Unidad 2

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Unidad 2
• Teorias eticas
Sofistas y Socrates
La breve reseña de las teorías éticas que aquí se presenta comprende
únicamente aquellas que, además de ser importantes, han tenido o siguen teniendo
mucha aceptación en el mundo occidental, entre una porción significativa de seres
humanos.
La ética como ciencia o como disciplina filosófica fue iniciada por Sócrates,
quien fue el primero que teorizó sobre los conceptos morales básicos: lo bueno y la
virtud. Sócrates vivió en el siglo V a.C., el llamado siglo de oro de Grecia o siglo de
Pericles. Esta circunstancia y, sobre todo, la presencia y la actividad de los sofistas,
formaron su entorno.
Los sofistas integraban un grupo de maestros ambulantes muy preparados,
que se interesaban especialmente en los temas humanísticos. Se llamaban sofistas
porque se consideraban sabios (sofós significa sabio) y se valían de sofismas en sus
discusiones. Un sofisma es un "argumento falaz", es decir, un argumento que tiene
la apariencia de correcto, pero que en realidad no lo es.
En la sofística -grupo de sofistas y sus doctrinas -, predominaban las
características siguientes:
a) Escepticismo: A esta posición los llevó el hecho de que los filósofos
cosmólogos defendían tesis distintas y hasta opuestas.
b) Relativismo y subjetivismo: Con base en lo anterior y en el hecho de que
cada pueblo se rige por normas diferentes, los sofistas concluyeron que no había
conocimiento válido en los distintos campos, que todo era relativo y su valor
dependía de cada Individuo.
El sofista Protágoras expresó concretamente este relativismo y subjetivismo,
al señalar: "el hombre es la medida de todas las cosas" y agregar: "las cosas son
para ti como a ti te parece que son y son para mí como a mí me parece que son".
Las dos frases de Protágoras, aplicadas al terreno de la ética, permiten inferir que
para él y los sofistas, en general, todos los conceptos y valores morales eran
relativos. El mismo acto, a la vez, será bueno para mí porque yo así lo considero y
será malo para otro individuo porque a él así le parece.
En este ambiente de escepticismo, relativismo y subjetivismo vivió y actuó
Sócrates. Él no estaba de acuerdo con esto porque:
a) Si cada quien entiende a su manera lo que es bueno, lo justo, etc., no será
posible la comunicación.
b) Sino aceptan aceptamos la validez del conocimiento, no habrá ciencia ni
moralidad, porque la ciencia es la base de la moralidad.
Después de afirmar que es posible y válido el conocimiento, Sócrates
estructura la teoría que más le interesó: la teoría ética. Su método de investigación
se basa en su muy célebre frase: "conócele a ti mismo". Según Sócrates, a la verdad
la llevamos dentro; por tanto, para conocerla hay que darla a luz. Su método se
llama mayéutica porque mayeuomai significa "dar a luz".
La mayéutica consta de dos partes: la ironía y la mayéutica propiamente
dicha. La primera es de preparación; la finalidad de ésta es hacer dudar al
interlocutor de sus propios conceptos acerca del asunto que se discute. La segunda
parte es positiva, en ella, mediante la observación y el análisis, se forman conceptos
y se define el asunto estudiado con lo cual se obtiene un conocimiento objetivo y
preciso.
A la teoría de Sócrates se le conoce como "intelectualismo moral", porque,
según ella, si no hay ciencia no hay moral. Son tres los conceptos básicos de su
teoría: felicidad, virtud y ciencia. El concepto de bien es importante, pero resulta de
los otros tres.
El término felicidad tiene el sentido de utilidad. Lograr lo que nos es útil
implica una satisfacción llamada felicidad. La ciencia se entiende como el
conocimiento de lo que nos es útil. La ciencia es "saber", pero más bien es un saber
obrar, e indica al hombre cómo le conviene obrar. Si el individuo obra así, entonces
hay virtud en él. El pianista, cuando ejecuta alguna obra de acuerdo con la ciencia
de ese Instrumento, es un virtuoso del piano.
La felicidad es la consecuencia de la virtud y la ciencia. Si hay ciencia, hay
virtud y ésta será el camino para la felicidad. Lo bueno es una característica de los
actos virtuosos, es decir, de los actos ejecutados de acuerdo con la ciencia del
obrar. Los actos buenos conducen a la felicidad.
TEORIA ÉTICA DE PLATON
La ética de Platón se basa en las doctrinas metafísicas y psicológicas de este
filósofo. Él opina que la realidad total se integra con dos mundos: el inteligible y el
sensible.
El mundo sensible, que es donde nos movemos, se percibe mediante los
sentidos y los seres que en él existen son cambiarles y perecederos, El mundo
inteligible, sólo accesible a la inteligencia, es el de los seres inmutables,
imperecederos, subsistentes e inmateriales, Las matemáticas y las ideas pertenecen
a este mundo.
Para Platón, el hombre se forma de alma y cuerpo. De estas dos partes, la
principal es el alma, que preexiste al cuerpo. El alma pertenece al contemplar
directamente las ideas y se dio cuenta de que la principal era la idea del bien y que
todas las demás se subordinaban a ella. En Platón, el hombre integral es el ser
humano como individuo y como ciudadano. En otras palabras, el hombre no actúa
como individuo en algunos momentos y como ciudadano en otras; por esta razón la
ética platónica comprende por igual al individuo y al miembro de la polis. El Estado
es un instituto de educación, preocupado por el bien común e individual. La virtud es
la práctica del bien y medio para obtener la felicidad. La virtud se relaciona con las
tres partes del alma: la racional, la concupiscible y la irascible.
A veces, a cada una de estas tres partes también se le considera como un
alma, de manera que, en este supuesto, en el hombre hay en realidad tres almas.
Sean tres almas o tres partes de una sola, a cada una le corresponde una función
diferente: a la parte racional, le toca conocer y gobernar al conjunto-hombre; las
otras dos actúan bajo el control de la primera.
En el hombre, mediante su actuación correcta orientada al bien, se producen
tres virtudes básicas y una cuarta como resultado de las otras. Las tres virtudes
básicas son la prudencia, la valentía y la templanza o moderación. La primera es la
virtud propia del alma racional, la segunda corresponde a la parte irascible y la
tercera es la virtud propia de la parte concupiscible. Si cada parte del alma de un
individuo cumple con la función que le corresponde, es decir, si en el hombre se dan
las tres virtudes mencionadas, entonces espontáneamente aparecerá una cuarta
virtud: la justicia. En otras palabras, hombre justo es quien al mismo tiempo es
prudente, valiente y moderado.
En Platón, el hombre es a la vez individuo y ciudadano. Al actuar como
ciudadano forma parte de la República; en consecuencia, tiene que estar integrado
en uno de los estamentos o clases en que ella se divide. En la República hay tres
estratos sociales: el de los arcontes, el de los soldados y el de los trabajadores. La
función de los arcontes es gobernar; la misión de los soldados es proporcionar
seguridad a los ciudadanos y defender la República; el papel de los trabajadores es
procurar el alimento. Como la República o Estado es como un hombre gigante
(macroantropos), en ella existen las tres partes básicas: la racional, que son los
arcontes; la irascible, que son los soldados; y la concupiscible, que son los
trabajadores.
De igual manera, hay en el Estado las tres virtudes básicas: la prudencia, la
valentía y la moderación o templanza. La primera es la virtud propia de los arcontes;
ellos son prudentes cuando gobiernan con sabiduría y honestidad. La valentía es la
virtud específica de los soldados o guardianes del orden. Ellos son valientes cuando
hacen la defensa con valor, pero también con honradez. La tercera virtud es la
templanza; ésta pertenece a los agricultores o a los productores en general, quienes
la poseen cuando producen moderada y honestamente.
Como en el individuo, también en el Estado se puede presentar una cuarta
virtud: la justicia. Ésta no se persigue directamente, sino que aparece cuando existen
las otras tres. Hay justicia en el Estado cuando el gobernante dirige con prudencia, el
soldado se conduce con valentía y el productor modera su actividad.
Cada virtud es un camino hacia el bien, que es el ideal no sólo del mundo
inteligible, sino también del hombre, quien lleva en sí una parte de ese mundo. La
actividad virtuosa del hombre como individuo y como ciudadano lo acerca también a
la felicidad.
ETICA DE ARISTÓTELES
La teoría de Aristóteles se basa en la concepción del hombre y en la doctrina
teleológica de este filósofo. La concepción aristotélica del hombre, entiende a éste
como un compuesto sustancial de cuerpo y alma. Esto quiere decir que alma y
cuerpo forman una sola sustancia: el hombre.
El alma es principio vital. En el hombre hay tres niveles de vida: vegetativa,
sensitiva y racional; pero no hay tres almas sino una sola, que es la racional.
Según su doctrina teleológica, toda actividad humana tiene un fin; por
ejemplo, el arte de la medicina tiene como fin la salud, en tanto el arte de la
estrategia, la victoria. Toda empresa que se inicia persigue un fin, el cual es un bien
para ella. Como nuestros actos buscan fines y actuamos constantemente, todos
esos fines, en realidad, son medios para lograr otros fines; pero es necesario
detener, en cierto momento, esta enorme cadena de fines y medios; es decir, que
tendamos hacia un fin último o absoluto, que ya no sea medio.
Al perseguir un fin, lo hacernos porque considerarnos ese fin como un bien;
por tanto, afirmar la necesidad de pretender un fin absoluto que dé sentido a la
cadena de medios y fines equivale también a suponer la existencia de algo que
tenga la propiedad de ser un bien absoluto o supremo. Llegada la reflexión a este
punto el filósofo se formula la siguiente cuestión: ¿cuál es o en qué consiste el bien
supremo? Para Aristóteles, la felicidad es el bien supremo. Todos los hombres
queremos ser felices.
Efectivamente, todos queremos ser felices; pero, ¿en qué consiste la
felicidad? Aristóteles descarta varias tesis respecto de la felicidad; por ejemplo, la
felicidad no puede consistir en el placer, puesto que aun los hombres peores pueden
disfrutar a veces de algunos goces, sin que esto quiera decir que sean dichosos. De
igual manera, la felicidad no puede basarse en la fortuna o en los honores.
Aristóteles concluye que la felicidad estriba en la virtud, siempre que ésta sea
ejercicio firme y constante. "Una golondrina --dice él-- no hace verano", como
tampoco un solo acto bueno vuelve virtuoso al hombre. La virtud siempre es ejercicio
o actualización de una capacidad. La virtud de cada ser es la actualización de lo que
le es propio. Si aplicamos esto al hombre, descubrirnos que en él hay
potencialidades que comparte con los animales y las plantas: la sensibilidad y la vida
en general; pero hay algo que él tiene en exclusiva: las facultades racionales. Lo
anterior nos lleva a concluir que en el hombre la virtud consiste en obrar de acuerdo
con su intelecto. Estos actos virtuosos serán los que lleven a la felicidad. Dentro de
su teoría ética Aristóteles defiende la tesis del justo medio. Ésta se refiere a la virtud,
la cual se da como término medio entre dos extremos uno que es exceso y otro que
es defecto por ejemplo, la virtud del valor es el justo medio entre la temeridad y la
cobardía.
En los actos hay dos aspectos: el externo y el interno. El primero consiste en
la concordancia del acto con la norma; el segundo se refiere al propósito del que lo
realiza. El acto es valioso cuando, además de la concordancia con la norma, hay
bondad en la intención.
ESCUELAS HELENÍSTICAS
Las escuelas helenísticas son agrupaciones filosóficas que se instituyen en el
siglo IV a.c. y son predominantemente moralistas. Son dos las principales el jardín
de Epicuro y la Stoa de Zenón de Citio. La circunstancia que propició la difusión de
estas escuelas fue la desaparición de las ciudades estado, originada por la creación
del vasto Imperio alejandrino. El ciudadano, al no estar ligado con la polis, se siente
menos protegido; pero entonces el individuo pasa al primer plano.
Como respuesta a la nueva conciencia Individual, se presentan dos escuelas:
epicureismo y estoicismo, que ofrecen modelos de vida bajo el nombre de "ideal del
sabio". Ambas escuelas formulan su teoría moral tomando como base el
intelectualismo moral de Sócrates; por tanto, también señalan que sólo el sabio
puede ser virtuoso y feliz. La diferencia entre las dos escuelas estriba en su
concepto de sabio, de virtud y de felicidad.
Epicureísmo
Los precursores de los epicúreos son los cirenaicos cuya escuela funda
Aristipo de Cirene (435 a.c.), discípulo directo de Sócrates. La ética epicúrea y la
cirenaica coinciden en sus tesis fundamentales
a) La felicidad consiste en el placer.
a)b)
La norma básica de la moralidad es "buscar el placer y evitar el dolor".
Epicuro considera indispensable recurrir a los conocimientos que
proporcionan la canónica y la física porque sólo así podremos seleccionar los
placeres que conviene procurar y los dolores que necesitarnos evitar.
El ideal del sabio es capacitarse para llevar a cebo la selección anterior. El
ideal de la ética es practicar el acto bueno como el acto virtuoso, es decir, el que nos
conduce al placer y nos aparta del dolor. En otras palabras, ambos ideales se
Identifican porque sólo quien conoce la naturaleza de las cosas será capaz de
identificar las circunstancias en las cuales se puede cumplir mejor la norma básica:
disfrute del placer y evitación del dolor.
Estoicismo
La escuela de los estoicos fue fundada por denota de Citio (342-270 a.C.) y
su precursora es la escuela de los Cínicos, iniciada por Antístenes de Atenas
(444-365 a.c.). La ética estoica también sostiene que el fin del hombre es la felicidad
y que ésta se logra mediante la virtud, la cual es fundamentalmente liberación de los
afectos y pasiones. El sabio estoico conoce cómo obtener esta liberación, lograda la
virtud se produce la felicidad. Esto explica el lema de los estoicos: “la virtud por la
virtud”
En las otras escuelas, la virtud es medio, porque a través de ella se logra la
felicidad. En el estoicismo, la virtud es fin, porque la felicidad consiste en la virtud.
Cristianismo
EI mayor exponente de la ética cristiana es Tomás de Aquino, filósofo y
teólogo del siglo XIII, quien sigue las tesis principales de Aristóteles en esta materia.
Basa su teoría ética en las afirmaciones siguientes, que comenta y trata de
demostrar con su sistema:
a) El hombre, compuesto sustancialmente de cuerpo y alma racional, es un
ser libre por naturaleza.
b) Existe Dios, entendido como acto puro o ser perfectísimo.
c) El orden moral carece de sentido si no se admite la libertad humana.
El hombre, como cualquier otro ser, tiende hacia lo que para él es un bien. La
diferencia con otros seres estriba en que muchos de éstos lo hacen sin saberlo o con
un conocimiento moral instintivo y, por lo mismo, necesario; el hombre, en cambio,
en la mayoría de los casos, está en posibilidad de saber qué le conviene y decidir
libremente. Una persona, de manera libre pero también de acuerdo con su
naturaleza, procura aplicar en actos sus capacidades, sobre todo las específicas. A
cada realización de la capacidad humana, la naturaleza anexa determinada
satisfacción.
Según Tomás de Aquino, lo valioso del acto moral depende de su contenido,
pero también de los motivos. No es posible calificar como bueno un acto que
solamente sea bueno en uno de los dos aspectos; por ejemplo, asesinar con buena
intención o ayudar al prójimo con propósitos egoístas.
La ética cristiana no es eudemonista, como se opina en general. En esta
teoría, el fin último no radica en la felicidad, sino en la realización de lo
específicamente humano. Si el individuo, al lograr esta realización, obtiene como
premio o como anexo una satisfacción superior que mucho le place, no tiene por qué
rechazarla; pero esa satisfacción no fue el móvil de sus acciones.
La filosofía cristiana sostiene además que el alma es inmortal. Esta
circunstancia, si acaso, permitiría una mejor realización del hombre, porque el alma
podría captar la verdad plena y el bien en sí mismo, y se satisfarían cabalmente sus
dos potencias racionales: la inteligencia y la voluntad.
EL FORMALISMO KANTIANO
EI autor del formalismo moral es el filósofo alemán Immanuel Kant
(1724-1804). La teoría se llama formalista porque nada más señala cómo deben ser
los actos humanos para ser valiosos; pero no dice qué se debe hacer. En otras
palabras, únicamente se refiere a la forma del acto, sin mencionar nada del
contenido. Según Kant, los actos buenos proceden de una buena voluntad. Dice:
"Ni en el mundo ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar
nada que pueda considerarse como bueno sin restricción a no ser tan sólo una
buena voluntad."
Para reafirmar lo anterior procedernos a leer dos pasajes de Kant, tomados
de su obra Fundamentación de la metafísica en las costumbres:
La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por
su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto es buena sólo
por el querer, es buena en sí misma...
La teoría se llama formalista porque nada más señala cómo deben ser los
actos humanos para ser valiosos; pero no dice qué se debe hacer. En otras
palabras, únicamente se refiere a la forma del acto, sin mencionar nada del
contenido. Según Kant, los actos buenos proceden de una buena voluntad. Dice:
"Ni en el mundo ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar
nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una
buena voluntad."
"Una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito que por
medio de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta... El
valor moral tiene que ser determinado por el principio formal del querer en general."
Hay varios conceptos que necesitan aclararse. En primer lugar Kant distingue
entre ley objetiva, que existe independientemente del sujeto y proviene de la
naturaleza misma y la máxima, que es el móvil de la acción, es la norma subjetiva o
principio del querer. La ley objetiva prescribe el deber; indica lo que se debe hacer.
El hecho de que el sujeto obedezca la ley objetiva no da valor moral a su acto. Lo
valioso de éste radica en que la voluntad quiera obedecer lo prescrito simplemente
porque es su deber. La naturaleza de la máxima, o principio subjetivo del querer, da
valor al acto. A ella se refiere Kant con el imperativo categórico o principio
fundamental de la moralidad; el cual dice:
"Obra de tal manera que la máxima de tu acción pueda convertirse por tu
voluntad en una ley de universal observancia".
El imperativo es una fórmula en que se prescribe algo. Si la prescripción es
condicionada, el imperativo es hipotético. Ejemplo: "Si quieres que un amigo te sea
leal, trátalo bien". Si lo prescrito no se subordina a ninguna condición, entonces el
imperativo es categórico. Ejemplo: "Cumple tus promesas".
Todas las prescripciones de la moralidad son Imperativos categóricos porque
deben cumplirse. La fórmula anterior es un imperativo categórico; pero no es una
norma de la moralidad, sino principio fundamental de ésta. Dicho principio indica
cómo debe ser el acto moral para que sea valioso, pero no dice qué se debe hacer.
Es evidente, pues, que el imperativo formulado es categórico y es formal.
ÉTICA MARXISTA
Marxismo, entendido como el conjunto de Ideas y reflexiones presentadas
sistemáticamente por Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), surgió
y se desarrolló con el propósito de explicar la realidad social.
Hay dos ramas teóricas marxistas: el materialismo dialéctico que contiene los
fundamentos filosóficos del sistema; y el materialismo histórico, que es la explicación
científica de la realidad social, apoyándose en los postulados y las tesis del
materialismo dialéctico.
La teoría ética marxista está contenida y se basa en el materialismo histórico.
Dicha ética consiste en la reflexión acerca del hombre real para encauzarlo hacia
fines dignos. Marx y Engels entienden al hombre real como un producto de la
naturaleza y, por esto, dotado de fuerzas naturales; pero como la naturaleza humana
no es fija, el hombre tiene que realizarse como hombre, esto es, humanizarse.
La principal fuerza natural del hombre es la productividad o la del trabajo. La
capacidad de producir constituye la esencia del hombre. Ella lo distingue de los
animales. Cuando el hombre es un ser práctico (praxis), es capaz de producir. De
igual manera, si el hombre es por naturaleza un ser social y político, se debe a que
su esencia se basa en las relaciones sociales, que son relaciones de producción.
Al revisar la historia -dice el marxismo-, se descubre que en diferentes
sociedades se ha utilizado al hombre corno instrumento de producción, robándole
momento a momento lo más peculiar que tiene: su fuerza de trabajo. Con la
Revolución Industrial, esto se acentuó y dio lugar a una nueva clase llamada
"proletariado".
La ética marxista parte de la enajenación del hombre en la sociedad
Industrial. La enajenación impide que el proletario se realice; entonces, el fin
principal de la existencia debe ser lograr la emancipación total, a la brevedad
posible. Las normas de esta moral tienen que ser revolucionarias, sociales y
concretas.
a) Serán revolucionarias porque deberán cambiar radicalmente la situación, de
manera que el proletario pueda realizarse; pero esto implica no sólo
recuperar la propiedad de su fuerza productiva, sino también de los medios
de producción y del poder que permita manejarlos según los intereses del
trabajador.
b) Serán normas sociales, porque deberán contener y expresar las bases para
establecer las relaciones sociales de producción, que constituyen la
característica principal del hombre.
c) Serán normas concretas, porque deberán propiciar la realización de cada
individuo en su ser auténtico.
ÉTICA DEL SUPERHOMBRE
Entre las teorías éticas modernas hay dos que coinciden en lo fundamental: el
pragmatismo y el vitalismo. Ambas afirman que lo valioso de una conducta favorece
el desarrollo y la elevación de la vida. Aquí nos referiremos especialmente a una
ética vitalista, la de Friedrich Nietzsche (1844-1900), quien inicia su teoría con una
crítica a la moral cristiana por tres razones:
a) Es una moral cargada de normas y leyes, con lo cual impide la exuberancia
de la vida.
b) Es una moral de esclavos, que favorece a los débiles y fracasados.
c) Es una moral de ultra mundo como la platónica.
Nietzsche recomienda prepararnos para interpretar la realidad, aceptando tres
nuevas ideas:
a) La idea de verdad. Hasta ahora, los juicios aceptados son los verdaderos.
Debemos cambiar por la idea de provecho, prefiriendo los que favorezcan el
desarrollo de la vida.
b) El lenguaje. En lugar de los conceptos y las categorías que petrifican la
realidad, debernos manejar en nuestro lenguaje la Imaginación y la
metáfora. Ésta, como una pantalla, filtra los hechos, suprimiendo unos y
resaltando otros.
c) Los valores. Trasmutemos la tabla de valores, teniendo en cuenta que lo
más valioso es la realidad de la vida.
El Ideal -dice Nietzsche- es el superhombre, entendido como un individuo con
voluntad de poder; es decir, voluntad de vivir. A la vida hay que aceptarla como es:
conjunto complicado de impulsos, pasiones y capacidades; pero también como
vivencia existencial; esto es, como ansia de superación y de sobresalir para no
existir como un hombre más. El superhombre no está obligado a someterse a las
leyes de los débiles; pero sí puede ayudarlos a que sucumban lo más pronto posible.
ETICA VALORATIVA
En este tema nos referimos especialmente a la teoría ética de Max Scheler
(1874-1921)), que adopta posiciones contrarias a las de Immanuel Kant acerca de la
materia. La oposición de Scheler apunta sobre todo a dos tesis kantianas:
a) Las teorías éticas tienen que ser formales, porque de lo contrario su
construcción so harta a posteriori.
b) El acto x es bueno porque debe ser.
Scheler no está de acuerdo con la primera afirmación y dice: la región de lo a
priori no se identifica forzosamente con la de lo formal; algo puede ser a priori y al
mismo tiempo material, en cuanto a contenido.
La ética valorativa de Scheler es a priori y material es decir, es a priori y tiene
contenido. La ética de Kant es a priori y es formal, o sea, carece de contenido, está
vacía.
Respecto de la segunda afirmación kantiana, Scheler señala que en ella sólo
hay forma, sólo hay vaciedad. Scheler invierte la fórmula: el acto x debe ser porque
es bueno. En otras palabras, no es el "debe ser" del acto lo que lo hace valioso, sino
que lo valioso funda su debe ser. Por ejemplo, un acto de caridad debe ser, porque
la caridad es algo valioso. Entonces, los valores fundamentan la ética scheleriana;
pero, ¿qué son los valores?
Los valores --dice esta teoría-- son cualidades de orden material (en el
sentido de contenido), que existen independientemente de su manifestación ya sea
que aparezcan en cosas o en la conducta. Por ejemplo, el existir del valor fidelidad
no se altera cuando se comete un adulterio.
Entre los valores, afirma Scheler, existen, de manera natural, relaciones de
orden jerárquico, lo cual permite elaborar tablas valorativas. En la tabla de valores
que formula Scheler, no aparece el valor moral, porque para él ese valor es muy
especial. Este valor se realiza en un acto humano cuando éste se ejecuta en
cumplimiento de una preferencia correcta del sujeto, quien debe preferir siempre los
valores más altos.
Los valores morales, dice Hartman, son relativos a las personas porque
siempre se dan en conductas. Relatividad no quiere decir relativismo ya que sus
esquemas de realización son constantes.
EXISTENCIALISMO
Los representantes principales del existencialismo son el alemán Martín
Heidegger (1889-1976) y el francés Jean Paul Sartre (1905-1980). Su obra
fundamental --de ambos filósofos es, una investigación ontológica y antropológica,
pues su objetivo principal es estudiar el ser en general; pero sobre todo el ser del
hombre. En Heidegger, el ser del hombre consiste primordialmente en un "estar
dejando de ser lo que es y en un estar haciéndose constantemente", lo cual se
resume en la palabra existencia.
Hay para el hombre dos posibilidades de existir, la auténtica y la inauténtica.
La existencia inauténtica es cuando el hombre escoge el camino fácil de ser como
los demás; la auténtica, por el contrario, se da cuando él estructura su ser sobre la
base de su relación con la nada.
El existir auténtico se produce cuando la angustia aparece en la conciencia,
enfrentando al sujeto con su propio ser. En dicho enfrentamiento, el individuo
descubre dos cosas:
a) Que lleva la nada en su ser.
a)b)
Que está hecho para la muerte.
Si el hombre, con lo anterior, adquiere conciencia clara de lo que es y procura
vivir consecuentemente, sus actos tendrán valor moral positivo.
Para el existencialista francés Sartre, el hombre es un ser para sí; es decir, su
constitutivo principal es la conciencia, en la cual se advierten tres tendencias
fundamentales:
a) Hacia la nada.
a)b)
Hacia el otro,
a)c)
Hacia el ser.
Primera tendencia. El ser del hombre, por su naturaleza misma de ser
conciencia, tiende hacia la nada porque: se trata de un ser que está afectado de
inconsistencia radical, en cuanto que está determinado a existir sin coincidencia
consigo mismo; por eso, dice Sartre que la conciencia es un ser para el cual se da
en su ser la cuestión de su ser, en tanto que este ser implica otro ser diferente de él.
En otras palabras, la conciencia nació para ser lo que no es y para no ser lo que es.
Segunda tendencia. La segunda tendencia del para-sí es hacia el prójimo
"Por prójimo -afirma Sartre- debemos entender un ser que nos mira”. La presencia
del prójimo es una necesidad y un problema. La requerimos porque sin ella no
podríamos realizarnos; pero es un problema porque el prójimo, al mirarnos, pretende
convertirnos en objeto. El para-sí mirado tiene que reaccionar mirando al prójimo y
en esta forma defender su propia subjetividad.
Tercera tendencia. A la tercera tendencia la podríamos llamar "el proyecto
fundamental del para-sí". El proyecto fundamental de todo individuo consiste en lo
que él, primordialmente, desea ser, Naturalmente, sólo se desea lo que no se es o lo
que no se tiene.
La carencia fundamental del hombre es no ser en-sí; por esta razón, lo que
más desea es ser en teniendo su ser pleno, pero sin dejar de ser para-sí. En otras
palabras, el hombre quiere ser un en-sí-para-sí; o sea, una contradicción.
Concluye Sartre: el hombre es una pasión inútil porque lo que desea es un
absurdo.
Parece que para la teoría sartreana el hombre tiene que vivir con una moral
imposible, o moral del absurdo, porque si se enfila a lograr su objetivo (proyecto)
fundamental, por anticipado se dará cuenta de que se dirige a lo imposible.
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