LA HOJA VOLANDERA RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA Correo electrónico [email protected] En Internet www.lahojavolandera.com.mx NECESIDAD DE LA EDUCACIÓN Juan Jacobo Rousseau 1712-1778 Juan Jacobo Rousseau nació en Ginebra en el año 1712. Huérfano de madre desde niño, su primera educación la recibió de su padre. Realizó amplios estudios aunque de manera informal. En su juventud fue aprendiz de grabador, preceptor, escribiente, compositor de música, y lacayo, inclusive. A partir de la aparición de su obra Discurso sobre las ciencias y las artes (1750) el éxito y la fama acompañaron al ginebrino. Luego de una vida errante y azarosa murió en París el año 1778. La figura de Rousseau es fundamental en la historia de la educación, pues al valor de muchas de sus ideas se agrega la gran influencia que éstas han tenido sobre pensadores y educadores, aún de nuestro tiempo. Creador del naturalismo educativo, Rousseau propone una educación sustentada en la naturaleza, entendida ésta como la vida pura, no influida por los convencionalismos sociales. Defiende la libertad y la acción en la escuela y se manifiesta enemigo de la educación verbalista y libresca. Es el primero en descubrir el valor propio del niño, distinto del adulto, lo que hace ver en aquél el centro y fin de la educación. Emilio o de la educación (1762) es la obra pedagógica esencial de Rousseau. Por su valor autobiográfico son importantes también sus Confesiones (Obra póstuma). No se conoce a la infancia; con las falsas ideas que de ellas se tiene, cuanto más lejos van, más se extravían. Los más discretos de fijan en lo que a los hombre importa saber, sin considerar aquello que los niños están en condiciones de aprender. Buscan siempre al a niño en el hombre, sin pensar en lo que es antes de ser hombre. Comenzad pues, por estudiar mejor a vuestros alumnos, porque seguramente no los conocéis. Todo está bien al salir de manos del Autor de las cosas; todo degenera en manos del hombre. Obliga a una tierra a alimentar los productos de otra, a un árbol a producir los frutos de otro; mezcla y confunde los climas, los elementos; mutila a su perro, a su caballo, a su esclavo; lo tras trueca todo, lo desfigura todo; ama la deformidad, lo monstruoso; no quiera nada tal como la naturaleza lo ha hecho, ni siquiera el hombre; necesita amaestrarlo para él, como a un caballo de pista; necesita moldearlo a su modo, como a un árbol de su jardín. Sin ello, todo iría peor todavía, y nuestra especie no quiere que se le confeccione a medias. En el estado en que se hallan actualmente las cosas, un hombre abandonado desde su nacimiento a sí mismo entre los demás, sería el más desfigurado de todos. Los prejuicios, la autoridad, la necesidad, el ejemplo, todas las instituciones sociales en las cuales nos hallamos sumergidos, ahogarían en él la naturaleza y no dejarían nada en su lugar. Sería como un arbusto que el azar hiciera nacer en medio de un camino y que los transeúntes harían pronto perecer pisándole por todas partes, plegándolo en todos los sentidos. ¡A ti es a quien me dirijo, tierna y previsora madres, que supiste separarte del gran camino y proteger el arbusto naciente del choque de las opiniones humanas! Cultiva, riega la tierna planta antes de que muera; Marzo 25 de 1997 sus frutos harán un día tus delicias. Forma muy pronto un recinto en torno al alma de tu hijo; otro puede señalar el circuito, pero solamente tú debes colocar la barrera. Se dirige a las plantas por el cultivo y a los hombres por la educación. Si el hombre naciera grande y fuerte sus fuerzas le serían inútiles en tanto no hubiese aprendido a servirse de ellas; le serían perjudiciales al impedir a los demás que pensaran en asistirle; y abandonado a sí mismo, moriría de miseria antes de haber conocido sus necesidades. Se compadece a la infancia; no se ve que la especie humana hubiera perecido si el hombre no hubiese comenzado por ser niño. Nacemos débiles, tenemos necesidad de fuerza; nacemos desprovistos de todo, necesitamos asistencia; nacemos estúpidos, tenemos necesidad de juicio. Todo lo que no tenemos al nacer y que necesitamos al ser mayores, nos es dado por la educación. Fuente: Juan Jacobo Rousseau, “Necesidad de la educación” en Antología pedagógica, selección y notas por Lorenzo Luzuriaga, Losada, Buenos Aires, 1956, pp. 77-80.