Estudios de Deusto Vol. 42/1 Enero

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EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION
DE LA U.R.S.S.
Izaskun Sáez de la Fuente Aldama
Introducción
Cuando en agosto de 1991 se produjo el golpe de Estado en la Unión
Soviética el suceso generó a nivel internacional una enorme convulsión,
mezcla de sorpresa y consternación. En aquellos momentos, en que los
teletipos de las agencias daban las primeras noticias, algunas incompletas y otras salpicadas de inconcreciones, el mundo se preguntaba cuál sería el alcance real del suceso y en qué grado podría tener lugar una involución en la URSS en el caso de que el golpe triunfase.
En mayor o menor grado, la situación dentro y fuera de España era
de desinformación incluso entre las élites políticas, desinformación que
en gran parte fue la que impidió apreciar la gran contradicción de Gorbachov, quien en una mezcla de ambigüedades y de férrea identificación
con el Partido había conseguido un «éxito» sin precedentes en su país:
no complacer a nadie, ni a los más acérrimos conservadores de la Unión,
empedernidos comunistas, ni a los movimientos democráticos en escalada creciente, ni a las tendencias nacionalistas cada vez menos satisfechas, ni a los conflictos interétnicos en el seno de algunas Repúblicas
para los que Gorbachov parecía mostrar una impenitente indiferencia.
Tras la frustración del golpe surgieron otro tipo de interrogantes que
el tiempo sería el encargado de contestar. ¿Qué iba a ser de una URSS
con la mayor parte de sus dirigentes más emblemáticos depuestos de sus
cargos y sometidos a sumarios especiales? ¿Podría Gorbachov continuar
con su reforma o se vería obligado a ceder el testigo a las corrientes reformistas encabezadas por Yeltsin? Los hechos se precipitaron en cuestión de días y la URSS dejó de existir apareciendo la Comunidad de Estados Independientes (CEI) sin peso político por sí misma y siempre
reflejo de las luchas intestinas entre las Repúblicas que la componen.
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El objeto de nuestro análisis va a consistir en realizar un breve repaso de los antecedentes que condujeron a tal estado de cosas. En concreto,
nos centraremos en la investigación de las posibles relaciones entre el
desmembramiento de la URSS y la doctrina marxista-leninista sobre el
derecho de los pueblos a la autodeterminación. Conseguir una respuesta
adecuada a tal cuestión exige dotarse de importantes niveles de discernimiento en el tema de los nacionalismos en la URSS, por lo que se hace
imprescindible obtener toda la información posible desde los tiempos de
Marx, tanto en los planteamientos teóricos como en la sucesión de hechos que en alguna medida pudieron «marcar» en la última centuria a los
diferentes pueblos que conformaron la Unión Soviética.
I. Marx y Engels
Para comprender la aportación de Marx y Engels a la cuestión nacional hay que tener en cuenta que no elaboraron una teoría sobre la nación, sino que se limitaron a sustentar una serie de principios hegemónicos con una actitud fundamentalmente empírica y estratégica. El
problema nacional era una molesta cuestión a la que se debía dar respuesta en el marco general de la teoría de la revolución proletaria, fundamento de todo el pensamiento marxiano. Desde esta actitud, ambos autores no mantuvieron un posicionamiento uniforme a lo largo de su
trayectoria, sino que bajo la influencia de la oleada revolucionaria de
1848 pasaron a dar una mayor relevancia a algunos movimientos nacionalistas que estaban adquiriendo vigor en Europa.
I.1. Concepción original
De acuerdo a la concepción materialista de la historia, el eje vertebrador de una nacionalidad radicaba en el sistema de producción; el destino de cualquier colectividad, fuera o no una nación, descansaba sobre
la vitalidad de su sistema económico. En consecuencia, la nacionalidad
era una condición objetiva y no una preferencia subjetiva. De este modo,
Marx interpretaba como asimilables los términos «nación» y «sociedad»:
«Los términos “nación” y “sociedad”, “nacional” y “social” se volvían virtualmente conmutables... La nación era un caso especial de sociedad, la encarnación concreta de la vida social moderna en un medio ambiente específico.»1
1 SALOMÓN F. BLOOM, El mundo de las naciones. El problema nacional en Marx, Buenos
Aires, Ed. Siglo XXI, 1975, pp. 26-27.
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Marx rechazaba la crítica de que todos los comunistas se propusieran
abolir las naciones. El Manifiesto Comunista (1847) afirmaba que los
proletarios no podían designar como suyo el país en el que vivían mientras estuviese bajo el dominio de la burguesía.
«Se acusa también a los comunistas de querer abolir la patria, la nacionalidad. Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que
no poseen.»2
En la sociedad moderna la patria había significado un país dominado
por la burguesía como clase explotadora, lo que no implicaba que a los
obreros no les agradase tener patria propia; el proletariado era el verdadero patriota de la sociedad capitalista.
El concepto de clase implicaba contraposición de intereses en el seno
de la teoría económica y política marxiana, al concebir el desarrollo de la
sociedad, desde sus orígenes, como la historia de pugnas, victorias y derrotas entre clases antagónicas.
«La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia
de la lucha de clases...»3
La conciliación entre el concepto de clase y el de nación venía dada
por la existencia histórica de un motor unificador: el desarrollo de los
medios de producción material. La clase nacional sería la que llevase a la
nación hacia mayores cotas de desarrollo económico. En este punto la
clase se identificaba con la nación.
En la sociedad capitalista la clase nacional había sido la burguesía; pero
a mediados del siglo XIX, Marx empezó a sentir que se acercaba el fin de su
liderazgo en la medida en que resultaba incongruente con la mejora de la
producción y se deslegitimaba a sí misma debido a las crisis periódicas del
capitalismo y a la progresiva depauperación del proletariado. Este aparecía
como el nuevo líder, el que conduciría a la nación hacia el socialismo. Su
condición de clase nacional era el punto de partida para el universalismo de
la sociedad futura. A esa pretensión obedecía el lema del Manifiesto Comunista «Proletarios del mundo, uníos». El protagonismo del proletariado procedía de su condición de clase desposeída de todo medio de producción e
interés particular. Por sus sufrimientos universales encarnaba a la humanidad en general; su liberación eliminaría toda forma de explotación y dominación, incluida la nacional, introduciendo así la emancipación humana
global. El socialismo acabaría con las diferencias económicas y sociales, el
aislamiento, las guerras y, por tanto, la explotación de una nación por otra.
2
3
KARL MARX, Manifiesto del Partido Comunista, Moscú, Ed. Progreso, 1971, p. 50.
Ibídem, p. 31.
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«...en la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo
por otro, será abolida la explotación de una nación por otra. Al mismo
tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones, desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí»4.
¿Persistirían las naciones en el socialismo? Responder a esta cuestión exige recordar la relación establecida en el planteamiento marxista
entre factores económicos y no económicos. Lo económico era en última
instancia el elemento determinante de los acontecimientos históricos,
pero sin obviar la influencia de los factores no económicos, superestructurales. Incluso, se preveía la posibilidad de una desigualdad en el desarrollo de unos y otros, de forma que aún en el supuesto de que el sistema
económico de las diferentes naciones tendiese a la uniformización, éstas
podrían mantener su variedad. A pesar de todo, las interpretaciones deterministas y economicistas dominaron en la II Internacional y llevaron,
como menciona H. B. Davis a una especie de «nihilismo nacional» estimando que las naciones tenderían a desaparecer naturalmente, en función
de la evolución económica y técnica.
Marx trazó una distinción entre Estado y Nación. Esta era una categoría histórica poseedora de una considerable continuidad; sólo cambiaría profundamente a través de procesos intensos y a largo plazo. En cambio, el Estado podía ser desmantelado, expandido y reorganizado con
relativa brusquedad, pasar fácilmente del control de una clase al de otra,
etc. Al mismo tiempo señaló la primacía de la Nación sobre el Estado.
Desde el punto de vista del estudio de la problemática de los nacionalismos lo que más nos interesa es precisar la postura de Marx frente
al derecho a la autodeterminación. A la hora de reconocer a las naciones
tal derecho, que incluía la posibilidad de separación y la formación de un
Estado propio, juzgaba los numerosos movimientos nacionales existentes
en Europa en función de si eran favorables o no a dos tendencias y necesidades históricas:
1. Máxima centralización posible, política y territorial.
2. Lucha de las fuerzas del progreso contra las de la reacción representada ésta por Rusia, Austria y Prusia.
De acuerdo a ambos criterios, Marx operaba una distinción entre naciones grandes y pequeñas:
—Las naciones grandes eran las únicas que podían ejercer el derecho a la autodeterminación al favorecer el desarrollo de economías
modernas, la centralización y dirigir sus aspiraciones contra los
4
Ibídem, p. 50.
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Estados absolutistas. A esta categoría pertenecían alemanes, italianos, polacos y húngaros. Un pueblo subyugado que reuniese los
requisitos necesarios para constituir un Estado con garantías de supervivencia debía procurar la independencia lo antes posible.
«Es históricamente imposible para un gran pueblo discutir seriamente
cualquier problema interno mientras le falte la independencia nacional...
Un movimiento internacional del proletariado sólo es posible entre naciones independientes.»5
—Las naciones pequeñas, como los pueblos eslavos de los antiguos
Imperios de Austria y Turquía, no podían alegar el derecho a un
Estado independiente. Se trataba de grupos poco numerosos, poco
sólidos y avanzados para establecer economías y Estados modernos. Además, robustecían las fuerzas del conservadurismo, ya que
la mayoría de ellos buscaban su garantía de supervivencia en un
orden paneslávico bajo hegemonía rusa al haberse sentido amenazados en su propia existencia nacional por las pretensiones de las
«grandes naciones». Por eso, eran contrarevolucionarios y con tal
postura habían firmado su sentencia de muerte constituyéndose
como movimiento de emancipación nacional cuyo efecto era obstaculizar el avance hacia la sociedad sin clases. El establecimiento de grandes sociedades integradas, siguiendo la fórmula jacobina de Estado, hacía inevitable que algunas de estas naciones y
culturas perdiesen su identidad en la asimilación dentro de grandes Estados, asimilación que no tenía por qué incluir intolerancia
y discriminación. Incluso elementos culturales válidos podrían
sobrevivir bajo otra lengua.
Engels, de un modo un tanto dogmático, catalogaría a las grandes naciones como «naciones con historia» y a las pequeñas como «naciones
sin historia».
La postura de Marx contraria a la formación de Estados nacionales
pequeños viene avalada por la actitud que mantuvo en un principio hacia
la independencia irlandesa. Confiaba en que las naciones más grandes y
avanzadas, en especial Inglaterra, instaurarían el socialismo y fomentarían
la emancipación de las más pequeñas y atrasadas como el caso de Irlanda
o Polonia, de manera que éstas no serían liberadas en Dublín o Varsovia
sino en Londres.
5 Citado por HORACE B. DAVIS, Nacionalismo y socialismo, Barcelona, Ed. Historia,
Ciencia y Sociedad 88, 1972, p. 45.
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I.2. Cambios de posicionamiento a raíz de la revolución de 1848
Los acontecimientos revolucionarios de 1848 fueron diametralmente
opuestos a lo esperado; la revolución proletaria en Francia parecía vincularse a la burguesa en Alemania, y ésta con la revolución nacional de los
polacos, húngaros, checos... La revolución fracasó y entre las desilusiones que sus resultados provocaron en Marx, la más visible fue que Inglaterra no participara en la movilización general. Apoyado por un profundo
análisis del capitalismo en este país, modificó su concepción original girando sus reflexiones en torno a dos aspectos:
1. Variación de los protagonistas de la revolución. Comenzó a comprender que sería más difícil vencer al capitalismo en el centro
que en la periferia haciéndose precisos estalladidos violentos en
los países continentales antes que en Inglaterra, cuya ausencia en
las filas revolucionarias llevó a Marx a depositar en Francia sus
esperanzas de liderazgo. Sin embargo, tras el fracaso de la Comuna de París (1871), Rusia, donde se estaban produciendo agitaciones reformistas, iba a ir apareciendo cada vez más como el posible sujeto de la revolución. En las discusiones sobre el problema
ruso fue donde se hizo explícita la negación de Marx hacia la inevitabilidad de los estadíos sociales:
«Rusia ha tenido, hasta 1861 y quizá aún antes, la mejor oportunidad
que la historia haya ofrecido nunca a un pueblo de escapar a todas las catástrofes del capitalismo.»6
La posibilidad de obviar la etapa capitalista resultó confirmada por la historia tendiéndose una especie de puente entre el antiguo orden rural y el nuevo, bautizado como «socialista».
2. Estudio de las repercusiones de los movimientos nacionalistas,
cada vez más intensos, sobre la revolución proletaria en Europa y
consiguiente alteración de su postura en torno a la problemática
irlandesa y polaca en un sentido eminentemente estratégico.
Irlanda se había convertido en un país agrario, subdesarrollado e Inglaterra en una moderna potencia industrial. Reconociendo que el desarrollo de la metrópoli impedía el de la colonia, Marx había descubierto la
íntima conexión entre el desarrollo inglés y el subdesarrollo irlandés. El
avance del capitalismo británico en las regiones rurales de Irlanda provo6
Citado por SALOMÓN F. BLOOM,op. cit., p. 166.
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caba excedente de mano de obra y como el desarrollo de la industria irlandesa estaba bloqueado, las masas agrarias emigraban a las ciudades
industriales inglesas. De este modo se generaba una grave fisura en el
movimiento obrero británico que lo debilitaba profundamente:
—Facción inglesa que mantenía un frente común con la burguesía en
contra de los inmigrantes irlandeses.
—Facción irlandesa, muy mal pagada y que identificaba al obrero
inglés como cómplice de la clase gobernante.
En estos momentos, la liberación nacional de Irlanda se había convertido en algo imprescindible desde el punto de vista de la revolución
pues la desbloquearía y actuaría como su detonante.
«La clase obrera no conseguirá nada hasta que no se haya librado de
Irlanda. Hay que poner la palanca en Irlanda. Por eso, la cuestión irlandesa es tan importante para el movimiento socialista en general.»7
El caso irlandés tuvo una extraordinaria importancia en el posterior
desarrollo de las tesis anticolonialistas por parte del marxismo y, sobre
todo, en la formulación teórica de Lenin sobre el derecho de los pueblos
a la autodeterminación.
La insurrección polaca de 1863 se convirtió en otro de los factores
fundamentales por los cuales Marx empezó a atribuir mayor importancia
a los movimientos nacionales y a insistir en el vínculo entre todas las
formas de opresión en la medida en que la libertad era indivisible. A mediados de siglo, Polonia representaba una pieza clave para el progreso internacional, ya que su constitución como Estado suponía debilitar el conservadurismo en Europa protagonizado por Austria, Rusia y Prusia que
se habían repartido su territorio. Pero cuando se fue perfilando la posiblidad de una revolución en Rusia, Polonia dejó de ser una nación necesaria
al perder su función de muralla contra el zarismo.
II. El postmarxismo y la cuestión nacional
En 1889 se fundó en París la II Internacional en la que se integraron
los partidos socialistas de Europa y América. Su gestación respondió a
un renovado interés de aglutinar a toda la clase obrera siguiendo la perspectiva internacionalista de la doctrina marxiana. Aunque partió de un
reconocimiento abstracto del derecho a la autodeterminación, de nuevo,
7 Citado por GURUTZ JÁUREGUI, Contra el Estado-Nación. En torno al hecho y la cuestión
nacional, Madrid, Ed. Siglo XXI, 1986, p. 90.
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como en el caso de Marx y Engels, serían las situaciones concretas las
que obligarían a adoptar posiciones sobre la cuestión nacional; además,
la socialdemocracia no había heredado ningún instrumento teórico para
encarar con éxito tal problemática y las aportaciones empíricas de los
fundadores del marxismo resultaron desconocidas durante mucho tiempo. Sin embargo, como afirmaba Hélène Carrère d’Encausse:
«...de estos debates surgirán unas formulaciones frecuentemente más
rígidas e incluso unas auténticas teorías de la nación»8.
Las líneas generales de pensamiento provinieron de los grandes Estados multinacionales y, especialmente, de aquellas zonas donde la agitación y las disputas nacionales, si no habían impedido la unidad política del proletariado, amenazaban con romperla: Polonia, Austrohungría
y Rusia, dando lugar a tres corrientes que polemizaron abiertamente
entre sí:
1. La izquierda radical, representada por Rosa Luxemburgo, de carácter esencialmente antinacionalista.
2. El austromarxismo, con Karl Renner y Otto Bauer.
3. Los bolcheviques rusos, cuya máxima expresión fueron las elaboraciones de Lenin y Stalin.
II.1. El austromarxismo
Surgió a finales del siglo XIX y principios del XX como una joven escuela marxista en el seno del movimiento estudiantil vienés. A sus
miembros les unía no una determinada orientación política, sino su enfoque del trabajo científico; si Marx y Engels habían partido de la filosofía
de Hegel, los austromarxistas se basaban en Kant, manifestando una actitud trascendentalista en oposición al positivismo y al empirismo.
En lo que se refiere al problema nacional, esta escuela representa el
primer intento teórico serio de abordar en toda su complejidad una cuestión clave hasta entonces eludida por el marxismo: ¿qué es una nación?,
así como de discutir la cuestión nacional en el Imperio Austro-húngaro
afectado por un fuerte ascenso de la ideología nacionalista que había
exacerbado los conflictos. El austromarxismo y, especialmente, Otto
Bauer y Karl Renner, recurrió a la tradición cultural germana que a través de Herder y Fitche definía la nación como una comunidad de cultura.
8 HÉLENE CARRÉRE D’ENCAUSSE, Comunistas y/o Nacionalistas, Barcelona, Ed. Anagrama, 1977, p. 15.
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Bauer, en su libro La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia, estructuraba su tesis sobre la nación a partir de un concepto clave, el carácter nacional, que se manifestaba en el hecho de que una misma causa podía tener distintos efectos en distintas naciones influyendo
en ello las representaciones culturales y las connotaciones físicas propias
de cada nación. La comunidad de carácter surgía de una comunidad de
destino, de una historia común en cuanto a las condiciones de lucha del
hombre por su existencia. La comunidad de destino generaba el carácter
nacional a través de dos mecanismos, la comunidad natural o de ascendencia y la cultural. Esta, con la creciente diferenciación de las estructuras sociales, se convertía en el medio principal de conformación del carácter nacional. El pilar de toda la construcción teórica de Bauer sobre el
concepto de nación se encontraba en la noción de comunidad, en contraposición al de sociedad, término con el que Marx identificó a la nación.
Los individuos no se vinculaban entre sí por normas exteriores sino por
lazos internos.
«La nación es el conjunto de seres humanos vinculados por una comunidad de destino en una comunidad de carácter.»9
El autor no se limitó a enumerar los elementos constitutivos de la nación, como más tarde haría Stalin, sino que estableció una vinculación
entre ellos según el papel desempeñado como causa, medio y efecto. En
su secuencia sistemática, la nación sería primero una comunidad de destino, luego comunidad de cultura y, por último, comunidad de carácter.
La nación, en constante proceso de transformación, había adquirido
tres formas distintas a lo largo de su historia:
1.º Comunismo clásico. El elemento de unión estaba constituido por
la comunidad de ascendencia que incluía la comunidad de sangre y la
cultura heredada de los antepasados.
2.º Diversidad de clases sociales que rompían con la unidad originaria de la nación. La nación moderna fue resultado de dos factores:
—el desarrollo del capitalismo y de la propiedad privada,
—el principio de nacionalidad que suponía la identificación de cada
nación con un Estado y la repulsa hacia la dominación extranjera.
El agente cohesionador radicaba en la unidad de la cultura de las clases dominantes. Por su parte, la situación de las clases obreras era dicotómica; quedaban excluidas de la nación por su no integración en la cul-
9 OTTO BAUER, La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia, Madrid, Ed. Siglo XXI, 1979, p. 120.
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tura dominante, pero, al mismo tiempo, mantenían vinculaciones al existir una continuidad entre la antigua nacionalidad, basada en la comunidad de origen, y la moderna.
La lucha de clases era un medio que influiría en el contenido final de
la nación, pero no en su forma, siendo la doble opresión. nacional y de
clase, indisociable para la clase oprimida. Ambas clases, la opresora y la
oprimida, hacían una valoración contrapuesta de la nación que se externalizaba en dos tipos de política nacional.
—Valoración nacional-Clase opresora-Política conservadora.
—Valoración racional-Clase oprimida-Política evolucionista.
La clase obrera ofrecía una doble alternativa, nacional y de clase,
que tenía como resultado el convocar al conjunto del pueblo a participar
en la comunidad cultural nacional, operando «el desarrollo del pueblo en
nación».
3.º Socialismo. Desde su concepción de la nación como comunidad
de destino, Bauer la entendía como una categoría permanente en la historia que emergía en la lucha del hombre por su existencia, no en la lucha
de clases. En consecuencia, la llegada del socialismo no supondría la desaparición de las peculiaridades nacionales. El significado de esta etapa
definitiva del desarrollo social se podría resumir en tres puntos:
—Integración del conjunto del pueblo en la comunidad cultural nacional a través de una educación nacional que presuponía una comunidad de trabajo posibilitada por la abolición de las relaciones
burguesas de propiedad. La conocida frase «los obreros no tiene
patria» adquiría todo su sentido pues verificaba que la burguesía
había despojado a los trabajadores de su participación en una patria determinada. En el socialismo todos los obreros tendrían finalmente su patria.
—La nación podría conquistar su plena autodeterminación, recuperar la dirección de su propio destino. Esta autonomización originaría una creciente diferenciación entre las naciones lo cual no era
sinónimo de desajustes y conflictos. Por medio de la cooperación
y la división del trabajo tendría lugar una coexistencia pacífica entre las naciones y su continuo desarrollo al que beneficiaría el
constante intercambio entre unas y otras. Todo este planteamiento
fue rechazado por la II Internacional.
—La realización efectiva de la división internacional del trabajo,
que permitiría la cristalización del principio de la nacionalidad, ya
que incluso la nación más pequeña reuniría las condiciones necesarias para construir una economía nacional autónoma; mientras
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que las grandes naciones producirían una amplia diversidad de
bienes, las pequeñas se dedicarían a unos pocos productos y obtendrían todos los demás a través del comercio internacional. Al
final, la sociedad socialista convertiría a la humanidad en un gran
organismo que fusionaría a todas las naciones bajo la forma de un
Estado mundial al que se transferiría paulatinamente parte de la
soberanía.
En el caso concreto del Imperio Austro-húngaro, Renner y Bauer trataron de compaginar el mantenimiento del Estado, al que juzgaban como
garantía de progreso, a través de reformas internas, con el respeto a las
distintas nacionalidades que vivían bajo su dominio.
A partir de la distinción entre:
—pueblo, pertenencia a un sistema estatal con igualdad ante la ley,
—etnia, pertenencia racial con igualdad de idioma,
—nacionalidad, comunidad espiritual y cultural,
Renner, en su libro Estado y Nación, diferenciaba dos sistemas de regulación de las relaciones entre Nación y Estado:
1. Normalización centralista-atomista (por ejemplo, Austria) donde
centralista significaba concentración del poder en manos del Estado y atomista, una sociedad de individuos aislados.
2. Normalización orgánica, por la que se decantaba y que se podía
realizar según dos principios distintos:
—Territorialidad. Se separaba a las regiones habitadas por las distintas naciones, administrando cada nación dentro de su territorio sus asuntos nacionales.
—Personalidad. El Estado concebía la nación como una comunidad de personas sin asegurarle el dominio exclusivo sobre un
territorio determinado.
Bauer, por su parte, llegó a afirmar que el principio territorial ponía
en peligro la paz entre las naciones, debido a que, aplicado estrictamente,
sometía en todas partes las minorías a las mayorías.
«...Cada nación creería perjudicadas a sus minorías y planificaría
combatir el sometimiento de las minorías propias mediante el recurso de
tomarse su territorio...»10
10
OTTO BAUER, op. cit., pp. 325 y 331.
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El principio de personalidad dividía a la población según las nacionalidades siendo cada ciudadano mayor de edad quien debía decidir
su pertenencia a una u otra. Cada nación dispondría del poder y de los
recursos necesarios para hacerse cargo del desarrollo cultural de su población, creando escuelas, bibliotecas, teatros, museos, etc. Existía la
posibilidad de que las naciones cuyo desarrollo cultural fuese más rico
sedujesen a una parte de las minorías nacionales, pero no por la fuerza
de las armas, sino con otros mecanismos como los matrimonios mixtos
y los intercambios económicos y sociales.
Concluyendo, podemos decir, que, aunque desde diferentes campos
científicos, jurídico-constitucional y sociológico respectivamente, tanto
Renner como Bauer despolitizaron la cuestión nacional al centrar la
esencia de la nación en los elementos culturales. De ahí que interpretasen
el derecho de autodeterminación en términos de autonomía nacional cultural, la cual:
—No reportó los resultados esperados dado que el Imperio Austriaco
no sobrevivió a la I Guerra Mundial.
—Siguiendo el principio de personalidad resultaba inviable en Austria, pues las diversas naciones mantenían una identidad propia y
unas reivindicaciones político-nacionales muy claras.
—Fue atacada por los leninistas y, sobre todo, por Stalin, al creer
que no defendía el derecho de toda nación a romper con la monarquía, limitando sus aspiraciones.
Durante la I Guerra Mundial, Bauer proclamó el derecho de toda nación a crear un Estado independiente, pasando de la autodeterminación
cultural a la política.
II.2. Aporte teórico de Lenin
En Rusia, contrariamente a lo que había ocurrido en Europa Occidental, el marxismo y el socialismo aparecieron con anterioridad al movimiento obrero. En su aplicación se manifestaron dos tendencias principales:
—Los que pensaban que el marxismo no era más que un sustituto de
la ideología liberal inexistente en el país.
—Los que unían la lucha por la democracia con el ulterior logro del
socialismo a través del movimiento organizado del proletariado.
Dentro de este último grupo se sitúa la figura de Vladimir Ilych
Ulyanov (Lenin).
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A lo largo de toda su carrera, Lenin se dedicó a una sola causa: trabajar en favor de la revolución de forma que todas las reivindicaciones, nacionales, sociales, religiosas o intelectuales, se instrumentalizaran al servicio de ese fin supremo.
La socialdemocracia rusa pretendía en primer lugar una revolución
burguesa que acabase con la autocracia, aboliese los restos del feudalismo, diese la tierra a los campesinos, condujese a la industrialización y
estableciese libertades democráticas como condición sine qua non para
la posterior revolución proletaria. Frente a los marxistas ortodoxos que
subrayaban la necesidad de un compromiso con la burguesía liberal y
partiendo del recelo que sentía hacia ésta, Lenin se fijó en un aspecto de
la situación que podía favorecer sus objetivos: el problema agrario. Percibió el gran potencial revolucionario de las demandas insatisfechas de
los campesinos considerándolos como verdadera burguesía revolucionaria que serviría para paliar la escasez numérica de la fuerza proletaria industrial.
Una vez conseguido el poder, éste estaría presidido conjuntamente
por el proletariado y el campesinado. En la segunda fase revolucionaria
destinada a instaurar la sociedad socialista, los campesinos ya no formarían parte de la clase revolucionaria, sino de la reacción y, por tanto, estarían en contra de los objetivos de emancipación del proletariado.
Las dos revoluciones, democrática y proletaria, no seguirían una línea de inmediata continuidad, exigiendo un período de transición representado por el gobierno proletario-campesino. Esta postura se contraponía a la de Troski, teórico de la «revolución permanente». Según él, la
revolución democrática en suelo ruso llevaría al poder a un gobierno socialdemócrata que se propondría inexcusablemente proseguir el proceso
revolucionario hacia el socialismo, idea que venía justificada por el propio atraso económico de Rusia. Hasta abril de 1917, Lenin no creyó que
la revolución democrática se transformaría inmediatamente en una de índole socialista.
En consonancia con sus petensiones revolucionarias, una de las tareas fundamentales a las que Lenin dedicó la mayor parte de su actividad política y de sus escritos fue la creación de un partido que permitiese la organización del proletariado como movimiento independiente,
al margen de cualquier ingerencia, para conseguir hacer triunfar sus intereses. Partía de la creencia de que el proletariado abandonado a su
suerte sólo podía alcanzar una conciencia de clase reformista, tal y
como había ocurrido en muchos países de Europa Occidental donde los
trabajadores sólo se preocupaban de lograr, a través de la acción sindical, ciertas mejoras en sus condiciones de vida. En su obra ¿Qué hacer?, escrita en 1902, decía:
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«La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una
conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario
agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno
la promulgación de tales o cuales leyes necesarias...»11
El proletariado no tenía verdadera conciencia de su misión histórica
revolucionaria; esa conciencia le vendría dada desde fuera y no desde el
propio movimiento obrero. Sólo podía surgir sobre la base de profundos
conocimientos científicos acerca de la realidad que descubriesen las leyes del desarrollo social. Esta era la tarea asignada al partido, quien debía convertirse en la auténtica vanguardia de la clase trabajadora, pues de
lo contrario caería en manos de la burguesía, posibilidad especialmente
peligrosa en el caso ruso dada la juventud del movimiento socialista.
El partido debía ofrecer un perfil que reuniese como características:
unidad ideológica, ser representante de los intereses del proletariado, estar integrado por revolucionarios profesionales y seguir los principios del
centralismo democrático. Sobre estas bases se edificó, después de la Revolución, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) que se
constituyó en el motor del Estado donde la misma ideología sirvió para
justificar su monopolio en todos los ámbitos de la vida social.
La teoría del partido no fue unánimemente aceptada, pues en las mismas filas de la socialdemocracia surgieron las voces de personajes como
Trostky y Rosa Luxemburgo que coincidieron en criticar un partido centralizado, jerarquizado y formado por revolucionarios profesionales
como contrario al principio marxista de que la clase trabajadora sólo podría liberarse por sus propios medios.
Centrándonos en la problemática nacional tenemos que remontarnos al II Congreso de la Socialdemocracia rusa (1903), pues en él se
afirmó el derecho de todas las naciones a la autodeterminación. Este
principio fue aplaudido por Lenin, quien pretendía utilizar la cuestión
nacional como palanca para acabar con la autocracia de los Romanov,
condición sine qua non para la lucha por el socialismo; siguiendo la
misma línea que Marx, Lenin subordinó la resolución de los problemas
nacionales a los intereses internacionales del proletariado y, por tanto,
de la revolución concebida como una época de intensificación de conflictos de clase.
Lenin identificaba el derecho de autodeterminación con la separación
y la formación de un Estado propio; así desaparecían los privilegios y se
instauraría la igualdad entre las naciones. Estas conclusiones se deriva11
LENIN, Obras escogidas, París, Ed. Libraire du Globe, 1972, Vol. 1, p. 36.
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ban de un análisis metodológicamente marxista, del estudio histórico de
las fases recorridas por el capitalismo y su implicación respecto a los
movimientos nacionales:
—Derrota definitiva del feudalismo y del absolutismo, que implicó
el inicio del capitalismo. En este contexto tuvo lugar el despertar
de la vida nacional a través de movimientos nacionales democráticos burgueses cuya principal pretensión y resultado fue la constitución de Estados-nación, los cuales se convirtieron en la regla común de la época, mientras que los estados multinacionales
aparecían somo sinónimo de excepción y retraso.
—Estados capitalistas plenamente consolidados, que suponía la desaparición del aislamiento entre las naciones en base a vínculos de
todo tipo como consecuencia de la multiplicación de la interdependencia económica, de las relaciones políticas, etc. Era la época del
capitalismo maduro, cuyo clímax estaba representado por el imperialismo que había agudizado los conflictos de clase al empeorar la
situación económica y política de las masas trabajadoras. El proletariado tenía que evitar contaminarse con el nacionalismo burgués
y luchar por el internacionalismo, por la unión de los obreros de las
distintas naciones. La asimilación de unas naciones en otras, siempre que no tuviese un carácter violento, favorecería tal unión.
En el plano teórico todos los pueblos tenían derecho a la autodeterminación, pero la defensa de la igualdad no significaba que el partido
apoyase todas las intenciones separatistas sino que dependía de los intereses de la clase obrera.
«El derecho de las naciones a separarse libremente no debe confundirse con la conveniencia de separación de una nación determinada en un
momento determinado. Esta última cuestión debe resolverla el partido del
proletariado de un modo absolutamente independiente en cada caso concreto, considerando los intereses de la lucha de clases del proletariado por
el socialismo.»12
En el terreno de la autodeterminación distinguía tres tipos de países:
1. Los capitalistas avanzados de Europa Occidental y EE.UU. Siguiendo el principio marxiano de que «el pueblo que oprime a
otros pueblos no puede ser libre», creía que los obreros de los países desarrollados debían fomentar la libertad de los pueblos oprimidos por sus respectivas naciones.
12 Citado por LEOPOLDO MÁRMORA en El concepto socialista de nación, Méjico, Ed. Pasado y Presente, 1986, n.º 96, p. 56.
138
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
16
2. Los del Este de Europa: Austria, los Balcanes y Rusia. Las revoluciones democrático-burguesas no comenzaron hasta 1905, y, por
tanto, se hallaban en un momento de exacerbación nacional. Los
deberes del proletariado no podían ser cumplidos adecuadamente
si la socialdemocracia no incluía en su programa el derecho a la
autodeterminación. Lenin se centraba en el caso ruso y creía que
el proletariado tenía una doble tarea:
—La lucha contra todo nacionalismo, y especialmente contra el
nacionalismo gran ruso, para lo cual se exigía el reconocimiento de la autodeterminación a todas las nacionalidades no rusas.
—Unidad del proletariado mediante su fusión en todo tipo de organizaciones como contrapeso al nacionalismo burgués y salvaguarda de sus intereses.
3. Los semicoloniales como China, Persia, Turquía y todas las colonias. Los movimientos nacionalistas no habían hecho más que
empezar y los socialistas debían no sólo exigir su inmediata y
completa liberación a través de la autodeterminación, sino también apoyar a los elementos más revolucionarios de esos movimientos ayudando a la insurrección contra las potencias imperialistas.
Lenin abordó el problema de las anexiones en su artículo Balance de
la discusión sobre la autodeterminación, viendo a la anexión como la antítesis del derecho a la autodeterminación. El concepto de anexión incluía: violencia, opresión nacional extranjera y alteración del statu quo.
Los socialdemócratas no eran enemigos de la violencia ni partidarios del
statu quo. Si estaban en contra de las naciones era porque éstas violaban
el principio de la autodeterminación, y en consecuencia:
«...si un partido socialista declara que está “contra la violencia de una nación oprimida dentro de las fronteras del Estado anexionista”, ese partido
se compromete, con ello, a renunciar a la retención violenta cuando llegue al poder»13.
La reivindicación de la libertad de separación no equivalía al fraccionamiento y formación de Estados pequeños, ya que cuanto más democrático fuera el régimen estatal, más escasas y débiles serían las aspiraciones a la independencia, dadas las indudables ventajas de los Estados
grandes, no sólo desde el punto de vista económico sino también de los
13 LENIN, Problemas de política nacional e internacionalismo proletario, Madrid, Ed.
Akar, 1975, p. 139.
17
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
139
intereses de las masas; estas ventajas crecían paralelamente al desarrollo
del capitalismo y culminarían en el socialismo donde tendría lugar la fusión de las naciones y su desaparición. Por tanto, se pasaría de una unión
forzosa y violenta a una voluntaria y libre.
«Si exigimos la libertad de separación para los mongoles, persas,
egipcios y para todas las naciones oprimidas sin excepción, no lo hacemos porque estemos por su separación, sino sólo porque estamos por la
unión y fusión libre y voluntaria y no por la unión coercitiva. ¡Esa es la
única razón!»14
Lenin aseguraba que la autonomía cultural nacional era doblemente
reaccionaria:
—porque se enfrentaba con el devenir histórico que tendía a derribar
el aislamiento nacional en base a factores económicos y políticos;
—ya que dividía la enseñanza por nacionalidades acentuando el nacionalismo burgués y dificultando la lucha del proletariado por el
socialismo.
No se podía hablar de la existencia de una «cultura nacional». En
cada nación había dos culturas:
—Una dominante, la cultura burguesa, que es la llamada cultura nacional.
—Otra, la cultura del proletariado, que no era nacional sino «una
cultura internacional de la democracia y el movimiento obrero
mundial» que tomaba de cada cultura nacional únicamente los aspectos de carácter democrático y socialista procedentes de los
obreros de cada nación.
Frente a la autonomía cultural nacional, Lenin defendía, en caso de
no optar por la autodeterminación, la necesidad de una ley general del
Estado que sirviera como garantía de la igualdad de derechos entre las
diferentes minorías nacionales. Rechazaba la federación como principio de organización del Estado pero la prefería a la desigualdad nacional. Otra posibilidad era la autonomía regional, especialmente para
aquellas naciones identificadas por sus peculiaridades, una autonomía
que debía combinarse con elevados niveles de centralización como el
sistema que mejor respondía a las condiciones de desarrollo del capitalismo. En consecuencia, se aplicaría a los Estados el principio del centralismo democrático originariamente formulado como mecanismo de
14
Citado por LEOPOLDO MÁRMORA, op. cit., p. 60.
140
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
18
organización del partido. En relación a este último las diferencias de
cualquier tipo, incluidas las de nacionalidad, serían abolidas por la centralización, representando cada uno de sus miembros el más puro espíritu del partido.
II.3. Stalin: una teoría de la nación
Las tesis de Stalin sobre la nación recogidas en un folleto de 1913,
titulado El marxismo y la cuestión nacional, constituyeron el resultado
de un trabajo encargado por Lenin con el objeto de rebatir la teoría de los
austromarxistas. Stalin, que ya había elaborado lo esencial de su pensamiento sobre la problemática nacional en Socialdemocracia y cuestión
nacional, realizó una auténtica teoría sobre la nación, la primera llevada
a cabo por un marxista ruso.
Stalin definía la nación como:
«...una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y
de sicología, manifestada ésta en la comunidad de cultura»15.
Identificó los rasgos atribuidos a la nación del modo siguiente:
—Comunidad humana y no racial o tribal.
—Estable y no un conglomerado accidental y pasajero.
—Categoría histórica sujeta a evolución con un principio ligado a
una determinada época, la del desarrollo capitalista y un fin, el socialismo.
—Comunidad de idioma. Podían existir dos o más naciones que hablasen el mismo idioma, pero no una nación en la que se hablasen
varios idiomas.
—Comunidad de territorio.
—Comunidad de vida económica.
—Comunidad de sicología o carácter nacional, ya que las naciones
no se diferenciaban entre sí únicamente por sus condiciones materiales de vida, sino también por su «espiritualidad», cuyas particularidades se expresaban en la cultura nacional. Stalin reconocía
que con el desarrollo del capitalismo iba desapareciendo la comunidad de cultura y que era cada vez más evidente la existencia de
una dualidad de culturas.
15
JOSÉ STALIN, El Marxismo y la cuestión nacional, Madrid, Ed. Fundamentos, 1976, p. 25.
19
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
141
Por sí solo, ninguno de los rasgos era suficiente para definir una nación. Más aún, bastaba con que faltase uno de ellos para que la nación
dejase de serlo. Parece ser que la excesiva rigidez de su concepto fue
bastante criticada por Lenin, quizá por resultar inadecuada para la mayor
parte de los casos concretos.
Desde su propia visión, Stalin criticó la de Otto Bauer calificándola
como parcial al identificar a la nación exclusivamente por su carácter nacional, sin tener en cuenta la comunidad de territorio, de lengua y de
economía.
En cuanto a la tipología, Stalin diferenciaba entre Europa Occidental
donde la formación de las naciones había significado el nacimiento de Estados nacionales independientes y Europa Oriental donde se habían configurado Estados multinacionales en los cuales el capitalismo era muy débil
y el feudalismo no había desaparecido totalmente, lo que hacía que las nacionalidades, en ausencia de una consolidación económica, quedasen confinadas a un segundo plano. El desarrollo capitalista permitió en Oriente
la intensificación de la vida de las naciones y la idea nacional se fue reforzando pero tropezó con la resistencia de las clases dirigentes de las naciones dominantes que controlaban el Estado produciéndose una lucha, no
entre las naciones en su conjunto, sino entre las clases dominantes de las
naciones opresora y oprimida, es decir, entre sus respectivas burguesías.
Contra la situación de opresión, la burguesía de la nación dominada iniciaba su movilización y recurría a las clases trabajadoras haciendo pasar
su interés particular por la causa de todo el pueblo. El proletariado debía
luchar contra la opresión nacional por un doble motivo:
—Las medidas represivas le afectaban por igual, o incluso en mayor
medida y su resultado final era el freno al desarrollo del proletariado de las naciones oprimidas.
—La política de represión centraba la atención de amplias capas de
la clase trabajadora en los problemas nacionales en detrimento de
la lucha de clases, fomentándose asimismo las rivalidades entre
las naciones, lo que dificultaba la integración del proletariado a nivel supranacional.
La conclusión para Stalin era que los socialdemócratas debían reconocer a todas las naciones el derecho a la autodeterminación como principio abstracto. Al igual que para Lenin, la autodeterminación era sinónimo de separación partiendo de que la nación era soberana y tenía
derecho a decidir sobre su propio destino.
Su crítica a la autonomía cultural nacional se centraba en aspectos tales como:
142
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
20
—Suponía una sustitución incomprensible de la autodeterminación
de las naciones por la autonomía nacional, ya que ésta mantenía
la integridad del Estado multinacional, mientras que la autodeterminación rompía con ella; a su vez, la autodeterminación daba
a la nación plenitud de derechos en todos los ámbitos en tanto
que la autonomía nacional se limitaba a los derechos culturales.
—Contradecía el curso del desarrollo histórico experimentado por
las naciones y manifestado en la importancia creciente de las migraciones provocadas por cuestiones socioéconómicas y en la agudización de la lucha de clases.
—Era peligrosa para el proletariado en la medida en que escondía un
nacionalismo hábilmente camuflado con un lenguaje socialista. La
autonomía nacional no sólo aislaba a las naciones sino al movimiento obrero, desarrollando las bases sicológicas para una división del
partido obrero unido en distintos partidos organizados según su nacionalidad. Tras los partidos se fraccionarían los sindicatos y así sucesivamente, llegando al resultado de un total aislamiento de la clase obrera confinada en sus respectivas naciones.
—Era aún más imposible en el socialismo. Recurriendo a Marx, Stalin afirmaba que la humanidad había demostrado el fracaso de la
previsión de Bauer acerca de su desmembración en comunidades
nacionales.
Toda esta crítica no implicaba renunciar a cualquier versión de la autonomía, proponiendo como alternativa la de carácter regional o territorial. El que una nación tuviera derecho a la autonomía regional, incluso a
la separación, no significaba que debiese ejercerlo bajo cualquier condición. Unicamente debía hacerlo cuando resultase ventajoso para la mayoría de la población, para su clase trabajadora. De todo lo dicho, Stalin deducía que la solución acertada para un determinado momento podía ser
inadecuada, e incluso inaceptable, para otro.
En el caso concreto de Rusia, el problema nacional sólo podía resolverse en íntima conexión con las circunstancias históricas atravesadas
por el país en aquellos momentos. Stalin creía que la solución positiva
exigiría la plena democratización del régimen político que permitiese el
desarrollo de las naciones en libertad evitando privilegios de unas sobre
otras, la garantía del derecho de autodeterminación, si el análisis del contexto interno y externo mostraban que la independencia era necesaria, o
de la autonomía regional para aquellas naciones que por una u otra razón
permaneciesen dentro de las fronteras del Estado multinacional y la salvaguarda de la unión internacional de los obreros frente a su separación
por nacionalidades.
21
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
143
La URSS hasta 1985
III. Configuración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS)
La estructura de la URSS se gestó a lo largo de un proceso histórico
iniciado con la Revolución de Octubre de 1917. Al tomar el poder los
bolcheviques se encontraron ante la necesidad de resolver en la práctica
la dialéctica entre autodeterminación e integración. En su Declaración de
los Derechos de los Pueblos de Rusia (15 noviembre 1917) reconocieron
el derecho a la separación para las diferentes nacionalidades que formaban parte del Imperio. La descomposición de éste fue rápida, accediendo
a la independencia: Polonia, Finlandia, los Estados Bálticos, Georgia y
Ucrania, y quedando reducida la autoridad de los bolcheviques a las
grandes ciudades de Rusia. Durante cerca de tres años tuvieron que aceptar esa desintegración y apoyar a los movimientos nacionalistas a fin de
impedir su alianza con la contrarrevolución y las tropas extranjeras
(Francia, Gran Bretaña, EE.UU. y Japón) que habían invadido el país
para alinearse con los «blancos».
Mientras se vivió bajo la perspectiva de la «revolución permanente»,
es decir, mientras la oleada revolucionaria se extendía a Europa, los nacionalismos no rusos fueron considerados como un accidente histórico
sin importancia, pero cuando a partir de 1920 se demostró que la revolución europea no iba a ser inmediata y que el nuevo Estado debía pensar
en mantenerse durante un período indeterminado frente al mundo capitalista, fue necesario responder a la siguiente cuestión: ¿qué forma dar al
nuevo Estado y cómo responder en él a las exigencias nacionales?
Era preciso reunificar lo que durante siglos había constituido el Imperio de los Zares ajustándolo en base a su situación real caracterizada
por su elevada complejidad y a la teoría marxista-leninista del problema
nacional. Algunas nacionalidades habían conquistado su independencia.
Rusia se organizaba sobre el principio administrativo territorial del poder
de los soviets (consejos de obreros y soldados) aunque, de hecho, a partir
de 1919 el partido centralizado dominaba en todas partes y la autonomía
de sus territorios era muy limitada. Con la retirada de las tropas blancas
y extranjeras se extendió el área de la república rusa y el número de territorios nacionales con un estatuto autónomo creció rápidamente. Finalmente, algunas naciones se organizaron también en repúblicas soviéticas
con un carácter independiente: Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán, Armenia y las repúblicas de Extremo Oriente de Jiva y Bujara.
Con objeto de vanzar por el camino de la unión había que reducir las
resistencias del Cáucaso y concretamente de Georgia. En febrero de 1921,
144
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
22
Georgia fue reconquistada militarmente por el Ejército Rojo y se instauró
una República Soviética dirigida por bolcheviques quienes propiciaron la
firma de un tratado de alianza con Rusia. Las relaciones entre las repúblicas se hicieron cada vez más estrechas. El 13 de diciembre de 1922 se
creó la República Federativa de Transcaucasia (Georgia, Armenia y Azerbaiyán) y la dinámica de federalización culminó el 30 de diciembre en el I
Congreso de los Soviets de la URSS. En él se aprobó el Tratado de formación de la URSS suscrito por República Socialista Federativa Soviética
Rusa (RSFSR), las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Ucrania y Bielorrusia y la República Federada de Transcaucasia.
Stalin justificó a nivel doctrinal la reunificación en el XII Congreso
del Partido (1923) donde describió el proceso de evolución de las nacionalidades del Imperio en tres fases:
1.ª fase: Revolucionaria, consistente en la lucha contra la opresión y
la desigualdad, resultando de ella la autodeterminación.
2.ª fase: Guerra civil, en la que las naciones autodeterminadas apoyaron a los bolcheviques frente a las fuerzas contrarrevolucionarias.
3.ª fase: Revolución triunfante, cuando la cooperación e interdependencia entre las naciones culminó en la unión económica, militar
y política.
El carácter federal de la asociación entre los distintos pueblos y nacionalidades apareció definido en la Constitución aprobada en enero de
1924 cuyo principal artífice fue Stalin. Aunque en teoría se trataba de
una federación, las atribuciones de los organismos federales resultaron
muy amplias en detrimento de las de las repúblicas federadas. En 1936
se promulgó la II Constitución soviética y en ella la soberanía de las naciones estaba solemnemente reconocida y al mismo tiempo garantizada
por su libre adhesión a la Federación y por el derecho a la secesión. En
ese momento la URSS se encontraba ya integrada por 11 repúblicas.
Con el pacto de no agresión germano-soviético de 1939 se amplió el
área de influencia de la URSS incorporando a sus dominios los países
bálticos y un año después la actual Moldavia. Tras la II Guerra Mundial,
el norte de Prusia Oriental, Carelia y algunas regiones que habían pertenecido a Japón, Checoslovaquia y Polonia pasaron a engrosar el Estado
soviético.
En los años 20 la unión de la RSFSR con el proletariado de las naciones no rusas se produjo en algunas ocasiones voluntariamente, pero
en otras por vías a menudo difíciles, según las circunstancias: liquidación de gobiernos nacionales, depuración de partidos, intervención del
Ejército Rojo, etc. La expansión territorial de la URSS en los años 40
23
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
145
tuvo como principales elementos impulsores las invasiones y las acciones militares. Pese a todo, la doctrina del Estado soviético se centraba en
la unión voluntaria que había tenido lugar por una superación de nacionalismos en favor de la solidaridad socialista.
IV. El Estado soviético
La URSS se definía como un Estado socialista de trabajadores y
campesinos basado en el sistema de los soviets o consejos considerados
como los órganos de poder del proletariado. En la medida de lo posible
estos consejos agrupaban a los trabajadores en sus propios lugares de trabajo, en el marco de su vida social.
Los soviets aparecieron por primera vez en Rusia con motivo de la
Revolución de 1905 y nacieron de los comités de huelga de las fábricas,
llegando más tarde a agrupar a trabajadores de varias empresas. El fracaso de los movimientos revolucionarios impidió la creación de un organismo central que agrupase a todos los soviets que se habían ido creando en
las principales ciudades rusas, pero esta experiencia dejó una profunda
huella entre la clase obrera. En la Revolución de 1917 y bajo el lema lanzado por Lenin: «Todo el poder para los soviets», éstos surgieron de nuevo, incluso en el ámbito del ejército. Se pretendía que el pueblo tuviera
conciencia de que disponía del poder.
Históricamente las atribuciones de los soviets sufrieron modificaciones bastante significativas respecto a la estructura de su organización y
los principios en los que debía basarse su funcionamiento. La Constitución de 1918, en su artículo 10, afirmaba:
«Toda la autoridad, en el territorio de la RSFSR, se encuentra en
manos de la población trabajadora organizada en los soviets urbanos y
rurales.»16
Por tanto, podría decirse que la de 1918 era una Constitución auténticamente soviética.
Las duras condiciones de la guerra civil y la intervención extranjera
impidieron desde el principio el funcionamiento de los soviets y de sus
Congresos, disfrutando el Gobierno central y el Partido de un poder omnímodo.
En la Constitución de 1924 desapareció el artículo mencionado anteriormente, pero fue durante la era de Stalin cuando se consumó la decadencia de los soviets. En la de 1936 el sistema de los soviets quedó es16
Citado por PIERRE BROUE, El Partido Bolchevique, Madrid, Ed. Ayuso, 1973, p. 147.
146
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
24
tructurado en tres grandes niveles de acuerdo al principio federativo inspirador del Estado soviético:
a) El Soviet Supremo de la Unión, como órgano máximo de poder
del Estado. Se componía de dos Cámaras, el Soviet de la Unión y
el Soviet de las Nacionalidades, de igual número de diputados
(750) y con los mismos derechos. Ambas, en sesión conjunta, elegían al Presidium que se convertía en el centro del poder del sistema político al concentrar todas las funciones asignadas a diversos órganos en las democracias liberales: Parlamento, Jefatura del
Estado, Gobierno y Tribunal Supremo/Constitucional.
b) Los Soviets Supremos de las Repúblicas federadas.
c) Los Soviets locales (de diputados de los trabajadores).
Los diputados de los Soviets eran elegidos por sufragio universal directo, pero dentro de un sistema no competitivo en la medida en que en
cada circunscripción se presentaba una sola candidatura, pues era el Partido quien a través de las Comisiones electorales controlaba la organización de las elecciones de los candidatos.
El Soviet Supremo era el encargado de formar el Consejo de Ministros (el Gobierno), que se definía como un órgano estrictamente administrativo, de gestión, programación y ejecución (art. 31 de la Constitución
de 1977), lo cual dada la estructura de planificación central característica
de la economía soviética, era de una gran importancia. En realidad, el
Gobierno tenía un poder muy limitado puesto que era responsable ante el
Soviet Supremo de la Unión (art. 130), debía dimitir necesariamente a la
elección de una nuevo Soviet Supremo (art. 129) y mientras que el Presidium tenía facultades para revocar las decisiones del Gobierno de la
URSS y de las Repúblicas de la Unión (art. 121.7), dicho Gobierno sólo
podía suspender las decisiones de los Consejos de Ministros de las Repúblicas federadas (art. 134).
En el aspecto judicial es importante destacar que los magistrados
eran electivos. Los ciudadanos elegían por escrutinio directo, igual y secreto a los jueces de categoría superior (como el Tribunal Supremo de la
URSS y de las Repúblicas federadas y autónomas).
A diferencia de los sistemas políticos occidentales, la descripción de
los órganos constitucionales resulta insuficiente para comprender la estructura política de la URSS, por el hecho de que entre el modelo del Estado soviético jurídicamente hablando y el funcionamiento práctico de
los centros de poder existía una notable distancia derivada del papel creciente que fue desempeñando el Partido hasta convertirse en la clave de
la vida política. Así se configuró un sistema político en el que existía una
total identificación entre Partido y Estado, sin que éste a su vez se dife-
25
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
147
renciase de la sociedad civil. Ideológicamente, la preeminencia del Partido encontraba su justificación en la doctrina marxista-leninista, según
la cual, el Partido encarnaba la vanguardia del proletariado en la construcción del comunismo; por tanto, en la fase de transición representada por la dictadura del proletariado y atravesada en aquellos momentos
por la Unión Soviética, el Partido debía ser la fuerza rectora por encima de todos los órganos de poder del Estado. Esta posición hegemónica
apareció definida por primera vez en la Constitución de 1936, que en
su artículo 126 afirmaba:
«Los ciudadanos más conscientes de la clase obrera y de las otras clases de trabajadores se unen en el Partido Comunista de la Unión Soviética, vanguardia de los trabajadores, tanto de las organizaciones sociales
como de las organizaciones del Estado.»17
El que semejante poder para dirigir, guiar y gobernar al Estado y a la
sociedad se asignase al PCUS, se corroboró a través de los Estatutos del
Partido aprobados en el XIX Congreso (1952), al establecer que:
«[El Partido] es la forma superior de organización político-social, la
fuerza que dirige y orienta toda la sociedad soviética.»18
La Constitución de 1977 elaborada en tiempos de Breznev refrendaba en su artículo 6 el lugar del Partido:
«La fuerza dirigente y orientadora de la sociedad soviética y el núcleo
de su sistema político ... es el Partido Comunista de la Unión Soviética.
El PCUS existe para el pueblo y sirve al pueblo. Pertrechado con la doctrina marxista-leninista, el Partido Comunista determina la perspectiva
general del desarrollo de la sociedad, la línea de la política interior y exterior de la URSS, dirige la gran actividad creadora del pueblo soviético e
imprime un carácter sistemático y científicamente fundamentado a su lucha por el triunfo del comunismo; todas las organizaciones del Partido
actúan en el marco de la Constitución de la URSS.»19
Se observa un matiz diferenciador entre los textos citados, ya que
mientras en la Constitución de 1936 se definía al Partido como «vanguardia de los trabajadores», en los Estatutos de 1952 y en la Constitución de 1977 se hacía respectivamente referencia a su labor como «dirigente de toda la sociedad soviética» y «del pueblo soviético». Este
cambio pudo obedecer a dos aspectos íntimamente unidos por el mismo
Citado por Enciclopedia Conocer el Mundo, Pamplona, Ed. Salvat, 1975, Vol. V, p. 1.368.
Ibídem, p. 1.368.
19 Citado por JAVIER ÁLVAREZ DORRONSORO, en De la Revolución de Octubre a Gorbachov, Madrid, Ed. Fundamentos, 1991, p. 384.
17
18
148
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
26
objetivo, el logro de la sociedad comunista: la supresión de la lucha de
clases durante la fase de dictadura del proletariado, lo que significaría
que, tras su abolición, los trabajadores representarían el conjunto del
pueblo y la culminación del proceso de eliminación de la condicón nacional (armenio, ucraniano, kazako, etc.). En la URSS parecía haber terminado el tiempo de las naciones, el origen del progreso estaba en una
comunidad histórica nueva: el pueblo soviético, que dirigido por el Partido llevaría a la formación del pueblo comunista a través de una segunda
revolución que adquiriría dimensiones mundiales.
Las principales características del PCUS se sintetizan en las siguientes:
1. Condición de partido único y monolítico. El rasgo de unidad se
justificaba por la desaparición del pluralismo de clase; si los partidos son la organización política de una clase, resultaba ilógica su
existencia en una sociedad sin clases. Por su parte, el monolitismo
pretendía evitar polémicas y divisiones ideológicas llegándosele a
dar tanta importancia que se subordinó a él todo lo demás, incluida
la doctrina marxista-leninista. Para garantizar su condición de partido único y sin facciones, el PCUS disponía de un brazo policial
(la KGB), auténtica policía política que trataba de evitar cualquier
disidencia, en la medida en que se pudiera ser causa de desestabilización del Estado y que, por tanto, atentase contra el partido. Sus
atribuciones resultaban ilimitadas al no existir un Estado de Derecho caracterizado por la supremacía de la ley.
2. Afirmación del centralismo democrático como fórmula de organización y de toma de decisiones. Este sistema permitía la libre discusión dentro de cada unidad (p. ej.: local de trabajo) antes de que
el centro tomase una decisión. Una vez acordada ésta debía observarse con la más estricta disciplina.
3. Estar basado sobre los distintos partidos comunistas de las repúblicas federadas. En todas existía un partido específico como la
organización republicana del PCUS, cuyas decisiones se encontraban completamente subordinadas a la dirección de Moscú. La
única excepción la representaba Rusia y se debía quizá al temor
de que el Partido constituyera un segundo centro de decisión que
compitiese con el PCUS.
4. Perfil burocrático adquirido progresivamente a pesar de su condición originaria de partido de masas. A partir del final del Comunismo de Guerra y el inicio de la Nueva Política Económica
(NEP), que implicó la vuelta a la economía de mercado, empezó a
consolidarse el aparato del partido frente al conjunto de la organi-
27
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
149
zación apartándose de forma cada vez más intensa de la idea de
que fuesen los propios trabajadores y las masas populares organizadas en soviets quienes dirigiesen directamente el Partido y, por
tanto, el Estado. Este proceso se agudizó con la llegada de Stalin,
concentrándose la dirección política en los estratos superiores a
los que llamaba los «sectores dirigentes del Partido» frente a los
que simplemente «aceptaban» los dirigidos.
La pertenencia al Partido era una condición indispensable para acceder a puestos de dirigente de la estructura de poder estatal y para permanecer en ellos. La selección, formación y asignación de las personas situadas en tales puestos se realizaba a través de un sistema de méritos
denominado «Nomenklatura».
El Partido actuaba como un poderoso factor de cohesión de la burocracia que se convertía en un auténtico aparato de poder representante de
la élite y de sus intereses, lo que demuestra hasta qué punto la burocracia
manifestaba una cierta tendencia a convertirse en clase, y además, privilegiada. Por tanto, no se cumplía el ideal socialista de eliminación de las
desigualdades sociales, ya que éstas se mantenían, aunque bajo apariencia distinta a la de los sistemas occidentales.
La estructura del Partido seguía un modelo jerárquico en aplicación
del centralismo democrático. En última instancia existía el Congreso
para todo el PCUS en el que se elegía el Comité Central al cual le competía dirigir, controlar y organizar todas las actividades desarrolladas por
las múltiples instituciones centrales y periféricas. Su principal función
era dirigir la actividad del Partido entre Congresos y vigilar la ejecución
de las medidas y programas acordados, ejerciendo así el papel de guía
para toda la política soviética. Sin embargo, y debido a que sólo se reunía dos o tres veces al año, elegían una Oficina Política llamada Politburó y el Secretariado del Comité Central constituyendo ambos el verdadero eje del poder.
Según los Estatutos de 1952, las funciones principales del PCUS se
resumían en la edificación de la sociedad comunista, la constante evolución del nivel material y cultural de la sociedad y la defensa eficaz de la
patria soviética.
V. La cuestión nacional
La situación de los distintos pueblos en la URSS era sumamente compleja en la medida en que existían más de 100 nacionalidades con orígenes étnicos, tradiciones culturales, lenguas, religiones y nivel de desarro-
150
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
28
llo diferentes. Estas nacionalidades se agrupaban en 15 Repúblicas federadas, 20 Repúblicas autónomas, 8 Regiones autónomas y 10 Comarcas
autónomas con niveles de competencias distintos. Del conjunto de las
Repúblicas federadas, la RSFSR (antigua Rusia) ejercía una influencia
determinante al disponer de las 3/4 partes del territorio y aproximadamente de la mitad de la población de la Unión Soviética. Además tenía
un gran significado económico, en cuanto a que generaba la mitad de la
producción industrial y agrícola, y político, puesto que actuaba como el
centro de los órganos de poder.
En el cuadro que ofrecemos en la página siguiente se reflejan algunas
de las características identificadoras de las distintas Repúblicas federadas.
Pese a la diversidad existente, la URSS se configuró en base a una
organización altamente centralizada siendo algunas de sus causas más
destacadas:
1. El predominio político del PCUS que funcionaba con una estructura jerárquica y vertical manifestada en la práctica en que las decisiones provenían siempre de Moscú. Por otro lado, a pesar de la
presencia de las etnias nacionales, la representación tanto en el
Partido como en los demás organismos de poder fue claramente
desigual en beneficio de las poblaciones eslavas, principalmente
la rusa.
2. La estrategia de industrialización. El modelo de crecimiento implicó una fuerte concentración de la actividad económica en los
territorios occidentales por sus mejores condiciones geográficas y
de equipamiento productivo.
3. El sistema de planificación. Si bien es cierto que cada una de las
15 Repúblicas federadas elaboraba su propio plan económico, el
grado de autonomía efectiva era muy limitado con el agravante de
ser financieramente dependientes de Moscú.
4. El Ejército Rojo. Sus cuadros se nutrían mayoritariamente de rusos y eslavos. Como señala Hélène Carrère, el Ejército no era reflejo del quehacer de toda una sociedad, sino un instrumento en
manos del poder central en el que se plasmaba el grado de asimilación y cooperación de los distintos grupos nacionales.
Este modelo de organización centralista asentó sus pilares fundamentalmente en la época de Stalin. Pese a todo, el Estado soviético mantuvo
un cierto respeto hacia la diversidad nacional permitiendo la manifestación de las diferentes culturas y la conservación de sus lenguas.
El tratamiento otorgado por Jrushov y Breznev a la cuestión nacional mantuvo, con algunas modificaciones, los rasgos de la etapa estalinista. Aunque bajo la égida del primero tuvieron lugar tímidas polític
a
s
88,0
40,7
60,9
62,1
67,5
65,4
53,1
Armenia
Kirguizistan
Turkmenistan
Uzbekistan
Azerbaiyán
Moldavia
Tadzhikistan
Fuente: Elaboración propia.
74,6
62,0
79,3
83,3
30,0
76,8
81,1
64,3
Autóctona
Estonia
Letonia
Lituania
Rusia (RSFSR)
Kazajstan
Ucrania
Bielorrusia
Georgia
República federada
13,3
03,2
30,2
17,3
13,5
13,6
10,2
20,1
26,6
08,5
—
42,7
16,9
08,2
10,1
Rusa
Población 1959 %
58,8
89,7
47,9
68,4
68,7
78,1
63,9
64,7
53,7
80,1
82,6
36,0
73,5
79,4
74,4
Autóctona
10,4
02,3
25,9
12,6
10,8
07,9
12,8
27,9
32,8
08,9
—
40,8
21,1
11,9
07,4
Rusa
Población 1979 %
Irania
Báltica
Báltica
Báltica
Eslava
Araliana
Eslava
Eslava
Alpina sub-raza
georgiana
Armenoide
Araliana
Turcófona
Araliana
Irania
Eslava
Raza
Luterana
Luterana
Católica
Ortodoxa
Musulmana
Católica- Ortodoxa
Ortodoxa
Cristiana
de Armenia
Cristiana
Musulmana
Musulmana
Musulmana
Musulmana
Ortodoxa, Católica,
Protestante
Musulmana
Religión
01
02
03
04
05
06
07
08
09
10
11
12
13
14
15
0,822
0,796
0,778
0,723
0,721
0,715
0,710
0,616
Orden
jerárquico
1,412
1,275
1,102
1,079
0,966
0,943
0,922
Indice
(URSS=1)
0,546
0,370
0,617
0,735
0,540
0,578
0,369
0,420
1,462
1,379
1,125
1,127
0,662
1,029
0,907
Indice
(URSS=1)
11
14
09
07
12
10
15
13
01
02
04
03
08
05
06
Orden
jerárquico
Renta nacional
Producción neta industrial
por habitante (1972)
por habitante (1972)
Diferencias de población, raza, religión y nivel de desarrollo entre las repúblicas federadas de la URSS.
29
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
151
152
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
30
de descentralización que facilitaron a las repúblicas la recuperación de
una parte de sus prerrogativas, Jrushov se mantuvo fiel a la doctrina
marxista-leninista concibiendo las disparidades nacionales como una
mera etapa transitoria hacia la emergencia de la «nación soviética» en el
marco de un Estado que representaba la voluntad de todo un pueblo.
La política nacional aplicada por Breznev recuperó los peores atributos centralistas; concretamente en 1971 hizo acto de presencia en las formulaciones oficiales el concepto de «pueblo soviético» como «una nueva
comunidad histórica de pueblos». Este planteamiento venía acompañado
de un énfasis en la preeminencia de la nación rusa. La Constitución
de 1977, principal instrumento jurídico de la era Breznev, asestó un duro
golpe a la tradición federal; no sólo reducía las competencias republicanas, sino que obviaba cualquier mención al derecho a disponer de formaciones armadas nacionales. Al amparo del cambio de política auspiciado
por el nuevo texto, se produjo en los últimos años breznevianos una
ofensiva contra las lenguas nacionales en un intento de supresión del status constitucional del georgiano, armenio y azerí, en claro benefico del
ruso y al mismo tiempo se verificó una reducción de la influencia de las
nacionalidades no eslavas en los máximos órganos del poder, aunque los
pueblos más numerosos tenían una representación.
La Constitución de 1977 hizo estallar muchos de los antagonismos.
Se afirmaron las aspiraciones a una existencia nacional, tal vez al perfilarse la amenaza de una integración radical de las naciones en el seno de
un Estado unitario. Durante más de 30 años el poder soviético estuvo
convencido de que el problema nacional se encontraba en vías de extinción. Sin embargo, en 1978 este problema seguía existiendo en la URSS
y ofrecía un perfil particularmente agudo allí donde Stalin, con ánimo de
debilitar a las naciones, se sirviera antaño de las hostilidades legadas por
la historia. Como muestra, damos una visión panorámica de los principales conflictos que tuvieron su origen en la configuración del Estado soviético y que han continuado hasta la actualidad, momento en el que muchos de ellos han alcanzado una gran intensidad.
Armenia-Azerbaiyán
En diciembre de 1920, cuando Armenia al convertirse en república
soviética perdió su independencia, quedó implícitamente establecido que
sus fronteras englobarían las regiones del Alto Karabak y de Najicheban.
Sin embargo, el deseo de satisfacer a la Turquía Kemalista hizo que en
1923 el Gobierno soviético obviase su original compromiso y entregase a
Azerbaiyán ambos territorios a pesar de ser mayoritariamente de población armenia.
31
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
153
Frente a las continuas peticiones para que Moscú reconsiderase las
fronteras, las autoridades centrales mostraron siempre un total desprecio
hacia este problema, que tiene como trasfondo no sólo la pugna por un
territorio, sino otros componentes que han ido agudizando el conflicto:
dos religiones, musulmanes de rito chiita y cristianos, dos etnias, turcófona e indoeuropea, y la problemática ecológica relacionada con la implantación de ciertas industrias químicas muy contaminantes o la instalación de centrales nucleares.
Georgia frente a Abkhazia y Osetia
En 1921 se produjo la anexión de Georgia por la Rusia soviética y
poco después Stalin, con la pretensión de romper con el fuerte nacionalismo georgiano, se apoyó en las minorías que poblaban Georgia, y en
primer lugar en los abkhazes erigiendo el territorio ocupado por éstos en
república autónoma sin tener en cuenta que los abkhazes apenas representaban un tercio de la población y que los georgianos, siendo mayoritarios, se oponían a tal solución.
Los georgianos aducían que los abkhazes eran un instrumento en manos de Moscú por lo cual había que desconfiar de ellos y si fuera posible
destruirlos, puesto que constituían además un intolerable enclave dentro
del territorio georgiano. Por su parte, los abkhazes juzgaban necesario
consolidar su república alejando a los invasores georgianos siempre bajo
la perspectiva de una futura unión con sus hermanos instalados en Turquía desde el siglo XIX.
La cuestión oseta fue otra de las herencias de la compleja construcción federal elaborada por Lenin y Stalin. El pueblo oseta vivía en la
URSS divido en dos Estados: Rusia, en la República autónoma de Osetia
del Norte, y Georgia, en la República autónoma de Osetia Meridional.
Pese a su origen común, se diferenciaban en el terreno religioso, musulmanes en el Norte y cristianos en Georgia. Sin embargo, su mayor ambición ha sido siempre la de estar unidos en una sola república considerando a Rusia como el marco más apropiado.
Para los georgianos, los osetas eran un pueblo poco seguro y también
manipulable por Rusia. Era preciso acabar progresivamente con su identidad, así como con los vínculos que los unían a sus hermanos del Norte,
aceptando como única variante la de su incorporación al Estado georgiano de una Osetia unificada. Según los osetas resultaba imprescindible defender con todos los medios a su alcance los componentes de su identidad, lengua y tradiciones y mantenerse hostiles frente a la influencia
georgiana.
154
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
32
Los Estados Bálticos (Estonia, Letonia, Lituania)
El problema báltico no tuvo raíces interétnicas ni de reivindicaciones
territoriales. Su surgimiento fue expresión de la lucha de unos pueblos
que, habiendo pertenecido a la Rusia zarista y en base a un fuerte sentimiento nacionalista, combatieron por lograr una independencia conseguida en 1920 gracias a la destrucción del Imperio ruso. Esta situación se
les volvió a plantear después de la II Guerra Mundial cuando la URSS
incorporó los países bálticos a sus dominios en condiciones de Repúblicas federadas de la Unión. La resistencia a la ocupación se mantuvo hasta 1952, pero la sovietización fue prosperando: se colectivizó la agricultura, se nacionalizó la industria y se impuso el ruso como idioma oficial
en las escuelas.
En la década de los años 30, Estonia y Letonia, aunque no Lituania,
tenían un nivel de urbanización y de industrialización similar al de Finlandia, pero desde el fin de la II Guerra Mundial las diferencias se fueron
haciendo notorias. Si bien el desarrollo finlandés fue muy rápido, lo cierto es que se popularizó cada vez más entre las poblaciones bálticas la
idea de que si no se hubiese producido la invasión soviética habrían seguido el mismo ritmo de crecimiento que Finlandia.
Los países bálticos no han venido siendo un conjunto unido por la lucha común, ya que a lo largo de su complicada historia han existido bastantes roces entre ellos. Ni antes ni en los últimos 50 años estuvieron vinculados estrechamente. Hay, incluso, diferencias de lengua y de religión
siendo los letones y lituanos los únicos supervivientes bálticos de la lengua
indoeuropea y presentando el estonio un carácter muy cercano al finés. En
cuanto a la religión, Lituania dispone de una arraigada herencia católica,
mientras que Estonia y Letonia son predominantemente luteranas.
Los pueblos deportados
Con motivo de la II Guerra Mundial, Stalin deportó a pueblos enteros
(chechenes, inguches, karachis, balkars, calmucos, meskes, tártaros y
alemanes del Volga) que fueron enviados a Siberia y a Asia Central acusados de alta traición y colaboracionismo con los nazis. En 1957, Jrushov rehabilitó a estos pueblos y restableció sus territorios excepto en el
caso de los tres últimos citados.
VI. Posición de la URSS ante la ONU: La reformulación de Starushenko
G. Starushenko actuó como representante de la Unión Soviética ante
las Naciones Unidas a principios de los años 60 y fue un ardiente defen-
33
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
155
sor del derecho de pueblos y naciones a la autodeterminación. Las raíces
de su pensamiento reflejaban fielmente la doctrina marxista-leninista con
ciertos rasgos stalinistas. La influencia de Stalin se manifestaba especialmente en su concepto de nación a partir del cual elaboró una tipología
que diferenciaba entre naciones burguesas y naciones socialistas.
En cuanto a su visión de la autodeterminación, la Revolución de Octubre había inaugurado el período de liberación de los pueblos oprimidos
por el imperialismo y de su unificación voluntaria sobre la base del socialismo, puesto que la ventaja primordial del principio de la autodeterminación estaba en que su reconocimiento contribuía a crear condiciones
tales que ninguna nación deseaba separarse. Por eso, ninguna de las repúblicas, en opinión de Starushenko, quería abandonar la URSS. El planteamiento del problema nacional exigía una metodología dialéctica; la
fórmula marxista-leninista consistía en separar para unir. Los pueblos
que formaban parte del Imperio ruso ejercieron tras la Revolución su derecho a la autodeterminación: unos, se separaron del nuevo Estado,
mientras que otros permanecieron en él; pero al final, todos quedaron
unidos por vínculos federativos haciendo realidad la autodeterminación
en forma de autonomía sobre una base libre y voluntaria. Así, Starushenko justificó cada una de las acciones del emergente Estado soviético hasta su consolidación definitiva tras la II Guerra Mundial, argumentando
que todas ellas se ajustaban al principio de la autodeterminación:
«Rusia se ha convertido de cárcel de los pueblos en una gran alianza
de naciones libres e iguales en derechos.»20
El ejemplo de la URSS, que desde sus primeros años mantuvo la autodeterminación como uno de los pilares de su política exterior, había
servido de acicate para el desarrollo de la lucha por la liberación nacional entre los pueblos coloniales que hasta ese momento no tenían derechos. La aparición de un Estado socialista obligó a los burgueses a tener presente el derecho de autodeterminación.
Para Starushenko el sujeto del derecho a la autodeterminación era «el
pueblo» definido como un numeroso grupo de personas que disponía de
un territorio, una historia comunes y un mismo objetivo: liberarse del
yugo colonial. Las condiciones de desarrollo económico y político no
eran obligatorias para hacer uso de la autodeterminación, puesto que una
vez lograda la independencia el pueblo progresaría tanto económica
como políticamente y se encontraría en condiciones de alcanzar a los países más avanzados. La voluntad del pueblo que exigiese la autodeterminación podía expresarse por diferentes procedimientos: plebiscito o refe20
G. STARUSHENKO, El principio de Autodeterminación de los Pueblos y las Naciones, p. 85.
156
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
34
réndum, movimientos populares y la insurrección armada o guerra de liberación nacional como última ratio. En cualquier caso resultaba inadmisible
la solución del problema por el poder central o por cualquier otro pueblo,
pues ello estaría en contradicción con el propio principio de autodeterminación. En lo referente al contenido, tal principio incluía dos aspectos:
1. Externo, según el cual el pueblo tenía la posibilidad de fijar en el
plano internacional su estatuto político y económico de tres formas distintas:
—Derecho a la separación y formación de un Estado independiente.
—Derecho a la separación con el fin de adherirse a otro Estado.
—Unificación del pueblo en un Estado unitario con el Estado del
que antes formaba parte, sólo posible si esa unificación fuese
voluntaria. La URSS se incluía en esta variante.
2. Interno, que significaba que el pueblo debía resolver todos sus
asuntos sin ninguna clase de injerencia, lo que presuponía reconocer tres tipos de derechos:
—Determinación de su régimen estatal y social.
—Disposición libre de sus recursos naturales y dirección de su
vida económica.
—Resolución de otras cuestiones internas como cultura o religión.
VII. Política exterior
Después de la II Guerra Mundial, el prestigio internacional de la
URSS cuyas fronteras habían alcanzado e incluso rebasado las del Imperio zarista, quedó sumamente consolidado. Sus relaciones con el resto de
las potencias aliadas fueron cada vez más difíciles, especialmente por sus
divergencias respeto a Europa Oriental y Próximo Oriente. En Europa, la
URSS pretendía establecer gobiernos filosoviéticos como fórmula de contención frente al mundo capitalista. Al principio se adoptaron soluciones
de compromiso, pero en 1947 estallaron los antagonismos dando lugar así
inicio de la «Guerra Fría» liderada por EE.UU. y la URSS que emergieron
como superpotencias de los bloques Oeste y Este, respectivamente.
Mientras que los EE.UU, con Truman a la cabeza, elaboraban la doctrina del «conteiment» (contención) contra el expansionismo comunista y
acordaban con Europa Occidental un plan de ayuda económica (Plan
Marshall), los comunistas conquistaban el poder en las repúblicas de Europa Oriental (Polonia, Hungría, Bulgaria, Rumanía y Checoslovaquia)
35
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
157
formando democracias populares bajo órbita soviética como «Estados
parachoques» destinados a obstaculizar cualquier intento de invasión del
territorio soviético. La Unión Soviética instaló importantes contingentes
de su ejército en estos Estados como cobertura en caso de una invasión
occidental. En el aspecto económico, la URSS y las democracias populares crearon un Consejo de ayuda mutua, el COMECON, para coordinar
el desarrollo de estos países. En los primeros años de la «Guerra Fría» se
produjeron acontecimientos de fuerte hostilidad que agudizaron las tensiones como: el bloqueo soviético de Berlín (1948-49), el acceso de la
URSS a la fabricación de la bomba atómica (1949), el triunfo de la Revolución comunista en China (1949), la Guerra de Corea (1950-53) y la
fundación de la OTAN (1949) y del Pacto de Varsovia (1955).
Tras la muerte de Stalin en 1953 se originó un relativo deshielo en
las relaciones internacionales protagonizado por Jrushov quien teorizó
sobre la «coexistencia pacífica» y la posibilidad de evitar una guerra entre los dos sistemas mundiales, socialismo y capitalismo. La política exterior de Jrushov se movió en la dialéctica entre las tendencias liberalizadoras propias de su doctrina que le llevaron a aceptar la política
independiente de Yugoslavia y la neutralidad de Austria y fenómenos
que recordaban la «Guerra Fría» como la represión de la revuelta húngara (1956), la construcción del muro de Berlín (1961) y la crisis de los misiles en Cuba (1962).
Breznev continuó con la etapa de distensión. Se firmaron acuerdos de
control de armamentos que limitaban el número de algunos dispositivos
aunque parece ser que de forma no muy eficaz ya que la Unión Soviética
siguió fortaleciendo de manera significativa su aparato militar. A medida
que finalizaba la década de los 70, la URSS se vio sumida en una profunda crisis económica agravada por los enormes gastos militares y afectada
por la pérdida de la posición de privilegio de que había disfrutado en el
movimiento comunista internacional debido a la aparición del «eurocomunismo» que, cada vez menos confiado en la probabilidad de una crisis
inmediata del capitalismo, preconizaba la aceptación de la vía parlamentaria y con ello un claro alejamiento de las posiciones oficiales soviéticas.
El recrudecimiento de la «Guerra Fría» se produjo como consecuencia
de la invasión de Afganistán (1979), que se hizo sentir especialmente en
Europa donde se sucedieron interminables debates sobre los nuevos despliegues de armas nucleares y donde un país de la órbita de Moscú, Polonia, fue el escenario de la represión de un masivo movimiento de contestación popular: el sindicato Solidaridad. Entre tanto, una profunda crisis
económica afectaba al Este europeo. Este cúmulo de circunstancias contribuyó a que en 1985 la dirección soviética encabezada por Gorbachov heredase una atmósfera internacional extraordinariamente enrarecida.
158
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
36
El cambio en la URSS
El primer sucesor de Breznev, Yuri Andropov, elegido Secretario General del PCUS en 1983, planteó la inevitabilidad de un proceso de renovación con el fin de detener el deterioro del sistema que él había llegado
a conocer mejor que nadie desde la Presidencia de la KGB. Habló incluso de una «democracia sin diálogo» y se percató de que el peligro del
desmembramiento de la sociedad soviética sólo podía evitarse mediante
una consolidación de las fuerzas reformadoras y políticas novedosas. Así
se convirtió en una especie de preludio de la Perestroika, no sólo por ser
el que ascendió a Gorbachov hasta la cima de la jerarquía soviética, sino
porque él mismo inició reformas limitadas de indudable interés, especialmente en el ámbito económico y en la política de selección de los cuadros del Partido tratando de eliminar la gerontocracia y el favoritismo.
Sin embargo, la muerte de Andropov en 1984 permitió al ala estalinista recuperar el control del Partido a través de la elección de un dirigente ya senil, Chernenko. Cuando éste falleció, la conciencia de la crisis
económica en que se hallaba sumida la Unión Soviética se hizo tan manifiesta en la cúpula, que Gorbachov, heredero político del proyecto reformador de Andropov, pudo imponerse en la lucha por el poder al candidato del aparato tradicional, Victor Grishin.
La crisis había empezado a manifestarse a principios de la década de
los 70 como una especie de agotamiento del dinamismo económico que
ponía de relieve las deficiencias del modelo de crecimiento llevado a
cabo desde la época de Stalin, modelo que consistió en la colectivización
forzosa de la agricultura y en la militarización de la economía y de la sociedad. Con ello la URSS había conseguido vivir en la paradoja de ser
una superpotencia militar y al mismo tiempo un país subdesarrollado en
cuanto a infraestructuras, vivienda, alimentación, etc.
VIII. Gorbachov y su proyecto reformista
Gorbachov aportó a la escena soviética un lenguaje claro y directo a
la hora de referirse al deterioro generalizado de la sociedad, las condiciones de estancamiento, la mínima eficiencia del sistema económico y el
escaso relieve de la política social, buscando sus raíces en los errores de
la dirección brezniana.
«...Es evidente el hecho de que el progreso de mi país sólo llegó a ser
posible gracias a la Revolución. Es fruto del socialismo, el nuevo sistema
social, y el resultado de la elección histórica que efectuó nuestro pueblo...
[Pero] en un momento dado —como comenzó a advertirse con toda clari-
37
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
159
dad en la segunda mitad de los años 70—, ocurrió una cosa que a primera
vista pareció inexplicable. El país estaba perdiendo su impulso..., fenómenos ajenos al socialismo empezaron a aparecer en la vida de nuestra
sociedad...»21
En febrero de 1986, los dirigentes reformistas se guiaron por las tesis
de la «uskorenie», es decir, por la necesidad de acelerar la actividad económica a partir de la modernización tecnológica tal y como se plasmó en
el XII Plan Quinquenal (1986-1990) aprobado en el XXVII Congreso del
PCUS. Esta estrategia tuvo una influencia inmediata en la política internacional al resultar incompatible con el elevado nivel de gastos militares.
Por eso Gorbachov formuló sus primeras propuestas de desarme nuclear.
Las pretensiones iniciales de la reforma no se cumplieron debido
fundamentalmente al farragoso y burocrático sistema administrativo. A
esta delicada situación se sumó la catástrofe de Chernobil de la que se
destilaron verdades parciales que pusieron en entredicho el carácter aperturista de Gorbachov y que descubrió a los pueblos de la sociedad soviética que en la URSS, poder, progreso, dominio de la tecnología, etc., escondían debilidad, retraso, subdesarrollo técnico y destrucción de la
naturaleza.
La necesidad de superar los frenos administrativos y la nueva dinámica social marcada por movimientos reivindicativos en favor de derechos civiles y de la democratización del Estado, llevaron a una ampliación del escenario de la reforma. Esta adquiría un carácter integral
debido a la interdependencia de las diferentes dimensiones, ya que la renovación económica exigía liberalización de recursos del ámbito militar,
una mejora de la imagen respecto a Occidente y libertades políticas que
redujesen las tensiones sociales que los cambios económicos pudieran
generar, todo lo cual reclamaba una renovación, incluso en el interior del
Partido, tanto en la base como en sus organismos dirigentes. En definitiva, la Perestroika pretendía convertirse a la vez en una revolución «desde
arriba» dada su dirección y aplicación por el PCUS, y «desde abajo» movilizando e implicando al conjunto de la sociedad soviética.
VIII.1. La reforma de la economía
Constituyó el aspecto más conocido del fracaso de la Perestroika. La
Conferencia Extraordinaria del PCUS (junio 1988) constató los escasos
avances en el proceso de reforma, tanto en el aspecto tecnológico y de la
21
p. 98.
AA.VV., De la Revolución de Octubre a Gorbachov, Madrid, Ed. Fundamentos, 1991,
160
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
38
autonomía económica de las empresas, como en la extensión de las relaciones mercantiles. El deterioro de la producción, el déficit fiscal, el
desabastecimiento, las tensiones inflacionistas y el fortalecimiento de la
economía sumergida se habían adueñado de la economía soviética convirtiéndose en su verdadero cáncer. Con este panorama las autoridades se
vieron obligadas, en el corto espacio de un año, a la elaboración de sucesivos programas (mayo 89-mayo 90) que giraban en torno a dos objetivos: el saneamiento financiero y la reorientación social de la producción.
Lamentablemente estos programas no se cumplieron e incluso el tercero
y último no llegó a llevarse a la práctica.
En el verano de 1990, con la economía estancada, el desabastecimiento cada vez más generalizado y con el descontento popular en un
punto crítico, no parecía existir otra opción que la de acelerar la transición hacia le economía de mercado. clarificar la situación para los potenciales inversores extranjeros y estabilizar la política crediticia y monetaria. Un cambio de tales dimensiones, por sus consecuencias en términos
de desempleo y de desorganización temporal de las redes de distribución,
exigía un consenso político entre el Gobierno central y los de las repúblicas, varios de los cuales eran realmente representativos a partir de las
elecciones democráticas de 1989. Fue necesario un acuerdo entre Gorbachov y Yeltsin (Presidente de la RSFSR) que tuvo lugar en julio de 1990.
Este acuerdo se plasmó en el «Plan de los 500 días» el cual fue inmediatamente rechazado por los tecnócratas del complejo militar que reclamaron la vuelta a la economía planificada para detener la desintegración
productiva, pero la mayor oposición se suscitó en el seno del Soviet Supremo, controlado por el PCUS, quien presionó a Gorbachov para que
adoptase medidas de emergencia por la vía autoritaria con el fin de restablecer el orden económico y político. En noviembre de 1990, Gorbachov
cedió a las presiones del aparato, cambió su Gobierno y adoptó medidas
de control administrativo de la economía, lo que supuso un frenazo en
seco al proceso de reforma.
VIII.2. La liberalización y gradual democratización de la vida política
y de los medios de comunicación (Glasnost)
En la XIX Conferencia del PCUS (junio 1988) se definieron los principales elementos de la reforma política:
A. El Partido
Se le asignó el papel de vanguardia política posibilitada por la utilización del leninismo como fuente de legitimación y de dirección ideoló-
39
EL HECHO NACIONAL EN LA DESMEMBRACION DE LA URSS
161
gica del proceso de reforma, planteando su democratización y estableciendo la delimitación de sus funciones y de las del Estado.
Gorbachov diseñó la reforma política dentro de la perspectiva de la
«renovación del socialismo» cuya principal inspiración sería la Revolución de Octubre y la relectura de Marx, Engels y Lenin. De este modo reaccionó contra algunas especulaciones y rumores que circulaban en Occidente acerca de que la Perestroika implicaría una transición más o
menos rápida, no sólo hacia la economía de mercado, sino también hacia
el sistema político típico de los países capitalistas.
«...me gustaría señalar de nuevo que estamos efectuando todas nuestras reformas de acuerdo con la opción socialista. Buscamos en el socialismo, no fuera de él, la respuesta a todas las preguntas que se nos plantean... Todos los puntos de nuestro programa se basan en los principios
de más socialismo y más democracia... Cualquier esperanza de que vayamos a construir una sociedad distinta, no socialista, y nos pasemos al otro
campo es una esperanza vana e irreal»22.
Según los reformistas, la historia de la URSS aparecía diferenciada en
dos fases: el antes y el después de Stalin, de forma que el sistema creado
durante la Revolución había sufrido grandes deformaciones manifestadas
en la represión, la arbitrariedad y la administración autoritaria. Tales eran
los aspectos que había que cambiar.
El PCUS debía ser prioritariamente un órgano de dirección política y
no de administración y gestión económica. Había que lograr una democratización a través de una mayor transparencia, de una mejora en los
procesos electorales para que los candidatos a órganos superiores fueran
propuestos por los inferiores y no por la dirección. En la práctica, el Partido conservó casi todos sus poderes a través de su influencia sobre los
medios de comunicación, la KGB, los Ministerios de Interior y Justicia y
su extensa red organizativa, pero pronto empezó a plantearse la cuestión
del mantenimiento o no del sistema de partido único y por ende la posible modificación del artículo 6 de la Constitución de 1977. Gorbachov
defendió en un principio la pervivencia del viejo sistema pero, probablemente por el fracaso del PCUS como vehículo integrador de conflictos, tuvo que cambiar de opinión y proponer al Pleno del Comité Central (5 febrero 1990) la modificación del citado artículo, abriendo paso al
pluripartidismo. Entre los factores que influyeron en la progresiva pérdida de influencia del Partido podrían mencionarse: la incapacidad para reconducir los movimientos nacionalistas y para evitar la independización
22 MIJAIL GORBACHOV, Perestroika: mi mensaje a Rusia y al mundo entero, Barcelona,
Ed. Ediciones B, p. 33.
162
IZASKUN SAEZ DE LA FUENTE ALDAMA
40
de sus secciones en los países bálticos, el descenso de su popularidad, la
deslegitimación acelerada de los sistemas políticos en Europa del Este y
la existencia de movimientos y organizaciones políticas capaces de canalizar todo tipo de reivindicaciones.
B. La organización del poder
En la Conferencia, Gorbachov afirmó que era necesario perfeccionar
la organización del poder y por tanto los soviets, de modo que ningún
asunto estatal, económico o social, se resolviese sin su participación.
Una de las condiciones imprescindibles era la mejora en el proceso de
formación de los órganos representativos, o sea, una reforma del sistema
electoral que permitiese la presentación ilimitada de candidaturas previa
libre discusión sobre las mismas, la responsabilidad de los candidatos y
el derecho a su revocación. Los candidatos elegidos no configurarían directamente el Soviet Supremo sino un nuevo órgano: el Congreso de Diputados de la URSS, que sería quien elegiría el Soviet Supremo. Dicho
Congreso estaría formado por 2.250 diputados (1/3 elegidos por circunscripciones territoriales, 1/3 por circunscripciones nacionales y el tercio
restante por organizaciones sociales).
El funcionamiento real del sistema puso de relieve claras deficiencias
que atenuaban, e incluso anulaban, los cambios teorizados, puesto que:
—Las candidaturas múltiples presentadas por los trabajadores o por
las asociaciones eran filtradas a través de los comités electorales
controlados por el Partido.
—Los diputados elegidos para el Congreso sólo tenían posibilidad de
acceder al Soviet Supremo si eran designados por la Comisión de
cuadros del Comité Central.
—Las organizaciones sociales estaban también dominadas por el
Partido.
Por último, dentro de la organización del poder se incluye el surgimiento de la figura del Presidente de la República, aspecto importante
dados los amplios poderes otorgados a tal cargo.
C. Hacia una mayor apertura política
Para Gorbachov el fin de todos los cambios que se introdujesen en el
sistema político era la instauración de un Estado socialista de Derecho
cuyos principios fundamentales se sintetizarían en la prioridad de la ley
y el sometimiento a ella de todos los organismos de poder y de sus funcionarios, remitiéndose a Lenin como el garante de la legalidad del siste-
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ma soviético, la inadmisibilidad de la afirmación de los derechos de unos
a expensas de los de otros, la división de poderes (ejecutivo, legislativo y
judicial) y la correspondencia de los derechos y de las obligaciones recíprocas del Estado y los ciudadanos.
El punto culminante del proceso reformista se alcanzó con la promulgación de una nueva Constitución en verano de 1989 que introducía significativas novedades conducentes a procurar el progreso democrático:
—Creación del Congreso de Diputados del Pueblo y transformación
del Soviet Supremo, intentando la consolidación de éste como un
auténtico Parlamento.
—Reforma del sistema electoral con la posibilidad de candidaturas
múltiples.
—Creación de un Comité de Control constitucional.
—Derecho de secesión.
Un año más tarde fue ratificada la Ley de Partidos que introducía la
posibilidad del multipartidismo, rompiendo con una tradición de 70 años
del PCUS como partido único.
No faltaron, aparte del núcleo ultraconservador del Partido, sectores
dentro de él que, ante la magnitud que estaban adquiriendo los conflictos, especialmente en las Repúblicas, abogaban por una «transición autoritaria». Además, de facto, las garantías constitucionales quedaban limitadas por el mantenimiento del poder arbitrario de los Servicios de
Seguridad de la KGB. Por ello, una gran parte del ala reformista (Plataforma Democrática) exigió reiteradamente la despolitización, tanto del
Ejército como de la KGB y la Policía.
VIII.3. El desarme y fin de la «Guerra Fría»
Si bien es cierto que la política exterior constituyó la gran victoria de
Gorbachov y la base de su prestigio ante la opinión pública mundial
como el dirigente que alejó a la humanidad del holocausto nuclear y desactivó la tensión bipolar que mantenía la carrera armamentista y atizaba
los conflictos, las grandes líneas de su actuación estuvieron dirigidas a
liberar a la URSS de una pesada carga que imponía grandes sacrificios
económicos. Con la desmilitarización se podría lograr un trasvase de recursos que facilitase la salida del estancamiento, mediante la mejora de
las relaciones con EE.UU. y Europa Occidental se posibilitaría el establecimiento de empresas conjuntas con capital extranjero y el levanta-
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miento de las restricciones sobre la transferencia de tecnología occidental. El hecho más significativo fue la firma, a finales de 1987, del acuerdo de los euromisiles, en virtud del cual, la URSS y los EE.UU. se comprometían a destruir una modalidad entera de armas nucleares basadas en
tierra, las de alcance intermedio. Desde ese momento se iniciaron negociaciones sobre los restantes tipos de armas nucleares, químicas y también sobre los dispositivos convencionales.
Desde la perspectiva de las relaciones internacionales destacaron especialmente los cambios operados en la Europa del Este. Las visitas que
Gorbachov realizó a Checoslovaquia y Rumanía en 1987 y a la RDA dos
años después mostraron claros indicios de aperturismo. Esta consigna fue
percibida por los países europeos orientales que se dispusieron a una veloz transformación de sus estructuras políticas, mirando más a Occidente
que a la propia Unión Soviética y comenzando un camino difícil hacia el
pluralismo político, no exento a veces de violencia y represión. Los
acontecimientos culminantes fueron la caída del muro de Berlín (9 de
noviembre de 1989) y la reunificación alemana (finales de 1990).
Los regímenes comunistas se desplomaron en cuanto les faltó el apoyo sistemático de la maquinaria soviética. En un sentido recíproco, estos
cambios políticos tuvieron gran influencia en el posterior desarrollo de
los acontecimientos, sobre todo en dos aspectos:
—La retirada de las fuerzas soviéticas de tales zonas originó el aumento en suelo ruso de población activa con dificultades para su
reinserción en la sociedad civil dada la precaria situación del empleo. La KGB se inquietó ante la merma del papel de la URSS
como potencia mundial y el aparato tecnocrático-político del complejo militar industrial recelaba del futuro ante la difícil reconversión de sus empresas hacia la industria de bienes de consumo y la
posible pérdida e sus privilegios. Estos fueron algunos de los grandes núcleos de las posturas más antirreformistas.
—El reforzamiento del sentimiento nacionalista en muchas de las repúblicas al percibir que la destrucción del comunismo y el triunfo
de sus aspiraciones era viable.
IX. El resurgimiento de los nacionalismos
En el desarrollo del XXVII Congreso del PCUS, y a pesar del tono
aperturista y renovador del que se vio impregnado, las intervenciones de
Gorbachov cuando se trató la cuestión de las nacionalidades recuperaron
los tópicos tradicionales.
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«El pueblo soviético es una comunidad social e internacional de nuevo cuño, donde han sido suprimidas las opresiones y las desigualdades,
reemplazadas por la amistad de los pueblos, el respeto de las culturas nacionales y la dignidad nacional de todos.»23
La visión del nuevo dirigente soviético tenía un carácter eminentemente
leninista y centralista, puesto que alegaba que, si bien cada una de las culturas tenía su importancia, el respeto hacia ellas no debía hacer olvidar lo
esencial, su indispensable acercamiento e integración en una ideología común constituida por el modo de vida socialista como elemento cohesionador de la sociedad global. Este optimismo se frustró en cierta medida por
los enfrentamientos que tuvieron lugar en Alma-Atá (Kazajstán) en diciembre de 1986; aunque estas primeras revueltas no parecieron alterar su concepción, empezó a abordar la cuestión nacional de forma algo más abierta,
admitiendo la posibilidad de que en un Estado multiétnico existiesen conflictos pero confiando siempre en la «amistad de los pueblos de la URSS».
Unos años antes de la subida de Gorbachov al poder, habían empezado a desarrollarse en el conjunto de la sociedad toda una serie de grupos
informales que ponían de relieve la unión de voluntades ante unas preocupaciones comunes como la salvaguarda del patrimonio nacional y la
defensa del medio ambiente. Después de 1985 estos grupos se multiplicaron rápidamente, dando prueba de que la sociedad quería participar en
la dirección de su destino. En un principio, Gorbachov no sólo aceptó su
existencia sino que los animó al percatarse de la inviabilidad de la Perestroika si no se recurría a la movilización general. Sin embargo, pronto
comprobó lo ilusorio de su táctica puesto que los llamados Frentes Populares se le iban a escapar rápidamente de las manos al configurar sus propias extrategias y convertirse en el esbozo de verdaderos partidos políticos. Las repúblicas constituyeron un marco privilegiado para el
surgimiento de los Frentes, puesto que por encima de todo la sociedad
alimentaba la aspiración de reforzar su existencia nacional, sin grupos o
facciones a este respecto. La vanguardia la formaron los Frentes Populares bálticos cuyo modelo se exportó a otras repúblicas. La auténtica manifestación de la fuerza alcanzada por los Frentes en las distintas repúblicas tuvo lugar con ocasión de los comicios de 1989 (especialmente en los
Países Bálticos, Moldavia y Ucrania), a los que se llegó tras las modificaciones introducidas en el texto constitucional proyectado el año anterior y duramente criticado desde la periferia como instrumento de centralización y de retroceso del federalismo.
23 MIJAIL GORBACHOV, citado por Hélène Carrère en El triunfo de las nacionalidades. El
fin del Imperio soviético, Madrid, Ed. Rialp, 1991, p. 23.
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Otro de los aspectos que removió los cimientos de la URSS se dio
también en 1989 como consecuencia de la efervescencia que se produjo
en materia lingüística en un buen número de repúblicas y principalmente
en las bálticas, Moldavia y Uzbekistán. El resultado fue la adopción de
unas leyes más o menos rígidas para la normalización de la lengua nacional haciendo caso omiso del poder central. Este quedó muy afectado
ante un hecho que en el fondo suponía una importante derrota con consecuencias no sólo morales y políticas sino también internacionales.
La reunión del PCUS del 19 de setiembre de 1989 ofreció mucho
menos de lo que esperaban las diferentes nacionalidades pues para éstas
los dirigentes soviéticos habían actuado mal y tarde al tratar de imponer
un Tratado de la Unión, sustitutorio del firmado en 1922 con motivo de
la Constitución de la URSS, al que se oponían especialmente por: el
mantenimiento de un sistema que rechazaban y con una fórmula perfectamente contradictoria, al asociar un centro y unas repúblicas igualmente
fuertes; el uso de la terminología «samostòiatel nost», que significa «ser
dueños de su destino», en lugar de «no dependiente» que excluye de forma explícita cualquier otra autoridad y el hecho de que el PCUS se hiciera paladín de los derechos de todas las minorías nacionales al sugerir que
repúblicas y regiones autónomas fueran cada vez más importantes, pues
en las naciones-Estado cobraba cuerpo la sospecha de que el Partido volvía a su vieja táctica de debilitar a los grandes grupos oponiéndose a las
pequeñas etnias minoritarias. Además las repúblicas no podían considerar un progreso la insistencia que se ponía en el papel de Rusia dentro de
la federación.
Año y medio más tarde aparecería un nuevo texto debatido y revisado pero sólo firmado por 8 de las 15 repúblicas. En él los derechos de las
repúblicas federadas eran más amplios que los contemplados en el proyecto anterior pero persistía un aspecto que podía debilitarlas: la práctica
igualdad entre repúblicas federadas y autónomas, duramente criticada
por Boris Yeltsin que veía en ello grandes dificultades para el Gobierno
de su territorio.
La declaración de independencia realizada por Lituania en vísperas
del cambio institucional de la URSS hacia un régimen presidencialista
(marzo 1990) obligó a Gorbachov a enfrentarse al problema nacional. El
resultado fue la promulgación de la llamada Ley de Secesión que trataba
de normalizar las vías y períodos que debía seguir una república para alcanzar la separación de la Unión. Su articulado contenía un triple freno
pues se trataba de un proceso de excesiva duración que en el mejor de
los casos no sería inferior a 6 años, resultaba muy complejo por las exigencias y controles que había que superar y contenía en potencia un foco
de conflictos entre ciudadanos, repúblicas, etnias internas, etc. La ley fue
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aprobada en las dos Cámaras del Soviet Supremo por una amplia mayoría. Los países bálticos no tomaron parte en la votación al estimar que no
les concernía, puesto que al «no haber entrado» en la Unión, tampoco
podían separarse. En consecuencia, Lituania no se sintió afectada por
ella. El resto de las repúblicas la percibieron como un nuevo artificio y
no como una forma de hacerse cargo del problema nacional.
Esta nueva demostración de miopía política se produjo tras unos años
de revueltas nacionalistas cuyo detonante fue el alzamiento de Alma-Atá
(1986) que reveló el rápido desarrollo del sentimiento nacional marcado
por un rencor hacia la comunidad rusa (la mitad de la población) que habitaba en su territorio, a lo que se unía el miedo a las reformas y las crecientes dificultades derivadas de la depresión económica.
La propia Perestroika, que admitía en su filosofía que todo en la
URSS podía ser examinado y, en caso necesario, reformado, sirvió sin
proponérselo, como acicate para la exacerbación de unos conflictos más
o menos latentes e inherentes a la configuración de la URSS como la
pugna por el Alto Karabak que desencadenó la guerra civil entre Armenia y Azerbaiyán y el fortalecimiento del nacionalismo georgiano y de su
lucha contra los abkhaces.
X. El golpe de Estado
El Golpe de agosto de 1991 no fue un acontecimiento más entre los
muchos que se fueron sucediendo a lo largo de la época en que Gorbachov fue Secretario General del PCUS, puesto que para algunas personas
influyentes de su entorno no se trataba de aceptar o rechazar unas reformas, sino de decir ¡basta!, considerando que había que regresar a las raíces, que el Partido debía recuperar su posición de vanguardia, que era
necesario volver a un sistema económico de planificación y que resultaba
preciso acabar con las modernas corrientes democráticas.
La agravación de la situación económica, el irresistible ascenso de
Yeltsin y el movimiento democrático y la resistencia de Gorbachov a utilizar a fondo la opción represiva que le aconsejaba su Gobierno, condujeron
a la modificación del contenido de la pieza maestra de la reforma política.
Gorbachov fue cediendo a las presiones de las repúblicas en el sentido de
descentralización del poder, llegando las cosas a tal extremo, que tras la
reunión en Londres de finales de julio con el grupo de los Siete Grandes
(países más industrializados), a donde había acudido recabando ayuda,
anunció, con el asentimiento de Yeltsin, el texto de un Tratado de la Unión
en el que se concedían amplios poderes a las repúblicas, entre los cuales se
encontraban el de adoptar autónomamente medidas económicas de transi-
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ción hacia una economía de mercado y el de controlar directamente a las
grandes empresas del complejo militar industrial. Simultáneamente se producía la institucionalización de un sistema electoral democrático como
base para la designación de los dirigentes políticos de las repúblicas.
El Comité Central del PCUS, con la retirada táctica de la dirección,
aprobó el 25 de junio el proyecto de un nuevo programa del Partido,
abandonando el marxismo-leninismo como dogma oficial y abrazando el
socialismo democrático.
En este ambiente tuvo lugar el golpe que se inspiró en los medios dirigentes del PCUS y fue ejecutado a través del Gobierno y del Vicepresidente de la URSS. No fue un golpe del ala conservadora del Partido, sino
del propio Partido, que utilizó plenamente sus conexiones en el Ejército
a través de su red de comisarios políticos, en el KGB y en el Ministerio
del Interior. El Golpe expresaba con toda claridad la imposibilidad del
Partido Comunista para aceptar un sistema democrático, un Estado descentralizado y una economía de mercado, ya que quedaría sin bases para
ejercer su poder.
Los golpistas sabían que no contaban con el pleno apoyo de las Fuerzas Armadas y del KGB y que necesitaban mantener una apariencia de
constitucionalidad que posibilitara una relación normal con Occidente.
Por eso con Gorbachov retenido en Crimea, no detuvieron ni a Yeltsin ni
a los dirigentes democráticos y aunque controlaron los medios de comunicación propios, dejaron operar con tranquilidad a los observadores occidentales que transmitieron las noticias en directo a todo el mundo.
Las razones últimas del fracaso del golpe fueron esencialmente políticas:
—Sólo podía triunfar si se mantenía en un nivel puramente intimidatorio y escasamente represivo dentro de la institucionalidad soviética.
—No se había captado la profunda división del aparato del Estado,
incluido el Ejército y la KGB.
—Su estrategia contaba con la pasividad relativa de la población y la
disposición de los dirigentes democráticos a adaptarse al nuevo poder. En ambos aspectos el error de cálculo de los golpistas rayó en
consonancia con la falta de comunicación de un aparato que vivía
aislado y que desconocía los auténticos sentimientos de la población.
XI. El desmembramiento de la URSS
A partir del Golpe, los acontecimientos se sucedieron a un ritmo vertiginoso conduciendo en muy pocos meses a la desaparición formal de la
Unión Soviética.
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Yeltsin, apoyado por Gorbachov, extirpó los centros básicos del poder del PCUS, siendo sus actividades suspendidas y sus oficinas clausuradas hasta que se realizasen las investigaciones oportunas. Además, se
prohibió la presencia orgánica de cualquier partido en la Administración,
en las empresas, en las Fuerzas Armadas y en la KGB, teniendo lugar su
ansiada despolitización. Gorbachov dimitió como Secretario General del
PCUS al tiempo que disolvía su Comité Central y hacía un llamamiento
para que los comunistas fundasen otro partido en torno a los valores del
socialismo democrático. El PCUS se rompió en cuatro partidos en los
que tendieron a predominar las corrientes restauradoras y ortodoxas.
Tras esta sucesión de hechos se planteó la necesidad de una actuación inmediata para intentar encarrilar un país al borde del caos. Como
primera medida se imponía la búsqueda de una transición ordenada y sin
violencia al postcomunismo, evitando cometer el mismo error que había
presidido la Perestroika, cual fue ignorar en un alto grado las reivindicaciones de la periferia.
A pesar de todo, Gorbachov trató de garatizar la unidad del país sobre la base de un nuevo Tratado de la Unión, puesto que el que estaba
previsto firmarse cuando ocurrió el Golpe, ya había sido denunciado
como insuficiente por todas las repúblicas. En la nueva versión, el Centro conservaba las funciones de Defensa, Política Exterior, un poder
coordinador en lo económico y arbitral en lo político. Para sacar adelante
este proyecto contaba con el apoyo de EE.UU. y la CEE quienes necesitaban un interlocutor con poder que pudiese garantizar el control sobre el
armamento nuclear y la estabilidad de las fronteras. Sin embargo, pesaba
como una losa su escasa fuerza política que había estado sustentada en el
PCUS, el creciente desprestigio interno ante una sociedad que se sentía
defraudada y la oposición de las fuerzas reformistas para las que Gorbachov había perdido toda influencia política.
Los dirigentes de las repúblicas iniciaron una carrera contra el tiempo para asegurar su poder y su primera acción fue la de declarar o ratificar la independencia de cada una de las repúblicas a lo largo del mes de
setiembre, aunque la mayoría continuaron participando en un Consejo
Interrepublicano excepto los Países Bálticos, quienes abandonaron definitivamente la URSS y Georgia, que se mantuvo al margen de cualquier
cooperación enfrascada en sus luchas internas.
Boris Yeltsin, ante la gravísima situación económica (800% de inflación), tomó la decisión de acabar definitivamente con la URSS y eliminar políticamente a Gorbachov antes de que finalizase el año, para
comenzar 1992 con una situación política en la que los poderes estuvieran claramente delimitados y se pudiese actuar sin vacilaciones. En noviembre empezó a gobernar por decreto en detrimento de los poderes
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del Parlamento y rompió su alianza con Gorbachov negándose a firmar
el nuevo Tratado de la Unión.
El detonante final de la desintegración lo proporcionó la independencia de Ucrania aprobada el 1 de diciembre en referéndum por el
75% de la población. Este hecho radicalizó todo el proceso al enmarcarse en un contexto de fuerte «intransigencia» manifestado en la pretensión ucraniana de controlar las fuerzas soviéticas y las armas nucleares de su territorio. Yeltsin no tuvo más remedio que buscar una
solución consensuada. Por ello y también para evitar la posibilidad de
un frente común entre Gorbachov y las repúblicas asiáticas a fin de
mantener un Estado federal, Yeltsin resucitó un proyecto de acuerdo establecido un año antes entre las tres repúblicas eslavas y consiguió la
proclamación de la CEI abierta a otras repúblicas (8 de diciembre de
1991). Pocos días más tarde, con el acuerdo de Alma-Atá, tuvo lugar su
ampliación ya que en ella se incluyeron todas las repúblicas que no habían participado en la reunión fundacional, excepto los Países Bálticos
y Georgia. Se aceptó la propuesta ucraniana de que la CEI no se convirtiese en un Estado, sino en una simple estructura de coordinación interestatal desprovista de todo poder, careciendo de personalidad jurídica internacional. Se ratificó la sustitución de la URSS por Rusia en lo
referente al ámbito internacional anterior al desmembramiento, si bien
el resto de las repúblicas nucleares (Bielorrusia, Ucrania y Kazajstán)
se comprometieron igualmente a cumplir los acuerdos sobre seguridad,
desarme y no proliferación nuclear. Al mismo tiempo, se aprobó la
existencia de unas Fuerzas Armadas unificadas en cuanto al armamento
estratégico y nuclear, facultando al Presidente de Rusia con el control
del famoso «botón nuclear» previa consulta con los Presidentes de las
otras tres repúblicas nucleares.
Una serie de acuerdos transitorios trataron de la organización de la
estructura militar mientras se procedía a un reordenamiento de las Fuerzas Armadas soviéticas hasta su integración en los distintos ejércitos republicanos. También se esbozaron los órganos de coordinación de la
CEI, cuya estructura y funcionamiento denotan una cierta equiparación
con la primera organización de las Comunidades Europeas.
Conclusión
En el devenir histórico de la Unión Soviética destacan dos momentos
clave: el de su constitución tras el proceso revolucionario iniciado en
1917 y el de su desintegración que tuvo como telón de fondo el Golpe de
Estado de agosto de 1991.
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Durante la Revolución de Octubre los bolcheviques concedieron el
derecho de autodeterminación a todas las nacionalidades inmersas dentro
del Imperio zarista. Cuando llegaron a la conclusión de que Rusia se estaba convirtiendo en un islote socialista se dio lugar a la reunificación territorial con dos modelos distintos:
—El de las Repúblicas que libre y voluntariamente se unieron a lo
que más tarde sería la URSS. Estas ejercieron el derecho a la autodeterminación desde la perspectiva marxista-leninista a través de
la firma de unos tratados bilaterales con Rusia.
—El de aquéllas que interpretaron su integración como fruto de la
ocupación militar y, por tanto, de la anexión (Países Bálticos, Georgia y Ucrania). En este caso no hubo ejercicio real del derecho a la
autodeterminación, pues los tratados de alianza intentaron simplemente dar apariencia legal a un hecho que contradecía las propias
palabras de Lenin sobre las anexiones juzgadas como antitéticas
de la autodeterminación.
La solución a la cuestión de las nacionalidades fue la consagración
formal el sistema federal reconociéndose constitucionalmente el derecho
a la autodeterminación, si bien en un régimen totalitario y centralizado
tal derecho se convirtió en una cuestión vacía de contenido. De facto, la
URSS funcionó como un Estado unitario con un centro muy fuerte y
unas repúblicas subordinadas a él.
Durante más de 50 años el paradigma de crecimiento impuesto por
Stalin convirtió a la sociedad soviética en un gigante militar y en un enano económico con grandes deficiencias en cuanto a condiciones de vida.
En un contexto de crisis económica generalizada apareció la figura de
Gorbachov como la de un leninista convencido que pretendía mantener
el statu quo eliminando los aspectos que habían distorsionado los principios socialistas. Su estrategia se plasmó en la Perestroika que necesariamente tuvo que transcender el ámbito económico e introducir un proceso
de liberalización política gradual (Glasnost). El aperturismo permitió un
fortalecimiento de las corrientes democráticas y nacionalistas quienes,
ante el fracaso de las reformas emprendidas, los cambios en la Europa
del Este y la creciente pérdida de legitimidad del Partido-Estado, incrementaron sus reivindicaciones.
Antes de que se produjese el Golpe de agosto de 1991, la URSS había perdido las bases fundamentales de todo Estado: el mercado nacional y la ideología común en torno a un proyecto internacionalista. El
Golpe sólo significó la puntilla a una muerte anunciada y que ya se había materializado un año antes de la declaración de independencia de
Lituania.
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En el proceso de desintegración se manifestaron dos tendencias:
—La partidaria de una federación constituida sobre un nuevo Tratado de la Unión en el que las Repúblicas, como entidades soberanas, fueran las que determinasen los poderes del centro y no al
revés. El Tratado permitiría ejercitar el derecho a la autodeterminación al redefinir los pilares del sistema desde la democracia y
el auténtico federalismo. Esta perspectiva sustentada por Repúblicas de Asia Central, como Kazajstán, consideraba que el proyecto leninista de una «casa común», correcto en esencia, había
sido realizado por constructores incapaces y que en la práctica el
desarrollo de la política de las nacionalidades no había seguido
los principios de la doctrina marxista-leninista, de modo que no
habían sido las Repúblicas las que se habían unido en torno al
centro, sino éste el que había sujetado a las Repúblicas.
En este caso las declaraciones de independencia no respondieron a planteamientos ideológicos sino que aparecieron como un
mecanismo de protección ante la política desestabilizadora del
centro, como instinto de conservación ante el caos que se avecinaba. La interpretación de los acontecimientos resulta confusa por la
celeridad y el solapamiento con que se sucedieron encontrándose
en poco tiempo con una pluralidad de Repúblicas independientes
que configuraron la CEI, estructura con escaso peso político que
serviría como foro de encuentro e instrumento de regulación de las
relaciones en materia militar y de defensa.
—La encabezada por los Países Bálticos que defendía la total independencia de las Repúblicas. Estimaban que no tenían necesidad
de hacer uso del derecho a la autodeterminación, ya que al no haber «entrado» en la Unión, tampoco podían «separarse». En consecuencia, no resulta procedente establecer relaciones entre estos
procesos de independencia y los enunciados doctrinales marxistasleninistas sobre el derecho a la autodeterminación, al tratarse de
temas heterogéneos.
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