PROCEDIMIENTO ABREVIADO 85/2012 A LA ILMA

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Rollo: PROCEDIMIENTO ABREVIADO 85/2012
A LA ILMA. AUDIENCIA PROVINCIAL DE PALMA DE MALLORCA
SECCION SEGUNDA
Dª. MAGDALENA CUART JANER, actuando en la representación acreditada de
Doña MARIA ANTONIA MUNAR RIUTORT, ante la Ilma. Sala comparezco y,
como mejor proceda en Dereecho, DIGO:
Que con fecha 24 de julio de 2013 se nos ha notificado Auto de la misma fecha
por el que se acuerda por la Sala “modificar la situación personal de la
condenada doña MARIA ANTONIA MUNAR RIUTORT, de libertad con obligación
de comparecer por la de prisión provisional sin fianza, declarando de oficio
las costas de este incidente”.
Que considerando esta parte que la citada resolución es contraria a Derecho,
dicho con el mayor de los respetos y en estrictos términos de defensa, por medio
del presente escrito, y al amparo del artículo 236 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, formulo RECURSO DE SÚPLICA contra el Auto de la Sala de 24 de
julio de 2013, que baso en los siguientes,
MOTIVOS DE RECURSO
PRIMERO.- La resolución del conflicto a favor del “interés de la Justicia”
con grave sacrificio de los derechos fundamentales de la Sra. Munar
1.- En toda medida de prisión provisional subyace un conflicto de derechos e
intereses. En esa situación, la lesión de la libertad individual debe presentarse
como la única medida posible de solución del conflicto, y concurriendo un
verdadero estado de necesidad, en virtud del cual la salvación de uno de los
bienes en conflicto conlleva la lesión de otro bien. Únicamente cuando el bien
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tutelado y salvado es de entidad mayor puede considerarse adecuado
constitucionalmente el sacrificio de los derechos fundamentales del imputado.
Desde este punto de vista, la lesión del derecho a la libertad únicamente se
encuentra justificada, es conforme a Derecho, cuando se tutelan bienes
superiores del ordenamiento jurídico; y lo es la Justicia, sin duda, pero también
la Libertad individual, por ello sólo cuando no hay más remedio que el sacrificio,
la lesión del derecho individual se encuentra tolerada por el Derecho. Ambos
valores, Justicia y Libertad, son valores superiores del ordenamiento jurídico
conforme al art. 1.1. de la Constitución, los dos de igual rango, y además, la
Libertad individual es derecho fundamental, luego su restricción por los órganos
del Estado, que como Estado de Derecho debe tutelar estos valores, está
sometida a rígidos presupuestos que no admiten interpretaciones generosas,
laxas, como las que se esgrimen en la resolucion recurrida.
Por ese carácter de absoluta “necesidad” del sacrificio del derecho fundamental de
la persona, para la correlativa salvación del bien prevalente, la prisión es
excepcional, es la ultima ratio, una vez agotados todos los remedios menos
severos, para satisfacer el interés de la Justicia. Debe tenerse en cuenta, en estas
reflexiones preliminares, que la lesión es irreversible, cada día de privación
de libertad no tiene recuperación posible, no es susceptible de reparación
alguna, moral o económica, destruye la personalidad y la dignidad de la
persona humana, y, si la presunción de inocencia concluye en una declaración
definitiva de inocencia, el Estado habrá sacrificado la libertad de un ciudadano de
manera arbitraria y gratuita. La prisión provisional es siempre, materialmente, una
pena anticipada del ciudadano presunto inocente, y comporta una lesión del
derecho, no una mera restricción.
“La excepcionalidad de la prisión provisional significa que en nuestro
ordenamiento jurídico la regla general ha de ser la libertad del
imputado o acusado durante la pendencia del proceso penal y,
consecuentemente, que la privación de libertad ha de ser la excepción”.
Así reza la Exposición de Motivos de la LO 13/2003, de reforma de la prisión
provisional, haciéndose eco de reiterada doctrina constitucional. Es una
consecuencia del derecho a la presunción de inocencia que asiste al imputado
mientras no se declare su culpabilidad tras un juicio justo y que conserva hasta la
sentencia firme. Y cuando, como aquí, se ha dictado sentencia en única instancia,
debe tenerse en cuenta el derecho del acusado a la revisión de la sentencia ante
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un Tribunal Superior, el derecho a la doble instancia penal erigida en garantía
elemental del proceso.
En la ponderación sobre la necesidad de la medida cautelar debe tenerse muy en
cuenta que la prisión provisional no afecta únicamente a la libertad
personal reconocida en el art. 17 CE, toda vez que la Libertad es un bien
fundamental en el que se soportan otros muchos inherentes a la persona, y, por
ello, debe recibir una protección constitucional reforzada. Así lo ha establecido
el Tribunal Constitucional, en la STC 82/2003, de 5 de mayo, según la cual,
en «un Estado social y democrático de Derecho, como el que configura nuestra
Constitución, la libertad personal no es sólo un valor superior del
Ordenamiento jurídico (art. 1.1 CE), sino además un derecho
fundamental (art. 17 CE ), cuya trascendencia estriba precisamente en ser
presupuesto de otras libertades y derechos fundamentales» (STC 82/2003, F. 3
«ab initio»).
La jurisprudencia constitucional ha dispuesto en este sentido que la restricción de
todo derecho fundamental necesita una especial causalización, y que cuando se
trata especialmente de la libertad personal se exige un canon de motivación
reforzada. Ya nos referiremos más abajo a las concretas causas que esgrime la
resolución recurrida, para poner de manifiesto su desacierto.
2.- La proporcionalidad –que constituye un canon de legitimidad de las
restricciones de todo derecho fundamental o libertad pública– exige adecuación
de la prisión provisional a determinados fines. Por ello, el examen de la
situación requiere de un cuidadoso deber de cuidado, y no son de recibo puras
razones de prevención general o de efecto ejemplarizante, la alarma social o la
mediática, la pretensión de debilitamiento del imputado para favorecer
confesiones, u otros factores ajenos al fin constitucional de la medida cautelar.
El primero de los reproches que debemos formular al Auto recurrido es,
precisamente, que no realiza la adecuada ponderación de los intereses en
conflicto, asumiendo, sin justificar la excclusión de otras posibilidades
alternativas, el sacrificio de la liberta personal como la única solución posible del
conflicto de interés planteado.
En nuestro caso se sostiene en la resolución recurrida esa necesidad, sin
embargo no se explica adecuadamente la existencia del conflicto y la necesidad
de la solución adoptada, como veremos.
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SEGUNDO.- No concurren los presupuestos que legitiman la prisión
provisional. Ausencia de circunstancia
alguna en la que pueda
fundamentarse razonablemente el riesgo de fuga.
I.- Deben tenerse en cuenta las posibilidades del aparato estatal para conjurar el
riesgo de fuga por medios menos lesivos que la prisión provisional. Es claro que el
medio más eficaz es la prisión provisional, la inocuización del imputado o
condenado (en sentencia no firme) pero también es cierto que es el medio más
lesivo de los posibles. Otras medidas como la prohibición de salida, la
comparecencia apud acta, la retirada del pasaporte, y desde luego todos los
instrumentos de cooperación internacional deben ser ponderadas antes de adoptar
tan gravosa medida cautelar. No cabe hablar de “eficacia reducida” de estas otras
alternativas a la prisión provisional. No es razonable sostener la incapacidad del
aparato estatal para evitar una huida.
Insistimos en la idea de que el riesgo de fuga se encuentra muy debilitada cuando
el imputado tiene expectativas razonables de que se revoque la sentencia
dictada por la Sala, que expresa vicios constitucionales evidentes a juicio
de esta parte. Por lo tanto, la gravedad social de los delitos cometidos no puede
servir ya de criterio rector, pues esa expectativa de cumplimiento de la pena
grave impuesta en la sentencia se contrarresta con la expectativa, no
menos fundada, de que el Tribunal Supremo anule una sentencia que se
considera contraria a derecho e injusta.
II.- En todo caso, y en cuanto a la gravedad de las penas impuestas, no es
cierto, como sin embargo se dice vulgarmente en los antecedentes de hecho, y se
reitera en los Fundamentos de Derecho, que la Sra. Munar haya sido condenada a
una pena de seis años de prisión. No se trata de una noticia de prensa, sino de
una resolución judicial, por lo que el rigor técnico es exigible.
El fallo de la sentencia condena a la Sra. Munar dos penas de 3 años de prisión
por delitos de fraude a la Administración y revelación de información confidencial,
sin que se hubiera impuesto ninguna pena de prisión de seis años.
La cuestión no es baladí, toda vez que la pena de prisión de tres años es pena
menos grave en el Código Penal, según lo establecido en su artículo 33.3. Por
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el contrario, una prisión de seis años es pena grave. Luego no es lo mismo dos
penas menos graves que, sumadas, arrojen la cifra de seis años, a una
sola pena grave de seis años, pues ello incide en la gravedad de los
delitos que las llevan aparejadas. Y conforme al artículo 504.2 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, cuando la pena del delito no supera los tres años de
prisión, la duración de la prisión provisional no podrá exceder de un año. Y a estos
efectos es indiferente la suma de las penas impuestas en una misma sentencia. Y,
del mismo modo, en caso de sentencia, el tiempo máximo de la prisión es la mitad
de la impuesta por cada delito, sin que puedan sumarse a los efectos de rebasar el
máximo legal.
Por lo tanto, la Sala debe disponer con claridad el tiempo máximo de la prisión
provisional atendiendo a la parte dispositiva de la sentencia: dos penas privativas
de libertad de tres años cada una, y no una sola pena de seis años, como sin
embargo afirma el antecedente procesal primero de la resolución y se reitera en
su fundamentación jurídica.
En todo caso, el legislador no se detiene en la gravedad de las penas posibles,
sino que exige atender a la naturaleza jurídica de los delitos atribuidos. A tales
efectos debe distinguirse entre los tipos penales que forman parte del
Derecho penal nuclear, de aquellos otros que constituyen injustos
administrativos criminalizados o que afectan a bienes de naturaleza
supraindividual, alejados de los bienes fundamentales de la persona.
Ninguno de los delitos por los que ha sido condenada la Sra. Munar producen
inseguridad ciudadana, ni afectan a los bienes personales o fundamentales de las
personas, no formando parte del derecho penal nuclear los delitos contra la
Administración Pública.
No discutimos la importancia que estos ilícitos tienen en la moderna política
criminal; pero lo importante a efectos de la privación anticipada de la libertad es la
gravedad relativa de las penas en función de las valoraciones de nuestro legislador
penal. Y, desde este punto de vista, no puede desconocerse que el Código penal
sanciona más gravemente, con límites penológicos más elevados los atentados a
bienes personales del individuo, referencia central de nuestro Derecho penal. Lo
relevante a nuestro juicio, es que todos los delitos por los que ha sido
condenada la Sra. Munar tienen la consideración de delitos menos graves
según la ley penal. El fraude a la Administración (art. 436 CP) se sanciona con
una pena máxima de tres años de prisión, y el delito de revelación de secretos,
aun el tipo agravado aplicado por la sala (art. 417.1, párrafo segundo) se sanciona
con una pena máxima de prisión de tres años.
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La Sala ha aplicado la sanción en el grado máximo posible, y ha prescindido
incluso, a pesar de tratarse del mismo procedimiento administrativo que se
considera irregular, de apreciar un concurso ideal entre las diversas infracciones
(art. 77 CP) que hubiera debido llevar a la Sala a imponer una sola de las
penas de tres años (no las dos), de modo que ha manejado siempre las
magnitudes penales máximas posibles; pero, aun así, los delitos por los que ha
sido condenada la Sra. Munar tienen la consideración de delitos menos
graves. Esta circunstancia debió haber sido tenida en cuenta por la Sala antes de
acordar su desproporcionada medida de prisión provisional reservada para
situaciones procesales más graves.
III.- Si descendemos de los principios generales a la particular causalización
ofrecida por la sala, se advierte la falta de solidez de los argumentos utilizados y
cómo la Sala trata de justificar un riesgo de fuga injustificable. La alarma social o
mejor dicho la necesidad social de respuestas enérgicas frente a la corrupción
política no justifican el sacrificio ejemplarizante del derecho a la libertad individual
ni las garantías propias de un Estado de Derecho, entre las que forma lugar
destacado el derecho a la revisión judicial de las sentencias y a la segunda
instancia penal. Ninguna de las razones que esgrime la Sala justifican el sacrificio
del derecho fundamental a la libertad personal y del derecho a la doble instancia
decretado expeditivamente en la resolución recurrida:
[a] Aunque el presente recurso de súplica no es una súplica contra la sentencia
(tiempo habrá de impugnarla en el recurso de casación que se interpondrá contra
ella) sino contra la medida de prisión provisional, no podemos dejar de referirnos
a alguno de los argumentos que utiliza el auto de prisión recurrido, como el que:
“(…) la percepción de la dádiva cuya verosimilitud pudo de algún modo
ser constatada y apreciada por este Tribunal como elemento
corroborador de la declaración vertida por el coacusado Vicens”,
Esta premisa es por sí sola lesiva del derecho constitucional a un proceso con
todas las garantías y expresa una valoración de la prueba que puede tildarse de
ilógica e irracional en el sentido de la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Y es
especialmente lesiva para la defensa cuando precisamente se invocó en el trámite
de cuestiones previas la segura pérdida de imparcialidad del tribunal por no haber
accedido a la pretensión de instrucción suplementaria, con suspensión del juicio,
ante la evidencia de que el juicio arrancaba con el lastre con un “prejuicio” sobre
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la presunta existencia de una dádiva como motivación del la adjudicación irregular
del contrato, extrem que la defensa tenía derecho a contradecir y despejar con
anterioridad al enjuciaimiento, en prevención de lo que, precisamente, ahora se
pone de manifiesto, la pérdida de imparcialidad objetiva del Tribunal si se
adentraba a enjuiciar el asunto sin despejar aquélla incógnita y poder forma un
juicio de certeza, no de mara verosimilitud “de algún modo” que ahora afirma. Y
mucho ha pesado en la decisión del tribunal, a falta de prueba de cargo alguna, la
posible existencia de la dádiva, hecho no probado pero que se erige, sin embargo,
en la verdadera prueba de cargo como “elemento corroborador” de la declaración
del Sr. Vicens, manteniéndose mientras tanto una causa paralela en secreto sobre
el delito de cohecho, de la que “averigua” cosas el Tribunal, para con base en ello
dictar, primero, la sentencia condenatoria y, acto seguido, la prisión provisional.
Lo que ha quedado fuera del proceso no puede integrar el acervo
probatorio que ha accedido a la valoración del Tribunal. Sin embargo, el
Tribunal no oculta que, aunque sea “de algún modo” , y en contra de la pretensión
de la defensa, ha tenido presente la percepción de una dádiva formando juicio
sobre una materia que por decisión de la Sala quedó fuera del objeto del proceso
y que, por ello, debió haber omitido completamente en su valoración probatoria.
El vicio que consiste en formar juicio sobre algo que ha quedado
extramuros del proceso, y que integra otro proceso declarado secreto, es
tan llamativo y evidente que la viabilidad de la casación es prácticamente
segura y la probabilidad de la revocación de la condena debe hacer reconsiderar
a la Ilma. Sala la grave decisión adoptada de privación de libertad a la Sra. Munar.
Más censurable aún es que, según el Auto recurrido, se erija la percepción de la
dádiva (hecho no probado porque sobre él no se practicó prueba al no constituir
objeto del proceso) “como elemento corroborador” de la declaración de Vicens. Es
decir, la declaración de un coimputado que pactó con la Fiscalía un trato procesal
favorable a cambio de la delación e imputación de la Sra. Munar, se corrobora
con un elemento extraño y ajeno al proceso.
Esta situación lesiona de modo evidente las garantías procesales de la Sra. Munar,
el derecho fundamental a un juicio justo, a la prueba, a la contradicción, al Juez
imparcial y , en suma, compromete las garantías elementales del art. 24 de la
Constitución, y permitirá fundamentar de modo razonable un motivo de casación
por infracción de precepto constitucional.
La Sala debe tener en cuenta que la desestimación de esta súplica no puede ser
revisada por un Tribunal Superior, y que depende de la propia Sala la decisión
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final sobre el acierto de su decisión de privación de libertad, irremediable en el
futuro si la sentencia dictada fuera revocada.
[b] En segundo lugar, el Auto recurrido utiliza como argumento el “desolador
panorama de otros procedimientos” o el “desalentador o negativo
horizonte procesal que se cierne sobre la Sra. Munar” o la “perspectiva
carcelaria semejante” a otros condenados, expresiones todas de la Sala.
Estos juicios de valor son expresivos de claros prejuicios de la Sala y expresan un
inconstitucional juicio anticipado de culpabilidad que lesiona el derecho a la
presunción de inocencia como regla de tratamiento procesal. Tal como se le
concibe actualmente, el principio de presunción de inocencia tiene una doble
dimensión. De un lado, es regla probatoria o regla de juicio y, de otro, regla de
tratamiento del imputado. No obstante la diversa matriz cultural originaria de
cada una de estas dimensiones, hoy aparecen estrechamente interimplicadas en
el concepto, en su habitual versión constitucional y en el tratamiento doctrinal, y,
en rigor, no es posible concebirlas separando a una de la otra. En efecto, si el
imputado debe ser tratado como si fuera inocente es porque, estando sometido a
proceso, su culpabilidad no ha sido declarada por sentencia firme (único momento
en el que se destruye) y, además, podría no llegar a declararse, prevaleciendo
definitivamente la inocencia.
Los juicios negativos emitidos en el Auto recurrido desde luego comprometerán en
un futuro la imparcialidad de la Sala si en algún momento es llamada a juzgar
alguno de estos casos pendientes, pues esta posición que ahora se expresa será
incompatible con la posibilidad de un enjuiciamiento futuro por esta misma Sala,
ya prevenida. Pues no se limita la Sala a manejar un dato objetivo de naturaleza
estadística, la pendencia de otras causas penales, sino que se adentra a realizar
un pronóstico negativo o desfavorable sobre la evolución futura de esas
otras causas, formando un juicio previo, sin ni siquiera tener competencia
funcional para realizar valoración alguna sobre el objeto de aquellos otros asuntos
penales.
Pero a los efectos que ahora nos ocupan, ¿Por qué considera el Tribunal que el
horizonte es negativo antes de que la Sra. Munar sea juzgada en un juicio justo
ante un Tribunal independiente? Es que acaso el Tribunal, antes de celebrar el
juicio en el que acaba de dictarse sentencia, tuvo en cuenta ese panorama
desolador, ¿acaso “lo tenía negativo” la Sra Munar antes de comenzar el juicio”?
Pues estas circunstancias que ahora se esgrimen eran anteriores al juicio oral y
conocidas por la Sala, que ahora formula un juicio pronóstico negativo del futuro
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procesal de la Sra. Munar. Estas preguntas retóricas no deberíamos formularlas si
no fuera por los argumentos que esgrime la Sala suscitan preocupación acerca de
si la Sra Munar podrá tener un juicio justo en el futuro. Y en todo caso, no son
razonamientos que deban fundamentar la privación de libertad que ahora se
discute.
[c] No son admisibles conjeturas cuando está en juego el derecho a la libertad
individual. Sin embargo la Sala afirma que la Sra. Munar puede disponer de una
importante cantidad de dinero en efectivo que, por tratarse de dinero sucio, se
encontraría oculto. La Sala formula juicios hipotéticos en contra del resultado
objetivo de la investigación judicial practicada en fase de instrucción.
Se han practicado durante el procedimiento varias diligencias de investigación en
esta misma causa, en particular, entradas y registro en domicilio, y una
importante investigación patrimonial de la Sra. Munar y su entorno familiar, sin
que se haya ocupado cantidad alguna de dinero ni expresado dato objetivo alguno
que permita soportar la afirmación de la Sala. Aquellas diligencias restrictivas de
derechos se justificaron entonces por la imperiosa necesidad de investigar si la
Sra. Munar había percibido una dádiva, y tras su práctica, obra en las actuaciones
el resultado de la investigación acordada, no resultando dato alguno que hiciera
presumir la existencia de dinero oculto. De hecho, se dictó Auto de sobreseimiento
por delito de cohecho por el Juzgado de Instrucción número 12, del que prescinde
la Sala, a pesar de ser una resolución firme.
Por el contrario la Sala, sustituye el resultado objetivo derivado de una actuación
judicial limitativa de derechos (a la inviolabilidad del domicilio y la intimidad
económica) por su propia percepción subjetiva de hipóteticos recursos ocultos
que desde luego no puede apoyar en soporte objetivo alguno.
Argüir que pudo procederse al uso de testaferros es una conjetura más, expresiva
de una clamorosa quiebra del principio de presunción de inocencia como regla de
tratamiento procesal. Resulta inadmisible en Derecho que se afirme que “no sería
la primera vez que la Sra. Munar hiciera uso de testaferros”. Esta afirmación
peyorativa, se asienta en una sentencia no firme, y la Sala no debería hacer
referencia a sentencias dictadas por otra Sección que se encuentran pendientes de
recurso de casación, que, como se acreditó fue admitido a trámite por el Tribunal
Supremo y señalada vista para el próximo 19 de septiembre. Además, si se lee la
sentencia citada, el uso de testaferros que esgrime la Sala como argumento no
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tenía nada que ver con la ocultación de dinero en efectivo como pretende ahora la
Sala.
Que recientemente se haya podido “averiguar” que el Sr. Vicens, a quien se le
premió penológicamente su confesión/delación contra la Sra. Munar, disponga de
600.000 euros en Andorra, “el mismo importe de efectivo con el que dijo haberse
lucrado” no es argumento para presumir que la Sra. Munar percibiera esa misma
cantidad, y en todo caso, es ese un hecho no probado en el juicio. La Sala sigue
trayendo a colación elementos probatorios que obran en otra causa en la que esta
parte no ha podido aún intervenir dado su carácter secreto. Por ello, la
“averiguación de la sala” no sabemos si se debe a que ha tenido acceso a esa
causa secreta o simplemente es un elemento obtenido de la prensa. No se nos
expresa la fuente de conocimiento. En todo caso, en su declaración en el juicio
oral, a la espera de que se nos faciliten las grabaciones del juicio, no recordando
lo que había puesto por escrito (probablemente no de su puño y letra) el Sr.
Vicens dijo haberse lucrado con 450.000 euros, no con 600.000 euros, luego tiene
la posesión de más cantidad que la que confesó haber recibido. Si a ello se le
suma que afirmó que los 450.000 euros se los había gastado en fianzas y pagos
de Abogados, el argumento que utiliza la Sala para privar de libertad a la Sra.
Munar es claramente arbitrario.
[d] Ninguna circunstancia objetiva permite acreditar un riesgo de fuga. La sala
no ha tenido en cuenta que el perfil de la Sra. Munar es incompatible con una
posibilidad seria de fuga.
Sus compañeros de partido que han ingresado en prisión han disfrutado de una
situación de libertad provisional hasta que han sido condenados por sentencia
firme. Y ninguno se ha fugado antes. Sin embargo, la Sala ha decidido hacer una
excepción con la sra. Munar sin explicación plausible. El ingreso en prisión de otros
miembros integrantes de su partido y de Govern balear ha obedecido al
cumplimiento de una sentencia ejecutoria, como es normal. Lo que es excepcional
es imponer a la Sra. Munar un cumplimiento anticipado de una sentencia no firme
aún. Y si acaso esa “perspectiva carcelaria semejante” a la que se refiere la Sala
dejara de ser perspectiva para convertirse en realidad, entonces, como sus
compañeros ingresará en prisión para cumplir su condena; pero solo después de
que un Tribunal Superior haya decidido que la sentencia de esta Sala es una
sentencia ajustada a derecho y por ello debe adquirir firmeza.
Por lo tanto, no puede utilizarse por la Sala como razonamiento la suerte de otros
miembros del partido cuando éstos han gozado de libertad hasta que no han
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obtenido una sentencia firme, una vez satisfecho su derecho a la revisión de sus
sentencia y a la doble instancia penal. Por el contrario, y a diferencia de aquellos,
sin que pese sobre la Sra. Munar una sentencia firme, y sin esperar al resultado
de la casación para la que se ha señalado vista en el Tribunal Supremo el próximo
mes de septiembre para la revisión de la primera de las sentencias condenatorias,
la sala se ha apresurado a adoptar una privación de libertad sobre la base de un
riesgo de fuga objetivamente inexistente, para prevenir el cumplimiento de
una sentencia dictada por delitos menos graves, pues la Sala no debe
tener en cuenta otra sentencia dictadas por diferente Sección que no
apreció riesgo de fuga alguno a pesar de la entidad de la pena.
Es necesario para valorar el riesgo de fuga que sean tenidas en cuenta las
circunstancias concretas del caso y las personales del imputado (SSTC 128/1995,
37/1996, 47/2000 ). Por ello deben ser valoradas circunstancias tales como el
arraigo familiar, profesional y social, la ausencia de conexiones en otros países, los
medios económicos de los que dispone, etc.- (SSTEDH de 27 junio 1968, caso
Neumeister; 10 noviembre 1969, caso Matznetter; 10 noviembre 1969, caso
Stgmüller; 26 junio 1991, caso Letellier, 27 agosto 1992, caso Tomasi; 26 enero
1993, caso W.).
La Sra. Munar fue diagnosticada de una grave enfermedad que se agrava con su
internamiento en un establecimiento cerrado. Es circunstancia que debe ser tenida
en cuenta en la ponderación que debió realizarse, pues la mayor onerosidad para
la persona que se deriva del ingreso en prisión es circunstancia que afecta al juicio
de proporcionalidad.
Mi representada no tiene antecedentes penales, tiene arraigo familiar, madre de
muy avanzada edad, esposo e hijo, arraigo profesional y social, no tiene relaciones
con personas que puedan favorecer la evasión, no dispone de actividad
empresarial de dimensión supranacional, en definitiva no hay circunstancia
personal alguna que permita fundar razonablemente, de modo no arbitrario, el
riesgo de fuga.
El arraigo se presume de un ciudadano español, con domicilio en España, casado
en España y con hijo español. Debe ser la sala quien acredite que existen
elementos de desarraigo que hacen inferir racionalmente el riesgo de fuga. No
cabe invertir el razonamiento. De lo contrario deberíamos afirmar que el riesgo de
fuga existe en todo caso en que no se acredite fehacientemente el arraigo en
España. Sin embargo, lo que requiere la Ley, de modo indiscutible, es que el Auto
de prisión motive adecuadamente qué circunstancias concurren para inferir
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racionalmente el riesgo de fuga.
Por lo tanto, la acreditación del arraigo
únicamente es exigible respecto de ciudadanos extranjeros, o de españoles
cuando hay circunstancias excepcionales indiciarias de desarraigo.
Deben tenerse en cuenta las posibilidades del aparato estatal para conjurar
el riesgo de fuga por medios menos lesivos que la prisión provisional. Es
claro que el medio más eficaz es la prisión provisional, pero también es cierto que
es el medio más lesivo de los posibles. Otras medidas como la prohibición de
salida, la comparecencia apud acta, la retirada del pasaporte, y desde luego todos
los instrumentos de cooperación internacional deben ser ponderadas antes de
adoptar tan gravosa medida cautelar. No cabe hablar de “eficacia reducida” de
estas otras alternativas a la prisión provisional. No se mencionan las razones por
las que se excluyen otras medidas menos gravosas y que conjuran el riesgo de
fuga apreciado por la sala.
Comenzando por la prohibición de salida del territorio nacional, los actuales
sistemas informatizados de control garantizan un aseguramiento suficiente de
que la Sra. Munar no abandonará el territorio nacional sin autorización judicial,
junto a las demás medidas que puedan adoptarse para garantizar su puesta a
disposición del Tribunal.
No debe olvidarse que los instrumentos de cooperación reforzada que existen
en el ámbito de la Unión europea y las fluidos sistemas de cooperación jurídica
internacional, constituyen freno suficiente para el abandono de España,
incluso para el caso de que el imputado fuere nacional de otro país que pudiere
ampararse en su condición de nacional del Estado requerido, pero mucho menos
cuando por la condición de nacional del Estado requirente ningún Estado
denegaría la cooperación en caso de solicitud de extradición o de detención y
entrega, en su caso. La naturaleza de los delitos –menos graves- atribuidos a la
sra. Munar y la responsabilidad que en su caso pudiera exigirse revelaría como
desproporcionado absolutamente que tratara de sustraerse a la acción de la
Justicia abandonando el territorio nacional, su familia, su actividad profesional y
los bienes que han sido incautados.
Por lo tanto, resulta que (a) ni por la gravedad de los delitos imputados, ni por su
naturaleza jurídica (b) ni por las circunstancias personales y familiares, resulta
posible fundamentar razonablemente la medida de prisión, y en nuestro caso la
apreciación del riesgo de fuga se presentaría hoy como manifiestamente
infundada. No se habría producido en nuestro caso la inferencia racional a que se
refiere el art. 503.1.3º LECrim.
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TERCERO- Manifiesta desproporción de la prisión
carácter de “incondicional”
acordada con el
I.- La prisión provisional es una medida de aplicación excepcional, subsidiaria,
provisional y proporcionada a la consecución de determinados fines
constitucionalmente legítimos (STC 128/1995), por lo que cuando estos fines
puedan satisfacerse con una medida menos gravosa , como la libertad provisional,
ésta debe adoptarse. La prisión provisional sólo deberá adoptarse, pues,
cuando sean insuficientes otras medidas de control judicial para
garantizar las necesidades de la Justicia. En este sentido dispone el art.
502.2 LECrim. que “La prisión provisional sólo se adoptará cuando objetivamente
sea necesaria, de conformidad con lo establecido en los artículos siguientes, y
cuando no existan otras medidas menos gravosas para el derecho a la
libertad a través de las cuales puedan alcanzarse los mismos fines que con la
prisión provisional”.
Como ha declarado la jurisprudencia, una medida desproporcionada o irrazonable
no sería propiamente cautelar, sino que tendría carácter punitivo en cuanto al
exceso ( en sentido similar, las SSTC 108/1984, de 26 de noviembre; 178/1985,
de 19 de diciembre exigen la proporcionalidad entre el derecho a la libertad y su
restricción ) .
II.- Procede la libertad provisional de mi representada, en su caso condicionada a
una garantía que asegure la comparecencia ante el Tribunal, y adecuada a sus
reales posibilidades económicas.
La fianza carcelaria puede ser prestada en cualquiera de las formas establecidas
en la Ley, y no solo la personal. Luego no es atendible que la Sala rechace de
antemano la fijación de una fianza, en la forma constitucionalmente requerida,
y desde luego proporcionada, sobre la base de que no podrá prestarla la Sra.
Munar. Al margen de ello, cabe la fianza mediante un fiador personal o un
tercero que aporte bienes suficientes (art. 534 LECrim), u otros posibles
modos de constituirla que la Sala no puede eliminar a priori.
Obviamente no le corresponde a la defensa el ofrecimiento de la fianza cuando su
pretensión es la de la libertad sin fianza. Debe fijarla la Sala de acuerdo con los
parámetros constitucionales y de forma adecuada a las posibilidades reales de
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prestarla. El articulo 531 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal dispone que
“Para determinar la calidad y cantidad de la fianza se tomarán en cuenta la
naturaleza del delito, el estado social y antecedentes del procesado y las demás
circunstancias que pudieren influir en el mayor o menor interés de éste para
ponerse fuera del alcance de la Autoridad judicial”Recuerda el Tribunal Constitucional, entre otros muchos en su Auto número
158/2000, de 15 de junio, que la libertad bajo fianza ha de estar basada en un
juicio de razonabilidad acerca de la finalidad perseguida y las circunstancias
concurrentes, pues una fianza arbitraria, desproporcionada o irrazonable se
convertiría en un obstáculo discriminatorio al ejercicio del derecho a la
libertad, y no sería propiamente una medida cautelar, sino que tendría
carácter punitivo en cuanto al exceso. En sentido similar, las SSTC 108/1984,
de 26 de noviembre, FFJJ 2 b) y 4, y 178/1985, de 19 de diciembre, FJ 3.
Exige igualmente el Tribunal Constitucional la proporcionalidad entre el derecho a
la libertad y su restricción, de suerte que para la determinación de la calidad y
cantidad de la fianza habrán de tomarse en cuenta, conforme previene el artículo
531 de la ley procesal penal vigente, las circunstancias de arraigo, la
naturaleza del delito, el estado social y antecedentes del imputado, y, las demás
circunstancias que pudieran influir en el mayor o menor interés de éstos para
ponerse fuera del alcance de la autoridad judicial. En consecuencia, la
cuantificación de la fianza impuesta, lejos de la más absoluta
discrecionalidad judicial, habrá de ser el resultado de la previa valoración,
análisis y juicio crítico por la Sala de circunstancias objetivas.
En sentido similar la STEDH de 27 de junio de 1968 (Neumeister), ha
advertido que la cuantía de la fianza debe ser apreciada principalmente en
atención al interesado, a sus fuentes de ingresos, a sus lazos con las personas que
pueden prestar la caución y, en resumen, a la confianza que se puede tener en
que la perspectiva de pérdida de la fianza o de ejecución de la misma en caso de
que no comparezca en el juicio, actuará sobre él como un freno suficiente para
descartar toda idea de fuga.
Lejos de exteriorizar un juicio crítico de las circunstancias concurrentes y de
valorar aquellas circunstancias que se contienen en el artículo 531 LECrim., como
le era exigible, la Sala opta por excluir de antemano la fianza porque, por su
envergadura, no podría ser prestada, lo que contradice la exigencia de adecuación
y proporcionalidad que requiere la doctrina constitucional. Por ello, si es que la
Sala ha valorado seriamente la posibilidad de exigir la fianza debió
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hacerlo de acuerdo con aquella doctrina constitucional y debe hacerlo
ahora econ al estimación de este recurso de súplica.
III .- Y existen otras medidas alternativas a la de la fianza. Nos referimos a la
posibilidad de utilizar la “pulsera telemática”. La pulsera telemática es una
medida excepcional, por su manifiesta estigmatización, aplicable, en principio sólo
a los condenados por sentencia firme, que cumplen (es decir, es computable)
condena en tercer grado penitenciario, esto es, en régimen de semilibertad. Desde
luego, si no hay más remedio para que la Sra. Munar pueda acceder a la libertad
el uso de este recurso excepcional deberá asumirse, toda vez que no hay mayor
menoscabo de la dignidad de la Sra. Munar que permanecer en prisión y el
deterioro progresivo de la personalidad que se produce al interno que no ha tenido
aún posibilidad de que su sentencia sea revisada por el Tribunal de casación.
En virtud de lo anteriormente expuesto,
SUPLICO A LA ILMA. SALA, que teniendo por presentado este escrito, junto con
sus copias, se sirva admitirlo, tenga por realizadas las anteriores manifestaciones
y en su virtud, por formulado en tiempo y forma RECURSO DE SUPLICA contra
el Auto de 24 de julio de 2013, por el que se acuerda la prisión provisional de
doña María Antonia Munar, y tras su admisión, sea revocado acordando su lugar la
libertad provisional de mi representada, con las medidas de aseguramiento
que la Sala estime procedentes de las que previene la Ley.
OTROSÍ DIGO: Que a los efectos previstos por el art. 44.1. c) de la LOTC, desde
este momento formulo cautelar protesta de infracción del derecho fundamental a
la libertad personal del art. 17 de la Constitución.
A LA ILMA. SALA DE NUEVO SUPLICO.- Que se tenga por hecha la anterior
denunica cautelar a los efectos procesales oportunos.
Es Justicia que pido en Madrid, a 29 de julio de 2013
Dr. José Antonio Choclán Montalvo
Abogado
Doña Magdalena Cuart Janer
Procuradora de los Tribunales
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