DONES DEL ESPIRITU SANTO

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“IL PADRE”
SAN PIO DA PIETRELCINA
LA MISSIONE DI SALVARE LE ANIME
TESTIMONIANZE
P. MARCELLINO IASENZANIRO
EDIZIONI PADRE PIO DA PIETRELCINA
Extractos del libro mencionado
DONES DEL ESPIRITU SANTO
La actividad apostólica del Padre Pio, realizada sobre todo en el confesionario,
estuvo siempre acompañada de claras manifestaciones de intervenciones de la
bondad de Dios, que a través de este fiel siervo suyo, aliviaba los males del cuerpo
y del alma de sus hijos espirituales.
Queremos ahora examinar en forma específica los dones con los que el Espíritu
Santo dotó a su siervo para que fuese instrumento idóneo en el cumplimiento de su
misión.
Introducción
El Papa Pio XII dijo que el Espíritu Santo es “el principio de cada acción vital y
verdaderamente salvífica en cualquiera de los miembros del Cuerpo Místico de
Cristo”, esto es, en cualquiera de nosotros cristianos.
Sin su acción nosotros, hablando espiritualmente, estamos muertos. Con razón
observa San Agustín: “Lo que nuestra alma es para nuestro cuerpo, lo mismo es el
Espíritu Santo para el Cuerpo de Cristo”.
La tercera persona de la Santísima Trinidad opera ordinariamente en la Iglesia
mediante la Palabra de Dios que “tiene el poder de edificar”, los Sacramentos que
nos hacen crecer y sanar; y la virtud, que nos hace actuar de acuerdo al bien.
El Concilio Vaticano II no obstante precisa: “El Espíritu Santo no solo por medio
de los sacramentos y de los ministerios santifica al pueblo de Dios y lo guía y lo
adorna de virtud, sino, “distribuyendo a cada uno los propios dones, tal como a El
le place” (1 Cor 12,11), dispensa también entre los fieles de cada orden gracias
especiales, con las cuales los hace adecuados y prestos a asumir las obras y oficios
útiles para la renovación y la mayor expansión de la Iglesia, de acuerdo a estas
palabras “a cada uno…la manifestación del Espíritu le es dada porque es para el
beneficio de todos” (1Cor 12,7).
De acuerdo al texto conciliar son dos los canales principales por los cuales el
Espíritu si sirve en su acción destinada a “santificar” el pueblo de Dios: los
sacramentos y los carismas.
Los primeros nos llegan a través de la jerarquía.
De hecho Jesús les dijo a los apóstoles: “Vayan y eduquen a todas las naciones,
bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19); a
ellos les ha dado el poder de devolver la gracia a los pecadores: “A quien les
perdonen los pecados quedarán limpios” (Jn 20,23); y a ellos, al instituir la
Eucaristía, les a encomendado la tarea de dar a la Iglesia Su Cuerpo y Su Sangre:
“Hagan esto en conmemoración mía” (Lc 19,22).
Los carismas a su vez – “manifestaciones particulares del Espíritu” – no son dadas
a una categoría o a una orden , sino como dice el apóstol, “a cualquiera”
(1Cor12,11); ya que el Espíritu “sopla donde le place”, da su gracia como “a El le
place” a cada uno de los miembros de su Cuerpo Místico.
Se debe añadir que estos carismas no santifican a quienes lo reciben, por esto se
dice “la gracia es dada gratis” y deben la persona escogida por el Espíritu los debe
poner para “el servicio de los demás”, como enseña Pedro (1Pt 4,10). Y Pablo
añade que son dados “para hacer idóneos a los hermanos para cumplir su
ministerio, con la finalidad de edificar el cuerpo de Cristo” (Ef 4,11).
Podemos resumir: “los sacramentos son el don dado a todos para el beneficio de
cada uno; los carismas son dones dados a cada uno para el beneficio de todos.”
“Cuantas veces has llamado!!!
Es de llamar la atención que el Padre también escuchaba las voces de sus hijos
espirituales cuando estaban en lugares lejanos de el.
El Padre Valentino de San Marco in Lamis, Capuchino, durante la segunda guerra
mundial se encontraba en Emilia Romagna, mientras la línea del ejército alemán que
había entrado por los Apeninos dividía Italia en dos. Durante ese tiempo no se tenían
noticias de la familia que vivía en Puglia, hasta que un día decide de partir hacia el sur,
sin embargo necesitaba atraversar por el frente, lo cual era altamente peligroso.
Como conocía a los soldados de la resistencia italiana que combatían contra los
alemanes les pide ayuda y consejo de lo que debía hacer. Le indicaron un pasaje a
través de la montaña, era pleno invierno y el tiempo estaba muy mal y le aconsejaron
partir, “es en esta noche o nunca mas”.
Junto con otras personas se pone en camino. Llegando a un punto muy alto en la
montaña había que recorrer un sendero muy estrecho, cubierto de nieve, pasar por un
punto muy escarpado, mas cuando el Padre Valentino estaba a la mitad, pisa en falso y
comenzó a deslizarse.
“Padre Pio, ayúdame, Padre Pio, ayúdame” pidió el pobre franciscano en la angustia y
el terror de precipitarse al vacío. Siguió deslizándose pidiendo la ayuda de su padre
espiritual, cuando de repente se detiene en un matorral. Ayudado por los demás pudo
levantarse y continuar el viaje.
Una vez que había cruzado por la línea de combate fue posible proseguir el camino a
casa.
Llegó a San Marco in Lamis y tras haber descansado apenas unas cuantas horas decide
ir a San Giovanni Rotondo para agradecer a Padre Pio su ayuda, quien viéndole
inmediatamente le dice: “Cuantas veces has llamado aquella noche, cuantas veces!!!”.
El Santo lo estrecha contra su pecho y le dice “Vayamos a darle gracias al Señor.”
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