio e incluso de la conveniencia del uso de la energía nuclear en un país tan expuesto a fenómenos naturales violentos. A consecuencia de esta reacción y de sus consecuencias políticas, en octubre de 2011 sólo funcionaban en Japón 10 reactores de los 54 instalados, lo que ha obligado a tener restricciones en el suministro eléctrico, que han sido tolerables gracias a los ahorros de energía que realizaron los japoneses con disciplina y espíritu de solidaridad. De esos 10 reactores en funcionamiento, 4 deberán ser parados antes del fin de 2011 para pasar las inspecciones rutinarias y el resto lo serán por la misma causa a principios del 2012, por lo que, a menos que se autorice la operación de aquellos reactores que pasaron con éxito las “pruebas de estrés”, Japón cesará de generar electricidad de origen nuclear antes del verano de 2012. Con esta perspectiva, el abandono permanente de la energía nuclear, decisión que tomó el pasado gobierno, está siendo cuestionado por razones económicas y ambientales, en un país desprovisto de recursos energéticos tradicionales y aparentemente con un potencial limitado de energías renovables. Como resultado del accidente de Fukushima, los países con centrales nucleares y sus organismos reguladores se han dado a la tarea de examinar la seguridad de sus instalaciones, especialmente en el caso de situaciones extremas, tales como terremotos, inundaciones, incendios, interrupción del suministro eléctrico externo, etc., con parámetros más graves que los supuestos en el diseño. En particular, la Unión Europea (UE) ordenó la realización de pruebas de estrés en los 143 reactores situados en sus 27 estados miembros, a los que hay que añadir 53 reactores de otros países europeos no miembros de la UE y de países no europeos, cuyos gobiernos han decidido aplicar las mismas pruebas de estrés aprobadas en la UE. Este proceso terminará a finales de abril de 2012, cuando las conclusiones se presenten al Consejo Europeo. En los Estados Unidos, la Comisión Nuclear Reguladora estableció a finales de marzo último dos fuerzas de tarea, la primera para recomendar, en el plazo de unos tres meses, acciones que pudieran requerirse como resultado del análisis de los acontecimientos en Fukushima y otra que dispondrá de un plazo mucho más largo para tener el panorama completo y detallado del accidente de Fukushima, de las medidas tomadas y de sus resultados. La primera fuerza de tarea rindió su informe a mediados de julio, en el que se hacen 12 recomendaciones y se especifican una serie de acciones para ejecutarlas. No es éste el lugar para analizar ese informe, pero es importante señalar que esas recomendaciones y acciones no han significado impedimento para que las centrales nucleares de los Estados Unidos continúen operando, ni se han traducido en retrasos apreciables en los procesos de licenciamiento de nuevas centrales. Un balance de las decisiones anunciadas por diferentes países, en relación con el uso de la energía nuclear para la generación de electricidad, como consecuencia del accidente de Fukushima, sería el siguiente: Países con centrales nucleares que han decidido no construir más y cerrar las existentes: Alemania, Bélgica y Suiza, las que de acuerdo con los calendarios aprobados no generarán electricidad por medios nucleares después de 2022, 2025 y 2040, respectivamente. En esta categoría se encontraría también Japón, si se confirman los planes del gobierno anterior de prescindir totalmente de la energía nucleoeléctrica. 2 Países con centrales nucleares que han decidido continuar con su programa de construcción de más centrales: Argentina, Brasil, Bulgaria, Canadá, China, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Holanda, India, Irán, Lituania, Paquistán, Reino Unido, República Checa, República de Corea, Rumanía, Rusia, Sudáfrica y Ucrania. Países con centrales nucleares que están reevaluando sus programas de construcciones nucleares: Hungría y Taiwán. México ha anunciado que no construirá más centrales nucleares en el futuro previsible y que su expansión eléctrica estará basada en gas natural. Países con centrales nucleares que no han anunciado planes de más construcciones o de cierres anticipados: Armenia, Eslovaquia, Eslovenia, España y Suecia. País que ha renunciado a iniciar un programa nuclear: Italia. Países sin centrales nucleares que han iniciado el proceso para construirlas: Bangladesh, Bielorrusia, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Polonia, Turquía, Vietnam. Las fuentes de energía En el comienzo, el hombre no contaba más que con su fuerza muscular para realizar trabajo. Hace diez mil años o menos, con la domesticación de algunos animales, agregó la fuerza de éstos a la suya propia. La energía solar ha sido siempre fuente de calor y luz para el hombre y la mayor parte de los seres vivos. El primer aprovechamiento tecnológico de otras fuentes de energía fue el uso de corrientes de agua y del viento en molinos y en la navegación. Lo que así se utiliza es la energía cinética de las moléculas en movimiento. Una molécula de agua, al caer libremente de una altura de un metro, adquiere una energía cinética de aproximadamente dos microelectrón-volts. El uso del fuego puso a la disposición del hombre la energía de la combustión, esto es, energía química resultado de la interacción de los electrones exteriores del átomo. Sin embargo, pasaron muchos milenios antes de que la combustión tuviera una repercusión tecnológica importante, con la invención de la máquina de vapor en el siglo XVIII. En las reacciones químicas, la energía liberada es del orden del electrón-volt por reacción, esto es, un millón de veces superior a la energía cinética de una molécula. El proceso que se inició con la máquina de vapor fue tan portentoso, en lo económico, en lo social y en lo político, que ha sido llamado “la Revolución Industrial”. Con el descubrimiento de la radiactividad por Becquerel en 1896, se abrió el mundo de las reacciones nucleares. En éstas, intervienen las partículas constitutivas del núcleo atómico y las energías liberadas son ahora del orden del megaelectrón-volt, otra vez un factor de un millón, con respecto a las energías químicas. Además de la concentración de energía, hay otra diferencia importante entre las energías eólica e hidráulica, por una parte, y la química y la nuclear, por otra. Una 3 molécula de agua al pasar por una turbina, o una molécula de nitrógeno al rebotar en la vela de un barco, no cambian de identidad, siguen siendo la misma molécula. En la combustión o en la fisión y fusión nucleares, por el contrario, las sustancias químicas o las especies nucleares resultantes son diferentes a las originales, de modo que se producen residuos, químicos o nucleares. Al ser las reacciones nucleares un millón de veces más energéticas que la combustión, por unidad de masa, los residuos producidos en las centrales nucleares son mucho menores que los generados en centrales térmicas, lo que hace posible su confinamiento prácticamente total, cosa que no sucede, hasta ahora, con el principal producto de la combustión, el bióxido de carbono. El carbón es el principal combustible fósil en el mundo y varios de los países emergentes cuentan con él para su desarrollo. De los cinco países agrupados en las siglas BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), sólo Brasil carece de reservas considerables de carbón. Otros países con yacimientos importantes de este energético son Estados Unidos, Canadá y Australia, por lo que es poco probable que el consumo de carbón decline rápidamente. Por eso tan urgente el desarrollo de tecnologías económicas y seguras para la captura y almacenamiento del principal causante del calentamiento global, el dióxido de carbono. El combustóleo juega un papel cada vez menor en la producción de electricidad, ya que las refinerías se diseñan y operan para maximizar la producción de combustibles líquidos destinados al transporte. El gas natural, en cambio, ha tenido a nivel mundial y especialmente en México un crecimiento fulgurante en la generación eléctrica. Las centrales de ciclo combinado tienen corto tiempo de construcción, bajo costo de capital y alta eficiencia termodinámica, ventajas que más que han compensado la pronunciada volatilidad en el precio del gas que se ha experimentado históricamente. El reciente auge de la extracción de gas de formaciones de lutitas (o esquistos, o pizarras) mediante la fractura hidráulica, ha resultado en un aumento muy considerable de las reservas de gas en todo el mundo, una producción creciente por este método y un descenso muy apreciable del precio en los mercados. La tecnología de “fracking”, como se le conoce en inglés, no está exenta de críticas, porque puede contaminar las aguas subterráneas y pudiera inducir pequeños sismos. Es de esperarse, dada su importancia, que se encontrarán soluciones ambientalmente aceptables para poder explotar tan grandes reservas. Aunque menos contaminante que el carbón por unidad de electricidad producida, la mayor dependencia del gas natural requerirá aplicar a este combustible las medidas de captura y almacenamiento del gas carbónico. Por otra parte, en los procesos de producción y transporte habrá que extremar las precauciones para evitar la liberación de metano, gas que, aunque menos longevo en la atmósfera que el bióxido de carbono, es mucho más efectivo que éste como gas de efecto invernadero. Probablemente los precios no vuelvan a la volatilidad de antaño, pero una sustitución masiva del carbón por gas producirá casi inevitablemente un aumento de precios que, en el largo plazo, también serán arrastrados al alza por el inevitable encarecimiento del petróleo. La producción de electricidad se inició en el mundo con turbinas hidráulicas y la hidroelectricidad representa todavía, en muchos países, una fuente importante de energía eléctrica, o incluso la principal, como en Brasil. Para paliar la variabilidad en el régimen pluvial, se recurrió a grandes presas que permitían un almacenamiento 4 interestacional o incluso plurianual. Las grandes presas tienen un impacto ambiental considerable y frecuentemente consecuencias sociales negativas, por lo que su construcción ha suscitado la oposición de amplios sectores. La hidroelectricidad, en la medida en que se vayan agotando los sitios favorables, irá perdiendo importancia relativa en la generación eléctrica mundial. Generalmente se distingue entre la energía eólica, y la utilización directa de la radiación solar, con celdas fotoeléctricas, o con instalaciones termosolares que concentran la radiación solar para producir el calentamiento de un fluido de trabajo. Generadores eólicos y fotoceldas son fuentes intermitentes, pero en la variante termosolar se puede lograr una producción eléctrica estable durante períodos del orden del día. La energía eólica ha tenido un gran desarrollo en las últimas dos décadas y podría considerarse una tecnología madura, a diferencia de la energía solar propiamente dicha, en la que se realiza un gran esfuerzo de investigación para bajar el costo y mejorar la eficiencia de las celdas fotovoltaicas. Para que estas energías puedan representar más de un 25-30% de la electricidad total producida, se requerirá el desarrollo de formas de almacenamiento que compensen las variaciones de la radiación solar a lo largo del día, las variaciones climáticas y las estaciones del año. Otra manifestación de la energía solar es la producción de biomasa que puede quemarse para producir electricidad. La contribución neta al efecto invernadero es nula y, si se captura el bióxido de carbono resultante, negativa. El principal problema de cultivar biomasa en gran escala para la generación eléctrica es que se utilizaría tierra y agua que podría usarse para la producción de alimentos. Por eso se ha pensado en la utilización de algas marinas, previamente modificadas genéticamente para mejorar sus propiedades como combustible. La geotermia es una fuente de energía que lleva utilizándose desde hace tiempo en varios países, entre ellos México. Se trata de una fuente renovable que genera electricidad de base y que no produce gases de efecto invernadero, aunque sí tiene efectos ambientales importantes, entre ellos la emisión de sulfuro de hidrógeno. En su forma tradicional, la geotermia requiere la conjunción de agua y roca caliente, con intercambio de calor y producción de vapor. Potencialmente, podrían obtenerse grandes cantidades de energía de la corteza terrestre, si se fractura roca caliente y se recircula agua por ella para extraer el calor. El mar siempre ha fascinado al hombre por su manifestación de fuerza. Parte proveniente del sol, parte energía gravitatoria, la energía del mar suscita mucho interés. Ya en el siglo XIX se pensó en aprovechar la diferencia de temperatura entre el agua superficial y aguas más profundas, en muchos lugares del orden de 20-25°C, para la producción de electricidad. Desde hace tiempo (el primer experimento en la bahía de Matanzas, Cuba, se construyó en 1930), ha continuado el interés de varios países en centrales térmicas oceánicas. Mejor suerte ha corrido la utilización de las mareas: la central de La Rance, en Francia, de 240 MW, en funcionamiento desde 1967, ha sido recientemente sobrepasada por una central maremotriz de 254 MW en Corea del Sur. Una alternativa, con mucho menor impacto ambiental, es la utilización de las corrientes producidas por las mareas para 5 accionar molinos, anclados en el fondo del mar, de aspecto similar al de los aerogeneradores en uso. También se está pensando en generar electricidad con la energía del oleaje que azota continuamente varios litorales en el mundo. Varios modelos de estas instalaciones flotantes serán probados en una zona especialmente reservada para experimentar con estos prototipos, en la costa de Escocia. Las energías asintóticas Se definen las fuentes asintóticas de energía como aquéllas que serían capaces de satisfacer las necesidades energéticas de la humanidad durante centenares o miles de años. Se han identificado cuatro energías asintóticas: la energía solar en todas sus manifestaciones, la energía geotérmica y la energía nuclear en sus dos variantes, la fisión y la fusión. Ninguna de las cuatro produce gases de efecto invernadero. La magnitud de la energía que recibimos del Sol abre perspectivas inimaginables sobre las posibilidades de conversión de esta energía y su aprovechamiento final. En el mediano plazo, la dependencia que tenemos de la electricidad y de los combustibles líquidos no permite el uso exclusivo de la energía solar, sin la introducción previa de sistemas de almacenamiento masivo de energía y el desarrollo de procesos para la obtención de carburantes para el transporte. La energía geotérmica es una energía prácticamente inagotable, ya que aprovecharía el calor contenido en la Tierra. La extracción masiva de calor de la corteza terrestre requiere la creación de intercambiadores de calor adecuados. En el pasado se propuso formar cavidades en la roca utilizando para ello explosivos nucleares, pero seguramente también se pueden emplear técnicas desarrolladas para la producción de hidrocarburos. En el uso de la geotermia en gran escala habría que considerar la posible producción de sismos por los cambios producidos en la corteza. En su forma actual, la fisión nuclear no calificaría como energía asintótica. Los reactores de neutrones térmicos que se usan para la producción de electricidad “queman” únicamente el 0.5-0.6% del uranio utilizado para la fabricación del combustible, lo que significa que, si nos limitamos a aquel uranio que puede producirse a menos de US$130/kg, las reservas mundiales probadas de uranio son del orden de 3 millones de toneladas, que al ritmo de consumo actual se agotarían en 60 años. Si se recicla el combustible gastado, la eficiencia sube a 2%, con lo que el plazo, con las reservas conocidas, se elevaría a 200 años. Para que la fisión nuclear se convierta en un recurso durable, se necesita el uso de reactores reproductores, o de cría, que producen más nucleidos fisionables que los que consumen. De ese modo, se obtiene plutonio 239 o uranio 233, a partir de uranio 238 o torio 232 respectivamente, y se podrían aprovechar económicamente los vastos recursos de uranio y torio que hay en la litosfera y en el agua de mar. La cuarta energía asintótica, la fusión nuclear, ha seguido un camino muy distinto a la fisión nuclear. La fusión nuclear fue postulada, como el origen de la energía producida 6 en el Sol, varios años antes de que la fisión nuclear fuera descubierta en 1938. El uso de la fisión en explosivos fue precedido por la obtención de reacciones controladas de fisión en la “pila atómica” de Fermi, en la Universidad de Chicago, en 1942. Las primeras bombas de fisión, de uranio y de plutonio, en 1945, fueron seguidas en 1952 por la primer “bomba de hidrógeno”. Más de medio siglo más tarde, todavía no se ha obtenido una producción neta de energía mediante reacciones controladas de fusión. Quizás podamos explicarnos estas diferencias si observamos que las características de nuestro planeta permitieron la existencia de un reactor natural de fisión, el de Oklo, que funcionó espontáneamente, en forma intermitente, durante más de 100 mil años, hace 2 mil millones de años, mientras que las condiciones para la fusión son más propias de las estrellas. El interés de la fusión radica en la posibilidad de utilizar el deuterio que existe en el agua, en la proporción de 0.015% del hidrógeno, o sea 34 gramos por tonelada, de modo que los océanos nos podrían suministrar energía durante millones de años. Los reactores de fusión en funcionamiento o en construcción utilizan la fusión de núcleos de deuterio y tritio (D-T), la reacción más fácil de lograr. El tritio se obtiene mediante la irradiación con neutrones de litio, por lo que la disponibilidad de este elemento se vuelve el factor limitante, pero aun así se prevé que se podría producir energía de fusión durante más de mil años. Una vez establecida la energía de fusión sobre la base de la reacción D-T, es inconcebible que no se pudiera recurrir a la reacción D-D, ésta prácticamente inagotable. Una ventaja importante de los reactores de fusión, si se comparan con los de fisión, es que no requieren de una masa crítica, por lo que son radicalmente más seguros, aunque tengan también problemas de protección radiológica y sobre todo de proliferación nuclear, por ser favorables para la producción de material fisionable. El principal proyecto de fusión termonuclear que hay en el mundo es el ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), en construcción en Cadarache, Francia. Tras varios retrasos y aumentos de presupuesto, se espera que esté concluido en 2025, con un costo de 16 mil millones de dólares y que produzca 500 MW durante pulsos de 500 segundos, con una alimentación de 50 MW. Por su magnitud e importancia, en ITER participan la Unión Europea, China, India, Japón, la República de Corea, Rusia y los Estados Unidos. Dependiendo de la experiencia que se tenga con la operación de ITER, el siguiente paso sería la construcción de una planta de demostración, o bien de una central a escala industrial, de unos 3-4 mil MW térmicos. La fusión nuclear controlada ha suscitado desde el comienzo ilusión y esperanza. En sucesivas conferencias científicas, se ha pronosticado su realización comercial en 50 años, con lo que esta cifra casi se ha vuelto una nueva “constante física”. En la primavera de 1989, tuvimos la fiebre de la “fusión fría”, desatada por el anuncio de experimentos en que se obtenían reacciones de fusión con deuterio, a temperatura ambiente. Todo esto indica la persistencia del sueño humano de disponer de una fuente de energía inagotable, barata y segura. 7 Evolución de las tecnologías nucleares Las tecnologías nucleares usadas actualmente para la generación eléctrica son en gran parte el resultado de la evolución de reactores para la producción de plutonio para la fabricación de explosivos nucleares, o para la propulsión de navíos de guerra. En el primer caso, algunos países utilizaron reactores de uranio natural moderados por grafito y enfriados por gas, de los que se han derivado los reactores enfriados por gas, de alta temperatura. En el caso de la propulsión naval, el tipo de reactor finalmente seleccionado fue el reactor moderado y enfriado por agua ligera a presión, hoy en uso generalizado para la producción de electricidad. Otro tipo de reactor de agua ligera para centrales nucleares es el reactor de agua en ebullición, asociado inicialmente con la marca General Electric. Los canadienses desarrollaron el concepto CANDU, reactor moderado y enfriado por agua pesada, que tiene el atractivo de poder usar uranio natural como combustible. Muchos otros tipos de reactores, con diferentes características de combustible, moderador, refrigerante, o espectro de neutrones, fueron propuestos e incluso construidos a nivel de prototipo o planta de demostración, para después ser abandonados. La principal excepción son los reactores de cría, de varios tipos, que tienen el interés de producir más material fisionable del que consumen, como ya se ha mencionado. En el año 2000, varios países, liderados por los EE.UU., iniciaron una revisión de las tecnologías nucleares, basada en los aspectos tecnológicos y económicos fundamentales. En el año 2001 se constituyó formalmente un foro internacional (Generation IV International Forum, o GIF) con los países Argentina, Brasil, Canadá, Estados Unidos de América, Francia, Japón, Reino Unido, República de Corea y Sudáfrica, a los que se sumaron posteriormente Suiza, Euratom, China y Rusia. Después de un amplio escrutinio, se seleccionaron seis sistemas de energía nuclear para su desarrollo, basándose, entre otros, en los siguientes criterios: mayor seguridad nuclear, dificultad de distraer materiales nucleares que podrían ser usados en explosivos, minimización de los residuos, utilización eficiente de los recursos naturales, menor costo de construcción y operación, resistencia a ataques terroristas. Se estima que la operación comercial de estas nuevas centrales nucleares podría tener lugar, en general, a partir de 2030, aunque algunas podrían adelantarse a esa fecha. A continuación se enumeran los seis sistemas en desarrollo. Es interesante observar que, a diferencia de la situación actual, dominada por los reactores de neutrones térmicos, moderados y enfriados por agua, de los seis sistemas sólo uno es un reactor refrigerado por agua en condiciones supercríticas, que además podría funcionar con un espectro de neutrones rápidos. Reactores de neutrones térmicos: VHTR, reactor de muy alta temperatura, moderado por grafito y enfriado por helio, 600 MWt (tamaño de referencia). SCWR, refrigerado por agua en condiciones supercríticas, 1700 MWe. Podría también funcionar con neutrones rápidos. 8 Reactor de neutrones epitérmicos: MSR, reactor de sales fundidas, homogéneo, 1000 MWe. Reactores de neutrones rápidos: GFR, enfriado por helio, 300-600 MWe. SFR, enfriado por sodio, en tamaños 150-500 MWe, ó 500-1500 MWe. LFR, enfriado por plomo, en tamaños 50-150 MWe, 300-400 MWe, ó 1200 MWe. Con la preocupación mundial por el calentamiento del globo terráqueo y la tendencia al aumento, en promedio, de los precios de los combustibles fósiles, los principales fabricantes de reactores nucleares se abocaron al desarrollo de reactores refrigerados por agua, bautizados como la generación III+, que servirían de transición hasta la comercialización de los reactores de la generación IV. Para aprovechar las economías de escala, se proyectaron reactores aún más grandes, con sistemas de seguridad más elaborados, aunque haciendo un mayor uso de las leyes naturales para no depender tanto, en caso de accidente, de la actuación de sistemas electromecánicos y de la intervención de los operadores humanos. El ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos aumentó las exigencias de seguridad, en particular en lo referente a impactos de aeronaves de gran tamaño. El resultado ha sido el diseño de centrales nucleares de capacidades entre 1100 y 1700 MWe, con un costo que excede en algunos casos los 5 mil dólares de los Estados Unidos por kW instalado. Aun así, varios países están procediendo al licenciamiento y construcción de estas centrales de generación III+. Es pronto para saber la influencia que tendrá el accidente de Fukushima en la evolución de la tecnología nuclear. Es posible que tenga el efecto de acelerar el desarrollo de los reactores de la generación IV. Es posible también que favorezca la introducción de los reactores modulares pequeños (SMR, por sus siglas en inglés), especialmente aquéllos que por su construcción resulten más resistentes a fenómenos naturales o a eventos provocados por el hombre. Dos de estos reactores, ambos desarrollados por fabricantes estadounidenses, están en las fases preliminares de licenciamiento o certificación con la Comisión Nuclear Reguladora de los Estados Unidos: el mPower, de agua a presión, en unidades de 125 MWe, de Backok and Wilcox y el reactor de agua a presión de 200 MWe, de Westinghouse. El futuro En este planeta habitamos 7 mil millones seres humanos y relativamente pronto, en 2030, seremos ya 9 mil millones. Se estima que, en la actualidad, mil quinientos millones de personas carecen de electricidad y 3 mil millones tienen como única fuente de energía la biomasa tradicional. La demanda de energía crece a un ritmo de 1.3% anual y aumentará 40% en los próximos 25 años. De acuerdo con datos de la Naciones Unidas, las emisiones globales de carbono han aumentado 25% desde 2000. Los incrementos más notables han tenido lugar en China y en la India, 100% y 50% respectivamente. Si en la reunión de Durban, Sudáfrica, que 9 tendrá lugar en diciembre de 2011, no se aprueban medidas efectivas para limitar la emisión de gases de efecto invernadero, se vuelve cada vez más difícil que el aumento de la temperatura global no exceda de 2°C, el incremento que se ha fijado como “tolerable”. Es necesario que la sociedad tenga un suministro de energía asegurado, al alcance de todos los seres humanos y respetuoso del medio ambiente, del aire y del agua en particular y que garantice la mitigación del cambio climático. Al respecto, se puede mencionar algunas cifras: se estima que las inversiones necesarias en el sector energético serán del orden del 1.4% del producto global bruto, anualmente, en 2030; el sistema energético es responsable de aproximadamente el 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero y para el año 2050 deberían reducirse a la cuarta parte de las actuales; las emisiones de CO2 provenientes del transporte, actualmente el 25% del total, podrían aumentar un 80% de aquí al 2050, por lo que deben ser reducidas drásticamente, sobre todo en el transporte de pasajeros. En el futuro previsible, el uso de la electricidad y la movilidad proporcionada por los medios de transporte irán en aumento a nivel mundial. La electricidad tiene entre sus características que puede ser obtenida a partir de un gran número de energías y que presenta una demanda variable que debe ser satisfecha instantáneamente. El transporte, en sus diversas formas, utiliza sobre todo el motor de combustión, que depende de los combustibles líquidos. Con los conocimientos actuales y combinando inteligentemente las tecnologías disponibles, especialmente la energía nuclear y las renovables, sería posible construir un sistema energético global, de baja intensidad de carbono, que satisfaga a la vez la demanda de electricidad variable y las necesidades de combustible líquidos, a un costo asequible. Las centrales nucleares funcionan mejor y son más económicas si se mantienen a plena potencia nuclear, aunque la entrega de electricidad al sector eléctrico sea variable. Una forma de utilizar la electricidad sobrante es en plantas de ósmosis inversa para la producción de agua potable. Esta electricidad también puede servir para bombear agua en centrales de rebombeo, una forma de almacenar energía que ya se usa en gran escala en los sistemas eléctricos. Para aprovechar el calor excedente que resultaría al disminuir la generación eléctrica, se han propuesto, principalmente, dos formas de almacenamiento, la producción de hidrógeno mediante electrólisis de alta temperatura, para su utilización posterior en celdas de combustible y el almacenamiento del calor en rocas, para su aprovechamiento en centrales geotérmicas. Además, la operación de las centrales nucleares con generación eléctrica variable, permitiría un uso mucho mayor de las energías renovables intermitentes en la producción de electricidad. Los automóviles híbridos y eléctricos tendrán una penetración cada vez mayor en el sector del transporte, pero no puede preverse el reemplazo de los combustibles líquidos en todas las aplicaciones. En un período de transición, el calor producido en plantas nucleares puede ser utilizado en los procesos de extracción de petróleo no convencional, lo que resultaría en un impacto ambiental mucho menor. El calor nuclear serviría también para la densificación de la biomasa previamente a su transporte a las biorrefinerías y en la operación de éstas, lo que disminuiría la emisión de CO2 en la producción de biocombustibles. Puede mencionarse que el costo de los combustibles 10 líquidos tiene un límite superior, dado por el costo de producción del combustible sintetizado a partir de CO2, extraído del aire, y de agua, que es del orden de 2 a 3 veces el costo de la electricidad, por unidad de energía calórica, comparado con el costo aproximadamente igual que tienen actualmente. La experiencia muestra que las previsiones tecnológicas raramente se cumplen y que desarrollos insospechados llegan a tener consecuencias enormes en muy poco tiempo. Sin embargo, los cambios en el sector energético y particularmente en el sector eléctrico han sido tradicionalmente lentos, por la magnitud de las inversiones involucradas y por la conveniencia de diversificar las fuentes de energía. Hoy en día, se recurre a la hidroelectricidad, al carbón, al petróleo, al gas, a la geotermia, a la energía nuclear, a la biomasa, al viento, al sol y a las mareas, para asegurar el suministro de electricidad en forma flexible y económica. Lo más probable es que se siga usando la misma mezcla de energías, aunque posiblemente veamos un ritmo más acelerado de sustitución de unas energías por otras, para tratar de limitar la emisión de gases de efecto invernadero y así frenar el cambio climático. Una solución extrema pero que se ha llegado a proponer, es satisfacer todas las necesidades de energía con viento y sol únicamente. Se trata de una solución posible pero ¿a qué precio? Sería además inconcebible que la humanidad renunciara al uso de sus dos grandes descubrimientos en materia de energía: el fuego y la energía nuclear. Bibliografía Vélez Ocón, C. (1997), Cincuenta años de energía nuclear en México, 1945-1995, Programa Universitario de Energía, Universidad Nacional Autónoma de México. Vélez Ocón, C. (2009), “Panorama a largo plazo de la tecnología nuclear”, en El resurgimiento de la energía nuclear ¿Una opción para el cambio climático y para los países emergentes?, editado por Campos Aragón, L. Instituto de Investigaciones Económicas (U.N.A.M.), Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear, Siglo Veintiuno Editores. Forsberg, Charles W. (2011), Nuclear Energy for Variable Electricity and Liquid Fuels Production: Integrating Nuclear with Renewables, Fossil Fuels, and Biomass for a Low-Carbon World, Massachusetts Institute of Technology. 11