Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ KAFKA, PRECURSOR DE FOUCAULT Martín Figueroa Rebolledo∗ Resumen El presente texto lleva a cabo una lectura sobre el pensamiento de Foucault en la década de los setenta, cuando su obra experimenta un vuelco que deja de lado sus estudios sobre la episteme y se inclina hacia una reflexión sobre el poder, tema que determinará los grandes textos de esta nueva etapa. Planteamos que esa nueva etapa en su pensamiento está en concordancia con la obra del escritor checo Kafka; leeremos por tanto, en un cuento de Kafka, ciertos problemas de la obra de Foucault para plantear que Kafka es su precursor. Descriptores: Kafka- Foucault- cuerpo- prisión Recibido en enero 2009/Aceptado en febrero 2009. ∗ Licenciado en filosofía, Universidad ARCIS; Estudiante de Doctorado en filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Email: [email protected] 110 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ “…bajo aquel ropaje misterioso y lúgubre, no se manifestaba la vida más que por espantosos aullidos…” Gazette des tribunaux, 30 de agosto de 18321. Hay un relato de Kafka que tiene un argumento que parece tomado de Michel Foucault. La descripción y exhibición de una máquina de castigo en La colonia penitenciaria2 que no sólo tortura al condenado, sino que es además un complejo mecanismo de administración de la justicia, pues inscribe en el cuerpo del condenado, mediante un sistema de agujas, la falta que éste ha cometido y su sentencia. No hay posibilidad alguna de sobrevivir a la máquina. Está diseñada para que el culpable, luego de seis horas de insoportable sufrimiento, logre comprender por qué se lo castiga y a qué se le condena; a continuación, muere. Este argumento contiene al menos dos temas que podemos seguir en Foucault: el nacimiento con la época moderna de un complejo aparato social de justicia, del que la prisión es su rostro más visible y, por otra parte, la idea de que la falta del condenado le sea inscrita sobre el cuerpo. Ésta última parece una cruel alegoría, una exageración de Kafka al postulado foucaultiano del cuerpo como superficie de inscripción de la historia. Nos proponemos hacer una lectura de Foucault mediante la lectura del cuento de Kafka, esto quiere decir, leer a Kafka como un antecedente o un precursor de Foucault, o bien, leer parte de la obra de Foucault como una reacción, una respuesta a una problemática inaugurada por Kafka, que de modo ejemplar tiene lugar en este cuento. El tema de la ley se repite en varios relatos de Kafka siempre para retratar la condición del hombre moderno inmerso en un campo de relaciones sociales que lo atraviesan y de las que él no está al tanto. Es casi un absurdo, los personajes de estas historias son condenados por una ley que infringen porque desconocen, que no tienen cómo conocer pues tal sería la misma naturaleza de la ley, un a priori estar en falta. Como observan Deleuze y Guattari, se trata de una ley que es pura forma vacía y sin contenido3, no ya la ley antigua que administra una justicia que se basa en la compensación a través de la venganza, sino de un mecanismo mucho más complejo y 1 Citado por FOUCAULT, M., en Vigilar y Castigar, Siglo XXI Editores, Buenos Aires 1989, p. 21. KAFKA, F. La colonia penitenciaria (1914), http://www.librodot.com 3 DELEUZE, G. GUATTARI, F. Kafka. Por una literatura menor, Ediciones Era, S. A., Segunda edición, México 1983, p. 66. 2 111 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ abstracto —la ley moral— que coincide con ese proceso que a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, según Foucault, da origen a la prisión Este nacimiento de la prisión hace que toda la ceremonia de castigo pase de la escena pública en la que antes se desarrollaba, a un circuito cerrado, restringido, a la sombra, pues como no deja de insistirse, este asunto concierne a las visibilidades. De una forma extraña, el relato de Kafka es fiel a los postulados foucaultianos. El núcleo de este relato kafkiano se basa en la historia de esa siniestra máquina encargada de administrar la justicia dictando la sentencia y aplicando el castigo en un solo movimiento que se inscribe en el cuerpo del condenado; siniestra economía penal la de esta máquina que cumple una doble función: darle a conocer al condenado su sentencia a través del castigo. El suplicio de la pena conjuga esta doble función: dictar la sentencia es castigarlo y la aplicación del castigo es la comunicación de su sentencia. El condenado ignora que ha sido condenado, es la máquina la que cruelmente le revelará su destino. Curioso el papel que ocupa aquí el cuerpo del condenado. Literalmente un papel. Hoja en blanco en la que la justicia imprime su sello, el cuerpo viene a ejercer una función de sustituto de la conciencia; es por medio de él que el condenado comprende cuál es la consecuencia de la falta que ha cometido. La máquina es creación del antiguo comandante de la colonia, que ya ha muerto y que con su muerte parece haberse llevado tras de sí toda una época de esplendor, la época de la fiesta punitiva. En esa época la máquina gozaba de buena fama, era un centro de atención que se ofrecía a la mirada de todos; impecablemente mantenida, era una fuente de orgullo para la población, que asistía en masa a contemplar la ejecución de las sentencias y castigos. La máquina era una creación perfecta y el comandante una suerte de pequeño dios: “¡Qué diferencia en otros tiempos la ejecución! Ya un día antes de la ceremonia, el valle estaba completamente lleno de gente, todos venían sólo para ver; por la mañana temprano aparecía el comandante con sus señoras; las fanfarrias despertaban a todo el campamento; yo presentaba un informe de que todo estaba preparado; todo el estado mayor —ningún alto oficial se atrevía a faltar— se ubicaba en torno a la máquina; este montón de sillas de mimbre es un mísero resto de aquellos tiempos. La máquina resplandecía, recién limpiada; antes de cada ejecución me entregaban piezas nuevas de repuesto. Ante cientos de ojos —todos los asistentes en puntas de pie, hasta en la cima de esas colinas— el condenado era colocado por el mismo comandante debajo de la Rastra. Lo que hoy corresponde a un simple soldado, era en esa época tarea mía, tarea del juez presidente del juzgado, y un gran honor para mí. Y entonces empezaba la ejecución. Ningún ruido discordante afectaba el funcionamiento de la máquina. Muchos ya no miraban; permanecían con los ojos cerrados en la arena; todos sabían: ahora se hace justicia. En ese silencio, sólo se oían los suspiros del condenado, apenas apagados por el fieltro. Hoy la máquina ya no es capaz de arrancarle 112 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ al condenado un suspiro tan fuerte que el fieltro no pueda apagarlo totalmente; pero en ese entonces las agujas inscriptoras vertían un líquido ácido, que hoy ya no nos permiten emplear. ¡Y llegaba la sexta hora! Era imposible satisfacer todos los pedidos formulados para contemplarla desde cerca. El comandante, muy sabiamente, había ordenado que los niños tendrían preferencia por sobre todo el mundo; yo, por supuesto, gracias a mi cargo, tenía el privilegio de permanecer junto a la máquina; a menudo estaba en cuclillas, con un niñito en cada brazo, a derecha e izquierda. ¡Cómo absorbíamos todas esas expresiones de transfiguración que aparecía en el rostro martirizado, cómo nos bañábamos las mejillas en el resplandor de esa justicia, por fin lograda y que tan pronto desaparecería! ¡Qué tiempos, camarada!”4 En el primer capítulo de Vigilar y castigar, un par de páginas después de la descripción del suplicio de Damiens con el que se abre el texto, Foucault señala la transición que experimenta el método punitivo entre lo que denomina la Época Clásica y la Época Moderna5. La práctica punitiva va a sufrir un cambio que hará desaparecer de la escena pública la teatralidad, el grotesco espectáculo que representaba el suplicio de los condenados. El suplicio del castigo inferido al criminal era una cuestión pública —tal como la describe Kafka—, una fiesta de la que todos podían participar para contemplar las variadas formas de destrozar y ensañarse con un cuerpo, para regocijarse con la degradación, la pérdida de dignidad del individuo que quedaba reducido a un mero cuerpo supliciado. El rasgo esencial era esta publicidad de los suplicios, toda la práctica penal ocurría a plena luz del día, en el centro de la ciudad, para que nadie se privara de ver, si así lo deseaba, la ejecución de los castigos. El cuerpo era el núcleo de esta visibilidad, acaso como si la única inquietud de la justicia y del pueblo fuera saber cuánto dolor, cuánto sufrimiento puede soportar un cuerpo. Inquietud que no se agota en el cuerpo vivo. Recordemos el martirio de Damiens: “Después de dos o tres tentativas, el verdugo Samson y el que lo había atenaceado sacaron cada uno un cuchillo de la bolsa y cortaron los muslos por su unión con el tronco del cuerpo. Los cuatro caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron tras ellos los muslos, a saber: primero el del lado derecho, el otro después; luego se hizo lo mismo con los brazos y en el sitio de los hombros y axilas y en las cuatro partes. Fue preciso cortar las carnes hasta casi el hueso; los caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron el brazo derecho primero y el otro después. Una vez retiradas estas cuatro partes, los confesores bajaron para hablarle; pero su verdugo les dijo que había muerto, aunque la verdad era que yo veía al hombre agitarse, y la mandíbula inferior subir y bajar como si 4 KAFKA, F., op. cit., pp. 12-13. La semejanza de este pasaje y algunas páginas de Vigilar y Castigar resulta notable, es como si el texto de Kafka se hubiese desprendido del libro de Foucault. A nadie sorprendería que el cuento de Kafka empezara con un epígrafe de Foucault aun cuando sabemos que Kafka moría en 1924, dos años antes de que naciera Foucault. 5 Vigilar y castigar, ed. cit., p. 16. 113 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ hablara. Uno de los oficiales dijo incluso poco después que cuando levantaron el tronco del cuerpo para arrojarlo a la hoguera, estaba aún vivo. Los cuatro miembros, desatados de las sogas de los caballos, fueron arrojados a una hoguera dispuesta en el recinto en línea recta del cadalso; luego el tronco y la totalidad fueron en seguida cubiertos de leños y de fajina, y prendido el fuego a la paja mezclada con esta madera. …En cumplimiento de la sentencia, todo quedó reducido a cenizas. El último trozo hallado en las brazas no acabó de consumirse hasta las diez y media y más de la noche. Los pedazos de carne y el tronco tardaron unas cuatro horas en quemarse”6. A partir de la época moderna, el cuerpo sale de la escena pública; al criminal ya no se lo exhibe, ahora se lo encierra para ocultarlo. Lo que cambia es sólo la visibilidad del castigo que ahora se esconde. El castigo y su finalidad persisten pero ahora no se ve. Se dejan de exhibir los suplicios porque se diría que el remedio iguala o supera a la enfermedad. La sanción del crimen es muchas veces más violenta que el mismo crimen, por ello es que a partir de esa época se la sublimará, se la camuflará cubriéndola de velos y de sombras para desviar la atención de una justicia que ha caído en el ruedo de la venganza, que se ha rebajado a ser tan criminal como los criminales a los que juzga y castiga. “Desaparece, pues, en los comienzos del siglo XIX, el gran espectáculo de la pena física; se disimula el cuerpo supliciado; se excluye del castigo el aparato teatral del sufrimiento. Se entra en la sobriedad punitiva”7. Pero esto no quiere decir que se haya dejado de castigar al cuerpo, siempre se trata de él, aun cuando ahora se lo castigue a través de algo que no es él, algo así como un “alma moderna”. La salida del suplicio y del sufrimiento de la escena pública coincide, según dice Foucault, con la entrada del alma a la justicia penal. Pero esa alma, ¿ha estado desde siempre allí o se trata más bien de una invención nueva, algo tan reciente acaso como el mismo hombre? Volveremos sobre esto. El “oficial”, personaje principal del cuento de Kafka, es el único apologista que queda de la máquina y el encargado de operarla; es un hombre de otra época en materia de justicia, el último hombre de esa época de la cual el relato de Kafka y el libro de Foucault marcan su clausura; es un defensor del antiguo régimen impuesto por el desaparecido comandante. No obstante, todo está cambiando en la colonia penitenciaria, y la máquina que antes gozaba de buena fama, el mayor orgullo de la colonia, no sólo está siendo cuestionada, sino que se ha deteriorado, amenaza ella también con desaparecer; de allí el excesivo celo del oficial a cargo. Todo el argumento del relato 6 7 Ibíd., p. 13. Ibíd., p. 21-22. 114 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ gira en torno a la exhibición y defensa de la máquina que el oficial hace al exploradorextranjero, una suerte de observador internacional que debe emitir un juicio sobre el funcionamiento del aparato y de la justicia en la colonia. La particularidad de la máquina consiste en inscribir en el cuerpo del condenado la falta que ha cometido, esa es su sentencia; pero es también un sofisticado mecanismo de tortura y de ejecución de la pena capital, aunque desde luego, el condenado eso no lo sabe, pues es víctima de un juicio ciego, no oye tampoco su sentencia sino que tiene que descubrirla con ayuda de la máquina; es ella la que hace todo el trabajo: “Hasta ahora intervine yo, pero de aquí en adelante el aparato funciona absolutamente solo”8. Es ésta la genialidad de la máquina: su autonomía, es decir, la economía que ella representa, libera de la odiosa y desagradable tarea de castigar9. ¿Para qué jueces que dicten sentencias? La máquina los suple, dicta la sentencia de un modo singular mediante un sistema de agujas denominado la Rastra. Son seis horas de extenso sufrimiento. Las agujas no dejan de hacer su trabajo profundizando la inscripción, el condenado ya no puede resistir, no puede pensar en nada, ese es el momento cúlmine: “Hasta el más estólido comienza a comprender. La comprensión se inicia en torno de los ojos. Desde allí se expande. En ese momento uno desearía colocarse bajo la Rastra. Ya no ocurre más nada; el hombre comienza solamente a descifrar la inscripción, estira los labios hacia afuera, como si escuchara. Usted ya ha visto que no es fácil descifrar la inscripción con los ojos; pero nuestro hombre la descifra con sus heridas”10. Esta “comprensión”, a flor de piel o a flor de fuego, con el cuerpo que siente, mejor dicho, resiente, es notable. Kafka anticipa a Foucault y sigue el camino abierto por Nietzsche. Tal vez no sería inverosímil poner el nombre de Kafka como un intermedio entre los pensamientos de Nietzsche y Foucault; intermedio que serviría aquí para comprender el valor que la obra de Nietzsche tiene para Foucault, así como su lectura y su interpretación. La idea monstruosa de una máquina que inscribe el cuerpo del condenado no parece nada descabellada si la confrontamos con aquella máxima que Nietzsche recordaba en algunos de los pasajes más oscuros de La genealogía de la moral: “…tal vez no haya, en la entera prehistoria del hombre, nada más terrible y siniestro que su mnemotécnica. «Para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo lo que no cesa de doler permanece en la 8 KAFKA, F., op. cit., p. 2. FOUCAULT, M., op. cit., p. 17. 10 KAFKA, F., op. cit., p. 10. (El subrayado es nuestro). 9 115 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ memoria» — este es un axioma de la psicología más antigua (por desgracia, también la más prolongada) que ha existido sobre la tierra”11. Todo el desarrollo de la cultura consiste en este disciplinamiento, en la instauración de una “memoria grabada a fuego”; éste es el costo que tiene la creación de la conciencia, sólo mediante tan alto costo, ese pueblo de pensadores que es el alemán ha: “… construido una memoria con los medios más terribles, a fin de dominar sus básicos instintos plebeyos y la brutal rusticidad de éstos: piénsese en las antiguas penas alemanas, por ejemplo la lapidación (—ya la leyenda hace caer la piedra de molino sobre la cabeza del culpable), la rueda (¡la más característica invención y especialidad del genio alemán en el reino de la pena!), el empalamiento, el hacer que los caballos desgarrasen o pisoteasen al reo (el “descuartizamiento”), el hervir al criminal en aceite o vino (todavía en uso en los siglos XIV y XV), el muy apreciado deshollar (“sacar tiras del pellejo”), el arrancar la carne del pecho, y también el recubrir al malhechor de miel y entregarlo, bajo un sol ardiente, a las moscas. Con ayuda de tales imágenes y procedimientos se acaba por retener en la memoria cinco o seis “no quiero”, respecto a los cuales uno ha dado su promesa con el fin de vivir entre las ventajas de la sociedad. — y ¡realmente!, ¡con ayuda de esa especie de memoria se acabó por llegar “a la razón”! — Ay, la razón, la seriedad, el dominio de los afectos, todo ese sombrío asunto que se llama reflexión, todos esos privilegios y adornos del hombre: ¡qué caros se han hecho pagar!”12 Pero para Nietzsche, el cuerpo es sólo un aspecto, el más visible, el más inmediato, de la vida. Muchas veces se ha querido etiquetar la obra de Nietzsche como una tentativa de “inversión del platonismo”, pero no es precisamente contra el platonismo que éste reacciona; esa tentativa de “inversión del platonismo” es más una fijación de muchos de sus comentadores que del propio Nietzsche, entre los que destaca el mismo Foucault. El cuerpo ha sido una de las principales obsesiones de Foucault; al menos una segunda etapa de su pensamiento, que se inicia en la década de los setenta y tiene como núcleo la cuestión del poder, se articula a partir de la denuncia del empeño de la sociedad por destruir al cuerpo a través de una serie de mecanismos y dispositivos que se esfuerzan en cercarlo, limitarlo, encerrarlo. La sociedad, la cultura, construyen toda política sobre el cuerpo a tal grado que resulta innegable que es el cuerpo aquello que se gobierna, sobre él se ciernen las relaciones de poder. A esta política, conjunto de saberes que conforman las redes de un poder que se ejerce, mas no se posee, es lo que Foucault llama una “microfísica del poder”, y los métodos punitivos constituyen un lugar privilegiado para pensar estas relaciones. Esta “microfísica del poder” es una 11 12 NIETZSCHE, F., Genealogía de la moral, Alianza Editorial, S. A., 1998, p. 79. Ibíd., p. 81. 116 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ tecnología política del cuerpo, un cierto tipo de saber sobre él, una serie de prácticas y estrategias que recaen exclusivamente sobre él, un medio de control y dominación de todos aquellos individuos que no se ajustan a la norma. Foucault se propone una genealogía de esta “microfísica del poder” mediante esta nueva forma moderna de juzgar. Esta “historia” que es la genealogía tiene como principal protagonista al cuerpo13. El cuerpo es el lugar de inscripción de la historia como también lo han sabido Kafka y Nietzsche antes que Foucault. La influencia de Nietzsche en esta perspectiva ha quedado plasmada de un modo más evidente en dos momentos, primero en 1971 y luego en 1973. En “Nietzsche, la genealogía, la historia”, la lectura de Nietzsche, la interpretación que el mismo Foucault hace allí, despierta su propia preocupación por el cuerpo y por las relaciones de poder que lo rigen. El cuerpo: superficie de inscripción de los sucesos, la hoja de la historia: “… sobre el cuerpo se encuentra el estigma de los hechos pasados, de él nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores; en él se entrelazan y de pronto se expresan, pero también en él se desatan, entran en lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable conflicto […] La genealogía, como el análisis de la procedencia, se encuentra por tanto en la articulación del cuerpo y de la historia. Debe mostrar al cuerpo como impregnado de historia, y a la historia como destructor del cuerpo”14. Como vemos, Kafka no andaba muy lejos. Foucault no ha dejado nunca de reconocer la importancia que ha tenido la lectura de Nietzsche para su propia obra. En la primera de una serie de conferencias dictadas en Río de Janeiro en 197315, que bien puede considerarse una continuación del artículo 13 Buena parte del trabajo de Foucault debe ser leído en el ámbito de la genealogía y la historia de las relaciones de poder. Foucault ha hecho evidente, en esta última perspectiva, la deuda que mantiene con historiadores de la Escuela de los Anales como Marc Bloch y Fernand Braudel, que han llevado a cabo una “historia de los espacios”; esa “historia de los espacios” puede ser leída también, según Foucault, como una “historia de los poderes”. (FOUCAULT, M., “El ojo del poder”, entrevista con Michel Foucault, en BENTHAM, J., El panóptico, Las ediciones de La Piqueta, Segunda edición, Madrid, 1989, p. 12.) Pero una historia de los espacios y de los poderes, es también desde luego, una historia del cuerpo. En Historia de la sexualidad, se retoma esta línea trabajada en Vigilar y Castigar y esbozada ya antes, a comienzos de la década de 1970. “…el objetivo de la presente investigación es mostrar cómo los dispositivos de poder se articulan directamente en el cuerpo —en cuerpos, funciones, procesos fisiológicos, sensaciones, placeres; lejos de que el cuerpo haya sido borrado, se trata de hacerlo aparecer en un análisis donde lo biológico y lo histórico no se sucederían […] sino que se ligarían con arreglo a una complicidad creciente conformada al desarrollo de las tecnologías modernas de poder que toman como blanco suyo la vida”. (FOUCAULT, M., Historia de la sexualidad, T. 1, “La voluntad de saber”, Siglo XXI Editores, S. A., octava edición, España, 1995, p. 184.) 14 FOUCAULT, M., “Nietzsche, la genealogía, la historia”, en Microfísica del poder, Las ediciones de La Piqueta, Tercera edición, 1992, pp. 14-15. 15 FOUCAULT, M., La verdad y las formas jurídicas, Editorial Gedisa, S. A., Barcelona, 1999. En una de sus últimas entrevistas, Foucault señala que ha llegado a leer a Nietzsche por ser lector de Bataille. Este dato es relevante porque Georges Bataille, desde fines de los años 30, junto a su grupo de amigos, reunidos en torno a la revista y sociedad secreta, Acéphale, le han dado otro sentido al nombre de 117 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ “Nietzsche, la genealogía, la historia”, expone hasta qué punto la obra de Nietzsche está en concordancia con la suya propia, y cómo sus investigaciones sólo son posibles a la luz de caminos que han sido abiertos por Nietzsche, la genealogía como método para estudiar la historia, la historia como creación de determinados sujetos de saber, otra valoración de la verdad. Esta última cuestión es la que nos interesa. La crítica nietzscheana de la verdad y el conocimiento es lo que han permitido a Foucault plantear la tarea de un análisis histórico caracterizado como una “política de la verdad”16. Aquella verdad de la que se propone una política, es la verdad social, un conjunto de reglas que forman nuevos campos de saber y de subjetividad, los que crean a su vez, nuevos espacios para la formación de nuevos individuos. El Foucault de esta época, que antecede y prepara la publicación en 1975 de Vigilar y Castigar, está empecinado en encontrar las afinidades que unen al saber con el poder, cómo el uno engendra al otro y viceversa. El saber es una configuración de poder, es el resultado de un juego de fuerzas, de dominación y de obediencia, de prácticas de control y vigilancia. Entonces, el asunto es cómo a partir de prácticas políticas se llega a la creación de un nuevo tipo de saber y de un nuevo sujeto de saber. Este saber es también un saber sobre el sujeto, sobre la individualidad del hombre, un saber que lo califica como normal o anormal, como dentro o fuera de la ley17. La relevancia reside aquí, en que la verdad de la historia no se funda en el sujeto, sino que son más bien, la historia y la verdad, las que lo fundan a él. Vigilar y Castigar seguirá esta misma línea de la genealogía trazada ya en el artículo de 1971, aunque ahora su objetivo es el sistema científico-judicial en el que puede leerse por medio del cuerpo, la historia de las relaciones de poder, el correlato de cierta tecnología de poder sobre el cuerpo. Pero como sabemos, la relación entre la justicia y el cuerpo ha cambiado, se ha desviado toda la luz que hacía resplandecer el cuerpo en los suplicios; la justicia penal entra en una etapa de complejas relaciones con él, en la medida que trata de disimular las relaciones que con éste mantiene. Para ello, se ha “inventado”, como dijimos antes, un “alma moderna” que permite disponer del cuerpo sin siquiera tocarlo. La genealogía que propone Foucault como hilo conductor de su texto es la de un “alma moderna”18, verdadero mecanismo rector del cuerpo; si el “alma” emerge a la escena no es para hacer desaparecer la violencia contra el cuerpo, es sólo para sublimarla, para hacerla más compleja y por tanto menos claro el dominio que Nietzsche. Bataille ha sido el propulsor de una lectura de Nietzsche alejada de los estereotipos del fascismo nazi e incluso del marxismo; una lectura que hace de Nietzsche un pensador del poder, pero más bien un conspirador contra el poder que uno de sus ideólogos. Esto ha tenido eco en generaciones posteriores como la de Foucault o de Deleuze, quien con su Nietzsche y la filosofía (Editorial Anagrama, S. A., Barcelona, cuarta edición, 1994.) se ha convertido en el mayor referente de la lectura francesa de Nietzsche de los años 60. 16 FOUCAULT, M., La verdad y las formas jurídicas, op. cit., p. 29. 17 Ibíd., p. 14. 18 Vigilar y Castigar, ed. cit., p. 29 118 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ se ejerce sobre aquel. El “alma” es pues un dispositivo de control que oculta, que echa sombras sobre los procedimientos de castigo, un verdadero “arte de magia”, pero es siempre del cuerpo de quien se trata. La historia de un alma tal, es entonces también correlativa con una “historia del cuerpo”19. Ese es el gran cambio de la justicia penal, su cambio de objeto, la sustitución, el desplazamiento de perspectiva en la mirada, dirigida ya no al cuerpo sino al alma. Esta nueva justicia penal invoca al alma a través del que es probablemente el cambio más radical de todo este aparato de justicia, ya que el verdadero cambio se vive en el concepto mismo del crimen, es él el que ha cambiado: “Bajo el nombre de crímenes y de delitos, se siguen juzgando efectivamente objetos jurídicos definidos por el Código, pero se juzga a la vez las pasiones, instintos, anomalías, achaques…”20 De esto se sigue que juzgar a un individuo es calificarlo de acuerdo a ciertas normas de comportamiento; se juzga el alma del delincuente, por ello es que el juicio penal apunta hoy a la corrección, a la normalización, a los mecanismos de control. Se trata de “comprender” cuál es el origen del comportamiento delictual del individuo para preverlo; el énfasis ya no está puesto en el condenado mismo sino en algo mucho más extraño y curioso como son sus deseos y pulsiones. Esta alma es mucho más extraña. No se trata ya pues ni del alma platónica ni del alma del cristianismo, se trata de un “alma moderna”, es decir, espíritu, conciencia o razón que debe ser conducida por sí misma de acuerdo a un propósito moral preestablecido. El “alma” moderna es un mecanismo regulador de la sociabilidad del individuo. No tiene ya nada de lo que usualmente comprendemos por alma, puesto que es un alma real, efectiva, y cuyo nacimiento es reciente, “… nace más bien de procedimientos de castigo, de vigilancia, de pena y de coacción”21, es un instrumento, un mecanismo de los medios de control que el poder ejerce sobre el cuerpo, “efecto e instrumento de una anatomía política; el alma, prisión del cuerpo”22. La tan famosa “inversión del platonismo”, que como dijimos, se asociaba a Nietzsche, es en realidad ahora aquí una invención del propio Foucault, pero que sin duda, ha sido gatillada por la lectura de Nietzsche. También podemos seguir su huella en el cuento de Kafka. Pero hay un punto donde quisiéramos diferir de Foucault invirtiendo la tesis que considera que en la nueva instancia punitiva, el cuerpo cumple sólo una posición de “instrumento o intermediario”. Si es el cuerpo aquello sobre lo que se gobierna, es el alma quien posibilita ese dominio, es como una extensión del cuerpo que permite indirectamente disponer de él sin siquiera tocarlo. “… si se interviene sobre él 19 Ibíd., p. 32. Ibíd., p. 25. 21 Ibíd., p. 36. 22 Ibíd. 20 119 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ encerrándolo o haciéndolo trabajar, es para privar al individuo de una libertad que considera a la vez como un derecho y un bien”23. El cuerpo no es el intermediario sino el fin último hacia donde apunta la pena; es el alma la que opera de intermediario entre el castigo y el cuerpo y no al revés, pues ese “derecho” y ese “bien”, la “libertad” del individuo, es algo que éste sólo experimenta de un modo privativo. Dicho de otro modo, hay que haber estado preso para saber de libertad. La desaparición de la fiesta punitiva es menos “humana” que la invención de esta nueva alma que ataca “el corazón, el pensamiento, la voluntad, las disposiciones”24, en fin, la vida, ya que ocultar el cuerpo no significará la desaparición de la violencia del castigo, sino sólo su sublimación, su tecnificación. Con la salida del cuerpo de la escena pública se abre un campo nuevo de dominación sobre él. Un campo mucho más amplio, pues permite extender el sufrimiento mucho más de lo que puede soportar un cuerpo. Sabemos lo que puede resistir un cuerpo, todo lo que se puede hacer con él, pero no con un alma, y ese desconocimiento multiplica de un modo incalculable la reserva de sufrimiento, la posibilidad del castigo. A modo de conclusión, diremos que propusimos aquí una lectura de cierta temática de Foucault desarrollada especialmente en Vigilar y Castigar. La originalidad de esta propuesta es que para tal lectura nos hemos apoyado en un relato de Kafka; pero insistimos, no hemos querido hablar de Kafka sino de Foucault. Nuestro objeto no ha sido la obra de Kafka, ni el lugar que ocupa esta ficción dentro de su obra, por el contrario, hemos querido tomar sólo este cuento para que en cierto modo nos indique el pensamiento de Foucault, pues planteamos que el pensamiento de Kafka antecede al de Foucault abriendo una brecha de la que el filósofo francés se servirá. Desconocemos hasta qué punto se ha producido ya antes este acercamiento entre ambos autores. Hasta donde sabemos, Foucault nunca ha mencionado a Kafka en sus textos —no al menos en los que aquí leímos— ni menos ha reconocido deuda alguna con él. Sin embargo, el libro de Gilles Deleuze y Félix Guattari sobre Kafka se publica en 1975, el mismo año que Vigilar y Castigar y es en muchos sentidos bastante afín al proyecto abordado por Foucault. Foucault, tan reacio a dejar constancia de sus lecturas25 esta vez, aunque tímidamente, —apenas una frase corta que se sostiene con una nota a pie de página— ha 23 Ibíd., p.18. Ibíd., p. 24. 25 En algunas entrevistas Foucault ha señalado que usualmente no recurre a la formalidad de poner referencias a pie de página, algunas veces como ocurre por ejemplo con Marx, (“Yo cito a Marx sin decirlo, sin ponerlo entre comillas”, Cfr. “Entrevista sobre la prisión: el libro y su método”, en Microfísica del poder, ed. cit, p. 100.) para no quedar adscrito a un marxismo del cual se sentiría un tanto apartado; otras, por razones de pudor, por no creerse a la altura de firmas como las de Bataille Klossowski o Blanchot, (“… Deleuze es alguien muy importante para mí. También Klossowski, Bataille 24 120 Paralaje Nº 2/ Ensayos Martín Figueroa _______________________________________________________________________ reconocido que el trabajo en conjunto de ambos avanza en la misma línea propuesta por él, afirmando que no ha sido el primero en trabajar en esa dirección26. Bibliografía BENTHAM, J., El panóptico, Las ediciones de La Piqueta, Segunda edición, Madrid, 1989. DELEUZE, Gilles, Nietzsche y la filosofía, Editorial Anagrama, S. A., Barcelona, 1994. DELEUZE, Gilles, Kafka. Por una literatura menor, Ediciones Era, S. A., México 1983. GUATTARI, Felix, FOUCAULT, Michel, Estética, ética y hermenéutica, Ediciones Paidós Ibérica, S. A. Barcelona 1999 Historia de la sexualidad, T. 1, “La voluntad de saber”, Siglo XXI Editores, S. A., Madrid, 1995. La verdad y las formas jurídicas, Editorial Gedisa, S. A., Barcelona, 1999. Microfísica del poder, Las ediciones de La Piqueta, Tercera edición, 1992. Vigilar y Castigar, Siglo XXI Editores, Buenos Aires 1989. KAFKA, Franz, La colonia penitenciaria http://www.librodot.com (1914), NIETZSCHE, F., Genealogía de la moral, Alianza Editorial, S. A., 1998. y Blanchot. Y me temo que, en mis textos, no he reflejado suficientemente la influencia que han tenido sobre mí. Y no lo he hecho, más por timidez que por ingratitud. Digo por timidez, porque considero sus obras literarias y filosóficas mucho más importantes que la mía, y me parece rastrero valorar lo poco que he hecho, refugiándome bajo el signo, bajo el epígrafe de sus nombres, como si se tratara de ser protegido por una divinidad, sobre todo cuando son personas a las que admiro demasiado para convocarlas como padrinos.”, cfr. Entrevista: “La escena de la filosofía”, en FOUCAULT, M., Estética, ética y hermenéutica, Ediciones Paidós Ibérica, S. A. Barcelona 1999, p. 168. Traducción de Ángel Gabilondo). Quizá esto sirva para explicarse en parte el silencio de Foucault sobre Kafka. 26 Vigilar y castigar, ed. cit., p. 31. 121