Drogas ¿Hacia dónde vamos?

Anuncio
PROYECTO HOMBRE 49
19/5/04
10:32
Página 5
ANÁLISIS
DROGAS ¿HACIA DÓNDE VAMOS?
EMILIANO MARTÍN GONZÁLEZ
Responsable del Menor y la Familia. Ayuntamiento de Madrid
El título es bastante explícito de lo que trata
este artículo, es lanzar una pregunta e ir
desgranando los elementos que muestran
la dificultad y el camino de aproximación al
conocimiento del fenómeno de las drogas,
que no es lineal sino fluctuante, y apuntar
ciertas tendencias que se deben tener en
cuenta para pronosticar el futuro y establecer políticas y prioridades bien fundamentadas.
El autor resalta la importancia de hacer
análisis para encarar el futuro. Enumera los
elementos necesarios para elaborar dicha
prospección. Indica la pertinencia de conocer los modos en que los individuos
construyen sus estilos de vida en torno a
las drogas. Señala la relevancia que tienen
las sustancias consumidas en cada momento y las tendencias que apuntan a la
reducción o el incremento de su consumo.
Destaca cómo los índices de consumo
están ligados al riesgo percibido.
Como conclusión esperanzadora, las tendencias pueden ser reversibles pero hay
que conocerlas para poder incidir en ellas
y evitar el peligro de la normalización que
acarrea la expansión de los consumos.
PALABRAS CLAVE tendencias de consumo,
patrones de consumo, programas de prevención, evaluación de programas.
5
PROYECTO HOMBRE 49
19/5/04
10:32
Página 6
ANÁLISIS
1. INTRODUCCIÓN:
LA INCERTIDUMBRE DEL
FUTURO
Tras las muchas reflexiones que
hemos venido haciendo estos últimos tiempos acerca de las transformaciones que se han operado
durante la pasada década de los
noventa en el universo de las drogas, se suscitan invariablemente las
mismas preguntas referidas al futuro: ¿Hacia dónde vamos?, ¿qué
drogas se consumirán dentro de
unos años?, ¿quiénes serán sus
usuarios?, ¿cuáles serán sus efectos
y consecuencias? Y la respuesta
que ineludiblemente aportamos
los profesionales acostumbra a ser
siempre: “Bueno, eso es algo imprevisible”. Y, efectivamente, es
muy difícil establecer una visión
prospectiva sobre el futuro, bien
sea de las drogas o de cualquier
otro fenómeno social. Con independencia de la faceta de la vida
que abordemos, el futuro siempre
es distinto a como lo podemos
imaginar. Basta volver la vista atrás
y revisar una historia tan breve
como la de las drogas ilegales en
nuestro país: ¿Quién hubiera previsto que, tras la impactante etapa
de la heroína, en apenas diez años
íbamos a estar hablando de normalización en los consumos de determinadas drogas?
La dificultad de estos análisis
estriba no sólo en la propia incertidumbre que conlleva el futuro,
más aún en una etapa de rápidos y
constantes cambios, sino también
en la carencia de unas condiciones objetivables y fiables y en que
estamos abordando un fenómeno
que no es lineal sino fluctuante.
Pero, a pesar de los obstáculos
que encierra la tarea, considero
que deberíamos valorar la oportunidad de realizar más habitualmente este tipo de análisis porque
pueden representar un instrumento muy útil, no sólo para entender el presente, sino que también pueden condicionar de
algún modo la forma de encarar el
futuro y, con ello, el propio devenir de los acontecimientos.
6
Podemos afirmar que, para llevar
a cabo una prospección de esta naturaleza, serían necesarios tres tipos
de elementos: 1) Previsibles: Aquellos
que cabe obtener analizando los
datos disponibles sobre tendencias
de consumo, patrones de uso, riesgo
percibido, demandas asistenciales,
mortalidad, urgencias, etc. En España existen afortunadamente una
gran cantidad de datos procedentes
de distintas fuentes —encuestas domiciliarias y escolares, indicadores
de problemas y estudios etnográficos
sobre grupos de consumidores—
que se localizan básicamente en el
Observatorio Nacional sobre Drogas. 2) Inciertos: Es decir, acontecimientos y factores que se nos esca-
especialmente a los más vulnerables,
profundizar en la investigación…
son requisitos imprescindibles para
condicionar el futuro de las drogas y
la evolución que adopten en nuestra
sociedad.
2. SITUACIÓN ACTUAL Y
PRINCIPALES TENDENCIAS
Para ello deberemos partir del
análisis de los informes y los indicadores existentes que representan un
instrumento privilegiado para
hacer este tipo de proyecciones. Los
norteamericanos disponen desde
1975 de un estudio que anualmen-
LA EVOLUCIÓN DEL TEMA DE LAS DROGAS NO DEBERÍA SER PERCIBIDA CON UNA VISIÓN FATALISTA
ANTE LA QUE SIMPLEMENTE DEBEMOS PERMANECER EXPECTANTES.
pan y que excederán siempre a nuestro control y a nuestra capacidad de
previsión, y 3) Contingentes: Que dependerán de lo que hagamos, y aquí
se encuentra, a mi entender, una
clave fundamental por la que merece la pena llevar a cabo este ejercicio.
La evolución del tema de las drogas
no debería ser percibida con una visión fatalista ante la que simplemente debemos permanecer expectantes. Si se hubiera actuado así ante el
fenómeno del tabaquismo, hoy no
dispondríamos del arsenal legislativo y preventivo que han puesto en
marcha numerosos países desarrollados durante las últimas décadas
con indiscutibles resultados positivos sobre los hábitos individuales y
sociales en relación con el consumo
del tabaco. Generar un movimiento
de prevención capaz de coaligar a las
instituciones públicas, a las organizaciones sociales y a los medios de
comunicación social, promover medidas en todos los ámbitos de socialización (familia, escuela, comunidad…), insistir en los cambios legales para proteger a los ciudadanos y
te revisa las prevalencias de consumo y las actitudes de los escolares
ante las drogas y que denominan
“Monitorizando el futuro”, título
que expresa muy a las claras su potencialidad para identificar algunas
de estas tendencias así como el
comportamiento y la correlación
existente entre determinados factores: la edad, el género, las motivaciones hacia el consumo, el riesgo
percibido y el rechazo que provocan las distintas sustancias, su disponibilidad, etc. En España disponemos de un estudio similar como
es la “Encuesta sobre drogas a la población escolar” que se viene realizando desde 1994; otra serie histórica representada por la “Encuesta
Domiciliaria”; indicadores de tratamiento, urgencias y mortalidad; diversas encuestas de carácter autonómico e incluso local; estudios etnográficos y centrados en sectores
de población (laboral, familiar…);
estudios sobre valores y factores de
riesgo y protección; perfiles de
usuarios de las redes asistenciales y
así un largo etcétera. Todos estos
PROYECTO HOMBRE 49
19/5/04
10:32
Página 7
PROYECTO
EVOLUCIÓN DEL CONSUMO DE ALCOHOL ENTRE LOS
ESTUDIANTES DE 14-18 AÑOS EN ESPAÑA, 1994-2002
Fuente: Encuesta Escolar 1994-2002. Observatorio Español sobre Drogas
EVOLUCIÓN DEL CONSUMO DE CÁNNABIS ENTRE LOS
ESTUDIANTES DE 14-18 AÑOS EN ESPAÑA, 1994-2002
Fuente: Encuesta Escolar 1994-2002. Observatorio Español sobre Drogas
datos nos permiten aproximarnos
al conocimiento del fenómeno de
las drogas y apuntar ciertas tendencias que deberemos tener en cuenta para pronosticar el futuro y establecer políticas y prioridades bien
fundamentadas.
Antes de exponer esas principales tendencias, convendría incidir en
dos aspectos que, aunque reiteradamente se mencionan, no suele atribuírseles toda la importancia que tienen. Es el caso, en primer lugar, de la
relevancia que tiene cada una de las
sustancias consumidas. Tendemos a
pontificar una u otra en función del
último acontecimiento o de la última
moda, sin embargo, su nivel de con-
sumo no es ni ha sido nunca el
mismo o, dicho de otro modo, que
las diversas drogas no son igual de
prevalentes. Una forma sencilla de
clasificar los consumos actuales podría hacerse agrupándolas en tres ESCALONES: El primero lo constituyen las
dos principales drogas, tanto por su
extensión como por las graves consecuencias que generan sus consumos, que poseen además un status
de legalidad: el alcohol y el tabaco;
ambas se mueven en unos porcentajes que oscilan entre el 63,8% y el
41,5%, respectivamente, en consumo habitual y para el conjunto de la
población. Del tercero forman parte
la mayoría de las denominadas dro-
gas ilegales (heroína, cocaína, éxtasis, anfetaminas, alucinógenos…) y
llegan a un nivel máximo de consumo habitual del 1,4% —en el caso
de la cocaína— no alcanzando en la
mayoría de las sustancias ni el 1%
—heroína, inhalables, crack…—;
lógicamente, si nos ceñimos a segmentos juveniles de edad, como el
de 15 a 24 años, las cifras pueden
multiplicarse por más del doble. Y,
finalmente, el cánnabis, aunque
ocupa realmente el segundo escalón,
porque se trata de una droga que
posee múltiples peculiaridades. Es la
sustancia ilegal más consumida,
pues tiene una prevalencia de consumo significativamente alta —
6,5% de consumo habitual en población general que llega hasta el
22% en los escolares de 14 a 18
años— y goza de una amplia tolerancia en ciertos sectores sociales.
Por otra parte, aunque resulte
reiterativo, es preciso volver a
constatar el fenómeno del policonsumo. Si vamos a hablar de tendencias, resultará imprescindible ordenar el discurso partiendo de
todas y cada una de las principales
sustancias, pero no debemos olvidar que este tipo de análisis suele
resultar engañoso por cuanto
transmite una imagen que no se
corresponde con la realidad. Así,
podría pensarse que la evolución
de las tendencias de consumo de
las respectivas sustancias se corresponden linealmente con el crecimiento o reducción de determinadas tipologías de consumidores
—de cocaína, heroína, drogas sintéticas…— Sin embargo, el patrón
de consumo más extendido entre
los consumidores españoles es el
de varias drogas en el mismo período de tiempo. Tanto es así que, a
título de ejemplo, los consumidores de cánnabis consumen alcohol
nada menos que el 95,2%, tabaco
el 87,2% y cocaína el 21%. Si partimos de los consumidores de cocaína, el consumo de alcohol vuelve a representar el 95,2%, el tabaco el 89,2% y el cánnabis el 79,3%.
Y podríamos seguir así con las
demás sustancias. Por lo que hay
que tener siempre presente que
nos enfrentamos a un fenómeno
7
PROYECTO HOMBRE 49
19/5/04
10:32
Página 8
ANÁLISIS
mucho más complejo, en el que
cada sustancia tiene sus propias características y desempeña un papel
específico pero, a su vez, está intrínsecamente ligada a otras sustancias. Todo ello sin olvidar que el
verdadero protagonista no es el
producto sino el consumidor y el
contexto en que éste se desenvuelve. En efecto, lo verdaderamente
relevante son las personas que
consumen, por qué lo hacen, para
qué, con qué patrones de uso, asociados con qué conductas de riesgo…en suma, los modos en que
los individuos y los grupos construyen sus estilos de vida en torno
a las drogas.
Tomando como referencia la última década y las principales sustancias consumidas, podríamos
agrupar la evolución de las tendencias en dos movimientos fundamentales: de incremento y de reducción. Entre las primeras destaca especialmente el cánnabis con
un crecimiento nítido, constante y
gradual. Puede afirmarse con rotundidad que todos los datos y
todas las variables que se manejan
sobre esta sustancia son negativos.
El peor, sin duda, es el aumento
del consumo habitual de diez puntos a lo largo de los últimos ocho
años entre la población adolescente (pasando del 12,2% en 1994 al
22% en 2002). Pero hay otros no
menos importantes para comprender más exactamente la dimensión
de este problema. Aunque algunos
insisten en la práctica inocuidad de
esta sustancia —cuando no en sus
supuestos efectos benéficos—, las
demandas de tratamiento por cánnabis ocupan el tercer lugar en
nuestra red asistencial, tras la heroína y la cocaína, y representan ya
el 17% (2001). El aspecto más relevante está en que esta demanda
ha crecido espectacularmente en
los últimos cinco años, de tal modo
que, entre 1996 y 2001, se multiplicó por tres. De aquí que no resulte sostenible seguir atribuyendo
este incremento a la suspensión de
las multas por consumo en lugares
o establecimientos públicos en
aplicación de la Ley de Protección
de la Seguridad Ciudadana, pues
8
SI ACEPTAMOS QUE LAS CRISIS SON REVERSIBLES
Y PUEDEN SUPERARSE Y CONSTATAMOS LA EXISTENCIA DE TENDENCIAS DE CONSUMO SOMETIDAS A UN FLUJO DE INCREMENTO CONTINUADO,
URGE PROVOCAR EFECTOS DE REACCIÓN.
esta norma está vigente nada
m e n o s q u e d e s d e 1 9 9 2 . O t ro
hecho que confirma el peso creciente de esta sustancia en los consumos juveniles es el referido a las
demandas asistenciales entre menores de edad que colocan al cánnabis en el primer lugar con un
52% del total; cinco años antes representaba el 20,6%.
A mucha distancia del cánnabis, la cocaína es la segunda droga
ilegal más extendida y también
mantiene durante la última década
una tendencia ascendente, mucho
más clara en la segunda mitad. Su
nivel de experimentación en po-
blación general ha pasado del
3,2% en 1995 al 4,9 en 2001, y el
consumo habitual del 0,4% al
1,4%. Pero, como en todas las drogas de comercio ilegal, los mayores
consumos se concentran en las
edades juveniles. Así, entre los
adolescentes de 14 a 18 años, el
consumo experimental llega al
7,4% y el habitual al 3,1% en el
año 2002; en 1994 las cifras eran
del 2,4% y del 1%, respectivamente. Y, al igual que en el caso anterior, esta tendencia en los consumos se ha reflejado en los problemas generados por esta sustancia.
Tal vez el dato más llamativo sea
PROYECTO HOMBRE 49
19/5/04
10:32
Página 9
PROYECTO
que en el año 2001 el 34% de las
personas admitidas por primera
vez a tratamiento en la red asistencial lo fueran por abuso o dependencia a cocaína, lo que significa
un incremento del 91% respecto al
año 1997. En cuanto al indicador
de urgencias del Observatorio Nacional sobre Drogas, la tendencia
en los últimos diez años ha sido de
crecimiento, habiendo superado
incluso a las urgencias por heroína
desde el año 1999. De modo que
podría afirmarse que, si esta evolución continúa en los próximos
años, el volumen global de problemas por cocaína llegará a ser tan
importante o incluso superará a los
problemas por heroína.
Otros psicoestimulantes que
también han sufrido una expansión durante la década han sido las
drogas de síntesis, si bien con un
comportamiento mucho más irregular que las anteriores ya que ha
seguido una evolución en forma de
dientes de sierra. En población general tenía un porcentaje de experimentación del 1,9% en 1995 que
alcanzó al 4,2% en 2001, situándose el consumo habitual en el
0,7%. Estos datos prácticamente se
duplican si nos centramos en la
población juvenil de 20 a 24 años.
En el capítulo de las tendencias a
la reducción destaca entre todas el
papel de la heroína. Si hasta mediados de los noventa había sido la
droga emblemática y la que había
concitado la mayor alarma social,
precisamente en esa época se producen la inicial estabilización y posterior decremento de su consumo. De
hecho, en un corto período de tiempo se precipitan los principales indicadores sociosanitarios disponibles:
descenso del número de muertes
por reacción aguda tras el consumo
de opiáceos; reducción en más de
treinta puntos porcentuales de la vía
intravenosa; decremento de las enfermedades asociadas a esta vía de
administración; caída paulatina de
las admisiones a tratamiento motivadas por esta sustancia, etc. Proceso digno de analizarse éste de la heroína y que responde perfectamente
a la hipótesis de Musto (87) según la
cual “una epidemia de drogas termina por desaparecer cuando una
nueva generación de posibles consumidores toma conciencia de los
peligros del uso indebido y, como resultado, no empieza a consumirlas”.
Pero, con ser importante el descenso de la heroína, existe un fenómeno que no se ha ponderado
suficientemente en relación con el
alcohol. La toma de conciencia en
sectores cada vez más amplios de
la sociedad acerca de los peligros
del alcohol y, sobre todo, la alarma
ciudadana generada en los últimos
años por el denominado “botellón”, han solapado un hecho muy
relevante desde un punto de vista
de la salud pública. Se trata del notable descenso del consumo de alcohol entre los adolescentes: desde
1994 hasta 2002 el consumo experimental ha descendido 8 puntos y el consumo habitual 23,4. Y
hay algo aún más interesante, estos
descensos se concentran fundamentalmente en las edades más jó-
venes, así por ejemplo, el consumo
habitual de los chicos de 14 años
ha pasado del 61,7% al 26,1% en
el mismo período de tiempo, esto
es, un descenso de más de 35 puntos.
Bien es verdad que las prevalencias
siguen siendo muy altas y no se
trata de minimizar un ápice la gravedad del consumo de alcohol
entre los jóvenes, pero sería necio
y estéril silenciar estos datos.
Para finalizar este rápido repaso a las tendencias de consumo, no
podemos prescindir de una variable tan importante como el riesgo
percibido. Numerosos autores coinciden en afirmar que la actitud
hacia las drogas es un factor fundamental en su consumo. Johnston
(95) apunta la relación inversamente proporcional entre el grado
de riesgo percibido y la evolución
del consumo. Single, Christie y Ali
(2000) afirman que está razonablemente bien documentado el
hecho de que las variaciones de los
índices de consumo de cánnabis
parecen estar más estrechamente
ligadas a las variaciones de la percepción de riesgos para la salud
que al miedo ante las sanciones legales o los eventuales cambios del
régimen jurídico de esa droga.
Si analizamos detenidamente los
datos que nos aporta el Observatorio Nacional sobre Drogas al respecto, encontraremos interesantes
coincidencias. Coincidencias en un
doble sentido: por una parte, aquellas drogas que más han descendido
en su riesgo percibido son las que
más han crecido en su consumo;
por otra, el nivel de percepción de
riesgo y sus fluctuaciones no resultan en absoluto aleatorios, tienen
que ver con estados de opinión,
acontecimientos sociales, estrategias
comerciales, acciones preventivas…
que ocurren en el seno de la sociedad. Para Caulkins (2002) los problemas relacionados con las drogas
son fenómenos dinámicos caracterizados por un comportamiento no
lineal y sujetos a una amplia gama
de “efectos de reacción”.
En efecto, basta comparar ambas
tendencias (consumos y riesgo percibido) para comprobar: que el riesgo percibido en las drogas legales es
9
PROYECTO HOMBRE 49
19/5/04
10:32
Página 10
ANÁLISIS
mucho menor que en las drogas ilegales, que el riesgo percibido del
consumo experimental es menor
que el habitual o intenso, que los jóvenes de 20 a 24 años tienen menos
percepción que el resto de los grupos
de edad y que los consumidores de
una determinada sustancia tienen,
lógicamente, una percepción de riesgo menor que los no consumidores.
Con todo ello se cumple perfectamente la relación asimétrica entre
ambas variables. Tal vez el descenso
en la percepción de riesgo más ilustrativo sea el del cánnabis que, en la
población de 14 a 18 años, ha descendido veinte puntos ( del 54,7% al
34,7%) referida al consumo experimental y diez puntos en relación con
el habitual —curiosamente, similares proporciones que las del crecimiento del consumo—. De igual
modo, es ilustrativa la diferencia
entre consumidores y no consumidores de cánnabis: los primeros consideran peligroso el consumo habitual de cánnabis en un 17%, mientras los segundos alcanzan el 59,1%.
En una situación contraria se
encuentra el éxtasis. En coherencia
con los altibajos en los consumos,
también ha tenido oscilaciones en
cuanto al grado de peligrosidad
que se le atribuye. Acontecimientos impactantes de la historia reciente de nuestro país y el propio
conocimiento de la sustancia, unidos sin duda a otros factores del
mercado, explicarían el reciente
incremento del riesgo percibido
del éxtasis entre los adolescentes
que correlaciona con un ligero decremento del consumo en esta
misma población.
3. ¿ES POSIBLE ACTUAR?
De todo lo expuesto podrían extraerse algunas conclusiones de índole práctica. La primera y, sin
duda, más interesante es que las tendencias pueden ser reversibles. Y pueden serlo para mejor y para peor. El
claro descenso de la heroína y la notable disminución del consumo de
alcohol entre los adolescentes así lo
demuestran. Mucho más obvios resultan los resultados en el ámbito
10
del tabaco. De igual modo, algunos
indicios en el tema del éxtasis hacen
pensar que podría haber una vía posible de mejora con esta sustancia.
¿Se podría encontrar razonablemente algún elemento común entre
estos fenómenos? Parece evidente
que en todos estos casos se han producido efectos de reacción: desde
las graves consecuencias derivadas
del consumo de heroína por vía intravenosa a los dilatados debates en
los medios de comunicación sobre
el tema del alcohol o la alarma generada en los medios de comunicación
por las muertes de jóvenes en fiestas
o discotecas y relacionadas con el
consumo de éxtasis. De igual modo,
estas sustancias han concentrado el
mayor número de esfuerzos en los
programas de intervención sociosanitaria: la mayor parte de los recursos se han dirigido a la asistencia y
ésta se ha centrado prioritariamente
en los problemas de la heroína; los
programas preventivos, aunque
prácticamente han comenzado a desarrollarse en los últimos años, inciden fundamentalmente en el alcohol y el tabaco; en cuanto al éxtasis,
el Plan Nacional sobre Drogas ha
hecho constantes llamadas de atención desde prácticamente sus primeras apariciones en nuestro país.
Vayamos ahora al polo opuesto
que concentra las tendencias más
negativas. Si nos referimos al cánnabis, no cabe ninguna duda de que
esta sustancia goza de una gran permisividad en algunos sectores sociales y una clara legitimación en otros,
especialmente entre los consumidores; a su vez, existen grupos con diferentes intereses —sobre todo económicos— perfectamente organizados. Tanto es así que algunos autores (Calafat et al., 1998) señalan la
existencia de un auténtico “movimiento pro-cánnabis” empeñado en
la promoción de esta droga. Frente a
ello, la sociedad asiste inerme a la
evolución continuada de consumidores y las instituciones, asociaciones y profesionales que trabajamos
en el tema no hemos sido capaces
hasta ahora de estructurar una respuesta proporcionada ante estas
presiones. Es más, no es infrecuente
encontrar posturas demasiado tibias
o simplemente ambiguas ante un
compromiso que exige más esfuerzos y más argumentaciones que los
que se aplicaban tradicionalmente
en los sucesivos debates sobre las
drogas. Y otro tanto cabe añadir respecto al consumo de la cocaína,
aunque sus prevalencias de consumo no sean tan altas como las del
cánnabis y el riesgo percibido sea
más alto entre la población general.
Porque, a pesar de la contundencia
de los datos, la cocaína sigue teniendo una imagen social positiva en determinados ambientes y, sobre todo,
en algunos sectores juveniles.
Ante esto, no parece temerario
suponer que ambas sustancias mantendrán una línea ascendente, con
mayor o menor intensidad, y que los
problemas que generan continuarán
incrementándose. Este riesgo,
unido a los elevados porcentajes de
consumo de alcohol y tabaco –pese
a los indicios favorables citados- y a
posibles repuntes de cualquier otra
sustancia, obligan a no bajar la guardia ante un fenómeno que ha cambiado su rostro pero que mantiene
intactos sus peligros potenciales.
Últimamente se barajan entre los
profesionales algunos argumentos
tranquilizadores de cara al futuro
que parten de una base indudablemente sólida: el primero plantea
que, no obstante su extensión, se
trata de consumos mayoritariamente recreativos, esporádicos u ocasionales, por lo que no tienen por qué
traducirse en un incremento significativo de problemas; el segundo
parte de que tan sólo una parte de
estos experimentadores pasarán a
un consumo más intenso o compulsivo y menos aún a generar un trastorno adictivo en el medio plazo
pues, como en otras generaciones, la
propia edad y la asunción de responsabilidades favorecerán este
proceso. Y es posible que en muchos
casos sea así. El problema estriba en
que esta expansión de los consumos
corre a favor de la normalización de
las conductas y las actitudes hacia
las drogas, es decir, que impulsa el
desplazamiento de una actividad
considerada hasta ahora como desviada desde los márgenes hacia el
centro de la cultura juvenil. Ade-
PROYECTO HOMBRE 49
19/5/04
10:32
Página 11
PROYECTO
EVOLUCIÓN DEL RIESGO PERCIBIDO Y DEL CONSUMO DE
CÁNNABIS ENTRE LOS ESTUDIANTES DE 14-18 AÑOS EN
ESPAÑA, 1994-2002
Fuente: Encuesta Escolar 1994-2002. Observatorio Español sobre Drogas
EVOLUCIÓN DEL CONSUMO DE PSICOESTIMULANTES
EN EL ÚLTIMO AÑO (ESTUDIANTES DE 14-18 AÑOS) ESPAÑA,
1994-2002
ción de todos los agentes sociales.
Aún se está a tiempo de actuar para
poder condicionar el futuro inmediato. Pero no basta con trabajar
como hasta ahora. Hay que seguir
impulsando la extensión de los
programas de prevención y rentabilizar los enormes esfuerzos realizados en la elaboración y validación de programas. Pero no serán
suficientes la intervención escolar
o las campañas en las que hemos
incidido hasta ahora; tendremos
que involucrar en estas tareas a
muchos otros (instituciones, la industria recreativa, organizaciones
sociales, medios de comunicación…) pero habrá que traspasar
también el umbral de cada casa
para que afrontemos el tema cara a
cara dialogando con nuestros
hijos. Los adultos, y específicamente los padres, no podemos
dejar estas cuestiones al azar ni delegar en terceros.
BIBLIOGRAFIA:
Fuente: Encuesta Escolar 1994-2002. Observatorio Español sobre Drogas
más, la ampliación de grupos iniciáticos contribuye a incrementar necesariamente la proporción de aquellos que se colocan en una situación
de vulnerabilidad. Más aún si tenemos en cuenta el gran número de
consumidores de drogas legales y la
fuerte asociación que existe entre
drogas legales e ilegales, bien fundamentada en la literatura científica
(Johnston, 95).
A la vista de todo lo expuesto,
cabe una última conclusión: Si
aceptamos que las crisis son reversibles y pueden superarse y constatamos la existencia de tendencias
de consumo sometidas a un flujo
de incremento continuado, urge
provocar efectos de reacción. Tendremos que revisar la conceptualización del fenómeno, investigarlo
más, identificar los mecanismos
que subyacen a estos cambios cualitativos y cuantitativos que se
están produciendo, atendiendo especialmente a aspectos claves
como los patrones de ocio juvenil,
la percepción del riesgo asociada al
consumo o la accesibilidad de las
sustancias y la forma de contrarrestar las presiones de la oferta.
Lógicamente, esto conlleva actualizar las estrategias preventivas y
ensayar nuevas alternativas que se
ajusten a esta nueva situación.
Pero, ante todo, exige la participa-
Calafat, A. (1998): Cánnabis.
Adicciones. Socidrogalcohol, Madrid.
Caulkins, J. P. (2002): El carácter dinámico de los problemas relacionados con las drogas. Política dinámica de drogas: comprensión y control de las epidemias de drogas. Boletín de Estupefacientes, Naciones
Unidas. Vol LIII, núm. 1 y 2. 13-27.
Johnston, Ll. (1995): Contribuciones de la epidemiología de las
drogas al campo de la prevención
del abuso de drogas. Estudios sobre
intervención del abuso de drogas: aspectos metodológicos. Centro de Estudios sobre Promoción de la
Salud. Madrid.
Musto, D. F. (1987): The American disease: Origin of Narcotic Control. Oxford University Press.
Nueva York.
Observatorio Nacional sobre
Drogas (1998-2003): Informes 1,
2, 3 y 4. Delegación del Gobierno
para el Plan Nacional sobre Drogas, Madrid.
Single, E., Christie, P. y Ali, R.
(2000): The impact of cánnabis
decriminalization in Australia and
the United States. Journal of Public
Health Policy. Vol. 21. 157-186.
11
Descargar