En la ciudad de Santa Fe, a los 03 días de octubre del año dos mil

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(Expte. N° 36 -Año 2014)
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En la ciudad de Santa Fe, a los 03 días de octubre del año dos mil catorce, se reúnen
en Acuerdo Ordinario los Señores Jueces de la Sala Segunda de la Cámara de
Apelación en lo Laboral, Dres. José Daniel Machado, Sebastián César Coppoletta y
Julio César Alzueta, para resolver el recurso de apelación puesto por la parte
demandada, contra la sentencia dictada por el Señor Juez de Distrito 1 de Primera
Instancia en lo Laboral de la Segunda Nominación de Santa Fe, en los autos
caratulados: “AMARILLA, Claudio c/ PROVINCIA DE SANTA FE s/
ACCIDENTE DE TRABAJO” (Expte. 36- Fo. 162- Año 2014).
Acto seguido el Tribunal se plantea las siguientes cuestiones:
PRIMERA: ¿Se ajusta a derecho la sentencia impugnada?
SEGUNDA: ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
Dispuesto el orden de votación, resulta: Machado, Coppoletta,
Alzueta.
A la primera cuestión el Dr. Machado dice:
1.La sentencia obrante a f.237 resultó apelada por la demandada, quien
expresó sus agravios a partir de f.257, respondiéndolos la actora según memorial
agregado a f.269.
Se agravia la recurrente por el rechazo de la defensa de prescripción
que a su turno opuso. Expone al respecto que habiéndose reconocido el carácter
laboral del accidente in itinere en el mes de noviembre 02 del año 2000, no hubo
ninguna actuación del interesado con efecto suspensivo o interruptivo sino hasta la
promoción del reclamo administrativo en septiembre 14 del año 2009.
Para decidir como lo hizo, el Sr.Juez de la anterior instancia
argumentó, en síntesis, que no obstante aquel reconocimiento del año 2000 la
demandada omitió luego cualquier diligencia tendente a establecer la existencia, tipo
y grado de incapacidad, frente a lo cual el desperdicio de tiempo útil no resultaba
sino imputable a la falla de su propio accionar.
La conclusión del a quo, aunque no lo mencione, encuentra respaldo
en jurisprudencia de esta Sala originada en el considerando 5 de mi voto para la
causa “Ibañez, Nydia c/Provincia de Santa Fe” (02.11.07) y que luego fuera
utilizada en muchos precedentes, tal cual como he reseñado recientemente en el fallo
“Rossi, Griselda”, al que me remito habida cuenta de que intervinieron en el caso los
mismos profesionales que aquí lo hacen por ambas partes.
Ciertamente, cuando la Provincia actúa como autosegurada debe
cumplir con las cargas inherentes a dicha condición, y entre ellas adoptar la diligente
iniciativa para lograr que la víctima de un siniestro laboral reciba en tiempo
oportuno las prestaciones dinerarias y en especie a las que la responsable queda
obligada conforme al sistema de riesgos del trabajo. En particular, el DR 717/96
establece en su artículo 7 que “aceptada la denuncia, la aseguradora deberá
especificar -y notificar al trabajador- el diagnóstico médico, el tipo de incapacidad
que sufre y, en su caso, el carácter y el grado...”, a la par que el art.8 le habilita a
realizar luego las revisiones que entienda correspondientes notificando al trabajador
sus resultados. El art.37, a su vez, aclara que “las normas del presente decreto
establecidas para las aseguradoras serán de aplicación para los empleadores que
se encuentren incluidos dentro del régimen de autoseguro”.
En la especie, la Provincia se desinteresó de la suerte de la víctima
puesto que no obra antecedente ni mención de ninguna diligencia útil a los fines
expresados. Ello traza una diferencia relevante con el precedente “Rossi”, en el que
al menos la autoridad había establecido -y con bastante rapidez- el porcentaje de
incapacidad y su carácter de permanente, aunque restara la controversia -que aquí no
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existe- sobre la naturaleza laboral o no del accidente.
De allí que el razonamiento del recurso en el sentido de pretender que
una incapacidad deviene permanente de manera automática y por el mero transcurso
del tiempo -con ser cierto en otro sentido- no lo es a los fines de computar el tiempo
que debe juzgarse útil en el sentido de que el siniestrado cuente con la información
suficiente a fin de llevar su planteo ante los tribunales de justicia. Como explica
adecuadamente Ricardo Lorenzetti, esa información suficiente no debe ser
confundida con los síntomas subjetivos que la víctima sienta, puesto que debe
derivar de datos objetivos provistos por personas idóneas sobre los diferentes
saberes que confluyen en la delimitación y caracterización médica y jurídica del
daño resarcible.
2. Se agravia también la demandada respecto de la cuantificación del
resarcimiento por dos vertientes: cuestionando la aplicación al caso de la ley 26.773
y la tasa de interés considerada por la sentencia (22% anual y 15% anual, con fecha
de corte el 01.01.10).
Sobre lo primero, cabe tener presente que la jurisprudencia de las
Cámaras en lo Laboral de esta Provincia se han pronunciado de manera unánime
hasta aquí en el mismo sentido que el fallo apelado, al menos en lo tocante a la
aplicación inmediata del art. 17.6 de la ley 26.773 ya que, en tanto dicha norma
refiere meramente al “ajuste” o puesta en valor del sistema de prestaciones existente,
descarta que se trate de un supuesto de aplicación retroactiva en el sentido que la
impide el art.3 CC. Los recientes trabajos del camarista rosarino Sergio Restovich y
de la relatora de cámara Mariana Otarola, publicados ambos en la Revista del
Colegio de Magistrados y Funcionarios correspondiente al año 2014 (pág. 169 y
siguientes), dan cuenta de los distintos fundamentos ponderados por los fallos a un
mismo fin.
Por otra parte, tanto la CSJN en las causas “Ascua c/Somisa SA” y
“Lucca de Hoz c/Taddei”, como la CSJSF en la causa “Roda, Delfino c/Consolidar
ART SA”, han señalado claramente que al resultado de un resarcimiento
constitucionalmente sustentable del daño laboral puede y debe arribarse tanto en el
contexto de una acción civil contra el responsable como cuando se utiliza la vía de
un sistema especial de características tarifadas, descartando que la utilización de la
normativa vigente a la fecha del accidente, cuando conduce en los hechos a un
resultado lesivo para la víctima por la pérdida de significación económica del
resarcimiento, sea un modo aceptable de alcanzar aquél estándar.
Para cumplir con dicho postulado de la interpretación constitucional la
jurisprudencia viene transitando distintas vías. En ligera y superficial descripción de
lo que sucede en el ámbito de la CNAT podemos señalar que, si bien hay una
coincidencia muy generalizada en aplicar el RIPTE a los siniestros anteriores
pendientes de pago, los argumentos difieren entre: a) fundar la solución en el
principio de progresividad y consecuente aplicación de la ley ulterior más favorable
al bien jurídico protegido, con invocación de la doctrina de la CS en “Arcuri Rojas
c/Anses”; b) fundarla en la inconstitucionalidad de la normativa temporalmente
aplicable al caso y -ante la necesidad de resolver la causa en algún sentido- aplicar
analógicamente (analogía diacrónica) la nueva norma a título de solución pretoriana,
apoyándose en la doctrina de la CS “Lucca de Hoz”; c) fundarla en la interpretación
literal del art.17.6 de la ley 26.773, en cuanto refiere, en términos nada equívocos, al
ajuste entre dos fechas del conjunto de indemnizaciones dinerarias por incapacidad
permanente del sistema de riesgos, lo cual lógicamente solo puede referir a deudas
anteriores a la entrada en vigor de la nueva ley; d) fundarla en que se trataría de un
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supuesto de aplicación inmediata de las nuevas reglas a las consecuencias
pendientes de la relación jurídica no agotada entre el responsable y la víctima, con
cita de la CS en las causas “Camusso” y “Aveiro”, y que en nuestra provincia ha
sido seguida por la Corte Suprema en la causa “Caro c/Badino”, del 21.11.07 (A. y
S. 223-106) aunque en relación a la aplicación del DNU 1278/00.
Esta Sala comparte el criterio expuesto en tercer término. Creo que es
un error plantear la cuestión en términos de derecho inter-temporal regido, en caso
de silencio del legislador, por el art.3 del CC. Recordemos que dicho precepto -que
es una norma de rango ordinario como cualquier otra ley- debe leerse en el sentido
de una presunción sobre la vigencia de las leyes (para lo futuro), que opera cuando
el legislador no dispone lo contrario, y a la vez como un límite para este último:
cuando impone la aplicación respecto de situaciones del pasado no puede afectar
derechos adquiridos.
En el caso en juzgamiento lo que el legislador dispone no es una
modificación sustantiva respecto de los presupuestos de responsabilidad del deudor.
No crea nuevas categorías de antijuridicidad, ni obligaciones nuevas, sino que
meramente ajusta el valor de las indemnizaciones ya debidas. Y además lo hace en
2012, como lo hizo antes en 2000 y 2009, invocando que el deterioro de las
prestaciones resultante del modo anterior de calcularlas convertía al régimen -según
dice el Mensaje del PEN- en insustentable constitucionalmente. De allí que, como
he sostenido en mi voto para la causa “Gatti”, cualquier disquisición técnica por la
que se arribe al resultado concreto y objetivo de una indemnización notoriamente
depreciada o envilecida, produce el efecto de sanear la inconstitucionalidad del
régimen, en misión que obviamente no puede reconocerse entre las incumbencias
del legislador.
Por afín orden de razones es que esta Sala -al igual que la Sala II de la
CAL Rosario en “Malpiedi, Silvana c/Provincia” (del 26.02.14) y el voto minoritario
de la Dra.Lucía Assef en la causa “Heredia”- viene aplicando también el art.3 de la
ley 26.773. Dicha norma intenta hacerse cargo de la repetida censura constitucional
que sobre el anciano régimen venía haciendo la CS a partir de las causas “Aquino”,
“Arostegui”, entre muchas otras, en el sentido de que la LRT considera al trabajador
accidentado exclusivamente desde la perspectiva económica y en cuanto al daño que
sufre en tanto productor de ingresos, soslayando los demás componentes de la
persona humana y muy acusadamente los que conciernen a la esfera de sus intereses
personales de carácter extrapatrimonial. De allí que, como lo advirtiera ya en 2004
la Ministro Highton de Nolasco -polemizando en cierto sentido con sus colegas
Belluscio y Maqueda- la LRT resultaba inconstitucional por definición – o al menos
como regla- y no “en el caso concreto” ya que en ningún caso permitía el
resarcimiento del daño moral, o del daño a la integridad física no incapacitante
laboralmente, o la pérdida de chance, o el daño al proyecto de vida, por citar solo
algunos de los componentes habituales del resarcimiento.
De allí que cuando la ley 26.773 decide que la indemnización debe
incluir un 20% de incremento sobre las tarifas en el genérico concepto “de otros
daños no reparados por las fórmulas” relativas a la indemnización de una
incapacidad permanente o muerte, no esta meramente sancionando una norma “más
benigna” o “más favorable” o “más conveniente” o “más justa”. Está remediando
una crisis constitucional declarada por la CS y toda la jurisprudencia inferior y
reconocida por los propios autores de la norma (el PEN y el Congreso de la Nación),
propósito que no puede juzgarse bien servido mediante una interpretación que lo
frustre al consagrar, en los hechos, la pervivencia o ultractividad del régimen cuya
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inconstitucionalidad se declara.
Y por fin, no se advierte que hipotético “derecho adquirido” podría
invocar la deudora contra el referido criterio. Para que alguien pueda “adquirir” un
derecho es preciso, antes, que tal derecho exista. Y no hay derecho que pueda
derivar ni del incumplimiento de deberes legales como los enunciados más arriba al
tratar la prescripción, ni de la mora del deudor que no es sino atribuible al mismo. Si
la Provincia hubiera cumplido con las cargas inherentes al autoseguro este siniestro
se hubiera cuantificado y cancelado hace ya años conforme a la normativa que por
entonces regía. Como ha dicho la CS en la reciente causa Calderón, la normativa que
importa no es la vigente al momento de la “manifestación invalidante” sino la que
rige al momento en que la obligación debió pagarse, siendo del caso que en autos
nunca se arribó a tal situación -determinación del porcentaje de incapacidad del que
depende la indemnización- por negligencia de la propia deudora. Son principios
aceptados de lógica jurídica que nadie puede aprovechar de sus propios
incumplimientos, ni invocar la demora ajena cuando ha sido motivada por la propia.
Además, el argumento que usualmente utilizan las ART para fundar
cual sería del derecho adquirido que se vulnera y que consiste en que al tiempo del
siniestro se percibían unas cotizaciones del asegurado basadas en cálculos
actuariales sobre resarcimientos de menor entidad, lo que ahora sería desbaratado al
alterar retrospectivamente uno de los términos de la ecuación (encarecimiento de las
indemnizaciones), resulta inaplicable por tres razones. Las “pólizas” de la LRT
prevén un porcentaje sobre la nómina salarial global que el empleador abona.
Obviamente, entonces, la suma que mes a mes debe ingresar a favor de la ART
evoluciona al compás del incremento de las remuneraciones. No queda fijado al
valor del momento de la afiliación, ni estancado o congelado, ni “se mueve” por otra
variable distinta al salario. De allí que al disponerse que también las prestaciones
evolucionen en base al mismo parámetro (la RIPTE no es otra cosa que el promedio
de las remuneraciones de paritaria) no es sino un acto de estricta equidad jurídica y
equilibrio económico. La segunda razón es que, mediando autoseguro, el
responsable no puede siquiera invocar este argumento ya que no hay un tercero cuyo
eventual interés contractual pudiera quedar lateralmente afectado. La tercera razón
es que, en todo caso y si algún interés legítimo de una ART pudiera verse afectado
por fractura del sinalagma del contrato de seguro, no sería la víctima sino el
empleador asegurado el convocado a responder por esa diferencia.
Y en cuanto a la sorpresividad por la declaración oficiosa de la
normativa aplicable, es obvio que la misma no puede resultar pertinente contra un
sistema de tarifa en que, por definición, no está habilitado el debate y prueba sobre
la medida del daño más allá de los factores de hecho que integran la fórmula y que,
aquí, no son puestos en crisis por el recurso.
3.Entiendo que debe prosperar parcialmente el tercer agravio,
consistente en la solicitud de revisión de la tasa de interés. No es consistente que
desde el 01.01.10, fecha en que se ordenó que corresponde ajustar por el RIPTE el
resarcimiento del caso, se prevea una razón del 15% anual. El RIPTE, se le llame
“ajuste” o como se prefiera, es un modo de preservar el valor del crédito, por cuanto
corresponde en tal caso un interés puro que esta Sala ha definido en precedentes
puede oscilar entre el 6 y el 12% según la evolución de las variables de la economía
-especialmente la estabilidad monetaria- y a fin de indemnizar únicamente el
rendimiento perdido por indisponibilidad del capital. Y si bien hay antecedentes
históricos -mediante Acta 1891 del 21.06.85- de utilización de una tasa del 15%, las
mismas corresponden al tiempo en que la CNAT debió dar respuesta a las
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distorsiones hiperinflacionarias que precedieron al Plan Austral durante el gobierno
del Dr.Alfonsín, situación que siquiera puede compararse con la actual. Propongo,
en definitiva, se fije para el período indicado un interés del 12% anual.
Los argumentos dados al tratar los demás agravios determinan que, en
cambio, no pueda prosperar el agravio tocante al dies a quo del cómputo de los
intereses en la medida en que la imputabilidad por la demora ha sido cargada a la
empleadora.
Voto por la negativa, propiciando se confirme el fallo excepto respecto
de la tasa de interés aplicable desde el 01.01.10, que será del 12% anual. Costas de
alzada a la recurrente.
A la misma cuestión el Dr. Coppoletta dice:
Que coincide con las conclusiones del preopinante, por lo que vota en
idéntico sentido.
A la misma cuestión el Dr. Alzueta dice:
Que se adhiere a la solución por los fundamentos de los preopinantes,
por lo que vota en idéntico sentido.
A la segunda cuestión los Dres. Machado, Coppoletta y Alzueta dicen:
Que atento el resultado de las votaciones precedentes corresponde: 1)
hacer lugar parcialmente al recurso de apelación intentado por la demandada,
propiciando se confirme el fallo excepto respecto de la tasa de interés aplicable
desde el 01.01.10, que será del 12% anual; 2) costas de Alzada a la recurrente; 3) los
honorarios de esta Instancia se fijan en el cincuenta por ciento (50%) de los que, en
definitiva, corresponda regular en baja instancia por el trámite principal.
Por los fundamentos y conclusiones del Acuerdo que antecede, la
SALA II DE LA CÁMARA DE APELACIÓN EN LO LABORAL
R E S U E L V E:
1)
Hacer lugar parcialmente al recurso de apelación intentado por
la demandada, propiciando se confirme el fallo excepto respecto de la tasa de interés
aplicable desde el 01.01.10, que será del 12% anual.
2)
Costas de Alzada a la recurrente.
3)
Los honorarios de esta Instancia se fijan en el cincuenta por
ciento (50%) de los que, en definitiva, corresponda regular en baja instancia por el
trámite principal.
Resérvese el original, agréguese copia, hágase saber y oportunamente
bajen.
Concluido el Acuerdo, firman los Señores Jueces por ante mí, que doy
fe.
Dr. MACHADO
Dr. COPPOLETTA
Dr. ALZUETA
Dra. Claudia BARRILIS
(Secretaria)
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