ujereito REVISTA ILUSTRADA DE LAS ARMAS Y SERVICIOS MINISTE Rl O EJERCITO Ojército REVISTA ILUSTRADA DE LAS ARMASY SERVICIOS Año XI . Núm.120 e Enero1950 SUMARIO Evoluciones Itinerario tácticas y orgánicas. III. La defensa a viva fuerza.—General Martínez de Campos. póstumo de Cristóbal Colón. (Comentarios sobre la tumba del Almirante.) Capitán Morales de Rada. La rapidez del tiro. Comandante Munilla. — El Laboratorio Introducción de Ingenieros del Ejército.— Teniente - Coronel Sotillos. sumaria a la Historia Miitar.—Coronel Priego. Turbinas de gas.----Teniente Coronel Arias Paz. Información e Ideas y Reflexiones: Resumen de un año de Educación Física en el Ejército de Tierra.—Teniente Eleuterio Torrelo. Artijjería.—Modalidad norteamericana de las Tablas de Tiro.—Coronel Galanzino. (Traducción.) Reflexiones culinarias.—Comandante Luis Manteca Pérez. La situación mundial vista desde el lado ruso.—Mayor D. G. B. (Traducción.) Arma contra-carro.—Por Bo’sun. (Traducción.) La verdad acerca de las bombas atómicas.—(Traducción.) De la pasada Olimpíada.—El concurso completo de equitación.—Teniente Coronel Nogueras. La guerra de guerrillas.—Teniente Coronel Catts. (Traducción.) Estudios sobre la segunda guerra mundial.—La tragedia de Stalingrado.—Coronel Herbert Selle. (Traducción.) Guía bibliográfica.;1] s ideas contenidasen los trabajos de esta Revista representanúnicamen opinión del respectivofirmante y no la doctrinadeSlosorganismosoficiale lacción y AdministraciónAlcalá, 18, 30 - MADRID Teléf. 22-52-54 Apartado de Correos31 - - MINISTERIO DEL EJERCITO LItO refl/t(I iIUfIF(IdU detu rin/ /ferfltlU DIRECTOR: ALFONSOFERNANDEZ,Coronel de E. M. JEFE DE REDACCIÓN: Coronel de E. M. Excmo. Sr. D. José Díaz de Villegas, Director General de Marruecos y Colonias. REDACTORES: General de E. M. Excmo. Sr. D. Rafael Alvarez Serrano, Profesor de la Escuela Superior del Ejército. Coronel de Artillería, del Servicio de E. M., D. José Fernández Ferrer, de la Escuela Superior del Ejército. Coronel de Infantería D. Vicente Morales Morales, del Estado Mayor Central. Coronel de E. M. D. Miguel Martín Naranjo, del Estado Mayor Central. Coronel de E. M. D. GregorioLópez Muñiz, de la Escuela Superior del Ejército. Coronel de E. M. D. Juan Priego, del Servicio Histórico del Ejército. Teniente Coronel de Infantería, dél Servicio de E. M., D. José OtaolatirruchiTobia, del Estado Mayor Central. Teniente Coronel de Infantería, del Servicio de E. M., D. Felipe Sane1iz Muñoz, del Estado Mayor Central. Teniente Coronel de Ingenieros D. Manuel Arias-Paz Ouitiáø, Director de la Escuela de Auto movilismo. Teniente Coronel Interventor D. José Bercial Esteban, del Ministerio del Ejército. Teniente Coronel del C. 1. A. C. D. Pedro Salvador Elizondo, de la Dirección General de Industria. Comandante de Intendencia D. José Rey de Pablo, del Ministerio del Ejército. PUBLICACIÓN MENSUAL Redacción y Administración: MADRID, Alcalá, 18, 3.° Teléfono 22-52-54 PRECIOS * Correspondencia, Apartado de Correos 317 DE ADQuIsICI0N Ejiar Para militares, en suscripción colectiva por intermedio del Cuerpo4,50 Para militares, en suscripción directa (por trimestres adelantados)5,00 Para el público en general (por semestres adelantados)6,00 Número suelto7,00 Extranj ero8,00 Correspondencia para colaboración, al Director. Correspondencia para suscripciones, al Administrador, D. Francisco de Mata Díez, Comandante de Infantería. EVOLUCIOES TÁCTICAS YORGÁNICAS General CARLOS MARTINEZ DE CAMPOS, Jefe de la División 22 y Gobernador Militar del Campo de Gibraltar. De la Real Academia Española. III LA DEFENSA A VIVA FUERZA. SITUACIÓN DE IMPUESTA PROVOCAR ARMAMENTO POR LA INVASIÓN ASEDIOS DEFENSIVO Y (3-4).—ATTÚ (q).—EL LA INFANTERÍA AÉREA (5).—COMENTARIOS CONTRAATAQIJE NIPONA Véase el número de EJÉRcITo de noviembré de 1949. Publicado en el número de diciembre último. Y POSIBLE (6).—Los Y SU DESARROLLO (i8-i9).-—Los i.—En el artículo titulado La irrn»ción del adversario (i) quedó expuesto que toda guarni ción se encuentra Siempre amenazada por un ataque desde el aire llevado a efecto por un núcleo destacado del Extranjero, y que esta amenaza se halla latente en todo tiempo, aun sin que esté iniciada la contienda, o—teniendo en cuenta la idiosincrasia de ciertos dirigentes de naciones encauzadas hacia una política asaz moderna y poco noble—sin que siquiera exista la sospecha de su inmediata iniciación. Y claro está que si eso ocurre, o aun admitiendo que los hechos se desarrollen de una manera más nor mal, la guarnición que sufra la ofensiva podrá tomar a tiempo las medidas necesarias para no quedar aniquilada por el fuego del contrario e incluso para llegar a desbaratar su potente ata que, y aun podrán las guarniciones inmediatas intervenir de prisa con arreglo a los principios enumerados en el artículo llamado Contrao/ei siva y contraofensores (2); mas también podrá verificarse que el ofensor no logre apoderarse a tiempo de su objetivo y que tampoco nuestras fuerzas aniquilen a los recién llegados por el aire, y que—a causa de todo ello—las tropas atacadas no tengan más remedio que luchar a todo trance, sin deber abandonar el puesto que interesa al atacante y sin siquiera disfrutar de la esperanza del refuerzo necesario para abrirse (i) (2) (I-2).—NECESIDAD CONVENIENCIA CASOS TÍPICOS (IO-L7).----LA CASOS ESPECIALES (7-8).— BAYONETA (20). paso hacia vanguardia. En resumen, podrá tener lugar un “sitio” en toda regla, si bien a escala reducida. 2.—También puede ocurrir que alguna fuerza recién posada en tierra, lejos de lograr lo que desea—o aun lográndolo—, se vea pronto ro deada por los Varios contraatacarites que pro cedan de las guarniciones inmediatas; y enton ces, lógicamente, el fenómeno será homólogo, o simplemente inverso al ya descrito. El invasor será sitiado por una fuerza que habrá permane cido hasta unas horas antes sin intenciones de iniciar una operación de guerra. Mas ¿qué im porta quién es quién para el estudio que se quiere presentar? Importa sólo el hecho de que otra vez estamos ante el caso de una fuerza constreñida a la defensa, quiera o no quiera. 3.—Una vez admitida la posibilidad de un sitio en toda regla y a viva fuerza, es evidente que el sitiado tendrá que resistir a todo tra’ice, por su honor y el de la Patria en que descanse, o e’ntregarse, cuando la radio se lo ordene, para evitar el sacrificio estéril de los hombres. Y creo inútil agregar que no es sencillo, en nues tra tierra, comprender el caso de Mac Arthur, autorizado—u obligado—, desde Wáshington, a abandonar la isla del Corregidor (en Filipinas), 3 cuando aún quedaba mucho que sufrir a los que siguieron defendiéndola hasta el último momento. Mas cualquiera sea la forma en que convenga realizar el hecho, es evidente que la solución depende de la situación conjunta o específica del lugar en que la acción se desarro lle. Esto, al menos, ha ocurrido recientemente; pero el estudio de la forma en que los últimos asedios tácticos se han producido y las conse cuençias que han tenido para las operaciones ulteriores, pueden inducir a nuevos argumentos u orientaciones que de seguida analizamos. valor es m, y el de B produce equivalente a i, m -4— ii una atracción será sin duda el resultado táctico obtenido al inducir al adversario a establecer el cerco de los citados A y B y al defender estos lugares tenazmente; pero en el caso de que ambas pla zas o lugares se hayan elegido en forma conve niente para establecer una barrera que obligue previamente a combatir o a tener que utilizar comunicaciones enojosas o más largas, es evi dente que la labor superflua (táctica y logística) que el adversario se verá en la precisión de rea lizar se elevará a ni + n ± / (mii), 4.—Cada núcleo sin salida actúa como una ventosa que retiene a un núcleo mayor (o que al menos debe ser mayor, puesto que el sitiado a viva fuerza no halla el modo de encontrar una salida). De otra parte, varios núcleos sin en que la función podrá llegar a ser bastante interesante. Y esto hubiera acaecido en 1944 si salida pueden ofrecer un rendimiento estraté Dunkerque y Saint-Nazaire se hubieran en gico más grande que la suma de los rendimien contrado sobre el Aisne, en el momento en que tos tácticos aislados; y, a causa de ello, el ase las fuerzas invasoras emprendían su marcha dio a viva fuerza puede llegar a ser interesante decisiva hacia Alemania, pues, en efecto, otro para el que se contenta con tratar de rechazar Caen y otro Saint-Ló hubieran equivalido—en al ofensor. Después de la invasión de Norman aquellas circunstancias—a un segundo contradía, quedaron varios grupos alemanes en el ataque de Von territorio galo: Saint-Nazaire, Dunkerque, Lo Rundstedt (en rient y la desembocadura del Garona, retuvie las Ardenas) o a ron sobre sí a una respetable cantidad de fuer una tercera bol zas anglo-franco-americanas, que sólo al cabo sa de Falaise. de varios meses—vencida ya la guerra táctica mente—quedaron liberadas. Esos núcleos no tuvieron conexión. Su misión fué limitada; su carácter, esporádico. Mas dé haberse decretado 5.—Una fuer previamente cuáles iban a formarse y a resistir za inmovilizada —y esto a base de un estudio detallado de cone xiones, importancia del terreno, situaciones lo por un asedio en toda regla gísticas y esperanzas estratégicas-—, es evidente tomar que el resultado hubiera sido muy distinto: se puede una resolución hubiera asemejado al conseguido en otro tiempo con la resistencia de ciertas poblaciones bien suicida, tipo At situadas (al tratar de proteger una frontera) o tu (en las Aleu la defensa de algunos fuertes destacados (al tianas). El caso retardar el hundimiento de una plaza). La im se presenta en mayo de 1943. portancia de A y B—léase dos vértices cual Los americanos, quiera del cuadrilátero de Verona (siglo XVIII), recuperando el o léase dos obras instaladas ante el Mosa, a unos archipiélago, kilómetros tan sólo de Verdún (siglo XIX) el no depende solamente de su valor intrínseco o desembarcan día u en la de su capacidad de resistencia; depende, ade costa norte de más, de su relativa situación, de su distancia, isla, y de la posibilidad de cruzar sus fuegos y de su aquella probable duración de vida. Si, por ejemplo, el se internan pro por sitio de A origina una succión o esfuerzo cuyo fundamente 1 — •*: 4 . los cauces de los ríos y alrededor de las mon tañas. Tienen gran superioridad; y quince días de operaciones se desarrollan con ventaja para sus victoriosas huestes. Pero.., el 29 por la tar de, el Coronel Yasuko Yamasaki, ante la preci Sión de abandonar la única base que le queda— Chichakof—, da una voz de alarma y ordena keshitai, y todos sus secuacesse deciden, santa mente, a morir por el ,Japón. Los unos, con sus armas o con granadas, y los otros, con sus sables o bayonetas bien ligadas al extremo de una lan za improvisada, avanzan furiosamente en busca del contrario, dispuestos a entregar la propia vida: a tiros, a bombazos, a estocadas, a puñe tazos o a mordiscos inclusive. Los relatos béli cos describen la impresión sufrida por los sol dados yanquis, que divisaban a diestra y sinies tra a sus compatriotas muertos y veían a cada adversario haciendo estallar su última granada contra el casco de metal que lo cubría. Y la Historia cuenta el resultado conseguido: el 30, al atardecer, Attu se hallaba limpia de enemi gos. Los americanos se posesionaron de la base japonesa, y pudieron comprobar que todo hom bre válido—cojo, enfermo, herido o bueno y sa no—había tomado parte en la refriega. Tan sólo los muy graves y los grandes mutilados habían quedado sobre su lecho, en el hospital de Chi chakof, y el médico encargado de administrarles la inyección final estaba al frente de ellos, con un tiro en la cabeza (i). *** 6.—El resultado conseguido en una operación de tipo Attu es a todas luces ventajoso. Cada hombre dispuesto a abandonar la vida después de haber rendido un gran servicio a su país, no muere sin llevarse por delante al menos a uno de sus propios adversarios (y en Attu la pro porción fué superior); y esto no ocurre en el caso de un sitio que se prolongue mucho tiempo, ni cuando los sitiados acaban siendo prisione ros. Pero no es fácil inculcar a muchos la formi dable acometividad que es necesaria para lan zarse con fiereza sobre el contrario, y, de re sultas, no parece natural basar los previos cálcu los en la salida violentísima de una guarnición dispuesta a morir matando; es más lógico fun darlos en la prolongada resistencia de unos hombres decididos a llegar al sacrificio de su vida, o en los intentos espaciados que efectúen los núcléos que ha yan logrado conservar sus facultades o estén dotados de más espíritu. De este modo, la proporción de ba jas no será tan importante como fuera la de Attu, mas será la suficiente para lo grar un rendimiento de in terés. -_ 7.—El i7 de agosto de 1943, varias Unidades de B-25 y P-38, llegando a la imprevista y volando a flor de tierra, destruyeron, en seis minutos, los doscientos aeroplanos japoneses que se (i) Tomado de Las campañas del Pacilico y de Ex/remo Oriexte, del propio autor, Tropas del Ejército de Filipinas realizando ejercicios de desem bar— co—Tomado de la revista “Philip pine Armed Forces Journal”. 5 hallaban preparados en Wewak para apoyar la marcha hacia nuevas islas australianas. Esta y otras acciones parecidas fueron organizadas, de mano maestra, por el Mariscal del Aire Ken nedy, en ayuda de las operaciones de mar y tierra que preludiaron la admirable contraofen siva americana del Pacífico; y demuestran cla ramente que la respuesta no es fácil cuando se trata de un ataque realizado con fuerzas extra rrápidas. Ante una amenaza semejante, sólo cabe contraatacar a tiempo. No es sencillo dis poner de la información precisa para tomar el aire antes de la aparición del enemigo, y saber por donde llega, y obligarle a combatir y a no atacar a los de tierra; y aunque todo se con siga, no por eso dejará de producirse la ofensiva del contrario. A lo sumo, ese contrario soltará sus bombas algo peor que de costumbre; mas, no siéndole difícil reconocer el blanco, según ocurre cuando se trata de un aeródromo, es evidente que el trabajo de la defensa realizado en pro de un admirable servicio informativo, destinado a asegurar la realización a tiempo de un contraataque aéreo contra el adversario que se acerca por el aire, nunca bastará para lograr un resultado satisfactorio. Los esfuerzos podrán llegar a ser extraordinarios, cuales fueron los realizados por Alemania y Gran Bretaña para defender o proteger sus respectivas capitales; mas rara vez se logrará evitar la acción del ene migo: a lo sumo, su fiereza bajará. Y, esto di cho, es preciso meditar un poco sobre la manera de mantener en auge la eficiencia de los prin cipales objetivos que el adversario ha de codi ciar; y, al hacerlo, se acaba deduciendo que lo único que sirve para menguar—siquiera——los efectos obtenibles por el Aire es una formida ble D. C. A. compuesta de aviones de caza y de cañones antiaéreos y de una red de escu chas bien enlazada con las armas interiores a través de una central de mando debidamente organizada. Y, en su consecuencia, la preocu pación fundamental de los de tierra debe con sistir en mantener intactas sus facultades—po tenciales y morales—, a fin de lanzarse furio samente contra la irrupción que en tantos casos seguirá al intenso bombardeo, sea o no sea la razón de ser del mismo. 8.—Ante el desembarco sobre Creta, los in gleses estuvieron obligados a resignarse. No dis ponían de lo preciso para desbaratar el ataque aéreo de los alemanes, y, de otra parte las Uni 6 dades de la R. A. F. no se hallaban debida mente desplegadas. Para contraatacar las bases de partida del enemigo, una Escuadra de Beau fighters recién llegados de Malta se trasladó inmediatamente a la isla y logró aniquilar do cena y media de Ju-52 que estaban instalados en uno de los aeródromos de la capital de Grecia. Desde Egipto, unos cuantos Wellington sembraron bombas sobre los principales campos aéreos del archipiélago dodecanésico. Pero nada de eso fué suficiente para desviar el huracán que se avecinaba, como no bastaron los Hurri canes y Swordfishes que integraban la guarni ción de Creta para evitar el resultado de la ofensiva. Y todo eso no bastó, en parte, por ser insuficiente; mas no bastó, igualmente, por f al tar el complemento ineludible: las abundantes minas y armas automáticas de una fortísima defensa organizada en tierra firme. 9.—Las minas deben formar parte de la dota ción de todo lugar fuerte, mas no de la Unidad que lo guarnezca; en cambio, la ametralladora —portátil o pesada—es elemento que se mueve casi siempre con la fuerza que la debe utilizar. La cantidad de minas necesaria es incalculable: el Ejército alemán dejó unos cien millones de minas en los diferentes sectores que defendió en zona francesa. La de ametralladoras depende de los hombres disponibles, y por eso puede ser interesante que los lugares fuertes estén dota dos del material preciso para reforzar la poten cia de las Unidades que en su día las guarnez can o se puedan constituir con elementos re clutados a última hora. io.—Durante el bombardeo previo o defini tivo del objetivo escogido por el contrario —aeródromo, por ejemplo—, la fuerza que tenga a cargo su defensa permanecerá inmóvil. La artillería antiaérea consumirá lo más que pueda, y otro tanto harán las armas automáticas de algún calibre; pero la infantería encargada del contraataque a los paracaidistas bastante hará con mantenerse incólume en espera del mo mento en que el enemigo llueva o desembar que de los grandes aparatos de transporte o de los planeadores que aterricen en pleno “campo” o en sus más cercanos alrededores; y a este efecto, en cuanto aquella infantería se percate de que el contrario quiere bombardear el aeródromo —dejarlo inútil para extraños y para sí—, ten drá que refugiarse o diseminarse, dispuesta siempre a intervenir cuando haga falta. cólumes las baterías más importantes, así, bajo la bóveda celeste, las diferentes Unidades anti aéreas servirán también de buena base para agrupar a la infantería contraatacante. Dichas Unidades actuarán como jalones para fijar la situación de los principales centros de defensa o de reacción. Su misión se parecerá a la de ciertas obras fuertes de una línea preparada contra un ataque horizontal. Y desde este punto de vista podrá ser interesante que las Unidades encargadas de proteger cada lugar estén dotadas de refugios subterráneos, y que los depósitos de igual naturaleza destinados a conservar las municiones y los abastecimientos de todo género de los referidos objetivos se ins talen cerca de aquellas Unidades, en plan de constituir, con ellas, elementos de reacción que se mantengan en tensión extraordinaria du rante la amenaza y durante el bombardeo. ii.—En el citado caso (bombardeo de un aeródromo), el defensor descartará inmediata mente la eventualidad de un aterrizaje reali zado por grandes aparatos, mas no olvidará la probable aparición de planeadores en las in mediaciones, ni la posible llegada vertical de numerosas fuerzas enemigas; y como quiera—de otra parte—que si ese bombardeo no se llega a producir, la amenaza del asalto se intensifica enormemente, resulta necesario, en todo caso, que la guarnición del campo se halle desple gada y dispuesta a combatir desde antes de que asomen los aviones enemigos. Y entiendo que ese despliegue ha de acoplarse al de las diver 13.—Terminado el bombardeo, o iniciado sim sas Unidades encargadas de reprimir el bom plemente el desembarco, las Unidades antiaéreas bardeo desde el aire. abandonarán sus primeros objetivos para batir 12.—De igual modo que ante la mar las pie a las que lleguen. A ese fin, convendrá que la zas instaladas con el fin de rechazar al. adver distancia haga posible dicho fuego; y como sario deben servir de núcleos para integrar los quiera que una cierta separación del núcleo puntos o lugares fuertes destinados a constituir principal es también interesante para salvar las el frente defensivo de sus respectivas plazas baterías de los efectos del bombardeo aéreo, marítimas, o para simplemente mantener in parece necesario, en resumidas cuentas, que, . De 1z revjscz norteamericana “Infantry Journal”. siendo numerosas las baterías encargadas de proteger el objetivo, desplieguen todas ellas con arreglo a los principios establecidos para la ver dadera protección aqtiaérea, o sea en los dife rentes vértices de un polígono de amplitud bas tante grande para lograr que los aviones sean batidos cuando se preparan a lanzar sus bombas: cuando se hallan en “período crítico”. Es necesario convencer a apuntadores, a jefes de pieza y a Oficiales de que, abusando de ese fuego, se malgastan municiones que harán falta cuando el adversario pise tierra firme, y se estropean los tubos y montajes, que van a ser más necesarios cuando aquella situación se verifique, y cuya eficacia, entonces, equival drá a potencia. y rendimiento. Desde los apa ratos (en calidad de blancos de las armas defen 14—Más en pequeño, ha de hacerse cosa sivas) el fuego ha de saltar a tierra. Ha de ser parecida con las armas automáticas. Estas, en inmediatamente dirigido contra objetivos su-.. un círculo concéntrico y menor, protegerán las perficiales. Es sabido, en efecto, qué el instante baterías y proporcionarán un fuego adelantado más vulnerable para los recién desembarcados y apoyarán a los infantes que se lancen contra es el que necesitan para desembarazarse de sus artefactos retardadores y reunirse en Pelotones la gente recién llegada a tierra. Separadamente, o Unidades bajo sus respectivos Mandos. No cada una de ellas podrá quedar formada o cons hacen fuego en ese tiempo. No se ocupan de tituídacomo un núcleo semifijo o defensivo, que a veces cambiará de asentamiento en direc cubrirse. Se les ve, porque se mueven. Quieren ganar tiempo, ser eficaces, sentirse juntos y ad ción al interior del área dominada por las pro pias fuerzas combatientes; pero, en conjunto, quirir la cohesión perdida en el descenso inter las diferentes máquinas habrán de ser estable minable y angustioso que han realizado, atraídos por una fuerza superior a la precisa para aban cidas en forma conveniente para no estorbarse avance y reenjaularse en ni estorbar a los que ayuden o protejan a sus donar el proyectado respectivas e inmediatas compañeras. Y para los aviones y sin hallar en su camino alguna eso convendrá tener en cuenta el interés que masa cubridora contra las trayectorias emanadas toda arma potente ofrece como centro de una del profundo suelo, ni poder siquiera realizar masa más ligera o menos consistente, adherida los movimientos instintivos y perfectamente a aquélla por instinto o por simple ley de pro inútiles que el hombre lleva a cabo cuando ve videncia, para así formar un cuerpo inerte o un disparo o percibe—un poco tarde—el aire contribuir a la existencia de uno de los seres desplazado por la granada. inconscientes o conscientes que pupulan por el mundo. No ha de olvidarse, en efecto, la i6.—No habrá tiempo, en el contraataque a intención de Fuller, cuando dijo: “No encuentro los que lleguen. por el aire, para llevar a cabo una razón para no creer que si los Ejércitos una perfecta distribución de cometidos. El ideal de 1914 hubieran sido organizados sobre la consistirá en que cada hombre se dé cuenta del base de sus ametralladoras y de sus cañones de objetivo más importante para él, y que los campaña—las dos armas principales de ese Jefes de Sección, de Pelotones o de Escuadras, tiempo—, en vez de hallarse organizados sobre distribuyan, grosso modo, las misiones, confiando la base del fusil—arma preponderante en el si un poco en la iniciativa y acometividad de sus glo XIX—, Alemania se hubiera apoderado de diversos fusileros-granaderos y en la habilidad Francia con igual facilidad que hubo de hacerlo de los jefes o portadores de las armas automá en 1940 mediante el carro y el avión” (i). ticas. Al tiempo que unos hombres—ametra 15.—El fuego antiaéreo de los cañones muy potentes y de las armas automáticas pesadas es útil contra los transportes y planeadores que van llegando al objetivo que ellos se eligieron; pero ese mismo fuego dirigido contra los hom bres y los buifos que penden de los sombrillones blancos o amarillos que bajan lentamente es completamente inútil, y no sólo inútil, sino perjudicial para las armas que lo producen. (1) 8 J. F. C. Fuller: The Secozd Wor’d Wcp’. lladores o fusileros-granaderos—sorprendan fe rozmente a una parte de los recién llegados, algunos invasores hallarán camino libre y ac tuarán de prisa contra los núcleos que hayan logrado intercalarse entre los aparatos enemi gos. En principio, el área cubierta por un des censo será bastante grande; el terreno corres pondiente podrá ser ondulado, agreste, o in cluso abrupto; habrá en él obstáculos distintos, y por eso, cuando llegue la hora del asalto, los diferentes núcleos de invasores podrán sentirse Ejercicios de las fuerzas del Ejército portugués desarrollados en presencia del Jefe del Estado español durante su visita al país vecino. fuertes y no sólo estar en condiciónes de luchar muy tenazmente, sino aun de realizar recontra ataques esporádicos contra los núcleos contraatacantes y originar de esta manera una serie de acciones laberínticas en que la energía y decisión de los pequeños Jefes será la base fundamental del éxito. La victoria grande se inclinará hacia el que logre el mayor número de victorias reducidas. En el caos originado por el impulso de unos soldados astutos y valientes, se formarán las sumas y las restas cuyo total dará el sentido y signo de la acción: positivo para el que venza, y negativo para el otro. 17.—El asalto, en fin, ha de verificarse ins tantáneamente. Si la infantería espera hasta el momento en que los cañones, las grandes má quinas y las ametralladoras de todo género hayan desbrozado el camino del fusilero-gra nadero, es evidente que su acción será tardía, por no haber aprovechado de prisa el breve lapso que el adversario emplea en montar sus diferentes armas y en reunirse. Es más, el dencenso- de los paracaidistas o de los planeadores y transportes llenos de asaltantes debe ser in tensamente aprovechado para acortar espacios y, así, facilitar la interminable serie de asaltos que las pequeñas Unidades tendrán que reali zar. Antes se dijo que no conviene malgastar las municiones contra los individuos y los bul tos que descienden lentamente por el aire, y ahora se agrega que el contraataque más per fecto se consigue empleando ese período para un despliegue realizado en vista de acercar sen das parejas de soldados a los puntos de aterri zaje de los innumerables paracaídas, y de insta lar un Pelotón de Infantería ante cada sitio en que un avión—provisto de motor o sin motor— dejará probablemente de rodar. Si los planea dores son recibidos a bombazos, y cada para caidista se tropieza con un contrario armado cuando aún esté sujeto al artefacto engorrosí simo que le ha servido para llegar indemne, •es evidente que la irrupción será vencida instan táneamente: habrá abortado. Pero esto exige una espléndida labor preparatoria, y esa labor supone, a más de muchas horas dedicadas a disparar sobre seguro, otras tantas para apren 9 der a aproximarse al adversario y a lanzarse furiosamente al cuerpo a cuerpo y a vencer en él. aire han impuesto la necesidad de prepararse nuevamente a las acciones cuerpo a cuerpo y la precisión de combatir con el fusil—culata o bayoneta—como antaño combatieron los in fantes japoneses. i8.—En todo tiempo, la Infantería japonesa ha concedido una importancia grande a la lucha cuerpo a cuerpo. A más de practicar la esgrima de fusil, de sable, de naguinatz y de mandoble, se ha preocupado mucho en adquirir—o en in culcar a sus secuaces—una intensísima ecuani midad. Para esto he recurrido siempre a las principales normas del jiu-jitsu, logrando de este modo que, al acercarse al adversario, los fusileros emplearan todos sus sentidos y aplica ran bien sus facultades. La esgrima japonesa, como el jiu-jitsu, está basada en el aprovecha miento absoluto del esfuerzo realizado por el contrario. El golpe de éste no se para en el Japón: se desvía en forma conveniente para lograr que proporcione un rendimiento nega tivo. De este modo, el infante japonés llega a batirse con ventaja física y moral sobre un contrario cuya fuerza física es más grande que la suya; y, cuando las pequeñas Unidades de la Infantería nipona se diseminan por el campo, los sumandos que antes fueron mencionados toman signo positivo y preponderan sobre el platillo ventajoso. Además, el soldado en cues tión aprende a asestar furiosamente la bayo neta contra el pecho o el abdomen de su ene migo. Horas seguidas se dedicaba—en otros tÍempos—a acribillar los maniquíes que inte graban sus curiosas dotaciones de instrucción. Se acercab.a a ellos vertiginosamente, y mien tras gritaba a enronquecer simulaba unas para das y otros tantos golpes y respuestas vertica les •o frontales, y acababa hundiendo el arma en pleno tórax de su impávido adversario, y al hacerlo, volvía a gritar desaforadamente, y su grito se parecía al del hombre imaginario que en la guerra le hacía frente y sentiría en sus entrañas la hoja de acero puntiaguda. Y todo esto, por supuesto, alcanzó un máximo interés cuando la lucha cuerpo a cuerpo era frecuente, como ocurría en los avances realizados en Puerto Arturo y en Ta-che-kiao. Luego, las armas automáticas menguaron la importancia de un sistema que, a pesar de todo, siguió admi rado en el Extranjero como cosa original y de otro siglo, conservada sólo por tradición, y esa admiración se ha mantenido hasta la hora muy reciente en que la marcha y la llegada por el i9.—Hoy la bayoneta es tan necesaria como cuando fué inventada. Toda arma que no sea automática debe tener su bayoneta. Más aún: para el soldado que no ha de llevar sobre su es palda una ametralladora o sobre el hombro un arma semiautomática, la bayoneta puede lle gar a ser más importante que el fusil. Se ha dicho en otra parte que es necesario aumentar el número de armas semiautomáticas y automá ticas; y si bien esto origina una cierta reducción de armas repetidoras, lo interesante es que éstas no se empleen sin bayoneta, pues aun de esta manera habrá muy pocas a la hora del en cuentro decisivo. ‘o 20.—De lograr una organización perfecta para la defensa de un aeródromo, es evidente que también se habrá obtenido para asegurar en lo posible la protección de otro objetivo dife rente, como, por ejemplo, una estación, una gran fábrica, una batería de costa o un depósito importante. Con la clase del terreno variará la posible intensidad de la amenaza. En cambio, subsistirá el procedimiento: el sistema táctico. Y este sistema es semejante al admitido, hasta el presente, para todos los ataques. Se trata sim plemente de hacerlo todo pronto y bien, con extraordinaria acometividad y con la inteligen cia necesaria para obtener el máximo rendi miento de los esfuerzos generales y parciales, de las acciones grandes y pequeñas y de los ataques meditados o esporádicos. En la llanura habrá el peligro de verse rodeado en poco tiempo y de que el contraataque se convierta en de fensa intrínseca del sitio amenazado; y, al con trario, en la montaña o en las cercanías de un litoral agreste es más probable que los desem barcos sean bastante concentrados por evitar así las dificultades inherentes a la falta de poten cia de los pequeños grupos que se pierden en los accidentes del terreno o en los repliegues correspondientes a una topografía enrevesada. Pero en ambos casos toda infantería bien ms truída y bien dotada estará en disposición de reaccionar como es debido y de prestar servi cios excelentes. 1TINERAifiO PóSTUMO])ECaisTÓBAI COLÓN (CoiuNT&iuos SOBRELATIJMBADEI AL1II1tANTE) Capitán de Ingenieros JOAQUÍN MORALES DE RADA Y CAMPOS, de la Academia del Arma. E L día io de septiembre de x877, Fr. Roque tradas del templo, cerró las puertas, invitó Cocchia, Obispo de Orope y Delegado de “al gran ciudadano Presidente de la República la Santa Sede en la República de Santo Domingo, General D. Buenaventura Baez”, a tres altas remité a todos los Jefes de Estado de Europa y dignidades de la Iglesia, a cinco Ministros, al América un documento sorprendente: una carta Gobernador de la provincia y su secretario, al pastoral que anuncia al mundo el “hallazgo” de Presidente del Ayuntamiento, a cinco Regidores, los verdaderos restos de Cristóbal Colón. Nada al Comandante de Armas, al Presidente de la más que esto. Cámara legislativa, a siete miembros del Cuerpo “Habiendo llegado a su noticia—reza textual Diplomático, a un ingeniero, dos médicos, tres mente el singular comunicado—que, según la tradición y no obstante lo que aparece en documentos públicos sobre la traslación de los restos del Almirante D. Cristóbal Colón a la ciudad de La Habana en el año de mil setecientos noventa y cinco, dichos 1 restos podían existir en el lugar donde ha bían sido depositados, señalándose como tal el lado derecho del presbiterio, debajo del sitio ocupado por la silla episcopal, de seando esclarecer los hechos que la tra dición había llevado hasta él, autorizó al reverendo Canónigo Billini para que hiciese las exploraciones del caso...” Haciendo uso de esta autorización, el Ca n ónigo Billini—también italiano, casual mente—inicia, con la ayuda de dos tra bajadores, las excavaciones. No sabemos -u si la tradición señalaba el lugar con una precisión exquisita, o si una inspiración superior guió la piqueta demoledora; pero es el caso que en la misma mañana de ini ciarse la búsqueda hizo su aparición “un principio de bóveda que permitía ver parte de una caja de metal”. El Canónigo suspende sus trabajos y da aviso al Prelado, “que, cerciorado perso nalmente de la existencia de la bóveda, así como de que contenía una caja, dispuso dejar las cosas en el estado en que se en Foto núm. i .—Urna dominicana de Cristóbal Colón. (Según contraban”. Y así, sin más preámbulos, fotografía remitida a la Academia de la Ristoria por el Go desplegó la Guardia Municipal en las enbierno de S. M. en 1878. 1 / 1 11 1€ 1 1 Foto núm. posterior 2.—Urna dominicana de Cristóbal Colón. Inscripción exterior en el anverso de la tapa. Letra muy a la fecha del enterramiento. Abreviaturas y voces—América—fuera del uso español en el momento. los restos del Primer Almirante D. Cristóbal Colón, Descubridor). En el reverso: “Ua Criftoval Colón” (Urna Cristóbal Colón) (foto núm. 4). No había duda posible. Obsérvese, sin embargo, que únicamente la inscripción del anverso de la tapa (foto 2) da fe de que aquellas fuesen las cenizas del genovés; únicamente estas del anverso le nombran Primer Almirante y Descubridor, lo cual le diferencia de D. Cristóbal Colón y Toledo, nieto del Almi rante, fallecido en Santo Domingo y sepultado en la catedral dominicana, como hemos de ver. La plaquita de plata tenía dos orificios corres pondientes a dos tornillos que también fueron encontrados en la urna, señal inequívoca de que estaba destinada a ser fijada en la tapa, como sin duda lo estuvo antes de que el tiempo o la mano del hombre deliberadamente la des prendiesen. Llama la atención aquí. el que estu viese escrita por las dos caras, ya que una de ellas no iba a ser vista. Es hecho comprobado y admitido que frecuen temente han sido halladas en enterramientos láminas de metal conteniendo textos alusivos al fallecido; pero se reputa como inusitada la que repite el epígrafe exterior de la losa o cubierta. Estas láminas han aparecido siempre sueltas; en el caso que nos ocupa también se hallaba suel ta, pero agujereada y con sus correspondientes tornillos; sobran, por tanto, éstos, o sobra la inscripción por las dos caras, una de las cuales, y sólo una, especifica que se trate del marino genovés. Las inscripciones de la tapa son de distinta (i)Lo entrecomillado corresponde textualmente al letra. La interior (foto 3), gótica alemana, en original del acta remitida por el Obispo de Orope a Su Santidad el Papa, y aun cuando se han seleccionado los desuso a partir de la segunda mitad del si párrafos en beneficio de la brevedad, la interpretación glo XVI; la exterior (también hay sospecha de que se expone es fiel reflejo de aquélla. notarios y un sacristán; volvió a abrir las puer tas y, colocado sobre el presbiterio, “hizo con tinuar la excavación, quitándose una lápida que pcrmitió extraer la caja. Su Señoría Ilustrísima abrió la caja y exhibió al pueblo parte de los restos que encierra; asimismo dió lectura a di versas inscripciones que existen en ella y que comprueban de un modo irrecusable que son real y efectivamente los restos del ilustre geno vés, el Gran Almirante D. Cristóbal Colón, des cubridor de la América. Adquirida de una ma nera incontestable la veracidad del hecho...”, se disparó una salva de veintiún cañonazos, repi caron las campanas y una banda militar reco rrió la ciudad anunciando tan fausto suceso (i). ¿Qué habría ocurrido si en vez de aparecer los verdaderos restos del Descubridor hubiesen apa recido los de un personaje de menor categoría? ¿Cuál habría sido el estupor de tan nutrida con centración? Pero no; allí lo decían claramente numerosas inscripciones. Al frente y en los costados de la caja: “C C A” (Cristóbal Colón Almirante). En el anverso de la tapa: “D. de la A. pr Ate” (Descubridor de la América. Primer Almirante) (foto núm. 2). En el reverso: “Iltre Esdo Varon Dn. Cris toval Colón” (Ilustre y Esclarecido Varón Don Cristóbal Colón) (foto núm. 3). En el anverso de una chapita de plata hallada entre los huesos: “U. a p.te de los rt0S del pmer Alte D. Cristoval Colon Des.” (Ultima parte de 12 que se le dió la vuelta a la tapa) es más moderna (foto 2) y con abreviaturas quela Academia, a través del informe que suscribió D. Manuel Col meiro, juzga anacrónicas con el tiempo a que se atribuyen. En la placa de plata, la inscripción mingo los restos de Colón—en 1672—, D. José de Vietia escribía un libro titulado Norte de la contratación de las Indias Occidentales, en el que por rara excepción se emplea la voz “América”, no sin advertir que era voz de poco uso (r) o •U Foto num. 3. — Urna dominicana de Cristóbal Colón. Inscripción correspondiente al interio,- o reverso de la tapa. Letra gótica alemana, en desuso a partir de 1550. El texto puede igualmente atribuirse al Almirante como a su nieto, D. Cristóbal Colón y Toledo. de una de las caras (la del anverso) concuerda En relación con estos textos epigráficos que a la medida con el nieto del Almirante, porque de forma tan copiosa pretenden fijar la identidad de los restos dominicanos, queda por señalar una varón ilustre y esclarecido fué el hijo de D. Ma ría de Toledo, prima de Fernando el Católico y circunstancia de interés. En 1655, el Arzobispo sobrina del Duque de Alba. No así la exterior de Santo Domingo, P. Francisco Pío, temeroso de la urna, que, traducida por “Descubridor de de una invasión inglesa, manda que desaparez la América, etc.”, resulta inadmisible para cualquier mente española de los siglos XVI, XVII y XVIII, tanto atri buída al nieto como al abuelo. 1 En efecto; la voz “América” fué propuesta por el cosmógrafo alemán “• Waltzmüller, y la imprenta hizo el resto en favor de tan escandalosa in justicia. Europa aceptó con el tiempo el vocablo, pero España se resistió .2//z1U) tenaz a su adopción hasta fecha no muy lejana a nuestros días, y ello sin que desapareciese la expresión “Indias” del lenguaje oficial. Así: Al mirante de las Indias, Almirante del Foto núm. 4.—Placa de plata hallada en el interior de la pretendida mar Océano Primer Virrey de las urna de Colón. Contorno y onficios. Inscripción del reverso: “U. Cprif Indias, Reyes de España y de las toval Colon”, interpretada corno Urna Cristóbal Colón. Letra posterior a la fecha del enterramiento. Indias, Comercio de las Indias, Le yes de Indias, etc. En nuestros días aún se conoce como Archivo de Indias el que can las inscripciones de las tumbas para evitar el custodia la documentación relativa a las anti riesgo de una profanación. La fecha de 1655 guas posesiones de Ultramar, y el verbo popular queda intermedia entre otras anteriores y poste califica de “indiano” al emigrante que regresa riores, en las que consta por documento feha de América. A mayor abundamiento, siglo y medio después de ser trasladados a Santo Do(x) Impreso en Sevilla. - 7 o 13 ciente que en el día de la data se conocla con exactitud dónde tenían su reposo los despojos del Descubridor: “Yacen en una caja de plomo en el presbiterio al lado de la peana del altar mayor” = “A la diestra del altar en la capilla mayor yace sepultado D. Cristobal Colon” “la (caja) del Evangelio contiene los huesos del Almirante y la del lado de la Epístola los de su hermano Bartolomé”, nos dicen tres instrumentos origina.. les, por no citar otros igualmente fidedignos (i). ¿Cómo es posible entonces que el Arzobispo D. Franciscó Pío, que tenía afán por evitar la profanación inglesa, no hiciese desaparecer al menos las inscripciones exteriores que se leye ron en 1877 sobre la pretendida urna de Colón? ¿Cómo se explica que dejase de tomar tan sus tancial medida con las únicas cenizas que te nían realmente figura de reliquia? Entre los verdaderos restos de Colón fué ha llada una bala de plomo de una onza de peso, “poco más o menos”. Es evidente que este pro yectil debió de encontrarse en vida incrustado en el hueso, y quedó libre al descomponerse el tejido óseo, porque no es verosímil que al ser trasladados los despojos a la caja donde se en contraron (cuyo volumen no permitía contener el cuerpo íntegro)• se hiciese acompañándolos expresamente por esta pieza pagana, testigo mudo de querellas humanas. Más en su lugar hubiese estado un motivo piadoso: un crucifijo, una me dalla, etc. Poca luz y pocas fuentes tiene la historia para hablar con autoridad acerca de la vida de Colón antes de que hiciese su primera presenta ción en Castilla. No puede negarse ni afirmarse que en sus años guerreros—si los tuvo—reci biese una herida de bala; pero la presencia del proyectil sirve para que el Obispo de Orope nos propórcione la prueba de que no jugó limpio en su deseo vehemente de mostrar los restos domi nicanos como los auténticos restos de Colón. César Cantú, historiador y novelista italiano fallecido en 1895, cita una carta del Almirante a los Reyes de Castilla relatando las incidencias de la navegación; la frase de Cantú glosando la carta, en italiano, dice: “la mía piaga si aprí”, y el P. Cocchia la traduce diciendo: “se abrió su herida”. Don Manuel Colmeiro, en el in forme de la Academia, hace notar la diferen cia entre “piaga” haga y “ferita” = herida, (1) Synodo Diocesana del Arzobispado de Santo Domingo.—Instrumento del Archivo General de La Ha bana.—Certificado expedido por el Deán de la Iglesia Catedral de Santo Domingo en 1783, respectivamente. 14 ImposIble de soslayar por un Italiano sin mediar mala fe (i). Como arriba queda expuesto, D. Cristóbal Co lón y Toledo, nieto del navegante, murió en la isla Española y fué enterrado en la iglesia cate dral de Santo Domingo; soldado de España, llegó en vida al os últimos días del siglo XVI y alcanzó, por tanto, los tiempos del mosquete que “echaba onza y media de pelota”. M. Moreau de Saint Mary, miembro de la Sociedad Filosófica de Fila delfia, que compuso una descripción topográfica y política de la parte española de Santo Domingo, nos señala con precisión el lugar de su tumba: “Fuera de la peana del altar mayor, a derecha e izquierda, reposan en dos urnas de plomo los huesos de Don Cristóbal Colón (nieto) y los de Luis su hermano” (2). No hay mención de que tales tumbas hayan sido trasladadas a ningún otro lugar. La de don Luis se vió en 1877, pero la de don Cristóbal ni se vió entonces, ni después, ni podría verse hoy, ni se verá jamás. Y, sin embargo, fijando en ella —esto es, en la que el Obispo de Orope adjudica al Descubridor—con sus tornillos la plaquita de plata de tal forma que quedase visible la cara en donde reza: Cristóbal Colón (foto 4) y bo rrando de su tapadera el texto anacrónico “Des cubridor de la América”, etc., tan sólo con esto el túmulo recobraría su auténtico destino: servir con sinceridad de última morada a los restos de D. Cristóbal Colón, varón ilustre y esclarecido? nieto del Almirante. Dos cuerpos, mejor aún, dos esqueletos conser vados en dos urnas de plomo próxima una a la otra y en análogas o muy parecidas condiciones de temperatura )i humedad, tendrán lógicamente un proceso paralelo de descomposición, y de ellos antes habrá de revertir en polvo el que con ante rioridad fuese enterrado. Entre la muerte de los dos Cristóbal—abuelo y nieto—transcurren se senta y seis años; los restos que España trasladó a La Habana en 1795 eran, confirmando visitas precedentes, “pedazos de huesos como de cani llas y otras partes de algún difunto...”; pero los que en 1877 el Obispo de Orope presenta al mundo como los verdaderos restos de Colón son nada menos que cuarenta y una piezas: “un fémur deteriorado en la parte superior del-cuello, o sea entre el gran trocánter y su cabeza; un peroné en su estado natural, un radio completo, Documenti olla storia universale, 5858. Description topographique et politique, etc., Phila delphie, 5796. (i) (2) una clavícula completa, un cúbito y cinco costi llas completas y tres incompletas, el hueso sacro en mal estado, el coxis, dos vértebras lumbares, una cervical y tres dorsales, dos calcáneos, un hueso del metacarpo, otro del metatarso, un fragmento del frontal o coronal conteniendo la mitad de una cavidad orbitaria, un tercio medio de la tibia, dos fragmentos de tibia, dos astrága los, una cabeza de omoplato, un fragmento de mandíbula inferior y media cabeza del húmeri formando un total de trece fragmentos grandes y veintiocho pequeños”. No, no están en Santo Domingo los restos del Descubridor, ni en todo ni en parte. No hay pro blema para fijar su itinerario póstumo, como no lo hay, creo yo, para determinar el lugar de su nacimiento aunque vanidades localistas nos pre senten una multitud de versiones. En el testa mento otorgado en Valladolid en 1506, y de cuyo contenido se guarda copia protocolizada en el archivo de los Duques de Veragua, Colón dice: “Siendo yo nacido en Génova”, etc. Y es de creer que Colón supiese dónde había nacido. Parece como si los hechos de los hombres grandes no cupiesen, para la mente común, dentro de las dimensiones de un hombre medio y hubiese que buscar, para alejarlos, pluralidades. Si el hecho fundamental de Colón no fuese único, individual y aislado: el Descubrimiento, es seguro que, al lado de la colección de pueblos natales y de las dos tumbas, tendríamos también varios Colones distintos en vida. El Almirante falleció en Valladolid el 20 de mayo de 1506, y fué enterrado en el convento de los PP. Franciscanos. Por expreso deseo suyo, había de ser trasladado a la Española, y precisa mente “a la vega que se dicede la Concepción” (i). Carlos V, en 1539, de acuerdo con sus deseos, concede merced para que pueda ser sepultado en la capilla mayor de la catedral dominicana (2). Entre tanto, en tránsito, fué depositado en el Monasterio de las Cuevas, extramuros de. Se villa. Así lo declara Diego Colón, su hijo, en su testamento de 1523, al recomendar a sus here deros que den cumplimiento a los deseos del Descubridor. En La Española, la isla de sus preferencias, reposó hasta los últimos años del siglo XVIII; pero el 20 de diciembre de 1795, el Teniente Gene ral de la Real Armada D. Gabriel de Aristizábal, (i) veçes. (2) Archivo General de Indias, ptiblicado repetidas Archivo General de Indias. por propia iniciativa, traslada los restos a La Habana, a bordo del navío San Lorenzo, ante el anuncio de un próximo abandono de la isla. Por último, a los noventa y siete años de des canso en Cuba, ocupada la isla por los Estados Unidos, el crucero Conde de Venadito y el yate real Giralda dan fin en Sevilla a la última tra vesía de Colón. No se estime como osadía ni extrañe a nadie que supongamos cierta una trasplantación fune raria de personalidades, porque ha herido siem pre a la soberbia del mundo entero que el hecho más trascendental para la historia de la Huma nidad, después de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, el descubrimiento de América, haya sido empresa y monopolio de un solo pueblo, el nuestro. Hoy, lejano el revuelo que levantó el “ha llazgo” y olvidados los términos exactos en que la crítica y la investigación honesta dejaron el problema, puede ponerse en duda la afirmación de que las cenizas de Colón reposan en Sevilla; pero en su día, exceptuando dos grupos patrio teros, uno dominicano y otro italiano, que se inclinaron sin reservas a defender la pastoral. del Prelado de Orope, la urna de Santo Domingo fué recibida con frialdad. Los más optaron por la espera prudente hasta oír a la Real Academia Española; otros menos pacientes calificaron de “perfecta farsa” (i) el supuesto descubrimiento, y no faltó quien dedicó un recuerdo poco deli cado para el honor de los “descubridores”. Una circular dirigida a todos los Gobiernos del mundo por Fr. Roque Cocchia, en su calidad de jefe de la Archidiócesis, sin mencionar para nada el flombre de España y en demanda de una ayuda económica destinada a erigir en Santo Domingo un monumento-mausoleo para los ver daderos restos de Colón, obtuvo a los ocho me ses dos contestaciones—Inglaterra y Dinamar ca—corteses pero denegatorias (2). El escándalo fué lentamente .reduciéndose al silencio y olvidado. En nuestro siglo, H. H. Hou ben, último biógrafo de Colón, dice a este res pecto lisa y llanamente: “Sus restos fueron lle vados a Santo Domingo y descansaron en la Catedral hasta 1795. Luego pasaron a La Ha Atheneuin, de Londres. Ínjorme de la Real Academia de la Historia al Gobierno de S. M. sobre el supuesto hallazgo, etc. Publi cado por el Ministerio de Fomento en Madrid, 1879. (i) (2) Este informe, ponderado, ecuánime y profundamente documentado, que niega rotundamente la autenticidad de los restos dominicanos, ha servido de base a la con sulta para la redacción del presente trabajo. 15 bana desde donde volvieron, al fin, a España. Ahora están en la catedral de Sevilla” (r). Existe en el mundo un bacilo antiespañol que periódicamente cobra virulencia y ataca a los hombres hasta hacerles perder la memoria, la reflexión y el buen sentido. Es la enfermedad que permite conmemorar en Wáshington la fecha del In de octubre sin nombrar a la nación descu bridora, la que hace el juego a Rusia en contra de-España, la que deforma la perspectiva histó rica y presenta a Fernando el Católico como un avaro y a Felipe II como un monstruo, la inven tora del puñal en la liga, de los majos y de tan tas otras fábulas. Si este bacilo antiespañol ataca a un hispano americano, la enfermedad presenta síntomas de un pintoresquismo de primera calidad. No es cosa nueva, en este caso, escuchar a alguno de ellos: “Ustedes, los españoles, hicieron en Amé rica muchas barbaridades.” Todo lo bueno y lo malo que los españoles hicieron en América habrá que atribuírselo en primer lugar—su pongo—a los españoles que fueron a América; esto es, al abuelo, al bisabuelo y demás ascen dencia del hispanoamericano actual, porque la ascendencia del español de hoy no fué a Amé rica salvo en el caso menos frecuente de que (i) H. H. Houben: Cristóbal Colón, 1942. haya existido en una misma línea genealógica viaje de ida y vuelta. Esta tendencia a llevar el carro de la historia buena, de la historia intrépida, por caminos que no sean de España, y adjudicarnos únicamente los residuos, ha influído quizá en que ahora reviva el intento de rendir reconocimiento explí cito a los dominicanos restos de Colón. Es obligado, y aun parece que llega con re traso—prescindiendo de los centenarios—, hacer acto colectivo de homenaje al genio fecundo del descubridor. No puede España estar ausente en el momento de hacer inequívoca la autenticidad del mausoleo que—prejuicios aparte—con im pulso de corazón filial han levantado las Repú blicas americanas junto a la desembocadura del Ozama, frente al Océano, allá en La Española. Y aunque toma figura de ingratitud que el mundo disgregue en porciones los restos del que en vida hizo entero al mundo, vayan a América cenizas de Colón, pero vayan en calidad de lo que son, como reliquias ciertas, con todo el valor que les da el celo de nuestra custodia a través de cuatro siglos largos. Serán once las veces que cruzan el mar Océano estas ahora cenizas del que fué su Primer Almi rante, y ahora, como en la primera travesía—que nadie supo preceder—, llevando al viento una bandera sin falsificación. 5 16 Dibujo del Capitán de Ingenieros Alfredo Antonino Arias. LA Comandante RAPIDEZ DELTino de Artillería EDUARDO MUNILLA 1.—CONSIDERACIONES PREVIAS El no retrasar la rotura de fuego por ningún con cepto es una de las mayores preocupaciones artilleras. El tiempo nos espolea, y en aras de él se han ido transformando los materiales y los métodos, más los primeros que los segundos, porque los re trasos tácticos son más frecuentes que los técnicos. La movilidad táctica apetecible se ha conseguido casi plenamente, con la variada gama de tracciones de que hoy dispone nuestra Artillería. Junto al problema de la movilidad hay un problema de posibilidad. Bien está que la ciudad disponga de rápidos tranvías y autobuses, pero no menos inte resa al ciudadano tener la posibilidad de ocupar un sitio en ellos. Así, ocurre que nuestros materia les van a donde quieren, pero los asentamientos que pueden ocupar son muchos menos de los que hacen falta. La razón la dió de forma irrefutable, en uno de los trabajos de esta Revista, el Coman dante Orbañanos: los materiales divisionarios pre cisan poder tirar con ángulos de tiro grandes, con el fin de soslayar los elevados ángulos de posición que encuentran por doquier, especialmente en mon taña. Excelentes resultados reporta el dotarlos de varias cargas, lo que da una mayor agilidad en el juego de las trayectorias; pero no menos buenos los daría el que algunos de los divisionarios y todos los de montaña dispusiesen del segundo sector. De otra forma, se tiene que malgastar mucho tiempo en la búsqueda de asentamientos, y no se puede evitar el que queden muchos espacios muer tos, que convendrá batirlos si no queremos que cese la acción de nuestras rompedoras cuando sean más necesarias. Pero no es de la rapidez de tipo táctico de la que me interesa hablar, sino de la que debemos de con seguir una vez llegados a los asentamientos, para dar unos datos a las piezas sin hacer esperar en la rotura de fuego y sin que ésta lleve a una larga corrección, Dispctrar eticazmente, cuando la hifan ¿ería lo precise y en el sitio que lo precise, debe ser algo axiomático para nosotros; y si en ello estamos todos de acuerdo, no lo estamos por igual en los medios más convenientes para lograr la rapidez. En cuanto a estos medios, nuestra Arma se divide en dos grupos igualmente copiosos: los que opinan que vale más perder unos minutos y que los dis paros vayan a donde deben desde el primer mo mento, y los que creen que lo esencial es disparar rápidamente, empleando el cañón como telémetro y que la corrección del tiro haga el resto. Yo tengo demasiadas razones para estar más con los prime ros que con los segundos. Reconozco mi falta de neutralidad. Ahora bien; creo que se juzgan dema siado aisladas ambas tesis: la de tirar rápido (em GÓMEZ, del Reg. de Montafia n.° 29. nentemente táctica) y la de tirar bien (eminente mente técnica). Parece lo natural que el ideal sea el reunir ambas, es decir: tirar bien rápidamente. La forma de conseguir esta fusión es operar con aparatos abreviadores de cálculos y con métodos en que sea factible la rapidez sin merma de la pre cisián. Hay que mecanizar cuanto se pueda el tiro. Lo que ya est. logrado en las Baterías de costa y anti aéreas mediante las Direcciones de Tiro, debe ser intentado para las terrestres, aunque en un plan más parcial y reducido. Ejércitos como el alemán habían llegado a resultados muy halagüeños. Los italianos, con sus tablas gráficonuméricas y el empleo del y % y el ¿ e’ %, nos abrieron muchos los ojos, sin que hayamos seguido sus huellas nada más que parcialmente. En cuanto a lo hecho por los ameri canos (i), ignoro si con el lujo de material de que suelen hacer gala, tendrán este problema resuelto. Ante todo me interesa desarraigar la teoría, más cómoda que razonable, de que nos debemos limitar a llegar al campo, dar unos datos obtenidos poco menos que por prestidigitación y tirar, saiga lo que salga. Todos nuestros Reglamentos nos hablan de ir buscando la progresividad y de no desperdiciar el tiempo en una prolija preparación topográfica que en ning’ún modo será causa de retraso en la rotura de fuego. El mismo F-i dice: Toda Batería deberá estar en condiciones de romper el fuego desde el momento que entre en osici6n. O, lo que es lo mismo, durante el tiempo que puede tardar la Batería en ocupar y preparar sus asentamientos y tender un mínimo de transmisiones, se debe de poder romper el fuego. Este tiempo—muy variable, pero para unas condiciones medias alrededor del cuarto de hora—es más que suficiente para poder tirar con datos que en nada tengan que envidiar a los que pudiesen calcularse en el caso de poder dis poner de horas para su obtención. Todo ello, aun en el caso de que lleguen al mismo tiempo las Bate rías y las Planas Mayores, cosa poco corriente, pues siempre estas últimas pueden adelantarse algu nos minutos con los medios a su alcance. Casi todas las cosas que aquí se exponen no son nuevas; precisamente si tienen algún valor es por lo que tienen de clásicas. Si algo me sirvió de base, fué el F-r y las tablas de triangulacián recta de las Tablas de logaritmos y correcciones edita das por la Escuela de Aplicacián y Tiro, que son (i) Notes de la Redacción—Concordante con lo que dice el autor, los norteamericanos, eminentemente prácticos, utilizan unas tablas de tiro en forma de regleta que eleva al máximo las simplificaciones preconizadas en el artículo. Por su originalidad y por su congruencia con este tema, en la Sección de Información de este mismo número de la Revista incluímos una breve reseña de las mismas. 17 pocos los que se han dedicado a utilizarlas, a pesar de lo muy ventajosas que resultan. Si me he deci dido a exponer estas ideas, es con la ilusión de que puedan ser útiles a mis compañeros, ahorrán doles tiempo y trabajo; y, sin duda, ellos sabrán mejorar y adaptar a su caso lo que aquí se dice. No voy a tocar todos los casos posibles, sino que me voy a ceñir al caso clásico de la preparación del tiro, al cual con ligeras diferencias se pueden referir todos. Y, en general, haré hincapié en el Tiro de Grupo, pues el Tiro de Batería se reduce a utilizar en una lo que aquí se dice para tres. una base perpendicular para poder encontrar E1 E, dato que precisamos para obtener a su vez E1 B. En E1 visaremos: con el índice en cero al blanco de corrección (por el que suponemos pasa la D. V.), a algún blanco más que pueda interesar en los pri meros momentos, a las Ps. Ds. de las Baterias (y a los extremos de las bases de las mismas, de no medir las distancias a las piezas con ayuda de la cinta o por métodos estadimétricos), a E2 y al ex tremo de la base auxiliar ba. Por su parte, en E2 nos limitaremos a visar a E1 y a cada uno de los blan cos, obteniendo por diferencia de lectura los distin tos ángulos en E2, que, junto con los medidos en E1 y el valor de E1 E2, nos permitirá encontrar la 11.—LA PREPARA ClON TOPOGRÁFICA distancia de E1 a cada uno de los blancos. Como A la hora de organizar los trabajos de campo, hay se ve, lo dicho no se separa en nada de la toma que pensarque en un principio se deben de reducir de datos clásica; ahora bien, la transformación de a los indispensables, porque tiempo tendremos más tales datos en los topográficos: deriva, distancia tarde de ampliar los trabajos pieza-blanco y ángulo de situación, se puede hacer iniciales y verterlos al sistema por diversos caminos, siendo sin duda el más corto 19V. de coordenadas reglamentario. el que se basa en el plano de asentamientos, por El utilizar coordenadas absolu evitar el largo cálculo de la resolución del segundo tas en un rinciio retardará caso de triángulos oblicuángulos. todas las oq5eraciones, porque Al dar la vuelta de horizonte en E1 con fines de a la toma de datos corriente tiro, conviene ir sacando de ella sobre la marcha hay que añadir la situación de aquellos datos que, haciendo falta ulteriormente, los diversos puntos, cosa más puedan ser encontrados mientras se da la vuelta laboriosa que la preparación de horizonte y se la reitera de forma rápida. Así, del tiro propiamente dicha. en el estado número r, los ángulos (columna 5) se Por eso, el utilizar coordenadas van obteniendo por diferencia de lecturas: los E1 absolutas deberá quedar para entre los correspondientes a cada uno de los blan más adelante, siguiendo la cos y E2, y los x, entre cada punto y el extremo misma suerte que el enlace con de su base. A su vez, con estos valores de x, es la topografía de observato posible encontrar las distintas distancias desde E1 rios. Los observatorios inicial- a las Ps. Ds. y a E2 (columna 6), si se dispone de mente quedarán todo lo cerca tablas apropiadas; es decir, de tablas que para una que permita la situación tác base determinada, en función de la paralaje, nos den tica de la zona de asentamien la distancia. Para bases pequeñas, existen en las tos, a fin de evitar tendidos Tablas de la Escuela de Aplicación y Tiro (pág 291). largos de transmisiones. Será y en las que, calculadas antes de la guerra por el únicamente cuando hayamos Teniente Coronel Sichar y otros compañeros, ha efectuado los trabajos preli reeditado la Dirección General de Industria y Mate rial, teniendo estas últimas la particularidad de minares enlace se proporcionar, además de la distancia, el logaritmo llevará a cuando cabo, eleldispositivo adquirirá profundidad y el de la misma, cosa siempre interesante. Estas tablas plano de objetivos comenzará a dar resultados. deben calcularse para los múltiplos de la longitud El normal desarrollo de los trabajos de campo total de la cinta métrica que se posea; así, nosotros será el que se deduce de la figura i. Con un gonió las hemos completado pata nuestras necesidades, metro nos situaremos en E1, que es la Referencia poseyendo las correspondientes a bases de lO, 20, de Posición de Grupo, y simultáneamente con otro 40, 6o, 8o y ioo metros, con las que se puede aten goniómetro se irá a E2, en donde estableceremos der a todas las necesidades de la Artillería divisio naria. El estado número 2 muestra un fragmento de la ESTADO NRO 1 tabla de 80 metros, en la que se obtiene para un valor de = i56, una distancia E1 (5) (6) (1) (2) () (4) (7) E2 = b = 518,2 metros y un log. b = 2,71455. Puntos visados Lecturas Angulos Bases Anu1os Distancias Angulos Conviene tener reunidos en 1 de si— as medidos u tuacin un estado, tal como se ve en en E1 el número r, los datos pro B1azico NQ 1(D.V.) 0000 pios de la vuelta de horizon 4562Q E=1728 2r1352 te (i), (2), (3) y (4), los de 2 0097 469Q “ ducidos de la misma (5) y (6) ‘P.D. 8 Bia. 2530 —11O2 10 c=l69Q d=59,7 Extremo base 8 2699 y los medidos en E2 (7), pues, rIP.D. 75 Bia. 3170 —117Q 10 c191QQ d=52,7 3361 Extremo base 75 -. ti it . IP.D. 9 Bia. Extremo base 95 E1 3615 3781 4516 672 —113Q2 10 80 c’=166Q dl=6O,8 E1E2=518,2 ASE ==,: Para 1aje Distanc1 Log. O 1 2 3 4 5 6 7 DE 80 METROS === == Para laje Distanclá 50 1628 81472 40742 4,91109 4,61006 51 52 1596 27166 20378 4, 43397 53 54 1565 1536 1507 55 1480 16297 13581 11641 4, 30903 4,21212 4, 13293 4, 06599 56 57 1453 1428 ESTADO NdMERO 2 1 :==== Log. Para laje 3,21177 3,20316 100 101 3, 19471 102 3,18642 3, 17829 3, 17031 3,16246 3,15476 103 104 105 106 de tenerlos dispersos, parece que se complacen en esconderse a la hora de tener que ser utilizados. Caso de no verse desde la R. P. de Grupo las Ps. Ds., situaríamos primero las R. P. de Batería, D.V. 107 == =: Distancia Log. 812,2 804,1 796,2 788,4 780,8 773,3 765,9 758,7 2,90969 2, 90534 2,90103 r=9t Para Distanci 150 151 152 539,3 535,7 532,1 528,5 525,1 2,89677 153 2, 29254 154 2, 88836 155 2, 88421 2, 88010 521,6 518,2 156 157 514,9 1 Lo 2, 73184 2, 72892 2,72601 2, 72312 2,72024 2, 71739 2,71455 2,71173 con un alfier la R. P. y el origen de la escala, girar ésta hasta que marque el ángulo y, con el lápiz, marcar sobre la escala la distancia a la pieza. Y así con todas las Baterías. En la figura queda dibujado todo de forma más conden sada que como se presenta en la rea lidad, a fin de disminuir sus propor ciones. Después de haber dibujado el pla no de asentamientos, es cuando se puede decir que estamos en condicio nes de calcular los tres datos topográ ficos: (‘áculo (le la distancia. Casi se puede decir que está reduci do a calcular en función de b, E1 y E2 la distancia E1 B (fig. 1), que, para abreviar, llamaré X1. En el estado nú mero 3 se puede seguir el cálculo. El log. b ya vimos que se podía encon trar directamente para la base de 8o metros en función de s = 1560. Co nocido el valor de X1, que es común para las tres Baterías, para obtener X2 sólo hay que sumarie dx, deducido del plano de asentamientos (eniafig. 1, para la 8.° Batería, X2 = MB), y, finalmente, para pasar de X2 a la distancia topográfica PB, sólo habrá que sumar a las distancias X2 el valor de Ax2,que es la diferencia ent’re el cateto IvIB y la hipotenusa PB. Este valor de se puede obte ner en función de PM (que voy a llamar t me tros) y de ]I’IB (X2) en las correspondientes tablas, que pueden ser numéricas, como la Tabla XIII de a) y desde éstas situarían ellas sus Ps. Ds., transmi tiendo los datos al Grupo para que éste pueda situar dichas Ps. Ds., con lo cual se encontrará la posición relativa entre la R. P. de Grupo y las Ps. Ds., ob jeto principal del plano de asentamientos. El trazado del plano de asentamientos obedece a las normas generales. Situado en el papel milime trado el punto que vaya a representar laR. P., el eje de las ordenadas será la D. V., y con respecto a ella situaremos las Baterías por radiaciones. Para abreviar su trazado (fig. 2) y eliminar el uso del transportador, se puede tener dibujado de forma permanente en el papel milimetrado (éste, lo mismo que los diversos gráficos de que se ha blará más adelante, se pueden dibujar en papel vegetal o milimetrado transparente, a fin de per mitir una fácil reproducción). Si tenemos en tiras de papel o talco las escalas de distancias más usua les, 1 : 2.000 y 1 : 5.000, bastará hacer coincidir ESTADO !D0 C1cu1ode astancias 1” 3 9 Baiería 7 Batería 8 Bateía 1728 Eo 152 - - 32O0= Resta=B= g o= 4-lg sen E2= Suma 3200 120 -, i.’-’ 1,98700 2,70155 B: 18 X = -i-o = ±X 4279 4279 4-56 4j35 0 4335 4-53 — — 4j2 0 433 4279 +47 4326 0 43b cedimientos; pero ninguno mejo ra en garantía al dicho, que es el generalmente empleado. La base E1 E2 es dificilísimo que no se pueda montar en una longi tud superior al décimo de la dis tancia, como reiteradamente he venido observando aun en la misma montaña. De existir di ficultad en el montaje de la base, el plano y el telémetro serán las posibles y más fieles ayudas a que podamos recurrir en tales casos. Cuando queramos ganar más tiempo y evitarnos el pequeño cálculo que conduce al X1, tam bién podremos recurrir a la re gla Mattei u otras similares que, en función de b, , y de , en un movimiento de regleta y otro de cursor, nos proporcionan di rectamente X1 con errores no su periores a io metros. En todo caso, por experiencia, creo con veniente dotar de tales reglas a las Unidades, ya que en cuestión de segundos dan o comprueban la distancia. b) /llcreme,?to o’e/ó’ Cálculodel ángulo de siua ción. Como es sabido, la fórmula que lo da es la siguiente: t&gci e17meti’o.y jC1gJ t ficas, que es lo más recomendable, como en el ábaco de la figura 3, para cuya construcción me he servido de las Tablas numéricas de la Escuela. Así, por ejemplo, para una distancia X2 3.698 = (fig. ), rriente: para valores de metros y un = 512 metros, obtenemos un punto al que corresponde un zx2 de 35 metros; por tanto, la distancia topográfica será: X (+ d. 8 PEITT — dB•tg(±tg(p) las de la Escuela de Aplicación y Tiro, o bien grá B°°) < ESTADO TT1ER0 :: = O = E = = d02. — 60,8 fl39Q (± OC) 4 ;:;:;;;: “ ti la más co 5000, 4,279 4.5522 52,7 117Q2 4,332 +234 ;=;=;:i “ II 597 —J.1OQQ 4,326 11 IL X’t 4,335 3.698 ± 35 = 3.733 metros. En ±88x d =ZB 4- 234 +234 • 7 general, para valores de A-1 menores de .L 6 4- 7 II 200 metros, se obtienen unos valores de Z 4- 241 +240 4-24]. 1 x2 casi despreciables, o, lo que es lo 0,rr mismo, el cateto y la hipotenusa tienen zr, unos valores prácticamente iguales; esto ocurre en los cálculos del estado número 3. La primera, el cálculo por logaritmos la hace larga, Huelga decir que la distancia entre la R. P. y el y la segunda, si no se usa con cuidado, puede dar blanco, X1, puede ser medida por otros muchos prolugar a errores, por el método en sí, y por lo poco ± 20 X2 , - / — —,.- -- J- - ,4;ÁeoilE - rr propicio que se está cuan do fustiga el tiempo a ha cer multiplicaciones y di visiones. Todo ello se tra duce en que los ángulos de situación, cuya importan cia en nuestro terreno es grande, son medidos con mucha menos precisión que las distancias, sobre todo si no se tienen corre gidos los goniómetros. Por todo ello creo que es fun damental, para simplificar los cálculos, el recurrir a las reglas de cálculo co rrientes o a gráficos de paralajes; estos últimos pueden ser simples ába cos de puntos alineados, como es el caso de las ta blas italianas en su “Abbaco per ji cálcolo del sito”, o bien un ábaco car tesiano como el que nos otros empleamos y que se puede ver parcialmente en la figura 5. Para su construcción, basta con calcular, utilizandd las tangentes naturales, los frentes reales que corres ponden a cada Hm. de distancia, para valores de los frentes aparentes de 50, lOO, 150 y 200° (o de loen 10°, si queremos ma yor precisión). El traba io se facilita si, tanto en íste como en los que se I- //// .---- 1o -9o——L__ .j,//(( Z -- _ 1 / uIflu)Iø!L5E+____E: — -i:11111 50 — •.: L c) - 1 - O - — 1 - - - / - 4:. Cálculode la deriva de vigilancia. Para poner las Baterías en vigilancia, bastará realizar una puntería recíproca sobre la R. P. de Grupo; es decir, bastará modificar en 3.200° las lecturas a las Ps. Ds. medidas en E1. — 1 III.—LAS CORRECCIONESPREVIAS 07 4 L, ‘ - fl Z% ¿ 4- verán más adelante, las curvas que están en el dibujo de puntos se pintan con un color distinto y que con traste de las restantes. Su manejo es el corriente de todos los ábacos; así, para Fa = 55° y X = 4.279 metros, obtenemos para Fr un valor de 234 metros; e, inversamente, para un Fr 234 metros y X = = 4.279 metros, el valor del ángulo será En el estado número 4 se puede ver un cálculo completo del ángulo de situación para la 8. Batería, realizado con la ayuda de este ábaco. - +jo:_s o 10 ea metpos 550• ,- ,-/—_ - ICiO freflte$rea/e$ --- 1 77’ —1 -?-. - ////////7 tL- +24------------i-- .+4=-7- / /: E _)__, - ,//‘/ ¿/ 7Zz7 4’/» - 8- --- - “14R14LÁJEJ’ ,7t’, 1,OJ 1 - / ‘ “60 1 / ‘ Si algo permiten las tablas gráficas es, precisa mente, el cálculo de las correcciones previas. Durante mi permanencia en la Academia de Arti --4/L1 Y -50 : / ! -100 /zJ c5 /nere,wernc 41e/,o&ro o/ az3c 1/ 21 -150 aÑ’eea 9Pc/71O8 -20 /cfq6 hería como Profesor de Tiro, pude comprobar la simpatía con que tomaban los alumnos las tablas gráficas como las de 100/17 y 75/27, y el profundo odio que les inspiraban las numéricas de io5/ir, que son aquellas en que las interpolaciones y los cálculos son más copiosos y expuestos a equivoca ciones; esto se traducía en que, así como el número de calificaciones medianas en las preparaciones balísticas gráficas era relativamente escaso, en las de 105/Ir se triplicaba con respecto a las gráficas. La sencillez de las tablas grá/icas, el menor número de equivocaciones en ellas y, especialmente, su rapi dez, las hacen desear para todos los materiales. Hacia ello se camina en las que se van publicando; mas para aquellas que, como las de 105/II, tales tablas no existen, voy a indicar someramente la forma que juzgo más sencilla para su dibujo y uti lización. Los diversos gráficos están hechos con i8 peso del metro cúbico de aire (fig. 7), Idem al teso del proyectil (fig. 8), Idem a la componente longitu dinal del viento (fig. 9), Idem a la velocidad incial parte derecha de la fig. io), Idem a la temperatura de la pólvora (parte izquierda de la fig. io) y Correc ciones en deriva or la componente lateral del viento (figura u). Para su construcción, he tomado como constante la distancia, por la ventaja de que así son rectas que pasan por el origen, bastando tener un punto para cada distancia y unirlo con el ori gen. Así, por ejemplo, en el incremento del peso del metro cúbico de aire, las tablas nos dan, para una disminución de ioo gramos y una distancia de 1.000 metros, un incremento de ± 6 metros y fí 7 arreglo a las Tablas de 1o5 ru, editadas por la Dirección General de Industria y Material, reim presión de 1942. Las tablas comunes a todas las cargas son: Correc ción complementaria, Incremento del peso del metro cúbico de aire y Descomposición del viento. Esta última, por venir ya en la Tabla como tal gráfico, se emplea como viene en la misma. Las de Correc ción complementaria se verán más adelante, pues forman parte de la Regleta de ángulos de tiro. Y la del Incremento del peso del metro cúbico de aire, se construye como cualquier función de dos variables, en la que se toma la presión como cons tante; este ábaco tiene la forma de la figura 6. Las tablas para cada carga son las seis siguientes: Corecciones en alcance debidas al incremento del 22 fJ una corrección de 6 metros; luego si para 100 gramos de A tomamos 6 metros de corrección en alcance, tendremos un punto que, unido con el origen, nos dará la recta de 1.000 metros (fig. 7), — — — - de .6. Para su manejo, sea, por ejemplo: =—0,I22 y X = 4.326 metros; la corrección será C X = = 70 metros. En la misma forma se pueden construir los res— cvx Ay ‘JI e i ±fr±I° j ——Ç-— - y ti 1I H’1 -2fl 1 IliL’’ ± fiz /0 y lo mismo haríamos para z.ooo, 3,000, etc., a los que corresponden correcciones de 18, 32 me tros, y a continuación construiríamos simétrica mente el ábaco correspondiente a valores positivos — — tantes ábacos. El único que diverge un poco es el del incremento de la velocidad inicial debido a la temperatura de la pólvora (fig. ro). Para su construcción, sabiendo que la fórmula es + v = = o,ooi5 V (t 15), se calcula el zv correspon diente a dos valores de t, uniendo por una recta estos puntos; con ayuda de esa recta podremos ob tener, o bien el I1V, que sumaremos a los tv por otras causas, o bien podremos encontrar la correc ción en alcance directamente, para la distancia de tiro. Ejemplo: para t = 100, tenemos el valor de iv = 2,1 metros. El estado número 5 muestra un ejemplo de cálculo de las correcciones previas por este procedimiento para la 8. Batería, que sería igual para las restan tes caso de poseer todas el mismo régimen. Esto lo he puesto a título de ejemplo, aunque no será ésta la forma corriente de operar en el tiro de Grupo, puís será más propio el que se dibujen las curvas de la 25rearación ledriccecon arreglo a las normas expuestas en el F- (cap. II), ya que se pueden di bujar mientras se están haciendo los trabajos de campo, y facilitan los transportes. En el estado número 5 vemos que, para obtener las correcciones en ‘alcance, debemos ir a los dis tintos ábacos, leer las correcciones y sumar alge braicamente los valores obtenidos, cuando es así que lo que únicamente interesa es la suma total de . CL IFLII÷ -iI -1n ‘!LS da Ld e11 4 - / -+5 /7- 4-1 +2 +3 +4 ÷ -+4 +6 *7 -f-d +1 eoflreee/O»de ¡a eíw’n’aeaa7,/es//T,a8 — 23 sbl 2(1flÇ ¿1 fii. +53 /2 IV.—LOS DATOS DE TIRO a) (8) (Z) Fig. 13 correcciones. Para obtener ese total, recomiendo el uso de una regleta corno la que se ve en la figura 12, compuesta de una chapa en la que va pegada o grabada una escala de distancias—que se corres ponde con el eje de las abcisas de los respectivos ábacos—y un cursor móvil. Su manejo se puede deducir de la figura 13 a); en el ábaco de C X, se coloca paralela al eje de las abcisas, de forma que su borde marque en la escala lateral el z.6 con su signo correspondiente y el cero quede en el eje cen tral de los ábacos; en tal disposición, moveremos el cursor hasta que marque la distancia, dando el cruce del cursor con el borde de la escala de la re gleta el valor de C. X, valor que podríamos leer, pero que no hace falta. A continuación, pasaríamos al siguiente ábaco: el del peso del proyectil (figura 13 b), en donde operaremos de la misma forma, sin más que poner en el eje centrai, no el o, sino el índice del cursor tal como había quedado en el anterior gráfico; moviendo el cursor hasta que marque la distancia, se nos sumará algebraica mente la nueva corrección a la que teníamos mar cada anteriormente, pues no en vano, cuando lle vamos el cursor a la derecha, introducimos correc ciones positivas, y cuando lo llevamos a la izquierda, negativas. Obrando de forma similar con el del viento longitudinal y el del ¿v, obtendremos en la posición final del cursor el valor de la suma de correcciones, sin que nos hayamos visto precisados a efectuar ninguna lectura ni ninguna suma ni resta. ESTADO NuMERO ======================, ===== D A T 0 3 — 1 C1CU1OS 2) Carga n 2 2) Distancia topográfica X.=4326 (3) Angulo de situaci6n E= 4. 56 (4) Orieniaei’Sn de la línea de tiro 8LT =0000 CrQ de donde viene el viento 0w 850 (6) Intensid3 del viento W=8m/a (7) Rgimen absoluto Av= 5 me 1() 1 11 (8) U (9) 1 1 Lote 5.— ============== “ da DlVoro. LV =4 2 mc Ternperara de la1 p6J.vora t =4iLOQ (10) Temperaiára ambiente T=4.25Q (11) Preeién atmos±’4rica H = 700 (12) Peso del oroyecti]. P1235O a) El ángulo de tiro. Encontrar el ángulo de tiro es siempre una ope ración molesta, porque tanto el ángulo de eleva ción como la corrección complementaria exigen interpolaciones que llevan un cierto tiempo, sin contar con que, en el caso de tirar con escuadra, hay que recurrir también a la conversión del ángulo de situación en milésimas, en grados y minutos. Si se lograsen eliminar las interpolaciones numéricas, las conversiones y aun las mismas sumas y restas, no cabe la menor duda que el problema se abrevia ría enormemente, pudiéndose realizar en la décima parte de tiempo. Este es el objeto de la “Regleta de ángulos Je tiro” (R. A. T.). La que se describe está pensada y realizada para el obús de 105/Ir, y para el caso de tener que tirar con escuadra, pudiendo ser adaptada en sus líneas generales a cualquier material. La R. A. T. consta (figura 14), al modo general de cualquier regla de cálculo, de la regla propiamente dicha, en la que de arriba abajo van las escalas de correspondencia, para las cinco cargas, entre las distancias y los ángu los de elevación—que van marcados en los bordes interiores—, y de una reglilla que corre dentro de la regla y que lleva marcados en su parte superior los valores de la corrección complementaria y en su borde inferior los ángulos de situación. Un cur sor con un índice vertical grabado en el talco la completa. Para que le sirva de protección lleva una tapa de chapa ligera, unida por tres dobles bisa gras a la parte de debajo de la regla. Al levantar la tapa, se la puede apoyar sobre la mesa, dejando al descubierto la cara interna en la que, de izquierda a derecha hay: las instrucciones para su manejo, el ábaco para la corrección complementaria para ángulos de situación positivos de o a + roo°, otro de ± loo a + 200°, y, finalmente, otro para los ángulos de situación negativos de o a roo0. La forma de construir las graduaciones en papel o talco, para adherirlas posteriormente a la ma dera, es bien elemental. La escala empleada es la de dos centímetros para cada grado (caso de tirar con alza y emplearse milésimas, r milímetro cada milésima). La R. A. T. de 105/II es utilizable para distancias comprendidas entre los 980 y los — CORRCIONES PREVIAS. ======= ============ PREVIOS Componentes de] viento A=OW_OL=SSO W=5,4 w 8 - 5,9 b) Incremento del peso de]. m3 de aire (Pig6) T=25 O,].22 R=7OO ) e) Incresiento del peso del proyectil p=l235O—12000=+ 350 d) v por tempext-ara de la p6lvora (PiglO) t=lOe AV=—2,1 mc a) Incremento total de la ve1ocida inicial vAav ..-Akv tV=—542—21—51 = COERECCIONES Correcciones en aJ.cance CX 4 — Pig. cx TO Fig. ox so Fig. OX 32 Fig C..,X 4114 +196 — 70 01=4 9 Pig.].O 7O 126 Correcciones en deriva Pig. 11 X 4326‘1 t !r__± ‘1 II .=2=r==rzz,rr u o = 21° 02’ X Una vez marcados los va lores de los Hms., dividiremos el espacio entre cada dos de ellos en diez partes, con lo cual que darán marcados los Dms. La figura 15 muestra las dos fases del dibujo, según las cargas de que se trate. Para marcar los metros, bastará in terpolar gráficamente con la ayuda del cursor dentro de cada Dm. Así, para una distancia de 4.452 metros, tendremos un valor de c 21° 28’; con lo cual, con un solo movimiento de cursor, consegui mos eliminar las cuatro operaciones que toda inter polación simple lleva consigo. Dibujadas las escalas de distancias, estamos en condiciones de poder dibujar la reglilla interior. Hemos dicho que ésta lleva en su parte superior los valores de la corrección complementaria C en grados y minutos, hacia la derecha los positivos y hacia la izquierda los negativos, y en la parte in ferior, el ángulo de situación en milésimas, en co rrespondencia con los valores sexagesimales de la corrección complementaria, pero con los signos en sentido contrario a los que hemos visto para esta última. El objeto del cambio de signos es, como se verá en su empleo, poder sumar gráficamente a los valores de + c y + C. Para la corrección complementaria, las tablas numéricas se transforman en ábacos. La figura i6 muestra uno de ellos, que tiene la anchura sufi ciente para poder ser pegados en el interior de la tapa. Para + 6° y = 21° 28’, da, por ejem plo, un valor de C, de + 37’. El manejo de la R. A. T. es muy sencillo, pudién dose encontrar el ángulo de tiro, a poco que se esté familiarizado con ella, en pocos segundos. Preten damos, por ejemplo, encontrar el ángulo de tiro con los datos encontrados para la 8. Batería, utilizando la Eegunda carga. La distancia preparada es = = 4.452 metros (suma de X1 = 4.326 metros, y de = 20° 4.500, h,q. 14 metros, que corresponden a ángulos de eleva ción entre 8 y 320, pues para comenzar a tirar con ángulos menores de 8° habríamos de utilizar prefe rentemente una carga más débil, y para tirar con 7.100 fiq ¡.5 más de 32°, será preferible utilizar otra carga más potente que nos ofrezca margen para la corrección del tiro. Una vez dibujadas las escalas correspon dientes a y las líneas soportes de las escalas rzz 1 II III nr, / /1 / / 52’ 4.400, = ... 2 — —- / — 1 - It II II i’ 1 60 ,1 // 0’ 1) 9’;-4 / 41J -z / — .7’ 30- 1o. 21° / y / l i5’; X = ! ,‘I -1- — — — — JTIETI ,s ¿ IO 20’ 30’ 40 50’ 1000, 1010 1°20’ O30 ,DO/t/VOJ’ l°40 1050 ¡6 de distancia para las cinco cargas, se irá marcando la correspondencia entre los valores de que para cada Hm. dan las tablas de tiro. Así, para la segun da carga tenemos: X 4.200, c = 19° 30’; X = 4.300, las correcciones previas, CX = + 126 metros), y el ángulo de situación, + 56°. Llevaremos el cur sor hasta que coincida con la distancia 4.452 en la escala de la segunda carga, moviendo a continua- 25 ción la regula hasta que en el índice del cursor 2.° Que, debiéndose llegar a la corrección del quede coincidiendo el de + 56° del ángulo de situa tiro en las mejores condiciones intelectuales y de ción, con lo que todo quedará como puede verse nervios, se procurará sustituir los cálculos y ope en la figura 17. En el ábaco correspondiente de la raciones más costosos en tiempo y trabajo por pro corrección complementaria, en función de cedimientos que los ahorren, como son: adecuados = + 56° y de = 21° 28’ (que se lee en la escala estadillos, tablas gráficas y mecanismos abrevia de a), encontraremos el valor de C = ± 37’ (fi dores de cálculo. En general, siem75re compensa gura 16). Finalmente, moviendo el cursor hasta gastar horas en el gabinete, si con ello ahorramos que su índice marque sobre la reglilla el valor de minutos en el campo. C (línea de puntos de la figura), leeremos en la es 3.° Que es fundamental la repartición del tra cala de a el valor del ángulo de tiro 25° 14’. bajo y que cada uno sepa lo que tiene que hacer a Obsérvese que la separación entre las dos posiciones su llegada al campo, pues en éste, con dos o tres del cursor es la suma de y de + C. indicaciones, cada cual se debe poner a actuar sin 60 laIIllJ IIIIlIliillIII! _______ ______ III 46 4 ¿ _______luII, _________________ 04 1 1 1 61 62 63 64 III! 3 1 47 1IllIllilI 36 II 111 II III 37 ll. III 49 38 o y -— 40 E +60+7Q *50II UII]111111111 111111 11111111 1 2h1 1 211 5c1 ÷30 +20 ‘a1? Vimos en los datos topográficos la forma de poner las Baterías en paralelo, dando a cada una la deriva de vigilancia. Para llevar al blanco cada una de las Baterías, bastará modificar las de vigilancia en la suma algébrica de: la correción debida al viento CL, la deriva tabular Li, y el valor de(fig. i), valor este último que no es sino el resultado de divi dir -r en metros, sacado del plano de asentamien tos, por la distancia X2 (MB de la figura), cosa que se puede hacer con ayuda del ábaco de parala jes (fig. 5). El cálculo de las derivas iniciales para nuestro ejemplo puede verse en el estado número 6 +10 CONCLTJSIO NES +110 -20 lIjIlu.] hhh’2160> 23 24 pérdida de tiempo. Desgraciadamente, en la in mensa mayoría de los reemplazos, por mucho in terés que se ponga en la instrucción, no se cuenta con todo el personal apto que las modernas Planas Mayores exigen, lo que obliga a que los cálculos deban ser monopolizados por los Oficiales y Subofi -°° — 1 r-r La deriva. Y. ¿ -1° 1I1I{III!li II 1’ 27 b) -2° ESTADO NMER0 6. II 9 ) II í 1 x2 X = .L = L ±CL= Bia.7 4335 4332 581 6370 4. 6 4.L52 5730 .1.36 6370 +5 5730 45fl 4461 —24 = Eta. 6 Dial 581 45 4458 4326 ±LT= —6 41 481 De lo conocido y de lo dicho anteriormente se II II ±Lb 4.10 4.10 4-10 infiere que, para conseguir la mayor rapidez de tiro y que éste sea eficaz, convendrá: ti Suma L = 590 6386 5S i.° Que todo aquello que pueda ser medido, rectificado o corregido previamente, no se debe esperar a que nos ocupe ni medio minuto a la hora ciales de las mismas. Una distribución del trabajo de tener que actuar realmente. Por eso, una homo bien estudiada y repetida en instrucción permite el geneización perfecta y un conocimiento del régi que, sin esfuerzo por parte de ninguno de ¿os calcula men de las Baterías y piezas ahorra más disparos dores, quede todo terminado en el espacio de unos que una excelente preparación topográfica. Y dado minutos. Y termino, pues no quiero que me ocurra lo del que la economía razonable de municiones constituye uno de los principales deberes del Mando artillero, refrán: El gaite’o de Bujalance, un maravedí porque a ella nos debemos consagrar. empiece y diez porque acabe. = 26 II — ;1] ELLÁBoltÁTnuo DE J iNGENIEROS DL EJERCITO;0] Teniente Coroneldel C. 1. A. C., LEOPOLDO SOTILLOS. L Apreocupación por conocer las características de los materiales seguramente se remonta a las civi lizaciones más remotas, pero el ensayo de estos materiales basado en principios científicos es una cien cia relativamente moderna. Se atribuyen a Galileo los primeros trabajos científi cos relativos a esta cuestión, al realizar investigaciones sobre la flexión de vigas rectas; pero las primeras publi caciones sobre ensayos metodizados datan del año i8óo, y se refieren al ensayo de barretas de hierro sometidas a tracción efectuado por el ingeniero inglés Kirkaldy. En Alemania, Wohler efectuó a principios de 1870, en el Real Taller de Reparaciones de Francfort sobre el Oder, ensayos de fatiga. Estas experiencias fueron con tinuadas por Spangenberg, en el Laboratorio de la Es cuela Superior de Industrias de Berlín, actual Laborato rio Oficial de Ensayos de la Escuela Técnica de Charlo temburgo. Pero el verdadero impulso a la técnica del ensayo de materiales fué él dado por el profesor alemán Bausehinger, el cual llevó a cabo en la Escuela Técnica Superior de Munich estudios fundamentales relativos a casi todos los campos que dicha técnica abarca. En Francia también se realizaban al mismo tiempo interesantes trabajos de esta naturaleza por gran número de investigadores, entre los cuales hay que destacar a Tetmajer, Le Chatelier, Feret, Osmond y Candlot. La eficacia de la labor de toda esta pléyade de investi gadores exigía un trabajo de unificación de métodos. Este trabajo fué iniciado en 1876 por la Liga Alemana de Fabricantes de cemento Portland, al establecer las pruebas que habían de realizar con dicho material para su recepción, y secundado en lo referente a los aceros por la Unión de Ferrocarriles Alemanes, que en su Con greso de 1879 fijó las condiciones de recepción de ejes, llantas y carriles. La generalización de esta labor unificadora a todos o a la mayor parte de los materiales se debe al ya citado investigador alemán Bauschinger, organizador de las conferencias de Munich (1884), Dresde (1886), Berlín (1890) y Viena (1893). En 1889, con motivo de la Expo sición Universal de París, tuvieron lugar en dicha ciu dad dos Congresos internacionales, uno de Mecánica apli cada y otro de Procedimientos generales de construcción; en dichos Congresos se expresó el deseo de que se orga nizara una Comisión oficial que se encargara de unificar los métodos de ensayo. Este fué el origen de la Comisión Francesa de los Métodos de Ensayo de Materiales de Construcción, creada por Decreto de 9 de noviembre de 189r. Más tarde, en 1895, fué creada en Zurich la Aso ciación Internacional para el Ensayo de Materiales, bajo la presidencia de Tetmajer. También los dos países ibéricos se preocupaban por estos trabajos relativos al ensayo de materiales. En I866 se nombró en Portugal, por iniciativa de Joéo d’Andrade Corvo, una Comisión para el estudio de las constantes específicas, físicas, químicas y mecánicas de los materia les naturales de la metrópoli y colonias portuguesas, y aquel mismo año fué creado por el ingeniero Mendes Guerreiro, director de los estudios del puerto de Lisboa, el primer laboratorio portugués, cuya organización y dirección se encomeridó al ilustre ingeniero 3. P. Cas tanheira das Neves. Este laboratorio fué ampliado y tomó carácter oficial en 1898, con el nombre de Direc ción de Estudios y Ensayos de Materiales de Construc ción. En España, la Academia de Ingenieros del Ejército disponía en r88x de una máquina Thomasset, de 25 tone ladas de fuerza, con la que se realizaban pruebas de hie rros, aceros, maderas y piedras, por el entonces Capitán Profesor D. José Marvá, que luego había de ser funda dor y organizador del actual Laboratorio. Por R. O. del Ministerio de la Guerra de 14 de junio de 1885, se dispuso la creación de un laboratorio técnico de ensayo de materiales, proyecto que no llegó a tener realidad por dificultades surgidas para dotar al nuevo establecimiento de un local adecuado. Posteriormente, con motivo de la construcción del Hospital Militar de Carabanchel, el Ingeniero Director de esta obra organizó un pequeño laboratorio de ensayos, en el que se efectua ron numerosas pruebas y, finalmente, en 22 de abril de 1897, se dictó la R. O. de creación del Laboratorio del Material de Ingenieros, el más antiguo, por tanto, de los establecidos en España. Mo mucho después, en 13 de agosto de 1898, fué creado el Laboratorio Central para Ensayos de Materia les de Construcción, de la Escuela Especial de Ingenie ros de Caminos, Canales y Puertos, y en 26 de febrero del mismo año nacía otro importante Centro militar de investigación y contraste, el Taller de Precisión, Labo ratorio y Centro Electrotécnico de Artillería, al cual se asignó el cometido de construir, conservar y utilizar los patrones-tipo necesarios para obtener la debida igual dad en las medidas empleadas en las fábricas a cargo del Cuerpo de Artillería, además de la fabricación y contraste del plantillaje de las mismas y el estudio de la composi-. ción, fabricación y conservación de los explosivos mo dernos y sus primeras materias. A estos cometidos ini ciales se añadieron después los de centralización de los estudios, pruebas y ensayos referentes a la electrotecnia en todas sus aplicaciones al servicio de Artillería, tanto en las plazas de guerra como en los establecimientos fabriles. Para dirigir el Laboratorio del Material de Ingenieros, fué nombrado el entonces Coronel del Cuerpo D. José IViarvá y Mayer, que, como ya se ha dicho antes, siendo Profesor de la Academia de Guadalajara, había realizado pruebas de materiales con los escasos elementos con que allí se contaba, y que, a su competencia científica y técnica y experiencia como ingeniero constructor, unía los conocimientos que acerca de la organización y fun 27 Foto núm. cionamiento de laboratorios de materiales había adqui rido en sus vsitas a los más importantes de los que entonces existían en Europa. Las misiones encomendadas al nuevo Laboratorio por la orden de su creación, fueron las siguientes: a Determinación de constantes específicas y carac terísticas de los materiales que hayan de emplearse en obras y servicios a cargo del Cuerpo de Ingenieros. 2a Reunión de cuantos datos de índole técnica y eco nómica sea conveniente conocer respecto a los materia les de construcción aplicables a obras de carácter mi litar. 3a Estudio de la formación de las unidades de obra compuestas, dando a conocer aquellas que juzgue de mejores resultados en la práctica. 4a Emisión de cuantos informes se le pidan por la Superioridad relativos a las propiedades y aplicación de toda clase de máquinas, herramientas y materiales uti lizables en las obras y servicios a cargo del Cuerpo de Ingenieros. 5. Adquisición de las herramientas y utensilios que, fabricados por la industria particular, deban sujetarse a un modelo determinado, aprobado como reglamenta rio y único para los parques o tropas de dicho Cuerpo. 6.a Realización de las experiencias necesarias para comprobar si la calidad de los materiales es la marcada en los pliegos de condiciones aprobados para su adqui sición, cuando para ello sean remitidos por alguna depen dencia del Cuerpo que no disponga de los elementos nece sarios para la citada comprobación. 7. Construcción de los cebos y mechas necesarios para las tropas de Zapadores-Minadores, así como de los cohetes y petardos para señales en el Servicio de Ferro carriles, y ensayo de materiales de esta clase que se adquieran de la industria particular. 8. Estudio de los explosivos desde el punto de vista de su aplicación y empleo por las tropas de Ingenieros, para determinar sus características y las cargas que deban emplearse para producir efectos determinados en campaña. 9a Realización, en el polígono de Carabanchel, en combinación con la Escuela Central de Tiro, cuando esto i. sea posible, del estudio del efecto de los explosivos sobre blindajes y mamposterías, para determinar la dis posición que más convenga darles en las obras de forti ficación. El transcurso del tiempo ha hecho que algunos de estos cometidos hayan dejado de estar asignados al Laboratorio. Su misión oficial actual se halla determi nada por la O. C. de 17 de julio de 1931 (D. O. núm. 158), cuyo artículo segundo dice textualmente: “Será cometido del citado Laboratorio el estudio, ensayo y recepción de todos los materiales que haya de emplear el Cuerpo de Ingenieros y demás Cuerpos del Ejército que se le en comiende por la Superioridad.” Además de este cometido oficial, el Laboratorio está autorizado, según reglamento aprobado por R. O. de i6 de julio de 1918 (C. L. núm. 192), para realizar ensa yos a particulares. Para llevar a cabo esta labor rigen unas tarifas; las actuales fueron aprobadas por O. C. de 23 de octubre de 1944 (D. O. núm. 244). Las cantidades recaudadas por estos ensayos a particulares se ingresan en la Hacienda Pública. Al crearse el Laboratorio, fué construido el edificio donde había de instalarse, situado en la esquina formada por la calle de la Princesa y la antigua Ronda del Conde Duque (hoy calle de Serrano Jover), en donde ha ve nido funcionando hasta la fecha, sin más interrupción que la motivada por la guerra de Liberación. Durante ésta, el edificio sufrió importantes desperfectos, y varias de sus instalaciones quedaron totalmente destrrídas, desapareciendo un buen número de aparatos e instrumen tos, algunos de los cuales rio han podido ser recuperados. Del estado en que el Laboratorio se hallaba al terminar la guerra da idea la fotografía i. La reconstrucción ha sido labor paciente y difícil, a causa de ser de fabrica ción extranjera la mayor parte de lOS elementos que integran esta clase de instalaciones. El Laboratorio se halla organizado en cuatro Seccio nes: la primera Sección se ocupa de los ensayos relativos a materiales aglomerantes y de origen pétreo: cales, ce mentos, yesos, piedras naturales y artificiales, materia les cerámicos, etc. Entre todos estos ensayo:, los más fre cuentes son los de cementos. Sabido es que el cemento artificial, llamado Portland, resulta de la calcinación en hornos especiales de una mezcla de arcilla y caliza, de la cual se obtiene un pro ducto de aspecto vítreo, denominado clinquer, el cual se pulveriza luego en molinos de bolas junto con una pequeña cantidad de yeso. La condición aglomerante del cemento se obtiene al mezclarlo con agua, o con agua y áridos (arena y grava), para dar lugar a unas pastas que endurecen en un tiempo que oscila entre unos minutos y unas horas, endurecimiento que recibe el nombre de fraguado, El tiempo que tarda un cemento en fraguar se determina por la resistencia que opone la pasta correspondiente a la penetración de una aguja especial, llamada aguja de Vicat. El Laboratorio dis pone de un aparato construido por la Casa Amsler, de Suiza, especializada en aparatos de ensayo de materia les, que determina automáticamente la duración del fraguado, simultáneamente, en cuatro cementos y traza los gráficos correspondientes. Existe también en esta primera Sección un equipo de amasado mecánico de las pastas y una máquina univer sal para determinar la resistencia de estas pastas a los esfuerzos de compresión, tracción y flexión, después de su conservación en agua en pilas adecuadas, durante un cierto número de días. Para confeccionar las probetas de hormigón se cuenta con una cribadora mecánica de arenas, una trituradora, una hormigonera y moldes metálicos de distintos tipos. También tiene la Sección aparatos para determinar la plasticidad de los hormigo nes, así como su permeabilidad. Las baldosas y baldosines se someten a ensayos de Foto núm. 2. Foto núm. 3. desgaste, haciéndolos rotar contra un gran disco o muela giratorio de fundición, interponiendo entre ambos arena seca o húmeda, o también impulsando contra los mate riales que se ensayan un chorro de arena, por medio del aire comprimido. Para comprobar la resistencia a las heladas del mate rial cerámico y piedras, se introducen en una cámara frigorífica, previamente saturados de agua, y se les hace sufrir alternativamente varios ciclos de heladas y deshielos. También se someten estos materiales a prue bas de resistencia mecánica, de compresión, flexión y choque. La fotografía 2 corresponde a la sala de máquinas de la primera Sección. La segunda Sección del Laboratorio realiza todos los ensayos químicos, así como la determinación de cons tantes físicas. Dispóne de completo material de química, balanzas de precisión, hornos eléctricos, estufas de dese cación, destilador de agua, viscosímetro, potenciómetro para determinar eléctricamente la alcalinidad de las soluciones, un fotómetro Pulffrich y un espectrógrafo Hilger de gran dispersión, recientemente recibido de Inglaterra. La utilidad de estos espectrógrafos es muy grande y su empleo se generaliza cada vez más en los laboratorios, Se fundan en la conocida propiedad de la descomposición de la luz blanca, al atravesar un prisma de vidrio o de cuarzo, en los siete colores rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y violeta, dispuestos uno al lado del otro en el orden enunciado, formando el espectro. Además de estas radiaciones visibles, las caloríficas más allá del rojo, llamadas por eso infrarrojas, y las otras de gran actividad química, más allá del violeta, conocidas por radiaciones ultravioletas. Pueden ponerse de mani fiesto las infrarrojas mediante el empleo de pares termo eléctricos y las ultravioletas, por medio de la placa foto gráfica. Cuando el foco luminoso es un arco voltaico, chispa o llama que salta entre dos electrodos, la composición de la luz emitida depende de la naturaleza de éstos, y el estudio de dicha luz permite conocer la composición química de los mismos. Se comprende la importancia que esta técnica tiene para facilitar los análisis químicos, ya que, realizado previamente el examen espectrográfico de una mues tra, el analista conoce los componentes y puede de esta manera fijar la marcha anlítica más conveniente y, a veces, hasta conocer directamente la composición cente simal. Otro uso que puede hacerse de estos aparatos es para determinar la concentración de soluciones mediante la comparación de los rayos luminosos que, emitidos por un mismo foco de luz, atraviesan dos cubetas que con tienen, una, la solución tipo, y otra, la solución muestra. Esta Sección segunda dispone también de un labora torio de fotografía dotado de toda clase de elementos, máquinas fotográficas de diversos modelos, aparatos para impresionar películas, ampliadora, prensas, etc. La fotografía número 3 muestra el aspecto de la sala de Química de esta Sección. La tercera Sección del Laboratorio se ocupa de reali zar toda clase de ensayos mecánicos de tracción, com presión, flexión, torsión, esfuerzos repetidos, fatiga, des gaste, dureza, prueba de recipientes a la presión interior, comprobación de manómetros, etc. Esta Sección com prende dos amplias naves que contienen una completa colección de máquinas y aparatos, desde la máquina que solamente permite ejercer sobre la probeta un es fuerzo de i.ooo kilogramos, hasta la que produce el de 5oo toneladas. tina máquina especialmente dispuesta para el ensayo de cuerdas de gran diámetro, cadenas y cables metálicos, puede someter a estos materiales hasta a esfuerzos de roo toneladas. La máquina de 500 tone ladas permite ensayar elementos estructurales, tales como Foto núm. 4. pilares de hormigón armado hasta de cuatro metros de longitud. La fotografía número 4 corresponde a una de las salas de ensayos mecánicos. Anexo a esta Sección hay un gabinete para ensayos metalográficos, integrado por una pulidora de probetas, horno para el tratamiento térmico de las mismas, un microscopio metalográfico vertical “Ultraphof” de la Casa Zeiss y una instalación completa de rayos X. Si se corta una rebanada de una barra metálica o un trozo en forma de dado de cualquier pieza de la citada natura leza, se prepara una de sus caras puliéndola cuidadosa mente, se ataca por medio de reactivos adecuados y se examina al microscopio, se podrá observar la estructura del metal y deducir de ella sus características y, por consiguiente, si es o no adecuado para el uso a que se le ha destinado o se le quiere destinar. El microscopio metalográfico permite obtener con un aumento considerable fotografías de las probetas que se examinan, micrografías en las que se pone de manifiesto la estructura del metal, la que de esta forma se puede examinar con todo detenimiento y comodidad y compa rar con las micrografías patrones. La técnica del examen de metales por rayos X es fun damentalmente la misma que la seguida en medicina y cirugía; pero el poder de penetración de los rayos ha de ser mayor que para esas aplicaciones. Cuanto mayor sea la densidad del metal para un mismo espesor de la muestra, o mayor el espesor para la misma densidad, tanto mayor deberá ser el poder penetrante de los rayos, y este aumento de penetración se obtiene aumentando el voltaje de excitación del tubo. La instalación del Laboratorio permite alcanzar un voltaje de 200 kilovol tios, con el cual pueden penetrarse piezas de acero de unos ocho centímetros de espesor. El examen de piezas metálicas por medio de los ra yos X se utiliza para poner de manifiesto los defectos de aquéllas, tanto los de fabricación como los producidos por el uso, tales como sopladuras, inclusiones, poros de contracción y grietas. La cuarta Sección tiene a su cargo todo lo referente a ensayos eléctricos, y dispone apara ello de una buena colección de aparatos: amperímetros, voltímetros, vatí metros, ohmetrcs, cajas de resistencias, capaeímetros, galvanómetros, puentes de Wheastone, oscilógrafos de rayos catódicos, q-metro (aparato para medir el factor de calidad de las bobinas), permeámetro, etc. Uno de los oscilógrafos, recibido recientemente de Suiza y des tinado al futuro gabinete de alta tensión, se halla repre sentado en la fotografía número 5. La tensión máxima que puede ser registrada en él es del orden de I.ooo kilo vatios. Los fenómenos de choque, arco, chispa, sobreten siones, etc., pueden registrarse en este aparato, sobre pantalla fluorescente o en cámara fotográfica. Como instalaciones complementarias cuenta el Labo ratorio con una estación de transformación, dos bate rías de acumuladores con sus grupos de carga y un taller mecánico. La estación de transformación tiene por objeto con vertir la corriente trifásica a 6.ooo voltios que llega de la calle en corriente trifásica a 220 voltios, mediante un transformador de 30 kva. Para disponer de corriente continua para el gabinete de electrometría y las necesi dades de hornos, estufas, etc., cuando falta la corriente de la calle, hay instalada una batería de do elementos Tudor, tipo L-i6, con una capacidad máxima de 58o amperios-hora. Para la carga de esta batería se dispone de un grupo electrógeno, compuesto de un motor Die sel de r c. y. y una dínamo de 7,5 kw. También puede efectuarse la carga por medio de un motor eléctrico que, movido por la corriente trifásica proporcionada por la estación transformadora, acciona la dínamo. Los certificados de ensayo expedidos por el Labora torio desde su fundación hasta diciembre de 1948 as cienden a 6.200, de los cuales 2.381 corresponden a orga nismos dependientes del Ministerio del Ejército, y el resto a organismos oficiales no dependientes de dicho Minis terio y a particulares. En su ya dilatada vida, el Laboratorio ha tenido oca sión de intervenir en varios asuntos interesantes y cu riosos. En 1905, cuando todavía la técnica del hormigón armado se encontraba en sus balbuceos, se hundió la cubierta de ese material del tercer depósito, en construc ción, del Canal de Isabel II, ocasionando la muerte de varios de los obreros que trabajaban en las obras, y el Laboratorio realizó diversos estudios para el esclareci miento de las causas del hundimiento. En el año 1921 fué satisfecho por una de las Adminis traciones de Lotería de Madrid un décimo del sorteo de Navidad del citado año, que resultó estar falsificado. Este documento fué remitido al Laboratorio para que éste dictaminara acerca de la naturaleza de la falsificación. En fecha posterior fueron enviados por la Real Aca demia de la Historia unos documentos con los cuales se pretendía probar que el lugar de nacimiento de Cris tóbal Colón pertenecía a una determinada región espa ñola. Existía, por parte de la Academia, la sospecha de que hubiera alguna alteración en el texto original. Y, efectivamente, el Laboratorio, después de un dete nido examen de los documentos, descubrió las alteracio nes que se habían realizado en el texto primitivo. Foto núm. 5. 30 INTRODUCCIÓNSUMARIAA LA HISTORIA MILITAR Coronel de E. M., JUAN PRIEGO LOPEZ, del Servicio Histórico del Ejército. I __jA en España ya tiempo porque unala grave Historia crisis, Militar no sólo viene por pasando falta de lzistorio’gra/os—de personal preparado que la cul tive (1)—, sino, principalmente, por escasez de iaistorió tilos—de aficionados a ella—, pues no cabe desconocer la existencia de un estado de opinión, muy generalizado, que no cree en la utilidad profesional de los estudios his tóricos. A mi modo de ver, este desvio hacia la Historia Militar obedece principalmente a estos dos motivos fundamen tales: a)Desconfianza de la “verdad histórica”. b) Desconfianza de la utilidad de su investigación. En primer lugar, se duda de que los métodos históricos alcancen a restablecer la verdad de los hechos, y de que, aun siendo ello posible, los respetos humanos, los prejui cios y los apasionamientos permitan exponer sin velos, atenuaciones y tergiversaciones aquella verdad. En segundo lugar, se desconfía de que, dadas las cir cunstancias tan variadas que suelen acompañar a los distintos conflictos bélicos, y sobre todo los constantes progresos en el armamento y en los métodos de guerra, las enseñanzas deducidas de los conflictos pasados pue dan ser de utilidad para los que en el futuro se produzcan. En realidad, ambas desconfianzas no se hallan por completo desprovistas de razón. Sobrado conocida es, en efecto, la discrepancia de versiones que sobre cualquier suceso trivial suele ya manifestarse entre los testigos inmediatos del mismo; dis crepancia que irá aumentando en el transcurso del tiempo a causa de las inevitables modificaciones que toda ver sión experimenta al ser transmitida de boca en boca, sin contar con las tergiversaciones que la pasión, el inte rés o la malicia introducen más o menos conscientemente en el relato de los hechos. ¿Cómo, pues, desentrañar la verdad de lo sucedido cuando se trata de los complicados acontecimientos que sobrevienen en la guerra? Al hacer esta objeción se olvida, sin embargo, que si bien los deta lles del hecho pueden variar considerablemente de una versión a otra, la autenticidad y las características fun damentales del mismo quedan corroboradas precisamente por la variedad de versiones. Esta no constituye, pues, un obstáculo, sino una ayuda valiasísima para la inves tigación histórica, ya que cuantas más versiones parcia les se posean sobre los acontecimientos, más fácil será desentrañar la verdad de los mismos valiéndose de los métodos de que después hablaremos. Por lo que se refiere a la utilidad de la Historia Mili tar, es cierto también que las modalidades de cada nueva guerra suelen diferir bastante de las que revis tieron las anteriores. Pero es precisamente el estudio de estas guerras pasadas el que pone de manifiesto tales diferencias y prepara así al Mando para afrontar las (s) A este primer aspecto de tal crisis se refirió ya la Sección Histórica del Depósito Geográfico e Histórico del Ejército en una serie de artículos pubhcados en La Guerra y su Preparación, de 1928 a 5929. y debidos—según mis noticias—a la pluma del General Fuentes Cervera. En el pre sente artículo me referiré casi exclusivamente al segundo aspecto de la cuestión. innovaciones que puedan producirse en las futuras luchas. Quien pretenda menospreciar las enseñanzas de la Historia Militar basándose en el anterior criterio, habrá de ser consecuente en su menosprecio, incluyendo en él no sólo las experiencias del pasado remoto, sino las del pasado inmediato, pues no cabe presuponer que cada nueva guerra haya de diferir tan sólo gradualmente de la anterior. Esta fué precisamente la causa del desastre francés en la segunda guerra mundiál, por haberse obs tinado el Alto Mando de dicha nación en considerar todavía válidas las enseñanzas tácticas extraídas de la guerra estabilizada de 1914 a 1918. Y es que las expe riencias limitadas conducen necesariamente al estanca miento y a la rutina. Solamente la ampliación de la expe riencia en tiempo y espacio puede proporcionar al espí ritu la flexibilidad indispensabse para adaptarse fácil mente a las circunstancias imprevistas. Pero la experien cia personal, por dilatada y rica que sea, resulta siempre insuficiente, siendo necesario completarla con la de nuestros contemporáneos y la de nuestros antepasados, que se nos da resumida en la Historia Militar más o me nos reciente. No basta, sin embargo, con refutar a la ligera ambas objecciones, pues éstas se sustentan, a mi entender, de una raíz más honda: la falsa idea formada acerca de la finalidad de la Historia, de los métodos de que se vale y del verdadero alcance de sus lecciones, debido 81 defec tuoso sistema de enseñanza de dicha disciplina que ha prevalecido hasta ahora en los centros de formación ele mental. ¿Quién no recuerda, en efecto, con disgusto aque llos repertorios indigestos de nombres y de fechas que se le obligaba a aprender de memoria sin que se le explicase suficientemente la utilidad de todo ello? Ahora bien; si hay estudios que apenas necesitan de justificación preyia, pues su utilidad para la carrera de las armas es evidente de por sí—como ocurre con los estudios tácticos—, no sucede lo mismo con los estudios históricos, que no son de aplicación inmediata, y, por lo tanto, de utilidad manifiesta. Cierto es que al comienzo de la mayoría de los.textos elementales de Historia se suele encomiar de un modo for mulario la importancia de su estudio; pero las razones que generalmente se alegan en apoyo de esa tesis no son suficientes o se hallan deficientemente expuestas, como si se hablara a convencidos y no a principiantes que ninguna idea previa pueden tener de la finalidad de los estudios que se les proponen. Por lo regular, cuanto más elemental es un libro de Historia, más se suelen pasar por alto tales cuestiones previas (1), reservándolas, en cambio, para el conoci No se objete que tales cuestiones son demasiado ele para que pueda comprenderlas un adolescente, pues hasta las cuestiones más abstrusas de la ciencia pueden vul garizarse y exponerse en forma comprensible a todos, si se reducen a sus argumentos esenciales y se prescinde de todo el aparato científico indispensable para su investigación y demostración exhaustiva. Así ha sucedido, por ejemplo, con la bomba atómica, cuyos fundamentos han sido expuestos —a veces con mucho acierto—en forma popular tanto por la prensa como por el cine. (i) vadas 31 miento y la discusión de los ya iniciados en las discipli nas históricas. Milagroso parece que con esos procedi mientos didácticos lleguen a formarse vocaciones hacia tales estudios, pues sólo la intuición pu cdc suplir aquí la falta de esclarecimiento. A remediar en lo posible tal situación, despertando el interés de nuestros jóvenes Oficiales hacia los estudios históricos, tiende esta Introducción-_sumarísima más que sumaria—a la Historia Militar, en la que nos propo nemos dar respuesta clara y sucinta a las tres cuestiones históricomilitares que estimamos fundamentales: ja ¿Qué es la Historia Militar y qué objeto se pro pone? 2a ¿De qué métodos se vale para lograr su objeto y qué grado de certeza nos procura? 3a ¿Qué enseñanzas importantes se pueden obtener de su estudio? 1.—CONCEPTO Y FINALIDAD MILITAR DE LA HISTORIA En la frase “Historia Militar” se contienen dos pala bras: un sustantivo (la Historia) y un adjetivo que lo calificá (lo “militar”). Necesitamos, pues, averiguar pri mero qué es y qué se propone la Historía en general, y determinar después las particularidades que en su con cepto y finalidad introduce el calificativo de militar. La Historia puede ser definida provisionalmente, de un modo puramente descriptivo, como “una actividad del Hombre enderezada al conocimiento del pasado”. Pero ¿para qué le interesa al Hombre conocer el pasado? En los textos elementales de Historia a que anterior mente hemos aludido se suelen alegar para justificar la necesidad del conocimiento histórico las siguientes ra zones: Ante todo, la curiosidad por conocer los hechos, usos y costumbres de nuestros antepasados. En este motivo se inspira, en efecto, la labor de ciertos eruditos (1) o cul tivadores de la anécdota que, por lo general, publican sus trabajos en la prensa periódica. En tales trabajos se desentierran chismes y cuentos, prácticas y usos olvi dados, utensilios raros; en fin, curiosidades que, si son expuestas con amenidad, pueden llegar a interesar al público frívolo que ito necesita de otro alimento espiri tual. Pero es evidente que, si el conocimiento histórico no obedeciera a motivos más serios, no merecería en absoluto distraer nuestra atención. Otra razón que ae suele alegar para justificar, al menos, el conocimiento de la historia patria es la satis/acción del orgulloS nacional mediante el recuerdo de las glorias pasa das. No negamos la conveniencia de cultivar esta especie de Historia ¿onmemorativa para inculcar el patriotismo en la juventud y estimularlo en el pueblo en general. Pero en la historia de una nación no todos los aconteci mientos suelen ser gloriosos, sino que, desgraciadamente, con ellos alternan los reveses y las decadencias. Limitarse a recordar sistemáticamente los primeros, pasando por alto los segundos, equivaldría a mutilar la experiencia histórica del pueblo en cuestión, impulsándole a sobresti marse demasiado y a comprometerse en empresas supe riores a sus fuerzas, como ha sucedido en la mayor parte de los países con resultados desastrosos fáciles de recordar. Finalmente, se invoca, como razón fundamental del conocimiento histórico, la eiemplaridad positiva o nega tiva que de los acontecimientos pasados se desprende en relación con los de la época presente. Este intento de justificación cala más hondo en la raíz de lo histórico. Pero en su enunciación va implícita la idea de que las situaciones históricas se repiten y que, por lo tanto, pode mos aprovecharnos sin más de las experiencias pasadas. Ahora bien; hablando con propiedad, la Historia no puede repetirse, porque—lo mismo que nuestra propia vida—constituye una serie irreversible de acontecimien tos. De igual modo que un hombre maduro no puede, aunque se lo proponga, volver a la infancia ni afrontar con recursos infantiles los problemas que su edad le plantea, así también nos resulta imposible revivir situa ciones históricas pasadas o resolver nuestras actuales dificultades con expedientes que en otro tiempo resulta ron eficaces. No quiere esto decir que en la Historia no se puedan reconocer ciertas constantes basadas en las tendencias generales del ser humano, apenas alteradas en el curso de los siglos. Asi, por ejemplo, las revoluciones y las guerras obedecen casi siempre a los mismos motivos fundamenta les: al resentimiento (mezcla explosiva del odio y de la envidia, con espoleta retardada) o al impulso de dominio de una nación, secta o clase social, que, o bien se siente oprimida, o, por el contrario, sintiéndose fuerte material y espiritualmente, aspira a imponer al Mundo sus idea les colectivos. Pero tales motivos fundamentales se hallan muy diversamente matizados según la época y el país de que se trate; del mismo modo que el amor—aun siendo también una tendencia general humana—no lo experi mentan por igual todos los hombres, ni tampoco un mismo hombre en las distintas edades de su vida. Vemos, pues, que ninguna de las razones anterior mente aducidas bastan para iustificar la necesidad del conocimiento histórico, lo que nos obliga a seguir profun dizando en torno de él hasta tropezar con su verdadero cimiento. A mi juicio, la razón vital del conocimiento histórico es, en principio, la misma que la del conocer en general, y se resume maravillosamente en este párrafo de la Decaden cia de Occidente, de Oswald Spengler: “La planta vive sin saber que vive. El animal vive y lo sabe. El hombre se admira de vivir y pregunta” (1). En efecto, la planta vive estrechamente ligada al ambiente donde su éxistencia se desenvuelve. Si tal ambiente le es propicio, prospera, y si no, se marchita. y muere. La planta no necesita, pues, ni sentir ni pensar; la Naturaleza siente y piensa por ella. El animal es ya más libre frente al Mundo y puede moverse sobre él en sentido especial, buscando el ambiente que más le convenga. Para lo cual, la Naturaleza le ha dotado, en mayor o menor medida, de sensibilidad, o sea, de la facultad de darse cuenta de lo que es útil y lo que es nocivo a su existencia, aprovechándose de lo primero y rehuyendo lo segundo. Pero si el animal se siente vivir en el espacio y es capaz de distinguir entre un costado y el otro, entre arriba y abajo y entre delante y detrás, no se siente, en cambio, vivir temporalmente. Para el animal no existe el “antes” y el “después”, sólo existe el “ahora”. El animal vive en un puro presente (2). Sólo se ocupa de satisfacer mo mentáneamente sus necesidades vitales, de salir del paso, como pudiera decirse. Finalmente, el Hombre goza de una mayor importan (i) tomo Por erudito entendemos—por oposicidn a culto—el que sabe muchas cosas sin haberlas digerido; el que se limita a coleccionar datos y citas sobre una cuestión sin acertar a ordenarlos debidamente y a desentrañar su verdadero sig nificado, (i) 32 Spengler: Obra citada ItI, 1926, pág. 26). (edición española “Calpe”, (2) Aunque ciertas especies animales superiores se ha llan ya dotadas de la facultad de la memoria, sólo poseen, por decirlo así, una memoria intemporal, sin refereacia al guna al momento en que fué adquirida. El animal acumule experiencias y obra de acuerdo con ellas, pero no sabe por qué lo hace. cia -frente al Mundo. No sólo puede ‘moverse” en él espa cialmente, sino también temporalmente. El Hombre puede evadirse del instante presente recordando su pasado y, sobre todo, preocupándose del futuro, porque, además de vivir ahora, le interesa vivir después. Por eso no le basta, como al animal, salir del paso circunstancialmente, aprovechando lo útil y desechando o rehuyendo lo nocivo con que se encuentre en cada caso. El Hombre necesita saber, de una vez para siempre, por qué unas cosas le son útiles y otros le son nocivos, es decir, lo que cada cosa es, para saber a qué atenerse respecto a ella en adelante. Tal es la razón v,ital del conocimiento hu mano. El Hombre, antes de utilizar las cosas, necesita conocerlas, saber lo que son, y se destaca así, como animal teórico, de los demás seres vivientes, orientados en sentido eminentemente práctico (1). De este modo, el Mundo no se le ofrece al Hombre como un conjunto deatracciones o repulsiones, de facilidades o dificultades para su vida—según sucede, al parecer, con el animal—-, sino como un conjunto de problemas inquietantes que le interesa resolver para descubrir la razón de su existencia. Porque en la totalidad de lo real —incluído nuestro propio ser—nada nos resulta obvio, nada se explica por si mismo, todo se revela problemá tico. ¿Quién soy?, ¿dónde me encuentro?, ¿por qué existo? y ¿para qué existo?; he aqui una serie de pre guntas que todos nos formulamos cuando nos sobrecoge esa angustia, esa peculiar extrañeza de vivir que, en el párrafo de Spengler anteriormente citado, se señala como nota distintiva de la conducta humana. Ahora bien; el espectáculo primario que el Universo (2) o conjunto de cuanto existe (incluido el propio “yo”) ofrece al Hombre, cuando lo contempla en actitud teó rica, resulta desconcertante. Nada parece poseer un ser estable; todo se halla sometido a continuas transfor maciones. Las cosas que contemplamos cambian de as pecto de un momento a otro momento, y nosotros mis mos experimentamos nuestra vida como una serie inin terrumpida de variaciones. Sin embargo, el Hombre no se daría cuenta de tales cambios si en su vida y en las cosas no pudiera reconocer algo permanente que le per mite identificarlas en la serie de sus aspectos sucesivos. Dos problemas fundamentales se le plantean, pues, al Hombre cuando intenta comprender el Universo: 1.0 Descubrir su Natnraleta, su verdadero ser, lo que permanece constante en la serie de sus cambios. 2.° Desentrañar el sentido de sus variaciones para alcanzar así a prever su Destino. Tanto la solución de un problema como la del otro son de interés vital para el Hombre, pues si en la investiga ción de la naturaleza del Universo va implícita la de la (s) En toda tendencia a orientar las actividades humanas en sentido exclusivamente práctico se revela una cierta nos talgia de la vida animal, de esa vida que se limita a satisfa cer las necesidades perentorias de la existencia y se halla, por tanto, exenta de preocupaciones. (y) Aunque en la conversación corriente se suelen emplear como sinónimas las palabras “Mundo” y “Universo”, su sentido es, en realidad, muy diferente. El “Ibundo” es un concepto particular y hace referencia al conjunto de cosas que nos rodean y con las que tenemos que habéfnoslas habi tualmente, bien pensándolas, bien deseándolas, bien ac tuando sobre ellas. El “Mundo” viene a ser el contrapolo de nuestro “yo” (el sujeto de nuestros actos), y así a cada uno de nosotros le corresponde un mundo particular, que puede coincidir hasta cierto punto, pero no por completo, con el mundo de los demás. En cambio, el concepto de “Uni verso” abarca todo lo que existe, ha existido o existirá hasta el fin de los tiempos, incluyendo los diferentes mun dos particulares y sus respectivos sujetos. Al margen del Universo sólo queda Dios, el ser autosuficiente. eterno e infinito, creador y conservador de aquél. naturaleza propia, en la inquietud por el destino univer sal se transparenta la preocupación por el propio destino. Esto no quiere decir que ambos problemas sean de fácil solución, y hasta es poible que, en definitiva, excedan a las posibilidades congnoscitivas del ser humano. Sin embargo, éste, desde que existe, se esfuerza en conse guirlo, y, a falta de una solución definitiva y plenamente satisfactoria, se ha esforzado en imaginar explicaciones provisionales, más o menos plausibles, que constituyen el tema de las diversas filosofías. Todavía hoy (después de un siglo de positivismo) el interés por el primer problema (la investigación de la naturaleza del Universo) preside, en definitiva, la labor de las llamadas ciencias naturales, mientras que el se gundo (la preocupación por el futuro) es el incentivo supremo que alienta a los que-se ocupan de las ciencias históricas. - - Ha llegado, pues, el momento de definir la Historia como problema de conocimiento, Tal como yo la entiendo, es el intento de la mente humana de conocer el pasado para entender mejor el presente y prever en lo posible el porve nír. Ya hemos expuesto el interés vital que ofrece tal intento; ahora nos corresponde demostrar que no se trata de niguna quimera, que la empresa dista mucho de ser disparatada y resulta factible partiendo de ciertos su puestos. En realidad, ninguna ciencia humana sería posible si Ejemplo de “testimonios escritos” : Portada de una de las pri meras ediciones del Memorial de Sainte-Héléne, que contiene las memorias dictadas por el Emperador Napoleón 1 a su secre fa-rio el Coode de Las Cases durante se destierro en Santa Elena. 33 prescindiera de ciertos postulados o supuestos previos que nos sirven de base de partida. Así, por ejemplo, ya es sabido que la geometría euclidiana (la que se en seña corrientemente) se basa en la afirmación de que “por un punto exterior a una recta sólo se puede trazar otra recta que sea paralela a la anterior”, afirmación que se ha revelado indemostrable, debiendo ser considerada como un simple postulado, tanto más cuanto que, basándose en supuestos distintos y aun contrarios, se han podido deducir otras geometrías igualmente váli das (1). Así, también, las ciencias naturales carecerían de objeto si no se presupone que en la Naturaleza existe un orden, cuyas leyes podemos descubrir en la experien cia, al menos con cierta aproximación (2). La Historia, por su parte, basa sus pretensiones de ciencia en el supuesto de que los acontecimientos uni versales no se suceden en un orden arbitrario, sino que obdecen a un plan preconcebido, cuyas líneas generales pueden ser descubiertas reconstituyendo la trayectoria de los sucesos pasados, del mismo modo que el lector de una novela puede presentir el desenlace de ella a través de las incidencias sucesivas del relato. Cierto es que la empresa es aventurada, porque, lo mismo que en las creaciones imaginativas de la mente human?, en la Historia se pueden dar—y se dan no pocas veces—desenlaces imprevistos. Pero, de igual modo que en una comedia o en una novela—si no se trata de un engendro literario—el desenlace, por ingenioso y origi nal que sea, no puede ser caprichoso, sino que debe dedu cirse lógicamente de las circunstancias de la acción y de los caracteres de los personajes, pudiendo ser des cubierto por un espectador o lector dotado de la necesa ria penetración, así también la Historia, si atribuimos su trama a un ser inteligente, debe obedecer a una cierta lógica, pues es propio de toda inteligencia—y más si se trata, como en este caso, de la inteligencia divina—el no obrar nunca sin razón suficiente. Y aunque, en defi nitiva, los planes de una inteligencia tan superior a la nuestra nos resulten en conjunto indescifrables, espera mos al menos descubrir en el pasado alguna señal que nos indique el probable cariz que nos ofrecerá el inme diato futuro (3), empresa que resulta, por lo menos, tan interesante y legitima como la de descubrir en la experiencia la razón de ser de los fenómenos naturales. Ahora bien; si los acontecimientos históricos no se suceden en un orden arbitrario, ¿qué clase de ley re gula su sucesión? Algunos no admiten en la Historia la existencia de leyes, pues—según ellos—los aconteci mientos históricos constituyen siempre algo insólito, son singulares y no se repiten nunca. Según esta opinión, la Historia tendría que limitarse a reseñar lo que ha ocu rrido en cada caso: “ahora sucede esto, ahora esto otro”, y así sucesivamente, sin tratar de relacionar entre si los diversos acontecimientos. Tal interpretación no con sentiría, pues, otra clase de Historia que la que se cul tiva para satisfacer la curiosidad de mentes desocupadas. A mi manera de ver, esta opinión va descaminada. Cierto es que a la Historia no le son aplicables las leyes se Entre ellas, la geometría esférica de Gauss y la hipcr de Riemann. (2) Si los fenómenos naturales so sucediesen sin regula ridad alguna, si no se hallasen determinados por sus causas inmediatas o remotas—como pretenden los modernos de fensores del indeternsinismo—, la Naturaleza sería incognos cible, y las ciencias que do ella se ocupan quedarían despro vistas de finalidad. () La situación del Hombre a este respecte se asemoja a la del simple soldado en la guerra; también ól desconoce, por lo general, los planes de sus altos jefes; pero ciertos sín tomas inequívocos le permiten colegir si se prepara una gran operación, si ésta es inminente y la probable dirección de la misma. (i) hóhca 34 físicas, y en especial la de causalidad (i), que exige que de iguales causas se deriven los mismos efectos, pues ya hemos convenido en que los acontecimientos históri cos no se repiten, y no reproduciéndose las causas, tam poco pueden r.eproducirse sus correspondientes efectos. Pero en el Universo debe admitirse la existencia de otras leyes, además de la de causalidad. La organiza ción y comportamiento de los seres vivos responde más bien a una ley de finalidad (la adecuada satisfacción de sus necesidades vitales). Y la conducta del ser humano, aun teniendo en cuenta su libre albedrío, tampoco nos resulta por completo imprevisible. En efecto; propiamente hablando, el Hombre no obra nunca de nn modo absolutamente arbitrario (2)—por que sí”, como vulgarmente se dice—, sino por algún motivo, bueno o malo, y en la posibilidad de decidir entre una u otra clase de motivos reside precisamente nuestra libertad. Ahora bien; en nuestra decisión influyen (sin determi naría por completo): en primer lugar, las tendencias generales de la especie humana—las constantes de que anteriormente habíamos—; en segundo lugar, las carac teristicas raciales, nacionales y sociales del individuo en cuestión, y, por últhno, sus características persona les, su manera de ser individual, determinada, en gran parte, por sus predisposiciones hereditarias y por las circunstancias de lugar, tiempo y ambiente espiritual en que su vida se desenvuelve. De este modo, la conducta de todo hombre nos resulta previsible, hasta cierto punto, cuando conocemos a fondo su carácter (3), cono cimiento que sólo podremos adquirir investigando sus antecedentes, es decir, su historio. Y lo mismo sucede con los demás sujetos posibles de la investigación his tórica (épocas, razas, culturas, generaciones, nacionali dades, etc.), en todos los cuales se pueden reconocer características peculiares, que se hallan determinadas por sus pasadas vicisitudes y que nos permiten prever, con cierta probabilidad, su inmediato futuro. “Frente a la razón físicomatemática—ha dicho Ortega y Gasset con insuperable acierto—hay, pues, una razón narrativa. Para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia. Este hombre, esta nación hace tal cosa y es así jborque antes hizo tal otra y fué de tal otro modo. La vida humana sólo se vuelve transparente ante la razón histórica” (4). Y, más adelante, el insigne escritor completa su pensa miento: “No puede aclararse el ayer sin el anteayer, y así sucesivamente. La historia es un sistema—el sistema de (i) Me refiero al principio de causalidad tal como lo entiende la Física, no al riaciio de eeu,selided general que Balmes enunció así: “Todo lo que llega a ser tiene una causa.” Este principio rige también en la Historia, pues no es más que un caso particular del princíio de rasen suficiente. (2) Por lo general, cuando creemos obrar más arbitra riamente—cuando hacemos “lo que nos da le. gana”—obe decemos, en realidad a nuestros impulsos e inclinaciones natursles. En tales condiciones, nuestra conducta se ase meja más a la de un animal o a la de una máquina que a la que es propia y exclusiva del Hombre. Toda acción libre exige una previa deliberación, un examen reflexivo del pro y el contra de ella, antes de decidirnos. () En este conocimiento se basa un jefe cuando ebae a uno de sus subordinados para encomendarle una misión delicada. Confía en él, en que su comportamiento ha de ser el debido, porque conoce su carácter, su manera habitual de comportarse, por haberlo tratado a fondo o haber estu diado sus antecedentes, y si su confianza resulta defraudada, ello sólo demuestra que su conocimiento del individuo era imperfecto. () Historia como sistema (Editorial “Revista de Occi dente”, Madrid, 1941, pág. 6il. las experiencias humanas, que forman una cadena inexo rable y única” (1). Aclarado así lo que es !a Historia en generai y cuál es su objeto, nos corresponde ahora determinar en tan ex tenso cohcepto las peculiaridades que distinguen a la Historia Militar. La investigación del pasado para esclarecer el presente y prever el porvenir—en que hemos convenido que la Historia consistía—puede ser entendida con mayor o menor amplitud. En su sentido más amplio, constituye lo que llamamos Historia Universal, que, en realidad, debiera extenderse a la totalidad del acontecer cósmico, incluidas sus fases anteriores a la aparición del Hombre. Pero, generalmente, el estudio de dichas fases se reserva a ciencias especiales, como la Cosmología, la Geología o la Paleontología, limitándose la llamada Historia Universal a investigar las vicisitudes de nuestra especie sobre el planeta Tierra especialmente, por lo que atañe a nues tras actividades espirituales, que son las que nos carac terizan entre los demás seres vivientes y las que, por lo tanto, nos interesa destacar para determinar la trayec toria de nuestro peculiar destino. Entre tales actividades espirituales debe conjarse la guerra, la cual no constituye un simple desahogo de fuerza bruta—como pretenden algunos—, sino que se distingue esencialmente de las luchas circunstanciales de otros seres animados, porque en ella la violencia va guiacla por la razón, tanto por lo que se refiere a sus motivos como a su ejercicio y a los resultados que de la misma se esperan. La guerra, así entendida, constituye la constante por excelencia de la Historia, con la que se hallan íntima mente entretejidas las demás actividades espirituales hu ‘nanas (religión, arte, ciencia, política, economía, té’nica) que a ella cooperan o de ella se sirven como medio. Un fenómeno histórico tan reiterado y de tanta tras cendencia merece ser objeto de un conocimiento particular, que—lo mismo que el del Universo en su con cHar las guerras pasadas en relación con e ambiente social y político en que se produjeron, no limitándose, pues, a describir su desarrollo, sino determinando tam bién sus antecedentes y consecuencias. Solamente esta manera de entender la Historia Militar puede resultar fructífera, pues ya hemos dicho que la actividad bélica se halla estrechamente relacionada con las demás acti vidades espirituales humanas (especialmente con la Polí tica), y no puede ser abstraída por completo de ellas sin quedar desprovista de explicación y significado (1). (e) No se olvide que, de los tres Íactores determinantes del Arte Militar: los hombres, las armas y el terreno, el pri erehlaLie !!._I 3:“•“ t!*qrr. -t •.‘1 ‘;-.. 1 11-’ ,. •... ...-..--- .,Y’ .-/‘- / .1 junto—nos plantea dos problemas diferentes: 1.0 Descubrir la naturaleza o esencia del hecho bélico a través de sus manifestaciones temporales. 2.° De la sucesión de estas últimas inferir el sentido de sus variaciones, para alcanzar así a prever sus aspec tos futuros. La investigación del primer problema correspor1de a la Teoría de la Guerra, de cuyos descubrimientos aspira a beneficiarse el Arte Militar, o sea, el conjunto de re glas para prepararla y realizarla con éxito. La segunda cuestión constituye el objeto de la Historia de la Guerra o Historia Militar. Pero fácilmente se advierte que el orden de urgencia de ambas cuestiones es precisamente el inverso de su orden lógico, que la resolución del primer problema ha de subordinarse a la resolución del segundo. No es posible, en efecto, establecer teoría alguna’acerca de la guerra ni deducir de ella ningún arte o técnica de hacerla si no se ha estudiado antes el fenómeno bélico ... ..,-- _...J .: --__).J J-.,---- ..;L-L;; :•- /‘•I_’4 .-.Ø-l-)< ‘-.,.-- 7 q,. ¿,7-. • -. “ .-.--.• ...,. ,,- ‘: 4_ •.e._ 4:P en sus diferentes manifestaciones temporales e inten tado descubrir el sentido de sus variaciones, es decir, si se desconoce la Historia de las guerras. Definiremos, pues, la Historia Militar como el estudio crítico y documentado de las guerras pasadas con el fin de de’lucir enseñan,’as interesantes para el presente.y futuro inmediato del Arte Militar. Este se limita, por lo tanto, a acumular y seleccionar experiencias históricas, y sin ellas resultaría inconcebible. No debe, sin embargo, confundirse la Historia Miiitar con la Historia del Arte Militar. Esta se circunscribe generalmente a exponer la evolución del modo de hacer la guerra a través de los tiempos; la primera debe estu (i) dente”, Historia como sistema (Editorial Madrid, 1941, pág. 67). “Revista ele Occi ;_ ç.. ¿;.- .‘.‘.- ........ Ejemplo de “documentos”. Comienzo y final del informe dirigido por el 1W riscal Von Hindenburg al Emperador Guillermo II, el 26 de julio de I9 acerca de la continuación de las oPeraciones en el frente oriental, con notas no ginales del General Jefe del Estado Mayor, General Von Falhenhayn. (A rchivo del Reich, Potsdam.) 35 11.—METODOS DE LA HISTORIA MILITAR De cuanto hemos dicho hasta aquí acerca de la finali dad de la Historia, se desprende que el conocimiento del pasado es el medio de que pretendemos servirnos tender el presente y prever (1) el porvenir. Por “conocimiento del pasado” debemos a su vez, la reconstitución de los acontecimientos para en entender, pretéritos en su orden de sucesión y en sus mutuas relaciones de ma nera que el conjunto de ellos nos resulte comprensible. De esta definición se desprende claramente lo que del pasado nos interesa conocer. No necesitamos, en efecto, conocer todos los acontecimientos del pasado, sino úni camente los que nos permitan comprenderlo en su con junto, es decir, aquellos que han ejercido una influencia relevante en el curso de los sucesos posteriores y se rela cionan así, de algún modo, con nuestro presente y nues tro futuro inmediato. Sólo estos acontecimientos preté ritos merecen propiamente calificarse de “históricos” (2). Por lq que se refiere a cada acontecimiento histórico particular, nos interesa conocer las circunstancias en que se produjo y la forma en que se desarrolló, así como sus antecedentes y consecuencias. De una manera general, el historiador debe procurar contestar—en el orden y con la amplitud que convenga a la finalidad del relato—a la serie de preguntas que se le formularían lógicamente si se le exigiese informar acerca de cualquier suceso de que hubiera sido testigo: ¿qué sucedió?, ¿a quién o a quiénes les sucedió?, ¿dóude sucedió?, ¿cuándo sucedió?, ¿cómo sucedió?, ¿por qué suce dió? y ¿para qué sucedió? Por ejemplo, si se trata de historiar un hecho de armas —que es el problema concreto que se nos plantea—, habrá que informar al lector: de la situación general y particular de los beligerantes antes de producirse aquél; de las fuerzas de que cada uno disponía; de los propósi tos de sus respectivos Mandos; de las particularidades geográficas y topográficas del lugar de la acción; de la fecha y de la duración de ésta; de la forma en que se dvsarrolló; de sus resultados y de las consecuencias que de ella se derivaron en relación con el curso sucesivo de las operaciones. - mero es—con mucho—el más importante. Pues el Hombre puede elegir, basta cierto punto, los otros dos; sólo él cons tituye siempre un dato previo. Ningún modo especial de combatir resulta, por lo tanto, explicable, prescindiendo de las circunstancias de lugar y tiempo y del ambiente espiri tual en que se desenvuelve la vida de los hombres que lo emplean. No quiere esto decir que la Historia Militar tenga que estudiar a fondo tales circunstancias, pero sí debe des cribir a grandes rasgos la situación espiritual en que cada guerra se produce, así como la situación subsiguiente, de la que se derivarán, sin duda, nuevas guerr:a. Todo ello exige, evidentemente, que el historiador militar posea una sólida y amplia cultura, además de sus conocimientos profesionales. (a) Quede bien entendido que hablamos de prever y no de profetizar. La pro fecio (el conocimiento anticipado y cer tero del futuro) le está vedada al Hombre, a no ser que se halle inspirado por la gracia divina. La previsión (la repre sentación imaginativa de las probables circunstancias del futuro), no sólo es posible, sino que sin ella no se concibe ninguna empresa humana de cierto alcance. Ya se trate, en efecto, de construir un puente o un edificio, de planear un negocio o de organizar, armar e instruir un Ejército, necesitamos prever en lo posible las contingencias futuras que con nuestro proyecto se relacionen. (2) “Sólo lo que ha penetrado inmediata o mediatamente en el contenido de la realidad presente como elemento o como condición eficaz se incorpora en el curso dialéctico de la Historia” (Hans Freyer: Los sistemas de fa Historia Uni versal, en el tomo 1 de la Historia Universo, de ‘Valter Goetz, edición española Espasa-Calpe, Madrid, 1932. pág. 4ó). 36 El historiador tiene el deber inexcusable de responder a todas estas cuestiones en la medida que lo permitan los datos que pueda procurarse, distinguiendo—eso si— pulcramente entre los hechos probados y las meras con jeturas, pero sin dejar de contestarlas de un modo u otro. La inera recopilación de datos exactos, pero incone xos, no es Historia. Esta requiere todavía que tales datos sean interpretados y relacionados entre si, para que el relato resulte coherente y el acontecimiento relv fado quede suficientemente esclarecido. Tres tareas sucesivas se nos ofrecen, pues, al tratar de reconstituir un hecho histórico: ja Buscar los datos que nos permitan reconstituirlo. 2,a Comprobar tales datos. 3a Interpretarlos y relacionarlos entre sí de tal modo que el hecho quede reconstituido con la mayor exactitud y expuesto en forma que nos resulte compren sible. El método o vía por el que se logra el conocimiento histórico se asemeja así en alto grado al procedimiento usado en la investigación criminal. En efecto; lo mismo que un juez instructor encargado de practicar diligencias para el esclarecimiento de un delito, el historiador que intenta recodstituir la verdad de un hecho histórico debe, ante todo, procurarse acerca del mismo la mayor suma posible de testimonios orales o escritos y—a falta o como complemento de ellos—de documentos, vestigios materiales u otros indicios que con el citado hecho se relacionen. A esta primera etapa de la investigación hisfórica la denominan algunos Heurística (técnica del hallazgo), y por parte de los metodólogos se le concede una gran importancia. La tiene, en efecto, porque, lo mismo que la construcción de un edificio, la reconstitución del pasado exige, para su solidez o consistencia, la aporta ción preéia de “materiales” suficientes en cantidad y calidad. Dicho se está con ello que la mera acumulación de datos no basta, que hay que seleccionarlos, desechando de antemano todos los que, a simple vista, carezcan de interés o utilidad para el objeto propuesto o no nos ofrezcan suficientes garantías de veracidad o autentici dad, condiciones ambas que, en ocasiones, nos plantean exigencias contrapuestas. En efecto; no pocas veces el interés de un dato se halla en razón inversa con sus garantías de veracidad. Así, por ejemplo, en cuanto a la Historia Militar se refiere especialmente, los datos más interesantes suelen ser las declaraciones de los testigos presenciales del hecho, sobre todo de aquellos que, por el puesto en que se hallaban situados, han podido gozar de una visión más completa y objetiva de los acontecimientos. Pero tales declaraciones son también las que mayor desconfianza nos merecen por lo que respecta a su veracidad o exac titud. pues ya es sabido que los testigos presenciales suelen engañarse (por ilusión u olvido involuntario) o engañarnos (por algún interés personal o social que les induzca a extraviar deliberadamente nuestro juicio). Sin embargo, estos inconvenientes del testimonio directo pueden paliarse, hasta cierto punto, interrogando, lo mis inmediatamente posible al momento de producirse el hecho, al mayor número de testigos presenciales que podamos procurarnos. Con ello se conseguirá: primero, impedir que cualquier testigo tenga tiempo suficiente de amañar a conciencia su declaración, y segundo, compro bar y completar la declaración de cada uno con la de los demás. Por lo que respecta a la Historia Militar, tal sis tema exigiría que, al comenzar una campaña, se asignase al E. M. de cada Gran Unidad un equipo, más o menos numeroso, de historiadores militares, encargado de re señar las principales operaciones de la misma, interro gando para ello oportunamente a los testigos presencia les de los episodios más salientes y recopilando sobre el propio terreno los documentos y demás datos interesan tes para el cumplimiento de su misión (1). Pero es evidente que tal sistema resulta impracticable cuando se trata de historiar acontecimientos más o me nos remotos, cuyos testigos han muerto o han envejecido lo bastante para que sus recuerdos no sean ya de fiar. En tal caso, tendremos que valernos de testimonios es critos, casi siempre menos espontáneos y sinceros que los testimonios orales, porque la escritura se presta mu cho más que el lenguaje hablado a disimular o alterar la verdad de lo que se piensa (2). Entre tales testimonios escritos son especialmente interesantes las memorias de los personajes que han desempeñado en los aconteci mientos históricos un papel relevante, porque sólo en ellas podremos informarnos suficientemente de las deci siones—a menudo secretas—que los motivaron. Cierto es que, en principio, debemos desconfiar de la absoluta veracidad de dichas memorias, ya que sus autores se proponen generalmente justificar su actuación, atribu yéndose la iniciativa de los éxitos y descargando sobre los demás la responsabilidad de los fracasos. Pero no siempre se da este caso. En casi todas estas memorias se contiene un fondo de verdad que podemos discernir cotejándolas con otras memorias o documentos contem porán eos. Tropezamos aquí con la clase de datos que más fre cuentemente tendrá que manejar el historiador. Al doce viento se le concede una gran importancia en la investi gación histórica, porque, generalmente, constituye el único dato relativamente seguro de que pdemos valer nos, pero no porque nos ofrezca mayores garantías de veracidad que el testimonio oral o escrito. En efecto, aun demostrada la autenticidad de un documento, nada nos asegura de antemano que lo que en él se dice sea cierto (3). Por otra parte, el documento se limita en todo caso a acreditar alguna circunstancia relacionada con el hecho que nos ocupa o sólo se refiere a éste de un modo indirecto, por lo que, si el historiador intenta extraer de él alguna información interesante, tendrá que recu: rrir a inferencias aventuradas que le pueden conducir al error. Examinemos, a este respecto, la clase de documentos con los que tendrá que hahérselas más corrientemente el historiador militar que se ocupe de alguna campaña moderna. Tales documentos son los que suelen fogmu larse én los Estados Mayores de las Grandes Unidades: que las memorias, se hallan redactados por hombres que también pueden engañarse o engañarnos. El documento constituye tan sólo una fuente de in formación secundaria que sirve principalmente para comprobar los datos que nos suministran los testimonios orales o escritos o para suplir la falta de ellos. Este último caso es el que se da generalmente al historiar sucesos remotos, y de aquí la importancia que en la Historia ha adquirido la documentación. Finalmente, también los vestigios materiales de épo cas pasadas constituyen un dato valiosisimo. para el historiador. Por lo que a la Historia Militar se refiere, no es necesario ponderar, por ejemplo, el interés que poseen los restos de fortificaciones o del armamento de épocas pasadas que hoy se conservan o que puedan descubrirse en lo sucesivo, así como la representación pictórica o escultórica de los mismos por parte de los artistas de entonces. Dichos restos, una vez comprobada su autenticidad y determinada la época a que pertenecen, constituyen un dato absolutamente seguro; pero si se pretende ir más allá del dato escueto e inferir de él con clusiones referentes al modo de combatir de aquella época, tendremos que proceder con suma cautela para no incurrir en graves errores. estados de fuerga y situación, boletines de información, directivas s órdenes de operaciones, partes y diarios de oeracíones, etc. Ninguno de estos documentos, aun siendo auténticos, nos proporcionan toda la información que necesitamos, ni tampoco podemos fiarnos en abso luto de los datos que en ellos se consignan, pues, lo mismo (i) Este sistema fué ya ensayado por el Ejército norte americano en la pasada guerra mundial. Como resultado de las experiencias entonces adquiridas, la Sección Histórica del Estado Mayor Especial de dicho Ejército, en su nuevo Reglamento de servicios, prevé “la creación de una Agencia de Servicios históricos y de Secciones históricas de Estado Mayor como parte orgánica de los Ejércitos, C. E. y Divi siones, bajo el Jefe o Subjefe de E. M. La Agencia de Servi cios históricos consistirá en diversas agrupaciones celulares que podrán ser adscritas a Unidades tácticas o de servicio para desempeñar labores históricas específicas”. (Véase Melitary Revieec, de jnlio de ‘949, edición hispanoamericana, páginas 59 a 6e.) (2) No se olvide, en efecto, que la expresión o la mímica del que habla pueden traicionar lo que sus palabras dicen. (e) Se exceptóan—claro está—las actas y demás docu mentos notariales, a las que les basta poseer los requisitos formales que acreditan su autenticidad para resultar feha cientes, pero sólo en cuanto a los extremos que en el docu mento se mencionan de una manera expresa. Ejene pto de una obra redactada a base de testimonios orates recogidos sobre el propio terreno, casi inmediatamente después de ocurrir los sucesos que se relatan. El Coronel Marshall era el historiador jefe del Teatro Europeo de Operaciones. y un equipo a sus órdenes asistió a le célebre “Batalla de la Bolsa” (o de las Ardenas), a fines de diciembre de 1944, con objeto de recoger los testimonios en que la obra se basa. 37 No nos basta, pues, con una ciase de datos, ya que todos pueden proporcionarnos informes valiosos y se comple mentan mutuamente. Pero para que tales datos resul ten aprovechables necesitamos comproharlos, compro bación que con el nombre de crítica constituye la segunda etapa del método histórico. También el juez instructor—con cuyos procedimien tos seguimos comparando los de la investigación histórica para hacerlos más comprensibles e intuitivos-----necesita comprobar las pruebas que se ha procurado para asentar sobre base firme la reconstitución de los hechos que se le ha ordenado esclarecer. Y así, por lo que se refiere a los testigos, se asegurará, primero, de su autenticidad —es decir, de si presenciaron verdaderamente los hechos de que declaran ser testigos—, y después, del crédito que merecen sus declaraciones, habida cuenta de su amistad o enemistad con el presunto reo y delinterés que puedan tener en ocultar o en desfigurar la verdad. Y en cuanto a los documentos y o los vestigios materiales, tendrá que averiguar también si son auténticos o si han sido fal sificados—recurriendo en caso necesario, para decidirlo, al asesoramiento de peritos en la especialidad que se requie ra—y si lo que en ellos se declara o se significa es cierto. Parecida tarea es la que le incumbe al historiador, que debe verificar todos sus datos, tanto por lo que se re fiere a su autenticidad (crítica externa) como por lo que respecta a su exactitud (crítica interna). Ambos momen tos de la crítica histórica aparecen diversamente matiza dos según la clase de datos de que se trata. Cuando se trata, por ejemplo, de comprobar las decla raciones verbales de los testigos de un acontecimiento reciente—caso que se le planteará frecuentemente al historiador de campañ as modernas—, resulta relativa mente fácil segurarse de la autenticidad del testigo, de su presencia en el lugar del acontecimiento, porque los testigos abundan y se reconocen mutuamente; la dificul tad consiste en compaginar sus diversas versiones sobre el acontecimiento en cuestión. Ante todo, hemos de afir mar resueltamente, en contra de la opinión vulgar, que la diversidad de versiones sobre un mismo tzecho no prueba necesariamente la falsedad o el error de ninguna de ellas. Tales versiones pueden diferir en multitud de detalles y ser, sin embargo, todas ellas verdaderas y mu tuamente compatibles, porque un testigo puede haber apreciado detalles que a otro se le escaparon, ya que —como explicaremos más adelante—nuestra apreciación de los hechos es siempre necesariamente parcial. La in compatibilidad sólo surge cuando sobre un mismo de talle esencial existen declaraciones contradictorias, En tal caso, el historiador deberá tener en cuenta los antece dentes personales de cada testigo (tanto respecto a su sinceridad como a su capacidad de observación y a su buena o mala memoria) y el interés menor o mayor que pueda tenei’ en disfrazar la verdad en un sentido o en otro. Con todo ello, y mediante la confrontación de las declaraciones de ios testigos con otros datos que posea (documentos, vestigios materiales, etc.), podrá llegar el historiador a discernir la verdad. Si se trata, en cambio, de testimonios escritos o de documentos, su crítica externa resulta ya más compli cada. Tal crítica exige, en primer lugar, que determine mos con la mayor precisión posible la procedencia del escrito (su verdadero autor, cuando se trata de un testi monio, y su fecha, firma y lugar de origen1 en el caso del documento), sin cuyo requisito carecerá de toda fuerza probatoria. En segundo lugar, los testimonios pueden resultar apócrifos (1), y los documentos, falsificados, por lo que tendremos que asegurarnos de su autenticidad por toda clase de medios (examen de la letra, del estilo, de las fórmulas burocráticas, de los sellos y membretes, de u) monas” 38 Tal ha ocurrido, en efecto, con las pretendidas dc algunos personajes célebres. “me la calidad del papel, etc.). Finalmente, si de momento no disponemos del original ni de una copia legalizada del documento, sino de una copia simple del mismo, habremos de someter esta copia a la crítica de restitución, que consiste en cotej arIa con el original para comprobar si su texto ha sido reproducido fielmente, o, en otro caso, corregir las divergencias que se adviertan. La crítica interna de los testimonios escritos y de los documentos—es decir, la comprobación de la certeza de su contenido—exige a su vez dos operaciones: la crí tica de sinceridad y la crítica de exactitud. La primera tiene por objeto comprobar si el autor del escrito dice la verdad o pretende engañarnos a sabiendas; la segunda. si dicho autor, aun siendo sincero, ha incurrido inadver tidamente en error, Los criterios de que tendrá que va lerse el historiador para decidir en uno u otro caso son los mismos de que ya hemos hecho referencia al tratar de los testimonios orales, con la desventaja por parte del documento de que, por lo general, no será posible inte rrogar al autor acerca de los motivos de sus contradiccio nes ni carearlo con otros testigos que lo desmientan (1). En cuanto a los restos o vestigios materiales, la crítica ha de limitarse a determinar su procedencia y autentici dad, y, por lo tanto, no se plantea respecto a ellos nin gún problema de crítica interna. Una vez recogidos, seleccionados y depurados sus datos, el historiador se halla en condiciones de reconsti tuir el pasado sobre bases firmes, del mismo modo que el juez instructor de nuestro ejemplo, cuando considera suficientemente aclarados los hechos que se le ha orde nado investigar, resume las diligencias practicadas y los resultados de ellas obtenidos en un informe que eleva a sus superiores. Cierto es que la labor del historiador suele ser más delicada y difícil, debido a la mayor complejidad de los hechos que generalmente le corresponde esclarecer; pero el método a emplear continúa siendo fundamentalmente el mismo en uno y en otro caso. Esta última etapa de la investigación histórica se de nomina Síntesis, y durante ella, el historiador deberá. primero, interpretar sus datos para desentrañar su sig nificado en relación con el acontecimiento que trata de reconstituir; los combinard después de acuerdo con el significado que les atribuya, y, por último, expondrá los resultados de su investigación en forma que el citádo acontecimiento resulte comprensible. Para llevar a buen fin todas estas tareas, el historiador deberá hallarse dotado, en primer lugar, de un sincero afán por la verdad, poniendo a contribución todos los medios a su alcance para descubrirla, y aceptándola, una vez descubierta, aunque no le sea grata; en segundo lugar, de suficiente penetración para distinguir lo esen cial de lo inesencial y percibir la relación existente entre sus diversos datos; en tercer lugar, de cierta dosis de imaginación, para revivir mentalmente los acontecimien tos que trata de historiar, y “rellenar” con presunciones o conjeturas verosímiles, en relación con el lugar y la época de la acción y el carácter de los personajes, los vacíos que la falta o insuficiencia de datos pudiera introducir en su narración (2), y por último, de la facul (i) De nuevo se manifiesta aquí la conveniencia de que. cuando se trate de historiar una campaña, todas estas dili gencias se efectúen en el curso de ella, lo más inmediatamente posible al momento de prodnci’-se los hechos que merezcan reseñarse. Se trata de una labor análoga a la que suelen realizar los llamados “cronistas de guerra”, pero por per sonal militar especializado dotado de cierta autoridad con un criterio histdrico, no periodístico. (2) Este “relleno” es tan legítimo como el que se efectúa en un levantamiento topográfico entre la red de puntos determinados con toda precisión por las sucesivas triangu laciones, y Jea.e& plan de maniobra del Es tado Mayor Central roi O para las operaciones ca el fuente de Madrid (Batalla de Branete) firmado en 24 de junio de 1937 por el Coronel Vicente Rojo. (Archivo de la Guer;a de Liberación.) LO. (..om2enzo . 0 0 1 A 19 ZL F..LITE - •Sa trettfl it, wflt e 1 ZVAit n tad de expresarse por escrito con seflcillef, c!a ridad y concisión para que los acontecimientos 1 —--- .-/ queden expuestos en for Lat eoger de ma ordenada, interesan caes ftt5r%LeC eerigee& td.5 es]. e y al e.d eYOJ te y, en lo posible, ame i.e-.cc el e’cAte yrovoaedO al seyliege.e u1t o. 1 e lo 0 na, sin mengua de su llec.ar la ltnece de -outaotO l royo de ctr:e co. o1ctc -a . lv exactitud. ee ar1d ¿le la ao1ón de bcrLLeO nzLo dci En la medida en que ‘o ro&nol.s ec1o 1o e. tI. .cc’cta o.n j.e l e ‘. ‘.. cada historiador logre O Le’a2lLte la dirCC3ioi e 1clíe ra nL11 .r -- vO lic O dar satisfacción a todas eleedll la carretr estas exigencias estriba rá el mérito de su obra, -1.ceniobrae]. Realiear ieeeeLete UJ d Sin embargo, no cabe “e el e 1lee .1 la IJ1J’ VL]b. órtllo — esperar que ninguna his eeIiCr9 acc la ecct e toria resulte perfecta y — ¿la.c Lese. 1’. r-.. sei.e .e roe definitiva, pues la per ec%51!6e. ¿lb LC ‘e .-r$2 1- — fección se halla vedada ci t’-ezte feresad* por nii1oo — O’dt].o ]. dL.AO al ser humano, y el co • ].oreerO enocimiento del pasado 5dL1ra $Q14I5. ircact ¿l60t.-, e -. e ci —como todos nuestros conocimientos—tiene que contentarse con una mera aproximación y se ‘-, ‘--r . 1. tes ;rc-.n .se e.’ “‘e -r halla expuesto, por tan to, a re ctificaciones, ‘5) O(P’L se” .s . - 1’ e ‘c e- ‘‘-e co.e-çr3 la’ bien porque lleguen a descubrirse nuevos daek -1i , tos o porque los ya co nocidos adquieran un — í.’a!e le -: ‘, ,e.-.. nuevo significado al am pliarse con el tiempo nuestro horizonte histó rico (1). Cabe preguntar ahora: ¿Qué grado de certeza nos proporciona la His toria? O, dicho de otro modo, ¿hasta qué punto L.., es verdad lo quela His toria nos cuenta? cada una de tales versiones contiene, y, combinándolas Entendámonos: la verdad absoluta sobre cualquier debidamente, nos proporcionará sobre el acontecimiento acontecimiento sólo Dios puede saberla; a los hombres unicamente nos es dado conocer aspectos parciales de una versión mucho más amplia y objetiva que cualquiera de aquéllas, pero inevitablemente también parcial, por la misma, porque nuestra observación y apreciación que tampoco él podrá superar por completo sus propios de los hechos depende del punto de vista (espacial, tem puntos de vista. Por eso no cabe esperar de ningún his poral o ideológico). en que nuestras circunstancias per sonales nos sitúan. He aquí la razón fundamental de la toriador una absoluta imparcialidad (1). Al historiador sólo cabe exigirle que no falte a sabiendas a la verdad variedad de versiones que sobre un mismo aconteci miento puede ofrecerse. Ateniéndose a las reglas críticas y nos describa los hechbs tal como en conciencia se los represente, de acuerdo con los datos fidedignos que posea, de que ya hemos hablado, el historiador se encuentra en condicionés de desentrañar la parte de verdad que y a esta exigncia razonable denominamos objetividad. (Je. (e) En electo, va hemos dicho que el pasado nos inte resa en relación con el presente, para comprender mejor la situaci6n en que nos encontramos y alcanzar a prever el porvenir que nos espera. Por lo tanto, el presente consti tuye—por decirlo así—la plataforma desde la cual atalaya mos el pasado, y esa plataforma se va elevando a medida que crece nuestra experiencia histórica, ofreciéndonos sobre el panorama que contemplamos perspectivas cada vez más dilatadas. (i) Ciertamente, el historiador debe desechar todo par tidismo mientras examina y comprueba sus datos; pero cuando, de resultas de todo ello, llega a formarse una opi nión fundada sobre los hechos, tiene el deber de exponerla sin atenuaciones ni disimulos. Téngase en cuenta que lo mismo se falta a la verdad diciendo, por ejemplo, que una cosa es “negra” a sabiendas de que es “blanca”, que si, pre tendiendo pasar por imparciales, nos quedamos en un tér mino medio y decimos que es “gris”. 39 El historiador resulta ser asi un testigo de seguudo grado y de mayor cuantía, sobre cuya obra tendrá el lector avisado que efectuar a su vez una severa crítica, descontando de su versión de los hechos todo cuanto pueda ser debido a su peculiar punto de vista y confrontándola con la de otros historiadores de distintas tendencias para formarse de aquéllos la idea más exacta posible. Pero igual ocurre con todas las demás ciencias; quien se limite a aceptar y repetir las teorías de un autor, sin intentar comprobarlas y comprenderlas por sí mismo, jamás alcanzará el grado de madurez intelectual necesario para el cultivo de cualquiera de ellas. Respondiendo, pues, a la pregunta anteriormente for mulada, diremos que la Historia no es ni más ni menos que una reconstitucio’n hipotética del pasado basada en datos objetivos, la cual, si se halla realizada con el de bido método, merece el mismo crédito que cualquier otra hipótesis científica (1). 111.—UTILIDAD DE LA HISTORIA MILITAR Hemos demostrado suficientemente, a nuestro juicio, que el conocimiento del pasado es de vital interés para el hombre, en general, y para el militar, en particular. Hemos examinado también los métodos con que la His toria nos procura dicho conocimiento con las suficientes garantías de certeza. Todo lo cual basta a probar la uti lidad del estudio de dicha disciplina. Sin embargo, por lo que a la Historia Militar se refiere, creemos necesario todavía concretar las enseñanzas más importantes que de su estudio pueden obtenerse en el orden profesional castrense. No olvidemos, en primer lugar, que cuanto nos ense ñan la Teoría de la Guerra y el Arte Militar, que de ella se deriva, no es más que un resultado de la experiencia de las guerras pasadas que la Historia Militar atesora. No es posible, por ejemplo, demostrar las ventajas de un determinado procedimiento táctico sin referirse a una experiencia histórica más o menos reciente en que se re veló su eficacia. Un Oficial rutinario, desprovisto de aspiraciones y de iniciativa, podrá contentarse con saber “cómo tiene que actuar”; pero aquel que aspire a los Altos Mandos—donde se requiere discurrir por sí mismo— necesita saber también “por qué ha de actuar asi y no de otra manera”, y tal explicación la encontrará en la Historia. A propósito de lo cual, un tratadista moderno del Arte Militar, el Coronel francés Culmann, no duda en reconocer, refiriéndose a la primera guerra mundial, que “el mejor curso de Táctica sería tal vez un simple historial de la guerra, poniendo en evidencia los medios y las circunstancias y la adaptación de los primeros a los segundos” (2). Cierto es que la Historia Militar no nos suministra recetas infalibles para obtener el triunfo. Ella se limita a relatar cómo los hombres de guerra del pasado, en dis tintas circo nstancios y con medios distintos que los nuestros, se esforzaron, con mejor. o peor fortuna, en alcanzar el objetivo que se habían propuesto: Sus diver sas soluciones a este problema esencial de la guerra no serán aplicables, por lo general, en nuestros tiempos —porque las circunstancias y los medios han evolucio nado considerablemente—; pero el método de solucio (i) En cualquier ciencia experimental, todo coento re baca los simples datos de la experiencia tiene el mismo carác ter hipotético que aquí atribuímos a la reconstitoción his tórica. Así sucede, por ejemplo, con la teoría cinética de los gases y con otras teorías físicas, químicas y fisiológicas en las que se fundamentan procedimientos técnicos y terapéu ticos de indiscotible éxito. (2) Gours de Tactique Générale d’eprés l’ezperience de la Grande Guerre, París, ign, introducción, página 6. 40 narlo adaptando los medios disponibles a las circunstan cias y al objetivo continóa siendo fundamentalmente el mismo, y el mejor medio de ejercitarse en él consiste en el estudio crítico de los casos concretos que la Historia nos relata. Por otra parte—a falta de fórmulas positivas que nos garanticen el éxito—, la Historia Militar nos ofrece un interesante repertorio de ejemplos negativos, que nos muestran cómo determinadas normas de conducta han sido reiteradamente sancionadas con el fracaso y nos in clinan a descartarlas de antemano, facilitando así nues tra decisión. Finalmente, la Historia Militar, al ofrecernos el fenó meno bélico en la sucesión de sus variaciones y mos trarnos el carácter transitorio de todos los métodos de combate, nos ayudo a vencer la rutina y nos permite pre ver la futuras innovaciones del Arte Militar. Ahora bien; aunque para ello necesitaremos conocer íntegramente la Historia Militar, pues—como dice Ortega y Gasset—”nada está claro en Historia mientras no está toda ella clara” (1), no todo nos interesa conocerlo con igual detalle. Sobre las guerras antiguas bastará, por lo general, con una ojeada de conjunto que nos sirva de introducción al estudio de las campañas más modernas, que necesitamos conocer cada vez con más detalle con forme nos vayamos aproximando a la época actual, pues no debemos olvidar que sólo nos interesa conocer el pa sado para comprender el presente y prever el porvenir. No quiere esto decir que de las guerras más antiguas no se puedan deducir enseñanzas provechosas para los problemas militares de nuestros días. No olvidemos que el Conde de Schlieffen (Jefe del Estado Mayor General alemán de 1891 a 1906) inspiró su famoso plan de inva sión de Francia en la maniobra de Aníbal en Canoas (216 a. de C.). Pero, por lo regular, y en cuanto a la ins trucción de la Oficialidad se refiere especialmente, de las guerras más antiguas sólo podrán extraerse enseñanzas interesantes en el orden político (2), y también en el estratégico, por lo que respecta a la aulicación elemental de los principios más generales del arte bélico. Ahora bien; en lo referente a las grandes combinaciones estra tégicas, al manejo de masas considerables de hombres sobre amplios espacios, sólo nos interesan las campañas modernas, desde Napoleón y sus inmediatos predeceso res hasta nuestros días. Y en cuanto a la Táctica y a la Logística, cuyos procedimientos evolucionan constante mente al compás de los progresos del armamento y de los medios de transporte, el estudio de las campañas ante riores a 1914 apenas puede tener otro interés que el pura mente arqueológico. Con esto quedan señalados imparcialmente, a mi en tender, los límites entre los cuales la enseñanza de la Historia Militar puede ser ótil para la carrera de las armas. Pero para ello sería de desear que tal disciplina dejara de cultivarse—como hasta ahora lo ha sido gene ralmente en nuestra patria—”a grandes pinceladas, a la manera de Alejandro Dumas, como una serie de haza ñas extraordinarias, inexplicadas e inexølicables si no se admitía la existencia de causas misteriosas” (1). Sobre todo, importa que nos percatemos de que la His toria Militar no se escribe para ensalzar o denigrar a nadie, sino para deducir enseñanzas fructíferas para el presente a futuro inmediato del Arte Militar, y a tal fina lidad deben subordinarse tanto el autor como sus lec tores. (s) Historia como sistema, edición citada, página 6j. En cuanto se relaciona con la preparación -e dirección de la gucrra, la Política debe considerarse como parte inte grante del Arte Militar. U) Mariscal Foch: Des principes de la guerra (sixióme édition, Berger-I.evrault, Nancy-Paris-Strasbourg. t9 19, paga 4). (2) TURBiNAs DE GAS Teniente Coronel de Ingenieros MANUEL ARIAS PAZ, Director de la Escuela de Automovilismo. El fundamento se explica en la figura 1: por A entra aire que un compresor giratorio envía, con presiones de tres a seis Kg., a pasar por la cámara de combustión C. En ésta hay un mechero o quemador por el que sale, pul verizado, el combustible que envía continuamente la bomba B. Una bujía, J (que realmente es un encendedor, porque basta que se inflame la mezcla al principio) en ciende el chorro de combustible en el mechero, y se pro duce una gran elevación de temperatura y presión en el aire carburado e incendiado. Los gases salen a gran des velocidad, presión y temperatura (es decir, con la enorme fuerza expansiva que tiene la explosión en un motor de cilindros) hacia la salida o escape, en cuyo camino hay una turbina T; al incidir violenta y conti nuamente sobre sus pequeñas aspas o álabes, la turbina se pone a girar recogiendo la fuerza de los gases infla mados. De esta turbina T se saca movimiento para hacer fun cionar el indispensable compresor-alimentador de aire, como se ve en la figura. En el compresor se consume entre el 65 y el 75 por 100 (de dos terceras a tres cuartas partas) de toda la energía que da la combustión del Fundamento de la turbina.—Sabido es que una corriente de aire, al incidir sobre unas aspas inclinadas, las hace petróleo, y a partir de aquí es donde se diferencian los turbo-propulsores de los turbo-reactores. girar, convirtiendo la energía del chorro en fuerza gira Si la turbina T recoge en forma giratoria toda la ener toria sobre el eje. Este es el caso de los molinos de viento, gía del combustible quemado, es decir toda la fuerza de cuyas aspas grandes o pequeñas son, en realidad, verda los gases, es evidente que, después de gastar ese 70 deros álabes de una turbina. por 100 en el compresor, le quedará el resto como poten La conversión del movimiento rectilíneo y continuo cia disponible en su eje, para mover la hélice de un avión de un flúido en otro movimiento giratorio, aprovechable como fuerza motriz, es de uso antiguo y general: si el o para mover un generador de electricidad que envíe su flúido es el aire atmosférico en movimiento, se tienen corriente a mover motores eléctricos acoplados a las rue das de un coche o vagón. Pero la primera aplicación no los molinos de viento; si eá el agua, en las centrales hidro eléctricas se lleva canalizada a presión para hacerla fué así; la turbina se calculó para recoger sólo ese 70 pasar entre los álabes de las turbinas hidráulicas, que por 100 necesario para el alimentador de aire, y el resto, giran con potencias de miles de caballos y mueven los en forma de chorro de gases a gran velocidad, se lanzaba al aire libre por la tobera de escdpe: ese violento chorro generadores de electricidad. En las turbinas de vapor, el agua se calienta en calderas, desde las que el vapor se lleva a presión a incidir sobre los álabes de la correspondiente Mechero turbina. Faltaba por utilizar la enorme fuerza expansiva de la combustión del petróleo en un chorro de aire, porque la elevada temperatura de los gases destruía rápi damente los álabes de la turbina a que Turbna Tobera fueran aplicados. Los progresos de la me talurgia permitieron, ya antes de la úl Chorro tima guerra, realizar alguna turbina de gas; pero su desarrollo práctico tuvo lu gar a partir de 1939, y en 1944 comen E zaron a ser de uso seguro. Se encontraron Aaleaciones níquel-cromo capaces de resis tir esfuerzos bajo temperaturas cercanas a los 1.000 grados centígrados durante horas y horas seguidas, y apareció en aviación el motor “de chorro” o reactor, que fué la primera aplicación práctica en gran escala de las nacientes turbinasFig. x.—Turbo-reactor (de combustión continua). de gas. OS motores hasta ahora utilizados, de explosión (com bustible gasolina) o de combustión (Diesel, que que man gasoil), tienen dos características típicas: el mo vimiento alternativo o de vaivén de los pistones, y la intermitencia de los esfuerzos que sucesivamente van dando impulsos de giro al cigüeñal. Aún son los únicos usados en automovilismo y lo eran—con tamaño y po tencia mayores—en aviación; pero durante la segunda guerra mundial tuvo desarrollo práctico para los aviones un nuevo tipo de motor, en el cual se produce el esfuerzo continuamente, sin piezas con movimiento alternativo: la turbina de gas, en sus dos modalidades de reactores y de turbinas propiamente dichas. El adelanto técnico conseguido en pocos años las pre senta como realidades prácticas que, para los aviones de gran velocidad, resultan insustituibles; es probable que en plazo próximo destierren a los motores de explosión en casi todos los aeroplanos, y se presenta la posibilidad de que, en su modalidad de turbinas, comiencen a poder tener algunas aplicaciones en automovilismo. 41 producía un empuje que provocaba el movimiento del avión portador de la turbina. En efecto; supóngase (fig. 2) un recipiente 1 cerrado y lleno de una mezcla explosiva aire-gasolina, que se inflama con una chispa; se producirá una gran presión en el interior; pero como el recipiente está cerrado, la presión se repartirá equilibrada entre sus paredes y, si éstas aguantan, no pasa nada. Si, en cambio (detalle 2), tiene una abertura, por ella tienden a salir los gases a gran velocidad: las presiones se desequilibran y las que se ejercen hacia arriba no tienen la contrapartida de las que actóan hacia abajo, ya que éstas ahora se pierden a los álabes a la temperatura que se calculó soportable, actualmente entre 700 y SSO grados. La turbina resulta así autorrefrigerada. Al pasar los gases por ella y cederles su energía, pierden también temperatura, y el “chorro” que sale por la tobera E lo hace entre 300 y 350 grados. De aquí ya se deducen dos causas fundamentales que fA ‘np’ r A E ‘ II / Fig. y —Co;opostcjju de no reactor. liarán los turbo—rcactores inaplicables a los automóvil es la fuerza y el calor de los gases de empuje, que formarian flg. 2.-— Cómo y escapan por el de un empuje A, supone renovada y el movimiento aprovisionamiento la ¡eoccióo iiuctcte ;uoctoi ¿coto. orificio. El resultado es la producción que eleva y mueve el recipiente. Si se continuamente la mezcla, el empuje serán mantenidos en tanto dure el de mezcla (1). Turboireactores.—En la figura 3 se detalla la consti tución de un turbo-reactor: el aire entra por A, es aspi rado e impulsado a presión por el compresor fi, y en las cámaras de combustión C se mezcla con el combustible pulverizado que sale y se quema en los mecheros M. Los gases pasan y dejan en la turbina T la parte de su fuerza necesaria para el compresor fi. En los mecheros M se quema el combustible con la proporción justa de aire para producir la combustión completa (unas 14 veces más aire en peso que combusti ble); los quemadores actóan realmente como potentes sopletes de soldador. Pero el compresor, además de esa cantidad de aire llamado aire primario o de combustión, lanza mucho más: como sesenta o más veces aire en peso que combustible; ese exceso de aire, llamado secundario o de dilución, tiene por objeto rebajar la temperatura de los gases que salen del mechero y hacer que lleguen (s) Este es el fundamento de los cohetes, que son tain bién una propulsión “a chorro” o por reereión; pero le dife rericia funóamentel estriba co que le propulsión cohete no toma oxígeno de la atmósfera, sino que se lleva dentro, bien porque el explosivo—--pólvora----no le necesita para que marse, hico porque se lleve almacenado dentro, como es el caso de las bombas volantes, que llevaban alcohol como cumbustible oxígeno líquido para quemarlo; por eso pue den salir fuera de la atmósfera terrestre, cuyo oxígeno no necesitan. Eh cambio, en la propulsión con turbo-reactores es indispensable el aíro de la atmósfera para formar el chorro. 42 como una violenta estela abrasadora hasta bastantes metros detrás de la tobera. En cambio, es posible que se usen para campeonatos mundiales de velocidad que se corren con bólidos solitarios en playas o pistas desiertas. En las turbinas no hay frotamientos metálicos como los de pistones y cilindros, por lo que el engrase es mucho más sencillo y limitado a los cojinetes de bolas o mdilíos del eje turbina-compresor. Claro está que como la velocidad de rotación es bastante mayor (de 8.000 a 12.000 r. p. m.), el engrase de tales apoyos debe ser esmerado y abundante. En la figura 4 se representa uno de los más modernos y eficientes turbo-reactores: el modelo “Nene” de la Ng. 4—Turbo-reactor Rolls-Royce “Nene”. casa inglesa Rolls-Royce. A es la entrada de aire a tra vés de una corona de filtros de malla metálica; N es la bomba de aceite que desde el depósito D y a través del filtro E se envía a los cojinetes del árbol compresor-tur hina; C son las cámaras de combustión en cuyo interior están los mecheros quemadores, cámaras C que en nú mero de nueve alrededor del eje forman la corona exte rior del aparato, cuya tobera de salida y empuje es E. Combustibles.—Como no hay elevadas compresiones previas a ninguna explosión como ocurría con los moto res alternativos, ya no es preocupación el indice de octano, sino que lo que interesa es un elevado poder calorífico por unidad de peso del combustible, y por ello no se usa gasolina buena ni mala, sino que el más conveniente es el petróleo lampante o keroseno (petró leo para quinqués); también se usa el gasoil, e incluso otros menos refinados. En realidad, cualquier combus tible líquido sirve; pero como interesa que lleve el má ximo de bnergía almacenada en su interior (elevado poder calorífico), el mejor es el petróleo. A medida que el uso de las turbinas de gas se extiende a costa de los motores de explosión, se producirá un desequilibrio en las refi nerías de petróleo y se dispondrá de las mejores gaso linas—que áhora absorbe la aviación—para los auto móviles con motor alternativo. Como el keroseno, el gasoil y demás son más baratos .que la gasólina, en parte se compensa en precio el mayor consumo que por ahora tienen las turbinas respecto a sus equivalentes motores alternativos; pero éste no es un argumento de gran valor, porque el precio relativo de los combustibles líquidos depende más de los impuestos que del coste en refinería. Empuje y potencia.——Lomismo que se use hélice o se emplee chorro de gases para propulsar el avión, la reali Avión 700 desplazado Aire h. Km. p. h 20 Km o . m Avión 95Ó en que se “atornilla”, con una velocidad de 720 Km. por hora respecto al avión: éste corre a 700 Km. p. h. y deja atrás de sí una corriente con la velocidad remanente de 20 Km. Cuando el avión está parado o corre por el aeródromo, su velocidad nula o pequeña hace que el hu racán de las hélices sea tan violento respecto al suelo. En vuelo, la corriente de las hélices se la va llevando el avión consigo, de modo que el soplo respecto al suelo se reduce precisamente en la cuantía de la velocidad del aeroplano. Con reactor, el “chorro” sale por la tobera a 1.900 kiló metros p. h. (más de 500 metros por segundo, como una bala, lo que da .idea de su enorme fuerza): el avión es empujado hacia delante a 950 Km. p. h., dejando tras de sí el chorro con otros 950 Km. p. h. de velocidad respecto a la atmósfera circundante. Se ve claro que el reactor empuja al avión; pero tam bién la hélice hace lo mismo aunque parece a primera vista que, al “atornillarse” en el aire, “tira” del aero plano: en realidad, “empuja” sobre el tope delantero de su eje y éste es el que tira del avión, de la misma manera que una mula empuja la collera del arnés y los tirantes de éste o las varas sonlas que tiran del carro. El empuje de la hélice y el del reactor son, pues, fuer zas comparables y, como tales fuerzas, se miden en kilo gramos. Sin embargo, se está acostumbrado a conside rar los motores por su potencia expresada en caballos, mientras que los reactores se miden en kilogramos de empuje. Para pasar de una a otra medida y poder com parar reactores con motores, hay que tener en cuenta que el motor tiene una potencia en el eje, pero el empuje lo ejerce por medio de la hélice, con la pérdida de rendi miento correspondiente. Llamando R a este rendimiento (que puede suponerse como bueno 0,80), la fórmula de E (Kg.)><V(Km.p.h.), paso es la siguiente: P (cv) = 270>< R en la que V es la velocidad del avión expresada en kiló metros por hora. Si se conoce la potencia de un motor alternativo y se desea saber el empuje que, acoplado a una hélice de rendimiento R, puede dar a V Km. p. h., la fórmula P (cv)><R><270 es E (Kg.) = (Km. p. h.) Salida de! chorro Aire desplazado Ejemplo: el reactor “Nene”, de Rolls-Royce (fig. 4), h 1.900 Km p. h a95OKm. p. h. da un empuje de 5.000 libras (= 2.270 Kg.). Montado Kmp Fig. 5.—Comparacidn entre hélice y chorro. dad es que éste se mueve hacia adelante porque una masa de aire es proyectada hacia atrás. En el caso de la hélice (fig. 5), se desplaza una gran cantidad dy aire M a velocidad, ci, pequeña, mientras que con turbo-reactor la masa de gases m es menor, pero a mayor velocidad V. En el primer caso, por ejemplo, la hélice impulsa el aire sobre un avión que vuele a 930 Km. p. h. produce un efecto para el cual sería necesaria una hélice (rendi miento 0,80) movida por un motor de potencia al freno = .2i0 Kg. )< 930 Km._p.h. -= 9.800 caballos (apro 270 >< 0,80 (= 216) ximadamente). En el siguiente cuadro se reseñan unos cuantos turboreactores representativos del estado actual de su des arrollo. Deben tenerse presentes dos observaciones: que en Alemania se detuvo el progreso en 1945, y que de CA RACTER[ST.[CAS DL REACTORES Inglaterra Alemania Idem Havilland: Goblin 11.... junkers: Jumo oo Heinkel: 011 Estados Unidos.. General Electric: Inglaterra (x) Rolls 1-40, 1.360 86o 1.295 1.814 Royce: “Nene2.270 Supuesta la hélice con rendimiento o,8o.—(2) 10.200 800 5.000 285 0,140 8.700 11.000 11.500 900 3.600 460 0,200 900 920 5.400 7.750 310 280 0.175 12.300 930 9.800 244 Del motor alternativo 0,107 0,081 equivalente. 43 los más modernos modelos ingleses y norteamericanos no se han hecho públicas sus características. Pero con los reseñados basta para darse cuenta del mucho con sumo, poco peso y progreso realizado. El principal trabajo se realizó en Inglaterra gracias al tesón y capacidad de su iniciador el aviador militar Frak Whittle, que desde 1930 se empeñó en conseguir un turbo-reactor. Antes de la guerra mundial comenza ron en Alemania trabajos en el mismo sentido que lle garon en 1944 a resultados prácticos ya eficaces y muy prometedores, y durante la guerra se envió técnica de Inglaterra a Estados Unidos, donde actualmente se cree que dentro de pocos años desaparecerán de los aeropla nos los motores de explosión, sustituidos por reactores y turbinas. Puede apreciarse que, si bien el peso por caballo de los reactores (respecto al motor de explosión equiva lente) ha disminuido con gran ventaja para las turbi nas hasta llegar a los 81 gramos por caballo en el “Nene” frente a los 400 y más de los buenos motores de explosión para aviones, en cambio el consumo de combustible en gramos por caballo-hora (también res pecto al motor alternativo equivalente) es así como el doble. La disminución de peso permite llevar en el avión un poco más de combustible, sin poderse llegar a la compensación. Respecto al precio más barato del com bustible, ya se advirtió que, en realidad, depende del impuesto que el Fisco le ponga al petróleo lampante ante su nueva aplicación, y es en el campo del consumo por kilogramo de empuje (o por CV. del motor equiva lente) donde tiene que ejercerse aón mucho trabajo para perfeccionar las turbinas. Pero el esfuerzo principal se enfoca al mejoramiento en la calidad y en la producción de los álabes para que resulten cada vez mejores, más resistentes y más bara tos. Incluso se han ensa yado álabes de cerámica y metálicos con revestimien to cerámico. El sistema de álabes huecos, refrigerados por una corriente de aire tomada del compresor, fué ideado en Alemania, usado allí por Junkers y en Ingla terra posteriormente, y pa rece eficaz. Generalmente, los álabes (fig. 6) se fabrican sueltos y se montan por diversos procedimientos en la rueda o rotor de la turbina. Ac tualmente se intenta, y pa rece haberse conseguido en algún caso, la fundición de los álabes a la vez que la del rotor, en una sola pieza. Si esto se consiguiera in dustrial y eficazmente, se Fig. 6—Alabes de turbina. habría dado un buen paso hacia el abaratamiento, ya que el pulimento se ha comprobado que no influye prácticamente en el rendi miento del aparato. Por último, los otros componentes, en especial la bomba de inyección continua con sus accesorios y los mecheros quemadores, parecen definitivamente resueltos. El turbopropulsor.—Sobre la figura 1 se explicó que la turbina T absorbía de los gases tan sólo la potencia necesaria para mover el compresor, y el resto se usaba como “chorro” obteniendose así el turbo-reactor o reactor; pero también podía la turbina tomar de los 44 gases toda su energía, en cuyo caso gastaría un 70 por 100 en mover el compresor y quedaba el resto disponible como potencia útil en el eje, aplicable a mover una hé lice o propulsar las ruedas de un coche, realizándose de esta forma la turbina propiamente dicha o turbo-pro pulsor (1). En los aviones de gran velocidad (del orden de los 800 Km. p. h.) parece inútil usar la rapidísima corriente de gases para mover una turbina que, a su vez, mueva la hélice que produce otra gran corriente de aire: mejor es usar directamente la corriente de los gases para propul sar el avión. Además, el turbo-reactor no comienza a dar buen rendimiento hasta que se mueve a velocidades por encima de los 500 Km. p. h., porque conviene que la entrada del aire se ayude con la presión que produce la marcha. De aquí que los reactorés sean empleados para aviones con velocidad normal superior a los 800 kilómetros p. h. y con alturas de vuelo muy elevadas (de 10.000 a 12.000 metros sobre el nivel del mar), por que ahí es donde el rendimiento es máximo y la refri geración de los álabes mejor. El reactor no es, pues, un competidor del motor de explosión más que en esos casos en los que la hélice no alcanza a proporcionar velocidades y alturas de vuelo tan grandes. En cambio, el turbo-propulsor, natural mente con hélice, ya aparece como un serio competidor del motor alternativo para los aviones con vuelo normal a alturas corrientes y velocidades hasta 600 Km. p. h., por ejemplo en los aviones de línea. La hélice ofrece, en el momento del despegue, mayores posibilidades de es fuerzo que el reactor. Claro es que como las turbinas giran a más de 8.000 r. p. m. frente a las 3.000 de los motores alternativos, y las hélices corrientes lo hacen a unas 1.200, el reductor de velocidad tiene que ser ma yor; pero con el uso de hélices pequeñas y muchas aspas, y las hélices dobles que giran una en sentido contrario de la otra, pueden hacerse funcionar a mayor velocidad de rotación (2) y el problema del reductor se simplifica. En este aspecto son de interesante aplicación los reaciopropulsores definidos en una nota anterior, de los que hay varios modelos comerciales en Inglaterra y Estados Unidos. (i) Conviene dejar definidas ías palabras con que se designan íos diferentes sistemas. Debe llamarse motor ceder netioo, o simplemente motor (sea de explosidn o Diesel), al de pistones. aplicado a propulsar aviones mediante hélice acoplada. Con el nombre de turbo-reactor, o simplemente reactor, puede designarse el que ejerce su esfuerzo por “cho rro” (y, por tanto, usado en aviones sin hélice). Turbo-propul sor o turbina de gas propiamente dicha es la que absorbe en el rotor toda la eaergía de los gases y ofrece potencia co su eje para mover una hélice propulsora en los aviones o las ruedas motrices de un coche. Hay turbo-propulsores que re parten la energía disponible entre el eje y el escape, y dan potencia en el eje y fuerza de empuje en la tobera de es cape E (fig. e); son aparatos mixtos calcuíados expresa mente así, por lo que pudieran llamarse reacio-propulsores. Por dltimo, queda la propulsión cohete, también de reaccido, pero que no utiliza el oxígeno del aire, como ya se dijo, por lo que no debe confuodirse con los reactores. Así, pues, la propulsidn por reaccido puede hacerse por dos medios: por turbo-reactor o por cohete; ambos producen “chorro”, pero el último no necesita de la atmdsfera (por lo que sería el empleado para ir a la Luna, por ejemplo), mientras que los reactores queman un combustible echando mano del oxígeno del aire. (2) La velocidad lineal de las puntas de las aspss de una héhce no puede pasar de cierto límite, pues si se acerca a la velocidad del sonido, el rendimiento baja notablemente. Por tanto, cuanto más pequeñas sean, más de prisa podrán girar. Compre-I Admisión Turbo propulsor con doble turbina.—En vez de usar una sola rueda de turbina para recoger en ella toda la fu erza de los gases y mover a la vez el compresor y el propulsor (caso de la fig. 1), puede recogerse la energía en dos turbinas T y 1? (parte alta de la fig. 7), colocadas una a continuación de otra: la T mueve por el eje J el compresor B, y los gases que salen de T (que lo harán con la fuerza con que saldrían a producir empuje en un reactor) pasan por la 1? a dejar en ella el resto de su energía para transmitir potencia por el eje P a la pro pulsión deseada. Esta disposición tiene una gran ven taja para ser aplicada a los automóviles, y es que en el caso de la figura 1, el par motor (esfuerzo de giro) en la arrancada lo consume casi totalmente la turbina T que mueve el compresor, mientras que en el caso de la fi gura 7 el par de T lo consume 8, pero el de 1? queda íntegro para su eje P. Las turbinas tienen un gran par de arranque, y con esta disposición se aprovecha tal pro piedad para el momento de arrancar el coche, que es cuando hace falta un buen par motor. En cambio, para mover una hélice de aeroplano no es necesaria esta com plicación y se usa el sistema sencillo de la fjgura 1. Más adelante se insistirá sobre este asunto. Comparación con el motor de explosión.—En las tur binas de gas se ejecutan realmente las operaciones del ciclo de cuatro tiempos (admisión, compresión, explo sión y escape); pero en vez de sucederse unas a otras dando el esfuerzo con intermitencia, aquí se desarrollan simultánea y continuadamente. En la figura 7 se diseña una turbina de gas (que es de doble turbina, pero lo mismo da que sea sencilla o un reactor). Se divide la longitud en las cuatro zonas donde se realizan las cua tro fases del ciclo, y se dibuja en la parte baja la fase correspondiente del motor alternativo. El aire se aspira por A (admisión), el compresor E lo lanza comprimido a la cámara C (compresión), donde un mechero añade y quema combustible continuamente (explosión o com bustión), y, por último, se van los gases a la atmósfera (escape). Si se trata de una turbina propiamente dicha (turbo propulsor), la fase de trabajo es la de combustión,como en el ciclo Otto; pero en los reactores el esfuerzo útil se recoge en el escape (chorro). Las principales ventajas de la turbina y del reactor sobre los motores alternativos son las siguientes: ja El combustible usado es más barato y de produc ción más fácil: en vez de gasolina con elevado número de octano se usan petróleo lampante o gasoil. 2. Como todos los componentes son rotatorios, las vibraciones quedan virtualmente eliminadas. Esto per mite ahorrar peso en las estructuras de los aviones y no molesta a las personas. 3.a Por carecer de piezas con movimiento alterna tivo, se puede operar con mayores velocidades de rota ción. El espacio ocupado es menor, y el peso se reduce por lo menos a una tercera parte con los reactores. 4. No habiendo piezas en frotamiento (pistones con tra cilindros, por ejemplo) ni cojinetes o apoyos que sufran los “toneladazos” de cada explosión, el engrase es mucho más sencillo. 5. No se necesita sistema de refrigeración. 6. No se necesita el complicado sistema de encen dido. a No es necesario el período de calentamiento pre vio, antes de pedirle al motor toda su fuerza. En cambio, presenta estos inconvenientes: más cara en coste y consumo. Los dos están ntejorando, y es de esperar que, si en los breves años que lleva de realiza ción práctica (desde 1943) se han conseguido rápidos pro gresos, dentro de poco tiempo se podrán superar las actuales dificultades. Sión Combustión CONTINUA A 1 1 1 1 1 st’ 1 1 1 ‘Compre-I Admisión 1 sión 1 Fig. 7.—Cornparacidn Explosión (INTERMI TENTE) 1 1 1 1 1 I 1 de la turbina de gas con el ciclo de cuatro tiempos. APLICACION A LOS AUTOMOVILES Desde 1948 se intenta aplicar las turbinas de gas a los automóviles; mejor dicho, se intenta construir una tur bina aplicable a la propulsión terrestre. La diferencia con las aéreas radica en la mucha menor potencia que se necesita en los automóviles, ya que ninguno de éstos precisa, dado su peso y la máxima velocidad realizable, un propulsor de mucho más de 150 CV., frente a los miles de caballos de las turbinas fabricadas para avia ción. Lo que para el aire está casi prácticamente resuelto es aún un problema para el automovilismo. Pudiera parecer que con reducir proporcionalmente las dimensiones, se resolvería el problema; pero lo mismo que un autobús para 60 pasajeros reducido en proporcio nes a la décima parte no resulta un coche para seis per sonas, de igual modo se plantean aquí dificultades que han de resolverse todavía, aunque se van venciendo poco a poco. En primer lugar está la de las holguras y tolerancias: los componentes de una turbina de 5.000 CV. pueden reducirse a escala, pero los límites de tolerancias en hol guras, peso y ajustes no pueden rebajarse en la misma proporción, porque ya se usaron los mínimos posibíes en la grande. Se presenta luego otro problema: cada álabe de tur bina es como un plano aerodinámico, ya que trabaja en una corriente de flúido análogamente a como lo hace un ala de avión, y por tanto está sometido al efecto Rey nolds, según el cual las pérdidas son tanto mayores cuanto más pequeño es el tamaño del plano o álabe. Por las dos causas expuestas, una turbina pequeña, 45 II Escop de 200 CV., por ejemplo, tendrá menor rendimiento que otra de 3.000 CV., aproximadamente con una quinta o sexta parte menor de eficiencia; de modo que si la grande podía rendir en potencia útil un 23 por 100 del poder calorífico del combustible, la pequeña sólo dará un 20 por loo. Esto no es como para descartar las tur binas en automovilismo, pues si el rendiniiento térmico fuera factor decisivo, no se eniplearían locomotoras en los ferrocarriles, en las que el mejor rendimiento tér mico no pasa del 8 por 100, y, sin enibargo, se siguen usando con éxito. En efecto; el que se emplee una u otra clase de motor depende de una serie de varios fac tores: no sólo interviene el consumo, sino también el tamaño, peso, coste de producción y mantenimiento, sencillez, facilidad y docilidad de servicio, aptitud, nú mero de componentes auxiliares requeridos, facilidad de control, ruidos, olores, etc. Todos y cada uno tienen su influencia. En el caso de las turbinas de gas ya se dijo que se trabaja activamente y con prometedores resulta dos en las disminuciones de coste y consumo. Un tercer problema se presenta, y éste es inevitable: a medida que se reduce la potencia, tiene que aumentar la velocidad de rotación. El rendimiento impone que los álabes trabajen a una determinada velocidad lineal respecto al flúido en que se mueven, o sea que la velo cidad periférica del borde del rotor (álabes de la turbina) debe ser prácticamente la misma, sea grande o pequeña la turbina. Por consiguiente, a medida que el tamaño es más pequeño, la velocidad de giro tendrá que ser más grande. Como las dimensiones lineales de la turbina varían con la raíz cuadrada de la potencia, en la misma proporción aumentará la velocidad de giro. Si una tur bina de 4.000 CV. gira a 8.000 r. p. ni., la de 170 CV. ha brá de girar a 40.000 r. p. ni. De este orden son las cifras reales, y se plantean problemas para los cojinetes y en granajes reductores que han de trabajar a tales veloci dades. Especialmente los últimos son de considerar, porque habrá que reducir a la décima parte o menos la velocidad de giro para encontrarse en el árbol de trans misión con una “directa” análoga a la del motor de explosión de 4.000 r. p. ni., que es de los más rápidos. Serán necesarios engranajes de alta calidad con talla helicoidal para que no produzcan ruido, y todo ello se traduce en aumento de coste. Más atrás qoedó indicado que el uso de una sola tur bina para propulsar un automóvil tenía el inconveniente de que el par niotor quedaba muy reducido a bajas velo cidades. En la figura 8 se representa el esquema: el aire entra por .4 aspi rado por el com presor E, que lo envía comprimi do a la cániara de combustión C, donde, al quemarse la inyección continua de kero seno, se elevan temperatura y presión; los gases pasan a alta velo lüg. 8.--T in’Inaa única 1). cidad por la tur bina D, y por E son expulsados a la atmósfera. Al dejar en D toda su fuerza, el eje JI de la turbina no sólo mueve el compre sor E, sino que sirve al engranaje reductor E la poten cia necesaria para que el árbol de transmisión 7’ la co munique a las ruedas propulsoras. En el nioniento del arranque y a bajas velocidades de giro, el coche necesita del motor el máximo par capaz de suministrarle, y es en estas condiciones precisamente cuando, por ir despacio el compresor, también lo necesita 4.6 al máximo, de modo que éste lo absorbería y no queda ría apenas para el coche. Como, además, el automóvil tiene una velocidad muy variable según las circunstan cias del tráfico, y en cambio el compresor para que tra baje con rendimiento admisible tiene que girar a veloci dad elevada y casi constante, se necesitaría una caja de cambios a la salida de E con un mínimo de ocho com binaciones. El trabajo para el conductor, y el coste y estorbo de tal cambio, lo hacen prohibitivo. La solución fué encontrada en Alemania durante la guerra, cuando se buscaba un motor ligero y potente (de centenares o más de mil caballos) para los grandes carros de combate. No hubo tiempo de que cuajase en realidad; pero actualmente es la idea sobre la cual se trabaja en Inglaterra. Pué indicada en la figura 7, y el esquema de montaje se expone en la figura 9: los gases calientes pro cedentes de la cá mara de combus tión C pasan pri mero por la turbi na D, que por JI manda el compre sor E, y a la salida T de D pasan a la se gunda turbina E, de eje independien te, donde dejan el resto de su fuerza que se comunica en potencia al eje J, engranaje reductor dE Ryárbol de trans misión T. Iig. 9.—JV[oalaie en serie (le tnrhi El gobierno de nas separadas (D para el compn’sm la turbina se hace, yy para tuerza útil). como en todas, va riando la cantidad de combustible inyectado en la cániara C, y el conjunto está calculado para que, según -sea la potencia necesaria en la E, así sea el suministro en C de niodo que sirva adecuadamente la turbina del compresor los gases pre cisos a la E. La turbina D gira con independencia de la E unida a las ruedas, pues entre D y E sólo hay gas en movimiento, sin ningún enlace mecánico. Así se consigue: en primer lugar, que el compresor trabaje a la velocidad más conveniente, sin tener que ver con la del coche, y luego que, cuando se necesita un gran par niotor para las ruedas, pueda proporcionarse sin perjui cio del rendimiento del compresor; el resultado es aún mejor que con el motor de explosión. En la figura 10 se dibujan las curvas que indican cómo varía el par según la velocidad de rotación: de trazos el de un motor de explosión, que baja al disminuir el giro de un cierto va lor (digamos mitad del máximo número de revolucio nes); de rayas y puntos la de turbina única, que desciende aún más de prisa, y de trazo lleno el par a la salida de la segunda turbína, que se ve aumenta con vigor cuando baja la velocidad. Esto es, justamente, lo que hace falta en los automóviles y resulta así que puede prescindirse del cambio de velocidades, puesto que el enlace por ga ses entre las turbinas D y E (fig. 9) equivale, en realidad, a un convertidor de par como los usados en los autobu ses Leyland y GM y coches Buick de 1949; sólo que aquí no es hidráulico, sino neumático, y el flúido de enlace no es líquido, sino gaseoso. Las soluciones prácticas que se buscan para el automovilismo se basan en este uso de dos turbinas en serie. Hay una posible variante (fig. 11): en vez de htcer pasar los gases por las dos turbinas en serie, se niontan en paralelo; el único compresor E alimenta por un lado la cámara de combustión C para la turbina D que niueve el compresor, con escape por E; y a la vez alimenta otras cámaras de combustión K cuyos gases hacen tra bajar la furbina M, con escape por E’, que mueve la que éste queme el petróleo en la cámara de combustión. En la figura 13 se detalla esta dispoción: A es el com rueda. La independencia es aún mayor, pero la compli presor axial del aire que sigue por el camino de las fle cación y el coste aumentarían notablemente. En la figura 12 se dibuja el esquema de una doble chas al recuperador G, donde pasa por tubos rodeados turbina de montaje en serie: A es el compresor; B, las por los gases del escape; recalentado aquí sigue a las cámaras de combustión con sus mecheros; C es la tur cámaras de combustión B, y de éstas a las turbinas inde pendientes y en serie C y D; a la salida de esta última, hina que mueve el compresor; D, la segunda turbina los gases de escape comunican su calor remanente en G que por el engranaje reductor E manda el árbol de pro pulsión F. Comparando el compresor A con el B de la al aire que entraba desde el compresor, y luego son ex pulsados a la atmósfera. figura 3 (que el rendi PA R cómomuestraEl recuperador mejora apreciablemente miento térmico de la turbina en un 5 ó 6 por 100, es decir, son en realidad los álabes de compresor ytur bina), se apre ciará que mien tras el B es de aspas que echan plOSI01’ hacia afuera, rael e — — dialmente, B ‘o aireal compri mirlo (compre/ . radial sor o cen trífugo), el A de la figura 12 está formado por una rueda de R P Nl. turbina con va rias coronas de álabes intercala Fig. io.—lia turbina sencilla de la figura 8 das entre otras tiene un esfuerzo de rotación o par motos coronas de alaque baja rápidamente con la velocidad, bes fijas a la Con la doble turbina de la figura 9 el ar carcasa o carter; aumenta al bajar las revoluciones por mieste modelo de nulo, mejor que con el motor de pistones. compresor en escalones , que lleva el aire com primiéndose paralelamente al eje, se llama axial. Ambos tipos se usan para las turbinas de gas y a veces se com binan poniendo uno centrífugo a la salida de la última corona del axial. También se ve en la figura 12 que ante cada rotor de turbina (C y D) pue de haber una corona fija de álabes (llamada E estátor) que sirve para comunicar a los gases el ángulo de inciden 4 cia más favorable so bre las aletas del ro tor. Asimismo puede haber escalones en la expansión de los gases en las turbinas, con dos o más coronas de álabes en serie, inter caladas las coronas rotores con las coroE • nas-estátor. Fig. xi.—iiontaye de turbinas jaLa constitución de dependientes en paralelo, losmecheros o que madores se disena mas esquemáticamente en la figura 3: el conbus tibie sale por uno o varios orificios en cierto modo pare cidos a los inyectores para Diesel, pero aquí de chorro continuo provocado por la presión que le suministra la bomba de combustible. / - - Recuperadores.—Para mejorar el rendimiento de la turbina de gas se puede hacer que el calor de los gases de escape se comunique al aire comprimido, antes de D Fig. I2.-——Esquema de la doble turbina con escupe F directo. que, en vez de obtenerse como trabajo útil el 20 por 100 de la energía contenida en el combustible se llega a apro vechar hasta el 26 por 100. Pero es algo voluminoso, complica la instalación y, naturalmente, la encarece. No obstante ser de aplicación práctica, ocurre que, cuando el aire es comprimidó por el compresor hasta la relación 6, el rendimiento viene a ser el mismo con recu perador que sin él. De aquí que los tres únicos modelos de turbinas para coches que se intentan actualmente (en ensayo todavía dos ingleses y uno americano), el Rover tiene recuperador, y el Centrax y el Boeing, no. Mandos.—De lo explicado se deduce que el mando de los coches con turbina será más sencillo que con motor B Fig. 13. G —Doble turbina con recuperador G. de explosión, puesto que bastan los pedales de freno y acelerador para mandar el vehículo. Actuando la doble turbina como convertidor neumático de par—enlace flúido—no son necesarios el embrague ni la caja de cani bios. Sin embargo, quizá se ponga el primero para mayor seguridad o por exigirlo las leyes en los países producto res; y como habrá que dotar al coche de un mecanismo de “marcha atrás”, quizá se aprovechen estos eiigranajes 47 para poner una “primera” demultiplicada, de uso en tráfico atascado y terrenos difíciles. La ausencia de vibraciones, por carecer de piezas con movimiento alternativo y golpeos intermitentes, impar tirá una suavidad extrema al funcionamiento del motor, y con ello se evitará la peligrosa fatiga del conductor al cabo de varias horas de estar sometido su organismo a las aparentemente inapreciables vibraciones que le pene tran, causa ésta—según las últimas investigaciones—del sueño que acomete en los largos viajes. Cuando menos, se eliminará la fatiga de materiales y personas. Los ruidos serán de otra naturaleza: probablemente se En la figura 14 y su leyenda se diseña el posible mon taje de una turbina doble con recuperador, en un auto móvil. Hasta ahora nada impide que dentro de unos pocos años puedan aparecer las turbinas de gas aplicadas prácticamente al automovilismo. Pero queda mucho por hacer, han de resolverse muchos problemas y, al final, lo probable es que se apliquen en primer lugar a los carros de combate y luego a los grandes camiones y autobuses que sirven líneas largas: en éstos (y en algún coche de lujo y sport) es donde primero podrán aplicarse las ele vadas potencias de las turbinas y amortizarse mejor su mayor coste. Para los coches corrientes y utilita rios, no parece por ahora que el motor alternativo—más barato, efi ciente, de consumo inferior a la mitad que la turbina, de potencia flexible y reducida, y con la expe riencia de cien millones de unida des fabricadas en el mundo—sea desplazado en bastante tiempo. Como observación final, debe prevenirse a los automovilistas del efecto de propaganda que el lanza miento de una turbina (aunque sólo fuera en prototipo o coches ultracaros) representaría para la marca que lo hiciese: daría la sensación de ser una casa tan “a la última técnica”, que de reflejo se auinen tana la venta de sus coches con motor alternativo. Fig. s4.—Montaje de una lactina de gas en un automóvil. El aire entra por A, pasa por el filtro E y es comprimido por el compresor C; desde aquí pasa al recuperador D y sigue a las cámaras de combustidn E, en las que los mecheros (uno por cámara) queman el combustible, y los gases a elevada temperatura entran a la turbina G, que mueve el compresor C, y luego a la tur hina H que da la potencia útil o esfuerzo a la transmislún, compuesta por el re ductor de velocidad K, caja de cambios L (marcha atrás y, a lo sumo, dos com binaciones adelante) desde la que sigue el esfuerzo motriz por el árbol de trans misión M a las ruedas propulsoras. Los gases, después de ceder su energía en las turbinas G y H, siguen por E al recuperador D (donde su calor remanente sirve para elevar la temperatura del aire comprimido en C), y después pasan por J al silencioso y escape N. sustituirá el tono grave del zumbido de los actuales mo tores por otro más tenue, pero agudo y silbante, que obli gatá a apantallar acústicamente las turbinas. La admi sión del aire se apagará con el filtro. El escape tendrá que dejar salir unas cinco o seis yaces más volumen de gases que con los alternativos a causa del aire de dilución que aquí se añade al necesario para la combustión. El ruido acaso más temible, pero que podrá apagarse a costa de mayor coste, será el del engranaje reductor. La ausencia de sistemas de refrigeración y encendido simplificará el entretenimiento y hará más escasas las averías. A juzgar por la experiencia de los aviones con turbinas, el personal dedicado a mantenimiento y repa raciones en los talleres se podrá reducir sensiblemente. Por último, hay que observar que, si bien el arranque con motor eléctrico será tan fácil y sencillo como en los motores alternativos, en cambio es dudoso que se pueda hacerlo a mano, por la mucha mayor velocidad que se precisará dar a la turbina para que el compresor envíe aire suficiente a la cámara de combustión. Por lo menos se necesitará un dispositivo nuevo. Y, desde luego, no se podrá arrancar empujando el coche, por no haber enlace sólido ni hidráulico entre las turbinas: las ruedas “están separadas del motor por medio del aire”. 48 Caracteristicas de las actuales turbinas de gas para automóviles.— Sólo hay tres, y tienen en estudio el prototipo; la única terminada es la Rover, y aun así, todavía no ha sido montada sobre el coche a que va destinada (el modelo “73” de esta marca). CENTRAX.—160CV. de potencia. Peso, no Kg. Relación de compre sión 5,8 por medio de compresor de ocho escalones axiales y dos cen trífugos. Turbina para el compre sor con doce escalones; diámetro, 15 centímetros; ralentí a 8.000 r. p. m. Turbina de fuer za con un solo escalón. Velocidad normal, 35.000 r. p. m.; máxima a 42.000 r. p. m. Reductor, 7 a i. No tiene recuperador por emplear alta compresión pre via; la temperatura de trabajo será de 830 grados, sobre los álabes de la turbina. No está terminado el prototipo. Rovaa.—too CV. Peso, 216 Kg. con embrague y cam bio. Se ahorran 90 kilogramos de peso respecto al motor alternativo del modelo “75”, que sólo da, además, 75 ca ballos. Doble turbina de 12,5 cm. de diámetro; velocidad normal, 55.000 r. p. m.; máxima, 70.000 r. p. m. Ralentí a 6.000 r. p. m. Un solo mechero. Temperatura de tra bajo en los álabes, 750 grados. Tiene recuperador de calor. El rotor y sus álabes están fundidos en una sola pieza. El compresor consume el 70 por 100 de la energía del combustible, y el 30 por 100 restante es potencia útil para la propulsión y elementos accesorios: dínamo, etcétera. BOEING (Estados Unidos).—200 CV. Peso, 70 Kg. Dos mecheros. Compresor centrífugo a 36.000 r. p. m. Tur bina de fuerza en dos escalones a 24.000 r. p. m. Tem peratura de trabajo en los álabes, 815 grados. Reductor de velocidad, 9 a 1. ••f. OLJXO • ,iras,7?ffrr/all’f Resumendeunaíoí deEducaciónFísicaenelElércitodeTierra. Teniente Eleuterio Torre!o. Estos días han terminado los últimos Campeonatos militares. Mando y tropas han competido con inusitado entusiasmo en variadas facetas deportivas. De abril a septiembre, y teniendo como marco las montañas de nuestro Pirineo aragonés, las pistas de la Escuela de Educación Física o las de Aplicación de Caballería, los hombres de nuestro Ejército, escalando picos, calzando los esquís, participando en las variadas pruebas atlé ticas, de tiro, equitación; aplicación militar, etc., han demos trado que “están a punto” y que la forma atlética ya conse guida es la mejor certeza del logro de aquella otra forma con junto de las cualidades físicas, técnicas y morales, tan necesa rias a toda agrupación guerrera. Los resultados obtenidos, reflejados a lo largo de este tra bajo, nos dicen, con el claro lenguaje de las cifras, que hemos alcanzado ya la edad madura y que acabaron los balbuceos y el caminar vacilante del aprendizaje. Un calendario tan completo, con tan múltiples y diferentes pruebas, de técnicas dispares y aun contrarias, haciendo inter venir para su ejecución a millares de jóvenes soldados, son afirmación rotunda de la valía física de nuestro pueblo. Una idea de la importancia que revisten las competiciones del Ejér cito pueden darla estas -cifras: En las primeras eliminatorias realizadas entre las distintas Unidades de los Regimientos, y luego entre las guarniciones, participan muy cerca de los 200.000 hombres; de esta masa se clasifican unos 20.000, que en las cabeceras de regiones luchan por formar parte de los 3.000 sol dados que,, finalmente, disputan en Toledo las pruebas de cate goría nacional. Es, pues, hora de proclamar el éxito y buscar con nobles am biciones un campo más -amplio de encuentros deportivos. La experiencia de organización por una parte y el estado actual de nuestro deporte en el Ejército de Tierra nos permiten am pliar con seguridad de éxito el calendario deportivo militar. En esta idea podrían adoptarse iniciativas para dotar de más amplios vuelos a nuestros encuentros anuales. Las fuerzas armadas españolas, organizadas en tres Ministerios distintos, hacen fácil establecer luchas deportivas entre los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire. El hacerlo reporta grandes ventajas, estre cha los lazos de afecto y compañerismo entre los qué, aun vis tiendo diferentes uniformes y desarrollando su misión en dimen siones distintas, tienen el deber común de la defensa de la Nación; despierta le emulación, permitiendo que se conozcan más íntimamente marinos, aviadores y terrestres. La relación entre la Oficialidad, aumentada considerablemente, y, por otro lado, la honrada pugna entre los Ejércitos para la disputa de los premios, creará un clima nacional de cpnsiderable sim patía hacia estos juegos militares y, como consecuencia, el amor .a lo castrense y el culto a los ejercicios corporales. Los 200.000 espectadores de que nos habla anualmente la prensa y radio de todo el mundo son el triunfo mayor y la mejor lección de los clásicos partidos de rugby entre la Marina y el Ejército de los Estados Unidos de América. Profesor de la Escuela Central de Educación l:ísíca. En mi parecer, el calendário deportivo militar entre AviaciónMarina-Ejército podría estar integrado por: • Gimnasia educativa. Gimnasia deportiva. Campo a través. Tiro. Aplicación militar. Natación deportiva. Balón a mano. Baloncesto. Pista de obstáculos. Boxeo. Lucha. Esgrima de fusil. Natación. y con la concurrencia de una unidad tipo Compañía de rnfan tería a los Campeonatos de Gimnasia educativa, Campo a tra vés, Aplicación militar (paso de la pista); doce atletas para cada una de las pruebas de Boxeo, Lucha, Egrima de fusil, Natación (depórtiva y de aplicación) y Gimnasia deportiva. A los juegos deportivos de balón-mano y baloncesto concurrirían los hom bres necesarios para formar un equipo por cada Ejército, más los correspondientes suplentes. Todas estas pruebas podrían celebrarse en la Escuela Central de Educación Física, que cuenta ya con instalaciones amplias y suficientes para ello. Si, como esperamos, este torneo triangilar fuese acompa ñado del éxito, sería la ocasión de coronar este esfuerzo depor - tivo y, asomándonos a la frontera del -país hermano, invitarle a participar en un encuentro militar ibérico. Iniciado éste, podría continuarse año tras año, y el aprecio mutuo proverbial entre las dos naciones encontraría aquí un claro exponente. El pri mer año podría iniciarse por unos juegos entre los Ejércitos de Tierra, y éstos podríaú tener lugar en España, con un calenda rio, poco más o menos, a base de: - Saltos... -x.° Atletismo. 2.° Altura. Pértiga. Longitud. lOO, 200, 400, 1.500, 5.000 3.000 obstulos. 110 y 400 m. vallas. Relevos 4 - 3° 4° Carreras... X 100. Disco. Lanzamien- Jabalina. Peso. tosMartillo. Barra española. Carrera campo a través. Tiro de fusil y pistola. Gimnasia educativa y deportiva. m. También sería factible de llevar a cabo una prueba entre Oficiales de los dos Ejércitos, y nada mejor que la completa de Penthalon Moderno. *** Los resultados de las pruebas de Montaña, con las que dan comienzo los Campeonatos de 1949, fueron objeto de amplia resefía en el número 113 de la revista EJERCITO; las más importantes de las restantes, por orden cronológico, han sido las que detalladamente y con sus resultados consignamos a continuación. ATLETISMO Son las jornadas dedicadas a las pruebas atléticas las qi despiertan más interés, quizás por ser mayor el número participantes o por la espectacularidad que revisten; lo cier es que todos los alrededores de las pistas de la Escuela está por completo llenas de un público rebosante de entusiasm La marcha ascendente del deporte español, puesta tambié de manifiesto en todas las competiciones militares, alcan aquí caracteres más acusados. Prueba de ello son los 8 récords batidos en la reunión d este año: Marca lgrada CARRERA CAMPOA TRAVES La tradición deportiva de la 6. Región Militar—fruto de la constante y entusiasta preparación de sus atletas—inicia con el triunfo alcanzado en los 9 Km. de circuito de esta prueba la continuación de los logrados en los Campeonatos de los últimos años. Es la primera vez que se celebra esta prueba con categoría nacional. Toman la salida 91 corredores, llegando a la meta 84 y retirándosé durante el trayecto 7 atletas. Irizar, de la 6.a Región, emplea 29m los 8 en cubrir el recorrido, se guido de García. de la y.” (29m 2I 2), y de González, de la i (29m 226S ) Las Regiones se clasificaron por este orden: Orden de llegada I.0_6.& 1- 8-10-17-23 4- 9-14-18-27 3-12-13-16-33 6-15-35-36-37 21-22-30-31-32 11-25-34-38-43 26-28-29-44-51 7-42-45-47-5 3 5-19-57-58-59 2-46-48-49-54 Región 3.0_I.8 4.0._4.0 5. °—Baleares 6.°—Canarias 7.°—X 8.°-8. Cuerpo de Ejército Región 12.°—.IX cuerpo I3.°9.a Región de Puntos 59 i.°—6. Región militar 72 2°—Baleares 8.°—3.a 198 9°_2a 199 Io.°—I 222 224 306 IX.°__5.0 PRUEBA MILITAR CICLISTA • Treinta Km. repartidos en i por y 5 campo a travás, con intercalación y el paso de un río. La clasificación ha quedado así: de camino io carretera, de un ejercicio de tiro R E G 1O N - Tiempo invertido 7.0 1h 1h 1h 4.° x. h 5.0 4.0 6.° X 1h 1h Baleares 3.0 ‘ 6.. . . C. de E 32m 32m 34m 34m 54s 33m 17s 39911 i8s 170 503 22° IO.° 5.02h ,,0 8.2h 39m 24 44m ,8 tom 179 21m 31m 6 12.° 2•a3h i8 70 3.0 8.° g.01h Canarias2h 9•0 1h 59 6,z8o. 3,100 m. ni. 5 59’ 46’ 459 159 m. 17,690 34,510 i 4 I5’58 8 389 6 No existía. No existía. 179 179 Ifl. m. 3,100 la siguiente puntuación y clasif 6o punto 59,5 — 59 46 40 26 25,5 24 “ “ “ 12°—Canarias I3.°—9. Región — — — — ‘5 — 12 12 — 6 — 4 — Las pruebas han sido las mismas de los años anteriores co la inclusión en las carreras de los recorridos de i.5oo y 5.00 metros lisos y relevos 4 X 400, suprimiéndose en cambio lo reÍevos olímpicos. La clasificación de los atletas fué como sigue: Lanzamientos. i.° Iglesias 2.0 Del Real Llopis 3.° 2.0 15m 4m 390 “ Peso: Puesto 89 Región 4.°—X C. de E 5.°—8. Región 6.°—IX C. de E 7.°_7.5 Región 151 178 194 111. m. Ifl. 469 Las Regiones obtuvieron cación: 77 55-60-62-64-65 6,510 17,820 41,070 Marcas igualadas: 110 m. vallas Salto con pértiga 129 136 39-40-41-50-52 20-24-56-61-63 Ejército Salto de longitud Lanzamiento de barra. Lanzamiento de martillo 400 m. vallas Relevos 4 )< 100 5.000 ni. lisos 1.500 ni. lisoé Relevos x -oo Récord anteric 4•0 5.° 6.° Herrero Llanos Shirley IX C. de E Región Baleares IX C. de E 7.0 Región XdeC.E 11,270 10,890 10,715 10,710 10,310 io,z8o 11 n IT IT ni IT X C. de E Región 36,090 34,930 ni 33,475 11 11 m m Disco: x0 2.° 3.° 4.° 50 6.° Shirley Del Real Soriano Llopis San Martín Zazo 2. 3.0 “ Baleares IX C. de E X C. de E 32,850 32,655 30,610 ¡u Martillo: En este tercer año de disputarse esta reñida carrera se apre cian grandes progresos. En 1949, los 8 primeros equipos clasi ficados lo hacen en un tiempo mejor que el vencedor de 1948. En cuanto al tiro (sobre 6 platos colocados a roo metros), son mejores aún los resultados alcanzados: en 1947, las patrullas consumieron I.IOI cartuchos-(Iio,x % por equipo); el pasado año son 1.017 los disparos hechos (101,7 %), y en 1949, los 12 equipos rompen los 72 platos que les corresponden haciendo fuego 1.075 veces (89,7 %). Otra cosa a señalar es que en la última competición se consigue por primera vez la clasificación de todos los equipos participantes. ,•0 2.° 3.° .° 50 6.0 Bastit Aliaga Iglesias Bonet Roig Soriano 4.0 5.0 Región 36,575 36,165 Ui ni IX C. de E 33,770 m Baleares 3.0 Región 32,630 ni 30,580 m 3.0 30,170 m 45,570 44,670 43,890 ni ¡U ¡11 “ “ Jabalina: 1.0 28.202. 2.° Zazo Mata 3.0 X C. de E X C. de E Región Baleares 8. Región Soriano González Vera .° 5° 6.° m. m. m. 43,130 42,I 40,130 30 400 m. lisos: 1.0 Serrano .P’oix Labrés 2.0 3° Barra: 1.0 - ‘2.° 3•0 4° 5.° 6.° Región IX C.ie E.’ 6.° Región Baleares. 6°. Región Baleares Cozar Diestro Aguirregoitia Bernabé Ansa Soriano 1. m. m. m. m. m. m. 17,580 17,465 16,490 16,430 16,370 16,315 x.° 50 6.° Arias 3° 4° ‘Salto i.° 2.° ° 40 50 6.° Salto 3,0 4,0 5,0 6.0 6.” Región 6.” “ 7.0 1,650 i,6o i,6oo x,6oo t,doo “ Baleares 8.a Región 8_a “ Martínez 8.”,Región2m 40 ‘6.0 “2m “2m 1.500 m. lisos: Castro Roig4.0 Cases 8.° 1,550 m. m. m. m. m. m. 7.0 Región 4,0 X . m. ni. m. m. m. m. 6,510 6,300 ,, “ 6,250 6,110 de “ E 6,105 6,010 4.0 7,0 Región4m m. Baleares 4,a Región 90 IX X IX “ C. C. de de C. E E de E 3,100 3,100 3,000 3,000 3,000 2,900 ni. - m. m. m; m. m. Carreras. lisos: Región C. de E 2.0 3.° DelgadoX García Company Rollo 3.° Company García Rodríguez Hossain Ib m. vallas: 2.° 3,° 8 7° 30 5.0 Regióni6 “i6 “1m12s 3,0 70 Región. “10m 3° 4 3° 5 m. obstáculos: 3.000 1.0 21° 9fl159 Cañarías10m González Lacunzá Llabrés 4 55 6.’ Región17’ XC.deE.I8°4 Balearesi8° 2 6 2.° 3° Relev.os 4 X 100: i° (6.0 2.° 3,0 (2.0 (8.0 Región).—González güello “ . -(--—Amador, “ ),—Juñoz, IX C. de EIfll Balearesi° 8.0 Región1m S i 2 C. de E Especialidad peso12,21 Disco42,395 Martillo41,070 Jabalina50,39 Barra castellezia - Izo. 120 O 24’ 249 240 4 6 . a Ar Del Real, Herrmn Díaz, Regal479 478 4 4 (Baleares) 400: .—Villarroya, Región).—Joaniquet, “ ).—Rueda, Andréu, Fort, Amilivia, Llabrés, 17,820 - 100 si.lisos l1 2 200 m. lisos23 3 400 si, lisos533 800 u. lisos 2 52 1.500si. lisos 154 8 5.000u, lisos . 151I455 0 3.000n. obstáculos 931 559 110si, vallas .... 17 40Cm. vallas .... 58 O Relevos 4 x 100 46 Relevos 4 x 100 38 3l 6 Relevos olímpicos 3m 333 9 Fandos. Cazas, Serrano , González, Martínez finalizar estos Campeonatos Militares de nacionales del Ejército quedan. establecidos Región Alo -1.948 1.948 1.949 1.947 1.949 Atleta Carvajal Carvajal Martinez García Gozar 1 1 75 6 i Otero Cifuentes Bonamusa 8e Región 7S Región ]IQ C.E. 1.946 1.949 1.947 X .C.E. X C.E. 75 Región 45 Región 8 Región 45 Región 6e Región 45 Región 1 Región 6 Región Baleares 45 Región 1.948 1.948 1.946. 1.948 1.949 1.949 1.947 1.946 1.949 1.949 1.949 1,948 — Región Región Región Región Región .- e ti— it Cuevas, González, Pretuhondo ‘ — II 4X (4.a (a Al récords Metros tienpo o Salto de altura... 1,720 Salto longitud ... 6,510 Salto de pértiga.. 3,100 ‘ Gómez 2 6 4 e Relevos 2.0 30 Región García Resefiat Guerra 1.0 xx’ 8 lisos: Argüello6.0’ FandosBaleares 8 8oo. m. val1as Bonet Torrellas Segura Sarrión Sarraga Batista Gómez5.” DelgadoIX FandosBaleares 3,0 2° con pértiga: i.° 10 .z.° 28 m. lisos: 5.000 L° - 1.0 59 79 s 3.° 4m 4m2698 Cifuentes Solido Torrellas Rubio Larrauri -Mario ni. 200 2 Castro Roig 3° en longitud: loo 3° Baleares559 ei1 altura: Larrauri González Rubio Volta Solido 2.° 30540.8 2.° 1.0 2.° Sellos. Región53’-4 8oo m. lisos: 1.0 Salto 4” Delgado De-igado Rodriguez Reixah Castro Baldoma Escudero Brillas Rubio 3 380 3fl1 42 3m 45 Atletismo, así: 6 2 2 los TIRO DE PISTOLA Subo Jici ales. Presenta este concurso dos modalidades. La prueba de velo cidad y la de tiro. Se presentan 84 Jefes y Oficiales del Ejército de Tierra y una representación de los- de Marina y Aviación. En 1947 y 1948 eran frecuentes los empates en las pruebas de velocidad, con el consiguiente alargamiento por tener que repe tirse las tiradas. Este año se utilizaron zonas, lográndose los desempates por medio de los puntos alcanzados. Oficiales: 2.a Región.—Capitán D. Puesto p Suman Puntos ____- Juan Fernández Peralta 6_a Región.—Capitán D. Vicente Antolín Vecilla 8_a Región.—Capitán D. Primi tivo Sobrino. Rodríguez... 9 3 4 12 - 6 II Región.—Sargento Martín Santiago 6.1 Región.-—Brigada D. Julio Garrido Faulin Región.—Brigada D. Mariano Poza Fernández 7.0 D. 2 3 5 250 8 i 9 248 7 4 II Puesto “ 7a “ Suboficiales: pa Región.—Brigada rrero 7.’- Región—Sargento 5.0 Resumen 223 30 220 219 210 203 203 3.0 u 6.0 puntos. ‘‘ 8.0 57 16 i6 i6 16 i6 90 15 “ 10.0 15 “ 6.° 223 222 211 30 / anteriores: 190 284 i88 583 x86 s86 2.992 5.928 puntos. puntos. 239 puntos. puntos. 30 4 5 2,6 214 213 210 zo8 2.190 165 “ i66 puntos. 1.920 “ “ 200 “ 599 “ puntos. 2.095 puntos. Año1949 x8 siluetas. 15 siluetas. 15 “ “ “ rS “ “ i6 16 “ i6 15 “ “ 56 16 “ “ “ “ is8 “ 15 15 14 14 14 14 14 “ 135 133 133 128 127 “ 123 122 121 121 “ “ “ “ 6.0 10.0 puntos. ig7 puntos. “ “ “ 2.362 puntos. Año ‘g4 Año 1948 z6i puntos. 267 puntos. 259 257 250 247 245 244 243 243 243 265 260 253 252 251 247 246 244 244 2.492 “ “ “ puntos. 2.529 puntos. OFICIALES 1.947 1.948 ÇQ Total -tiradores puntoíó 38 Media 1 4469 N9de tiradores 5588 147 J 120 fá Puntos Año1948 17 17 15 249 247 242 239 234 233 231 230 229 228 1.0 223 217 2r6 “ “ Año 234 “ ‘74 185 i8z 976 205 203 202 201 “ de precisión: Año , ‘99 198 196 192 190 190 i8i 10.0 “ Prueba 203 “ ‘99 8.0 17 50 Año 1948 “ isiluetas. 30 Oficiales. Año x7 “ 175 “ ‘ velocidad: 1.0 He con campeonatos 577 “ Año 5947 239 234 1.0 comparativo 1_e de Puntos 2.0 ID. Fidel Martín Santiago.. ID.José Jiménez Santana.. “ “ Henares “ Oficiales. Prueba 40 D. Saturnino 200 592 “ puntos. Los años precedentes sólo un Oficial consigue tocar todas las siluetas, y ningún Suboficial lo logra. Aunque este año eran i los blancos en lugar de los r8 de años anteriores, los Oficiales primeros clasificados y los 8 Suboficiales consiguen tocar la totalidad de los blancos. La mejoría alcanzada se logra comparando los resultados actuales con los resultados de años anteriores. Clasifiiación D. Ricardo López Pérez “ ID. Francisco Gaya Riera.. .—Teniente D. Adriano Segurado San tamaría 90 10.0. “ 223 212 211 209 246 Región.—Capitán 5.a 4a “ puntos. Los resultados en relación a años anteriores se aprecian cilmente en el cuadro que va al final de esta página. 260 Fidel Oficiales: 8.° 218 208 199 199 197 -590 “ Año 1949 265 i6 Fusil: puntos. zo8 1.962 Suboficiales: 7:a Año 1948 1947 212 -O 267 - 14 50 240 259 2.° 6.° 70 CLASIPICACION Puesto y. Año 42 1.949 Total Media NQ de pi.m-tos tiradores 6428 153 39 - Total pwrtos Media 6942 178 SUBOFICIALES 36 5296 147 37 6141 170 Están ausentes de este torneo la 2•a, 3•a, 5•a y 9.’ Región. Los vencedores en cada una de las pruebas que integran el Penthalon Moderno fueron: SI4bo/iciales. Prueba de velocidad: Año x947 Alto 1948 87 siluetas. Alio ‘949 16 i6 70 8.° 90 20.0 Prueba 15 15 ‘5 “5 ‘5 24 24 14 24 ‘4 6.’ ‘34 ‘33 ‘33 25 15 5O 15 ‘ 15 132 25 “ ‘5 ‘3° ‘3° ‘3° 126 15 , 15 ‘5 ‘4 14 14 14 y la clasificación 225 266 puntos. 1 256 45 243 240 50 236 30 70 8.’ 90 10.0 2.374 249 244 242 ‘ puntos. 235 234 228 225 i8 “ puntoS. 216 2.329 Año 1949 260 puntos. 248 246 238 232 227 226 226 222 6.° Año 1948 ‘ ,“- - “ “, ‘-‘ 245 245’ 244 243 240 239 general 94 puntos. zo victorias. puntos. 191 m 302 tiempo. 12 m 422 4 tiempo. de la manera que indica se establece el cuadro, inserto al pie, La categoría de las pruebas de Penthalon, y la cuidada pre paración que ha de recibir el que quiera participar en ella, exige que el Oficial sepa en todo momento la relación que guardan sus posibilidades con las de los posibles contrincan tes. Para facilitar esta tarea de amoldar facultades y dirigir los esfuerzos adecuadamente, incluímos en la página siguiente (parte superior), el cuadro esquemático con el historial dé todas las pruebas de Penthalon celebradas en’ el Ejército, así como los resultados de las salidas de nuestros representantes al Tor neo internacional de Thun (Suiza) y al Penthalon Moderno de la XIV Olimpíada. de precisión:’ Año 1947 Capitán de Infan,tería D. Diego del Alcázar de la Victoria Esgrima: Capitán de Infantería D. Luis del Olmo Obregón Tiro: Capitám.de Infantería D. César Jimeno Pifiol: 20 impactos Natación: Teniente del Ejército de Estados Unidos James W. Howe Cross: Teniente del Ejército de los Estados Unidos James W. Howe siluetas. 25 siluetas. 236 17 2.° S30 40 Equitación: Puntos “ “ TORNEO INTERNACIONAL DE. ‘PENTHALON DE TRUN (SUIZA) 238 CLASIFICACIÓN puntos. 2.448 puntos. DEL . Tiro , Apreciamos también el considerable. aumento de tiradores, muy cerca del doble de los participantes del año pasado, aun que creamos qué esto es debido a la benignidad de las condi ciones estipuladas, ya que los 120 puntos establecidos por el Reglamento lo estimamos un término medio, discreto pero rela tivamente fácil. Moreiras.... Bernabéu... Riera Jimeno 37 42 43 EQUIPO Natación 2 23 4 MODERNO ESPAÑOL Equi-Esgritación ma Cross 27 22 39 26 30 45 13 46 26 29 Pon‘tos Pues tos 117 149 149 21 30 31 ‘ 36 Véase el cuadro de la página siguiente (parte inferioi). PENTHALON ESGRIMA Es la prueba más importante a que pueden concurrir Jefes y Oficiales del Ejército. En i949 han asistido a ella 22 Oficia les distribuídos así: i por 2 ‘‘‘‘‘‘ cada una de las Regiones 6. Canarias y IX C. de E. 8.’ 3r )( C. de E “ ‘7a y Baleares ‘‘ 4a Región de los Estados Unidos 3 “ “ “““ 7 ‘‘ ‘‘ ‘‘‘‘‘‘ ‘ Teniente del Ejército 1a, EMPEO NOMBRES . Cap Tte Tte Cap Tte Tte E-te “ Cap Tte o Cap Pto 2.’ REGIOR taci6n i’s Cab D. Arturo Estevez Osorio X’C.E. 32 mf D. César Jimeno Fillol 42 Reg 182 54215 D. Luis del 011,0 Obregón 12 D. Junes W. Howe EE.UU. 72”5 mf..D. D.Diego de Alcázar de 7. 42 Reg 94 Francisco Manjón Canar06255 Cisnero Ing.D. Francisco Vales Via 8’ Reg 45 D. Fernando Rivas Ssnt. Balear. 2595 Int.’D.Pablo Iranzo Gp.rcía 72 Reg 4 Alberto D. Gonzalez 0. 72‘ 13”5 D. Fernando Aranguren L. 7’ “ 169°-5 Art D, Fernando RodrLguez G. 8’ etQ 1sf D. Migoel Sin-teaAngla— 42 ‘ 23 D.Eduardo Lago Rve XQC.E.3.535 O. ‘Antonio RarAs Bennasar Balea 4 Cab O. Guillermo Pedraza N. 44 Reg 77”S Lug D.Die6o García Solórzano 9 C.E. Ret’ mf D.Jos 1. Riera CarbaLler Balea. 20215 Art D.Leopoldo Anguiano 42 Reg 931 D.Jos4Tl’ Gallego F. ‘ 36 mf D. Sixto Gu-tierrez “ Ret69 1st D. Carlos Rodriguez Soler 64 Reg 293 Florete. 32 Espada. 36 Sable LAS grima je categoría. 1 J.S—Equi— 2—Es— . Pto. 4 4 6 7’ PUT1TUACINEN - Pto Cap Es la primera vez que los Campeonatos nacionales se cele bran en Toledo; en años anteriores sé realizaron en la Sala., de Armas del Centro Cultural de los Ejércitos, en Madrid. Participan este año 129 Jefes y Oficiales, distribuídos así: y. ps 42 15’ 8 3Q 9 22 10 12 121 4 52 1’ 6 82 182 8 3’ 32 PRUEBAS. 32—Tiro 1. p. ps 20 20 19 20 16 18 189 191 160 .. 1a Florete. Espada. Sable .. categoría. i6, , 42—Nata— cien p 32 6m2388 126hfl9s 6 643Z 189 22 521302 131 926’°5O4 148 89 6°324 p5 52 C.ross pr V. 4914”5J.2 52 69 29 1452’2 8215m4054 101 3.212424 12 122 92l65O4 59 15l44 99 TOTAL . 12 22 3 42 52 62 19 26 28 31 39 43 . 112 5132 162 6 82 828 39 99 5139 149 6 82 202 8 32 5Q .. 172 6 82’ 2 7 79 209 .2 162 62 — 17’ 19’ — 179 109 209 — 179 ‘172 20 89’ 12 132 72 121102 7l74 102 12”580 49 6354 62 17” 66 12 94 142 .7115252132 16”2l2 ‘ 18 155 72 “570 172 1431°8 72 1811 26 14 112122 2i42S2 19. 172 52 7”182 112 18”23 6 11’ 81 179 7°432 129 15n O8 16 — 179 10 11 6 .- 11 — 15 — 176 102 132 8m2054 162-’151o 88 182 7215456 142 17 l2 92 159 18’ — 39 l4”238 20Q — 182 — 88 169 821 3.54 159 18182 — 2O — 189 . 121UI — 189 — — 201 - — 18 — 41 199 — 6194 29 142 11’ 7Q 8 92 46 48 49 152 102 112 172 122 56 82 13’ 182 142 152 162 58 3’ 17’ 61 162 189 182 192 209 212 83 83 84 182 222 42 79 139 189 18 50 56 58 60 60 79 90 , 12 20 13 cA1m1çaTos Reg. sY2rJITAoIdN ESDRIM.k TIRO l1ar. vio— Pos que tortas P’ 1. Ps 2 restan Lupleo ASO NOn RES Arma C.O.C.InfD.José Genes Conde 1942 C.0.C. D,JoaquinS.OoaBa C.O.C. “ D. rique Barre— La C.00. mt a 1 Cap — 32 — 169 305 12m553 199 — 112 Baba. Gaba3.don Riera Carb. 19 147 2 5rn34S2 49 16a27525 12 19 15712 5913832 52 32 33 .2Q 17m33925 9576 P iar oantjI 19 33 2 249 40 32 52 20 19 19 161 49 6m3734 l2 15rn37s4 g9 43 22 42 48 32 17 147 90 5476 15142 42 1 2 4 24 49 7216, XC.E 8,5 39 39 2 1 7 4432 DeDcld 42 18448 D.Coar — 85 7l32 Carb. Pelea. 100 D,Diego G.Solorzaoeo 75 l516 0 ‘ del Olmo 20 173 22 6m 93 2 - 2 96 18 100 — 63 9 5829 44O 1 O. 9 12 39 14 — 32 15 — 1 19 171 ].2 625O 59 166 — 52 19 169 2 P1228 49 15m278 8”195 2 -5 32 19 5 29 17 149 32 “ 6 1 8 52 35 C. 0. 29 17m4088 22 12 22 69 11m2331 127 92 4m188 12 16382 8 O4 99 7i352 72 12 fli 500 2 4 32 21 12 4 62 22 2 15 42 22 32 15 138 49 4m4594 12 ]5m2484 22 11 12 O 62 18 22 10 54 72 637.8 6217m 42 02 152988 32 20 32 Subcampeón: Alférez de Artillería ID. Vicente Fornés Andrés 3.a Región)6 Tercero: Teniente de Infantería D. Santos Manso Escebar (i.a Región)4 La clasificaiónoficial quedó así: 2.8 15n15825 17 126 72 6m1523 112 19 77,5 “ P Ps 109 33 — Gimeno 1’. 96 85 l147 — D.Luis PflA1 O. T 40,5 D.Federico Ing1e ‘ f4O3 P 12 ‘ “ E-te 59 97 — del Olso Cap Ial D.Jos4 Riera 1948 — g 1. Riera D.Mcnuel Cap Ial D.Jos 1947 Cte 49 72 l0° Relenzon D.Euin ‘ 32 9m225 Ohic Cap tal D.Tos8 1946 82O 100 D1rJO 1943 C.O.C.In - 100 — oss NATACION T2 nengoa - C.O.C.Art — — a 1.948. RACIONALES D2 PENTAZOR:SODEBrODESDE 1.942 categoría. Florete: Campeón: Alférez de Artillería D. Vicente Fornés An drés (.2 Región) Subcampeón: Capitán de Artillería D. Pedro Rico Sánchez (X C. de E.) Tercero: Teniente de Ingenieros D. Francisco Vales Vías (8.n Región) Campeón: Capitan de Infantería D. Luis Sánchez López (x.2 Región) Subcampeón: Comandante del S. E. M., ID. Mariano Tortosa Sobejano (r. Región) Tercero: Capitán de Infantería D. Francisco Ríos García (X C. de E.) 4 2 6 6 5 Sable: 5 Campeón: Comandante del 5. E. M., ID. Mariano Tor tosa Sobejano (i. Región)7 Subcampe9n: Capitán de Infantería ID. Francisco Ríos García (X C. de E.)6 Tercero: Capitán de Infantería ID. Rafael San Segun do Concejo (8.8 Región)5 4 3 Sable: Campeón: Capitán de Infantería ID. Rafael San Se gundo Concejo (8. Región) Subcampeón: Teniente de Infantería ID. Eduardo Lago Rivera (X C. de E.) Terivro: Teniente de Infantería ID. José del Pozo Pé rez (IX C. de E.) “ Espada: 5 victorias. Espada: Campeón: Comandante del 5. E. M., ID. Carlos García Riveras (i.a Región) Subcampeón: Teniente de Artillería ID. Luis Morales Ben (IX C. de E.) Tercero: Teniente de Caballería ID. Arturo Estévez Ossorio (X C. de E.) victorias. Este año se acusa una mayor preparación en los esgrimistas, fruto de muchas horas de plancha. Excepto las poules finales de Espada, en las que con franco éxito se utilizaron los aparatos eléctricos registradores de tocado, ünicos actualmente en Es paña, un Jurado compuesto por Profesores y Alumnos de la Escuela arbitró los asaltos; la actuación de los jueces fué tal, que, en el acto de entrega de premios, el Comandante del S. E. M., D. Mariano Tortosa Sobejano, como más anti guo de los participantes, en nombre de éstos, rogó al Director del Centro que propusiese a la Federación Nacional de Esgrima, a los Capitanes que actuaron como presidentes de Jurado, para árbitros internacionales. o 3 3 categoría. Florete: Campeón: Comandante del S. E. M., ID. Mariano Tor tosa Sobejano (x.a Región)7 PTRAL0!4CDE?DOBLAXIV0LflPLkDADELOEDRES .AotuaClóIi .e.— 5 del eaui.po o a b y e s estDo1. EluitaCi6fl T Capitén tioreiras Piera Lopez BerTabeu Pa. PS 10m 235 Carbailer iü’ Prada 14 — 033 V. 23 3.5 92 18 18 88 127,54119 P baaci6n Tiro Engrima 1. Ps. pS T. 19 4’ 29 24 17 149 42 4’ 257 123 1719 162 35 T 5 16n 59 4 16m 274 2( 16n o t a 1 Puntos P T. PS 3]. 20 183 Ci Croes_- 217 5 26 Puesto 3.12 22 114 23 24 141 36 Aplicación NATAC ION Oficialés: 1.0 Los primeros Campeonatos de Natación profesionales nen lugar del 24 al 27 de agosto. La clasificación de las pruebas fué la siguiente: ioo x.° m. libres, Capitán RieraBaleares6°’ i .° Capitán ValdivielsqCanariasm 175 2/lo 100 sse. espalda. 200 Teniente i.° Capitán 375 fll. braza. Aguilar3.0 Región.... Saltos 30 3m 339 6/lo 6 Baleares88 Canarias62 XC. deE6o IX C. de E22 4.0 Región16 3.0 “5 7.02 puntos. “ nacionales de natación de Suboficiales. Sarg. Méndez (Canarias). 1949. x» 25 Sarg.Barceló (Baleares). 1947. 2 Brig. Loriente (X C. E.) 1949. 3m 375 Sarg. Díaz (Canarias) ... 5947. 1m 480 Equipo de Canarias..... 1947. 3m 2I Durante 51 de Aplicación 8/lo militar. los días 13 al 17 de septiembre loo Región1m z.° 30 4.0 0 ,a 30 Región 6.° X C. de E 7.0 4.0 Región 8.0 6.0 9. 5n - i.° Flórezr.Región5m i.° Martínez i.°’ EscandeliBaleares3m 22 20 1.500 i8 .. Alonso. 17 17 nacionales militares Capitán “ “ Riera (Baleares),m “6° Valdivielso (Canarias)... Teniente Equipo Aguilar (3.0 Región).... de Canarias2m - Ii 2/lo i7 2/10 1m 36 z’/ro (semifinal) 3m 330 6/ro 5I 8/ro BernalIX 1.0 BarcelóBaleares7m 1.0 Sargento Torres. 0 Baleares3m 100 ni. espalda Baleare.1m 52S 8/lo Relevos j X 50. 2,0 8/lo 200 LorienteX m. braza. 52 RuizCanarias. 11s Prueba de Aplicación 3m I9 22 28 loo 400 1.500 ioo 8/ro 4/10 general. r. Región86 Baleares71 IX C. de E55 5. Región48,5 8.0 “23 X C. de E19 6.0 Región10 3.0 “9 Plussnarcas 8/ro miiitar. Baleares1m r. Región1ro 8. ,m 1.0 z.° 30 4.0 50 6.° • 70 8.0 2/SO 3 < 100. 5.0 Región4m C. de E. .. Saltos de trampolín. Sargento 4 ><200. Clasificación 150 6/ro 23 1.0 Región ni. libres. Sargento 1.0 2/SO Saltos de tranpolín. C. de E154,85 Relevos r. 2.° .° MéndezCanarias1m255 1.0 ni. espalda: r. Región,rn Relevos ioo ni. libres. 400 Brigada 5,s 8/lo i6 Flórez. de Oficiales. Tomaron parte en estos IV Campeonatos 5 Suboficiales, los cuales obtienen los resultados siguientes: Sargento ni. libres. IX C. de E23m 1 •0 1.0 m. libres. 200 ni. braza. Suboficiales: - 95 z/xo 580 6/io 100 braza... 5 X 50. en la 49 “ m. libres... m. “ m. esrialda. 200 ni. Relevos 400 puntos. II Plusmarcas, xoo 400 ioo general. rol lugar m. libres. Gracia5.0 Clasificación tienen piscina de la Escuela Central de Educación Física los VI Cam peona tos Nacionales de Natación para Tropa del Ejército de Tierra. Obteniéndose en las finales los resultados técnicos que siguen: 8/xo 4/lo 6/lo Baleares Canarias IX C. de E 2/Jo 8/ro 3/lo 2/10 Tropa. - 5 X 50. Baleares39s i. Regiór455 Canarias455 ,0 - de trampolín. Canarias2m Prueba 6/lo Clasificación general. Plusmarcas roo m. libres... 400 m. “ 200 m. brazá.. . ioo m. espalda. Relevos 5 )< 50. CerveraBaleares. Relevos j0 i.° 2.0 30 .° 0 6.0 7.0 2/10 i.° X C. de E570 Baleares Canarias1m - m. libres. 400 jo tie Capitán RieraBa1ears1m i.° 2.° 3.° ,nilitar. puntos. “ nacionales militares de Natación de Tropa. m. libresNéderman 4.0 Región. m. “Flórez. .. . x.0 “ mAlemany.. 3.0 “ m espalda.... Flórez.... i. “ 1943. 1948. -1949. 1948. - ,m 8 5m 480 8/lo 23fl1 22 1m 200 fI0 55 3 brazaEscandeil. m. 200 Baleares... (Do ménech, Moreil, Mur-. gadas)r944T Equipo 4.a Región (To rrellas, - Forné, Ber gada, I,ahorit, Font). Equipo 4.a Región (Ju lián, Font, Canudas, Forné)949 X io estilos.. .. Equipo 5 )< libres 50 - 4X200 -. “ - - 1949. i6° 2/10 301 4.a Región - 6 °° de Equipo lo.5: 2/lo 26.367 11.0: ““ 1948. 2m 48s 9.978 2/Lo En 1948. 30: 4.° GIMNASIA EDUCATIVA - del X C. rió E IXC.deE de la 6.0 Región 1°: !fl 37.638 La Gimnasia educativa, inspirada en los métodos de Ling, es considerada entre nosotros como esencialmente formativa y básica en la preparación física de los soldados. Ella abarca a todos los hombres en filas, y un plan serenamente estudiado por la Escuela y ordenado por el Estado Mayor Central hace que, desde el ingreso del recluta a su licenciamiento, practiquen y realicen diariamente las correspondientes tablas. Los días 20, 21 y 22 de septiembre se reúnen en Toledo los equipos vencedores de los torneos regionales. En total, 520 h cm bres Cada sección se presenta ante el Jurado con 38 individuos de tropa y i Sargento, mandando cada conjuntos Oficial. Los resultados oficiales dela clasificación por Regiones es ccrno sigue: Puntos nacional: Tercio (2.° Equipo 7.0: Equipo de fantería Equipo de la Región Cantabrina)33.117 la 6.0 Región (Regimiento In (Regimiento In 9°: Con fantería Equipo de núm. la 4.0 7)31.808 Región mirar y ninguno logra el resultado conjunto puntos obtienen es debido io.°: II.°: 12.0: 13.0: tillería núm. 44)31.770 Equipo de la 5.0 Región (Batallón de nadóres)31.540 Equipo de la 90 Región (Regimiento tillería núm. i6)Equipo de la 8.° Región (Regimiento fantería núm. 43)30.848 Equipo de la 3.0 Región (Regimiento fantería de Vizcaya, núm. 21)29.470 Equipo de la 2.0 Región (Regimiento tillería de Costa. Algeciras)28.682 a haber los 5,20 la los los 4,83 Mi igual ejercicios de prueba esta que casi por la 31.032 4,73 In In Ar 2.0: de la “ “ “ “ “ “ 3.0: 4.0: 5.0: 6.°: “ “ 70: 8°: 9.0: “ “ “ 3.0 70 Región 9. 5.° 6. “ “ ‘ Canarias del IX C. de E de Baleares “ la 8.a Región existieron, concu Gimnasia educativa militar, al el competición atención este preparación resto de y las dedi incluidas en totalidad de de de los Educación jefes de equipos han Física; equipo no sido. en años Profesores - A-PLJCACONMILITAR Los Campenatos Nacionals de Aplicación militar son por sus resultados y eúseñanzas el mejor final de las competicio nes entre las Unidades del Ejército de Tiérra. A la prueba de aplicación asistieron 13 Patrullas, tipo Sec ciónde Infantería (1 Oficial. i Sargento, 2 Cabos i.os, 6 Ca bos 2.os y 32 soldados), en representación de las Regiones pen insulares e isleñas y de los Cuerpos de Ejército de Marruecos. La clasificación por Regiones se estableció como indica el cuadro de la página siguiente (parte -superior). Los aumentos de tiempo, debidos a penalizaciones, son como expresa el cuadro inserto al final de este artículo. Las Regiones Campeones nacionales en los distintos años que se ha celebrado esta prueba son: reaf Penalización Tiempototal 46 1h ni NACIONAL 1947. Nota media Puntos Equipo lugar, Gimnasia - Tiempo En tabla. de 4,80 Ar Los diez primeros clasificados individualmente pertenecen todos al Tercio Duque de Alba, 2.° de la Legión, y son del IX C. de E. Al consignar estos resultados, es obligado establecer un co mentario y realizar un estudio comparativo con los Campoona tos de 1947 y 1948. - Los resultados obtenidos en dichos años son: CLASIFICACIÓN la mayor que titulados proporción mayor. epecialmeute, de amplia Militar. número y, primer no Aplicación- una esta construídas el en de dedicado a 1949 la la son cuenta torneos 37.noo mediana; regionales nacionales año, de anteriores, forman el confu cada calificación es, precedentes habrán una menos 1949) Campeonatos exigió es en mucho que 13 sufi en años en apreciada Deportivo causa en en es en aclarar puntuación 39 1947, idéntico puntuación a de años, en bueno; con y tres aumentando equipos 1948, regional interés precedentes, era de los actúan Conviene teniendo y 2,95 2,65 obtenidas tablas 1947 Cuerpos prueba 5. bueno, Campeonatos Calendario Otra en 1949, corresponde vencedores que la car 4,87 a mismos a año, Ar que rriendo de los 4,35 22.631 20620 de obtener año mejora establecido educativa, 5,23 la 4,40 3,85 3, 6o equipos de En de Escuela clase de i2 puntuaciones las la en y causa consiguen puntos que por (36 La 6 nota nota de la cantidad 1948. este 4,73 4,7’ 4,65 27.325 clasificación clasificación de las cantidad anualmente 5,30 la presentarse: preparados 9.0: equipos, examinpndo pudiera 5,48 la torneo rebrsar que de mejoría: obtener de para sión relaciones amplia del ejecutantes 33.716 las fácilmente 5,14 (Regimiento sólo ciente “ 40 aprecia el 8°: 8.° 4,74 28.767 “ “ se 6,45 Región “9a I0.°ó 1 1°: 12°: esto de la Legión)46.162 Equipo del X C. de E. (Grupo Infantería de Melilló.36.002 3.0: Equipo de Baleares (Regimiento Infan tería de Teruel núm. 483457 .°: Equipo de la 7.0 Región (Regimiento In fantería de Burgos, núm. 36)34.019 5°: Equipo de Canarias (Grupo de Tiradores de Ifni núm. i)-. 8°: misma del IX C. de E. Subcampeón: Regulares 6°: Nota media go 7.0: -Baleares la 2.a 4,80 - 36.058 36.038 35 .294 35.074 33.926 32.787 30 6°: 4,90 36.447 3. - 3,68 3,16 1,24 22.308 12.0: 2.0: Campeón Nota media Puntos - 36.823 4,94 36.591 35.789 35.338 4,91 IO 45$ ción 1946.—I.° 1947.—I.°: 1948.__L0: 3a Región4701 6. “45m Baleares48m 33S 38° 550 3201 455 2m - 401 1h 3s 47m 38$ 5201 55S 4,71 34.489 -- 29.542 4,65 4,63 3,93 29.281 28.676 1a Región58 se celebró competi 1944.—I.°: 1945.—Xo o 3,71 Un -estudio comparativo de resultados y tiempo en los cinco años de competiciones no puede efectuarse por completo. En 1948 se inaugura una nueva pista de aplicación que, decla rada reglamentaria para el Ejército, va a ser en lo sucesivo escenario de los encuentros militares de esta naturaleza. La diferencias fundamentales entre esta nueva pista y la anterior fltlrr 5 Clasi. O ti fina— cidn 1 2 •Tiemporeal_especificado. Carre-Marcha Tiro Paso de rae pista -‘ QU E 1 P 30m Baleares . J Reón X9 C. de E. tX9C.deE 30 Regin 39 49 59 30rn 5 Re6n ‘Canarias 60 Regi6n 69 79 8 70 90 528 3o 3o 569$ ja e 58 3010 8 lh 6m 8m 2l lh ,t..9mm 36” 498 54$ it•4 1m3ge 528 5 ti 6! 47 42 30m ti 90 20 40 l0 119 129 139 it . 3c 301n . 4481155$ 50” 50” 1m2$ 53rn28$ ‘ l8Reg. X9 C.E. UC.B. l2Marcha - 22 —‘ 1O 10° 1m208 “1”45°. l’3O° Carreras 3QPiro 42 nbudoa 52 Carro de asalto .. 62 Barreeniento 72 8 92 1O 112 Paáo de Carriles Resaltes ria estjcairos anticarros - - Ondulaciones del terreno en bajo.... Granadas Alambradas ‘ .42 Sub—elexnento 152 162 172 !t!uro Paso Paso de de minas la pista — — — — — — — — — 308 281 •4O 3O 408 .1” 30 10° — .- -‘ .. 1”20° 2”lO° 30° 10° — — — — 2O 1m 1” 30° l”40° — — 2’3O 1” ‘ 2’° ‘ — 1m408 — — — 2”30° — 308 50° — — 2”—8 121 — 50° 30° , 30’ 40° ‘ 6° Reg. 75Reg, 9lReg. ‘ 22 Reg. 41Reg. 8SReg — — 200 IONES 31 Reg. 5lReg. Cesar. , 75 en io de anchura y se intercalaron nuevos obstáculos, aumen tándose en cuanto ‘a dificultad los ya existentes (l ataque al carro de asalto es uno nuevo; los resaltes anticarros se han aumentado en 20 cm. de altura y alguno de los fosos en 1,50 metros; además, la distancia a que se exige alcançen lasgrana das rebasa los 35 metros). Por el contrario, las cifras de 1948 y 1949 acusan un estacionamiento muy igualado; las diferen cias son pocas, aunque superan las últimas a las del Campeo nato anterior, pero ya no es posible establecer las diferencias de otras veces; el grado de entrenamiento y preparación, con dificultad será superado,, y con Unidades normales como las que aquí compiten, es lógico que los tiempos y marcas esta blecidos sean los que aquí se expresan. Se ha llegado a aqui latar el tiempo a lo máximo, y sólo cabe lograr la superación con la disminución de penalización; pero en’ esto entran ya irpponderables de suerte y accidentes que no pueden tenerse en modo alguno previstos. NALIZAC — FOSOS 129 132 PB • Balea. 5718 234 consisten en la mayor longitud y dureza de los obstáculos de la nueva. Agrupemos, pues, en dos ciclos de homólogas carticterísticas la pruebas de aplicación: uno, las celebradas en los años 1944, 1946 y 1947; otro, la de los dos últimos años. El año inicial, la extrañeza lógica en una nueva modalidad de torneos hizo que las marcas establecidas fuesen medianas; o.bsérvese que la patrulla • a clasificada tiene una penaliza ción de 46m 45 el II Campeonato mejora algo los tiempos y las, penalizaciones: pero aun así, el equipo campeón sufre 32m 455 de castigos por infracciones del Reglamento. Es en 1947 cuando se establecen mayores diferencias en relación a años anterio res, fruto de una mejor preparación de las patrullas. A. simple vista, parece ser que en 1948 las ventajas de años anteriores no sólo se mantienen, sino que se acusa un amplio descenso; pero esto no es cierto, ya que, como antes apuntába mos, la pista se ha incrementado en 150 metros de longitud, EQUI’0S Obstáculos Total tien lapo rJ1 rie e 6” 1m 1”: lo0 — 40° — — 2”O 3”lO° 20° — 4”20° — — — — 2”1O — — 2”40° — 20s l”50° 1” 2” — l2O l2m — — 30 20 5 10 — — — 10° — 6” ‘ — 2” 321 2 1”30 1” — 3”2o° 2”40° 351 2 2” — T’508 6”— 5Zfll(5 — — 351 — — lfl — 25”40° 4”4o° i”i 4”40° 1”20° m30281 — — m 4 10° 281 204”lO° — . 181305 2”405 lo 1”30° — 1” 105 481 2”3o 50 2”4o 2”20° 2” 40° — — — — 2”40° 2”l0 .— — 3”40° — 35 6’1O° 5’2O° 2”40° 381305 2”20° 2”50 481 — 1”30° 318 1681 — 381 Arfjllería.—Modalidadnorteamericanade’las.TabIasdeTiro. Coronel Galanzino. De la publicaciónitaliana Rivista Militare. Traduccióndel Teniente Coronel Salva c’or. Los americanos, ‘eminentemente prácticos y con tendenciás hacia la mecanización en todos los campos ‘de la técnica, han adoptado un tipo de Tablas de Tiro que difiere completamente de las empleadas por los demás Ejércitos. En el Ejército italiano, por ejemplo, cuando se habla de Tablas de Tiro, se sabe que están constituidas por un conjunto ie Tablas numéricas y gráficas que contienen los elementos, lecesarios para la ejecución del tiro. Los norteamericanos, en cambio, hán dado a sus Tablas de Tiro una forma muy parecida a la de una regla de cálculo sobre la cual están representadas las escalas correspondientes a todos los elementos que participan corrientemente en la ejecución práctica del tiro. En las tablas gráficonuméricas italianas se puede observar inmediatamente que no son más que la transcripción sobre el papel de aquellas norteamericanas, ya que se expresan corre- lativamente a los alcances expresados en una escala determi los restanteselementos nada de tiro; sin embargo, la disposición las escalas y losdeelementos de tiro contenidos en las mismas t’Z1VZw iyw-’w iiu IW3W’1WS WWIOVMOH 1 1 sonEntotalmente diferentes en ambas de Tablas dequeTiro. su conjunto, la Tabla de Tiro clases norteamericana, en líneas generales presenta el aspecto de una regla de cálculo corriente, con cursor portaíndice elaborado en material traspuede servir parente, indistintamente para los tiros que tenlugar congan trayectorias por el 1.0 o por el 2.° sector (fig. i). el primer caso, En para bocas de fuego que utilizan cargas sobre múltiples, una misma cara de la regla se encuentran re presentados los datos relativos a dos cargas; mientras que en segundo caso, el ya que la escala de los alcances por el 2.° sec es más reducida, tor sobre la citada cara de la regla podrán representarse más cargas, y las correspondientes escalas están señaladas sobre dos líneas, con objeto de rio confundirse. disposición L de las escalas sobre la regla es la siguiente: ‘ 1 1 1 1 1 - 1 - 1 oI - comunes Partes a todas las cargas: • J L Escala de alcances x.° en yardas representada en escah Inmediatamentelogarítmica. sobre ésta se encuentra. iscala de2.0valores de los ángulos bajo los cuales se ver yardas a las distintas distancias.loo Esta última es una escala que proporciona instantáneament ‘ - r 1 - CC - 1 l - J 1 II 1 1 1 - - - - - — co 1 - 1 = - 1 1 .I - i — j - 1 - -i - e ‘ •I 1 - i i - iL - 1 — e - 1 1 1 1 - — — 1 I°’ - 1 i e - I 1 - 1 e ‘.‘--‘- - — 1 1 Lc -:1 ccl 1 1 1- - - — o o IL I ‘-‘ -I r-H-soiii -1 1 o Tiros cada por carga: el primer sector: Angulos de elevación en milésimas. 40 Variaciones del ángulo de elevación corres pondientes a roo yardas del alcance. 5.° Variaciones del ángulo de elevación corres pondientes al desplazamiento de dos zonas longi tudinales, del centro de impactos. 6.° Derivación. 7.° Graduación de espoleta para el tiro a tiem pos con proyectiles destinados a esta modalidad d mientras tiro, que para los proyectiles a percusió la escala se sustituye por la de duración de tr yectoria por elsegundosector: Tiros estos casos, las escalas En r. ‘2.SOn iguales del caso precedente; las en cuantt ¿ la escala rel a las tiva variaciones del ángulo de elevación ci a IOOi.yardas del alcance, rréspondien se sust por otra tuye que proporciona las variaciones d correspondientes ángulodetiro a 10° del ángulo d es decir, cuando elevación, el punto de llegada s desplaza 100 sobre la vertical del blanco. escalas restantes Las permanecen invariables co única diferencia de que, la como quiera que en segundo sector se efectúa nunca tiroduració a tien se representa pos, no solamentela escalael de trayectoria. de todavía Existe otra peculiaridad a - reseñar: de los ángulos de escala elevación está siempre r en dos presentada colores: negro y rojo; el tra indica la distancia rojo o alcance más convenien el cálculo pára de las çorrecciones. CORRECCIONES l - 1• -- J - - - - 3•0 1 ci -l c-J C0 - -o TI ci e - - - 4el e OIc:1P’) .I o al -11 E- o - - oc’J i-1 00_Iox9_ -I n del -—-: ,. F o o 1 - i!--L tiÇ: - Lico o a- valoreslosde la relación: tg c = ——, y para si determinaciónno se ha empleado la fórmula simpli roo ficada = ,sino esta otra más aproximada • .. - o - 1 Tabla de Tiro gráfica La norteainericana no i: ningún dato cluye para las correcciones del m Estas se tienen mento. en cuenta del modo r guiente: se efectúa un tiro sobre una distanc conocida, determinándose el alza de ajuste, que a generalidad de los casós será diferente de la correspondiente la distancia topográfica. Se desplazará entonces el índice del ursor mediante un nuevo trazo en lápiz en la cantidad corres ondiente a la citada diferencia, sirviendo el nuevo índice ara la lectura del alza y restantes elementos, a excepción del ngulo bajo el cual se ven ioo yardas a las distintas distancias. Un triángulo rojo indica el alcance para cada carga más avorable para efectuar el tiro para la’ determinación de las ,ariaciones; tal principio puede aplicarse a todo el trazo rojo lé la escala de ángulos de elevación. Evidentemente que con al modo de proceder se tienen en cuenta implícitamente las listintas variaciones, ya sean las atribuibles a los agentes tmosféricos, a -la misma boca de fuego y a los proyectiles y as cargas. Análogo procedimiento se practica para la determinación le la graduación de -espoleta en el caso de los tiros a tiempos. Acompaña además a la regla una plaquita sobre la cual, en ma cara, están reseñados los valores del ángulo de reelevación ,ara las diversas cargas y para cada uño de los distintos tipos le afuste sobre los cuales puede ser montada la boca de fuego, sobre la otra cara están representadas dos tablas, s y d, que )roporcionan los datos siguientes: Tabla s.—Proporciona las correcciones en milésimas necesa ias para mantener el impacto sobre la línea observatorio bianco, para cada variación de xoo yardas en el alcance. Esta tabla es función de ‘la distancia batería-blanco en yardas y del ngulo que forman las líneas batería-blanco y observatorioblanco. Tabla ,d.—Proporciona las desviaciones en milésimas obser vadas désde el observatorio, cuando se varía el alcance en roo yardas sin alterar la dirección. Esta tabla es función de la distancia observatorio-blanco y del ángulo formado por las [íneas. observatorio-blanco y batería-blanco. Dichas dos tablas están calculadas por el procedimiento siguiente (fig. 2): ‘O BS OS D d°° = = = = = = s°° = So0 - posición de la pieza; observatorio; distancia de tiro; distancia del observatorio; impacto largo; ángulo bajo el cual se ve, desde el observatorio,- la des viación SD; corrección en dirección correspondiente a una varia ción de la distancia DS, para mantener el impactó sobre la línea de observación; - — — LD yardas (BS + SD) miles de yardas; PD yardas (OS + SP) miles de yardas. Ahora bien; como SP y SD son cantidades despreciables respecto a las otras - distancias, y PD DS. tendremos S°° sen OSB que = ,, LD = - DS tag OB, tag OSE ,, d°” = --. DS. sen OSE., Vemos, pues, que las tablas dan los valores de’s°° y d°° en Eunción del ángulo OSB y ES u OS en yardas respectiva mente, para un valor de DS = roo yardas. También en este caso, como en el que se ha mencionado para la escala que da el ángulo bajo el cual se ven roo yardas a las distintas distancias, los cocientes que figuran en las ante riores expresiones deberán suministrar las tangentes, y puesto que las tangentes están sustituídas por el arco en milésimas, los expresados cocientes tendrán que rnultiplicarse por 1.019, con Lo cual las fórmulas definitivas para calcular las tablas en cues tión serán las siguientes: S°° = I.oI9-- DS TIRO A TIEMPOS El procedimiento es análogo al empleado para el-tiro a per cusión. Se trata, por ejemplo, de un tiro de ajuste, para la determi nación de las correcciones cuando el blanco se encuentra a 6.00o yardas y se supone 30°° la altura de explosión para obte ner con certeza explosiones altas. El tiro de ajuste a percúsión ha dado (ejemplo anterior), para la- distancia de 7.260 yardas, una elevación de 345°°, por lo cual el índice provisional está ya desplazado por las correcciones del momento y, por tanto, a 6.ooo yardas corresponderá el ángulo de elevación 266°°; en correspondencia con esta eleva ción, sobre la escala de graduación de espoleta se lee 17,6. - Si,’ efectuando un disparo en las condiciónes antedichas, éste resulta con-una altúra de explosión ro°° más alta que la normal, se baja -la explosión en ro° disminuyendo el ángulo de situación. Si después de tal corrección el ángulo de situa ción medio de un grupo de disparos resulta de + 9°°, y la dis ‘tancia obtenida según la media de las correcciones efectuadas es de 6.o8o yardas, el ajuste del- ángulo de elevación se efec tuará del modo siguiente: Angulo de elevación con el cual se ha disparado. . Anguló de situación (3o°° — I0°° 20°)20°° Angulo de tiro286°° Angulo de situación observado en un grupo de disparos Angulo de elevación ajustado277°° 266°° (+ 900) - - . DS. con zando el obús de 1o5 mm, y se admite como distancia para la determinación de las correcciones (punto, de referencia ó de fé) la de 7.260 yardas. El tiro puede’ efectuarse ,eficazmente con las cargas 6. a ó a (fig. i). Tomemos la 6. carga; para ella, a la distancia establecida, corresponde el alza de 364°. Efectuado el tiro de ajuste sobre el blanco, resulta u alza de ajuste de 345°. Se traza un índice provisional sobre el cur sor,- en el lugar correspondiente a esta nueva alza, manteniendó por lo demás, en dicho momento, el índice fijo del cursor sobre la distancia de 7.260 yardas. Supongamos ahora que se trata de efectuar un tiro sobre un blanco situado a una distancia de 8.440 yardas. Se llevará el índice fijo del cursor sobre la nueva distancia, mientrás el alza se leerá con el índice provisional anteriormente trazado, de, manera que el tjro se iniciará con el alza 4330, y no la de 460°, que es la que corresponde a la distancia topo gráfica. Los otros elementos, leídos también con el índice provisio nal, son los siguientes: a) Váriación del ángulo de ‘elevación correspondiente a la variación de ioo yárdas en el alcance (escala C), 900; b) Derivación, 700; — , c) Duración de la trayectoria, 28”. El ángulo bajo el cual se ven las roo yardas, por el contrario, se lee en correspondencia con la distancia topográfica, siendo en este caso-de 12°°. —‘- tg OSE ,, d°° = 1.019 DS —-sen OSB. A continuación vamos a presentar una aplicáción práctica, que nos aclarará todo cuanto llevamos dicho. Se trata de ejecutar un tiro con granada rompedora utili En estas condiciones se deberá llevar el índice fijo del- cursor sobre la distancia 6.080; señalar sobre el cursor un índice pro visional para el ángulo de elevación correspondiente a z770 y o-tro sobre la escala de las graduaciones de espoleta en corres pondencia con la graduación 17,6. Efectuado esto, la regla es tará lista para ejecutar el tiro con la carga considerada. Después de lo que acabamos de exponer, si bien haya sido brevemente, ocurre el preguntarse. si la Tabla de Tiró ideada por los norteamericanos representa algún progreso respecto a las tablas gráficonüméricas y si, por consiguiente, merece ser tomada en consideración para su eventual reproducción en otros países. ‘ Como ya hemos dicho, la Tabla de Tiro norteamericana tiene cierta analogía con las tablas gráficonuméricas, pues su única variación consiste en representar esta última sobre una regla provista de un índice más cómodo. Además, ñna diferencia esencial consiste en el método em pleado para el cálculo de las variaciones. Es indudable que el sistema norteamericano es más rápido y práctico, pero requiere siempre la ejecución de un tiro preliminar, con el consiguiente ‘consumo de municiones. Puede presentarse la eventualidad de tener que romper el fuego instantáneamente sobre un objetivo sobre el cual no es dable efectuar ningura observación. En tal caso, las tablas norteamericanas no permitirán efectuar las citadas correccio nes preventivas del momento. Todavía ocurre algo más: con el método norteamericano se afectan a determinado alcance las correcciones obtenidas para otro, lo cual no es del todo exacto. Se observó, sin embargo, que se admite una región dentro de la cual son admisibles las correc ciones, estando determinada la misma de manera que no se superen los errores preestablecidos. El tener representadas las distancias en escala logarítmica hace que las correcciones en alcance, que se consiguen çon el desplazamiento del índice para las lecturas de las alzas y que en definitiva corresponden al conjunto de las variaciones, sean pequeñas a las distancias cortas y aumenten con el alcance, lo cual es debido a que con el empleo de tal escala permanece implícitamente constante la relación El desplazamiento del índice (que se mantiene constan se reduce en definitiva a una variación de log X. dX Por lo demás, sabemos que d. log . X = y pasando las diferenciales a las diferencias finitas, tendremos que z. log . X const. x Justamente por esta razón creemos que los norteamericax han elegido la escala logarítmica para la representación de distancias. = — En cuanto a una eventual adopción en otro país de tal génc de Tablas de Tiro, se observa que dependerá del mayor o men número de tipos de bocas de fuego en servicio y del número ellas en cada tipo y clases de proyectiles, pues pudiera ocur el tener que construir un número extraordinariamente gran de reglas con un gasto y pérdida de tiempo excesivos. Reflexiones culinarias. Comandante de Infantería Luis Manteca Pérez. De lo Zona de R. y M. número LA COCINAMODERNA En la cocina moderna no es preciso montar una cocina “tipo económico”, a base de electricidad, gas, carbón o gasolina, tan costosa, que muchos Cuerpos no podrían adquirir o luego sostener. La cocina moderna es alegre, ventilada, artística, barata sólida, práctica y puntual. Se construye con ladrillo refractario, forrado en su exterior de baldosa blanca. En -el plano superior lleva una chapa de hierro, semejante a la del tipo de cocina bilbaína. La combustión de leña se hace en su interior, con lo que el calor que se desprende de la combustión se aprovecha en su totalidad. Lás comidas, en esta cocina, quedan condimentadas a la hora precisa, sin agobios ni apuros y e-xentas -de cenizas. Las paredes son blancas, para que puedan ser albeadas con frecuencia. En el techo hay que colocar unos tubos aspiraores de humos -y vapores. El piso debe ser de baldosa asfáltica, y lo mismo los zócalos, para facilitar la limpieza con una man guera y cepillo áspero. La cocina debe tener un fregadero amplio, por encima del cual conviene construir el escurreollas,- aparato que evita la prematura destrucción del menaje en el sistema actual, por que impide que el agua quede depositada en las perolas des pués del fregado. Este aparato no es más que una rejilla de va rillas de hierro, sobre la que debe quedar recogido el menaje después de limpio. La instalación de esta cocina puede ser un rectángulo o un cuadrado, de dimensiones apropiadas a las necesidades del Cuerpo. El ranchero en esta cocina es un individuo limpio y curio estimulado por el medio ambiente en que desenvuelve s actividades. - LA COMIDA La comida de la tropa es, en todos los tiempos, la principal pr ocupación del Jefe de Cuerpo. De esta preocupación no se libr los Mandos subalternos. Sin embargo, toca más de cerca Capitán Inspector y a sus colaboradores que a ningún otr Este Capitán se desvela por presentar una comida abundani sana y nutritiva. El haber del soldado no puede ser rebasad Ha de calcular los artículos que entran en la composición d desayuno y las dos comidas por el número de hombres (pres puesto disponible) y los precios. La conjunción armónica de precios, cantidad y calidad, lugar a un diario rompecabezas numérico para lograr el “ca: lleno”. Dentro de esta norma general, a unos Inspectores 1 preocupa más la calidad que la cantidad; a otros, más la cant dad que la calidad, y a otros, la cantidad, calidad y el val nutritivo. El que logra conjugar esos cuatro valores—pres puesto, cantidad, calidad y valor calórico—es el que da níej de comer. Es difícil aunar los cuatro valores cuando se desconocen o i se tienen en cuenta los valores calorimétricos de los compone tes que han de integrar la ración alimenticia. En nuestro concepto, es más importante la caloría alimen cia que el valor vitamínico. Las vitaminas que necesita el org nismo humano, en pequeñísimas cantidades, para el perfec COI1CllQ ilEPEM1O f1llETO CO[llBOllflilOE (I[ 1040 il MII1O 100 El Excmo. Sr. Ministo del Ejército ha dispuesto que, para estimular y recompensar los trabajos de los colaboradores de EJERCITO, se concedan premios con arreglo a las siguientes bases: 1.a Tendrán derecho a los premios que se establecen en este Concurso todos los trabajos publicados en la Revista desde 1 de abril de 1949 hasta 31 de marzo de 1950. 2. Los trabajos serán enviados al Director de la Revista, quien elevará al Estado Mayor Central la co rrespondiente propuesta, preciiamente en el mes de abril de 1950. 3.a El número y cuantía de los premios a otorgar será para cada grupo de materias. - 1.—CUESTIONES GENERALES DE TkCTICA TúCNICA MILITAR.—DOS premios de 2.500 y 1.000 pesetas, respectivamente. II.—TCTIcA PARTICULAR DE LAS AR1IAs.—Cuatro premios de 2.500, 2.000, 1.500 y 1.000 pesetas, res pectivamente. 111.—ARarAs Txo.—Dos premios de 2.500 y 1.000 pesetas, respectivamente. IV.—SERvICIOS.-—Tres premios de 2.500, 2.000 y 1.500 pesetas, respectivamente. V.—HISTOEIA.—TJn premio de 2.500 pesetas. VJ.—ESTUDIOS DE PSICOLOGÍA Y MORAL.—DOs premios de 2.500 y 1.000 pesetas, respectivamente. E INSTRUcCIóN.—Dos premios de 2.500 y 1.000 pesetas, respectivamente. VII.—EDUCACIÓiv incionamiento de su función vital, las suministra la variedad limenticia. Nuestro organismo es un horno que necesita quemar constanmente. Cuando no puede quemar, el hombre muere. A diferucia del horno, el hombre quema carnes, pescados, harinas, gumbres, azúcar, huevos, leche, frutas, chocolate y miel, Con estos alimentos, los químicos, fisiólogos y médicos han Dmpuesto la ración alimenticia, que actualmente admi.te, entre tras varias, las siguientes. clasificaciones: de conservación, de recimiento y de trabajo. A nosotros sólo nos interesa la primera la última, La primera es la ración que normalásente consume el indiviuo para mantener el cuerpo con vida y apto para el trabajo; segunda, es decir, la última, es la sobreaiimentación que alsnos Cuerpos dan a los individuos de la Sección de Deportes notoristas, ciclistas, nadadores, futbolistas, etc.) para que re)bren el equilibrio de la energía muscular perdida durante los iolentos ejercicios que realizan. En igualdad de condiciones, no todos los individuos necesim el mismo número de calorías. Esto depende del pesó mdiidual. Marcel Labié señala un promedio de 30 a 45 calorías sr kilo de peso, correspondiendo las más bajas a los trabajos servicios más ligeros; las intermedias, a los trabajos medios; y .s restantes, a los más pesados. Un hombre que pese 70 kilogramos necesita un promedio de .500 calorías si presta servicio en oficinas; de 2.750 si trabaja los talleres regimentales, y de 3.000 calorías durante el pri er período de instrucción, marchas y maniobras. Se entiende por caloría la cantidad de calor necesaria para evar de cero grados a un grado un litro de agua. LOR CALÓRICO DE ALGUNOS ALIMENTOS Los científicos Pchall, Heisler, Konig, Alquier y otros, han iblicado unas largas tablas de valores calóricos y vitamínicos muchos alimentos, de entre las que copiamos aquellos artícu s que consume la tropa. Cada ioo gramos de los artículos que indican contienen las calorías siguientes: Carne de buey, 3oo; vaca, 165; de cerdo, 4oo; de cordero, 350; de gallina, 155; conejo, 125; pescados, un promedio de loo; frutas verdes, 70 a loo; huevos, 170; leche de vaca, 70; harina de trigo, nteno, maíz, cebada y pastas para sopa, 320; patatas, 9o; Lbas, 320; guisantes, 270; hortalizas, promedio de 5o; frutas cas (castañas, nueces, almendras, avellanas, uvas, pasas, etc.), 250 a 4oo; aceitunas, roo; azúcar, 225; chocolate y cacao, 5; plátanos, soo; vino corriente, por litro, de 650 a 700; cer za, por litro, de 350 a 400, y sidra, por litro, de 250 a 300. El pan aporta al orgánismo un tercio de las energías diarias. TRANSFORMACIONDE LOS ALIMENTOS Elhombre no puede comer mucho de los alimentos que injiere si no los transforma previamente por el calor. Para ello los cuece, fríe o asa. Otros muchos, como, por ejemplo, varios productos hortícolas y las frutas en general, puede comerlos crudos, pero es preciso que estén en sazón, es decir, qúe hayan madurado. Lasfibras, pellejos y cáscaras, no son digestivas, pero tienen la particularísima propiedad de evitar el estreñimiento si son porque tienden injeridas, a salir al exterior. Elinglés R. W. Service demuestra, en un folleto interesante, que es preferible comer fibras, pellejos y cáscaras—naturalmente que no se refiere al pellejo de vaca ni a las cáscaras de almendras y nueces—que tomar productos químicos para evi tar trastornos de tipo intestinal. Losalimentos cuecen a los zoo grados, fríen a los 200 y se a los 300. asaú Operadaenlos alimentos la transformación por el calor, son los cocineros y rancheros quienes, llevados de la mano por el doctor Pozerski, mago de la llamada “Ciencia Gastrotécnica”, que, en definitiva, es el que modosondelaguisar esos platos tan gustosos sal delala comida, vida y lapreparan. delicia los paladares de gastronómicos. DROGAS Y POSIBLES VENENOS Se conocen con el nombre de drogas el alcohol, el tabaco, el papel de fumar si ha sido tratado con salitre por ser este alca loide un componente de la pólvora, el té, café, morfina, cocaína y otros. La injestión excesiva de alcohol, tabaco, té y café puede dar lugar a intoxicaciones de carácter grave. El uso de la morfina y cocaína son drogas prohibidas en abso luto, por los incalculables perjuicios que originan en el organismo humano. Son venenosos los embutidos, carnes, pescados y mariscos en malas condiciones; algunas especies de setas y hongos y las ancas de rana venenosas. Lo es también el alimento sano con-. dimentado en menaje de cobre o injerido en el organismo con cubiertoá de este metal, del que se desprenden unas emana ciones que cóntaminan perjudiciales para la salud.los alimentos, altamente tóxicas y La salud del cuerpo es lo mismo que un reloj; si no se le da cuerda, se para; si se le da demasiado, se rompe; si lo metemos entre la arena, no funciona. G 111 () iJN REVISTA ILUSTRADA DELOSMANDOS SUBALTERNOS DELEJERCITO Sumario del número de enero de 1950. Estampas de un itinerario por los pueblos y tierras de España. Galicia. Por Juan Cual quiera.—Cosas de Ayer, de Hoy y de Mañana. Comandante de Ory.—Curiosidades de la acción de España en América. General Bermúdez’ de Castro,—Introducción a los te mas tácticos de Pelotón. Teniente de Infantería, J. G. Antón.—CampeonatosNacionales Deportivo-Militares. Teniente de Infantería Díez Cantero.—Educación Física. El Cam peonato de la III Región. Comandante Recuenco.—Un problema de tiro. Comandante Cirujeda Echevarría.—Nuestros lectores REVISTA DE LA OFICIALIDAD preguntan. Redacción. DE COMPLEMENTO APENDICEDE LA REVISTA “EJERCITO’ Sumario del mes de enero de 1950. Divulgaciones geográficas.La Hora. Coronel Lombardero.—El Palacio de Buenavista. José Montoro.-—Smnjesjs de información mililar.—Mjsjonesde Sanidad Militar. Alférez Jiméíiez.— Evoluciones en la fabricaciónde la pólvora.Teniente G. Civil Estévez.—La Guerraante el Derecho Internacional. Alférez Cadete Caballero Aguilar.—RetaguardiaVanguardia. Alférez Arnanz Delgado.—Ei ballago de un buque hundidoen Trafalgar. Sargento de la M. U. Díaz Bartus.— Peligro atómicoy Defensa Nacional. Coronel Gotítard. (Traducción.)—Qué quiere usted saber? Teniente CoronelOtaoiaurruchi.—Legislación. - Lasituadónmundialvistadesdeelladoruso. Mayor D. G. B. Boyd. De la publkación inglesa iournal of the United Ser vice Institution. (Traducido y publicado por la Revista Militar Argentina.) En el Libro azul para la conquista del mundo se encuentra expuesta en traducción exacta, la doctrina comunista tal bual fué adoptada por el VI Congrésó Mundial comunista cele brado n Moscú el x de septiembre de £929. Hoy se mantiene ese programa sin variaciones. Un estudio cuidadoso de ese documento revela que en nin guna de sus partes hace mención de una guerra militar agre siva iniciada por la U. R. S. S. Al contrario, siempre resalta la posibilidad de un ataque capitalista no esperado. Se reco noce que tal ataque sería extremadamente formidable, debido al poder militar de los Estados capitalistas. El tema en toda su extensión examina dos aspectos. Primero y principal: la defensa; la U. R. S. S. es “reconocida como la única patria del proletariado internacional, el principal baluarte de sus realiza ciones y el factor más importante para su emancipación inter nacional. El proletariado internacional tiene, por su parte, que facilitar el éxito del trabajo de la construcción socialista en Rusia y defenderla de los ataques de los poderes capitalistas por todos los medios posibles...”. De esta manera, como coro lario, si Rusia es atacada por los países capitalistas, ¡os parti dos comunistas dentro de esos Estados capitalistas e imperia listas tienen que cooperar con el proletariado ruso, destruyendo ef poder capitalista, haciendo la guerra mediante huelgas, boicots y, finalmente, revolución interna para, así, formar un Estado comunista y favorecer por este medio la expansión del comunismo mundial. Los dos factores que conducen a la eventual dóminación del mundo son: un fuerte núcleo, invencible, de comunismo alta mente organizado y disciplinado dentro de Rusia y partidos comunistas que siguen fortaleciéndose en los países capitalistas y sociaidemocráticos y sus colonias y dependenciás, para que, cuando estén suficientemente fuertes, estos partidos comu nistas, por métodos legales, puedan tomar el poder en los par lamentos capitalistas ,y entonces convertir los países en Esta dos comunistas. El objeto de este artículo es examinar el crecimiento del po der ruso y tratar de pronosticar las probabilidades y medios que tiene para alcanzar la dominación mundial. Hasta i, el programa, tal cual fué adoptado en 1928, pro gresó en forma relativamente normal. Rusiá se armabá rápida mente para protegerse contra los poderes capitalistas, particu larmente Gran Bretaña, Francia y Japón, y tenía buena razón para creer que contra los primeros dos había alcanzado ya un razonable estado de defensa; tenía el Ejército y la Fuerza Aérea más grandes de Europa, y en el Lejano Oriente era capaz de poner en acción una fuerza defensiva suficiente como para di-. suadir al Japón de intervenir en otras aventuras que las de China. Había por delante una larga y dura lucha; pero había sido creado un núcleo central fuerte, y los partidos comunis tas, en los países capitalistas, acrecían sus fuerzas. Usaba de la Liga de Naciones para mejorar su posición y engañaba al mundo occidental haciéndole creer que cooperaba para la paz y estabili4ad. Entonces la escena cambió. De repente, y con velocidad en aumento, comenzaron a armarse para una guerra imperialista Alemania, Italia y Japón, con la finalidad de dominación mundial, lo que se realizaría por la fuerza de las armas. Como resultado, el núcleo en Rusia, lejos de estar seguro, se exponía desde el Oeste y el Este a ser detenido rápidamente por las naciones del pacto anticomunista en su búsqueda de domi nación mundial. Así cambió la orientación a una mayor de fensa del núcleo, y los partidos comunistas en los países. capi talistas fueron abandonados a su suerte. Este estado de cosas duró hasta £945, cuando Rusia se encontró en posesión de Europa occidental y central, con control sobre las áreas ante riormente dominadas por Japón, Norte de China y las. Kuri les. La situación en la primavera de 5945 debe haberle pare cido a Rusia similar a la de 5933. El núcleo interior en Rusia, aunque terriblemente debilitado por la invasión alemana y la retirada de Moscú y Stalingrado, estaba seguro y la ocupación de los países satélites, desde el norte de Corea hasta Yugoslavia y Polonia, sirvió de escudo, detrás del cual el núcleo pudo sex reconstituido para obtener el requerido bastión, fuerte e mex- pugnable, del cual los partidos comunistas exteriores pudie ran derivar sus fuerzas y fondos. Pero hubo una grande e ines perada diferencia en 5933. Estados Unidos habíase convertido en un gran poder mundial; estaba de igual forma fantásticamente determinado a oponerse a la expansión del comunismo en todos los países capitalistas, por la restitución de la concepción demo crática de las cuatro libertades y, evidentemente, estabapre parado para sostener esa política por la donación generosa de dólares, alimentos, equipos industriales y materia prima. En 1948 era evidente que Estados Unidos consideraba el poder militar, comó medio de evitar que los países ayudados fuesen invadidos por las fuerzas armadas soviéticas que se encontra ban en su vecindad. El cambio era inesperado, porque hasta £945 Rusia había imaginado que, aunque internamente debilitada, rus ganancias territoriales en Europa y Asia y sus Ejércitos y Fuerzas Aéreas movilizadas frente a las Vuerzas armadas inglesas y norteamericanas en tren de desmovilización, podíañ mantener adecuadamente el statu quo, dándole un respiro para reconstruir el poder industrial y militar. Esta concepción fué rudamente destrozada por la primera bomba atómica sobre Hiroshima. La bomba atómica cambió todo. Fué un secreto bien guardado, y su propia existencia causó consternación en los círculos rusos de Pótsdam. Su llegada provocó una apresu rada revisión de la polítiáa soviética. Ya no estaba seguro el núcleo. Los bombarderos norteamericanos .de.largo alcance, he valido bombas atómicas, podían amenazar el corazón del nú cleó desde Alemania Occidental, Austria, Italia, tal vez Tur quía, el Medio Oriente e India. Lejos de estar seguro el plan fuerte del comunismo, de repente pareció ser terriblemente vulnerable. ¿Qué se. podía hacer entonces para aumentar las aspiraciones de la política soviética planeada en 1928? Lo pri mero que se debía atender, una vez más, era la defensa, esen cialmente la defensa antiaérea y aviación de caza para los cen tros industriales, y perseguir una política de expansión limitada, con el fin de contener el alcance de los bombárderos norteame ricanos. En cuanto aesto último, cuatro áreas parecían ofrecer probabilidades de áctuar con. “hechos consumados” sin preci pitar una guerra general; pero si tal acción la precipitase, no llevarla al límite. La primera de estas áreas era Alemania y Austria. El plan es claro en este punto: primero, la eliminación de los aliados occidentales de Berlín y Viena y, a continuación, la creación de un Gobierno alemán y austríaco apadrinados por Rusia, y finalmente, si fuera posible, un tratado de paz con Alemania y Austria que incluyera la retirada de las fuerzas armadas occidentales. El Ejército de Von Paulus podría en tonces proteger a Alemania y a Austria, defensivamente para Rusia. La segunda área comprendía Italia y Grecia. Desde estos dos países, los bombarderos norteamericanos podían lanzar las bombas atómicas. Si tal ataque fuese llevado a cabo, tal vez las áreas podrían ser rápidamente invadidas por los Ejércitos rusos; pero quizás sería demasiado tarde para evitar que se le hicieran grandes daños. De alguna manera tenían que asegu rarse, y el sistema adoptado en Grecia fué desencadenar la gue rra de guerrillas contra el Gobierno griego mediante satélites, pero no con intervención rusa. En Italia, apoyar al partido co munista, con la esperanza de obtener el control del país por. medios parlamentarios. En ambas áreas, en el .apogeo de su presión, todos los partidos soviéticos han sido hasta ahora anu lados por los poderes occidentales. Las reacciones provocadas por este éxito occidental comprueban que la tesis antes ex puesta es correcta. En verdad, Rusia continúa en pos de sus objetivos, sin llegar al límite de una guerra abierta. La tercer área era el Medio Oriente, particularmente Turquía y Persia. La presión sobre estas dos naciones ha sido hasta ahora ineficaz. Seguramente se renovarán las tentativas, par ticularmente en Persia; pero Estados Unidos y Gran Bretafía están vitalmente interesados en la soberanía de estos dos países. y iío parece probable que ellos se rindan a Rusia excepto por un acto de guerra, y guerra en este momento no es la.respuesta al problema de Rusia, que es la defensa del núcleo. La cuarta área comprendía India y los territorios del Sudeste de Asia y China. Con excepción del Norte de China y Corea, esas áreas estaban demasiadp lejos del poder militar ruso en 1945 para instalar Gobiernos mediante la directa interven ción rusa, como en Europa oriental. El sistema en India y Su deste de Asia fué la infiltración comunista, considerablemente ayudada por la poca tranquilidad y la explosión de naciona lismos que siguió a la rendición japonesa, llevando a rebeliones contra los Gobiernos establecidos en Birmania, Malaya, Indo nesia y Viet Nani. Esta tendencia se encuentra ahora en pro ceso de ser resistida por las fuerzas armadas de los. poderes coloniales respectivos y por los esfuerzos del Gobierno birmano independiente. La intervención militar rusa en las últimas eta pas de la guerra japonesa en Manchuria y Corea afirmó el camino para la guerra civil en China, y en esta área las ga nancias comunistas han sido más espectaculares, aunque exis ten algunas dudas sobre el grado de cooperación entre los comunistas chinos y el Kremlin. La resistencia mayor a la expansión soviética en China es la ayuda militar y econó mica norteamericana a Chiang-Kai-Shek, la. influencia’ predo minante norteamericana en Japón, las Filipinas y las bases en las islas del Pacífico y la estabilidad y prosperidad británica en Hong-Kong. El alcance de los aviones modernos aumenta, y en estaTépoca el Kremlin debe estar considerando si el “escudo”.originalmente concebido de satélites o de Estados ocupados alrededor de sus fronteras es una valla adecuada para la acción de los bombar deros estratégicos modernos. Si Rusia ocupara áreas más ale jadas con sus Ejércitos, los aliados occidentales podrían igual mente golpearla desde Gran Bretaña, el Norte de Africa, China, Japón y las bases de las islas del Pacífico. Materialmente no habría mejorado el objetivo primario, es decir, la defensa del núcleo. Así, que, por el momento, parece haber reñunciado a un intento de expanrión, dejando de esta manera a las naciones occidentales beneficiarse con el plan Marshall, aunque haciendo todo lo posible para sabotearlo por acción de los partidos comu nistas. El núcleo todavía no está seguro, y no lo estará hasta que alcance paridad en las nuevas armas y, de esta manera, • la seguridad con la amenaia de las represalias. El éxito de los experimentos de Eniwetok puede haber retardado aún más el logro de su objetivo primario. El.año 1948 debió entonces cerrar como el más desastroso para Rusia desde 1928. Está enteramente sola, debilitada aún más por la defección d,e Yugoslavia y frente a un coloso hostil y potencial que está adelantado en muchas años en “la manera de saber hacer las cosas” tecnológicamente, en destreza y organización industrial, para encarar una guerra moderna electrónica; además, ella tiene un adversario de primera, con suficiente dinero para restablecer las naciones occidentales, en este momento debilitadas, y ayudarles a que alcancen sufi ciente prosperidad para retardar el crecimiento del comunismo dentro de sus límites, pues el comunismo únicamente prospera en- la pobreza, hambre, intranquilidad y desorganización. Gran Bretáña, sabiamente, por propia determinación, ha dado la libertad a India, Pakistán, Ceilán y Birmania, y de esta ma nera ha adelantado parte del camino para neutralizar un te rreno fértil ala infiltración comunista dentro de las colonias y dependencias capitalistas, animando el nacionalismo y el patriotismo. Los holandeses y franceses están en proceso de seguir una política similar en Indonesia y Viet Nam, ambas áreas de in filtración comunista. En el Medio Oriente, las naciones árabes están tratando de alcanzar, bajo la benevolencia y dirección británicas, su largamente deseada aspiración de un biock panárabe, mientras los judíos, ayudados por Estados Unidos, ,deben asegurar los límites razonables de una patria judía, tal vez no todo lo que piden, pero, al menos, un área que con su ingenuidad y energía conocidas pueden convertir en un Estado estabilizado y próspero. La política de este Estado, una vez que los límites hayan sido fijados, no será pro norteamericana, pro británica, pro rusa o pro árabe, sino esencialmente pro judía. Tal vez en el presente las políticas británica y norte americana réalizarán eventualmente la estabilidad del Medio Oriente y conseguirán así consolidar un baluarte contra la expansión del comunismo. Rusia está ahora ante un dilema. Si utiliza el Ejército sovié tico para dilatar sus actuales límites, podría, es cierto, rápida mente llegar a los Pirineos y a la costa del Atlántico, ocupar toda la península escandinava, dominar la costa norte del Mediterráneo, invadir Turquía e Irán y penetrar profunda mente en la península de Arabia. Pero, alcanzados estos obje tivos, que probablemente representan el límite de su expansión, con toda seguridad desde Arabia y desde España podría ser contraatacada cón éxito. En verdad, hubiera hecho póco par solucionar la necesidad de defender el núcleo. Además, habrí llevado a cabo un acto mal calculado para realizar el objetiv del comunismo mundial. Atacando a países capitalistas, lo incitaría a resistir la agresión y daría a los Gobiernos de eso países una oportunidad para unir a todo su pueblo en defenn de la patria común, con patriotismo fanático. Como consecúen cia inmediata del ataque, tendría que hacer frente a esta resis tencia tal como la que organizó contra los invasores alemanes En realidad, solamente podría contar con la cooperación ac tiva de comunistas en países capitalistas, si éstos la atacasen El autor no quiere decir que la agresión rusa no pueda ocurrir: solamente afirma que tal ataque, evidentemente, está fuera de programa del comunismo internacional y serviría poco para que éste alcance su objetivo. Entonces, ¿qué es lo que más probablemente acontecerá Parece que Rusia ahora consolida sus ganancias y da primor. dial prioridad a la defeñsa. No habrá cambio ninguno en su política y el comunismo mundial quedará como aspiración fina de los hombres del Kremlin. Quedará altamente movilizade durante los próximos diez o quince años para asegurar le defensa mediante las armas tradicionales, hasta que haya des arrollado la bomba atómica y tenga buena cantidad de ellas. Entonces, el proceso de preparación habrá quedado terminado. Una vez más, los partidos comunistas en los países capitalistas, socialdemócratas y sus colonias y dependencias ‘tendrán me dios para extender el comunismo mundial por medio de la revoluciones internas. Por eso corresponde a las naciones occidentales organizars en una, cooperación económica y en esa forma alcanzar la pros. peridad en los próximos diez años, para que todos sus pueblo5 gocen de tal bienestar y sus colonias y dependencias tengan en la medida más amplia posible Gobierno propio o estén en camino de lograrlo, de manera que un cambio comunista no tenga atracción alguna. Con seguridad, esto no está fuera del alcance del esfuerzo humano, si se trabaja a través de institucione5 libres. Pbro hay un aspecto más. El argumento dado arriba indice que hasta 1960 Rusia sé esforzará por lograr su propia seguri dad. Es probable que jamás alcance a tener tanta seguridad y tan suficiente fuerza de partidos comunistas en el exteriox como para que el sueño de 1928, de comunismo mundial, se convierta en realidad. Ella tendrá, entonces, dos caminos abiertos: permanecer estática y, en este caso, desintegrarse en las naciones que la componen, o, alternativamente, volver a tradicional imperialismo ruso, que no es la conquista mundial ni nada que se le parezca: es una lucha continua por los puer tos de aguas templadas -y las regiones petrolíferas del Medio Oriente. Estos dos objetivos quedan en el Medio Oriente, y es en esta región donde intenta penetrar. En tanto desarrolle su poder industrial, su pobre producción de petróleo (el 5 por roo del total mundial) no le alcanzará para aguantar. Si no puede encontrar más petróleo dentro de sus límites, tendrá que adqui rirlo en el Medio Oriente o desintegrarse. Si se ha de impedir a Rusia invadir el Medio Oriente, los norteamericanos debie ran ayudar a Gran Bretaña, durante la paz, a mantener sufi cientes fuerzas para asegurar su defensa y aumentar sus inte reses económicos en esa región. -Tratados de defensa mutua con los Estados de Arabia e Israel sería el resultado lógico de esta política. Lógicamente, por lo tanto, los objetivos princi pales de la política exterior norteamericana en el futuro pare cen ser: i.° Apoyar a las naciones occidentales con el Plan Marshall y fomentar una unión occidental como baluarte de la expansión del comunismo mundial. 2.° Fomentar la estabilidad en el Lejano Oriente, prestando ayuda militar y económica a China para resistir la expansión del comunismo mundial. 3.° Fomentar la estabilidad en el Medio Oriente mediante pactos de defensa mutua con los británicos, judíos y árabes, para combatir -una renovación del imperialismo ruso. 4.° Cuando haya sido alcanzado el primer objetivo, asegu rar que el petróleo restante del Medio Oriente queda disponible para todas las naciones, incluyendo a Rusia, y, si es necesario, que Rusia participe de su producción. Este es el plan para la paz mundial; los medios de alcanzar la estabilidad y la única forma de contener y eventualmente dispersar las oscuras. nubes de esclavitud lanzadas a través del mundo, desde 1917, por los dictadores del Kremlin. Es una política de defensa y cooperación mutua entre todas las naciones, incluyendo eventualmente al pueblo ruso pacífico. Armas contra carro. - Por .Bo’sun.De la pu.biicocióning’esa Jaurnal Royo! Linifed ServíceInstifution. (Troduccón de! Tie. Coronel P. S. Elizondo.) L problema de encontrar un antídoo a los carros de coro -a--’ bate se hallaba sólo parcialmente resuelto cuando cesa ron los combates en gran escala en 1945. Se habían desarro llado cuatro tipos de antídoto, si bien tódos ellos adolecían de diferentes inconvenientes. Estos antídotos eran los siguientes: ‘‘ Caflones de traycctoi’ia teosa de gran velocidad inicial..—Su principal inconveniente era que para poder combatir eficaz mente contra los- carros de combate pesados, su tamaulo, peso y falta de maniobrabilidad tenían que aumentar progresiva mente. Comenzando la guerra con los cafiones automáticos de 20 mIro. o con los fusiles C.C. especialmente adécuados, las naciones beligerantes terminaron la misma con caiíones de 76,2 ni-/m., 88 mIni. y “monstruos” similares. Los caflon-es de este tamaílo no resultan demasiado embarazosos cuando estaban montados sobre carros de combate o montajes auto- propulsados, pero cuando estaban destinados a marchar remol cados eran excesivamente grandes y poco manejables en las zonas avanzadas de acción de la Infantería. Por lo demás, bien sea montad-os en carros de combate, o vehículos autopro pulsados o remolcados, los caflones de este tamaul o son inade cuados para ser transportados fácilmente con -las fuerzas aero transportadas, o para vadear ríos sobre almadías o barcazas Muchas circunstancias pueden surgir en la guerra moderna, en las cuales resulte esencial el empleo de alguna forma de arma C.C., aunque también surgirán circunstanc’as locales que excluyan los monstruos en que se han -convertido estos cafio nes, ya sean autopropulsados o remolcados. - Minas.-.--Esta clase de artificios, si se utilizan en grandes cantidades, procuran quizá el más formidable antídoto contra los carros de combate, especialmente porque son igualmente ‘eficaces cualquiera que sea el tamaiio o peso de los carrós de combate. Sin embargo-, sus inconvenientes son múltiples. Por lo general, son casi exclusivamente un arma defensiva. Aunque su utilización puede proteger a una fu-erza que se, mantenga en posición defensiva o a una fuerza en retirada, no son de gran valor, para proteger a las fuerzas que avan cen contra un súbito contraataque por fuerzas acorazadas; Requieren un tiempo considerable para su colocación. A menos que su uso se coordine en un elevad-o escalón de mando, pue den constituir un peligro tanto para las fuerzas propias como para el -enemigo. Para ser realmente -eficaces, deberán emplearse en grandes cantidades, debiendo estudiarse un cuidadoso dispositivo para que resulten “cubiertas” por los fuegos propios. Por todas es tas razones, las minas constituyen un arma estática de peque fío valor en la táctica de las pequefías unidades de infantería avanzadas, cuando- tienen que enfrentarse con unos pocos, di seminados, pero bien adiestrados carros enemigos. Cohetes de aviación.—Estas armas, utilizadas en forma ofen siva contra masas compactas de carros -enemigos, tal y como sucedió -en Falaise, demostraron ser un formidable destructor de carros. Ahora bien: raras veces se encontrarán. agrupados de esta manera objetivos de este género, pues lo más fre cuente será que los - carros enemigos tengan que ser destruídos cuando se encüentren extensamente despfegados y dis persos, en cuyo caso cada carro de combate sacará, ventaja de cualquier clase de protección natural. Por lo demás, tales objetivos han de ser frecuentemente localizados y destruídos cuando la infantería propia se encuentra muy próxima a ellos, y aun algunas veces hasta -rodeándolos, en cuyo caso la tarea de -batirlos no resulta segura ni razonable, excepto si se trata. del ataque- con avión monopiloto. Teóricamente, no existe duda de que sería posible idear al gun método mediante el cual las fu-erzas más avanzadas de Infantería pudieran solicitar la ayuda de un bombardero-lan za-cohetes para destruir un simple cirro de combate situado en sus inmediaciones al mismo tiempo que fuera capaz de indicar al piioto la posición -exacta del carro. Sin embargo, todo -el que tenga la experiencia de las dificultades que se presentan -en la cooperación aero-terrestre estará conforme en que -tal-es ideas, aun-que puedan parecer impresionantes en una demostración de tiempq de paz, no pueden cotisiderarse como practicables en el fragor del combate que tiene lugar en las zonas avanzadas. Aun en el caso de que el avión que participa en el combate terrestre forme una parte integral del ejército, tal íntima co-operación entre el avión individual y las peque-’ fías unidades avanzadas terrestres habrá de resultar difícil y tremendo problema. Con la actual organización en que los dos servicios son independientes, tales ideas pueden consti tuir solamente un bello sueí’ío, aun-que -los optimistas y pro pagandistas pretendan lo contrario. Armas portátiles contra-carro de Infantería.—Estas varían en diseflo y eficacia, desde las de circunstancias, como los “Molotov -Cocktails”, situados en un extremo de la escala, hasta los “Piats”, “Bazookas”, “Panserfaust” y armas’ simi lares, que se encuentran art el otro. La mayor parte de las armas del tipo de granada de mano guardan un íntimo pa recido con la conocida fábula que aconseja colocar la sal só bre la cola de un pájaro para cazarlo, Fué el desarrollo de los proyectiles de carga hueca, emparejado con nuevos y he terodoxos métodos de lanzamiento, lo que puso en manos del infante una formidable y práctica arma para destruir los ca rros. Gracias a estas armas - especial-es, resulta actualmente exacto decir que cualquier carro de ‘ combate aislado no protegido por su propia infantería sucumbirá ante la infantería adversaria que logre acercarse -a unos 30 metros del mismo, Esto, si bien constituye un notable incremento de la -potencia de fuego de la infantería, no resulta- todavía lo suficiente. Armada con Piat, Bazooka, etc,, en gran cantidad, si no está provista ‘de armas C.C. de ‘gran alcance, la infantería no po drá, por lo general (salvo que -se encuentre en localidades protegidas contra los carros o detrás de un campo d-e minas), resistir la presión de una’ formación acorazada que actúe con sus fuegos desde una distancia de varios centenares de me tros, Al me-nos que los infantes provistos de- Piat puedan apro xmarse muy de cerca a los ca-rros de combate enemigos, no podrán destruir la potencia de fuego de una formación aco razada. Sj esta última se encuentra protegida -por su piopia infantería, los carros de combate permanecerán inmunes con tra todo, excepto los proyectiles de gran velocidad inicial con un alcance eficaz de varios centenares de metros. Como ya hemos mencionado, existirán frecuentes ocasiones (operacio nes aerotransportadas, cruce de ríos, etc.)’ en que resulte im practicable para la infantería el ir acompafíada de aquellos armamentos pesados, únicos, tal como se encuentran las cosas actualmente, que pueden producir la requerida trayectoria ra san-te, de potencia suficiente para habérselas con los moder no y pesados carros de combate a distancias d-e varios cen tenares de metros. UNA NUEVA ARMA’ Parece,por consiguiente, existir la necesidad de algo nuevo en lasarmas C.C.Se requiere un arma capazde destruir el más pesado carro de combate, por tiro directo -con-trayectoria rasante, a dista-nejas lasta de- goo m. Ahora bien, si nos cir cunscribimos a la balística y artillería clásicas, tal cias-e de armas sería excesivamente -grande y pesada para acompaílar a la infantería en todas las- ocasiones. Por todo ello, debemos romper con las tradiciones clásicas, creando nuevas ideas en la propulsión -de proyectiles. Su proyectil debe- describir- una trayectoria prácticamente recta, para - simplificar la apreciación de distancias. Por otra parte, d-ebe- alcanzar el blanco con un-a elevada ‘-elocjdad re manente (aunque esto no implique necesariamente que posea una elevada velocidad inicial). Tendrá un peso considerable con objeto de contener en forma de carga huaca la cantidad de explosivo necesaria, para perforar un grueso blindaje. Fi nalmente, el aparato de lanzamiento débe ser lo suficiente mente ligero para ser manipulado- fácilmente- en las, zonas avanzadas, y ser, al- mismo tiempo, lo suficientemente .disi -66 mulable para ocupar posiciones de tiro directo sin atraer la atención del enemigo. Un proyectil del tipo cohete satisfará todas estas necesi dades, si bien, por lo general, no son lo suficientemente pre- Cisos para este tipo de fuego. Esta cualidad de gran precisión se hace imprescindible, puestoS que cada proyectil será exce sivainente pesado y voluminoso en proporción con el peso y támaño del aparato de lanzamiento.. Cada proyectil puede ser muy bien la carga de un hombre. Los que lo utilizan no podrán malgastar disparos en apreciar la distancias o “rociar” el objetivo. El ideal debe ser de manera análoga a la caza del tigre: un tiro, una baja. ¿Cómo pc’dría darse a un proyec til cohete tan extremada precisión? La principal causa de imprecisión del cohete tiene lugar durante la iniciación de su trayectoria, antes de que la carga propulsora le haya comunicado suficiente velocidad para mar char recto y tendido. De forma contraria a lo que sucede en los proyectiles clásicos, el cohete aumenta de velocidad du rante su marcha fuera de la pieza hata un punto determi nado, en lugar de disminuirla. Por consiguiente, será nece sario ‘alguna forma de propulsión, que le comun-ique una ve locidad inicial suficiente para transportaele durante la primera y crítica parte de su trayectoria, hasta que se inicie la pro pulsión autónoma del mismo. Esta velocidad inicial podrá dársele disparándole desde un cañón sin retroceso, en el cual n’o se producirán los notables esfuerzos y deformaciones que tienen lugar en los cañones de diseño cásico. Aun haciendo esto, el impulso inicial tendría que ser más bien grande, a menos que se agregara algún refinamiento adi cional para que, el proyectil adquiriese una marcha recta y horizontal a lo largo de su trayectoria. Cutlquier proyectil “or todoxo” (es decir, aquéllos que se mueven por un sencillo impulso inicial) ,están obligados a seguir una curva parabó lica, cuyo grado de curvatura variará en proporción directa al peso del proyectil e inversa al impulso inicial. Ahora bien, como el proyectil que examinamos tendrá cierto peso, mien tras no tenga lugar la propulsión cohete, la trayectoria del mismo será ia de un proyectil “ortodoxo”, es decir, parabó lica o curvada, cosa que no es deseable. El único medio para evitar esto será proveer al proyectil de pequeñas alas y ale tas, cuyos esfuerzos aerodinámicos neutralicen la fuerza de gravedad, manteniendo la trayectoria tensa. La bomba volan te V-i era un proyectil cuya trayectoria no era parabólica, sino tensa y horizontal durante una distancia de muchos ki lómetros. Mediante la ayuda aerodinámica, también será po sible obtener trayectorias no parabólicas o en ‘línea recta para alcances hasta de i.ooo metros. La nueva arma antitanque comenzará por tener una forma como la de un “lapicero volante” o “torpedo aéreo”, que pueda lanzarse desde un aparato apto para seguir los movi mientos de las tropas de la zona vanguardia y cuya trayec toria ,no llegue a elevarse más que algunos centímetros por encima de la línea de mira durante una longitud de unos 1.000 m., es decir, seguirá la trayectoria de un avión de velo cidad creciente y no la de un proyectil de forma ortodoxa. Durante su marcha este torpedo tendrá ciertos salientes, tales como pequeñas alas, y posiblemente una cola piana y aletas, las cuales, si sobresaen de una manera permanente del cuerpo del mismo, l.e .harán una carga molesta para ser manejada en la zona avanzada o en las líneas de abasteci miento. La precisión, que es de importancia vital, dependerá de estas partes salientes, por lo cual no deberán roniperse ni dañarse durante su manejo, si bien los riesgos a que estarán sometidas serán considerables. Por esta razón, así como para facilitar su disparo mediante un arma sin retroceso, estas ale tas o cualquier otro aditamento aerodinámico se plegarán pro bablemente sobre unos rebajos practicados •en el cuerpo ci líndrico del proyectil hasta que abandone la boca del arma. Algún sistema de resortes, liberados por la acción de la descarga,, forzará a estos aditamentos, a que adquieran posición de trabajo cuando el “torpedo” abandona el arma. De esta manera la forma del proyectil, antes de dispararlo, será cilín drica sin ningún apéndice que sobresalga, es decir, un objeto absolutamente manejable en cualquier forma de transporte o manipulación. Tal clase de proyectil podrá ser fácilmente disparado por un largo tubo de ánima lisa montado sobre un carruaje de silueta baja. El equipo completo será de una movilidad con siderablemente mayor que la del c.c.c. de 37 mm., si bien su potencia destructora será mucho. más grande que la del c.c.c. de 7 mm. Los elementos constitutivos del dispositivo de lan zamiento podrán ser tan ligeros que el arma pueda descom ponerse fácilmente en cargas individuales o a lo sumo trans portables por doe hombres, posibilitando así su transporte a las zonas más avanzadas y en toda circunstancia de terreno, sin que su posición sea descubierta hasta después de haber hecho sentir prolongadamente sus efectos. Tal arma podrá adelantarse lo suficiente para restablecer la antigua suprema cía de la infantería en el campo de batalla. Finalmente, y parangonando lo que sucede en la guerra naval, donde la evolución del torpedo ha restituído el equi libro entre las fuerzas ligeras y los barcos potentemente aco razados, la evolución del torpedo aéreo, perfeccionado en for ma de un arma normal de infantería, restablecerá de nuevo el equilibrio en la batalla terrestre, entre las tropas “blandas” y las pesadas fuerzas acorazadas. Laverdadacercadelasbombasatómicas ydelosmédiosdefensivoscontralasmismas De a publicaciónnorteamericana U. S. News and World Reporf.(Tra ducción de la 2. Seccióndel E. M. del Elércitodel Aire de Espaila.) ‘J’ RAS casi cuaf ro años de observarse el mayor secreto en torno a todo ello, comienza ya a revelarse la verdad acer ca de la bomba atómica y, lo que es más importante, acerca de lo que es capaz y no es capaz de hacer. En realidad, esta reserva había servido más que nada para alimentar rumores, crear fantásticas historias y tergiversar la realidad en muchos aspectos. Los hombres de ciencia comienzan a declarar la verdad acerca de la bombaatómiCa en sus detalles esenciales y sin violar para ellos las normas de seguridad en vigor. Según el “Armed Forces Chemical Journal”, la bomba pesa unas 30 li bras (unos 13,5 kgs.). La producción actual de estas bombas ‘no está muy lejos de la cifra de una por semana. Uno de los hombres de ciencia más caracterizados en los Estados Uni dos, especializado en cuestiones atómicas, el Doctor Robert Oppenheimer, calcula que la producción total trabajando in tensivamente en dos años, podría llegar a unas x.ooo bombas. Actualmente, cada bomba viene a costar aproximadamente un millón de dólares. Por otra parte, el Teniente General Walter Bedell Smith, ex-embajador en Rusia, autoridad en la mate ria, ha manifestado que Rusia conoce todos los, hechos cien tíficos en que se basa la bomba atómica. Sin embargo, lo importante es lo que la bomba atómica puede y no puede lograr de ser utilizada contra ciudades es tadounidenses u objetivos enemigos en tiempo de guerra. - Esto constituye una- historia que ha de afectar a todos los pianes gubernamentales, comerciales e individuales cada vez más a medida que vaya pasando el tiempo. El Doctor R. E. Lapp, una autoridad en la materia, la narra en su libro “Must We Hide?” (iHabr-emos de escondernos?), que acaba de po ner a la venta la Addison-Wosley Press, de Cambridge, Massa chussetts, editora del mismo. El Doctor Lapp es uno de los hombres de ciencia que tra bajaron en el proyecto de la bomba atómica durante ia gue rra. Fué testigo de las dos pruebas rea,izadas •en Bikini, a las que asistió como asesor científico. Ha sido también di rector ejecutivo de un comité de energía atómica encuadrado en el National Military Establishment (cónjunio de las tuer zas armadas estadounidenses en su sentido más amplio) así como asesor en cuestiones de defensa atómica cerca de la Oficina de Planeamiento de la Defensa Civil. En su obra se contestan con cierto detalle diversas pregun tas acerca de lo que sucederá a los Estados Unidos en caso de verse metido en una guerra en que la bomba atómica sea utilizada contra dicho país. Leyéndola, el lector puede obte ner un cuadro aproximado de las defensas posibles contra el empleo eficaz de dicha arma en una futura guerra. He aquí las principales conclusiones a que llega el Doctor Lapp: i. El mayor peligro para los Estados Unidos se cierne so bre las grandes concentracioii-es.de población y -núcleos indus triales propios de las grandes ciudades. Nueva York, Chxcago, Detroit, etc... constituyen objetivos- en extremo vulnerables frente a un objetivo militar casi perfect-o. No obsiante, todas las historias que circulan sobre la posibilidad de que, tomadas por sorpresa, las grandes ciudades americanas pudieran que dar barridas del mapa, han de ser descartadas a la luz de los hechos. 2. Las explosiones atómicas en puertos con bombas que estallen -en los mismos o bajo el agua con o-bjeto de destruir -. las ciudades con la -pulverización radioactiva que se -produce, no resultan prácticas. Ning-ún puerco estadounidense es lo su ficientemente profundo para contener -el agua necesaria para una explosión tipo Bikini. Las profundidades mayores alcan zan sólo unos 30 a 40 pies (12 metros aproximadamente), en tanto que la de -la laguna de Bikini era de i75 pies (52,5 me tros). Resultado de e-sto sería que la pulverización radioctiva sería muy escasa. A lo más, sólo unas cuantas manzanas de casas- quedarían afectadas. . Ataques por, sabotaje. La posibilidad de contar con ex plosiones -de bombas atómicas - introducidas de contrabando en maletas por -part-e de saboteador-es y que se produzcan al nivel del suelo o bajo él, -en algún sótano, resulta también improbable por su ineficacia. Con ello sería de esperar que se formara un cráter de unos 500 pies de diámetro (150 metros), -o sea, inferior al espa-cio ocupado por dos bloques urbános. “-Los daños materiales de gravedad quedarían limitados a una distancia hasta de i.ooo pies desde el punto- de la explosión (unos oo metros).” La destrucción y los muertos que pro dujera serían muy inferior-es a las producidas por una explo s:ón en el aire. 4. El polvo atómico: la teoría de que, sin hacer explotar una bomba atómica, pueda llevarse -sobre una ciudad una nube de partículas radioactivas, queda también descartada. Compa rada con la llamarada radioactiv-a emitida por una bomba ató mica al explotar, la eficacia de los productos de la desinte gración es muy pequeña. Es más, “la dispersión eficaz del polvillo radioactivo de los- productos de la desintegración re queriría que se- -depositaran enormes cantidades del mismo, con toda exactitud, sobre la zona objetivo. Las dificultades que pres-enta esta operación -son desproporcionadas con re lación a los efertos que -pudieran obtenerse. A causa de su pérdida de actividad, estos materiales no podrían almace narse constituyendo reservas, lo qüe supone una desventaja tan grande que bastaría para hacer improbable este tipo de guerra radioactiva. 5. La radioactividad producida en una explosión atómica puede resultar mortal hasta una distancia de J.ooo pies (2.200 metros) desde el - lugar de -la explosión. Sin embargo, en el caso de producirse la explosión en el -aire, la radioactividad no resulta lo- suficientemente duradera para hacer peligrar a los equipos de salvamento que lleguen tras -la explosión. Ni tam poco resulta necesariamente permanente- la radioactividad pro ducida en el agua cuando la explosión ha tenido lugar bajo la superficie d-e la misma. En el espacio de un año los edificios contaminados pueden probablemente volver a ser habitados. Los barcos que en - Bikini quedaron contaminados en mayor- •grado, fueron desfruídos, no a causa de lo peligroso de -la radioactividad que conservaban, sino porque se hallaban ya anticuados y no valía la pena descontaminarlos. 6. Las explosiones en el -aire, tales como las de Nagasaki e Hiroshima, constituyen el máximo peligro para las ciudades estadounidenses. La zona urban-a de Nueva York constituye el lugar más vulnerable. La proporción de muertes podría llegar a la cifra de 200,000 con una sola bomba. -Cerca del lu gar de la explosión1 los costados de los- rascacielos quedarían arrancados muriend-o la genie que se encontrara en los pisos altos. La construcción de- los rascacielos, a base de tabiques ligeros adosados a estructura de acero, ofrece poca resistencia y protección frente a los efectos radioactivos. Para evacuar la zona sería necesario dar la alarma al menos con una hora de anti-cipación. Sin embargo, con todo- y con eso-, la gente que se encontrara en el metro, directamente bajo la perpen dicular del punto de la explosión, quedaría a salvo tanto de la explosión de la bomba atómica como de su irradiación. Se en contraría perfectaament-e segur-a. Las ciudades como Nueva York, a pesar de sus refugios subterráneos, son “ciudades del pasado”. La explosión de una bomba atómica podría convertir los rascacielos en “-ver dade-ras células de irradiación”, en donde la gente moriría apiñada como las abejas de una colmena. Incluso las -ciudades como Chicago, co-n pocos rascacielos, resultarían mortales. -“Una sola bomba hecha explotar -encima de la “Civic Opera House” conseguiría poner a la ciudad fuera de combate.” El número de bajas sería solo ligeramente -inferior al de Nue va York. El Doctor Lapp describe con cierto detalle dónde se en contrarían los mejores objetivos de los EE. UU. y en qué puntos - sería mayor el peligro. El citado Dctor Lapp llega a la conclusión de que toda ciu-dad con una población supe rior a los xoo.ooo habitantes, resulta invulnerable. Los obje tivos mejores para la guerra atómica, sin embargo, serían aquellos agio-merados urbanos e-n donde la con-centroción de población y de la industria por kilómetro cuadr-ado es más e-levada. Nueva York cuenta con 21.000 habitantes por milla cuadrada. Los Angeles, por el contrario, resulta un obj-etivo pobre toda vez que cuenta sólo con 3.000 habitantes por mi lla cuadrada. La mayor parte do los objetivos estratégicos de tipo ur bano se encuentran en el NE. y en la región central Nórte d-e los Estados Unidos. Esta zona desde Nueva York a Chi cago, constituye el centro de la industria bélica, Detroit, re sulta vulnerable a causa de lo elevado de su concentración in dustrial, Nueva Jersey, al Norte, por sus refinerías petrolífe ras, Akron, por sus industrias del- caucho- y derivados, Pits burgo y Younhgstone, por sus aceros, Schenectady, por su producción de agentes químicos y Wáshington, por su Pen tágono, centro de los servicios ó fuerzas aunadas de la nación. Las ciudades del interior pueden disfrutar de una ventaja, la de que podrá dárseles la señal de alarma co-n mayor anti cipación. Cuanto má tiempo tenga que permanecer un bom bardero dentro de nuestras fronteras hasta llegar a su obje tivo, mayores son las probabilidades y oportunidades de de tectar su presencia e- interceptarlo. Sólo - sobre esta base- San Luis resulta un objetivo menos aconsejable que Cleveland y Louisville menos también que -Rochester. Sin embargo, en parte hay posibilidades de defenderse con tra el ataque atómico. El Doctor Lap-p explica que la solu ción no se encuentra en construir fábricas y ciudades subte rráneas. Resultarían demasiado caras. En -cambio, una serie de refugios más económicos, y un sistema de alarma aérea adecuado, podrán reducir el número de bajas en un go por ioó. Pero la reproyección urbana de las ciudades estadounidenses, gradual, desde luego, constituiría una protección aún mejor. Lo que necesita el individuo, para sobrevivir a los efectos de una explosión. atómlca, es un refugio sin ventanas que le proteja contra la presión y la radiación de la bomba. Los re fugios -construídos con plomo son los mejores, pero resultan muy caros. Seis pies de tierra (i,So metros), preferiblemente tierra húmeda, vienen a tener iguales efectos protectores. En las ciudades, el medio más práctico para proteger a la po blació-n es la construcción de -refu-gios de cemento armado. El -espesor que es necesario dar a este cemento varía con la distancia a que vaya a estallar la bomba atómica. A dis tancias hasta de i.ooo pies (300 metros), un espesor de 32 pulgadas de cemento (menos de- 8o cms.) asegurará aquella su pervivencia. A 2.000 pies (6oo metros), hasta con 20 -pulga d-as (unos o cms.) de - espesor. A 4.000 pies (2.200 metros) 67 se necesitan seis pulgadas de cemento (unos x Oms.) y a 5.ooo pies (x.500) no es necesario abrigo alguno para sobre vivir a la explosión. Sin embargo, el medio de proteger mejor y asegurar la su pervivencia de fábricas, hogares particulares y zcnas comer ciales es el de proceder a la reproyección urbana de las ciu dades estadounidenses en un período de dez a yente años. La idea perseguida es diluir la concentrac’ón urbana de ma nera que con una o dos’ bombas nó pueda destruirse una porción vital de la ciudad. La bomba actual no puede des truir una zona más amplia de 4,5 knis. de radio desde el pun to de la explosión. De esta forma, los diversos segmentos de cada ciudad, tal como se p’anea ésta, habrán de encon trarse separados por una distancia de tres millas (,s kms.) presentándose como objetivo muy pobre para gastar contra él una bomba. Para llevar a cabo esta dispersión no se propone concesión de subvención atguna. Por el contrario, se señala la urgencia de que cada ciudad se apresure a confeccionar su plan propio de dispersión urbana. Con ello, es de esperar que, volun ariamente, la industria y los par*iculares, al irse ampliando la ciudad, se ajusten a las normas de aquel plan toda vez que constituye una-medida de autodefensa que les afecta. Para los encargados d confeccionar lo planes de protec ción y defensa de los Estados Unidos. lo que la bomba aó mica es incapaz de lograr es tan importante como lo que pue de hacer, como los efectos de la insma. Como arma, el poder de la bomba atómica resulta desmesurado, en exceso grande para determinados usos, y demasiado imitado para otros, Las limitaciones de la bomba las enuniera el Doctor Lapp co mo sigue: r Contra un ataque en combate terrestre la bomba ató mica no merece la pena de emplearse. Puede detener el avan ce de tropas y tanques unos cuantos miles de metros da un frente que tal ve mida unos cienfos de millas. Su poder es grande ccmparado con el de otras bombas, pero no puede emplears; mejor d’cho conipararse. por ejemplo, con el de los t rr mo’ os. El terremoto de San Francisco, para citar uno, desarrolló una energía cien mil ‘veces superior a la de una bomba a ómica. Es más, el elevado coste de la bomba, tanto por los materiales como por la mano de obra y per tonal especialzado que exige su fabricación, limitarán extra ord nariamente el aprovisionamiento de bombas de este tipo en tiempo de guerra. 2. Contra los barcos, submarinos y otros objetivos de re ducidas dimensiones,, la bomba resultaría demasiado potente para que se la emplee. Es irnposble construir una bomba ató mca de tipo reducido. Las de lo tipos actuales resultan de masiado costosas para emp1earlas contra objetivos aislados, ind’vidualrs. Esto es de aplicación, además, a gran part. de las insta’aciones militares. 3. Con ra los ataques aéreos, el poder de la bomba atómi ca resulta desperdicado igua’mente. El único medio prácti co para impedir que i enemigo bombardee con estas bombas, es des’ruir sus reservas de bombas atómicas almacenadas y sus aviones en tierra. Su embargo, las medidas de disper sión pu’den hacer que todo esto carezca de gran valor. Esta verdadera hs’oria acerca de lo que la bomba atómica representa, historia que ahora se hace púb’ica, va a tener pro fundas repercusiones en la confección de planes americanos en el período que vamos a comenzar a vivir. La bomba ató mica ya ha dejado de aparecerse como el “arma abtotuia” con forme había llegado a decirse en alguna ocasión. Sin enibar go, el peligro que representa ha d ejercer una gran influencia sobre los p’anes futuros de expansión de negocios e indus trias y sobre el aspec o que las ctudades tendrán en el futuro, y en las que habrán de continuar viviendo la población de todos los Estados Unidos. DelapasadaOtimpíada.—EIconcursocompletodeEquitación. Teniente Coronel de Caballería Joaqu(nNogu.ras. PRUEBA DE LOS TRES OlAS O CAMPEONATO CABALLOS DE ARMAS DE Jornada..—DOMA. i.’ Jornada.—FONDO. Marcha de 6 kms. en 27 m. t7 e. SteepLe de 3.500 en 5 ni. o s. Marcha de 15 kms. en, 68 m. u s. Cros-cuntry de 8 kms. con 32 óbstáculo Galope de a km. en 3 ui. o s. 21’ en a$ ni. 5 5. 3. Jornada—RECORRIDO DE OES TACULOS EN PISTA. Inscripción: “Epson” : Comandante Nogueras. “Vivien” : Capitán Gazapo. “Fogoso”: Comandante Larraz. Resultados del Concurso completo de Equitaci6n Clasficación por equipos5.° Clasificación individual REFLEXIONES España España (Cte. Nogueras) Y ENSEÑANZAS A la vista de’ los resultados de la prueba de los tres días de la Olimpíada de Londres se deducen varias, consecuencias 68 que pueden servirnos de ensefíanza para, sn un futuro próximo, estar en cond.ciones de poder no sólo hacer un papel airoso, sino ir con la certeza de ganar si es que esto se puede ase gurar ca egóricanlente en cosas de caballos y pruebas tan du ras y peligrosas. Ante todo permítaseme sentar una afirmación. El Campeo nato es una prueba relativamente fácil de ganar, 5i corregimos los tropiezos que se han dado en esta Olimpíada. Esta prueba comparada con la Copa de Naciones está máS a nuestros alcances, por no necesitar caballos excepcionales, y sobre todo porque el azar interviene poco en sus resultados. Analicemos los tropiezos tenidos por nuestros caballos en las distintas pruebas y procuremos ponerles remedio y desmentir aquel aforismo de que el hombre es el único animal que tro pitza dos veces en ¿1 mismo 5itio. La doma. El programa de doma en sí es sencillo, pero su misma sencillez lo hace difícil por la corrección exigida en to dos sus movimientos. Pide &mplemen’.e que el animal ejecute todos los aires en SUS tres grados de velocidad y apoyos en el grado menor de cada uno en las condiciones que dice el enun ciado de la prueba. “Esta tiene por objeto demostrar la ligereza del caballo, su perfecto equilibrio y ‘su docilidad a las ayudas del jinete.” A mi juicio toda exhibición de esta clase hay que verla (y así creo que lo hace el jurado, aunque sea instintivamente) desde dos aspectos dstintos; uno, el de pura es’ética o presen tación y otra que podemos llamar “doma propiamente dicha o técnica, es decir, la mejor o peor ejecución de los movimien tos. El primer aspecto o estético influye poderosamente en el ánimo de los jueces sobre la calificación del trabajo que luego ejecute el jinete, no siendo suficiente la correcta ejecución de aquél para borrar la primera impresión.. ¿Cómo disponer el doma, esto unida a la sosera de sus movimientos y no estar ánimo del jurado desde un principio a nuestro favor Tndre domada a prueba de bombas dió lugar a su mala clasificación, mos que impresionarle en este sentido con todts los medios de 12& puntos de pena’idad a 50 de d’ferencia con el primero y -que tengamos a nuestro alcance, recurrir a 1a belleza absolu’a el número 25 del total; este resultado seguramente fué por... de nuestro caballo,- a que su montura y arreos con1riluyan a lea, simplemente... su buena presentación viendo qué clase de cabezadas y fronta leras combinan con el cotor de la capa y si es’o ayuda a la belleza del conjunto no debemos tener miedo en saltrnos un “Pogoso”.—Aunque este caballo tiene una buena alzada y -poco de nuestra sobriedad tradtcional siempre que es’a excepllena una pista precisamente por su “fogosidad”, tiene un cor ción sea de buen gusto hípico y no -femenino. Como e1 jinete vejón con un sobrehueso que no es impedimento para nada, va en-cima’de este compendo de belleza natural realzado con pOro le hace tan poco estéico cue da la impre&ón de que por el buen gu-sfo, también a su vez debe ir bien vestdo, en el sen ahí se va a romper. Su cabeza también es hermosa (e-ntiéndase tid que decía Botín, con botas bien hechas (no desd’iiando el grande) y lo que es peor llena de seso, pero -su parte estética, charol) y catzones ben cortados. El un forme no hay más re dejaba a’go que desear respecto a belleza absoluta, pues si medio que usar el nuestro, que es sobrio, pero que- se pued. está ben constituído para galopar, e un poco destartatado para realzar con una gorra más elevada para aumentar, a ser posi presumir con él, su trabajo de doma fué muy aceptable pero ble, nc la altura del caballero pero sí dar a’go más de pr-es no demostró Ta sumisión absoluta a la voluntad de su jinete tancia al conjunto. Todas las naciones excepto las amercanas - a que nós terfa. acostumbrados en general. Fué a mi juicio ex y España iban con sus uniformes de paño. causando ura im cesivamente penalizado con 163 puntos. presión - formidable de conjunto, inc’uso los finandses, con una combina&ón de colores tan dspar.es como son ca1zones en “Vivien”..—Este caballo defraudó por comple’t-o las esperan caltnados con franjas amarillas y chaque illa corta blanca. Pa zas puestas en él. Ttene la cabeza grande y fea, el cuello al re rece que aun veo el buen conjunto del aus’ríaco- con un do’man vés y una cana castaña deslucida y no ofrece sensación -de be negro y teresiana o el buen aspecto de los su’zos con su uni lleza. -en cambo fiera la doma francesa clásica -con sus aires forme gris azulado. Todo esto aunque parezca ccsa poco seria etevados y bastante e’egantes, pero se equivocó -en varias sa contrbuye grandemente a la buena impresión del conjunto. lidas a ga’ope y sus attos no fueron muy correctos; yo creo Respecto a la posición, ésa tene- qn- ser la ctá&ca en las que este caballo domado en Francia tiene las ayudas un póco pruebas de doma, al decir &ásica me refiero a ‘a francesa o a a-las riendas y no a las’ piernas en lo que se refiere a las sa la-antigua española; no hay que olvidar que aunque los señores lidas a ga’ope, esto u&do a que su jinete so1am-ente lo montó del Jurado para la clasficación de los movimin’os se atienen tres días antes, a causa que el titular Babieca se inutilizó, d16 a la descripción alemana de ellos, en cambio, son profesores de lugar a su penalización tanelevada. Desde luego fué una aven 1-a Escue’a de Saumur o alumnos de ella y.paa d sponerle-s a tura que corriese “Vvien” decechado del equipo francés que nuestro favor hay que mon ar como ellos cresn que se debe egún confesión de1 se’ec&orador, Coronel Cavaille, haría una hacer en es’a prueba aunque a’nosotros no nos guste, quera buna prueba de doma y fondo, pero en obstáculos fracasaría. mos o no hemos de ir a la francesa qu al fin y a1 cabo también Por otra parte para el jnete es un havdcap elevadísimo salir es clásica, consagrada por siglos de exis’en&a. Claro que habrá con un caballo de ‘reserva casi desconocido, sin saber a ciencia señores antiguos que dirán que hemos perdido los 30 ó 40 años cirta como reaccionará en la competición púbPca, con pista empleado’s en desterrar esta forma de montar pero -sólo la em nueva y todo nuevo. El tropiezo principal fué sacarle. Penaplearemos en la doma y su preparación sn que queramos mon lizó 153 puntOs. tar igual en lo demas. Gracias a Dios nues ra Escuela de Equl Consecuencia. Tropiezo primero: la falta de belleza absoluta - tación nos enseña a mon’ar en el - ex’ericr y concursos de tal de nustros caballos. Luego hay que escoger animales “bonitos” forma que no tenemos nada que envidar a nadie. Para mon desde cua’quier punto que e les mire. tar así es más cómodo usar la silla francesa o ta antigua es pañola modernizada con objeto de ir más derechos, psar los estrib-os más largos y llevarlos calzados en el primer terco 2 Jornada.—FONDO. del pie como hemos visto en Londres que los llevaban todos; no creo que esto sea más cómodo, más práceco fisio ógicamente Una vez pasada la dr’ma con más pena que gloria n-os diji ni más útil, pero en cambio ayuda a dismular as pequeñas in mos “ésta s !a,-ruestra”. vamos a ver ahora como se estrellan correcciones de bajar la punta del p e al dar las ayudas y ‘amestos bonitos y ben portados jinetes de la “dressage” en los - bién nos puede servir de ejerccio sa’udab’e para la articu’a- - durísmos saltos d’l crosa, y yo que sa’ía el número 34 pensé ción del tobillo durante la preparación de esta prueba. encontrarme el camino lleno de cadáveres de los animales de Total, que en esta prueba hay que decir “vean ustedes de lo amba especies quintervienen en este deporte, y cual fud mi que soy capaz de hacer”, en u”a palabra, “presumir”. hallando que, si bien fueron cuatro los cadáveres Hecha esta pequeña ac’aración sobre la dcma pasemos a la - desencanto (erténdase e’imrados) que encontré, a1 final de la prueba, actuación de nuestros caballos en la pasada prueba. tuve 1a desagradable sorpresa de que eStuvimos a punto de con-’ “Epson”.—Con esta yegua surge el prmer tropiezo en la trbuir con uno de los nuestros a ‘ese imaginario montón de primera impresón. No es bonita en el sentido dé b1lza ab - vícimas que pensé encontrar. (Este muerto resucitado gracias soluta, no tiene los aires e’egantes, su trote corto es desl zante a ‘a pricia de su j’nete fué el “Fogoso” número 3 de salida.) y se arrastra, materialmente en el ordinario (cosa que no se No sé-qu’én dijo antes de la O’impíada que en este deporte óorrige con -la doma). El largo solamente lo hace en ex en&ió,n es aban todas las naciones muy bajas ‘y que seríafácil ganar. cuando está- enfadada; en suma, es a yegua es formidable e Para dar ura ida de cuan equ’vocada era esa opinión y del incluso modelo desde el puno de vis a de su ga’ope abierto grado d preparación de nues’ros contrincantes, veamos los o largo; éste si que es impresionante, pues entonces crce y se res&tados g.enera’es: De los 45 caballos que salen a la 2. jor - transforma, pero, desgraciadamente, en la prueba de doma no rada trs se re’iran o los eliminan en el recorrdo A (x. mar hay más que un pequeño trozo de ga ope largo y la mala im cha). L’egan al steeple 42, y de éstos no solamente cubren presi&n que da con su cabeza, un poco abombada en los fron todos l tiempo, sino que bonifican al máxmo, entre ellos tales, su pequeña alzada y su andar, un poco-torpe de delante, “Epson”; casi el máximo, con 33 puntos, otros , después en a causa de la cortedad de espa das producto del en:rei.amiento, tra z8 y 30 pun’os, bonifican 27 caballos y menos de :8 puntos, no se atenúa con las excelencias de su grupa de galopadora y - solamen’ e 3,; esto nos da una pequeña idea de la buena “cla sus magníficos pies (por’ aigo fué seleccoiada); todos estos se” de nuestros enemigos. jnconvenient’es que le encontramos son relativos, pues la yegua, En el recorr’do C, 2. marcha, es eliminado otro caballo y aparte de este examen al microscopio, es uno de los mejorees toman la salida del cross, recorrido D, 41 caballos, -de los animales presentados en la Olimpíada, como lo ates igua su cuales todos terminan: un-os bien, otros muy bien y muchos quinto puesto en la clasificación general, que corisiguó a fuer a trancas y barrancas, entre estos últimos nuestro “Fogoso”, za de galopar y no por su “linda cara”. - salvado dela quema por su jinete. Respecto a la ejecución de los movimientos, los hzo correc En este recorrido penalizan ‘por tiempo solamentecaba tos y precisos, no se equvocó. nada más que una vez, qu yendo llos, con puntos que oscilan entre :8 y 8o, lo que representa a galope a la derecha se tocó -un p.c con otro y dió dos o, tres so,amenle una pérdida de 40 5. sobre al tiempo concedido de trancos desunida, cambando ella soja en seguida - y uia vez :8 tu. Las bonjicaciones, oscilan mucho, y así tenemos; la se quedó detrás de la mano por asustarse de un grupo de g. nte máxima de 72 puntos -la alcanza “Aiglon” (Francia), ganador que, faltando ‘al Reglamento, estaba cerca del cuadrilongo de - total del campeonato. Entre 50 y 6o puntos hay 12 caballos. Entre 40 y so-hay 6, y el resto bonifican poco, pero bonifican. Por obstáculos penalizan. Ú 8 caballos, por caídas y des pistes, pero no eliminan a ninguno. Esto nos habla muy alto de la “clase” y preparación de jinetes y caballos. No se trata aquí de describir la actuación precisa de cada caballo, ni mucho menos justificar nuestro fracaso (el no ganar los primeros es fracasar), sino de ver de buena -fe lo que nos faltó para obtener un buen triunfo con letras gran des y no un triunfito chiquitín (diez naciones de las 55 que tomaron parte se habrían ido contentísimas con nuestro re sultado; nosotros, no). “Epson”.—Ya pasó la doma con su sorpresa desagradable y vamos a la ,verda-d, se trata de galopar (según órdenes del Jef e) y hacerlo de firme, y así lo hace esta magnífica galo padora. Con una cadencia en su respiración acompasada, con la frecuencia del tranco que para su jinete es una bella mú sica. Con este impresionante galope, pasando los saltos so bre su ‘tranco hace el steeple en menos del tiempo mínimo ( m. s.), bonificando el máximo (36 puntos). ¡Benditos P. S. de buena clase! Termina con un ligero sudar y la res piración poco alterada, continúa a la 2. marcha (recorrido C) como salida de la cuadra. Empieza el cross (recorrido D) a buena acción y salta sobre ella. ¡Qué lástima que sea tan chica! Qué esfuerzos hace en los saltos y qué sufrimiento el de su jinete ante aquel piso tan duro, pobres espaldas de la pequeña; pero si aquí se estropean, no importa, para eso se las hemos estado cuidado durante dos afios; hacia la mitad del recorrido la yegua pierde acción en los saltos, pero yo no me doy mucha cuenta precisamente por lo bien que res pira sobre su magnífico paso, entre esta ligera pérdida y una pequeña confusión de camino de escasamente 40 nis. que me obligé a perder unos 20 s. por enredarse la yegua en unos alambres al cortar por derecho, con gran exasperación mía; termina la yegua el cross en i tn. 50 s., que le vale una bo nificación de 5x. a 25 de diferencia con “Aiglón” y 24 del máximo. ¿Fué distracción mía o qué la yegua no pudo mas? No sabemos Sj de haber ido más de prisa hubiese podido hacer al día siguiente la prueba de obstáculos por su corte dad de espaldas producida por el mal piso del recorrido. ¡Qué buena clase tiene! No hubo que empujarla nada más que en los saltos últimos y en el kilómetro del recorrido E. A la tarde estaba completamente normal y con gran apetito, ve remos mañana qué pasa, la yegua hoy ha ganado muchos pues tos, del e. pasa al g.° ¡Si fuera tan saltadora como galopadora! “Fogoso”.—Antes de hablar de los “tropiezos” de este ca ballo en esta 2.a jornada tenemos que hacer una observación y salir al paso de posibles críticas no constructivas y justifi car su participación. Por hacer las cosas un poco en precario a pesar de las facilidades dadas por el Mando, tuvo que co- rrer este caballo, que era un suplente, pues en su lugar debía correr el Fulano (P. S.), pero éste tuvo una pequeña lesión en una mano que le impidió salir, con lo cual estábamos al máximo de disponibilidades. Este caballo en el steeple (recorrido B) bonifica 25 puntos, lo que representa un tiempo de ‘5 m. 29 s., que para un caballo sin clase alguna representa un esfuerzo tan enorme que -el animal terminó algo “borracho” no solamente a causa de la velocidad, sino también por un pequeño defecto en su respiración’ (defecto aparecido allí), lo que le impidió bonifi car al máximo, como era su obligación para poder ganar. Empieza la marcha (recorrido C) y a lo largo de ella vemos los resultados de una buena preparación al efectuarse el mi lagro de la recuperación de la fatiga pasada con la norma lización de todas sus grandes funciones que le permitió ter minar Sin caer. Toda la preparación fué dirigida a que toda clase de fatiga aguda producida por galopes abiertos fuese eliminada sobre el trabajo lento de- trote o galope ordinario. Termina la marcha bien y empieza el cross (recorrido D), al parecer en buenas condiciones; el caballo salta espléndi damente, recibe a su paso grandes ovaciones del público, bas tante numeroso, estacionado cerca de los obstáculos a pesar del día y la hora (cuando este caballo corre son las siete de una mañana nubosa, muy londinense), pero pronto empieza Cristo a padecer; a partir de la 3. milla el caballo casi va al trote, respira muy mal, va completamente intoxicado (más por su defecto de respiración que por falta de capacidad pul monar, pues el animal, dentro -de su pobreza de clase, está 70 bien, elegido); pero a pesar de ello sigue derecho al obstáculo sin hacer un ademán de pasado o despiste demostrando un magnífico adiestramiento (“11 connait bien son metier”, que diría Mr. Duclos), un corazón enorme tanto en el aspecto fisiológico como moral y una resistencia a la fatiga tan gran de que le permite terminar el cross con ‘sólo 5 s. sobre el tiempo asignado y trepar a lo largo del último kilómetro liso poniendo de manifiesto su buena preparación y Su absoluta falta de clase, pues termina gracias a la acción conjunta de sus preparadores y a las estupendas facultades de su jinete y no a las suyas propias de que carece por no ser P. S. A la noche el caballo estaba en perfecta normalidad fisiológica y con su mal carácter de siempre. “Vivien”.—Este animal media sangre francés, cinco aflos, demasiado joven para estas lides, hace un gran esfuerzo en esta 2.’ jornada. Viendo sus resultados no sé qué admirar más: si al caballo qu-e consigue terminar como termina o al piloto de encima, que pasa más que salta estos obstáculos fijos, haciendo corazón como si le hiciese falta. ¡Lástima que este jinete se perdiese ‘en un caballo tan poco saltador! A la vista de los duros obstáculos del croas no creí que el caballo terminase sin grandes tropiezos y alguna que otra caída, pero de ambas cosas lo libró y, se libró el jinete al montarlo con decisión, entusiasmo y gran espíritu, como lo atestigua el niagnífico tiempo hecho en el cross (debió ir muy de prisa). Como es un caballo de poca clase (entiéndase no P. 8.), recibió orden, al igual que “Fogoso”, de ir a cubrir y ter minar para asegurar la clasificación por equipos, hace el stee ple (recorrido B) en 5 ni. 29 s., bonificando 27 puntos, gran esfuerzo, pero como su facilidad de recuperación es grande, en la marcha (recorrido C) normaliza sus funciones y llega al cross en buenas condiciones, cosa que es aprovechada por su jinete y le hace galopar de prisa a pesar de los obstáculos duros y complicados del recorrido, terminando en 55 m. 20 5., con una bonificación de 48 puntos; no tuvo más tropiezo que un despiste en el obstáculo 24 (salto al aire), penali zando con 20 puntos. Si no es por esa parada hubiera hecho un tiempo formidable, pues solamente está a so s. de la “Epson” y únicamente tiene delante a so caballos, todos P. S. o de mucha más clase que él. Terminó bastante bien dentro del cansancio natural al es fuerzo tan enorme que ha efectuado, y este resultado se debe exclusivamente a la inteligente preparación. 3.’ Jornada.—RECORRID O DE OBSTACTJLOS. Momentos antes de esta última prueba tenemos que pasar el peor obstáculo del día para muchos equipos. Está consti tuído por los veterinarios, que desecharán o aprobarán los caballos que han de salir. Observo que hay discusiones pro vocadas por las cojeras manifiestas de bastantes caballos; co mo no sé inglés no me entero de las razones que aducen algunos jefes de equipos para convencer de que pueden salir sus inválidos. Nuestro Jefe no necesita hablar, pues pasa el “Vivien” en perfecto estado y trotando en extensión. “O. R.” oigo que dicen casi’ sin mirar, sigue la yegua y seguramente por la alegría de no llevar a nadie encima intenta un re tozo, suena el “O. K.”. A continuación pasa el “Fogoso” resoplando, pero al mirarlo por detrás su feo sobre-hueso en el corvejón detiene el “O. K.” a punto de salir, pero no tarda al convencerse los seflores de que es una lesión anti gua. El Jefe es felicitado por el buen. estado del equipo. A poner monturas y a saltar; es el último día y de él depende la -clasificación o el fracaso de muchos equipos. Vemos el recorrido y compruebo que los obstáculos están muy bien- puestos y al máximo de alturas y anchuras que el Reglamento autoriza, todos a 1,20 y la ría con 3,500 ms. y o 8o de profundidad, los oxers en número de dos, con las ba rras a la misma altura, los muros con muy poco espesor, verticales completamente, que era fácil derribar. Había’ una modalidad que sorprendió a gran número de participantes, a nosotros nos tuvo sin cuidado por estar curados de espanto después de las pruebas de Caza de Bilbao y Madrid; -esta pequeña “originalidad” consistía en que, después de saltar un muro, había que pasar entre dos postes para cortar un hilo y volver a saltar en sentido inverso el mismo muro; esto se guramente lo pondrían para evitar recortes en esta vuelta, ya que el tiempo concedido andaba ajustado a juzgar por el nú mero de caballos que de él se pasan. Por lo visto este hilo fué colocado en principio para no cortarlo; es decir, volver antes, sin cortarlo, so pena de eli minación (cosa que nos hubiera favorecido), pero ante las protestas de varios jefes de equipo lo pusieron al revés. Una idea general de la prueba la dan los siguientes resul tados: Salen 40 caballos, pues “Gigolo” (Francia) desiste, se gún quiero recordar. De ellos x lo hacen sin derribos, •pero penalizan en tiempo 7, entre medio y cuatro puntos, lo que reduce los sin falta a 8. Con diez puntos, o sea un derribo o despiste (puesto que penaliza igual), solamente 8; con 20 puntos, o sea dos derribos, hay 5 caballos; cOn 40 puntos hay uno, y otro, desgraciadamente .espafiol, con 8o puntos. Eli minados por varias causas, . Parece mentira que en una prueba tan .pequefia haya 8 caballos sin falta, que se hagan tantos derribos y que se dé el caso de eliminaciones en tan gran proporción tratánd-osee, como se trata, de caballos mag níficos, pero eso se puede atribuir a la fatiga no. recuperada de muchos caballos., y algunas eliminaciones y penalidades son a ‘causa de ‘la falta de experiencia de estas pruebas de algunos jinetes, que por nerviosismo no dan pie con bola y confunden el recorrido; hubo jinetes que no vieron una ma ceta bastante grande que marcaba cambio de dirección y al guno perdió una buena calificación individual con la consi guiente de su equipo por esta causa; lo vi salir llorando de la pbta, me dió mucha pena, pues es un gran amigo mío. Por tiempo penalizan ig caballos, casi la mitad de los partici pantes. En esta prueba estamos tranquiloS, pues podremos hacer más o menos derribos, pero que terminamos airosamente el campeonato no hay duda; muy mal se tienen que poner las cosas para que eliminen a algún espafiol, tal es nuestra cón fianza en las ensefianzas de nuestra E’scuela de Equitación. “Epsom”.—Sale en perfecto estado de salud y muy fuerte aunque un poco corta de las espaldas, pero como es P. S. tenemos absoluta confianz.a; la -enrabie’a un poco el Jefe con la barra de hierro sobre un seto y sale al- recorrido, va sal tando torpemente, pero aquí pego y allá tiro termina sin to car y en un tiempo magnifico. pues una ovación premia este resultado. Sus saltos no son brillanl’.es. pues no tiene ap’itU des de saltadora, pero es... ¡P. S., sefior! Que Dios te bendiga, yegüita, y t.e dé larga vi.da y no menos numerosa descenden cia Brenó-n-Law. hijos yque sean más bonitos que en tú el paraharén poderde presumir en Doma -que. además, tengan lo que a ti te falta, el remoquete de: nacidos y criados en Espaíia. “Fogoso”..—Sale este caballo hecho una fiera, lo único bue no que tiene para campeonato es que es saltador, aunque no acaba de echar seriedad, pues por su mal carácter hace algún derribo que otro; pero aquí ‘tenemos suerte, salta como si el día anterior no hubiera hecho nada: su jinete con la flema que le caracteriza lo conduce bien . despacio, hace un derribo en el doble ‘de brosk. exolicable por la sorpresa que causaba a los caballos la profundidad exagerada de sus zaii jas; és’ta es la única prueba que este caballo tenía dentro al elegirlo. “Vivien”.—Nos dijeron ‘que este animal erafl muy malo en concursos; pero nunca imaginé que fuera tanto porque une a su mala moral un total y “olímpico” desprecio por todos los elementos, que componen un óbstácul.o. no respetándolos ni aun con riesgo de su integridad física. De salud ya dijimos que salió espléndido y comienza el recorrido y parece .que va a ir bien, pero en la ría, que está en segundo lugar, hace ademán de pararse, su jinete lo empuja .y pasa de tan ma1a manera’ que creímos que la iba a galopar, lo qu.e sería caída segura por la profundidad de la zanj.a, (i m.). pero lo ad’tvina y .ólo piSa lo bastante para trompicar, y lo que es peor, nenalizar; su jInete a pesar de este incidente se da cuenta de que se fuma una mactta y vuelve, pero penaliza otros diez puntos; ya van veinte. Las dobles barras siguieútes cara público las lleva ep1re de las ida manos, aumenta pera1idad aa1 30 puntos, se coge ni muro y vuelta y .ensuesta última se l lleva por delante, van 40 puntos; la Indignación me obliga a dejar de mrar la. actuación de es+e magnífico atleta, que seguramente trata de demostrarno.s que sus huesos son más fuertes que los obstáculos, yo creo que no se puede ha cer mát, la culpa es nuestra por sacar este caballo, que i1 ‘tiene, ni pizca de vergüenza y no es saltador; me imagino e estado de nerviOs de su jinete y Dios me libre de que m ocurra esto; no vale cogerle la cara, soltarla, pegarle, llamas le, el muy fresco toca ‘y.toCa; el berrinChe que cogió Gazap aún creo que no le ha salido del cuerpo. * *0’ Ya terminó el campeonato ‘y hemos vuelto; estamos com quien dice como perros sin amo, sin tener nada en qué per sar. Durante doe. aflos he tenido la imaginación puesta en 1 mismo, haciendo cábalas y suposiciones, forjándome su.eií de gloria, todo ha terminado, siento como un vacío que nad es capaz de llenar, h.émos corrido y montado como mejor sabíamos hacer, pero no hemos triunfado del, todo, el qu dar individual y por equipos y figurar dos. veces Espa como sub-campeones a nosotros no ‘nos ha satisfecho deur siado, íbamos dispuestos a ganar y no ha sido así. A nadie podemos culpa,r si. hemos tenido en las manos Campeonato Olímpico y se flO ha cescapado de ellas. ¡Qt le vamos a hacer! Volveremos a empezar a trabajar, sin, de aprovechar lo que hemos aprendido en esta dura lección. qi ha sid’o como un aldabonazo. No nos queda más que. s.efla los tropiezos tenidos para .no réincidir y hacer cábalas y s posiciones que nos consuelen un poc, de nuestro “pequeí fracaso”. ‘ . Elección de caballos._-Desde siempre h.e oído a mis prof sores muchas opiniones sobre las condicione o cualidades q debe reunir un buen. caballo de campeonato. Una de eh autorizadísima d.e Serrano Ariz, (G. F,).. Para esta pruel hay que coger un P. S. o muy cerca ‘de él, ,¿qué quiere dec esto? Que hay que escoger un caballo galopador o de grí aptitud galopadora, con lo cual tenem’s que esta el’ecci está condicionada a la prueba de fondo, que es cuando h: que usar la aptitud que preside la elec&ón, descuidando ella la dctma, lbs saltos y el buen carácler si nos aferiem estrictamente a lo que vulgarmente entendemos por P. con lo cual nuestras miras van dirigidas a ganar la segun jornada. Otro consejo, ya más completo, se lo d’bo al Coronel L fona que me dijo en una oca&ón: Para esto hace falta caballo de concurso que gal.ope. Ya esa opinión es más m pliada, pues al decir caballo de concurso p’rsupone ‘que jornada está hecha de antemano, pero que tampoco o.lvi y oPina con mucha razón, que en la 2. jornada ‘no sólo h que galopar a prisa, sino también saltar, y de qué form; pues de los 33,500 ms. de que consta el fondo, sx,5oo, o S la tercera parte del recorrido, los hacemos altando en un condiciones pésimas, pues hay que hacerlo con un cabal cansado generalmente sobre las espaldas a cusa de la ve cidad y sobre obstáculos fijos; en estas con&cion’es hace f ta que el caballo sena saltar muy bien, para efectuarlo’ aul máticamente sin intervención de su voluntad (ni de la jinete), o sea económicamente sin esfuerzo; luego vemos q según .est,e consejo tenemos la a. y jornada lograd pero aun no hemos hablado de la i.’ (origen de nuestro fi caso en la Olimpíada), a la cual nunca le dimos su imp tancia como desdeñándola siendo también muq necesaria tener en cuenta al elegir el caballo. Este ‘tiene que ser nito” con belleza absoluta, de movimiétifos nattralm’ente su ‘tos, ágiles. ligeros, que los trotes largos ya de por sí se en extensión, -que los cortos no sean rastreros y que ten colocación de cuello y cabeza buena para la loma: en sum”r’. que Séa armónico... elegante. grande y belo. Otra c lidad imprescindible es el buen carácter, no s&ameflfe p poder dosificar ‘el trabajo, sino, para que aguante sin mu tarse todas las perrerías que le hagamos en .doina tanto su preparacióü como en la prueba.. Según lo expuesto. hay que, elegir un ,caballo qee éa P. de buen carácter, saltador y bonito. y que haya tenido preparación previa aue sufren estos caballos en Hipóciror para ya tener una fisiología hecha a los esfuerzits físicos morales. .Se me dirá que con tanta exigencia en la elección no hal caballos, pero se engaíía quien así crea, porqué ls teneni en casa, en el Hipódromo. de la Zarzuela, me parece que trillos hay más de un centenar, la -mayoría nacionales. Esi animales unos son del Estado, otros de propiedad particul ¿Sería muy difícil poner a disposición de un entrenador s yente un lote de-6 u 8 e}empl*res de esos? Yo cro que El ideal sería que fueran de la Yeguada Militar, pues así el Estado no tiene nada que desembolsar. Como los que nos gustan son de los mejores y su destino es la reproducción, si son hembras nada se ha perdido, pues a la vuelta de la Olimpíada pueden ir a criar y hemos perdido dos o tres pro ductos. Pero si son machos se pierden en absoluto para este menester pues hay que operarios. Pero yo me pregunto y el Estado o quien sea que se lo pregunte también y conteste. ¿Qué reporta más beneficio (material o moral) ganar o poder ganar una Olimpiada con ganado nacido y criado en España con el prestigio que esto da o perder 6 6 sementales de en razamiento por este año. Mi opinión sincera es lo primero, ir a la XV Olimpiada con caballos nacidos, criados, domados y montados por españoles, sería el mayor éxito conseguido por la cría caballar española en su vida. Si estos animales que elegimos son de propietarios civiles se les puede comprar de dos maneras, o bien pagándoles el precio que pidan que será elevado por ser bueno lo que elijamos o bien que ese preció sea moderado a cambio de proporcionarles de la Yeguada o, por qué no decirlo, del extranjero, tantos potrillos como axilmales les elijamos, con lo cual todos podemos darnos por contentos, pues si el caballo hb sido criado por él será un orgullo para su cuadra ganar o poder ganar en la Olimpíada. Estos P. S. bonitos saltadores y de buen carácter nacidos y criados en España, una vez probados en Hipódromos acep tablemente y convencidos también de su buena aptitud sal tadora antes de efectuar una operación irreparable y en nú mero de 6 a 8 se entregarían a la responsabilidd de un Jef e de equipo que con los jinetes necesarios se dedique a su adies tramiento y doma a partir de este año 4g, el año 50 ya deben tomar parte en el campeonato nacional bajo la dirección del Jefe, simplemente para ir cubriendo los tiempos y adiestrar, sobre todo la doma y los saltos. En el año r ya pueden co rrer el campeonato y ver de lo que son capaces de hacer sobre todo en determinados recorridos, y con todo el año x por delante y el 52 dedicarse a la puesta en forma definitiva para, si Dios ayuda, ganar en la próxima Olimpíada. Esta ligera idea no está expuesta a capricho sino basada en la experiencia pues la “Epson” que quedó 5.’ en la clasifi cación general llevaba de preparación dos años más que sus compañeros de equipo. Podemos hacer una ligera cábala con las puntuaciones de los equipos y que nos sirvan de consuelo o de rabia según se mire; el equipo yanqui totaliza i6i puntos, que es el primero; 2.° Suecia, x6 3° Méxi.co, 205; 4,0 Suiza, 415, y 5.° Espa ña, 423; el resto de las naciones hasta el número de ¡5 son eliminadas, es decir, los 2/3 de los participantes; cualquiera de estos últimos se irían contentísimos con nuestro resultado, nosotros vuelvo a repetir que no, pues si los tres caballos del equipo hubiesen sido como la “Epson”, pese a todos sus defectos y a la mala clasificación de doma, como ésta tiene sólo 41 de penalidad total, tenemos 41 X — 523 puntos, con lo cual ganamos la Olimpíada de sobra. Reunir tres animales como “Epson”, e incluso mucho mejores, es, a mi juicio, fá cil, por no decir facilísimo. No me queda más que decir que la preparación, alimenta ción y cuidados dados a los caballos ha sido sencillamente formidable, debiendd quedar en a Escuela como modelo, pues en este sentido nada se olvidó ni se dejó al azar. tanto por parte de los que fuimos a Londres corno por la de los otros compañeros que aquí quedaron. Como final se observará que no he empleado al hablar en esta larga exposición de nuestros caballos el calificativo de “este hermoso ejemplar”. Pido a Dios que quien en otra ocasión se encargue de hacer esto que yo he mal hilvanado con mis recuerdos pueda emplear con razón esta frase, dán dose además el gustazo al inscribir los caballos de poner Ra za, P. S. 1., Lien de Naisance”, ESPAÑA. Láguerradeguerrillas. TenienteCoronelL. C. Oatts. De la publicación inglesaTheJournal of Royal United ServiceInsfitution.’(Traducido por el ComandanteArenasRamos.) T ODAS las guerras Así, de cierta importancia son un semilie ro de guerrillas. nacieron lo Franco-tiradores, los Boers, los Maquis, las partidas de Burma, y a partir de la úl tima guerra, los judíos de Palestina, las guerrillas griegas y las de Malaya y. Java. Los ejércitos regulares se encuentran en el caso de tener que cooperar con ellas si son amigas o luchar contra ellas, cosa nada fácil, de no conocer bien sus métodos de combate. Desde luego su manera de combatir no es perfectamente comprendida por la mayoría de los mili tares profesionales. Y así en Palestina, un ejército de 6o.ooo hombres fué reducido a la impotencia como consecuencia de la guerra de guerrillas —.-ode la actividad terrorista según la denominación de la prensa.— y hoy podemos observar con cierta inquietud los sucesos de Grecia, Malaya y Java. Se puede afirmar, como generalmente cierto, el hecho de. que efectivos de importancia nunca podrán ser anulados por fuerzas irregulares, . pero también puede resultar cierta la po sibilidad de que las guerrillas por su audacia hagan insoste nible una posición en la que se encuentran importantes con tingentes sin llegar a derrotarlos propiamente. En determi nadas circunstancias cuando las guerrillas han operado de acuerdo con grandes ejércitos, como en la guerra Peninsular y en las campañas de Burnia, su colaboración puede muy bien considerarse corno una pequeña molestia o como una pequeña ayuda según en qué bando se encuentren. En tales condicio nes, las guerrillas no constituyen una amenaza permanente, su liquidación será la consecuencia automática de la derrota de las fuerzas regulares de su bando; pero cuando las gue rrillas son las únicas fuerzas enemigas, como en la guerra de los Boers, de Palestina, Grecia, Malaya y Java, la situa ción es muy diferente. No vale entonce çalificarla8 corno “gangsfers”, terroristas, comunistas, etc.; son el enemigo y hay que derrotarle. ¿Pero cómo? Se podría, naturalmente, escribir un libro completo de texto sobre el tema de este artículo, y desde luego no es cosa fá cil escribir en pocas palabras algo que resulte útil y sirva de ayuda para conseguir. la victoria sobre las guerrillas. Pode mos, sin embargo, partir de la consideración de aquellas ca racterísticas que son comunes a todas las guerrillas con in dependencia de razas y esferas de operaciones. Primeramente, ¿qué es una guerrilla? Podría definirse como una fuerza irregular que lucha en su propio país, o en el país en que reside. La definición es importante, particular mente en la última parte, pues la fuerza principal de la gue rrilla está en el íntimo conocimiento que tiene del país en que opera, y lo que es más importante aún, en la ayuda que puede hallar en sus conciudadanos o en los habitantes de la región. En los primeros días de la última guerra, algunos escrito res sugirieron con toda seriedad la idea de que el soldado de infantería debería ser instruído como la guerrilla, con la idea de que operando como tal podría resultar menos costoso que yendo a la batalla encuadrado en formaciones regulares. Esto es lo que podría llamarse una concepción ingenua de la guerra. Tales soldados, muy poco tendrían que hacer en el continente europeo o en •las junglas de Burma porque en se guida serían cazados. Pero, instruir a la “Home Guard” co mo una guerrilla es otra cosa muy distinta e incluso acertada. La “Home Guard” está creada para .operar solamente dentro de su propio país, terreno que conoce perfectamente y en el cual sería ayudada de todo corazón por los habitantes. En segundo lugar, ¿cómo están organizadas las guerrilas - diseminado. Intentar lucher contra la guerrilla en su propio Nafuralmente disponen de más libertad • jeiicialiva que las fuerzas regulares; no obstante, de hecho su operaciones es terreno dividéndose en pequefias formaciones es hacerla el tán dirigidas por un cuartel general central. El país se divide juego, y no deseará mejor cosa; ninguna experiencia por par te de las fuerzas regulares -podrá compensar el conocimiento en zonas, designándose un Comandante por zona. Los lími tes de las zonas están determinados no desde el punto de del terreno y la ayuda que recibe. la guerrilla. En el caso de vista de disponer del mismo número de guerrillas en cada una, las fuerzas británicas en Malaya, la situación todavía es más complicada por la repugnancia del mando a tomar represalias sino bajo las conveniencias regionales y geográficas, En In glaterra, por ejemplo, Yorkshire y Ruthland deberían ser sen y la necesidad latente de tener que proteger a los trabajadores das zonas no obstante su disparidad en superficie; ambas tie del campo y demás gente que habita las remotas regiones del nen sus fueros, privilegios y administración propia, que po interior del país. drían ser utilizados para e.l sostenimiento de sus guerrillas. Hay, por lo tanto, d’os alternativas perfectamente claras: Por otra parte, grandes áreas urbanas, tales como Londres, la crueldad, ejecución inmediata de toda persona en posesión de armas, y de todo individuo sospechoso de. prestar ayuda deberían ser divididas en varias zonas. Los Comandantes de zona subdividirán sus fuerzas en pues a las guerrillas, la incautación de los suministros de víveres, tos; cada uno situado cerca de los centros de comunicaciones multas y rehe:nes; o la lenta y laboriosa ocupación del país con el acordonamiento de zonas, que fué lo que hizo posible en carretera, ferrocarriles y rías. Y nada más, excepto que la derrota’de los boers. La primera requiere noguardar con los enlaces existentes en cada ciudad, pueblo, aldea y case río, para obtener informa&ón deberán transmitirla inmediata sideración alguna allí donde las tropas británicas sean en mente al puesto más pr6ximo. Toda la organización, tal co vueltas. Con la segunda, dado por sentado que el factor mo se expone, es extraordinariamente flexible. El número de tiempo no t.enga importancia, tambén pueden conseguirse los componentes variará constantemente, y la situacón de resultados satisfactorios, como ocurrió contra los boers, pero los puestos y cuarteles generales también. El avituallamiento, hay que tener presente ‘que la pradera sur-africana no ,es la, es un problema que se resolv;erá viviendo sobre el país, con jungla, y lo que es más importante aún, los boers eran unos tando en caso de necesidad, con la ayuda de los depósitos buenos granjeros, muy trabajadores, cuyo único deseo ‘era ocultos que generalmente estarán dotados de cuanto exista volver pronto a sus trabajos agrícolas, mientras que las gue por los alrededores. El descubrimiento incidental de uno de rrillas malayas están integradas por unos salvajes asesinos estos dep6sitos, no- implica que necesariamente haya guerri sin amor alguno al trabajo. Podría encontrarse otra solución que diera resultado den llas por las cercanías. - Tercero. ¿C6mo operan las guerrillas? Durante la defensiva ‘tro de un ptazo razonable de tiempo: a las guerrillas podrían cada Comandante de puesto actúa según su propia iniciativa. enfrentárseles dentro de su propio territorio otras guerrillas, es decir, creando la contra-guerrilla. Esto, como puede com Por mecPo de espías, patrullas e información local, obtiene rápida y detallada información •sobre los movimientos y ef.ec prenderse, no es idea propia ¿el autor de este artículo, mien livor del enemigo, y su ob1igación es hostilizarle y retardar tras está sentado cómodamente al amor de la lumbre. Este su avance por todos los medios a su dispo&ción. Corriente sistema fué empleado por los japoneses contra las bandas mente lo llevará a cabo valiéndose de pequeíías partidas, con de Chin, y. si no hUbiera sido por el desastre japonés en Im efectivos de ro a ao hombres, que tenderán emboscadas a pal, ocurrido al mismo tiempo, sin duda alguna habrían con las columnas. en, marcha, - realizarán -incursiones sobre depó seguido el éxito. sitos de avituallamiento y convoyes, tirotearán campamentos Las bandas japonesas fueron obligadas a echarse al cam y vivacs e interrumpirán las comunicaciones. Las operaciones po en contra de su vo1untad y mediante amenazas de repre ofensivas realizadas contra el territorio ocupado por el ene salias contra las familias; esto no permitía a sus amigos del migo son dirigidas por el Cuartel General Central, y ejecutadas bando británico disparar contra ellas, y además quitaba li por partidas numerosas. El hecho de que por las proximidades bertad de acción a las partidas británicas. Tal estado de co haya grandes bandas de guerrllas, se puede interpretar como sas favoreció mucho a los japoneses. síntoma de una moral muy alfa, y la creencia por parte de En la organización de l contra-guerrilla, el camino segui dichas fuerzas, de que dominan la situación. do fué el siguiente: Primero, reclutamiento de la guérrilla. El verdadero “modus operandi”, varía como •es lógico de Los janoneses lo hicieron mediante amenazas; los ingleses acuerdo con las características del terreno. Lo más esencial es sólo ofreciendo primas. Desde luego lo mejor es agrupar el factor ocultación. En las extensas y descubiertas praderas juntos a todos los hombres que son de la misma localidad sur-africanas _veTdt, los boers llegaron a conseg&rlo me para que operen juntos y sólo en ella. El gobierno debe pu diante la movilidad de sus pequeiías columnas montadas. En bl4car un bando autorizando la formación de las partidas. las ciudades de Palestina los “terroristas” judíos. se escon Hecho esto, funcionarios civiles con escolta militar. debe.n dían mezclándose- con los chidadatos corrientes. En la jun visitar ‘los poblados. Lo mejor es no alistar a los hombres gla, la guerrilla puede confiar totalmente en la protección de aisladamente, sino inducir al jefe local o a otras personas la naturaleza; pero en los naíses más despviados. aunque tu-bu de prestigio a que hagan prosé1itos. Así, además será posi tafiosos, tales como Grecia y las- montaile de Chin, deben ble determinar la responsabilidad por la conducta que ob recurrir a otros trucos. Las partidas d Chin, por ejemplo, serven las bandas y sus jefes. Como es fácil de comprendér, nunca atacan inótilmenfe cuando se hallan cercadas. Ocul ‘la rectuta fracasará, a menoS que dicho jefe o personas in tan las armas rápidamente, se dsri.ersan y luego reaparecen fluyentes no estén perfectamente convencidos y decididos a mezclados con los trabajadores del campo. Si 1as cosas real prestar su colaboración. Los pueb1os serán garantizados con mente se les presentan mal, se énfreenn en masa al enemigo tra represalias enemigas; deben disfribuirse subsidios, pagas con sus armas y equinos alegando que gon desereores. Algunas y premios, ya en dinero o especie para evitar el probable veces, antés de conseguir la oportunidad de votver a su ban trastorno económico en la economía doméstica. En un prin do hasta trabajan para l enemigo durante un mes o mes y cipio, ‘la recluta se limitará a aquellas zonas que estén más medio, y a su regreso se llevan unas cuantas cabezas ene o menos libres de las guerrillas enemigas. Los hombres que migas e infornaaci6n muy apreciable.. viven en 1a jungla son cazadores, y poco o nada será pre Hay otra característica final que debemos considerar, y es ciso enseflarles para que se conviertan en buenos guerrille— ros. Las armas más a propósito para ellos son los rifles y que la guerrilla nunca espera sufrir bajas. Esta es una de las principales diferencias entre las tropas remt’ares y las irre los cafiones Sten, Puede ser necesario instruir a las guerri gulares, pues, mientras las primeras las’ admiten. Tas segundas, llas sobre el empleó de &chas armas, y se’ observará que no. El problema no es cuestión de valor; los Chin, una raza aprenden su manejo muy rápidamente. Las granadas de ma brava y leal que es capaz de sufrir los mayores tormentos y no también les serán muy útiles, y todas las guerrillas apren Torturas antes que delatar a sus camaradas, empieza a per derán a colocar tram.naç sencillas. No necesitan ser instruí der la moral e incluso esmuy difícil, mantenerla combatiendo das en táctica, y desde luego sería un error pretender hacer y sin perder la fe en sus mandos, si el enemigo hace blanco lo. Se 1as autorizará para que operen a su manera. Se or y sus hombres empiezan .a caer. ganizarán laé avanzadas o puestos y las zonas como ya se Consideradas así brevemente las características y métodos exolicó anteriormente, debiendo haber por lo menos un ofi de combate de las guerrillas, cabe preguntar. ¿cuál será su cial ing1és por cada cien hombres y mejor aún cada cin antídoto? Como es lógico, un ejército regular que trate de cuenta. Los pueblos también tienen que ser organizad-os y pacificar un país extranjero infectado de bandas hostiles de a los hombres no combatientes a&gnarles zonas haciéndoles guerrillas tendrá que luchar contra ellas. No encoñtrará un responsables de la vigiancia en ellas. Se les proveerá de fu frente definido 4onde atacar, pues el enemigo estará siempre siles para su defensa personal, dándoles instrucciones de cd- 73 me debe.n enviar la información. A la vista de los resultados obtenidos se distribuirán buenos premios. La primera medida a tomar debe ser la limpieza total de guerrillas enemigas en determinadas zonas. Una vez logra do, deberán continuarse las operaciones, no solamente avan zando los puestos, sino reclutando más guerrillas para las protegidas, y disolviendo aquéllas cuyos territorios hayan sido liberados. No se puede afirmar con absoluta certeza que las guerrillas carecen de eficacia fuera del país de donde so.n oriundas y donde habitualmente residen sus parientes y ami gos. Puede eStudiarse también la cuestión de la conveniencia o no de uniformar tales reclutas y levas. La contestación depende por completo de las circunstancias. Si las fuerzas irregulares han sido levantadas por una autoridad legal para luchar contra fuerzas regulares, es natural que daba adver tirse que sus miembros llevarán uniforme o algún emblema que pueda distinguirles. El enemigo también podrá negarse a reconocer la situación legal de estas fuerzas, pero por lo menos el hecho de llevar uniforme las protegerá del cargo de una deliberada omisión de las leyes de guerra. Las fuer zas irregulares no pueden contar con la protección del uni forme sjson capturadas. En las bandas de Chin y de Burma se alistaron un gran número de hombres que fueron solda dos en los regimientos que se disolvieron durante la retira da de Burma. Estos soldados no fueron licenciados, sino que continuaron luchando con las citadas bandas bajo la iegal autoridad del gobierno y vistiendo su uniforme. El Teniente Coronel Seagrim, Comandante de la Banda Karen, fué eje cutado por los japoneses después de comparecer ante un Consejo de guerra. No se sabe qué cargos se le imputaron o qué argumentos legales se invocaron. De hecho para los ingleses si el levantamiento está organizado por el Estado. los soldados irregulares están considerados y gozan de los privilegios de las fuerzas regulares, aunque los demás beli gerantes los miren como unos meros asesinos. Es una cues tión de opinión. Sin embargo, cuando las bandas se levantan para luchar contra unas guerrillas ilegalmente constituidas, como es el caso de Malaya, en opinión del autor, sería una gravísima equivocación dotar de uniforme a dichas bandas, pues podría hacerlas fácilmente reconocibles por el enemigo y no les protegería en caso de ser capturados. Para las gue rrillas nó es esencial el que sean reconocidas inmediatanien te por sus propias fuerzas regulares; aquéllas sólo se harán visibles cuando quieran, y tienen además sus medios propios para hacerse reconocibles por sus amigos. El papel de las tropas regulares debe ser el de actuar en apoyo de las guerrillas. Hasta que éstas no están convenci das de la efectividad de tal ayuda, son muy lentas en em pezar su acfuación, y tienen cierta inclinación a desertar. Esto no debe permitirse, pues haría estéril el esfuerzo reali zado, y además dicho estado psicológico representa una fase de fácil superación. El guerrillero siente constantemente la preocupación de la seguridad familiar, y teme las represalias más salvajes contra los suyos, ante las cuales él es incapaz de prestar su protección. Las fuerzas regulares durante sus desplazamientos deb.en hacer bien visible su bandera; correr en socorro de los pueblos y plantacionés que sean atacados y mantener libres las comunicaciones. Estas fuerzas deben tener la consciencia del tigre y evitar levantar su moral con el “fuego profiláctico”. Nada hay qu.e pueda desmoralizar tanto a un combatiente irregular como el ser tiroteado en cuanto se hace visible. Las tropas regulares deberán hacer alarde siempre de una gran intrepidez y audacia, y no ma nifestar temor a que sus movimientos sean conocidos. En la jungla, ante un enemigo salvaje, tiene mucha importancia tal comportamiento. Los comandantes de las fuerzas de vanguardia, bajo nin gún concepto, cursarán órdenes a las guerrillas amigas ni las emplearán en trabajo alguno, sólo en casos exc.epciona es y en circunstancias muy determinadas podrán ser utili zadas como guías o mano de obra. Es absolutamente nece sario que las órdenes dadas a los jefes de zona y puesto sean cursadas por el cuartel general de guerrillas, organismo úni co que podrá estar bajo las órdenes del Comandante en Jefe de las fuerzas. Los oficiales adjuntos a las guerrillas no ne cesitan una preparación especial, lo único que deben tener es un poco de imaginación y sentido común. Su misión es la de destruir la guerrilla enemiga y no tener bajas. No ol vidarán que sus hombres no son soldados, y que su respon sabilidad se limita exclusivamente a hacer planes de opera ciones, debiendo dejar siempre la ejecución de los mismos en manos de las guerrillas y sus jefes. Antes de terminar esta sencilla exposición sobre las gue rrllas y de los mejores medios para tratar con ellas, se con sidera necesaria una advertencia final. U.n proyecto tal como el expuesto podría encontrar muchas dificultades. Los fun cionarios civiles de esas regiones o países, alegarán que los hombres no pueden abandonar el campo y la gente morirse de hambre. Los agricultores se qtiejarán de que si SUS traba jadores son movilizados, se arruinarán las plantaciones. Con toda energía se darán de lado estas oposiciones, pues el asun to de vencer al en.emign tiene prioridad sobre todos. Si el trabajo fundamental del país no pueden realizarlo durante unos meses los viejos, las mujeres y los nifios, entonces se adoptarán medidas especiales para asegurar la alimentación, de la población y efectuar el laboreo en las plantaciones. Las medidas a medias nunca dan el éxito. ESTUDIOSSOBRELASEGUNDAGUERRAMUNDIAL LatragediadeStatligrado. Coronel del Ejécito alemán Herberf Selle, Jefe de In9enierosdel Ejércitode Von Paulus. De la publicación inglesa Army Quarterly. (Traducción de la Redacción de «Ejército» Expongo a continuación mis propias experiencias en Sta lingrado. Se han exteriorizado en Alemania muchos rumores y muchas opiniones sobre lo que allí ocurrió y sobre los Jefes responsables de lo acontecido; tales rumores y opinio nes varían entre la calumnia maliciosa y los relatos legen darios. El Mando Supremo Alemán tuvo sus razones para ser parco en sus informaciones al público sobre el desarrollo de la batalla, pues unos informes honrados no hubieran sido otra cosa que una confesión lamentable de su irrefutable cul pabilidad en la mayor catástrofe de todos los tiempos. Mi relato es un intento de puntualización histórica sobre este episodio que la opinión general considera, quizá equivocada mente, como el punto culminante de la guerra. 74 Como Primer Jefe de Ingenieros del 6.° Ejército fuí tes tigo informado y presencial del desarrollo de las medidas tác ticas y de las operaciones del mismo. Para este trabajo m baso muy poco en documentos escritos, pero lo extraordina rio de la tragedia y las discusiones que tuvimos grabaron taz fuertemente en mi mente los hechos que la memoria no m puede ser infiel. Admito la posibilidad de errores pero garan tizo que el relato, dentro de las limitaciones de una exp.erien cia personal, es verídico y sin exageraciones. Como inclinado que soy a los altos ideales no tengo po qué negar que al principio puse mis esperanzas en el Nacio nal-Socialismo. Ya en 925 me había decidido por él, conven cido de que debía arbitrarse un compromiso social y polític entre la gente acomodada y los desheredados’ de la fortuna. Por entonces yo no tenía motivo alguno para dudar de sus fi nes. Sin embargo, con el engrosamiento del Partido y con su incontrolado crecimiento mi sentido crítico me hizo ver que cada vez había menos armonía entre su doctrina y sus realizaciones. Ello me condujo después de la conquista del Poder por los Nazis en 1933 a mi primer choque abierto con el Partido por el cual perdí mi cargo y me quedé en la calle. Ulteriormente y después de mi vuelta de Stalingrado sufrí nuevamente las iras nazis, siendo yo y mi familia detenidos por “poner en peligr.o la seguridad del Estado”. Sólo con muchas dificultades escapé al fusilamiento. Las críticas al Alto Mando que expongo en este trabajo no son posteriores a este incidente. Mis experiencias en Stalingrado no hicieron en realidad otra cosa que confirmarme en la opinión que desde hacía mucho tiempo ya tenía de que Hit ler estaba actuando de sepulturero de Alemania. ANTECEDENTES DE LA BATALLA ‘El 22 y el 23 de agosto de 2942, el 6.° Ejército había llevado a cabo brillantemente el ataque que le permitió situarse al otro lado del Don por las inmediaciones de Wertjatschij y Pes kowatka, al Norte de Kalatsch. Fueron dos días seíiatados para los Ingenieros del Ejército. Las Divisiones del LI Cuer po de Ejército (General Seydlitz) avanzaron sin interrupción y los “panzars” del XIV (General Wietersheim y después Hube) atravesaron los puentes pesados de cainpaff a y toma ron posiciones en la orilla izquierda del río para su avance en masa sobre Stalingrado. La Orden núm. 2 del 6.° Ejército del jg de agosto decía así: “El Ejército ocunará la región entre el Don y el Volga al norte del ferrocarril Kalatsch-Stalingrado y se protegerá ha cia el N. y hacie el E. Cruzará el Don entre Peskowatka y Ostrowki. pasando el grueso de las fuerzas a ambos lados de Wertjatschij. Cubrién dose hacia el Norte penetrará con sus elementos móviles en el terreno elevado situado entre Rossoschka y los muros de Bolschaja Karanaja y el Volga al N. de Stalingrado. envian do al mismo tiempo fuerzas desde el NO. que se adentrarán en 1a ciudad y la ocuparán. Este avance será acompafiado de una progresión en el flanco meridional sobre el curso medio del río Rossoechka de fuerzas que enlazarán al SO. de Stalingrado con elementos móviles del Ejército vecino del Sur que avanzarán hacia el Norte.” El 23 de agosto Hube y sus carros estaban ya en Rynck. suburbio septentrional de Stalingrado y las fuerzas de reco nocimiento alemanas contemplaban desde la elevada orilla del Volga, a través de este anchuroso río, los vastos y deso lados campos de la otra orilla. El Ejército estaba animado. Encontré al General Paulus en la zona de combate. Me dió un cordial apretón de manos y me dijo que entre los prisioneros que habíamos hecho se encontraba el General Jef e de la Artillería del LXII Cuerpo de Ejército ruso, quien estaba muy deprimido y preocupado no solamente por Stalingrado sino por todo el Grupo d.e Ejér citos del Sur (Tiinoschenko). Le miré interrogante. con mudo escepticismo: Demasiado frecuentemente nos había dicho que los rusos estaban en las últimas para que lo creyéramos. ¿Quién de ‘nosotros no recuerda aún los ampulosos y enfáticos tér minos •en que f’ué redactada la Orden “suprema” que se re fería a la destrucción de los supuestos últimos restos del Ejér cito Rojo? Todos los soldados del frente, sin distinción de grado, se burlaban, incluso a fines de 1941 de una apreciación tan ‘irreal ‘de un enemigo que tan obstinadamente luchaba por su tierra y sus hogares. Pocas semanas más tard.e l’os muertos y los restos de nuestro Grupo de Ejércitos del Centro que quedaron frente a Kalinin y Moscú y ante Tula y Twer, pro baron que tal “despiste” era verdaderamente criminal. Goeb bels, sin embargo, declaró en aquella ocasión que si ‘bien Beresina dabía sido fatal para Napoleón, la excelsitud de la dirección del Führer nos evitaría a nosotros un descalabro semejante. Pero Brauchitsch, que opórtunamente había de nunciado la campaíia de invierno contra Moscú tuvo que qui tarse de en medio y dejar el campo libre al mayor charlatán ne1itar de todos l’Ostiempos. Los días siguientes los pasamos en ansiosa expectación. La 72 División que mandaba el General Von Hartmann, había’ pasado también el Don con pocas pérdidas en la zona de Ka- latsch y avanzaf,a durante los días 24 y 25 de agoso con arre glo al plan previsto, por el curso del Karpovka hacia el sur de Stalingrado. Sin embargo, la conquista de esta ciudad, que debía haber tenido lugar mediante un golpe de mano, no pudo llevarse a cabo. Los rusos no habían ofrecido durante el verano sino una resistencia debilísi’ma, después de la de rrota de que habían sido objeto por parte del Primer Ejército Acorazado (VonKleist) y del 6.° del 7 al 25 de mayo al SO. de Kharkow. Sólo abandonaron su táctica retardatriz una vez que cruzaron el Don, presentándonos batalla al NO. de Ka latsch, batalla que terminó con la destrucción del Primer Ejército Acorazado y del 62 Ejército ‘rusos; centenares de sus carros quedaron destrozados y quemados en un rincón de la llanura del Don. Estaba, pues, justificada la op’timista esperanza de que Stalingrado no sería encarnizadamente de fendida y de que el enemigo no empezaría una defensa orga nizada sino al otro lado del Volga. Esta esperanza, sin embargo. no se realizó. Lograron, es verdad, conquistar tina buena mitad de la zona urbana de Sta lingrado pero gradualmente la resistencia rusa se endureció. El enemigo, reforzado con tropas de refresco desde la esta ción ,ferroviaria de Kotlubaw, pasó al contraataque en el flanco septentrional en el cual, reeditando la histórica “mu ralla tártara” nuestras fuerzas enlazaban el flanco derecho de las Divisiones alemanas del Don con los efec’ivo encargados de cubrir Stalingrado desde el Norte. Durante las semanas siguientes se produjeron incesantes ataques enemigos de in tensidad variable contra este “puente terrestre” que discurría en la dirección general Oeste-Este. Estaba claro que si el enemigo lograba romperlo o efectuar penetraciones en él. ta les que nos obligasen a ceder terreno y retirarnos hacia el Sur, nuestra situación en StaFngrado se vería decisiva o muy seriamente comprometida. Por el momento no se permitió ningún éxito efectivo a los rusos en este sector. Un ataque más serio que llevaron a cabo durante los úl timos días de septiembre con un apoyo considerable de ca rros de combate logró al principo inquietantes progresos pero fué finalmente rechazado en un duro contraataque por el XVI Cuerpo de Ejército Acorazado en el que los rusos perdieron 98 carros. El frente Norte siguió intacto: La per sonalidad de Hube y la actuación incomparable de las Di visiones acorazadas y motorizadas de su Cuerpo ,de Ejército lo habían conservado. Simultáneamente continuaba la lucha en Stalingrado donde cada choza, casa, rascacielo, silo y fábrica se disputaban con un derroche de sangre y material que no estaban en relación con los éxitos que lograba cada bando. Era evidente que allí, en sus calles y ruinas cruzadas por muchos cursos de agua, en el laberinto de sus fábricas y hangares destruídos y detrás de cada saliente o dentro d’e ‘cada escalera, se imponían los sub fusiles de lá defensa. ‘Cada metro cuadrado se disputaba con la encarnizada furia, rudeza y tenacidad que v’enían. siendo la tónica de la Campaí’ia del Este, El heroísmo de quienes lu charon en Stalingrado, a”o alemanes como rusos, será un ejemplo para la posteridad. Sólo podíamos avanzar metro a metro: Los partes d’e bajas eran escalofriantes. Las Divisio nes se evaporaban y los refuerzos llegaban gota a gota y no ‘estaban en relación con ‘las necesidades; cada v’ez adolecíamos de más escasez de personal. Las reservas de todo el Ejército dependjan, de un modo o de otro, de un solo ferrocarril, que los guerrilleros cortaban continuamente y cuya estación terminal era Tschirskaja, po blación situada. en la orilla izquierda del Don. A la larga la situación era insostenible y ello llenaba de ansiedad al Jefe de los Servicios de nuestro Cuartel General. Desde Tschirs kaja los abastecimientos ‘eran llevados al frente ‘en camión a través del puenté que en dicha población unía las dos orillas del Don; pero los convoyes también se evaporaban, no tanto por la acción enemiga como por el desgaste y averías del material. Los repuestos de automóviles se agotaron y el de pósito correspondiente más cercano andaba también muy escaso de ellos. El Jefe de los Servicios de nuestro Cuartel General se viÓ obligado contínuamenfe a enviar aviones a Alemania para cubrir las necesidades más perentorias. Tal era la situación del abastecimiento del Ejército Alemán en el período álgido de la pugna que estaba siendo contemplada con intensa emoción ‘por toda Alemania y que se comentaba en todo el Mundo. Gradualmente fué apagándose la lucha en el “puente fe rrestre” Don-Volga: El enemigo se dió cuetifa de la imposi bilidad de romper por allí y ‘de arrollar desde Sfalingrado el 7! - frente 8eptentrional qu se apoyaba en el Voiga. Por ora par te, en la ciudad misma no había respiro: la lucha se intensi ficaba más y más; Stalingrado sangraba por cien heridas y las ruinas se iban acumulando; las casas sederrumbaban mor didas por los aullantes impactos de los proyectiles y de las minas; edificios enteros se desplomaban, el suelo se abría, las fábricas quedaban convertidas en masas informes y sus es tructuras metálicas se retorcían cual trabajadas por un mons truoso artífice. La vida se refugiaba en los sótanos y en los abrigos subterráneos, en los que no sólo estaban las tropas y los P. C. sino los habitantes de la ciudad que, de un modo u otro, habían escapado a la evacuación. Se trataba en gene ral de ancianos y madres con hijos pequeños que no habían podido afrontar el éxodo a través de las catcinadas estepas del Volga y del Don hacia los puntos habitados de la rea guardia alemana. Algunos de ellos se aventuraban a la marcha hacia lo desconocido: Arrastrándose penosamente sobre el ama rillento polvo de la estepa, y más tarde sobre la nieve, ca minaban hasta que el cansancio les oblgaba a descansar bajo sus míseras mantas; los niños mendigaban por pan y las ma dres exploraban en busca de sembrados de mijo cuyos mi núculos granos machacaban en cualquier ptato improvisado añadiéndole nieve... Ese era quizá su único a’imento durante días y aún semanas pues es lo único que se encuentra en la estepa. Evidentemente, algunos podían encontrar un preca rio refugio en las abandonadas chozas de algún villorrio, pero la mayoría no podían llegar a tales refugios pues perecían de hambre y debilidad, y sus cadáveres permanecían insepultos hasta que la nieve los amortajaba. Tal era el cuadro. Desde el punto en que el flanco izquierdo del “puente te rrestre” se apoyaba en el Don el frente alemán -continuaba hacia el NO. por la orilla occidental de dicho río. Pero a fines de septiembre fué necesario economizar fuerzas en el “bucle” del Don por la parte de Kremenskaja: El XI Cuerpo de Ejér cito del General Strecker estableció por lo tanto una posición defensiva diagonal que se extendía desde Melo Lolowskij a lo largo del curso del Swejaka, pasando por Perekóska, hasta Sirotinskaja. La. desventaja de dejar abandonado a los ru sos una considerable cabeza de puente no pasó desapercibida, pero la escasez de efectivos combatientes de unas Divisiones que estaban en primera línea desde hacía quince meses sin relevo alguno obligó a adoptar el plan, aunque era evidente que el Ejército ahorraba -efectivos a costa de su seguridad. El XI Cuerpo de Ejército, que constituía el ala izquierda de nues tro 6°. Ejército,- se apoyaba a su vez en la i.’ División de Ca ballería rumana que pertenecía al IV Cuerpo de Ejército ru mano. Después venían, a la altura de Voronesh unidades italia nas y húngaras dispuestas por ese orden para evitar que los ru manos y -los húngaros, enemigos ancestrales, estuviesen se parados por las fuerzas italianas. Solamente lo rumanos to maban en serio su papel de aliados: Los italianos, fija su aten ción en la retaguardia, no sabían -a quen debían obedecer, si a su C. en 3. o a sus jefes divisionarios. Los húngaros ha cían la guerra sin combatir apenas: aparte de sus servicios de la línea de comunicaciones sólo tenían fuerzas lgeras y éstas habían demostrado en los combates de la primavera que su eficiencia defensiva era muy dudosa; el grueso de sus fuer zas estaba en el “frente de• las siete ciudades” de la frontera rumana. El sistema de reforzar a las fuerzas aliadas con ele mentos alemanes, que tan buenos resultados dió en la Prime ra Guerra Mundial, no se había seguido en la Segunda, indu dablemente porque nuestros efectivos no daban de sí para proporcionar los citados elementos. Así, pues, la masa estra égica del frente meridional con sistía exclusivamente en el 6.’ Ejército. Verdad es que al Sur de Stalingrado (inmediaciones de Beketowka) estaba el 4.’ Ejército Acorazado del General Hotz; pero contenía un porcentaje elevado de tropas rumanas y ocupaba un frente muy extenso, ya que tenía que cubrir toda la zona desde la Estepa Kalmuka hasta la del río Terek que ocupaba .1 Pri mer Ejército Acorazado. LA ESTRATEGIA DEL CUARTEL GENERAL DEL FUHRER Desde el principio de octubre el General Strecker inlormó que los rusos de la cabeza de puente de Kremenskaja estaban aumentando continuamente y que los movimintos qu se ob servban en su retaguardia indicaban el avance de grandes fuerzas enemigas. Tal avance se veía favorecido sin duda al- 76 guna por la na-furaleza elevada y ligeramente boscosa del te rreno en la orilla izquierda del Don, muy a propósito para la ocultación de las zonas de concentracón. La red -ferro viara existente entre -el Don y el Volga permitíd abast-ecer y reforzar las líneas rusas del sector, La información se ba saba en las observaciones y en la fotografía aérea de nuestro Servicio de Información, deducida la primera de los datos que aportaban los agentes, prisioneros y desertores y de los que proporcionaban nuestras fuerzas terrestres utilizando los me dios visuales, los de fonolo-calización y los de interceptación de mensajes radados enemgos, El IV Cuerpo de Ejército (Ge-neral Schwedler primero y General Jaenicke después), que formaban el ata derecha de nuestro Ejército, enviaba in formes similares deducidos de. sus fuentes de información, llegando a la siguiente apreciación, que resumimos: “El Ejér cito en sí no será atacado, lo serán más bien las formaciones que conectan nuestros flancos derecho e izquierdo con las GG. UU. vecinas que, como es sabido, suelen ser en general débiles y estar desatendidas. Las cuñas rusas avanzarán “en tenaza” desde el Norte,. 5. S. O. y desde el Sur (Beretowka) en la direccón general Oeste para converger en la zona de Tschirskaja para aislar al 6.’ Ejército y destruirlo”. Los informes reg’amentarios, especialmente los de Strec- ker, qu-e posteriormente este mismo General llevó personal mente al C. en J. del Ejército, fueron enviados debidamente al Cuartel General del Führer junto con las apreciaciones per sonates del General Von Paulus. Es muy curioso que nuestro Ejércto, a pasar de ocupar un sector de operaciones de una importancia vial, no formase parte de un Grupo de Ejérci tos y dependiese directamente del Cuartel General del Führer. Durante la campaña del verano estuvo afecto al Grupo de Ejércitos del Sur que originalmente mandó el Mariscal Von Bock. Como éste se opuso a la operación sobre Stalingrado, fué envado al ostracismo nombrándose como su sucesor al menos fastdioso Baron Von Weichs. Durante el otoño el Grupo de Ejércitos del Sur estaba en Kursk desde donde era tan difícil mandar el 6.’ Ejército como desde el Cuartel del Führer que se encontraba en Winitsa-Angerburg, es decir, a 1.500 kms. del frente. Se sugirió la creación de un Grupo de Ejércitos del Don con su Cuartel General en Rostow y cuyo C. en 3. fuese. - por razones polít’cas. el Mariscal Antonescu y el General Hauffe su Jefe de E. M. El Cuartel General del Führer, es decir, el Führer, no aten dió a los informes del 6.° Ejército. No se ajustaban al panora ma que él, el Jefe, se había hecho del -desarrollo de la cam paña de iga. Le enfurecía que un Cuartel General de Ejér cito aprecase la siuación de un modo tan pesimista; tenía que adaparse al punto de vis’a del “Jefe Supremo” y agra decer que su oscura apreciación de la situacón no se interpre tase como derroismo. Las Divisiones que Von Paulus pidió como reserva de contraataque para el especialmente amenaza do flanco izquerdo del Ejército fueron negadas. Y no fué eso so’amente. Se dió además la orden de que 3 6 4 Divisio nes acorazadas y motorizadas del 6.’ Ejército estuviesen pre paradas para un ataque por sorpresa sobre Astrakán. Ha blamos mucho sobre el caviar que allí encontraríamos cuan do llgásemos... Murmansk y Leningrado iban a ser tomadas también antes de terminar el año y después el Primer Ejército Acorazado y el 17 corqusarían el Cáucaso y Bakú. Las Brigadas “pe trolíferas” destradas a Bakú fueron agregadas a principios de año a estos últimos Ejércios y los nioreros super-pesados fueron remolcados desde Sebas’opol a Leningrado. Las con cenraciones esraégicas eran ya cosa o’vdada y no podía reprocharse a Hítier de dscreto en esta materia. Nues°ro Ejército tenía, pues, que arreglárselas por sí so-lo. Las Divisiones Acorazadas 14 y 23 fueron sacadas de la línea mediante un reajuse radical del “puente terrestre” y situa das como reserva de operaciones en la zona Kralnij-Rodxu kowskj-Wenzy. Era todo lo que s podía hacer. Rumania, como ya se ha dicho. había pueso u- a considtrable parte de sus efectivos y material a nuestra dsposiaión; sus fuerzas no estaban, s’n embargo, equipadas adecuadamente para el com bate moderno y ado1ecían scb’e todo de falta de armas con tracarro. Las “cerbaa”as” rumanas de 37 mm. tendrían pro bab’emente el mismo efecto ante los T-34 rusos que las lanzas de su Caballería. Como después me enteré en el Cuartel Ge neral del Führer. Antorescu había informado a Hítier de esta deficiencia y le había rogado ci urgente envío de cañones con tracarro ya que Rumania no tenía industria de guerra digna de tal nombre (sus armas procedían de la firma Skoda., de Plisen). Su ruego fijé afendido en teoría pero, haciendo juticia a los rumanos, lo cierto es que nunca recibieron lo que se les asignó. Cierto día de octubre se presentó en el Cuartel General de nuestro Ejército un General de Ingenieros con una P. M. de Fortificaciones, varias P. Ms. regimentales y de Batallón y una Compaulía de Fortificaciones Nos alegramos de la ilegada de esta última pero las P. Ms. nos sobraban. Cuando pregunté al General con. qué objeto le habían sido envados por el Cuartel General del Führer me contesó ingenuamente que “para construir fortificaciones de cemento”. Nada mejor que esta orden puede ilustrar la ignorancia criminal an cuanto etivo de la operación era el conquistar los mportan±es pun tos foitificados enemigos de la parte septentrional de la ciu dád y al mismo tiempo dividir en dos partes, mediante una penetración hasta el Volga, la zona que aun detentaban los rusos. El brillante éxito inicial se desperdició y el General Paulus se enfadó y con razón. El Jefe de los Servicios del Cuartel General del Führer, General Wagner, vino .a nuestro Ejército a comprobar sobre el terreno la seriedad de nuestro problema de abastecimientos. El nos re’ató la siguiente reveladora genialidad del “caudillo más grande de todos los tiempos”: En .1 otofio de rg* la situación general tto a cay ZñDOiV-WOIJM i, — o f,’a7ta dfrIIMft ñgtj > el 18/11/42 It8fa PU8O o’WlØVla? — crTII/,,çç,çiLlo W? / / 2 / O .6 12 18 a las circunstancias locales y la falta de intuición militar de la Superioridad: La gravera más próxima se encontraba en las costas del Mar de Azow y todo el cemento tenía que traerse desde Alemania. Sugerí al Jefe de E. M. que el Cuartel Ge neral del Führer podría enviar a las P. Ms. de Fortificaciones a trabajar en la línea de defensa oriental del Dnieper ya que con nosotros nada podían hacer. Se mostró de acuerdo con migo, pero estaba completamente seguro por anticipado de que una propuesta de esa clase sería rechazada. Un ataque de mayor cuantía llevado a cabo en Stalingrado por la 3g5 División fracasó por falta de cooperación entre los zapadores asaltantes y la Infantería que les apoyaba. El ob- 24 30 36 42 48 S4 61) - Á’Ilornetpt’B burantes era tal que no, existían reservas dignas de tal nom bre y por ello dependíamos virtualmente de la producción in medala, extremo importantísimo para todas las operaciones futuras. Wagner rogó en vista de ello al General Halder, Jef e del Estado Mayor del Cuartel Genral del Führer, que ex pusiese la situació1 a éste en una de sus conferencias y a ello accedió Hítier con la condición de que aguardaría una oportunidad conveniente para evitar una escena desagradable con el gran hombre. Como la oportunidad no se presentaba Wagner se encargó personalmente del asunto. “,iY qué?”, dijo Hítier, una vez iniciado el tema. “Elio quiere decir que al planear las futuras operaciones el factor decisivo deberá 77 sér el petróleo”, replicó Wagner. tomó una opinin ¿e esta clase chocaba con la sagrada doctrina de que todo era po sible y nada imposible para los Nazis, el Führer se lo recor dó a su interlocutor violentamente: “Eso es precisamente lo que yo espero de mis Generales. Puede usted retirarse.” El Ueneral Wagner se suicidó más tarde, el co de julio de 1944, para evitar una muerte deshonrosa en la horca. El día 9 de noviembre Hitler pronunció ante los “Anti guos Combatientes” su acostumbrado discurso anual en el Bürgerbraukeller”. Sentados ante tos receptores reglamen tarios en el Ejército, escuchábamos su radiación sincronizan do en ondacorta por la gran distancia a que estábamos. Entre las salvas de ap’ausos de sus oyentes gritó: “jStaiingrado será tomado. Yo fijaré a hora. Empiearemos allí una nueva táctica de choque que nos permitirá ocupar el resto de la cjudad!” Nos miramos desmayadamente unos a otros y per manecimos.: callados. Yo incliné la cabeza y miré a otra parte. A mi parecer algo incomprensible había ocurrido; una cues tión puramente militar había sido convertida en una cues tión. de prestigio entre Hitler y Stalin, cuyo nombre llevaba la ciudad: Se trataba de demostrar quién de lOs dos tenía un mayor poder personal. Ya el a de octubre había declarado Hitler en la ceremonia de apertura de la Campaña del Soco rro de Invierno: “Ahora lo más importante es la toma de Stalingrado y podeis estar completamente seguros de que no retiraremos de allí un solo soldado.” A la mañana siguien te me encontré con el General Paulus quien me saludó con estas pa’abras: “Bueno, ¿qué me dice usted del ,iscurso de ayer?” Mi respuesta fué: “Estoy seguro que me ha parecido exactamente lo mismo que a V. E...”. Se marchó con ex presión de amargo desaliento En la ciudad de Staiingrado la lucha continuaba sin re poso. Especialmente desde el fin de septiembre su iniensi dad aumentaba y decrecía con éxito vario en torno al mata dero de la colonia Spartakowa. Durante ios veinte últimos días de octubre tomamos, después de dura lucha, las grandes fábricas de tractores de Dsh.erschinskij, la “barricada roja” (como se llamó a la fábrica ‘de cañones) y las fábricas de Krassnij Okjjaba. A fines de octubre y principios de noviem bre el “puente terrestre” fué de nuevo atacado fuertemente y los combates arreciaron al Sur de la ciudad. Por entonces nos llegaron por vía aérea cinco Batallones de Ingenieros, entre ellos el 50 que yo había mandado en tiem po de paz. Eran el exponente de la nueva táctica de choque que Hitler había anunciado y que iba a conquistar lo que nos faltaba de Sialingrado. ¿Y para qué? Ibamos a “dominar la arteria más importante del tráfico ruso”: el Volga. En rea lidad este río no tenía ni mucho menos la importancia que la jactanciosa propaganda alemana de aquellos días, pues du rante la mayor parte del año está helado. El petróleo del Cáucaso se enviaba al resto de Rusia por el Mar Caspio o por el ferrocarril de doble vía situado muy al Este del río. Los zapadores que habían tenido que ser traídos en los Jun kers desde Dessau, Rosslau o Sperenberg fueron situados en el laberinto de la ciudad con sus equipos de combate. Instruídos debidamente para la lucha en zonas edificadas lograron conquistar numerosos puntos fortificados que hasta entonces habían sido inexpugnables; pero el precio fué horrible y en unos llorado pocos díás los Batallones se evaporaron. será en Alemania. Por entonces escribí a Sumi sacrificio familia: “Feliz quien no tenga que responder de estos sacrificios in sensatos!” El maravilloso tiempo estival con su calor casi tropical se convirtió en invernal de la noche a la mañana: La nieve em pezó a caer incesante. Este país no conoce los cambios gra duales, es despiadadamente opuesto a las transacciones y no ofre.ce más que una alternativa: blanco o negro; el día o la noche; cariño o crueldad; saciedad o hambre; vida o muerte; todo o nada. EL COMIENZO DE LA GRAN OFENSIVA RUSA Los Comandantes de las formaciones alemanas continuaron advirtiendo, rogando e implorando que se debía actuar jame diatamente, pero ya era demasiado tarde: Lo que se temía ocurrió ea la mañana del rg de noviembre. La artillría rusa empezó a tronar furiosamente y después los carros se desen cadenaron y como irresistibles apisonadoras irrumpieron pro fundamente en el recodo del Don desde sus puntos de partida, 78 avánzando como hacia el ur se había previsto! por el valle del Liska ¡ Exactamente Los elementos rumanos no estaban. equipados, flj mucho menos, para hacer frente a un ataque de carros y fueron ba nidos, produciéndose entre ellos un “Sálvese el que pueda” hacia la retaguardia. El ala izquierda del Ejército resistió como una roca los furiosos embates, pero su resistencia no sirvió de nada. El flanco del XI C. E. pendía del aire y pronto fué deshecho de arriba a abajo por el pánico de las bivisio nes rumanas. El resultado inevitable fué la retirada de dicho C. E. y la de los destacamentos del VIII (Generat Heitz) desde la orilla derecha a la izquierda del Don, río que tuvo ue convenirse finalmente en la línea de combate. El Jefe del C. G., General disponía cion Schmidt, me telefoneó preguntándome si de fuerzas suficientes para ocupar líneas de conten y para reforzar algunos puntos débiles; me vi obligado a dec,rie que no y, ignorante aún de la magnitud de la pe netración rusa, le consolé con una referencia a una situación parecida que se produjo en los combates de la primavera anterior ‘en Charkow y que merced a un contraataque “estilo Federico II” fué transformada en una brillante, victoria. Me contestó que la comparación estaba fuera de lugar, pues en Charkow se operó exclusivamente con fuerzas ajemanes. El contraataque de las Divisiones Acorazadas 54 y 23, pre visto de antemano, que el XLIII C. E. Acorazado llevó a cabo no dió resultado,’ pues no podía darlo frente a la enor me superioridad numérica enemiga. Sin embargo, Hitler en contró pronto una víctima propiciatoria alegando que el co mandante de dicho C. E. había actuado demastado tarde, por lo que no sólo le destituyó, sino que le hizo conducir custo diado a la fatídica prisión de Moabit (barrio berlinés). Cuan do se supo este ultraje increíble cundió en toda la oficialidad la misma indignación que la había sacudido pocos meses an tes al caer en desgracia el General Conde de Sponeck, y creció el deseo de rebelarse. Para el mediodía del 20 de noviembre los carros rusos de vanguardia estaban ya en Gurejejew y aún más al Sur de este punto en el valle del Liska, es decir, a la altura del P. M. del Ejército que desde agosto estaba en Golubinka, a or:llas del Don. La zona al Sur de Beketowa había sido también atacada por Unidades móviles enemigas y no podía mos comprender por qué había ordenado tan tarde el Jefe del E. M. el traslado del P. M. a Nischnij-Tschirskaja. Cuan do en la tarde del co de noviembre empezamos el traslado, la situación había empeorado tanto en las últimas horas que ya no pudimos llegar a Tschirskaja, también sobre la orilla derecha del Don. Marchando sobre la Gran Ruta del Don • hubimos de dirigir nuestros vehículos hacia el Norte, en cuya dirección y a la altura de los pasos, del Don hacia el Este topamos con una lúgubre caravana de carros, otros vehículos de combate y furgones de abastecimiento. Cruzamos el Don por el importante puente auxiliar de Perepolnij; en Pesko watka, P. M. de Heitz (VIII C. E.), pasé unas horas con la Pl. M. del 413 Regto. de Zapadores (Coronel Shilling) y desde allí, más por instinto que gracias al mapa, marchamos hacia el Sur, adentrándonos en la fría y blanca inmensidad de la estepa. Entre las cuatro y las cinco de la mañana di mos con una aldehuela, en la que paramos para calentarnos. Yo estaba más helclo por dentro que por fuera; los dientes me castañeteaban y gradualmente se iba apoderando de mí un presentimiento angustioso... En la casa en que entramos estaba instaladó un pequeño destacamento de panadería; los soldados que lo componían no sabían nada y no quisimos alarmarles, limitándonos a comer su pan recién hecho, que por cierto nos supo a gloria. Al amanecer cruzábamos el Don en dirección Oeste por el pu.ente de Werchnij-Tschirskaja. Hora y media más tarde las patrullas de la caballería rusa del Sur pululaban por los lugares que acabábamos de reco rrer y establecían poco después contacto con los carros rojos que habían descendido desde el Norte en Kalatsch, lugar en el que, por un error trágico, se abandonó sin destruirlo un magnífico puente auxiliar que nosotros habíamos construído. QUEDA CERCADO EL 6.’ EJERCITO Incluídos varios millares de rumanos y de “Hiwis” rusos (trabajadores voluntarios), 320.000 soldados alemanes se en contraron de pronto “embolsados” entre el Don y el Volga. Un decreto del “altísimo” convirtió de repente la “bolsa” en la “Fortaleza de Stalingrado”. Se trataba indudablemen te de dar la impresión a Íá gente cíe que el 6.” Ejército se encontraba seguro detrás de un cinturón de posiciones de fensivas larga y cuidadosamente preparadas. Ello no era ni remotamente cierto, pues se había carecido del tiempo, de la mano de obra. y de los materiales necesarios. Voti Paulus, su Jefe de E. M. y el Coronel Elchlepp, jefe de la 1.’ no estaban ya en Nischnij-Tschirskaja, pues se ha bían retirado dentro de la “bolsa”. Los demás miembros del E. M. teníamos que seguirles, pero el Jefe del E. M. del IV -‘C. E. Rumano, Coronel Wenck, nos ordenó al Coronel Adam. y a mí la ejecución de otras misiones: Mediante dura lucha, en la que empleamos Unidades improvisadas a toda prisa, logramos retardar la penetración que en dirección a Rostow, hacia, -el Sur, intentaban los rusos.Después de Navidades, .y cumplimentando órdenes recibidas, me presenté en el C. G del Grupo de Ejércitos de Von Mans tein, que por entonces se hallaba en N-ovo-Tscherkassk. Allí pude hablar con entera libertad con el Coronel Busse, Jefe de la 1.’ de aquel C. G. y buen amigo mío, dotado de una mente clara y serena. Me dijo acerca de Von Manstein: “Si y.o.no le hubiera implorado repetidamente que, en bien de las tropas, se quedara, haría ya mucho tiempo que .habría arrojado su cargo a los pies de Hitler.” Me dijo también: “Incluso nosotros, en nuestro C. G. de Grupo de Ejércitos no somos sino un mero buzón de órdenes.” “Sí”, le contes té, “pero ¿qué va a suceder en Stalingrado? ¡No podéis li mitaros a- dejar que el 6.° Ejército perezca allí como un pe rro!” A lo que él me replicó: “Disponíamos de un montón de Divisiones, pero las hemos tenido que llevar s:n pérdida de tiempo a los innumerables lugares del sector de Moro sowskaja, en los que los rusos habían penetrado o anticipá bamos iban a penetrar. Toda la línea de defensa desde Wc ronesch hasta. aquí, y aun hasta el Mar Negro, está desmo ronándose. Hacemos, naturalmente, todo lo que es humana mente posible, pero dependemos por completo de las nuevas Unidades que el C. G. del Führer nos asigne.” Aquello no era muy tranquilizador, pero, debo confesarlo, yo aun tenía bastante ‘confianza y creía que la situación se arregiaría satisfactoriamente. Aun no se nos había presen tado durante la Guerra una situación parecida y no podía creer que un Ejército tan bravo y tan numeroso pudiera perecer. Las opiniones estaban divididas, en el C. G. de Ingenieros. del Grupo de. Ejércitos. El Jefe del Servicio, Coronel Finckh, un poco’ más antiguo que yo, estaba muy descontento;’ per sonalmenté hablaba muy poco, pero un veterano j.efe subor dinado suyo maldecía y juraba con marcado acento berlinés: “A- Dios gracias no tengo nada que reprocharme, pues no voté á ese bandido! ¡Les digo a ustedes que es un bandido y créanme que conozco bien a esa banda!” Tales comen tarios, aun éntonces, erán sólo permisibles en gente de mu cha antigüedad. Por supuesto, tanto Finckh como él murie ron en ‘la horca después de lo del 20 de julio de 1944... Regresé a Stalingrado acompaílado de mi- ayudante, Ca pitán Fricke un joven recién casado que volvía de un per miso, y de mi ordenanza Otto Blüher. Nuestro vuelo durS tres ‘horas en lugar de la hora -y cuarto acostumbrada.’ Nos encontramos con viOlentas tempestades de nieve que inuti lizaron la radio del aparato y hubimos .de subir hasta los 3.600. mts., lo que nos originó un violento dOlor de oídos; la falta de equipos de oxígeno hizo que el viaje nos fatigara mucho. Por fin nos dejamos caer casi verticalmente sobre el aeródromo -de Petomnik, aterrizando violentamente- en un es pacio de unos 54 mts. El considerable número de aviones destrozados que vimos- diseminados en el aeródromo -no con tribuyó ciertamente a animarnos... En -el P. M. nos recibieron calurosamente. Tuve-que águar las esperanzas que acerca de la llegada de refuerzos consi detables tenía la mayoría. Especialmente el General Schmidt, Jee del E. M., esperaba que traería buenas noticias. Me dijo: “jjamás arriaremos bandera, viejo!” A lo que le con testé: “ Ciertamente, mi general, en tanto nos quede la más mínima esperanza!” ,La estepa del Volga se había convertido en un intermina - ble desierto nevado. Camino - del - barranco donde se encon traba la Pl. M. -del 604 Regto. de Zapadores y donde Fricke, Blüher y yo queríamos acomodarnos, pasamos cerca de un aparcamiento de material automóvil. Varios centenares de ca miones alemanes de todas clases estaban hundidos en el. te rreno hasta los ejes y cubiertos por una gruesa capa de nieve. Aquello no era ya un parque de automóvil-es, sino más bien un “Mass’en.grab” (en alemán fosa común)... Massengrab... Stalingrad... ¡Qué -rama tan desagradable! El General Von Stiotta, comandante del óo4 Rgt-o. de Za padores, estaba seriamente -enfermo y se encontraba casi sin poder moverse en su “bunker” aquejado- por agudísimos do lores. Me encargué de procurar su evacuación por vía aérea, para lo que me puse en contacto con el Director de los Servicios de Sanidad del Ejército, Gen-eral Rinoldi, en cuyas manos estaba la suerte de los enfermos y heridos. Hasta entonces los rusos no -habían atacado la “Fortaleza”. Su objetivo parecía estar - de momento en algún lugar de la zona O. N.O. (-con relación a -nosotros) entre -el Don y el Donetz, zona en la cual volcaban sus Divisiones le asalto en un amplio frente. Durante los primeros días siguientes el Tte. Coronel Elch lepp, el Coronel Adam y su ayudante y buen amigó -mío m-e informaron de cuanto de importancia había acontecido- des de -el principio del asedio. Yo no sabía nada, pues durante -los combates en la zona del Tschir - en que había 1omado par te habíamos -estado aislados del resto del mundo. Había ocu rrido lo siguiente. EL EL C, G; DEL FUHRER PROHIBE QUE 6.° EJERCITO ROMPA EL CERCO - - Inmediatamente después de su aterrizje •en Pet-omnik, el General Von Paulus reunió a sus comandantes de C. E., -losGenerales Heitz (VIII), Strecker (XI), Hube (XIV Acora zado), Vo-n Seydiitz (LI) y Jaenecke (IV), para discutir la situación y llegar a una decisión. El 6.’ Ejército estaba cei cado a lo largo poco más o menos de la línea: Stalingrad Rynok - Orlowka - Cota Ko-nnaja - Sur de Kotluban - Este de Wertchatsky-Este de Peskowaja-Oeste de Dmitrijewka-Oeste de ,Marinowka-Zybe.nko-Sur de Stalingrado. La situación no era desesperada ni mucho menos y el remedi-o era obvio: El salir de la “bolsa”-. Ello se decidió en una orden cuya apro bación se pidió por radio al C. G. del Führer. Parecía una cuestión de trámite, una pura formalidad, pues nadie dudaba de que se aprObase la decisión. La o-rdeñ decía poco más o meno.s lo siguiente: “Una vez- concentradas fuerzas y ya dispuestas en orden de combate, el 6.°. Ejército -procederá el 25 -de noviembré a atacar en dirección S.E.—Objetivo: Ruptura y establecimiento de contacto con las formaciones al-emanas que combaten e.n el sector Don-Tshir. Se evacuarán de la “bolsa” todas las fuerzas y todo el material indispensable mediante una brecha que abrirán las fuerzas acorazadas;” Se inició la marcha de aproximación y 220 carros en estado de servicio provistos de combustible y municiones se dispu sieron en formación de combate. Todo el mundo ardía en deseos de luchar, no por u-n objetivo corriente, sino por su salvación misma y el conocimiento que se t-enía de que se trataba de una lucha decisiva fortalecía la moral combativa. El 23 de ‘noviembre llegó la respuesta del C. G. del Führer: “El 6.° Ejército permanecerá a la defensiva dentro de la Fortaleza y esperará la ayuda exterior.” La orden sentó como una bofetada y deprimió a todo el mundo. ¿Qué iba a hacerse? ¡Había que obedecer! Sólo Seyd litz hizo objecciones: Era partidario de romper el cerco a toda costa desafiando esta -orden ‘incomprensible. Había es tado en la “bolsa de Cholm” y en ella había ganado las Hojás de Roble de su Cruz de -Caballero. El Gen-eral Schmidt, el Jefe del E. M., mantenía el punto de vista contrario. Von Paulus se decidió por la obedi-encia; se interrumpió la cons -titución del dispositivo de ataque y se ordenó el atrinchera miento. La tarea era dura, - pues el terreno estaba helado y había mucha -nieve; -las palas no servían para nada y se ca recía de -excavad-oras. Los soldados se arrastrarosi por las torrenteras u ocuparon pu-estos en la nieve... Empezó la lu cha con el frío asesino, lucha muy ‘cruel, ya que se carecía - de la mayor parte del vestuario de invierno. Por si fuera poco aumentó gradual-mente la escasez de alimentos; las ra ci-ones hubieron de reducirse dos veces. El abastecimiento aéreo fué desde el principio completamente insuficiente; al final no pasó de ser ilusorio. En la deliberación decisiva que sobre la suerte de Stalingrad-o tuvo ‘lugar en el C. G. del Führer, Goering, contra el deseo de .su Jefe de E. M., Ge neral Jeschonnek, había garantizado, con criminal fanfarro- nería, que la Luftwaffe podría abastecer -la “Fortaleza” por vía aérea. En vista de ello Hítler ‘ordenó a su guarnición que - ‘ ‘ 79 se mantuviese dentro de ella. Unas simples operaciones arit méticas probaban claramente que la Luftwaffe :110 estaba en condiciones de abastecer al 6.° Ejército, como lo prueban las consideraciones siguientes: Los requerimientos mínimos diarios en abastecimientos para el personal y ganado, en carburantes y en municiones exi gían una capacidad de carga de 750 Tm. Un Ju 52 carga una tonelada, pero como no teníamos 750 Jus disponibles en nin guna parte habría que echar mano de los aviones de caza y de los destructores de los modelos Me rio y He iii, que sólo podían cargar 500 kgs. Ello significaba que habrían de aterrizar en Stalingrado un mínimo de x.ooo aviones diarios, para lo que teniendo en cuenta los descansos, entretenimien to, desgaste y las bajas por la acción enemiga se precisaban unos 2.500 aviones. Para reunirlos sería preciso un despojo óonstante de todos los frentes, pues los Me ixo y los He xxx tendrían que cesar en su cometido normal. En cuanto a las cuestiones del abastecimiento de carburante y lubrificantes y de accesorios y repuestos para estos aviones, aaí como la de las instalaciones de tierra de los dos aeródromos de la “bol sa” (Pitomnik y Gumrak), más vale no discutirIas. El hecho fué que desde el primer día del cerco no aterrizaron dentro de la “Fortaleza” flj a razón de xoo aviones diarios: Durante los primeros días llegaban de o a o diarios, pero. pronto bajaron las llegadas a entre 15 y 25 por día. Después de la pérdida de Pitomnik el 12 de enero de 1943 nos considerá bamos muy afortunados cuando los pocos aviones que realmen te volaban sobre nosotros no arrojaban desde el aire todo el abastecimiento ya acondicionado para el lanzamiento y en contrábamos algunos pilotos que tenían valor para aterrizar; La fea tragedia de Stalingrado queda condensada en. sus términos esenciales en esas decepcionantes cifras; ante las que fracasan todos los preciosismos de la propaganda hitieriana. Jeschonneck, el tenaz y capacitado Jef e del E. M. de la Luf t waff-e que había advertido inipresionantemente a Goering acer ca de la ligereza de su promesa, se suicidé, pero su amo y jefe no se impresioné por ello. Bien es verdad, sin embargo, que de entonces en adelante perdió mucha categoría a l.os ojos del “altísimo” y, concretamente, no fué nunca más con sultado para las decisiones importantes que la guerra exigió posteriormente. En definitiva, sin embargo, la responsabili dad fué de Hitler, quien podría muy bien haber estudiado los datos anteriormente bosquejados a pesar de su completa ig norancia de la estrecha relación que existe entre las opera ciones y el abastecimiento. A últimos de noviembre y primeros de diciembre el 4.’ Ejér cito Acorazado del General Hoth irrumpió desde la zona del norte de Rostow y avanzó aguas arriba por el valle del Don, apoyando su flanco izquierdo en la orilla de ese río, en so corro del 6.’ Ejército. Pero su pomposo nombre de “4.’ Ejér cito Acorazado” se aplicaba, como debió percatarse pronto el enemigb a sólo 2 Divisiones Acorazadas apoyadas por otras 2 motorizadas. Sin embargo, canalizado como su avance estaba por las circunstancias, al principio avanzó hacia el Norte sin contratiempos. Nuestro C. G. consideraba . con an siedad el peligro que -se cernía sobre su flanco derecho, abier to a la inmensidad de la estepa, y no dejó de solicitar auto rización para romper el cerco, esta vez con vistas a establecer contacto con la vanguardia del 4.’ Ejército Acorazado. Tam poco esta vez se aprobó su iniciativa. Los síntomas de abierta rebeldía ui hicieron más patentes entre -nosotros, pero el General Von Paulus no podía •liberarse d5 -los grilletes que desde hacía tanto tiempo llevaba ni apelar a un acto de ener gía para dar el paso decisivo. ¡Obedeció! Cumplimenté una orden que nos llevaría ciertamente al caos en lugar de seguir los impulsos de su corazón. Aquella orden no podía ser legal para un hombre que respondía de la vida y la muerte de 300.000 hombres. ¿Quién sino él iba a tener el valor de ha cer.se responsable de la protesta? ¿Dónde está en este caso la línea divisoria entre la culpabilidad y el Sino? El 2 de diciembre el general Hoth, a la cabeza de sus ca rros,. estaba a 50 knis. de nue-stro frente S.O. a orillas de un afluente del Don. Allí, a la altura de Kotelnikowo, fuerzas rusas muy superiores le atacaron muy profundamente por su flanco derecho. Sólo mediante una rápida retirada pudo es capar al cerco y a -la destrucción, tan rápida que tuvo que abandonar incluso el proyecto de abrirse paso hastá nosotros. Desde aquel momento no podía tener éxito, ni aun con nues tra participación, ningún intento de esta clase. Entonces fué cuando por primera vez pareci.ó desaparecer toda posibilidad de socorro exterior. Hitler, sin embargo, nos envió un nen 80 saje radiado el día de Afío Nuevo de 1943 asegurándonos que nuestro Ejército podía estar completamente seguro de que se estaba haciendo todo lo posible para liberarnos tan pronto lo permitiesen las circunstancias.- Para todos los que cono cíamos la situación real aquello debió ser una blasfemia... El General Barón de Richthof en, comandante del VIII C. E. Aéreo encargado de nuestro apoyo, creyó también su deber el mismo día recalcar en otro mensaje radiado los grandes esfuerzos que se estaban haciendo para ayudarnos. Todo con tribuía a crear falsas esperanzas y sólo en privado y ante gente de confianza podíamos hablar con sinceridad y discutir. nuestros motivos de ansiedad. Desde hacía ya mucho tiempo no creíamos en Hitler y las órdenes de esa clase -nos demos traban que él y su camarilla, envenenados como estaban por el fanatismo y por la ambición del poder carecían de todo sentido de medida y de una visión clara de los objetivos. Todavía no nos dábamos cuenta que a partir de Stalingrado Hitler tomó una actitád en la que el martirio y la auto-des trucción iban a convertirse en una - pasión. Se convirtió así en un instruxnentó del enemigo, cuyo objetivo era lo que Hitler ha traído consigo, es decir, no solamente conseguir la destrucción material, sino también la extinción moral de todo un pueblo. Desde comienzos de enero sólo se permitía entrar en la “bolsa” a los oficiales que venían a cubrir bajas como co mandantes de Batallón y de Regimiento. Tal restricción era necesaria, pues había muchísimos jóvenes oficiales que de seaban volver a su antiguo Ejércit.o para participar en el momento memorable de su -liberación. ¡Su fe y su ignoran cia er.an sublimes! Mi amigo el Coronel Arnoid, cesó, desgraciadamente, en su cargo de Jefe del Servicio de Información del Ejército, pues, herido siete veces, no estaba en condiciones de aten der el cargo y hubo de ser evacuado por vía aérea. El Co ronel Schrad-er, que debía sucederle como Jefe del Regimien to de Información, estaba fuera de la “bolsa” y declinó el nombramiento por razones de salud. En realidad estaba en fermo. A causa de su negativa fué sometido a varios recono cimientos por distintos especialistas en el C. G. del Grupo de Ejércitos e iba a ser juzgado en Consejo de Guerra. En vista de ello se nombré para el cargo al Coronel Van Hofen, que hasta entonces venía mandando el Regimiento de Infor mación del C. G. del Fiihrer y que veía claramente el alcan ce de su nombramiento y de su incorporación a la “Forta leza”. Pronto -nos hicimos amigos, pues nuestras opiniones coincidían en muchos asuntos; era un hombre inteligente, con muy buenas cualidades. Hablaba con claridad y modera ción, sintetizando- sus ideas -en- pocas palabras; su espiritua lidad era impresionante en sí misma, pero, sobre todo, Su fe y confianza- en -el Führer eran las mismas que las que en ge neral tenían los soldados y clases., de tropa. Su alto y rubio Ayudante era la personificación de la reserva. LA VIDA EN LA “BOLSA” La alimentación empeoré: A prinçipios de enero - se vol vió a rebajar -la ración de pan, dejándola en 70 grS. y cada x hombrei recibía un kilo de vegetales en conserva; ya hacía mese-a qu-e nó nos daban patatas. Como casi todos los caba llos de las Divisiones de Infantería, habían sido muertos y sus cadáveres yacían a la intemperie por todas partes, su carne helada empezó a utilizarse, empleándose hachas para cortarla, pues -los cuchillos no- servían para el caso. El agua se obtenía disolviendo la nieve, pues no teníamos otra. Así vivíamos día a día, con el con-siguiente deterioro físico y moral. El pequeíío suministro de pan que Finckh había com partido conmigo en Nowo Tscherkassk se agotó pronto. En la primera decena de enero se acercó a nuestras líneas un oficial ruso con bandera blanca, portador de una invita ción a la rendición de nuestro -Ejército. En ella se nos ofre cían condiciones muy honrosas, entr-e ellas la de que los oficiales podrían conservar sus armas; contenía también una cláusula adicional, en la que se decía que de rehusar -la ofer ta deberíamos contar con un próximo ataque y con -nuestra completa destrucción. La invitación fué animadamente dis cut-ida y casi degeneré la discusión en la formación de dos bandos en nuestro C. G. Era obvio que el C. -en J. del Ejér cito, que no tenía autoridad para tomar decisiones, tendría que negarse a -la rendición ant-e la presión de 1a autoridad superior. El histérico “Jamás nos rendiremos” había sido - nos negba terminanfemente la facultad para negociar, En vano el Qqnral Von Seydlitz propugnó una vez más por que Le dsjaeu a él romper el oeeo. No se acedó a elo y por otra parte el General Jefe del E. M. dió instrucciones a los comandantes de sector para que en el futuro se dis parase sobre cualquier nuevo emisario. El g de enero el C. en J. me ordenó Le fuese a ver. Con taba con que los rusos atacarían a finales de mes, lo más pronto hacia el 20,’ y aplicarían la presión principal en el sector S.O., situado a caballo sobre el Karpowka. Pensaba que el enemigo intentaría la ocupación del saliente que desde el valle de ese río avanzaba hacia Mrinowka para arrojar nos a la estepa. Después de consultar con el comandante del VIII C. E., que tenía ese sector a su cargo, recibí la orden a cierta teniión; algunas de las líneas de comunicación con los Regunsentos habían sido cortad-as ya La DiviSi6n se en contraba ‘l Norte de la zona baja del Karpowka. El Gene ral Rodenburg nos informó que los rusos habían penetrado profundamente en el centro de su sector y de que sus carros estaban cerca del P. M. en que noS encontrábamos. Ya nos hábíanios familiarizado con esta clase de situaciones durante las últimas semanas de encarnizada lucha y la noticia no nOS afectó demasiado. Yo veía claramente que mi reconocimien to llegaba tarde; de todas partes llegaban al P. M. noticias alarmantes. Rodenburg daba serenamente sus órdenes, con servando el monóculo que acostumbraba a llevar y su la, el Teniente Coronel Breithaupc se mantenía también firme y ‘sereno. Al otro lado del barranco los proyectiles de los ca- 1 WIIITJÁIJ’C///J N 1 íA1IN6B4DO /d — O/$d “el ,°,# el fa/it e/d,’ ,fØ;/43 l’stas E 3 0 3 6 9 12 de reconocer una posición de contención desde Nischne-Ale xejewitsch a Nowo-Bogataschik, localidad esta última situa da sobre la orilla oriental del Rossoschka. Me dijo que esa posición “parecía posible”, pero ¿quedaría finalmente allí la línea? ¿Cómo se podría establecer esa posición con la nieve que había y en un terreno que estaba helado hasta más de un metro de profundidad? A la mafíana siguiente, l ro de enero, salí muy temprano en automóvil. En Dubininskj recogí al Coronel Schilling, Jefe de Zapadores del VIII C. E. Cuando llegué a su aloja miento y cesó el ruido de los motores, percibí un tamborileo muy familiar que venía del. Oeste; Schilling me dijo que aquello, no tenía importancia. Conforme seguimos adelante pudimos ver desde nuestro camión el fuego artillero. iNo cabía duda que los rusos insistían nuevamente en sus ata- 1 21 18 ‘‘ . “ 24 27 30 K//ometpo$ rros rusos explotaban aulladores, produciendo nubes de nie ve y de tierra amarillenta. Cuando pudimos sortear la cor tina de fuego entré en mi coche, que conducía Dernfeld, mi chófer de los tiempos de paz, allá en Harburg. Proseguí ha cia la División siguiente, cuyo sector estaba siendo también atacado furiosamente por los rusos. Hacia el mediodía me dirigí más al Norte y vi con desmayo qu.e estaba siendo eva cuado el puestó de socorro principal que acababa de ser ins talado en un cobertizo semi-destruído. ¿He dicho evacuado? Consumidos y deshechos los heridos estaban en pie en. la carretera apoyados en bastones, llenos de vendajes en la ca beza y en las extremidades, implorando a los vehículos que llegaban que les hiciesen un sitio hasta Stalingrado. Stalingrado se había convertido en la palabra mágica, ya que im plicaba un techo y quizá también algún alivio para el frío 81 rierlaos en el interior, en ios estriDOS y en ios guarciaoarros; yo me puse sobre el radiador y el coche inició lentamente su marcha hacia el Este. Entregué los heridos en el hospital de campaña de Gunirak, pensandó al mismo tiempo que no estaría, mal que el Jef e de E. M. pudiese ver un par de es cenas tan deprimentes como aquella. ,Quizá de ese modo sus órdenes se harían más realistas. El C. en J. había previsto acertadamente las intenciones del enemigo, pero un poco tarde. ¡El enemigo había etupe zado a cerrar sobre nosotros para darnos la puntilla! Los acontecimientos se precipitaron. Pitomnik se abandon& el día 12, sin razón aparente, y al evacuar el aeródromo suce dieron cosas curiosas: Aunque no había ningún ruso en un radio de muchos kilómetros, el pánico “se mascaba”, cosa no rara cuando las tropas de tierra de la Luftwaif e o la gente de los servicios de retaguardia se encuentran en apuros. Tienden en esos casos a poner pies, en polvorosa hacia la retaguardia cm acordarse de la disciplina y atentos sólo a los dictados del instinto de conservación; en tales casos so breviene el caos, y el embotamiento de la inteligencia se traduce en el brillo de’ locura que aparece en los ojos de los que huyen. ¡El miedo ahuyenta en ellos todo vestigio de ra zón y quienquiera que intenta contener la desbandada es arrastrado por los que huyen o pisoteados por ellos! El Ge neral Von Paulus se puso furioso y a fuerza de órdenes te lefónicas hizo que el aeródromo se reocupara. No había duda que estábamos en las últimas. Gradual mente nos estaban enterrando. La tapa del féretro estaba cayendo sobre nosotros. Un día visité al comandante del XI C. E., el General Strecker. Se trataba de un viejo amigo de tiempo de paz, al que yo tenía gran afecto; era idolatrado por sus soldados, pues sabía tratarlos. Su P. M. estaba al Sur de Gontschara y se encontraba en el refugio de su Jefe de E. M., el Coronel Grosskurth. Me cogió del brazo y me condujo a su propio refugio: “,iQué ha?? Aquí podemos ha blar con libertad”. “Este es el fin de Alemania, mi Gene ral”. “Por fin oigo una opinión sincera tras ‘los servilismos que, sofocantes, emmian a mi alrededor”. Acompafíó las pa labras con un resignado movimiento de su brazo, que seña laba el otro refugio que acabábamos de abandonar. “.Qué hará usted si llega el final?” “Es difícil de contestar, mi Ge neral. Quizá me p’egue un tiro”. “Yo pienso lo mismo; pero de todos modos ya sabe usted que el Alto Mando ha prohi bido el suicidio”. “Sí, ya lo sé, mi General, pero en una si tuación como la nuestra el Alto Mando no puede prohibirlo. La idea de que •la última bala debe ser para el enemigo y no para uno mismo es, con su permiso, demasiado romántica para las condiciones en que nos encontramos”. “f Cree us ted que las cosas han ido tan lejos que ya no podamos ha cer nada?” “Sí, lo creo, a menos que apliquemos un remedio mayor y más tajante, un remedio que está en desacuerdo con los principios que nos han hecho grandes. Pero a gran des males, grandes remedios. No ha habido en toda •la guerra una situación similar a ésta en que ahora nos encontramos”. El General asintió con la cabeza y se puso a mirar con fije za al espacio: “Es durísimo aceptar esa responsabilidad; la comprensión de la situación y el concepto d’el deber se dan aquí de bofetadas. Recuerde que ataca usted al fundamento mismo de la conservación de un Ejército si empieza a hur gar al principio de ‘la obediencia incondicional. Pero usted tiene razón, lo presiento, ¡ no deberíamos seguir obedecien do!” “Pero, mi General, el factor decisivo es ‘la convicción qu’e emana de nuestra incorruptible subsconciericia. Aquí, en Stalingrado la obediencia al deber se convierte en una bri llante falta de iniciativa que un jefe consciente de su res ponsabilidad no debería tolerar. Y usted ha visto ya muy bien por todas partes que, aparte algunos casos conmove dores, el deber es una obligación que se cumple no “por” otros, sino “con” otros. La conciencia, sin ‘embargo, es una obligación a la que se debe atender personalmente. Nuestra cónciencia ha ¿e examinar ‘las cosas, insobornable, ha de inquirir en su significado, en su realidad y en su necesidad. Una vez hecho eso, ¿quién ha de levantarse y dar la prime ra señal para un cambio? Nos miramos el uno al otro, inte rrogantes, y después nos separamos. De lOS informes sobre la situación que nos había telegra fiado el Grupo de jércitos dedujimos que el frente alemán había retrocedido unos 350 kilómetro como consecuencia de la ofensiva rusa. En el aire tuvieron que toinarse medj das tajantes. Los pocos aviones que ahora nos llegaban ve- 82 excesiva. LOS aviones ae transpoie eran caaa vez una pi’csa más fácil para la caza rusa. Eramos una isla separada 350 kilómetros de la costa, que sufría ‘los embates de una cre ciente y furiosa marea, cuyas olas nos’ empujaban y estre chaban a unos conti’a otros en un espacio cada vez más re ducido. Alemania estaba muy lejos; tardaríamos mucho en verla, Sj es que la volvíamos a ver alguna vez. Ya no pen sábam’os en ‘ella, eno en los compatriotas que nos rod’eaban; las diferencias de grado y de Unidad se hacían irreales y a medida que’ se ‘ tezclaban la distintas formaciones crecía entre los individ os un sentimiento de camaradería más ín timo. Sin embaT , 3, comenzaron a manifestarse también sín tomas de destnLralización. Más de uno perdía la esperanza y sentándose en un rincón con la cabeza entre las manos permanecía en silencio, indiferente a cuanto le rodeaba. Em pezaron los suicidios. El sino espantoso que como la espada de Damocles pendía ‘sobre nosotros, se acercaba inexorable, podíamos percibir su llegada. Incluso Adam descartó su in veterado optimismo y hablaba con desprecio de los aprendi ces de soldado de Ang•eburg. “Le digo a usted que aún so mos 150.000 hombres, ‘pero los 15o.00o somos ya culpables de alta traición o lo seremos muy pronto”. “Alta traición no es aquí el término’ aplicable a quien abandone el camino se ñalado. Pero, como Ayudante que es usted del C. en 3. de bería usted hacerle comprender que hay que hacer algo”. Van Hofen me decía poco más o menos lo mismo: “Yo no le conozco mucho, pero usted ‘sí. Dígale usted que todos los que ven claro sólo encuentran una solución, que es la ren dición”. Cuando vi al General Von Paulus me dí cuenta d’e su aspecto precario. Al principio vacilé, pero después hablé francamente; él me cortó con unas pocas palabras, por lo que no seguí y me fuí. De vez en cuando un aeroplano salía de Gumrak con el servicio de estafeta. Empaquetamos nuestros anillos de boda y otros efectos personales de valor y los entregamos en la oficina postal principal. El s6 de enero el General Von Pau lus tuvo que trasladar su C. G. porque ya no se podía soste ner l zona N.O. de Gumrak Nos ietiramos sobre lo que había sido el C. G. de la’ 71 División (General Von Hart mann), cuyo r’efugio era una vaguada del SO, de Stalingrado; allí nos amontonamos lo mejor que pudimos, después que el C. G. divisionario se trasladó al mismo Stalingrado. Los rusos atacaban en el Norte, en el Oeste y en el Sur ‘con carros y sin ellos, detalle que no tenía mucha impor tancia porque los defensores no eran ya soldados, sino náu fragos desmoralizados, hambrientos y medio congelados. A este punto había llegado un Ejército que pocos meses antes había perseguido al enemigo a través del Donetz y del Os kol, del Tschir y del Don. Famosas Divisiones, como 1a 44 y la 71, la 76, la 295 y así hasta r6 ordinarias, de montaña, motorizadas o acorazadas, estaban ya deshechas; su moral era ya tan escasa como sus armas y municiones. No se ha cían ya oír las bocas de sus cañones y obuses, ni las de sus morteros y cañones de acompañamiento. Los bombarderos rusos “Martín” nos daban unas “pasadas” ridículamente ba jas en sus vuelos “de placer” contra blancos humanos; sólo de vez en cuando algún tableteo de ametralladora demos traba al enemigo que aún nos quedaba alguna vida. Tras ladaba sus baterías anfe nuestra, vista y movía a su infante ría a las líneas de partida para el ataque con poca o ningu na preparación artillera, después abría fuego sobre los lu gares en que suponía estaban nuestras posiciones, levantan do en ellos montones o regueros de tierra, pero en casi todos esos lugares ya no había sino los muertos que las balas, los proyectiles o el frío insidioso habían causado anteriormente. Tal ocurría tn ‘Gontschara y Gorodischte, en Woroponowo y Bassargino, y lo mismo sucedió cuando sus carros, desembo cando del valle del Rossoschka, avanzaron sobre la llanura perfecta de las estepas de Pitomnik. Los rusos consiguieron sus objetivos del día sin bajas. ¡Fué una degollina, no una batalla! Nustra estación de radio principal se tragaba literalmente el petróleo, por lo que hubo de ser destruída, terminando así nuestra comunicación inalámbrica con la Prusia Oriental y restándonos sólo ‘la comunicación con el Grupo de Ejér citos del Don. Empezamos a discutir lo que haríamos si llegaba el fin. Al gunos deseal?an romper sobre el Voiga y atacar hacia el Sur para reunirnos con la z. División acorazada y con ‘la 17, que estaban en el Térek y en el Cáucaso, pero la mayoría estaba por una retirada nocfurna hacia el Oeste. Dejamos de afei tarnos y recogimos trozos de uniformes rusos para poder disfrazarnos cuando llegase el momento. Convencimos tam bién a los cocineros rusos del C. G., quienes nos proinetie ron acompañarnos en nuestra aventurada marcha y guiamos en la estepa. Las líneas alemanas estaban a 400 kilómetroS de distancia, pero en el Oeste entreveíamos un rayo de es peranza que nos atraía. El C. en J. me envió al C. G. del IV C. E. para la elec ción de emplazamientos. Este C. G. estaba cerca del borde de los suburbios meridionales, en una vaguada cercana a Jeschanka. Después que cruzamos la línea del ferrocarril Stalingrado-Kalatsch, el camión marchó por los barrancos de la orilla del Volga y contemplamos el laberinto de ruinas d Ja ciudad que surgía a :núestra izquierda. ¿Qué sería de entonces a ocho días? ¿Estaríamos metidos allí trabajando como prisioneros en el desescombro o reparando la línea fé rrea o nos enviarían, a Moscú, Murmansk, Gorki o, más pro bablemente, a Siberia? Estábamos a unas alturas’ que era precisó pensar con claridad sobre esas cosas. En el P. M. encontré al Coronel Crome, a quien yo conocía muy bien de los tiempos en que actuaba como Ic del X C. E. en Ham burgo; también estaba allí el ‘General Pfeffer, antiguo Jefe de Artillería del XX ‘C. E. de Hamburgo. Este último esta ba haciéndose,cargo del mando del IV C. E., pues el Gene ral de Ingenieros Jaenecke que lo mandaba había sido gra vemente herido por una bomba y yacía -en una cama de ta blas en un aposento inmediato. Tuvimos una larga conver sación. Jaenecker y Pfeffer creían que aún éra perfectamen te posible una salida hacia el Oeste-Sudoeste, sector que, a su juicio, tenían los rusos sóio débilmente guarnecido. Me confirmaron que el C. E. vecino por el Norte era de la mis ma opinión y me rogaron transmitiese esa idea al General Von Paulus y le urgiera también a explorar las opiniones de todos los altos Jefes de los demás CC. EE. en una con ferençia. A mi regreso encontré al Jefe del E. M. con Von Paulus y cumplimenté el cargo. La conferencia se celebró; en ella los comandantes de los sectores Norte y Sur se manifesta ron contra la proposición, pues consideraban que sus fuerzas no podías’ ser reunidas y puestas •en movimiento sin que el, enemigo se apercibiera. Además sus condiciones físicas y mo rales no estaban a la altura del empeño. Como todos debía mos correr la misma suerte, la ruptura propuesta fué des echada por Von Paulus, quien también creía era ya tarde para cualquier medida extraordinaria. El “altísimo” entró en acción una vez más: Sobre el Ejér cito cayó toda una serie de ascensos. A Von Paulus y a H’eitz se les nombró Coroneles Generales, al Jefe del E; M., Tenien te General, y a Elchlepp, Coronel. Adam me susurró que mi ascenso a General debía de ‘estar en camino. Nos miramos unos a otros escépticos: ¿Es que querían endulzar nuestro camino a lo desconocido con esas golosinas? Si era así, era humillante. Blüher, mi ordenanza, se acercó y me dijo: “Ahora todo se arreglará, señor Coronel! ¡En el tablero de órdenes del C. G. de Gumrak se anuncia que dos Divi siones acorazadas alemanas sé encuentran frente a Kalatsch!” “,De verdad? ¿Lo has visto tú?” “No, me ha dado la noti cia otr.o soldado”. “Bien, puede que así sea”. Hacía tiempo que Gumrak estaba arrasado y ya no había allí C. G. i ta blero de órdenes, pero la gente trataba de consolarse de ese modo para mantener la moral. Me encontré a Von Paulus en la estrecha senda que corría a media altura de la barranca principal. La pesadumbre y la preocupación habían surcado su rostro de arrugas y su tez .estaba lívida. Su figura, antes alta y recta parecía lige ramente curvada. Se detuvo y me ofreció la mano. “Bien. ¿qué’ se dice, ahora?” “jMi General, todos los altos jefes del E. M. piensan lo mismo!” “,iY qué es ello?” “Es algo des agradable para usted, mi General. Se ha perdido una gran oportunidad. Usted debiera haber dicho ya desde noviembre: “LEn tanto dure ‘la batalla. mi cabeza perten’ece a eni Ejér cito. Después de la batalla, Führer, os pertenece a vos!’! Haciendo eso, mi General, os hubierais convertido en un York”. Me miró unos, segundos y me puso su mano izquier da en el hombro con gesto de aprobación. diciéndome al mismo tiempo: “Ya sé que la Historia me ha juzgado ya”. Le miré profundamente emocionado, saludé y me fuí. Siampr-e me acordaré de su respuesta. Ese inteligente, hábil ‘y ca balleroso oficial de E. ‘M. debió pasar por mucho antes de llegar a hablar de ese modo. Debió apenar a un hombre lan distinguido y humanitario como él el reconocer que, aun poseyendo indudablemente la fuera morel uecesaria para ganar una gran batalla a la cá beza de su Ejército, en la hora decisiva de su, vida, en la que exigió su esfu.erzo supremo, él, el ‘C. en J., -no obró sa tisfactoriainente para sí mismo, para su conciencia ni, lo más importante, para sus tropas. Nos resta añadir que, contraria mente a lo que muchos creen, Von Paulus no abandonó la “fortaleza” ni un solo momento para ir por vía aérea a vi sitar a Hítler. Este, por su parte, no fué a vernos a Stalin grado, ni mucho menos. El Jefe del E. M. deseaba aún detener a los, rusos en las mismas’ puertas ‘de Staiingrado mediante un poderoso es fuerzo. A este fin las tropas debían construir unas líneas de fortificaciones en la zona al Este de Pit’omnik, aprove chando los barrancos, pliegues del terreno y antiguas trin cheras. Se trataba una vez más de utilizar las ya completa mente exhaustas formaciones del VIII C. E. Yo debía ha cer el trazado de ‘la nueva posición en las soledades nevadas y arbitrar las últimas herramientas disponibles en -el sose gado sector de la orilla del Volga. En consecuencia, me trasladé en primer ‘lugar a la ciudad y recogí -en el Batallón de Zapadores que aHí estaba las últimas palas y picos. Reuní Unos dos camiones de. esos útiles y con -ellos’ me dirigí después a hacer el trazado que se me pedía. A la mor tecina luz de la noche rusa ‘ un puñado de agotados zapado res estacionados individualmente cada óo ó fo pasos actua ban de hitos para maicar la línea, en la que se fueron si ,tuando los hambrientos, escépticos y desesperanzados restos del VIII C. E. Al contemplarlos me parecía como si en e cielo que nos ‘cubría estuviera escrito con l.etras de fuego: ¿PARA QUE? Todo aquello era una locura. Cuando se pueden evitar las bajas, el consentir que ocurran no es afrontar un sacrificio sino cometer u-u error y un crimen. Una y otra vez me ator mentaba la pregunta obsesionante: “Dónde termina aquí e sino inexorable y comienza el crimen o la negligencia?” ¿No hubiera debido plantarse alguno de nosotros y haber dicho?: “Esto no puede seguir así! ¡Esto se ‘ha acabado! ¡Yo -no quiero continuar bordeando la ‘locura!” ¿No éramos todos cul pables por el hecho d-e que, a pesar de nuestra convicción, no habíamos actuado porque creíamos deber seguir obedeciendo? ¿Se debe cometer un delito aun en el caso de recibir la -orden de hacerlo? Si el Arte del Mando consiste en la guerra mo derna en apreciar lo que es humanamente posible, ‘el trasponer -el límite ‘no conduce al éxito sino a la destrucción. Pero allí ‘lo habíamos rebasado con mucha... A las noches rumiábamos nuestros pensamientos amonto nados en los r’efugios. Teníamos que ir pensando -en nuestra úl tima carta a nuestros familiares que, si había avión correo y suerte, quizá llegara a casa. Para entonces los aviones llegaban a Gumrak muy raramente; la mayor parte’ de los que llegaban hasta nootros se limitaban a arrojar ios recipientes porta víveres que inmediatamente eran -saqueados por la gente de los lugares en que caían atenta sólo a darse un hartazgo en cuanto hubiera ocasión... ¡Era tan agradable el ilenarse la panza, aunque fu-era por última vez! Sentado junto a mí, apee ‘tado en un rincón, mi ordenanza parecía atormentado por la incertidumbre del futuro inmediato; sus ojos parecían fallarle ya y su rostro reflejaba su desmoronamiento moral. Alguien exclamó: “Pondré en la carta mj esqu’ela de defunción; den tro de pocos días todo se habrá concluido y ya no volveremos a ver a los nuestros! Y escribió seguidamente: “Muri& por Alemania en Stalingrado” Pero, ¿qué es hoy Alemania? Tu y yo y todos nosotros; todos cuantos existieron y los’ que exis tirán. Pero nosotros no quisimos esta guerra y tomamos parte en ella sin convicción. Era y es aun la “guerra del ,Partido”, la disparatada concepción de quien ‘estaba marcado por e oprobio y la locura cuando se enc’ontró a sí mismo de la talla suficiente para regr a su país. A mi cabeza venía -el recuerdo d.e aquel x de febrero de 1939, cuando el Führer reunió en el Teatro de la Opera Kroll a los ‘Comandantes d:e Ejército y 1-es explicó el por qué él y sólo él podía resolver ‘la canden-te cuestión del “espacio vital” y por qué tenía que resolverla por la fu-erza de las artnas. Me fui ‘a charlar un rato con el Coronel Clauisus, Jef e del E. M. del VI C. E., cuyo P, M. -estaba a sólo ioo metros de nosotros Habíamos estado ‘mucho en contacto -oficial desde e invierno de x94’I-42 y él pertenecía también a la conspiración contra Hítler. Al entrar en su refugio vi un par de skis en la pueria. Cuando ‘entré me quedé sorprendido al encontrarme 83 no frente a él sino a su Jefe el General Von Seydlitz. Este me rogó que me quedara pues os conocíamos desde hacia mucho tiempo y antes de la guerra habíamos servido en el mismo Cuerpo. Por ello me quedé: El General paseaba con alguna agitación arriba y abajo en el espacioso refugio. Sabía que podía hablar con franqueza, y así lo hizo apasionada, pero también reflexivamente: En una secuencia lógica me explicó que puesto que se tenía por más importante el predominio político del Partido que la eficiencia militar,. el resultado ha bría de ser forzosamente un caos criminal. Sus ojos azules chispearon cuando exclamó: “Sea lo que sea de Hítier, nacio nalmente quedaremos sumidos en el caos! Ya sé que puede alegarse que su persona ha producido en su ascendiente tal exceso de estupidez y tal falta de visión en todas partes que el resultado puede casi explicarse como cosa del Destino. Des de hace meses estoy tratando de desentrañar el caso. Como usted sabe, desde lo de Cholm tengo alguna experiencia en lo relativo a “bolsas”. Pero aquí todo se ha complicado por culpa .del Jefe del E. M. ¡ Ojala Von Paúlus hubiese tenido otro y no ese solterón maniático y sin idea de l que es el frent.e por faltar de él desde hace mucho tiempo! ¡Por fin, cuando ya es tarde, parece que Scniidt (parece ser el mismo J:efe del E. M.—.N. del T.) se empieza a dar cuenta de la rea lidad!” La explosión del General me impresionó. pero tenía toda la razón. En nuestras circunstancias no debía haber ha bdo términos medios. Tal es la ley en esa tierra rusa contra cuyas misteriosas y eternamente invariables fuerzas nos he mos estrellado nosotros, como tantos otros lo hicieron a tra vés de los siglos. ¡La suerte de Carlos XII y la de Napoleó.n deberían haber sido una advertencia suficiente para nuestro mórbido y advenedizo aventurero! Ahora ya era demasiado tarde y todo un Ejército debía pagar cnn su destrucción la lo cura de un sólo hombre. ¿Sólo un ijército o quizá mucho más aún? El 22 de enero recibimos la visita del Comandante Lechten berg y de Hassler, Pagador del Batallón que desde hacía mu cho tiempo guarnecía el tranquilo frente del río en la ciudad y que por tanto no había sido afectado por la ofensiva rusa. Apenas estaban enterados de la magnitud del descalabro su frido en el Norte, en el Oeste y en el Sur, donde las hela das nubes de nieve se mezclaban con el rojo de los incen dios para ocultar e1 sacrificio final de los muertos y heridcs. Hassler, que era un optimista contumaz, juzgaba aun po sible un feliz desenlace de la situación. “Y entonces”, yo ciferab, “nos darán la Medalla de Stalingrado!” Lechtenberg era menos optimista y hablaba de su joven esposa y del mag nífico permiso que con ella había disfrutado entre noviembre y diciembre en Wilhelmashaven: “jAquéllos sí que fueron buenos tiempos, mi Coronel!”, me dijo con una mirada au sente. “jPero la volveré a ver, e incluso si tengo que ir a Siberia, después será magnífico!” El teléfono que sobre el banco estaba a su lado empezó a zumbar; tomó el auricular, contestó: “Sí, aquí está”, y me lo pasó. Me llamaba Adam: “Tienes que volar mañana en servicio de estafeta!” —“Mag nífico! ¿Y cuándo vuelvo?’! —“iNo seas tonto! ¡No ves que tú te salvas! El General y el Jefe del E. M. quieren hablarte mañana a las diez” Me quedé sin habla, pensando que no podía acepar. ¡No estaría bien! No me atrevía a mirar cara a cara a los demás... Pero lentamente y a medda que iba pen sando en la posibilidad de ini liberación mi respiración se normalizó. Linden, cuyo Batallón estaba siendo machacado a poca distancia en el triángulo Don-Tschir, dijo a media voz algo así corno si él, que ya no tenía nada que hacer, no se podría ir también... ¡La depresión del cerco le había desmo ralizado! Cuantos se hallaban en el refugio empezaron a es cribir las cartas que yo debería llevarme... Cuando a la mañana siguiente estaba haciendo mi pequeña y arruinada maleta, Blueher me abordó así: “Mi Coronel! ¡En casa tengo a mi mujer y a dos hijos.., !“ Y empezó a sollo zar. “Ya lo sé, Blueher; ya lo sé; no te puedo prometer nada, pero puedes venir conmigo a Gunirak y llevar tu petate”. A sus ojos asonió un débil rayo de esperanza... Me encaminé al C. G. y encontré primero a Adam, quien desgraciadamente no pudo hablar mucho conmigo pues tenía que buscar un terreno que sirviera como aeródromo de cir cunstancias, pues Gurnral< estaba ya bajo el. fuego de la arti llería rusa. Seguidamente me presenté a Von Paulus. “jDios le bendiga! Traté discretamente de haoer volver a la realidad al Alto Mando del Ejército.” Suav.e como era la frase, en sus labios constituía sin embargo un juicio condenatorio sobre el Alto Mando. Me costó mucho el romper a hablar: “SMi Ge- neral! En un momento como éste sólo puedo pedir a Dios que el fin del 6,0 Ejército no entrañe también el de Alemania...” El General titubeó y me dijo que adoptaba una visión de masiado pesimista. “Le ruego, mi General, que en él futuro recuerde mis palabras.” La aparición del Jefe del E. M. me conmovió; la durísima prueba le había abrumado. Su apariencia exterior no recor daba lo más mínimo su carácterístico atildamiento. Estaba sin afeitar y sus grandes ojos azules habían perdido su expre sva mirada. Tuve una larga conversación con él. Al despe dirse añadió estas palabras: “Diga usted dondequiera que lo juzgue usted apropiado que el 6.° Ejército ha sido traicionado en las altas esferas y que se le ha dejado en las astas del to ro!” ¡Ojalá lo hubiese reconocido dos o tres meses antes y hubiese obrado en consecuencia! ¡Cuántas lágrimas hubiera ahorrado a Alemania! ¡El telón iba a caer de un momento a otro y la tragedia iba a consumarse! El Capitán Fricke nos acompañó al aeródromo a Blueher y a mí. Su actitud fué admirable hasta el final y sin embargo, ¿cuáles serían sus sentimientos? Llegué a sufrir físicamente ante la idea de que no me io podía llevar. Toda la zona que atravesábamos estaba llena de soldados rumanos teflddos en el terreno... ¡Eran los restos de la 1.0 División de Caballería y de la 20 de Infantería! Los que aún vivían se arrastraban entre los muertos y los moribundos, cada uno por su cuenta, impotentes, sin nadie que se cuidara de ellos, exhaustos y heridos o con visibles síntomas de tifus. Estas últmas dolo rosas impresiones de-mi último viaje en la “bolsa” perdurarán para siempre en mi memoria. El Comandante del aeródromo era el Coronel Rosenfeld, que en tiempos pasados había sido un famoso boxeador en el Cuerpo de Policía. Le enseñé mi pasaporte para el viaje, firmado por el jefe del E, M. y me dijo que no creía que ningún avión viniese antes .d.e que fuera completamente de noche y que, aún entonces, era dudoso que ninguno aterri zara. Hube de esperar la caída de la noche en un refugio de aspecto más que dudoso que se hallaba abarrotado de gente y que olía decdidamente a chinches, pero que por lo menos estaba templado. Un “pater” entró y preguntó dónde se en contraba su División, pero nadie lo sabía con Certeza. Uno de nosotros le preguntó: “j.Padre! ¿Cree usted que placerá a Dios el que todos nosotros muramos?” .—“ Si Dios lo ha dis puesto así, aquí moriremos! EL es quien decide lo que ha de suceder a los hombres y su decisión no es siempre favo rabe; si nos abandona en esta hora es porque nosotros he mos pecado de palabra y de obra...” Tal fué su respuesta y yo no pude por menos de admirar su fe. Cuando se hizo de noche salimos del refugio. El rebufo de los cañones rusos resplandecía una y otra vez no lejos de nosotros y los proyectiles estallaban muy cerca de donde estábamos. Sobre nosotros s.s extendía una neblina fría. Nos situamos cerca de la pista de aterrizaje. Súbitamente oímos ruido de motores en el aire que se fué haciendo más fuerte, pero se alejó de nuevo... Un. avión estaba dando vueltas sobre el campo... De pronto se hizo visible en la neblina la silueta de un JU. 52, pero sólo durante una fracción de segondo. Poco después aterrizaba y rodando sobre el campo se acercó derecho a nototros. El piloto salió del aparato, pero dejó los motores en marcha como precaución contra el intenso frío que estaba haciendo. Gente salida de no sabía yo dónde, entre la que se hallaba Blueher, se afanaban en la descarga. El avión traía víveres, tres barriles de carburante y unos pocos proyectiles de 15 cnis... Los heridos y enfermos empezaron a acercars.e al aparato. Había centenares de ellos ansiosos por lograr la libertad y la vida que el reducido espacio del fuse laje del avión représentaba para ellos. La oleada de seres hu manos se acercaba cada vez más y empezaba a rodear el apa rato; todos querían subir; por ello, valiéndome de la etiqueta médica que llevaba sobre sí, elegí los i8 Ó 20 más graves y permití su entrada. Previamente había hecho una sena a Blueher para que se quedara en el departamento de equipa jes. Las puertas del fuselaje se cerraron y los motores empe zaron a rugir a toda marcha.., el aparato rodaba sobre la nieve cada vez a mayor velocidad... Por fin empezó a elevarse y se alivió la carga que pesaba en nuestros corazones. Los cañones rusos centelleaban bajo nosotros y los proyectiles estallaban a nuestro alrededor. Pronto centelleos y explo siones quedaron detrás y los humeantes incendios de tierra se perdieron en la noche. Subimos hasta x,Soo metros... ¡Es tábamos volando hacia nuestra libertad! Guíabibliográfica E ESTUDIOS SOBRE LA CRUZADA L estudio riguroso y cabal de nuestra Gesta de Libera ción es tarea pendiente e imperiosa. Más si en la guerra —corno afirma ahora el Teniente General García-Valiíio, en su última obra (i)— lo fácil es teorizar, pero “lo difícil es la ejecución”, no nos debe extrañar que una vez afrontada aquella, surja en los jefes que la abordaron la tentación de examinar sus capítulos más interesantes: se ha cumplido la fase difícil —ejecutar— y se posee el más legítimo derecho para coger Ja pluma. La reciente contienda mundial no quita a nuestra genuina campaña ni mérito ni interés. Si el Arte bélico sigue estu diando las batallas de Cannas o Matauro, bien podemos de cir orgullosamente que la terrible pelea española no puede quedar e.n el olvido; que es necesario que se aireen sus pá ginas de epopeya, no por pura xenofobia, sirio conscientes de• que en ellas alientan enseñanzas innumerables, que ya los espíritus despiertos supieron en su día inmediatamente ver y aprovechar. Todo nos demostraría así que. .en la Guerra de España “se cumplieron los cánones militares estrictamente y, más aún, que fué la precursora en mucho de la moderna es trategia llevada a un tren de rapidez, que luego habría de aplicarse en los campos d.e batalla de Europa”. No estamos ante la reseña periodística de las quizá más destacadas jornadas de la Cruzada, lo que no quiere decir que “pese” el criterio severo del examinador militar. El estudio de varios fundamentales momentos de aquélla ofrece muchas veces —como resultado de la metódica exposición— brillan tes enseñanzas; pero otras, vienen éstas subrayadas por el autor, en consideraciones adecuadas, con espíritu crítico, pero siempre, y ante todo, constructivo. De aquí la fecundidad de la lectura, que es además muy fácil y en ocasiones de arro llador interés; pues al fin y al cabo corresponde a un hondo drama, a una disputa singular de los españoles. Del haber de las Grandes Unidades que mandó entonces el Teniente General García-Valiflo considera aquí las campa ñas de Aragón, Maestrazgo y Levante, y las batallas de Te ruel y el Ebro. Cad.a una .tiene su personalidad indiscutible y alienta, viva, una nota destacada, llave del secreto de sus ‘posibes dificultádes. Por sigo “casi todo en la guerra es probléma moral” y ante el combatiente hay otro hombre, cuya voluntad es preciso adivinar. ¿De qué modo trata de encadenarnos, a su vez, a la suya, valiéndose de los mediós de que dispone, de la información que posee y del terreno sobre el que se mueve? La historia repite sus páginas. El teatro de guerra de aho ra alentó antaño otras batallas. Ambiente y pasado forman como un preámbulo —pero denso y extenso— de estas ope raciones contemporáneas, en las que cruzaron rutas del más puro sabor ibérico soldados españoles con equipo y arma mento de. hoy. Cada capítulo considerado es un estudio tác tico completo, independiente y real. Las batallas de Teruel y el Ebro adoptan características muy• similares. “Ambas tuvieron su iniciación en sendas ofen &vas enemigas, cuyo primordial objeto obedecía a la idia de salvar Situaciones críticas, frustrando la actuación de nuestras tropas en otros frentes qu.e se consideraban decisi vos para la continuación de las hostilidades”. Se trataba, pues, de una lucha por la iniciativa. Comenzada, la batalla de Teruel, el Mando nacional se en cuentra ante un despliegue fuerte que no puede pensarse en romper con la débil cobertura conseguida en los primeros momentos. Habrá que esperar a acumular medios más po derosos, pidiendo a los sitiados que resistan en tanto, y, de rechazo, se ofrecerá tentadora “la ocasión propicia de batir al Ejército Rojo de reciente creación, materialmente hacina do en lo suburbios de Teruel”. El dilema es, pues: o buscar la liberación precipitada y quizá de momento imposible de la plaza, o el objetivo estratégico por excelencia, la destruc ció.n de las fuerzas enemigas. La realidad confirma estos (r)Tenienfe General Rafael García-Valifjo y Marcén: “Guerra de Liberación Española._C.ampañas de Aragón y Marstrazgo’._Batalla de T.eruel.—Batalla del Ebro” (1938r939).—.Ma,drid, x94.—Un volumen de 286 págs., con nume rosos planos y gráficos a todo color cálculos. “U.n argumento que se esgrimió falazmente .por ellós (los rojos) era que lo que su Mando había conseguido ocupar e’n cinco días, el nacional necesitaba un período de tiernno extraordinariamente mayor; mas no se trataba e áreas de terreno, sino de efectivos”; unas dieciséis divisione destruídas abrían la puerta de futuros triunfos. Algo parecido ocurre ‘en la batalla del Ebro. “El Genera lísimo, con gran clarividencia, iba a aprovechar la cerril ac titud enemiga para convertir en un .gran cementerio para los Ejércitos del Ebro y Cataluña, las fértiles vegas de’ Gande sa. Podía haber dado por terminada Ja batalla en cualquier ‘momento desde ahora (se refiere el aut.or a finales de, agosto), toda vez que tenía fuerzas y medios más que suficientes para contener las embestidas, rojas que se produjeron en ,.quella parte, y le constaba que el fre.nte catalán estaba. sostc:ido tan débilmente que hubiera sido fácil desmoronarlo. ¿Qué hubiera sucedido entonces si se .fortifica en sus actuaes po sciones, todas ya rectificadas, suficientemente seguras y an’ za sus reservas, sacadas de allí mismo y del frente .de Le vante, en la direc&6n de Barcelona? Era sin duda tentadora la idea, pero quizá no ortodoxa; si el objetivo principal de toda guerra es la destrucción del Ejército enemigo, allí lo tenía a su disposición, sin un destello de arte militar en sus’ Mandos, cavando ininterrumpidamente todas las horas del día y de la noche para mejor guarecerse de las andanadas de hierro y fuego. de nuestras armas”. La campaíia de Aragón tiene un carácter radicalmente. dis tinto: allí espera la posibilidad de grandes movimientos tác t:cos, una vez rebasadas las zonas fortificadas. La maniobra para alcanzar Gandesa es un ejemplo de ello. La dificultad de llegar hasta ella, superando las líneas defensivas estable cidas, sugirió al Mando de la División x.’ la ejecución de una amplia maniobra de ala, apoderándose d.e la divisoria Fata rella-’Cu.atro Caminos y envolviendo así las defensas de Gan desa, para provocar con la sorpresa el desplome general de a resistencia. Aquella Gran Unidad, relevada, se cóncentra en la región de Nonaspe y emprende al amanecer del día r de abril una larga y penosa marcha, que no tenía por misión’ combatir, sino sorprender: marcha impresionante, en la que hubo que sobrepasar incidencias no por esperadas menos. di fíciles, y que quedará ya, para siempre, como realización mi litar c1ásica. La campaña del Maestrazgo adopta, corno destacadas, las notas típicas de la guerra de montaña: audacia, maniobra en todos los escalones, conquis’a de objetivos decisivos por pe queñas unidades, influencia del t.erreno, descentralización, dé biles guardafiancos; lo que moralmente supone: “entrena miento, espíritu ofensivo y de sacrificio”. La División x., ligeramente reforzada, se constituye en en lace de dos Cuerpos de Ejército, que luchan frente a un ene migo obstinado. Es preciso dividir el campo y partiendo de ur punto central del gran arco Teruel-,Morella-Albocácer es cindir y atacar violentamente para conseguir un máximo de penetración, reduciendo luego las bolsas colaterales. El Des tacamento de Enlace no regulará así, pese a su nombre, el avance de los Cuerpos de Ejército flanqueantes; al contrario, impulsará los movimientos de éstos. Los medios con que con tará serán notoriamente deficientes para la categoría de’ la msión; pero la veteranía de las tropas y la capacidad de los jefes obrarán el milagro. La campaña de Levante es sumamente penosa. Persiste la penuria de medios frente a un adversario aguerrido, que apro vecha hasta el límite el terreno, cuadriculado por bancales y cerdas, abierto en barrancos laberínticos. “A los seis días de comenzar la ofensiva quedaba inerme el Mando en presen cia de un enemigo numeroso, bien pertrechado y con un es-’. píritu de resistencia innegable”: La situación se irá haciendo por días peligrosa, al tener que profundizar más y más, sin quedar resuelta la amenaza peligrosa de un flanco. Y en tan to la sierra de E.spadán proyectará su sombra de mil trinche ras y armas de t’odo género. El libro pretende destruir la leyenda, malamente amañada en ‘el extranjero, de haber sido la ‘nuestra una guerra guerri llera o “irregular”; con ello se desvaloriza la categpría de sus operaciones, Ja pericia de sus soldados y el alcance de sus enseñanzas. Pero además se ataca la esenciá propia del nacimienfo del Estado nacional, que se supone mera cáma 85 Tarea difícil resulta darnos perfecta cuenta de ‘la evolución de la Ciencia contemporánea. En poco más de un siglo se ha cambiado por entero el concepto del Universo, de la mate ria y de la energía. El desarrollo de la física cuantista, on dulatoria, relativista, fotónica, antimaxweliana; las transmu taciones, la radiactividad artificial y la energía nuclear han dilatado los horizontes sin que, por otra parte, se vislumbre -i límite de ios descubrimientos y posibilidades. “Alquimia moderna” es el nombre que hoy se da a las transmutaciones de los átomos y su ténica, El sueño medieval se realiza, no sin dolor y peligros. “Se agranda el tamaño de las máquinas y se convierte la “cueva del brujo” en el “pa lacio del físico”, donde las vibraciones ó longitudes de onda de los rayos cósmicos se someten a análisis, se fabrican ra yos de 200 a xoo millones de’ electrón-voltios, o cargas eléc tricas de 2 y 1/2 a 200 y más millones, hasta el billón de voltios, y se ‘estudian reacciones, algunas fantásticas, otras sencillas, como atacar el sodio y sacar magnesia o del nitró geno obtener carbono y .a la inversa, porque difieren poco sus cargas.” En este nuevo panorama la bomba atómca “no es más que un “ensayo” de explosivo nuclear”. La Física, a la luz de tales adquisiciones, reclama un ajuste total de sus bases. El libro a que nos referimos e,s un es quema, de sistematización de las nuevas doctrinas, sintética mente expuestas con todo rigor lógico y ci-enífico. rilla o junta facciosa. La treta pasional, tejida en parciales criterios, sólo pedrá quedar destruída p6r el texto que es tudie, a la sombra del tecnicismo científico militar, nuestra Cruzada. El tiempo ha borrado muchos recuerdos, pero es preciso que deje en alto la verdad. Al alzarla se servirá a la justicia, pero a la vez al Arte de la guerra, que contará con un am plio legajo sobre operaciones cabales. En ella aciertos y erro res de propios y extraños señalaro.n un itinerario que recla ma exigente la atención de los estudiosos. RESEÑAS BREVES Servicio Geográfico del Ejércitc. Esuela de Geo desia y Topografía. Curso de Astronomía Geo désica. (Fascículo primero: Elementos de Oos mografía. Fascículo segunde: Determinaciones expedita s e instrumentos) .—Madrid, 19481949. Dos volúmenes de un total de 500 págs., con ,nu merosa.s figuras y tablas. La grandeza de la materia atrae al que sobre ella dirige la atención. Queremos abarcar el Universo, precisamente por lo inmenso que es, y el estudio del mismo se ve siempre ayu dado por la fantasía; que dentro de los rigores de la Cien cia cabe también ésta, pese a su fama de caprichosa. La determinación directa de las coordenadas geográficas de los puntos de la superficie terrestre, mediante los datos ge nerales relativos a los astros, es el objeto de la Astronomía G-eodésica. Su alcance, dentro de los estudios de una Escuela Militar de Geodesia y Topografía, parece indudable. Y la ne cesidad de dar a la publicidad una obra de este carácter, re sulta indiscutible. La asignatura —se dice en el proemio que ha puesto el Coronel Lombardero a la que comentamos— es la preferida por los alumnos, “siendo la que estudian con más gusto y aprenden con más facilidad; pero suele suceder igualmente que se olvida con rapidez”, sin duda por la ca rencia de textos adecuados. Orientación, Longitud y Latitud astronómica son concep tos básicos centrados sobre otros más elementales de Astro nomía: la tierra, correcciones astronómicas, movimientos del sol y de los astros, el ti.empo, etc., etc. A éstos se refiere el primer fascículo y a aquéllos el segundo, que estudia tam bién los instrumentos de trabajo. Un tercer fascículo com pletará la obra, muy cuidada -en todos sus detalles. Fernando Díaz Venteo: Campa’ha.. Militares’ del T7rrey Abascal.—Consejo Superior de investi gaciones Científieas.—Sevilla, 1949.—Un tomo de 404 páginas., con gráficos. - Juan Estelrich: La falsa paz.—Monta-ner y Simón, Sociedad Anónima. Barcelona. 1949.—Un tomo de 394 páginas. - En e9xg, Paúl Valéry profetizó que, dada la fisonomía nueva que adquiría por entonces el mundo, serían cada vez efectos y deque,las por intervenciones ymenos de lasprevisibles acciones los militares; -el contrario, políticas los re sultados de los grandes conflictos armados sorprenderían siempre en un sentido’ distinto a aquel -en que se les quiso encauzar. Pero pensaba también que, avisados los hombres, impondrían una política de precaución, defensiva. Después de la última guerra, ¿qué panorama nos, ofrece nuestro derredor? Vemos, por doquier, -este signo: destruc ción. “No se ha aplicado la fórmula (renunciar a hacer más daño que el indispensable) en que consistía hasta hoy para las gentes civilizadas la caridad con el enemigo”. Pero la más terrible verdad es ésta: “La era, de las grandes guerras mundiales, inaugurada con estrepitoso éxito en 1914, conti núa”; ‘las espadas permanecen en alto. E.n un mundo incierto s-e mueve hoy el rey de la creación. “La vida universal, externa, nos envuelve y oprime”. El hoy n’os inspira miedo al futuro: “Llegará día, si Dios no lo remedia, en que todos los habitantes del planeta. tendremos nuestra ficha en Wáshington o Moscú”. Un repaso a este mundo de hoy, en lo que puede proyec tarse hacia un futuro de gue’rra ‘o paz, es el contenido de la obra, sutil, fina, profunda e imparcial. Su tema no puede ser extraño al hombre de, armas, que sufre las miserias de la lucha y goza de la alborozada posibilidad ‘de defender la justicia, hogaño tan atacada. ‘Mari’ano G. Salas; Física Atónvica,—Editorial Dor ssat.—Madrid, 1949.—Un tomo de 460 páginas, con ilustraciones. . 86 La pérdida de nuestro Imperio es uno de los más agudos fenómenos que pr.esenta la historia humana. Sin embargo “hoy está claro que la Independencia fué un problema típico y netamente español”, -en el que no jugó un papel decisivo las ideas enciclopédicas disolventes ni la ayuda proporcionada a los sublevados por los países anglosajones. La Emancipación —en frase de Estrada— vi-ene con “la muerte del ideal, que informó el Imperio” y que servía de aglutinante feliz. Perú entra en -el siglo XIX con un mero recuerdo de la vieja opule’ncia: se le han ido segregando sin cesar t-rritorios y los problemas económicos le agobian. En esta circunstancia crítica viene la abdicación de Carlos IV, la invasión napo leónica de la metrópoli; y comienzan las insurrecciones ame ricanas. El virrey don Fernando de Abascal y Sousa llega a ser el sostén de la autoridad real en América del Sur: su pensamien to es defe’nder la Corona a toda costa, porq-ue la juzga lazo indispensable con la metrópoli. El estudio de su odisea, de sus luchas sin cuento, es del máximo interés. Y desde el’ punto de vista militar, el de los he chos campales —batallas de Sa’lta, Vilcapugio, Ayohume, Co tagaita, de un sabor antiguo pero no exentas de técnica mi litar, de buen estilo entre clásico y guerrillero. INDICE GENERAL M. Rabasa Domenech, Comandante de Infantería. “Curso de Automovilismo”.——Madrid, xg49.—Un tomo de 434 páginas con numerosas figuras, algunas en color. Joaquín Gateil. “El viajero español por Maruecos”.—Con s-ejo Superior de Investigaciones Científi’cas.—Madrid, 1949. Un tomo de i7 páginas con láminas. Juan R. Sepich. “Misión de ‘los pueblos hispánicos”.—Se minario de Problemas Hispano-americanos.----Madrid, S A.—TJn folleto de 87 páginas R. G. Hawtrey. “La restauración económica del mundo de la postguerra”.—M. Aguilar, editor.—Madnid, 1948.—Un to mo de 187 páginas. Diego Luis Molinari. “El nacimiento del nuevo mundo: Historia y Cartografía”.—Editorial Kapeh.isz.—Buenos Aires, 1945.—Un tomo de 175 páginas con ilustraciones y pianos a todo color. Philip Gibbs. “Tras el telón de acero”.—a’raducción de T. D.—La Nave.—,Madrid. 1949.—Un tomo de 4’5 páginas. Francis’co de Moncada.”Expedición de los catalanes y ara goneses contra turcos y gri.egos”.—Estudio preliminar y no tas -de Luis F’rando de Saint-Germain. Texto revisado por Pedro Bohidas Balaguer.—Asociaci ón de B bliófflos.—Barce lona, xg4.Un t.ot’no de ‘365 páginas con grabados al bog de T-eodoro M. Miciano y varias láminas