Presentación Exequiel Ezcurra Las costas son una fina línea que divide al mar de la tierra, que delimita dos mundos totalmente segregados. En el momento en el que nos sumergimos bajo el agua, nos sentimos inmersos en un universo por completo diferente: silencioso, de luces extrañamente azuladas y tenues, con formas de vida distintas a las que nos resultan cotidianamente familiares en la tierra firme. De los 3 700 millones de años que tienen los seres vivos de existencia en el planeta, las primeras formas de vida multicelulares aparecieron hace unos 700 millones de años, bajo las aguas someras de los mares del Precámbrico. Unos 300 millones de años después, en el Silúrico, la vida macroscópica empezó a manifestarse fuera del agua. Si para comprender la escala del tiempo profundo pusiéramos el tiempo transcurrido desde la aparición de los primeros organismos multicelulares complejos en una escala de un año, durante los primeros cuatro meses de ese “año evolutivo” la vida transcurrió exclusivamente bajo los mares. Las primeras muestras de vida emergida capaces de poblar la tierra firme tuvieron lugar en el mes de junio del año evolutivo, cuando ya la vida pululaba desde hacía millones de años bajo las aguas de los océanos. Sólo unos pocos grupos biológicos fueron capaces de adaptarse a vivir en tierra, y una vez emergidos, radiaron evolutivamente en un sinnúmero de especies, casi todas desarrolladas sobre unos pocos diseños morfológicos elementales: los artrópodos, con un esqueleto quitinoso externo; los vertebrados, con un sistema nervioso central y una espina dorsal; Islas de Baja California Sur según una carta oficial las plantas vasculares, con hojas verdes dispuestas alrededor de un tallo conductor; los de 1823 (fragmento de la Carta Esférica de los hongos, con blancos tejidos algodonosos capaces de crecer sobre la materia orgánica en des- Territorios de la Alta y Baja Californias y Estado de Sonora; José M. Narváez, México, 1823). composición. 21 La memoria de la evolución pasada subsiste en la vida presente, y por eso la diversidad de grupos evolutivos es arrolladoramente mayor bajo el mar que en la tierra. Mientras que los invertebrados terrestres se reducen sobre todo a los insectos y otros grupos menores, bajo el agua sobreviven en grandes cantidades esponjas, anémonas, corales, medusas, erizos, poliquetos, equinodermos, crustáceos y una miríada de moluscos, por mencionar sólo algunos grupos dentro de una verdaderamente portentosa mezcla biológica. Lo mismo ocurre con las plantas fotosintéticas, las que bajo el mar muestran un increíble conjunto de organismos muy antiguos, cuya edad evolutiva se remonta a miles de millones de años, con formas variables y extrañas que van desde microscópicas diatomeas, algas rojas y dinoflagelados, hasta las algas coralinas y los gigantescos sargazos. El mar y la tierra son, en efecto, dos mundos dramáticamente divididos por la tenue línea de las costas y por la arena de las playas. Entre rompientes y mareas se encuentran y se miran desde lejos, parecería que con cierta respetuosa distancia. Con el ánimo de romper esa distancia evolutiva y de entender mejor la dinámica de la vida profunda bajo el mar, organizamos una expedición a las aguas profundas del Golfo de California. Queríamos asomarnos a ese microcosmos desconocido donde la luz no llega, ver la diversidad de formas, la riqueza de especies y la abundancia de vida bajo el agua, dejarnos maravillar por ese mundo que ha venido evolucionando por miles de millones de años antes que el nuestro, y que muchas veces destruimos sin tener siquiera clara conciencia de lo que estamos perdiendo. Queríamos ver el tiempo evolutivo reflejado en el esplendor de algas, esponjas, corales y anémonas, poliquetos, crustáceos, caracoles y almejas, cefalópodos, equinodermos, tunicados y peces de todo tipo. Queríamos ver la riqueza profunda del Golfo de California; investigar un ambiente desconocido para saciar un ansia personal de búsqueda y exploración, pero también para reflexionar sobre nosotros mismos, sobre nuestra relación con el resto del mundo biológico, y sobre el sentido recóndito de nuestra percepción de la naturaleza. Colecta del cangrejo de agua profundas Maiopsis panamensis con el brazo mecánico del DeepSee a más de 300 metros de profundidad. Foto © Octavio Aburto-Oropeza. 220