Los Nenúfares de Claude Monet Variaciones sobre color, luz y belleza

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La Plata, miércoles 3 de mayo de 2006
Cultura
REABRE EL MUSEO L’ORANGERIE
Los Nenúfares de Claude Monet
Variaciones sobre color, luz y belleza
Fascinado por la luz, sus variaciones y temperaturas, Claude Monet pintó la serie de los Nenúfares, una visión amorosa -creación, en realidad- del
jardín que el artista tenía en Giverny. El museo de L’Orangerie (París) creado especialmente para exhibirlos, reabre sus puertas después de seis años
Quien haya tenido la suerte de ver
uno de los Nenúfares de Monet, no olvidará jamás la explosión de color y, al
mismo tiempo, la armonía y belleza que
emana de estas pinturas. Será que la belleza sólo remite a sí misma y, entonces,
al ver la pintura, uno no puede pensar
más que en, por ejemplo, Chopin y (paradójicamente) sus Nocturnos.
Pero los Nenúfares son pura luz y
ahora tendrán un marco ideal para ser
apreciados. El museo de L’Orangerie en
París, que alberga la famosa serie de
lienzos de Nenúfares del francés Claude
Monet y otras destacadas muestras del
impresionismo, reabrió ayer, tras una
renovación completa del edificio, que
ha durado seis años.
De la caricatura
a las vigorosas
pinceladas
El 14 de noviembre de 1840
nace en París Oscar Claude
Monet. Se trata de una
época particularmente
importante para el futuro
de la pintura francesa: al
nacimiento de Monet se
suman los de Cézanne y
Sisley, en 1839, y los de
Berthe Morisot, Guillaumin,
Renoir y Bazille, en 1841.
Los Nenúfares
de Monet son una
serie de lienzos
de 2 metros por
425 centímetros
El ministro de Cultura francés, Renaud Donnedieu de Vabres, fue el encargado de abrir las puertas del museo, situado en el jardín de las Tullerías. El centro cuenta, a partir de ahora con el doble
de espacio para las exposiciones, gracias
a una ampliación de 3.200 metros cuadrados que permitirá albergar dos muestras temporales por año, algo que no hacía desde hacía más de cuatro decenios.
Los Nenúfares de Monet son una
serie de lienzos de 2 metros por 425
centímetros, colocados a lo largo de
las paredes de dos salas elípticas del
museo, que ahora han recuperado la
La aversión del joven
Monet por la escuela y
su gusto por vagar
contemplando la
naturaleza respondían a
una imperiosa necesidad
de libertad. No puede
afirmarse lo mismo, sobre
el modo en que comienza
a dar forma a su vocación
artística: la caricatura.
Explosión. Monet se destaca por los colores y las pequeñas pinceladas
iluminación natural.
Dos grandes aberturas elípticas en los
techos y una antigua vidriera, completamente renovada, permiten la entrada de la luz que una reestructuración
en los años sesenta negó a los Nenúfares, en contra de la voluntad del artista.
“El trabajo sobre la luz es el fundamento mismo del impresionismo”,
por lo que “era un sinsentido que las
obras de Monet no se beneficiaran” de
una iluminación óptima, explicó el con-
servador del museo, Philippe Saunier.
Pintada entre 1914 y 1926 en Giverny, a ochenta kilómetros al noroeste
de París, Monet ofreció esta serie de
lienzos a Francia tras el armisticio de la
Primera Guerra Mundial, en 1918,
cuando aún no las había terminado.
Además, el museo contiene 144 lienzos de artistas de finales del siglo XIX y
principios del siglo XX, como Renoir,
Cézanne, Matisse y Picasso
L’Orangerie nació como una galería,
en 1852, y se
convirtió en Museo Claude Monet en 1927, con el objetivo de albergar
los nenúfares del pintor, pocos después
de su fallecimiento.
Monet los había empezado a pintar
en 1906. Las series comienzan con nenúfares expuestos en L’Orangerie de París, en el Instituto de Arte de Chicago y
en el MOMA de New York.
Para 1874, las
composiciones de Monet
de este periodo poseen
una estructura bastante
libre, aplicando el color
con cortas y vigorosas
pinceladas. Monet
siguió pintando hasta el
momento de su muerte,
ocurrida el 5 de diciembre
de 1926 en Giverny.
El movimiento impresionista
Por María Noel Correbo (*)
En la historia del arte, el impresionismo es el primer movimiento
artístico moderno, el primero que se
cuestiona sobre el lenguaje plástico
propiamente dicho. Mientras la historia del arte (desde el
Renacimiento) transcurrió con la
idea de que el cuadro era una ventana para mirar lo real, los impresionistas irrumpen para mostrar que la
pintura tiene un estatuto propio.
Interesados por la luz, la pincelada
ya no esconde los dispositivos que
posibilitan la existencia de la obra.
Algo así como decir: “No es una
ventana, señores: es un cuadro”.
Tenemos entonces dos elementos:
la pincelada -tan evidente “como
una tarántula en una escudilla de le-
che”, diría Chandler- y la luz.
Los impresionistas trabajaron con
luz, la estudiaron, la vivieron. Porque, al salir de sus atelieres, se dispusieron a captar la impresión visual
frente a una escena, la atmósfera.
Y, obviamente, hay un cambio en lo
que concierne a la velocidad y la agilidad en la ejecución de la pintura. Ya
no hay bocetos sino impresión.
De los impresionistas se puede decir -parafraseando a Borges- que no
los unió el amor sino el rechazo. Estos pintores fueron rechazados en el
Salón Oficial de París y crearon su
propio salón (el de los Rechazados,
justamente). No fue un grupo homogéneo, tuvieron ocho exposiciones propias, y (entre otros) Edgar
Degas, Edouard Manet, August Renoir son sus referentes.
Claude Monet es considerado el dirigente del impresionismo. Trabajó
todas las cuestiones referidas la luz y
al color. Dio preeminencia a la pincelada y a la mancha sobre el dibujo. Si
uno se acerca a sus Nenúfares, ve color; tanto color, que marea. Ya no hay
una pregunta acerca de cómo conocemos las cosas, no hay un interés
por intelectualizar sino por sentir y
hacer sentir. El efecto óptico busca
traducir las diferentes sensaciones.
Esto es muy notorio en su serie sobre
las Catedrales y la de Los Nenúfares
que se exhiben en el Orangerie de París, en el Instituto de Arte de Chicago
y en el Museo de Arte Moderno de
Nueva York.
(*) Lic. en Historia de las Artes
Visuales; Investigadora Secretaría de
Extensión de la Facultad de Bellas Artes
Reapertura. El mundo del arte volverá a ver los Monet en París
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