REFLEXIONES SOBRE INMIGRACIÓN Y SERVICIOS SOCIALES

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nº 37, Abril, Mayo y Junio 2008
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
REFLEXIONES SOBRE INMIGRACIÓN
Y SERVICIOS SOCIALES EN ESPAÑA
Nuria del Olmo Vicén
Universidad de Zaragoza
Introducción
Este artículo presenta una breve revisión histórica sobre la evolución del perfil de los
inmigrantes por razones económicas dentro del periodo migratorio actual y la relación
de estos con los servicios sociales como “portal de acceso al conjunto de los servicios
públicos” (Pérez Yruela y Rinken, 2005: 173). El objetivo final es ofrecer una reflexión
acerca de los sistemas de bienestar social de los estados de inmigración, quienes tienen
que asumir, entre otros, dos retos fundamentales. Por una parte, la equiparación de los
derechos de la población inmigrante —con residencia legal y de carácter permanente—
sin que esto ocasione una disminución de beneficios sociales para el conjunto de la
población autóctona, que pudiera dar lugar al desarrollo de manifestaciones xenófobas.
Por otra, conseguir que dichos colectivos inmigrantes no constituyan el germen de
nuevos colectivos excluidos socialmente, es decir evitar que las condiciones de
crecimiento y desarrollo de la segunda generación incrementen los grupos de población
vulnerable y dependiente de los servicios sociales.
Para ello la primera parte del artículo ofrece una breve evolución del perfil del
inmigrante. En la segunda parte se centra en los retos planteados desde finales de los
ochenta en los Servicios Sociales públicos en España, lo cual conduce a una reflexión
sobre las futuras demandas en función de los recursos ofrecidos y de los nuevos perfiles
1
de población demandante, haciendo especial hincapié en dos variables: la composición
familiar (las demandas desde las familias monomarentales) y los aspectos culturales
determinados por la procedencia geopolítica.
Breve revisión de los periodos migratorios
Hace ya más de dos décadas denunciaba M. Oriol el papel destacado que jugaría el
contexto europeo en el campo de la investigación epistemológica sobre los aspectos
culturales de la migración debido precisamente a la falta de previsión sobre la cuestión
de los inmigrantes y su repercusión en la cuestión nacional (Oriol 1981: 39-41).
Diversos hechos han condicionado el desarrollo de los análisis del fenómeno
migratorio, tanto en la interpretación del fenómeno en sí, como en las temáticas
dominantes; así destacar brevemente la visión hidráulica que han mantenido los
estudiosos del tema hasta bien entrados los años ochenta, que condujo a ignorar la
realidad social del fenómeno migratorio y a reducir su explicación a la actuación de
factores básicamente económicos de “push and pull”, excluyendo durante tiempo la
consideración de los factores culturales que se manifiestan en las migraciones. Como
segundo aspecto limitador, el marcado etnocentrismo que durante décadas ha
predominado en las investigaciones resultando de esto una proliferación de estudios
dedicados a las condiciones de existencias en la migración (condiciones de vida y de
trabajo fundamentalmente) pero ignorando que la presencia del inmigrado es el
desencadenante de una serie de cuestiones relativas a la composición de la sociedad de
acogida y a los mecanismos que esta ofrece para la plena integración de cada uno de sus
individuos, grupos y familias.
Si bien es cierto que los interrogantes se presentan de diversa manera y en distintos
momentos en dos sociedades industrializadas: la sociedad norteamericana y la sociedad
europea, la realidad nos muestra que en la primera estos interrogantes nacen casi parejos
a los orígenes de la sociología de las migraciones, coincidiendo con el incremento de los
flujos migratorios de finales del siglo XIX y principios del veinte. Sin embargo, en
Europa estos temas —y los estudios consecuentes— no comienzan a tomar importancia
hasta la década de los años ochenta cuando el inmigrado ha pasado a instalarse
definitivamente, y se observa la progresiva heterogeneización de la población originaria.
Realidad que apenas hace unos años empieza a vislumbrarse en los países de reciente
2
trayectoria inmigratoria, como es el caso de España. Así observamos que no es tan
importante el flujo como la presencia visible de estos colectivos y las demandas sociales
que generan y ante las cuales los sistemas de bienestar social no quedan indiferentes,
por distintas razones: unas ligadas a un compromiso humanitario de carácter universal
que refuerza la imagen de estado de derecho y bienestar social y otra de carácter interno
que intenta evitar los posibles “conflictos” originados por la interacción de estos
colectivos —entre sus propios miembros y entre estos y los autóctonos— en el seno de
la propia sociedad de acogida.
Si bien son necesarios los estudios dedicados a las condiciones de existencia de la
población inmigrante de cara a dar respuesta a sus necesidades más básicas, estos no
dejan de ser una contribución de carácter paliativo que no ahonda más allá de la
dificultad fundamental de clasificar a los colectivos de inmigrantes bajo alguno de los
sectores de actuación tradicional de los servicios sociales, sin intentar buscar las vías de
integración que permitan desclasificarlos con el tiempo de los colectivos con
necesidades especiales.
Los desplazamientos humanos bien individuales o en grupos, constituyen un fenómeno
tan antiguo como el hombre, el volumen y características de las corrientes migratorias
ha variado notablemente a lo largo de la historia, y las respuestas a éstas también. Las
transformaciones ocurridas en Europa a mediados del siglo XV y su posterior expansión
marcaron el comienzo de una estructura migratoria dominada por países de más
avanzada tecnología y culturalmente similares, tendencia migratoria que continuó hasta
comienzos del siglo XIX. Es a partir de este momento cuando se produce un nuevo
modelo migratorio reflejo de los cambios industriales, demográficos y políticos
(Zolberg, 1983). La diferencia principal entre ambos periodos estriba, no tanto en el
altísimo volumen de las anteriores migraciones transcontinentales, sino en el cambio
direccional que estas toman, así durante el siglo XVIII y comienzos del XIX las
corrientes comienzan a proceder de países más desarrollados —en términos económicos
y políticos— contribuyendo esta población migrante al desarrollo del país de acogida.
Posteriormente, en términos de diferencias económicas la dirección migratoria se ha
invertido por regla general siendo la dirección desde países pobres a países ricos. Los
dos últimos siglos de historia migratoria internacional han sido clasificados por una
3
gran mayoría de estudiosos en cuatro periodos (Hammar, 1990; Zlonitk, 1992; Rystad,
1992; Manfras, 1992) atendiendo principalmente a las diferentes políticas migratorias
—que han alternado periodos restrictivos con periodos permisivos de flujos—, la
segunda variable sobre la cual reside esta clasificación es relativa a los países afectados
y por último a los cambios ocurridos en la comunidad internacional. Algunos autores
afirmaron la entrada en un quinto periodo migratorio (Hammar, 1990; Rystad, 1992;
Vincelli, 1994; Papademetriou, 1994) a partir de los años ochenta dentro del contexto
europeo, caracterizado por la globalización que se concreta en el desarrollo de las
comunicaciones, la expansión de la economía y la intensificación de las diferencias
económicas y demográficas. En estas migraciones de finales del siglo XX se produce un
cambio cualitativo, considerándose migraciones de larga escala no tanto por su volumen
—aunque sí es importante constatarlo— sino particularmente por que comprenden
grandes porciones de la población autóctona (% de población inmigrante sobre
población receptora). Y cuya característica más general de este nuevo periodo se
concentra en aspectos relativos al estatus legal de los individuos en las sociedades de
acogida, estatus que condiciona las respuestas de las sociedades de acogida en materia
de servicios sociales.
El incremento de población en términos absolutos determina un incremento en la
demanda de los servicios sociales, si además este incremento de población se concentra
en un colectivo cuyas diferencias en el nivel social, económico y jurídico son abismales
respecto de la mayoría de la población autóctona, la demanda de servicios sociales crece
desproporcionadamente.
Evolución del perfil inmigrante
Las características de la población migrante en Europa han cambiado, es decir, el perfil
medio del inmigrante de periodos anteriores como joven, hombre, soltero y desplazado
por espacios limitados de tiempo y con status regularizado en el país de acogida se
transforma. Por un lado, se produce una diversificación debida a la reagrupación
familiar (Salt 1981: 142) contemplada en la mayoría de las políticas migratorias desde
finales de los años setenta, como parte del proceso de integración de los inmigrantes
legales. Se produce así, un incremento de la presencia de mujeres, niños y un mayor
porcentaje de población mayor dependiente procedente de la composición extensa de la
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familia. El resultado de este proceso es el notable incremento de población inmigrante,
se convierten en colectivos de asentamiento permanente y se modifica la estructura
demográfica del colectivo, equilibrándose el número de trabajadores inmigrantes de
ambos sexos. Un factor inmediato de estos procesos de reagrupación familiar con
carácter permanente es la incorporación de elementos propios de la cultura de origen.
De igual manera se produce en el seno de los colectivos inmigrantes una autorreflexión
sobre su situación desventajada en la sociedad de acogida que en ocasiones —y en
donde el factor tiempo es decisivo— cuaja en forma de organizaciones creadas por los
propios colectivos inmigrantes con objeto de reivindicar sus derechos y evitar la
anonimia en la sociedad de acogida (Del Olmo Vicén, 2003).
En España actualmente las personas residentes de carácter legal —cuya contribución a
los sistemas básicos de bienestar social se materializa principalmente a través de la
cotización a la seguridad social, fruto de su trabajo, así como mediante la renta— gozan
de un estatus jurídico que les equipara en derechos y obligaciones a la población
autóctona, y les permite considerarse un grupo social que exige su desarrollo pleno, y su
igualdad de oportunidades en la sociedad. Se produce así un incremento de demandas
en servicios relativos principalmente a cobertura sanitaria, educación y vivienda.
En definitiva —como se expone posteriormente— el cumplimiento de dos objetivos
iniciales de los Servicios Sociales de la red pública provoca un incremento de estos
servicios a fin de garantizar la igualdad de estos colectivos en la sociedad de acogida y a
fin de garantizar la cobertura de las necesidades sociales para el conjunto de la
población autóctona, dado que la presencia de inmigrantes no puede mermar dicha
cobertura. Este incremento de los servicios se orienta principalmente a la
especialización de programas específicos para la población inmigrante, y a la
intensificación de las prestaciones universales con objeto de cubrir las demandas de los
colectivos recién llegados.
Por otro lado, desde inicios de los años noventa se produce un notable incremento de la
población emigrante femenina, que llega como mano de obra con o sin cargas familiares
(Manfras, 1992; Collinson, 1993). La presencia de la mujer se constata no sólo como
producto de la reunificación familiar sino como fruto de la iniciación del proyecto
migratorio por parte de la mujer —fenómeno denominado feminización de los flujos
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migratorios—. Si bien en un porcentaje elevado de casos es una decisión de carácter
familiar, involucrándose tanto el marido como la familia de ambos cónyuges —dado el
rol de cuidadores de la prole que asumen—. Este hecho debe analizarse en función de
las características de la propia sociedad emisora, principales características del mercado
de trabajo, grado de participación laboral femenina y características culturales, y
también en función de las características propias de las mujeres inmigrantes, relativas,
principalmente a su nivel de formación ocupacional y a su capacidad de adaptación a los
nichos de mercado de la sociedad de inmigración. De igual modo, aunque quizás poco
estudiado, la explicación a la feminización de los flujos procedentes de determinadas
áreas geopolíticas, se puede interpretar como el resultado de la decisión migratoria
desde la perspectiva estrictamente personal de la mujer inmigrante que busca mejorar
su rol “como una oportunidad de cambio, y muy posiblemente de ascenso o mejora de
posición social, status y rol” (Gómez Bahillo, 2003: 5), de rol respecto a la división
sexual del trabajo en la familia y de la proyección social y económica que este nuevo rol
le ofrece.
Las consecuencias de la feminización de los flujos en las sociedades de inmigración se
constatan con el paso del tiempo en dos fenómenos visibles. En primer lugar y a todas
luces lógico, es el fenómeno de la reagrupación familiar. Fenómeno que, como hemos
comentado anteriormente, habría que analizar detenidamente en cuanto a la demanda de
servicios sociales que genera, pero que en cualquier caso se desarrolla de manera
implacable cuando es la mujer quien inicia el proyecto migratorio. En segundo lugar, la
feminización de los flujos también conduce a un incremento de hogares
monomarentales, bien originados por mujeres que proceden de parejas ya
desestructuradas que buscan en la inmigración una mejora en la calidad de vida, y no
sólo desde el punto de vista de mejora económica sino personalmente fuera de la
presión social de su entorno original, como sería el caso de muchas mujeres procedentes
de países de mayoría musulmana en donde cultura y tradición les conducen al repudio
marital, y automáticamente a la exclusión social.
Pero el incremento de hogares monomarentales también es producto del periodo de
asentamiento de estos colectivos en la sociedad de acogida. Para muchas mujeres la
experiencia laboral monetarizada se inicia en la migración, y es más, comparando con la
experiencia de su marido encuentran más facilidades para obtener su primer empleo,
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más facilidades para mejorarlo, menos requisitos legales para mantenerlo y en mejores
condiciones económicas que sus parejas. Lo cual conduce a la necesidad de asumir
nuevos roles por parte de todos los miembros de la familia, en particular del cónyuge
que ve como su posición de cabeza de familia en cuanto proveedor de recursos
económicos se ve mermada o definitivamente suplantada sin posibilidad de asumir su
nueva posición por razones culturales, tanto por identificación de género como por
identificación con la cultura de origen.
Esta nueva situación condiciona igualmente la relación con los hijos, en particular en
aspectos relativos a la educación de la prole —muy concretamente en el caso de las
hijas— y conduce en ocasiones a la disolución del matrimonio, circunstancias poco
probable en el contexto previo a la emigración.
El riesgo de estos hogares monomarentales reside en la mayor posibilidad de vivir por
debajo del umbral de la pobreza, y consecuentemente un mayor número de niños tiene
mayor posibilidad de vivir en la pobreza, que normalmente genera mayores tasas de
analfabetismo, de enfermedades relativas a estas carencias y al hacinamiento, como
malnutrición. Siendo a su vez colectivos con mayor exposición social; en definitiva
pueden constituir el germen de colectivos excluidos si no se desarrolla a tiempo una
eficaz política de integración social y económica, que abarque medidas legales,
sanitarias, de servicios sociales etc.
Además en porcentajes muy elevado las mujeres desempeñan trabajos en el ámbito de la
economía sumergida (Solé, 1994; Martínez Veiga, 1997; Colectivo Ioé, 2001), por lo
que el endurecimiento de medidas que impidan la contratación de inmigrantes
indocumentados no afecta de manera significativa a este colectivo. En concreto dentro
del Estado español los trabajos de proximidad: servicio doméstico, cuidado de niños,
ancianos y enfermos, han generado un nicho laboral de importante volumen actuando
como factor de atracción para estas mujeres y sus familias.
El origen de este nicho laboral en España, normalmente se explica en la literatura como
consecuencia del cese de las migraciones internas que proveían de recursos humanos
para cubrir dichos puestos de trabajo (ver entre otros: Colectivo Ioé, 2001; Carlota Solé,
1994) y más recientemente, particularmente hacia finales de los años setenta e inicios de
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los ochenta se produce un incremento en la oferta de servicio doméstico debido al
incremento de la participación laboral femenina autóctona.
Sin embargo es necesario buscar otros factores de atracción de la población migrante
femenina, que si bien son derivadas de esta presencia de la mujer autóctona en el
mercado laboral no son la única causa: razones como la exigencia de movilidad
geográfica del mercado laboral que aparta a los individuos del núcleo familiar extenso,
proveedor tradicional de estos servicios de atención, en particular de la atención a niños,
enfermos y ancianos. Y también los cambios culturales que exaltan una cultura
individualista, en donde por ejemplo, incluso los hábitos de salud pasan por el disfrute
del tiempo de ocio y deporte, y en donde se asienta un principio mercantil en el
consumo de todos los servicios incluidos aquellos que generan atención y cuidado de
los más necesitados.
Por todas estas razones es un nicho laboral que seguirá siendo ocupado por población
inmigrante y principalmente femenina, hecho, este último explicado por razones que
residen en la segmentación tradicional del trabajo en la familia.
Otra característica contemporánea de los flujos migratorios cuyo destino es los países
postindustriales —mencionada parcialmente, y en particular, respecto al colectivo de
mujeres— es la relativa al status legal de los individuos en la sociedad de acogida. Si en
la década de los años 80 y 90, en Europa, la inmigración había entrado principalmente a
través de canales irregulares generando un fuerte incremento de la población inmigrante
ilegal o irregular [1], los extranjeros indocumentados actualmente responden más
—debido principalmente a la intensificación de los controles fronterizos que impiden
este mecanismo de entrada— a un perfil de individuos que entran legalmente por un
periodo limitado de tiempo —como turistas o como estudiantes— y cuando sus visados
han expirado continúan en el país de forma ilegal. Esta circunstancia relativa al status
legal dificulta al individuo para integrarse en el mercado laboral, desencadenando este
factor otro conjunto de factores de carácter exclusógeno, principalmente factores
económicos, particularmente enlazados con el difícil acceso a la vivienda.
Las mujeres llegadas a través de la reunificación familiar presentan actualmente otra
característica de difícil solución, si bien residen legalmente en el país, al carecer de
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permiso de trabajo acceden al mercado laboral a través de la economía sumergida,
principalmente en el servicio doméstico. El principal reto de esta circunstancia es la
legalización —de residencia y laboral— del colectivo inmigrante femenino que por sus
características de invisibilidad, bajo nivel de conflictividad y beneficio social de la
población autóctona es difícil que mejore su situación legal y por lo tanto se encuentra
condicionado a no mejorar su situación económica y social.
En relación con las diferencias de desarrollo económico y las diferencias demográficas
entre países de origen y países de destino (Tomasi & Millar, 1993; Withtol de Wenden,
1993), se produce un incremento en los desequilibrios económicos —ya existentes en
migraciones anteriores— entre países receptores y países emisores. Dichas diferencias
han propiciado que cada continente esté afectado por el fenómeno migratorio
(Collinson, 1993; Kritz & Keely, 1981; Papademetriou, 1994). Al tiempo que se
cristaliza la polarización de la pobreza-riqueza en el seno de las sociedades de acogida,
siendo los colectivos de inmigrantes una de las categorías de mayor vulnerabilidad en
exclusión social.
Otra característica que destacamos de los flujos recibidos en España desde los años 80
es que esta migración se engloba dentro de la corriente dirigida hacia países de reciente
trayectoria receptora (Collinson, 1993; Hammar, 1990; Colectivo Ioé, 1987) pero
perteneciente
a
las
denominadas
sociedades
desarrolladas
postindustriales,
caracterizadas por la producción de bienes culturales (Touraine 1993) constituyéndose
en apropiada tierra de cultivo para la instrumentalización político-cultural del fenómeno
étnico. Ello en donde los colectivos de inmigrantes son una constante que lejos de
homogeneizarse en un verdadero “melting-pot”, utilizan estas diferencias culturales para
constituirse como actores sociales, desembocando en la formación de grupos de interés
—con o sin aspiraciones políticas— de gran peso en las estrategias de inserción laboral;
nos referimos al hecho concreto de la sectorización laboral de diferentes colectivos
inmigrantes que han ocupado de manera masiva determinados nichos laborales,
pudiendo ello condicionar también la respuesta de los sectores de la población autóctona
menos favorecidos.
Otro último punto a destacar en el perfil es el carácter predominantemente urbano de las
migraciones, los asentamientos urbanos permiten una mayor interacción entre los
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inmigrantes y la población autóctona, condicionando así su percepción de diferencia y
la formación de grupos inmigrantes
de un mismo origen nacional, claves en la
articulación de demandas a los sistemas de bienestar social de la sociedad de acogida.
De la acogida a la integración
La integración de los inmigrantes se desarrolla en tres ámbitos relacionados en el
contexto de inmigración: desde el Estado, desde la sociedad civil, y desde el ámbito
propio del colectivo inmigrante. En países con larga tradición inmigratoria, la asistencia
al inmigrante era provista a través de organizaciones religiosas y/o voluntarias, de
carácter informal y en ocasiones formadas por miembros que previamente habían
llegado inmigrados y ofrecían su experiencia y ayuda material a los recién llegados,
encontramos numerosos casos en la literatura de los EEUU sobre el fenómeno.
Asimismo, se constata que la población indocumentada tiende a prescindir de aquellos
servicios dependientes de las administraciones públicas por miedo a ser deportados
(Drtachman & Shen –Ryan, 1991).
A inicios de los años noventa, según los datos recogidos en el Handbook of Social
Practice with vulnerable populations (A. Gitterman ed., 1990), y a pesar de estar
centrado en los Estados Unidos, se explica que la limitación en la respuesta de los
servicios responde parcialmente al hecho de que los movimientos de población hacia
áreas concretas son aislados, temporal y físicamente, más que un fenómeno repetitivo en
el tiempo. Si además consideramos que en determinadas áreas geoeconómicas y
políticas del Estado español ha sido un fenómeno completamente nuevo —dado que no
se había producido nunca la presencia de población no autóctona, ni tan siquiera fruto
de las migraciones internas producidas en las décadas de los años 50 y 60— nos
encontramos con una falta de previsión absoluta para encarar el fenómeno, hecho que ha
sido preciso remontar con gran celeridad.
España como país de inmigración, experimenta un incremento de población extranjera
que conduce a la modificación de su tejido social y al incremento de demandas tanto
fruto del propio fenómeno migratorio —por ejemplo en materia de mayor control de
fronteras— como fruto de las demandas propias del colectivo inmigrado: demanda en
infraestructuras, demandas de servicios básicos y demandas en aspectos relativos a la
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interacción de los diferentes
colectivos inmigrados entre sí, y entre estos con la
población autóctona.
Respecto a la integración desde el ámbito estatal, el sistema público de Servicios
Sociales en España se define como el conjunto de servicios y prestaciones que
insertándose con otros elementos de bienestar social tiene como finalidad, por una parte
la promoción y desarrollo pleno de todas las personas y grupos dentro de la sociedad
para la obtención de un mayor bienestar social y mejor calidad de vida. Y por otra,
prevenir y eliminar las causas que conducen a la exclusión y marginación social.
Finalidades que se concretan fundamentalmente a través de las estructuras y Servicios
Públicos de la Administración del Estado, de las Comunidades Autónomas y de las
Corporaciones Locales. De ahí que los objetivos fundamentales de los Servicios
Sociales son: 1) El desarrollo pleno y libre de los derechos de las personas y los grupos,
garantizando su igualdad en la sociedad; 2) garantizar la cobertura de las necesidades
sociales, en un proceso de actualización constante que las adecue a los cambios de la
realidad social; y 3) prevenir las circunstancias que originan la marginación y/o plena
inserción de las personas y grupos en la vida comunitaria.
El marco normativo actual dentro del Estado Español, asentado en la Constitución
española de 1978, contempla el derecho a los servicios sociales de todos los españoles
residentes en cada territorio de las Comunidades autónomas, así como a los transeúntes
en las condiciones reglamentarias que se establezcan, confiriendo a las Leyes
Autonómicas de Servicios Sociales el marco jurídico que garantiza los derechos de los
ciudadanos en los ámbitos correspondientes. Este marco jurídico, junto con la ley
reguladora de las Bases de Régimen local (1985), ha supuesto el desarrollo e
implantación de los servicios sociales en todo el territorio español, garantizando la
coordinación de los recursos e iniciativas tanto de carácter público como de iniciativa
social. Unos esfuerzos que se dirigen a la integración plena de las familias, los grupos y
las personas a través de sectores específicos de atención, entre los cuales se encuentran
los inmigrantes en situación de necesidad o marginación.
Un vistazo sobre la realidad de estos colectivos respecto a los objetivos fundamentales
de los servicios sociales nos lleva a reflexionar sobre la posición que se reconoce para
los inmigrantes respecto al primer objetivo: el desarrollo pleno y libre de las personas y
11
los grupos, garantizando su igualdad en la sociedad. Se reconoce una diferencia entre la
situación administrativa y la situación legal en el perfil inmigrante, iniciada la
posibilidad de una integración parcial a través del empadronamiento en el municipio de
residencia, dado que constituye la puerta de entrada no sólo a los servicios sociales, sino
hacia otros servicios de protección social ampliamente demandados, como es el
sanitario y el sistema educativo. La diferencia que se establece entre la situación
administrativa de empadronado y la obtención del permiso de residencia y trabajo
—“los inmigrantes legales”— marca dos perfiles de usuarios de los servicios sociales,
aquellos que sólo pueden optar a la información, asesoramiento y tramitación de su
situación legal y aquellos que pueden optar a las prestaciones económicas y técnicas del
sistema, desde las ayudas familiares a la participación en cursos de lengua española, de
formación ocupacional y la correspondiente bolsa de trabajo, etc. Esta circunstancia
redunda en el creciente protagonismo de las entidades ciudadanas en la atención a los
inmigrantes (Laparra, 2003), quienes no discriminan en razón de la situación
administrativo-legal [2].
Efectivamente los datos en Andalucía revelan que existe una gran variedad de
instituciones y organizaciones que contribuyen de alguna manera a las prestaciones del
sistema público de “servicios sociales”, pero siendo más acentuada la demanda en las
asociaciones pro-inmigrantes por parte de los inmigrantes con llegada reciente, mientras
que existe una tendencia opuesta en relación con los ayuntamientos e instituciones
autonómicas (Pérez Yruela y Rinken 2005). De hecho se puede considerar que
constituyen un punto en donde se bifurcan los perfiles inmigrantes en función de su
situación legal, dado que estas organizaciones “tienen una función decisiva en la
captación de necesidades y demandas y en la orientación de los inmigrantes hacia los
dispositivos o servicios públicos” (Rodríguez Cabrero 2003), es decir potencialmente el
perfil de inmigrante regularizado es derivado con mayor frecuencia a las prestaciones de
los servicios públicos. Los datos, homogéneos al parecer independientemente de la
comunidad autónoma de asentamiento, indicaban que en el ámbito nacional, en el año
2000 sólo un 22% de los inmigrantes en situación irregular habían acudido alguna vez a
los servicios sociales (Rodríguez Cabrero, 2003), dato similar se repetía en la encuesta
realizada en Andalucía “una quinta parte de la población inmigrante irregular declaraba
estar en contacto con los servicios sociales públicos (Pérez Yruela y Rinken, 2005:
175).
12
Sobre el objetivo que establece la garantía de la cobertura de las prestaciones sociales
adecuándola a los procesos de cambio que la realidad social experimenta, fruto del
fenómeno migratorio, no tenemos suficientes datos que nos informen de la percepción
de la sociedad autóctona especialmente en aquellos municipios en donde el porcentaje
de población inmigrante respecto a la población autóctona ha registrado un incremento
notable en los últimos años. Existen estudios de carácter cuantitativo en general sobre
las actitudes de la población autóctona ante la presencia de los inmigrantes (entre otros,
ver Pérez Díaz et al 2001; Díaz Nicolás y Ramírez Lafita, 2001; Campo Ladero, 2004)
en menor medida existen datos sobre las actitudes de la población autóctona ante la
protección social de los inmigrantes (Noya Miranda, 2003). Sin embargo, se carece de
estudios cualitativos que revelen información sobre la opinión que tiene la población
autóctona del acceso y de la utilización de los servicios sociales por la población
inmigrante, en particular, qué opinan los usuarios potenciales de la sociedad de acogida
pertenecientes a franjas de población con necesidades especiales por razones
económicas, sociales o de incapacidad de alguno de sus miembros.
Hincapié especial hacemos respecto al tercer objetivo señalado de los servicios sociales
españoles: prevenir las circunstancias que originan la marginación de los colectivos
inmigrados, así como su plena inserción individual y grupal en la vida comunitaria. Las
demandas expresadas hasta el momento por los inmigrantes a través de los servicios
sociales son de orientación y asesoramiento en servicios educativos, sanitarios, empleo,
información jurídica y vivienda (Rodríguez Cabrero, 2003; Pérez Yruela y Rinken,
2005). Según los datos de la Comunidad Foral de Navarra, la demanda sobre búsqueda
de empleo e información sobre vivienda se incrementaba para el periodo 2000-2003
mientras que las ayudas económicas decrecían (Gobierno de Navarra, 2005). Si se
observa el diferente conocimiento, acceso y satisfacción de los inmigrantes respecto a la
utilización de los servicios sociales, observamos que hay dos variables determinantes
que condicionan estas demandas —y los aspectos derivados de éstas—: los aspectos
culturales (determinados por la procedencia geopolítica) y la composición de las
familias, en concreto de las familias momomarentales versus las familias biparentales.
Así, entre los datos conocidos, por procedencia geopolítica se constata que existe un
mayor conocimiento, acercamiento y uso de los servicios sociales públicos por parte de
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los colectivos procedentes de Magreb y de Iberoamérica, acumulando la mayoría de las
prestaciones que reciben los inmigrantes que acuden a los servicios sociales, seguidos a
bastante distancia de los procedentes de la franja subsahariana y a mayor distancia de
los países del este (Rodríguez Cabrero, 2003; Laparra, 2003 [3]; Pérez Yruela y Rinken,
2005). Aunque si bien estos datos son una referencia relativa, y para cuya interpretación
es necesario tener en cuenta varios factores: 1) El volumen en datos absolutos de los
colectivos según procedencia geopolítica porque a mayor volumen mas demanda. 2) Si
estos colectivos constituyen asentamientos más o menos recientes, dado que a menor
tiempo mas demanda inicial respecto a servicios de acogida y servicios básicos de
integración laboral y económica; y con el paso del tiempo una mayor demanda de
servicios especializados. 3) El volumen de reagrupaciones familiares, que incrementan
notablemente la demanda de servicios sociales (en especial orientados a satisfacer las
necesidades de la mujer y/o hijos), respecto a esta demanda habría que conocer las
variables que la motivan, dado que la reagrupación no solo esta condicionada por la
integración económica sino por variables culturales que inciden en la decisión previa de
la duración del proyecto migratorio. 4) La existencia de redes primarias consolidadas e
integradas en la sociedad de inmigración [4].
A fecha de hoy, con un volumen de población regularizada es posible prever dichas
demandas en función de los datos de población empadronada según datos marzo 2007,
de acuerdo a los perfiles mayoritarios en función de la zona geopolítica de procedencia,
y en función de las situaciones familiares, marcadas fundamentalmente por la dinámica
de las reagrupaciones iniciadas tras la regularización del año 2004.
La “inmigración inesperada” (Izquierdo, 1996) a finales de la primera década del siglo
XXI se constituye como un colectivo asentado, heterogéneo pero no difuso en cuanto a
su procedencia geopolítico-cultural, con un volumen que en cualquier caso no tiende a
decrecer y con unas demandas previsibles de servicios sociales tanto en aspectos
relativos a la integración económica y laboral como aspectos relativos a la cultura de
origen. Hasta el momento los datos parecen indicar que las asociaciones de inmigrantes
apenas juegan un papel muy representativo dentro de los propios colectivos conacionales. Así por ejemplo, los datos para Navarra destacan que la incidencia no es
significativa ni en la acogida ni en las fases de integración siguientes, aunque se apunta
el incremento de otras formas de atención a partir de las instituciones religiosas
14
musulmanas principalmente (Laparra, 2003: 232). Será necesario que los servicios
sociales públicos junto con el entramado de organizaciones no lucrativas y el resto de
los agentes socioeconómicos tomen las riendas de las futuras demandas de la población
inmigrante con el fin de proveer de un bienestar social a los colectivos inmigrantes que
conduzcan a su integración real, que satisfaga las expectativas del conjunto de la
sociedad de acogida.
15
Notas
[1]: Entre otras situaciones se produjo un gran incremento de la petición del status de refugiado
durante la década de los años ochenta (Tomasi & Millar, 1993) que encubría la entrada de
numerosos inmigrantes económicos, quienes en el largo periodo de tiempo que suele transcurrir
entre la petición y la obtención de la condición de refugiado, obtienen en numerosas ocasiones
un trabajo que les permitirá acceder a su condición de inmigrante regular o legal en el país de
acogida (Collinson, 1993). Esta consideración no nos hace obviar en ningún momento la
existencia de razones de persecución política como uno de los factores de empuje de las actuales
migraciones así como nos hace reflexionar sobre el inicio de una relación entre los distintos
tipos de movimientos migratorios clasificados según factores causales (político y/o económico)
y motivacionales (voluntario-involuntario). Hasta este momento los conceptos de inmigrante y
refugiado habían sido tratados en la literatura como fenómenos distintos (Zolberg, 1983).
[2]: Si bien es cierto (de acuerdo con Maya, 2003), que las organizaciones no lucrativas fueron
las pioneras junto con los sindicatos en los servicios de atención directa a inmigrantes, el
liderazgo en la promoción, patrocinio y seguimiento de programas con población inmigrante fue
desarrollado por los servicios sociales públicos.
[3]: Existe alguna variación respecto a la demanda de los servicios sociales por parte de los
países del este en la Comunidad Foral, presumiblemente debido a que las fechas del estudio
coinciden con el incremento de población del este en la zona (Gobierno de Navarra, 2005). En
términos generales existe una coincidencia en las comunidades autónomas estudiadas sobre los
colectivos que más utilizan los servicios sociales, aquellos oriundos del Magreb, Sudamérica, y
sobre los que menos recurren a éstos, los asiáticos.
[4]: Sobre este aspecto concreto ver entre otros: Aparicio Gómez, R. y Tornos, A. (2005): Las
redes sociales de los inmigrantes extranjeros en España. Ministerio e Trabajo y Asuntos
Sociales. Madrid; Ribas Mateo, N. (2003): ‘Redes y espacios. Formación de redes sociales en
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Resumen
El presente artículo ofrece una reflexión sobre los sistemas de bienestar social de los
estados de inmigración, quienes tienen que asumir la equiparación de los derechos de la
población inmigrante y evitar que éstos constituyan el germen de nuevos colectivos
excluidos socialmente. Con este objetivo se expone una breve evolución del perfil del
inmigrante, lo cual conduce a un planteamiento de las futuras demandas en función de
los recursos ofrecidos por la sociedad de acogida y de los nuevos perfiles de población,
haciendo especial hincapié en las variables determinadas por la composición familiar
(familias monomarentales), los aspectos culturales y la situación administrativo-legal.
Palabras clave
Inmigración, servicios sociales, mujer, situación administrativo-legal.
Abstract
The present article offers a reflection upon the welfare systems of states which attract
large numbers of immigrants and must therefore take responsibility for awarding equal
rights to immigrants and avoiding their becoming new marginalised groups. To this
end, a brief description is given of the evolution of the profile of immigrants, which
leads to a consideration of future demand on the basis of the resources offered by the
states accepting immigrants and of the new population profiles, paying special attention
to the variables determined by family composition (lone parent families), cultural
aspects and the legal-administrative situation.
Key words
Immigration, social services, female migrants, legal-administrative situation.
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