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ujereito
REVISTA ILUSTRADA DE
LAS ARMAS Y SERVICIOS
MINISTE
Rl O
EJERCITO
Ojército
REVISTA ILUSTRADA DE
LAS ARMASY SERVICIOS
Año
XI .
Núm.120 e Enero1950
SUMARIO
Evoluciones
Itinerario
tácticas
y orgánicas.
III. La defensa a viva fuerza.—General Martínez
de Campos.
póstumo de Cristóbal Colón. (Comentarios sobre la tumba del Almirante.)
Capitán Morales de Rada.
La rapidez del tiro. Comandante Munilla.
—
El Laboratorio
Introducción
de Ingenieros
del Ejército.— Teniente
-
Coronel Sotillos.
sumaria a la Historia Miitar.—Coronel Priego.
Turbinas de gas.----Teniente Coronel Arias Paz.
Información e Ideas y Reflexiones:
Resumen de un año de Educación Física en el Ejército de Tierra.—Teniente Eleuterio Torrelo.
Artijjería.—Modalidad norteamericana de las Tablas de Tiro.—Coronel Galanzino. (Traducción.)
Reflexiones culinarias.—Comandante Luis Manteca Pérez.
La situación mundial vista desde el lado ruso.—Mayor D. G. B. (Traducción.)
Arma contra-carro.—Por Bo’sun. (Traducción.)
La verdad acerca de las bombas atómicas.—(Traducción.)
De la pasada Olimpíada.—El concurso completo de equitación.—Teniente Coronel Nogueras.
La guerra de guerrillas.—Teniente Coronel Catts. (Traducción.)
Estudios sobre la segunda guerra mundial.—La tragedia de Stalingrado.—Coronel Herbert Selle. (Traducción.)
Guía bibliográfica.;1]
s ideas contenidasen los trabajos de esta Revista representanúnicamen
opinión del respectivofirmante y no la doctrinadeSlosorganismosoficiale
lacción y AdministraciónAlcalá, 18, 30
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MADRID Teléf. 22-52-54 Apartado de Correos31
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MINISTERIO
DEL
EJERCITO
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Teniente Coronel de Infantería, dél Servicio de E. M., D. José OtaolatirruchiTobia, del Estado
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Correspondencia para colaboración, al Director.
Correspondencia para suscripciones, al Administrador, D. Francisco de Mata Díez, Comandante
de Infantería.
EVOLUCIOES
TÁCTICAS
YORGÁNICAS
General CARLOS MARTINEZ DE CAMPOS, Jefe de la
División 22 y Gobernador Militar del Campo de Gibraltar.
De la Real Academia Española.
III
LA DEFENSA A VIVA FUERZA.
SITUACIÓN
DE
IMPUESTA
PROVOCAR
ARMAMENTO
POR LA INVASIÓN
ASEDIOS
DEFENSIVO
Y
(3-4).—ATTÚ
(q).—EL
LA INFANTERÍA
AÉREA
(5).—COMENTARIOS
CONTRAATAQIJE
NIPONA
Véase el número de EJÉRcITo de noviembré de 1949.
Publicado en el número de diciembre último.
Y POSIBLE
(6).—Los
Y SU DESARROLLO
(i8-i9).-—Los
i.—En el artículo titulado La irrn»ción del
adversario (i) quedó expuesto que toda guarni
ción se encuentra Siempre amenazada por un
ataque
desde el aire llevado a efecto por un
núcleo destacado del Extranjero,
y que esta
amenaza se halla latente en todo tiempo, aun
sin que esté iniciada la contienda, o—teniendo
en cuenta la idiosincrasia de ciertos dirigentes
de naciones encauzadas hacia una política asaz
moderna y poco noble—sin que siquiera exista
la sospecha de su inmediata iniciación. Y claro
está que si eso ocurre, o aun admitiendo que los
hechos se desarrollen de una manera más nor
mal, la guarnición que sufra la ofensiva podrá
tomar a tiempo las medidas necesarias para no
quedar aniquilada por el fuego del contrario e
incluso para llegar a desbaratar su potente ata
que, y aun podrán las guarniciones inmediatas
intervenir
de prisa con arreglo a los principios
enumerados
en el artículo llamado Contrao/ei
siva y contraofensores (2); mas también podrá
verificarse que el ofensor no logre apoderarse a
tiempo de su objetivo y que tampoco nuestras
fuerzas aniquilen a los recién llegados por el
aire, y que—a causa de todo ello—las tropas
atacadas no tengan más remedio que luchar a
todo trance, sin deber abandonar el puesto que
interesa al atacante y sin siquiera disfrutar de la
esperanza
del refuerzo necesario para abrirse
(i)
(2)
(I-2).—NECESIDAD
CONVENIENCIA
CASOS TÍPICOS
(IO-L7).----LA
CASOS ESPECIALES
(7-8).—
BAYONETA
(20).
paso
hacia vanguardia.
En resumen,
podrá
tener lugar un “sitio” en toda regla, si bien a
escala reducida.
2.—También puede ocurrir que alguna fuerza
recién posada en tierra, lejos de lograr lo que
desea—o aun lográndolo—,
se vea pronto ro
deada por los Varios contraatacarites
que pro
cedan de las guarniciones inmediatas; y enton
ces, lógicamente, el fenómeno será homólogo, o
simplemente
inverso al ya descrito. El invasor
será sitiado por una fuerza que habrá permane
cido hasta unas horas antes sin intenciones de
iniciar una operación de guerra. Mas ¿qué im
porta quién es quién para el estudio que se
quiere presentar?
Importa
sólo el hecho de
que otra vez estamos ante el caso de una fuerza
constreñida
a la defensa, quiera o no quiera.
3.—Una vez admitida la posibilidad de un
sitio en toda regla y a viva fuerza, es evidente
que el sitiado tendrá que resistir a todo tra’ice,
por su honor y el de la Patria en que descanse,
o e’ntregarse, cuando la radio se lo ordene, para
evitar
el sacrificio estéril de los hombres.
Y creo inútil agregar que no es sencillo, en nues
tra tierra, comprender el caso de Mac Arthur,
autorizado—u
obligado—, desde Wáshington, a
abandonar
la isla del Corregidor (en Filipinas),
3
cuando aún quedaba mucho que sufrir a los
que siguieron defendiéndola
hasta el último
momento. Mas cualquiera sea la forma en que
convenga realizar el hecho, es evidente que la
solución depende de la situación conjunta
o
específica del lugar en que la acción se desarro
lle. Esto, al menos, ha ocurrido recientemente;
pero el estudio de la forma en que los últimos
asedios tácticos se han producido y las conse
cuençias que han tenido para las operaciones
ulteriores, pueden inducir a nuevos argumentos
u orientaciones que de seguida analizamos.
valor es m, y el de B produce
equivalente a i,
m -4—
ii
una atracción
será sin duda el resultado táctico obtenido al
inducir al adversario a establecer el cerco de
los citados A y B y al defender estos lugares
tenazmente;
pero en el caso de que ambas pla
zas o lugares se hayan elegido en forma conve
niente para establecer una barrera que obligue
previamente
a combatir o a tener que utilizar
comunicaciones
enojosas o más largas, es evi
dente que la labor superflua (táctica y logística)
que el adversario se verá en la precisión de rea
lizar se elevará a
ni + n ± / (mii),
4.—Cada núcleo sin salida actúa como una
ventosa que retiene a un núcleo mayor (o que
al menos debe ser mayor, puesto que el sitiado
a viva fuerza no halla el modo de encontrar
una salida). De otra parte, varios núcleos sin en que la función podrá llegar a ser bastante
interesante.
Y esto hubiera acaecido en 1944 si
salida pueden ofrecer un rendimiento estraté
Dunkerque
y Saint-Nazaire
se hubieran
en
gico más grande que la suma de los rendimien
contrado sobre el Aisne, en el momento en que
tos tácticos aislados; y, a causa de ello, el ase
las fuerzas invasoras
emprendían
su marcha
dio a viva fuerza puede llegar a ser interesante
decisiva
hacia
Alemania,
pues,
en
efecto,
otro
para el que se contenta con tratar de rechazar
Caen
y
otro
Saint-Ló
hubieran
equivalido—en
al ofensor. Después de la invasión de Norman
aquellas circunstancias—a
un segundo contradía, quedaron varios grupos alemanes en el
ataque
de Von
territorio
galo: Saint-Nazaire,
Dunkerque, Lo
Rundstedt
(en
rient y la desembocadura
del Garona, retuvie
las Ardenas) o a
ron sobre sí a una respetable cantidad de fuer
una tercera bol
zas anglo-franco-americanas,
que sólo al cabo
sa de Falaise.
de varios meses—vencida ya la guerra táctica
mente—quedaron
liberadas. Esos núcleos no
tuvieron
conexión. Su misión fué limitada; su
carácter, esporádico. Mas dé haberse decretado
5.—Una fuer
previamente
cuáles iban a formarse y a resistir
za inmovilizada
—y esto a base de un estudio detallado de cone
xiones, importancia
del terreno, situaciones lo por un asedio
en toda regla
gísticas y esperanzas estratégicas-—, es evidente
tomar
que el resultado hubiera sido muy distinto: se puede
una
resolución
hubiera asemejado al conseguido en otro tiempo
con la resistencia de ciertas poblaciones bien suicida, tipo At
situadas
(al tratar de proteger una frontera) o tu (en las Aleu
la defensa de algunos fuertes destacados
(al tianas). El caso
retardar
el hundimiento de una plaza). La im se presenta en
mayo de 1943.
portancia
de A y B—léase dos vértices cual
Los americanos,
quiera del cuadrilátero de Verona (siglo XVIII),
recuperando
el
o léase dos obras instaladas ante el Mosa, a unos
archipiélago,
kilómetros
tan sólo de Verdún (siglo XIX)
el
no depende solamente de su valor intrínseco o desembarcan
día
u en la
de su capacidad de resistencia; depende, ade
costa norte de
más, de su relativa situación, de su distancia,
isla, y
de la posibilidad de cruzar sus fuegos y de su aquella
probable duración de vida. Si, por ejemplo, el se internan pro
por
sitio de A origina una succión o esfuerzo cuyo fundamente
1
—
•*:
4
.
los cauces de los ríos y alrededor de las mon
tañas. Tienen gran superioridad; y quince días
de operaciones se desarrollan con ventaja para
sus victoriosas huestes. Pero.., el 29 por la tar
de, el Coronel Yasuko Yamasaki, ante la preci
Sión de abandonar la única base que le queda—
Chichakof—,
da una voz de alarma y ordena
keshitai, y todos sus secuacesse deciden, santa
mente, a morir por el ,Japón. Los unos, con sus
armas o con granadas, y los otros, con sus sables
o bayonetas bien ligadas al extremo de una lan
za improvisada, avanzan furiosamente en busca
del contrario, dispuestos a entregar la propia
vida: a tiros, a bombazos, a estocadas, a puñe
tazos o a mordiscos inclusive. Los relatos béli
cos describen la impresión sufrida por los sol
dados yanquis, que divisaban a diestra y sinies
tra a sus compatriotas
muertos y veían a cada
adversario haciendo estallar su última granada
contra el casco de metal que lo cubría. Y la
Historia cuenta el resultado conseguido: el 30,
al atardecer, Attu se hallaba limpia de enemi
gos. Los americanos se posesionaron de la base
japonesa, y pudieron comprobar que todo hom
bre válido—cojo, enfermo, herido o bueno y sa
no—había tomado parte en la refriega. Tan sólo
los muy graves y los grandes mutilados habían
quedado sobre su lecho, en el hospital de Chi
chakof, y el médico encargado de administrarles
la inyección final estaba al frente de ellos, con
un tiro en la cabeza (i).
***
6.—El resultado conseguido en una operación
de tipo Attu es a todas luces ventajoso. Cada
hombre dispuesto a abandonar la vida después
de haber rendido un gran servicio a su país, no
muere sin llevarse por delante al menos a uno
de sus propios adversarios (y en Attu la pro
porción fué superior); y esto no ocurre en el
caso de un sitio que se prolongue mucho tiempo,
ni cuando los sitiados acaban siendo prisione
ros. Pero no es fácil inculcar a muchos la formi
dable acometividad
que es necesaria para lan
zarse con fiereza sobre el contrario, y, de re
sultas, no parece natural basar los previos cálcu
los en la salida violentísima de una guarnición
dispuesta
a morir matando; es más lógico fun
darlos
en la prolongada
resistencia
de unos
hombres
decididos a llegar
al sacrificio de su vida, o en
los intentos espaciados que
efectúen los núcléos que ha
yan logrado conservar sus
facultades
o estén dotados
de más espíritu.
De este
modo, la proporción de ba
jas no será tan importante
como fuera la de Attu, mas
será la suficiente
para lo
grar un rendimiento de in
terés.
-_
7.—El
i7
de agosto
de
1943,
varias Unidades
de
B-25 y P-38, llegando a la
imprevista
y volando a flor
de tierra, destruyeron,
en
seis minutos, los doscientos
aeroplanos
japoneses que se
(i)
Tomado de Las campañas del
Pacilico y de Ex/remo Oriexte, del
propio autor,
Tropas del Ejército de Filipinas
realizando ejercicios de desem bar—
co—Tomado
de la revista “Philip
pine Armed Forces Journal”.
5
hallaban
preparados en Wewak para apoyar la
marcha
hacia nuevas islas australianas.
Esta
y otras acciones parecidas
fueron organizadas,
de mano maestra, por el Mariscal del Aire Ken
nedy, en ayuda de las operaciones de mar y
tierra que preludiaron la admirable contraofen
siva americana del Pacífico; y demuestran cla
ramente
que la respuesta no es fácil cuando se
trata de un ataque realizado con fuerzas extra
rrápidas.
Ante una amenaza semejante,
sólo
cabe contraatacar
a tiempo. No es sencillo dis
poner de la información precisa para tomar el
aire antes de la aparición del enemigo, y saber
por donde llega, y obligarle a combatir y a no
atacar a los de tierra; y aunque todo se con
siga, no por eso dejará de producirse la ofensiva
del contrario. A lo sumo, ese contrario soltará
sus bombas algo peor que de costumbre; mas,
no siéndole difícil reconocer el blanco, según
ocurre cuando se trata de un aeródromo,
es
evidente que el trabajo de la defensa realizado
en pro de un admirable servicio informativo,
destinado
a asegurar la realización a tiempo de
un contraataque aéreo contra el adversario que
se acerca por el aire, nunca bastará para lograr
un resultado satisfactorio. Los esfuerzos podrán
llegar a ser extraordinarios,
cuales fueron los
realizados por Alemania y Gran Bretaña para
defender o proteger sus respectivas capitales;
mas rara vez se logrará evitar la acción del ene
migo: a lo sumo, su fiereza bajará. Y, esto di
cho, es preciso meditar un poco sobre la manera
de mantener en auge la eficiencia de los prin
cipales objetivos que el adversario ha de codi
ciar; y, al hacerlo, se acaba deduciendo que lo
único que sirve para menguar—siquiera——los
efectos obtenibles por el Aire es una formida
ble D. C. A. compuesta
de aviones de caza
y de cañones antiaéreos y de una red de escu
chas bien enlazada con las armas interiores a
través de una central de mando debidamente
organizada.
Y, en su consecuencia, la preocu
pación fundamental
de los de tierra debe con
sistir en mantener intactas sus facultades—po
tenciales y morales—, a fin de lanzarse furio
samente contra la irrupción que en tantos casos
seguirá al intenso bombardeo, sea o no sea la
razón de ser del mismo.
8.—Ante el desembarco sobre Creta, los in
gleses estuvieron obligados a resignarse. No dis
ponían de lo preciso para desbaratar el ataque
aéreo de los alemanes, y, de otra parte las Uni
6
dades de la R. A. F. no se hallaban debida
mente desplegadas. Para contraatacar
las bases
de partida del enemigo, una Escuadra de Beau
fighters recién llegados de Malta se trasladó
inmediatamente
a la isla y logró aniquilar do
cena y media de Ju-52 que estaban instalados
en uno de los aeródromos
de la capital de
Grecia. Desde Egipto, unos cuantos Wellington
sembraron bombas sobre los principales campos
aéreos del archipiélago dodecanésico. Pero nada
de eso fué suficiente para desviar el huracán
que se avecinaba, como no bastaron los Hurri
canes y Swordfishes que integraban la guarni
ción de Creta para evitar el resultado de la
ofensiva. Y todo eso no bastó, en parte, por ser
insuficiente;
mas no bastó, igualmente, por f al
tar el complemento ineludible: las abundantes
minas y armas automáticas
de una fortísima
defensa organizada en tierra firme.
9.—Las minas deben formar parte de la dota
ción de todo lugar fuerte, mas no de la Unidad
que lo guarnezca; en cambio, la ametralladora
—portátil o pesada—es elemento que se mueve
casi siempre con la fuerza que la debe utilizar.
La cantidad de minas necesaria es incalculable:
el Ejército alemán dejó unos cien millones de
minas en los diferentes sectores que defendió
en zona francesa. La de ametralladoras
depende
de los hombres disponibles, y por eso puede ser
interesante
que los lugares fuertes estén dota
dos del material preciso para reforzar la poten
cia de las Unidades que en su día las guarnez
can o se puedan constituir con elementos re
clutados a última hora.
io.—Durante
el bombardeo previo o defini
tivo del objetivo
escogido por el contrario
—aeródromo, por ejemplo—, la fuerza que tenga
a cargo su defensa permanecerá
inmóvil. La
artillería antiaérea consumirá lo más que pueda,
y otro tanto
harán las armas automáticas
de
algún calibre; pero la infantería encargada del
contraataque
a los paracaidistas
bastante hará
con mantenerse
incólume en espera del mo
mento en que el enemigo llueva o desembar
que de los grandes aparatos de transporte o de
los planeadores que aterricen en pleno “campo”
o en sus más cercanos alrededores; y a este efecto,
en cuanto aquella infantería se percate de que
el contrario quiere bombardear el aeródromo
—dejarlo inútil para extraños y para sí—, ten
drá que refugiarse o diseminarse, dispuesta
siempre a intervenir cuando haga falta.
cólumes las baterías más importantes, así, bajo
la bóveda celeste, las diferentes Unidades anti
aéreas servirán también de buena base para
agrupar a la infantería contraatacante. Dichas
Unidades actuarán como jalones para fijar la
situación de los principales centros de defensa
o de reacción. Su misión se parecerá a la de
ciertas obras fuertes de una línea preparada
contra un ataque horizontal. Y desde este
punto de vista podrá ser interesante que las
Unidades encargadas de proteger cada lugar
estén dotadas de refugios subterráneos, y que
los depósitos de igual naturaleza destinados a
conservar las municiones y los abastecimientos
de todo género de los referidos objetivos se ins
talen cerca de aquellas Unidades, en plan de
constituir, con ellas, elementos de reacción que
se mantengan en tensión extraordinaria du
rante la amenaza y durante el bombardeo.
ii.—En
el citado caso (bombardeo de un
aeródromo), el defensor descartará inmediata
mente la eventualidad de un aterrizaje reali
zado por grandes aparatos, mas no olvidará la
probable aparición de planeadores en las in
mediaciones, ni la posible llegada vertical de
numerosas fuerzas enemigas; y como quiera—de
otra parte—que si ese bombardeo no se llega
a producir, la amenaza del asalto se intensifica
enormemente, resulta necesario, en todo caso,
que la guarnición del campo se halle desple
gada y dispuesta a combatir desde antes de que
asomen los aviones enemigos. Y entiendo que
ese despliegue ha de acoplarse al de las diver
13.—Terminado el bombardeo, o iniciado sim
sas Unidades encargadas de reprimir el bom
plemente el desembarco, las Unidades antiaéreas
bardeo desde el aire.
abandonarán sus primeros objetivos para batir
12.—De
igual modo que ante la mar las pie a las que lleguen. A ese fin, convendrá que la
zas instaladas con el fin de rechazar al. adver distancia haga posible dicho fuego; y como
sario deben servir de núcleos para integrar los quiera que una cierta separación del núcleo
puntos o lugares fuertes destinados a constituir principal es también interesante para salvar las
el frente defensivo de sus respectivas plazas baterías de los efectos del bombardeo aéreo,
marítimas, o para simplemente mantener in parece necesario, en resumidas cuentas, que,
.
De 1z revjscz norteamericana
“Infantry
Journal”.
siendo numerosas las baterías encargadas
de
proteger el objetivo, desplieguen todas ellas con
arreglo a los principios establecidos para la ver
dadera protección aqtiaérea, o sea en los dife
rentes vértices de un polígono de amplitud bas
tante grande para lograr que los aviones sean
batidos cuando se preparan a lanzar sus bombas:
cuando se hallan en “período crítico”.
Es necesario convencer a apuntadores,
a jefes
de pieza y a Oficiales de que, abusando de ese
fuego,
se malgastan
municiones
que harán
falta cuando el adversario pise tierra firme, y
se estropean los tubos y montajes, que van a
ser más necesarios cuando aquella situación se
verifique,
y cuya eficacia, entonces, equival
drá a potencia. y rendimiento.
Desde los apa
ratos (en calidad de blancos de las armas defen
14—Más
en pequeño, ha de hacerse cosa sivas) el fuego ha de saltar a tierra. Ha de ser
parecida con las armas automáticas.
Estas, en inmediatamente
dirigido contra objetivos su-..
un círculo concéntrico y menor, protegerán las perficiales. Es sabido, en efecto, qué el instante
baterías y proporcionarán
un fuego adelantado
más vulnerable para los recién desembarcados
y apoyarán a los infantes que se lancen contra
es el que necesitan para desembarazarse de sus
artefactos retardadores y reunirse en Pelotones
la gente recién llegada a tierra. Separadamente,
o Unidades bajo sus respectivos Mandos. No
cada una de ellas podrá quedar formada o cons
hacen fuego en ese tiempo. No se ocupan de
tituídacomo
un núcleo semifijo o defensivo,
que a veces cambiará de asentamiento en direc
cubrirse. Se les ve, porque se mueven. Quieren
ganar tiempo, ser eficaces, sentirse juntos y ad
ción al interior del área dominada por las pro
pias fuerzas combatientes;
pero, en conjunto,
quirir la cohesión perdida en el descenso inter
las diferentes máquinas habrán de ser estable
minable y angustioso que han realizado, atraídos
por una fuerza superior a la precisa para aban
cidas en forma conveniente para no estorbarse
avance y reenjaularse
en
ni estorbar a los que ayuden o protejan a sus donar el proyectado
respectivas
e inmediatas
compañeras.
Y para
los aviones y sin hallar en su camino alguna
eso convendrá tener en cuenta el interés que masa cubridora contra las trayectorias emanadas
toda arma potente ofrece como centro de una del profundo suelo, ni poder siquiera realizar
masa más ligera o menos consistente, adherida
los movimientos
instintivos
y perfectamente
a aquélla por instinto o por simple ley de pro
inútiles que el hombre lleva a cabo cuando ve
videncia, para así formar un cuerpo inerte o un disparo o percibe—un poco tarde—el aire
contribuir
a la existencia de uno de los seres desplazado
por la granada.
inconscientes
o conscientes que pupulan por
el mundo. No ha de olvidarse, en efecto, la
i6.—No habrá tiempo, en el contraataque
a
intención de Fuller, cuando dijo: “No encuentro
los que lleguen. por el aire, para llevar a cabo
una razón para no creer que si los Ejércitos
una perfecta distribución de cometidos. El ideal
de 1914
hubieran
sido organizados
sobre la consistirá en que cada hombre se dé cuenta del
base de sus ametralladoras
y de sus cañones de
objetivo
más importante
para él, y que los
campaña—las
dos armas principales
de ese Jefes de Sección, de Pelotones o de Escuadras,
tiempo—, en vez de hallarse organizados sobre
distribuyan,
grosso modo, las misiones, confiando
la base del fusil—arma preponderante
en el si un poco en la iniciativa y acometividad de sus
glo XIX—, Alemania se hubiera apoderado de diversos fusileros-granaderos
y en la habilidad
Francia con igual facilidad que hubo de hacerlo
de los jefes o portadores de las armas automá
en 1940 mediante el carro y el avión” (i).
ticas. Al tiempo que unos hombres—ametra
15.—El fuego antiaéreo de los cañones muy
potentes y de las armas automáticas pesadas es
útil contra los transportes
y planeadores que
van llegando al objetivo que ellos se eligieron;
pero ese mismo fuego dirigido contra los hom
bres y los buifos que penden de los sombrillones
blancos o amarillos que bajan lentamente
es
completamente
inútil, y no sólo inútil, sino
perjudicial
para las armas que lo producen.
(1)
8
J.
F. C. Fuller:
The Secozd Wor’d Wcp’.
lladores o fusileros-granaderos—sorprendan
fe
rozmente
a una parte de los recién llegados,
algunos invasores hallarán camino libre y ac
tuarán
de prisa contra los núcleos que hayan
logrado intercalarse entre los aparatos enemi
gos. En principio, el área cubierta por un des
censo será bastante grande; el terreno corres
pondiente
podrá ser ondulado, agreste, o in
cluso abrupto; habrá en él obstáculos distintos,
y por eso, cuando llegue la hora del asalto, los
diferentes núcleos de invasores podrán sentirse
Ejercicios
de las fuerzas del Ejército
portugués
desarrollados en presencia del Jefe del Estado español durante su visita al
país vecino.
fuertes y no sólo estar en condiciónes de luchar
muy tenazmente, sino aun de realizar recontra
ataques esporádicos contra los núcleos contraatacantes
y originar de esta manera una serie
de acciones laberínticas
en que la energía y
decisión
de los pequeños Jefes será la base
fundamental
del éxito. La victoria grande se
inclinará hacia el que logre el mayor número de
victorias
reducidas. En el caos originado por
el impulso de unos soldados astutos y valientes,
se formarán las sumas y las restas cuyo total
dará el sentido y signo de la acción: positivo
para el que venza, y negativo para el otro.
17.—El asalto, en fin, ha de verificarse ins
tantáneamente.
Si la infantería espera hasta el
momento en que los cañones, las grandes má
quinas y las ametralladoras
de todo género
hayan
desbrozado el camino del fusilero-gra
nadero, es evidente que su acción será tardía,
por no haber aprovechado
de prisa el breve
lapso que el adversario emplea en montar sus
diferentes armas y en reunirse. Es más, el dencenso- de los paracaidistas
o de los planeadores
y transportes
llenos de asaltantes debe ser in
tensamente
aprovechado para acortar espacios
y, así, facilitar la interminable serie de asaltos
que las pequeñas Unidades tendrán que reali
zar. Antes se dijo que no conviene malgastar
las municiones contra los individuos y los bul
tos que descienden lentamente
por el aire, y
ahora se agrega que el contraataque
más per
fecto se consigue empleando ese período para
un despliegue realizado en vista de acercar sen
das parejas de soldados a los puntos de aterri
zaje de los innumerables paracaídas, y de insta
lar un Pelotón de Infantería ante cada sitio en
que un avión—provisto
de motor o sin motor—
dejará probablemente
de rodar. Si los planea
dores son recibidos a bombazos, y cada para
caidista se tropieza con un contrario armado
cuando aún esté sujeto al artefacto engorrosí
simo que le ha servido para llegar indemne, •es
evidente que la irrupción será vencida instan
táneamente:
habrá abortado. Pero esto exige
una espléndida labor preparatoria,
y esa labor
supone, a más de muchas horas dedicadas a
disparar sobre seguro, otras tantas para apren
9
der a aproximarse
al adversario y a lanzarse
furiosamente
al cuerpo a cuerpo y a vencer
en él.
aire han impuesto la necesidad de prepararse
nuevamente
a las acciones cuerpo a cuerpo y
la precisión de combatir con el fusil—culata o
bayoneta—como
antaño combatieron
los in
fantes japoneses.
i8.—En
todo tiempo, la Infantería japonesa
ha concedido una importancia grande a la lucha
cuerpo a cuerpo. A más de practicar la esgrima
de fusil, de sable, de naguinatz y de mandoble,
se ha preocupado mucho en adquirir—o en in
culcar a sus secuaces—una intensísima ecuani
midad. Para esto he recurrido
siempre a las
principales
normas del jiu-jitsu, logrando de
este modo que, al acercarse al adversario, los
fusileros emplearan todos sus sentidos y aplica
ran bien sus facultades. La esgrima japonesa,
como el jiu-jitsu, está basada en el aprovecha
miento absoluto del esfuerzo realizado por el
contrario.
El golpe de éste no se para en el
Japón:
se desvía en forma conveniente
para
lograr que proporcione
un rendimiento
nega
tivo. De este modo, el infante japonés llega a
batirse
con ventaja física y moral sobre un
contrario cuya fuerza física es más grande que
la suya; y, cuando las pequeñas Unidades de la
Infantería
nipona se diseminan por el campo,
los sumandos
que antes fueron mencionados
toman signo positivo y preponderan
sobre el
platillo ventajoso. Además, el soldado en cues
tión aprende a asestar furiosamente
la bayo
neta contra el pecho o el abdomen de su ene
migo. Horas seguidas se dedicaba—en
otros
tÍempos—a
acribillar los maniquíes que inte
graban sus curiosas dotaciones de instrucción.
Se acercab.a a ellos vertiginosamente,
y mien
tras gritaba a enronquecer simulaba unas para
das y otros tantos golpes y respuestas vertica
les •o frontales, y acababa hundiendo el arma
en pleno tórax de su impávido adversario, y al
hacerlo, volvía a gritar desaforadamente,
y su
grito se parecía al del hombre imaginario que
en la guerra le hacía frente y sentiría en sus
entrañas
la hoja de acero puntiaguda.
Y todo
esto, por supuesto, alcanzó un máximo interés
cuando la lucha cuerpo a cuerpo era frecuente,
como ocurría en los avances realizados
en
Puerto
Arturo y en Ta-che-kiao.
Luego, las
armas automáticas
menguaron la importancia
de un sistema que, a pesar de todo, siguió admi
rado en el Extranjero
como cosa original y de
otro siglo, conservada sólo por tradición, y esa
admiración se ha mantenido hasta la hora muy
reciente en que la marcha y la llegada por el
i9.—Hoy la bayoneta es tan necesaria como
cuando fué inventada. Toda arma que no sea
automática
debe tener su bayoneta. Más aún:
para el soldado que no ha de llevar sobre su es
palda una ametralladora
o sobre el hombro un
arma semiautomática,
la bayoneta puede lle
gar a ser más importante
que el fusil. Se ha
dicho en otra parte que es necesario aumentar
el número de armas semiautomáticas
y automá
ticas; y si bien esto origina una cierta reducción
de armas repetidoras, lo interesante es que éstas
no se empleen sin bayoneta, pues aun de esta
manera
habrá muy pocas a la hora del en
cuentro decisivo.
‘o
20.—De
lograr una organización
perfecta
para la defensa de un aeródromo, es evidente
que también se habrá obtenido para asegurar en
lo posible la protección de otro objetivo dife
rente,
como, por ejemplo, una estación, una
gran fábrica, una batería de costa o un depósito
importante.
Con la clase del terreno variará la
posible intensidad de la amenaza. En cambio,
subsistirá
el procedimiento:
el sistema táctico.
Y este sistema es semejante al admitido, hasta
el presente, para todos los ataques. Se trata sim
plemente
de hacerlo todo pronto y bien, con
extraordinaria
acometividad
y con la inteligen
cia necesaria para obtener el máximo rendi
miento de los esfuerzos generales y parciales,
de las acciones grandes y pequeñas y de los
ataques meditados o esporádicos. En la llanura
habrá el peligro de verse rodeado en poco tiempo
y de que el contraataque
se convierta en de
fensa intrínseca del sitio amenazado; y, al con
trario, en la montaña o en las cercanías de un
litoral agreste es más probable que los desem
barcos sean bastante
concentrados
por evitar
así las dificultades inherentes a la falta de poten
cia de los pequeños grupos que se pierden en
los accidentes del terreno o en los repliegues
correspondientes
a una topografía enrevesada.
Pero en ambos casos toda infantería bien ms
truída y bien dotada estará en disposición de
reaccionar como es debido y de prestar servi
cios excelentes.
1TINERAifiO
PóSTUMO])ECaisTÓBAI
COLÓN
(CoiuNT&iuos
SOBRELATIJMBADEI AL1II1tANTE)
Capitán de Ingenieros JOAQUÍN MORALES DE
RADA Y CAMPOS, de la Academia del Arma.
E
L día io de septiembre de x877, Fr. Roque tradas
del templo, cerró las puertas, invitó
Cocchia,
Obispo de Orope y Delegado de “al gran ciudadano Presidente de la República
la Santa Sede en la República de Santo Domingo,
General D. Buenaventura
Baez”, a tres altas
remité a todos los Jefes de Estado de Europa y dignidades de la Iglesia, a cinco Ministros, al
América un documento sorprendente: una carta
Gobernador de la provincia y su secretario, al
pastoral que anuncia al mundo el “hallazgo” de Presidente del Ayuntamiento, a cinco Regidores,
los verdaderos restos de Cristóbal Colón. Nada al Comandante de Armas, al Presidente de la
más que esto.
Cámara legislativa, a siete miembros del Cuerpo
“Habiendo llegado a su noticia—reza textual
Diplomático,
a un ingeniero, dos médicos, tres
mente el singular comunicado—que,
según
la tradición y no obstante lo que aparece
en documentos públicos sobre la traslación
de los restos del Almirante D. Cristóbal
Colón a la ciudad de La Habana en el año
de mil setecientos noventa y cinco, dichos
1
restos podían existir en el lugar donde ha
bían sido depositados, señalándose como tal
el lado derecho del presbiterio, debajo del
sitio ocupado por la silla episcopal, de
seando esclarecer los hechos que la tra
dición había llevado hasta él, autorizó al
reverendo Canónigo Billini para que hiciese
las exploraciones del caso...”
Haciendo uso de esta autorización, el Ca
n ónigo Billini—también
italiano,
casual
mente—inicia,
con la ayuda de dos tra
bajadores,
las excavaciones.
No sabemos
-u
si la tradición señalaba el lugar con una
precisión
exquisita, o si una inspiración
superior guió la piqueta demoledora; pero
es el caso que en la misma mañana de ini
ciarse la búsqueda hizo su aparición “un
principio de bóveda que permitía ver parte
de una caja de metal”.
El Canónigo suspende sus trabajos y da
aviso al Prelado, “que, cerciorado perso
nalmente de la existencia de la bóveda, así
como de que contenía una caja, dispuso
dejar las cosas en el estado en que se en
Foto núm. i .—Urna dominicana de Cristóbal Colón. (Según
contraban”.
Y así, sin más preámbulos,
fotografía remitida a la Academia de la Ristoria por el Go
desplegó la Guardia Municipal en las enbierno de S. M. en 1878.
1
/
1
11
1€
1
1
Foto núm.
posterior
2.—Urna dominicana
de Cristóbal Colón. Inscripción exterior en el anverso de la tapa. Letra muy
a la fecha del enterramiento. Abreviaturas
y voces—América—fuera
del uso español en el momento.
los restos del Primer Almirante D. Cristóbal
Colón, Descubridor).
En el reverso: “Ua Criftoval Colón” (Urna
Cristóbal Colón) (foto núm. 4).
No había duda posible.
Obsérvese, sin embargo, que únicamente la
inscripción del anverso de la tapa (foto 2) da fe
de que aquellas fuesen las cenizas del genovés;
únicamente estas del anverso le nombran Primer
Almirante y Descubridor, lo cual le diferencia
de D. Cristóbal Colón y Toledo, nieto del Almi
rante, fallecido en Santo Domingo y sepultado
en la catedral dominicana, como hemos de ver.
La plaquita de plata tenía dos orificios corres
pondientes
a dos tornillos que también fueron
encontrados
en la urna, señal inequívoca de
que estaba destinada a ser fijada en la tapa,
como sin duda lo estuvo antes de que el tiempo
o la mano del hombre deliberadamente la des
prendiesen. Llama la atención aquí. el que estu
viese escrita por las dos caras, ya que una de
ellas no iba a ser vista.
Es hecho comprobado y admitido que frecuen
temente
han sido halladas en enterramientos
láminas
de metal conteniendo textos alusivos
al fallecido; pero se reputa como inusitada la que
repite el epígrafe exterior de la losa o cubierta.
Estas láminas han aparecido siempre sueltas;
en el caso que nos ocupa también se hallaba suel
ta, pero agujereada y con sus correspondientes
tornillos; sobran, por tanto, éstos, o sobra la
inscripción por las dos caras, una de las cuales,
y sólo una, especifica que se trate del marino
genovés.
Las inscripciones de la tapa son de distinta
(i)Lo
entrecomillado corresponde textualmente al
letra.
La interior (foto 3), gótica alemana, en
original del acta remitida por el Obispo de Orope a Su
Santidad el Papa, y aun cuando se han seleccionado los desuso a partir de la segunda mitad del si
párrafos en beneficio de la brevedad, la interpretación glo XVI; la exterior (también hay sospecha de
que se expone es fiel reflejo de aquélla.
notarios y un sacristán; volvió a abrir las puer
tas y, colocado sobre el presbiterio, “hizo con
tinuar la excavación, quitándose una lápida que
pcrmitió extraer la caja. Su Señoría Ilustrísima
abrió la caja y exhibió al pueblo parte de los
restos que encierra; asimismo dió lectura a di
versas inscripciones que existen en ella y que
comprueban
de un modo irrecusable que son
real y efectivamente los restos del ilustre geno
vés, el Gran Almirante D. Cristóbal Colón, des
cubridor de la América. Adquirida de una ma
nera incontestable la veracidad del hecho...”, se
disparó una salva de veintiún cañonazos, repi
caron las campanas y una banda militar reco
rrió la ciudad anunciando tan fausto suceso (i).
¿Qué habría ocurrido si en vez de aparecer los
verdaderos restos del Descubridor hubiesen apa
recido los de un personaje de menor categoría?
¿Cuál habría sido el estupor de tan nutrida con
centración?
Pero no; allí lo decían claramente numerosas
inscripciones.
Al frente y en los costados de la caja: “C C A”
(Cristóbal Colón Almirante).
En el anverso de la tapa: “D. de la A. pr Ate”
(Descubridor de la América. Primer Almirante)
(foto núm. 2).
En el reverso: “Iltre
Esdo Varon Dn. Cris
toval Colón” (Ilustre y Esclarecido Varón Don
Cristóbal Colón) (foto núm. 3).
En el anverso de una chapita de plata hallada
entre los huesos: “U. a p.te de los rt0S del pmer
Alte D. Cristoval Colon Des.” (Ultima parte de
12
que se le dió la vuelta a la tapa) es más moderna
(foto 2) y con abreviaturas quela Academia, a
través del informe que suscribió D. Manuel Col
meiro, juzga anacrónicas con el tiempo a que se
atribuyen.
En la placa de plata, la inscripción
mingo los restos de Colón—en 1672—, D. José
de Vietia escribía un libro titulado Norte de la
contratación
de las Indias Occidentales, en el que
por rara excepción se emplea la voz “América”,
no sin advertir que era voz de poco uso (r)
o
•U
Foto num. 3. — Urna dominicana de Cristóbal Colón. Inscripción correspondiente al interio,- o
reverso de la tapa. Letra gótica alemana, en desuso a partir de 1550. El texto puede igualmente
atribuirse al Almirante como a su nieto, D. Cristóbal Colón y Toledo.
de una de las caras (la del anverso) concuerda
En relación con estos textos epigráficos que
a la medida con el nieto del Almirante, porque de forma tan copiosa pretenden fijar la identidad
de los restos dominicanos, queda por señalar una
varón ilustre y esclarecido fué el hijo de D. Ma
ría de Toledo, prima de Fernando el Católico y circunstancia
de interés. En 1655, el Arzobispo
sobrina del Duque de Alba. No así la exterior
de Santo Domingo, P. Francisco Pío, temeroso
de la urna, que, traducida por “Descubridor de de una invasión inglesa, manda que desaparez
la América, etc.”, resulta inadmisible
para cualquier mente española de los
siglos XVI, XVII y XVIII, tanto atri
buída al nieto como al abuelo.
1
En efecto; la voz “América” fué
propuesta por el cosmógrafo alemán
“•
Waltzmüller,
y la imprenta hizo el
resto en favor de tan escandalosa in
justicia. Europa aceptó con el tiempo
el vocablo, pero España se resistió
.2//z1U)
tenaz a su adopción hasta fecha no
muy lejana a nuestros días, y ello
sin que desapareciese
la expresión
“Indias” del lenguaje oficial. Así: Al
mirante de las Indias, Almirante del
Foto núm. 4.—Placa de plata hallada en el interior de la pretendida
mar Océano Primer Virrey de las
urna de Colón. Contorno y onficios. Inscripción del reverso: “U. Cprif
Indias, Reyes de España y de las toval Colon”, interpretada corno Urna Cristóbal Colón. Letra posterior
a la fecha del enterramiento.
Indias, Comercio de las Indias, Le
yes de Indias, etc. En nuestros días
aún se conoce como Archivo de Indias el que can las inscripciones de las tumbas para evitar el
custodia la documentación
relativa a las anti
riesgo de una profanación.
La fecha de 1655
guas posesiones de Ultramar, y el verbo popular queda intermedia entre otras anteriores y poste
califica de “indiano” al emigrante que regresa
riores, en las que consta por documento feha
de América. A mayor abundamiento,
siglo y
medio después de ser trasladados a Santo Do(x) Impreso en Sevilla.
-
7
o
13
ciente que en el día de la data se conocla con
exactitud dónde tenían su reposo los despojos del
Descubridor: “Yacen en una caja de plomo en
el presbiterio al lado de la peana del altar mayor”
=
“A la diestra del altar en la capilla mayor
yace sepultado D. Cristobal Colon”
“la (caja)
del Evangelio contiene los huesos del Almirante
y la del lado de la Epístola los de su hermano
Bartolomé”, nos dicen tres instrumentos origina..
les, por no citar otros igualmente fidedignos (i).
¿Cómo es posible entonces que el Arzobispo
D. Franciscó Pío, que tenía afán por evitar la
profanación
inglesa, no hiciese desaparecer al
menos las inscripciones exteriores que se leye
ron en 1877 sobre la pretendida urna de Colón?
¿Cómo se explica que dejase de tomar tan sus
tancial medida con las únicas cenizas que te
nían realmente figura de reliquia?
Entre los verdaderos restos de Colón fué ha
llada una bala de plomo de una onza de peso,
“poco más o menos”. Es evidente que este pro
yectil debió de encontrarse en vida incrustado
en el hueso, y quedó libre al descomponerse el
tejido óseo, porque no es verosímil que al ser
trasladados
los despojos a la caja donde se en
contraron
(cuyo volumen no permitía contener
el cuerpo íntegro)• se hiciese acompañándolos
expresamente por esta pieza pagana, testigo mudo
de querellas humanas. Más en su lugar hubiese
estado un motivo piadoso: un crucifijo, una me
dalla, etc.
Poca luz y pocas fuentes tiene la historia
para hablar con autoridad acerca de la vida de
Colón antes de que hiciese su primera presenta
ción en Castilla. No puede negarse ni afirmarse
que en sus años guerreros—si los tuvo—reci
biese una herida de bala; pero la presencia del
proyectil sirve para que el Obispo de Orope nos
propórcione la prueba de que no jugó limpio en
su deseo vehemente de mostrar los restos domi
nicanos como los auténticos restos de Colón.
César Cantú, historiador
y novelista italiano
fallecido en 1895, cita una carta del Almirante
a los Reyes de Castilla relatando las incidencias
de la navegación; la frase de Cantú glosando la
carta, en italiano, dice: “la mía piaga si aprí”,
y el P. Cocchia la traduce diciendo: “se abrió
su herida”.
Don Manuel Colmeiro, en el in
forme de la Academia, hace notar la diferen
cia entre “piaga”
haga y “ferita” = herida,
(1)
Synodo Diocesana
del Arzobispado
de Santo
Domingo.—Instrumento del Archivo General de La Ha
bana.—Certificado expedido por el Deán de la Iglesia
Catedral de Santo Domingo en 1783, respectivamente.
14
ImposIble de soslayar por un Italiano sin mediar
mala fe (i).
Como arriba queda expuesto, D. Cristóbal Co
lón y Toledo, nieto del navegante, murió en la
isla Española y fué enterrado en la iglesia cate
dral de Santo Domingo; soldado de España, llegó
en vida al os últimos días del siglo XVI y alcanzó,
por tanto, los tiempos del mosquete que “echaba
onza y media de pelota”. M. Moreau de Saint
Mary, miembro de la Sociedad Filosófica de Fila
delfia, que compuso una descripción topográfica
y política de la parte española de Santo Domingo,
nos señala con precisión el lugar de su tumba:
“Fuera de la peana del altar mayor, a derecha
e izquierda, reposan en dos urnas de plomo los
huesos de Don Cristóbal Colón (nieto) y los de
Luis su hermano” (2).
No hay mención de que tales tumbas hayan
sido trasladadas a ningún otro lugar. La de don
Luis se vió en 1877, pero la de don Cristóbal ni se
vió entonces, ni después, ni podría verse hoy, ni
se verá jamás. Y, sin embargo, fijando en ella
—esto es, en la que el Obispo de Orope adjudica
al Descubridor—con
sus tornillos la plaquita
de plata de tal forma que quedase visible la cara
en donde reza: Cristóbal Colón (foto 4) y bo
rrando de su tapadera el texto anacrónico “Des
cubridor de la América”, etc., tan sólo con esto
el túmulo recobraría su auténtico destino: servir
con sinceridad de última morada a los restos de
D. Cristóbal Colón, varón ilustre y esclarecido?
nieto del Almirante.
Dos cuerpos, mejor aún, dos esqueletos conser
vados en dos urnas de plomo próxima una a la
otra y en análogas o muy parecidas condiciones
de temperatura )i humedad, tendrán lógicamente
un proceso paralelo de descomposición, y de ellos
antes habrá de revertir en polvo el que con ante
rioridad fuese enterrado. Entre la muerte de los
dos Cristóbal—abuelo
y nieto—transcurren
se
senta y seis años; los restos que España trasladó
a La Habana en 1795 eran, confirmando visitas
precedentes,
“pedazos de huesos como de cani
llas y otras partes de algún difunto...”; pero los
que en 1877 el Obispo de Orope presenta al
mundo como los verdaderos restos de Colón son
nada menos que cuarenta y una piezas: “un
fémur deteriorado en la parte superior del-cuello,
o sea entre el gran trocánter y su cabeza; un
peroné en su estado natural, un radio completo,
Documenti olla storia universale, 5858.
Description topographique et politique, etc., Phila
delphie, 5796.
(i)
(2)
una clavícula completa, un cúbito y cinco costi
llas completas y tres incompletas, el hueso sacro
en mal estado, el coxis, dos vértebras lumbares,
una cervical y tres dorsales, dos calcáneos, un
hueso del metacarpo, otro del metatarso, un
fragmento del frontal o coronal conteniendo la
mitad de una cavidad orbitaria, un tercio medio
de la tibia, dos fragmentos de tibia, dos astrága
los, una cabeza de omoplato, un fragmento de
mandíbula
inferior y media cabeza del húmeri
formando un total de trece fragmentos grandes
y veintiocho pequeños”.
No, no están en Santo Domingo los restos del
Descubridor, ni en todo ni en parte. No hay pro
blema para fijar su itinerario póstumo, como no
lo hay, creo yo, para determinar el lugar de su
nacimiento
aunque vanidades localistas nos pre
senten una multitud de versiones. En el testa
mento otorgado en Valladolid en 1506, y de cuyo
contenido
se guarda copia protocolizada en el
archivo de los Duques de Veragua, Colón dice:
“Siendo yo nacido en Génova”, etc. Y es de creer
que Colón supiese dónde había nacido. Parece
como si los hechos de los hombres grandes no
cupiesen, para la mente común, dentro de las
dimensiones de un hombre medio y hubiese que
buscar, para alejarlos, pluralidades. Si el hecho
fundamental
de Colón no fuese único, individual
y aislado: el Descubrimiento,
es seguro que, al
lado de la colección de pueblos natales y de las
dos tumbas, tendríamos también varios Colones
distintos en vida.
El Almirante falleció en Valladolid el 20 de
mayo de 1506, y fué enterrado en el convento
de los PP. Franciscanos. Por expreso deseo suyo,
había de ser trasladado a la Española, y precisa
mente “a la vega que se dicede la Concepción” (i).
Carlos V, en 1539, de acuerdo con sus deseos,
concede merced para que pueda ser sepultado
en la capilla mayor de la catedral dominicana (2).
Entre tanto, en tránsito, fué depositado en el
Monasterio
de las Cuevas, extramuros
de. Se
villa. Así lo declara Diego Colón, su hijo, en su
testamento
de 1523, al recomendar a sus here
deros que den cumplimiento
a los deseos del
Descubridor.
En La Española, la isla de sus preferencias,
reposó hasta los últimos años del siglo XVIII;
pero el 20 de diciembre de 1795, el Teniente Gene
ral de la Real Armada D. Gabriel de Aristizábal,
(i)
veçes.
(2)
Archivo
General de Indias, ptiblicado repetidas
Archivo General de Indias.
por propia iniciativa, traslada los restos a La
Habana,
a bordo del navío San Lorenzo, ante
el anuncio de un próximo abandono de la isla.
Por último, a los noventa y siete años de des
canso en Cuba, ocupada la isla por los Estados
Unidos, el crucero Conde de Venadito y el yate
real Giralda dan fin en Sevilla a la última tra
vesía de Colón.
No se estime como osadía ni extrañe a nadie
que supongamos cierta una trasplantación
fune
raria de personalidades,
porque ha herido siem
pre a la soberbia del mundo entero que el hecho
más trascendental
para la historia de la Huma
nidad, después de la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo,
el descubrimiento
de América, haya
sido empresa y monopolio de un solo pueblo, el
nuestro.
Hoy, lejano el revuelo que levantó el “ha
llazgo” y olvidados los términos exactos en que
la crítica y la investigación honesta dejaron el
problema, puede ponerse en duda la afirmación
de que las cenizas de Colón reposan en Sevilla;
pero en su día, exceptuando dos grupos patrio
teros, uno dominicano y otro italiano, que se
inclinaron
sin reservas a defender la pastoral.
del Prelado de Orope, la urna de Santo Domingo
fué recibida con frialdad. Los más optaron por
la espera prudente hasta oír a la Real Academia
Española;
otros menos pacientes calificaron de
“perfecta farsa” (i) el supuesto descubrimiento,
y no faltó quien dedicó un recuerdo poco deli
cado para el honor de los “descubridores”.
Una circular dirigida a todos los Gobiernos
del mundo por Fr. Roque Cocchia, en su calidad
de jefe de la Archidiócesis, sin mencionar para
nada el flombre de España y en demanda de una
ayuda económica destinada a erigir en Santo
Domingo un monumento-mausoleo
para los ver
daderos restos de Colón, obtuvo a los ocho me
ses dos contestaciones—Inglaterra
y Dinamar
ca—corteses pero denegatorias (2).
El escándalo fué lentamente .reduciéndose al
silencio y olvidado. En nuestro siglo, H. H. Hou
ben, último biógrafo de Colón, dice a este res
pecto lisa y llanamente: “Sus restos fueron lle
vados a Santo Domingo y descansaron en la
Catedral hasta 1795. Luego pasaron a La Ha
Atheneuin, de Londres.
Ínjorme de la Real Academia de la Historia al
Gobierno de S. M. sobre el supuesto hallazgo, etc. Publi
cado por el Ministerio de Fomento en Madrid, 1879.
(i)
(2)
Este informe, ponderado, ecuánime y profundamente
documentado, que niega rotundamente la autenticidad
de los restos dominicanos, ha servido de base a la con
sulta para la redacción del presente trabajo.
15
bana desde donde volvieron, al fin, a España.
Ahora están en la catedral de Sevilla” (r).
Existe en el mundo un bacilo antiespañol que
periódicamente
cobra virulencia y ataca a los
hombres hasta hacerles perder la memoria, la
reflexión y el buen sentido. Es la enfermedad
que permite conmemorar en Wáshington la fecha
del In de octubre sin nombrar a la nación descu
bridora, la que hace el juego a Rusia en contra
de-España,
la que deforma la perspectiva histó
rica y presenta a Fernando el Católico como un
avaro y a Felipe II como un monstruo, la inven
tora del puñal en la liga, de los majos y de tan
tas otras fábulas.
Si este bacilo antiespañol ataca a un hispano
americano,
la enfermedad presenta síntomas de
un pintoresquismo
de primera calidad. No es
cosa nueva, en este caso, escuchar a alguno de
ellos: “Ustedes, los españoles, hicieron en Amé
rica muchas barbaridades.” Todo lo bueno y lo
malo que los españoles hicieron en América
habrá
que atribuírselo
en primer lugar—su
pongo—a los españoles que fueron a América;
esto es, al abuelo, al bisabuelo y demás ascen
dencia del hispanoamericano
actual, porque la
ascendencia
del español de hoy no fué a Amé
rica salvo en el caso menos frecuente de que
(i)
H. H. Houben: Cristóbal Colón,
1942.
haya existido en una misma línea genealógica
viaje de ida y vuelta.
Esta tendencia a llevar el carro de la historia
buena, de la historia intrépida, por caminos que
no sean de España, y adjudicarnos únicamente
los residuos, ha influído quizá en que ahora reviva el intento de rendir reconocimiento explí
cito a los dominicanos restos de Colón.
Es obligado, y aun parece que llega con re
traso—prescindiendo
de los centenarios—, hacer
acto colectivo de homenaje al genio fecundo del
descubridor. No puede España estar ausente en
el momento de hacer inequívoca la autenticidad
del mausoleo que—prejuicios
aparte—con
im
pulso de corazón filial han levantado las Repú
blicas americanas junto a la desembocadura del
Ozama, frente al Océano, allá en La Española.
Y aunque toma figura de ingratitud que el mundo
disgregue en porciones los restos del que en vida
hizo entero al mundo, vayan a América cenizas
de Colón, pero vayan en calidad de lo que son,
como reliquias ciertas, con todo el valor que les
da el celo de nuestra custodia a través de cuatro
siglos largos.
Serán once las veces que cruzan el mar Océano
estas ahora cenizas del que fué su Primer Almi
rante, y ahora, como en la primera travesía—que
nadie supo preceder—, llevando al viento una
bandera sin falsificación.
5
16
Dibujo del Capitán de Ingenieros Alfredo Antonino Arias.
LA
Comandante
RAPIDEZ DELTino
de Artillería
EDUARDO
MUNILLA
1.—CONSIDERACIONES
PREVIAS
El no retrasar la rotura de fuego por ningún con
cepto es una de las mayores preocupaciones artilleras. El tiempo nos espolea, y en aras de él se han
ido transformando los materiales y los métodos,
más los primeros que los segundos, porque los re
trasos tácticos son más frecuentes que los técnicos.
La movilidad táctica apetecible se ha conseguido
casi plenamente, con la variada gama de tracciones
de que hoy dispone nuestra Artillería. Junto al
problema de la movilidad hay un problema de
posibilidad. Bien está que la ciudad disponga de
rápidos tranvías y autobuses, pero no menos inte
resa al ciudadano tener la posibilidad de ocupar
un sitio en ellos. Así, ocurre que nuestros materia
les van a donde quieren, pero los asentamientos
que pueden ocupar son muchos menos de los que
hacen falta. La razón la dió de forma irrefutable,
en uno de los trabajos de esta Revista, el Coman
dante Orbañanos: los materiales divisionarios pre
cisan poder tirar con ángulos de tiro grandes, con
el fin de soslayar los elevados ángulos de posición
que encuentran por doquier, especialmente en mon
taña. Excelentes resultados reporta el dotarlos de
varias cargas, lo que da una mayor agilidad en el
juego de las trayectorias; pero no menos buenos
los daría el que algunos de los divisionarios y todos
los de montaña dispusiesen del segundo sector.
De otra forma, se tiene que malgastar mucho
tiempo en la búsqueda de asentamientos, y no se
puede evitar el que queden muchos espacios muer
tos, que convendrá batirlos si no queremos que cese
la acción de nuestras rompedoras cuando sean más
necesarias.
Pero no es de la rapidez de tipo táctico de la que
me interesa hablar, sino de la que debemos de con
seguir una vez llegados a los asentamientos, para
dar unos datos a las piezas sin hacer esperar en
la rotura de fuego y sin que ésta lleve a una larga
corrección, Dispctrar eticazmente, cuando la hifan
¿ería lo precise y en el sitio que lo precise, debe ser
algo axiomático para nosotros; y si en ello estamos
todos de acuerdo, no lo estamos por igual en los
medios más convenientes para lograr la rapidez.
En cuanto a estos medios, nuestra Arma se divide
en dos grupos igualmente copiosos: los que opinan
que vale más perder unos minutos y que los dis
paros vayan a donde deben desde el primer mo
mento, y los que creen que lo esencial es disparar
rápidamente,
empleando el cañón como telémetro
y que la corrección del tiro haga el resto. Yo tengo
demasiadas razones para estar más con los prime
ros que con los segundos. Reconozco mi falta de
neutralidad. Ahora bien; creo que se juzgan dema
siado aisladas ambas tesis: la de tirar rápido (em
GÓMEZ, del Reg. de Montafia
n.° 29.
nentemente táctica) y la de tirar bien (eminente
mente técnica). Parece lo natural que el ideal sea
el reunir ambas, es decir: tirar bien rápidamente.
La forma de conseguir esta fusión es operar con
aparatos abreviadores de cálculos y con métodos
en que sea factible la rapidez sin merma de la pre
cisián.
Hay que mecanizar cuanto se pueda el tiro. Lo
que ya est. logrado en las Baterías de costa y anti
aéreas mediante las Direcciones de Tiro, debe ser
intentado para las terrestres, aunque en un plan más
parcial y reducido. Ejércitos como el alemán habían
llegado a resultados muy halagüeños. Los italianos,
con sus tablas gráficonuméricas y el empleo del
y % y el ¿ e’ %, nos abrieron muchos los ojos,
sin que hayamos seguido sus huellas nada más que
parcialmente. En cuanto a lo hecho por los ameri
canos (i), ignoro si con el lujo de material de que
suelen hacer gala, tendrán este problema resuelto.
Ante todo me interesa desarraigar la teoría, más
cómoda que razonable, de que nos debemos limitar
a llegar al campo, dar unos datos obtenidos poco
menos que por prestidigitación y tirar, saiga lo que
salga. Todos nuestros Reglamentos nos hablan de
ir buscando la progresividad y de no desperdiciar
el tiempo en una prolija preparación topográfica
que en ning’ún modo será causa de retraso en la
rotura de fuego. El mismo F-i dice: Toda Batería
deberá estar en condiciones de romper el fuego desde
el momento que entre en osici6n.
O, lo que es lo
mismo, durante el tiempo que puede tardar la
Batería en ocupar y preparar sus asentamientos y
tender un mínimo de transmisiones, se debe de
poder romper el fuego. Este tiempo—muy variable,
pero para unas condiciones medias alrededor del
cuarto de hora—es más que suficiente para poder
tirar con datos que en nada tengan que envidiar a
los que pudiesen calcularse en el caso de poder dis
poner de horas para su obtención. Todo ello, aun
en el caso de que lleguen al mismo tiempo las Bate
rías y las Planas Mayores, cosa poco corriente,
pues siempre estas últimas pueden adelantarse algu
nos minutos con los medios a su alcance.
Casi todas las cosas que aquí se exponen no son
nuevas; precisamente si tienen algún valor es
por lo que tienen de clásicas. Si algo me sirvió de
base, fué el F-r y las tablas de triangulacián recta
de las Tablas de logaritmos y correcciones edita
das por la Escuela de Aplicacián y Tiro, que son
(i)
Notes de la Redacción—Concordante
con lo que dice
el autor, los norteamericanos,
eminentemente
prácticos,
utilizan unas tablas de tiro en forma de regleta que eleva al
máximo las simplificaciones
preconizadas
en el artículo.
Por su originalidad y por su congruencia con este tema, en
la Sección de Información
de este mismo número de la
Revista incluímos una breve reseña de las mismas.
17
pocos los que se han dedicado a utilizarlas, a pesar
de lo muy ventajosas que resultan. Si me he deci
dido a exponer estas ideas, es con la ilusión de
que puedan ser útiles a mis compañeros, ahorrán
doles tiempo y trabajo; y, sin duda, ellos sabrán
mejorar y adaptar a su caso lo que aquí se dice.
No voy a tocar todos los casos posibles, sino que
me voy a ceñir al caso clásico de la preparación
del tiro, al cual con ligeras diferencias se pueden
referir todos. Y, en general, haré hincapié en el
Tiro de Grupo, pues el Tiro de Batería se reduce a
utilizar en una lo que aquí se dice para tres.
una base perpendicular para poder encontrar E1 E,
dato que precisamos para obtener a su vez E1 B.
En E1 visaremos: con el índice en cero al blanco
de corrección (por el que suponemos pasa la D. V.), a
algún blanco más que pueda interesar en los pri
meros momentos, a las Ps. Ds. de las Baterias (y a
los extremos de las bases de las mismas, de no
medir las distancias a las piezas con ayuda de la
cinta o por métodos estadimétricos), a E2 y al ex
tremo de la base auxiliar ba. Por su parte, en E2 nos
limitaremos a visar a E1 y a cada uno de los blan
cos, obteniendo por diferencia de lectura los distin
tos ángulos en E2, que, junto con los medidos en
E1 y el valor de E1 E2, nos permitirá encontrar la
11.—LA PREPARA ClON TOPOGRÁFICA
distancia de E1 a cada uno de los blancos. Como
A la hora de organizar los trabajos de campo, hay se ve, lo dicho no se separa en nada de la toma
que pensarque en un principio
se deben de reducir de datos clásica; ahora bien, la transformación de
a los indispensables, porque tiempo tendremos más tales datos en los topográficos: deriva, distancia
tarde de ampliar los trabajos
pieza-blanco y ángulo de situación, se puede hacer
iniciales
y
verterlos
al
sistema
por diversos caminos, siendo sin duda el más corto
19V.
de coordenadas reglamentario.
el que se basa en el plano de asentamientos, por
El utilizar coordenadas absolu
evitar el largo cálculo de la resolución del segundo
tas en un rinciio
retardará
caso de triángulos oblicuángulos.
todas las oq5eraciones, porque
Al dar la vuelta de horizonte en E1 con fines de
a la toma de datos corriente tiro, conviene ir sacando de ella sobre la marcha
hay que añadir la situación de aquellos datos que, haciendo falta ulteriormente,
los diversos puntos, cosa más puedan ser encontrados mientras se da la vuelta
laboriosa que la preparación
de horizonte y se la reitera de forma rápida. Así,
del tiro propiamente dicha. en el estado número r, los ángulos (columna 5) se
Por eso, el utilizar coordenadas
van obteniendo por diferencia de lecturas: los E1
absolutas deberá quedar para entre los correspondientes a cada uno de los blan
más adelante, siguiendo la cos y E2, y los x, entre cada punto y el extremo
misma suerte que el enlace con de su base. A su vez, con estos valores de x, es
la topografía de observato
posible encontrar las distintas distancias desde E1
rios. Los observatorios inicial- a las Ps. Ds. y a E2 (columna 6), si se dispone de
mente quedarán todo lo cerca tablas apropiadas; es decir, de tablas que para una
que permita la situación tác
base determinada, en función de la paralaje, nos den
tica de la zona de asentamien
la distancia. Para bases pequeñas, existen en las
tos, a fin de evitar tendidos Tablas de la Escuela de Aplicación y Tiro (pág 291).
largos de transmisiones. Será y en las que, calculadas antes de la guerra por el
únicamente cuando hayamos Teniente Coronel Sichar y otros compañeros, ha
efectuado los trabajos preli
reeditado la Dirección General de Industria y Mate
rial, teniendo estas últimas la particularidad de
minares
enlace se proporcionar, además de la distancia, el logaritmo
llevará
a cuando
cabo, eleldispositivo
adquirirá
profundidad y el de la misma, cosa siempre interesante. Estas tablas
plano de objetivos comenzará a dar resultados.
deben calcularse para los múltiplos de la longitud
El normal desarrollo de los trabajos de campo total de la cinta métrica que se posea; así, nosotros
será el que se deduce de la figura i. Con un gonió
las hemos completado pata nuestras necesidades,
metro nos situaremos en E1, que es la Referencia poseyendo las correspondientes a bases de lO, 20,
de Posición de Grupo, y simultáneamente con otro 40, 6o, 8o y ioo metros, con las que se puede aten
goniómetro se irá a E2, en donde estableceremos
der a todas las necesidades de la Artillería divisio
naria. El estado número 2
muestra un fragmento de la
ESTADO NRO
1
tabla de 80 metros, en la que
se obtiene para un valor de
=
i56, una distancia E1
(5)
(6)
(1)
(2)
()
(4)
(7)
E2 = b = 518,2 metros y un
log. b = 2,71455.
Puntos visados
Lecturas Angulos
Bases Anu1os Distancias
Angulos
Conviene tener reunidos en
1
de si— as
medidos
u
tuacin
un estado, tal como se ve en
en E1
el número r, los datos pro
B1azico NQ 1(D.V.) 0000
pios de la vuelta de horizon
4562Q
E=1728
2r1352
te (i), (2), (3) y (4), los de
2
0097
469Q
“
ducidos de la misma (5) y (6)
‘P.D. 8 Bia.
2530
—11O2
10
c=l69Q
d=59,7
Extremo
base 8
2699
y los medidos en E2 (7), pues,
rIP.D. 75 Bia.
3170
—117Q
10
c191QQ
d=52,7
3361
Extremo base 75
-.
ti
it
.
IP.D. 9 Bia.
Extremo base 95
E1
3615
3781
4516
672
—113Q2
10
80
c’=166Q
dl=6O,8
E1E2=518,2
ASE
==,:
Para
1aje
Distanc1
Log.
O
1
2
3
4
5
6
7
DE 80 METROS
===
==
Para
laje
Distanclá
50
1628
81472
40742
4,91109
4,61006
51
52
1596
27166
20378
4, 43397
53
54
1565
1536
1507
55
1480
16297
13581
11641
4, 30903
4,21212
4, 13293
4, 06599
56
57
1453
1428
ESTADO NdMERO 2
1
:====
Log.
Para
laje
3,21177
3,20316
100
101
3, 19471
102
3,18642
3, 17829
3, 17031
3,16246
3,15476
103
104
105
106
de tenerlos dispersos, parece que se complacen en
esconderse a la hora de tener que ser utilizados.
Caso de no verse desde la R. P. de Grupo las
Ps. Ds., situaríamos primero las R. P. de Batería,
D.V.
107
==
=:
Distancia
Log.
812,2
804,1
796,2
788,4
780,8
773,3
765,9
758,7
2,90969
2, 90534
2,90103
r=9t
Para
Distanci
150
151
152
539,3
535,7
532,1
528,5
525,1
2,89677 153
2, 29254 154
2, 88836 155
2, 88421
2, 88010
521,6
518,2
156
157
514,9
1
Lo
2, 73184
2, 72892
2,72601
2, 72312
2,72024
2, 71739
2,71455
2,71173
con un alfier la R. P. y el origen de la escala, girar
ésta hasta que marque el ángulo y, con el lápiz,
marcar sobre la escala la distancia a la pieza.
Y así con todas las Baterías. En la figura queda
dibujado todo de forma más conden
sada que como se presenta en la rea
lidad, a fin de disminuir sus propor
ciones.
Después de haber dibujado el pla
no de asentamientos, es cuando se
puede decir que estamos en condicio
nes de calcular los tres datos topográ
ficos:
(‘áculo (le la distancia.
Casi se puede decir que está reduci
do a calcular en función de b, E1 y
E2 la distancia E1 B (fig. 1), que, para
abreviar, llamaré X1. En el estado nú
mero 3 se puede seguir el cálculo. El
log. b ya vimos que se podía encon
trar directamente para la base de 8o
metros en función de s = 1560. Co
nocido el valor de X1, que es común
para las tres Baterías, para obtener X2
sólo hay que sumarie dx, deducido
del plano de asentamientos (eniafig. 1,
para la 8.° Batería, X2 = MB), y,
finalmente, para pasar de X2 a la
distancia topográfica PB, sólo habrá
que sumar a las distancias X2 el valor
de Ax2,que es la diferencia ent’re el cateto IvIB y la
hipotenusa PB. Este valor de
se puede obte
ner en función de PM (que voy a llamar t me
tros) y de ]I’IB (X2) en las correspondientes
tablas,
que pueden ser numéricas, como la Tabla XIII de
a)
y desde éstas situarían ellas sus Ps. Ds., transmi
tiendo los datos al Grupo para que éste pueda situar
dichas Ps. Ds., con lo cual se encontrará la posición
relativa entre la R. P. de Grupo y las Ps. Ds., ob
jeto principal del plano de asentamientos.
El trazado del plano de asentamientos obedece
a las normas generales. Situado en el papel milime
trado el punto que vaya a representar laR. P., el
eje de las ordenadas será la D. V., y con respecto
a ella situaremos las Baterías por radiaciones.
Para abreviar su trazado (fig. 2) y eliminar el uso
del transportador,
se puede tener dibujado de
forma permanente en el papel milimetrado (éste,
lo mismo que los diversos gráficos de que se ha
blará más adelante, se pueden dibujar en papel
vegetal o milimetrado transparente, a fin de per
mitir una fácil reproducción). Si tenemos en tiras
de papel o talco las escalas de distancias más usua
les, 1 : 2.000 y 1 : 5.000, bastará hacer coincidir
ESTADO !D0
C1cu1ode
astancias
1”
3
9 Baiería
7 Batería
8
Bateía
1728
Eo
152
-
-
32O0=
Resta=B=
g
o=
4-lg sen E2=
Suma
3200
120
-,
i.’-’
1,98700
2,70155
B:
18
X
=
-i-o
=
±X
4279
4279
4-56
4j35
0
4335
4-53
—
—
4j2
0
433
4279
+47
4326
0
43b
cedimientos; pero ninguno mejo
ra en garantía al dicho, que es
el generalmente empleado. La
base E1 E2 es dificilísimo que no
se pueda montar en una longi
tud superior al décimo de la dis
tancia, como reiteradamente he
venido observando aun en la
misma montaña. De existir di
ficultad en el montaje de la base,
el plano y el telémetro serán las
posibles y más fieles ayudas a
que podamos recurrir en tales
casos.
Cuando queramos ganar más
tiempo y evitarnos el pequeño
cálculo que conduce al X1, tam
bién podremos recurrir a la re
gla Mattei u otras similares que,
en función de b, , y de , en
un movimiento de regleta y otro
de cursor, nos proporcionan
di
rectamente
X1 con errores no su
periores a io metros. En todo
caso, por experiencia, creo con
veniente dotar de tales reglas a
las Unidades, ya que en cuestión
de segundos dan o comprueban
la distancia.
b)
/llcreme,?to o’e/ó’
Cálculodel ángulo de siua
ción.
Como es sabido, la fórmula
que lo da es la siguiente:
t&gci e17meti’o.y
jC1gJ
t
ficas, que es lo más recomendable, como en el
ábaco de la figura 3, para cuya construcción me
he servido de las Tablas numéricas de la Escuela.
Así, por ejemplo, para una distancia X2 3.698
=
(fig. ),
rriente:
para valores de
metros
y un
=
512
metros,
obtenemos
un
punto al que corresponde
un zx2 de 35 metros;
por tanto, la distancia topográfica
será: X
(+
d.
8
PEITT
—
dB•tg(±tg(p)
las de la Escuela de Aplicación y Tiro, o bien grá
B°°)
<
ESTADO TT1ER0
::
=
O
=
E
=
=
d02.
—
60,8
fl39Q
(±
OC)
4
;:;:;;;:
“
ti
la más co
5000,
4,279
4.5522
52,7
117Q2
4,332
+234
;=;=;:i
“
II
597
—J.1OQQ
4,326
11
IL
X’t
4,335
3.698 ± 35 = 3.733 metros. En
±88x d =ZB
4- 234
+234
•
7
general, para valores de A-1 menores de
.L
6
4- 7
II
200 metros, se obtienen unos valores de
Z
4- 241
+240
4-24].
1
x2 casi despreciables,
o, lo que es lo
0,rr
mismo, el cateto y la hipotenusa tienen
zr,
unos valores prácticamente
iguales; esto
ocurre
en los cálculos del estado
número
3. La primera, el cálculo por logaritmos la hace larga,
Huelga decir que la distancia entre la R. P. y el y la segunda, si no se usa con cuidado, puede dar
blanco, X1, puede ser medida por otros muchos prolugar a errores, por el método en sí, y por lo poco
±
20
X2
,
-
/
—
—,.-
--
J- -
,4;ÁeoilE
-
rr
propicio que se está cuan
do fustiga el tiempo a ha
cer multiplicaciones y di
visiones. Todo ello se tra
duce en que los ángulos de
situación, cuya importan
cia en nuestro terreno es
grande, son medidos con
mucha
menos precisión
que las distancias, sobre
todo si no se tienen corre
gidos los goniómetros. Por
todo ello creo que es fun
damental, para simplificar
los cálculos, el recurrir a
las reglas de cálculo co
rrientes o a gráficos de
paralajes; estos últimos
pueden ser simples ába
cos de puntos alineados,
como es el caso de las ta
blas italianas en su “Abbaco per ji cálcolo del
sito”, o bien un ábaco car
tesiano como el que nos
otros empleamos y que se
puede ver parcialmente
en la figura 5. Para su
construcción, basta con
calcular, utilizandd
las
tangentes
naturales, los
frentes reales que corres
ponden a cada Hm. de
distancia, para valores de
los frentes aparentes de
50, lOO, 150 y 200° (o de
loen 10°, si queremos ma
yor precisión). El traba
io se facilita si, tanto en
íste como en los que se
I-
////
.----
1o
-9o——L__
.j,//((
Z
--
_
1
/
uIflu)Iø!L5E+____E:
—
-i:11111
50
—
•.:
L
c)
-
1
-
O
-
—
1
-
-
-
/
-
4:.
Cálculode la deriva de vigilancia.
Para poner las Baterías en vigilancia, bastará
realizar una puntería recíproca sobre la R. P. de
Grupo; es decir, bastará modificar en 3.200° las
lecturas a las Ps. Ds. medidas en E1.
—
1
III.—LAS CORRECCIONESPREVIAS
07
4
L,
‘
-
fl
Z%
¿
4-
verán más adelante, las curvas que están en el dibujo
de puntos se pintan con un color distinto y que con
traste de las restantes. Su manejo es el corriente de
todos los ábacos; así, para Fa = 55° y X = 4.279
metros, obtenemos para Fr un valor de 234 metros;
e, inversamente, para un Fr
234 metros y X =
=
4.279 metros, el valor del ángulo será
En el estado número 4 se puede ver un cálculo
completo del ángulo de situación para la 8. Batería,
realizado con la ayuda de este ábaco.
-
+jo:_s
o
10
ea metpos
550•
,-
,-/—_
-
ICiO
freflte$rea/e$
---
1
77’
—1
-?-.
-
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+24------------i--
.+4=-7-
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-
8-
---
-
“14R14LÁJEJ’
,7t’,
1,OJ
1
-
/
‘
“60
1 /
‘
Si algo permiten las tablas gráficas es, precisa
mente, el cálculo de las correcciones previas.
Durante mi permanencia en la Academia de Arti
--4/L1
Y
-50
:
/
!
-100
/zJ c5 /nere,wernc
41e/,o&ro o/ az3c
1/
21
-150
aÑ’eea 9Pc/71O8
-20
/cfq6
hería como Profesor de Tiro, pude comprobar
la
simpatía
con que tomaban los alumnos las tablas
gráficas como las de 100/17 y 75/27, y el profundo
odio que les inspiraban
las numéricas
de io5/ir,
que son aquellas en que las interpolaciones
y los
cálculos son más copiosos y expuestos a equivoca
ciones; esto se traducía en que, así como el número
de calificaciones
medianas
en las preparaciones
balísticas
gráficas era relativamente
escaso, en las
de 105/Ir
se triplicaba con respecto a las gráficas.
La sencillez de las tablas grá/icas, el menor número
de equivocaciones en ellas y, especialmente, su rapi
dez, las hacen desear para todos los materiales.
Hacia ello se camina en las que se van publicando;
mas para aquellas que, como las de 105/II,
tales
tablas
no existen, voy a indicar someramente
la
forma que juzgo más sencilla para su dibujo y uti
lización.
Los diversos gráficos están hechos con
i8
peso del metro cúbico de aire (fig. 7), Idem al teso
del proyectil (fig. 8), Idem a la componente longitu
dinal del viento (fig. 9), Idem a la velocidad incial
parte
derecha de la fig. io), Idem a la temperatura
de la pólvora (parte izquierda de la fig. io) y Correc
ciones en deriva or la componente lateral del viento
(figura u). Para su construcción,
he tomado como
constante
la distancia,
por la ventaja de que así
son rectas que pasan por el origen, bastando tener
un punto para cada distancia y unirlo con el ori
gen. Así, por ejemplo, en el incremento
del peso
del metro cúbico de aire, las tablas nos dan, para
una disminución
de ioo gramos y una distancia
de 1.000 metros, un incremento
de ± 6 metros y
fí
7
arreglo
a las Tablas de 1o5 ru, editadas
por la
Dirección
General de Industria
y Material, reim
presión de 1942.
Las tablas comunes a todas las cargas son: Correc
ción complementaria,
Incremento del peso del metro
cúbico de aire y Descomposición
del viento. Esta
última,
por venir ya en la Tabla como tal gráfico,
se emplea como viene en la misma. Las de Correc
ción complementaria
se verán más adelante, pues
forman
parte de la Regleta
de ángulos de tiro.
Y la del Incremento
del peso del metro cúbico de
aire, se construye
como cualquier función de dos
variables,
en la que se toma la presión como cons
tante; este ábaco tiene la forma de la figura 6.
Las tablas para cada carga son las seis siguientes:
Corecciones en alcance debidas al incremento
del
22
fJ
una corrección de
6 metros; luego si para
100
gramos de A tomamos
6 metros de corrección
en alcance, tendremos un punto que, unido con el
origen, nos dará la recta de 1.000 metros (fig. 7),
—
—
—
-
de .6. Para su manejo, sea, por ejemplo: =—0,I22
y X = 4.326 metros; la corrección será C X =
=
70 metros.
En la misma forma se pueden construir los res—
cvx
Ay
‘JI
e i
±fr±I°
j
——Ç-—
-
y
ti
1I
H’1
-2fl 1
IliL’’
±
fiz /0
y lo mismo haríamos para z.ooo, 3,000, etc., a los
que corresponden correcciones de
18,
32 me
tros, y a continuación construiríamos simétrica
mente el ábaco correspondiente a valores positivos
—
—
tantes ábacos. El único que diverge un poco es el
del incremento de la velocidad inicial debido a
la temperatura de la pólvora (fig. ro). Para su
construcción, sabiendo que la fórmula es + v =
=
o,ooi5
V (t
15), se calcula el zv correspon
diente a dos valores de t, uniendo por una recta
estos puntos; con ayuda de esa recta podremos ob
tener, o bien el I1V, que sumaremos a los tv por
otras causas, o bien podremos encontrar la correc
ción en alcance directamente, para la distancia
de tiro. Ejemplo: para t = 100, tenemos el valor
de iv =
2,1 metros.
El estado número 5 muestra un ejemplo de cálculo
de las correcciones previas por este procedimiento
para la 8. Batería, que sería igual para las restan
tes caso de poseer todas el mismo régimen. Esto lo
he puesto a título de ejemplo, aunque no será ésta
la forma corriente de operar en el tiro de Grupo,
puís será más propio el que se dibujen las curvas
de la 25rearación ledriccecon arreglo a las normas
expuestas en el F- (cap. II), ya que se pueden di
bujar mientras se están haciendo los trabajos de
campo, y facilitan los transportes.
En el estado número 5 vemos que, para obtener
las correcciones en ‘alcance, debemos ir a los dis
tintos ábacos, leer las correcciones y sumar alge
braicamente los valores obtenidos, cuando es así
que lo que únicamente interesa es la suma total de
.
CL
IFLII÷
-iI
-1n
‘!LS da Ld e11
4
-
/
-+5
/7-
4-1 +2 +3 +4
÷
-+4
+6 *7 -f-d +1
eoflreee/O»de ¡a eíw’n’aeaa7,/es//T,a8
—
23
sbl
2(1flÇ
¿1
fii.
+53
/2
IV.—LOS DATOS DE TIRO
a)
(8)
(Z)
Fig. 13
correcciones. Para obtener ese total, recomiendo el
uso de una regleta corno la que se ve en la figura 12,
compuesta de una chapa en la que va pegada o
grabada una escala de distancias—que se corres
ponde con el eje de las abcisas de los respectivos
ábacos—y un cursor móvil. Su manejo se puede
deducir de la figura 13 a); en el ábaco de C X, se
coloca paralela al eje de las abcisas, de forma que
su borde marque en la escala lateral el z.6 con su
signo correspondiente y el cero quede en el eje cen
tral de los ábacos; en tal disposición, moveremos el
cursor hasta que marque la distancia, dando el
cruce del cursor con el borde de la escala de la re
gleta el valor de C. X, valor que podríamos leer,
pero que no hace falta. A continuación, pasaríamos
al siguiente ábaco: el del peso del proyectil (figura
13
b), en donde operaremos de la misma forma,
sin más que poner en el eje centrai, no el o, sino el
índice del cursor tal como había quedado en el
anterior gráfico; moviendo el cursor hasta que
marque la distancia, se nos sumará algebraica
mente la nueva corrección a la que teníamos mar
cada anteriormente, pues no en vano, cuando lle
vamos el cursor a la derecha, introducimos correc
ciones positivas, y cuando lo llevamos a la izquierda,
negativas. Obrando de forma similar con el del
viento longitudinal y el del ¿v, obtendremos en
la posición final del cursor el valor de la suma de
correcciones, sin que nos hayamos visto precisados
a efectuar ninguna lectura ni ninguna suma ni
resta.
ESTADO NuMERO
======================,
=====
D A T 0 3
—
1
C1CU1OS
2)
Carga
n 2
2) Distancia
topográfica
X.=4326
(3) Angulo
de situaci6n
E= 4. 56
(4) Orieniaei’Sn
de la línea
de tiro
8LT =0000
CrQ
de donde viene
el
viento
0w
850
(6) Intensid3
del viento W=8m/a
(7) Rgimen
absoluto
Av=
5 me
1()
1
11
(8)
U (9)
1
1
Lote
5.—
==============
“
da DlVoro. LV
=4 2 mc
Ternperara
de la1
p6J.vora t =4iLOQ
(10) Temperaiára
ambiente
T=4.25Q
(11) Preeién
atmos±’4rica
H = 700
(12) Peso
del oroyecti].
P1235O
a)
El ángulo de tiro.
Encontrar el ángulo de tiro es siempre una ope
ración molesta, porque tanto el ángulo de eleva
ción como la corrección complementaria exigen
interpolaciones que llevan un cierto tiempo, sin
contar con que, en el caso de tirar con escuadra,
hay que recurrir también a la conversión del ángulo
de situación en milésimas, en grados y minutos. Si
se lograsen eliminar las interpolaciones numéricas,
las conversiones y aun las mismas sumas y restas,
no cabe la menor duda que el problema se abrevia
ría enormemente, pudiéndose realizar en la décima
parte de tiempo. Este es el objeto de la “Regleta
de ángulos Je tiro” (R. A. T.).
La que se describe está pensada y realizada para
el obús de 105/Ir, y para el caso de tener que tirar
con escuadra, pudiendo ser adaptada en sus líneas
generales a cualquier material. La R. A. T. consta
(figura 14), al modo general de cualquier regla de
cálculo, de la regla propiamente dicha, en la que
de arriba abajo van las escalas de correspondencia,
para las cinco cargas, entre las distancias y los ángu
los de elevación—que van marcados en los bordes
interiores—, y de una reglilla que corre dentro de
la regla y que lleva marcados en su parte superior
los valores de la corrección complementaria y en
su borde inferior los ángulos de situación. Un cur
sor con un índice vertical grabado en el talco la
completa. Para que le sirva de protección lleva una
tapa de chapa ligera, unida por tres dobles bisa
gras a la parte de debajo de la regla. Al levantar
la tapa, se la puede apoyar sobre la mesa, dejando
al descubierto la cara interna en la que, de izquierda
a derecha hay: las instrucciones para su manejo,
el ábaco para la corrección complementaria para
ángulos de situación positivos de o a + roo°, otro
de ± loo a + 200°, y, finalmente, otro para los
ángulos de situación negativos de o a
roo0.
La forma de construir las graduaciones en papel
o talco, para adherirlas posteriormente a la ma
dera, es bien elemental. La escala empleada es la
de dos centímetros para cada grado (caso de tirar
con alza y emplearse milésimas, r milímetro cada
milésima). La R. A. T. de 105/II
es utilizable
para distancias comprendidas entre los 980 y los
—
CORRCIONES
PREVIAS.
=======
============
PREVIOS
Componentes
de] viento
A=OW_OL=SSO
W=5,4
w
8
- 5,9
b) Incremento
del peso de].
m3 de aire
(Pig6)
T=25
O,].22
R=7OO
)
e) Incresiento
del peso
del proyectil
p=l235O—12000=+
350
d) v
por tempext-ara
de
la p6lvora
(PiglO)
t=lOe
AV=—2,1
mc
a) Incremento
total
de la
ve1ocida
inicial
vAav
..-Akv tV=—542—21—51
=
COERECCIONES
Correcciones en aJ.cance
CX
4
—
Pig.
cx
TO Fig.
ox so
Fig.
OX
32
Fig
C..,X 4114
+196
—
70
01=4
9
Pig.].O
7O
126
Correcciones en deriva
Pig.
11
X
4326‘1
t
!r__±
‘1
II
.=2=r==rzz,rr
u
o = 21° 02’ X
Una vez marcados los va
lores de los Hms., dividiremos el espacio entre
cada dos de ellos en diez partes, con lo cual que
darán marcados los Dms. La figura 15 muestra
las dos fases del dibujo, según las cargas de que
se trate. Para marcar los metros, bastará in
terpolar gráficamente con la ayuda del cursor
dentro de cada Dm. Así, para una distancia de 4.452
metros, tendremos un valor de c
21° 28’; con
lo cual, con un solo movimiento de cursor, consegui
mos eliminar las cuatro operaciones que toda inter
polación simple lleva consigo.
Dibujadas las escalas de distancias, estamos en
condiciones de poder dibujar la reglilla interior.
Hemos dicho que ésta lleva en su parte superior
los valores de la corrección complementaria C en
grados y minutos, hacia la derecha los positivos
y hacia la izquierda los negativos, y en la parte in
ferior, el ángulo de situación en milésimas, en co
rrespondencia con los valores sexagesimales de la
corrección complementaria, pero con los signos en
sentido contrario a los que hemos visto para esta
última. El objeto del cambio de signos es, como
se verá en su empleo, poder sumar gráficamente
a
los valores de + c y + C.
Para la corrección complementaria, las tablas
numéricas se transforman en ábacos. La figura i6
muestra uno de ellos, que tiene la anchura sufi
ciente para poder ser pegados en el interior de la
tapa. Para
+ 6° y = 21° 28’, da, por ejem
plo, un valor de C, de + 37’.
El manejo de la R. A. T. es muy sencillo, pudién
dose encontrar el ángulo de tiro, a poco que se esté
familiarizado con ella, en pocos segundos. Preten
damos, por ejemplo, encontrar el ángulo de tiro con
los datos encontrados para la 8. Batería, utilizando
la Eegunda carga. La distancia preparada es
=
=
4.452
metros (suma de X1 = 4.326 metros, y de
=
20°
4.500,
h,q. 14
metros, que corresponden a ángulos de eleva
ción entre 8 y 320, pues para comenzar a tirar con
ángulos menores de 8° habríamos de utilizar prefe
rentemente una carga más débil, y para tirar con
7.100
fiq ¡.5
más de 32°, será preferible utilizar otra carga más
potente que nos ofrezca margen para la corrección
del tiro. Una vez dibujadas las escalas correspon
dientes a
y las líneas soportes de las escalas
rzz
1
II
III
nr,
/
/1
/
/
52’
4.400,
=
...
2
—
—-
/
—
1
-
It II II
i’ 1
60
,1
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0’
1)
9’;-4
/
41J
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/
—
.7’
30-
1o.
21°
/
y
/
l
i5’; X
=
! ,‘I
-1-
—
—
—
—
JTIETI
,s
¿
IO
20’
30’
40
50’
1000,
1010
1°20’
O30
,DO/t/VOJ’
l°40
1050
¡6
de distancia para las cinco cargas, se irá marcando
la correspondencia entre los valores de que para
cada Hm. dan las tablas de tiro. Así, para la segun
da carga tenemos: X 4.200, c = 19° 30’; X = 4.300,
las correcciones previas, CX = + 126 metros), y
el ángulo de situación, + 56°. Llevaremos el cur
sor hasta que coincida con la distancia 4.452 en la
escala de la segunda carga, moviendo a continua-
25
ción la regula hasta que en el índice del cursor
2.°
Que, debiéndose llegar a la corrección del
quede coincidiendo el de + 56° del ángulo de situa
tiro en las mejores condiciones intelectuales y de
ción, con lo que todo quedará como puede verse nervios, se procurará sustituir los cálculos y ope
en la figura 17. En el ábaco correspondiente de la raciones más costosos en tiempo y trabajo por pro
corrección complementaria,
en función de
cedimientos que los ahorren, como son: adecuados
=
+ 56° y de = 21° 28’ (que se lee en la escala estadillos, tablas gráficas y mecanismos abrevia
de a), encontraremos el valor de C = ± 37’ (fi dores de cálculo. En general, siem75re compensa
gura 16). Finalmente, moviendo el cursor hasta gastar horas en el gabinete, si con ello ahorramos
que su índice marque sobre la reglilla el valor de minutos en el campo.
C (línea de puntos de la figura), leeremos en la es
3.° Que es fundamental la repartición del tra
cala de a el valor del ángulo de tiro
25° 14’.
bajo y que cada uno sepa lo que tiene que hacer a
Obsérvese que la separación entre las dos posiciones su llegada al campo, pues en éste, con dos o tres
del cursor es la suma de
y de + C.
indicaciones, cada cual se debe poner a actuar sin
60
laIIllJ
IIIIlIliillIII!
_______
______
III
46
4
¿ _______luII,
_________________
04
1
1
1
61
62
63
64
III!
3
1
47
1IllIllilI
36
II
111
II
III
37
ll.
III
49
38
o
y
-—
40
E
+60+7Q
*50II
UII]111111111 111111
11111111
1
2h1
1
211
5c1
÷30
+20
‘a1?
Vimos en los datos topográficos la forma de poner
las Baterías en paralelo, dando a cada una la deriva
de vigilancia. Para llevar al blanco cada una de
las Baterías, bastará modificar las de vigilancia en
la suma algébrica de: la correción debida al viento
CL, la deriva tabular Li, y el valor de(fig. i),
valor este último que no es sino el resultado de divi
dir -r en metros, sacado del plano de asentamien
tos, por la distancia X2 (MB de la figura), cosa
que se puede hacer con ayuda del ábaco de parala
jes (fig. 5). El cálculo de las derivas iniciales para
nuestro ejemplo puede verse en el estado número 6
+10
CONCLTJSIO
NES
+110
-20
lIjIlu.]
hhh’2160>
23
24
pérdida de tiempo. Desgraciadamente, en la in
mensa mayoría de los reemplazos, por mucho in
terés que se ponga en la instrucción, no se cuenta
con todo el personal apto que las modernas Planas
Mayores exigen, lo que obliga a que los cálculos
deban ser monopolizados por los Oficiales y Subofi
-°°
—
1
r-r
La deriva.
Y.
¿
-1°
1I1I{III!li
II
1’
27
b)
-2°
ESTADO NMER0 6.
II
9
)
II
í
1
x2
X =
.L
=
L
±CL=
Bia.7
4335
4332
581
6370
4. 6
4.L52
5730
.1.36
6370
+5
5730
45fl
4461
—24
=
Eta. 6 Dial
581
45
4458
4326
±LT=
—6
41
481
De lo conocido y de lo dicho anteriormente se
II
II
±Lb
4.10
4.10
4-10
infiere que, para conseguir la mayor rapidez de
tiro y que éste sea eficaz, convendrá:
ti Suma
L =
590
6386 5S
i.°
Que todo aquello que pueda ser medido,
rectificado o corregido previamente, no se debe
esperar a que nos ocupe ni medio minuto a la hora ciales de las mismas. Una distribución del trabajo
de tener que actuar realmente. Por eso, una homo
bien estudiada y repetida en instrucción permite el
geneización perfecta y un conocimiento del régi que, sin esfuerzo por parte de ninguno de ¿os calcula
men de las Baterías y piezas ahorra más disparos dores, quede todo terminado en el espacio de unos
que una excelente preparación topográfica. Y dado minutos.
Y termino, pues no quiero que me ocurra lo del
que la economía razonable de municiones constituye
uno de los principales deberes del Mando artillero, refrán: El gaite’o de Bujalance, un maravedí porque
a ella nos debemos consagrar.
empiece y diez porque acabe.
=
26
II
—
;1]
ELLÁBoltÁTnuo
DE
J
iNGENIEROS
DL EJERCITO;0]
Teniente Coroneldel C. 1. A. C., LEOPOLDO SOTILLOS.
L
Apreocupación por conocer las características de
los materiales seguramente se remonta a las civi
lizaciones más remotas, pero el ensayo de estos
materiales basado en principios científicos es una cien
cia relativamente moderna.
Se atribuyen a Galileo los primeros trabajos científi
cos relativos a esta cuestión, al realizar investigaciones
sobre la flexión de vigas rectas; pero las primeras publi
caciones sobre ensayos metodizados datan del año i8óo,
y se refieren al ensayo de barretas de hierro sometidas
a tracción efectuado por el ingeniero inglés Kirkaldy.
En Alemania, Wohler efectuó a principios de 1870,
en el Real Taller de Reparaciones de Francfort sobre el
Oder, ensayos de fatiga. Estas experiencias fueron con
tinuadas por Spangenberg, en el Laboratorio de la Es
cuela Superior de Industrias de Berlín, actual Laborato
rio Oficial de Ensayos de la Escuela Técnica de Charlo
temburgo. Pero el verdadero impulso a la técnica del
ensayo de materiales fué él dado por el profesor alemán
Bausehinger, el cual llevó a cabo en la Escuela Técnica
Superior de Munich estudios fundamentales relativos a
casi todos los campos que dicha técnica abarca.
En Francia también se realizaban al mismo tiempo
interesantes trabajos de esta naturaleza por gran número
de investigadores, entre los cuales hay que destacar a
Tetmajer, Le Chatelier, Feret, Osmond y Candlot.
La eficacia de la labor de toda esta pléyade de investi
gadores exigía un trabajo de unificación de métodos.
Este trabajo fué iniciado en 1876 por la Liga Alemana
de Fabricantes de cemento Portland, al establecer las
pruebas que habían de realizar con dicho material para
su recepción, y secundado en lo referente a los aceros
por la Unión de Ferrocarriles Alemanes, que en su Con
greso de 1879 fijó las condiciones de recepción de ejes,
llantas y carriles.
La generalización de esta labor unificadora a todos o
a la mayor parte de los materiales se debe al ya citado
investigador
alemán Bauschinger, organizador de las
conferencias de Munich (1884), Dresde (1886), Berlín
(1890) y Viena (1893). En 1889, con motivo de la Expo
sición Universal de París, tuvieron lugar en dicha ciu
dad dos Congresos internacionales, uno de Mecánica apli
cada y otro de Procedimientos generales de construcción;
en dichos Congresos se expresó el deseo de que se orga
nizara una Comisión oficial que se encargara de unificar
los métodos de ensayo. Este fué el origen de la Comisión
Francesa de los Métodos de Ensayo de Materiales de
Construcción, creada por Decreto de 9 de noviembre
de 189r. Más tarde, en 1895, fué creada en Zurich la Aso
ciación Internacional para el Ensayo de Materiales, bajo
la presidencia de Tetmajer.
También los dos países ibéricos se preocupaban por
estos trabajos relativos al ensayo de materiales. En I866
se nombró en Portugal, por iniciativa de Joéo d’Andrade
Corvo, una Comisión para el estudio de las constantes
específicas, físicas, químicas y mecánicas de los materia
les naturales de la metrópoli y colonias portuguesas, y
aquel mismo año fué creado por el ingeniero Mendes
Guerreiro, director de los estudios del puerto de Lisboa,
el primer laboratorio portugués, cuya organización y
dirección se encomeridó al ilustre ingeniero 3. P. Cas
tanheira das Neves. Este laboratorio fué ampliado y
tomó carácter oficial en 1898, con el nombre de Direc
ción de Estudios y Ensayos de Materiales de Construc
ción.
En España, la Academia de Ingenieros del Ejército
disponía en r88x de una máquina Thomasset, de 25 tone
ladas de fuerza, con la que se realizaban pruebas de hie
rros, aceros, maderas y piedras, por el entonces Capitán
Profesor D. José Marvá, que luego había de ser funda
dor y organizador del actual Laboratorio.
Por R. O. del Ministerio de la Guerra de 14 de junio
de 1885, se dispuso la creación de un laboratorio técnico
de ensayo de materiales, proyecto que no llegó a tener
realidad por dificultades surgidas para dotar al nuevo
establecimiento
de un local adecuado. Posteriormente,
con motivo de la construcción del Hospital Militar de
Carabanchel, el Ingeniero Director de esta obra organizó
un pequeño laboratorio de ensayos, en el que se efectua
ron numerosas pruebas y, finalmente, en 22 de abril
de 1897, se dictó la R. O. de creación del Laboratorio
del Material de Ingenieros, el más antiguo, por tanto,
de los establecidos en España.
Mo mucho después, en 13 de agosto de 1898, fué
creado el Laboratorio Central para Ensayos de Materia
les de Construcción, de la Escuela Especial de Ingenie
ros de Caminos, Canales y Puertos, y en 26 de febrero
del mismo año nacía otro importante Centro militar de
investigación y contraste, el Taller de Precisión, Labo
ratorio y Centro Electrotécnico de Artillería, al cual se
asignó el cometido de construir, conservar y utilizar los
patrones-tipo
necesarios para obtener la debida igual
dad en las medidas empleadas en las fábricas a cargo del
Cuerpo de Artillería, además de la fabricación y contraste
del plantillaje de las mismas y el estudio de la composi-.
ción, fabricación y conservación de los explosivos mo
dernos y sus primeras materias. A estos cometidos ini
ciales se añadieron después los de centralización de los
estudios, pruebas y ensayos referentes a la electrotecnia
en todas sus aplicaciones al servicio de Artillería, tanto
en las plazas de guerra como en los establecimientos
fabriles.
Para dirigir el Laboratorio del Material de Ingenieros,
fué nombrado el entonces Coronel del Cuerpo D. José
IViarvá y Mayer, que, como ya se ha dicho antes, siendo
Profesor de la Academia de Guadalajara, había realizado
pruebas de materiales con los escasos elementos con que
allí se contaba, y que, a su competencia científica y
técnica y experiencia como ingeniero constructor, unía
los conocimientos que acerca de la organización y fun
27
Foto núm.
cionamiento de laboratorios de materiales había adqui
rido en sus vsitas a los más importantes de los que
entonces existían en Europa.
Las misiones encomendadas al nuevo Laboratorio por
la orden de su creación, fueron las siguientes:
a
Determinación de constantes específicas y carac
terísticas de los materiales que hayan de emplearse en
obras y servicios a cargo del Cuerpo de Ingenieros.
2a
Reunión de cuantos datos de índole técnica y eco
nómica sea conveniente conocer respecto a los materia
les de construcción aplicables a obras de carácter mi
litar.
3a
Estudio de la formación de las unidades de obra
compuestas, dando a conocer aquellas que juzgue de
mejores resultados en la práctica.
4a
Emisión de cuantos informes se le pidan por la
Superioridad relativos a las propiedades y aplicación de
toda clase de máquinas, herramientas y materiales uti
lizables en las obras y servicios a cargo del Cuerpo de
Ingenieros.
5.
Adquisición de las herramientas y utensilios que,
fabricados por la industria particular, deban sujetarse
a un modelo determinado, aprobado como reglamenta
rio y único para los parques o tropas de dicho Cuerpo.
6.a
Realización de las experiencias necesarias para
comprobar si la calidad de los materiales es la marcada
en los pliegos de condiciones aprobados para su adqui
sición, cuando para ello sean remitidos por alguna depen
dencia del Cuerpo que no disponga de los elementos nece
sarios para la citada comprobación.
7.
Construcción de los cebos y mechas necesarios
para las tropas de Zapadores-Minadores, así como de los
cohetes y petardos para señales en el Servicio de Ferro
carriles, y ensayo de materiales de esta clase que se
adquieran de la industria particular.
8.
Estudio de los explosivos desde el punto de vista
de su aplicación y empleo por las tropas de Ingenieros,
para determinar sus características y las cargas que
deban emplearse para producir efectos determinados en
campaña.
9a
Realización, en el polígono de Carabanchel, en
combinación con la Escuela Central de Tiro, cuando esto
i.
sea posible, del estudio del efecto de los explosivos
sobre blindajes y mamposterías, para determinar la dis
posición que más convenga darles en las obras de forti
ficación.
El transcurso del tiempo ha hecho que algunos de
estos cometidos hayan dejado de estar asignados al
Laboratorio. Su misión oficial actual se halla determi
nada por la O. C. de 17 de julio de 1931 (D. O. núm. 158),
cuyo artículo segundo dice textualmente: “Será cometido
del citado Laboratorio el estudio, ensayo y recepción de
todos los materiales que haya de emplear el Cuerpo de
Ingenieros y demás Cuerpos del Ejército que se le en
comiende por la Superioridad.”
Además de este cometido oficial, el Laboratorio está
autorizado, según reglamento aprobado por R. O. de
i6 de julio de 1918 (C. L. núm. 192), para realizar ensa
yos a particulares. Para llevar a cabo esta labor rigen
unas tarifas; las actuales fueron aprobadas por O. C. de
23 de octubre de 1944
(D. O. núm. 244). Las cantidades
recaudadas por estos ensayos a particulares se ingresan
en la Hacienda Pública.
Al crearse el Laboratorio, fué construido el edificio
donde había de instalarse, situado en la esquina formada
por la calle de la Princesa y la antigua Ronda del Conde
Duque (hoy calle de Serrano Jover), en donde ha ve
nido funcionando hasta la fecha, sin más interrupción
que la motivada por la guerra de Liberación. Durante
ésta, el edificio sufrió importantes desperfectos, y varias
de sus instalaciones quedaron totalmente destrrídas,
desapareciendo un buen número de aparatos e instrumen
tos, algunos de los cuales rio han podido ser recuperados.
Del estado en que el Laboratorio se hallaba al terminar
la guerra da idea la fotografía i. La reconstrucción ha
sido labor paciente y difícil, a causa de ser de fabrica
ción extranjera la mayor parte de lOS elementos que
integran esta clase de instalaciones.
El Laboratorio se halla organizado en cuatro Seccio
nes: la primera Sección se ocupa de los ensayos relativos
a materiales aglomerantes y de origen pétreo: cales, ce
mentos, yesos, piedras naturales y artificiales, materia
les cerámicos, etc. Entre todos estos ensayo:, los más fre
cuentes son los de cementos.
Sabido es que el cemento artificial, llamado Portland,
resulta de la calcinación en hornos especiales de una
mezcla de arcilla y caliza, de la cual se obtiene un pro
ducto de aspecto vítreo, denominado clinquer, el cual se
pulveriza luego en molinos de bolas junto con una
pequeña cantidad de yeso. La condición aglomerante
del cemento se obtiene al mezclarlo con agua, o con
agua y áridos (arena y grava), para dar lugar a unas
pastas que endurecen en un tiempo que oscila entre
unos minutos y unas horas, endurecimiento que recibe
el nombre de fraguado, El tiempo que tarda un cemento
en fraguar se determina por la resistencia que opone la
pasta correspondiente a la penetración de una aguja
especial, llamada aguja de Vicat. El Laboratorio dis
pone de un aparato construido por la Casa Amsler, de
Suiza, especializada en aparatos de ensayo de materia
les, que determina automáticamente
la duración del
fraguado, simultáneamente, en cuatro cementos y traza
los gráficos correspondientes.
Existe también en esta primera Sección un equipo de
amasado mecánico de las pastas y una máquina univer
sal para determinar la resistencia de estas pastas a los
esfuerzos de compresión, tracción y flexión, después de
su conservación en agua en pilas adecuadas, durante
un cierto número de días. Para confeccionar las probetas
de hormigón se cuenta con una cribadora mecánica de
arenas, una trituradora,
una hormigonera y moldes
metálicos de distintos tipos. También tiene la Sección
aparatos para determinar la plasticidad de los hormigo
nes, así como su permeabilidad.
Las baldosas y baldosines se someten a ensayos de
Foto núm.
2.
Foto núm. 3.
desgaste, haciéndolos rotar contra un gran disco o muela
giratorio de fundición, interponiendo entre ambos arena
seca o húmeda, o también impulsando contra los mate
riales que se ensayan un chorro de arena, por medio del
aire comprimido.
Para comprobar la resistencia a las heladas del mate
rial cerámico y piedras, se introducen en una cámara
frigorífica, previamente saturados de agua, y se les
hace sufrir alternativamente varios ciclos de heladas y
deshielos. También se someten estos materiales a prue
bas de resistencia mecánica, de compresión, flexión y
choque.
La fotografía 2 corresponde a la sala de máquinas de
la primera Sección.
La segunda Sección del Laboratorio realiza todos los
ensayos químicos, así como la determinación de cons
tantes físicas. Dispóne de completo material de química,
balanzas de precisión, hornos eléctricos, estufas de dese
cación, destilador de agua, viscosímetro, potenciómetro
para determinar eléctricamente la alcalinidad de las
soluciones, un fotómetro Pulffrich y un espectrógrafo
Hilger de gran dispersión, recientemente recibido de
Inglaterra. La utilidad de estos espectrógrafos es muy
grande y su empleo se generaliza cada vez más en los
laboratorios, Se fundan en la conocida propiedad de la
descomposición de la luz blanca, al atravesar un prisma
de vidrio o de cuarzo, en los siete colores rojo, anaranjado,
amarillo, verde, azul, añil y violeta, dispuestos uno al
lado del otro en el orden enunciado, formando el espectro.
Además de estas radiaciones visibles, las caloríficas más
allá del rojo, llamadas por eso infrarrojas, y las otras
de gran actividad química, más allá del violeta, conocidas
por radiaciones ultravioletas. Pueden ponerse de mani
fiesto las infrarrojas mediante el empleo de pares termo
eléctricos y las ultravioletas, por medio de la placa foto
gráfica.
Cuando el foco luminoso es un arco voltaico, chispa
o llama que salta entre dos electrodos, la composición
de la luz emitida depende de la naturaleza de éstos, y
el estudio de dicha luz permite conocer la composición
química de los mismos.
Se comprende la importancia que esta técnica tiene
para facilitar los análisis químicos, ya que, realizado
previamente
el examen espectrográfico de una mues
tra, el analista conoce los componentes y puede de esta
manera fijar la marcha anlítica más conveniente y, a
veces, hasta conocer directamente la composición cente
simal.
Otro uso que puede hacerse de estos aparatos es para
determinar la concentración de soluciones mediante la
comparación de los rayos luminosos que, emitidos por
un mismo foco de luz, atraviesan dos cubetas que con
tienen, una, la solución tipo, y otra, la solución muestra.
Esta Sección segunda dispone también de un labora
torio de fotografía dotado de toda clase de elementos,
máquinas
fotográficas de diversos modelos, aparatos
para impresionar películas, ampliadora, prensas, etc.
La fotografía número 3 muestra el aspecto de la sala
de Química de esta Sección.
La tercera Sección del Laboratorio se ocupa de reali
zar toda clase de ensayos mecánicos de tracción, com
presión, flexión, torsión, esfuerzos repetidos, fatiga, des
gaste, dureza, prueba de recipientes a la presión interior,
comprobación de manómetros, etc. Esta Sección com
prende dos amplias naves que contienen una completa
colección de máquinas y aparatos, desde la máquina
que solamente permite ejercer sobre la probeta un es
fuerzo de i.ooo kilogramos, hasta la que produce el de
5oo toneladas. tina máquina especialmente dispuesta
para el ensayo de cuerdas de gran diámetro, cadenas y
cables metálicos, puede someter a estos materiales hasta
a esfuerzos de roo toneladas. La máquina de 500 tone
ladas permite ensayar elementos estructurales, tales como
Foto núm. 4.
pilares de hormigón armado hasta de cuatro metros de
longitud. La fotografía número 4 corresponde a una de
las salas de ensayos mecánicos.
Anexo a esta Sección hay un gabinete para ensayos
metalográficos, integrado por una pulidora de probetas,
horno para el tratamiento térmico de las mismas, un
microscopio metalográfico vertical “Ultraphof” de la
Casa Zeiss y una instalación completa de rayos X. Si se
corta una rebanada de una barra metálica o un trozo
en forma de dado de cualquier pieza de la citada natura
leza, se prepara una de sus caras puliéndola cuidadosa
mente, se ataca por medio de reactivos adecuados y se
examina al microscopio, se podrá observar la estructura
del metal y deducir de ella sus características y, por
consiguiente, si es o no adecuado para el uso a que se
le ha destinado o se le quiere destinar.
El microscopio metalográfico permite obtener con un
aumento considerable fotografías de las probetas que se
examinan, micrografías en las que se pone de manifiesto
la estructura del metal, la que de esta forma se puede
examinar con todo detenimiento y comodidad y compa
rar con las micrografías patrones.
La técnica del examen de metales por rayos X es fun
damentalmente la misma que la seguida en medicina y
cirugía; pero el poder de penetración de los rayos ha
de ser mayor que para esas aplicaciones. Cuanto mayor
sea la densidad del metal para un mismo espesor de la
muestra, o mayor el espesor para la misma densidad,
tanto mayor deberá ser el poder penetrante de los rayos,
y este aumento de penetración se obtiene aumentando
el voltaje de excitación del tubo. La instalación del
Laboratorio permite alcanzar un voltaje de 200 kilovol
tios, con el cual pueden penetrarse piezas de acero de
unos ocho centímetros de espesor.
El examen de piezas metálicas por medio de los ra
yos X se utiliza para poner de manifiesto los defectos
de aquéllas, tanto los de fabricación como los producidos
por el uso, tales como sopladuras, inclusiones, poros de
contracción y grietas.
La cuarta Sección tiene a su cargo todo lo referente
a ensayos eléctricos, y dispone apara ello de una buena
colección de aparatos: amperímetros, voltímetros, vatí
metros, ohmetrcs, cajas de resistencias, capaeímetros,
galvanómetros,
puentes de Wheastone, oscilógrafos de
rayos catódicos, q-metro (aparato para medir el factor
de calidad de las bobinas), permeámetro, etc. Uno de
los oscilógrafos, recibido recientemente de Suiza y des
tinado al futuro gabinete de alta tensión, se halla repre
sentado en la fotografía número 5. La tensión máxima
que puede ser registrada en él es del orden de I.ooo kilo
vatios. Los fenómenos de choque, arco, chispa, sobreten
siones, etc., pueden registrarse en este aparato, sobre
pantalla fluorescente o en cámara fotográfica.
Como instalaciones complementarias cuenta el Labo
ratorio con una estación de transformación, dos bate
rías de acumuladores con sus grupos de carga y un taller
mecánico.
La estación de transformación tiene por objeto con
vertir la corriente trifásica a 6.ooo voltios que llega de
la calle en corriente trifásica a 220 voltios, mediante
un transformador de 30 kva. Para disponer de corriente
continua para el gabinete de electrometría y las necesi
dades de hornos, estufas, etc., cuando falta la corriente
de la calle, hay instalada una batería de do elementos
Tudor, tipo L-i6, con una capacidad máxima de 58o
amperios-hora. Para la carga de esta batería se dispone
de un grupo electrógeno, compuesto de un motor Die
sel de r c. y. y una dínamo de 7,5 kw. También puede
efectuarse la carga por medio de un motor eléctrico
que, movido por la corriente trifásica proporcionada por
la estación transformadora, acciona la dínamo.
Los certificados de ensayo expedidos por el Labora
torio desde su fundación hasta diciembre de 1948 as
cienden a 6.200, de los cuales 2.381 corresponden a orga
nismos dependientes del Ministerio del Ejército, y el resto
a organismos oficiales no dependientes de dicho Minis
terio y a particulares.
En su ya dilatada vida, el Laboratorio ha tenido oca
sión de intervenir en varios asuntos interesantes y cu
riosos. En 1905, cuando todavía la técnica del hormigón
armado se encontraba en sus balbuceos, se hundió la
cubierta de ese material del tercer depósito, en construc
ción, del Canal de Isabel II, ocasionando la muerte de
varios de los obreros que trabajaban en las obras, y el
Laboratorio realizó diversos estudios para el esclareci
miento de las causas del hundimiento.
En el año 1921 fué satisfecho por una de las Adminis
traciones de Lotería de Madrid un décimo del sorteo de
Navidad del citado año, que resultó estar falsificado.
Este documento fué remitido al Laboratorio para que éste
dictaminara acerca de la naturaleza de la falsificación.
En fecha posterior fueron enviados por la Real Aca
demia de la Historia unos documentos con los cuales
se pretendía probar que el lugar de nacimiento de Cris
tóbal Colón pertenecía a una determinada región espa
ñola. Existía, por parte de la Academia, la sospecha de
que hubiera alguna alteración en el texto original.
Y, efectivamente, el Laboratorio, después de un dete
nido examen de los documentos, descubrió las alteracio
nes que se habían realizado en el texto primitivo.
Foto núm. 5.
30
INTRODUCCIÓNSUMARIAA
LA HISTORIA MILITAR
Coronel de E. M., JUAN PRIEGO
LOPEZ, del Servicio Histórico del Ejército.
I
__jA
en España
ya tiempo
porque
unala grave
Historia
crisis,
Militar
no sólo
viene por
pasando
falta
de lzistorio’gra/os—de personal preparado que la cul
tive (1)—, sino, principalmente, por escasez de iaistorió
tilos—de
aficionados a ella—, pues no cabe desconocer
la existencia de un estado de opinión, muy generalizado,
que no cree en la utilidad profesional de los estudios his
tóricos.
A mi modo de ver, este desvio hacia la Historia Militar
obedece principalmente a estos dos motivos fundamen
tales:
a)Desconfianza
de la “verdad histórica”.
b)
Desconfianza de la utilidad de su investigación.
En primer lugar, se duda de que los métodos históricos
alcancen a restablecer la verdad de los hechos, y de que,
aun siendo ello posible, los respetos humanos, los prejui
cios y los apasionamientos permitan exponer sin velos,
atenuaciones y tergiversaciones aquella verdad.
En segundo lugar, se desconfía de que, dadas las cir
cunstancias tan variadas que suelen acompañar a los
distintos conflictos bélicos, y sobre todo los constantes
progresos en el armamento y en los métodos de guerra,
las enseñanzas deducidas de los conflictos pasados pue
dan ser de utilidad para los que en el futuro se produzcan.
En realidad, ambas desconfianzas no se hallan por
completo desprovistas de razón.
Sobrado conocida es, en efecto, la discrepancia de
versiones que sobre cualquier suceso trivial suele ya
manifestarse entre los testigos inmediatos del mismo; dis
crepancia que irá aumentando en el transcurso del tiempo
a causa de las inevitables modificaciones que toda ver
sión experimenta al ser transmitida de boca en boca,
sin contar con las tergiversaciones que la pasión, el inte
rés o la malicia introducen más o menos conscientemente
en el relato de los hechos. ¿Cómo, pues, desentrañar la
verdad de lo sucedido cuando se trata de los complicados
acontecimientos que sobrevienen en la guerra? Al hacer
esta objeción se olvida, sin embargo, que si bien los deta
lles del hecho pueden variar considerablemente de una
versión a otra, la autenticidad y las características fun
damentales del mismo quedan corroboradas precisamente
por la variedad de versiones. Esta no constituye, pues,
un obstáculo, sino una ayuda valiasísima para la inves
tigación histórica, ya que cuantas más versiones parcia
les se posean sobre los acontecimientos, más fácil será
desentrañar
la verdad de los mismos valiéndose de los
métodos de que después hablaremos.
Por lo que se refiere a la utilidad de la Historia Mili
tar, es cierto también que las modalidades de cada
nueva guerra suelen diferir bastante de las que revis
tieron las anteriores. Pero es precisamente el estudio de
estas guerras pasadas el que pone de manifiesto tales
diferencias y prepara así al Mando para afrontar las
(s)
A este primer aspecto de tal crisis se refirió ya la
Sección Histórica del Depósito Geográfico e Histórico del
Ejército en una serie de artículos pubhcados en La Guerra
y su Preparación, de 1928 a 5929. y debidos—según mis
noticias—a la pluma del General Fuentes Cervera. En el pre
sente artículo me referiré casi exclusivamente
al segundo
aspecto de la cuestión.
innovaciones que puedan producirse en las futuras luchas.
Quien pretenda menospreciar las enseñanzas de la
Historia Militar basándose en el anterior criterio, habrá
de ser consecuente en su menosprecio, incluyendo en él
no sólo las experiencias del pasado remoto, sino las del
pasado inmediato, pues no cabe presuponer que cada
nueva guerra haya de diferir tan sólo gradualmente de
la anterior. Esta fué precisamente la causa del desastre
francés en la segunda guerra mundiál, por haberse obs
tinado el Alto Mando de dicha nación en considerar
todavía válidas las enseñanzas tácticas extraídas de la
guerra estabilizada de 1914 a 1918. Y es que las expe
riencias limitadas conducen necesariamente al estanca
miento y a la rutina. Solamente la ampliación de la expe
riencia en tiempo y espacio puede proporcionar al espí
ritu la flexibilidad indispensabse para adaptarse fácil
mente a las circunstancias imprevistas. Pero la experien
cia personal, por dilatada y rica que sea, resulta siempre
insuficiente,
siendo necesario completarla con la de
nuestros contemporáneos y la de nuestros antepasados,
que se nos da resumida en la Historia Militar más o me
nos reciente.
No basta, sin embargo, con refutar a la ligera ambas
objecciones, pues éstas se sustentan, a mi entender, de
una raíz más honda: la falsa idea formada acerca de la
finalidad de la Historia, de los métodos de que se vale
y del verdadero alcance de sus lecciones, debido 81 defec
tuoso sistema de enseñanza de dicha disciplina que ha
prevalecido hasta ahora en los centros de formación ele
mental. ¿Quién no recuerda, en efecto, con disgusto aque
llos repertorios indigestos de nombres y de fechas que se
le obligaba a aprender de memoria sin que se le explicase
suficientemente la utilidad de todo ello?
Ahora bien; si hay estudios que apenas necesitan de
justificación preyia, pues su utilidad para la carrera de
las armas es evidente de por sí—como ocurre con los
estudios tácticos—, no sucede lo mismo con los estudios
históricos, que no son de aplicación inmediata, y, por
lo tanto, de utilidad manifiesta.
Cierto es que al comienzo de la mayoría de los.textos
elementales de Historia se suele encomiar de un modo for
mulario la importancia de su estudio; pero las razones
que generalmente se alegan en apoyo de esa tesis no son
suficientes o se hallan deficientemente expuestas, como
si se hablara a convencidos y no a principiantes que
ninguna idea previa pueden tener de la finalidad de los
estudios que se les proponen.
Por lo regular, cuanto más elemental es un libro de
Historia, más se suelen pasar por alto tales cuestiones
previas (1), reservándolas, en cambio, para el conoci
No se objete que tales cuestiones son demasiado ele
para que pueda comprenderlas un adolescente, pues
hasta las cuestiones más abstrusas de la ciencia pueden vul
garizarse y exponerse en forma comprensible a todos, si se
reducen a sus argumentos esenciales y se prescinde de todo
el aparato científico indispensable para su investigación y
demostración
exhaustiva. Así ha sucedido, por ejemplo, con
la bomba atómica, cuyos fundamentos han sido expuestos
—a veces con mucho acierto—en forma popular tanto por
la prensa como por el cine.
(i)
vadas
31
miento y la discusión de los ya iniciados en las discipli
nas históricas. Milagroso parece que con esos procedi
mientos didácticos lleguen a formarse vocaciones hacia
tales estudios, pues sólo la intuición pu cdc suplir aquí
la falta de esclarecimiento.
A remediar en lo posible tal situación, despertando el
interés de nuestros jóvenes Oficiales hacia los estudios
históricos, tiende esta Introducción-_sumarísima
más
que sumaria—a la Historia Militar, en la que nos propo
nemos dar respuesta clara y sucinta a las tres cuestiones
históricomilitares que estimamos fundamentales:
ja
¿Qué es la Historia Militar y qué objeto se pro
pone?
2a
¿De qué métodos se vale para lograr su objeto y
qué grado de certeza nos procura?
3a
¿Qué enseñanzas importantes se pueden obtener
de su estudio?
1.—CONCEPTO Y FINALIDAD
MILITAR
DE LA HISTORIA
En la frase “Historia Militar” se contienen dos pala
bras: un sustantivo (la Historia) y un adjetivo que lo
calificá (lo “militar”). Necesitamos, pues, averiguar pri
mero qué es y qué se propone la Historía en general, y
determinar después las particularidades que en su con
cepto y finalidad introduce el calificativo de militar.
La Historia puede ser definida provisionalmente, de
un modo puramente descriptivo, como “una actividad
del Hombre enderezada al conocimiento del pasado”.
Pero ¿para qué le interesa al Hombre conocer el pasado?
En los textos elementales de Historia a que anterior
mente hemos aludido se suelen alegar para justificar la
necesidad del conocimiento histórico las siguientes ra
zones:
Ante todo, la curiosidad por conocer los hechos, usos
y costumbres de nuestros antepasados. En este motivo
se inspira, en efecto, la labor de ciertos eruditos (1) o cul
tivadores de la anécdota que, por lo general, publican
sus trabajos en la prensa periódica. En tales trabajos
se desentierran chismes y cuentos, prácticas y usos olvi
dados, utensilios raros; en fin, curiosidades que, si son
expuestas con amenidad, pueden llegar a interesar al
público frívolo que ito necesita de otro alimento espiri
tual. Pero es evidente que, si el conocimiento histórico
no obedeciera a motivos más serios, no merecería en
absoluto distraer nuestra atención.
Otra razón que ae suele alegar para justificar, al menos,
el conocimiento de la historia patria es la satis/acción del
orgulloS nacional mediante el recuerdo de las glorias pasa
das. No negamos la conveniencia de cultivar esta especie
de Historia ¿onmemorativa para inculcar el patriotismo
en la juventud y estimularlo en el pueblo en general.
Pero en la historia de una nación no todos los aconteci
mientos suelen ser gloriosos, sino que, desgraciadamente,
con ellos alternan los reveses y las decadencias. Limitarse
a recordar sistemáticamente los primeros, pasando por
alto los segundos, equivaldría a mutilar la experiencia
histórica del pueblo en cuestión, impulsándole a sobresti
marse demasiado y a comprometerse en empresas supe
riores a sus fuerzas, como ha sucedido en la mayor parte
de los países con resultados desastrosos fáciles de recordar.
Finalmente, se invoca, como razón fundamental del
conocimiento histórico, la eiemplaridad positiva o nega
tiva que de los acontecimientos pasados se desprende en
relación con los de la época presente. Este intento de
justificación cala más hondo en la raíz de lo histórico.
Pero en su enunciación va implícita la idea de que las
situaciones históricas se repiten y que, por lo tanto, pode
mos aprovecharnos sin más de las experiencias pasadas.
Ahora bien; hablando con propiedad, la Historia no
puede repetirse, porque—lo mismo que nuestra propia
vida—constituye
una serie irreversible de acontecimien
tos. De igual modo que un hombre maduro no puede,
aunque se lo proponga, volver a la infancia ni afrontar
con recursos infantiles los problemas que su edad le
plantea, así también nos resulta imposible revivir situa
ciones históricas pasadas o resolver nuestras actuales
dificultades con expedientes que en otro tiempo resulta
ron eficaces.
No quiere esto decir que en la Historia no se puedan
reconocer ciertas constantes basadas en las tendencias
generales del ser humano, apenas alteradas en el curso de
los siglos. Asi, por ejemplo, las revoluciones y las guerras
obedecen casi siempre a los mismos motivos fundamenta
les: al resentimiento (mezcla explosiva del odio y de la
envidia, con espoleta retardada) o al impulso de dominio
de una nación, secta o clase social, que, o bien se siente
oprimida, o, por el contrario, sintiéndose fuerte material
y espiritualmente, aspira a imponer al Mundo sus idea
les colectivos. Pero tales motivos fundamentales se hallan
muy diversamente matizados según la época y el país
de que se trate; del mismo modo que el amor—aun siendo
también una tendencia general humana—no lo experi
mentan por igual todos los hombres, ni tampoco un
mismo hombre en las distintas edades de su vida.
Vemos, pues, que ninguna de las razones anterior
mente aducidas bastan para iustificar la necesidad del
conocimiento histórico, lo que nos obliga a seguir profun
dizando en torno de él hasta tropezar con su verdadero
cimiento.
A mi juicio, la razón vital del conocimiento histórico es,
en principio, la misma que la del conocer en general, y se
resume maravillosamente en este párrafo de la Decaden
cia de Occidente, de Oswald Spengler: “La planta vive
sin saber que vive. El animal vive y lo sabe. El hombre
se admira de vivir y pregunta” (1).
En efecto, la planta vive estrechamente ligada al
ambiente donde su éxistencia se desenvuelve. Si tal
ambiente le es propicio, prospera, y si no, se marchita.
y muere. La planta no necesita, pues, ni sentir ni pensar;
la Naturaleza siente y piensa por ella.
El animal es ya más libre frente al Mundo y puede
moverse sobre él en sentido especial, buscando el ambiente
que más le convenga. Para lo cual, la Naturaleza le ha
dotado, en mayor o menor medida, de sensibilidad, o sea,
de la facultad de darse cuenta de lo que es útil y lo que
es nocivo a su existencia, aprovechándose de lo primero
y rehuyendo lo segundo.
Pero si el animal se siente vivir en el espacio y es capaz
de distinguir entre un costado y el otro, entre arriba y
abajo y entre delante y detrás, no se siente, en cambio,
vivir temporalmente. Para el animal no existe el “antes”
y el “después”, sólo existe el “ahora”. El animal vive
en un puro presente (2). Sólo se ocupa de satisfacer mo
mentáneamente sus necesidades vitales, de salir del paso,
como pudiera decirse.
Finalmente, el Hombre goza de una mayor importan
(i)
tomo
Por erudito entendemos—por
oposicidn a culto—el
que sabe muchas cosas sin haberlas digerido; el que se limita
a coleccionar datos y citas sobre una cuestión sin acertar
a ordenarlos debidamente y a desentrañar su verdadero sig
nificado,
(i)
32
Spengler: Obra citada
ItI, 1926, pág. 26).
(edición española “Calpe”,
(2)
Aunque ciertas especies animales superiores se ha
llan ya dotadas de la facultad de la memoria, sólo poseen,
por decirlo así, una memoria intemporal, sin refereacia al
guna al momento en que fué adquirida. El animal acumule
experiencias
y obra de acuerdo con ellas, pero no sabe por
qué lo hace.
cia -frente al Mundo. No sólo puede ‘moverse” en él espa
cialmente,
sino también temporalmente.
El Hombre
puede evadirse del instante presente recordando su
pasado y, sobre todo, preocupándose del futuro, porque,
además de vivir ahora, le interesa vivir después. Por eso
no le basta, como al animal, salir del paso circunstancialmente, aprovechando lo útil y desechando o rehuyendo
lo nocivo con que se encuentre en cada caso. El Hombre
necesita saber, de una vez para siempre, por qué unas
cosas le son útiles y otros le son nocivos, es decir, lo que
cada cosa es, para saber a qué atenerse respecto a ella
en adelante. Tal es la razón v,ital del conocimiento hu
mano. El Hombre, antes de utilizar las cosas, necesita
conocerlas, saber lo que son, y se destaca así, como animal
teórico, de los demás seres vivientes, orientados en sentido
eminentemente práctico (1).
De este modo, el Mundo no se le ofrece al Hombre como
un conjunto deatracciones o repulsiones, de facilidades
o dificultades para su vida—según sucede, al parecer,
con el animal—-, sino como un conjunto de problemas
inquietantes
que le interesa resolver para descubrir la
razón de su existencia. Porque en la totalidad de lo real
—incluído nuestro propio ser—nada nos resulta obvio,
nada se explica por si mismo, todo se revela problemá
tico. ¿Quién soy?, ¿dónde me encuentro?, ¿por qué
existo? y ¿para qué existo?; he aqui una serie de pre
guntas que todos nos formulamos cuando nos sobrecoge
esa angustia, esa peculiar extrañeza de vivir que, en el
párrafo de Spengler anteriormente citado, se señala como
nota distintiva de la conducta humana.
Ahora bien; el espectáculo primario que el Universo (2)
o conjunto de cuanto existe (incluido el propio “yo”)
ofrece al Hombre, cuando lo contempla en actitud teó
rica, resulta desconcertante. Nada parece poseer un
ser estable; todo se halla sometido a continuas transfor
maciones. Las cosas que contemplamos cambian de as
pecto de un momento a otro momento, y nosotros mis
mos experimentamos nuestra vida como una serie inin
terrumpida de variaciones. Sin embargo, el Hombre no
se daría cuenta de tales cambios si en su vida y en las
cosas no pudiera reconocer algo permanente que le per
mite identificarlas en la serie de sus aspectos sucesivos.
Dos problemas fundamentales se le plantean, pues, al
Hombre cuando intenta comprender el Universo:
1.0
Descubrir su Natnraleta, su verdadero ser, lo que
permanece constante en la serie de sus cambios.
2.°
Desentrañar el sentido de sus variaciones para
alcanzar así a prever su Destino.
Tanto la solución de un problema como la del otro son
de interés vital para el Hombre, pues si en la investiga
ción de la naturaleza del Universo va implícita la de la
(s)
En toda tendencia a orientar las actividades humanas
en sentido exclusivamente práctico se revela una cierta nos
talgia de la vida animal, de esa vida que se limita a satisfa
cer las necesidades perentorias de la existencia y se halla,
por tanto, exenta de preocupaciones.
(y)
Aunque en la conversación corriente se suelen emplear
como sinónimas las palabras “Mundo” y “Universo”,
su
sentido es, en realidad, muy diferente. El “Ibundo” es un
concepto particular y hace referencia al conjunto de cosas
que nos rodean y con las que tenemos que habéfnoslas habi
tualmente,
bien pensándolas,
bien deseándolas, bien ac
tuando
sobre ellas. El “Mundo” viene a ser el contrapolo
de nuestro “yo” (el sujeto de nuestros actos), y así a cada
uno de nosotros le corresponde un mundo particular, que
puede coincidir hasta cierto punto, pero no por completo,
con el mundo de los demás. En cambio, el concepto de “Uni
verso” abarca todo lo que existe, ha existido o existirá
hasta el fin de los tiempos, incluyendo los diferentes mun
dos particulares y sus respectivos sujetos. Al margen del
Universo sólo queda Dios, el ser autosuficiente.
eterno e
infinito, creador y conservador de aquél.
naturaleza propia, en la inquietud por el destino univer
sal se transparenta la preocupación por el propio destino.
Esto no quiere decir que ambos problemas sean de fácil
solución, y hasta es poible que, en definitiva, excedan
a las posibilidades congnoscitivas del ser humano. Sin
embargo, éste, desde que existe, se esfuerza en conse
guirlo, y, a falta de una solución definitiva y plenamente
satisfactoria, se ha esforzado en imaginar explicaciones
provisionales, más o menos plausibles, que constituyen
el tema de las diversas filosofías.
Todavía hoy (después de un siglo de positivismo) el
interés por el primer problema (la investigación de la
naturaleza del Universo) preside, en definitiva, la labor
de las llamadas ciencias naturales, mientras que el se
gundo (la preocupación por el futuro) es el incentivo
supremo que alienta a los que-se ocupan de las ciencias
históricas.
-
-
Ha llegado, pues, el momento de definir la Historia
como problema de conocimiento, Tal como yo la entiendo,
es el intento de la mente humana de conocer el pasado para
entender mejor el presente y prever en lo posible el porve
nír. Ya hemos expuesto el interés vital que ofrece tal
intento; ahora nos corresponde demostrar que no se trata
de niguna quimera, que la empresa dista mucho de ser
disparatada y resulta factible partiendo de ciertos su
puestos.
En realidad, ninguna ciencia humana sería posible si
Ejemplo de “testimonios escritos” : Portada de una de las pri
meras ediciones del Memorial de Sainte-Héléne, que contiene
las memorias dictadas por el Emperador Napoleón 1 a su secre
fa-rio el Coode de Las Cases durante se destierro en Santa
Elena.
33
prescindiera de ciertos postulados o supuestos previos
que nos sirven de base de partida. Así, por ejemplo,
ya es sabido que la geometría euclidiana (la que se en
seña corrientemente) se basa en la afirmación de que “por
un punto exterior a una recta sólo se puede trazar otra
recta que sea paralela a la anterior”, afirmación que se
ha revelado indemostrable, debiendo ser considerada
como un simple postulado, tanto más cuanto que,
basándose en supuestos distintos y aun contrarios, se
han podido deducir otras geometrías igualmente váli
das (1). Así, también, las ciencias naturales carecerían
de objeto si no se presupone que en la Naturaleza existe
un orden, cuyas leyes podemos descubrir en la experien
cia, al menos con cierta aproximación (2).
La Historia, por su parte, basa sus pretensiones de
ciencia en el supuesto de que los acontecimientos uni
versales no se suceden en un orden arbitrario, sino que
obdecen a un plan preconcebido, cuyas líneas generales
pueden ser descubiertas reconstituyendo la trayectoria
de los sucesos pasados, del mismo modo que el lector de
una novela puede presentir el desenlace de ella a través
de las incidencias sucesivas del relato.
Cierto es que la empresa es aventurada, porque, lo
mismo que en las creaciones imaginativas de la mente
human?, en la Historia se pueden dar—y se dan no pocas
veces—desenlaces imprevistos. Pero, de igual modo que
en una comedia o en una novela—si no se trata de un
engendro literario—el desenlace, por ingenioso y origi
nal que sea, no puede ser caprichoso, sino que debe dedu
cirse lógicamente de las circunstancias de la acción y
de los caracteres de los personajes, pudiendo ser des
cubierto por un espectador o lector dotado de la necesa
ria penetración, así también la Historia, si atribuimos
su trama a un ser inteligente, debe obedecer a una cierta
lógica, pues es propio de toda inteligencia—y más si
se trata, como en este caso, de la inteligencia divina—el
no obrar nunca sin razón suficiente. Y aunque, en defi
nitiva, los planes de una inteligencia tan superior a la
nuestra nos resulten en conjunto indescifrables, espera
mos al menos descubrir en el pasado alguna señal que
nos indique el probable cariz que nos ofrecerá el inme
diato futuro (3), empresa que resulta, por lo menos,
tan interesante y legitima como la de descubrir en la
experiencia la razón de ser de los fenómenos naturales.
Ahora bien; si los acontecimientos históricos no se
suceden en un orden arbitrario, ¿qué clase de ley re
gula su sucesión? Algunos no admiten en la Historia
la existencia de leyes, pues—según ellos—los aconteci
mientos históricos constituyen siempre algo insólito, son
singulares y no se repiten nunca. Según esta opinión, la
Historia tendría que limitarse a reseñar lo que ha ocu
rrido en cada caso: “ahora sucede esto, ahora esto otro”,
y así sucesivamente, sin tratar de relacionar entre si
los diversos acontecimientos. Tal interpretación no con
sentiría, pues, otra clase de Historia que la que se cul
tiva para satisfacer la curiosidad de mentes desocupadas.
A mi manera de ver, esta opinión va descaminada.
Cierto es que a la Historia no le son aplicables las leyes
se
Entre ellas, la geometría esférica de Gauss y la hipcr
de Riemann.
(2)
Si los fenómenos naturales so sucediesen sin regula
ridad alguna, si no se hallasen determinados
por sus causas
inmediatas
o remotas—como pretenden los modernos de
fensores del indeternsinismo—,
la Naturaleza sería incognos
cible, y las ciencias que do ella se ocupan quedarían despro
vistas de finalidad.
()
La situación del Hombre a este respecte se asemoja
a la del simple soldado en la guerra; también ól desconoce,
por lo general, los planes de sus altos jefes; pero ciertos sín
tomas inequívocos le permiten colegir si se prepara una gran
operación, si ésta es inminente y la probable dirección de
la misma.
(i)
hóhca
34
físicas, y en especial la de causalidad (i), que exige que
de iguales causas se deriven los mismos efectos, pues
ya hemos convenido en que los acontecimientos históri
cos no se repiten, y no reproduciéndose las causas, tam
poco pueden r.eproducirse sus correspondientes efectos.
Pero en el Universo debe admitirse la existencia de
otras leyes, además de la de causalidad. La organiza
ción y comportamiento de los seres vivos responde más
bien a una ley de finalidad (la adecuada satisfacción de
sus necesidades vitales). Y la conducta del ser humano,
aun teniendo en cuenta su libre albedrío, tampoco nos
resulta por completo imprevisible.
En efecto; propiamente hablando, el Hombre no obra
nunca de nn modo absolutamente arbitrario (2)—por
que sí”, como vulgarmente se dice—, sino por algún
motivo, bueno o malo, y en la posibilidad de decidir
entre una u otra clase de motivos reside precisamente
nuestra libertad.
Ahora bien; en nuestra decisión influyen (sin determi
naría por completo): en primer lugar, las tendencias
generales de la especie humana—las constantes de que
anteriormente habíamos—; en segundo lugar, las carac
teristicas raciales, nacionales y sociales del individuo
en cuestión, y, por últhno, sus características persona
les, su manera de ser individual, determinada, en gran
parte, por sus predisposiciones hereditarias y por las
circunstancias de lugar, tiempo y ambiente espiritual
en que su vida se desenvuelve. De este modo, la conducta
de todo hombre nos resulta previsible, hasta cierto
punto, cuando conocemos a fondo su carácter (3), cono
cimiento que sólo podremos adquirir investigando sus
antecedentes, es decir, su historio. Y lo mismo sucede
con los demás sujetos posibles de la investigación his
tórica (épocas, razas, culturas, generaciones, nacionali
dades, etc.), en todos los cuales se pueden reconocer
características
peculiares, que se hallan determinadas
por sus pasadas vicisitudes y que nos permiten prever,
con cierta probabilidad, su inmediato futuro.
“Frente a la razón físicomatemática—ha dicho Ortega
y Gasset con insuperable acierto—hay, pues, una razón
narrativa.
Para comprender algo humano, personal o
colectivo, es preciso contar una historia. Este hombre,
esta nación hace tal cosa y es así jborque antes hizo tal
otra y fué de tal otro modo. La vida humana sólo se
vuelve transparente ante la razón histórica” (4).
Y, más adelante, el insigne escritor completa su pensa
miento:
“No puede aclararse el ayer sin el anteayer, y así
sucesivamente. La historia es un sistema—el sistema de
(i)
Me refiero al principio de causalidad tal como lo
entiende la Física, no al riaciio
de eeu,selided general que
Balmes enunció así: “Todo lo que llega a ser tiene una causa.”
Este principio rige también en la Historia, pues no es más
que un caso particular del princíio de rasen suficiente.
(2)
Por lo general, cuando creemos obrar más arbitra
riamente—cuando
hacemos “lo que nos da le. gana”—obe
decemos, en realidad
a nuestros impulsos e inclinaciones
natursles.
En tales condiciones, nuestra conducta se ase
meja más a la de un animal o a la de una máquina que a
la que es propia y exclusiva del Hombre. Toda acción libre
exige una previa deliberación, un examen reflexivo del pro
y el contra de ella, antes de decidirnos.
()
En este conocimiento se basa un jefe cuando ebae
a uno de sus subordinados
para encomendarle una misión
delicada. Confía en él, en que su comportamiento ha de ser
el debido, porque conoce su carácter, su manera habitual
de comportarse, por haberlo tratado a fondo o haber estu
diado sus antecedentes, y si su confianza resulta defraudada,
ello sólo demuestra que su conocimiento del individuo era
imperfecto.
() Historia como sistema (Editorial “Revista de Occi
dente”, Madrid, 1941, pág. 6il.
las experiencias humanas, que forman una cadena inexo
rable y única” (1).
Aclarado así lo que es !a Historia en generai y cuál es
su objeto, nos corresponde ahora determinar en tan ex
tenso cohcepto las peculiaridades que distinguen a la
Historia Militar.
La investigación del pasado para esclarecer el presente
y prever el porvenir—en que hemos convenido que la
Historia consistía—puede ser entendida con mayor o
menor amplitud. En su sentido más amplio, constituye
lo que llamamos Historia Universal, que, en realidad,
debiera extenderse a la totalidad del acontecer cósmico,
incluidas sus fases anteriores a la aparición del Hombre.
Pero, generalmente, el estudio de dichas fases se reserva
a ciencias especiales, como la Cosmología, la Geología o la
Paleontología,
limitándose la llamada Historia Universal
a investigar las vicisitudes de nuestra especie sobre el
planeta Tierra especialmente, por lo que atañe a nues
tras actividades espirituales, que son las que nos carac
terizan entre los demás seres vivientes y las que, por lo
tanto, nos interesa destacar para determinar la trayec
toria de nuestro peculiar destino.
Entre tales actividades espirituales debe conjarse la
guerra,
la cual no constituye un simple desahogo de
fuerza bruta—como pretenden algunos—, sino que se
distingue esencialmente de las luchas circunstanciales de
otros seres animados, porque en ella la violencia va guiacla
por la razón, tanto por lo que se refiere a sus motivos como
a su ejercicio y a los resultados que de la misma se esperan.
La guerra, así entendida, constituye la constante por
excelencia de la Historia, con la que se hallan íntima
mente entretejidas las demás actividades espirituales hu
‘nanas (religión, arte, ciencia, política, economía, té’nica)
que a ella cooperan o de ella se sirven como medio.
Un fenómeno histórico tan reiterado y de tanta tras
cendencia merece ser objeto de un conocimiento particular, que—lo mismo que el del Universo en su con
cHar las guerras pasadas en relación con e ambiente
social y político en que se produjeron, no limitándose,
pues, a describir su desarrollo, sino determinando tam
bién sus antecedentes y consecuencias. Solamente esta
manera de entender la Historia Militar puede resultar
fructífera, pues ya hemos dicho que la actividad bélica
se halla estrechamente relacionada con las demás acti
vidades espirituales humanas (especialmente con la Polí
tica), y no puede ser abstraída por completo de ellas
sin quedar desprovista de explicación y significado (1).
(e) No se olvide que, de los tres Íactores determinantes
del Arte Militar: los hombres, las armas y el terreno, el pri
erehlaLie
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3:“•“
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junto—nos plantea dos problemas diferentes:
1.0
Descubrir la naturaleza o esencia del hecho bélico
a través de sus manifestaciones temporales.
2.°
De la sucesión de estas últimas inferir el sentido
de sus variaciones, para alcanzar así a prever sus aspec
tos futuros.
La investigación del primer problema correspor1de
a la Teoría de la Guerra, de cuyos descubrimientos aspira
a beneficiarse el Arte Militar, o sea, el conjunto de re
glas para prepararla y realizarla con éxito. La segunda
cuestión constituye el objeto de la Historia de la Guerra
o Historia Militar.
Pero fácilmente se advierte que el orden de urgencia
de ambas cuestiones es precisamente el inverso de su
orden lógico, que la resolución del primer problema ha
de subordinarse a la resolución del segundo.
No es posible, en efecto, establecer teoría alguna’acerca
de la guerra ni deducir de ella ningún arte o técnica de
hacerla si no se ha estudiado antes el fenómeno bélico
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en sus diferentes manifestaciones temporales e inten
tado descubrir el sentido de sus variaciones, es decir, si
se desconoce la Historia de las guerras.
Definiremos, pues, la Historia Militar como el estudio
crítico y documentado de las guerras pasadas con el fin
de de’lucir enseñan,’as interesantes para el presente.y futuro
inmediato
del Arte Militar. Este se limita, por lo tanto,
a acumular y seleccionar experiencias históricas, y sin
ellas resultaría inconcebible.
No debe, sin embargo, confundirse la Historia Miiitar
con la Historia del Arte Militar. Esta se circunscribe
generalmente a exponer la evolución del modo de hacer
la guerra a través de los tiempos; la primera debe estu
(i)
dente”,
Historia como sistema (Editorial
Madrid, 1941,
pág. 67).
“Revista
ele Occi
;_
ç..
¿;.-
.‘.‘.-
........
Ejemplo de “documentos”. Comienzo y final del informe dirigido por el 1W
riscal Von Hindenburg al Emperador Guillermo II, el 26 de julio de I9
acerca de la continuación de las oPeraciones en el frente oriental, con notas no
ginales del General Jefe del Estado Mayor, General Von Falhenhayn.
(A rchivo del Reich, Potsdam.)
35
11.—METODOS DE LA HISTORIA MILITAR
De cuanto hemos dicho hasta aquí acerca de la finali
dad de la Historia, se desprende que el conocimiento del
pasado es el medio de que pretendemos servirnos
tender el presente y prever (1) el porvenir.
Por “conocimiento del pasado” debemos
a su vez, la reconstitución de los acontecimientos
para en
entender,
pretéritos
en su orden de sucesión y en sus mutuas relaciones de ma
nera que el conjunto de ellos nos resulte comprensible.
De esta definición se desprende claramente lo que del
pasado nos interesa conocer. No necesitamos, en efecto,
conocer todos los acontecimientos del pasado, sino úni
camente los que nos permitan comprenderlo en su con
junto, es decir, aquellos que han ejercido una influencia
relevante en el curso de los sucesos posteriores y se rela
cionan así, de algún modo, con nuestro presente y nues
tro futuro inmediato. Sólo estos acontecimientos preté
ritos merecen propiamente calificarse de “históricos” (2).
Por lq que se refiere a cada acontecimiento histórico
particular, nos interesa conocer las circunstancias en
que se produjo y la forma en que se desarrolló, así como
sus antecedentes y consecuencias.
De una manera general, el historiador debe procurar
contestar—en el orden y con la amplitud que convenga
a la finalidad del relato—a la serie de preguntas que se
le formularían lógicamente si se le exigiese informar
acerca de cualquier suceso de que hubiera sido testigo:
¿qué sucedió?, ¿a quién o a quiénes les sucedió?, ¿dóude
sucedió?, ¿cuándo sucedió?, ¿cómo sucedió?, ¿por qué suce
dió? y ¿para qué sucedió?
Por ejemplo, si se trata de historiar un hecho de armas
—que es el problema concreto que se nos plantea—,
habrá que informar al lector: de la situación general y
particular de los beligerantes antes de producirse aquél;
de las fuerzas de que cada uno disponía; de los propósi
tos de sus respectivos Mandos; de las particularidades
geográficas y topográficas del lugar de la acción; de la
fecha y de la duración de ésta; de la forma en que se
dvsarrolló; de sus resultados y de las consecuencias que
de ella se derivaron en relación con el curso sucesivo de
las operaciones.
-
mero es—con mucho—el más importante.
Pues el Hombre
puede elegir, basta cierto punto, los otros dos; sólo él cons
tituye siempre un dato previo. Ningún modo especial de
combatir resulta, por lo tanto, explicable, prescindiendo de
las circunstancias
de lugar y tiempo y del ambiente espiri
tual en que se desenvuelve la vida de los hombres que lo
emplean. No quiere esto decir que la Historia Militar tenga
que estudiar a fondo tales circunstancias, pero sí debe des
cribir a grandes rasgos la situación espiritual en que cada
guerra se produce, así como la situación subsiguiente,
de
la que se derivarán, sin duda, nuevas guerr:a. Todo ello exige,
evidentemente,
que el historiador militar posea una sólida
y amplia cultura, además de sus conocimientos profesionales.
(a)
Quede bien entendido que hablamos de prever y no
de profetizar. La pro fecio (el conocimiento anticipado y cer
tero del futuro) le está vedada al Hombre, a no ser que se
halle inspirado por la gracia divina. La previsión (la repre
sentación imaginativa
de las probables circunstancias
del
futuro), no sólo es posible, sino que sin ella no se concibe
ninguna
empresa humana de cierto alcance. Ya se trate,
en efecto, de construir un puente o un edificio, de planear
un negocio o de organizar, armar e instruir un Ejército,
necesitamos prever en lo posible las contingencias
futuras
que con nuestro proyecto se relacionen.
(2)
“Sólo lo que ha penetrado inmediata o mediatamente
en el contenido de la realidad presente como elemento o
como condición eficaz se incorpora en el curso dialéctico de
la Historia” (Hans Freyer: Los sistemas de fa Historia Uni
versal, en el tomo 1 de la Historia Universo, de ‘Valter
Goetz, edición española Espasa-Calpe, Madrid, 1932. pág. 4ó).
36
El historiador tiene el deber inexcusable de responder
a todas estas cuestiones en la medida que lo permitan
los datos que pueda procurarse, distinguiendo—eso si—
pulcramente entre los hechos probados y las meras con
jeturas, pero sin dejar de contestarlas de un modo u
otro. La inera recopilación de datos exactos, pero incone
xos, no es Historia.
Esta requiere todavía que tales
datos sean interpretados y relacionados entre si, para
que el relato resulte coherente y el acontecimiento relv
fado quede suficientemente esclarecido.
Tres tareas sucesivas se nos ofrecen, pues, al tratar
de reconstituir un hecho histórico:
ja
Buscar los datos que nos permitan reconstituirlo.
2,a
Comprobar tales datos.
3a
Interpretarlos
y relacionarlos entre sí de tal
modo que el hecho quede reconstituido con la mayor
exactitud y expuesto en forma que nos resulte compren
sible.
El método o vía por el que se logra el conocimiento
histórico se asemeja así en alto grado al procedimiento
usado en la investigación criminal.
En efecto; lo mismo que un juez instructor encargado
de practicar
diligencias para el esclarecimiento de un
delito, el historiador
que intenta recodstituir
la verdad
de un hecho histórico debe, ante todo, procurarse acerca
del mismo la mayor suma posible de testimonios orales
o escritos y—a falta o como complemento de ellos—de
documentos, vestigios materiales u otros indicios que con
el citado hecho se relacionen.
A esta primera etapa de la investigación hisfórica la
denominan
algunos Heurística (técnica del hallazgo),
y por parte de los metodólogos se le concede una gran
importancia. La tiene, en efecto, porque, lo mismo que
la construcción de un edificio, la reconstitución del
pasado exige, para su solidez o consistencia, la aporta
ción preéia de “materiales” suficientes en cantidad y
calidad. Dicho se está con ello que la mera acumulación
de datos no basta, que hay que seleccionarlos, desechando
de antemano todos los que, a simple vista, carezcan de
interés o utilidad para el objeto propuesto o no nos
ofrezcan suficientes garantías de veracidad o autentici
dad, condiciones ambas que, en ocasiones, nos plantean
exigencias contrapuestas.
En efecto; no pocas veces el interés de un dato se halla
en razón inversa con sus garantías de veracidad. Así,
por ejemplo, en cuanto a la Historia Militar se refiere
especialmente, los datos más interesantes suelen ser las
declaraciones de los testigos presenciales del hecho,
sobre todo de aquellos que, por el puesto en que se
hallaban situados, han podido gozar de una visión más
completa y objetiva de los acontecimientos. Pero tales
declaraciones son también las que mayor desconfianza
nos merecen por lo que respecta a su veracidad o exac
titud. pues ya es sabido que los testigos presenciales
suelen engañarse (por ilusión u olvido involuntario) o
engañarnos (por algún interés personal o social que les
induzca a extraviar deliberadamente
nuestro juicio).
Sin embargo, estos inconvenientes del testimonio directo
pueden paliarse, hasta cierto punto, interrogando, lo mis
inmediatamente
posible al momento de producirse el
hecho,
al mayor número
de testigos presenciales que
podamos procurarnos. Con ello se conseguirá: primero,
impedir que cualquier testigo tenga tiempo suficiente de
amañar a conciencia su declaración, y segundo, compro
bar y completar la declaración de cada uno con la de los
demás. Por lo que respecta a la Historia Militar, tal sis
tema exigiría que, al comenzar una campaña, se asignase
al E. M. de cada Gran Unidad un equipo, más o menos
numeroso, de historiadores militares, encargado de re
señar las principales operaciones de la misma, interro
gando para ello oportunamente a los testigos presencia
les de los episodios más salientes y recopilando sobre el
propio terreno los documentos y demás datos interesan
tes para el cumplimiento de su misión (1).
Pero es evidente que tal sistema resulta impracticable
cuando se trata de historiar acontecimientos más o me
nos remotos, cuyos testigos han muerto o han envejecido
lo bastante para que sus recuerdos no sean ya de fiar.
En tal caso, tendremos que valernos de testimonios es
critos, casi siempre menos espontáneos y sinceros que
los testimonios orales, porque la escritura se presta mu
cho más que el lenguaje hablado a disimular o alterar
la verdad de lo que se piensa (2). Entre tales testimonios
escritos son especialmente interesantes las memorias de
los personajes que han desempeñado en los aconteci
mientos históricos un papel relevante, porque sólo en
ellas podremos informarnos suficientemente de las deci
siones—a menudo secretas—que los motivaron. Cierto
es que, en principio, debemos desconfiar de la absoluta
veracidad de dichas memorias, ya que sus autores se
proponen generalmente justificar su actuación, atribu
yéndose la iniciativa de los éxitos y descargando sobre
los demás la responsabilidad de los fracasos. Pero no
siempre se da este caso. En casi todas estas memorias
se contiene un fondo de verdad que podemos discernir
cotejándolas con otras memorias o documentos contem
porán eos.
Tropezamos aquí con la clase de datos que más fre
cuentemente tendrá que manejar el historiador. Al doce
viento se le concede una gran importancia en la investi
gación histórica, porque, generalmente, constituye el
único dato relativamente seguro de que pdemos valer
nos, pero no porque nos ofrezca mayores garantías de
veracidad que el testimonio oral o escrito. En efecto,
aun demostrada la autenticidad de un documento, nada
nos asegura de antemano que lo que en él se dice sea
cierto (3). Por otra parte, el documento se limita en todo
caso a acreditar alguna circunstancia relacionada con el
hecho que nos ocupa o sólo se refiere a éste de un modo
indirecto, por lo que, si el historiador intenta extraer
de él alguna información interesante, tendrá que recu:
rrir a inferencias aventuradas que le pueden conducir al
error.
Examinemos, a este respecto, la clase de documentos
con los que tendrá que hahérselas más corrientemente
el historiador militar que se ocupe de alguna campaña
moderna. Tales documentos son los que suelen fogmu
larse én los Estados Mayores de las Grandes Unidades:
que las memorias, se hallan redactados por hombres que
también pueden engañarse o engañarnos.
El documento constituye tan sólo una fuente de in
formación secundaria que sirve principalmente para
comprobar los datos que nos suministran los testimonios
orales o escritos o para suplir la falta de ellos. Este último
caso es el que se da generalmente al historiar sucesos
remotos, y de aquí la importancia que en la Historia
ha adquirido la documentación.
Finalmente, también los vestigios materiales de épo
cas pasadas constituyen un dato valiosisimo. para el
historiador. Por lo que a la Historia Militar se refiere,
no es necesario ponderar, por ejemplo, el interés que
poseen los restos de fortificaciones o del armamento de
épocas pasadas que hoy se conservan o que puedan
descubrirse en lo sucesivo, así como la representación
pictórica o escultórica de los mismos por parte de los
artistas de entonces. Dichos restos, una vez comprobada
su autenticidad y determinada la época a que pertenecen,
constituyen un dato absolutamente seguro; pero si se
pretende ir más allá del dato escueto e inferir de él con
clusiones referentes al modo de combatir de aquella
época, tendremos que proceder con suma cautela para
no incurrir en graves errores.
estados de fuerga y situación, boletines de información,
directivas
s órdenes de operaciones, partes y diarios de
oeracíones,
etc. Ninguno de estos documentos, aun
siendo auténticos, nos proporcionan toda la información
que necesitamos, ni tampoco podemos fiarnos en abso
luto de los datos que en ellos se consignan, pues, lo mismo
(i)
Este sistema fué ya ensayado por el Ejército norte
americano en la pasada guerra mundial. Como resultado de
las experiencias entonces adquiridas, la Sección Histórica
del Estado Mayor Especial de dicho Ejército, en su nuevo
Reglamento de servicios, prevé “la creación de una Agencia
de Servicios históricos y de Secciones históricas de Estado
Mayor como parte orgánica de los Ejércitos, C. E. y Divi
siones, bajo el Jefe o Subjefe de E. M. La Agencia de Servi
cios históricos consistirá en diversas agrupaciones celulares
que podrán ser adscritas a Unidades tácticas o de servicio
para
desempeñar
labores históricas
específicas”.
(Véase
Melitary Revieec, de jnlio de ‘949, edición hispanoamericana,
páginas 59 a 6e.)
(2)
No se olvide, en efecto, que la expresión o la mímica
del que habla pueden traicionar lo que sus palabras dicen.
(e)
Se exceptóan—claro
está—las actas y demás docu
mentos notariales, a las que les basta poseer los requisitos
formales que acreditan su autenticidad
para resultar feha
cientes, pero sólo en cuanto a los extremos que en el docu
mento se mencionan de una manera expresa.
Ejene pto de una obra redactada a base de testimonios orates
recogidos sobre el propio terreno, casi inmediatamente después
de ocurrir los sucesos que se relatan. El Coronel Marshall era
el historiador jefe del Teatro Europeo de Operaciones. y un
equipo a sus órdenes asistió a le célebre “Batalla de la Bolsa”
(o de las Ardenas), a fines de diciembre de 1944, con objeto
de recoger los testimonios en que la obra se basa.
37
No nos basta, pues, con una ciase de datos, ya que todos
pueden proporcionarnos informes valiosos y se comple
mentan mutuamente. Pero para que tales datos resul
ten aprovechables necesitamos comproharlos, compro
bación que con el nombre de crítica constituye la segunda
etapa del método histórico.
También el juez instructor—con cuyos procedimien
tos seguimos comparando los de la investigación histórica
para hacerlos más comprensibles e intuitivos-----necesita
comprobar las pruebas que se ha procurado para asentar
sobre base firme la reconstitución de los hechos que se
le ha ordenado esclarecer. Y así, por lo que se refiere a
los testigos, se asegurará, primero, de su autenticidad
—es decir, de si presenciaron verdaderamente los hechos
de que declaran ser testigos—, y después, del crédito que
merecen sus declaraciones, habida cuenta de su amistad
o enemistad con el presunto reo y delinterés que puedan
tener en ocultar o en desfigurar la verdad. Y en cuanto
a los documentos y o los vestigios materiales, tendrá
que averiguar también si son auténticos o si han sido fal
sificados—recurriendo en caso necesario, para decidirlo, al
asesoramiento de peritos en la especialidad que se requie
ra—y si lo que en ellos se declara o se significa es cierto.
Parecida tarea es la que le incumbe al historiador, que
debe verificar todos sus datos, tanto por lo que se re
fiere a su autenticidad (crítica externa) como por lo que
respecta a su exactitud (crítica interna). Ambos momen
tos de la crítica histórica aparecen diversamente matiza
dos según la clase de datos de que se trata.
Cuando se trata, por ejemplo, de comprobar las decla
raciones verbales de los testigos de un acontecimiento
reciente—caso que se le planteará frecuentemente al
historiador de campañ as modernas—, resulta relativa
mente fácil segurarse de la autenticidad del testigo, de
su presencia en el lugar del acontecimiento, porque los
testigos abundan y se reconocen mutuamente; la dificul
tad consiste en compaginar sus diversas versiones sobre
el acontecimiento en cuestión. Ante todo, hemos de afir
mar resueltamente,
en contra de la opinión vulgar,
que la diversidad de versiones sobre un mismo tzecho no
prueba necesariamente la falsedad o el error de ninguna
de ellas. Tales versiones pueden diferir en multitud de
detalles y ser, sin embargo, todas ellas verdaderas y mu
tuamente compatibles, porque un testigo puede haber
apreciado detalles que a otro se le escaparon, ya que
—como explicaremos más adelante—nuestra apreciación
de los hechos es siempre necesariamente parcial. La in
compatibilidad sólo surge cuando sobre un mismo de
talle esencial existen declaraciones contradictorias, En
tal caso, el historiador deberá tener en cuenta los antece
dentes personales de cada testigo (tanto respecto a su
sinceridad como a su capacidad de observación y a su
buena o mala memoria) y el interés menor o mayor
que pueda tenei’ en disfrazar la verdad en un sentido o
en otro. Con todo ello, y mediante la confrontación de
las declaraciones de ios testigos con otros datos que posea
(documentos, vestigios materiales, etc.), podrá llegar el
historiador a discernir la verdad.
Si se trata, en cambio, de testimonios escritos o de
documentos, su crítica externa resulta ya más compli
cada. Tal crítica exige, en primer lugar, que determine
mos con la mayor precisión posible la procedencia del
escrito (su verdadero autor, cuando se trata de un testi
monio, y su fecha, firma y lugar de origen1 en el caso del
documento), sin cuyo requisito carecerá de toda fuerza
probatoria. En segundo lugar, los testimonios pueden
resultar apócrifos (1), y los documentos, falsificados, por
lo que tendremos que asegurarnos de su autenticidad por
toda clase de medios (examen de la letra, del estilo, de
las fórmulas burocráticas, de los sellos y membretes, de
u)
monas”
38
Tal ha ocurrido, en efecto, con las pretendidas
dc algunos
personajes
célebres.
“me
la calidad del papel, etc.). Finalmente, si de momento
no disponemos del original ni de una copia legalizada
del documento, sino de una copia simple del mismo,
habremos de someter esta copia a la crítica de restitución,
que consiste en cotej arIa con el original para comprobar
si su texto ha sido reproducido fielmente, o, en otro
caso, corregir las divergencias que se adviertan.
La crítica interna de los testimonios escritos y de los
documentos—es decir, la comprobación de la certeza
de su contenido—exige a su vez dos operaciones: la crí
tica de sinceridad y la crítica de exactitud. La primera
tiene por objeto comprobar si el autor del escrito dice
la verdad o pretende engañarnos a sabiendas; la segunda.
si dicho autor, aun siendo sincero, ha incurrido inadver
tidamente en error, Los criterios de que tendrá que va
lerse el historiador para decidir en uno u otro caso son
los mismos de que ya hemos hecho referencia al tratar
de los testimonios orales, con la desventaja por parte del
documento de que, por lo general, no será posible inte
rrogar al autor acerca de los motivos de sus contradiccio
nes ni carearlo con otros testigos que lo desmientan (1).
En cuanto a los restos o vestigios materiales, la crítica
ha de limitarse a determinar su procedencia y autentici
dad, y, por lo tanto, no se plantea respecto a ellos nin
gún problema de crítica interna.
Una vez recogidos, seleccionados y depurados sus
datos, el historiador se halla en condiciones de reconsti
tuir el pasado sobre bases firmes, del mismo modo que
el juez instructor de nuestro ejemplo, cuando considera
suficientemente aclarados los hechos que se le ha orde
nado investigar, resume las diligencias practicadas y los
resultados de ellas obtenidos en un informe que eleva
a sus superiores.
Cierto es que la labor del historiador suele ser más
delicada y difícil, debido a la mayor complejidad de los
hechos que generalmente le corresponde esclarecer; pero
el método a emplear continúa siendo fundamentalmente
el mismo en uno y en otro caso.
Esta última etapa de la investigación histórica se de
nomina Síntesis, y durante ella, el historiador deberá.
primero, interpretar sus datos para desentrañar su sig
nificado en relación con el acontecimiento que trata de
reconstituir; los combinard después de acuerdo con el
significado que les atribuya, y, por último, expondrá los
resultados de su investigación en forma que el citádo
acontecimiento resulte comprensible.
Para llevar a buen fin todas estas tareas, el historiador
deberá hallarse dotado, en primer lugar, de un sincero
afán por la verdad, poniendo a contribución todos los
medios a su alcance para descubrirla, y aceptándola, una
vez descubierta, aunque no le sea grata; en segundo
lugar, de suficiente penetración para distinguir lo esen
cial de lo inesencial y percibir la relación existente entre
sus diversos datos; en tercer lugar, de cierta dosis de
imaginación,
para revivir mentalmente los acontecimien
tos que trata de historiar, y “rellenar” con presunciones
o conjeturas verosímiles, en relación con el lugar y la
época de la acción y el carácter de los personajes, los
vacíos que la falta o insuficiencia de datos pudiera
introducir en su narración (2), y por último, de la facul
(i)
De nuevo se manifiesta aquí la conveniencia de que.
cuando se trate de historiar una campaña, todas estas dili
gencias se efectúen en el curso de ella, lo más inmediatamente
posible al momento de prodnci’-se los hechos que merezcan
reseñarse. Se trata de una labor análoga a la que suelen
realizar los llamados “cronistas de guerra”, pero por per
sonal militar especializado
dotado de cierta autoridad
con un criterio histdrico, no periodístico.
(2)
Este “relleno” es tan legítimo como el que se efectúa
en un levantamiento
topográfico entre la red de puntos
determinados
con toda precisión por las sucesivas triangu laciones,
y Jea.e&
plan de maniobra del Es
tado Mayor Central roi O
para las operaciones ca el
fuente de Madrid (Batalla
de Branete)
firmado en
24 de junio de 1937 por
el Coronel Vicente Rojo.
(Archivo de la Guer;a de
Liberación.)
LO. (..om2enzo
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rico (1).
Cabe preguntar ahora:
¿Qué grado de certeza
nos proporciona la His
toria? O, dicho de otro
modo, ¿hasta qué punto
L..,
es verdad lo quela His
toria nos cuenta?
cada una de tales versiones contiene, y, combinándolas
Entendámonos:
la verdad absoluta sobre cualquier
debidamente, nos proporcionará sobre el acontecimiento
acontecimiento sólo Dios puede saberla; a los hombres
unicamente nos es dado conocer aspectos parciales de una versión mucho más amplia y objetiva que cualquiera
de aquéllas, pero inevitablemente también parcial, por
la misma, porque nuestra observación y apreciación
que tampoco él podrá superar por completo sus propios
de los hechos depende del punto de vista (espacial, tem
puntos de vista. Por eso no cabe esperar de ningún his
poral o ideológico). en que nuestras circunstancias per
sonales nos sitúan. He aquí la razón fundamental de la toriador una absoluta imparcialidad (1). Al historiador
sólo cabe exigirle que no falte a sabiendas a la verdad
variedad de versiones que sobre un mismo aconteci
miento puede ofrecerse. Ateniéndose a las reglas críticas y nos describa los hechbs tal como en conciencia se los
represente, de acuerdo con los datos fidedignos que posea,
de que ya hemos hablado, el historiador se encuentra
en condicionés de desentrañar la parte de verdad que y a esta exigncia razonable denominamos objetividad.
(Je.
(e)
En electo, va hemos dicho que el pasado nos inte
resa en relación con el presente, para comprender mejor
la situaci6n en que nos encontramos y alcanzar a prever el
porvenir que nos espera. Por lo tanto, el presente consti
tuye—por decirlo así—la plataforma desde la cual atalaya
mos el pasado, y esa plataforma se va elevando a medida
que crece nuestra experiencia histórica, ofreciéndonos sobre
el panorama que contemplamos perspectivas cada vez más
dilatadas.
(i)
Ciertamente, el historiador debe desechar todo par
tidismo
mientras examina y comprueba sus datos; pero
cuando, de resultas de todo ello, llega a formarse una opi
nión fundada sobre los hechos, tiene el deber de exponerla
sin atenuaciones
ni disimulos. Téngase en cuenta que lo
mismo se falta a la verdad diciendo, por ejemplo, que una
cosa es “negra” a sabiendas de que es “blanca”, que si, pre
tendiendo pasar por imparciales, nos quedamos en un tér
mino medio y decimos que es “gris”.
39
El historiador resulta ser asi un testigo de seguudo
grado y de mayor cuantía, sobre cuya obra tendrá el
lector avisado que efectuar a su vez una severa crítica,
descontando de su versión de los hechos todo cuanto pueda
ser debido a su peculiar punto de vista y confrontándola
con la de otros historiadores de distintas tendencias para
formarse de aquéllos la idea más exacta posible. Pero
igual ocurre con todas las demás ciencias; quien se limite
a aceptar y repetir las teorías de un autor, sin intentar
comprobarlas
y comprenderlas por sí mismo, jamás
alcanzará el grado de madurez intelectual necesario para
el cultivo de cualquiera de ellas.
Respondiendo, pues, a la pregunta anteriormente for
mulada, diremos que la Historia no es ni más ni menos
que una reconstitucio’n hipotética del pasado basada en
datos objetivos, la cual, si se halla realizada con el de
bido método, merece el mismo crédito que cualquier
otra hipótesis científica (1).
111.—UTILIDAD DE LA HISTORIA MILITAR
Hemos demostrado suficientemente, a nuestro juicio,
que el conocimiento del pasado es de vital interés para el
hombre, en general, y para el militar, en particular.
Hemos examinado también los métodos con que la His
toria nos procura dicho conocimiento con las suficientes
garantías de certeza. Todo lo cual basta a probar la uti
lidad del estudio de dicha disciplina.
Sin embargo, por lo que a la Historia Militar se refiere,
creemos necesario todavía concretar las enseñanzas más
importantes
que de su estudio pueden obtenerse en el
orden profesional castrense.
No olvidemos, en primer lugar, que cuanto nos ense
ñan la Teoría de la Guerra y el Arte Militar, que de ella se
deriva, no es más que un resultado de la experiencia de
las guerras pasadas que la Historia Militar atesora. No es
posible, por ejemplo, demostrar las ventajas de un
determinado procedimiento táctico sin referirse a una
experiencia histórica más o menos reciente en que se re
veló su eficacia. Un Oficial rutinario, desprovisto de
aspiraciones y de iniciativa, podrá contentarse con saber
“cómo tiene que actuar”; pero aquel que aspire a los
Altos Mandos—donde se requiere discurrir por sí mismo—
necesita saber también “por qué ha de actuar asi y no
de otra manera”, y tal explicación la encontrará en la
Historia. A propósito de lo cual, un tratadista moderno
del Arte Militar, el Coronel francés Culmann, no duda
en reconocer, refiriéndose a la primera guerra mundial,
que “el mejor curso de Táctica sería tal vez un simple
historial de la guerra, poniendo en evidencia los medios
y las circunstancias y la adaptación de los primeros a
los segundos” (2).
Cierto es que la Historia Militar no nos suministra
recetas infalibles para obtener el triunfo. Ella se limita
a relatar cómo los hombres de guerra del pasado, en dis
tintas circo nstancios y con medios distintos que los
nuestros, se esforzaron, con mejor. o peor fortuna, en
alcanzar el objetivo que se habían propuesto: Sus diver
sas soluciones a este problema esencial de la guerra no
serán aplicables, por lo general, en nuestros tiempos
—porque las circunstancias y los medios han evolucio
nado considerablemente—; pero el método de solucio
(i)
En cualquier ciencia experimental,
todo coento re
baca los simples datos de la experiencia tiene el mismo carác
ter hipotético que aquí atribuímos a la reconstitoción
his
tórica. Así sucede, por ejemplo, con la teoría cinética de los
gases y con otras teorías físicas, químicas y fisiológicas en
las que se fundamentan procedimientos técnicos y terapéu
ticos de indiscotible éxito.
(2)
Gours de Tactique Générale d’eprés l’ezperience de la
Grande Guerre, París, ign, introducción, página 6.
40
narlo adaptando los medios disponibles a las circunstan
cias y al objetivo continóa siendo fundamentalmente el
mismo, y el mejor medio de ejercitarse en él consiste en
el estudio crítico de los casos concretos que la Historia
nos relata.
Por otra parte—a falta de fórmulas positivas que nos
garanticen el éxito—, la Historia Militar nos ofrece un
interesante repertorio de ejemplos negativos, que nos
muestran cómo determinadas normas de conducta han
sido reiteradamente sancionadas con el fracaso y nos in
clinan a descartarlas de antemano, facilitando así nues
tra decisión.
Finalmente, la Historia Militar, al ofrecernos el fenó
meno bélico en la sucesión de sus variaciones y mos
trarnos el carácter transitorio de todos los métodos de
combate, nos ayudo a vencer la rutina y nos permite pre
ver la futuras innovaciones del Arte Militar.
Ahora bien; aunque para ello necesitaremos conocer
íntegramente la Historia Militar, pues—como dice Ortega
y Gasset—”nada está claro en Historia mientras no está
toda ella clara” (1), no todo nos interesa conocerlo con
igual detalle. Sobre las guerras antiguas bastará, por lo
general, con una ojeada de conjunto que nos sirva de
introducción al estudio de las campañas más modernas,
que necesitamos conocer cada vez con más detalle con
forme nos vayamos aproximando a la época actual, pues
no debemos olvidar que sólo nos interesa conocer el pa
sado para comprender el presente y prever el porvenir.
No quiere esto decir que de las guerras más antiguas
no se puedan deducir enseñanzas provechosas para los
problemas militares de nuestros días. No olvidemos que
el Conde de Schlieffen (Jefe del Estado Mayor General
alemán de 1891 a 1906) inspiró su famoso plan de inva
sión de Francia en la maniobra de Aníbal en Canoas
(216 a. de C.). Pero, por lo regular, y en cuanto a la ins
trucción de la Oficialidad se refiere especialmente, de
las guerras más antiguas sólo podrán extraerse enseñanzas
interesantes
en el orden político (2), y también en el
estratégico, por lo que respecta a la aulicación elemental
de los principios más generales del arte bélico. Ahora
bien; en lo referente a las grandes combinaciones estra
tégicas, al manejo de masas considerables de hombres
sobre amplios espacios, sólo nos interesan las campañas
modernas, desde Napoleón y sus inmediatos predeceso
res hasta nuestros días. Y en cuanto a la Táctica y a la
Logística,
cuyos procedimientos evolucionan constante
mente al compás de los progresos del armamento y de los
medios de transporte, el estudio de las campañas ante
riores a 1914 apenas puede tener otro interés que el pura
mente arqueológico.
Con esto quedan señalados imparcialmente, a mi en
tender, los límites entre los cuales la enseñanza de la
Historia Militar puede ser ótil para la carrera de las
armas. Pero para ello sería de desear que tal disciplina
dejara de cultivarse—como hasta ahora lo ha sido gene
ralmente en nuestra patria—”a grandes pinceladas, a la
manera de Alejandro Dumas, como una serie de haza
ñas extraordinarias, inexplicadas e inexølicables si no
se admitía la existencia de causas misteriosas” (1).
Sobre todo, importa que nos percatemos de que la His
toria Militar no se escribe para ensalzar o denigrar a
nadie, sino para deducir enseñanzas fructíferas para el
presente a futuro inmediato del Arte Militar, y a tal fina
lidad deben subordinarse tanto el autor como sus lec
tores.
(s)
Historia como sistema, edición citada, página 6j.
En cuanto se relaciona con la preparación -e dirección
de la gucrra, la Política debe considerarse como parte inte
grante del Arte Militar.
U) Mariscal Foch: Des principes de la guerra (sixióme
édition,
Berger-I.evrault,
Nancy-Paris-Strasbourg.
t9 19,
paga 4).
(2)
TURBiNAs DE GAS
Teniente
Coronel de Ingenieros MANUEL ARIAS PAZ, Director de la Escuela de Automovilismo.
El fundamento se explica en la figura 1: por A entra
aire que un compresor giratorio envía, con presiones de
tres a seis Kg., a pasar por la cámara de combustión C.
En ésta hay un mechero o quemador por el que sale, pul
verizado, el combustible que envía continuamente la
bomba B. Una bujía, J (que realmente es un encendedor,
porque basta que se inflame la mezcla al principio) en
ciende el chorro de combustible en el mechero, y se pro
duce una gran elevación de temperatura y presión en
el aire carburado e incendiado. Los gases salen a gran
des velocidad, presión y temperatura (es decir, con la
enorme fuerza expansiva que tiene la explosión en un
motor de cilindros) hacia la salida o escape, en cuyo
camino hay una turbina T; al incidir violenta y conti
nuamente sobre sus pequeñas aspas o álabes, la turbina
se pone a girar recogiendo la fuerza de los gases infla
mados.
De esta turbina T se saca movimiento para hacer fun
cionar el indispensable compresor-alimentador de aire,
como se ve en la figura. En el compresor se consume
entre el 65 y el 75 por 100 (de dos terceras a tres cuartas
partas) de toda la energía que da la combustión del
Fundamento de la turbina.—Sabido es que una corriente
de aire, al incidir sobre unas aspas inclinadas, las hace petróleo, y a partir de aquí es donde se diferencian los
turbo-propulsores
de los turbo-reactores.
girar, convirtiendo la energía del chorro en fuerza gira
Si la turbina T recoge en forma giratoria toda la ener
toria sobre el eje. Este es el caso de los molinos de viento,
gía del combustible quemado, es decir toda la fuerza de
cuyas aspas grandes o pequeñas son, en realidad, verda
los gases, es evidente que, después de gastar ese 70
deros álabes de una turbina.
por 100 en el compresor, le quedará el resto como poten
La conversión del movimiento rectilíneo y continuo
cia disponible en su eje, para mover la hélice de un avión
de un flúido en otro movimiento giratorio, aprovechable
como fuerza motriz, es de uso antiguo y general: si el o para mover un generador de electricidad que envíe su
flúido es el aire atmosférico en movimiento, se tienen corriente a mover motores eléctricos acoplados a las rue
das de un coche o vagón. Pero la primera aplicación no
los molinos de viento; si eá el agua, en las centrales hidro
eléctricas se lleva canalizada a presión para hacerla fué así; la turbina se calculó para recoger sólo ese 70
pasar entre los álabes de las turbinas hidráulicas, que por 100 necesario para el alimentador de aire, y el resto,
giran con potencias de miles de caballos y mueven los en forma de chorro de gases a gran velocidad, se lanzaba al
aire libre por la tobera de escdpe: ese violento chorro
generadores de electricidad. En las turbinas de vapor,
el agua se calienta en calderas, desde las
que el vapor se lleva a presión a incidir
sobre los álabes de la correspondiente
Mechero
turbina.
Faltaba por utilizar la enorme fuerza
expansiva de la combustión del petróleo
en un chorro de aire, porque la elevada
temperatura
de los gases destruía rápi
damente los álabes de la turbina a que
Turbna
Tobera
fueran aplicados. Los progresos de la me
talurgia permitieron, ya antes de la úl
Chorro
tima guerra, realizar alguna turbina de
gas; pero su desarrollo práctico tuvo lu
gar a partir de 1939, y en 1944 comen
E
zaron a ser de uso seguro. Se encontraron
Aaleaciones níquel-cromo capaces de resis
tir esfuerzos bajo temperaturas cercanas
a los 1.000 grados centígrados durante
horas y horas seguidas, y apareció en
aviación el motor “de chorro” o reactor,
que fué la primera aplicación práctica
en gran escala de las nacientes turbinasFig. x.—Turbo-reactor (de combustión continua).
de gas.
OS motores hasta ahora utilizados, de explosión (com
bustible gasolina) o de combustión (Diesel, que que
man gasoil), tienen dos características típicas: el mo
vimiento alternativo o de vaivén de los pistones, y la
intermitencia
de los esfuerzos que sucesivamente van
dando impulsos de giro al cigüeñal. Aún son los únicos
usados en automovilismo y lo eran—con tamaño y po
tencia mayores—en aviación; pero durante la segunda
guerra mundial tuvo desarrollo práctico para los aviones
un nuevo tipo de motor, en el cual se produce el esfuerzo
continuamente, sin piezas con movimiento alternativo: la
turbina de gas, en sus dos modalidades de reactores y
de turbinas propiamente dichas.
El adelanto técnico conseguido en pocos años las pre
senta como realidades prácticas que, para los aviones de
gran velocidad, resultan insustituibles; es probable que
en plazo próximo destierren a los motores de explosión
en casi todos los aeroplanos, y se presenta la posibilidad
de que, en su modalidad de turbinas, comiencen a poder
tener algunas aplicaciones en automovilismo.
41
producía un empuje que provocaba el movimiento del
avión portador de la turbina.
En efecto; supóngase (fig. 2) un recipiente 1 cerrado
y lleno de una mezcla explosiva aire-gasolina, que se
inflama con una chispa; se producirá una gran presión
en el interior; pero como el recipiente está cerrado, la
presión se repartirá equilibrada entre sus paredes y, si
éstas aguantan, no pasa nada. Si, en cambio (detalle 2),
tiene una abertura, por ella tienden a salir los gases a
gran velocidad: las presiones se desequilibran y las que
se ejercen hacia arriba no tienen la contrapartida de las
que actóan hacia abajo, ya que éstas ahora se pierden
a los álabes a la temperatura que se calculó soportable,
actualmente entre 700 y SSO grados. La turbina resulta
así autorrefrigerada. Al pasar los gases por ella y cederles
su energía, pierden también temperatura, y el “chorro”
que sale por la tobera E lo hace entre 300 y 350 grados.
De aquí ya se deducen dos causas fundamentales que
fA
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r
A
E
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II
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Fig. y —Co;opostcjju de
no reactor.
liarán los turbo—rcactores inaplicables
a los automóvil es
la fuerza y el calor de los gases de empuje, que formarian
flg.
2.-— Cómo
y escapan por el
de un empuje A,
supone renovada
y el movimiento
aprovisionamiento
la ¡eoccióo iiuctcte
;uoctoi ¿coto.
orificio. El resultado es la producción
que eleva y mueve el recipiente. Si se
continuamente la mezcla, el empuje
serán mantenidos en tanto dure el
de mezcla (1).
Turboireactores.—En
la figura 3 se detalla la consti
tución de un turbo-reactor: el aire entra por A, es aspi
rado e impulsado a presión por el compresor fi, y en las
cámaras de combustión C se mezcla con el combustible
pulverizado que sale y se quema en los mecheros M. Los
gases pasan y dejan en la turbina T la parte de su fuerza
necesaria para el compresor fi.
En los mecheros M se quema el combustible con la
proporción justa de aire para producir la combustión
completa (unas 14 veces más aire en peso que combusti
ble); los quemadores actóan realmente como potentes
sopletes de soldador. Pero el compresor, además de esa
cantidad de aire llamado aire primario o de combustión,
lanza mucho más: como sesenta o más veces aire en peso
que combustible; ese exceso de aire, llamado secundario
o de dilución, tiene por objeto rebajar la temperatura
de los gases que salen del mechero y hacer que lleguen
(s)
Este es el fundamento de los cohetes, que son tain
bién una propulsión “a chorro” o por reereión; pero le dife
rericia funóamentel
estriba co que le propulsión cohete no
toma oxígeno de la atmósfera, sino que se lleva dentro, bien
porque el explosivo—--pólvora----no le necesita para que
marse, hico porque se lleve almacenado dentro, como es el
caso de las bombas volantes, que llevaban alcohol como
cumbustible
oxígeno líquido para quemarlo; por eso pue
den salir fuera de la atmósfera terrestre, cuyo oxígeno no
necesitan. Eh cambio, en la propulsión con turbo-reactores es
indispensable
el aíro de la atmósfera para formar el chorro.
42
como una violenta estela abrasadora hasta bastantes
metros detrás de la tobera. En cambio, es posible que
se usen para campeonatos mundiales de velocidad que
se corren con bólidos solitarios en playas o pistas desiertas.
En las turbinas no hay frotamientos metálicos como
los de pistones y cilindros, por lo que el engrase es mucho
más sencillo y limitado a los cojinetes de bolas o mdilíos del eje turbina-compresor. Claro está que como la
velocidad de rotación es bastante mayor (de 8.000 a
12.000 r. p. m.), el engrase de tales apoyos debe ser
esmerado y abundante.
En la figura 4 se representa uno de los más modernos
y eficientes turbo-reactores: el modelo “Nene” de la
Ng.
4—Turbo-reactor
Rolls-Royce
“Nene”.
casa inglesa Rolls-Royce. A es la entrada de aire a tra
vés de una corona de filtros de malla metálica; N es la
bomba de aceite que desde el depósito D y a través del
filtro E se envía a los cojinetes del árbol compresor-tur
hina; C son las cámaras de combustión en cuyo interior
están los mecheros quemadores, cámaras C que en nú
mero de nueve alrededor del eje forman la corona exte
rior del aparato, cuya tobera de salida y empuje es E.
Combustibles.—Como no hay elevadas compresiones
previas a ninguna explosión como ocurría con los moto
res alternativos, ya no es preocupación el indice de
octano, sino que lo que interesa es un elevado poder
calorífico por unidad de peso del combustible, y por
ello no se usa gasolina buena ni mala, sino que el más
conveniente es el petróleo lampante o keroseno (petró
leo para quinqués); también se usa el gasoil, e incluso
otros menos refinados. En realidad, cualquier combus
tible líquido sirve; pero como interesa que lleve el má
ximo de bnergía almacenada en su interior (elevado poder
calorífico), el mejor es el petróleo. A medida que el uso
de las turbinas de gas se extiende a costa de los motores
de explosión, se producirá un desequilibrio en las refi
nerías de petróleo y se dispondrá de las mejores gaso
linas—que áhora absorbe la aviación—para los auto
móviles con motor alternativo. Como el keroseno, el
gasoil y demás son más baratos .que la gasólina, en parte
se compensa en precio el mayor consumo que por ahora
tienen las turbinas respecto a sus equivalentes motores
alternativos; pero éste no es un argumento de gran valor,
porque el precio relativo de los combustibles líquidos
depende más de los impuestos que del coste en refinería.
Empuje y potencia.——Lomismo que se use hélice o se
emplee chorro de gases para propulsar el avión, la reali
Avión
700
desplazado
Aire
h.
Km. p. h
20 Km
o
.
m
Avión
95Ó
en que se “atornilla”, con una velocidad de 720 Km. por
hora respecto al avión: éste corre a 700 Km. p. h. y deja
atrás de sí una corriente con la velocidad remanente
de 20 Km. Cuando el avión está parado o corre por el
aeródromo, su velocidad nula o pequeña hace que el hu
racán de las hélices sea tan violento respecto al suelo.
En vuelo, la corriente de las hélices se la va llevando
el avión consigo, de modo que el soplo respecto al suelo
se reduce precisamente en la cuantía de la velocidad
del aeroplano.
Con reactor, el “chorro” sale por la tobera a 1.900 kiló
metros p. h. (más de 500 metros por segundo, como una
bala, lo que da .idea de su enorme fuerza): el avión es
empujado hacia delante a 950 Km. p. h., dejando tras
de sí el chorro con otros 950 Km. p. h. de velocidad
respecto a la atmósfera circundante.
Se ve claro que el reactor empuja al avión; pero tam
bién la hélice hace lo mismo aunque parece a primera
vista que, al “atornillarse” en el aire, “tira” del aero
plano: en realidad, “empuja” sobre el tope delantero
de su eje y éste es el que tira del avión, de la misma
manera que una mula empuja la collera del arnés y los
tirantes de éste o las varas sonlas que tiran del carro.
El empuje de la hélice y el del reactor son, pues, fuer
zas comparables y, como tales fuerzas, se miden en kilo
gramos. Sin embargo, se está acostumbrado a conside
rar los motores por su potencia expresada en caballos,
mientras que los reactores se miden en kilogramos de
empuje. Para pasar de una a otra medida y poder com
parar reactores con motores, hay que tener en cuenta
que el motor tiene una potencia en el eje, pero el empuje
lo ejerce por medio de la hélice, con la pérdida de rendi
miento correspondiente. Llamando R a este rendimiento
(que puede suponerse como bueno 0,80), la fórmula de
E (Kg.)><V(Km.p.h.),
paso es la siguiente: P (cv) =
270>< R
en la que V es la velocidad del avión expresada en kiló
metros por hora.
Si se conoce la potencia de un motor alternativo
y se desea saber el empuje que, acoplado a una hélice
de rendimiento R, puede dar a V Km. p. h., la fórmula
P (cv)><R><270
es E (Kg.) =
(Km. p. h.)
Salida de! chorro Aire desplazado
Ejemplo: el reactor “Nene”, de Rolls-Royce (fig. 4),
h
1.900 Km p. h a95OKm. p. h. da un empuje de 5.000 libras (= 2.270 Kg.). Montado
Kmp
Fig. 5.—Comparacidn
entre hélice y chorro.
dad es que éste se mueve hacia adelante porque una
masa de aire es proyectada hacia atrás. En el caso de la
hélice (fig. 5), se desplaza una gran cantidad dy aire M
a velocidad, ci, pequeña, mientras que con turbo-reactor
la masa de gases m es menor, pero a mayor velocidad V.
En el primer caso, por ejemplo, la hélice impulsa el aire
sobre un avión que vuele a 930 Km. p. h. produce un
efecto para el cual sería necesaria una hélice (rendi
miento 0,80) movida por un motor de potencia al freno
= .2i0
Kg. )< 930 Km._p.h. -= 9.800 caballos (apro
270 >< 0,80 (= 216)
ximadamente).
En el siguiente cuadro se reseñan unos cuantos turboreactores representativos del estado actual de su des
arrollo. Deben tenerse presentes dos observaciones: que
en Alemania se detuvo el progreso en 1945, y que de
CA RACTER[ST.[CAS DL REACTORES
Inglaterra
Alemania
Idem
Havilland:
Goblin 11....
junkers:
Jumo oo
Heinkel: 011
Estados Unidos.. General Electric:
Inglaterra
(x)
Rolls
1-40,
1.360
86o
1.295
1.814
Royce: “Nene2.270
Supuesta la hélice con rendimiento
o,8o.—(2)
10.200
800
5.000
285
0,140
8.700
11.000
11.500
900
3.600
460
0,200
900
920
5.400
7.750
310
280
0.175
12.300
930
9.800
244
Del motor alternativo
0,107
0,081
equivalente.
43
los más modernos modelos ingleses y norteamericanos
no se han hecho públicas sus características. Pero con
los reseñados basta para darse cuenta del mucho con
sumo, poco peso y progreso realizado.
El principal trabajo se realizó en Inglaterra gracias
al tesón y capacidad de su iniciador el aviador militar
Frak Whittle, que desde 1930 se empeñó en conseguir
un turbo-reactor. Antes de la guerra mundial comenza
ron en Alemania trabajos en el mismo sentido que lle
garon en 1944 a resultados prácticos ya eficaces y muy
prometedores, y durante la guerra se envió técnica de
Inglaterra a Estados Unidos, donde actualmente se cree
que dentro de pocos años desaparecerán de los aeropla
nos los motores de explosión, sustituidos por reactores y
turbinas.
Puede apreciarse que, si bien el peso por caballo de
los reactores (respecto al motor de explosión equiva
lente) ha disminuido con gran ventaja para las turbi
nas hasta llegar a los 81 gramos por caballo en el
“Nene” frente a los 400 y más de los buenos motores
de explosión para aviones, en cambio el consumo de
combustible en gramos por caballo-hora (también res
pecto al motor alternativo equivalente) es así como el
doble.
La disminución de peso permite llevar en el avión
un poco más de combustible, sin poderse llegar a la
compensación. Respecto al precio más barato del com
bustible, ya se advirtió que, en realidad, depende del
impuesto que el Fisco le ponga al petróleo lampante
ante su nueva aplicación, y es en el campo del consumo
por kilogramo de empuje (o por CV. del motor equiva
lente) donde tiene que ejercerse aón mucho trabajo
para perfeccionar las turbinas.
Pero el esfuerzo principal se enfoca al mejoramiento
en la calidad y en la producción de los álabes para que
resulten cada vez mejores, más resistentes y más bara
tos. Incluso se han ensa
yado álabes de cerámica y
metálicos con revestimien
to cerámico. El sistema de
álabes huecos, refrigerados
por una corriente de aire
tomada del compresor, fué
ideado en Alemania, usado
allí por Junkers y en Ingla
terra posteriormente, y pa
rece eficaz.
Generalmente, los álabes
(fig. 6) se fabrican sueltos
y se montan por diversos
procedimientos en la rueda
o rotor de la turbina. Ac
tualmente se intenta, y pa
rece haberse conseguido en
algún caso, la fundición de
los álabes a la vez que la
del rotor, en una sola pieza.
Si esto se consiguiera in
dustrial y eficazmente, se
Fig. 6—Alabes de turbina.
habría dado un buen paso
hacia el abaratamiento, ya
que el pulimento
se ha
comprobado que no influye prácticamente en el rendi
miento del aparato.
Por último, los otros componentes, en especial la
bomba de inyección continua con sus accesorios y los
mecheros quemadores, parecen definitivamente resueltos.
El turbopropulsor.—Sobre
la figura 1 se explicó que
la turbina T absorbía de los gases tan sólo la potencia
necesaria para mover el compresor, y el resto se usaba
como “chorro” obteniendose así el turbo-reactor
o
reactor; pero también podía la turbina tomar de los
44
gases toda su energía, en cuyo caso gastaría un 70 por 100
en mover el compresor y quedaba el resto disponible
como potencia útil en el eje, aplicable a mover una hé
lice o propulsar las ruedas de un coche, realizándose de
esta forma la turbina propiamente dicha o turbo-pro
pulsor (1).
En los aviones de gran velocidad (del orden de los
800 Km. p. h.) parece inútil usar la rapidísima corriente
de gases para mover una turbina que, a su vez, mueva la
hélice que produce otra gran corriente de aire: mejor es
usar directamente la corriente de los gases para propul
sar el avión. Además, el turbo-reactor no comienza a
dar buen rendimiento hasta que se mueve a velocidades
por encima de los 500 Km. p. h., porque conviene que
la entrada del aire se ayude con la presión que produce
la marcha. De aquí que los reactorés sean empleados
para aviones con velocidad normal superior a los 800
kilómetros p. h. y con alturas de vuelo muy elevadas
(de 10.000 a 12.000 metros sobre el nivel del mar), por
que ahí es donde el rendimiento es máximo y la refri
geración de los álabes mejor.
El reactor no es, pues, un competidor del motor de
explosión más que en esos casos en los que la hélice no
alcanza a proporcionar velocidades y alturas de vuelo
tan grandes. En cambio, el turbo-propulsor, natural
mente con hélice, ya aparece como un serio competidor
del motor alternativo para los aviones con vuelo normal
a alturas corrientes y velocidades hasta 600 Km. p. h., por
ejemplo en los aviones de línea. La hélice ofrece, en el
momento del despegue, mayores posibilidades de es
fuerzo que el reactor. Claro es que como las turbinas
giran a más de 8.000 r. p. m. frente a las 3.000 de los
motores alternativos, y las hélices corrientes lo hacen
a unas 1.200, el reductor de velocidad tiene que ser ma
yor; pero con el uso de hélices pequeñas y muchas aspas,
y las hélices dobles que giran una en sentido contrario
de la otra, pueden hacerse funcionar a mayor velocidad
de rotación (2) y el problema del reductor se simplifica.
En este aspecto son de interesante aplicación los reaciopropulsores definidos en una nota anterior, de los que hay
varios modelos comerciales en Inglaterra y Estados
Unidos.
(i)
Conviene dejar definidas ías palabras con que se
designan íos diferentes sistemas. Debe llamarse motor ceder
netioo, o simplemente motor (sea de explosidn o Diesel), al
de pistones. aplicado a propulsar aviones mediante hélice
acoplada.
Con el nombre de turbo-reactor, o simplemente
reactor, puede designarse el que ejerce su esfuerzo por “cho
rro” (y, por tanto, usado en aviones sin hélice). Turbo-propul
sor o turbina de gas propiamente dicha es la que absorbe en
el rotor toda la eaergía de los gases y ofrece potencia co su
eje para mover una hélice propulsora en los aviones o las
ruedas motrices de un coche. Hay turbo-propulsores
que re
parten la energía disponible entre el eje y el escape, y dan
potencia en el eje y fuerza de empuje en la tobera de es
cape E (fig. e); son aparatos mixtos calcuíados expresa
mente así, por lo que pudieran llamarse reacio-propulsores.
Por dltimo, queda la propulsión cohete, también de reaccido,
pero que no utiliza el oxígeno del aire, como ya se dijo, por
lo que no debe confuodirse con los reactores. Así, pues,
la propulsidn por reaccido puede hacerse por dos medios:
por turbo-reactor
o por cohete; ambos producen “chorro”,
pero el último no necesita de la atmdsfera (por lo que sería
el empleado para ir a la Luna, por ejemplo), mientras que
los reactores queman un combustible echando mano del
oxígeno del aire.
(2)
La velocidad lineal de las puntas de las aspss de
una héhce no puede pasar de cierto límite, pues si se acerca
a la velocidad del sonido, el rendimiento baja notablemente.
Por tanto, cuanto más pequeñas sean, más de prisa podrán
girar.
Compre-I
Admisión
Turbo propulsor con doble turbina.—En vez de usar
una sola rueda de turbina para recoger en ella toda la
fu erza de los gases y mover a la vez el compresor y el
propulsor (caso de la fig. 1), puede recogerse la energía
en dos turbinas T y 1? (parte alta de la fig. 7), colocadas
una a continuación de otra: la T mueve por el eje J el
compresor B, y los gases que salen de T (que lo harán
con la fuerza con que saldrían a producir empuje en
un reactor) pasan por la 1? a dejar en ella el resto de su
energía para transmitir potencia por el eje P a la pro
pulsión deseada. Esta disposición tiene una gran ven
taja para ser aplicada a los automóviles, y es que en el
caso de la figura 1, el par motor (esfuerzo de giro) en la
arrancada lo consume casi totalmente la turbina T que
mueve el compresor, mientras que en el caso de la fi
gura 7 el par de T lo consume 8, pero el de 1? queda
íntegro para su eje P. Las turbinas tienen un gran par
de arranque, y con esta disposición se aprovecha tal pro
piedad para el momento de arrancar el coche, que es
cuando hace falta un buen par motor. En cambio, para
mover una hélice de aeroplano no es necesaria esta com
plicación y se usa el sistema sencillo de la fjgura 1. Más
adelante se insistirá sobre este asunto.
Comparación con el motor de explosión.—En las tur
binas de gas se ejecutan realmente las operaciones del
ciclo de cuatro tiempos (admisión, compresión, explo
sión y escape); pero en vez de sucederse unas a otras
dando el esfuerzo con intermitencia, aquí se desarrollan
simultánea y continuadamente. En la figura 7 se diseña
una turbina de gas (que es de doble turbina, pero lo
mismo da que sea sencilla o un reactor). Se divide la
longitud en las cuatro zonas donde se realizan las cua
tro fases del ciclo, y se dibuja en la parte baja la fase
correspondiente del motor alternativo. El aire se aspira
por A (admisión), el compresor E lo lanza comprimido
a la cámara C (compresión), donde un mechero añade
y quema combustible continuamente (explosión o com
bustión), y, por último, se van los gases a la atmósfera
(escape).
Si se trata de una turbina propiamente dicha (turbo
propulsor), la fase de trabajo es la de combustión,como
en el ciclo Otto; pero en los reactores el esfuerzo útil se
recoge en el escape (chorro).
Las principales ventajas de la turbina y del reactor
sobre los motores alternativos son las siguientes:
ja
El combustible usado es más barato y de produc
ción más fácil: en vez de gasolina con elevado número
de octano se usan petróleo lampante o gasoil.
2.
Como todos los componentes son rotatorios, las
vibraciones quedan virtualmente eliminadas. Esto per
mite ahorrar peso en las estructuras de los aviones y no
molesta a las personas.
3.a
Por carecer de piezas con movimiento alterna
tivo, se puede operar con mayores velocidades de rota
ción. El espacio ocupado es menor, y el peso se reduce
por lo menos a una tercera parte con los reactores.
4.
No habiendo piezas en frotamiento (pistones con
tra cilindros, por ejemplo) ni cojinetes o apoyos que
sufran los “toneladazos” de cada explosión, el engrase
es mucho más sencillo.
5.
No se necesita sistema de refrigeración.
6.
No se necesita el complicado sistema de encen
dido.
a
No es necesario el período de calentamiento pre
vio, antes de pedirle al motor toda su fuerza.
En cambio, presenta estos inconvenientes:
más cara
en coste y consumo. Los dos están ntejorando, y es de
esperar que, si en los breves años que lleva de realiza
ción práctica (desde 1943) se han conseguido rápidos pro
gresos, dentro de poco tiempo se podrán superar las
actuales dificultades.
Sión
Combustión
CONTINUA
A
1
1
1
1
1
st’
1
1
1
‘Compre-I
Admisión
1
sión 1
Fig. 7.—Cornparacidn
Explosión
(INTERMI TENTE)
1
1
1
1
1
I
1
de la turbina de gas con el ciclo de
cuatro tiempos.
APLICACION A LOS AUTOMOVILES
Desde 1948 se intenta aplicar las turbinas de gas a los
automóviles; mejor dicho, se intenta construir una tur
bina aplicable a la propulsión terrestre. La diferencia
con las aéreas radica en la mucha menor potencia que
se necesita en los automóviles, ya que ninguno de éstos
precisa, dado su peso y la máxima velocidad realizable,
un propulsor de mucho más de 150 CV., frente a los
miles de caballos de las turbinas fabricadas para avia
ción. Lo que para el aire está casi prácticamente resuelto
es aún un problema para el automovilismo.
Pudiera parecer que con reducir proporcionalmente
las dimensiones, se resolvería el problema; pero lo mismo
que un autobús para 60 pasajeros reducido en proporcio
nes a la décima parte no resulta un coche para seis per
sonas, de igual modo se plantean aquí dificultades que
han de resolverse todavía, aunque se van venciendo poco
a poco.
En primer lugar está la de las holguras y tolerancias:
los componentes de una turbina de 5.000 CV. pueden
reducirse a escala, pero los límites de tolerancias en hol
guras, peso y ajustes no pueden rebajarse en la misma
proporción, porque ya se usaron los mínimos posibíes en
la grande.
Se presenta luego otro problema: cada álabe de tur
bina es como un plano aerodinámico, ya que trabaja
en una corriente de flúido análogamente a como lo hace
un ala de avión, y por tanto está sometido al efecto Rey
nolds, según el cual las pérdidas son tanto mayores
cuanto más pequeño es el tamaño del plano o álabe.
Por las dos causas expuestas, una turbina pequeña,
45
II
Escop
de 200 CV., por ejemplo, tendrá menor rendimiento que
otra
de 3.000 CV., aproximadamente
con una quinta
o sexta parte menor de eficiencia; de modo que si la
grande podía rendir en potencia útil un 23 por 100 del
poder calorífico del combustible, la pequeña sólo dará
un 20 por loo. Esto no es como para descartar las tur
binas en automovilismo, pues si el rendiniiento térmico
fuera factor decisivo, no se eniplearían locomotoras en
los ferrocarriles, en las que el mejor rendimiento tér
mico no pasa del 8 por 100, y, sin enibargo, se siguen
usando con éxito. En efecto; el que se emplee una u
otra clase de motor depende de una serie de varios fac
tores: no sólo interviene el consumo, sino también el
tamaño, peso, coste de producción y mantenimiento,
sencillez, facilidad y docilidad de servicio, aptitud, nú
mero de componentes auxiliares requeridos, facilidad de
control, ruidos, olores, etc. Todos y cada uno tienen su
influencia. En el caso de las turbinas de gas ya se dijo
que se trabaja activamente y con prometedores resulta
dos en las disminuciones de coste y consumo.
Un tercer problema se presenta, y éste es inevitable:
a medida que se reduce la potencia, tiene que aumentar
la velocidad de rotación. El rendimiento impone que
los álabes trabajen a una determinada velocidad lineal
respecto al flúido en que se mueven, o sea que la velo
cidad periférica del borde del rotor (álabes de la turbina)
debe ser prácticamente la misma, sea grande o pequeña
la turbina. Por consiguiente, a medida que el tamaño
es más pequeño, la velocidad de giro tendrá que ser
más grande. Como las dimensiones lineales de la turbina
varían con la raíz cuadrada de la potencia, en la misma
proporción aumentará la velocidad de giro. Si una tur
bina de 4.000 CV. gira a 8.000 r. p. ni., la de 170 CV. ha
brá de girar a 40.000 r. p. ni. De este orden son las cifras
reales, y se plantean problemas para los cojinetes y en
granajes reductores que han de trabajar a tales veloci
dades. Especialmente los últimos son de considerar,
porque habrá que reducir a la décima parte o menos la
velocidad de giro para encontrarse en el árbol de trans
misión con una “directa” análoga a la del motor de
explosión de 4.000 r. p. ni., que es de los más rápidos.
Serán necesarios engranajes de alta calidad con talla
helicoidal para que no produzcan ruido, y todo ello se
traduce en aumento de coste.
Más atrás qoedó indicado que el uso de una sola tur
bina para propulsar un automóvil tenía el inconveniente
de que el par niotor quedaba muy reducido a bajas velo
cidades. En la figura 8 se representa el esquema: el aire
entra por .4 aspi
rado por el com
presor E, que lo
envía comprimi
do a la cániara de
combustión
C,
donde, al quemarse la inyección
continua de kero
seno, se elevan
temperatura
y
presión; los gases
pasan a alta velo
lüg. 8.--T in’Inaa única 1).
cidad por la tur
bina D, y por E
son expulsados a la atmósfera. Al dejar en D toda su
fuerza, el eje JI de la turbina no sólo mueve el compre
sor E, sino que sirve al engranaje reductor E la poten
cia necesaria para que el árbol de transmisión 7’ la co
munique a las ruedas propulsoras.
En el nioniento del arranque y a bajas velocidades de
giro, el coche necesita del motor el máximo par capaz
de suministrarle, y es en estas condiciones precisamente
cuando, por ir despacio el compresor, también lo necesita
4.6
al máximo, de modo que éste lo absorbería y no queda
ría apenas para el coche. Como, además, el automóvil
tiene una velocidad muy variable según las circunstan
cias del tráfico, y en cambio el compresor para que tra
baje con rendimiento admisible tiene que girar a veloci
dad elevada y casi constante, se necesitaría una caja
de cambios a la salida de E con un mínimo de ocho com
binaciones. El trabajo para el conductor, y el coste y
estorbo de tal cambio, lo hacen prohibitivo.
La solución fué encontrada en Alemania durante la
guerra, cuando se buscaba un motor ligero y potente (de
centenares o más de mil caballos) para los grandes carros
de combate. No hubo tiempo de que cuajase en realidad;
pero actualmente es la idea sobre la cual se trabaja en
Inglaterra. Pué indicada en la figura 7, y el esquema de
montaje se expone en la figura 9: los gases calientes pro
cedentes de la cá
mara de combus
tión C pasan pri
mero por la turbi
na D, que por JI
manda el compre
sor E, y a la salida
T
de D pasan a la se
gunda turbina E,
de eje independien
te, donde dejan el
resto de su fuerza
que se comunica en
potencia al eje J,
engranaje reductor
dE
Ryárbol de trans
misión T.
Iig. 9.—JV[oalaie en serie (le tnrhi
El gobierno de
nas separadas (D para el compn’sm
la turbina se hace,
yy para tuerza útil).
como en todas, va
riando la cantidad
de combustible inyectado en la cániara C, y el conjunto
está calculado para que, según -sea la potencia necesaria
en la E, así sea el suministro en C de niodo que sirva
adecuadamente la turbina del compresor los gases pre
cisos a la E. La turbina D gira con independencia de
la E unida a las ruedas, pues entre D y E sólo hay
gas en movimiento, sin ningún enlace mecánico. Así se
consigue: en primer lugar, que el compresor trabaje a
la velocidad más conveniente, sin tener que ver con la
del coche, y luego que, cuando se necesita un gran par
niotor para las ruedas, pueda proporcionarse sin perjui
cio del rendimiento del compresor; el resultado es aún
mejor que con el motor de explosión. En la figura 10 se
dibujan las curvas que indican cómo varía el par según
la velocidad de rotación: de trazos el de un motor de
explosión, que baja al disminuir el giro de un cierto va
lor (digamos mitad del máximo número de revolucio
nes); de rayas y puntos la de turbina única, que desciende
aún más de prisa, y de trazo lleno el par a la salida de
la segunda turbína, que se ve aumenta con vigor cuando
baja la velocidad. Esto es, justamente, lo que hace falta
en los automóviles y resulta así que puede prescindirse
del cambio de velocidades, puesto que el enlace por ga
ses entre las turbinas D y E (fig. 9) equivale, en realidad,
a un convertidor de par como los usados en los autobu
ses Leyland y GM y coches Buick de 1949; sólo que aquí
no es hidráulico, sino neumático, y el flúido de enlace no
es líquido, sino gaseoso. Las soluciones prácticas que se
buscan para el automovilismo se basan en este uso de
dos turbinas en serie.
Hay una posible variante (fig. 11): en vez de htcer
pasar los gases por las dos turbinas en serie, se niontan en
paralelo; el único compresor E alimenta por un lado
la cámara de combustión C para la turbina D que niueve
el compresor, con escape por E; y a la vez alimenta
otras cámaras de combustión K cuyos gases hacen tra
bajar la furbina M, con escape por E’, que mueve la que éste queme el petróleo en la cámara de combustión.
En la figura 13 se detalla esta dispoción: A es el com
rueda. La independencia es aún mayor, pero la compli
presor axial del aire que sigue por el camino de las fle
cación y el coste aumentarían notablemente.
En la figura 12 se dibuja el esquema de una doble chas al recuperador G, donde pasa por tubos rodeados
turbina de montaje en serie: A es el compresor; B, las por los gases del escape; recalentado aquí sigue a las
cámaras de combustión con sus mecheros; C es la tur cámaras de combustión B, y de éstas a las turbinas inde
pendientes y en serie C y D; a la salida de esta última,
hina que mueve el compresor; D, la segunda turbina
los gases de escape comunican su calor remanente en G
que por el engranaje reductor E manda el árbol de pro
pulsión F. Comparando el compresor A con el B de la al aire que entraba desde el compresor, y luego son ex
pulsados a la atmósfera.
figura
3 (que
el rendi
PA R
cómomuestraEl recuperador mejora apreciablemente
miento térmico de la turbina en un 5 ó 6 por 100, es decir,
son en realidad
los álabes de
compresor ytur
bina), se apre
ciará que mien
tras el B es de
aspas que echan
plOSI01’
hacia
afuera, rael
e — —
dialmente,
B
‘o
aireal compri
mirlo
(compre/
.
radial
sor o cen
trífugo), el A de
la figura 12 está
formado
por
una rueda de
R P Nl.
turbina con va
rias coronas de
álabes intercala
Fig. io.—lia turbina sencilla de la figura 8
das entre otras
tiene un esfuerzo de rotación o par motos
coronas de alaque baja rápidamente con la velocidad,
bes fijas a la
Con la doble turbina de la figura 9 el ar
carcasa o carter;
aumenta al bajar las revoluciones por mieste modelo de
nulo, mejor que con el motor de pistones.
compresor
en
escalones , que
lleva el aire com
primiéndose paralelamente al eje, se llama axial. Ambos
tipos se usan para las turbinas de gas y a veces se com
binan poniendo uno centrífugo a la salida de la última
corona del axial.
También se ve en la figura 12 que ante cada rotor de
turbina (C y D) pue
de haber una corona
fija de álabes (llamada
E
estátor) que sirve para
comunicar a los gases
el ángulo de inciden
4
cia más favorable so
bre las aletas del ro
tor. Asimismo puede
haber escalones en la
expansión de los gases
en las turbinas, con
dos o más coronas de
álabes en serie, inter
caladas
las coronas
rotores con las coroE •
nas-estátor.
Fig. xi.—iiontaye de turbinas jaLa constitución de
dependientes en paralelo,
losmecheros
o que
madores
se disena
mas
esquemáticamente
en
la figura 3: el conbus
tibie sale por uno o varios orificios en cierto modo pare
cidos a los inyectores para Diesel, pero aquí de chorro
continuo provocado por la presión que le suministra la
bomba de combustible.
/
-
-
Recuperadores.—Para
mejorar el rendimiento de la
turbina de gas se puede hacer que el calor de los gases
de escape se comunique al aire comprimido, antes de
D
Fig. I2.-——Esquema
de la
doble turbina
con escupe
F
directo.
que, en vez de obtenerse como trabajo útil el 20 por 100
de la energía contenida en el combustible se llega a apro
vechar hasta el 26 por 100. Pero es algo voluminoso,
complica la instalación y, naturalmente, la encarece.
No obstante ser de aplicación práctica, ocurre que,
cuando el aire es comprimidó por el compresor hasta la
relación 6, el rendimiento viene a ser el mismo con recu
perador que sin él. De aquí que los tres únicos modelos
de turbinas para coches que se intentan actualmente
(en ensayo todavía dos ingleses y uno americano), el
Rover tiene recuperador, y el Centrax y el Boeing, no.
Mandos.—De lo explicado se deduce que el mando de
los coches con turbina será más sencillo que con motor
B
Fig.
13.
G
—Doble turbina con recuperador G.
de explosión, puesto que bastan los pedales de freno y
acelerador para mandar el vehículo. Actuando la doble
turbina
como convertidor neumático de par—enlace
flúido—no son necesarios el embrague ni la caja de cani
bios. Sin embargo, quizá se ponga el primero para mayor
seguridad o por exigirlo las leyes en los países producto
res; y como habrá que dotar al coche de un mecanismo
de “marcha atrás”, quizá se aprovechen estos eiigranajes
47
para poner una “primera” demultiplicada,
de uso en
tráfico atascado y terrenos difíciles.
La ausencia de vibraciones, por carecer de piezas con
movimiento alternativo y golpeos intermitentes, impar
tirá una suavidad extrema al funcionamiento del motor,
y con ello se evitará la peligrosa fatiga del conductor al
cabo de varias horas de estar sometido su organismo a
las aparentemente inapreciables vibraciones que le pene
tran, causa ésta—según las últimas investigaciones—del
sueño que acomete en los largos viajes. Cuando menos,
se eliminará la fatiga de materiales y personas.
Los ruidos serán de otra naturaleza: probablemente se
En la figura 14 y su leyenda se diseña el posible mon
taje de una turbina doble con recuperador, en un auto
móvil.
Hasta ahora nada impide que dentro de unos pocos
años puedan aparecer las turbinas de gas aplicadas
prácticamente al automovilismo. Pero queda mucho por
hacer, han de resolverse muchos problemas y, al final,
lo probable es que se apliquen en primer lugar a los carros
de combate y luego a los grandes camiones y autobuses
que sirven líneas largas: en éstos (y en algún coche de
lujo y sport) es donde primero podrán aplicarse las ele
vadas potencias de las turbinas y
amortizarse mejor su mayor coste.
Para los coches corrientes y utilita
rios, no parece por ahora que el
motor alternativo—más barato, efi
ciente, de consumo inferior a la
mitad que la turbina, de potencia
flexible y reducida, y con la expe
riencia de cien millones de unida
des fabricadas en el mundo—sea
desplazado en bastante tiempo.
Como observación
final, debe
prevenirse a los automovilistas del
efecto de propaganda que el lanza
miento de una turbina (aunque sólo
fuera en prototipo o coches ultracaros) representaría para la marca
que lo hiciese: daría la sensación
de ser una casa tan “a la última
técnica”, que de reflejo se auinen
tana la venta de sus coches con
motor alternativo.
Fig. s4.—Montaje de una lactina de gas en un automóvil.
El aire entra por A, pasa por el filtro E y es comprimido por el compresor C;
desde aquí pasa al recuperador D y sigue a las cámaras de combustidn E, en las
que los mecheros (uno por cámara) queman el combustible, y los gases a elevada
temperatura entran a la turbina G, que mueve el compresor C, y luego a la tur
hina H que da la potencia útil o esfuerzo a la transmislún, compuesta por el re
ductor de velocidad K, caja de cambios L (marcha atrás y, a lo sumo, dos com
binaciones adelante) desde la que sigue el esfuerzo motriz por el árbol de trans
misión M a las ruedas propulsoras. Los gases, después de ceder su energía en las
turbinas G y H, siguen por E al recuperador D (donde su calor remanente sirve
para elevar la temperatura del aire comprimido en C), y después pasan por J al
silencioso y escape N.
sustituirá el tono grave del zumbido de los actuales mo
tores por otro más tenue, pero agudo y silbante, que obli
gatá a apantallar acústicamente las turbinas. La admi
sión del aire se apagará con el filtro. El escape tendrá
que dejar salir unas cinco o seis yaces más volumen de
gases que con los alternativos a causa del aire de dilución
que aquí se añade al necesario para la combustión. El
ruido acaso más temible, pero que podrá apagarse a
costa de mayor coste, será el del engranaje reductor.
La ausencia de sistemas de refrigeración y encendido
simplificará el entretenimiento y hará más escasas las
averías. A juzgar por la experiencia de los aviones con
turbinas, el personal dedicado a mantenimiento y repa
raciones en los talleres se podrá reducir sensiblemente.
Por último, hay que observar que, si bien el arranque
con motor eléctrico será tan fácil y sencillo como en los
motores alternativos, en cambio es dudoso que se pueda
hacerlo a mano, por la mucha mayor velocidad que se
precisará dar a la turbina para que el compresor envíe
aire suficiente a la cámara de combustión. Por lo menos
se necesitará un dispositivo nuevo.
Y, desde luego, no se podrá arrancar empujando el coche,
por no haber enlace sólido ni hidráulico entre las turbinas:
las ruedas “están separadas del motor por medio del aire”.
48
Caracteristicas de las actuales
turbinas de gas para automóviles.—
Sólo hay tres, y tienen en estudio
el prototipo; la única terminada es
la Rover, y aun así, todavía no ha
sido montada sobre el coche a que
va destinada (el modelo “73” de
esta marca).
CENTRAX.—160CV. de potencia.
Peso, no Kg. Relación de compre
sión 5,8 por medio de compresor
de ocho escalones axiales y dos cen
trífugos. Turbina para el compre
sor con doce escalones; diámetro,
15 centímetros; ralentí a 8.000 r. p. m. Turbina de fuer
za con un solo escalón. Velocidad normal, 35.000 r. p. m.;
máxima a 42.000 r. p. m. Reductor, 7 a i.
No tiene recuperador por emplear alta compresión pre
via; la temperatura de trabajo será de 830 grados, sobre
los álabes de la turbina.
No está terminado el prototipo.
Rovaa.—too CV. Peso, 216 Kg. con embrague y cam
bio. Se ahorran 90 kilogramos de peso respecto al motor
alternativo del modelo “75”, que sólo da, además, 75 ca
ballos. Doble turbina de 12,5 cm. de diámetro; velocidad
normal, 55.000 r. p. m.; máxima, 70.000 r. p. m. Ralentí
a 6.000 r. p. m. Un solo mechero. Temperatura de tra
bajo en los álabes, 750 grados. Tiene recuperador de
calor. El rotor y sus álabes están fundidos en una sola
pieza. El compresor consume el 70 por 100 de la energía
del combustible, y el 30 por 100 restante es potencia
útil para la propulsión y elementos accesorios: dínamo,
etcétera.
BOEING (Estados Unidos).—200 CV. Peso, 70 Kg. Dos
mecheros. Compresor centrífugo a 36.000 r. p. m. Tur
bina de fuerza en dos escalones a 24.000 r. p. m. Tem
peratura de trabajo en los álabes, 815 grados. Reductor
de velocidad, 9 a 1.
••f. OLJXO
•
,iras,7?ffrr/all’f
Resumendeunaíoí deEducaciónFísicaenelElércitodeTierra.
Teniente
Eleuterio Torre!o.
Estos días han terminado los últimos Campeonatos militares.
Mando y tropas han competido con inusitado entusiasmo en
variadas facetas deportivas. De abril a septiembre, y teniendo
como marco las montañas de nuestro Pirineo aragonés, las
pistas de la Escuela de Educación Física o las de Aplicación de
Caballería, los hombres de nuestro Ejército, escalando picos,
calzando los esquís, participando en las variadas pruebas atlé
ticas, de tiro, equitación; aplicación militar, etc., han demos
trado que “están a punto” y que la forma atlética ya conse
guida es la mejor certeza del logro de aquella otra forma con
junto de las cualidades físicas, técnicas y morales, tan necesa
rias a toda agrupación guerrera.
Los resultados obtenidos, reflejados a lo largo de este tra
bajo, nos dicen, con el claro lenguaje de las cifras, que hemos
alcanzado ya la edad madura y que acabaron los balbuceos
y el caminar vacilante del aprendizaje.
Un calendario tan completo, con tan múltiples y diferentes
pruebas, de técnicas dispares y aun contrarias, haciendo inter
venir para su ejecución a millares de jóvenes soldados, son
afirmación rotunda de la valía física de nuestro pueblo. Una
idea de la importancia que revisten las competiciones del Ejér
cito pueden darla estas -cifras: En las primeras eliminatorias
realizadas entre las distintas Unidades de los Regimientos, y
luego entre las guarniciones, participan muy cerca de los 200.000
hombres; de esta masa se clasifican unos 20.000, que en las
cabeceras de regiones luchan por formar parte de los 3.000 sol
dados que,, finalmente, disputan en Toledo las pruebas de cate
goría nacional.
Es, pues, hora de proclamar el éxito y buscar con nobles am
biciones un campo más -amplio de encuentros deportivos. La
experiencia de organización por una parte y el estado actual
de nuestro deporte en el Ejército de Tierra nos permiten am
pliar con seguridad de éxito el calendario deportivo militar.
En esta idea podrían adoptarse iniciativas para dotar de más
amplios vuelos a nuestros encuentros anuales. Las fuerzas
armadas españolas, organizadas en tres Ministerios distintos,
hacen fácil establecer luchas deportivas entre los Ejércitos de
Tierra, Mar y Aire. El hacerlo reporta grandes ventajas, estre
cha los lazos de afecto y compañerismo entre los qué, aun vis
tiendo diferentes uniformes y desarrollando su misión en dimen
siones distintas, tienen el deber común de la defensa de la
Nación; despierta le emulación, permitiendo que se conozcan
más íntimamente marinos, aviadores y terrestres. La relación
entre la Oficialidad, aumentada considerablemente, y, por
otro lado, la honrada pugna entre los Ejércitos para la disputa
de los premios, creará un clima nacional de cpnsiderable sim
patía hacia estos juegos militares y, como consecuencia, el
amor .a lo castrense y el culto a los ejercicios corporales. Los
200.000
espectadores de que nos habla anualmente la prensa
y radio de todo el mundo son el triunfo mayor y la mejor
lección de los clásicos partidos de rugby entre la Marina y el
Ejército de los Estados Unidos de América.
Profesor de la Escuela Central de Educación l:ísíca.
En mi parecer, el calendário deportivo militar entre AviaciónMarina-Ejército podría estar integrado por:
•
Gimnasia educativa.
Gimnasia deportiva.
Campo a través.
Tiro.
Aplicación
militar.
Natación deportiva.
Balón a mano.
Baloncesto.
Pista de obstáculos.
Boxeo.
Lucha.
Esgrima de fusil.
Natación.
y con la concurrencia de una unidad tipo Compañía de rnfan
tería a los Campeonatos de Gimnasia educativa, Campo a tra
vés, Aplicación militar (paso de la pista); doce atletas para cada
una de las pruebas de Boxeo, Lucha, Egrima de fusil, Natación
(depórtiva y de aplicación) y Gimnasia deportiva. A los juegos
deportivos de balón-mano y baloncesto concurrirían los hom
bres necesarios para formar un equipo por cada Ejército, más
los correspondientes suplentes. Todas estas pruebas podrían
celebrarse en la Escuela Central de Educación Física, que
cuenta ya con instalaciones amplias y suficientes para ello.
Si, como esperamos, este torneo triangilar fuese acompa
ñado del éxito, sería la ocasión de coronar este esfuerzo depor
- tivo
y, asomándonos a la frontera del -país hermano, invitarle
a participar en un encuentro militar ibérico. Iniciado éste, podría
continuarse año tras año, y el aprecio mutuo proverbial entre
las dos naciones encontraría aquí un claro exponente. El pri
mer año podría iniciarse por unos juegos entre los Ejércitos de
Tierra, y éstos podríaú tener lugar en España, con un calenda
rio, poco más o menos, a base de:
-
Saltos...
-x.° Atletismo.
2.°
Altura.
Pértiga.
Longitud.
lOO, 200, 400, 1.500, 5.000
3.000
obstulos.
110 y 400 m. vallas.
Relevos 4
-
3°
4°
Carreras...
X 100.
Disco.
Lanzamien- Jabalina.
Peso.
tosMartillo.
Barra española.
Carrera campo a través.
Tiro de fusil y pistola.
Gimnasia educativa y deportiva.
m.
También sería factible de llevar a cabo una prueba entre
Oficiales de los dos Ejércitos, y nada mejor que la completa de
Penthalon Moderno.
***
Los resultados de las pruebas de Montaña, con las que dan
comienzo los Campeonatos de 1949, fueron objeto de amplia
resefía en el número 113 de la revista EJERCITO; las más
importantes de las restantes, por orden cronológico, han sido
las que detalladamente y con sus resultados consignamos a
continuación.
ATLETISMO
Son las jornadas dedicadas a las pruebas atléticas las qi
despiertan más interés, quizás por ser mayor el número
participantes o por la espectacularidad que revisten; lo cier
es que todos los alrededores de las pistas de la Escuela está
por completo llenas de un público rebosante de entusiasm
La marcha ascendente del deporte español, puesta tambié
de manifiesto en todas las competiciones militares, alcan
aquí caracteres más acusados.
Prueba de ello son los 8 récords batidos en la reunión d
este año:
Marca lgrada
CARRERA CAMPOA TRAVES
La tradición deportiva de la 6. Región Militar—fruto de
la constante y entusiasta preparación de sus atletas—inicia
con el triunfo alcanzado en los 9 Km. de circuito de esta
prueba la continuación de los logrados en los Campeonatos
de los últimos años. Es la primera vez que se celebra esta prueba
con categoría nacional. Toman la salida 91 corredores, llegando
a la meta 84 y retirándosé durante el trayecto 7 atletas. Irizar,
de la 6.a Región, emplea 29m los 8 en cubrir el recorrido, se
guido de García. de la y.” (29m 2I 2), y de González, de
la i (29m 226S )
Las Regiones se clasificaron por este orden:
Orden de llegada
I.0_6.&
1- 8-10-17-23
4- 9-14-18-27
3-12-13-16-33
6-15-35-36-37
21-22-30-31-32
11-25-34-38-43
26-28-29-44-51
7-42-45-47-5
3
5-19-57-58-59
2-46-48-49-54
Región
3.0_I.8
4.0._4.0
5.
°—Baleares
6.°—Canarias
7.°—X
8.°-8.
Cuerpo
de
Ejército
Región
12.°—.IX
cuerpo
I3.°9.a
Región
de
Puntos
59
i.°—6. Región militar
72
2°—Baleares
8.°—3.a
198
9°_2a
199
Io.°—I
222
224
306
IX.°__5.0
PRUEBA MILITAR CICLISTA
• Treinta
Km. repartidos en i por
y 5 campo a travás, con intercalación
y el paso de un río. La clasificación ha quedado así:
de camino
io
carretera,
de un ejercicio de tiro
R E G 1O N
-
Tiempo invertido
7.0
1h
1h
1h
4.°
x.
h
5.0
4.0
6.°
X
1h
1h
Baleares
3.0
‘
6..
. .
C. de E
32m
32m
34m
34m 54s
33m 17s
39911
i8s
170
503
22°
IO.°
5.02h
,,0
8.2h
39m 24
44m ,8
tom 179
21m
31m
6
12.°
2•a3h
i8
70
3.0
8.°
g.01h
Canarias2h
9•0
1h
59
6,z8o.
3,100
m.
ni.
5
59’
46’
459
159
m.
17,690
34,510
i
4
I5’58
8
389 6
No
existía.
No
existía.
179
179
Ifl.
m.
3,100
la siguiente puntuación
y clasif
6o punto
59,5
—
59
46
40
26
25,5
24
“
“
“
12°—Canarias
I3.°—9.
Región
—
—
—
—
‘5
—
12
12
—
6
—
4
—
Las pruebas han sido las mismas de los años anteriores co
la inclusión en las carreras de los recorridos de i.5oo y 5.00
metros lisos y relevos 4 X 400, suprimiéndose en cambio lo
reÍevos olímpicos.
La clasificación de los atletas fué como sigue:
Lanzamientos.
i.°
Iglesias
2.0
Del Real
Llopis
3.°
2.0
15m
4m
390
“
Peso:
Puesto
89
Región
4.°—X C. de E
5.°—8. Región
6.°—IX C. de E
7.°_7.5 Región
151
178
194
111.
m.
Ifl.
469
Las Regiones obtuvieron
cación:
77
55-60-62-64-65
6,510
17,820
41,070
Marcas igualadas:
110 m. vallas
Salto con pértiga
129
136
39-40-41-50-52
20-24-56-61-63
Ejército
Salto de longitud
Lanzamiento
de barra.
Lanzamiento
de martillo
400
m. vallas
Relevos 4 )< 100
5.000
ni. lisos
1.500
ni. lisoé
Relevos
x -oo
Récord anteric
4•0
5.°
6.°
Herrero
Llanos
Shirley
IX C. de E
Región
Baleares
IX C. de E
7.0 Región
XdeC.E
11,270
10,890
10,715
10,710
10,310
io,z8o
11
n
IT
IT
ni
IT
X C. de E
Región
36,090
34,930
ni
33,475
11
11
m
m
Disco:
x0
2.°
3.°
4.°
50
6.°
Shirley
Del Real
Soriano
Llopis
San Martín
Zazo
2.
3.0
“
Baleares
IX C. de E
X C. de E
32,850
32,655
30,610
¡u
Martillo:
En este tercer año de disputarse esta reñida carrera se apre
cian grandes progresos. En 1949, los 8 primeros equipos clasi
ficados lo hacen en un tiempo mejor que el vencedor de 1948.
En cuanto al tiro (sobre 6 platos colocados a roo metros), son
mejores aún los resultados alcanzados: en 1947, las patrullas
consumieron I.IOI cartuchos-(Iio,x
% por equipo); el pasado
año son 1.017 los disparos hechos (101,7 %), y en 1949, los
12 equipos rompen los 72 platos que les corresponden haciendo
fuego 1.075 veces (89,7 %). Otra cosa a señalar es que en la
última competición se consigue por primera vez la clasificación
de todos los equipos participantes.
,•0
2.°
3.°
.°
50
6.0
Bastit
Aliaga
Iglesias
Bonet
Roig
Soriano
4.0
5.0
Región
36,575
36,165
Ui
ni
IX C. de E
33,770
m
Baleares
3.0 Región
32,630
ni
30,580
m
3.0
30,170
m
45,570
44,670
43,890
ni
¡U
¡11
“
“
Jabalina:
1.0
28.202.
2.°
Zazo
Mata
3.0
X C. de E
X C. de E
Región
Baleares
8. Región
Soriano
González
Vera
.°
5°
6.°
m.
m.
m.
43,130
42,I
40,130
30
400
m. lisos:
1.0
Serrano
.P’oix
Labrés
2.0
3°
Barra:
1.0
-
‘2.°
3•0
4°
5.°
6.°
Región
IX C.ie
E.’
6.° Región
Baleares.
6°. Región
Baleares
Cozar
Diestro
Aguirregoitia
Bernabé
Ansa
Soriano
1.
m.
m.
m.
m.
m.
m.
17,580
17,465
16,490
16,430
16,370
16,315
x.°
50
6.°
Arias
3°
4°
‘Salto
i.°
2.°
°
40
50
6.°
Salto
3,0
4,0
5,0
6.0
6.” Región
6.”
“
7.0
1,650
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i,6oo
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t,doo
“
Baleares
8.a Región
8_a
“
Martínez
8.”,Región2m
40
‘6.0
“2m
“2m
1.500
m. lisos:
Castro
Roig4.0
Cases
8.°
1,550
m.
m.
m.
m.
m.
m.
7.0 Región
4,0
X
.
m.
ni.
m.
m.
m.
m.
6,510
6,300
,,
“
6,250
6,110
de “ E
6,105
6,010
4.0
7,0
Región4m
m.
Baleares
4,a
Región
90
IX
X
IX
“
C.
C.
de
de
C.
E
E
de
E
3,100
3,100
3,000
3,000
3,000
2,900
ni. -
m.
m.
m;
m.
m.
Carreras.
lisos:
Región
C. de E
2.0
3.°
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García
Company
Rollo
3.°
Company
García Rodríguez
Hossain
Ib
m. vallas:
2.°
3,°
8
7°
30
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Regióni6
“i6
“1m12s
3,0
70
Región.
“10m
3° 4
3° 5
m. obstáculos:
3.000
1.0
21°
9fl159
Cañarías10m
González
Lacunzá
Llabrés
4
55
6.’
Región17’
XC.deE.I8°4
Balearesi8°
2
6
2.°
3°
Relev.os
4 X 100:
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Región).—González
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“ . -(--—Amador,
“
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Balearesi°
8.0
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C.
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Especialidad
peso12,21
Disco42,395
Martillo41,070
Jabalina50,39
Barra
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-
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120
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249
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4
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a
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Del Real,
Herrmn
Díaz,
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478 4
4
(Baleares)
400:
.—Villarroya,
Región).—Joaniquet,
“
).—Rueda,
Andréu,
Fort,
Amilivia,
Llabrés,
17,820
-
100 si.lisos
l1 2
200 m. lisos23
3
400 si, lisos533
800 u. lisos
2 52
1.500si. lisos
154 8
5.000u, lisos .
151I455 0
3.000n. obstáculos 931 559
110si, vallas ....
17
40Cm. vallas ....
58 O
Relevos 4 x 100
46
Relevos 4 x 100
38
3l 6
Relevos olímpicos
3m
333 9
Fandos.
Cazas,
Serrano
,
González,
Martínez
finalizar
estos
Campeonatos
Militares
de
nacionales
del Ejército
quedan.
establecidos
Región
Alo
-1.948
1.948
1.949
1.947
1.949
Atleta
Carvajal
Carvajal
Martinez
García
Gozar
1
1
75
6
i
Otero
Cifuentes
Bonamusa
8e Región
7S Región
]IQ C.E.
1.946
1.949
1.947
X
.C.E.
X
C.E.
75 Región
45 Región
8
Región
45 Región
6e Región
45 Región
1
Región
6
Región
Baleares
45 Región
1.948
1.948
1.946.
1.948
1.949
1.949
1.947
1.946
1.949
1.949
1.949
1,948
—
Región
Región
Región
Región
Región
.-
e
ti—
it
Cuevas,
González,
Pretuhondo
‘
—
II
4X
(4.a
(a
Al
récords
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de altura... 1,720
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Gómez
2
6
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e
Relevos
2.0
30
Región
García
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1.0
xx’ 8
lisos:
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8
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Bonet
Torrellas
Segura
Sarrión
Sarraga
Batista
Gómez5.”
DelgadoIX
FandosBaleares
3,0
2°
con pértiga:
i.°
10
.z.°
28
m. lisos:
5.000
L°
-
1.0
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79
s
3.°
4m
4m2698
Cifuentes
Solido
Torrellas
Rubio
Larrauri
-Mario
ni.
200
2
Castro
Roig
3°
en longitud:
loo
3°
Baleares559
ei1 altura:
Larrauri
González
Rubio
Volta
Solido
2.°
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2.°
1.0
2.°
Sellos.
Región53’-4
8oo m. lisos:
1.0
Salto
4”
Delgado
De-igado
Rodriguez
Reixah
Castro Baldoma
Escudero
Brillas
Rubio
3
380
3fl1 42
3m 45
Atletismo,
así:
6
2
2
los
TIRO DE PISTOLA
Subo Jici ales.
Presenta este concurso dos modalidades. La prueba de velo
cidad y la de tiro. Se presentan 84 Jefes y Oficiales del Ejército
de Tierra y una representación de los- de Marina y Aviación.
En 1947 y 1948 eran frecuentes los empates en las pruebas de
velocidad, con el consiguiente alargamiento por tener que repe
tirse las tiradas. Este año se utilizaron zonas, lográndose los
desempates por medio de los puntos alcanzados.
Oficiales:
2.a
Región.—Capitán
D.
Puesto
p
Suman
Puntos
____-
Juan
Fernández
Peralta
6_a Región.—Capitán
D. Vicente
Antolín Vecilla
8_a Región.—Capitán
D. Primi
tivo Sobrino. Rodríguez...
9
3
4
12
-
6
II
Región.—Sargento
Martín
Santiago
6.1
Región.-—Brigada
D. Julio
Garrido Faulin
Región.—Brigada
D. Mariano
Poza Fernández
7.0
D.
2
3
5
250
8
i
9
248
7
4
II
Puesto
“
7a
“
Suboficiales:
pa
Región.—Brigada
rrero
7.’- Región—Sargento
5.0
Resumen
223
30
220
219
210
203
203
3.0
u
6.0
puntos.
‘‘
8.0
57
16
i6
i6
16
i6
90
15
“
10.0
15
“
6.°
223
222
211
30
/
anteriores:
190
284
i88
583
x86
s86
2.992
5.928
puntos.
puntos.
239
puntos.
puntos.
30
4
5
2,6
214
213
210
zo8
2.190
165
“
i66
puntos.
1.920
“
“
200
“
599
“
puntos.
2.095
puntos.
Año1949
x8 siluetas.
15 siluetas.
15
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“
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“
“
i6
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“
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15
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“
15
15
14
14
14
14
14
“
135
133
133
128
127
“
123
122
121
121
“
“
“
“
6.0
10.0
puntos.
ig7
puntos.
“
“
“
2.362
puntos.
Año
‘g4
Año
1948
z6i puntos.
267 puntos.
259
257
250
247
245
244
243
243
243
265
260
253
252
251
247
246
244
244
2.492
“
“
“
puntos.
2.529
puntos.
OFICIALES
1.947
1.948
ÇQ
Total
-tiradores
puntoíó
38
Media
1
4469
N9de
tiradores
5588
147
J
120
fá
Puntos
Año1948
17
17
15
249
247
242
239
234
233
231
230
229
228
1.0
223
217
2r6
“
“
Año
234
“
‘74
185
i8z
976
205
203
202
201
“
de precisión:
Año
,
‘99
198
196
192
190
190
i8i
10.0
“
Prueba
203
“
‘99
8.0
17
50
Año
1948
“
isiluetas.
30
Oficiales.
Año x7
“
175
“
‘
velocidad:
1.0
He
con campeonatos
577
“
Año 5947
239
234
1.0
comparativo
1_e
de
Puntos
2.0
ID. Fidel Martín Santiago..
ID.José Jiménez Santana..
“
“
Henares
“
Oficiales.
Prueba
40
D. Saturnino
200
592
“
puntos.
Los años precedentes sólo un Oficial consigue tocar todas
las siluetas, y ningún Suboficial lo logra. Aunque este año
eran i los blancos en lugar de los r8 de años anteriores, los
Oficiales primeros clasificados y los 8 Suboficiales consiguen
tocar la totalidad de los blancos. La mejoría alcanzada se
logra comparando los resultados actuales con los resultados
de años anteriores.
Clasifiiación
D. Ricardo López Pérez
“
ID. Francisco Gaya Riera..
.—Teniente D. Adriano Segurado San
tamaría
90
10.0.
“
223
212
211
209
246
Región.—Capitán
5.a
4a
“
puntos.
Los resultados
en relación a años anteriores se aprecian
cilmente en el cuadro que va al final de esta página.
260
Fidel
Oficiales:
8.°
218
208
199
199
197
-590
“
Año
1949
265
i6
Fusil:
puntos.
zo8
1.962
Suboficiales:
7:a
Año
1948
1947
212
-O
267
- 14
50
240
259
2.°
6.°
70
CLASIPICACION
Puesto
y.
Año
42
1.949
Total
Media NQ de
pi.m-tos
tiradores
6428 153
39
-
Total
pwrtos
Media
6942
178
SUBOFICIALES
36
5296 147
37
6141 170
Están ausentes de este torneo la 2•a, 3•a, 5•a y 9.’ Región.
Los vencedores en cada una de las pruebas que integran
el Penthalon Moderno fueron:
SI4bo/iciales.
Prueba
de velocidad:
Año x947
Alto
1948
87 siluetas.
Alio
‘949
16
i6
70
8.°
90
20.0
Prueba
15
15
‘5
“5
‘5
24
24
14
24
‘4
6.’
‘34
‘33
‘33
25
15
5O
15
‘
15
132
25
“
‘5
‘3°
‘3°
‘3°
126
15
,
15
‘5
‘4
14
14
14
y la clasificación
225
266 puntos.
1
256
45
243
240
50
236
30
70
8.’
90
10.0
2.374
249
244
242
‘
puntos.
235
234
228
225
i8
“
puntoS.
216
2.329
Año 1949
260
puntos.
248
246
238
232
227
226
226
222
6.°
Año 1948
‘
,“-
-
“
“,
‘-‘
245
245’
244
243
240
239
general
94
puntos.
zo victorias.
puntos.
191
m
302 tiempo.
12 m 422 4 tiempo.
de la manera que indica
se establece
el cuadro, inserto al pie,
La categoría de las pruebas de Penthalon, y la cuidada pre
paración que ha de recibir el que quiera participar en ella,
exige que el Oficial sepa en todo momento la relación que
guardan sus posibilidades con las de los posibles contrincan
tes. Para facilitar esta tarea de amoldar facultades y dirigir
los esfuerzos adecuadamente, incluímos en la página siguiente
(parte superior), el cuadro esquemático con el historial dé todas
las pruebas de Penthalon celebradas en’ el Ejército, así como
los resultados de las salidas de nuestros representantes al Tor
neo internacional de Thun (Suiza) y al Penthalon Moderno de
la XIV Olimpíada.
de precisión:’
Año 1947
Capitán de Infan,tería D. Diego
del Alcázar de la Victoria
Esgrima:
Capitán de Infantería D. Luis del
Olmo Obregón
Tiro: Capitám.de Infantería D. César Jimeno
Pifiol: 20 impactos
Natación:
Teniente del Ejército de Estados
Unidos James W. Howe
Cross: Teniente del Ejército de los Estados
Unidos James W. Howe
siluetas. 25 siluetas. 236
17
2.°
S30
40
Equitación:
Puntos
“
“
TORNEO
INTERNACIONAL
DE. ‘PENTHALON
DE TRUN (SUIZA)
238
CLASIFICACIÓN
puntos. 2.448 puntos.
DEL
.
Tiro
,
Apreciamos también el considerable. aumento de tiradores,
muy cerca del doble de los participantes del año pasado, aun
que creamos qué esto es debido a la benignidad de las condi
ciones estipuladas, ya que los 120 puntos establecidos por el
Reglamento lo estimamos un término medio, discreto pero rela
tivamente fácil.
Moreiras....
Bernabéu...
Riera
Jimeno
37
42
43
EQUIPO
Natación
2
23
4
MODERNO
ESPAÑOL
Equi-Esgritación
ma
Cross
27
22
39
26
30
45
13
46
26
29
Pon‘tos
Pues
tos
117
149
149
21
30
31
‘
36
Véase el cuadro de la página siguiente (parte inferioi).
PENTHALON
ESGRIMA
Es la prueba más importante a que pueden concurrir Jefes
y Oficiales del Ejército. En i949 han asistido a ella 22 Oficia
les distribuídos así:
i por
2
‘‘‘‘‘‘
cada una de las Regiones
6. Canarias y IX C. de E.
8.’ 3r )( C. de E
“
‘7a y Baleares
‘‘
4a Región
de los Estados Unidos
3 “
“
“““
7 ‘‘
‘‘
‘‘‘‘‘‘
‘
Teniente
del Ejército
1a,
EMPEO
NOMBRES
.
Cap
Tte
Tte
Cap
Tte
Tte
E-te
“
Cap
Tte
o
Cap
Pto
2.’
REGIOR
taci6n
i’s
Cab D. Arturo Estevez Osorio X’C.E. 32
mf D. César Jimeno Fillol 42 Reg 182
54215
D. Luis del 011,0 Obregón 12
D. Junes W. Howe
EE.UU. 72”5
mf..D.
D.Diego de Alcázar de 7. 42 Reg
94
Francisco Manjón
Canar06255
Cisnero
Ing.D. Francisco Vales Via
8’ Reg
45
D. Fernando Rivas Ssnt. Balear. 2595
Int.’D.Pablo Iranzo Gp.rcía
72 Reg
4
Alberto
D.
Gonzalez
0.
72‘
13”5
D. Fernando Aranguren L. 7’
“
169°-5
Art D, Fernando RodrLguez G. 8’
etQ
1sf D. Migoel Sin-teaAngla— 42
‘
23
D.Eduardo
Lago Rve
XQC.E.3.535
O. ‘Antonio RarAs Bennasar Balea
4
Cab O. Guillermo Pedraza N. 44 Reg 77”S
Lug D.Die6o García Solórzano 9
C.E. Ret’
mf D.Jos
1. Riera CarbaLler Balea. 20215
Art D.Leopoldo Anguiano
42 Reg 931
D.Jos4Tl’
Gallego
F.
‘
36
mf D. Sixto Gu-tierrez
“
Ret69
1st D. Carlos Rodriguez Soler 64 Reg 293
Florete.
32
Espada.
36
Sable
LAS
grima
je
categoría.
1
J.S—Equi— 2—Es—
.
Pto.
4
4
6
7’
PUT1TUACINEN
-
Pto
Cap
Es la primera vez que los Campeonatos nacionales se cele
bran en Toledo; en años anteriores sé realizaron en la Sala.,
de Armas del Centro Cultural de los Ejércitos, en Madrid.
Participan este año 129 Jefes y Oficiales, distribuídos así:
y.
ps
42
15’
8 3Q
9 22
10
12
121 4 52
1’
6 82
182
8 3’
32
PRUEBAS.
32—Tiro
1.
p. ps
20
20
19
20
16
18
189
191
160
..
1a
Florete.
Espada.
Sable ..
categoría.
i6,
,
42—Nata—
cien
p
32 6m2388
126hfl9s
6 643Z
189 22 521302
131 926’°5O4
148
89 6°324
p5
52
C.ross
pr
V.
4914”5J.2
52
69
29 1452’2
8215m4054 101
3.212424
12
122
92l65O4
59 15l44
99
TOTAL
.
12
22
3
42
52
62
19
26
28
31
39
43
.
112 5132
162
6 82
828 39
99 5139
149 6 82
202 8 32
5Q
.. 172
6
82’
2
7 79
209 .2 162
62 — 17’
19’ — 179
109
209 — 179
‘172
20
89’ 12
132
72
121102 7l74
102 12”580
49 6354
62 17” 66
12
94
142 .7115252132 16”2l2
‘ 18
155
72 “570
172 1431°8
72 1811 26
14
112122 2i42S2
19. 172 52 7”182
112 18”23 6
11’
81
179 7°432 129 15n O8
16
—
179
10
11
6
.-
11
—
15
—
176
102 132 8m2054 162-’151o
88
182 7215456 142 17 l2
92 159
18’
—
39 l4”238
20Q
—
182
—
88 169 821 3.54 159 18182
—
2O
—
189
.
121UI
—
189
—
—
201 - —
18
—
41 199
—
6194
29
142
11’
7Q
8
92
46
48
49
152
102
112
172
122
56
82
13’
182
142
152
162
58
3’
17’
61
162
189
182
192
209
212
83
83
84
182
222
42
79
139
189 18
50
56
58
60
60
79
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,
12
20
13
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Reg.
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1.
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1942 C.0.C.
D,JoaquinS.OoaBa
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C.00. mt
a
1
Cap
—
32
—
169
305 12m553 199
—
112
Baba.
Gaba3.don
Riera Carb.
19 147 2 5rn34S2 49 16a27525 12
19 15712 5913832
52
32
33
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17m33925
9576
P
iar
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19
33 2
249 40
32
52
20
19
19 161 49 6m3734 l2 15rn37s4 g9
43
22
42 48
32
17 147 90 5476
15142
42
1
2
4 24 49 7216,
XC.E
8,5
39
39
2
1
7 4432 DeDcld 42 18448
D.Coar
—
85
7l32
Carb. Pelea. 100
D,Diego G.Solorzaoeo
75 l516
0
‘
del Olmo
20 173 22 6m 93
2
-
2
96
18
100
—
63
9
5829 44O
1
O.
9 12
39 14
—
32 15
—
1
19 171 ].2 625O
59 166
—
52
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49 15m278
8”195
2
-5
32
19
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29
17 149 32 “
6
1
8
52
35
C.
0.
29 17m4088 22 12 22
69
11m2331
127 92 4m188
12 16382
8
O4 99
7i352 72
12 fli 500
2
4
32
21 12
4 62 22
2
15
42
22
32
15 138 49 4m4594 12 ]5m2484
22
11
12
O
62
18 22 10
54
72 637.8
6217m
42
02
152988
32 20
32
Subcampeón:
Alférez de Artillería ID. Vicente Fornés
Andrés 3.a Región)6
Tercero: Teniente de Infantería D. Santos Manso Escebar (i.a Región)4
La clasificaiónoficial
quedó así:
2.8
15n15825
17 126 72 6m1523
112
19
77,5
“
P Ps
109
33
—
Gimeno 1’.
96
85 l147
—
D.Luis
PflA1
O.
T
40,5
D.Federico Ing1e
‘
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P
12
‘
“
E-te
59
97
—
del Olso
Cap Ial D.Jos4 Riera
1948
—
g
1. Riera
D.Mcnuel
Cap Ial D.Jos
1947 Cte
49
72
l0°
Relenzon
D.Euin
‘
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9m225
Ohic
Cap tal D.Tos8
1946
82O
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D1rJO
1943 C.O.C.In
-
100
—
oss
NATACION
T2
nengoa
-
C.O.C.Art
—
—
a 1.948.
RACIONALES D2 PENTAZOR:SODEBrODESDE 1.942
categoría.
Florete:
Campeón: Alférez de Artillería D. Vicente Fornés An
drés (.2 Región)
Subcampeón:
Capitán de Artillería D. Pedro Rico
Sánchez (X C. de E.)
Tercero: Teniente de Ingenieros D. Francisco Vales
Vías (8.n Región)
Campeón: Capitan de Infantería
D. Luis Sánchez
López (x.2 Región)
Subcampeón:
Comandante del S. E. M., ID. Mariano
Tortosa Sobejano (r. Región)
Tercero: Capitán de Infantería
D. Francisco Ríos
García (X C. de E.)
4
2
6
6
5
Sable:
5
Campeón: Comandante del 5. E. M., ID. Mariano Tor
tosa Sobejano (i.
Región)7
Subcampe9n:
Capitán de Infantería
ID. Francisco
Ríos García (X C. de E.)6
Tercero: Capitán de Infantería ID. Rafael San Segun
do Concejo (8.8 Región)5
4
3
Sable:
Campeón: Capitán de Infantería ID. Rafael San Se
gundo Concejo (8. Región)
Subcampeón: Teniente de Infantería ID. Eduardo Lago
Rivera (X C. de E.)
Terivro: Teniente de Infantería ID. José del Pozo Pé
rez (IX C. de E.)
“
Espada:
5 victorias.
Espada:
Campeón: Comandante del 5. E. M., ID. Carlos García
Riveras (i.a Región)
Subcampeón:
Teniente de Artillería ID. Luis Morales
Ben (IX C. de E.)
Tercero: Teniente de Caballería ID. Arturo Estévez
Ossorio (X C. de E.)
victorias.
Este año se acusa una mayor preparación en los esgrimistas,
fruto de muchas horas de plancha. Excepto las poules finales de
Espada, en las que con franco éxito se utilizaron los aparatos
eléctricos registradores de tocado, ünicos actualmente en Es
paña, un Jurado compuesto por Profesores y Alumnos de la
Escuela arbitró los asaltos; la actuación de los jueces fué
tal, que, en el acto de entrega de premios, el Comandante
del S. E. M., D. Mariano Tortosa Sobejano, como más anti
guo de los participantes, en nombre de éstos, rogó al Director
del Centro que propusiese a la Federación Nacional de Esgrima,
a los Capitanes que actuaron como presidentes de Jurado, para
árbitros internacionales.
o
3
3
categoría.
Florete:
Campeón: Comandante del S. E. M., ID. Mariano Tor
tosa Sobejano (x.a Región)7
PTRAL0!4CDE?DOBLAXIV0LflPLkDADELOEDRES
.AotuaClóIi
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5
del
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1.
Ps.
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19 4’
29
24 17 149
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257
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4 16m 274
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Puntos
P
T.
PS
3]. 20 183
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217
5
26
Puesto
3.12
22
114
23
24 141
36
Aplicación
NATAC ION
Oficialés:
1.0
Los primeros Campeonatos de Natación profesionales
nen lugar del 24 al 27 de agosto.
La clasificación de las pruebas fué la siguiente:
ioo
x.°
m. libres,
Capitán
RieraBaleares6°’
i .°
Capitán
ValdivielsqCanariasm
175 2/lo
100
sse. espalda.
200
Teniente
i.°
Capitán
375
fll. braza.
Aguilar3.0
Región....
Saltos
30
3m 339 6/lo
6
Baleares88
Canarias62
XC. deE6o
IX C. de E22
4.0 Región16
3.0
“5
7.02
puntos.
“
nacionales de natación de Suboficiales.
Sarg. Méndez (Canarias).
1949.
x» 25
Sarg.Barceló (Baleares).
1947.
2
Brig. Loriente (X C. E.) 1949.
3m 375
Sarg. Díaz (Canarias) ...
5947.
1m 480
Equipo de Canarias.....
1947.
3m 2I
Durante
51
de Aplicación
8/lo
militar.
los días 13 al 17 de septiembre
loo
Región1m
z.°
30
4.0
0
,a
30
Región
6.°
X C. de E
7.0
4.0 Región
8.0
6.0
9.
5n
-
i.°
Flórezr.Región5m
i.°
Martínez
i.°’
EscandeliBaleares3m
22
20
1.500
i8
..
Alonso.
17
17
nacionales
militares
Capitán
“
“
Riera
(Baleares),m
“6°
Valdivielso
(Canarias)...
Teniente
Equipo
Aguilar
(3.0 Región)....
de Canarias2m
-
Ii
2/lo
i7
2/10
1m 36 z’/ro
(semifinal)
3m 330 6/ro
5I 8/ro
BernalIX
1.0
BarcelóBaleares7m
1.0
Sargento
Torres.
0
Baleares3m
100 ni. espalda
Baleare.1m
52S 8/lo
Relevos j X 50.
2,0 8/lo
200
LorienteX
m. braza.
52
RuizCanarias.
11s
Prueba
de Aplicación
3m
I9
22
28
loo
400
1.500
ioo
8/ro
4/10
general.
r. Región86
Baleares71
IX C. de E55
5. Región48,5
8.0
“23
X C. de E19
6.0 Región10
3.0
“9
Plussnarcas
8/ro
miiitar.
Baleares1m
r. Región1ro
8.
,m
1.0
z.°
30
4.0
50
6.°
• 70
8.0
2/SO
3 < 100.
5.0 Región4m
C. de E. ..
Saltos de trampolín.
Sargento
4 ><200.
Clasificación
150 6/ro
23
1.0 Región
ni. libres.
Sargento
1.0
2/SO
Saltos de tranpolín.
C. de E154,85
Relevos
r.
2.°
.°
MéndezCanarias1m255
1.0
ni. espalda:
r. Región,rn
Relevos
ioo ni. libres.
400
Brigada
5,s 8/lo
i6
Flórez.
de Oficiales.
Tomaron parte en estos IV Campeonatos 5 Suboficiales, los
cuales obtienen los resultados siguientes:
Sargento
ni. libres.
IX C. de E23m
1
•0
1.0
m. libres.
200 ni. braza.
Suboficiales:
-
95 z/xo
580 6/io
100
braza...
5 X 50.
en la
49
“
m. libres...
m.
“
m. esrialda.
200 ni.
Relevos
400
puntos.
II
Plusmarcas,
xoo
400
ioo
general.
rol
lugar
m. libres.
Gracia5.0
Clasificación
tienen
piscina de la Escuela Central de Educación Física los VI Cam
peona tos Nacionales de Natación para Tropa del Ejército de
Tierra.
Obteniéndose en las finales los resultados técnicos que siguen:
8/xo
4/lo
6/lo
Baleares
Canarias
IX
C. de E
2/Jo
8/ro
3/lo
2/10
Tropa.
-
5 X 50.
Baleares39s
i. Regiór455
Canarias455
,0
-
de trampolín.
Canarias2m
Prueba
6/lo
Clasificación
general.
Plusmarcas
roo m. libres...
400 m.
“
200 m. brazá.. .
ioo m. espalda.
Relevos 5 )< 50.
CerveraBaleares.
Relevos
j0
i.°
2.0
30
.°
0
6.0
7.0
2/10
i.°
X C. de E570
Baleares
Canarias1m
-
m. libres.
400
jo
tie
Capitán RieraBa1ears1m
i.°
2.°
3.°
,nilitar.
puntos.
“
nacionales militares de Natación de Tropa.
m. libresNéderman
4.0 Región.
m.
“Flórez.
.. . x.0
“
mAlemany..
3.0
“
m espalda....
Flórez....
i.
“
1943.
1948.
-1949.
1948.
-
,m 8
5m 480 8/lo
23fl1 22
1m 200 fI0
55
3
brazaEscandeil.
m.
200
Baleares...
(Do
ménech, Moreil, Mur-.
gadas)r944T
Equipo 4.a Región (To
rrellas,
- Forné,
Ber
gada, I,ahorit, Font).
Equipo 4.a Región (Ju
lián, Font, Canudas,
Forné)949
X io estilos..
..
Equipo
5 )<
libres
50
-
4X200
-.
“
-
-
1949.
i6° 2/10
301
4.a Región
-
6
°°
de
Equipo
lo.5:
2/lo
26.367
11.0:
““
1948.
2m 48s
9.978
2/Lo
En 1948.
30:
4.°
GIMNASIA EDUCATIVA
-
del X C. rió E
IXC.deE
de la 6.0 Región
1°:
!fl
37.638
La Gimnasia educativa, inspirada en los métodos de Ling,
es considerada entre nosotros como esencialmente formativa
y básica en la preparación física de los soldados. Ella abarca
a todos los hombres en filas, y un plan serenamente estudiado
por la Escuela y ordenado por el Estado Mayor Central hace
que, desde el ingreso del recluta a su licenciamiento, practiquen
y realicen diariamente las correspondientes tablas.
Los días 20, 21 y 22 de septiembre se reúnen en Toledo los
equipos vencedores de los torneos regionales. En total, 520
h cm bres
Cada sección se presenta ante el Jurado con 38 individuos de
tropa y i Sargento, mandando cada conjuntos
Oficial.
Los resultados oficiales dela clasificación por Regiones es
ccrno sigue:
Puntos
nacional:
Tercio
(2.°
Equipo
7.0:
Equipo
de
fantería
Equipo
de
la
Región
Cantabrina)33.117
la 6.0 Región
(Regimiento
In
(Regimiento
In
9°:
Con
fantería
Equipo
de
núm.
la 4.0
7)31.808
Región
mirar
y
ninguno
logra
el
resultado
conjunto
puntos
obtienen
es
debido
io.°:
II.°:
12.0:
13.0:
tillería
núm.
44)31.770
Equipo
de la 5.0 Región
(Batallón
de
nadóres)31.540
Equipo
de la 90 Región
(Regimiento
tillería
núm.
i6)Equipo
de la 8.° Región
(Regimiento
fantería
núm.
43)30.848
Equipo
de la 3.0 Región
(Regimiento
fantería
de Vizcaya,
núm.
21)29.470
Equipo
de la 2.0 Región
(Regimiento
tillería
de Costa.
Algeciras)28.682
a
haber
los
5,20
la
los
los
4,83
Mi
igual
ejercicios
de
prueba
esta
que
casi
por
la
31.032
4,73
In
In
Ar
2.0:
de
la
“
“
“
“
“
“
3.0:
4.0:
5.0:
6.°:
“
“
70:
8°:
9.0:
“
“
“
3.0
70
Región
9.
5.°
6.
“
“
‘
Canarias
del IX C. de E
de Baleares
“
la 8.a Región
existieron,
concu
Gimnasia
educativa
militar,
al
el
competición
atención
este
preparación
resto
de
y
las
dedi
incluidas
en
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de
de
de
los
Educación
jefes
de
equipos
han
Física;
equipo
no
sido.
en
años
Profesores
-
A-PLJCACONMILITAR
Los Campenatos
Nacionals de Aplicación militar son por
sus resultados y eúseñanzas el mejor final de las competicio
nes entre las Unidades del Ejército de Tiérra.
A la prueba de aplicación asistieron 13 Patrullas, tipo Sec
ciónde Infantería (1 Oficial. i Sargento, 2 Cabos i.os, 6 Ca
bos 2.os y 32 soldados), en representación de las Regiones pen
insulares e isleñas y de los Cuerpos de Ejército de Marruecos.
La clasificación por Regiones se estableció como indica el
cuadro de la página siguiente (parte -superior).
Los aumentos de tiempo, debidos a penalizaciones, son como
expresa el cuadro inserto al final de este artículo.
Las Regiones Campeones nacionales en los distintos años
que se ha celebrado esta prueba son:
reaf
Penalización
Tiempototal
46
1h ni
NACIONAL
1947.
Nota
media
Puntos
Equipo
lugar,
Gimnasia
-
Tiempo
En
tabla.
de
4,80
Ar
Los
diez
primeros
clasificados
individualmente
pertenecen
todos
al Tercio
Duque
de Alba,
2.°
de la Legión,
y son
del
IX
C. de E.
Al
consignar
estos
resultados,
es obligado
establecer
un
co
mentario
y realizar
un estudio
comparativo
con los
Campoona
tos
de 1947
y 1948.
- Los
resultados
obtenidos
en
dichos
años
son:
CLASIFICACIÓN
la
mayor
que
titulados
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mayor.
epecialmeute,
de
amplia
Militar.
número
y,
primer
no
Aplicación-
una
esta
construídas
el
en
de
dedicado
a
1949
la
la
son
cuenta
torneos
37.noo
mediana;
regionales
nacionales
año,
de
anteriores,
forman
el
confu
cada
calificación
es,
precedentes
habrán
una
menos
1949)
Campeonatos
exigió
es
en
mucho
que
13
sufi
en
años
en
apreciada
Deportivo
causa
en
en
es
en
aclarar
puntuación
39
1947,
idéntico
puntuación
a
de
años,
en
bueno;
con
y
tres
aumentando
equipos
1948,
regional
interés
precedentes,
era
de
los
actúan
Conviene
teniendo
y
2,95
2,65
obtenidas
tablas
1947
Cuerpos
prueba
5.
bueno,
Campeonatos
Calendario
Otra
en
1949,
corresponde
vencedores
que
la
car
4,87
a
mismos
a
año,
Ar
que
rriendo
de
los
4,35
22.631
20620
de
obtener
año
mejora
establecido
educativa,
5,23
la
4,40
3,85
3, 6o
equipos
de
En
de
Escuela
clase
de
i2
puntuaciones
las
la
en
y
causa
consiguen
puntos
que
por
(36
La
6
nota
nota
de
la cantidad
1948.
este
4,73
4,7’
4,65
27.325
clasificación
clasificación
de
las
cantidad
anualmente
5,30
la
presentarse:
preparados
9.0:
equipos,
examinpndo
pudiera
5,48
la
torneo
rebrsar
que
de
mejoría:
obtener
de
para
sión
relaciones
amplia
del
ejecutantes
33.716
las
fácilmente
5,14
(Regimiento
sólo
ciente
“
40
aprecia
el
8°:
8.°
4,74
28.767
“
“
se
6,45
Región
“9a
I0.°ó
1 1°:
12°:
esto
de la Legión)46.162
Equipo del X C. de E. (Grupo
Infantería de Melilló.36.002
3.0:
Equipo
de Baleares (Regimiento Infan
tería de Teruel núm. 483457
.°:
Equipo
de la 7.0 Región (Regimiento In
fantería de Burgos, núm. 36)34.019
5°: Equipo de Canarias (Grupo de Tiradores
de Ifni núm. i)-.
8°:
misma
del IX C. de E.
Subcampeón:
Regulares
6°:
Nota
media
go
7.0:
-Baleares
la
2.a
4,80
-
36.058
36.038
35 .294
35.074
33.926
32.787
30
6°:
4,90
36.447
3.
-
3,68
3,16
1,24
22.308
12.0:
2.0:
Campeón
Nota
media
Puntos
-
36.823
4,94
36.591
35.789
35.338
4,91
IO
45$
ción
1946.—I.°
1947.—I.°:
1948.__L0:
3a Región4701
6.
“45m
Baleares48m
33S
38°
550
3201 455
2m
- 401
1h
3s
47m
38$
5201
55S
4,71
34.489
--
29.542
4,65
4,63
3,93
29.281
28.676
1a Región58
se celebró
competi
1944.—I.°:
1945.—Xo
o
3,71
Un -estudio comparativo de resultados y tiempo en los cinco
años de competiciones no puede efectuarse por completo.
En 1948 se inaugura una nueva pista de aplicación que, decla
rada reglamentaria para el Ejército, va a ser en lo sucesivo
escenario de los encuentros militares de esta naturaleza. La
diferencias fundamentales entre esta nueva pista y la anterior
fltlrr
5
Clasi.
O
ti
fina—
cidn
1
2
•Tiemporeal_especificado.
Carre-Marcha
Tiro
Paso de
rae
pista
-‘
QU
E
1 P
30m
Baleares
.
J
Reón
X9 C. de E.
tX9C.deE
30 Regin
39
49
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30rn
5 Re6n
‘Canarias
60 Regi6n
69
79
8
70
90
528
3o
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ja
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8
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4481155$
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50”
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X9 C.E. UC.B.
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-
22
—‘
1O
10°
1m208
“1”45°.
l’3O°
Carreras
3QPiro
42
nbudoa
52
Carro
de
asalto
..
62 Barreeniento
72
8
92
1O
112
Paáo
de
Carriles
Resaltes
ria
estjcairos
anticarros
-
-
Ondulaciones
del
terreno
en bajo....
Granadas
Alambradas ‘
.42
Sub—elexnento
152
162
172
!t!uro
Paso
Paso
de
de
minas
la
pista
—
—
—
—
—
—
—
—
—
308
281
•4O
3O
408
.1” 30
10°
—
.-
-‘
..
1”20°
2”lO°
30°
10°
—
—
—
—
2O
1m
1”
30°
l”40°
—
—
2’3O
1”
‘
2’°
‘
—
1m408
—
—
—
2”30°
—
308
50°
—
—
2”—8
121
—
50°
30°
,
30’
40°
‘
6° Reg. 75Reg,
9lReg.
‘
22 Reg. 41Reg.
8SReg
—
—
200
IONES
31 Reg. 5lReg. Cesar.
,
75
en io de anchura y se intercalaron nuevos obstáculos, aumen
tándose en cuanto ‘a dificultad los ya existentes (l ataque al
carro de asalto es uno nuevo; los resaltes anticarros se han
aumentado en 20 cm. de altura y alguno de los fosos en 1,50
metros; además, la distancia a que se exige alcançen lasgrana
das rebasa los 35 metros). Por el contrario, las cifras de 1948
y 1949 acusan un estacionamiento muy igualado; las diferen
cias son pocas, aunque superan las últimas a las del Campeo
nato anterior, pero ya no es posible establecer las diferencias
de otras veces; el grado de entrenamiento y preparación, con
dificultad será superado,, y con Unidades normales como las
que aquí compiten, es lógico que los tiempos y marcas esta
blecidos sean los que aquí se expresan. Se ha llegado a aqui
latar el tiempo a lo máximo, y sólo cabe lograr la superación
con la disminución de penalización; pero en’ esto entran ya
irpponderables de suerte y accidentes que no pueden tenerse
en modo alguno previstos.
NALIZAC
—
FOSOS
129
132
PB
•
Balea.
5718
234
consisten
en la mayor longitud y dureza de los obstáculos de
la nueva.
Agrupemos, pues, en dos ciclos de homólogas carticterísticas
la pruebas de aplicación: uno, las celebradas en los años 1944,
1946 y 1947; otro, la de los dos últimos años.
El año inicial, la extrañeza lógica en una nueva modalidad
de torneos hizo que las marcas establecidas fuesen medianas;
o.bsérvese que la patrulla • a clasificada tiene una penaliza
ción de 46m 45 el II Campeonato mejora algo los tiempos y
las, penalizaciones: pero aun así, el equipo campeón sufre 32m 455
de castigos por infracciones del Reglamento. Es en 1947 cuando
se establecen mayores diferencias en relación a años anterio
res, fruto de una mejor preparación de las patrullas.
A. simple vista, parece ser que en 1948 las ventajas de años
anteriores no sólo se mantienen, sino que se acusa un amplio
descenso; pero esto no es cierto, ya que, como antes apuntába
mos, la pista se ha incrementado en 150 metros de longitud,
EQUI’0S
Obstáculos
Total
tien
lapo rJ1 rie e
6”
1m
1”:
lo0
—
40°
—
—
2”O
3”lO°
20°
—
4”20°
—
—
—
—
2”1O
—
—
2”40°
—
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1”
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—
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—
—
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—
—
—
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—
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—
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—
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—
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—
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—
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—
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1”30°
—
1” 105
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2”20° 2” 40°
—
—
—
—
2”40°
2”l0
.—
—
3”40°
—
35
6’1O° 5’2O°
2”40°
381305 2”20°
2”50
481
—
1”30°
318
1681
—
381
Arfjllería.—Modalidadnorteamericanade’las.TabIasdeTiro.
Coronel Galanzino. De la publicaciónitaliana Rivista Militare. Traduccióndel Teniente Coronel Salva c’or.
Los americanos, ‘eminentemente prácticos y con tendenciás
hacia la mecanización en todos los campos ‘de la técnica, han
adoptado un tipo de Tablas de Tiro que difiere completamente
de las empleadas por los demás Ejércitos.
En el Ejército italiano, por ejemplo, cuando se habla de
Tablas de Tiro, se sabe que están constituidas por un conjunto
ie Tablas numéricas y gráficas que contienen los elementos,
lecesarios para la ejecución del tiro.
Los norteamericanos, en cambio, hán dado a sus Tablas de
Tiro una forma muy parecida a la de una regla de cálculo sobre
la cual están representadas las escalas correspondientes a todos
los elementos que participan corrientemente en la ejecución
práctica del tiro.
En las tablas gráficonuméricas italianas se puede observar
inmediatamente
que no son más que la transcripción sobre el
papel de aquellas norteamericanas, ya que se expresan corre-
lativamente a los alcances expresados en una escala determi
los restanteselementos
nada
de tiro; sin embargo, la disposición
las escalas y losdeelementos de tiro contenidos en las mismas
t’Z1VZw
iyw-’w iiu
IW3W’1WS
WWIOVMOH
1
1
sonEntotalmente
diferentes
en ambas
de Tablas dequeTiro.
su conjunto,
la Tabla
de Tiro clases
norteamericana,
en
líneas generales presenta el aspecto de una regla de cálculo
corriente,
con cursor portaíndice elaborado en material traspuede servir
parente,
indistintamente para los tiros que tenlugar congan
trayectorias por el 1.0 o por el 2.° sector (fig. i).
el primer caso,
En para bocas de fuego que utilizan cargas
sobre múltiples,
una misma cara de la regla se encuentran re
presentados los datos relativos a dos cargas; mientras que en
segundo caso,
el ya que la escala de los alcances por el 2.° sec
es más reducida,
tor
sobre la citada cara de la regla podrán
representarse más cargas, y las correspondientes escalas están
señaladas sobre dos líneas, con objeto de rio confundirse.
disposición
L
de las escalas sobre la regla es la siguiente:
‘
1
1
1
1
1
-
1
-
1
oI
-
comunes
Partes a todas las cargas:
•
J
L
Escala de alcances
x.°
en yardas representada en escah
Inmediatamentelogarítmica. sobre ésta se encuentra.
iscala de2.0valores de los ángulos bajo los cuales se ver
yardas a las distintas distancias.loo
Esta última es una escala que proporciona instantáneament
‘
-
r
1
-
CC
-
1
l
-
J
1
II 1
1
1
-
-
-
-
-
—
co
1
-
1
=
-
1
1
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-
i
—
j
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1
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e
‘
•I
1
-
i
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-
iL
-
1
—
e
-
1
1
1
1
-
—
—
1
I°’
-
1
i
e
-
I
1
-
1
e
‘.‘--‘-
-
—
1
1
Lc
-:1 ccl 1
1
1-
-
-
—
o
o
IL
I
‘-‘
-I
r-H-soiii
-1
1
o
Tiros
cada
por carga:
el primer sector:
Angulos de elevación en milésimas.
40 Variaciones
del ángulo de elevación corres
pondientes a roo yardas del alcance.
5.° Variaciones del ángulo de elevación corres
pondientes
al desplazamiento de dos zonas longi
tudinales, del centro de impactos.
6.° Derivación.
7.° Graduación de espoleta para el tiro a tiem
pos con proyectiles destinados a esta modalidad d
mientras
tiro, que para los proyectiles a percusió
la escala se sustituye por la de duración de tr
yectoria
por elsegundosector:
Tiros
estos casos, las escalas
En r. ‘2.SOn
iguales
del caso precedente;
las
en cuantt ¿ la escala rel
a las tiva
variaciones del ángulo de elevación ci
a IOOi.yardas del alcance,
rréspondien
se sust
por otra
tuye que proporciona las variaciones d
correspondientes
ángulodetiro a 10° del ángulo d
es decir, cuando
elevación,
el punto de llegada s
desplaza 100 sobre la vertical del blanco.
escalas restantes Las
permanecen invariables co
única diferencia de que,
la como quiera que en
segundo
sector
se efectúa nunca
tiroduració
a tien
se representa
pos, no solamentela
escalael de
trayectoria.
de
todavía
Existe
otra peculiaridad a - reseñar:
de los ángulos de
escala
elevación está siempre r
en dos presentada
colores: negro y rojo; el tra
indica la distancia
rojo o alcance más convenien
el cálculo
pára de las çorrecciones.
CORRECCIONES
l
-
1•
--
J
- -
-
-
3•0
1 ci
-l c-J
C0
-
-o
TI
ci
e
-
- -
4el
e
OIc:1P’)
.I
o
al
-11
E-
o
-
-
oc’J
i-1
00_Iox9_
-I
n
del
-—-:
,.
F
o
o
1
-
i!--L
tiÇ:
-
Lico
o
a-
valoreslosde la relación: tg c = ——,
y para si
determinaciónno se ha empleado la fórmula simpli
roo
ficada
=
,sino esta otra más aproximada
•
..
-
o
-
1
Tabla de Tiro gráfica
La
norteainericana no i:
ningún dato cluye
para las correcciones del m
Estas se tienen
mento. en cuenta del modo r
guiente: se efectúa un tiro sobre una distanc
conocida, determinándose el alza de ajuste, que
a generalidad de los casós será diferente de la correspondiente
la distancia topográfica. Se desplazará entonces el índice del
ursor mediante un nuevo trazo en lápiz en la cantidad corres
ondiente a la citada diferencia, sirviendo el nuevo índice
ara la lectura del alza y restantes elementos, a excepción del
ngulo bajo el cual se ven ioo yardas a las distintas distancias.
Un triángulo rojo indica el alcance para cada carga más
avorable para efectuar el tiro para la’ determinación de las
,ariaciones; tal principio puede aplicarse a todo el trazo rojo
lé la escala de ángulos de elevación. Evidentemente que con
al modo de proceder se tienen en cuenta implícitamente las
listintas variaciones, ya sean las atribuibles a los agentes
tmosféricos, a -la misma boca de fuego y a los proyectiles y
as cargas.
Análogo procedimiento se practica para la determinación
le la graduación de -espoleta en el caso de los tiros a tiempos.
Acompaña además a la regla una plaquita sobre la cual, en
ma cara, están reseñados los valores del ángulo de reelevación
,ara las diversas cargas y para cada uño de los distintos tipos
le afuste sobre los cuales puede ser montada la boca de fuego,
sobre la otra cara están representadas dos tablas, s y d, que
)roporcionan los datos siguientes:
Tabla s.—Proporciona las correcciones en milésimas necesa
ias para mantener el impacto sobre la línea observatorio
bianco, para cada variación de xoo yardas en el alcance. Esta
tabla es función de ‘la distancia batería-blanco en yardas y del
ngulo que forman las líneas batería-blanco y observatorioblanco.
Tabla ,d.—Proporciona las desviaciones en milésimas obser
vadas désde el observatorio, cuando se varía el alcance en
roo yardas sin alterar la dirección. Esta tabla es función de la
distancia observatorio-blanco
y del ángulo formado por las
[íneas. observatorio-blanco y batería-blanco.
Dichas dos tablas están calculadas por el procedimiento
siguiente (fig. 2):
‘O
BS
OS
D
d°°
=
=
=
=
=
=
s°°
=
So0
-
posición de la pieza;
observatorio;
distancia de tiro;
distancia del observatorio;
impacto largo;
ángulo bajo el cual se ve, desde el observatorio,- la des
viación SD;
corrección en dirección correspondiente a una varia
ción de la distancia DS, para mantener el impactó
sobre la línea de observación;
-
—
—
LD yardas
(BS + SD) miles de yardas;
PD yardas
(OS + SP) miles de yardas.
Ahora bien; como SP y SD son cantidades despreciables
respecto a las otras - distancias, y
PD
DS.
tendremos
S°°
sen OSB
que
=
,,
LD
=
-
DS
tag OB,
tag OSE
,,
d°”
=
--.
DS.
sen OSE.,
Vemos, pues, que las tablas dan los valores de’s°° y d°° en
Eunción del ángulo OSB y ES u OS en yardas respectiva
mente, para un valor de DS = roo yardas.
También en este caso, como en el que se ha mencionado para
la escala que da el ángulo bajo el cual se ven roo yardas a
las distintas distancias, los cocientes que figuran en las ante
riores expresiones deberán suministrar las tangentes, y puesto
que las tangentes están sustituídas por el arco en milésimas, los
expresados cocientes tendrán que rnultiplicarse por 1.019, con
Lo cual las fórmulas definitivas para calcular las tablas en cues
tión serán las siguientes:
S°°
=
I.oI9--
DS
TIRO A TIEMPOS
El procedimiento es análogo al empleado para el-tiro a per
cusión.
Se trata, por ejemplo, de un tiro de ajuste, para la determi
nación de las correcciones cuando el blanco se encuentra
a 6.00o yardas y se supone 30°° la altura de explosión para obte
ner
con certeza explosiones altas.
El tiro de ajuste a percúsión ha dado (ejemplo anterior), para
la- distancia de 7.260 yardas, una elevación de 345°°, por lo cual
el índice provisional está ya desplazado por las correcciones
del momento y, por tanto, a 6.ooo yardas corresponderá el
ángulo de elevación 266°°; en correspondencia con esta eleva
ción, sobre la escala de graduación de espoleta se lee 17,6.
- Si,’ efectuando
un disparo en las condiciónes antedichas,
éste resulta con-una altúra de explosión ro°° más alta que la
normal, se baja -la explosión en ro° disminuyendo el ángulo
de situación. Si después de tal corrección el ángulo de situa
ción medio de un grupo de disparos resulta de + 9°°, y la dis
‘tancia obtenida según la media de las correcciones efectuadas
es de 6.o8o yardas, el ajuste del- ángulo de elevación se efec
tuará del modo siguiente:
Angulo de elevación con el cual se ha disparado. .
Anguló de situación (3o°° — I0°°
20°)20°°
Angulo de tiro286°°
Angulo de situación observado en un grupo de disparos
Angulo de elevación ajustado277°°
266°°
(+
900)
-
-
.
DS.
con
zando el obús de 1o5 mm, y se admite como distancia para la
determinación de las correcciones (punto, de referencia ó de fé)
la de 7.260 yardas.
El tiro puede’ efectuarse ,eficazmente con las cargas 6. a ó a
(fig. i).
Tomemos la 6. carga; para ella, a la distancia establecida,
corresponde el alza de 364°.
Efectuado el tiro de ajuste sobre el blanco, resulta u alza
de ajuste de 345°. Se traza un índice provisional sobre el cur
sor,- en el lugar correspondiente a esta nueva alza, manteniendó
por lo demás, en dicho momento, el índice fijo del cursor sobre
la distancia de 7.260 yardas.
Supongamos ahora que se trata de efectuar un tiro sobre un
blanco situado a una distancia de 8.440 yardas.
Se llevará el índice fijo del cursor sobre la nueva distancia,
mientrás el alza se leerá con el índice provisional anteriormente
trazado, de, manera que el tjro se iniciará con el alza 4330,
y
no la de 460°, que es la que corresponde a la distancia topo
gráfica.
Los otros elementos, leídos también con el índice provisio
nal, son los siguientes:
a)
Váriación del ángulo de ‘elevación correspondiente a la
variación de ioo yárdas en el alcance (escala C), 900;
b)
Derivación, 700; —
,
c) Duración de la trayectoria, 28”.
El ángulo bajo el cual se ven las roo yardas, por el contrario,
se lee en correspondencia con la distancia topográfica, siendo
en este caso-de 12°°.
—‘-
tg OSE
,,
d°°
=
1.019
DS
—-sen
OSB.
A continuación vamos a presentar una aplicáción práctica,
que nos aclarará todo cuanto llevamos dicho.
Se trata de ejecutar un tiro con granada rompedora utili
En estas condiciones se deberá llevar el índice fijo del- cursor
sobre la distancia 6.080; señalar sobre el cursor un índice pro
visional para el ángulo de elevación correspondiente a z770 y
o-tro sobre la escala de las graduaciones de espoleta en corres
pondencia con la graduación 17,6. Efectuado esto, la regla es
tará lista para ejecutar el tiro con la carga considerada.
Después de lo que acabamos de exponer, si bien haya sido
brevemente, ocurre el preguntarse. si la Tabla de Tiró ideada
por los norteamericanos representa algún progreso respecto a
las tablas gráficonüméricas y si, por consiguiente, merece ser
tomada en consideración para su eventual reproducción en
otros países.
‘
Como ya hemos dicho, la Tabla de Tiro norteamericana tiene
cierta analogía con las tablas gráficonuméricas, pues su única
variación consiste en representar esta última sobre una regla
provista de un índice más cómodo.
Además, ñna diferencia esencial consiste en el método em
pleado para el cálculo de las variaciones. Es indudable que el
sistema norteamericano es más rápido y práctico, pero requiere
siempre la ejecución de un tiro preliminar, con el consiguiente
‘consumo de municiones.
Puede presentarse la eventualidad de tener que romper el
fuego instantáneamente sobre un objetivo sobre el cual no es
dable efectuar ningura observación. En tal caso, las tablas
norteamericanas no permitirán efectuar las citadas correccio
nes preventivas del momento.
Todavía ocurre algo más: con el método norteamericano se
afectan a determinado alcance las correcciones obtenidas para
otro, lo cual no es del todo exacto. Se observó, sin embargo, que
se admite una región dentro de la cual son admisibles las correc
ciones, estando determinada la misma de manera que no se
superen los errores preestablecidos.
El tener representadas las distancias en escala logarítmica
hace que las correcciones en alcance, que se consiguen çon el
desplazamiento del índice para las lecturas de las alzas y que
en definitiva corresponden al conjunto de las variaciones, sean
pequeñas a las distancias cortas y aumenten con el alcance, lo
cual es debido a que con el empleo de tal escala permanece
implícitamente
constante la relación
El desplazamiento del índice (que se mantiene constan
se reduce en definitiva a una variación de log X.
dX
Por lo demás, sabemos que d. log . X =
y pasando
las diferenciales a las diferencias finitas, tendremos que
z. log . X
const.
x
Justamente por esta razón creemos que los norteamericax
han elegido la escala logarítmica para la representación de
distancias.
=
—
En cuanto a una eventual adopción en otro país de tal génc
de Tablas de Tiro, se observa que dependerá del mayor o men
número de tipos de bocas de fuego en servicio y del número
ellas en cada tipo y clases de proyectiles, pues pudiera ocur
el tener que construir un número extraordinariamente
gran
de reglas con un gasto y pérdida de tiempo excesivos.
Reflexiones culinarias.
Comandante de Infantería Luis Manteca Pérez. De lo Zona de R. y M. número
LA COCINAMODERNA
En la cocina moderna no es preciso montar una cocina “tipo
económico”, a base de electricidad, gas, carbón o gasolina, tan
costosa, que muchos Cuerpos no podrían adquirir o luego sostener.
La cocina moderna es alegre, ventilada, artística, barata
sólida, práctica y puntual. Se construye con ladrillo refractario,
forrado en su exterior de baldosa blanca. En -el plano superior
lleva una chapa de hierro, semejante a la del tipo de cocina
bilbaína. La combustión de leña se hace en su interior, con lo
que el calor que se desprende de la combustión se aprovecha en
su totalidad.
Lás comidas, en esta cocina, quedan condimentadas a la
hora precisa, sin agobios ni apuros y e-xentas -de cenizas.
Las paredes son blancas, para que puedan ser albeadas
con frecuencia. En el techo hay que colocar unos tubos aspiraores de humos -y vapores. El piso debe ser de baldosa asfáltica,
y lo mismo los zócalos, para facilitar la limpieza con una man
guera y cepillo áspero.
La cocina debe tener un fregadero amplio, por encima del
cual conviene construir el escurreollas,- aparato que evita la
prematura destrucción del menaje en el sistema actual, por
que impide que el agua quede depositada en las perolas des
pués del fregado. Este aparato no es más que una rejilla de va
rillas de hierro, sobre la que debe quedar recogido el menaje
después de limpio.
La instalación de esta cocina puede ser un rectángulo o un
cuadrado, de dimensiones apropiadas a las necesidades del
Cuerpo.
El ranchero en esta cocina es un individuo limpio y curio
estimulado por el medio ambiente en que desenvuelve s
actividades.
-
LA COMIDA
La comida de la tropa es, en todos los tiempos, la principal pr
ocupación del Jefe de Cuerpo. De esta preocupación no se libr
los Mandos subalternos. Sin embargo, toca más de cerca
Capitán Inspector y a sus colaboradores que a ningún otr
Este Capitán se desvela por presentar una comida abundani
sana y nutritiva. El haber del soldado no puede ser rebasad
Ha de calcular los artículos que entran en la composición d
desayuno y las dos comidas por el número de hombres (pres
puesto disponible) y los precios.
La conjunción armónica de precios, cantidad y calidad,
lugar a un diario rompecabezas numérico para lograr el “ca:
lleno”. Dentro de esta norma general, a unos Inspectores 1
preocupa más la calidad que la cantidad; a otros, más la cant
dad que la calidad, y a otros, la cantidad, calidad y el val
nutritivo.
El que logra conjugar esos cuatro valores—pres
puesto, cantidad, calidad y valor calórico—es el que da níej
de comer.
Es difícil aunar los cuatro valores cuando se desconocen o i
se tienen en cuenta los valores calorimétricos de los compone
tes que han de integrar la ración alimenticia.
En nuestro concepto, es más importante la caloría alimen
cia que el valor vitamínico. Las vitaminas que necesita el org
nismo humano, en pequeñísimas cantidades, para el perfec
COI1CllQ
ilEPEM1O
f1llETO
CO[llBOllflilOE
(I[ 1040
il MII1O
100
El Excmo. Sr. Ministo del Ejército ha dispuesto que, para estimular y recompensar los trabajos de los
colaboradores de EJERCITO, se concedan premios con arreglo a las siguientes bases:
1.a Tendrán derecho a los premios que se establecen en este Concurso todos los trabajos publicados en la
Revista desde 1 de abril de 1949 hasta 31 de marzo de 1950.
2.
Los trabajos serán enviados al Director de la Revista, quien elevará al Estado Mayor Central la co
rrespondiente propuesta, preciiamente en el mes de abril de 1950.
3.a
El número y cuantía de los premios a otorgar será para cada grupo de materias.
-
1.—CUESTIONES GENERALES DE TkCTICA
TúCNICA MILITAR.—DOS premios de 2.500 y 1.000 pesetas,
respectivamente.
II.—TCTIcA
PARTICULAR DE LAS AR1IAs.—Cuatro
premios de 2.500, 2.000, 1.500 y 1.000 pesetas, res
pectivamente.
111.—ARarAs
Txo.—Dos premios de 2.500 y 1.000 pesetas, respectivamente.
IV.—SERvICIOS.-—Tres
premios de 2.500, 2.000 y 1.500 pesetas, respectivamente.
V.—HISTOEIA.—TJn premio de 2.500 pesetas.
VJ.—ESTUDIOS
DE PSICOLOGÍA Y MORAL.—DOs premios de 2.500 y 1.000 pesetas, respectivamente.
E INSTRUcCIóN.—Dos
premios de 2.500 y 1.000 pesetas, respectivamente.
VII.—EDUCACIÓiv
incionamiento de su función vital, las suministra la variedad
limenticia.
Nuestro organismo es un horno que necesita quemar constanmente. Cuando no puede quemar, el hombre muere. A diferucia del horno, el hombre quema carnes, pescados, harinas,
gumbres, azúcar, huevos, leche, frutas, chocolate y miel,
Con estos alimentos, los químicos, fisiólogos y médicos han
Dmpuesto la ración alimenticia, que actualmente admi.te, entre
tras varias, las siguientes. clasificaciones: de conservación, de
recimiento y de trabajo. A nosotros sólo nos interesa la primera
la última,
La primera es la ración que normalásente consume el indiviuo para mantener el cuerpo con vida y apto para el trabajo;
segunda, es decir, la última, es la sobreaiimentación que alsnos Cuerpos dan a los individuos de la Sección de Deportes
notoristas, ciclistas, nadadores, futbolistas, etc.) para que re)bren el equilibrio de la energía muscular perdida durante los
iolentos ejercicios que realizan.
En igualdad de condiciones, no todos los individuos necesim el mismo número de calorías. Esto depende del pesó mdiidual. Marcel Labié señala un promedio de 30 a 45 calorías
sr kilo de peso, correspondiendo las más bajas a los trabajos
servicios más ligeros; las intermedias, a los trabajos medios; y
.s restantes, a los más pesados.
Un hombre que pese 70 kilogramos necesita un promedio de
.500 calorías si presta servicio en oficinas; de 2.750 si trabaja
los talleres regimentales, y de 3.000 calorías durante el pri
er período de instrucción, marchas y maniobras.
Se entiende por caloría la cantidad de calor necesaria para
evar de cero grados a un grado un litro de agua.
LOR CALÓRICO DE ALGUNOS ALIMENTOS
Los científicos Pchall, Heisler, Konig, Alquier y otros, han
iblicado unas largas tablas de valores calóricos y vitamínicos
muchos alimentos, de entre las que copiamos aquellos artícu
s que consume la tropa. Cada ioo gramos de los artículos que
indican contienen las calorías siguientes: Carne de buey, 3oo;
vaca, 165; de cerdo, 4oo; de cordero, 350; de gallina, 155;
conejo, 125; pescados, un promedio de loo; frutas verdes,
70 a loo; huevos, 170; leche de vaca, 70; harina de trigo,
nteno, maíz, cebada y pastas para sopa, 320; patatas, 9o;
Lbas, 320; guisantes, 270; hortalizas, promedio de 5o; frutas
cas (castañas, nueces, almendras, avellanas, uvas, pasas, etc.),
250 a 4oo; aceitunas, roo; azúcar, 225; chocolate y cacao,
5; plátanos, soo; vino corriente, por litro, de 650 a 700; cer
za, por litro, de 350 a 400, y sidra, por litro, de 250 a 300.
El pan aporta al orgánismo un tercio de las energías diarias.
TRANSFORMACIONDE LOS ALIMENTOS
Elhombre no puede comer mucho de los alimentos que
injiere si no los transforma previamente por el calor. Para ello
los cuece, fríe o asa. Otros muchos, como, por ejemplo, varios
productos hortícolas y las frutas en general, puede comerlos
crudos, pero es preciso que estén en sazón, es decir, qúe hayan
madurado.
Lasfibras, pellejos y cáscaras, no son digestivas, pero tienen
la particularísima propiedad de evitar el estreñimiento si son
porque tienden
injeridas,
a salir al exterior.
Elinglés R. W. Service demuestra, en un folleto interesante,
que es preferible comer fibras, pellejos y cáscaras—naturalmente que no se refiere al pellejo de vaca ni a las cáscaras de
almendras y nueces—que tomar productos químicos para evi
tar trastornos de tipo intestinal.
Losalimentos cuecen a los zoo grados, fríen a los 200 y se
a los 300.
asaú
Operadaenlos alimentos la transformación por el calor, son
los cocineros y rancheros quienes, llevados de la mano por el
doctor Pozerski, mago de la llamada “Ciencia Gastrotécnica”,
que,
en definitiva,
es el que
modosondelaguisar
esos platos
tan gustosos
sal delala comida,
vida y lapreparan.
delicia
los paladares
de gastronómicos.
DROGAS Y POSIBLES VENENOS
Se conocen con el nombre de drogas el alcohol, el tabaco, el
papel de fumar si ha sido tratado con salitre por ser este alca
loide un componente de la pólvora, el té, café, morfina, cocaína
y otros.
La injestión excesiva de alcohol, tabaco, té y café puede
dar lugar a intoxicaciones de carácter grave.
El uso de la morfina y cocaína son drogas prohibidas en abso
luto, por los incalculables perjuicios que originan en el organismo
humano.
Son venenosos los embutidos, carnes, pescados y mariscos
en malas condiciones; algunas especies de setas y hongos y
las ancas de rana venenosas. Lo es también el alimento sano con-.
dimentado en menaje de cobre o injerido en el organismo
con cubiertoá de este metal, del que se desprenden unas emana
ciones que cóntaminan
perjudiciales
para la salud.los alimentos, altamente tóxicas y
La salud del cuerpo es lo mismo que un reloj; si no se le da
cuerda, se para; si se le da demasiado, se rompe; si lo metemos
entre la arena, no funciona.
G 111 () iJN
REVISTA
ILUSTRADA
DELOSMANDOS
SUBALTERNOS
DELEJERCITO
Sumario del número de enero de 1950.
Estampas
de un itinerario
por los pueblos y tierras de España. Galicia. Por Juan Cual
quiera.—Cosas
de Ayer, de Hoy y de Mañana. Comandante
de Ory.—Curiosidades
de la
acción de España en América.
General
Bermúdez’
de Castro,—Introducción
a los te
mas tácticos de Pelotón. Teniente de Infantería,
J. G. Antón.—CampeonatosNacionales
Deportivo-Militares.
Teniente
de Infantería
Díez Cantero.—Educación
Física. El Cam
peonato
de la III Región. Comandante
Recuenco.—Un
problema de tiro. Comandante
Cirujeda
Echevarría.—Nuestros
lectores
REVISTA DE LA OFICIALIDAD
preguntan.
Redacción.
DE COMPLEMENTO
APENDICEDE LA REVISTA
“EJERCITO’
Sumario del mes de enero de 1950.
Divulgaciones geográficas.La Hora. Coronel Lombardero.—El Palacio de Buenavista. José
Montoro.-—Smnjesjs
de información mililar.—Mjsjonesde Sanidad Militar. Alférez Jiméíiez.—
Evoluciones en la fabricaciónde la pólvora.Teniente G. Civil Estévez.—La Guerraante el Derecho
Internacional. Alférez Cadete Caballero Aguilar.—RetaguardiaVanguardia. Alférez Arnanz
Delgado.—Ei ballago de un buque hundidoen Trafalgar. Sargento de la M. U. Díaz Bartus.—
Peligro atómicoy Defensa Nacional. Coronel Gotítard. (Traducción.)—Qué quiere usted saber?
Teniente CoronelOtaoiaurruchi.—Legislación.
-
Lasituadónmundialvistadesdeelladoruso.
Mayor D. G. B. Boyd. De la publkación inglesa iournal of the United Ser
vice Institution. (Traducido y publicado por la Revista Militar Argentina.)
En el Libro azul para la conquista del mundo se encuentra
expuesta en traducción exacta, la doctrina comunista tal bual
fué adoptada por el VI Congrésó Mundial comunista cele
brado n Moscú el x de septiembre de £929. Hoy se mantiene
ese programa sin variaciones.
Un estudio cuidadoso de ese documento revela que en nin
guna de sus partes hace mención de una guerra militar agre
siva iniciada por la U. R. S. S. Al contrario, siempre resalta
la posibilidad de un ataque capitalista no esperado. Se reco
noce que tal ataque sería extremadamente formidable, debido
al poder militar de los Estados capitalistas. El tema en toda
su extensión examina dos aspectos. Primero y principal: la
defensa; la U. R. S. S. es “reconocida como la única patria del
proletariado internacional, el principal baluarte de sus realiza
ciones y el factor más importante para su emancipación inter
nacional. El proletariado internacional tiene, por su parte, que
facilitar el éxito del trabajo de la construcción socialista en
Rusia y defenderla de los ataques de los poderes capitalistas
por todos los medios posibles...”. De esta manera, como coro
lario, si Rusia es atacada por los países capitalistas, ¡os parti
dos comunistas dentro de esos Estados capitalistas e imperia
listas tienen que cooperar con el proletariado ruso, destruyendo
ef poder capitalista, haciendo la guerra mediante huelgas,
boicots y, finalmente, revolución interna para, así, formar un
Estado comunista y favorecer por este medio la expansión del
comunismo mundial.
Los dos factores que conducen a la eventual dóminación del
mundo son: un fuerte núcleo, invencible, de comunismo alta
mente organizado y disciplinado dentro de Rusia y partidos
comunistas que siguen fortaleciéndose en los países capitalistas
y sociaidemocráticos y sus colonias y dependenciás, para que,
cuando estén suficientemente fuertes, estos partidos comu
nistas, por métodos legales, puedan tomar el poder en los par
lamentos capitalistas ,y entonces convertir los países en Esta
dos comunistas.
El objeto de este artículo es examinar el crecimiento del po
der ruso y tratar de pronosticar las probabilidades y medios
que tiene para alcanzar la dominación mundial.
Hasta i,
el programa, tal cual fué adoptado en 1928, pro
gresó en forma relativamente normal. Rusiá se armabá rápida
mente para protegerse contra los poderes capitalistas, particu
larmente Gran Bretaña, Francia y Japón, y tenía buena razón
para creer que contra los primeros dos había alcanzado ya un
razonable estado de defensa; tenía el Ejército y la Fuerza Aérea
más grandes de Europa, y en el Lejano Oriente era capaz de
poner en acción una fuerza defensiva suficiente como para di-.
suadir al Japón de intervenir en otras aventuras que las de
China. Había por delante una larga y dura lucha; pero había
sido creado un núcleo central fuerte, y los partidos comunis
tas, en los países capitalistas, acrecían sus fuerzas. Usaba de
la Liga de Naciones para mejorar su posición y engañaba al
mundo occidental haciéndole creer que cooperaba para la
paz y estabili4ad.
Entonces la escena cambió. De repente, y con velocidad en
aumento, comenzaron a armarse para una guerra imperialista
Alemania, Italia y Japón, con la finalidad de dominación
mundial, lo que se realizaría por la fuerza de las armas. Como
resultado, el núcleo en Rusia, lejos de estar seguro, se exponía
desde el Oeste y el Este a ser detenido rápidamente por las
naciones del pacto anticomunista en su búsqueda de domi
nación mundial. Así cambió la orientación a una mayor de
fensa del núcleo, y los partidos comunistas en los países. capi
talistas fueron abandonados a su suerte. Este estado de cosas
duró hasta £945, cuando Rusia se encontró en posesión de
Europa occidental y central, con control sobre las áreas ante
riormente dominadas por Japón, Norte de China y las. Kuri
les. La situación en la primavera de 5945 debe haberle pare
cido a Rusia similar a la de 5933. El núcleo interior en Rusia,
aunque terriblemente debilitado por la invasión alemana y la
retirada de Moscú y Stalingrado, estaba seguro y la ocupación
de los países satélites, desde el norte de Corea hasta Yugoslavia
y Polonia, sirvió de escudo, detrás del cual el núcleo pudo sex
reconstituido para obtener el requerido bastión, fuerte e mex-
pugnable, del cual los partidos comunistas exteriores pudie
ran derivar sus fuerzas y fondos. Pero hubo una grande e ines
perada diferencia en 5933. Estados Unidos habíase convertido
en un gran poder mundial; estaba de igual forma fantásticamente
determinado a oponerse a la expansión del comunismo en todos
los países capitalistas, por la restitución de la concepción demo
crática de las cuatro libertades y, evidentemente, estabapre
parado para sostener esa política por la donación generosa de
dólares, alimentos, equipos industriales y materia prima.
En 1948 era evidente que Estados Unidos consideraba el poder
militar, comó medio de evitar que los países ayudados fuesen
invadidos por las fuerzas armadas soviéticas que se encontra
ban en su vecindad. El cambio era inesperado, porque hasta £945
Rusia había imaginado que, aunque internamente debilitada,
rus ganancias territoriales en Europa y Asia y sus Ejércitos y
Fuerzas Aéreas movilizadas frente a las Vuerzas armadas
inglesas y norteamericanas en tren de desmovilización, podíañ
mantener adecuadamente el statu quo, dándole un respiro para
reconstruir el poder industrial y militar. Esta concepción fué
rudamente destrozada por la primera bomba atómica sobre
Hiroshima. La bomba atómica cambió todo. Fué un secreto
bien guardado, y su propia existencia causó consternación en
los círculos rusos de Pótsdam. Su llegada provocó una apresu
rada revisión de la polítiáa soviética. Ya no estaba seguro el
núcleo. Los bombarderos norteamericanos .de.largo alcance, he
valido bombas atómicas, podían amenazar el corazón del nú
cleó desde Alemania Occidental, Austria, Italia, tal vez Tur
quía, el Medio Oriente e India. Lejos de estar seguro el plan
fuerte del comunismo, de repente pareció ser terriblemente
vulnerable. ¿Qué se. podía hacer entonces para aumentar las
aspiraciones de la política soviética planeada en 1928? Lo pri
mero que se debía atender, una vez más, era la defensa, esen
cialmente la defensa antiaérea y aviación de caza para los cen
tros industriales, y perseguir una política de expansión limitada,
con el fin de contener el alcance de los bombárderos norteame
ricanos. En cuanto aesto último, cuatro áreas parecían ofrecer
probabilidades de áctuar con. “hechos consumados” sin preci
pitar una guerra general; pero si tal acción la precipitase, no
llevarla al límite. La primera de estas áreas era Alemania y
Austria. El plan es claro en este punto: primero, la eliminación
de los aliados occidentales de Berlín y Viena y, a continuación,
la creación de un Gobierno alemán y austríaco apadrinados por
Rusia, y finalmente, si fuera posible, un tratado de paz con
Alemania y Austria que incluyera la retirada de las fuerzas
armadas occidentales. El Ejército de Von Paulus podría en
tonces proteger a Alemania y a Austria, defensivamente para
Rusia.
La segunda área comprendía Italia y Grecia. Desde estos dos
países, los bombarderos norteamericanos podían lanzar las
bombas atómicas. Si tal ataque fuese llevado a cabo, tal vez
las áreas podrían ser rápidamente invadidas por los Ejércitos
rusos; pero quizás sería demasiado tarde para evitar que se le
hicieran grandes daños. De alguna manera tenían que asegu
rarse, y el sistema adoptado en Grecia fué desencadenar la gue
rra de guerrillas contra el Gobierno griego mediante satélites,
pero no con intervención rusa. En Italia, apoyar al partido co
munista, con la esperanza de obtener el control del país por.
medios parlamentarios. En ambas áreas, en el .apogeo de su
presión, todos los partidos soviéticos han sido hasta ahora anu
lados por los poderes occidentales. Las reacciones provocadas
por este éxito occidental comprueban que la tesis antes ex
puesta es correcta. En verdad, Rusia continúa en pos de sus
objetivos, sin llegar al límite de una guerra abierta.
La tercer área era el Medio Oriente, particularmente Turquía
y Persia. La presión sobre estas dos naciones ha sido hasta
ahora ineficaz. Seguramente se renovarán las tentativas, par
ticularmente en Persia; pero Estados Unidos y Gran Bretafía
están vitalmente interesados en la soberanía de estos dos países.
y iío parece probable que ellos se rindan a Rusia excepto por
un acto de guerra, y guerra en este momento no es la.respuesta
al problema de Rusia, que es la defensa del núcleo.
La cuarta área comprendía India y los territorios del Sudeste
de Asia y China. Con excepción del Norte de China y Corea,
esas áreas estaban demasiadp lejos del poder militar ruso
en 1945 para instalar Gobiernos mediante la directa interven
ción rusa, como en Europa oriental. El sistema en India y Su
deste de Asia fué la infiltración comunista, considerablemente
ayudada por la poca tranquilidad y la explosión de naciona
lismos que siguió a la rendición japonesa, llevando a rebeliones
contra los Gobiernos establecidos en Birmania, Malaya, Indo
nesia y Viet Nani. Esta tendencia se encuentra ahora en pro
ceso de ser resistida por las fuerzas armadas de los. poderes
coloniales respectivos y por los esfuerzos del Gobierno birmano
independiente. La intervención militar rusa en las últimas eta
pas de la guerra japonesa en Manchuria y Corea afirmó el
camino para la guerra civil en China, y en esta área las ga
nancias comunistas han sido más espectaculares, aunque exis
ten algunas dudas sobre el grado de cooperación entre los
comunistas chinos y el Kremlin. La resistencia mayor a la
expansión soviética en China es la ayuda militar y econó
mica norteamericana a Chiang-Kai-Shek, la. influencia’ predo
minante norteamericana en Japón, las Filipinas y las bases
en las islas del Pacífico y la estabilidad y prosperidad británica
en Hong-Kong.
El alcance de los aviones modernos aumenta, y en estaTépoca
el Kremlin debe estar considerando si el “escudo”.originalmente
concebido de satélites o de Estados ocupados alrededor de sus
fronteras es una valla adecuada para la acción de los bombar
deros estratégicos modernos. Si Rusia ocupara áreas más ale
jadas con sus Ejércitos, los aliados occidentales podrían igual
mente golpearla desde Gran Bretaña, el Norte de Africa, China,
Japón y las bases de las islas del Pacífico. Materialmente no
habría mejorado el objetivo primario, es decir, la defensa del
núcleo. Así, que, por el momento, parece haber reñunciado a
un intento de expanrión, dejando de esta manera a las naciones
occidentales beneficiarse con el plan Marshall, aunque haciendo
todo lo posible para sabotearlo por acción de los partidos comu
nistas. El núcleo todavía no está seguro, y no lo estará hasta
que alcance paridad en las nuevas armas y, de esta manera,
• la seguridad
con la amenaia de las represalias. El éxito de los
experimentos de Eniwetok puede haber retardado aún más el
logro de su objetivo primario.
El.año 1948 debió entonces cerrar como el más desastroso
para Rusia desde 1928. Está enteramente sola, debilitada
aún más por la defección d,e Yugoslavia y frente a un coloso
hostil y potencial que está adelantado en muchas años en “la
manera de saber hacer las cosas” tecnológicamente, en destreza
y organización industrial, para encarar una guerra moderna
electrónica; además, ella tiene un adversario de primera, con
suficiente dinero para restablecer las naciones occidentales,
en este momento debilitadas, y ayudarles a que alcancen sufi
ciente prosperidad para retardar el crecimiento del comunismo
dentro de sus límites, pues el comunismo únicamente prospera
en- la pobreza, hambre, intranquilidad y desorganización. Gran
Bretáña, sabiamente, por propia determinación, ha dado la
libertad a India, Pakistán, Ceilán y Birmania, y de esta ma
nera ha adelantado parte del camino para neutralizar un te
rreno fértil ala infiltración comunista dentro de las colonias
y dependencias capitalistas, animando el nacionalismo y el
patriotismo.
Los holandeses y franceses están en proceso de seguir una
política similar en Indonesia y Viet Nam, ambas áreas de in
filtración comunista. En el Medio Oriente, las naciones árabes
están tratando de alcanzar, bajo la benevolencia y dirección
británicas,
su largamente deseada aspiración de un biock
panárabe, mientras los judíos, ayudados por Estados Unidos,
,deben asegurar los límites razonables de una patria judía, tal
vez no todo lo que piden, pero, al menos, un área que con su
ingenuidad y energía conocidas pueden convertir en un Estado
estabilizado y próspero. La política de este Estado, una vez
que los límites hayan sido fijados, no será pro norteamericana,
pro británica, pro rusa o pro árabe, sino esencialmente pro
judía. Tal vez en el presente las políticas británica y norte
americana réalizarán eventualmente la estabilidad del Medio
Oriente y conseguirán así consolidar un baluarte contra la
expansión del comunismo.
Rusia está ahora ante un dilema. Si utiliza el Ejército sovié
tico para dilatar sus actuales límites, podría, es cierto, rápida
mente llegar a los Pirineos y a la costa del Atlántico, ocupar
toda la península escandinava, dominar la costa norte del
Mediterráneo, invadir Turquía e Irán y penetrar profunda
mente en la península de Arabia. Pero, alcanzados estos obje
tivos, que probablemente representan el límite de su expansión,
con toda seguridad desde Arabia y desde España podría ser
contraatacada
cón éxito. En verdad, hubiera hecho póco par
solucionar la necesidad de defender el núcleo. Además, habrí
llevado a cabo un acto mal calculado para realizar el objetiv
del comunismo mundial. Atacando a países capitalistas, lo
incitaría a resistir la agresión y daría a los Gobiernos de eso
países una oportunidad para unir a todo su pueblo en defenn
de la patria común, con patriotismo fanático. Como consecúen
cia inmediata del ataque, tendría que hacer frente a esta resis
tencia tal como la que organizó contra los invasores alemanes
En realidad, solamente podría contar con la cooperación ac
tiva de comunistas en países capitalistas, si éstos la atacasen
El autor no quiere decir que la agresión rusa no pueda ocurrir:
solamente afirma que tal ataque, evidentemente, está fuera de
programa del comunismo internacional y serviría poco para
que éste alcance su objetivo.
Entonces, ¿qué es lo que más probablemente acontecerá
Parece que Rusia ahora consolida sus ganancias y da primor.
dial prioridad a la defeñsa. No habrá cambio ninguno en su
política y el comunismo mundial quedará como aspiración fina
de los hombres del Kremlin. Quedará altamente movilizade
durante los próximos diez o quince años para asegurar le
defensa mediante las armas tradicionales, hasta que haya des
arrollado la bomba atómica y tenga buena cantidad de ellas.
Entonces, el proceso de preparación habrá quedado terminado.
Una vez más, los partidos comunistas en los países capitalistas,
socialdemócratas y sus colonias y dependencias ‘tendrán me
dios para extender el comunismo mundial por medio de la
revoluciones internas.
Por eso corresponde a las naciones occidentales organizars
en una, cooperación económica y en esa forma alcanzar la pros.
peridad en los próximos diez años, para que todos sus pueblo5
gocen de tal bienestar y sus colonias y dependencias tengan en
la medida más amplia posible Gobierno propio o estén en camino
de lograrlo, de manera que un cambio comunista no tenga
atracción alguna. Con seguridad, esto no está fuera del alcance
del esfuerzo humano, si se trabaja a través de institucione5
libres.
Pbro hay un aspecto más. El argumento dado arriba indice
que hasta 1960 Rusia sé esforzará por lograr su propia seguri
dad. Es probable que jamás alcance a tener tanta seguridad
y tan suficiente fuerza de partidos comunistas en el exteriox
como para que el sueño de 1928, de comunismo mundial, se
convierta en realidad. Ella tendrá, entonces, dos caminos
abiertos: permanecer estática y, en este caso, desintegrarse en
las naciones que la componen, o, alternativamente,
volver a
tradicional imperialismo ruso, que no es la conquista mundial
ni nada que se le parezca: es una lucha continua por los puer
tos de aguas templadas -y las regiones petrolíferas del Medio
Oriente. Estos dos objetivos quedan en el Medio Oriente, y es
en esta región donde intenta penetrar. En tanto desarrolle
su poder industrial, su pobre producción de petróleo (el 5 por roo
del total mundial) no le alcanzará para aguantar. Si no puede
encontrar más petróleo dentro de sus límites, tendrá que adqui
rirlo en el Medio Oriente o desintegrarse. Si se ha de impedir
a Rusia invadir el Medio Oriente, los norteamericanos debie
ran ayudar a Gran Bretaña, durante la paz, a mantener sufi
cientes fuerzas para asegurar su defensa y aumentar sus inte
reses económicos en esa región. -Tratados de defensa mutua
con los Estados de Arabia e Israel sería el resultado lógico de
esta política. Lógicamente, por lo tanto, los objetivos princi
pales de la política exterior norteamericana en el futuro pare
cen ser:
i.°
Apoyar a las naciones occidentales con el Plan Marshall
y fomentar una unión occidental como baluarte de la expansión
del comunismo mundial.
2.°
Fomentar la estabilidad en el Lejano Oriente, prestando
ayuda militar y económica a China para resistir la expansión
del comunismo mundial.
3.° Fomentar la estabilidad en el Medio Oriente mediante
pactos de defensa mutua con los británicos, judíos y árabes,
para combatir -una renovación del imperialismo ruso.
4.° Cuando haya sido alcanzado el primer objetivo, asegu
rar que el petróleo restante del Medio Oriente queda disponible
para todas las naciones, incluyendo a Rusia, y, si es necesario,
que Rusia participe de su producción.
Este es el plan para la paz mundial; los medios de alcanzar
la estabilidad y la única forma de contener y eventualmente
dispersar las oscuras. nubes de esclavitud lanzadas a través
del mundo, desde 1917, por los dictadores del Kremlin. Es
una política de defensa y cooperación mutua entre todas las
naciones, incluyendo eventualmente al pueblo ruso pacífico.
Armas contra carro.
-
Por .Bo’sun.De la pu.biicocióning’esa Jaurnal Royo! Linifed ServíceInstifution. (Troduccón de! Tie. Coronel P. S. Elizondo.)
L problema de encontrar un antídoo a los carros de coro
-a--’ bate se hallaba sólo parcialmente resuelto cuando cesa
ron los combates en gran escala en 1945. Se habían desarro
llado cuatro tipos de antídoto, si bien tódos ellos adolecían de
diferentes inconvenientes. Estos antídotos eran los siguientes:
‘‘
Caflones de traycctoi’ia teosa de gran velocidad inicial..—Su
principal inconveniente era que para poder combatir eficaz
mente contra los- carros de combate pesados, su tamaulo, peso
y falta de maniobrabilidad tenían que aumentar progresiva
mente. Comenzando la guerra con los cafiones automáticos
de 20 mIro. o con los fusiles C.C. especialmente adécuados,
las naciones beligerantes terminaron la misma con caiíones
de 76,2 ni-/m., 88 mIni. y “monstruos” similares. Los caflon-es
de este tamaílo no resultan demasiado embarazosos cuando
estaban montados sobre carros de combate o montajes auto- propulsados,
pero cuando estaban destinados a marchar remol
cados eran excesivamente grandes y poco manejables en las
zonas avanzadas de acción de la Infantería. Por lo demás, bien sea montad-os en carros de combate, o vehículos autopro
pulsados o remolcados, los caflones de este tamaul o son inade
cuados para ser transportados fácilmente con -las fuerzas aero
transportadas, o para vadear ríos sobre almadías o barcazas
Muchas circunstancias pueden surgir en la guerra moderna,
en las cuales resulte esencial el empleo de alguna forma de
arma C.C., aunque también surgirán circunstanc’as locales que
excluyan los monstruos en que se han -convertido estos cafio
nes, ya sean autopropulsados o remolcados.
-
Minas.-.--Esta clase de artificios, si se utilizan en grandes
cantidades, procuran quizá el más formidable antídoto contra
los carros de combate, especialmente porque son igualmente
‘eficaces cualquiera que sea el tamaiio o peso de los carrós de
combate. Sin embargo-, sus inconvenientes son múltiples.
Por lo general, son casi exclusivamente un arma defensiva.
Aunque su utilización puede proteger a una fu-erza que se,
mantenga en posición defensiva o a una fuerza en retirada,
no son de gran valor, para proteger a las fuerzas que avan
cen contra un súbito contraataque por fuerzas acorazadas; Requieren un tiempo considerable para su colocación. A menos
que su uso se coordine en un elevad-o escalón de mando, pue
den constituir un peligro tanto para las fuerzas propias como
para el -enemigo.
Para ser realmente -eficaces, deberán emplearse en grandes
cantidades, debiendo estudiarse un cuidadoso dispositivo para
que resulten “cubiertas” por los fuegos propios. Por todas es
tas razones, las minas constituyen un arma estática de peque
fío valor en la táctica de las pequefías unidades de infantería
avanzadas, cuando- tienen que enfrentarse con unos pocos, di
seminados, pero bien adiestrados carros enemigos.
Cohetes de aviación.—Estas armas, utilizadas en forma ofen
siva contra masas compactas de carros -enemigos, tal y como
sucedió -en Falaise, demostraron ser un formidable destructor
de carros. Ahora bien: raras veces se encontrarán. agrupados
de esta manera objetivos de este género, pues lo más fre
cuente será que los - carros enemigos tengan que ser destruídos cuando se encüentren extensamente despfegados y dis
persos, en cuyo caso cada carro de combate sacará, ventaja
de cualquier clase de protección natural. Por lo demás, tales
objetivos han de ser frecuentemente localizados y destruídos
cuando la infantería propia se encuentra muy próxima a ellos,
y aun algunas veces hasta -rodeándolos, en cuyo caso la tarea
de -batirlos no resulta segura ni razonable, excepto si se trata.
del ataque- con avión monopiloto.
Teóricamente, no existe duda de que sería posible idear al
gun método mediante el cual las fu-erzas más avanzadas de
Infantería pudieran solicitar la ayuda de un bombardero-lan
za-cohetes para destruir un simple cirro de combate situado
en sus inmediaciones al mismo tiempo que fuera capaz de
indicar al piioto la posición -exacta del carro. Sin embargo,
todo -el que tenga la experiencia de las dificultades que se
presentan -en la cooperación aero-terrestre estará conforme en
que -tal-es ideas, aun-que puedan parecer impresionantes en una
demostración de tiempq de paz, no pueden cotisiderarse como
practicables en el fragor del combate que tiene lugar en las
zonas avanzadas. Aun en el caso de que el avión que participa
en el combate terrestre forme una parte integral del ejército,
tal íntima co-operación entre el avión individual y las peque-’
fías unidades avanzadas terrestres habrá de resultar difícil y
tremendo problema. Con la actual organización en que los
dos servicios son independientes, tales ideas pueden consti
tuir solamente un bello sueí’ío, aun-que -los optimistas y pro
pagandistas pretendan lo contrario.
Armas portátiles contra-carro de Infantería.—Estas varían
en diseflo y eficacia, desde las de circunstancias, como los
“Molotov -Cocktails”, situados en un extremo de la escala,
hasta los “Piats”, “Bazookas”, “Panserfaust” y armas’ simi
lares, que se encuentran art el otro. La mayor parte de las
armas del tipo de granada de mano guardan un íntimo pa
recido con la conocida fábula que aconseja colocar la sal só
bre la cola de un pájaro para cazarlo, Fué el desarrollo de
los proyectiles de carga hueca, emparejado con nuevos y he
terodoxos métodos de lanzamiento, lo que puso en manos del
infante una formidable y práctica arma para destruir los ca
rros. Gracias a estas armas - especial-es, resulta actualmente
exacto decir que cualquier carro de ‘ combate aislado no protegido por su propia infantería sucumbirá ante la infantería
adversaria que logre acercarse -a unos 30 metros del mismo,
Esto, si bien constituye un notable incremento de la -potencia
de fuego de la infantería, no resulta- todavía lo suficiente.
Armada con Piat, Bazooka, etc,, en gran cantidad, si no está
provista ‘de armas C.C. de ‘gran alcance, la infantería no po
drá, por lo general (salvo que -se encuentre en localidades
protegidas contra los carros o detrás de un campo d-e minas),
resistir la presión de una’ formación acorazada que actúe con
sus fuegos desde una distancia de varios centenares de me
tros, Al me-nos que los infantes provistos de- Piat puedan apro
xmarse muy de cerca a los ca-rros de combate enemigos, no
podrán destruir la potencia de fuego de una formación aco
razada. Sj esta última se encuentra protegida -por su piopia
infantería, los carros de combate permanecerán inmunes con
tra todo, excepto los proyectiles de gran velocidad inicial con
un alcance eficaz de varios centenares de metros. Como ya
hemos mencionado, existirán frecuentes ocasiones (operacio
nes aerotransportadas, cruce de ríos, etc.)’ en que resulte im
practicable para la infantería el ir acompafíada de aquellos
armamentos pesados, únicos, tal como se encuentran las cosas
actualmente, que pueden producir la requerida trayectoria ra
san-te, de potencia suficiente para habérselas con los moder
no y pesados carros de combate a distancias d-e varios cen
tenares de metros.
UNA
NUEVA
ARMA’
Parece,por consiguiente,
existir
la necesidad de algo nuevo
en lasarmas C.C.Se requiere
un arma capazde destruir
el
más pesado carro de combate, por tiro directo -con-trayectoria
rasante, a dista-nejas lasta de- goo m. Ahora bien, si nos cir
cunscribimos a la balística y artillería clásicas, tal cias-e de
armas sería excesivamente -grande y pesada para acompaílar
a la infantería en todas las- ocasiones. Por todo ello, debemos
romper con las tradiciones clásicas, creando nuevas ideas en
la propulsión -de proyectiles.
Su proyectil debe- describir- una trayectoria prácticamente
recta, para - simplificar la apreciación de distancias. Por otra
parte, d-ebe- alcanzar el blanco con un-a elevada ‘-elocjdad re
manente (aunque esto no implique necesariamente que posea
una elevada velocidad inicial). Tendrá un peso considerable
con objeto de contener en forma de carga huaca la cantidad
de explosivo necesaria, para perforar un grueso blindaje. Fi
nalmente, el aparato de lanzamiento débe ser lo suficiente
mente ligero para ser manipulado- fácilmente- en las, zonas
avanzadas, y ser, al- mismo tiempo, lo suficientemente .disi
-66
mulable
para ocupar posiciones
de tiro directo sin atraer la
atención del enemigo.
Un proyectil del tipo cohete satisfará todas estas necesi
dades, si bien, por lo general, no son lo suficientemente
pre- Cisos
para este tipo de fuego. Esta cualidad de gran precisión
se hace imprescindible,
puestoS que cada proyectil será exce
sivainente
pesado y voluminoso
en proporción
con el peso
y támaño del aparato de lanzamiento..
Cada proyectil
puede
ser muy bien la carga de un hombre. Los que lo utilizan no
podrán malgastar
disparos en apreciar la distancias o “rociar”
el objetivo. El ideal debe ser de manera análoga a la caza
del tigre: un tiro, una baja. ¿Cómo pc’dría darse a un proyec
til cohete tan extremada precisión?
La principal
causa de imprecisión
del cohete tiene lugar
durante
la iniciación de su trayectoria,
antes de que la carga
propulsora
le haya comunicado suficiente velocidad para mar
char recto y tendido. De forma contraria
a lo que sucede en
los proyectiles
clásicos, el cohete aumenta de velocidad du
rante su marcha fuera de la pieza hata
un punto determi
nado, en lugar de disminuirla.
Por consiguiente,
será nece
sario ‘alguna forma de propulsión,
que le comun-ique una ve
locidad inicial suficiente para transportaele
durante la primera
y crítica parte de su trayectoria,
hasta que se inicie la pro
pulsión
autónoma
del mismo. Esta velocidad inicial podrá
dársele disparándole
desde un cañón sin retroceso,
en el cual
n’o se producirán
los notables
esfuerzos y deformaciones
que
tienen lugar en los cañones de diseño cásico.
Aun haciendo esto, el impulso inicial tendría que ser más
bien grande, a menos que se agregara algún refinamiento
adi
cional para que, el proyectil
adquiriese
una marcha recta y
horizontal
a lo largo de su trayectoria. Cutlquier proyectil “or
todoxo”
(es decir, aquéllos que se mueven por un sencillo
impulso
inicial) ,están obligados a seguir una curva parabó
lica, cuyo grado de curvatura
variará en proporción
directa
al peso del proyectil e inversa al impulso inicial. Ahora bien,
como el proyectil que examinamos
tendrá cierto peso, mien
tras no tenga lugar la propulsión
cohete, la trayectoria
del
mismo
será ia de un proyectil “ortodoxo”,
es decir, parabó
lica o curvada, cosa que no es deseable. El único medio para
evitar esto será proveer al proyectil de pequeñas alas y ale
tas, cuyos esfuerzos aerodinámicos
neutralicen
la fuerza de
gravedad,
manteniendo
la trayectoria
tensa. La bomba volan
te V-i era un proyectil
cuya trayectoria
no era parabólica,
sino tensa y horizontal
durante una distancia de muchos ki
lómetros.
Mediante la ayuda aerodinámica,
también
será po
sible obtener trayectorias
no parabólicas
o en ‘línea recta para
alcances hasta de i.ooo metros.
La nueva arma antitanque
comenzará
por tener una forma
como la de un “lapicero
volante”
o “torpedo
aéreo”,
que
pueda lanzarse desde un aparato apto para seguir los movi
mientos
de las tropas de la zona vanguardia
y cuya trayec
toria ,no llegue a elevarse más que algunos centímetros
por
encima de la línea de mira durante
una longitud
de unos
1.000
m., es decir, seguirá la trayectoria
de un avión de velo
cidad creciente y no la de un proyectil de forma ortodoxa.
Durante
su marcha este torpedo tendrá
ciertos salientes,
tales como pequeñas alas, y posiblemente
una cola piana y
aletas, las cuales, si sobresaen
de una manera permanente
del cuerpo del mismo, l.e .harán una carga molesta para ser
manejada
en la zona avanzada
o en las líneas de abasteci
miento. La precisión, que es de importancia
vital, dependerá
de estas partes salientes, por lo cual no deberán roniperse ni
dañarse durante
su manejo, si bien los riesgos a que estarán
sometidas
serán considerables.
Por esta razón, así como para
facilitar
su disparo mediante un arma sin retroceso, estas ale
tas o cualquier otro aditamento aerodinámico
se plegarán pro
bablemente
sobre unos rebajos practicados
•en el cuerpo ci
líndrico
del proyectil hasta que abandone la boca del arma.
Algún sistema de resortes, liberados por la acción de la descarga,, forzará a estos aditamentos,
a que adquieran posición
de trabajo cuando el “torpedo”
abandona
el arma. De esta
manera la forma del proyectil, antes de dispararlo, será cilín
drica sin ningún apéndice que sobresalga, es decir, un objeto
absolutamente
manejable
en cualquier
forma de transporte
o manipulación.
Tal clase de proyectil
podrá ser fácilmente
disparado por
un largo tubo de ánima lisa montado
sobre un carruaje de
silueta baja. El equipo completo
será de una movilidad con
siderablemente
mayor que la del c.c.c. de 37 mm., si bien su
potencia destructora
será mucho. más grande que la del c.c.c.
de 7 mm. Los elementos constitutivos
del dispositivo de lan
zamiento
podrán ser tan ligeros que el arma pueda descom
ponerse
fácilmente
en cargas individuales o a lo sumo trans
portables
por doe hombres, posibilitando
así su transporte
a
las zonas más avanzadas y en toda circunstancia
de terreno,
sin que su posición sea descubierta
hasta después de haber
hecho
sentir prolongadamente
sus efectos. Tal arma podrá
adelantarse
lo suficiente para restablecer
la antigua suprema
cía de la infantería en el campo de batalla.
Finalmente,
y parangonando
lo que sucede en la guerra
naval, donde la evolución del torpedo ha restituído el equi
libro
entre las fuerzas ligeras y los barcos potentemente
aco
razados, la evolución del torpedo aéreo, perfeccionado
en for
ma de un arma normal de infantería,
restablecerá
de nuevo
el equilibrio en la batalla terrestre, entre las tropas “blandas”
y las pesadas fuerzas acorazadas.
Laverdadacercadelasbombasatómicas
ydelosmédiosdefensivoscontralasmismas
De a publicaciónnorteamericana U. S. News and World Reporf.(Tra
ducción de la 2. Seccióndel E. M. del Elércitodel Aire de Espaila.)
‘J’ RAS
casi cuaf ro años de observarse el mayor secreto en
torno a todo ello, comienza ya a revelarse la verdad acer
ca de la bomba atómica y, lo que es más importante,
acerca
de lo que es capaz y no es capaz de hacer. En realidad, esta
reserva
había servido más que nada para alimentar rumores,
crear fantásticas
historias y tergiversar
la realidad en muchos
aspectos.
Los
hombres de ciencia comienzan
a declarar
la verdad
acerca de la bombaatómiCa
en sus detalles esenciales y sin
violar para ellos las normas de seguridad en vigor. Según el
“Armed
Forces Chemical Journal”, la bomba pesa unas 30 li
bras (unos 13,5 kgs.). La producción actual de estas bombas ‘no
está
muy lejos de la cifra de una por semana. Uno de los
hombres
de ciencia más caracterizados
en los Estados
Uni
dos, especializado en cuestiones atómicas,
el Doctor Robert
Oppenheimer,
calcula que la producción
total trabajando
in
tensivamente
en dos años, podría llegar a unas x.ooo bombas.
Actualmente,
cada bomba viene a costar aproximadamente
un
millón de dólares. Por otra parte, el Teniente General Walter
Bedell Smith, ex-embajador
en Rusia, autoridad
en la mate
ria, ha manifestado
que Rusia conoce todos los, hechos cien
tíficos en que se basa la bomba atómica.
Sin embargo, lo importante
es lo que la bomba atómica
puede y no puede lograr de ser utilizada contra ciudades es
tadounidenses
u objetivos
enemigos en tiempo de guerra.
-
Esto constituye una- historia que ha de afectar a todos los
pianes gubernamentales, comerciales e individuales cada vez
más a medida que vaya pasando el tiempo. El Doctor R. E.
Lapp, una autoridad en la materia, la narra en su libro “Must
We Hide?” (iHabr-emos de escondernos?), que acaba de po
ner a la venta la Addison-Wosley Press, de Cambridge, Massa
chussetts, editora del mismo.
El Doctor Lapp es uno de los hombres de ciencia que tra
bajaron en el proyecto de la bomba atómica durante ia gue
rra. Fué testigo de las dos pruebas rea,izadas •en Bikini, a
las que asistió como asesor científico. Ha sido también di
rector ejecutivo de un comité de energía atómica encuadrado
en el National Military Establishment (cónjunio de las tuer
zas armadas estadounidenses en su sentido más amplio) así
como asesor en cuestiones de defensa atómica cerca de la
Oficina de Planeamiento de la Defensa Civil.
En su obra se contestan con cierto detalle diversas pregun
tas acerca de lo que sucederá a los Estados Unidos en caso
de verse metido en una guerra en que la bomba atómica sea
utilizada contra dicho país. Leyéndola, el lector puede obte
ner un cuadro aproximado de las defensas posibles contra
el empleo eficaz de dicha arma en una futura guerra. He aquí
las principales conclusiones a que llega el Doctor Lapp:
i.
El mayor peligro para los Estados Unidos se cierne so
bre las grandes concentracioii-es.de población y -núcleos indus
triales propios de las grandes ciudades. Nueva York, Chxcago,
Detroit, etc... constituyen objetivos- en extremo vulnerables
frente a un objetivo militar casi perfect-o. No obsiante, todas
las historias que circulan sobre la posibilidad de que, tomadas
por sorpresa, las grandes ciudades americanas pudieran que
dar barridas del mapa, han de ser descartadas a la luz de los
hechos.
2.
Las explosiones atómicas en puertos con bombas que
estallen -en los mismos o bajo el agua con o-bjeto de destruir -.
las ciudades con la -pulverización radioactiva que se -produce,
no resultan prácticas. Ning-ún puerco estadounidense es lo su
ficientemente profundo para contener -el agua necesaria para
una explosión tipo Bikini. Las profundidades mayores alcan
zan sólo unos 30 a 40 pies (12 metros aproximadamente), en
tanto que la de -la laguna de Bikini era de i75 pies (52,5 me
tros). Resultado de e-sto sería que la pulverización radioctiva
sería muy escasa. A lo más, sólo unas cuantas manzanas de
casas- quedarían afectadas.
.
Ataques por, sabotaje. La posibilidad de contar con ex
plosiones -de bombas atómicas - introducidas de contrabando
en maletas por -part-e de saboteador-es y que se produzcan al
nivel del suelo o bajo él, -en algún sótano, resulta también
improbable por su ineficacia. Con ello sería de esperar que se
formara un cráter de unos 500 pies de diámetro (150 metros),
-o sea, inferior al espa-cio ocupado por dos bloques urbános.
“-Los daños materiales de gravedad quedarían limitados a una
distancia hasta de i.ooo pies desde el punto- de la explosión
(unos oo metros).” La destrucción y los muertos que pro
dujera serían muy inferior-es a las producidas por una explo
s:ón en el aire.
4. El polvo atómico: la teoría de que, sin hacer explotar
una bomba atómica, pueda llevarse -sobre una ciudad una nube
de partículas radioactivas, queda también descartada. Compa
rada con la llamarada radioactiv-a emitida por una bomba ató
mica al explotar, la eficacia de los productos de la desinte
gración es muy pequeña. Es más, “la dispersión eficaz del
polvillo radioactivo de los- productos de la desintegración re
queriría que se- -depositaran enormes cantidades del mismo,
con toda exactitud, sobre la zona objetivo. Las dificultades
que pres-enta esta operación -son desproporcionadas con re
lación a los efertos que -pudieran obtenerse. A causa de su pérdida de actividad, estos materiales no podrían almace
narse constituyendo reservas, lo qüe supone una desventaja
tan grande que bastaría para hacer improbable este tipo de
guerra radioactiva.
5. La radioactividad producida en una explosión atómica
puede resultar mortal hasta una distancia de J.ooo pies (2.200
metros) desde el - lugar de -la explosión. Sin embargo, en el
caso de producirse la explosión en el -aire, la radioactividad no
resulta lo- suficientemente duradera para hacer peligrar a los
equipos de salvamento que lleguen tras -la explosión. Ni tam
poco resulta necesariamente permanente- la radioactividad pro
ducida en el agua cuando la explosión ha tenido lugar bajo la
superficie d-e la misma. En el espacio de un año los edificios
contaminados pueden probablemente volver a ser habitados.
Los barcos que en - Bikini quedaron contaminados en mayor-
•grado, fueron desfruídos, no a causa de lo peligroso de -la
radioactividad que conservaban, sino porque se hallaban ya
anticuados y no valía la pena descontaminarlos.
6. Las explosiones en el -aire, tales como las de Nagasaki
e Hiroshima, constituyen el máximo peligro para las ciudades
estadounidenses. La zona urban-a de Nueva York constituye
el lugar más vulnerable. La proporción de muertes podría
llegar a la cifra de 200,000 con una sola bomba. -Cerca del lu
gar de la explosión1 los costados de los- rascacielos quedarían
arrancados muriend-o la genie que se encontrara en los pisos
altos. La construcción de- los rascacielos, a base de tabiques
ligeros adosados a estructura de acero, ofrece poca resistencia
y protección frente a los efectos radioactivos. Para evacuar
la zona sería necesario dar la alarma al menos con una hora
de anti-cipación. Sin embargo, con todo- y con eso-, la gente
que se encontrara en el metro, directamente bajo la perpen
dicular del punto de la explosión, quedaría a salvo tanto de la
explosión de la bomba atómica como de su irradiación. Se en
contraría perfectaament-e segur-a.
Las ciudades como Nueva York, a pesar de sus refugios
subterráneos,
son “ciudades del pasado”. La explosión de
una bomba atómica podría convertir los rascacielos en “-ver
dade-ras células de irradiación”, en donde la gente moriría
apiñada como las abejas de una colmena. Incluso las -ciudades
como Chicago, co-n pocos rascacielos, resultarían mortales.
-“Una sola bomba hecha explotar -encima de la “Civic Opera
House” conseguiría poner a la ciudad fuera de combate.” El
número de bajas sería solo ligeramente -inferior al de Nue
va York.
El Doctor Lapp describe con cierto detalle dónde se en
contrarían los mejores objetivos de los EE. UU. y en qué
puntos - sería mayor el peligro. El citado Dctor Lapp llega
a la conclusión de que toda ciu-dad con una población supe
rior a los xoo.ooo habitantes, resulta invulnerable. Los obje
tivos mejores para la guerra atómica, sin embargo, serían
aquellos agio-merados urbanos e-n donde la con-centroción de
población y de la industria por kilómetro cuadr-ado es más
e-levada. Nueva York cuenta con 21.000 habitantes por milla
cuadrada. Los Angeles, por el contrario, resulta un obj-etivo
pobre toda vez que cuenta sólo con 3.000 habitantes por mi
lla cuadrada.
La mayor parte do los objetivos estratégicos de tipo ur
bano se encuentran en el NE. y en la región central Nórte
d-e los Estados Unidos. Esta zona desde Nueva York a Chi
cago, constituye el centro de la industria bélica, Detroit, re
sulta vulnerable a causa de lo elevado de su concentración in
dustrial, Nueva Jersey, al Norte, por sus refinerías petrolífe
ras, Akron, por sus industrias del- caucho- y derivados, Pits
burgo y Younhgstone, por sus aceros, Schenectady, por su
producción de agentes químicos y Wáshington, por su Pen
tágono, centro de los servicios ó fuerzas aunadas de la nación.
Las ciudades del interior pueden disfrutar de una ventaja,
la de que podrá dárseles la señal de alarma co-n mayor anti
cipación. Cuanto má tiempo tenga que permanecer un bom
bardero dentro de nuestras fronteras hasta llegar a su obje
tivo, mayores son las probabilidades y oportunidades de de
tectar su presencia e- interceptarlo. Sólo - sobre esta base- San
Luis resulta un objetivo menos aconsejable que Cleveland
y Louisville menos también que -Rochester.
Sin embargo, en parte hay posibilidades de defenderse con
tra el ataque atómico. El Doctor Lap-p explica que la solu
ción no se encuentra en construir fábricas y ciudades subte
rráneas. Resultarían demasiado caras. En -cambio, una serie
de refugios más económicos, y un sistema de alarma aérea
adecuado, podrán reducir el número de bajas en un go por ioó.
Pero la reproyección urbana de las ciudades estadounidenses,
gradual, desde luego, constituiría una protección aún mejor.
Lo que necesita el individuo, para sobrevivir a los efectos
de una explosión. atómlca, es un refugio sin ventanas que le
proteja contra la presión y la radiación de la bomba. Los re
fugios -construídos con plomo son los mejores, pero resultan
muy caros. Seis pies de tierra (i,So metros), preferiblemente
tierra húmeda, vienen a tener iguales efectos protectores. En
las ciudades, el medio más práctico para proteger a la po
blació-n es la construcción de -refu-gios de cemento armado.
El -espesor que es necesario dar a este cemento varía con
la distancia a que vaya a estallar la bomba atómica. A dis
tancias hasta de i.ooo pies (300 metros), un espesor de 32
pulgadas de cemento (menos de- 8o cms.) asegurará aquella su
pervivencia. A 2.000 pies (6oo metros), hasta con 20 -pulga
d-as (unos o cms.) de - espesor. A 4.000 pies (2.200 metros)
67
se necesitan seis pulgadas de cemento (unos x Oms.) y a
5.ooo pies (x.500) no es necesario abrigo alguno para sobre
vivir a la explosión.
Sin embargo, el medio de proteger mejor y asegurar la su
pervivencia de fábricas, hogares particulares y zcnas comer
ciales es el de proceder a la reproyección urbana de las ciu
dades estadounidenses en un período de dez a yente años.
La idea perseguida es diluir la concentrac’ón urbana de ma
nera que con una o dos’ bombas nó pueda destruirse una
porción vital de la ciudad. La bomba actual no puede des
truir una zona más amplia de 4,5 knis. de radio desde el pun
to de la explosión. De esta forma, los diversos segmentos
de cada ciudad, tal como se p’anea ésta, habrán de encon
trarse separados por una distancia de tres millas (,s kms.)
presentándose como objetivo muy pobre para gastar contra
él una bomba.
Para llevar a cabo esta dispersión no se propone concesión
de subvención atguna. Por el contrario, se señala la urgencia
de que cada ciudad se apresure a confeccionar su plan propio
de dispersión urbana. Con ello, es de esperar que, volun ariamente, la industria y los par*iculares, al irse ampliando la
ciudad, se ajusten a las normas de aquel plan toda vez que
constituye una-medida de autodefensa que les afecta.
Para los encargados d confeccionar lo planes de protec
ción y defensa de los Estados Unidos. lo que la bomba aó
mica es incapaz de lograr es tan importante como lo que pue
de hacer, como los efectos de la insma. Como arma, el poder
de la bomba atómica resulta desmesurado, en exceso grande
para determinados usos, y demasiado imitado para otros, Las
limitaciones de la bomba las enuniera el Doctor Lapp co
mo sigue:
r Contra un ataque en combate terrestre la bomba ató
mica no merece la pena de emplearse. Puede detener el avan
ce de tropas y tanques unos cuantos miles de metros da un
frente que tal ve mida unos cienfos de millas. Su poder es
grande ccmparado con el de otras bombas, pero no puede
emplears; mejor d’cho conipararse. por ejemplo, con el de
los t rr mo’ os. El terremoto de San Francisco, para citar
uno, desarrolló una energía cien mil ‘veces superior a la de
una bomba a ómica. Es más, el elevado coste de la bomba,
tanto por los materiales como por la mano de obra y per
tonal especialzado que exige su fabricación, limitarán extra
ord nariamente el aprovisionamiento de bombas de este tipo
en tiempo de guerra.
2.
Contra los barcos, submarinos y otros objetivos de re
ducidas dimensiones,, la bomba resultaría demasiado potente
para que se la emplee. Es irnposble construir una bomba ató
mca de tipo reducido. Las de lo tipos actuales resultan de
masiado costosas para emp1earlas contra objetivos aislados,
ind’vidualrs. Esto es de aplicación, además, a gran part. de
las insta’aciones militares.
3. Con ra los ataques aéreos, el poder de la bomba atómi
ca resulta desperdicado igua’mente. El único medio prácti
co para impedir que i enemigo bombardee con estas bombas,
es des’ruir sus reservas de bombas atómicas almacenadas y
sus aviones en tierra. Su embargo, las medidas de disper
sión pu’den hacer que todo esto carezca de gran valor.
Esta verdadera hs’oria acerca de lo que la bomba atómica
representa, historia que ahora se hace púb’ica, va a tener pro
fundas repercusiones en la confección de planes americanos
en el período que vamos a comenzar a vivir. La bomba ató
mica ya ha dejado de aparecerse como el “arma abtotuia” con
forme había llegado a decirse en alguna ocasión. Sin enibar
go, el peligro que representa ha d ejercer una gran influencia
sobre los p’anes futuros de expansión de negocios e indus
trias y sobre el aspec o que las ctudades tendrán en el futuro,
y en las que habrán de continuar viviendo la población de
todos los Estados Unidos.
DelapasadaOtimpíada.—EIconcursocompletodeEquitación.
Teniente Coronel de Caballería Joaqu(nNogu.ras.
PRUEBA
DE LOS TRES OlAS O CAMPEONATO
CABALLOS DE ARMAS
DE
Jornada..—DOMA.
i.’
Jornada.—FONDO.
Marcha de 6 kms. en 27 m. t7 e.
SteepLe de 3.500 en 5 ni. o s.
Marcha de 15 kms. en, 68 m. u s.
Cros-cuntry de 8 kms. con 32 óbstáculo
Galope de a km. en 3 ui. o s.
21’
en a$ ni.
5 5.
3. Jornada—RECORRIDO
DE OES
TACULOS
EN PISTA.
Inscripción:
“Epson” : Comandante Nogueras.
“Vivien” : Capitán Gazapo.
“Fogoso”: Comandante Larraz.
Resultados
del Concurso completo de Equitaci6n
Clasficación por equipos5.°
Clasificación individual
REFLEXIONES
España
España
(Cte. Nogueras)
Y ENSEÑANZAS
A la vista de’ los resultados de la prueba de los tres días
de la Olimpíada de Londres se deducen varias, consecuencias
68
que pueden servirnos de ensefíanza para, sn un futuro próximo,
estar en cond.ciones de poder no sólo hacer un papel airoso,
sino ir con la certeza de ganar si es que esto se puede ase
gurar ca egóricanlente en cosas de caballos y pruebas tan du
ras y peligrosas.
Ante todo permítaseme sentar una afirmación. El Campeo
nato es una prueba relativamente fácil de ganar, 5i corregimos
los tropiezos que se han dado en esta Olimpíada.
Esta prueba comparada con la Copa de Naciones está máS
a nuestros alcances, por no necesitar caballos excepcionales,
y sobre todo porque el azar interviene poco en sus resultados.
Analicemos los tropiezos tenidos por nuestros caballos en las
distintas pruebas y procuremos ponerles remedio y desmentir
aquel aforismo de que el hombre es el único animal que tro
pitza dos veces en ¿1 mismo 5itio.
La doma. El programa de doma en sí es sencillo, pero su
misma sencillez lo hace difícil por la corrección exigida en to
dos sus movimientos. Pide &mplemen’.e que el animal ejecute
todos los aires en SUS tres grados de velocidad y apoyos en el
grado menor de cada uno en las condiciones que dice el enun
ciado de la prueba. “Esta tiene por objeto demostrar la ligereza
del caballo, su perfecto equilibrio y ‘su docilidad a las ayudas
del jinete.”
A mi juicio toda exhibición de esta clase hay que verla (y
así creo que lo hace el jurado, aunque sea instintivamente)
desde dos aspectos dstintos; uno, el de pura es’ética o presen
tación y otra que podemos llamar “doma propiamente dicha o
técnica, es decir, la mejor o peor ejecución de los movimien
tos. El primer aspecto o estético influye poderosamente en el
ánimo de los jueces sobre la calificación del trabajo que luego
ejecute el jinete, no siendo suficiente la correcta ejecución de
aquél para borrar la primera impresión.. ¿Cómo disponer el
doma, esto unida a la sosera de sus movimientos y no estar
ánimo del jurado desde un principio a nuestro favor Tndre
domada a prueba de bombas dió lugar a su mala clasificación,
mos que impresionarle en este sentido con todts los medios
de 12& puntos de pena’idad a 50 de d’ferencia con el primero y
-que tengamos a nuestro alcance, recurrir a 1a belleza absolu’a
el número 25 del total; este resultado seguramente fué por...
de nuestro caballo,- a que su montura y arreos con1riluyan a
lea, simplemente...
su buena presentación viendo qué clase de cabezadas y fronta
leras combinan con el cotor de la capa y si es’o ayuda a la
belleza del conjunto no debemos tener miedo en saltrnos un
“Pogoso”.—Aunque
este
caballo
tiene
una
buena
alzada
y
-poco de nuestra sobriedad tradtcional siempre que es’a excepllena
una
pista
precisamente
por
su
“fogosidad”,
tiene
un
cor
ción sea de buen gusto hípico y no -femenino. Como e1 jinete
vejón
con
un
sobrehueso
que
no
es
impedimento
para
nada,
va en-cima’de este compendo de belleza natural realzado con
pOro
le
hace
tan
poco
estéico
cue
da
la
impre&ón
de
que
por
el buen gu-sfo, también a su vez debe ir bien vestdo, en el sen
ahí
se
va
a romper.
Su
cabeza
también
es
hermosa
(e-ntiéndase
tid que decía Botín, con botas bien hechas (no desd’iiando el
grande)
y
lo
que
es
peor
llena
de
seso,
pero
-su
parte
estética,
charol) y catzones ben cortados. El un forme no hay más re
dejaba
a’go
que
desear
respecto
a
belleza
absoluta,
pues
si
medio que usar el nuestro, que es sobrio, pero que- se pued.
está
ben
constituído
para
galopar,
e
un
poco
destartatado
para
realzar con una gorra más elevada para aumentar, a ser posi
presumir
con
él,
su
trabajo
de
doma
fué
muy
aceptable
pero
ble, nc la altura del caballero pero sí dar a’go más de pr-es
no
demostró
Ta
sumisión
absoluta
a
la
voluntad
de
su
jinete
tancia al conjunto. Todas las naciones excepto las amercanas - a que nós terfa.
acostumbrados
en
general.
Fué
a mi
juicio
ex
y España iban con sus uniformes de paño. causando ura im
cesivamente
penalizado
con
163
puntos.
presión - formidable de conjunto, inc’uso los finandses,
con
una combina&ón de colores tan dspar.es como son ca1zones en
“Vivien”..—Este
caballo
defraudó
por
comple’t-o
las
esperan
caltnados con franjas amarillas y chaque illa corta blanca. Pa
zas
puestas
en
él.
Ttene
la
cabeza
grande
y
fea,
el cuello
al
re
rece que aun veo el buen conjunto del aus’ríaco- con un do’man
vés
y
una
cana
castaña
deslucida
y
no
ofrece
sensación
-de
be
negro y teresiana o el buen aspecto de los su’zos con su uni
lleza.
-en
cambo
fiera
la
doma
francesa
clásica
-con
sus
aires
forme gris azulado. Todo esto aunque parezca ccsa poco seria
etevados
y
bastante
e’egantes,
pero
se
equivocó
-en
varias
sa
contrbuye grandemente a la buena impresión del conjunto.
lidas
a
ga’ope
y
sus
attos
no
fueron
muy
correctos;
yo
creo
Respecto a la posición, ésa tene- qn- ser la ctá&ca en las
que
este
caballo
domado
en
Francia
tiene
las
ayudas
un
póco
pruebas de doma, al decir &ásica me refiero a ‘a francesa o a
a-las
riendas
y
no
a las’
piernas
en
lo
que
se
refiere
a
las
sa
la-antigua española; no hay que olvidar que aunque los señores
lidas
a ga’ope,
esto
u&do
a que
su
jinete
so1am-ente
lo
montó
del Jurado para la clasficación de los movimin’os se atienen
tres
días
antes,
a causa
que
el
titular
Babieca
se
inutilizó,
d16
a la descripción alemana de ellos, en cambio, son profesores de
lugar
a su
penalización
tanelevada.
Desde
luego
fué
una
aven
1-a Escue’a de Saumur o alumnos de ella y.paa d sponerle-s a
tura
que
corriese
“Vvien”
decechado
del
equipo
francés
que
nuestro favor hay que mon ar como ellos cresn que se debe
egún
confesión
de1
se’ec&orador,
Coronel
Cavaille,
haría
una
hacer en es’a prueba aunque a’nosotros no nos guste, quera
buna
prueba
de
doma
y
fondo,
pero
en
obstáculos
fracasaría.
mos o no hemos de ir a la francesa qu al fin y a1 cabo también
Por
otra
parte
para
el
jnete
es
un
havdcap
elevadísimo
salir
es clásica, consagrada por siglos de exis’en&a. Claro que habrá
con
un
caballo
de
‘reserva
casi
desconocido,
sin
saber
a
ciencia
señores antiguos que dirán que hemos perdido los 30 ó 40 años
cirta
como
reaccionará
en
la
competición
púbPca,
con
pista
empleado’s en desterrar esta forma de montar pero -sólo la em
nueva
y
todo
nuevo.
El
tropiezo
principal
fué
sacarle.
Penaplearemos en la doma y su preparación sn que queramos mon
lizó
153
puntOs.
tar igual en lo demas. Gracias a Dios nues ra Escuela de Equl
Consecuencia.
Tropiezo
primero:
la
falta
de
belleza
absoluta
- tación
nos enseña a mon’ar en el - ex’ericr y concursos de tal
de
nustros
caballos.
Luego
hay
que
escoger
animales
“bonitos”
forma que no tenemos nada que envidar a nadie. Para mon
desde
cua’quier
punto
que
e
les
mire.
tar así es más cómodo usar la silla francesa o ta antigua es
pañola modernizada con objeto de ir más derechos, psar los
estrib-os más largos y llevarlos calzados en el primer terco
2
Jornada.—FONDO.
del pie como hemos visto en Londres que los llevaban todos;
no creo que esto sea más cómodo, más práceco fisio ógicamente
Una
vez
pasada
la
dr’ma
con
más
pena
que
gloria
n-os
diji
ni más útil, pero en cambio ayuda a dismular as pequeñas in
mos
“ésta
s
!a,-ruestra”.
vamos
a ver
ahora
como
se
estrellan
correcciones de bajar la punta del p e al dar las ayudas y ‘amestos
bonitos
y
ben
portados
jinetes
de
la
“dressage”
en
los
- bién
nos puede servir de ejerccio sa’udab’e para la articu’a- - durísmos
saltos
d’l
crosa,
y
yo
que
sa’ía
el
número
34
pensé
ción del tobillo durante la preparación de esta prueba.
encontrarme
el
camino
lleno
de
cadáveres
de
los
animales
de
Total, que en esta prueba hay que decir “vean ustedes de lo
amba
especies
quintervienen
en
este
deporte,
y
cual
fud
mi
que soy capaz de hacer”, en u”a palabra, “presumir”.
hallando
que,
si
bien
fueron
cuatro
los
cadáveres
Hecha esta pequeña ac’aración sobre la dcma pasemos a la - desencanto
(erténdase
e’imrados)
que
encontré,
a1
final
de
la
prueba,
actuación de nuestros caballos en la pasada prueba.
tuve
1a desagradable
sorpresa
de
que
eStuvimos
a punto
de
con-’
“Epson”.—Con
esta yegua surge el prmer tropiezo en la trbuir
con
uno
de
los
nuestros
a ‘ese
imaginario
montón
de
primera impresón. No es bonita en el sentido dé b1lza ab - vícimas
que
pensé
encontrar.
(Este
muerto
resucitado
gracias
soluta, no tiene los aires e’egantes, su trote corto es desl zante
a
‘a
pricia
de
su
j’nete
fué
el
“Fogoso”
número
3 de
salida.)
y se arrastra, materialmente en el ordinario (cosa que no se
No
sé-qu’én
dijo
antes
de
la
O’impíada
que
en
este
deporte
óorrige con -la doma). El largo solamente lo hace en ex en&ió,n es aban
todas
las
naciones
muy
bajas
‘y
que
seríafácil
ganar.
cuando está- enfadada; en suma, es a yegua es formidable e
Para
dar
ura
ida
de
cuan
equ’vocada
era
esa
opinión
y
del
incluso modelo desde el puno de vis a de su ga’ope abierto
grado
d
preparación
de
nues’ros
contrincantes,
veamos
los
o largo; éste si que es impresionante, pues entonces crce y se
res&tados
g.enera’es:
De
los
45
caballos
que
salen
a la
2.
jor
- transforma,
pero, desgraciadamente, en la prueba de doma no
rada
trs
se
re’iran
o los
eliminan
en
el
recorrdo
A
(x.
mar
hay más que un pequeño trozo de ga ope largo y la mala im
cha).
L’egan
al
steeple
42,
y
de
éstos
no
solamente
cubren
presi&n que da con su cabeza, un poco abombada en los fron
todos
l
tiempo,
sino
que
bonifican
al
máxmo,
entre
ellos
tales, su pequeña alzada y su andar, un poco-torpe de delante,
“Epson”;
casi
el
máximo,
con
33
puntos,
otros
,
después
en
a causa de la cortedad de espa das producto del en:rei.amiento,
tra
z8
y
30
pun’os,
bonifican
27
caballos
y
menos
de
:8
puntos,
no se atenúa con las excelencias de su grupa de galopadora y - solamen’
e
3,;
esto
nos
da
una
pequeña
idea
de
la
buena
“cla
sus magníficos pies (por’ aigo fué seleccoiada);
todos estos
se”
de
nuestros
enemigos.
jnconvenient’es que le encontramos son relativos, pues la yegua,
En
el
recorr’do
C,
2.
marcha,
es
eliminado
otro
caballo
y
aparte de este examen al microscopio, es uno de los mejorees
toman
la
salida
del
cross,
recorrido
D,
41
caballos,
-de
los
animales presentados en la Olimpíada, como lo ates igua su
cuales
todos
terminan:
un-os
bien,
otros
muy
bien
y
muchos
quinto puesto en la clasificación general, que corisiguó a fuer
a
trancas
y
barrancas,
entre
estos
últimos
nuestro
“Fogoso”,
za de galopar y no por su “linda cara”.
- salvado
dela
quema
por
su
jinete.
Respecto a la ejecución de los movimientos, los hzo correc
En
este
recorrido
penalizan
‘por
tiempo
solamentecaba
tos y precisos, no se equvocó. nada más que una vez, qu yendo
llos,
con
puntos
que
oscilan
entre
:8
y
8o,
lo
que
representa
a galope a la derecha se tocó -un p.c con otro y dió dos o, tres
so,amenle
una
pérdida
de
40
5.
sobre
al
tiempo
concedido
de
trancos desunida, cambando ella soja en seguida - y uia vez :8 tu. Las
bonjicaciones,
oscilan
mucho,
y
así
tenemos;
la
se quedó detrás de la mano por asustarse de un grupo de g. nte
máxima
de
72
puntos
-la
alcanza
“Aiglon”
(Francia),
ganador
que, faltando ‘al Reglamento, estaba cerca del cuadrilongo de - total
del
campeonato.
Entre
50
y
6o
puntos
hay
12
caballos.
Entre 40 y so-hay 6, y el resto bonifican poco, pero bonifican.
Por obstáculos penalizan.
Ú 8 caballos, por caídas y des
pistes, pero no eliminan a ninguno. Esto nos habla muy alto
de la “clase” y preparación de jinetes y caballos.
No se trata aquí de describir la actuación precisa de cada
caballo, ni mucho menos justificar nuestro fracaso (el no
ganar los primeros es fracasar), sino de ver de buena -fe lo
que nos faltó para obtener un buen triunfo con letras gran
des y no un triunfito chiquitín (diez naciones de las 55 que
tomaron parte se habrían ido contentísimas con nuestro re
sultado; nosotros, no).
“Epson”.—Ya pasó la doma con su sorpresa desagradable
y vamos a la ,verda-d, se trata de galopar (según órdenes del
Jef e) y hacerlo de firme, y así lo hace esta magnífica galo
padora. Con una cadencia en su respiración acompasada, con
la frecuencia del tranco que para su jinete es una bella mú
sica. Con este impresionante galope, pasando los saltos so
bre su ‘tranco hace el steeple en menos del tiempo mínimo
( m.
s.), bonificando el máximo (36 puntos). ¡Benditos
P. S. de buena clase! Termina con un ligero sudar y la res
piración poco alterada, continúa a la 2. marcha (recorrido C)
como salida de la cuadra. Empieza el cross (recorrido D)
a buena acción y salta sobre ella. ¡Qué lástima que sea tan
chica! Qué esfuerzos hace en los saltos y qué sufrimiento el
de su jinete ante aquel piso tan duro, pobres espaldas de la
pequeña; pero si aquí se estropean, no importa, para eso se
las hemos estado cuidado durante dos afios; hacia la mitad
del recorrido la yegua pierde acción en los saltos, pero yo
no me doy mucha cuenta precisamente por lo bien que res
pira sobre su magnífico paso, entre esta ligera pérdida y una
pequeña confusión de camino de escasamente 40 nis. que me
obligé a perder unos 20 s. por enredarse la yegua en unos
alambres al cortar por derecho, con gran exasperación mía;
termina la yegua el cross en i tn. 50 s., que le vale una bo
nificación de 5x. a 25 de diferencia con “Aiglón” y 24 del
máximo. ¿Fué distracción mía o qué la yegua no pudo mas?
No sabemos Sj de haber ido más de prisa hubiese podido
hacer al día siguiente la prueba de obstáculos por su corte
dad de espaldas producida por el mal piso del recorrido. ¡Qué
buena clase tiene! No hubo que empujarla nada más que en
los saltos últimos y en el kilómetro del recorrido E. A la
tarde estaba completamente normal y con gran apetito, ve
remos mañana qué pasa, la yegua hoy ha ganado muchos pues
tos, del e. pasa al g.° ¡Si fuera tan saltadora como galopadora!
“Fogoso”.—Antes de hablar de los “tropiezos” de este ca
ballo en esta 2.a jornada tenemos que hacer una observación
y salir al paso de posibles críticas no constructivas y justifi
car su participación. Por hacer las cosas un poco en precario
a pesar de las facilidades dadas por el Mando, tuvo que co- rrer este caballo, que era un suplente, pues en su lugar debía
correr el Fulano (P. S.), pero éste tuvo una pequeña lesión
en una mano que le impidió salir, con lo cual estábamos al
máximo de disponibilidades.
Este caballo en el steeple (recorrido B) bonifica 25 puntos,
lo que representa un tiempo de ‘5 m. 29 s., que para un
caballo sin clase alguna representa un esfuerzo tan enorme
que -el animal terminó algo “borracho” no solamente a causa
de la velocidad, sino también por un pequeño defecto en su
respiración’ (defecto aparecido allí), lo que le impidió bonifi
car al máximo, como era su obligación para poder ganar.
Empieza la marcha (recorrido C) y a lo largo de ella vemos
los resultados de una buena preparación al efectuarse el mi
lagro de la recuperación de la fatiga pasada con la norma
lización de todas sus grandes funciones que le permitió ter
minar Sin caer.
Toda la preparación fué dirigida a que toda clase de fatiga
aguda producida por galopes abiertos fuese eliminada sobre
el trabajo lento de- trote o galope ordinario.
Termina la marcha bien y empieza el cross (recorrido D),
al parecer en buenas condiciones; el caballo salta espléndi
damente, recibe a su paso grandes ovaciones del público, bas
tante numeroso, estacionado cerca de los obstáculos a pesar
del día y la hora (cuando este caballo corre son las siete de
una mañana nubosa, muy londinense), pero pronto empieza
Cristo a padecer; a partir de la 3. milla el caballo casi va al
trote, respira muy mal, va completamente intoxicado (más
por su defecto de respiración que por falta de capacidad pul
monar, pues el animal, dentro -de su pobreza de clase, está
70
bien, elegido); pero a pesar de ello sigue derecho al obstáculo
sin hacer un ademán de pasado o despiste demostrando un
magnífico adiestramiento (“11 connait bien son metier”, que
diría Mr. Duclos), un corazón enorme tanto en el aspecto
fisiológico como moral y una resistencia a la fatiga tan gran
de que le permite terminar el cross con ‘sólo 5 s. sobre el
tiempo asignado y trepar a lo largo del último kilómetro liso
poniendo de manifiesto su buena preparación y Su absoluta
falta de clase, pues termina gracias a la acción conjunta de
sus preparadores y a las estupendas facultades de su jinete
y no a las suyas propias de que carece por no ser P. S. A la
noche el caballo estaba en perfecta normalidad fisiológica y
con su mal carácter de siempre.
“Vivien”.—Este animal media sangre francés, cinco aflos,
demasiado joven para estas lides, hace un gran esfuerzo en
esta 2.’ jornada. Viendo sus resultados no sé qué admirar
más: si al caballo qu-e consigue terminar como termina o al
piloto de encima, que pasa más que salta estos obstáculos
fijos, haciendo corazón como si le hiciese falta. ¡Lástima que
este jinete se perdiese ‘en un caballo tan poco saltador! A la
vista de los duros obstáculos del croas no creí que el caballo
terminase sin grandes tropiezos y alguna que otra caída, pero
de ambas cosas lo libró y, se libró el jinete al montarlo con
decisión, entusiasmo y gran espíritu, como lo atestigua el
niagnífico tiempo hecho en el cross (debió ir muy de prisa).
Como es un caballo de poca clase (entiéndase no P. 8.),
recibió orden, al igual que “Fogoso”, de ir a cubrir y ter
minar para asegurar la clasificación por equipos, hace el stee
ple (recorrido
B) en 5 ni. 29 s., bonificando 27 puntos, gran
esfuerzo,
pero como su facilidad de recuperación
es grande,
en la marcha (recorrido
C) normaliza
sus funciones y llega
al cross en buenas condiciones,
cosa que es aprovechada
por
su jinete y le hace galopar de prisa a pesar de los obstáculos
duros y complicados del recorrido, terminando
en 55 m. 20 5.,
con una bonificación
de 48 puntos;
no tuvo más tropiezo
que un despiste en el obstáculo
24
(salto al aire), penali
zando con 20 puntos. Si no es por esa parada hubiera hecho
un tiempo formidable,
pues solamente
está a so s. de la
“Epson”
y únicamente
tiene delante a so caballos,
todos
P. S. o de mucha más clase que él.
Terminó
bastante bien dentro del cansancio natural al es
fuerzo tan enorme que ha efectuado, y este resultado se debe
exclusivamente
a la inteligente
preparación.
3.’ Jornada.—RECORRID
O DE
OBSTACTJLOS.
Momentos
antes de esta última prueba tenemos que pasar
el peor obstáculo del día para muchos equipos. Está consti
tuído por los veterinarios,
que desecharán
o aprobarán
los
caballos
que han de salir. Observo que hay discusiones
pro
vocadas
por las cojeras manifiestas de bastantes
caballos; co
mo no sé inglés no me entero de las razones que aducen
algunos
jefes de equipos para convencer de que pueden salir
sus inválidos. Nuestro Jefe no necesita hablar, pues pasa el
“Vivien”
en perfecto estado y trotando en extensión. “O. R.”
oigo que dicen casi’ sin mirar, sigue la yegua y seguramente
por la alegría de no llevar a nadie encima intenta un re
tozo,
suena el “O. K.”. A continuación
pasa el “Fogoso”
resoplando,
pero al mirarlo por detrás su feo sobre-hueso
en
el corvejón
detiene el “O. K.” a punto de salir, pero no
tarda al convencerse
los seflores de que es una lesión anti
gua. El Jefe es felicitado
por el buen. estado del equipo.
A poner monturas
y a saltar; es el último día y de él depende
la -clasificación o el fracaso de muchos equipos.
Vemos
el recorrido y compruebo
que los obstáculos
están
muy bien- puestos y al máximo de alturas y anchuras que el
Reglamento autoriza, todos a 1,20 y la ría con 3,500 ms. y
o 8o de profundidad, los oxers en número de dos, con las ba
rras a la misma altura, los muros con muy poco espesor,
verticales
completamente,
que era fácil derribar.
Había’ una
modalidad
que sorprendió
a gran número de participantes,
a nosotros nos tuvo sin cuidado por estar curados de espanto
después
de las pruebas de Caza de Bilbao y Madrid; -esta
pequeña “originalidad”
consistía en que, después de saltar un
muro, había que pasar entre dos postes para cortar un hilo
y volver a saltar en sentido inverso el mismo muro; esto se
guramente
lo pondrían para evitar recortes en esta vuelta, ya
que el tiempo concedido andaba ajustado a juzgar por el nú
mero de caballos que de él se pasan.
Por lo visto este hilo fué colocado en principio para no
cortarlo; es decir, volver antes, sin cortarlo, so pena de eli
minación (cosa que nos hubiera favorecido), pero ante las
protestas de varios jefes de equipo lo pusieron al revés.
Una idea general de la prueba la dan los siguientes resul
tados: Salen 40 caballos, pues “Gigolo” (Francia) desiste, se
gún quiero recordar. De ellos x lo hacen sin derribos, •pero
penalizan en tiempo 7, entre medio y cuatro puntos, lo que
reduce los sin falta a 8. Con diez puntos, o sea un derribo
o despiste (puesto que penaliza igual), solamente 8; con 20
puntos, o sea dos derribos, hay 5 caballos; cOn 40 puntos hay
uno, y otro, desgraciadamente .espafiol, con 8o puntos. Eli
minados por varias causas, . Parece mentira que en una
prueba tan .pequefia haya 8 caballos sin falta, que se hagan
tantos derribos y que se dé el caso de eliminaciones en tan
gran proporción tratánd-osee, como se trata, de caballos mag
níficos, pero eso se puede atribuir a la fatiga no. recuperada
de muchos caballos., y algunas eliminaciones y penalidades
son a ‘causa de ‘la falta de experiencia de estas pruebas de
algunos jinetes, que por nerviosismo no dan pie con bola y
confunden el recorrido; hubo jinetes que no vieron una ma
ceta bastante grande que marcaba cambio de dirección y al
guno perdió una buena calificación individual con la consi
guiente de su equipo por esta causa; lo vi salir llorando de
la pbta, me dió mucha pena, pues es un gran amigo mío. Por
tiempo penalizan ig caballos, casi la mitad de los partici
pantes.
En esta prueba estamos tranquiloS, pues podremos hacer
más o menos derribos, pero que terminamos airosamente el
campeonato no hay duda; muy mal se tienen que poner las
cosas para que eliminen a algún espafiol, tal es nuestra cón
fianza en las ensefianzas de nuestra E’scuela de Equitación.
“Epsom”.—Sale
en perfecto estado de salud y muy fuerte
aunque un poco corta de las espaldas, pero como es P. S.
tenemos absoluta confianz.a; la -enrabie’a un poco el Jefe con
la barra de hierro sobre un seto y sale al- recorrido, va sal
tando torpemente, pero aquí pego y allá tiro termina sin to
car y en un tiempo magnifico. pues una ovación premia este
resultado. Sus saltos no son brillanl’.es. pues no tiene ap’itU
des de saltadora, pero es... ¡P. S., sefior! Que Dios te bendiga,
yegüita, y t.e dé larga vi.da y no menos numerosa descenden
cia
Brenó-n-Law.
hijos yque
sean
más bonitos
que en
tú el
paraharén
poderde presumir
en Doma
-que.
además,
tengan
lo que a ti te falta, el remoquete de: nacidos y criados en
Espaíia.
“Fogoso”..—Sale este caballo hecho una fiera, lo único bue
no que tiene para campeonato es que es saltador, aunque
no acaba de echar seriedad, pues por su mal carácter hace
algún derribo que otro; pero aquí ‘tenemos suerte, salta como
si el día anterior no hubiera hecho nada: su jinete con la
flema que le caracteriza lo conduce bien . despacio, hace un
derribo en el doble ‘de brosk. exolicable por la sorpresa que
causaba a los caballos la profundidad exagerada de sus zaii
jas; és’ta es la única prueba que este caballo tenía dentro al
elegirlo.
“Vivien”.—Nos dijeron ‘que este animal erafl muy malo en
concursos; pero nunca imaginé que fuera tanto porque une
a su mala moral un total y “olímpico” desprecio por todos
los elementos, que componen un óbstácul.o. no respetándolos
ni aun con riesgo de su integridad física. De salud ya dijimos
que salió espléndido y comienza el recorrido y parece .que va
a ir bien, pero en la ría, que está en segundo lugar, hace
ademán de pararse, su jinete lo empuja .y pasa de tan ma1a
manera’ que creímos que la iba a galopar, lo qu.e sería caída
segura por la profundidad de la zanj.a, (i m.). pero lo ad’tvina
y .ólo piSa lo bastante para trompicar, y lo que es peor,
nenalizar; su jInete a pesar de este incidente se da cuenta
de que se fuma una mactta y vuelve, pero penaliza otros
diez puntos; ya van veinte. Las dobles barras siguieútes cara
público
las lleva
ep1re de
las ida
manos,
aumenta
pera1idad
aa1 30
puntos, se coge
ni muro
y vuelta
y .ensuesta
última
se l lleva por delante, van 40 puntos; la Indignación me
obliga a dejar de mrar la. actuación de es+e magnífico atleta,
que seguramente trata de demostrarno.s que sus huesos son
más fuertes que los obstáculos, yo creo que no se puede ha
cer mát, la culpa es nuestra por sacar este caballo, que i1
‘tiene, ni pizca de vergüenza y no es saltador; me imagino e
estado de nerviOs de su jinete y Dios me libre de que m
ocurra esto; no vale cogerle la cara, soltarla, pegarle, llamas
le, el muy fresco toca ‘y.toCa; el berrinChe que cogió Gazap
aún creo que no le ha salido del cuerpo.
*
*0’
Ya terminó el campeonato ‘y hemos vuelto; estamos com
quien dice como perros sin amo, sin tener nada en qué per
sar. Durante doe. aflos he tenido la imaginación
puesta
en 1
mismo, haciendo cábalas y suposiciones, forjándome su.eií
de gloria, todo ha terminado, siento como un vacío que nad
es capaz de llenar, h.émos corrido y montado como mejor
sabíamos hacer, pero no hemos triunfado del, todo, el qu
dar
individual y por equipos y figurar dos. veces Espa
como sub-campeones a nosotros no ‘nos ha satisfecho deur
siado, íbamos dispuestos a ganar y no ha sido así.
A nadie podemos culpa,r si. hemos tenido en las manos
Campeonato Olímpico y se flO ha cescapado de ellas. ¡Qt
le vamos a hacer! Volveremos a empezar a trabajar, sin, de
aprovechar lo que hemos aprendido en esta dura lección. qi
ha sid’o como un aldabonazo. No nos queda más que. s.efla
los tropiezos tenidos para .no réincidir y hacer cábalas y s
posiciones que nos consuelen un poc, de nuestro “pequeí
fracaso”.
‘
.
Elección de caballos._-Desde siempre h.e oído a mis prof
sores muchas opiniones sobre las condicione o cualidades q
debe reunir un buen. caballo de campeonato. Una de eh
autorizadísima d.e Serrano Ariz, (G. F,).. Para esta pruel
hay que coger un P. S. o muy cerca ‘de él, ,¿qué quiere dec
esto? Que hay que escoger un caballo galopador o de grí
aptitud galopadora, con lo cual tenem’s que esta el’ecci
está condicionada a la prueba de fondo, que es cuando h:
que usar la aptitud que preside la elec&ón, descuidando
ella la dctma, lbs saltos y el buen carácler si nos aferiem
estrictamente
a lo que vulgarmente entendemos por P.
con lo cual nuestras miras van dirigidas a ganar la segun
jornada.
Otro consejo, ya más completo, se lo d’bo al Coronel L
fona que me dijo en una oca&ón: Para esto hace falta
caballo de concurso que gal.ope. Ya esa opinión es más m
pliada, pues al decir caballo de concurso p’rsupone ‘que
jornada está hecha de antemano, pero que tampoco o.lvi
y oPina con mucha razón, que en la 2. jornada ‘no sólo h
que galopar a prisa, sino también saltar, y de qué form;
pues de los 33,500 ms. de que consta el fondo, sx,5oo, o S
la tercera parte del recorrido, los hacemos altando en un
condiciones pésimas, pues hay que hacerlo con un cabal
cansado generalmente sobre las espaldas a cusa de la ve
cidad y sobre obstáculos fijos; en estas con&cion’es hace f
ta que el caballo sena saltar muy bien, para efectuarlo’ aul
máticamente sin intervención de su voluntad (ni de la
jinete), o sea económicamente sin esfuerzo; luego vemos q
según .est,e consejo tenemos la a. y
jornada lograd
pero aun no hemos hablado de la i.’ (origen de nuestro fi
caso en la Olimpíada), a la cual nunca le dimos su imp
tancia como desdeñándola siendo también muq necesaria
tener en cuenta al elegir el caballo. Este ‘tiene que ser
nito” con belleza absoluta, de movimiétifos nattralm’ente su
‘tos, ágiles. ligeros, que los trotes largos ya de por sí se
en extensión, -que los cortos no sean rastreros y que ten
colocación de cuello y cabeza buena para la loma: en
sum”r’. que Séa armónico... elegante. grande y belo. Otra c
lidad imprescindible es el buen carácter, no s&ameflfe p
poder dosificar ‘el trabajo, sino, para que aguante sin mu
tarse todas las perrerías que le hagamos en .doina tanto
su preparacióü como en la prueba..
Según lo expuesto. hay que, elegir un ,caballo qee éa P.
de buen carácter, saltador y bonito. y que haya tenido
preparación previa aue sufren estos caballos en Hipóciror
para ya tener una fisiología hecha a los esfuerzits físicos
morales.
.Se me dirá que con tanta exigencia en la elección no hal
caballos, pero se engaíía quien así crea, porqué ls teneni
en casa, en el Hipódromo. de la Zarzuela, me parece que
trillos hay más de un centenar, la -mayoría nacionales. Esi
animales unos son del Estado, otros de propiedad particul
¿Sería muy difícil poner a disposición de un entrenador s
yente un lote de-6 u 8 e}empl*res de esos? Yo cro que
El ideal sería que fueran de la Yeguada Militar, pues así el
Estado no tiene nada que desembolsar. Como los que nos
gustan son de los mejores y su destino es la reproducción,
si son hembras nada se ha perdido, pues a la vuelta de la
Olimpíada pueden ir a criar y hemos perdido dos o tres pro
ductos. Pero si son machos se pierden en absoluto para este
menester pues hay que operarios. Pero yo me pregunto y el
Estado o quien sea que se lo pregunte también y conteste.
¿Qué reporta más beneficio (material o moral) ganar o poder
ganar una Olimpiada con ganado nacido y criado en España
con el prestigio que esto da o perder
6 6 sementales de en
razamiento por este año. Mi opinión sincera es lo primero,
ir a la XV Olimpiada con caballos nacidos, criados, domados
y montados por españoles, sería el mayor éxito conseguido
por la cría caballar española en su vida. Si estos animales que
elegimos son de propietarios civiles se les puede comprar de
dos maneras, o bien pagándoles el precio que pidan que será
elevado por ser bueno lo que elijamos o bien que ese preció
sea moderado a cambio de proporcionarles de la Yeguada o,
por qué no decirlo, del extranjero, tantos potrillos como axilmales les elijamos, con lo cual todos podemos darnos por
contentos, pues si el caballo hb sido criado por él será un
orgullo para su cuadra ganar o poder ganar en la Olimpíada.
Estos P. S. bonitos saltadores y de buen carácter nacidos
y criados en España, una vez probados en Hipódromos acep
tablemente y convencidos también de su buena aptitud sal
tadora antes de efectuar una operación irreparable y en nú
mero de 6 a 8 se entregarían a la responsabilidd de un Jef e
de equipo que con los jinetes necesarios se dedique a su adies
tramiento y doma a partir de este año 4g, el año 50 ya deben
tomar parte en el campeonato nacional bajo la dirección del
Jefe, simplemente para ir cubriendo los tiempos y adiestrar,
sobre todo la doma y los saltos. En el año r ya pueden co
rrer el campeonato y ver de lo que son capaces de hacer sobre
todo en determinados recorridos, y con todo el año x por
delante y el 52 dedicarse a la puesta en forma definitiva para,
si Dios ayuda, ganar en la próxima Olimpíada.
Esta ligera idea no está expuesta a capricho sino basada en
la experiencia pues la “Epson” que quedó 5.’ en la clasifi
cación general llevaba de preparación dos años más que sus
compañeros de equipo.
Podemos hacer una ligera cábala con las puntuaciones de
los equipos y que nos sirvan de consuelo o de rabia según se
mire; el equipo yanqui totaliza i6i puntos, que es el primero;
2.°
Suecia, x6 3° Méxi.co, 205; 4,0 Suiza, 415, y 5.° Espa
ña, 423; el resto de las naciones hasta el número de ¡5 son
eliminadas, es decir, los 2/3 de los participantes; cualquiera
de estos últimos se irían contentísimos con nuestro resultado,
nosotros vuelvo a repetir que no, pues si los tres caballos
del equipo hubiesen sido como la “Epson”, pese a todos sus
defectos y a la mala clasificación de doma, como ésta tiene
sólo 41 de penalidad total, tenemos 41 X — 523 puntos, con
lo cual ganamos la Olimpíada de sobra. Reunir tres animales
como “Epson”, e incluso mucho mejores, es, a mi juicio, fá
cil, por no decir facilísimo.
No me queda más que decir que la preparación, alimenta
ción y cuidados dados a los caballos ha sido sencillamente
formidable, debiendd quedar en a Escuela como modelo,
pues en este sentido nada se olvidó ni se dejó al azar. tanto
por parte de los que fuimos a Londres corno por la de los
otros compañeros que aquí quedaron.
Como final se observará que no he empleado al hablar en
esta larga exposición de nuestros caballos el calificativo de
“este hermoso ejemplar”. Pido a Dios que quien en otra
ocasión se encargue de hacer esto que yo he mal hilvanado
con mis recuerdos pueda emplear con razón esta frase, dán
dose además el gustazo al inscribir los caballos de poner Ra
za, P. S. 1., Lien de Naisance”, ESPAÑA.
Láguerradeguerrillas.
TenienteCoronelL. C. Oatts. De la publicación
inglesaTheJournal of Royal
United ServiceInsfitution.’(Traducido
por el ComandanteArenasRamos.)
T
ODAS
las guerras Así,
de cierta
importancia
son un semilie
ro
de guerrillas.
nacieron
lo Franco-tiradores,
los
Boers, los Maquis, las partidas de Burma, y a partir de la úl
tima guerra, los judíos de Palestina, las guerrillas griegas y
las de Malaya y. Java. Los ejércitos regulares se encuentran
en el caso de tener que cooperar con ellas si son amigas o
luchar contra ellas, cosa nada fácil, de no conocer bien sus
métodos de combate. Desde luego su manera de combatir
no es perfectamente comprendida por la mayoría de los mili
tares profesionales. Y así en Palestina, un ejército de 6o.ooo
hombres fué reducido a la impotencia como consecuencia de
la guerra de guerrillas —.-ode la actividad terrorista según
la denominación de la prensa.— y hoy podemos observar con
cierta inquietud los sucesos de Grecia, Malaya y Java.
Se puede afirmar, como generalmente cierto, el hecho de.
que efectivos de importancia nunca podrán ser anulados por
fuerzas irregulares, . pero también puede resultar cierta la po
sibilidad de que las guerrillas por su audacia hagan insoste
nible una posición en la que se encuentran importantes con
tingentes sin llegar a derrotarlos propiamente. En determi
nadas circunstancias cuando las guerrillas han operado de
acuerdo con grandes ejércitos, como en la guerra Peninsular
y en las campañas de Burnia, su colaboración puede muy bien
considerarse corno una pequeña molestia o como una pequeña
ayuda según en qué bando se encuentren. En tales condicio
nes, las guerrillas no constituyen una amenaza permanente,
su liquidación será la consecuencia automática de la derrota
de las fuerzas regulares de su bando; pero cuando las gue
rrillas son las únicas fuerzas enemigas, como en la guerra
de los Boers, de Palestina, Grecia, Malaya y Java, la situa
ción es muy diferente. No vale entonce çalificarla8 corno
“gangsfers”, terroristas, comunistas, etc.; son el enemigo y
hay que derrotarle. ¿Pero cómo?
Se podría, naturalmente, escribir un libro completo de texto
sobre el tema de este artículo, y desde luego no es cosa fá
cil escribir en pocas palabras algo que resulte útil y sirva de
ayuda para conseguir. la victoria sobre las guerrillas. Pode
mos, sin embargo, partir de la consideración de aquellas ca
racterísticas que son comunes a todas las guerrillas con in
dependencia de razas y esferas de operaciones.
Primeramente, ¿qué es una guerrilla? Podría definirse como
una fuerza irregular que lucha en su propio país, o en el
país en que reside. La definición es importante, particular
mente en la última parte, pues la fuerza principal de la gue
rrilla está en el íntimo conocimiento que tiene del país en
que opera, y lo que es más importante aún, en la ayuda que
puede hallar en sus conciudadanos o en los habitantes de
la región.
En los primeros días de la última guerra, algunos escrito
res sugirieron con toda seriedad la idea de que el soldado
de infantería debería ser instruído como la guerrilla, con la
idea de que operando como tal podría resultar menos costoso
que yendo a la batalla encuadrado en formaciones regulares.
Esto es lo que podría llamarse una concepción ingenua de
la guerra. Tales soldados, muy poco tendrían que hacer en el
continente europeo o en •las junglas de Burma porque en se
guida serían cazados. Pero, instruir a la “Home Guard” co
mo una guerrilla es otra cosa muy distinta e incluso acertada.
La “Home Guard” está creada para .operar solamente dentro
de su propio país, terreno que conoce perfectamente y en
el cual sería ayudada de todo corazón por los habitantes.
En segundo lugar, ¿cómo están organizadas las guerrilas
-
diseminado. Intentar lucher contra la guerrilla en su propio
Nafuralmente disponen de más libertad • jeiicialiva que las
fuerzas regulares; no obstante, de hecho su operaciones es
terreno dividéndose en pequefias formaciones es hacerla el
tán dirigidas por un cuartel general central. El país se divide
juego, y no deseará mejor cosa; ninguna experiencia por par
te de las fuerzas regulares -podrá compensar el conocimiento
en zonas, designándose un Comandante por zona. Los lími
tes de las zonas están determinados no desde el punto de
del terreno y la ayuda que recibe. la guerrilla. En el caso de
vista de disponer del mismo número de guerrillas en cada una,
las fuerzas británicas en Malaya, la situación todavía es más
complicada por la repugnancia del mando a tomar represalias
sino bajo las conveniencias regionales y geográficas, En In
glaterra, por ejemplo, Yorkshire y Ruthland deberían ser sen
y la necesidad latente de tener que proteger a los trabajadores
das zonas no obstante su disparidad en superficie; ambas tie
del campo y demás gente que habita las remotas regiones del
nen sus fueros, privilegios y administración propia, que po
interior del país.
drían ser utilizados para e.l sostenimiento de sus guerrillas.
Hay, por lo tanto, d’os alternativas perfectamente claras:
Por otra parte, grandes áreas urbanas, tales como Londres,
la crueldad, ejecución inmediata de toda persona en posesión
de armas, y de todo individuo sospechoso de. prestar ayuda
deberían ser divididas en varias zonas.
Los Comandantes de zona subdividirán sus fuerzas en pues
a las guerrillas, la incautación de los suministros de víveres,
tos; cada uno situado cerca de los centros de comunicaciones
multas y rehe:nes; o la lenta y laboriosa ocupación del país
con el acordonamiento de zonas, que fué lo que hizo posible
en carretera, ferrocarriles y rías. Y nada más, excepto que
la derrota’de los boers. La primera requiere noguardar con
los enlaces existentes en cada ciudad, pueblo, aldea y case
río, para obtener informa&ón deberán transmitirla inmediata
sideración alguna allí donde las tropas británicas sean en
mente al puesto más pr6ximo. Toda la organización, tal co
vueltas. Con la segunda, dado por sentado que el factor
mo se expone, es extraordinariamente flexible. El número de
tiempo no t.enga importancia, tambén pueden conseguirse
los componentes variará constantemente, y la situacón de resultados satisfactorios, como ocurrió contra los boers, pero
los puestos y cuarteles generales también. El avituallamiento,
hay que tener presente ‘que la pradera sur-africana no ,es la,
es un problema que se resolv;erá viviendo sobre el país, con
jungla, y lo que es más importante aún, los boers eran unos
tando en caso de necesidad, con la ayuda de los depósitos
buenos granjeros, muy trabajadores, cuyo único deseo ‘era
ocultos que generalmente estarán dotados de cuanto exista
volver pronto a sus trabajos agrícolas, mientras que las gue
por los alrededores. El descubrimiento incidental de uno de
rrillas malayas están integradas por unos salvajes asesinos
estos dep6sitos, no- implica que necesariamente haya guerri
sin amor alguno al trabajo.
Podría encontrarse otra solución que diera resultado den
llas por las cercanías.
- Tercero.
¿C6mo operan las guerrillas? Durante la defensiva ‘tro de un ptazo razonable de tiempo: a las guerrillas podrían
cada Comandante de puesto actúa según su propia iniciativa.
enfrentárseles dentro de su propio territorio otras guerrillas,
es decir, creando la contra-guerrilla. Esto, como puede com
Por mecPo de espías, patrullas e información local, obtiene
rápida y detallada información •sobre los movimientos y ef.ec
prenderse, no es idea propia ¿el autor de este artículo, mien
livor del enemigo, y su ob1igación es hostilizarle y retardar
tras está sentado cómodamente al amor de la lumbre. Este
su avance por todos los medios a su dispo&ción. Corriente
sistema fué empleado por los japoneses contra las bandas
mente lo llevará a cabo valiéndose de pequeíías partidas, con
de Chin, y. si no hUbiera sido por el desastre japonés en Im
efectivos de ro a ao hombres, que tenderán emboscadas a
pal, ocurrido al mismo tiempo, sin duda alguna habrían con
las columnas. en, marcha, - realizarán -incursiones sobre depó
seguido el éxito.
sitos de avituallamiento y convoyes, tirotearán campamentos
Las bandas japonesas fueron obligadas a echarse al cam
y vivacs e interrumpirán las comunicaciones. Las operaciones
po en contra de su vo1untad y mediante amenazas de repre
ofensivas realizadas contra el territorio ocupado por el ene
salias contra las familias; esto no permitía a sus amigos del
migo son dirigidas por el Cuartel General Central, y ejecutadas
bando británico disparar contra ellas, y además quitaba li
por partidas numerosas. El hecho de que por las proximidades
bertad de acción a las partidas británicas. Tal estado de co
haya grandes bandas de guerrllas, se puede interpretar como
sas favoreció mucho a los japoneses.
síntoma de una moral muy alfa, y la creencia por parte de
En la organización de l contra-guerrilla, el camino segui
dichas fuerzas, de que dominan la situación.
do fué el siguiente: Primero, reclutamiento de la guérrilla.
El verdadero “modus operandi”, varía como •es lógico de
Los janoneses lo hicieron mediante amenazas; los ingleses
acuerdo con las características del terreno. Lo más esencial es
sólo ofreciendo primas. Desde luego lo mejor es agrupar
el factor ocultación. En las extensas y descubiertas praderas
juntos a todos los hombres que son de la misma localidad
sur-africanas _veTdt,
los boers llegaron a conseg&rlo me
para que operen juntos y sólo en ella. El gobierno debe pu
diante la movilidad de sus pequeiías columnas montadas. En
bl4car un bando autorizando la formación de las partidas.
las ciudades de Palestina los “terroristas” judíos. se escon
Hecho esto, funcionarios civiles con escolta militar. debe.n
dían mezclándose- con los chidadatos corrientes. En la jun
visitar ‘los poblados. Lo mejor es no alistar a los hombres
gla, la guerrilla puede confiar totalmente en la protección de
aisladamente, sino inducir al jefe local o a otras personas
la naturaleza; pero en los naíses más despviados. aunque tu-bu
de prestigio a que hagan prosé1itos. Así, además será posi
tafiosos, tales como Grecia y las- montaile de Chin, deben
ble determinar la responsabilidad por la conducta que ob
recurrir a otros trucos. Las partidas d Chin, por ejemplo,
serven las bandas y sus jefes. Como es fácil de comprendér,
nunca atacan inótilmenfe cuando se hallan cercadas. Ocul
‘la rectuta fracasará, a menoS que dicho jefe o personas in
tan las armas rápidamente, se dsri.ersan y luego reaparecen
fluyentes no estén perfectamente convencidos y decididos a
mezclados con los trabajadores del campo. Si 1as cosas real
prestar su colaboración. Los pueb1os serán garantizados con
mente se les presentan mal, se énfreenn en masa al enemigo
tra represalias enemigas; deben disfribuirse subsidios, pagas
con sus armas y equinos alegando que gon desereores. Algunas
y premios, ya en dinero o especie para evitar el probable
veces, antés de conseguir la oportunidad de votver a su ban
trastorno económico en la economía doméstica. En un prin
do hasta trabajan para l enemigo durante un mes o mes y
cipio, ‘la recluta se limitará a aquellas zonas que estén más
medio, y a su regreso se llevan unas cuantas cabezas ene
o menos libres de las guerrillas enemigas. Los hombres que
migas e infornaaci6n muy apreciable..
viven en 1a jungla son cazadores, y poco o nada será pre
Hay otra característica final que debemos considerar, y es
ciso enseflarles para que se conviertan en buenos guerrille—
ros. Las armas más a propósito para ellos son los rifles y
que la guerrilla nunca espera sufrir bajas. Esta es una de las
principales diferencias entre las tropas remt’ares y las irre
los cafiones Sten, Puede ser necesario instruir a las guerri
gulares, pues, mientras las primeras las’ admiten. Tas segundas,
llas sobre el empleó de &chas armas, y se’ observará que
no. El problema no es cuestión de valor; los Chin, una raza
aprenden su manejo muy rápidamente. Las granadas de ma
brava y leal que es capaz de sufrir los mayores tormentos y no también les serán muy útiles, y todas las guerrillas apren
Torturas antes que delatar a sus camaradas, empieza a per
derán a colocar tram.naç sencillas. No necesitan ser instruí
der la moral e incluso esmuy difícil, mantenerla combatiendo
das en táctica, y desde luego sería un error pretender hacer
y sin perder la fe en sus mandos, si el enemigo hace blanco
lo. Se 1as autorizará para que operen a su manera. Se or
y sus hombres empiezan .a caer.
ganizarán laé avanzadas o puestos y las zonas como ya se
Consideradas así brevemente las características y métodos
exolicó anteriormente, debiendo haber por lo menos un ofi
de combate de las guerrillas, cabe preguntar. ¿cuál será su
cial ing1és por cada cien hombres y mejor aún cada cin
antídoto? Como es lógico, un ejército regular que trate de
cuenta. Los pueblos también tienen que ser organizad-os y
pacificar un país extranjero infectado de bandas hostiles de
a los hombres no combatientes a&gnarles zonas haciéndoles
guerrillas tendrá que luchar contra ellas. No encoñtrará un
responsables de la vigiancia en ellas. Se les proveerá de fu
frente definido 4onde atacar, pues el enemigo estará siempre
siles para su defensa personal, dándoles instrucciones de cd-
73
me debe.n enviar la información.
A la vista de los resultados
obtenidos
se distribuirán
buenos premios.
La primera medida a tomar debe ser la limpieza total de
guerrillas
enemigas
en determinadas
zonas. Una vez logra
do, deberán continuarse
las operaciones,
no solamente avan
zando los puestos,
sino reclutando
más guerrillas
para las
protegidas,
y disolviendo
aquéllas cuyos territorios
hayan sido
liberados.
No se puede afirmar con absoluta certeza que las
guerrillas
carecen de eficacia fuera del país de donde so.n
oriundas
y donde habitualmente
residen sus parientes
y ami
gos.
Puede
eStudiarse
también
la cuestión
de la conveniencia
o no de uniformar
tales reclutas
y levas. La contestación
depende
por completo de las circunstancias.
Si las fuerzas
irregulares
han sido levantadas
por una autoridad legal para
luchar
contra fuerzas regulares,
es natural que daba adver
tirse que sus miembros llevarán
uniforme o algún emblema
que pueda distinguirles.
El enemigo también podrá negarse
a reconocer
la situación legal de estas fuerzas, pero por lo
menos
el hecho de llevar uniforme
las protegerá
del cargo
de una deliberada omisión de las leyes de guerra. Las fuer
zas irregulares
no pueden contar con la protección
del uni
forme sjson
capturadas.
En las bandas de Chin y de Burma
se alistaron un gran número de hombres que fueron solda
dos en los regimientos
que se disolvieron
durante la retira
da de Burma. Estos soldados no fueron licenciados,
sino que
continuaron
luchando con las citadas bandas bajo la iegal
autoridad
del gobierno y vistiendo su uniforme. El Teniente
Coronel
Seagrim, Comandante
de la Banda Karen, fué eje
cutado
por los japoneses
después de comparecer
ante un
Consejo
de guerra. No se sabe qué cargos se le imputaron
o qué argumentos
legales se invocaron.
De hecho para los
ingleses
si el levantamiento
está organizado
por el Estado.
los soldados irregulares
están considerados
y gozan de los
privilegios
de las fuerzas regulares,
aunque los demás beli
gerantes
los miren como unos meros asesinos. Es una cues
tión de opinión. Sin embargo, cuando las bandas se levantan
para
luchar contra unas guerrillas
ilegalmente
constituidas,
como es el caso de Malaya, en opinión del autor, sería una
gravísima
equivocación
dotar de uniforme
a dichas bandas,
pues podría hacerlas fácilmente
reconocibles
por el enemigo
y no les protegería
en caso de ser capturados.
Para las gue
rrillas nó es esencial el que sean reconocidas
inmediatanien
te por sus propias fuerzas regulares;
aquéllas sólo se harán
visibles cuando quieran, y tienen además sus medios propios
para hacerse reconocibles
por sus amigos.
El papel de las tropas regulares
debe ser el de actuar en
apoyo de las guerrillas.
Hasta que éstas no están convenci
das de la efectividad
de tal ayuda, son muy lentas en em
pezar su acfuación,
y tienen cierta inclinación
a desertar.
Esto no debe permitirse,
pues haría estéril el esfuerzo reali
zado, y además dicho estado psicológico representa
una fase
de fácil superación.
El guerrillero
siente constantemente
la
preocupación
de la seguridad familiar, y teme las represalias
más salvajes contra los suyos, ante las cuales él es incapaz
de prestar
su protección.
Las fuerzas regulares durante
sus
desplazamientos
deb.en hacer bien visible su bandera;
correr
en socorro de los pueblos y plantacionés
que sean atacados
y mantener
libres las comunicaciones.
Estas fuerzas deben
tener la consciencia
del tigre y evitar levantar su moral con
el “fuego profiláctico”.
Nada hay qu.e pueda desmoralizar
tanto
a un combatiente
irregular
como el ser tiroteado en
cuanto se hace visible. Las tropas regulares
deberán hacer
alarde siempre de una gran intrepidez
y audacia, y no ma
nifestar
temor a que sus movimientos
sean conocidos.
En
la jungla, ante un enemigo salvaje, tiene mucha importancia
tal comportamiento.
Los comandantes
de las fuerzas de vanguardia,
bajo nin
gún concepto,
cursarán
órdenes
a las guerrillas
amigas ni
las emplearán
en trabajo alguno, sólo en casos exc.epciona
es y en circunstancias
muy determinadas
podrán ser utili
zadas como guías o mano de obra. Es absolutamente
nece
sario que las órdenes dadas a los jefes de zona y puesto sean
cursadas
por el cuartel general de guerrillas, organismo
úni
co que podrá estar bajo las órdenes del Comandante
en Jefe
de las fuerzas. Los oficiales adjuntos a las guerrillas no ne
cesitan
una preparación
especial, lo único que deben tener
es un poco de imaginación
y sentido común. Su misión es
la de destruir la guerrilla enemiga y no tener bajas. No ol
vidarán
que sus hombres no son soldados, y que su respon
sabilidad
se limita exclusivamente
a hacer planes de opera
ciones, debiendo
dejar siempre la ejecución de los mismos
en manos de las guerrillas y sus jefes.
Antes
de terminar
esta sencilla exposición
sobre las gue
rrllas
y de los mejores medios para tratar con ellas, se con
sidera necesaria una advertencia
final. U.n proyecto tal como
el expuesto podría encontrar
muchas dificultades.
Los fun
cionarios
civiles de esas regiones o países, alegarán que los
hombres
no pueden abandonar
el campo y la gente morirse
de hambre. Los agricultores
se qtiejarán de que si SUS traba
jadores
son movilizados,
se arruinarán
las plantaciones.
Con
toda energía se darán de lado estas oposiciones, pues el asun
to de vencer al en.emign tiene prioridad
sobre todos. Si el
trabajo
fundamental
del país no pueden realizarlo
durante
unos meses los viejos, las mujeres y los nifios, entonces
se
adoptarán
medidas especiales para asegurar la alimentación,
de la población y efectuar el laboreo en las plantaciones.
Las
medidas a medias nunca dan el éxito.
ESTUDIOSSOBRELASEGUNDAGUERRAMUNDIAL
LatragediadeStatligrado.
Coronel del Ejécito alemán Herberf Selle, Jefe de In9enierosdel Ejércitode Von Paulus.
De la publicación inglesa Army Quarterly. (Traducción de la Redacción de «Ejército»
Expongo
a continuación
mis propias experiencias
en Sta
lingrado.
Se han exteriorizado
en Alemania muchos rumores
y muchas opiniones
sobre lo que allí ocurrió y sobre los
Jefes responsables
de lo acontecido;
tales rumores y opinio
nes varían entre la calumnia maliciosa y los relatos legen
darios.
El Mando Supremo
Alemán tuvo sus razones
para
ser parco en sus informaciones
al público sobre el desarrollo
de la batalla, pues unos informes honrados no hubieran
sido
otra cosa que una confesión lamentable
de su irrefutable
cul
pabilidad
en la mayor catástrofe
de todos los tiempos.
Mi
relato
es un intento de puntualización
histórica
sobre este
episodio que la opinión general considera, quizá equivocada
mente, como el punto culminante de la guerra.
74
Como Primer Jefe de Ingenieros
del 6.° Ejército
fuí tes
tigo informado y presencial del desarrollo de las medidas tác
ticas y de las operaciones
del mismo. Para este trabajo m
baso muy poco en documentos
escritos, pero lo extraordina
rio de la tragedia y las discusiones que tuvimos grabaron taz
fuertemente
en mi mente los hechos que la memoria no m
puede ser infiel. Admito la posibilidad de errores pero garan
tizo que el relato, dentro de las limitaciones
de una exp.erien
cia personal, es verídico y sin exageraciones.
Como inclinado que soy a los altos ideales no tengo po
qué negar que al principio puse mis esperanzas
en el Nacio
nal-Socialismo.
Ya en 925
me había decidido por él, conven
cido de que debía arbitrarse un compromiso
social y polític
entre la gente acomodada y los desheredados’ de la fortuna.
Por entonces yo no tenía motivo alguno para dudar de sus fi
nes. Sin embargo, con el engrosamiento del Partido y con
su incontrolado crecimiento mi sentido crítico me hizo ver
que cada vez había menos armonía entre su doctrina y sus
realizaciones. Ello me condujo después de la conquista del
Poder por los Nazis en 1933 a mi primer choque abierto con
el Partido por el cual perdí mi cargo y me quedé en la calle.
Ulteriormente
y después de mi vuelta de Stalingrado sufrí
nuevamente las iras nazis, siendo yo y mi familia detenidos
por “poner en peligr.o la seguridad del Estado”. Sólo con
muchas dificultades escapé al fusilamiento.
Las críticas al Alto Mando que expongo en este trabajo no
son posteriores a este incidente. Mis experiencias en Stalingrado no hicieron en realidad otra cosa que confirmarme en
la opinión que desde hacía mucho tiempo ya tenía de que Hit
ler estaba actuando de sepulturero de Alemania.
ANTECEDENTES
DE LA BATALLA
‘El 22 y el 23 de agosto de 2942, el 6.° Ejército había llevado
a cabo brillantemente el ataque que le permitió situarse al
otro lado del Don por las inmediaciones de Wertjatschij y Pes
kowatka, al Norte de Kalatsch. Fueron dos días seíiatados
para los Ingenieros del Ejército. Las Divisiones del LI Cuer
po de Ejército (General Seydlitz) avanzaron sin interrupción
y los “panzars” del XIV (General Wietersheim y después
Hube) atravesaron los puentes pesados de cainpaff a y toma
ron posiciones en la orilla izquierda del río para su avance
en masa sobre Stalingrado.
La Orden núm. 2 del 6.° Ejército del jg de agosto decía así:
“El Ejército ocunará la región entre el Don y el Volga al
norte del ferrocarril Kalatsch-Stalingrado y se protegerá ha
cia el N. y hacie el E.
Cruzará el Don entre Peskowatka y Ostrowki. pasando el
grueso de las fuerzas a ambos lados de Wertjatschij. Cubrién
dose hacia el Norte penetrará con sus elementos móviles en
el terreno elevado situado entre Rossoschka y los muros de
Bolschaja Karanaja y el Volga al N. de Stalingrado. envian
do al mismo tiempo fuerzas desde el NO. que se adentrarán
en 1a ciudad y la ocuparán.
Este avance será acompafiado de una progresión en el
flanco meridional sobre el curso medio del río Rossoechka de
fuerzas que enlazarán al SO. de Stalingrado con elementos
móviles del Ejército vecino del Sur que avanzarán hacia el
Norte.”
El 23 de agosto Hube y sus carros estaban ya en Rynck.
suburbio septentrional de Stalingrado y las fuerzas de reco
nocimiento alemanas contemplaban desde la elevada orilla
del Volga, a través de este anchuroso río, los vastos y deso
lados campos de la otra orilla.
El Ejército estaba animado. Encontré al General Paulus
en la zona de combate. Me dió un cordial apretón de manos
y me dijo que entre los prisioneros que habíamos hecho se
encontraba el General Jef e de la Artillería del LXII Cuerpo
de Ejército ruso, quien estaba muy deprimido y preocupado
no solamente por Stalingrado sino por todo el Grupo d.e Ejér
citos del Sur (Tiinoschenko). Le miré interrogante. con mudo
escepticismo: Demasiado frecuentemente nos había dicho que
los rusos estaban en las últimas para que lo creyéramos. ¿Quién
de ‘nosotros no recuerda aún los ampulosos y enfáticos tér
minos •en que f’ué redactada la Orden “suprema” que se re
fería a la destrucción de los supuestos últimos restos del Ejér
cito Rojo? Todos los soldados del frente, sin distinción de
grado, se burlaban, incluso a fines de 1941 de una apreciación
tan ‘irreal ‘de un enemigo que tan obstinadamente luchaba por
su tierra y sus hogares. Pocas semanas más tard.e l’os muertos
y los restos de nuestro Grupo de Ejércitos del Centro que
quedaron frente a Kalinin y Moscú y ante Tula y Twer, pro
baron que tal “despiste” era verdaderamente criminal. Goeb
bels, sin embargo, declaró en aquella ocasión que si ‘bien
Beresina dabía sido fatal para Napoleón, la excelsitud de la
dirección del Führer nos evitaría a nosotros un descalabro
semejante. Pero Brauchitsch, que opórtunamente había de
nunciado la campaíia de invierno contra Moscú tuvo que qui
tarse de en medio y dejar el campo libre al mayor charlatán
ne1itar de todos l’Ostiempos.
Los días siguientes los pasamos en ansiosa expectación.
La 72 División que mandaba el General Von Hartmann, había’
pasado también el Don con pocas pérdidas en la zona de Ka-
latsch y avanzaf,a durante los días 24 y 25 de agoso con arre
glo al plan previsto, por el curso del Karpovka hacia el sur
de Stalingrado. Sin embargo, la conquista de esta ciudad, que
debía haber tenido lugar mediante un golpe de mano, no
pudo llevarse a cabo. Los rusos no habían ofrecido durante
el verano sino una resistencia debilísi’ma, después de la de
rrota de que habían sido objeto por parte del Primer Ejército
Acorazado (VonKleist) y del 6.° del 7 al 25 de mayo al SO. de
Kharkow. Sólo abandonaron su táctica retardatriz una vez
que cruzaron el Don, presentándonos batalla al NO. de Ka
latsch, batalla que terminó con la destrucción del Primer
Ejército Acorazado y del 62 Ejército ‘rusos; centenares de
sus carros quedaron destrozados y quemados en un rincón
de la llanura del Don. Estaba, pues, justificada la op’timista
esperanza de que Stalingrado no sería encarnizadamente de
fendida y de que el enemigo no empezaría una defensa orga
nizada sino al otro lado del Volga.
Esta esperanza, sin embargo. no se realizó. Lograron, es
verdad, conquistar tina buena mitad de la zona urbana de Sta
lingrado pero gradualmente la resistencia rusa se endureció.
El enemigo, reforzado con tropas de refresco desde la esta
ción ,ferroviaria de Kotlubaw, pasó al contraataque en el
flanco septentrional en el cual, reeditando la histórica “mu
ralla tártara” nuestras fuerzas enlazaban el flanco derecho de
las Divisiones alemanas del Don con los efec’ivo encargados
de cubrir Stalingrado desde el Norte. Durante las semanas
siguientes se produjeron incesantes ataques enemigos de in
tensidad variable contra este “puente terrestre” que discurría
en la dirección general Oeste-Este. Estaba claro que si el
enemigo lograba romperlo o efectuar penetraciones en él. ta
les que nos obligasen a ceder terreno y retirarnos hacia el
Sur, nuestra situación en StaFngrado se vería decisiva o muy
seriamente comprometida. Por el momento no se permitió
ningún éxito efectivo a los rusos en este sector.
Un ataque más serio que llevaron a cabo durante los úl
timos días de septiembre con un apoyo considerable de ca
rros de combate logró al principo inquietantes progresos
pero fué finalmente rechazado en un duro contraataque por
el XVI Cuerpo de Ejército Acorazado en el que los rusos
perdieron 98 carros. El frente Norte siguió intacto: La per
sonalidad de Hube y la actuación incomparable de las Di
visiones acorazadas y motorizadas de su Cuerpo ,de Ejército
lo habían conservado.
Simultáneamente continuaba la lucha en Stalingrado donde
cada choza, casa, rascacielo, silo y fábrica se disputaban con
un derroche de sangre y material que no estaban en relación
con los éxitos que lograba cada bando. Era evidente que allí,
en sus calles y ruinas cruzadas por muchos cursos de agua,
en el laberinto de sus fábricas y hangares destruídos y detrás
de cada saliente o dentro d’e ‘cada escalera, se imponían los sub
fusiles de lá defensa. ‘Cada metro cuadrado se disputaba con
la encarnizada furia, rudeza y tenacidad que v’enían. siendo
la tónica de la Campaí’ia del Este, El heroísmo de quienes lu
charon en Stalingrado, a”o alemanes como rusos, será un
ejemplo para la posteridad. Sólo podíamos avanzar metro a
metro: Los partes d’e bajas eran escalofriantes. Las Divisio
nes se evaporaban y los refuerzos llegaban gota a gota y no
‘estaban en relación con ‘las necesidades; cada v’ez adolecíamos
de más escasez de personal.
Las reservas de todo el Ejército dependjan, de un modo o
de otro, de un solo ferrocarril, que los guerrilleros cortaban
continuamente y cuya estación terminal era Tschirskaja, po
blación situada. en la orilla izquierda del Don. A la larga la
situación era insostenible y ello llenaba de ansiedad al Jefe
de los Servicios de nuestro Cuartel General. Desde Tschirs
kaja los abastecimientos ‘eran llevados al frente ‘en camión a
través del puenté que en dicha población unía las dos orillas
del Don; pero los convoyes también se evaporaban, no tanto
por la acción enemiga como por el desgaste y averías del
material. Los repuestos de automóviles se agotaron y el de
pósito correspondiente
más cercano andaba también muy
escaso de ellos. El Jefe de los Servicios de nuestro Cuartel
General se viÓ obligado contínuamenfe a enviar aviones a
Alemania para cubrir las necesidades más perentorias. Tal
era la situación del abastecimiento del Ejército Alemán en el
período álgido de la pugna que estaba siendo contemplada con
intensa emoción ‘por toda Alemania y que se comentaba en
todo el Mundo.
Gradualmente fué apagándose la lucha en el “puente fe
rrestre” Don-Volga: El enemigo se dió cuetifa de la imposi
bilidad de romper por allí y ‘de arrollar desde Sfalingrado el
7!
-
frente 8eptentrional qu se apoyaba en el Voiga. Por ora par
te, en la ciudad misma no había respiro: la lucha se intensi
ficaba más y más; Stalingrado sangraba por cien heridas y
las ruinas se iban acumulando; las casas sederrumbaban mor
didas por los aullantes impactos de los proyectiles y de las
minas; edificios enteros se desplomaban, el suelo se abría, las
fábricas quedaban convertidas en masas informes y sus es
tructuras metálicas se retorcían cual trabajadas por un mons
truoso artífice. La vida se refugiaba en los sótanos y en los
abrigos subterráneos, en los que no sólo estaban las tropas y
los P. C. sino los habitantes de la ciudad que, de un modo
u otro, habían escapado a la evacuación. Se trataba en gene
ral de ancianos y madres con hijos pequeños que no habían
podido afrontar el éxodo a través de las catcinadas estepas
del Volga y del Don hacia los puntos habitados de la rea
guardia alemana. Algunos de ellos se aventuraban a la marcha
hacia lo desconocido: Arrastrándose penosamente sobre el ama
rillento polvo de la estepa, y más tarde sobre la nieve, ca
minaban hasta que el cansancio les oblgaba a descansar bajo
sus míseras mantas; los niños mendigaban por pan y las ma
dres exploraban en busca de sembrados de mijo cuyos mi
núculos granos machacaban en cualquier ptato improvisado
añadiéndole nieve... Ese era quizá su único a’imento durante
días y aún semanas pues es lo único que se encuentra en la
estepa. Evidentemente, algunos podían encontrar un preca
rio refugio en las abandonadas chozas de algún villorrio, pero
la mayoría no podían llegar a tales refugios pues perecían de
hambre y debilidad, y sus cadáveres permanecían insepultos
hasta que la nieve los amortajaba. Tal era el cuadro.
Desde el punto en que el flanco izquierdo del “puente te
rrestre” se apoyaba en el Don el frente alemán -continuaba
hacia el NO. por la orilla occidental de dicho río. Pero a fines
de septiembre fué necesario economizar fuerzas en el “bucle”
del Don por la parte de Kremenskaja: El XI Cuerpo de Ejér
cito del General Strecker estableció por lo tanto una posición
defensiva diagonal que se extendía desde Melo Lolowskij a
lo largo del curso del Swejaka, pasando por Perekóska, hasta
Sirotinskaja. La. desventaja de dejar abandonado a los ru
sos una considerable cabeza de puente no pasó desapercibida,
pero la escasez de efectivos combatientes de unas Divisiones
que estaban en primera línea desde hacía quince meses sin
relevo alguno obligó a adoptar el plan, aunque era evidente
que el Ejército ahorraba -efectivos a costa de su seguridad. El
XI Cuerpo de Ejército, que constituía el ala izquierda de nues
tro 6°. Ejército,- se apoyaba a su vez en la i.’ División de Ca
ballería rumana que pertenecía al IV Cuerpo de Ejército ru
mano. Después venían, a la altura de Voronesh unidades italia
nas y húngaras dispuestas por ese orden para evitar que los ru
manos y -los húngaros, enemigos ancestrales, estuviesen se
parados por las fuerzas italianas. Solamente lo rumanos to
maban en serio su papel de aliados: Los italianos, fija su aten
ción en la retaguardia, no sabían -a quen debían obedecer, si
a su C. en 3. o a sus jefes divisionarios. Los húngaros ha
cían la guerra sin combatir apenas: aparte de sus servicios
de la línea de comunicaciones sólo tenían fuerzas lgeras y
éstas habían demostrado en los combates de la primavera que
su eficiencia defensiva era muy dudosa; el grueso de sus fuer
zas estaba en el “frente de• las siete ciudades” de la frontera
rumana. El sistema de reforzar a las fuerzas aliadas con ele
mentos alemanes, que tan buenos resultados dió en la Prime
ra Guerra Mundial, no se había seguido en la Segunda, indu
dablemente porque nuestros efectivos no daban de sí para
proporcionar los citados elementos.
Así, pues, la masa estra égica del frente meridional con
sistía exclusivamente en el 6.’ Ejército. Verdad es que al
Sur de Stalingrado (inmediaciones de Beketowka) estaba el
4.’ Ejército Acorazado del General Hotz; pero contenía un
porcentaje elevado de tropas rumanas y ocupaba un frente
muy extenso, ya que tenía que cubrir toda la zona desde la
Estepa Kalmuka hasta la del río Terek que ocupaba .1 Pri
mer Ejército Acorazado.
LA ESTRATEGIA DEL CUARTEL
GENERAL DEL FUHRER
Desde el principio de octubre el General Strecker inlormó
que los rusos de la cabeza de puente de Kremenskaja estaban
aumentando continuamente y que los movimintos qu se ob
servban
en su retaguardia indicaban el avance de grandes
fuerzas enemigas. Tal avance se veía favorecido sin duda al-
76
guna por la na-furaleza elevada y ligeramente boscosa del te
rreno en la orilla izquierda del Don, muy a propósito para
la ocultación de las zonas de concentracón.
La red -ferro
viara existente entre -el Don y el Volga permitíd abast-ecer y
reforzar las líneas rusas del sector, La información se ba
saba en las observaciones y en la fotografía aérea de nuestro
Servicio de Información, deducida la primera de los datos que
aportaban los agentes, prisioneros y desertores y de los que
proporcionaban nuestras fuerzas terrestres utilizando los me
dios visuales, los de fonolo-calización y los de interceptación
de mensajes radados enemgos, El IV Cuerpo de Ejército
(Ge-neral Schwedler primero y General Jaenicke después),
que formaban el ata derecha de nuestro Ejército, enviaba in
formes similares deducidos de. sus fuentes de información,
llegando a la siguiente apreciación, que resumimos: “El Ejér
cito en sí no será atacado, lo serán más bien las formaciones
que conectan nuestros flancos derecho e izquierdo con las
GG. UU. vecinas que, como es sabido, suelen ser en general
débiles y estar desatendidas. Las cuñas rusas avanzarán “en
tenaza” desde el Norte,. 5. S. O. y desde el Sur (Beretowka)
en la direccón general Oeste para converger en la zona de
Tschirskaja para aislar al 6.’ Ejército y destruirlo”.
Los informes reg’amentarios, especialmente los de Strec- ker, qu-e posteriormente este mismo General llevó personal
mente al C. en J. del Ejército, fueron enviados debidamente
al Cuartel General del Führer junto con las apreciaciones per
sonates del General Von Paulus. Es muy curioso que nuestro
Ejércto, a pasar de ocupar un sector de operaciones de una
importancia vial, no formase parte de un Grupo de Ejérci
tos y dependiese directamente del Cuartel General del Führer.
Durante la campaña del verano estuvo afecto al Grupo de
Ejércitos del Sur que originalmente mandó el Mariscal Von
Bock. Como éste se opuso a la operación sobre Stalingrado,
fué envado al ostracismo nombrándose como su sucesor al
menos fastdioso Baron Von Weichs. Durante el otoño el
Grupo de Ejércitos del Sur estaba en Kursk desde donde era
tan difícil mandar el 6.’ Ejército como desde el Cuartel del
Führer que se encontraba en Winitsa-Angerburg,
es decir,
a 1.500 kms. del frente. Se sugirió la creación de un Grupo de
Ejércitos del Don con su Cuartel General en Rostow y cuyo
C. en 3. fuese. - por razones polít’cas. el Mariscal Antonescu
y el General Hauffe su Jefe de E. M.
El Cuartel General del Führer, es decir, el Führer, no aten
dió a los informes del 6.° Ejército. No se ajustaban al panora
ma que él, el Jefe, se había hecho del -desarrollo de la cam
paña de iga. Le enfurecía que un Cuartel General de Ejér
cito aprecase la siuación de un modo tan pesimista; tenía
que adaparse al punto de vis’a del “Jefe Supremo” y agra
decer que su oscura apreciación de la situacón no se interpre
tase como derroismo. Las Divisiones que Von Paulus pidió
como reserva de contraataque para el especialmente amenaza
do flanco izquerdo del Ejército fueron negadas. Y no fué
eso so’amente. Se dió además la orden de que 3 6 4 Divisio
nes acorazadas y motorizadas del 6.’ Ejército estuviesen pre
paradas para un ataque por sorpresa sobre Astrakán. Ha
blamos mucho sobre el caviar que allí encontraríamos cuan
do llgásemos...
Murmansk y Leningrado iban a ser tomadas también antes
de terminar el año y después el Primer Ejército Acorazado
y el 17 corqusarían
el Cáucaso y Bakú. Las Brigadas “pe
trolíferas” destradas
a Bakú fueron agregadas a principios
de año a estos últimos Ejércios y los nioreros super-pesados
fueron remolcados desde Sebas’opol a Leningrado. Las con
cenraciones
esraégicas
eran ya cosa o’vdada y no podía
reprocharse a Hítier de dscreto en esta materia.
Nues°ro Ejército tenía, pues, que arreglárselas por sí so-lo.
Las Divisiones Acorazadas 14 y 23 fueron sacadas de la línea
mediante un reajuse radical del “puente terrestre” y situa
das como reserva de operaciones en la zona Kralnij-Rodxu
kowskj-Wenzy.
Era todo lo que s podía hacer. Rumania,
como ya se ha dicho. había pueso u- a considtrable parte de
sus efectivos y material a nuestra dsposiaión; sus fuerzas no
estaban, s’n embargo, equipadas adecuadamente para el com
bate moderno y ado1ecían scb’e todo de falta de armas con
tracarro. Las “cerbaa”as” rumanas de 37 mm. tendrían pro
bab’emente el mismo efecto ante los T-34 rusos que las lanzas
de su Caballería. Como después me enteré en el Cuartel Ge
neral del Führer. Antorescu había informado a Hítier de esta
deficiencia y le había rogado ci urgente envío de cañones con
tracarro ya que Rumania no tenía industria de guerra digna
de tal nombre (sus armas procedían de la firma Skoda., de
Plisen). Su ruego fijé afendido en teoría pero, haciendo juticia a los rumanos, lo cierto es que nunca recibieron lo que
se les asignó.
Cierto día de octubre se presentó en el Cuartel General
de nuestro Ejército un General de Ingenieros con una P. M.
de Fortificaciones, varias P. Ms. regimentales y de Batallón
y una Compaulía de Fortificaciones Nos alegramos de la ilegada de esta última pero las P. Ms. nos sobraban. Cuando
pregunté al General con. qué objeto le habían sido envados
por el Cuartel General del Führer me contesó ingenuamente
que “para construir fortificaciones de cemento”. Nada mejor
que esta orden puede ilustrar la ignorancia criminal an cuanto
etivo de la operación era el conquistar los mportan±es pun
tos foitificados enemigos de la parte septentrional de la ciu
dád y al mismo tiempo dividir en dos partes, mediante una
penetración hasta el Volga, la zona que aun detentaban los
rusos. El brillante éxito inicial se desperdició y el General
Paulus se enfadó y con razón.
El Jefe de los Servicios del Cuartel General del Führer,
General Wagner, vino .a nuestro Ejército a comprobar sobre
el terreno la seriedad de nuestro problema de abastecimientos.
El nos re’ató la siguiente reveladora genialidad del “caudillo
más grande de todos los tiempos”:
En .1 otofio de rg* la situación general
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el 18/11/42
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.6
12
18
a las circunstancias locales y la falta de intuición militar de
la Superioridad: La gravera más próxima se encontraba en las
costas del Mar de Azow y todo el cemento tenía que traerse
desde Alemania. Sugerí al Jefe de E. M. que el Cuartel Ge
neral del Führer podría enviar a las P. Ms. de Fortificaciones
a trabajar en la línea de defensa oriental del Dnieper ya que
con nosotros nada podían hacer. Se mostró de acuerdo con
migo, pero estaba completamente seguro por anticipado de
que una propuesta de esa clase sería rechazada.
Un ataque de mayor cuantía llevado a cabo en Stalingrado
por la 3g5 División fracasó por falta de cooperación entre los
zapadores asaltantes y la Infantería que les apoyaba. El ob-
24
30
36
42
48
S4
61)
-
Á’Ilornetpt’B
burantes era tal que no, existían reservas dignas de tal nom
bre y por ello dependíamos virtualmente de la producción in
medala, extremo importantísimo para todas las operaciones
futuras. Wagner rogó en vista de ello al General Halder, Jef e
del Estado Mayor del Cuartel Genral del Führer, que ex
pusiese la situació1 a éste en una de sus conferencias y a
ello accedió Hítier con la condición de que aguardaría una
oportunidad conveniente para evitar una escena desagradable
con el gran hombre. Como la oportunidad no se presentaba
Wagner se encargó personalmente del asunto. “,iY qué?”,
dijo Hítier, una vez iniciado el tema. “Elio quiere decir que
al planear las futuras operaciones el factor decisivo deberá
77
sér el petróleo”,
replicó Wagner. tomó una opinin
¿e esta
clase chocaba con la sagrada doctrina de que todo era po
sible y nada imposible para los Nazis, el Führer se lo recor
dó a su interlocutor
violentamente:
“Eso es precisamente
lo
que yo espero de mis Generales.
Puede usted retirarse.”
El
Ueneral Wagner se suicidó más tarde, el co de julio de 1944,
para evitar una muerte deshonrosa
en la horca.
El día 9 de noviembre
Hitler pronunció
ante los “Anti
guos Combatientes”
su acostumbrado
discurso
anual en el
Bürgerbraukeller”.
Sentados
ante tos receptores
reglamen
tarios en el Ejército, escuchábamos
su radiación
sincronizan
do en ondacorta
por la gran distancia a que estábamos. Entre
las salvas de ap’ausos de sus oyentes gritó: “jStaiingrado
será tomado. Yo fijaré a hora. Empiearemos
allí una nueva
táctica
de choque que nos permitirá
ocupar el resto de la
cjudad!”
Nos miramos desmayadamente
unos a otros y per
manecimos.: callados. Yo incliné la cabeza y miré a otra parte.
A mi parecer algo incomprensible
había ocurrido; una cues
tión puramente
militar había sido convertida
en una cues
tión. de prestigio entre Hitler y Stalin, cuyo nombre llevaba
la ciudad: Se trataba de demostrar
quién de lOs dos tenía
un mayor poder personal. Ya el a de octubre había declarado
Hitler en la ceremonia de apertura de la Campaña del Soco
rro de Invierno:
“Ahora lo más importante
es la toma de
Stalingrado
y podeis estar completamente
seguros de que
no retiraremos de allí un solo soldado.” A la mañana siguien
te me encontré con el General Paulus quien me saludó con
estas pa’abras: “Bueno, ¿qué me dice usted del ,iscurso
de
ayer?”
Mi respuesta fué: “Estoy seguro que me ha parecido
exactamente
lo mismo que a V. E...”.
Se marchó con ex
presión de amargo desaliento
En la ciudad de Staiingrado
la lucha continuaba
sin re
poso. Especialmente
desde el fin de septiembre
su iniensi
dad aumentaba y decrecía con éxito vario en torno al mata
dero de la colonia Spartakowa.
Durante
ios veinte últimos
días de octubre tomamos, después de dura lucha, las grandes
fábricas
de tractores
de Dsh.erschinskij,
la “barricada
roja”
(como se llamó a la fábrica ‘de cañones)
y las fábricas de
Krassnij
Okjjaba. A fines de octubre y principios de noviem
bre el “puente terrestre”
fué de nuevo atacado fuertemente
y los combates arreciaron
al Sur de la ciudad.
Por entonces
nos llegaron por vía aérea cinco Batallones
de Ingenieros, entre ellos el 50 que yo había mandado en tiem
po de paz. Eran el exponente
de la nueva táctica de choque
que Hitler había anunciado y que iba a conquistar lo que nos
faltaba de Sialingrado.
¿Y para qué? Ibamos a “dominar la
arteria más importante
del tráfico ruso”:
el Volga. En rea
lidad este río no tenía ni mucho menos la importancia
que la
jactanciosa
propaganda
alemana de aquellos días, pues du
rante la mayor parte del año está helado. El petróleo
del
Cáucaso se enviaba al resto de Rusia por el Mar Caspio o
por el ferrocarril
de doble vía situado muy al Este del río.
Los zapadores que habían tenido que ser traídos en los Jun
kers desde Dessau, Rosslau o Sperenberg
fueron situados en
el laberinto de la ciudad con sus equipos de combate. Instruídos debidamente
para la lucha en zonas edificadas lograron
conquistar
numerosos
puntos fortificados
que hasta entonces
habían sido inexpugnables;
pero el precio fué horrible y en
unos llorado
pocos díás
los Batallones
se evaporaron.
será
en Alemania.
Por entonces
escribí a Sumi sacrificio
familia:
“Feliz
quien no tenga que responder
de estos sacrificios in
sensatos!”
El maravilloso
tiempo estival con su calor casi tropical se
convirtió
en invernal de la noche a la mañana: La nieve em
pezó a caer incesante. Este país no conoce los cambios gra
duales, es despiadadamente
opuesto a las transacciones
y no
ofre.ce más que una alternativa:
blanco o negro; el día o la
noche; cariño o crueldad; saciedad o hambre; vida o muerte;
todo o nada.
EL
COMIENZO DE LA GRAN
OFENSIVA
RUSA
Los Comandantes de las formaciones alemanas continuaron
advirtiendo, rogando e implorando que se debía actuar jame
diatamente, pero ya era demasiado tarde: Lo que se temía
ocurrió ea la mañana del rg de noviembre. La artillría rusa
empezó a tronar furiosamente y después los carros se desen
cadenaron y como irresistibles apisonadoras irrumpieron pro
fundamente en el recodo del Don desde sus puntos de partida,
78
avánzando
como
hacia el ur
se había previsto!
por el valle del Liska ¡ Exactamente
Los elementos rumanos no estaban. equipados, flj mucho
menos, para hacer frente a un ataque de carros y fueron ba
nidos, produciéndose entre ellos un “Sálvese el que pueda”
hacia la retaguardia. El ala izquierda del Ejército resistió
como una roca los furiosos embates, pero su resistencia no
sirvió de nada. El flanco del XI C. E. pendía del aire y pronto
fué deshecho de arriba a abajo por el pánico de las bivisio
nes rumanas. El resultado inevitable fué la retirada de dicho
C. E. y la de los destacamentos del VIII (Generat Heitz)
desde la orilla derecha a la izquierda del Don, río que tuvo
ue convenirse finalmente en la línea de combate. El Jefe
del
C. G., General
disponía
cion
Schmidt,
me telefoneó
preguntándome
si
de fuerzas suficientes para ocupar líneas de conten
y para
reforzar
algunos
puntos
débiles;
me vi obligado
a dec,rie que no y, ignorante aún de la magnitud de la pe
netración rusa, le consolé con una referencia a una situación
parecida que se produjo en los combates de la primavera
anterior ‘en Charkow y que merced a un contraataque “estilo
Federico II” fué transformada en una brillante, victoria. Me
contestó que la comparación estaba fuera de lugar, pues en
Charkow se operó exclusivamente con fuerzas ajemanes.
El contraataque de las Divisiones Acorazadas 54 y 23, pre
visto de antemano, que el XLIII C. E. Acorazado llevó a
cabo no dió resultado,’ pues no podía darlo frente a la enor
me superioridad numérica enemiga. Sin embargo, Hitler en
contró pronto una víctima propiciatoria alegando que el co
mandante de dicho C. E. había actuado demastado tarde, por
lo que no sólo le destituyó, sino que le hizo conducir custo
diado a la fatídica prisión de Moabit (barrio berlinés). Cuan
do se supo este ultraje increíble cundió en toda la oficialidad
la misma indignación que la había sacudido pocos meses an
tes al caer en desgracia el General Conde de Sponeck, y
creció el deseo de rebelarse.
Para el mediodía del 20 de noviembre los carros rusos de
vanguardia estaban ya en Gurejejew y aún más al Sur de
este punto en el valle del Liska, es decir, a la altura del
P. M. del Ejército que desde agosto estaba en Golubinka,
a or:llas del Don. La zona al Sur de Beketowa había sido
también atacada por Unidades móviles enemigas y no podía
mos comprender por qué había ordenado tan tarde el Jefe
del E. M. el traslado del P. M. a Nischnij-Tschirskaja. Cuan
do en la tarde del co de noviembre empezamos el traslado,
la situación había empeorado tanto en las últimas horas que
ya no pudimos llegar a Tschirskaja, también sobre la orilla
derecha del Don. Marchando sobre la Gran Ruta del Don
•
hubimos de dirigir nuestros vehículos hacia el Norte, en cuya
dirección
y a la altura de los pasos, del Don hacia el Este
topamos
con una lúgubre caravana de carros, otros vehículos
de combate y furgones
de abastecimiento.
Cruzamos el Don
por el importante
puente auxiliar de Perepolnij;
en Pesko
watka,
P. M. de Heitz (VIII
C. E.), pasé unas horas con
la Pl. M. del 413 Regto. de Zapadores
(Coronel Shilling)
y
desde allí, más por instinto que gracias al mapa, marchamos
hacia el Sur, adentrándonos
en la fría y blanca inmensidad
de la estepa. Entre las cuatro y las cinco de la mañana di
mos con una aldehuela, en la que paramos para calentarnos.
Yo estaba más helclo por dentro que por fuera; los dientes
me castañeteaban y gradualmente se iba apoderando de mí
un presentimiento angustioso... En la casa en que entramos
estaba instaladó un pequeño destacamento de panadería; los
soldados que lo componían no sabían nada y no quisimos
alarmarles, limitándonos a comer su pan recién hecho, que
por cierto nos supo a gloria. Al amanecer cruzábamos el Don
en dirección Oeste por el pu.ente de Werchnij-Tschirskaja.
Hora y media más tarde las patrullas de la caballería rusa
del Sur pululaban por los lugares que acabábamos de reco
rrer y establecían poco después contacto con los carros rojos
que habían descendido desde el Norte en Kalatsch, lugar en
el que, por un error trágico, se abandonó sin destruirlo un
magnífico puente auxiliar que nosotros habíamos construído.
QUEDA
CERCADO
EL
6.’ EJERCITO
Incluídos
varios millares de rumanos y de “Hiwis”
rusos
(trabajadores
voluntarios),
320.000
soldados
alemanes
se en
contraron
de pronto “embolsados”
entre el Don y el Volga.
Un decreto del “altísimo”
convirtió
de repente la “bolsa”
en la “Fortaleza
de Stalingrado”.
Se trataba indudablemen
te de dar la impresión a Íá gente cíe que el 6.” Ejército se
encontraba seguro detrás de un cinturón de posiciones de
fensivas larga y cuidadosamente preparadas. Ello no era ni
remotamente cierto, pues se había carecido del tiempo, de
la mano de obra. y de los materiales necesarios.
Voti Paulus, su Jefe de E. M. y el Coronel Elchlepp, jefe
de la 1.’ no estaban ya en Nischnij-Tschirskaja, pues se ha
bían retirado dentro de la “bolsa”. Los demás miembros del
E. M. teníamos que seguirles, pero el Jefe del E. M. del
IV -‘C. E. Rumano, Coronel Wenck, nos ordenó al Coronel
Adam. y a mí la ejecución de otras misiones: Mediante dura
lucha, en la que empleamos Unidades improvisadas a toda
prisa, logramos retardar la penetración que en dirección a
Rostow, hacia, -el Sur, intentaban los rusos.Después de Navidades, .y cumplimentando órdenes recibidas,
me presenté en el C. G del Grupo de Ejércitos de Von Mans
tein, que por entonces se hallaba en N-ovo-Tscherkassk. Allí
pude hablar con entera libertad con el Coronel Busse, Jefe
de la 1.’ de aquel C. G. y buen amigo mío, dotado de una
mente clara y serena. Me dijo acerca de Von Manstein: “Si
y.o.no le hubiera implorado repetidamente que, en bien de
las tropas, se quedara, haría ya mucho tiempo que .habría
arrojado su cargo a los pies de Hitler.” Me dijo también:
“Incluso nosotros, en nuestro C. G. de Grupo de Ejércitos
no somos sino un mero buzón de órdenes.” “Sí”, le contes
té, “pero ¿qué va a suceder en Stalingrado? ¡No podéis li
mitaros a- dejar que el 6.° Ejército perezca allí como un pe
rro!” A lo que él me replicó: “Disponíamos de un montón
de Divisiones, pero las hemos tenido que llevar s:n pérdida
de tiempo a los innumerables lugares del sector de Moro
sowskaja, en los que los rusos habían penetrado o anticipá
bamos iban a penetrar. Toda la línea de defensa desde Wc
ronesch hasta. aquí, y aun hasta el Mar Negro, está desmo
ronándose. Hacemos, naturalmente, todo lo que es humana
mente posible, pero dependemos por completo de las nuevas
Unidades que el C. G. del Führer nos asigne.”
Aquello no era muy tranquilizador, pero, debo confesarlo,
yo aun tenía bastante ‘confianza y creía que la situación se
arregiaría satisfactoriamente. Aun no se nos había presen
tado durante la Guerra una situación parecida y no podía
creer que un Ejército tan bravo y tan numeroso pudiera
perecer.
Las opiniones estaban divididas, en el C. G. de Ingenieros.
del Grupo de. Ejércitos. El Jefe del Servicio, Coronel Finckh,
un poco’ más antiguo que yo, estaba muy descontento;’ per
sonalmenté hablaba muy poco, pero un veterano j.efe subor
dinado suyo maldecía y juraba con marcado acento berlinés:
“A- Dios gracias no tengo nada que reprocharme, pues no
voté á ese bandido! ¡Les digo a ustedes que es un bandido
y créanme que conozco bien a esa banda!” Tales comen
tarios, aun éntonces, erán sólo permisibles en gente de mu
cha antigüedad. Por supuesto, tanto Finckh como él murie
ron en ‘la horca después de lo del 20 de julio de 1944...
Regresé a Stalingrado acompaílado de mi- ayudante, Ca
pitán Fricke un joven recién casado que volvía de un per
miso, y de mi ordenanza Otto Blüher. Nuestro vuelo durS
tres ‘horas en lugar de la hora -y cuarto acostumbrada.’ Nos
encontramos con viOlentas tempestades de nieve que inuti
lizaron la radio del aparato y hubimos .de subir hasta los
3.600. mts., lo que nos originó un violento dOlor de oídos;
la falta de equipos de oxígeno hizo que el viaje nos fatigara
mucho. Por fin nos dejamos caer casi verticalmente sobre el
aeródromo -de Petomnik, aterrizando violentamente- en un es
pacio de unos 54 mts. El considerable número de aviones
destrozados que vimos- diseminados en el aeródromo -no con
tribuyó ciertamente a animarnos...
En -el P. M. nos recibieron calurosamente. Tuve-que águar
las esperanzas que acerca de la llegada de refuerzos consi
detables tenía la mayoría. Especialmente el General Schmidt,
Jee
del E. M., esperaba que traería buenas noticias. Me
dijo: “jjamás arriaremos bandera, viejo!” A lo que le con
testé: “ Ciertamente, mi general, en tanto nos quede la más
mínima esperanza!”
,La estepa del Volga se había convertido en un intermina
- ble
desierto nevado. Camino - del - barranco donde se encon
traba la Pl. M. -del 604 Regto. de Zapadores y donde Fricke,
Blüher y yo queríamos acomodarnos, pasamos cerca de un
aparcamiento de material automóvil. Varios centenares de ca
miones alemanes de todas clases estaban hundidos en el. te
rreno hasta los ejes y cubiertos por una gruesa capa de nieve.
Aquello no era ya un parque de automóvil-es, sino más bien
un “Mass’en.grab” (en alemán fosa común)... Massengrab...
Stalingrad... ¡Qué -rama tan desagradable!
El General Von Stiotta, comandante del óo4 Rgt-o. de Za
padores, estaba seriamente -enfermo y se encontraba casi sin
poder moverse en su “bunker” aquejado- por agudísimos do
lores. Me encargué de procurar su evacuación por vía aérea,
para lo que me puse en contacto con el Director de los
Servicios de Sanidad del Ejército, Gen-eral Rinoldi, en cuyas
manos estaba la suerte de los enfermos y heridos.
Hasta entonces los rusos no -habían atacado la “Fortaleza”. Su objetivo parecía estar - de momento en algún lugar de la
zona O. N.O. (-con relación a -nosotros) entre -el Don y el
Donetz, zona en la cual volcaban sus Divisiones le asalto
en un amplio frente.
Durante los primeros días siguientes el Tte. Coronel Elch
lepp, el Coronel Adam y su ayudante y buen amigó -mío m-e
informaron de cuanto de importancia había acontecido- des
de -el principio del asedio. Yo no sabía nada, pues durante
-los combates en la zona del Tschir - en que había 1omado par
te habíamos -estado aislados del resto del mundo. Había ocu
rrido lo siguiente.
EL
EL
C, G; DEL FUHRER PROHIBE QUE
6.° EJERCITO
ROMPA EL CERCO
-
- Inmediatamente
después de su aterrizje •en Pet-omnik, el General Von Paulus reunió a sus comandantes de C. E., -losGenerales Heitz (VIII), Strecker (XI), Hube (XIV Acora
zado), Vo-n Seydiitz (LI) y Jaenecke (IV), para discutir la
situación y llegar a una decisión. El 6.’ Ejército estaba cei
cado a lo largo poco más o menos de la línea: Stalingrad
Rynok - Orlowka - Cota Ko-nnaja - Sur de Kotluban - Este de
Wertchatsky-Este
de Peskowaja-Oeste de Dmitrijewka-Oeste
de ,Marinowka-Zybe.nko-Sur de Stalingrado. La situación no
era desesperada ni mucho menos y el remedi-o era obvio: El
salir de la “bolsa”-. Ello se decidió en una orden cuya apro
bación se pidió por radio al C. G. del Führer. Parecía una
cuestión de trámite, una pura formalidad, pues nadie dudaba
de que se aprObase la decisión. La o-rdeñ decía poco más o
meno.s lo siguiente:
“Una vez- concentradas fuerzas y ya dispuestas en orden
de combate, el 6.°. Ejército -procederá el 25 -de noviembré a
atacar en dirección S.E.—Objetivo: Ruptura y establecimiento
de contacto con las formaciones al-emanas que combaten e.n
el sector Don-Tshir. Se evacuarán de la “bolsa” todas las
fuerzas y todo el material indispensable mediante una brecha
que abrirán las fuerzas acorazadas;”
Se inició la marcha de aproximación y 220 carros en estado
de servicio provistos de combustible y municiones se dispu
sieron en formación de combate. Todo el mundo ardía en
deseos de luchar, no por u-n objetivo corriente, sino por su
salvación misma y el conocimiento que se t-enía de que se
trataba de una lucha decisiva fortalecía la moral combativa.
El 23 de ‘noviembre llegó la respuesta del C. G. del Führer:
“El 6.° Ejército permanecerá a la defensiva dentro de la
Fortaleza y esperará la ayuda exterior.”
La orden sentó como una bofetada y deprimió a todo el
mundo. ¿Qué iba a hacerse? ¡Había que obedecer! Sólo Seyd
litz hizo objecciones: Era partidario de romper el cerco a
toda costa desafiando esta -orden ‘incomprensible. Había es
tado en la “bolsa de Cholm” y en ella había ganado las
Hojás de Roble de su Cruz de -Caballero. El Gen-eral Schmidt,
el Jefe del E. M., mantenía el punto de vista contrario. Von
Paulus se decidió por la obedi-encia; se interrumpió la cons
-titución del dispositivo de ataque y se ordenó el atrinchera
miento. La tarea era dura, - pues el terreno estaba helado y
había mucha -nieve; -las palas no servían para nada y se ca
recía de -excavad-oras. Los soldados se arrastrarosi por las
torrenteras u ocuparon pu-estos en la nieve... Empezó la lu
cha con el frío asesino, lucha muy ‘cruel, ya que se carecía
- de
la mayor parte del vestuario de invierno. Por si fuera
poco aumentó gradual-mente la escasez de alimentos; las ra
ci-ones hubieron de reducirse dos veces. El abastecimiento
aéreo fué desde el principio completamente insuficiente; al
final no pasó de ser ilusorio. En la deliberación decisiva que
sobre la suerte de Stalingrad-o tuvo ‘lugar en el C. G. del
Führer, Goering, contra el deseo de .su Jefe de E. M., Ge
neral Jeschonnek, había garantizado, con criminal fanfarro- nería, que la Luftwaffe podría abastecer -la “Fortaleza” por
vía aérea. En vista de ello Hítler ‘ordenó a su guarnición que
-
‘
‘
79
se mantuviese dentro de ella. Unas simples operaciones arit
méticas probaban claramente que la Luftwaffe :110 estaba en
condiciones de abastecer al 6.° Ejército, como lo prueban las
consideraciones siguientes:
Los requerimientos mínimos diarios en abastecimientos para
el personal y ganado, en carburantes y en municiones exi
gían una capacidad de carga de 750 Tm. Un Ju 52 carga una
tonelada, pero como no teníamos 750 Jus disponibles en nin
guna parte habría que echar mano de los aviones de caza y
de los destructores de los modelos Me rio y He iii, que
sólo podían cargar 500 kgs. Ello significaba que habrían de
aterrizar en Stalingrado un mínimo de x.ooo aviones diarios,
para lo que teniendo en cuenta los descansos, entretenimien
to, desgaste y las bajas por la acción enemiga se precisaban
unos 2.500 aviones. Para reunirlos sería preciso un despojo
óonstante de todos los frentes, pues los Me ixo y los He xxx
tendrían que cesar en su cometido normal. En cuanto a las
cuestiones del abastecimiento de carburante y lubrificantes y
de accesorios y repuestos para estos aviones, aaí como la de
las instalaciones de tierra de los dos aeródromos de la “bol
sa” (Pitomnik y Gumrak), más vale no discutirIas. El hecho
fué que desde el primer día del cerco no aterrizaron dentro
de la “Fortaleza” flj a razón de xoo aviones diarios: Durante
los primeros días llegaban de o a o diarios, pero. pronto
bajaron las llegadas a entre 15 y 25 por día. Después de la
pérdida de Pitomnik el 12 de enero de 1943 nos considerá
bamos muy afortunados cuando los pocos aviones que realmen
te volaban sobre nosotros no arrojaban desde el aire todo el
abastecimiento ya acondicionado para el lanzamiento y en
contrábamos algunos pilotos que tenían valor para aterrizar;
La fea tragedia de Stalingrado queda condensada en. sus
términos esenciales en esas decepcionantes cifras; ante las que
fracasan todos los preciosismos de la propaganda hitieriana.
Jeschonneck, el tenaz y capacitado Jef e del E. M. de la Luf t
waff-e que había advertido inipresionantemente a Goering acer
ca de la ligereza de su promesa, se suicidé, pero su amo y
jefe no se impresioné por ello. Bien es verdad, sin embargo,
que de entonces en adelante perdió mucha categoría a l.os
ojos del “altísimo” y, concretamente, no fué nunca más con
sultado para las decisiones importantes que la guerra exigió
posteriormente.
En definitiva, sin embargo, la responsabili
dad fué de Hitler, quien podría muy bien haber estudiado los
datos anteriormente bosquejados a pesar de su completa ig
norancia de la estrecha relación que existe entre las opera
ciones y el abastecimiento.
A últimos de noviembre y primeros de diciembre el 4.’ Ejér
cito Acorazado del General Hoth irrumpió desde la zona del
norte de Rostow y avanzó aguas arriba por el valle del Don,
apoyando su flanco izquierdo en la orilla de ese río, en so
corro del 6.’ Ejército. Pero su pomposo nombre de “4.’ Ejér
cito Acorazado” se aplicaba, como debió percatarse pronto
el enemigb a sólo 2 Divisiones Acorazadas apoyadas por
otras 2 motorizadas. Sin embargo, canalizado como su avance
estaba por las circunstancias, al principio avanzó hacia el
Norte sin contratiempos. Nuestro C. G. consideraba . con an
siedad el peligro que -se cernía sobre su flanco derecho, abier
to a la inmensidad de la estepa, y no dejó de solicitar auto
rización para romper el cerco, esta vez con vistas a establecer
contacto con la vanguardia del 4.’ Ejército Acorazado. Tam
poco esta vez se aprobó su iniciativa. Los síntomas de abierta
rebeldía ui hicieron más patentes entre -nosotros, pero el
General Von Paulus no podía •liberarse d5 -los grilletes que
desde hacía tanto tiempo llevaba ni apelar a un acto de ener
gía para dar el paso decisivo. ¡Obedeció! Cumplimenté una
orden que nos llevaría ciertamente al caos en lugar de seguir
los impulsos de su corazón. Aquella orden no podía ser legal
para un hombre que respondía de la vida y la muerte de
300.000
hombres. ¿Quién sino él iba a tener el valor de ha
cer.se responsable de la protesta? ¿Dónde está en este caso
la línea divisoria entre la culpabilidad y el Sino?
El 2 de diciembre el general Hoth, a la cabeza de sus ca
rros,. estaba a 50 knis. de nue-stro frente S.O. a orillas de un
afluente del Don. Allí, a la altura de Kotelnikowo, fuerzas
rusas muy superiores le atacaron muy profundamente por su
flanco derecho. Sólo mediante una rápida retirada pudo es
capar al cerco y a -la destrucción, tan rápida que tuvo que
abandonar incluso el proyecto de abrirse paso hastá nosotros.
Desde aquel momento no podía tener éxito, ni aun con nues
tra participación, ningún intento de esta clase. Entonces fué
cuando por primera vez pareci.ó desaparecer toda posibilidad
de socorro exterior. Hitler, sin embargo, nos envió un nen
80
saje radiado el día de Afío Nuevo de 1943 asegurándonos que
nuestro Ejército podía estar completamente seguro de que
se estaba haciendo todo lo posible para liberarnos tan pronto
lo permitiesen las circunstancias.- Para todos los que cono
cíamos la situación real aquello debió ser una blasfemia...
El General Barón de Richthof en, comandante del VIII C. E.
Aéreo encargado de nuestro apoyo, creyó también su deber
el mismo día recalcar en otro mensaje radiado los grandes
esfuerzos que se estaban haciendo para ayudarnos. Todo con
tribuía a crear falsas esperanzas y sólo en privado y ante
gente de confianza podíamos hablar con sinceridad y discutir.
nuestros motivos de ansiedad. Desde hacía ya mucho tiempo
no creíamos en Hitler y las órdenes de esa clase -nos demos
traban que él y su camarilla, envenenados como estaban por
el fanatismo y por la ambición del poder carecían de todo
sentido de medida y de una visión clara de los objetivos.
Todavía no nos dábamos cuenta que a partir de Stalingrado
Hitler tomó una actitád en la que el martirio y la auto-des
trucción iban a convertirse en una - pasión. Se convirtió así
en un instruxnentó del enemigo, cuyo objetivo era lo que
Hitler ha traído consigo, es decir, no solamente conseguir
la destrucción material, sino también la extinción moral de
todo un pueblo.
Desde comienzos de enero sólo se permitía entrar en la
“bolsa” a los oficiales que venían a cubrir bajas como co
mandantes de Batallón y de Regimiento. Tal restricción era
necesaria, pues había muchísimos jóvenes oficiales que de
seaban volver a su antiguo Ejércit.o para participar en el
momento memorable de su -liberación. ¡Su fe y su ignoran
cia er.an sublimes!
Mi amigo el Coronel Arnoid, cesó, desgraciadamente, en
su cargo de Jefe del Servicio de Información del Ejército,
pues, herido siete veces, no estaba en condiciones de aten
der el cargo y hubo de ser evacuado por vía aérea. El Co
ronel Schrad-er, que debía sucederle como Jefe del Regimien
to de Información, estaba fuera de la “bolsa” y declinó el
nombramiento por razones de salud. En realidad estaba en
fermo. A causa de su negativa fué sometido a varios recono
cimientos por distintos especialistas en el C. G. del Grupo
de Ejércitos e iba a ser juzgado en Consejo de Guerra. En
vista de ello se nombré para el cargo al Coronel Van Hofen,
que hasta entonces venía mandando el Regimiento de Infor
mación del C. G. del Fiihrer y que veía claramente el alcan
ce de su nombramiento y de su incorporación a la “Forta
leza”. Pronto -nos hicimos amigos, pues nuestras opiniones
coincidían en muchos asuntos; era un hombre inteligente,
con muy buenas cualidades. Hablaba con claridad y modera
ción, sintetizando- sus ideas -en- pocas palabras; su espiritua
lidad era impresionante en sí misma, pero, sobre todo, Su fe
y confianza- en -el Führer eran las mismas que las que en ge
neral tenían los soldados y clases., de tropa. Su alto y rubio
Ayudante era la personificación de la reserva.
LA VIDA EN LA “BOLSA”
La alimentación empeoré: A prinçipios de enero - se vol
vió a rebajar -la ración de pan, dejándola en 70 grS. y cada x
hombrei recibía un kilo de vegetales en conserva; ya hacía
mese-a qu-e nó nos daban patatas. Como casi todos los caba
llos de las Divisiones de Infantería, habían sido muertos y
sus cadáveres yacían a la intemperie por todas partes, su
carne helada empezó a utilizarse, empleándose hachas para
cortarla, pues -los cuchillos no- servían para el caso. El agua
se obtenía disolviendo la nieve, pues no teníamos otra. Así
vivíamos día a día, con el con-siguiente deterioro físico y
moral. El pequeíío suministro de pan que Finckh había com
partido conmigo en Nowo Tscherkassk se agotó pronto.
En la primera decena de enero se acercó a nuestras líneas
un oficial ruso con bandera blanca, portador de una invita
ción a la rendición de nuestro -Ejército. En ella se nos ofre
cían condiciones muy honrosas, entr-e ellas la de que los
oficiales podrían conservar sus armas; contenía también una
cláusula adicional, en la que se decía que de rehusar -la ofer
ta deberíamos contar con un próximo ataque y con -nuestra
completa destrucción. La invitación fué animadamente dis
cut-ida y casi degeneré la discusión en la formación de dos
bandos en nuestro C. G. Era obvio que el C. -en J. del Ejér
cito, que no tenía autoridad para tomar decisiones, tendría
que negarse a -la rendición ant-e la presión de 1a autoridad
superior. El histérico “Jamás nos rendiremos” había sido
-
nos negba terminanfemente la facultad para negociar, En
vano el Qqnral Von Seydlitz propugnó una vez más por
que Le dsjaeu a él romper el oeeo. No se acedó a elo y
por otra parte el General Jefe del E. M. dió instrucciones
a los comandantes de sector para que en el futuro se dis
parase sobre cualquier nuevo emisario.
El g de enero el C. en J. me ordenó Le fuese a ver. Con
taba con que los rusos atacarían a finales de mes, lo más
pronto hacia el 20,’ y aplicarían la presión principal en el
sector S.O., situado a caballo sobre el Karpowka. Pensaba
que el enemigo intentaría la ocupación del saliente que desde
el valle de ese río avanzaba hacia Mrinowka para arrojar
nos a la estepa. Después de consultar con el comandante del
VIII C. E., que tenía ese sector a su cargo, recibí la orden
a cierta teniión; algunas de las líneas de comunicación con
los Regunsentos habían sido cortad-as ya La DiviSi6n se en
contraba ‘l Norte de la zona baja del Karpowka. El Gene
ral Rodenburg nos informó que los rusos habían penetrado
profundamente en el centro de su sector y de que sus carros
estaban cerca del P. M. en que noS encontrábamos. Ya nos
hábíanios familiarizado con esta clase de situaciones durante
las últimas semanas de encarnizada lucha y la noticia no nOS
afectó demasiado. Yo veía claramente que mi reconocimien
to llegaba tarde; de todas partes llegaban al P. M. noticias
alarmantes. Rodenburg daba serenamente sus órdenes, con
servando el monóculo que acostumbraba a llevar y su la, el
Teniente Coronel Breithaupc se mantenía también firme y
‘sereno. Al otro lado del barranco los proyectiles de los ca-
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de reconocer una posición de contención desde Nischne-Ale
xejewitsch a Nowo-Bogataschik, localidad esta última situa
da sobre la orilla oriental del Rossoschka. Me dijo que esa
posición “parecía posible”, pero ¿quedaría finalmente allí la
línea? ¿Cómo se podría establecer esa posición con la nieve
que había y en un terreno que estaba helado hasta más de
un metro de profundidad?
A la mafíana siguiente, l ro de enero, salí muy temprano
en automóvil. En Dubininskj recogí al Coronel Schilling,
Jefe de Zapadores del VIII C. E. Cuando llegué a su aloja
miento y cesó el ruido de los motores, percibí un tamborileo
muy familiar que venía del. Oeste; Schilling me dijo que
aquello, no tenía importancia. Conforme seguimos adelante
pudimos ver desde nuestro camión el fuego artillero. iNo
cabía duda que los rusos insistían nuevamente en sus ata-
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rros rusos explotaban aulladores, produciendo nubes de nie
ve y de tierra amarillenta. Cuando pudimos sortear la cor
tina de fuego entré en mi coche, que conducía Dernfeld, mi
chófer de los tiempos de paz, allá en Harburg. Proseguí ha
cia la División siguiente, cuyo sector estaba siendo también
atacado furiosamente por los rusos. Hacia el mediodía me
dirigí más al Norte y vi con desmayo qu.e estaba siendo eva
cuado el puestó de socorro principal que acababa de ser ins
talado en un cobertizo semi-destruído. ¿He dicho evacuado?
Consumidos y deshechos los heridos estaban en pie en. la
carretera apoyados en bastones, llenos de vendajes en la ca
beza y en las extremidades, implorando a los vehículos que
llegaban que les hiciesen un sitio hasta Stalingrado. Stalingrado se había convertido en la palabra mágica, ya que im
plicaba un techo y quizá también algún alivio para el frío
81
rierlaos
en el interior, en ios estriDOS y en ios guarciaoarros;
yo me puse sobre el radiador y el coche inició lentamente
su marcha hacia el Este. Entregué
los heridos en el hospital
de campaña de Gunirak, pensandó al mismo tiempo que no
estaría, mal que el Jef e de E. M. pudiese ver un par de es
cenas tan deprimentes como aquella. ,Quizá de ese modo sus
órdenes se harían más realistas.
El C. en J. había previsto acertadamente las intenciones
del enemigo, pero un poco tarde. ¡El enemigo había etupe
zado a cerrar sobre nosotros para darnos la puntilla! Los
acontecimientos
se precipitaron.
Pitomnik
se abandon&
el
día 12, sin razón aparente, y al evacuar el aeródromo suce
dieron cosas curiosas: Aunque no había ningún ruso en un
radio de muchos kilómetros, el pánico “se mascaba”, cosa
no rara cuando las tropas de tierra de la Luftwaif e o la gente de los servicios de retaguardia se encuentran en apuros.
Tienden en esos casos a poner pies, en polvorosa hacia la
retaguardia cm acordarse de la disciplina y atentos sólo a
los dictados del instinto de conservación; en tales casos so
breviene el caos, y el embotamiento de la inteligencia se
traduce en el brillo de’ locura que aparece en los ojos de los
que huyen. ¡El miedo ahuyenta en ellos todo vestigio de ra
zón y quienquiera que intenta contener la desbandada es
arrastrado por los que huyen o pisoteados por ellos! El Ge
neral Von Paulus se puso furioso y a fuerza de órdenes te
lefónicas hizo que el aeródromo se reocupara.
No había duda que estábamos en las últimas. Gradual
mente nos estaban enterrando. La tapa del féretro estaba
cayendo sobre nosotros. Un día visité al comandante del
XI C. E., el General Strecker. Se trataba de un viejo amigo
de tiempo de paz, al que yo tenía gran afecto; era idolatrado
por sus soldados, pues sabía tratarlos. Su P. M. estaba al
Sur de Gontschara y se encontraba en el refugio de su Jefe
de E. M., el Coronel Grosskurth. Me cogió del brazo y me
condujo a su propio refugio: “,iQué ha?? Aquí podemos ha
blar con libertad”. “Este es el fin de Alemania, mi Gene
ral”. “Por fin oigo una opinión sincera tras ‘los servilismos
que, sofocantes, emmian a mi alrededor”. Acompafíó las pa
labras con un resignado movimiento de su brazo, que seña
laba el otro refugio que acabábamos de abandonar. “.Qué
hará usted si llega el final?” “Es difícil de contestar, mi Ge
neral. Quizá me p’egue un tiro”. “Yo pienso lo mismo; pero
de todos modos ya sabe usted que el Alto Mando ha prohi
bido el suicidio”. “Sí, ya lo sé, mi General, pero en una si
tuación como la nuestra el Alto Mando no puede prohibirlo.
La idea de que •la última bala debe ser para el enemigo y no
para uno mismo es, con su permiso, demasiado romántica
para las condiciones en que nos encontramos”. “f Cree us
ted que las cosas han ido tan lejos que ya no podamos ha
cer nada?” “Sí, lo creo, a menos que apliquemos un remedio
mayor y más tajante, un remedio que está en desacuerdo
con los principios que nos han hecho grandes. Pero a gran
des males, grandes remedios. No ha habido en toda •la guerra
una situación similar a ésta en que ahora nos encontramos”.
El General asintió con la cabeza y se puso a mirar con fije
za al espacio: “Es durísimo aceptar esa responsabilidad; la
comprensión de la situación y el concepto d’el deber se dan
aquí de bofetadas. Recuerde que ataca usted al fundamento
mismo de la conservación de un Ejército si empieza a hur
gar al principio de ‘la obediencia incondicional. Pero usted
tiene razón, lo presiento, ¡ no deberíamos seguir obedecien
do!” “Pero, mi General, el factor decisivo es ‘la convicción
qu’e emana de nuestra incorruptible subsconciericia. Aquí, en
Stalingrado la obediencia al deber se convierte en una bri
llante falta de iniciativa que un jefe consciente de su res
ponsabilidad no debería tolerar. Y usted ha visto ya muy
bien por todas partes que, aparte algunos casos conmove
dores, el deber es una obligación que se cumple no “por”
otros, sino “con” otros. La conciencia, sin ‘embargo, es una
obligación a la que se debe atender personalmente. Nuestra
cónciencia ha ¿e examinar ‘las cosas, insobornable, ha de
inquirir en su significado, en su realidad y en su necesidad.
Una vez hecho eso, ¿quién ha de levantarse y dar la prime
ra señal para un cambio? Nos miramos el uno al otro, inte
rrogantes, y después nos separamos.
De lOS informes sobre la situación que nos había telegra
fiado el Grupo de jércitos
dedujimos que el frente alemán
había retrocedido unos 350 kilómetro
como consecuencia
de la ofensiva rusa. En el aire tuvieron que toinarse medj
das tajantes. Los pocos aviones que ahora nos llegaban ve-
82
excesiva. LOS aviones ae transpoie
eran caaa vez una pi’csa
más fácil para la caza rusa. Eramos una isla separada 350
kilómetros
de la costa, que sufría ‘los embates de una cre
ciente y furiosa marea, cuyas olas nos’ empujaban y estre
chaban a unos conti’a otros en un espacio cada vez más re
ducido. Alemania estaba muy lejos; tardaríamos mucho en
verla, Sj es que la volvíamos a ver alguna vez. Ya no pen
sábam’os en ‘ella, eno en los compatriotas que nos rod’eaban;
las diferencias de grado y de Unidad se hacían irreales y a
medida que’ se ‘ tezclaban
la
distintas
formaciones
crecía
entre los individ os un sentimiento
de camaradería
más ín
timo. Sin embaT , 3, comenzaron
a manifestarse
también sín
tomas
de destnLralización.
Más de uno perdía la esperanza
y sentándose
en un rincón con la cabeza entre las manos
permanecía
en silencio, indiferente
a cuanto le rodeaba. Em
pezaron
los suicidios. El sino espantoso que como la espada
de Damocles
pendía ‘sobre nosotros,
se acercaba inexorable,
podíamos
percibir su llegada. Incluso Adam descartó
su in
veterado
optimismo y hablaba con desprecio de los aprendi
ces de soldado de Ang•eburg. “Le digo a usted que aún so
mos 150.000
hombres, ‘pero los 15o.00o somos ya culpables
de alta traición o lo seremos muy pronto”. “Alta traición no
es aquí el término’ aplicable a quien abandone
el camino se
ñalado.
Pero, como Ayudante que es usted del C. en 3. de
bería
usted hacerle comprender
que hay que hacer algo”.
Van Hofen me decía poco más o menos lo mismo: “Yo no
le conozco mucho, pero usted ‘sí. Dígale usted que todos los
que ven claro sólo encuentran
una solución, que es la ren
dición”.
Cuando vi al General Von Paulus me dí cuenta d’e
su aspecto precario. Al principio vacilé, pero después hablé
francamente;
él me cortó con unas pocas palabras,
por lo
que no seguí y me fuí.
De vez en cuando un aeroplano
salía de Gumrak con el
servicio de estafeta. Empaquetamos
nuestros
anillos de boda
y otros efectos personales
de valor y los entregamos
en la
oficina postal principal. El s6 de enero el General Von Pau
lus tuvo que trasladar
su C. G. porque ya no se podía soste
ner l zona N.O. de Gumrak Nos ietiramos
sobre lo que
había sido el C. G. de la’ 71 División (General
Von Hart
mann),
cuyo r’efugio era una vaguada
del SO, de Stalingrado; allí nos amontonamos
lo mejor que pudimos, después
que el C. G. divisionario
se trasladó
al mismo Stalingrado.
Los rusos atacaban
en el Norte, en el Oeste y en el Sur
‘con carros y sin ellos, detalle que no tenía mucha impor
tancia porque los defensores
no eran ya soldados, sino náu
fragos
desmoralizados,
hambrientos
y medio congelados.
A
este punto había llegado un Ejército que pocos meses antes
había perseguido
al enemigo a través del Donetz y del Os
kol, del Tschir y del Don. Famosas Divisiones, como 1a 44
y la 71, la 76, la 295 y así hasta r6 ordinarias,
de montaña,
motorizadas
o acorazadas,
estaban
ya deshechas;
su moral
era ya tan escasa como sus armas y municiones.
No se ha
cían ya oír las bocas de sus cañones y obuses, ni las de sus
morteros
y cañones de acompañamiento.
Los bombarderos
rusos “Martín”
nos daban unas “pasadas”
ridículamente
ba
jas en sus vuelos “de placer” contra blancos humanos;
sólo
de vez en cuando algún tableteo de ametralladora
demos
traba
al enemigo que aún nos quedaba alguna vida. Tras
ladaba sus baterías anfe nuestra, vista y movía a su infante
ría a las líneas de partida para el ataque con poca o ningu
na preparación
artillera,
después
abría fuego sobre los lu
gares en que suponía estaban
nuestras posiciones, levantan
do en ellos montones o regueros de tierra, pero en casi todos
esos lugares ya no había sino los muertos que las balas, los
proyectiles
o el frío insidioso habían causado anteriormente.
Tal ocurría tn ‘Gontschara y Gorodischte,
en Woroponowo
y
Bassargino,
y lo mismo sucedió cuando sus carros, desembo
cando del valle del Rossoschka,
avanzaron
sobre la llanura
perfecta
de las estepas de Pitomnik.
Los rusos consiguieron
sus objetivos del día sin bajas. ¡Fué una degollina,
no una
batalla!
Nustra
estación de radio principal se tragaba literalmente
el petróleo, por lo que hubo de ser destruída, terminando
así nuestra comunicación
inalámbrica
con la Prusia Oriental
y restándonos
sólo ‘la comunicación
con el Grupo de Ejér
citos del Don.
Empezamos
a discutir lo que haríamos si llegaba el fin. Al
gunos deseal?an romper sobre el Voiga y atacar hacia el Sur
para reunirnos con la z. División acorazada y con ‘la 17, que
estaban
en el Térek y en el Cáucaso, pero la mayoría estaba
por una retirada nocfurna hacia el Oeste. Dejamos de afei
tarnos y recogimos trozos de uniformes rusos para poder
disfrazarnos cuando llegase el momento. Convencimos tam
bién a los cocineros rusos del C. G., quienes nos proinetie
ron acompañarnos en nuestra aventurada marcha y guiamos
en la estepa. Las líneas alemanas estaban a 400 kilómetroS
de distancia, pero en el Oeste entreveíamos un rayo de es
peranza que nos atraía.
El C. en J. me envió al C. G. del IV C. E. para la elec
ción de emplazamientos. Este C. G. estaba cerca del borde
de los suburbios meridionales, en una vaguada cercana a
Jeschanka. Después que cruzamos la línea del ferrocarril
Stalingrado-Kalatsch,
el camión marchó por los barrancos
de la orilla del Volga y contemplamos el laberinto de ruinas
d Ja ciudad que surgía a :núestra izquierda. ¿Qué sería de
entonces a ocho días? ¿Estaríamos metidos allí trabajando
como prisioneros en el desescombro o reparando la línea fé
rrea o nos enviarían, a Moscú, Murmansk, Gorki o, más pro
bablemente,
a Siberia? Estábamos a unas alturas’ que era
precisó pensar con claridad sobre esas cosas. En el P. M.
encontré al Coronel Crome, a quien yo conocía muy bien
de los tiempos en que actuaba como Ic del X C. E. en Ham
burgo; también estaba allí el ‘General Pfeffer, antiguo Jefe
de Artillería del XX ‘C. E. de Hamburgo. Este último esta
ba haciéndose,cargo del mando del IV C. E., pues el Gene
ral de Ingenieros Jaenecke que lo mandaba había sido gra
vemente herido por una bomba y yacía -en una cama de ta
blas en un aposento inmediato. Tuvimos una larga conver
sación. Jaenecker y Pfeffer creían que aún éra perfectamen
te posible una salida hacia el Oeste-Sudoeste, sector que, a
su juicio, tenían los rusos sóio débilmente guarnecido. Me
confirmaron que el C. E. vecino por el Norte era de la mis
ma opinión y me rogaron transmitiese esa idea al General
Von Paulus y le urgiera también a explorar las opiniones de
todos los altos Jefes de los demás CC. EE. en una con
ferençia.
A mi regreso encontré al Jefe del E. M. con Von Paulus
y cumplimenté el cargo. La conferencia se celebró; en ella
los comandantes de los sectores Norte y Sur se manifesta
ron contra la proposición, pues consideraban que sus fuerzas
no podías’ ser reunidas y puestas •en movimiento sin que el,
enemigo se apercibiera. Además sus condiciones físicas y mo
rales no estaban a la altura del empeño. Como todos debía
mos correr la misma suerte, la ruptura propuesta fué des
echada por Von Paulus, quien también creía era ya tarde
para cualquier medida extraordinaria.
El “altísimo” entró en acción una vez más: Sobre el Ejér
cito cayó toda una serie de ascensos. A Von Paulus y a H’eitz
se les nombró Coroneles Generales, al Jefe del E; M., Tenien
te General, y a Elchlepp, Coronel. Adam me susurró que mi
ascenso a General debía de ‘estar en camino. Nos miramos
unos a otros escépticos: ¿Es que querían endulzar nuestro
camino a lo desconocido con esas golosinas? Si era así, era
humillante.
Blüher, mi ordenanza, se acercó y me dijo:
“Ahora
todo se arreglará, señor Coronel! ¡En el tablero
de órdenes del C. G. de Gumrak se anuncia que dos Divi
siones acorazadas alemanas sé encuentran frente a Kalatsch!”
“,De verdad? ¿Lo has visto tú?” “No, me ha dado la noti
cia otr.o soldado”. “Bien, puede que así sea”. Hacía tiempo
que Gumrak estaba arrasado y ya no había allí C. G. i ta
blero de órdenes, pero la gente trataba de consolarse de ese
modo para mantener la moral.
Me encontré a Von Paulus en la estrecha senda que corría
a media altura de la barranca principal. La pesadumbre y
la preocupación habían surcado su rostro de arrugas y su
tez .estaba lívida. Su figura, antes alta y recta parecía lige
ramente curvada. Se detuvo y me ofreció la mano. “Bien.
¿qué’ se dice, ahora?” “jMi General, todos los altos jefes del
E. M. piensan lo mismo!” “,iY qué es ello?” “Es algo des
agradable para usted, mi General. Se ha perdido una gran
oportunidad. Usted debiera haber dicho ya desde noviembre:
“LEn tanto dure ‘la batalla. mi cabeza perten’ece a eni Ejér
cito. Después de la batalla, Führer, os pertenece a vos!’!
Haciendo eso, mi General, os hubierais convertido en un
York”. Me miró unos, segundos y me puso su mano izquier
da en el hombro con gesto de aprobación. diciéndome al
mismo tiempo: “Ya sé que la Historia me ha juzgado ya”.
Le miré profundamente emocionado, saludé y me fuí. Siampr-e me acordaré de su respuesta. Ese inteligente, hábil ‘y ca
balleroso oficial de E. ‘M. debió pasar por mucho antes de
llegar a hablar de ese modo.
Debió apenar a un hombre lan distinguido y humanitario
como él el reconocer que, aun poseyendo indudablemente la
fuera morel uecesaria para ganar una gran batalla a la cá
beza de su Ejército, en la hora decisiva de su, vida, en la
que exigió su esfu.erzo supremo, él, el ‘C. en J., -no obró sa
tisfactoriainente para sí mismo, para su conciencia ni, lo más
importante, para sus tropas. Nos resta añadir que, contraria
mente a lo que muchos creen, Von Paulus no abandonó la
“fortaleza”
ni un solo momento para ir por vía aérea a vi
sitar a Hítler. Este, por su parte, no fué a vernos a Stalin
grado, ni mucho menos.
El Jefe del E. M. deseaba aún detener a los, rusos en las
mismas’ puertas ‘de Staiingrado mediante un poderoso es
fuerzo. A este fin las tropas debían construir unas líneas
de fortificaciones en la zona al Este de Pit’omnik, aprove
chando los barrancos, pliegues del terreno y antiguas trin
cheras. Se trataba una vez más de utilizar las ya completa
mente exhaustas formaciones del VIII C. E. Yo debía ha
cer el trazado de ‘la nueva posición en las soledades nevadas
y arbitrar las últimas herramientas disponibles en -el sose
gado sector de la orilla del Volga. En consecuencia, me
trasladé en primer ‘lugar a la ciudad y recogí -en el Batallón
de Zapadores que aHí estaba las últimas palas y picos.
Reuní Unos dos camiones de. esos útiles y con -ellos’ me
dirigí después a hacer el trazado que se me pedía. A la mor
tecina luz de la noche rusa ‘ un puñado de agotados zapado
res estacionados individualmente cada óo ó fo pasos actua
ban de hitos para maicar la línea, en la que se fueron si
,tuando los hambrientos, escépticos y desesperanzados restos
del VIII C. E. Al contemplarlos me parecía como si en e
cielo que nos ‘cubría estuviera escrito con l.etras de fuego:
¿PARA QUE?
Todo aquello era una locura. Cuando se pueden evitar las
bajas, el consentir que ocurran no es afrontar un sacrificio
sino cometer u-u error y un crimen. Una y otra vez me ator
mentaba la pregunta obsesionante: “Dónde termina aquí e
sino inexorable y comienza el crimen o la negligencia?” ¿No
hubiera debido plantarse alguno de nosotros y haber dicho?:
“Esto
no puede seguir así! ¡Esto se ‘ha acabado! ¡Yo -no
quiero continuar bordeando la ‘locura!” ¿No éramos todos cul
pables por el hecho d-e que, a pesar de nuestra convicción, no
habíamos actuado porque creíamos deber seguir obedeciendo?
¿Se debe cometer un delito aun en el caso de recibir la -orden
de hacerlo? Si el Arte del Mando consiste en la guerra mo
derna en apreciar lo que es humanamente posible, ‘el trasponer
-el límite ‘no conduce al éxito sino a la destrucción. Pero allí
‘lo habíamos rebasado con mucha...
A las noches rumiábamos nuestros pensamientos amonto
nados en los r’efugios. Teníamos que ir pensando -en nuestra úl
tima carta a nuestros familiares que, si había avión correo y
suerte, quizá llegara a casa. Para entonces los aviones llegaban
a Gumrak muy raramente; la mayor parte’ de los que llegaban
hasta nootros se limitaban a arrojar ios recipientes porta
víveres que inmediatamente eran -saqueados por la gente de
los lugares en que caían atenta sólo a darse un hartazgo en
cuanto hubiera ocasión... ¡Era tan agradable el ilenarse la
panza, aunque fu-era por última vez! Sentado junto a mí, apee
‘tado en un rincón, mi ordenanza parecía atormentado por la
incertidumbre del futuro inmediato; sus ojos parecían fallarle
ya y su rostro reflejaba su desmoronamiento moral. Alguien
exclamó: “Pondré en la carta mj esqu’ela de defunción; den
tro de pocos días todo se habrá concluido y ya no volveremos
a ver a los nuestros! Y escribió seguidamente: “Muri& por
Alemania en Stalingrado” Pero, ¿qué es hoy Alemania? Tu
y yo y todos nosotros; todos cuantos existieron y los’ que exis
tirán. Pero nosotros no quisimos esta guerra y tomamos parte
en ella sin convicción. Era y es aun la “guerra del ,Partido”,
la disparatada concepción de quien ‘estaba marcado por e
oprobio y la locura cuando se enc’ontró a sí mismo de la talla
suficiente para regr a su país. A mi cabeza venía -el recuerdo
d.e aquel x de febrero de 1939, cuando el Führer reunió en
el Teatro de la Opera Kroll a los ‘Comandantes d:e Ejército y
1-es explicó el por qué él y sólo él podía resolver ‘la canden-te
cuestión del “espacio vital” y por qué tenía que resolverla por
la fu-erza de las artnas.
Me fui ‘a charlar un rato con el Coronel Clauisus, Jef e del
E. M. del VI C. E., cuyo P, M. -estaba a sólo ioo metros de
nosotros Habíamos estado ‘mucho en contacto -oficial desde e
invierno de x94’I-42 y él pertenecía también a la conspiración
contra Hítler. Al entrar en su refugio vi un par de skis en
la pueria. Cuando ‘entré me quedé sorprendido al encontrarme
83
no frente a él sino a su Jefe el General Von Seydlitz. Este
me rogó que me quedara pues os conocíamos
desde hacia
mucho tiempo y antes de la guerra habíamos
servido en el
mismo Cuerpo. Por ello me quedé: El General paseaba con
alguna agitación arriba y abajo en el espacioso refugio. Sabía
que podía hablar con franqueza, y así lo hizo apasionada,
pero
también
reflexivamente:
En una secuencia lógica me explicó
que puesto que se tenía por más importante
el predominio
político del Partido que la eficiencia militar,. el resultado ha
bría de ser forzosamente
un caos criminal.
Sus ojos azules
chispearon
cuando exclamó: “Sea lo que sea de Hítier, nacio
nalmente
quedaremos
sumidos en el caos! Ya sé que puede
alegarse
que su persona
ha producido en su ascendiente
tal
exceso de estupidez y tal falta de visión en todas partes que
el resultado puede casi explicarse como cosa del Destino. Des
de hace meses estoy tratando
de desentrañar
el caso. Como
usted sabe, desde lo de Cholm tengo alguna experiencia
en
lo relativo a “bolsas”.
Pero aquí todo se ha complicado por
culpa .del Jefe del E. M. ¡ Ojala Von Paúlus hubiese tenido
otro y no ese solterón maniático y sin idea de l que es el
frent.e por faltar de él desde hace mucho tiempo! ¡Por fin,
cuando ya es tarde, parece que Scniidt (parece ser el mismo
J:efe del E. M.—.N. del T.) se empieza a dar cuenta de la rea
lidad!”
La explosión del General me impresionó.
pero tenía
toda la razón. En nuestras circunstancias
no debía haber ha
bdo
términos medios. Tal es la ley en esa tierra rusa contra
cuyas misteriosas
y eternamente
invariables
fuerzas nos he
mos estrellado nosotros, como tantos otros lo hicieron a tra
vés de los siglos. ¡La suerte de Carlos XII y la de Napoleó.n
deberían
haber sido una advertencia
suficiente para
nuestro
mórbido
y advenedizo
aventurero!
Ahora ya era demasiado
tarde y todo un Ejército debía pagar cnn su destrucción
la lo
cura de un sólo hombre. ¿Sólo un ijército
o quizá mucho
más aún?
El 22 de enero recibimos la visita del Comandante
Lechten
berg y de Hassler, Pagador del Batallón que desde hacía mu
cho tiempo guarnecía el tranquilo
frente del río en la ciudad
y que por tanto no había sido afectado por la ofensiva rusa.
Apenas
estaban enterados
de la magnitud del descalabro su
frido en el Norte, en el Oeste y en el Sur, donde las hela
das nubes de nieve se mezclaban
con el rojo de los incen
dios para ocultar e1 sacrificio final de los muertos y heridcs.
Hassler,
que era un optimista
contumaz,
juzgaba aun po
sible un feliz desenlace
de la situación.
“Y entonces”,
yo
ciferab,
“nos darán la Medalla de Stalingrado!”
Lechtenberg
era menos optimista y hablaba de su joven esposa y del mag
nífico permiso que con ella había disfrutado
entre noviembre
y diciembre
en Wilhelmashaven:
“jAquéllos
sí que fueron
buenos
tiempos, mi Coronel!”,
me dijo con una mirada au
sente. “jPero la volveré a ver, e incluso si tengo que ir a
Siberia, después será magnífico!”
El teléfono que sobre el
banco estaba a su lado empezó a zumbar; tomó el auricular,
contestó:
“Sí, aquí está”, y me lo pasó. Me llamaba Adam:
“Tienes
que volar mañana en servicio de estafeta!” —“Mag
nífico! ¿Y cuándo vuelvo?’! —“iNo seas tonto! ¡No ves que
tú te salvas! El General y el Jefe del E. M. quieren hablarte
mañana
a las diez” Me quedé sin habla, pensando
que no
podía acepar.
¡No estaría bien! No me atrevía a mirar cara
a cara a los demás... Pero lentamente
y a medda que iba pen
sando en la posibilidad
de ini liberación
mi respiración
se
normalizó.
Linden, cuyo Batallón estaba siendo machacado
a
poca distancia
en el triángulo
Don-Tschir,
dijo a media voz
algo así corno si él, que ya no tenía nada que hacer, no se
podría ir también... ¡La depresión del cerco le había desmo
ralizado!
Cuantos se hallaban en el refugio empezaron
a es
cribir las cartas que yo debería llevarme...
Cuando
a la mañana siguiente estaba haciendo mi pequeña
y arruinada maleta, Blueher me abordó así: “Mi Coronel! ¡En
casa tengo a mi mujer y a dos hijos.., !“ Y empezó a sollo
zar. “Ya lo sé, Blueher; ya lo sé; no te puedo prometer
nada,
pero puedes venir conmigo a Gunirak y llevar tu petate”. A
sus ojos asonió un débil rayo de esperanza...
Me encaminé al C. G. y encontré primero a Adam, quien
desgraciadamente
no pudo hablar mucho conmigo pues tenía
que buscar un terreno que sirviera como aeródromo
de cir
cunstancias,
pues Gurnral< estaba ya bajo el. fuego de la arti
llería rusa. Seguidamente
me presenté a Von Paulus. “jDios
le bendiga! Traté discretamente
de haoer volver a la realidad
al Alto Mando del Ejército.”
Suav.e como era la frase, en sus
labios constituía
sin embargo un juicio condenatorio
sobre el
Alto Mando. Me costó mucho el romper a hablar: “SMi Ge-
neral! En un momento como éste sólo puedo pedir a Dios que
el fin del 6,0 Ejército no entrañe también el de Alemania...”
El General titubeó y me dijo que adoptaba una visión de
masiado
pesimista. “Le ruego, mi General, que en él futuro
recuerde
mis palabras.”
La aparición del Jefe del E. M. me conmovió; la durísima
prueba
le había abrumado.
Su apariencia
exterior
no recor
daba lo más mínimo su carácterístico
atildamiento.
Estaba sin
afeitar
y sus grandes ojos azules habían perdido su expre
sva mirada. Tuve una larga conversación
con él. Al despe
dirse añadió estas palabras:
“Diga
usted dondequiera
que lo
juzgue usted apropiado que el 6.° Ejército ha sido traicionado
en las altas esferas y que se le ha dejado en las astas del to
ro!” ¡Ojalá lo hubiese reconocido
dos o tres meses antes y
hubiese
obrado en consecuencia!
¡Cuántas
lágrimas
hubiera
ahorrado
a Alemania!
¡El telón iba a caer de un momento
a otro y la tragedia iba a consumarse!
El Capitán Fricke nos acompañó al aeródromo
a Blueher y
a mí. Su actitud fué admirable hasta el final y sin embargo,
¿cuáles serían sus sentimientos?
Llegué a sufrir físicamente
ante la idea de que no me io podía llevar. Toda la zona que
atravesábamos
estaba llena de soldados rumanos teflddos
en
el terreno...
¡Eran los restos de la 1.0 División de Caballería
y de la 20 de Infantería!
Los que aún vivían se arrastraban
entre los muertos y los moribundos,
cada uno por su cuenta,
impotentes,
sin nadie que se cuidara de ellos, exhaustos
y
heridos
o con visibles síntomas de tifus. Estas últmas dolo
rosas impresiones
de-mi último viaje en la “bolsa” perdurarán
para siempre en mi memoria.
El Comandante
del aeródromo
era el Coronel
Rosenfeld,
que en tiempos pasados había sido un famoso boxeador
en
el Cuerpo de Policía. Le enseñé mi pasaporte
para el viaje,
firmado por el jefe del E, M. y me dijo que no creía que
ningún
avión viniese antes .d.e que fuera completamente
de
noche y que, aún entonces,
era dudoso que ninguno aterri
zara. Hube de esperar la caída de la noche en un refugio de
aspecto más que dudoso que se hallaba abarrotado
de gente
y que olía decdidamente
a chinches, pero que por lo menos
estaba templado.
Un “pater” entró y preguntó dónde se en
contraba
su División, pero nadie lo sabía con Certeza. Uno de
nosotros
le preguntó:
“j.Padre!
¿Cree usted que placerá a
Dios el que todos nosotros muramos?” .—“ Si Dios lo ha dis
puesto
así, aquí moriremos!
EL es quien decide lo que ha
de suceder a los hombres y su decisión no es siempre favo
rabe;
si nos abandona en esta hora es porque nosotros he
mos pecado de palabra y de obra...” Tal fué su respuesta
y
yo no pude por menos de admirar su fe.
Cuando se hizo de noche salimos del refugio. El rebufo de
los cañones rusos resplandecía
una y otra vez no lejos de
nosotros
y los proyectiles
estallaban
muy cerca de donde
estábamos.
Sobre nosotros s.s extendía una neblina fría. Nos
situamos
cerca de la pista de aterrizaje.
Súbitamente
oímos
ruido de motores en el aire que se fué haciendo más fuerte,
pero se alejó de nuevo... Un. avión estaba dando vueltas sobre
el campo... De pronto se hizo visible en la neblina la silueta
de un JU. 52, pero sólo durante
una fracción de segondo.
Poco después aterrizaba y rodando sobre el campo se acercó
derecho
a nototros.
El piloto salió del aparato, pero dejó los
motores
en marcha como precaución
contra
el intenso frío
que estaba haciendo. Gente salida de no sabía yo dónde, entre
la que se hallaba Blueher, se afanaban
en la descarga.
El
avión traía víveres, tres barriles de carburante
y unos pocos
proyectiles
de 15 cnis... Los heridos y enfermos empezaron a
acercars.e al aparato. Había centenares
de ellos ansiosos por
lograr la libertad y la vida que el reducido espacio del fuse
laje del avión représentaba
para ellos. La oleada de seres hu
manos se acercaba cada vez más y empezaba a rodear el apa
rato; todos querían subir; por ello, valiéndome de la etiqueta
médica que llevaba sobre sí, elegí los i8 Ó 20 más graves y
permití
su entrada.
Previamente
había hecho una sena a
Blueher
para que se quedara en el departamento
de equipa
jes. Las puertas del fuselaje se cerraron y los motores empe
zaron
a rugir a toda marcha.., el aparato rodaba sobre la
nieve cada vez a mayor velocidad... Por fin empezó a elevarse
y se alivió la carga que pesaba en nuestros
corazones.
Los
cañones
rusos centelleaban
bajo nosotros y los proyectiles
estallaban
a nuestro
alrededor.
Pronto
centelleos
y explo
siones quedaron detrás y los humeantes
incendios de tierra
se perdieron en la noche. Subimos hasta x,Soo metros...
¡Es
tábamos
volando hacia nuestra libertad!
Guíabibliográfica
E
ESTUDIOS
SOBRE
LA CRUZADA
L estudio riguroso y cabal de nuestra Gesta de Libera
ción es tarea pendiente e imperiosa. Más si en la guerra
—corno afirma ahora el Teniente General García-Valiíio, en
su última obra (i)— lo fácil es teorizar, pero “lo difícil es
la ejecución”, no nos debe extrañar que una vez afrontada
aquella, surja en los jefes que la abordaron la tentación de
examinar sus capítulos más interesantes: se ha cumplido la
fase difícil —ejecutar— y se posee el más legítimo derecho
para coger Ja pluma.
La reciente contienda mundial no quita a nuestra genuina
campaña ni mérito ni interés. Si el Arte bélico sigue estu
diando las batallas de Cannas o Matauro, bien podemos de
cir orgullosamente que la terrible pelea española no puede
quedar e.n el olvido; que es necesario que se aireen sus pá
ginas de epopeya, no por pura xenofobia, sirio conscientes
de• que en ellas alientan enseñanzas innumerables, que ya los
espíritus despiertos supieron en su día inmediatamente ver y
aprovechar. Todo nos demostraría así que. .en la Guerra de
España “se cumplieron los cánones militares estrictamente y,
más aún, que fué la precursora en mucho de la moderna es
trategia llevada a un tren de rapidez, que luego habría de
aplicarse en los campos d.e batalla de Europa”.
No estamos ante la reseña periodística de las quizá más
destacadas jornadas de la Cruzada, lo que no quiere decir que
“pese” el criterio severo del examinador militar. El estudio
de varios fundamentales momentos de aquélla ofrece muchas
veces —como resultado de la metódica exposición— brillan
tes enseñanzas; pero otras, vienen éstas subrayadas por el
autor, en consideraciones adecuadas, con espíritu crítico, pero
siempre, y ante todo, constructivo. De aquí la fecundidad de
la lectura, que es además muy fácil y en ocasiones de arro
llador interés; pues al fin y al cabo corresponde a un hondo
drama, a una disputa singular de los españoles.
Del haber de las Grandes Unidades que mandó entonces
el Teniente General García-Valiflo considera aquí las campa
ñas de Aragón, Maestrazgo y Levante, y las batallas de Te
ruel y el Ebro. Cad.a una .tiene su personalidad indiscutible
y alienta, viva, una nota destacada, llave del secreto de sus
‘posibes dificultádes. Por sigo “casi todo en la guerra es
probléma moral” y ante el combatiente hay otro hombre,
cuya voluntad es preciso adivinar. ¿De qué modo trata de
encadenarnos, a su vez, a la suya, valiéndose de los mediós
de que dispone, de la información que posee y del terreno
sobre el que se mueve?
La historia repite sus páginas. El teatro de guerra de aho
ra alentó antaño otras batallas. Ambiente y pasado forman
como un preámbulo —pero denso y extenso— de estas ope
raciones contemporáneas, en las que cruzaron rutas del más
puro sabor ibérico soldados españoles con equipo y arma
mento de. hoy. Cada capítulo considerado es un estudio tác
tico completo, independiente y real.
Las batallas de Teruel y el Ebro adoptan características
muy• similares. “Ambas tuvieron su iniciación en sendas ofen
&vas enemigas, cuyo primordial objeto obedecía a la idia
de salvar Situaciones críticas, frustrando la actuación de
nuestras tropas en otros frentes qu.e se consideraban decisi
vos para la continuación de las hostilidades”. Se trataba,
pues, de una lucha por la iniciativa.
Comenzada, la batalla de Teruel, el Mando nacional se en
cuentra ante un despliegue fuerte que no puede pensarse en
romper con la débil cobertura conseguida en los primeros
momentos. Habrá que esperar a acumular medios más po
derosos, pidiendo a los sitiados que resistan en tanto, y, de
rechazo, se ofrecerá tentadora “la ocasión propicia de batir
al Ejército Rojo de reciente creación, materialmente hacina
do en lo suburbios de Teruel”. El dilema es, pues: o buscar
la liberación precipitada y quizá de momento imposible de
la plaza, o el objetivo estratégico por excelencia, la destruc
ció.n de las fuerzas enemigas. La realidad confirma estos
(r)Tenienfe
General Rafael García-Valifjo y Marcén:
“Guerra de Liberación Española._C.ampañas
de Aragón y
Marstrazgo’._Batalla
de T.eruel.—Batalla del Ebro” (1938r939).—.Ma,drid, x94.—Un volumen de 286 págs., con nume
rosos planos y gráficos a todo color
cálculos. “U.n argumento que se esgrimió falazmente .por
ellós (los rojos) era que lo que su Mando había conseguido
ocupar e’n cinco días, el nacional necesitaba un período de
tiernno extraordinariamente
mayor; mas no se trataba e
áreas de terreno, sino de efectivos”; unas dieciséis divisione
destruídas abrían la puerta de futuros triunfos.
Algo parecido ocurre ‘en la batalla del Ebro. “El Genera
lísimo, con gran clarividencia, iba a aprovechar la cerril ac
titud enemiga para convertir en un .gran cementerio para los
Ejércitos del Ebro y Cataluña, las fértiles vegas de’ Gande
sa. Podía haber dado por terminada Ja batalla en cualquier
‘momento desde ahora (se refiere el aut.or a finales de, agosto),
toda vez que tenía fuerzas y medios más que suficientes para
contener las embestidas, rojas que se produjeron en ,.quella
parte, y le constaba que el fre.nte catalán estaba. sostc:ido
tan débilmente que hubiera sido fácil desmoronarlo. ¿Qué
hubiera sucedido entonces si se .fortifica en sus actuaes po
sciones, todas ya rectificadas, suficientemente seguras y an’
za sus reservas, sacadas de allí mismo y del frente .de Le
vante, en la direc&6n de Barcelona? Era sin duda tentadora
la idea, pero quizá no ortodoxa; si el objetivo principal de
toda guerra es la destrucción del Ejército enemigo, allí lo
tenía a su disposición, sin un destello de arte militar en sus’
Mandos, cavando ininterrumpidamente
todas las horas del
día y de la noche para mejor guarecerse de las andanadas
de hierro y fuego. de nuestras armas”.
La campaíia de Aragón tiene un carácter radicalmente. dis
tinto: allí espera la posibilidad de grandes movimientos tác
t:cos, una vez rebasadas las zonas fortificadas. La maniobra
para alcanzar Gandesa es un ejemplo de ello. La dificultad
de llegar hasta ella, superando las líneas defensivas estable
cidas, sugirió al Mando de la División x.’ la ejecución de una
amplia maniobra de ala, apoderándose d.e la divisoria Fata
rella-’Cu.atro Caminos y envolviendo así las defensas de Gan
desa, para provocar con la sorpresa el desplome general de
a resistencia. Aquella Gran Unidad, relevada, se cóncentra
en la región de Nonaspe y emprende al amanecer del día r
de abril una larga y penosa marcha, que no tenía por misión’
combatir, sino sorprender: marcha impresionante, en la que
hubo que sobrepasar incidencias no por esperadas menos. di
fíciles, y que quedará ya, para siempre, como realización mi
litar c1ásica.
La campaña del Maestrazgo adopta, corno destacadas, las
notas típicas de la guerra de montaña: audacia, maniobra en
todos los escalones, conquis’a de objetivos decisivos por pe
queñas unidades, influencia del t.erreno, descentralización, dé
biles guardafiancos; lo que moralmente supone: “entrena
miento, espíritu ofensivo y de sacrificio”.
La División x., ligeramente reforzada, se constituye en en
lace de dos Cuerpos de Ejército, que luchan frente a un ene
migo obstinado. Es preciso dividir el campo y partiendo de
ur punto central del gran arco Teruel-,Morella-Albocácer es
cindir y atacar violentamente para conseguir un máximo de
penetración, reduciendo luego las bolsas colaterales. El Des
tacamento de Enlace no regulará así, pese a su nombre, el
avance de los Cuerpos de Ejército flanqueantes; al contrario,
impulsará los movimientos de éstos. Los medios con que con
tará serán notoriamente deficientes para la categoría de’ la
msión; pero la veteranía de las tropas y la capacidad de los
jefes obrarán el milagro.
La campaña de Levante es sumamente penosa. Persiste la
penuria de medios frente a un adversario aguerrido, que apro
vecha hasta el límite el terreno, cuadriculado por bancales y
cerdas, abierto en barrancos laberínticos. “A los seis días de
comenzar la ofensiva quedaba inerme el Mando en presen
cia de un enemigo numeroso, bien pertrechado y con un es-’.
píritu de resistencia innegable”: La situación se irá haciendo
por días peligrosa, al tener que profundizar más y más, sin
quedar resuelta la amenaza peligrosa de un flanco. Y en tan
to la sierra de E.spadán proyectará su sombra de mil trinche
ras y armas de t’odo género.
El libro pretende destruir la leyenda, malamente amañada
en ‘el extranjero, de haber sido la ‘nuestra una guerra guerri
llera o “irregular”; con ello se desvaloriza la categpría de
sus operaciones, Ja pericia de sus soldados y el alcance de
sus enseñanzas. Pero además se ataca la esenciá propia del
nacimienfo del Estado nacional, que se supone mera cáma
85
Tarea difícil resulta darnos perfecta cuenta de ‘la evolución
de la Ciencia contemporánea.
En poco más de un siglo se ha
cambiado
por entero el concepto del Universo, de la mate
ria y de la energía. El desarrollo
de la física cuantista, on
dulatoria,
relativista,
fotónica,
antimaxweliana;
las transmu
taciones,
la radiactividad
artificial y la energía nuclear han
dilatado
los horizontes
sin que, por otra parte, se vislumbre
-i límite de ios descubrimientos
y posibilidades.
“Alquimia
moderna”
es el nombre que hoy se da a las
transmutaciones
de los átomos y su ténica,
El sueño medieval
se realiza, no sin dolor y peligros. “Se agranda el tamaño de
las máquinas y se convierte la “cueva del brujo” en el “pa
lacio del físico”, donde las vibraciones
ó longitudes de onda
de los rayos cósmicos se someten a análisis, se fabrican ra
yos de 200 a xoo millones de’ electrón-voltios,
o cargas eléc
tricas de 2 y 1/2 a 200 y más millones, hasta el billón de
voltios,
y se ‘estudian reacciones,
algunas
fantásticas,
otras
sencillas,
como atacar el sodio y sacar magnesia o del nitró
geno obtener carbono
y .a la inversa, porque difieren poco
sus cargas.” En este nuevo panorama la bomba atómca “no
es más que un “ensayo” de explosivo nuclear”.
La Física, a la luz de tales adquisiciones, reclama un ajuste
total de sus bases. El libro a que nos referimos
e,s un es
quema, de sistematización
de las nuevas doctrinas,
sintética
mente expuestas con todo rigor lógico y ci-enífico.
rilla o junta facciosa. La treta pasional,
tejida en parciales
criterios,
sólo pedrá quedar destruída
p6r el texto que es
tudie,
a la sombra del tecnicismo
científico militar, nuestra
Cruzada.
El tiempo ha borrado muchos recuerdos,
pero es preciso
que deje en alto la verdad. Al alzarla se servirá a la justicia,
pero a la vez al Arte de la guerra, que contará con un am
plio legajo sobre operaciones cabales. En ella aciertos y erro
res de propios y extraños
señalaro.n un itinerario
que recla
ma exigente la atención de los estudiosos.
RESEÑAS
BREVES
Servicio Geográfico del Ejércitc. Esuela de Geo
desia y Topografía. Curso de Astronomía Geo
désica. (Fascículo primero: Elementos de Oos
mografía. Fascículo segunde: Determinaciones
expedita s e instrumentos) .—Madrid, 19481949.
Dos volúmenes de un total de 500 págs., con ,nu
merosa.s figuras y tablas.
La grandeza de la materia atrae al que sobre ella dirige la
atención.
Queremos
abarcar
el Universo,
precisamente
por
lo inmenso que es, y el estudio del mismo se ve siempre ayu
dado por la fantasía; que dentro de los rigores de la Cien
cia cabe también ésta, pese a su fama de caprichosa.
La determinación
directa de las coordenadas
geográficas de
los puntos de la superficie terrestre, mediante
los datos ge
nerales
relativos a los astros, es el objeto de la Astronomía
G-eodésica. Su alcance, dentro de los estudios de una Escuela
Militar de Geodesia y Topografía,
parece indudable. Y la ne
cesidad de dar a la publicidad
una obra de este carácter, re
sulta indiscutible.
La asignatura
—se dice en el proemio que
ha puesto el Coronel Lombardero
a la que comentamos—
es
la preferida por los alumnos, “siendo la que estudian con más
gusto
y aprenden
con más facilidad;
pero suele suceder
igualmente
que se olvida con rapidez”, sin duda por la ca
rencia de textos adecuados.
Orientación,
Longitud
y Latitud astronómica
son concep
tos básicos centrados
sobre otros más elementales
de Astro
nomía: la tierra, correcciones
astronómicas,
movimientos
del
sol y de los astros, el ti.empo, etc., etc. A éstos se refiere el
primer fascículo y a aquéllos
el segundo, que estudia tam
bién los instrumentos
de trabajo.
Un tercer fascículo
com
pletará la obra, muy cuidada -en todos sus detalles.
Fernando Díaz Venteo: Campa’ha.. Militares’ del
T7rrey Abascal.—Consejo Superior de investi
gaciones Científieas.—Sevilla, 1949.—Un tomo
de 404 páginas., con gráficos.
-
Juan Estelrich: La falsa paz.—Monta-ner y Simón,
Sociedad Anónima. Barcelona. 1949.—Un tomo
de 394 páginas.
-
En e9xg, Paúl Valéry
profetizó
que, dada la fisonomía
nueva que adquiría por entonces
el mundo, serían cada vez
efectos y deque,las por
intervenciones
ymenos
de lasprevisibles
acciones los
militares;
-el contrario, políticas
los re
sultados
de los grandes
conflictos
armados
sorprenderían
siempre
en un sentido’ distinto a aquel -en que se les quiso
encauzar.
Pero pensaba también que, avisados los hombres,
impondrían
una política de precaución,
defensiva.
Después
de la última guerra, ¿qué panorama
nos, ofrece
nuestro
derredor?
Vemos, por doquier, -este signo: destruc
ción. “No se ha aplicado la fórmula (renunciar
a hacer más
daño que el indispensable)
en que consistía hasta hoy para
las gentes civilizadas la caridad con el enemigo”.
Pero la
más terrible verdad es ésta: “La era, de las grandes guerras
mundiales,
inaugurada
con estrepitoso
éxito en 1914, conti
núa”; ‘las espadas permanecen
en alto.
E.n un mundo incierto s-e mueve hoy el rey de la creación.
“La vida universal, externa, nos envuelve y oprime”. El hoy
n’os inspira miedo al futuro: “Llegará
día, si Dios no lo remedia,
en que todos los habitantes
del planeta. tendremos
nuestra
ficha en Wáshington
o Moscú”.
Un repaso a este mundo de hoy, en lo que puede proyec
tarse hacia un futuro de gue’rra ‘o paz, es el contenido
de la
obra, sutil, fina, profunda
e imparcial.
Su tema no puede
ser extraño al hombre de, armas, que sufre las miserias de
la lucha y goza de la alborozada
posibilidad ‘de defender la
justicia, hogaño tan atacada.
‘Mari’ano G. Salas; Física Atónvica,—Editorial Dor
ssat.—Madrid, 1949.—Un tomo de 460 páginas,
con ilustraciones.
.
86
La pérdida de nuestro Imperio es uno de los más agudos
fenómenos
que pr.esenta la historia
humana.
Sin embargo
“hoy está claro que la Independencia
fué un problema típico
y netamente
español”, -en el que no jugó un papel decisivo las
ideas enciclopédicas
disolventes
ni la ayuda proporcionada
a
los sublevados por los países anglosajones.
La Emancipación
—en frase de Estrada—
vi-ene con “la muerte del ideal, que
informó el Imperio”
y que servía de aglutinante
feliz.
Perú
entra en -el siglo XIX con un mero recuerdo de la
vieja opule’ncia: se le han ido segregando
sin cesar t-rritorios
y los problemas económicos le agobian. En esta circunstancia
crítica viene la abdicación de Carlos IV, la invasión napo
leónica de la metrópoli;
y comienzan las insurrecciones
ame
ricanas.
El virrey don Fernando de Abascal y Sousa llega a ser el
sostén de la autoridad real en América del Sur: su pensamien
to es defe’nder la Corona a toda costa, porq-ue la juzga lazo
indispensable
con la metrópoli.
El estudio de su odisea, de sus luchas sin cuento, es del
máximo interés. Y desde el’ punto de vista militar, el de los he
chos campales —batallas de Sa’lta, Vilcapugio, Ayohume, Co
tagaita,
de un sabor antiguo pero no exentas de técnica mi
litar, de buen estilo entre clásico y guerrillero.
INDICE
GENERAL
M. Rabasa Domenech,
Comandante
de Infantería.
“Curso
de Automovilismo”.——Madrid,
xg49.—Un tomo de 434 páginas
con numerosas
figuras, algunas en color.
Joaquín
Gateil. “El viajero español por Maruecos”.—Con
s-ejo Superior
de Investigaciones
Científi’cas.—Madrid,
1949.
Un tomo de i7 páginas con láminas.
Juan R. Sepich. “Misión de ‘los pueblos hispánicos”.—Se
minario de Problemas Hispano-americanos.----Madrid,
S A.—TJn
folleto de 87 páginas
R. G. Hawtrey. “La restauración
económica del mundo de
la postguerra”.—M.
Aguilar,
editor.—Madnid,
1948.—Un to
mo de 187 páginas.
Diego
Luis Molinari.
“El nacimiento
del nuevo mundo:
Historia
y Cartografía”.—Editorial
Kapeh.isz.—Buenos
Aires,
1945.—Un tomo de 175 páginas con ilustraciones
y pianos a
todo color.
Philip
Gibbs. “Tras
el telón de acero”.—a’raducción
de
T. D.—La Nave.—,Madrid.
1949.—Un tomo de 4’5 páginas.
Francis’co de Moncada.”Expedición
de los catalanes y ara
goneses
contra turcos y gri.egos”.—Estudio
preliminar
y no
tas -de Luis F’rando de Saint-Germain.
Texto revisado por
Pedro
Bohidas Balaguer.—Asociaci
ón de B bliófflos.—Barce
lona, xg4.Un
t.ot’no de ‘365 páginas con grabados al bog de
T-eodoro M. Miciano y varias láminas
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