Fundamentos bíblicos del acompañamiento

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Fundamentos bíblicos del Acompañamiento
a Comunidades
El objetivo de estas reflexiones es fundamentar bíblicamente el acompañamiento a
comunidades, en este caso, específicamente a Comunidades de Vida Cristiana
(CVX). No se trata de hacer un estudio exhaustivo. Más bien la pretensión es
buscar una sugestiva inspiración bíblica del acompañamiento.
Antes de entrar en materia, es pertinente recordar de qué tipo de acompañamiento
estamos hablando y para qué es ese acompañamiento. Primero que todo,
podemos comparar la labor de los acompañantes o asesores de comunidades a la
del asistente eclesiástico, ya que en el folleto Principios y Normas Generales de
las C.V.X., en el n. 14, p. 19, dice que “la Comunidad de Vida Cristiana en cada
nivel tiene un asistente eclesiástico”. Según ese mismo número, el asistente
eclesiástico tiene varios encargos:
Su principal responsabilidad el desarrollo cristiano de toda la comunidad.
Ayudar a los miembros a descubrir los caminos de Dios
Tiene una responsabilidad especial en el área de los problemas doctrinales y
pastorales
y en la armonía de la comunidad.
Por su parte, el documento Nuestro Carisma CVX muestra en forma más
específica lo que es una comunidad de este estilo:
En ella se vive la vocación personal, cristiana y especial a CVX.
Con un sentido de misión al estilo de Jesús, en la iglesia y en colaboración
con ella.
Con un sentido profético y sacramental que alimenta permanentemente.
Tiene a María como modelo de la misión.
Así que la responsabilidad del desarrollo cristiano de toda comunidad CVX tiene
esos aspectos principales, en los cuales el acompañante debe ayudar a descubrir
los caminos de Dios. Se trata, entonces, de acompañar a la comunidad en un
discernimiento permanente de la voluntad de Dios para hallarla y guiarse por
ella en la vida, tanto personal como comunitaria.
1. La Voluntad de Dios en la Revelación.
La Biblia consiste en una serie de testimonios de la fe del pueblo de Israel y de la
comunidad cristiana primitiva de las experiencias de Dios tenidas a lo largo de
siglos. Esas experiencias conscientes, analizados esos diversos testimonios, los
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orientaron a vivir y organizarse como pueblo y comunidad con unas características
concretas a nivel social, económico, político y cultual. La realidad de esa
organización fue, en el A.T., la constitución de un pueblo solidario, de hermanos
iguales, con los mismos derechos en todos los niveles de su existencia y noviolento. Esta organización era obligatorio mantenerla, promoverla y buscarla con
comportamientos responsables, es decir, justos. De esa manera se ve qué es lo
que busca Dios con su acción continua en el ser humano, qué es lo que él hace al
crear al hombre y a la mujer: organizarlos en un pueblo con esas características.
Esa es la voluntad de Dios. En el N.T. resulta siendo lo mismo, pero en términos
de comunidad como cuerpo de Cristo, con esas mismas características de
solidaridad, acogida, no exclusión, amor fraterno y materno, con una
responsabilidad misericordiosa por todos, especialmente por los miembros más
débiles. Lo nuevo en la revelación en J.C. es que esa voluntad se ve claro que es
conocida y percibida por autoconciencia del mismo Jesús, quien descubre a Dios
actuando en sí mismo, con inmediatez y nos revela a nosotros que todos tenemos
ese mismo acceso inmediato a Dios, como ya lo anunciaba el profeta Jeremías:
“cambiaré su corazón de piedra en un corazón de carne... pondré mi ley en su
interior...” de manera que ya nadie tenga que consultar a otro por cuál es la
palabra que Dios le dice.
Ahora bien, esa voluntad de Dios o ese Dios creando permanentemente seres
humanos orientándolos desde dentro, no se descubre de manera individual,
aisladamente. La Biblia, toda ella, en cuanto testimonio expresivo de la voluntad
de Dios, se debe a comunidades de fe, en donde se fue percibiendo a Dios, se fue
testimoniando en la vida cotidiana, se fue aprendiendo qué era lo que funcionaba
de acuerdo a esa experiencia de Dios y se fue reforzando un tipo de
comportamiento que llegó entonces a formularse como voluntad de Dios en
normas simples al inicio, luego en leyes más amplias.
Pero la comunidad no anula los individuos. Estos forman la comunidad. Pero es
solo en la comunidad donde los individuos pueden crecer a la medida de la
voluntad de Dios por el testimonio mutuo y la solidaridad.
Dentro de esas comunidades van surgiendo personas más sensibles y
transparentes a la acción de Dios y se convierten en puntos de referencia para
validar las experiencias de Dios de la comunidad y la voluntad de Dios a la que
ellas los movían. En otras palabras, Dios se sirvió siempre de mediadores,
mensajeros, intercesores, jueces, profetas, reyes, es decir, de hombres y mujeres
concretos que le ayudaron a mostrarle a Israel y a la comunidad cristiana el
camino que Dios iba realizando con ellos y que le manifestaron también sus
errores, torpezas y desvíos. Dios siempre ha acompañado a su pueblo por medio
de seres humanos concretos, que han servido de mediadores de la revelación de
su voluntad.
La revelación, entonces, nos da un criterio para saber qué tenemos qué
acompañar: la creación de comunidades fraternas, solidarias, que cuidan
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especialmente de los más débiles, que profesan la fe en Dios y en Jesucristo con
ese tipo de comportamiento que genera comunión, es decir, vida divina.
Pero también la revelación nos plantea que somos mediadores, facilitadores,
indicadores de esa voluntad en las comunidades.
2. La Revelación del nombre de Dios: “Yo soy el que estoy”.
El libro del éxodo, en el capítulo 3, versículos 13 y 14 dice:
Moisés replicó a Dios: “mira, yo iré a los israelitas y les diré: el Dios de sus
padres me ha enviado a ustedes. Si ellos me preguntan cómo se llama,
¿qué les respondo?” Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Esto dirás a
los israelitas: ‘Yo soy’ me ha enviado a ustedes.
Yo soy el que soy, en hebreo se dice utilizando un verbo que quiere decir ser,
estar, acontecer o suceder. No se trata propiamente hablando de un nombre. Dios
no revela su nombre para mantenerse libre de la manipulación mágica que podría
hacer el hombre de é. Lo que revela es más bien su personalidad, su modo de
comportarse: yo soy el Dios que está. “Yo estoy” o “Yo acontezco” me envía a
ustedes. Dios es el Dios que acompaña, que está presente, que va sucediendo en
el camino de Israel, que va con él solidario en todas sus circunstancias.
Así, pues, la experiencia que Israel tiene de Dios está expresada en términos de
presencia solidaria en medio de su pueblo. Podríamos decir que el nombre propio
de Yahvé es “El Solidario”, el que está ahí acompañándonos por donde vamos, así
nos metamos por donde no es. Es el Dios compañero incondicional de viaje que
se va hasta el destierro con su pueblo, aunque el pueblo tenga la culpa del mismo
destierro.
3. Dios toma la iniciativa para estar con los hombres.
Desde el comienzo de la historia de Israel, como Israel la interpreta y le da
sentido, vemos a Dios tomando la iniciativa en favor de Israel, pero siempre a
través de personas concretas. Dios actúa siempre con la mediación y el concurso
del ser humano. Vemos, pues, a Dios tomando la iniciativa de toda la historia de
Israel, prometiendo tierra, descendencia numerosa, especial relación con Dios y
bendición para un hombre concreto y, a través de él, para todas las naciones.
Un día el Señor le dijo a Abraham: ‘Deja tu tierra, tus parientes y la casa de
tu padre, para ir a la tierra que yo le voy a mostrar. Con tus descendientes
voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y será
una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a
los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias de la
tierra. Abraham marchó como lo había dicho el Señor... (Gn 12,1-4a)
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A esta iniciativa divina corresponde en Abraham la obediencia, de la que depende
que la promesa se encamine a su cumplimiento: “Abraham marchó como lo había
dicho el Señor”. Sólo entonces se percibe que se trata de una relación de Alianza,
si bien la promesa se hizo en forma incondicionada. El acto de fe de Abraham, que
le cree a la palabra empeñada de Dios y se pone en camino, es la primera
encarnación en la historia de Israel de Dios con nosotros. Este Dios se hace
historia en la fe de Abraham. La acción de Dios pide el concurso del hombre por
su fe en la Palabra de Dios, la confianza en ella y la obediencia, ya que orienta su
vida por la promesa escuchada.
La fe pone en marcha la historia de Israel. Así se entiende Israel muchos años
después cuando reflexiona sobre su historia a partir de situaciones difíciles que le
tocó vivir. Su historia no tiene un origen mítico sino histórico y comienza con la fe
de un hombre.
Acompañar la vida de comunidades sólo se puede hacer desde la fe, la confianza
y la obediencia a la Palabra de Dios viva en las comunidades y personas que la
componen. Acompañar, supone, dejarse acompañar por Dios mismo en el
discernimiento personal de la voluntad de Dios cuyo criterio vimos al principio.
4. Moisés: el acompañante por excelencia en el A.T.
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Y el SEÑOR dijo: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y
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he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues conozco sus sufrimientos.
Y he descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella
tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los
cananeos, de los heteos, de los amorreos, de los ferezeos, de los heveos y de los
jebuseos. 9 Y ahora, he aquí, el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí, y
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además he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
Ahora pues, ven y te
enviaré a Faraón, para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto. (Ex 3, 710)
Yahvé ve la aflicción de Israel, escucha su clamor, conoce su sufrimiento, baja
para librarlo de la dominación de Egipto y para sacarlos de allí y llevarlos a una
nueva tierra. Yahvé mismo se pone en marcha para cumplir sus promesas. Pero
de nuevo, estas piden que su voluntad liberadora se engrane en la historia y para
ello envía a Moisés. Este deberá ser la transparencia de todas esas acciones de
Dios: ver la aflicción, escuchar el clamor del pueblo, conocer sus su sufrimientos,
bajar para liberarlos y sacarlos de la tierra de opresión y conducirlos a una nueva
tierra. El acompañante misionero que es Moisés debe tomar las mismas actitudes
compasivas, solidarias, misericordiosas y liberadoras de quien lo envía en misión.
Moisés acepta, no sin antes poner algunos peros y de hacer algunas preguntas
esclarecedoras de su misión y de quien lo envía. Él cumplirá a cabalidad su
misión, en medio de muchas dificultades, las principales de ellas venidas del
pueblo mismo que murmura contra él en el desierto y añora el pasado, casi
prefiriendo la esclavitud a la nueva situación de libertad. Moisés conduce a Israel
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por el desierto hasta las puertas de la tierra prometida. Pero muere antes de que
se cumplan las promesas, ya en las fronteras de la tierra prometida, en el monte
Nebo, en Moab.
Sin embargo Israel lo recuerda como una de las figuras más significativas en su
historia, como aquel que supo ir al ritmo de su pueblo, que supo interceder por él
ante Dios, que supo mostrarle el camino y que se apiadó de él cuando tenía
hambre y sed. Además supo comprender a su pueblo, hasta a los más cercanos a
él que lo criticaron.
“María y Aarón murmuraron contra Moisés por causa de la mujer cusita que había
tomado por esposa: por haberse casado con una cusita. Decían: ¨¿es que Yahvé no ha
hablado más que con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?¨. Y Yahvé lo oyó.
Moisés era un hombre humilde más que hombre alguno sobre la haz de la tierra” (Nm
12, 1-3).
Moisés reflejó a Dios en su rostro, fue transformado por el contacto con Dios y
testimonió su presencia liberadora hasta el punto que,
Cuando Israel vio el gran poder que el SEÑOR había usado contra los egipcios, el pueblo
temió al SEÑOR, y creyeron en el SEÑOR y en Moisés, su siervo (Ex 14,31).
Humildad y transparencia, siendo fiel siervo del Señor, contacto íntimo con Dios,
intercesión, misericordia, solidaridad, comprensión y perdón, saber ir al paso de la
comunidad. Estas son las características del acompañante misionero, siervo del
Señor, que nos comunica la figura de Moisés.
5. Los Profetas: acompañantes críticos y solidarios.
Estos hombres surgen durante el período monárquico y cuando éste llega a su fin,
cesa su actividad. Sus figuras son todas muy diferentes porque acompañan a
Israel en épocas muy diferentes y la palabra de Yahvé toma cuerpo de muy
variadas formas de acuerdo a las situaciones de los hombres de la época a los
que se dirige cada profeta. De aquí podemos sacar una primera característica de
estos acompañantes apasionados por interpretar la voluntad de Dios en cada
época y comunicarla a Israel: estar con la comunidad siempre, pero encarnados
en la situación particular que esté viviendo tal comunidad.
Los profetas clásicos, Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Jeremías, Ezequiel pero,
sobre todo, los del siglo VIII a.C. (los cuatro primeros) levantaron su voz con el
objetivo de generar reformas estructurales al sistema monárquico que con el paso
de los años había terminado por volverse un fin en sí mismo y había olvidado que
sólo tenía sentido si se ponía al servicio de la fe en Yahvé. Esta fe implicaba como
cosa que le era inherente, la construcción de un sistema social, económico,
político y cultual que garantizara a todo israelita los mismos derechos en cada uno
de esos niveles de su existencia.
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Pero la monarquía olvidó su objetivo. Entonces propició un sistema a nivel
económico, especialmente en lo financiero, que fue despojando de sus tierras a un
grupo de campesinos. Estos por los préstamos que tenían que hacer y los
intereses que implicaban, se fueron viendo sin la posibilidad de pagar y para ello
terminaban vendiendo sus hijos como esclavos e incluso entregando sus tierras y
a sí mismos como siervos. Estos son los pobres de que hablan los profetas, o
también los justos, los humillados, los desposeídos. Y por ellos levantan su voz
como rugido de león.
La gravedad de esta injusticia institucionalizada cuyo principal responsable era el
rey, la corte y las clases altas, era que se estaba menoscabando la identidad de
Israel como pueblo de Dios, familia de Yahvé, donde todos son hermanos con
iguales derechos en una sociedad solidaria y no-violenta. Eso es precisamente la
concreción histórica de la voluntad de Dios. Construir un pueblo de hermanos
solidarios, una comunidad que da culto a Yahvé con esa existencia fraternal real y
concreta, era lo que Dios buscaba con Israel, pues sólo así se pueden crear
hombres auténticos.
La pasión de los profetas es la Palabra de Yahvé, es decir, la voluntad de Dios en
acto a través de los seres humanos. Y cuando toman conciencia de que Israel va
por el camino contrario, se ponen de parte de los pobres, humildes y excluidos de
su pueblo para que todo el pueblo se convierta a la Palabra auténtica de Dios que
clama por la comunidad de hermanos.
Los profetas están, pues, al servicio de ese Pueblo de Dios como expresión
histórica de la voluntad de Dios. Y la manera de servir es prestar atención a los
más pobres, acompañar a Israel desde los más débiles y marginados para que se
reconstruya la sociedad y, en ella, todos los que vivimos, según la voluntad de
Dios. Esto es lo que aprendemos de los profetas como acompañantes críticos y
solidarios.
6. Jesús de Nazareth, muerto y resucitado por acompañar a su pueblo.
Jesús dedicó su vida a predicar el Reino de Dios. Anunció su cercanía, más aún,
su presencia ya en medio de nosotros. Este anuncio lo hizo por medio de
pequeñas parábolas como por ejemplo:
El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró
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en su campo,
y que de todas las semillas es la más pequeña; pero cuando ha crecido,
es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de modo que las aves del cielo vienen y
anidan en sus ramas (Mt 13,31-32)
o también esta otra:
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Les dijo otra parábola: El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer
tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado (Mt 13, 33).
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Con este lenguaje sencillo, nacido de la observación detenida de las labores del
campo, Jesús comunica su experiencia: Dios actúa desde dentro,
silenciosamente. Y esto lo sabe no por lecturas o deducciones racionales, sino por
la experiencia que él tiene de Dios como su Padre que actúa dentro de él logrando
conformarlo a su voluntad. En las parábolas, entonces, Jesús comunica su
experiencia personal de Dios. El contenido del anuncio resulta siendo, pues, él
mismo que se siente siendo ser humano por la acción de Dios que comulga con él
y que lo mueve a hacer lo mismo que Dios hace con él, pero con otros. Por ello lo
anuncia despertando sus oyentes a esa realidad y suscitando por medio de ese
lenguaje simple una comprensión de lo que significa el reinado de Dios: Dios
reinando, o sea, actuando en todos por comunión con ellos desde dentro.
Sin embargo, lo otro que llama la atención es que Jesús, que se centra en
anunciar el reino de Dios, también se dedica de manera muy especial a formar un
grupo de amigos, sus discípulos:
Los pequeños discursos e instrucciones o son especialmente dirigidos a los
discípulos, o bien, son exclusivamente dirigidos a ellos (20x en Mt, 19x en Mc, 19x
en Lc).
Los grandes discursos de Jesús son dirigidos particularmente a los discípulos: El
sermón del monte (Mt 5,1-7,29); el discurso apostólico (Mt 10,5-42); el discurso
parabólico (Mt 13,3-52=Mc 4,3-33); el discurso eclesiástico (Mt 18,1-35) y el
discurso escatológico (Mt 24,1-25=Mc 13,2-36).
En numerosas ocasiones los discípulos se acercan a Jesús para pedir alguna
explicación (Mc 4,10; My 13,36; 5,12; Lc 8,9) o les llama aparte ( Mt 17,1; 20,17;
Lc 10,23) o en privado (Mt 17,19; 24,3; Mc 4,34; 9,28), o en casa(Mt 7,17;10,10).
Pero la preocupación de Jesús con relación a sus discípulos no es solo en el
plano de la enseñanza o de la predicación, sino que se extiende a otras
actividades: le acompañan en su oración (Mt 26,36-46=Mc 14,32-42=Lc 22,39-45;
9,18.28;11,1) en sus comidas (Mt 9,10; Mc 14,14) en sus correrías por el mar (Mt
8,23=Mc 4,35=Lc 8,22; Mt 14,22=Mc 6,45; Mc 3,7; 8,10) y por diversos lugares(Mt
12,1; 21,1; Mc 6,1; 8,27; 10,46; 13,1; Lc 9,54)
En 13 de los 26 milagros diferenciados que se narran en los Sinópticos, los
discípulos están presentes.
¿Por qué Jesús, para predicar el reino, se dedica particularmente a formar ese
grupo de discípulos? La respuesta es muy sencilla: Jesús hace lo que experimenta
que su Padre Dios hace con él: Comunión. En consecuencia, busca un grupo de
personas con quienes Jesús hace comunión, insertándose en ellos, en su vida, en
sus preocupaciones y allí los instruye, los forma, les da criterios, y les testimonia a
su Padre. Jesús, entonces, es la semilla o Palabra de Dios sembrada por Dios en
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ese grupo de discípulos y está destinado a fermentar, morir y así dar paso a la
vida para otros. Ese es el reino: comunión, solidaridad fraternidad.
Jesús, aparece, pues, como el acompañante testigo de Dios su Padre de una
pequeña comunidad. El acompañamiento de Jesús es por comunión con sus
discípulos, es desde dentro y desde abajo, como humilde servidor de su
comunidad por quien llega al extremo de dar la vida. Y por no reservarse nada
vive eternamente resucitado.
7. La comunidad que Jesús quiso.
Las comunidades primitivas entendieron que Jesús quiso crear un grupo o una
comunidad que unas características particulares que dejaron consignadas en los
evangelios al colocar a Jesús instruyéndolas o realizando acciones de misericordia
(milagros) acompañado de sus discípulos quienes las representan. Tales
características son:
1º Una comunidad que rompe con intereses derivados de los vínculos de sangre o
económicos y que solo tiene a Dios por Padre (Mc 3,31-35; Mt 12,46-50=Lc 8,1921; Mt 10,37; Lc 2,48; 9,59-61).
2º Sin embargo es una comunidad familia en donde no haya un padre dominador,
según el contexto cultural del momento, sino en donde todos son hermanos
inclusive sus progenitores con respecto sus hijos y en la cual la relación de
hermandad es de tipo maternal.(Mc 10,28- 30)
3º Una comunidad contraste, signo y testimonio, no en función de sí misma, como
lo era la comunidad escatológica judía de la época de Jesús, comunidad de puros
según la ley, y por lo tanto, cada vez más estrecha y reducida, sino en función
salvadora de todos los demás, la gente, los pecadores.
4º Una comunidad para la Conversión que acoge a los pecadores y marginados y
convive con ellos. (Mt 22,1-10=Lc 14,16-24) No es una casualidad que los
evangelistas hayan puesto la presencia de los discípulos en gran parte de los
milagros de curación y se concluye entonces, en buena lógica, que al ser
intencionada, quiere decir que en la praxis de misericordia con los enfermos y
marginados, no solo estaba comprometido Jesús sino su comunidad de discípulos
cercanos; indicando, de esta manera la función solidaria de tal comunidad.
5º Con una autoridad humilde y servicial (Mt 20,20-34; Lc 22,24-37; Jn 13,1-15).
6º Jesús no pretendía hacer ni de todo Palestina, ni siquiera con todos los
simpatizantes y seguidores una sola comunidad, sino, más bien una comunidad
pequeña de discípulos cercanos, que incluía también mujeres (Lc 8,1-3), pero que
fuera modelo o comunidad "memoria" del acontecer del Reino de Dios.
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8. La comunidad “Cuerpo de Cristo”.
Las fórmulas paulinas de la comunidad nos la muestran como Cuerpo de Cristo,
especialmente en 1Corintios 12, 1-30. La comunidad sólo es posible por la acción
del Espíritu Santo que mueve a cada miembro a darse a los otros con lo que es y
tiene. Cada persona es un don de Dios para los demás, es un carisma o regalo de
Dios para la construcción de la comunidad. Por eso la pluralidad se ve también
como un don querido por Dios, pero que en el respeto y valoración de otro como
instrumento de salvación, lleva a la unidad.
Ahora bien, esa unidad tiene un centro claro:
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Por el contrario, la verdad es que los miembros del cuerpo que parecen ser los más
23
débiles, son los más necesarios;
y las partes del cuerpo que estimamos menos
honrosas, a éstas las vestimos con más honra; de manera que las partes que
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ya que nuestras partes
consideramos más íntimas, reciben un trato más honroso,
presentables no lo necesitan. Mas así formó Dios el cuerpo, dando mayor honra a la
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parte que carecía de ella,
a fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los
miembros tengan el mismo cuidado unos por otros (1Co 12, 22-25).
El cuidado por los más débiles, siempre dentro de la comparación del cuerpo, es
el que conduce a la unidad. Por ello dice Pablo que son los más necesarios.
Por su unidad, la comunidad es un cuerpo orgánico porque busca dar vida a cada
uno de sus miembros. En este caso se trata de la vida divina que llega a cada uno
por la entrega solidaria y desinteresada de todos. Por ello la comunidad (koinonía)
es el acontecer de la muerte y resurrección de Cristo.
Este es el tipo de comunidad que queremos también nosotros acompañar en su
desarrollo y a su servicio debemos ponernos como acompañantes, testigos,
discípulos misioneros y servidores. Lo que es indispensable buscar con el
acompañamiento es facilitar que la vida de Cristo, muerto y resucitado, es decir, el
Evangelio, fluya en la comunidad por la solidaridad entre los miembros de la
comunidad, por la fe expresada en la ayuda mutua, por la oración dirigida siempre
a dejar transparentar al Señor en la vida personal de cada uno y, en
consecuencia, en la comunidad.
9. Tenemos un acompañante.
Jesús resucitado se queda con nosotros para siempre. La resurrección lo ha
constituido salvador con poder de llegar eficazmente a todos nosotros a lo largo de
la historia. Su fuerza de comunión y de participación de la vida misma de Dios nos
alcanza a nosotros hoy, 2000 años después de su muerte, se cuela por todos los
orificios de nuestra realidad personal, por todas las grietas de nuestra situación
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cruel, violenta y aparentemente desesperanzada y caótica. Gime desde dentro de
todas las situaciones de opresión, de exclusión, grita en cada masacre, explota en
cada movimiento social... se mueve libremente por todos los rincones del mundo...
es como el viento que no se sabe de donde viene ni a donde va... es como el
fuego que quema los corazones abrasándolos en amor y capacidad de entrega
incluso hasta la muerte. Ese poder de Jesucristo resucitado que nos sobrecoge a
nosotros hoy es el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo.
El es llamado Paráclito:
Pero el Consolador [paráclito], el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre,
Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho (Juan 14, 26).
Paráclito quiere decir, el que está al lado para consolar, para acompañar
solidariamente a otro en su camino, sea el que sea.
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Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que
habrá de venir (Juan 16,13).
Jesús resucitado con el poder de acción en todos los tiempos, es decir, con su
Espíritu, nos irá revelando la verdad de la vida, lo profundo de nuestra realidad
humana, nos hará vivir toda experiencia en la profundidad humana divina que
tiene.
Nosotros, acompañantes, somos ante todo, acompañados. Sólo sabiendo que
para ser fieles acompañantes debemos ser dóciles acompañados por el Espíritu
Santo, ser obedientes seguidores del la voluntad de Dios, al estilo de Jesús.
El criterio objetivo para reconocer que estamos acertando, o sea que estamos
interpretando bien al Espíritu en nuestra vida para permitir que sea él quien
acompañe nuestras comunidades a través de nosotros, es muy sencillo y simple.
Nuestro acompañamiento estará acertando si ayudamos a generar comunidades
al estilo de la que Jesús generó por comunión con sus discípulos: solidarias,
fraternas, sin exclusiones, misioneras, dóciles a la voluntad de Dios, en
discernimiento permanente, que crecen en un ambiente de ternura fraterna y con
un cariño maternal que fascina y atrae a otros, es decir, comunidades que
conducen al encuentro con Jesucristo, no solo a sus miembros sino a quienes
entran en contacto con nosotros. Esta es la insistencia maravillosa de los obispos
latinoamericanos reunidos en Aparecida y expresada en el documento conclusivo.
Si así procedemos, estamos interpretando correctamente la voluntad de Dios que
se ha dejado oír en ese documento como verdadero signo de los tiempos.
Conclusión
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Al concluir volvamos al inicio. Según los documentos CVX lo que pretendemos,
como desarrollo de nuestra vocación en la Iglesia, es construir comunidades que,
discerniendo permanentemente los caminos de Dios y siguiéndolos como
comunidades armónicas, viven con una actitud misionera al estilo de Jesús en la
Iglesia. Eso es precisamente lo que tenemos que acompañar.
Lo que hemos aprendido no es simplemente una ocurrencia bonita y divertida o
una moda interesante. El camino recorrido por la Sagrada Escritura nos ha
mostrado que hacer ese acompañamiento es ayudar a generar realidades
totalmente trascendentes y significativas porque en ellas se está jugando Dios
mismo su propio pellejo. Porque la realidad de la comunión que se vive en las
comunidades es la mismísima vida de Dios, la salvación ofrecida desde siempre
por el Yahvé, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob y concretada en Jesucristo,
hombre Dios, al dar la vida por sus amigos y por sus enemigos. La comunidad es
lo concreto del Reino de Dios. La comunidad es la única manera de corregir al ser
humano. Es la familia de Dios, taller de auténticos hombres y mujeres que
contrastan con este mundo de opresión, rencor, venganza, violencia y masacres.
La comunión vivida en las comunidades es la salvación misma.
De manera que ser acompañantes es una tarea trascendental. Pero el
acompañante no es el protagonista ni el salvador. Es un servidor humilde, al
servicio del Reino que el Espíritu impulsa de muchas otras maneras, y que el
acompañante debe saber contemplar, señalar, impulsar, pero no liderar ni
arrebatar como trofeos de nuestro trabajo, al estilo de súper héroes. El
acompañamiento se hace con gran reverencia porque los acompañantes son
testigos presenciales de la acción del Espíritu en los demás y sólo son los
catalizadores o facilitadores del Evangelio.
Los acompañantes deben estar atentos a los más frágiles y débiles de las
comunidades. Ser a la vez misericordiosos y severos, cuando haya algún peligro
de que la comunidad atropelle a algunos de sus miembros o a otras personas,
pues perdería su sentido de concreción del Reino.
El acompañamiento se hace por inserción en la vida de la comunidad, al estilo de
Jesús, pero también por medio de prudentes retiradas para no tomar el lugar de
ninguno de los miembros de la comunidad que debe ser responsable por él
mismo.
En fin, el acompañante debe ser testigo del acompañamiento de Cristo por la
fuerza de su Espíritu, vivo en ese asesor que sabe morir a sus propios intereses
también atravesados de egoísmos, para que brille la luz de la entrega solidaria de
la comunidad. El acompañamiento es una tarea pascual.
12
TALLER BIBLICO: El compañero de camino (Lc 24,13-35)
13
Y he aquí que aquel mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba como
14
a once kilómetros de Jerusalén.
Y conversaban entre sí acerca de todas estas cosas que habían
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acontecido.
Y sucedió que mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y
caminaba con ellos. 16 Pero sus ojos estaban velados para que no le reconocieran. 17 Y Él les dijo:
¿Qué discusiones son estas que tenéis entre vosotros mientras vais andando? Y ellos se
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detuvieron, con semblante triste.
Respondiendo uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo: ¿Eres tú
19
el único visitante en Jerusalén que no sabe las cosas que en ella han acontecido en estos días?
Entonces Él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: Las referentes a Jesús el Nazareno, que fue
20
un profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
y cómo los
principales sacerdotes y nuestros gobernantes le entregaron a sentencia de muerte y le
21
Pero nosotros esperábamos que Él era el que iba a redimir a Israel. Pero además
crucificaron.
22
de todo esto, éste es el tercer día desde que estas cosas acontecieron.
Y también algunas
mujeres de entre nosotros nos asombraron; pues cuando fueron de madrugada al sepulcro, 23 y al
no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto una aparición de ángeles que
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decían que Él vivía.
Algunos de los que estaban con nosotros fueron al sepulcro, y lo hallaron tal
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como también las mujeres habían dicho; pero a Él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo: ¡Oh
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insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
¿No era necesario
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Y comenzando por Moisés y
que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria?
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continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras.
Se
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acercaron a la aldea adonde iban, y Él hizo como que iba más lejos.
Y ellos le instaron,
diciendo: Quédate con nosotros, porque está atardeciendo, y el día ya ha declinado. Y entró a
quedarse con ellos. 30 Y sucedió que al sentarse a la mesa con ellos, tomó pan, y lo bendijo; y
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partiéndolo, les dio.
Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron; pero Él desapareció
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de la presencia de ellos.
Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de
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nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?
Y levantándose
en esa misma hora, regresaron a Jerusalén, y hallaron reunidos a los once y a los que estaban con
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ellos,
que decían: Es verdad que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.
Y ellos
contaban sus experiencias en el camino, y cómo le habían reconocido en el partir del pan.
1. Lee atentamente el texto.
2. Fíjate en Jesús: qué hace, qué dice, cómo procede con los caminantes?
3. Fíjate en los dos discípulos: sus actitudes, sus sentimientos, los cambios
que sufren en el relato y por qué.
4. Concluye: A partir de este relato, ¿cómo quisieras ser acompañante de una
comunidad? ¿Qué aprendes de los discípulos?
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