lea la respuesta completa de alexis mera

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Señores Jueces de la Corte Constitucional:
Doctor Alexis Javier Mera Giler, por los derechos que represento del señor
Presidente Constitucional de la República, dentro de la acción pública de
inconstitucionalidad signada con el número 0014-13-IN, ante ustedes,
como mejor proceda en derecho, les digo:
El señor Presidente Constitucional de la República, con fecha 12 de julio
de 2013, fue notificado con el auto de admisión del 11 del mismo mes y
año, a las 16h04, y la demanda de inconstitucionalidad propuesta por el
doctor Luis Fernando Torres Torres, asambleísta por la provincia de
Tungurahua.
Por lo que, dentro del término legal, procedo a contestar la demanda, en
los siguientes términos:
-ILegitimación de Personería
En mérito de los Decretos Ejecutivos números 1246 y 11, publicados en
los Registros Oficiales números 408 y 8 de 21 de agosto de 2008 y 25 de
enero de 2007, respectivamente, por los cuales se me delega, en mi calidad
de Secretario Nacional Jurídico, para intervenir en representación del
señor
Presidente
Constitucional
de
la
República
en
esta
acción
constitucional, les solicito se sirvan declarar legitimada mi intervención en
esta causa, en la calidad antes invocada.
1
-IIAntecedentes
La demanda de inconstitucionalidad se formula contra la Ley Orgánica de
Comunicación, alegando la inconstitucionalidad por el fondo de los
artículos 5, 10.4.j, 10 inciso final, 18 inciso primero, 22 incisos primero y
cuarto, 26, 55 inciso primero, 56.1, 61, 63, 64, 71 inciso primero y 84.
-IIIIntroducción
La recientemente aprobada Ley Orgánica de Comunicación nace como una
clamorosa exigencia de transformación de las actuales estructuras de la
comunicación social y de la información pública, que fue plasmada en la
Disposición Transitoria Primera de la Constitución del 2008 y que luego
fue ratificada, ampliamente por el pueblo ecuatoriano, mediante la
aprobación de la pregunta nueve de la consulta popular realizada el siete
de mayo de 2011.
Su desarrollo y aprobación respondieron a un legítimo proceso de
democratización y socialización de su texto, a partir de decenas de
proyectos que fueron debatidos en el seno legislativo y difundidos y
analizados en diversos medios de comunicación nacionales y extranjeros.
Y siendo el argumento más importante para justificar la Ley, la creación e
implementación de principios, reglas y mecanismos que viabilicen la
inducción al cambio de estructuras de poder, me resulta verdaderamente
desconcertante que el asambleísta electo por la provincia de Tungurahua,
pretenda
desmerecer
el
pronunciamiento
de
la
gran
mayoría
ecuatorianos con falacias impresentables desde el plano jurídico.
2
de
-IVSobre la errada aplicación del principio de proporcionalidad
Dice el actor que: “La finalidad de la Ley, expuesta, básicamente, en los
considerandos, es insuficiente para justificar las restricciones a los derechos
a la comunicación y a la expresión.”.
Y, mediante este ligerísimo análisis, concluye sin más ni más que: “resulta
desproporcionada, irrazonable, inadecuada, no idónea e innecesaria la
afectación al contenido de los derechos consagrados en los artículos
constitucionales 16, 17, 18, 19, 20 y 66: 6 y 7, por parte de los artículos
impugnados por el fondo […]”.
Al respecto, debo aclararle al demandante que:
1.
La Corte Constitucional es el órgano que ejerce, exclusivamente, el
control abstracto de la constitucionalidad de los actos normativos,
en base de los principios y reglas establecidas para el efecto en la
Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control Constitucional
--LOGJCC-- (Arts. 3 y 76);
2.
La aplicación del principio de proporcionalidad sirve en un conflicto
entre normas jurídicas, una que exige o promueve la concreta
intervención legislativa en los derechos fundamentales y otra que la
prohíbe, para definir en el caso concreto las fronteras de sus
3
respectivos ámbitos de aplicación y establecer si su sentido
normativo se extiende o no a él 1.
Conviene precisar, adicionalmente, tal como apunta el Tribunal
Constitucional Español en el fallo STC 58/1998, que los derechos
fundamentales sólo pueden ceder ante los límites que la propia
Constitución expresamente imponga, o ante los que de manera
mediata o indirecta se infieran de la misma al resultar justificados
por la necesidad de preservar otros derechos o bienes jurídicos
protegidos.
Siguiendo el análisis sugerido, no veo que exista una confrontación
de derechos fundamentales que amerite la delimitación de su ámbito
de aplicación mediante el principio de proporcionalidad, más bien el
actor parece aplicar el principio de ponderación, estableciendo a
priori 2 la jerarquía o prevalencia de un supuesto derecho conculcado
(p.ej.: libertad de expresión de los medios de comunicación privados)
por sobre otros (el derecho de las personas de recibir de los medios
de
comunicación
información
veraz,
verificada,
oportuna,
contextualizada, plural, sin censura previa, acerca de los hechos,
acontecimiento y procesos de interés general, el derecho a la honra,
etc.).
1
RUBÉN SÁNCHEZ GIL. El Principio de Proporcionalidad en la Jurisprudencia Mexicana. En: MIGUEL
CARBONELL, Ed. (2008). Serie de Justicia y Derechos Humanos Neoconstitucionalismo y Sociedad. No. 6. El
principio de proporcionalidad y la interpretación constitucional.
2
En los acápites IV.1.1.2. y IV.1.1.3, no se determina un argumento concreto que demuestre la supuesta
restricción a los derechos a la comunicación. El actor se esmera en mencionar que la finalidad de la Ley,
expuesta en sus considerandos “es insuficiente para justificar las restricciones a los derechos […]”.
4
Y es lógico que aquello suceda, pues, siendo el accionante una
persona con profundas convicciones libertarias, resulta coherente
que adopte esta postura individualista. Por ello, estimo que para el
demandante la discusión no versa realmente sobre temas de
hermenéutica
constitucional,
sino
sobre
posiciones
filosóficas
políticas, que no pueden --ni deben—ser materia de esta acción de
inconstitucionalidad.
Sobre el tema, resultan esclarecedoras las palabras de Ignacio
Villaverde Menéndez 3: “Porque en realidad, el conflicto para la
ponderación
de
bienes
no
se
produce
entre
los
derechos
fundamentales y otros derechos, bienes o intereses constitucionales o
infraconstitucionales, sino entre valores o intereses que según quien
pondera se encarnan en aquellos derechos. Por eso el conflicto no
se resuelve examinando los límites de unos y otros, sino decidiendo en
cada caso cuál de esos valores o intereses debe prevalecer, en fin,
jerarquizando los valores o intereses en presencia.”
3.
De acuerdo con el Art. 3 numeral 2 de la LOGJCC, para efectos de
aplicar el principio de proporcionalidad “se verificará que la
medida en cuestión proteja un fin constitucionalmente válido, que
sea idónea, necesaria para garantizarlo, y que exista un debido
equilibrio entre la protección y la restricción constitucional.”
Con la expresión que he subrayado el legislador ha querido decir que
el principio de proporcionalidad como regla de interpretación
constitucional se utiliza para limitar casos concretos de actos de
3
La resolución de conflictos entre derechos fundamentales. El principio de proporcionalidad En: MIGUEL
CARBONELL, Ed. (2008). Serie de Justicia y Derechos Humanos Neoconstitucionalismo y Sociedad. No. 6. El
principio de proporcionalidad y la interpretación constitucional.
5
aplicación de la ley que restringen derechos fundamentales
y no
como un canon de constitucionalidad autónomo, como pretende la
parte actora al realizar suposiciones sobre posibles conflictos
normativos, sólo porque, de acuerdo a su peculiar criterio, la
finalidad de la ley recogida en sus considerandos resulta insuficiente
para restringir los “derechos libertarios” que defiende.
-VLa comunicación social como servicio público
La transición de un Estado liberal hacia un Estado social de derecho ha
significado, por parte del Estado, despojarse del rol de simple árbitro de las
relaciones sociales para participar protagónica y efectivamente en los
asuntos públicos y de interés general.
Mientras que el modelo de constitución de un Estado liberal se caracteriza
por limitar al poder público estatal para garantizar los derechos
individuales, el modelo de constitución de un Estado social de derecho va
más allá, pues conlleva de suyo la demanda de la satisfacción de los
derechos sociales mediante prestaciones o actuaciones positivas del poder
público, que en la mayoría de los casos deberían solventarse mediante la
prestación de servicios públicos y con recursos del erario estatal. Por
ejemplo: proveer servicios de salud, de energía eléctrica, asegurar la
educación, sostener el patrimonio cultural y artístico de la comunidad.
Sin embargo, la actuación del poder público para hacer efectivo
determinado derecho no debe confundirse con el derecho mismo, de tal
modo que no cabría comparar al derecho humano al agua con la provisión
del servicio público de agua potable. Lo propio se puede decir sobre la
6
salud, educación y de tantos otros derechos que se hacen efectivos
mediante prestaciones estatales.
En esa línea argumentativa, los ecuatorianos tenemos derecho a recibir de
los medios de comunicación social información, acerca de los hechos,
acontecimientos y procesos de interés general. No merece mayor reflexión:
la información es un derecho y bien público al que se accede a través de
los medios de comunicación social. El proceso de difusión del hecho
noticioso constituye el servicio público de comunicación social.
El actor, así como la mayoría de detractores de la LOC, se ha empecinado
en hacer de este un problema de semántica jurídica, al decir que el
concepto de servicio público es connatural al Estado, y dado que no es
compatible con las actividades de los medios de comunicación privados, la
información provista por estos no podría someterse a los principios de
obligatoriedad,
generalidad,
uniformidad,
eficiencia,
responsabilidad,
universalidad, accesibilidad, regularidad, continuidad y calidad.
Sostener tamaña barbaridad es desconocer más de medio siglo de
evolución del Derecho Administrativo. El renombrado administrativista
francés Georges Vedel 4 decía, a propósito de este tema, en 1958: “En el
Derecho administrativo clásico, el servicio público proporcionaba una noción
de base relativamente simple, pues la definición material y la definición
formal en el estado de la sociedad de aquel momento casi coincidían; se
podía tomar la palabra servicio público en uno u otro sentido; un servicio
público era siempre una actividad de interés general desarrollada por la
4
Derecho administrativo, trad. de la 6a. ed. francesa por Juan Rincón Jurado, Madrid, Biblioteca Jurídica
Aguilar, 1980
7
Administración. Pero las dificultades empezaron a partir del momento en
que estas dos nociones se disociaron y cuando se vio a personas
administrativas desarrollar actividades que no correspondían estrictamente
a un interés general y, por otra parte, a partir del momento en que se admite
que órganos privados puedan administrar servicio públicos”. A renglón
seguido continua: “La consecuencia de ello es que la expresión ‘servicio
público’ se ha ampliado desmesuradamente, dado que se ha disociado la
coincidencia que se producía entre servicio público material y servicio
público formal, y se puede decir que todo lo que está relacionado bien
con el interés general, o con la Administración, tiene tendencia a
convertirse en servicio público” (El énfasis es mío)
Esas últimas líneas del maestro francés son categóricas para demostrar lo
que sucede hoy en nuestro país: atento la importancia que reviste para los
ciudadanos la información sobre asuntos de interés público, el Estado la
ha regulado, considerando a la actividad de difusión realizada por los
medios de comunicación como un servicio público, situación que, a
contrario sensu de cómo la presenta el asambleísta Torres, no se opone de
ningún modo a la Constitución de Montecristi.
En este sentido, no es cierto, como malintencionadamente pretende
hacernos creer el accionante, que el Art. 314 de la Constitución es un
“catálogo cerrado”. De la lectura completa del primer inciso de dicho
precepto se concluye, inevitablemente, que mediante un acto normativo
con carácter de ley se podrán determinar otros servicios públicos cuya
provisión será de responsabilidad del Estado.
“Art. 314.- El Estado será responsable de la provisión de los
servicios públicos de agua potable y de riego, saneamiento,
energía eléctrica, telecomunicaciones, vialidad, infraestructuras
8
portuarias y aeroportuarias, y los demás que determine la
ley.” (El énfasis es mío)
Así pues, con fundamento a la delegación legislativa contemplada en la
señalada norma constitucional, se estableció en el Art. 46 de la Ley
Orgánica de Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, que el
transporte terrestre automotor constituye un servicio público.
“Art. 46.- El transporte terrestre automotor es un servicio
público esencial y una actividad económica estratégica del
Estado, que consiste en la movilización libre y segura de
personas o de bienes de un lugar a otro, haciendo uso del
sistema vial nacional, terminales terrestres y centros de
transferencia de pasajeros y carga en el territorio ecuatoriano. Su
organización es un elemento fundamental contra la informalidad,
mejorar la competitividad y lograr el desarrollo productivo,
económico y social del país, interconectado con la red vial
internacional.” (El énfasis es mío)
Lamento que esta incontrastable argumentación le impida al asambleísta
Torres eximir a los medios de comunicación social de la responsabilidad
extracontractual, que necesariamente tienen, como la tenemos todos los
ciudadanos, en el caso de cuasidelitos.
Por otro lado, resulta estólido sostener, como lo hace el accionante, que
por virtud de la Ley Orgánica de Comunicación, se le otorga patente de
corso para regular e intervenir a los medios de comunicación social a la
Superintendencia de la Información y Comunicación. No solamente es un
sofisma defender tal afirmación, sino también es hacer tabla rasa de la
historia de este país.
9
¿Acaso olvida el actor las restricciones y limitaciones mucho más gravosas
que constaban en el Ley de Radiodifusión y Televisión, expedida en la
dictadura del general Guillermo Rodríguez Lara y refrendada en el
Gobierno Neoliberal de Sixto Durán Ballén?
Transcribo algunos literales del derogado Art. 58 del referido cuerpo legal,
para refrescar su frágil memoria:
“Art. 58.- Se prohíbe a las estaciones de radiodifusión y
televisión […]
e) Transmitir noticias, basadas en supuestos, que puedan
producir perjuicios o conmociones sociales o públicas.
Cuando estas infracciones fueren tipificadas como infracciones
penales, serán juzgadas por un juez de lo penal, mediante
acusación particular, con sujeción al Título VI, Sección II,
Parágrafo Primero del Código Penal Común. Si solo fueren faltas
técnicas o administrativas, su juzgamiento corresponderá a la
Superintendencia de Telecomunicaciones, conforme el Título VII
de
esta
Ley;
pero
el
Superintendente
deberá,
bajo
su
responsabilidad examinar previamente la naturaleza de la
infracción para asumir su competencia.
f) Hacer apología de los delitos o de las malas costumbres, o
revelar hechos y documentos no permitidos por las leyes, en la
información o comentario de actos delictuosos.
g) Omitir la procedencia de la noticia o comentario, cuando no sea
de responsabilidad directa de la estación, o la mención de la
naturaleza ficticia o fantástica de los actos o programas que
tengan este carácter […]
10
i) Recibir subvenciones económicas de gobiernos, entidades
gubernamentales o particulares y personas extranjeras, con fines
de proselitismo político o que atentes contra la seguridad
nacional.” (El énfasis es mío)
En esos años, los que ahora se oponen a esta Ley, no se quejaban de lo
“discrecional” que podía ser “hacer apología de las costumbres”, quizás
porque el partido al que estaba afiliado el accionante controlaba
ilegítimamente todos los estratos del poder…
-VISobre la regulación excesiva de la práctica informativa
VI.I. En el apartado IV.1.1.5.1., dice el actor sobre las normas
deontológicas que deben acatar las personas que participen en el
proceso comunicacional, previstas en el Art. 10, que surge un
“problema constitucional” cuando se permite a cualquier persona
denunciar
ante
la
Superintendencia
de
la
Información
y
Comunicación el incumplimiento de dichos preceptos de conducta.
Me causa asombro y estupor que el asambleísta Torres piense que
constituye un “problema constitucional” empoderar al ciudadano con
herramientas para la defensa de sus derechos y, particularmente,
para exigir que los medios de comunicación social publiquen
información veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural, etc.
Vale la pena recordarle que una de las características fundamentales
del Estado constitucional de derechos y garantías en el que vivimos
11
es la adecuación funcional de todos los poderes públicos a garantizar
el goce de los derechos de libertad y la efectividad de los sociales 5.
VI.II. Según el actor las nociones: “temas de relevancia pública”,
“linchamiento mediático” y “contenidos discriminatorios”, denotan
excesiva discrecionalidad y adolecen de vaguedad conceptual.
VI.II.I.
Notas sobre la vaguedad conceptual.-
La vaguedad es una propiedad de las palabras en relación con
lo que estas representan, o con lo que estas quieren significar
según su uso.
Para determinar la vaguedad de un concepto habrá que
analizar el conjunto de propiedades que lo caracterizan y su
referencia en el campo de aplicabilidad. Cuando estos dos
elementos no se encuentran bien determinados, existirá un
caso de vaguedad.
No obstante lo dicho, resulta imposible eliminar todo vestigio
de vaguedad de un concepto, por ello el papel de los jueces y
aplicadores del Derecho consiste en reducirla a límites
tolerables.
En el contexto jurídico las imprecisiones de las palabras tienen
como consecuencia la existencia de una “falta de certeza
acerca de la identificación de la norma contenida en el texto; o,
5
JORGE ZAVALA EGAS, Lecciones de Derecho Administrativo, 2011, Edilex, págs. 105 y ss
12
lo que es lo mismo, implican una indeterminación de las
soluciones normativas que el orden jurídico ha estipulado para
ciertos casos”. 6 En ese orden de ideas, le
órgano
jurisdiccional
intérpretes
últimos
la
del
potestad
corresponde al
exclusiva
ordenamiento
de
ser
jurídico.
los
La
interpretación que de una norma realice la Administración
Pública estará siempre sujeta a revisión judicial, en tanto que,
en última instancia, corresponde al Poder Judicial determinar
y precisar los alcances del ordenamiento jurídico. 7
Siguiendo este razonamiento, el hecho de que los términos que
emplea la LOC, y que han sido impugnados por el actor, sean
o no indeterminados, no modifica sustancialmente el accionar
que corresponde a la Superintendencia de Información y
Comunicación, ni el que corresponde al órgano jurisdiccional 8.
VI.II.II.
¿Facultades discrecionales o conceptos jurídicos
indeterminados?
En primer término, al legislador no se le ha ocurrido por arte
de birlibirloque crear los predicados “información de relevancia
pública” o “contenidos discriminatorios”; puesto que los mismos
6
Carlos Nino, Introducción al Análisis del Derecho, Buenos Aires, Astrea, 1980, p. 260
7
“[la aplicación de un] concepto jurídico indeterminado [no es más que] un supuesto normal de aplicación
del Derecho, sometido sin traba alguna, por eso precisamente, a la función jurisdiccional, encargada de velar
por la recta de aplicación de la Ley al mundo de los hechos” Sentencia del Tribunal Constitucional español
del 28 de abril de 1964, citada por García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás R., Curso de Derecho
Administrativo, Madrid, Civitas, 1999, p. 457.
8
Véase Ezequiel Monti, Una incursión en la zona de penumbra de la revisión judicial, Revista Estudiantil de
Derecho Público RUEDA No. 1, en el sitio web: http://cfedp.com/rueda/2012_r1.php?art=01#_ftn1
13
ya se encuentran trazados en la Constitución (Arts. 18.1 y
11.2).
En segundo lugar, en pos de precisar mejor los conceptos,
debo aclarar que las nociones de “linchamiento mediático”,
“temas de relevancia pública” y “contenidos discriminatorios” no
constituyen una facultad discrecional sino un concepto
jurídico indeterminado.
La doctrina francesa ha desarrollado varias técnicas para el
control de la discrecionalidad 9, una de las cuales consiste en
establecer la diferencia entre facultades discrecionales y los
conceptos jurídicos indeterminados.
El standard de conducta del buen padre de familia, la buena
fe, el orden público o las buenas costumbres como límite de la
autonomía de la voluntad, o simplemente los conceptos de
fidelidad, respeto, fuerza, temor reverencial, uso natural de las
cosas, urgencia, justo precio, utilidad pública, orden público
etc., “todos estos conceptos (unos conceptos de valor; otros,
conceptos de experiencia), bien conocidos en la doctrina general
del Derecho, son conceptos jurídicos indeterminados, en el
sentido de que la medida concreta para la aplicación de los
mismos en un caso particular no nos la resuelve o determina
con exactitud la propia Ley que los ha creado y de cuya
aplicación se trata.
9
Para mayor abundamiento consúltese su libro: Democracia, Ley e Inmunidades del Poder (2004), Editores
Palestra.
14
[…] En la aplicación de un concepto jurídico indeterminado la
Ley no nos da resuelto, como ocurre en los conceptos jurídicos
determinados (por ejemplo la fijación de la mayoría de edad), la
solución concreta del caso, de modo que ésta debe ser buscada
acudiendo a criterios de valor o de experiencia, según la
naturaleza del concepto; pero lo característico es que es
valor propio del concepto o esa experiencia a que el
concepto remite deben ser objeto de una estimación
jurídica según el sentido de la Ley que ha creado el
concepto jurídico indeterminado en cuestión, Ley que ha
configurado éste con la intención expresa de acotar un supuesto
concreto, aunque su precisión reste indeterminada; de este
modo la aplicación de estos conceptos será justamente un
caso de aplicación de la Ley. Por ello, el proceso de
constatación de un concepto jurídico indeterminado se cumple o
no
se
cumple,
no
puede
ser
un
proceso
volitivo
de
discrecionalidad o de libertad, sino un proceso de juicio o
estimación, que ha de atenerse, necesariamente, por una parte
a las circunstancias reales que han de calificarse; por otra, al
sentido jurídico preciso que la Ley ha asignado, con la intención
de que la solución posible sea sólo una, al concepto jurídico
indeterminado que su precepto emplea. 10”. Continúa a renglón
seguido el profesor español: “Se trata de un proceso de
aplicación e interpretación de la Ley, de subsunción en sus
categorías de un supuesto dado, no es un proceso de libertad de
elección entre alternativas igualmente justas, o de decisión entre
diferentes jurídicos en virtud de criterios extrajurídicos, como es
10
Ibídem, pág 44 y ss
15
en definitiva, lo propio de las facultades discrecionales.” 11 (El
énfasis es mío)
Finalmente, concluye el autor: “La funcionalidad inmediata de
esta fundamental distinción se comprende en seguida; allí
donde
estemos
indeterminado,
en
allí
presencia
cabe
con
de
un
concepto
perfecta
jurídico
normalidad
una
fiscalización jurisdiccional de su aplicación.” 12
En síntesis, la “información de relevancia pública”, “contenidos
discriminatorios” y el “linchamiento mediático” constituyen un
concepto jurídico indeterminado, que debe ser evaluado en
consonancia con el ordenamiento jurídico, y haciendo uso de
determinados criterios de valor y de experiencia. Así pues, de
la lectura del Art. 11 de la Constitución y 61 de la LOC se
puede reducir a un límite tolerable la extensión del concepto
de contenido discriminatorio. De igual modo si leemos la LOC
sabremos que existen claras diferencias entre opiniones
personales,
contenidos
de
entretenimiento
y
noticias
propiamente dichas.
VI.III.
A pesar de que la “precisión” no se encuentra contemplada en
el numeral 1 del Art. 18 de la Constitución como una de las
propiedades de la información, no creo que exista alguien que
razonadamente pueda afirmar que no se trata de un elemento
consustancial a toda narración periodística.
11
Idem, pág 46
12
Idem
16
Y siendo nuestra Constitución abierta e inclusiva en lo que a
derechos respecta, me parece que la interpretación que hace el
actor al considerar inconstitucional la parte pertinente del Art.
22 de la LOC, es interesada e incorrecta y se opone al
garantismo que tanto pregona nuestra Carta Magna, pues le
resta al ciudadano la garantía de recibir de los medios de
comunicación social información precisa.
A mi modo de ver los razonamientos expuestos, en este punto,
por el asambleísta Torres no se compadecen con los métodos
de
interpretación
constitucional
evolutivo,
sistemático
y
teleológico, previstos y explicados en el Art. 3 de la LOGJCC y
responden exclusivamente a consideraciones de orden político.
-VIIPetición
De
la
argumentación
expuesta
en
los
acápites
anteriores,
quedó
demostrado que no existe violación a ninguna norma constitucional.
Por consiguiente, les solicito que, en sentencia, se sirvan desechar la
demanda de inconstitucionalidad propuesta, y declaren que la norma
impugnada no contraviene ninguno de los derechos y garantías previstas
en la Constitución de la República.
-VIIIAutorizaciones
Autorizo al doctor Vicente Peralta León, Subsecretario Nacional Jurídico; y,
además a los abogados Martín Vergara Solís, Pedro Espinosa Andrade,
17
Víctor Granados Larrea y Walter Romero Caballero, para que, ya sea
individual o conjuntamente, presenten los escritos que sean necesarios en
defensa de mis intereses, y acudan a todas las diligencias que se realicen
durante la sustanciación de esta causa.
Las notificaciones que me correspondan, las recibiré en la casilla
constitucional No. 001.
Dígnense proveer.
Dr. Alexis Mera Giler
Secretario Nacional Jurídico
Ab. Martín Vergara Solís
Mat. No. 09-2010-30
Foro de Abogados del Ecuador
18
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