La relación laboral de los profesores de religión en centros de

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La relación laboral de los profesores de religión en centros de enseñanza
públicos
Por MIGUEL ÁNGEl PURCALLA BONILLA
PROFESOR TITULAR DE UNIVERSIDAD
Diario La Ley, N.º 6810, 30 Oct. 2007, Año
XXVIII
, Ref. D-231, Editorial LA LEY
LA LEY
5776/2007
Disposiciones comentadas
Jurisprudencia comentada
I.
LAICISMO Y ACONFENSIONALIDAD DEL ESTADO: ALGUNAS REFLEXIONES DE CALADO
PRÁCTICO
La Constitución Española de 1978 acoge, en su artículo 16 (LA LEY 2500/1978) y en sede de
derechos fundamentales (pues de tal rango es el de la libertad religiosa), el principio de
neutralidad del Estado, conformando claramente a éste como aconfesional y, por consiguiente,
laico, con el debido respeto paralelo a la libertad de creencias religiosas de los españoles. A su
vez, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos recoge, en su art. 18.1 (LA LEY
129/1966), el derecho de toda persona a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
Ahora bien, los acuerdos sobre enseñanza y asuntos culturales firmados por el Estado Vaticano y
por el Estado español en 1979 siguen siendo objeto de polémica en pleno siglo XXI. Primero por
su propia permanencia en punto al tratamiento diferencial del Estado hacia la católica con
respecto a otras religiones, lo que suscita dudas sobre su constitucionalidad; segundo, por la
proyección de esos acuerdos sobre la relación laboral de los profesores de religión y moral
católica, pues la Iglesia católica no deja de ser, en términos ideológicos y aunque el empleador
sea indiscutiblemente la Administración educativa, una empresa de tendencia que selecciona al
candidato o candidata con base en una declaración de idoneidad (requisito constitutivo de la
relación laboral); y tercero, porque desde un punto de vista mediático ya son diversos los casos y
pronunciamientos, no siempre afortunados ni unos ni otros, que han cobrado notoriedad en los
últimos tiempos, a los que en fechas recientes ha venido a sumarse una respuesta normativa.
Me refiero, en cuanto a esto último, al RD 696/2007, de 1 de junio, por el que se regula la
relación laboral de los profesores de religión, en desarrollo de la previsión acogida por la
disposición adicional tercera de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LA LEY
6288/2007); y, a modo de ejemplo de la polémica generada por algunos pronunciamientos
judiciales, a la sentencia del Tribunal Constitucional 38/2007, de 15 de febrero (LA LEY
192395/2006) (a cuya doctrina siguen las posteriores SSTC 80/2007 (LA LEY 14423/2007),
81/2007 (LA LEY 14424/2007), 82/2007 (LA LEY 14425/2007), 83/2007 (LA LEY 16764/2007),
84/2007 (LA LEY 16765/2007), 85/2007 (LA LEY 16766/2007), 86/2007 (LA LEY 16767/2007),
87/2007 (LA LEY 16768/2007), 88/2007 (LA LEY 16769/2007), 89/2007 (LA LEY 16770/2007) y
90/2007 (LA LEY 16771/2007), todas de 19 de abril), que consideró válida, en un caso de no
renovación por la vida personal de una profesora (separada y con nueva pareja de hecho), la
exigencia de la idoneidad eclesiástica como requisito de capacidad para el acceso a los puestos
de trabajo de profesor de religión en los centros de enseñanza pública, al propio tiempo que
exige que esa declaración de idoneidad, o su revocación, sea respetuosa con los derechos
fundamentales del trabajador.
El Tribunal Constitucional, a partir de la sentencia 24/1982, de 13 de mayo (LA LEY
13537-JF/0000) (doctrina seguida por otras posteriores: SSTC 340/1993 (LA LEY 2292-TC/1993),
177/1996 (LA LEY 191/1997), 46/2001 (LA LEY 1360/2001), 154/2002 (LA LEY 6237/2002) y
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101/2004 (LA LEY 1400/2004)), ha venido señalando que el derecho de libertad religiosa es, por
lo pronto, un derecho subjetivo de carácter fundamental que supone el reconocimiento de un
ámbito de libertad para el individuo; y, además, es un derecho que impide cualquier tipo de
discriminación o de desigualdad de trato de los ciudadanos en función de sus creencias. La
libertad religiosa supone, así las cosas, la atribución al ciudadano de un espacio de
autodeterminación intelectual ante el fenómeno religioso, en el que tiene cabida la fe o la
ausencia de la misma, y que faculta a aquél tanto para acomodar su forma de vida a esas
convicciones como para defenderlas frente a terceros.
Con todo, esa doctrina constitucional debe complementarse, ya en fechas más recientes, con la
Ley 62/2003 (LA LEY 2013/2003), que protege contra la discriminación no sólo a todas las
religiones reconocidas por el Estado (católica romana, protestante, judía, budista, hindú, islámica,
etc.), sino también a la libertad de convicciones (en la que se incluye, en mi opinión y dado que
son opciones libres e igual de respetables, el agnosticismo y el ateísmo). Sin embargo, otros
casos de tutela antidiscriminatoria no son tan claros: es, por ejemplo, el supuesto de la
cienciología, que en algunos países (Alemania, Inglaterra) no ha sido reconocida como religión
por los tribunales de justicia, mientras en Francia y en Estados Unidos sí se le ha otorgado dicha
condición. De otro lado, las convicciones o la propia religión presentan problemas no siempre
resolubles, en la práctica, con la aplicación estricta del principio de igualdad (más bien lo
contrario, debiera pensarse en un trato laboral diverso, objetiva y razonablemente justificado): es
el caso, por ejemplo, de la obligación de trabajar en sábado, como el resto de trabajadores de
una empresa, que se quiera imponer a quienes sean judíos o adventistas del séptimo día; de los
hábitos alimenticios de los musulmanes durante el ramadán; de las pinturas faciales de los
hindúes; de las cruces de los cristianos y de las joyas y ropajes de los ortodoxos; o, en fin, de la
obligación religiosa de los sikhs de llevar turbante en público.
En el marco práctico de la relación laboral, la libertad religiosa debería suponer el derecho del
trabajador a resistir y no acatar las órdenes o instrucciones del empresario cuyo contenido sea
bien la interdicción, bien la imposición de una concreta creencia o práctica religiosa, de un lado;
y, de otro, el derecho a no ser discriminado por razones religiosas en el momento de la
contratación, ejecución y extinción del contrato de trabajo. Sabido es, sin embargo, que el tema
no es de tan fácil y rápida solución cuando se trata de un profesor de religión católica (en su
mayoría, laicos o seglares a los que no se les puede exigir más que la enseñanza de los dogmas
religiosos de referencia).
II.
LA RELACIÓN LABORAL DE LOS PROFESORES DE RELIGIÓN: ESTADO DE LA CUESTIÓN
Si la jurisprudencia del Tribunal Supremo fue tajante al declarar la laboralidad de la prestación de
servicios de los profesores de religión (por todas y en tanto que dio pie a muchas más, STS de 19
de junio de 1996 (LA LEY 8227/1996)), también lo ha sido al señalar que la misma era una
relación temporal atípica y objetivamente especial (por ejemplo, SSTS de 5 de junio de 2000 (LA
LEY 9785/2000) y de 19 de septiembre de 2005 (LA LEY 179308/2005)), aunque la situación ha
cambiado con la nueva norma reglamentaria, según se verá. Además, debemos abordar también
otro aspecto que, hasta la fecha, ha sido bastante controvertido: ¿no es un gravamen excesivo
—Fundue hardship—F que un profesor de religión católica, contratado laboralmente por la
Administración educativa como tal, venga obligado a cumplir con unas reglas morales de
comportamiento propias de la fe (católica o de otro tipo) que, a su vez, suponen su calificación
como idóneo o no para el puesto de trabajo? Se trata, en suma, de un flagrante contraste entre el
Derecho Estatal (especialmente el Constitucional y su arsenal de derechos fundamentales) y el
Derecho Canónico (en especial, el Código regulador del mismo, de 25 de enero de 1983, en sus
cánones 804 (LA LEY 106/1983) y 805 (LA LEY 106/1983)).
1.
Duración
La duración del contrato era determinada, hasta el 10 de junio de 2007, con término resolutorio
que no era otro que el del curso escolar, lo que suponía un primer obstáculo: se impedía la
estabilidad en el empleo, al quedar condicionada la renovación al criterio de la jerarquía
eclesiástica (rectius, ordinario diocesano u obispo del lugar). Criterio discrecional en manos de
una confesión que no sólo fundamenta la renovación o no del contrato en la aptitud pedagógica,
sino en un modus vivendi (ni separados-as, ni madres solteras, ni curas secularizados por
dispensa y casados, según se ha visto tristemente en la práctica en estos últimos años) y en la
idoneidad del profesor con respecto a las creencias católicas (testimonio de vida cristiana y recta
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doctrina, según el canon 804.2 del Código de Derecho Canónico (LA LEY 106/1983) —FCDC—F).
En suma, el derecho a renovar o a remover a un profesor de su cargo depende, a
discrecionalidad del obispado (que no debiera ser arbitrariedad ni decisión conculcadora de
derechos fundamentales), del criterio eclesiástico relativo a razones religiosas o de costumbres
(canon 805 CDC, en conexión con el art. 3 del Acuerdo de 1979 antes aludido). El propio TC ha
señalado (STC 38/2007) que «la condición que deriva de la exigencia de la Declaración
Eclesiástica de Idoneidad no consiste en la mera obligación de abstenerse de actuar en contra del
ideario religioso, sino que alcanza, de manera más intensa, a la determinación de la propia
capacidad para impartir la doctrina católica, entendida como un conjunto de convicciones
religiosas fundadas en la fe»; dicho de otro modo, para el TC es una condición implícita «que
quien pretenda transmitir la fe religiosa profese él mismo dicha fe».
Esta doctrina constitucional se aplica también al caso de los profesores de otras confesiones
religiosas que, conforme a lo previsto en la Ley Orgánica de Libertad Religiosa (LA LEY
1364/1980), tienen un arraigo evidente o notorio en la sociedad española. Es el caso, por Ley
24/1992, de 10 de noviembre, del Acuerdo de Cooperación del Estado con la Federación de
Entidades Religiosas Evangélicas de España (LA LEY 3128/1992); por Ley 25/1992, de 10 de
noviembre, del Acuerdo de Cooperación del Estado con la Federación de Comunidades Israelitas
de España (LA LEY 3129/1992); o por Ley 26/1992, de 10 de noviembre, del Acuerdo de
Cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España (LA LEY 3130/1992). En dichos
Acuerdos, entre otras cuestiones, se reconoce a las citadas confesiones religiosas la capacidad de
designar a los profesores que deban impartir la enseñanza religiosa correspondiente, corriendo el
pago de honorarios docentes en centros públicos a cargo de la Administración educativa.
Desde el 10 de junio de 2007, y esto es muy importante, es claro que la contratación temporal ya
no es la regla aplicable, sino la puntual excepción. En efecto, ahora el contrato debe formalizarse
por tiempo indefinido, salvo en caso de contrato de interinidad en sustitución del titular; y por
escrito, con el contenido mínimo típico de todo contrato de trabajo, y a tiempo completo o parcial,
por decisión de la autoridad educativa. ¿Quid iuris con los contratados temporalmente a 10 de
junio de 2007? Sencillo: pasan automáticamente a indefinidos (un acierto del legislador), salvo
que se les extinga el contrato (por los motivos de extinción que de inmediato veremos) o salvo
que sean interinos por sustitución del titular (en cuyo caso, siguen como tales).
2.
Salario
Perciben, desde la Orden de 9 de abril de 1999 (LA LEY 1673/1999) (criterio que sigue siendo de
aplicación), las retribuciones que corresponden al nivel educativo para los profesores interinos,
aunque el pago se filtra a través de la Conferencia Episcopal Española, como pagador directo al
profesor por cuenta del Estado. Una vía y prebenda que, a mi modo de ver y salvo que se trate
de mantener una prebenda fiscalizadora del importe de las retribuciones, carece de sentido por
desfasada y antañona, puesto que nada tiene que ver la religión (y su impartición) con el pago
del salario debido a los profesores contratados por la Administración.
3.
Acceso al empleo
La relación laboral del profesor de religión no funcionario, que imparta enseñanza en centros
públicos, presenta varios requisitos de acceso, conexos a los principios de igualdad, mérito,
capacidad y publicidad. Junto a los que podríamos llamar «generales» (nacionalidad —Fespañola,
comunitaria o extracomunitario residente legal—F, edad —F18 años—F, aptitud de salud, no
inhabilitado ni sancionado), se valora la experiencia docente y formación previa como profesor de
religión, la titulación académica (la exigible a todo profesor no universitario, conforme al artículo
110 de la Ley Orgánica 2/2006, de Educación (LA LEY 4260/2006)), y se sigue precisando, pues
esta singularidad la mantiene el RD 696/2007, la propuesta de designación de las instancias
religiosas además del certificado o declaración de idoneidad para el puesto. Un problema básico
se nos plantea aquí: si cualquier Administración pública tiene la facultad de cesar libremente a
quienes ocupen puestos de trabajo de libre designación, no es menos cierto que, en el plano de la
constitucionalidad, dicha decisión queda limitada por el respeto a los derechos fundamentales,
que no pueden verse limitados, impedidos o coaccionados por dicha decisión extintiva (SSTC
87/1998 (LA LEY 5380/1998), 29/2000 (LA LEY 4029/2000), 101/2000 (LA LEY 5985/2000),
114/2002 (LA LEY 12950/2003), 171/2003 (LA LEY 10317/2004) y 216/2005 (LA LEY 1818/2005)).
¿No debiera ser así también en el caso de los profesores de religión y de la problemática decisión
de idoneidad o no adoptada por quien no es empleador de iure, aunque sí de facto y ab initio?
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En mi opinión, la declaración de la autoridad religiosa de la inidoneidad de un candidato requiere
partir de un doble enjuiciamiento o fase secuencial, al cobijo de la STC 38/2007. La primera fase
debe calibrar si la decisión de la autoridad religiosa es, precisamente, de índole religiosa, es decir,
que responde a una motivación de tal naturaleza, porque si no es así, no puede fundamentarse en
el art. 16.1 CE (LA LEY 2500/1978) en su dimensión comunitaria, esto es, en el derecho de
libertad religiosa de la Iglesia (católica, islámica, judaica o evangélica) como tal. Dado que el
margen de las autoridades religiosas para calificar como religioso el motivo de su decisión es muy
amplio, resulta claro que es la Iglesia afectada la que debe decidir lo que es relevante para su
credo religioso en una decisión que, en principio, deben aceptar las autoridades estatales, salvo
que no sea respetuosa con los derechos constitucionales del profesor de religión.
Aquí es donde quiero centrar mi argumentación: constatado el conflicto entre el derecho
fundamental de la Iglesia o confesión correspondiente y los derechos fundamentales del profesor
de religión (por ejemplo, a su vida privada —Fpor ejemplo, cuando un sacerdote obtiene por
rescripto la dispensa de su condición, y al secularizarse contrae matrimonio-, a la libertad de
expresión—Ffundamental al respecto es la STEDH de 20 de septiembre de 1999-, a apoyar una
campaña pro-celibato opcional —Fque no es sino una opción de convivencia en pareja—F como
manifestación de la libertad ideológica, etc.), se impone, como segunda fase obligatoria en clave
de exégesis constitucional, una ponderación casuística que conducirá a la modulación de los
derechos del profesor de religión y moral católica que pueden verse seriamente limitados, pero
que no por ello desaparecen. Al encontrarnos ahora ante contratos indefinidos, no temporales
(salvo el caso de los interinos antes citado), se refuerza así el control jurisdiccional de las
decisiones extintivas; pero también, a mi entender, el control de la Administración educativa, que
debe fiscalizar que la razón de la revocación de idoneidad no obedezca a la vulneración de
derechos fundamentales de los ciudadanos y ciudadanas.
4.
Extinción
El contrato de trabajo del profesor de religión se extinguirá en diversas situaciones. La primera,
cuando la Administración competente adopte resolución en tal sentido, previa incoación de
expediente disciplinario. La segunda, por revocación ajustada a derecho de la acreditación o de la
idoneidad para impartir clases de religión por parte de la confesión religiosa que la otorgó (como
requisito profesional cobijado en la Directiva 2000/78, cuyo art. 4 (LA LEY 10544/2000) recoge el
derecho de los Estados miembros a mantener o establecer requisitos profesionales esenciales y
determinantes para las actividades basadas en la religión o en la ética religiosa), por apego a la
doctrina constitucional. La tercera, por las causas de extinción diversas a la disciplinaria y
previstas en el Estatuto de los Trabajadores. La cuarta, para el caso de trabajadores extranjeros,
por la extinción o la no renovación de la autorización de residencia o de residencia y trabajo.
¿La decisión extintiva es fiscalizable por los tribunales? Por supuesto y ante la jurisdicción social,
pues como señala la STC 38/2007 (LA LEY 192395/2006) «que la designación de los profesores
de religión deba recaer en personas que hayan sido previamente propuestas por el Ordinario
diocesano, y que dicha propuesta implique la previa declaración de su idoneidad basada en
consideraciones de índole moral y religiosa, no implica en modo alguno que tal designación no
pueda ser objeto de control por los órganos judiciales del Estado, a fin de determinar su
adecuación a la legalidad, como sucede con todos los actos discrecionales de cualquier autoridad
cuando producen efectos en terceros, según hemos afirmado en otros supuestos, bien en relación
con la denominada "discrecionalidad técnica" (STC 86/2004, de 10 de mayo (LA LEY
12445/2004)), bien en el caso de los nombramientos efectuados por el sistema de "libre
designación" (STC 235/2000, de 5 de octubre (LA LEY 10728/2000))». Así debe entenderse la
mención del nuevo reglamento a la revocación (que debe entenderse como expresa, ya no como
tácita, al ser el contrato laboral indefinido y no temporal) de la acreditación de idoneidad, en el
punto y hora en que señala que ésta deberá ajustarse a derecho. En mi opinión, el problema,
abocado a la casuística judicial, surgirá cuando la decisión extintiva-revocadora se centre en
«quién» enseña (con sus circunstancias personales e ideológicas), y no en «cómo» y en «qué» se
enseñe.
Si de lo que se trata es de articular criterios prácticos que permitan conciliar en el caso concreto
las exigencias de la libertad religiosa (individual y colectiva) y el principio de neutralidad religiosa
del Estado con la protección jurisdiccional de los derechos fundamentales y laborales de los
profesores (por ejemplo, la libertad de afiliación o la candidatura a órganos de representación),
es claro que, en caso de despido nulo (o de despido improcedente con readmisión), no puede
descartarse que la Administración educativa reclame a la organización religiosa, sea cual sea, el
importe correspondiente a salarios de tramitación (y cotizaciones anudadas), derivado de una
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sentencia de despido nulo o improcedente (con readmisión en este segundo caso) a favor de
quien no ha impartido efectivamente la docencia, cuando tenía derecho judicialmente establecido
a hacerlo (o a seguir haciéndolo).
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