El proceso y las garantías Constitucionales. Estudio de la

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EL PROCESO Y LAS GARANTÍAS CONSTITUCIONALES. ESTUDIO DE LA
DOCTRINA CONSTITUCIONAL. Pablo Colomina Cerezo.
Sumario:
1. Derecho a Juez ordinario predeterminado por la Ley.
2. Derecho de Defensa.
3. Derecho a la Asistencia Letrada.
4. Principio acusatorio.
5. Derecho a un proceso sin dilaciones indebidas.
6. Derecho a un proceso con todas las garantías
6.1 Supuestos variados.
6.2 Derecho a un Juez imparcial.
6.3 Garantías del derecho a la defensa en segunda instancia.
6.3.1 El principio de la inmediación en la apelación. La doctrina
constitucional.
6.3.2 Incidencia de la vulneración del derecho a un proceso con
garantías en el derecho a la presunción de inocencia.
6.4 Derecho a la doble instancia penal.
6.5 Proceso con garantías en relación con el derecho al secreto de las
comunicaciones.
6.5.1. Deslinde entre ambos derechos.
6.6 Prohibición de la reformatio in peius.
7. Derecho a la utilización de medios de prueba:
7.1 Contenido y alcance del derecho.
7.2. Diversidad de supuestos examinados.
8. Derecho a la Presunción de Inocencia
8.1 Contenido y configuración del derecho.
8.2 Cuestiones generales. Valoración de la conexión de antijuricidad
8.3 Supuestos diversos:
a) Declaración incriminatoria prestada en sede policial.
b) Prueba preconstituida:
c) Declaración de la víctima:
d) Deber de ponderar la versión de descargo.
e) Declaración de coimputado.
f) Prueba indiciaria.
g) Valor probatorio de la coartada desvirtuada.
h) Valor probatorio del silencio del acusado
8.4 Limites del control del Tribunal Constitucional
8.5 Regularidad en la práctica de las pruebas.
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DOCTRINA CONSTITUCIONAL. Pablo Colomina Cerezo.
a) Transcripciones de las conversaciones obtenidas mediante
intervención judicial.
b) Lectura de las declaraciones policiales prestadas en sede.
c) Lectura de las declaraciones instructoras, pese a la negativa a
declarar del imputado en el juicio oral.
d) Declaraciones testificales practicadas en instrucción, sin asistencia
del letrado de la defensa, que son leídas en el juicio oral.
El presente estudio tiene por objeto el examen de las Sentencias del Tribunal
Constitucional que han versado sobre las garantías constitucionales del proceso
dictadas desde septiembre de 2010 a junio de 2011.
1. Derecho a Juez ordinario predeterminado por la Ley
En el periodo de tiempo que se examina en la presente crónica únicamente dos
Sentencias del Tribunal Constitucional -SSTC 87/2010, de 3 de noviembre, FJ 3 y
134/2010, de FJ 2-, han abordado la eventual vulneración del derecho al Juez
Ordinario predeterminado por la Ley, descartando en ambos casos que el derecho en
cuestión se hubiera visto alcanzado por las decisiones jurisdiccionales, por plantearse
en las dos ocasiones un problema de interpretación de normas delimitadoras de la
competencia, cuestión de legalidad ordinaria, en la que salvo manifiesta arbitrariedad
de las reglas legales sobre atribución de competencias el Tribunal se abstiene de
enjuiciar.
En la primera de ellas, se remite a lo afirmado en las SSTC 219/2009 y
220/2009, al sustentarse la queja en las mismas alegaciones –en su día rechazadas-,
formuladas por otros condenados por los mismos hechos-, sintetizando la doctrina al
afirmar que: ”la controversia gira sobre una mera cuestión de competencia carente de
relevancia constitucional, pues dicha competencia ha sido determinada a través de
una razonable interpretación de la legalidad procesal que no nos corresponde revisar,
ni sustituir (citando al efecto, por todas, la STC 49/1999, de 5 de abril, FJ 2” ( STC
87/2010, de 3 de noviembre, FJ 3). Ciertamente lo planteado se circunscribía a un
delito contra la salud pública, investigado por un órgano jurisdiccional inicialmente. Al
tratarse de una trama que operaba en distintos lugares, se resolvió que el inicialmente
competente era el Juzgado que primero hubiera conocido del delito, y solo con
posterioridad –cuando se acreditaron los presupuestos para fijar la competencia en la
Audiencia Nacional (art. 65.1. d LOPJ), se inhibió a favor de los Juzgados Centrales de
Instrucción. En tal sentido, se trataba de cuestiones relativas a la interpretación de las
normas sobre atribución de competencias a los órganos jurisdiccionales que conforme
a reiterada doctrina constitucional eran de legalidad ordinaria y ajenas, por tanto, al
derecho al juez ordinario predeterminado por la ley, salvo que esa interpretación fuera
calificable de manipulación manifiestamente arbitraria de las reglas legales sobre
atribución de competencias, calificación que no era posible en el caso examinado.
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Por otra parte, en la STC 134/2010, de 2 de diciembre, FJ 2, nuevamente
subyace un problema de interpretación de normas competenciales en relación con un
delito contra la salud pública. El demandante considera que la competencia
correspondería al lugar donde la droga fue aprehendida, y los órganos jurisdiccionales
entendieron procedente atribuir la competencia a la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional. La Sentencia del Tribunal Constitucional, con cita –entre otras-, de la STC
220/2009, desestima la vulneración invocada, reiterando la doctrina constitucional
sobre el contenido del derecho y sus límites, al afirmar que “según reiterada doctrina
de este Tribunal Constitucional, que el órgano judicial haya sido creado por una norma
legal invistiéndolo de jurisdicción y competencia con anterioridad al hecho motivador
de la actuación o proceso judicial y que su régimen orgánico y procesal no permita
calificarlo de órgano especial o excepcional (entre las últimas, SSTC 210/2009, de 26 de
noviembre, FJ 3, y 220/2009, de 21 de diciembre, FJ 3). Habiendo también afirmado
este Tribunal que las cuestiones relativas a la interpretación de las normas sobre
atribución de competencias a los órganos jurisdiccionales son, en principio, cuestiones
de legalidad ordinaria y ajenas, por tanto, al derecho al Juez ordinario predeterminado
por la ley, salvo que esa interpretación suponga una manipulación manifiestamente
arbitraria de las reglas legales sobre atribución de competencias (por todas, STC
115/2006, de 24 de abril, FJ 9). De forma que no puede confundirse el contenido de
este derecho fundamental con el derecho a que las normas sobre distribución de
competencias entre los órganos jurisdiccionales se interpreten en un determinado
sentido (entre otras, SSTC 164/2008, de 15 de diciembre, FJ 4, y 220/2009, de 21 de
diciembre, FJ 3).”.
No debe pasarse por alto, al elaborar esta crónica que la STC 126/2011, de 18
de julio, reconduce a un problema de interpretación de las normas de competencia la
delimitación del ámbito propio de la jurisdicción penal y contable, en su Fundamento
Jurídico Décimo, cuyo estudio más detallado se efectúa al examinar el derecho a un
proceso con todas las garantías.
2. Derecho de Defensa:
En todas las demandas de amparo resueltas durante el lapso de tiempo objeto
de la crónica, en que se invocaba por los demandantes la eventual lesión del derecho
de defensa vinculada a incidencias procedimentales –en las que supuestamente se
habrían laminado las posibilidades defensivas de los demandantes-, el Tribunal
Constitucional ha desestimado la vulneración invocada.
Los casos objeto de enjuiciamiento constitucional son, en síntesis: a) informe
pericial que es presentado en el acto de la vista, sin que la defensa solicite la
suspensión, ni proponga prueba en ese acto ni en apelación; b) la ampliación por el
órgano jurisdiccional de las posibilidades de prueba del Ministerio Fiscal, por vía del
art. 729 LECrim; c) la incomparecencia de los peritos en el acto del juicio para ratificar
el informe pericial impugnado; d) la declaración de secreto de las actuaciones y la
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tardanza en notificar la decisión de admitir la querella; y por último, e) el eventual
retraso en el conocimiento de las actuaciones.
a) La STC 52/2010 de 4 de octubre, desestima la vulneración del derecho de
defensa por ser privado de su derecho a contradecir un informe pericial presentado
por la acusación en el acto de la vista, cuyo contenido, así como la declaración del
perito que efectuó dicho informe, es utilizado para desvirtuar el testimonio del médico
forense e incorporado a la declaración de hechos probados, en relación con la
necesidad de una intervención quirúrgica para la colocación del implante dental.
Sostiene el recurrente que dicha prueba pericial debió anunciarse en el escrito de
acusación para que hubiera podido articularse la defensa aportando otra pericial.
Indica que del examen de las actuaciones se desprende que al comienzo del
acto del juicio y al abrirse el turno de intervenciones previsto en el art. 786.2 LECrim.,
efectivamente se propuso como prueba por la acusación un informe médico y tres
fotografías, que se incorporaron a la causa, pruebas que no habían sido propuestas en
el escrito de acusación. Igualmente se desprende que la defensa del acusado se opuso
a la práctica de dicha prueba, por entender que la responsabilidad civil se había dejado
para ejecución de sentencia, alegando igualmente indefensión. Sin embargo, y como
destaca el Ministerio Fiscal, la defensa ni en ese momento ni en ningún otro posterior
(a la vista de las declaraciones del perito) solicitó la suspensión del acto del juicio o
propuso nuevas pruebas -a fin de poder articular correctamente su defensa respecto
de dicha prueba que entiende sorpresivamente presentada, solicitando eventualmente
otra pericial, como entiende necesario en la demanda de amparo-, posibilidad que le
concedía la normativa procesal. Es más, cuando una vez conocida la Sentencia
condenatoria -en la que según el recurrente se tiene en cuenta el contenido de dicho
informe como fundamento de la condena- se interpone recurso de apelación, el
recurrente se limita de nuevo a denunciar la indefensión sufrida, sin intentar tampoco
entonces la proposición de la prueba de descargo que - según alega- no pudo proponer
en la instancia y le causó indefensión, posibilidad que tenía también a su alcance al
amparo de lo previsto en el art. 790.3 LECrim., como también pone de relieve el
Ministerio Fiscal. En definitiva, del examen de las actuaciones se desprende que la
indefensión que ahora se denuncia en amparo es imputable a la falta de diligencia
procesal de la parte, al no ejercitar las facultades que le otorgaba la Ley de
Enjuiciamiento Criminal para poder articular debidamente su defensa. Debiendo
recordarse que “no puede alegar indefensión quien se coloca a sí mismo en tal
situación o quien no hubiera quedado indefenso de haber actuado con la diligencia
razonablemente exigible” (así, entre otras, SSTC 143/2003, de 14 de julio, FJ 4;
131/2007, de 4 de junio, FJ 5), pues en aplicación de la doctrina general sobre
indefensión la constitucionalmente proscrita es la que deriva exclusivamente de la
actuación del órgano judicial y no la que ocasiona la falta de diligencia procesal de la
parte en la defensa de sus intereses (por todas, SSTC 33/2003, de 13 de febrero, FJ 4;
40/2004, de 22 de marzo, FJ 2; y 226/2005, de 12 de septiembre, FJ 2).
b) El soporte fáctico de la vulneración desestimada por la STC 12/2011, de 28
de febrero, es el siguiente: por el Ministerio Fiscal se solicitó –sin contemplarse en el
escrito de acusación-, la práctica de determinados medios de prueba, que incluían
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declaraciones de testigos y de peritos, así como prueba documental, por vía del art.
729 LECrim, aplicable al procedimiento abreviado – y no expresamente para el
procedimiento sumario (arts. 650 y ss. LECrim), siendo admitida en su totalidad, por
Auto, notificado al demandante, sin que por este se interpusiera recurso, o se
propusiera nuevos medios de prueba adicionales. La STC, arrancando de la STC
130/2002, de 3 de junio, delimita conceptualmente el enjuiciamiento de la cuestión, a
través de dos estadios. El primero circunscrito a verificar si la admisión de las pruebas
solicitadas por el Ministerio público una vez que el plazo legal previsto para ello ya
había concluido conlleva una transgresión indebida de los límites que el derecho al
Juez imparcial impone al órgano judicial, ampliando ilícitamente las posibilidades de
prueba de la parte acusadora en detrimento de la defensa del acusado. Y un segundo
plano, más apegado al caso concreto, consistente en verificar si tal proceder se ha
realizado de modo contrario a la garantía de contradicción, impidiendo al recurrente
oponerse a la admisión de la prueba y mermando con ello las posibilidades de defensa
del recurrente.
Afirma la STC 12/2011 -FFJJ 3 a 5-, que el Auto por el que se admitían las
pruebas fue notificado al actor con antelación suficiente para que él pudiera proponer,
a su vez, pruebas de contraste. Desde que la resolución fue notificada hasta que se
iniciaron las sesiones del juicio oral transcurrieron más de diez meses. Al hilo del
proceder del demandante recuerda la consolidada doctrina del Tribunal según la cual
para que la alegación de indefensión alcance relevancia constitucional “es necesario
que la indefensión alegada sea imputable a actos u omisiones de los órganos judiciales
y que tenga su origen inmediato y directo en tales actos u omisiones; esto es, que sea
causada por la incorrecta actuación del órgano jurisdiccional, estando excluida del
ámbito protector del art. 24 CE la indefensión debida a la pasividad, desinterés,
negligencia, error técnico o impericia de la parte o de los profesionales que la
representen o defiendan (entre otras muchas, SSTC 101/1989, de 5 de junio, FJ 5;
237/2001, de 18 de diciembre, FJ 5; 109/2002, de 6 de mayo, FJ 2; 87/2003, de 19 de
mayo, FJ 5; y 5/2004, de 16 de enero, FJ 6)” (SSTC 141/2005, de 6 de junio, FJ 2,
y160/2009, de 29 de junio, FJ 4).”. Pone el acento la STC 12/2011 en que el actor “más
allá de una genérica alegación no llega el actor a concretar en qué ha radicado la
indefensión sufrida, centrando su denuncia, por el contrario, en que por el órgano
judicial se ha incurrido en una interpretación extensiva e irregular de la ley procesal,
trasladando al procedimiento ordinario las previsiones del procedimiento abreviado de
modo contrario a sus intereses.”. Añade que “de la interpretación extensiva de la ley
procesal efectuada por los órganos judiciales, aplicando al procedimiento ordinario las
reglas del abreviado, no cabe deducir, frente a lo afirmado por el demandante, la
vulneración de un derecho constitucional.”, en tanto que “la selección e interpretación
de las normas procesales y su aplicación al caso concreto competen, en principio y
como regla general, a los órganos judiciales en el ejercicio de la función jurisdiccional
que con carácter exclusivo les confiere el art. 117.3 CE, no siendo función de este
Tribunal Constitucional examinar la interpretación de la legalidad hecha por los
órganos judiciales, salvo que, por manifiestamente arbitraria, claramente errónea o
por no satisfacer las exigencias de proporcionalidad inherentes a la restricción de todo
derecho fundamental, implique por sí misma lesiones específicas de las garantías
sustanciales del procedimiento constitucionalizadas en el art. 24 CE (SSTC 285/2000,
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de 27 de noviembre, FJ 2; 77/2002, de 8 de abril, FJ 3; 5/2005, de 17 de enero, FJ 8; y
112/2007, de 10 de mayo, FJ 5, por todas). “. Añade que “el Tribunal Supremo, máximo
intérprete de la legalidad ordinaria en el ejercicio de su función jurisdiccional (art.
123.1 CE), se ha pronunciado sobre la cuestión concernida en una interpretación de la
legalidad que no cabe tachar de manifiestamente arbitraria o claramente errónea, ni
tampoco considerar lesiva de los derechos fundamentales invocados. La traslación al
procedimiento ordinario de la posibilidad de proponer prueba hasta el inicio del
plenario viene argumentada por la Sala Segunda en virtud de diversas razones. La
primera porque, en virtud del principio de unidad del ordenamiento jurídico, resultaría
un contrasentido que lo que la ley permite en un tipo de procesos en aras de potenciar
la concentración, la oralidad y, en suma, un incremento de garantías, no pueda
extenderse al procedimiento ordinario, cuya regulación en este aspecto no ha variado
desde la promulgación de la ley en 1882. La segunda, porque tal interpretación abona
una mayor realización del mandato constitucional previsto en el art. 120 CE acerca del
carácter predominantemente oral de los procedimientos, sobre todo en materia
criminal. Y la tercera, porque ese proceder exegético ha sido expresamente admitido
por la jurisprudencia de la Sala Segunda en otras resoluciones.”. Por último afirma que
“ni la solicitud de nuevas pruebas por parte del Ministerio público ni, con ello, su
admisión por parte del órgano judicial, fue caprichosa o fruto del error o negligencia
del primero, sino que estuvo motivada porque con posterioridad al trámite de
conclusiones provisionales se dictó una Sentencia de la Audiencia Nacional que juzgaba
al recurrente por otros hechos.”
En segundo lugar, descarta la merma del derecho a la igualdad de armas y de la
imparcialidad judicial. Tras reconocer que la interpretación de la legalidad efectuada
por el órgano judicial ha coadyuvado a las pretensiones de la acusación, asevera que
dicho proceder lo ha sido “con escrupuloso respeto a la igualdad de las partes,
abriendo a las restantes partes del proceso y, en concreto, al demandante de amparo,
las mismas posibilidades de solicitud de prueba.”
c) En la STC 25/2011, de 14 de marzo, el demandante considera que se le ha
generado indefensión, al haber valorado prueba pericial, consistente en informes
emitidos por laboratorios oficiales sobre la naturaleza, cantidad y pureza de sustancias
estupefacientes, pese a que fue impugnada tempestivamente por el actor y los peritos
no comparecieron al acto del juicio a los efectos de ser interrogados. La STC 25/2011,
tras reiterar en su Fundamento Jurídico séptimo, la doctrina constitucional sobre el
derecho a no sufrir indefensión, concluye afirmando que la impugnación fue
“meramente formal, sin concreción alguna acerca de cuáles eran las deficiencias
técnicas en que pudiera haber incurrido la pericia, de si presentaba dudas en cuanto al
cumplimiento de los citados protocolos oficiales o de cualquier otra circunstancia que
pudiera poner en duda el valor probatorio de los informes. Siendo de carácter
meramente formal la índole de la impugnación formulada en su momento por las
demandantes de amparo, no cabe apreciar que la imposibilidad de interrogar a los
peritos les haya generado indefensión.”. Añadiendo además que “las recurrentes no
llegaron a solicitar la presencia de los peritos en el acto del juicio, habiendo tenido
oportunidad para ello desde el momento en que consideraron necesario someter a
debate contradictorio el contenido de los análisis sobre las sustancias estupefacientes
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intervenidas. Por ello, en conclusión, no cabe afirmar que se haya producido un real
menoscabo del derecho de defensa, imputable al órgano judicial.”.
Con cita de otras Sentencias del Tribunal Constitucional, recuerda el contenido
del derecho a no sufrir indefensión afirmando que: “Como recuerda la STC 62/2009, de
9 de marzo, ′la indefensión es una noción material que se caracteriza por suponer una
privación o minoración sustancial del derecho de defensa; un menoscabo sensible de
los principios de contradicción y de igualdad de las partes que impide o dificulta
gravemente a una de ellas la posibilidad de alegar y acreditar en el proceso su propio
derecho, o de replicar dialécticamente la posición contraria en igualdad de condiciones
con las demás partes procesales. Por otro lado, para que la indefensión alcance la
dimensión constitucional que le atribuye el art. 24 CE, se requiere que los órganos
judiciales hayan impedido u obstaculizado en el proceso el derecho de las partes a
ejercitar su facultad de alegar y justificar sus pretensiones, esto es, que la indefensión
sea causada por la incorrecta actuación del órgano jurisdiccional (SSTC 109/1985, de 8
de octubre, FJ 3; 116/1995, de 17 de julio, FJ 3; 107/1999, de 14 de junio, FJ 5;
114/2000, de 5 de mayo, FJ 2; 237/2001, de 18 de diciembre, FJ 5, entre otras
muchas)′ (STC 62/2009, FJ 4). Por ello, tal como hemos venido reiterando, el contenido
de la indefensión con relevancia constitucional queda circunscrito a los casos en que la
misma sea imputable a actos u omisiones de los órganos judiciales y que tenga su
origen inmediato y directo en tales actos u omisiones; esto es, que sea causada por la
incorrecta actuación del órgano jurisdiccional, estando excluida del ámbito protector
del art. 24 CE la indefensión debida a la pasividad, desinterés, negligencia, error
técnico o impericia de la parte o de los profesionales que la representen o defiendan
(por todas, SSTC 109/2002, de 6 de mayo, FJ 2; 141/2005, de 6 de junio, FJ 2; o
160/2009, de 29 de junio). Asimismo, ′para que pueda estimarse una indefensión con
relevancia constitucional, que sitúe al interesado al margen de toda posibilidad de
alegar y defender en el proceso sus derechos, no basta con una vulneración
meramente formal, sino que es necesario que de esa infracción formal se derive un
efecto material de indefensión, con real menoscabo del derecho de defensa y con el
consiguiente perjuicio real y efectivo para los intereses del afectado′ (SSTC 185/2003,
de 27 de octubre, FJ 4, y 164/2005, de 20 de junio, FJ 2).”
d) Como adelantamos al inicio, tampoco la STC 127/2011, de 18 de julio apreció
que la conducta de los órganos jurisdiccionales hubieran traspasado los vedados
límites en los que aparece contenido el derecho a no sufrir indefensión.
El objeto de la queja se encuentra a caballo entre los derechos reconocidos en
el art. 24.1 y 24. 2 CE. El actor cuestionaba, desde la perspectiva del art. 24.1 CE, el
proceder del Juzgado de Instrucción derivado de haber declarado las actuaciones
secretas, en concreto cuestionaba constitucionalmente que no le hubieran sido
notificados sendos Autos por los que se acordó la admisión de la querella y la
declaración del secreto total de las actuaciones, pormenorizando las consecuencias en
términos de indefensión, que dicha actuación judicial le había reportado (no poder
efectuar alegaciones para aclarar los hechos vertidos en la querella, suministrando la
lista de partícipes, evitando de tal modo la diligencia de entrada y registro en los
locales del banco; imposibilidad de recurrir los Autos no notificados, de proponer
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diligencias de prueba, o de impugnar el Auto por el que se acordó prorrogar el secreto
de las actuaciones, o en fin de ejercitar el derecho de defensa en relación con la
diligencia de entrada y registro y acogerse a la facultad de regularización).
La Sentencia del Tribunal Constitucional, recuerda que la indefensión es una
noción material que se caracteriza por suponer una privación o minoración sustancial
del Derecho de defensa, de los principios de contradicción y de igualdad de partes que
impide o dificulta gravemente a una de ellas la posibilidad de alegar y acreditar en el
proceso su propio derecho, o de replicar dialécticamente la posición contraria en
igualdad de condiciones con las demás partes procesales. La lesión del derecho
requiere que la indefensión sea causada por la incorrecta actuación del órgano
jurisdiccional (FJ 3). Añade que la declaración judicial del secreto de las actuaciones, no
es en sí misma limitativa del derecho fundamental, ya que sólo implica posponer el
momento en el que las partes pueden tomar conocimiento de las actuaciones. Puede
repercutir en el Derecho de defensa, al impedir que se pueda intervenir en las
diligencias sumariales. Por lo que el tiempo de duración del secreto del sumario no es
por sí solo un dato relevante para apreciar un resultado de indefensión, pero que sí
está suspensión temporal se convierte en imposibilidad absoluta de conocimiento de
lo actuado hasta el juicio oral, se ocasionaría una lesión del Derecho de defensa pues
el acusado no habría estado en disposición de preparar su defensa de manera
adecuada. Indica que en la medida en que el secreto de las actuaciones le habría
restringido la posibilidad de contradecir las diligencias probatorias efectuadas en la
fase de instrucción, éstas no podrán aportarse al proceso como pruebas
preconstituídas, ya que éstas exigen no sólo que hayan sido practicadas ante el Juez,
sino que se haya respetado la garantía de contradicción (citando a tal efecto la STC
174/2006, FJ 3) (FJ 3).
Indica que en el caso concreto no se ha ocasionado indefensión, ya que se les
tuvo por personados, se les notificó la situación de secreto, interviniendo
efectivamente con su propio abogado en la diligencia de entrada y registro, pese a
encontrarse las actuaciones secretas. Posteriormente se alzó la suspensión y se dio
traslado a las partes, por lo que no puede afirmarse que la ausencia de notificación
inmediata del auto de admisión de la querella, le hubiera podido causar indefensión (FJ
4).
e) Finalmente, la última de las Sentencias que guardan relación con el derecho
de defensa, la STC 128/2011, de 18 de julio, entiende que tampoco se ha
materializado la lesión invocada en la demanda. La queja se concretaba en haber
tenido un acceso tardío a parte de la prueba documental. La indicada STC 128/2011,
descarta que dicha vulneración se haya materializado, al afirmar que en el auto de
conclusión se hacía saber a las partes la disponibilidad de acceso a las actuaciones y la
pieza documental se encontraba unida a las mismas. Afirma que en el traslado para
calificación provisional dispusieron las partes de otros veinte días de las actuaciones (y
obviando que efectivamente se propusiesen pruebas de descargo sobre datos y
circunstancias contenidas en dicha documental), por lo que no puede concluirse que
existiera vulneración alguna, y menos aún indefensión. Añade en tal sentido que no
existió indefensión; y, de haber existido, sería achacable exclusivamente a la
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negligencia de la parte (o de su representación procesal), por lo que no existió lesión
del derecho a la tutela judicial efectiva e interdicción de la indefensión”
3. Derecho a la Asistencia Letrada.
Dos son las Sentencias del Tribunal Constitucional que han acometido la
vulneración del derecho a la asistencia letrada, con resultado dispar. En la STC
87/2010, se aborda la problemática derivada de la incomunicación judicialmente
acordada, sin apreciarse lesión del derecho examinado. Por el contrario, en la STC
7/2011, se concluye con declarando la lesión del derecho a la asistencia letrada en el
caso de procedimiento de incapacidad en que demandado –presunto incapaz, asistido
de defensor judicial-, no se le ofrece la posibilidad, pese a que quiere defenderse, de
designar un Abogado.
a) La STC 87/2007, de 3 de noviembre, descarta la existencia de la lesión
afirmada por el demandante. Este consideraba que la declaración autoincriminatoria
que prestó la persona coimputada ante el Juez de Instrucción y que sirve de sustento a
la condena se produjo en situación de incomunicación y sin haber podido entrevistarse
previamente con su letrado. Y ello pese a que no se hallaba incurso en ninguno de los
supuestos para los que la incomunicación está legalmente prevista conforme al art.
520 bis LECrim (delitos de terrorismo) y ni la fuerza actuante lo solicitó, ni el Juzgado lo
acordó. De modo que declaró sin una asistencia letrada efectiva, vulnerándose su
derecho de defensa, lo que convertiría en nula la citada declaración sumarial. La STC
87/2007, desestima la queja por vía de la remisión a las SSTC 219/2009 y 220/2009,
afirmando que “habiéndose decretado la incomunicación de forma motivada y en
aplicación de los preceptos legales que la permiten y cuya conformidad con la
Constitución en cuanto al derecho a la asistencia letrada hemos ya declarado, no
puede apreciarse la denunciada vulneración del derecho a la asistencia letrada del
detenido consagrada en el art. 17.3 CE, que es el derecho fundamental en el que debe
enmarcarse la queja del recurrente (por todas, STC 7/2004, de 9 de febrero, FJ 6), ni
derivar de ella la invalidez como prueba de cargo de la declaración autoincriminatoria
del recurrente”. En tal sentido las SSTC 219/2009 y 220/2009, niegan la premisa sobre
la que sustenta su argumento el demandante, esto es, falta de previsión legal de la
incomunicación, al afirmar que la “incomunicación que se acuerda, obviamente, no al
amparo del art. 520 bis LECrim (previsión legal referida a los delitos de terrorismo),
sino conforme al amparo del art. 509 LECrim. Por tanto, la incomunicación se acuerda
con base legal y mediante una resolución judicial motivada y, de conformidad con lo
previsto en el art. 527 LECrim, dicha situación conlleva que la designación del Abogado
sea de oficio y que se suprima el derecho del detenido incomunicado a la entrevista
reservada con el Letrado que concede el art. 520.6 c) LECrim en las diligencias
policiales y judiciales que se practiquen en tal situación. Una previsión cuya legitimidad
constitucional ha sido declarada por este Tribunal en nuestra STC 196/1987, de 11 de
diciembre, en virtud de la ponderación del derecho a la asistencia letrada del art. 17.3
CE con la necesaria protección de otros bienes constitucionalmente reconocidos (SSTC
7/2004, de 9 de febrero, FJ 6; 339/2005, de 20 de diciembre, FJ 5; 81/2006, de 13 de
marzo, FJ 4).”.
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b) Como hemos adelantado, en la STC 7/2011, de 14 de febrero, se declara
vulnerado el derecho a la defensa y asistencia letrada, en un procedimiento de
incapacitación. Comienza, en el Fundamento de Derecho segundo, exponiendo la
doctrina concerniente al derecho invocado, indicando que dicho derecho es
trascendente tanto en el proceso penal como civil. Asegura la efectividad de los
principios de igualdad y contradicción, imponiendo a los órganos judiciales el deber
positivo de evitar desequilibrios causantes de indefensión. Distingue según que la
intervención sea preceptiva, en cuyo caso la exigencia se convierte en una exigencia
estructural del proceso, donde la pasividad del titular debe ser suplida por el órgano
judicial, debiendo el órgano judicial dar al interesado la oportunidad de reparar la
omisión; del caso en que la intervención no es preceptiva, en cuyo caso, el justiciable
está facultado para elegir entre la autodefensa y la defensa técnica, y procederá el
nombramiento de abogado de oficio cuando carezca de medios para litigar y solicite su
nombramiento, o bien cuando por la capacidad del interesado, el objeto del proceso o
su complejidad técnica sea estéril la autodefensa.
A continuación aborda la naturaleza del proceso de incapacitación, vinculado al
derecho invocado, afirmando que toda restricción o limitación de su capacidad de
obrar afecta a la dignidad de la persona y a los derechos inviolables que le son
inherentes y al libre desarrollo de la personalidad. Entiende que la declaración de
incapacidad solo procede en virtud de sentencia y por las causas tasadas en la ley,
mediante un procedimiento en el que se respeten los trámites o diligencias exigidas
legalmente (FJ 2).
Dos son los argumentos en los que descansa la existencia de vulneración: a) la
existencia de manifiesta e inequívoca voluntad del recurrente de comparecer
personalmente en el procedimiento, aunque no solicitara formalmente la designación
de profesionales del turno de oficio. Pese a dicha manifiesta e inequívoca voluntad no
se ofreció al recurrente la posibilidad de reparar esa omisión para que pudiera hacer
efectiva su oposición a la demanda de incapacitación, generando indefensión.
Entiende que debería haberse designado Abogado y Procurador de oficio, o haber
puesto en conocimiento del recurrente la posibilidad de instar su nombramiento.
Abundando en que el derecho de asistencia y defensa de letrado, despliega su
potencial en procesos de incapacitación: por lo esencia de los derechos e intereses y
por la situación de presunta incapacitación (FJ 4); Y por otra parte: b) Considera que la
exigencia en los procedimientos de incapacitación de que las partes acudan asistidas
de abogado y representadas de procurador (art. 750.1 LEC), es una exigencia
estructural que debe llevar al órgano judicial a suplir la omisión de las partes, en tanto
que el nombramiento de defensor judicial institución tendente a garantizar los
intereses del presunto incapaz, no puede sustituir la voluntad manifiesta de éste de
comparecer personalmente en el procedimiento. (FJ 5).
4. Principio acusatorio
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Dos son las Sentencias del Tribunal Constitucional que han abordado la
vulneración del principio acusatorio, apreciando la existencia de vulneración del
principio acusatorio en la primera de las SSTC y desestimando dicha vulneración en la
segunda de ellas.
a) En la STC 70/2010, de 18 de octubre, recuerda la doctrina expuesta en la
SSTC 155/2009, y aprecia la vulneración del principio acusatorio. El supuesto que
soporta la lesión es el siguiente: el Ministerio Fiscal solicitó la condena del
demandante, como autor de una falta de apropiación indebida del art. 623.4 del
Código penal (CP), a la pena de dos meses de multa, con cuota diaria 15 €. En la
Sentencia del Juzgado de Instrucción se condenó al demandante, como autor de la
falta de apropiación indebida, a la pena de dos meses de multa con cuota diaria de 60
€. En el Fundamento Jurídico Cuarto, se indica: “Con la perspectiva constitucional que
nos es propia resulta preciso replantear la cuestión y avanzar un poco más en la
protección de los derechos de defensa del imputado y en la preservación de la garantía
de la imparcialidad judicial en el seno del proceso penal, en el sentido de estimar que,
solicitada por las acusaciones la imposición de una pena dentro del marco legalmente
previsto para el delito formalmente imputado, el órgano judicial, por exigencia de los
referidos derechos y garantía constitucionales, en los que encuentra fundamento,
entre otros, el deber de congruencia entre acusación y fallo como manifestación del
principio acusatorio, no puede imponer pena que exceda, por su gravedad, naturaleza
o cuantía, de la pedida por las acusaciones, cualquiera que sea el tipo de
procedimiento por el que se sustancia la causa, aunque la pena en cuestión no
transgreda los márgenes de la legalmente prevista para el tipo penal que resulte de la
calificación de los hechos formulada en la acusación y debatida en el proceso.”
b) Los hechos de los que parte la STC 124/2010, de 29 de noviembre, son
sucintamente expuestos los siguientes: la Audiencia Provincial de Madrid condenó al
demandante de amparo como autor de un delito de asesinato en grado de tentativa,
en concurso con un delito de incendio, con la concurrencia de la eximente incompleta
de esquizofrenia paranoide y la agravante de parentesco, a la pena única de siete años
de prisión e internamiento en centro psiquiátrico penitenciario por igual tiempo,
debiendo observarse en su aplicación lo dispuesto en el artículo 99 del Código penal
(CP). La Sala Segunda del Tribunal Supremo estimó el recurso de casación interpuesto
por el demandante de amparo y apreció en el recurrente la eximente completa por
incapacidad de culpabilidad del art. 20.1 CP, absolviéndole libremente de los delitos de
los que había sido acusado, con aplicación de la medida de seguridad prevista en el art.
101 CP por tiempo de veinte años, si bien, añadía “sin que pueda ser revisada hasta
transcurridos ocho años de internamiento.”. La STC 124/2010, descarta la lesión del
principio acusatorio por el hecho de haber limitado la duración de la pena a veinte
años de prisión. Tras afirmar que la “doctrina de este Tribunal sobre la interdicción de
la reformatio in peius se recoge, entre otras, en la STC 28/2003, de 10 de febrero, que
reconoce la relevancia constitucional de la reforma peyorativa determinante de una
situación de indefensión, que tiene lugar cuando el recurrente, en virtud de su propio
recurso, ve empeorada o agravada la situación creada o declarada en la resolución
impugnada, de modo que lo obtenido con la resolución que decide el recurso es un
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efecto contrario al perseguido por el recurrente, que era, precisamente, eliminar o
aminorar el gravamen sufrido con la resolución objeto de impugnación. Por ello la
interdicción de la reformatio in peius es una garantía procesal del régimen de los
recursos que encuentra encaje en el principio dispositivo y en la interdicción de la
indefensión que consagra el art. 24.1 CE”, considera que “la Sentencia dictada por el
Tribunal Supremo no agravó la situación penal del demandante al excluir la pena
privativa de libertad que le fue impuesta como reacción a la culpabilidad apreciada en
el pronunciamiento condenatorio de instancia. Así la medida de internamiento
finalmente establecida como de seguridad y no como pena, fue una consecuencia
jurídica del pronunciamiento absolutorio del delito dictado con fundamento en la
prevención de la peligrosidad del demandante y no como sanción por el hecho
realizado, pronunciamiento consecuente con la estimación que se hizo de la petición
realizada por el demandante en su recurso de casación de aplicación del art. 101 CP,
aplicación que lleva implícita la previsión contenida sobre límite de duración del
internamiento que “no podrá exceder del tiempo que habría durado la pena privativa
de libertad, si hubiera sido declarado responsable el sujeto, y a tal efecto el Juez o
Tribunal fijará en la Sentencia ese límite máximo”, previsión en la que se encuentra el
límite de veinte años fijado por la Sentencia respecto del delito de asesinato imputado,
art. 139 CP.”. Si bien, consideró lesionado el derecho a la libertad del art. 17 CE en
relación con el art. 97 CP, por haber limitado la revisión de la medida a pasados ocho
años de internamiento.
Por último la STC 126/2010, de 29 de noviembre, estima que concurre la
prohibición de reforma peyorativa y el derecho de defensa, por la decisión de la
Sección Vigésima Audiencia Provincial de Barcelona (de 21 de marzo de 2007), que sin
solicitarlo las partes, revisa la pena de trabajos en beneficio de la comunidad,
considerando la misma incorrectamente impuesta al no mediar consentimiento, y la
sustituye por pena de prisión. La misma Sentencia de la Audiencia Provincial considera
adecuado elevar la pena de privación del derecho a la tenencia y porte de armas,
incrementándola hasta dos años, y la prohibición de aproximación y comunicación con
la víctima elevada a un año y nueve meses. Tal proceder es considerado “desatinado”
por la STC. Apoya dicha afirmación indicando que “la sanción penal que se impuso en
segunda instancia, sin haber sido solicitada por ninguna parte acusadora, es más
gravosa para él, y que por ende, lesiona tanto la interdicción de reforma peyorativa (en
relación con el art. 24.1 CE) como su derecho de defensa frente a la nueva cualificación
y pena apreciada por la Audiencia (respecto del art. 24.2. en relación con el art. 24.1
CE).”
5. Derecho a un proceso sin dilaciones indebidas.
Podemos formar dos grupos en relación con las Sentencias del Tribunal
Constitucional que han abordado la supuesta o real vulneración del derecho a un
proceso con todas las garantías. Por una parte las SSTC 141/2010 y 142/2010, de 21 de
diciembre, estiman vulnerado dicho derecho, en el marco de la tramitación de
procedimientos contencioso administrativos, por el tiempo existente entre el
señalamiento de la vista y la fecha de celebración. Por otra parte, las SSTC 25/2011, de
14 de marzo, 126/2011, de 18 de julio y STC 132/2011, de 18 de julio que desestiman –
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o en el caso de la última citada inadmiten-, la denunciada vulneración, entre otros
argumentos porque el procedimiento se encuentra concluido.
En la SSTC 141/2010, el demandante consideraba lesionado el derecho a un
proceso sin dilaciones indebidas al haberse fijado la vista para el día 9 de marzo de
2010 cuando el recurso se presentó el 30 de julio de 2008, y tenía por objeto,
circunstancia de influencia decisiva la impugnación de un acto administrativo que
decretaba su expulsión del territorio nacional. El Tribunal Constitucional, comienza
indicando que el hecho de que en el momento de dictarse la Sentencia ya se hubiera
celebrado la vista, incluso se hubiera dictado la Sentencia en Primera Instancia no
implica la desaparición de la posible lesión. Pues en caso contrario el derecho a un
proceso sin indebidas indebidas se vería en cierta medida desprovisto del contenido
que le es propio al quedar la existencia de la dilación al albur de la actitud del órgano
jurisdiccional, que ante el hecho de la interposición del Recurso de Amparo podría
poner fin a la dilación, corriendo por ello riesgo de desnaturalizarse el derecho, si se
utilizara más como un instrumento conminatorio que como un medio reparador de
lesiones (FJ 2). A continuación, expone la jurisprudencia contenida en la Sentencia del
Tribunal Constitucional 93/2008. Parte de la premisa de que las demoras en el
proceso, aún cuando sean debidas a deficiencias estructurales no pueden restringir el
alcance y contenido de dicho derecho. Entiende que dicha doctrina es aplicable al caso
de que se señale una vista muy alejada en el tiempo por causas estructurales o
excesiva carga de trabajo. Cita en tal sentido tambien la Sentencia del Tribunal
Constitucional 94/2008. Recuerda lo criterios que deben tomarse en consideración
para valorar la existencia o no de la vulneración del derecho: complejidad del litigio,
márgenes ordinarios de duración de los litigios del mismo tipo, interés que arriesga el
demandante de amparo en el juicio, conducta procesal del recurrente. Afirma que el
demandante debe acreditar dos elementos: 1) que la duración o espera exórbita la
previsible para casos análogos; 2) que haya alegado, conforme le permite el art. 63.1
de la Ley reguladora de la jurisdicción contencioso- administrativa, “la concurrencia de
alguna circunstancia excepcional en su caso que justificara la anteposición de la vista
de su recurso”. Entiende que el recurrente explícito ante el Juzgado las extraordinarias
circunstancias que concurrían en su impugnación y que justificaban el adelantamiento
de la vista; el interés que arriesgaban la recurrente no era meramente económico pues
queda afectado no sólo su derecho a la vida privada y familiar sea también el interés
de los menores al afectar a su derecho a permanecer en España, ocasionando
perjuicios a sus hijos escolarizados en su pareja de hecho, por lo que el TC estima el
recurso de amparo.
Por su parte la STC 142/2010, de 21 de diciembre, examina el lapso de tiempo
transcurrido desde la providencia de señalamiento de juicio y la celebración del
mismo, en un procedimiento contencioso administrativo en que lo impugnado era la
inadmisión a trámite de su previa solicitud de asilo. Nuevamente se cita la STC
93/2008, de 21 de julio, indicando que la dilación denunciada por el demandante tiene
su origen en el período de tiempo que media entre la admisión a trámite del recurso
por providencia de 30 de julio de 2009, y la fecha señalada en ésta para la celebración
de la vista, el 15 de febrero de 2011. Afirma que el litigio no parece presentar una
especial complejidad y excluye que la conducta procesal del demandante merezca
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algún reproche. Tras ello entiende que el retraso en el señalamiento de la vista
obedece al volumen de trabajo que tiene el Juzgado al que ha correspondido el
conocimiento del recurso contencioso-administrativo. Sin embargo, con cita de las
SSTC 160/2004, de 4 de octubre, FJ 5, y 153/2005, de 6 de junio, FJ 6, afirma que por
más que los retrasos experimentados en el procedimiento hubiesen sido consecuencia
de deficiencias estructurales u organizativas de los órganos judiciales o del abrumador
trabajo que sobre ellos pesa, esta hipotética situación orgánica, si bien pudiera excluir
de responsabilidad a las personas intervinientes en el procedimiento, de ningún modo
altera el carácter injustificado del retraso. Indicando que el elevado número de
asuntos de que conozca el órgano jurisdiccional ante el que se tramitaba el pleito no
legitima el retraso en resolver, ni todo ello limita el derecho fundamental de los
ciudadanos para reaccionar frente a tal retraso, puesto que no es posible restringir el
alcance y contenido de ese derecho en función de circunstancias ajenas a los afectados
por las dilaciones. Continua precisando que es exigible que Jueces y Tribunales
cumplan su función jurisdiccional, garantizando la libertad, la justicia y la seguridad,
con la rapidez que permita la duración normal de los procesos, lo que lleva implícita la
necesidad de que el Estado provea la dotación a los órganos judiciales de los medios
personales y materiales precisos para el correcto desarrollo de las funciones que el
Ordenamiento les encomienda (STC 180/1996, de 16 de noviembre, FJ 4). Por último,
cita la STEDH de 11 de marzo de 2004, caso Lenaerts contra Bélgica, § 18, concluyendo
que el art. 6.1 CEDH obliga a los Estados contratantes a organizar su sistema judicial de
tal forma que sus Tribunales puedan cumplir cada una de sus exigencias, en particular
la del derecho a obtener una decisión definitiva dentro de un plazo razonable.
Nuevamente examina el interés comprometido por el actor en el recurso contenciosoadministrativo, ya que, como señala en su demanda de amparo, la inadmisión de su
petición de asilo por parte de la autoridad administrativa determina que se encuentre
en situación de ilegalidad en España y que se le pueda imponer la obligación del
abandonar el territorio nacional, de conformidad con lo previsto en el art. 17.1 de la
Ley 5/1984, de 26 de marzo, reguladora del derecho de asilo y de la condición de
refugiado, con las consecuencias negativas añadidas por su condición de peticionario
de asilo respecto de su país de origen.
Todo ello lleva a estimar lesionado el derecho invocado, no sin antes precisar –
en cuanto al alcance de la propia Sentencia-, que puesto que el Juzgado se atuvo al
orden cronológico en la citación para vista del procedimiento iniciado por el
recurrente, de acuerdo con las previsiones legales, estando condicionada por los
señalamientos de las vistas de los demás procesos que se sustancian ante el mismo
Juzgado, sin que se aprecie que nos encontremos ante una decisión arbitraria del Juez.
Siendo el retraso sufrido de carácter estructural, la anticipación de su señalamiento
para la vista que solicita el demandante sería susceptible de agravar, eventualmente,
la posición de otros, por lo cual, el otorgamiento del amparo ha de ser parcial, “dado
que este Tribunal no puede entrar en los problemas estructurales del funcionamiento
de la Administración de Justicia que, sin embargo no impiden el otorgamiento del
amparo (SSTC 180/1996, FJ 7; 109/1997, FJ 2; y 195/1997, FJ 3)”
Dentro del segundo grupo de Sentencias nos encontramos con las las SSTC
25/2011, de 14 de marzo y las SSTC 126/2011 y 132/2011, de 18 de julio, que
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desestiman o inadmiten la vulneración del derecho a un proceso con todas las
garantías, bien – de modo escuetísimo en la STC 25/2011-, “dada su carencia de objeto
al plantearse una vez finalizado el procedimiento”, bien -en la STC 126/2011, con cita
de abundante doctrina del Tribunal Constitucional-, por no haber invocado en el
procedimiento judicial previo, mediante el requerimiento expreso al órgano judicial
supuestamente causante de tales dilaciones para que cese en las misma y porque el
procedimiento ya ha finalizado, y porque no cabe denunciar ante el Tribunal
Constitucional las dilaciones indebidas una vez que ha concluido el proceso penal en
ambas instancias, pues la apreciación en esta sede de las pretendidas dilaciones no
podría conducir a que se adoptasen medidas para hacerlas cesar, al no ser posible la
restitutio in integrum del derecho fundamental, dado que el proceso ha fenecido. Por
último en la STC 132/2011, se inadmite la demanda en lo concerniente a la vulneración
del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas porque el demandante no consta
que arguyera la existencia de las dilaciones que aquí denuncia a lo largo del
procedimiento seguido ante los órganos judiciales ordinarios, por lo que habría
incumplido el requisito establecido en el art. 44.1 c) en relación con el art. 50.1 a),
ambos de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, al no haber denunciado
formalmente en el proceso la vulneración del derecho constitucional tan pronto como,
una vez conocida, hubo lugar para ello. Y, en todo caso, como nota el Ministerio Fiscal,
la supuesta lesión del citado derecho a un proceso sin dilaciones indebidas (art. 24.2
CE) no se hizo valer en el último de los recursos presentados por el demandante ante
el Tribunal a quo, convirtiéndose dicha omisión ahora en causa de inadmisibilidad
conforme al art. 50.1 a) en relación con el art. 44.1 c), ambos de la Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional, al no haberse respetado el carácter subsidiario del recurso de
amparo mediante el agotamiento de la vía judicial.
6. Derecho a un proceso con todas las garantías
6.1 Supuestos variados.
En todos los casos que se examinan, que son contemplados en su totalidad en
la STC 126/2011, se desestima la vulneración de los derechos fundamentales
invocados. Debe añadirse que el contorno de los derechos alegados, no queda
nítidamente establecido, ni en la demanda (en la que se relacionan diversos derechos
fundamentales como sustento de las quejas), ni en las propias Sentencias, por lo que
fácilmente podían ser abordados desde la perspectiva del derecho a un proceso con
todas las garantías o del derecho a la defensa (art. 24.2 CE), o de la prohibición de
indefensión (art. 24.1 CE).
a) En las SSTC 111/2011, de 4 de julio y 126/2011, de 18 de julio, en sus
Fundamentos jurídicos cuarto y noveno respectivamente, se aborda por primera vez
por el Tribunal la problemática relativa a la supuesta irregularidad con alcance
constitucional, derivada del hecho de que se hayan incorporado al procedimiento
penal como prueba documental, determinados documentos atinentes al manejo de
fondos reservados del Estado, sin que hayan sido previamente desclasificados como
secretos. Dada la novedad de la cuestión examinada merece un estudio detallado de la
argumentación sostenida por el Tribunal Constitucional.
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En efecto, el recurrente se quejaba de la vulneración del indicado derecho
fundamental por la total inobservancia de lo que denomina condición objetiva de
procedibilidad, tanto desde el punto de vista penal como procesal, prevista en la Ley
de secretos oficiales, consistente en la necesidad de obtener la previa desclasificación
de la materia relativa al uso y destino de los fondos reservados, bien por el Gobierno o
bien por las Cortes Generales. Al no haberse cumplido con dicha exigencia legal, se
habría quebrantado el referido derecho al haber desaparecido la función protectora,
recogida por la citada ley, del secreto que constituyen los fondos reservados,
utilizándose una prueba ilícita y, por tanto, nula para condenarlo.
El Tribunal recuerda – con cita de diversas SSTC-, que la interdicción de la
prueba ilícitamente obtenida hace referencia exclusiva a la imposibilidad de admitir en
el proceso una prueba obtenida violentando un derecho o libertad fundamental,
indicando que deriva directamente de la Constitución, por la colisión que dicha
admisión entrañaría con el derecho a un proceso con todas las garantías y a la igualdad
de las partes (arts. 24.2 y 14 CE), y se basa, asimismo, en la posición preferente de los
derechos fundamentales en el Ordenamiento y de su afirmada condición de inviolables
(art. 10.1 CE).
Precisa que la censura se hace descansar en el modo irregular en el que
pretendidamente fue obtenida por no haber existido un acto previo de desclasificación
del carácter secreto de la documentación remitida al órgano judicial. Sucede, sin
embargo, que la cuestión suscitada por el demandante no se conecta con la violación
de alguno de sus derechos fundamentales, razón por la cual, resulta de plena
aplicación al caso la doctrina constitucional sentada en nuestra ya citada STC
114/1984, FJ 5, según la cual, “puede sostenerse la inadmisibilidad en el proceso de las
pruebas obtenidas con violación de derechos fundamentales sustantivos, pero ello no
basta para apreciar la relevancia constitucional del problema, a no ser que se aprecie
una ligazón entre la posible ignorancia jurisdiccional de tal principio y un derecho o
libertad de los que resultan amparables en vía constitucional. Si tal afectación de un
derecho fundamental no se produce … habrá que concluir en que la cuestión carece de
trascendencia constitucional a efectos del proceso de amparo”.
Tras ello expone que la queja del demandante se revela como la mera
discrepancia con la interpretación de la legalidad ordinaria efectuada por órgano
judicial al entender que no era precisa en este caso la desclasificación de la expresada
documentación por no tratarse de materia reservada. No tratándose de un supuesto
de infracción de derechos fundamentales o de alguna garantía procesal fundamental
recogida en el art. 24.2 CE, sino ante una hipotética infracción de algunos artículos de
la Ley de secretos oficiales (en particular, sus arts. 3, 4 y 7), que constituiría (en caso de
admitirse la tesis que propone el demandante) una infracción procesal al incorporar a
la causa tal documental sin cumplimentar los requisitos exigibles.
Añade que el recurrente ha tenido la oportunidad de rebatir ampliamente la
información proveniente de la mencionada cuenta de fondos reservados, haciendo las
oportunas precisiones en su descargo sobre la naturaleza y finalidad de los cheques
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que obraban en la misma, razón por la cual no cabe apreciar indefensión material
alguna, que es lo relevante en el enfoque constitucional propio del Tribunal. En tanto
que no existe identificación entre defecto o irregularidad procesal e indefensión, pues
no toda infracción procesal es causante de la vulneración del derecho recogido en el
art. 24.1 CE, sino que sólo alcanza tal relevancia aquella que, por anular las
posibilidades de alegación, defensa y prueba cause una verdadera y real situación de
indefensión material.
A ello añade que la interpretación y aplicación de la legalidad procesal penal es
una cuestión de legalidad ordinaria, que corresponde resolver en exclusiva a los
órganos judiciales en el ejercicio de la función que les encomienda el art. 117.3 CE, no
siendo, además, irrazonables o arbitrarios los argumentos utilizados por los órganos
judiciales intervinientes al pronunciarse sobre el tema objeto de estudio. En efecto, la
Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Madrid pone de relieve que la Ley de
secretos oficiales no puede haber incluido estos gastos como materia clasificada
cuando “no son el medio de pago de actividades reservadas, sino, presuntamente, el
objeto material de un delito de malversación”; estando la decisión de la Juez
instructora reforzada por una serie de datos objetivos (la Administración del Estado ha
colaborado en la investigación, también el Parlamento, no habiendo planteado
ninguno de los Gobiernos que se han ido sucediendo conflicto alguno de jurisdicción,
sin que el Abogado del Estado haya expuesto objeción alguna a su desarrollo);
finalmente, no puede decirse que “se ha comprometido la seguridad del Estado, los
intereses de la Nación, ni aún que se ha revelado secreto alguno digno de tal nombre”.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, por su parte, confirma esta valoración,
reseñando que “el Derecho no puede amparar el delito, pues otra interpretación haría
depender de una autorización del ejecutivo la competencia de los jueces y tribunales
para la investigación y persecución de los mismos (art. 117.3 CE), lo que supondría una
alteración fundamental del marco constitucional”, debiendo “la Ley de Secretos
Oficiales, así como las normas y acuerdos complementarios en esta específica materia,
ser interpretados conforme a principios constitucionales. Si los gastos reservados, lo
son por estar destinados a una finalidad concreta, apartados de esa finalidad, queda
sin justificación la protección especial dispensada. La desvirtuación de la ratio legis de
la norma, hace que cualquier actuación desviada, de naturaleza delictiva, quede al
margen de la propia ley y desprovista de su protección” (fundamento jurídico tercero,
4, de la Sentencia de casación). En definitiva, subraya la Sala, “siendo uno de los
valores del Estado de Derecho la Justicia, no puede una Ley (de Secretos Oficiales)
servir de escudo protector para la comisión de delitos que nada tienen que ver con el
cumplimiento de los objetivos que la propia ley establece. La ley no puede negarse a sí
misma; pretender que la reserva no tenga límites sería tanto como crear injustificables
espacios de impunidad, si sólo el Consejo de Ministros puede desclasificar una materia
que, de hecho descubría la comisión de presuntos delitos por algunos de los miembros
del Gabinete (Interior) o altos cargos dependientes del mismo” (fundamento jurídico
décimo octavo, 2, de la misma Sentencia).
b) Nuevamente la STC 126/2011, de 18 de julio, en el Fundamento Jurídico
Décimo, aborda una problemática inédita en la doctrina del Tribunal Constitucional,
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cual es la delimitación de la jurisdicción penal y la jurisdicción del Tribunal de Cuentas,
a colación de la condena por un delito de malversación que tuvo por objeto el manejo
irregular de fondos reservados.
El planteamiento de la cuestión es el siguiente el recurrente denuncia la total
inobservancia de lo que el demandante denomina condición objetiva de procedibilidad
constituida por la competencia previa del Tribunal de Cuentas para fiscalizar la
actuación del recurrente, respecto del uso y destino dado a los fondos reservados, a
los efectos de determinar si actuó dentro del marco de la legalidad y en el ejercicio de
sus competencias o fuera de ellas, concretando, en su caso, la supuesta
responsabilidad civil presuntamente derivada de un pretendido delito continuado de
malversación de caudales públicos. En definitiva, denuncia el incumplimiento bien de
una declinatoria de jurisdicción basada en el art. 674 LECrim, bien de una cuestión
prejudicial devolutiva por parte del órgano judicial.
El demandante de amparo construye su argumentación sobre la base de
afirmar la competencia del Tribunal de Cuentas con carácter previo, indicando que “la
actuación jurisdiccional contable 'debería haber paralizado' el presente procedimiento
penal”.
La STC, parte de las funciones de fiscalización atribuidas al Tribunal de Cuentas
por el art. 136 CE, indicando que tiene también relevantes funciones de enjuiciamiento
contable que poseen un indudablemente carácter jurisdiccional reconocido por este
Tribunal (STC 215/2000, de 18 de septiembre). Es precisamente el reconocimiento de
tal carácter lo que dota de sentido a la previsión incorporada al art. 49 de la Ley
Orgánica 2/1982, de 12 de mayo, del Tribunal de Cuentas, según el cual “*l+as
resoluciones del Tribunal de Cuentas, en los casos y en la forma que determine su Ley
de Funcionamiento, serán susceptibles del recurso de casación y revisión ante el
Tribunal Supremo.” Y es también la naturaleza jurisdiccional de las funciones de
enjuiciamiento contable que tiene atribuidas dicho Tribunal la razón que explica que el
art. 31.2 de la Ley Orgánica 2/1987, de 18 de mayo, de conflictos jurisdiccionales,
considere a los órganos de la jurisdicción contable como comprendidos, a estos
efectos, en el orden jurisdiccional contencioso-administrativo, como en efecto así lo
entiende el Tribunal de Conflictos Jurisdiccionales en su Auto de 25 de enero de 2006.
Constata así la doble naturaleza de las funciones ejercidas por el Tribunal de
Cuentas. Pues mientras que el Tribunal de cuentas ejerce funciones de fiscalización
actúa como órgano constitucional dependiente de las Cortes Generales (art. 136.1 CE),
cuando ejerce funciones de enjuiciamiento contable lo hace como órgano
jurisdiccional, y sus resoluciones son recurribles ante el órgano jurisdiccional superior
en todos los órdenes, salvo lo dispuesto en materia de garantías constitucionales, esto
es, ante el Tribunal Supremo (art. 123.1 CE).
Indica que la consecuencia que inmediatamente se deriva de lo acabado de
exponer es que, la cuestión suscitada ha de ser resuelta por aplicación de nuestra
reiterada doctrina (por todas STC 220/2009, de 21 de diciembre), a tenor de la cual
“las cuestiones relativas a la interpretación de las normas sobre atribución de
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competencias a los órganos jurisdiccionales son de legalidad ordinaria y ajenas, por
tanto, al derecho al juez ordinario predeterminado por la ley, salvo que esa
interpretación suponga una manipulación manifiestamente arbitraria de las reglas
legales sobre atribución de competencias (por todas, STC 115/2006, de 24 de abril, FJ
9). No puede confundirse, por tanto, el contenido de este derecho fundamental con el
derecho a que las normas sobre distribución de competencias entre los órganos
jurisdiccionales se interpreten en un determinado sentido (entre muchas, SSTC
238/1998, de 15 de diciembre, FJ 3; 49/1999, de 5 de abril, FJ 2; 183/1999, de 11 de
octubre, FJ 2, y 164/2008, de 15 de diciembre, FJ 4).”
Ello conlleva a que la respuesta se desplaza por tanto a la fiscalización de si la
respuesta dada por los órganos judiciales es irrazonable, arbitraria o incurre en error
patente, canon que supera la argumentación empleada por los órganos judiciales. En
efecto, el examen de las resoluciones judiciales de instancia y de casación revela que la
Audiencia Provincial (primero en el Auto de 28 de septiembre de 2001, fundamento
jurídico 5, que desestimó las cuestiones previas, y luego en la Sentencia de condena,
fundamento jurídico 3) y el Tribunal Supremo (fundamento jurídico 4 de la Sentencia
dictada en casación) se pronunciaron expresamente sobre esta cuestión, al desestimar
la tesis del recurrente y afirmar que la interpretación de los arts. 18.2 de la Ley
Orgánica 2/1982, de 12 de mayo, del Tribunal de Cuentas, y 49.3 de la Ley 7/1988, de 5
de abril, de funcionamiento del Tribunal de Cuentas, atribuye preferencia a la
jurisdicción contable en su ámbito propio, esto es, al contable, al paso que los arts. 16
y 17 de la misma ley excluyen toda competencia de la jurisdicción contable para el
enjuiciamiento de hechos constitutivos de delito y las cuestiones de índole civil o
laboral o de otra naturaleza encomendados al conocimiento de los órganos del Poder
Judicial. De modo que la interpretación conjunta de estos preceptos con el art. 117 CE
-unidad y exclusividad de la jurisdicción ordinaria- y con los arts. 10 y 44 LOPJ preferencia de la jurisdicción penal sobre cualquier otra y exclusión del conocimiento
prejudicial de aspectos penales por cualquier otra jurisdicción- conducen a los órganos
judiciales a afirmar que la declaración de responsabilidad penal no puede declinarse a
favor de la jurisdicción del Tribunal de Cuentas al objeto de que este declare
previamente a la actuación de la jurisdicción penal la existencia de un hecho punible o
alguno de sus elementos -como lo es la legalidad o ilegalidad de los fondos públicos y
la cuantificación de la malversación-, pues ello compete de manera exclusiva en los
órganos judiciales del orden penal. La argumentación judicial se cierra con la
consideración de que la preferencia de la jurisdicción penal no impide que el citado
Tribunal declare, a posteriori, el alcance de las posibles responsabilidades de tipo
contable que pudieren resultar, las cuales no tienen por qué coincidir con las
declaradas por la jurisdicción penal, ya que la contable obedece a otros criterios y
finalidades. En otras palabras, sostienen que la pretensión del recurrente de que el
Tribunal de Cuentas sea quien decida, a los efectos penales, la cantidad malversada y
su valoración desde el punto de vista culpabilístico, “es tanto como sustraer del Poder
Judicial, en este caso representado por la jurisdicción penal, una función que
constitucionalmente le viene atribuida. Ni el Tribunal de Cuentas condiciona la
convicción que pueda alcanzar el Tribunal Penal en uso de la facultad que le confiere el
art. 741 LECrim, ni la decisión de la jurisdicción penal condiciona al Tribunal de
Cuentas.”
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DOCTRINA CONSTITUCIONAL. Pablo Colomina Cerezo.
Añade que no es función de este Tribunal pronunciarse sobre cuál de las
interpretaciones de los preceptos legales que articulan las relaciones entre el órgano
jurisdiccional penal y la jurisdicción contable, es la más correcta. Se trata de una
cuestión de legalidad que está encomendada a los órganos de la jurisdicción ordinaria
(en particular al Tribunal Supremo, en el que converge también la jurisdicción contable
a través del recurso de casación que cabe interponer en esta materia, pero también al
Tribunal de Conflictos Jurisdiccionales al resolver los conflictos entre ellas), razón por
la cual nuestra competencia se detiene en la constatación de que la interpretación de
la legalidad ordinaria efectuada por los órganos judiciales frente a los que se demanda
amparo, es razonable y no arbitraria ni patentemente errónea. Y no lo es la
interpretación efectuada por la Audiencia Provincial y el Tribunal Supremo que da
preferencia a la jurisdicción penal sobre otra jurisdicción para conocer de la totalidad
de los elementos integrantes del hecho delictivo, pues, de un lado, tal preferencia la
derivan los órganos judiciales de la interpretación conjunta de las normas reguladoras
de la competencia y jurisdicción del Tribunal de Cuentas cuando ejerce funciones de
enjuiciamiento (art. 18.2 de la Ley Orgánica 2/1982, de 12 de mayo, del Tribunal de
Cuentas, y arts. 16, 17 y 49.3 Ley de funcionamiento del Tribunal de Cuentas), de las
que proclaman la preferencia de la jurisdicción penal (arts. 10 y 44 LOPJ) y, finalmente,
del diseño constitucional del Poder Judicial que se deriva del art. 117 CE, sin que por
ello se ignore ni desconozca la competencia de la jurisdicción contable en el ámbito
que le es propio.
c) La STC 126/2011, de 18 de julio -aborda en su Fundamento Jurídico Octavo,la queja derivada de la presentación de un nuevo escrito de acusación al inicio de las
sesiones del juicio oral, desestimando el reconocimiento de la vulneración pretendida
por el demandante. Indica que “no supuso situación de indefensión material alguna en
la medida en que la acusación dirigida contra el demandante no sufrió alteración de
ningún género, y, además, el recurrente tuvo la ocasión de conocer el contenido de
dicho escrito y de reaccionar, ejerciendo sin restricciones su derecho de defensa.”.
También desestima la vulneración sustentada en “la tardía imputación del
recurrente en el procedimiento”. Tras recordar en el Fundamento Jurídico Doce el
contenido del derecho de defensa contradictoria que “ha sido concretada por este
Tribunal en tres reglas ya clásicas (STC 273/1993, de 20 de septiembre): a) nadie puede
ser acusado sin haber sido, con anterioridad, declarado judicialmente imputado; b)
como consecuencia de lo anterior, nadie puede ser acusado sin haber sido oído con
anterioridad a la conclusión de la investigación; y c) no se debe someter al imputado al
régimen de las declaraciones testificales, cuando de las diligencias practicadas pueda
fácilmente inferirse que contra él existe la sospecha de haber participado en la
comisión de un hecho punible, ya que la imputación no ha de retrasarse más allá de lo
estrictamente necesario. Ahora bien, si las leyes procesales han reconocido, y este
Tribunal recordado, la necesidad de dar entrada en el proceso al imputado desde su
fase preliminar de investigación, lo es sólo a los fines de garantizar la plena efectividad
del derecho a la defensa y evitar que puedan producirse contra él, aun en la fase de
investigación, situaciones materiales de indefensión. Pero la materialidad de esa
indefensión, que constituye el objeto de nuestro análisis, exige una relevante y
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definitiva privación de las facultades de alegación, prueba y contradicción que
desequilibre la posición del imputado.”, descarta la vulneración en tanto que nada se
alegó en la demanda sobre la supuesta indefensión con relevancia constitucional que
habría padecido el demandante por el denunciado retraso en la imputación,
constatándose, por el contrario, que la instrucción no se realizó a sus espaldas y que
desde que éste intervino en ella lo hizo con asistencia letrada y plenas facultades de
defensa, pudiendo proponer, intervenir en la práctica y asistir a cuantas diligencias
estimó oportunas. Así pues, el demandante de amparo no se vio privado de intervenir
en la fase de instrucción del proceso, sino sólo en sus primeros momentos, ni del
conocimiento de su condición de imputado cuando judicialmente se le atribuyó, ni del
ejercicio de sus derechos de defensa. En consecuencia, la posibilidad de participación
del recurrente en amparo se produjo más tarde de lo que él deseaba, pero con
antelación suficiente para ser oído, alegar y participar en la causa antes de cualquier
acusación formal, pues su imputación tuvo lugar tres o cuatro años antes de la
transformación de las diligencias previas en procedimiento abreviado, tiempo más que
suficiente para que el demandante de amparo desplegara en su plenitud su derecho
de defensa.
d) Por último la STC 126/2011, aborda la queja del demandante derivada del
comiso de fincas sin que haya sido parte el propietario de las mismas. En primer lugar
la STC recuerda que el Tribunal ya dio respuesta a la cuestión suscitada al inadmitir el
recurso de amparo interpuesto por los propietarios, haciendo constar que se les dio
traslado del escrito de acusación y que tras darse por enterados de que podrían
intervenir como parte en el juicio, manifestaron que decidían no hacerlo, descartando
por ello la existencia de indefensión material al decidir libremente permanecer en
una actitud pasiva. De tal argumento resultaría la inexistencia de indefensión para el
demandante de amparo. A ello añade que en las sesiones del juicio oral tuvo lugar la
declaración testifical de dos de los hijos del matrimonio en su condición de apoderados
de los cónyuges y que fueron interrogados con entera libertad por las partes, incluido
el demandante de amparo a través de su Letrado. A lo que añade que la declaración
de uno de los propietarios fue leída en el acto del juicio oral en virtud de lo dispuesto
en el art. 730 LECrim, a lo que, no se formula objeción alguna en la demanda de
amparo.
6.2. Derecho a un Juez imparcial
En la reiteradamente citada STC 126/2011, se aborda -en el Fundamento
Jurídico Quinto-, la vulneración del derecho a un juez imparcial, invocada por el
demandante, por haberle sido desestimada la recusación planteada. El soporte de la
queja radica en haberse denegado la recusación del Presidente de la Sala Segunda del
Tribunal Supremo, pese a sostener el demandante que se encontraba contaminado
para conocer del recurso de casación al haber actuado como Ponente en una causa
anterior, en la que el demandante fue condenado como autor de un delito de
malversación de caudales públicos y otro de secuestro, habiendo tomado contacto
directo con hechos seriamente relacionados con los que constituían el objeto de su
recurso. Dicha recusación fue desestimada, en síntesis, por que el hecho de que el
Magistrado recusado hubiese intervenido en un procedimiento distinto del que ahora
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se tramitaba no se subsume en motivo alguno de los previstos en el art. 219 LOPJ,
dado que el invocado por el recurrente (el motivo 11 del citado precepto, “haber
participado en la instrucción de la causa penal o haber resuelto el pleito o causa en
anterior instancia”) no es aplicable al caso, al tratarse de procedimientos distintos y
con objeto distinto, sin que la decisión tomada sobre el anterior supusiera un juicio
anticipado o toma de postura previa sobre los que había de juzgar en la causa que da
origen al proceso de amparo constitucional.
Señala el Tribunal Constitucional tras recordar la doctrina aplicable de la mano
de las SSTEDH de 6 enero de 2010, caso Vera Fernández- Huidobro; Ferrantelli y
Santangelo c. Italia, §58, 7 de agosto de 1996, Colección 1996- III, y Wettstein c. Suiza,
núm. 33958/96, §44, CEDH2000-XII, y si bien, precisa que entre las causas significativas
de una posible inclinación previa objetiva del Magistrado que ha de juzgar un
determinado asunto se encuentra “el pronunciamiento sobre los hechos debatidos en
un pleito anterior (SSTC 138/1994, de 9 de mayo, FJ 7; 47/1998, de 2 de marzo, FJ 4; y
SSTEDH de 7 de agosto de 1996, caso Ferrantelli y Santangelo, y de 26 de agosto de
1997, caso De Haan) (STC 240/2005, de 10 de octubre, FJ 3)”. Concluye que no puede
considerarse con el prisma de la imparcialidad objetiva que el cuestionado Magistrado
haya quedado prevenido en su ánimo al tener que decidir sobre un recurso
extraordinario de casación dirigido a impugnar una Sentencia dictada en otro proceso
penal, cuyo objeto es, por tanto, diferente porque el thema decidendi de uno y otro
eran distintos (malversación y secuestro unidos en concurso medial, en el primero, y
delito continuado de malversación para el provecho particular de los caudales
públicos, en el segundo).
6.3 Garantías del derecho a la defensa en segunda instancia
Podemos decir que la doctrina de las garantías del derecho a la defensa en
segunda instancia pasó a primer plano cuando el Tribunal Constitucional dictó la
Sentencia 184/2009, de 7 septiembre, que fue objeto de examen en la crónica
anterior. En ella se imponía, sin matices la necesidad de “concederle [al acusado] la
posibilidad de ser oído antes de condenarle”, por el primer Tribunal que le condenase.
Dicha doctrina ha sido perfilada en la STC 45/2011, de 11 de abril, al descartar
la necesidad de oír al acusado cuando la condena o agravación de la pena en segunda
instancia obedece a una discrepancia jurídica, o cuando “la audiencia del recurrente
nada hubiera aportado” o cuando “dicha audiencia ninguna incidencia podría tener en
la decisión adoptada”, despejando las incertidumbres que se habían instalado en la
configuración del derecho de defensa en casación.
En todo caso, al Tribunal Constitucional le queda por perfilar hasta donde llega
el deber del órgano judicial de apelación – y excepcionalmente del de casación, dada la
configuración de la misma-, que condene o agrave la condena “de conceder al acusado
la posibilidad de ser oído antes de condenarle o agravarle la pena”.
La STC 45/2011, de 11 de abril, aborda la queja del recurrente que considera
vulnerado su derecho de defensa, por haber sido agravada su condena por la
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Sentencia de la Audiencia Provincial al resolver el recurso de apelación interpuesto por
el Ministerio Fiscal, sin haber sido oído personalmente por el Tribunal de apelación. El
objeto del recurso el Ministerio Fiscal era estrictamente jurídico, pues discrepaba de la
calificación jurídica por considerar que la relación entre los arts. 379.2, inciso primero,
y 383 CP no es de concurso de normas -como afirmaba la Sentencia de instancia-, sino
de delitos, por lo que no procedía aplicar las reglas del art. 8 CP, que sirvieron para
sustentar la anterior decisión, parcialmente absolutoria. Recurso que fue estimado por
la Audiencia Provincial.
La STC 45/2011, con cita entre otras de las SSTEDH de 16 noviembre 2010, caso
García Hernández c. España § 24; 16 diciembre 2008, caso Bazo González c. España §
30 y de 10 de marzo de 2009, caso Igual Coll c. España, § 36, extrae la conclusión de
que dicha audiencia pública no es necesaria cuando el Tribunal ad quem se limita a
efectuar una distinta interpretación jurídica respecto a la realizada en la instancia
anterior. Si bien indica que la presencia del acusado en el juicio de apelación, cuando
en el mismo se debaten cuestiones de hecho que afectan a su declaración de inocencia
o culpabilidad, es una concreción del derecho de defensa que tiene por objeto
posibilitar que quien ha sido absuelto en primera instancia pueda exponer, ante el
Tribunal llamado a revisar la decisión impugnada, su versión personal sobre su
participación en los hechos que se le imputan. Es precisamente el carácter
personalísimo de dicha manifestación lo que impone su citación para ser oído. Indica
que “si el debate planteado en segunda instancia versa exclusivamente sobre
cuestiones jurídicas, ya sea por la configuración legal del recurso -como en nuestro
sistema jurídico ocurre, en tantas ocasiones, en la casación penal-, ya sea por los
concretos motivos que fundamentan la solicitud de agravación de condena planteada
por los acusadores, para su resolución no resulta necesario oír personalmente al
acusado en un juicio público, pues dicha audiencia ninguna incidencia podría tener en
la decisión que pudiera adoptarse, sino que el Tribunal ad quem puede decidir
adecuadamente sobre la base de lo actuado.”
6.3.1 El principio de la inmediación en la apelación. La doctrina constitucional
Tres son las Sentencias del Tribunal que examinan el principio de inmediación
en segunda instancia, en las que por los demandantes se cuestionaba que el Tribunal
hubiera condenado en la segunda instancia con fundamento en la valoración de
pruebas personales que no se practicaron ante el Tribunal de apelación (SSTC
127/2010 y 46/2011, ambas de la Sala Segunda).
Por una parte la STC 215/2009, de 30 de noviembre, sintetiza la extensa y
conocida doctrina sobre el derecho a un proceso con todas las garantías en caso de
condena en segunda instancia, por la que dicho derecho exige que sólo el órgano
judicial ante el que se practiquen, con posibilidad de contradicción y publicidad, pueda
valorar las declaraciones de las partes, testigos o peritos, de manera que si en la fase
de apelación se debaten cuestiones de hecho suscitadas por la apreciación de aquella
clase de pruebas, habrá de celebrarse una vista pública con posibilidad de
contradicción, para que el órgano de apelación pueda resolver previa práctica de
dichas pruebas. La mencionada STC estima la vulneración denunciada en tanto que la
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DOCTRINA CONSTITUCIONAL. Pablo Colomina Cerezo.
“Audiencia Provincial varía el relato fáctico de la resolución absolutoria sustentando
los nuevos hechos probados tanto en la mencionada declaración como en el resto de
las pruebas personales, ninguna de las cuales fue practicada a su presencia”.
En la STC 127/2010, de 29 noviembre, nuevamente sintetiza y reitera la
doctrina sobre la misma faceta del derecho examinado, destaca que “concurre la
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías cuando, en la segunda
instancia, y sobre la base de indicios que provienen inequívocamente de una
valoración de pruebas personales, se corrigen las conclusiones del órgano de primera
instancia, sin examinar directa y personalmente dichas pruebas”, y concluye que tal
proceder es el que ha tenido el órgano de apelación, al provenir las inferencias por las
que se concluye la existencia del hecho ilícito “inequívocamente de una valoración de
pruebas personales”, si haber efectuado “un examen directo y personal de dichas
pruebas en respeto a las garantía de inmediación”. A esta misma conclusión llega la
STC 46/2011, de al indicar que la “valoración probatoria efectuada por la Audiencia
Provincial, pese a haber tomado en cuenta prioritariamente la prueba documental, ha
supuesto una revisión de los testimonios prestados en primera instancia, en tanto en
cuanto las conclusiones a las que llega implican, de modo expreso, un juicio negativo
sobre la credibilidad de las declaraciones efectuadas por los recurrentes y otros
testigos acerca de los hechos opuestos al que dio lugar a la absolución en primera
instancia”.
6.3.2 Incidencia de la vulneración del derecho a un proceso con garantías en el
derecho a la presunción de inocencia.
Varias son las Sentencias del Tribunal Constitucional que han valorado la
incidencia sobre el derecho a la presunción de inocencia por la previa conculcación del
derecho a un proceso con las debidas garantías (SSTC 56/2010, de 4 de octubre
68/2010, de 18 de octubre; 127/2010, de 29 de noviembre). En la STC 56/2010, se
concluye que concurre la vulneración del derecho a la presunción de inocencia, en
tanto que la declaración de la víctima ha constituido la columna vertebral del
razonamiento incriminatorio, habiéndose encaminado el resto de pruebas tan sólo a
corroborar la verosimilitud de la misma”. Mientras que en las SSTC 68/2010 y
127/2010, se retrotraen las actuaciones sin pronunciamiento sobre la eventual lesión
del derecho a la presunción de inocencia. Mención destacada, precisamente por no
valorar la incidencia, merece la STC 46/2011, de 11 de abril, dictada por la Sala
Segunda.
En las SSTC 56/2010, de 4 de octubre 68/2010, de 18 de octubre; 127/2010, de
29 de noviembre se reitera –con mayor o menor profusión-, la consolidada doctrina
del Tribunal Constitucional sobre dicha cuestión. En síntesis parte de que no le
compete al Tribunal Constitucional la valoración de las pruebas practicadas en un juicio
penal, ni su mayor o menor incidencia en la conformación del relato de hechos
probados, ni la relación que mantienen unas pruebas con otras. Por lo que cuando tras
la anulación de parte de las pruebas, bien existen otras que procedían directamente de
una vulneración de derechos fundamentales declarada por el Tribunal, bien cuando la
prueba anulada no era la esencial o la única que se tomó en consideración para
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sustentar la condena, procederá la retroacción de actuaciones, sin valorar la existencia
de lesión del derecho fundamental a la presunción de inocencia.
Sin embargo, si a la luz de la motivación de la resolución judicial condenatoria
resulta patente que la prueba anulada fue irrelevante para la configuración de los
hechos probados inculpatorios, procederá un fallo sin retroacción, y sin declarar la
vulneración del derecho a la presunción de inocencia.
Y por último, si lo que resulta evidente, por la claridad meridiana de los datos, a
la luz de tal motivación es que no se sostiene la culpabilidad del recurrente, por ser la
prueba anulada esencial o única, procederá, por elementales razones de economía
procesal o de pronta protección de los derechos fundamentales, un fallo constitucional
sin retroacción de actuaciones. En este caso tal fallo habrá de ser declarativo de la
vulneración de ambos derechos y anulatorio de la Sentencia condenatoria.
Mención destacada merece la STC 46/2011, de 11 de abril que FJ 4, tras
reconocer lesionado el derecho a un derecho con todas las garantías, al haber valorado
la Audiencia Provincial prueba personal sin inmediación entiende que frente a la
propuesta del Ministerio Fiscal de declarar también vulnerado el derecho a la
presunción de inocencia, dicha alegación en ningún momento ha sido planteada en la
demanda, por lo que no habremos de pronunciarnos al respecto, al no ser posible
reconstruir de oficio las demandas. Sin embargo, en el fallo dispone “anular la
Sentencia (…) y la providencia (…), dictadas ambas por la Sección Penal de la Audiencia
Provincial de Ávila”. No debe pasarse por alto, que la Sentencia previamente en su
Fundamento Jurídico tercero deja dicho que “tales conclusiones probatorias [las que
sustentaron la absolución en la instancia] son modificadas por la Audiencia Provincial a
partir de la prueba documental, tomando en cuenta la escritura pública para concluir
que, tal como en ella aparece, la vivienda de Móstoles fue comprada por ambos
recurrentes una vez contraído matrimonio, por lo que, tomando en consideración que
las capitulaciones matrimoniales tuvieron lugar sólo diecisiete días después del
accidente, la salida del patrimonio de don Florentino de la vivienda debía considerarse
una maniobra fraudulenta dirigida a sustraerse al pago de la indemnización derivada
del accidente.”. Por lo que de haberse alegado la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia, lo procedente hubiera sido retrotraer las actuaciones, al no
ser la prueba personal la única valorada, ni parecer la documental prueba irrelevante,
para que la Audiencia dictará nueva Sentencia sin valorar la prueba personal, con el
riesgo de ser nuevamente condenado.
Sin embargo, la no invocación por el demandante del derecho a la presunción
de inocencia imposibilita una ulterior condena, sin que la Sentencia repare si la
documental en la que también se sustentó la condena era prueba irrelevante o no.
6.4 Derecho a la doble instancia penal.
En la STC 16/2011, de 28 de febrero, se desestimó la vulneración del derecho a
la doble instancia penal. La Sentencia comienza su argumentación delimitando el
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contenido de la queja y su alcance constitucional. Indica que lo planteado por el
demandante, el problema que plantea no es el no haber podido recurrir la Sentencia
condenatoria de casación, sino la imposibilidad de combatir por dicho cauce procesal
los defectos de la Sentencia absolutoria de primera instancia que han acabado
motivando la condena, lo que a su juicio ha generado indefensión. Descarta que la
problemática se circunscriba al derecho a la doble instancia penal (art. 24.2 CE),
enmarcándolo en el derecho a la tutela judicial efectiva, sin indefensión del art. 24.1
CE, no perdiendo, sin embargo, la ocasión para recordar el contenido del derecho a la
doble instancia penal. En este sentido, recuerda –con cita de otras SSTC-, que “siempre
que se realice una interpretación amplia de las posibilidades de revisión en sede
casacional y que el derecho reconocido en el Pacto se interprete no como el derecho a
una segunda instancia con repetición íntegra del juicio, sino como el derecho a que un
Tribunal superior controle la corrección del juicio realizado en primera instancia,
revisando la correcta aplicación de las reglas que han permitido la declaración de
culpabilidad y la imposición de la pena en el caso concreto. Reglas entre las que se
encuentran, desde luego, todas las que rigen el proceso penal y lo configuran como un
proceso justo, con todas las garantías; las que inspiran el principio de presunción de
inocencia, y las reglas de la lógica y la experiencia conforme a las cuales han de
realizarse las inferencias que permiten considerar un hecho como probado”, no se
considerará vulnerado el derecho a la doble instancia penal. A ello añade que “la
ausencia de un instrumento de revisión de la Sentencia condenatoria en apelación
[ahora, en casación], no supone la ausencia de una garantía procesal de rango
constitucional. No forma parte esencial de la que incorpora el art. 14.5 del Pacto
internacional de derechos civiles y políticos como instrumento de interpretación del
derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) la constituida por la
existencia en todo caso tras una condena penal de la posibilidad de un
pronunciamiento posterior de un Tribunal superior, pronunciamiento que podría ser el
tercero en caso de que la resolución inicial fuera absolutoria o incluso en caso de que
la revisión aumentase la pena inicialmente impuesta. Lo que en este contexto exige el
contenido de la garantía, que se ordena tanto al ejercicio de la defensa como a la
ausencia de error en la decisión judicial, es que en el enjuiciamiento de los asuntos
penales se disponga de dos instancias”. Por ello, “ninguna vulneración comporta per se
la declaración de un pronunciamiento condenatorio en segunda instancia, sin que por
ello resulte constitucionalmente necesaria la previsión de una nueva instancia de
revisión en una cadena de nuevas instancias que podría no tener fin”.
6.5 Proceso con garantías en relación con el derecho al secreto de las
comunicaciones.
6.5.1. Deslinde entre ambos derechos:
La STC 9/2011, de 28 de febrero, en su Fundamento Jurídico Tercero, inicia el
razonamiento perfila el alcance y contenido del derecho al secreto de las
comunicaciones, indicando que “el control judicial de la ejecución de la medida de
intervención de las comunicaciones se integra en el contenido esencial del derecho al
secreto de las comunicaciones, para considerar cumplido el requisito de que las
intervenciones se ejecuten bajo control y supervisión judicial es suficiente con
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DOCTRINA CONSTITUCIONAL. Pablo Colomina Cerezo.
[verificar] que los Autos de autorización y prórroga fijaban términos y requerían de la
fuerza policial ejecutante dar cuenta al Juzgado del resultado de las intervenciones, así
como que el órgano judicial efectuó un seguimiento de las mismas”, y lo deslinda del
alcance y contenido del derecho a un proceso con garantías, al afirmar que “las
eventuales irregularidades en la incorporación al proceso de los soportes en los que se
plasma el resultado de las intervenciones telefónicas no afectan al derecho al secreto
de las comunicaciones, sino al derecho al proceso con todas las garantías contemplado
en el art. 24.2 CE”, añadiendo que “puede afectar al derecho a un proceso con todas
las garantías la utilización como prueba de cargo de grabaciones o transcripciones de
intervenciones telefónicas que, al haberse incorporado defectuosamente a las
actuaciones, no reúnan las garantías de control judicial, contradicción y respeto del
derecho de defensa necesarias para considerarlas prueba válida para desvirtuar la
presunción de inocencia”.
Descarta la existencia de vulneración del derecho a un proceso con todas las
garantías en tanto que las transcripciones cuestionadas no fueron objeto de valoración
en el proceso a los efectos de la condena de la demandante de amparo, puesto que las
conversaciones intervenidas accedieron al proceso, a petición del Ministerio Fiscal,
mediante la audición en el juicio oral de las cintas íntegras y originales, tal y como
consta en el acta, y añade que la recurrente en amparo no cuestionó en la vista oral la
corrección o la fidelidad de la traducción al original, lo que impide considerar la
circunstancia de que la traducción se hiciera de forma simultánea y no previa
transcripción del texto en rumano haya lesionado sus derechos fundamentales.
6.6 Prohibición de la reformatio in peius.
Las dos Sentencias en las que el Tribunal Constitucional ha examinado la
posible concurrencia de la proscrita reforma peyorativa han sido las SSTC 124/2010, de
29 de noviembre, 126/2010, de 29 de noviembre, que por haber sido tratadas en el
epígrafe 4, al mismo nos remitimos.
7. Derecho a la utilización de medios de prueba:
7.1 Contenido y alcance del derecho.
En el periodo examinado, el Tribunal Constitucional ha tenido ocasión de
recordar la doctrina relativa al derecho a la utilización de medios de prueba
pertinentes para la defensa, indicando que la vulneración “está rigurosamente
condicionada a la existencia de indefensión material”, el “alcance de dicha garantía
queda condicionado por su carácter de derecho constitucional de naturaleza
procedimental, lo que exige que, para apreciar su vulneración, quede acreditada la
existencia de una indefensión constitucionalmente relevante, resultando necesario
demostrar que la actividad probatoria que no fue admitida o practicada era decisiva en
términos de defensa, esto es, que hubiera podido tener una influencia decisiva en la
resolución del pleito, por ser potencialmente trascendente para el sentido de la
resolución (…) tal situación de indefensión debe ser justificada por el propio recurrente
en amparo en su demanda, (…) exige que el solicitante de amparo haya alegado y
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DOCTRINA CONSTITUCIONAL. Pablo Colomina Cerezo.
fundamentado adecuadamente dicha indefensión material en la demanda, (…). Esta
carga de la argumentación se traduce en la doble exigencia de que el demandante de
amparo acredite, tanto la relación entre los hechos que se quisieron, y no se pudieron
probar, y las pruebas inadmitidas o no practicadas, como el hecho de que la resolución
judicial final podría haberle sido favorable de haberse admitido y practicado dichas
pruebas, quedando obligado a probar la trascendencia que la inadmisión o la ausencia
de la práctica de la prueba pudo tener en la decisión final del proceso. De no
constatarse la circunstancia de que la prueba inadmitida o no practicada era decisiva
en términos de defensa, resultará ya evidente ab initio, sin necesidad de ulterior
análisis, que no habría existido la lesión denunciada, puesto que, como hemos
señalado, el ámbito material protegido por el derecho fundamental a utilizar los
medios de prueba pertinentes no abarca las meras infracciones de la legalidad
procesal que no hayan generado una real y efectiva indefensión” (STC 75/2010, de 19
de octubre, FJ 3, que resuelve una demanda de amparo avocada al pleno, y las que a la
misma se remiten –SSTC 76/2010, 98/2010, 99/2010-).
También ha reiterado que los requisitos para apreciar la lesión del derecho a la
utilización de los medios de prueba, indicando que es necesario que “se hubieran
inadmitido sin motivación alguna las relevantes para la decisión, o mediante una
interpretación de la legalidad arbitraria o irrazonable; de forma que para que exista
violación se exigen dos circunstancias: a) que la denegación e inejecución sea
imputable al órgano judicial; b) que la prueba impracticada sea decisiva en términos de
defensa, habiendo justificado el recurrente en su demanda la indefensión sufrida” (STC
126/2010, de 29 de noviembre, FJ 2).
Por último, en torno a la decisión del órgano jurisdiccional denegando la prueba
propuesta, el Tribunal ha venido exigiendo que “la motivación del rechazo de la prueba
propuesta no resulte tardía -normalmente en la resolución que pone fin al
procedimiento- este Tribunal ha destacado que el rechazo motivado de los medios de
prueba ha de producirse en el momento procesal oportuno, ya que la denegación
tardía, aunque razonada, de la prueba, prima facie, podría afectar al derecho en la
medida en que existe el riesgo de perjudicar dicha decisión en virtud de una certeza ya
alcanzada acerca de los hechos objeto del proceso -con la consiguiente subversión del
juicio de pertinencia- o, incluso, de un prejuicio acerca de la cuestión de fondo en
virtud de la denegación inmotivada de la actividad probatoria” (STC 14/2011, de 28 de
febrero, FJ 2).
7.2 Diversidad de supuestos examinados.
Intensa ha sido la labor del Tribunal Constitucional en orden a resolver la
vulneración del derecho a la utilización de medios de prueba, si bien, puede afirmarse
que no existe ninguna novedad reseñable.
Podemos agrupar las Sentencias distinguiendo entre las que desestiman la
existencia de vulneración por no haber levantado la carga de justificar el carácter
decisivo de la prueba cuya inadmisión suscita la queja (STC 75/2010, 76/2010,
98/2010, 99/2010 y 89/2010), o por no haber invocado tempestivamente la lesión (STC
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DOCTRINA CONSTITUCIONAL. Pablo Colomina Cerezo.
126/2010), por no existir previsión legal que sustente la prueba propuesta (STC
2/2011), o no tener carácter decisivo, o en fin, por no generarle indefensión (STC
126/2011). Y por otra parte aquellas en que se reconoce vulnerado el derecho (SSTC
14/2011, 80/2011).
En efecto, en las SSTC 75/2010, 76/2010, 98/2010, 99/2010, que tienen causa
en el mismo procedimiento, se desestiman los sucesivos recursos de amparo al
considerar que en lo que se refiere tanto a la limitación en el número de testigos
propuestos, como en lo relativo a la grabación magnetofónica no admitida, no realizan
manifestación alguna sobre ningún dato concreto que pudiera haber sido aportado por
alguno de los testigos rechazados, ni sobre la relevancia de dicho extremo en la
resolución del pleito, ni tampoco contradice la afirmación contenida en la Sentencia de
que lo que se pretendía probar con la grabación magnetofónica constituía ya un hecho
admitido, ni se fundamenta en la demanda su relevancia para la resolución del pleito,
por lo que no se levanta la carga de justificar la relevancia de la prueba inadmitida.
Del mismo modo la STC 89/2010, de 15 de noviembre, desestima la vulneración
invocada por no haber expuesto en su recurso de amparo (incumpliendo con la carga
alegatoria que le correspondía, ex SSTC 66/2007, de 27 de marzo, FJ 5, y 71/2008, de
23 de junio, FJ 4) cómo las preguntas que había formulado al testigo habrían resultado
determinantes a efectos de un fallo absolutorio para él. Sin que la alegación de que se
le ha impedido el recto ejercicio de la “excepción de veracidad” levante la carga en
tanto que resultó condenado por las injurias derivadas de las expresiones propias
introducidas por él, y no por dichas informaciones periodísticas copiadas.
Por su parte en la STC 126/2010, de 29 de noviembre, se desestimó la
vulneración, en tanto que frente a la negativa del Juez de lo penal a la práctica de la
prueba propuesta, no se formuló la oportuna protesta, por lo que faltaría el reiterado
requisito para la admisión del amparo (por todas STC 66/2009, de 9 de marzo, FJ 2),
consistente en la pronta invocación del derecho fundamental [art. 44.1 c) de la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional). Añadiendo que tampoco cumplió con la carga de
alegar que impugnó el Auto denegando la práctica de prueba en segunda instancia.
Concluyendo que, en todo caso, incumple la obligación de justificar de qué manera la
práctica de dicha prueba habría producido un resultado definitivamente diverso y
favorable a sus pretensiones.
Tampoco se aprecia la denunciada vulneración en la STC 2/2011, de 14 de
febrero. El demandante alegaba que el artículo 459 de la Ley de enjuiciamiento
criminal (LECrim), impondría la necesidad de practicar una segunda prueba pericial, e
invoca en su favor que en el procedimiento ordinario el reconocimiento pericial se
realice por dos peritos, afirma que la prueba fue solicitada en tiempo y forma, y que
tenía carácter decisivo, dadas las carencias técnicas del informe pericial practicado por
el gabinete de la policía científica. La STC citada desestima la queja tras recordar el
contenido del mencionado derecho, al indicar en su Fundamento Jurídico Cuarto que
debe descartarse la existencia de un mandato legal que imponga la práctica de la
prueba solicitada, pues lo que establece el art. 459 LECrim, es que el informe pericial
sea realizado por dos peritos, y no que deban elaborarse dos informes periciales.
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Añade que la prueba solicitada fue inadmitida en un primer momento por la Audiencia
Provincial, por no haberse propuesto en legal forma, al infringir lo dispuesto en los
artículos 459 y 656, párrafo 2 LECrim. Posteriormente, la Sentencia condenatoria
confirmó la procedencia de la inadmisión haciendo especial hincapié en que la prueba
solicitada no era necesaria, por cuanto el informe solicitado por el recurrente constaba
ya en autos, habiendo sido tenido en cuenta por el órgano judicial para la valoración
de la prueba. Añade que la Audiencia contó con un informe pericial del gabinete de
policía científica, ratificado por dos funcionarios y sometido a la contradicción del
plenario, y que venía a concordar con el emitido por el servicio de bomberos, por lo
que concluye que no se ha producido ninguna indefensión, ya que no puede
entenderse que de haberse practicado la nueva pericia del cuerpo de bomberos, la
resolución final del proceso hubiera podido ser distinto, en el sentido de ser favorable
a quien denunció la infracción del derecho fundamental.
Por último, entre las Sentencias que desestiman la vulneración del derecho a la
utilización de medios de prueba pertinente para la defensa, se encuentra la STC
126/2011, de 18 julio, en que el demandante sustentaba la queja en haberse
denegado la comparecencia de un perito para que ratificara el informe elaborado
acerca del valor de una finca finalmente decomisada en la Sentencia de condena. La
Sentencia considera que la falta de práctica de este medio de prueba no fue
determinante de una situación efectiva de indefensión del actor. Si bien entiende que
el perito de cuya ausencia se queja el recurrente no compareció al juicio oral por
razones ajenas a su voluntad y diligencia, pone el contrapunto en que el valor de la
finca en cuestión asumido por la Sala a quo fue “el más favorable al reo” al que se
acogió la defensa del recurrente “con entusiasmo”, por lo que la falta de práctica del
discutido medio de prueba pericial fue irrelevante a los efectos de determinar el valor
de mercado de la indicada finca finalmente apreciado por la Audiencia Provincial de
Madrid.
Por otra parte las Sentencias del Tribunal Constitucional en las que se considera
lesionado el derecho a la utilización de los medios de prueba pertinentes para la
defensa son las SSTC 14/2011, 80/2011.
En la STC 14/2011, de 28 de febrero, plantea un supuesto interesante, en tanto
que refuerza el argumento que sustenta la vulneración, no solo en la irregular
respuesta, por tardía o inexistente, y en el carácter decisorio de las pruebas, sino que
construye una doctrina que vincula la vulneración del derecho de naturaleza procesal,
con la relevancia de lo que se pretendía acreditar –tratas inhumanos y degradantes en
el Centro Penitenciario, consistentes “en cortarles el cabello con unos barrotes de por
medio”-, abriendo una posible canon reforzado del derecho, que veremos la posible
concreción de futuro que pueda tener.
Dicha Sentencia consideró que el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria incurrió
en sendas irregularidades procesales ante las propuestas de pruebas realizadas por el
recurrente: hubo una respuesta tardía respecto de las pruebas testificales propuestas
en el escrito de queja; y silencio frente a las pruebas propuestas en el recurso de
reforma y dichas pruebas eran decisivas en términos de defensa. Indica que las
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testificales propuestas en el escrito de queja no obtuvieron una respuesta judicial
expresa sobre su pertinencia en el momento procesal adecuado, sino, únicamente, en
el Auto resolutorio de la queja, incurriendo en una respuesta tardía, toda vez que, el
rechazo de las pruebas se efectúa en virtud de una valoración a posteriori, en virtud de
una certeza ya alcanzada acerca de los hechos objeto del proceso en virtud de otras
pruebas, lo que, a juicio el Tribunal Constiticional, “ha subvertido el juicio de
pertinencia, incurriendo en una irregularidad procesal”.
La segunda irregularidad procesal fue el no dar ninguna respuesta a la nueva
solicitud cursada por el recurrente en el recurso de reforma, cuyo finalidad expresa era
combatir el argumento del Auto impugnado de la certeza sobre los hechos
considerados acreditados en virtud de la declaración unilateral del centro
penitenciario.
Añade que ambas irregularidades procesales, además, han recaído sobre
pruebas que eran decisivas en términos de defensa, ya que las pruebas testificales y el
visionado de las cámaras de seguridad, de haberse efectuado, podrían haber
provocado que la resolución final del proceso hubiera podido resultar favorable al
recurrente. Reforzando la argumentación, precisando que “en la medida en que la
queja tenía como objeto la denuncia de tratos humillantes y degradantes en el interior
de un centro penitenciario, la actitud de los órganos judiciales respecto de la
averiguación de la eventual realidad de la queja a través de la actividad probatoria
pertinente debiera de haberse extremado, máxime porque provenía de un interno que
se encontraba en un especial régimen de control penitenciario, como es el régimen
cerrado o primer grado, que limita muy severamente sus posibilidades de articular una
defensa de sus derechos y que tiene al orden jurisdiccional de vigilancia penitenciario
como último recurso para garantizar su indemnidad y el pleno disfrute de sus derechos
frente a la institución penitenciaria.”.
Por otra parte, en la STC 80/2011, de 6 de junio, se estima la vulneración. El
procedimiento versaba sobre si la carne de vacuno hallada al demandante de amparo
presentaba material especificado de riesgo y, en consecuencia, si por el mismo se
habrían dejado de cumplir una serie de obligaciones y deberes sanitarios, de
documentación y protocolos de actuación o se habían producido alteraciones
documentales sancionables. Indica la STC que la “prueba pericial y testifical- pericial”
de la veterinaria del matadero de Salamanca, según la demanda hubiera podido
demostrar, sustancialmente que no había comercializado piezas de bovino mayores de
doce meses sin columna vertebral, con lo que según la demanda de amparo todos los
hechos por los que ha sido sancionada caerían por su base, salvo la existencia de
algunas irregularidades documentales. Afirma la Sentencia que tal prueba hubiera
afectado cuando menos a varios de los hechos que se le imputan, a lo que añade que
la Sentencia que desestima el recurso contencioso-administrativo del demandante en
amparo funda, a su vez, el fallo desestimatorio en que, la parte actora no ha
“desvirtuado la presunción de veracidad y certeza que cabe atribuir a las actas
levantadas por la inspección”.
8. Derecho a la Presunción de Inocencia
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8.1 Contenido y configuración del derecho.
Varias son las Sentencias del Tribunal Constitucional en las que se reitera la
doctrina sobre el contenido del derecho a la presunción de inocencia. En la STC
68/2010, de 18 de octubre, se expone que el contenido del derecho aparece
configurado como regla de juicio y derecho a no ser condenado sin pruebas de cargo
válidas lo que implica una mínima actividad probatoria realizada con las garantías
necesarias referida a todos los elementos esenciales del delito, y que de la misma
quepa inferir razonablemente los hechos y la participación del acusado. Asi sólo
existirá la vulneración cuando no haya pruebas de cargo válidas o cuando no se motive
el resultado de dicha valoración o cuando por ilógico o por insuficiente no sea
razonable el iter discursivo (FJ 4). Del mismo modo la STC 107/2011, de 20 de junio (FJ
4) indica que “toda condena ha de asentarse en pruebas de cargo válidas, suficientes y
concluyentes, tal suficiencia incriminatoria ha de ser racionalmente apreciada por el
Juez y explicada en la Sentencia, de forma que el déficit de motivación o los errores en
la motivación o su incoherencia interna, puestos en relación con la valoración de la
prueba y, por tanto, con la existencia de prueba de cargo, supondrían, de ser
estimados, la quiebra del derecho a la presunción de inocencia”, añadiendo “que el
derecho a la presunción de inocencia se configura, en tanto que regla de juicio y con la
perspectiva constitucional, como el derecho a no ser condenado sin pruebas de cargo
válidas, lo que implica que exista una mínima actividad probatoria realizada con las
garantías necesarias, referida a todos los elementos esenciales del delito, y que de la
misma quepa inferir razonablemente los hechos y la participación del acusado en los
mismos (…) sólo cabrá constatar la vulneración del derecho a la presunción de
inocencia cuando no haya pruebas de cargo válidas, es decir, cuando los órganos
judiciales hayan valorado una actividad probatoria lesiva de otros derechos
fundamentales o carente de garantías, o cuando no se motive el resultado de dicha
valoración, o, finalmente, cuando por ilógico o por insuficiente no sea razonable el iter
discursivo que conduce de la prueba al hecho probado”. Dicha doctrina es expuesta
también, entre otras, en las SSTC 111/2011, de 4 de julio, FJ 6 a), y en la STC
126/2011, 18 de julio, FJ 21 a).
También ha tenido ocasión el Tribunal Constitucional de recordar en la STC
104/2011, de 20 de junio, que “una mera discrepancia con la valoración realizada por
los órganos judiciales, queda fuera del análisis que puede realizar este Tribunal”, en
relación con el derecho a la presunción de inocencia.
Del mismo modo no cabe una fragmentación de la apreciación probatoria o
considerar aisladamente cada una de las afirmaciones que sustentan los hechos
probados, en tanto que “nuestro análisis debe realizarse respecto del conjunto de
estos elementos sin que quepa la posibilidad de fragmentar o disgregar esta
apreciación probatoria, ni de considerar cada una de las afirmaciones de hecho
acreditadas de modo aislado, pues como ya hemos afirmado en no pocas ocasiones no
puede realizarse una operación de análisis aislado de los hechos acreditados por el
Tribunal sentenciador, ni de desagregación de los distintos elementos de prueba, ni de
disgregación de la línea argumental llevada a cabo por el Tribunal Supremo [léase por
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el órgano judicial]. Es doctrina del Tribunal absolutamente asentada que el derecho
fundamental a la presunción de inocencia no puede ser invocado con éxito para cubrir
cada episodio, vicisitud, hecho o elemento debatido en el proceso penal, o
parcialmente integrante de la resolución final que le ponga término. Los límites de
nuestro control no permiten desmenuzar o dilucidar cada elemento probatorio, sino
que debe realizarse un examen general y contextualizado de la valoración probatoria
para puntualizar en cada caso si ese derecho fue o no respetado, concretamente en la
decisión judicial condenatoria, pero tomando en cuenta el conjunto de la actividad
probatoria (SSTC 105/1983, de 23 de noviembre, FJ 10; 4/1986, de 20 de enero, FJ 3;
44/1989, de 20 de febrero, FJ 2; 41/1998, de 31 de marzo, FJ 4; 124/2001, de 4 de
junio, FJ 14; y ATC 247/1993, de 15 de julio, FJ 1).” *STC 126/2011, de 18 de julio, FJ 22
c)]
8.2 Cuestiones generales. Valoración de la conexión de antijuricidad
Por remisión a la STC 66/2009, de 9 de marzo, se descarta la existencia de
conexión de antijuricidad en la STC 128/2011, de 18 de julio, al indicar que: “hemos
mantenido la desconexión de antijuridicidad, por gozar de independencia jurídica, en
supuestos de declaración autoincriminatoria, no sólo de acusado en plenario (SSTC
136/2006, de 8 de mayo, FFJJ 6 y 7; y 49/2007, de 12 de marzo, FJ 2), sino incluso de
imputado en instrucción (SSTC 167/2002, de 18 de septiembre, FJ 8; 184/2003, de 23
de octubre, FJ 2), y entre la declaración de imputado y la entrada y registro (STC
136/2000, de 29 de mayo, FJ 8) 'en atención a las propias garantías constitucionales
que rodean la práctica de dichas declaraciones, que permite afirmar la espontaneidad
y voluntariedad de las mismas', y porque 'la admisión voluntaria de los hechos no
puede considerarse un aprovechamiento de la lesión del derecho fundamental' (SSTC
161/1999, de 27 de septiembre, FJ 4; 8/2000, de 17 de enero, FJ 3; 136/2000, de 29 de
mayo, FJ 8). E igualmente hemos mantenido la posible independencia y validez de la
diligencia de entrada y registro, y de las evidencias obtenidas en ella, respecto de las
intervenciones telefónicas ilícitas si la misma se pudiere haber obtenido de un modo
lícito por el órgano judicial, de haberse conocido por este la circunstancia de la
lesividad de un derecho fundamental (STC 22/2003, de 10 de febrero, FFJJ 10 y 11, con
cita en el FJ 10 de la STC 49/1999, de 5 de abril, FJ 5, o 171/1999, de 27 de septiembre,
FJ 4), o 'examinando la valoración individualizada de las pruebas efectuada por el
Tribunal penal' para condenar (STC 87/2001, de 2 de abril, FJ 4)” Añade que “podemos
ahora concluir que la entrada y registro en el domicilio (…) constituye una medida
investigadora de naturaleza jurídica diversa a las intervenciones telefónicas, siendo
también diferentes los derechos fundamentales afectados en una y otras (art. 18.2 CE
para el domicilio y art. 18.3 CE para el secreto de las comunicaciones). Y, en concreto,
el largo periodo de tiempo transcurrido entre la producción procesal de las
intervenciones telefónicas y la entrada y registro, sus distintos elementos internos y
sobre todo el cauce diverso (documental) de acceso al proceso del sustrato material
probatorio (datos sobre la ubicación del domicilio registrado) distinto de las
intervenciones telefónicas (…) nos llevan a concluir el carácter jurídicamente
independiente de la entrada y registro” (FJ 5). Y lo mismo debe concluirse, a la luz de
nuestra doctrina, respecto de las declaraciones del recurrente en instrucción y de las
declaraciones de los coacusados en el plenario (STC 66/2009, FJ 5).” A ello añade que
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la Sentencia impugnada “cumple con plena razonabilidad dicho parámetro de
suficiencia en la motivación, al analizar la aplicación al caso de la doctrina del Tribunal
sobre la conexión de antijuridicidad entre las intervenciones telefónicas y la entrada y
registro, sin que tampoco se aprecie en dicha motivación arbitrariedad o error”.
8.3 Supuestos diversos:
a) Declaración incriminatoria prestada en sede policial.
La STC 68/2010, de 18 de octubre, en su Fundamento Jurídico cinco, considera
que si bien se admite la eficacia probatoria de las diligencias policiales que por su
contenido pueden incorporar datos objetivos y verificables siempre que sean datos
objetivos de imposible reproducción en el acto del juicio oral. Tal excepción no puede
alcanzar a los testimonios prestados en sede policial pues las manifestaciones que
constan en el atestado no constituyen verdaderos actos de prueba, no pueden ser
exponentes ni de prueba anticipada ni de prueba preconstituída, porque no se
efectúan en presencia de la Autoridad Judicial, y tampoco pueden ser objeto de lectura
en la vista oral a través de los cauces establecidos por los artículos 714 y 730 LECrim,
que se refieren a diligencias practicadas en fase instructora, es preciso que la
declaración sea reiterada y ratificada ante el órgano judicial. Dicha Sentencia sin
embargo, deja sin acometer la cuestión de si las declaraciones prestadas por los
coimputados en sede policial, pueden ser introducidas a través de la declaración de los
agentes de policía que las presenciaron.
b) Prueba preconstituida:
También la STC 68/2010, de 18 de octubre, recuerda nuevamente los
presupuestos de existencia de la prueba preconstituida, indicando que: “hemos
condicionado la validez como prueba de cargo preconstituida de las declaraciones
prestadas en fase sumarial al cumplimiento de una serie de presupuestos y requisitos
que hemos clasificado como: a) materiales -que exista una causa legítima que impida
reproducir la declaración en el juicio oral-; b) subjetivos -la necesaria intervención del
Juez de Instrucción-; c) objetivos -que se garantice la posibilidad de contradicción, para
lo cual ha de haber sido convocado el Abogado del imputado, a fin de que pueda
participar en el interrogatorio sumarial del testigo-; y d) formales -la introducción del
contenido de la declaración sumarial a través de la lectura del acta en que se
documenta, conforme a lo ordenado por el art. 730 LECrim, o a través de los
interrogatorios, lo que posibilita que su contenido acceda al debate procesal público y
se someta a confrontación con las demás declaraciones de quienes sí intervinieron en
el juicio oral- [SSTC 303/1993, de 25 de octubre, FJ 3; 153/1997, de 29 de septiembre,
FJ 5; 12/2002, de 28 de enero, FJ 4; 195/2002, de 28 de octubre, FJ 2; 187/2003, de 27
de octubre, FJ 3; y 1/2006, de 16 de enero, FFJJ 3 y 4; 344/2006, de 11 de diciembre, FJ
4 c)].”
c) Declaración de la víctima:
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La STC 126/2010, de 29 de noviembre, FJ 2, indica que “la declaración de la
víctima, practicada normalmente en el acto del juicio oral, con las necesarias garantías
procesales, puede erigirse en prueba de cargo y que, en consecuencia, la convicción
judicial sobre los hechos del caso puede basarse en ella, incluso cuando se trate del
acusador (…) por lo que en el presente supuesto, la queja carece de contenido, ya que
el testimonio claro, coherente, coincidente e inalterado de la víctima ofrece mayor
verosimilitud que el del acusado, y en dichas circunstancias, dicho enjuiciamiento no
resulta revisable en sede constitucional, que no es una nueva instancia”. En el mismo
sentido la STC 9/2011, de 28 de febrero, al indicar que “el testimonio de las víctimas,
practicado con las debidas garantías, tiene consideración de prueba testifical y, como
tal, puede constituir prueba de cargo suficiente en la que puede basarse la convicción
del juez para la determinación de los hechos del caso”, incidiendo en que la Sentencia
de instancia analiza las declaraciones de las víctimas, destacando, sobre la base de la
inmediación, la “rotundidad” de un “testimonio serio, coherente y contundente”.
d) Deber de ponderar la versión de descargo.
La STC 59/2011, de 3 de mayo, afirma la necesidad de ponderar la versión de
descargo, al exponer que “en cuanto al derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2
CE), este Tribunal ha puesto de manifiesto que, dentro del control que le corresponde
realizar sobre la eventual vulneración de este derecho, se encuentra, entre otros
aspectos, verificar si se ha dejado de someter a valoración la versión o la prueba de
descargo aportada, concretándose que se exige solamente ponderar los distintos
elementos probatorios, pero sin que ello implique que esa ponderación se realice de
modo pormenorizado, ni que la ponderación se lleve a cabo del modo pretendido por
el recurrente, sino solamente que se ofrezca una explicación para su aceptación o
rechazo”. En tal sentido, contrapone la Sentencia “la insistencia del recurrente en
negar cualquier relación con la tarjeta hallada en el registro, resaltando la
imposibilidad de acceder al lugar donde se decía que se había incautado e insistiendo
en que la inexistencia de protocolos de seguridad y limpieza al asignar celda no
garantizaban que no hubiera sido escondida por otro interno, máxime teniendo en
cuenta que ya había ocupado seis celdas diferentes en los seis meses anteriores” y el
incumplimiento del deber de la Administración Penitenciaria de proceder, “al menos, a
su ponderación, ofreciendo al recurrente una explicación para su rechazo. Al no
hacerlo así, se ha incurrido en una vulneración del derecho a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE).”
e) Declaración de coimputado.
En las SSTC 111/2011, de 4 de julio, FJ 6 b) y 126/2011, FJ 21 b), exponen la
doctrina relativa a la valoración de las declaraciones de los coimputados y su necesidad
de corroboración, indicando que “en relación con la suficiencia de las declaraciones de
los coimputados para enervar la presunción de inocencia, hemos resaltado (entre
otras, SSTC 34/2006, de 13 de febrero, FJ 2 y 102/2008, de 28 de julio, FJ 3) que éstas
no poseen solidez plena como prueba de cargo suficiente cuando, siendo únicas, no
están mínimamente corroboradas por algún hecho, dato o circunstancia externa, y ello
porque el imputado, a diferencia del testigo, no tiene la obligación de decir la verdad
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sino que, por el contrario, le asiste el derecho a guardar silencio total o parcialmente y
no está sometido a la obligación jurídica de decir la verdad (SSTC 147/2004, de 13 de
septiembre, FJ 2; 312/2005, de 12 de diciembre, FJ 1; 170/2006, de 5 de junio, FJ 4 y
198/2006, de 3 de julio, FJ 4). Esta exigencia de refuerzo, por otra parte, no está
prefijada en términos generales, sino que se deja a la casuística la determinación de los
casos en que puede estimarse que existe esa mínima corroboración, por lo que ha de
atenderse a las circunstancias presentes en cada supuesto particular. Según esta
doctrina, además, esa mínima corroboración ha de recaer, precisamente, sobre la
participación del acusado en los hechos punibles que el órgano judicial hubiera
considerado probados (SSTC 340/2005, de 20 de diciembre, FJ 2 y 277/2006, de 25 de
septiembre, FJ 2), resultando que los elementos de corroboración han de hallarse
expuestos en las resoluciones judiciales recurridas como fundamentos probatorios de
la condena (SSTC 91/2008, de 21 de julio, FJ 3 y 102/2008, de 28 de julio, FJ 3).”
f) Prueba indiciaria.
La STC 126/2011, de 18 de julio, FJ 21 d) pone el acento en el aspecto de la
inferencia dentro del contenido de la prueba indiciaria, al indicar que “desde la STC
174/1985, de 17 de diciembre, [hemos sostenido] que también la prueba indiciaria
puede sustentar un pronunciamiento de condena, sin menoscabo del derecho a la
presunción de inocencia, habiendo afirmado este Tribunal, entre otras en la STC
111/2008, de 22 de septiembre, FJ 3, que el control de constitucionalidad de la
racionalidad y solidez de la inferencia en que se sustenta esta prueba puede efectuarse
tanto desde el canon de su lógica o cohesión (de modo que será irrazonable si los
indicios acreditados descartan el hecho que se hace desprender de ellos o no llevan
naturalmente a él), como desde su suficiencia o calidad concluyente (no siendo, pues,
razonable la inferencia cuando sea excesivamente abierta, débil o imprecisa), si bien
en este último caso el Tribunal Constitucional ha de ser especialmente prudente,
puesto que son los órganos judiciales quienes, en virtud del principio de inmediación,
tienen un conocimiento cabal, completo y obtenido con todas las garantías del acervo
probatorio. Por ello se afirma que sólo se considera vulnerado el derecho a la
presunción de inocencia en este ámbito de enjuiciamiento “cuando la inferencia sea
ilógica o tan abierta que en su seno quepa tal pluralidad de conclusiones alternativas
que ninguna de ellas pueda darse por probada” (STC 229/2003, de 18 de diciembre, FJ
24). En los mismos términos se expone la doctrina relativa a la prueba indiciaria en la
STC 127/2011, de 18 de julio, FJ 7 y 111/2011, de 4 de julio, FJ 6 d).
De modo sistemático las SSTC 128/2011, de 18 de julio, FJ 4 y 133/2011, de 18
de julio, FJ 5, exponen los presupuestos para que pueda valorarse la prueba indiciaria,
indicando –con cita de reiteradas Sentencias- que “A falta de prueba directa de cargo,
también la prueba indiciaria puede sustentar un pronunciamiento condenatorio, sin
menoscabo del derecho a la presunción de inocencia, siempre que: 1) el hecho o los
hechos bases (o indicios) han de estar plenamente probados; 2) los hechos
constitutivos del delito deben deducirse precisamente de estos hechos bases
completamente probados; 3) se pueda controlar la razonabilidad de la inferencia, para
lo que es preciso, en primer lugar, que el órgano judicial exteriorice los hechos que
están acreditados, o indicios, y, sobre todo que explique el razonamiento o engarce
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lógico entre los hechos base y los hechos consecuencia; y, finalmente, que este
razonamiento esté asentado en las reglas del criterio humano o en las reglas de la
experiencia común o, “en una comprensión razonable de la realidad normalmente
vivida y apreciada conforme a los criterios colectivos vigentes” (SSTC 300/2005, de 21
de noviembre, FJ 3; 111/2008, de 22 de septiembre, FJ 3 y 70/2010, FJ 3). Asumiendo
“la radical falta de competencia de esta jurisdicción de amparo para la valoración de la
actividad probatoria practicada en un proceso penal y para la evaluación de dicha
valoración conforme a criterios de calidad o de oportunidad” (SSTC 137/2005, de 23 de
mayo, FJ 2 y 111/2008, de 22 de septiembre, FJ 3), sólo se considera vulnerado el
derecho a la presunción de inocencia en este ámbito de enjuiciamiento cuando “la
inferencia sea ilógica o tan abierta que en su seno quepa tal pluralidad de conclusiones
alternativas que ninguna de ellas pueda darse por probada” (SSTC 229/2003, de 18 de
diciembre, FJ 4; 111/2008, de 22 de septiembre, FJ 3; 109/2009, de 11 de mayo, FJ 3;
70/2010, de 18 de octubre, FJ 3; 25/2011, de 14 de marzo, FJ 8).”
g) Valor probatorio de la coartada desvirtuada.
La STC 128/2011, de 18 de julio, FJ 4, indica que “la futilidad del relato
alternativo no puede sustituir la ausencia de prueba de cargo, so pena de asumir el
riesgo de invertir la carga de la prueba, sí puede servir como contraindicio o como
elemento de corroboración de los indicios a partir de los cuales se infiere la
culpabilidad (por todas, SSTC 142/2009, de 15 de junio, FJ 6, y las allí citadas).”
h) Valor probatorio del silencio del acusado
Frente a la queja de la demandante, que estima vulnerado el derecho a la
presunción de inocencia en relación con el derecho a un proceso con todas garantías y
con el derecho a no declarar contra sí mismo o no declararse culpable (art. 24.2 CE),
por entender que las Sentencias consideran que la recurrente tenía obligación de
demostrar su inocencia, configurando ambas resoluciones el silencio de la
demandante como prueba de cargo, en virtud de una inferencia realizada a partir de
su negativa a declarar, penalizando el ejercicio de su derecho a guardar silencio, indica
la STC 9/2011, de 28 de febrero, FJ 5 que el derecho al silencio y el derecho a no
autoincriminarse, no expresamente mencionados en el art. 6 del Convenio Europeo de
Derechos Humanos, residen en el corazón mismo del derecho a un proceso equitativo
y enlazan estrechamente con el derecho a la presunción de inocencia.
Indica que para determinar si se ha producido la vulneración del derecho a
guardar silencio, tanto en sí mismo considerado como en su vertiente de garantía
instrumental del genérico derecho de defensa, debe efectuarse un examen de las
circunstancias propias del caso, en función de las cuales puede justificarse que se
extraigan consecuencias negativas del silencio, cuando, existiendo pruebas
incriminatorias objetivas al respecto, cabe esperar del imputado una explicación.
Afirma la Sentencia que “operando el recurso al silencio del imputado en la
Sentencia de instancia como un elemento adicional o de refuerzo. Como quiera, en fin,
que en el supuesto presente el relato de hechos probados no ha descansado sobre el
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silencio de la parte recurrente y su negativa a contestar, pues con carácter previo al
mismo la propia resolución da por sentada la existencia de prueba de cargo, la lesión
del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) debe ser desestimada.”
8.4 Limites del control del Tribunal Constitucional
Los límites a la función constitucional del Tribunal, en relación con el derecho a
la presunción de inocencia, han sido reiterados en la práctica totalidad de las
Sentencias dictadas en el periodo de tiempo examinado, pudiendo destacarse en tal
sentido las SSTC 52/2010, STC 68/2010, 70/2010, 9/2011, STC 127/2011,
En tal sentido, la STC 52/2010, de 4 de octubre, en su Fundamento Jurídico
cinco, - reproducido por la STC 9/2011, de 28 de febrero, FJ 4, y que a su vez es citada
por la STC 127/2011, de 18 de julio, FJ 6-, al indicar que “Constituye también reiterada
doctrina de este Tribunal la afirmación de la radical falta de competencia de esta
jurisdicción de amparo para la valoración de la actividad probatoria practicada en el
proceso penal y para la evaluación de dicha valoración conforme a criterios de calidad
o de oportunidad, limitándose nuestra misión a supervisar externamente la
razonabilidad del discurso que une la actividad probatoria y el relato fáctico resultante.
En efecto, ni la Constitución nos atribuye tales tareas, que no están incluidas en las de
amparo del derecho a la presunción de inocencia, ni el proceso constitucional permite
el conocimiento preciso y completo de la actividad probatoria, ni prevé las garantías
necesarias de publicidad, oralidad, inmediación y contradicción que deben rodear
dicho conocimiento para la adecuada valoración de las pruebas (por todas, SSTC
137/2005, de 23 de mayo, FJ 2; 117/2007, de 21 de mayo, FJ 3; 111/2008, de 22 de
septiembre, FJ 3; 109/2009, de 11 de mayo, FJ 3; 26/2010, de 27 de abril, FJ 6).”
En parecidos términos se pronuncian las SSTC 68/2010, de 18 de octubre, (FJ
4), y 70/2010, FJ 3 a), cuando afirman que “constituye también doctrina consolidada
de este Tribunal que no le corresponde revisar la valoración de las pruebas a través de
las cuales el órgano judicial alcanza su íntima convicción, sustituyendo de tal forma a
los Jueces y Tribunales ordinarios en la función exclusiva que les atribuye el art. 117.3
CE, sino únicamente controlar la razonabilidad del discurso que une la actividad
probatoria y el relato fáctico que de ella resulta, porque el recurso de amparo no es un
recurso de apelación, ni este Tribunal una tercera instancia. De este modo hemos
declarado con especial contundencia que el examen de la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia ha de partir “de la radical falta de competencia de esta
jurisdicción de amparo para la valoración de la actividad probatoria practicada en el
proceso penal y para la evaluación de dicha valoración conforme a criterios de calidad
o de oportunidad” (STC 137/2005, de 23 de mayo, FJ 2).”
8.5 Regularidad en la práctica de las pruebas.
a) Transcripciones de las conversaciones obtenidas mediante intervención
judicial.
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La STC 68/2010, de 18 de octubre, aborda una problemática habitual: el valor
probatorio de las transcripciones debidamente cotejadas por el Secretario Judicial, sin
haber procedido a la lectura en el acto del juicio oral y sin que tampoco se haya
procedido a la audición de las cintas originales. Indica que “la audición de las cintas no
es requisito imprescindible para su validez como prueba, sino que el resultado de las
intervenciones puede ser incorporado al proceso bien a través de las declaraciones
testificales de los funcionarios policiales que escucharon las conversaciones
intervenidas, bien a través de su transcripción mecanográfica -como documentación
de un acto sumarial previo- (SSTC 166/1999, de 27 de septiembre, FJ 4; 122/2000, de
16 de mayo, FJ 4; 138/2001, de 18 de junio, FJ 8) (…) que para dicha incorporación por
vía documental no es requisito imprescindible la lectura de las transcripciones en el
acto del juicio, siendo admisible que se dé por reproducida, siempre que dicha prueba
se haya conformado con las debidas garantías y se haya podido someter a
contradicción y que tal proceder, en suma, no conlleve una merma del derecho de
defensa (STC 128/1988, de 27 de junio, FJ 3).”. Entiende que dicha merma no se
produce porque las cintas originales y las trascripciones, debidamente cotejadas por el
Secretario judicial, se encontraban a disposición de las partes, habiendo podido
contrastar el cotejo, solicitar la audición o la práctica de cuantas diligencias hubiera
tenido por conveniente. De otra parte, la defensa de la recurrente no sólo renunció a
la audición de las cintas, sino que expresamente se opuso a la misma. “Por ello,
habiendo tenido oportunidad de someter a contradicción el contenido de tales
transcripciones, y no oponiendo reproche alguno a la correspondencia de las mismas
con las cintas originales, podemos concluir que no ha existido indefensión ni se ha
producido vulneración alguna del derecho a un proceso con todas las garantías (art.
24.2 CE).”
b) Lectura de las declaraciones policiales prestadas en sede.
La precitada STC 68/2010, en su Fundamento Jurídico sexto, descarta que las
declaraciones del imputado prestadas en sede policial puedan ser leídas en el acto del
juicio, tal y como se analizó anteriormente, pues las manifestaciones que constan en el
atestado no constituyen verdaderos actos de prueba, no pueden ser exponentes ni de
prueba anticipada ni de prueba preconstituída, porque no se efectúan en presencia de
la Autoridad Judicial, y tampoco pueden ser objeto de lectura en la vista oral a través
de los cauces establecidos por los artículos 714 y 730 LECrim, que se refieren a
diligencias practicadas en fase instructora, es preciso que la declaración sea reiterada y
ratificada ante el órgano judicial.
c) Lectura de las declaraciones instructoras, pese a la negativa a declarar del
imputado en el juicio oral.
Novedosa puede considerarse la STC 87/2010, que zanja – a mi juicio-,
satisfactoriamente, una larga discusión en la doctrina penal, relativa a la posibilidad de
lectura de las declaraciones prestadas ante el Juez de Instrucción, cuando el imputado
–ya acusado-, se acoge en el juicio oral a su derecho a no declarar. La discusión
doctrinal traía causa en la literalidad del art. 714 LECrim, que indica: “Cuando la
declaración del testigo en el juicio oral no sea conforme en lo sustancial con la
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prestada en el sumario podrá pedirse la lectura de ésta por cualquiera de las partes.”,
por lo que parecía no comprender el supuesto en el que el acusado – que no testigo-,
se acogiera a su derecho a no declarar.
La problemática se plantea y es resuelta en los siguientes términos:
“Igualmente fue rechazado en el fundamento jurídico 8 de las Sentencias
acabadas de citar el motivo de amparo fundado en la vulneración del derecho a un
proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) por haberse leído en el plenario tres de
las cuatro declaraciones prestadas por el recurrente en fase de instrucción, incluida su
declaración policial, al amparo del art. 714 LECrim pese a haberse acogido el actor a su
derecho a no declarar. Siguiendo lo manifestado en dichas resoluciones, el recurrente
pudo haber solicitado la lectura de las declaraciones que hubiera tenido por
pertinentes, y no lo hizo; por otra parte, las declaraciones sumariales incriminatorias
fueron introducidas en el acto del juicio en condiciones que garantizan la triple
exigencia constitucional de toda actividad probatoria: publicidad, contradicción e
inmediación, por lo que no se aprecia vulneración alguna del derecho a un proceso con
todas las garantías (art. 24.2 CE), encontrándose el órgano judicial ante pruebas de
cargo válidas en las que podía sustentar la condena.”
d) Declaraciones testificales practicadas en instrucción, sin asistencia del
letrado de la defensa, que son leídas en el juicio oral.
No tan novedosa, pero no por ello de menor interés, es la STC 134/2010, de 2
de diciembre, que en sus Fundamentos Jurídicos tercero y cuarto, aborda la
problemática, con una ajustada ponderación de los derechos fundamentales en liza.
La queja del demandante se refería al hecho de haberse sustentado su condena
en declaraciones prestadas en fase de instrucción sin su presencia y en un juicio
celebrado con anterioridad respecto de otros acusados, que no fueron ratificadas en el
acto del juicio oral al no comparecer los testigos que las realizaron, decisión de
condena que a juicio del demandante se ha apoyado en testimonios vertidos sin
respetarse la exigible garantía de contradicción.
El Tribunal recuerda que únicamente pueden considerarse auténticas pruebas
que vinculen a los órganos de la justicia penal en el momento de dictar Sentencia las
practicadas en el juicio oral, sin que ello puede entenderse de manera tan radical que
conduzca a negar toda eficacia probatoria a las diligencias judiciales y sumariales
practicadas con las formalidades que la Constitución y el ordenamiento procesal
establecen, siempre que puedan constatarse en el acto de la vista y en condiciones
que permitan a la defensa del acusado someterlas a contradicción. Con cita de prolija
jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y de Sentencias del propio
Tribunal Constitucional, recuerda que la incorporación al proceso de declaraciones que
han tenido lugar en fase de instrucción resulta constitucionalmente aceptable siempre
que exista una causa legítima que impida la declaración en el juicio oral, y que se
hayan respetado los derechos de defensa del acusado, esto es, siempre que se dé al
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acusado una ocasión adecuada y suficiente de contestar los testimonios de cargo e
interrogar a su autor, bien cuando se prestan, bien con posterioridad.
Recoge la doctrina sobre la validez como prueba de cargo preconstituida de las
declaraciones prestadas en fase sumarial al cumplimiento de una serie de requisitos
que hemos clasificado como: materiales (su imposibilidad de reproducción en el acto
del juicio oral), subjetivos (la necesaria intervención del Juez de Instrucción), objetivos
(que se garantice la posibilidad de contradicción y la asistencia letrada el imputado, a
fin de que pueda interrogar al testigo) y formales (la introducción del contenido de la
declaración sumarial a través de la lectura del acta en que se documenta, conforme al
art. 730 LECrim, o a través de los interrogatorios), lo que posibilita que su contenido
acceda al debate procesal público y se someta a contradicción en el juicio oral ante el
Juez o Tribunal sentenciador.
A partir de ese momento, sienta la premisa de la que arranca el razonamiento
al indicar que “lo que nuestra doctrina garantiza no es la contradicción efectiva, sino la
posibilidad de contradicción (SSTC 200/1996, de 3 de diciembre, FJ 3; y 142/2006, de 8
de mayo, FJ 3), resultando que dicho principio de contradicción se respeta, no sólo
cuando el demandante goza de la posibilidad de intervenir en el interrogatorio de
quien declara en su contra, sino también cuando tal efectiva intervención no llega a
tener lugar por motivos o circunstancias que no se deben a una actuación judicial
constitucionalmente censurable (SSTC 80/2003, de 28 de abril, FJ 6; 187/2003, de 27
de octubre, FJ 4; y 142/2006, de 8 de mayo, FJ 3).”
En consecuencia, recuerda que “una declaración realizada en el sumario, sin
garantizar en el momento de su práctica la posibilidad de que la defensa del acusado
tuviera la oportunidad de interrogar y confrontar las manifestaciones efectuadas por
un testigo de cargo, y sin que la falta o déficit de contradicción resultara imputable a la
parte acusada o a su defensa, determina la falta de validez de una prueba que no
puede ser sanada después mediante la simple lectura en el acto del juicio oral de la
declaración sumarial [así, SSTC 187/2003, de 27 de octubre, FJ 4, y 344/2006, de 11 de
diciembre, FJ 4 e)].”.
Si bien, trae a colación supuestos en que el déficit de contradicción no es
imputable al órgano judicial, sino al recurrente o su defensa, afirmando que – con cita
de la STC 115/1998, de 1 de junio, FJ 4-, que “la presencia del recurrente o de su
abogado en las diversas ocasiones en las que el coimputado declaró, atribuyéndole
determinados hechos delictivos, no fue posible porque el mismo se encontraba en
ignorado paradero o en situación formal de rebeldía desde el inicio del
procedimiento”, por lo que “el llamamiento no era posible y la causa de la
imposibilidad era atribuible en exclusiva al recurrente”. También, refiriéndose a las
SSTC 57/2002, de 11 de marzo y 80/2003, de 28 de abril, indica que “cuando se
producen las declaraciones incriminatorias el recurrente no se encontraba personado
en el sumario, debido a que se encontraba huido, por lo que no puede imputarse su
falta de intervención en las mismas a una actitud reprochable del órgano judicial.
Añade que también tal déficit fue imputable a la defensa en el caso enjuiciado en la
STC 2/2002, de 14 de enero, donde el letrado del demandante y los defensores del
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resto de los imputados estuvieron presentes en la declaración sumarial que
incriminaba al demandante y si no formularon preguntas fue debido a su pasividad.
Aplicando la doctrina al caso, desestima la vulneración, en tanto que las
declaraciones realizadas en un primer momento a presencia judicial de los testigos, a
las que no pudo asistir la defensa del recurrente por no encontrarse entonces
personado en la causa, teniendo que ser las mismas leídas posteriormente en el acto
del juicio oral conforme al art. 730 LECrim, a instancia del Ministerio Fiscal, por estar
ilocalizable el primero de los testigos e impedido físicamente el segundo. Indica que “si
la defensa del recurrente no pudo intervenir en fase sumarial en las referidas
declaraciones fue porque éste se hallaba huido de la acción de la justicia, como
reconoce la Sentencia de instancia (…) Por lo que este déficit de contradicción inicial
no puede ser imputable, con arreglo a la doctrina antes reseñada, a una actuación
judicial constitucionalmente censurable. En todo caso, se debe atribuir a la propia
conducta procesal del demandante, cuyo conocimiento extraprocesal del curso del
proceso parece inferirse, de manera racional y conforme a las reglas del criterio
humano, de las relaciones que al parecer venía manteniendo con otros implicados en
la causa (…) y de la circunstancia de que el domicilio que ocupaba fue objeto de
registro por parte de los funcionarios policiales.”. A ello añade que la Audiencia
Nacional realizó cuantas gestiones estaban a su alcance para la localización de uno de
los testigos y respecto del otro ordenó que el Forense se personara en su domicilio
para ser reconocido, obrando en las actuaciones un informe emitido a tal efecto,
donde consta que el acusado padecía una lesión cerebral postraumática grave.
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